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RESUMEN
En este artículo presentamos las ideas centrales sobre la escatología tal como
es enseñada en la Lumen gentium. Como podremos apreciar, en el misterio
de la Iglesia está siempre latente la tensión escatológica. En efecto, la Iglesia
peregrina hacia su consumación. Aunque en el momento presente tiene ya
una comunión con el cielo, y participa de los bienes salvíficos de Cristo
resucitado, espera su estado glorioso que vendrá con la parusía del Señor.
ABSTRACT
3 DH 856.
4 DH 1304.
5 DH 1305.
6 DH 1306.
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7 DH 1580.
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8 DH 1820.
9 Pablo VI. Discurso en la sesión de clausura de la tercera etapa conciliar. 21/ 11/ 1964.
10 Un buen comentario sobre todo el documento en: G. PHILIPS. La Iglesia y su
misterio en el Concilio Vaticano II. Historia, texto y comentario de la constitución “Lumen
gentium”, I-II, Barcelona, Herder, 1969.
11 Los ocho capítulos de la Lumen gentium son: Cap. I. El misterio de la Iglesia. Cap.
II. El pueblo de Dios. Cap. III. La Constitución jerárquica de la Iglesia y en
particular del episcopado. Cap. IV. Los laicos. Cap. V. La vocación universal a la
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santidad en la Iglesia. Cap. VI. Los religiosos. Cap. VII. Carácter escatológico de
la Iglesia peregrina y su unión con la Iglesia del cielo. Cap. VIII. La
Bienaventurada Virgen María, Madre de Dios, en el misterio de Cristo y de la
Iglesia.
12 Sobre la historia de este capítulo: C. POZO. Teología del más allá, Madrid, B.A.C.
42001, pp. 542-548.
14 “Los teólogos católicos, como todos saben, han trabajado durante años en
describir, con los matices necesarios, las relaciones entre la Iglesia y el reino de
Dios. Algunos se creían obligados a identificar la Iglesia con el reino. Este ensayo
de solución quitaba a la escatología toda perspectiva real sobre el más allá y
provocaba un cortocircuito como si la comunidad eclesial hubiese conseguido ya
su fin último. En los medios teológicos de la Reforma, han prevalecido durante
decenios una escatología absoluta, concepción que imputaba a la comunidad
apostólica, e incluso a Jesús, el error de reducir a menos de una generación
humana el tiempo entre la partida del Hijo del hombre y su vuelta en el esplendor
de su poder, de tal modo que ya no quedaba espacio para la Iglesia de la tierra”.
G. PHILIPS, La Iglesia y su misterio en el Concilio Vaticano II. Historia, texto y comentario
de la Constitución “Lumen gentium”, II, Barcelona, Herder, 1969, p. 211.
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16 Por ejemplo, era común en los manuales preconciliares abordar temas como: el
lugar del purgatorio, la naturaleza del fuego del infierno, etc. Entre los manuales
preconciliares destacaba la obra del jesuita José F. Sagués (1907- 1969) cuyo
trabajo «De novissimis», estaba incluido en el tomo cuarto de la Sacrae Summa
theologiae, editada por la BAC el año 1951, y que el año 1962 había llegado a su
cuarta edición. Para una información más extensa de los manuales de corte neo
escolástico que se editaron en España antes del Concilio ver J. I. SARANYANA,
«La Escatología en España» en Anuario de la Historia de la Iglesia, VII (1998)
pp. 232-236.
17 En otro documento del Concilio Vaticano II se aborda el tema de los cielos nuevos y
la tierra nueva. Es el número 39 de la Gaudium et spes. “Los bienes de la dignidad
humana, la comunión fraterna y la libertad; es decir, todos estos frutos buenos de nuestra
naturaleza y de nuestra diligencia, tras haberlos propagado por la tierra en el Espíritu del Señor
y según su mandato, los encontramos después de nuevo, limpios de toda mancha, iluminados y
trasfigurados, cuando Cristo entregue al Padre el reino eterno y universal: "reino de verdad y de
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vida; reino de santidad y gracia; reino de justicia, de amor y de paz". El Reino está ya presente
en esta tierra misteriosamente; se consumará cuando venga el Señor” (GS n. 39).
18 C. POZO, o.c., p. 551.
19 “La misión del Espíritu Santo no debe ser entendida como si se redujera al evento
de Pentecostés, sino como una actuación permanente en la Iglesia”. C. POZO,
o.c., p. 550.
20 G. PHILIPS, o.c., pp. 217-218.
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Iglesias, sino de una sola Iglesia que vive en tres estados. Lo que está
claro que es “hay, pues, una diferencia entre los que todavía están de
camino, ya sea para acabar su peregrinación en la tierra ya para pasar a la
montaña de la purificación, y los que contemplan ya a Dios antes del
último día en espera de la resurrección”26.
En esta comunión existe una comunicación de bienes espirituales.
Es, por tanto una comunión dinámica. Estos bienes comunicables
proceden de Cristo, fuente de toda gracia en la Iglesia. Es tal esta
communio que no hay interrupción con los que murieron en Cristo Jesús.
“Todos los de Cristo, que tienen su Espíritu, forman una misma Iglesia y están
unidos entre sí en El (cf. Ef. 4, 16). Por tanto, la unión de los miembros de la Iglesia
peregrina con los hermanos que durmieron en la paz de Cristo de ninguna manera se
interrumpe. Más aún, según la constante fe de la Iglesia, se refuerza con la
comunicación de los bienes espirituales” (LG n. 49).
Los santos interceden unidos a Cristo por nosotros. “Recibidos ya en la
patria, viven con el Señor (cf. 2 Co 5, 8), y por El, con El y en El no dejan de
interceder por nosotros ante el Padre. Presentan por medio del único Mediador ante
Dios y los hombres, Cristo Jesús (cf. 1 Tm 2, 5), los méritos que adquirieron en la
tierra, sirviendo a Dios en todo y completando en su carne lo que falta a los
sufrimientos de Cristo por su Cuerpo, la Iglesia (cf. Col 1, 24)” (LG n.49).
Merece resaltar aquí, el esfuerzo que se hace por afirmar que Cristo es el
único mediador –unus mediator– , para ello se utiliza la expresión paulina
de 1 Tm 2, 5. Esto nos lleva a contemplar a los santos no como
competidores de Cristo, sino “mediadores en el único mediador”. Están
subordinados a Cristo, el único Redentor. Además, la cita paulina de Col
1, 24 expresa que si bien Cristo ya hizo objetivamente todo lo necesario
para que seamos salvados; sin embargo, falta un aspecto: nuestra
colaboración. Los santos han participado libremente de la Redención
obrada por Cristo.
este misterio de comunión. Dado que “al celebrar el sacrificio eucarístico, nos
unimos de la manera más perfecta al culto de la Iglesia del cielo: reunidos en comunión
veneramos la memoria, ante todo, de la gloriosa siempre Virgen María, madre de
Jesucristo nuestro Dios y Señor, la de su esposo San José; la todos los santos
Apóstoles y mártires y la de todos los santos” (LG n. 50).
CONCLUSIONES
(a) El misterio de la Iglesia conduce a la escatología. Es decir que el
ser de la Iglesia está orientado a su consumación gloriosa y esto incluye
también el cosmos. En el hoy de la Iglesia ya se participa de los bienes
salvíficos que ha traído el misterio pascual de Cristo. Es el Espíritu Santo