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pública y transformación, total o parcial, de esta obra sin contar con autorización escrita de los titulares del Copy-
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(Artículos 270 y ss. del Código Penal).
DIOS Y SU IMAGEN EN EL HOMBRE
LECCIONES INÉDITAS SOBRE EL LIBRO I DE LAS SENTENCIAS
(1570)
Salamanca 1594, Venecia 1595
DE TRINITATE, Q5 A3, DE SANTO TOMÁS DE AQUINO
FRAY LUIS DE LEÓN
DIOS Y SU IMAGEN
EN EL HOMBRE
LECCIONES INÉDITAS SOBRE EL LIBRO I
DE LAS SENTENCIAS
(1570)
CONSEJO EDITORIAL
DIRECTOR
JUAN CRUZ CRUZ
SUBDIRECTORES
Mª JESÚS SOTO-BRUNA
JOSÉ A. GARCÍA CUADRADO
SECRETARIA
Mª IDOYA ZORROZA
www.unav.es/pensamientoclasico/
Nº 99
Fray Luis de León, Dios y su imagen en el hombre
Han colaborado en la traducción: Juan Cruz Cruz; Ignacio Jericó Bermejo; M.ª Idoya Zorroza;
Juan Fernando Sellés; Santiago Orrego
ISBN: 978-84-313-2553-4
Depósito legal: NA 1.754-2008
TABLA DE ABREVIATURAS............................................................................... 14
14. <Si hay en Dios alguna procesión aparte de esta procesión del
Verbo>......................................................................................................... 217
15. <Si en las criaturas se produce, por el acto de amar, algo distinto
del amor mismo> ........................................................................................ 221
16. <Si esta segunda procesión es una generación>................................. 227
17. <Si estas procesiones del Verbo y del Espíritu Santo se distinguen
realmente>................................................................................................... 239
ÍNDICES
Índice de lugares de la Sagrada Escritura y textos afines.............................. 477
Índice de Concilios y textos eclesiásticos....................................................... 479
Índice de autores y obras citadas según las ediciones consultadas para
esta edición.................................................................................................. 481
Índice de textos de Tomás de Aquino............................................................. 491
TABLA DE ABREVIATURAS
1
La presente edición y traducción es resultado parcial del proyecto posdoctoral nº 3.050.081
del programa Fondecyt del Gobierno de Chile.
2
Es de notar que la mencionada base de datos recoge sólo una rigurosa selección de las revis-
tas científicas más relevantes en todas las áreas y cubre sólo el período que va desde 1988 hasta el
presente. Por tanto, es un buen índice del interés actual, en los medios científicos más relevantes,
acerca de un determinado tema o autor. Sobre Fray Luis de León se refieren 126 artículos, por
encima de Ortega, con 108; Suárez, con 107; y Zubiri con 27.
3
O. Paz, Obras completas, vol. V: “Sor Juana Inés de la Cruz: o las trampas de la fe”, F.C.E.,
México, 1994, pp. 70-86.
16 Santiago Orrego
4
F. Ehrle, “Die vatikanischen Handschriften der Salmantizenser Theologen des 16.
Jahrhundert. (Von Vitoria bis Bañez). Ein Beitrag zur Geschichte der neueren Scholastik”, Der
Katholik, 1884 (64, II), p. 498; traducción castellana, con actualizaciones y correcciones del
propio autor, en “Los manuscritos vaticanos de los teólogos salmantinos del siglo XVI”, Estudios
Eclesiásticos, 1929 (8), pp. 145-172 y 433-455.
Introducción 17
5
Cfr. J. Belda Plans, La Escuela de Salamanca y la renovación de la teología en el s. XVI,
BAC, Madrid, 2000, p. 187.
6
Sobre este punto, me permito remitir a mi trabajo “The XVIth century Salamanca School as a
context of synthesis between the Middle Ages and Renaissance in theological and philosophical
matters”, presentada en el congreso Continuities and Disruptions between the Middle Ages and
the Renaissance, Warburg Institute, University of London, 15-16 de junio de 2007, en curso de
publicación, en el que propongo algunos matices, que no llegan a ser propiamente correcciones, a
la exposición de Belda Plans en el trabajo citado en la nota anterior.
18 Santiago Orrego
do. No obstante, sí se aprecian sus dotes de lingüista, por ejemplo, cuando ex-
plica la etimología de los términos “sustancia”, “persona” e “hipóstasis”, donde
acude al uso corriente del latín y del griego de una manera que clarifica el senti-
do filosófico de las palabras, más allá de lo que era habitual en las exposiciones
escolásticas.
Estas características se ven menos presentes en el licenciado Agustín de
Mendiola, sustituto de Fray Luis, a quien corresponden, según se explicará en
esta introducción, los folios 89r-114v del manuscrito que se ahora se edita. No
obstante, no se puede emitir un juicio sobre un autor con base sólo en unos po-
cos folios. No es mucho lo que puede saberse sobre este personaje. Los siguien-
tes datos se los debo a la información recabada por el profesor José Barrientos
García, que me ha comunicado gentilmente. Agustín de Mendiola era natural de
Azpeitia, de la diócesis de Pamplona. Fue colegial del Colegio Mayor de Cuen-
ca, en Salamanca, entre 1570 y 1574. Durante estos mismos años aparece matri-
culado en la Universidad, realizando estudios de Teología7, al mismo tiempo
que era Regente en Artes en la Universidad, entre 1571 y 1574. Por tanto, las
lecciones que aquí se publican, que dio desde febrero de 1570, corresponden a
sus primeras actividades docentes en la Universidad. Ingresó después en la
Compañía de Jesús.
Muchos son los temas que aborda Fray Luis en estas lecciones, cada uno de
los cuales merecería sendos estudios, y muchos de ellos también tendrían gran
relevancia para perfilar mejor los rasgos esenciales del pensamiento del maestro
salmantino, pues, como dice el título que se le ha dado al presente libro, aquí se
ofrecen por primera vez sus lecciones sobre Dios en sí mismo y su imagen en el
hombre, temas centrales en el pensamiento occidental. Por eso, sería arbitrario
elegir alguno de esos muchos temas para desarrollarlo y presentarlo aquí como
estudio introductorio. Más pertinente me parece, en cambio, reseñar sumaria-
mente algunas de las cuestiones que, a mi juicio, todavía están pendientes sobre
el carácter global del pensamiento de Fray Luis y que todavía revisten el carác-
ter de verdaderos dilemas, pues creo que el presente texto será una pieza rele-
vante, junto muchas otras, para encontrarles una repuesta adecuada.
7
Archivo de la Universidad de Salamanca, libros 289, fol. 14v; 290, fol. 13r; 291, fol. 15r; 292,
fol. 13r.
Introducción 19
8
G. García García, Fray Luis de León: filósofo platónico-agustiniano del Renacimiento espa-
ñol. Su proyección y actualidad, C.S.I.C., Madrid, 1972; S. K. Ugande, “Reflections of Erasmian
thought in La perfecta casada”, Revista de Estudios Hispánicos, 1976 (10), pp. 345-361; M. Me-
néndez Pelayo, Estudios y discursos de crítica histórica y literaria, Aldus, Santander, 1942, vol.
II, pp. 89-96; Historia de las ideas estéticas en España, Aldus, Santander, 1947, vol. II, pp. 75-
102; A. Guy, La pensée de fray Luis de León: contribution a l’étude de la philosophie espagnole
au XVI siècle, Vrin, París, 1943, etc.
9
J. Krynen, “De la teología humanista a la mística de las luces”, Religión y Cultura, 1976 (22),
465 y ss.
10
C. Swietlicki, Spanish Christina Cabala: The Works of Luis de León, Santa Teresa de Jesús
and San Juan de la Cruz, University of Missouri Press, Columbia MA, 1986.
11
E. Domínguez Carretero, “La escuela teológica agustiniana de Salamanca”, La Ciudad de
Dios, 1956 (169), pp. 656-660; M. Gutiérrez, Fray Luis de León y la filosofía española del siglo
XVI, Ed. Real Monasterio del Escorial, Madrid, 1929; D. Gutiérrez, “Del origen y carácter de la
escuela teológica hispano-agustiniana de los siglos XVI y XVII”, La Ciudad de Dios, 1941 (103),
pp. 250-251; M. Solana, Historia de la Filosofía Española en el siglo XVI, Asociación Española
para el Progreso de las Ciencias, Madrid, 1941, vol. I, pp. 533-572; S. Muñoz Iglesias, Fray Luis
de León, teólogo, C.S.I.C., Madrid, 1950, pp. 118-122, etc.
12
J. Maristany, “Sobre la obra latina de Fray Luis de León”, La Ciudad de Dios, 1989 (202),
pp. 389-419.
20 Santiago Orrego
13
S. Álvarez Turienzo, en “Fray Luis de León: formación humanista, humanismo platónico,
platonismo teológico”, en Fray Luis de León: IV Centenario (1591-1991), Actas del Congreso
Interdisciplinar celebrado en Madrid, 16-19 de octubre de 1991, Ediciones Escurialenses, Madrid,
pp. 41-55.
14
Tal vez la única excepción relevante al diagnóstico anterior es el libro de C. Thompson, The
Strife of Tonges: Fray Luis de León and the Golden Age of Spain, Cambridge University Press,
Cambridge, 1988, en el cual el autor comienza por señalar el mismo hecho –esto es, la unilaterali-
dad de la mayoría de los estudios sobre Fray Luis producidos hasta ahora–, lamentando la escasa
atención que se ha prestado a Fray Luis como estudioso de la Biblia y como teólogo y al modo en
que esto puede enriquecer la comprensión de sus obras más accesibles (a saber, las literarias).
Añade que él procura encontrar “un punto de unión entre los varios Fray Luises –el académico, el
poeta, el prisionero–”. El punto de unión que el autor elige es “su interés (el de Fray Luis) por el
lenguaje, su teoría y su práctica” (p. 2).
15
A. Guy, “Espiritualidad y mística en Fray Luis de León”, en Fray Luis de León: IV Centena-
rio (1591-1991), pp. 394-396.
Introducción 21
Luis de León”16; A. C. Vega, Cumbres místicas: Fray Luis de León y San Juan
de la Cruz (encuentros y coincidencias)17; y un buen resumen de los puntos de
esta discusión, en otro tiempo más álgida, puede verse en el clásico estudio de
A. Peers, Studies of the Spanish Mystics18, y en el artículo en que defiende su
tesis de sus críticos: “Mysticism in the Poetry of Fray Luis de León”19. Por la
parte negativa, sumándose a buena parte de la crítica contemporánea, puede
verse el trabajo de A. Sicroff, “La huida poética de Fray Luis de León”20. Y
podrían seguir añadiéndose otros estudios por ambas partes surgidos desde en-
tonces.
Toda esta diversidad de pareceres y la existencia de respuestas excluyentes
hace pensar que todavía carecemos de estudios de conjunto, que abarquen en su
conjunto los dos grupos de obras de Fray Luis y que precisen con más rigor el
sentido de los términos empleados, para llegar a conclusiones satisfactorias. El
texto que aquí se presenta, será, sin duda, una valiosa contribución para resolver
las cuestiones pendientes y, en especial, la que está latente en todas ellas: ¿te-
nemos dos “Luises de León”, o sólo uno, expresado de diferentes modos?
Frente a este “estado de la cuestión” –simplificado aquí por motivos de bre-
vedad–, cabe preguntarse, primero, si es posible pensar que un maestro dedica-
do durante cerca de veinte años a la enseñanza de la teología escolástica pudiera
encubrir constantemente sus propias convicciones filosóficas, pretendidamente
platónicas, sobre todo si se le prestan innumerables ocasiones para tomar parti-
do, por ejemplo, por san Agustín, el más grande de los platónicos cristianos y el
más importante Padre de la Iglesia latina, y por otros grandes maestros de orien-
tación agustiniana, como san Buenaventura, declarado poco tiempo antes Doc-
tor de la Iglesia por el papa Sixto V (1557). Segundo, es necesario plantear pre-
viamente y con más cuidado la pregunta de si son verdaderamente incompati-
bles, y en qué medida, el humanismo platónico y la práctica y las tesis funda-
mentales de la filosofía escolástica tal como se desarrollaba en Salamanca. En
las lecciones que aquí se presentan, por ejemplo, hay 210 citas de 9 obras de
16
C. de Jesús, “El Misticismo de Fray Luis de León”, Revista de Espiritualidad, 1942 (1).
17
A. C. Vega, Cumbres místicas: Fray Luis de León y San Juan de la Cruz (encuentros y coin-
cidencias), Aguilar, Madrid, 1963.
18
A. Peers, Studies of the Spanish Mystics, The Sheldon Press, Londres, 1927; trad. cast. de C.
Clavería, Espasa-Calpe, Buenos Aires, 1947.
19
A. Peers, “Mysticism in the Poetry of Fray Luis de León”, Bulletin of Spanish Studies, 1942
(19), pp. 25-40.
20
A. Sicroff, “La huida poética de Fray Luis de León”, San Juan de la Cruz and Fray Luis de
León (A Commemorative International Symposium), M, Malcolm Gaylord / F. Márquez Villanue-
va (eds.), Juan de la Cuesta, Newarc, 1996, pp. 275-288 (libro que recoge las actas del congreso
celebrado en Harvard entre 14 y el 16 de noviembre de 1991).
22 Santiago Orrego
21
Fray Luis de León, Quaestiones super Durandum in Primum Sententiarum et super Primam
Partem Divi Thomas ex codice 1834 Bibliothecae Generalis Universitatis Conimbricensis, f. 12r:
“Dios es la suma perfección a partir de la cual, como de una primera fuente, deriva todo lo bueno
y perfecto”. Citaremos el presente manuscrito en forma abreviada como In I Sententiarum indi-
cando el número de folio original.
22
J. Burkhardt, La civilización del Renacimiento en Italia, Barcelona, 1860.
23
K. O. Kristeller, El pensamiento renacentista y sus fuentes, F.C.E., México, 1982.
24
C. Fabro en Participation et causalité selon S. Thomas d’Aquin, Publications Universitaires
de Louvain, Lovaina, 1961.
Introducción 23
25
Por ejemplo, en M. R. Del Genio (et al.), La mistica parola per parola, Ancora, Milán, 2007.
26
S. Orrego, “Nuevos datos y rectificaciones sobre fuentes manuscritas de la Escuela de Sala-
manca”, Bulletin de Philosophie Médiévale, 2006 (48), pp. 248-256.
24 Santiago Orrego
a) Criterios “histórico-materiales”
27
V. Beltrán de Heredia, “Los manuscritos de los teólogos de la Escuela de Salamanca”, La
Ciencia Tomista, 1930 (42), p. 340.
28
F. Stegmüller, Filosofia e teologia nas universidades de Coimbra e Évora no século XVI,
Universidade de Coimbra, Coimbra, 1959, p. 239.
29
S. Muñoz Iglesias, Fray Luis de León, teólogo, C.S.I.C., Madrid, 1950, pp. 52-53.
30
J. Barrientos García, Fray Luis de León y la Universidad de Salamanca, Ediciones Escuria-
lenses, Madrid, 1996, p. 202.
31
R. Lazcano, Fray Luis de León. Bibliografía, Revista Agustiniana, Madrid, 1994, p. 84.
Introducción 25
32
Según la clasificación introducida por V. Beltrán de Heredia, recogida por todos los estudio-
sos posteriores. Cfr. V. Beltrán de Heredia, “Hacia un inventario analítico de manuscritos teológi-
cos de la Escuela Salmantina, siglos XV-XVII, conservados en España y en el extranjero”, Revis-
ta Española de Teología, 1943 (3), pp. 62-66; y “Los manuscritos de los teólogos de la Escuela de
Salamanca”, pp. 329-330.
33
Cfr. J. Barrientos García, “La teología, siglos XVI-XVII”, en Historia de la Universidad de
Salamanca, vol. III.1, Ediciones Universidad Salamanca, Salamanca, 2006, p. 223.
34
J. Barrientos García, Fray Luis de León y la Universidad de Salamanca, p. 202. Se apoya en
los documentos del Archivo de la Universidad de Salamanca, Libro de visitas de cátedra 1569-
1571, libro 943 (en adelante: AUS 943), ff. 9r y 25v, que he podido revisar personalmente.
26 Santiago Orrego
Los motivos para pensar que se trata de lecciones dadas en Salamanca tam-
bién son varios. En primer lugar, debe tenerse en cuenta la gran cantidad de ma-
nuscritos de maestros de Salamanca alojados en la colección de la Biblioteca de
la Universidad de Coimbra: son cerca de un tercio del total de los manuscritos
de filosofía y teología de los siglos XVI y XVII, y la mayoría de los autores sal-
mantinos a los que corresponden enseñaban en Salamanca en años cercanos a la
fecha que nos interesa: Juan de Guevara, Bartolomé de Medina, Juan Gallo,
Mancio de Corpus Christi y otros35. Además, todos los otros textos no anónimos
que componen el códice BUC 1834, junto con el comentario que nos interesa,
también corresponden a autores de Salamanca de este período: el comentario a
Summa Theologiae (I, q1-q8) por Mancio de Corpus Christi, fechado en 157036
(ff. 349r-432v), y un breve comentario a Summa Theologiae (II-II, q77-q78, a4)
(ff. 115r-187r), “De contractibus” y “De usura”, atribuido a un “Doctor Meti-
na”, que, como he mostrado en el trabajo mencionado 37, con toda seguridad de-
be identificarse con Bartolomé de Medina y fecharse entre fines de 1570 y co-
mienzos de 1571 38. Por tanto, no sería raro que el anónimo Comentario a las
Sentencias según Durando de BUC 1834, ff. 4r-114v, correspondiera también a
un maestro de Salamanca de ese período, y más en concreto, al catedrático de
Durando, Fray Luis de León.
Otro dato relevante, señalado por José Barrientos a partir de los libros de vi-
sitas de cátedras y de los libros de claustros de la Universidad de Salamanca, es
que Fray Luis, durante el año 1570, debió ausentarse por un período largo para
cumplir, sobre todo en Madrid, algunas misiones que le fueron encomendadas
por la Universidad39. Dice Barrientos: “En este curso, muy poco pudo explicar
Fray Luis de León, puesto que la mayor parte del año estuvo fuera de Salaman-
ca, gestionando el aumento de salario de las cátedras menores. El 11 de febrero
de 1570, comisionado por la Universidad, emprendió viaje a Madrid”. Sin em-
bargo, no fueron pocos los meses en que estuvo en Salamanca: desde el inicio
del curso, en octubre, hasta febrero, es decir, cuatro meses, y la extensión de las
lecciones de BUC 1834 que pertenecen a Fray Luis (ff. 4r-82v) corresponde
bien a una docencia de esa duración.
Barrientos estima que Fray Luis en ese curso “muy poco pudo explicar” tam-
bién basado en un dato del correspondiente libro de visita de cátedras. Sin em-
35
La lista completa de los manuscritos de filosofía y teología del siglo XVI de la Universidad
de Coimbra puede verse en F. Stegmüller, Filosofia e teologia nas universidades de Coimbra e
Évora, pp. 239-258.
36
Este dato concuerda con AUS 943, f. 96v.
37
S. Orrego, “Nuevos datos y rectificaciones sobre fuentes manuscritas”, pp. 29-31.
38
De acuerdo con lo consignado en AUS 943, f. 100v.
39
J. Barrientos García, Fray Luis de León y la Universidad de Salamanca, p. 202.
Introducción 27
bargo, si se compara esa información con el contenido BUC 1834, este dato
constituye más bien otra confirmación de que el mencionado manuscrito contie-
ne las lecciones de Fray Luis. En la vista del 2 de enero de 1570 a la cátedra de
Fray Luis, declara el estudiante interrogado que el maestro comenzó a leer des-
de el primer libro del maestro de las Sentencias por Durando “e agora va en la
cuarta distinción del dicho libro que trata de Trinitate”40. Ahora bien, si se tiene
en cuenta que el libro primero de las Sentencias se explicaba completo en un so-
lo curso, es extraño que después casi tres meses de clases Fray Luis de León es-
tuviera comentando recién la distinción 4. El manuscrito de Coimbra ofrece una
explicación plausible de esta declaración. En efecto, las lecciones siguen en un
primer momento el orden del primer libro de las Sententiae, consignando breve-
mente, al inicio de cada distinción, las cuestiones y soluciones dadas por Duran-
do. Sin embargo, la última distinción enunciada es la distinción 4, en el folio
32r; señala brevemente las cuestiones propuestas por Durando y las conclusio-
nes que este autor defiende y, a continuación, en el f. 32v, anuncia que la mate-
ria “de Trinitate” la desarrollará según el orden de la Summa Theologiae de
santo Tomás y que la dividirá en tres partes:
“En esta cuestión, para este tema de la Trinidad, seguiré el orden de santo
Tomás, que trata de esto en Summa Theologiae, I, q27, y siguientes, en Co-
ntra Gentes, IV desde el capítulo 1 hasta el 27, y en In I Sententiarum desde
esta distinción hasta la 35.
El desarrollo de este tema se dividirá en tres partes. Primero, hablaremos so-
bre la procesión y el origen de las personas divinas. Segundo, sobre las rela-
ciones de las mismas personas. Tercero, de las personas mismas, primero
consideradas absolutamente, y luego referidas entre sí y a otras cosas”41.
En el manuscrito, hasta el folio 89r, no hay posteriores divisiones con títulos,
pues no continúa ni como un comentario a las Sentencias ni al texto de la Sum-
ma (aunque sigue el orden de ésta), sino en la forma de un tratado sistemático
distribuido en “dubia” según el orden señalado en el párrafo anterior. Esto per-
mite explicar que el estudiante, al ser interrogado, indicara la última de las dis-
tinciones del primer libro de las Sententiae que había sido anunciada –esto es, la
cuarta–, pues ese había sido el último título o división del texto, y que, no obs-
tante, la exposición de la materia “de Trinitate” estuviera ya mucho más avan-
zada, como correspondería a tres meses de clases. De conformidad con esto,
puede observarse que, en BUC 1834, se enuncia la distinción 4 en el folio 32r;
pero se vuelve a indicar en el margen superior de los folios 40r y 43r: “Duran-
dus d4”, cuando en realidad desde el folio 32r se había dejado de seguir el orden
40
AUS 943, f. 9r. La última fecha consignada antes de esta declaración es el 2 de enero de
1570, en el f. 6v.
41
BUC 1834, f. 32v.
28 Santiago Orrego
42
J. Barrientos García, Fray Luis de León y la Universidad de Salamanca, p. 202: “Su sustituto,
el licenciado Mendiola, leyó la materia de praedestinatione, por deseo expreso de fray Luis, que
no quiso que continuase con la materia de Trinitate”. Así queda consignado en AUS 943, 25v, que
recoge los testimonios de la vista de mayo de 1570: “De lo que posee san Lucas, comenzó lección
fray Luis de León desde el primero de las Sentencias y agora va el sustituto en la distinción 41,
porque el dicho maestro fray Luis no quiso que el dicho sustituto lerege (sic) la materia que era de
Trinitate”. En este mismo folio queda consignado que el sustituto fue el licenciado Mendiola, de
quien no he podido obtener hasta ahora más información.
Introducción 29
Hay otro dato igualmente claro, que advertí al repasar el texto para la presen-
te edición y al compararlo con los comentarios de Bartolomé de Medina a
Summa Theologiae, II-II, q77-q78, a4 (BUC 1834, ff. 115r-187r), dado entre fi-
nes 1570 y comienzos de 1571, como ya se ha dicho, y de Mancio de Corpus
Christi a Summa Theologiae, I, q1-q10, a5 (BUC 1834, ff. 349r-432v y 473r-
486v43), fechado en 1570, ambos maestros en Salamanca en esas fechas. Los
tres comentarios –el de Medina, el de Mancio y el que se presenta en esta edi-
ción– fueron recogidos por la misma mano, y, puesto que los tres son manuscri-
tos académicos, lo cual implica la presencia del que escribe en las lecciones de
los maestros, puede concluirse que, quien recogió el comentario anónimo al
Primer libro de las Sententiae según Durando, era estudiante en Salamanca el
año 1570. Esto también se manifiesta en una anotación al margen del manuscri-
to que contiene las lecciones que aquí se presentan: en el folio 5r, el maestro ex-
pone la conclusión según la cual las conclusiones de la teología, en la vida pre-
sente, no poseen evidencia, puesto que proceden de principios no evidentes para
nosotros –a saber, las verdades de fe–; el estudiante que recoge las lecciones
apunta al margen que el maestro Mancio enseña algo distinto: “aliter magister
Mancius”. El estudiante que apuntaba las lecciones sobre el Primer libro de las
Sententiae era, por tanto, también alumno de Mancio y, por consiguiente, estu-
diante en Salamanca. Así, puede afirmarse con toda seguridad que las lecciones
sobre el Primer libro de las Sententiae según Durando que se publican en el pre-
sente volumen fueron dadas en Salamanca en torno a 1570 y que, por tanto,
corresponden a las expuestas por Fray Luis de León y su sustituto en el curso
1569-70.
43
Sobre la continuidad entre estos dos grupos de folios, remito nuevamente a S. Orrego, “Nue-
vos datos y rectificaciones sobre fuentes manuscritas”, p. 29.
30 Santiago Orrego
44
J. Barrientos García, Fray Luis de León y la Universidad de Salamanca, pp. 102 y 110.
45
J. Belda Plans, La Escuela de Salamanca, pp. 353-365. L. Martínez Fernández, Sacra Doctri-
na y progreso dogmático en los «Reportata» inéditos de Juan de Guevara dentro del marco de la
Escuela de Salamanca, Editorial Eset, Vitoria, 1967, pp. 88-99, 114-117.
46
Luis de León, Magistri Luisii Legionensis Augustiniani opera, vol. VII, Salamanca, 1895,
285-288 (q2 a2), 319-320 (q2 a8).
Introducción 31
que voy a exponer no son por completo originales de Fray Luis, por lo que no
pueden tomarse como una prueba por sí misma, pero su presencia es otro dato
que confluye y reafirma la tesis de la paternidad luisiana de estas lecciones. La
cuestión propuesta es sobre el constitutivo formal del supuesto y, por ende, de la
persona, y su relación con la naturaleza. Fray Luis la propone así en BUC 1834,
folio 60v:
“Ahora bien, de qué modo se distingue aquello que añade el supuesto sobre
el individuo, a saber, realmente o por la razón, y si aquello que añade es algo
positivo o negativo, intrínseco o extrínseco, sobre esto hay muchas y diver-
sas opiniones”.
Después de revisar las diversas opiniones que hay al respecto, expone su
respuesta: lo que diferencia al supuesto respecto de la naturaleza individual es
algo real, positivo, extrínseco a la naturaleza pero intrínseco a la persona en
cuanto tal. Y esto realmente distinto y positivo no es otra cosa que el acto de ser
o existencia, como dice en 63r:
“esta personalidad no es otra cosa que el acto de ser o existencia de la cosa
en sí mismo. […] Y se prueba, porque la naturaleza singular, por el hecho
mismo de que es en sí misma subsistente o existente, es persona. Luego for-
malmente ser persona no es otra cosa que existir en sí, y la personalidad no
es otra cosa que la misma existencia en sí.
Pero se duda acerca de si esta personalidad es algo extrínseco o intrínseco al
supuesto, pues también sobre esto hay una divergencia no pequeña entre Ca-
preolo y Cayetano. […]
Sobre esto, sea la sexta conclusión: la personalidad no es intrínseca a la natu-
raleza ni a la persona hablando absolutamente, pero es intrínseca a la persona
en cuanto persona”.
Por lo tanto, si se aplica esto al asunto teológico que en parte ha suscitado la
cuestión, debe decirse que aquello común a la naturaleza humana de Cristo y a
su naturaleza divina, por lo que no constituyen más que una sola persona, es el
acto de ser. En el desarrollo de esta cuestión sigue el mismo esquema de sus
maestros en Salamanca, Domingo de Soto (cuya sentencia, a mi juicio, Fray
Luis no entiende adecuadamente47) y, especialmente, Melchor Cano 48, cuya po-
sición concuerda completamente con la propuesta por Fray Luis aquí y en los
pasajes señalados sobre Summa Theologiae, III.
47
BUC 1834 refiere la opinión de Domingo de Soto en f. 62v y la rechaza en f. 63v.
48
Sobre esta doctrina en Domingo de Soto y Melchor Cano, me permito remitir a S. Orrego, La
actualidad del ser en la “Primera Escuela” de Salamanca, Eunsa, Pamplona, 2004, pp. 214-233
y 244-245.
32 Santiago Orrego
49
AUS 943, f. 9r. La última fecha consignada antes de esta declaración en este libro de visitas
de cátedras es el 2 de enero de 1570.
50
AUS 943, f. 100v.
Introducción 33
prender el argumento o transmitirlo con todos sus elementos, lo que lleva a una
falta de claridad mínima en algunos pasajes, o porque omite o añade una nega-
ción donde claramente no se debía, etc.
De hecho, el texto que ahora se publica presenta muchas más incorrecciones
que lo normal en este tipo de manuscritos, por lo que fue necesario introducir
cerca de 2.000 modificaciones, entre correcciones, supresiones y adiciones, to-
das ellas debidamente consignadas, para conseguir fijar un texto que se aproxi-
mara lo más posible a las lecciones originales de Fray Luis y de su sustituto. Al-
gunos de los criterios o de las opciones tomadas podrían parecer discutibles, por
lo que todas las modificaciones han quedado señaladas en el texto latino, de
modo que el lector tenga toda la información sobre el original y pueda resolver-
lo de otra forma, si lo estima correcto o preferible. Paso ahora a explicar, de mo-
do más detallado, los criterios seguidos en esta edición y traducción.
En primer lugar, aunque el texto, en el folio 4r, se abra con el título “Duran-
dus quaestio prima in Mag. Sententiarum” y se desarrolle en un principio como
un comentario a las Sententiae de Pedro Lombardo que sigue el orden de las
cuestiones y conclusiones presentadas por Durando en su comentario, el conjun-
to del texto no puede considerarse como un comentario a las Sententiae. Como
ya se ha dicho, en el folio 32v, el maestro indica que, para tratar la Trinidad, no
seguirá el orden de Durando, sino el de santo Tomás en la Summa Theologiae;
pero tampoco, a partir de este punto, la exposición se desarrolla en la forma de
un comentario textual a dicha obra, sino como un tratado sistemático según el
orden de las cuestiones planteadas en ellas. El orden de las Sententiae según el
comentario de Durando se retoma cuando se inician las lecciones del sustituto,
en el folio 89r, pero tampoco entonces se trata de un comentario del texto de
Durando: al igual que al comienzo de las lecciones de Fray Luis, el maestro se
limita a consignar las cuestiones y conclusiones de Durando, para proseguir de-
sarrollando los temas de modo independiente. Por lo tanto, no se trata propia-
mente de un comentario, ni a las Sententiae de Pedro Lombardo ni a la Summa
de santo Tomás, sino de un tratado dividido en cuestiones ordenadas y desarro-
lladas más o menos sistemáticamente. Éste es el motivo por el que se prefirió
darle simplemente el título de Lecciones inéditas sobre Dios y su imagen en el
hombre y no dividir el texto de acuerdo a las distinciones de las Sententiae ni a
las cuestiones de la Summa, sino mediante títulos y subtítulos que refieren los
temas tratados, lo que es mucho más orientador para el lector y más conforme a
la estructura misma del texto.
34 Santiago Orrego
<2. Utrum sit vera conclusio Durandi, scilicet, quod sacra theologia proprie
non est scientia>
Circa hanc conclusionem dubitatur an sit vera. Et arguitur pro parte affirma-
tiva.
Scientia debet procedere ex veris principiis, medioque vacantibus, priori-
busg <et> notioribus ipsa conclusione. At sacra theologia non est huiusmodi.
Ergo, non est scientia. Maior est h Aristotelis, I Posteriorum, text. 5 a. Minor vero
a
Encabezado del manuscrito.
b
Ms.: “posset”.
c
[possint esse simul]
d
Ms.: “conclusione”.
e
Ms.: “liter totis”.
f
Ms.: “propria”.
g
Ms.: “prior”.
h
[Aris]
40 I. Proemium: Utrum sacra theologia sit scientia
probatur, quia principia theologiae sunt articuli fidei, qui sunt obscuriores
conclusione, ut dicitur 1 Cor., c13: “videmus nunc per aenigmata”.
Secundum argumentum: scientia debet esse virtus intellectualis. Sed theolo-
gia non sic; [4v] ergo. Maior est Aristotelis, VI Ethic. c3, ubi sex ponit virtutes
intellectuales. Minor patet ex eodem, VII Phys.b c3, ubi dicit quod virtus est
dispositio perfecti ad optimum. At theologia sacra non disponit ad optimum
actum, nempe ad visionem claram. Ergo, sacra theologia non est scientia.
Tertio: habitus primorum principiorum dignior est habitu conclusionum.
Sed habitus principiourm theologiae sacrae est ipsa fides. Ergo, tota theologiac
ab illa debet sumere denominationem et appellationem. Ergo, potius est vocanda
fides quam scientia.
Haec sunt argumenta Durandi.
Scotus etiam, In III Sent., d24 q1, arguit etiam in favorem huius sententiae.
Primo, sic: conclusio semper sequitur debiliorem partem. Sed in sacra
theologia altera praemissarum est de fide. Ergo, conclusio modo erit de fide.
Secundo: non magis assentimus conclusionibus quam praemissis. Sed prae-
missis in sacra theologia assentimur per fidem. Ergo, etiam conclusionibus.
Pro solutione quaestionis, est notadum primo, cum Durando ipso, quod
theologia est duplex: altera naturalis, altera vero supernaturalis. Cognitio de Deo
naturalis exspectat ad metaphysicam. Cognitio vero supernaturalis adhuc est
triplex: altera per quam cognoscimus articulos fidei et Sacram <Scripturam>d,
quae proprie est fides. Altera vero est cognitio supernaturalis per quam
cognoscimus mysteria Scripturae Sacrae, ut dicitur Eph. c4: “Ipse dedit quos-
dam quidem apostolos, alios evangelistas, alios vero pastores et doctores”. Et 2
Pet. c1: “Scientes quod omnis Scripturae prophetiae propria interpretatione non
fit”, ubi prophetia sumitur pro cognitione Sacrae Scripturae. [5r] Item, 1 Cor.
c12: “alii datur sermo scientiae, alii interpretatio sermonum”. Tertia cognitio
a
Ms.: “c 5”; corresponde al c2.
b
Ms.: Ethic.
c
[ad]
d
Ms.: “altera” tachado.
e
Ms.: “scripturae” prece tachado; “prophetie”.
42 I. Proemium: Utrum sacra theologia sit scientia
supernaturalis est per quam, ex articulis fidei, per quemdam discursum elicimus
conclusiones, ut Rom. c13: “Omnis anima subdita sit potestati”, ex quo
principio eliciunt theologi quod principes tam ecclesiasticia quam saeculares
possunt condere leges ad coercendos sibi subditos.
Secundum notandum est quod sacra theologia potest considerari dupliciter.
Uno modo, secundum se, sine ullo ordine ad subiectum in quo est. Secundo
modo, prout in nobis est in statu <viae>.
Tertium notandum est quod Aristoteles, in I Posteriorum text. 5 b, ponit per-
fectissimum statum scientiae, ad quem raro possumus pervenire, quia, ut inquit
Philosophusc: “differentiae et quidditates rerum et earum propriae passionesd,
quibus conficiendaee sunt demonstrationes, sunt nobis ignotae”.
His positis, sit prima conclusio: modo habitus sacrae theologiae non causat
in nobis evidentiam suarum conclusionum. Probatur: conclusiones theologiae
non procedunt ex principiis evidentibus. Ergo, non sunt evidentesf. Patet conse-
quentia, quia articuli fidei, ex quibus educuntur, sunt obscuri. Secundo probatur:
in omni discursu, conclusio sequitur debiliorem partem. At in syllogismo
theologico altera praemissarum est obscura. Ergo, conclusio non erit evidens.
Secunda conclusio: habitus theologiae causat in nobis maximam certitudi-
nem suarum conclusionum. Patet, nam principia ex quibus conclusiones huius
scientiae procedunt sunt maxime certissima, scilicet, articuli fidei. Ergo, et
conclusiones. Consequentia patet, nam certitudo conclusionum in omni scientia
sumitur ex certitudine praemissarum.
Secundo, confirmatur ex Divi Thomae sententia, Summa Theologiae, I q1
a5, ubi dicit scientiam hanc esse perfectissimam ob maximam certitudinem
quam habet. [5v]
Tertia conclusio: licet haec doctrina secundum se sit maxime et proprie
scientia, tamen, prout in nobis est, non attingit ad illum statum scientiae qualem
ponit Aristoteles, I Posteriorum texto 5. Haec conclusio duas habet partes.
a
Ms.: “ecclesiasticos”.
b
Ms.: “c 5”; corresponde al c2.
c
Ms.: “phyl”.
d
Ms.: “passionum”.
e
Ms.: “conficienda”.
f
Ms.: se lee al margen: “aliter magister Mancius”.
44 I. Proemium: Utrum sacra theologia sit scientia
a
Ms.: “consideratam”.
b
[S]
c
Ms.: “causent”.
d
Ms.: “1 De Trinit c14”.
e
[ad]
f
Ms.: “12”.
g
[c l]
h
Ms.: “c 3”.
i
Ms.: “esset”.
46 I. Proemium: Utrum sacra theologia sit scientia
Ad tertium negatur <illud>: “quia fides est obscura, et ideo non est perfec-
tior ipsa scientia ad denominandam eandem scientiam”.
Ad duo argumenta ultima Scoti respondetur. Ad primum, quod conclusio
sequitur debiliorem partem quantum ad incertitudinem et obscuritatem, non
tamen quantum ad denominationem.
Ad ultimum, <quod est secundum Scoti,> respondetur quod conclusiones
theologiae sunt duplices. Quaedam sunt quae sunt expressae in Scriptura, sine
ullo nostro discursu, ut est illud 1 Cor c15: “Si Christus resurrexit, et nos resur-
gere debemus”. Et in his conclusionibus tanta est certitudo sicut in principiis.
Aliae vero sunt conclusiones quae educuntur nostro labore ex articulis fidei, et
in his non est tanta certitudo sicut in principiis.
Finitur quaestioa.
a
Ms.: “quaestione”.
48 II. De frui et uti
Prima quaestio Durandi est utrum fruitio sit actus intellectus vel voluntatis,
de qua <prima> conclusio <est>: ad c fruitionem tria concurrunt, scilicet, cogni-
tio, delectatio et quietatio.
Secunda conclusio <Durandi>: cognitio non pertinet ad rationem fruitionis,
sed antecedit <illa>.
Tertia conclusio <Durandi>: delectatio se habet ad fruitionem ut genus, et
quietatio <ut> differentia specifica, est enim fruitio delectatio non quaecumque,
sed quietans appetitum.
Ultima conclusio <Durandi>: fruitio est actus voluntatis et non intellectus.
In hac quaestione est unum certum et duo dubia, nam primo certum est
quod fruitio est formaliter in voluntated, nam sicut ad voluntatem, qui est appeti-
a
Ms.: “so” tachado.
b
Ms.: “1 De Trinit c3”.
c
Ms.: “prima” tachado.
d
[et in intellectu]
50 II. De frui et uti
tus totius hominis, pertinet appetere bonum universale, quod est beatitudo, ita
ad eandem potentiam proprie pertinet, adepto illo bono, conquiescere et delec-
tari in eo, quod est frui.
<3. Quinam actus sit ista fruitio: an sit amor vel potius sit aliqua affectio et
tanquam passio ipsius voluntatis>
Quod certum primum, tamen dubium quinama actus sit ista fruitio: an sit
amor vel potius sit aliqua affectio et tanquam passio ipsius voluntatis.
Secundum dubium est, supposito quod non sit motus amoris, [7r] sed potius
affectio voluntatisb, a quo actu effective producatur ista affectioc in voluntate: an
ab amore in voluntate vel potius a visione Dei, qui est actus intellectus.
Sententia Scoti, In I Sent d1 q3, tenet quodd fruitio est actus amoris amici-
tiae, et probat ex Divo Augustino, I De doctrina christiana c4, qui dicit <quod>
frui est amore inhaerere alicui rei ob se. Ergo, fruitio est amor. Durandus vero,
in quaestione sequenti, dicit quod fruitio est delectatio, quae amor concupiscen-
tiae est. Et probat sic: amor qui habet pro obiecto bonum delectabile est amor
concupiscentiae. At fruitio habet pro obiecto bonum summe delectabile, ad
quod supponendum quod fruitio proprie loquendo non est de medio, sed de
ultimo fine, quia illa quae amanture ob aliud non proponuntur nobis fruenda, sed
utenda. Immo, hoc quod est aliquam rem non ob se amare, sed ob aliud conse-
quendum, est uti illa et non frui.
Tamen <sit primum notandum.> Sicut ultimus finis quidam est vere ulti-
mus, qualis est Deus, quidam vero falsus, quem sibi quisquam fingit, ut avari est
in pecunia, similiter fruitio est duplex: una vera, scilicet, quae percipitur ex vero
fine, altera falsa, quae existit ex falso fine, nos in praesentif de vera fruitione
disputaturi sumus.
Secundum notandum est quod frui, ut sonat nomen, nihil aliud est quam ca-
pere fructumg. Fructus vero maximus est ultimus, qui capitur. Ex fine ultimo
a
Ms.: “quidnam”.
b
[erit dubium]
c
Ms.: “vo” tachado.
d
[est]
e
Ms.: “amare”.
f
Ms.: “praesentia”.
g
[de qua re quam habet]
52 II. De frui et uti
a
Ms.: “deletitia”.
b
[de]
c
[dicitur]
d
Ms.: sobreescrito.
e
[quae]
f
Ms.: “tio” parece tachado.
g
Ms.: “fera”.
h
Ms.: “art”, tachado.
i
Ms.: “naturali”.
j
[voluntatem]
54 II. De frui et uti
a
Ms.: “ad”.
b
[et]
c
Ms.: “c13”.
d
Ms.: “in” al parecer tachado.
56 II. De frui et uti
operatione amoris complacentiae, quem elicit circa ultimum finem per intellec-
tum consecutum,a producit in sese immediate summum gaudium. [8v]
Unde est notandum quod desiderio, quod est effectus voluntatis, opponitur
quies et delectatio, quae est effectus ipsius voluntatis, nam voluntasb erga bo-
num absens afficitur desiderio, erga praesens bonum et possessum <afficitur>
suavi quiete, quae est delectatio. Utrumque vero nascitur ex amore, nam ex eo
quod amamus aliquam rem, inde fit ut illam desideremus cum abest, nemo enim
desiderat ea quae non amat. Item, similiter ex eo quod amamus aliquod bonum,
quando illud adipiscimur, conquiescimur c et delectamur in illo, ita quod idem
amor, qui antea excitabat desiderium in voluntated, idem, eo bono consecuto,
non extinguitur, sed magis accenditur et afficit illam summa delectatione. Ex
quo patet manifeste quod fruitio, quae est quies voluntatise, immediate efficitur
in voluntatef ab operatione ipsius voluntatis.
Item: voluntas, per actum a se elicitum, movet reliquas potentias ad suos fi-
nes. Ergo, similiter, per actum a se elicitum, gaudet et conquiescit in fine asse-
cuto cum aliae potentiae consequuntur suos fines.
Et ad argumenta magistri Soti, respondetur. Ad primum, concedendo quod
fruitio nascitur ex consecutione ultimi finis, quae consecutio est visio; sed non
immediate, sed mediate, nam illa visio excitat in voluntate beatorum amorem
magnum, qui amor producit in voluntate, non quidem desiderium, sed quietem
<et> iucundissimamg delectationem.
Ad secundum, respondetur concedendo quod voluntas movet potentias reli-
quas in suos fines eth consequitur illos per actiones proprias potentiarum, sed
sicut voluntas movet reliquas potentias per suum actum, ita etiam delectatur per
proprium <actum> de fine iam consecuto.
a
Ms.: “pro” tachado.
b
Ms.: “eg” tachado.
c
Ms.: “conques / quiescimur”.
d
Ms.: “voluntatem”.
e
Ms.: “e voluntas”.
f
Ms.: “ad” tachado.
g
Ms.: “iocundissimam”.
h
Ms.: “conqr” tachado.
58 II. De frui et uti
<6. Utrum obiectum fruitionis sit tantum Deus vel potius aliquid amplius.>
Quaestiod secunda: utrum obiectum fruitionis sit tantum Deus vel potius ali-
quid amplius.
Prima conclusio <Durandi>: immediatum obiectum fruitionis non est Deus,
sed ille actus quo Deum attingimus.
Secunda conclusio <Durandi>: obiectum remotum fruitionis est Deus.
In quaestione hac est notandum quod hic non quaeritur undee oriatur fruitio
et producatur effective, nam de hoc iam supra dictum quod fruitio nascitur
immediate ex amore quo inhaeremus ultimo finef consecuto; sed quaeritur circa
quod versetur fruitio, id est, qua re immediate beati fruantur, an scilicet Deo
ipso an potius immediate fruantur illa operationeg per quam consequuntur
Deum, id est, visione. Nam Durandus sentit in praesenti quod immediate beati
a
[dubium est]
b
Ms.: “profectus”.
c
Ms.: “illo”.
d
Ms.: “Quaestione”.
e
Ms.: “ubi”; lectura dudosa.
f
Ms.: sobrescrito.
g
Ms.: “operationem”.
60 II. De frui et uti
fruuntur visione. Sed haec sententia ab omnibus repudiatur, nam est falsa et
periculosa. Contrarium tenet Marsilius, In I Sent q4 a1 et In III Sent q15 <a2>,
et Scotus, In III Sent d26 q1a, etb eodem loco Gabriel, et Capreolus. Ita etiam
contra Durandum Alphonsus Toletanusc In I Sent d1 q5 a2, et Caietanus, In S Th
II-II q17 a5, [9v] qui tenent <quod> fruitio est immediate de Deo, habet enim
Deum pro obiecto immediato.
Et probatur, quia fruitio est delectatio quae capitur ex bono praesenti, quod
maxime diligitur. Sed <id quod> beati summe diligunt est ipse Deus ut sic, in se
et ob se, quin potius seipsos et omnia sua et ipsam visionemd Dei quam habent
referunt in Deum, ut docet Divus Bernardus in Tract. De diligendo Deum <c10
et c11, et c15>, et Ricardus de Sancto Victore in libello De gradibus charitatis.
Ergo e, fruitio immediate est de Deo et non de visione eius.
Item, dicitur ille actus visionis non simpliciter ultimus finis noster nec sum-
mum bonum nostrum, sed est tanquam quaedam coniunctio ad ultimum finem,
qui est Deus secundum se. Sed fruitio est proprie de ultimo fine et de summo
bono; ergo.
Sed arguit Durandus, contra hoc, quod nemo fruitur nisi proprio bono. Sed
res a nobis distinctaf non est proprium bonum nostrum, nam bonum nostrum est
quod nobis inest. At Deus est res distincta a nobis. Sic ergo fruitio non est illa
<res>, scilicet Deus ut sic.
Respondetur: negaturg quod res distincta non sit bonum nostrum, nam ami-
cus per se est bonum nostrum, quamvis ex eo nihil commoditatis ad nos perve-
niat, et multo magis Deus ipse est bonum nostrum et totius naturae.
a
Ms.: “q 11”.
b
Ms.: “dur”, tachado.
c
Ms.: “Teletanus”.
d
Ms.: una palabra ilegible por daño del papel.
e
[quod]
f
Ms.: “distincte”; sigue una palabra de difícil lectura.
g
[negatur]
62 II. De frui et uti
a
Ms.: “immediate”.
b
[nostri]
c
Ms.: “bona et consecutio illius”.
d
Ms.: “disi” al margen.
e
Ms.: “falsum”.
f
[sunt]
g
[fru]
64 II. De frui et uti
Quaestio tertia <Durandi>: in qua quaeritur an uti sit actus intellectus vel
voluntatis.
Respondetur quod uti est actus a elicitus a voluntate.
Circa hanc quaestionem primo advertendum est quod uti, ut dicit Durandus
<hic>, et Divus Thomas etiam in S Th I-II q16 a1b, nihil aliud quam applicare
aliquam remc ad suam operationem. Sed hanc sententiam, quae communiter
recipitur, impugnat d Aureolus, In I Sent d1 q2 <a3>, <iuxta Capreolum, In I
Sent d1 q2 a2>, dicens quod uti non est applicatio rei e ad suam operationem, sed
est potius velle unam rem in ordine ad f aliam, et probat sic. Frui et uti sunt actus
oppositi. Sed frui, <ut> dictumg est, est conquiescere in re tanquam in fine ul-
timo. Ergo, uti est per unam rem in aliam tendere.
Item, secundo: si uti esset applicatio, ut dictum est, sequeretur quod non
possemus uti caelo et angelis et <rebus> a nobis remotis. Consequens est falsum
et contra Divum Augustinum <in I De doctrina christiana c4> et Magistrum <in
I Sent d1 c2>, qui dicunt quod possumus et debemus uti omnibus creaturis, quia
omnes illas possumus in Deum referre.
Sed opinio Durandi et Divi Thomae est certa, et respondetur ad argumenta.
Ad primum, quod non sunt proprie frui et uti opposita. Respondetur secundo
a
[e]
b
[uti]
c
Ms.: sobreescrito.
d
Ms.: “Capreolus” tachado.
e
Ms.: escrito sobre “voluntatis”, que parece tachado.
f
[ali]
g
Ms.: “dixtum”.
66 II. De frui et uti
a
Ms.: “voluntate”.
b
Ms.: “re”.
c
Ms.: “con” tachado.
d
[caelo]
e
[contendit]
f
Ms.: “quavis”.
g
Ms.: “agenti ti”
h
Ms.: “aliquas”.
68 II. De frui et uti
tiva horum effectuum manet in ipsa voluntate. Ita semper voluntas, quando ali-
quid agit distinctum a se, <facit et aliquid>a manens b in se.
Hoc supposito, respondetur ad primum quod potiusc ex Divi Thomae verbis
colligitur hoc, nam si usus est a voluntate movente, cum movere voluntatis sit
actus elicitus a voluntate et in ipsa manet, sequitur quod uti est actus elicitus a
voluntate.
Sequitur quaestio quarta <Durandi>: utrumd omnibus aliis citra Deum sit
utendum.
Est prima conclusio: ultimo fine non est utendum.
Secunda conclusio: omnibus aliis ab ultimo fine possumus uti.
Circa <hanc> quaestionem est dubium an etiam virtutibus utendum vel
fruendum sit. Causa dubii <est> quia virtutes non <sunt> ultimi e fines; <et
nihilominus> Divus Ambrosius, super illud Gal c5 f: “Fructus autem Spiritus
sunt charitasg, <etc.>”, inquith: “tot istae virtutes ideo appellantur fructus, quia
sunt appetendae per se et amandae”. Ex quo sequitur quod illis est fruendum.
Patet consequentiai, quia frui est amore inhaerere alicui rei ob se. Tamen, Divus
Augustinus, I De doctrina christiana c4j, contrarium sentit: dicit quod solo
summo bono est fruendum; et XIII De Trinitate c8, dicit quod virtutibus est
utendum et non fruendumk, et ita dicendum et tenendum si proprie loquamur.
Sed contra: quia ipsa fruitio, qua beati Deo fruuntur, est quid creatum, ut
patet, et tamen beati fruuntur ipsa fruitione etiam, ut dicitur in S Th I-II q7 a3,
dicens quod finis et consecutio finis sunt obiectum in fruitione.
a
[sed]
b
Ms.: “manentem”.
c
[potius]
d
Ms.: sobreescrito; [in]
e
Ms.: “ultimus”, con “us” tachado e “i” sobreescrito.
f
Ms.: c1.
g
M.: “charitas sunt”.
h
[inquit]
i
[patet consequentia]
j
Ms.: “c3”.
k
Ms.: “fruendum et non utendum”.
70 II. De frui et uti
a
Ms.: “ad”.
b
Ms.: “Conradus”.
c
[supra citatus]
72 III. De unitate et existentia Dei
Distinctio 2: de Trinitate.
Prima conclusio: in hac materia agendum nobis est cum summa modestia et
reverentiaa.
Secunda conclusio: etiam in huius rei explicatione potissimum utendum et
nixendumb testimoniis Divinae Scripturae, et deinde testimoniis Patrum, deinde
ratione.
Tertia conclusio: Sancta Trinitas est unus Deus.
Circa hancc materiam, prima quaestio est an sit solusd unus Deus.
Prima conclusio: impossibile est quod sint plures dii specie differentes.
Secunda conclusio: impossibile quod sint plures dii solo numero differentes.
Conclusio haec est de fide, ut habetur Deut c6: “Audi Israel, Deus tuus unus
est”, et Eph c4: “Unus Deus, una fides”, et Psal 17: “Quis Deus praeter Deum
nostrum?”, et Psal 85e: “Tu es Deus solus”, et 1 Cor c8: “nobis autem unus est
Deus”, et C. Firmiter de Summa Trinitate et fide catholica.f
Fuit haeresis manicheorum et aliorum quod erant plures dii et plura rerum
principia: alterumg bonum et alterum malum. Vide Augustini De haeresibus c6
et c23; de hoc etiam <loquitur> Eusebius, <V> De historia Ecclesiae c13.
a
[agendum est]
b
Ms.: “nixlendum”.
c
Ms.: “quaestionem” tachado.
d
[u]
e
Ms.: “89”.
f
Ms.: anotación al margen derecho, ligeramente cortada seguramente por la encuadernación:
“1 Cor c8: ‘Siquidem sunt dii multi et domini multi’. Respondetur”.
Un poco más abajo: “Secundo: unum quod est principium numeri non praedicatur de Deo,
neque unum quod convertitur cum ente, quia significat privationem”.
“Prima pars q12 a3, II-II q14 a (página cortada), Prima Pars q2 art (página cortada)”.
g
[et alterum]
74 III. De unitate et existentia Dei
<3. Utrum Deum esse unum sit demonstrabile per rationem naturalem>
Hoc igitur constituto, est dubium utrum sit demonstrabile per a rationem.
Sed est dubium an ratione naturali possit demonstrari quod sit unus, in quo di-
versa dicunt doctores, nam Gabriel, In I Sent d2 q10 a2 c3, et quidam Bassolisb,
in eadem d q2 a3, tenent quod non potest demonstrari ratione naturali. [12v] In
contrarium, Divus Thomas, S Th I q11 a3 et q103, et CG I c42, et Scotus in hac
d2 q2, et Marsilius In I Sent q5 <a1>, et Damascenus in I De fide orthodoxa c5,
et Tertulianus in Apologetico c c17d, Lactantiuse in libro I De vera et falsa reli-
gionef c3, et Cicero, De natura deorum, et Seneca lit. De beneficentia c7g.
Sit in hoc prima conclusio: Deum esse unum potest demonstrari ratione
naturali et philosophicah. Divus Thomas, in CG Ii <c42> adducit plures rationes
ad probandum, sed ego duae tantum utar.
Prima: Deus, communi animi conceptione, intelligitur summe bonus et
summe perfectus et per essentiam bonus et perfectus, scilicet, <id> cuius
participatione reliqua sunt bona et perfecta. <Sed> impossibile est quod sint duo
summe bona et perfecta, nam id dicitur summum quod omnia alia excedit et
superat; ergo.
Item: si essent plures dii, necessario esset ut aliqua perfectione inter se
differrent et, consequenter, aliquid boni et perfectionis deesset uni quod
conveniret j alterius, quodk cadere non potest in naturam Dei, qui est causa
omnium rerum et perfectionum.
Item: Deus est simplicissimus. Ergo, per idem est “Deus”l et “hic Deus”.
Ergo, est unus tantum. Patet consequentia, quia si Sortes, verbi gratia, per idem
quod est Sortes esset homo, sicut est impossibile quod sint plures Sortes, ita
esset impossibile quod sint plures homines. Ergo, similiter, si Deus per idem
a
Ms.: “propter”.
b
Ms.: “Basoris”.
c
Ms.: “epologetico”.
d
Ms.: “c9 et 17”.
e
[fer]
f
[religione]
g
[et c8]
h
También podría leerse “physica”.
i
Ms.: “CG IV”
j
Ms.: “convenire”.
k
Ms.: “quod natura Dei caper” tachado.
l
Ms.: siguen tres palabras tachadas; [et id Deus]
76 III. De unitate et existentia Dei
quod est “Deus” est “hic Deus”, sequitur manifeste quod non possunt esse plu-
res dii.
Item: idem probat Aristoteles, VIII Phys ratione motus tantuma.
Sed dubitatur consequenter an sit de fide hoc, quod scilicet possit demons-
trari ratione naturali.
Sit secunda conclusio: videtur expressum in Scriptura quod potest cognosci
ratione naturali quod Deus [13r] sit unus. Patet <per> Rom c1, dicens b:
“invisibilia Dei per ea quae facta sunt, <etc.>”. Quae vero sint illa invisibilia
quae possunt cognosci a creaturis, ipse docet statim notum fuisse philosophis
Deum esse et esse unum et esse omnipotentem, et ita subdit: “unde inexcusabi-
les sunt, quia cum Deum cognovissent, non sic Deum glorificaverunt, sed com-
mutaverunt”, ubi Divus Paulus reprehenditc gentes quod naturali lumine cum
cognovissent vel certe potuissent cognoscere esse unum Deum, tamen d colue-
runt plures deos.
a
En el margen superior izquierdo hay una anotación de difícil lectura, en parte cortada
seguramente por la encuadernación. La reproduzco en esta nota sin haber podido clarificar
completamente el texto: “Primo contra: quia Deum esse est articulum fidei, quae non sunt
demonstrabilia, quia demonstra<tio> est silogis<mum> fac<ere>, at fides est de non
apparen<tibus>; ergo. Respondetur quod Deum <esse> ratione naturali potest <demonstrari>,
quia sunt preambula et non articuli fidei, fides enim praesupponit cognitionem naturalem, sicut
gratia naturam.
»<2>º: medium demonstrationis est quod quid est, at de Deo scimus quod non est, ut dicit
Damas<cenus> in te (sic). Respondetur: quoniam demonstratur <caus>a per effectum.
»Art 3 et 4 et 4tum (sic).
»Contra: effectus sunt finiti et causa infinita. Ergo, non <est> proportio nec demonst<ratio>.
Respondetur: (“ca” tachado) <non habetur ex his> perfecta cognitio causae, sed tantum causam
esse”.
b
Ms: “per” tachado.
c
Ms.: “reprehendi”.
d
[tamen]
78 III. De unitate et existentia Dei
<5. Utrum divina attributa aliquo modo differant ex ipsa natura rei seclusa
omni operatione intellectus>
Quaestio secunda: utrum divina attributa aliquo modo differant ex ipsa na-
tura rei seclusa omni operatione intellectusa.
Prima conclusio est: <non est aliqua media distinctio> inter distinctionem
rationis et realemb, sed omnia quae distinguuntur aut distinguuntur realiter aut
ratione.
Secunda conclusio: attributa Dei non differunt seclusa omni operatione
<intellectus> ex natura rei.
Circa hanc quaestionem primam, explicandum quae sint divina attributa. Ad
hoc est notandum quod in Deo sunt omnes perfectiones quae <reperiuntur> in
creaturis vel factisc vel possibilibus, <quae> fient, sunt aut fuerunt, nam, ut dice-
bamd, Deus est summa perfectio ex qua, tanquam ex primo e fontef derivatur
omne bonum et perfectum, ut dicitur <Iac c1>: “omne datum et perfectum
desursum est, descendens a Patre”, quia necessarium est ut quicquid perfectionis
et bonitatis est in effectu, sit maxime in causa. At Deus est causa omnium re-
rum, unde Damascenus, libro I De fide orthodoxa <c9>, [13v] dicebat quod
Deus habetg infinitum pelagum substantiaeh. Idem <docet> Divus Dionysius, De
divinis nominibus c5, et Divus Thomas in S Th I q4 a2, et De ente et essentia c6,
et CG I c28. Sunt igitur in Deo omnes omnium perfectionesi.
Sed est notandum quodj perfectiones suntk duplices: unae, quae dicuntur
simpliciter perfectiones, quia in propria sua ratione dicunt perfectionem sine
admixtionel imperfectionis, id estm, quia sunt purae perfectiones, qualis est
a
[intellectus]
b
Ms.: “realis”.
c
[vel potest esse]
d
[bam]
e
[et primo]
f
Ms.: “fonti”.
g
Sic.
h
[substantiae]
i
Ms.: al margen izquierdo: “Contra: Deus simplicissi<mus est>. At perfectiones omnium sunt
multae. Ergo, non <sunt in Deo>. Respondetur quod sunt sicut in sole[vi].
Secundo: opposita non possunt esse in eodem. Sed entia habent diversa, scilicet differentias,
exempli gratia; ergo. Respondetur similiter; vide tertium”.
j
[cum]
k
Ms.: “sint”.
l
Ms.: “admistione”.
m
[sunt]
80 III. De unitate et existentia Dei
sapientia, bonitas et veritas et aliae. Aliae vero sunt secundum quid perfectio-
nes, quia in sua ratione includunt aliquid imperfectum, quae ideo sunt impuraea,
sicut humanitasb et equinitasc. Cum ergo in Deo sint <ista> duo genera
perfectionum, sunt tamen modo differenti, nam perfectiones secundum quid non
sunt in Deo formaliter, quia in Deo non potest esse aliqua imperfectio, sed sunt
eminenter, id est, altiori modo, scilicet expurgando abd omni imperfectione quae
in ipsis includebature, est enim in f Deo perfectio humana, non tamen modo
humano, sed modo divino, id est, sine materia et sine compositione et aliis
imperfectionibus. At vero perfectiones simpliciter sunt in Deo formaliter, ut
bonitas <et> sapientia, et haeg perfectiones in Deo formaliter existentes vocant
theologi attributa divina, de quibus est quaestio nostra an distinguantur natura
rerum sine operationeh intellectus.
In qua quaestione Scotus, In I Sent d8 q3, tenet quod sic ante operationem
distingui, non tamen realiter sicut duae res, sed formaliter, quia habent diversas
definitiones et rationes.
Quae sententia probatur, primo: bonitas, verbi gratia, et sapientia [14r] in
communi distinguuntur ex natura rei, quia habent diversas rationes, ut patet.
Ergo, bonitas et sapientia Dei simpliciter distinguuntur ex natura rei. Probatur
consequentia, quia bonitas Dei non est alterius definitionis a bonitate absolute
dicta, quamvis bonitasi Dei est infinita, et bonitas vero absoluta ab utroque,
<scilicet, finito et infinito,> abstrahit. Et certum quod infinitasj non <variat>
rationem, nam linea finita et infinita non mutat speciem.
Secundo, intellectus et voluntas Dei ex natura rei distinguuntur. Ergo, et
reliqua attributa. Probatur antecedens: seclusa intellectus operatione, de inte-
llectu et voluntatek divina praedicantur duo contradictorie, quia de intellectu Dei
dicitur quod est principiuml generationis Filii, de voluntate vero quod non est
principium <eius>. Ergo, distinguuntur ex natura rei. Patet <consequentia>, quia
de re quae est omnino idem non possunt praedicari duo contradictorie simul.
a
Ms.: “sunt impurae ideo”.
b
[humanitas]
c
Ms.: “quiditas”.
d
[ab]
e
[batur]
f
[in]
g
Ms.: “id ergo quae”
h
[intele]
i
[est]
j
Ms.: al margen continúa: “non habet diversam”.
k
Ms.: “bonitate”.
l
Ms.: “principio”.
82 III. De unitate et existentia Dei
Tertium: distinctio quae est inter divina attributa cognoscitur a Deo intui-
tive. Ergo, illa distinctio est ex natura rei. Patet consequentia, quia cognitio
intuitiva terminatur ad rem prout est in sea.
Tamen, contrarium tenet Divus Thomas, S Th I q4 a2 et q18 a4, et CG I
c29 et 30 et 31. Et Durandus similiter hic, et Gregorius de Arimino, In I Sent
d8b q1, et Capreolus in eadem distinctione q4, et Gabriel d2 q1 a2. Ita
Averroesc, In XIId Metaph <comm. 39>, et Avicenna, In VIII Metaph, capite
ultimo, et Magister, in I Sent d8, quae sententia ut verior tenenda est.
Pro qua est supponendum quod Deus, proprie loquendo, ut patet ex Divo
Dionysio, De divinis nominibus <c5>, est pelagum <perfectionis> et unica et
infinita perfectio, et simplicissima, [14v] habens in se vim omnium perfectio-
num, <quae> itae, <scilicet, in se et absolute consideratae>f, sunt diversaeg et
distinctaeh, at in illo sunt unitaei et unum tantum, et ita sapientia quae est in illo
non est ita sapientia quinj non sit bonitas et potentia, sed ipsa ratio divinae
bonitatis idem est quam ipsa ratio sapientiae et potentiae divinae, quia omnium
istarum rerum est una ratio simplex, scilicet, ipsamet ratio divinae essentiae.
Unde recte dicit Divus Dionysius quod Deus potius est appellandus super
sapientiam quam sapiens, et super bonitatem quam bonus. Sed quoniam
intellectus, qui limitatus et finitus est, cognoscit res componendo et dividendo,
non potest unico conceptu comprehendere quod infinitum est, nec quod simplex
est cognoscere nisi multiplici cognitione, et ita, sicut divina per partes cognosci-
mus, ita etiam tribuitk per partes illi diversa nomina et diversas perfectiones, in
re autem nullo modo diversas.
Hoc supposito, probatur haec sententia. Primo: omnis distinctio ex natura
rei fundatur supra aliquam oppositionem ex natura rei. At inter attibuta Dei
nulla oppositio; ergo, nulla distinctio. Maior est Aristotelis, III Metaph text. 24.
a
[tamen]
b
Ms.: “d 3”.
c
Ms.: “Averrois”; [rois]
d
Ms.: “I”.
e
Ms.: “d p” tachado.
f
[tamen]
g
Ms.: “diversa”.
h
Ms.: “distincta”.
i
Ms.: “unita”.
j
Ms.: “qui in”.
k
Ms.: escrito sobre “trinitas”, que está tachado.
84 III. De unitate et existentia Dei
Minor probatur inductione. Primo, non est oppositioa privativa nec negativa,
quia harum oppositionum est negatiob unum extremumc, quae in Deo non potest
esse formaliter. Nec opponuntur contrarie, quia alterum extremum earum
oppositionum semper dicit defectum respectu alterius, quodd in Deo esse non
potest. Nec etiam opponuntur relative, quia in divinis huiusmodie <oppositiones
constituunt personae>. [15r]
Item: si attributaf Dei distinguerentur ex natura rei, sequeretur quod alia
esset ratio formalis sapientiae, alia potentiae et alia essentiae et, consequenter,
quod possit intelligi divina essentia non intellecta sapientia aut potentia Dei aut
alia. Et tunc intelligeremus <eum> et non intelligeremus esse sapientem, quod
absurdum est.
Item: si illa attributa distinguerentur <ex natura rei>, vel se totis
distinguerentur, ut ultimae differentiae, vel aliquo sui. <Sed> neutrum potest
dici; ergo, non distinguuntur ex natura rei. Probatur minor, quia primo modo
non, quia essent primo diversag et non possent identificari cum essentia, id est,
esse Dei. Nec secundum potest dici, quia tunc convenirent in aliquo et in aliquo
distinguerentur, et consequenter non essent illa attributa simplicia, sed compo-
sita.
Item: divina attributa non distinguuntur realiter; ergo, nec formaliter. Patet
consequentia, quia, iuxta sententiam Scoti, distinctio formalis maior quam
distinctio realis, quia fit per magis intimum.
Ad argumenta respondetur. Ad primum negatur consequentia. Ad probatio-
nem respondetur quod infinitum est duplex: vel in suo genere, scilicet, quod in
illoh caret termino, ut linea infinita est infinita in ratione lineae tantum. Secundo
modo dicitur aliquid infinitum ratione entis et simpliciter. Infinitum primo
modo non variat rationem, ut patet, quia eadem est linea et linea infinita, at vero
infinitum secundo modo variat rationem, nam id quod sic est infinitum habet
rationes omnes entisi. Et sic attributa divina sunt infinita, quia, verbi gratia,
sapientia Dei non est infinita tantum in genere sapientiae, sed etiam est entitatis
infinitae, scilicet, eiusdem quae est ipsa divina essentia, et sic, vere loquendo,
a
Ms.: “posi” tachado.
b
[est]
c
[extremum]
d
Ms.: “que”.
e
Ms.: “oposi” tachado.
f
Ms.: “tributa”.
g
Ms.: “diversae”.
h
[illo]
i
[entis]
86 III. De unitate et existentia Dei
sapientiaa Dei in sua ratione formali includit omnes rationes [15v] omnium alio-
rum attributorum, et sic sapientia Dei non est eiusdem rationis cum sapientia
quae estb in creaturis, et in hoc differunt Divus Thomas et Scotus.
Ad secundum argumentum negatur antecedens. Ad probationem responde-
tur, primo, quod ea de quibus praedicantur contradictorie non est necessario ut
semper sint distincta ex natura rei, sed satis est distingui ratione. Ita Divus Tho-
mas, De potentia q7 a1 ad 5 et q8 a2 ad 7.
Secundo respondetur cum Caietano, De ente et essentia c6 q13c, quod, scili-
cet, ut haec praedicata vere d dicanture de aliquo, sufficit distinctio virtualis, et
non requiritur actualisf, et ita est quod attributa Dei, quamvis actu ex natura rei
nong sint distincta, tamen habent fundamentum distinctionis, propter quod h vere
possunt fundare diversos conceptusi.
Ad ultimum respondetur quod Deus non intuitur sua attributa distincta ex
natura rei, sed intuitur illa apta esse ut a ratione creata possint distingui diversis
conceptibus.
Sed quaerat aliquis hoc in loco quid intersit inter opinionem Divi Thomae et
Scoti, quia videtur quod solo nomine differant, nam, sicut Scotus ponit in
attributis Dei distinctionem formalem ante operationem intellectus, ita Divus
Thomas et nos dicimus esse distinctionem fundamentalem ante omnem
operationem intellectus, quod videtur esse idemj quod tenet Scotus. Et confirma-
tur, nam Sanctus Thomas, In I Sent d2 q1k <a2>, dicit quod unumquodquel
horum attributorum est in Deo secundum verissimam sui rationem, et alia est
ratio sapientiae et alia bonitatis in Deo, non tantum ex parte intellectus, sed ex
proprietate ipsius rei. Item, S Th I q13 a4, dicit quod Deus est unum re, plures
vero ratione, quod exponit Caietanus illic: quod Deus est plures rationes [16r]m
non quidem subiective, quasi habeat in se conceptus plures earum rerum quas
cognoscit, sed est plures rationes obiective. Propter haec argumenta quidam
a
[est]
b
Ms.: “est quae”.
c
Ms.: “q 12”.
d
Ms.: “vera”.
e
[dicantur]
f
Ms.: palabra reescrita sobre “virtualis”.
g
Ms.: “actu non ex natura rei”.
h
Ms.: “quia”.
i
Ms.: “fundari diversis conceptibus”.
j
[idem]
k
Ms.: q11.
l
Ms.: “unum quod est”.
m
[plures ratione]
88 III. De unitate et existentia Dei
a
Ms.: “ratiotinati”.
b
Ms.: “fundatur”.
c
Ms.: “unicum” tachado.
d
Ms.: “termi” tachado.
e
Ms.: “conce” tachado.
f
Ms.: “non” sobreescrito y tachado.
g
Ms.: “nulla” tachado.
h
Ms.: “rationis”.
i
Ms.: “et”; [infi]
j
[tutem]
k
Ms.: “ratitionandi”.
l
Ms.: “habent”.
m
Ms.: “invicem”.
n
[divinam]
90 III. De unitate et existentia Dei
sapientia Dei, vel correspondet a a parte rei b conceptui de bonitatec, vel alio. Si
diversod, habeo intentume: quod in Deo a parte rei est diversitasf; si respondeat
eidem omnino, sequiturg quod superfluus est alter conceptus.
Respondetur ad hoc quod utrique conceptui respondet una et eadem res,
h
sed adaequate in neutrum, ita quod natura divina correspondet conceptui
sapientiae, at i non adaequate uno conceptu, et ideo rursusj eadem res concipitur
<ut> bonak alio conceptu, et nec tunc ullo conceptu adaequate. Item, concipitur
<natura divina> omnipotens, et iusta, et caetera: illa resl uno conceptu <non>
satis exprimitur, et sic, quamvis illi omnes conceptus versentur in eadem re,
tamen non superfluunt, quia nec singulus illorum nec omnes simul adaequate
exprimunt naturam illiusm rei et vim simplicis et unius.
Et ideo Divus Thomas, ubi supra, dicit quod Deus est unum re et plures ra-
tione, scilicet, [17r] illa una natura et res est obiectum inadaequate
<re>praesentatum per plures conceptus et imperfecte significatur per plura no-
mina. Et item dicit alio loco quod divina attributa sunt diversa ex natura rei n,
scilicet, quia illa est proprietas naturae Dei propter suam infinitatem, ut vere
possit esse fundamentumo diversorum conceptuum inadaequatorum, et hanc
vocamus distinctionem fundamentalem.
Ex quo colligitur quod ratio et causa quare formamus diversos conceptus de
Deo et illi tribuimus diversa nomina nascitur ex parte Dei, quia est infinitae
perfectionis, et partim ex p finitate nostri intellectus.
a
[in re conceptui]
b
[vel]
c
Ms.: varias palabras tachadas de difícil lectura.
d
Ms.: “diversus”, e “im” tachado.
e
Ms.: “inintentum”.
f
[diversitas]
g
Ms.: “quod in ipsa” tachado.
h
Ms.: “in eum”, con “eum” tachado.
i
Ms.: “et”.
j
[rursus]
k
[alia]
l
[et ure]
m
[illius]
n
[quia]
o
[p]
p
[fini]
92 III. De unitate et existentia Dei
a
Ms.: “ratione”.
b
[scilicet]
c
Ms.: “dicuntur” tachado.
d
Ms.: “bon” tachado.
e
Ms.: “q 3”.
f
Ms.: “q 2”.
g
Ms.: “qui” tachado.
h
Ms.: “sapiens” tachado.
i
Ms.: “ut”.
j
Ms.: “sapientiam”.
k
[qualis]
94 III. De unitate et existentia Dei
Secundum notandum quod haec ratio sapientiae quam significamus uno no-
mine et uno conceptu, concipimus <quod> reipsa vere est in Deo et in creaturis
simul, tamen a differenter, nam, primum, alio modo est in Deo et alio in creatu-
ris, nam in creaturis est ut accidens, in Deo vero est ipsa Dei substantia. Se-
cundo, non tantum est in Deo alio modo, sed ipsamet est longe alia ratiob quam
in creaturis, quia, primum, sapientia in Deo habet omnes gradus sapientiae per-
fecte; immo, est ipsa fontalis sapientia, unde, quae in creaturis <est>, derivatur,
<nam> quae est in creaturis est participatio illius et tanquam imago Dei sapien-
tiae. Ergo, est multum inferior et imperfectior. Item, sapientia creata est tantum
sapientia, at vero sapientia quae est in Deo non tantum est sapientia summa, sed
sapientia <quae> intrinsece et formaliter est bonitas et iustitia et divinitas et
quicquid aliudc de Deo praedicatur, ita ut si possemus asignare veram definitio-
nem sapientiae divinae, in illa definitione essent includenda omnia alia.d
Ex dictis sequuntur tria. Primum, quod ista nomina quae dicuntur de Deo et
creaturis, quamvis id quod significant non sit in Deo metaphorice, sed per pro-
prietatem, [18r] tamen, quia significant idem per modum formae inhaerentis
subiecto, ideo omnia ista nomina habent modum significandi qui Deo convenire
non potest. <Ideo,>e ista nomina dicuntur de Deo proprie quantum ad rem
significatam, sed improprie quantum ad modum significandi. Ita Divus Thomas,
S Th I q13 a3.
Secundum, sequitur quod conceptus formalis, cui subordinatur istudf nomen
“sapientia”, qui, ut diximus, est unus quo concipitur ista ratio sapientiae in com-
a
Ms.: palabra de lectura dudosa.
b
Ms.: escrito sobre “sapientia”, que está tachado.
c
[praedicatur]
d
Ms.: larga anotación al margen izquierdo, de difícil lectura y cortada en la orilla exterior,
continuada en el margen superior. Reproduzco el texto, señalando las modificaciones
introducidas, sin haberlo podido clarificar por completo: “<Contra>: secundum aequivo<cum>
non attenditur aliquam similitud<inem> ad Deum. At in creaturis est simil<itudo>, ut <dicitur>
Gen 1. Respondetur quod est similitudo imperfecta. <2>º: omne equi<vocum> reducitur ad
univo<cum> ut multa ad unum, quia nomen canis oportet quod de aliquibus univoce dicatur,
scilicet, de latrabilibus. Alias <esset> processus infinitus. Respondetur quod in praedicationibus
oportet equi<vocum> ad univo<cum> reduci, tamen in actionibus agens equi<vocum> producit
(ms.: “procedit”) uni<vocum>, sicut sol est causa universalis generationis omnis hominis natura,
non sic causa parti<alis>.
Margen superior: “probatur, quia praedicatur aliquid secundum idem nomen et non secundum
rationem praedi<cati> equivoci. At nullum nomen convenit Deo secundum eandem rationem
quam creaturis, quia in illis (lectura dudosa) est qualitas, non in Deo”.
e
[Dum dicuntur de Deo]
f
Ms.: “istum”.
96 III. De unitate et existentia Dei
muni abstracta, ille conceptus est adaequatusa eib, <scilicet, sapientiae>, quae
est in creaturis, id est, perfecte explicat illam. At vero est inadaequatus et defi-
ciens multum conceptus a c sapientia quae est in Deo.
Ultimum, infertur quod res ipsae a parte rei quaed istis nominibus exprimun-
ture, scilicet, sapientia creata et increata, quamvis habeant aliquam similitudi-
nem inter se, sicut exemplum et exemplar, tamen distant infinite et perfectione
et ratione.
Hoc supposito, sit prima conclusio. Haec nomina, quae appellantur attri-
buta, non dicuntur de Deo et creaturis f univoce. Probatur: ratio naturae quae istis
nominibus concipitur inaequaliter et differenti modo est in Deo et in creaturis,
sicut dixi. Ergo, non dicuntur univoce. Patet consequentia, quia ideo ens non
dicitur univoce de substantia et accidentibus, nam substantia habet esse
independentem, accidens vero habet dependentem.
Item, secundo: maior distantia est inter Deum et creaturas secundumg om-
nem rationem quam inter ipsa generalissima praedicamenta. Sed non est aliqua
ratio univoca quae conveniat omnibus praedicamentis. Ergo, similiter, nec erit
aliqua ratioh quae univoce conveniat Deo et [18v]i creaturis.
Item, Sacrae Scripturaej ea nomina quae dicuntur de Deo et creaturis, ita
tribuunt Deo quadam ratione ut illa negent ita dici de creaturis. Ergo, signum
quod non dicuntur univoce de utrisque. Consequentia patet. Probatur antecedens
<ex> Ex c3: “Ego sum qui sum”, et “qui est missit me”, ubi nomen entis soli
Deo convenit k et caeteris nempel quodammodo. Item, Lc c18: “Nemo bonus nisi
solus Deus”, et Mt c23: “Unus est magister vester”. Ita tenet Divus Augustinus,
I De Trinitate c1, et Divus Hieronymus, Super epistolam ad Ephesios, <libro
II,> c3.
Secunda conclusio: haec communia nomina dicta de Deo et creaturis non
dicuntur omnino aequivoce, sed analogice. Prima pars <conclusionis> est Sancti
a
Ms.: “adequate”.
b
Ms.: una sílaba tachada.
c
Ms.: “ab”.
d
[sig]
e
Ms.: “exprimitur”.
f
[ris]
g
[omne]
h
Ms.: “nec erit aliqua ratio similiter”.
i
[et]
j
Ms.: “Sacra Scriptura”.
k
Ms.: “unt” tachado.
l
Ms.: palabra de lectura dudosa.
98 III. De unitate et existentia Dei
a
Ms.: “nom” sobreescrito.
b
Ms.: “aliquam”.
c
[cum]
d
Ms.: “increata scientia”.
e
Ms.: “pras”.
f
Ms.: “propositio”.
g
[ms.: “ad suum esse in fi”, tachado]
h
[si]
i
[concipi]
100 III. De unitate et existentia Dei
a
Ms.: “necessarium”.
b
[ali]
c
[sine ordine ordine ad creaturas]
d
[et bonitatem]
e
[contra]
f
[cre]
g
Ms.: “eum” tachado.
h
Ms.: “non quia ipsa habent” tachado.
i
[st]
j
[divinam]
133 III. De unitate et existentia Dei
a
Ms.: una palabra tachada; [et]
b
Ms.: “qua”.
c
Ms.: “de unitate” tachado.
d
Ms.: “et unitate”, tachado.
e
Ms.: “quae”.
f
[sit]
g
[probetur]
h
Ms.: “2 De Trinit c1”.
i
Ms.: “2”.
104 III. De unitate et existentia Dei
Sed est dubium utrum in Vetere Testamento hoc mysterium fuerit satis
expressum, quae quaestio potest habere duplicem sensum. Primus j, utrum illis
hominibus qui fuerunt tunc, hoc mysterium fuerit revelatum <et> ad credendum
a
[belius]
b
Ms: “conditor omnium rerum” tachado.
c
Ms.: “qui”.
d
[arriani]
e
Ms.: “marci”.
f
[inquit]
g
[sequitur]
h
Ms.: “5º”.
i
[su]
j
Ms.: “primo”.
106 III. De unitate et existentia Dei
a
Ms.: “ide”.
b
Ms.: 12.
c
[credenda]
d
[in quam et ut constat constat]
e
Ms.: “manifestavit”.
f
[Vetere Tes]
g
Ms.: “obscurum”.
h
[probari]
i
[item]
j
Ms.: c70 tachado.
k
[est]
l
Ms.: “misia”.
108 III. De unitate et existentia Dei
numeri a, quasi dicas “dii”, ut in eo quod dicit “creavit” unitas ostenditur, <et> in
eob quod <dicit> “dii” pluralitas personarum. Ita exponit Origines, homil c. 1 In
Gen, et Divus Hieronymus Quaestiones Super Gen. Secundo, habetur etiam in
Gen c1: “faciamus hominem ad similitudinem nostram”, ubi, ut exponit Divus
Augustinus, libro De fide <ad> Petrum c1, in eo quod dicit “faciamus”,
pluralitatem; in eo quod “ad imaginem Dei”d, et non “ad imagines”, unitatem
esse declaravit. Item, Deut c6 e: “Audi, Israel, Deus, Deus tuus Deus unus est”f,
in quo loco ter ponitur nomen Dei ad significandam pluralitatem; ponitur vero
“unus” ad signi- [21v] <ficandam unitatem>. Item, Psal 66 g: “Benedicat nos
Deus, Deus noster, benedicat nos Deus”, ubi ponitur verbum singularem et no-
men Dei ter, ad significandam unitatem et pluralitatemh.
In quibus locis duobus, notandum est non sine causa, cum secundo loco
nominatur Deus, additur pronomen “noster”,i quod non fit necj primo nec tertio
loco, et causa est quia in loco secundo nominatur persona Filii, quae est secunda
in divinisk, <et quae> per assumptionem humanitatis, magis proprie quam nulla
alia nostra futura erat, et ideo “Deus”, qui in secundo loco ponitur, commemora-
tur “noster”.
Item probatur: Is c6: “Sanctus, sanctus, sanctus, Dominus Deus”, ubi
“Deus” appellatur semel, “sanctus” vero appellatur ter; ergo.
Illa plura testimonia adducit Alexander papa I, Epistola decretali. Sed vi-
dete Petrum Galatinum, libro II De arcanis nostrae fidei <c1>.
a
Ms.: “numeris”.
b
[eo]
c
Ms.: “humil”.
d
[declaravit]
e
Ms.: “7”.
f
La Vulgata de san Jerónimo y la Sixto- Clementina dicen: “Audi, Israel, Dominus, Deus
noster, Dominus unus est”. Es probable que Fray Luis esté considerando la versión hebrea, que es
la que sigue Pedro Galatino en el pasaje que refiere Fray Luis un poco más abajo (Pedro Galatino,
De arcanis caholicae veritatis, ff. 29v-31r).
g
Ms.: 67.
h
Ms.: “pluritas”.
i
[id]
j
[fit nec]
k
Ms.: “divina”.
110 III. De unitate et existentia Dei
<11. An sit de fide quod mysterium Trinitatis non potest sciri per rationem
naturalem>
Sed dubium est an sit de fide quod mysterium Trinitatis non potest scirid per
rationem naturalem. Respondetur [22r] hoc ita esse certum quod non potest
demonstrari naturaliter, quod sine nota erroris non potest contrarium affirmari.
Patet: Mt c11: “Confiteor tibi, Pater, quia revelasti parvulis et abscondisti
sapientibus”. Et 1 Cor c2: “Sapientiam loquimur quam nemo principum huius
saeculi cognoscit, nobis manifestavit Deus per Spiritum suum”. Videte Divum
Ambrosium, I De Trinitate c1, et Hilarium II De Trinitate in principio.
Sed quaerat aliquis qua de causa Deus revelavit hoc mysterium hominibus,
cum excedat capacitatem mentis nostrae, et Deus disponat omnia suaviter. Di-
vus Thomas, CG I c5, adducit multas causas ob quas fuit conveniens hoc.
a
Ms.: hay breves anotaciones al margen izquierdo, cortadas por la encuadernación y de difícil
lectura.
b
Ms.: “ad dexteram”.
c
[Sed]
d
Ms.: “scire”.
112 III. De unitate et existentia Dei
a
Ms.: “14”.
b
Ms.: “dixit”.
c
Ms.: “audivit”.
d
Ms.: “dixit”.
e
[vobis]
f
Ms.: “ulco”.
g
Ms.: “sunt”.
h
Ms.: “q18” tachado.
114 III. De unitate et existentia Dei
Et probatur. Primo, in omni ratione quae fit contra articulos fidei, necessa-
rium est ut vel principia ex quibus deducitur conclusioa sint falsa vel consequen-
tia sit mala. Sed ea quae falsa sunt ex aliis veris possunt demonstrarib <quod>
esse falsa, et quae male inferuntur ostendi possunt male illata esse, si adhibemus
curam; ergo. Consequentia cum minore patet. Maior manifesta est ex supra
dictis, nam certum <est> quod c res d fideie sunt verae, <et> ratio non potest
contradicere quod estf verumg. Ergo, <in> argumentish, quae fiunt contra fidem,
necessarium <est> ut in illis, vel praemissae sint falsae, vel consequentia sit
mala.
Item: bene sequitur <quod> possumus aperte dissolvere argumenta facta co-
ntra fidem. Ergo, <bene sequitur> et quod res fidei nihil repugnat nec continet
quod sit impossibile, quia hoc ita probatur quando ea quae contra fiunt argu-
menta dissolvuntur aperte.
Item, probatur: [23r] ipse <Durandus> concedit quod rationes quae fiunt
contra fidem possunt dissolvi, licet non demonstrative, sed tantumi probabiliterj.
Ex quo arguitur sic: rationes quae fiunt contra fidem possuntk dissolvi proba-
biliter. Ergo, principia ex quibus deducuntur illae rationes probabiliter in du-
bium possunt revocari. Ergo, evidens l est quod talia principia non sint evidentia
et, consequenter, evidenter dissolvuntur argumenta inde deducta. Patet
consequentia, quia quod probabiliter revocatur in dubium evidens est quod non
est evidens, nam evidens est illud de quo docti hominesm probabiliter dubitare
non possuntn.
a
[ut]
b
[possunt]
c
[re]
d
Ms.: “rebus”.
e
[ita quae]
f
Ms.: “sit”.
g
Reproduzco la frase completa tal como se encuentra en el manuscrito: “Maior manifesta es ex
supra dictis nam certum quod re rebus fidei ita quae sunt vere ratio non potest contradicere quod
sit verum”.
h
Ms.: “argumenta”.
i
[proba]
j
[quo]
k
[dissi]
l
[evidens]
m
Ms.: “possunt” tachado.
n
Después de un signo de salto de párrafo, se lee: “anima est immortalis, est immortalis quia
hominis”. Parece un texto añadido por la misma mano, pero en otro momento, por la diferente
calidad de la tinta.
116 III. De unitate et existentia Dei
a
Ms.: “probari”.
b
[3]
c
Ms.: “considerare”.
d
Ms.: “diverse”.
118 III. De unitate et existentia Dei
omnes quando audiunt hanc vocem “Deus”. Sed notum est a quod inb rerum na-
tura est aliqua maior omnibus rebusc et illa est Deus; ergo.
Item: principia sunt per se nota legis naturalis, scilicet, quod parentes sunt
honorandi. At unum ex principiis legis naturae est quod Deus colendus d. Ergo,
manifestum <est> Deum esse. Confirmatur, quia e ea quae sunt legis naturae
sunt indita a natura nostris mentibus, et hac ratione dicitur lex naturae. Ergo,
inditum est nostris mentibus Deum esse et esse colendum, quoniam hoc
praeceptum pertinet ad prima praecepta legis naturae.
Item: quandoquidem homo estf conditus ad hoc potissimum, ut colat Deum,
ergo, indidit illi Deus notitiam sui claram, scilicet, et quod est Deus et dignus
honore. Patet, quia videtur absurdum ut homo habeat claram notitiam aliarum
rerum et ignoret hanc notitiam Dei, cuius gratia potissimum conditus est, scili-
cet, Deum esseg.
Quarto, probatur ex Anselmo: maius et perfectius est id de quo non possu-
mus concipere quod nonh sit, quam illud de quo possumus concipere quod non
sit. Et Deus est id quod maius [24r] <est>. Ergo, non possumus concipere de
Deo quod non sit et, consequenter, est manifestum et notum quod sit.
Alia opinio est quae tenet Deum esse <esse> indemonstrabile. Asserit
tamen hoc contraria ratione, scilicet, quod Deus est ita obscurum ut nulla ratione
naturali possiti demonstrari, sed hoc, sicut caetera mysteria fidei, est tenendum.
Hanc sententiam tenuit Petrus Aliacus, In I <Sent d2> q3 <a2>, in quo loco
nititur dissolvere omnes demonstrationes quibus utitur Aristoteles in VII et VIII
Phys. Et probatur sic. In Deo sunt idem essentia et esse. Ergo, in Deo est idem
“quod est” et “quid est”. Sed non possumus cognoscere ulla ratione naturali de
Deo quid sit. Ergo, nec quod sit.
Item, principio quoj utimur ad demonstrandum de aliqua re quod sit, est ra-
tio nominis, quae, ut docet Aristoteles, est ipsa definitio. Sed Deus non habet
definitionem. Ergo, non possumus cognoscere de illo quod sitk.
a
[esse]
b
[rer er]
c
[rebus]
d
[colendus]
e
Ms.: “quod”.
f
[coho est]
g
Hay una anotación al margen izquierdo, breve, cortada y difícilmente legible.
h
Ms.: “non” parece tachado, pero el sentido del argumento lo exige.
i
[fieri]
j
Ms.: “principia quibus”.
k
Ms.: “quod sit de illo”; “tot ergo”, tachado.
120 III. De unitate et existentia Dei
Sit ergo prima conclusio: falsum est et temerarium dicere quod Deum esse
est ita obscuruma ut non possit demonstrari ratione naturali. Probatur, quia hoc
est contra communem theologorum et sanctorum <sententiam>. Primo, contra
Divus Augustinus, De verbis Domini b sermo 55, et VIII De civitate Dei c c6,
contra Divum Ambrosium In epistola ad Romanos c1, et contra Chrysostomum
in eodem loco, Homilia 9 et 10 ad populum Antiochenum, et contra Damasce-
num, libro I De fide orthodoxa c1, et contra Lactantium, libro I De divinis
institutionibus c2.
Item, Divus Paulus, Rom c1: “quod notum est Dei manifestum <est>d illis”.
Ergo, saltem illis manifestum Deum <esse> fuit, nam <si> hoc ignorabant,
nihile poterat esse illis notum de Deo. Si tamen obiicias hoc illis fuisse notum
per prophetas et non naturaliter, vel per sibyllas. Sed hoc non ita esse statim
docet Divus Paulus, dicens: “invisibilia Dei per ea quae facta sunt
conspiciuntur”, ex quo patet, secundum Divum Paulum, philosophos lumine
naturali habuissef claram cognitionem <Dei> per creaturas.
Item, Sap c13 dicitur: “vani sunt omnes homines quibus non subest scientia
Dei, [24v] qui, ex his quae bona sunt, non potuerunt intelligere eum qui est”.
Item, Psal 18: “Caeli enarrant gloriam Dei”, quo testimonio Divus Chrysosto-
mus, ubi supra, <dicit> per ordinem caelorum nos posse devenire in cognitio-
nem Dei.
Vide Divum Thomam, S Th I q2 a2 et 3, et CG I a capite 10 usque ad 13, et
In Rom, lect. 6 c1; et Ciceronem, libri I et II De natura deorum, et Aristotelem
in II et XII Metaph et VII et VIII Phys.
Secunda conclusio: Deum esse non est ita notum ut constet ex terminis, sed
necessario est adhibere rationes ad id probandum. Ita tenet Sanctus Thomas, ubi
a
Ms.: “non” tachado.
b
Ms.: “Apostoli”.
c
Ms.: “c7” tachado.
d
[in]
e
[de Deo]
f
Ms.: “habuerunt”.
122 III. De unitate et existentia Dei
supraa, S Th I q2. Et probatur: Rom c1: “Invisibilia Dei <etc.>”. Ergo, non est
ipsum notum ex sese, sed ratione et per effectus perveniendob debemus probare.
Item: illud non est omnino manifestum quod potest in dubium revocari. Sed
de hoc, <scilicet,> Deum esse, multi dubitaverunt, ut refert Cicero ubi supra, et
libro 3 Contra Catilinamc c21. Et in Psal <13>: “Dicitd insipiens in corde suo:
non est Deus”.
Item, non est notum per se sine syllogismo quod in causis efficientibus non
datur processus in infinitum. Ergo, non est per se notum Deum <esse>. Patet
consequentia, quia ex hac ratione potissime Aristoteles et reliqui probant Deum
esse, quia necesse est dari unam primam causam, ut none sit processus in infini-
tum.
Et sic respondetur ad argumenta. Ad primum respondetur quod non est
manifestum ex sese quod in rerum natura sit aliquid quof nihil est maius nec
melius, quia, si esset processus in infinitum, quocumque dato, possit dari aliud
melius. Et non est manifestum ex terminis quod non detur processus in infini-
tum.
Ad secundum respondetur concedendo quod est notum per se quod est
colendus, tanquam principium legis naturae. Sed tamen illud est principium
practicum, et haec principia practica praesupponunt aliquasg alias notitias
speculativas, quae aliquando non sunt per se notae, [25r] ut hoc: “parentes sunt
honorandi”, supponit ut scias parentes esse et quidnam sint. Ita, hoc principium:
“Deus est colendus”, <supponit> notitiam speculativamh de Deo quod sit, quae
res non est omnino manifesta.
Ad tertium respondetur quod, quamvis hominibus notum <non> siti omnino
ex terminis quod Deus est, tamen possunt id colligere ratione et syllogismo
evidenter, et per hoc habet homo sufficientem notitiam de Deo, ad quem ordina-
tur, nam supposita altitudine Dei et imbecillitate nostri ingenii, sat est quod
homo possit habere evidenter notitia de Deo, quamvis ratione <discursiva>.
Ad ultimum respondetur quod, quando provenit ex imbecillitate nostri inte-
llectus ut de aliqua <re> possimus concipere quod non est, et non ex deffectu
a
Ms.: “citus” tachado.
b
Ms.: “pervenire”.
c
Ms.: “Contra [litteras] Petilini”.
d
Ms.: “dicitur”.
e
Ms.: sobreescrito.
f
Ms.: “quod”.
g
Ms.: “alique”.
h
Ms.: “notitia speculativa”.
i
Ms.: sobreescrito.
124 III. De unitate et existentia Dei
ipsius rei, tunc non est maius id quod concipitur esse quam quod concipitur non
esse, et sic accidit in proposito.
<Respondetur> ad argumenta alterius opinionis. Ad primum respondetur
quod, quamvis in Deo sint unum et idem esse et essentia et quid est, quia est
tamen nos ex effectu possumus cognoscerea, quamvis perfecte non
cognoscamus quid sit.
Et ad secundum respondetur similiter.
a
[per effecta quod est Deus]
b
Ms.: “possumus”.
c
Ms.: “Deum”.
d
Ms.: “conclusio”.
e
[per se]
f
[propositio]
126 III. De unitate et existentia Dei
Tertia conclusio: Deum esse est per se notum secundum se, non vero quoad
nos.
In hac quaestione, vide Sanctum Thomam, S Th I q2 a1 et De veritate q10
a12, et CG I c11 et c12, et Caietanum, libro I Posteriorum c3.
a
Ms.: “exposita”.
128 IV. De imagine Trinitatis in homine
a
Ms.: dice “tres”; corrige por “tria” al margen.
b
[quod]
c
[qui]
d
Ms.: “tribuitur”.
130 IV. De imagine Trinitatis in homine
Inter catholicos sunt variae sententiae, quia quidam dicunt quod homo habet
imaginem Dei non secundum aliquam partem suae naturae aut potentiae, sed
secundum officium, scilicet, quia, sicut Deus praeest toti rerum universitati, ita
etiam homo est dominus omniuma inferiorum, quod patet Gen c1: “etiam ut
praesit omnibus”, ut illic dicitur. Et confirmatur ex Divo Basilio, Homil 9 in
Gen c1, ubi nomine volatilium et reliquorum animantium dicit esse intelligen-
dum partes irrationales corporis nostri, et dicit quod in hoc potissimum consistit
hominis animaequeb Dei similitudo, quod sicut Deus sese infundit per omnes
mundi partes et omnes regit illas, ita animus nostri, infusus toti corpori, debet
regere et continere in officio caeteras partes sui, quantumvis rationis expertes c.
Alii dicunt quod homo refert [26v]d imaginem Dei e secundum tres potentias
quas habet in f anima. Sunt tamen istae tres potentiae in essentiag animae, a qua
fluunt; ita in Trinitate est unitas essentiae et Trinitas personarum. Ita Durandus
hic, et Alphonsus Toletanush, In I Sent d3 <q1> a1, <post responsiones ad
Aureolum> et Gabriel, ibidem q10i, et videtur esse <opinionem> Divi Augus-
tini, libro XV De Trinitate c20 j, ubi probat quod partes illius imaginis Dei, quae
in nobis est, sunt memoria, intellectus et voluntas.
Tamen Occamk, In I Sent d3l quaestio ultima a2, dicit quod secundum
essentiam animae et duos actus intelligendi et volendi est imago Trinitatis: sicut
in divinis, inquit, ex Patris unitatem procedit Filius et ex utroque Spiritus Sanc-
tus, ita ex animae essentia procedit actus intelligendi et volendi. Et probat, quia
haec similitudo videtur quadrare optime cumn Trinitate. Secundo, quia homo
ideo dicitur imago Dei, quia capax est Dei, et qua ratione proprius aprehendit
Deum. Sed homo per actum intelligendi est capax Dei. Ergo, in hoc consistit
imago Trinitatis.
a
Ms.: escrito sobre “omnibus”, que no está tachado.
b
Ms.: palabra de lectura dudosa.
c
Ms.: “experte”; [perte]
d
[refert]
e
Ms.: sobreescrito.
f
[ani]
g
[ani]
h
Ms.: “alfonsi toletani”.
i
Ms.: “q 9”.
j
Ms.: “15”
k
Ms.: “hocan”.
l
Ms.: “d 2”.
m
Ms.: “parte unitatis”.
n
Ms.: “ratione”, al parecer tachado.
132 IV. De imagine Trinitatis in homine
Alia opinio est quod homo est imago Trinitatis secundum actus animae ip-
sosa, scilicet, actumb intelligendi et verbum et amorem, nam, sicut intelligendo
formamus verbum in mente, quod est expressa similitudo rei intellectaec, et ex
verbo intellectus procedit amor, ita in divinis: Pater,d intelligendo se, producit
Verbum, quod est expressa similitudo sui, et ex utroque procedit amor, qui est
Spiritus Sanctus. Ita videtur habere Sanctus Thomas in S Th I q93 a7, quod po-
test probari, primo, ex Augustino, IX De Trinitate c4, <ubi> dicit quod haec
imago Trinitatis constat <ex> notitia, verbo et amore. [27r] Et probatur: imago
est quaedam repraesentatio eius e, cuius est imago. Ergo, homo, ea parte praeci-
pue est imago Trinitatis, qua maxime repraesentat divinarum personarum trium
rationem et modum originisf. Id autem fit secundum actus animae, nam Filius,
verbi gratia, est a Patre sicut procedit verbum a dicente, <et> Spiritus Sanctus
procedit ab utroque secundum amoris processionem. Ergo, intelligere, verbum
<et> amor, <sunt> quae in nobis maxime exprimunt processiones trium
personarum.
Alii vero dicunt, inter quos Scotus in hac distinctione q9g, quod non consis-
tit imago Trinitatis nec in solis potentiis nec in solis actibus, sed simul in utro-
que. Et probant, quia solae potentiae vel soli actus non repraesentant Trinitatem,
sed dualitatem. Patet, quia in anima nostra tantum intelligimus duos actus, scili-
cet, intelligendi et volendi, et consequenter sunt solae duae potentiae. Item,
Divus Augustinus, libro XIV De Trinitate c6, dicit quod mens, quando cognos-
cit se, gignit cognitionem sui. Et Divus Augustinus addit: haec duo, scilicet
generans et genitum esse, et amor, tria efficiunt, in quibus consistit imago
Trinitatis.
Tamen Aureolus, In I Sent d3 q3 a1, habet aliam sententiam, nam dicit quod
homo non est imago Trinitatis nec secundum potentias nec secundum actus nec
secundum utrumqueh simul, sed quod est imago <Trinitatis> secundum quod
habet in se tria supposita, unum reale et dua intentionalia. Unum est anima;
secundum est res intellecta ab anima secundum esse quod habet in illai, quod est
verbum; tertium est esse quoddam intentionale quod habet anima ex eo quod
amat aliquam rem, quod esse non est ipse actus amandi, sed potius quaedam
a
Ms.: “ipsius”.
b
Ms.: “actu”.
c
Ms.: “intellecta”.
d
[quod]
e
[cu]
f
Ms.: “originem”.
g
[dicunt]
h
[utrumque]
i
[illa]
134 IV. De imagine Trinitatis in homine
propensio et inclinatio causata ex amore, <ad rem> quam ille app<etit> [27v] et
secundum quam dicitur esse in amato, et esse idem cuma illo.
Tot igitur sunt sententiae de imagine. Item, Divus Augustinus videtur fuisse
varius, nam, in sermone quodam de imagine Dei in nobis, dicit quod haec
imago consistit in essentia animae, quia, sicut illa, cum sit una numero et
indivisibilis, tamen est in toto <corpore> et in qualibet parte eius, itab Deus
unusc et simplicissimus infunditur per totam rerum universitatem. Tamen, libro
XIV De Trinitate c4 et c8 d, inquit quod anima rationalis est imago Dei, quia est
capax e eiusdem. Item, in Dialogo ad Orosium, ponit imaginem consistere in
donis gratiae, dicit enim quod Deus fecit hominem ad imaginem suam quia fecit
illum sanctum, iustum et verum. Item, XV De Trinitate c20 et c21 f, ponit hanc
imaginem esse in tribus potentiis animae; in XIV De Trinitate c8 ponit <illam>
in actibusg earundem potentiarum.
Tamen, sit in hoc prima conclusio: Trinitatis imago non est attendenda in
homine secundum corpus. Probatur: imago est quae repraesentat praecipuas
partes eius <cuius> est imago. Sed praecipuum in Deo est intelligere et velle,
quarum rerum in corpore nostro nulla est imago; ergo. Item: si homo secundum
corpus esset imago Dei, sequeretur quod etiam in brutis esset ponenda, quod
falsum, nam Gen c1, deh reliquis animantibus dicebat Deus “producat terra illa”,
de homine vero dixit tantum “faciamus hominem ad imaginem <nostram>”.
Secunda conclusio: in anima nostra, secundum sua naturalia, sine respectu
ad bonai gratiae et gloriae, est imago Trinitatis. Probatur: homo est creatus ad
[28r]j imaginem Dei, etk ex sua conditione non accepit nisi naturalia. Ergo,
homo, per id quod habet a natura, habet imaginem Trinitatis. Patet etiam ex
Divo Augustino, XIV De Trinitate c8 et c14l, in quibus locis dicit quod mens
nostra consideranda est antequam sit Dei particeps, quod fit per gratiam. Ergo,
et in illa est reperienda imago Trinitatism.
a
[cum]
b
Ms.: sobreescrito y de lectura dudosa.
c
[unus]
d
Ms.: “4 De Trinit c3 et 8”.
e
[capax]
f
Ms.: “12 De Trinit c16 et 17”.
g
Ms.: “actitibus”.
h
[reqi]
i
Ms.: “bonana”.
j
[creatus ad]
k
Ms.: “ergo”.
l
Ms.: “7 et 31”.
m
[sed contra]
136 IV. De imagine Trinitatis in homine
a
Ms.: “unaquaque illarum satis docebunt”.
b
[illas]
c
Ms.: “Scotus et alii”.
d
Ms.: “ex” tachado.
e
Ms.: “ex” tachado.
f
[mentis], sobreescrito.
g
[con]
h
[rem]
i
Ms.: “utrumtrumque”.
j
Ms.: “ea quae”.
k
[ama]
l
Ms.: “civitate” tachado.
138 IV. De imagine Trinitatis in homine
a
Ms.: “qui habet”.
b
Ms.: “se”.
c
Ms.: “illum”. El manuscrito expresa la conclusión contraria, pero parece ser claramente un
error del que escribe, tanto por la demostración que se presenta a continuación como por las
palabras de las autoridades aducidas. Dice el ms.: “homo magis est imago Trinitatis secundum
quod intelligit et diligit se (sobreescrito), quam secundum quod intelligit et diligit illum”. De
todos modos, en la formulación y resolución de esta cuestión, parecen mezclarse e interferirse dos
cuestiones. La primera, si en cualquier acto de entender y amar se encuentra la imagen de la
Trinidad, a lo que santo Tomás, en el pasaje citado, responde negativamente. La segunda,
suponiendo que la imagen de la Trinidad se encuentra en el alma o mente tanto en cuanto se
conoce y ama a sí misma como en cuanto conoce y ama a Dios, pregunta en cuál de estos actos se
encuentra la imagen de modo más perfecto; y la respuesta es que en el segundo, es decir, en
cuanto que conoce y ama a Dios.
d
[tior]
e
[Divus]
f
Ms.: “detur”, corregido luego a “delentur” con indicación al margen.
g
Ms.: “pacat”.
140 IV. De imagine Trinitatis in homine
tiam, [29r] quia, amissa gratia, imago Deia in peccatore non illam perfectionem
<habet> quam habere poteratb. Et ita intelligendus Origines, qui, ut refert Divus
Epiphanius, Epistola ad Ioannem Ierosolimitanum et habetur in secundo tomo
Divi Hieronymi, dicebat c quod imago Dei deletur in nobis per peccatum. Et
similiterd Divus Ambrosius loquitur, in Hexaemeron libro 6 c7, et Gregorius,
Homilia 34 in evangelia.
a
Ms.: escrito sobre “peccatoris”, que está tachado.
b
Ms.: “poterant”.
c
[enim Origines]
d
[apud]
e
Ms.: “2”.
f
[ca]
g
Ms.: “caput”.
h
[ad]
i
[respondetur]
j
Ms.: “2”.
k
Ms.: “im pote” tachado.
142 IV. De imagine Trinitatis in homine
<5. Utrum per hanc imaginem possit aliquis naturaliter pervenire in noti-
tiam Trinitatis>
Sed est dubium utrum per hanc imaginem possit aliquis naturaliter perve-
nire in notitiam Trinitatis. Respondetur quod non potest naturaliter. Patet hoc,
quia non potest homo naturaliter scire quod ista tria quae sunt [29v] in nobis
habent imaginem earum rerum quae sunt in Deo. Vide Bonaventuram, in d3
quaestio utlima.
<6. Utrum potentiae animae sint idem cum essentia vel distinctae>
Quaestio sexta distinctionis tertiaea: utrum potentiae animae sint idem cum
essentia vel distinctae.
Prima conclusio <Durandi>: potentia vegetativa est idem cum essentia ani-
mae.
Secunda conclusio <Durandi>: potentiae sensitivae et intellectivae distin-
guuntur ab anima.
De hac quaestione agitur in II Sent d16, de qua sunt variae sententiae docto-
rum, nam nominales, inter quos est Gregorius de Arimino, In II Sent d16 q3, et
Marsilius In I Sent q7 a3, et Gabriel, In II Sent d16 q1 a2, et Buridanus, In VI
Ethic q3, affirmant quod omnes potentiae animae sunt idem realiter cum essen-
tia animae, quia anima est immediatum <principium> suarum operationum, et
pro diversitate illarum operationum sortitur diversa nomina. Scotus, In II Sent
d16 q1, affirmat quod potentia intellectiva non distinguitur ab anima, et ita tenet
In IV Sent d44 q2b, <ubi> concedit <quod> sensitivaec distinguuntur ab anima.
a
Ms.: “distinctio 3”.
b
Ms.: “d48 q3”.
c
Ms.: “sensitiva”.
144 IV. De imagine Trinitatis in homine
Ratio: quia haec potentiae includunt aliquid corporis. Durandus vero hic conce-
dit quod potentia sensitiva et intellectiva distinguitur ab anima, vegetativa vero
non distinguitur. At vero Divus Thomas, in S Th I q54 a3 et q77 a1 et a<6>;
Altissiodorensisa in libro 2º tract. 10 q6, et Alexander Alensis in 2p q65 memb.
1º, et Albertus Magnus in 1º d3 art ultimo, et Bonaventura in eadem distinctione
q3, et Aegidius Romanus Quodlib 3 q11,b tenent communiter quod omnes ani-
mae potentiae distinguuntur ab anima, nam, sicut manus ad diversas operationes
utitur diversis instrumentis, ita anima ad diversa opera exercenda habet diversas
vires sibi a natura concessas. Ita videtur <sentire> Aristotelem in II De anima
c2.
Ad quod notandum breviter quod potentia, de qua loquimur, est duplex,
scilicet, passiva et activa. Passiva est principium <sive> facultas recipiendi ab
alio, activa vero est principium producendi aliquid [30r]c ex sese, ut inquit Aris-
toteles, V Metaph c12.
Secundo, notandum quod omnis facultas vel recipiendi in se vel producendi
ex se consistit in quadam similitudine ad id quod vel recipitur vel producitur. Ita
quod, ut aliqua res habeat naturalem facultatem ordinatam essentialiterd ad reci-
piendam uname rem et non aliam, quae est potentia passiva, hoc provenit ex eo
quod illa resf, commensuratione et genere et natura <et> similitudine, respondet
et consentitg cum illa quam debet recipere, sicut in artificialibus, quando artifex
infundit et includit gemmam in anulo, tunc anulus dicitur aptus ad recipiendam
gemmam, quando est conformatus ad figuram et modum gemmae; et diximus
de potentia passiva. Idem licet dicere de potentia activa, quodh res habet natura-
lem vim ad producendam unam rem et non aliam, quia habet in se aliquid simile
effectui qui producendus, quia omne agens agit sibi simile et inquantum est in
actu.
Ex hoc secundo fundamento sequitur tertium: quod, scilicet, omnis potentia
activa et idi respectu cuius est potentia, debent pertinerej ad idem genus, quia
<non> potest fieri ut potentia sit substantia et id ad quod refertur sit accidens,
a
Ms.: “Hisiodo”.
b
[qui]
c
Ms.: una palabra tachada de dudosa lectura.
d
[ordinata]
e
Ms.: sobreescrito.
f
[illa]
g
Ms.: “in illa” tachado.
h
[per hoc quod]
i
[cuius] Ms.: “id cuius”escrito sobre “re sive pas met”, tachado.
j
Ms.: “pertinenere”.
146 IV. De imagine Trinitatis in homine
vel e contra, quia, sicut supra diximus, semper inter potentiama et id cuius est
potentia debet intercedere aliqua similitudo et consensio, et ea quae
praedicamentis differunt sunt primo diversa.
Ex quibus fundamentis sequitur quod omnes potentiaeb animae distinguun-
tur realiter ab anima, nam necesse est utc omnes potentiae sint accidentia, quiad
id ad quod referuntur accidens est, et, ut dixi, potentia et id cuius est potentiae
sunt in eodem praedicamento. Vide de hoc Divum Thomam, S Th I q77 a1f, et
In I Sent d17 q1 a2 ad 2.
a
Ms.: “potentias”.
b
Ms.: “omnis potentia”.
c
Ms.: “inter”, tachado; [ut].
d
[quia]
e
Ms.: “sunt potentiae”.
f
Ms.: “art 5 et 6.7.”, que no corresponden al argumento de Fray Luis.
g
Ms.: “potentie”
h
Ms.: “secundo”.
i
[distinguatur]
j
[quod]
148 IV. De imagine Trinitatis in homine
mus, non sunt disipatae, sed reconditae in intellectu. Vide Divum Thomam ubi
supra, et Caietanum ibidem.
Item, <de> secundo est etiam quaestioa, quia multi tenent quod memoria in
parte intellectiva distinguitur ab intellectu possibili. Ita tenet Divus Bonaventura
in hac distinctione q4, et Alphonsus Toletanus in eadem d q1 a1. Si probabile,
probabilius est quod non distinguuntur. Immo, quod sunt idem re, sed ratione
tantum <differunt>. Ita docet Durandus hic et Divus Thomas, S Th I q79 a7.
Vide Capreolum in hac distinctione q3 a2 <concl. 3>. Et ratio huius est quia
intellectus possibilis recipit species intelligibiles, et ad eandem potentiam vide-
tur pertinere recipere et conservare species, quod est munus memoriae, quia
conservare nihil aliud est quam firmiter recipere.
a
[est]
b
[diver]
c
Ms.: escrito sobre “illa”, que está tachado.
d
[una]
150 IV. De imagine Trinitatis in homine
a
Ms.: “necessario”.
b
Ms.: “concordantur”.
c
Ms.: “necessario”.
d
Ms.: “esse” tachado.
e
Ms.: “idei”.
f
Ms.: “imprimere”.
g
Ms.: “communis” [potentiam passivam].
h
Ms.: “omni” tachado.
i
[9]
j
Sic. Se trata seguramente de una frase incompleta, a la cual seguía una enumeración de
autores que no quedó recogida.
152 IV. De imagine Trinitatis in homine
in illo species intelligibiles. Secundum quod certum est, quod est necessariuma
ponere intellectum agentem uniuscuiusque propriumb in anima inhaerentem,
cuius proprium munus est producere inc intellectum possibilem species rerum
intelligendarum, quibus formaliter actuatur.
Tamen, quo modo has species producat d, est e controversum inter doctores.
Tamen omnes conveniunt in hoc, scilicet, quod intellectus agens ipse solus per
se non producit in intellectum possibilem species rerum intelligendarum, sedf
cumg adminiculo phantasmatumh, tamen quomodo intellectus agens immutet
phantasmata ad productionem harum specierum, in hoc est tota quaestio. Sunt
tres modi dicendi probabiles ex omnibus. Primus modus est quod intellectus
agens communicat phantasmati, per modum intentionis, quandam virtutem, qua
virtute elevatur phantasma, ita ut, quamvis sit corporale, possit tamen cum inte-
llectu agenti simul, concurrere ad productionem specierum intelligibilium in
intellectu possibili.
Secundus modus dicendi, quod intellectus agens nullam virtutem tribuit
phantasmatibus <im>manentem, sed tantum assumit illa et utitur illis tanquam
instrumento ad productionem specierum, et in eo quod assumit phantasmata et
ipso usu elevat phantasmata ut, etsi corporalia sint, possint agere in spirituale.
Et haec assumptio dicit conversionem intellectus agentis ad phantasmata. Et
afferunt exemplum de calore ini igne <et> in stomachoj, nam, quamvis calores
isti sint eiusdem speciei, tamen calor qui est in stomacho attingit generationem
carnis, quia forma substantialis [32r] animalis, quae utitur illo calore tanquam
instrumento, ipso usu elevat hunc calorem ad effectumk altiorem.
Tertius modus exponendi est quod phantasma non concurrit nec tanquam
instrumentum nec tanquam agens principale effective concurrit ad producendas
species intelligibiles, sed tanquam causa materialis, quae determinat intellectum
agentem ad productionem talis speciei et non alterius, ita quod intellectus
agensl, talis obiecti a phantasmatibus, scilicet, leonis, producit in intellectum
a
Ms.: “necessario”.
b
Ms.: “unoquoque proprio”
c
Ms.: sobreescrito.
d
[hic labor est intele posi inquam]
e
Ms.: “et”.
f
[in]
g
Ms.: escrito sobre “adminiculo”.
h
Ms.: “phantas”.
i
Ms.: sobreescrito.
j
Ms.: “estomacho”.
k
[operationis et]
l
[agens]
154 IV. De imagine Trinitatis in homine
a
Ms.: “obiecto”.
b
Ms.: “conspicue”.
c
Ms.: “phantas illustrata”.
d
Ms.: “illa”.
e
Ms.: “illa”.
156 V. De processionibus divinis
Distinctio 4.
<Prima conclusio:> haec est vera: “Deus genuit Deum”.
Secunda conclusio: haec etiam: “Deus genuit Deum qui non est Pater”
Tertia conclusio: vera etiam: “Essentia divina est haec personaa”.
a
Ms.: “persone”.
b
[divinae]
158 V. De processionibus divinis
a
Ms.: “procedat”.
b
[tamen]
160 V. De processionibus divinis
Concilio Hispalensi <II, actione 13>. Vide Leonem Papam, Epistola 71a, et
Historiam Ecclesiaeb, libro 11 c, c25, et Castrum, libro V De Haeresibus.
Secunda conclusio: in divinis est processio vera, non per creationem, sed
per communionem substantiae similis et naturae, ita quod Filius a Patre proce-
dens est vere Deus cum Patre. Ita definitum in Concilio Niceno, ubi Arrius fuit
damnatus et fuit compositum symbolum, ubi dicitur “Deum de Deo”, “Genitum,
non factum”. Item patet Scriptura. Ioann c5, inquit Christus: “Sicut Pater habet
vitam in semetipso, sic dedit et Filio vitam habere in semetipso”. Vita autem in
Deo idem est quod essentia et divinitas. Et in eodem capite dicitur de iudaeis:
“Propterea ergo magis quaerebant illum interficere, quia Patrem suum dicebat
Deum, aequalem se faciens”. Et Phil c2: “Qui cum forma Dei esset, non rapina
arbitratus est esse aequalem Deo”. Item, 1 Ioann, capite ultimo, dicitur: “ut si-
mus in vero Filio eius. Hic est verus Deus”. Et Ioann c1: “et Deus erat Ver-
bum”. Item, Tit c2: “expectantes beatam spem et adventum magni Dei et
salvatoris nostri Iesu Christi”, ubi Christus appellatur magnus Deus. Item, Ioann
20: “Dominus meus et Deus meus”, inquit Thomas. Et Rom c9, inquit: “ex qui-
bus est Christus, qui est Deus benedictus in saecula”.
Item, probatur ratione. Filius in divinis habet proprietates personae conve-
nientes Deo soli et vero. Ergo, non est creatura. Probatur antecedens, primum:
habet plenitudinem divinitatem, ut dicitur Col c2: “in quo habitat plenitudo
divinitatis”. Item, est causa universalis omnium rerum. Patet Ioann c1: “Omnia
per ipsum facta sunt, et sine ipso nihil factum est”. Item, gubernat universa et
regit. Patet Heb c1: “Portans omnia verbo virtutis suae”. Item, cognoscit omnia
plene, quod soli Deo <convenit>, ut patet Col c2: “In quo sunt absconditid om-
nes thesauri sapientiae et scientiae Dei”. Item, Filius appellatur [33v]e unigeni-
tus, ut patet supra; at si creatura esset, cum tot aliae creaturae sint, non esset
unigenitus, sed primogenitus. Ergo, sequitur quod non est creatura. Vide de hoc
a
Ms.: “c3” tachado.
b
Ms.: “Historiae Ecclesiam”.
c
Ms.: “10”.
d
Ms.: “abscondita”.
e
[appellatur]
162 V. De processionibus divinis
Sed est dubium an Filius ita procedit a Patre ut non solum habeat similem
naturam, sed etiam eandem numero divinitatem et naturam, quod quaeritur
etiam proptera Arrianos, qui divisi fuerunt in duas sectas, nam quidam affirma-
bant quod Filius erat naturae inferiorisb quam Pater, et consequentur quod Filius
carebat vera divinitate, contra quos egimus supra iam, et hi erant propriec
Arriani. Alii vero concedebant d Filium habere similem naturam et essentiam
cum Patre, at negabant quod habebat eandem numero, quorum dogmata fuerunte
definita in Concilio Sirmiensi, quod fuitf congregatumg ab episcopis Arriano-
rum, in quo definitum fuith Filiumi habere similem naturam, tamen non eandem
numero. Fuit sententia Husii, episcopij cordubensis, qui ante illud tempus mul-
tum restiterat Arrianis, et etiam consenserant huic errori quidam episcopi graecik
missil in Constantinopolim, ut docet Nicephorus Calistus, <in Ecclesiastica
historia> libro 9 c44. Et etiam consensitm huic sententiae Liberius, episcopus
romanus et papa. Eundem errorem tenuit Abbas Ioachim, qui dicebat tres perso-
nas in divinis esse aequales et uniusn substantiae, si ly “unum” capiatur collec-
tive, ut multi homines sunt unus populus. Ita refertur <in> De summa Trinitate
a
[arri]
b
[naturae]
c
[arri]
d
Ms.: “condebant”.
e
Ms.: “domata fuit”.
f
[cong]
g
Ms.: “congregata”.
h
Ms.: signo de lectura dudosa.
i
Ms.: “non” tachado.
j
Ms.: “husius episcopus”.
k
[graeci]
l
[missi]
m
Ms.: “consensit”.
n
Ms.: “ess” tachado.
164 V. De processionibus divinis
<7. Utrum in Vetere Testamento probari possit quod Filius habet veram
divinitatem cum Patre et sit vere Deus>
Sed quaerat <aliquis> utrum in Vetere Testamento probari possit quod Fi-
lius habet veram divinitatem cum Patre et sit vere Deus. In hoc sit quarta
conclusio quod sic, et probatur. In Vetere Testamento colligitur quod Mesias est
vere Deus, et Mesias et Christus secunda persona in divinis; ergo. Probatur
a
[damus]
b
Ms.: “libro 10 c25”.
c
[numero]
166 V. De processionibus divinis
maior, primo, Is c45, ubi <dicitur>: “tantum in te est Deus et non est absque te
Deus. Vere tu es Deus absconditus, Deus Israel salvator”, quae verba esse
intelligenda de Messia docet Divus Hieronymus, istuda dicens: “Ergo, Deus, in
quo est Deus, Dominus noster Iesus Christus, qui in Evangelio loquitur: ‘Ego et
Pater unum sumus’, qui Deus dicitur absconditus propter assumptionem corpo-
risb, <et> “Deus Israel salvator” dicitur, quod interpretatur ‘Iesus’ ”. Item, Is c9:
“Parvulus natus est nobis, et vocabitur nomen eius Deus fortis”. Item, Is c28:
“In dia illa erit Dominus exercituum a diadematec gaudii et a coronad ornatus
reliquo populi <sui>”e. Quod de Messia est f intelligendum, docet paraphrasis
[34v] caldaica, quaeg in illo loco sic habet: “in tempore illo erit Messias Ieho-
vahh exercituum”. Item, Jer c33 inquit: “In tempore illo, germinare faciam Da-
vidi germen iustitiae, et hoc est nomen quod vocabunt eumj: Dominus iustus
noster”, ubi est in hebraeok nomenl Dei. Item, Bar c3 m: “iste est Deus noster et
non aestimabitur alter ab eo”, et “post haec in terris visus est”.
a
Ms.: “istu”.
b
Ms.: omito una palabra de lectura difícil.
c
Ms.: “diademida”.
d
Ms.: “orto”, tachado.
e
Isaías, 28, 5, según la Vulgata, dice: “In dia illa erit Dominus exercituum corona gloriae, et
sertum exsultationis residuo populi sui”.
f
Ms.: “esse”.
g
Ms.: “caldaicus, qui”.
h
Ms.: “Iova”.
i
[vid]
j
[est]
k
[est]
l
[nomen]
m
Ms.: “mi” tachado.
n
Ms.: “adducentes”.
o
Ms.: “dicitur”.
p
Ms.: “Deus”.
q
Ms.: “interrogatus”.
168 V. De processionibus divinis
Solutio: variae sunt sententiae, nam Divus Ambrosius, libro V De fide c16a,
dicit quod illa particula: “nec Filius” non est in emendatis codicibus graecis,
sed, ut ipse putat, addita fuit ab Arrianis, quam sententiam videtur sequi
Hieronymus In Mt c24, nam dicit quod in graecis codicibus Adamantii et Pierii
illa particula non invenitur, sed tantum in latinis codicibus. Tamen, haec solutio
non potest admitti, primo, quia apud Marcum, in omnibus codicibus tam latinis
quam graecis, sunt illa verba. Item, secundo, quia, in evulgata editione nostra,
quae habet magnam auctoritatem, ea particulab habetur apud Divum Matt-
haeum. Quare respondetur, secundo, quod, quantum attinet ad Arrianosc, nihil
possunt probare ex illo testimonio, nam licet concedamus quod Christus ignorat
diem iudicii, non sequitur quod non sit verus Deus, quia, cum in Christo sint
duae naturae, humana et divina, potest dici quod ignorat secundum humanam
naturam, et sic respondetur ad Arrianos d.
Ac si quaerat quis an sit concedendum quod Christus, secundum quod
homo, ignoret diem iudicii, nam Divus Ambrosius, Super Lucame 17 <libro
VIII> et libro V De fide c8, et Divus Cyrillusf, libro 9 Thesauri c4, et Sophro-
nius, Epistola quae refertur Concilio Constantinopolitano, synodo 6 actione 11,
dicunt hi quod Christus, secundum quod homo, ignorat diem iudicii, et sic expo-
nuntur illum locum Evangelii. Sed haec sententia non videtur vera. Ratio est
quod ad statum beatorum pertinet nihil ignorare eorum quae pertinent ad suum
statum. At Christus fuit beatus ab instanti conceptionis, et scire diem iudicii
pertinet [35r] proprie ad statum Christi, qui futurusg est iudex vivorum et
mortuorum, quare omnes alii doctores sancti concedunt quod Christus ut homo
sciebat diem iudicii et scit. Et tamen ad illud testimonium varie respondent.
Nam Chrysostomus, in Homilia de Trinitate, dicit quod Filius dicitur ignorare
diem iudicii scientia experimentali, secundum quam verum est quod ignorat
a
Ms.: “8”.
b
Ms.: “eam particulam”.
c
Ms.: “arrianum”.
d
Ms.: “arrianum”.
e
[libro]
f
Ms.: “Cirilinus”.
g
[futurus]
170 V. De processionibus divinis
diem iudicii. Aliter, Abulensis Super Mt c24 q209, et Glossa ordinaria, expo-
nunt illud: “nec Filius”, id est, nec filius adoptivus, et no de Christo. Sed haec
expositio nulla esta. Origines vero, Homilia 30 in Mt, dicit quod dicitur nescire
diem iudicii in persona Ecclesiae, nam frequentissimum est in Scriptura, ea
quea proprie pertinent ad corpus Ecclesiae, de Christo dici, quia est caput Eccle-
siae, cuius mysterium est illud quod Christus dixit Act c9: “Quid <me>
persequeris?”, cum Paulus persequeretur Ecclesiam. Item, Psal 39, loquens de
Christo: “Comprehenderunt me iniquitates meae”, quae verba, quamvis a
Christo dicantur, tamen competunt Ecclesiae. Chrysostomus etiam in Opus
imperfectum in Mt,b Homilia 50, dicit quod Christus dicitur ignorare, quia,
quamvis habeat notitiam illius diei, tamen illam non habet a se, sed a Patre,
sicut Mcc c10: “nemo est bonus nisi solus Deus”, scilicet, quod nemo ex se et a
se bonus, praeter solum Deum. Sed ista expositio non satisfacit, quia secundum
illum sensum, Christus non tantum ignorat diem iudicii, sed etiam omnia alia.
Nihil enim scit ex d se, sed a Patre, nam omnium rerum scientiam habet a Patre.
Communitere respondetur quodf non scit ad docendum et revelandum, et ita,
quantum ad alios ita se habebat Christus in hac re ut si nesciret, sicut in Scrip-
tura Deus dicitur cognoscere aliquid de novo, non quia de novo cognoscit, sed
quia facit ut alii cognoscant, ut patet Gen c22: “Nunc cognovi g quod timesh
Deum”. Ita, et similiter Christus dicitur nescire, non quia ignoret, sed quia celat
et occultat nobis. Ita respondet Divus Augustinus, libro XVIII De civitate Dei
c53 et Ii De Trinitate c12, et libro 83 quaestionum q60, et Divus Hilarius, libro
IX De Trinitate prope finem, et Chrysostomus Super Matthaeum, in Opere im-
perfecto Homil 51j, et Hieronymus Super Matthaeum 24, et Theophilatus? Super
a
Ms.: “erit”.
b
Ms.: “imperfertos Matthaeum”.
c
Ms.: “c3” tachado.
d
[ex]
e
Ms.: “communis”.
f
Ms.: “scit” tachado.
g
Ms.: “cognovit”.
h
Ms.: “timeas”.
i
Ms.: “III”.
j
Ms.: “in opere imperfecta homil 78”.
172 V. De processionibus divinis
a
Ms.: “14”.
b
Ms.: “facta”.
c
Ms.: “esse” tachado.
d
Ms.: “obstari”.
e
Ms.: “catolica”.
f
Ms.: “propositus”.
g
Ms.: “digni” tachado.
h
Ms.: “unus”.
i
[consequenter]
174 V. De processionibus divinis
Pater mea sunt”. Ex hoca sequitur quod quidquid Filius habet vere dicitur a Patre
accepisse, non quasi fuerit aliquando Filius et postea acceperit, sed quia accepit
cum ipsa generatione. Immo, dum talia bona accepit, genitus est. Unde bene
Divus Augustinus, Super Ioann c5, tract. 21, inquitb: “nunquam fuit Filius non
videns et postea factus est videns, sed videre Patremc, hoc illi est esse Filius”. Et
infra dicitd Augustinus: “demonstrat ergo Pater rem quam facit Filio, ute in Patre
videat omnia Filius et in Patre sit omnia Filius”. Item, inquit: “discendo in Filio
quod facturus erat, Pater ipsum Filium genuit, per <quem> faceret f omnia”.
Et sic respondetur concedendo quod Filius accipit omnia a Patre, sed quia
illa accipit ex sua nativitate, ideo negatur consequentia, nec sequitur quod non
sit verus Deus. Et similiter exponenda sunt plura alia testimonia, ut habetur
unum Ioann c16 g: “ut audivi a Patre meo, nota feci h vobis”, et Ioann c5: “Non
potest Filius a se facere quidquam, nisi quod videriti Patrem facientem”. Et in-
fra: “Pater diligit Filium et omnia demonstrat ei quae ipse facit”.
Ultimum testimonium est Ioann c17. Inquit Christus: “Haec vita aeterna, ut
cognoscant te, solum verum Deum”. Ergo, solus Pater est verus Deus. Et 1 Tim
capite ultimo dicitur: “qui solus habet immortalitatem”.
Ad hoc respondetur quod ly “solus” excludit tantum falsos deos, non vero
personas divinas. Ita exponit Divus Basilius, libro IV Contra Eunomium, et
Cyrilus, libro V Thesauri c6, et Super Ioann c5j, [36v] et Theophilactus ibidem,
<Enarratio in Evangelium Ioannis c17>, et Divus Thomas CG IV c8.
Nota tamen quod hae locutiones de rigore non sunt verae, et ideo illis uti
non debemus, sed quando inveniuntur vel Scriptura vel in sanctorum scriptis,
sunt exponenda eo k modo quo diximus.
a
[4]
b
[Aug]
c
[Patrem]
d
[inquit]
e
Ms.: “sicut”.
f
Ms.: “per fecerat”.
g
Ms.: “11”.
h
Ms.: “fecit”.
i
Ms.: “vide derit”.
j
Ms.: “libro 11. Idem Cirilus c16”. El libro 11 no existe, y Cirilo alude a esto comentando
Ioann 17.
k
[eo]
176 V. De processionibus divinis
Constituto igitur quod in divinis sunt plures personae, quarum una procedit
ab alia, consequenter dubitatur secundum quem modum procedunt personae una
ab alia, nam cum omne id quod ab alio procedit debet procedere secundum ali-
quam actionem, dubitatur, inquam, qua actione procedunt. Et cum sint duo ge-
nera actionum, quaedam transeuntes in materiam exteriorem, alterae quae ma-
nent in agente, quae appellantur immanentes, certum est iam supra quod ista
processio non fit actione transeunti, nam quod procedit hoc modo proprie habet
rationem effectus et dicitur effectus, <et> habet naturam distinctam realiter a
causa a qua procedita. At vero persona divina non est effectus, quia esset crea-
tura, nec habet naturam distinctam. Ergo, haec processio in divinis debet esse
secundum aliquem modum actionis immanentis.
At vero quae sit ista actio et cuiusb potentiae, hoc est controversum inter
doctores, nam Divus Thomas, S Th I q27 a1, dicit quod haecc processio d est per
actionem intellectus, ita quod una persona procedit ab alia per actionem intellec-
tus, nam Pater, intelligendo se, generat Filium, sicut in nobis, dum intelligimus
aliquid, ipsa intellectione producitur verbum rei intellectae. At Durandus infra,
d6 q2 et d27 q2 et q3, negat in divinis aliquam personam procedere per actio-
nem intellectus et voluntatis, sed inquit quod ex natura divina fecunda proce-
dunt Filius et Spiritus Sanctus actu quodam naturae, ita ut si per intellectum
secludamus a natura divina intellectum et voluntatem, nihilominus esset in divi-
nis processio personarum. Ita tenet cum Durando Gregorius de Arimino, In I
Sent d10 q1 [37r] et d13 q1.
Et probatur ex Damasceno, libro I De fide orthodoxa c13, ubi dicit quod ge-
neratio Filii est opus naturae. Ergo, Filius in divinis procedit per actum naturae
et non per actionem intellectivam.
Item, ratione probatur: generatio Filii aut <processio> Spiritus <Sancti> est
communicatio divinae naturae. Sed communicatio naturae provenit ex fecundi-
tate illius. Ergo, non est actus intellectus aut voluntatis. <Minor> patet inductive
in aliis.
a
Ms.: “procedunt”.
b
Ms.: “cuiusve”.
c
Ms.: “ro” tachado.
d
Ms.: “et actio” tachado.
178 V. De processionibus divinis
a
Ms.: “11”.
b
Ms.: “ab”.
c
Ms.: “speratio”.
d
Ms.: “2”.
e
Ms.: “d 1”.
f
[S]
g
Ms.: “arriani”.
h
[Verbi]
180 V. De processionibus divinis
a
Ms.: “Filius”.
b
Ms.: “secundo”.
c
Ms.: “generatione”.
d
Ms.: “supra” tachado.
e
La frase y el razonamiento quedan inconclusos.
f
Ms.: “ab uno”. Corrijo por el sentido del argumento.
g
Ms.: “procedit”.
h
Ms: “sit”.
i
Ms.: “respiratione”.
182 V. De processionibus divinis
XV De Trinitate <c14>, hanc confirmat veritatem. Immo, apud illum nihil est
tam frequens quam affirmare Filium procedere a Patre per intellectum.
Et ad argumenta respondetur. Ad primum, cum Caietano in In S Th I q27
a5, respondetur quod natura in omni operatione est quidem primum principium,
non tamen proxime et immediatum, nam in creaturis principia propria eta
proxima sunt potentiae, quibus natura utitur tanquam instrumentisb, et in Deo
principia proxima sunt perfectiones attributales, et sic, quamvis in natura divina
sit fecunditas ad generandum, tamen non explicat illam fecunditatem nec gene-
rat immediate ipsa per se, sed per intellectumc et voluntatem. Et sic respondetur
ad testimonium Damasceni.
Ad secundum respondetur: negatur consequentia, et discrimen est, quia
homo et reliquae creaturae communicant suam naturam per actionem transeun-
tem, quiad id quod generant est distinctum semper a generante supposito et na-
tura. Ergo, ista causa, creatura habet potentiam generativam distinctam ab inte-
llectu et voluntate, cuius operationes sunt immanentes.
Ad tertium respondetur cum Caietano, quaestio citata a1, quod differentia
quam ponit Aristoteles inter actiones transeuntes et immanentes consistit in hoc,
quod per actiones immanentes non semper producitur aliquid, <at> per
transeuntes semper producitur aliquid. Nihil tamen prohibet ut per actiones
immanentes aliquando aliquid producatur.
Ad ultimum respondetur quod intelligere sumptum none quomodocumque
est generatio, sed intelligere exprimendo cum quadam expressione et dicendo fit
generatio in divinis. Et intelligere sic non est essentiale tribus personis, sed
notionale, <et> proprie competit Patris personae.
Diximus quod ista processio fit per actum intellectus contra Durandum. Se-
quitur ut dicatur an procedat per actum qui sit intelligere, nam in hoc est etiam
varietas inter doctores.
Scotus, in [38v] In I Sent d2 quaestione ultima, et d27 q2, ponit in intellectu
Patris duplicem actum. Unus, qui est intelligere, quo actu, inquit, non procedit
Filius a Patre. Et alter actus, qui <est> dicere, quo actu generatur Verbum. Et
dicit quod istif actus non habent ordinem inter se et neuter illorum est ab alio. Et
probat sic, quia intelligere est actus ultimus intellectusg et quo nihil producitur.
a
Ms.: “st”.
b
Ms.: “instrumento”.
c
[intellectum]
d
Ms.: “quod”.
e
Ms.: “non sumitur”.
f
Ms.: “iste”.
g
Ms.: “quo” tachado.
184 V. De processionibus divinis
Ergo, Filius non procedit per intelligere. Item, quia si actus intelligendi haberet
ex sua natura producere aliquid, non posset aliquisa intelligere, quin daretur
aliquid productum quoque. Sed hoc est falsumb, ut postea dicturi sumus; ergo.
Tamen, Divus Thomas, in S Th I q27, dicit aperte quod Filius procedit per actio-
nem immanentem, quae est intelligere.
Ideo, sit secunda conclusio: processio Verbi Divini est actus divini intellec-
tus, qui est dicere, in quo conveniunt omnes doctores praeter Durandum: <Pa-
ter> suumc Verbum dicendo producit.
Tertia conclusio: illud dicere quod processio Filiid <est>, in sua ratione
includit actum intelligendi, ita ut, si velimus describere illud quidnam sit, dicen-
dum sit quod est quoddam intelligere cum expressione quadam.
Probatur, primo, quia pluralitas non est ponenda sine necessitate, et nullae
huius est. Secundo, quia si processio Verbi non esset intelligeref, ut inquit Sco-
tus, ergo, secluso per intellectum quod Pater intelligat, adhuc generaret Verbum,
quod videtur falsum aperte, quia, ut g Scotus inquit, processio Verbi est dicere, et
impossibile videtur quod aliquis dicat et non intelligat. Tertio: dicere exterius
est proferreh verba significantia interiusi. Ergo, dicere interius nihil aliud est
quam exprimere in ipsa mente imaginem eius rei quam intelligimus, cum
asseveratione quadam. Sed mente exprimere hanc imaginem omnino est intelli-
gere. Ergo, dicere includit intelligere.
Ultima conclusio: in divinis, <intelligere> exprimendo non est essentiale
commune tribus personis, sed proprium Patris, et ideo, quamvis omnes tres
personae intelligant, tamen solus Pater intelligit exprimendo et dicendo.
Et [39r] respondetur. Ad primum iam supra dictum est, quod per actum
intelligendi potest aliquid produci j. Et similiter respondetur ad secundum,
concedendo k quod non per omne intelligere aliquid producitur.
a
Ms.: “aliquid”.
b
Ms.: “quia” tachado.
c
Ms.: “suam”.
d
Ms.: “Filius”.
e
[est]
f
[ergo]
g
Ms.: escrito sobre “dum”, que está tachado.
h
Ms.: “proferri”.
i
Ms.: “inte”.
j
Ms.: “producit”.
k
Ms.: “concedendum”.
186 V. De processionibus divinis
a
[rationi]
b
[aliquid]
c
Ms.: “tria” tachado.
d
Ms.: “quo” tachado.
e
Ms.: sobreescrito.
f
Ms.: obiecto.
g
Ms.: “coniungit”.
h
Ms.: “possibile”.
i
Ms.: “illud”.
j
Ms.: “notitia”.
k
Ms.: “diende”.
l
Ms.: “scilicet”, tachado.
m
[non possunt]; Ms.: “scilicet”, tachado.
188 V. De processionibus divinis
a
Ms.: “necessario”.
b
Ms.: “inter”.
c
Ms.: “iudicium” tachado.
d
Ms.: “necessario”.
e
Ms.: “determinare”.
f
Ms.: “necessario”.
g
Ms.: “quibus” tachado.
h
[4]
i
Ms.: “suae essentiae”.
j
[est intime coniuncta]
k
Ms.: “necessario”.
l
[quod]
190 V. De processionibus divinis
statu, non intelligit se directe, quia nec se nec alias res potest intelligere sine
conversione ad phantasma, et sic, quemadmodum anima, dum se cognoscit, non
est sibi directum obiectum, ita etiam non potest ipsa per se et immediate termi-
nare notitiam sui. Et ideo ponendum est verbum quod sit terminus immediatus
eius notitiae.
Tertium infertur corollarium quod a beatib, cum vident c Deum, non formant
verbum, quod est contra Capreolum, In I Sent d27 q2 <concl. 1 et 2>, sed tamen
sequitur aperte ex dictis, quia obiectum illius visionis est essentia divina, quae
essentia est intime praesens et unita cum intellectu beato, et sic potest ipsa per
se <et> immediate terminare illam notitiam. Item, probatur: beati, in illa vi-
sione, non indigent specie creata; immo, nec potest dari species creata divinae
essentiae, iuxta communem sententiam doctorum, sed d ipsa essentia divina est
illis pro specie. Ergo, nec indigent verbum. Item, non potest dari aliqua res
creata quae sit expressa similitudo divinae essentiae, iuxta communem <senten-
tiam>. Sed sie beati formarent verbum, daretur aliquid creatum quod esset ex-
pressa similitudo divinae essentiae, quia verbum est expressa formalis simili-
tudo intellectae rei; ergo f. Item, quia si poneretur verbum in beatis, sequeretur
quod visio beatifica, quae beatitudo nostra est, immediate terminaretur ad ali-
quid creatum, scilicet, ad verbum <nostrum>, quod videtur falsum, quia tunc
creatura esset quod immediate redderet hominem beatum.
Sed dubitatur modo ang hoc verbum, quod ponimus distinctum ab actu
intelligendi, distinguatur ab illo realiter sicut una res ab alia. [40v] Quidam
<dicunt> quod non h distinguuntura, et potest probari sic. Primo, non est ponenda
rerum pluralitas sine necessitate. At non est talis necessitas; ergo.
a
[in]
b
Ms.: “beatis”.
c
Ms.: “videant”.
d
Ms.: “ex” tachado.
e
[b]
f
He reconstruido el argumento por su sentido. El texto del ms. dice: “Sed si beati formarent
verbum, daretur aliquid creatum quo beati formarent verbum. Ergo, quia verbum est expressa
formalis similitudo intellectae rei”.
g
Ms.: escrito sobre “cum”, que está tachado.
h
Ms.: sobreescrito.
192 V. De processionibus divinis
a
Ms.: “sic”, tachado.
b
Ms.: “quae est”.
c
Ms.: sobreescrito, corrigiendo “ab”.
d
Ms.: con la “m” tachada.
e
Ms.: con la “m” tachada.
f
Ms.: “quod”.
g
[est]
h
Ms.: sobreescrito.
i
[hoc]
j
Ms.: “loco citato supra”.
k
Ms.: “ad dexteram”.
l
[quae est immediatus terminus]
194 V. De processionibus divinis
quod obiecta sensuum sunt extra, obiecta vero intellectus sunt intra, et hac ra-
tione: quia intellectus est universalis, sensus singularis, inquit. Et <ex hoc>
probatur <quod verbum realiter distinguitur ab intellectione>, quia si verbum
esset idem re cum intellectione, sequeretur quod etiam in potentiis exterioribus
esset verbum. Probatur sequela, quia secundum contrariam sententiam verbum
idem est quam actio ipsa potentiae cognoscitivae. Et confirmatur, quia etiam
sequeretur quod beati, in visione Dei, formarent verbum, quod falsum esse
docuimus. Patet <sequela>, quia beati vident Deum, et secundum aliam opinio-
nem, ipsa visio est verbum. Et consequenter beati habent intra se aliquid crea-
tum quod formaliter repraesentat divinam essentiam.
Item, secundo, videre non est idem cum re quae videtur, et verbum est res
quae intelligitur. Ergo, intelligere non est idem cum verbo.
Item, si intelligere et verbum sunt idem realiter, sicut calefactio et calor, se-
quitur quod intelligere esset verbum in fieri, sicut calefactio est calor in fieri.
Sed verbum in fieri imperfectius est quam verbum in facto esse, quia omnis res,
ut est in fieri, est imperfectior quam seipsaa ut est in facto esse. Ergo, intellectio
ut sic est imperfecta b quatenusc verbum. Sed hoc est falsum, nam operatio inte-
llectus ut sic est finis ultimus et in qua ponitur summa felicitas.
Tamen, pro solutione argumentorum est notandum quod, secundum senten-
tiam thomistarum, in intellectu nulla alia qualitas est quae expressa sit imago rei
intellectae praeter verbum, ita quod, cum sit in intellectu actus intelligendi et
species et verbumd, species non est formalis, sed virtualis similitudo rei intellec-
tae, nec etiam actus intelligendi, sed solum verbum <est> expressa similitudo
rei intellectae, quam ita ponit Capreolus, In IV Sent d49 q5 a3. Et potest probari
sic, nam, sicut in verbo vocali, quando loquimur, tantum verbum vocale est
signum rei de qua loquimur, ipsa autem prolatio verbie non est signum, ita
etiam, [41v] cum mente loquimur, est tantum verbum expressa similitudo rei,
tamen ipsa intellectio non est similitudo, sed est quaedam perfectio qua actuali-
ter perficitur intellectusf. Et patet deinde, <quia> reliquae aliae operationes non
suntg similitudines rerum a se productarum, nisi sicut causa est signum effectus
sui, verbi gratia, generatio hominis non est naturalis similitudo hominis. Ergo,
a
Ms.: “imperfecta in seipsa quam”.
b
Ms.: “imperfectio”.
c
Ms.: corregido sobre “quam”.
d
[verbum]
e
Ms.: “verbum”.
f
Ms.: “intellectum”.
g
Ms.: “sint”.
196 V. De processionibus divinis
neca intellectio est naturalis imago rei intellectae. Item, si ita esset, sequeretur
quod visio beatorum esset naturalis et formalis similitudob divinae essentiae,
quod iam supra reprobatum est.
Ex hoc fundamento sequiturc quod, in potentiis exteris, <scilicet,> in sensi-
bus, cum sentiunt, non est aliqua formalis imago rerum sensatarum, nam in illis
non est verbum, ut diximus, et ipse actus sentiendi non estd naturalis imago rei e,
ut dicebam modo; ergo, <sequitur quod> in sensibus nulla est naturalis simili-
tudo rerum. Tamen, est virtualis similitudo et tanquam habitualis, quae est spe-
cies rerum.
Non facile respondetur <ad argumenta>. Ad primum respondetur quod ver-
bum non ponitur sine causa distinctum realiter, nam si verbum non esset, opera-
tio intellectus non haberet satis proportionatum terminum sibi.
Ad secundum respondetur: negatur consequentia, primo, quia, ut docet
Caietanus loco citato, actus intelligendi non terminatur quatenus est quaedam
qualitasf intellectusg, sed terminatur ut est imago rei intellectae. At vero certum
est quod per imaginem directe tendimus in id quod exprimitur imagine, ut docet
Aristoteles, De memoria et reminiscentia <c1>. Secundo, respondetur quod ad
hoc ut aliqua notitia sit reflexa, est necessariumh ut actio supra seipsam reflecta-
tur, quod non contingit in praesentia.
Ad tertium respondetur concedendo quod, si sequamur naturalem proportio-
nem, non esset necessariumi ponere in Deo verbum realiter distinctum aj di-
centek, sed ratio naturalis non facit hoc, sicut si philosopharemur ex his quae
videmus et quae cognoscimus ratione naturali, certum est quod non poneremus
in divinis tres personas distinctas in una numero essentia, quodl tamen fides
ponit. Ita etiam, si tantum ratione naturali metiremur verbi rationem, nullo
modo poneremus [42r] verbum in natura divina. Et ita argumentum tantum
a
[nec]
b
Ms.: “rei” tachado.
c
Ms.: añadido con indicación al margen izquierdo.
d
[est]
e
Ms.: “Dei”.
f
Ms.: “verbum” tachado.
g
Ms.: “rei intellectae”.
h
Ms.: “necessario”.
i
Ms.: “necessario”.
j
Ms.: “ad”.
k
Ms.: “dum ratio n” tachado.
l
Ms.: “fit tamen” tachado.
198 V. De processionibus divinis
probat quod ratione naturali non potest sciria quod in divina natura est Verbum,
quod concedimus.
Ad ultimumb argumentum negatur consequentia, et ratio discriminis est quia
motus comparatur ad suum terminum sicut imperfectum ad perfectum, et idem
est <quod> prius habuit esse imperfectum et quod postea habuit esse perfectum.
At vero intellectio non est actus imperfectusc, sed perfectus. Nam, verbi gratia,
ligna, quando calefiunt, in potentia sunt calidad, et ideo hi motus definiuntur ute
actus entis in potentia. At vero intellectus, cum intelligit, non est in potentia, sed
in actu perfectissimo. Et ideo intellectio respectu verbi non habet rationem
imperfecti nec comparatur ad verbum tanquam ad quid perfectius, sec compara-
tur sicut actus ad obiectum et sicut visio ad rem visam. Et sicut visio distingui-
tur realiter a re quae videtur, ita etiam intellectio non est resf intellecta in actu,
quam verbum vocamus.
Haec sint de illa quaestione.
<12. Per quod intelligere procedit Filius, scilicet, utrum procedat per
intelligere quo Pater intelligit tantum suam essentiam, an per actum
intelligendi quo intelligit et suam essentiam et creaturas omnes>
Sed constituto quod Verbum procedit per actum intellectus Patris, qui est
intelligere, dubitatur consequenter per quod intelligere procedit Filius, scilicet,
utrum procedat per intelligere quo Pater intelligit tantum suam essentiam, an per
actum intelligendi quo intelligit et suam essentiam et creaturas omnes.
Ad quod est notandum quod in Deo tantum est unus et simplex actus intelli-
gendi, qui actus habet pro termino multas res: omnes illas quas Pater intelligit.
Quaeritur ergo modo an actus intelligendi Patris, prout terminatur tantum <ad>
suam essentiamg, sit productio Verbi Divini, vel potius prout terminatur et ad
essentiam <suam> et ad creaturas.
a
Ms.: “scire”.
b
Ms.: “primum”.
c
Ms.: “imperfectio”.
d
Ms.: “est calidum”.
e
Ms.: “quod”.
f
[res]
g
Ms.: “sua essentia”.
200 V. De processionibus divinis
a
Ms.: “ex praecise”.
b
Ms.: “ad” tachado.
c
Ms.: “inteligebiles”.
d
Ms.: “intelligibile et intentionale”.
e
Ms.: “quod”.
f
Ms.: “intelligibile”.
g
Ms.: “necessario”.
h
Ms.: “haberet”.
202 V. De processionibus divinis
Sed Sanctus Thomas, in S Th I q34 a1, oppositum videtur tenere, nam dicit
quod Pater, intelligendo se, et Filium et Spiritum Sanctum, <et> omnia alia quae
eius scientia continentur, generat Verbum, et idem etiam videtur dicere <in> De
veritate q4 a4 et CG IV c13, et Caietanus idem tenet, In S Th I q34 a3, et Fe-
rrara, In CG IV, ubi supra, c13.
Ad quam sententiam est notandum quod, sicut supra dictum est, in inte-
llectu [43r] ponitur species a intelligibilis, quae habet vicem obiecti quatenus est
principium intellectionis, et ponitur verbum, quod item habet vicem obiecti
quatenus terminat intellectionem, quod verbum producitur ab intellectu actuato
specie intelligibili. Ex quo sequitur, primum, quod species intelligibilis est
principium et ut semen quo mediante intellectus producit verbum. Secundo,
sequitur quod verbum non potest esse imago et similitudo nisi eius quod
continetur in specie intelligibili, de qua ortum est. Tertio, sequitur quod actus
intelligendi non prius terminatur ad rem cognitam quam producat verbum, quia
verbum est immediatus terminus cognitionis et in quo reliqua intelliguntur. Et
ita, prius natura intellectus producit verbum <et> posterius intellectio terminatur
ad rem cognitam.
Secundum notantum estb quod Deus, cumc cognoscit creaturas, non accipit
aliquid a creatura, quo, tanquam specie, informetur ad intelligendum, sed potius
ipse intellectus divinus est in perfectissimo actu ad habendam talem cognitio-
nem per essentiam suam, quae est semper et idem cum intellectu divino, quae
essentia continet vim et perfectionem omnium rerum, et in esse et in repraesen-
tare, et multo perfectius quam ulla species potest habere aut etiam res ipsa. Ex
quo sequitur quod nec creaturae ipsae nec aliquid ab illis procedens est princi-
pium intellectionis, quo Deus creaturas intelligit, nec res d sub ipsa possunt
terminare immediate hanc cognitionem qua Deus cognoscit creaturas, tunc quia
sunt longe alterius naturaee ab intellectione Dei, tunc quia vilesceret intellectus
divinus si illius intellectio immediate terminatur ad aliquid creatum.
Hoc posito, sit prima conclusio: creaturae, quantum attinet ad propositum,
habent esse intelligibile in Deo et sunt actu intelligibiles ante ullam operationem
Dei intellectus, ut ipsa essentia divina est actu intelligibilis ante omniaf opera
intellectus, quae conclusio est contra Scotum, ubi supra.
a
Ms.: “quae” tachado.
b
[secundo advertendum est]
c
[cog]
d
Ms.: palabra de lectura dudosa.
e
Ms.: “illius” tachado.
f
Ms.: “omnem”.
204 V. De processionibus divinis
Sed probatur, quia creaturae, sicut dictum est, secundum esse quod habent
in Deo, tanquam movent intellectum divinum ad cognitionem sui et eandem
terminant. Sed illud esse per se est a actu intelligibile, quia est ipsamet essentia
divina et ipse Deus; ergo.
Secunda conclusio: [43v]b creaturae, cum cognoscuntur a Deo, non produ-
cuntur in aliquo esse intelligibili et intentionali, ut inquit Scotus. Probatur, quia
illo modo, productio secundum illud esse, esset ad hoc ut creaturae, secundum
illud esse intelligibile, vel principiarent vel terminarent cognitionem Dei c. Sed
notitia divina a nullo esse creato nec principiatur nec terminatur immediate, ut
dictum <est> supra. Ergo, frustra ponitur tale esse intelligibile in creaturis. Item,
secundum, res quae intelligitur dicitur intellecta denominatione extrinseca.
Ergo, rem intelligi nullum esse reale ponit ind illa. Ergo, creaturae quea intelli-
guntur a Deo nullum esse reale accipiunt. Tertio, dato opposito, sequereture, ut
inquit Caietanus, quod Deus non posset esse absque eo <quod> creaturae essent
productae ab aeterno, si <essent> in illo esse intelligibili, et sequereturf necessa-
rio aliquod esse creatum, quae omnia falsa sunt et periculosa.
Tertia conclusio: intellectus paternus, dum contemplatur suam essentiam
quatenus continet non tantum se, sed etiam omnes alias res repraesentat, conci-
pit sic et generat Verbum. Probatur ex Divo Augustino, XV De Trinitate c14,
ubi dicit quod Verbum est natum ex omnibus quae sunt in scientia Patris.
Item, patet ratione: Verbum est terminus adaequatus totius intellectionis Pa-
tris, et ideo non est nisi unicum in divinis. Ergo, procedit de notitia Patris inte-
gra et perfecta, et qua cognoscuntur omnia quae Pater potest cognoscere.
Item, si Verbum procederetg de notitia solius essentiae, sequeretur quod
Verbum non esset exemplar creaturarum. Patet sequela, nam, sicut supra dictum
est, verbum non est imago nisi eius tantum quodh repraesentatur specie a qua
procedit. At consequens est falsumi. Probatur: in Divinis Litteris dicitur de Patre
quod condidit omnia in Verbo, quod Verbum est exemplar et ratio omnium
rerum conditarum.
a
[est]
b
[secunda conclusio]
c
[Dei]
d
[in]
e
Ms.: “quod in divinis” tachado.
f
[quod]
g
Ms.: “procederetur”, con “tur” sobreescrito.
h
Ms.: “quo”.
i
[est]
206 V. De processionibus divinis
a
[Verbum]
b
Ms.: sobreescrito.
c
Ms.: “emriquius”.
d
[a Patre]
e
Ms.: “genitus”.
208 V. De processionibus divinis
genituma a creaturis ut sunt in Deo, quae sunt ipse Deus, a quibus, sic considera-
tis, Verbum non est distinctum, nec ab ipso Deo aut essentia divinab est distinc-
tum, quia procedit ab illis ut cognitis, non ut a dicentibus, nam solus Pater est
qui dicit Verbum, et Filius solum distinguitur realiter ab eo a quo dicitur. Et de
quaestione ista, haec sint dicta.
Dubitatur secundum an ista processio possit dici generatio, de quo agit Di-
vus Thomas, <S Th I> q27 a2, et Durandus in hac distinctione 4 q1. Et ratio
dubitandi est [44v] <quod>, ut diximus, fit per actionem intelligibilem, et id
quod in nobis per talem actionem procedit non dicitur generari.
Ad hocc, primo loco d est exponendum in quo consistat ratio veraee
generationis, et secundo respondetur ad quaestionem.
Est ergo notandum quod generatio sumitur dupliciter: late scilicet et stricte.
Late sumitur pro quacumque mutatione de non esse ad esse, quo modo ex ligno
dicitur generari ignis quando comburitur. Et de generatione sic dicta non quaeri-
mus in praesentia. Stricte vero sumitur generatio prout diciturf de viventibus, de
qua hic dubitamus. Sed cum non omnia quae a viventi <procedunt> generari
dicantur, explicare oportet quae sint g huius rationis generationis, quae deh
viventibus dicitur.
Unde nota, secundum, quod, ut docet Divus Thomas, CG IV c11, ad
generatione dicta de viventibus tria requiruntur. Primumi, quod procedat vivens
a viventi. Secundum, quod id quod procedit sit similis naturae et speciei j cum
generantek. Tertium est ut procedat a principio coniuncto. Sed dubitatur quod sit
hoc quod est l procedere a principio coniuncto.
a
Ms.: “genitus”.
b
[non]
c
Ms.: “nota”, tachado.
d
[p]
e
Ms.: “veri”.
f
Ms.: “sumitur”.
g
Ms.: “sit”.
h
Ms.: “a”.
i
Ms.: “primo”.
j
Ms.: “quo” tachado.
k
Ms.: “generato”.
l
Ms.: “sit”.
210 V. De processionibus divinis
a
Ms.: “coniuncto”.
b
Ms.: “quod” tachado.
c
Ms.: “proprius”.
d
Ms.: “inviventia”.
e
Ms.: “ea quae” tachado.
f
Ms.: “semen”, tachado.
g
Ms.: sobreescrito.
h
Ms.: escrito sobre “prius”, que está tachado.
i
Ms.: “et ficu” tachado.
j
Ms.: “veventium”.
k
Ms.: “que”.
l
[Nota deinde]
m
[non]
n
Ms.: “imperfectissimum”.
o
Ms.: “coagulat”.
p
Ms.: “generatum”.
212 V. De processionibus divinis
erat intra ipsam, sed aliunde de radicibus advenit. Deinde, illud semen a ficu
separatur et, postremo, ficus nova quae generatur est realiter distincta a veterea
ficu. Emanatio vero quae fit in vita sensitiva est illa proprie quae fit in sensibus
externis et internis, quae est perfectior emanatio quam superior, sed non omnino
perfecta, nam, verbi gratia, potentia visiva, affecta aliqua specie visibili, produ-
cit aliam speciem inb imaginatione et <haec> rursus producit aliam in thesauro
memoriae. In hac emanatione, id quod producitur est quidem valdec coniunctum
cum producente, at non omnino, [45v] quia id quod producitur nond manet in
potentia productrice, sed in alia potentia vicina, quia specieme quam visus
producit, illaf non ponit in potentia visiva, sed in imaginativa, et similiter quod
producit imaginatio non manet in illa, sed transmittit ad memoriam. Emanatio
vero quae fit <in vita> intellectiva est omnium perfectissima, nam id quod gene-
ratur in intellectu non separatur a generante, sed manet intra ipsum, nam
intellectus, informatus specie intelligibili, producit verbum, quod verbum non
reponitur in alia potentia, ut fit in sensu, sed manet intra se. Ergo, est omnium
perfectissima, quia id quodg producitur est valde intime <coniunctum> cum
producente.
Ultimum notandum, quod in hac emanatione quae est secundum vitam inte-
llectivam, sunt etiam gradus, quia ipsa natura intellectualis non est una et sim-
plex, nam in hoc genere intellectualis naturae sunt tres gradus. Primum tenet
animah humana. Secundum gradum tenent angeli. In tertio et supremo est divina
natura, scilicet, Deus. Quod i procedit in intellectu nostro est quidem illi
coniunctum intime, sed tamen habet aliquid externum et divisum ab intellectu,
nam habet originem a rebus externis quod generatur in intellectu nostro et,
quamvis sit intellectu, tamen realiter distinguitur ab illo. Quod autem producitur
in intellectu angelico est magis unum et magis intimum, nam, quamvis
distinguatur re ab intellectu angelico, tamen non habet ortum a rebus externis,
quia angeli formant suos conceptus non per species a rebus acceptas, sed a na-
tura inditas. Quod vero procedit in intellectu divino procedit perfectissima om-
nium ratione, quia est perfectissimej et intime coniunctum cum producente, ita
a
Ms.: lectura dudosa.
b
[in]
c
Ms.: “valte”.
d
[ma]
e
Ms.: “species”.
f
Ms.: “illam”.
g
Ms.: “quo”.
h
[anima]
i
Ms.: “producit” tachado.
j
Ms.: “perfectissima”.
214 V. De processionibus divinis
ut illi nihil deest, quia Verbum Divinum et est in intellectu divino et est eiusdem
substantiae, et generatum est sine concursu ad res externas. Ex quo sequitur
quod haec processio divina, qua persona Verbi procedit a Patre, non solum est
vera generatio, sed perfectissima omnium generationum.
Prima conclusio: processio qua Verbum procedit a Patre est vere et proprie
generatio, <conclusio> quae sequitur ex supra dictis. [46r]
Sed dubitatur quam certa sit haec conclusio, de quo sit secunda conclusio:
de fide tenendum est quod est vera et propria generatio processio Verbi. Patet,
Ioann c1: “Vidimus gloriam eius, quasi <uni>geniti a Patre”. Ergo, si a Verbum
dicitur unigenitum, sequitur quod <processio eius> est generatio. Item, Col c1,
dicitur de eob quod est unigenitus ante omnem creaturam. Item, Psal <109>:
“ante luciferum genuit te”, quod dicitur de secunda persona. Item, Is c66 c,
dicitur: “Ego, qui caeteris generationem tribuod, sterilis ero?”, quo e testimonio
utitur Concilium Hispalense II, can. 13, ad hoc probandum. Item, Divus Basi-
lius IV Contra Eunomium, et Divus Augustinus, I De Trinitate c12, adducunt ad
hoc duo testimonia. Primum est Prov c8: “Nondum erant abyssi, et ego iam
concepta eramf”. Secundum est ex Psal 2: “Dominus g dixit ad me: Filius meus
es tu, ego hodie genui h te”, in quo loco ly “genui”i significat aeternitatem. Dicit
tamen “hodie” ut intelligamus generationem Verbi non praeterisse, sed esse
preasentem, semper enim Pater Verbum generat. Dicit autem “genui”j de
praeterito, significans illam generationem, quamvis praesens sit, non tamen
essek inl fieri aut imperfectamm, sed omnino perfectamn. Verum tamen quod hoc
testimonium forte non est intelligendum de divina generatione, sed de resurrec-
tione, cum Christus a mortuis resuscitatus est, ut inquit Divus Paulus, Act c13,
a
Ms.: parece tachado.
b
Ms.: escrito sobre “Christo”, que está tachado.
c
Ms.: “63”.
d
Ms.: “tribuit”; [steri]
e
Ms.: “quod”.
f
Ms.: “erant”.
g
Ms.: “Domine”.
h
Ms.: “genuit”.
i
Ms.: “hodie” está tachado, y sobre esa palabra dice “genuit”.
j
Ms.: “genuit”.
k
Ms.: “est”.
l
[per]
m
Ms.: “imperfecta”.
n
Ms.: “perfecta”; “verbum” tachado.
216 V. De processionibus divinis
a
[res]
b
Ms.: “scilicet non esse” tachado.
c
Ms.: “ille”.
d
[fir]
e
Ms.: “verbo”.
f
Ms.: “marce”.
g
Ms.: “3”.
h
Ms.: “dignitatem”.
i
Ms.: “et gentis” tachado.
218 V. De processionibus divinis
graeco ponitur verbum quod significat cultum latriae, qui soli Deo exhibendus
est, ex quo colligitur quod Spiritus Sanctus est vere Deus. Ita adducit aliud testi-
monium, scilicet, 1 Cor c6, <ubi> inquit Paulus: “Nescitis quia corpora vestra
sunt templum eius, qui habitat in nobis, Spiritus Sancti”, ex quo probat Augusti-
nus: corpora nostra sunt templa Spiritus Sancti, et corpora nostra sunt membra
<Christi>, ut alibi docet Divus Paulus. Ergo, Spiritus Sanctus est Deus. Probatur
consequentia, quia si esset creatura, sacrilegum esset dicere quod corpora nos-
tra, quae sunt membra Christi, sunt templum illius.
Item, etiam adducit <testimonium> ex eodem Paulo, ex eodem loco,
dicenti: “Glorificate et portate Deum in corpore vestro”. Ergo, fatetur aperte
esse Deum Spiritum <Sanctum>. Item, patet ex Divo Ioanne, 1 Ioann c5 a: “Tres
sunt qui testimonium dant, et hi tres unum sunt”. Ergo, Spiritus Sanctus est
idem Deus. Item, Divus Basilius, libro III De Spiritu Sancto, adducit illud 1 Cor
c12: “divisiones gratiarum sunt, [47r] et idem Deus qui operatur omnia in
omnibus”, <ubi Paulus> statim adiecit: “haec autem operatur unus et idem
Spiritus, dividens singulis prout vult”, ubib dicitur Spiritus Deus a Divo Paulo.
Item, 1 Cor 2, dicitur: “sicut nemo scit ea quae sunt in homine, nisi spiritus
hominis qui est in eo, ita ea quae sunt Dei nemo cognovit, nisi Spiritus Dei”.
Ergo, <si> cognoscit omnia quae sunt in Deo, sequitur quod est Deus et non
creatura. Ultimo probatur: Spiritui Sancto dantur omnes illae operationes quae
soli Deo tribuuntur. Ergo, est Deus. Patet consequentia, et probatur antecedens,
nam, primo, Spiritui Sancto attribuitur creatio, quae Deo soli competit, ut patet
Psal 32: “Verbo Domini caeli firmati sunt, spiritu oris eius omnis ornatus eo-
rum”. Item, de Spiritu Sancto dicitur quod est ubique praesens, ut patet Psal
138: “Quo ibo, inquit, a Spiritu tuo, et quo a facie tua?”. Item, de illo <dicitur>
quod docet omnia Ioann c14: “Spiritus, inquit Christus, vos docebit omnia”.
Item, de eodem dicitur quod vivificat omnia, ut patet Rom c8: “Vivificabit, in-
quit, mortalia corpora vestra propter inhabitantem Spiritum Sanctum in vobis”.
<Ergo, patet> quod est de fide.
Sed quaeratur secundum quam rationem sit ista processio Spiritus Sancti in
divinis, nam in hac re est nobis quaestio, cum Durandus dicit quod haec emana-
tio fit per actum naturae et non secundum operationem voluntatis, ut dicebat de
generatione Verbi. Differt tamen, inquit, haec processio a processione Verbi,
a
Ms.: “2”.
b
Ms.: “ut”.
220 V. De processionibus divinis
quia Verbum procedit ab uno, processio vero Spiritus <Sancti> est a duobus, id
est, a Patre et Filio. Tamen, Divus Thomas, <in S Th I q27 a3,> oppositum te-
net, quod processio Spiritus Sancti fit secundum actum voluntatis, ita quod,
<sicut> secundum intellectum divinum generatura Verbum, ut supra dictum
<est>, ita etiam voluntas Patris b se amando spiratc Spiritum Sanctum, qui est
tertia persona, unde in Scriptura proprie appellatur amor, quae sententia est ita
vera ut contrarium sit magna temeritas, quia Spiritus Sanctus appellatur amor
Patris et Filii, et quoque quia sanctid et scholastici doctores in eadem conve-
niunt.
a
Ms.: “generat”.
b
Ms.: “sit” tachado.
c
Ms.: “hispirat”.
d
[doctores]
e
Ms.: “procedi”.
f
[alio principio]
g
Ms.: “qui”.
h
Ms.: “qui”.
i
Ms.: sobreescrito.
j
Ms.: “qui”.
k
Ms.: “est”.
l
Ms.: escrito sobre “verbum”, que está tachado.
m
Ms.: “quia”.
222 V. De processionibus divinis
Item, secundo, in divinis, ut dictum est, per actum amandi procedit aliquid,
scilicet, Spiritus Sanctus. Ergo, et in nobis. Patet consequentia, nam alias non
servaretur analogia quae fit inter creaturas et Deum necb possemus ex creaturis
pervenire ad cognitionem rerum divinarum.
Divus Thomas, in articulo citato, ita videtur tenere, quod per actum volunta-
tisc procedit aliquid in nobis, et Caietanus illic expresse tenet ita, scilicet, quod
per actum amandi distinguitur quaedam qualitas ab actu amandi, quae est termi-
nus immediatus amoris. Sed idem Divus Thomas, De veritate q7 a2, videtur
tenere contrarium et communis sententia ita tenet, scilicet, nihil produci per
actum amandi.
Sit ergo prima conclusio: certum est apud Divum Thomam quod voluntas
divina, per actum amandi, producit aliquid, scilicet, Spiritum Sanctum, ita quod
Spiritus Sanctus non est proprie ipse actus amandi, quod est contra Scotum, In I
Sent d6 et d10. Et quod Divus Thomas hoc teneat, patet in S Th I q37 a1 et CG
IV c19, quae est communis illic expositio omnium thomistarum.
Et patet ratione: Spiritus Sanctus procedit, sed actus amandi in divinis non
procedit. Ergo, Spiritus Sanctus non est ipse actus amandi. Consequentia patet.
Probatur minor, quia intelligere et amare Dei est ipsum esse divinum et
essentialis perfectio, sicut bonitas et sapientia et alia similia.
Secunda conclusio: nec est certum apud Divum Thomam, nec si sit certum
est verosimile quod voluntas nostra, per amorem, producat in se aliquam
qualitatem, quae sit terminus eiusdem amoris. Quod hoc non sit certum apud
<Divum> Thomam, [48r] <patet,> nam, <in> De veritate, ubi supra, <docet>
aperte in nostra voluntate non d produci talem qualitatem. Quod vero non sit
verosimile, probatur, primo, ex differentia quam ponit Divus Thomas in illa
quaestione De veritatee inter obiecta intellectus et voluntatisf: quod obiectum
intellectus, quod est verum, non est formaliter in rebus, sed in intellectu tan-
tum.g Obiectum vero voluntatis, quod est bonum, in ipsis rebus formaliterh et
non in voluntatei. Ideo dicit Divus Thomas quod in intellectu necessariumj
a
Ms.: “non” tachado.
b
Ms.: “solutionem” al parecer tachado.
c
Ms.: “videtur” tachado.
d
Ms.: sobreescrito.
e
[quae]
f
Ms.: “dicens” tachado.
g
[tamen]
h
[maliter]
i
Ms.: “sed” tachado.
j
Ms.: “necessario”.
224 V. De processionibus divinis
a
Ms.: “quo”.
b
Ms.: “ex quo”.
c
Ms.: “ad dextera”.
d
Ms.: “ut” tachado.
e
Ms.: “coget”.
f
Ms.: “quod”.
g
Ms.: “sepius”.
h
Ms.: “quod”.
i
Ms.: “adextera”.
226 V. De processionibus divinis
gratiaa, quando amo Petrum solum cognosco Petrum et non est necessariumb
cognoscere qualitatem illamc.
Ad argumenta ex dictis patet. Respondetur tamen ad illudd in quo dictum
<est> quod, si in nostra voluntate non producitur talis qualitas cum amamus,
non possemus colligere quod in divinis Spirituse <Sanctus> producitur per ac-
tum amandi. Respondetur ad hoc quod, sicut diximus de Verbo, si rationem
naturalem sequamur tantum et analogiamf quae est, non possumus colligereg
esseh Spiritum Sanctum in divinis, sicut de Verbo dictum est. Sed quod ratio
naturalis non potest analogia rerum humanarum, illud docet fides, et sici iste
articulus sola fide tenendusj.
a
Ms.: escrito al margen.
b
Ms.: “necessario”.
c
Ms.: “eius”.
d
[respondetur]
e
Ms.: “non” tachado.
f
Ms.: lectura dudosa.
g
[quod]
h
Ms.: “est”.
i
[illud]
j
Ms.: “tenendum”.
k
Ms.: “Christum”.
228 V. De processionibus divinis
a
[et 15]
b
[et]
c
[et sic]
d
[secunda conclusio: sicut sola docet]
e
Ms.: “incognitum”.
f
Ms.: parece tachado.
g
[sit]
h
Ms.: “similior”.
230 V. De processionibus divinis
a
Ms.: “ac quod verbum” tachado.
b
[amandae]
c
Ms.: “totum nul” tachado.
d
[amor]
e
Ms.: “Divinum” tachado.
f
[et Spiritus Sanctus]
232 V. De processionibus divinis
a
Ms.: escrito sobre “cum”, que está tachado.
b
Ms.: “producta re”.
c
[ca]
d
Ms.: “re procedente”.
e
Ms.: “id”.
f
Ms.: “re procedente”.
g
Ms.: “re producta”.
h
Ms.: “Verbo”.
234 V. De processionibus divinis
a
Ms.: “Deum” tachado.
b
[ad inte]
c
[quando]; Ms.: “ali” tachado.
d
[cum]
e
Ms.: “verbo producto”.
f
Ms.: “sit”.
g
Ms.: “verbo producto”.
h
Ms.: “habeat”.
i
Ms.: “verbo producto”.
j
Ms.: “argumenta”.
k
Ms.: “quia”.
236 V. De processionibus divinis
a
Ms.: “emanatione”.
b
[natura]
c
Ms.: palabra de lectura dudosa; puede ser también “assimilando”; [amando].
d
Ms.: sobreescrito.
e
Ms.: escrito al margen.
f
Ms.: “non” tachado.
g
Ms.: “licet”.
h
Ms.: “ende”.
i
Ms.: “quod v” tachado.
j
Ms.: “conceditur”.
k
Ms.: “esimilet”.
l
Ms.: “similitudinem”.
m
Ms.: “operatio intelecta”.
238 V. De processionibus divinis
Respondetur ad hoc quod amor sine dubio assimilat amantem cum re amata,
at tamen non procedit secundum rationem similitudinis. Et ratio est quia non
assimilat formaliter amantem ad rem amatam, sicut verbum formaliter assimilat
intelligentem ad rem intellectam, sed dicitur amor assimilare amantem <cum re
amata> vel antecedenter vel efficientera. Antecedenter, quia omnis amor interb
duos existit in aliqua similitudine convenienti vel naturae vel humorum inter eos
quic se amant. Causaliter, <sc., efficienter>, quia, qui amat, ex amore movetur
ad crebre cogitandumd de re amata et ad imitandum illam quantum potest.
a
Ms.: “aud” tachado.
b
Ms.: “ruptus” tachado.
c
[inter]
d
Ms.: “a crebo cogitando”.
e
[potest]
f
[sunt una numero essentia]
g
[hoc]
h
[g]
240 V. De processionibus divinis
a
Ms.: “cuius”.
b
Ms.: “distingantur”.
c
Ms.: “aspiratio”.
d
Ms.: “nam”.
e
Ms.: “et talis ordo distinguit realiter personas. Probatur maior”, tachado.
f
[a2]
g
[probatur maior]
h
Ms.: “aspiratio”.
i
[spirationis passivae]
j
[utramque]
242 V. De processionibus divinis
Sed contra, quia sequeretur quod filiatio et spiratio <passiva> essent relatio-
nes oppositae, contra quod dictum est supra. Patet, quia habent ordinem originis
inter eas, sicut paternitas et filiatio.
Respondetur quod illa relatio quae est filiatio sine dubio est illa relatio quae
est spiratio activa, <quae> relative opponitur spirationi passivae, et ita relatio
quae est filiatio sine dubio habet oppositionem relativam cum spirationea pas-
siva, non prout est filiatio, sed quatenus est spiratio activa, et sic quidem docto-
res dicunt quod Filius distinguitur realiter a Spiritu Sancto, non tamen per
filiationem, sed per spirationem activam. Ita dicendum est: filiatio, non quia
filiatio est, sed quia est idem realiter cum spiratione activa, ideo distinguitur
realiter ab spiratione passiva et opponitur illi relative. Et sicut si Spiritus Sanc-
tus non esset, filiatio non opponeretur illi nec distingueretur ab illo, <ita,> quia
tunc non esset in Filio spiratio activa, nec distingueretur ab spiratione passivab
nec opponeretur illi relative.
<Haec> de primo sensu. Sed <restat quaerere> de secundo sensu, an istae
processiones, active sumptae, distinguantur realiter. De qua re sunt variae
sententiae, quoniam Durandus, In I Sent d13, tenet quod distinguuntur realiter.
Sanctus Thomas, S Th I q32 a2 et a3 ad 3, et Enricus, Quodlib 5 <q9>, et Sco-
tus, In I Sent d13 q1, et Gabrielis, In I Sent d27 q1 <a2>, tenent oppositum,
quod scilicet sunt idem realiter. Alphonsus Toletanus d13 q1 <a2> in tertia et in
quarta conclusione dicit quod sunt idem realiter et formaliter, sed tamen non
sunt idem convertibiliter et adaequate, quia generatio activa non <est> generatio
passiva, sed spiratio activa est generatio passiva; ergo.
Alii aliam rationem sequuntur. Dicunt quod, in genere rei, generatio activa,
quae est paternitas, et spiratio activa non distinguuntur, sed, in genere relationis,
spiratio activa et generatio activa dicunt duas relationes realiter distinctas, quia
[53r] respiciunt duos terminos realiter distinctos. Generatio enim activa habet
pro termino Filium, spiratioc activa Spiritum Sanctum. Ita tenet Aegidius Roma-
nus, In I Sent d27 d q1, et Capreolus, In I Sent d13 q1 e a2.
a
Ms.: “aspiratione”.
b
Ms.: “activa”.
c
Ms.: “aspiratio”.
d
Ms.: “d 17”.
e
Ms.: “q 5”.
244 V. De processionibus divinis
a
Ms.: “excogitare”.
b
[ad]
c
Ms.: “referri”.
d
[omnes relationes]
e
Ms.: “absolute”.
f
[duae duae]
246 V. De processionibus divinis
tas est spiratio activa”, et contra hanc conclusionema est Sanctus Thomas, S Th I
q32, et In I Sent d27 q1 a1.
Probatur namb, primo, quod illae relationes sint reales, certa fide tenendum,
quia Pater distinguitur realiter a Filio paternitate, <et> a Spirituc Sancto
distinguitur realiter per spirationem activam. Ergo, necesse est ut illae relationes
sint reales, quia nisi reales essent, sed rationis, Pater non distingueretur nisi per
intellectum a Filio. Quod vero sint duae relationes, probatur, quia in divinis, ut
omnes concedunt, sunt quattuor relationes reales. Si vero paternitas et spiratio
activa non essentd duae relationes, sed una, iam in divinis solum essent tres
relationes reales, scilicet, paternitas, filiatio, spiratio passiva, secundum hanc
opinionem.
Secundo arguitur: persona Patris refertur ad Filium et ad Spiritum Sanctum,
et alio modo ad Filium quam ad Spiritum Sanctum, quia aliae ratio est in spi-
rando, alia vero in generando. Ergo, necessariumf est dicere quod in Patre sunt
duae relationes, et illae sunt paternitas et spiratio activa. Ergo, huiusmodi sunt
duae relationes. Quod vero illae relationes duae non praedicenturg de se mutuo
formaliter, patet, quia, ut dictum est, generatio activa et spiratio activa sunt
diversae rationis, sicuth species diversae. Ergo, paternitas non est spiratio activa
nec e converso.
Tertio, arguitur: si in sensu formali haec esset vera: “paternitas est spiratio
activa”, ergo, spiratio activa, secundum propriam rationem spirationis, esset
paternitas et, per consequens, generatio, quod est contra fidem.
Secunda conclusio: paternitas et spiratio <activa> non sunt duae res realiter
distinctae, ut dicebat Durandus, oppositaque sententia non est tuta. Probatur, ca.
Firmiter, de Summa Trinitate: “in divinis est trinitas et non quaternitas”, et po-
nit [54r]i rationemj, quia relationes sunt idem cum essentia. Sed si paternitas
esset distincta ab spiratione activa, esset in divinis quaternitas, scilicet, relatio-
nes quattuor et quattuor res realiter distinctaek, scilicet, paternitas, filiatio et
spiratio activa et passiva.
a
Ms.: “haec conclusio”.
b
Ms.: lectura dudosa por daño del papel.
c
Ms.: “spiritus”.
d
[essent]
e
[alia]
f
Ms.: “necessario”.
g
[dicentur]
h
Ms.: también se podría leer “sunt”.
i
[ponit]
j
Ms.: “rationes”.
k
Ms.: “distincta”.
248 V. De processionibus divinis
a
Ms.: sobreescrito.
b
[dicebat]
c
Ms.: “sequi”.
d
[essentia]
e
Ms.: lectura dudosa.
f
Ms.: “paternitas”.
g
[patet]
h
[pers]
i
[illae]
j
[te distinte]
k
[sunt]
l
Ms.: “constituunt”.
250 V. De processionibus divinis
cabilis et illa relatio, scilicet, spiratio activa, est communis Patri et Filio. In
utroque enim est spiratio activa. [54v]
a
Sed hoc nihil valet, quoniam hoc est quod probat argumentum, scilicet,
quod si spiratio activa est res distincta a paternitate et filiatione, non est
communis relatio illis, sed constituit aliam quartam personam, quaeb nec Pater
nec Filius nec Spiritus Sanctus est, sed spiratioc erit.
Quarto: in Deo, propter eius summam simplicitatem, non solum est idem
concretum et abstractum, sed etiam alterum de altero praedicatur, scilicet,
“Deus est divinitas”, et e converso, <et> “Pater est paternitas”. Ergo, si spiratio
activa et paternitas distinguerentur realiter, et d cum sint idem spiratioe <activa>
et spirator, sequeretur quod Pater et spirator distinguerentur.
Tertia conclusio: paternitas et spiratio activa non sunt duae relationes reali-
ter distinctae, quod idem est dicendum de filiatione, quod est dicere <quod>
istae relationes non sunt distinctae realiter, nec inquantum res nec inquantum
relationes. Hoc est contra Aegidium et aliorum, quam sententiam ego puto ve-
ram esse, nam illa distinctio Aegidii non potest satis commode intelligi.
Probatur: si illae relationes sunt una res et duae relationes realiter distinctae,
quaeritur modo an sint una res absoluta vel una res relativa. Si primo, contra:
quia isto modo omnes etiam aliae relationes sunt una res, quia omnes sunt una
essentia, et sic non magis conveniunt paternitas et spiratio activa quam paterni-
tas et filiatio. Si secundo, ergo, inquantum relativaef sunt unum et, per conse-
quens, non sunt duae.
Item, relatio realis, utg relatio, est ens et res realis, quia ens eth transcenden-
tia praedicantur interne de omnibus, et etiam de ultimis rerum differentiis. Ergo,
illae relationes, etiam in quantum relationes, sunt res, et in quantum relationes
sunt distinctae, ut dicebat Aegidius. Ergo, et in quantum res, ex quo incidimus
in illam quaternitatem rerum, sicut dicit Durandus.
Tertio: in omni relatione sunt duo: unum commune reliquis accidentibus,
scilicet, inesse, alterum vero proprium, quod est ad aliudi se refferrej. Et dictum
a
[est spiratio activa]
b
Ms.: “qua”.
c
Ms.: “spirata”.
d
Ms.: scilicet.
e
Ms.: “spiratus”.
f
Ms.: “relativa”.
g
Ms.: “si” tachado.
h
Ms.: “entia seu”.
i
[aliud]
j
Ms.: “referri”.
252 V. De processionibus divinis
est quod omnes relationes divinae in illo communi a conveniunt et suntb unum, et
si distinguuntur, [55r] debent distingui in eoc quod est proprium relationis.
Unde arguiturd: multo magis conveniunt paternitas et spiratio activa quam pater-
nitas et filiatio, quae conveniunt et sunt unum in illo quod est commune reliquis
accidentibus. Ergo, paternitas et spiratio activa non solum debent convenire in
illo communi, sed <etiam> in illo quod est proprium <relationis>. Ergo, paterni-
tas et spiratio activa, prout relationes, non distinguuntur.
Quarta conclusio: paternitas et spiratio activa sunt duae relationes virtualiter
et ratione distinctae, ita quod re ipsa est una relatio, non tamen ratione, quia
illae sunt duae relationes et non realiter distinctae, ut iam patet. Ergo, necessa-
rium est ut aliquo modo distinguantur.
Ita illic Santus Thomas et Caietanus.
Sed contra hoc, arguitur, primo, ex prima conclusionee: paternitas et spiratio
activa sunt duae relationes reales. Ergo, sunt duae relationes sine intellectusf
operatione. Ergo, non distinguuntur ratione, sed realiter.
Respondetur quod aliud est dicere quod g paternitas et spiratio <activa> sunt
duae relationes reales, aliud vero est dicere quod sunt realiter duo. Primum enim
concedimus, negatur tamen secundum, quia, a parte rei, sine ulla intellectus
operatione, Pater refertur ad Filium et ad Spiritum Sanctum, sed nego quod sint
duo realiter distincta, quoniam ad hoc quod sint duae relationes distinctae,
necessariah est operatioi intellectus, ita quod, in paternitate ipsum referri reale
est, et ideo sunt relationes reales, sed distingui inter se mutuo est rationisj et
intellectus. Ideo, non sunt duo realiter.
Secundo: impossibile videtur <quod> una res, <una> numero relatione,
afferatur diversimode ad terminos totaliter diversos et realiter distinctos. Sed
Pater refertur ad Filium et Spiritum Sanctum, qui sunt duo terminik distincti,
a
Ms.: palabra de lectura dudosa.
b
Ms.: “unum” tachado.
c
[eo]
d
[arguitur]
e
Ms.: “contra primam conclusionem”.
f
Ms.: “intellectu”.
g
[paterni]
h
Ms.: “necesse”.
i
Ms.: “operatione”.
j
[rationis]
k
Ms.: “realiter” tachado.
254 V. De processionibus divinis
duo totalitera diversib. Ergo, necessariumc est dicere quod in Patre sunt duae
relationes realiter distinctae.
Respondetur quod, quamvis persona Filii sit realiter distincta ab Spiritus
Sancti persona, tamen non distinguitur realiter ab illa prout Filius, sed quatenus
spirator, ita ut si, per impossibile, Filius non esset spiratord, non distingueretur
ab Spiritu Sancto. Unde, formaliter et proprie [55v]e loquendo, persona Filii et
Spiritus Sancti, inquantum tales praecisae, nec distinguuntur nec sunt duo ter-
mini realiter distincti, sed ratione. Et sic persona Patris, quia per paternitatem
refertur ad Filium in quantum Filium, et perf spirationem ad Spiritum Sanctum,
prout Spiritum, et Filius ut sic non distinguitur realiter a Spiritu Sancto ut sic,
proprie et formaliter, Pater non refertur ad duos terminos realiter distinctos,
scilicet, prout sunt termini illarum relationum. Ideo, non est necessarium ut
ipsae relationes, quibus Pater refertur ad illas personasg, sint distinctae realiter,
sed sufficit ut ratione sint distinctae.
Tertio: generari et spirari differunt realiter. Ergo, et generare et spirare, et,
per consequens, paternitas et spiratio h activa differunt realiter.
Respondetur quod generari differt a spirari, non quidem quatenus est gene-
rari i, sed quia est idem realiter cum spirare active, quod habet oppositionem cum
spirari passive. Sed inter generare active et j spirare active nulla est oppositiok, et
sic non est similis ratio.
Quarto: quaecumque sunt idem uni tertiol, sunt idemm inter se. Sed paternitas
est idem realiter cum spiratione activa, et etiam filiatio. Ergo, paternitas et
filiatio sunt idem realiter, quod est haereticum.
<Respondetur quod> illa maior est vera quando sunt idem convertibiliter et
adaequate, quando sunt idem uni tertion, tunc sunt idem <inter se>. At o, quamvis
a
[distincti]
b
Ms.: “diverse”.
c
Ms.: “necessario”.
d
[rator]
e
[proprie]
f
[in]
g
Ms.: “illo p”.
h
[spiratio]
i
[generari]
j
Ms.: “spirato” tachado.
k
Ms.: “opinio”.
l
Ms.: “tertii”.
m
Ms.: “eadem”.
n
Ms.: “tertii”.
o
Ms.: “et”.
256 V. De processionibus divinis
paternitas sit idem realiter cum spiratione activa, tamen non est idem
convertibiliter et adaequate, quia spiratio activa etiam est filiatio, quae non est
paternitasa.
Secundo, respondetur quod illa maxima est vera quando ea quae sunt idem
uni tertio, sunt idem cum illo et re et ratione. Constat autem quod sunt idemb
paternitas et spiratio activa, sed distinguunturc ratione.
Quintod arguitur: duae res absolutae inter se distinctae non possunt esse
idem cum alia relatione. <Ergo, nec duae res relativae inter distinctae, ut
paternitas et filiatio in divinis, possunt esse idem cum alia relatione, scilicet,
cum spiratione activa. Patet consequentia ex paritate rationis.>
Respondetur: negatur consequentia, quoniam relationes divinae distinguun-
tur realiter sola ratione oppositionise [56r] et bene potest accidere quod duae
relationes sint inter se oppositae et, per consequens, inter se distinctae, et tamen
quod neutra illarum habeat oppositionem cum alia tertia relatione, et sic erit
idem realiter cum illa tertia.
Sextof arguitur: duabus relationibus specie differentibus <vel> quasi
differentibus necessarium est ut respondeant aliae duae etiam specie differen-
tesg. Sed filiatio et spiratio passiva sunt relationes quasi specie differentes. Ergo,
et paternitas et spiratio activa etiam ut specie differunt et, per consequens,
distinguuntur realiter, saltem prout relationes.
Respondetur: negatur consequentia, quoniam satis est ad hoc ut distinguan-
tur habere distinctionem rationis.
Septimo h: si paternitas et spiratio activa sola ratione distinguuntur, sequitur
quod mutuo de se praedicanturi, scilicet, “paternitas est spiratio activa”, et e
converso, quod nullo modo est concedendum. Patet <sequela>, quia in divinis
<distinctio rationis> non impedit quominus unum de altero possit praedicari, ut
fit in attributisj divinis, quoniam sapientia a bonitate distinguitur ratione, et
tamen mutuo de se praedicantur.
a
Ms.: “spiratio”.
b
[cum illo]
c
Ms.: “distingitur”.
d
Ms.: “secundo”.
e
[est]
f
Ms.: “tertio”.
g
Ms.: “differentibus”.
h
Ms.: “quarto”.
i
Ms.: “praedicarentur”.
j
Ms.: “tributis”.
258 V. De processionibus divinis
a
[respondetur]
b
Ms.: “illud nomen”.
c
[non]
d
Ms.: “attributo”; [bonita]
e
Ms.: “iste terminus”.
f
Ms.: “sua significa”.
g
Ms.: “significat”.
h
[esset]
i
[sunt]
j
Ms.: “et”.
260 VI. De relationibus divinis
a
[Unde]
b
Ms.: “confertur”.
c
Ms.: “collata”.
d
[scilicet, respectus]
e
[id]
f
[qu]
g
Ms.: “realis” tachado.
h
Ms.: “hh”.
i
Ms.: “comparatae res”.
j
Ms.: palabra de lectura difícil.
k
[lectus]
262 VI. De relationibus divinis
Sed quaeritur modo quam certum sit hoc quod in Deo sint relationes reales.
Secunda conclusio: illud est de fide.
Probatur: de fide est quod in Deo sunt relationes quibus personae
distinguuntur, et etiam est de fide quod istae relationes sunt reales. Ergo, de fide
est quod in Deo sunt relationes reales. Probatur ex Concilio Toletano ¿11?
(“ii”), can. primo, et in confessione fidei, ubi dicitur quod personae divinae
distinguuntur per relationes oppositas. Et in Concilio Florentino dicitur quod in
divinis sunt omnia unum ubi non obiicit relationis oppositio. Et ca. Firmiter de
Summa Trinitate, dicitur quod Sancta Trinitas, secundum communem essentiam
est unum, secundum proprietates personarum, scilicet, relationes, est discreta et
divissa, quibusb [57v] distinguuntur personae.
Secundo, probatur ex consensu omnium doctorum sanctorum et scholastico-
rum. Omnes enim ponunt relationes distinguentes personas.
<Tertio:> ex Scriptura patet quod in divinis est Pater et Filius et Spiritus
Sanctus. Sed Pater et Filius relativa sunt et similiter spirator et Spiritus. Ergo,
patet quod in divinis sunt relationes.
Quod autem sit de fide quod haec relationes sint reales, patet, quia illis
relationibus personae distinguuntur realiter. Ergo, illae relationes reales sunt,
quoniam, si essent tantum rationis, personae divinae illis non distinguerentur
realiter.
a
[reales]
b
[distin]
264 VI. De relationibus divinis
Sed quaeritur an relatio qua Deus refertur ad creaturas sit relatio realis. Ra-
tio dubii est quoniam, cum Deus sit principium omnium et causa, et inter cau-
sam et effectum sit naturalis consensio et habitudo, videtur sequi quod illa rela-
tio Dei ad creaturas sit realis. De hac re, Duradus, In I Sent d30 q3.
Respondetur quod illa relatio est rationis, non realis, quae sententia commu-
nis omnium theologorum, quoniam, sicut docet Divus Thomas, S Th I q28 a1 a,
ubi supra, cumb Deus sit positus extra ordinem creaturarum et ab illis longe
differat, et producat illas ex beneplacitoc, sic non potest dici quod in divina na-
tura sit aliqua naturalis habitudo et consensio <ad creaturas>. Et sic, licet Deus
sit principium creaturarum, tamen, quia est principium non ex naturali habitu-
dine, sed ex beneplacito, ideo non refertur ad illas realiter. Sed quia creaturae ex
natura sua realiter dependent a Deo, ideo habent realem relationem ad Deum.
Sed contra: creaturae habent naturalem habitudinem ad Deum, a quo depen-
dent in esse et in conservarid. Ergo, etiam Deus habet naturalem habitudinem ad
illase. Patet consequentia, quia non potest intelligi quod una res habeat habitudi-
nem ad aliam et illa altera non habeat ad ipsam, quoniam habitudo est duarum
rerum ad invicem. Ergo, si in creaturis a natura ipsa, sine operatione intellectus,
est habitudo ad Deum, sequitur quodf [58r] similiter erit in Deo sine intellectus
operatione.
Confirmatur: quoniam sunt, creaturae ex natura sua vindicant sibi ut depen-
deant a Deo, et ideo habent naturalem habitudinem ad illum. Ita similiter Deus,
quamvis libere conservet creaturas, tamen, ut possit illas conservare habet ex
natura sua. Ergo, habet naturalem habitudinem ad illas.
Propter hoc argumentum aliquis concederet quod est relatio realis illa. Sed
si obiicitur quod sequeretur quod aliquid reale adveniret Deo ex tempore,
respondetur quod illa relatio creatoris et conservatoris potest considerarig
dupliciter. Uno modo, ut concepta, alio modo, ut exercita; vel potest considerari
ut apta nata referri, scilicet, relative, vel ut est actu referens. Relatio illa apta
nata referri fuith in Deo ab aeterno, sicut in illo naturalis vis conservandi. Sed ut
a
Ms.: “q37 a3”.
b
[enim]
c
[et]
d
Ms.: “conservare”.
e
Ms.: sigue la siguiente frase tachada: “et illa alteram non habeat ad ipsam”.
f
[si]
g
Ms.: “considerare”.
h
Ms.: “fuit referri”.
266 VI. De relationibus divinis
exercita vel ut actu referens, est in Deo ex tempore, scilicet, cum primum
creaturae factae sunt. Ex hoc quod est excercitam, referri non ponit in illo ali-
quid reale nec fit per mutationem aliquam factam in ipso relativo, sed quia
terminus qui antea non erat esse incipitb.
Hanc sententiam nec omnino probo nec omnino videtur ratio quare debeat
improbari.
a
Ms.: palabra de difícil lectura.
b
Ms.: “incipi”.
c
[sint]
d
[quaestio]
e
Ms.: “q 7”.
f
[refert ad]
g
[praecise]
h
[in]
i
Ms.: “eesse”.
268 VI. De relationibus divinis
nis essent plures essentiae et vera compositio. Quod vero nec ratione, probatur,
quia si ratione differrent, ideo esset, quiaa esse essentiae non importat respectum
ad aliud, illud vero esse relationis importat. Sed illud esse relationis non impor-
tat respectum ad aliquid, quia consideratur praecisse ut est commune cum reli-
quis accidentibusb, et ut sic non dicit respectum, quia ut sic communis ratio
omni c accidenti conveniens est; ergo.
Secunda conclusio: propria ratio relationis in relationibus divinis non est res
distincta a divina essentia. Probatur, quia illae rationes duaed, scilicet “esse in”
et “esse ad”, non sunt duae res distinctaee, sed una res, et in huiusmodi relationi-
busf, “esse in” est divina essentia. Ergo, “esse ad” est divina essentia.
Tertia conclusio: absolute loquendo, relatio divina est idem cum divina
essentia realiter, ut sequitur ex dictis, et est de fide, ut patet in Concilio Re-
mensi, ut refert Bernardus, Super Cant c80.
Probatur: in divinis non est distinctio ubi nulla est oppositio. Sed inter
<relationes et> essentiam divinam nulla est; ergo.
Secundo, si relationes essent realiter ab essentia distinctae, sequeretur quod
etiam personae ipsae essent distinctae ab essentia. Patet, quia in divinis persona
non est nisi ipsa relatio. Ergo, sunt tres dii, quod est haereticum.
Sed an aliqua alia ratione distinguantur, in hoc Durandus, ubi supra, dicit
quod non distinguuntur realiter nec sola ratione, sed distingui a parteg rei qua-
dam distinctione quae est maior quam distinctio rationis, et tamen non est tanta
quanta est distinctio realis inter duas res, de quo postea dicendum.
Quarta conclusio: in divinis relatio et essentia distinguuntur ratione. Ita illic
Sanctus Thomas. Probatur, quia distinguuntur, et non realiter; ergo, ratione.
Patet: non est nisi duplex distinctio. Probatur maior, quia essentia in suo con-
ceptu non dicit respectum ad aliud, relatio vero dicit respectum. Ergo,
distinguuntur.
a
Ms.: “quod”.
b
[tibus]
c
Ms.: “coni”.
d
[duae]
e
[distinctae]
f
[bus]; ms.: “est” tachado.
g
[a parte]
270 VI. De relationibus divinis
a
[quot]
b
[relationes reales]
c
Ms.: “necessario”.
d
Ms.: “aspiratorem”.
e
Ms.: “sancti”.
f
Ms.: “egidius”.
g
Ms.: “afirmat”.
272 VI. De relationibus divinis
a
[aequa]
b
[ut]
c
[iustitiam aut]
d
Ms.: “quare”.
e
Ms.: “sic”.
f
[conf]
g
Ms.: “ipsas”.
h
[quae sint]
i
Ms.: “extrema” tachado.
j
[quam]
274 VI. De relationibus divinis
istam causam, quia illa relatio constitueret aliam novam personam praeter tres.
Sed hoc non sequitura, quia non est necessariumb quod in divinis sint tot perso-
nae quot relationes reales sunt, nam certum est quod spiratio activa non consti-
tuit aliquam personam novam, cum sit necessario realis.
a
[se]
b
Ms.: “necessario”.
276 VII. De personis in communi
a
[dicendum]
b
[significat]; luego, el ms. deja espacio vacío como para una palabra.
c
[ad]; ms.: otro espacio vacío.
d
Ms.: “fuerit nomine personae” tachado; [et usus]
e
Ms.: “rei”; [sul]
f
Ms.: lectura dudosa por daño del papel.
g
Ms.: “supposito”.
h
[incommunicabilem]
278 VII. De personis in communi
duum” vero addit ad essentiam singularitatem, illud nimirum quod essentia sit
singularis et individua, “suppositum” vero addit <ad> “individuum”, scilicet, id
per quod essentia singularis subsistit. “Persona” vero nihil addit supra “supposi-
tum”, sed dumtaxat vel tantum esse nomen quoda ponitur pro <supposito> inte-
llectualis naturae. Unde possumus definire individuum quod sit natura singula-
risb effecta; suppositum, quod sit individuum quod sit natura completa seu esse
individuum completum et non aptum alteri inhaerere nec ab altero sustentari.
Persona vero, ut definit Boethium, libro De duabus naturis contra Nestorium
<c3>, est rationalis naturae individua substantia, seu, ut definit Ricardus, libro
IV De Trinitate <c6>,c [60v] personam esse rationalis naturae incommunicabi-
lem substantiamd, seu, vel simplicius et brevius, ut definit Occam, In I Sent d23e
q1 <a1>, quod persona sit suppositum intellectuale.
Tertio est dicendum quod, iuxta doctrinam Divi Thomae, in creaturis
spiritualibus, ut sunt angeli, singularitas, qua natura et essentia (alioquin
communicabilis) singularis et individuaf fitg, non est aliquid distinctum a natura,
quoniam in rebus materiae expertibus nec habentibus ordinem ad materiam, ipsa
natura per se individuatur et est singularis. Et in hoc sensu dixit Divus Thomas,
in opusculo De ente et essentia c1, et S Th I q45 a3, quod in rebus non composi-
tis ex materia et forma, suppositum et natura non distinguuntur, scilicet, intelli-
gens nomineh suppositi non quidem suppositum, sed individuum. At vero in
rebus corporeis habentibus materiam et formam et ordinem ad illami, singulari-
tas, qua natura est individua et singularisj, distinguitur ab ipsa natura, quoniam
individuatio illa secundum rem sumitur a materia signata. Tamen, quamvis k illa
singularitas, qua natura fit individua et singularis, in rebus spiritualibus non
distinguitur a natura, ut l in corporalibus, tamen illud suppositum addit supra
naturam individuamm idn per quod natura individua subsistito in se et non in alio.
a
Ms.: “pro”.
b
Ms.: “incommunicabilis”.
c
[personam]
d
Ms.: “incommunicabilis substantia”.
e
Ms.: “22”.
f
Ms.: “fit” tachado.
g
Ms.: “sit”.
h
Ms.: “nomen”.
i
Ms.: “illa”; [illa]
j
Ms.: “incommunicabilis”.
k
[quamvis]
l
Ms.: “et”.
m
Ms.: “individuum”.
n
Ms.: “et”.
o
Ms.: “subsistat”.
280 VII. De personis in communi
a
[corporali necessario]
b
[id]
c
Ms.: “sit aliquid positivum vel negativum, intrinsecum” tachado.
d
[Igitur, dubitatur quomodo distinguatur et quid sit id quod addit suppositum supra naturam. In
quo sunt variae opiniones, nam Caietanus, in]
e
Ms.: “q3”.
f
Ms.: “differenter”.
g
Ms.: “actitudinalis”.
282 VII. De personis in communi
realiter ab ipsa natura, sed est quidam modus realis essendi, sicut esse in se aut
esse in alio, quibus modis dividitur ens in substantia atque accidentea, non sunt
aliquae realitates superadditae ad b ens, sed potius sunt ipsius entis modi diversi,
quibus constat ratio substantiae et ratio accidentis. Et similiter, sicut secundum
communem opinionem figura non distinguitur a quantitate et a re figurata, sed
est quidam modus quo <se> habet quantitas rei figuratae, ita, ad eundum mo-
dum, natura, quae realiter ab isto modo c <habet> ut subsistat in se et per se, eo
ipso quo tali modo se habet, est suppositum, sine additione alicuius realitatis
distinctae. Ita tenet Herveus d, Quodlib 3 q6, et pater Soto, In II Phys q2, et
Durandus, In I Sent d34 e q1, et alii thomistae recentiores sequuntur idem.
Alii vero dicunt quod illud quod addit suppositum supra naturam est aliquid
reale distinctum ab ipsa natura, sicut distinguitur res a re. Ita tenent thomistae
communiter, ut patet apud Capreolum, In III Sent d5 q3 conclusione secunda, et
Ferraram, In CG IV c43, et Caietanum ubi supra, et videtur sententia Divi Tho-
mae in S Th III q4 a2 ad 3, et Quodlib 2 f a4 apertius, et in S Th I q3 a3, et De
ente et essentia c6?, quae sententia mihi videtur probabiliorg.
Ideo, sit prima conclusio: sive suppositum eth natura sint idem realiter sive
non, tamen unum de altero affirmari <non potest>, et ita ista est falsa: “homo
est sua humanitas”. [63r] Quae conclusio est contra Durandum, locis citatis, et
contra Gabrielem, In III Sent d7 q1 a3, qui propter identitatem realem quam
putant esse inter naturam et suppositum, scilicet, dicunt esse idem re, concedunt
has propositiones.
Sed probatur nostra conclusio, nam, quamvis actio atque passio sint unus
motus, tamen dicit Aristoteles, in III Phys <c3>, quod falsum est dicere actio-
nem esse passionem aut e contra. Similiter, licet i esset eadem res homo et huma-
a
Ms.: “accidens”.
b
Ms.: “accide” tachado.
c
Ms.: “ad istum modum”.
d
Ms.: “Erveus”.
e
Ms.: “d 1”.
f
[q]
g
Ms.: “probabilius”.
h
Ms.: “vel”.
i
Ms.: “sit” tachado.
284 VII. De personis in communi
nitas, natura et supposituma, tamen unum deb altero c affirmandum non est
propter diversam rationem significandi quae modum <exprimit>.
Secunda conclusio: seclusa omni operatione intellectus, suppositum addit
aliquid supra naturam. Probatur ex fidei principiis, quia ipsa docet <quod>
Verbum Divinum realiter assumpsit naturam humanam singularem et indivi-
duam, et non personalitatem humanam. Ergo, persona addit <aliquid> supra
naturam citra operationem intellectus.
Confirmatur ex decreto Innocentii III, quod citat Divus Thomas in S Th III
q4 a2 ad 3, ubi dicit Innocentius quod persona Dei consumpsit personam homi-
nis, id est, sicut exponunt doctores, impedivit personalitatem humanam ne
efflueret atque resultaret ex illa natura, et vicem illius supplevitd. Ergo,
personalitas est aliquid <distinctum> seclusa omni operatione intellectus.
Item, si Verbum Divinum dimitterete humanitatem, illa humanitas statim
haberet propriam personalitatem, qua esset alius homo numero distinctus ab eo
qui modo est. Ergo, dicendum quod realiter adveniret illi humanitati aliquid
quodf antea non habebat.
Tertia conclusio: id quod suppositum addit supra naturam non est negatio
nec modus aliquis essendi, sed quid realiter distinctum a natura ipsa. Probatur
primo, contra Scotum, nam negatio quam addit suppositum supra naturam,
secundum Scotum, est quod non dependet necg esth apta dependere ab alio. Tunc
arguitur: quod aliqua natura habeat huiusmodi negationes, scilicet, quod nec
actu nec aptitudine dependeat ab alio, illud vel provenit ex principiis essentiali-
bus illius naturae vel ex aliquo positivo illi naturae superaddito. Non potest
convenire <illi> ex principiis essentialibus, nam, si ita esset, nulla esset apta
dependere ab altero i et, consequenter, natura, eo ipso quod natura est, esset
persona et suppositum et non posset assumi a Verbo. Ergo, quod aliqua natura
a
[ne]
b
Ms.: “alter” tachado.
c
Ms.: “altera”.
d
Ms.: “suppleret”.
e
Ms.: “demiteret”.
f
Ms.: “humanitatem aliquam”.
g
[nec]
h
Ms.: “sit”.
i
Ms.: “altera”.
286 VII. De personis in communi
a
Ms.: “quod”.
b
[trus]
c
[per]
d
Ms.: “ipsis”.
288 VII. De personis in communi
formalis, quia tunc Deus non posset suplere vicem illius. Potest tamen quodam-
modo reduci ad causam formalem, ita quod, sicut punctum se habet respectu
lineae, ita se habet personalitas ad naturam, nam sicut punctum ad lineam non
est materia nec forma nec ut causa finalis nec efficiens, ita etiam personalitas
respectu naturae, ut dictum est. Et sicut punctum non componitur <cum> linea a,
ita nec personalitas cum natura, et sicut puncta complent lineam, ita personalitas
complet naturam, et sicut puncta non possunt esse sine linea, ita personalitas
non potest esse sine natura. Vide Ferraram, In CG IV [64r] c35.
<3. An personalitas sit idem quod existentia rei vel aliquid aliud>
Sed dubitatur an illa realitas positiva quam vocamus personalitasb sit idem
quod existentia rei vel aliquid distinctum ab existentia, nam de hoc variant tho-
mistae. Nam Caietanus, ubi supra, tenet quod non. Immo, dicit quod natura per
personalitatem efficitur subiectum primum et aptum ad recipiendam existen-
tiam.
De hoc tamen sit quinta conclusio: haec personalitas nihil aliud est quam
actus essendi vel existentia rei in se. Ita Capreolus, In III Sent d5, loco citato
supra. Et est non solum contra Caietanum, sed etiamc contra Scotum, In III Sent
d6 q1. Sed quantum iudico videtur esse sententiam Divi Thomae in S Th III q6
a3.
Et probatur, quia natura singularis, eo ipso quod est subsistens vel existens
in se, est persona. Ergo, formaliter esse personam nihil aliud <est> quam in se
existere, et personalitas nihil aliud est quam ipsa existentia in se.
a
Ms.: “componitur lineae”.
b
[an]
c
Ms.: “quasi”.
290 VII. De personis in communi
a
Ms.: personae.
b
Ms.: “liaena”.
c
Ms.: “determinatum et completum”; [puncto]
d
[quia]
e
Ms.: [ab]
f
Ms.: “ad generandum”: corrijo por lo que se dice unas líneas más abajo.
g
Ms.: “passio”.
292 VII. De personis in communi
a
Ms.: “perso” tachado.
b
[perso]
c
Ms.: “significant”.
d
Ms.: “sit”.
e
Ms.: “substantiam”.
f
Ms.: “cui” tachado.
g
Ms.: “estanhare”.
h
Ms.: palabra de lectura dudosa.
294 VII. De personis in communi
<5. Utrum in divinis sit persona vel utrum nomen “persona” possit dici de
Deo>
Sed dubitatur consequenter utrum in divinis sit persona vel utrum nomen
“persona” possitg dici de Deo. De quo Sanctus Thomas, [65v] citato articulo 3.
Ratio dubitandi <est> quia “persona” nullibi in Scriptura dicitur de Deo.
a
Ms.: “substa”.
b
Ms.: “subste”.
c
[id]
d
Ms.: “licoris”.
e
Ms.: “nictuntur”.
f
[naturam]
g
Ms.: “potest”.
296 VII. De personis in communi
In hoc sit prima conclusio: nomen “persona” potest dici de Deo. Patet ex
definitione personae, nam <Deus> subsistit in sese maxime omnium et est
intellectualis naturae; ergo. Et ad argumentum respondetur: quamvis illud no-
men non dicatur de Deo in Scriptura, potest tamen de Deo dici, quia in Scriptura
constat esse in Deo id quod significatur tali nomine.
Sed quaerat aliquis utrum hoc sit de fide certum. Ratio dubitandi est quia
Divus Augustinus, V De Trinitate c9 et VII De Trinitate c4 videtur reformidare
hoc nomen dici de Deo.
In quo sit secunda conclusio: error est in fide negare nomen personae possea
de Deo dici. Probatur, quia sancti saepe utuntur hoc nomen de Deo disserentes.
Item, in Concilio Toletano I et III, et IV, VI et XI, in confessione fidei, hoc
nomen “persona” Deo tribuitur. Idem fit ca. Firmiter, De <summa> Trinitate et
fide catholica, et in symbolo Athanasii. Et ad argumentum Divi Augustini <res-
pondetur> quod non dubitat dare hoc nomen Deo, sed dubitat an numero plurali
sit utendum, quia est nomen absolutum, de quo postea dicendum.
a
Ms.: “peet”.
b
Ms.: “nomen”.
c
Ms.: “argumenta”.
298 VII. De personis in communi
Sed est dubium, cum <in> divinis sit tantum essentia et relatio, utri illarum
rerum competat nomen personae, vel essentiae vel relationi vel utrique simul.
De quo Divus Thomas, ubi supra, a4.
De quo sunt variae <sententiae>. Magister, <in I Sent> d23 dicit quod per-
sona [66r] divina, ex vi suae significationis,a significat essentiam et naturam
divinam, ita ut dicereb quod Pater est persona est idem ac si diceremus quod
Pater est essentiac divina, sed propter penuria nominum, hoc nomen “persona”
significat substantiam, quae in Deo est una, tamen relatum est ad significandum
id quod in Deo est trinum, et citat pro se Divum Augustinum. Tamen Divus
Thomas, ubi supra, S Th I q29 a4, videtur dicere quod proprie significat persona
divina relationemd subsistentem. Durandus tamen, ubi supra, dicit quod nec
significat essentiam nec relationem, sed utramque, quod etiam Divus Thomas
non negat, quae sententia mihi magis placet. Unde dico quod persona significat
subsistens individuum, persona vero divina significat <individuum divinum>
subsistens, quod nec est sola relatio nec sola essentia, sed quod constat ex utro-
que, nam essentia divina, licet subsistit in se, tamen est communicabilis. Relatio
vero, licet sit incommunicabilis, non subsistit nisi quia est essentia, ut dicetur.
Ergo, utrumque simul est quod incommunicabiliter <subsistit>, et ideo illud est
persona proprie.
a
[sig]
b
Ms.: “diceret”.
c
[essentia]
d
Ms.: escrito sobre “ronem”, que está tachado.
e
Ms.: “docet”.
f
[unam]
300 VII. De personis in communi
unam essentiam et negamus plures essentias. At vero non facile repertum est
nomen ad significandum id quod in Deo est trinum, nomen inquam quod esset
commune nomen, nam nomina propria in Scriptura expressa sunt, scilicet, Pater
et Filius et Spiritus <Sanctus>. Sed haec nomina non sunt communia toti Trini-
tati, sed propria tantum. Nomen autem commune quod pluraliter [66v]
significaret trinitatem, hoc quaerendum est.
Primo, quidam dubitarunt de nomine “Deo” utrum pluraliter possit dici de
tota Trinitate, ita ut tota Trinitas esset dicenda tres Dii. Ita est controversum de
nomine “substantia” et de nomine “subsistentia” et de nomine “hypostasis” et
“persona” utrum illa nomina pluraliter dicerentur de Trinitate. Et esse conceden-
dum vidimus esse tres substantias, tres subsistentias, tres hypostases, tres perso-
nae, de quibus singulis dicemus.
Et quantum ad primum, de nomine “Deus”, conclusio: est de fide quod in
divinis non est concedendum esse tres Deos. Patet ex symbolo Athanasii, pro-
batoa in Concilio Niceno, ubi dicitur: “non tres dii, sed unus est Deus”.
Sed dubitabit aliquis an de rigore sermonis possit concedi quod sint tres dii,
nam Marsilius, In I Sent q5 a2 ad 5, tenet quod iuxta proprietatem sermonis
recte potest concedi quod sunt tres dii. Dicit tamen quod Ecclesia, ne videretur
aliquo modo consentire cum Arrianis, qui ponebant tres deos, natura et essentia
distinctos, ideo damnavitb haec propositio nec illud nomen “Deus” pluraliter
diceretur de divina natura. Ita tenet Petrus Aliacus, In I Sent d3 q5d.
Et probatur: si tres personae divinae assumpsissent unam naturam humanam
numero, concedendum esset quod sunt tres homines, quia <essent> tria suppo-
sita humanae naturae, quamvis natura sit una numero. Ergo, similiter, quamvis
in Patre et Filio et Spiritu Sancto sit una numero essentia tantum, tamen, quia
sunt tria supposita in divina natura, concedendum est quod sunt tres dii.
Item, secundo: Deus est qui habet deitatem. Sed in divinis sunt tres habentes
divinitatem. Ergo, sunt tres dii.
Tertio: hoc nomen “Deus”, quamvis significat deitatem, tamen propriee id
significat ut singularem subsistentem, et ita id nomen est proprie suppositi
a
Ms.: “probatur”.
b
Ms.: “danatur”.
c
Ms.: “et non ut”.
d
Ms.: “quaestio unica”.
e
[prie]
302 VII. De personis in communi
divini, sicut homo non tam proprie significat humanitatema sicut suppositum
humanum. Ergo, si illi termino “Deus” addamus nomen [67r] numerale, quod
est dicere, si b ille terminus “Deus” pluraliter praedicetur, denotabit pluralitatem
suppositorum divinorum, et non naturarumc, et consequenter vere et proprie
potest concedi quod sunt tres dii vel tria supposita divina.
Sit prima conclusio: etiam secundum proprietatem sermonis falsum est di-
cere quod sunt tres dii. Probatur, quia Ecclesia et Concilio non darent aliquam
propositionem tanquam haereticam, quae tamen sensu proprio esset vera, nec
etiam Scriptura negaret id quod proprie loquendo potest concedi. Sed Scriptura
et Ecclesia negant plures Deos. Ergo, de rigore sermonis non potest concedi.
Probatur minor ex Deut c6: “Audi, Israel, Dominus tuus unus Deus”; et Eph c4:
“una fides, unus Deus, unum batismum”.
Et ad primum argumentum respondetur: negatur antecedens. Secundo,
negatur consequentia, quamvis concedatur antecedens d, et est ratio quia natura
humana assumpta a tribus personis distingueretur realiter a suppositis divinis, et
in tali casu non subsisteret e per se propria personalitatef, et ita comparareturg
aliquo modo sicut accidens ad supposita divinah, et sicut esset concedendum
quod tres homines, habentes eandem numero albedinem, essent tria alba, ita
etiam potest concedi in casu quod tres personae divinae sunt tres homines, ta-
men una numero humanitatei. Non est verum simile de natura divina, quae nec
distinguitur a suppositis divinis et subsistit in illis sua propria subsistentia, et ita
non potestj denotarik per aliquod nomen quod l suppositis plurificaturm, quin
denotetur quod plurificatur natura. [67v]
Ad secundum respondetur: negatur consequentia, et ratio est quia “Deus”
est nomen substantivum. Ideo significat deitatem subsistentem, et ita, ut plura-
liter dicitur, id nomen denotat non tantum pluralitatem suppositorum, sed etiam
a
Ms.: “quam” tachado.
b
Ms.: “sic”.
c
Ms.: “naturalem”.
d
Ms.: “consequentia”.
e
Ms.: “subsistit”.
f
Ms.: “proprie personalitati”.
g
Ms.: “comparatur”.
h
Ms.: estas dos palabras parecen tachadas, pero las exige el sentido.
i
Ms.: “humanitatem”.
j
[suppositum]
k
Ms.: “denotare”.
l
Ms.: palabra de lectura dudosa; “deno” tachado.
m
Ms.: “supposita plurificantur”.
304 VII. De personis in communi
a
Ms.: “naturalem”.
b
Ms.: dos palabras de lectura dudosa.
c
Ms.: “naturalem”.
d
Ms.: “ita”.
e
Ms.: “adiativa”.
f
Ms.: “adiativa”.
g
Ms.: “ut”.
h
Ms.: “adiativa”.
i
Ms.: “adiativa”.
j
Ms.: “naturalem”.
k
Ms.: “potest”.
l
Ms.: “vetusta”.
m
Ms.: “ad Augustinum”.
306 VII. De personis in communi
c4 et c5, et libro V c9, videtur negare in divinis esse tres substantias. Idem vide-
tur definitum in Concilio Toletano XI, confessione fidei.
Sed oppositum est verum quod nomen substantiae proprie significat primam
substantiam vel individuum. Cum ergo in divinis sint tria huiusmodi individua,
recte potest dici esse tres substantias.
Ad hoc respondetur quod hoc nomen, ut dictum <est>, interdum significat
“usiam” vel quidditatem rei, interdum significat primam substantiam, supposi-
tum et individuum, et ideo antiqui Patres, quiaa vigebat haeresis b Arrianorum
tenentium in divinis esse tres divinitates, reformidabant concedere <tres>
substantias, ne nomine ambiguo daretur ocassio christianis errandi. At vero,
nostra tempestate, [68r] quando non est periculum citra scandalum, id potest
concedi, quod sunt tres substantias. Primo, quia substantia principaliter signifi-
cat primam substantiam individuae naturae. Secundo, quia etiam sancti antiqui
interdum usi sunt hoc modo, nam Divus Augustinus, VII De Trinitate c6, aperte
confitetur id posse concedi. Et Divus Hilarius, in libello De synodis, idem dicit.
Et Divus Anselmus, in fine Monologion, et Boethius, De duabus naturis et una
persona Christi. Et sine dubio omnes scriptores graeci id concesserunt, nam
concedunt in divinis esse <tres> hypostases, et hypostasis latine idem est quod
substantia, ut patet <ex> Heb c11.
a
Ms.: “fuge” tachado.
b
Ms.: palabra de lectura dudosa.
c
[dici]
d
Ms.: “potest”.
e
[quod]
308 VII. De personis in communi
<non esse> nisi una subsistentia, quamvis Caietanus putet esse tres subsisten-
tias, de quo infra. Alio modoa, “subsistentia” significat, ut nomen concretumb,
illud quod subsistit, et sic omnes concedunt quod in divinis sunt tresc subsisten-
tiae. Ita concedunt in Concilio V Constantinopolitano, primo dicto: “Si quis non
confiteaturd unum Deum in tribus subsistentiis adorandum, anthema sit”.
a
[id]
b
[significat]
c
[susti]
d
Ms.: “confitertur”.
e
Ms.: “c 8”.
f
Ms.: “apostolica traditione”.
g
Ms.: “distinctam”.
310 VII. De personis in communi
Ad hanc quaestionem dico quod sine dubio sunt ponendae tres hypostases
in divinis. Probatur, primo, quia hypostasis, inter alia quae significat, proprie et
verissime significat substantiam primam vel subsistens individuum
incommunicabile, ut probatum est. Item, probatur ex Synodo Niceno, in quo
symbolum Athanasii fuit probatum, in quo dicitur aliam esse persona Patris,
aliam Filii <etc.>, vel hypostasis.
Ideo, respondetur ad Divum Hieronymum, quod Divus Hieronymus
formidabat concedere tres hypostases, quia videbat <quod> hypostasis potest
etiam accipi pro “usia”, et timebat ne nomen ambiguum praeberet occasionem
erroris, quae causa timendi modo sublata est. Et ad Concilium Sardicense
respondetur quod, sine dubio, Concilium nomen “hypostasis” illic accepit pro
“usia”, quod patet ex Concilio ipso, quia statim, post illa verba, scilicet,
“confitemur”, additum fuit: “quam hypostasim ipsi haeretici appellant ‘usiam’
”, quae verba desunt in codice latino, et sunt reponenda ex graeco a Divo Theo-
doreto.
De nomine “persona” nulla quaestio est, nam omnes doctores et antiqui et
moderni <uti sunt id>, et usus Conciliorum loquendi concedita in divinis tres
personas.
a
[concedit]
b
Ms.: “intelligendum Filium”.
312 VII. De personis in communi
In hoc sit prima conclusio: de fide <est quod> in divinis sunt tantum tres
personae. Patet, 1 Ioann capite ultimo: “Tres sunt qui testimonium dant in caelo
et hi unum sunt”.
Ad primum respondetur quod, quamvis sint quattuor relationes reales, ta-
men solum tres illarum relationum sunt realiter distinctae inter se, nam spiratio
activa est relatio communis Patri et Filio et realiter idem cum paternitate et filia-
tione, et ita non constituit personam, ut supra dictum est.
Ad secundum argumentum: petit utrum Filius, intelligendo se, producat ver-
bum, in quo sit secunda conclusio. Fide tenendum quod Filius non producit aut
generat alium filiuma. Patet, Ioann c1: “vidimus gloriam eius, gloriam quasi
unigeniti a Patre”. Et in eodem capite: “Unigenitus, qui est in sinu Patris, ipse
enarravit”. Ex quo sic arguitur: Filius dicitur unigenitus. Ergo, in divinis non est
nisi unus Filius.
Sed contra hoc, primo, quod dicitur in Heb c1: “Portans omnia verbo virtu-
tis suae”. Ergo, Filius habet verbum et, consequenter, alium filium.
Ad hoc respondet Divus Thomas, CG IV c13, quod aliquando in Scriptura,
nomen causae tribuitur effectui, sicut Divus Paulus, Rom c6, concupiscentiam
appellat peccatum, quia est effectus peccati. Sic illic vocat “verbum” ea quae
sunt condita per Filium, vel portans, id est, gubernans omnia per creaturas.
Dico, secundo, quod verbum saepe accipitur pro imperio in Scriptura, ut patet
<Psal> 148: b“faciunt verbum eius”, id est, parent imperio illius. Et sic Verbumc
Divus Paulus dicit portans omnia <verbo>, id est, suo imperio gubernans om-
nia, in quo latenter significat Divus Paulus Christum esse verum Deum, quo-
niam solo imperio gubernat omnia, quod est proprium Dei. Tertio, dico quod in
illo loco Pauli, “verbum”, ut constat ex graeco, non est “logos”, qua voce utitur
Divus Ioannes quando dicit: “In principio erat [69v] Verbum”, quo nomine
significat Filium, sed est alia vox, scilicet, “rema”d, quae proprie significat ver-
bum vocale. Et sic sit sensus quod Filius omnia gubernat voce sua vel solo
dicto, ut intelligamus a Filio omnia gubernari sine labore aliquo. Et est metap-
hora dominorum, quibus servi statim ad nutum parent, ita inquit Chrysostomus
super illum locum et Echumenius.
a
[filium]
b
Ms.: “qui” tachado.
c
Ms.: “verbus”.
d
Ms.: “rima”.
314 VII. De personis in communi
Sed est secundum argumentum contra ea quae dicta sunt in prima <conclu-
sione>. Pater generat Verbuma quia se intelligit. Filius intelligit quoque sese.
Ergo, Filius generat filium alium. Respondetur: negatur consequentia. Ratio
<est> quia, cum habeat eandem essentiam cum Patre, ita quoque habet idem
numero intellectum et idem intelligere. Ergo, unius intelligere non potest <esse>
nisi unicum verbum adaequatum.
Sed quaeratur aliquis: si est unum intelligere Patris et Filiib et per illud
producatur Filius, quaec causa est quare generatio Filii attribuitur Patri soli et
non Filio? Ad hoc potest primo dici id esse quia nulla res potest se ipsam produ-
cere. Ideo, dico secundo, quod ille actus intelligendi, quo generatur Filius,
quamvis sit unus numero et communis Patri et Filio, tamen, quatenus est
productio et generatio, estd proprius Patris, cuius rei ratio est quia, ut supra
diximus, omnis actus intelligendi est et productio verbi et intellectio obiectie.
Quatenus est productio, habet pro termino verbum productum. Quatenus est
intellectio, habet pro terminof obiectum rei intellectae, et priusg <terminatur>
actus intelligendi ad verbum productum quam ad obiectum, quia terminatur ad
obiectum mediante verbum et, consequenter, actus ille, quatenus productio, est
prius seipso quatenus intellectio, <intellectio enim> supponit productionem
verbi et verbum productum, ex quo sequitur quod <non> implicat contradictio-
nem quod idem actus intelligendi, quo in divinis Verbum producitur, quatenus
intellectio sit communis Patri et Filio et sit ab utroque, et quatenus productio sit
tantum Patri propriush et a solo Patre, quia, quatenus talis, ille actus
praesupponitur origine a Filio.
Ad ultimum argumentum respondetur, quod petit quidnam sit potentia gene-
randi in divinis et utrum illa sit in Filio, de quo dicemus suo ordine.
a
Ms.: “et filius” tachado.
b
Ms.: “filius”.
c
Ms.: “talis” tachado.
d
[est]
e
[obiecti]
f
Ms.: “verbum” tachado.
g
[I quod]
h
Ms.: “proprius”.
316 VII. De personis in communi
Sed ex his omnibus, duae sunt sententiae quae habent probabilitatem. Prima est
Durandi illic, quod potentia, inquit, generandi in divinis est sola paternitas. Ita
tenet Divus Bonaventura in eadem distinctione <a1> q1. Secunda sententia est
Divi Thomae, S Th I q41 a5, quod potentia generandi est essentia paterna vel
essentia divina ut est in Patre, et secundum hanc sententiam, potentia illa in
recto dicit essentiam, in obliquo vero dicit relationem, scilicet, paternitatem.
Hanc sententiam tenet a Magister in eadem distinctione et Marsilius In I Sent q11
a3, et Argentina In I Sent d7 <q1> a1 conclusione 2, et Capreolus eadem
distinctione q1, conclusionibus <1-3>, quae sententia est communis et magis
vera.
Pro qua adverte quod statim dicebam: in Patre et Filio est idem numero
intelligere, sicut est unus intellectus, et ita Filius generatur per ipsum intelligere
quo ipse intelligit, nec tamen generatur a se, sed tantum a Patre, quia cum Patre
sit prima persona intelligens, ipse intelligendob exprimit vel producit, et ita inte-
llectio divina est generatio Filii, nonc utcumque, sed ut est in Patre et generatur a
Patre. Unde est advertendum, secundum, quod sicut Deus non habet a relatione
ut intelligat, sed ex sua natura et essentia, ita quoque ut intelligat exprimendo
Verbum habet ab essentiad considerata ut est in prima persona, quoniam
intelligere primae personaee est generare.
Quibus positis, sit <prima> conclusio: potentia generandi in divinis est
essentia paterna sive essentia ut est in Patre. Probatur, quia utf dictum est, poten-
tia generandi principium est quo Deus generat, et generare in Deo est intelligere
ut exercetur a Patre. Id autem est in Deo ab essentia qualis est in Patre solo;
ergo.
Item, secundo, potentia est id quo primo generat. Et non generat relationeg,
sed essentiah; ergo. Probatur minor, quia genitum assimilatur generanti in forma
qua generat, et Filius non assimilatur Patri in divinis in paternitate, sed in essen-
tia. Ergo, non generat mediante paternitate.
a
Ms.: “d” tachado.
b
Ms.: “producit” tachado; [et]
c
Ms.: “utrumque” tachado.
d
Ms.: “sua” tachado.
e
Ms.: “persona”.
f
Ms.: “sicut”.
g
Ms.: “relationem”.
h
Ms.: “essentiam”.
318 VII. De personis in communi
a
[relatio paternitatis]
b
[est]
c
[et non]
d
Ms.: “c 10”.
e
Ms.: “essentia divina”.
f
Ms.: “comunia”.
g
Ms.: sobreescrito.
320 VII. De personis in communi
Respondetur quod forma quae dat esse specificum dat operari. At vero
forma individuans non est principium operationis, qualis est paternitas, nam ab
illa non habet simpliciter ut sit, sed ut sit haec persona. Vide Toletanum et
Marsilium ubi supra.
a
Ms.: “erat”.
b
Ms.: “nullam casuam certiorem”.
322 VII. De personis in communi
a
Ms.: “quia”.
b
Ms.: “argumentorum” tachado.
c
Ms.: “importat”.
d
Ms.: “communicatus” tachado.
e
[ut est]
f
Ms.: “in quo non negat de Filio potentia et quidquid absolutum est” tachado.
g
Ms.: “negat”.
h
Ms.: “negat”.
324 VII. De personis in communi
Si obiicias dictum: quod Filius non potest exercere actum generationis, sive
illud sit quia caret absolutoa sive respectu, et exercere actum illum est aliquidb,
immo vero, infinitum aliquid. Ergo, aliquid infinitum potest Pater quod non
potest Filius. Ergo, est minus potens.
Respondetur quod, sicut dictum est, generare in divinis est “intelligere ut est
a Patre”; <sed> “intelligere” est id quod in generatione divina est perfectum et
absolutum, et “a Patre” est tantum respectus. Dico ergo quod Filius potest exer-
cere totum id quod absolutum et perfectum est in actu generationis, intelligit
enim eodem actu quo Pater. Non autem intelligit ut primus c, sed ut a primo, et
intelligere hoc modo non est non posse exercere aliquid quod Pater potest.
Sed contra: saltem sequitur quod in Filio non est aliqua perfectio, quia non
solum ipsad res absoluta est perfectio, sed etiam potentia generandi formaliter
est perfectio et ea non est in Filio. <Ergo>e, aliqua perfectio non est in Filio.
Respondetur quod potentia generandi, formaliter sumptaf, quemg ad modum
dicit [72r] essentiam in recto et paternitatem in obliquo, ita etiam importat
duplicem perfectionem: unam absolutam, quae est essentia divina, <et> alteram
relativamh. Perfectio absoluta est in Filio sicut in Patre, relativa vero perfectio
non est in Filio.
Sed contra: ergo, saltem aliqua perfectio relativa, quae est in Patre, non est
in Filio, et infinita perfectio. Ergo, Filius non est aequalis Patri.
Respondetur concedendo <primam> sequelam, scilicet, quod aliqua perfec-
tio relativa est in Patre quae non est in Filio; et negatur secunda sequelai, in Filio
enim est alia perfectio relativa per omnia aequalis illi quae est in Patre, nam
filiatio tam infinita est <quam> paternitas et ita perfecta.
Sed contra, saltem sequitur quod non sunt similes per omnia Pater et Filius.
Respondetur quod in essentia sunt similes; immo vero, sunt idem, <at> in
relationes secundum personas non sunt similes. Filius enim habet relationem
aequalem in perfectione cum ea quae est in Patre, sed tamen <sunt> diversae
rationes, immo, oppositae quodammodo.
a
Ms.: “absoluta”.
b
Ms.: “quid”.
c
Ms.: “prius”.
d
Ms.: “relatio” tachado.
e
[et quia]
f
Ms.: “quodammodo” tachado.
g
Ms.: “quo”.
h
Ms.: “altera relativa”.
i
[scilicet]
326 VIII. De personis divinis in particulari
a
Ms.: “primum”.
b
Ms.: “primum”.
c
Ms.: “Cirnicensi”.
d
Ms.: “(anne 27 d2)”.
e
Ms.: “Filii”, al parecer tachado.
f
Ms.: “et”.
g
[principium]
h
Ms.: “7”.
i
[fides]
328 VIII. De personis divinis in particulari
initio quo aliqua res incipit esse, et sic accipiendoa certum est de fide quod Fi-
lius non habet principium, id est, non incepit esse. Alio modo sumitur princi-
pium [72v] <pro> auctoreb alicuius rei, quomodo Pater est principium Filii, et
accipiendoc principium sicutd a quo res manate, concedimus Filium habere
principium, non quidem principium sui esse, sed principium a quo, nam ista
consequentia videtur optima: Filius habet Patrem, et Pater ut sic est principium
Filii. Ergo, Filius habet principium, sumendo principium eodem modo in
antecedente et consequente.
Ad hoc respondetur quod, quia nomen principii est ambiguum absolute dic-
tum ad utramque significationem, et f Arriani dicebant Filium in divinis esse
creaturam et esse incoepisse, ideo non est concedendum absolute quod habeat
principium, ne detur occasio aestimandi nos convenire cum haereticis. Potest
concedi cum addito, scilicet, quod habet principium, qui est Pater, et etiam po-
test concedi quod Filius est de principio, nam ly de satis denotat “principium”
ibig sumi pro auctore et genitore et non pro initio rei.
Secundo arguitur: Pater est principium Filii. Ergo, Filius est principiatum.
Hoc vero non concedunt theologi, quia si principiatus est, ergo incepit esse. Ad
hoc respondetur: Divus Thomas, loco citato ad 2, negat consequentiam, quia
nomen principiatum videtur importare inceptionem et subiectionem, et ita ne-
gant omnes doctores latini, quia in tanto mysterio loquendum est cum magnah
cautione et abstinendum omnino a verbis quae poterint trahi ad sensum haereti-
cum.
Si dicat aliquis: qui ponit principium necessario ponet principiatum, nam
illa duo sunt correlativa. Ergo, si Pater est principium, non potest negari quin
Filius sit principiatum. Respondetur: si est principium in actu, necessarium est
ut sit aliquid ex principio procedens, quia principium, alicuius est principium.
Tamen non est necessarium ut id quod procedit a principio vocetur principia-
tum, quia quod principiatum est, ex vi vocis, significatur habere principium sui
esse, et potest fieri ut illud quod procedit a principio careat exordio et sit coeter-
num suo principio et habeat eandem naturam et perfectiones cum illo.
a
Ms.: “accipiendum”.
b
Ms.: “aliqua res” tachado.
c
Ms.: “accipiendum”.
d
Ms.: “sic”.
e
Ms.: “manet”.
f
[et]
g
Ms.: “ubi”.
h
[cal]
330 VIII. De personis divinis in particulari
Sed est aliud dubium an Pater sit principium deitatis. Et videtur quod sic,
nam Divus Augustinus, IV De Trinitate c20, dicit quod Pater est principium
totius deitatis. [73r] Idem dicitur in Concilio Toletano VI. Respondetur: proprie
loquendo, non est dicendum quod Pater sit initium deitatis. Patet, quia deitas est
natura et essentia divina, quae secundum fidem nec generat nec genita est, ut
dicitur in ca. Firmiter de Summa Trinitate. Et respondetur ad Augustinum et
Conciliuma quod his modis <loquendi> non utendum, sed interpretandum. Et
Divus Augustinus intendit significare quod Pater est principium duarum
personarum divinarum, in quibus est tota deitas, ut exponit Magister in I Sent
d29, vel potest dici quod Augustinus vocat Patrem principium deitatis quia, cum
agimus de divina natura et personis, a Patre incipimus, ita <ut> principium sit
idem quod <primo> occurrit in tota Trinitate.
Sed est aliud dubium, utrum Pater sit causa Filii. Videtur <quod> sic.
Probatur: causa idem quod principium. Ergo, si Pater est principium, erit causa.
Item, Divus Augustinus, VII De Trinitate c1, saepe utitur nomine “causa” pro
principio, et Divus Hilarius, c1 De Trinitate 4, concedit quod Pater est auctor
Filiib, et auctor et causa idem pollent. Item, Divus Augustinus, loco citato, <di-
cit>: id quod estc illi causa ut sit, est etiam ut sapiens sit. Et Divus Hieronymus,
In Epistolam ad Ephesios <c3>, inquit de Deo d: sui origo est suaeque causa
substantiaee. Item, doctores graecif dicunt quod Pater est causa Filii, et Filius
Spiritus Sancti, ut constat in Concilio Florentino, sessione ultima, ubi dicitur
Filium esse <tam> secundum graecos quamg secundum latinos principium
subsistentiae Spiritus Sancti, sicut et Pater.
a
[respondetur]
b
Ms.: “et pater” tachado.
c
[f]
d
[Deo]
e
Ms.: “causae substantia”.
f
Ms.: “graece”.
g
Ms.: “cum”.
332 VIII. De personis divinis in particulari
a
In hoc sit quarta conclusio: Pater nullo modo dicendus causa Filii, nec Fi-
lius causa Spiritus Sancti.
Probatur: id quod procedit a causa est effectus. Ergo, si Pater est causa Filii,
est effectus Filius et, consequenter, creatura, quod est haereticum.
Item: si Pater est causa Filii, necessario erit aliqua ex quattuor causis. Sed
non est materialis nec formalis causa, nec causa finalis, quia finis praestantior
est his quae sunt ad finem, et Pater non est praestantior Filio. Nec est causa
efficiens Filii; patet, quia causa efficiens est extra essentiam illius quod effici-
tur, at Pater in divinis est eiusdem essentiae et naturae cum Filio. Item, probatur,
quia si esset causa efficiens Filii, Filius esset factus, cuius contrarium docet
fides, dicens: “genitum, non factum”.
Ad primum respondetur: negatur quod causa et principium sint omnino
idem, nam etsi omnis causa sit principium, non tamen e contra, [73v] quia, ut
docet Aristoteles, terminus a quo est principium motus, tamen non est causa
motus, V Metaph <c1>. Unde nota quod principium, proprie loquendo, solum
significat illud ex quo aliud est, quocumque modo sit. Causa vero efficiens
significat illud a quo aliud est per efficientiam. Id autem quod procedit ab alio
sic, est diversum naturab per efficientiam, saltem numerica, a causa efficienti.
Ad testimonium sanctorum respondetur quod abusive sunt usi causa pro ra-
tionec.
Ad graecorum auctoritatem respondetur concedendo quod graece sic
loquuntur, et nomen causae tribuunt Patri, nomen tamen factoris negant. Tamen,
Patres latini, melius observantes proprietatem vocis et cautius vitantes offendi-
cula haereticorum, non utuntur nomen causae in divinis, quos imitare oportet.
a
[Ad hoc]
b
Ms.: “naturae”.
c
[ratione]
334 VIII. De personis divinis in particulari
Pro quo nota, cum Caietano illic, quod ly proprie potest sumi tripliciter.
Uno modo, ut distinguitur contra metaphorice, ut leo dicitur proprie <de fera> et
homo iracundus dicitur metaphorice leo. Alio modo “proprie” sumitur ut distin-
guitur contra id quod est commune, ut dicimus quod riderea proprie competit
homini, ambulare vero est illi commune cum aliis animalibus. Tertio modo
sumitur proprie ut distinguitur contra extraneeb, nam extranee dicuntur de aliquo
ea nomina <quae denotant> quae illi adiacent, proprie vero dicuntur de eodem
nomina quae denotant illius substantiam et naturam.
Hoc posito, sit prima conclusio: nomen Patris dicitur in divinis proprie, non
metaphorice, quae est de fide.
Probatur: in divinis est proprie generatio et non metaphorice. Ergo, est pro-
prie Pater et Filius.
Item: patres dicuntur patres similitudine ad Patrem in divinis. Ergo, Pater in
divinis non solum proprie dicitur Pater, sed etiam excellenti modo. Probatur
antecedens ex Paulo, Ephc c3: “Flecto, inquit, genua mea ad Patrem Domini
nostri, ex quo omnis paternitas in caelo et in terra nominatur”.
Secunda conclusio: non solum proprie dicitur de prima persona, sed etiam
excellentissimo modo. Hanc probat testimonium modo citato, et ratio est qua
utitur Divus Thomas in solutione ad 4, nam generatio divina est generatio praes-
tantissimo modo. Ergo, et Pater est excellenter Pater. Probatur antecedens, nam
de ratione [74r]d generationis <est> in simili generare. Ergo, quantum id quod
generatur est similius generanti, tantum generatio perfectiore. Et Pater generat
Filium adeo sibi similem ut in natura et essentia sint unum.
Tertia conclusio: nomen Patris dicitur de prima persona non extranee, sed
proprie, id est, non signficat aliquidf adiacens illi personae, sed rationem ipsam
tanquam formam essentialem intrinsecam talis personae. Patet, nam Pater
importat paternitatem, quae in divinis non est relatio adiacens, ut in creaturis,
sed est illud quod intrinsece, tanquam formaliter, constituit personam ipsam.
Ultima conclusio: Pater proprie dicitur de prima persona in divinis, nec
<est> nomen commune illi cum reliquis personis. Haec etiam est de fide, quia,
a
[est]
b
Ms.: “extranea”.
c
Ms.: “c4” tachado.
d
[de ratione]
e
[generatio]
f
Ms.: “aliquod”.
336 VIII. De personis divinis in particulari
ut supra docuimus, fides docet quod non sunt plures quam unus Filius in divinis.
Ergo, unus a solus Pater est.
Sed contra hoc arguitur. Primum, id nomen non solum dicitur de prima per-
sona in divinis, sed etiam de creaturis. Ergo, quamvis id nomen non sit com-
mune primae personae cum aliis personis <divinis>, est tamen illi commune
cum creaturis et, consequenter, id nomen non proprie dicitur de prima persona.
Respondetur ad hoc quod illud nomen, sicut reliqua nomina quae communi-
ter dicuntur <de Deo et creaturis>, dicuntur analogice de utrisque vel quadam
similitudine unius ad alterum, unde nomen pater potest sumi dupliciter. Uno
modo, ut est analogum vel ut significat quid commune proportionabiliter omni
patri, et sic est nomen commune Deo et creaturis. Alio modo, potest sumi ut
significat id quod est primum et caput huius analogiae vel ut significat id ad
cuius similitudinem reliqui dicuntur patres, et sic non est nomen commune Deo
et creaturis, sed proprium Patri <divino>.
Secundum argumentum: non solum Deus est pater quia generat Filium, sed
etiam respectu creaturarum quas condidit dicitur et est pater noster. Sed illo
modo non solum prima persona est pater, sed omnes tres personae sunt patres.
Ergo, non est nomen proprium unius personae, sed commune omnibus.
Respondetur quod illud nomen sumitur personaliter et essentialiter. In prae-
sentia tamen, cum quaerimus de hoc nomine, sumitur personaliter et non ut est
nomen deitatis, et quaerimus b an secundum illam rationem, qua prima persona
Pater dicitur, reliquae personae possent dici. Et respondemus quod reliquae
personae non dicuntur patres, quia nulla illarum generat filium eiusdem naturae
et substantiae.
<5. An hoc nomen per prius et principaliter dicatur de Deo ut est nomen
personale quam de Deo ut est nomen essentiale>
Hoc posito, dubium est an hoc nomen [74v] per prius et principaliter dicatur
de Deo ut est nomen personale quam de Deo ut est nomen essentiale, de quo
agit Sanctus Thomas, quaestione citata a3.
In quo sit prima conclusio: id nomen principalius dicitur de prima persona
respectu Filii quam ut est nomen essentiale. Probatur: prima persona magis est
Pater respectu Filii quem generat quam deitas <est pater> respectu creaturarum
a
[unus]
b
Ms.: “de” tachado.
338 VIII. De personis divinis in particulari
quas condidit. Ergo, Deus principalius dicitur Pater quia generat Filium in divi-
nis quam quia condidit creaturas.
Item, Deus producit creaturas sola voluntate; Filium autem generat natura.
Item, creaturae multum, immo, infinite distant a natura producentis. Filius
vero est per omnia aequalis et similis Patri. Ergo, id nomen per prius dicitur de
Deo ut est nomen personale quam ut essentiale.
Secunda conclusio: id nomen Pater, ut personale est, dicitur proprie de Deo.
Ut vero est essentiale, dicitur per similitudinem, id est, quod Deus, respectu
personae genitae, scilicet Filii, proprie dicitur et est Pater; respectu vero
creaturarum ab ipso productarum, dicitur pater per similitudinem.
Probatur conclusio: vera ratio, quam importat id nomen, invenitur in prima
persona respectu secundae. Ergo, proprie dicitur id nomen de prima persona.
Probatur antecedens: pater est qui per generationem producit sibi similem
secundum speciem, et talis est Pater in divinis respectu Filii. Ergo, id nomen, ut
est personale, proprie dicitur de Deo. Quod autem ut est essentiale nomen dica-
tur similitudine, patet, quia in Deo, respectu creaturarum quas producit, non est
vera et integra ratio patris, nam nec producit illas proprie per generationem, sed
per creationem, nec producit eas similes in natura et specie. Ergo, non proprie
dicitur pater respectu creaturarum, sed per similitudinem ad id quod proprie
dicitur. Ex quo sequitur, primum, quod hoc nomen “pater”, dictum de Deo
personaliter et essentialitera est nomen analogum, id est, quod Deus non uni-
voce dicitur Pater quia generat Filium et quia producit creaturas, sed analogice,
quia ut generat Filium est proprium nomen Patri, ut producit creaturas est Pater
similitudine.
a
Ms.: “essentiale”.
b
Ms.: “dubitare”.
c
Ms.: “de sacro c8 et 9 duce incarnationis”.
340 VIII. De personis divinis in particulari
a
Ms.: “agenitus”.
b
Ms.: “ageniton”.
c
Ms.: “tacete”.
d
Ms.: “prudentissimo abstineo”.
342 VIII. De personis divinis in particulari
a
[citat]
b
Ms.: “dicitur” tachado.
c
[ergo]
d
Ms.: palabra de lectura dudosa.
e
Ms.: “privationis”.
f
Ms.: “negatio”.
g
Ms.: “in”.
h
Ms.: “privationis”.
i
Ms.: puede parecer tachado.
344 VIII. De personis divinis in particulari
dicitur etiam de rebus quae non sunt, et verum est dicere: “chimera est ingenita
vel non genita”. Secunda pars probatur, quia si loquamur de generatione stricte
dicta, Spiritus Sanctus, secundum fidem, non est genitus et, consequenter, est
ingenitus secundum illum strictum generationis modum.
Tertia conclusio: id nomen, si dicat privationem generationis late sumptae,
ut sit idem ingenitus quod improductum, tunc est proprium Patris. Patet, nam
solus Pater in divinis a nullo procedit, est enim principium sine principio. Sic
ipse solus est ingenitus illo modo quo dictum est.
Sed contra: etiam essentia divina hoc modo est ingenita. Patet, quia a ne-
mine procedit nec generatur, nec generatione stricte nec large sumpta.
Respondetur cum Sancto Thoma, articulo citato ad 2, quod essentia divina,
<licet> absolutea non sit ab aliob, tamen est ab alio inc Filio et in Spiritu Sancto,
vel quamvis essentia divina non habeat ab alio ut sit simpliciter, tamen habet ab
alio ut sit in Filio, <scilicet,> ad Patre, et <etiam> ae Filio ut sit in Spiritu
Sancto. Et ob istam causam proprie nec dicitur ingenita nec genita.
Sed quaeritur modo an simpliciter et absolute sit dicendum quod esse
ingenitumf Patri proprium sit. In quo sit ultima conclusio: nomen “ingenitum”g
soli Patri simpliciter tribuendum est. Caeterum, Spiritui Sancto non potest tribui
nisi addita explicatione quomodo dicatur, id est, de Spiritu Sancto non potest
dici quod sit ingenitus, sed quod est ingenitus generatione proprie dicta. Proba-
tur primo ex locis sanctorum Patrumh [76r] supra citatis, ubi nomen “ingeni-
tum” tribuitur Patri et removetur a Spiritu Sancto. Item, in Concilio Toletano XI
idem dicitur, nam de Patre dicit Concilium: “Patrem quidem non genitum non
creatum sed ingenitum fatemur”, et de Spiritu Sancto dicit: “Hic etiam Spiritus
Sanctus nec ingenitus nec genitus creditur”, ubi aperte videtur idem nomen
simpliciter tribui Patri et simpliciter negari de Spiritu Sancto. Ergo, idem nomen
simpliciter dictum proprie dicitur de Patre. Item, in Symbolo Damasi, quod est
in quarto tomo operum Sancti Hieronymi, etiam dicitur Spiritum Sanctum non
genitum nec ingenitum <esse>. Item, Euthymius, in Epistola <Athanasii> adi
a
Ms.: “habsolute”.
b
Ms.: “illo”.
c
[in]
d
Ms.: escrito sobre “et in”, que está tachado.
e
Ms.: “in”.
f
Ms.: “inquantum”; [est]
g
[est]
h
Ms.: “Scripturae”.
i
[v]
346 VIII. De personis divinis in particulari
Serapionem, inquit de Spiritu Sancto: Spiritus non est ingenitusa, quia imprinci-
piatum esse et ingenitum soli Patri Scriptura Catholica tribuit. Etb suffragatur,
nam si ingenitum significat id quod ab alio <non procedit>, vel generatione
stricte dicta vel large sumpta, sequitur quod ingenitus simpliciter sumptus totum
illud nequit, quoniam illa <vox> est negans naturamc et, consequenter, id
nomen simpliciter dictum significat id quod a nemine procedit ullod generationis
modo. Ergo, simpliciter dicendum est quod id nomen soli Patri convenit,
quoniam soluse <ille> ullo generationis modo ab alio procedit.
Ad primum argumentum respondeturf quod Sanctus Gregorius Naciancenus
et Sanctus Hieronymus vocaverunt Spiritum Sanctum ingenitum, non simplici-
ter, sed generatione stricte dicta, et eodem modo etiam est ingenitus.
Ad aliud respondetur quod “ingenitus” in praesentia sumitur aliquo modo
privative cum de Patre dicitur. Et quando dicitur quod “ergo, dicit imperfectio-
nem”, negatur consequentia cum Divo Thoma in solutione citata ad 2, nam est
quaedam privatio quae est carentia illius quod haberi potest ab alio eiusdem
generis, licet ipse qui caret non sit aptus illo, et talis privatio non dicit
imperfectionem. Et sic est in praesentia, nam ingenitum, cum de Patre dicitur,
denotat Patrem carere generatione passiva, non quidem quam ipse natus est
habere, sed g quam est aptumh natum habere <aliud> eiusdem naturae supposi-
tum, id est, Filius. Videte illic.
Et haec de prima persona. [76v: en blanco] [77r]
Sequitur ut dicamus de persona Filii, de quo Divus Thomas, <S Th I> q34.
Et dubitatur, primo, an Filius dicatur Verbum, de quo agit Divus Thomas,
<S Th I> q34 a1 et a2. Quae quaestio pendet ex hac quaestione: an Filius proce-
dat a Patre per intellectum vel potius per aliquem alium actumi naturae, nam, ut
a
[non est ingenitus]
b
[respondetur]
c
Ms.: “natura”.
d
Ms.: “aliquo”.
e
Ms.: “soli”.
f
[respondetur]
g
[ad]
h
Ms.: “actum”.
i
[actum]
348 VIII. De personis divinis in particulari
supra diximus, Durandus, In I Sent d6 q2, tenuit Filium non procedere per inte-
llectum, sed per actum naturae, et sic, secundum illum, re vera Filius non <est>
Verbum. Tamen de hoc iam supra diximus sententiam Durandi esse temerariam.
Unde quam certum est quod Filius procedit per intellectum, tam certum debet
esse quod sit et dicatur Verbum.
Sed potest dubitaria an id nomen competat Filio proprie vel metaphorice.
Ratio dubitandi, nam verbum proprie dicitur de vocali verbo, et inde traductum
est ad significandum verbum mentale, ut patet ex nominis ethimologia, nam
verbum dicitur a verberando aerem, quod fit voce, non vero mente. Divus Tho-
mas, ubi supra, videtur dicere quod hoc nomen per prius dicitur de conceptu
mentis et inde traductum est ad significandam vocem externamb, sed oppositum
est multum probabilius, scilicet, quod nomen primo dicatur de voce exterius
prolata et secundo de mentalibus conceptibusc propter similitudinem quam
habent ad voces, quia, sicut voces ore, illi conceptus a mente proferuntur, etd
sicut voces sunt signae rerum intelligendarum, ita etiam conceptus mentis sunt
imagines rerum intellectarum, sicut videre primo dictum est de oculis corporeis,
inde, similitudine quadam, traductum est ad intellectum, quia dicimus etiam
videre mente. Sed quamvis hoc nomen “verbum” fuerit traductumf a voce ex-
terna ad significandum conceptum internum, tamen, quantum existimo, utrum-
que significat proprie, quia utrumqueg verbum profertur et significat vere, in quo
consistit ratio vera verbi. Et reipsa principalius verbum est verbum interius
quam exterius, quia <illud> rem quam significat expresius significat, nam est
illius naturalis similitudo. Verbum vero exterius tantum est signum ad placitum,
ex quo sequitur quod Filius in divinis proprie appellatur Verbum, quia est con-
ceptus mentis Patris.
<9. An nomen Verbum dicatur tantum de Filio vel sit nomen essentiale
commune reliquis personis>
Sed est dubium an id nomen dicatur tantum de Filio et non de aliis personis,
et consequenter sit nomen personale Filii vel nomen essentiale commune reli-
a
Ms.: “dubitare”.
b
[externam]
c
Ms.: “mentali conceptu”.
d
[ut]
e
Ms.: “vo” tachado.
f
Ms.: “ad vocem” tachado.
g
Ms.: “utrum”.
350 VIII. De personis divinis in particulari
quis personis, nam Durandus, In I Sent d27 q3, dicit duo. Primo, quod hoc no-
men dicitur de Filio per appropriationem, sicut Spiritus Sanctus dicitur amor,
[77v] quod est nomen commune tribus personis, sed usu appropriatur Spiritui
Sancto. Dicit secundo quod re vera hoc nomen “verbum” non <est> personale,
sed nomen essentiale commune omnibus personis <divinis>, nam Pater potest
dici verbum et Spiritus Sanctus <quoque>. Et probat Durandus sic: quia verbum
nihil aliud est quam notitia et actus intelligendi. Sed intelligere commune est
tribus personis. Ergo, sequitur quod omnes possunt dici verbum.
Item, patet ex Divo Anselmo, in Monologion c60, ubi dicit quod Pater dicit
se intelligendo se et Filius similiter et Spiritus Sanctus dicit se eodem modo.
Sed intelligere dicendo est verbum. Ergo, est essentiale omnibus.
Et probatur sic: verbum in nobis dicitur quod procedit per actum intelligendi
et manet in ipso intellectu. Sed Filius in divinis procedit per intelligentiam Pa-
tris et manet in ipso Patre. Ergo, ille solus proprie dicitur Verbum.
Item, verbum est conceptus mentis et tanquam proles ipsius. Sed Filius Dei
simili modo concipitur et generatur paterna mente. Ergo, proprie est Verbum.
352 VIII. De personis divinis in particulari
Item, sicut per exteriorem locutionem producimus verbum exterius, ita per
internam locutionem producimus verbum interius, quod est naturalis similitudo
rei cognitae. Sed hoc propriissime convenit Filio Dei, nam procedit per intellec-
tum Patris et per locutionem Patris, et est naturalis similitudo rei intellectae.
Item, patet ex modo loquendi Scripturae, quia Filius in Scriptura semper
dicitur et appellatur Verbum, et quoties Scriptura utitur hoc nomine proprie
[78r] intelligitura loqui de Filio, ut patet Ioann c1: “In principio erat Verbum”,
et paulo post: “Et Verbum caro factum est”, et in 1 Ioann c5: “Tres sunt qui
testimonium dant in caelo: Pater, Verbum, <etc.>”, et in plurimis locis.
Est tamen notandum quod Divus Thomas, In I Sent d27 q2 a1 et a2, dicit
quod “verbum” aliquando dicitur essentialiter in Deo, quia aliquando sumitur
pro notitia et actu intelligendi, et certum quod intelligere commune tribus perso-
nis, et idem videtur dicere De veritate q4 a1, sed melius et verius loquitur Divus
Thomas in articulo citato supra, in quo affirmat id nomen tantum personaliterb
dici. Et ratio est quia verbum, proprie loquendo, non significat actum intelli-
gendi, sed <sumitur> pro termino intellectionis.
Ad primum argumentum respondetur quod verbum, nec in nobis nec in
Deo, est actus intelligendi, sed id quod producitur per notitiam.
Ad secundum respondetur quod, in explicandis his quae sunt in voluntate,
indigemus nominibus, quia in voluntate, sicut in intellectu, est actus amandi et
est etiam terminus amoris procedens ex amore ipso. Ad significandum actum
amandi habemus proprium nomen, scilicet, amor, ad explicandum <vero>c
terminum amoris non habemus nomen proprium, et ideo nomine actus amandi
aliquando significamus ipsum terminum amoris et vocamus ipsum amorem.
Idqued non accidit in intellectu, nam habemus proprium nomen ad significan-
dum actum intelligendi et proprium nomen ad significandum terminum intellec-
tionis. Actus intelligendi vocatur notitia <et> terminus vocatur verbum. Unde ad
argumentum concedo quod “amor”, proprie loquendo, non est nomen personale,
quia “amor” significat actum amoris, sed quando “amor” sumitur ad significan-
dum terminum amorise, quod fit ex penuria nominum, tunc personale est et non
essentiale, et isto modo sumitur quando Spiritus Sanctus appellatur amor.
a
Ms.: “intelliguntur”.
b
Ms.: “personale”.
c
Ms.: “actum” tachado.
d
[quod]
e
[id]
354 VIII. De personis divinis in particulari
Ad ultimum respondetur quod ille modus loquendi non est proprius nec ad-
mittendus, nam solus Pater dicit intelligendo, etsia omnes <personas divinas>
intelligant.
Sed dubium utro modo appelletur melius Filius: Verbum aut Sermo, nam
graecum nomen “logos” utrumque significat. De hoc notatur Erasmus a censura
parisiensi tanquam temerarius quod ausus fuerit vertere “Sermonem” pro
“Verbo” in Ioann c1.
Ad hoc respondetur, <primo,> quod Erasmus non habuit causam mutandi
illud, [78v] nam “logos”b est verbum et verbi appellatio optime quadrat in Filio,
sicut supra expositum est. Et praeterea, Ecclesia latina et doctores latini Filium
appellant Verbum et non Sermonem.
Dico secundo quod nihil periculi est sive appelletur Filium Verbum sive
Sermonem, quod patet, primo, quia vetus interpres aliis locisc Scripturae, in
quibus aperte agitur de Filio, graecam vocem “logos d” vertit “sermonem”, ut
patet Sap c18: “Omnipotens sermo tuus, de regalibus sedibuse venit”; item
Ioann c17 dicit: “sermo tuus veritas”f.
Item, probatur ratione, quia sicut est verbum mentale, ita est sermo menta-
lisg, et re ipsa idem est verbum et sermo in mente.
a
Ms.: “ut si”.
b
Ms.: “logus”.
c
Ms.: “alia loca”.
d
Ms.: “logus”.
e
Ms.: “sede”.
f
Ms.: siguen dos o tres signos de lectura difícil.
g
Ms.: “mentale”.
356 VIII. De personis divinis in particulari
quod supra probatum est contra Scotum: quod Filius in divinis procedit ex noti-
tia qua Pater intelligit suam essentiam et, in illa, omnes creaturas etiam possibi-
les, quia procedit de notitia qua Pater perfecte se comprehendit et talis notitia
certum est quod includit cognitionem non solum essentiae, sed etiam persona-
rum, et etiam omnium effectuum qui ex divina essentia possunt emanare et fieri
<qui> in illa elucent.
Nota secundo quod verbum ut sic, in sua ratione formali, duo importat. Pri-
mum, quod proferatur sive quod sit a dicente. Secundum est quod significet et
exprimat res ex quarum notitia proficiscitur, nam, ut diximus, verbum vocale est
vox ore prolata rerum intellectarum expressiva, et verbum mentale est concep-
tus intelligendo expressus et dictus naturali similitudine exprimens res intellec-
tas.
Hoc posito, sit prima conclusio: Verbum Divinum ut sic importat respectum
ad Deum a quo procedita, qui respectus est realis, scilicet, passiva generatio qua
Verbum constituitur. Patet hoc, quia verbum alicuius dicentis est verbum. Ergo,
importat dici ab alio.
Secunda conclusio: [79r]b Verbum Divinum ut sic dicit respectum ad
creaturas.
Probatur hoc: verbum in sua ratione includit ut significet et exprimat ea c ex
quorum cognitione nascitur, est enim naturalis similitudo rei intellectae. Et Ver-
bum Divinum nascitur ex notitia qua Pater intelligit et se et creaturas in se.
Ergo, sicut verbum in communi sumptum dicit respectum expressivi d ad rem de
cuius cognitione nascitur, ita etiam Verbum ut sic dicit respectum expressivie ad
creaturas, ex quarum notitia a Patre genitum est.
Sed contra, in Verbo Divino, quatenus significatur nomine Verbi, duo tan-
tum sunt. Primum, quod est a dicentef, in quo importatur relatio personalisg.
Alterum, quod est simile et expressivum rei intellectae, et hoc est essentiale,
quia Verbum non per relationem quam habet ad dicentem est similis Patri, sed
quia habet hanc naturam et h talem essentiam cum Patre. Modo, sic arguitur:
Verbum, ut importat relationem personalem ad dicentem, non refertur ad creatu-
ras, ut patet. Ut vero importat imaginem expressivam rei intellectae, dicit essen-
a
[et talis]
b
[secunda conclusio]
c
Ms.: “eorum”.
d
Ms.: “exprese et presive”.
e
Ms.: “expresive”.
f
Ms.: “dicenti”.
g
[ly]
h
[et]
358 VIII. De personis divinis in particulari
tiam, quae est communis omnibus personis. Ergo, non est proprium Verbi
habere respectum ad creaturas.
Ad hoc respondetur, primo, quod hactenus tantum diximus quod in nomine
Verbi importatur respectus ad creaturas. Utruma illud sit proprium soli Verbo,
de hoc non diximus. Respondetur, secundo, quod nec essentia divina absolute
nec aliqua alia persona habet <respectum> ad creaturas talisb modi et rationisc
cuiusmodi est respectus qui importatur nomine Verbi ad creaturas, et sic habere
talem respectum ad creaturas, scilicet, expressivi d ad rem expressam, est
proprium Verbo. Unde respondetur ad argumentum: concedo quod Verbum,
secundum quod est imago et expressivum rei intellectae, dicit respectum ad
creaturas, et quando obiicitur quod ut talee dicit essentiam et non relationem,
respondetur quod non dicit essentiam absolutam, sed ut est in Filio, quia
essentia divina non quocumque modo, sed ut est in Verbo, est expressiva rerum
a Patre intellectarum.
Unde nota quod, quamvis in Patre et in Verbo sit una numero essentia, ut
docet fides, tamen, ut ita loquar, non est eodem modo in utraque persona, [79v]
quia in Patre est non ab alio, in Filio est ab alio accepta. Item, essentia divina in
Patre est Pater et eadem essentia in Verbo est Verbum, et similiter in Patre
essentia divina est res intellecta <et> in Verbo est imago naturalis rei intellectae.
In Patre, essentia divina repraesentat creaturas ut obiectum quod intelligitur, in
Verbo f autem exprimit creaturas ut g in quo intelliguntur.
Sed est aliud argumentum. Nomen Verbi importat respectum ad creaturas,
quia Verbum, ut sic, processit de notitia illarum quam Pater habet. Sed etiam
processit de notitia essentiae divinaeh atque ideoi de notitia quam habet Pater de
ipso Verbo. Ergo, in nomine Verbi importatur respectus non solum ad creaturas,
sed etiam ad essentiam divinamj et ad seipsum, et consequenter essentia divina
habet respectum ad se eandem, quod non potest satis commode intelligi.
Respondetur ad hoc concedendo quod nomine Verbi importatur respectus
ad essentiam, ad ipsum Verbum, ad Spiritum Sacntum et ad Patrem, et denique
a
[an]
b
Ms.: “tali”.
c
Ms.: “ratione”.
d
Ms.: “expressive”.
e
Ms.: lectura dudosa.
f
[Verbum]
g
[quod et]
h
Ms.: “Verbum”.
i
Ms.: “adeo”.
j
Ms.: “.d.”
360 VIII. De personis divinis in particulari
ad omnia illa de cuius notitia processit, quia omnia illa naturaliter et expressis-
sime exprimita. Et quando dicitur quod hoc non potest intelligi quod una res
referatur ad seipsam, respondetur nullum esse inconveniens secundum diversas
considerationes, et ita Verbum refertur ad Verbum, et essentia refertur ad essen-
tiam, scilicet, Verbum refertur ad se ut cognitum, et essentia ut est in Verbo
refertur ad seipsam ut est in Patre, quia ut est in Verbo exprimit <et> ut in Patre
est id quod exprimitur.
<12. Utrum relatio quam importat Verbum ad creaturas sit relatio realis
vel rationis tantum>
Sed quaeritur modo utrum ista relatio quam importat Verbum ad creaturas
et ad omnia illa de quorum notitia procedit sit relatio realis vel rationis tantum.
In quo sit ultima conclusio: illa relatio est rationis. Patet, nam est eiusdem
ad seipsum secundum diversas considerationes, quia, quamvis essentia divina
Verbi referatur ad creaturas et exprimat eas, exprimit tamen <eas> ut creaturae
relucent in eadem essentia divina ut est in Patre.
Sed contra hoc, arguitur: Verbum refertur ad creaturas et ad ea omnia quae
Pater intelligit, quia exprimit illas. [80r] Sed est expressivum quia procedit de
illarum notitia. Ergo, Verbi ad illasb est relatio realis et non rationis. Probatur
consequentia, nam procedit ab illis, et inter procedens et <illud> a quo procedit
est relatio realis.
Respondetur cum Caietano, ubi supra, quod Verbum non procedit ab illis ut
a dicentibus, sed ut a cognitis, qui processionis modus, sicut non ponit ex vi sua
distinctionem realem inter id quod procedit et id a quo procedit, ita etiam non
ponit relationem realem.
Ex quibus infertur unum corollarium: quod nomine Verbi importantur duo
respectus: ad Patrem <ut> a quo procedit, nam primo refertur ad Patrem ut ad
dicentem, quae est relatio realis personalis. Secundo, refertur etiam ad Patrem ut
ad id quod ipso Verbo exprimitur, et ita Verbum est dictum et expressivum
respectu Patris: dictum a Patre, expressivum Patris.
a
Ms.: “exprimunt”.
b
Ms.: “illa”.
362 VIII. De personis divinis in particulari
a
Ms.: “quia”.
b
Ms.: “patri”.
c
Ms.: “11”.
d
Ms.: “15”.
e
Ms.: “19”.
f
[respondetur]
g
Ms.: “quod”.
h
Ms.: “Philosophiae”.
364 VIII. De personis divinis in particulari
Sed dubium est modo an Spiritus Sanctus procedat a Filio, de quo agit Di-
vus Thomas <ubi subra> a2. Quae quaestio magna fuit inter graecos et latinos,
nam graeci tenuerunt Spiritum Sanctum procedere a solo Patre et non a Filio, et
hac de causa potissime divisi sunt ab Ecclesia latina, quam dicebant in duobus
errare. Primo, in eo quod iudicabant Spiritum Sanctum procedere a Filio. Se-
cundo, dato quod procederet, dicebant quod erraverit in eo quod addit in sym-
bolo, scilicet, “ex Patre Filioque procedit”, et esse contra Concilium Nicenum.
Hoc dissidium duravit usque ad tempora Concilii Florentini, id enim Concilium
coituma fuit ut haec quaestio examinaretur, cui praefuit papa Eugenius.
In qua quaestione tria explicabimus. Primo, an graeci antiqui fuerint in hac
sententia, scilicet, quod Spiritus Sanctus procederet a solo Patre et non a Filio.
Secundo dicemus de veritate huius sententiae. Tertio, supposito quod Spiritus
Sanctus procedat a Filio, videbimus an licuerit Ecclesiae latinae addere in sym-
bolo niceno illam particulam “ex Patre Filioque procedit”.
Circa primum, nota quo modo multi doctores, ut Toletanus In I Sent d11 <et
12, quaestio unica, a3 et a4, ad Sanctum Thomam et ad Scotum,> ad ultimum,
dicunt quod nemo ex antiquis graecis tenuit Spiritum Sanctum procedere a solo
Patre, et affirmant hoc ex eo quod in capite unico De summa Trinitate et fide
catholica, in 6, postquam exposita est catholica sententia, additurb hoc: “Haec
latinorum et graecorum incommutabilis sententia”. Sed tamen oppositum est
sine dubio tenendum, scilicet, quod quidam ex antiquis et sanctis graecis docto-
res affirmarunt Spiritum Sanctum esse a solo Patre, etsi reliqui secus senserint.
Hoc ita esse patet, quia Divus Ioannes Damascenus, libro I <De fide orthodoxa>
c12, expresse affirmat Spiritum Sanctum esse a solo Patre, idque tanquam rem
sua tempestate certissimam et ab omnibus receptam, quia dicit: “Spiritum Sanc-
tum esse ex Patre et Spiritumc Patris nominamus. Ex Filio autem Spiritum Sanc-
tum non dicimus, Spiritum Filii nominamus”. Item, Theophylactus, in
Commentaria super Ioannem c3, tenet similiter. Ita Theodoretus, qui interfuit
a
Ms.: “coatum”.
b
Ms.: “addit”.
c
[Sancti]
366 VIII. De personis divinis in particulari
a
[9]
b
[aspena]
c
Ms.: “aspernabilem”.
d
Ms.: “Arrianum”.
e
Ms.: “paracletus”.
368 VIII. De personis divinis in particulari
tus Sanctus mittatur, quod ideo procedit ab illo, quia certum est quod Filius
mittitur a Spiritu Sancto, non tamen ideo procedit a Spiritu Sancto. Patet, Is c41:
“Spiritus Domini super me, evangelizare pauperibus missit me”. Ergo, ex Scrip-
tura non colligitur quod Spiritus procedat a Filio. Nec etiam probatur ratione
evidenti, quia si aliqua esset, maxime illa: quod si non procederet a Filio, non
distingueretur ab illo; ergo. Sed haec ratio non convincit, quia Scotus et alii
theologi graves tenent quod, etsi non procederet a Filio, distingueretur ab illo;
ergo.
His non obstantibus, sit prima conclusio: Spiritus Sanctus procedit simul a
Patre et a Filio, quod de fide tenendum est. Hoc probat Augustinus, libro IVa De
Trinitate c20 et libro XV c26, et Divus Thomas, CG IV c24 et 25, et De poten-
tia q10 [81v]b a4.
Et probatur, primo, testimonio Scripturae, Ioann c16, ubi Christus, loquens
de Spiritu Sancto, inquit: “Ille me clarificabit, quia de meo accepit”. Ex quo
arguitur: si Spiritus Sanctus recepit aliquid a Filio, quaero vel id accepit in tem-
pore vel ab aeterno. In tempore non potest dici, quia tunc accepisset quasi prius
non habens, quod in Deo cadere non potest. Ergo, ab aeterno accepit a Filio.
Tunc ulterius quaero: vel accepit ab aeterno essentiam a Filio, vel scientiam, ut
dicunt aliqui ex graecis. Si accepit essentiam, habeo intentum; si scientiam, cum
scientia sit rerum cognitio, <et> sit idem in Deo quod <essentia> essentialiter et
formaliter, sequitur idem, scilicet, <quod Spiritus Sanctus> proceditc a Filio.
Confirmatur ex verbis quae statim sequuntur: “Omnia quaecumque habet Pater,
mea sunt. Propterea dixi vobis quia de meo accepit”. Ex quo sic arguitur: ideo
dicitur accipere aliquid a Filio, quia accepit a Patre et omnia Patris sunt Filii.
Sed a Patre Spiritus accepit essentiam eternaliter. Ergo, et a Filio accepit ean-
dem eternaliter. Ergo, procedit ab illo.
Secundo, <1> Ioann c4 dicitur: “in hoc cognoscimus quoniam in eo mane-
mus, loquens de Filio, quia de Spiritu suo dedit nobis et ipse in nobis manet”. Et
Act c5 dicitur quod dedit Spiritum Sanctum obedientibus sibi, Christus, scilicet.
Ex quibus testimoniis duo constant: quod Spiritus Sanctus sit Spiritus Filii et,
propterea, quod datur nobis a Filio, ex quo sic arguitur: Spiritum Sanctum dari a
Filio nobis importatd auctoritatem aliquam a Filio respectu Spiritus Sancti. Sed
in divinis nulla auctoritas nisi originis. A Filio ergo habet Spiritus Sanctus origi-
nem.
a
Ms.: “14”.
b
[De potentia q10]
c
Ms.: “procedat”.
d
[importat]
370 VIII. De personis divinis in particulari
Item, ex a his constat Spiritum Sanctumb esse etiam Spiritumc Filii, quod
etiam graeci concedunt. Tunc quaero qua de causa dicitur Spiritus Filii. Primo,
non dicitur ratione dominii quodd Filius habeat in Spiritum Sanctum, nec etiam
potest dici Spiritus Filii quia habeat eandem essentiam quam Filius et est illi per
omnia similis, quia proptere eandem <rationem> Filius possit dici Spiritus
Sancti et similiter Pater, quod constat esse falsum. Nec etiam potest dici Spiritus
Filii per amoremf et charitatem qua se diligunt, quia ob eandem causam Filius
diceretur Spiritus Sancti et similiter Pater. Sequitur ergo quod dicitur Spiritus
Filii quia accepit essentiam ab illo.
Tertium testimonium est Heb c9 g, ubi dicitur de Christo quod per Spiritum
Sanctum obtulit seipsum Deo, et Rom c15 dicit Paulus de se: in me efficit Chris-
tus, scilicet, miracula, per Spiritum Sanctum, ex quibus constat quod Filius ope-
ratur per Spiritum Sanctum. Ex quo sic arguitur: si Spiritus Sanctus est id per
quod Filius operatur, tunc unum ex duobus dicendum est. Vel quod Filius acce-
pit a Spiritu Sancto [82r] vim operandi, quod secundum fidemh est blasphemum,
cum Filius a Spiritu Sancto non procedat. Ergo, dicemus secundum, scilicet,
Filium dare Spiritui vim operandi, et sic ab illo procedit Spiritus Sanctus.
Quarto, probatur testimoniis sanctorum, nam praeter testimonia doctorum
latinorum, <ut> Augustini, qui id affirmat contra graecos, sunt plura testimonia
ex doctoribus graecis qui idem affirmant. Primo, Basilius multis in locis, sed
praecipue libro III Contra Eunomium, in principio, ubi ait <quod> auctoritate
Spiritus Sanctus est secundus a Filio, quia ab ipso esse habet et ab ipso accepit
ut annuntiet nobis. Item, libro II idem dicit. Item, Cyrilus, libro I In Ioann c3i
idem sentit, et Chrysostomus, Homilia quadam de symbolo, dicit: “Spiritus a
Patre et Filio non factus nec genitus, sed procedens”. <Et> Gregorius Nicenus,
a
[ex]
b
Ms.: “Spiritus Sanctus”.
c
Ms.: “Spiritus”.
d
[s]
e
[propter]
f
[amorem]
g
Ms.: “3”.
h
Ms.: “fide”.
i
Ms.: “c 33”.
372 VIII. De personis divinis in particulari
a
[et 8]
b
Ms.: “vi”.
c
Ms.: “pertulit”.
374 VIII. De personis divinis in particulari
a
Ms.: “Epistola”.
b
Ms.: “in”.
c
Ms.: “prima”.
d
Ms.: “acepit”.
e
[Sanctus]
f
Ms.: “p.p.”, que es abreviatura habitual de “prima pars”.
g
[nulli]
h
Ms.: “Unde”.
376 IX. De scientia Dei
a
Ms.: “praesenti”.
b
[et]
c
Ms.: sobreescrito.
378 IX. De scientia Dei
In tertia parte ponit Magister duas conclusiones. Prima conclusio: omnia di-
cuntur esse in Deo quae sunt in eius scientia. Secunda conclusio: non tantum
omnia dicuntur esse in Deo quocumquemodo, sed sunt illi praesentia quamvis
nobis sint praeterita et futura.
Circa hanc distinctionema, disputat Durandus quattuor quaestiones, quarum
prima: an Deus cognoscat [89v] alia a se.
a
Ms.: sigue una palabra inconclusa.
b
Ms.: “lapis”.
c
Ms.: “plantas”.
d
Ms.: “quia no”.
e
Ms.: “respondetur”.
f
Ms.: “dicens”.
g
Ms.: una palabra tachada.
h
Ms.: “agnicorum”.
380 IX. De scientia Dei
appellatus fuit Deus “Theos”a, quod idem significat sicutb videns seu sciens et
cognoscens. Hanc conclusionem probat Divus Thomas late, CG I c44. De hac
etiam re disputant aliqui scholastici doctores praesenti distinctione. Gabriel, q1
<a1>, conatur multis argumentis improbare rationem Divi Thomae, quia
immaterialitas non sit ratio cognoscendi in cognoscentibus. Verum tamen eius
argumenta nullam vim habent. Ideo, non est necessarium ea referre. Ratio enim
Divi Thomae est a priori, si enim omnis coarctatio etc contractio formae
provenit a materia, ergo, illimitatio formae proveniet ex abstractione a materia.
[90r] Sed d eo quod aliqua forma est illimitata, habet quod non solum sit ipsa,
verum <etiam> posset esse alia. Ergoe, ratio cognosendi a priori est
immaterialitas. Et patet experientia, nam quantum aliqua res est immaterialiorf,
tanto plura cognoscit. Quia sensus non est omnino immaterialis, non potest
cognoscere nisi sensibilia. At vero intellectus noster, quia ex sua natura est
separabilis a materia, non tantum potest cognsoscere sensibilia, sed spiritualia
etiam. Angelus vero, quia est abstractior a materia, potest plurag atque
perfectius cognoscere. Cum ergo Deus sit summe separatush a materia et ab
omni potentia, in illo erit summa et perfectissima scientia.
a
Ms.: “teos”.
b
Ms.: “sic”.
c
[contra]
d
[ds]
e
Ms.: “ro” tachado.
f
Ms.: “tum” tachado.
g
Ms.: palabra de difícil lectura por daño del papel.
h
Ms.: “separatius”.
i
Ms.: lectura dudosa por daño del papel.
j
Ms.: “i a”.
382 IX. De scientia Dei
a
[rei]
b
Ms.: “aere”.
c
Ms.: “lapis”.
d
Ms.: “exemplex”.
e
Ms.: “19”.
f
Ms.: “etiam” tachado.
384 IX. De scientia Dei
calefactio non est propria operatio aquae, sed caloris. Et cum materia recipit
formam, eam recipit ob perfectionem tertii, nempe compositi.
Ultimo modo explicatur ea differentia si loquamur de cognoscentibus a toto
genere, non de his vel illis. Et in hoc consistit differentia: quod cognoscentia
recipiunt formas extraneas aliarum rerum, id est, aliarum essentiarum et natura-
rum, at vero non cognoscentia non possunt in se recipere formas extraneas natu-
rarum aut essentiarum, sed formas tantum accidentalesa, ut patet in exemplis
adductis. Dixi de cognoscentibus a toto genere, quia cognoscentia sensitiva non
recipiunt nisi formas sensibiles. Ubi est notandum quod unaquaeque potentia
sensitiva, in quocumque sit animali, etiam imperfectissimo, quamvis simpliciter
non sit immaterialis et spiritualis, sicut intellectus, habet tamen aliquid
immaterialitatis. Et ratio est manifesta, quia recipiunt in se species sensibiles,
quae non habent esse omnino b materiale, sed esse intentionale.
a
Ms.: [ut pat]
b
Ms.: “im” tachado.
c
[an]
d
[Deus]
e
Ms.: “esse”.
f
Ms.: “ipsum”; [non]
g
Ms.: “aliud”.
h
Ms.: “intelligeret”.
i
Ms.: “cognosceret”.
386 IX. De scientia Dei
Tertia quaestio est quam primo Durandus disputat: an Deus non tantum
cognoscat se, sed alia etiam a se.
Respondet Durandus tribus conclusionibus. Prima est: Deus cognsoscit om-
nia alia a se certa cognitione.
Secunda conclusio: Deus cognoscit se et aliaa a seb cognitione comprehen-
siva.
Tertia conclusio: Deus cognoscit omnia alia a se, non in seipsis, sed in sua
essentia.
Quamvis haec conclusiones recte probentur a Durando hic, tamen circa pri-
mam est dubium an Deus ita cognoscat omnia alia a se ut etiam vilia et im-
munda cognoscat. Nam Divus Hieronymus, Super Habacuc c1, ait sic: “absur-
dum est ad id deducere Dei maiestatemd ut sciat per singula momenta quot puli-
ces e in mundo nascantur quotve moriantur”, et addit: “non simus tam fatuif Dei
adulatores ut, dum Dei potentiam ad ima detrahimus, in nos iniuriosi simus”,
ubi Divus Hieronymus aperte affirmat Deum nescire res infimas et viles. Item,
Aristoteles, XII Metaph c9, inquit quod aliquae res sunt quas Deum cognoscere
essetg in eo imperfectio.
Hoc tamen non obstanti, conclusio prima Durandi est de fide, ut probat Du-
randus argumento “sed contra”, nec ex eo quod Deus cognoscat res viles et im-
mundas sequitur in Deo aliqua imperfectio, quia ideo in nobis imperfectio est
huiusmodi res cognoscere, quia detrahimur ah cognitione rerum perfectiorum,
tunc etiam quia tales immundae aliquando alliciunt animum nostrum, et tandem
quia intellectio nostra sumit perfectionem a suo obiecto. Si ergo obiectum est
a
[alia]
b
[a se]
c
Ms.: “hec”.
d
Ms.: “magestatem”.
e
El texto de san Jerónimo dice “culices”, i.e., “mosquitos”, aunque también unas líneas
después menciona “pulices”.
f
Ms.: “factui”.
g
Ms.: “esse”.
h
Ms.: “pe” tachado.
388 IX. De scientia Dei
res imperfecta et immunda, erit imperfectio eam cognoscere. At vero, cum inte-
llectus divinus non cognoscat <alia> a se in seipsis, sed in sua essentia, non
sequitur in Deo aliqua imperfectio ex cognitione illarum rerum.
Ad Hieronymum respondetur quod Divus Hieronymus non negat absolute
Deuma cognoscere res infimas et immundas, sed Deum non habere tam specia-
lem [92r] curam rerum vilium quantam habet rerum perfectarum, ut intelligitur
a doctoribus illud Divi Pauli, 1 Cor c9: “Numquid de bobus cura est Deo?”, ubi
refert Divus Paulus testimonium Deut c25: “Non alligabis os bovi triturantis”.
Inquit Divus Paulus: “Numquid de bobus cura est Deo?”, quasi dicat: “non tam
specialis cura est Deo de bobus, sed illud dixit propter nos, concionatores
Evangelii”.
Aristotelem exponit Divus Thomas eo loco quod Deus non cognoscit alia a
se extra se, sed in sua essentia. Aliis modis interpretatur Ferrara Aristotelem, In
CG I c49.
Sed maior dubium est circa tertiam conclusionem Durandi, an Deus cognos-
cat alia a se in seipsis an in sua essentia. Et videtur quod non in sua essentia, sed
in seipsis, nam Deus cognoscit creaturas ut habent essentiamb distinctam a sua
essentia. Hanc autem cognitionem non potest habere nisi eius cognitio termine-
tur ad creaturas in seipsis; ergo.
Secundo arguitur: si ob aliquam rationem <a> Creatore non dicerentur cog-
nosci in seipsis, maxime quia cognoscuntur in sua essentia. Sed illa ratio non est
impedimentum quominus creaturae dicantur cognoscic in seipsis. Probatur mi-
nor, quia nos etiam cognoscimus res per suas species et non immediate, et ta-
men dicimur cognoscere res in seipsis, quia illae species habent se tanquam
imago ipsius rei. Sed essentia divina est multo perfectior imago omnium rerum,
quam species desumptae ab ipsis rebus. Ergo, quamvis Deus videat omnia alia a
se in sua essentia, non ideo affirmabimus quod non videat eas in seipsis.
a
[non]
b
Ms.: “divinam” tachado.
c
Ms.: “cognoscit”.
390 IX. De scientia Dei
Confirmatur haec ratio, nam angelus cognoscit res inferiores non per spe-
cies desumptas ab ipsis rebus, sed per species inditas sibi et universales, et dici-
tur cognoscere tamen res inferiores in seipsis. Ergo, quamvis Deus cognoscat
omnia alia a se in sua essentia, dicetur cognoscere res [92v] in seipsis.
In oppositum est <quod> oppositam sententiam tenet Augustinus, libro 83
quaestionum q46, ubi ait quod, cum Deus condebat a ista inferiora, nihil extra se
intuebatur ut conderet quod conditum est, sed, quamvisb res inferiores quae sunt
extra suam essentiam videat, illas, non in seipsis, sed in sua essentia contempla-
tur. Hanc sententiam Divi Augustini sequuntur omnes fere doctores scholastici,
ut refert Capreolus praesenti distinctione q2 concl. 2, et Divus Thomas, S Th I
q14 a5, et ibidem Caietanus, et CG I c49 et c50.
Oppositam sententiam tenet Scotus in praesenti distinctione q1, et distinc-
tione etiam sequenti inquit quod Deus non solum cognoscit creaturas in essentia
<sua>, sed etiam in seipsis, inquit Scotus, et fingit in cognitione divina ab ae-
terno duo instantia originis. In primo instanti, affirmat divinam cognitionem
terminare ad ipsam essentiam tanquam ad directum et proprium obiectum. In
secundo vero instanti affirmat c terminatam fuisse divinam cognitionem ad
creaturas in seipsis, nam in illo secundo instanti Deus cognoscit suam essentiam
ut est exemplar et imago creaturarum, et ita, per divinam essentiam, tanquam
terminatur illa cognitio ad ipsas creaturas.
Scotus, loco citato, loquitur nimis confuse et obscure. Possumus tamen eius
sententiam explicare hoc exemplo, nam sicut eademd visio potest terminarie ad
speculum ut talis res est, <et> potest secundo terminari ad ipsum speculum ut
repraesentat aliquam rem extra se, ita divina cognitio terminatur, in primo ins-
tanti originis, ad essentiam divinam sub ratione essentiae, in secundo vero ins-
tanti terminatur ad eam ut est imago et exemplar creaturarum, et ita terminatur
ad creaturas in seipsis. Et quando fit argumentum contra Scotum, <quod>
creaturae non habuerunt esse ab aeterno in seipsis, sed postea productae fore in
tempore. Ergo, [93r] impossibile quod Deus illas ab aeterno cognoverit in seip-
sis, respondet Scotus quod in illo secundo instanti, quando cognovit creaturas,
produxit illas in esse quodam cognito, quod esse, inquit, est quid diminutum et
a
[condebat]
b
[es]
c
[ter]
d
Ms.: “ea”.
e
Ms.: “terminatur”.
392 IX. De scientia Dei
a
Ms.: “quando”.
b
Ms.: “cognoscens”.
c
[ad illud obiectum]
d
Ms.: “esse”.
e
[potest]
f
Ms.: “zonzinas”.
394 IX. De scientia Dei
a
Ms.: “conc” tachado.
b
Ms.: “inter”.
c
Ms.: “supposita”; [d.]
d
[aut]
e
[nec]
f
Ms.: “quae” tachado.
g
Ms.: “cognitione”.
396 IX. De scientia Dei
Sed tamen conclusio est certissima, quam probo sic: nam Deus cognoscit
omnes creaturas in sua essentia prout habent esse distinctum inter se. Haeca
autem cognitiob non potest haberi nisi aliquo modo terminetur ad ipsas creatu-
ras. Sed non terminatur ad creaturas in seipsis, ut supra iam patetc. Ergo,
terminatur ad ipsas prout repraesentantur in essentia divina, et hac ratione
dicuntur obiecta secundaria.
Argumentum Aureoli nullam habet vim, nam ideo aliqua cognitio sumit
perfectionem ab obiecto quatenus obiectum producit speciem sui in potentia. At
divina cognitio nullam accipit speciem a creaturis, quia omnes videt in sua
essentia. Ergo, quamvis affirmemus creaturas esse secundaria obiecta Dei
cognitionis, non ideo divina cognitio sumit perfectionem ab his. Haec solutio
colligitur ex Divo Thoma, ubi supra, ad 2, et ex Durando hic, ad 2 etiam, ubi
inquit quod omnis cognitio sumitd perfectionem ab obiecto primario et non
secundario.
Ultimum in hac conclusione est notandum quod, <cum> dicimus creaturas
esse secundarium obiectum Dei cognitionis, [94v] non ponimus ordinem inter
ipsas cognitiones, ita ut Deus habeat <duas> cognitiones, primam suae essentiae
et alteram creaturarum, sed tantum ponimus <ordinem> inter ipsa obiecta, <ita>
quod in una et eadem cognitione divina, essentia divina est primarium obiec-
tum, creaturae vero secundarium, quia essentia divina est ratio cognoscendi
creaturas.
Tertia conclusio: in eo quod creaturae cognoscuntur a Deo ab aeterno, non
habent aliquod esse absolutum distinctum a divina essentia, quam sic probo,
nam creatura cognosci a Deo non dicit aliquod esse intrinsecum quod sit ine ipsa
creatura ut cognita est, sed tantum dicit denominationem quandam extrinsecam,
sicut columna dicitur dextera aut sinistra ab extrinseco, non ab intrinseco.
Secundo probatur, quia ex opinione Scoti sequitur quod, si modo ego
formarem imaginem chimerae in meo intellectu f, producerem chimeram in
aliquo esse absoluto distinctog ab esse reali quod haberet chimera si esset possi-
bile.
a
Ms.: “hanc”.
b
Ms.: “cognitionem”.
c
Ms.: “patet iam”.
d
Ms.: “ob” tachado.
e
[in]
f
[quod]
g
Ms.: “distinctum”.
398 IX. De scientia Dei
<8. Utrum cognoscat Deus in communi ea quae sunt extra se an vero dis-
tincte>
Altera quaestio est quam disputat secundo loco Durandus: an cognoscat om-
nia.
Sequitur quaestio secunda: utrum cognoscat Deus in communi ea quae sunt
extra se an vero <distincte>.
Prima conclusio: non repugnat perfectioni divinae quod cognoscat alia extra
se.
Secunda conclusio: quaecumque Deus cognoscit, <cognoscit> cognitione
distincta.
Circa hanc quaestionem primum advertendum <est quod> error, quem ipse
adducit ex Commentatore, In XII Metaph comm. 51 d, non solum fuit ipsius, sed
etiame Avicennae et a Algazelisb, In VIII Metaph c6, qui, quamvis a Durando
a
[sequitur]
b
[turae]
c
[etiam]
d
Ms.: “21”.
e
[avi]
400 IX. De scientia Dei
a
Ms.: una palabra ilegible por daño del papel.
b
Ms.: “algelus”.
c
Ms.: “dicens”.
d
Ms.: “ide” tachado.
e
Ms.: “impunatiotem”.
f
Ms.: “tex”.
g
Ms.: “c10”.
h
Ms.: “sapientem”.
i
Ms.: “error”.
j
[non]
k
Ms.: “s”.
402 IX. De scientia Dei
Circa primam conclusionem est dubium ex Aristotele, XII Metaph c7, ubi
inquit Aristoteles Deum solum seipsum <cognoscere>, hoc ductus argumento,
quoniam, cum intellectum sit perfectio intelligentis <et> per ipsum in actu redu-
catur, et omnis perfectio excedat id cuius est perfectio, si Deus alia a se
intelligeret, et illa essent Deo perfectiora et Deus ab aliquo possit perfici, quod
tamen repugnat essentiae divinae.
Pro quo notandum cum Divo Thoma, In I Sent d35 a2, quod intellectum
dupliciter potest sumi, sicut et visum. Uno <modo> primario, alio modo
secundario, et sicut visum primo modo est species sensibilis in pupilla oculi,
secundario vero res <quae> per speciem repraesentatur, ita primario intellectum
est species intelligibilis, secundo modo quidditas per speciem repraesentataa.
Ex quibus respondetur ad Aristotelem, illud intellexisse de intellecto b primario,
non vero secundario, quod et nos fatemur libenter, dicimus enim primario inte-
llectum Dei esse essentiam divinam, res vero ad extra secundario per essentiam
ipsam intelligi asserimus.
Dubitatur circa secundam conclusionem, primo, ex Aristotele, XII Metaph
c9, ubi inquit in universoc res esse adeo viles, ut illarum cognitio malum sit et
imperfectio cognoscentis, ex quo arguitur saltem divinam cognitionem illasd
non attingere. Hoc etiam probatur ex Divo Hieronymo, supra illud Hab c1:
[96r] “Mundi sunt oculi tui, Domine”, ubi inquit <quod> absurdissimum est
divinam maiestateme ad hoc deducere ut <per> singula tempora <vel> momenta
intelligat quotf nascantur pulices.
Respondetur: imperfectionem quidem esseg in nobis ad haec vilia animum
intendere, illorum enim comtemplationeh a meliorum rerum animus avertitur, et
saepe, dum illa attentius consideramus, nocivo eorum amore rapimur. Postremo,
quia intellectus noster ab illis perficitur, et summa est imperfectio ab
imperfectissimis possei perfici. At vero in Deo nihil illorum contingit, nec enim
a
Ms.: “representatus”.
b
Ms.: “intellectu”.
c
Ms.: “universum”.
d
Ms: “illam”.
e
Ms.: “magestatem”.
f
Ms.: “quod”.
g
Ms.: “est”; [imperfectionem]
h
Ms.: “completione”.
i
Ms.: “possit”.
404 IX. De scientia Dei
a
Ms.: “ipsum”.
b
Ms.: “perciat”.
c
Ms.: “illum”.
d
Ms.: “Deum”.
e
Ms.: “impedere”.
f
Ms.: “cui m”.
g
[Vr]
h
[per]
i
Ms.: “solent”.
406 IX. De scientia Dei
a
[universale]
b
[Deo]
c
Ms.: “13”.
d
Ms.: “q 4”.
e
Ms.: “circam”.
f
Ms.: “quiditatem”.
g
Ms.: “terminare”.
h
Ms.: “esset”.
i
Ms.: “extera”.
j
Ms.: “terminari”.
k
Ms.: “d” tachado.
l
Ms.: “aliud quam in propriam essentiam”.
m
Ms.: lectura difícil por daño del papel.
n
Ms.: sigue una palabra ilegible.
o
[enim]
p
Ms: “ad” al parecer tachado.
408 IX. De scientia Dei
a
[res]
b
Ms.: “consequenter” tachado.
c
Ms.: “curat dum curit”.
d
Ms.: “primaria atque praecipua ratio”.
e
[et]
f
[est]
g
Ms.: “quaestionem”.
h
Ms.: “c9 Metaphys”.
i
Ms.: lectura difícil por mancha del papel.
j
Ms.: “possit”.
k
Ms.: palabras de lectura dudosa.
410 IX. De scientia Dei
Verum tamen falsi sunt isti philosophi, ex cognitionea enim singularium non
sequitur quod scientia <Dei> possit augeri, cum omnia simul coexistant aeterni-
tate.
Alii vero philosophi, cum Averroe, In XII Metaph commento 51, ex hoc
cognitionem singularium a Deo removebant, quoniam, cum ipsa sint infinitab,
certa scientia comprehendi nequeunt. Tamen falluntur, nam potentia solum fi-
nita infinitum nequit percipere, at vero, cum intellectus divinus sit potentia infi-
nita, non dubium quod infinita potest cognoscerec.
<12. Utrum scientia qua Deus cognoscit infinita sit scientia visionis an
simplicis intelligentiae>
d
Dubium est ergo utrum scientia qua Deus cognoscit infinita sit scientia
visionis an simplicis intelligentiae. Pro qua dubitatione advertendum, ex Divo
Thoma S Th I q14 a9, et ex Durando In I Sent d39 e, duplicem esse in Deo scien-
tiam. Altera est visionis, qua Deus cognoscit ea quae sunt, fuerunt vel erunt,
quae ideo vocatur visionis, quoniam illa omnia Deus cognoscit secundum pro-
prias existentias. Altera est scientia simplicis intelligentiae, qua Deus cognoscit
non modo ea quae sunt, fuerunt aut erunt secundum proprias existentias, sed ea
etiam quae possibilia sunt, sive potentia ex parte Dei consideretur sive ex parte
creaturarum.
Hoc suppositof, Divus Thomas, CG I c69, et Durandus, ubi supra, putant
scientia visionis Deum non cognoscere infinita, hac ducti ratione, quoniam infi-
nita nunquam erunt, et scientia visionis tantum illa cognoscuntur, quae esse
reale sunt habitura. Sed S Th I q14 a12 et De veritate q20 a4, <Divus Thomas>
oppositum videtur tenere. Ait enim Deum, scientia visionis, infita cognoscere,
cognoscit enim infinitas cogitationes beatorum et etiam infinitas partes quae in
continuo continentur. [98r] Tamen, ut bene notat Ferrara, In CG I c69, et
Caietanus, In S Th III q10 a3, et Capreolus, In III Sent d14 q2 <a1 concl. 2>,
a
[s]
b
[ta]
c
Ms.: “cognoscit”.
d
[Dubitatur circa]
e
[quia]
f
[sito]
412 IX. De scientia Dei
nulla est contrarietas in Divi Thomae verbis, quando enim, in CG I <c69>, asse-
ruit Deum non cognoscere infinita scientia visionis, intelligendus est de scientia
respectu per se subsistentium: quoniam illa infinita non sunt, scientia respectu
ipsorum non erit infinita. At vero, in S Th I <q14 a12>, non loquutus est de
scientia respectu tantum per se subsistentium, sed etiam respectu accidentium,
quae consequuntur per se subsistentia, quae, cum infinita sint, scientia visionis
respectu ipsorum erit infinita. Et ita dicimus Deum cognoscere infinitas
cogitationes beatorum, cum enim beati sunt perpetuo duraturi, necessario affir-
mandum ipsorum cogitationes et operationes esse infinitas, ut cognoscuntur a
scientia divina. Et sic respondetur ad dubium ex Caietano, loco citato, quod
scientia visionis Dei, secundum quam omnia <existentia> dicimus Deum
cognoscere, et potest dici finita et infinita. Finita quidem respectu per se subsis-
tentium, infinita tamen respectu accidentium, quae in per se subsistentibus repe-
riuntur, vel etiam respectu per sea subsistentium, ut sunt partes in continuo.
Et haec de hac quaestione.
<13. Utrum scientia Dei sit universalis tantum an vero etiam particularis>
Sequitur quarta quaestio <Durandi>: utrum scientia Dei sit universalis tan-
tum an vero etiam particularis.
Conclusio est affirmativa: quod non tantum est universalis, sed etiam
particularis.
<14. Utrum scientia Dei non possit esse universalis nec particularis>
Circa hanc conclusionem dubitatur, primo: videtur enim quod scientia Dei
non possit esse universalis nec particularis. Omne enim universale recipit
additamentum ab eo a quo determinatur et est in potentia ad illud. Item, nec
potest esse particularis, cum principium particularitatis sumatur ex materia vel
ex aliquo quodb habet [98v] locumc materiae, quod non est in Deo.
a
[non]
b
Ms.: “qui”.
c
[cum]
414 IX. De scientia Dei
a
Ms.: “accipi”.
b
Ms.: “essentia”.
c
[fui]
d
[actu]
e
[quo]
f
[ambarum]
416 IX. De scientia Dei
quod scientia Dei sit eiusdem rationis cum scientia <nostra>. Nec tamen existi-
mandum est quod inter ipsas sit omnimoda aequivocatio, sed tantum dicendum
quod est analogia, quod patet ex hoc, nam per scientiam nostram venimus in
cognitionem scientiae Dei. <At hoc> non contingeret si aequivoce se haberent.
Nec obstat ad hoc distantiaa infinita quae inter scientiam Dei et nostram reperi-
tur. Infinitas enim quae se habet tantum ex altero extremo non tollit analogiam,
et ita ens analogice dicitur de Deo et creatura, cum tamen Deus sit infinitus,
creatura vero b finita, ex quibus patet solutio ad argumenta.
Et haec de hac quaestione.
<15. Utrum mala cognoscantur ab ipso Deo per se ipsa vel per alia (d36)>
a
Ms.: “distintia”.
b
[in]
c
Ms.: “causam”.
d
Ms.: “malum”.
e
[cumque]
f
[duo]
g
Ms.: “habente”.
418 IX. De scientia Dei
a
[S]
b
Ms.: “id”.
c
[ergo]; ms.: “mus” tachado.
d
[Ad]
e
[entia]
f
Ms.: “a Deo” tachado.
g
Ms.: lectura dudosa.
420 IX. De scientia Dei
malaa; tota tamen ratio “per accidens” in hoc sita est, quod Deus, cognoscens
mala, nonb intelligiturc illis assimilari, ut optime notat Divus Bonaventura, In I
Sent d36d <a3> q1 <ad 3>, ex quibus patet solutio ad dubium.
a
Tres líneas de muy difícil lectura por daño del papel. He señalado en cursiva las palabras que
no están claras en el manuscrito. Para su reconstrucción y comprensión, es útil el pasaje
correspondiente de San Buenaventura, citado en el manuscrito unas líneas más abajo: “Quoniam
aliquid cognoscit per similitudinem suam, ut bonum, aliquid per similitudinem sui oppositi. Et ita
est ibi per accidens, non in discurrendo, sed in assimilando. Cum enim Deus cognoscit malum,
non intelligitur assimilari ei, sed suo opposito”. In I Sent d36 a3 q1 ad 3.
b
[non]
c
Ms.: “intendit”.
d
Ms.: “37”.
e
Ms.: “nequiunt” con “unt” tachado.
f
Ms.: dos palabras ilegibles por daño del papel; suplo por el sentido.
422 IX. De scientia Dei
a
[Ratio durandi]
b
[Dubitatur circa primam conclusionem]
c
[dubitatur]
d
Ms.: “na” tachado; [enim].
e
[ratio]
f
[Deum]
g
[propriam]
424 X. De ideis divinis
a
Ms.: “ydee”. En los párrafos siguientes del manuscrito, la palabra “idea” y sus derivados son
escritos con “y”.
b
[Durandus inquit]
c
Ms.: “agenti”.
d
Ms.: una palabra ilegible por daño del papel. Posiblemente “rei”, que se repite a continuación.
426 X. De ideis divinis
Videtur quod sic, nam speciei intelligibili convenit definitio ideae sicut et
verbo. Ergo, paria ratione dicendum est ipsam esse ideam. Quod vero ipsi
conveniat definitio probatur, est namque forma intellectualis extra rem quae
producitur habens similitudinem cum re producta. Species enim intelligibilis et
res producta idem habent esse secundum rationem repraesentandi ipsius speciei
intelligibilis.
Advertendum pro hac difficultate ad rationem perfectam ideae duo requiri.
Primum est quod sit forma intellectualis ad cuius imitationem aliquid produci-
tur. Secundum est quod effectus productus efficiatur similis ex intentioneb agen-
tis.
Ex his respondetur, secundum Divum Thomam, S Th I q15 a2, rationem
ideae tantum competere verbo mentis, nullo autem modo speciei intelligibili.
Quod probatur, primo, nam idea illa <forma> est ad [102r]c cuius imitationem
aliquid producitur. At artifex aliquid producens non respicit speciem intelligibi-
lem, sed tantum verbum. Ergo, species intelligibilis non habet rationem ideae.
Secundo, idea est similima imago rei que producitur. At species intelligibi-
lis non est talis, cum sit imago impressa et non expressa. Ergo, illa non potest
habere rationem ideae. Et sic solvitur, falsum enim est quod speciei intelligibili
conveniat definitio ideae, agens d enim per intellectum ad ipsius similitudinem
nihil producit, quod ex hoc manifeste apparet. Omne enim agens producit rem
ad extra similem rei cognitae, si sit agens per intellectum. Sed species
intelligibilis non se habete ad f intellectum ut cognitum, cum tantum sint princi-
pium cognoscendi. Ergo, ad ipsius similitudinem nihil producitur et, consequen-
ter, nequit esse idea.
Hoc idem quod de specie intelligibili dicimus, dicendum est de habitibus
intellectualibus, quamvis enim sint sicut formae intellectuales, tamen, quoniam
ad ipsorum similitudinem nihil producitur ab agenti per intellectum, ab ideali
ratione reiiciuntur.
a
Ms.: “pare”.
b
Ms.: “tentione”.
c
[ad]
d
[agens]
e
Ms.: “habent”.
f
Ms.: “in”.
428 X. De ideis divinis
a
Ms.: cambio de caligrafía desde este punto hasta la mitad de 102v.
b
Ms.: “praescisam”.
c
Ms.: “creaturis”.
d
Ms.: siguen cinco líneas de redacción muy confusa, cuyo sentido he procurado reconstituir
según el pasaje de san Agustín al que se refieren y, a la vez, respetando en la medida de lo posible
el texto del manuscrito. Se indican las modificaciones.
e
Ms.: dos palabras de lectura dudosa.
f
Ms.: “interiri”.
g
Ms.: “posse”; [ad quas]
h
Ms.: “reducit”.
i
[q]
j
Ms.: “conveniri”.
430 X. De ideis divinis
Sed Deus nihil respicit extra se. Ergo, nihil extra essentiam divinama potestb
habere rationem ideae.
Divus Thomas, S Th I q14 a5 ad 3 et q15 a1 et a2, et In I Sent d36 q2 , et De
veritate q2 a1, existimat ideam in Deo idem esse quam eius essentiam distincte
representantem omnes creaturas propter eminentiam virtutis quae in ipsa
continetur, ad quam respiciens divinus intellectus omnes effectus ad extrac
producit. Haecd assertio, praeterquam quod probatur testimoniis sanctorum co-
ntra Durandum adductis, ratione etiam confirmatur, nam idea nihil aliud est
quam perfectissima similitudo rerum producendarum in mente producentis. Ate
essentia divina est perfectissima similitudo omnium producendorum et unita
intellectui divino. Ergo, ratio ideae ipsi perfectissime convenit.
Etsi haec opinio vera sit, Durandi tamen sententia potest defendi si ita expli-
ceturf: creatura in esse cognito est divina essentia ut est perfecta ratio creaturae
obiectae intellectuig, quae in repraesentando creatura dicih potest, <et> est ideai
eiusdem creaturae ut ad extra producitur, secundum quem sensum facillime
evaduntur omnes rationes quae contra Durandum solent confici. Illae tantum
habent [103r] vim supposito quod Durandus diceret creaturas illas in esse cog-
nito esse extra Deum, quod secundum illam expositionem negari debet.
Et pro maiori expositione notandum est in hoc convenire ideam nostram
cum idea mentis divinae, quod utraque habet esse cognitum in intelligentej. Est
tamen differentia quod idea nostra habet entitatem distinctam ab intellectu, idea
vero Dei minime, ex quo, pro Durando, infertur non sequi, quoniam creatura
habet esse cognitum in Deo, quod illud esse sit distinctum, cum solum hoc argu-
mentum valeat in creaturis.
a
Ms.: “divina”.
b
Ms.: se retoma la caligrafía original.
c
Ms.: “ad dextra”.
d
Ms.: “asserti” tachado.
e
[at]
f
[tur]
g
Ms.: lectura dudosa por mancha del papel.
h
Ms.: “dicit”.
i
[eius]
j
Ms.: “intelligenti”.
432 X. De ideis divinis
<3. Utrum ratio ideae potius conveniat Verbo Divino quam divinae essen-
tiae>
Sed dubitatur deinde, nam videtur ratio ideae potius convenire Verbo Di-
vino quam Dei a essentiae aut reliquis personis, ex illo Ioann c1: “omnia per
ipsum <facta> sunt”, tanquam per proprium exemplar et ideamb.
Item, conceptus terminans intellectionem nostram in nobis habet rationem
ideae. Sed Verbum Divinum est perfectissimus terminus intellectionis paternae.
Ergo, illi potius ratio ideae convenit quam essentiae aut c reliquis personis.
Respondetur ad hoc rationem ideae potius tribuendam esse essentiae, Ver-
bum enim immediatam dicit relationem ad Patrem dicentem, idea vero ad idea-
tum. Unde, cum essentia divina respectu creaturarum tantum se habeat ut unica
essentia et nullam dicat relationem per quam immediatius referatur ad aliquam
personam, idea solum dicendad essentia divina, quandoquidem immediate pote-
rit referri e ad creaturam. Verum, secundum communem modum loquendi, ratio
ideae potius accomodatur Verbo, quoniam est terminus intellectionis, secundum
quem modum idea sumitur in nobis, qua etiam ratione et Dei scientia <tribuitur
Verbo; et> conceptiof Christi, licet sit ab omnibus personis, potissimum tribuitur
Spiritui Sancto ex hoc quod procedat a Patre et Filio per voluntatem et amorem,
et ille actus conceptionis fuit maxime voluntatis et incredibilis amoris.
Et haec de hac quaestione. [103v]
a
Ms.: “eius”.
b
Ms.: “idea”.
c
Ms.: “a” tachado.
d
[esse solum in]
e
Ms.: “referre”.
f
Ms.: “conceptionis”.
g
[natura sua]
434 X. De ideis divinis
a
Ms.: “considerantem”.
b
Ms.: “diversi modi”.
c
Ms.: “concepit”.
d
Ms.: “na” tachado.
e
Ms.: imitare.
f
Ms.: “concepit”.
g
Ms.: “concepit”.
h
Ms.: “concepit”.
i
Ms.: “domus”.
j
Ms.: “signi”.
k
Ms.: “factus”.
l
Ms.: “sumitur”.
m
Ms.: “falsificare”.
n
[per]
436 X. De ideis divinis
a
Ms.: “prepositionis”.
b
Ms.: “ad ideam”.
c
Ms.: “in”.
d
Ms.: “principium”.
e
Ms.: “cognitum”.
f
[nisi]
g
Ms.: “omnimoda”.
438 X. De ideis divinis
Dubitatur tertio utrum Deus habeat ideas omniuma rerum quas cognoscit.
Videtur enimb quod non, quia cognitio Dei se extendit ad mala, quorum tamen
non est idea.
Respondetur quod, cumc ideae ponantur in Deo rationed causalitatis quam
habet circa res quae producuntur, eorum tantum erit idea quorum Deus est
causa. Unde, cum non sit causa malorum, ipsorume idea in Deo non ponitur.
Sed contra, Deus est causa materiae primae. Tamen, ipsius idea nulla est in
Deo.
Sanctus Thomas, In I Sent d36 quaestio ultima, et De veritate q3 a5,
existimavit ideam materiae esse in Deo, quamvis imperfecte. Melius tamen, S
Th I q15 a3, sensit nullam esse ideam [105r]f materiae, quia illa tantum dicuntur
habere ideam quae secundum se sunt cognoscibilia et secundum se imitantur
essentiam <divinam>. Sed materia secundum se non est cognoscibilis, ut patet
ex Aristotele, II Phys texto 101, dicente materiam cognosci per analogiam, nec
secundum se potest imitarig divinam essentiam, cum inter puram potentiam et
purum actum nulla sit similitudo. Ergo, nulla ratione idea materiae est ponenda
in Deo. Et sic respondetur quod, quamvis verum sit Deum esse causam mate-
riae, tamen, quoniam non per se causatur, sed cum forma, per se cognoscibilis
non est, sed tantum per ideam compositi. Vel respondetur quod, cum materia
praecise considerata, secundum se totam, dicat privationem, quae non est
cognoscibilis nisi per habitum oppositum, ideo materia secundum se nullam
habet cognoscibilitatem. Quod vero sit compositum <id> per cuius ideam mate-
ria cognoscitur, apertissime constat apud Caietanum, in commento Divi Thomae
loco proxime citato.
a
[omnium]
b
[enim]
c
[cum]
d
Ms.: “rationem”.
e
Ms.: “mala ipsius”.
f
[ideam]
g
Ms.: “imitare”.
440 X. De ideis divinis
<6. An ideae rerum quae nunquam sunt futurae habeant veram rationem
ideae>
Dubitatur an ideae rerum quae nunquam sunt futuraea habeant veram ratio-
nem ideae an solum sint dicendae similitudines.
Videtur quod sic, quia si Deus ab aeterno voluisset illas res producere,
haberent veramb rationem ideae. Ergo, et modo dici debent ideae. Patet conse-
quentia, quoniam ratio ideae non sumitur ex divina voluntate, sed tantum ex
ipsius intellectu ipsam <essentiam divinam> contemplantec ut imitabilis est. Sed
ideae rerum quae nunquam sunt futurae vere sunt imitabiles. Ergo, habent ratio-
nem veram ideae.
Respondetur hanc esse differentiam inter ideam et similitudinem, quod idea
addit supra similitudinem causalitatem quandamd, quoniam est forma et ad for-
mam pertinet dare esse rei cuius est forma, sive intrinsece, ut formae naturales,
sive extrinsece, ut formae exemplares, ad quarum similitudinem aliquid fit, ex
quo imagines in intellectu nostro proprie non dicuntur [105v] formae nec ideae
quando non dant illis esse, at vero domus in mente artificis proprie dicitur idea
et forma artificiati, dat enim illi esse, et ita comparatur ad artificiatum tanquam
causam ad effectum.
Ex qua differentia respondetur ideas rerum, quae nunquam sunt futurae, non
proprie dici ideas, sed similitudinese, propter defectum causalitatis praedictae.
Ita quod, sicut scientia Dei natura sua est speculativa, scilicet, ex obiecto quod
est divina essentia, practica etiam est ex voluntate divina inquantum ad ipsius
imitationem res ad extra vult producere, ita etiam idea tantum proprie dicetur,
quae ex divina voluntate, scientiae practicae Dei deservit, minus vero proprie
quae ad speculativamf solum pertinet, qualis est idea rerum nunquam futurarum.
Ex quibus <patet> solutio ad dubium.
a
Ms.: “futuram”.
b
[veram]
c
Ms.: “contemplantem”.
d
Ms.: lectura dudosa.
e
Ms.: “similitudine”.
f
Ms.: “speculativa”.
442 X. De ideis divinis
a
[Deo]
b
[ali]
c
[Primo]
d
[essentiam]
e
Ms.: “argumenta”.
444 XI. De praesentia Dei in rebus
a
Ms.: “ficie”.
b
Ms.: “vivemus”.
c
[pe]
d
Ms.: “illimitatus”, con la “i” inicial posiblemente tachada.
e
[ubi]
446 XI. De praesentia Dei in rebus
<2. De modo quo Deus possit esse in omibus rebus secundum essentiam>
a
Ms.: “reperari”.
b
Ms.: “substantialis”.
c
[quae]
d
Ms.: “mitneralia”.
e
Ms.: “posse”.
f
Ms.: “deducit”.
448 XI. De praesentia Dei in rebus
Deo nulla possit esse imperfectio, dicendum quidem est illum agere in loca
distantia, si tamen “distantia” sumatur ex parte locorum inter se; sed hoc contin-
git cum praesentia propriae substantiae.
Ad secundum respondetura Deum non tantum agere per intellectum et
voluntatem, sed etiam per propriam potentiam activam, ratione cuius coniungi-
tur effectui secundum propriam essentiam. Interpretatio praeterea Scoti circa
locum Aristotelis falsa, nam non tantum forma substantialis potest producere
substantiam, sed etiamb accidentalis. Alias, frustra fuisset tributa agentibus
naturalibus. Idem constat experimento, videmus enimc nimium calorem in aqua
formam aquae corrumpere et aliam substantiam producere, quamvis est notan-
dum hoc non reperiri d in formis accidentalibus virtute propria, sed virtute subs-
tantiae a qua procedunt e.
Circa interpretationem immediationis potentiaef per quam dicitur Deus co-
niungi omnibus effectibus, notandum est illius potissimam duplex esse causam.
Prima, Deus enim habet pro obiecto proprio et adaequatog suae potentiae acti-
vae ens inquantum ens et esse inquantum esse, quoniam est ens per essentiam,
reliqua vero per participationem, unde quaecumque habent rationem entis ad
ipsum reducuntur tanquam ad primum et immediatum principium. Et ideo, cum
ipse <sit> causa immediata ipsius esse, constituendus est secundum praesentiam
potentiaeh in omnibus suis effectibus. Secundai causa est, nam cum omnes
effectus aut secundum se totos, ut spiritualia, aut secundum partem principalem,
producantur a Deo, [107v] ut materialia, in quibus materia, cum sit ingenerabilis
et incorruptibilis, a solo Deo producitur, necessario respectu omnium ponendaj
est <praesentia potentiae Dei, licet> aliis immediatius. Tertia causa, quoniam
effectus naturales, quamvis dependeant in fieri ab agentibus naturalibus,
siquidem per ipsorum actionem educuntur de potentia materiae, tamen in
conservari dependent a Deo, et ideo hac ratione ponenda est praesentia Dei in
omnibus, ut per ipsam, propria virtute, possintk illa conservari.
a
[respondetur]
b
[et]
c
Ms.: “mi” tachado.
d
Ms.: “reperire”.
e
Ms.: “procedit”.
f
Ms.: una palabra ilegible por daño del papel. Suplo por el sentido.
g
Ms.: “adaequatum”.
h
Ms.: “substantiae”.
i
Ms.: “secundum”.
j
Ms.: “penenda”.
k
Ms.: “possit”.
450 XI. De praesentia Dei in rebus
Advertendum etiam est hanc differentiam versari inter agens naturale et ip-
sum Deum, nam agens naturale dicitur immediatuma immediatione suppositi rei
corporeae, quoniam illam tangit secundum extremam superficiem, etsi substan-
tia ipsius non penetret substantiam corpoream. Deus vero, ita immediatus est, ut
sit intimus secundum propriam substantiam substantiis omnium rerum, quando-
quidem omnia conservat et secundum se tota et etiam secundum omnes partes,
quantumvis intimas. Unde fit quod nulla substantia corporea potest agere in rem
corporeamb secundum se totam immediationec suppositi, sed tantum in partem
primam et ratione illius in reliquis. Deus vero, eadem immediatione agit in to-
tum et in partibus, quoniam illa subintrat.
Item, in agentibus naturalibus est differentia inter immediationemd suppositi
et virtutis, quoniam virtus, cum sit accidens,e distinguitur a supposito, quod est
substantia. In Deo vero, cum virtus sit substantia et eadem realiter cum essentia,
non erit aliqua distinctio inter immediationem suppositi et virtutis.
Et haec de hac quaestione.
Circa hanc conclusionem, quaeritur primo utrum Deus sit tantum in locis
veris an etiam in imaginatis. Communior opiniof tenet Deum tantum esse actu in
locis veris, et in imaginariis esse solum potentia. Ita tenet Altissiodorensisg, <In
a
Ms.: “immediatus”.
b
Ms.: “incorpoream”.
c
Ms.: “immediationem”.
d
Ms.: “immediatione”.
e
[accidens]
f
[te]
g
Ms.: “alquisiodoren”.
452 XI. De praesentia Dei in rebus
a
Ms.: “q 6”.
b
Ms.: “q 3”.
c
Ms.: “c 12”.
d
[cons]
e
Ms.: “esse”.
f
Ms.: “remanet”.
g
Ms.: “venit”.
454 XI. De praesentia Dei in rebus
Et probatura Scriptura. 3 Reg c8: “Si caelum et caeli caelorum te capere non
possunt”. Iob, c11 et c22: “An non cogitas quod Deus excelsior caelob sit?”.
Hoc etiam constat auctoritatec Ecclesiae, in qua dicitur: “quem totus non ca-
pit orbis in tua se clausit viscera”.
Secundo, probatur ratione: si Deus non esset in locis imaginariis, sequeretur
ipsum [108v]d posse moveri per accidens e, contra Divum Augustinum, <VIII>
De Genesi f ad litteram c26; ergo g. Patet sequela, nam ideo dicimus animam
moveri per accidens, quia tantum est in corpore quod informat, et ita movetur ad
motum illius. Si ergo Deus tantum esset in universo, cum illud, potentia divina,
possit moveri, possit etiam <Deus> moveri per accidens.
Tertio: sicut Deus semper est per aeternitatem, ita et ubique est per
immensitatem. At Deus per aeternitatem non tantum est in tempore vero, sed
etiam <in> imaginario. Ergo, per immensitatem non tantum est in locis verish,
verum etiami <in> imaginariis.
Quarto: illic Deus est, ubi habet suam virtutem sufficienter applicatam ad
operandum. At in locis imaginariis Deus est huiusmodi. Ergo, est in locis imagi-
nariis.
Notandum est pro hac opinione quod, ad hoc ut spiritualia actu sint in loco,
non oportet ut actu operentur, sed sufficit ut ita sint applicata ad operandum ut
possint operari sine aliqua sui mutatione.
Secundum notantum est peculiare esse Deo posse operari et esse in locis
imaginariis. Et ratio est quoniam solus Deus non praerequirit subiectum ad
operandum, cum possit ex nihilo producere. Et ideo reliqua agentia, quoniam
praerequirunt subiectum, non possunt operari in loco imaginario. Alia differen-
tia est quoniam operationes reliquorum agentium sunt accidentia, et ita depen-
dent aj subiecto nec sine illo possunt. At vero operatio Dei, cum non sit acci-
dens, nullum requirit subiectum.
Ad argumenta respondetur. Ad primum: Divum Augustinum ita esse expo-
nendum, quod scilicet senserit Deum esse ita in rebus et in locis ut ab ipsis non
a
Ms.: sigue una palabra ilegible, tal vez tachada. Puede ser “ratione”.
b
[caelo]
c
[ece]; ms.: “ea” tachado.
d
[ipsum]
e
[et]
f
Ms.: “Super Gene”.
g
[et antecedens]
h
[ve]
i
Ms.: “et”.
j
Ms.: “ab”.
456 XI. De praesentia Dei in rebus
contineatur, sed potius omnes ab illo contineantur, eum tamen essea in seipso
contentumb, id est, a nullo pendens, ex qua interpretatione non licet inferre sen-
sisse Augustinum quod Deus non sit in locis imaginariis, nam eadem ratione
liceret c inferre ex Augustino Deum non esse in locis veris, cum etiam si sint
loca vera, Deus tamen in seipso continetur.
Ad secundum respondetur: negatur antecedens, nam Deus non constituitur
in loco per operationem, sed tantum [109r] per applicationem virtutis ad
operandum.
Ad tertium <aliqui> respondent negando antecedens, et inquiunt Deum in
creaturis imaginariisd et possibilibus esse, at quia haec sententia non consonat
rationi, aliter respondetur concedendo antecedens et negando consequentiam ob
disparitatem rationis, nam esse in loco vel esse in aliqua re dicit coexistentiame
loci vel rei. Unde, cum creatura possibilis nullam dicat coexistentiam, non dici-
tur Deumf esse in illa. At vero locus imaginarius aliquam dicit coexistentiam ob
quam Deus poterit in illo esse.
Ad quartum respondetur quod, ut Deus sit in infinitis locis, sufficit quod in
infinitisg <locis> possit operari, nec obstat quod non possit operari in infinitis
locis simul et actu. Hoc enim provenit ex implicatione infiniti <in actu>, quodh
necessario dandum esset si Deus operaretur in infinitis locis simul.
Sed dubitatur de modo quo Deus est in loco vero vel imaginario. Quibus-
dam placet Deum esse in loco definitivei, hac ductisj ratione: namk anima dicitur
esse definitive in corpore, quoniam est tota in toto et tota in qualibet parte eius.
Sed Deus est totus in toto loco vero vel imaginario et totus in qualibet eius
a
Ms.: “sit”.
b
Ms.: “contentus”.
c
Ms.: “licere”.
d
Ms.: “inmaginariis”.
e
Ms.: “coexistentia”.
f
Ms.: “Deus”.
g
Ms.: “in finis”.
h
Ms.: “quo”.
i
Ms.: “difinitive”.
j
Ms.: “ducti”.
k
Ms.: “ali” tachado.
458 XI. De praesentia Dei in rebus
parte. Ergo, est definitive in loco. Hac etiam ratione existimant Christum esse
definitive in hostia, cum totus tota et totus in qualibet parte.
Tamen haec opinio falsa est, nam esse definitive in loco, cum dicat esse
limitatum, est ita esse in uno loco ut simul non possit esse in alio. Manifestum
tamen est hoc Deo repugnare, cum habeat infinitam virtutem et ideo a nullo loco
possit determinari, ob quam rationem Deus non est definitive in loco nec
circumscriptive, cum careat quantitate. Dicendum ergo est, ut inquit Durandus
hic, Deum esse repletive in loco, quod etiam dixerunt Gabriel, In I Sent d37 q1
<a1>, item Hugo de Sancto Victorea, <De sacramentis christianae fidei,> libro I
parte 3 c17b. Vel dicendum est Deum esse in loco ineffabili modo, sicut dicimus
illum esse in natura humana [109v] quam assumpsit ineffabiliter et in Eucharis-
tiae Sacramento. Et hic modus loquendi est conformior sanctis, ut constat ex
Hilario, libro VIII De Trinitate, et ex aliis doctoribus, qui videndi sunt in locis
citatis a Magistro in hac distinctione, quos et ipse sequitur.
<6. Utrum esse ubique sit ita proprium Dei ut nulli alteri possit convenire>
Dubitatur deinde utrum esse ubique sit ita proprium Dei ut nulli alteri possit
convenire. Videtur quod non, nam hoc etiam convenit materiae primae, est enim
in omnibus corporibus, quibus replentur loca. Insuper, si Deus produceret solum
unum corpus animatum, anima illa esset ubique, nam esset tota in toto loco et
tota in qualibet eius parte.
Respondetur: notandum quod esse ubique dupliciter sumitur. Uno modo,
per se; alio modo, per accidens. Esse ubique per se est esse totum in toto et to-
tum in qualibet parte, ita tamen quod si essent infinita loca, possit in illis omni-
bus esse, et hic modus est proprius Dei et nulli alteri convenire potestc. Sed esse
per accidens ubique dupliciter contingit. Uno modo, ut sit accidens ex parte
a
Ms.: “hugo de S.”.
b
Ms.: “c 8”.
c
Ms.: “convenit P”.
460 XI. De praesentia Dei in rebus
locatia, quando scilicet aliquid est in toto loco ratione tamen partiumb, et ita
corpus infinitum diceretur esse per accidens in toto loco, ubi enim sunt partes
ipsius non dicitur esse per se. Alio vero modo ex parte loci, quoniam locus est
limitatae quantitatis, si tamen esset maioris quantitatis, non posset esse in toto
loco.
Ex quibus respondetur ad dubium quod, quamvis esse ubique possit conve-
nire aliis a Deo, hoc tamen non per se continget, sed tantum per accidens, ut
dictum.
a
Ms.: “locali”.
b
Ms.: “partitum”.
c
Ms.: “adetera”.
462 XII. De causalitate scientiae divinae
Distinctio 38.
Quaestio prima <Durandi>: utrum scientia Dei sit causa rerum.
Prima conclusio: scientia Dei est causa rerum ad modum dirigentis.
Secunda conclusio: voluntas Dei est causa rerum ad modum inclinantis.
Tertia conclusio: nulla istarum causarum est immediata respectu productio-
nis rerum.
Quarta conclusio: potentia activa Dei est causaa immediate attingens rerum
omnium productionemb.
Circa hanc quaestionem notandum est duas priores conclusiones esse de
fide. Patet prima ex Psal 103c, dicented: “Omnia in sapientia fecisti”. Ex Psal
138: “Mirabilis facta est scientia tua ex me”. Item, Sap c7: “omnium artifex
docuit me sapientiae”. Item, Gen c1: “Dixit Deus: fiat lux, et facta est lux”;
<sed> manifestum est actum dicendi ad intellectum exspectare. Secunda
conclusio constat ex Divo Paulo, Eph c1: “Qui operatur omnia secundum
consilium voluntatis suae”. Item, Ap c4: “Omnia per tuam voluntatem creata
sunt”.
Circa tertiam et quartam conclusionem, advertendum differentiamf esse in-
ter Divum Thomam et Durandum, nam Divus Thomas, S Th I q14 a8, putat
scientiam Dei, adiuncta voluntati, [110v] esse immediatam causam productionis
omnium rerum. At vero auctor <sc. Durandus>, ut patet in quaestione, etsi
rationem causalitatis tribuat scientiae et voluntati divinae, tamen existimat non
esse causas immediatas, sed hoc tantum competere potentiae activae Dei ipsius.
Quae sententia clarior est, forte etiam verior, quamvis, si attentius inspiciatur,g
nullam aut parvam cum priori habet differentiam.
a
Ms.: “re” tachado.
b
Ms.: “productionum”.
c
Ms.: 101.
d
Ms.: “dicente”.
e
Ms.: “sapientiam”.
f
Ms.: “differentia”.
g
[ciatur]
464 XII. De causalitate scientiae divinae
a
Ms.: “prima”.
b
Ms.: “actuale”.
c
Ms.: “29”.
d
Ms.: “novit”.
466 XII. De causalitate scientiae divinae
a
Ms.: “existat”.
b
Ms.: palabra ilegible por daño del papel. Suplo por el sentido.
c
Ms.: “dicens”.
d
Ms.: con la “a” sobreescrita.
468 XII. De causalitate scientiae divinae
a
[Boetius]
b
[c]
c
Ms.: “vidiatur”.
d
Ms.: “existentia”.
e
Ms.: “aeternitate”.
f
Ms.: “differentia”.
g
Ms.: las últimas hojas están descompaginadas. Este texto, de 111v, sigue en 114r.
h
Ms.: “nunqu” tachado.
470 XII. De causalitate scientiae divinae
a
Ms.: parece decir “vocis”; corrijo por el sentido del argumento.
b
Ms.: “quia”.
c
[tantum]
d
[illarum]
e
Ms.: palabra de lectura dudosa por daño del papel.
f
Ms.: “Haec sit”.
g
[videtur]
h
Ms.: “differentiam”.
472 XII. De causalitate scientiae divinae
sunta futurab <sunt, non habent esse realiter distinctum ab essentia divina;>c
[113r] res vero aliquando producendae habent esse reale realiter distinctum ab
essentia divina. Tertia differentia, nam res nunquam <futurae> nullam habent
mensuram secundum quam possint coexistere aeternitatid. At vero res
producendae ratione temporis ipsi coexistunt, et quia aeternitas totae simul est et
indivisibilis, quamvis non coexistant toti tempori, cum habet partes, coexistunt
tamen toti aeternitati, cum partibus careat. Ex quibus est quarta differentia et
ultima, nam res nunquam actu futurae tantum cognoscuntur in divina essentia
tanquam in perfectissimo omnium rerum exemplare, res verof aliquando produ-
cendae non solum ita cognoscuntur, verum etiam secundum proprias et
particulares existentias.
Secundum notandum est res omnes ab aeterno aeque perfecte fuisseg cogni-
tas sicut possunt cognosci dum actu existunt a parte rei, cuius ratio <est quod>
divinah aeternitas i, una et invariabilis, omnis temporis complectiturj differentias.
Hoc supposito, respondetur ad argumenta. Ad primum concedo sequelam, si
tamen “nunc” illud quod infertur intelligatur de nunc aeternitatis. Alias negatur,
quamvis enim nunc res omnes sint praesentes Deo, non tamen licet inferrek
quod in nunc nostri temporis omnes existant, etsi enim nunc sint praesentes
Deo, non tamen in nostro nunc, sed in nunc aeternitatis.
Ad secundum respondetur esse exponendam illam propositioneml: “quae-
cumque, scilicet, coexistunt uni tertio, <etc.>”, nam tantum est vera quando
<illud> tertium eadem mensura mensuratur qua <mensurantur> reliqua quae
ipsi dicuntur coexistere. Unde, cum mensura Dei sit aeternitas, reliquarum vero
rerum [113v] tempus, ex coexistentia rerum ad Deum non licet m inferre
coexistentiam rerum inter se.
Ad tertium respondetur nullum esse inconveniens quod aliqua res a Deo
cognoscatur ut praesens et ut futura, dummodo hoc sit respectu diversarum
a
Ms.: “enim” (“.n.”).
b
[ut]
c
Ms.: sigue en f. 113r.
d
Ms.: “aeternitate”.
e
[tota]
f
[q]
g
Ms.: “fusie”; palabra de lectura dudosa.
h
[divina]
i
[quae]
j
Ms.: “completitur”.
k
Ms.: “inferri”.
l
Ms.: “prepositionem”.
m
[licet]
474 XII. De causalitate scientiae divinae
a
Ms.: “que”.
b
[eter]
c
Ms.: “semen”.
d
[a Deo]
e
Ms.: el texto termina con esta frase incompleta.
I. Proemio: Si la Sagrada Teología es ciencia 39
1
Durando, In Petri Lombardi Sententias, I, d1, q1, 2r.
2
Aristóteles, Analytica Posteriora, I, 33, 88b 30-89b 9.
3
D. de Soto, In Porphyrii Isagogen, 335.
4
Durando, In Petri Lombardi Sententias, I, d1, q1, 5r.
5
Aristóteles, Analytica Posteriora, 71b 22-23.
I. Proemio: Si la Sagrada Teología es ciencia 41
son los artículos de la fe, que son más oscuros que la conclusión, como se dice
en 1 Corintios (13): “ahora vemos en enigma”.
Segundo argumento: la ciencia debe ser una virtud intelectual. Pero la teolo-
gía no lo es; [4v] luego. La mayor es de Aristóteles, Ethica (VI, c3)6, donde
pone seis virtudes intelectuales. La menor es manifiesta por el mismo Aristóte-
les, Physica (VII, c3)7, donde dice que la virtud es la disposición de lo que es
perfeccionado a lo mejor. Ahora bien, la sagrada teología no dispone al mejor
acto, a saber, a la visión clara. Luego la sagrada teología no es ciencia.
Tercero: el hábito de los primeros principios es más digno que el hábito de
las conclusiones. Ahora bien, el hábito de los principios de la sagrada teología
es la fe. Luego la teología completa debe tomar de ella su nombre y denomina-
ción. Luego debe llamarse fe más bien que ciencia.
Estos son los argumentos de Durando.
También Escoto, In III Sententiarum (d24 q1)8, argumenta a favor de esta
sentencia.
Primero, así: la conclusión siempre sigue a la parte más débil. Ahora bien, en
la sagrada teología una de las premisas es de fe. Luego la conclusión será sólo
de fe.
Segundo: no asentimos más a la conclusión que a las premisas. Ahora bien,
asentimos por fe a las premisas de la sagrada teología. Luego también a las con-
clusiones.
Para la solución de la cuestión, debe advertirse primero, siguiendo al mismo
Durando, que la teología es de dos modos: una natural y otra sobrenatural. El
conocimiento natural de Dios corresponde a la metafísica, y el conocimiento
sobrenatural se divide a su vez en tres. Uno, por el que conocemos los artículos
de la fe y la Sagrada Escritura, que propiamente es la fe. Otro es el conoci-
miento sobrenatural por el que conocemos los misterios de la Sagrada Escritura,
como se dice en Efesios (4): “El mismo dio a unos ser apóstoles, a otros evange-
listas y a otros pastores y doctores”. Y 2 Pedro (1): “Sabiendo que no se hace
una interpretación propia de toda profecía”, donde la palabra profecía se toma
por el conocimiento de la Sagrada Escritura. [5r] Además, en 1 Corintios (12):
“a uno se le dan palabras de ciencia, a otro la interpretación de las palabras”. El
tercer conocimiento sobrenatural es aquél por el cual, a partir de los artículos de
6
Aristóteles, Ethica Nicomachea, 1139b 14-36.
7
Aristóteles, Physica, 246b 18-20. El manuscrito remite a Ethica, VII, c3, pero el pasaje no
corresponde. El texto que más se acerca a lo dicho es el referido de Physica, VII, c3, por lo que es
claro que se trata de un error del estudiante, producido por la proximidad de la anterior referencia
a la Ethica.
8
J. Duns Escoto, In III Sententiarum, en Opera omnia, vol. XXI, pp. 149-152.
I. Proemio: Si la Sagrada Teología es ciencia 43
9
Aristóteles, Analytica Posteriora, 71b 22-23.
10
Aristóteles, Metaphysica, VIII, c2, 1043a 2 y ss. En este pasaje se incluía una frase,
probablemente interpolada, que ya no recogen las modernas ediciones. Tomás de Aquino remite a
ella repetidas veces en sus obras, muchas veces sin añadir una referencia, y otras remitiendo a
Metaphysica, VIII; por ejemplo, De veritate, q4 a1 ad8; q10 a1 ad6.
I. Proemio: Si la Sagrada Teología es ciencia 45
11
T. de Vio, Commentaria in Summam Theologiae, I, q1, a5, n. III.
12
San Jerónimo, Epistola 53 ad Paulinum, de studio Scripturarum n. 9, PL 22, 549.
13
San Agustín, De Trinitate, XIV, c1, PL 42, 1037.
14
Aristóteles, Ethica, 1094b 15.
I. Proemio: Si la Sagrada Teología es ciencia 47
1
San Agustín, De doctrina christiana, I, c2, PL 34, 19-20; además: De doctrina christiana, I,
c31-33, PL 34, 32-33.
2
San Agustín, De Trinitate, X, c10, PL 42, 822.
II. Sobre el gozo y el uso 51
3. <Qué acto es este gozo: si es amor o más bien alguna afección y como
pasión de la misma voluntad>
3
J. Duns Escoto, In I Sententiarum, d1 secunda pars q1; vol. XVI, pp. 85-89.
4
San Agustín, De doctrina christiana, I, c4, PL 34, 20.
5
Durando, In Petri Lombardi Sententias, I, d1, q2, 14r.
II. Sobre el gozo y el uso 53
el último que se toma. Cuando se consigue el fin último, hay cierta quietud y
deleite y alegría del alma, todo lo cual, a saber, la quietud, el contento y la ale-
gría, aunque difieran en el nombre, sin embargo significan uno y lo mismo, [7v]
a saber, aquel bien que se recibe por la posesión del fin último, bien por el cual
el apetito se aquieta y se sacia. Difieren, porque la quietud se dice tanto de lo
animado como de lo inanimado, pues la piedra se aquieta cuando llega al centro.
El deleite, en cambio, se dice sólo de los animales, porque sólo ellos sienten el
suave modo que se llama deleite, mientras que el contento se dice de los
racionales, aunque no impropiamente se dice que los animales están contentos
cuando consiguen sus fines, de lo cual se sigue que el gozar es formalmente lo
mismo que recibir contento por el fin conseguido y el gozo mismo es formal-
mente idéntico al contento del alma que se aquieta en el fin alcanzado.
Primera conclusión: el verdadero gozo, formalmente, no es amor ni de amis-
tad ni de concupiscencia. Esta conclusión es de Cayetano, In Summam Theolo-
giae (I-II q11 a1)6, y parece ser de santo Tomás en Summa Theologiae (I-II q8,
al principio), donde distingue tres actos de la voluntad, a saber, el querer, el
gozar y la intención. Pero todo amor es querer y el gozar no es querer. Luego el
gozar no es amor.
Además: el gozo es formalmente el deleite de la voluntad que descansa en el
fin último. Ahora bien, este deleite no es formalmente amor, lo que se prueba,
primero, porque tal deleite procede de la voluntad como naturaleza, es decir,
existe en la voluntad natural y no libremente, y posee cierto carácter de pasión.
En cambio, el amor y el querer proceden de la voluntad como voluntad y tienen
propiamente el carácter de una operación. Luego se sigue que aquel deleite no
es amor. Ve a Cayetano en In Summam Theologiae (I-II q31 a4)7.
Se prueba, además, porque, por ejemplo, cuando decimos que alguien goza
del vino, no damos a entender que ama el vino, sino que percibe un placer en él.
De modo semejante, gozar de un amigo no es el amar mismo, según el modo
corriente de hablar, sino poseerlo con contento.
6
T. de Vio, Commentaria in Summam Theologiae, n. I.
7
T. de Vio, Commentaria in Summam Theologiae, n. II.
II. Sobre el gozo y el uso 55
8
D. de Soto, In Epistola Divi Pauli… ad Romanos, pp. 181-182.
9
D. de Soto, In IV Sententiarum, vol. II, pp. 650-651.
10
San Agustín, De moribus Ecclesiae, I, c3, PL 32, 1312.
II. Sobre el gozo y el uso 57
6. <Si el objeto del gozo es sólo Dios o más bien algo más>
11
M. de Inghen, Quaestiones super libros Sententiarum, f. 28r; también en a2, ff. 29r, 31r.
12
M. de Inghen, Quaestiones super libros Sententiarum, f. 442v.
13
J. Duns Escoto, In III Sententiarum, d26, q1; vol. XXI, pp. 177-200, especialmente p. 190.
14
G. Biel, Epitome et collectorio, páginas sin numerar.
15
J. Capreolo, Defensiones theologiae, a3, ad argumenta Durandi contra 2ª concl.; vol. V, pp.
342-348.
16
A. de Toledo y Vargas, Lectura in primum sententiarum, d1, q1, a2, concl. 4, a3-a4 contra
tertiam et quartam conclusionem, páginas sin numerar.
17
T. de Vio, Commentaria in Summam Theologiae, nn. III-X.
18
San Bernardo, De diligendo Deum, c10 y c11, PL 182, 990 ss; también c15, PL 182, 998.
19
Ricardo de San Víctor, De gradibus charitatis, PL 196, 1195 y ss.
20
Durando, In Petri Lombardi Sententias, I, d1, q2, 14r.
II. Sobre el gozo y el uso 63
21
Durando, In Petri Lombardi Sententias, I, d1, q2, 14v.
22
Durando, In Petri Lombardi Sententias, I, d1, q2, 14v.
23
Durando, In Petri Lombardi Sententias, I, d1, q2, 14v.
24
J. Duns Escoto, In I Sententiarum, d1 pars 2 q2; vol. XVI, pp. 89-102.
II. Sobre el gozo y el uso 65
25
J. Capreolo, Defensiones theologiae, vol. I, pp. 95-116.
26
F. Silvestre de Ferrara, Commentaria in Summam Contra Gentiles, nn. III-VI.
27
Durando, In Petri Lombardi Sententias, I, d1, q2, 14v.
28
J. Capreolo, Defensiones theologiae, vol. I, pp. 91-92.
29
San Agustín, De doctrina christiana, I, c4, PL 34, 21.
30
P. Lombardo, Libri quattuor sententiarum, vol. I, pp. 91-92.
II. Sobre el gozo y el uso 67
31
D. de Soto, Commentaria in Quartum Sententiarum, d49 q1 a4, tomo II, pp. 650-651.
32
C. Koellin, Expositio (...) in Primam Secundae, páginas sin numerar.
33
J. Capreolo, Defensiones theologiae, vol. I, p. 88.
II. Sobre el gozo y el uso 69
34
Ambrosiaster, Commentaria in Epistolam ad Galatas (5, 22-24), PL 17, 229.
35
San Agustín, De doctrina christiana, I, c4, PL 34, 21.
36
San Agustín, De Trinitate, XIII, c8, PL 42, 1022.
II. Sobre el gozo y el uso 71
37
J. Capreolo, Defensiones theologiae, vol. I, p. 63.
38
C. Koellin, Expositio (...) in Primam Secundae, páginas sin numerar.
III. Sobre la unidad y la existencia de Dios 73
1
Corpus Iuris Canonici, Leipzig, 1879-1881, vol. II, col. 5 (Papa Inocencio III en el Concilio
Lateranense IV, Msi 22, 982).
2
San Agustín, De haeresibus, PL 42, 26-27; PL 42, 29.
3
Eusebio, De historia Ecclesiae, PL 20, 459-462.
III. Sobre la unidad y la existencia de Dios 75
4
G. Biel, Epitome et collectorio, páginas sin numerar.
5
J. de Bassolis, Opera Ioannes de Bassolis (...) in quattuor sententiarum libros, París, 1517.
6
J. Duns Escoto, In I Sententiarum, d2, q2; vol. XVI, pp. 113-146.
7
M. de Inghen, Quaestiones super libros Sententiarum, ff. 33r-35r.
8
San Juan Damasceno, De fide orthodoxa, PG 94, 799-802.
9
Tertuliano, Apologeticum, PL 1, 375.
10
Lactancio, Divinarum institutionum liber primus, c3, PL 6, 122 y ss.
11
Por ejemplo, en libro II c2-c16. Marci Tulli Ciceronis scripta quae manserunt omnia
(fascículo 45: De natura deorum), B. G. Teuberni, Stuttgart, 1980, pp. 50-66.
12
Puede ser: L. A. Séneca, De beneficiis, libro VII, n. 31, en Des bienfaites (texto latino y
francés) Société d’Édition Les Belles Lettres, París, 1926-27, tomo II, pp. 107-108.
III. Sobre la unidad y la existencia de Dios 77
bres. Luego, de modo semejante, si Dios, por lo mismo que es “Dios” es “este
Dios”, se sigue manifiestamente que no puede haber muchos dioses.
Además, Aristóteles prueba lo mismo sólo en razón del movimiento 13.
13
Aristóteles, Physica, VIII, c1, 250b 10 y ss.
III. Sobre la unidad y la existencia de Dios 79
5. <Si los atributos divinos de algún modo difieren entre sí por la misma
naturaleza de la cosa con independencia de toda operación del entendi-
miento>
14
San Juan Damasceno, De fide orthodoxa, PG 94, 835.
15
Dionisio, De divinis nominibus, PG 3, 817-818.
III. Sobre la unidad y la existencia de Dios 81
como son la sabiduría, la bondad, la verdad y otras; y otras son las perfecciones
relativas, porque en su naturaleza incluyen algo de imperfecto, las cuales por
eso son impuras, como la humanidad y la equinidad. En Dios están los dos
géneros de perfección, pero están de modo diferente, pues las perfecciones
relativas no están en Dios formalmente –ya que en Dios no puede haber ninguna
imperfección–, sino que están de modo eminente, esto es, de un modo más ele-
vado –a saber, excluyendo toda la imperfección que se incluía en ellas, pues en
Dios está la perfección humana: no al modo humano, sino al modo divino, esto
es, sin la materia y sin la composición y las demás imperfecciones–. En cambio,
las perfecciones absolutas están en Dios formalmente, como la bondad y la sabi-
duría, y, por tanto, esas perfecciones que existen formalmente en Dios las lla-
man los teólogos atributos divinos, acerca de los cuales es nuestra cuestión si se
distinguen por la naturaleza de las cosas sin ninguna operación del entendi-
miento.
En esta cuestión, Escoto, en In I Sententiarum (d8 q3)16, sostiene que sí: que
se distinguen antes de la operación del entendimiento, pero no realmente como
dos cosas, sino formalmente, porque poseen diversas definiciones e índoles.
Se prueba esta sentencia, primero: por ejemplo, la bondad y la sabiduría
[14r] en general se distinguen por la naturaleza de la cosa, porque poseen diver-
sas esencias, como es claro. Luego la bondad y la sabiduría de Dios se distin-
guen absolutamente por la naturaleza de la cosa. Se prueba la consecuencia,
porque la bondad de Dios no posee una definición que la de la bondad dicha en
sentido absoluto, por más que la bondad de Dios sea infinita mientras que la
bondad absoluta abstrae de ambas cosas, a saber, de lo finito y de lo infinito. Y
es algo cierto que la infinitud no varía la esencia, pues las líneas finita e infinita
no difieren en especie.
Segundo: el entendimiento y la voluntad de Dios se distinguen por la natura-
leza de la cosa. Luego ocurre lo mismo con los demás atributos. Se prueba el
antecedente: con independencia de la operación del entendimiento, del entendi-
miento y de la voluntad divina se predican dos cosas contradictoriamente, por-
que del entendimiento divino se dice que es principio de la generación del Hijo,
y de la voluntad se dice que no es principio suyo. Luego se distinguen por la
naturaleza de la cosa. La consecuencia es clara, porque de una realidad que es
absolutamente la misma no se pueden predicar dos cosas contradictorias a la
vez.
16
J. Duns Escoto, In I Sententiarum, d8, q3; vol. XVII, especialmente en pp. 35-38. Es más
explícito en q4, pp. 47-71.
III. Sobre la unidad y la existencia de Dios 83
Tercero: la distinción que hay entre los atributos divinos es conocida por
Dios intuitivamente. Luego aquella distinción es por la naturaleza de la cosa. La
consecuencia es clara, porque el conocimiento intuitivo termina en la cosa tal
como es en sí.
Sin embargo, sostienen lo contrario santo Tomás, en Summa Theologiae (I
q4 a2 y q18 a4), y en Contra Gentes (I c29, c30 y c31); Durando aquí17 de modo
semejante; Gregorio de Rimini, en In I Sententiarum (d8 q1)18, Capreolo (en la
misma distinción q4)19; Gabriel (en d2 q1 a2)20. Así también hablan Averroes,
In Metaphysicam (XII, com. 39)21, Avicena, In Metaphysicam (VIII, capítulo
último)22, y el Maestro, en Sententiae (I, d8)23, sentencia que debe mantenerse
como más verdadera.
Para comprenderla, debe suponerse que Dios, como es claro por san Dionisio
en De divinis nominibus (c5)24, es un océano de perfección y una única, infinita
y simplísima perfección, [14v] que posee en sí la fuerza de todas las perfeccio-
nes, las cuales así, a saber, consideradas en sí mismas y de modo absoluto, son
diversas y distintas, pero en Él están unidas y son una sola cosa. Así, la sabidu-
ría que hay en Él no es sabiduría de modo que no sea al mismo tiempo bondad y
poder, sino que la misma naturaleza de la bondad divina es lo mismo que la
naturaleza misma de la sabiduría y del poder divinos, porque de todas estas
cosas hay una sola naturaleza simple, a saber, la misma naturaleza de la esencia
divina. Por eso dice san Dionisio con razón que Dios debe llamarse “súper sabi-
duría” más que sabio, y “súper bondad” más que bueno. Sin embargo, porque el
entendimiento, que es limitado y finito, conoce la realidad componiendo y divi-
diendo, no puede comprehender mediante un único concepto lo que es infinito,
ni puede conocer lo que es simple sino con un conocimiento múltiple. De este
modo, así como conocemos lo divino por partes, así también le atribuye por
partes diversos nombres y diversas perfecciones que, sin embargo, en la reali-
dad no son diversas de ningún modo.
Supuesto esto, se prueba esta sentencia. Primero: toda distinción por la
naturaleza de la cosa se funda sobre alguna oposición a partir de la naturaleza de
la cosa. Ahora bien, entre los atributos de Dios no hay ninguna oposición; luego
17
Durando, In Petri Lombardi Sententias, I, d1, 17r-18r.
18
G. de Rimini, Super Primum et Secundum Sententiarum, 65v-68r.
19
J. Capreolo, Defensiones theologiae, vol I, pp. 371-415.
20
G. Biel, Epitome et collectorio, páginas sin numerar.
21
Averroes, en Aristotelis opera cum Averrois commentarii, vol VIII, 323r.
22
Avicena, Liber de Philosophia Prima, tract. VIII, c7, pp. 423-433.
23
P. Lombardo, Libri quattuor sententiarum, vol. I, pp. 95-103.
24
Dionisio, De divinis nominibus, §§ 4-7, PG 3, 817-822.
III. Sobre la unidad y la existencia de Dios 85
25
Esta referencia no corresponde a lo dicho.
III. Sobre la unidad y la existencia de Dios 87
hablando con verdad, la sabiduría de Dios incluye en su razón formal todas las
naturalezas [15v] de todos los demás atributos y, así, la sabiduría de Dios no es
de la misma naturaleza que la sabiduría que hay en las criaturas, y en esto difie-
ren santo Tomás y Escoto.
Al segundo argumento se niega el antecedente. A la prueba se responde, pri-
mero, que aquellas realidades de las que se predican cosas contradictoriamente,
no es necesario que siempre sean distintas por la naturaleza de la cosa, sino que
es suficiente que se distingan por la razón. Así lo dice santo Tomás en De
potentia (q7 a1 ad5 y q8 a2 ad7).
Segundo, se responde con Cayetano en De ente et essentia (c6, q13)26, a sa-
ber, que para que estos predicados se digan verdaderamente de algo, es sufi-
ciente una distinción virtual, y no se requiere una actual. Y así ocurre con los
atributos de Dios, que, aunque en acto y por la naturaleza de la cosa no sean
distintos, no obstante poseen un fundamento de distinción, por lo cual pueden
fundar verdaderamente diversos conceptos.
Al último se responde que Dios no intuye sus atributos como distintos por la
naturaleza de la cosa, sino que los intuye como aptos para que puedan distin-
guirse mediante diversos conceptos por una razón creada.
Pero puede preguntarse alguien aquí qué diferencia hay entre la opinión de
santo Tomás y la de Escoto, pues parece que difieren sólo en el nombre, ya que,
así como Escoto pone en los atributos de Dios una distinción formal antes de la
operación del entendimiento, de modo semejante santo Tomás y nosotros deci-
mos que hay una distinción fundamental antes de la operación del entendi-
miento, lo cual parece ser lo mismo que sostiene Escoto. Y se confirma, pues
santo Tomás, en In I Sententiarum (d2 q1 a2), dice que cada uno de estos atribu-
tos está en Dios según su naturaleza más verdadera, y una es la naturaleza de la
sabiduría y otra la de la bondad en Dios, no sólo por parte del entendimiento,
sino a partir de la propiedad de la misma cosa. Además, en Summa Theologiae
(I q13 a4), dice que Dios es uno en la realidad, pero múltiple en cuanto a la
razón, lo que Cayetano explica ahí27, diciendo que Dios es múltiples razones
[16r], no ciertamente de modo subjetivo, como si poseyera en sí muchos
conceptos de aquellas cosas que conoce, sino que es muchas razones objetiva-
mente. A causa de estos argumentos, algunos tomistas afirman y conceden que
26
T. de Vio, In de ente et essentia, 183.
27
T. de Vio, Commentaria in Summam Theologiae, n. VI.
III. Sobre la unidad y la existencia de Dios 89
28
Tomás de Aquino, De concordantiis dictorum sancti Thomae, en Opuscula Sancti Thomae,
Venecia, 1498, ff. 320v-321r.
III. Sobre la unidad y la existencia de Dios 91
29
J. Duns Escoto, In I Sententiarum, d3, q1 y q2; vol. XVI, especialmente pp. 232-237 y 261-
273 respectivamente; d8, q3 y q4; vol. XVII, pp. 16-47 y 47-71 respectivamente.
30
T. de Vio, Commentaria in Summam Theologiae, n. II.
31
F. Silvestre de Ferrara, Commentaria in Summam Contra Gentiles, nn. I-X.
32
J. Capreolo, Defensiones theologiae, vol I, pp. 124-125.
33
Durando, In Petri Lombardi Sententias, I, d2, q3, 18r-19v (se trata en realidad de la q3).
III. Sobre la unidad y la existencia de Dios 95
Lo segundo que debe advertirse es que esta índole de sabiduría que significa-
mos con un solo nombre y un solo concepto, concebimos que realmente está en
Dios y en las criaturas a la vez, pero de modos diferentes, pues, primero, de un
modo está en Dios y de otro en las criaturas, ya que en las criaturas está como
accidente, mientras que en Dios es la misma sustancia de Dios. Segundo, no
sólo está en Dios de otro modo, sino que ella misma es de una índole muy dis-
tinta que en las criaturas, porque, primero, la sabiduría en Dios posee perfecta-
mente todos los grados de la sabiduría; más aún, es la misma sabiduría fontal,
de la que deriva la que hay en las criaturas, pues la que está en las criaturas es
una participación de ella y como una imagen de la sabiduría de Dios. Luego es
muy inferior y mucho más imperfecta. Además, la sabiduría creada es sólo sabi-
duría, mientras que la sabiduría que está en Dios no sólo es la sabiduría su-
prema, sino una sabiduría que es intrínseca y formalmente bondad, justicia,
divinidad y cualquier otra cosa que se predica de Dios, de tal modo que si
pudiéramos asignar la verdadera definición de la sabiduría divina, en aquella
definición deberían incluirse todas las demás cosas.
De lo dicho se siguen tres cosas. Primero, que estos nombres que se dicen de
Dios y de las criaturas, aunque aquello que significan no está en Dios
metafóricamente, sino en sentido propio, [18r] sin embargo, porque significan
lo mismo por el modo de una forma inherente en un sujeto, todos estos nombres
poseen un modo de significar que no puede convenir a Dios. Por eso, estos
nombres se dicen de Dios propiamente en cuanto a la realidad significada, pero
impropiamente en cuanto al modo de significar. Así santo Tomás, en Summa
Theologiae (I q13 a3).
34
San Agustín, De Trinitate, I, c1, PL 42, 821.
35
San Jerónimo, Super epistolam ad Ephesios, II, c3, PL 26, 488 ss.
III. Sobre la unidad y la existencia de Dios 99
criaturas o si, por el contrario, para que nuestro entendimiento las distinga,
necesariamente considera a Dios en orden a las criaturas.
Acerca de esta cuestión hay dos opiniones. Una es la de Enrique de Gante,
en Summa (a51, q2)36 y en Quodlibeto (V, q1)37, quien sostiene que sin ningún
orden a las criaturas estos atributos son conocidos por nosotros como distintos
en sí mismos, de tal modo que incluso si nuestro entendimiento no conociera la
sabiduría y la bondad creadas ni su definición real, no obstante, considerando a
Dios en sí mismo podría concebir su sabiduría mediante un concepto y su bon-
dad mediante otro y así asignar distintas definiciones. Esta opinión tiene a su
favor los argumentos que aquí aduce Durando 38 y muchos otros que propone
Capreolo en In I Sententiarum (d8 q4, cuarta conclusión)39.
Otra es la sentencia que mantiene Durando 40: que no podemos distinguir los
atributos de Dios sino por referencia a las criaturas.
Entre estas sentencias, sea una vía media, de donde deriva una conclusión:
aunque normalmente nuestro entendimiento, en cuanto está en este estado,
distingue los atributos de Dios considerando a Dios en orden a las criaturas, no
obstante, puede distinguirlos considerando sólo a Dios en sí mismo. Es claro lo
primero, porque en este estado conocemos a Dios a partir de las criaturas, como
dice Romanos (1): “lo invisible de Dios, por aquello que ha sido hecho”. Luego
a partir de la distinción real que conocemos que se da entre las criaturas, [19v]
conocemos los atributos de Dios como distintos.
Para la prueba de la segunda parte de la conclusión debe suponerse que nues-
tro entendimiento conoce los atributos divinos como distintos, porque los co-
noce mediante diferentes conceptos formales. En segundo lugar, advierte que,
como he dicho, nuestro entendimiento forma muchos y distintos conceptos so-
bre los atributos de Dios, no porque los atributos mismos tengan diversas índo-
les, sino más bien porque son una única perfección infinita bajo según todos los
modos, y se concibe como mayor que aquello que nuestro entendimiento puede
concebir por un solo concepto.
Supuesto esto, se prueba la conclusión así: incluso si el entendimiento consi-
derara a Dios en sí mismo, sin orden a las criaturas, formaría sobre Él diversos
conceptos, para entender en alguna medida la esencia divina, y a partir de esta
36
E. de Gante, Summa quaestionum ordinariarum, vol. II, ff. 54r-55r.
37
E. de Gante, Quodlibeta, ff. 151r-154r.
38
Durando, In Petri Lombardi Sententias, 18r.
39
J. Capreolo, Defensiones theologiae, vol. I, pp. 375-376.
40
Durando, In Petri Lombardi Sententias, 18r-19v.
III. Sobre la unidad y la existencia de Dios 103
41
P. Lombardo, Libri quattuor sententiarum, vol. I, p. 63.
42
San Agustín, De Trinitate, I, c2, PL 42, 822.
43
San Agustín, Epistola 56, PL 33, 432 y ss. (=Epistola 118, “ad Dioscorum”).
44
Eusebio, Historia Ecclesiae, V, c28, PL 20, 511-518.
III. Sobre la unidad y la existencia de Dios 105
Pero hay una duda acerca de si este misterio fue expresado suficientemente
en el Antiguo Testamento, cuestión que puede tener dos sentidos. El primero, si
a los hombres que vivieron entonces este misterio les fue revelado y propuesto
45
San Agustín, De haeresibus, PL 42, 44.
46
Papa León, Epistola 91 ad Turibium Episcopum, PL 54, 678 (en PL, esta carta es la nº 15).
47
Se trata de la obra De fide orthodoxa contra arrianos, prólogo, antiguamente atribuida a san
Ambrosio; PL 17, 551.
III. Sobre la unidad y la existencia de Dios 107
para ser creído. El segundo sentido puede ser si la Escritura del Antiguo Testa-
mento expresa suficientemente esta verdad.
Y porque a la cuestión en el primer sentido responde santo Tomás en Summa
Theologiae (II-II q2 a8), diciendo que este misterio en la Antigua Ley le fue
revelado a los mayores, esto es, a los profetas, padres y santos, pero no fue pro-
puesto a todos para ser creído, sino que los menores lo creían implícitamente en
la fe de los mayores, lo mismo que el misterio de Cristo y de la encarnación. Y
se prueba que es así por Hebreos (11): “es necesario que el que se acerca a Dios
crea que existe y que premia a los que le buscan”, donde san Pablo expone lo
que implícitamente debían creer todos en aquel tiempo, y no hace ninguna men-
ción del misterio de la Trinidad. Además, Juan (17): “Padre, he manifestado tu
nombre a los hombres”, a partir de lo cual es claro que antes de la venida de
cristo no era claro ni manifiesto para todos. [21r]
A la cuestión en el segundo sentido debe decirse que, en el Antiguo Testa-
mento, este misterio de la Trinidad no está explicado manifiestamente, sino que
se insinúa oscuramente un poco, lo que puede probarse a partir de lo antes di-
cho. Primero, como he dicho, este misterio no era propuesto explícitamente para
ser creído. Luego no era necesario que este misterio se manifestara explícita y
distintamente en las Escrituras del Antiguo Testamento. Además, como se in-
fiere a partir de Juan (17), y como enseñaron los doctores y teólogos de los
hebreos, según refiere Galatino en De arcanis nostrae fidei (II c1)48, de manera
que, como ellos enseñaron, este misterio del Padre que engendra y del Hijo
engendrado y del Espíritu Santo que procede de ambos en la unidad de su esen-
cia, este misterio, digo, debía ser revelado por el Mesías de modo que él mismo
lo manifestara propiamente a los hombres. Luego no era necesario que en el
Antiguo Testamento este misterio estuviera explicado abiertamente.
Ahora bien, que este misterio de la Trinidad se contiene en el Antiguo Testa-
mento de modo implícito y latente, enseñan que es así tanto nuestros teólogos
como los antiguos rabinos. Primero, por Génesis (1): “En el principio creó Dios
48
P. Galatino, De arcanis caholicae veritatis, ff. 29v-31r.
III. Sobre la unidad y la existencia de Dios 109
49
Orígenes, In Genesim, PG 12, 145-161. Orígenes no ofrece, en este pasaje, la interpretación
señalada por Fray Luis; no obstante, alude a la presencia trinitaria en el primer versículo de la
Biblia al identificar el “principio” en el cual “Dios creó el cielo y la tierra” con el Verbo.
50
San Jerónimo, Liber hebraicarum quaestionum in genesim. En PL 23, 947, sobre Génesis (6,
2), se encuentra la afirmación de que “Eloim” puede ser traducido en plural, pero no la aplicación
del pasaje de Génesis (1, 1) al misterio trinitario.
51
Autor incierto, De fide ad Petrum sive de regula verae fidei, PL 40, 755.
52
Alejandro I, Epistola decretalis, PL 130, 94 y ss.
53
P. Galatino, De arcanis caholicae veritatis, ff. 29v-31r.
III. Sobre la unidad y la existencia de Dios 101
12. <Por qué motivo Dios reveló este misterio a los hombres>
Alguno podrá preguntar por qué motivo Dios reveló este misterio a los hom-
bres, a pesar de que supera la capacidad de nuestra mente y Dios dispone todo
54
Durando, In Petri Lombardi Sententias, I, d2, q4, 20r.
55
M. de Inghen, Quaestiones super libros Sententiarum, 19r-21r.
56
De fide orthodoxa contra arrianos, antiguamente atribuida a san Ambrosio; PL 17, 509.
57
San Hilario, De Trinitate, II, PL 10, 54.
III. Sobre la unidad y la existencia de Dios 113
con suavidad. Santo Tomás, en Contra Gentes (I c5), aduce muchas causas por
las cuales esto fue conveniente. Las principales son cuatro: para que Dios nos
declarara su amor, como se dice en Juan (14): “A vosotros os he llamado ami-
gos, porque todo lo que he oído de mi Padre os lo he dicho a vosotros”. Ade-
más, para abatir la soberbia de nuestra mente, cuando entendemos que no todo
puede ser comprendido por nuestro entendimiento. Además, en tercer lugar,
esto se ha hecho para elevar nuestro entendimiento y perfeccionar nuestro cono-
cimiento de las realidades divinas.
58
U. de Estrasburgo, De summo bono (“Corpus Philosophorum Teutonicorum Medii Aevi”)
Felix Meiner, Hamburgo, 1987, p. 8.
59
Concilio Lateranense, V, Msi 32, 1842-1843.
60
Durando, In Petri Lombardi Sententias, 20r.
61
Durando, In Petri Lombardi Sententias, 2r y ss.
III. Sobre la unidad y la existencia de Dios 115
62
T. de Vio, Commentaria in Summam Theologiae, n. V (en In Summam Theologiae, I q32 a1
no se refiere al punto).
III. Sobre la unidad y la existencia de Dios 117
15. <Si a partir de las criaturas podemos probar que Dios existe>
63
San Juan Damasceno De fide orthodoxa, I, c1, PG 94, 789; c3, PG 94, 793.
64
A. de Canterbury, Liber apologeticus contra Gaunilonem respondentem pro insipiente, PL
158, 247 y ss.; Proslogion, PL 158, 223 y ss.
65
San Jerónimo, Comentarii in librum Job, PL 26, 737.
66
A. de Madrigal, “el Tostado” o “Abulense”, Commentaria in primam partem Exodi, Venecia,
1615, pp. 54-56.
III. Sobre la unidad y la existencia de Dios 119
c7)67, y así lo entienden todos cuando escuchan esta voz “Dios”. Ahora bien, es
manifiesto que en la realidad hay una cosa que es mayor que todas las cosas y
ella es Dios; luego.
Además: los principios de la ley natural son evidentes por sí mismos; por
ejemplo, que se debe honrar a los padres. Ahora bien, uno de los principios de la
ley de la naturaleza es que Dios debe ser adorado. Luego es manifiesto que Dios
existe. Se confirma, porque lo que pertenece a la ley natural ha sido inscrito por
la naturaleza en nuestras mentes y por esta razón se llama ley de la naturaleza.
Luego está inscrito en nuestras mentes que Dios existe y que debe ser adorado,
porque este precepto pertenece a los primeros preceptos de la ley de la natura-
leza.
Además, puesto que el hombre ha sido creado sobre todo para adorar a Dios,
Dios puso en él un conocimiento claro de Él mismo, a saber, que Dios existe y
que es digno de honor. Es claro, porque parece absurdo que el hombre tenga un
conocimiento claro de otras cosas y carezca del conocimiento de este conoci-
miento de Dios, a saber, que Dios existe, en razón del cual principalmente fue
creado.
Cuarto, se prueba por san Anselmo 68: mayor y más perfecto es aquello de lo
cual no podemos concebir que no exista, que aquello de lo cual podemos conce-
bir que no existe. Y Dios es aquello que es mayor. [24r] Luego no podemos
concebir de Dios que no exista y, por consiguiente, es claro y manifiesto que
existe.
La otra opinión es la que sostiene que es indemostrable que Dios existe, pero
afirma esto por la razón contraria, a saber, que Dios es tan oscuro que no puede
ser demostrado por ninguna razón natural, sino que esto, al igual que los demás
misterios de la fe, debe ser creído. Esta sentencia la mantuvo Pedro de Aylli, In
I Sententiarum (d2 q3 a2)69, pasaje en el que se esfuerza por disolver todas las
demostraciones de las que se sirve Aristóteles en Physica (VII y VIII). Y se
prueba así: en Dios son lo mismo la esencia y el ser. Luego en Dios son lo
mismo que es y qué es. Ahora bien, no podemos conocer, por ninguna razón
natural, qué es Dios. Luego tampoco podemos conocer que es.
Además, el principio que usamos para demostrar de una cosa que es, es la ra-
zón del nombre, que, como dice Aristóteles, es la misma definición. Pero Dios
no tiene definición. Luego no podemos saber de Él que es.
67
San Agustín, De doctrina christiana, I, c7, PL 34, 22.
68
A. de Canterbury, Proslogion, PL 158, 223 y ss.
69
P. de Aylli, Quaestiones super libros Sententiarum, letra “x” (ff. sin numerar).
III. Sobre la unidad y la existencia de Dios 121
70
San Agustín, Opera omnia, Venecia, 1550, tomo X, 46v (este sermón no está recogido en
PL).
71
San Agustín, De civitate Dei, VIII, c6, PL 41, 231-232.
72
Ambrosiaster, In Epistolam ad Romanos, PL 17, 56-57.
73
San Juan Crisóstomo, Homilia 9 et 10 ad populum Antiochenum, PG 49, 105 ss.; PL 49, 114-
115, respectivamente.
74
San Juan Damasceno, De fide orthodoxa, PG 94 790. Es más explícito en c3, PG 94, 794-798.
75
Lactancio, De divinis institutionibus, PL 6, 120 y ss.
76
San Juan Crisóstomo, Homilia 9 et 10 ad populum Antiochenum, PG 49, 105 ss.; PL 49, 114-
115.
77
M. T. Cicerón, De natura deorum, 2 y ss.; 18.
78
Aristóteles, Metaphysica, 993a 29 ss.; 1069a 18 ss.; Physica, 214b 24 ss.; 250b 10 ss.
III. Sobre la unidad y la existencia de Dios 123
79
M. T. Cicerón, In L. Catilinam oratio tertia, VIII y IX, 97-99.
III. Sobre la unidad y la existencia de Dios 125
de la cosa misma, entonces no es mayor aquello que se concibe que es, en com-
paración con aquello que se concibe que no es; y esto es lo que ocurre en este
caso.
Se responde a los argumentos a favor de la otra opinión. Al primero se res-
ponde que, aunque el ser, la esencia y el “qué es” sean uno y lo mismo, no obs-
tante, a partir del efecto podemos saber que es, aunque no conozcamos perfecta-
mente qué es.
Al segundo se responde de modo semejante.
16. <Si podemos conocer qué es Dios, puesto que podemos conocer que
existe>
80
J. Capreolo, Defensiones theologiae, vol. I, pp. 120-121.
III. Sobre la unidad y la existencia de Dios 127
81
T. de Vio, Commentaria in Posteriora Analitica, I, c3, 50-63.
IV. Sobre la imagen de la Trinidad en el hombre 129
1
San Agustín, De Trinitate, XV, c2, PL 42, 1057 y ss.
2
San Agustín, De civitate Dei, XI, c24-c25, PL 41, 337-339.
3
San Agustín, De haeresibus, c76, PL 42, 45.
IV. Sobre la imagen de la Trinidad en el hombre 131
Entre los católicos hay varias sentencias, porque algunos dicen que el hom-
bre posee la imagen de la Trinidad no según una parte de su naturaleza o poten-
cia, sino según su oficio, a saber, porque, así como Dios tiene el mando de la
totalidad de las cosas, así también el hombre es señor de todas las realidades
inferiores, lo que es claro por Génesis (1), “también para gobernarlas todas”,
como ahí se dice. Se confirma por san Basilio, Homilia 9 in Genesim (1)4,
donde dice que, bajo el nombre de aves y demás animales, deben entenderse las
partes irracionales de nuestro cuerpo, y dice que la semejanza del hombre y del
alma con Dios consiste sobre todo en que, así como Dios se difunde por todas
las partes del mundo y las rige todas, así también nuestra alma, difundida en
todo el cuerpo, debe regir y mantener en el cumplimiento de su función a sus
demás partes, incluso las más privadas de razón.
Otros dicen que el hombre expresa [26v] la imagen de Dios de acuerdo con
las tres potencias que posee en el alma. Pero estas tres potencias están en la
esencia del alma, de la cual fluyen; así también en la Trinidad está la unidad de
la esencia en la Trinidad de las personas. Así lo sostiene Durando, aquí (In I
Sententiarum, d3 q5)5, Alfonso Toledano, In I Sententiarum (d3 q1 a1, después
de las respuestas a Aureolo)6, Gabriel, en el mismo pasaje (q10)7, y parece ser
opinión de san Agustín en De Trinitate (XV c20)8, donde prueba que las partes
de esa imagen de Dios que hay en nosotros son la memoria, el entendimiento y
la voluntad.
Ockham, sin embargo, en In I Sententiarum (d3, cuestión última a2)9, dice
que la imagen de la Trinidad está según la esencia del alma y los dos actos de
entender y de querer. Así como en Dios –dice– de la unidad del Padre procede
el Hijo y de ambos el Espíritu Santo, así también de la esencia del alma proce-
den los actos de entender y de querer. Lo prueba, porque esta semejanza parece
cuadrar perfectamente con la Trinidad. Segundo, porque el hombre se dice que
es imagen de Dios porque es capaz de Dios; ahora bien, el hombre es capaz de
Dios por el acto de entender. Luego en esto consiste la imagen de la Trinidad.
4
San Basilio, Homilia IX in Hexaemeron, PG 29, 202.
5
Durando, In Petri Lombardi Sententias, 23r-23v.
6
A. de Toledo y Vargas, Lectura in primum sententiarum, d3, q1, a1, concl. 4, y arg3-arg4
contra tertiam et quartam conclusionem, páginas sin numerar.
7
G. Biel, Epitome et collectorio, páginas sin numerar. Sin embargo, la opinión de Gabriel en
este pasaje parece concordar más con la de Ockham.
8
San Agustín, De Trinitate, XV, c20, PL 42, 1088.
9
G. de Ockham, Opera theologica, vol. II, pp. 557-559.
IV. Sobre la imagen de la Trinidad en el hombre 133
Otra opinión es que el hombre es imagen de la Trinidad según los actos mis-
mos del alma, a saber, el acto de entender, el verbo y el amor, pues, así como, al
entender, formamos un verbo en la mente, que es la semejanza expresa de la
realidad entendida, y del verbo del entendimiento procede el amor, así también
en Dios: el Padre, entendiéndose, produce el Verbo, que es su expresa seme-
janza, y de ambos procede el amor, que es el Espíritu Santo. Así parece soste-
nerlo santo Tomás en Summa Theologiae (I q93 a7), lo cual puede probarse,
primero, por san Agustín, De Trinitate (IX c4)10, donde dice que esta imagen de
la Trinidad consta de conocimiento, verbo y amor. [27r] Se prueba: la imagen
es cierta representación de aquello de lo que es la imagen. Luego el hombre es
imagen de la Trinidad sobre todo en cuanto a aquella parte que mejor representa
el carácter y modo de origen de las tres personas divinas. Ahora bien, esto ocu-
rre según los actos del alma, pues el Hijo, por ejemplo, procede del padre como
la palabra procede del que la dice, y el Espíritu Santo procede de ambos según
la procesión del amor. Luego el entender, el verbo y el amor son lo que en noso-
tros mejor expresa la procesión de las tres personas.
Dicen otros, entre los cuales está Escoto (en esta distinción 3, q9)11, que la
imagen de la Trinidad no consiste sólo en las potencias ni sólo en los actos, sino
en ambos al mismo tiempo. Lo prueban, porque sólo las potencias o sólo los
actos no representan una trinidad, sino sólo una dualidad. Es claro, porque en
nuestra alma sólo comprendemos dos actos: el de entender y el de amar, y, por
consiguiente, hay sólo dos potencias. Además, san Agustín, en De Trinitate
(XIV c6)12, dice que la mente, cuando se conoce, engendra el conocimiento de
sí. Y añade san Agustín: estas dos cosas, a saber, el generar y el ser engendrado,
y el amor, constituyen tres cosas, en las cuales consiste la imagen de la Trini-
dad.
No obstante, Aureolo, en In I Sententiarum (d3 q3 a1)13, mantiene otra
sentencia, pues dice que el hombre no es imagen de la Trinidad ni según las
potencias ni según los actos ni según ambos a la vez, sino que es imagen de la
Trinidad en cuanto que posee en sí tres supuestos: uno real y dos intencionales.
Uno es el alma; el segundo es la cosa entendida por el alma según el ser que
tiene en ella, que es el verbo; y el tercero es cierto ser intencional que posee el
alma por el hecho de que ama alguna cosa, ser que no es el mismo acto de amar,
10
San Agustín, De Trinitate, IX, c4, PL 42, 963.
11
J. Duns Escoto, In I Sententiarum, d3 pars 3 q4; vol. XVI, pp. 395-406.
12
San Agustín, De Trinitate, XIV, c6, PL 42, 1042.
13
P. Aureolo, Scriptum super Primum Sententiarum, d3 sectio 14, pp. 696-701.
IV. Sobre la imagen de la Trinidad en el hombre 135
sino más bien cierta propensión e inclinación, causada por el amor, hacia la cosa
que él apetece [27v] y según la cual se dice que está en el amado y que es lo
mismo que él.
Muchas, por tanto, son las sentencias sobre la imagen. Además, san Agustín
parece haber sido cambiante, pues en cierto sermón sobre la imagen de Dios en
nosotros14 dice que esta imagen consiste en la esencia del alma, porque, así
como ella, siendo una en número e indivisible, está, no obstante, en todo el
cuerpo y en cualquiera de sus partes, así también Dios, siendo sólo uno y
simplísimo, se difunde por todo el universo. Sin embargo, en De Trinitate (XIV
c4 y c8)15, dice que el alma racional es imagen de Dios porque es capaz de Él.
Además, en Dialogus ad Orosium16, establece que la imagen consiste en los
dones de la gracia, pues afirma que Dios hizo al hombre a imagen suya porque
lo hizo santo, justo y veraz. Además, en De Trinitate (XV c20 y c21)17, sostiene
que esta imagen está en las tres potencias del alma; en De Trinitate (XIV c8)18
la sitúa en los actos de las mismas potencias.
Con todo, sea sobre esto la primera conclusión: la imagen de la Trinidad no
debe considerarse en el hombre según el cuerpo. Se prueba: la imagen es lo que
representa las partes principales de aquello de lo que es imagen. Ahora bien, lo
principal en Dios es el entender y el querer, de lo cual en nuestro cuerpo no hay
ninguna imagen; luego. Además, si el hombre fuera imagen de Dios en cuanto
que es cuerpo, se seguiría que también en los brutos debería reconocerse, lo que
es falso, pues en Génesis (1) dice Dios sobre los demás vivientes: “prodúzcalos
la tierra”, y sólo del hombre dijo: “hagamos al hombre a nuestra imagen”.
Segunda conclusión: en nuestra alma están la imagen de la Trinidad según lo
que le es natural, sin referencia a los bienes de la gracia y de la gloria. Se
prueba: el hombre fue creado a [28r] imagen de Dios y por su creación no reci-
bió más que lo que le es natural. Luego el hombre posee la imagen de la Trini-
dad por aquello que posee por naturaleza. También es claro por san Agustín, De
Trinitate (XIV c8 y c14)19, pasajes en los que dice que nuestra mente ha de
considerarse ante de que se partícipe de Dios, lo que se realiza por la gracia.
Luego también en ella debe encontrarse la imagen de la Trinidad.
14
No he podido identificar esta referencia.
15
San Agustín, De Trinitate, XIV, c4 y c8, PL 42, 1040 y 1044 respectivamente.
16
Pseudo Agustín, Dialogus quaestionum LXV Orosii percontantis et Augustini respondentis,
PL 40, 739.
17
San Agustín, De Trinitate, XV, c20-c21, PL 42, 1088-1089.
18
San Agustín, De Trinitate, XIV, c8, PL 42, 1044.
19
San Agustín, De Trinitate, XIV, c8 y c14, PL 42, 1044 y 1050 respectivamente.
IV. Sobre la imagen de la Trinidad en el hombre 137
20
Durando, In Petri Lombardi Sententias, 23r-23v.
IV. Sobre la imagen de la Trinidad en el hombre 139
21
San Agustín, De Trinitate, IX, c5, PL 42, 965.
22
San Buenaventura, In I Sententiarum, d3 pars 2 a1 q2, en Opera omnia, vol. I, pp. 82-84.
23
San Agustín, De Trinitate, XIV, desde el capítulo 16 hasta el final, PL 42, 1052 ss.
IV. Sobre la imagen de la Trinidad en el hombre 141
24
San Epifanio, Epistola ad Ioannem Ierosolimitanum, PG 43, 388-389 (traducción latina de
san Jerónimo).
25
San Ambrosio, Hexaemeron, VI, c7, PL 14, 258.
26
San Gregorio, Homilia in evangelia, PL 76, 1249.
27
Teodoreto, Quaestiones in Genesim, PG 80, 107-108.
IV. Sobre la imagen de la Trinidad en el hombre 143
Se presenta la duda acerca de si, por esta imagen, alguien puede llegar
naturalmente al conocimiento de la Trinidad. Se responde que no se puede de
modo natural. Esto es claro, porque el hombre no puede saber naturalmente que
estas tres realidades que están [29v] en nosotros poseen una imagen de aquellas
realidades que están en Dios. Ve a san Buenaventura (en d3, cuestión última)28.
6. <Si las potencias del alma son lo mismo que la esencia del alma o son
distintas>
Cuestión sexta de la distinción tercera: si las potencias del alma son idénticas
a la esencia del alma o si son distintas.
Primera conclusión: la potencia vegetativa es lo mismo que la esencia del
alma.
Segunda conclusión: las potencias sensitivas e intelectivas se distinguen del
alma.
Acerca de esta cuestión se trata en Sententiae (II d16)29, sobre lo cual los
doctores sostienen diversas sentencias, pues los nominales, entre los que están
Gregorio de Rimini, In II Sententiarum (d16 q3)30, Marsilio, In I Sententiarum
(q7 a3)31, Gabriel, In II Sententiarum (d16 q1 a2)32, y Buridan, In Ethicam (VI
q3)33, afirman que todas las potencias del alma son realmente lo mismo que la
esencia del alma, porque el alma es el principio inmediato de sus operaciones, y
toma diversos nombres por la diversidad de aquellas operaciones. Escoto, In II
Sententiarum (d16 q1)34, afirma que la potencia intelectiva no se distingue del
alma, y así lo sostiene en In IV Sententiarum (d44 q2)35, donde concede que las
sensitivas se distinguen del alma. La razón: porque estas potencias incluyen
28
San Buenaventura, In I Sententiarum, d3 a2 q3, en Opera omnia, vol. I, pp. 92-93.
29
P. Lombardo, Libri quattuor sententiarum, vol. I, pp. 406-409.
30
G. de Rimini, Super Primum et Secundum Sententiarum, 87r-89r.
31
M. de Inghen, Quaestiones super libros Sententiarum, 43r-45v.
32
G. Biel, Epitome et collectorio, páginas sin numerar.
33
J. Buridan, Super decem libros Ethicorum, 118r-119v.
34
En la edición de la “Comissio Scotistica” no hay d16. En la edición de Lyon de 1639, se
encuentra en el vol. VI, parte 2, pp. 760 ss.
35
J. Duns Escoto, Opera omnia, Lyon, 1639, vol. X, 129-130.
IV. Sobre la imagen de la Trinidad en el hombre 145
algo del cuerpo. Durando, en cambio, aquí36 concede que la potencia sensitiva y
la intelectiva se distinguen del alma, mientras que la vegetativa no se distingue.
Pero santo Tomás, en Summa Theologiae (I q54 a3 y q77 a1 y a6), el Altisiodo-
rense (en el libro II, tract. 10 q6)37, Alejandro de Hales (en Summa theologica, II
q65 miembro 1)38, Alberto Magno, In I Sententiarum (d3 artículo último, a39)39,
Buenaventura en la misma distinción (q3)40, y Egidio Romano, Quodlibeta (III
q11)41, sostienen que todas las potencias del alma se distinguen del alma, pues,
así como la mano utiliza diversos instrumentos para diversas operaciones, así
también el alma, para ejercer diversas operaciones, tiene diversas fuerzas que la
naturaleza le ha concedido. Así parece sentir Aristóteles en De anima (II c2)42.
Para esto, debe advertirse brevemente que la potencia, de lo cual hablamos,
es de dos tipos, a saber, pasiva y activa. La pasiva es un principio o capacidad
de recibir de parte de otro, mientras que la activa es un principio que produce
algo [30r] desde sí mismo, como dice Aristóteles en Metaphysica (V c12)43.
Segundo, debe advertirse que toda capacidad de recibir en sí o de producir
desde sí, se funda en cierta semejanza con respecto a aquello que se recibe o se
produce, de manera que, el que una cosa posea una capacidad natural ordenada
esencialmente a recibir una cosa y no otra, que es la potencia pasiva, proviene
del hecho de que aquella cosa, por proporción, género, naturaleza y semejanza,
se corresponde con aquella que debe recibir y la admite, como en las cosas
artificiales, cuando un artesano añade y acomoda una joya en un anillo, se dice
entonces que el anillo es apto para recibir la joya cuando ha sido configurado a
la forma y al tipo de la joya. Esto lo hemos dicho de la potencia pasiva, y lo
mismo se puede decir de la potencia activa: que una cosa posee una fuerza natu-
ral para producir una cosa y no otra, porque posee en sí algo semejante al efecto
que ha de producirse, porque todo agente obra lo que es semejante a sí mismo y
en cuanto que está en acto.
De este segundo fundamento se sigue un tercero, a saber, que toda potencia
activa y aquello respecto de lo cual es potencia deben pertenecer al mismo gé-
nero, porque no puede ocurrir que el agente sea sustancia y aquello a lo cual se
36
Durando, In Petri Lombardi Sententias, I, d3 q6 = q2 secundae partis d3, 23v-25v.
37
G. de Auxerre, Summa aurea, f. 59v.
38
A. de Hales, Summa theologica, lib. II, inquisitio IV, tract. I, sectio II, q1 c1, pp. 424-425.
39
A. Magno, Opera omnia, vol. XXV, pp. 148-151.
40
San Buenaventura, In I Sententiarum, d3 pars 2 a1 q3, en Opera omnia, vol. I, pp. 84-87.
41
E. Romano, Quodlibeta, pp. 156-160.
42
Aristóteles, De anima, II, c2, especialmente, 413b 10 y ss.
43
Aristóteles, Metaphysica, 1019a 15 ss.
IV. Sobre la imagen de la Trinidad en el hombre 147
refiere sea un accidente, o a la inversa, porque, como hemos dicho antes, entre
las potencias y aquello a lo cual se refiere la potencia debe haber alguna seme-
janza y conformidad, y las cosas que difieren en categoría son primeramente
diversas.
De estos fundamentos, se sigue que todas las potencias del alma se distin-
guen realmente del alma, pues es necesario que todas las potencias sean
accidentes, porque aquello a lo que se refieren es un accidente y, como he
dicho, la potencia y aquello con respecto a lo cual es potencia están en la misma
categoría. Ve acerca de esto a santo Tomás, Summa Theologiae (I q77 a1), y In
I Sententiarum (d17 q1 a2 ad2).
44
Durando, In Petri Lombardi Sententias, I, d3 q7, 25v-26r.
45
Avicena, Liber de anima, V, c6, especialmente pp. 145-147.
IV. Sobre la imagen de la Trinidad en el hombre 149
46
San Buenaventura, In I Sententiarum, d3 pars 2 a2 q1, en Opera omnia, vol. I, pp. 88-90.
47
A. de Toledo y Vargas, Lectura in primum sententiarum, q1, a1, páginas sin numerar.
48
Durando, In Petri Lombardi Sententias, I, d3 q7, 25v-26r.
49
J. Capreolo, Defensiones theologiae, vol. I, pp. 196-197.
50
Durando, In Petri Lombardi Sententias, 26v.
IV. Sobre la imagen de la Trinidad en el hombre 151
51
J. Capreolo, Defensiones theologiae, vol. I, pp. 194-196.
52
Aristóteles, De anima, 429b 8-430a 15.
53
Debería continuar con una enumeración de autores, que no quedó recogida.
IV. Sobre la imagen de la Trinidad en el hombre 153
54
T. de Vio, Commentaria in Summam Theologiae, n. V.
55
T. de Vio, Commentaria in Summam Theologiae, nn. VIII-X.
56
F. Silvestre de Ferrara, Commentaria in Summam Contra Gentiles, nn. III-XII.
V. Sobre las procesiones divinas 157
Distinción cuarta.
Primera conclusión: esta proposición es verdadera: “Dios engendra a Dios”.
Segunda conclusión: también esta: “Dios engendra a Dios que no es el Pa-
dre”.
Tercera conclusión: también es verdadera: “La esencia divina es esta per-
sona”.
En esta cuestión, para este tema de la Trinidad, seguiré el orden de santo To-
más, que trata de esto en Summa Theologiae (I q27 y siguientes), en Contra
Gentes (IV desde el capítulo 1 hasta el 27), y en In I Sententiarum (desde esta
distinción hasta la 35).
El desarrollo de este tema se dividirá en tres partes. Primero, hablaremos so-
bre la procesión y el origen de las personas divinas. Segundo, sobre las relacio-
nes de las mismas personas. Tercero, de las personas mismas, primero
consideradas absolutamente, y luego referidas entre sí y a otras cosas.
1
Concilio Hispalense, II, act. 13, Msi 10, pp. 561-568.
2
La Epistola 71 recogida en PL no se refiere al tema. En muchas otras, contra Nestorio, afirma
la unidad de la persona de Cristo. Por ejemplo, en la Epistola 75, PL 54, 901.
3
Puede ser la de E. de Cesarea, Historia ecclesiastica, Lyon, 1533, libro XI c25, ff. 85r-85v:
“De scismate Arrianorum quod in partes divisum est et quidam eorum Eunomiani, alii
Macedoniani, alii vero Arriani dicebantur”. Tal vez Fray Luis remite a este texto para mayor
declaración de las herejías que habían negado la pluralidad de personas en Dios.
4
A. de Castro, Adversus omnes haereses, 86v-87v.
5
Concilio de Nicea, Msi 2, pp. 666-667.
V. Sobre las procesiones divinas 163
criatura. Ve acerca de esto al papa Félix, Epistola 26, al papa Gayo, en sus
decretos7, a Marcelino, Epistola ad Salomonen episcopum8, a Juan II en Epis-
tola ad Velerium9, a san Basilio, en Contra Eunomium (IV)10, a san Hilario,
tractatus De synodis11, y a santo Tomás, Contra Gentes (IV c7).
6. <Si el Hijo procede del Padre de tal modo que poseen una divinidad y
naturaleza numéricamente idéntica>
Pero se presenta la duda de si el Hijo procede del Padre de tal modo que no
posee sólo una naturaleza semejante, sino también una divinidad y naturaleza
numéricamente idéntica, lo que se investiga a causa de los arrianos, que se divi-
dieron en dos grupos, pues algunos afirmaban que el Hijo era de una naturaleza
inferior al Padre y, consecuentemente, que el Hijo no poseía una verdadera
divinidad, contra los cuales ya hemos tratado, y estos eran propiamente arrianos.
Otros concedían que el Hijo poseía una naturaleza y esencia semejante al Padre,
pero negaban que poseyera la misma numéricamente, cuyos dogmas fueron
definidos en el concilio Sirmiense12, que fue congregado por obispos arrianos,
en el cual se definió que el Hijo poseía una naturaleza semejante, pero no la
misma en número. Fue la sentencia de Husio, obispo de Córdoba, que antes de
aquel tiempo había resistido mucho a los arrianos, y también habían consentido
en este error algunos obispos griegos enviados a Constantinopla, como enseña
Nicéforo Calisto en Ecclesiastica Historia (IX c44)13. Y también aceptó esta
sentencia Liberio 14, obispo romano y papa. El mismo error lo sostuvo el abad
Joaquín, que decía que las tres personas en Dios eran iguales y de una sustancia,
si la palabra “una” se toma colectivamente, como muchos hombres son un pue-
blo. Así se relata en De summa Trinitate et fide catholica (cap. “damnamus”)15.
6
Seguramente se trata de Félix III, Epistola II ad Zenonem imperatorem, PL 58, 902.
7
En Decretales Pseudo-Isidorianae et Capitula Angilramni, 215-216 (“Decreta Gai Papae”
c5).
8
Marcelino, Epistola ad Salomonen episcopum, PL 7, 1085.
9
Juan II, Epistola ad Velerium, PL 66, 27-28.
10
San Basilio, Contra Eunomium, PG 29, 671 y ss.
11
San Hilario, Liber de Synodis seu de fide orientalium, PL 10, 486 ss.
12
Concilio Sirmiense, Msi 3, pp. 257-258.
13
Nicephorus Callistus, Ecclesiasticae historiae, PG 146, 403-408.
14
Cfr. Msi 257-258.
15
Corpus Iuris Canonici, vol. II, col. 6.
V. Sobre las procesiones divinas 165
16
Casiodoro, Historia tripartita, PL 69, 1157.
17
San Agustín, De Trinitate, I, c6, PL 42, 825.
18
Concilio Niceno, Msi 2, pp. 666-667.
19
A. de Castro, Adversus omnes haereses, 87v-89r.
V. Sobre las procesiones divinas 167
20
San Jerónimo, Commentariorum in Isaiam Prophetam, PL 24, 441 (sobre Isaías, 45).
21
Prophetae caldaice, 250.
V. Sobre las procesiones divinas 169
22
San Ambrosio, De fide ad Gratianum, V, c16, PL 16, 688.
23
San Jerónimo, Commentariorum in Evangelium Matthaei, PL 26, 181.
24
San Ambrosio, Expositio Evangelio secundum Lucam, PL 15, 1775.
25
San Ambrosio, De fide ad Gratianum, V, c8, PL 16, 688.
26
Cirilo de Alejandría, Thesaurus, assertio XXII, PG 75, 367-370.
27
Sofronio de Jerusalén, Epistola Synodica ad Sergium Patriarcam Constantinopolitanum, PG
87, 3197-3194 (para el pasaje citado).
28
Concilio Constantinopolitano, Msi 11, pp. 461 ss.
29
San Juan Crisóstomo, Homilia de Trinitate, PG 48, 1092-1093. Según esta edición, esta
homilía es espuria.
V. Sobre las procesiones divinas 171
30
A. de Madrigal, “el Tostado” o “Abulense”, Commentaria in sextam partem Matthaei, pp.
547-548. Debe decirse que el “Tostado” expone esta solución de Basilio, pero la rechaza y sigue
la de Hilario.
31
Biblia latina cum glossa ordinaria, vol. IV, 75.
32
Más bien: In Matthaeum commentariorum series, PG 13, 1637.
33
San Juan Crisóstomo, Opus imperfectum in Matthaeum, PG 56, 921. Se incluye entre las
obras espurias.
34
San Agustín, De civitate Dei, XVIII, c53, PL 42, 616-617.
35
San Agustín, De Trinitate, I, c12, PL 42, 837.
36
San Agustín, Octoginta trium quaestionum, q60, PL 40, 48.
37
San Hilario, De Trinitate, IX, n71, PL 10, 337 y ss.
38
San Juan Crisóstomo, Opus imperfectum in Matthaeum, PG 56, 924.
39
San Jerónimo, Commentariorum in Evangelium Matthaei, PL 26, 181.
V. Sobre las procesiones divinas 173
40
Teofilacto, Enarratio in Evangelium Marci, PG 123, 642.
41
San Basilio, Contra Eunomium, PG 29, 695.
V. Sobre las procesiones divinas 175
que tiene el Hijo se dice con verdad que ha sido recibido del Padre, mas no de
modo que antes fuera Hijo y después lo recibiera, sino porque lo recibe con la
misma generación. Más aún: es engendrado al recibir tales bienes. Por eso dice
bien san Agustín en In Ioannis (5, tract. 21)42: “Nunca existió el Hijo sin ver ni
se le concedió el ver después, sino que ver al Padre es su mismo ser Hijo”. Y
más adelante dice san Agustín: “Por tanto, el Padre muestra al Hijo lo que hace,
para que el Hijo vea en el Padre y el Hijo sea todo en el Padre”. Además, añade:
“conociendo en el Hijo lo que iba a hacer, el Padre engendró al mismo Hijo, por
quien haría todas las cosas”.
Así, se responde concediendo que el Hijo recibe todo del Padre, pero porque
lo recibe desde su generación, se niega la consecuencia y no se sigue que no sea
verdadero Dios. Y de modo semejante deben explicarse muchos otros testimo-
nios, como uno que se encuentra en Juan (16): “Lo que oí de mi Padre, os lo he
dado a conocer”, y Juan (5): “El Hijo no puede hacer nada por sí mismo, sino lo
que ve hacer al Padre”. Y más adelante: “El Padre ama al Hijo y le muestra todo
lo que hace”.
El último testimonio es el de Juan (17). Dice Cristo: “Ésta es la vida eterna:
que te conozcan a ti, único Dios verdadero”. Luego sólo el Padre es verdadero
Dios. Y en 1 Timoteo (último capítulo), se dice: “el único que posee la
inmortalidad”.
A esto se responde que la palabra “único” excluye sólo a los falsos dioses,
pero no a las personas divinas. Así lo explican san Basilio, Contra Eunomium
(IV)43, Cirilo, Thesaurus (V c6)44, y Super Ioannis (c5)45, [36v] Teofilacto en el
mismo Enarratio in Evangelium Ioannis (c17)46, y santo Tomás, Contra Gentes
(IV c8).
Advierte, no obstante, que estas expresiones en rigor no son verdaderas, y
por eso no debemos usarlas, sino que, cuando se encuentran en la Sagrada
Escritura o en los escritos de los santos, deben explicarse del modo que hemos
dicho.
42
San Agustín, In Ioannis Evangelium tractatus, PL 35, 1566.
43
San Basilio, Contra Eunomium, PG 29, 706-707.
44
Cirilo, Thesaurus, PG 75, 419-422 (assertio XXVII).
45
Cirilo, Super Ioannis, PG 74, 483-487.
46
Teofilacto, Enarratio in Evangelium Marci, PG 124, 226-227.
V. Sobre las procesiones divinas 177
Habiendo establecido, por tanto, que en Dios hay una pluralidad de personas,
de las que una procede de otra, se duda consiguientemente de qué modo proce-
den las personas una de otra, pues, como todo aquello que procede de otro debe
proceder según una acción, se duda, digo, por qué acción proceden. Y puesto
que hay dos tipos de acciones, unas transeúntes, que pasan a una materia exte-
rior, y otras que permanecen en el agente, que se llaman inmanentes, es seguro
por lo ya dicho que esta procesión no se hace por una acción transeúnte, ya que
lo que procede de este modo tiene propiamente carácter de efecto y se llama
efecto, y posee una naturaleza realmente distinta de la causa de la que procede.
Pero una persona divina no es un efecto, porque sería criatura, ni posee una
naturaleza distinta. Luego esta procesión en Dios debe ser según algún modo de
acción inmanente.
Sin embargo, cuál es esta acción y a qué potencia corresponde, es controver-
tido entre los doctores, pues santo Tomás, Summa Theologiae (I q27 a1), dice
que esta procesión es por la acción del entendimiento, de manera que una per-
sona procede de otra por una acción del entendimiento, pues el Padre,
entendiéndose, genera al Hijo, así como en nosotros, cuando entendemos algo,
por la misma intelección se produce un verbo de la cosa entendida. En cambio
Durando, más adelante (en d6 q2 47 y d27 q2 y q348), niega que alguna persona
proceda en Dios por la acción del entendimiento y de la voluntad, sino que dice
que de la naturaleza divina fecunda proceden el Hijo y el Espíritu Santo por
cierto acto de la naturaleza, de tal manera que, si por la razón separamos de la
naturaleza divina el entendimiento y la voluntad, de todos modos existiría en
Dios la procesión de personas. Lo mismo sostiene con Durando Gregorio de
Rimini, In I Sententiarum (d10 q1 49 [37r] y d13 q1 50).
Y se prueba por el Damasceno, De fide orthodoxa (I c13)51, donde dice que
la generación del Hijo es una obra de la naturaleza. Luego el Hijo en Dios pro-
cede por un acto de la naturaleza y no por una acción intelectiva.
Además, se prueba por la razón: la generación del Hijo o la procesión del Es-
píritu Santo es una comunicación de la naturaleza divina. Ahora bien, la
comunicación de la naturaleza proviene de su fecundidad. Luego no es un acto
47
Durando, In Petri Lombardi Sententias, 31r-32r.
48
Durando, In Petri Lombardi Sententias, 76v-79v.
49
G. de Rimini, Super Primum et Secundum Sententiarum, 79r-81r-.
50
G. de Rimini, Super Primum et Secundum Sententiarum, 83v.
51
San Juan Damasceno, De fide orthodoxa, PG 94, 858.
V. Sobre las procesiones divinas 179
52
Aristóteles, Metaphysica, IX, 8, 1050a 23-1050b 2.
53
T. de Estrasburgo, Commentaria in IV libros Sententiarum, 57r-58r.
54
R. de Mediavilla, Super quattuor libros Sententiarum, 96-97.
55
Dionisio el Cartujano, Opera omnia, vol. XIX, pp. 292-296.
V. Sobre las procesiones divinas 181
56
No he podido encontrar esta referencia.
57
San Agustín, De Trinitate, XVI, c14, PL 42, 1076.
V. Sobre las procesiones divinas 183
tan frecuente en él como afirmar que el Hijo procede del Padre por el entendi-
miento.
Y se responde a los argumentos. Al primero, con Cayetano en In Summam
Theologiae (I q27 a5)58, se responde que la naturaleza es ciertamente el primer
principio de toda operación, pero no el próximo e inmediato, pues en las criatu-
ras los principios propios y próximos son las potencias, de las que la naturaleza
se sirve como instrumentos, y por eso en Dios los principios próximos son las
perfecciones atributales y, así, aunque en la naturaleza divina haya fecundidad
para generar, no obstante, ella por sí misma no desarrolla esa fecundidad ni
genera inmediatamente, sino por el entendimiento y la voluntad. Y así se res-
ponde al testimonio del Damasceno.
Se responde al segundo: se niega la consecuencia, y la diferencia está en que
el hombre y las demás criaturas comunican su naturaleza por una acción transe-
únte, porque lo que generan siempre es distinto, como sujeto subsistente y como
naturaleza, del que genera. Luego por esta causa la criatura posee una potencia
generativa distinta del entendimiento y de la voluntad, cuyas operaciones son
inmanentes.
Al tercero se responde, con Cayetano en la cuestión citada (a1)59, que la dife-
rencia que establece Aristóteles entre las acciones transeúntes y las inmanentes
radica en que por las acciones inmanentes no siempre se produce algo, mientras
que por las acciones transeúntes siempre se produce algo, pero nada impide que
alguna vez se produzca algo por las acciones inmanentes.
Al último se responde que el entender no es una generación tomado de cual-
quier modo, sino que en Dios la generación se hace por el entender que dice y
expresa con cierta expresión, y entender así no es propio de las tres personas,
sino que es algo nocional y propiamente corresponde a la persona del Padre.
Hemos dicho, contra Durando, que esta procesión se realiza por un acto del
entendimiento. Corresponde tratar ahora de si procede por el acto que es enten-
der, pues en esto también hay diversidad entre los doctores.
Escoto, en [38v] In I Sententiarum (d2, cuestión última60, y d27 q2 61), esta-
blece un doble acto en el entendimiento del Padre. Uno, que es el entender, por
el cual dice que el Hijo no procede del Padre. Y otro acto, que es el decir, por el
cual se genera el Verbo. Y dice que estos actos no poseen un orden entre sí y
que ninguno de ellos procede del otro. Lo prueba así: porque el entender es el
acto último del entendimiento, por el cual nada se produce. Luego el Hijo no
58
T. de Vio, Commentaria in Summam Theologiae, n. V.
59
T. de Vio, Commentaria in Summam Theologiae, nn. VI y IX.
60
J. Duns Escoto, In I Sententiarum, d2, vol. XVII, pp. 184-185.
61
J. Duns Escoto, In I Sententiarum, d27, q2, vol. XVII, p. 374.
V. Sobre las procesiones divinas 185
62
F. Silvestre de Ferrara, Commentaria in Summam Contra Gentiles, nn. III-VIII.
63
F. Silvestre de Ferrara, Commentaria in Summam Contra Gentiles, n. VII.
64
T. de Vio, Commentaria in Summam Theologiae, n. XV.
V. Sobre las procesiones divinas 191
11. <Si este verbo que establecemos como distinto del acto de entender se
distingue de él realmente como una cosa respecto de otra>
Pero se duda ahora de si este verbo que establecemos como distinto del acto
de entender se distingue de él realmente como una cosa respecto de otra. [40v]
Algunos dicen que no se distinguen, y puede probarse así. Primero, no debe
admitirse una pluralidad de realidades sin necesidad. Pero no hay tal necesidad;
luego.
65
J. Capreolo, Defensiones theologiae, vol. II, pp. 241-243.
V. Sobre las procesiones divinas 193
66
T. de Vio, Commentaria in Summam Theologiae, n. XV.
67
Aristóteles, De anima, II, c5, 417b 20-29.
V. Sobre las procesiones divinas 195
quien dice que los objetos de los sentidos están fuera, mientras que los objetos
del entendimiento están dentro. Y por esta razón: porque el entendimiento es
universal y el sentido singular, dice. Y a partir de esto se prueba que el verbo se
distingue realmente de la intelección, porque si el verbo fuese realmente lo
mismo que la intelección, se seguiría que también en las potencias exteriores se
daría un verbo. Se prueba la inferencia, porque según la sentencia contraria, el
verbo es idéntico a la acción misma de la potencia cognoscitiva. Y se confirma,
porque también se seguiría que los bienaventurados, en la visión de Dios,
formarían un verbo, lo que hemos enseñado que es falso. Es clara la inferencia,
porque los bienaventurados ven a Dios y, según la otra opinión, la visión misma
es el verbo y, por consiguiente, los bienaventurados tienen dentro de sí algo
creado que representa formalmente la esencia divina.
Además, segundo, el ver no es lo mismo que la cosa que es vista, y el verbo
es la cosa entendida. Luego el entender no es lo mismo que el verbo.
Además, si el entender y el verbo son realmente lo mismo, como el calentar
y el calor, se sigue que el entender es un verbo en proceso de realizarse, lo
mismo que el calentar es calor en proceso de realizarse. Ahora bien, un verbo en
proceso de realizarse es menos perfecto que un verbo ya hecho, pues toda reali-
dad en cuanto está realizándose es menos perfecta en sí misma que en cuanto
está hecha. Luego la intelección en cuanto tal es imperfecta como verbo. Pero
esto es falso, porque la operación del entendimiento en cuanto tal es el fin úl-
timo y en ella consiste la suma felicidad.
Sin embargo, para la solución de los argumentos debe advertirse que, según
la sentencia de los tomistas, en el entendimiento no hay ninguna otra cualidad,
aparte del verbo, que sea una imagen expresa de la cosa entendida, de modo
que, aunque en el entendimiento están el acto de entender, la especie y el verbo,
la especie no es una semejanza formal de la cosa entendida, sino virtual, y tam-
poco lo es el acto de entender, sino que sólo el verbo es una semejanza expresa
de la cosa entendida, como lo establece Capreolo, In IV Sententiarum (d49 q5
a3)68. Y puede probarse así: pues, así como en el verbo vocal cuando hablamos
sólo el verbo vocal es signo de la cosa de la que hablamos, mientras que la
misma pronunciación del verbo no es signo, así también, [41v] cuando habla-
mos en la mente, sólo el verbo es una semejanza expresa de la cosa, pero la
misma intelección no es semejanza, sino que es cierta perfección por la que se
perfecciona actualmente el entendimiento. Y es claro además, porque las restan-
tes operaciones no son semejanzas de las cosas producidas por ellas, sino sólo
como la causa es signo de su efecto; por ejemplo, la generación del hombre no
68
J. Capreolo, Defensiones theologiae, vol. VII, pp. 227-228.
V. Sobre las procesiones divinas 197
es una semejanza natural del hombre. Luego tampoco la intelección es una ima-
gen natural de la cosa entendida. Además, si así fuera, se seguiría que la visión
de los bienaventurados sería una semejanza natural y formal de la esencia di-
vina, lo que ya se ha rechazado más arriba.
De este fundamento se sigue que, en las potencias exteriores, a saber, en los
sentidos, cuando sienten, no hay ninguna imagen formal de las cosas sentidas,
pues en ellas no hay verbo, como hemos dicho, y el mismo acto de sentir no es
una imagen natural de la cosa, como decía recién; entonces, se sigue que en los
sentidos no hay ninguna semejanza natural de las cosas. Sin embargo, hay una
semejanza virtual y como habitual, que es la especie de las cosas.
No se responde con facilidad a los argumentos. Al primero se responde que
el verbo no se admite sin causa como algo realmente distinto, pues si no hubiera
verbo, la operación del entendimiento no tendría un término suficientemente
proporcionado a ella.
Se responde al segundo: se niega la consecuencia, porque, como enseña
Cayetano en el pasaje citado (In Summam Theologiae, I q27 a1)69, el acto de
entender no se termina en cuanto es cierta cualidad de la cosa entendida, sino
que se termina en cuanto que es una imagen de la cosa entendida. Pero es cierto
que por la imagen tendemos directamente a aquello que es expresado por la
imagen, como enseña Aristóteles en De memoria et reminiscentia (c1)70. Se-
gundo, se responde que, para que un conocimiento sea reflexivo, es necesario
que la acción reflexione sobre sí misma, lo que no acontece en lo presente.
Al tercero se responde concediendo que, si siguiéramos la proporción natu-
ral, no sería necesario poner en Dios un verbo realmente distinto de quien dice;
pero la razón natural no hace esto, así como si filosofáramos a partir de lo que
vemos y conocemos por la razón natural, es algo cierto que no pondríamos en
Dios tres personas distintas en una sola esencia, lo que no obstante establece la
fe. Así también, si sólo ponderáramos la naturaleza del verbo por la razón natu-
ral, de ningún modo admitiríamos [42r] un verbo en la naturaleza divina. Y así
69
T. de Vio, Commentaria in Summam Theologiae, nn. XVI-XVIII.
70
Aristóteles, De memoria et reminiscentia, 1, 450b 12-451a 3.
V. Sobre las procesiones divinas 199
el argumento sólo prueba que por la razón natural no puede conocerse que en la
naturaleza divina está el Verbo, lo que concedemos.
Al último argumento se niega la consecuencia, y la razón de la diferencia
está en que el movimiento se compara a su término como lo imperfecto a lo
perfecto, y es lo mismo lo que antes tuvo un ser imperfecto y luego tuvo un ser
perfecto. En cambio, la intelección no es un acto imperfecto, sino perfecto. En
efecto, por ejemplo, los leños, cuando se calientan, son calientes en potencia, y
por eso estos movimientos se definen como acto del ente en potencia. En cam-
bio el entendimiento, cuando entiende, no está en potencia, sino en acto
perfectísimo. Y por eso la intelección respecto del verbo no tiene carácter de
imperfecto ni se compara al verbo como a algo más perfecto, sino que se com-
para como el acto al objeto y como la visión a la cosa vista. Y así como la vi-
sión se distingue realmente de la cosa que es vista, así tampoco la intelección es
la cosa entendida en acto, que llamamos verbo.
Sea esto sobre aquella cuestión.
12. <Por qué entender procede el Hijo, a saber, si procede por el entender
por el que el Padre entiende sólo su esencia, o por el acto de entender
por el que entiende tanto su esencia como todas las criaturas>
Habiendo establecido que el Verbo procede por el acto del entendimiento del
Padre que es el entender, se duda a continuación por qué entender procede el
Hijo, a saber, si procede por el entender por el que el Padre entiende sólo su
esencia, o por el acto de entender por el que entiende tanto su esencia como
todas las criaturas.
Para esto debe advertirse que en Dios hay un único y simple acto de enten-
der, acto que tiene como término muchas cosas: todas aquéllas que el Padre
entiende. Se investiga ahora, por tanto, si el acto de entender del Padre, en
cuanto que se termina sólo en su esencia, es la producción del Verbo Divino, o
si lo es más bien en cuanto que se termina tanto en su esencia como en las
criaturas.
V. Sobre las procesiones divinas 201
71
J. Duns Escoto, In II Sententiarum, vol. XVIII, pp. 25-26.
72
J. Duns Escoto, Quodlibeta, en Opera omnia, Lyon, 1639, vol. XII, pp. 376-377.
V. Sobre las procesiones divinas 203
73
T. de Vio, Commentaria in Summam Theologiae, nn. 4-7.
74
F. Silvestre de Ferrara, Commentaria in Summam Contra Gentiles, nn. VII-IX.
V. Sobre las procesiones divinas 205
Pero se prueba, porque las criaturas, como se ha dicho, según el ser que po-
seen en Dios es como si movieran el entendimiento divino para su conocimiento
y terminan a éste. Ahora bien, aquel ser es inteligible en acto por sí mismo,
porque es la misma esencia divina y el mismo Dios; luego.
Segunda conclusión: [43v] las criaturas, cuando son conocidas por Dios, no
son producidas en ningún ser inteligible e intencional, como dice Escoto. Se
prueba, porque de ese modo la producción de aquel ser tendría por sentido que
las criaturas, según aquel ser inteligible, o iniciaran o terminaran el conoci-
miento de Dios. Pero el conocimiento de Dios no es iniciado ni terminado inme-
diatamente por ningún ser creado, como se ha dicho antes. Luego en vano se
pone tal ser inteligible en las criaturas. Además, segundo, la cosa que se en-
tiende se llama entendida por denominación extrínseca. Luego que la cosa sea
entendida no pone ningún ser real en ella. Luego las criaturas que son entendi-
das por Dios no reciben ningún ser real. Tercero: si se concede lo opuesto, se
seguiría, como dice Cayetano, que Dios no podría existir sin que las criaturas
fueran producidas desde la eternidad, si existieran en ese ser inteligible, y algún
ser creado se produciría necesariamente, todo lo cual es falso y peligroso.
Tercera conclusión: el entendimiento paterno, al contemplar su esencia, no
sólo en cuanto lo contiene a Él, sino también en cuanto representa todas las
demás cosas, así concibe y genera al Verbo. Se prueba por san Agustín, De
Trinitate (XV c14)75, donde dice que el Verbo ha nacido de todo lo que está en
la ciencia del Padre.
Además, es claro por la razón: el Verbo es el término adecuado de toda la in-
telección del Padre, y por eso en Dios no hay más que uno solo. Luego procede
del conocimiento íntegro y perfecto del Padre, por el que también se conocen
todas las cosas que el Padre puede conocer.
Además, si el Verbo procediera del conocimiento sólo de la esencia, se
seguiría que el Verbo no es el ejemplar de las criaturas. Es clara la inferencia,
pues, como se ha dicho antes, el verbo no es imagen más que de aquello que es
representado por la especie de la que procede. Pero el consecuente es falso. Se
prueba: en las Sagradas Escrituras se dice del Padre que creó todo en el Verbo,
que el Verbo es el ejemplar y la razón de todas las cosas creadas.
75
San Agustín, De Trinitate, XV, c14, PL 42, 1076-1077.
V. Sobre las procesiones divinas 207
76
E. de Gante, Quodlibeta, 119r-120r.
V. Sobre las procesiones divinas 209
engendrado por las criaturas en cuanto están en Dios, las cuales son el mismo
Dios, de las cuales, así consideradas, el Verbo no es distinto, como tampoco es
distinto del mismo Dios o de la esencia divina, porque procede de ellas como
conocidas, no como de lo que dice, ya que sólo el Padre es el que dice al Verbo,
y el Hijo sólo se distingue realmente de aquél por quien es dicho. Y esto es lo
dicho acerca de esta cuestión.
77
Durando, In Petri Lombardi Sententias, 28r-28v.
V. Sobre las procesiones divinas 211
falta, porque el Verbo Divino no sólo está en el entendimiento divino, sino que
es de su misma sustancia y es generado sin recurrir a realidades externas. De
esto se sigue que esta procesión divina, por la que la persona del Verbo procede
del Padre, no sólo es una verdadera generación, sino la más perfecta de todas las
generaciones.
Primera conclusión: la procesión por la que el Verbo procede del Padre es
verdadera y propiamente una generación, conclusión que se sigue de lo ya
dicho. [46r]
Pero se duda sobre qué tan cierta es esta conclusión, sobre lo cual sea la se-
gunda conclusión: debe sostenerse como verdad de fe que la procesión del
Verbo es una generación propia y verdadera. Es claro, por Juan (1): “Hemos
visto su gloria, como del unigénito del Padre”. Luego, si el Verbo es llamado
unigénito, se sigue que su procesión es una generación. Además, en Colosenses
(1), se dice de Él que es el unigénito, antes que toda criatura. Además, en Salmo
(109): “te engendré antes que el lucero”, lo que se dice de la segunda persona.
Además, en Isaías (66), se dice: “Yo, que concedo la generación a los demás,
¿seré estéril?”, testimonio que usa el Concilio Hispalense II (can. 13)78, para
probar esto. Además, san Basilio, Contra Eunomium (IV)79, y san Agustín, De
Trinitate (I c12)80, aducen para esto dos testimonios. El primero es Proverbios
(8): “Aún no eran los abismos, y yo ya había sido concebida”. El segundo es
Salmo (2): “El Señor me ha dicho: tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy”,
pasaje en el cual la palabra “he engendrado” significa la eternidad, pero dice
“hoy” para que entendamos que la generación del Verbo no ha pasado, sino que
es presente, pues el Padre siempre genera al Verbo. Y dice “he engendrado”, en
pasado, dando a entender que aquella generación, aunque sea presente, no es
imperfecta ni está en proceso de realizarse, sino que es absolutamente perfecta.
No obstante, es verdad que este testimonio tal vez no debe entenderse de la
generación divina, sino de la resurrección, cuando Cristo fue resucitado de entre
los muertos, como dice san Pablo en Hechos de los Apóstoles (13), pues la resu-
78
Concilio Hispalense, II, Msi 10, p. 562.
79
San Basilio, Contra Eunomium, IV, PG 29, 703-706 (aquí comenta Proverbios, 8).
80
San Agustín, De Trinitate, I, c12, PL 42, 837.
V. Sobre las procesiones divinas 217
14. <Si hay en Dios alguna procesión aparte de esta procesión del Verbo>
81
Cfr. Annotationes censoriae in quaedam Lactantii errata, de autor incierto: “Et
<Hieronymus> libro II In Epistolam ad Galatas cap. IV, ait: «Multi per imperitiam Scripturarum
(quod et Firmianus in octavo Ad Demetrianum epistolarum libro facit) asserunt Spiritum sanctum,
saepe Patrem, saepe Filium nominari.» Rursum Apologia ad Pammachium et Oceanum inquit:
«Lactantius in libris suis, et maxime in epistolis ad Demetrianum. Spiritus sancti omnino negat
substantiam et errore judaico dicit, eum ad Patrem referri, vel ad Filium; et ad sanctificationem
utriusque Personae sub ejus nomine demonstrari. Quis mihi interdicere potest, ne legam ejus
Institutionum libros, quibus contra gentes scripsit fortissime, quia superior sententia detestanda
est?» Hactenus S. Hieronymus”. PL 6, 88. Cfr. San Jerónimo, Commentariorum in Epistola ad
Galatas libri II, PL 26, 373 (sobre Gálatas, 4, 6). Nótese que, según estas referencias, Lactancio
habría negado que el Espíritu Santo fuera una persona distinta del Padre o del Hijo, pero no habría
afirmado que fuera una criatura.
82
Cfr. San Jerónimo, Epistola VIII ad Damasum, PL 22, 363, donde critica la interpretación de
Orígenes sobre la visión de Isaías.
83
Concilio Niceno, Msi 2, pp. 666-667.
84
San Agustín, De Trinitate, I, c6, PL 42, 827-828.
V. Sobre las procesiones divinas 219
85
San Basilio, Liber de Spiritu Sancto, III, c16, PG 32, 134.
86
Durando, In Petri Lombardi Sententias, I, d7, q2, 31r-32r.
V. Sobre las procesiones divinas 221
sión difiere de la procesión del Verbo, porque el Verbo procede de uno sólo,
pero la procesión del Espíritu Santo es desde dos, esto es, del Padre y del Hijo.
Sin embargo, santo Tomás sostiene lo opuesto: que la procesión del Espíritu
Santo se realiza según un acto de la voluntad, de manera que, así como el Verbo
se genera según el entendimiento divino, como ya se ha dicho, así también la
voluntad del Padre amándose espira el Espíritu Santo, que es la tercera persona,
por lo que en la Escritura con propiedad es llamado amor. Esta sentencia es de
tal modo verdadera que sostener lo contrario es una gran temeridad, porque el
Espíritu Santo es llamado amor del Padre y del Hijo, y también porque los san-
tos y los doctores escolásticos concuerdan en ella.
15. <Si en las criaturas se produce, por el acto de amar, algo distinto del
amor mismo>
Pero para una mejor comprensión de esta procesión por la que se dice que el
Espíritu Santo procede por un acto de amar, se duda de si en las criaturas, por el
acto de amar, se produce algo distinto del amor mismo, como se ha dicho del
entendimiento, que entendiendo producimos [47v] un verbo, que es el término
de la intelección. La cuestión es si, de modo semejante, por el acto de amar se
produce algo distinto del amor mismo, que sea término del amor.
Y parece que sí. Primero, porque en el entendimiento se produce; luego tam-
bién en la voluntad. Es clara la consecuencia, porque no hay una mayor razón
para una potencia que para otra. Se confirma, porque admitimos que en el
entendimiento se produce un verbo distinto del acto de la intelección para que,
siendo inmaterial, a diferencia de las cosas externas, posea un término unido a
él. Pero la misma razón lo exige también en la voluntad, a saber, para que el
acto de amar tenga un término proporcionado.
V. Sobre las procesiones divinas 223
87
T. de Vio, Commentaria in Summam Theologiae, n. III.
88
J. Duns Escoto, In I Sententiarum, vol. XVI, pp. 460 y 471; y vol. XVII, pp. 124-126,
respectivamente.
V. Sobre las procesiones divinas 225
porque, por ejemplo, cuando amo a Pedro sólo conozco a Pedro y no es necesa-
rio conocer esa cualidad.
La respuesta a los argumentos es clara por lo ya dicho. No obstante, se res-
ponde a aquél en el que se dijo que, si en nuestra voluntad no se produce una
cualidad de ese tipo cuando amamos, no podríamos colegir que en Dios el Espí-
ritu Santo se produce por un acto de amor. Se responde a esto que, como diji-
mos acerca del Verbo, si seguimos sólo la razón natural y la analogía existente,
no podemos colegir que en Dios existe el Espíritu Santo, como se dijo sobre el
Verbo. Pero aquello que la razón natural no alcanza por la analogía con las
realidades humanas, lo enseña la fe y, así, este artículo debe admitirse sólo por
la fe.
89
P. Lombardo, Libri quattuor sententiarum, vol. I, pp. 121-125.
90
San Agustín, De Trinitate, V, c14, PL 42, 920-921.
91
Concilio Toledano, I, Msi 3, p. 1003.
V. Sobre las procesiones divinas 229
92
San Agustín, De Trinitate, V, c14, PL 42, 920-921.
93
San Agustín, De Trinitate, XV, c26, PL 42, 1092-1095.
94
San Anselmo, Monologion, PL 158, 202.
95
G. de Rimini, Super Primum et Secundum Sententiarum, 83v.
96
G. de Rimini, Super Primum et Secundum Sententiarum, 83v.
97
P. Lombardo, Libri quattuor sententiarum, vol. I, pp. 121-125.
98
San Agustín, San Agustín, De Trinitate, V, c14, PL 42, 920-921.
99
Probablemente en De processione Spiritus Sancti, PL 158, 285 y ss.
V. Sobre las procesiones divinas 231
Se responde: concedo que el Espíritu posee el ser Dios por el hecho de que
procede de Dios, pero no por el hecho de que procede de tal modo, a saber, por
un acto de la voluntad, porque aquel modo por el que procede no es de suyo
apto para transmitir, a la cosa producida, una naturaleza semejante a quien pro-
duce, a menos que esto ocurra por otro motivo. Por eso, esta procesión del Espí-
ritu Santo puede considerarse de varios modos. [50r] De un modo, en general.
De otro modo, según su razón específica, a saber, como procesión de amor por
la voluntad. De un tercer modo, en cuanto es una procesión divina, que es cierta
condición de aquella procesión común a todo lo demás que está en Dios. Y en
cuanto que es una procesión en general, le corresponde comunicar algo a aque-
llo que procede, pues toda procesión es una transmisión y comunicación de
alguna cosa. Pero si se considera aquella procesión según su índole específica,
no le corresponde transmitir a la cosa que procede una naturaleza semejante,
porque, como hemos dicho, eso no es propio del amor ni de la voluntad. Sin
embargo, si se considera en cuanto que es algo divino y comunica algo divino,
le corresponde transmitir a la cosa que procede una naturaleza semejante, por-
que todo lo que está en Dios es Dios. Así, el Espíritu Santo posee la misma
naturaleza que el Padre, ciertamente por procesión, en cuanto esa procesión es
algo divino, lo que es una condición general; pero no por virtud de ser tal tipo
de procesión, porque no posee esa naturaleza semejante por proceder según la
índole propia de su procesión.
Pero hay aún una objeción. Se argumenta: si la procesión del Espíritu Santo
no es una generación porque, aunque transmita al Espíritu Santo la misma
naturaleza que poseen el Padre y el Hijo, la transmite no en cuanto que es tal
procesión de tal especie, sino en cuanto que es divina, se sigue de esto que la
procesión de Hijo no es una generación. Es clara la inferencia, porque a la
procesión por el entendimiento, en cuanto tal y según su especie, no le corres-
ponde transmitir a la cosa producida una naturaleza idéntica, ni numérica ni
específicamente, a la que tiene el que produce, como es manifiesto en nosotros,
porque el verbo de león no es un león. Luego, el que la procesión del Verbo en
Dios transmita al Verbo la misma naturaleza que posee el Padre, no lo hace
según la índole propia de esa procesión, sino porque es una procesión divina, es
decir, según la condición común. Del mismo modo ocurre en la procesión del
Espíritu Santo.
V. Sobre las procesiones divinas 235
100
G. de Rimini, Super Primum et Secundum Sententiarum, 83v.
V. Sobre las procesiones divinas 237
Esto no acontece del mismo modo en el Espíritu Santo, pues, porque el amor no
consiste en la asimilación a la cosa amada, sino en tender a ella, por eso, ni al
amor tomado [51r] en sentido absoluto ni al amor más perfecto le corresponde,
por su propia naturaleza, producir algo que sea semejante en naturaleza a la cosa
amada, ni según la realidad ni según la intención. Y así al Espíritu Santo, aun-
que proceda del Padre y del Hijo como algo semejante en naturaleza según la
realidad, no le corresponde esto porque proceda por amor, ni siquiera porque
sea el más perfecto, sino porque procede de Dios. Esto equivale a decir que
aquella procesión del Espíritu Santo, no ciertamente según su índole propia y
específica, sino según su condición común, a saber, porque es una procesión
divina, transmite al Espíritu Santo la misma naturaleza que hay en el Padre y en
el Hijo. Ve al Ferrariense, In Contra Gentiles (IV c11)101.
Pero en contra de esto: el amor, por su propia índole, es semejante a la
voluntad de la que procede. Luego aquello que procede por la voluntad, procede
según un carácter de semejanza con ella, así como aquello que procede por el
entendimiento. Se prueba el antecedente, pues la voluntad, por su naturaleza, es
cierta inclinación a tender a algo, y el amor, por su naturaleza, también es una
inclinación actual. Luego el amor es semejante a la voluntad de la que procede.
Se responde con el Ferrariense, In Contra Gentiles (IV c19)102, que, como se
ha dicho antes, el principio total por el que es causado el amor no es sólo la
voluntad, sino la unión de la voluntad y el conocimiento de la realidad que es
amada, y el amor que de ahí procede, aunque posea cierta semejanza con la
voluntad, la posee con un principio parcial. En cambio, no posee ninguna seme-
janza con el conocimiento de la cosa amada y, así, el amor no es semejante a su
principio total. Y así, propiamente hablando, no procede como algo semejante.
Pero en contra: el común sentir de los sabios concede que el amor asimila al
amante con la realidad amada. [51v] Luego es más propio del amor proceder
según la naturaleza de una semejanza que de la operación intelectiva.
101
F. Silvestre de Ferrara, Commentaria in Summam Contra Gentiles, n. XXII, 3 y 4.
102
F. Silvestre de Ferrara, Commentaria in Summam Contra Gentiles, n. VI.
V. Sobre las procesiones divinas 239
Se responde a esto que el amor sin duda asimila al amante con la realidad
amada; sin embargo, no procede según la naturaleza de una semejanza. Y la
razón de esto es que no asimila formalmente al amante con la realidad amada,
como el verbo asimila formalmente al que entiende con la cosa entendida, sino
que se dice que el amor asimila al amante con la realidad amada o de modo
antecedente o de modo eficiente. De modo antecedente, porque todo amor entre
dos se apoya en una semejanza conveniente o de naturaleza o de humores entre
aquellos que se aman. Causal o eficientemente, porque el que ama es movido
por el amor a pensar frecuentemente en la realidad amada y a imitarla cuanto
puede.
17. <Si estas procesiones del Verbo y del Espíritu Santo se distinguen real-
mente>
103
J. Duns Escoto, In I Sententiarum, vol. XVII, pp. 172-174.
104
San Buenaventura, In I Sententiarum, d13, q3, Opera omnia, vol. I, pp. 235-237.
105
E. de Gante, Quodlibeta, 157r-158r.
V. Sobre las procesiones divinas 243
106
Durando, In Petri Lombardi Sententias, 47v-49r.
107
E. de Gante, Quodlibeta, 157r-158r.
108
J. Duns Escoto, In I Sententiarum, vol. XVII, pp. 177-178.
109
G. Biel, Epitome et collectorio, páginas sin numerar.
110
A. de Toledo y Vargas, Lectura in primum sententiarum, d13, q1, a2, páginas sin numerar.
111
Egidio Romano, In Primum librum Sententiarum, 144r-145r.
V. Sobre las procesiones divinas 245
Para explicar esto, debe suponerse que estas procesiones no son otra cosa
que las mismas relaciones subsistentes, a saber, la generación activa es la
paternidad, la espiración activa es cierta otra relación que carece de un nombre
propio, por la que la persona del Padre y del Hijo se distinguen realmente de la
persona del Espíritu Santo. Por eso, si estas relaciones se distinguen, también se
distinguen las procesiones mismas y debe hacerse el mismo juicio acerca de
ambas cosas. Pero nosotros trataremos de aquellas relaciones.
Segundo, advierte que, como en Dios hay una sola esencia numéricamente
idéntica, que es realmente todo lo que hay en Dios, de ahí se sigue que en Dios
no puede concebirse ni pensarse ninguna distinción real más que por respecto a
las relaciones opuestas.
Advierte, tercero, con santo Tomás en Summa Theologiae (I q28 a1), que en
toda relación hay dos aspectos. Uno que es común a la relación y a los demás
accidentes, a saber, el inherir o estar en un sujeto, y otro que es propio de la
relación, en lo cual la relación se distingue de los demás accidentes, a saber, el
referir a otro al sujeto en el cual está. En las relaciones de las criaturas este ser
es accidental. En cambio, en las relaciones divinas, es el mismo ser divino, a
saber, la esencia divina, de lo cual se siguen dos cosas. Primero, que la relación
divina es real y formalmente la misma esencia divina, diferente de ella sólo por
el diverso modo de entender, de lo que se sigue, a su vez, que todas las relacio-
nes divinas, en lo que es común a las relaciones y los demás accidentes, coinci-
den en la esencia divina y son una sola cosa, y sólo pueden distinguirse en el
referirse a otro. Segundo, se sigue que, como en Dios no hay sino una sola esen-
cia absoluta y muchas relaciones, y la esencia es una y simple y las relaciones
son una misma cosa con la esencia y se distinguen entre sí, y puesto que éstas
no pueden distinguirse más que según su propia índole de relación, de ahí se
sigue que en Dios nada puede ser realmente distinto de otro a menos que sea
relativo según la índole propia de la relación. Y si a esto que se ha dicho añadi-
mos que no todos los respectos, por más diversos que sean, por necesidad se
distinguen [53v] realmente entre sí, sino cuando son opuestos, se sigue, en ter-
cer lugar, que en Dios nada puede ser realmente distinto de otro más que si es
algo relativo que posee una oposición con otro según aquello que es propio de la
relación.
Por tanto, sea la primera conclusión: la paternidad y la espiración activa en
el Padre son relaciones reales y son dos relaciones, que es lo mismo que se ha
de decir de la filiación y de la espiración activa en el Hijo, de manera que, for-
112
J. Capreolo, Defensiones theologiae, vol. II, pp. 54-58.
V. Sobre las procesiones divinas 247
113
Corpus Iuris Canonici, vol. II, col. 5.
V. Sobre las procesiones divinas 249
114
Egidio Romano, In Primum librum Sententiarum, 144r-145r (In I Sent., d17 q1).
V. Sobre las procesiones divinas 253
que todas las relaciones divinas, en cuanto a aquello común, coinciden y son
algo uno, y que si se distinguen, [55r] deben distinguirse en cuanto a aquello
que es propio de la relación. A partir de esto se argumenta: mucho más coinci-
den la paternidad y la espiración activa que la paternidad y la filiación, que
coinciden y son algo uno en aquello que es común a los demás accidentes.
Luego la paternidad y la espiración activa no sólo deben coincidir en aquello
que es común, sino también en aquello que es propio de la relación. Luego la
paternidad y la espiración activa, en cuanto relaciones, no se distinguen.
Cuarta conclusión: la paternidad y la espiración activa son dos relaciones
distintas por la razón y virtualmente, de tal manera que según la realidad son
una sola relación, pero no según la razón, porque aquellas son dos relaciones y
no realmente distintas, como ya ha quedado claro. Luego es necesario que se
distingan de algún modo.
Así en aquel pasaje santo Tomás (Summa Theologiae I q32 a2 y a3 ad3) y
Cayetano115.
Pero se argumenta contra esto, primero, a partir de la primera conclusión: la
paternidad y la espiración activa son dos relaciones reales. Luego son dos
relaciones con independencia de la operación del entendimiento. Luego no se
distinguen por la razón, sino realmente.
Se responde que una cosa es decir que la paternidad y la espiración activa
son dos relaciones reales, y otra cosa es decir que son realmente dos. En efecto,
lo primero lo concedemos; pero se niega lo segundo, porque, en la realidad
misma, sin ninguna operación del entendimiento, el Padre se refiere al Hijo y al
Espíritu Santo, pero niego que sean dos cosas realmente distintas, porque para
que sean dos relaciones realmente distintas, es necesaria una operación del
entendimiento, de manera que, en la paternidad, el referirse mismo es algo real,
y por eso son relaciones reales, pero el distinguirse mutuamente entre sí es algo
de la razón y del entendimiento. Luego no son realmente dos.
Segundo: parece imposible que una sola cosa, una única relación, se tome de
modos diversos en orden a términos totalmente diversos y realmente distintos.
Ahora bien, el Padre se refiere al Hijo y al Espíritu Santo, que son dos términos
distintos, dos totalmente diversos. Luego es necesario decir que en el Padre hay
dos relaciones realmente distintas.
115
T. de Vio, Commentaria in Summam Theologiae, n. XIV-XVII y n. X-XIII correspondientes a
cada pasaje.
V. Sobre las procesiones divinas 255
Se responde que, aunque la persona del Hijo sea realmente distinta de la per-
sona del Espíritu Santo, no obstante, no se distingue realmente de él en cuanto
Hijo, sino en cuanto espirador, de tal manera que, si por un imposible, el Hijo
no fuera espirador, no se distinguiría del Espíritu Santo. Por lo cual, formal y
propiamente [55v] hablando, la persona del Hijo y la del Espíritu Santo, toma-
das precisamente en cuanto tales, ni se distinguen ni son dos términos distintos
realmente, sino por la razón. Y así la persona del Padre, puesto que por la
paternidad se refiere al Hijo en cuanto Hijo, y por la espiración al Espíritu Santo
en cuanto Espíritu, y el Hijo, en cuanto tal, no se distingue realmente del Espí-
ritu Santo, así, propia y formalmente, el Padre no se refiere a dos términos real-
mente distintos, a saber, en cuanto son términos de aquellas relaciones. Por eso
no es necesario que las mismas relaciones por las que el Padre se refiere a aque-
llas personas sean realmente distintas, sino que basta con se distingan por la
razón.
Tercero: el ser generado y el ser espirado difieren realmente. Luego también
el generar y el espirar y, por consiguiente, la paternidad y la espiración activa
difieren realmente.
Se responde que el ser generado difiere del ser espirado, no ciertamente en
cuanto es ser generado, sino porque es realmente lo mismo que el espirar activa-
mente, lo que posee oposición con el ser espirado pasivamente. Pero entre el
generar activamente y el espirar activamente no hay ninguna oposición, y así no
hay un motivo semejante.
Cuarto: todas las cosas que son idénticas a una tercera, son idénticas entre sí.
Ahora bien, la paternidad es realmente idéntica a la espiración activa, y también
la filiación. Luego la paternidad y la filiación son idénticas realmente, lo que es
herético.
Se responde que aquella premisa mayor es verdadera cuando son idénticas
de modo convertible y adecuado; entonces, cuando son idénticas a una tercera
cosa, son idénticas entre sí. Pero, aunque la paternidad sea realmente idéntica a
V. Sobre las procesiones divinas 257
Se responde a esto que esta predicación se acepta en sentido idéntico: “la pa-
ternidad es la espiración activa”, como dice Escoto en In I Sententiarum (d8
q4)116, pero hay una diferencia, porque aquella proposición: “la sabiduría es la
bondad”, según el modo común de concebir, se toma en sentido idéntico, por-
que de suyo es lo mismo, y así se concede. Pero aquella proposición: “la
paternidad es la espiración activa”, el sentido común de los teólogos la concibe
de modo contrario, de modo que sea una predicación formal. Por eso es negada
de modo general.
Segundo, se responde con santo Tomás en Summa Theologiae (I q32 a3
ad3), y ahí también Cayetano 117, que la cosa significada por aquel nombre, a
saber, “paternidad” y “espiración activa”, aunque sea una sola, sin embargo, por
la virtud de aquellos nombres se significa como diversas, porque se significan
en cuanto son relaciones que distinguen a las personas, y por eso esas palabras
no pueden predicarse una de otra, como tampoco las cosas significadas por
aquellas palabras, en cuanto son significadas por aquellas palabras, pueden
predicarse una de otra, porque son significadas bajo aquella razón por la que se
distinguen. Pero las cosas que se significan por aquellas otras palabras, a saber,
la sabiduría y la bondad, [56v] son una en la realidad, y aquellas palabras no las
significan como diversas, porque aquellos nombres no significan ningunas razo-
nes propias de diferentes personas, a menos que se añada algún otro término. Y
así, a causa de la identidad de la cosa significada tanto en el ser real como en el
modo de significar, una cosa puede predicarse de otra. He dicho: “a menos que
se añada algún otro término”, pues si hablamos de este modo: “el atributo de la
bondad”, “el atributo de la sabiduría”, no se significa la bondad en cuanto está
realmente en Dios, sino en cuanto es concebida por nosotros y se le atribuye a
Él, y es algo cierto que se concibe por nosotros como distinta de los demás atri-
butos. Y así estos términos: “el atributo de la bondad”, “el atributo de la justi-
cia”, por virtud de su significación, aquello que es realmente uno, lo significan
como diverso bajo estos términos, y así no puede concederse que el atributo de
la bondad sea el atributo de la sabiduría, porque se significan en cuanto que son
diversos. Y del mismo modo no puede concederse que la paternidad es la
espiración activa, porque por aquellos nombres se significan como cosas diver-
sas. Y así, conceder tal proposición sería conceder que la paternidad y la espira-
ción activa, en cuanto diversas y distintas, son algo uno, en cuanto son
significadas por aquellos nombres.
Esto sobre las procesiones.
116
J. Duns Escoto, In I Sententiarum, vol. XVII, p. 67.
117
T. de Vio, Commentaria in Summam Theologiae, nn. X-XIII.
VI. Sobre las relaciones divinas 261
Ahora debe tratarse de las relaciones divinas, de lo cual tratan santo Tomás,
en Summa Theologiae (I q28), y Durando, In I Sententiarum (d30 q3)1. Por eso,
se investiga primero si en Dios hay algunas relaciones reales, de lo cual trata
santo Tomás en aquél pasaje (a1).
Acerca de esto debe advertirse qué es una relación real. La naturaleza propia
de la relación, por la que se distingue de las demás categorías, no es algo, sino
ser en orden a algo; no es algo que existe por sí, sino el respecto que hay, de una
a otra, entre dos cosas comparadas entre sí.
Advierte, segundo: el respecto de una cosa a otra puede existir o porque el
entendimiento refiere una a otra, o porque las cosas mismas de una determinada
naturaleza poseen algún orden entre sí, de modo que están referidas una a otra
por la misma naturaleza. De esto se sigue que aquello que es propio de la rela-
ción, a saber, el respecto [57r] de una cosa a otra, puede proceder o de la
naturaleza o de la comparación del entendimiento, lo que no ocurre en ninguna
otra categoría. Por eso, el respecto que existe por la natural constitución y
proporción natural de dos cosas entre sí se llama y es una relación real, como la
que hay entre el cuerpo pesado y el centro, pues entre ambos, a saber, el cuerpo
pesado y el centro, hay cierta concordancia natural y la misma naturaleza
orienta o inclina al cuerpo pesado hacia el centro, lo que hace que el cuerpo
pesado posea naturalmente un respecto hacia el centro y a la inversa. Por el
contrario, cuando algunas cosas naturalmente no están referidas una a otra por
la naturaleza, sino que el intelecto las compara, el respecto que resulta de esa
comparación se llama relación de razón. Por lo que podemos definir la relación
real, a saber, la relación real es el respecto que resulta de las cosas comparadas
entre sí por la naturaleza misma. La relación de razón, en cambio, es el respecto
que hay de una cosa a otra, no ciertamente por un orden natural que haya entre
ellas, sino por la comparación del entendimiento.
Sea, entonces, la primera conclusión: en Dios hay relaciones reales.
1
Durando, In Petri Lombardi Sententias, 85r-86r.
VI. Sobre las relaciones divinas 263
Pero se investiga ahora qué tan cierto es que en Dios hay relaciones reales.
Segunda conclusión: eso es de fe.
Se prueba: es de fe que en Dios hay relaciones por las que se distinguen las
personas y también es de fe que estas relaciones son reales. Luego es de fe que
en Dios hay relaciones reales. Se prueba por el Concilio Toledano XI2, en el
canon primero y en la confesión de la fe, donde se dice que las personas divinas
se distinguen por las relaciones opuestas. En el Concilio de Florencia3 se dice
que en Dios todo es uno donde no lo impide la oposición de relación. En el c.
Firmiter, De summa Trinitate4, se dice que la santa Trinidad, según la esencia
común, es una, y según las propiedades personales, a saber, las relaciones, por
las que se distinguen las personas, [57v] es separada y dividida.
Segundo, se prueba por el consenso común de todos los doctores santos y es-
colásticos, pues todos admiten relaciones que distinguen a las personas.
Tercero: es claro por la Escritura que en Dios hay Padre, Hijo y Espíritu
Santo. Ahora bien, Padre e Hijo son realidades relativas, y lo mismo espirador y
Espíritu. Luego es claro que en Dios hay relaciones.
Que es de fe que estas relaciones son reales, es claro, porque por estas
relaciones las personas se distinguen realmente. Luego aquellas relaciones son
reales, porque, si fuesen sólo de razón, aquellas personas divinas no se
distinguirían realmente.
2
Concilio Toledano, XI, Msi 11, 132-134 (en la confesión de fe; el canon 1 no se refiere al
tema).
3
Concilio de Florencia, Msi 31 B, 1736, en el “Decretum pro Jacobitis”.
4
Corpus Iuris Canonici, vol. II, col. 5.
VI. Sobre las relaciones divinas 265
3. <Si la relación por la que Dios se refiere a las criaturas es una relación
real>
5
Durando, In Petri Lombardi Sententias, 85r-86r.
VI. Sobre las relaciones divinas 267
en Dios desde un tiempo, a saber, desde que las criaturas fueron creadas al
principio. Por el hecho de que es ejercida, el referirse no pone en aquél algo real
ni se realiza por ningún cambio producido en el relativo, sino porque el término
que antes no existía comienza a existir.
No apruebo por completo esta sentencia, pero tampoco se ve claramente un
motivo por el que deba rechazarse.
Se duda, en segundo lugar, si las relaciones reales son lo mismo que la esen-
cia divina, cuestión sobre la cual tratan santo Tomás, Summa Theologiae (I, en
la cuestión antes indicada, q28, a2), y Durando, In I Sententiarum (d33 q1)6.
Por tanto, advierte que en la relación hay dos aspectos: el “en” y el “hacia”.
El “en” es común a los demás accidentes, pues todos los accidentes inhieren en
un sujeto. En cambio lo segundo refiere a otra cosa al sujeto en el cual está.
Advierte, segundo, que aquel ser que le es común con los demás accidentes,
a saber, el “ser en”, en las relaciones creadas es un ser accidental, mientras que
en las divinas es un ser sustancial, porque en Dios no hay ningún ser accidental.
Advierte, tercero, que cuando se investiga si las relaciones divinas se distin-
guen de la esencia, la relación puede compararse a la esencia divina o bien se-
gún aquel ser común a los demás accidentes o bien en sentido preciso según
aquello que es propio de la relación, o absolutamente según ambos, es decir,
según el “en” y el “hacia” juntos.
Por tanto, sea la primera conclusión: aquel ser que la relación tiene en co-
mún con los demás accidentes, que es la existencia actual, en las relaciones
divinas no se distingue de la esencia ni realmente ni por la razón. Así lo dicen
en aquel pasaje santo Tomás (Summa Theologiae, I q28 a2) y Cayetano 7.
Se prueba que sea realmente el mismo ser, [58v] porque aquel ser en las rela-
ciones divinas es el ser sustancial. Luego si fuera otro realmente, se seguiría que
6
Durando, In Petri Lombardi Sententias, 88v-91r.
7
T. de Vio, Commentaria in Summam Theologiae, n. III.
VI. Sobre las relaciones divinas 269
8
San Bernardo, Sermones in Canticum, PL 183, 1170.
9
Durando, In Petri Lombardi Sententias, I, d33, q1, 88v-91r.
VI. Sobre las relaciones divinas 271
10
J. Duns Escoto, In I Sententiarum, vol. XVII, pp. 423-432.
11
M. de Inghen, Quaestiones super libros Sententiarum, 133r-133v.
12
J. Capreolo, Defensiones theologiae, vol. II, pp. 318-319.
13
Egidio Romano, In Primum librum Sententiarum, 160r-160v.
14
Durando, In Petri Lombardi Sententias, 86r-86v.
VI. Sobre las relaciones divinas 273
si hubiera algo de peligro en aquella sentencia que afirma que son más, sobre
todo sería a causa de que aquella relación constituiría una nueva persona aparte
de las tres. Ahora bien, esto no se sigue, porque no es necesario que en Dios
haya tantas personas como relaciones reales, pues es algo cierto que la espira-
ción activa no constituye una persona nueva, aunque es necesariamente real.
VII. Sobre las personas en general 277
Hemos hablado sobre las relaciones divinas. Corresponde ahora que trate-
mos sobre las personas, sobre lo cual primero [60r] hablaremos de la persona de
modo absoluto y en general, y luego en particular y comparativamente.
Por tanto, se duda de qué significa el nombre “persona” y qué es, sobre lo
cual disputa santo Tomás en Summa Theologiae (I q29 a1).
Acerca de esto, advierte, primero, que el nombre “persona” es un nombre de
sustancia o de cualidad, porque en latín “persona” significa propiamente lo que
en castellano llamamos máscara o personaje, y de ahí se traslada para significar
el estado, dignidad y oficio que alguien desempeña, por lo que decimos de al-
guien que representa el personaje de la misericordia, del juez, etc. Así, Lorenzo
Valla1 recrimina a Boecio 2 el haber usado mal el nombre de persona. No obs-
tante, cualquiera que sea el modo en que se considere el uso y la costumbre de
los de habla latina, debe decirse que el nombre de persona, entre los filósofos y
teólogos, no significa la imagen que alguien presenta, sino que significa la
misma realidad subsistente bajo la apariencia.
Por eso advierte, en segundo lugar, que estos cuatro nombres: “naturaleza”,
“individuo”, “supuesto”, “persona”, son diferentes entre sí y se relacionan como
lo general y lo particular. En efecto, “naturaleza” tiene una extensión mayor que
“individuo”, individuo comprehende más cosas que “supuesto”, y “supuesto”
más que “persona”; pues naturaleza significa la esencia de la cosa y una razón
específica, que por su propia índole es comunicable. “Individuo”, en cambio,
significa la misma esencia y razón específica, pero hecha ya singular e
incomunicable y como contraída a modos determinados. “Supuesto”, a su vez,
significa la misma esencia y naturaleza, no sólo singular, sino subsistente por sí
misma y no en otro, mientras que “persona” significa la misma naturaleza y
sustancia y completamente lo mismo que “supuesto”, salvo porque no todo su-
puesto se llama “persona”, sino sólo el supuesto de naturaleza racional. Así,
“naturaleza” significa la esencia comunicable; “individuo”, a su vez, añade a la
1
L. Valla, Elegantiae latinae, libro VI, cap. 33, en Opera omnia, pp. 215-216.
2
Boecio, De persona et duabus naturas, PL 64, 1343.
VII. Sobre las personas en general 279
3
Boecio, De duabus naturis contra Nestorium, PL 64, 1343.
4
Ricardo de San Víctor, De Trinitate, PL 196, 934.
5
G. de Ockham, Opera theologica, vol. IV, p. 62.
VII. Sobre las personas en general 281
2. <De qué modo se distingue aquello que añade el supuesto sobre el indivi-
duo y qué es aquello>
Ahora bien, de qué modo se distingue aquello que añade el supuesto sobre el
individuo, a saber, realmente o por la razón, y si aquello que añade es algo posi-
tivo o negativo, intrínseco o extrínseco, sobre esto hay muchas y diversas
opiniones.
Por tanto, se duda de qué modo se distingue y qué es aquello que añade el
supuesto sobre la naturaleza. Acerca de esto hay variadas opiniones, pues Caye-
tano, en [61r-62r: en blanco] [62v] In Summa Theologiae (III q4 a2)6, expone
ocho opiniones, aunque hay tres a las que las demás pueden reducirse.
La primera sentencia es de Enrique, Quodlibeto (IV q4)7, quien dice que el
supuesto no añade nada sobre la naturaleza, sino que estos dos nombres signifi-
can absolutamente lo mismo, pero de modo diferente, pues la naturaleza signi-
fica la cosa como “aquello por lo que”, y el supuesto la significa como “lo que”,
y así, aquellas dos cosas sólo difieren por la razón. Así lo sostiene Durando, In I
Sententiarum (d34 q1)8.
La segunda sentencia es la que sostiene Escoto, In III Sententiarum (d1 q1
a3)9, a saber, que el supuesto añade algo negativo, pero no algo positivo, pues la
índole del supuesto consiste en que la realidad que es un supuesto no depende
de otro para subsistir ni en acto ni aptitudinalmente. Y así, toda la índole del
supuesto consiste en dos negaciones, y el supuesto añade sobre la naturaleza
estas negaciones, a saber: la negación de una dependencia actual y la negación
de una dependencia aptitudinal.
La tercera opinión es que el supuesto añade sobre la naturaleza algo real
positivo, y quienes sostienen esta sentencia se dividen en dos partes, pues algu-
nos dicen que aquello real positivo no es una entidad o realidad distinta real-
6
T. de Vio, Commentaria in Summam Theologiae, n. III.
7
E. de Gante, Quodlibeta, 90v-91v.
8
Durando, In Petri Lombardi Sententias, 91v-93r.
9
J. Duns Escoto, In III Sententiarum, vol. XX, pp. 14-16.
VII. Sobre las personas en general 283
mente de la misma naturaleza, sino que es cierto modo real de ser, como el ser
en sí o el ser en otro, modos por los cuales se divide el ente en sustancia y acci-
dente; no son unas realidades sobreañadidas al ente, sino que más bien son mo-
dos diversos del mismo ente, en los que consiste la índole de sustancia y la ín-
dole de accidente. Y de modo semejante, así como, según la opinión común, la
figura no se distingue de la cantidad y de la cosa configurada, sino que es cierto
modo de hallarse la cantidad y la cosa configurada, así, del mismo modo, la
naturaleza que a causa de este modo tiene el subsistir en sí y por sí, por el
mismo hecho de que se halla de tal modo, es un supuesto, sin adición de nin-
guna realidad distinta. Así lo sostienen Herveo, Quodlibeta (III q6)10, el padre
Soto, In Physicam (II q2)11, y Durando, In I Sententiarum (d34 q1)12, y también
la siguen otros tomistas recientes.
Otros, en cambio, dicen que aquello que añade el supuesto sobre la natura-
leza es algo real distinto de la misma naturaleza, como se distingue una cosa
respecto de otra. Así lo sostienen comúnmente los tomistas, como es claro por
Capreolo, In III Sententiarum (5 q3 conclusión 2)13, el Ferrariense, In Contra
Gentiles (IV c43)14, y Cayetano en el pasaje citado (In Summa Theologiae, III
q4 a2)15, y parece ser la sentencia de santo Tomás en Summa Theologiae (III q4
a2 ad3), más abiertamente en Quodlibeto (II a4), en Summa Theologiae (I q3
a3), y De ente et essentia (c6), sentencia que me parece más probable.
Por tanto, sea la primera conclusión: sean o no lo mismo realmente la natura-
leza y el supuesto, uno no puede afirmarse de otro, de manera que esta proposi-
ción es falsa: “el hombre es su humanidad”. [63r] Esta conclusión va contra
Durando, en los pasajes citados, y contra Gabriel, In III Sententiarum (d7 q1
a3)16, quienes, a causa de la identidad real que estiman que hay entre la natura-
leza y el supuesto, a saber, dicen que son lo mismo en la realidad, conceden
estas proposiciones.
Pero se prueba nuestra conclusión, pues, aunque la acción y la pasión sean
un sólo movimiento, no obstante, Aristóteles, en Physica (III <c3>)17, dice que
es falso afirmar que la acción es la pasión o a la inversa. De modo semejante,
aunque fuesen una misma realidad el hombre y la humanidad, la naturaleza y el
10
H. de Nedellec o “Herveus Natalis”, Quodlibeta, ff. 76r-76v.
11
D. de Soto, Super octo libros Physicorum, 33v-35r.
12
Durando, In Petri Lombardi Sententias, 91v-93r.
13
J. Capreolo, Defensiones theologiae, vol. V, pp. 86-87.
14
F. Silvestre de Ferrara, Commentaria in Summam Contra Gentiles, nn. I y III.
15
T. de Vio, Commentaria in Summam Theologiae, nn. VI-XII.
16
G. Biel, Epitome et collectorio, páginas sin numerar.
17
Aristóteles, Physica, III, 3, 202b 5-19.
VII. Sobre las personas en general 285
18
El texto más próximo que he podido encontrar se encuentra en Prima collectio decretalium
Innocentii III, ex tribus primis Regestorum ejus libris composita a Rainiero diacono et monacho
Pomposiano, “Titulus primus: Si personae divinae proprium nomen possint habere”: “Posito
igitur, gratia disputandi, nos ante tempus Incarnationis existere, cogimur quidem concedere quod
Jesus erit et est, non tamen Jesus est et erit, neque Jesus est vel non est, sed non Jesus est. Nam
hoc nomen, Jesus, supponit personam Filii, quae semper est, ut aeterna, et circa illam significat
propriam hominis qualitatem, quae non semper existit, ut res temporalis. Et ideo ratione personae
suppositae, quae semper existit, haec propositio non est vera: Jesus non est. Sed et ratione
significatae qualitatis, quae nondum existit, haec similiter non est vera, Jesus est. Hanc tamen
concedimus, non Jesus est, quia negatio praecedens exstinguit, secundum interposita separat. Et
ideo concedimus exstincturam, sed separativam negamus”, PL 216, 1177.
VII. Sobre las personas en general 287
19
T. de Vio, Commentaria in Summam Theologiae, III q4 a2, nn. VI-XII; F. Silvestre de
Ferrara, Commentaria in Summam Contra Gentiles, IV c43, n. I, 3.
VII. Sobre las personas en general 289
20
F. Silvestre de Ferrara, Commentaria in Summam Contra Gentiles, nn. VIII-IX. No se ve clara
la relación de este comentario con el tema tratado, por lo que es posible que se trata de un error
del manuscrito y que la referencia correcta sea la señalada en la nota anterior: In Contra Gentiles
(IV c43 n. I).
21
T. de Vio, Commentaria in Summam Theologiae, nn. VI-XII.
22
J. Capreolo, Defensiones theologiae, vol. V, pp. 86-87, 105-110.
23
J. Duns Escoto, In III Sententiarum, vol. XX, pp. 176-181.
VII. Sobre las personas en general 291
es otra cosa que existir en sí, y la personalidad no es otra cosa que la misma
existencia en sí.
Pero se duda acerca de si esta personalidad es algo extrínseco o intrínseco al
supuesto, pues también sobre esto hay una divergencia no pequeña entre Ca-
preolo y Cayetano. Capreolo 24 dice que es algo extrínseco, porque, como decía-
mos recién, la personalidad es lo mismo que la existencia de la cosa, y la
existencia, en las criaturas, está fuera de su esencia y naturaleza. No obstante,
Cayetano 25 sostiene lo contrario: que es algo intrínseco.
Sobre esto, sea la sexta conclusión: la personalidad no es intrínseca a la natu-
raleza ni a la persona hablando absolutamente, pero es intrínseca a la persona en
cuanto persona. Que formalmente no sea intrínseca a la naturaleza es claro,
porque, si lo fuera, toda naturaleza existiría necesariamente, lo que sólo debe
atribuirse a Dios. Además, que no sea absolutamente intrínseca a la persona es
claro, porque Pedro, por ejemplo, es el nombre de una persona y, si se pregunta
en sentido absoluto qué es de la esencia de Pedro, ciertamente se respondería
que sólo su humanidad. En cambio, que la personalidad es intrínseca a la per-
sona hablando formalmente o en cuanto persona es claro del siguiente modo:
porque no puede entenderse la persona en cuanto tal sin aquella entidad que es
la personalidad. Luego pertenece a su índole intrínseca. Y así, también en esto
debe decirse de la personalidad y de la naturaleza lo mismo que del punto y de
la línea. En efecto, así como el punto no es algo intrínseco a la línea, si se la
considera absolutamente, sino algo extrínseco, pues la línea no se compone de
los puntos; en cambio, si consideramos la línea en cuanto determinada y aca-
bada por los puntos, en cuanto tal, los puntos le son intrínsecos, [64v] y lo
mismo debe decirse sobre la personalidad.
Pero se pregunta cuál es la causa eficiente de su personalidad, esto es, si es
producida por la misma naturaleza y por sus principios esenciales o no. Se res-
ponde: aquella personalidad no fluye propiamente de la esencia y de la natura-
leza como fluye el accidente propio de su sujeto, sino que es producida propia-
mente por el que la genera, mas no sin ayuda de la naturaleza. Se prueba: que no
fluye propiamente de la esencia es claro, porque el sujeto, antes de hacer brotar
el accidente propio desde sí mismo, subsiste; pero la naturaleza o esencia, antes
de que advenga la personalidad, no se concibe que subsista. Luego a partir de
ella, propiamente y en cuanto tal, no puede brotar nada. Que se produzca por el
generante es manifiesto. Ahora bien, que la naturaleza tenga algo de personali-
dad respecto de aquélla es claro, porque el generante no sólo produce la
personalidad en la naturaleza, sino desde la naturaleza y en la naturaleza, y
24
J. Capreolo, Defensiones theologiae, vol. V, pp. 111-124 (In III Sent., d6 q1).
25
T. de Vio, Commentaria in Summam Theologiae, III q4 a2, nn. VI-XII.
VII. Sobre las personas en general 293
26
Durando, In Petri Lombardi Sententias, 71r-71v.
VII. Sobre las personas en general 297
27
San Agustín, De Trinitate, V, 9, PL 42, 917-918.
28
San Agustín, De Trinitate, VII, 4, PL 42, 939-940.
29
Concilios Toledanos I, III, IV, VI y IX, Msi 3, 1003; 9, 985; 10, 615; 10, 661; 11, 133, resp.
30
Corpus Iuris Canonici, vol. II, col. 5.
31
San Atanasio, Opera spuria, Symbolum S. Athanasii de fide catholica, PG 28, 1582.
VII. Sobre las personas en general 299
Pero, puesto que en Dios hay sólo esencia y relación, se presenta la duda de
a cuál de estas realidades corresponde el nombre de persona: si a la esencia, a la
relación o a ambas a la vez, de lo cual trata santo Tomás (en el lugar citado, a4).
Sobre esto hay varias sentencias. El Maestro, en Sententiarum (I d23)32, dice
que la persona [66r] divina, por virtud de su significación, significa la esencia y
naturaleza divina, de modo que decir que el Padre es persona es lo mismo que si
dijéramos que el Padre es la esencia divina; sin embargo, por la pobreza de los
nombres, este nombre “persona” significa la sustancia, que en Dios es una, pero
se ha trasladado para significar aquello que en Dios es trino, y cita a favor suyo
a san Agustín. No obstante santo Tomás, en el lugar citado, Summa Theologiae
(I q29 a4), parece decir que “persona” significa propiamente la relación divina
subsistente. Durando, en cambio, en el lugar citado (In I Sententiarum, d23
q1)33, dice que no significa ni la esencia ni la relación, sino ambas, lo que santo
Tomás tampoco niega, y esta sentencia es la que más me agrada. Por eso, digo
que “persona” significa al individuo subsistente, pero “persona divina” significa
al individuo divino subsistente, lo cual no es ni la sola relación ni la sola esen-
cia, sino lo que consta de ambas, pues la esencia divina, aunque subsiste en sí,
es comunicable; y la relación, aunque sea incomunicable, no subsiste sino por-
que se identifica con la esencia, como se dirá. Luego ambas cosas a la vez son
lo que <subsiste> incomunicablemente, y por eso esto es propiamente la per-
sona.
32
P. Lombardo, Libri quattuor sententiarum, vol. I, pp. 181-186.
33
Durando, In Petri Lombardi Sententias, 70r-71r.
VII. Sobre las personas en general 301
34
San Atanansio, Opera spuria, Symbolum S. Athanasii de fide catholica, PG 28, 1582.
35
Concilio de Nicea, Msi 2, 1355.
36
M. de Inghen, Quaestiones super libros Sententiarum, 36r.
37
P. de Aylli, Quaestiones super libros Sententiarum, letra “h” (ff. sin numerar).
VII. Sobre las personas en general 303
inherente ni adyacente, sino subsistente. Pero “el que posee divinidad” significa
la divinidad como adyacente, porque tiene carácter de nombre adjetivo. Por eso,
si se dice pluralmente, no denota una pluralidad de naturalezas por parte de los
supuestos, pues santo Tomás enseña que la diferencia entre los nombres
sustantivos y los adjetivos es que los sustantivos significan la forma como
subsistente y los adjetivos significan la forma como adyacente y, así, cuando se
dicen pluralmente, tanto los nombres sustantivos como los adjetivos coinciden
en que denotan que hay muchos supuestos, pero difieren en que los nombres
sustantivos no sólo denotan muchos supuestos, sino también muchas naturale-
zas, porque por el modo de su significación significan la naturaleza como
subsistente o como supuesto. En cambio, los adjetivos sólo denotan que hay
muchos supuestos, porque la forma que significan no se significa como subsis-
tente, sino como adyacente.
Al tercer argumento se responde, de modo semejante, concediendo que la
palabra “Dios” significa un supuesto divino; pero, porque es un nombre sustan-
tivo, significa también la divinidad subsistente y en cuanto es supuesto y, así,
cuando se dice pluralmente, denota que hay no sólo una pluralidad de supuestos,
sino también de naturalezas.
38
San Jerónimo, Epistola ad Damasum, PL 22, 357.
39
San Jerónimo, Epistola XVII, ad Marcum presbyterum, PL 22, 359-360. Dice Erasmo, en su
edición (Tomus secundus epistolarum Divi Eusebii Hieronimi Stridonensis (...) una cum
argumentis et scholiis Desiderii Erasmi Roterdami, Lyon, 1528), al introducir esta carta:
“Argumentum epistolae sequentis: Ab Arianorum factionibus agitatus, cum primum venisset in
Syriam, exponit Marco suae fidei professionem –de ahí que Fray Luis llame a esta carta
“Expositio fidei ad Marcum– quae, cum Romana et Alexandrina Ecclesia consentiat”, p. 328.
40
San Agustín, De Trinitate, VII, c4 y c5, PL 42, 939-943.
41
San Agustín, De Trinitate, V, c9, PL 42, 917-918.
VII. Sobre las personas en general 307
Dios haya tres sustancias. Lo mismo parece haber sido definido en el Concilio
Toledano XI, en la confesión de fe42.
Pero es verdadero lo contrario: que el nombre de sustancia propiamente
significa la sustancia primera o individuo. Luego como en Dios hay tres indivi-
duos de este tipo, puede decirse con rectitud que hay tres sustancias.
A esto se responde que este nombre, como se ha dicho, a veces significa la
“ousia” o quididad de la cosa, y a veces significa la sustancia primera, el su-
puesto y el individuo, y por eso los antiguos Padres, porque aún tenía fuerza la
herejía de los arrianos que sostenían que en Dios había tres divinidades, temían
conceder que hubiera tres sustancias, para que esto no fuera ocasión de errar
para los cristianos por la ambigüedad del nombre. Pero en nuestro tiempo, [68r]
cuando no hay peligro de escándalo, puede concederse que hay tres sustancias.
Primero, porque “sustancia” significa principalmente la primera sustancia de
naturaleza individual. Segundo, porque también los antiguos santos alguna vez
la usaron de este modo, pues san Agustín, De Trinitate (VII c6)43, abiertamente
confiesa que puede concederse. Y san Hilario, en el libelo De synodis 44, dice lo
mismo. Y san Anselmo, al final del Monologion (c78)45, y Boecio, en De dua-
bus naturis et una persona Christi46. Y sin duda todos los escritores griegos lo
concedieron, porque conceden que en Dios hay tres hipóstasis, e hipóstasis es lo
mismo que “substantia” en latín, como es claro por Hebreos (11).
42
Concilio Toledano, XI, Msi 11, 132.
43
San Agustín, De Trinitate, VII, c6, PL 42, 943.
44
San Hilario, Liber de Synodis seu de fide orientalium, n. 32, PL 10, 504-505.
45
San Anselmo, Monologion, c78, PL 158, 221.
46
Boecio, De duabus naturis et una persona Christi, PL 64, 1343.
VII. Sobre las personas en general 309
aunque Cayetano 47 piense que hay tres subsistencias, sobre lo cual trataremos
más adelante. De otro modo, “subsistencia” significa, como nombre concreto,
aquello que subsiste, y así todos conceden que en Dios hay tres subsistencias.
Así lo concede el Concilio V, de Constantinopla, primer dicho48: “si alguien no
confiesa que hay un solo Dios que debe adorarse en tres subsistencias, sea ana-
tema”.
Corresponde que ahora que tratemos sobre “hipóstasis”, nombre sobre el que
hubo una gran controversia entre san Jerónimo y los griegos, pues san Jeró-
nimo, en el pasaje antes citado 49, niega que haya tres hipóstasis en Dios, porque,
dice, toda la escuela con el nombre de “hipóstasis” entiende la “ousia” o la
esencia, y san Agustín, De Trinitate (V c8)50, parece dudoso en este punto. Y a
favor de la sentencia de Jerónimo parece estar el decreto del Concilio Sardi-
cense, en la epístola sinódica51, la cual también es referida por Teodoreto, en
Historia Ecclesiae (II c6)52, en la que dice: “la banda de los heréticos sostiene
que son diversas las hipóstasis del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”, y añade
el concilio: “pero nosotros hemos recibido esta fe y se nos enseñó esta tradición
católica y apostólica: [68v] que una es la hipóstasis del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo”. Sin embargo, los doctores griegos sostienen lo contrario, a sa-
ber, el Damasceno, De fide orthodoxa (I c8)53: “confesamos una sola potestad
de reinar en tres hipóstasis perfectas distintas”. Y Gregorio Nacianceno, en
Sermo de Trinitate54, confiesa abiertamente que hay tres hipóstasis en Dios. Y
san Agustín, en el pasaje citado (De Trinitate, V c8)55, reconoce que en su
tiempo todos los autores griegos aceptaban tres hipóstasis.
47
T. de Vio, Commentaria in Summam Theologiae, I q3 a3, n. II; I q29 a2, n. I.
48
Concilio de Constantinopla, Msi 9, 375 (se trata del segundo de Constantinopla, que es el
quinto general o ecuménico).
49
San Jerónimo, Epistola XVII, ad Marcum presbyterum, PL 22, 359-360.
50
San Agustín, De Trinitate, V, c8, PL 42, 917.
51
Concilio Sardicense, Msi 3, 83-86.
52
Teodoreto, Ecclesiastica historia, II, c6, PG 82, 999 y ss.
53
San Juan Damasceno, De fide orthodoxa, I, c8, PG 94, 823-826.
54
Gregorio Nacianceno, Oratio XLII, “Supremum vale”, PG 36, 477-478. La edición D.
Gregorii Nazianzeni (...) orationes triginta octo, de París de 1532, 83v, explica las circunstancias
de este texto: “Oratio Beati Gregorii Nazianzeni habita in praesentia episcoporum centum
quinquaginta”. De ahí que Fray Luis la llame “sermo”.
55
San Agustín, De Trinitate, V, c8, PL 42, 917.
VII. Sobre las personas en general 311
A esta cuestión respondo que sin duda deben ponerse tres hipóstasis en Dios.
Se prueba, primero, porque “hipóstasis”, entre otras cosas que significa, signi-
fica del modo más propio y verdadero la sustancia primera o individuo subsis-
tente incomunicable, como se ha probado. Además, se prueba por el concilio
Niceno56, en el cual fue aprobado el símbolo de Atanasio, en el que se dice que
una es la persona o hipóstasis del Padre, otra la del Hijo, etc.
Por eso, se responde a lo de san Jerónimo, que san Jerónimo rehuía conceder
tres hipóstasis, porque veía que “hipóstasis” puede tomarse también por “ousia”,
y temía que un nombre ambiguo diera una ocasión al error, la cual causa de
temer ahora está superada. Y al Concilio Sardicense se responde que, sin duda,
el concilio tomó el nombre de “hipóstasis” por “ousia”, lo que es claro por el
concilio mismo, porque inmediatamente después de aquellas palabras, a saber,
“confesamos”, se añadió: “aquellos mismos heréticos a la ‘hipóstasis’ la llaman
‘ousia’”, palabras que faltan en el códice latino y que debe reponerse del griego
a partir de san Teodoreto 57.
Sobre el nombre “persona” no hay ninguna cuestión, pues todos los doctores,
tanto antiguos como modernos, lo han utilizado, y el lenguaje habitual de los
concilios concede que en Dios hay tres personas.
56
Concilio Sardicense, Msi 2, 1355.
57
Teodoreto, Ecclesiastica historia, II, c6, PG 82, 1011-1012.
VII. Sobre las personas en general 313
Sea sobre esto la primera conclusión: es de fe que en Dios hay sólo tres
personas. Es claro por 1 Juan (capítulo último): “Son tres los que dan testimo-
nio en el cielo, y estos tres son uno”.
A lo primero se responde que, aunque haya cuatro relaciones reales, sólo tres
de aquellas relaciones son realmente distintas entre sí, pues la espiración activa
es una relación común al Padre y al Hijo, y es realmente idéntica a la paternidad
y a la filiación, y así no constituye una persona, como se ha dicho antes.
Al segundo argumento: se pregunta si el Hijo, entendiéndose, produce un
verbo, sobre lo cual sea la segunda conclusión. Por fe debe sostenerse que el
Hijo no genera o produce otro hijo. Es claro por Juan (1): “Hemos visto su glo-
ria, gloria como de unigénito del Padre”. Y en el mismo capítulo: “El unigénito,
que está en el seno del Padre, nos lo ha dado a conocer”. A partir de lo cual se
argumenta así: el Hijo es llamado unigénito. Luego en Dios no hay más que un
Hijo.
Pero contra esto está, primero, lo que se dice en Hebreos (1): “que lleva todo
en el verbo de su poder”. Luego el Hijo posee un verbo y, por consiguiente, otro
hijo.
A esto responde santo Tomás, Contra Gentes (IV c13), que a veces en la Es-
critura el nombre de la causa se atribuye al efecto, como san Pablo en Romanos
(6) llama pecado a la concupiscencia, porque es efecto del pecado. Así en este
pasaje llama “verbo” a aquellas cosas que han sido hechas por el Verbo, o el
que lleva, esto es, el que gobierna todo por las criaturas. Digo, en segundo
lugar, que “verbo” en la Escritura frecuentemente es tomado en el sentido de
“imperio”, como es claro por Salmo (148): “hacen su verbo”, es decir, obedecen
a su imperio. Y así san Pablo dice que el Verbo lo lleva todo con su verbo, esto
es, que con su imperio lo gobierna todo, en lo cual san Pablo da a entender que
Cristo es verdadero Dios, porque gobierna todo con su solo imperio, lo que es
propio de Dios. En tercer lugar, digo que en aquel pasaje de Pablo, “verbo”,
como consta en griego, no es “logos”, palabra que usa san Juan cuando dice “En
el principio era [69v] el Verbo”, nombre por el que se significa al Hijo, sino que
es otra palabra, a saber, “eima”, que propiamente significa el verbo de la boca.
Así, el sentido es que el Hijo lo gobierna todo con su sola voz o con su solo
decir, para que comprendamos que todo es gobernado por el Hijo sin dificultad
alguna. Y es una metáfora tomada de los amos, a los cuales los siervos obede-
cen inmediatamente con sólo una seña; así lo dice el Crisóstomo58 sobre aquel
pasaje y también Ecumenio59.
58
San Juan Crisóstomo, In Epistola ad Hebreos, c1, Homilia II, PG 63, 23.
59
Ecumenio, Commentarium in Epistola ad Hebreos, c1, PG 119, 283.
VII. Sobre las personas en general 315
En cuanto a lo primero, hay varias sentencias, de las que hacen mención Du-
rando, In I Sententiarum (d7 q2)60, [70r] y el Toledano en la misma distinción
60
Durando, In Petri Lombardi Sententias, 32v-34r.
VII. Sobre las personas en general 317
(q1 a2, a3 y a4)61. Pero de todas éstas, hay dos sentencias que poseen alguna
probabilidad. La primera es de Durando en ese pasaje: que la potencia que hay
en Dios de generar, dice, es la sola paternidad. Así lo sostiene san Buenaventura
en la misma distinción (a1 q1)62. La segunda sentencia es de santo Tomás,
Summa Theologiae (I q41 a5): que la potencia de generar es la esencia paterna o
la esencia divina en cuanto está en el Padre, y, según esta sentencia, aquella
potencia significa directamente la esencia, pero oblicuamente significa una rela-
ción, a saber, la paternidad. Esta sentencia la mantienen el maestro, en la misma
distinción63, Marisilio, In I Sententiarum (q11 a3)64, Argentina, In I Sententia-
rum (d7 q1 a1 conclusión 2)65, y Capreolo, en la misma distinción (q1, en las
conclusiones 1-3)66, que es la sentencia común y más verdadera.
Para comprenderla, advierte lo que recién decía: en el Padre y en el Hijo hay
un entender numéricamente idéntico, así como hay un solo entendimiento, y así
el Hijo es generado por el mismo entender por el que Él mismo entiende, pero
no es generado por sí mismo, sino sólo por el Padre, porque, como el Padre es la
primera persona que entiende, Él mismo al entender expresa y produce, y así la
intelección divina es la generación del Hijo, mas no de cualquier modo, sino en
cuanto está en el Padre y es generado por el Padre. Por lo que debe advertirse,
segundo, que así como Dios no posee el entender por la relación, sino por su
naturaleza y esencia, así también el entender expresando el Verbo lo posee por
la esencia considerada en cuanto que está en la primera persona, porque el
entender de la primera persona es el generar.
Establecido lo anterior, sea la primera conclusión: la potencia que hay en
Dios de generar es la esencia paterna o la esencia en cuanto está en el Padre. Se
prueba porque, como se ha dicho, la potencia de generar es el principio por el
que Dios genera, y el generar en Dios es el entender en cuanto que es ejercido
por el Padre. Ahora bien, aquello se da en Dios por la esencia según el modo en
que está en el Padre solo; luego.
Además, segundo, la potencia es aquello primero por lo que genera. Y no ge-
nera por la relación, sino por la esencia; luego. Se prueba la menor, porque lo
engendrado se asemeja al generante en la forma por la que genera, y el Hijo, en
Dios, no se asemeja al Padre en la paternidad, sino en la esencia. Luego no ge-
nera mediante la paternidad.
61
A. de Toledo y Vargas, Lectura in primum Sententiarum, d7, q1, a2, a3, a4, páginas sin
numerar.
62
San Buenaventura, In I Sententiarum, d7, a1, q1, Opera omnia, vol. I, pp. 134-137.
63
P. Lombardo, Libri quattuor sententiarum, vol. I, pp. 91-94.
64
M. de Inghen, Quaestiones super libros Sententiarum, 55r-55v.
65
T. de Estrasburgo, Commentaria in IV libros Sententiarum, 48v-49r.
66
J. Capreolo, Defensiones theologiae, vol. I, pp. 270-272.
VII. Sobre las personas en general 319
67
San Agustín, De Trinitate, XV, c13, PL 42, 1076.
68
San Juan Damasceno, De fide orthodoxa, I, c8, PG 94, 810-818.
69
Ricardo de San Víctor, De Trinitate, VI, c2, PL 196, 969.
VII. Sobre las personas en general 321
70
A. de Toledo y Vargas, Lectura in primum sententiarum, d7, q1, a2, a3 y a4, páginas sin
numerar.
71
M. de Inghen, Quaestiones super libros Sententiarum, 55r-55v (In I Sent., q11 a3).
72
A. de Toledo y Vargas, Lectura in primum sententiarum, d7, q1, páginas sin numerar. Sin
embargo, debe advertirse que este autor, en a2 de esa cuestión, dice lo contrario: “potentia
generandi est in Filio”, y para la prueba de esta tesis remite a la distinción anterior (d6 q1 a2
concl. 1).
73
M. de Inghen, Quaestiones super libros Sententiarum, 55v-56v.
VII. Sobre las personas en general 323
1
Concilio Sirmiense, Msi 3, 260.
2
Corpus Iuris Canonici, vol. II, col. 5.
3
San Agustín, De Trinitate, VI, c2, PL 42, 924-925.
4
Aristóteles, Metaphysica, V, c1, 1013a 17.
5
P. Lombardo, Libri quattuor sententiarum, vol. I, p. 218.
VII. Sobre las personas divinas en particular 329
a ser, y tomándolo así es cierto por fe que el Hijo no tiene principio, esto es, no
ha comenzado a ser. De otro modo se toma “principio” [72v] por el autor de una
cosa, modo según el cual el Padre es principio del Hijo, y tomando “principio”
como aquello a partir de lo que la cosa emana, concedemos que el Hijo tiene
principio: no, ciertamente, principio de su ser, sino principio del que procede,
pues este razonamiento parece excelente: el Hijo tiene Padre, y el Padre en
cuanto tal es principio del Hijo. Luego el Hijo tiene principio, tomando princi-
pio del mismo modo en el antecedente y en el consecuente.
A esto se responde que, porque el nombre de principio es ambiguo absoluta-
mente dicho para significar ambas cosas, y los arrianos decían que el Hijo en
Dios era una criatura y que había comenzado a ser, no debe concederse de modo
absoluto que tenga principio, para no dar ocasión de estimar que nosotros
concordamos con los herejes. Puede concederse con un añadido, a saber, que
tiene un principio que es el Padre, y también puede concederse que el Hijo pro-
cede de un principio, pues la palabra “de” significa suficientemente que “princi-
pio” ahí se toma por el autor y el que engendra y no por el inicio de la cosa.
Se argumenta, segundo: el Padre es principio del Hijo. Luego el Hijo es
principiado. Pero esto no lo conceden los teólogos, porque si es principiado,
comenzó a ser. A esto se responde: santo Tomás, en el lugar citado (ad2), niega
la consecuencia, porque el nombre “principiado” parece implicar comienzo y
sujeción, y así lo niegan todos los doctores latinos, porque sobre tan gran miste-
rio debe hablarse con la máxima cautela y es necesario abstenerse absoluta-
mente de palabras que podrían llevar a un sentido herético.
Si alguien dice: quien establece un principio necesariamente deberá recono-
cer un principiado, pues estas dos cosas son correlativas. Luego si el Padre es
principio, no puede negarse que el Hijo sea principiado. Se responde: si es
principio en acto, es necesario que haya algo que procede del principio, porque
el principio es principio de algo. No obstante, no es necesario que aquello que
procede del principio sea llamado principiado, porque lo que es principiado, por
la fuerza de esa palabra, se significa que tiene un principio de su ser, y puede
ocurrir que aquello que procede de un principio carezca de inicio y sea coeterno
a su principio y tenga la misma naturaleza y perfecciones que él.
VII. Sobre las personas divinas en particular 331
Pero otra duda es si el Padre es causa del Hijo. Parece que sí. Se prueba:
causa es lo mismo que principio. Luego si el Padre es principio, será también
causa. Además, san Agustín, De Trinitate (VII c1)10, con frecuencia usa el nom-
bre de causa como principio, y san Hilario, De Trinitate (c1 4)11, concede que el
Padre es autor del Hijo, y autor y causa valen lo mismo. Además, san Agustín,
en el lugar citado: aquello que es causa de que el Hijo sea, lo es también de que
sea sabio. Y san Jerónimo, In Epistolam ad Ephesios (c3)12, dice sobre Dios: es
su origen y causa de su sustancia. Además, los doctores griegos dicen que el
Padre es causa del Hijo, y el Hijo del Espíritu Santo, como consta en el Concilio
Florentino (sesión última)13, donde se dice que el Hijo es, tanto según los grie-
gos como según los latinos, principio de la subsistencia del Espíritu Santo,
como también el Padre.
6
San Agustín, De Trinitate, IV, c20, PL 42, 908.
7
Concilio Toledano, Msi 10, 661.
8
Corpus Iuris Canonici, vol. II, col. 5.
9
P. Lombardo, Libri quattuor sententiarum, vol. I, pp. 215-219.
10
San Agustín, De Trinitate, VII, c1, PL 42, 935-936.
11
San Hilario, De Trinitate, c1, 4, PL 10, 99.
12
Jerónimo, Commentariorum in Epistolam ad Ephesios libri III, PL 26, 488.
13
Concilio Florentino, Msi 31 A, 882 y ss.
VII. Sobre las personas divinas en particular 333
Sobre esto sea la cuarta conclusión: el Padre de ningún modo debe decirse
causa del Hijo, ni el Hijo del Espíritu Santo.
Se prueba: aquello que procede de una causa es un efecto. Luego si el Padre
es causa del Hijo, el Hijo es un efecto y, por consiguiente, una criatura, lo que
es herético.
Además: si el Padre es causa del Hijo, necesariamente será una de las cuatro
causas. Pero no es causa material ni formal, ni causa final, porque el fin es más
perfecto que aquello que se ordena al fin, y el Padre no es más perfecto que el
Hijo. Tampoco es causa eficiente del Hijo; es claro, porque la causa eficiente
está fuera de la esencia de aquello que hace. Pero el Padre, en Dios, es de la
misma esencia y naturaleza que el Hijo. Además, se prueba, porque, si fuese
causa eficiente del Hijo, el Hijo sería hecho, lo contrario de lo cual enseña la fe,
al decir: “engendrado, no hecho”.
Se responde a lo primero: se niega que causa y principio sean absolutamente
lo mismo, pues, aunque toda causa es principio, no ocurre a la inversa, [73v]
porque, como enseña Aristóteles en Metaphysica (V c1)14, el extremo desde el
que algo parte es un principio del movimiento, pero no es causa del movi-
miento. Por eso advierte que “principio”, propiamente hablando, sólo significa
aquello a partir de lo cual algo es, de cualquier modo que sea. En cambio, la
causa eficiente significa aquello a partir de lo cual algo es por eficiencia. Ahora
bien, aquello que procede de otro de este modo, por la eficiencia, es diverso de
la causa eficiente en naturaleza, al menos numéricamente.
Al testimonio de los santos, se responde que han usado impropiamente
“causa” en el sentido de “razón”.
A la autoridad de los griegos, se responde concediendo que así hablan en
griego, y atribuyen al Padre el nombre de causa, pero le niegan el nombre de
hacedor. No obstante, los padres latinos, considerando mejor la exactitud de la
palabra y evitando con más cuidado las dificultades de los herejes, no usan en
Dios el nombre de causa, a los que es preciso imitar.
14
Aristóteles, Metaphysica, V, c2, 1012b 34-35.
VII. Sobre las personas divinas en particular 335
Para esto advierte, con Cayetano en aquel pasaje15, que la palabra “propia-
mente” puede tomarse de tres modos. De un modo, en cuanto que se distingue
de “metafóricamente”, como “león” se dice propiamente de la fiera y un hombre
iracundo es llamado metafóricamente “león”. De otro modo, “propiamente” se
toma como distinto de aquello que es común, como cuando decimos que reír
conviene al hombre propiamente, mientras que caminar le es común con otros
animales. De un tercer modo se toma “propiamente” como lo que se distingue
de accidentalmente, pues accidentalmente se dicen de algo aquellos nombres
que denotan lo que le es adyacente, mientras que propiamente se dicen de aque-
llo los nombres que denotan su sustancia y naturaleza.
Establecido esto, sea la primera conclusión, que es de fe: el nombre de “Pa-
dre” se dice en Dios en sentido propio, no metafórico.
Se prueba: en Dios hay generación en sentido propio y no metafórico. Luego
hay propiamente Padre e Hijo.
Los padres se llaman padres por su semejanza con el Padre en Dios. Luego
el Padre en Dios se llama “padre” no sólo en sentido propio, sino de modo exce-
lente. Se prueba el antecedente por san Pablo, en Efesios (3): “Doblo, dice, mis
rodillas ante el Padre de nuestro Señor, del que toma nombre toda paternidad en
el cielo y en la tierra”.
Segunda conclusión: no sólo se dice propiamente de la primera persona, sino
también de un modo excelentísimo. Esta conclusión la prueba el testimonio
recién citado, y la razón es la que usa santo Tomás en la solución al cuarto argu-
mento, pues la generación divina es generación del modo más perfecto. Luego
también el Padre es Padre de un modo excelente. Se prueba el antecedente, pues
a la naturaleza [74r] de la generación le corresponde generar en lo semejante.
Luego cuanto más semejante es lo generado al generante, tanto más perfecta es
la generación. Y el Padre genera al Hijo como algo tan semejante a Él, que son
uno solo en naturaleza y esencia.
Tercera conclusión: el nombre de “Padre” se dice de la primera persona no
accidental, sino propiamente, esto es, no significa algo adyacente a aquella
persona, sino la índole misma como forma esencial intrínseca de tal persona. Es
claro, pues el Padre implica la paternidad, que en Dios no es una relación acci-
dental, como en las criaturas, sino que es aquello que intrínsecamente y como
formalmente constituye a la persona misma.
Última conclusión: “Padre”, en Dios, se dice propiamente de la primera per-
sona, y no es un nombre común a aquélla y a las demás personas. Esta conclu-
sión también es de fe, porque, como antes enseñamos, la fe enseña que no hay
más que un Hijo en Dios. Luego hay sólo un Padre.
15
T. de Vio, Commentaria in Summam Theologiae, n. I.
VII. Sobre las personas divinas en particular 337
llamado Padre más principalmente porque genera el Hijo en Dios que porque
crea a las criaturas.
Además, Dios produce las criaturas por la sola voluntad, mientras que al
Hijo lo genera por naturaleza.
Además, las criaturas distan mucho, más aún, infinitamente, de la naturaleza
del que las produce. El Hijo, en cambio, es en todo igual y semejante al Padre.
Luego aquel nombre se dice primeramente de Dios en cuanto que es un nombre
personal, que en cuanto que es un nombre esencial.
Segunda conclusión: aquel nombre “Padre”, en cuanto que es personal, se
dice de Dios propiamente. En cambio, en cuanto que es esencial, se dice por una
semejanza, esto es, que Dios, respecto de la persona engendrada, a saber, del
Hijo, es y se dice propiamente Padre, pero respecto de las criaturas producidas
por Él se dice padre por una semejanza.
Se prueba la conclusión: la verdadera índole que significa aquel nombre se
encuentra en la primera persona respecto de la segunda. Luego aquel nombre se
dice propiamente de la primera persona. Se prueba el antecedente: es padre el
que, por generación, produce algo semejante a sí mismo según la especie y, en
Dios, el Padre respecto del Hijo es de esta condición. Luego aquel nombre, en
cuanto que es personal, se dice propiamente de Dios. Y que en cuanto que es un
nombre esencial se diga por una semejanza, es claro, porque en Dios, respecto
de las criaturas que produce, no se da una verdadera e íntegra índole de padre,
pues ni las produce propiamente por generación, sino por creación, ni las pro-
duce como algo semejante a Él en naturaleza y especie. Luego no se dice padre
en sentido propio respecto de las criaturas, sino por una semejanza con aquello
que se dice en sentido propio. De esto se sigue, primero, que este nombre “Pa-
dre”, dicho de Dios personalmente y esencialmente, es un nombre análogo, esto
es, que Dios no se llama Padre unívocamente porque genera al Hijo y porque
produce las criaturas, sino analógicamente, porque en cuanto que genera al Hijo
es un nombre propio del Padre, y en cuanto produce las criaturas es padre por
semejanza.
16
San Ambrosio, De incarnationis dominicae sacramento, c8 y c9, PL 16, 838 y ss.
17
San Agustín, De Trinitate, V, c6 y c7, PL 42, 914-916.
18
San Agustín, De Trinitate, XV, c26 y c27, PL 42, 1095-1096.
19
San Hilario, De synodis, PL 10, 500-503.
20
San Hilario, De Trinitate, IV, PL 10, 99-100.
21
Concilio Toledano, Msi 11, 132-133.
VII. Sobre las personas divinas en particular 343
22
San Gregorio Nacianceno, Divi Gregorii Nazianzeni orationes triginta octo, París, 1532, 99v:
“In S. Epiphaniarum lumina”. PG 36, 347-348: Oratio XXXIX, In Sancta Lumina, dada en
Constantinopla, 6-I-381.
23
El texto aludido por santo Tomás, también citado por Pedro Lombardo en Sententiae, I, d13
como perteneciente a san Ambrosio, corresponde en realidad a Siagrio (Syagrius Episcopus),
Regulae definitionum contra haereticos prolatae, n. 8, PL S 136.
24
Símbolo de Atanasio, PG 28, 1582.
VII. Sobre las personas divinas en particular 345
que aquel nombre, de modo puramente negativo, también se dice de las cosas
que no son, y es verdadero decir que la quimera es ingénita o no generada. Se
prueba la segunda parte, porque si hablamos de la generación en sentido es-
tricto, el Espíritu Santo, conforme con la fe, no es generado y, por consiguiente,
es ingénito según aquel modo estricto de generación.
Tercera conclusión: aquel nombre, si significa la privación de generación to-
mada en sentido amplio, de manera que ingénito sea lo mismo que no produ-
cido, entonces es propio del Padre. Es claro, porque en Dios sólo el Padre no
procede de ninguno, pues es principio sin principio. Así sólo Él es ingénito del
modo dicho.
Pero en contra: también la esencia divina es ingénita de este modo. Es claro,
porque no procede de nadie ni es generada con generación tomada en sentido
estricto ni en sentido amplio.
Se responde con santo Tomás, en el artículo citado (ad2), que la esencia di-
vina, aunque absolutamente no proceda de otro, no obstante, procede de otro en
el Hijo y en el Espíritu Santo, o, aunque la esencia divina no reciba de otro el
ser absolutamente, no obstante, recibe de otro el ser en el Hijo, a saber, del Pa-
dre, y también del Hijo el ser en el Espíritu Santo. Y por esta causa propiamente
no se dice ni ingénita ni generada.
Pero se investiga ahora si, simple y absolutamente, debe decirse que ser
ingénito es propio del Padre. Sea sobre esto la última conclusión: el nombre de
“ingénito” sólo debe atribuirse al Padre de modo absoluto. En cambio, al Espí-
ritu Santo no se le puede atribuir a no ser que se añada la explicación del modo
en que se dice, esto es, no puede decirse del Espíritu Santo que es ingénito, sino
que es ingénito según la generación propiamente dicha. Se prueba, primero, por
los pasajes de los santos Padres [76r] antes citados, donde el nombre de ingé-
nito se atribuye al Padre y se niega del Espíritu Santo. Además, en el Concilio
Toledano XI25 se dice lo mismo, pues sobre el Padre dice el concilio: “Confesa-
mos al Padre como no engendrado ni creado, sino ingénito”; y sobre el Espíritu
Santo dice: “También este Espíritu Santo se confiesa ni ingénito ni engendra-
do”, donde abiertamente se ve que el mismo nombre absolutamente se atribuye
al Padre y absolutamente se niega del Espíritu Santo. Luego el mismo nombre
dicho absolutamente se dice propiamente del Padre. Además, en el Símbolo de
Dámaso 26, que está en el cuarto tomo de las obras de san Jerónimo, también se
llama al Espíritu Santo no generado ni ingénito. Además, Eutimio 27, en la
Epístola de Atanasio a Serapión, dice del Espíritu Santo: el Espíritu no es
25
Concilio Toledano XI, Msi 11, 133.
26
Símbolo de Dámaso, DS 71-72.
27
E. Zigabeno (Euthymius Zigabenus), Panoplia dogmatica, titulo XII: “Athanasii Epistola ad
Serapionem”: PG 130, 687-724. La cita de Fray Luis no aparece textualmente.
VII. Sobre las personas divinas en particular 347
ingénito, porque la Escritura católica sólo atribuye al Padre ser sin principio e
ingénito, y se confirma, porque si ingénito significa aquello que no procede de
otro, con generación estrictamente dicha o tomada en sentido amplio, se sigue
que “ingénito” tomado en sentido absoluto excluye todo aquello, porque aquella
expresión niega la índole misma y, por consiguiente, aquel nombre tomado
absolutamente significa aquello que no procede de nadie con ningún modo de
generación. Luego debe decirse absolutamente que aquel nombre conviene sólo
al Padre, porque sólo Él no procede de otro con ningún modo de generación.
Al primer argumento se responde que san Gregorio Nacianceno y san Jeró-
nimo llamaron ingénito al Espíritu Santo no de modo absoluto, sino con genera-
ción dicha en sentido estricto, y de ese modo también es ingénito.
A lo otro se responde que, en el asunto presente, “ingénito” se toma de algún
modo privativamente cuando se dice del Padre. Y cuando se dice que, por tanto,
significa una imperfección, se niega la consecuencia, siguiendo a santo Tomás
en la solución citada (ad2), pues hay cierta privación que es la carencia de aque-
llo que puede tener otro del mismo género, aunque el que carece de aquello no
sea apto, y tal privación no implica una imperfección. Y así ocurre en el asunto
presente, pues “ingénito”, cuando se dice del Padre, denota que el Padre carece
de generación pasiva, algo que ciertamente él no puede tener, pero para lo cual
es naturalmente apto otro supuesto de su misma naturaleza, esto es, el Hijo.
Vean aquel pasaje.
Y esto sobre la primera persona. [76v: en blanco] [77r]
Corresponde que hablemos sobre la persona del Hijo, de lo cual trata santo
Tomás en Summa Theologiae (I q34).
Y se duda, primero, si el Hijo se llama Verbo, de lo cual trata santo Tomás
en Summa Theologiae (I q34 a1 y a2), cuestión que depende de esta otra: si el
Hijo procede del Padre por el entendimiento o más bien por algún otro acto de
la naturaleza, pues, como antes hemos dicho, Durando, In I Sententiarum (d6
VII. Sobre las personas divinas en particular 349
q2)28, sostuvo que el Hijo no procede por el entendimiento, sino por un acto de
la naturaleza y así, según él, realmente el Hijo no es verbo. Pero sobre esto ya
hemos dicho antes que la sentencia de Durando es temeraria. Por tanto, que el
Hijo es y se llama Verbo debe ser igual de cierto que procede por el entendi-
miento.
Pero puede dudarse si aquel nombre corresponde al Hijo propia o
metafóricamente. La razón de la duda está en que “verbo” propiamente se dice
del verbo vocal, y desde ahí se ha trasladado para significar el verbo mental,
como es claro por la etimología del nombre, pues “verbo” viene de sacudir
[verberare] el aire, lo que se hace por la voz y no por la mente. Santo Tomás, en
el pasaje citado, parece decir que este nombre se dice primeramente del con-
cepto de la mente y que de ahí fue llevado para significar la voz exterior, pero lo
opuesto es mucho más probable, a saber, que este nombre primero se dice de la
voz pronunciada exteriormente y, secundariamente, de los conceptos mentales,
a causa de la semejanza que tienen con las voces, porque así como los concep-
tos se profieren por la boca, aquellos conceptos se profieren por la mente, y así
como las voces son signos de las cosas que se deben entender, así también los
conceptos de la mente son imágenes de las cosas entendidas, así como el ver se
dice primeramente de los ojos corpóreos y de ahí, por cierta semejanza, se tras-
lada al entendimiento, porque también decimos que se ve con la mente. Sin
embargo, aunque este nombre “verbo” haya sido trasladado desde la voz externa
para significar el concepto interior, no obstante, según pienso, significa ambas
cosas con propiedad, porque ambos verbos son proferidos y significan
verdaderamente, en lo que consiste la índole verdadera del verbo. Y, según la
realidad, el verbo interior es verbo más principalmente que el exterior, pues
significa más expresamente la cosa que significa, pues es una semejanza natural
de ella. En cambio, el verbo exterior sólo es un signo convencional, de lo que se
sigue que el Hijo en Dios se llama Verbo en sentido propio, porque es el con-
cepto de la mente del Padre.
Pero se presenta la duda de si este nombre se dice sólo del Hijo y no de las
demás personas y, por consiguiente, si es un nombre personal del Hijo o un
nombre esencial común a las demás personas, pues Durando, In I Sententiarum
28
Durando, In Petri Lombardi Sententias, 31r-32r.
VII. Sobre las personas divinas en particular 351
(d27 q3)29, dice dos cosas. Primero, que este nombre se dice del Hijo por
apropiación, como el Espíritu Santo es llamado amor, [77v] que es un nombre
común a las tres personas, pero por el uso se apropia al Espíritu Santo. Dice,
segundo, que en realidad este nombre “verbo” no es personal, sino un nombre
esencial común a todas las personas divinas, pues el Padre y el Espíritu Santo
pueden ser llamados verbo. Y Durando lo prueba así: porque el verbo no es otra
cosa que la noticia y el acto de entender. Ahora bien, el entender es común a las
tres personas. Luego se sigue que las tres pueden ser llamadas verbo.
Además, segundo: “amor” en Dios es un nombre esencial que conviene a to-
das las personas. Luego también el nombre “verbo”. Se prueba el antecedente,
pues Dios es caridad, como dice san Juan. Se prueba la consecuencia, porque el
amor se comporta con respecto a la voluntad divina como el verbo con respecto
al intelecto.
Además, es claro por san Anselmo, en Monologion (c60)30, donde afirma que
el Padre se dice a sí mismo entendiéndose, y el Hijo de modo semejante, y el
Espíritu Santo se dice a sí mismo de igual modo. Ahora bien, el entender di-
ciendo es el verbo. Luego es esencial a todas.
Santo Tomás sostiene lo opuesto en el artículo citado y es la sentencia ex-
presa de san Agustín, De Trinitate (V c13)31, donde dice: así como el Hijo se
dice relativamente en orden al Padre, así también el Verbo se dice relativamente
en orden al Padre que dice, y ninguna de estas cosas se dice del Padre. Y en De
Trinitate (VI c2 32 y VII c1 y c2 33) sostiene lo mismo. Así también lo sostiene el
Maestro en Sententiae (I d27)34, y casi todos los teólogos sostienen lo mismo,
excepto Durando. Ve a Gabriel, In I Sententiarum (d27 q3)35. Y sin duda esto
debe sostenerse, y lo opuesto no carece de gran temeridad.
Y se prueba así: se dice que el verbo en nosotros procede por el acto de
entender y permanece en el mismo entendimiento. Ahora bien, el Hijo en Dios
procede por la inteligencia del Padre y permanece en el Padre mismo. Luego
sólo aquél se llama Verbo propiamente.
Además, el verbo es el concepto de la mente y como su prole. Ahora bien, el
Hijo de Dios es concebido y generado de modo semejante por la mente paterna.
Luego es propiamente Verbo.
29
Durando, In Petri Lombardi Sententias, 79r-79v.
30
San Anselmo, Monologion, c60, PL 158, 206.
31
San Agustín, De Trinitate, V, c13, PL 42, 920.
32
San Agustín, De Trinitate, VI, c2, PL 42, 925.
33
San Agustín, De Trinitate, VII, c1 y c2, PL 42, 931-936.
34
P. Lombardo, Libri quattuor sententiarum, vol. I, pp. 206-207.
35
G. Biel, Epitome et collectorio, páginas sin numerar.
VII. Sobre las personas divinas en particular 353
Además, así como producimos un verbo exterior por la locución exterior, así
también, por la locución interior, producimos un verbo interior, que es una
semejanza natural de la cosa conocida. Ahora bien, esto conviene del modo más
propio al Hijo de Dios, pues procede por el intelecto del Padre y por la locución
del Padre y es una semejanza natural de la cosa entendida.
Además, es claro por el modo de hablar de la Escritura, porque en la Escri-
tura el Hijo siempre es llamado y denominado Verbo, y cada vez que la Escri-
tura usa este nombre propiamente, [78r] se entiende que habla del Hijo, como
es claro por Juan (1): “En el principio era el Verbo”, y poco después: “y el
Verbo se hizo carne”; y en 1 Juan (5): “Tres son los que dan testimonio en el
cielo: el Padre, el Verbo”, etc., y en muchísimos pasajes.
No obstante, debe advertirse que santo Tomás, In I Sententiarum (d27 q2 a1
y a2), dice que “verbo” a veces se dice de Dios esencialmente, porque a veces
se toma como la noticia y el acto de entender, y es algo cierto que el entender es
común a las tres personas, y lo mismo parece decir en De veritate (q4 a1); pero
santo Tomás habla de un modo mejor y más verdadero en el artículo antes ci-
tado, en el que afirma que aquel nombre sólo se dice personalmente. Y la razón
es que el verbo, propiamente hablando, no significa el acto de entender, sino
que se toma como el término de la intelección.
Al primer argumento se responde que el verbo, ni en nosotros ni en Dios, es
el acto de entender, sino aquello que se produce por la noticia.
Al segundo se responde que, para expresar lo que hay en la voluntad, tene-
mos una carencia de nombres, porque en la voluntad, como en el intelecto, está
el acto de amar y está también el término del amor que procede del amor
mismo. Para significar el acto de amar tenemos un nombre propio, a saber,
“amor”, pero para expresar el término del amor no tenemos un nombre propio y,
por eso, con el nombre del acto de amar, a veces significamos el término mismo
del amor y llamamos a éste “amor”. Y esto no ocurre en el intelecto, porque
tenemos un nombre propio para designar el acto de entender y un nombre pro-
pio para designar el término de la intelección. El acto de entender es llamado
noticia, y el término es llamado verbo. Por eso, al argumento concedo que
“amor”, propiamente hablando, no es un nombre personal, porque “amor” signi-
fica el acto del amor; pero cuando “amor” se toma para designar el término del
amor, lo que acontece por la escasez de los nombres, entonces es personal y no
esencial, y se toma de este modo cuando el Espíritu Santo es llamado amor.
VII. Sobre las personas divinas en particular 355
36
Determinatio facultatis theologiae in Schola Parisiensi super quamplurimis assertionibus D.
Erasmi Roterdami, Venecia, 1549, título XIII, 14v.
VII. Sobre las personas divinas en particular 357
que es común a todas las personas. Luego no es propio del Verbo tener un res-
pecto a las criaturas.
A esto se responde, primero, que hasta ahora sólo hemos dicho que en el
nombre de “Verbo” se incluye un respecto a las criaturas, pero no hemos dicho
si esto es propio sólo del Verbo. Se responde, segundo, que ni la esencia divina
considerada absolutamente ni ninguna otra persona tiene un respecto a las
criaturas según el modo y la índole del respecto a las criaturas que se incluye en
el nombre de “Verbo” y, así, tener tal modo de respecto a las criaturas, a saber,
el de lo expresivo a la cosa expresada, es propio del Verbo. A partir de lo cual
se responde al argumento: concedo que el Verbo, en cuanto que es imagen y
algo expresivo de la cosa entendida, significa un respecto a las criaturas; y
cuando se objeta que en cuanto tal significa la esencia y no una relación, se
responde que no significa la esencia absoluta, sino en cuanto está en el Hijo,
porque la esencia divina no de cualquier modo es expresiva de las cosas
entendidas por el Padre, sino en cuanto está en el Verbo.
Por lo que advierte que, aunque en el Padre y en el Hijo haya una única esen-
cia, como enseña la fe, no obstante, por decirlo así, no está del mismo modo en
ambas personas, [79v] porque en el Padre está no recibida de otro, y en el Hijo
está recibida de otro. Además, la esencia divina en el Padre es el Padre y la
misma esencia en el Verbo es el Verbo; y, de modo semejante, en el Padre la
esencia divina es la cosa entendida y en el Verbo es la imagen natural de la cosa
entendida. En el Padre la esencia divina representa las criaturas como el objeto
que es entendido, mientras que en el Verbo expresa las criaturas como aquello
en lo cual se entienden.
Pero hay otro argumento. El nombre de “Verbo” incluye un respecto a las
criaturas, porque el Verbo, en cuanto tal, ha procedido de la noticia que el Padre
tiene de aquéllas. Pero también procedió de la noticia de la esencia divina y, por
tanto, de la noticia que posee el Padre del mismo Verbo. Luego en el nombre de
“Verbo” se incluye un respecto no sólo a las criaturas, sino también a la esencia
divina y a sí mismo y, por consiguiente, la esencia divina tiene un respecto a sí
misma, lo que no puede entenderse suficientemente.
Se responde a esto concediendo que en el nombre de “Verbo” se incluye un
respecto a la esencia, al mismo Verbo, al Espíritu Santo y al Padre y, final-
mente, a todo aquello de cuya noticia procedió, porque expresa todo aquello
VII. Sobre las personas divinas en particular 361
12. <Si la relación que incluye el Verbo a las criaturas es una relación real
o sólo de razón>
Pero se investiga ahora si esta relación que el Verbo incluye a las criaturas y
a todo aquello de cuya noticia procede es una relación real o sólo de razón.
En esto, sea la última conclusión: aquella relación es sólo de razón. Es claro,
pues es una relación de una cosa a sí misma según diversas consideraciones,
porque, aunque la esencia divina del Verbo se refiera a las criaturas y las ex-
prese, las expresa en cuanto las criaturas brillan en la misma esencia divina en
cuanto está en el Padre.
Pero se argumenta contra esto: el Verbo se refiere a las criaturas y a todo
aquello que el Padre entiende porque las expresa. [80r] Ahora bien, es expre-
sivo en cuanto procede la noticia de aquéllas. Luego la relación del Verbo a
ellas es real y no de razón. Se prueba la consecuencia, pues procede de ellas, y
entre lo que procede y aquello de lo cual procede hay una relación real.
Se responde con Cayetano, en el pasaje citado, que el Verbo no procede de
ellas como de quien dice, sino como de lo conocido, el cual modo de distinción,
así como no establece por su propia índole una distinción real entre aquello que
procede y aquello de lo cual procede, así tampoco establece una relación real.
De lo cual se infiere un corolario: que el nombre de “Verbo” incluye dos res-
pectos. Uno, al Padre como a aquello de lo que procede, pues primero se refiere
al Padre como a quien dice, la cual es una relación real personal. Segundo, se
refiere también al Padre como a aquello que es expresado por el mismo Verbo,
y así el Verbo es algo dicho y expresivo respecto del Padre: dicho por el Padre,
expresivo del Padre.
VII. Sobre las personas divinas en particular 363
37
Concilio Efesino, Msi 4, 1078 (c. XXVI: Exemplum epistolae Cyrilli Episcopi Alexandrini ad
Nestorium de excommunicatione, n. 8).
38
Clemente, Epistola I ad Iacobum Fratrem Domini, PG 1, 473.
39
San Agustín, De Trinitate, VI, c2, PL 42, 925.
40
San Agustín, De Trinitate, VII, c1, PL 42, 934.
41
San Agustín, De Trinitate, V, c11, PL 42, 919.
VII. Sobre las personas divinas en particular 365
Pero se duda ahora de si el Espíritu Santo procede del Hijo, de lo cual trata
santo Tomás, en el lugar citado (a2), que fue una importante disputa entre los
griegos y los latinos, pues los griegos sostuvieron que el Espíritu Santo procede
sólo del Padre y no del Hijo, y sobre todo por esta causa se dividieron de la
Iglesia latina, la cual decían que erraba en dos cosas. Primero, en juzgar que el
Espíritu Santo procede del Hijo. Segundo, suponiendo que procediera, decían
que había errado en haber añadido aquello al símbolo, a saber, “procede del
Padre y del Hijo”, y que esto era contra el Concilio Niceno. Esta división duró
hasta los tiempos del Concilio de Florencia, pues aquel concilio fue reunido
para que se examinara esta cuestión, y lo presidió el papa Eugenio.
En esta cuestión examinaremos tres cosas. Primero, si los griegos antiguos
fueron de esta sentencia, a saber, que el Espíritu Santo procede sólo del Padre y
no del Hijo. Segundo, trataremos sobre la verdad de esta sentencia. Tercero,
supuesto que el Espíritu Santo procede del Hijo, veremos si le era lícito a la
Iglesia latina añadir al símbolo niceno aquella partícula: “procede del Padre y
del Hijo”.
Acerca de lo primero, advierte que ahora muchos doctores, como el Tole-
dano, In I Sententiarum (d11 y d12 q1 a3 y a4, ad Sanctum Thomam et Scotum,
ad ultimum)43, dicen que ninguno de los griegos antiguos sostuvo que el Espí-
ritu Santo procede sólo del Padre, y afirman esto por el hecho de que en De
summa Trinitate et fide catholica (capítulo único, en el 6)44, después de que se
expone la sentencia católica, se añade esto: “Ésta es la sentencia inmutable de
los latinos y de los griegos”. No obstante, sin duda debe sostenerse lo contrario,
a saber, que algunos de los antiguos y santos doctores griegos afirmaron que el
Espíritu Santo procede sólo del Padre, aunque los demás estimaran lo contrario.
Es claro que esto es así, porque san Juan Damasceno, en De fide orthodoxa (I
c12)45, expresamente afirma que el Espíritu Santo procede sólo del Padre, y esto
como algo muy cierto y aceptado por todos en su tiempo, porque dice: “El Espí-
ritu Santo procede del Padre y lo llamamos Espíritu del Padre. Lo llamamos
Espíritu del Hijo, pero no decimos que el Espíritu Santo procede del Hijo”.
Además, Teofilacto, en Commentaria super Ioannem (c3)46, sostiene lo mismo.
42
San Agustín, De Trinitate, XV, c19, PL 42, 1086.
43
A. de Toledo y Vargas, Lectura in primum sententiarum, d11, q1, a3 y a4, páginas sin
numerar.
44
Msi 24, 81, Concilio II de Lyon, Constitutiones a Gregorio papa X in Concilio Lugdunensi
generali sancitae, c1.
45
San Juan Damasceno, De fide orthodoxa, I, c12, PG 94, 850.
46
Teofilacto, Commentaria super Ioannem, c3, PG 123, 1223.
VII. Sobre las personas divinas en particular 367
Así Teodoreto, que asistió al tercer concilio general Efesino, escribiendo contra
los anatematismos de san Cirilo (noveno anatematismo)47, habla así del Espíritu
Santo: si entiende que tiene esencia como desde el Hijo o por el Hijo, esto es
blasfemo y debe rechazarse [81r] como impío. San Cirilo48, contra quien escribe
esto, en su respuesta intenta probar que el Espíritu Santo procede del Hijo, pero
sólo afirma que es el Espíritu del Hijo. Por esto es claro que no debe dudarse de
que algunos de los doctores griegos fueron de este parecer y sentencia.
La segunda duda es si esta sentencia es verdadera, en lo cual advierte que
algunos de los doctores griegos no negaban absolutamente que el Espíritu Santo
procediera del Hijo, sino que negaban que el Espíritu Santo recibiera del Hijo la
esencia, y por eso negaban que procediera del Hijo. Esta sentencia se confirma
así. En el Concilio Niceno, que fue el primero general, y en el Concilio
Constantinopolitano, que fue el segundo, se enseñó todo lo que pertenecía a la
persona del Hijo y a la persona del Espíritu Santo, pues el Concilio Niceno fue
congregado contra Arrio, que negaba la divinidad del Hijo, y el otro lo fue con-
tra Macedonio y Eunomio, que negaban la divinidad del Espíritu Santo; y, no
obstante, en ambos símbolos, publicados por ambos concilios, se dice del Espí-
ritu Santo que procede del Padre, sin hacerse ninguna mención del Hijo. Luego
es un signo de que no procede el Hijo.
Se confirma, porque no sólo en aquellos concilios, sino que en ninguno de
los concilios generales, hasta el octavo inclusive, se hace mención de esto en la
confesión de la fe.
Se argumenta, segundo: sobre las personas divinas no se debe decir nada
más que lo que está expresado en las Sagradas Escrituras, como dice san Dioni-
sio, libro De divinis nominibus (c1)49. Ahora bien, en la Escritura se dice que
procede del Padre: Juan (15): “Cuando venga el Paráclito, que procede del Pa-
dre”. En cambio, no se encuentra en ningún pasaje de la Escritura que proceda
del Hijo. Luego no debe afirmarse.
Se confirma esto, porque para afirmar esto debemos ser llevados o por una
autoridad de la Escritura o por una razón evidente. Pero no hay ninguna de estas
dos cosas, porque la Escritura no dice esto; sólo dice que el Espíritu Santo es el
Espíritu del Hijo. Es claro por Gálatas (4): “Envió Dios el Espíritu del Hijo a
vuestros corazones”. Y se dice que el Espíritu Santo es enviado por el Hijo; es
claro por Juan (16): “Si me voy, lo enviaré a vosotros”. La Escritura dice sólo
esto, pero de esto no se concluye que el Espíritu Santo proceda del Hijo, pues
que uno es de otro se puede decir de muchos modos, aunque no proceda del
47
San Cirilo de Alejandría, Apologeticum contra Thedoretum pro XII capitibus.
“Anathematismus IX, Theodoreti reprehensio”, PG 76, 430-431.
48
San Cirilo, PG 76, 434.
49
Dionisio Areopagita, De divinis nominibus, c1, PG 3, 587.
VII. Sobre las personas divinas en particular 369
50
San Agustín, De Trinitate, IV, c20, PL 42, 908.
51
San Agustín, De Trinitate, XV, c26, PL 42, 1092-1093.
VII. Sobre las personas divinas en particular 371
52
San Basilio, Contra Eunomium, III, PG 29, 655.
53
San Basilio, Contra Eunomium, II, PG 29, 574 y ss.
54
Cirilo, In Ioannem, I, c3, PG 73, 42-43.
55
San Juan Crisóstomo, Quintus et ultimus tomus operum Divi Ioannis Chrysostomi, París,
1543, 95r: “In Symbolum Apostolorum expositio, homilia prima incerto interprete”: “Iste est
Spiritus procedens de Patre et Filio”; 95v: “In Symbolum Apostolorum expositio alia, homilia
secunda, incerto interprete”: “Istum Spiritum Sanctum dicimus Patri et Filio esse coaequalem, et
procedentem de Patre et Filio”.
56
Posiblemente la lección de Fray Luis recoge este testimonio que se creía de san Atanasio, en
el símbolo que se ha transmitido con su nombre (PG 28, 1582), pero en el manuscrito quedó
ligado al nombre del autor anteriormente citado.
VII. Sobre las personas divinas en particular 373
57
Gregorio Niceno, Contra Eunomio, PG 45, 336.
58
Concilio Florentino, PG 161, 565-598.
59
Aceptación de las Epístolas de Cirilo, Msi 6, 674; Epistolas Cyrilli ad Nestorium, Ep. XVII,
PG 77, 111-112.
60
Cartas en las que el papa León acepta la epístola de Cirilo y su doctrina, según la numeración
de PL: 67 (PL 54, 886-887), 69 c1 (PL 54, 890-891), 70 (PL 54, 892-895), 117 c3 (PL 54, 1038),
119 c4 (PL 54, 1044), 130 c2 (PL 54, 1079).
61
Concilio de Nicea II, Msi 13, 729.
62
Concilio Florentino, Msi 31 A, 550, 558 y ss.
63
Concilio Lateranense, Msi 22, 982.
64
Concilio de Lyon, II, Msi 28, 81.
65
Concilio Toledano VIII, Msi 10, 1210.
66
Concilio Florentino, Msi 31 A, 882 y ss.
VII. Sobre las personas divinas en particular 375
67
Concilio Calcedonense, Msi 6, 671-674.
IX. Sobre la ciencia de Dios 377
1
P. Lombardo, Libri quattuor sententiarum, vol. I, pp. 254-258.
IX. Sobre la ciencia de Dios 379
2
Durando, In Petri Lombardi Sententias, 93v-96v.
3
Aristóteles, De anima, II, c2, 413a 30.
IX. Sobre la ciencia de Dios 381
fue llamado “Theos”, que significa lo mismo que “el que ve” o “sabe” o “co-
noce”. Esta conclusión la prueba largamente santo Tomás en Contra Gentes (I
c44). Sobre esto también disputan algunos doctores escolásticos en la presente
distinción. Gabriel (q1 a1)4, con muchos argumentos intenta refutar la razón de
santo Tomás, porque la inmaterialidad no es la causa del conocer en los cognos-
centes. Pero sus argumentos no tienen ninguna fuerza. Por eso, no es necesario
referirlos. En efecto, la razón de santo Tomás procede de principios, pues si
toda limitación y contracción de la forma proviene de la materia, se sigue,
entonces, que la ilimitación de la forma provendrá de la separación de la mate-
ria. [90r] Ahora bien, por el hecho de que una forma es ilimitada, le corres-
ponde el no ser sólo ella, sino también poder ser otra. Luego la inmaterialidad es
el principio del conocer. También es claro por la experiencia, pues cuanto más
inmaterial es una cosa, tanto más conoce. Porque el sentido no es del todo
inmaterial, no puede conocer más que lo sensible. En cambio, nuestro entendi-
miento, porque por su naturaleza es separable de la materia, no sólo puede
conocer lo sensible, sino también lo espiritual. A su vez el ángel, porque está
más separado de la materia, puede conocer más cosas y más perfectamente.
Luego como Dios es lo más separado de la materia y de toda potencia, en Él se
encontrará la suma y más perfecta ciencia.
3. <De qué modo debe entenderse la diferencia entre los cognoscentes y los
no cognoscentes>
4
G. Biel, Epitome et collectorio, páginas sin numerar.
IX. Sobre la ciencia de Dios 383
los no cognoscentes también reciben las formas de las demás cosas, por ejem-
plo, el agua, cuando se calienta, recibe la forma del calor, y el aire recibe las
formas intencionales y, de modo semejante, el espejo. Luego no hay absoluta-
mente ninguna diferencia entre los cognoscentes y los no cognoscentes en
cuanto a esto.
A esto suele responderse de varios modos. Algunos responden, de acuerdo
con el Comentador, que aquella diferencia consiste en que los cognoscentes
reciben las formas ajenas de las otras cosas de modo que se hacen lo mismo que
ellas, no en el ser real, sino en el ser inteligible; por ejemplo, cuando mi
entendimiento recibe en sí, [90v] por ejemplo, la forma de piedra, se hace lo
mismo que la piedra en el ser inteligible, porque el entendimiento en acto se
hace inteligible en acto. En cambio, aunque los no cognoscentes reciban a veces
las formas de las demás cosas, como en los ejemplos aducidos, no se hacen lo
mismo con ellas. Por eso el Comentador, In De anima (III com. 5)5, dice que del
entendimiento y lo inteligible se forma una unidad mayor que de la materia y la
forma. Esta sentencia él la explica en In Metaphysica (XII com. 17)6, porque del
entendimiento y lo inteligible se hace algo uno de tal forma que no resulta una
tercera cosa, sino que el mismo entendimiento es el mismo inteligible en el ser
inteligible; en cambio, de la materia y la forma resulta una cierta tercera reali-
dad, a saber, el compuesto, distinto de cada una de las partes. Esta doctrina tam-
bién se colige abiertamente de Aristóteles, De anima (III c8)7, donde dice que el
entendimiento es en cierto modo todas las cosas, y cuanto está en acto es el
mismo inteligible en acto. Esto siempre debe entenderse según el ser inteligible,
no según el ser real, porque en nosotros son distintos la especie inteligible y el
ser real. Por eso, como en Dios la esencia divina, que es la especie, tanto según
el ser real como según el ser inteligible es absolutamente lo mismo, el entendi-
miento divino y su esencia se identifican por completo.
Aquella diferencia se explica de otro modo, a saber, que los cognoscentes
reciben las formas de las otras cosas a causa de su propia perfección, mientras
que los no cognoscentes, si alguna vez las reciben, es a causa de la perfección
de una tercera cosa o de la perfección de las formas que reciben en sí mismas.
Llaman perfección a la operación propia de cada cosa. Por ejemplo, cuando el
entendimiento recibe alguna especie, la recibe a causa de la perfección del
entendimiento mismo, en cuanto que el mismo entendimiento actúa. En cambio,
cuando [91r] el agua recibe el calor, no lo recibe por la perfección del agua
misma, sino por la perfección del calor recibido, pues el calentar no es una
5
Averroes, en Aristotelis opera cum Averrois commentarii, supplementum II, 148r-148v.
6
Averroes, en Aristotelis opera cum Averrois commentarii, vol. VIII, 302v-303r.
7
Aristóteles, De anima, III, c8, 431b 20 y ss.
IX. Sobre la ciencia de Dios 385
operación del agua, sino del calor. Y cuando la materia recibe la forma, la
recibe por la perfección de un tercero, a saber, del compuesto.
Aquella diferencia se explica de un último modo, si hablamos de los cognos-
centes en toda la extensión del género, y no de estos o aquellos. La diferencia
consiste en esto: los cognoscentes reciben las formas ajenas de las otras cosas,
esto es, de las otras esencias y naturalezas, mientras que los no cognoscentes no
pueden recibir en sí mismos las formas ajenas de las naturalezas o esencias, sino
sólo las formas accidentales, como es claro en los ejemplos aducidos. He dicho:
“de los cognoscentes en toda la extensión del género”, porque los cognoscentes
sensitivos no reciben más que las formas sensibles. Aquí debe advertirse que
toda potencia sensitiva, en cualquier animal en que se encuentre, incluso en el
más imperfecto, aunque absolutamente no sea inmaterial y espiritual como el
intelecto, tiene, no obstante, algo de inmaterialidad. Y la razón es manifiesta,
porque reciben en sí mismas las especies sensibles, que no poseen un ser por
completo material, sino un ser intencional.
8
Aristóteles, Metaphysica, XII, c9, 1074b 25-30.
IX. Sobre la ciencia de Dios 387
9
Durando, In Petri Lombardi Sententias, 93r-94v.
10
San Jerónimo, Super Habacuc, c1, PL 25, 1286.
11
Aristóteles, Metaphysica, XII, c9, 1074b 30-34.
12
Durando, In Petri Lombardi Sententias, 93v-94r.
IX. Sobre la ciencia de Dios 389
13
F. Silvestre de Ferrara, Commentaria in Summam Contra Gentiles, n. III, 4.
IX. Sobre la ciencia de Dios 391
Se confirma esta razón, pues el ángel conoce las cosas inferiores no por
especies tomadas de las cosas mismas, sino por especies universales infundidas
en él y, no obstante, se dice que conoce las cosas inferiores en sí mismas. Luego
aunque Dios conozca todas las cosas distintas de sí en su esencia, se dirá que
conoce las cosas [92v] en sí mismas.
En contra, está que la sentencia opuesta la sostiene Agustín en el libro Octo-
ginta trium quaestionum (q46)14, donde dice que, cuando Dios creaba estas co-
sas inferiores, no contemplaba nada fuera de sí mismo para crear lo que ha sido
creado, sino que, aunque ve las cosas inferiores que están fuera de su esencia,
no las contempla en sí mismas, sino en su esencia. Esta sentencia de san Agus-
tín la siguen casi todos los doctores escolásticos, como refiere Capreolo en la
presente distinción (q2 conclusión 2)15, y santo Tomás en Summa Theologiae (I
q14 a5), y Cayetano en el mismo pasaje16, y en Contra Gentes (I c49 y c50).
La sentencia opuesta es sostenida por Escoto en la presente distinción (q1), y
también en la distinción siguiente17; dice que Dios no sólo conoce las criaturas
en su esencia, sino también en sí mismas –dice Escoto– y supone dos instantes
de origen en el conocimiento divino desde la eternidad. Afirma que en el primer
instante el conocimiento divino termina en la esencia misma como en su objeto
propio y directo, y afirma que en el segundo instante el conocimiento divino
recibió su término en las criaturas en sí mismas, pues en aquel segundo instante
Dios conoce su esencia en cuanto que es ejemplar e imagen de las criaturas y,
así, por la esencia divina, aquel conocimiento es como terminado en las mismas
criaturas.
Escoto, en el lugar citado, habla muy confusa y oscuramente. No obstante,
podemos explicar su sentencia mediante este ejemplo, pues, así como una
misma visión puede terminar en el espejo en cuanto que es una determinada
realidad, y puede, secundariamente, terminar en el mismo espejo en cuanto
representa alguna cosa exterior a él, así también el conocimiento divino termina,
en el primer instante de origen, en la esencia divina bajo la razón de esencia, y
en el segundo instante termina en la misma en cuanto que es imagen y ejemplar
de las criaturas, y de ese modo termina en las criaturas en sí mismas. Y cuando
se formula contra Escoto el argumento de que las criaturas no han poseído ser
en sí mismas desde la eternidad, sino que posteriormente fueron producidas en
el tiempo, por lo cual [93r] es imposible que Dios las conozca en sí mismas
desde la eternidad, responde Escoto que, en aquel segundo instante en que cono-
ció a las criaturas, las produjo en un cierto ser conocido, el cual ser, dice, es
14
San Agustín, Octoginta trium quaestionum, q46, PL, 40, 30.
15
J. Capreolo, Defensiones theologiae, vol. I, pp. 371-372.
16
T. de Vio, Commentaria in Summam Theologiae, nn. VII-XIV.
17
J. Duns Escoto, In I Sententiarum, vol. XVII, pp. 445-459; 461-476.
IX. Sobre la ciencia de Dios 393
algo disminuido e imperfecto, distinto del ser real que poseyeron cuando fueron
producidas en el tiempo. Por lo tanto, aquel ser disminuido y conocido es algo
medio entre el verdadero ser real y el ser de razón, pues, como las criaturas no
poseen todavía la verdadera existencia cuando son conocidas en el segundo
instante, aquel ser no se llama verdadero ni real, y tampoco se llama ser de ra-
zón, porque no es un ser fingido, sino que verdaderamente es el fundamento de
la relación de la cosa conocida al cognoscente. Y lo mismo que afirma Escoto
en el entendimiento divino, lo pone también en el nuestro.
No obstante, se responde a esto con una primera conclusión: el objeto pri-
mero, inmediato y directo del conocimiento divino es la esencia divina y no las
criaturas en sí mismas. Esta conclusión es de san Agustín, en el lugar citado, y
de todos los doctores excepto Escoto.
Y se prueba así, pues el objeto propio y directo de un conocimiento es aquél
en el que, por la especie inteligible, termina aquel conocimiento. Ahora bien, de
este modo ocurre que el conocimiento de Dios es llevado a la esencia divina
sólo por la misma esencia, como por una especie inteligible, y no por otra.
Luego la esencia divina es el objeto propio del conocimiento divino.
Se confirma, porque si la criatura en sí misma fuese el objeto del conoci-
miento divino, el conocimiento divino recibiría alguna perfección de la criatura,
porque todo conocimiento toma la perfección de su objeto. Pero esto es heré-
tico; luego.
Además, si en aquel primer instante de origen que supone Escoto Dios com-
prehende su esencia, entonces, también comprehende su virtud y omnipotencia;
luego también todas las criaturas a las cuales se extiende aquella omnipotencia
de Dios. Por lo tanto, es superfluo el segundo instante que supone Escoto para
el conocimiento de las criaturas, además de que es ininteligible aquel ser cono-
cido que propone como distinto de la esencia divina y del verdadero ser real.
Por último, puede probarse esta conclusión [93v] por Aristóteles, Metaphy-
sica (XII c9)18, donde dice que el objeto del conocimiento divino es algo divino
y honorabilísimo, que es su esencia. Y no puede ser algo distinto exterior a su
esencia, porque sería más perfecto que el conocimiento divino, ya que todo
conocimiento toma la perfección de su objeto. Esta sentencia la mantienen, al
comentar aquel capítulo, Pablo Soncinas19 y todos los metafísicos.
18
Aristóteles, Metaphysica, XII, c9, 1074b 30-34.
19
P. Barbo, “Soncinas”, Quaestiones metaphysicales, 398-399 (In XII Metaph q65).
IX. Sobre la ciencia de Dios 395
20
Durando, In Petri Lombardi Sententias, 94v.
21
J. Capreolo, Defensiones theologiae, vol. I, pp. 375-379.
IX. Sobre la ciencia de Dios 397
22
Durando, In Petri Lombardi Sententias, 94v.
IX. Sobre la ciencia de Dios 399
8. <Si Dios conoce en general o de modo distinto lo que está fuera de Él>
23
Durando, In Petri Lombardi Sententias, 94v-95v.
24
Avicena, Metaphysica sive prima philosophia, lib. VIII c6, ff. sin numerar.
25
Algazel, Algazel’s Metaphysics, pars I, tract. III, sent. 4: 66-70; sent. 6: 71-73.
IX. Sobre la ciencia de Dios 401
obstante, primero, que es contrario a la fe, por Pablo en Hebreos (4), que dice:
“no hay ninguna criatura invisible a su vista”. Además, también en Génesis (1):
“Vio Dios todas las cosas que había hecho, y eran muy buenas”. Además, Sal-
mos (138): “Tú has conocido cuándo me siento y cuándo me levanto”. Además,
por Aristóteles, Metaphysica (XII c10)26, donde compara a Dios, en cuanto al
conocimiento del universo, con el general de algún ejército, y es clarísimo que
al general le corresponde no sólo conocer lo común del ejército, sino también lo
particular, para que pueda establecer debidamente el orden del ejército.
Sobre la impugnación de la sentencia de Averroes, ve a santo Tomás, en
Summa Theologiae (I q14 a6) y en In I Sententiarum (d35 q1 a2). Además, ve al
Ferrariense, In Contra Gentiles (I c50)27. Pero el Comentador en otros pasajes
afirma lo contrario. Es claro en In Metaphysica (XII com. 52)28, In Physica (I
com. 53)29, e In De anima (II com. 34)30, en todos los cuales pasajes afirma que
en Dios hay una grandísima preocupación por todas las cosas inferiores. Cómo
es esto, lo explica en In Ethica (X c8)31, diciendo que Dios necesita del sabio
como un amigo a un amigo. Por eso, como de tantos pasajes se deduce que Ave-
rroes dijo la verdad, y el error sólo en el pasaje señalado de In Metaphysica
(XII), se concluye que puede decirse que Averroes no erró. [95v] Pero esta opi-
nión no debe defenderse como hace el Ferrariense, pues no logra hacer concor-
dar su defensa con las palabras de Averroes. Por tanto, aunque sean difíciles de
interpretar, para defender a un varón de tanto mérito, deberán exponerse del
siguiente modo. Cuando Averroes dice que Dios conoce lo que es distinto de Él
de modo universal, en cuanto que son entes, debe entenderse así: Dios conoce lo
que es distinto de Él mismo en una representación universal, como es la esencia
divina, en la cual relucen todas las cosas, no porque en ella estén las formas de
aquellas cosas, sino porque las contiene de modo eminente.
26
Aristóteles, Metaphysica, XII, c10, 1075a 11-13.
27
F. Silvestre de Ferrara, Commentaria in Summam Contra Gentiles, n. VIII.
28
Averroes, en Aristotelis opera cum Averrois commentarii, vol. VIII, 338r.
29
Averroes, en Aristotelis opera cum Averrois commentarii, vol. IV, 32v. Este pasaje no se
refiere al tema indicado y no he podido encontrar otro correspondiente.
30
Averroes, en Aristotelis opera cum Averrois commentarii, supplementum, II, 67v.
31
Averroes, en Aristotelis opera cum Averrois commentarii, vol. III, 156v.
IX. Sobre la ciencia de Dios 403
32
Aristóteles, Metaphysica, XII, c7, 1072b 20 (es más expreso en el c9, 1074b 30-34).
33
Aristóteles, Metaphysica, XII, c9, 1074b 31-32.
34
San Jerónimo, Super Habacuc, c1, PL 25, 1286.
IX. Sobre la ciencia de Dios 405
demás, ya que con una única mirada contempla infinitas cosas en la esencia
divina, ni es perfeccionado por ellas, pues no recibe sus especies, ya que Dios
no conoce las cosas por sus especies, sino sólo por el conocimiento de su propia
esencia. A partir de esto se responde a Aristóteles: él habla ahí del conocimiento
de nuestro entendimiento. Y san Jerónimo debe interpretarse piadosamente, al
igual que Pablo en 1 Corintios (9), donde dice: “¿Acaso se preocupa de los bue-
yes?”, pues no debe creerse que todas estas cosas, aunque sean ínfimas, estén
ocultas para Dios, pues eso sería herético, sino que no parezca que un cuidado
tan grande de ellas le impidiera ocuparse de los beneficios para todos.
35
F. Silvestre de Ferrara, Commentaria in Summam Contra Gentiles, n. VI.
IX. Sobre la ciencia de Dios 407
36
J. Capreolo, Defensiones theologiae, vol. I, pp. 372-373.
37
M. de Palacio, In tres libros Aristotelis de anima, 262r-262v.
38
P. Barbo, “Soncinas”, Quaestiones metaphysicales, 399.
39
A. Nifo, Metaphysicarum disputationes, 344-345.
IX. Sobre la ciencia de Dios 409
ellas mismas. Luego por la misma razón también el entendimiento puede ser
terminado por ellas. La consecuencia es clara. También la mayor, pues todo
aquello que termina el acto de la voluntad antes estuvo en el entendimiento. Se
prueba la menor: porque es necesario que Dios quiera que Sócrates corra, mien-
tras corre. Segundo, todo lo que recibe, del modo que sea, el ser de otra causa,
es término de ésta. Ahora bien, las cosas exteriores reciben el ser, al menos el
conocido, de la intelección divina. Luego terminan al entendimiento divino.
A partir de esto se responde al argumento que no se sigue ninguna imperfec-
ción del hecho de que las cosas exteriores terminen la intelección divina, con tal
de que lo hagan en cuanto representadas en la esencia divina. Esto no contradice
que el carácter principal de objeto terminativo se atribuya sólo a la esencia di-
vina, aunque el carácter secundario se les conceda a las cosas exteriores.
11. <Si Dios conoce los singulares en cuanto que son singulares>
40
Avicena, Metaphysica sive prima philosophia, lib. IX c6, ff. sin numerar.
41
Algazel, Algazel’s Metaphysics, pars I, tract. III, sent. 4: 66-70; sent. 6: 71-73.
IX. Sobre la ciencia de Dios 411
Sin embargo, estos filósofos están equivocados, pues no se sigue que la cien-
cia de Dios puede aumentar por el conocimiento de los singulares, ya que todos
existen a la vez en la eternidad.
Otros filósofos, con Averroes, In Metaphysica (XII com. 51)42, negaban de
Dios el conocimiento de los singulares, porque, como estos son infinitos, no
pueden ser comprehendidos por un ciencia cierta. Pero se equivocan, porque
sólo una potencia finita no puede percibir lo infinito; ahora bien, como el
entendimiento divino es una potencia infinita, no hay duda de que puede cono-
cer infinitas cosas.
12. <Si la ciencia por la que Dios conoce lo infinito es la ciencia de visión o
de simple inteligencia>
Se presenta la duda, por tanto, de si la ciencia por la que Dios conoce lo infi-
nito es la ciencia de visión o la de simple inteligencia. En esta duda debe adver-
tirse, con santo Tomás en Summa Theologiae (I q14 a9) y con Durando en In I
Sententiarum (d39)43, que en Dios hay una doble ciencia. Una es la de visión,
por la que Dios conoce aquellas cosas que son, fueron o serán, la cual se llama
de visión porque Dios conoce todas aquellas cosas según sus propias existen-
cias. La otra es la ciencia de simple inteligencia, por la que Dios conoce no sólo
aquellas cosas que son, fueron o serán según sus propias existencias, sino tam-
bién aquellas cosas que son posibles, ya se considere la potencia por parte de
Dios o por parte de las criaturas.
Supuesto esto, santo Tomás, Contra Gentes (I c69), y Durando en el pasaje
citado, piensan que Dios no conoce lo infinito con la ciencia de visión, llevados
por la razón de que nunca habrá infinitas cosas, y por la ciencia de visión sólo
se conocen aquellas cosas que poseerán un ser real. Pero en Summa Theologiae
(I q14 a12) y en De veritate (q20 a4), santo Tomás parece sostener lo contrario.
En efecto, dice que Dios, con la ciencia de visión, conoce infinitas cosas, pues
conoce los infinitos pensamientos de los bienaventurados y también las partes
infinitas que se contienen en un continuo. [98r] Sin embargo, como bien advier-
ten el Ferrariense, In Contra Gentiles (I c69)44, Cayetano, In Summa Theologiae
(III q10 a3)45, y Capreolo, In III Sententiarum (d14 q2 a1 concl. 2)46, no hay
42
Averroes, en Aristotelis opera cum Averrois commentarii, vol. VIII, 336v-337r.
43
Durando, In Petri Lombardi Sententias, 106v-107r.
44
F. Silvestre de Ferrara, Commentaria in Summam Contra Gentiles, n. XIII.
45
T. de Vio, Commentaria in Summam Theologiae, n. II.
46
J. Capreolo, Defensiones theologiae, vol. V, pp. 210-212.
IX. Sobre la ciencia de Dios 413
47
Durando, In Petri Lombardi Sententias, 96r-96v.
IX. Sobre la ciencia de Dios 415
48
Alberto Magno, Opera omnia, vol. 26, 178-181.
49
Aristóteles, Metaphysica, X, c10, 1058b 27-30.
IX. Sobre la ciencia de Dios 417
misma naturaleza que nuestra ciencia. No obstante, tampoco debe pensarse que
ambas sean completamente equívocas, sino que sólo debe decirse que hay una
analogía, lo que es claro porque llegamos al conocimiento de la ciencia de Dios
a partir de nuestra propia ciencia. Ahora bien, esto no ocurriría si fueran equívo-
cas. Y no se opone a esto la distancia infinita que hay entre la ciencia de Dios y
la nuestra, pues la infinitud que se encuentra sólo en uno de los extremos no
suprime la analogía, y así el ente se dice análogamente de Dios y de la criatura,
a pesar de que Dios es infinito y la criatura finita, a partir de lo cual es clara la
solución al argumento.
Y esto sobre esta cuestión.
15. <Si las cosas malas son conocidas por Dios mismo por sí mismas o por
otras (d36)>
Distinción 36: si las cosas malas son conocidas por Dios mismo.
La conclusión es: Dios conoce las cosas malas por las especies de las cosas
buenas que se contienen en la causalidad divina.
Acerca de esta conclusión se presenta una primera duda. En efecto, parece
falso que Dios no puede conocer las cosas malas por sí mismas, pues Dios co-
noce todo aquello de lo que es causa, y es causa de lo malo en cuanto malo. Por
lo tanto, puede conocer lo malo como tal. Que es la causa del mal en cuanto tal,
se prueba, porque ser causa del hombre en cuanto hombre no es otra cosa que
ser causa del mismo en cuanto que se pone en la especie de hombre. Ahora
bien, Dios es causa del mal en cuanto que se pone en la especie del mal. Luego
es causa del mal en cuanto tal y, por consiguiente, el mal puede ser conocido
por Dios. [99v]
Se responde advirtiendo, con Cayetano en In Summa Theologiae (I-II q79
a1)50, que en todo pecado pueden considerarse dos cosas. Algo positivo, que se
toma de la conversión a un bien mudable. Algo privativo, que se toma de la
aversión al bien inmutable. Lo primero se llama mal moral, porque se pone en la
especie del comportamiento. Lo segundo, en cambio, mal absoluto, porque,
como no tiene ningún carácter de ente, es necesario que carezca de cualquier
aspecto de bien. Dios es causa de lo primero, ya que posee una verdadera enti-
dad por la que se constituye en una especie, y todo ente deriva del ente por
esencia, así como todo lo cálido deriva de lo cálido por esencia. Pero Dios no es
50
T. de Vio, Commentaria in Summam Theologiae, nn. IV-V.
IX. Sobre la ciencia de Dios 419
otras cosas por las semejanzas de otras, como son todas las cosas malas, y en
esto radica toda la razón de la accidentalidad: en que Dios, conociendo las cosas
malas, no por ello se entiende que se asimila a ellas, como hace notar admi-
rablemente san Buenaventura, In I Sententiarum (d36 a3 q1 ad3)51, por lo cual
es clara la solución a la duda.
16. <Si Dios puede conocer las cosas imperfectas por sí mismas>
Por último, se duda si, así como Dios no puede conocer las cosas malas por
sí mismas, tampoco puede conocer las cosas imperfectas, pues parece que vale
la misma razón. En efecto, así como decimos que Dios no puede conocer las
cosas malas en cuanto que son malas, porque no es causa de ellas en cuanto
tales, así también parece que debe decirse que Dios no puede conocer las cosas
imperfectas, ya que no es la causa de ellas, como consta por Deuteronomio (32):
“Las obras de Dios son perfectas”.
Acerca de esta dificultad, algunos estimaron que era así, como relata san
Buenaventura, In I Sententiarum (d36 a3 q2)52, pues pensaban que las cosas
imperfectas no podían ser conocidas por Dios más que a través de las perfectas,
y así decían que la materia es conocida por la idea de la forma, la multitud por
la idea de la unidad, y finalmente todas las cosas [100v] imperfectas por aqué-
llas que las perfeccionan. Sin embargo, esto no puede ser: puesto que las cosas
imperfectas poseen alguna entidad, poseen también alguna semejanza con la
primera entidad, por la cual pueden conocerse como en el ejemplar.
Debe advertirse, no obstante, que, como en las cosas imperfectas se encuen-
tran dos aspectos: uno positivo, que es la entidad de lo imperfecto, y otro priva-
tivo, que es su imperfección, aunque lo primero pueda ser conocido por su pro-
pia semejanza, lo segundo no podrá conocerse más que por la semejanza de la
perfección de la cual priva.
Al testimonio aducido de Deuteronomio, se responde que puede explicarse
de dos modos. O bien que se entienda dicho sobre la perfección específica se-
gún la cual todas las cosas son perfectas en su género, o bien que habla de la
51
San Buenaventura, In I Sententiarum, d36, a3, q1, ad3, Opera omnia, vol. I, p. 628.
52
San Buenaventura, In I Sententiarum, d36, a3, q2, Opera omnia, vol. I, p. 629.
IX. Sobre la ciencia de Dios 423
perfección universal de las obras de Dios, según la cual todos los entes, aunque
sean imperfectos, se dice que contribuyen a la perfección del universo.
Y esto sobre esta cuestión.
53
Durando, In Petri Lombardi Sententias, 97v-98r.
54
San Agustín, De Genesi ad litteram, IV, c24, PL 34, 313.
X. Sobre las ideas divinas 425
1
Durando, In Petri Lombardi Sententias, 98r.
X. Sobre las ideas divinas 427
2
J. Duns Escoto, In I Sententiarum, vol. XVII, pp. 449-459.
3
T. de Vio, Commentaria in Summam Theologiae, nn. X-XIV.
4
San Agustín, Octoginta trium quaestionum, q46, PL 40, 30.
5
Dionisio Areopagita, De divinis nominibus, c5, PG 3, 823.
X. Sobre las ideas divinas 431
Ahora bien, Dios no mira nada fuera de sí mismo. Luego nada fuera de la esen-
cia divina puede tener el carácter de idea.
Santo Tomás, Summa Theologiae (I q14 a5 ad3 y q15 a1 y a2), In I
Sententiarum (d36 q2), y De veritate (q2 a1), estima que la idea en Dios es lo
mismo que la esencia divina, que representa distintamente todas las criaturas a
causa de la eminencia de la virtud que en ella se contiene, mirando a la cual el
entendimiento divino produce todos los efectos hacia fuera. Esta aserción,
aparte de que se prueba por los testimonios de los santos aducidos contra Du-
rando, se confirma también por la razón, pues la idea no es otra cosa que la
semejanza más perfecta de las cosas que se han de producir en la mente del que
las produce. Ahora bien, la esencia divina es la semejanza más perfecta de todo
lo que se ha producir y está unida al entendimiento divino. Luego el carácter de
idea le corresponde del modo más perfecto.
Aunque esta opinión sea verdadera, puede defenderse la sentencia de Du-
rando si se explica así: la criatura en el ser conocido es la esencia divina en
cuanto que ésta es la perfecta razón de la criatura presente al entendimiento,
esencia que puede llamarse criatura en el representar, y es la idea de la criatura
misma en cuanto que es producida hacia fuera, sentido según el cual muy fácil-
mente se salvan todos los argumentos que suelen formularse contra Durando.
Éstas sólo tienen [103r] fuerza suponiendo que Durando dijera que aquellas
criaturas en el ser conocido están fuera de Dios, lo que debe negarse según
aquella interpretación.
Y para una mejor explicación, debe advertirse que nuestra idea y la idea de
la mente divina concuerdan en que ambas poseen un ser conocido en el que
entiende, pero hay una diferencia en que nuestra idea tiene una entidad distinta
del entendimiento, lo que no ocurre de ningún modo con la idea de Dios, a par-
tir de lo cual, a favor de Durando, se infiere que no se sigue, del hecho de que la
criatura posee un ser conocido en Dios, que ese ser sea distinto, pues esta razón
sólo vale en las criaturas.
X. Sobre las ideas divinas 433
Se responde a esto que en las ideas no hay ninguna otra distinción aparte de
la que se toma de la diversidad de la concepción del entendimiento divino, y no
se opone a esto que sea falsa la proposición en la que se predica una idea de
otra, por ejemplo, cuando decimos que la idea de hombre es la idea de caballo,
pues esta falsedad proviene de la variación de la apelación que se encuentra en
los extremos de esta proposición, así como, aunque sea verdadera esta proposi-
ción: “el hombre es animal”, porque el predicado se distingue del sujeto sólo
por la razón, no obstante, será falsa si decimos: “la especie hombre es el género
animal”, a causa de las diversas relaciones que hay en los extremos de esta
proposición. De modo semejante, porque la idea de hombre significa una
referencia diferente de la idea de caballo, será falsa esta proposición: “la idea de
hombre es la idea de caballo”.
A la segunda objeción se responde que, aunque el ser material de la idea no
se tome de la concepción de la razón divina, ya que aquél es la propia esencia,
no obstante, el ser formal necesariamente debe tomarse de la relación de razón.
Se duda a continuación, porque, si fueran muchas las ideas en Dios, se segui-
ría que también habría muchas artes y muchas sabidurías, porque, así como la
idea es un principio de conocer y de obrar, así también en el arte y en la sabidu-
ría se encuentra el carácter de principio respecto del conocimiento y de la opera-
ción.
Debe advertirse, con Cayetano, In Summa Theologiae (I q15 a2)6, que hay
dos principios de conocimiento: como “lo que” y como “por lo que”. [104v] El
principio como “lo que” es la idea misma, ya que es lo conocido mismo. El
principio de conocimiento como “por lo que” son el arte y la sabiduría, pues
significan la razón por la cual Dios conoce otras cosas. Entre estos principios se
encuentra la siguiente diferencia: para la distinción del principio como “lo que”
basta cualquier diversidad, incluso si es de razón, pues el punto como parte de la
línea es, en cuanto conocido, algo distinto de él mismo como término. En cam-
bio, para la diversidad del principio como “por lo que” se requiere una distin-
ción según el carácter propio y esencial de principio. A partir de esto se res-
ponde: de la pluralidad de las ideas no se infiere la pluralidad en la sabiduría y
en el arte del entendimiento divino, porque, como la idea es un principio de
conocer como “lo que”, para su diversidad es suficiente cualquier distinción de
razón. En cambio, el arte y la sabiduría divina, como son un principio como
“por lo que”, no pueden diversificarse más que por el carácter propio de princi-
pio; y, como éste es la esencia divina absolutamente simple, de ningún modo
pueden multiplicarse.
6
T. de Vio, Commentaria in Summam Theologiae, nn. IV-VII.
X. Sobre las ideas divinas 439
Se duda, en tercer lugar, de si Dios tiene ideas de todas las cosas que conoce,
pues parece que no, ya que el conocimiento de Dios se extiende a las cosas ma-
las, de las cuales no hay una idea.
Se responde que, como las ideas se ponen en Dios en razón de la causalidad
que posee acerca de las cosas que se producen, sólo habrá ideas de aquello de lo
que Dios es causa. Por eso, como no es causa de las cosas malas, no se establece
en Dios una idea de éstas.
Pero en contra: Dios es la causa de la materia prima. Sin embargo, en Dios
no hay ninguna idea de ella.
Santo Tomás, en In I Sententiarum (d36, cuestión última), y en De veritate
(q3 a5), opinó que en Dios hay una idea de la materia, aunque imperfectamente.
Sin embargo, en Summa Theologiae (I q15 a3), estimó de un modo mejor que
no hay ninguna idea [105r] de la materia, pues sólo se dice que tienen idea
aquellas cosas que son cognoscibles en sí mismas y que por sí mismas imitan la
esencia divina. Ahora bien, la materia en sí misma no es cognoscible, como es
claro por Aristóteles, Physica (II texto 101), quien dice que la materia se conoce
por analogía, y por sí misma no puede imitar la esencia divina, ya que no hay
ninguna semejanza entre la pura potencia y el acto puro. Luego por ninguna
razón debe ponerse en Dios una idea de la materia. Y así se responde que,
aunque sea verdad que Dios es causa de la materia, no obstante, porque ésta no
es causada por sí misma, sino con la forma, no es cognoscible por sí misma,
sino sólo por la idea del compuesto. O se responde que, como la materia, consi-
derada de modo preciso, según su totalidad, significa una privación, la que no es
cognoscible más que por la posesión opuesta, por eso la materia en sí misma no
tiene ninguna cognoscibilidad. Ahora bien, que el compuesto es aquello por
cuya idea se conoce la materia, consta muy claramente en Cayetano, en el
comentario a santo Tomás, en el pasaje recién citado.
X. Sobre las ideas divinas 441
6. <Si las ideas de las cosas que nunca llegarán a ser tienen verdadero
carácter de idea>
Se duda acerca de si las ideas de las cosas que nunca llegarán a ser tienen
verdadero carácter de idea o si sólo deben llamarse semejanzas.
Parece que sí, porque si Dios, desde la eternidad, hubiera querido producir
aquellas cosas, tendrían un verdadero carácter de idea. Luego también ahora
deben llamarse ideas. Es clara la consecuencia, porque el carácter de idea no se
toma de la voluntad divina, sino sólo del entendimiento que contempla la misma
esencia divina en cuanto que es imitable. Ahora bien, las ideas de las cosas que
nunca llegarán a ser son verdaderamente imitables. Luego tienen verdadero
carácter de idea.
Se responde que la diferencia entre la idea y la semejanza es que la idea
añade sobre la semejanza cierta causalidad, porque es forma y a la forma le
corresponde dar el ser a la cosa de la cual es forma, ya sea intrínsecamente,
como las formas naturales, ya sea extrínsecamente, como las formas ejemplares
a cuya semejanza algo se hace, por lo cual las imágenes en nuestro entendi-
miento no se llaman propiamente [105v] formas ni ideas cuando no le dan el ser
a aquellas cosas, mientras que la casa en la mente del artista se llama propia-
mente idea y forma de lo realizado, pues le da el ser, y así se relaciona con ella
como la causa con el efecto.
A partir de esta diferencia, se responde que las ideas de las cosas que nunca
llegarán a ser no se llaman propiamente ideas, sino semejanzas, por la falta de la
causalidad antes dicha. De manera que, así como la ciencia de Dios es especula-
tiva por su naturaleza, a saber, por el objeto, que es la esencia divina, y también
es práctica por la voluntad divina en cuanto que ésta quiere producir las cosas
hacia fuera a imitación de la esencia, así también sólo se llamará propiamente
idea aquélla que, por la voluntad divina, sirve a la ciencia práctica de Dios, y
menos propiamente aquélla que sólo corresponde a la especulativa, como es la
idea de las cosas que nunca llegarán a ser. A partir de lo cual es clara la solución
a la duda.
X. Sobre las ideas divinas 443
7
Corpus Iuris Canonici, vol. II, col. 5.
8
San Agustín, Octoginta trium quaestionum, q46, PL 40, 30.
XI. Sobre la presencia de Dios en las cosas 445
1
P. Lombardo, Libri quattuor sententiarum, vol. I, pp. 263-275.
2
Aristóteles, Physica, VII, c1, 242b 27.
XI. Sobre la presencia de Dios en las cosas 447
2. <De qué modo Dios puede estar en todas las cosas según la esencia>
Ahora bien, aunque todos los doctores concuerdan sobre esta conclusión, no
obstante, disienten sobre el modo en que Dios puede estar en todas las cosas
según la esencia, pues Escoto, In I Sententiarum (d37 q1)3, estima, de acuerdo
con el Maestro en la misma distinción, que no puede demostrarse por la razón,
de manera que opina que ocurre de un modo inimaginable. Lo cual prueba así:
pues cuanto mayor es la virtud del agente, puede obrar desde un lugar tanto más
distante. Ahora bien, Dios es de una virtud infinita. Luego puede obrar en un
lugar por más distante que sea, sin estar ahí.
Segundo: Dios obra por el entendimiento y la voluntad. Luego no es necesa-
rio que esté en el lugar en el que obra. Se prueba la consecuencia, pues si alguno
de nosotros obrara por el entendimiento, no sería necesario que estuviera en el
lugar en el que obra. Luego con mucha mayor razón en Dios, pues es un agente
más perfecto, y pertenece a la perfección del agente obrar a la distancia. Y el
testimonio de Aristóteles de Physica (VII c1)4, Escoto lo interpreta como dicho
sobre un agente corpóreo y no espiritual, en el cual, dice, se realiza por un acci-
dente la unión con el paciente, pues la forma sustancial, que sólo obra en orden
a la producción de una sustancia, se une a una forma accidental, la cual, a causa
de su imperfección, no puede encontrarse más que en un paciente, como es
claro en el sol, que según la forma sustancial produce los minerales y, a pesar de
que está distante de ellos, se dice unido en razón de la luz, que es una forma
accidental. Por eso, como en Dios no hay ninguna forma accidental, no hay
ninguna razón por la que no pueda obrar a distancia. Por lo tanto, como en Dios
no hay ninguna forma accidental, no habrá ninguna razón por la cual se diga
que está presente en los efectos según su propia sustancia.
Pero contra esta sentencia de Escoto está san Pablo, en Hechos de los
Apóstoles (17), donde, disputando con los atenienses, prueba nuestra conclusión
con este argumento: [107r] en Dios vivimos, nos movemos y existimos. Luego
Dios no está lejos de cada uno de nosotros. Por lo tanto, a partir de la operación
de Dios muestra su presencia. También el regio David, Salmos (138), prueba, a
partir de la operación, que Dios está en los extremos del mar, diciendo: “Hacia
allá me llevará tu mano y me sostendrá”. Por lo cual debe decirse que la senten-
cia de Escoto es falsa.
Por tanto, se responde. A su primer argumento se responde que, aunque
obrar sobre lugares distantes en sí mismo signifique una perfección, no obs-
tante, obrar sobre ellos sin un contacto propio implica una imperfección, pues es
3
J. Duns Escoto, In I Sententiarum, vol. XVII, pp. 477-479.
4
Aristóteles, Physica, VII, c1, 242b 27.
XI. Sobre la presencia de Dios en las cosas 449
signo de una sustancia finita. Por eso, como en Dios no puede haber ninguna
imperfección, debe decirse ciertamente que el obra sobre lugares distantes,
siempre que la distancia se entienda de los lugares entre sí; pero esto acontece
con presencia de la sustancia misma.
Al segundo se responde que Dios no sólo obra por el entendimiento y la vo-
luntad, sino también por su propia potencia activa, en razón de la cual se une al
efecto según la esencia misma. Además, la interpretación de Escoto sobre el
pasaje de Aristóteles es falsa, pues no sólo una forma sustancial puede producir
una sustancia, sino que también puede hacerlo una accidental. De lo contrario,
se le habría proporcionado en vano a los agentes naturales. También consta por
la experiencia, pues vemos que un elevado calor en el agua corrompe la forma
de agua y produce otra sustancia, aunque debe advertirse que esto no se da en
las formas accidentales por su propia virtud, sino en virtud de la sustancia de la
que proceden.
Acerca de la interpretación de la inmediatez de la potencia por la cual se dice
que Dios se une a todos los efectos, debe advertirse que tiene dos causas
principales. Primera, porque Dios tiene como objeto propio y adecuado de su
potencia activa el ente en cuanto ente y el ser en cuanto ser, porque es el ente
por esencia, mientras que los demás lo son por participación, por lo que todo lo
que tiene naturaleza de ente se reduce a Él como a su principio primero e inme-
diato. Y por eso, como Él es la causa inmediata del ser mismo, debe admitirse
que está, según la presencia de la potencia, en todos sus efectos. La segunda
causa es que, como todos los efectos son producidos por Dios, ya sea completa-
mente, como los espirituales, ya sea en cuanto a la parte principal, [107v] como
los materiales, en los que la materia, porque es ingenerable e incorruptible, sólo
es producida por Dios, necesariamente debe afirmarse, respecto de todos, la
presencia de la potencia de Dios, aunque en unos de modo más inmediato. Ter-
cera causa: porque los efectos naturales, aunque dependen de los agentes natura-
les en su hacerse, pues por su acción son educidos de la potencia de la materia,
no obstante, dependen de Dios en su conservación, y por eso debe establecerse
la presencia de Dios en todos para que por ella, por su propia virtud, aquellos
puedan ser conservados.
XI. Sobre la presencia de Dios en las cosas 451
También debe advertirse que hay una diferencia entre el agente natural y
Dios mismo, pues el agente natural se llama inmediato por la inmediatez del
supuesto de la cosa corpórea, porque la toca según la superficie externa, aunque
su sustancia no penetre la sustancia corpórea. Dios, en cambio, es inmediato
hasta el punto de que es íntimo según su propia sustancia a las sustancias de
todas las cosas, pues las conserva a todas, tanto según su totalidad como según
cada una de sus partes, por más íntimas que sean. De ahí que ninguna sustancia
corpórea puede obrar sobre una cosa corpórea en su totalidad con la inmediatez
del supuesto, sino sólo en la primera parte y, en razón de ella, en las restantes.
Además, en los agentes naturales hay una diferencia entre la inmediatez del
supuesto y de la virtud, puesto que la virtud, como es un accidente, se distingue
del supuesto, que es sustancia. En Dios, en cambio, como la virtud es sustancia
y es realmente lo mismo que la esencia, no hay ninguna distinción entre la
inmediatez del supuesto y de la virtud.
Y esto sobre esta cuestión.
4. <Si Dios está sólo en los lugares verdaderos o también en los imagina-
rios>
Acerca de esta conclusión, se investiga primero si Dios está sólo en los luga-
res verdaderos o también en los imaginarios. La opinión más común sostiene
que Dios sólo está en acto en los lugares verdaderos, y en los imaginarios está
sólo en potencia. Así lo sostiene el Altisiodorense, In Sententiarum (I c16 q1)5,
5
G. de Auxerre, Summa aurea, 31v.
XI. Sobre la presencia de Dios en las cosas 453
6
A. de Hales, Summa theologica, vol. I, 64-76, esp. 68-69 (pars prima, tract. II, tit. II y III).
7
San Buenaventura, In I Sententiarum, d37, a2, q2, Opera omnia, vol. I, pp. 644-645.
8
J. Duns Escoto, In I Sententiarum, d37, q1; en Opera omnia, Lyon, 1632, vol. II, p. 1282.
9
J. Capreolo, Defensiones theologiae, vol. I, p. 435. Capreolo no cita el texto de san Agustín.
Se refiere al tema en In I Sent., d37 q1 a2 ad4 Scoti, en el volumen y la página señalada.
10
Estos dos pasajes de san Agustín están referidos en Escoto, In I Sententiarum, d37 q1 (véase
nota 8), quien toma las citas del texto de Pedro Lombardo. Sin embargo, sólo el inicio
corresponde a los pasajes citados de san Agustín: “in templo suo habitat Deus” (Contra
Maximinum, lib. II (III) c21, PL 42, 791). El resto es una interpolación de Ennarrationes in
Psalmos 122, 1, n. 4 (PL 37, 1632).
11
San Agustín, Confessiones, I, c2 y c3, PL 32, 661-662.
12
San Agustín, Confessiones, VII, c5, PL 32, 736.
13
T. de Vio, Opera omnia quotquot in Sacrae Scripturae expositiones reperiuntur, Lyon, 1639,
vol. IV, 379.
XI. Sobre la presencia de Dios en las cosas 455
nido al mundo”, donde afirma que no habría dicho que ha venido al mundo, si
no estuviera fuera del mundo.
Y se prueba por la Escritura: 3 Reyes (8), “Si el cielo, y los cielos de los cie-
los no pueden contenerte”; Job (11 y 22): “¿O no consideras que Dios es más
alto que el cielo?”.
Esto también consta por la autoridad de la Iglesia, en la que se dice: “Se
encerró en tus entrañas aquél a quien todo el orbe no contiene”14.
Segundo, se prueba por la razón: si Dios no estuviera en los lugares imagina-
rios, se seguiría que Él mismo [108v] podría cambiar accidentalmente, contra
san Agustín, De Genesi ad litteram (VIII c26)15; luego. Es clara la implicación,
pues decimos que el alma se mueve accidentalmente porque está sólo en el
cuerpo que informa, y así se mueve con el movimiento de éste. Luego si Dios
estuviera sólo en el universo, puesto que éste, por la potencia divina, puede
moverse, también Dios podría moverse accidentalmente.
Tercero: así como Dios existe siempre por virtud de la eternidad, así también
está en todas partes por virtud de la inmensidad. Ahora bien, Dios, por virtud de
la eternidad, no está sólo en el tiempo verdadero, sino también en el imaginario.
Luego por virtud de la inmensidad no está sólo en los lugares verdaderos, sino
también en los imaginarios.
Cuarto: Dios está allí donde tiene su virtud suficientemente aplicada para
obrar. Ahora bien, Dios está de este modo en los lugares imaginarios. Luego
está en los lugares imaginarios.
A favor de esta opinión debe advertirse que, para que las cosas espirituales
estén en acto en un lugar, no es necesario que obren en acto, sino que es sufi-
ciente que estén aplicadas a obrar de tal modo que puedan obrar sin ninguna
mutación suya.
Lo segundo que debe advertirse es que es exclusivo de Dios poder estar y
obrar en los lugares imaginarios. Y la razón de esto es que sólo Dios no requiere
previamente de un sujeto para obrar, pues puede producir de la nada. Y por eso
los demás agentes, porque requieren de un sujeto previo, no pueden obrar en un
lugar imaginario. Otra diferencia es que las operaciones de los demás agentes
son accidentes, y así dependen del sujeto y no pueden sin él. En cambio, la
operación de Dios, como no es un accidente, no requiere de ningún sujeto.
Se responde a los argumentos. Al primero: san Agustín debe interpretarse
del siguiente modo, a saber, que estimó que Dios está en las cosas y en los luga-
res de tal modo que no es contenido por ellos, sino que más bien todos son
14
Missale Romanum ex decreto Sacrosancti Concilii Tridentini restitutum, festo Maternitatis
Beatae Mariae Virginis, (11 octob.), Graduale, Aleluya, 759.
15
San Agustín, De Genesi ad litteram, PL 34, 391-392.
XI. Sobre la presencia de Dios en las cosas 457
partes. Luego está en el lugar delimitadamente. También por esta razón estiman
que Cristo está en la hostia delimitadamente, ya que está todo en toda y todo en
cada parte.
Sin embargo, esta opinión es falsa, pues estar delimitadamente en el lugar,
como implica ser limitado, es estar en un lugar de tal modo que no se puede
estar a la vez en otro. Pero es manifiesto que esto repugna a Dios, ya que tiene
una virtud infinita y, por eso, no puede ser determinado por ningún lugar, razón
por la cual Dios no está delimitado ni circunscriptivamente en el lugar, porque
carece de cantidad. Por lo tanto, debe afirmarse, como dice aquí Durando (In I
Sententiarum, d37 q2)16, que Dios está en el lugar repletivamente, lo que tam-
bién dijeron Gabriel, In I Sententiarum (d37 q1 a1)17, y Hugo de San Víctor, De
sacramentis christianae fidei (I, parte 3 c17)18. O bien debe decirse que Dios
está en el lugar de un modo inefable, así como decimos que está en la naturaleza
humana [109v] que asumió y en el sacramento de la Eucaristía de un modo
inefable. Y este modo de hablar es más conforme a los santos, como es claro
por Hilario, De Trinitate (VIII)19, y por otros doctores que deben verse en los
pasajes citados por el Maestro en esta distinción (37)20, a los que él mismo si-
gue.
6. <Si estar en todas partes es de tal modo propio de Dios que no puede
convenirle a nada más>
16
Durando, In Petri Lombardi Sententias, 100v.
17
G. Biel, Epitome et collectorio, páginas sin numerar.
18
Hugo de San Víctor, De sacramentis christianae fidei, I, p. 3, c17, PL 176, 223.
19
San Hilario, De Trinitate, VIII, PL 10, 234 y ss.
20
P. Lombardo, Libri quattuor sententiarum, vol. I, pp. 263-275.
XI. Sobre la presencia de Dios en las cosas 461
21
San Buenaventura, In I Sententiarum, d37, a2, q2, Opera omnia, vol. I, pp. 644-645.
XII. Sobre la causalidad de la ciencia de Dios 463
Distinción 38.
Cuestión primera de Durando1: si la ciencia de Dios es causa de las cosas.
Primera conclusión: la ciencia de Dios es causa de las cosas al modo de lo
que dirige.
Segunda conclusión: la voluntad de Dios es causa de las cosas al modo de lo
que inclina.
Tercera conclusión: ninguna de estas causas es inmediata respecto de la pro-
ducción de las cosas.
Cuarta conclusión: la potencia activa de Dios es la causa que alcanza
inmediatamente la producción de todas las cosas.
Acerca de esta cuestión, debe advertirse que las dos primeras conclusiones
son de fe. La primera es clara por Salmos (103), que dice: “Todo lo hiciste con
sabiduría”. Por Salmos (138): “Tu ciencia se ha hecho admirable a causa mía”.
Además, Sabiduría (7): “El artífice de todo me ha instruido en la sabiduría”.
Además, Génesis (1): “Dijo Dios: hágase la luz, y la luz se hizo”; ahora bien, es
manifiesto que el acto de decir corresponde al entendimiento. La segunda
conclusión consta por san Pablo, Efesios (1): “Quien obra todo según el arbitrio
de su voluntad”. Además, Apocalipsis (4): “Todo ha sido creado por tu volun-
tad”.
Acerca de la tercera y cuarta conclusión, debe advertirse que hay una
diferencia entre santo Tomás y Durando, pues santo Tomás, Summa Theologiae
(I q14 a8), piensa que la ciencia de Dios, unida a la voluntad, [110v] es la causa
inmediata de la producción de todas las cosas. En cambio el autor, a saber, Du-
rando, como es claro en la cuestión, aunque atribuya el carácter de causa a la
ciencia y a la voluntad divinas, estima que no son causas inmediatas, sino que
esto sólo corresponde a la potencia activa de Dios mismo. Esta sentencia es más
clara, y tal vez también más verdadera, aunque, si se la examina atentamente,
tiene muy poca o ninguna diferencia con la primera.
1
Durando, In Petri Lombardi Sententias, 103r-103v.
XII. Sobre la causalidad de la ciencia de Dios 465
4. <Si Dios tiene una ciencia cierta e infalible de los futuros contingentes>
Se duda, primero, si Dios tiene una ciencia cierta e infalible de los futuros
contingentes, o si más bien los conoce por conjeturas, como nosotros. Se res-
ponde: debe tenerse como de fe que la ciencia de Dios respecto de los futuros es
cierta e invariable. Y se prueba, primero, por Eclesiástico (23), donde se dice:
“Tus ojos son mucho más luminosos que el sol y examinan todos los caminos
de los hombres”. Y en Eclesiástico (39): “La obra de toda carne está en su
presencia”. Y Sabiduría (8): “Conoce lo pasado y considera el porvenir”. Ade-
más, Isaías (41): “Anunciad lo que vendrá en el futuro y sabremos que sois
dioses”. [111r] Además, en Jeremías (1) se dice: “Antes de formarte, te co-
nocí”.
Se prueba por la razón, pues el conocimiento de Dios respecto de las cosas
se comporta como el conocimiento del artista respecto de sus obras. Ahora bien,
el artista, antes de que produzca en acto su obra, la conoce del modo más per-
XII. Sobre la causalidad de la ciencia de Dios 467
5. <Si Dios conoce los futuros contingentes en cuanto que existen real-
mente>
2
San Agustín, Ennarrationes in Psalmos, PL 36, 577.
3
San Agustín, Divi Aurelii Augustini (...) omnium operum, tomus X, Sermones, Lyon, 1536,
386 (De verbis Apostoli, sermo XI, De Psalmo 94, cum confutatione Pelagianorum, sermo XI:
“Quis autem hoc facere potuit, nisi qui vocat ea quae non sunt tanquam ea quae sunt? De quo dicit
Apostolus: ‘Qui nos elegit ante mundi constitutionem’. (...) Eliguntur qui non sunt, nec errat qui
elegit, nec vane elegit, elegit tamen et habet electos quos creaturus est eligendos, habet autem
semetipsum, non in natura sua, sed in praesentia sua”. En PL 38, 173: Sancti Aurelii Augustini
Episcopi Sermones, Sermo XXVI, de verbis Psalmi 94 (...) contra haeresim Pelagianorum, caput
IV. En esta edición, en vez de “praesentia” el texto dice “praescientia”.
XII. Sobre la causalidad de la ciencia de Dios 469
cia desde la eternidad”. También sostiene esto en De civitate Dei (XI c21)4, y
Boecio, en De consolatione philosophiae (V capítulo último)5.
Y se prueba por la razón. Primero: el conocimiento de Dios se mide por la
eternidad. Ahora bien, todas las cosas están presentes en la eternidad según sus
propias existencias. Luego todas las cosas son conocidas por Dios según sus
propias existencias.
Segundo: para que algo sea visto por nosotros según su propia existencia, es
suficiente que coexista con la medida de nuestra visión. Ahora bien, todas las
cosas coexisten con la medida de la visión divina según sus propias existencias,
pues coexisten con la eternidad. Luego todas las cosas futuras son vistas por
Dios según sus propias existencias.
Tercero: es claro mediante un ejemplo, pues si hubiese dos hombres de los
que uno posee una visión que se extiende a dos estadios de distancia, mientras
que la del otro se extiende a tres estadios, es manifiesto que el primero puede
observar muchas más cosas que el primero por la mayor perfección de la poten-
cia. Así también, puesto que nuestra visión está limitada a una determinación
definida del tiempo, pues es medida por el tiempo, mientras que la visión divina
no tiene ninguna limitación, ya que es medida por la eternidad, las cosas futuras
son vistas por Dios según sus propias existencias, de un modo en que no pueden
ser conocidas por nosotros a causa de la imperfección de nuestra medida. Santo
Tomás aduce muchos otros ejemplos en Contra Gentes (I, en el pasaje citado), y
en Summa Theologiae (I q14 a13 [112r-112v: en blanco] [114r] ad3).
La sentencia opuesta la sostienen Durando, en esta cuestión (In I Sententia-
rum, d38 q3, conclusión segunda)6, Escoto, In I Sententiarum (d39 q5)7, Grego-
rio de Rimini, In I Sententiarum (d38 q2)8, y Gabriel, en la misma distinción
(q1)9. Y Capreolo, In I Sententiarum (d36 q1 a2)10, aunque explica perfecta-
mente la posición de santo Tomás, afirma que no puede entender de qué modo
las cosas que nunca han sido producidas pueden ser representadas por Dios
desde la eternidad según sus propias existencias.
Se prueba esta opinión. Primero: si ahora una cosa futura estuviera presente
a Dios según su propia existencia, la cosa futura existiría ahora. Pero esto es
falso, ya que muchas cosas se van a producir que aún no se han producido.
4
San Agustín, De civitate Dei, XI, c21, PL 41, 334.
5
Boecio, De consolatione philosophiae, V, PL 63, 854.
6
Durando, In Petri Lombardi Sententias, 104v.
7
J. Duns Escoto, In I Sententiarum, vol. XVII, pp. 487, 510.
8
G. de Rimini, Super Primum et Secundum Sententiarum, 151r-156r.
9
G. Biel, Epitome et collectorio, páginas sin numerar.
10
J. Capreolo, Defensiones theologiae, vol. I, pp. 424-430.
XII. Sobre la causalidad de la ciencia de Dios 471
Luego es imposible que ahora las cosas futuras sean conocidas según sus pro-
pias existencias.
Segundo: si las cosas futuras son conocidas por Dios según sus propias exis-
tencias, las cosas futuras coexisten con Dios mismo. Ahora bien, las cosas que
coexisten con otra, coexisten también entre sí. Luego todas las cosas futuras
coexisten entre sí y con las presentes, lo que es falso, pues es imposible que el
Anticristo, que vendrá en el futuro, coexista conmigo, que estoy en el presente.
Luego no debe decirse que Dios conoce las cosas futuras según sus propias
existencias.
Tercero: Dios conoce al Anticristo como futuro, a Adán como pasado y a mí
como presente. Luego Dios sólo me conoce a mí según mi propia existencia. Se
prueba la consecuencia, porque de lo contrario se seguiría que Dios se engaña
conociendo al Anticristo como futuro y a Adán como pasado. Y si dice que no
hay ningún inconveniente en que Dios conozca algo como presente y como
futuro, en contra: ser presente y futuro son condiciones contradictorias. Luego
no pueden darse a la vez acerca de lo mismo y, por consiguiente, Dios no puede
conocer más que [114v] las cosas existentes en acto ahora según la propia
existencia de éstas.
Además, si Dios conociera las cosas futuras de ese modo, se seguiría que las
mismas son producidas dos veces, a saber, en la eternidad, en la cual así son
conocidas desde la eternidad, y además en el tiempo, en el cual son producidas
según nuestra medida. El consecuente es contrario a la fe, que nos enseña a
creer que todas las cosas fueron producidas en el tiempo. Luego por ningún
motivo debe decirse que Dios conoce las cosas futuras según sus propias
existencias.
No obstante, aunque ambas opiniones sean muy probables, como es claro
por los argumentos, pues de ambas opiniones se deduce la certeza e infalibilidad
de la ciencia divina, no obstante, la opinión de santo Tomás parece más proba-
ble, pues es más acorde con la Sagrada Escritura y con el común modo de
hablar de los santos, como se ha visto en los testimonios aducidos por san Agus-
tín.
Para su explicación, debe advertirse, primero, que, entre las cosas posibles
que nunca llegarán a ser en acto y la que se producirán según alguna determina-
ción del tiempo, hay una gran diferencia. La primera es que las cosas que no
llegarán a ser en acto están ciertamente en el conocimiento y la potencia divi-
nos, pero no determinados por la voluntad misma. En cambio, las cosas que
alguna vez llegarán a ser en acto están en el conocimiento divino determinado
según la voluntad, para que existan en la realidad según alguna determinación
del tiempo. La segunda diferencia es: las cosas que nunca llegarán a ser no tie-
XII. Sobre la causalidad de la ciencia de Dios 473
nen un ser realmente distinto de la esencia divina; [113r] en cambio, las cosas
que serán producidas alguna vez tienen un ser real realmente distinto de la esen-
cia divina. La tercera diferencia es que las cosas que nunca serán no tienen nin-
guna medida según la cual puedan coexistir con la eternidad. En cambio, las
cosas que serán producidas, en razón del tiempo coexisten con aquélla, y porque
la eternidad existe toda a la vez y es indivisible, aunque no coexistan con todo el
tiempo, pues tiene partes, coexisten con toda la eternidad, pues carece de partes.
De esto se sigue una cuarta y última diferencia, pues las cosas que nunca serán
en acto sólo se conocen en la esencia divina como en el más perfecto modelo de
todas las cosas, mientras que las cosas que serán alguna vez producidas no son
conocidas sólo de ese modo, sino también según sus propias y particulares exis-
tencias.
Lo segundo que debe advertirse es que todas las cosas desde la eternidad han
sido conocidas de un modo igualmente perfecto que como pueden ser conocidas
mientras existen en acto en la realidad, la razón de lo cual es que la eternidad
divina, siendo una e invariable, abraza todas las diferencias del tiempo.
Supuesto esto, se responde a los argumentos. Al primero, concedo la
implicación, siempre que aquel “ahora” que se infiere se entienda como el ahora
de la eternidad. De lo contrario, se niega, pues aunque ahora todas las cosas
sean presentes en Dios, no es legítimo inferir que todas existan en el ahora de
nuestro tiempo, porque aunque ahora están presentes en Dios, no lo están en
nuestro ahora, sino en el ahora de la eternidad.
Al segundo se responde que debe explicarse aquella proposición, a saber,
“todas las cosas que coexisten con otra, etc.”, pues sólo es verdadera cuando
aquella otra cosa se mide con la misma medida que las demás que se dice que
coexisten con ella. Por eso, como la medida de Dios es la eternidad, mientras
que la de las demás cosas [113v] es el tiempo, a partir de la coexistencia de las
cosas con Dios no es legítimo inferir la coexistencia de las cosas entre sí.
Al tercero se responde que no hay ningún inconveniente en que una cosa sea
conocida por Dios como presente y como futura, siempre que esto sea respecto
de diversas medidas, ni es un impedimento que lo presente y lo futuro sean
XII. Sobre la causalidad de la ciencia de Dios 475