Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
fans para fans. Los personajes, las situaciones e información encontrada aquí son
obra intelectual del autor. Si tienen la oportunidad no olviden comprar el libro y
apoyar el trabajo del autor.
Lucia Black-Drazen
Geraldine♥
Durante la mayor parte de mi vida, nunca me imaginé que me casaría. Pero
Kate logró lo imposible: cambiarme. Creo que todos estamos de acuerdo en que
antes ya era jodidamente impresionante, pero ahora soy incluso mejor.
El camino hasta este día no ha sido arco iris y erecciones. Hubo errores y
malentendidos dignos de una tragedia Griega. Pero Kate y yo sobrevivimos con
nuestra inagotable lujuria, infinita admiración y amor eterno intactos.
Dicho eso, hubo algunos incidentes inesperados la semana pasada en Las
Vegas que pudieron haber sido un problema. Fue un tipo de…prueba final.
Sé lo que estás pensando: “¿Qué demonios hiciste esta vez?” Relájate. No
juzgues, o pidas mi castración, hasta que hayas oído toda la historia.
Y agárrate bien, porque estás por subirte a un paseo salvaje. ¿Esperabas algo
menos?
Hay momentos en la vida que sueñas, que planeas. Te imaginas todos los
detalles en vivos colores brillantes y sonidos de alta definición. Y cuando ese
momento perfecto finalmente llega, rezas para que la realidad se acerque a la
fantasía que has construido en tu mente.
Y luego están esas preciosas pocas veces, cuando la realidad hunde tu
fantasía en la jodida agua.
Eso es lo que es esto para mí.
Debido a que el hombre endiabladamente guapo, en el perfectamente
equipado esmoquin de Armani, de pie en el altar de la Catedral St. Patrick’s, soy yo.
Drew Evans.
Y Katherine Brooks acaba de entrar en la iglesia. Esperando en la parte
posterior, una impresionante visión en blanco, lista para tomar su primer paso por
el pasillo.
Hacia mí.
La mayoría de los chicos no sueñan con su boda, no necesitas que te diga
eso. Pero esta no es cualquier boda. Se trata de un acontecimiento histórico.
Revolucionario. Debido a que durante la mayor parte de mi vida, no albergue la
más mínima posibilidad de que terminaría aquí.
Arena a la playa, libros a la biblioteca, esto no era lo que yo quería,
¿recuerdas?
Pero Kate hizo lo imposible. Ella cambió todo eso, me cambió. Creo que
todos estamos de acuerdo en que ya era jodidamente impresionante antes… pero
ahora soy incluso mejor.
El camino hasta este día no ha sido arco iris y erecciones. Hubo errores y
malentendidos dignos de una tragedia Griega. Pero Kate y yo sobrevivimos con
nuestra inagotable lujuria, infinita admiración y amor eterno intactos.
Dicho eso, hubo algunos incidentes inesperados la semana pasada en Las
Vegas que pudieron haber sido un problema. Fue un tipo de… mi prueba final.
Sé lo que estás pensando: “¿Qué demonios hiciste esta vez?”
Relájate. No juzgues —o pidas mi castración— hasta que hayas oído toda la
historia. Sólo recuerda: a pesar de que las intenciones más nobles pueden salir mal,
y lo hacen, esta historia tiene un final feliz.
Una semana antes
El apartamento está en silencio. Tranquilo. El tipo de tranquilidad que sólo
se puede encontrar en las horas previas al amanecer, cuando el cielo está oscuro y
gris. El lugar ha cambiado desde que lo viste por última vez. Echa un vistazo
alrededor. Hay tazas esterilizadas para bebés al acecho en un mostrador; una silla
alta de madera verde acolchado se sienta en la esquina de la cocina. Fotografías
enmarcadas desordenan las paredes y estanterías.
Algunos son de Kate y de mí, pero la mayoría de las imágenes capturadas
son de un niño de dos años de edad, de cabello oscuro, con conmovedores ojos
marrones y una sonrisa diabólica.
Corta a la habitación. Dos cuerpos se retuercen en la cama, parcialmente
cubiertos por sábanas de seda arrugadas; mis caderas rotan en largos y lentos
círculos. Creo que la posición del misionero ha pagado los platos rotos. No es
aburrida. Permite al individuo tomar un ajustado control del ritmo. Para llegar a
todos esos lugares secretos que hacen que las mujeres giman y entierren sus uñas
en nuestros hombros.
Algo así como lo que Kate está haciendo en este momento.
Mi cabeza se sumerge y agarro un alegre pezón con mis labios, succionando
con fuerza y chasqueando la lengua. Kate arquea la espalda. Su barbilla se levanta y
abre la boca, pero ningún sonido sale. Sus muslos se aprietan más duro, su coño me
aprieta con más fuerza.
Incluso con el nacimiento de un niño en su currículum, la vagina de Kate es
tan ceñida y se siente tan sorprendente como lo hizo la primera vez. Que Dios lo
bendiga, Dr. Kegel.
Mis caderas aceleran y cambian su trayectoria, empujando hacia adelante y
atrás en rápidas y duras estocadas. Cuando sé que no puede aguantar más, tapo su
boca con la mía, ahogando su grito de felicidad. Por mucho que me encante el
sonido de la voz de Kate, en estos días tratamos de mantenernos callados.
Cubiertos.
¿Por qué? preguntas.
Detengámonos aquí un minuto y lo explicare.
Es nuestra regla de oro. Nuestro primer mandamiento: no despiertes al
jodido bebé.
Voy a repetir eso, en caso de que lo perdieras:
NO DESPIERTES AL JODIDO BEBÉ.
Como... nunca.
¿Todavía no lo entiendes? No debes tener hijos, entonces. Veras, los niños
son hermosos. Preciosos. Angelicales. En particular, cuando están dormidos. Si son
perturbados a mediados de su ciclo de sueño, ¿sin embargo? Son monstruos.
Pequeñas bestias enojadas e irritables que tienen un parecido sorprendente con los
gremlins alimentados después de la medianoche.
Y la fría verdad es, incluso cuando están bien descansados, los bebés son
bastante malditamente egoístas. Egocéntricos y exigentes. No les importa lo que
estabas haciendo antes de que te necesitaran, o más importante, a quien estabas
tratando de hacer. Sólo se preocupan de sí mismos. Están hambrientos. Están
mojados. Quieren que los recojas porque la vista desde la cuna se ha vuelto vieja.
¿Para todas esas felices parejas allá fuera a la espera de la llegada de su
propio pequeño y querido interrumpe erecciones? Les voy a decir cómo es
realmente, no la mierda utópica con las que le alimentan en esos libros “Que
esperar”.
Aquí va: En los días después de que ellos han nacido, cuando tú todavía estás
en el hospital, todo lo que los niños hacen es dormir. Creo que los números son
como veintitrés de un día de veinticuatro horas. Creo que están deslizándoles algo
en esas botellas en la unidad neonatal.
De todos modos, después de un día o dos, si todo va bien, el hospital les
envía a casa. Y ahí es cuando el bebé decide que ha dormido lo suficiente. Y
encuentra algo que hacer para pasar el tiempo.
¿Sabías que el llanto de un bebé es de veinte decibelios más alto que un
silbato de tren? No te estoy cagando. Búscalo si no me crees.
Al tercer día, yo estaba convencido de que algo andaba mal con James. Tal
vez tenía un trastorno gastrointestinal. Tal vez era alérgico al tapizado.
Tal vez simple y jodidamente no le gustamos.
Cualquiera que sea la razón, él no era un campista feliz. Y estaba demasiado
ansioso por dejárnoslo saber. Por la mañana. Por la tarde. Y, su favorito, durante
toda la noche.
De vez en cuando, sólo para joder con nosotros, lo mezclaba y pasaba por un
rato. ¿Pero si estaba despierto? Sí, él estaba berreando. Y no estoy hablando de
gemidos de labios temblorosos, tampoco. Por supuesto que no. Estoy hablando de
un banshee, chillando con los pulmones expandidos y los brazos y piernas
pataleando.
¿Síndrome de sacudida del bebé? Lo entiendo totalmente ahora.
No es que nos pongamos nucleares en su culo, ¿pero la verdad? No fue
divertido.
Mi madre se acercó mucho, y al principio me sentí aliviado. Me imaginé que
como había hecho esto dos veces antes, ella sabría cómo arreglarlo. Las mamás
siempre hacen todo mejor.
Sólo que. . . no lo hizo.
Todo lo que hizo fue sonreír de esa manera exasperantemente calmada
mientras rebotaba a nuestro chillón recién nacido en su hombro. Entonces nos
contaba que era normal. Que todos los bebés lloraban. Que Kate y yo solo teníamos
que averiguar nuestra propia manera de hacer las cosas.
Nunca antes había tenido el impulso de estrangular a mi madre. Nunca
había entendido psicópatas como los hermanos Menéndez o Jim Gordon. Pero en
esos días oscuros cuando el sueño y las mamadas, eran un recuerdo lejano, siento
decir que el matricidio estaba luciendo muy malditamente atractivo.
Porque yo estaba seguro de que mi madre conocía los secretos de un bebé
feliz, que ella sostenía las llaves del reino en su mano. Pero por alguna malvada y
vengativa razón no quería entregármelas. Y la falta de sueño puede volverte loco.
Incluso las ideas más absurdas de repente se ven como opciones viables.
Una vez, eran alrededor de las cuatro de la mañana y yo. . .
En realidad, tal vez sería mejor si te lo mostrara, para que puedas obtener el
efecto completo. Sí, es un flashback dentro de un flashback, pero eres inteligente,
puedes manejarlo. Voy a hablar lentamente, por si acaso:
James, a los cinco días de edad:
—Whaaa, whaaa, whaaa, whaaa.
En el tiempo que toman mis ojos abrirse en una grieta e interpretar los
números en el reloj de alarma, Kate ya está sentada, dispuesta a saltar de la
cama y recoger a la enojada pelota envuelta en la cuna junto a la cama.
4 a.m.
Mentalmente, me quejo, porque ha pasado menos de una hora desde que se
quedó dormido. Aunque mi primer instinto egoísta es cerrar los ojos y dejar que
Kate trate con él, la parte de mí quiere que ayudarle mientras puede —porque no
quiero que pierda su mente— bloquea la parte egoísta.
—Whaaaaaaaa, whaaaaaaaa.
—Lo tengo, Kate. —Lanzo las sabanas a un lado y me pongo una
sudadera—. Vuelve a dormir —Estoy medio esperando que me riña por eso...
pero no lo hace. Ella se da la vuelta contra la almohada.
Recojo a James y lo sostengo contra mi pecho desnudo. Su mejilla acaricia
mi piel antes de que desate un grito desconsolado. Salgo de la habitación con él a
la cocina. De la nevera agarro una botella de leche materna, que Kate llenó esta
tarde con esa extraña bomba lechera para las vacas que recibió de Delores en el
baby shower. Sosteniendo a James con una mano, corro la botella sobre agua
caliente de la forma en que el asesor de lactancia en el hospital nos instruyó a
hacer.
Después de que está caliente, me dirijo a la sala de estar con los ojos
legañosos y cansados, las piernas temblorosas. Me siento en el sofá, sosteniendo a
James en mis brazos, y corro el pezón en sus labios.
Sé que es una mala idea darle de comer cada vez que se despierta. Lo sé
todo sobre la importancia de un programa de alimentación y eructos y enseñarle
a “auto-calmarse”. Entiendo que no debería tener realmente hambre, ya que
acaba de comer una hora antes. Pero la falta de sueño es una técnica de tortura
por una razón. Así que toda esa basura se va derecho por la ventana, con la
esperanza de hacer que él —y yo— regresemos a dormir lo más rápido posible.
Toma dos caladas de la botella, luego la rechaza, volviendo la cabeza con
un graznido boquiabierto:
—Whaaaaaaa.
Levanto la vista hacia el techo y maldigo a Dios.
—¿Qué quieres, James? —Mi voz tiene un borde frustrado—. Estás seco, te
estoy sosteniendo, estoy tratando de alimentarte, ¿qué demonios quieres? —
Camino de vuelta a la cocina y agarro la chequera de la encimera.
—¿Será que el dinero te hace feliz?
Ridículo, sí, lo sé. No me juzgues.
—Te voy a dar diez mil dólares por cuatro horas de sueño. Voy a escribir el
cheque justo en este momento. —Saludo con la mano la chequera en frente de su
cara, con la esperanza de distraerlo.
Sólo le molesta más.
—Whaaaaaa...
Lanzo la chequera en el mostrador y vuelvo a la sala de estar. Luego
recorro el suelo, meciéndolo suavemente en mis brazos, palmeando su culo. Debes
saber que estaba realmente desesperado, porque trate de cantar:
Silencio, pequeño bebé, no digas una palabra
Papá te va a comprar. . .
Me detengo, porque ¿por qué carajos cualquier bebé quiere un ruiseñor?
Ninguna de esas malditas canciones de cuna tiene ningún sentido. No conozco
ninguna otra nana, así que me voy por la segunda mejor opción, “Enter
Sandman” de Metallica:
Toma mi mano,
Vamos a la tierra de nunca jamás. . .
—Whaaaaaaaaaaaaaaa.
Cuando eso no ayuda, me siento en el sofá. Recuesto a James en mis muslos
y apoyo su cabeza en mi mano. Miro su pequeña cara y aunque todavía está
berreando, no puedo evitar sonreír. Luego, en voz baja y tranquila, hablo con él.
—Lo entiendo, sabes. Por qué eres tan infeliz. Un minuto estás flotando en
el líquido amniótico, que es oscuro y cálido y tranquilo. Luego, un minuto más
tarde, te estás congelando y hay luces brillantes y algún imbécil te pincha el talón
con una aguja. Todo tu mundo se pone patas arriba.
La marea de lágrimas comienza a retroceder. Aunque hay un gemido
esporádico, en su mayor parte sus grandes ojos marrones mantienen contacto
con los míos. Interesado en lo que estoy diciendo. Conozco la teoría aceptada de
que los bebés no tienen conocimiento de la lengua en esta etapa, pero —como los
hombres que tratan de salir de las tareas del hogar— creo que ellos saben más de
lo que dicen.
—Me sentí de la misma manera cuando conocí a tu madre. Allí estaba yo,
cruzando a lo largo, haciendo la mayor fan-jodida-tastica vida y tu mamá vino y
mando todo al infierno. Yo no sabía dónde estaba, con el trabajo, con mis noches
de sábado. Esta es una conversación para otro momento, pero es verdad lo que
dicen: gastas nueve meses tratando de salir, y el resto de tu vida tratando de
trabajar tu camino de regreso.
Me río de mi propia broma.
—Es probable que no quieras oír esto, pero tu mamá es una preciosidad, el
mejor culo que he visto jamás. Aun así, me gustaba mucho mi antigua vida y no
podía imaginar nada mejor. Pero estaba equivocado, James, enamorarme de ella,
ganarme su confianza, tenerte a ti, son las mejores cosas que he hecho.
No está llorando más, simplemente me observa con tranquila atención.
—El ajuste puede ser difícil... pero vale la pena. Así que ¿podrías darnos un
poco de cuerda, por favor? Te queremos mucho, yo no puedo esperar para
mostrarte cómo de cojonuda es la vida en el exterior. Y no tienes que tener miedo,
porque vamos a mantenerte caliente y alimentado. Y te prometo que nunca,
nunca dejaré que nada malo te suceda.
Su pequeña boca se abre en un bostezo. Y sus ojos parpadean lentamente.
Me pongo de pie y paseo por la habitación de nuevo, lentamente.
La voz baja de Kate viene del otro lado de la habitación.
—Ciertamente tiene la facilidad de la palabra, Sr. Evans. —Su cabello es
salvaje, desordenado; mi camiseta de la universidad es holgada sobre ella y casi
le llega a las rodillas.
—¿Qué estás haciendo despierta? —pregunte.
Se encoge de hombros.
—No pude volver a dormir. Y te oí susurrando allí. —Ella se acerca a
nosotros y descansa su cabeza en mi brazo, bajando la vista al bebé—. Está
dormido.
Y así es.
—¿Me arriesgo a ponerlo abajo, o debo aprender a dormir de pie como un
maldito caballo?
Kate une su brazo con el mío y me guía hacia el sofá. Ella se sienta y
acaricia el lugar junto a ella. Como un miembro de la brigada de explosivos
manipulando un dispositivo con un detonante, muevo a James por lo que está en
mi pecho, con la cabeza apoyada en el ritmo constante de mi corazón. Entonces
me siento, pongo mis pies sobre la mesa, la cabeza contra el acolchado respaldo y
mi brazo alrededor de los hombros de Kate.
Suspiro
—Dios, esto se siente bien.
Todavía no es mejor que el sexo. No me importa una mierda lo que digan
las revistas de nuevas mamas. Dormir es bueno, pero follar siempre será mejor.
Kate enrosca sus pies debajo de ella y descansa su cabeza en mi brazo.
—Seguro que lo es.
Unos momentos más tarde, estamos los tres profundamente dormidos.
Es posible que James comprendiera mi oferta de soborno, porque esa noche
durmió allí en mi pecho durante tres horas enteras. Antes de que se despertara y
empezara de nuevo.
Pero tengo una teoría. Creo que todo es deliberado. Creo que Dios planea
que los primeros días en casa con un nuevo bebé apesten a las bolas de burro. ¿Por
qué después? Todo lo demás, los pañales cagados, la regurgitación, el constante
cambio de ropa y ropa de cama, la dentición, todo eso se siente como un paseo por
el parque.
Después de unos días, me di cuenta de que mi madre no estaba siendo una
perra. Ella realmente nos estaba dando buenos consejos. Porque juntos, Kate y yo
fuimos capaces de entender todo esto.
Sabes cómo los perros tienen un ladrido que dice: Déjame salir o voy a
mear en tu sillón reclinable. Y otro que dice: Sólo dame el juguete chillón, maldito
sádico hijo de puta. Y aún otro que dice, no estoy jugando. Literalmente voy a
masticar tu cara ahora.
Los bebés no son muy diferentes de los perros. Lloran cuando tienen
hambre. Cuando están cansados. Uno cuando se aburren, o cuando tal vez la nariz
les pica y simplemente no tienen la destreza manual para eso.
En cualquier caso, ¿una vez que averiguas el lenguaje del llanto del bebé? La
vida es mucho más dulce. Y más tranquila.
Además —aquí viene lo bueno— ¿a pesar del cansancio? ¿La frustración? ¿El
llanto que te hace querer perforar tus jodidos tímpanos con un termo de carne?
Los amas de todos modos. Totalmente. Ferozmente.
Intensamente.
No cambiarías nada acerca de ellos, no los negociarías por todos los malditos
iPhones en China. Suena extraño, lo sé. Pero eso es sólo la forma en que es.
Que se joda el Cuerpo de Paz. La paternidad es el trabajo más duro que
amarás nunca.
***
Así que ahora, dos años después, de nuevo en el digno sexo-porno...
Deslizo mis manos debajo del culo de Kate —amasado y levantando—
acercándonos más. Nos mecemos más rápido. Mi frente se sitúa cerca de la suya y
abro los ojos. Así puedo ver.
Soy así de codicioso. Quiero disfrutar de cada jadeo, cada destello de placer
que baila en su exquisito rostro. El placer que yo le estoy dando.
Conozco el cuerpo de Kate también como conozco el mío. Hay una alegría,
una confianza, un poder, en ese conocimiento que no puedo explicar. Estamos
totalmente en sincronía. Unidos en cuerpo y alma. Una máquina bien lubricada,
trabajando en conjunto hacia ese momento de puro y caliente paraíso que sólo he
experimentado con ella.
La respiración de Kate cambia. Resulta jadeante y desesperada, y sé que está
cerca. El sudor escurre por mi pecho. Me muevo más duro, moliendo en su contra
—dentro de ella— con cada empuje hacia adelante. Cálidas chispas cosquillean por
mi columna vertebral y aprietan mis bolas. El calor se extiende hacia abajo y hacia
fuera hasta que cada nervio de mi cuerpo se está sacudiendo. Temblando. Rogando
por explotar.
Dulce Jesús.
Mis caderas se mecen de regreso, y salgo casi todo el camino. Entonces, por
un segundo, me congelo. Nos balanceamos justo en el borde. Juntos. Saboreando la
sensación de ese momento perfecto —justo antes de llegar— donde se siente tan
jodidamente bueno. Pero sabes que estás a punto de sentirte aún mejor.
Golpeo mi polla dentro de ella, enterrándome profundamente mientras las
caderas de Kate se elevan hacia arriba. Ella aprieta duro a mí alrededor,
agarrándome apretadamente una y otra vez, mientras que el éxtasis desgarra mi
cuerpo, haciéndome estremecer.
Me aferro al culo de Kate como si mi vida dependiera de ello. Aprieto los
labios contra su cuello para suavizar los sonidos que no puedo controlar.
—Kate. . . Kate. . . mierda. . . Kate. . .
Es asombroso. Fantástico. Pero no es inusual. Porque somos así de
malditamente buenos juntos.
Exhalo con dureza contra la piel de Kate cuando regreso a la tierra. Pero no
me muevo todavía. No tengo la voluntad. Estoy pensando en volver a dormir.
Encima de ella.
No le importará.
Al menos eso es lo que pienso, hasta que Kate realiza el movimiento que
parece divertir a cada mujer en la tierra. Y hace que todos los hombres en la tierra
quieran chillar como un cerdo empalado. Sin previo aviso, ella usa los poderosos
músculos de su coño para exprimir mi extremadamente sensible polla.
Los chicos odian eso. Nosotros no pensamos que es divertido. Kate lo sabe.
Doy un tirón hacia atrás, saliendo, y rodando fuera de ella.
Trato de parecer molesto, pero no termino de concretarlo. Porque los ojos de
Kate están relucientes. Y está riendo. Y ella se ve con el pelo tan desordenado, la
cara enrojecida, hermosamente recién follada, que es imposible no sonreír a
cambio.
Ella también lo sabe.
Le susurro:
—Hola.
—Hola.
Giro sobre mi espalda y Kate se acerca más, apoyando la cabeza en mi pecho
y su mano en mi estómago.
¿Mi tatuaje? Notaste eso, ¿verdad? Sí, conseguí otro justo después del
nacimiento de James. Es sencillo, nada llamativo. Pero es tan significativo como el
nombre de Kate en mi brazo derecho.
Simplemente dice James. Justo por encima de mi corazón.
—Así que —comienza Kate—. Gran día hoy, ¿eh?
Paso los dedos por su cabello.
—No. La semana que viene es un gran día. Hoy es sólo un tecnicismo.
Ciento sesenta y ocho horas. Ocho mil seiscientos cuarenta minutos.
No es que este contando ni nada.
Ahí es cuando va a ser oficial. Es entonces cuando Kate Brooks va a casarse
conmigo. Cuando no sólo va a dormir en mi cama porque quiere, sino porque está
legalmente obligada a estar allí.
Marido y mujer. Carne de mi carne. Lo que Dios ha unido, que no le permita
a nadie que quiera mantener su brazo unido tratar de separarlo.
Kate se muerde el labio.
—¿Los chicos te dijeron cuál es el plan?
Ella se está refiriendo a la despedida de soltero. Mi despedida de soltero.
Mi Las Vegas despedida de soltero.
La despedida de soltero es una noche para celebrar la desaparición de la
soltería de un hombre, en el nivel y la manera más depravadamente posible. Sexo y
alcohol son los grandes temas. Has visto las películas —The Hangover, Bachelor
Party. . . es el último hurra. Como la noche antes de ser enviado a la guerra o, si
eres una mujer, iniciar una dieta.
Se espera que el novio se harte de todas las cosas que supuestamente no va a
conseguir más, una vez que desliza el anillo en el bonito dedo de su novia.
Por supuesto, Kate no es una novia corriente. Y debido a nuestra relación y
nuestra vida sexual, es mejor ahora que nunca, en un principio no quería una
fiesta. Simplemente no le veía el punto.
Para algunos hombres, como yo, una vez que estás enamorado, el resto de
tetas y culos en el mundo sólo parecen. . . mezclarse juntos. Es como. . . los coches
en la ciudad, los bocinazos, las revoluciones, el chirrido de los neumáticos sobre el
asfalto. Los escucho, sé que están ahí, pero simplemente me importan una mierda.
No miro en su dirección, no me detengo para contemplar. Ya no más, porque tengo
un clásico por-encima-de-la-línea en mi garaje, a la espera de que vuelva a casa y la
monte.
Ella es la única persona que deseo.
Pero con el tiempo, los chicos me convencieron. Jack, Matthew y Steven me
arrinconaron en la sala de conferencias y explicaron que la despedida de soltero en
realidad no era para mí. Era para todos los otros chicos, que en realidad tenían que
trabajar para tener sexo.
Queriendo decir los chicos solteros y. . . ya sabes. . . los que ya están casados.
Después de escucharlos defender su causa, estaba a bordo. Entre el trabajo,
Kate, y el pequeño adorable dictador que es nuestro hijo, no he tenido mucho
tiempo de calidad con los chicos. Me imaginé que sería un buen momento —una
noche de unión— una forma de hacer algunos recuerdos para toda la vida con mis
amigos más cercanos.
Así que cuando Kate pregunta si los chicos me han dicho cuál es el plan,
contesto:
—No realmente. —Las palabras exactas de Matthew fueron “Cuanto menos
sepas, mejor. Negación plausible”. Pero yo no quiero decirle eso a Kate. Solo va a
hacerla preocupar.
Ella no lo deja ir, sin embargo.
—Bueno, si tuvieras que adivinar, ¿qué crees que van a hacer?
Me encojo de hombros otra vez.
—Cena del filete, casino, beber. . .
—¿Strippers?
¿Has oído el cambio en su voz? ¿La ira preventiva? ¿La mordida?
Mis cejas se levantan.
—Una visita a un club de striptease, probablemente estará en el itinerario, sí.
Resopla. De esa eres-tan-idiota forma. Luego se sienta y cruza sus brazos.
—Por supuesto. Figúrate. Debido a que no has pasado suficiente tiempo en
compañía de strippers, tienes que sacarle el jugo una noche antes de nuestra boda.
¿Alguna vez has oído hablar del Sistema de Defensa de Misiles MDS?
Iniciado por Reagan en los años ochenta, su único objetivo es la defensa contra el
ataque de otro país. Para destruir sus misiles antes del impacto. Para desviar
daños. El sistema no analiza el argumento de la oposición. No se toma un momento
para considerar que tal vez tienen una razón válida para atacar. Simplemente
reaccionan. Inmediatamente. Defensivamente.
—No te enojes, es una despedida de soltero. ¿Estás tratando de decirme que
Dee-Dee no va a tener un chico. . . o diez. . . sacudiendo sus genitales en tu cara?
¿No he menciono que las chicas van a venir con nosotros en nuestra
aventura de fin de semana? Lo están. Delores pensó que sería divertido que fuera
una excursión en grupo, entonces dividir nuestras noches separadas de libertinaje.
Pensé que era una fabulosa sugerencia —e hizo que casi me gustara Dee.
—Eso es diferente y lo sabes —argumenta Kate.
—Excepto que no es verdad.
—¿Te molestaría si Dee contratara strippers?
Durante años, la hermana B nos dijo que no había preguntas estúpidas.
Chico, ella estaba llena de mierda.
¿La simple idea de que un hombre medio desnudo que no soy yo esté
moliendo en Kate? Me hace querer destruir algo similar a una cara. Ir todo Fight
Club y romper a alguien en destrozados, sangrientos pedazos hasta que nunca
parezca un ser humano de nuevo.
Tal vez es hombre de las cavernas. Tal vez es irracional y sexista e injusto.
Pero es lo que soy.
—¡Por supuesto que jodidamente me va a molestar!
—Dee-Dee dice que lo que es bueno para el ganso es bueno para la gansa.
—Matthew necesita aprender cómo ponerle un bozal a su maldita gansa.
—¿Al igual que me lo pones a mí?
Puedo ser cortante también.
—No, cariño, me gusta tu boca demasiado para ponerle un bozal. La prefiero
muy abierta y esperando.
Kate jadea, y espero que se vuelva a mí, armas de fuego ardiente. Porque
esto es lo que hacemos. Has estado alrededor el tiempo suficiente, conoces la
rutina. Es el juego previo, preliminares, es puñetazos y puntada. Son sólo palabras,
una forma de desahogar nuestras frustraciones o girar unos a otros.
No significan una mierda. Sólo en raras ocasiones existe alguna ira real o
sentimientos heridos detrás de ellos. Y esta no es una de esas veces.
Sólo. . . aparentemente lo es.
—Ves, esto es exactamente lo que me temía. Ni siquiera hemos salido
todavía, y ya estas siendo un bastardo. Yo sabía que esto iba a suceder de nuevo.
Kate se gira un poco lejos de mí, sacudiendo la cabeza con rigidez. Fue
entonces cuando las vi. Lágrimas. Llenando sus ojos, listas para caer, refrenadas
solamente por su pura terquedad.
Estoy sorprendido. Y dolido. Como si acabaran de dispararme en el corazón
con una bala de goma del tamaño de una roca.
Kate lanza las sábanas a un lado y se mueve para salir de la cama. Pero soy
más rápido —Flash Gordon puede comer mi polvo. Antes de que sus pies toquen el
suelo, estoy delante de ella, con las manos hacia arriba. Arrepentido y pesaroso.
Y desnudo.
¿Cuando estás tratando de abogar por tu caso? Estar desnudo no duele.
—Kate. . . espera. . . simplemente reduce la velocidad. Retrocede un minuto.
—Agarro su muñeca.
Pero ella se aleja.
—¡Deja de tocarme!
Claro —como si eso fuera a pasar.
Pero no tengo la oportunidad de decirle eso. Un sonido temido hace eco a
través de la habitación y detiene toda acción, acaparando toda nuestra atención.
Debido a que está llegando desde el monitor de bebé.
Es un ruido, el sonido de algodón rozando algodón. Al igual que los
francotiradores en la selva, no movemos ni un músculo. No decimos una palabra.
Esperamos. Hasta que el susurro se detiene. Y todo está en calma de nuevo.
Esa fue una señal de peligro —un tiro a través de nuestra proa. Un
“¡Cállense, maldición!”
No tienen que repetirlo dos veces.
Lo que sigue a continuación es un cómico argumento sin sonido que
únicamente los verdaderos padres pueden entender. Todo es articulando y
gesticulando, expresiones faciales y manos agitándose. Hasta que finalmente, Kate
me voltea el dedo.
Entonces sonrío. Y artículo:
—Está bien.
Quiero decir, si ella está lista para la segunda ronda, ¿quién soy yo para
negárselo?
Tacleo. Rodamos alrededor en la cama por un minuto hasta que la
inmovilizo, sentado en su cintura y atrapando sus manos sobre su cabeza. El
esfuerzo físico apacigua un poco la tensión, y Kate se ve un poco menos devastada.
Cuando estoy seguro de que no va a tratar de escapar, agarro el edredón y tiro de el
sobre nosotros dos, así estamos protegidos en un calmado capullo para conversar.
Me recuesto sobre mi lado para enfrentar a Kate, y en un tono medio
susurrado voy directo al punto.
—Si la idea de que las strippers sean parte del entretenimiento te molesta
tanto, ¿por qué demonios dijiste que estaba bien tener mí despedida de soltero en
Las Vegas?
Las strippers en Las Vegas son como el maíz en Iowa. Son un poco por lo
que la ciudad es conocida.
Kate se retuerce. Entonces suspira.
—Porque todo el mundo estaba tan emocionado de ir a Las Vegas. No quería
molestar. Las fiestas de soltero y soltera en Las Vegas son como. . . tradición, ¿no?
No hace mucho tiempo, sacrificar cabras era una tradición también. No
significa que sea una buena idea.
—No todas las tradiciones tienen que ser seguidas. Si estás realmente tan
incómoda al respecto, les diré a los chicos que no. Nos atenemos a los juegos de
azar, cigarros y alcohol.
Se detiene un momento, pensando.
—¿Harías eso por mí?
Me río. Porque por ahora, ¿cómo puede no saberlo?
—Por supuesto que lo haría.
Kate mete las manos bajo su mejilla. Eso la hace parecer joven, vulnerable.
Mi pecho se aprieta con el deseo de protegerla. De cualquier cosa —todo—lo que
podría causar su dolor.
Incluyendo mi propia lengua.
—Realmente no me preocupo por las strippers, Drew.
Ahora estoy confundido.
—¿Estás diciendo eso porque realmente no te importa, o porque crees que es
lo que yo quiero que digas?
Tengo que preguntar, porque en mi experiencia, las mujeres dicen que hagas
una cosa y luego rajan tu maldita garganta cuando en realidad lo haces. Dado que
se supone que sabes que en realidad ellas no quieren que lo hagas. Que ellas en
realidad no querían decir lo que dijeron.
A excepción de los momentos en los que lo hacen.
Es como una forma desconocida de esquizofrenia. Dios les dio una boca por
una razón, señoras. Bueno. . . varias razones en realidad.
Pero el punto es usarlo. Sea franca. Nos ahorrará todo un montón de tiempo
y energía.
—No, estoy siendo honesta. Ahora que sé que no quieres ir a un club de
striptease, no me molesta tanto si lo haces.
—¿Entonces por qué estabas molesta?
—Creo que, en el fondo, sólo estoy. . . asustada.
—¿Por qué?
—Tú.
Ouch. Tengo que decir, eso duele algo. Como una vieja lesión en la rodilla
que se hace sentir con tan poca frecuencia, que casi te olvidas que está ahí. Hasta
que te recuerda. Y estás en cama durante una semana.
Kate ve mi expresión y elabora:
—Me temo que vas a hacer algo. . . que vas a ver algo, o escuchar algo, y que
vas a tomarlo de la forma equivocada. Que habrá un malentendido, y que vas a
reaccionar. . . mal.
Me froto los ojos. Y suspiro.
—Pensé que ya habíamos pasado todo eso, Kate.
Ella agarra mi mano y aprieta.
—Estamos más allá de eso. Nos perdonamos mutuamente, y estamos muy
bien ahora. Pero. . . tienes que admitir. . . hay un patrón.
Rose Kennedy una vez declaró: “Se ha dicho, “El tiempo cura todas las
heridas”. No estoy de acuerdo. Las heridas permanecen. Con el tiempo, la mente,
protegiendo la cordura, las cubre con el tejido cicatrizante y el dolor disminuye.
Pero nunca se van”.
Predicando con el coro, Rosie. Predicando con el coro. . .
Mi mano se arrastra fuera y ahueco la mejilla de Kate para tranquilizarla.
—Yo no soy ese tipo nunca más, Kate.
Bueno, tienes razón: en el fondo sigo siendo ese chico. Pero soy más
inteligente ahora. Más. Soy un padre. En una semana, voy a ser un marido. Y me
gustaría cortarme el pene antes de lastimar a Kate así de nuevo.
He crecido, maldita sea.
—Te quiero, Kate. Y confío en ti. Confío en nosotros. Hablamos de cosas, no
sólo reacciono ahora. Así que no voy a arruinar esto. No este fin de semana; no
nunca más.
Oh, la ironía. Tu fea puta.
La mano de Kate cubre la mía. Ella mira fijamente en mis ojos, en busca de
la verdad o sinceridad o no sé qué. Sea lo que sea, lo encuentra. Porque sonríe. Y
me besa suavemente.
—Te creo.
Luego se aleja y pregunta:
—¿Te sentirías mejor si le digo a Dee que cancele cualquier plan de stripper
que pudo haber hecho para nosotras?
Sí.
—No.
Diablos, sí.
—Bueno. . . puede ser.
Sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí.
—No. No. Quiero que te diviertas con las chicas. Ya sabes, hacer lo que las
gansas hacen.
¿Ves? Si esa no es evidencia de jodidamente crecí, no sé qué demonios es.
Además, los strippers masculinos no son gran cosa. Debido a que la mayoría de
ellos aspiraban a bailarines. Y todos sabemos lo que eso significa. . . .
De todos modos, ninguna chica quiere follar a un chico en una hamaca de
banano. No me importa si estás construido como una letrina de ladrillo y colgado
como un maldito caballo, ¿si estás usando una tanga para hombre? Te ves como un
estúpido.
Cuando nos sentamos, Kate me dice:
—Ver a un tipo engrasado sacudiendo su culo no es mi idea de diversión,
Drew. —Ella menea sus cejas en mi camino—. Ahora, tú engrasado y bailando, por
otra parte, suena como un buen momento.
Es por eso que la quiero.
—Tú eres la mujer perfecta.
La jalo por un beso, más largo que el anterior. Pero justo como nuestras
lenguas salen a jugar, una pequeña voz chilla desde el monitor.
—¿Mamii? ¿Papii? Arribaa. Ariba.
Me alejo.
—La bestia ha resucitado. Dúchate primero, voy a él.
—Bueno.
Me deslizo en un par de sudaderas mientras Kate saca algo de ropa de cajón.
—¡Paapii! ¡Mamii! ¡Aribaa. Ariba. Ariba!
Mi hijo no es un gran fan de la paciencia. ¿Me pregunto de dónde saco eso?
—¿Oh, y Drew?
Me vuelvo hacia Kate.
—¿Sí?
—Mi abuela solía decir, “Mira con los ojos, no con las manos”. ¿Cuando estés
en ese bar de striptease? Asegúrate de hacer eso.
Asiento con la cabeza.
—Lo tengo, jefe. —Doy un paso adelante y agarro su barbilla, liberando su
labio de las garras de sus dientes. Luego, la beso —dejándola un poco aturdida y
confusa—. Deja de preocuparte, joder. Vamos a tener un buen rato con nuestros
amigos este fin de semana. Nada malo va a suceder. Lo prometo.
Las famosas últimas palabras, ¿no? ¿Cómo es eso para una maldición?
Idiota.
Le doy una vuelta y palmeo ambas mejillas con una mano.
—Ahora lleva ese culo en la ducha antes de que decida atacar de nuevo.
Kate se ríe, porque piensa que estoy bromeando. Solo…
—¡Paaapiiiiiii! ¡Ariba-a! ¡Ariba-a!
Claro. El deber llama. Kate se dirige al cuarto de baño, y yo voy a liberar a
James de su jaula.
***
Así fue como empezó. Todo era increíble. Estábamos hablando. Riendo.
Comunicando.
Joder.
Era como un cuento de hadas, por el amor de Cristo.
¿Has notado cómo en los cuentos de hadas todo comienza a lo grande? ¿La
bella princesa, el reino feliz? Entonces todo se vuelve mierda. Un minuto Hansel no
sentía ningún dolor, masticando una ventana hecha de azúcar, y al minuto
siguiente cierta vieja bruja estaba tratando de meter su culo en un horno.
¿Para cualquiera que todavía piensa que soy un indigno e idiota
ensimismado? Tengo la sensación de que vas a disfrutar esto.
Mucho.
La habitación de James es tenue. Las sombras se dibujan y la única
iluminación proviene de una luz nocturna Buzz Lightyear en la esquina. Es la
madre de todas las habitaciones de niño. ¿Amarillo y verde? No, gracias. Las
paredes son azul marino y crema, los muebles de madera de cerezo oscuro. Una
canasta de baloncesto del-tamaño-de-un-niño está contra una pared, y un tren de
tamaño completo contra el otro. Una cómoda mecedora se encuentra entre dos
ventanas de arco, con una copia gastada de Goodnight Moon en el asiento. Fotos
enmarcadas de la familia —y del nuevo estadio de los Yankees— cuelgan en las
paredes. Un cartel de Metallica está pegado en la parte posterior de la puerta.
Yo lo quería al frente y en el centro, pero Kate me derribo.
Los grandes y oscuros ojos de James se iluminan cuando entro. Es la
perfecta miniatura-de-mí, la nariz, el mentón, el pelo negro que se eleva hacia
arriba en todos los ángulos.
—Buenos días, amigo.
Él se aferra a la barandilla de su cuna y rebota como un chimpancé revestido
en algodón.
Sus palabras son cuidadosamente pronunciadas, con tensión en las
consonantes. Algo así como un robot.
—Hol-la, papá-paa.
Tan jodidamente lindo.
Lo recojo, manteniéndolo en alto, y mordisqueando su vientre, haciéndolo
chillar. Entonces lo traigo de vuelta abajo y le doy un apretón. Su cabeza gira y se
apoya en mi hombro, y su aliento me hace cosquillas en el cuello. Le beso el pelo
otra vez, simplemente porque puedo.
Nunca entenderé esos tipos que se niegan a abrazar y besar a sus hijos,
especialmente a sus hijos varones. Insensibles bastardos, si me preguntas. La idea
de que demasiado afecto puede hacer a un chico suave es una gran pila humeante
de mierda.
¿Si quieres que tu hijo sea confiado y seguro? Tienes que darle una buena
base, un correcto ejemplo. Tomemos a mi viejo, por ejemplo. Crecí sabiendo que
era totalmente capaz de patear mi culo cada vez que me salía de la línea. Así lo hizo.
Frecuentemente. Pero también me mostró todos los días que me cuidaba la
espalda. Que me amaba, estaba orgulloso de todo lo que yo hacía o intentaba hacer.
James va a crecer de la misma manera.
Un rancio aroma invade mi nariz.
—Jesús, James. —Lo recuesto sobre la mesa para cambiarlo.
Pareces sorprendida. No deberías estarlo. Los hombres de verdad cambian
pañales.
Estoy pensando en poner eso en una camiseta.
De hecho, cualquier cosa que Kate puede hacer, la hora del baño, la hora de
acostarse, la alimentación a medianoche, yo también puedo hacerlo. Como que
tengo que hacerlo.
Kate sólo tenía veintiocho años cuando nació James. Para un profesional en
nuestro campo, es joven. Y tan feliz como ella estaba por hacer la cosa de mamá —y
a pesar de un barco cargado de culpa— simplemente no estaba lista para cambiar
en la escalera corporativa para Mamá y yo y las malditas canciones de Wiggles.
Una niñera o guardería estaba fuera de la cuestión. Cuando yo era joven, ni
siquiera me gustaba abandonar a nuestros perros. De ninguna manera iba a
entregar a mi hijo a unos desconocidos, esperando cada día que ellos no le
causaran daño.
Pero le prometí a Kate —érase una vez— que haría que todos sus sueños se
volvieran realidad. Así que llegamos a un acuerdo. Así es como se desarrollaron las
cosas. Encontrarás el final de este intercambio particularmente gratificante. . . o
por lo menos yo lo hice:
James —cuatro semanas de nacido.
Son las diez treinta cuando entro por la puerta de nuestro apartamento.
Estas pueden parecer horas de retraso para ti, pero en el campo de la banca de
inversión, es más o menos el par del campo. Una reunión de siete en punto
atropella y luego una conferencia telefónica con Indonesia, un par de horas
dedicadas a la revisión de los contratos, y aquí estamos.
Cuando James nació primero, me tome dos semanas de licencia de
paternidad, pero ahora estoy de vuelta en la oficina con velocidad. Kate está
haciendo la cosa de mama-en-casa. Solíamos alternar los turnos de alimentación
en mitad de la noche, pero porque es difícil formar una frase coherente y mucho
menos manejar millones de dólares, cuando la mitad de tu cerebro está dormido,
ahora caen sobre ella, así que puedo conseguir un descanso de noche decente y no
diezmar la fortuna de mis clientes.
Lanzo mis llaves en la mesa y cierro la puerta con el pie. Entro en la sala de
estar, Kate está en el sofá con una cesta de ropa sucia a sus pies, doblando
diminutos pantalones que se unirán a sus hermanos apilados sobre la mesa. Su
largo y suave cabello —el cual disfruto cubriendo mis muslos— está atado en un
moño. Ella lleva pantalones cortos de pijama y una camiseta azul marino, y no
puedo dejar de notar que sus tetas aún más-grandes-de-lo-normal-por-el-
amamantamiento están libres de las restricciones habituales del sujetador.
Bono.
En una voz más alta de lo que me proponía, le digo:
—Oye, hermosa.
—¡Shhh! —ataca ella—. Si despiertas a ese bebé, voy a arrancarte cada
vello púbico que tengas la próxima vez que te quedes dormido.
Mis ojos se abren. Ha estado pasando demasiado tiempo con Delores estos
días.
Bajo mi voz:
—Lo siento. —Me siento a su lado en el sofá y me inclino más cerca por un
beso.
Mis labios sonsacan una sonrisa de ella, como de costumbre.
—Hola —me saluda con un tono mucho-más-feliz-de-verme—. ¿Quieres que
te caliente un plato?
—No, sólo voy a prepararme un plato de cereal.
Kate bosteza mientras recoge el babero “mi mamá es más caliente que tu
mamá” y sigue doblando.
—¿Un día duro? —pregunto.
—No tanto. Él solo estaba de muy mal humor sobre las seis y me llevó una
eternidad ponerlo a dormir.
Asiento con la cabeza. Luego inclino mi cabeza hacia el pasillo.
—Voy a ir a verlo.
Kate me derriba.
—No, no, no vas.
—Seré muy silencioso.
—Drew…
—Ni siquiera voy a tocarlo.
Irónicamente ella señala:
—Los dos sabemos que eres incapaz de ver a James y no tocarlo.
Touché.
—Y entonces él se va a despertar y voy a tener que darle de comer para
volver a acostarlo. Y todo su horario de dañará por la noche.
Veo la sabiduría de lo que está diciendo. No significa que tenga que
malditamente gustarme.
—¡No lo he visto en todo el día! —Tuve que salir corriendo por la puerta
antes de lo habitual esta mañana, para hacer una reunión con un cliente de la
parte alta—. No es sano para un bebé pasar días sin poner los ojos en el hombre
que lo engendró.
No sé si esto es un hecho, pero suena bien, así que me quedo con ello.
Una vez más, Kate no lo está aceptando.
—Tiene cuatro semanas. Necesita un horario más de lo que necesita ver a
su papá.
Frunzo el ceño. Creo que mis sentimientos están heridos.
—Eso es una cosa jodida que decir.
Se encoge de hombros.
—No por ello es menos cierto.
Suspiro. Y decido un curso de acción más subversivo.
—Entonces me iré a preparar ese plato de cereal.
Kate me observa levantarme. Entonces llama suavemente a mi espalda en
retirada:
—Aléjate del cuarto del bebé, Drew, ni siquiera mires la puerta.
Ni siquiera acepto o me niego. A pesar de que Kate y yo hemos estado
juntos durante años, aún se aplican las lagunas. Entro en la cocina, agarro la
leche de la nevera, y me sirvo un bol de Lucky Charms. Tomo dos bocados y…
¿Has oído eso? Sonaba como el llanto de un bebé, ¿no?
¿No?
Entonces te recomiendo una revisión auditiva, porque yo definitivamente
lo oí.
Me deslizo a través de la puerta de la cocina y sigilosamente hago mi
camino por el pasillo hasta el cuarto del bebé. La puerta está semi abierta, lo
suficiente ancha para meter la cabeza. La luz de noche arroja un cálido
resplandor en los muebles de madera oscura, en la mecedora y los animales de
peluche apilados en la esquina. Escucho. Y todo lo que oigo es el sonido de la
respiración profunda y rítmica de James.
Supongo que no era un llanto lo que oí, después de todo. Pero... ya que
estoy aquí y todo, no hará daño echar un vistazo, ¿verdad? Cierto.
Como un niño bajando a escondidas las escaleras antes de la salida del sol
en la mañana de Navidad, entro suavemente en la habitación. Me detengo al lado
de la cuna y bajo la mirada a mi niño dormido. Una sonrisa instantánea aparece
en mi cara. Porque es tan malditamente adorable.
Él está sobre su espalda, la cabeza vuelta hacia la derecha, una pequeña
mano empuñada doblada en el codo por encima de su cabeza de pelo oscuro. Está
vestido con un mameluco de algodón que cubre sus pies de color verde oscuro. No
me resisto a correr mi dedo por su regordeta y suave mejilla-de-bebé.
Él no se inmuta ni se mueve. Así que sigo mirándolo, y es una locura lo
entretenido que es simplemente observarlo respirar.
Después de que me he hartado, doy un paso hacia la puerta.
Entonces algo jodidamente terrible sucede.
Tenías que haberlo visto venir.
Sí, la cabeza de James gira a la izquierda, y sus pies patalean y sus dulces
facciones se arrugan. Entonces, como un pajarito recién salido del huevo deja
escapar un grito.
—Whaaaaa.
Mis ojos corren a la puerta, y luego de nuevo a él, cuando el segundo
graznido deja sus labios.
—Whaaaaaaa.
—Mierda. Shhh —susurro—. James... —Froto su vientre—. Shhh, vuelve a
dormir.
Por supuesto, eso hace un montón de nada.
—Whhaaaaaaaaa.
A la mierda. Lo recojo y reboto contra mi hombro.
—Tienes que estar calmado, amigo. Si tu mamá me encuentra aquí, va a
encerrar su coño como una caja fuerte de acero. Me llevará horas romper ese
chico malo de nuevo abierto.
Técnicamente, la caja fuerte está cerrada por mantenimiento de todos
modos. Aún nos quedan dos semanas para que el médico nos dé la luz verde.
Hasta entonces, hay una estricta política de “No pasarás”. Ni siquiera se me
permite hacerle llegar con mi boca, o el método siempre-tan-popular-entre-
adolescentes-de-bluyinear. Roberta dijo que su útero necesita recuperar, lo que
significa que no hay espasmo orgásmico permitido.
Dicho esto, entiendes mi analogía. Mi hijo, por otra parte, no lo hace. O
simplemente no le importa una mierda.
—Whaaa, whaaa, whaaaaaaaa.
Entonces Kate está de pie en la puerta, pareciendo justamente cabreada.
—Despídete del vello púbico, Drew.
Me río.
—¿Qué? Le oí llorar, solo llegue antes.
No cuenta como una mentira si la persona a la que le estás mintiendo sabe
que es mentira.
Ella deja escapar un suspiro de exasperación y extiende las manos por el
bebé.
—Entrégamelo.
Lo empujo en mi contra y giro mi cuerpo, como un jugador de fútbol
tratando de evitar que la pelota sea arrebata.
—No, yo lo tengo. Vuelve a lo que estabas haciendo.
—Él no se va a calmar contigo.
—Y nunca se calmará conmigo si eres la única que lo sostiene todo el
tiempo. —Beso la parte superior de su cabeza—. Tengo esto, Kate. Ve a tomar un
baño o algo así.
¿No es eso lo que quieren todas las madres?
—¿Esa es tu manera de decirme que huelo?
Supongo que no.
—No... Estoy diciendo que moví la mierda, voy a tratar con el hedor.
Todavía pareciendo insegura, ella pasa la mano por la espalda de James.
—Bien. Solo... grita si me necesitas.
Le doy a sus labios un beso.
—Estamos bien.
Finalmente ella sonríe, y luego se va.
La mayoría de los hombres son ineptos cuando se trata de los bebés. Ya sea
por la falta de experiencia o porque tienen miedo de que van a joder algo
irreversiblemente. Danos un aparato que necesita ser arreglado, vamos a
desarmarlo, lo resolveremos, y lo pondremos de nuevo junto, incluso si no
estamos familiarizados con ella.
¿Los bebés? No son tan fáciles de volver a armar.
Y están todos estos peligros de los que tenemos que ser conscientes, puntos
débiles, cuellos que no puede apoyar la cabeza, desagradables ombligos a la
espera de caer... no me refiero a la mierda de la circuncisión. Los hombres no son
buenos con las multitareas, ¿recuerdas?
Así que para la mayoría, el cuidado de un bebé es una actividad que es
mejor dejar a las madres.
La mayoría, pero no para mí. Porque me corté mis dientes en Mackenzie.
Cuando ella era un bebé, yo no estaba cerca para las cosas de rutina de la noche,
pero aprendí mucho sobre todo lo demás. Si un hombre puede cambiar el pañal de
un bebé, no hay nada que no pueda cumplir. Por lo tanto, porque tengo su
infancia en mi haber, y porque soy bastante impresionante en todo lo que hago,
no estoy intimidado por el llanto de James. No es una parte divertida de la
paternidad, pero puedo encargarme.
Lo muevo de mi hombro para acunarlo en mis brazos.
—Whaaa, whaaa, whaaa...
—Oye, amigo, ¿qué pasa con las lágrimas? No tienes que llorar, voy a
tenerte durmiendo de nuevo en un momento.
Agarro un chupete de la cómoda y me burlo con él en su boca. Gimiendo, él
lo succiona antes de abrir la boca para chillar porque se da cuenta que no es la
cosa real. Cojo el chupete antes de que caiga al suelo.
Luego me siento en la mecedora.
—Sí, sé que no es lo que realmente quieres. Y no te culpo, las tetas de mamá
son espectaculares. Pero. . . tienes que tomar lo que puedes conseguir. Y ahora
mismo, esta pequeña pieza de plástico es la segunda mejor opción.
Lo deslizo entre sus labios de nuevo, y esta vez no lo rechaza. Chupa
rápidamente y sus ojos se cierran por un momento antes de que los arrastre
abiertos de nuevo, un signo seguro de que está agotado, pero lucha contra ello.
Me balanceo lentamente en la silla y palmeo su culo suavemente en un ritmo
constante.
En un suave susurro le digo:
—¿Quieres oír lo que hizo tu padre hoy? He organizado una adquisición de
cincuenta millones de dólares para un hombre que inventó una nueva aplicación.
Es un poco idiota. Cuando seas mayor, aprenderás que el mundo está lleno de
idiotas. De todos modos, este idiota en particular no creía que el trato era lo
suficientemente bueno, así que papá tuvo que explicarle por qué lo era. Primero le
mostré...
Realmente no quieres oír el resto, ¿verdad? Basta decir que veinte minutos
después, James estaba inconsciente. Besé su frente y lo tumbé en su cuna. Luego
salí a la sala de estar buscando un poco de tiempo de calidad con mi novia.
Encuentro a Kate en el sofá, con una cesta todavía medio lleno de ropa al lado de
ella.
No me reconoce de inmediato, y no está doblando más la ropa. Ella
sostiene un par de calcetines de bebé en cada mano, desconcertantemente con la
mirada perdida en el espacio. Pensando profundamente.
Por lo general, para los chicos ¿cuándo nuestras mujeres están
contemplando algo serio? Es una mala señal.
Cautelosamente me siento a su lado.
—El bebé está dormido.
Su expresión en blanco no cambia.
—Eso es bueno.
—¿Kate? ¿Estás bien?
Saliendo de donde estaba, ella se vuelve hacia mí rápidamente y trata de
desestimarlo.
—Oh sí. Sí, estoy bien.
Bien, una bandera roja si alguna vez hubo uno.
No pierdo el tiempo con bromas.
—Jodidamente bien, ¿Qué está mal?
Centra su atención en los calcetines.
—Me acabo de dar cuenta... esta es mi vida ahora.
Me esfuerzo para descifrar el mensaje oculto femenino en esa declaración,
y llego a nada de nada.
—¿Bueno... y...?
—Y doblar la ropa, los platos sucios, los paseos por la tarde, las siestas,
cambiar pañales... esa es mi vida. Eso es lo que tengo que esperar.
—Bueno... cambiar pañales no durará para siempre. Y en dos semanas
más voy a ser capaz de hacer que te corras de nuevo en numerosas e ilícitas
formas, eso es algo que vale la pena esperar con interés.
Eso consigue una risa de ella, pero es poco entusiasta.
—Soy una persona terrible.
Froto su hombro.
—Si eres una persona terrible, estoy en alguna seria mierda profunda.
Esta vez su sonrisa es un poco más genuina.
—Amo a James, Drew. Amor… no es ni siquiera una palabra lo
suficientemente fuerte...
Asiento con la cabeza, porque yo y cualquier padre sabe exactamente a qué
se refiere.
—... y sé lo afortunado que soy. Muchas mujeres matan para poder
quedarse en casa a tiempo completo con sus hijos. Realmente estoy agradecida
por la vida que tengo, pero nunca pensé que esto sería lo único que tendría.
Y las lágrimas empiezan a caer. Unas grandes.
En los días después del nacimiento de James, él no era el único que era un
vociferante llorón.
Kate era un desastre.
Creí comprender que las hormonas pueden causar estragos en la
personalidad femenina, pero no entendí el aumento. Las hormonas del embarazo
son otro animal completo. Ella lloró porque James era hermoso, lloró porque me
amaba tanto, y debido a lo mucho que yo le amaba. Lloró cuando James lloraba,
y cuando él dormía o si estornudaba. Lloró porque ella no había perdido todo el
peso del bebé dos días después de que él nació, de la forma en que esas malvadas
celebridades narcisistas hacen que las mujeres sienten que no deberían.
Aunque estoy acostumbrado a los ataques de llanto de mi hijo, ver a Kate
llorar nunca será algo que me parezca bien.
Mi pecho se tensa, apretando mi corazón mientras se limpia las mejillas.
—Me siento tan culpable por faltar al trabajo, por verte salir por esa
puerta por la mañana y desear que fuera yo. ¿Cómo de jodido es eso?
Froto su espalda y le digo la verdad:
—No es jodido en absoluto.
Kate me mira con sorpresa en sus ojos.
—Yo no querría renunciar a mi trabajo tampoco, sería un bastardo
miserable si no pudiera ir a la oficina más. —Entonces pregunto—: ¿Por qué no
dijiste algo antes?
—Pensé que esto pasaría, que una vez me acostumbré a estar en casa,
tendría una nueva rutina que seguir. Pero eso sólo ha empeorado.
Lo extraño es que yo sé exactamente cómo se siente.
—Para ser honesto, no estoy emocionado exactamente con el arreglo que
tenemos ahora, tampoco.
Afortunadamente, sus lágrimas se han secado. La tenaza en mi corazón
disminuye.
—¿No lo estás?
Niego con la cabeza.
—Me estoy perdiendo todo lo bueno. Voy por días sin ver a James despierto
ni siquiera por un minuto. Es una mierda. Como el otro día, cuando sonrío por
primera vez.
Ella trata de hacerme sentir mejor.
—Fue sólo un gas, Drew.
—Por supuesto que lo fue, porque los chicos piensan que los gases son
divertidos.
—Te envié un video.
Niego con la cabeza.
—Eso no es lo mismo. A este ritmo, voy a perderme todo, su primera
palabra, su primer paso, la primera vez que se dé cuenta que puede apuntar y
mear en las cosas, todos los grandes momentos.
Kate toma mi mano.
—Así que... ¿de qué estamos hablando aquí? ¿Estás diciendo que deseas
quedarte en casa a tiempo parcial?
Una vez que las palabras son dichas en realidad, me doy cuenta de que eso
es lo que he querido desde el principio.
—Y vamos a trabajar a tiempo parcial. Yo iré a la oficina los lunes,
miércoles y viernes. . . porque sigo siendo el maldito hombre en la relación. . . y tú
irás los martes y jueves.
—Algunos de nuestros clientes no van a estar bien con eso. El CEO de
Jefferson Industries es un capullo, tendrá problemas importantes.
Como si me importara un bledo.
—El que no esté de acuerdo con esto, me aseguraré de que se quede en casa.
O se los pasare a Jack o Matthew, y si perdemos algunos, mi padre lo superará.
El nepotismo tiene sus ventajas, Kate. Yo digo que malditamente lo explotemos.
—Nuestros bonos tendrán un golpe.
Me encojo de hombros.
—Es sólo dinero.
Si no tienes un bote lleno de dinero en efectivo e inversiones por ahí, yo no
recomendaría que adoptaras esta actitud. Pero como yo lo hago. . . Puedo.
Luego señalo:
—En seis o siete años James estará en la escuela, entonces ambos podremos
volver a tiempo completo. A menos que tengamos unos cuantos niños más entre
ahora y entonces, y ya que la actividad que los trae aquí está en la cima de
nuestra lista de cosas favoritas por hacer, eso es una clara posibilidad.
Hay una luz en sus ojos que no estaba allí cuando llegué a casa. Saber que
ayude a ponerla ahí me hace sentir orgulloso de mí mismo, no es que eso sea una
sensación inusual, pero en este caso es especialmente impresionante.
Kate me aprieta la mano con entusiasmo.
—Por lo tanto, ¿estamos haciendo esto? ¿Realmente estamos haciendo esto?
—Tú y yo y James vamos a entrar en la oficina mañana y tener una
conversación con papá, George y Frank.
Ella se lanza hacia mí, pecho a pecho, los brazos alrededor de mi cuello, las
piernas a horcajadas en mis muslos.
—¡Estoy tan emocionada!
—¿Tan emocionada cómo estás acerca de conseguir el visto bueno de
Roberta en dos semanas?
Kate mira de reojo.
—Ah. . . no así de emocionada, pero muy cerca.
Y luego nos besamos, nuestras lenguas bailando y degustándose. Vuelvo a
caer en el sofá, llevándola conmigo y manteniéndola encima.
Sus labios se burlan de camino a mi oído.
—Te amo —exhala Kate, antes de lamer alrededor de la concha. Cálida
lujuria se reúne en mis entrañas, luego surca mis muslos y brazos, y mi polla.
Devuelvo el sentimiento:
—Te amo.
La boca de Kate baja a mi cuello, tortuosos toques como suaves-plumas
contra mi piel.
—Y amo nuestra vida.
Mi mano se enreda en su pelo, aflojando el moño, haciéndolo caer.
—Yo también.
Ella cae de rodillas en el suelo y yo me enderezo, con las piernas separadas
para que pueda anidar entre mis muslos. Me mira con hambrientos ojos negros y
una sonrisa traviesa, mi combinación favorita.
Kate desabrocha mi pantalón y me levanto para acomodarme mientras
ellas les da un tirón. Más despacio, quita mis bóxers y mi impaciente polla rebota
hacia arriba para saludarla.
—Y amo tu polla. —Ella conduce el clavo a casa cuando corre su húmeda
lengua arriba y abajo de mí, y luego girando alrededor de la cabeza.
Observo su hermoso rostro y sonrió.
—Amo mi polla en tu boca.
Sus labios vibran contra mí mientras se ríe y la sensación hace que mis
piernas tiemblen. Luego succiona con sus labios desde la base hasta la punta,
burlonamente, sin llegar a tomarme dentro. Cuando estoy a punto de perder mi
jodida mente, ella abre y desliza mi polla en la estrecha, caliente humedad de su
boca.
Mi cabeza rueda hacia atrás y gimo.
Ella me traga lentamente, centímetro a centímetro. Es desesperante y
fantásticamente bien al mismo tiempo. No puedo decidir si quiero que me chupe
duro y rápido o que continúe la dichosa tortura durante horas. Quizá días.
Cuando estoy en la garganta de Kate, ella hace una pausa, respirando
suavemente.
Y siseo:
—Joder. . .
Kate siempre fue hábil dándole a la cabeza, verdaderamente natural. Pero
en estos últimos años, su talento ha alcanzado proporciones épicas. Ella es un
maestro y yo soy su bien dotado instrumento. Prácticamente entrenó su reflejo
vomitivo, y realmente disfruta tragar y engullir.
Ella me dijo una vez que la hacía sentirse poderosa. Ver mi cara mientras
me trabajaba. Ver los signos de placer que está controlando, dejándome deleitar.
Es una toma bastante precisa de la situación, porque en este momento estoy a
merced total y completa de Kate.
Y ese, niños, es el mejor puto asiento de la casa.
Me chupa duro mientras su cabeza se desliza hacia arriba, de modo que la
punta se mantiene entre sus hermosos labios. Hace vueltas con su lengua de
nuevo, esta vez con más presión, menos burla. Luego sube y baja rápidamente —
todo negocios— toda lengua, decadente y descuidada humedad y ásperos roces de
dientes. Sus mejillas están hundidas y su mano masajea mis bolas, dándoles un
suave y erótico tirón.
Me quejo y maldigo y canto su nombre.
Agarro su pelo y la guio hacia arriba y abajo en mi polla con la suficiente
fuerza para hacer que tataree en aprecio.
—Sí, nena, justo así. Tan jodidamente bueno —suspiro.
Los labios de Kate se contraen y su cabeza se mueve más rápido.
—Jesús, Kate, me voy a venir.
Mi mano se aprieta y la mantengo en su lugar, y todos los músculos de mi
cuerpo se contraen gritando, unánime del placer. Mis dientes chocan y mis
caderas empujan, y con un gemido por su cuenta, Kate traga con entusiasmo
hasta que me quedo sin nada.
Mi respiración es áspera mientras ella me premia con un último
movimiento de su lengua. Luego se levanta, sonriente y sube a mi regazo. Y estoy
débil, totalmente, sublimemente relajado. Que se joda el vino: una mamada es la
mejor manera de relajarse después de un largo día de trabajo.
Lo único que lo haría mejor es si pudiera devolverle el favor.
Mientras encierro a Kate en mis brazos, añado otra barra al total
acumulado de los orgasmos que le debo. Este sería el… quince. Y planeo resolver
todo en una sola noche, la noche que Roberta diga que Kate está bien para seguir.
No te preocupes, siempre y cuando la conserve hidratada, no hay peligro físico de
muchos orgasmos. Pregunté.
—Creo que voy a ir a tomar ese baño que has mencionado —ronronea—.
¿Quieres unirte a mí?
Dirijo mis nudillos a lo largo de su mandíbula.
—Unirme a ti es sólo una de las cosas que muero por hacer en este
momento.
—¿Cosas como lavar mi espalda?
Cepillo mis labios contra los suyos.
—Quiero lavar un montón de lugares, hasta el último rincón.
Desafortunadamente, lavar su espalda y frotar sus hombros es todo lo que
voy a ser capaz de hacer esta noche. Pero será suficiente por ahora.
Con sus piernas envueltas alrededor de mí cuando me pongo de pie y con
el culo desnudo, entró al baño.
***
Tener dos padres que trabajan en la casa no siempre es perfecto, conflicto de
horarios y el estrés laboral puede interponerse en el camino. Pero funciona para
nosotros.
Ahora, ¿dónde estábamos de nuevo? ¿Antes de cortar en la escena de la
mamada gratuita?
Así es, con el codo profundo en la masacre que es el pañal de James.
Intentar respirar por la boca ayuda con el hedor.
—¡Dios mío, chico!. . . ¿qué hiciste anoche? ¿Escapaste furtivamente de la
cuna y te comiste un chuletón de buey?
Lo que me lleva a la invención más grande de nuestro tiempo. Nop, no es la
Internet. O el automóvil. No es el control de natalidad, aunque casi lo sobrepasa. La
mejor innovación del siglo es el pañal Genie.
Es un salvavidas.
Dejo caer la tóxica bola en la santa basura y cierro rápidamente la tapa.
Entonces lo limpió con las toallitas y lo espolvoreo con el polvo de bebé. Luego me
dirijo hacia el armario para escoger su ropa. Una camisa de cuello negro, jeans, y
zapatillas Nike. El hábito hace al hombre y funciona de la misma manera con los
niños. Es todo acerca de las primeras impresiones. ¿Si realmente quieres que tu
hijo sea noqueado sobre su culo en la caja de arena? Ponle uno de esos mariquitas
chalecos. Eso más o menos lo garantiza. James es un niño cool, y yo absolutamente
me aseguro que se vista como tal.
Después de ponerle gel para el cabello a James y cepillar sus dientes, con
algunas útiles sugerencias sobre su técnica de escupir le llevo a la cocina al estilo
avión. Zoom. Y lo ato en su silla alta para que no pueda escapar.
¿El siguiente paso? Desayuno. Te acuerdas de cómo me gusta el cereal,
¿verdad? Eso no ha cambiado. Es Lucky Charms para mí, con malvaviscos
adicionales.
¿Pero para mi hijo? No hay Lucky Charms.
Esos niños del Breakfast Club realmente sabían de lo que estaban hablando.
Y que realmente nos convertimos en nuestros malditos padres. Y frases como “Ahí
veremos” y “Porque yo lo digo” simplemente estallan en tu cabeza y vuelan fuera
de tu boca. Es perturbador. Como alguna jodida posesión exorcista.
De todos modos, ¿para el desayuno de James? Rodajas de manzana orgánica
y de grano entero de Cheerios sin azúcar.
Lo sé, ya es oficial, soy un hipócrita. Puedo vivir con eso. No es que sus
papilas gustativas sepan de lo que se pierden. Y cuando lo hagan, voy a empujarlo
debajo de su garganta de todos modos. Porque es bueno para él. ¿Si un día decide
odiarme por eso? Eso está bien también.
Porque a veces el ser padre es duro. ¿Y si no lo es? No estás haciendo bien
las cosas.
Derramo algunos Cheerios en la bandeja y retrocedo la mitad del camino a
través del cuarto.
—Oye, James, levanta.
Abre su boca y la mantiene abierta. Tengo un solo Cheerio entre mis dedos
mientras me inclino en mis rodillas y reboto mi mano como si estuviera driblando
un balón de baloncesto.
—Tres segundos en el reloj, por uno, Evans recupera el balón. Finge
izquierda, conduce, remata. . .
Lanzo el Cheerio en un alto arco. Aterriza justo en la boca de James.
—¡Anota! ¡La multitud se vuelve loca!
James tiene las dos manos sobre la cabeza.
—¡Nota!
Entonces yo le doy las cinco. Te lo dije. Cool, ¿no? Empujo una cucharada de
cereal en mi boca y me preparo para otra oportunidad. Entonces Kate entra en la
cocina, enviando mensajes en su teléfono.
¿Toda esa preocupación por perder el peso del bebé? Fue en vano. Mírala,
ceñidos pantalones de yoga negros que abrazan sus estrechas caderas, una
camiseta de Penn State que muestra su vientre plano y brazos tonificados. Su
cabello recogido en una cola de caballo, y un toque de brillante, brillo de labios con
sabor a fresa es su único maquillaje.
Hermosa.
Kate todavía tiene esa belleza de tipo simple y de bajo mantenimiento. No
tiene que esforzarse por ser caliente, ella sólo lo es. Maniobro junto a la silla alta de
James y espero a que Kate levante la mirada.
Sí, es deliberado. Los niños tienen el poder de succionar el deseo sexual de
una relación como un hambriento agujero negro. Así que es importante avivar la
llama, mantener calientes las brasas ardiendo. Y algo acerca de ver a un hombre sin
camisa con un bebé enciende a cada mujer.
Confía en mí, he sido abordado en la playa suficientes veces como para
saberlo. Es como el maldito Viagra femenino.
Es diferente para los chicos. No es que un bebé sea negativo,
necesariamente, pero el ver a una chica con uno no hace automáticamente que
queramos follarla. Porque en el fondo, en el fondo todos los hombres son todavía
niños pequeños. Queremos toda su atención en nosotros. Es lo que es.
Siento los ojos de Kate en mí y hago estallar un trozo de manzana en la boca
de James. Entonces extiendo mis brazos, flexionando los músculos y dándole un
buen espectáculo. Oh, sí, está funcionando. Ella está definitivamente mojada. ¿Ves
cómo inclina la cabeza y sus ojos brillan mientras me mira de arriba abajo? ¿Cómo
sus labios se separan y respira un poco más rápido?
Ella está recordando lo que acabamos de terminar de hacer y está pensando
en cuando vamos a llegar a hacerlo de nuevo.
—¡Mamá!
Los ojos de Kate se desplazan hacia James. Su sonrisa cambia, no sexy, más
dulce.
—Oye, pequeño.
Ella se acerca y toma una rebanada de manzana para sí misma.
—¿Cómo están mis dos chicos favoritos?
—Hasta ahora, todo bien. —Asiento con la cabeza hacia el teléfono en la
mano—. ¿Qué pasa ahí?
—Estoy enviando mensajes de texto al manager de Billy con la dirección de
Steven y Alexandra. Le dieron una para una casa de empeño en medio del Bronx.
No sabes nada de eso, ¿verdad?
Mis padres van a cuidar de todos los nietos para el fin de semana. Desde que
Steven y mi hermana van a nuestra reunión de toda la pandilla en su lugar y a
tomar un coche al aeropuerto juntos.
Juego inocente.
—¿Quién yo? Nop, no sé nada.
Ella no parece como si se lo comprara.
—Podría haber perdido el coche en el aeropuerto. Tal vez todo el vuelo.
—Sí, eso hubiera sido una vergüenza.
—Hay que ser agradable, Drew.
—Él viene, ¿no? Creo que dejar que tu ex novio nos acompañe a mi
despedida de soltero está por encima y más allá de agradable.
Kate hace un gesto con las manos en su intento de defender al idiota.
—Siempre te estás quejando de lo cercana que soy con él, pero tal vez si
trataras un poco más duro, él no dependería tanto de mí. Y, además, Billy no tiene
un montón de amigos hombres.
—Lo que tiene perfecto sentido. Él es un coño y las mujeres tienden a
juntarse.
Kate rueda los ojos.
James decide unirse a la conversación.
—Cooñno
Oh, mierda. Eso no es bueno.
Pero aun así, me echo a reír. ¿Cómo no?
Kate me frunce el ceño.
—Genial.
La mayoría de los niños dicen su primera palabra alrededor de los once
meses. Debido a que mi hijo es un genio, su primera palabra llegó a los nueve
meses. Y no fue mamá o papá o algo típico como eso.
La primera palabra de James fue “mierda”. Kate no estaba contenta.
Entre tú y yo, sin embargo, nos salvamos de una. Podría haber sido mucho
peor.
Ella se vuelve hacia James y lo amonesta suavemente:
—No, James.
Él sacude la cabeza, tratando de entender.
—¿No coñno?
Me carcajeo con más fuerza. Ahora Kate está fulminándome. Pone sus
manos en las caderas.
—Sí, y eso es exactamente lo que papá va a conseguir si no para de reír en
este momento.
Los ojos de James se ensanchan y trata de avisarme.
—No coñno, papá.
Ahora estoy riendo mi culo completamente.
Kate lanza sus manos en el aire.
—¡Bueno, eso es simplemente perfecto! Ahora va a pasar los próximos dos
días con tus padres hablando como un pequeño gamberro malhablado. ¿Qué va a
pensar tu madre?
Me sereno ligeramente, sin dejar de sonreír, tomando su mano en la mía y
sosteniéndola contra mi pecho.
—¿Teniendo en cuenta que ella es la mujer que tuvo que criar el primer
gamberro malhablado? Creo que va a tener una enorme cantidad de simpatía por
ti.
Kate sonríe.
—La cual es totalmente merecida. Lo juro, entre los dos, no sé cómo puedo
mantener mi cordura.
—Es el sexo. Si las uvas pasas son los dulces de la naturaleza, follar es el
antidepresivo. Es la mejor manera de mantener una buena salud mental.
Un orgasmo al día mantiene al psiquiatra a distancia.
Kate se cruza de brazos, dudosa.
—Claro que lo es. Eso suena muy parecido a cuando estaba embarazada y me
dijiste que las mujeres que realizaban el sexo oral con más frecuencia eran menos
propensas a desarrollar pre-eclampsia.
Señalo con mi dedo.
—¡Eso fue totalmente cierto! Leí un artículo sobre el tema.
¿Cómo de impresionante es eso? Si yo no estuviera seguro antes, después de
eso estaba seguro de que Dios era definitivamente un chico.
—¿En cuál revista? ¿Playboy?
—Men’s Health.
Sintiéndose excluido, James intenta conseguir otra risa de mí.
—¡Coñno!
Despeino su cabello.
—Ahora estás exhibiéndote.
Kate lo levanta de la silla y lo sostiene cerca.
—¿Has terminado con el desayuno, bebé? ¿Quieres cantar con mamá?
Él aplaude.
La mayoría de los gustos y disgustos de James asemejan los míos. Odia el
brócoli. Los deportivos femeninos lo ponen de los nervios. Y desprecia el patinaje
artístico televisado. Pero ama la voz de Kate.
Oh, y sus tetas. ¿Ves cómo se inclina para frotar su rostro contra ellos?
Deleitándose en su simétrica y acolchada suavidad.
Le doy un codazo en el hombro.
—Amigo, ya hemos hablado sobre esto, fueron prestadas. Estás cortado
ahora.
Kate lo amamanto el primer año. El destete fue un infierno. No es que yo
culpe al niño, ¿sí Kate me dijera que sus perfectas tetas estaban fuera de los
límites? Me lanzaría en una puta pataleta también.
La carita de James se arruga, como Damien de La Profecía.
Él agarra los hombros de Kate con las dos manos y grita:
—Mía. ¡Es mi mamá!
Yo la jalo un poco más a mi lado.
—Técnicamente, ella pertenece a los dos, amigo. Podemos compartir. ¿Pero
esos? —Señalo a los pechos de Kate—. Esos son míos.
Él sube el volumen.
—No. ¡Es mío!
Sigmund Freud tendría un día de campo en esta casa.
Niego con la cabeza.
—No lo creo.
—¡Es mi mamá!
Entrar en un enfrentamiento a gritos con un niño de dos años de edad, no es
una buena idea. Esa es una batalla que no se puede ganar.
Kate empuja mi pecho.
—Deja de burlarte de él. Y ve a ducharte, vamos a llegar tarde.
Le beso en la frente. Entonces, detrás de su espalda, me señalo a mí mismo y
articulo para James, Mía.
Me saca la lengua. Listillo.
Cuando camino de nuevo fuera de la cocina, Kate empieza a cantar. En esa
voz suave y sin defectos que todavía me deja débil en las rodillas.
Y duro en la entrepierna.
Conozco la canción “Jet Plane” de John Denver, pero ella cambia las letras
para adaptarse a la situación.
Porque nos vamos en un avión.
Estaremos de regreso el domingo de nuevo.
Oh, James, te amamos tanto.
Kate se balancea hacia delante y hacia atrás lentamente, y los profundos ojos
marrones de James giran con ella a solas. Él la mira con completa adoración.
Abrumadora adoración. Devoción total.
Es de la misma manera en que la miro. Cada día.
Yo no soy un gran fan de la humildad. ¿Pero verlos a los dos de esta manera?
Me hace sentir humilde. Afortunado. Justo como José debe haberse sentido al ver a
su esposa sosteniendo al bebé Jesús. Tan jodidamente afortunado de llegar a ser
parte de algo tan bellamente sagrado.
Porque nos vamos en un avión.
Estaremos de regreso el domingo de nuevo.
Oh, James, te amamos tanto.
Arrastro mis ojos lejos y me dirijo a la ducha.
Llegamos a casa de mi hermana un poco después de las 7:00 A.M. El
apartamento es un manicomio, los sonidos de niños gritando, adultos hablando,
estrepitosas tazas de café y los ladridos de perros llenan el aire.
Bueno... un perro ladrando. Su nombre es Bear, es un gran danés. Lo
conseguí para Mackenzie en la última Navidad porque Applejack el pony no
funcionó exactamente como lo había planeado. A pesar de algunos serios ruegos,
suplicas y negociones, La Perra no cedió y acordó dejar vivir con ellos el pony que
compré para Mackenzie para Navidad. La razón principal fue la Asociación de
propietarios del Central Park West.
Si no estás familiarizada con este tipo de organizaciones, te voy a informar.
Son la versión geriátrica de la Gestapo, compuesta en su mayoría por viejos
amargos y arrugados que yacen a la espera de que alguien haga algo que no
aprueban.
Como colgar una corona de flores llamativa en la puerta o tocar música muy
fuerte... o convertir una habitación en un corral.
En lugar de intentar luchar contra el sistema y arriesgarse a los
procedimientos de desalojo, Steven y Alexandra reubicaron a Applejack al norte, en
la finca de mis padres, dejando a mi pobre sobrina sin una mascota. Lo cual era
absolutamente inaceptable. Por lo tanto, Bear.
Es increíble. Y grande. Como una especie de primo enano de un pony.
Pero es gentil —con los niños— incluso aunque no tiene idea de lo grande
que es en realidad. Siempre intenta subirse en el bolso de Alexandra o sentarse en
el regazo de Steven, lo cual puede dificultar la respiración.
Kate y yo entramos en la sala de estar con James sobre mis hombros, y Bear
nos acoge con un profundo ladrido y una babeante lamida. Saludamos a mis
padres, y Kate se dirige a la cocina con mi madre, describiendo una lista de
instrucciones y descargando la parafernalia de James para la noche. Pongo a mi
hijo en sus pies y él se tambalea a la esquina donde su primo Thomas
silenciosamente está construyendo una torre de bloques.
¿Si Mackenzie es la gemela de mi hermana Alexandra? Tommy-chico es todo
Steven. Está un poco bajo de peso para su edad. Pero es alto, desgarbado. Su pelo
es oscuro, sus ojos son azules y pensativos. Thomas es tolerante. Relajado. El
perfecto yin a yang para un demonio-de-Tasmania como mi hijo.
Con una risa diabólica, James destruye la torre de Thomas. Pero él no se
queja. Sólo empieza a construir otra. Lucho con Bear un poco, hasta que mi
hermana aparece con una taza de café caliente para mí.
Tomo la taza y hago un gesto hacia Bear.
—¿Cómo va el entrenamiento en casa? —Bear tiene una vejiga débil. Y
aunque no le resta valor a su encanto, no es la herramienta más afilada en el
cobertizo.
—Fantástico, si el objetivo era convertir mí alfombra persa de nueve mil
dólares en su meadero.
Miro la alfombra en cuestión.
—Tiene buen gusto. Esa es una alfombra fea, Lexi. Estoy pensando en
mearla yo mismo.
—Gracioso.
Tomo un sorbo de mi café.
—Lo intento.
Me lleva hacia el comedor contiguo.
—Hablé con el planificador de bodas anoche y terminamos con los asientos.
Echa un vistazo.
La boda.
Está bien, la mayoría de los hombres prefieren que les tiren los dientes a
participar de cualquier modo en la planificación de la boda. Siento decírselos,
señoras, pero nos importa una mierda los colores o centros de mesa o el estilo
grabado en relieve de las malditas invitaciones. Si actuamos como si lo hacemos, es
porque somos inteligentes, y estamos tratando de mantenerlas lejos de nuestras
espaldas.
¿Mientras la novia se vea bien y los mini perros calientes sean servidos
durante la hora del cóctel? Estaremos ahí.
Al principio, felizmente deje todos los detalles del gran día a Kate y a mi
hermana. Pero luego empecé a oír palabras tales como discreta y pequeña, íntima y
nada demasiado ostentoso. Y tuve que intervenir.
Porque cuando un atleta olímpico gana la medalla de oro, ¿ellos tienen una
celebración pequeña e íntima?
Por supuesto que no.
Lanzan un maldito desfile.
Lo cual es lo menos que se merece Kate. Porque hizo lo que todos, incluidos
los miembros de mi familia inmediata —creían imposible. Ella me marcó. El gran
premio, el inalcanzable— la lotería de mega-millones.
Eso debe celebrarse. En una gran manera.
Además, el día de boda de una mujer se supone que sea especial, inolvidable.
Sólo tiene uno. Esto es particularmente cierto en el caso de Kate, porque poco
después del nacimiento de James, tuvimos toda una discusión sobre lo que
haríamos si uno de nosotros estiraba pronto la pata. ¿Has escuchado de eso “Es de
lejos, mucho mejor cosa que yo” del tipo en A Tale of Two Cities? ¿Ese que se
sacrificó para que la mujer que amaba pudiera ir a vivir con otro hombre?
Maldito marica. Merecía ser colgado. Yo no soy él.
Seguro, quiero que Kate sea feliz, pero la quiero feliz conmigo. O nadie en
absoluto. Así que si me muerdo la grandota antes que ella. Va a tener que
arreglárselas por su cuenta.
Sola.
Célibe.
¿Porque si se engancha con otro hombre? ¿Haciendo que mi hijo llame papá
a un perdedor?
Voy a perseguirla. Para siempre. Estilo de The Grudge.
Crees que eso es terrible, ¿no? ¿Egoísta, posesivo, arrogante?
Y esto ¿por qué te sorprende?
De todos modos —la boda. Una vez que tomé las riendas, las cosas
aumentaron un montón de muescas— no ahorre ningún gasto, ni pasé por alto
ningún detalle. Alexandra y yo trabajamos muy bien juntos. Su planificación
hiperactiva y habilidades organizativas junto con mi micro-gestión y determinación
para el día perfecto han hecho una estupenda combinación. También contamos con
la asistencia de Lauren Laforet, la planificadora de bodas más codiciada de la
ciudad, asegurándose de que todos nuestros planes se conviertan en una realidad.
El príncipe William y Kate pueden besar mi trasero. Aficionados. Nosotros
tenemos esa boda-del-siglo en la bolsa.
En la mesa del comedor se encuentra un modelo de baile Four Seasons, con
decenas de mesas en miniatura y cientos de sillas marcadas con los nombres
perfectamente arreglados.
Estoy impresionado.
—Esto es increíble.
Ella empuja un mechón de pelo rubio detrás de su oreja, contemplando su
obra.
—Lo sé.
Noto que una mesa no se ve bien. Estoy a punto de comentarlo, pero una
conmoción en la sala señala una nueva llegada. Me muevo a la puerta para ver
quién está aquí.
—¡Wooooof! ¡Woooof!
Es Brangelina. También conocidos como Matthew y Delores. ¿Curiosa sobre
el apodo? Ya verás.
—¡Suéltame, bestia!
Bear tiene una erección real por Dee-Dee. Literalmente. Él intenta violarla
en todas las posibilidades que tiene. Quizá está caliente. Tal vez le gusta cómo huele
su culo. Tal vez siente instintivamente que ella es un fenómeno y estaría en la
bestialidad, no lo sé. ¿Cualquiera que sea la razón?
Es jodidamente gracioso.
—¡Matthew, ayuda! ¡Me está lamiendo! ¡Está babeando sobre mí!
—¡Abajo, Bear!
Steven aparece y arrastra al excitado y molesto perro fuera del cuarto. Dee-
Dee se arregla el vestido, un mono halter de seda verde, con un poncho azul rey y
tacones de aguja de plata. Me recuerda a un pavo real de ojos color avellana con
cabello rubio rojizo.
Matthew me palmea calurosamente en el brazo.
—Hola, hombre.
—Hola.
Entonces Mackenzie entra en la habitación. Ella está más alta que la última
vez que la viste, es más probable que llegue a un metro con cincuenta y dos
centímetros para el momento en que termine de crecer. Su pelo es todavía largo y
rubio con una ligera ondulación; lleva pantalones vaqueros azules, zapatillas
Converse y una camiseta rosa de los Yankees. En un mes cumple nueve, en esté día
y tiempo eso es prácticamente una preadolescente.
Mackenzie es una obra maestra, y me tomo el crédito completo.
Es amable, brillante, femenina, pero no de una manera chillona y
asustadiza-de-las-arañas. Ve los deportes no para conseguir la atención de algún
pequeño idiota, sino porque sabe que es una conversión de dos puntos y una falta
técnica. Se pinta las uñas y toca la guitarra. Es confiada pero amable. Lo mejor de
todo, no toma la mierda de nadie. Sí, eso es todo de mí.
Aunque tengo mi propio hijo ahora, ella fue la primera. La única chica. Un
pedazo de mi corazón siempre, siempre pertenecerá a ella.
—Oye, cariño.
Ella salta y se arroja a mis brazos. Le doy una vuelta.
—¡Hola, tío Drew! No sabía que estabas aquí.
—Acabo de llegar. Me gusta tu camisa.
Entonces, desde el pasillo, escucho a Steven y Alexandra ir por ello. Y no en
el buen sentido.
—¡Te dije que lo pusieras en su jaula!
—Lo iba a hacer pero…
—¡Iba no está funcionando! Debería haberlo hecho yo misma, como todo lo
demás por aquí.
—¿Puedes darle al complejo de mártir un descanso, por favor?
Han estado así como esto últimamente. Tensos. Sobrecargados. Todos nos
hemos dado cuenta. Esto sucede al vivir con alguien el tiempo suficiente, están
obligados a jalar sus putos nervios. Las regañinas de mi hermana no lo hacen
exactamente fácil. Pero Steven siempre ha sabido cómo es ella, y le adora de todos
modos.
Hasta ahora.
Es su tono lo que más me molesta. Suena cansado. Desgastado. Harto.
Mackenzie mira al suelo.
Agarro su barbilla e inclino su rostro hacia arriba.
—¿Cómo ha estado por aquí?
Ella suspira.
—Dramático.
Echo un vistazo por el pasillo.
—Sí, estoy sintiéndolo.
—Esos son los padres para ti. —Ella se encoge de hombros—. No se puede
vivir con ellos, pero la emancipación es un proceso costoso y complicado.
Me río.
—Sabes que mi puerta siempre está abierta, ¿verdad? Hay una habitación
libre con tu nombre en él.
Ella mira a Thomas.
—Pero eso dejaría a Thomas manteniendo la fortaleza. No es más que un
niño.
—¿Y tú que eres?
Los ojos azules me observan fijamente, sabios más allá de sus años.
—Soy la hermana mayor.
Me inclino y beso su frente. Luego le susurro:
—Este fin de semana será bueno para ellos, lo prometo. Como unas mini
vacaciones. Y yo voy a hablar con ellos, noquear sus cabezas.
Ella me da una sonrisa suave, como si apreciara mi esfuerzo, pero sin acabar
de creer que vaya a funcionar.
—Está bien, tío Drew.
Matthew se acerca, ajeno a todo excepto a Mackenzie.
—¡Ahí está mi chica!
Ella se gira para mirarlo y la sonrisa cae de su rostro. Levanta la nariz y se
cruza de brazos. ¿Sentiste la caída de la temperatura? Este sería el hombro frío de
mi sobrina.
—Sr. Fisher, que lindo verlo de nuevo. Tiene buen aspecto.
Matthew gime y cae de rodillas. Aunque tiene un metro ochenta, con el
marco de un boxeador, se ve casi diminuto cuando se enfrenta con el descontento
de mi sobrina.
—Mackenzie, me estás matando, bebé.
—Estoy segura de que no sé qué quiere decir.
Él empuja una mano frustrada por su cabello castaño claro.
—¿Nunca vas a perdonarme?
—¿Perdonar? ¿Por qué? ¿Por privarme de crecer con compañía femenina?
¿Por dejarme revolcándome en un bosque de penes? ¿Eso es lo que debo
perdonarle señor Fisher?
Tener hijos es contagioso —como el mono. Una vez que un amigo o un
familiar tienen uno, todo el mundo quiere uno igual. En la cena de acción de
Gracias, el año después del nacimiento de James, Matthew y Dee-Dee anunciaron
que estaban teniendo un bebé. Que estaban adoptando a un bebé.
¿Brangelina? ¿Lo entiendes ahora?
Después de que proclamaron sus intenciones, todos estaban felices por ellos.
Bueno... casi todo el mundo:
—¿Qué quieres decir con que vas a adoptar un bebé? —pregunta Frank
Fisher, mientras se sienta a la mesa del comedor en la casa de campo de mis
padres en el día de acción de Gracias.
Matthew todavía sosteniendo la mano de su esposa, enfrenta a su padre.
—¿Qué quieres decir, con qué quiero decir? Vamos a adoptar a un niño. Ya
presentamos los papeles y estamos esperando la aprobación final, pero la agencia
dice que es sólo una formalidad. Dee y yo hemos pasado todos los obstáculos
grandes. Tiene casi dos meses, es saludable y hermoso. —Matthew recurre a
Estelle—. No puedo esperar para que lo veas, mamá.
Estelle sonríe de vuelta a su hijo con incipientes lágrimas de alegría. Pero
Frank le pregunta:
—¿Es que hay algo malo con tu esposa? ¿Es estéril?
La sonrisa de Matthew vacila. Antes de que pueda responder, Delores
replica:
—No, Frank, no soy estéril. Esto es algo que Matthew y yo hemos hablado
desde que nos casamos.
Frank limpia su boca con la servilleta de tela, la tira abajo en su plato y se
empuja de la mesa. El aire cambia —como una tarde de verano cuando el sol está
brillando, pero puedes sentir con el viento la tormenta que intenta reventar sobre
tu cabeza.
—¿Por qué querrías criar a un niño que no es tuyo, Matthew?
Mi mejor amigo frunce el ceño.
—Porque él será nuestro.
—No —afirma Frank—. Ese es mi punto, no lo será. No tienes ni idea de
donde viene este chico, qué clase de basura son sus verdaderos padres. Él podría
crecer para tener problemas mentales, problemas de salud y vas a estar lidiando
con eso por el resto de tu vida.
Aunque una parte de mí sospecha que mi padre está de acuerdo con él, aun
así intenta conseguir que Frank se tranquilice.
—Es una visión derrotista, Frank. Casos como ese son raros cuando miras
los millones de niños que son adoptados cada año.
En este momento estoy en mis pies, acercándome a Matthew. Porque tengo
la sospecha de que esta olla está a punto de malditamente hervir. En apariencia,
Matthew se asemeja a su padre, pero en personalidad lleva más de Estelle. No
mucho le molesta, tiene un fusible largo. ¿Pero cuando estalla? Es como el final en
el gran espectáculo de fuegos artificiales de Macy.
Luego Frank hace lo único que va a encender la mecha de Matthew: culpa
a Dee-Dee.
—Esto es obra tuya, ¿no? ¡Tú y tu liberal, mentira de la nueva era!
—Frank, por favor —declara Estelle suavemente.
—Eres demasiado egoísta para tomar tiempo de tu carrera y cumplir con
tus deberes como esposa.
—¿Mis deberes? —grita Delores detrás de Matthew—. ¿En qué año estás
viviendo, Frank?
—No importa el año, una mujer es una mujer, y una madre es una madre.
A menos que no puede físicamente, una mujer le da niños a su marido. Si no estás
a la altura de la tarea, jovencita, entonces mi hijo sería listo para reemplazarte
con una mujer que si puede.
Hola, mierda. Conoce el ventilador.
Matthew avanza, el impulso de lanzar a su padre a través del mural
profesionalmente pintado de mi mamá escrito en su cara.
—¡No hables jamás de ella así otra vez!
Agarro el hombro de Matthew, reteniéndolo.
—Vamos, amigo, vamos a dar un paseo.
Se encoge de hombros.
En una voz sin vida Delores dice:
—Me gustaría irme a casa. Matthew, ¿podemos irnos?
Él mira sobre el hombro a su rostro cabizbajo, y aunque no es su culpa, el
remordimiento está en sus ojos.
—Sí, sí, nos iremos.
Se giró hacia mí —porque Matthew y Delores condujeron conmigo, Kate y
James en nuestro nuevo Escalade.
Asiento con la cabeza.
—Kate, trae las cosas del bebé. Conseguiré nuestros abrigos.
Luciendo como si quisiera hundir sus tacones en la frente del suegro-de-
Dee, Kate está de acuerdo. Lleva a Delores para traer a nuestro hijo y sus cosas.
Estelle retuerce sus manos y llora en silencio.
Frank jodidamente no lo deja ir.
—Cuando esto explote en tú cara, Matthew, no vengas llorando a mí.
Matthew responde con una mezcla de ira y dolor:
—No te preocupes, nunca malditamente lo considerare. —Mira a su
madre—. Lo siento, mamá. —Entonces sale de la habitación y yo estoy justo
detrás de él.
La casa está tranquila. James se queda dormido antes de llegar a la
carretera. Mi amigo y su esposa están sosteniendo sus manos en el asiento
trasero, susurrando disculpas y consolándose.
Delores llora.
No me gusta. Le hace parecer tan... humana.
Ofrezco mi opinión sobre la situación.
—Creo que todos coincidimos que apesta a bolas sudorosas. Pero Frank no
va a ser un idiota por siempre. Lo pillaron por sorpresa, y se preocupa por ti. —
Hago contacto visual con mi mejor amigo en el espejo—. ¿Recuerdas cuando
compraste la Ducati?
Incluso aunque Matthew tenía veintidós en ese tiempo, la forma en que
Frank estallo cuando vio la motocicleta de su hijo, podrías haber pensado que él
tenía dieciséis y había sacado un Lamborghini para dar un paseo. La primera vez
que Matthew fue a la oficina, Frank sobornó a los tipos de mantenimiento para
que le quitaran uno de los jodidos neumáticos.
Incluso aunque Frank lo hizo todo mal, esto surgía de su preocupación por
su hijo. Intentando protegerlo, desesperado de no querer verlo convertido en un
animal atropellado. Esta situación no es diferente.
—Lo recuerdo —admite Matthew a regañadientes.
—Es la misma cosa. Él lo superará.
Matthew aprieta la mandíbula.
—Bueno, tal vez yo no. Insulto a mi esposa. Y esto no es una moto, Drew.
Este es mi hijo.
Suspiro, porque sabía que iba a decir eso.
—Lo sé. Pero apuesto a que una vez mis padres y Lexi lo ablandaran con
una dosis de culpa, él podrá estar besando tu culo el lunes. Frank vera el error de
su mano y se disculpara. A ti también, Dee. Cuidado.
Solo... que no lo hizo.
Matthew y Frank no hablaron entre sí por dos semanas enteras.
Entonces llegó el día de adopción.
Volaron a Transilvania o a uno de esos pequeños países del bloque, y
volvieron con un precioso niño. Lo raro es, en realidad se parecía a ellos,
brillantes ojos color miel y cabello castaño con reflejos rubio natural.
Estelle rompió el alejamiento. Amenazó con dejar al terco bastardo si no le
decía a Matthew y Dee cómo se arrepentía, cuán equivocado estaba.
Al día siguiente ellos llevaron al bebé a casa, lanzaron una pequeña fiesta
familiar para que todo el mundo pudiera conocer la nueva adición. Observe a
Frank desde el segundo en que entró en el apartamento de Matthew.
Orgulloso. Distante. Duro.
Hasta que vio a su hijo, sosteniendo a su propio hijo.
Y todos sus orgullosos ideales de cómo las cosas deberían ser sólo se
desvanecieron.
Discovery Channel tiene un programa acerca de los gorilas. Al principio,
los gorilas machos se sienten amenazados por sus hijos. Ellos no los entienden, los
ignoran o golpean sus pechos cuando están cerca. Pero luego, después de un par
de días se acostumbran a ellos. Y Dios maldito ayude a cualquiera que intente
meterse con ellos.
Fue algo así.
Después de esa primera visita, desde el momento que Frank sostuvo al
bebé, decidió que era su nieto en todos los sentidos. Y felizmente le daría una
paliza a quien dijera lo contrario.
Ha sido desde entonces una lisa vela.
***
Ahora, volvamos a Matthew.
Delores viene a su rescate y se arrodilla delante de Mackenzie.
—Entiendo por qué estás molesta, Mackenzie. No tengo primas, tampoco.
Mackenzie eleva sus brazos en el aire.
—¡Simplemente no lo entiendo! ¡Consiguieron elegir a su bebé! No fue como
la tía Kate y con mami, donde tuvimos que tomar lo que conseguimos. ¿Por qué no
pudieron haber elegido una chica?
Dee sonríe suavemente.
—No elegimos a Rain, cariño. Él nos eligió. Y aunque no creció en mi cuerpo,
creció en mi corazón. Estaba destinado a ser nuestro hijo, realmente no había
opción.
Mackenzie respira profundo.
—Bueno, la próxima vez que decidas crecer a un bebé, ¿podrías por favor
decirle a tu corazón que necesitamos a otra chica por aquí?
Matthew le jala en un abrazo y le aprieta firmemente.
—Voy a hacer mi mejor esfuerzo.
Personalmente, me siento aliviado de que recibieran un niño. ¿Conoces ese
dicho “Se necesita una aldea para criar a un niño”? Eso está mal. Se necesita una
aldea para criar a una niña. Elige un titular —cualquier titular. Lindsay Lohan,
Britney Spears, Miley Cyrus— no fue culpa de ellas ser trenes descarriados. Es
porque no tenían gente en sus vidas que se preocuparan lo suficiente para
enseñarles. Para prepararla para lo que es aún sobre todo un mundo de hombres.
Los chicos son fáciles. Mantener el refrigerador lleno, golpearlos de vez en
cuando, disuadirlos de saltar desde el techo a la piscina, asegurarse de que usen
jabón cuando se duchan. Eso es todo.
Las chicas son un animal diferente. Tienes que preocuparte acerca de la baja
autoestima y la pobre autoestima, trastornos de alimentación, la auto-mutilación,
abuso de drogas, zorrería, maliciosas y malintencionadas actitudes y la horda de
adolescentes hijos de puta que se mueren por meter sus pollas sin importar si dejan
un corazón roto, embarazo o una ETS en su estela.
Aunque Mackenzie va muy bien, una vez que llegue a la pubertad, todas las
apuestas están fuera. Las menos distracciones que tenga cuando vengan esos días,
mejor.
Mientras Matthew y Delores se levantan del suelo, pregunto:
—¿Dónde está Michael, de todos modos? ¿Con Helga?
A diferencia de Kate y yo, Matthew y Dee no tenían problemas en contratar a
una niñera. Y Delores puede estar loca, pero no es estúpida — de ninguna manera
iba a tener una sexy y joven mujer meciendo la cuna. Helga es una niñera
profesional rusa. Es suspicaz y desconfiada de cualquiera que no esté relacionado
con Michael— y a veces incluso de quienes lo están. Ella tiene un gran parecido a
Brutus de los dibujos animados de Popeye. Tiene un mostacho y un ceño
permanente, y probablemente podría patear mi culo con una mano atada a la
espalda.
Me gusta.
Porque cree que el sol se pone y eleva con mi sobrino. Ella lo llama su
babushka, y es fácil ver qué mentiría, engañaría, robaría o mataría por él. Eso la
hace bien en mi libro.
Mackenzie suelta una risa.
—Tío Drew, el nombre de Rain no es Michael, es Rain.
Los ojos de Dee-Dee se vuelven afilados cuando me miran.
—Tío Drew conoce su nombre, Mackenzie. Está siendo un idiota.
Miro a Dee-Dee, sin ceder una pulgada.
—Rain no es un nombre. Es un evento meteorológico. Cada niño merece un
nombre normal. Él siempre será Michael para mí.
Estoy trabajando en lograr cambiar su certificado de nacimiento. Un poco de
falsificación nunca le hace daño a nadie. Dios mío, ¿qué clase de tío sería si dejo
que el niño vaya por la vida con un nombre como Rain? Como si las fichas ya no
estuvieran apiladas contra él con una mujer loca de madre.
—Eres un burro.
—No es su culpa que su madre esté loca y su padre sea víctima de abuso
conyugal.
Matthew agrega sus patéticos dos centavos:
—Me gusta el nombre Rain.
Muy triste.
—No, no. —Señalo mi sien—. Ese es el lavado de cerebro hablando. Te tiene
bajo su malvado hechizo. Has sido coño-atrapado por el reloj de oro entre las
piernas de Dee.
¿Si lo abofeteo lo suficiente, crees que se despierte?
Delores no se queda callada.
—¿Lavado de cerebro? Mira quién habla. James es tu reloj de oro. Juro a
veces que eso es lo único que mantiene a Kate contigo.
Hace unos años ese comentario me habría molestado. Ahora ya no.
—Por favor. Todos sabemos que es mi pene lo que la mantiene conmigo. Y
eso no va a ninguna parte en cualquier momento pronto, así que realmente no
estoy preocupado.
Antes de que Dee pueda tomar represalias, la puerta se abre con una
explosión y el borrón de un niño de ocho años de edad, con cabellos claros viene
corriendo a través de la sala de estar. Le da a mi hermana una sonrisa torcida.
—Hola, señora R.
Alexandra sonríe.
—Hola, Johnny. —Entonces se vuelve hacia nuestros padres—. ¿Mamá,
papá, se acuerdan de Johnny Fitzgerald de abajo? Amablemente ofreció sus
servicios este fin de semana para ayudar a mantener entretenidos a los más
pequeños.
Johnny Fitzgerald. ¿Suena familiar? Piensa de nuevo, bien atrás.
Voy a darte un minuto para flexionar la vieja memoria.
*
*
*
*
*
*
*
*
*
*
*
*
*
*
*
*
*
*
*
*
*
*
*
*
*
*
*
¿Recuerdas el necio y equivocado niño que le dijo a Mackenzie que los penes
eran mejores que las vaginas, hace una eternidad? Sí, ese Johnny Fitzgerald.
Vive un piso abajo. Desde preescolar, Mackenzie y él han estado conectados
de la cadera. Su padre es un idiota con dinero, su mamá es una alcohólica
funcional. Alexandra lo recibe tan a menudo como sea posible para que él pueda
exponerse a una unidad familiar normal.
Mackenzie pulla con dedo a Johnny.
—Puedes ayudar, pero tienes que hacer lo que digo. Yo estoy a cargo.
Le lanzo una sonrisa de mi hermana.
—Vaya, eso suena familiar.
Justo en ese momento, James grazna desde la esquina.
—¡Mío! ¡Es mío!
Alexandra levanta una ceja.
—Eso también. Debe ser genético.
Entonces la nueva batalla de sexos de Mackenzie y Johnny comienzan.
—Espera un segundo, Kenzie —dice—. Yo debería estar a cargo. Soy un chico
y ellos son chicos.
—¿Entonces?
—Entonces, yo les puedo mostrar cómo hacer cosas que tú no puedes.
Las manos de mi sobrina caen a sus caderas, imitando perfectamente la
postura de mi hermana. Hablando de genética.
—¿Cómo qué?
—Puedo enseñarles a lanzar una pelota de béisbol.
—Yo puedo.
—Puedo jugar coches con ellos.
Mackenzie se burla:
—Yo también puedo.
Johnny va a matar.
—Puedo mostrarles cómo mear de pie.
Hay una pesada pausa. Mackenzie frunce el ceño.
Johnny comienza a pensar que ha ganado. Tan joven, tan tonto.
Hasta que Mackenzie sonríe. Triunfalmente.
—Usan pañales, todavía no usan el inodoro.
Johnny baja la cabeza en sumisión. Bien podrías acostumbrarte a ello
ahora, chico.
—Está bien, puedes estar a cargo.
La sonrisa de Mackenzie se hace más amplia. Entonces une sus dedos juntos,
no diferente al Sr. Burns de Los Simpsons.
—Excelente.
Diez minutos más tarde, Jack O'Shay apareció. Lleva unos pantalones
casuales y una elegante cazadora azul. Su pelo rojo corto y gelificado dentro de una
pulgada de vida. Jack es el último de mis amigos solteros. El lobo solitario. Un
forajido. Vive la vida que siempre pensé que tendría. Espontánea. Irresponsable.
Desinhibido. Toma gran placer en tomarnos el pelo acerca todas las fantásticas
noches — y las salvajes folladas —que nos estamos perdiendo.
No voy a mentir; consigo una patada de sus historias, porque recuerdo lo
divertido que puede ser un ligue de una noche. Pero no cambiaría lugares con él en
un millón de años. La hierba no puede ser más verde que Kate Brooks.
Estamos todos reunidos en la cocina, donde mi mamá y mi hermana han
presentado un desayuno continental. Jack mastica un croissant recién horneado y
charla con mi madre.
—Se ve hermosa como siempre, señora Evans.
Ella se ríe como una animadora hablando con el jugador estrella. Ewww.
—Gracias, Jack. Es muy amable de tu parte.
—Solo soy honesto. Ahora dígame: ¿con qué frecuencia es confundida con la
niñera cuando sale con estos pequeños? Porque es imposible que alguien crea que
es la abuela.
Parece que estuviera cayéndole a mi mamá, pero no lo está. Cuando eres un
jugador, así es cómo hablas, a todas las mujeres. Recuerda eso la próxima vez que
un personaje te esté deslumbrando con su diarrea verbal. No eres especial, él no
tiene intención. Es su naturaleza.
Mi padre no parece apreciar este hecho, sin embargo. ¿Ves cómo se mueve
más cerca de mi mamá? ¿Cómo frunce el ceño en la dirección de Jack?
—No le hables a mi esposa, O'Shay.
Jack instantáneamente se volvió serio y doy unos pasos atrás.
—Sí, señor.
—No mires, tampoco.
—No, señor.
Mi viejo puede estar entrado en años, pero aún sabe que está en la parte
superior de la cadena alimentaria. Lo último que Jack quiere es ser masticado y
escupido. Divide la conversación hacia algo más seguro.
—Entonces, Sr. Evans, ¿no viene con nosotros este fin de semana?
Mi padre niega con la cabeza, y su tono está lleno de remordimientos. Y
anhelo.
—No, no esta vez. Aunque me gustaría ir con ustedes. Mucho.
La cabeza de mi madre gira.
—Oh, ¿de verdad, John?
Él tose. Y se aclara la garganta.
—Sí... bueno... ya sabes... las apuestas deportivas. Sabes cómo disfruto las
apuestas deportivas, Anne. Y no tenemos eso... aquí... en Nueva York.
Buena salida, Pa. Buena salida.
Mi madre asiente con escepticismo.
—Ajá.
En ese momento el viejo desvía la atención negativa de mi madre hacia un
objetivo más evidente. Ese sería yo, por supuesto.
—Chicos diviértanse este fin de semana, pero con seguridad. ¿Recuerdas la
última vez que estuvimos en las Vegas, Andrew? No hagamos una repetición.
Cuando tenía diecisiete años, mi padre tenía negocios en las Vegas. Él y mi
madre pensaron que sería una maravillosa idea hacer un viaje familiar allá. Pero
yo tenía diecisiete años. Una época en la vida de un chico cuando no quiere admitir
que él conoce su familia, mucho menos pasar tiempo con ellos. Así que mientras
mis padres, Alexandra y Steven estaban de visita en la Represa Hoover, me vi
obligado a ocuparme con otras... actividades.
—Lo he dicho una y mil veces, papá, no sabía que ella era la hija del
Embajador. —Deberían tener placas o tatuajes en sus frentes o algo así. Ruedo mis
ojos y le digo a nadie en particular—: Un incidente internacional y nunca lo
olvidan.
Kate aparece a mi lado. Su hermoso rostro es contemplativo, digiriendo lo
que oyó.
—¿Quiero saber?
Ni siquiera tengo que pensar en esto.
—Es mejor si no lo haces.
Ella asiente con la cabeza.
—Suficiente para mí.
La siguiente en llegar es Erin Burrows. Sigue siendo mi secretaria, pero en
los últimos dos años se ha vuelto mucho más. A veces mi agenda está tan llena, que
Kate le habla más a Erin de lo que me habla a mí. En otras ocasiones, cuando los
clientes quieren ambos integrantes del dúo dinámico en la mesa de conferencia,
Erin asume el deber de James. Aunque es técnicamente una empleada, Erin lo
llama como es. En otras palabras, es una amiga. Una de la banda. Y genial para
pasar el rato. Así que cuando esta velada fue organizada, Kate y yo no podíamos
imaginar no invitarla a venir.
Después de saludar a James, Erin se une al resto de nosotros junto a la mesa
de la cocina. Se ha cambiado el cabello. Es más corto y recto y tiene unas buenas
vetas de color miel.
Kate lo aprobó.
—Tu cabello se ve bien, Erin.
Ella cepilla su cabellera.
—Gracias. Tenía que hacerlo ayer. Estoy tirando todo, este es mi fin de
semana para conocer al hombre ideal. Los hombres de Nueva York están
irremediablemente defectuosos. Creo que Nevada ofrecerá opciones más
adecuadas.
Erin sale mucho, pero por lo que sé, nunca ha estado en una relación seria.
Las Vegas no es el lugar más inteligente para encontrar a un novio estelar, sin
embargo. También puede probar suerte en AA o jugadores anónimos.
Las reuniones de adictos al seco son siempre una apuesta segura.
Steven se aleja.
—Mi consejo, Erin, quédate soltera. La vida es menos complicada así.
Alexandra se estremece. Aunque él es uno de mis amigos más antiguos y
queridos, tengo ganas de alcanzar dentro de su boca y arrancar su lengua. Eso no es
malo, ¿cierto?
Lo dejé pasar. Por el momento.
Matthew ofrece sabiamente:
—Conserva la cabeza arriba, Erin. Va a pasar. Cuando el tiempo es correcto,
cuando menos te lo esperes.
—Sí, soy optimista. Tienes que besar a muchas ranas antes de encontrar a un
príncipe.
Alexandra responde:
—Todos son ranas, Erin. Sólo trata de encontrar uno con la menor cantidad
de verrugas.
Codeo a Jack.
—Si estamos hablando de la variedad genital, deberías hablar con O'Shay. Es
el amable experto interno sobre aquellos, ¿cierto hombre?
Él me muestra el dedo.
Entonces llega el último miembro de nuestro circo ambulante. ¿Quieres
aventurar una respuesta?
—¡Oye, fiesta en la casa! ¿Quién está listo?
Sí —es el capullo. Por el amor de Kate, intento no odiarlo tanto como solía
hacerlo, pero algunas cosas simplemente no se pueden evitar.
Es Billy Warren. Mi personal y molesta bola de flema.
Kate y Dee-Dee chillan y abrazan al idiota.
Él las abraza de regreso.
—Las he extrañado chicas.
Kate dice:
—Pero no tenías que volar todo el camino hasta aquí. Podrías simplemente
encontrarte con nosotros en las Vegas.
—¿Y perderme la pre-fiesta? De ninguna manera.
Yo esperaba que su avión fuera secuestrado por terroristas sanguinarios. El
tipo que quiere cortar partes del cuerpo y devolverlos por FedEx a la familia, uno
por uno. Ah, bueno. Siempre hay el vuelo de regreso. Es importante mantener una
actitud positiva acerca de estas cosas.
Su atención se vuelve hacia mí. Sus ojos me miran de arriba abajo
rígidamente.
—Evans.
Levanto mi barbilla.
—Warren.
Se da la vuelta y se acerca a James. Warren le alza y exclama:
—¿Con que estás alimentando a este chico, Kate? Está mucho más grande
que la última vez que lo vi.
Sí. Impactante. Porque los bebés no suelen crecen o algo.
Imbécil.
—Te he traído regalos, renacuajo. Un juego brillante y ruidoso de tambores.
Vas a enloquecer cuando lo veas.
James ríe. Para el observador casual, podría parecer que mi hijo está en
realidad encariñado con el hijo de puta. Pero lo conozco mejor. Los animales
pueden sentir cuando una persona está a unas cartas de una baraja. Cuando están
en el extremo inferior de la campana de Gauss. Los niños también pueden hacerlo.
A James no le gusta Warren, él lo compadece. Porque sabe que, incluso con dos
años de edad, es más inteligente de lo que puede llegar a ser el idiota.
Mientras la charla aumenta en crescendo, Kate y yo observamos las mesas
una vez más. Pongo mi brazo alrededor de ella, porque ella es mía. Sus ojos son
suaves y su voz es terciopelo cuando suspira:
—Siete días más. A esta hora la semana que viene, voy a estar poniéndome
mi vestido.
Es lo único que ha mantenido confidencial. Estrictamente prohibido.
—¿No puedo tener una pista? ¿Habrá escote? ¿Es satén? ¿Encaje? —Muevo
mis cejas—. ¿Látex?
Sacude la cabeza.
—Dime que no elegiste un atuendo anticuado, con volantes que te hacen ver
como un yeti.
Ella ríe.
—Nunca te lo diré. Pero... no dudes en intentar y torturarme por la
información. Por cualquier medio necesario.
Varias ideas vienen a mi mente. Cada una tiene el potencial de hacerme
ganar un asiento en primera fila en el infierno. Posiblemente una celda en la cárcel.
—Me encanta tu manera de pensar.
La voz de mi hermana me arrastra desde mis pensamientos pecaminosos.
—Oh, he estado queriendo decirles esto, tenemos un problema con la mesa
45. Un invitado no ha respondido todavía.
Recojo su fiel portapapeles.
—Él es... Brandon Mitchell... Hermanastro de Delores. Puede o no puede
traer un acompañante.
La madre de Delores se casó el verano pasado con un policía de su ciudad
natal. Parece que sólo un hombre capacitado profesionalmente en armas y defensa
personal sería lo suficientemente valiente para hacer el nudo con Amelia Warren.
Me giro a Delores.
—Otra vez con tu familia. ¿Qué pasa con esta gente? Eres como el rey Midas
a la inversa, todo lo que tocas se convierte en mierda.
Ella argumenta:
—Brandon no es mi familia.
Por primera vez mi hermana y yo estamos en la misma página. Ella agita su
dedo en la cara de Dee-Dee.
—Oh, sí, lo es. Su padre se casó con tu madre, así que lo hace tuyo. Si
tenemos que reclamar a tía abuela Clara, tienes que reclamar este payaso Mitchell.
Tía abuela Clara es hermanastra de mi abuela, por parte de mi madre. Ella
tiene como mil años. El tipo de pariente que sólo sale de la residencia una vez o dos
veces al año para grandes eventos. A Clara le encanta bailar, e incluso para una
anciana puede moverse muy bien.
El caso es —desde que nació un siglo atrás, cuando las mujeres no podían
votar o mostrar la piel del tobillo— Clara es una gran fan de la liberación femenina.
Así que se niega a usar un sostén.
Nunca.
Y sus pechos son masivamente enormes. Pesados, como globos rellenos de
cemento seco. Deberían estar clasificados como armas mortales.
¿En el bautizo de James? Clara estaba bajando en la pista de baile con la
última canción de Rihanna. Levanto sus brazos, dio una vuelta... y golpeo al hijo
adolescente de mi mejor cliente en la cabeza con su teta izquierda.
El chico estuvo inconsciente durante diez minutos. Afortunadamente, sus
padres decidieron no demandar.
Kate se interpone entre nosotros, manos arriba, en la línea de fuego.
—Está bien, todo el mundo, den un paso atrás. Dee, llama a tu madre para
que hable con Brandon.
Delores hace lo que le dicen. Pero yo sigo:
—Sí, háblale con fuerza. O él podrá estar cenando en el estacionamiento con
el ayuda de cámara.
La mano de Kate se curva alrededor de mi espalda, trazando calmantes
líneas bajo mi camiseta.
—Relájate, Drew. No es un problema tan grande.
Su tacto es suave, piel sobre piel. Se siente como una doble dosis de Valium:
calmando al instante. Mi voz es considerablemente menos acalorada cuando le
digo:
—Ese día va a ser muy mágico. De ninguna manera voy a permitir que un
honorario Warren eche las cosas a perder, incluso si es sólo la disposición de los
asientos.
Ella se gira a mí, y sube sus brazos alrededor de mi cuello.
—¿Vas a aparecer en la iglesia?
Inclino mi cabeza hacia atrás, así puedo mirarla a los ojos.
—Los leones salvajes no podrían mantenerme lejos.
—Y... en algún momento... ¿nos convertiremos en marido y mujer?
—Ese es el plan.
Ella se alza en sus dedos de los pies y sus labios cepillan los míos. Una. Dos
veces.
—Entonces va a ser perfecto.
Dee-Dee cierra su celular y anuncia:
—Mi madre dice que Brandon viene, pero no va a traer una cita.
Alexandra modifica su lista y quita la silla con el signo de interrogación.
Entonces sonríe.
—Allí. Se evitó la crisis. Sólo es necesario ajustar el número de recordatorios
y estamos listos.
Los ojos de Dee se amplían.
—¡Ah, me olvidaba! —Ella hurga alrededor en su brillante bolso metálico de
hombro, luego levanta los brazos en la victoria—. ¡Recordatorios de la fiesta!
Empuñados en las manos de Delores están una docena de piruletas. Cada
una de aproximadamente 10 pulgadas de largo.
En forma de una polla.
Ella le da unas a mi madre.
—Aquí tienes, Anne. Sólo porque no estás participando en la fiesta no
significa que no puedas disfrutar de un placer. —Y luego añade con un guiño—.
Vainilla y chocolate. Ñam.
Mi madre gira la confección con una sonrisa pícara y un juguetón brillo en
sus ojos. Luego lo pone en el mostrador.
—Gracias, Dee-Dee. Ahorraré éstos para después de la cena.
Mi padre sonríe. Ampliamente.
Genial. Ahora estoy atrapado con la imagen de mi dulce y santa madre
chupando una polla-piruleta mientras mi viejo observa. Hay una excelente
oportunidad de que nunca consiga una erección otra vez.
Maldita Delores.
Bien, la erección es una exageración, pero aun así, ¿ves por qué no la
soporto? Ella y su todo diabólico árbol genealógico. Mi mejor amigo no podía
casarse con una chica normal, ¿verdad? No, tenía que caer enamorado de la novia
encarnada de Chucky.
El teléfono suena. Es el portero dejándonos saber que la limusina está aquí.
Todos caminamos fuera la puerta mientras mis padres nos abrazan y desean buen
viaje.
Robo a James lejos de Warren para un último adiós.
Somos afortunados, James no es uno de esos pequeños bastardos pegajosos,
llorones que pierden su mente cuando mamá sale por la puerta. Aun así, nunca han
sido divertidas las despedidas.
Kate besa su mejilla y empuja su cabello detrás de sus ojos.
—Te amamos, bebé. Estaremos pronto en casa.
Beso su cabeza. Entonces hago la pregunta más estúpida jamás.
—¿Vas a ser bueno con la abuela y el abuelo?
Él me mira de lado. Y sonríe maliciosamente.
—No.
Me encojo de hombros hacia Kate.
—Bueno, al menos es honesto.
No soy un gran fan de los viajes aéreos. Por varias razones. En primer lugar,
hay un piloto. Nunca puedes estar seguro de sí sabe lo que está haciendo. Tal vez
obtuvo su licencia en una caja de cereales. Tal vez su padre hizo una generosa
donación a su escuela de vuelo.
¿Si quiero poner mi vida en peligro? Le preguntaría a mi hermana si ha
subido de peso.
Luego está la farsa de ello. No importa cuántos agentes de seguridad revisen
a las personas, no importa cuántas bolsas de esos ex empleados de McDonalds
busquen. ¿Si alguien realmente quiere hacer daño? Eventualmente, lo hará. Las
líneas aéreas deben enfrentar la posibilidad. Como esas señales de NADE BAJO SU
PROPIO RIESGO en la playa. Cuando el agente entregue la tarjeta de embarque, él
o ella deberían decir: “Agárrese, rece que su culo no vuele por los aires y tenga un
buen vuelo”.
¿Eso sería realmente tan terrible?
Finalmente, existe la pesimista certeza que si algo —incluso
accidentalmente— ¿sale mal? Estas frito. Sé lo que dicen las estadísticas —que es
más probable que tengas un accidente de coche, bla, bla blah. Pero la cosa es así—
un montón de personas han tenido choques de autos y han salido sin un rasguño.
Ahora dime ¿cuántas personas conoces que hayan escapado ilesas de un accidente
de avión?
Exactamente.
De todos modos —yo no dejo que esas preocupaciones interfieran en mi
vida. No se meten en mi camino. En absoluto. Porque el miedo no hace a un
cobarde— son las acciones. Soy un montón de cosas, pero una de ellas no es un
cobarde. Y tengo que admitir, aunque no es mi pasatiempo favorito, solían haber
beneficios al volar.
Lo que significa la verdadera mezcla heterogénea de mujeres disponibles que
se pueden encontrar en los aeropuertos y aviones. Está la solitaria ama de casa, la
empresaria con exceso de trabajo, la despreocupada estudiante graduada buscando
soltarse un poco... la azafata.
En los últimos años, el control de calidad en la última ha decaído
mayormente. Érase una vez, el atractivo sexual estaba en la descripción del trabajo.
Ese ya no es el caso. Pero me parece que las compañías aéreas tienden a programar
al menos una mujer follable en cada vuelo. En mis días de hombre soltero, eran la
presa más fácil. Siempre tan ansiosas de ser serviciales.
Una vez, en un viaje de negocios a Singapur, tres impresionantes asistentes
de vuelo estaban listas, dispuestas y capaces de mostrarme todos los lugares dignos
de ver, dentro de su habitación de hotel. Teníamos toda la escala. Eso es lo que yo
llamo algunos cielos amistosos.
Hablando de eso, una se dirige ahora a nosotros. Ella es atractiva, delgada,
alta, con largo y oscuro cabello recogido en los lados y profundos ojos azules con un
sesgo exótico. Sus manos están cuidadas —delicadas— el tamaño perfecto para una
decente masturbada.
Sí, los tipos notan cosas como esa.
—Lo siento, señor, tendrá que mantener el cinturón abrochado hasta que el
capitán apague la señal.
Bajo la vista hacia el cinturón en cuestión, entonces la vuelvo a levantar.
—Cierto. ¿Porque si estamos cayendo en picada desde unos veinte mil pies,
este pequeño pedazo de tela va a interponerse entre una muerte segura y yo?
Como he dicho, hipócritas.
Ella se ríe. Y la señal de cinturones amarillo sale con un ding.
Sonrío.
—Supongo que me escuchó.
Me da una completa sonrisa de labios rosa.
—Supongo.
Esos ojos azules miran alrededor de la cabina de primera clase.
—Un pajarito me dijo que te diriges a las Vegas para una fiesta de despedida
de soltero, y tú eres el novio.
—Ese soy yo.
Me entrega una mimosa.
—Felicitaciones.
—Gracias.
Le entrega una copa a Kate, luego vuelve su atención a mí.
—Así que... ¿dónde te estás quedando?
Tomo un sorbo del brebaje naranja.
—Bellagio.
—Genial. —Ella se inclina un poco, lo suficientemente cerca que puedo oler
su perfume barato, demasiado dulce. Y deja caer la bomba—. Estoy fuera de
servicio una vez que aterricemos en Nevada. Me voy a quedar con unas amigas....
¿Tal vez nos pasaremos esta noche por el casino Bellagio? ¿Parece que estás en la
sección de los apostadores?
Mis amigos y yo no somos llamativos sobre nuestro dinero, la mayoría de la
gente que lo tiene no lo es. Pero las señales están ahí si sabes lo que estás buscando:
equipaje de calidad, relojes Rolex, clásico pero ropa de marca cara.
Y sí, esta chica sólo se pasó de la raya. Sus palabras sonaron como una
proposición, porque lo eran. Lo cual es jodidamente irrespetuoso, teniendo en
cuenta que mi novia está al alcance del oído.
Pero no me sorprende. ¿Incluso aún se supone que los hombres son los
audaces perseguidores? Las mujeres pueden ser mucho peores. Son descaradas.
Desvergonzadas. Se apuñalan mutuamente la espalda más rápido que Jason Jodido
Voorhees.
Pregúntale a Steven. ¿Cuándo él y Alexandra estaban saliendo?
Prácticamente cada una de sus supuestas amigas se ofrecieron a escalar su cara y
darle un paseo de prueba. Porque eran mezquinas. Celosas. Porque querían lo que
Alexandra tenía.
Algunos hombres, como Jack, acogerían con agrado estas cosas con los
brazos abiertos, siempre queriendo mantener abiertas sus opciones. Pero yo no, ya
no. Juego amable pero firme. Reverentemente, recojo la mano de Kate y beso sus
nudillos, asegurándome de que el anillo esté a la vista.
—Vamos a estar muy ocupados esta noche. Gracias de todos modos.
Ella retrocede con un ofendido encogimiento de hombros.
—Haz lo que quieras.
No es la primera vez que esto ha sucedido, y probablemente no será la
última. Kate se comporta bien, aunque en el fondo sé que molesta la mierda fuera
de ella.
No estoy por encima de usar esto para mi ventaja, por supuesto. ¿Ves ese
diablo en mi hombro? Sí, está dispuesto a hacerlo. Observa.
Me inclino a Kate.
—Así que... ¿simplemente vas a dejar que ella se salga con eso?
Ella continúa mirando su revista, pasando las páginas duramente.
—¿Se salga con qué?
—Con ese pase Hail Mary que hizo. Tratando de comer de tu plato. ¿Si un
hombre se acercara a ti así delante de mí? Comería acera.
—No soy una adolescente, Drew. Mis días de pelear por un tipo están
acabados.
Qué no daría yo por haber visto esos días. Con gelatina encima.
—No estoy diciendo que debes tirar su cabello o arrancarle la ropa. —Me
reí—. Aunque eso sería increíble. Creo que deberías darle una lección. Mostrarle
que yo te pertenezco.
Kate cierra la revista, sacudiendo su cabeza ligeramente. Sus ojos están
brillantes con diversión.
—Sé lo que estás haciendo.
—¿Qué estoy haciendo?
—Estás tratando de hacerme tener sexo contigo en el baño.
Atrapado.
—Una mamada funcionará también. Eres muy buena en esas.
Ella reabre la revista.
—La adulación no te llevara a ninguna parte, Evans. Y menos en mis
pantalones.
Me quejo:
—¿Por qué no?
—Porque todos nuestros amigos están aquí.
—¿Y qué?
—Nos escucharan.
Miento:
—No, no lo harán.
—Podrían.
—Te tapare la boca con tus bragas, no oirán nada.
Resopla. Y se mantiene fuerte.
—Suena romántico. Aun así... no va a pasar.
Sí que va a suceder. ¿Pero lo admito — esta charada? ¿La tensión sexual?
¿Tener que trabajar para ello de vez en cuando? Es divertido todavía. Emocionante.
Mantiene afiladas mis habilidades como una navaja.
¿Saber que eventualmente la tendré a mi manera? Eso también ayuda.
Trato una táctica diferente. Culpabilidad.
—Es una tradición, Kate. Como tocar el símbolo de la mascota al salir de los
vestuarios antes de un partido de fútbol. Es mala suerte romper la tradición, puede
ocurrir algo terrible. ¿Cómo te sentirías si este avión choca y se quema, todo porque
no quisiste ceder?
—Creo que voy a tomar mis posibilidades.
Espero y suspiro. Este es un vuelo de cinco horas. No hay manera de que
Kate pueda aguantar por mucho tiempo. ¿Porque, cuando sabes cómo tocar una
guitarra de la manera correcta? Ese tipo juega.
Le doy unos minutos, hasta que esta desprevenida. Entonces me giro
lateralmente en mi asiento. Y empiezo despacio. Sutil. Una mano en su muslo,
dibujando círculos tranquilamente. Mi otra mano se une finalmente, acariciando su
brazo y su hombro, relajándola. Abrumando sus sentidos.
Noten que ella no me empuja lejos. ¿Porque aunque un conjunto de labios
está diciendo que no? El otro conjunto está siempre listo para pasar un buen rato.
Me inclino y mi boca acaricia suavemente su mejilla, moviéndose
suavemente a través de su línea de la mandíbula a su cuello. Mi mano se desliza
hacia abajo y cubre un seno, apretando y frotando. Tocando y provocando.
La respiración de Kate se recoge. La revista cae de sus manos. Me advierte:
—Drew...
Susurro en su oído:
—Sólo dame un beso. Eso es todo lo que quiero, nena. Sólo un beso.
Estas son las famosas últimas palabras habladas por los adolescentes
hombres en todas partes, en el asiento trasero del auto de sus padres. ¿Si hay
alguna joven mujer ahí? Estás advertida, nunca es solo un beso. No lo llaman robar
bases por nada. Antes de que lo sepas, él estará rodeando segunda, cayendo en
tercera, y un home run a sólo unos centímetros.
Kate presiona su boca en la mía, permitiéndome seducirla con mi lengua.
Tan cálida. Tan mojada.
Tan agradable.
Caliente, duro, el verdadero deseo baja en mis entrañas y mis pantalones se
aprietan como era de esperarse. Pongo mi atención en el lóbulo de su oreja,
chupando y mordiendo. Luego le susurro palabras tiernas, sucias, necesitadas
palabras que no vas a oír. Acerca de cuánto la deseo, de lo hermosa que es, sobre
todas las cosas que quiero hacer con ella y las posiciones detalladas en que quiero
hacerlas.
Las caderas de Kate se mueven hacia arriba, buscando la fricción contra mis
dedos que están ahora firmemente colocados entre sus piernas. Cuando ella está en
el apogeo y jadeando —justo donde la quiero— retracto mis manos. Y la miro a los
ojos.
—Terminemos con esto en la otra habitación.
Kate muerde su labio inferior. Sus ojos ligeramente aturdidos se lanzan de
izquierda a derecha, asegurándose de que no hay testigos. Está a punto de ceder...
Hasta que un cuerpo extraño cae entre nosotros, en la mitad de nuestras
rodillas. Mis ojos están cubiertos de cabello rubio fresa. Y el sabor de spray de
cabello llena mi boca.
Maldita sea.
—Espero que consiguieras una buena noche de sueño anoche, Katie. Por lo
que he planeado, vas a necesitar mucha energía.
Delores. Como si hubiera alguna duda.
Ella mueve su culo fuera de mi muslo, obligándome a mí y a Kate a
movernos así puede apretarse entre nosotros.
Kate se recupera rápidamente.
—Sí... um... me conoces. Soy todo sobre estar descansada.
Mi cuerpo crepita con energía carnal no aprovechada. Me pone de mal
humor.
—¿Te importa joder? Estábamos en medio de algo.
Dee-Dee se vuelve hacia mí con conocido desdén claramente en su rostro.
—No, no me importa en absoluto. —Ella me espanta lejos con su mano—.
Puedes perderte, Kate y yo tenemos cosas que hacer.
—No lo creo.
—¿Hola? Esta es una despedida de soltera, y empieza ahora. No estás
invitado. Ve y compara pollas con los chicos, habla de la masiva descarga que
cogiste anoche o lo que sea que ustedes hagan cuando nosotras no estamos
alrededor.
Rechino mis dientes. Aprieto mi mandíbula. Para evitar llamarla y decirle
como está actuando. ¿Demasiado? Mi mal. Culpa al bueno de Dr. Seuss, lo hemos
estado leyendo mucho en mi casa.
Tomo una respiración profunda. Entonces cierro mis ojos e inclino mi
cabeza hacia atrás. Esperaré a que Delores salga. Tendrá que salir en algún
momento. O puedo usar la almohada gratuita y manchada de semen para asfixiarla.
Ese pensamiento me hace sonreír.
Dee-Dee y Kate hablan. Y hablan. Después de unos minutos, los sonidos se
mezclan en los oídos masculinos como la del profesor sin rostro de Charlie Brown.
“... wa wa wah wah wanh... Regalo de cumpleaños de Matthew... wa wa wanh... no
estaba segura... wah-wah wa wa... llego de último minuto... wa wa wah wanh...
vieras su cara... wa wa wah... tan sorprendido... wa wanh...”
Los regalos son importantes para las mujeres. Pero he llegado a notar que —
al menos para algunas de ellas— no es el regalo real lo que importa. O incluso
cuánto dinero gastaste en él. Se trata del esfuerzo. El simbolismo. Cuánto empeño
pones en conseguirlo para ellas.
Por ejemplo, ¿si yo fuera a cazar una servilleta del bar donde Kate y yo nos
conocimos? Luego, ¿si lo enmarco y se lo doy como un regalo de aniversario? Estoy
seguro de que ella me cogería hasta llevarme a un coma para mostrar su gratitud.
Es sólo una servilleta. Pero para Kate, significa mucho más.
El año pasado para mi cumpleaños, ella encero mis iniciales en su coño. Me
conmovió. Hablando de un gran regalo, creativo y práctico. De todos modos, con
leve curiosidad abro mis ojos y pregunto a Delores:
—¿Que le vas a dar?
Ella sonríe con aire de suficiencia.
—Sólo el mayor regalo que una mujer le puede dar al hombre que ama.
Tomo mi mejor suposición.
—¿Anal?
Kate cubre sus ojos.
La sonrisa de Dee-Dee se convierte en una mueca.
—No, cerdo. Voy a darle el regalo de la salud. Mi acupunturista despejó su
agenda. Ella va a trabajar sobre Matthew todo el día.
Me río. Porque esto explica muchas cosas.
—¿Ese es tu regalo? ¿De verdad? ¿Es el cumpleaños de un tipo y vas a hacer
que le pongan agujas en la cara todo el día? ¿Qué vas a conseguirle para Navidad,
una colonoscopia?
Kate aclara:
—Drew, la acupuntura es para que Matthew deje de fumar.
Sí, Matthew es un fumador. Estadísticamente, si no comienzas a la edad de
dieciocho años, nunca lo harás. Pero mi amigo es la excepción a esta regla. Su
hábito comenzó en la Universidad, durante una partida particularmente estresante
de Madden NFL football.
Matthew lo mantiene guardado, sin embargo. Sus padres no lo saben.
Porque Frank fuma dos paquetes al día, y como cualquier fumador, rompería cada
uno de los dedos de su hijo si se entera de que él también lo estaba haciendo.
Levanto mis manos en señal de rendición.
—Lo retiro, Dee. Es un regalo estupendo. Algo que ayude a Matthew a patear
el cáncer es una cosa buena.
Prácticamente ella se palmea en la espalda.
—Gracias, Drew.
—De nada. Ahora que hemos arreglado eso, por favor y digo esto de la mejor
manera posible: ¿Vete a la mierda?
Ya no sonríe.
—Te dije que no. Este es mi tiempo. Mi tiempo de Kate.
Fast Times at Ridgemont High aparece en mi cabeza.
—Lo que sea, Sr. Hand.
Kate se estira y toca mi pierna.
—Drew, tal vez deberías irte con los chicos por el resto del vuelo.
Estampo mi pie. Y apunto a Dee-Dee.
—¿Por qué ella consigue tiempo Kate? ¿Dónde mi tiempo Kate? ¡Yo también
quiero mi tiempo Kate!
Dee-Dee responde:
—Estarás recibiendo un montón de tiempo Kate la semana que viene. Se
llama luna de miel, estúpido.
La fulmino con la mirada.
—Apestas1.
Ella frota un dedo sobre sus labios lascivamente.
—Lo hago. Con frecuencia. Matthew no se queja.
Hago una mueca.
—Ahora tengo náuseas. Kate, ¿frotarías mi estómago?
Kate sonríe. Su voz adquiere un maternal y condescendiente tono que pone
cuando quiere que James se comporte.
—Sí, Drew voy a frotar tu estómago, y cualquier otra parte del cuerpo que
quieres... cuando lleguemos al hotel.
Suspiro y me resigno a no tener sexo. Como empiezo a hundirme en una
depresión profunda, la voz de Jack hace eco a lo largo de la cabina.
—¡Viejo! ¡Echa un vistazo! ¡Tengo porno en mi sistema de entretenimiento
durante el vuelo!
Alguien gritando “porno” en un espacio cerrado es parecido a una alarma en
una estación de bomberos a la medianoche. Cuatro pares de pies trotan en
dirección a Jack, incluidos los míos. Tal vez el tiempo con los chicos no será tan
malo después de todo.
***
Sé lo que estás pensando. Deja de hacerme perder mi tiempo. ¿Podemos
omitir la mierda y llegar a las cosas buenas ya?
Estoy trabajando en ello.
Además, creo que deberías disfrutar los buenos momentos mientras duran.
Así es. Creo que las cosas se pondrán realmente locas —muy rápido— de aquí en
adelante. ¿Porque nuestra siguiente parada? Es las Vegas, nena. Y hay una razón
por la que se llama la ciudad del pecado.
1 You suck: Es un juego de palabras ya que suck en inglés también es (succionar, chupar) en este caso mamar.
Cuando se trata de habitaciones ostentosas, podrías pensar que el pent-
house es lo mejor de lo mejor. En la mayoría de los casos, estaríamos en lo cierto.
Pero el Bellagio tiene el top. La villa. Es el tipo de lugar donde sólo la realeza, jefes
de Estado y actores altamente sobrevalorados llegan a quedarse. Cinco dormitorios,
comedor formal, oficina, biblioteca, y una enorme cocina —todo adornado en
elegante madera y mármol— cubierto con los mejores electrodomésticos,
accesorios y telas italianas. Incluso viene con un personal de limpieza de servicio
completo y un mayordomo.
El dinero no puede comprar la felicidad, pero hace que sea un infierno
mucho más fácil para quedarse feliz.
Ya que somos los invitados de honor, Kate y yo estamos en la suite principal.
Nuestro cuarto de baño contiguo tiene una ducha de vapor y un jacuzzi enorme que
definitivamente planeo poner a buen uso más tarde. Steven y Alexandra, Delores y
Matthew, cada pareja consigue una habitación completa con chimenea y una cama
extra grande. Erin reclama una habitación un poco más pequeña con una reina,
mientras que Jack y Warren se quedan juntos en el último cuarto.
Es una buena cosa que su habitación tenga dos camas dobles, porque si hay
una cosa que un hombre nunca va a hacer, es compartir la cama con otro tipo.
¿Dormir desnudo sobre grava afilada? Totalmente aceptable, cuando se enfrentan
con el riesgo de despertar con un rifle cargado en la espalda.
Después de que el mayordomo —al que nosotros llamamos Sr. Belvedere—
da una vuelta y las mucamas toman nuestro equipaje para desempacar, nos
relajamos en la sala de estar, hablando de la agenda del día.
Sentado en el sofá de dos plazas color marrón oscuro, con Delores en su
regazo, Matthew va primero:
—Hay un torneo de voleibol de agua abajo en la piscina en veinte minutos.
Pensé que podríamos empezar por ahí. Y están teniendo un asado de cerdo. Ya
sabes cómo me encanta un buen cerdo.
Todos los chicos asienten con su consentimiento.
Dee-Dee comienza así:
—Nuestra fiesta de diosas empieza a las cinco...
Fiestas de diosas... para los chicos es un sueño, un mito. Al igual que la
legendaria olla de oro al final del arco iris, o la pelea de almohadas en topless en
una fiesta de pijamas. Es casi una fiesta de sexo solo-de-mujeres, menos el sexo
real. Según la leyenda, hay una amplia gama de juguetes para la venta,
consoladores, vibradores, juego de cuerdas, y lencería. Y hay lecciones —las
mujeres son instruidas en todo tipo de habilidades adquiridas, como garganta
profunda, masturbación, striptease.
—... pero antes de eso, señoras tenemos citas en el spa, para conseguir
embellecernos por esta noche.
Paso la mano por el cabello oscuro de Kate ya que ella está sentada a mi
lado en el sofá.
—Eso es una pérdida de tiempo —le digo—. No se puede mejorar la
perfección.
Ella se sonroja un poco. Todavía tan jodidamente adorable.
Dee-Dee comenta:
—Eso dices ahora, pero espera hasta que nos veas después. Vamos alisarnos,
depilarnos con cera, perfilarnos las cejas y a recibir unos masajes. Lo juro, Kate,
¿después de que Ricardo trabaje sobre ti? Nunca serás la misma. Es como ser
tocada por un orgasmo.
Mi curiosidad saca lo mejor de mí.
—¿Quién es Ricardo?
—El terapeuta de masaje de Kate.
Eh.
—Ricardo es un nombre raro para una mujer.
Delores rueda los ojos.
—Bueno, sí, lo sería, pero Ricardo es todo hombre. Tiene el cuerpo de un
dios griego, como Arnold Schwarzenegger en sus días de esteroides. Y él sabe cómo
usarlo, especialmente sus manos.
Algunos chicos estarían bien con esta situación. Los hombres relajados como
Matthew o comprensivos como Steven. Ellos besan a su dama en la mejilla y dicen
“Que te diviertas, cariño”. Pero a pesar de mi crecimiento emocional de estos
últimos años, así no es como yo funciono.
Y eso es lo que digo:
—Sí, esa mierda no va a suceder.
Kate pone su mano en mi pierna.
—Drew, es sólo un masaje.
—Estoy al tanto de eso. Dos palabras: final feliz. Otras dos palabras: no hay
manera.
Alexandra trata de ser útil.
—Relájate, hermanito. No hay razón para estar celoso.
Abro mis brazos ampliamente.
—¿Quién está celoso? No estoy celoso porque esta mierda no va a pasar. —
Me dirijo a Kate y explico con calma—: ¿De verdad crees que voy a ser capaz de
sentarme aquí sabiendo que estás ahí, con tus bienes sólo cubiertos por una fina
toalla de algodón mientras Ricardo-Jodido-Montalbán tiene sus manos sobre ti?
¿Haciéndote gemir? ¡Que se joda eso! Todos tus gemidos me pertenecen; están
pagados en su totalidad con la roca en tu dedo.
Dee-Dee extiende la mano hacia Matthew.
—Yo sabía que él no sería capaz de manejarlo. Págame.
Él saca su billetera y le pone un billete de veinte en su palma. Sacudo la
cabeza con decepción hacia él.
—¿Pensaste que estaría de acuerdo con esto?
Se encoge de hombros.
Mis ojos se estrechan.
—Ni siquiera te reconozco.
—Ricardo es un hombre impresionante, sus manos son mágicas. Si yo fuera
gay, sin duda estaría en una unión civil con él.
Desde el sillón reclinable, Steven se une a la discusión.
—¿Dejaste que un tipo te diera un masaje? ¿Has considerado la posibilidad
de que ya eres gay?
—Chúpamela.
Steven ríe.
—Ves, eso es lo que quiero decir. Estos mensajes subliminales están
cosquilleando mi gaydar. —Él sostiene su dedo, señalando a cada chico de la
habitación—. Beep. Beep. Beep... —Luego señala a Matthew—.
Beeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeep.
Billy y Jack se ríen a carcajadas, y Steven choca las cinco. Matthew le da el
dedo. Lo cual no ayuda mucho a su caso.
Kate nos lleva de nuevo al tema.
—¿Este es realmente un problema para ti?
Asiento con la cabeza.
—Absolutamente. Va a estar contaminando mi memoria de todo el fin de
semana.
Ella suspira. Y se vuelve hacia Delores.
—Cambia mi cita.
Dee-Dee parece horrorizada.
—¿No hablas en serio? —Eleva sus manos en el aire—. Y así comienza. Aún
no estas casada y él ya está controlando y dictando lo que puedes y no puedes
hacer.
Salto en defensa de Kate.
—Ella está respetando mis malditos sentimientos. Así es como funciona una
relación madura y sana. Deberías probarlo alguna vez.
—¡Soy extremadamente considerada de los sentimientos de Matthew!
Kate salta.
—Dee-Dee estamos aquí para divertirnos, no para torturar a mi novio.
DeeDee hace pucheros.
—Pero torturarlo es mi idea de diversión. Aguafiestas. —Aun así, ella agarra
el teléfono y llama al spa.
Kate se acurruca en mi costado, apoyando la cabeza en mi hombro. La jalo
más cerca y beso la parte superior de su cabeza.
—Gracias.
—De nada.
Sonrío.
—Cuando regreses de tu acicalamiento, quiero un poco de ese tiempo Kate
que me debes.
Ella levanta la cabeza y susurra:
—Esto, por casualidad, ¿implica terminar lo que empezamos en el avión?
Asiento con la cabeza lentamente.
—Lo hace y te garantizo que será una final espectacular.
—Siempre lo es. —Ella se inclina hacia adelante, besándome
juguetonamente, su lengua pasea y se burla.
Cuando se aleja, lamo mi labio inferior, probando el sabor de ella.
—Apuesta tu culo que lo es.
Warren interrumpe nuestro caliente momento.
—Entonces, antes de que nos separemos, ¿alguien quiere… colocarse?
Yo no soy un gran fan de las drogas, incluso del tipo recreativo. Con el
alcohol, puedo mantener un ritmo, tomar una copa o dos, y luego reducir la
velocidad y disfrutar del bullicio. O puedes acelerar a fondo y cinco chupitos
rápidos. En cualquier caso, hay control sobre cómo de jodido quieres estar.
Pero las drogas son como un tren sin conductor. Una vez estás subido, te vas
de paseo, sin disminuir la velocidad, sin bajar si cambias de opinión. Dee-Dee no
comparte mis sentimientos. Sin sorpresa.
Ella se sienta al lado de su primo en el brazo del sofá.
—Gracias a Dios, pensé que nunca lo preguntarías.
Warren busca en su bolsillo y saca una bolsa de plástico transparente que
contiene unos pocos porros sueltos, un poco de marihuana, y una pequeña pipa de
color brillante.
Erin le pregunta:
—¿De dónde sacaste eso?
—Lo traje de Nueva York. —Él arruga la frente y luego aclara—: Bueno,
técnicamente, me lo traje desde California hasta Nueva York, y luego hasta aquí. Es
mierda buena, alto nivel y de tipo medicado. El conserje en mi estudio de música
tiene glaucoma.
—Pero, ¿cómo conseguiste pasarlo por la seguridad del aeropuerto? —
pregunta mi hermana.
Warren explica con orgullo:
—Lo guarde en mis bóxers. De esa manera, si pasaba por una de esas cosas
de escáner, sólo parecería que las rastas de abajo necesitaban un ajuste.
Levanto mis cejas.
—Ahora ese es un plan B. Si fallas en tu carrera musical, siempre puedes
llegar a ser una mula de drogas. —Los traficantes de drogas tienen una muy alta
tasa y una muerte violenta. Impresionante.
Warren le pasa a DeeDee un porro y ella lo prende. Matthew se acerca a
ellos.
—Podría ir por un golpe de hierba.
Erin está indecisa.
—Yo nunca he fumado marihuana antes.
Warren intenta ser tranquilizador.
—Entonces has venido al lugar correcto. Somos todos amigos en el show de
la droga.
Ella todavía se ve nerviosa, así que le digo:
—Sólo di no, Erin. Sólo los perdedores se drogan. —Señalo con mi pulgar a
Warren—. ¿De verdad quieres terminar como el Anexo A de allí?
Delores sostiene las manos arriba como garras.
—¡La presión de grupo! Vamos, Erin tienes que probarlo al menos una vez.
Vive un poco, chica.
—Y ese sería el Anexo B.
Erin toca un gran aliento y me mira con ojos grandes en búsqueda de
aprobación.
—Creo que voy a probarlo. Quiero decir... a veces sólo tienes que decir:
“¿Qué carajos?” ¿No es así, Drew?
No puedes discutir con una frase de Risky Business. Me encojo de hombros
en señal de rendición, y Erin se suma al resto porreros.
Jack no le interesa.
—No, gracias, hombre. Soy todo acerca de mantener las toxinas fuera de mi
sistema en estos días.
Alexandra declina con un gesto de la mano. Steven, sin embargo, dice:
—Claro, ¿por qué no? Voy a revivir mi juventud desperdiciada.
Alexandra espeta:
—¿Qué quiere decir revivir? Eres un hombre, estás aun viviendo tu juventud
perdida.
Mi hermano-en-ley le tiende la mano a Warren.
—Haz el mío doble.
Warren le pasa a Steven un cuenco lleno y un encendedor, mientras que
Matthew le ofrece a Kate un canuto. Ella niega con la cabeza.
—Tal vez más tarde.
Yo camino por la habitación, abro una ventana, y enciendo el ventilador del
techo.
Warren pregunta:
—¿Y tú, Evans? ¿Vas a abajo?
Resoplo:
—Como si yo alguna vez pusiera algo en mi boca que me enganchara en un
paseo junto a tus bolas sudorosas. Prefiero besar el culo de un elefante de la selva.
Warren toma una larga calada, y sopla el humo que escapa de sus labios
mientras él se burla de mí.
—Estupa.
—Sí, ese soy yo. En mis días libres salgo con Johnny Depp de 21 Jump
Street.
Ya sintiendo los efectos de la marihuana, Matthew se ríe. Y anuncia a toda la
habitación:
—Nah, Andrew es genial. Pero él y Maria Juana no se llevan bien. Lo intento
una vez en la universidad. Pero no funcionó.
Kate se inclina hacia adelante.
—Nunca he oído esa historia.
—No fue exactamente uno de mis mejores momentos
Matthew se ríe más fuerte.
—Tomo cuatro golpes, luego comenzó a correr alrededor de la casa, cerro
todas las puertas y ventanas. Pensó que su viejo iba a aparecer, o el equipo SWAT
iba a caer del cielo. Luego tuvo un ataque de pánico.
—Yo no tuve un maldito ataque de pánico.
Los ojos de Matthew se encuentran con los míos.
—Amigo, pensé que iba a tener que arrastrar tu culo a la sala de
emergencias. Parecías que ibas directo a un puto paro cardiaco.
Todo el mundo tiene una buena risa a mi costa, incluso Kate.
Warren asiente con la cabeza alegremente.
—Evans no puede manejar la hierba. Es bueno saberlo. Ahora, si quiero
meterme contigo, sé exactamente cómo hacerlo.
Los amigos se suponen que se ayudan entre sí. Es uno de los beneficios de
conocer todo sobre una persona, todos sus logros, sus actos embarazosos y sucios
secretos.
Pero eso es un martillo que se balancea en ambos sentidos.
—Sigue caminando por el carril de la memoria, Matthew. Hay algunos
baches que yo podría sacar para ti también.
Él extiende sus brazos ampliamente.
—Soy un libro abierto.
Sonrío diabólicamente.
—¿Estás seguro de eso?
—Dispara, tonto.
Me vuelvo hacia su esposa.
—Oye, Dee, ¿Matthew te dijo alguna vez sobre la vez que estaba tan
borracho, que se orinó en la boca de Kelly Macallister mientras ella le estaba dando
una mamada?
Matthew se espabila inmediatamente, mientras que Steven se dobla de risa.
—Ewwwwwwwwwww —chilla Erin—. Eso es tan repugnante.
—Así es como él consiguió su apodo en nuestra fraternidad “Ducha Dorada
Fisher”.
Alexandra parece enferma y divertida a la vez.
Jack resopla:
—Asqueroso.
Kate hace una mueca y se tapa los oídos. Delores se ríe al principio, luego se
gira a su marido y confiesa:
—Estoy arruinada. Nunca seré capaz de chupártela de nuevo sin pensar en
esa historia.
Matthew me fulmina con buen humor.
— Eres un imbécil hombre.
Yo sólo sonrío.
—Para eso es que son los amigos, amigo.
***
Diez minutos más tarde, Erin se encuentra pies arriba en el sillón con los
párpados pesados. Levanta un brazo lentamente, luego el otro.
—Esto es muy bueno. Estoy muy relajada.
La cara de Steven está floja mientras hace un gesto hacia el piano de cola
brillante en la esquina.
—Oye, Billy, ¿por qué no tocas algo?
Sí, idiota también puede tocar el piano. Solo mantén en mente, él puede ser
una herramienta multifacética, pero sigue siendo una puta herramienta.
Dee-Dee se levanta.
—Buena idea. Nada va mejor como una melodía suave. Que sea suave,
primo.
Mierda-para-cerebros se levanta, se instala a sí mismo en el banco del piano,
hace crujir sus nudillos, y comienza a tocar. Tras unos compases de instrumental, él
comienza a cantar “Someone Like You” de Adele. Imagine que elegiría una canción
de chicas.
Mientras él canta la última línea antes del coro, esa donde las cosas no están
terminadas entre él y su antiguo amor, mi buen humor se deteriora como la leche
que se queda fuera de la nevera demasiado tiempo. Es por esto que siempre tengo y
siempre tendré que odiar las tripas de Warren, porque a pesar de la historia de
Matthew sobre mi experiencia con la marihuana, yo no soy un tipo paranoico. Soy
atento. Inteligente. Malditamente inteligente para saber por qué —de entre todas
las jodidas canciones que él podría haber tocado— escogió ésta.
Y más importante, sé a quién se la está tocando.
No hay accidentes. El lenguaje corporal y actos fallidos tienen significado.
Son la forma en que nuestro subconsciente muestran cómo nos sentimos
realmente. Lo que realmente queremos. Y en algún lugar, en el fondo del
insignificante cerebro de Warren e inadecuado corazón, creo que él todavía quiere
a Kate.
Observa el rostro de ella ahora. Es la misma mirada que siempre le sale
cuando lo ve cantar. La cabeza ligeramente inclinada, una pequeña sonrisa se
sienta en sus labios, y sus ojos nadan con una mezcla de orgullo y asombro.
Admiración. Y, posiblemente, recordado afecto. A pesar de que sé que ella no tiene
esos sentimientos por él nunca más, aunque sé que ella me eligió —que me ama
más a mí— eso me molesta. Mucho.
Porque a la única persona que he mirado así en toda mi vida es a ella.
Mientras él toca la nota final, me trago mi resentimiento. Matthew, Steven,
Erin, Dee-Dee y Kate aplauden. Alexandra realmente se limpia una lágrima de los
ojos.
Jack dice:
—Maldita sea, eres bueno. Esa mierda de música debe hacerte bueno con los
coños. Esta noche, Billy, eres mi compañero de ala.
Warren asiente tímidamente.
—Claro, hombre.
Entonces me pongo de pie.
—Ahora que he conseguido mi dosis de estrógenos durante el día, ¿qué tal si
nos dirigimos a la piscina y comprobamos la barbacoa? Yo no sé ustedes, pero estoy
más que listo para la primera de muchas rondas.
Todo el mundo está de acuerdo.
Yo mantengo a Kate cerca de mí mientras todos nos dirigimos a nuestras
respectivas habitaciones para un cambio de ropa rápido. Y para prepararnos para ir
por caminos separados.
La barbacoa en la piscina sólo para adultos está en pleno apogeo. Hay
música, sol, bikinis tan lejos como el ojo puede ver, y algunos que me gustaría no
tener que ver. Recuerden, señoras, los trajes de baño de dos piezas son un
privilegio, no un derecho.
Alquilamos una cabaña cerrada cerca de la barra y nos acomodamos en la
mesa circular, cubierta con un paraguas delante de él. Nuestra ronda de cervezas
llega y pasamos el rato esperando nuestro turno en el torneo de voleibol. Para los
hombres, los deportes en equipo tienen el poder de inspirar una mentalidad
guerrera, nosotros-contra-ellos. Es como pasar la noche en una trinchera —una
instantánea experiencia vinculante. Incluso si no se gustan —infiernos, incluso si
no se pueden soportar unos a otros— cierras las filas, aceleras el ritmo donde
debes. Porque estás en el mismo pelotón y quien no esté contigo está en tu contra.
Ellos son el enemigo.
¿Por qué te estoy diciendo esto? Lo comprenderás pronto.
Por ahora, tomo un sorbo de mi cerveza y me centro en la cara hosca de mi
cuñado. Decido ir directo al grano:
—¿Qué está pasando contigo y con mi hermana?
Él no está sorprendido por la pregunta. Pero está reacio.
—No quiero hablar de eso.
—¿No quieres hablar de ello? ¿Qué? ¿Te creció una vagina en la caminata
aquí? ¿Supongo que ahora lo siguiente que me vas a decir es que estás bien? No
seas una perra, Steven, habla. ¿Qué pasa?
Frota con la mano su cara y observa la piscina por un minuto. Deliberando.
Luego se vuelve hacia nosotros y se inclina hacia adelante, los codos sobre la mesa.
—Muy bien. Comenzó hace unas dos semanas. Durante un par de días,
Alexandra había estado de mal humor. Pero yo no estaba preocupado, se pone así a
veces. Y entonces encontré algo en la papelera del baño. . . una prueba de
embarazo.
Comprensivos gemidos rodaron sobre la mesa como la onda en un partido
de fútbol.
—Nunca te va a dejar salir de casa otra vez.
—Tienes que darle espacio a los niños, Steven. Si los tienes muy cerca uno
del otro, uno está atado a caer en el olvido.
—Ahora van a ser tres contra dos, estás jodido.
Steven sostiene su mano.
—Fue negativo. Alexandra no está embarazada. —Toma un trago de su
cerveza—. Pero cuando le pregunté sobre esto, se puso balística. Gritándome sobre
cómo no la entiendo, cómo no me debería preocupar por los niños porque puedo
tenerlos hasta que llegue a los setenta. Y cómo los hombres en general apestan.
Desde entonces, ha estado insoportable. Es como si estuviera buscando cualquier
excusa para estar enojada conmigo.
Matthew informa:
—Tal vez necesita un descanso. Ya sabes, ¿una noche para sentirse como una
mujer y menos como una mamá?
Steven sacude su cabeza.
—Ya pensé en eso. Arregle una salida a los Hamptons, tenía a mi papá listo
para llevar a los niños y todo. Me rechazó, no deseando nada de eso. Entonces me
regaño por hacer planes sin consultarle.
Jack resopla:
—No puedo decir que estoy sorprendido. Sin ofender, amigo, pero Alexandra
siempre ha sido una persona fría.
No tomo excepción a su comentario porque veo por qué él creería algo así.
La voz de Steven adquiere un tono suave, triste. Nostálgico.
—Pero no lo es, para nada. Es sólo una fachada que pone. La Alexandra real
es cálida... y divertida... e iría a los extremos de la tierra por la gente que ama.
Hasta hace dos semanas, eso me incluía. Pero últimamente. . . no. Y no sé por qué.
Me pellizco el puente de la nariz y suspiro.
—Tienes que arreglar esto, Steven. No puedes hacerme esto, no ahora.
No se lo toma bien.
—¿Qué diablos tiene esto que ver contigo, Drew?
Lo señalo con mi dedo acusadoramente.
—Tú y Alexandra son mi patrón de oro. Son la única razón por la que no me
estoy cagando en los pantalones sobre la idea de casarme con Kate la semana que
viene. Porque son mi prueba de que el matrimonio puede funcionar.
La frente de Steven se arruga.
—Tus padres han estado casados durante cuarenta años.
Sacudo mi mano.
—Ellos no cuentan. Son viejos, nadie más los tendría.
Matthew pregunta:
—¿Y Dee y yo?
—Te doy otro año, topo.
Matthew sólo se encoge de hombros. Porque le importa un bledo lo que
piensen los demás, incluso yo.
Ahora, Alexandra puede ser mi hermana, pero Steven es más que mi cuñado.
Es un amigo, uno de los mejores. Lo que pone las lealtades en una situación
peliaguda. ¿Así que si tengo que tomar partido? Me voy con Mackenzie y Thomas.
—De ninguna maldita manera voy a dejar que mi sobrina y sobrino crezcan
en un hogar roto. Tienes que hablar con ella, Steven. Solucionarlo.
Él empuja su silla atrás, frustrado.
—¡Lo he intentado! ¿No crees que lo haya intentado? Durante las últimas
dos semanas he besado su culo. . . .
Cierro mis ojos y levanto la mano.
—Por favor, ahórrame las imágenes mentales.
—He intentado todo lo que puedo pensar... pero no voy a intentarlo. Si ella
quiere resolverlo, cuando quiera hablar, va a tener que venir a mí. Voy a poner mi
pie abajo. Tengo un poco de orgullo, ya sabes.
Parece como si tendré que tomar las cosas en mis propias manos.
—Voy a tener una reunión con mi hermana cuando regresemos, averiguar
cuál es su jodido problema.
Steven es vehemente.
—No, Drew. Esto es entre mi esposa y yo. No te metas.
Me retracto.
—Muy bien. Relájate, no tengas un ataque al corazón.
Pero aún pienso en hablar con Alexandra. Si quieres algo bien hecho, debes
hacerlo tú mismo.
Estamos en silencio durante un minuto.
Steven dice:
—Mira, no quiero que esto nos baje el ánimo a todos. Sólo guárdalo. Por esta
noche, tengamos un buen rato. Como en los viejos tiempos. Lo único que quiero
pensar es en emborracharme y divertirme. BTC todo el camino.
Matthew se ríe. Porque, como yo, no ha escuchado esas letras en años. Y
traen recuerdos muy impresionantes.
Choca el puño con Steven.
—Malditamente correcto, BTC.
Warren pregunta:
—¿Qué es BTC?
Sonrío.
—Fue nuestro monograma en su día.
—¿Qué quiere decir?
Muevo mis cejas.
—Buen tiempo chicos.
***
Más tarde, entrando en la cuarta ronda del torneo de voleibol de agua,
estamos en primer lugar. Pateando traseros. Con sólo tres partidos más hasta el
campeonato. Es divertido. Físico. Podemos ejercer nosotros mismos pero tenemos
suficiente tiempo entre juegos para relajarnos, socializar y bajar un par de tragos.
Steven actualmente está en la pista de baile improvisado “Blurred Lines”.
¿Lo ves ahí? ¿Apuntando sus dedos estilo John Travolta y empujando sus caderas
al tiempo con el ritmo? No es suave o genial, pero de alguna manera Steven aún
sale como el maldito hombre. Las chicas aplaudiendo, sacudiendo la cadera y
riéndose, lo rodean lo aman.
En el extremo opuesto de la piscina se está celebrando un divorcio, al cual
Jack se sumó, y acabó recibiendo un poco de acción en el jacuzzi de la divorciada
misma.
Ahora volvió a la mesa conmigo y Matthew. Nosotros hemos estado jugando
suave. A pesar de algunas ofertas, hemos hecho claro que nuestros intereses se
encuentran en salir, no ligar. Sorprendentemente, Warren ha resultado ser el peso
pesado en el Departamento de coños.
Bueno... algo. Después de nuestra segunda victoria, desapareció con una
chica en la cabaña. Salieron media hora más tarde, recolocando sus trajes de baño.
Quince minutos, volvió de nuevo, con chica número dos.
No estoy impresionado porque... ¿cómo decirlo sin hacer que quieran
cortarme las bolas con un par de tijeras de jardín? ... chica número uno fue... de
rotunda persuasión. Una chica alegre. La clase que tiene que transmitir una
personalidad divertida porque está careciendo severamente en el Departamento de
forma. No me malinterpretes, las chicas gordas también tienen su lugar en la
sociedad. Las chicas con culo gordo, hacen el mundo redondo y todo eso.
Y cada uno tiene un tipo. La vaca de un hombre es la belleza de otro.
Siempre he preferido las mujeres en el lado pequeño —son fáciles de girar y
maniobrar en la posición adecuada. Pero no creo que Warren tenga una pasión por
las carnes. Es decir, él mantuvo a Kate durante una década, y ella nunca pasó por
una fase gordita— he visto las fotos.
Además, la chica número dos de Warren estaba totalmente en el otro
extremo del espectro. Super-delgada, con unas tetas planas como una tabla de surf
y un gancho de nariz que sugería una relación fuerte con el águila calva.
Imbécil emerge de la cabaña con una sonrisa satisfecha. Se sienta en la mesa
y toma un largo trago de su cerveza. Matthew, Jack y yo lo observamos.
Él nos mira de regreso de ida y vuelta.
—¿Qué?
Muevo la barbilla hacia la chica número dos mientras ella camina hacia su
mesa de amigas igualmente poco atractivas. Ellas tienden a permanecer juntas.
—¿Qué pasa contigo y las hermanas miedo?
—¿Qué quieres decir?
—Es decir, tu primer ligue hizo que Snooki luciera como Miss America. Y esa
última chica probablemente es la pariente más próxima a la malvada bruja del
oeste.
Defensivamente él resopla.
—Ella no estaba tan mal.
Matthew y Jack tosen.
—Cara de arrepentimiento… cara de arrepentimiento.
Warren pregunta:
—¿Qué es una cara de arrepentimiento?
Ruedo mis ojos ante su ignorancia.
—Significa que todo está caliente-excepto. Su. Cara. ¿Lo entiendes? Y creo
que es bastante generoso, considerando que no hay nada atractivo acerca de una
mujer con las caderas de un niño de diez años.
Jack sugiere:
—Tal vez es un fetiche. ¿Te gusta hacer el feo con los feos2, Billy?
—No tengo nada por las chicas feas.
Me permito disentir. Aun así, le doy la oportunidad de explicarse.
—Entonces, ¿por qué son las únicas a las que le estás cayendo?
Warren se retuerce incómodamente.
—Son sólo... más fáciles. Me gusta algo seguro.
Matthew dice:
—Acabaste la boletería del Estadio de los jodidos Gigantes hace seis meses.
Para ti todas deben ser cosa segura.
Warren evita el contacto con los ojos y jala la etiqueta de su cerveza.
—No lo sé. Es como... Estuve mucho tiempo con Kate...
Como si yo pudiera malditamente olvidarlo.
—... y nunca tuve la oportunidad de practicar mis habilidades, ¿saben? ¿Y las
chicas en los Ángeles? Son perras, hombre. Están calientes y lo saben. Entonces, es
menos intimidante si me quedo con las puntuaciones fáciles.
Hay una historia en la Biblia acerca de un tipo que era un verdadero cabrón.
Un día estaba caminando por la vereda, y Dios lo noqueó en el culo. Esta luz
2 Bump uglies with the uglies: Es un eufemismo para hablar de sexo con personas no atractivas.
cegadora vino desde el cielo, y una voz gritó desde el cielo, diciéndole lo que tenía
que hacer. Cómo arreglar su vida.
Así es este momento para mí. Una epifanía. Una revelación divina.
Si puedo encontrarle a Warren una chica... si le enseño los secretos de cómo
ganar finos pedazos de culo... tal vez va a estar tan distraído, que finalmente dejará
de husmear sobre Kate. Y tal vez —solo tal vez— podre deshacerme de él. Para
siempre.
He visto el camino hacia la tierra prometida, chicos y chicas. Y está alineado
con coños.
Energizado por la perspectiva de una existencia sin Warren, propongo:
—Puedo ayudarte con eso, sabes.
—¿Con conseguir chicas?
Cabeceo.
—Conseguir a mejores chicas. La clase de hembras que sólo has visto en
revistas y sueños húmedos. Puedo enseñarte a hacerlo. Una vez que degustes lo
gourmet, nunca podrás masticar comida basura otra vez.
Jack le dice a Warren:
—Salta sobre esto, hombre. Podrías aprender del mejor. Evans es el maestro,
antes de que esté casado, deberían broncear su polla, como los guayos de
DiMaggio.
La alabanza de Jack es halagadora. Y un poco inquietante.
Aun así, Warren sospecha.
—¿Por qué querrías ayudarme?
Me encojo de hombros.
—Soy un tonto por una causa perdida, St. Jude siempre fue mi santo
favorito. Además, eres amigo de Kate. Si te ayudo, consigo puntos con ella. Y eso
siempre es una buena cosa.
Él parece satisfecho con mi respuesta, así que empiezo por lo básico.
—¿Cuál es tu juego?
—¿Mi qué?
—Tu plan de juego. ¿Cómo te acercas a estas hermosas mujeres de LA? ¿Qué
dices?
Se rasca la cabeza, como el mono idiota que es.
—Bueno, a veces me apresuro, pareciendo sorprendido, y le digo “¿Estás
bien? ¿Te lastimaste? Esa caída del cielo fue lejos”.
Los chicos y yo empezamos a reír inmediatamente. Pero Warren no. Luego
nos detenemos.
Pregunto:
—Lo siento, ¿hablas en serio?
Mira lejos, pareciendo un poco molesto.
—Olvídalo.
Le imploro:
—No, ya no nos reiremos más. Quiero ayudar. ¿Qué más?
Él se debate respondiendo por un segundo.
—A veces cuento un chiste.
Matthew parece perplejo.
—Un chiste.
—Sí, sabes “Un tipo entra en un bar...” mierda como esa.
Asiento lentamente.
—Cierto. Puedo ver por qué piensas que funcionaría... porque cada mujer
quiere follar a Bozo el payaso.
Empezamos a reír otra vez.
Warren gruñe:
—¡Váyanse a la mierda! Me voy de aquí. —Comienza a levantarse.
—Espera, no te vayas. Venga, hombre, nosotros estamos molestándote las
pelotas.
A regañadientes Warren se sienta de nuevo.
Empiezo mi tutorial.
—Primer error, te estás esforzando demasiado. Las mujeres pueden oler la
desesperación como un perro huele el miedo. Y para ellas, eso huele a mierda.
Tienes que estar tranquilo. Confiado. Como cuando éramos niños, el tío de
Matthew solía llevarnos a acampar. En el campamento había un lago con todos
estos pescados nadando, todos los niños trataban de alcanzarlos. Había un
pequeño y molesto idiota que quería atrapar más peces, así que trajo una red. Él la
lanzaba al agua una y otra vez, pero nunca pescaba un pez. Sólo los asustaba. Yo,
por el contrario, llevaba una bolsa de pan rallado. Soltaba unas pocas migajas a la
vez, una pequeña muestra. Entonces me sentaba y esperaba. Después de un minuto
o dos, todos los peces venían a mí. ¿Ves lo que te estoy diciendo?
Chico-mono asiente con la cabeza.
—Sí... —Luego se detiene—. No, en realidad. No realmente.
Esto va a ser más difícil de lo que pensaba. ¿Y lo que realmente me asusta?
¿Si Kate y yo morimos juntos en una ardiente colisión? Este idiota es el tercero en
la línea para criar a mi hijo.
Olvida el calentamiento global, este pensamiento es lo que me mantiene
despierto por la noche.
—Estás pensando demasiado. —Tomo un trago de cerveza—. Olvídate de las
líneas. Olvídate de las malditas bromas. Las mujeres no son tan complicadas. Sólo
tienes que averiguar lo que quieren oír. Entonces, díselo. Haz eso, e incluso las
piernas de las más hermosas se abrirán como el mar rojo.
Digiere mis palabras por un momento.
—¿Entonces debería decirle a una chica que voy a escuchar su cinta demo?
¿Tal vez conseguirle un contrato de grabación?
Niego con la cabeza.
—No. Regla número uno: no hagas promesas que no puedas o no tengas la
intención de mantener. Juega directo, todo lo demás es sólo un movimiento basura.
Y es la forma más fácil de convertir a una chica casi normal en una acosadora.
Después de que el trato está sellado, si estás atrapado y necesitas una estrategia de
salida, pides su número de teléfono, pero no le digas que vas a llamar. Lo asumirá,
pero ese no es tu problema. —Tomo otro trago de cerveza—. Se trata del momento,
que se joda el mañana. Descifras lo que ella quiere, justo ahí y entonces. Algunas
chicas quieren un capullo, se excitan en ser tratadas como basura.
No pienses en decirme que me equivoco. ¿De dónde crees que la completa
cosa de “Los chicos buenos terminan de últimos” vino? Porque en el fondo, algunas
mujeres viven para el drama.
—Algunas sólo quieren un hombro para llorar, o un buen momento. Escucha
lo que dicen, observa cómo lo dicen, y demuéstrales que, al menos por la noche,
eres exactamente lo que están buscando.
Matthew dice:
—Parece que está confundido, Drew. ¿Tal vez una pequeña demostración
está en orden?
—Buena idea.
Escaneo el área de la piscina y una camarera corretea por el concreto. Tiene
pelo oscuro y rizado, piel pálida con un toque de pecas. Llena su uniforme bien, una
blusa blanca atada con un nudo en la cintura, alta y unos apretados, pantalones
negros cortos que lucen como si fueron robados de Hooters y tacones negros.
Bingo.
La señalo.
—¿Qué opinas de ella?
Jack comenta:
—Yo se lo haría.
Warren está de acuerdo:
—Sí. Es linda.
Ondeo mi mano y llamo a la camarera. Con libreta y pluma lista dice:
—Hola, chicos, ¿qué puedo hacer por ustedes?
Nunca entenderé por qué las mujeres dicen cosas como esas. Traten de
pensar como un hombre, por amor de Dios. ¿Cuándo un hombre de sangre roja oye
esa pregunta? Inmediatamente piensa en al menos ocho diferentes cosas que tú
podrías “hacer” para él, en unas diez posiciones diferentes.
Le doy mi sonrisa encantadora.
—¿Podrías traernos una botella de Jäger, cariño? Y cinco copas por favor.
Tómate tu tiempo, te ves ocupada. No estamos apurados.
—No hay problema. Enseguida.
Ella se da vuelta lejos y camina hacia el bar.
Jack la mira fijamente.
—Odio cuando se van, pero me encanta verlas irse.
Warren está mirando su culo también.
Entonces lo golpeo. Slap. Para llamar su atención... y... porque es divertido.
—Enfócate. Mírala.
—¡Estaba mirando!
—No sólo su culo, mira el paquete entero.
Él me fulmina con la mirada, tocándose la mejilla. Entonces observa a la
camarera.
—¿Ves cómo se está frotando la parte baja de la espalda? ¿Y secándose el
sudor de su frente? ¿Cómo cambia su peso de un pie al otro? ¿Qué crees que
necesita en este momento?
Su rostro se arruga con concentración.
Después de un minuto, no puedo resistirme.
—No te hagas daño.
Suspira.
—No sé, parece que podría necesitar una siesta.
Sonrío.
—Aún hay esperanza para ti. Una siesta estaría bien, pero no puedes darle
eso. Lo que puedes hacer es hacerla sentir importante. Valorada. Demostrarle que
le aprecias como mujer, no sólo una camarera. Las chicas comen esta mierda.
Chica camarera empieza dirigirse en nuestro camino, equilibrando una
botella y unas copas en una bandeja con una mano. Antes de que llegue, susurro
una advertencia a Warren, sólo para estar seguros.
—Y ni siquiera pienses en contarle cuentos a Kate de que yo estoy
molestando por ahí. Esto es sólo con fines puramente educativos. No significa nada
para mí.
Esa es la verdad absoluta. Es como… actuar. Yo habría sido un gran actor.
Del tipo de Broadway. Porque no importa lo que sienta un actor por su
protagonista en la vida real, cuando la cortina se levanta, él actúa.
Convincentemente.
Ella llega a nuestra mesa.
—Aquí tienen muchachos.
Mientras prepara las copas, le pregunto:
—¿Esto siempre está así de loco por aquí?
—No siempre. Hay una Convención de podólogos en la ciudad este fin de
semana, así que estamos desbordados. —Se cepilla el cabello de la cara—. Las
propinas son buenas, así que no me puedo quejar.
—Claro que sí. Todo el mundo merece renegar de vez en cuando. Soy todo
oídos.
Ella sonríe y sirve nuestras bebidas.
—Mejor aún: ¿por qué no te sientas por unos minutos? Descansa. ¿Toma
una copa con nosotros? Pareces necesitarla.
Ella está tentada. Pero entonces mira sobre su hombro al hombre calvo,
corpulento, detrás de la barra.
—Gracias por preguntar, pero no puedo. A mi jefe no le gustará.
—Dulce es mi segundo nombre. —Señalo con el pulgar hacia la barra—. ¿Ese
es tu jefe?
Ella frunce el ceño.
—Es él. Harry es un negrero total.
Me paro y levanto un dedo.
—No te vayas.
Troto hacia Harry.
—Oye, tío, mis amigos y yo estamos buscando tener una copa con nuestra
camarera.
Él observa la mesa.
—¿Con Felicia?
—Sí, Felicia. —O lo que sea—. Y estamos dispuestos a pagar por su tiempo.
¿Un descanso de diez minutos cuanto me va a costar?
—Cincuenta dólares.
—Hecho. —Dejo el dinero sobre la barra y me vuelvo rápidamente a la mesa,
antes de que el precio suba. Entonces pongo mi cara sexi.
Saco una silla y le hago señas a la camarera para sentarse.
—Todo listo.
Parece sorprendida.
—¿En serio? —Observa a Harry, quien le da un guiño, luego se sienta con
gratitud—. Vaya, ¿has convencido a Harry para darme un descanso? Debes ser muy
bueno.
Me rió malvadamente.
—Cariño, no tienes idea.
Me siento en mi silla y levanto mi copa de chupito. Todo el mundo sigue y lo
bajamos juntos. Luego sirvo otro para la camarera. Conversamos informalmente
durante unos minutos. Me cuenta sobre sus sueños de convertirse en una bailarina,
que fueron aplazados a causa de un enfisema de su madre. Escucho “oh tan atento”
y cabeceo en todos los momentos correctos.
Entonces escavo un poco más profundo.
—Eso es mucho para que una dama lo tenga sobre sus hombros. ¿Tu esposo
te ayuda?
Ella bebe su segundo chupito y sacude la cabeza.
—Sin marido.
—Un novio, ¿entonces?
—Ninguno de ellos, tampoco. ¿Quién tiene el tiempo?
Luego entrar a matar.
—¿Una gran chica como tú no tiene novio? Es una lástima. Aun así, deberías
hacer tiempo para desahogarte un poco. Soltarte. Tener un buen rato con un buen
tipo.
Ella lame el alcohol fuera de sus labios.
—Consigo un buen tiempo aquí y allá. Cuando vale la pena.
¿Ves su sonrisa sugestiva? La invitación en sus grandes ojos color avellana.
Esa es la señal, me dice que ella cree que yo valgo la pena. Que si me ofrezco a
ayudarla a desahogarse en cualquier manera que puedo pensar, ella está lista para
ello.
También con esto concluye nuestra presentación del día.
Miro mi reloj.
—Los diez minutos terminaron. No quiero que te metas en problemas con tu
jefe.
Parpadea.
—Oh, correcto.
Luego se levanta, pero no se va de inmediato.
—Salgo de aquí en pocas horas. ¿Van a quedarse un rato? —Nos pregunta a
todos, pero me está mirando a mí.
Le dejo ir fácilmente. Porque esa es la clase de caballero que soy.
—Desafortunadamente, no. Saldremos pronto y estamos ocupados toda la
noche. Pero fue un placer hablar contigo.
En otro tiempo, habría besado su mano por si acaso. Pero en estos días mis
labios son solo para Kate.
Los hombros se hunden.
—Está bien... bueno... gracias por la bebida.
—En cualquier momento, cariño. No te esfuerces demasiado.
Ella camina lejos, robando unas cuantas miradas a nuestra mesa mientras se
va.
Giro mi atención a Warren y extiendo mis brazos.
—Y así es cómo se hace.
Me trago mi chupito. Mi voz es tensa después de que quema en mi garganta.
—Si estuviera interesado, me quedaría un rato. Y si no se presentan otras
oportunidades, podría llevarla a su casa, follarla por unas horas y dejarla
sonriendo.
Warren sugiere, con una pizca de asombro:
—Sí. O puedes llevarla a tu habitación para un rapidito.
Jack, Matthew y yo simultáneamente exclamamos:
—¡Noooo!
—¿Con las mujeres que vas a estar anotando? Vas a querer tomarte tu
tiempo. Y, regla número dos: siempre ten una ruta de escape. Nunca lleves a una
chica a tu casa. Podría tomar una carretilla elevadora para sacarla de allá.
Jack se estremece.
—Una vez tuve que llamar a la policía. Y cuando la sacaron, la mujer todavía
se aferraba a las sabanas de mi cama. Ese es un error que haces sólo una vez.
Warren asiente con la cabeza.
—Lo haces parecer tan fácil.
—Echar un polvo se supone es fácil —le dije—. Ninguno de nosotros estaría
aquí si no lo fuera. Dios les dio a los hombres unos instintos, incluso a ti. Relájate y
deja que te guíe.
Lo palmeo en la espalda. Más duro de lo que debo.
—Ahora, joven Skywalker, tu formación está completa. Esta noche, vas a
convertirte en un Jedi.
Sonríe.
—Genial. Gracias, hombre —Luego señala con el pulgar hacia el baño—.
Tengo que ir al baño.
Jack se levanta.
—Y yo veo a una nueva dama afortunada. Volveré.
Después de que se van, los ojos de Matthew queman un agujero en mi cara.
Le devuelvo la mirada.
—¿Qué?
—Hace unas horas apenas podías soportar estar en la misma habitación con
el hombre, y ahora le estás dando consejos sobre cómo conseguir coños. ¿Por qué
realmente lo ayudas, Drew?
—Yo soy un chico amable.
Sigue mirándome fijamente, esperando que me explique.
—Y… si Warren está ocupado con su propio coño... estará lejos de Kate.
La cabeza de Matthew rueda atrás con un gemido.
—Amigo, ¿todavía estás obsesionado con eso? Déjalo, hombre.
—¿No escuchaste la misma canción que yo?
Su voz se levanta con exasperación.
—¿Joder entonces qué? Era una canción. Kate se está casando contigo,
tienen un hijo juntos. —Ahueca sus manos alrededor de su boca como un
megáfono—. Supéralo.
Froto la parte posterior de mi cuello.
—Lo hago. Lo he superado. Pero cuando lo veo... cuando los veo juntos, me
vuelve loco.
—¿Por qué?
—Porque creo que él todavía tiene sentimientos por Kate.
—Otra vez, ¿por qué?
Rechino mis dientes. Y aprieto las manos. Cuando abro la boca, la verdad
sale agitadamente.
—Porque yo nunca la dejaría ir, Matthew. Jamás. Pase lo que pase, sin
importar lo que yo haga, seguiría esperando, intentando, hasta que ella vuelva a mí.
Matthew asiente con la cabeza compasivamente.
—Y es por ello que tú te estás casando con Kate, y Warren no. Porque él fue
capaz de dejarla ir. No era el tipo de relación para siempre, era la clase de-justo-
ahora. Y él lo supero. Es de la misma forma para Kate. Así que deja de torturarte, y
al resto de nosotros, y sólo disfruta malditamente de ello. Ganaste. Ella es tuya.
Pienso en sus palabras por un momento. Y entonces me encojo de hombros.
—De cualquier manera, no hay daño, no hay falta. Tengo tranquilidad,
Warren consigue unas líneas para ligar actualizadas y Kate estará agradablemente
sorprendida de que yo no estoy saltando a la oportunidad de enterrarlo en una
tumba poco profunda. Todo el mundo gana, ¿no?
Matthew asiente con la cabeza pensativamente y se acaba su bebida.
Sobre el sistema de altavoces, el socorrista llama a nuestro número de
equipo, y nos alistamos para clavar el juego.
Para el momento en que nos dirigimos de nuevo a la villa —como los
campeones de voleibol de agua que somos— la tarde se ha deslizado en la
oscuridad. Es mi momento favorito del día. El sol se pone y el aire huele a verano,
una mezcla de tierra, cloro y hierba recién cortada. Utilizo mi tarjeta en la puerta de
seguridad que rodea la casa y camino hacia la puerta principal.
Algo en la ventana llama la atención de Jack, y se congela.
—Qué demonios. . .
Sigo su mirada a través de la ventana. Veo a las chicas en la biblioteca,
sentadas en una formación circular en sillas arrastradas desde el comedor. Llevan
largas batas satinadas de color rosa y unos tacones negros de punta abierta. En el
centro del círculo se encuentra una rubia alta, de unos cincuenta años en un
atuendo de dominatrix de cuero. Es algo caliente —como una prostituta mayor, que
ha-estado-alrededor-del-bloque-y-su-coño-probablemente-es-tan-grande-como-el-
túnel-Lincoln.
Susurro emocionado:
—Fiesta de la diosa.
¿Ves? Los sueños se hacen realidad.
Matthew levanta el puño.
—¡Sí!
Como el SEAL Team Six, sigilosamente invadimos la villa de uno a uno. Una
vez dentro, nos alineamos —estilo tótem— delante de las puertas dobles de caoba
de la biblioteca. Sin hacer ruido, abro la puerta sólo un poco. Sólo lo suficiente para
ver y escuchar. En una mano, la dominatrix sostiene un mini vibrador purpura, en
la otra, un mando a distancia correspondiente.
—A este lo llamamos el Maestro. Insertas el vibrador en tu ropa interior, y tu
caballero toma posesión del controlador. Es silencioso y discreto, pero poderoso.
Con el mando a distancia, se puede alternar la velocidad y la presión a su
discreción. . . .
Matthew susurra:
—Tengo que conseguir uno de esos.
Murmuro:
—Voy a conseguir cinco. —Me imagino que nuestras reuniones semanales de
personal en la sala de conferencias van a tomar un nuevo significado.
La dominatrix continúa:
—Y ahora, señoras, continuemos nuestra instrucción oral. Sus bananas, por
favor.
Al instante y sin vergüenza, cada una de las chicas recoge un gran banano
que ha estado descansando en su regazo. Y lo ponen en su boca.
Santa María, Madre de Dios.
—Recuerden que deben relajar la mandíbula... respirar cuando lo saquen.
Cuidado con sus dientes...
Mis ojos están pegados a Kate mientras la banana se desliza suavemente
dentro y fuera de entre sus perfectos labios rosados. Estoy tan excitado, que puedo
enterrar unos clavos en un dos por cuatro con mi polla. Quiero decir, he estado
donde esa banana está muchas veces antes, pero hay algo acerca de ver a Kate darle
cabeza desde este punto de vista que es una locura erótica. Es como. . . porno en
vivo.
—Usen su otra mano, señoras. Los testículos son el hijastro olvidado de los
genitales masculinos. Amasen, masajeen, acaricien, ellos también necesitan su
amor.
Sí. Sí, lo hacen.
En voz baja, Jack pone en palabras lo que todos están pensando.
—¿Alguien más está a punto llegar en su traje de baño? Esto es... esto es
como todas las fantasías que he tenido todo en uno.
No puedo evitar estar de acuerdo.
—Yo también, excepto la parte sobre mi hermana estando allí. Y Delores.
Matthew está insultado.
—Oye, mi esposa es magnífica.
¿Quieres saber qué más es magnífico? Una pantera negra, deslizándose a
través de un valle, apunto de matar. Eso no significa que quiero montar una.
Arranco mis ojos del show y miro a Matthew.
—Tu esposa es una psicópata. Yo no la cogería con tu polla. Probablemente
se meta algún tipo de trampa explosiva de mierda y empuje hojas de afeitar por su
coño para tratar de cortar mi polla.
¿Fue demasiado crudo?
—Eso es una cosa jodida que decir.
Escoge una conspiración, cualquier conspiración —el asesinato de JFK, el
Área 51. . .
—La verdad suele serlo.
El código de hombres restringe la cantidad que puedes burlarte de la pareja
de un amigo. Hay una línea imaginaria. ¿Y si la reacción de Matthew es alguna
indicación? Acabo de cruzarla.
Aterriza un golpe furioso en mi pierna derecha. En el punto por encima de
mi rodilla y un eco de dolor sube y baja por mi fémur.
—¡Ay! ¡Maldita sea!
Cambio mi peso a la otra pierna para evitar caer, pero piso la mano de
Warren y creo un efecto dominó no tan silencioso.
—¡Oye! ¡Esos son mis dedos, imbécil!
—¡Amigo, deja de empujar!
—¡Cállense de una puta vez, no puedo oír!
—¡Estás arruinándolo!
—¡Joder, deja de pegarme!
Sabes lo que va a ocurrir a continuación, ¿no? Si, la puerta se abre. Y los
cinco de nosotros caemos en la habitación como una pila —parecido a un choque en
cadena.
Por supuesto.
Hay un jadeo colectivo por nuestra intromisión, el tipo de sonido que un
bañista haría después de ser rociado con un cubo de agua helada. Mientras tanto, la
pila-de-hombres hace todo lo posible por desenredarse.
—OmpF...
—Ow..
—¡Quita tu rodilla de mis bolas!
—¡Quita tus bolas de mi rodilla!
Soy el primero en recuperarse. Me elevo a mis pies y destello a las chicas una
sonrisa gallarda.
—Hola, señoras. —Levanto mis manos con las palmas hacia fuera—. Perdón
por la interrupción. Adelante, finjan que ni siquiera estamos aquí.
Pero el hechizo de lujuria se ha roto. Con una mirada significativa, Delores
pela su plátano, luego toma un gran y fuerte mordisco.
Me estremezco.
Mi hermana resopla:
—Están de vuelta antes de tiempo.
Erin continúa analizando el control remoto del vibrador. Kate es la única que
pareciera no haber sido perturbada por nuestra llegada. Ella se inclina hacia atrás
en su silla y me mira soñadoramente, sus ojos oscuros grandes y brillantes.
Entonces suspira.
—Hola, cariño.
—Oye, cariño.
El resto de los chicos ahora están de pie, y Jack se acerca a la dominatrix,
quien está ocupada empacando su traviesa parafernalia.
Su línea es un cruce entre James Bond y Rico Suave.
—O'Shay. Jack O'Shay. Si estás en necesidad de un asistente o un modelo
para demostrar la técnica correcta... Sería un honor para mí cumplir esa función.
Estoy disponible hasta mañana por la noche. —Él extiende su tarjeta y susurra—.
Llámame... el número de teléfono está en la parte posterior.
Ella lo mira de arriba abajo con aprecio, manoseando la tarjeta con una uña
roja.
—Voy a mantener tu oferta en mente.
Pero Matthew, como yo, no está listo para que la fiesta termine.
—Espera, no tienes que irte ahora.
Dee-De se levanta y sostiene una revista en alto.
—Tengo un catálogo, Matthew. Veámosla juntos en nuestra habitación,
puedes hacer una lista para Navidad.
Sus ojos la siguen mientras sale, entonces él corretea tras ella como un
perrito que persigue un hueso.
Erin anuncia que va a tomar una siesta, y mi hermana y Steven desaparecen
sin decir una palabra el uno al otro, o a cualquier otra persona. Mis ojos nunca
dejan a Kate. Sólo han pasado un par de horas. . . pero aun así. . . La extrañaba.
—Te ves relajada —comento—. ¿Tuviste una buena tarde?
Kate se levanta y roza con sus palmas mi pecho y hombros, sintiéndome.
—Fue agradable. Pero sé cómo hacer que sea aún mejor. —Ella envuelve sus
brazos alrededor de mi cuello y desliza su lengua alrededor de mi oreja. Es suave al
principio, burlón. Luego se sumerge en el interior con la cantidad perfecta de
presión para hacer que mis rodillas quieran ceder.
Cada tipo tiene un lugar. Un lugar muy sensible que, al ser estimulado, va
derecho a su polla. Para algunos, es el cuello o el estómago. Para algunos
monstruos son los dedos de los pies. ¿Pero para mí? Son mis oídos. Kate lo sabe.
Succiona suavemente el lóbulo de mi oreja, sus manos moviéndose por mis
costados a la parte trasera, antes de apostarse en mi culo con un apretón firme. No
me quejo, este soy yo aquí, un pequeño apretón en el culo nunca es una mala cosa.
Pero Kate generalmente está en el lado conservador. Menos abierta con sus avances
sexuales, especialmente cuando otras personas están cerca.
Inclino mi cabeza hacia atrás para mirarla a la cara. Su sonrisa es perezosa, y
¿no dije que sus ojos estaban brillantes? No es así. Están vidriosos. Hay una
diferencia.
—¿Has estado fumando el alijo de la entrepierna de Warren?
Se muerde el labio. Culpable de los cargos. Levanta dos dedos,
pellizcándolos juntos, y cierra un ojo.
—Sólo esto. —Entonces ella me da una mirada inocente, adorable—. ¿Estás
enojado?
Como he dicho antes, no estoy en las drogas. No son sólo un vicio —son una
muleta. Un soporte químico para las personas de mente débil que no pueden hacer
frente a la mierda que todos los días da la vida. Pero no es como que Kate está
tomando los pequeños ayudantes de mamá tres veces al día. Desde que la conozco,
se ha drogado exactamente dos veces —ambas ocasiones con Dee-Dee, mientras
que los cuatro de nosotros estábamos de vacaciones juntos. Kate no compra o
siembra su propio material. Ciertamente no se droga alrededor de nuestro hijo.
Así que si quiere descansar y fumar una vez en una luna azul, yo no voy a ser
el idiota arrogante que le da mierda por ello.
—Por supuesto que no estoy enojado.
Su sonrisa crece.
—Oh. . . eso es bueno. Porque no tengo planes. . . planes que requieren que
no estés enojado. —Se ríe maliciosamente—. Bueno. . . tal vez un poco enojado
estaría bien.
Luego presiona sus labios a mi cuello, chupando, besando y gimiendo
suavemente. ¿He mencionado que la hierba hace que Kate se excite? Oh, sí, lo hace.
Lo cual es otra razón por la que estoy perfectamente feliz con su condición actual.
La levanto en mis brazos, estilo princesa. Ella chilla. Entonces le digo a Jack:
—Vamos a estar en nuestra habitación. No toques en la puerta a menos que
el lugar está incendiándose.
Ahora que la diosa anfitrión ha dejado el edificio, Jack se siente necesitado.
—¿Pensé que íbamos a jugar Xbox?
—Los planes cambian. —Giro y hago mi camino hacia nuestra habitación.
—Eso no está bien, hombre. Hermanos antes... —Mi mirada lo interrumpe.
Debido a que no hay manera de que lo deje terminar la frase cuando él está
hablando de mi prometida.
Toma la indirecta.
—Bien. Pollas antes que chicas, entonces.
—Es posible que desees volver a pensar eso. Porque mientras estás aquí
afuera jugando con Warren, voy a estar allí, con Kate. No hay competencia, amigo.
Camino a través de nuestra puerta y la pateo hasta cerrar detrás de mí.
Entonces dejo a Kate en sus pies, ahueco su cara con las manos y las beso hasta
dejarla sin aliento. Tiro de la bata rosa por su brazo, dejando al descubierto la
cremosa carne de su hombro. Saboreo con mi lengua, y luego lentamente hago mi
camino hasta su cuello.
Su cabeza rueda a un lado con un gemido. Mis manos hacen un rápido
trabajo con la bata y el camisón negro, deslizándolo fuera del cuerpo de Kate en
una pila de raso alrededor de sus pies. Después de besar sus labios profundamente
por última vez, me arrodillo delante de ella, disfrutando de la vista de su hermosa
desnudez.
Es perfecta. No me debería sorprender, sé cómo se ve. Pero aun así, cada una
de las visiones de las firmes tetas de Kate, su cintura plana, sus tonificadas piernas,
me acelera como un niño que consigue su primer vistazo de porno.
Porque ella es mía. Porque es increíble. Porque me quiere tanto como yo la
quiero. Y esta es la forma en que se supone que es —la forma en que se supone que
se siente. La forma en que siempre lo hará— una intensa bruma de lujuria y calor y
adoración.
Sus pesados párpados miran hacia abajo mientras me inclino hacia delante y
beso la piel alrededor de su coño. Ella está completamente lisa y suave, recién
encerada. Kate se aleja un poco ante el contacto.
—¿Sensible? —pregunto.
Es en momentos como este que estoy particularmente contento de ser un
hombre. Debido a que afeitarse con una maquinilla eléctrica es una cosa. ¿Arrancar
los vellos con una gran cantidad de cera caliente? No, gracias. Suena como una
maldita técnica de tortura, ¿no es así?
Aunque los resultados son impresionantes.
Ella exhala.
—Sólo un poco sensible.
—Voy a ser cuidadoso.
Ahueco su culo y atraigo su dulce coño a mi boca. Le acaricio con mi lengua
como un artista acariciando un lienzo fresco. Lentamente al principio. Entonces
más profundo, con más presión y más propósito. Y estoy abrumado por la textura,
la vista, el gusto y el aroma. Es una sobrecarga sensorial sublime.
Los santos pueden conservar el cielo, porque este lugar entre las piernas de
Kate Brooks es malditamente mejor. El paraíso en la tierra.
Nos detendremos aquí por un segundo. No queremos arruinar el ambiente,
pero deberíamos hablar de un tema “muy especial”. Un tema que la juventud
masculina de hoy está trágicamente mal informada. Me gusta llamarlo la astuta
lingüística.
Puedes saber cómo es ir abajo. Comer en la Y. Saborear mofeta. Tener un
almuerzo en caja. El punto es, comer-coño es una habilidad adquirida. Toda esa
mierda de hacer-el-alfabeto-con-tu-lengua es para idiotas perezosos que no pueden
encontrar un punto G con una maldita linterna y un dispositivo de navegación.
Hay que perfeccionar tu arte —desarrollar tu técnica. Es muy parecido al...
baloncesto. El hecho de saber los movimientos correctos no es una garantía de que
vas a anotar. Porque tienes que saber con quién estás jugando— el tipo de
movimientos en los que están incompletos. Demasiada atención a un clítoris
sensible mata el impulso. Insuficiente atención y la chica estará revisando su reloj
pensando, ¿no ha terminado todavía? El lenguaje corporal es crucial. Leer las
señales, tomar las pistas.
Por el momento, el coño de Kate está goteando, húmedo deseo aferrándose a
sus muslos. Y es jodidamente glorioso. Las mujeres nunca deben avergonzarse de
estar excitadas. Incluso si te corres como una pistola de agua de alta potencia o un
chorro del Viejo fiable, orgullezcanse. Los chicos lo aman.
Porque no puede ser fingido.
Como “Sally” demostró en la película de 1980 de Billy Crystal, sólo porque
una mujer actúe como si estuviera llegando, esto no significa que realmente lo esté.
Para algunos, cada jadeo, arañazos, y chillido pueden ser sospechosos. ¿Está
realmente llegando? ¿O simplemente está cansada de ser clavada? Pero sentir, ver,
ese húmedo deseo le dice a los hombres que en realidad estás en ello. Que están
haciendo las cosas bien. Y eso hace que nosotros queramos hacerlo más.
Ahora que mi buena obra del día está terminada, regresemos al dormitorio.
Las caderas de Kate comienzan a girar contra mi cara. Mis manos
ayudándole. Ella recuesta su torso hacia atrás contra la pared. Sus respiraciones
salen más rápido y su rostro se vuelve hacia arriba. Sus ojos se cierran. Luego viene
la explosión. Ella coge la parte de atrás de mi cabeza, sosteniéndome en su lugar
mientras aprieta y muele en mi contra. Abre la boca, pero ningún sonido sale.
Jodidamente preciosa.
Después de un minuto, su agarre se afloja, y sus ojos se abren. Ella me mira
con una sonrisa de satisfacción, y yo beso un camino por su cuerpo mientras me
levanto. Sus brazos flácidos suben lentamente hacia arriba y alrededor de mi cuello,
y justo antes de que presione su boca a la mía, susurra:
—Tan bueno.
Pensaba lo mismo, pero siempre es bueno escucharlo. Mientras ella me besa,
mis manos encuentran su culo de nuevo. El culo de Kate me recuerda al peluche
favorito de un niño. Una vez que está a mi alcance, me parece que no puedo dejarlo
ir.
La arrastro hasta mi cuerpo y sus piernas se encierran alrededor de mi
cintura. Ahora que he conseguido hacer llegar a Kate, mi plan es retrasar las cosas.
Tomo nuestro tiempo. Porque una vez que tienen niños, el tiempo nunca es tu
amigo. Incluso en la oscuridad de la noche, siempre hay una idea, una puta
posibilidad, de que el tiempo se acabará. Pero ese no es el caso ahora.
James —a quien amo con todo lo que soy— es el problema de mis padres.
Tengo la intención de sacar el máximo provecho de ello. Al pasar las próximas
horas haciendo todas las divertidas y traviesas cosas —ruidosas— que no me
arriesgaría a hacer cuando él está cerca.
—Te debo un masaje —le susurro.
Pero Kate tiene otras ideas. Ella se agacha entre nosotros y saca mi polla
dura como una roca fuera de mis pantalones cortos de natación. Acaricia con
pericia, hasta que mis ojos se cruzan.
—Puedes darme un masaje más tarde. Necesito que me folles en este
momento.
Cristo. Me encanta cuando se pone mandona. Con una mano, empujo mis
pantalones cortos el resto del camino. Entonces nos alineamos y me deslizo
lentamente adentro.
—Maldita sea. —Su cuerpo se hincha a mí alrededor. Tomándome y
sosteniéndome apretado.
Puede sonar estúpido —demasiado romántico— decir que el cuerpo de Kate
fue hecho para el mío. Pero eso no lo hace menos cierto. Mis caderas tiran hacia
atrás, y sus músculos se aprietan más duro, sin querer dejarme ir. Empujo más
profundo hasta que el culo de Kate golpea la pared detrás de ella. Bombeo dentro
de ella con movimientos cortos y duros, golpeando contra la pared en un ritmo de
tambores. Jadeamos y gemimos juntos —maldiciendo y tatareando— con cada
embestida.
No es suave. O silencioso. Somos lo suficientemente ruidosos como para que
el resto de la casa nos escuche. Diablos, somos lo suficientemente ruidosos como
para que Indonesia nos oiga. Sosteniéndola contra mí, me doy la vuelta así mi
espalda está apoyada contra el marco de la puerta del cuarto de baño. La levanto
arriba y abajo sin problemas. Mi brazos tensos con la acción, y una capa de sudor
cubre nuestra piel.
Entonces tomo unos pasos en el cuarto de baño, hacia el lavado. La apoyo en
la parte superior, golpeando unas botellas de perfume y cremas para la cara al
suelo. La beso profundamente, y su lengua baila contra la mía. Ella se aleja y agarra
mis caderas con sus manos, asumiendo el ritmo.
Gime, suplica y ordena:
—Lento.
Hago como ella me manda, girando mis caderas en círculos lentos
sensualmente. Chocando contra ella, acercándonos a ese poderoso pináculo con
cada aliento que tomamos.
—Mierda. . . —siseo, porque se siente demasiado bueno para no hacerlo.
—Drew. . . —ella responde con un conmovedor gemido.
Las piernas de Kate tiemblan, se sacuden bajo mis firmes manos. Me muevo
más rápido, bombeando contra ella más duro, ávido de la sensación de sus
apretados y calientes músculos pulsantes y su contracción a mí alrededor. Los
tacones de sus zapatos negros que aún encierran sus pies se clavan en mi culo
mientras ella empareja el dar y recibir de mis caderas con las suyas.
Entonces se aferra a mí, pecho a pecho: sus dientes mordiendo mi hombro
mientras grita.
—Sí. . . Sí. . .
Cuando has tenido tantos orgasmos como yo, ellos tienden a mezclarse entre
sí, formando una feliz memoria general. Pero de vez en cuando, uno se destaca del
resto. Es un momento en el que pensaré más tarde, reviviéndolo en mi próximo
viaje de negocios cuando la masturbación es mi único recurso.
Este es uno de los orgasmos.
Éxtasis rasga a través de mí como un misil submarino desgarrando el
océano. Me inclino hacia delante sobre Kate, apretándola contra mí. Tratando de
acercarme y absorber cada gramo de felicidad que me está dando. Creo que grito su
nombre, pero no estoy seguro.
Momentos después, después de que el sonido de mi sangre golpeando en mis
oídos ha disminuido, miro los ojos sonrientes de Kate. Ella empuja mi pelo húmedo
fuera de mi frente. Entonces besa el tatuaje del nombre de nuestro hijo en mi
pecho.
Y me abraza, sosteniéndome, descansado su mejilla contra mi corazón.
—Te amo, Drew.
Debe ser raro tener esas palabras dulces y tiernas acciones después de la
áspera y cruda follada que acabamos de disfrutar. ¿Pero para nosotros? Nada raro
en ello.
Para nosotros, es perfecto.
Finalmente le doy a Kate el masaje. No es que lo necesitara, relajada como
estaba, pero frotar aceite de bebé caliente en el cuerpo de Kate es mi idea de un
buen tiempo. No hace falta ser un genio para darse cuenta de cómo las cosas fueron
de allí. Razón por la cual, por el momento, Kate está fuera de combate en la cama.
La dejaré dormir veinte minutos más o menos antes de tener que despertarla.
Porque es bien sabido que las mujeres tardan una eternidad y un día para
prepararse para una noche en la ciudad. Kate puede ser diferente de la mayoría de
las chicas en muchos sentidos, ¿pero en esa manera? Es exactamente igual.
Salgo de la habitación a la cocina, en busca de algún alimento. Un hombre
no puede vivir únicamente de sexo, tan genial como esa idea sería. La casa está en
silencio. Jack y Warren probablemente salieron para escapar de los sonidos de
golpes y sexo a su alrededor.
Me hago un sándwich de pavo con pan de centeno en la cocina, y luego miro
a las puertas del balcón y descubro a mi hermana. Sentada sola en el patio de
ladrillo privado en la parte trasera de la villa.
Mentalmente sacudo la cabeza y paso a través de las puertas. Alexandra me
mira rápidamente, luego gira sus ojos hacia el follaje que rodea el patio.
Abandonada no es una mirada que estoy acostumbrado a ver en mi hermana. Es
inquietante.
Me siento en la silla de césped junto a ella y pongo mi sándwich en la mesa.
Debo comenzar amablemente. Sin acusar. Considerado. Debería ser diplomático.
—¿Qué demonios, Lexi?
Ella toma un sorbo de la copa de martini en su mano antes de colocarla en la
mesa.
—Vete, Drew. Me gustaría estar sola.
—Me gustaría comprar una isla privada en el Pacífico Sur y nombrarla
Drewland, pero eso no va a suceder a corto plazo. No siempre podemos tener lo que
queremos.
Cojo la copa llena con un brebaje color rosa y olfateo. Mi cabeza se sacude de
nuevo y mi nariz se arruga. Lo que sea que mi hermana ha estado bebiendo huele a
amoníaco afrutado, con aroma de fresa batida con orines.
—Si vas a envenenar tu cuerpo, por lo menos ten la decencia de utilizar una
toxina premium de marca. —El licor barato está estrictamente reservado para los
borrachos y los universitarios que no conocen nada mejor.
Su rostro es impasible. Sombrío y triste. Ella niega con la cabeza
ligeramente.
—No entiendes.
Lanzo su bebida sobre la hierba.
—Resiento eso. Tendré, sabes que yo entiendo todas las perspectivas,
hombre, mujer o niño. Dios y yo somos muy parecidos en esa manera. —Hago una
pausa por un segundo y mi voz se suaviza—. ¿Qué pasa, Alexandra? Sea lo que sea,
tal vez puedo ayudar.
Su tono es plano. Sin vida.
—Steven se va a divorciar de mí.
Resoplo.
—Con la forma en que has estado actuando últimamente, yo no lo culpo.
Preparo mi mano para bloquear el cristal que estoy bastante seguro está a
punto ser arrojado en mi cara. Pero nada es tirado a mí. En vez de eso, algo más
impactante —más horripilante— pasa.
La perra se cubre el rostro con las manos y solloza en ellas.
Trago saliva. Luego miro a mi alrededor. A la espera de que la basura de
Ashton Kutcher salte y grite: “¡Punked!” Porque Alexandra Evans no es una
llorona. Ella es un hacedor, arregla cosas.
Y a lo largo de la historia de la humanidad, el llanto nunca ha arreglado una
mierda.
Tartamudeo. Y hago la segunda pregunta más estúpida jamás.
—¿Estás. . . estás llorando?
En mi cabeza hace eco la voz de Tom Hanks: “¡No hay lágrimas en el
béisbol!” ¿Acaso Cleopatra lloro cuando Egipto fue saqueado? ¿Acaso Juana de
Arco lloro cuando la Iglesia Católica la llamo bruja? Son homólogos de mi
hermana.
Alexandra niega con la cabeza, pero las lágrimas siguen fluyendo.
—Es mi culpa. Le he empujado lejos. He sido miserable para estar alrededor.
Lo he tratado terriblemente.
—Bueno, si sabes eso, ¿por qué no solo. . . te detienes? —Parece sencillo,
¿verdad?
Equivocado.
—No puedo evitarlo. Estoy tan triste. Y enojada. No es justo. ¡Soy demasiado
joven para ser una ciruela seca!
Ahora realmente está yendo a ello. Sollozando y moqueando por todo el
lugar. Yo no tengo un pañuelo de papel, así que me quito la camiseta, incluso
aunque es una de mis favoritas y se la entrego. Alexandra sopla su nariz en ella.
Suena como un ganso muriendo.
A pesar de que no tengo ni puta idea de lo que está hablando, sé que tengo
que decir algo.
—Bueno. . . las ciruelas tienen su utilidad. Hace unos meses, las tuberías de
James estaban tapadas. Y nosotros lo alimentamos con unos pocos de esos chicos
malos e hicieron el truco. Fue como un limpiador comestible, aclaro todo. Las
ciruelas pasas son geniales.
Ella se detiene. Y me mira con perplejos ojos enrojecidos.
—¿De qué demonios estás hablando?
—¡No tengo ni puta idea! Estoy tratando de ser reconfortante.
—Bueno, es una buena cosa que no te busque por confort a menudo.
¡Apestas en ello! —Ella vuelve a berrear en mi camiseta.
Me pellizco el puente de la nariz y respiro profundo. Vamos a intentar de
nuevo.
—Dijiste que estabas enojada. Triste. ¿Por qué estás enojada y triste,
Alexandra?
Se seca la cara y habla rápidamente.
—Yo podía poner mi reloj con mi periodo. Cada veintisiete días en punto. Así
que cuando no llegó, pensé, Oh, mierda, ¿sabes? Y a pesar de que la prueba dio
negativo, asumí que era demasiado temprano. Así que fui al doctor y estaba tan
segura de que iba a decirme que estaba embarazada. Y a pesar de que no fue
planeado, empecé a acostumbrarme a la idea de otro. Estaba emocionada. Pero
entonces. . . entonces él me dijo que no estaba embarazada.
Una bola fría de hielo se asienta en mi estómago.
—No estás. . . no estás enferma, ¿verdad?
Ella niega con la cabeza.
—No. No estoy enferma. —Toma una respiración profunda—. Él dijo que es
la menopausia. Menopausia de aparición temprana. No puedo tener más hijos
nunca. Soy infértil.
Llora en silencio durante un minuto.
Froto su hombro suavemente.
—¿Tu y Steven querían muchos más niños?
Su frente se surca levemente.
—Bueno. . . no. Siempre habíamos planeado dos. Después del nacimiento de
Thomas, yo incluso hablé con Steven de conseguir una vasectomía. Él no estaba
interesado en la idea.
Trato de entender el problema. Cuando fallo, pregunto:
—Pero, si no querían tener más hijos, entonces ¿por qué estás tan devastada
por no poder tener más hijos?
—¡Porque soy una mujer, Drew! Creamos vida. Nutrimos, eso es lo que
hacemos.
Nop, todavía no lo entiendo.
—Pero eso no es todo lo que hacen. Quiero decir, Jesús, Alexandra, no es
como que tu fueras Handmaid’s Tale criando aquí. ¿Qué si la cesta de huevos está
vacía? Gran cosa. Tienes dos hermosos hijos, sean felices con ellos. Tal vez esta es
la manera natural de decirte que no debes tener más. He visto lo que el embarazo le
hace a tu cuerpo. No es bonito.
Ahora ella me está fulminando con la mirada. Lo cual es una buena señal.
Una Alexandra cabreada la puedo manejar.
—Estoy contenta con los dos que tengo. Es sólo. . . tener la opción de tener
más era agradable. . . aunque nunca lo hiciera. Me siento. . . engañada. Y vieja.
Tengo el interior de una mujer de sesenta años de edad, Drew. ¿Cuánto tiempo
antes de que el exterior refleje eso? ¿Y has mirado a Steven últimamente? Cada año
se pone más guapo, más distinguido. ¡Pronto alguna bimbo caza fortunas va a
tratar de poner sus garras en él, y él va a tener que cargar con una esposa que se
parece a Barbara Bush!
Ella entierra su cara en mi camisa de nuevo, y no puedo evitar reír. Sólo un
poco.
—Lexi... no eres Barbara Bush. Yo diría que es más de la variedad de Christie
Brinkley. Y, además, Steven te ama. A ti. No a tus malditos ovarios. Eres la perra-
jefe centro de su universo. Siempre lo has sido. Cuando el resto de nosotros nos
estábamos masturbando con pensamientos de la Hermana B, Steven estaba
masturbándose con pensamientos de ti. —Y no creo que me sienta cómodo
sabiendo eso—. Nunca te cambiaría por una bimbo flacucha que sólo está
interesada en el tamaño de su cuenta bancaria. Steven es demasiado inteligente
para eso.
Ella levanta la mirada. Casi esperanzadoramente.
—¿Cómo te sentirías si Kate te dijera que no puede tener más hijos?
Me tomo un momento para reflexionar. Para imaginar las posibilidades.
—¿Si Kate me dijera que puedo follarla todo lo que quiera y nunca
preocuparme por embarazarla? Yo haría lo giga irlandesa por la jodida Quinta
Avenida. Sería como Navidad todos los días. No más PMS, no más abstención de
tres a cinco días cada mes. . . ¿a menos que tu dejes a Steven vadear en la marea
carmesí? Lo cual, si lo haces, por favor miénteme.
Sexo durante el periodo es una ofensa para Kate. No importa lo que yo le
diga, no importa lo que haga, ella no está interesada. Lo cual nunca voy a entender.
Somos cazadores, damas. Nos gusta la sangre. Es parte de la razón que las películas
de acción y de guerra tengan tanto de ella. No creemos que sea asqueroso. No
creemos que sea sucio. Es sólo. . . más lubricación.
No me mires así. Sólo estoy siendo honesto.
Las lágrimas casi se han secado. Alexandra moquea e hipa.
—Pero ¿no quieres más hijos?
—Claro, quiero más. James es el mejor. Tendría veinte con Kate. En teoría.
La realidad es una historia diferente. Los niños son difíciles.
Alexandra asiente.
—Necesitas hablar con Steven. Estás torturando al chico. Es un castigo cruel
e inusual.
—¿Qué pasa si me mira de forma diferente?
—No lo hará.
—¿Cómo puedes estar seguro?
Me inclino hacia delante y trato de encontrar las palabras adecuadas.
—Porque. . . porque ¿cuándo Kate estaba embarazada de James? Ella era tan
grande como una casa, y yo todavía quería follar cada pedacito suyo tanto como
quiero en este momento. ¿Porque cuando la miro? Solo veo a Kate. . . la mujer que
entró en mi vida hace cinco años y mando todo a la mierda. Quién me sacudió, me
dio vuelta al revés, y me hizo. . . más. ¿Así que incluso cuando se ponga arrugada o
gris? Todavía va a ser Kate. Todavía me hará reír y enloquecer. . . y todavía me
amará más de lo que merezco. Y sé que Steven siente lo mismo por ti.
Alexandra se seca los ojos con mi camisa por última vez. Empieza a
parecerse más a sí misma.
—Así que. . . ¿estás diciendo que estoy haciendo un drama más grande de lo
necesario?
—Te estoy diciendo que si le cuentas a Steven, no se sentirá tan grande
nunca más.
Ella me da una pequeña sonrisa.
—Tienes razón. Sé que tienes razón. Voy a hablar con él esta noche.
—Bien.
Alexandra se pone de pie, se inclina, y me abraza. La abrazo de regreso,
haciéndole saber que estoy aquí para ella. Para escuchar y darle una patada en el
culo cada vez que la rara oportunidad se presenta.
—Y que no se vaya haciendo un hábito esta cosa de desmoronarse —regaño—
. Tengo una exclusiva sobre el comportamiento autodestructivo en esta familia.
Ella se ríe y se dirige hacia la casa. Luego se detiene y se vuelve hacia mí.
—¿Oye, Drew?
—¿Sí?
—¿Cuándo te volviste tan inteligente?
Eso es fácil.
—Hace unos cinco años.
***
Después de terminar mi sándwich, me dirijo de nuevo a la habitación para
despertar a Kate. Pero cuando llego allí, ella ya está arriba y en la ducha. Cantando
y lavando el cuerpo que me obsesiona.
Nobody does it half as good as you
Baby, you’re the best
Su voz flota alrededor del cuarto de baño y hace eco en las baldosas. Es una
canción cursi —Carly Simon— de alguna película setentera de James Bond. Pero el
placer todavía se eleva desde mis entrañas y se extiende a través de mi pecho ante
el sonido. Porque tan cierto como sé que Delores un día será admitida en un hogar
para criminales dementes, sé que Kate está cantando sobre mí. Doblo mis brazos,
me recuesto contra la puerta, y miro a través del empañado cristal. Ella inclina la
cabeza hacia atrás bajo el chorro de agua caliente. Sus senos sobresalen altos y
orgullosos, más tentadora que cualquier corista de las Vegas. Su largo cabello
cepilla contra su culo, jugando al escondite con el tatuaje de mariposa en su
espalda baja.
Kate apaga el agua y sale de la ducha. Ella sonríe cuando me ve.
—Eh, tú. ¿Dónde has estado?
Probablemente debería entregarle una toalla. Sería la cosa agradable de
hacer. Los azulejos del baño están frescos, y si sus pezones puntiagudos son una
indicación, ella tiene un poco de frio. Pero en realidad no crees que yo vaya a hacer
eso, ¿verdad?
Venga.
Como si yo algún día dejara pasar la oportunidad de admirar a Kate Brooks
en todo su húmedo, hermoso culo desnudo. Y los pezones puntiagudos son
impresionantes. Así, como la risueña, pervertida parte colegial de mí que todavía lo
es, no me muevo una pulgada cuando Kate se escabulle a través del cuarto de baño
y agarra una bata del gancho en la pared del fondo, luego cubre mi placer visual
favorito.
—Yo estaba en el patio con Alexandra.
Kate retuerce una segunda toalla alrededor de la cabeza en ese estilo de
corona alta que sólo las mujeres son capaces de hacer. Entonces ella frunce el ceño
con preocupación.
—Realmente no ha sido ella misma últimamente. Espero que hable conmigo
esta noche sobre lo que está pasando entre ella y Steven.
—Estoy muy delante de ti. Todo está cuidado.
—¿Qué ha pasado?
Me meto en la ducha y enciendo el agua de nuevo a todo volumen. Entonces
me deslizo fuera de mis boxers. A pesar de la gravedad de la conversación, Kate
hace un poco de admiración por su cuenta.
Genial.
—Su fábrica de bebés recibió un aviso de ejecución hipotecaria antes de
tiempo.
—¿Qué significa eso?
—El doctor le dijo que ella está menopáusica.
La mano de Kate fue a su pecho con un suspiro simpático.
—¡Pero es tan joven!
Asiento con la cabeza.
—Sí. Ella es un lío caliente por ello. Ha estado asustada de decirle a Steven,
pero la convencí de hablar con él más tarde. Van a volver a la pista.
Los ojos de Kate se ensanchan.
—¿Tú la convenciste para hablar con Steven?
—Sí.
—¿Cómo lo lograste?
—Habló, lloro a lágrima viva, y yo. . . la consolé. . .
Ahora Kate se ve confundida.
—¿Tú la consolaste?
—¿Qué eres, un maldito loro? Sí, la consolé, ¿por qué te sorprende?
Kate cruza los brazos sobre su pecho.
—Bueno, vamos a ver. ¿Podría ser porque tu idea de reconfortar a Mackenzie
cuando su gato murió fue decirle que no estuviera triste porque ahora Snowball
estaba con todos sus otros amigos felinos en el infierno?
Posiblemente podría haber redactado eso mejor.
—¿O tal vez es porque cuando mi madre se perdió el bautizo de James por
esa tormenta de nieve, la consolaste diciendo que cuando él fuera grande, apenas
sabría quién es ella de todos modos?
Algunas personas simplemente no pueden manejar la verdad.
—Luego estaba esa vez…
Pongo mi mano sobre su listilla boca. Sus ojos oscuros y profundos miran
hacia mí con calidez y burlón afecto.
—Lo admito, no todo el mundo es capaz de absorber mi marca particular de
confort. Pero en este caso, Alexandra lo hizo. Gracias a mí, ella y Steven están en
camino de regreso a la felicidad conyugal. Por eso, me merezco una palmadita en la
espalda. Un trabajo de mano también sería agradable.
Kate estalla en risa. Envolviendo sus brazos alrededor de mi cuello, presiono
su estómago cubierto con la toalla contra mi polla. Inclino la cabeza hacia arriba.
—Es agradable ser la pareja estable en el grupo por una vez. ¡Vamos,
nosotros! —Ella sostiene una palma en alto—. Choca esos cinco.
Fulmino su mano, luego sacudo mi cabeza con desdén.
—Yo no choco las cinco. —Muevo mis dedos—. Pero si estás interesada en
estos dedos, estoy feliz de hacerlo.
Kate se ríe.
—Eres tan pervertido.
Le doy a sus labios un beso.
—¿Por ti? Siempre. Ahora deja de intentar seducirme, y déjame tomar una
ducha.
A medida que se aleja, palmeo su culo por una buena medida. Entonces me
meto en la ducha y cierro la puerta de cristal detrás de mí. Meto la cabeza bajo el
agua ardiente y dejo que el calor relaje los músculos de mi cuello y espalda.
A través del cristal una Kate borrosa se mueve alrededor, comenzando el
largo ritual de preparación.
—Llamé a tus padres para ver cómo estaban haciéndolo los niños.
—¿Qué dijeron?
—Tu madre sonaba medio muerta, pero todos los niños sonaban bien.
Justo como lo esperaba.
Cinco minutos más tarde, estoy fuera de la ducha. Me seco y me pongo un
nuevo par de boxers. Entonces me paso hasta el lavado y aplico crema de afeitar en
mi cara. Kate vuelve a entrar en el cuarto de baño y está a mi lado, poniéndose
maquillaje. Su cabello está húmedo, pero la toalla se ha ido. En su lugar tiene un
apetitoso conjunto de sujetador y braga.
Son de seda rosa con una capa superior de encaje negro. Las bragas son
corte alto estilo bikini y el sujetador empuja sus tetas juntas, creando una profunda
línea de escote y sexy-como-todo-el-infierno. Ella polvea su cara mientras le echa
un vistazo.
—¿Nueva ropa interior? —Guardo un catálogo mental de todas las prendas
interiores de Kate, organizadas por color y estilo. Nunca he visto esto antes. Sin
duda alguna lo recordaría.
Ella gira sus caderas, mostrándome las mercancías.
—¿Sí, no son lindos?
¿Lindos? No. ¿Induce erecciones? Definitivamente.
—Hay una boutique de La Perla en la planta baja. Los compré antes de
nuestros tratamientos de spa.
No puedo evitar sino contemplar lo que estaba pensando cuando los compró.
Quiero decir, una tórrida noche en casa después de que James está dormido es una
cosa, un nuevo conjunto siempre hace que sea más interesante. Pero esta noche ni
siquiera vamos a estar pasando el rato juntos. Dependiendo en qué estado estemos
cuando volvamos a la habitación, tendremos suerte si incluso nos desmayamos al
lado del otro.
—Eh.
Esa sílaba le hace pararse. La mano que estaba aplicando delineador se
detiene y me mira.
—¿Qué?
Sigo afeitándome.
—¿No tienes ninguna. . . otra. . . ropa interior contigo?
Su frente se arruga.
—Claro que sí. ¿No te gusta este?
Enjuago mi maquinilla de afeitar en el lavabo.
—No... está bien. Sólo pensé que tal vez podrías usar algo diferente. Algo
más blanco, algodón, más completa cobertura.
Un cinturón de castidad con triple candado también sería genial.
Su cabeza se inclina, tratando de averiguar a dónde voy con esto.
—No, Drew, no traje ningunas bragas de abuela conmigo.
Crees que estoy loco, lo sé. Pero no lo estoy. Te lo dije hace mucho tiempo-
yo juego ajedrez. No sólo pienso en el próximo movimiento; pienso en el
movimiento cinco movimientos a partir de ahora. Así que no puedo evitar
preguntarme ¿por qué diablos iba Kate a comprar nuevas bragas que harían que
cualquier hombre con la mitad de un pulso quisiera caer de rodillas delante de ella
y cortarlas con los dientes? Es como. . . cuando una mujer se afeita las piernas
antes de la primera cita, incluso si está usando pantalones. Tal vez ella no se da
cuenta, tal vez no quiera admitirlo, pero la única razón por la que está haciendo eso
es porque alguna parte de su cerebro tiene la esperanza de follar.
—Eh.
Kate sólo me mira de reojo. Me seco la barbilla con una toalla de mano
mientras ella termina su maquillaje. Mientras suaviza el brillo en sus suculentos
labios, no puedo dejar de hablar.
—Brillo de labios con sabor, ¿eh?
—Bueno, eso es todo. —Ella pone la tapa en el brillo con un chasquido y lo
deja caer en su bolso. Luego se vuelve hacia mí rápidamente—. Tienes que
detenerte. Ahora mismo.
—¿Dejar qué? Yo no he dicho nada.
—No tienes que hacerlo. Yo sé lo que está pasando en esa desviada cabeza
tuya.
Cruzo los brazos.
—¿Eso crees?
—Lo sé. Estás teniendo toda esta conversación contigo mismo acerca de por
qué compre ropa interior nueva y a quien voy a dejar que la vea. Entonces estás
pensando, ¿por qué estoy poniéndome brillo de labios con sabor? ¿Por qué no solo
brillo de labios simple a menos que yo quiera que alguien que lo pruebe?
Dios, ella es buena.
—Pero la verdad es que me he comprado la ropa interior para mí. Porque
tener sostenes y ropa interior que hacen juego me hacen sentir más completa. Y
debes saber, Señor Yo Lo Veo Todo, el brillo de labios con sabor es el único brillo
que yo uso. Todos los días.
—Suenas muy defensiva, Kate.
—Esto no es defensivo. Esta es una reacción natural a tener que lidiar con tu
retorcida manera de ver el mundo.
Nos miramos el uno al otro durante unos segundos, con los brazos cruzados,
sin ceder un ápice. Hasta que Kate lo hace. Ella arranca un pañuelo de la caja en la
parte posterior de la taza del baño y se limpia el brillo de sus labios. Con un tono de
sarcasmo en su voz pregunta:
—Listo. ¿Feliz ahora?
Eso debería estarlo. Quiero decir, he ganado, ¿no? Pero es un poco difícil
estar feliz cuando estás actuando como un imbécil.
—Y puesto que la ropa interior te preocupa tanto… —desliza el trozo de seda
y encaje por sus piernas y me lo arroja—. No voy a usar ninguna.
Ella se mueve para salir del cuarto de baño, pero doy un paso delante de ella.
—¡Vaya! Espera, detengamos esta locura para hablar por un segundo.
Sostengo la mirada de Kate durante unos segundos. Entonces,
completamente contrito, me hundo de rodillas frente a ella.
Sus brazos todavía están doblados, pero sus ojos se suavizan. A Kate le gusta
que yo este de rodillas.
—Tu punto es bien recibido.
Sus cejas se levantan con fingida inocencia.
—¿Qué sentido tiene eso?
Sonrío.
—Que debo confiar en ti. Que yo confío en ti. —Recojo un pie y beso los
dedos de sus pies pintados de un ligero rosa, antes de deslizar a través de su pierna
la ropa interior. Kate deja caer sus brazos, usando mis hombros para mantener el
equilibrio, cuando repito la acción con el otro pie. Subo las bragas por sus piernas,
besando cada muslo reverentemente mientras voy.
—Cada brillo-labial-con-sabor, cada-follable-y-caliente-braga-cubriendo los
centímetros de ti, confío.
Ella sonríe indulgentemente cuando recupero el brillo y vuelvo a colocarlo
en esos perfectos labios. Los frota, luego suspira.
—Ya te dije que esta cosa de la despedida de soltera no vale la pena si va a
causar problemas entre nosotros. Se honesto si no puedes manejarlo. ¿Quieres que
le diga a Delores que cancelemos esta noche?
¿Eso no sólo me hace sentir como el mayor coño inseguro que ha pisado la
faz de la tierra? Pero debemos examinar este momento más de cerca por un
segundo. Porque en la vida, tomamos decisiones, las que parecen completamente
inofensivas y totalmente insignificantes.
Hasta que juegan fuera.
Sólo en retrospectiva nos damos cuenta del monumental efecto que tienen
nuestras decisiones. Es el empresario que decide ir a trabajar unos minutos tarde y
pierde una colisión fatal por segundo. El adolescente que elige guardar rencor
contra su madre, y esa resulta ser la última conversación que alguna vez tuvieron.
El chico de la calle que se encuentra un dólar y lo utiliza para comprar un billete de
lotería premiado.
Las pequeñas decisiones pueden dar lugar a enormes consecuencias.
Yo estaba tratando de no ser egoísta. Quería hacer lo correcto.
Puedes apostar tu culo que no voy a cometer ese mismo error.
—Nada de cancelar las cosas —digo con confianza—. Tuve una convulsión de
celoso-imbécil completamente temporal. El monstruo de ojos verdes se quedará en
su jaula el resto del fin de semana. El monstruo de un solo ojo querrá jugar contigo
más tarde.
Ella se ríe y toma mi cara entre sus manos.
—Mi ropa interior es sólo para tus ojos.
—Lo sé.
Kate se estira y me besa. Y saboreo fresa.
—Tú vas a salir con los chicos y ser asaltado por strippers hambrientas de
dinero, y yo estoy bien con eso.
Asiento con la cabeza.
—Y tú vas a salir con las chicas y estar rodeada con cachondos hombres
medio desnudos, y eso no me molesta.
—Somos la pareja estable en el grupo ahora.
—Vamos a tener un buen momento sin problemas.
¿Cuándo le dije eso? Sinceramente lo creí.
Algunos hombres usan trajes caros porque quieren actuar como si tuvieran
dinero, aun cuando no lo tengan. Otros los usan porque quieren mostrar a las
personas cuánto dinero de verdad tienen. En mi caso, todo tiene que ver con la
actitud. La actitud. Nunca tuve problemas de confianza, pero para aquellos que lo
tienen, un traje hecho a medida te hace caminar como si fueras más alto y pararte
más erguido. Hace tus pelotas más grandes y desprende la idea de “no jodas
conmigo”.
Desabotono mi chaqueta de mi traje gris oscuro de Ermenegildo Zegna y me
sirvo tres dedos de whisky del mueble bar en el living. Jack, Matthew y Steven
comparten mi gusto por un traje bien hecho y están vestidos con sus Gucci,
Newman y Armani respectivamente. Nuestra auto-concepción de macho es alta,
cualquier mujer en un radio de 20 grados seguramente sería atrapada.
Luego, Warren sale de su habitación. Lleva puesta una camiseta verde
arrugada, shorts de carpintero tostados y sandalias. Sí, unas malditas sandalias.
Tomo un sorbo de mi bebida y lo miro.
—Si hubiera sabido que iríamos al parque de skates, habría traído mi
patineta.
Está sorprendido. Luego mira al resto de los chicos y de vuelta a su propio
atuendo. Se encoge de hombros.
—Me gusta estar cómodo. Ustedes, chicos, se ven como si fueran a un
funeral. Yo me veo relajado.
—Luces como un perdedor —le digo—. Y eso es inaceptable esta noche. Sólo
mi guía te ayudará a llegar lejos. ¿Quieres atraer un coño de calidad? Necesitas
salirte de tu juego. Eso significa un traje medianamente decente, o por lo menos,
un par de pantalones planchados, preferentemente unos no hechos del mismo
material que los trajes de prisioneros. —Me tomo el resto de mi bebida—. ¿Y qué
rayos sucede con tu cabello?
Los ligeros cabellos castaños de Warren están más salvajes de lo habitual.
Están crispados, parece maricón, como de una anciana recién salida de la
peluquería. Se palmea la cabeza a propósito.
—Me olvidé el gel. Pero está bien; a las chicas les gustan los rizos.
—Sí, si estuviéramos en el año 1998 y fueras Justin Timberlake.
Jack interviene.
—Te arreglaré, amigo. Siempre traigo mi cortadora de cabello conmigo.
Recortaremos el mechón de arriba y engominaremos el pelo hacia atrás. Ni siquiera
tu propia madre te reconocerá.
Steven asienta su whisky en el posavasos. Luego, se da golpecitos en el
mentón pensativamente.
—Y yo llamaré al encargado del edifico. Haré que le envíen algo desde la
boutique Armani. —Mira a Warren de arriba a abajo—. Debes ser un 30, quizá un
32 de cintura, para usar un saco con mangas. Una corbata celeste definitivamente
hará resaltar tus ojos.
Bienvenidos, damas y caballeros, a otra edición de Consejos homosexuales
para Chicos Heterosexuales. Y Matthew empeora las cosas. Une las puntas de sus
dedos delicadamente y exclama en un tono de voz alto:
—¡Hora de cambio de look!
Entrecierro mis ojos en su dirección.
—No vuelvas a hacer eso nunca más.
—¿Es demasiado?
—Definitivamente.
Veinte minutos después, Warren está vestido con un traje azul marino,
camisa negra y zapatos brillantes de Prada. Su cabello tiene un prolijo aspecto
mojado, corto en la parte de arriba, peinado en los costados. Se ve… pasable.
Extremadamente extraño e incómodo, pero pasable.
Me paro enfrente de él, limpio sus hombros, inspeccionándolo como si
estuviera en un campo de entrenamiento. Mientras, él gimotea como una perra.
—Me pica.
Hace rodar su cuello y se balancea de un pie a otro.
—¡Deja de moverte!
Se tira del cuello.
—Está duro.
—Es nuevo, se supone que es así. Párate derecho. —Jesús, ¿sueno como mi
padre o qué?
Pongo una corbata azul alrededor de su cuello para mostrarle cómo se debe
atarla. Pero luego, lo pienso mejor. Hay una alta probabilidad de que termine
ahorcándolo con la maldita cosa. Y un viaje al desierto para enterrar un cuerpo
sería un gran inconveniente en este momento.
Steven, que ha transformado la paciencia en un arte, toma mi lugar.
—Bien, Billy. El conejo sale de su madriguera, rodea el árbol…
***
Puedes decir mucho acerca de un hombre o una mujer a través del juego que
elige en un casino. La adrenalina se siente en el ambiente, aquellos más
emocionados por obtener un premio mayor están alrededor de las mesas de dados.
Los dados son un juego que requieren suerte y habilidad. Se necesita cierta sutileza,
pensar con cuidado y actuar rápido. También está el blackjack. A menos que seas
un maldito contador de cartas por naturaleza, debes ajustarte a las reglas. Asumir
que cada carta es un diez, quedarte con quince aun cuando te mueras por retrucar,
y esperar que el repartidor de cartas termine el juego. Si no sabes jugar, mantente
alejado. Los blackjackers tienden a ser muy emocionales si les sacas “su carta”.
Después del blackjack, está la ruleta. La ruleta es todo sobre probabilidades. Ya sea
que juegues negro o rojo, tienes el 50% de probabilidad de ganar. Estadísticamente
hablando, es tu mejor jugada para ganarle a la casa.
Al final de la mesa de juego, se encuentran las máquinas tragamonedas. Un
mono puede jugar en ellas. Colocas tu dinero en ellas, tiras de la palanca; dinero,
palanca, dinero, palanca. No requieren ninguna capacidad ni conocimiento y
fueron programadas para favorecer al casino. Mientras más tiempo juegues,
mayores probabilidades hay de que caigas en bancarrota.
Los únicos que juegan las máquinas tragamonedas son los ancianos, los
mentalmente inestables y los estúpidos.
—¡Genial! Tragamonedas. Es lo único que juego, soy tan bueno en ellas —
dice Warren.
Viste eso venir desde hace una milla ¿no es así?
Lo golpeo en la espalda y lo conduzco hacia el sector de grandes apostadores.
—Esta noche vas a jugar dados.
—No sé cómo se juega eso.
—Entonces, siéntate y aprende. Los dados son un juego de hombres. Las
chicas más calientes se acercan a las mesas de dados porque ahí es donde
realmente está el dinero. Si la montaña no va a Mahoma, entonces Mahoma va a la
condenada montaña.
—¿Qué montaña?
Por un segundo, olvidé que estaba hablando con un esfínter real y
verdadero.
—No importa. Sólo presta atención.
Matthew, Warren y yo recibimos nuestros dados mientras Jack se dirige al
blackjack. Steven se acomoda en una mesa de ruleta donde se apuesta como
mínimo 5.000 dólares. Él es toda probabilidad y estadística. En la mesa de dados,
me pongo manos a la obra mientras Matthew se encarga de las apuestas. Desde el
principio, saco un siete, y la gente alrededor enloquece.
Matthew golpea mi espalda emocionadamente. Quince minutos después,
hemos triplicado nuestro dinero. El número de espectadores alrededor de la mesa
se ha duplicado. Warren todavía no tiene idea de cómo se juega este juego, pero
tiene alguna pista de la multitud que lo rodea, y actúa de acuerdo a ellos. Todos
están riendo, bebiendo y poniendo dinero en la mesa, tratando de participar de lo
que está pasando. Es salvaje, divertido. Como en los viejos tiempos, sólo los chicos
y yo pasando un buen momento. No hay preocupaciones por niños o casamientos,
ningún estrés por trabajo ni nada de la mierda de la vida que abruma a las
personas.
Después, la vida real me toca el hombro. Con el dado en la mano, me doy
vuelta. Y me encuentro cara a cara con la asistente del avión, de pelo negro y ojos
azules. Tiene puesto un vestido de cocktail negro y unos tacos lo suficientemente
altos para que nuestros ojos están a la misma altura. No está sola. Formando un
triángulo detrás de ella, hay dos mujeres igualmente atractivas. Una es rubia con
cara de bebé, más baja y curvilínea. La otra es morena, con mechas rubias, piel
oliva y labios carnosos. Ojos celestes sonríe ampliamente.
—Hola de vuelta.
No quiero ser grosero pero… que se joda, tendré que serlo.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Dijiste que aquí te estabas hospedando.
—También dije que estaríamos ocupados.
Responde con coquetería:
—Pero vi la mirada que me lanzaste. Sé que dijiste eso para que tu novia no
se molestara. Para que pensara que no estabas interesado.
Está bien, estoy de acuerdo con las mujeres que son seguras. Ustedes son
seres con necesidades sexuales. Admítelo. Disfrútalo. Pero acercarte a un hombre
que abiertamente no te desea no va a hacer que cambie de opinión. Sólo te hace ver
patética.
Su mano se acerca para acariciarme el pecho, pero agarro su muñeca antes
de que llegue a hacer contacto.
—Excepto que realmente no estoy interesado.
Como un fantasma cachondo, Jack aparece a mi lado.
—Yo, sin embargo, estoy muy interesado.
Toma su codo y se la lleva lejos.
—No te preocupes, Drew. Es un ciego estúpido. ¿Qué te parece si te traemos
un trago?
La amiga morena se desvanece en la multitud, pero la que tiene cara de bebé
se queda ahí parada, en blanco. Enrosca su cabello en ese gesto de “rubia tonta”
que me hace sospechar que su coeficiente intelectual es más pequeño que el de
Warren. Pero es caliente, definitivamente un paso más alto que el abrevadero del
que ha estado comiendo últimamente. Le doy un codazo con mi brazo y señalo con
mi mentón en dirección a la rubia.
Se limpia nerviosamente las manos en sus pantalones. Luego, le habla:
—Hey, ¿quieres escuchar un chiste?
Y todo mi arduo trabajo se va por el maldito tubo.
—Está bien—dice ella.
—¿Qué dijo la cobija cuando se cayó de la cama?
—¿Qué dijo?
—Oh, sheet3.
Los labios de la rubita hacen una mueca de confusión.
—No lo entiendo. ¿La cobija está como… computarizada?
La cara de Warren se desdibuja.
—No… es… déjame contarte otro. ¿Qué dijo el pato…?
Rodeo su cuello con mi brazo y aprieto, cortando su suministro de aire sólo
un poquito.
—Billy, ¿recuerdas lo que dijo el doctor sobre tu voz?
Me giro hacia la chica, esperando salvar la operación CPPW. Eso es Coño
Premium para Warren en caso que no estuvieras segura.
—Mi amigo aquí es cantante. ¿Billy Warren? Debe guardar su voz para el
próximo concierto. Órdenes del doctor.
Sus ojos se abren ampliamente y su tono es de tonta.
—¡Mi horóscopo me dijo que hoy conocería alguien famoso! Billy Warren, no
te reconocí. Amé totalmente tu último single.
Matthew me llama.
—Drew, te toca a ti rodar los dados.
—De acuerdo.
Saco un puñado de monedas de 25 centavos de mi bolsillo y los coloco en la
mano de Warren.
—¿Por qué no se van chicos a jugar a las máquinas tragamonedas? Estarán
más a salvo ahí.
Con una risita, Rubita me informa:
—La forma en que la rueda da vueltas y vueltas es tan divertido. ¡Adoro los
tragamonedas!
—Eso tiene mucho sentido —le digo.
¿Puedes imaginar los hijos que estos dos tendrían? Quizá la selección
genética no es tan malvada, después de todo.
Empujo a Warren para que se marche.
—Y recuerda: no hables nada. Nada.
Sonríe y me levanta los dos pulgares. Se ve tan agradecido y descerebrado,
que no puedo evitar reírme cuando se van.
3 Juego de palabras. Sheet: sabana y al pronunciar suena como “mierda” en inglés.
***
Veinte minutos después, Matthew y yo seguimos en juego. Imparables.
Ahora, él se encarga de hacer rodar los dados, y yo muevo nuestras fichas
alrededor, apostando alto porque tenemos mucha ventaja. Matthew saca un dos, y
la multitud irrumpe en gritos. Le doy un apretón de manos y duplico nuestra
apuesta.
En ese momento, la asistente de avión acosadora se para a mi lado. De
vuelta.
—¿Puedo darte una tirada?
Inmediatamente, mis oídos se ponen en alerta.
—¿Disculpa?
Apunta a Matthew.
—Los dados. ¿Puedo tirarlos por ti? ¿Para traerte suerte?
¿Por qué no me tiras a mí en cambio? Pienso inmediatamente. Porque
puedo ser un hombre en una relación comprometida, pero sigo siendo un hombre.
Esa es la maldición de la evolución. Instintos. Es la razón por la que los
hombres tienen tantas dificultades con la monogamia. Porque nuestra naturaleza
es esparcir nuestra semilla por todos lados, ofrecerla a cuanta compañera esté
dispuesta a aceptarla. No tenemos que hacer nada, pero el impulso siempre está
allí. Así que ¿la próxima vez que pienses que tú chico está coqueteando con alguna
extraña? Trata de no decepcionarte demasiado. Está librando una batalla épica
interna en contra de sus propios instintos internos.
—No la necesito —le digo—. Estamos de buena racha. Nunca te entrometas
cuando hay buena racha. Estos dados se están comportando bien por su cuenta.
Mi teléfono vibra en mi bolsillo. El texto de Kate dice que las chicas
finalmente están listas y en camino al casino.
La chica del vuelo se apoya en mi hombro y mira mi teléfono.
—Que niño dulce. ¿Es tuyo?
Se está refiriendo a la fotografía de James en la pantalla principal de mi
teléfono. Se la tomé unas semanas atrás cuando estaba intentando hacer que
comiera un plato de pasta. No le agradaba su comida y me lo demostró cuando se
tiró la maldita comida sobre su cabeza.
—Sip.
Se acerca más a mi oído.
—No tenemos que jugar este juego. Tengo una habitación de hotel esperando
a dos cuadras de aquí. Te deseo. Es obvio que tú también me deseas. Deja de
luchar.
Me echo hacia atrás.
—¿Nos olvidamos de tomar la medicación esta mañana?
Se ríe. Suena parecida a Norman Bates, ¿no es así? Durante mis años de
libertino anteriores a Kate, adquirí mi miedo a Atracción Fatal4, nunca-te-follaré-
incluso-aunque-estés-caliente-porque-obviamente-eres-el-tipo-de-mujer-con-
algunos-tornillos-sueltos. Están fuera de sí y no son difíciles de identificar. Yo era
un maestro en evitar, desertar y escapar de su intento de atraparme.
Pero parece que estoy fuera de práctica. Porque antes de que la pueda
detener, me saca el teléfono de la mano y retrocede unos pasos.
La rabia sale de mi cara y en mi voz.
—Devuélveme mi maldito teléfono.
Ella sonríe.
—Ven y quítamelo.
Se coloca el teléfono debajo de su puto vestido.
Tienes que estar bromeando. Me doy vuelta hacia Matthew.
—¿Supongo que no me quieres ayudar con esto?
Mira abajo hacia las fichas, luego me mira a mí.
—Aquí hay una jugada grande, amigo.
Por supuesto que la hay.
¿Alguna vez viste Flash Gordon? ¿Recuerdas esa escena donde Flash tiene
que poner su mano en la roca? ¿Aquella con la grotesca y espinosa serpiente
dentro, sólo esperando a que lo muerda? Eso es bastante parecido a lo que estoy
sintiendo ahora.
Hago sonar mis dedos y sacudo mis manos.
—Cúbreme. Voy a entrar.
Después empujo mi mano debajo del frente de su vestido. Limito el contacto
físico lo más que puedo, pero el vestido es ajustado. De inmediato, me doy cuenta
que esta chica lleva un par de tetas falsas. Y un anillo en el pezón.
No me juzgues. ¿Parece como si estuviera disfrutando esto, por el amor de
Dios?
La psicópata del avión, por otra parte, parece estar disfrutándolo a lo
grande: sus gemidos son una indicación de ello.
—¡¡Ohhh eso se siente bien!! Un poco más a la izquierda, por favor.
Ruedo mis ojos e intento encontrar un lugar feliz. Luego, la cosa más
improbable sucede. O una certeza absoluta, dependiendo de tu punto de vista.
—¡¿Qué demonios significa esto?!
¿Adivinas a quién pertenece esa voz? No tengo ni que darme la vuelta, pero
lo hago.
10 Un niño se pone en el medio de un amplio círculo formado por otros niños; tiene que tratar de hacerse con la pelota; los
niños que forman el círculo no pueden detenerla, tienen que pasarla a otro chico al primer toque. Cuando el niño que está en
el medio logra hacerse del balón, pasa a formar parte del círculo, y toma el lugar “de monito” el niño que se equivocó en el
último pase.
Entonces me deslizo a la imagen final.
Jack dice:
—Oh, esa es una mala.
¿Mala? Malo es un chico que se liquida con su bicicleta, quitándose varias
capas de piel. Malo es Derek Jeter siendo marginado por una lesión durante los
play-offs. Esta foto no es mala. Es una blasfemia.
Ella está recostada en un sofá tapizado oscuro, con un chico encima de ella-
alineado justo para follarla con la ropa puesta a través de su negra, brillante tanga.
Si él pusiera las piernas de ella sobre sus hombros, estarían en una de sus
posiciones favoritas. Y ella está sonriendo. Ella está mirando lejos de la cámara, a
un lado, pero su boca está abierta. Congelada en una amplia, risa sonora.
No es exactamente la imagen de la leal, dedicada prometida ¿no?
Cada músculo de mi cuerpo exige que meta la mano en el dispositivo, agarre
al hijo de puta encima de ella, y lo asfixie como la mierda. Pero el golpe final es
cuando veo la escritura debajo de la foto. El mensaje de Dee-Dee que
probablemente alegremente envió. Eche un vistazo:
¿Drew quién? : D
¿Recuerdas lo que decía antes? ¿Acerca de cómo cuando estás enamorado,
las decisiones que tomas pueden tener efectos enormes sobre la persona que amas?
Bueno, no estaba hablando acerca de mis decisiones. Me refería a la de Kate
también.
Algo dentro de mí se agrieto. Quebró. Matthew —el único que siente cuán
peligrosamente cerca del borde estoy— intenta detenerme.
—Es sólo un baile erótico, amigo. Es su despedida de soltera. Mañana todo
vuelve a la normalidad.
Me río y mi boca tiene un sabor amargo. Mis movimientos son peligrosos y
desesperados. Tiro la mano de Matthew a lo lejos y lanzo el teléfono de Warren de
nuevo a él.
—Tienes razón, Matthew, no significa una mierda. Nada de esto es real,
¿verdad? Es el entrenamiento de mierda de Cenicienta, una sola noche de regalo,
entonces mañana, será como si nunca hubiera pasado.
Matthew frunce el ceño.
—Drew…
Warren interrumpe:
—¿Podrías dejar de ser un maldito hipócrita? —Él sostiene sus manos a lo
ancho—. ¿Ves a dónde estamos en este momento?
No pienso en cómo una vez más está en lo correcto. No pienso en todas las
cosas malas que he cometido, o de todas las promesas que he hecho.
Por qué, ¿volviendo a los días del hombre de las cavernas? No tenían tiempo
para considerar las ramificaciones de sus acciones cuando un mamut lanudo se
dirigía hacia ellos. Lo único que podían hacer era reaccionar. Ese mismo instinto
primario me está empujando ahora. Me conduce a hacer algo, cualquier cosa, para
deshacerme de los celos que queman a través de mi pecho.
Érase una vez un hombre, y él era increíble. Tenía la vida perfecta, buena
apariencia, un gran trabajo, dinero para quemar, y mujeres tropezándose entre
ellas para follarlo. Él era el as en la manga. Un número uno. Sr. Sin Disculpas, sé
exactamente lo que quiero y lo consigo, si no estás conmigo, estás contra mí, súbete
a bordo o lárgate.
Me gustaba ese tipo. Él llamaba por tragos. Él estaba en control. Y nunca
hubo un momento en que se sintiera tan mal como lo hago ahora. Sobre cualquier
cosa.
Sé lo que habría dicho en un momento como este: Stella puede lamer las
bolas de Chomper; Drew es el que necesita conseguir su ritmo de vuelta. Entonces
él habría agarrado a una stripper y pagaría por un baile privado lascivo, tal vez
pagaría por más. Para igualar el marcador.
Pero si crees que sabes cómo va esto, estás jodidamente mal.
Porque no voy a hacer nada de eso.
¿Cómo la mierda que esto es, como lo enfermo y celoso que ver esas fotos me
hacen sentir? Sé de algo que se siente aún peor.
Decepcionar a Kate. Romper su confianza. Hacerla llorar.
Kate me ha perdonado mis meteduras de pata y ella confía en mí, incluso
cuando yo no siempre le doy una razón para hacerlo. La misericordia es un regalo
dado por amor, no valía. Y eso es lo que Kate siempre será para mí.
Ella es mi misericordia.
Y seré condenado si pierdo el control y dejo de ser el hombre que ella adora,
el hombre que sé que puedo ser. Para ella. Para James.
Me froto los ojos y respiro. Los chicos me miran mientras camino al bar y me
siento.
—¿Qué vas a hacer? —Warren pregunta.
—¿Qué crees que voy a hacer?
—¿Tratar de hacerte sentir mejor? ¿Follarte a una stripper? —Matthew
ofrece.
Me encojo de hombros.
—He estado allí, hecho eso, nunca termina bien.
Además, tú sabes tan bien como yo que ella no consiguió ese baile privado
porque ella lo quería, más de lo que yo quería un maldita tanga en mi boca. Las
chicas la pusieron en eso, y ella simplemente estaba yendo con la corriente.
Aún apesta, sin embargo. Qué es el por qué cuando Jack repite la pregunta
de Warren, le digo:
—Voy a hacer lo que cualquier hombre en mi lugar haría. Voy a follar a la
bebida.
La alegre camarera aparece ante mí, sonriendo.
—¿Qué puedo conseguirle, señor Evans?
Me encojo de hombros.
—¿Tienes algo que borre los últimos cinco minutos de mi cerebro?
Lo dije como una broma, pero ella sonríe pensativamente.
—En realidad, creo que tengo justo lo que está buscando.
Camina hasta el final de la barra y saca una reluciente, brillante botella de
cuello largo. Alguien es un poco loco con el BeDazzler11. Ella lo sostiene.
—Esto es Pandora. Es parte de un concurso local. Ochocientos dólares la
botella. Si es capaz de beber todo el contenido sin desmayarse, vomitar, o requerir
intervención médica, puede ganar una camiseta YO DOMINE A PANDORA EN EL
PARAISO. Y ponemos su nombre y foto en la Pared de los Sementales.
Ella señala detrás de la barra, donde PARED DE LOS SEMENTALES está
colgando en un letrero de neón que brilla intensamente. Sin fotos debajo.
—Si no puede beber el contenido o participar en cualquiera de las conductas
antes mencionadas, su imagen y el nombre son relegados a la Muralla de Cobardes.
—Hace un gesto hacia la pared opuesta. Donde un montonal de fotos cuelgan. Cada
una de ellos con algún pobre diablo que se ha desmayado o vomitado, a veces
ambos. Un hombre luce como si estuviera teniendo una convulsión.
Me quedo mirando la botella.
—¿Qué hay en ella?
—Nuestra propia mezcla. No puedo decirle la graduación alcohólica exacta,
pero debo advertirle, que es bastante alta. Así que, ¿qué dice, señor Evans? ¿Listo
para el reto de Pandora?
He aquí un hecho para ti, los hombres harán prácticamente cualquier cosa
por una camiseta. Tiros libres hasta que nuestras espaldas se rindan, comer hot-
dog hasta que nuestros estómagos se rompan. ¿Si existe la posibilidad de adquirir
una prenda de algodón barato que proclame nuestro logro? Somos incapaces de
resistir.
—Sí, claro. —Golpeo el dinero sobre la barra. Me entrega la botella y ofrece
una copa, que rechazo.
Descorcho la parte superior y brindo a los chicos.
—¡Que la fiesta comience!
11 Es un aparato de casa que es usada para sujetar strass, broches y parches para ropa y otros materiales.
El líquido es dulce, cálido. No es el amargo, sabor que quema de la mayoría
de los licores fuertes. Estoy seguro de que tengo esto en la bolsa. Bien podría poner
mi camiseta en estos momentos.
Miro a Matthew, que me devuelve la sonrisa.
—¿Qué es lo peor que podría suceder, ¿verdad?
La capacidad de tu cuerpo para absorber el alcohol y aún funcionar depende
de varios factores: el peso, la salud del hígado, los patrones pasados de consumo.
La mayoría de los adultos tienen ya esto resuelto, pero por si acaso eres es uno de
aquellos que no lo saben, voy a decirte. Hay diferentes niveles de intoxicación.
En primer lugar, esta esa caliente, feliz sensación que la persona promedio
obtiene después de una bebida o dos. La mayoría todavía podría conducir un coche
con seguridad y, a menos que tengas un índice de masa corporal bajo,
probablemente pasar un alcoholímetro. Llamamos a esto, estar mareado
Luego, en el rango de tres a cinco bebidas, algunas personas se ponen un
poco tontas. Habladoras. Posiblemente molestas. Eres más allá de feliz en este
momento, y hasta los acontecimientos más mundanos parecen hilarantes. Esto se
conoce a menudo como estar alegre.
A continuación, hay embriaguez real. Para ahora, has perdido la cuenta del
número de bebidas que has bebido. Podría morder a un agujero a través de tu
lengua, pero no sentirlo. Estás arrastrando tus palabras, y balanceándote sobre tus
pies. Llamaremos a esto estar en pedo.
El último nivel de intoxicación es total y jodidamente destruido. El
pensamiento coherente está más o menos ido. La coordinación es inexistente. Y tu
conciencia de ti mismo es igual a la de una mosca de la fruta.
Alrededor de una hora después de estallar el corcho de la boca de Pandora,
estoy jodidamente destruido. Moverse es un poco un desafío. Es similar a esas
pesadillas cuando el asesino del hacha te persigue, y no importa cuánto te
esfuerces, ¿no puedes hacer que tus piernas se muevan? Se siente como un grueso,
campo de fuerza invisible de Jell-O que está encerrando mi cuerpo, cada acción es
lenta y extenuante.
El tiempo no tiene significado. Al parecer, las células cerebrales están
muriendo tan jodidamente rápido, sólo breves momentos inconexos, lo hacen en
mi memoria real. Al igual que las fotografías tomadas con una vieja cámara
Polaroid.
Por lo que puedo decir, la mayoría de los clientes en el Paraíso se han ido y
mi despedida de soltero ha asumido más o menos el control del club.
Esta el rostro de Jack, a escasos centímetros del mío, con la boca abierta, la
lengua fuera, gritando, "¡¿Qué ondaaaaaaaaaaaa?!" Están Steven y Matthew,
detrás de la barra, tirándole botellas al otro, haciéndose pasar por Tom Cruise
haciendo el Hippy Hippy Shake12. Está Warren, obteniendo lecciones de striptease
de una bailarina-tratando de girar alrededor del poste y cayendo.
Como si ese chico necesitara otro golpe en la cabeza.
12 The Hippy Hippy Shake" es una canción escrita y grabada por Chan Romero en 1959.
Luego estamos todos nosotros, en el escenario, mi brazo echado sobre los
hombros de Warren mientras cantábamos a viva voz “Making Love out of Nothing
at All” por Air Supply, mientras que Steven, Matthew, y Jack cantan en el fondo.
Cristo Todopoderoso.
Cuando la niebla se despeja, estoy en el bar, mi mejilla apoyada
descuidadamente en mi mano. Sentada a mi lado se encuentra la stripper de pelo
oscuro que me montó al escenario. Sé que debería saber su nombre, pero no puedo
recordarlo. Ella está hablando animadamente: sus manos se mueven tan rápido
como su boca. Sólo oigo cada tres palabras o menos.
Miro a la botella que está en la barra junto a mí. Esta tres cuartos vacía. Me
encojo de hombros, llevo la botella a los labios y sólo manejo tomar una copa. Un
poco del líquido rojo gotea por mi barbilla y empapa mi camisa. Esto es
vergonzoso, nunca he sido un borracho descuidado.
—… así que, estás de acuerdo con eso, ¿verdad, Drew?
El escuchar mi nombre llama mi atención, y me dirijo hacia el sonido. Como
un perro.
—¿Eh?
Ella sonríe.
—No suelo hacer esto, pero ustedes son un montón de diversión.
Estoy de acuerdo.
—Sips….. sssomoss nosoros. Somos el GT13… sí….
Con una sonrisa compasiva, ella salta de su taburete.
—Tómalo con calma con esa cosa, guapo.
Trato de levantar los dos pulgares, el signo universal de Está todo bien, pero
mis dedos no cooperan. Me levanto todos los diez en su lugar.
Ella se ríe, me da los cinco, y se aleja. Me siento por un momento. Luego,
porque soy el puto genio, decido que quiero jugar a los dardos. Me arrastro fuera
del taburete de la barra en busca de un juego.
Esto no va a terminar bien.
***
Algún tiempo después, podrían ser tres horas o treinta minutos, me doy
cuenta de que estoy sentado en una silla, en una de las mesas de póker del fondo.
Cinco cartas en la mano y una pila de fichas a mi lado.
No puedo sentir mi cara y por un momento, me temo que podría haber caído
en la mierda. Bofeteo mis mejillas.
Aún allí. Impresionante.
Emma es una ávida lectora. Antes de que nacieran sus hijos, era conocida
por consumir libros enteros en un solo día. Escribir siempre ha sido una pasión
constante y con la publicación de su primera novela, la capacidad de decir que
ahora es un autor no es nada menos que un sueño hecho realidad.
Serie Tangled:
Tangled
Twisted
Tamed
Tied
—Otro Cosmo, por favor.
Son más de las tres de la mañana, pero mirando alrededor del bar, nunca
pensarías eso. Un imitador de Elvis canta a todo pulmón los grandes éxitos del Rey
en la esquina, ahogando el sonido cuando ganan las máquinas tragaperras del
casino de enfrente. Las parejas vienen y van tomados de la mano, mientras un
grupo de entonadas cuarentonas se ríen en una cabina junto a la pared.
Y mi nuevo conocido –al cual llamo Harry- ronca con la cabeza en la barra
junto a mí. Harry no es muy hablador, pero es un gran oyente.
Le he contado todo lo que hemos hecho está noche, lo divertido que lo pase
con las chicas, la justa cantidad de locura para que sea memorable.
Le dije cómo, ahora que las parejas están por su cuenta, me siento... sola. Le
hablé de mis grandes esperanzas para este fin de semana... los buenos
sentimientos. Un nuevo corte de pelo, un nuevo vestido y unos tacones altos
asesinos. No estoy obsesionada con el matrimonio o lo que sea, estoy a favor de un
buen momento como cualquier otra chica de veintisiete años.
Pero había pensado que este fin de semana podría conducir a algo... a
alguien... más.
Que será, será14, no es la primera vez que me he equivocado, no será la
última.
Cuando el camarero pone mi tercera copa frente a mí, una suave voz llega de
mi izquierda.
—¿Un Cosmo? No me digas que eres una discípula de Carrie Bradshaw.
Siempre pensé que era una quejica.
Giro la cabeza y me encuentro con la mirada azul brillante de Jack O'Shay.
En los últimos años, desde que Drew Evans abandonó su título de “playboy
del año”, Jack ha estado demasiado feliz de llenar ese papel. Él tiene una
reputación en la oficina, tanto por sus inteligentes habilidades en la banca de
inversión, así como sus salvajes habilidades en el dormitorio. Y a diferencia de mi
jefe, Jack no tiene reglas. Nada está fuera de límites. Nadie.
Su corto pelo cobre se ve más oscuro en la poca luz del bar. Tiene una
mandíbula fuerte con la cantidad justa de rastrojo, una nariz recta y labios carnosos
que parecen estar constantemente al borde de una sonrisa.
14 Español original.
Bebiendo la bebida en cuestión, le respondo: —Me gustan los Cosmos antes
de que estuvieran de moda.
Sus ojos deambulan sobre mí, de la cabeza a los pies en una inconsciente
pero meticulosa lectura.
—Aliviado de escucharlo.
—Estoy sorprendida de verte aquí. —Comento—. Pensé que seguramente
alguna mujer te tendría en sus garras para la noche.
Se encoge de hombros con indiferencia.
—Hubo ofertas, pero nadie llamó mi interés. —Una vez más sus ojos viajan
por mi cuerpo y un rayo de emoción se dispara a través de mí.
No soy una mojigata, pero soy lo que llamarían una “chica buena”. Nada de
sexo antes de la tercera cita, y sólo con hombres que eran prospectos casaderos.
Material de Novio. He tenido sexo agradable, sexo torpe, sexo malo, sexo dulce y
amoroso, sexo sucio -pero nunca he tenido sexo sólo en nombre del sexo en sí.
Por la diversión de hacerlo. El placer.
Y nunca con alguien que probablemente sabe más de mi cuerpo que yo.
Como si pudiese leer mis pensamientos, la esquina de la boca de Jack se
eleva en una sonrisa.
—¿Y tú, Erin? ¿Fue la búsqueda del Sr. Maravilloso un fracaso?
Sacudo la cabeza con desaliento.
—Fracaso épico. No sé lo que me pasa.
La frente de Jack se surca con desaprobación.
—Tómalo de alguien que te ha observado por años, no hay nada malo
contigo.
Sus palabras impregnan mis miembros con una calidez extrañamente
satisfactoria. Y emoción. Entonces de nuevo... tal vez es sólo por los tres Cosmos.
—Es fácil para ti decirlo —replico—. Tú no eres quien tiene que aparecer sin
novio en la fiesta de Navidad de mis padres. Una vez más. Y enfrentar las
expresiones de compasión de mi madre y cinco hermanas.
Jack se ahoga con su bebida.
—¿Tus padres tuvieron seis hijas? No tenían ninguna afición, ¿verdad?
Me río, porque no está demasiado lejos de la marca.
—Mi padre dirige una empresa de distribución. Los primeros años, conducía
un camión por sí mismo. De acuerdo con mi hermana mayor, cuando llegaba a casa
de un viaje, mis padres estaban tan emocionados de verse entre sí, que apenas
salían de su habitación las primeras doce horas. Entonces... cuando era hora de que
papá saliera a la carretera de nuevo, mi madre descubría que estaba embarazada.
Jack se ríe.
—¿Todas chicas?
Tomo un sorbo de mi Cosmo con un movimiento de cabeza.
—Y todas casadas. Excepto yo, la más joven —Suspiro de nuevo, sintiendo
lástima—. Todas ellas tienen carreras y familias... entonces estoy yo. Una
secretaria.
Jack levanta la mano.
—Detén esta fiesta de compasión ahí mismo. Eres mucho más que una
jodida secretaria. Eres la mano derecha de Drew Evans. Un activo de gran valor. Le
ofrecí boletos de la temporada completa de los yanquis por ti, al nivel del campo.
Me rechazó así. —Chasquea los dedos—. Si tu madre o hermanas cuestionan tu
valor, diles que me llamen.
Sonrío, apreciando la oferta. Consumimos nuestras bebidas en un cómodo
silencio por unos momentos. Harry murmura en su sueño sobre ponis de carreras y
galletas.
—Tal vez estoy buscando el amor en los lugares equivocados. ¿Dónde hay un
buen lugar para conocer chicos? —Le pregunto al experto.
—¿Has probado los sitios de citas en línea? —pregunta Jack—. He recurrido
a ellos.
Sostengo mi mano en alto ante la horrenda sugerencia.
—He estado allí, he hecho eso, tres veces, nunca más. Cita número uno tenía
un fetiche con los pies y se pasó la mitad de nuestra cena dejando caer su servilleta
para poder mirar mis pies debajo de la mesa.
Jack se ríe.
—Cita número dos —continuo—, dijo esta preciosa línea, tan pronto como yo
abrí la puerta: “¿Son falsas tus tetas? Porque si no lo son, son magníficas.”
Los ojos de Jack caen sin disculparse a mi pecho.
—Bueno, él tenía razón en la parte magnífica... pero puedo ver por qué eso
sería desagradable para una línea de apertura. ¿Qué pasa con la cita número tres?
—Oh, ¡esa cita fue perfecta! Era guapo, educado, interesante. Realmente me
gustó... hasta que fue detenido una semana después por asesinato. Resulta que era
un asesino a sueldo de la mafia.
Jack se estremece.
—Jesucristo.
—Sip. Lo tomé como una señal de que los sitios web de citas no son para mí.
—Inteligente elección.
Nos reímos juntos por mi terrible historia de citas. Entonces salto de mi
taburete de la barra.
—Bueno voy…
Y casi caigo de bruces.
Pero Jack me atrapa. Sus brazos son fuertes, confortablemente sólidos
mientras me sostiene. Sus manos son grandes y cálidas -tan calientes- donde
agarran mis antebrazos suavemente.
—Con cuidado...
Su voz es suave, pero profunda –calmada, confiada y espléndidamente
masculino. Huelo whisky añejo y dulce en su aliento, y mi boca se hace agua por
probarlo.
Nuestros ojos se encuentran por un minuto. Y esa emoción eléctrica una vez
más me atraviesa, haciendo que mi corazón se acelere y mi respiración falle. Y por
primera vez, empujo a un lado todos los pensamientos de mañana o el futuro.
Quiero centrarme en los ahora -esta noche- y todas las cosas maravillosas que Jack
O'Shay me hace sentir. Todas las cosas que él podría hacer que sienta.
Justo como la canción de Lady Gaga, Edge of Glory, siento como que estoy
en la cúspide de algo increíble. Nuevo. Y extraordinariamente, eróticamente...
inolvidable.
Me aclaro la garganta y me enderezo sobre mis pies.
—Buena atrapada. Gracias, Jack.
Su mirada es intensa.
—En cualquier momento.
Señalo con mi pulgar la puerta.
—Creo que voy a terminar la noche, me dirijo de nuevo a la villa.
Jack sonríe con picardía y mis entrañas se vuelven líquido. Mis bragas se
derriten. Nunca he conocido la encarnación física de esa palabra antes -hasta
ahora.
Jack O'Shay es Derrite-Bragas, con una 'D' mayúscula.
—Esperaba que dijeras eso. —Él deja caer varios billetes sobre la barra—. Te
acompaño de regreso a tu habitación.
Una sonrisa confiada honra mis labios y es muy gratificante observar que el
aliento de Jack queda atrapado ante la vista.
Mi voz es segura y sensual.
—Divertido... esperaba que dijeras eso también.
—¿Y lo realmente aterrador?
¿Si Kate y yo fallecemos en una colisión? Este idiota es el tercero en línea
para criar a mi hijo. Olvídense del calentamiento global, esté es el pensamiento
que me quita el sueño.
-Drew Evans, Tied
Cuando te conviertes en un adulto hay ciertas realidades que tienes que
enfrentar. El dinero no crece en los árboles, conducir un coche realmente no es tan
emocionante, y no hay servicio de lavandería que haga que la ropa limpia aparezca
mágicamente en tu armario. Luego está la realidad más dura de todas: no eres
inmortal. Un día te vas a morir.
Así es la vida —nadie consigue salir vivo.
Si eres un adulto responsable, dejas hechos los arreglos para que cuando
Dios decida tirar de tu enchufe, las cosas sean más llevaderas para los seres
queridos que dejas atrás. Esto es especialmente cierto si eres padre.
Número uno en la lista de éxitos para los padres: Seguro de vida. Los niños
son caros y no pueden vivir de amor. Si mueres y dejas atrás a un menor de edad,
alguien va a tener que hacerse cargo de ellos -y van a necesitar una mierda de
dinero en efectivo. La ironía es bastante perra, así que no hay manera más rápida
de conseguir ser golpeado con una rara enfermedad terminal que ser el idiota que
dice: “Soy joven, estoy sano, nada va a pasarme.”
No seas ese tipo.
Después de un seguro de vida, lo siguiente es: El testamento.
Sí, necesitas uno. Incluso si eres jodidamente-pobre, alguien tiene que
quedarse a cargo de la poca mierda que posees. Si no eres pobre —entonces
realmente necesitas uno. Un documento legal correctamente escrito puede hacer la
diferencia entre la exención de impuestos y cortar al Tío Sam de hasta un cuarenta
por ciento. Soy un fan del capitalismo, pero incluso yo creo que cobrarle a alguien
por morir es bastante jodido.
De todos modos, poco después del nacimiento de James, Kate y yo
redactamos nuestros testamentos juntos. Tengo dos abogados en mi familia así que
para nosotros, no era complicado. Si yo muero primero, ella tiene todo. Si Kate...
bueno... entiendes el punto. Si los dos lo golpeamos al mismo tiempo, todo queda
en manos de James.
Suena bastante sencillo, ¿verdad? Resulta que algunas partes son más
sencillas que otras.
***
Barajo los papeles en una pila ordenada y los coloco entre nosotros.
Fingiendo indiferencia, me inclino hacia atrás, lejos de la mesa de
conferencias.
—Lo único que queda por hacer es elegir un tutor para James.
Mis palabras se encuentran con un pesado silencio. Kate se inclina hacia
atrás también, su sonrisa serena pero sus ojos agudos.
Lista para la batalla.
—Bueno, eso debería ser fácil.
Debería serlo —pero no lo será.
Porque cuando se trata de situaciones como esta —cada padre quiere que su
hijo sea criado por su familia.
Su lado.
Y el compromiso no es una opción. Al igual que en Highlander, sólo puede
haber uno.
—Por supuesto. —Comento—. Sólo hay una opción aceptable.
Kate se levanta.
—Obviamente.
Yo también me levanto.
—Así que estamos de acuerdo, ¿entonces?
—Parece que sí.
Mantenemos contacto —ninguno de los dos parpadea— como dos
espadachines expertos, esperando que el otro haga su movimiento.
Hasta que Kate arrebata los papeles de la mesa de conferencias.
—Genial. Entonces voy a llenar los nombres y pasarlos ante el notario. —
Enérgicamente, se dirige hacia la puerta.
Examen de sociología —cuando se es rescatado de un naufragio— ¿En qué
momento reportan las víctimas sentirse más aterrorizadas? Eso sería antes de que
sean sacadas fuera del agua. Cuando el escape está tan cerca que pueden saborearlo
—y todo lo que tienen que hacer es esperar su turno.
La razón detrás de esto es simple: con la salvación tan cerca, es mucho más
horrible perder.
Juego con Kate. Dejando que piense que me ha sobrepasado, hasta que
alcanza el pomo de la puerta.
—Sólo por mierdas y risitas... —Propongo: —¿Por qué no escribes a quien
elegiste, y yo hago lo mismo? Entonces compartimos.
De espaldas a mí, hace una pausa, digiriendo mi sugerencia. Y tomo un
momento para admirar los hermosos contornos de su culo bajo su suave falda lápiz
burdeos.
Todavía jodidamente hermosa.
Kate se da la vuelta, con una expresión neutral.
—¿Cómo un juego? ¿Para mostrar que tan en sintonía están nuestros
pensamientos?
Sonrío.
—Exactamente.
Por ahora, Kate y yo podemos leer prácticamente la mente del otro. Por lo
cual se precisamente -que ella sabe- qué no vamos a escribir los mismos nombres.
Arranco un pedazo de papel del bloc amarillo delante de mí, y se lo entrego
con un bolígrafo. Entonces, cojo un bolígrafo y anoto mi elección. Doblamos
nuestras tiras de papel y las colocamos sobre la mesa. Deslizo la mía hacia Kate,
manteniendo el dedo en la parte superior.
Justo como un intercambio de rehenes, nos aferramos a nuestros papeles
rápidamente. Kate sonríe mientras yo abro el de ella y bajo la vista. Al mismo
tiempo, leo lo que ha escrito.
—¡Has perdido tu jodida cabeza!
—¡Lo sabía! —grita ella, señalándome con el papel en la mano.
—¿Cómo puedes pensar que Delores Warren sería un tutor adecuado para
mi hijo?
Ella frunce los labios, eligiendo cuidadosamente sus palabras.
—Amo a tu hermana, sabes que lo hago.
Obviamente no la ama mucho, si está dispuesta a escoger la-diablesa sobre
mi propia carne y sangre.
Sacudo mi mano.
—Sí, si continua.
Kate se cruza de brazos.
—Es una matona. No me gusta la forma en que trata a Steven, ese no es el
ejemplo que quiero para James.
Me río. Debido a que su lógica es malditamente absurda.
—Alexandra no es una matona, es una mujer fuerte e independiente. Delores
es una matona. Y jodida loca a la cual le falta una tuerca debo añadir. Matthew está
claramente aterrorizado de ella.
Kate resopla.
—¡Eso es ridículo! Delores y Matthew son iguales, el ying-yang del otro. Se
complementan entre sí. Lo cual no es el caso de tu hermana.
Ella no se mueve un centímetro, pero puedo verla mentalmente enterrar sus
talones.
—No seas terca acerca de esto, Kate.
—No estoy siendo terca, estoy declarando mi opinión y respaldando esa
opinión con hechos.
—Steven escoge sus batallas. Él sabe cómo manejar a mi hermana, siempre
lo ha sabido.
Su voz se eleva, despojada del barniz de civismo, dejando con el culo al aire
la verdad desnuda.
—No quiero que James crezca en una casa donde alguien tiene que ser
“manejado”, quiero que sea criado como yo crecí. Delores se asegurará de que eso
suceda. Sin todos los fondos fiduciarios, el dinero viejo, la mierda de la alta
sociedad de Nueva York.
Mi voz se levanta un poco también.
—Noticia de última hora, él es mí hijo. ¡El fondo fiduciario, el dinero viejo, la
mierda de la alta sociedad de Nueva York viene con el nombre!
Por un golpe de gran sincronización, Steven pasa por delante de la puerta
abierta de la sala de conferencias. Intentando un enfoque diferente, lo llamo:
—Oye Steven, ¿Quién recibe los niños si mi hermana y tu mueren?
Él no pierde el ritmo.
—Tú y Kate.
—Gracias. —Steven sigue y yo extiendo mi brazo hacia su forma en
retirada—. Quid pro quo Clarice —le digo a Kate—. Quid pro quo.
Obviamente Kate nunca ha visto el Silencio de los Inocentes.
—¡No voy a dejar a nuestro hijo con tu hermana para devolver el favor,
Drew!
Ella toma un respiro para continuar pero la interrumpo, jugando mi carta
ganadora.
—La conclusión es Alexandra es sangre. Matthew y Dee son nuestros amigos,
como familia, pero no lo son. Es un hecho probado que el mejor tutor para
cualquier niño, es un pariente de sangre.
Kate empieza a contrarrestar de nuevo, pero levanto mi mano.
—No pierdas tu respiración, Kate. No hay regreso a esa declaración. Yo gano,
fin.
Sus ojos se estrechan peligrosamente. Ella se pasea, como una leona en una
jaula en busca de un eslabón débil. La observo... y consigo una erección.
De hecho, podría haber algo mal en mí.
Después de un momento, Kate se detiene frente a mí.
—Está bien, te voy a dar eso. Tenemos la lista de tutor primario y
secundario. Así que... estoy de acuerdo con que Alexandra y Steven sean el
guardián principal, con Delores y Matthew como respaldo.
La terquedad de Kate es legendaria. La mayoría del tiempo, tendría una
mejor oportunidad haciendo que una montaña de mierda se moviera, a conseguir
que ella cambie de opinión. Que ceda tan temprano en el argumento es inusual, y
estoy inmediatamente sospechando.
—Está bien... —Asiento con cautela.
—Si... —Levanta un dedo—. Aceptas que Billy sea el respaldo de Dee y
Matthew.
Las palabras cuelgan en el aire durante varios segundos. Ninguno de
nosotros habla. Ninguno de los dos se mueve.
Entonces pregunto: —¿Billy quién?
Porque ella no puede decir... no hay manera de que esté sugiriendo...
Rueda los ojos sutilmente, la exasperada inclinación de su cabeza me dice
que totalmente lo haría.
Prácticamente me trago mi lengua.
—¿Estás jodidamente delirante?¿Tiene un tumor cerebral?¡Porque no puedo
pensar en ninguna otra razón por la que contemples por un solo segundo que yo
dejaría que mi hijo sea criado por tu ex-novio!
—Billy no es sólo un ex novio, es parte de la familia. Él es...
—¡Es un maldito idiota! ¡Y eso es ser amable!
Ella suspira.
—Si dejarás de gritar durante dos segundos yo...
—No estoy gritando, ¡maldición! —Yo... bueno... grito.
Kate golpea su palma sobre la mesa, y sus palabras salen apresuradas pero
firmes.
—Nosotros seis siempre estamos juntos, trabajamos juntos, salimos a cenar
juntos. Y vivimos en la ciudad de Nueva York, si hay un ataque terrorista, una
horrible catástrofe masiva, Billy es la única persona fuera del estado en quien
confío para cuidar de James. Sin él, James podría terminar en hogares de acogida.
Kate y yo gobernamos el juego de padres temprano. Ellos están entrados en
años, por lo que hay una posibilidad muy real de que estiren la pata antes de que
James llegue a los dieciocho. Lo que traería aún más inestabilidad en su vida.
Ninguno de nosotros quería eso.
Pero esto...
—¡Prefiero rodar los dados con los hogares de acogida! Billy Warren apenas
puede cuidar de sí mismo, ¿o se te olvida cuando nos detuvimos en su lugar en Los
Ángeles el año pasado y lo encontramos saltando en el sofá con unas tijeras en la
mano, y una maldita piruleta en la boca?
No estoy exagerando. Estaba intentando desenroscar una lámpara en el
techo con unas malditas tijeras.
—¡Estaba arreglando algo! —replica Kate.
—¡Eso no lo hace mejor!
Kate toma un gran respiro. Y su voz se vuelve irremediablemente helada.
—Mira, Drew, no se trata de ti o tu aversión a Billy. Se trata de James, y lo
qué es mejor para él, lo que me dará paz mental, a pesar de lo poco probable de la
posibilidad. Esta es mi última oferta.
Apoyo mis manos sobre la mesa, inclinándome hacia ella, nariz contra nariz.
Mi voz amenazadoramente calmada.
—Y yo te digo que la respuesta es no.
Ella se endereza, sus ojos brillando con furia frustrada.
—Entonces supongo que no estamos nombrando a un tutor.
Veo su mirada, y levanto mi mandíbula apretada.
—Supongo joder, que no lo estamos haciendo.
—Entonces no vamos a estar viajando juntos tampoco. Vamos a tener que
reservar vuelos separados para asegurarnos de que alguien sobreviva para cuidar
de nuestro hijo. —espeta Kate.
—Parece que sí. —Gruño... en realidad no pensando en ello.
Kate me señala.
—¡No más club millas de altura para ti!
Es un golpe bajo. Pero no vacilo. Le grito: —¡Ese es el precio que estoy
dispuesto a pagar!
—¡Culo egoísta!
—¡Bruja irrazonable!
Bruja. Le dije bruja, no perra.
Aunque... en este caso este último encajaría tan bien.
Antes de que Kate pueda chillar de nuevo, el sonido de mi padre aclarando
su garganta, desde donde permanece en la puerta abierta de la sala de conferencias
atrapa nuestra atención.
—Ejem...
Frunce el ceño con desaprobación.
—Me doy cuenta de que ustedes dos tienen dificultad para recordar que esté
es un lugar de negocios... pero lo es. Bajen la voces hijos, o no les gustarán las
consecuencias.
Él baja la mirada al perfecto paquete que se retuerce en sus brazos y su ceño
se derrite.
—Además, mi nieto tiene hambre y está empezando a darse cuenta de que no
va a conseguir leche de mi dedo.
Kate camina hacia mi papá.
—Gracias, John, me lo llevaré. He terminado aquí.
—Esta discusión no ha jodidamente acabado. —Gruño, manteniendo mi
volumen abajo.
Kate levanta una exasperante ceja en mi dirección.
—¿No?
Ella toma a James y sale de la habitación.
***
Después de la salida de Kate, recojo la pila de papeles y las tiro en la mesa —
dispersándolos por toda la habitación.
—¡Maldita sea!
Sin inmutarse, mi padre pasea en la habitación y toma asiento.
—¿Problemas en el paraíso?
Me dejo caer en la silla de al lado y me froto los ojos.
—No es problema, exactamente... más bien... una tormenta. Pasará, pero,
ella es tan jodidamente frustrante. Si me convierto en un alcohólico, no dudes en
culpar a Kate.
Mi padre recupera una página del testamento del suelo. La comprensión
ilumina su rostro cuando lee el documento. Entonces se ríe de mí.
—Bueno, esto explica los gritos. Cuando tu madre y yo tuvimos que decidir
sobre un tutor para Alexandra y para ti, no nos hablamos durante una semana.
Es gratificante saber que no estoy solo. La miseria hace una cariñosa
compañía.
—¿Qué hizo que pelearan? —Pregunto—. ¿A quién habían elegido?
Mis abuelos fallecieron años antes de que yo naciera. Mi madre era hija
única, mi padre tenía una hermana que murió cuando él estaba en la universidad —
uno pensaría que con tan pocas opciones su elección hubiera sido fácil.
Pero como he dicho, ¿este tipo de situación? Nunca es fácil.
Mi padre se inclina hacia atrás en la silla y mira al techo. Una pequeña
sonrisa tira en sus labios y sus ojos azules se entrecierran con el recuerdo.
—Yo quería que se quedaran con Frank y Estelle. Tu madre, sin embargo,
consideró que Frank era demasiado duro y prefirió a George y Janey. —Sacude la
cabeza.
—Tuvimos tal riña, que terminamos diciendo mil cosas que ninguno de
nosotros quería decir.
Me inclino hacia él, con ganas de aprender de su experiencia.
—¿Qué fue lo que finalmente decidieron?
—Les dejamos a los cuatro de ellos.
—¿Los cuatro de ellos?
Él asiente con la cabeza.
—Nosotros imaginamos que ellos compartirían la custodia la mitad del año
en una casa, la mitad en otra, lo mejor de ambos mundos. Era o bien escoger a los
cuatro, o a ninguno de ellos. Tu madre y yo sabíamos que los amaban tanto como
para hacer funcionar ese arreglo.
Desafortunadamente esa estrategia no va a funcionar para mí. Mi viejo tuvo
suerte —mi madre no tiene ningún idiota esqueleto que se negara a permanecer en
el armario.
Él ve la mirada abatida en mi cara, porque me llama la atención.
—Las relaciones son sobre compromiso, Drew.
—Ya lo sé. —murmuro.
—Y en los mejores compromisos, todo el mundo recibe un poco de lo que
quiere y acepta un poco de lo que no quiere. Nadie camina lejos de la mesa
completamente feliz.
Sé eso también.
La clase continúa.
—La pregunta que te tienes que hacer hijo, es ¿quieres ganar o quieres una
casa pacifica?
Me froto la parte de atrás de mi cuello.
—Quiero ambos.
Su profunda risa llena la habitación.
—Por supuesto que sí, pero hay momentos en los que no se puede tener
ambas cosas. Prioridades, Andrew. —Se levanta y agarra mi hombro—. Eres
bienvenido al dormitorio de invitados en caso de que lo necesites, en mi
experiencia es mucho más cómodo que un sofá.
Resoplo.
—¡Qué generoso de tu parte! Gracias, papá.
Golpea mi hombro cariñosamente, luego sale de la sala de conferencias,
dejándome contemplando mi próximo curso de acción.
Uno que espero que no me deje durmiendo en el maldito sofá.
***
Una hora más tarde, camino a la oficina de Kate sin llamar. Está trabajando
en su escritorio, nuestro hijo profundamente dormido en ese artefacto Pack & Play
colocado detrás de ella.
Pienso en ello como una jaula portátil.
Me lanza una rápida mirada cuando entro, entonces, vuelve a mirar los
papeles sobre su escritorio haciendo un maldito show para demostrarme que estoy
siendo ignorado.
Pongo el testamente delante de ella y cito el texto revisado.
—Guardianes Primarios, Alexandra y Steven Reinhart. En caso de que
fallezcan cuando el niño sea menor de edad, la tutela pasará a Matthew y Delores
Fisher. En caso de que caduquen o fallezcan junto con los tutores principales, la
custodia será asumida por... William P. Warren.
No levanta la cabeza, pero veo las comisuras de su boca levantarse unas
pulgadas hacia arriba. Por fin, Kate me mira.
—¿P? Billy no tiene un segundo nombre.
Sonrío.
—P es para Pendejo, lo considere apropiado dadas las circunstancias.
Se ríe y niega con la cabeza hacia mí.
—¿Qué te hizo cambiar de opinión?
Camino alrededor de su escritorio, jalando su silla con ruedas, pegando mis
manos en los brazos.
—Prioridades, Kate. Yo... quiero que seas feliz más de lo que quiero ganar.
Para ser honesto, fue una jodida llamada cerrada, pero Kate finalmente llegó
a la cima.
Me gusta cuando está encima.
Sus palmas se deslizan por mi pecho. Ella se levanta para darme un beso
rápido, con sabor a fresa.
—Esto me hace feliz, Drew. Gracias por ser razonable. Ahora que el
testamento está hecho, espero que no tengamos que pensar o hablar de ello de
nuevo.
Le doy un tirón a su mano y la jalo de la silla. Sus brazos se envuelven
alrededor de mi cuello y su cuerpo se moldea al mío.
—De acuerdo. No más hablar de testamentos o tutores o morir. Tú y yo
tenemos demasiada vida que hacer.