Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Ayllón (1998), define ética como “la elección de la conducta digna, al esfuerzo por obrar
bien, a la ciencia y al arte de conseguirlo” (p. 9); esto sólo lo puede lograr el hombre, único
animal que posee libertad inteligente, que lo posibilita para ver la realidad que le presenta
diferentes posibilidades. Es así como el hombre inventa en esa realidad, busca nuevas
maneras que lo hacen crecer, administrar dicha realidad, que es lo que conocemos como
progreso.
Esto, por supuesto, produce cambios que repercuten en la conducta de la humanidad, que
para Bilbeny (1997), “estos cambios que han tenido y tienen lugar, ante todo, en el mundo
del conocimiento, son los que permiten caracterizar nuestra época, en la historia de la
cultura, como la época de la revolución cognitiva” (p. 13).
Entonces el conocer más, que de alguna manera define el momento histórico que vivimos,
¿es bueno y a la vez perjudicial para el hombre? Diremos que depende del uso que hagamos
de ese conocimiento; en ocasiones será bueno y en otras no tanto. Para ejemplo pensemos
en todo el conocimiento adquirido con las investigaciones de la fusión nuclear, que permitió
desarrollar procedimientos para luchar contra el cáncer, pero desembocó en la bomba
nuclear que mató a millones de personas en Hiroshima y Nagasaki.
El presente trabajo tiene por finalidad recorrer las consecuencias que ha traído la revolución
del conocimiento, preguntando y tratando de responder el porqué del comportamiento del
hombre, su manera de ver al mundo, su ética, que en consonancia con Ayllón (1998), “…es
el arte de construir nuestra propia vida, y como no vivimos aislados sino en convivencia,
con nuestras acciones éticas también construimos la sociedad y con nuestra falta de ética la
perjudicamos” (p. 12), siendo la ética el más útil conocimiento del hombre ya que le permite
vivir alejado del caos.
El impacto cognitivo
Ahora bien, este boom del conocimiento ha llevado al hombre a ver el mundo, la realidad,
de manera distinta a como lo hicieron sus antecesores. Bilbeny (1997), nos dice que en la
era de la revolución industrial, el hombre veía a la realidad como algo que estaba al borde
de él mismo, fuera de su alcance, para pasar en esta época a ver la realidad desde su óptica,
a la medida de sus necesidades e intereses. Es como si el hombre de hoy ve cierto relativismo
relacionado con los intereses que lo mueven. En este sentido, Ayllón (1998), afirma que: “el
relativismo propone una conducta a la carta: que cada uno haga lo que le venga en gana” (p.
14).
Entonces, ¿la revolución cognitiva hace que el hombre interprete al mundo según su
conveniencia y se desenvuelva en él de acuerdo a su interés? Al parecer, el cúmulo de
conocimientos adquiridos por la humanidad ha llevado a que el hombre se sienta poseedor
casi absoluto de la verdad, por lo que su comportamiento ante la realidad es como una
especie de patente de corso, que lleva confundir dicha realidad con el deseo, con lo que a
uno le parece debe ser.
Y esto, tal como lo afirma Bilbeny (1997), no es más que la dependencia del conocimiento
que las generaciones presentes tienen y por ende a lo que entienden por conocimiento. Es
así como hoy es importante cómo manipular algo por sobre cómo funciona; no existen
límites para el conocer; los especialistas son más confiables ya que ellos concentran el
conocimiento de un tópico en particular y estos a su vez dictan cánones de comportamiento
en la mayoría de los casos. Todo esto hace que el hombre de hoy represente la realidad según
sus cuentas.
Esta visión actual que tiene la raza humana de su realidad, ¿es producto sólo de sus intereses
o hay algo más que ayuda que sea así? Para Bilbeny (1997), “el llamado mundo digital,
como no podía ser menos, es el resultado de una revolución de medios, pero también de
nuevas asignaciones para el conocimiento, que atrapa unos valores y suelta rápidamente
otros” (p. 14), con lo cual el boom cognitivo no sólo se enmarca en un avance técnico-
científico, sino que además pasa a depender de los medios.
Es así como pasamos de la revolución industrial apoyada en los avances tecnológicos, a una
revolución del conocimiento apoyada en los medios de información, que ha hecho que lo
cognitivo, el camino y la forma de comportarse dependa de ellos.
El hombre, como todo ser viviente, evoluciona de acuerdo a un código genético que
determina sus características; de igual manera la raza humana evoluciona culturalmente, que
no es más que la acumulación de experiencia y, eso es conocimiento, producto de la
tecnología que para Bilbeny (1997), es “la única información que realmente producimos y
cuyo uso hace que vuelva o se revierta de nuevo en nosotros” (p. 32).
sus escritos (novelas, ensayos, etc.), y en ambos casos también retornan a él. Es quizás por
esto y por otros factores del ser humano, que vemos cómo la evolución cultural se lleva a
cabo con mayor celeridad que los cambios biológicos, debido a que en la primera es el
propio hombre quien tiene en sus manos la manipulación de dicha evolución, sencillamente
porque en sus manos están los mecanismos por los que adquirimos información.
Ahora bien, esa manipulación de los mecanismos (medios) que nos permiten acceder a la
información, conduce muchas veces a una dualidad en las costumbres y en la manera de
comportarnos. Y es la ética la que puede ayudarnos en este sentido, ya que precisamente
existe para permitirnos poner orden en nuestras decisiones o al menos para poder decidir
entre dos o más opciones.
Pero la cosa no es tan fácil, ya que la revolución del conocimiento apoyada o dependiente
de los medios, conlleva un cambio profundo de la mentalidad, haciendo que valores como
el orden, la moral, el deber y la obligación, no puedan ser compartidos de igual manera como
lo fueran en épocas pasadas, en que los hábitos y creencias eran más estables. Y más aún,
todo este panorama ha hecho que el hombre se sienta dueño de muchos derechos y de pocos
deberes, lo que acrecienta la crisis actual, que en épocas pasadas se presentaba de manera
invertida. Al respecto Kung (2000), nos dice:
En nuestro repaso histórico hemos visto que los deberes han sido formulados miles de años
antes que los derechos. Sin embargo, 200 años después de la Revolución de 1789 vivimos
en una sociedad en la que
los individuos y grupos reivindican constantemente sus derechos frente a otros, sin
reconocer para si mismos ninguna clase de deberes (p. 141).
Pero esto no queda allí, ya que tanto la revolución tecnológica como las tecnologías de la
información no son meramente productores de conocimiento y nuevas formas de
comunicación, sino que también propician una nueva manera de interacción humana que,
necesariamente, influirá en el orden de los hábitos y las creencias.
Conclusiones
La ética de nuestro tiempo se encuentra impactada por una serie de circunstancias que han
hecho que se halle en un estado constante de inestabilidad. En primer lugar, tenemos la
revolución cognitiva, que desplaza a unos conocimientos para que emerjan otros, los cuales
están apareciendo a cada instante de manera vertiginosa. Por otra parte, a diferencia del siglo
XX, al final de este e inicios del nuevo siglo, el conocimiento se ha hecho universal, se ha
globalizado, dejando de ser propiedad de un pequeño grupo de elegidos, para pasar a ser
dominio de masas.
Todo esto lleva al hombre a interpretar la realidad de acuerdo con sus intereses y
necesidades, a un relativismo particular. La acumulación de conocimiento hace que el
hombre piense que es poseedor de la verdad absoluta y por tanto hace las cosas de acuerdo
a como a cada uno le parece deben ser.
En gran medida esto se produce debido a que el hombre maneja los medios y con ellos
manipula la información e incluso induce el uso de la misma, es decir, dirige el
comportamiento, empujando a hacer lo que le interesa a un sector particular de la sociedad
y haciendo creer que tenemos muchos derechos pero pocos o ningún tipo de deber, con lo
cual unos códigos éticos han sido reemplazados por otros.
Por tal motivo, Ayllón (1998) nos dice que nuestra civilización: “No está segura de que haya
un modo de vivir moral, digno del hombre. Y por eso no sabe educar: sabe instruir; es decir
informar al niño sobre muchas cuestiones…” y agrega: “Pero no sabe decirle que es lo que
debe hacer con su vida” (p.18).
Si en verdad existe una manera digna del hombre para vivir, parece un desperdicio dejar
pasar la vida y no haberse informado de lo trascendental, de lo que le permitirá saber que
hacer con su vida.
Bibliografía