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SEMINARIOS DE CAMPOS APLICADOS EN PSICOLOGIA

Profesor a cargo: Lic. Claudio M. Edelstein

“Tiempo y espacio transicional en la migración”

Conferencia dictada por la Dra. Noemí Windaus en Jornada realizada en San Isidro
Labrador.
Año 2012

Dada la pre maturación física y simbólica del cachorro humano, su


advenimiento se produce inexorablemente en el vínculo con el otro encarnado.
Deseo insistir en un aspecto fundamental de esta relación y es el hecho de que
no puede sino llevarse a cabo en un espacio y en un tiempo. Tiempo, espacio,
cuerpo y lenguaje son instituciones tempranas de carácter inaugural,
indisolublemente ligadas a la constitución del aparato psíquico y de su
subjetivación historizante.

Así mismo se ha vuelto impensable un paciente aislado o en autonomía de


su origen, credo, universo simbólico, etc. Se vuelve necesario incluir entonces el
contexto socio – cultural e histórico en la constitución de la subjetividad.

El campo de la clínica ha mostrado la fecundidad de esta extensión del


psicoanálisis clásico freudiano, entendiendo así el aparato psíquico como
complejo y radicalmente heterogéneo. Ello hace posible instaurar un campo de
cura, con mejores posibilidades metabolizantes tanto en relación con la historia
del paciente como la del analista.

Creo que son estos aspectos, espacio-tiempo y universo histórico-simbólico,


los que se hallan más atravesados por el cambio migratorio en cada sujeto
singular, atravesamiento que puede ir desde un cuestionamiento hasta un
desgarramiento o desorganización, lo cierto es que el tratamiento de nuestros
pacientes muestra la pertinencia de poner a trabajar esos aspectos.

Los mínimos cambios en el espacio y el tiempo páticos en un sujeto (la


cama y la almohada en los viajes, mudanzas de barrio) son susceptibles de
movilizar ansiedades de separación y/o amenazas persecutorias, como así
mismo ansiedades confusionales.

Entendemos la influencia que tienen, entonces, los movimientos


migratorios en la vida de los pacientes o en la historia de vida de sus familias,
cuyos efectos alcanzan la segunda o tercera generación.

Muchos pacientes han nacido, vivido y permanecen aún en la casa o en


el barrio o en los climas en que se han constituido y sin embargo, tienen
escotomizados aspectos de exilios internos que corresponden a las historias no
elaboradas de sus padres o ancestros. Nuestro país, Argentina, que ha asistido
a cambios migratorios desde el año 1880, es un vasto campo de experiencia al
respecto.

El fenómeno migratorio pone en jaque necesariamente todas y cada una


de las funciones psíquicas. La migración implica –al menos- dos cuestiones:

I) Cambios, que reúnen a la vez pérdidas que siempre son masivas (objetos,
usos, costumbres, lugares, lengua, trabajo, etc.) y con ella se ponen en juego los
aspectos internos en conexión con lo perdido.
II) Movilización, también de carácter masivo, de inevitables temores a lo
desconocido, lo nuevo, lo impredecible que implica –o no- apuestas a nuevas
reestructuraciones reorientaciones (tiempo, espacio, cuerpo, objetos).

Creo que la posibilidad que el cambio no devenga catastrófico o un riesgo


para la estructura psíquica, depende de variables a su vez interdependientes:

(i) Un factor interno que es la estructura psíquica del sujeto en el cual adviene el
cambio: mayor - menor integración, personalización, orientación, condiciones de
movilidad psíquica, capacidad de simbolización, historicidad en la que se
inscribe, etc.
II) Un factor externo que es la condición de la migración, como situación a
transitar en sí misma: en urgencia o programada, en estado de persecución
racial, religiosa o política, o siguiendo orientaciones vocacionales, laborales,
época en la que se lleva a cabo (edad infantil, juvenil o adulta), sólo o
acompañado, etc.

Y por fin el tratamiento…

Tomo como un eje posible en el tratamiento el concepto de espacio


transicional, porque me ha resultado esclarecedor para pensar en el seno de la
clínica. Me he encontrado trabajando con los pacientes (ya sea pre o post-
migración) como transitar la transicionalidad, que es en sí misma una experiencia
potencialmente dolorosa, como transitar espacios, tiempos, sin sofocar, renegar,
reprimir, etc. la experiencia. Ello implica la aceptación de una realidad a
compartir, que una vez más pondrá a prueba “que la aceptación del mundo no-o
es esencial para la vida, la autonomía y la viabilidad” en palabras de Winnicott.

Para Winnicott la vida misma es un viaje, irse a vivir al propio cuerpo,


habitar el lenguaje, aceptar los objetos no-yo como separados, es decir fuera del
área de omnipotencia del yo, todo tiempo pasado o futuro fue el mejor o el peor
del mundo, por ello me parece apropiada esta manera de teorizar la tarea a
desarrollar, cada vez poner a prueba nuestro bagaje interior e ir entretejiendo
nuevas percepciones, palabras, fantasías que permitan una elaboración
imaginativa de lo que ha devenido, o puede devenir una experiencia
obstaculizante porque adquieren figurabilidad.

El campo del tratamiento será el espacio que separa uniendo y une


separando la situación actual de la anterior o de la futura, soportando
progresivamente quantums de angustia que no dañen la simbolización o el
cuerpo y la disponibilidad para la continuidad de la existencia.

Un aspecto fragmentario de un caso clínico permitirá dar cuenta del


tratamiento como espacio transicional.

Mauro, 30 años, profesional, hijo de padres italianos de la guerra. Un año


y medio de tratamiento.

He elegido aquellas partes de sesiones que hacen a lo teorizado en este


trabajo, quedando así excluidas asociaciones que fueron trabajadas en otros
momentos, desde su productividad neurótica. Así mismo, y por razones de
tiempo concentraré la lectura en los fragmentos que nos permitan discutir el
sentido teórico de la transicionalidad en la clínica.

Luego de una serie de viajes (Costa Rica, México) que no se había


animado a realizar aparentemente por desinteligencias con su pareja –de la se
encuentra actualmente separado- planea irse a vivir a Europa, un año “para
empezar” según sus propias palabras-. Está entusiasmado, embalado, como él
dice. Las primeras fantasías se reúnen alrededor de la oralidad; la fantasía se
hace pregunta, ¿qué se va a llevar?, se va a llevar una bolsa de Vauquitas
(tabletitas de dulce de leche que tiene una vaquita dibujada), las asociaciones se
van abriendo, a partir de ellas él puede decir que tiene miedo a la soledad, miedo
a no poder mantenerse, miedo a dejar su profesión y que su vida no sea próspera
(sus padres piensan que es una locura que deje su trabajo seguro en relación de
dependencia por un futuro incierto).
El padre que vino de la guerra, a la muerte de su propio padre, es el mayor
de varios hermanos, y por mandato familiar siempre se vio sacrificado por ellos.
Se hizo cargo de todo: casó a las mujeres, educó a los varones, sobre todo veló
como un padre por el alimento de toda la familia que llegó paupérrima al país.

Mauro dice que no puede darse cuenta, si él va a buscar la tierra del padre
que ha sido siempre –a pesar del éxito profesional y económico- un melancólico
nostálgico de la “madre” tierra. El recuerda que fue en Italia donde vio a su padre
más contento y animado que nunca, fue en Europa que le contó las pocas
anécdotas de su infancia, se pregunta: ¿si se va y pierde las Vauquitas
argentinas?, dulce de leche argentino, golosinas y kioscos de su propia infancia,
no la infancia del padre. Permanentemente hacemos un trabajo de discriminación
entre qué dejamos, qué vamos a buscar y qué buscamos cuando creemos que
vamos a buscar lo que buscamos.

En la migración no se trata sólo de la lógica de un cambio de residencia:


ir de un país a otro, o ir de una lengua a otra (aunque sea la misma, ya que el
conjunto de variaciones la hace comparecer como ajena), sino también ir de un
cuerpo a otro, ir de un tiempo a otro tiempo diferente, ir de una posición social o
rural o cosmopolita a otra en la que se hace necesario procesar, metabolizar
cambios hasta que se cumplan transformaciones posibilitantes para nuestro
sujeto.

En cada uno de esos tiempos y espacios trabajados con el paciente, se


cumplen los versos de Atahualpa Yupanqui: “…tira el caballo adelante y el alma
tira pa’ tras…” aceptados por Mauro que los conoce desde siempre.

Poco después dice que a pesar de haber explicado a su familia –su mamá
y su hermana-, que él se va, el padre, que estaba en otro cuarto con la puerta
abierta no se dio por enterado y no habló, ni habla del viaje.

Así continúa la sesión. Si el padre no habla, él no hablará. Alrededor de


este tema dice que a su jefe (se refiere a la autoridad a la que él reporta en el
trabajo) no le avisará nada, lo dejará plantado. En una entidad en la que
participa como asesor, se irá no sin antes dejar una denuncia por un turbio
manejo económico.

La sesión transcurre en “este clima” de lucha y reivindicaciones. Parece


que la única manera de “ir” a sacar los pasajes, es peleando. Interpreto esto y
que para hacer este corto viaje a la agente de turismo necesita ordenar
internamente los espacios y los vínculos que tiene con cada uno de estos padres.
El padre-corrupto al cual denunciará epistolarmente; el padre-jefe omnipotente
al que desea dejar plantado para que sienta su ausencia y el padre-silencioso de
su infancia-adolescencia, que no lo registra, que no conoce, que no sabe, casi,
que piensa.

La fantasía muestra el viajar como acting, como enfrentamiento, pelea.

La violencia y lo persecutorio se reactivan, pero él lo prefiere lo prefiere


defensivamente, antes que acercarse y trabajar la separación, no sabe si va a
soportar implicarse en lo que significa la separación de sus vínculos.

De alguna manera, por alguna razón el centro de él sigue estando afuera


dividido en todos estos padres.

Vamos oscilando en la posibilidad de transitar la transicionalidad y el modo


de la migración desde un polo que es la brusquedad, la agudeza y la reactividad
a otro que es la preparación y la elaboración.

Recuerda una frase –de un rabino que ha ido a escuchar- lo que más le
impactó fue: podemos sacar a los judíos del exilio, pero ¿podremos sacar el exilio
de los judíos?

Seguimos trabajando lo que yo hoy llamaría la construcción del espacio


futuro, la construcción del espacio interno como parte de un proyecto propio,
como una relación compleja donde lo nuevo es una fantasía de cobijamiento o
de abordar el proyecto sin desmedro de la activación de fantasías de expulsión.

Así vamos transitando lentamente este camino que es un camino interior,


un espacio y un tiempo interno que si no transita, corre el riesgo de estar en
medio de ninguna parte, repitiendo las pérdidas paternas.

Me parece que es importante pensar esta vigencia de la transitoriedad


como vigencia en la constitución de la subjetividad que cobra un dramatismo
especial de acuerdo a las condiciones de migración.

Esto nos orienta a pensar y sostener para la constitución psíquica el


concepto de un aparato psíquico complejo, heterogéneo y nos permite no hacer
de la migración un factor de homogenización. Por lo que creo necesario que el
fenómeno migratorio sea algo plenamente estudiado por todos los analistas.

El sujeto humano tiene la necesidad desde sus comienzos de encontrarse


siendo él mismo en su vínculo con sus objetos internos y fantasmáticos, pero
también en su vínculo con su realidad externa, además de mantener la conexión
entre ambas. La perturbación de las lógicas de base puede llevarlo a perderse
en los laberintos de su vida sin un hilo conductor.

Las formas de los laberintos pueden ser la ajenitud a si mismo, vivir el


cuerpo como extraño, no ser protagonista de la propia vida. El tema es que al no
ser protagonista de la propia vida es como perder los puntos referenciales, los
templos internos, los espacios de contención, es indudable que en la migración
esto puede llegar a una radical expresión.

La migración en ese sentido puede ser vivida como una orfandad, la madre
tierra, la lengua que es materna. Una situación típica es la radical disociación de
su significación, el efecto es la sobre adaptación, y el riesgo, la aparición de
enfermedades de variado tipo.
Hacer un análisis coyuntural permite poder entender desde la singularidad
el universo fáctico de cada sujeto: si se está produciendo o no, un “hecho
migratorio” y cuál es la matriz identificatoria profunda y socio-cultural que lo
habita.

Este paciente que así planeaba “internamente” sus batallas con todos
estos padres cuando se fuera del país, hace una pregunta: “… ¿puede uno dejar
de ser lo que uno no es?...”. Agrega: “…el ingeniero que nunca quise ser, el hijo
obediente que fue una pura reactividad, el empresario brillante, el empleado
ejemplar…”. Quisiera que la vida de él dejara de ser un lugar de fuerza centrífuga
para él poder estar donde realmente está. Piensa, ¿cómo estar dentro de sus
zapatos, sin perderlos en la lucha?

En una sesión me comunica que, cuando venía estuvo reflexionando


mucho sobre el análisis, sobre lo que significa el análisis. No viajará en la fecha
prevista, ha decidido posponerlo seis meses.

Conjeturo que en el espacio transicional del tratamiento, se instala el


espacio transicional hacia la futura migración permitiéndole un lapso de
preparación, elaboración, despedida, tal como desarrollé más arriba. Construir
su deseo, construir un puente entre dos orillas, es el trabajo que afrontamos en
los meses que siguieron.

Dra. N. Windaus

BIBLIOGRAFIA:
- WINDAUS, N: Migración y cambio psíquico. Tiempo y espacio transicional
en la migración. En Departamento de Psicología Clínica, Universidad
Argentina John F. Kennedy.

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