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las verdades que ésta conoce no se oponen a las de la fe. Pues consta que los primeros
principios innatos en la razón natural son verdaderos, de tal manera que ni siquiera nos es
posible admitir su falsedad. Tampoco puede tenerse como falso lo que se cree por fe, pues
ha sido tan evidente¬mente confirmado por Dios. Y como sólo la falsedad es contraria a la
verdad, como consta por la definición de ambas, es imposible que los principios conocidos
naturalmente por la razón sean contrarios a los de la fe.
Además, lo que se enseña al discípulo contiene la ciencia del maestro; a no ser que éste
enseñe con mentira, lo que no se puede sospechar de Dios. Y el conocimiento de los
principios naturales evidentes nos ha sido dado por Dios, ya que éste es el autor de la
naturaleza. De ahí que tales principios están imbuidos de la divina sabiduría. Y así, cuanto
se opone a estos principios, también se opone a la sabiduría de Dios, y por lo mismo no
puede provenir de Dios.
Y por consiguiente no puede ser contrario al conocimiento natural cuanto conoce la fe por
revelación. Añádase que nuestro conocimiento no puede llegar al conocimiento de la verdad
cuando se encuentra perplejo entre razones contrarias. Y así, si Dios nos inspirará
conocimientos opuestos, impediría que nuestro conocimiento llegará a la verdad. Pero Dios
no puede hacer eso. Finalmente, no pueden cambiarse las cosas naturales mientras
permanezca inmutable la naturaleza. Y no pueden dar¬se simultáneamente opiniones
contrarias sobre un mismo objeto en el mismo sujeto. Por tanto Dios no puede infundir al
hombre una verdad de fe o natural contraria al conocimiento natural del hombre».
Tomás de Aquino: Suma contra gentiles. Editorial Porrúa, S. A. México, 1985.
2. Señala paso a paso las razones por las que, según Tomás, las verdades de fe y el
conocimiento natural no pueden contradecirse.