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Derecho Laboral
Derecho Laboral
DEL TRABAJO.
DERECHO Y SOCIEDAD
1
Cañizares, Fernando Diego; Teoría del Derecho; Editorial Pueblo y Educación,
Universidad de la Habana, 1979; p 6.
transformarla. El trabajo es una actividad esencialmente social, pues es en la
sociedad que se valoriza el trabajo. Para desarrollar la actividad laboral o el
trabajo, la sociedad se organiza de diversa manera en las distintas etapas de la
historia; si bien no encontramos propiamente un desarrollo lineal de la
sociedad, suele identificarse cuatro tipos de sociedad que sse dieron hasta el
presente: la sociedad primitiva la sociedad esclavista, la sociedad feudal o
medieval y la sociedad moderna o capitalista.
En la sociedad o comunidad primitiva la organización del trabajo tenía
una modalidad esencialmente colectiva; así, tanto la producción como la
distribución y consumo eran colectivas al igual que la propiedad. Era una
sociedad que desconocía la apropiación privada sobre los medios productivos.
La comunidad primitiva fue sucedida históricamente por la sociedad
esclavista. Aquí la producción social descansaba esencialmente en el trabajo
de esclavos quienes en términos generales trabajaban para los amos o
propietarios de esclavos. Este no tenía la condición de persona sino de cosa,
por lo que no generaba remuneración pero era responsabilidad del amo o
propietario mantenerlo. Importa advertir que en esta sociedad de esclavos
también existían hombres libres al igual que trabajo asalariado, aun cuando de
manera marginal.
La sociedad feudal cuyo inicio suele relacionarse con la caída del
imperio romano y la “invasión de los bárbaros”, introduce nuevas relaciones
sociales de producción y, en consecuencia, descansa en formas productivas
distintas a las sociedades que la antecedieron. El feudalismo descansa
fundamentalmente en el trabajo de los llamados “siervos” quienes cultivan la
tierra de propiedad de los señores feudales a las cuales quedan adscritas los
siervos. También es característico de la sociedad feudal la producción
artesanal que se realiza dentro de los talleres que funcionaban con una
organización rígidamente estratificada.
Del seno del feudalismo surge la sociedad moderna, es decir la sociedad
capitalista, engendro de nuevas clases y relaciones de producción. Luego de
un largo período de transición, emergen triunfantes los nouveaux riches como
clase hegemónico, lo cual implica obviamente que se constituyeron en clase
dirigente, ya no solo a nivel económico sino en lo ideológico, político,
filosófico, etc. Efectivamente, con la toma de la Bastilla, hecho histórico que
sin duda simboliza la derrota política de la aristocracia feudal, la burguesía
atrapa el poder político y se propone organizar el estado moderno que ya venía
perfilándose en el absolutismo monárquico.
Así, se instaura la república democrática como forma estatal que habría
de regir la sociedad del capital y el trabajo. La desintegración del régimen
feudal, que ocurrió primero como fenómeno económico, implicó la migración
masiva de los productores directos del campo a la ciudad; así, los campesinos,
productores del campo fueron a dar a las formaciones urbanas,
transformándose en los nuevos productores directos de la sociedad moderna,
en los trabajadores asalariados.
La “industria” medieval de carácter artesanal también fue transformada
para adecuarse a las nuevas exigencias que el proceso económico del
momento exigía. Las contradicciones que fueron expresándose a lo interno
de la estructura gremial evidenciaban la “fatiga” de esa forma productiva, que
se caracterizaba por ser cerrada, es decir, de acceso restringido -virtualmente
hereditario-, la confección del producto era personal, sin interdependencia
entre los productores quienes realizaban íntegramente la elaboración de los
bienes, siendo cada uno el productor exclusivo del producto final. La
organización jerárquica estamental (maestros, compañeros u oficiales y
aprendices) era rígida, y con dificultad de acceder al vértice de la estructura.
Los talleres medievales así organizados eran funcionales; sin embargo
mientras, no hubo desarrollo de la actividad comercial. Pero, con el inicio de
las incursiones comerciales, se fue produciendo una demanda que iba cada vez
más en aumento, produciendo así una gran presión en la organización gremial
para que se fuera adoptando los cambios necesarios para cumplir con las
exigencias del mercado en formación. Así, las fuerzas económicas creadas
por la germinación del capitalismo incidieron de manera directa en la
descomposición gradual de los talleres medievales introduciendo
paulatinamente variaciones en la organización productiva de los talleres y en
el carácter de las relaciones que se daban a su interno. Igual proceso de
descomposición iría ocurriendo en el campo, donde la relación de servidumbre
se fue atenuando, primero en forma de entrega del plus trabajo al señor; y,
luego en forma de liberación corporal del siervo -antes “atado a la gleba”-, que
le permite trasladarse del campo a la ciudad. Todo este proceso se da como
parte de una real transformación que se incuba: se trata de la transición hacia
la sociedad moderna.
El Derecho al igual que el Estado, que tienen, de acuerdo al
entendimiento del medioevo, una inspiración divina, ya no se apega del todo a
la visión teológica y, más bien se aprecia la tendencia de secularización que va
teniendo el estado y, en consecuencia el derecho.
El Derecho en la Modernidad.
Con la expresa pretensión de solo limitarnos a un muy breve comentario,
es importante destacar como característica distintiva y novedosa del derecho
moderno, su tendencia a vaciarse de elementos no propiamente jurídicos, de
“divorciarse” de las esferas no jurídicas, para alcanzar una maduración como
hecho e instancia con especificidad permisible de estudio científico. Y es
que, si en las sociedades premodernas el derecho, al igual que el fenómeno
político, se presentan como instancias virtualmente indiferenciadas de la
económica, dificultando su apreciación como fenómeno dotado de su propia
especificidad, traduciéndose en una indiferenciación de la sociedad civil y la
sociedad política, en el caso de la sociedad moderna, se presenta una clara
diferenciación entre estas.
Así, en la sociedad moderna el derecho (y la política) se desembaraza de
la presencia de elementos que le son extraños (como es la religión), al tiempo
que deja participar de manera directa en el proceso económico para lograr la
extracción de plus trabajo, pues en relación a esto último, el proceso
económico logra funcionar con autosuficiencia, en base a su propia lógica.
2
Cabanellas de Torres, G. y Alcalá-Zamora y Castillo, L.; Tratado de Política
Laboral y Social; 3ª edición, Editorial Heliasta S.R.L. Argentina, p 502.
proclaman las libertades y los derechos individuales, como ocurre en la
famosa Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789.
Como individuos, todos los hombres son iguales. Se trata de una
categoría aséptica que permite hacer abstracción de las relaciones materiales
de los hombres reales en la sociedad, pues en esta dimensión de lo real no
sería posible hacer el enunciado de la libertad e igualdad universal que, para la
sociedad en ciernes, no son categorías que se agotan en lo ético sino que
constituyen fundamentales condiciones para el desarrollo de las nuevas formas
productivas.
El individualismo y el liberalismo constituyen entonces dos momentos
de una misma realidad donde se compenetran íntima y necesariamente en la
sociedad moderna, en esa primera fase de su desarrollo donde predomina el
libre cambio en toda su extensión. Entre otras cosas, esto llevó a excluir al
estado de toda actuación en la esfera económica, la que se entendía propia de
los particulares; la intromisión del estado en los asuntos económicos
distorsionaría el equilibrio creado naturalmente, y graduado por la ley de la
oferta y demanda. Dentro de esta esfera de actuación reservada para los
particulares, se incluía la relación contractual entre el trabajador y el
empleador, la que se igualaba a los contratos de carácter civil.
Sin embargo, para que se hiciera realidad esta novel rama del Derecho
fue preciso que se superara la concepción estrecha del individualismo jurídico
y del liberalismo. Esto se logró con la concurrencia masiva del movimiento
obrero que aportó numerosos dirigentes y héroes para lograr este propósito.
3
Novoa Monreal, Eduardo; El Derecho Como Obstáculo al Cambio Social; Siglo
Veintiuno Editores, S.A., México, 1975, pp 136, 137.
predominante advertía que estaban sometidas a leyes naturales las actividades
económicas de los particulares y, en consecuencia no era admisible la
interferencia del Estado en estas actividades; pues ellos constituirían una
violación al orden natural de las cosas. El Estado es en esta concepción, un
Estado gendarme, que se limita a asegurar la paz y el orden social en base a
las reglas establecidas. En consecuencia, la igualdad y la libertad de todos los
individuos, que adquieren absoluto dominio formal de su voluntad, hace
entender que el trabajador, al igual que el empleador, está en plena libertad de
celebrar los convenios para la realización del trabajo en los términos que
mejor les parece. Así, el contrato suscrito entre trabajador y empleador para
esos efectos, quedó subsumido en la contratación privada, aplicándosele las
normas del Código Civil sobre la materia. Por otro lado, fueron promulgados
leyes prohibitivas de las organizaciones de trabajadores como la Ley Le
Chapelier de junio de 1791 y el Edicto Turgot (esta última de muy corta vida)
de marzo de 1776 que fueron dictados para acabar con el cerrado sistema
corporativo en franca decadencia, pero utilizado igualmente para enfrentar a
los trabajadores en su intento reivindicativo ante las duras en inhumanas
condiciones de trabajo propiciados por el incipiente capitalismo,
particularmente con la revolución industrial. Tan severa fue la determinación
anti organización obrera que el Código Penal francés de 1810 instituyó el
delito de coalición; es decir, convirtió en delito las colectividades obreras.
La concentración de trabajadores producidas por el capitalismo,
especialmente con la revolución industrial, junto con las condiciones
inhumanas en que fueron obligados a trabajar, la explotación inmisericorde
que no perdonaba a mujeres ni niños, pues igualmente fueron sometidos a
estas penalidades productivas, aunque con salarios inferiores al de los
hombres adultos, generó naturalmente reacciones de los trabajadores; estos
protagonizaron importantes episodios de lucha en favor de sus intereses.
También surgieron ideas que, ante la situación inhumana vivida por los
trabajadores, proponían fórmulas de reivindicación social para las clases
subalternas sufridas de la sociedad. Tal fue el caso de los llamados socialistas
utópicos, entre los que podemos mencionar Saint-Simón, Charles Fourier,
Etienne Cabet, Robert Owen y Sismondi.
El movimiento obrero desarrollado, a pesar de la prohibición, tuvo que
organizarse, naturalmente, clandestinamente. Sin embargo, se logró
importantes y heroicos episodios de lucha protagonizados por destacados
dirigentes obreros que a la postre, produjo la eliminación de las prohibiciones
legales de las organizaciones y acciones de las colectividades de trabajadores.
El período de la prohibición, también denominado era heroica fue
seguido por la llamada era de la tolerancia. En este período, “los trabajadores
pudieron asociarse libremente, sin temor a ser perseguidos y sin que el estado
pudiera estorbar su formación, pero las reformas a las leyes penales y la
consecuente libertad de sindicación, no trajeron consigo su reconocimiento
legal como personas jurídicas; fueron asociaciones de hecho, razón por la cual
los empresarios no estaban obligados a negociar o contratar colectivamente las
condiciones de trabajo.”4 Tal como lo señala este mismo autor, en este
período, no se prescinde de la concepción liberal individualista, únicamente se
accede a tolerar las acciones colectivas de los trabajadores. De manera pues,
si bien se tolera la acción huelguística de los trabajadores, ello no conllevaba a
una obligación del empresario a paralizar las actividades de la empresa; pues,
en la concepción liberal individualista imperante, frente a al derecho de las
colectividades obreras de rehusarse a trabajar, estaba el derecho de los
4
De la Cueva, Mario; El Nuevo Derecho Mexicano del Trabajo; Editorial Porrúa,
S.A.; 2ª edición, México, 1974, p 18.
empresarios de rescindir la relación laboral y contratar nuevos trabajadores.
De lo que se trataba pues, no era reglamentar derechos de trabajadores y
mucho menos la relación de trabajo; en realidad, pudiéramos afirmar que
dicha tolerancia constituía una suerte de ajuste de cuentas del liberalismo
individualista consigo mismo, permitiendo la libre asociación y acción de los
trabajadores (en términos liberales).
Si hubo movimiento obrero como reacción en el período de la
prohibición, con la tolerancia se logró desarrollar mucho más al punto de
encontrar episodios tan radicales como la comuna de París.....
Durante este período ya comienzan a perfilarse algunas expresiones
legislativas protectoras de los trabajadores. Entre los más destacados están
las dictadas por Bismark como “Die Gewerbeordnung, primera ley
reglamentaria de las relaciones de trabajo del siglo XIX.”5
8
Ricord, Humberto E.; Lecciones de Derecho Laboral Panameño; Volumen primero;
versión mimeografiada, Panamá, 1975, pp 136, 137.
Los derechos y garantías establecidos en este Capítulo serán
considerados como mínimos a favor del trabajador.
Si bien la norma transcrita hace alusión a los derechos y garantías
establecidos en ese Capítulo, en realidad se trata de un principio que tiene
aplicación extensiva a todas las normas de trabajo.
9
Trueba Urbina, Alberto; Nuevo Derecho del Trabajo; 2ª edición, Editorial
Porrúa, S.A., México, 1972, p 122.
conceptuamos que el Derecho del Trabajo es efectivamente de carácter
reivindicativo; en nuestro criterio ello obedece más bien a las particulares
condiciones históricas que lo genera y, además, por los contenidos que las
mismas llegaron a imprimirle. Pues, si bien las contradicciones inherentes al
capitalismo lo llevaron a la necesidad histórica de crear esta rama del Derecho,
también y de manera implícita es producto de las luchas obreras, por lo que
puede sin duda afirmarse que son conquistas del movimiento obrero. En cierto
sentido, puede decirse que precisamente por esta característica es por lo que
algunos autores hablan del carácter inconcluso y expansivo del Derecho del
Trabajo.
Esta característica revela la dinámica inherente al Derecho del Trabajo por
cuanto institucionaliza el conflicto en la medida en que lo encausa hacia la
expresión de una determinada correlación entre las fuerzas sociales.
10
De La Cueva, Mario; Op. cit.; p. 67.
11
Trueba Urbina, Alberto; ob. cit. p.117.
contrario que señala que “entender el derecho laboral como un derecho de clase
resulta, en nuestro concepto y especialmente en México, injustificado.”12
Además este mismo autor nos señala que “la función del derecho es mantener
la paz social. Para ello debe poner en movimiento una serie de derechos y
deberes de las partes que conjuguen sus respectivos intereses. No sería
concebible como norma jurídica, aquella que concediera a una sola parte y
obligara solo a la otra. El Derecho del Trabajo no puede ser una excepción.” 13
Por su parte, Krotoschin, para quien ha prevalecido la idea de la justicia social
para su aplicación al Derecho del Trabajo y el reconocimiento de cierta
unilateralidad en esta disciplina jurídica, “ello no significa que el derecho del
trabajo debe calificarse como ‘derecho de clase”.14
No parece admisible considerar al Derecho del trabajo como derecho de
la clase obrera. Pues, el derecho en realidad no puede, por su propia
escencialidad, concebirse para instrumentalizarse por la o las clases subalternas
de la sociedad en contra de quien precisamente resulta ser la clase dirigente de
la sociedad. No debe confundirse con un contenido reivindicativo logrado por
una correlación histórica de fuerzas alcanzada en la sociedad moderna con un
instrumento per se de lucha de una clase. Sin embargo, el Derecho del
Trabajo sí es derecho de clases sociales por cuanto es la rama del ordenamiento
jurídico que de manera clara e inequívoca regula las relaciones de las clases
sociales fundamentales de la sociedad moderna. No lo hace de manera
indirecta ni mediante fórmulas imprecisas, sino de manera directa y clara; lo
hace además, y sobre todo, en la médula misma de la matriz económica. La
propia norma laboral reconoce este hecho cuando el Código de Trabajo señala
12
De Buen, Nestor; ob. cit.; p. 59.
13
Ibidem, p. 58.
14
Krotoschin, Ernesto; Tratado Práctico de Derecho del Trabajo; 4ª edición;
Ediciones Depalma Buenos Aires, 1987, p. 10.
en la primera parte del primer artículo, que "El presente Código regula las
relaciones entre el capital y el trabajo..."