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El Lorax y la Trúfala Perdida

Dr. Seuss’ The Lorax. Chris Renaud, Kyle Balda. EUA, 2012.
La ecología es capaz de atraer los impulsos espirituales y trascendentales de las personas. Parece
tener la respuesta a algunas de las grandes inquietudes de la personas conscientes: ¿Cuáles son
los límites al crecimiento, qué hacer con la destructora ambición humana?, ¿cómo lograr el
equilibrio natural y respetuoso?, ¿cómo intercambiar los productos sin crear injusticias ni
acumulaciones de poder y de riqueza?, ¿cómo aprovechar los recursos naturales sin acabar con
ellos y con la humanidad?, ¿cómo producir sin contaminar, cómo evitar el calentamiento global
y el deshielo universal?

La ecología holística hace un replanteamiento de las


actividades humanas y señala la necesidad de cambios
significativos en el comportamiento individual y colectivo. En
este sentido adquiere matices que se pueden considerar
religiosos y sagrados, asociados con nuevos sistemas de
creencias que sean capaces de desatar el cambio de
actitudes y de comportamientos que se propone en nuestra
relación con la naturaleza. Dado el origen de los sistemas de
creencias humanos, es importante establecer fábulas, mitos,
arquetipos, símbolos profundos que sirvan como referencia, como apoyo, como marco de
referencia. El color verde, los árboles, los hielos eternos, la mariposa monarca, la visión de la tierra
como Madre, un ser vivo. Para establecer estas simbologías es importante la labor de los
escritores. Ya lo hizo Homero en la antigüedad, y sus historias, profundamente simbólicas, tienen
todavía significado. En la actualidad hay fabulistas que asumen esta labor. Uno de ellos es
Theodor Seuss Geisel, quien vivió entre 1904 y 1991. Fue un escritor y dibujante estadounidense,
conocido por sus libros infantiles, escritos con el seudónimo de Dr. Seuss, con personajes llenos de
imaginación y de color, que tratan temas esenciales, entre ellos el del medio ambiente. En la
antigüedad el teatro era el escenario para llevar a las masas esas fábulas, esos principios. Hoy, el
cine aparece como un medio de enormes potencialidades de divulgación y de popularización.

Los realizadores de Lorax han llevado a la pantalla una de las obras del Dr. Seuss, con la idea
central, enseñando, contando una historia bellamente narrada, para crear conciencia individual
y comunitaria de la necesidad de comprometerse con el equilibrio y la sabiduría en el manejo
del medio ambiente. Es decir, atreverse con los planteamientos de la ecología. Se trata de una
cinta de animación, realizada por medios digitales en 3D. Las voces de los personajes están muy
bien logradas, con un sonido cercano a la perfección, que le da un alto sentido de realismo a los
diálogos y las escenas. Uno nota en los espectadores una clara identificación con la historia y con
los personajes, manifestada en sonrisas y comentarios, señal de que se trata de un cuento que
nos encanta con sus tonalidades, con su música preciosa y con los espectaculares dibujos y
diseños. Es evidente el carácter simbólico de los mismos, reflejado en formas, colores y en los
elementos de la composición. Los tiempos están muy bien logrados, de manera que el
espectador puede apreciar y degustar.

Lorax transcurre en una ciudad que se llama Thneedville, enteramente artificial, sin presencia de
la naturaleza; sin árboles ni flores, toda de materiales sintéticos. Se trata, sin embargo, de un lugar
lleno de colorido y variedad, y sus habitantes, los únicos que son naturales, parecen estar
acostumbrados a este ambiente basado en el diseño y en la planeación humana. De todas
formas, hay ciertas tensiones, ciertos deseos no satisfechos, que se constituyen eventualmente en
fuentes de cambio.
El protagonista se enamora, y su amada sueña con árboles naturales y los pinta y habla de ellos.
Este es el origen de la búsqueda de la trúfula perdida, pues el joven se lanza a explorar más allá
de las fronteras de la ciudad y en esa búsqueda encuentra la sabiduría natural, personificada en
dos seres: uno que representa la experiencia y otro que representa la conciencia.

La experiencia, personificada por un ser llamado Once-


ler, aparece en dos formas, como la de un joven creativo
que se enfrenta al mundo con una idea propia, hasta
sacarla adelante, sin importar las consecuencias, como la
de un ser viejo, cargado de años, que tiene un mensaje y
un discurso, para ser escuchado por el que tenga
paciencia y preste atención. Once-ler entrega la
experiencia mediante una historia que se cuenta y que
enseña profundamente.

La conciencia está personificada por una especie de ser mágico, a modo de duendecillo, el
Lorax. Aparece misteriosamente en los momentos claves, con un carácter curioso, a veces
gruñón, a veces sonriente, siempre advirtiendo, pero realmente sin imponer su punto de vista, a
pesar de que pareciera contar con poderes insospechados.

El medio ambiente se simboliza por el mundo exterior a la ciudad y aparece claramente


representado por dos épocas: una que fue, llena de colores, de animales, de relaciones, de
interacciones, de música y de cantos, de sonrisas. Era un mundo idealizado, que no sabía de
violencias, acogedor e inocente. Entra el hombre emprendedor, y aunque bien intencionado,
cae en la trampa de la producción en masa y del consumismo, transformando el campo en un
mundo estéril, sin colores, deshabitado. Es así como las ciudades son refugios diseñados para
contener a masas humanas que han perdido todo contacto con lo natural, algo perfectamente
lógico, cuando lo que no es ciudad ha muerto. Hasta el aire se vende embotellado como bien
de consumo.

Pero al estar presentes la sabiduría de la experiencia y el


sentido ético de la conciencia, no muere la esperanza.
Siempre habrá seres amorosos que salgan en busca del
encanto y de la magia, planteando mundos nuevos y
venciendo el desánimo, la ignorancia y la corrupción, de
manera que se pueda restablecer cierto equilibrio natural
en los mundos casi artificiales que se inventan los seres
humanos en su loco afán por poseer. Son los seres para
quienes termina sentenciando el Dr. Seuss: “A no ser que
alguien se interese, como lo haces tú, nada va a cambiar”.

Dada la complejidad del tema del medio ambiente, pienso


que Lorax se aproxima de una forma muy interesante,
aunque al final tenga que hacer simplificaciones,
generalizaciones y exageraciones. El espectador siente el impacto, lo cual es bueno para todos
y lo recibe de una forma entretenida y didáctica. Una película de animación como esta, que
trata temas profundos, por su naturaleza, a la vez infantil y docente, nos ayuda a encontrar la
mezcla adecuada entre disfrutar y pensar, entre preocuparse y soñar, entre ser un niño lleno de
esperanza o un adulto pesimista.

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