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NACIMIENTO Y CARACTERÍSTICAS DEL DERECHO

DEL TRABAJO.

DERECHO Y SOCIEDAD

El Derecho normalmente es visto como manifestación de voluntad del


Estado y este como instrumento de la voluntad colectiva. Es sin embargo una
realidad que las decisiones del Estado corresponden, en general a las fuerzas
prevalecientes en la sociedad y que generan propuestas y decisiones
congruentes, en lo esencial, con sus intereses, aun cuando se presenta como
interés colectivo. En otras palabras, el Derecho es siempre un reflejo más o
menos fiel de la sociedad histórica de la cual emana; de ella proviene y a ella
se debe. En consecuencia, el contenido del derecho corresponderá al de la
sociedad que constituye su matriz, y las transformaciones sufridas por esta
repercutirán inevitablemente en aquel. En el caso de la sociedad moderna esta
regla tiene igual aplicabilidad, es decir, el advenimiento de la modernidad
introdujo profundos cambios en todos los órdenes de la vida incluyendo lo
jurídico.

El derecho es el reflejo de una relación de poder en la sociedad

La realidad social es siempre dinámica; el hoy es el resultado de lo que


fue y el hoy es el pasado de lo que ha de venir. Sin embargo, aun cuando las
relaciones funcionales de la sociedad, entendiendo como tales, las productivas,
las políticas, etc., son el resultado, en lo fundamental, de un proceso histórico
natural –aun cuando a veces tormentoso-, también es cierto que tales
relaciones encuentran reflejo con grados más o menos fiel de correspondencia
en las normas jurídicas. De manera pues, si se tiene presente que tales
relaciones se constituyen como relaciones de poder por cuanto expresan el
posicionamiento de las distintas clases y sectores de clases que existen y se
interrelacionan, con intereses coincidentes o contradictorios, que motivan las
diversas propuestas que, de una u otra manera habrá de alcanzar la formalidad
propia de la norma jurídica, es decir, convertirse en derecho. “El Derecho
constituye una forma específica de expresar la realidad por lo cual constituye
también una forma de conciencia social: la conciencia jurídica.”1 De lo
anterior se sigue que, entendido el Derecho como resultado de un proceso
histórico natural es expresivo de la correlación de los intereses de clases
contrapuestos, visto dicha correlación no solo en su dimensión material, sino
también subjetiva, en la esfera de la conciencia social. Es con este
entendimiento metodológico que apreciamos la transición a la sociedad
moderna y el Derecho que le corresponde.

El Trabajo; concepto e historicidad


Es muy común hablar del trabajo; es un término que de manera vaga se
refiere a toda tarea o actividad humana que se realiza y que tenga alguna
utilidad personal o social. Sin embargo, en sentido restringido, que es el que
aquí utilizamos, el trabajo es la actividad humana desarrollada con el objeto de
producir los bienes y servicios necesarios para su subsistencia, para la
subsistencia de la colectividad humana, Esta actividad vista colectivamente
implica necesariamente una relación con la naturaleza, tendiente a

1
Cañizares, Fernando Diego; Teoría del Derecho; Editorial Pueblo y Educación,
Universidad de la Habana, 1979; p 6.
transformarla. El trabajo es una actividad esencialmente social, pues es en la
sociedad que se valoriza el trabajo. Para desarrollar la actividad laboral o el
trabajo, la sociedad se organiza de diversa manera en las distintas etapas de la
historia; si bien no encontramos propiamente un desarrollo lineal de la
sociedad, suele identificarse cuatro tipos de sociedad que sse dieron hasta el
presente: la sociedad primitiva la sociedad esclavista, la sociedad feudal o
medieval y la sociedad moderna o capitalista.
En la sociedad o comunidad primitiva la organización del trabajo tenía
una modalidad esencialmente colectiva; así, tanto la producción como la
distribución y consumo eran colectivas al igual que la propiedad. Era una
sociedad que desconocía la apropiación privada sobre los medios productivos.
La comunidad primitiva fue sucedida históricamente por la sociedad
esclavista. Aquí la producción social descansaba esencialmente en el trabajo
de esclavos quienes en términos generales trabajaban para los amos o
propietarios de esclavos. Este no tenía la condición de persona sino de cosa,
por lo que no generaba remuneración pero era responsabilidad del amo o
propietario mantenerlo. Importa advertir que en esta sociedad de esclavos
también existían hombres libres al igual que trabajo asalariado, aun cuando de
manera marginal.
La sociedad feudal cuyo inicio suele relacionarse con la caída del
imperio romano y la “invasión de los bárbaros”, introduce nuevas relaciones
sociales de producción y, en consecuencia, descansa en formas productivas
distintas a las sociedades que la antecedieron. El feudalismo descansa
fundamentalmente en el trabajo de los llamados “siervos” quienes cultivan la
tierra de propiedad de los señores feudales a las cuales quedan adscritas los
siervos. También es característico de la sociedad feudal la producción
artesanal que se realiza dentro de los talleres que funcionaban con una
organización rígidamente estratificada.
Del seno del feudalismo surge la sociedad moderna, es decir la sociedad
capitalista, engendro de nuevas clases y relaciones de producción. Luego de
un largo período de transición, emergen triunfantes los nouveaux riches como
clase hegemónico, lo cual implica obviamente que se constituyeron en clase
dirigente, ya no solo a nivel económico sino en lo ideológico, político,
filosófico, etc. Efectivamente, con la toma de la Bastilla, hecho histórico que
sin duda simboliza la derrota política de la aristocracia feudal, la burguesía
atrapa el poder político y se propone organizar el estado moderno que ya venía
perfilándose en el absolutismo monárquico.
Así, se instaura la república democrática como forma estatal que habría
de regir la sociedad del capital y el trabajo. La desintegración del régimen
feudal, que ocurrió primero como fenómeno económico, implicó la migración
masiva de los productores directos del campo a la ciudad; así, los campesinos,
productores del campo fueron a dar a las formaciones urbanas,
transformándose en los nuevos productores directos de la sociedad moderna,
en los trabajadores asalariados.
La “industria” medieval de carácter artesanal también fue transformada
para adecuarse a las nuevas exigencias que el proceso económico del
momento exigía. Las contradicciones que fueron expresándose a lo interno
de la estructura gremial evidenciaban la “fatiga” de esa forma productiva, que
se caracterizaba por ser cerrada, es decir, de acceso restringido -virtualmente
hereditario-, la confección del producto era personal, sin interdependencia
entre los productores quienes realizaban íntegramente la elaboración de los
bienes, siendo cada uno el productor exclusivo del producto final. La
organización jerárquica estamental (maestros, compañeros u oficiales y
aprendices) era rígida, y con dificultad de acceder al vértice de la estructura.
Los talleres medievales así organizados eran funcionales; sin embargo
mientras, no hubo desarrollo de la actividad comercial. Pero, con el inicio de
las incursiones comerciales, se fue produciendo una demanda que iba cada vez
más en aumento, produciendo así una gran presión en la organización gremial
para que se fuera adoptando los cambios necesarios para cumplir con las
exigencias del mercado en formación. Así, las fuerzas económicas creadas
por la germinación del capitalismo incidieron de manera directa en la
descomposición gradual de los talleres medievales introduciendo
paulatinamente variaciones en la organización productiva de los talleres y en
el carácter de las relaciones que se daban a su interno. Igual proceso de
descomposición iría ocurriendo en el campo, donde la relación de servidumbre
se fue atenuando, primero en forma de entrega del plus trabajo al señor; y,
luego en forma de liberación corporal del siervo -antes “atado a la gleba”-, que
le permite trasladarse del campo a la ciudad. Todo este proceso se da como
parte de una real transformación que se incuba: se trata de la transición hacia
la sociedad moderna.
El Derecho al igual que el Estado, que tienen, de acuerdo al
entendimiento del medioevo, una inspiración divina, ya no se apega del todo a
la visión teológica y, más bien se aprecia la tendencia de secularización que va
teniendo el estado y, en consecuencia el derecho.

El Derecho en la Modernidad.
Con la expresa pretensión de solo limitarnos a un muy breve comentario,
es importante destacar como característica distintiva y novedosa del derecho
moderno, su tendencia a vaciarse de elementos no propiamente jurídicos, de
“divorciarse” de las esferas no jurídicas, para alcanzar una maduración como
hecho e instancia con especificidad permisible de estudio científico. Y es
que, si en las sociedades premodernas el derecho, al igual que el fenómeno
político, se presentan como instancias virtualmente indiferenciadas de la
económica, dificultando su apreciación como fenómeno dotado de su propia
especificidad, traduciéndose en una indiferenciación de la sociedad civil y la
sociedad política, en el caso de la sociedad moderna, se presenta una clara
diferenciación entre estas.
Así, en la sociedad moderna el derecho (y la política) se desembaraza de
la presencia de elementos que le son extraños (como es la religión), al tiempo
que deja participar de manera directa en el proceso económico para lograr la
extracción de plus trabajo, pues en relación a esto último, el proceso
económico logra funcionar con autosuficiencia, en base a su propia lógica.

LIBERALISMO ECONÓMICO E INDIVIDUALISMO JURÍDICO


De lo ya visto podemos destacar los rasgos generales que le son
característicos del Derecho en la sociedad moderna, viéndolo en dos
momentos fundamentales de su desarrollo, y que corresponden básicamente a
dos fases: la primera, que es la del capitalismo librecambista y la segunda que
se ha dado en llamar la fase monopólica.
La sociedad moderna revoluciona todas las esferas de actuación social,
incluyendo la concepción que se tiene de la sociedad. En esta sociedad, la
“de los modernos”, se da una visión integral, o universal, además de
antropocéntrica, en contraste a la teocéntrica y fragmentada de la sociedad
medieval. El Derecho en este período histórico también tiene sus
particularidades o características propias. Este es el período de la exaltación
del individuo, de sus derechos y de las esferas de actuación que le son propias:
el derecho absoluto de la propiedad privada, la adscripción del escenario o
esfera económica como privativa suya y, sobre todo ese atributo que le es
propio, innato: la autonomía de la voluntad; todo ello contenido en las
conocidas consignas de la revolución burguesa del siglo XVIII: libertad,
igualdad y fraternidad. En este contexto la actuación del Estado se ve
constreñida, limitada a la administración de la cosa pública y a mantener la
relación armoniosa entre los asociados. Le es vedado inmiscuirse en asuntos
considerados propios de los particulares, como lo son las actividades
productivas: Es el momento del laissez faire laissez passer. La democracia,
en consecuencia, es la democracia que descansa en los derechos y libertades
individuales, se trata de la democracia liberal. El Derecho individualista es lo
característico del momento, lo cual significa que el individuo es el centro de
atención del ordenamiento jurídico.
En la concepción individualista se exalta al individuo, se le convierte “en
fundamento y fin de todas las relaciones jurídicas, políticas y morales, no ya
como rey, sino como semidiós de la creación, por encima de todos los valores
impersonales, en los órdenes explicativo, práctico o moral.”2
En consecuencia, los derechos que se proclaman como fundamentales,
inalienables, son los del individuo, y muy especialmente frente al estado; es
decir, de lo que se trata es delimitar las esferas de actuación del estado y de los
particulares, asegurándose sobre todo, de salvaguardar al individuo de las
actuaciones arbitrarias del estado. Esto ciertamente se presenta como una
reacción a lo que ocurría en la monarquía absoluta en donde el estado no
conocía contención jurídica en sus esferas de actuación. Para ello se

2
Cabanellas de Torres, G. y Alcalá-Zamora y Castillo, L.; Tratado de Política
Laboral y Social; 3ª edición, Editorial Heliasta S.R.L. Argentina, p 502.
proclaman las libertades y los derechos individuales, como ocurre en la
famosa Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789.
Como individuos, todos los hombres son iguales. Se trata de una
categoría aséptica que permite hacer abstracción de las relaciones materiales
de los hombres reales en la sociedad, pues en esta dimensión de lo real no
sería posible hacer el enunciado de la libertad e igualdad universal que, para la
sociedad en ciernes, no son categorías que se agotan en lo ético sino que
constituyen fundamentales condiciones para el desarrollo de las nuevas formas
productivas.
El individualismo y el liberalismo constituyen entonces dos momentos
de una misma realidad donde se compenetran íntima y necesariamente en la
sociedad moderna, en esa primera fase de su desarrollo donde predomina el
libre cambio en toda su extensión. Entre otras cosas, esto llevó a excluir al
estado de toda actuación en la esfera económica, la que se entendía propia de
los particulares; la intromisión del estado en los asuntos económicos
distorsionaría el equilibrio creado naturalmente, y graduado por la ley de la
oferta y demanda. Dentro de esta esfera de actuación reservada para los
particulares, se incluía la relación contractual entre el trabajador y el
empleador, la que se igualaba a los contratos de carácter civil.

Las Democracias Sociales y el Derecho Moderno en el Siglo XX.


El trabajo realizado en el contexto de la sociedad moderna en su primera
fase, dominada por la concepción leseferista, con la equiparación del contrato
de trabajo a la de cualquier otro de carácter particular, produjo como
consecuencia una despiadada explotación del trabajador. Esta situación
generó, naturalmente, como reacción, acciones de lucha de los trabajadores.
La concentración poblacional generada por el industrialismo además de la
"educación" colectiva causada por la producción fabril hizo posible la
constitución de importantes y combativos movimientos obreros. El resultado
de esto fue que los trabajadores lograron reivindicar poco a poco importantes
derechos que irían integrando lo que serían las instituciones del Derecho de
Trabajo.
Pero, no se trata de una simple conquista de algunos derechos que se iba
adicionando para los trabajadores. De hecho se incubaba una nueva relación
entre el Estado y la sociedad civil, una nueva concepción del Derecho
Moderno. La sociedad moderna experimentaba profundos cambios
estructurales: había dejado de ser fundamentalmente librecambista y pasaba al
período monopólico. Significa entonces que se abre una nueva fase en el
Derecho producto de los importantes cambios que, como producto de las
luchas obreras y de las transformaciones económicas, se fue dando.
Ya no se trataría únicamente de la exaltación al individuo abstracto,
desprovisto de relaciones sociales que lo concretizan, como centro de atención
del ordenamiento jurídico. Ahora, reconociendo el Estado que existen
desigualdades sociales, que existen grupos que como tales tienen una evidente
desventaja material frente a otros, debió necesariamente concluir en el
entendimiento de que era preciso legislar a favor de los desaventajados. Con
ello, con este entendimiento, se engendró una nueva visión del Derecho y se
legisló entonces a favor de colectividades, Vg. obreros, campesinos, etc.,
creando así estatutos jurídicos distintos a los que conocía la sociedad demo
liberal. De esta manera se procuraría alcanzar un mínimo de equilibrio en las
relaciones sociales, con un derecho no del todo igualitario como hasta
entonces le era característico a la sociedad moderna. Así, nace el Derecho
Social como nueva rama del Derecho, modificando la división clásica del
Derecho, que hasta entonces se ramificaba en Derecho Privado y Derecho
Público. Ahora, como ya señalamos, se producen legislaciones para tutelar
colectividades sociales. Se institucionalizan estas legislaciones a inicios del
siglo veinte, primero en la Constitución de Querétaro de 1917 en México y
posteriormente en Alemania con la Constitución de Weimar y con el Tratado
de paz de Versalles en 1919.

NACIMIENTO DEL DERECHO DEL TRABAJO.

El Derecho del Trabajo es una rama relativamente nueva de la ciencia


jurídica y corresponde a la sociedad moderna. Es decir, si bien podemos
observar la existencia de relaciones de trabajo en sociedades premodernas, no
es menos cierto que ello solo ocurrió como práctica marginal y no como
realidad predominante en la correspondiente formación económica. No es
sino en la sociedad moderna que la fuerza laboral se presenta de manera
general en el mercado, situación esta que madura suficientemente el fenómeno
como para requerir de una normativa especial como es el caso del Derecho del
Trabajo.
Por ello E. N. Monreal nos afirma que el Derecho del Trabajo "Es una
rama jurídica nueva nacida al término de la Primera Guerra Mundial. Su
origen se debe al rechazo a la igualdad teórica de los hombres entre si que
predicaba el individualismo y el reconocimiento de que el gran poder
económico de los patrones, así como la insuficiencia de recursos de los
trabajadores, son capaces de alterar el equilibrio de las relaciones laborales
razón por la cual es necesario un Derecho especial que apoye a la parte más
débil, que la cohesione en sus enfrentamientos con los patrones y que imponga
exigencias mínimas de protección al trabajador, que la voluntad de las partes
no puedan dejar sin efecto".3

Sin embargo, para que se hiciera realidad esta novel rama del Derecho
fue preciso que se superara la concepción estrecha del individualismo jurídico
y del liberalismo. Esto se logró con la concurrencia masiva del movimiento
obrero que aportó numerosos dirigentes y héroes para lograr este propósito.

*** PERIODIZACION DE LA EVOLUCIÓN DEL DERECHO DEL


TRABAJO (incluye la nueva nuestra)
Si bien, como ya queda establecido, el Derecho del Trabajo es producto
de la sociedad moderna, no nace de inmediato en esta nueva formación social.
Aparece en un momento del desarrollo de esta, pero no de inmediato sino
como resultado de un proceso contradictorio. En base a las circunstancias
predominantes en los diversos momentos históricos, Mario de la Cueva nos
ofrece una periodización del Derecho de Trabajo que nos parece válido para
apreciar su nacimiento y desarrollo hasta su institucionalización.
En primer lugar está la era de la prohibición, donde predomina con toda
su fuerza el leseferismo tanto como en lo económico como en lo político y,
desde luego, en su correspondiente expresión jurídica. En este primer período,
al que podemos referirnos como la “prehistoria” del Derecho del Trabajo, el
predominio del leseferismo significó que el estado no tenía autoridad jurídica
para intervenir en las actividades económicas, esfera esta de la vida social
considerado privativo de los particulares. La concepción teórica o doctrinal

3
Novoa Monreal, Eduardo; El Derecho Como Obstáculo al Cambio Social; Siglo
Veintiuno Editores, S.A., México, 1975, pp 136, 137.
predominante advertía que estaban sometidas a leyes naturales las actividades
económicas de los particulares y, en consecuencia no era admisible la
interferencia del Estado en estas actividades; pues ellos constituirían una
violación al orden natural de las cosas. El Estado es en esta concepción, un
Estado gendarme, que se limita a asegurar la paz y el orden social en base a
las reglas establecidas. En consecuencia, la igualdad y la libertad de todos los
individuos, que adquieren absoluto dominio formal de su voluntad, hace
entender que el trabajador, al igual que el empleador, está en plena libertad de
celebrar los convenios para la realización del trabajo en los términos que
mejor les parece. Así, el contrato suscrito entre trabajador y empleador para
esos efectos, quedó subsumido en la contratación privada, aplicándosele las
normas del Código Civil sobre la materia. Por otro lado, fueron promulgados
leyes prohibitivas de las organizaciones de trabajadores como la Ley Le
Chapelier de junio de 1791 y el Edicto Turgot (esta última de muy corta vida)
de marzo de 1776 que fueron dictados para acabar con el cerrado sistema
corporativo en franca decadencia, pero utilizado igualmente para enfrentar a
los trabajadores en su intento reivindicativo ante las duras en inhumanas
condiciones de trabajo propiciados por el incipiente capitalismo,
particularmente con la revolución industrial. Tan severa fue la determinación
anti organización obrera que el Código Penal francés de 1810 instituyó el
delito de coalición; es decir, convirtió en delito las colectividades obreras.
La concentración de trabajadores producidas por el capitalismo,
especialmente con la revolución industrial, junto con las condiciones
inhumanas en que fueron obligados a trabajar, la explotación inmisericorde
que no perdonaba a mujeres ni niños, pues igualmente fueron sometidos a
estas penalidades productivas, aunque con salarios inferiores al de los
hombres adultos, generó naturalmente reacciones de los trabajadores; estos
protagonizaron importantes episodios de lucha en favor de sus intereses.
También surgieron ideas que, ante la situación inhumana vivida por los
trabajadores, proponían fórmulas de reivindicación social para las clases
subalternas sufridas de la sociedad. Tal fue el caso de los llamados socialistas
utópicos, entre los que podemos mencionar Saint-Simón, Charles Fourier,
Etienne Cabet, Robert Owen y Sismondi.
El movimiento obrero desarrollado, a pesar de la prohibición, tuvo que
organizarse, naturalmente, clandestinamente. Sin embargo, se logró
importantes y heroicos episodios de lucha protagonizados por destacados
dirigentes obreros que a la postre, produjo la eliminación de las prohibiciones
legales de las organizaciones y acciones de las colectividades de trabajadores.
El período de la prohibición, también denominado era heroica fue
seguido por la llamada era de la tolerancia. En este período, “los trabajadores
pudieron asociarse libremente, sin temor a ser perseguidos y sin que el estado
pudiera estorbar su formación, pero las reformas a las leyes penales y la
consecuente libertad de sindicación, no trajeron consigo su reconocimiento
legal como personas jurídicas; fueron asociaciones de hecho, razón por la cual
los empresarios no estaban obligados a negociar o contratar colectivamente las
condiciones de trabajo.”4 Tal como lo señala este mismo autor, en este
período, no se prescinde de la concepción liberal individualista, únicamente se
accede a tolerar las acciones colectivas de los trabajadores. De manera pues,
si bien se tolera la acción huelguística de los trabajadores, ello no conllevaba a
una obligación del empresario a paralizar las actividades de la empresa; pues,
en la concepción liberal individualista imperante, frente a al derecho de las
colectividades obreras de rehusarse a trabajar, estaba el derecho de los

4
De la Cueva, Mario; El Nuevo Derecho Mexicano del Trabajo; Editorial Porrúa,
S.A.; 2ª edición, México, 1974, p 18.
empresarios de rescindir la relación laboral y contratar nuevos trabajadores.
De lo que se trataba pues, no era reglamentar derechos de trabajadores y
mucho menos la relación de trabajo; en realidad, pudiéramos afirmar que
dicha tolerancia constituía una suerte de ajuste de cuentas del liberalismo
individualista consigo mismo, permitiendo la libre asociación y acción de los
trabajadores (en términos liberales).
Si hubo movimiento obrero como reacción en el período de la
prohibición, con la tolerancia se logró desarrollar mucho más al punto de
encontrar episodios tan radicales como la comuna de París.....
Durante este período ya comienzan a perfilarse algunas expresiones
legislativas protectoras de los trabajadores. Entre los más destacados están
las dictadas por Bismark como “Die Gewerbeordnung, primera ley
reglamentaria de las relaciones de trabajo del siglo XIX.”5

CARACTERÍSTICAS DEL DERECHO DEL TRABAJO.

El Derecho del Trabajo tiene una serie de características que lo distingue


como rama autónomo del Derecho. Veamos las que consideramos las
mayormente reconocidas de estas características.

El Derecho del Trabajo es Derecho Imperativo: En general, las


normas jurídicas son de obligatorio acatamiento; sin embargo, esta
característica genérica de las normas del derecho no se presenta de igual
manera en todos los casos, en todas las disciplinas del derecho. De hecho,
esta relativización de la imperatividad de la norma existe desde la antigüedad.
5
Op. cit., p 19
“El Derecho romano conoció dos maneras de ser de la imperatividad de las
normas, a las que se denomina relativa y absoluta, las que corresponden al
derecho dispositivo (jus dispositivum) y al derecho impositivo (jus cogens): el
primero tenía aplicación en las relaciones jurídicas a falta de disposición
expresa o tácita de los sujetos de la relación; su campo de aplicación era el
derecho privado. El segundo se formó con las normas que se aplicaban para
impedir o regular la formación de relaciones jurídicas y para regir los efectos
de las que se hubiesen formado; este segundo ordenamiento constituía el reino
del derecho público.”6 El Derecho del Trabajo siempre adoptó este último
alcance imperativo. Esto se debe a que el Derecho del Trabajo constituye una
limitación importante a la autonomía de la voluntad que sí impera en el
Derecho Privado. Y es que las normas laborales son mandatos impuestos a las
partes en la relación de trabajo, los cuales - en principio - no pueden ser
modificadas por estas. Esta restricción “al principio de la autonomía de la
voluntad son impuestas en pro de la tranquilidad social por un sentimiento de
justicia que contraría la libertad unilateral como expresión del individuo
aislado. La libertad excesiva, que produjo el resurgimiento económico de
unos pocos a expensas de la mayoría trabajadora, trajo una serie de
limitaciones tanto más necesarias cuanto mayor era la opresión.” 7 En efecto,
la imperatividad del Derecho del Trabajo contribuye a evitar que el trabajador
se presente “desarmado” ante el empleador en la contratación individual, pues
como ya hemos visto, la plena vigencia de la autonomía de la voluntad en los
contratos de trabajo, produce resultados contractuales en extremo leoninos, en
detrimento del trabajador. Por ello, la imperatividad de las normas laborales
implica la necesaria irrenunciabilidad de los derechos reconocidos a favor de
6
De la Cueva, Mario; Op. cit, p 97.
7
Guerrero F., Guillermo y OTROS; Lecciones de Derecho Laboral; Editorial
Temis, S.A., Bogotá, Colombia, 1986, p.8.
los trabajadores, es decir, que ni el propio trabajador puede pactar acuerdo
alguno que implique la derogatoria de las normas laborales y que produzca
una disminución, adulteración, renuncia o dejación de los derechos que la ley
reconoce a su favor. Este criterio lo recoge nuestra Constitución Política en
su artículo 67, que señala textualmente:

Son nulas, y por lo tanto, no obligan a los contratantes, aunque se


expresen en un convenio de trabajo o en otro pacto cualquiera, las
estipulaciones que impliquen renuncia, disminución, adulteración
o dejación de algún derecho reconocido a favor del trabajador.
La ley regulará todo lo relativo al contrato de trabajo.
En desarrollo de este precepto constitucional, el Código de Trabajo, en su
artículo 8 nos dice:
Son nulas y no obligan a los contratantes, aunque se exprese en un
convenio de trabajo o en otro pacto cualquiera, las estipulaciones,
actos o declaraciones que impliquen disminución, adulteración,
dejación o renuncia de los derechos reconocidos a favor del
trabajador.
“Con el carácter imperativo del Derecho Laboral se relacionan el
principio de orden público, que no pocas veces la propia legislación asigna a
los Códigos de la materia.” En nuestro ordenamiento jurídico laboral se
incorpora este criterio mediante el artículo 2 del Código de Trabajo. Esta
norma expresa en su primer párrafo:
Las disposiciones de este párrafo son de orden público, y obligan
a todas las personas, naturales o jurídicas, empresas explotaciones
y establecimientos que se encuentren o se establezcan en el
territorio nacional.
Sin pretender entrar aquí en la discusión del concepto controvertido de
“orden público”, cuando el legislador hace este señalamiento aquí está
refiriéndose a la “inderogabilidad” de las normas laborales por las partes o
sujetos de la relación de trabajo. Esta noción de orden público sin embargo,
no es lo que mejor describe lo característico del Derecho del Trabajo. Por ello
diría el Dr. Humberto Ricord, “Es preferible, entonces, entender el Derecho
del Trabajo, no tanto como de orden público --noción de naturaleza jurídica
excepcional--, sino como un derecho de carácter imperativo, pues, como un
todo, constituye un ordenamiento jurídico compulsivo, frente al cual el dogma
de la autonomía de la voluntad dejó de existir. En el Derecho del Trabajo
priva el mandato legislativo, y las partes no pueden hacerlo a un lado.”8

Constituye un Mínimo de Garantías para los Trabajadores: Esta


característica es, a nuestro juicio, complementaria de la anterior. Significa que
los derechos, los beneficios o las garantías establecidas en favor del trabajador,
constituyen las mínimas condiciones favorables al trabajador en que debe
desarrollarse la relación laboral. En consecuencia, en virtud de la
imperatividad e irrenunciabilidad que ya vimos, no pueden ser renunciados, ni
de manera expresa o “voluntaria” por el trabajador. Sin embargo, de acuerdo
a esta característica del Derecho del Trabajo, las partes sí pueden pactar
contenidos distintos a los contemplados en la Ley laboral siempre que
signifique mejorar los derechos preexistentes, que no sea lesivo a estos.
Esta característica se encuentra plasmada claramente en el artículo 75 de
la Constitución, que a la letra dice:

8
Ricord, Humberto E.; Lecciones de Derecho Laboral Panameño; Volumen primero;
versión mimeografiada, Panamá, 1975, pp 136, 137.
Los derechos y garantías establecidos en este Capítulo serán
considerados como mínimos a favor del trabajador.
Si bien la norma transcrita hace alusión a los derechos y garantías
establecidos en ese Capítulo, en realidad se trata de un principio que tiene
aplicación extensiva a todas las normas de trabajo.

Es Derecho Reivindicativo: Para Alberto Trueba Urbina esta


característica está incorporada en el artículo 123 de la Constitución mexicana
como finalidad del mismo. En tal sentido, afirma que esa histórica norma
constitucional “se encamina con los propios preceptos que integran dicho
precepto a conseguir la reivindicación de la clase trabajadora en el campo de
la producción económica, a efecto de que recuperen la plusvalía con los
mismos bienes de la producción que fueron originados por la explotación del
trabajo humano. Así recupera el proletariado los derechos al producto íntegro
de sus actividades laborales, que solo puede alcanzarse socializando el
Capital.”9 De acuerdo con el criterio expresado, el carácter reivindicativo del
Derecho del Trabajo consiste en la acción de recuperar a favor del trabajador
parte del producto de su trabajo que es apropiada normalmente por el
propietario de los medios de producción. Si bien es indiscutible que algunos
contenidos de la legislación laboral propician una mayor participación del
trabajador en la riqueza social que, por cierto, él mismo produce, somos del
criterio que carece de precisión conceptual hablar de una reivindicación de la
plusvalía, habida cuenta la diferenciación entre esta y el precio de la fuerza de
trabajo que es determinado social e históricamente por los bienes y servicios
socialmente necesario para su reproducción. No obstante lo anterior, si bien

9
Trueba Urbina, Alberto; Nuevo Derecho del Trabajo; 2ª edición, Editorial
Porrúa, S.A., México, 1972, p 122.
conceptuamos que el Derecho del Trabajo es efectivamente de carácter
reivindicativo; en nuestro criterio ello obedece más bien a las particulares
condiciones históricas que lo genera y, además, por los contenidos que las
mismas llegaron a imprimirle. Pues, si bien las contradicciones inherentes al
capitalismo lo llevaron a la necesidad histórica de crear esta rama del Derecho,
también y de manera implícita es producto de las luchas obreras, por lo que
puede sin duda afirmarse que son conquistas del movimiento obrero. En cierto
sentido, puede decirse que precisamente por esta característica es por lo que
algunos autores hablan del carácter inconcluso y expansivo del Derecho del
Trabajo.
Esta característica revela la dinámica inherente al Derecho del Trabajo por
cuanto institucionaliza el conflicto en la medida en que lo encausa hacia la
expresión de una determinada correlación entre las fuerzas sociales.

Es Derecho de Clases Sociales: Tal como ocurre con otras


características del Derecho del Trabajo que aquí mencionamos, resulta
controvertido por cuanto que hay autores que niegan tal o cual característica o
énfasis de algún aspecto de determinada característica que hacen otros. En
este caso, también encontramos criterios discrepantes. En efecto, para Mario
de la Cueva el Derecho del trabajo es ciertamente de la clase trabajadora. Para
este autor, “el derecho del trabajo de nuestra era es el primer derecho de clase
de la historia, pues nunca antes se había reconocido la facultad jurídica de una
clase social para luchar en contra de otra.” 10 Esta misma opinión es
compartida por Alberto Trueba Urbina quien lo califica de “estatuto
dignificador de todos los trabajadores”11 Sin embargo, existe el criterio

10
De La Cueva, Mario; Op. cit.; p. 67.
11
Trueba Urbina, Alberto; ob. cit. p.117.
contrario que señala que “entender el derecho laboral como un derecho de clase
resulta, en nuestro concepto y especialmente en México, injustificado.”12
Además este mismo autor nos señala que “la función del derecho es mantener
la paz social. Para ello debe poner en movimiento una serie de derechos y
deberes de las partes que conjuguen sus respectivos intereses. No sería
concebible como norma jurídica, aquella que concediera a una sola parte y
obligara solo a la otra. El Derecho del Trabajo no puede ser una excepción.” 13
Por su parte, Krotoschin, para quien ha prevalecido la idea de la justicia social
para su aplicación al Derecho del Trabajo y el reconocimiento de cierta
unilateralidad en esta disciplina jurídica, “ello no significa que el derecho del
trabajo debe calificarse como ‘derecho de clase”.14
No parece admisible considerar al Derecho del trabajo como derecho de
la clase obrera. Pues, el derecho en realidad no puede, por su propia
escencialidad, concebirse para instrumentalizarse por la o las clases subalternas
de la sociedad en contra de quien precisamente resulta ser la clase dirigente de
la sociedad. No debe confundirse con un contenido reivindicativo logrado por
una correlación histórica de fuerzas alcanzada en la sociedad moderna con un
instrumento per se de lucha de una clase. Sin embargo, el Derecho del
Trabajo sí es derecho de clases sociales por cuanto es la rama del ordenamiento
jurídico que de manera clara e inequívoca regula las relaciones de las clases
sociales fundamentales de la sociedad moderna. No lo hace de manera
indirecta ni mediante fórmulas imprecisas, sino de manera directa y clara; lo
hace además, y sobre todo, en la médula misma de la matriz económica. La
propia norma laboral reconoce este hecho cuando el Código de Trabajo señala

12
De Buen, Nestor; ob. cit.; p. 59.
13
Ibidem, p. 58.
14
Krotoschin, Ernesto; Tratado Práctico de Derecho del Trabajo; 4ª edición;
Ediciones Depalma Buenos Aires, 1987, p. 10.
en la primera parte del primer artículo, que "El presente Código regula las
relaciones entre el capital y el trabajo..."

Es Derecho de Nueva y Especial Jurisdicción: Ello es así por el


carácter novedoso y especial del Derecho del Trabajo. Este tiene una serie de
principios o características propias que lo diferencia de otras ramas
tradicionales del derecho. Por ello, los conflictos laborales, que tienen que ser
dirimidos de acuerdo con lo estatuido en las normas laborales, no deben ni
pueden ser sometidos a los tribunales de Derecho Privado. Pues, los criterios
para la interpretación de la Ley y los procedimientos para dirimir los conflictos
laborales, descansan sobre bases muy propias que exigen del juzgador una
visión y actuación muy propias y diferenciadas de los procesos tradicionales o
del Derecho Privado.
En nuestro país esta jurisdicción está integrada por los juzgados
seccionales de trabajo, los tribunales superiores de trabajo de Panamá y
Santiago, el Ministerio de Trabajo y Desarrollo Laboral, las juntas de
conciliación y decisión y la Sala Tercera de la Corte Suprema de Justicia.

Es Derecho Protector o Tutelar: Contrario a lo que hasta entonces


fue característica del Derecho en general, el Derecho del Trabajo no regula las
relaciones entre el Capital y el trabajo sobre la base de la igualdad en el
tratamiento de las partes. Sin desconocer la igualdad jurídica de las mismas,
establece una tutela o protección explícita a favor de los trabajadores.
Para Manuel Alonso García esta disciplina jurídica tiene como uno de
sus caracteres un “significado tuitivo, sin que deba entenderse esta
significación tutelar como una violación de principios fundamentales del
Derecho, sino como atención a cuanto la misma realidad jurídica supone; no
solo haciendo posible, sino ampliando incluso, la necesaria protección de
aquellos sujetos de relaciones jurídico-laborales que se encuentran en situación
de inferioridad.”15 Conviene advertir que la situación de inferioridad de que
habla aquí Alonso García, se refiere a la condición económica subalterna del
trabajo respecto del capital... Pues, como ya vimos, los sujetos “de la relación
de trabajo no se encuentran en el terreno económico y social, en un plano de
igualdad; por un lado tenemos a los empleadores, quienes poseen una
superioridad evidente; y por el otro, tenemos a los trabajadores, ostentando una
posición de inferioridad económica en razón precisamente de su situación de
dependencia y necesidad.”16
En nuestro ordenamiento jurídico la propia Constitución política de la
República incorpora este principio en el artículo 74, el cual reza de la siguiente
manera:
La Ley regulará las relaciones entre el capital y el trabajo,
colocándolas sobre una base de justicia social y fijando una
especial protección estatal en beneficio de los trabajadores.
En su redacción original, el artículo primero del Código de Trabajo de
1972 manifestaba, en una redacción que no admitía duda de su adhesión a este
principio, lo siguiente:
"El presente Código regula las relaciones entre el capital y el
trabajo, fijando una especial protección estatal en beneficio de los
trabajadores, de modo que el estado intervenga para que se
proporcione ocupación remunerada a todo el que carezca de ella, y
se asegure a todo trabajador las condiciones económicas
necesarias para una existencia decorosa".
15
Alonso García, Manuel; Curso de Derecho del Trabajo; Editorial Ariel; sexta
edición, Madrid, España, 1980, pp 88, 89.
16
Hoyos, Arturo; Derecho Panameño del Trabajo; Panamá, 1982, p.49.
Sin embargo, esta redacción fue modificada mediante la ley 44 de 1995
por la siguiente:
El presente código regula las relaciones entre el capital y el
trabajo, sobre la base de la justicia social concretada en la
Constitución Política de la República, fijando la protección estatal
en beneficio de los trabajadores. El Estado intervendrá para
promover el pleno empleo, crear las condiciones necesarias que
aseguren a todo trabajador una existencia decorosa y procurar al
capital una compensación equitativa por su inversión, en el marco
de un clima armonioso de las relaciones laborales que permita el
permanente crecimiento de la productividad.
Esta reforma introducida a la redacción del primer artículo del código
constituye, a nuestro juicio, la manifestación de una modificación de la
concepción que tiene el Estado del carácter tuitivo del Derecho del Trabajo.
Evidentemente, esta modificación no significa que se elimina el carácter tutelar
del Derecho del Trabajo en nuestro medio; pues este no se encuentra ni se
encontraba concentrado en esta excerta legal, sino que se concreta en un
conjunto de artículos del Código, como veremos en su debido momento. Lo
que sí resulta indiscutible es que se introduce una variable contradictoria,
impropia e inconveniente en la concepción protectora de esta disciplina, al
introducir el criterio de que la legislación laboral incorpora en sus propósitos,
ya no solo establecer una especial protección a favor del trabajador, sino que
ahora deberá interpretarse y aplicarse sus normas tomando en cuenta la
necesaria compensación equitativa que deberá procurársele al capital por su
inversión, en el marco de un clima armonioso de las relaciones laborales que
permita el crecimiento de la productividad.
Primacía de la realidad: En el Derecho del Trabajo se observa como
regla la imposición de la realidad sobre lo formal; pudiera decirse que se trata
de preferir lo real de lo aparente. Se impone para efectos de nuestra disciplina
respetar como verdad, más que las apariencias formales, la realidad de los
hechos, la realidad material.

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