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Ya se ha indicado 1 Pedro 4:8 que amemos a las personas con amor ferviente, pero
también fruto de este amor es el acoger a las personas con amor ferviente. No fuimos
llamados para amarnos entre los que nos caemos bien, o con los que tenemos mayor
afinidad, esta idea es mundana y anti bíblica. Dios quiere que amemos y acojamos a
las personas sin distinción. Así como Abraham en Génesis 18:1-5 acogió a tres
varones sin saber quienes eran al principio, los hospedo y les atendió con amor. El
ser hospitalario no es una cuestión cultural, es un mandamiento del Señor, es una
señal de que hemos sido alcanzados por el amor y la gracia de Dios.
Por tanto así como Dios nos acogió en amor incondicional, mediante la obra de Cristo,
como sus hijos, acojámonos los unos a los otros como hermanos que somos, en amor,
en verdadero amor cristiano, para que realmente el sueño de ser una casa, una gran
familia sea una realidad.
De nada sirve todo nuestro trabajo, sino hay amor al prójimo, si no aprendemos a ser
acogedores con amor incondicional y ferviente. Que el Señor tenga misericordia de
nosotros y nos ayude asumir este importante desafío. Que el Señor les Bendiga.