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Revista Teológica Limense

Vol. XLVI – Nº 3 – 2012


(pp. 297 – 312)

ESCATOLOGÍA DE LA LUMEN GENTIUM

Pbro. Dr. Carlos Rosell De Almeida

RESUMEN

En este artículo presentamos las ideas centrales sobre la escatología tal como
es enseñada en la Lumen gentium. Como podremos apreciar, en el misterio
de la Iglesia está siempre latente la tensión escatológica. En efecto, la Iglesia
peregrina hacia su consumación. Aunque en el momento presente tiene ya
una comunión con el cielo, y participa de los bienes salvíficos de Cristo
resucitado, espera su estado glorioso que vendrá con la parusía del Señor.

ABSTRACT

In this paper we present the main ideas on eschatology as taught in Lumen


Gentium. As we will see, in the mystery of the Church is always there
eschatological tension. Indeed, the pilgrim Church to its consummation.
Although at present already has a communion with heaven, and participates
in the risen Christ's saving goods, expects its glorious state to come to the
Lord's parousia.
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I. DOCTRINA ESCATOLÓGICA DE LOS CONCILIOS ANTERIORES AL


VATICANO II
Aparte del Concilio de Jerusalén (cf. Hch 15), en la Iglesia se han
realizado 21 concilios ecuménicos. Antes de abordar la escatología
presente en la Lumen gentium, conviene presentar las enseñanzas sobre
este tema que nos han dejado los concilios anteriores. Para ello, debemos
de referirnos especialmente a cuatro concilios1: IV de Letrán (1215), II
Lyon (1274), Florencia (1439-1445) y Trento (1545-1563).
El IV Concilio de Letrán (1215) en el llamado decreto Firmiter
–Profesión de fe católica– en la perspectiva de la parusía y el juicio final
enseña que resucitaremos con los cuerpos que ahora llevamos; y afirma
la existencia del cielo y del infierno. Ambos son eternos.
“Ha de venir al fin del mundo, ha de juzgar a los vivos y a los
muertos, y ha de dar a cada uno según sus obras, tanto a los
réprobos como a los elegidos: todos los cuales resucitarán con sus
propios cuerpos que ahora llevan para recibir según sus obras, ora
fueren buenas, ora fueren malas; aquéllos, con el diablo, castigo
eterno; y éstos, con Cristo, gloria sempiterna”2.
El contexto histórico del Concilio II de Lyon (1274) está marcado
por el intento de unión con la Iglesia griega. En este sentido, se redactó
la “Profesión de fe de Miguel Paleólogo”. Este símbolo indicó la existencia de
la retribución mox post mortem –inmediatamente después de la muerte–
que puede ser el cielo, el purgatorio o el infierno. Nos encontramos con
el primer documento magisterial que señala la existencia del purgatorio.
“Y si verdaderamente arrepentidos murieren en caridad antes de
haber satisfecho con frutos dignos de penitencia por sus comisiones
y omisiones, sus almas son purificadas después de la muerte con
penas que lavan y purifican… y para alivio de esas penas les

1 Podríamos considerar, de manera tangencial, al Concilio II de Constantinopla (553)


en cuanto que al condenar el origenismo, en cierta manera, confirmó lo enseñado
en el sínodo Endemousa (543) donde se condena la apokatastasis. «Si alguno dice o
siente que el castigo de los demonios o de los hombres impíos es temporal y que
en algún momento tendrá fin, o que se dará la reintegración de los hombres o de
los hombres impíos, sea anatema». DH 411.
2 DH 801.
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aprovechan los sufragios de los fieles vivos, a saber, los sacrificios de


las misas, las oraciones y limosnas, y otros oficios de piedad, que
según las instituciones de la Iglesia, unos fieles acostumbran hacer a
favor de otros”3.
Ciento sesentaicinco años después, en otro concilio ecuménico se
vuelve a intentar la unión con los griegos y además con las antiguas
iglesias orientales. Se trata del Concilio de Florencia (1439-1445). En el
decreto Laetentur coeli, llamado decreto de unión con los griegos, se
reiteran las enseñanzas de Lyon. Además se indica que en el cielo se ve a
Dios uno y Trino y existen diversos grados de felicidad.
“Asimismo, si los verdaderos penitentes salieren de este mundo
antes de haber satisfecho con frutos dignos de penitencia por lo
cometido y omitido, sus almas son purgadas con penas purificatorias
después de la muerte, y para ser aliviadas de esas penas, les
aprovechan los sufragios de los fieles vivos, tales como el sacrificio
de la misa, oraciones y limosnas y otros oficios de piedad, que los
fieles acostumbran a practicar para los otros fieles, según las
instituciones de la Iglesia”4.
“Y que las almas de aquéllos que después de recibir el bautismo no
incurrieron absolutamente en mancha alguna de pecado, y también
aquellas que después de contraer mancha de pecado, la han purgado
o mientras vivían en sus cuerpos o después de que salieron de ellos,
según arriba se ha dicho, son inmediatamente recibidas en el cielo y
ven claramente a Dios mismo, trino y uno, tal como es, unos sin
embargo, con más perfección que otros, conforme a la diversidad de
los merecimientos”5.
“Pero las almas de aquellos que mueren en pecado mortal actual o
con solo el original, bajan inmediatamente al infierno, para ser
castigadas, si bien con penas diferentes»”6.

3 DH 856.
4 DH 1304.
5 DH 1305.
6 DH 1306.
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El Concilio de Trento (1545-1563) aborda la verdad del purgatorio


en un contexto marcado por los errores de Lutero. En la sesión VI
–donde se enseñó la doctrina de la justificación– hay una referencia al
purgatorio. Recibir la justificación no significa quedar libre del reato
–deuda– que trae el pecado. El purgatorio aparece así como el ámbito
donde se satisface dicha deuda si es que no se hizo en la vida terrenal.
“Si alguno dijere que después de recibida la gracia de la justificación,
de tal manera se le perdona la culpa y se le borra el reato de la pena
eterna a cualquier pecador arrepentido, que no queda reato alguno
de pena temporal que haya de pagarse o en este mundo o en el otro
en el purgatorio, antes de que pueda abrirse la entrada en el Reino de
los cielos: sea anatema”7.
Por otro lado, en la sesión XXV se afirma que existe el purgatorio.
Además, se hace una exhortación a los pastores de la Iglesia para que
enseñen correctamente esta verdad, evitando todo lo que suene a lucro,
fábulas o cuestiones supersticiosas.
“Puesto que la Iglesia Católica, ilustrada por el Espíritu Santo,
apoyada en las sagradas Letras y en la antigua tradición de los
Padres ha enseñado en los sagrados Concilios y últimamente en
este ecuménico Concilio que existe el purgatorio y que las almas allí
retenidas son ayudadas por los sufragios de los fieles y
particularmente por el aceptable sacrificio del altar manda el santo
Concilio a los obispos que diligentemente se esfuercen para que la
sana doctrina sobre el purgatorio, enseñada por los santos Padres y
sagrados Concilios sea creída, mantenida, enseñada y en todas
partes predicada por los fieles de Cristo”.
“Delante, empero del pueblo rudo, exclúyanse de las predicaciones
populares las cuestiones demasiado difíciles y sutiles, y las que no
contribuyen a la edificación y de las que de la mayor parte de las
veces no se sigue acrecentamiento alguno de piedad. Igualmente no
permitan que sean divulgadas y tratadas las materias inciertas y que
tienen apariencia de falsedad. Aquéllas, empero, que tocan a cierta

7 DH 1580.
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curiosidad y superstición, o saben a torpe lucro, prohíbanlas como


escándalos y piedras de tropiezo para los fieles”8.
En síntesis, antes del Concilio Vaticano II, son sobre todo cuatro los
concilios que nos han enseñado verdades escatológicas. Ahora
pasaremos a exponer las enseñanzas escatológicas de la Lumen gentium.
Podremos darnos cuenta que la escatología contenida en este documento
está en perfecta armonía con lo que la Iglesia ha enseñado siempre. Es
un signo claro de que el Concilio Vaticano II está inserto en la gran
tradición de la Iglesia.

II. LA ESCATOLOGÍA EN EL CONJUNTO DE LA LUMEN GENTIUM


La Constitución dogmática Lumen gentium es el primer documento
magisterial donde se explica el misterio de la Iglesia. Nunca antes, el
Magisterio había enseñado con tanta riqueza el ser de la Iglesia. En
efecto, la Lumen gentium expone qué es la Iglesia por decirlo de otra
manera: Iglesia qué dices de ti misma. Y lo hace apelando a la misma
tradición viva de la Iglesia. A este respecto señalaba Pablo VI: “Esperamos
que de la doctrina sobre el misterio de la Iglesia, que el Concilio Vaticano II ha
enunciado y proclamado, dimanarán ya desde ahora muchos bienes en el corazón de
los hombres, especialmente de los católicos, para que todos los cristianos vean mejor
trazado y descubierto el verdadero rostro de la Esposa de Cristo, para que vean la
belleza de su Madre y Maestra; para que vean la sencillez y majestad de esta
venerable institución, para que la admiren como un milagro de fidelidad histórica, de
preclara vida social, de leyes excelentes”9.
En la estructura de la Lumen gentium se percibe una lógica10. Es decir
que los ocho capítulos que conforman este documento siguen in iter que
expresa con claridad aquello que es la Iglesia11. La Iglesia es un misterio,

8 DH 1820.
9 Pablo VI. Discurso en la sesión de clausura de la tercera etapa conciliar. 21/ 11/ 1964.
10 Un buen comentario sobre todo el documento en: G. PHILIPS. La Iglesia y su
misterio en el Concilio Vaticano II. Historia, texto y comentario de la constitución “Lumen
gentium”, I-II, Barcelona, Herder, 1969.
11 Los ocho capítulos de la Lumen gentium son: Cap. I. El misterio de la Iglesia. Cap.
II. El pueblo de Dios. Cap. III. La Constitución jerárquica de la Iglesia y en
particular del episcopado. Cap. IV. Los laicos. Cap. V. La vocación universal a la
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un sacramento de comunión en Cristo (Cap. I). Además es un pueblo


que peregrina en la historia, un pueblo ungido y por ende: sacerdotal,
profético y real (Cap. II). La Iglesia está formada por ministros sagrados,
que constituyen la jerarquía, y donde el episcopado posee la plenitud del
sacramento del orden (Cap. III). Pero, también los laicos son
importantes (Cap. IV). Más aún, todos en la Iglesia están llamados a la
santidad (Cap. V). Y, los religiosos recuerdan a los demás fieles este
llamado dando testimonio del Reino de los Cielos (Cap. VI). Toda la
Iglesia está caminando hacia su consumación escatológica (Cap. VII).
María, la madre de Dios, participa ya de aquello que la Iglesia está
llamada a ser en la gloria celestial (Cap. VIII).
Como podemos darnos cuenta, existe todo un capítulo
exclusivamente de contenido escatológico. Se trata del capítulo VII
denominado: “Carácter escatológico de la Iglesia peregrina y su unión
con la Iglesia del cielo”12. Además, el último capítulo dedicado a la
Santísima Virgen María es, en cierta manera escatológico, dado que la
figura de María es presentada como señal de esperanza cierta y de
consuelo (cf. LG n. 68). En este sentido, “los capítulos VII y VIII nos
exponen a la vez lo que es la Iglesia consumada como totalidad y como
individualidad: en los santos y en la Virgen. La comunidad y la comunión
de los santos nos muestran cómo la Iglesia, afincada en la tierra, teniendo
que ser fiel a la tierra y debiendo ser solidaria no como desde fuera e
impasible, sino como desde dentro y afectada con todos los hombres, no
se agota sin embargo en la historia. La trasciende en un sentido y la
consuma en otro. La Virgen es real historia y escatología realizada”13.
En todo caso, es importante señalar que a lo largo de toda la Lumen
gentium hay referencias a las verdades últimas. En especial, conviene hacer

santidad en la Iglesia. Cap. VI. Los religiosos. Cap. VII. Carácter escatológico de
la Iglesia peregrina y su unión con la Iglesia del cielo. Cap. VIII. La
Bienaventurada Virgen María, Madre de Dios, en el misterio de Cristo y de la
Iglesia.
12 Sobre la historia de este capítulo: C. POZO. Teología del más allá, Madrid, B.A.C.
42001, pp. 542-548.

13 CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II. Constituciones, decretos y declaraciones,


Madrid, B.A.C. 2004, p. 14.
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notar las siguientes enseñanzas contenidas aparte del capítulo


propiamente escatológico:
(1) La Iglesia, presente en el designio eterno de Dios Padre, será
consumada al final de los tiempos. En efecto, la Iglesia “aparece prefigurada
ya desde el origen del mundo y preparada maravillosamente en la historia del pueblo
de Israel y en la Antigua Alianza, se constituyó en los últimos tiempos, se manifestó
por la efusión del Espíritu Santo y llegará gloriosamente a su plenitud al final de los
siglos” (LG n. 2).
(2) La Iglesia está orientada a la consumación del Reino de Dios.
“Ella constituye el germen y el comienzo de este Reino en la tierra. Mientras va
creciendo poco a poco, anhela la realización del Reino y espera y desea con todas sus
fuerzas reunirse con su Rey en la gloria” (LG n. 5). Este número nos da el
marco correcto para entender la relación Iglesia y Reino de Dios14. La
Iglesia hace presente en la historia humana el Reino de Dios dado que
hace presente a Cristo y todos los bienes salvíficos que manan de Él. Sin
embargo, la Iglesia no es el Reino, está al servicio del mismo y espera que
venga su consumación.
(3) Hay una analogía entre la Iglesia e Israel. Así como Israel, pueblo
de la antigua Alianza peregrinaba hacia la tierra prometida, tierra donde
mana leche y miel (cf. Ex 33, 3); de la misma manera, la Iglesia, pueblo
de la nueva Alianza, peregrina hacia la Jerusalén del cielo, la patria eterna.
En otras palabras, “el nuevo Israel, que camina en este mundo en busca de su
ciudad futura permanente (cf. Heb 13, 14) recibe también el nombre de Iglesia de
Cristo (cf. Mt 16, 18)” (LG n. 9). Esta enseñanza utiliza la tipología del
Éxodo y permite afirmar que la Iglesia es un pueblo de esperanza, pues

14 “Los teólogos católicos, como todos saben, han trabajado durante años en
describir, con los matices necesarios, las relaciones entre la Iglesia y el reino de
Dios. Algunos se creían obligados a identificar la Iglesia con el reino. Este ensayo
de solución quitaba a la escatología toda perspectiva real sobre el más allá y
provocaba un cortocircuito como si la comunidad eclesial hubiese conseguido ya
su fin último. En los medios teológicos de la Reforma, han prevalecido durante
decenios una escatología absoluta, concepción que imputaba a la comunidad
apostólica, e incluso a Jesús, el error de reducir a menos de una generación
humana el tiempo entre la partida del Hijo del hombre y su vuelta en el esplendor
de su poder, de tal modo que ya no quedaba espacio para la Iglesia de la tierra”.
G. PHILIPS, La Iglesia y su misterio en el Concilio Vaticano II. Historia, texto y comentario
de la Constitución “Lumen gentium”, II, Barcelona, Herder, 1969, p. 211.
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no camina al abismo, “no estamos lanzados hacia un muro, contra el cual


irá a estrellarse nuestra existencia. Hay un escape y una salida, aunque
nosotros seamos incapaces de representarnos el paisaje que se extiende al
otro lado”15.
(4) En la Iglesia, la vida religiosa posee una dimensión escatológica
fundamental. Los religiosos dan testimonio en el mundo de los bienes
celestiales. Es decir, recuerdan a los demás fieles, el estado escatológico
del Reino de Dios. “El Pueblo de Dios, en efecto, no tiene aquí ciudad
permanente, sino que busca la futura. Por eso, el estado religioso, que libera mucho
más a sus miembros de las preocupaciones terrenas, manifiesta también mucho mejor
a todos los creyentes los bienes del cielo, ya presentes en este mundo. También da
testimonio de la vida nueva y eterna adquirida por la redención de Cristo y anuncia ya
la resurrección futura y la gloria del Reino de los cielos” (LG n. 44).
(5) La Santísima Virgen María, modelo y tipo de la Iglesia, anticipa el
estado escatológico al que la Iglesia llegará al final de los tiempos cuando
se dé la parusía del Señor. “La Madre de Jesús, glorificada ya en los cielos en
cuerpo y alma, es la imagen y comienzo de la Iglesia que llegará a su plenitud en el
siglo futuro. También en este mundo, hasta que llegue el día del Señor (cf. 2 Pe 3,
10), brilla ante el Pueblo de Dios en marcha, como señal de esperanza cierta y de
consuelo” (LG n. 68).

III. DOCTRINA DEL CAPÍTULO VII


Tras haber expuesto la presencia de la escatología en el conjunto del
documento, pasemos ahora a abocarnos específicamente al capítulo VII.
Está estructurado en cuatro números. Se inicia señalando la orientación
escatológica de la vocación de quien está inserto en la Iglesia. Acto
seguido, se afirma la comunión entre los santos y los que peregrina; para
pasar luego a enseñar la relación inversa: de los que peregrinan hacia los
que ya gozan de la visión beatífica. Este capítulo concluye con unas
disposiciones pastorales.

15 G. PHILIPS. o.c., p. 212.


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(1) Carácter escatológico de nuestra vocación en la Iglesia.


El número 48 lleva como título, el carácter escatológico de nuestra vocación
en la Iglesia. El hecho de señalar que la vocación del cristiano tiene un
carácter escatológico expresa que el llamado divino encuentra su plenitud
en la consumación definitiva que traerá Cristo glorioso con su segunda
venida.
En este número se explican las realidades escatológicas. Debemos de
resaltar que se evita caer en detalles secundarios sobre las verdades
últimas. Con eso se supera una tendencia presente en los manuales de
entonces demasiado preocupados en llegar al detalle16. Hay una
sobriedad en toda la exposición. Las citas bíblicas son el principal
referente y apoyo dado que la intención es partir siempre del dato
revelado. Toda la exposición muestra el carácter eclesial- cósmico de la
consumación escatológica. Veamos algunas ideas centrales.
(a) La Iglesia alcanzará su consumación cuando llegue a la gloria
celestial. “Tendrá esto lugar cuando llegue el tiempo de la restauración universal
(Hech 3, 21) y cuando, con la humanidad, también el universo entero, que está
íntimamente unido al hombre y que alcanza su meta a través del hombre quede
perfectamente renovado en Cristo (cf. Ef. 1, 10; Col 1, 20; 2 Pe 3, 10-13)” (LG n.
48). Es interesante darnos cuenta cómo se habla de que el cosmos será
transformado escatológicamente. Es una consecuencia de la solidaridad
que existe entre el hombre y el cosmos17. En efecto, “lo cósmico está

16 Por ejemplo, era común en los manuales preconciliares abordar temas como: el
lugar del purgatorio, la naturaleza del fuego del infierno, etc. Entre los manuales
preconciliares destacaba la obra del jesuita José F. Sagués (1907- 1969) cuyo
trabajo «De novissimis», estaba incluido en el tomo cuarto de la Sacrae Summa
theologiae, editada por la BAC el año 1951, y que el año 1962 había llegado a su
cuarta edición. Para una información más extensa de los manuales de corte neo
escolástico que se editaron en España antes del Concilio ver J. I. SARANYANA,
«La Escatología en España» en Anuario de la Historia de la Iglesia, VII (1998)
pp. 232-236.
17 En otro documento del Concilio Vaticano II se aborda el tema de los cielos nuevos y
la tierra nueva. Es el número 39 de la Gaudium et spes. “Los bienes de la dignidad
humana, la comunión fraterna y la libertad; es decir, todos estos frutos buenos de nuestra
naturaleza y de nuestra diligencia, tras haberlos propagado por la tierra en el Espíritu del Señor
y según su mandato, los encontramos después de nuevo, limpios de toda mancha, iluminados y
trasfigurados, cuando Cristo entregue al Padre el reino eterno y universal: "reino de verdad y de
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íntimamente unido con el hombre, y por él llega a su fin. Que la materia


tiene un destino escatológico, que ella obtiene por el hombre, es
claramente dogmático. El dogma de la resurrección implica una
permanencia eterna de la materia en los cuerpos de los hombres
resucitados”18. Más difícil es explicar la forma cómo este universo se
transformará.
(b) Aunque esperamos la consumación, ya ahora participamos de los
bienes salvíficos de Cristo resucitado en la Iglesia. “La resurrección
prometida que esperamos ya comenzó en Cristo, progresa con el envío del Espíritu
Santo y por Él continua en la Iglesia. En ésta por medio de la fe, aprendemos
también el sentido de nuestra vida temporal” (LG n. 48). Es interesante señalar
la presencia del Espíritu Santo en el caminar de la Iglesia hacia su meta
escatológica19. La restauración escatológica “gracias a la acción
ininterrumpida del Espíritu Santo está ya comenzada, no sólo en la
persona del Señor, sino también en la Iglesia”20.
(c) La Iglesia peregrina, aunque es objetivamente santa, está marcada
también por el pecado. Existen en ella, elementos imperfectos, marcados
por la miseria humana. La impecabilidad sólo se dará en el cielo. “La
Iglesia, en efecto, ya en la tierra, se caracteriza por una verdadera santidad, aunque
todavía imperfecta. Mientras no haya nuevos cielos y nueva tierra en los que habite la
justicia (cf. 2 Pe 3, 13), la Iglesia peregrina lleva en sus sacramentos e instituciones,
que pertenecen a este tiempo, la imagen de este mundo que pasa” (LG n. 48). El
misterio de la Iglesia, no lo olvidemos, nos lleva a señalar que en el
momento actual, “las instituciones y los ritos, las leyes y las explicaciones,
llevan la etiqueta del “todavía no” y no serán integrados en el estado de
bienaventuranza a que nos conducen y donde nos veremos establecidos
en la justicia y la dicha de la contemplación. La Iglesia peregrina que se
coloca a sí misma entre las criaturas, marcha, literalmente, a través de un
valle de lágrimas, ya que las criaturas entre las que va avanzando y que

vida; reino de santidad y gracia; reino de justicia, de amor y de paz". El Reino está ya presente
en esta tierra misteriosamente; se consumará cuando venga el Señor” (GS n. 39).
18 C. POZO, o.c., p. 551.
19 “La misión del Espíritu Santo no debe ser entendida como si se redujera al evento
de Pentecostés, sino como una actuación permanente en la Iglesia”. C. POZO,
o.c., p. 550.
20 G. PHILIPS, o.c., pp. 217-218.
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arrastra en su seguimiento, suspiran todavía en dolores de parto hasta el


tiempo en que los hijos de Dios no vengan ya “al mundo” sino que
nazcan para el cielo (Rm 8, 19-22)”21.
(d) Peregrinamos en la fe y no en la visión. “Unidos a Cristo en su
Iglesia, con el sello del Espíritu que es la garantía de nuestra herencia (Ef. 1,
14) nos llamamos hijos de Dios y los somos de verdad (cf. Jn 1, 3, 1). Pero todavía
no hemos aparecido con Cristo en la gloria (cf. Col 3, 4) en la que seremos semejantes
a Dios porque lo veremos tal cual es (cf. 1 Jn 3, 2)” (LG n. 48). Nos
encontramos nuevamente con la tensión: “ya” pero “todavía no”. Ahora,
gracias al Espíritu Santo recibimos la gracia de la adopción filial, pero
aún no vivimos en la gloria escatológica. Y, mientras caminamos por este
mundo, debemos estar preparados y aprovechar nuestra única vida
terrena22. “Como no sabemos ni el día ni la hora, es necesario, según el consejo del
Señor, estar continuamente en vela. Así, terminada la única carrera que es nuestra
vida en la tierra (cf. Heb 9, 27), mereceremos entrar con Él en la boda y ser contados
entre los santos (cf. Mt 25, 31-46)” (LG n. 48).
(e) El infierno es una posibilidad latente. De ahí que es fundamental
estar en gracia. Así “no nos mandarán ir, como siervos malos y perezosos (cf. Mt
25, 26) al fuego eterno (cf. Mt 25, 41), a las tinieblas exteriores, donde habrá
llanto y rechinar de dientes (Mt 22, 13; 25, 30)” (LG n. 48). La presencia
de estas referencias bíblicas indica que la existencia de un estado eterno
de condenación es una verdad revelada. “La descripción del infierno se
hace con términos bíblicos, incluso más exactamente con palabras del
mismo Jesús. Por último, es interesante que con motivo de la petición de
un Padre que deseaba una declaración de que hay condenados de hecho
(para que el infierno no permaneciera con un sentido de mera hipótesis),
la Comisión teológica insistiera en la forma gramatical futura (y no
condicional) que poseen los textos evangélicos que se aducen en el

21 G. PHILIPS, o.c., p. 219.


22 LG n. 48 cita Hb 9, 27. Este pasaje bíblico habla de que se muere una sola vez y es
un claro rechazo bíblico a la reencarnación. A este respecto comenta Philips:
“Eran sacerdotes de Iberoamérica los que se empeñaron con incansable
perseverancia en incluir esas breves palabras en la declaración conciliar. A
nuestros ojos de europeos la advertencia parece superflua o extraña cuando
menos. Pero entre los habitantes de Sudamérica la idea de una especie de
metempsicosis se encuentra ampliamente difundida”. G. PHILIPS, o.c., p. 223.
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número 48 al hablar del infierno. Esta respuesta de la Comisión teológica


excluye una interpretación meramente hipotética del infierno”23.
(f) Además, dentro de las verdades relacionadas con la escatología
está el juicio. La Iglesia enseña la existencia de dos juicios: el particular y
el universal. En la Lumen gentium se refieren al juicio sin especificar cuál
es. A este respecto, se indica. “Antes de reinar con Cristo glorioso, todos
compareceremos ante el tribunal de Cristo para dar cuenta cada uno del
bien y del mal que hizo durante su vida en este cuerpo (2 Co 5, 10)” (LG
n. 48). Según Cándido Pozo, se está hablando del juicio particular24. Otro
autor, G. Philips, piensa más bien que se trata del juicio final25.
(g) La verdad de la resurrección universal está claramente
expuesta. Se afirma la resurrección de condenación y de gloria, ambas
fundamentadas bíblicamente. En efecto, existirá una resurrección de
condenación. “Al fin del mundo, los que hicieron el mal resucitarán
para el juicio (Jn 5, 29; cf. Mt 25, 46)” (LG n. 48). Nosotros esperamos
la resurrección gloriosa. “ Él transformará nuestro humilde cuerpo en
un cuerpo glorioso parecido al suyo (Flp 3, 21) y vendrá a que lo
glorifiquen todos sus santos y lo admiren todos sus creyentes (2 Ts 1,
10)” (LG n. 48).

(2) Comunión de la Iglesia del cielo con la Iglesia peregrina.


En el número 49 se afirma la communio existente entre la Iglesia
celestial y la Iglesia peregrina. Son dos estados de la misma Iglesia. Al
inicio de este número se afirma la communio sanctorum. Se trata de la
comunión que se da entre los vivos, los difuntos del purgatorio y los
santos. En otras palabras, “unos peregrinan en la tierra; otros, ya difuntos, se
purifican; mientras otros están glorificados, contemplando “claramente a Dios mismo,
uno y trino, tal cual es”” (LG n. 49). No se trata, conviene decirlo, de tres

23 C. POZO, o.c., p. 555.


24 “Se refiere a un juicio anterior al fin de los tiempos… se trata, por tanto, de una
enseñanza sobre el juicio particular”. C. POZO, o.c., pp. 556-557.
25 “Lo que la teología más reciente llama “el juicio particular” en ninguna parte figura
en primer plano. Los textos no tienen a la vista sino la resurrección general para la
vida o para la condenación”. G. PHILIPS, o.c., p. 224.
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Iglesias, sino de una sola Iglesia que vive en tres estados. Lo que está
claro que es “hay, pues, una diferencia entre los que todavía están de
camino, ya sea para acabar su peregrinación en la tierra ya para pasar a la
montaña de la purificación, y los que contemplan ya a Dios antes del
último día en espera de la resurrección”26.
En esta comunión existe una comunicación de bienes espirituales.
Es, por tanto una comunión dinámica. Estos bienes comunicables
proceden de Cristo, fuente de toda gracia en la Iglesia. Es tal esta
communio que no hay interrupción con los que murieron en Cristo Jesús.
“Todos los de Cristo, que tienen su Espíritu, forman una misma Iglesia y están
unidos entre sí en El (cf. Ef. 4, 16). Por tanto, la unión de los miembros de la Iglesia
peregrina con los hermanos que durmieron en la paz de Cristo de ninguna manera se
interrumpe. Más aún, según la constante fe de la Iglesia, se refuerza con la
comunicación de los bienes espirituales” (LG n. 49).
Los santos interceden unidos a Cristo por nosotros. “Recibidos ya en la
patria, viven con el Señor (cf. 2 Co 5, 8), y por El, con El y en El no dejan de
interceder por nosotros ante el Padre. Presentan por medio del único Mediador ante
Dios y los hombres, Cristo Jesús (cf. 1 Tm 2, 5), los méritos que adquirieron en la
tierra, sirviendo a Dios en todo y completando en su carne lo que falta a los
sufrimientos de Cristo por su Cuerpo, la Iglesia (cf. Col 1, 24)” (LG n.49).
Merece resaltar aquí, el esfuerzo que se hace por afirmar que Cristo es el
único mediador –unus mediator– , para ello se utiliza la expresión paulina
de 1 Tm 2, 5. Esto nos lleva a contemplar a los santos no como
competidores de Cristo, sino “mediadores en el único mediador”. Están
subordinados a Cristo, el único Redentor. Además, la cita paulina de Col
1, 24 expresa que si bien Cristo ya hizo objetivamente todo lo necesario
para que seamos salvados; sin embargo, falta un aspecto: nuestra
colaboración. Los santos han participado libremente de la Redención
obrada por Cristo.

(3) Relaciones de la Iglesia peregrina con la del cielo.


Tras haberse indicado las relaciones entre los santos y los vivos, la
Lumen gentium afirma cómo los que peregrinan establecen una comunión

26 G. PHILIPS, o.c., p. 229.


310 Revista Teológica Limense. Vol. XLVI – Nº 3 – 2012

con los santos. En otras palabras, “si el número 49 había mirado la


comunión de los santos a partir de los bienaventurados, el número 50 la
mira a partir de la Iglesia terrestre”27. Pero, antes se remarca que la Iglesia
siempre ha orado por los difuntos. “La Iglesia peregrina, perfectamente
consciente de esta comunión de todo el Cuerpo místico de Jesucristo, desde los primeros
tiempos del cristianismo honró con gran piedad el recuerdo de los difuntos y también
ofreció por ellos oraciones” (LG n. 50). Es decir, se está indicando la relación
que tiene la Iglesia peregrina con las almas del purgatorio, lo que
clásicamente se llamaba, Iglesia purgante. Esta relación se concreta con
los sufragios por los difuntos y forma parte de la vida misma de la
Iglesia, en efecto, “nada tan ordinario en la antigua Iglesia como la
plegaria de los vivos en favor de los muertos, como lo atestiguan los
numerosos votos de paz grabados en las piedras sepulcrales de las
catacumbas”28.
La Iglesia peregrina al contemplar a los santos aviva su esperanza
escatológica. “Al contemplar la vida de los que siguieron fielmente a Cristo, nos
sentimos animados por nuevos motivos a buscar la ciudad futura (cf. Heb 13, 14; 11,
10)” (LG n. 50). En definitiva, la invocación a los santos nos lleva a una
profunda comunión con Cristo, la única fuente salvífica. “La comunión con
los santos nos une a Cristo, del que mana, como de Fuente y Cabeza, toda la gracia y
la vida del Pueblo de Dios” (LG n. 50). La devoción a los santos es
“cristocéntrica”. “Todo auténtico testimonio de amor que ofrecemos a los del cielo,
por su misma naturaleza se dirige y termina en Cristo, “corona de todos los santos”,
y, por Él, en Dios, admirable en sus santos y glorificado en ellos” (LG n. 50).
En la Sagrada Liturgia se realiza de manera excelente la comunión
con la Iglesia celestial. “Nuestra unión con la Iglesia del cielo se realiza de la
manera más noble cuando celebramos las alabanzas de la grandeza de Dios con
alegría compartida, sobre todo en la sagrada liturgia” (LG n. 50). En su liturgia,
la Iglesia que peregrina en la tierra se une con la del cielo para alabar al
único Dios vivo y verdadero. “Toda la comunidad canta la gloria del
Dios uno y trino en unión con todos los elegidos de todos los tiempos y
de todos los lugares”29. Sobre todo es en la Santa Misa donde se realiza

27 C. POZO, o.c., p. 561.


28 G. PHILIPS, o.c. p. 248.
29 G. PHILIPS, o.c., p. 253.
ROSELL – Escatología de la Lumen Gentium 311

este misterio de comunión. Dado que “al celebrar el sacrificio eucarístico, nos
unimos de la manera más perfecta al culto de la Iglesia del cielo: reunidos en comunión
veneramos la memoria, ante todo, de la gloriosa siempre Virgen María, madre de
Jesucristo nuestro Dios y Señor, la de su esposo San José; la todos los santos
Apóstoles y mártires y la de todos los santos” (LG n. 50).

(4) El Concilio establece disposiciones pastorales.


El número 51 señala la importancia de valorar las disposiciones
emanadas en los concilios: II de Nicea (787), Florencia (1439-1445) y
Trento (1545-1565). Fundamentalmente la intención es exhortar a los
pastores para que eduquen correctamente al pueblo de Dios sobre el
culto a los santos.
Se remarca que el culto a los santos lleva a la práctica de la caridad.
Por eso, se pide a los pastores de la Iglesia que “han de enseñar, pues, a los
fieles que el auténtico culto a los santos no consiste tanto en la cantidad de actos
exteriores cuanto en la intensidad de nuestro amor en la práctica” (LG n. 51).
Ahora bien, el culto a los santos no daña la primacía de Cristo. En este
sentido, también los pastores “han de enseñar a los fieles que nuestro culto a los
santos, si se considera a la plena luz de la fe, de ninguna manera disminuye el culto de
adoración dado a Dios Padre por Cristo en el Espíritu, sino que más bien lo
enriquece notablemente” (LG n. 51). Conviene hacer notar que nuevamente
se insiste en mostrar la centralidad de Cristo cuando hablamos de los
santos. En efecto, al acudir a los santos, en último término “rogamos al
Señor que es la plenitud de toda reconciliación, nuestro único sacrificio
expiatorio, nuestro único defensor”30.

CONCLUSIONES
(a) El misterio de la Iglesia conduce a la escatología. Es decir que el
ser de la Iglesia está orientado a su consumación gloriosa y esto incluye
también el cosmos. En el hoy de la Iglesia ya se participa de los bienes
salvíficos que ha traído el misterio pascual de Cristo. Es el Espíritu Santo

30 G. PHILIPS, o.c., p. 261.


312 Revista Teológica Limense. Vol. XLVI – Nº 3 – 2012

quien hace posible el hoy de Cristo. Sin embargo, la Iglesia está


tensionada escatológicamente pues anhela la gloria definitiva.
(b) La Iglesia vive una admirable comunión con quienes ya dejaron
este mundo. Ya sea con los santos, quienes ven a Dios cara a cara, como
también con los que aún no gozan de la visión beatífica, pues están
purificándose. Esta comunión, remarca la Lumen gentium, es “en Cristo”.
(c) En la liturgia, especialmente en el sacrificio eucarístico, se realiza
de manera excelente la communio sanctorum. Así, la liturgia es el ámbito
privilegiado donde los miembros de la Iglesia viven la comunión “en
Cristo Jesús”. De esa manera, al congregarse para el culto, la Iglesia se
manifiesta como misterio de comunión que trasciende la existencia
terrena.
(d) Los pastores deben enseñar con claridad que la invocación a los
santos posee un carácter eminentemente cristológico. Es un medio eficaz
para vivir con Cristo y contribuye así a fortalecer la comunión en la
Iglesia.
(e) En la Santísima Virgen María se ha anticipado ya lo que será la
Iglesia cuando se dé la Parusía. Ella es la mujer escatológica, y al mismo
tiempo, anima nuestra esperanza.

Pbro. Dr. Carlos Rosell De Almeida


Profesor Asociado de la Facultad de Teología
Pontificia y Civil de Lima
Rector del Seminario
Santo Toribio de Mogrovejo

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