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PREPARACIÓN Y ACCIÓN DE

GRACIAS DE LA EUCARISTÍA

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Del Card. Merry de Val

Jesús, manso y humilde de corazón, haz mi corazón parecido al tuyo.


(Después de cada frase decir: Líbrame, Señor)
Del deseo de ser alabado,
del deseo de ser honrado,
del deseo de ser aplaudido,
del deseo de ser preferido a otros,
del deseo de ser consultado,
del deseo de ser aceptado,
del temor a ser humillado,
del temor a ser despreciado,
del temor a ser reprendido,
del temor a ser calumniado,
del temor a ser olvidado,
del temor a ser ridiculizado,
del temor a ser injuriado,
del temor a ser rechazado,
(Antes de cada frase decir: Concédeme, Señor, el deseo de…)
que otros sean más amados que yo,
que otros sean más estimados que yo,
que otros crezcan susciten mejor opinión de la gente y yo disminuya,
que otros sean alabados y de mí no se haga caso,
que otros sean empleados en cargos y a mí se me juzgue inútil,
que otros sean preferidos a mí en todo,
que los demás sean más santos que yo con tal que yo sea todo lo
santo que pueda.

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De ser desconocido y pobre, Señor, me alegraré,
De estar desprovisto de perfecciones naturales de cuerpo y de
espíritu.
… que no se piense en mí,
que se me ocupe en los empleos más bajos,
que ni se dignen usarme,
que no se me pida mi opinión,
que se me deje el último lugar,
que no me hagan cumplidos,
que me reprueben a tiempo y a destiempo,
bienaventurados los que son perseguidos por causa de la justicia,
porque suyo es el Reino de los Cielos.
Oración:
Dios mío, no soy más que polvo y ceniza. Reprime los movimientos
de orgullo que se elevan en mi alma. Enséñame a despreciarme a mí
mismo, Vos que resistís a los soberbios y que dais vuestra gracia a los
humildes. Por Jesús, manso y humilde de Corazón. Amén.

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DE USO ROMANO
Preparación y acción de gracias, Misal de San Pío V
Preparación
Salmos
Responsorio, Padre Nuestro, y Oraciones al Espíritu Santo
Oraciones:
de San Ambrosio
de Santo Tomás
A la Santísima Virgen
A San José
A los ángeles y todos los santos
Al santo del día
Intención de la Misa
Acción de gracias
Cántico de Daniel
Salmo
Responsorios, Padre Nuestro y oraciones
Oraciones:
A la Santísima Virgen
A San José
Al santo del día

DE USO EN RITOS ORIENTALES

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De San Juan Crisóstomo I
De San Juan Crisóstomo II
De San Simeón el Traductor I
De San Simeón el Traductor II
De San Juan Damasceno I
De San Simeón el Nuevo Teólogo
De San Juan Crisóstomo III
De San Juan Crisóstomo IV
De San Juan Crisóstomo V
De San Juan Damasceno II
Versos de San Simeón el Traductor
De San Basilio el Grande II
De San Juan Crisóstomo VI
De San Simeón el Traductor III
De San Juan Damasceno III
De San Basilio III
De San Juan Crisóstomo VII
De San Juan Crisóstomo VIII
De San Juan Damasceno IV
De San Juan Crisóstomo IX

De después de la comunión

Oración de San Basilio el Grande


Oración de San Basilio el Grande II
Oración de San Simeón Metáfrastes

5
Oración de San Cirilo de Alejandría
Oración a la Santísima Madre de Dios

Oraciones siríacas

De despido del altar


Himno

OTRAS ORACIONES
De San Pascual Bailón Preparación y acción de gracias de la Misa
Quédate, Señor conmigo Para después de la Misa P. Pío
Al amor de los amores Jesús Sacramentado de Santa Teresita

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¿Para qué una ‘preparación’ antes de la Eucaristía?

La Santa Misa es sacrificio mismo de la cruz. La Iglesia que es


Madre y Maestra siempre ha recomendado la preparación -especialmente a
los sacerdotes- para la Eucaristía. Es así como, por ejemplo, el Misal de San
Pío V trae su Prepaeratio ad Missam.

“Nosotros que místicamente representamos a los querubines y


cantamos el trisagio santo a la Trinidad vivificante alejémonos de toda
solicitud temporal para recibir al Rey de todos”

Aclama un canto litúrgico bizantino…

Fray Pedro de Alcántara en su Tratado de la Oración y Meditación


cuando trata de la preparación que se requiere para antes de la oración
(cap. VI) comenta sobre la necesidad de recoger la imaginación y
apartarla de las cosas de esta vida, levantando su entendimiento arriba,
considerando que lo mira nuestro Señor.

Una preparación para la Misa de un cristiano confesado y con


intención recta puede dirigirse sencilla y bellamente a estas disposiciones:

Recoger la imaginación… para dirigir sus sentimientos según los del


Corazón de Cristo: “Tened los mismos sentimientos de Cristo” (Fil 2,5);
Ensanchar su corazón ante la mirada de Dios “Vi al Señor sentado en
un trono excelso y elevado (…) "Y dije: ‘¡Ay de mí, al rey Señor de los
Ejércitos han visto mis ojos!’( (Is 6, 1.5).

El cristiano no ‘ve a Dios’, simplemente, sino que llega a habitar en Dios y


Dios en él. Moisés veía a Dios cara a cara en antaño, el cristiano se une
inefablemente a Él.
 
"Así como dos pedazos de cera derretidos juntos no hacen más que
uno, de igual modo el que comulga, de tal suerte está unido con Cristo, que
él vive en Cristo y Cristo en él” Diría Santa Angela de Foligno.

Podemos recordar a muchos santos impulsados por el Espíritu que se


preparaban ya sea con la confesión, ya sea madrugando bastante para
preparar su espíritu para el santo y terrible Sacrificio. Otros quienes
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temblaban y lloraban ante la Eucaristía, no tanto guiados por fanatismos,
sino por el Espíritu por medio de sus dones de inteligencia y sabiduría:
saboreaban y vivían el Misterio. Sabían que iban a sumir el Cuerpo
Santísima y a beber la Sangre Santísima: fe extraordinaria manifestaban
teniendo seguridad que Cristo iba a abrazarlos, a unirse a ellos con todo su
cuerpo, su sangre, su alma y su divinidad.

Inconcebible es que Dios se haga hombre; más inaudito que un Dios


muera por pecadores; e impensable que baje de su cielo y tome apariencias
de pan y vino para visitar a indignos pecadores.

Que el Espíritu, el pedagogo, nos enseñe la verdad completa


instruyéndonos en cómo presentarnos ante el desposorio espiritual de la
Eucaristía.

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PRÆPARATIO AD MISSAM 
Antífona. 

o te acuerdes, Señor de nuestros delitos, ni de los de nuestros padres;


ni te vengues de nuestros pecados. (T.P. Aleluya.) 
 
SALMO 83 
¡Qué deseables son tus moradas, Señor de los ejércitos!  
Mi alma se consume y anhela los atrios del Señor, mi corazón y mi carne
retozan por el Dios vivo.  
Hasta el gorrión ha encontrado una casa; la golondrina, un nido donde
colocar sus polluelos: tus altares, Señor de los ejércitos, Rey mío y Dios
mío.  
Dichosos los que viven en tu casa, alabándote siempre.  
Dichosos los que encuentran en ti su fuerza al preparar su peregrinación:  
cuando atraviesan áridos valles, los convierten en oasis, como si la lluvia
temprana los cubriera de bendiciones;  
caminan de baluarte en baluarte hasta ver a Dios en Sión.  
Señor de los ejércitos, escucha mi súplica; atiéndeme, Dios de Jacob.  
Fíjate, oh Dios, en nuestro Escudo, mira el rostro de tu Ungido.  
Vale más un día en tus atrios que mil en mi casa, y prefiero el umbral de la
casa de Dios a vivir con los malvados.  
Porque el Señor es sol y escudo, él da la gracia y la gloria; el Señor no
niega sus bienes a los de conducta intachable.  
¡Señor de los ejércitos, dichoso el hombre que confía en ti!  
 
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
 
 
SALMO 84 
 
Señor, has sido bueno con tu tierra, has restaurado la suerte de Jacob,  
has perdonado la culpa de tu pueblo, has sepultado todos sus pecados,  
has reprimido tu cólera, has frenado el incendio de tu ira.  
Restáuranos, Dios salvador nuestro; cesa en tu rencor contra nosotros.  
¿Vas a estar siempre enojado, o a prolongar tu ira de edad en edad?  
¿No vas a devolvernos la vida, para que tu pueblo se alegre contigo?  
Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.  

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Voy a escuchar lo que dice el Señor: «Dios anuncia la paz a su pueblo y a
sus amigos y a los que se convierten de corazón».  
La salvación está ya cerca de sus fieles, y la gloria habitará en nuestra
tierra;  
la misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan;  
la fidelidad brota de la tierra, y la justicia mira desde el cielo;  
el Señor nos dará la lluvia, y nuestra tierra dará su fruto.  
La justicia marchará ante él, la salvación seguirá sus pasos. 
 
Gloria al Padre, y al Hijo, Espíritu Santo. 
 
 
SALMO 85  
 
Inclina tu oído, Señor, escúchame, que soy un pobre desamparado;  
protege mi vida, que soy un fiel tuyo; salva a tu siervo, que confía en ti.  
Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor, que a ti te estoy llamando todo el
día;  
alegra el alma de tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti;  
porque tú, Señor, eres bueno y clemente, rico en misericordia con los que te
invocan.  
Señor, escucha mi oración, atiende a la voz de mi súplica.  
En el día del peligro te llamo, y tú me escuchas.  
No tienes igual entre los dioses, Señor, ni hay obras como las tuyas.  
Todos los pueblos vendrán a postrarse en tu presencia, Señor; bendecirán tu
nombre:  
«Grande eres tú, y haces maravillas; tú eres el único Dios».  
Enséñame, Señor, tu camino, para que siga tu verdad; mantén mi corazón
entero en el temor de tu nombre.  
Te alabaré de todo corazón, Dios mío; daré gloria a tu nombre por
siempre,  
por tu gran piedad para conmigo, porque me salvaste del abismo profundo.  
Dios mío, unos soberbios se levantan contra mí, una banda de insolentes
atenta contra mi vida, sin tenerte en cuenta a ti.  
Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso, lento a la cólera, rico en
piedad y leal,  
mírame, ten compasión de mí. Da fuerza a tu siervo, salva al hijo de tu
esclava;  

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dame una señal propicia, que la vean mis adversarios y se avergüencen,
porque tú, Señor, me ayudas y consuelas. 
 
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
 
 
SALMO 115 
 
Tenía fe, aun cuando dije: 
«¡Qué desgraciado soy!» 
Yo decía en mi apuro: 
«Los hombres son unos mentirosos». 
¿Cómo pagaré al Señor 
todo el bien que me ha hecho? 
Alzaré la copa de la salvación, 
invocando su nombre. 
Cumpliré al Señor mis votos 
en presencia de todo el pueblo. 
Mucho le cuesta al Señor 
la muerte de sus fieles. 
Señor, yo soy tu siervo, 
siervo tuyo, hijo de tu esclava: 
rompiste mis cadenas. 
Te ofreceré un sacrificio de alabanza, 
invocando tu nombre, Señor. 
Cumpliré al Señor mis votos 
en presencia de todo el pueblo; 
en el atrio de la casa del Señor, 
en medio de ti, Jerusalén. 
 
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
 
 
SALMO 129 
 
Desde lo hondo a ti grito, Señor; 
Señor, escucha mi voz; 
estén tus oídos atentos 
a la voz de mi súplica. 
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Si llevas cuenta de los delitos, Señor, 
¿quién podrá resistir? 
Pero de ti procede el perdón, 
y así infundes respeto. 
Mi alma espera en el Señor, 
espera en su palabra; 
mi alma aguarda al Señor, 
más que el centinela la aurora. 
Aguarde Israel al Señor, 
como el centinela la aurora; 
porque del Señor viene la misericordia, 
la redención copiosa; 
y él redimirá a Israel 
de todos sus delitos. 
 
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
 
 
ANT. No te acuerdes, Señor de nuestros delitos, ni de los de nuestros
padres; ni te vengues de nuestros pecados. (T.P. Aleluya). 
Kýrie eléison. Christe, eléison. Kýrie eléison.  
Padre nuestro. 
V. Yo dije: Señor ten misericordia de mí. 
R. Sana mi alma, pues contra ti pequé. 
V. Señor vuélvete hacia nosotros. 
R. Y atiende a tus siervos. 
V. Venga sobre nosotros tu misericordia, Señor. 
R. Porque en ti esperamos. 
V. Tus sacerdotes se revistan de justicia. 
R. Y tus santos exulten de júbilo. 
V. Señor, limpia mis culpas ocultas. 
R. Y guarda a tu siervo de las que no ha cometido. 
V. Señor atiende a mi súplica. 
R. Y llegue a ti mi clamor. 
V. El Señor esté con vosotros. 
R. Y con tu espíritu. 
Oremos. 

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Inclina tus oídos, oh Dios dulcísimo, a nuestros ruegos, e ilumina
nuestra mente con la gracia del Espíritu Santo, a fin de que merezcamos
asistir dignamente a tus misterios y amarte con eterno amor. 
Oh Dios, a quien todo corazón está patente, y toda voluntad habla, y
no se oculta ningún secreto: purifica por la infusión del Espíritu Santo, los
pensamientos de nuestra alma; para que perfectamente merezcamos amarte,
y alabarte con toda dignidad. 
Quema, oh Señor, con el fuego del Espíritu Santo, nuestras entrañas y
nuestro corazón: para que te sirvamos con cuerpo casto y te agrademos con
corazón limpio. 
Haz, oh Señor, que el Espíritu Paráclito, que de Ti procede, alumbre
nuestras almas, y nos impulse, según lo prometió tu Hijo, a abrazar la
verdad completa. 
Acompáñenos, oh Señor, la virtud del Espíritu Santo, el cual
purifique suavemente nuestros corazones, y los defienda de toda
adversidad. 
Oh Dios, que instruyes los corazones de los fieles con las luces del
Espíritu Santo: danos a gustar todo lo recto según el mismo Espíritu y gozar
siempre de su consuelo. 
Te rogamos, oh Señor, que visites nuestras conciencias para
purificarlas; a fin de que, cuando venga Nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
encuentre en nosotros una mansión bien preparada: Tú, que, siendo Dios,
vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén. 

ORACIÓN DE SAN AMBROSIO 


Piadoso Señor Jesucristo, yo pecador, confiando en tu misericordia y
bondad y no en mis merecimientos, me acerco con temor y temblor a tomar
parte en este banquete suavísimo del Altar, porque sé que tanto mi corazón
como mi cuerpo están manchados con muchísimos pecados, y que mi
entendimiento y mi lengua no han sido cuidadosamente guardados. 
Por lo cual, Dios piadoso, Majestad tremenda, yo, miserable, en
medio de tantas angustias, acudo a Ti que eres fuente de misericordia; a Ti
acudo diligentemente en busca de la salud me acojo bajo tu protección; y,
ya que no podría soportar tu presencia de Juez, deseo contemplarte como
Salvador. 
A Ti, Señor, descubro mis llagas y mi vergüenza; sé que te he
ofendido frecuente y gravemente, por eso me inspiras temor. Espero, sin
embargo, en tu infinita misericordia; mírame con ojos bondadosos, Señor
Jesucristo, Rey eterno, Dios y hombre elevado en la cruz para salvarnos.
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Óyeme, pues en Ti tengo puesta mi esperanza; apiádate de mí, que estoy
lleno de miserias y de pecados, Tú que eres la fuente de la misericordia, que
no cesa jamás de manar. 
Salve, Víctima de la salvación, ofrecida en el patíbulo de la Cruz por
mí y por todo el género humano. Salve, noble y preciosa Sangre, que mana
de las llagas de Jesucristo y lava todos los crímenes del mundo. Acuérdate,
Señor, de las creaturas que has rescatado con tu Sangre; me arrepiento de
haberte ofendido y propongo enmendarme en lo sucesivo. 
Padre clementísimo, aleja de mí todas las iniquidades y pecados, para
que, purificado de alma y cuerpo merezca gustar del Santo de los Santos.
Concédeme que este Cuerpo y esta Sangre que deseo tomar, aunque
indigno, sirva para remisión de mis culpas, para purificar mi alma de sus
delitos, para ahuyentar los torpes pensamientos, para devolverle los buenos
sentimientos, para dar eficacia a las obras que a Ti te agradan, y, finalmente
para firmísima protección contra las asechanzas del enemigo de mi alma y
de mi cuerpo. Amén. 
 
ORACIÓN DE SANTO TOMÁS DE AQUINO 
Omnipotente y eterno Dios: llego al sacramento de tu Hijo unigénito
como enfermo al médico de la vida, como manchado a la fuente de la
misericordia, como ciego a la luz de la eterna claridad, como pobre al Señor
de cielos y tierra, como desvalido al Rey de la gloria. 
Por eso, Señor, ruego a tu infinita bondad y misericordia, que tengas
a bien sanar mi enfermedad, limpiar mis manchas, alumbrar mi ceguera y
vestir mi desnudez. 
Así podré recibir al Rey de los Ángeles y Señor de los señores, con
tanta reverencia y humildad, con tanta contrición y ternura, con tanta pureza
y fe, con tal propósito e intención cual conviene a la salud de mi alma. 
Concédeme, te ruego, recibir no sólo el Sacramento del Cuerpo y de
la Sangre del Señor, sino también la gracia y virtud de este Sacramento. 
Concédeme, Dios mío benignísimo, recibir de tal manera el Cuerpo
que tu Hijo unigénito tomó de la Virgen María, que merezca ser
incorporado a su Cuerpo Místico y contado entre sus miembros. 
Concédeme, Padre amantísimo, que logre yo contemplar un día cara a
cara, por toda la eternidad, a este amadísimo Hijo, a quien ahora en mi vida
mortal me propongo recibir encubierto bajo el velo del Santísimo
Sacramento. 
Te lo pido en nombre de tu Hijo Jesucristo, quien vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén. 
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ORACIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA 
Oh, Madre de piedad y de misericordia, Santísima Virgen María. Yo,
miserable e indigno pecador, te doy todo mi corazón y afecto; y acudo a tu
piedad, para que, así como estuviste junto a tu dulcísimo Hijo clavado en la
cruz, también estés junto a mí, miserable pecador, y junto a todos
los sacerdotes que aquí y en toda la Santa Iglesia vamos a ofrecer
aquel divino sacrificio, para que, ayudados con tu gracia, ofrezcamos una
hostia digna y aceptable en la presencia de la suma y única Trinidad.
Amén. 
 
ORACIÓN A SAN JOSÉ 
¡Oh feliz varón, San José, a quien le fue concedido no sólo ver y oír
al Dios, al cual muchos reyes quisieron ver y no vieron, oír y no oyeron,
sino también abrazarlo, besarlo, ¡vestirlo y custodiarlo!  
V. Ruega por nosotros, San José.  
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor
Jesucristo.  
Oremos. 
 Oh, Dios, que nos ha dado un sacerdocio real, te rogamos que,
como San José fue hallado digno de tocar con sus manos y de llevar en sus
brazos a tu Hijo unigénito, nacido de la Virgen María, concédenos pureza
de corazón y sinceridad de vida, para acercarnos a tu santo altar; para que
hoy, con reverente devoción, participemos del Sagrado Cuerpo y de la
Sangre de Tu Hijo Unigénito, y que en el mundo venidero seamos dignos
de recibir una recompensa eterna. Por el mismo Cristo nuestro Señor.
Amén. 
 
ORACION A TODOS LOS ANGELES Y SANTOS 
Ángeles, Arcángeles, Tronos, Dominaciones, Principados,
Potestades, Virtudes de los cielos, Querubines y Serafines, Santos y Santas
todos de Dios, especialmente mis Patronos, dignaos interceder por mí para
que pueda ofrecer dignamente a Dios omnipotente este sacrificio, para
alabanza y gloria de su Nombre y para mi bien y el de toda su Santa Iglesia.
Amén. 
 
ORACION AL SANTO EN CUYO HONOR SERÁ CELEBRADA
LA MISA 

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Oh San/Santa N., yo, miserable pecador, confiando en tus méritos,
ofrezco ahora para tu honor y gloria el santísimo sacramento del Cuerpo y
de la Sangre de nuestro Señor Jesucristo. Te ruego humilde y devotamente
que intercedas hoy por mí, para que ofrezca digna y aceptablemente este
sacrificio, y que pueda, en el siglo venidero, alabar eternamente a Dios
contigo y con todos sus elegidos y reinar junto a Él. Que vive y reina por
los siglos de los siglos. Amén. 
 
FORMULA DE INTENCIÓN ANTES DE LA MISA 
Ofrezco el Santo Sacrificio de la Misa y consagrar el Cuerpo y la
Sangre de nuestro Señor Jesucristo, según el rito de la Santa Iglesia
Romana, para alabanza de Dios omnipotente y de toda la Iglesia triunfante,
por todos, por mi beneficio y el de toda la Iglesia militante, por todos los
que se encomendaron a mis oraciones en general y en particular, y por la
feliz situación de la Santa Iglesia Romana. Amén.  
El Señor omnipotente y misericordioso nos conceda gozo con paz,
enmienda de vida, tiempo de verdadera penitencia, la gracia y el consuelo
del Espíritu Santo, y la perseverancia en las buenas obras. Amén. 
 
 
GRATIARUM ACTO POST MISSAM 
Antífona. 
Cantemos el himno de los tres jóvenes, el que cantaban los santos en
el horno encendido alabando al Señor. (T.P Aleluya). 
 
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor, 
ensalzadlo con himnos por los siglos. 
Ángeles del Señor, bendecid al Señor; 
cielos, bendecid al Señor. 
 Aguas del espacio, bendecid al Señor; 
ejércitos del Señor, bendecid al Señor. 
 Sol y luna, bendecid al Señor; 
astros del cielo, bendecid al Señor. 
 Lluvia y rocío, bendecid al Señor; 
vientos todos, bendecid al Señor. 
 Fuego y calor, bendecid al Señor; 
fríos y heladas, bendecid al Señor. 
 Rocíos y nevadas, bendecid al Señor; 
témpanos y hielos, bendecid al Señor. 
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 Escarchas y nieves, bendecid al Señor; 
noche y día, bendecid al Señor. 
 Luz y tinieblas, bendecid al Señor; 
rayos y nubes, bendecid al Señor. 
 Bendiga la tierra al Señor, 
ensálcelo con himnos por los siglos. 
 Montes y cumbres, bendecid al Señor; 
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor. 
 Manantiales, bendecid al Señor; 
mares y ríos, bendecid al Señor. 
 Cetáceos y peces, bendecid al Señor; 
aves del cielo, bendecid al Señor. 
 Fieras y ganados, bendecid al Señor, 
ensalzadlo con himnos por los siglos. 
 Hijos de los hombres, bendecid al Señor; 
bendiga Israel al Señor. 
 Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor; 
siervos del Señor, bendecid al Señor. 
 Almas y espíritus justos, bendecid al Señor 
 santos y humildes de corazón, bendecid al Señor. Ananías, Azarías y
Misael, bendecid al Señor, 
ensalzadlo con himnos por los siglos. 
 Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ensalcémoslo con
himnos por los siglos. 
 Bendito el Señor en la bóveda del cielo, alabado y glorioso y
ensalzado por los siglos. 
 
 No se dice Gloria al Padre. 
 
SALMO 150 
Alabad a Dios en su santuario, alabadle en el firmamento de su
fuerza, 
alabadle por sus grandes hazañas, alabadle por su inmensa grandeza.  
Alabadle con clangor de cuerno, alabadle con arpa y con cítara,  
alabadle con tamboril y danza, alabadle con laúd y flauta,  
alabadle con címbalos sonoros, alabadle con címbalos de
aclamación.  
 ¡Todo cuanto respira alabe Al Señor! 
 
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Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
 
ANT. Cantemos el himno de los tres jóvenes, el que cantaban los
santos en el horno encendido alabando al Señor. (T.P Aleluya). 
 
Kýrie eléison. Christe eléison. Kýrie eléison.  
Padre nuestro. 
 
V. Que te alaben, Señor, todas tus obras. 
R. Y que tus santos te bendigan. 
V. Se regocijarán los santos en la gloria. 
R. Y se alegrarán en sus moradas. 
V. No a nosotros, Señor, no a nosotros. 
R. Sino a tu nombre de la gloria. 
V. Señor, escucha mi oración. 
R. Y llegue a ti mi clamor. 
V. El Señor esté con vosotros. 
R. Y con tu espíritu. 
Oremos. 
Oh, Dios, que mitigaste las llamas del fuego encendido para los tres
jóvenes, concédenos propicio que a tus siervos no nos abrase la llama de los
vicios. 
 
Te rogamos, Señor, que prevengas nuestras acciones con tu
inspiración y que las acompañes con tu ayuda, para que así toda nuestra
oración y obra comience siempre en Ti, y en ti concluya. 
 
Danos, Señor, te pedimos, poder apagar las llamas de nuestros vicios.
Tú que le concediste a San Lorenzo vencer el fuego que lo atormentaba.
Por Cristo Nuestro Señor. 
 
Amén. 
 
ORACIÓN DE SANTO TOMÁS DE AQUINO 
Gracias te doy, Señor, Padre santo, Dios eterno y omnipotente,
porque a mí, pecador e indigno siervo tuyo, sin mérito alguno de mi parte,
sino sólo por tu gran misericordia, te has dignado saciarme con el precioso
Cuerpo y Sangre de tu Hijo, Nuestro Señor Jesucristo. 
 
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Te ruego que esta Santa Comunión no sea para mí ocasión de castigo,
sino saludable intercesión para obtener el perdón; que sea para mí armadura
de fe y escudo de buena voluntad, muerte de todos mis vicios, exterminio
de todos mis apetitos carnales, aumento de caridad y paciencia, de
humildad y obediencia, y de todas las virtudes; que sea firme defensa contra
las insidias de todos mis enemigos, visibles e invisibles; que sea perfecto
sosiego de mi cuerpo y de mi espíritu, firme unión contigo, único y
verdadero Dios, y feliz consumación de mis días. 
Te ruego te dignes llevarme a mí, pecador, a aquel convite inefable,
donde Tú, con tu Hijo y el Espíritu Santo, eres para tus Santos luz
verdadera, satisfacción plena, gozo perdurable, dicha completa y felicidad
perfecta. Por Cristo Nuestro Señor. Amén 
 
ORACION DE SAN BUENAVENTURA 
Traspasa, oh dulcísimo Señor Jesús, lo más profundo de mi alma con
la suavísima y saludable herida de tu amor, caridad santísima, verdadera y
serena, a fin de que desfallezca y se derrita siempre sólo en amor de Ti y
deseo de poseerte. Que te ansíe y desfallezca en tus atrios, que sólo aspire
verse libre para unirse a Ti 
Haz que mi alma tenga hambre de Ti, oh Pan de los Ángeles,
alimento de las almas santas, pan nuestro cotidiano, lleno de dulzura, de
sabor, de toda delicia y suavidad. 
Oh Jesús, a quien los Ángeles desean siempre contemplar, haz que mi
corazón tenga sin cesar hambre de Ti, se alimente de Ti, y que tu dulzura
colme lo más profundo de mi alma. Que siempre tenga sed de sabiduría y
de ciencia, fuente de eterna luz, torrente de delicias, abundancia de la Casa
de Dios. Que no ambicione otra cosa sino poseerte, que Te busque y Te
encuentre, que a Ti me dirija y a Ti llegue, en Ti piense, de Ti hable, y todo
lo haga en alabanza y gloria de Tu nombre, con humildad y discreción, con
amor y deleite, con facilidad y afecto, con perseverancia hasta el fin. Que
sólo Tú seas mi esperanza, toda mi confianza, mi riqueza, mi deleite, mi
contento, mi gozo, mi descanso y mi tranquilidad, mi paz, mi suavidad, mi
olor, mi dulzura, mi alimento, mi comida, mi refugio, mi auxilio, mi
sabiduría, mi herencia, mi posesión, mi tesoro, en el cual estén siempre fija,
firme y profundamente arraigados mi alma y corazón. Amén. 
 
ORACIÓN A LA SANTISIMA VIRGEN 
 

19
Oh María, Virgen y Madre santísima, he recibido a tu amantísimo
Hijo, a quien en tu inmaculado vientre concebiste, diste a luz, amamantaste,
y con suavísimas caricias estrechaste. 
Aquí tienes a Quien con cuya faz te alegrabas y te colmaba de todas
sus delicias: a Él mismo te presento y ofrezco con amor y humildad, para
que lo tomes en tus brazos, para que lo ames con tu propio corazón, para
que lo ofrezcas a la Santísima Trinidad en supremo culto de adoración, para
honor y gloria tuya, y en favor de mis necesidades y las de todo el mundo. 
Por eso te ruego, oh piadosísima Madre, alcánzame el perdón de
todos mis pecados, la siempre copiosa gracia de servirle, y en última
instancia la gracia final para que contigo merezca alabarlo por los siglos de
los siglos. Amén. 
 
ORACION A SAN JOSE 
Custodio y padre de vírgenes, San José, a cuya fiel custodia
fueron encomendadas la misma inocencia, Cristo Jesús, y la Virgen de las
vírgenes, María. Por estas dos queridísimas prendas, Jesús y María, te ruego
y te suplico me alcances que, preservado de toda impureza, sirva siempre
con alma limpia, corazón puro y cuerpo casto a Jesús y a María. Amén. 
 
ORACIÓN AL SANTO EN CUYO HONOR FUE CELEBRADA
LA MISA 

San/Santa N., en cuyo honor ofrecí el sacrificio incruento del Cuerpo


y de la Sangre de Cristo, te pido, que, ruegues por mí con tu poderosa
intercesión ante Dios, a fin de que, la virtud de este sagrado misterio, junto
con la pasión y muerte de Cristo, nuestro Salvador, me obtenga, que, con su
frecuencia, crezca en mí su efecto de salvación. Amén. 

ORACIONES DE RITOS ORIENTALES


20
Ninguno de los que se hallan atados por los deseos y placeres
carnales es digno de llegar o de acercarse a Ti, ni de servirte, oh Rey de la
gloria; pues el servirte es cosa grande y terrible aun para las potestades
celestiales. No obstante, por tu inefable e infinito amor a la humanidad, te
hiciste hombre sin cambio ni alteración, te erigiste Sumo Sacerdote nuestro
y nos concediste a nosotros el ministerio de este litúrgico e incruento
Sacrificio, como Soberano de todo; puesto que sólo Tú, Señor Dios nuestro,
dominas sobre todas las cosas celestiales y terrenales; Tú que estás sentado
sobre el trono de los Querubines; que eres el Señor de los Serafines y el
Rey de Israel, el único Santo que descansas en los santos. A Ti, pues, dirijo
mi súplica, oh único bueno y pronto para escuchar: mírame a mí, tu pecador
e inútil siervo, y limpia mi alma y mi corazón de todo pensamiento
maligno; y hazme capaz, por el poder de tu Santo Espíritu (, ya que me
hallo revestido de la gracia del sacerdocio,) de estar ante esta tu santa
Mesa, (y administrar tu santo e inmaculado Cuerpo y tu preciosa Sangre);
pues a Ti me aproximo inclinando la cerviz, y te suplico: no apartes de mí
tu Rostro ni me rechaces de entre tus hijos, sino dígnate aceptar de mí, tu
siervo pecador e indigno, estos Dones; porque Tú mismo eres el que ofrece
y es ofrecido, el que recibe y es distribuido, Cristo Dios nuestro, y a Ti
rendimos gloria junto con tu Padre que es sin principio y tu Santísimo
Espíritu bueno y vivificador, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos.
Amén. 

(de antes de la comunión): 

Creo, Señor, y confieso que Tú eres en verdad el Cristo, el Hijo de


Dios vivo, que has venido al mundo a salvar a los pecadores, de los que yo
soy el primero. También creo que éste es tu mismo inmaculado Cuerpo y
que ésta es tu misma preciosa Sangre. Por tanto, te imploro: ten piedad de
mí y perdona mis culpas, voluntarias e involuntarias, las de palabra o de
obra, cometidas a sabiendas o en ignorancia; y hazme digno, sin
condenación, de participar de tus inmaculados Misterios, para el perdón de
mis pecados y para la vida eterna. Oh Hijo de Dios, admíteme hoy como
participante de tu Cena mística, pues no diré tu misterio a tus enemigos ni
te daré un beso como Judas, sino que, como el ladrón, te confieso:
¡Acuérdate de mí, Señor, en tu Reino!. 
Que la comunión de tus santos Misterios, oh Señor, no sea para mí
motivo de juicio o condenación, sino para curación del alma y del cuerpo. 
21
ANTES DE LA COMUNION

De San Juan Crisóstomo I


Señor Soberano, Jesucristo, Dios nuestro, Fuente de vida e
inmortalidad, Creador de todas las cosas, visibles e invisibles, Hijo coeterno
y consubstancial del Padre Eterno, quien por la abundancia de Tu bondad
en estos últimos días tomaste nuestra carne y fuiste crucificado por
nosotros, que somos ingratos e ignorantes; Quien por Tu propia sangre
restauraste nuestra naturaleza corrompida por la desarmonía; Oh Rey
inmortal, recibe mi arrepentimiento pues soy pecador, e inclina Tu oído y
escucha mis palabras; he pecado, oh Señor, he quebrado la armonía con el
cielo y Contigo, y no soy digno de levantar mis ojos a la altura de Tu gloria;
he ofendido Tu bondad al ignorar Tus mandamientos y desobedecer Tus
leyes. Mas, Tú, Señor, en Tu clemencia, paciencia y gran misericordia, no
me has dejado perecer en mis transgresiones, sino que siempre esperas mi
conversión completa. Tú, Filántropo, has dicho por Tu profeta que no
deseas la muerte del pecador, sino que se vuelva de su maldad y viva. Oh
Señor, Tú no quieres que la obra de Tus manos perezca, ni Te agrada la
destrucción de la humanidad, sino que deseas que todos se salven y que
lleguen al conocimiento de la verdad. Aunque soy indigno del cielo y de la
tierra, y hasta de esta vida pasajera, porque me he entregado completamente
al pecado y desarmonía y soy esclavo del placer y he profanado Tu imagen,
sin embargo, siendo Tu obra y Tu criatura, no desespero de la salvación y
me atrevo a acercarme a Tu infinita compasión: Recíbeme, Cristo
Filántropo, como recibiste a la adúltera, al ladrón, al publicano, y al
pródigo. Quítame el pesado yugo de las desarmonías, Tú que quitas los
pecados del mundo y sanas las enfermedades de los hombres; Tú llamas a
los trabajados y a los cargados a Ti y les das descanso; Tú no viniste a
llamar a los justos sino a los pecadores al arrepentimiento; por eso
límpiame de toda impureza de alma y cuerpo. Enséñame a practicar la
santidad en Tu temor, para que con una conciencia clara pueda recibir Tus
santos Misterios y ser unido a Tu Sagrado Cuerpo y Sangre; y así, con Tu
Padre y con Tu Espíritu Santo, mores y permanezcas en mí. Señor
Jesucristo, que no sea para mi condenación la comunión de Tus

22
inmaculados y vivificantes Misterios, ni que me dejen enfermo en cuerpo y
alma por una participación indigna; mas concédeme que hasta mi último
suspiro reciba sin condenación una parte de Tus Santos Dones, para
comunión con el Espíritu Santo, como provisión para la vida eterna, y para
buena defensa ante Tu temible tribunal, para que yo también sea partícipe
con todos Tus elegidos de Tus deleites puros que has preparado para los
que Te aman, Señor, por los que eres glorificado por todos los siglos.
Amén.

De San Juan Crisóstomo II


Señor Dios mío, yo sé que no soy digno y no merezco que entres bajo
el techo de la casa de mi alma, porque está completamente desolada y
caída, y no tienes en mí lugar propicio para reposar Tu cabeza. Más ya que
desde el cielo más alto Te anonadaste por causa mía, confórmate ahora a mi
pobreza. Así como Te dignaste reposar en una cueva y en un pesebre de
bestias irracionales, dígnate ahora reposar en el pesebre de mi alma
materialista y entrar en mi corrompido cuerpo. Así como no desdeñaste
entrar a cenar con pecadores en la casa de Simeón el Leproso, consiente
ahora entrar en la casa de mi alma abatida, que está toda leprosa y
corrompida. Y así como no rechazaste a la mujer, adúltera y pecaminosa
como yo, cuando se acercó y Te tocó, también sé compasivo conmigo, al
acercarme a Ti a tocarte. Sea la brasa ardiente de Tu Santísimo Cuerpo y
Preciosa Sangre para la santificación y la iluminación y el fortalecimiento
de mi pobre alma y cuerpo, para alivio del yugo de mis muchas
desarmonías, para protección contra toda acción diabólica, para dominio y
freno de mi mala e inicua vida, para mortificación de pasiones, para
observancia de Tus mandamientos, para aumento de Tu divina gracia, para
progreso hacia Tu Reino. Porque no es con inseguridad que me acerco a Ti,
Cristo Dios mío, sino con confianza en Tu inefable bondad, a no ser que
llegue a ser presa del lobo espiritual por abstenerme por mucho tiempo de
Tu comunión. Por eso, Te ruego, Señor, que solo eres santo, santifica mi
alma y cuerpo, mi espíritu y corazón, mis emociones y afectos, y
renuévame enteramente. Arraiga en mis miembros el temor de Ti, y haz
indeleble en mí Tu santificación. Sé también mi auxilio y mi defensa, guía
mi vida en paz, y hazme digno de estar a Tu diestra con Tus Santos, por las
oraciones e intercesión de Tu Purísima Madre, de Tus Ángeles, de las
purísimas Potestades, y de todos los Santos, que siempre Te han agradado.
Amén.

23
De San Simeón el Traductor
Único Puro y Santo Señor, que por la inefable compasión de Tu
amor a los hombres, tomaste toda nuestra naturaleza, por medio de la
sangre pura y virgen de la que Te concibió sobrenaturalmente por la venida
del Espíritu Divino y por la voluntad del Padre eterno; Cristo Jesús,
Sabiduría y Paz y Poder de Dios, Quien corporalmente sufriste Tu
vivificante y salvadora pasión –la cruz, los clavos, la lanza y la muerte—
mortifica todas las pasiones mortales de mi cuerpo, Tú que en Tu sepultura
despojaste los dominios del infierno, cubre con pensamientos buenos mis
inicuos designios y dispersa los espíritus de maldad. Tú que por Tu
Vivificante Resurrección al tercer día levantaste a nuestro caído primer
padre, levántame a mí, hundido en la desarmonía e indícame caminos de
penitencia. Tú que por Tu gloriosa Ascensión deificaste nuestra naturaleza,
que Tú asumiste y honraste por Tu sesión a la diestra del Padre, por
participación de Tus Santos Misterios, hazme digno de un lugar a Tu diestra
entre los que están salvados. Tú que por el descenso del Espíritu
Consolador, hiciste a Tus discípulos vasijas dignas, hazme a mí también
recipiente de Tu venida, Tú que has de venir otra vez a juzgar al mundo con
justicia, concédeme encontrarte en las nubes, Hacedor y Creador mío, con
todos Tus Santos, para que yo te glorifique sin cesar y Te alabe con Tu
Padre eterno y con Tu Santísimo Espíritu Bueno y Vivificador, ahora y
siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

De San Simeón el Traductor II


Estoy de pie ante Ti y Tus temibles y santos Ángeles en Tu santo
altar, así como estaré algún día ante Tu temible e inaplacable trono, oh
Cristo Dios, dando cuentas de las maldades que he cometido. Mi conciencia
me impulsa a exponer abiertamente mis malas obras y transgresiones.
Señor, mira mi humillación y perdona mis transgresiones. Tú puedes ver
que se han multiplicado más que los cabellos de mi cabeza. ¿Qué maldades
no he cometido? ¿Qué forma de maldad no he imaginado en mi alma?
Sabes que me he ido sobre los límites de lo depravado en mis obras y he
sido orgulloso, arrogante, despectivo, blasfemador, charlatán, burlón,
borracho, glotón, comelón, malicioso, envidioso, avaro, extorsionador,
vanagloriado, injusto, vergonzoso, codicioso, mal hablado y transgresor. He
manchado y hecho vil todos mis sentidos, hasta lo profundo de mi ser y no
he hecho nada digno. Me he vuelto una morada absoluta del malvado.
24
Señor, yo sé que mis transgresiones han subido sobre mi cabeza, pero la
grandeza de Tu compasión es incomparable y la misericordia de Tu bondad
es gratuita e indescriptible. No hay pecado que sobrepase Tu amor a la
humanidad, Tu filantropía. Por ello, Rey maravilloso y Señor bondadoso,
muéstrame tu maravillosa misericordia; muéstrame el poder de Tu bondad;
muéstrame la fuerza de Tu paciente misericordia y recíbeme a mí, cuando
me vuelvo a Ti. Recíbeme, como recibiste al hijo pródigo, al ladrón, y a la
prostituta. Recíbeme aunque he pecado contra Ti sin medida en palabra y
obra, con apetito insaciable y comportamiento nunca visto. Así como
recibiste a los que no habían hecho nada digno y vinieron a la onceava hora,
así recíbeme a mí, pues he pecado grandemente y me he corrompido a mí
mismo. He provocado a Tu Espíritu Santo y he enfurecido Tu misericordia,
Oh Filántropo, con obra, palabra y pensamiento, de día y de noche, abierta
y secretamente, voluntaria e involuntariamente. Yo sé que pondrás mis
desarmonías ante mí en la forma exacta como las he cometido y me
preguntarás sobre aquello que con conocimiento e imperdonablemente he
hecho. Pero, Señor, no me pases juicio, no me reproches en tu furor ni me
castigues en tu cólera. Sé misericordioso conmigo, Señor, pues no solo soy
débil, sino que soy Tu creación. Aunque has puesto el temor de Ti en mi
corazón, aún he hecho lo malo ante Tu mirada. He pecado contra Ti; pero
Te suplico, no juzgues a Tu siervo, pues sino pasas por alto nuestros
pecados, Señor, ¿quién sobrevivirá? He llegado a las profundidades del
pecado y no soy digno ni capaz de ver a las alturas del cielo por la multitud
de mis innumerables desarmonías. Toda obra malvada, imaginación, y
maquinaciones diabólicas, toda la maldad del hades que lleva a la
desarmonía, delicias físicas e innumerables pasiones han encontrado lugar
en mí. ¿Qué forma de pecado no me ha manchado? ¿Qué maldad no me ha
entrampado? He cometido toda desarmonía y he permitido a todo los
placeres imperdonables entrar en mi alma. Me he hecho indigno ante Dios y
ante los hombres. He caído a tal profundidad de lo malvado, ¿quién me
levantará? Señor Dios mío, pongo mi esperanza en Ti. Si aún existe
esperanza de salvación para mí, entonces deja que Tu filantropía sobrepase
la multitud de mis transgresiones. Sé mi Salvador, y en Tu bondad y
misericordia, desata, perdona y remite todo en lo que he pecado contra Ti;
pues mi alma se ha llenado de males y no hay esperanza de salvación en mí.
Ten misericordia de mí, oh Dios, por Tu bondad y no me castigues como
merezco, sino vuélvete hacia mí, sé mi apoyo, libra mi alma de los males
que han crecido dentro de mí y de todo lo que se ha acumulado dentro. Ten
misericordia de mí por Tu bondad, pues donde ha abundado el pecado, que
25
también abunde Tu gracia. Así Te alabaré y glorificaré todos los días de mi
vida. Pues Tu eres el Dios de los pecadores y el Salvador de los que se
equivocan y a Ti se debe gloria, junto con Tu Padre eterno y Tu Espíritu
santísimo, bueno y vivificador, ahora y siempre y por los siglos de los
siglos. Amén.

De San Juan Damasceno I


Soberano Señor Jesucristo, Dios nuestro, el único que tiene autoridad
de perdonar a los hombres sus pecados o desarmonías, en Tu bondad y
amor a los hombres, no mires mis ofensas, cometidas a sabiendas o en
ignorancia, y hazme digno de recibir sin condenación Tus divinos,
gloriosos, inmaculados y vivificantes Misterios, no para castigo ni aumento
de desarmonía, sino para purificación y santificación y para prenda de la
vida y del Reino venideros, para protección y auxilio, para destrucción de
enemigos, y para erradicación de mis múltiples transgresiones. Porque eres
Dios de misericordia y de compasión y de amor a los hombres, y Te
rendimos gloria, a Ti, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por
los siglos de los siglos. Amén.

De San Basilio el Grande I


Yo sé, Señor, que indignamente participo de Tu inmaculado Cuerpo y
de Tu preciosa Sangre; que soy culpable y que como y bebo juicio para mí,
sin comprender Tu Cuerpo y Tu Sangre, Cristo Dios mío. Más, confiado a
causa de Tu compasión, me acerco a Ti, porque has dicho: el que come Mi
carne y bebe Mi sangre habita en Mí, y yo en él. Por eso, Ten compasión,
Señor, y no me castigues a mí pecador, mas haz conmigo conforme a Tu
misericordia, y permite que estos Dones santos sean para mi salud y
purificación e iluminación y protección y salvación y santificación de mi
cuerpo y de mi alma: para repudio de toda fantasía y de toda acción inicua y
actividad diabólica que obran inconscientemente dentro de mis miembros,
para confianza y amor por Ti, para renuevo de mi vida y seguridad, para
aumento de virtud y de perfección, para observancia de Tus mandamientos,
para comunión con el Espíritu Santo, como provisión para la vida eterna,
para buena defensa ante Tu temible Tribunal, y no para juicio ni
condenación.

De San Simeón el Nuevo Teólogo


26
De labios manchados, de corazón abominable, de lengua ensuciada,
de alma corrompida, recibe mi plegaria, Cristo mío. No me rechaces a mí,
ni mis palabras, ni mis acciones, ni siquiera mi poca vergüenza, mas
anímate a decir lo que deseo, Cristo mío, y aún más, enséñame qué he de
hacer y decir. He pecado más que la ramera que, al saber dónde Te
alojabas, trajo mirra, y se atrevió a venir a ungir tus pies, Cristo mío, Señor
y Dios mío. Así como no la rechazaste cuando se acercó de todo corazón,
tampoco, Oh Verbo, me abomines, mas dame Tus pies, para que los abrace
y los bese, y con abundancia de lágrimas, como con preciosísima mirra, me
atreva a ungirlos. Lávame con mis lágrimas y purifícame con ellas, Oh
Verbo. Remite mis transgresiones y concédeme perdón. Tú conoces la
multitud de mis iniquidades; también conoces mis heridas y ves mis
contusiones, mas también conoces mi fe, y miras mi voluntad, y oyes mis
suspiros. Nada se te escapa, Dios mío, Hacedor mío y Redentor mío, ni
siquiera una lágrima. Tus ojos han visto lo que me queda por alcanzar y en
Tu libro cosas todavía por hacer están escritas. Ve mi depresión, ve cuán
grande es mi angustia. Y todos mis desarmonías, quítamelas, Dios de todo,
que con corazón limpio, mente temblante, y espíritu contrito participe de
Tus Puros y Santísimos Misterios, por los cuales todos los que Te comen y
beben con sinceridad de corazón, son vivificados y deificados. Porque Tú,
Señor mío, has dicho: “El que come Mi carne y bebe Mi sangre habita en
Mí y yo en él.” Plenamente verdadera es la palabra de mi Señor y Dios,
porque quienquiera que participa de Tus divinos y deificantes Dones,
ciertamente no está solo, sino que está contigo, Cristo mío, Luz del Sol Tri-
Uno, que ilumina el mundo; no sea que me quede solo, sin Ti, Dador de
vida, aliento mío, Vida mía, gozo mío, Salvación del mundo. Por eso me he
acercado, como ves, con lágrimas y con espíritu contrito, a Ti, Rescate de
ofensas, Te ruego que me recibas, y que yo participe sin condenación de
Tus perfectos Misterios, y que permanezcas como has dicho, conmigo, tres
veces miserable como soy; que el Tentador no me halle sin Tu gracia y con
astucia tome posesión de mí, y engañándome, me seduzca separándome de
Tus palabras deificantes. Por eso caigo a Tus pies y con fervor Te clamo:
así como recibiste al pródigo y a la adúltera que se Te acercaron, así ten
compasión y recíbeme a mí, réprobo y pródigo. Con espíritu contrito me
acerco a Ti ahora. Yo sé, Salvador, que ningún otro ha transgredido contra
Ti como yo, ni ha hecho las cosas que yo he cometido. Mas yo sé también
que ni la gravedad de las ofensas ni la multitud de las desarmonías
sobrepasa la gran paciencia de mi Dios y su excesivo amor a los hombres,
sino con el óleo de la compasión, a los que con fervor se arrepienten, los
27
purificas y los iluminas y los haces hijos de la luz, partícipes de la
Naturaleza Divina. Y tan generosamente obras, lo que es extraño a los
Ángeles y al entendimiento de los hombres, con frecuencia se lo dices
como a Tus verdaderos amigos. Estas cosas me dan confianza, Cristo mío,
me dan alas y tomo valor del caudal de Tu bondad para con nosotros. Y con
regocijo y temor a la vez, yo que soy paja participo del fuego. Y ¡maravilla
extraña! soy inefablemente rociado como la zarza de antaño, que ardía sin
consumirse. Por eso con espíritu de fidelidad y con agradecimiento con
todos los miembros de mi alma y cuerpo Te adoro y Te magnifico, y Te
glorifico, Dios mío, porque Bendito eres, ahora y por todos los siglos.
Amén.

De San Juan Crisóstomo III


Oh Dios, absuelve, remite, perdona mis transgresiones que he
cometido contra Ti, en pensamiento, o en palabra o en obra, voluntaria e
involuntariamente; perdónamelo todo, porque eres Bueno y Filántropo. Y
por las oraciones de Tu Purísima Madre, de las puras Inteligencias y de las
santas Potestades que Te sirven, y de todos los Santos, que Te han agradado
desde el comienzo del mundo, concédeme recibir sin condenación Tu Santo
y Purísimo Cuerpo y Tu Preciosa Sangre para cura de mi alma y cuerpo y
para purificación de mis perversas imaginaciones. Pues Tuyos son el reino
y el poder y la gloria, con el Padre y con el Espíritu Santo, ahora y siempre
y por los siglos de los siglos. Amén.

De San Juan Crisóstomo IV


No soy digno, Señor y Dueño, de que entres bajo el techo de mi alma,
mas como por Tu amor a los hombres, es Tu voluntad habitar en mí, tomo
confianza y me acerco. Tú ordenas y yo abro las puertas que Tú solo has
creado para entrar con amor conforme a Tu naturaleza. Entra e ilumina mi
pensamiento oscurecido. Yo creo que harás esto, porque no rechazaste a la
ramera que se acercó a Ti con lágrimas, ni despreciaste al publicano que se
arrepintió, ni alejaste al ladrón que confesó Tu Reino, ni abandonaste al
arrepentido perseguidor Pablo, mas a todos los que han llegado a Ti con
arrepentimiento, los incluiste en la compañía de Tus amigos, Tú que solo
eres Bendito, siempre, ahora y por los siglos sin fin. Amén.

De San Juan Crisóstomo V


Señor Jesucristo Dios mío, remite, perdona, absuelve las ofensas,
desarmonías y transgresiones que yo, Tu pecaminoso e inútil e indigno
28
siervo, he cometido desde mi juventud hasta el día y la hora presentes, a
sabiendas o en ignorancia, de palabra, de obra, de intención, de
pensamiento, por costumbre y por mis sentidos. Y por la intercesión de la
que Te concibió sin simiente, la Purísima Siempre Virgen María, Tu
Madre, mi única segura esperanza y mi protección y salvación, hazme
digno sin condenación, de recibir Tus puros, inmortales, vivificantes y
temibles Misterios, para perdón de mis pecados y para la vida eterna, para
santificación e iluminación y fortalecimiento y cura y salud de alma y
cuerpo, para edificación y para destrucción completa de mis razonamientos
inicuos y de espíritus malévolos. Porque Tuyos son el Reino, el poder, la
gloria, el honor y la adoración, con el Padre y con el Espíritu Santo, ahora y
siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

De San Juan Damasceno II


Estando ante las puertas de Tu santuario, me olvido de mis terribles
pensamientos. Mas, Cristo Dios mío, que justificaste al Publicano y tuviste
piedad de la cananea, y abriste las puertas del paraíso al Ladrón, ábreme las
profundidades de Tu amor a los hombres, y al acercarme a tocarte,
recíbeme como a la adúltera y a la hemorroísa. Porque ésta fue sanada
fácilmente por tocar el borde de Tu vestidura y aquélla por abrazar Tus
sagrados pies fue liberada de sus pecados. Y yo, en mi indigencia, me
atrevo a recibir Tu Cuerpo entero. No sea yo quemado, mas recíbeme a mí
como a ellas; ilumina los sentidos de mi alma y borra las manchas de mis
pecados, por la intercesión de la que Te dio a luz sin simiente y de las
potestades celestiales, porque Bendito eres por los siglos de los siglos.
Amén. Doceava Oración de San Juan Crisóstomo Creo y confieso, oh
Señor, que Tú eres en verdad el Cristo, Hijo de Dios Vivo, que has venido
al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. Creo
también que este es Tu mismo Purísimo Cuerpo y que esta es Tu misma
Preciosa Sangre. Por lo tanto, Te imploro que tengas piedad de mí y me
perdones mis faltas voluntarias e involuntarias, las cometidas de palabra y
de obra, con conocimiento o por ignorancia. Y hazme digno de participar,
sin condenación, de Tus Purísimos Misterios, para la remisión de mis
pecados y la vida eterna. Amén. Admíteme hoy como partícipe de Tu Cena
Mística, oh Hijo de Dios, pues no revelaré Tu misterio a Tus enemigos, ni
Te daré un beso como Judas, sino que como el ladrón Te confieso y Te
digo: Señor, acuérdate de mí en Tu Reino. Que la comunión de Tus
Misterios no sea, oh Señor, juicio o condenación, sino para curación de mi
alma y de mi cuerpo.
29
Versos de San Simeón el Traductor
Se dicen antes de acercarse al Cáliz: He aquí que me acerco a la
Divina Comunión. Oh Creador, no sea yo quemado por comulgar. Pues Tú
eres fuego que quema al indigno. Más purifícame de toda mancha. A Tu
Cena Mística, oh Hijo de Dios, recíbeme hoy como participante. Pues no
hablaré de Tu misterio a Tus enemigos, ni Te daré un beso, como lo hizo
Judas, sino como el ladrón Te confesaré, acuérdate de mí en Tu Reino.
Tiembla hombre, cuando veas la Sangre deificante. Es una brasa que quema
al indigno. El Cuerpo de Dios deifica y alimenta. Deifica el espíritu y
maravillosamente alimenta la mente. Me has seducido con ansia, oh Cristo,
y con Tu divino amor me has convertido. Consume pues, con fuego
espiritual mis pecados y hazme digno de saciarme del gozo que está en Ti,
y que salte yo de alegría, Señor, y magnifique Tus dos venidas. ¿Cómo
puedo yo, indigno, entrar en el esplendor de Tus Santos? Porque, si me
atrevo a entrar en la cámara nupcial, mi vestidura me revela, porque no es
vestidura nupcial, y como a un prisionero los Ángeles me echarán fuera.
Limpia mi alma de contaminación y sálvame, oh Señor, por Tu filantropía.
Soberano Filántropo, Jesucristo, Dios mío, no sean para mi juicio estos
Santos Misterios a causa de mi indignidad, sino para purificación y
santificación de mi alma y cuerpo, y para prenda de la vida y el Reino
venideros. Porque es bueno que yo abrace a Dios y ponga en el Señor mi
esperanza de salvación. Y así participa del Santo Cuerpo y Sangre de Cristo
con un espíritu humilde

De San Basilio el Grande II


Soberano, Señor Jesucristo, nuestro Dios, Fuente de vida y de
inmortalidad, Creador de lo visible e invisible. Hijo Unigénito del Padre
coeterno. Por tu gran clemencia, en los últimos días has tomado cuerpo
humano, fuiste crucificado, fuiste sepultado por nosotros, ingratos y
profanos. Y por Tu sangre renovaste nuestra naturaleza corrompida por el
pecado. Tú mismo, oh, Rey inmortal, acepta el arrepentimiento de mí, el
pecador, e inclina Tu oído y escucha mis palabras, pues he pecado, Señor
he pecado contra el cielo y ante Ti, y no soy digno de levantar mi 14 mirada
hacia la altura de Tu Gloria. He encolerizado Tu benevolencia, he
contradecido a Tus mandamientos, he desobedecido Tus preceptos. Pero Tú
30
Señor, paciente y muy sufrido y clementísimo, no me dejaste perecer junto
con mis iniquidades, esperando siempre que vuelva hacia Ti pues Tú, oh,
Amante de la humanidad, has dicho: No deseo la muerte del pecador, sino
quiero que vuelva al arrepentimiento y viva. No quieres oh, Soberano, que
perezca la creación de Tus manos, tampoco aceptarás que perezca el
hombre, sino que todos se salven y lleguen al entendimiento recto. Por eso,
también yo, aunque indigno soy del cielo y de la tierra, tampoco merezco
esta vida pasajera, llenándome de pecados, multiplicando las pasiones, he
dejado inmunda la Imagen Tuya en mi. Pero siendo Tu obra y creación, yo
infeliz, no desespero de mi salvación, pues miro hacia Tu inmensurable
misericordia, atrevo a acudir a Ti, acéptame, Señor, Amante de la
humanidad, como aceptaste a la ramera y al malhechor, como al publicano,
como al hijo pródigo, y quítame el yugo pesado de mis pecados, Tú que has
tomados los pecados del mundo, y curas las dolencias humanas. Pues no
has venido Tú a llamar a los justos sino a los pecadores al arrepentimiento.
Purifícame de toda impureza del cuerpo y del alma y enséñame a temerte
con Tu Santidad para que, teniendo la conciencia impecable pueda unirme a
Tu Santo Cuerpo y Sangre, Te tengo viviendo siempre dentro de mí. Señor
Jesucristo mi Dios, que no sea juicio esta comunión con Tus Vivificantes y
Purísimos Misterios, que no quede mi alma y cuerpo en la dolencia, por
comulgar indignamente, sino déjame hasta el último suspiro tomar la
porción de Tu Santidad, para la comunión del Espíritu Santo me guía a la
vida eterna, para que tenga la respuesta favorable en Tu Temible juicio,
para que yo, mutuamente con todos Tus elegidos, recibiré lo que preparaste
para Tus amados, en los cuales eres loado por los siglos. Amén.

De San Juan Crisóstomo V


Señor Dios mío, yo sé que no soy digno y que no merezco que entres
bajo el techo del templo de mi alma porque está completamente desolada y
caída, y no tienes en mí un lugar digno para reposar Tu cabeza. Desde lo
más alto Te humillaste por causa nuestra, acepta ahora mi humildad. Así
como Te dignaste reposar en una gruta y en un pesebre de bestias
irracionales, ahora dígnate reposar en el pesebre de mi alma irracional y
entrar en mi corrupto cuerpo. Así como no desdeñaste entrar y cenar con
pecadores en la casa de Simeón el Leproso, consiente también entrar en la
casa de mi humilde alma, que es toda leprosa y pecaminosa. Y así como no
rechazaste a la mujer, pecadora como yo, cuando se acercó a Ti y Te tocó,
también se compasivo conmigo, que soy pecador, al acercarme a Ti y
tocarte, Y como no despreciaste los labios impuros y sucios de la mujer que
31
Te besó, así también no Te repugnen mis labios aún más corruptos e
impuros y mi muy inmunda lengua. Sea la brasa ardiente Tu Santísimo
Cuerpo y Preciosa Sangre para la santificación e iluminación y el
fortalecimiento de mi humilde alma y cuerpo, para alivio del yugo de mis
múltiples pecados, para protección contra toda acción diabólica, para
suprimir y expulsar mis costumbres mas feroces y malignas, para
mortificación de las pasiones, para obediencia a Tus Mandamientos, para
sumar Tu Divina Gracia, para adquirir Tu Reino, porque no es con
insolencia que me acerco a Ti, Cristo Dios, sino confiando en Tu inefable
bondad, no sea que llegue a ser presa del lobo espiritual por abstenerme por
mucho tiempo de Tu comunión. Por eso, Te ruego, Señor, oh, Soberano,
Único Santo, santifica mi alma y cuerpo, mi mente y mi corazón, mi vientre
y mis entrañas, y renuévame completamente. Arraiga en mis miembros el
temor de Ti, y haz indeleble en mí Tu santificación. Sé también mi auxilio
y mi defensa, guía mi vida en paz, y hazme digno de estar a Tu diestra con
Tus Santos: por las oraciones e intercesión de Tu Purísima Madre, de los
espíritus que Te sirven, de las purísimas Potestades y de todos los Santos
que siempre Te han agradado. Amén.

De San Simeón el Traductor III


Oh, Único, Puro e Incorrupto Señor, por Tu inefable misericordia y
por el amor a la humanidad, aceptaste la mezcla humana de la pura sangre
virginal, Ella que Te dio a luz misteriosamente, por el descenso del Espíritu
Divino, con la benevolencia del Padre siempre presente a Cristo Jesús,
quien es la Sabiduría de Dios, Paz y Fuerza. Por haber aceptado los
vivificantes sufrimientos que nos redimió: la cruz, los clavos, la lanza y la
muerte; amortigua mis pasiones corporales que corrompen mi alma. Con Tu
entierro encarcelaste el reino del hades, entierra los consejos malos,
cambiándolos en buenos, y arruina a los espíritus malignos. Con Tu
vivificadora resurrección, al tercer día, levantaste al antecesor caído,
levántame que estoy arrastrado por el pecado, mostrándome el
arrepentimiento. Con Tu gloriosa Ascensión, cambiaste el cuerpo terrenal a
divino, y Te sentaste a la diestra del Padre, concédeme recibir la salvación
al comulgar a Tus Santos Misterios. Con el descenso de Tú Espíritu Santo,
Consolador, hiciste a Tus santos discípulos, honradas vasijas, muéstrame a
mí también la descendencia del Espíritu Santo. Quieres volver de nuevo a
juzgar con justicia al universo, déjame verte en las nubes a Ti, mi Juez y
Creador, junto con todos Tus Santos, para que incesantemente Te alabe con

32
Tu Sempiterno Padre y Tu Santísimo Bueno y Vivificante Espíritu. Ahora y
siempre y por los siglos de los siglos. Amén. 17

De San Juan Damasceno III


Oh, Soberano y Señor Jesucristo, Dios nuestro, Tú sólo tienes el
poder de perdonar los pecados de los hombres. Porque eres Bueno y amas
el género humano. No tomes en cuenta mis culpas voluntarias e
involuntarias, y hazme digno de comulgar sin condenación con Tus Divinos
preclaros, Purísimos y Vivificadores Misterios, que no me sean imputados a
reprobación ni a tortura, y aumento de los pecados; sino para mi
purificación y santificación y en la esperanza de la vida venidera y del
Reino, para amparo y defensa contra mis enemigos, y exterminación de mis
numerosos pecados. Pues eres Dios de bondad, de benevolencia y
misericordia. Te glorificamos junto con el Padre y el Espíritu Santo, ahora
y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

De San Basilio el Grande III


. Conozco, oh, Señor, que comulgo indebidamente con Tú Purísimo
Cuerpo y Tu Preciosa Sangre, y tomándolos aumento mi culpa y bebo mi
propia condenación, sin que entiendo el valor de Tu Cuerpo y Tu Sangre,
de mi Cristo y Dios. Pero vilmente acudo a Tu misericordia, porque Tú has
dicho: El que come de mi Carne y bebe mi Sangre está en Mí y Yo en él.
Apiádate pues Señor, y no me condenes a mí, pecador, trátame según Tu
benevolencia, para que Tus Santidades sean para mí curación, purificación,
esclarecimiento, conservación, salvación y santificación del alma y cuerpo.
Para rechazo de malos pensamientos y perversas acciones e influencia del
diablo ejercida sobre mis miembros. Para corrección de mi vida. Para
consolidar y aumentar las virtudes, para cumplir los mandamientos, para la
comunión con el Espíritu Santo, Viático a la vida eterna, para la esperanza
de merecer una favorable defensa en Tu temible Tribunal. Que no me sean
para juicio y condenación.

De San Juan Crisóstomo VI


Oh, Dios, desprende, quita, perdóname los pecados que he cometido
ante Ti, de palabra, obra, pensamiento, voluntaria o involuntariamente, a
sabiendas o por ignorancia, perdóname todo, Tú que eres Bondadoso y
Amante de la humanidad. Por las oraciones de Tu Purísima Madre, de Tus
Servidores Espirituales, de las Fuerzas Santas y de todos los Santos que Te
complacieron desde el principio de los siglos. Hazme digno de recibir sin
33
condenación Tu Santo y Purísimo Cuerpo y Preciosa Sangre, para la
curación de mi alma y de mi cuerpo, y para la purificación de mis malos
pensamientos. Pues Tuyo es el Reino, el Poder y la Gloria, del Padre y del
Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

De San Juan Crisóstomo VII


. No soy digno, oh, Soberano Señor, de que entrarás bajo el techo de
mi alma; pero Tú quieres como Amante de la humanidad, morar en mí y
ordenas que Te abra las puertas, las que Tú solamente creaste, entrarás con
amor a la humanidad, entrarás y alumbrarás mis pensamientos oscurecidos.
Creo que lo harás, ya que no echaste al publicano arrepentido, tampoco el
ladrón que conoció Tu Reino, ni rechazaste al perseguidor arrepentido, no
lo dejaste como era, pero a todos aquellos que llegaron hacia Ti
arrepentidos, los aceptaste como Tus amigos. El Único Bendito hoy y
siempre y por la eternidad de los siglos. Amén.

De San Juan Crisóstomo VII


Oh, Señor, Jesucristo, Dios mío, absuelve, quita, purifica y
perdóname a mí, pecador, inútil e indigno siervo Tuyo, mis iniquidades,
culpas, y caídas, cuántos he cometido ante Ti, desde mi juventud y hasta el
actual día y hora, ya sea a sabiendas, o por ignorancia, ya de palabras, o de
hechos, en pensamientos o deseos, ya por todos mis sentidos. Y por las
oraciones de Tu Santísima Madre, Siempre Virgen María, que Te engendró
sin semilla, mi Única infalible Esperanza, Intercesión y Salvación, hazme
digno que comulgue sin condenación con Tus Purísimos, Inmortales,
Vivificadores y Temibles Misterios, para remisión de los pecados y la vida
eterna, para la santificación e iluminación, fortificación, curación y salud de
mi alma y cuerpo, para la exterminación y completa aniquilación de mis
malos deseos, pensamientos e intenciones, de las visiones nocturnas, de
oscuros y malos espíritus. Pues Tuyo es el Reino, el Poder, la Gloria, y el
Honor y la Adoración, con el Padre y el Espíritu Santo, ahora y siempre y
por los siglos de los siglos. Amén.

De San Juan Damasceno IV


Estoy ante las puertas de Tu Templo, y aún no puedo alejar de mí los
malos pensamientos. Más Tú, oh, Cristo Dios que justificaste al publicano y
Te apiadaste de la mujer cananea, y abriste las puertas del Paraíso al
malhechor. Ábreme los tesoros de Tu Amor, acógeme a mí que vengo hacia
Ti y Te toco, como aceptaste a la mujer de mal vivir y a la mujer enferma
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del flujo de sangre. Pues una ha tocado tan sólo la orla de Tu manto, sanó
inmediatamente, y la otra abrazando Tus purísimos pies, obtuvo la remisión
de sus pecados. En cambio yo, desgraciado me atrevo de ingerir todo Tu
cuerpo; que no resulte quemado. Acéptame, como a aquellas, e irradia los
sentidos de mi alma, quemando mis culpas pecadores, por las plegarias de
Aquella que Te dio a luz sin semen, y de los Poderes Celestiales. Porque Tú
eres Bendito por los siglos de los siglos. Amén.

De San Juan Crisóstomo VIII


Creo oh, Señor, y confieso, que en verdad eres Cristo, Hijo de Dios
vivo, que has venido al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales
soy yo el primero. También creo que éste es Tu Purísimo Cuerpo y que ésta
es Tu Preciosa Sangre. Por eso Te imploro; apiádate de mí y perdona mis
pecados voluntarios e involuntarios, los cometidos por palabra u obra, con
conocimiento o por ignorancia. Hazme digno de participar sin condenación
de Tus Santos Sacramentos, para la remisión de los pecados y para la vida
eterna. Amén. De Tu Santa Sena, oh, Hijo de Dios, as me comulgar: no
como enemigo me acerco a Tus Sacramentos, ni Te doy beso como Judas,
pero Te confieso como el buen ladrón: Acuérdate de mi, Señor, cuando
llegas a Tu Reino

DE DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Oración de San Basilio el Grande


Te doy gracias, oh Señor Dios mío, pues no me has rechazado a mí
pecador, sino que me has hecho digno de participar de Tus Santos
Sacramentos. Te doy gracias porque siendo indigno me has permitido
comulgar de Tus Purísimos y Celestiales Dones, y Tú, Señor Filántropo,
que por nosotros has muerto y resucitado y nos has dado estos Misterios
temibles y vivificadores para beneficio y santificación de nuestras almas y
cuerpos, haz que sean para sanar mi alma y cuerpo, para rechazar toda
adversidad, para iluminar mi fe, para que mi amor sea sincero, para plenitud
de sabiduría, para cumplir Tus mandamientos, para acrecentar Tu gracia
divina y para alcanzar Tu Reino. Que guardado por ellos en Tu santidad,
recuerde siempre Tu gracia y no viva sólo para mí, sino para Ti, nuestro
Señor y Benefactor. Y que así cuando salga de esta vida con la esperanza de

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la vida eterna, pueda alcanzar el descanso perpetuo, donde no cesa el canto
de los que Te celebran y donde el gozo de los que contemplan la bondad de
Tu faz es sin fin. Porque Tú eres el verdadero deseo y el gozo indecible de
los que Te aman, oh Cristo Dios nuestro y toda la creación canta Tus
alabanzas por siempre. Amén.

Oración de San Basilio el Grande II


Oh Señor Jesucristo Dios nuestro, Rey de los siglos, Creador de todas
las cosas, Te doy gracias por todos los bienes que me has dado y por la
comunión de Tus Misterios Purísimos y Vivificadores. Te ruego, oh Bueno
y Filántropo, me guardes bajo Tu protección, a la sombra de Tus alas y me
concedas, hasta mi último aliento, participar dignamente y con una
conciencia pura, de Tus Santos Dones, para la remisión de mis pecados y la
vida eterna. Porque Tú eres el Pan de Vida, Fuente de Santidad, Dador de
todo lo bueno y a Ti rendimos gloria, junto con el Padre y el Espíritu Santo,
ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Oración de San Simeón Metáfrastes


Oh Tú, Quien voluntariamente me has dado Tu Cuerpo como mi
alimento, Tú que eres el fuego que consume a los indignos, no me quemes,
oh Creador mío, sino entra en todos mis miembros, mis riñones, mi
corazón. Quema las espinas de todas mis faltas. Purifica mi alma, santifica
mis pensamientos, fortalece mis huesos, ilumina mis sentidos. Clávame
entero a Tu temor. Protégeme siempre, presérvame y guárdame de toda
palabra y obra que corrompe el alma. Purifícame, límpiame y adórname.
Hazme gentil, dame entendimiento e ilumíname. Hazme templo solamente
de Tu Espíritu y ya no el hogar de muchas desarmonías. Que toda cosa
mala y toda pasión carnal se aleje de mí como del fuego al volverme Tu
morada por la Comunión. Te ofrezco como intercesores a todos los Santos,
los Capitanes de los Ejércitos Incorpóreos, Tu Precursor, los sabios
Apóstoles y aun más, a Tu Pura e Inmaculada Madre, cuyas súplicas Tú
aceptas, oh mi Cristo compasivo y hazme a mí Tu siervo, hijo de la luz.
Porque Tú sólo eres nuestra santificación, oh Bueno, y la luz de nuestras
almas y a Ti como Dios y Señor cada día como es digno damos gloria.

Oración de San Cirilo de Alejandría


Oh Señor Jesucristo Dios nuestro, que Tu Santo Cuerpo sea para mí
vida eterna y Tu Preciosa Sangre, para la remisión de mis pecados. Que esta
Eucaristía sea para mi felicidad, salud y gozo. Y hazme a mí, digno de estar
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a la derecha de Tu gloria en Tu temible Segunda Venida, por las oraciones
de Tu Purísima Madre y de todos los Santos. Amén.

Oración a la Theotokos
Oh Santísima Señora Theotokos, luz de mi alma oscurecida, mi
esperanza, protección, refugio, consuelo y alegría. Te doy gracias por
haberme permitido a mí indigno, ser partícipe del Purísimo Cuerpo y la
Preciosa Sangre de Tu Hijo. Oh Tú que diste a luz a la Verdadera Luz, da la
luz del entendimiento a los ojos de mi corazón. Tú que diste a luz a la
Fuente de la Inmortalidad, revíveme a mí muerto en el pecado. Oh Tú
Madre amorosa del Dios misericordioso, ten piedad de mí y concédeme
compunción y contrición de corazón, humildad en mis pensamientos,
liberación de las ataduras de mis vanas imaginaciones y armonía en mi
vida. Y concédeme hasta mi último aliento, recibir sin condenación la
santificación de los Purísimos Misterios, para la sanación de mi alma y
cuerpo. Y otórgame lágrimas de arrepentimiento y confesión, con las que
pueda alabarte y glorificarte todos los días de mi vida, porque Tú eres
bendita y glorificada por siempre. Amén. Oración de San Simeón Ahora ya
Señor, puedes dejar a tu siervo irse en paz, según Tu palabra. Porque mis
ojos han visto Tu salvación, la cual tenías preparada ante la faz de todo tu
pueblo: Luz que ilumine a las naciones y gloria de Tu pueblo Israel.

ORACIONES SIRÍACAS  
(es decir, de tradición siro antioqueña, maronita y/o malabar) 

De despido del altar


Queda en paz, santo altar del señor, No sé si en 
el futuro regresaré a ti o no. Que el Señor me conceda verte en la
asamblea de los primogénitos que están en los cielos; 
en esta alianza pongo mi confianza. Queda en paz, altar 
santo y propiciador; que el Cuerpo santo y la Sangre propiciatoria 
que he recibido de ti sea para el perdón de mis 
culpas, la remisión de mis pecados y mi salvación delante 
del temible tribunal de nuestro Señor y Dios, por siempre. 
Queda en paz, santo altar, mesa de vida, y ruega por mí a 
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nuestro Señor Jesucristo, para que yo no deje de pensar en 
ti de ahora en adelante y por los siglos de los siglos. 

Himno
El Señor a cuya vista se estremecen los serafines, es el mismo que
está presente en el pan y vino sobre el altar. Los coros celestiales,
revestidos de rayos, arden si lo ven en su resplandor. Sin embargo, el polvo
despreciable participa con confianza de su vida. Los Misterios del Hijo son
fuego entre los seres celestiales, Isaías da testimonio junto con nosotros,
pues los ha visto. Estos misterios que estaban en el seno de la divinidad se
distribuyen a los hijos de Adán en el altar. El altar se convierte como en el
carro de los querubines, y está rodeado de los coros celestiales. En el altar
se coloca el cuerpo del Hijo de Dios, y los hijos de Adán lo llevan
devotamente en sus manos. En lugar de un hombre vestido de lino, se
encuentra el presbítero (obispo), que distribuye limosnas (la Eucaristía),
entre los más necesitados. Si la envidia existiera entre los ángeles, los
querubines habrían envidiado a los hombres. En donde Sión colocó la Cruz
para crucificar al Hijo, germinó el árbol que dio a luz al Cordero. Donde los
clavos atravesaron las manos del Hijo, las manos de Isaac se abrieron para
presentar su ofrenda. Bendito sea el ministro, que lleva los misterios de su
Señor, y con su diestra distribuye la vida a los hombres. Bendito sea el
ministro que lleva el incensario puro, que con su fragancia hace que el
mundo sea dulce y agradable. Bendito sea el ministro, a quien el Espíritu
Santo ha levantado, y en cuya lengua ha puesto las llaves de la casa de
Dios. Bendito sea el ministro, que saca al hombre de lo más profundo del
abismo, para que el Señor lo eleve y lo una con Él en lo alto del cielo.
Aleluya. Bendito sea el ministro, que desata a los hombres en la tierra, para
que el Señor los desate en las alturas. 

OTRAS ORACIONES

De San Pascual Bailón


Preparación a la comunión
Rey de los cielos, Señor mío Jesucristo, yo, indigno pecador,
voyvuestra divina voz, fiado de vuestra clemencia. Vos me llamáis a
vuestra mesa, dándome a Vos mismo, en manjar, Por tanto, aunque

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pequeñuelo, osaré llegarmea vuestro altar, llamado poral convite que
ordenáis para vuestros fieles.
Suplico a vuestra Majestad salga yo con aquellos
frutos que tan alto Sacramento en vuestros amigos obra. Enfermo
soy, y Vos médico de mi salud. Pecador soy, y Vos el que hacéis justos a
los pecadores; Pobre soy, y Vos rico de riquezas celestiales. Dadme
Señor, aumento de fe y crecimiento de caridad, fortaleza de esperanza
y cumplimiento de todas las virtudes, con las cuales os sirva y alabe toda mi
vid por fe, y después os goce en el cielo por gloria
Amén.

Después de la comunión
Gracias os doy, Padre celestial, que me disteis a vuestro sagrado Hijo,
no sóló par librarme de la tiranía de Satanás, más aún, para consolarme
hecho manjar en esta santa hostia. Gracias os doy, infinito Redentor mio,
que con tanta largueza habéis enriquecido mi alma con vuestro sagrado
Cuerpo y Sangre. Gracias os doy, Espíritu Santo, caridad perfecta, porque
habéis visitado mi corazón y aumentado en él vuestro santo amor.
iOh Señor, si por la virtud de este Sacramento quedase mi alma unida
por amor con Vos! Suplico a vuestra Majestad que de aquí en adelante yo
no os ofenda más Séame desabrido el mundo y sus honras; del todo mi
espíritu enseñoree a mi flaca carne y, con vuestro favor, gane yo perfecto
triunfo del demonio, Crezca en mí vuestro santo amor, la fe y esperanza
sean del todo perfectas en mi; para que mi alma vaya creciendo de virtud en
virtud, hasta que vea y goce por clara visión de lo que aquí adora en fe, y
posea con alegría de perpetua gloria al que, encerrado y encubierto, recibí
en esta santa hostia. Amen.

Quédate, Señor conmigo Para después de la Misa P. Pío


Quédate, Señor, conmigo, porque es necesaria tu presencia para no
olvidarte. Sabes cuán fácilmente te abandono.

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Quédate, Señor, conmigo, pues soy débil y necesito tu fuerza para no caer
muchas veces.
Quédate, Señor, conmigo, porque eres mi luz y sin ti estoy en tinieblas.
Quédate, Señor, conmigo, porque eres mi vida y sin ti pierdo el fervor.
Quédate, Señor, conmigo, para darme a conocer tu voluntad.
Quédate, Señor, conmigo, para que oiga tu voz y te siga.
Quédate, Señor, conmigo, pues deseo amarte mucho y estar siempre en tu
compañía.
Quédate, Señor, conmigo, si quieres que te sea fiel.
Quédate, Señor, conmigo, porque por más pobre que sea mi alma, desea ser
para ti un lugar de consuelo y un nido de amor.
Quédate, Jesús, conmigo, pues es tarde y el día se acaba… La vida
pasa; la muerte, el juicio, la eternidad se acercan y es necesario recuperar
mis fuerzas para no demorarme en el camino, y para ello te necesito. Ya es
tarde y la muerte se acerca. Temo la oscuridad, las tentaciones, la aridez, la
cruz, los sufrimientos – y te necesito mucho, Jesús mío, en esta noche de
exilio.
Quédate, Jesús, conmigo, porque en esta noche de la vida, de
peligros, necesito de ti. Haz que, como tus discípulos, te reconozca en la
fracción del pan; que la comunión eucarística sea la luz que disipe las
tinieblas, la fuerza que me sustenta y la única alegría de mi corazón.
Quédate, Señor, conmigo, porque en la hora de la muerte quiero estar
unido a ti; si no por la comunión, al menos por la gracia y por el amor.
Quédate, Jesús, conmigo; no pido consuelos divinos porque no los
merezco, sino el don de tu presencia, ¡ah, sí, te lo pido!
Quédate, Señor, conmigo; sólo a ti te busco; tu amor, tu gracia, tu
voluntad, tu corazón, tu espíritu, porque te amo y no pido otra recompensa
sino amarte más. Con un amor firme, práctico, amarte de todo corazón en la
tierra para seguirte amando perfectamente por toda la eternidad.

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Al amor de los amores Jesús Sacramentado de Santa Teresita
Sagrario del Altar el nido de tus más tiernos y regalados amores.
Amor me pides, Dios mío, y amor me das; tu amor es amor de cielo, y el
mío, amor mezclado de tierra y cielo; el tuyo es infinito y purísimo; el mío,
imperfecto y limitado. Sea yo, Jesús mío, desde hoy, todo para Ti, como Tú
los eres para mi. Que te ame yo siempre, como te amaron los Apóstoles; y
mis labios besen tus benditos pies, como los besó la Magdalena convertida.
Mira y escucha los extravíos de mi corazón arrepentido, como escuchaste a
Zaqueo y a la Samaritana. Déjame reclinar mi cabeza en tu sagrado pecho
como a tu discípulo amado San Juan. Deseo vivir contigo, porque eres vida
y amor.
Por sólo tus amores, Jesús, mi bien amado, en Ti mi vida puse, mi
gloria y porvenir. Y ya que para el mundo soy una flor marchita, no tengo
más anhelo que, amándote, morir.

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ARTÍCULO: LOS SANTOS Y LA EUCARISTÍA

• Sagrada Comunión: Jesús es mío.


• La pureza del alma necesaria para la Sagrada Comunion.
• Sagrada Comunion con María.
• Accion de Gracias después de la Sagrada Comunión.
• El Pan del fuerte y Víatico para el Cielo.
• A Diario con El.
• Comunión Espiritual.

Sagrada Comunión: Jesús es mío.


En la Sagrada Comunión, Jesús se da a mí y se hace mío, Todo mío, en Su
Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Así pues, un día Santa Gemma Galgani dijo
cándidamente a Jesús: "Yo soy Tu dueña."

Con la Comunión, Jesús entra en mi corazón y permanece corporalmente


Presente en mí, por tanto tiempo como las especies (las apariencias) de pan
duran; es decir, por aproximadamente 15 minutos. Durante este tiempo, los
Santos Padres nos enseñan que los ángeles me rodean, y continúan amando y

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adorando a Jesús sin interrupción. "Cuando Jesús está corporalmente presente en
nosotros, los ángeles nos rodean como una Guardia de Amor," escribió San
Bernardo.

Quizá pensamos muy poco acerca de la sublimidad de toda Sagrada


Comunión, y sin embargo, San Pio X dijo que "si los Angeles pudieran sentir
envidia, nos envidiarían por la Sagrada Comunión." Y Santa Magdalena Sofía
Barat, definió la Sagrada Comunión como "Paraíso sobre la tierra."

Todos los Santos han comprendido por experiencia, la maravilla Divina


del encuentro y unión con Jesús en la Eucaristía. Ellos comprendieron que una
Sagrada Comunión devota, significa el ser poseídos por El, y poseerlo. "El que
come Mí Carne y bebe Mí Sangre, vive en Mi y Yo en él." (Juan 6:57) Una
ocasión Santa Gemma Galgani escribío: "Ya es de noche, la mañana se acerca y
entonces Jesús se posesionará de mí y yo lo poseeré a Él." No es posible tener
una unión de amor más profunda y más total: El en mí y yo en El; el uno en el
otro. ¿Qué más podemos desear?
"Ustedes envidian, - decía San Juan Crisóstomo, - "la oportunidad de la
mujer que tocó las vestimentas de Jesús, de la mujer pecadora que lavó Sus pies
con sus lágrimas, de las mujeres de Galilea que tuvieron la felicidad de seguirlo
en sus peregrinaciones, de los Apóstoles y discípulos que conversaron con El
familiarmente, de la gente de esos tiempos, quienes escucharon las palabras de
Gracia y Salvación de Sus propios labios. Ustedes llaman felices a aquellos que
Lo miraron ... mas, vengan ustedes al altar, y Lo podrán ver, Lo podrán tocar, le
podrán dar besos santos, Lo podrán lavar con sus lágrimas, Le podrán llevar con
ustedes igual que María Santísima."
Por esta razón, los Santos han deseado y suspirado por la Sagrada
Comunión con un amor ardiente; por ejemplo, San Francisco de Asís, Santa
Catarina de Siena, San Pascual Baylon, Santa Verónica, San Gerardo, Santa
Margarita María Alacoque, Santo Domingo Savio, Santa Gemma Galgani ... no
tiene caso seguir, porque uno necesitaría realmente listar a todos los Santos.

Por ejemplo, sucedió una noche a Santa Catarina de Genoa, que soñaba
que al día siguiente no podría recibir la Sagrada Comunión. El dolor que ella
experimentó fué tan grande, que lloró incesantemente, y cuando despertó la

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mañana siguiente, encontró que su cara estaba toda mojada por las lagrimas que
derramó en el sueño.
Santa Teresa del Niño Jesús, escribió un Poemita Eucarístico: "Deseos
junto al Tabernáculo," en el cual, entre otras cosas hermosas, decía: "Yo quisiera
ser el caliz, en el cual yo pudiera adorar la Sangre Divina. Puedo sin embargo en
el Santo Sacrificio, recogerla en mí cada mañana. Por tal motivo, mi alma es más
apreciada por Jesús, es más preciosa que vasijas de oro." ¿Y cual no fué la
felicidad de esta Santa angélica, cuando durante una epidemia, se le concedió
recibir Comunión diaria?
Santa Gemma Galgani, fué puesta a prueba un día por su confesor, quien
le prohibió recibir la Sagrada Comunión. "Oh, Padre, Padre,- le escribió a su
director espiritual.- hoy fuí a la Confesión, y el confesor ha dicho que yo debo de
abstenerme de recibir a Jesús. Oh, Padre mío, mi pluma no quiere escribir más,
mi mano me tiembla fuertemente ... Lloro." ¡Santa querida! Verdaderamente un
Serafín ardiendo de amor por la Eucaristía.
Similarmente, San Gerardo Majella debido a un reporte falso y envidioso
del cual no quizo defenderse, fué castigado privándosele de la Sagrada
Comunión. El sufrimiento del Santo fué tal, que un día rehusó ir a ayudar en la
Santa Misa a un sacerdote que estaba visitando, "porque- dijo- al mirar a Jesús en
la Hostia en las manos del sacerdote, no podré resistir el tomar por la fuerza la
Hostia de sus manos." ¡Qué deseo consumía a este Santo maravilloso! Y que
reproche para nosotros qué, quizá, podríamos recibir con facilidad la Sagrada
Comunión a diario, y no lo hacemos. Eso es una señal de que carecemos de lo
más esencial: Amor. Y quizá estamos tan enamorados de placeres terrestres que
ya no podemos apreciar las delicias celestials de unión con Jesús en la Hostia.
"¿Criatura, como puedes tu sentir la fragancia del Paraíso que se difunde del
Tabernáculo?" preguntaba San Felipe a un hombre joven enamorado de los
placeres carnales, de bailes y diversiones. Los gozos de la Eucaristía y la
satisfacción de los sentidos, "se oponen uno al otro" (Gal. 5:17) y el "hombre
sensual no percibe estas cosas que son del Espíritu de Dios" (1 Cor. 2:14). Esta es
sabiduría que viene de Dios.

San Felipe Neri amaba tanto la Eucaristía, que aún cuando estuvo
gravemente enfermo recibía la Sagrada Comunión a diario, y si no le traían a
Jesús muy tempranito en la mañana, se trastornaba mucho y no encontraba
reposo de ningun modo. "Mi deseo de recibir a Jesús es tanto,- exclamaba,- que
no puedo encontrar paz mientras espero." Lo mismo sucedió en nuestros tiempos
con el Padre Pio de Pieltrecina, y únicamente la obediencia podía hacerlo esperar

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hasta las 4 o 5 a.m. para celebrar Misa. Verdaderamente, el amor de Dios es un
"Fuego Devorador." (Deut. 4:24)

Cuando Jesús es mío, la Iglesia entera se exalta; la Iglesia en el cielo, en el


Purgatorio y la Iglesia en la tierra. ¿Quien puede expresar el gozo de los Angeles
y de los Santos a cada Sagrada Comunión que se recibe devotamente? Un nuevo
torrente de amor llega al Paraíso, y causa que los Espíritus Benditos Vibren, cada
vez que una criatura se une a Jesús para poseerlo, y ser poseído por El. Una
Sagrada Comunión es de muchísimo más valor que un éxtasis, una visión o un
rapto. ¡La Sagrada Comunión transporta todo el Paraíso para dentro de mi
corazón!
Para las Animas del Purgatorio pues, la Sagrada Comunión constituye el
regalo personal más querido que de nosotros puedan recibir. ¿Quien puede decir
a qué grado las Sagradas Comuniónes les ayudan para su liberación? Un día,
Santa María Magdalena de Pazzi tuvo una aparición de su padre difunto, y este le
dijo que a fin de que el pudiera dejar el Purgatorio, se necesitaban ciento siete
Sagradas Comuniónes Y de hecho, cuando se ofrecio la ultima de las ciento siete
Sagradas Comuniónes por su alma, la Santa vío a su padre ascender a los Cielos.
San Buenaventura se convirtió en un apóstol de esta verdad, y se refirió a
ella con tonos vibrantes: "¿Oh Cristianos, desean ustedes probar su verdadero
amor hacia sus seres queridos que se han ido? ¿Desean mandarles su más
preciosa ayuda y la Llave Dorada del Cielo? Reciban a menudo la Sagrada
Comunión por el reposo de sus almas."
Finalmente, reflexionemos que en la Sagrada Comunión no sólo nos une a
Jesús, sino también a todos los miembros del Cuerpo Místico de Cristo, más
queridas por nuestros corazones. Es en la Sagrada Comunión donde captamos
totalmente las palabras de Jesús: "Yo en ellos ... para que tengan unión perfecta"
(Juan 17:23). La Eucaristía nos hace uno, aún entre nosotros, Sus miembros, "uno
todos en Jesus" como lo dice San Pablo (Gal. 3:28). La Sagrada Comunión, es
verdaderamente puro amor, por Dios y por el prójimo. Es la "Fiesta de Amor"
verdaderamente, según dijo Santa Gemma Galgani. Y en esta "Fiesta del Amor",
el alma enamorada se puede regocijar, cantando con San Juan de la Cruz: "Mios
son los Cielos, y mía es la tierra. Míos son los hombres; los Justos son míos y los
pecadores son míos. Los Angeles son míos, y tambien la Madre de Dios; todas
las cosas son mías. El mismo Dios es mío y para mí, porque Cristo es mío, y todo
para mí."
La pureza del alma necesaria para la Sagrada Comunion.

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¿Que hay que decir acerca de la gran pureza de alma con que los Santos se
acercaron a recibir el pan de los Angeles? Sabemos que ellos tenían gran
delicadeza de conciencia, verdaderamente angélica. Conocedores de su propia
miseria, trataban de presentarse ante Jesús "santos e inmaculados", (Efe. 1:4)
repitiendo con el Publicano: "Oh Dios, ten misericordia de mí, que soy un
pecador" (Luc. 18:13), y después de haber recurrido con gran cuidado a limpiarse
en la Confesión.
Cuando San Gerónimo, al fin de su vida le trajeron los Santos Viáticos, el
Santo se postró sobre el suelo en adoración, y fué escuchado que repetía con
humildad profunda las palabras de Santa Isabel, y aquellas de San Pedro: ''Cómo
es ésto, que mi Senor venga a mí. Alejate de mí, pues yo soy un hombre pecador,
oh Dios'' (Luc 5:8). ¿Y cuantas veces se vió tentada la angélica y seráfica Santa
Gemma de no recibir la Sagrada Comunión, porque se consideraba que no era
ella nada más que "una pila de estiércol"?
El Padre Pio de Pieltrecina, acostumbraba a repetir con trepidación a sus
hermanos: "Dios mira manchones aún en los Angeles. ¡Que tanto no mirará en
mí!" Por esta razón, era muy diligente en hacer sus Confesiones Sacramentales.
"Oh, si pudieramos comprender quién es ese Dios a Quien recibimos en la
Sagrada Comunión, entonces sí, que pureza de corazón traeríamos ante El,"
exclamaba Santa María Magdalena de Pazzi.
Por esta razón, San Hugo, Santo Tomas de Aquino, San Francisco de
Sales, San Ignacio, San Carlos Borromeo, San Francisco Borgia, San Luis
Bertrand, San José Cupertino, San Leonardo de Port Maurice y muchos otros
santos, iban a confesarse todos los días antes de celebrar la Santa Misa.
San Camilo de Lellis nunca celebró la Santa Misa sin confesarse primero,
ya que el quería cuando menos "desempolvar" su alma. Una vez, al atardecer en
una plaza publica de Lovorno, y antes de despedirse de un sacerdote de su misma
orden religiosa, considerando que no tendría tiempo de confesarse a la mañana
siguiente antes de su Misa, pausó un momento, se quitó el sombrero, hizo el
signo de la Cruz, y se confeso ahí mismo, en la plaza pública, ante su hermano.
Así mismo, San Alfonso, San José Cafasso, San Juan Bosco, San Pio X y
Padre Pio de Pieltrecina, iban a Confesión muy a menudo. Y por qué razón quizo
San Pio X bajar la edad para la Primera comunión a los 7 años, sino para permitir
que Jesús entrara a los corazones inocentes de los niños, que son tan similares a
los ángeles. ¿Y por qué se deleitaba tanto el Padre Pio cuando le traían criaturas
de cinco años de edad quienes estaban ya bien preparados para recibir su Primera
Sagrada Comunión?

46
Los Santos aplicaron a la perfección la directiva del Espíritu Santo: "Que
cada uno se examine primero, y entonces que coma del Pan y bebá del Cáliz;
porque el que come y bebe indignamente, come y bebe su propia condenación" (1
Cor. 11:28-29).
El examinarse a sí mismos, arrepentirse, acusarse en la Confesíon, y pedir
a Dios perdón, y de esta manera aun diariamente beneficiarse con el Sacramento
de la Confesíon, era algo natural para los santos. Que afortunados eran ellos, al
ser capaces de tanto! Los frutos de santificación eran constantes y abundantes por
la pureza de sus almas con que cada Santo recibia dentro de sí a Jesús, "el Trigo
de los elegidos," (Zac. 9:17) era como la "buena tierra ... en donde da fruto la
perseverancia" (Luc. 8:15).
San Antonio María Claret ilustra este hecho muy bien: "Cuando vamos a
la Sagrada Comunión, todos nosotros recibimos al mismos Señor Jesús, mas no
todos reciben las mismas Gracias, ni tampoco los mismos efectos se producen en
todos. Esto se debe a nuestra mayor o menor disposición. Para explicar esto,
tomaré un ejemplo de la naturaleza. Consideren el proceso de injertar: entre más
similar es una planta a la otra, se logra mejor el injerto. De la misma manera,
entre mas parecido hay entre el que va a Comunión y Jesús, mucho mejor serán
los frutos de la Sagrada Comunión." El Sacramento de la Confesión es en
realidad un medio excelente por el cual se restablece la similaridad entre el alma
y Jesús.
Por esta razón, San Francisco de Sales enseñaba a sus hijos espirituales:
"Vayan a la Confesión con humildad y devoción ... si es posible, cada vez que
vayan a recibir la Sagrada Comunión, aun cuando no sientan en su conciencia
ningún remordimiento de pecado mortal."
Referente a esto, es bueno recordar la enseñanza de la Iglesia. La Sagrada
Comunión debe ser recibida unicamento cuando uno está en la Gracia de Dios.
Por tal motivo, cuando uno ha cometido un pecado mortal, aún cuando nos
hayamos arrepentido de él y tengamos un gran deseo de recibir la Sagrada
Comunión, es necesario e indispensable confesarse primero, antes de recibir la
Sagrada Comunión, de otra manera, uno comete un gravísimo pecado de
sacrilegio, por el cual Jesús dijo a Santa Brígida: "¡NO EXISTE EN LA TIERRA
CASTIGO QUE SEA BASTANTE GRANDE PARA CASTIGARLO
SUFICIENTEMENTE!"
San Ambrosio dijo que las personas que cometen este sacrilegio, "vienen a
la Iglesia con pocos pecados, y se alejan cargados con muchos." San Cirilo
escribió algo aún más duro: "Los que reciben una Comunión sacrílega, reciben a
Satanás y a Jesucristo dentro de sus corazones - a Satanás, para permitirle reinar,

47
y a Jesucristo para ofrecerlo en sacrificio como Víctima para Satanás." El
Catecismo del Concilio de Trento (De Euc., v.i) declara así: "Como de todos los
Sagrados Misterios ... ninguno se puede comparar con la Eucaristía, así también
no hay mayor castigo por ningun crimen por el cual podamos temer a Dios, que
por el sacrílego e irreligioso uso por los fieles de eso que ... contiene al mismo
Autor y Origen de Santidad."
En su defecto, una Confesion hecha antes de recibir la Sagrada Comunión
con el propósito de presentar a un alma que aún en estado de Gracia pueda
quedar más hermosa y más pura, es algo muy precioso, aunque no sea requerido.
Es precioso porque reviste al alma con una "túnica matrimonial" aún más
hermosa (cf. Mat. 22:12) con la que pueda participar en la mesa con los Angeles.
Por esta razón, las almas más concientes han hecho siempre el más frecuente uso
(por lo menos una vez a la semana) de la limpieza sacramental de la absolución,
aún de pecados veniales. Si ustedes desean gran pureza de alma con el fin de
recibir a Jesús, ninguna pureza brilla más que la que se obtiene cuando hacemos
una buena confesión, donde la limpiadora Sangre de Jesús deja el alma
arrepentida, divinamente brillante y hermosa. "El alma que recibe la Sangre
Divina se vuelve hermosa, como si estuviera vestida con la prenda más preciosa,
y se presenta tan radiante que si la pudiéramos ver, estaríamos tentados a
adorarla," declaro Santa María Magdelena de Pazzi.
Sagrada Comunion con María. -
¡Oh, cuánto le gusta a Jesús el ser recibido por un alma que se ha limpiado
y vestido con Su sangre Divina! ¡Y que afectuoso deleite le causa cuando tal
alma es una virgen casta! Puesto que "la Eucaristía vino del Paraíso de la
Virginidad" (a saber, María), dijo San Alberto el Grande; y nuestro Señor
Eucarístico no encuentra ese paraíso a excepción de en la virtud. Nadie puede
repetir, tan bien como una virgen, con la esposa del cantar de los Cantares en
cada Sagrada comunión: "Todo mío es mi verdadero Amor, y yo soy toda
Suya; ... El va a pacer entre las azucenas ... Regresa, Amor de mi corazón" (Cant.
2:16-17).
Una manera digna de alabanza de prepararse para la Sagrada Comunión, es
el invocar a la Inmaculada Virgen María, contar con Ella para que nos capacite
para recibir a Jesús con su humildad, Su pureza y Su amor - pidiendole que mejor
sea Ella quien venga a recibirlo en nosotros. Esta practica piadosa es muy
recomendada por los Santos, en particular por San Luis Grignon de Montfort,
San Pedro Eymard, San Alfonso de Liguori, y San Maximiliano María Kolbe.
"La mejor preparación para la Sagrada comunión, es la que se hace con María",
escribió San Pedro Eymard. Una ilustración deliciosa es dada por Santa Teresa
de Lisieux, pintando su alma como una niñita de tres o cuatro años de edad, cuyo
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pelo y vestido desordenados la hacían sentirse avergonzada de presentarse ante el
riel del altar a recibir a Jesús. Sin embargo, apela a la Santa Madre, "e
inmediatamente,- escribe la Santa,- la Virgen María ocúpase en mí. Rápidamente
reemplaza mi vestido sucio, recoge mi pelo con un listoncito hermoso, y le
agrega una simple flor ... Esto es suficiente para hacerme atractiva, y me permite
tomar mi lugar sin bochorno alguno en el banquete de los Angeles."
Tratemos este método de preparación. No seremos desilusionados.
Podremos decir lo que Santa Gemma exclamó en éxtasis: "¡Qué hermoso es el
recibir la Sagrada Comunión con la madre del Paraíso!"
acción de Gracias después de la Sagrada Comunión.
El tiempo de Acción de Gracias después de la Sagrada comunión, es el
momento más ideal para intercambiar íntimamente Amor con Jesús. Dejemos
que sea un amor de entrega total, correspondiendo al Amor de Jesús tan
completamente, que ya no sean dos, sino uno por decir así, en cuerpo y alma.
Que sea un amor que vivifique y una,- El en mí y yo en El, para que seamos
consumidos en la singularidad y unidad de Su Amor.
''Tú eres mi amada presa, igual que yo soy el objeto de Tu caridad
inmensa," decía tiernamente Santa Gemma a Jesús.
San Juan escribió: "Benditos son los invitados a la Mesa del Banquete
Nupcial del Cordero" (Apoc. 19:9). En verdad, en la Comunión Eucarística
recibida correctamente, el alma realiza una virginal unión celestial, un amor
nupcial por el esposo, Jesús, a Quien el alma puede decir con el entusiasmo más
tierno de la Esposa del Cantar de los Cantares: "¡Béseme El con los besos de Su
boca!" (Cant. 1:1)
La Acción de Gracias es una probadita, aquí en la tierra, del amor que
experimentaremos en el Paraíso. ¿De hecho, como amaremos a Jesús en el Cielo
sino siendo uno con El eternamente? ¡Querido Jesús, Dulce Jesús, Oh, como
debería agradecerte por cada Sagrada Comunión que me concedes! ¿Acaso no
tenía Santa Gemma una buena razón para decir que en el Paraíso, ella te estaría
más agradecida por la Eucaristía, más que por cualquier otra cosa? ¡Qué milagro
tan grande de amor el estar unido tan completamente Contigo, Oh Jesús!
Agua, levadura, cera.
San Cirilo de Alejandría, Padre de la Iglesia, usaba tres ilustraciones para
mostrar la unión de amor con Jesús en la Sagrada Comunión: "Quien recibe
Comunión, es hecho Santo y Divino en cuerpo y alma, del mismo modo que el
agua puesta sobre el fuego, hierve. ... La Comunión obra como la levadura que se

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mezcia con la harina, haciéndola levantarse ... Igual que derritiendo dos velas
juntas se obtiene una sola pieza de cera, así yo creo que uno que recibe la Carne y
Sangre de Jesús, se funde con El por esta Comunión, y el alma descubre que uno
esta en Cristo, y Cristo esta en uno."
Por esta razón, Santa Gemma Galgani hablaba maravillada de asombro
acerca de la Unión Eucarística entre: "Jesús, quien lo es todo, y Gemma quien no
es nada." En extasis exclamaba: "¡Qué gran dulzura hay, Oh Jesús, en la
Comunión! Yo deseo vivir en Tu abrazo, y morir en Tu abrazo." Y el Beato
Contardo Ferrini, escribio: "!Oh, Sagrada Comunión! ¡Alturas indescifrables que
el espíritu alcanza! ¿Qué cosa tiene el mundo que iguale estos gozos puros,
celestiales, estos sabores de Gloria Eterna?"
Existe en la Sagrada Comunión otro valor que ha merecido nuestras
reflexiones, y es en referencia a la Santísima Trinidad. Un día, Santa María
Margarita de Pazzi estaba arrodillada con los brazos cruzados, entre las Novicias,
después de la Comunión. Elevó sus ojos en direccion al Cielo, y dijo: "Oh
Hermanas, si tan sólo pudiéramos comprender el hecho de que mientras que las
Especies Eucarísticas permanecen dentro de nosotros, Jesús está ahí, trabajando
en nosotros, inseparablemente del Padre y del Espíritu Santo, y por lo tanto, toda
la Santa Trinidad esta ahí ..." No pudo terminar de hablar, porque se quedó
perdida en el éxtasis.
Permanecer por lo menos Quince minutos.
Los Santos escogieron, siempre que fuera posible, evitar poner límite al
tiempo para la Acción de Gracias después de la Comunión, el cual debiera durar
cuando menos una media hora. Santa Teresa de Jesús deciá a sus Hijas:
"Detengámonos con Jesús amantemente, y no desperdiciemos la hora que sigue a
la Sagrada Comunión. Ese es un momento ideal para tratar con Dios, poner frente
a El los asuntos que conciernen a nuestras almas ... Puesto que sabemos que
Jesús permanece en nosotros hasta que nuestro calor natural disuelve las
cualidades del pan, deberíamos tener mucho cuidado de no perder esta
oportunidad tan hermosa de tratar con El, y poner nuestras necesidades frente a
El."
San Francisco de Asís, Santa Juliana Falconieri, Santa Catalina, San
Pascual, Santa Verónica, San José Cupertino, Santa Gemma, y muchos otros,
acostumbraban casi siempre caer en un éxtasis de amor inmediatamente después
de la Sagrada Comunión. En cuanto a la duración, solamente los Angeles medían
el tiempo. Igualmente Santa Teresa de Avila casi siempre caía en éxtasis
inmediatamente después de recibir la Sagrada Comunión, y algunas veces era
necesario acarrear su cuerpo del Comulgatorio.

50
San Juan de Avila, San Ignacio de Loyola, y San Luis Gonzaga,
acostumbraban hacer su Acción de Gracia sobre sus rodillas por dos horas. Santa
María Magdalena de Pazzi deseaba que continuara sin interrupcion. Era necesario
obligarla a que tomara algo de alimento. "Los minutos que siguen a la
Comunión,- decía la Santa- son los más preciosos que tenemos en nuestras vidas.
Son los minutos más propicios de parte nuestra para tratar con Dios, y de Su
parte, para comunicarnos Su Amor."
San Luis Grignon de Montfort, acostumbraba permanecer en Acción de
Gracias después de la Santa Misa, por lo menos media hora, y no permitía que
ninguna preocupación o compromiso, pudiera privarlo de ello. El decia: "Yo no
cambiaría esta hora de Acción de Gracias, ni siquiera por una hora en el Paraíso.
San Felipe y las velas.
El Apóstol San Pablo escribió: "Glorifiquen a Dios en su cuerpo." (1 Cor.
6:20) No hay ningún otro tiempo en el cual éstas palabras, tomadas literalmente,
se puedan aplicar tan bien, como durante el tiempo que sigue inmediatamente
después de recibir la Sagrada Comunión. ¡Que insensibilidad pues, es la de
alguien, de recibir la Sagrada Comunión y abandonar la Iglesia tan pronto como
termina la Misa, o inmediatamente despues de recibir a Nuestro Señor! Podemos
recordar el ejemplo de Felipe Neri, quién tenia dos Acólitos con velas encendidas
y los mandó a acompañar a un hombre que había dejado la Iglesia
inmediatamente despues de la Comunion. ¡Que hermosa lección! Aunque fuera
por buena educación si no hay otra razón, cuando una persona recibe a un
invitado, se detiene y le presta su atención y se interesa en él. Si este invitado es
Jesús, entonces deberemos tener razón de sentirnos doloridos de que Su presencia
corpórea en nosotros, apenas si dura quince minutos o un poquito más. En vista
de esto, San José Cottolengo acostumbraba a presenciar cuando se hacían y
horneaban las hostias para la Misa y la Comunión. A la Hermana que tenia esta
tarea asignada, el le daba la siguiente instruccion: "Haz las hostias mas gruesas, a
fin de que yo pueda gozar de mi Jesús por mucho tiempo. No quiero que se
disuelvan rápidamente las Sagradas Especies."
¿No estaremos quizá obrando contrario al ejemplo que nos han dado los
Santos, cuando pensamos que nuestro período de Acción de Gracias es muy
largo, y a lo mejor nos sentimos impacientes por darlo por terminado? ¡Mas, Oh,
cómo debemos tener cuidado en esto! Porque si es verdad que en toda Comunión,
"Jesús nos re-paga cien veces por la hospitalidad que le mostramos," segun
declara Santa Teresa de Jesús, entonces también es sabia verdad que deberemos
responder cien veces por negligencia a esta hospitalidad. Un amigo Capuchín del

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Padre Pio de Pieltrecina, cuenta que un día fué a confesarse con el Fraile Santo, y
entre otras cosas, le confesó haber omitido su Acción de Gracias después de la
Santa Misa, porque, -dijo-, un ministerio se lo impidió. Mientras que el Padre Pio
fué complaciente al juzgar las otras faltas, cuando oyo confesar la omisión, se
puso mucho mas serio, y con una mirada fuerte, le dijo firmemente: "Tengamos
cuidado de que nuestra incapacidad, no sea únicamente el carecer de disposición.
Yo siempre tengo que hacer mi Acción de Gracias; de lo contrario, me cuesta
muy caro."

Dediquemos a este asunto una consideración seria y atenta. Cuando se


trata de algo tan precioso como ésta Acción de Gracias, tomemos de corazón la
amonestación del Espíritu Santo: "No te prives de un buen día; y del buen don no
dejes perder ninguna parte." (Ecle. 14:14)
Acción de Gracias con Nuestra Señora.
Hay una belleza especial en una Acción de Gracias que se hace en
companía de Miaría, en honor de su Anunciación. Inmediatamente después de la
Comunión, llevamos a Jesús dentro de nuestras almas y nuestros cuerpos, igual
que la Santísima Virgen María cuando recibió el mensaje del Angel. No
podremos encontrar un modo mejor de adorar y amar a Jesús en esos momentos,
que haciendo que nuestras disposiciones estén de acuerdo con las de la Madre de
Dios, haciendo nuestros los mismos sentimientos de adoración y amor que Ella
tuvo hacia su Divino Hijo Jesús, enclaustrado dentro de Su Corazón Inmaculado.
Para lograr esto, puede ser de mucha ayuda el recitar rneditativamente los
Misterios Gozosos del Santo Rosario. Probémoslo. No podemos dejarnos de
beneficiar al unirnos de esta manera con Nuestra Señora, con el fin de amar a
Jesús con su Corazón Celestial.
El Pan del fuerte y Víatico para el Cielo.
No debiera ser necesario el decir que para todos, Cristo en la Eucaristía es
el verdadero PAN PARA FORTALECERLOS. Es el alimento que hace héroes a
los hombres, que sostiene a los martires, y que trae a las almas fortaleza y paz en
su última agonía.
En la Eucaristía, Jesús nos repite, a nosotros quienes sufrimos y gemimos
en este valle de lágrimas, esta afectuosa invitación: "Venid a Mí, todos los
agobiados y los cargados, y Yo os haré descansar." (Mat. 11:28). Pues
verdaderamente que: "Milicia es la vida del hombre sobre la tierra." (Job 7:1). Lo
que es más, los seguidores de Jesús "sufrirán persecución" (cf. 2 Tim. 3:12; Mat.
5:10); y es verdad que aquellos que son de Cristo, "han crucificado la carne con

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las pasiones y las concupiscencias" (Gal. 5:24) y que nosotros debemos vivir
como muertos "con Cristo a los elementos del mundo" (Col. 2:20).
También es verdad que con Jesús "todo lo puedo en Aquel que me
conforta" (Fil. 4:13), pues Jesús es "Todo" (cf. Juan 1:3; Col. 1:17). En la
Sagrada Comunión, El se hace "Todo mío.'' Entonces puedo decir con la sierva
de Dios, Luisa M. Claret de la Touche, ¿"Que puedo temer? El, quien sostiene al
mundo, está en mí. La Sangre de un Dios circula por mis venas: No temas Oh
alma mía. El Señor del Universo te ha tomado en Sus brazos, y quiere que
descanses en El."

Por eso San Vicente de Paul podía preguntar a sus misioneros: ¿"Habiendo
recibido a Jesús en sus corazones, puede algun sacrificio serles imposible?" Y
San Vicente Ferrer, durante los dos años que tuvo que sufrir en la prisión como
víctima de la persecusión, abundaba excedidamente de alegría durante todas sus
tribulaciones (cf. 2 Cor. 7:4), pues él se las arreglaba para poder celebrar a diario
la Santa Misa, a pesar de sus cadenas y grilletes, en la obscuridad de su calabozo.
La misma fortaleza y alegría mostraba Santa Juana de Arco, cuando se le
permitió recibir la Sagrada Eucaristía antes de ser ejecutada al poste. Cuando
Jesús entró a su obscura prisión, la Santa cayó de rodillas, y, arrastrando sus
cadenas, recibío a Jesús y se perdió absorta en oración. Tan pronto que fue
ordenada caminar hacia el patíbulo, se levantó y sin interrumpir su oracion
camino hacia su muerte. Procedió hasta la estaca y murió entre las llamas,
siempre en unión con Jesús, Quien permaneció en su alma y en ese cuerpo al ser
sacrificado.
Fortaleza de los Mártires.
Toda la historia de los mártires, desde San Esteban, el protomartir, y San
Tarciso, el martir angélico, hasta los mártires más recientes, es una historia de
fortaleza super-humana, la que la Eucaristía reviste sobre los que hacen batalla
contra el demonio y contra todos los poderes infernales que operan en el mundo
(cf. 1 Ped. 5:9).
Recordemos también el consuelo celestial y el auxilio que la Sagrada
Comunion trae a los enfermos, y no solamente a sus almas, sino tambíen a sus
cuerpos que en ocasiones recuperan la salud maravillosamente. Por ejemplo,
sucedía a Santa Lidwina y a Alejandrina de Costa, que durante todo el tiempo
que las Especies Sagradas permanecían en sus cuerpos, cesaban
maravillosamente sus terribles sufrimientos físicos. Los mismo sucedía San
Lorenzo de Brindisi y a San Pedro Claver, que todos los dolores de las

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enfermedades tan serias que los venían atormentando, cesaban cuando ellos
celebraban la Santa Misa.
Cuiden primero de sus almas.
Pero la más consoladora de todas, es la última Sagrada Comunion del
cristiano, la cual es llamada Viático, es decir: Alimento para el viaje de esta vida
a la otra. Oh, que importancia tan grande le dieron los Santos a que se recibiera
con bastante tiempo y con la mejor de las disposiciones.
Cuando Santo Domingo Savio fué enviado a casa por su grave
enfermedad, el médico tenía buenas esperanzas de que se recuperara. Más el
joven santo llamó a su padre y le dijo: "Padre, sería muy bueno que yo tratara con
el Médico Celestial. Deseo confesarme y recibir la Sagrada Comunión."
Cuando la salud decayente de San Antonio Claret empezó a causar seria
alarma, se llamó a dos médicos para consulta. Al notar ésto, el santo comprendió
la gravedad de su enfermedad, y dijo: "Comprendo, pero primero debemos
preocuparnos por el alma, y después por el cuerpo." Y pidió recibir
inmediatamente los Sacramentos. Después de hacer esto, envió por los medicos y
les dijo: "Ahora hagan lo que ustedes gusten."
Primero el alma, y después el cuerpo. ¿Es posible que nosotros no
apreciemos esto? A veces pensamos tan poco, que nos preocupamos demasiado
por llamar al doctor para que atienda al enfermo, y le damos rodeos para llamar
al sacerdote hasta el útimo momento, cuando el paciente está ya quizá tan ido,
que no tiene conciencia de que recibe el Sacramento, y a veces ya ni los puede
recibir. ¡Oh, que tontos, que necios somos! ¿Como podemos escapar a que se nos
pidan cuentas, si por no llamar al sacerdote a tiempo, ponemos en peligro la
salvación del alma del moribundo, y lo privamos del soporte y gran ayuda que
podría recibir en sus últimos momentos?

La Eucaristía es la mayor garantía de la promesa de vida verdadera para el


cristiano que habita en esta pobre tierra de exilio. "Nuestros cuerpos, escribió San
Gregorio de Nyassa, cuando se unen al Cuerpo de Cristo, obtienen el principio de
la inmortalidad, porque se unen a la inmortalidad."
Cuando la corta vida del cuerpo está fallando, miramos a Jesús, quien es la
Vida Eterna. El es dado a nosotros en la Sagrada Comunión para que sea la Vida
verdadera y duradera para nuestras almas inmortales, y para que sea la
Resurrección de nuestros cuerpos mortales. "El que come Mi Cuerpo y bebe Mi

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Sangre, tendrá la vida eterna" (Juan 6:55); "El que come este Pan, vivira por
siempre" (Juan 6:59), porque "Yo soy la Resurrección y la Vida" (Juan 11:25).
¡Ah, que Gracia tan grande son los Santos Viáticos! Cuando el Santo Cura
de Ars estaba muriendo y oyó el timbre de la campana que anunciaba la llegada
del Santo Viático, se conmovió hasta las lágrimas y dijo: ¿"Cómo podemos no
llorar, cuando Jesús viene a nosotros por ultima vez, con tanto amor?"
Sí, Jesús en la Santa Eucaristía, es Amor que se ha convertido en alimento
mío, mi fortaleza, mi vida, el ansia de mi corazón. Cada vez que Le recibo, ya
sea durante mi vida o a la hora de mi muerte, se hace El mío para hacerme Suyo.
Sí, El es todo mío, y yo soy todo Suyo; el uno en el otro, el uno perteneciendo al
otro. (cf. Juan 6:57) Esto es la plenitud de Amor para el alma y para el cuerpo, en
la tierra y en el Cielo.
A Diario Con El.-
Jesús está en el Tabernáculo por causa mía. El es el alimento de mi alma.
"Mi Carne es alimento verdadero, y Mi Sangre es bebida de verdad" (Juan 6:56).
Si yo quiero nutrirme espiritualmente y estar completamente lleno de vida, debo
de recibirlo. "En verdad, en verdad Yo les digo, a menos que coman la Carne del
Hijo del hombre y beban Su Sangre, no tendrán vida en ustedes" (Juan 6:54). San
Agustín nos informa que la gente católica de su diócesis en Africa, llamaban a la
Eucaristía con la palabra Vida. Cuando iban a la Sagrada Comunión, decían:
"Vamos a la Vida". ¡Qué manera tan maravillosa de expresarla!
Para conservar mis energías y poderes sobrenaturales,- mi vida
sobrenatural- en buena salud, debo de nutrirlos. La Sagrada Eucaristía es
exactamente lo que se necesita para esto, pues ella es "El Pan de vida" (Juan
6:35), el "Pan que ha bajado del Cielo" (Juan 6:59), que nos confiere, nos surte,
preserva y aumenta las energías espirituales del alma. San Pedro J. Eymard se
aventuró a decir: "La Comunión es tan necesaria para sostener nuestra vitalidad
Cristiana, como la Vision de Dios es necesaria para que los Angeles mantengan
su vida de gloria."
Todos los días debería yo de nutrir mi alma, igual que todos los días
alimento a mi cuerpo a fin de darle vitalidad física. San Agustín nos enseña: "La
Eucaristía es un Pan diario que tomanos como remedio para la debilidad de que
sufrimos a diario." Y San Pedro J. Eymard agrega: "Jesús ha preparado no sólo
una hostia, sino Una para cada día de nuestra vida. Las Hostias para nosotros ya
estan listas. No nos perdamos ni Una sola de Ellas."

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Jesús es esa Hostia, esa Víctima de amor, Quien es tan dulce y saludable
para el alma que movió a Santa Gemma Galgani a decir: "Siento una gran
necesidad de ser fortalecida de nuevo por ese alimento tan Dulce que Jesús me
ofrece. Esta afectuosa terapia que Jesús me da cada mañana, me desengarrota y
atrae hacia El todo el afecto que hay en mi corazón."
Para los Santos, la Comunión diaria llena una necesidad imperiosa, para
Vida y Amor, correspondiente al divino deseo de Jesús de darse a toda alma para
ser su Vida y su Amor. No deberíamos olvidar que el Jueves Santo era el día por
el que Jesús "esperaba". (cf. Luc. 22:15). Por eso el Santo Cura de Ars decía
enfáticamente: "Toda Hostia Consagrada está hecha para consumirse con amor
en un corazón humano." Y Santa Teresa de Lisieux escribió a otra hermana: "No
es con el fin de ocupar un ciborio dorado que Jesús viene todos los días desde el
Cielo, sino que es para encontrar otro cielo, es decir, nuestras almas, en las que
El se pueda deleitar,'' y cuando un alma bien capacitada para recibirlo no quiere
hacerlo, "Jesús llora." "Por consiguiente," continúa Santa Teresa "cuando él
diablo no puede entrar con el pecado a una alma, el desea que ese santuario
permanezca cuando menos desocupado, sin Dueño, y bien separado de la
Sagrada Comunión." Debería ser bien evidente, que aquí estamos confrontando
una trampa del diablo; pues únicamente el diablo puede tener interés en
conservarnos alejados de Jesús. Debemos pues estar en guardia. Debemos tratar,
no caer víctimas de los engaños de Satanás. "Esforcémonos por no perdernos una
Sagrada Comunión," nos aconseja Santa Margarita María Alacoque; "Apenas si
podemos causar a nuestro enemigo el diablo una mayor alegría, que cuando nos
alejamos de Jesús, Quien suprime el poder que el enemigo tiene sobre nosotros."
La Comunión diaria es un constante manantial de amor, de fortaleza, de
luz, de alegría, de valor, de toda virtud y todo bien. "Si alguno tiene sed, venga a
Mi y beba," (Juan 7:37). Sólo El es la "Fuente de agua brotante para la Vida
Eterna" (Juan 4:14). ¿Cómo puede haber alguien que estando en estado de Gracia
Santificante no desee, o se le haga dificil ir a esta Divina "Mesa del Señor"? (1
Cor. 10:21)
El gran Senor Canciller de Inglaterra, Santo Tomás Moro, quien murió
como martir por resistirse al Cisma, acostumbraba asistir a Misa todas las
mañanas y recibir la Sagrada Comunión. Algunos amigos trataban de disuadirlo,
diciéndole que esta costumbre no era viable para un secular comprometido tan
pesadamente en asuntos de estado. "Ustedes me presentan todas sus razónes, y
eso me convence más y más de que yo debo recibir la Sagrada Comunión a
diario, les dijo. Mis distracciones son numerosas, y con Jesús aprendo a
concentrarme. Las ocasiones de ofender a Dios son frecuentes, y yo recibo todos
los días de El, la fortaleza de huírlas. Necesito luz y prudencia para manejar

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asuntos tan difíciles, y todos los días yo consulto con Jesús en la Sagrada
Comunión. El es mi Gran Maestro."
En una ocasión, alguien preguntó al célebre Biólogo, Banting, que porque
se preocupaba tanto acerca de la Comunión diaria. ¿"Acaso han refleccionado
ustedes alguna vez,- les contestó- qué sucedería si el rocio no cayera todas las
noches? Ninguna planta se desenvolvería. El zacate y las flores no podrían
subsistir a las evaporaciones y la resequedad que el calor del día trae de una
manera u otra. Su ciclo de energías, su renovación natural, el balance de sus
fluidos linfáticos, la vida misma de las plantas requiere este rocío ..." Después de
una pausa, continuó: "Ahora bien, mi alma es como una plantita. Es algo mas
bien delicado con quien los vientos y el calor batallan todos los días. Así que es
necesario que cada mañana yo vaya a recibir mi porción fresca de rocío
espiritual, recibiendo la Sagrada Comunión."
San José Cottolengo recomendaba a los medícos de su Casa de Divina
Providencia, que oyeran Misa y recibieran Comunión, antes de comenzar sus
delicadas Intervenciones Quirúrgicas. Esto es porque, como el dijo: "La Medicina
es una gran ciencia, pero Dios es el Médico mas grande." El Beato José Moscati,
célebre médico de Nápoles, acostumbraba a ser muy regular en relación a esto, se
tomaba molestias increíbles, (a expensas de enorme inconveniencia,
especialmente en vista de los frecuentes viajes que tenía que hacer), a fin de
evitar el perderse la Comunión diaria. Si en un día era verdaderamente imposible
recibir la Comunión, no podía encontrar el valor ese día de hacer sus visitas
médicas; pues el decía: "Sin Jesús, yo no tengo la suficiente luz para salvar a mis
pobres pacientes.''
Oh, ardiente amor que tienen los Santos por la Sagrada Comunión diaria.
¿Y quién puede describirla propiamente? San José Cupertino, quien no dejaba de
recibir a su amado Señor todos los días, una vez se aventuró a decir a sus
hermanos de Orden Religiosa: "Estén seguros de que yo parta a la otra vida el día
en que yo no pueda recibir al 'Pecoriello' (el Gran Cordero)", como afectuosa y
devotamente llamaba al Divino Cordero. ¡Y de hecho, se necesitó una
enfermedad muy severa para impedirle recibir a Nuestro Señor en la Eucaristía
un día; y ese fué el día en que él murió!
Cuando el padre de Santa Gemma Galgani se preocupaba por la salud de
su hija, la criticaba por levantarse tan temprano para asistir a Misa. Su Padre,
mereció esta respuesta de la Santa: "Pero Padre, por lo que a mí toca, yo me
enfermo si no recibo a Jesús en la Sagrada Eucaristía."
Cuando Santa Catarina de Genoa supo del entredicho que se corrió en su
ciudad, poniendo una prohibición en contra de la Misa y la Sagrada Eucaristía,

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fué a pie caminando todos los días a un Santuario remoto en las afueras de
Genoa, con el objeto de recibir la Comunión. Cuando le dijeron que estaba
exagerando las cosas, la Santa replicó: "Si yo tuviera que ir por millas y millas
sobre carbones ardiendo a fin de recibir a Jesús, diría que el camino era fácil, tal
como si fuera caminando sobre una alfombra de rosas."
Esto nos debería enseñar una lección a nosotros que a lo mejor tenemos
una Iglesia acorta distancia, a la cual podemos ir a nuestra mayor conveniencia
recibir a Jesús en nuestros corazones. ¿Y aún cuando ésto nos costara algun
pequeño sacrificio, no valdría la pena?
Pero aún hay más con respecto a ésto, si refleccionamos que los Santos
hubieran querido recibir la Comunión no una sola vez, sino varias veces al día.

Ciberio lleno, cajas de pan vacías.


¡Sigamos adelante! no debemos pedir disculpas por hacer algo tan sagrado
como es el recibir a diario la Comunión, a la cual se adjuntan tantas bendiciones
para el alma y el cuerpo.
Bendiciones para el Alma
En cuanto a bendiciones para el Alma, San Cirilo de Alejandría, Padre y
Doctor de la Iglesia, escribió: "Si el veneno de la vanidad se esta hinchando en
ustedes, vuelvan a la Eucaristía; y ese Pan, que es su Dios, humillándose y
disfrazándose a Sí Mismo, les enseñará humildad. Si la fiebre de la avaricia
agoísta los arrasa, aliméntense con este Pan; y aprenderan generosidad. Si el
viento frío de la codicia los marchita, apúrense al Pan de los Angeles; y la
caridad vendrá a florecer en su corazón. Si sienten la comezón de la
intemperancia, nutranse con la Carne y la Sangre de Cristo, Quien practicó un
auto-control heroico durante Su vida en la tierra; y ustedes se volverán
temperantes. Si ustedes son perezosos y tardos para las cosas espirituales,
fortalézcanse con este Alimento Celestial; y serán fervorosos. Finalmente, si se
sienten quemados por la fiebre de la impureza, vayan al banquete de los Angeles;
y la Carne sin mancha de Cristo los hará puros y castos."
Cuando la gente quizo saber cómo era que San Carlos Borromeo se
conservaba casto y recto en medio de otros jovenes libertinos y frívolos, este era
su secreto: Sagradas Comuniónes frecuentes. Fué el mismo San Carlos quien
recomendó frecuente Comunión al joven San Luis Gonzaga, quien se convirtió
en el Santo de pureza Angélica. Seguramente, la Eucaristía prueba ser "el trigo de
los elegidos y el vino que hace brotar vírgenes" (Zac. 9:17). Y San Felipe Neri,

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sacerdote completamente familiarizado con la gente joven, hizo notar: "La
devoción al Santísimo Sacramento y la devoción a la Santísima Virgen, no son
simplemente el mejor camino, sino que de hecho son el único camino para
conservar la pureza. A la edad de veinte, nada sino la comunión puede conservar
puro el corazón de uno ... La castidad no es posible sin la Eucaristía." Esto es
muy verdadero.
Bendiciones para el Cuerpo.
¿Y qué hay de las bendiciones que la Sagrada Eucaristía trae al cuerpo?
San Lucas dijo de Nuestro Señor: "De El salía virtud y sanaba a todos" (Luc.
6:19). ¿Cuántas veces en Lourdes no ha sido verdad probada, acerca de Nuestro
Salvador en la Eucaristía? ¿Cuantos cuerpos han sido curados por este bondadoso
Señor, oculto en la blanca Hostia? ¿Cuánta gente, quienes sufrían de
enfermedades o de pobreza ha habido, quienes han recibide con el Pan
Eucarístico, el pan de a salud, de la fortaleza, y auxilio para otras necesidades?
Un día, San Juan Cottolengo notó que un número de pacientes en su Casa
de Providencia, habían escogido no recibir la Sagrada Comunión. El Ciborio se
quedó lleno. Ahora bien, ese mismo día se agotó en la despensa el pan para la
siguiente comida. El Santo poniendo el Copón sobre el altar, se volteó, y muy
animadamente hizo la siguiente declaración: "Ciborio lleno, caja de pan vacía."

Esto hizo patente una verdad. Jesús es la satisfacción de vida y amor para
mi alma. Sin El, todo lo demás esta vacío y arído. Con El, yo tengo a diario
reservas ilimitadas de todo bien, pureza y alegría.
Comunion Espiritual
La Comunión Espiritual es la reserva de la Vida y Amor Eucarístico,
siempre disponible para los amantes de Jesús Eucarístico. Por medio de la
Comunión Espiritual, se satisfacen los deseos voraces del alma que quiere estar
unida a Jesús, su Esposo. La Comunión Espiritual es una unión de amor entre el
alma y Jesús en la Hostia. Esta unión es espiritual, más sin embargo, es real, más
real que la unión entre el alma y el cuerpo, "porque el alma vive más donde ama
que donde vive," dice San Juan de la Cruz.
Fe, Amor y Deseo.
Como es evidente, la Comunión Espiritual asume que tenemos fe en la
Presencia Real de Jesús en el Tabernáculo. Implica que quisiéramos la Comunión
Sacramental, y demanda gratitud por el regalo que nos hace Jesús en este
Sacramento. Todo esto se expresa simple y brevemente en la formula de San
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Alfonso: "Creo Jesús Mío que estás real y verdaderamente presente en el
Santísimo Sacramento del Altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte
dentro de mi alma, más ya que no lo puedo hacer en este momento
sacramentalmente ven por lo menos espiritualmente a mi corazón. (Pausa) Como
si ya te hubiese recibido, yo me abrazo y me uno totalmente a Tí. Nunca, nunca
permitas que me separe de Tí. Amen"
La Comunión Espiritual, como nos enseña Santo Tomás Aquino y San
Alfonso Liguori, producen efectos similares a la Comunión Sacramental, de
acuerdo a las disposiciones con que se hace, la mayor o menor vehemencia con
que se desea a Jesús y se le tributa la atención que merece.

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En todo momento, al Espíritu Santo:

Oh, Rey Celestial, Paráclito, Espíritu de Verdad, que estás en todas partes
y llenas todas las cosas, Tesoro de todo bien, y Dispensador en la Vida,
ven y mora en nosotros, purifícanos de toda mancha y salva nuestras
almas, Oh Bondadoso.

Al Santísimo Espíritu, pidiendo perdón:

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Señor Rey de los cielos, Consolador, Espíritu de Verdad, ten
misericordia y piedad de mí tu servidor pecador e indigno y absuelve todos
los pecados que humanamente cometí hoy, y no sólo como hombre, incluso
peor que una bestia, mis pecados voluntarios e involuntarios cometidos en
conciencia o ignorancia, los de mi juventud y por falsas sugerencias,
aquellos que son frutos de la temeridad o de la aflicción. Si he jurado por
tu Nombre, o lo he vilipendiado en mi pensamiento, o he reprochado a
alguien, o en mi ira he injuriado o calumniado.

Si a alguien he entristecido, o si me he enojado por nada, si he mentido, si


he dormido innecesariamente, si un mendigo ha acudido a mí y lo he
despreciado, si causo pena a mi hermano o discutido con él, o si he
juzgado a alguno, si me he envanecido, o enorgullecido, o si la ira me
dominó o si durante la oración mi mente se ha distraído por la fascinación
de este mundo, si mi imaginación se ha complacido en pensamientos
impuros, si me entregué a la gula o a la embriaguez, o si he reído en
exceso, o he pensado mal, si he codiciado lo ajeno, o he
pronunciado palabras ilícitas, o me he burlado de las faltas de mi prójimo,
cuando las mías son innumerables, o he descuidado la oración o he
incurrido en cualquier otro pecado que no puedo recordar, todo esto y
mucho más, Te confieso hacedor mío Soberano, apiádate de mi, tu afligido
e indigno, servidor redímeme, absuélveme y perdóname en tu bondad y
amor a los hombres, a fin de que lascivo, pecaminoso y despreciable como
soy, pueda acostarme y gozar de un sueño tranquilo y venerar, alabar y
glorificar tu Honorabilísimo Nombre, con el Padre y Su Hijo Unigénito,
ahora y siempre y en los siglos de los siglos. Amén.

Señor Jesús, que me conozca a mí,


y que te conozca a Ti.
Que no desee otra cosa sino a Ti.
Que me odie a mí y te ame a Ti,
y que todo lo haga siempre por Ti.
Que me humille y que te exalte a Ti.
Que no piense nada más que en Ti.
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Que me mortifique, para vivir en Ti,
y que acepte todo como venido de Ti.
Que renuncie a lo mío y te siga sólo a Ti.
Que siempre escoja seguirte a Ti.
Que huya de mí y me refugie en Ti,
y que merezca ser protegido por Ti.
Que me tema a mí y tema ofenderte a Ti.
Que sea contado entre los elegidos por Ti.
Que desconfíe de mí
y ponga toda mi confianza en Ti,
Y que obedezca a otros por amor a Ti.
Que a nada dé importancia sino tan sólo a Ti.
Que quiera ser pobre por amor a Ti.
Mírame, para que sólo te ame a Ti.
Llámame, para que sólo te busque a Ti,
y concédeme la gracia
de gozar para siempre de Ti. Amén.

Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que


crea en mí, no tendrá nunca sed. Vuestros padres comieron el maná en
el desierto y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que quien
lo coma no muera.
Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para
siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo.
En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre,
y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.

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El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le
resucitaré el último día.
Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él.
Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre,
también el que me coma vivirá por mí.
Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron vuestros
padres, y murieron; el que coma este pan vivirá para siempre.

(Juan 6: 35; 50-51; 54-5)

Santo Dios,
Santo Fuerte,
Santo Inmortal,
ten piedad de nosotros

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