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La Carta Robada LACAN FREUD
La Carta Robada LACAN FREUD
(Texto
completo)
RODOLFO ARIZA·LUNES, 4 DE SEPTIEMBRE DE 2017·
Es interesante mencionar que este es el primer texto que aparece en los Escritos y
este orden no responde a una cuestión cronológica, sino que poner el “Seminario de
la carta robada” en primer lugar responde justamente a lo que allí está escrito y que
tiene que ver con lo más importante y fundamental del psicoanálisis, se trata de los
principios sin los cuales no podría hablarse de esta práctica y es por eso que se gana
el primer lugar en esta publicación. Algo así como que hay que entender bien lo que
allí se dice para después poder seguir avanzando en los distintos temas que tratan los
Escritos y que van a estar siempre basados y fundamentados en lo que ese primer
texto sentó como los pilares que van a sostener todo el edificio teórico que uno
quiera construir sobre ellos.
En este sentido, este texto nos sirve como brújula a la cual podemos siempre recurrir
para volver a tener claro nuestro rumbo, ya que si perdemos de vista sus principios
nos estaríamos alejando de ejercer el psicoanálisis.
1) Lo simbólico y lo imaginario.
Es fácil imaginar que tiene la carta a mano para usarla en caso de necesitarla y por
eso no puede estar en algún lugar alejado o de difícil acceso, pero entonces ¿dónde
diablos está esa condenada carta?
La respuesta la da Dupin, el detective, que con una simple visita de unos pocos
minutos encuentra la carta y, en una segunda visita, con una simple estrategia la roba
y pone otra en su lugar para engañar al ministro.
¿Qué fue lo que ocurrió con la pesquisa de la policía? ¿Qué fue lo que hizo Dupin?
¿Qué tiene que ver todo esto con el psicoanálisis?
En primer lugar hay que decir que la carta está ahí, en algún lugar, se sabe quién la
tiene y dónde debe tenerla, pero por más que los ojos más expertos la buscan no
pueden hallar eso que saben que tiene que estar ahí. No nos arriesgamos mucho si
pensamos que hay algo de una verdad en juego que no se exhibe tan abiertamente
para cualquiera que la busque, sino que hay que saber qué se está buscando para
poder encontrarlo. Esto parece una pavada, algo demasiado obvio, tanto que no
habría necesidad de mencionarlo ya que de otra manera caeríamos en la pavada de
esas películas donde van a buscar algo y uno pregunta qué están buscando y otro le
responde alguna frase estúpida tal como: “Lo sabremos cuando lo encontremos”.
No, no se trata de eso, pero en cierta ignorancia o ceguera cae la policía cuando
busca esa carta, ellos no tienen la más mínima idea de cómo es aquello que están
buscando y, obviamente, no lo encuentran. Es decir, claramente la carta está ahí,
ellos lo saben perfectamente por todo lo antedicho y también lo demostrará después
el hecho de que Dupin la encuentra en ese mismo lugar que la policía revisó con
todas las técnicas, experiencia y conocimientos necesarios para hacer ese trabajo.
Pero ellos no la encuentran hasta el punto de estar desesperados y buscar la ayuda de
Dupin.
Ocurre que no pueden encontrarla justamente porque piensan y actúan como policías
y esto es algo que Lacan menciona más de una vez al decir que mientras más
piensen como policías menos posibilidades tienen de encontrarla; estos policías
tienen su procedimiento, sus técnicas y sus métodos y los utilizan todos sin salirse
de esas reglas, pero lo que ellos no saben y el ministro comprende perfectamente es
que esas reglas no les permiten realizar efectivamente su trabajo sino que lo
restringen hasta el punto de impedir que logren lo que ansían.
Lo que pasa con la policía es que ellos buscan esa carta en, como dice Lacan, lo real.
Ante esto quiero hacer una aclaración ya que si bien Lacan todo el tiempo se refiere
a lo real en este texto, no se está refiriendo al registro de lo Real (las mayúsculas le
dan mayor relevancia y aumentan la diferencia), sino que está hablando de lo que
está frente a nosotros y uno puede captar con los sentidos, como si dijera que frente
a mí, en lo real, hay una computadora, una mesa, etcétera. Al referirse a estas cosas
Lacan está haciendo mención a las cosas que todos podemos ver, pensar e imaginar
y por eso buscan la carta en los lugares clásicos donde se puede esconder algo tan
importante y registran cada posible escondite que puedan idear o que hayan
descubierto en su experiencia policial.
Este mundo real y concreto en el cual se mueve la policía, este mundo compartido
con todos los demás es una muestra del registro Imaginario en el cual el Yo
constituye la ficción de unidad, donde se genera la falsa sensación de comprensión
entre las personas, donde existe la ilusión de que todos compartimos la misma
realidad porque la realidad es una sola para todos, etc.
El ministro está perfectamente enterado de todo esto y por eso actúa saliendo de ese
marco que limita a la policía y hace que la carta parezca invisible.
Si la carta del cuento estaba escondida a simple vista, los significantes se encuentran
escondidos “a simple escucha” y solo los podrá descubrir alguien que, como Dupin,
sabe lo que está buscando.
Hay una anécdota en la cual Lacan está hablando con lingüistas y les explica el valor
de la metonimia y la metáfora en el discurso de los pacientes y uno de los oyentes le
responde que esas cosas solo sirven para la poesía, a lo cual Lacan le responde:
“Entonces yo soy un poeta”.
No es difícil comprender entonces por qué al ministro, que escapa de esa limitación
que tiene la policía y crea un marco simbólico distinto, Lacan lo llama: “un poeta” y
a Dupin, que derrota al poeta, lo llama: “un superpoeta”.
Al saber esto, el ministro sabe que poner la carta a simple vista es la mejor forma de
esconder la carta, después de todo la policía no la buscará jamás en algún lugar de
fácil acceso y, además, como no saben qué están buscando solamente se precisa
cambiar los pocos detalles que se conocen de la carta para que nadie sepa que eso
que están mirando es lo que están buscando.
Siguiendo con lo ya dicho, también se puede mencionar la crítica que hace Lacan a
Piaget en el seminario 10, cuando comenta la forma en que se intentaba saber si los
niños aprendían cómo se usa una canilla. Lo que Piaget busca es explicarle a un niño
el funcionamiento del aparato para que luego éste se lo explique a otro y así
sucesivamente, lo cual demostraría que la comunicación adecuada existe y que no se
pierde nada en el transcurso del experimento ya que la información se conserva al
pasar de uno al otro.
Lo que muestra esta experiencia es que si bien el primero de estos chicos puede
repetir los pasos que le fueron enseñados sin problemas no puede transmitirlo al
segundo tan exactamente y esto es algo que incomoda a Piaget. Ocurre que él está
dentro del marco según el cual la comunicación es correcta y adecuada y eso le
impide ver todo lo que está por fuera de ese marco. Igual que la policía. No cabe
duda de que en este error al investigar estos hechos hay una confusión en lo
referente al papel que juegan el significante y el significado, elementos que Piaget
toma de un modo similar al pensado por Ferdinand de Saussure y que Lacan invierte
para explicar su propia concepción de lo que representa el lenguaje.
Lo mismo le pasa cuando se ocupa de las historias, como por ejemplo la de Niobe,
ya que Lacan parece indignarse de que Piaget no se de cuenta del hecho de estar
comentando un mito, el cual se constituye con algo que va mucho más allá del
simple relato como si fuera un cuentito sin importancia ya que esconde gran
cantidad de diversas lecturas que cualquiera puede hacerle. Piaget se queda
capturado por lo imaginario y por eso lo transforma en un “calducho emoliente”,
según la expresión de Lacan y no puede ver lo que se encuentra más allá, su
dimensión simbólica, polifacética, poética, múltiple, enriquecedora y muchos
adjetivos más; Piaget convierte eso tan vasto en una simple historia que parecería
tener una sola forma de ser comprendida (con la idea de comprensión única que
Lacan, y el psicoanálisis, critica) y que, como tal, cualquiera puede escuchar y
memorizar para después transmitírsela a otro como si de una grabación se tratase sin
que se produzca ningún tipo de omisión u error en ese proceso. Como si la frase:
“hablando la gente se entiende” fuera cierta y el juego del “teléfono descompuesto”
fuera una simple diversión que no tendría nada que ver con lo que ocurre en la
realidad cuando dos personas conversan. Claramente esto no es así.
Lo único que Piaget obtiene de esta experimentación es que hay una diferencia
enorme entre las explicaciones acerca de cómo funcionan las cosas y las historias,
los mitos. Esta diferencia le produce una enorme sorpresa, tal vez similar a la del
jefe de policía cuando Dupin le entrega la carta buscada, pero es una diferencia que
está siempre presente y no debería ser ignorada. Por lo menos para un analista. O
para un poeta.
Así podemos decir que Dupin fue un gran detective, un gran poeta y un excelente
psicoanalista.
Todo lo dicho respecto del registro Imaginario no significa que este registro actúe
solamente como obstáculo ya que muchas veces se trabaja desde ahí, pero si este
fuera el registro desde el cual trabajáramos exclusivamente sí sería una forma de no
poder llegar nunca a nada más que una simple comunicación entre dos personas, lo
cual está muy lejos de ser un análisis.
2) Par o impar.
En “La carta robada” se relata la historia de un chico que jugaba un juego llamado
“¿Par o impar?” en el que se esconde cierta cantidad de bolitas en la mano y el otro
tiene que adivinar si hay un número par o impar. Lo curioso es que este chico
siempre ganaba en ese juego y él lo explica diciendo que lee en la cara del rival si
debe cambiar o repetir el resultado de la jugada anterior dependiendo si el rival es
inteligente o tonto, ya que si es tonto pensará que va a modificar su jugada anterior
mientras que si es inteligente será capaz de anticipar esa jugada y entonces deberá
actuar de manera diferente.
Lo que queda claro aún en un primer análisis de esto es que este mecanismo para
ganar al juego no es suficiente, porque se basa solamente en una identificación
imaginaria sin atender a las leyes que regulan el juego. Es por eso que Lacan dice
que Dupin explica mal lo que termina haciendo bien, es decir saber dónde buscar la
carta.
Como primer paso, Lacan propone reducir los términos en los cuales se juega ese
juego a signos y pone como esos signos el + y el -, como representantes de los pares
y los impares sin que tenga la menor importancia cuál representaría a cada uno. Con
esto ya está haciendo un movimiento mediante el cual la referencia directa del signo
con aquello que representa queda rota, porque cualquiera de estos signos puede estar
representando a cualquiera de los resultados y esto no tiene importancia.
Entonces pasamos de jugar con par o impar a trabajar con signos + y –, mismos
resultados que pueden obtenerse tirando un dado y viendo si el número es par o
impar, o también tirando al aire una moneda para ver de qué lado cae. Como se dijo
antes, lo importante son los signos y no a qué hacen referencia, pero al pensar en un
dado o una moneda aparece el azar que hace imposible preveer cuál será el resultado
de hacer varias jugadas y nos dará como resultado una serie de signos que será
totalmente aleatoria porque nadie puede saber qué resultado dará tirar nuevamente el
dado o la moneda.
Por lo tanto podemos presentar una secuencia cualquiera de signos como si
hubiéramos hecho varias tiradas (tiradas de cualquier cosa que se les ocurra que de
solamente dos posibilidades) y hubiéramos obtenido estos resultados:
++-+-+---++--+++----++-+--+--+--+
Hasta acá estamos hablando de lo que podríamos llamar un primer nivel del análisis,
pero luego tenemos que pasar a un segundo nivel, en el cual no existen solamente
dos posibilidades, + y -, sino que aparecen tres. Es que Lacan propone agrupar estos
elementos de a tres signos y estos grupos de tres pueden presentar distintas
características que los diferencian en tres clases distintas.
Antes de explicar las tres clases hay que hacer una pequeña aclaración que, de no
quedar clara, puede llevar a grandes confusiones: no se trata de que los primeros tres
signos forman el primer grupo y el segundo grupo estará formado por los signos que
van del cuarto al sexto porque esto no nos permitiría seguir pensando la serie según
una estructura, sino que el segundo grupo estará formado por los signos que van
desde el segundo hasta el cuarto. De esa manera, según la serie antes inventada, el
primer grupo de tres estará formado por los signos que van del primero al tercero (+
+-) y el segundo grupo tomará del segundo al cuarto (+-+); de forma que ambos
grupos compartirán dos elementos, el segundo y el tercero, pero habrá un elemento y
solo uno que será dejado de lado y no tomado en cuenta a la hora de pasar al grupo
de tres siguiente. Es decir que para armar un nuevo grupo de tres signos hay que
empezar a contar desde el segundo elemento del grupo anterior. Como si dijéramos
que los signos a tener en cuenta fueran las letras del abecedario en lugar de + y –
tendríamos que armar los grupos de a tres poniendo: ABC, BCD, CDE, DEF,
etcétera y no agruparlos según el modelo: ABC, DEF, GHI, lo cual sería un error.
Tabla de referencia.
1º Nivel:
Signos + y –
2º Nivel:
Grupo 2: formado por los tríos (++-), (+--), (--+) y (-++). Disimetría.
Combinaciones:
3º Nivel:
α: S-S (1-1 y 3-3), solo puede ser seguida por “α” o “β”.
β: S-D (1-2 y 3-2), solo puede ser seguida por “γ” o “δ”
δ: D-S (2-1 y 2-3), solo puede ser seguida por “α” o “β”.
No importa que todavía no esté claro a qué se refieren algunas cosas de esta tabla,
eso se va a explicar y estas referencias nos van a servir para no tener que empezar
desde el principio cada vez.
++-
Siendo que después tengo que agregar un + y pasa a ser (+-+), un 3, voy a escribir:
+(+-+)
23
++-+-+---++--+++----++-+--+--+--+
2333321222222122112223322322322
Y, aún cuando al principio esto no nos resulte muy distinto, se pueden empezar a
establecer ciertas cuestiones que nunca se hubieran podido decir cuando se trabaja
con solo dos términos. Ocurre que no puede darse que luego de cualquier número
venga otro cualquiera, ya hay algo de una ley que empieza a funcionar a diferencia
de lo que ocurría con los dos signos con respecto a los cuales no había ninguna ley
que nos permitiera saber qué signo podía aparecer o cual era imposible que
apareciera.
Veámoslo de a poco para que quede lo más claro posible, empecemos con el 1.
Tomemos un grupo de tres elementos que sea calificado con el 1, por ejemplo:
+++
para pasar a un segundo grupo habría que agregarle un nuevo elemento, pero acá ya
empiezan las determinaciones, ya que solamente hay dos elementos que podríamos
agregar (el + y el -) mientras que los grupos posibles son tres (1, 2 y 3) de manera
que ya nos encontramos con una ley que dice que luego de un grupo llamado 1
puede venir otro grupo que responda a dos números, pero el tercero será imposible.
No todo puede ser dicho.
+++ (+)
+++ (-)
El en primer caso se continúa con los mismos tres signos y vuelve a aparecer el 1,
mientras que en el segundo se produce un grupo llamado 2, como nos lo indica la
tabla de referencia al mostrarnos en el segundo nivel que 1-1 y 1-2 son posibles
mientras que 1-3 es imposible. Lo que esto nos está diciendo que es imposible que
luego de un 1 aparezca un 3.
Esto es algo muy lógico ya que ambos grupos comparten dos elementos, el segundo
y el tercero, y mientras los grupos 1 exigen que todos sus elementos sean iguales el
grupo 3 exige que el primer elemento y el segundo sean diferentes, de manera que
para formar un grupo 1 el segundo y el tercero deberían ser iguales mientras que
para formar un grupo 3 deberían ser distintos y es imposible que ambas situaciones
diferentes se den con los mismos elementos.
Por el mismo motivo tampoco puede producirse una serie en la que a un 3 le siga un
1, pero sí puede ocurrir que le siga un 2 o un 3.
se comprueba que esto tampoco es tan libre ya que depende del número de grupos 2
que hayan aparecido, siendo que si hay una cantidad par de números 2 luego el 3
será imposible, pero si hay una cantidad impar de grupos 2, entonces es el 1 el que
no podrá aparecer:
222 2 (4 números 2)
222 2 (4 números 2)
222 22 (5 números 2)
222 22 (5 números 2)
Entonces al pasar del nivel de los dos elementos, donde era imposible saber qué iba
a ocurrir después, al nivel de tres elementos empiezan a aparecer ciertas leyes que
nos dicen que algunas cosas pueden ocurrir y otras no. Es decir que ya no podemos
pensar que se trata del puro azar sino que empieza a asomarse cierta determinación
que nos marca pautas que limitan la libertad de lo que vamos a encontrar.
Podemos pasar ahora al tercer nivel, el cual estará compuesto por cuatro elementos,
son las letras griegas α, β, γ, δ, las cuales se forman de la siguiente manera,
recordando que 1 y 3 son simetrías (S) y 2 es una disimetría (D):
Ejemplos: 1-1, 3-3, (porque sabemos que las otras dos, 1-3 y 3-1, son imposibles)
Ejemplo: 2-2
++-+-+---++--+++----++-+--+--+--+
2333321222222122112223322322322
δαααβδβγγγγγδβγδαβγγδαβγδβγδβγ
Es en este punto donde aparecen muchas más leyes que tenemos que reconocer y
que llevan a Lacan a armar dos tablas llamadas omega y omicrón, donde se
muestran estas posibilidades e imposibilidades, pero no quiero meterme con la
explicación de las tablas especialmente por dos cosas: primero porque muchas de las
cosas que ahí dice Lacan no las entiendo y no quiero repetir explicaciones
encontradas en libros si no termino de estar seguro de si es eso lo que Lacan dijo o
quiso decir. Segundo, porque meterme de lleno en las tablas, si bien sería
interesante, me desviaría del tema que quiero plantear.
Entonces hay que hacer el experimento con las letras del orden cuatripartito, es decir
que se forma con cuatro elementos, que Lacan ubica como letras griegas.
Si empezamos con “α” tenemos que se forma por una simetría seguida de otra
simetría y esto solo puede ser 1-1 o 3-3.
Esto puede generar alguna confusión ante la cual no es mala idea revisar la tabla de
referencia de la publicación anterior.
111
αα
112
αβ
33 3
αα
33 2
αβ
Comprobamos así que luego de α solo puede venir “α” o “β”, de manera que no
puede haber una α seguida de “γ” o de “δ” ya que no hay forma en que esto pueda
producirse. Como en el caso de los números, esto tampoco es difícil de imaginar ya
que luego de “α” solamente puede agregarse uno de los dos símbolos con los que
empezamos, + o -, por lo tanto solo dos números pueden continuar la serie y,
consecutivamente, solo dos letras griegas pueden aparecer y no tres o cuatro.
Un ejemplo más para seguir aceitando la máquina: “γ”, que es el resultado de una
disimetría seguida de otra disimetría, es decir 2-2.
22 2
γγ
22 3
γδ
De manera que empezando por “γ” solo puede seguir “γ” o “δ”, pero nunca “α” o
“β”.
Una de las lecturas que puede hacerse de esto es que en un primer análisis podemos
pensar que podemos decir cualquier cosa, que todo puede decirse y de la forma que
uno quiera, pero a medida que empezamos en meternos cada vez más profundo en
ese análisis del lenguaje vamos viendo que esto no es tan así. Claramente estamos
tomando al lenguaje como lo hace Lacan, lo cual está muy alejado de ser un
lenguaje que sirve para comunicarse y entenderse, sino que es algo mucho más vasto
y amplio que puede expresarse en síntomas y sueños, entre otras cosas.
Lo que podemos ver al ser cada vez más incisivos con nuestra indagación es que eso
que parecía ser puro azar y donde todo estaba permitido era una ilusión y nada más,
ya que existe una estructura determinada por leyes que muestra que el azar no tiene
mucho que ver en todo esto y que tampoco es cierto que todo puede ser dicho ya que
esas reglas están siempre presente y regulan todos los fenómenos lingüísticos.
No es otra cosa lo que descubre el análisis, ya que a partir de Freud sabemos que los
sueños no son cosas raras que soñamos porque sí y que no hay mayor explicación
que el simple azar de haber soñado X cuando podríamos haber soñado Y de la
misma manera, también sabemos que los síntomas que puede tratar el psicoanálisis
tienen una lógica y una razón de ser que los lleva a ser como son y no de otra
manera diferente, sabemos también que el olvido no es algo que pasa porque sí sino
que es resultado de procesos y fuerzas que llevan a que el olvido se produzca en
determinado momento o sobre determinado elemento y no sobre cualquier otro, y
una larga lista de etcéteras.
Es por eso que Freud le decía a la gente que dijera un número al azar y él les iba a
demostrar que ese número elegido, fuera cual fuera, no había sido producto del azar
porque él les iba a mostrar cuáles fueron los mecanismos, las leyes, que los llevaron
a elegir ese número y no otro; es lo mismo que se hace al analizar sueños cuando se
trata de descubrir qué representan los elementos del sueño sirviéndose de estas leyes
que operan en el inconsciente; lo mismo ocurre con los actos fallidos, los olvidos,
los chistes y, por supuesto, los síntomas.
De lo que Lacan está hablando es nada más ni nada menos que del significante y su
estructura, de cómo esto no es algo que el sujeto constituya sino que es algo que
constituye al sujeto.
No es poca cosa porque se trata del lo que forma la base de toda experiencia
analítica, la estructura significante, la cual precede al sujeto, ya está construida y es
la del lenguaje.
Así podemos decir que el Ello no es nada que pueda relacionarse con lo natural, sino
que está organizado según el juego de los significantes, la estructura, la central ya
construida, lo cual marca una diferencia muy importante con Freud ya que él decía
que el Ello era la sede de las pulsiones y era como un caldero burbujeante, como un
caos no controlado; mientras que, por el contrario, Lacan piensa en un Ello donde
las pulsiones se presentan como mensajes desconocidos por el sujeto, pero este Ello
que pertenece a lo Real está limitado por el significante. Caos versus orden.
A partir de esto ya se puede dar un paso más y nos encontramos con la primera frase
del escrito de “La carta robada”, en la cual Lacan dice:
Lacan también habla de la máquina que puede jugar al juego de par e impar y ganar
tanto como el chico del cuento de Poe. La ventaja de pensar en una máquina que
juega y gana es que toda posibilidad de pensar en cierto mecanismo de
identificación con el adversario hecho por la máquina queda completamente
descartado, por lo tanto la respuesta tiene que estar puesta en otro lado.
Es decir que puede existir una máquina que juegue a esto y que después de varias
jugadas empiece a descubrir la determinación que su rival usa para elegir par o
impar, aún cuando esa persona crea estar eligiendo siempre al azar sin usar ninguna
estrategia, y es en ese momento en el cual la máquina calculará cuales serán las
próximas jugadas de su rival y podrá ganar más de lo que pierda, ya que sabrá el
mecanismo usado por su rival para elegir lo que va a hacer aún cuando la propia
persona no lo sepa. Es decir que si la máquina pudiera descubrir la estructura
significante que dirige las elecciones que toma la persona que juega en su contra,
aún cuando esta misma persona desconozca esta estructura, podrá ganarle más
partidas de las que pierda.
La actividad del sujeto es todo aquello que cada sujeto puede hacer dentro de los
límites que la estructura de la máquina permite, pero esta máquina es independiente
de los sujetos; es como decir que el lenguaje tiene sus reglas sin importar que todos
los idiomas sufran cambios a través de los años con la introducción de nuevas
palabras y olvido de otras, aún así las reglas del lenguaje no cambian.
El cuento se presenta dividido en dos grandes escenas que giran alrededor de tres
personajes, lo que hay que tener muy en cuenta es que estos personajes no son las
personas que aparecen en el cuento, ya sea la dama, su marido, el ministro, Dupin o
cualquier otro, sino que al hablar de personaje me refiero al lugar, la posición que
cada uno de ellos ocupa en relación al relato y que va a estar determinado pura y
exclusivamente por su relación con el cuarto personaje que es nada más ni nada
menos que la carta.
Antes de empezar quiero hacer mención de algo que me genera una duda. Lacan no
tiene ninguna duda en llamar a dos personajes principales como “la reina” y “el rey”
porque él dice que se entiende claramente del texto que se trata de esos dos
personajes. Si bien es cierto que en el cuento se habla de dos personas “del más alto
rango” no se hace ninguna referencia específica a un rey o una reina. También es
cierto que cada vez que escuché hablar del tema a psicoanalistas se refieren a ellos
como la reina y el rey sin dudar que de ellos se trata. Mi duda es la siguiente: ¿es
correcto llamarlos así? Porque es muy posible que Lacan tenga razón y que se trate
de ellos, que si bien no se los llama así en el cuento se entienda por las
circunstancias que efectivamente se trata del rey y la reina. También puede darse el
hecho de que esto no sea así, pero con la idea de nombrar a estos personajes de
manera que todos sepamos de quién estamos hablando sigamos la línea trazada por
nuestro guía Jacques y les digamos así a fin de usar todos los mismos nombres.
Todo esto es muy posible, pero también puede ser que se siga el camino trazado por
un autor, más cuando se trata de alguien con el prestigio y la importancia de Lacan,
sin hacerse muchas preguntas acerca de por qué dijo eso o si tiene argumentos
convincentes con los cuales sustentar lo que afirma. Creo que en el ambiente
psicoanalítico se obedece mucho lo que fue dicho por Lacan y creo que eso es lo
peor que podemos hacer como psicoanalistas porque al hacer eso dejamos de
preguntarnos por las cosas y pasamos a obedecer y repetir lo que nos dicen.
Yo, por mi parte, los voy a llamar “la dama” y “el marido”, no por una cuestión de
rebeldía sin sentido en contra de Lacan sino como una forma de mantener presente
la idea de que no hay que tomar todo lo que Lacan dice por el solo hecho de que
Lacan lo haya dicho.
En fin, después del comentario un poco al margen, vamos con las escenas y los
personajes.
Tal vez sería más correcto decir que el marido ve en lo concreto, ve a su esposa
leyendo una carta, ve al ministro ocupándose de sus tareas y luego abandonar la
habitación, ve todo lo mismo que ha visto y volverá a ver cientos de veces. Pero más
allá de eso no ve nada. Es quien se queda en el registro Imaginario y jamás va a
tener posibilidad de acceder a nada referente a lo Simbólico.
No es difícil relacionar esta posición con la de todas aquellas personas que rodean a
los pacientes, amigos, familiares y demás, quienes ven todo lo que pasa, pero no
pueden ver más allá de eso y por eso no pueden ayudar a la persona que quieren aún
cuando sean muy inteligentes y tengan toda la intención de hacerlo.
La dama es el avestruz, ella es la que está en posesión de un secreto, una verdad que
no quiere que nadie sepa y por eso hace todo lo que está en su poder para que nadie
lo descubra y actúa despreocupadamente con la idea de despistar a todos. Eso le
funciona de maravillas con su marido, pero no con el ministro, porque a pesar de sus
intentos de mostrar que nada relevante ocurre no puede dejar de mostrar las señales
que alertarán al ministro de todos los detalles de lo que está ocurriendo en ese
preciso momento, es ella y ningún otro quien le hará saber al ministro que la carta es
importante, que ella quiere ocultarla a su marido, que esa carta es su punto débil y
que puede darle mucho poder sobre ella a cualquiera que la tenga y es ella misma la
que le muestra a él la forma de apoderarse de ella ya que le hace saber que le resulta
imposible decir una sola palabra al respecto y, por lo tanto, él puede tomarla sin
mayores precauciones siempre y cuando actúe, él también, como si no estuviera
haciendo nada fuera de lo común.
¿Acaso es una posición muy distinta a la que ocupan los pacientes en un análisis? Es
decir, ellos también tienen un secreto guardado, para hablar burdamente, una verdad
que conocen y que no quieren que nadie conozca, ese famoso “saber no sabido” del
que habla Freud; ellos son los que sin saberlo ni quererlo dan todos los elementos
para que alguien pueda ver o escuchar las claves necesarias para poder penetrar esa
verdad oculta, interviniendo según cómo las señas que el mismo paciente va dando
le indique que tiene que proceder.
El poeta: el ministro es quien tiene la habilidad de leer todo lo que ocurre para que
la escena no tenga ningún secreto para él, es quien comprende inmediatamente lo
que le ocurre a la dama y al marido y no duda en intervenir de la manera que
considera correcta. Es quien no se deja capturar por lo concreto de lo que parece
ocurrir sino que va mucho más allá y no tiene dificultad en ver todo lo demás. El
ministro es quien ve el cuerpo de ese avestruz que cree estar a salvo de todo y
aprovecha esa limitación autoimpuesta para obtener su beneficio. Se trata
claramente del gran ganador de la escena, si se me permite decirlo de esa manera.
No es muy arriesgado decir que es una posición similar a la que ocupa el analista, el
cual observa y escucha lo que trae el paciente adoptando una actitud de aparente
ingenuidad, al igual que el ministro, siendo que en realidad tiene un saber y una
habilidad para descubrir lo que hay más allá de lo concreto y así poder intervenir allí
de la manera que considere adecuada. Al igual que en esta primera escena, en las
sesiones con los pacientes parecería que no hay nada más que una simple charla, una
conversación entre dos personas como cualquier otra conversación, pero esto no
puede ser así para el analista sino que él debe ser capaz de ver todo lo otro que está
desplegándose para poder cumplir con su función.
Lo que yo considero que es lo más fantástico de esta segunda escena es que muestra
que estos personajes no son lo que parecen ser ya que no se trata de los personajes
como personas reales que tienen un lugar fijo en el cuento, sino que son lugares,
posiciones que pueden ser ocupadas por distintos personajes y que a pesar de que
estos personajes puedan ir cambiando no ocurre lo mismo con las posiciones, las
cuales permanecen intactas e inalteradas. Voy a decir algo más acerca de esto
después de tomar estos personajes uno por uno.
El que no ve nada: la policía es la que no ve nada, ellos son los que revisan todo
con las técnicas más avanzadas y con toda su experiencia a cuestas en registros y
búsquedas. Y con todo eso… nada. Y por más que la carta está ahí, prácticamente
desnuda frente a sus ojos… nada. La vio miles de veces cada uno de los policías que
entraron a buscarla… y nada.
En este sentido la policía viene a ocupar el mismo lugar que en la escena anterior
ocupó el marido, que teniendo todo frente a sus ojos y no habiendo ningún obstáculo
para verlo aún así no pudo ver nada debido a que queda atrapado y capturado en lo
concreto sin poder traspasar ese marco, esa limitación y por eso no puede escapar a
la estructura fija de su pensamiento según la cual lo que se ve es lo que hay y nada
más; si no hay gritos o peleas significa que no hay nada de qué preocuparse ya que
no se está produciendo ningún conflicto entre los presentes, si no hay algo
profundamente oculto en algún rincón recóndito de muy difícil acceso significa que
lo buscado simplemente no está.
Es muy interesante pensar que existe una diferencia entre el marido y la policía, ya
que los segundos saben que hay algo, que algo existe, que ellos deben buscarlo,
saben también quién lo tiene y donde. Esto es muy distinto de lo que le ocurre al
marido ya que él no tiene la más ínfima idea de nada, no sabe que hay algo
conflictivo y mucho menos sabe entre quienes se desarrolla el drama; en definitiva,
él no está buscando nada.
El avestruz: ¿quién es en esta segunda escena el personaje que se cree muy seguro
escondiendo la cabeza en la tierra mientras está más expuesto que nunca? El
ministro, por supuesto. Él es quien actúa como lo hizo anteriormente la dama,
dejando la carta a simple vista creyendo que eso sería más que suficiente para que
nadie vea nada, solamente tuvo la precaución de hacerle unos pequeños cambios a
las señas más evidentes y no se preocupó más por el asunto. Y no solo eso sino que
fue aún más lejos, en el cuento se menciona que el ministro deja el domicilio vacío,
como invitando a la policía a que busque tantas veces como quiera durante el tiempo
que quieran sin tener temor de que pudieran encontrar la carta, su seguridad acerca
de su método es tan grande que no le preocupa el saber que la policía pueda tener en
este tema Es, por supuesto, él mismo sin saberlo ni desearlo, al igual que la dama,
quien a través de su método entrega todas las pistas acerca de aquello que más
quiere esconder y, también, acerca de cómo puede hacer alguien para quitárselo.
Es interesante pensar en el cambio que se produce en el ministro ya que en un
primer momento tuvo la genialidad de comprender perfectamente todo lo que
ocurría y darse cuenta sin problemas de que la estrategia usada por la dama de usar
la obvia exhibición como forma de protección era completamente inútil y solamente
le permitía a alguien hábil sacar partido de eso dejándola a ella en grandes
problemas. Pero en un segundo momento el muy dormido va y hace exactamente
eso mismo que él sabe que no sirve y que lo deja completamente expuesto ante
alguien hábil. Sí, estamos de acuerdo, le sirvió muy bien ante la intensa búsqueda de
la policía, pero con eso no alcanza.
Digo que es algo interesante no solo por lo curioso de que el ministro haya actuado
así, sino porque nos permite pensar en nuestro rol de analistas en el cual es muy
habitual que un paciente nos cuente que hizo algo sabiendo que eso era una mala
idea, o que hizo otra vez eso de lo que después siempre se arrepiente. Es el tipo de
repeticiones que llevarían a cualquiera a no comprender qué ocurre, ¿acaso no
aprendió de la experiencia? Es acerca de lo que un analista debe estar alerta para no
quedar encerrado en esa forma de pensamiento que lo llevarían a tratar el tema
directamente (en el sentido de lo que criticaba Lacan acerca del método de Piaget),
como lo hace la policía y que no lleva a ningún resultado útil porque responde a la
lógica de que hablar y explicar lleva a la comprensión y al entendimiento, cosa que
el psicoanálisis rechaza de plano. Pero de la repetición ya hablaré después.
El poeta: no hay dudas que este lugar le corresponde a Dupin, aunque por derrotar
al poeta ministro Lacan lo llama “superpoeta”. Es quien tiene la habilidad y el saber
acerca de qué hacer con eso tan misterioso y oculto que nadie puede ver aún cuando
no haya problemas de vista en ninguno de los participantes. Él es el único que sabe
qué está buscando y por eso puede buscarlo.
Dupin no tiene dificultades en leer la actitud del ministro y poder robarle sus
secretos, para lo cual no es indiferente el hecho de que al haberle contado la policía
cómo fue que el ministro robó la carta también le estaba mostrando las mañas y las
estrategias que el ministro dominaba y, con esta información, Dupin supo a quien
tenía enfrente y estaba en perfectas condiciones para vencerlo. Por lo demás, una
simple visita de unos pocos minutos fue suficiente para que aquellas mismas marcas
hechas sobre la carta con la intención de despistar a todos los que la buscaran fueran
suficientes para que el superpoeta las tomara como signos inconfundibles de aquello
que estaba buscando y pudiera hacerse con ello.
¿Acaso esto es muy distinto de lo que ocurre, por ejemplo, con un sueño o un
olvido? Estas formaciones del inconsciente, como las llamó Lacan, son formas de
despistar acerca de una verdad que se quiere ocultar; el sueño no nos muestra
literalmente los deseos del soñante de forma que cualquiera pueda comprenderlos
sino que lo que de ellos se puede contar es el resultado de una deformación al
servicio de la represión que impide que eso oculto, de lo cual el Yo nada quiere
saber, permanezca oculto. De igual manera el olvido es una forma de callar,
literalmente, algo que no se quiere decir, aunque el que habla desconozca esta
intención de callar, pero justamente este acto de olvidar es lo que nos pone sobre
aviso de que ahí hay algo que no tiene la misma importancia que el resto, ya que
todo lo demás puede ser dicho sin problemas. De esta manera, las acciones
destinadas a mantener algo fuera de la vista (o escucha) del resto es justamente lo
que hace que se ponga el acento sobre aquello que se pretende esconder; así se
puede actuar de manera de acceder a eso siempre y cuando se posea la habilidad y el
conocimiento para realizar esta tarea, ya que de otra manera caemos en la pavada de
decir que lo que hizo el ministro en la primera escena, lo que hizo Dupin en la
segunda y lo que hacemos los analistas en el consultorio con cada paciente es algo
bastante fácil que solo requiere un poquito de lucidez para saber donde hay que
poner los ojos y… ya está, se descubre todo, se solucionan los problemas, se arregla
todo como por arte de magia, todos contentos y vivimos felices por siempre.
Pero como si esto no fuera suficiente hay una cosa más que atrae nuestra atención y
muestra otra similitud entre lo que hace Dupin y lo que hace cualquier psicoanalista,
se trata del motivo. ¿Cuál es el motivo por el cual tanto el detective como cualquier
analista hace su trabajo? Es el dinero, por supuesto. Antes de entregar la carta a la
policía Dupin se asegura de que su trabajo será recompensado por una buena
cantidad de dinero ya que de otra forma su acción no tendría mucho sentido porque
no le sirve para conseguir ningún provecho, solamente la gratitud del jefe de la
policía y eso no parece ser mucho para él. En el mismo sentido el psicoanalista no
desempeña su rol por cuestiones tales como “querer a sus pacientes” o cosas por el
estilo y es justamente esa actitud de dar ese tipo de afecto lo que se opone a la
función del analista ya que ocupar esa posición se convertiría en un obstáculo para la
escucha analítica, que implica como elemento de gran importancia la abstinencia de
quien desempeña el rol. El analista no “ayuda a sus pacientes por amor” ni nada
parecido, sino que realiza su trabajo porque es su trabajo y, como cualquier trabajo,
se hace para obtener un beneficio económico. Esto, obviamente, más allá del placer
que uno sienta al hacerlo o la vocación que lo motive, etcétera.
Claramente sería un error creer que esto convierte inmediatamente a los analistas en
simples comerciantes que no les importa nada más que ganar plata, es simplemente
una forma de tener siempre presente que el beneficio económico es una buena forma
de limitar ese afecto que puede estorbar un análisis. Es lo que Lacan llama la
resistencia del analista.
4) La repetición.
Como decía al final del punto 2, el texto de Lacan comienza con las siguientes
palabras:
Queda claro que una de las cosas más interesantes (otra… y van ¿cuántas?) del
cuento de Poe en relación al psicoanálisis es el hecho de que las dos escenas que se
muestran son iguales, es decir que lo que ocurre en la segunda es lo mismo que se
vio en la primera; esto fue explicado en el punto anterior. Claro que esto no sucede a
simple vista, pero justamente la situación del marido en la primera escena y de la
policía en la segunda nos enseñan que no hay que tomar lo que aparece a simple
vista sino que hay que utilizar las habilidades de poeta que el mismo cuento nos
enseña. De esta manera, sin importar que los personajes sean otros, lo que nos tiene
que llamar la atención es el hecho de que los lugares que ellos ocupan son
exactamente los mismos al pasar de la primera a la segunda; incluso el ministro
vuelve a aparecer, pero ocupando un lugar muy distinto al de la vez pasada.
No sería desatinado decir que la escena se repite aunque cambian los participantes y
de esa manera aparece el término “repetición” que es central en la clínica
psicoanalítica. Tan importante es este término que en Freud motiva, entre otras
cosas, la aparición del texto “Recuerdo, repetición y elaboración”, de 1914 y la
compulsión a la repetición es lo que le da la pista para desarrollar la teoría de la
pulsión de muerte, la cual cambia completamente la clasificación de las pulsiones
que Freud manejaba hasta ese momento. En Lacan, “repetición” es uno de los cuatro
conceptos fundamentales del psicoanálisis, junto con la transferencia, la pulsión y el
inconsciente, tal como lo explica en el seminario 11.
Lo primero que quiero mencionar es la incógnita que presenta la actitud del ministro
que, advertido de lo que ocurrió en la primera escena, no se da cuenta del riesgo que
corre al hacer exactamente lo mismo que la dama y se deja vencer por alguien que
actúa como él lo había hecho la vez anterior. ¿Es que acaso perdió la memoria? ¿No
aprendió nada de la ventaja que él mismo había aprovechado para evitar ser ahora la
víctima en una situación idéntica? ¿Cómo es que un poeta se convierte en un
avestruz de una manera tan tonta?
Ya en el texto de 1914, Freud explica que los pacientes repiten situaciones vividas
anteriormente, solo que ahora éstas se juegan en la relación transferencial con el
médico; es decir que aquellos afectos que alguna vez se sintieron hacia una persona
(padre, madre, hermano, o quien sea) se transfieren al médico y se dirigen a él como
si se tratara de aquella persona de la situación original siendo que el médico es el
que tiene que percatarse de esto y trabajar para que el paciente no siga repitiendo lo
mismo sino que pueda hacer una elaboración de eso vivido para romper el ciclo
repetitivo y poder hacer alguna otra cosa con eso, pueda elaborar lo vivido para
poder salir de allí.