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Capitoné

C.F.
Entre las dos líneas finales de La carta robada y la lección del 10 de mayo
de 1977, en el seminario XXIV, se produce un punto de capitoné
sorprendente. En el texto que abre los Écrits, Lacan dice “Es esto lo que
quiere decir “ la carta robada”, incluso “en souffrance”, que una carta
siempre llega a destino.” (Seuil, París, 1966, p. 41.)
En cambio, en L' insu: (…) Traté de dar cuerpo con la creación de lo
simbólico muy precisamente al destino de que eso no llegue a su
destinatario”. (En Ornicar?, 17/18, París, Lyse, 1979, p. 19.)
El capitoné va de lo simbólico a lo real, y, si se quiere, del comentario del
cuento de Poe a la Disolución. La necesidad, obstinada, de Lacan de
encontrar dónde detenerse, un tope, una huella de lo real (que no consigue
establecer en ninguna parte), se hallan tras la cuestión (1). En el medio, entre
una entrada al Seminario en la que el fantasma es denostado (los primeros
cuatro seminarios pagarán el precio) y una larguísima elaboración posterior
sobre ese concepto, se abstraen la discusión con Derrida, la transferencia, y
etc., etc. Recordemos que L'insu blanquea el problema del fracaso del pase.
Hasta ese momento, era un secreto a voces. Ahora, se hace público. Didier-
Weill lo dice abiertamente, con la anuencia de Lacan. Y con el personaje de
Bouzef (=Lacan) se ubica en esquizo a los hechos, en su intervención. Como si
nos dijera que Lacan también ve todo, fuera de la triada intersubjetiva. No
era el caso, se pudo constatar poco tiempo después.
La retoma de La carta robada, para cerrar el capitoné, se sobredetermina
también por otra cuestión: tanto como el dispositivo del pase, el cuento se
compone de dos escenas, un relato directo y el relato de ese relato.
Notas
La mención de Lacan respecto de la necesidad de producir un “significante
nuevo” o la idea de un inconsciente real son, en relación al problema que se
plantea, eufemismos,

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