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Varias más aparecen en las tres primeras décadas del siglo XVII. Casi un siglo
después de la aparición de la gramática de Nebrija se edita Minerva, seu de
causis lingae Latinae (Salamanca, 1587), de Francisco Sánchez de las
Brozas, conocido también como “el Brocense” y por su apellido latinizado, Sanctius.
Esta gramática inicia una corriente doctrinaria. El Brocense se considera
continuador de Nebrija en la tarea de luchar contra la barbarie en que habían caído las
buenas letras. Esta gramática tuvo gran aprecio fuera de España e influyó en la
Gramática general y razonada (París, 1660) del lógico Antoine Arnault y el gramático
Claude Lancelot, conocida también como la Gramática de Port-Royal.
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La Gramática académica fue impuesta como texto de enseñanza por Carlos III
en 1780 y sirvió de fuente a muchos autores para componer gramáticas escolares. La
moda logicista y las teorías de los llamados „ideólogos“ franceses encuentran eco en
varias obras ya antes de terminar el siglo XVIII, como así en los Rudimentos de la
gramática general (1795) de Gaspar Melchor de Jovellanos, donde se encuentran las
conocidas afirmaciones sobre los principios „comunes a todas las lenguas“ y su base
natural. Siglo XIX: Juan Manuel Calleja, en sus Elementos de gramática castellana
(Bilbao, 1818), adopta una teoría según la cual todos los verbos pueden reducirse al
verbo ser seguido de adjetivo. El concepto, que tiene de Aristóteles, fue actualizado
por la Gramática de Port-Royal. En la línea de las gramáticas filosóficas se cuentan
también la obra de José Gómez Hermosilla, Principios de gramática general (1825); la
de Antonio Martínez de Noboa, Nueva gramática de la lengua castellana según los
principios de la filosofía gramatical (1839), y la de Jaime Balmes, Gramática general o
filosofía del lenguaje (1847). El gramático valenciano Vicente Salvá publicó en París su
Gramática de la lengua castellana según ahora se habla (1831); en ella establece la
diferencia entre una gramática general y la de una lengua particular. La obra más
importante del siglo XIX es la Gramática de la lengua castellana de Andrés
Bello, publicada en Santiago de Chile en 1847. Fiel a la causa de la independencia
americana y a la responsabilidad de la posterior organización, Bello, con una realista
visión política de las necesidades de las nuevas naciones, incluía la de mantener la
unidad de la lengua como “vínculo de fraternidad” de ambas orillas del Atlántico. En su
Gramática, “destinada al uso de los americanos”, recomienda “la conservación de la
lengua de nuestros padres” españoles, admitiendo lo que es peculiar de los
americanos, respaldado por el uso de la gente educada.
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En la Península hay que mencionar el ordenado y sugeridor Manual de gramática
española (Madrid, 1930) de Rafael Seco, que (con las revisiones de Manuel Seco
desde 1954) también es obra de consulta. En su Curso superior de sintaxis
española (México, 1943), Samuel Gili Gaya advierte la dificultad de establecer
límites precisos a la sintaxis en vista de su relación con la fonología, la morfología y el
léxico. La inconclusa Gramática española. Los sonidos, el nombre y el
pronombre (Madrid, 1951) de Salvador Fernández Ramírez es, a juicio de
muchos especialistas, la obra más importante y original desde la Gramática de Bello.
Ramírez reconoce sus más importantes deudas con la teoría de los campos y la noción
de deixis desarrolladas por Karl Bühler en su Teoría del lenguaje, con el principio de los
tres rangos de dependencia de Otto Jespersen, con el método inductivo defendido por
Louis Hjemslev y con el Manual de entonación española de Tomás Navarro Tomás. La
obra de Ramírez es una importantísima base de datos y fuente de ideas e inspiración.
Recientemente se ha reeditado, con anotaciones de José Polo (1985-1987), y se ha
publicado Gramática española. El verbo y la oración (Madrid, 1985), volumen
completado por Ignacio Bosque.
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Gramática de la lengua de un autor es la de Julio Cejador, La lengua de Cervantes
(1547-1616), cuyo tomo I es la gramática del Quijote (Madrid, 1905). También se basa
en la lengua escrita la Sintaxis hispanoamericana de Charles E. Kany (Chicago, 1945).
La postura estructural funcional, que pone como pivote la noción de función sintáctica,
parece ser en la actualidad la más extendida en la gramática española, si bien con
diferencias individuales entre los autores. Dentro de esta tendencia se cuentan, entre
otros, Emilio Alarcos Llorach, César Hernández Alonso, Guillermo Rojo, Ambrosio
Rabanales y Ofelia Kovacci.”