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EL ESPAÑOL y sus GRAMÁTICAS

por Ofelia Kovacci

El siglo XV ve desarrollarse el movimiento intelectual llamado humanismo, iniciado a


fines del siglo anterior en Italia, que en el campo de la reflexión lingüística se
caracteriza por el interés por restablecer la pureza del latín, por el estudio del griego y
del hebreo, a la vez que se valoran las lenguas nacionales. Dentro de este movimiento
comienza la tradición gramatical española, con Elio Antonio de Nebrija:
Introductiones Latinae (1481). En el otro centro de interés del humanismo, las
lenguas vulgares, Nebrija es el autor de la Gramática de la Lengua Castellana ,
aparecida en Salamanca el 18 de agosto de 1492, la primer de una lengua
romance, compuesta según los principios humanistas, de acuerdo con los cuales se
valoraba la observación de los fenómenos de la lengua, su descripción y su
ejemplificación con autores doctos.

En el siglo siguiente aparecen otras gramáticas del español en razón de la importancia


política de España, de la irradiación cultural, del comercio. Juan de Valdés
observaba en su Diálogo de la lengua (1535): “Ya en Italia assí entre damas
como entre cavalleros se tiene por gentileza y galanía saber hablar
castellano“. El licenciado Villalón anotaba en su Gramática castellana (Amberes,
1558) que esta lengua era hablada por flamencos, italianos, ingleses, franceses. En
este entorno aparecen vocabularios políglotos, y antes de fines del siglo XVI había
ya una docena de gramáticas para enseñar español a extranjeros. Entre ellas
hay dos anónimas: Útil y breve institución para aprender los principios y fundamentos
de la lengua Hespañola (Lovaina, 1555), y la Gramática de la lengua vulgar de España
(Lovaina, 1559); algunas otras son las de los franceses Gabriel Meunier (1558) y César
Oudin (1597), las de los italianos Giovanni Alessandri (1560) y Giovanni Miranda
(1565) y las de los ingleses Richard Percyvall (1591) y John Minsheu (1599).

Varias más aparecen en las tres primeras décadas del siglo XVII. Casi un siglo
después de la aparición de la gramática de Nebrija se edita Minerva, seu de
causis lingae Latinae (Salamanca, 1587), de Francisco Sánchez de las
Brozas, conocido también como “el Brocense” y por su apellido latinizado, Sanctius.
Esta gramática inicia una corriente doctrinaria. El Brocense se considera
continuador de Nebrija en la tarea de luchar contra la barbarie en que habían caído las
buenas letras. Esta gramática tuvo gran aprecio fuera de España e influyó en la
Gramática general y razonada (París, 1660) del lógico Antoine Arnault y el gramático
Claude Lancelot, conocida también como la Gramática de Port-Royal.

El maestro Bartolomé Jiménez Patón compuso las breves Institutiones de la Gramática


Española (Baeza, 1614) para los extranjeros. El maestro Gonzalo Correas dejó en
manuscrito el Arte de la lengua Española Castellana (1625), en la que no falta el
encendido elogio a su lengua.

En el siglo XVIII  pueden mencionarse la Gramática de la lengua castellana (1743) de


Benito Martínez Gómez Gayoso, cuya finalidad didáctica viene de Nebrija. En el Arte
del Romance castellano dispuesta según sus principio generales y el uso de los
mejores autores (Valencia, 1769), el padre Benito de San Pedro considera que
„el fundamento para la renovación de todas las artes, letras y ciencias es el
cultivo de la propia lengua“. Pero la obra de mayor transcendencia de este siglo es
la Gramática de la lengua castellana publicada en 1771 por la Real Academia
Española.

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La Gramática académica fue impuesta como texto de enseñanza por Carlos III
en 1780 y sirvió de fuente a muchos autores para componer gramáticas escolares. La
moda logicista y las teorías de los llamados „ideólogos“ franceses encuentran eco en
varias obras ya antes de terminar el siglo XVIII, como así en los Rudimentos de la
gramática general (1795) de Gaspar Melchor de Jovellanos, donde se encuentran las
conocidas afirmaciones sobre los principios „comunes a todas las lenguas“ y su base
natural. Siglo XIX: Juan Manuel Calleja, en sus Elementos de gramática castellana
(Bilbao, 1818), adopta una teoría según la cual todos los verbos pueden reducirse al
verbo ser seguido de adjetivo. El concepto, que tiene de Aristóteles, fue actualizado
por la Gramática de Port-Royal. En la línea de las gramáticas filosóficas se cuentan
también la obra de José Gómez Hermosilla, Principios de gramática general (1825); la
de Antonio Martínez de Noboa, Nueva gramática de la lengua castellana según los
principios de la filosofía gramatical (1839), y la de Jaime Balmes, Gramática general o
filosofía del lenguaje (1847). El gramático valenciano Vicente Salvá publicó en París su
Gramática de la lengua castellana según ahora se habla (1831); en ella establece la
diferencia entre una gramática general y la de una lengua particular. La obra más
importante del siglo XIX es la Gramática de la lengua castellana de Andrés
Bello, publicada en Santiago de Chile en 1847. Fiel a la causa de la independencia
americana y a la responsabilidad de la posterior organización, Bello, con una realista
visión política de las necesidades de las nuevas naciones, incluía la de mantener la
unidad de la lengua como “vínculo de fraternidad” de ambas orillas del Atlántico. En su
Gramática, “destinada al uso de los americanos”, recomienda “la conservación de la
lengua de nuestros padres” españoles, admitiendo lo que es peculiar de los
americanos, respaldado por el uso de la gente educada.

El filólogo colombiano Rufino José Cuervo en 1874 agregó a diferentes puntos de


la Gramática de Bello un conjunto de notas de un interés tal que hoy es
obligado leer ambos textos juntos. Cuervo es autor de otros importantes trabajos
gramaticales: las Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano (1868-1872) y el
Diccionario de construcción y régimen de la lengua castellana , que dejó incocluso (I,
1886; II, 1893).

La Real Academia, en la revisión de su Gramática en 1854, alude negativamente a


doctrinas de Bello, revelando que no las ha comprendido: “Las sutilezas metafísicas a
que algunos se han entregado para probar que el verbo es nombre y otras teorías
semejantes”. A partir de 1857, año en que por una ley se había establecido que la
gramática académica fuera texto obligatorio y único de la enseñanza pública, la
Academia comenzó a publicar los Epítomes de la Gramática para la primera enseñanza
elemental y un Compendio para la segunda enseñanza.

Siglo XX: En 1917, la Academia reconoce la necesidad de reformar la Gramática


debido a los adelantos producidos en los estudios lingüísticos, y empieza por una
revisión del método. Otras dos gramáticas importantes provienen de América en el
siglo XX. Una es La oración y sus partes. Estudio de gramática general y
castellana (Madrid, 1920) de Rodolfo Lenz, filólogo alemán afincado en
Chile. Lenz aplica tres puntos de vista: psicológico, lógico y gramatical. Los dos
primeros se basan en las teorías de Wilhelm Wundt. El libro de Lenz es aún hoy una
fuente de ideas para investigadores de orientaciones diversas. La Gramática
castellana (I y II; Buenos Aires, 1938-1939) de Amado Alonso y Pedro
Henríquez Ureña estaba destinada a la enseñanza secundaria. Los autores coinciden
en muchos puntos importantes con Bello.

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En la Península hay que mencionar el ordenado y sugeridor Manual de gramática
española (Madrid, 1930) de Rafael Seco, que (con las revisiones de Manuel Seco
desde 1954) también es obra de consulta. En su Curso superior de sintaxis
española (México, 1943), Samuel Gili Gaya advierte la dificultad de establecer
límites precisos a la sintaxis en vista de su relación con la fonología, la morfología y el
léxico. La inconclusa Gramática española. Los sonidos, el nombre y el
pronombre (Madrid, 1951) de Salvador Fernández Ramírez es, a juicio de
muchos especialistas, la obra más importante y original desde la Gramática de Bello.
Ramírez reconoce sus más importantes deudas con la teoría de los campos y la noción
de deixis desarrolladas por Karl Bühler en su Teoría del lenguaje, con el principio de los
tres rangos de dependencia de Otto Jespersen, con el método inductivo defendido por
Louis Hjemslev y con el Manual de entonación española de Tomás Navarro Tomás. La
obra de Ramírez es una importantísima base de datos y fuente de ideas e inspiración.
Recientemente se ha reeditado, con anotaciones de José Polo (1985-1987), y se ha
publicado Gramática española. El verbo y la oración (Madrid, 1985), volumen
completado por Ignacio Bosque.

Dos importantes corrientes estructuralistas europeas se difundieron en el mundo


hispánico a través de valiosos trabajos de Emilio Alarcos Llorach: la Fonología
española (Madrid, 1950), con la orientación de la Escuela de Praga, y la Gramática
estructural (Madrid, 1951), en la que expone la teoría glosemática de la Escuela de
Copenhague y su aplicación a nuestra lengua. [En 1994 Alarcos sacó a la luz su
Gramática de la lengua española. Madrid: Espasa Calpe]. En el Segundo
Congreso de Academias de la Lengua (1956) se encomendó a la Real Academia la
reforma de la Gramática en términos que había planteado Rafael Lapesa: la obra
deberá ser teórica y normativa; la doctrina no atendrá “dogmáticamente” a una
escuela o autor ni cederá a “estridencias” terminológicas. Se confió a Salvador
Fernández Ramírez (1959) y a Gili Gaya (1961) la redacción del texto. La obra se
publicó en 1973 con el título de Esbozo de una nueva gramática de la lengua
española. La obra representa un avance respecto a la anterior publicación académica
(1931). La Fonología, basada en la fonología americana, es sin duda lo mejor de la
obra. La Morfología también introduce algunos conceptos nuevos. Menos sistemática
es la Sintaxis de Gili Gaya. La Academia no da carácter normativo al Esbozo y lo
presenta sólo como “anticipo provisional” de la futura Gramática.

Poco después del Esbozo apareció la Gramática española (Barcelona, 1975) de


Juan Alcina Franck y José Manuel Blecua. Su carácter es descriptivo en el marco
de un “moderado estructuralismo”. Este manual, que dedica considerable espacio a
temas apenas tocados anteriormente, es el último publicado hasta hoy con un alcance
tan amplio.

La investigación histórica surge en la Península con la obra de Ramón Menéndez Pidal:


Manual de gramática histórica española (1904). También se ocuparon de la diacronía
Vicente García de Diego en Elementos de gramática histórica castellana ((Burgos,
1914) y Federico Hanssen, profesor alemán radicado en Santiago de Chile, autor de
otra valiosa Gramática histórica de la lengua castellana (Halle, 1913), en su mayor
parte dedicada a la morfología y la sintaxis. Hayward Keniston estudió la sintaxis
castellana del siglo XVI en su obra The Syntax of Castilian Prose (Chicago, 1937).

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Gramática de la lengua de un autor es la de Julio Cejador, La lengua de Cervantes
(1547-1616), cuyo tomo I es la gramática del Quijote (Madrid, 1905). También se basa
en la lengua escrita la Sintaxis hispanoamericana de Charles E. Kany (Chicago, 1945).

Teórico-didácticas son las gramáticas contrastivas, como la Grammaire espagnole


de Jean Bouzet (1946) o The grammatical structures of English and Spanish
de R. P. Stockwell, J. D. Bowen y J. W. Martin (1965).

Son de mencionar también las gramáticas de B. Pottier, Grammaire de l’espagnol


(1972), con un enfoque teórico original; Ma Luz Gutiérrez Arauz, Estructuras
sintácticas del español actual (1978), y E. Carratalá, Morfosintaxis del
castellano actual (1980). Orientadas a la gramática generativa transformacional de
Chomsky: R. L. Hadlich, Gramática transformativa del español (1a edición inglesa,
1971) y la Gramática transformacional del español, de M. Pilleux y H. Urrutia (1982).

La postura estructural funcional, que pone como pivote la noción de función sintáctica,
parece ser en la actualidad la más extendida en la gramática española, si bien con
diferencias individuales entre los autores. Dentro de esta tendencia se cuentan, entre
otros, Emilio Alarcos Llorach, César Hernández Alonso, Guillermo Rojo, Ambrosio
Rabanales y Ofelia Kovacci.”

[Ofelia Kovacci:”El español y sus gramáticas“. In: M. Seco (coord.): La lengua


española, hoy. Madrid: Fundación Juan March, 1995, p. 235-249]

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