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“No sé qué hacer para salir de Vietnam. ¿Imaginan un chico de tres años con un casco
de acero, uniforme camuflado y una M16 que es más grande que él, patrullando las altas
centrales? De aquí solo puede sacarte el amor de una mujer”
II
1
Última novela publicada por Laiseca. Luego publicó una recreación ilustrada de “La niña y la muerte”
de Hans Christian Andersen poco antes de morir. La puerta del viento versa sobre la guerra de Vietnam.
Laiseca declaró varias siempre quiso haber combatido en ella para “sacarse el miedo de encima.”
III
C.E Feiling, con quien Laiseca comparte el hecho de haber nacido en Rosario,
analiza brevemente en “Una mujer a medias” las Marta Riquelme de William Hudson y
Martínez Estrada para hacer foco en la composición de personajes femeninos. Al final,
cuando ya adujo que “la literatura argentina escrita por hombres no ha sido pródiga en
personajes femeninos plenos”, Feiling da una estocada irónica al comentar “El Aleph”:
“(…) el protagonsita (…) sufre lo que quizá sea una alucinación: que las mujeres tienen
sus propios deseos, que son personas y personajes plenos con independencia de los
hombres.” La literatura de Laiseca, de una gran ética, está poblada por hombres y
mujeres y los conflictos que, a su vez, los habitan. La lasciva Boula y la potente
Hentsen de la novela La hija de Kheops confirman que Laiseca no alucina sobre los
deseos de las mujeres sino, sencillamente, escribe sin censura sobre ellos y ellas. “Lo
que no es exagerado no vive” le gustaba repetir.
IV
Laiseca transita y escribe con el mismo desparpajo sobre Nueva York, Vietnam,
el antiguo Egipto, Buenos Aires o Camilo Aldao, el pueblo donde pasó su infancia. Por
allí pululan humanos en situaciones extremas, diversos monstruos, seres sobrenaturales
y otros asuntos que, en palabras de Laiseca, van a parar a “la bolsa insondable del
etcétera.” No hizo esfuerzo alguno por inscribirse en el canon de esa conjetura llamada
literatura argentina. Galante, monstruo, maestro generoso, padre amante, bufón (el
humor y lo cómico son marcas de agua en Laiseca), supo entrever en el campo de
batalla de la vida y la literatura qué es auténtico y qué no. El amor por una escritura
desaforada en la literatura y la intensidad del amor en la vida, como se explicita en el
epígrafe de esta nota, van a seguir obrando para hacer de Laiseca un fantasma
entrañable. Multiplicado o deformado, el horror de la vida cotidiana se filtra en muchas
de sus obras pero, como contrapeso, Laiseca sabe mostrar una salida al Vietnam
doméstico de nuestro día a día.