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Contrato pedagógico como estrategia y/o instrumento para el fortalecimiento del clima

emocional del aula

Guillermo López Hormazábal

Marco conceptual/teórico

Las interacciones sociales e interpersonales que se desarrollan en las sociedades contemporáneas


están atravesadas y signadas por relaciones y ejercicios de poder. Estas, asimismo, dan cuenta de
procesos históricos, políticos, sociales y culturales que están a la base de las asimetrías en los
ejercicios de poder que se despliegan en dichas sociedades. Son numerosas las y los autores que
han analizado desde la filosofía, la política, la historia, entre otras disciplinas, cómo es que se
despliegan y en qué se sustentan estas relaciones y ejercicios de poder. Es así como las distintas
olas del feminismo, por ejemplo, han puesto énfasis en las asimetrías en el ejercicio de poder que
se sustentan en las relaciones de géneros.

Uno de los autores que aborda y analiza las expresiones de estas relaciones de poder es el filósofo
de la ilustración Jean-Jacques Rousseau. A través de su noción de contrato social, este autor puso
énfasis en los modos en que las sociedades occidentales se organizan, poniendo especial atención
a las nociones de soberanía y contrato. Para este filósofo, la soberanía reside en el pueblo y este la
delega en el Estado. De este modo, Rousseau contribuye a la destrucción de la connotación
autocrática del concepto de soberanía y, en el mismo proceso, contribuye a la construcción de un
concepto de democracia. En este sentido, hay dos conceptos que se tornan clave al momento de
analizar esta relación de poder entre el Estado y la sociedad: el de libertad y el de autoridad. Para
Rousseau, el contrato social debe asegurar la protección de la vida y de los bienes, debe proteger a
los hombres libres y no a los esclavos. En esta línea, para Rousseau los derechos y deberes de los
ciudadanos se consideran como un contrato.

Por otro lado, la lesbofeminista Monique Wittig analiza el concepto de contrato social a la luz de la
realidad que experimentan las mujeres lesbianas en las sociedades occidentales. En este sentido,
la autora pone énfasis en que las relaciones sociales están atravesadas por distintos contratos
sociales que pueden ser explícitos o, bien, pueden estar implícitamente contenidos en estas
relaciones. Y en tanto comprende todas las actividades del ser humano, este concepto adquiere
un carácter político y filosófico. En efecto, esta autora señala que el primer contrato social del que
todos somos parte es el lenguaje, que constituye el primer acuerdo establecido entre seres
humanos. Teniendo presente que la noción de contrato social comprende todas las actividades del
ser humano, Wittig señala que estos son susceptibles de ser comprendidos, revisados y
modificados.

Contrato pedagógico

Tal como sucede en la sociedad en su conjunto, las interacciones que se desarrollan al interior de
la escuela y, particularmente, en el aula, están atravesadas y signadas por relaciones de poder,
donde este se ejerce de distintos modos y en diversas direcciones. No obstante, esta relación y
ejercicio de poder está caracterizado, entre otras cosas, por la inexistencia de una relación
horizontal entre los distintos actores que interactúan en el aula. Lo indicado anteriormente, de
ningún modo, implica un juicio de valor respecto a esta relación de poder, sino la visibilización de
una característica intrínseca de la institución escolar.

Como se señaló, la noción de «contrato pedagógico», desde nuestra perspectiva, tiene como
sustento filosófico-político el concepto de «contrato social» desarrollado por Rousseau. Para este
filósofo, las nociones de libertad y autoridad se tornan clave al momento de analizar las relaciones
que se desarrollan en nuestra sociedad, específicamente en la relación que se establece entre el
individuo y el Estado. Estas nociones –libertad y autoridad-, en la perspectiva del contrato
pedagógico, se tornan fundamentales al momento de abordar las relaciones y ejercicios de poder
que se despliegan al interior del aula. A partir de lo indicado es que creemos que el contrato
pedagógico es un instrumento y/o estrategia que puede contribuir significativamente a regular la
relación entre autoridad y libertad, propiciando el desarrollo de un clima emocional de aula
armónico.

Por otro lado, la autoridad que recae en el docente, está dada por distintos elementos que son
propios de su quehacer pedagógico. Con esto último hacemos alusión a sus saberes y aptitudes
adquiridos y desarrollados en su proceso de formación. No obstante, existen en esta interacción
otros elementos que caracterizan a gran parte de las relaciones de poder que se dan en la
sociedad en su conjunto: relaciones de género, relaciones etárias y, en más de una ocasión,
relaciones de clases. Teniendo presente estos antecedentes, la acción pedagógica, en tanto acción
democrática, debería apuntar a regular estas relaciones y asimetrías de poder que existen y se
despliegan al interior de la sala de clases. En este sentido, el contrato pedagógico se constituye en
una estrategia y/o herramienta que, efectivamente, puede regular esta(s) relación(es) y
ejercicio(s), así como contribuir al desarrollo de un clima emocional de aula armónico.

En términos simples, entendemos el contrato pedagógico como un pacto, acuerdo, convenio y/o
vínculo entre profesor(es) y estudiante(s), es decir, el conjunto de relaciones que se establecen
implícita o explícitamente entre estos dos actores, donde ambos adquieren compromisos sobre la
base de acuerdos y obligaciones recíprocas. Desde esta perspectiva, el contrato pedagógico, en
tanto estrategia y/o herramienta que permite, entre otras cosas, regular las relaciones y ejercicios
de poder que se desarrollan y despliegan al interior del aula, tiene una estrecha relación con la
«idea de Derechos» que son propios y particulares de las y los estudiantes. Dicho en otras
palabras, uno de los sustentos jurídicos y/o teóricos del contrato pedagógico es, precisamente, el
«enfoque de derechos», y es por ello que se hace énfasis en que la disposición a la construcción de
un contrato pedagógico, que refleje la concepción de la educación como una acción democrática,
debe tener como sustento y principio los derechos de las niñas, los niños y adolescentes. De este
modo, como señala Rousseau, el contrato pedagógico descansa en el Derecho y no en la fuerza. Es
por ello que al momento de establecer este contrato, este debe tener presente los principios que
emanan de la Convención de los Derechos de las Niñas y Niños, a saber: el principio de No
Discriminación, del Interés Superior del Niño, de la Participación, de la Autonomía Progresiva.
Asimismo, se debe propiciar el desarrollo pleno de sus propios derechos, en especial los que dicen
relación a ser escuchados, a la participación, a expresarse libremente.

Si concebimos a la educación como una acción democrática y, dentro de esta, al contrato


pedagógico como una de las estrategias y/o instrumentos que contribuyen a su realización, es
posible destacar elementos que propiciarían su desarrollo. Con lo anterior se hace alusión, por
ejemplo, a la creación de una comunidad donde cada miembro puede ser citado para decidir sus
propios asuntos. Esto último, creemos, es aplicable al aula, es decir, los y las docentes en conjunto
con las y los estudiantes constituyen, desde esta mirada, una comunidad que puede
perfectamente decidir sobre asuntos que son propios de la interacción al interior de esta. No por
nada uno de los conceptos que se erigen como parte de una visión de la educación como acción
democrática dice relación con la comunidad educativa. Lo anterior implica el desarrollo de una
ciudadanía activa y virtuosa, responsabilidad que, en gran parte, recae en la escuela.

La autoridad, como se ha indicado, es otra de las nociones/conceptos clave al momento no sólo de


proyectar el contrato pedagógico como un instrumento y/o estrategia que contribuya al clima
emocional del aula, sino también como una noción política que está presente en gran parte de las
relaciones sociales e interpersonales que se despliegan en la sociedad. Con esto, no se pretende
impregnar de aspectos negativos a dicho concepto. Por el contrario, se pretende, en primer lugar,
visibilizar el concepto de autoridad y problematizarlo. Y, en segundo lugar, posicionarlo como un
elemento clave de esta relación y, por ello, intentar comprenderlo. Desde esta mirada, la
autoridad no puede descansar en la coerción ni en las amenazas, pues de ser así provocaría la
legítima rebelión de las y los “sometidos” a dicha autoridad. Tampoco puede ser condescendiente,
pues estaría cayendo en el servilismo. Por tanto, y como se ha planteado, la autoridad recae en los
propios saberes de las y los profesores; en el dominio de su disciplina; en la madurez emocional e
intelectual que es la base de la acción educativa de las y los profesores. Lo anterior, sin embargo,
no excluye de este proceso elementos que son propios de una acción democrática que, de
acuerdo a la autonomía progresiva de las y los educandos, puede ir otorgando mayores
responsabilidades en su actuar en sociedad. De este modo, la discusión, la deliberación y la
participación activa de las y los estudiantes en la creación de “acuerdos” se tornan clave al
momento de propiciar el desarrollo de una ciudadanía activa y participativa, así como de un clima
emocional de aula armónico.

En esta misma línea, la autora Halina Przesmycki señala que el contrato pedagógico, como parte
de su propuesta teórica de la pedagogía del contrato, propicia situaciones de aprendizaje donde
debiera existir un acuerdo entre profesores y estudiantes. Estos acuerdos, desde nuestra
perspectiva, debieran tener presente diversos factores que intervienen e influyen tanto en los
aprendizajes como en los climas de aulas, tales como el contexto socioeconómico, las relaciones
de género, las relaciones interculturales, entre otros. Estos acuerdos pueden constituirse en el
marco y sustento de objetivos cognitivos, metodológicos o de comportamiento.

Según Przesmycki, el contrato pedagógico debe fundamentarse en algunos principios teóricos que
legitimen su desarrollo y despliegue al interior del aula:
- Primer principio: consentimiento mutuo. Si no hay consentimiento mutuo no existe un
verdadero contrato. El adulto no solamente consiente sino debe tomar decisiones con el
alumno.
- Segundo principio: el reconocimiento positivo del alumno no solo debe darse en el
momento de la evaluación final sino a través de todo el proceso educativo.
- Tercer principio: consentimiento recíproco y un compromiso a cumplir los acuerdos.
- Cuarto principio: negociar los elementos definidos por el contrato aunque existen
elementos que no son negociables.

El último principio que señala la autora se torna fundamental, pues no se pretende anular la
autoridad del profesor frente al estudiantado, sino más bien reforzarla. Por lo mismo, hay
elementos que no son negociables. Y esto es así porque, tomándonos del principio de autonomía
progresiva que propone la Convención de los Derechos de los Niños, las decisiones y
responsabilidades que recaen en niñas, niños y adolescentes deben ser acordes a su madurez
cognitiva y emocional.

¿Qué debiera regular y establece el contrato pedagógico?

Como se ha indicado, lo primero que debiera regular un contrato pedagógico es la relación y


ejercicio de poder que se despliega en el aula. No obstante, los temas que son objeto de este
contrato pueden ser diversos y, en definitiva, pueden implicar todos los elementos que
intervienen en los procesos de enseñanza y aprendizaje: objetivos, metodologías, ritmos, tiempos,
espacios, materiales, las formas de evaluación, entre otras. Como se logra observar, lo que regula
el contrato pedagógico son principalmente comportamientos y, en ningún caso, pensamientos y
sentimientos de los actores involucrados en el proceso de enseñanza y aprendizaje.

En cuanto a los elementos y aspectos importantes que este contrato pedagógico establece, estos
se centran principalmente en responsabilidades y sanciones, estas últimas no desde lo punitivo,
sino más bien desde lo formativo y restaurativo. Ahora bien, para que este contrato adquiera
legitimidad y sentido pedagógico para profesores y estudiantes, es esencial que tanto las
responsabilidades así como las sanciones que este establezca sean, en su mayor parte,
consensuadas. Por lo mismo, una noción clave en el proceso de construcción de dicho contrato es
la noción de «acuerdos», acuerdos consensuados. Esto último propicia el despliegue de una
educación como acción democrática.
Bibliografía/linkografía:

- Carina Flores Monterio, Del Contrato Social al Contrato Pedagógico: Rousseau y Kant.
Disponible en: https://revistas.ucr.ac.cr/index.php/educacion/article/view/3887/3758
- Monique Wittig, A propósito del Contrato Social. En: El Pensamiento Heterosexual y Otros
Ensayos. Disponible en: http://www.caladona.org/grups/uploads/2014/02/monique-
wittig-el-pensamiento-heterosexual.pdf
- La pedagogía del contrato. Disponible en: https://www.magisterio.com.co/articulo/la-
pedagogia-del-contrato
- Un contrato pedagógico. Disponible en: https://blogs.publico.es/luis-garcia-
montero/145/un-contrato-pedagogico/
- La pedagogía de contrato (artículo de prensa). Gilberto Guevara Niebla. Disponible en:
http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/285974

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