Está en la página 1de 7

¿EL TRÁFICO DE INFLUENCIAS COMO MODALIDAD DEL DELITO DE ESTAFA?

El contenido
del engaño como única diferencia entre el artículo 196 y la forma simulada del artículo
400 del Código Penal (Marcos Iván GALVÁN RAMOS(*))

Código Penal

ARTÍCULO 400.- TRÁFICO DE INFLUENCIAS

“El que, invocando o teniendo influencias reales o simuladas recibe, hace dar o prometer para sí o para un
tercero, donativo o promesa o cualquier otra ventaja o beneficio con el ofrecimiento de interceder ante un
funcionario o servidor público que ha de conocer, esté conociendo o haya conocido un caso judicial o
administrativo, será reprimido con pena privativa de libertad no menor de cuatro ni mayor de seis años.

Si el agente es un funcionario o servidor público, será reprimido con pena privativa de libertad no menor de
cuatro ni mayor de ocho años e inhabilitación conforme a los incisos 1 y 2 del artículo 36 del Código Penal”.

JURISPRUDENCIA

“El delito tráfico de influencias exige que el sujeto activo invoque influencias, reales o simuladas –no se
requiere el ejercicio efectivo de la influencia–, y en tal virtud, obtenga determinados beneficios –no
necesariamente patrimoniales– con el ofrecimiento de influir en un funcionario o servidor público que esté
conociendo o haya conocido un caso judicial o administrativo; que a estos efectos, especialmente cuando se
trata de influencias simuladas, para la configuración del delito se requiere la existencia del interesado en la
influencia y de un funcionario o servidor público susceptible de ser influenciado (R.N. Nº 2218-2005-Arequipa, del
10/04/2006).

COMENTARIO

I. INTRODUCCIÓN

Al analizar detenidamente el tipo penal de tráfico de influencias, nos damos con la sorpresa de que uno de los
supuestos en los que se comete tal ilícito (entre sus diversas modalidades y circunstancias) concurre cuando
una persona, aprovechando que otra tiene un conflicto legal (caso judicial o administrativo), aduce tener vínculos
(influencias), sin tenerlos realmente, con un funcionario o servidor público, los cuales pueden ayudar a resolver tal
conflicto; y que, para activar tales influencias, recibe, solicita o hace que prometan una ventaja a su favor o en la
de un tercero. Según precisa el mismo tipo penal: “(…) hace dar o prometer para sí o para un tercero, donativo o
promesa o cualquier otra ventaja o beneficio (…)”.

Si bien no se admite expresamente que se trate de una ventaja o beneficio de carácter patrimonial, no
podemos negar que tal posibilidad es del todo factible; es más, lo usual va a ser que tal concesión tenga
naturaleza patrimonial; y lo excepcional recaería en beneficios de otro tipo. En ese sentido, y percatándonos del
sentido patrimonial de la circunstancia descrita, ¿no nos encontramos acaso ante un delito de estafa?

En el presente artículo trataré de deslindar los detalles suficientes para poder sustentar que el tráfico de
influencias en su modalidad simulada se subsume perfectamente en el tipo penal de estafa (artículo 196), lo cual
hace suponer además una discordancia normativa, y que, como veremos más adelante, nos llevará a una
necesaria modificación legislativa.

II. LA ESTAFA Y EL TRÁFICO DE INFLUENCIAS COMO DELITOS COMUNES: LA PRIMERA


COINCIDENCIA

La estafa como conducta sancionada penalmente se encuentra en el capítulo V del título V del libro segundo
del Código Penal; específicamente en el artículo 196. Tal título está constituido por los tipos penales que
sancionan los delitos transgresores del bien jurídico patrimonio, en tal caso, la estafa por la ubicuidad, se suma a
la protección de dicho bien jurídico.

El artículo 196 bosqueja la estafa de la siguiente manera:

“El que procura para sí o para otro un provecho ilícito en perjuicio de tercero, induciendo o manteniendo en
error al agraviado mediante engaño, astucia, ardid u otra forma fraudulenta, será reprimido con pena privativa de
libertad no menor de uno ni mayor de seis años”.

Como es evidente, nos encontramos ante un delito común, ya que la norma no exige que el sujeto activo
tenga una cualidad distintiva o cumpla una función particular para tener aptitud en la comisión de la estafa. En
otras palabras, el tipo penal descrito puede ser cometido por cualquier persona.

Por otro lado, para llegar al objetivo comparativo, nos toca situarnos en el capítulo II del título XVIII del mismo
libro. En tal capítulo se ubican los delitos contra la Administración Pública cometidos por funcionarios públicos
(valga la redundancia). En él encontramos al artículo 400 referido al tráfico de influencias, el cual cita en su primer
párrafo lo siguiente:

“El que, invocando o teniendo influencias reales o simuladas recibe, hace dar o prometer para sí o para un
tercero, donativo o promesa o cualquier otra ventaja o beneficio con el ofrecimiento de interceder ante un
funcionario o servidor público que ha de conocer, esté conociendo o haya conocido un caso judicial o
administrativo, será reprimido con una pena privativa de libertad no menor de cuatro ni mayor de seis años”.

En primer lugar, es necesaria la acotación acerca de la ubicación errónea de este tipo penal en el capítulo en
mención; ya que el mismo está referido a los delitos contra la administración pública cometidos especialmente
por funcionarios públicos. En ese sentido, debemos observar que en la descripción del delito se utiliza la
terminología “el que”, la cual amplía y generaliza la posibilidad de comisión, a saber, permite que cualquier
persona sea el potencial autor del delito de tráfico de influencias. Si bien puede defenderse, de alguna manera, la
vigente ubicación acudiendo a la descripción realizada en el segundo párrafo del tipo penal: “Si el agente es un
funcionario o servidor público, será reprimido con pena privativa de libertad no menor de cuatro ni mayor de ocho
años en inhabilitación conforme a los incisos 1 y 2 del artículo 36 del Código Penal”; creemos que el sustento es
insuficiente e ineficaz, ya que el segundo párrafo conforma la agravante de la situación descrita en el primero, es
decir, que hay una suerte de
vínculo subyacente; por lo cual podemos afirmar que lo descrito en el primer párrafo es el elemento determinante
para distinguir la ubicación del tipo penal.

Podemos sumar a la presente crítica, que todos los tipos penales alojados en los denominados “delitos
contra la administración pública cometidos por funcionarios públicos” hacen referencia expresa a que el sujeto
activo deba ser un funcionario o servidor público; a excepción del cohecho activo genérico y el cohecho activo
específico, que a nuestro parecer, muestran la misma situación problemática que el tráfico de influencias:
ubicación errónea.

No obstante, de nada sirve realizar una crítica sin plantear una solución al problema. La misma a nuestro
parecer, y como se debe haber deducido ya por lo mencionado anteriormente, consiste en la inclusión del tráfico
de influencias en el capítulo I referido a los “delitos contra la Administración Pública cometidos por particulares”.

En segundo lugar, y fruto de la generalización de potenciales autores mencionada, podemos afirmar que el
tráfico de influencias es también, al igual que la estafa, un delito común, ya que puede ser cometido por cualquier
persona.

III. EL ROL DEL PATRIMONIO EN LA ESTAFA Y EN EL TRÁFICO DE INFLUENCIAS: LA SEGUNDA


COINCIDENCIA

En la doctrina existen distintas teorías que intentan explicar la naturaleza del patrimonio, es decir, buscan
determinar cuál es la esencia de este bien jurídico. En primera fila, nos encontramos con la teoría económica que
reconoce como patrimonio a todo aquel objeto transferible que tiene un valor en el mercado. En segunda, nos
encontramos con la teoría jurídica(1), que asegura al patrimonio como derecho subjetivo reconociendo como tal a
todo objeto que tiene reconocimiento legal. En tercera, nos topamos con la teoría personal funcional que entiende
como esencia del patrimonio al valor personal que brinda el titular al bien jurídico. En cuarta y última, nos
encontramos con un criterio mixtificado consistente en la suma de las perspectivas jurídica y económica, a
saber, vincula el concepto de patrimonio a todo aquello que tiene reconocimiento legal y es susceptible de
valorización en el mercado.

Estamos conscientes de que el contexto académico jurídico no es el adecuado para resolver la problemática
de los fundamentos que ofrecen las distintas teorías que plantean la naturaleza del patrimonio; y menos para
sustentar la toma de posición por alguna de ellas. Por lo tanto, partiremos diciendo que la teoría asumida en
nuestro país es la mixta. En tal sentido, la adoptaremos para desarrollar y explicar la repercusión que
mencionamos tiene el patrimonio tanto en el tipo penal del tráfico de influencias como en el de estafa.
Debe entenderse que nuestra pretensión en el presente artículo, no radica en sustentar una equivalencia
absoluta y global entre las conductas descritas en los artículos 196 (estafa) y 400 (tráfico de influencia). Lo que
se intenta demostrar es que ciertas conductas subsumibles en el tipo de tráfico de influencias, encajan también
perfectamente en el tipo penal de estafa. Vale la pena la aclaración para explicar lo siguiente.

Es cierto que puede existir una dosis de polémica respecto al bien jurídico que se transgrede con la estafa,
no obstante, aparte de no ser este el contexto para discutir tal tema, creemos que debemos remitirnos a lo
referido por nuestro código, no por una limitación exegética sin sustento; sino porque se trata de una condición
determinante para lo que se pretende explicar. Recordemos que se trata de la comparación de dos normas
predeterminadas, ubicadas en un conjunto normativo determinado, lo cual implica que se encuentren bajo una
estructura normativa única. Es así que no hay mayor razón para explicar el vínculo que guarda la estafa con el
bien jurídico patrimonio, ya que su ubicación dentro de los denominados “delitos contra el patrimonio” permite
prescindir de ello.

La explicación toma un rumbo determinante cuando nos avocamos a desarrollar la conexión existente entre el
patrimonio y el tráfico de influencias. El artículo 400 reza su verbo rector de la siguiente manera: “(…) recibe,
hace dar o prometer para sí o para un tercero, donativo o promesa o cualquier otra ventaja (…)”. Ahora bien,
respecto a esto, planteémonos la siguiente pregunta, ¿cuál es la primera idea que se nos viene a la mente
cuando leemos en la frase anterior los términos donativo o promesa o cualquier otra ventaja? Creo que cinco
segundos son muchos para contestar tal inquietud. Obviamente nos estamos refiriendo a bienes de carácter
pecuniario, es decir, susceptibles de valor en el mercado.

Esta idea espontánea no tiene un sustento vacío ni es ajena a la realidad; sino que parte del sentido común
de las personas, el cual surge a la vez de un vínculo con el contexto real que se desarrolla a través de las
experiencias adquiridas en una realidad social determinada. Piénsese tan solo en los últimos lustros de nuestra
historia política, que están llenos de acontecimientos corruptos: acuerdos ilícitos, negociaciones clandestinas,
chantajes, sobornos, etc. Y que si bien los escándalos de corrupción más sonados han sido de cobertura abierta
por los distintos medios de comunicación, tampoco podemos mantenernos ajenos a los consecuentes y
numerosos reportajes referentes a intervenciones de la Oficina de Control de la Magistratura (OCMA) en los
cuales se denuncia y se sorprende en flagrancia actos de corruptela de distintos funcionarios o servidores
públicos de menor rango. Por tanto, podemos afirmar que tanto en el “jet set” como en los niveles inferiores del
funcionariado público, es el dinero el motor y motivo de la corrupción. En resumen, y sin temor a equivocarnos,
decimos que los beneficios que sustentan, estimulan y son contenido de los actos de corrupción graves y menos
graves están, en su gran mayoría, vinculados al dinero, esto es, a beneficios ilícitos de carácter patrimonial.

Con esta descripción no se pretende excluir las distintas naturalezas que pueden presentar un “donativo o
promesa o cualquier otra ventaja o beneficio”, como son los favores sexuales, sentimentales, laborales, etc. No
obstante, por el mismo razonamiento común al que se acudió hace un momento, se puede concluir que tales
casos son mínimos, por no decir, casi inexistentes. Basta hacer una prueba con nuestra propia subjetividad. Si
nosotros fuésemos, ontológicamente hablando, es decir, excluyendo la intervención de valores o juicios morales
que poseemos, personas que tienen vínculos cercanos, y por tanto influencias, con funcionarios o servidores
públicos capaces de determinar el curso de un conflicto legal; y estamos predispuestos a negociar tales
influencias, ¿de qué modo negociarían este vínculo privilegiado?, ¿a cambio de qué pondrían al servicio de alguien
tales influencias? La respuesta es más que obvia, y creo que todos coincidimos en que se trata del dinero. Ni
siquiera se hace una referencia general a “elementos patrimoniales”, sino que la respuesta es aún más sugestiva:
¡dinero! La manifestación por excelencia del patrimonio.

Por lo mismo, podemos sugerir lo siguiente, que en la realidad, el patrimonio juega un rol casi constitutivo
respecto al tráfico de influencias, ya que su presencia en tales delitos se da casi siempre, salvo casos
excepcionales como se mencionó anteriormente.

IV. LA REFERENCIA DEL ANIMUS O MÓVIL EN LA ESTAFA Y EN EL TRÁFICO DE INFLUENCIAS: LA


TERCERA COINCIDENCIA

Habiendo desarrollado, explicado y confirmado la importancia que juega el patrimonio en el delito de tráfico de
influencias; es por peso propio que se puede realizar la presente aseveración. Si lo que se busca normalmente, a
cambio de colocar a disposición de alguien las influencias que se tiene sobre determinado funcionario o servidor
público, es dinero; entonces estamos en presencia de un móvil de lucro, más conocido con el nomen iuris de
animus lucrandi.
Por tanto, se puede decir que el sujeto activo del delito del tráfico de influencias normalmente presenta
animus lucrandi al igual que el agente que comete una estafa.

V. EL ENGAÑO COMO MÉTODO PARA LLEGAR AL PERJUICIO EN AMBOS TIPOS PENALES: LA


CUARTA COINCIDENCIA

La norma correspondiente al delito de estafa (artículo 196), respecto al modo-medio para cometerla, dice lo
siguiente: “(...) induciendo o manteniendo en error al agraviado mediante, engaño, astucia, ardid u otra forma
fraudulenta (…)”. Así también, por su lado el artículo 400 referido al delito de tráfico de influencias recita: “El que
(…) invocando (…) influencias (…) simuladas recibe, hace dar o prometer para sí o para tercero, donativo o
promesa o cualquier otra ventaja o beneficio (…)”.

En ambos casos podemos encontrar una evidente referencia al engaño del sujeto pasivo para lograr el
cometido delictivo. Se trata de camuflar la situación real para obtener la aquiescencia de la víctima, y consumar
sus perniciosos fines. Se acude a tan ruin modo de ejecución debido a que si la situación se mostrara tal como
es realmente, el potencial sujeto pasivo no accedería a acordar algo con el estafador.

En tal sentido, podemos afirmar que el agente, tanto en la estafa como en la modalidad de tráfico de
influencias simuladas, acude al error de la víctima para consumar el delito. Esconde la verdad y muestra una
mentira para que la coyuntura se muestre a favor de sus pretensiones.

VI. LA EXTRACCIÓN DE UN SUBTIPO EN EL TRÁFICO DE INFLUENCIAS: CONSECUENCIA DE LAS


COINCIDENCIAS

Como ya se puede ir coligiendo de lo explicado hasta el momento, nos encontramos con una modalidad de
tráfico de influencias denominado “tráfico de influencias simuladas” que se encuentra inmerso en el tipo penal
global o genérico (tráfico de influencias), y que muestra la misma estructura jurídica que la estafa.

En ese sentido, podemos construir figurativamente un subtipo a modo de explicación didáctica del
planteamiento. El subtipo iniciaría más o menos del siguiente modo:

“El que simulando tener influencias recibe, hace dar o prometer para sí o para un tercero, donativo o promesa
o cualquier otra ventaja o beneficio con el ofrecimiento de interceder ante un funcionario o servidor público (…)”.

Este subtipo es el denominado “tráfico de influencias simuladas”, el cual a nuestro parecer debe ser extraído
del artículo 400 del Código Penal por describir una conducta que se encuentra dentro del marco de protección del
delito de estafa. El sustento de la reducción del tipo penal “tráfico de influencias” se corrobora en las “cuatro
coincidencias” descritas a lo largo del presente trabajo.

No obstante, si observamos la problemática desde el punto de vista del contenido del engaño, se puede
arribar a un criterio diferenciador entre el tráfico de influencias simuladas y la estafa. Se concluiría que nos
encontramos ante un supuesto del primero cuando el sujeto activo engaña a su víctima aduciendo tener
influencias (una mentira específica); y ante uno del segundo, cuando la engaña aduciendo cualquier otro pretexto
(una mentira genérica). Es decir, habría una suerte de concurso aparente de normas que sería resuelto por el
principio de especialidad; donde resultaría ganador (apostando al fundamento de tal principio) el tipo penal que
tiene el “engaño más específico”, en este caso, el tráfico de influencias simuladas.

Como se podrá observar, el criterio diferenciador aludido ridiculiza un principio rector del ámbito comparativo
de las normas como es el principio de especialidad; además de mostrarse disfuncional respecto a los fines de la
norma.

VII. LA PETICIÓN DE “INTERCEDER ANTE UN FUNCIONARIO O SERVIDOR PÚBLICO” EN EL


TRÁFICO DE INFLUENCIAS SIMULADAS COMO SITUACIÓN JURÍDICAMENTE PROTEGIBLE: EL
COMPLEMENTO DE NUESTRO PLANTEAMIENTO

Se supone que el Derecho Penal ha sido creado para proteger situaciones acordes a derecho, ya que estas
favorecen la convivencia pacífica. De proteger lo contrario (situaciones ilícitas) sería una antítesis de su propia
naturaleza.

Es así que nos ubicamos ante una aparente contradicción que se reduciría a las preguntas: ¿es correcto que
el Derecho Penal proteja el patrimonio de una persona pretenciosa de que alguien intervenga frente a un
funcionario o servidor público para favorecerla en un conflicto legal, que fue engañada porque ese “alguien” no
tenía realmente las influencias que aducía?, ¿no se supone que esta es una situación ilícita que no merece
protección? Pasaremos a resolver tal problemática.

Esta situación ilícita a la que hacemos referencia, y que es un elemento tácito dentro del tipo penal tráfico de
influencias, se encuentra tipificada genéricamente en el artículo 397 del Código Penal como corrupción o cohecho
activo:

“El que, bajo cualquier modalidad, ofrece, da o promete a un funcionario o servidor público donativo, promesa,
ventaja o beneficio para que realice u omita actos de violación de sus obligaciones, será reprimido con pena
privativa de libertad no menor de cuatro ni mayor de seis años.

El que, bajo cualquier modalidad, ofrece, da o promete donativo, ventaja o beneficio para que el funcionario o
servidor público realice u omita actos propios de cargo o empleo, sin faltar a su obligación, será reprimido con
pena privativa de libertad no menor de tres ni mayor de cinco años”.

El tipo penal descrito ha sido creado para preservar el prestigio y el regular funcionamiento de la
administración pública frente al peligro o posición de riesgo que se genera al objeto jurídico de tutela con el
accionar del sujeto activo(2). En este caso, vinculamos tal circunstancia a la conducta del sujeto que solicita las
influencias en el tráfico de influencias simuladas para poder deslindar cómo es que tal petición es pasible de
protección jurídica.

Si bien el agente que solicita activar las influencias de un tercero para que este interceda ante un servidor o
funcionario público, está consciente de la contribución a un acto de corrupción, vale decir, actúa dolosamente
para lesionar el bien jurídico protegido; tal lesión está condicionada a que las influencias de aquel tercero sean
reales, ya que si estas no existen, será imposible que se consume el acto de corrupción (la lesión del bien
jurídico); y por lo tanto podrá afirmarse que se trata de una tentativa inidónea.

La referencia que registra nuestro Código Penal de la tentativa inidónea es la siguiente: “No es punible la
tentativa cuando es imposible la consumación del delito, por la ineficacia del medio empleado o absoluta
impropiedad del objeto”. En este caso podemos aseverar que se configura una tentativa inidónea porque al no
existir las influencias aducidas por el traficante, ni siquiera se coloca en riesgo el bien jurídico protegido por la
norma penal (el prestigio y el regular funcionamiento de la Administración Pública), lo cual sugiere una absoluta
ineficacia del medio empleado(3).

Por tanto, si llegamos a la conclusión de que la petición de interceder ante un funcionario o servidor público
en el tráfico de influencias simuladas configura una tentativa inidónea del delito de corrupción o cohecho activo,
entonces estamos asumiendo que tal circunstancia no es siquiera típica(4), ya que bajo un criterio de imputación
objetiva, no existe un resultado lesivo o una acción dañina con la cual vincular normativamente a la conducta
realizada. En tanto lo mencionado mucho menos podemos referirnos a la antijuridicidad o culpabilidad. Lo cual
nos lleva a corroborar la juridicidad de la circunstancia descrita, y por lo tanto, a asumir su calidad de situación
jurídicamente protegible.

VIII. EL SUBTIPO DE “TRÁFICO DE INFLUENCIAS SIMULADAS” ESTÁ TIPIFICADO EN EL


ARTÍCULO 196 DEL CÓDIGO PENAL: CONCLUSIÓN

Como penúltimo punto a tratar, debemos mencionar la conclusión a la que hemos llegado. La conducta
referida al tráfico de influencias simuladas está expresamente descrita en el artículo 400 del Código Penal. Tal
inclusión es el objeto de crítica del presente trabajo, ya que, como venimos reiterando, el delito de estafa es
suficiente para sancionar tal conducta, a saber, la circunscribe en su descripción, y por lo tanto vuelve
innecesaria su tipificación en otra norma penal.

En efecto, el tráfico de influencias simuladas posee la misma estructura que el delito de estafa. Ambos se
sustentan en un engaño que consiste en afectar la percepción coyuntural del sujeto pasivo, haciéndolo caer en
error con intención de sacar provecho; un provecho derivado del perjuicio de la víctima.

Así también, podemos observar a lo largo del artículo que el perjuicio de la víctima en el tráfico de influencias
normalmente es de carácter patrimonial, lo cual nos lleva a corroborar una nueva semejanza con el delito de
estafa.

En síntesis, se determina que el tráfico de influencias simuladas está regulado expresamente por demás en el
Código Penal nacional, ya que los supuestos de hecho que abarca se encuentran perfectamente enmarcados en
el delito de estafa. Lo cual deriva en una necesidad de suprimir el mencionado subtipo de tráfico de influencias
simuladas del artículo 400.

IX. MODIFICACIÓN LEGISLATIVA MEDIANTE UNA REDUCCIÓN TEXTUAL DEL ARTÍCULO 400 DEL
CÓDIGO PENAL: PROPUESTA

Por último, como es de esperarse, debido a nuestra ya expuesta extracción del subtipo “tráfico de influencias
simuladas” del artículo 400 del Código Penal, proponemos la modificación de dicho artículo, reduciendo su texto
a la sanción del “tráfico de influencias reales”. Lo cual, enmarcará de manera adecuada su ámbito de protección.

El texto aproximado iniciaría de la siguiente forma:

“El que aprovechando las influencias que posee, recibe, hace dar o prometer para sí o para un tercero,
donativo o promesa o cualquier otra ventaja o beneficio con el ofrecimiento de interceder ante un funcionario o
servidor público (…)”.

X. BIBLIOGRAFÍA

• KINHÄUSER, Urs. Estudios de Derecho Penal Patrimonial. 1ª edición, Grijley, 2002, Lima.

• ROJAS VARGAS, Fidel. Delitos contra la Administración Pública. 4ª edición, Grijley, 2007, Lima.

• SALAZAR SÁNCHEZ, Nelson. Delitos contra la Administración Pública - Jurisprudencia Penal. Jurista
editores, 2004, Lima.

NOTAS:

(1) “La llamada teoría jurídica (…) entiende por patrimonio el conjunto de los derechos patrimoniales
(subjetivos) que le corresponden a una persona”. BINDING citado por URS KINHÄUSER. Estudios de Derecho
Penal Patrimonial. 1ª edición, Grijley, 2002, Lima, p. 133.

(2) ROJAS VARGAS, Fidel. Delitos contra la Administración Pública. 4ta edición, Grijley, 2007, Lima, p.
786.

(3) Voto discordante del Vocal Supremo Titular Robinson Octavio GONZALES CAMPOS en la
jurisprudencia Exp. Nº 1981-2002 Lima de la Sala Penal Transitoria: “Que la acción colisionadora o empleo oficial
(funcionarios o servidores públicos) tiene que ser de la magnitud y capacidad de afectación real y concreta del
bien jurídicamente protegido (…)”. Jurisprudencia encontrada en SALAZAR SÁNCHEZ, Nelson. Delitos contra la
Administración Pública - Jurisprudencia Penal. Jurista editores, 2004, Lima, pp. 526-531.

(4) “La inclusión de la influencia simulada en el ámbito de la tipicidad del delito ha merecido severos
cuestionamientos al señalarse que una influencia que no es tal, esto es, que no existe, que es fingida, que no
posee la suficiente peligrosidad para indisponer el bien jurídico tutelado, al tratarse simplemente de un engaño,
no debe merecer la atención de la norma penal a nivel de delito contra la administración pública, pues al no
existir vinculación de prevalimiento ni real ni potencial entre el traficante y el funcionario se hace innecesario
extender la tipicidad del tráfico de influencias a un supuesto de estafa común”. ROJAS VARGAS, Fidel. Loc. cit.

También podría gustarte