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Seminario Anglicano San Juan Crisóstomo

Pbro. Yrwin Martinez

Tarea II
Perdón y Reconciliación

Luis Carlos Ospina Romero


V9701413
Institución del Sacramento de la Reconciliación.

1.- El mismo día en que resucitó entre los muertos, Jesús nos dejó el sacramento de la
Confesión.
- En la tarde del domingo de resurrección, Jesús se apareció a sus apóstoles Les dijo: «
¡La paz con vosotros! ». 20Dicho esto les mostró las manos y el costado. Los discípulos
se llenaron de Gozo al ver al Señor. 21El les volvió a decir: « ¡La paz esté con ustedes!«.
Así COMO EL PADRE ME ENVIO A MI, ASI LOS ENVIO A USTEDES. 22Dicho
esto soplo sobre ellos: «RECIBAN EL ESPIRITU SANTO: 23A QUIENES USTEDES
PERDONEN QUEDAN PERDONADOS, Y A QUIEN SE LOS RETENGAIS LES
QUEDAN RETENIDOS SUS PECADOS.” (Concilio Vat. II)

2. Significado del Sacramento del Perdón.

2.1 Se le denomina sacramento de la conversión porque ejecuta la llamada de Jesús de


regresar al Padre, del cual el hombre se alejo, Mc 1, 15; Lc 15, 18.

2.2 Se denomina sacramento de la Penitencia porque consagra un proceso personal de


conversión, de arrepentimiento, y de reparación por parte del pecador.

2.3 Se denomina sacramento de la confesión porque el pecador debe declarar al


sacerdote sus pecados, lo cual es un elemento esencial para dar el perdón.

2.4 Se denomina sacramento del perdón debido a la absolución sacramental del


sacerdote, “Dios concede el perdón y la paz”

3.- ¿Por qué los bautizados necesitan de este sacramento?

Si decimos “no tenemos pecado nos engañamos, y la verdad no está en nosotros”, 1Jn 1,
8. Por eso quien se ha revestido de Cristo en el bautismo, Ga 3, 27, no cabe el pecado.
Habiendo sido revestidos de Cristo por el espíritu santo somos santos e inmaculados
ante él, Ef 1,4. Pero la vida nueva recibida en el bautismo no suprimió la concupiscencia
o fragilidad a recaer en el pecado. “El perdón del pecador regresa lo regresa por la
gracia de Dios a la santidad y a la vida eterna, (Concilio de Trento, DS 1630, 1690,
1691, 1712, 1647, 1680, 1542, 1674.”, por tal razón en su infinita misericordia y
sabiduría Jesús instituye el sacramento del perdón.
Pero la llamada de Jesús también tiene una dimensión comunitaria, “Arrepiéntete”, Ap
2, 5.16.

4.- Los Concilios y el Perdón de los pecados.

El Magisterio eclesiástico se pronunció sobre el pecado original en el concilio de Cartago


(418), que condenó los errores de Pelagio; en el concilio de Orange. El Concilio de Cartago
(418) enseña que la muerte corporal de Adán fue consecuencia de un pecado y no una mera
necesidad natural. El pelagianismo fue anatemizado en el Tercer concilio Ecuménico
(universal), del 22 de Julio en Éfeso. El Segundo Concilio de Orange (Aurausio,
Francia) en el año 529 sostuvo la visión de Agustín respecto a la gracia y condenó el
Pelagianismo de manera inequívoca. El 17 de Junio de 1546, el Concilio Romano de
Trento condenó a Pelagio en cinco capítulos

De las Indulgencias Concilio de Letrán (información proveniente de


Mercaba)

[De la Bula Cum postquam al Legado Tomás de Vio Cayetano, de 9 de


noviembre de 1518]

Y para que en adelante nadie pueda alegar ignorancia de la doctrina de la


Iglesia Romana acerca de estas indulgencias y su eficacia o excusarse con
pretexto de tal ignorancia o con fingida declaración ayudarse, sino que
puedan ser ellos convencidos como culpables de notoria mentira y con
razón castigados, hemos determinado significarte por las presentes letras
que la Iglesia Romana, a quien las demás están obligadas a seguir como a
madre, enseña: Que el Romano Pontífice, sucesor de Pedro, el llavero, y
Vicario de Jesucristo en la tierra, por el poder de las llaves, a las que toca
abrir el reino de los cielos, quitando en los fieles de Cristo los
impedimentos a su entrada (es decir, la culpa y la pena debida a los pecados
actuales: la culpa, mediante el sacramento de la penitencia, y la pena
temporal, debida conforme a la divina justicia por los pecados actuales,
mediante la indulgencia de la Iglesia), puede por causas razonables
conceder a los mismos fieles de Cristo, que, por unirlos la caridad, son
miembros de Cristo, ora se hallen en esta vida, ora en el purgatorio,
indulgencias de la sobreabundancia de los méritos de Cristo y de los
Santos; y que concediendo [el Romano Pontífice] indulgencia tanto por los
vivos como por los difuntos con apostólica autoridad, ha acostumbrado
dispensar el tesoro de los méritos de Cristo y de los Santos, conferir la
indulgencia misma por modo de absolución, o transferirla por modo de
sufragio. Y, por tanto, que todos, lo mismo vivos que difuntos, que
verdaderamente hubieren ganado todas estas indulgencias, se vean libres de
tanta pena temporal, debida conforme a la divina justicia por sus pecados
actuales, cuanta equivale a la indulgencia concedida y ganada. Y
decretamos por autoridad apostólica a tenor de estas mismas presentes
letras, que así debe creerse y predicarse por todos bajo pena de excomunión
latae sententiae.

León X, el año 1519, envió esta bula a los suizos con una carta de 30 de
abril de 1519 en que juzga así de la doctrina de la bula:
La potestad del Romano Pontífice en la concesión de estas indulgencias,
según la verdadera definición de la Iglesia Romana, que debe ser por todos
creída y predicada... hemos decretado, como por las mismas Letras que
mandamos se os consignen, plenamente procuraréis ver y guardar...
Firmemente os adheriréis a la verdadera determinación de la Santa Romana
Iglesia y de esta Santa Sede que no permite los errores.

Errores de Martín Lutero

[Condenados en la Bula Exsurge Domine, de 15 de junio de 1520]

1. Es sentencia herética, pero muy al uso, que los sacramentos de la Nueva


Ley, dan la gracia santificante a los que no ponen óbice.

2. Decir que en el niño después del bautismo no permanece el pecado, es


conculcar juntamente a Pablo y a Cristo.

3. El incentivo del pecado [fomes peccati], aun cuando no exista pecado


alguno actual, retarda al alma que sale del cuerpo la entrada en el cielo.

4. La caridad imperfecta del moribundo lleva necesariamente consigo un


gran temor, que por sí solo es capaz de atraer la pena del purgatorio e
impide la entrada en el reino.

36. El libre albedrío después del pecado es cosa de mero nombre; y


mientras hace lo que está de su parte, peca mortalmente.

37. El purgatorio no puede probarse por Escritura Sagrada que esté en el


canon.

38. Las almas en el purgatorio no están seguras de su salvación, por lo


menos todas; y no está probado, ni por razón, ni por Escritura alguna, que
se hallen fuera del estado de merecer o de aumentar la caridad.

39. Las almas en el purgatorio pecan sin intermisión, mientras buscan el


descanso y sienten horror de las penas.

40. Las almas libradas del purgatorio por los sufragios de los vivientes, son
menos bienaventuradas que si hubiesen satisfecho por sí mismas.

41. Los prelados eclesiásticos y príncipes seculares no harían mal si


destruyeran todos los sacos de la mendicidad.

Censura del Sumo Pontífice: Condenamos, reprobamos y de todo punto


rechazamos todos y cada uno de los antedichos artículos o errores,
respectivamente, según se previene, como heréticos, escandalosos, falsos u
ofensivos de los oídos piadosos o bien engañosos de las mentes sencillas, y
opuestos a la verdad católica.
Letrán

Así, en 1215, Letrán IV denuncia las indulgencias “indiscretas y superfluas” concedidas


por ciertos prelados: ellas llevan a “despreciar las llaves de la Iglesia”, es decir su poder
de perdonar; recomendando “moderar las cartas de indulgencias”, el concilio pone como
ejemplo al pontífice romano, cuya “plenitud de poder” no impide la “habitual
moderación” (DS 819).

Aquí aparecía ya el nexo doctrinal entre indulgencias y papado e incluso entre


indulgencias y la plenitud del poder pontificio. La doctrina está supuesta sin ser
expuesta.

Constanza

Posteriormente, el concilio de Constanza declara en 1418 (DS 1266) que el papa puede
conceder las indulgencias a los cristianos verdaderamente contritos y confesados.
Condena la proposición según la cual es una tontería creer en la indulgencias.
Contempla así los errores de Wyclif y Huss.

Florencia

Unos veinte años después, el concilio de Florencia, en su decreto para los Griegos,
reconocía el valor de los sufragios y limosnas ofrecidos por los fieles a favor de otros de
acuerdo a las instituciones de la Iglesia (secundum Ecclesiae Instituta: alusión
manifiesta a las indulgencias entre otras. Es importante destacar que tenemos ahí la
primera alusión clara de un concilio ecuménico a la oración por los difuntos y que esta
alusión insinúa de una manera todavía más vaga las indulgencias (DS 304). Texto
aprobado por los representantes de las Iglesias de Oriente, en un primer momento.

Trento

Luego, el concilio de Trento, en dos sesiones distintas (XXi y XXV, respectivamente en


1562 y el 4 de diciembre de 1563) se ocupó de las indulgencias. Ellas recibieron el
calificativo de “gracias espirituales” y de tesoros celestes”… el concilio agregaba que
esas “santas indulgencias” debían ser comunicadas a todos los fieles y anatematizando a
aquellos que les decían “inútiles”. Al mismo tiempo, el concilio decidió la total
abolición de las colectas abusivas (hechas por los predicadores de indulgencias) . Las
indulgencias-limosnas desaparecieron y el tesoro espiritual de la Iglesia dejo de ser
la oportunidad de acrecentar los tesoros materiales de sus miembros. Pío V,
después del concilio, resumió los frutos de una profesión de fe (1564) en un
contexto netamente escatológico (purgatorio, valor de los sufragio por las almas
purificadas, veneración de los santos y culto de sus imágenes), la Iglesia afirmaba que
Cristo le dejó el poder de instituir las indulgencias y que su uso es supremamente
salutaria para el pueblo cristiano (DS 1867), es decir: que lo conduce a la salvación
eterna. Se reencontrará, sin duda, las mismas orientaciones, con matices significativos,
en numerosos concilios provinciales de los períodos medievales y post medieval. Habría
ahí materia para una investigación muy interesante.
El Concilio de Trento se reanudaba en su tercera etapa el día 1 de mayo de 1551
iniciándose los trabajos de preparación de la sesión décimo cuarta, celebrada el 25 de
noviembre, en que se presentaría solemnemente el decreto dogmático sobre el
sacramento de la Penitencia.
En el capítulo V y cánones correspondientes se plasmaba la doctrina sobre la confesión
sacramental. Dos son los momentos en que se trató el tema de la confesión: uno, de
mayo a jl!lio de 1547, cuando la mayoría de los obispos estaban reunidos en Bolonia;
otro, en el período conciliar de Trento, en su segunda fase, entre octubre y noviembre de
1551. El período de Bolonia no está falto de interés, ya que en los trabajos realizados
por los Padres y teólogos encontramos los contenidos que más tarde en Trento se
elevarían a textos definitivos NECESIDAD DE LA CONFESION EN EL
CONCILIO DE TRENTO MIGUEL PEDROS, Universidad de Navarra, paper a
su disposición.

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