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Dr. Seuss’ The Lorax. Chris Renaud, Kyle Balda. EUA, 2012.
La ecología es capaz de atraer los impulsos espirituales y trascendentales de las personas. Parece
tener la respuesta a algunas de las grandes inquietudes de la personas conscientes: ¿Cuáles son
los límites al crecimiento, qué hacer con la destructora ambición humana?, ¿cómo lograr el
equilibrio natural y respetuoso?, ¿cómo intercambiar los productos sin crear injusticias ni
acumulaciones de poder y de riqueza?, ¿cómo aprovechar los recursos naturales sin acabar con
ellos y con la humanidad?, ¿cómo producir sin contaminar, cómo evitar el calentamiento global
y el deshielo universal?
Los realizadores de Lorax han llevado a la pantalla una de las obras del Dr. Seuss, con la idea
central, enseñando, contando una historia bellamente narrada, para crear conciencia individual
y comunitaria de la necesidad de comprometerse con el equilibrio y la sabiduría en el manejo
del medio ambiente. Es decir, atreverse con los planteamientos de la ecología. Se trata de una
cinta de animación, realizada por medios digitales en 3D. Las voces de los personajes están muy
bien logradas, con un sonido cercano a la perfección, que le da un alto sentido de realismo a los
diálogos y las escenas. Uno nota en los espectadores una clara identificación con la historia y con
los personajes, manifestada en sonrisas y comentarios, señal de que se trata de un cuento que
nos encanta con sus tonalidades, con su música preciosa y con los espectaculares dibujos y
diseños. Es evidente el carácter simbólico de los mismos, reflejado en formas, colores y en los
elementos de la composición. Los tiempos están muy bien logrados, de manera que el
espectador puede apreciar y degustar.
Lorax transcurre en una ciudad que se llama Thneedville, enteramente artificial, sin presencia de
la naturaleza; sin árboles ni flores, toda de materiales sintéticos. Se trata, sin embargo, de un lugar
lleno de colorido y variedad, y sus habitantes, los únicos que son naturales, parecen estar
acostumbrados a este ambiente basado en el diseño y en la planeación humana. De todas
formas, hay ciertas tensiones, ciertos deseos no satisfechos, que se constituyen eventualmente en
fuentes de cambio.
El protagonista se enamora, y su amada sueña con árboles naturales y los pinta y habla de ellos.
Este es el origen de la búsqueda de la trúfula perdida, pues el joven se lanza a explorar más allá
de las fronteras de la ciudad y en esa búsqueda encuentra la sabiduría natural, personificada en
dos seres: uno que representa la experiencia y otro que representa la conciencia.
La conciencia está personificada por una especie de ser mágico, a modo de duendecillo, el
Lorax. Aparece misteriosamente en los momentos claves, con un carácter curioso, a veces
gruñón, a veces sonriente, siempre advirtiendo, pero realmente sin imponer su punto de vista, a
pesar de que pareciera contar con poderes insospechados.