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Enfoque Ecosistemico en Los Malos Tratos. JB PDF
Enfoque Ecosistemico en Los Malos Tratos. JB PDF
El desafío para cualquier programa que pretenda dar una respuesta integral al
sufrimiento de los niños maltratados deberá optar por el desarrollo de prácticas de
redes que, movilicen el conjunto de recursos institucionales, profesionales y
familiares existentes.
Todo esto para desarrollar acciones que contrarresten los efectos de la violencia en
las víctimas, introduzcan la ley y el respeto de los derechos en la familia y permitan
la rehabilitación de los agresores.
Esto explica que una parte importante de nuestros esfuerzos se hayan destinado
también a elaborar procedimientos que permitan a los diferentes profesionales,
implicados en el tema de maltrato, funcionar en redes que sean auto-protectoras.
Tan importante es proteger a los niños como a las personas que ayudan a mejorar
la protección de estos niños. Los sistemas institucionales deberían tener siempre
presente que el recurso fundamental de la prevención y el tratamiento del maltrato
infantil es la persona del profesional; por lo tanto, todo lo que se pueda hacer para
cuidarle es una forma directa de ayudar a la infancia. Un profesional de la infancia
que se quema significa no solamente una pérdida importante en términos del costo
económico que implica su formación y experiencia, sino sobre todo una pérdida de
años de experiencia y competencia, garantía de una intervención adecuada en
casos de maltrato. La intervención en estos casos implica siempre situaciones
conflictivas para los profesionales, en la medida que éstos deben introducirse de
una manera más o menos agresiva en la vida de una familia, cuestionando sus
representaciones, sus mapas del mundo, la manera en que ellos resuelven sus
conflictos, satisfacen sus necesidades, cuidan y educan a sus niños.
La intervención social, judicial y terapéutica puede y debe ser agresiva, pero nunca
violenta. Los profesionales comprometidos con la protección infantil deben tener
una ética que les permita actuar con mucha firmeza y eficiencia para asegurar la
vida y el bienestar de los niños, evitando de todas las formas posibles que esta
fuerza agresiva, necesaria para realizar la tarea, se transforme en una fuerza
destructiva o violenta.
Así, por ejemplo, en las situaciones de maltrato infantil, muchas veces la falta de
organización y de concertación de los diferentes niveles institucionales implicados
en la propuesta de una solución, complica o agrava la situación de violencia del
menor. Esto nos lleva a decir que muchas veces, la solución propuesta de este
modo es peor que el problema. Por lo tanto, uno de los desafíos de cualquier
programa de este tipo es facilitar un proceso de organización de los diferentes
niveles institucionales y de recursos profesionales que asegure la creatividad y la
competencia de cada una de estas instancias. Esto ha de hacerse a través del
respeto a las diferentes misiones de cada nivel, creando así una dinámica colectiva
que, sumando los recursos y las competencias, aporten lo mejor a cada niño y a su
familia. Se trata de que cada uno se sitúe en un conjunto de manera que a través
de un compromiso solidario y concertado, se garantice el intercambio de
información y la creatividad de todos los participantes de una red.
Se trata de movilizar los recursos de salud, educación y justicia señalando que cada
una de ellos tiene tareas específicas, pero organizadas alrededor de una finalidad
común: asegurar el bienestar de los niños y el respeto a la vida, desarrollando
estrategias conjuntas para prevenir y tratar el maltrato infantil.
Nivel 4: Compuesto por los que llamaremos “los líderes formales de una
comunidad” (las organizaciones de padres, así como dirigentes o personas
significativas de los organismos sociales). Tienen la tarea de sensibilizar al conjunto
de la comunidad a través de campañas educativas y organización de grupos de
reflexión, relacionados por la prevención de la violencia intra-familiar.
Todos los miembros de este nivel participan de la comprensión ecosistémica del
fenómeno del maltrato, motivando y orientando a las familias que presentan
situaciones de riesgo para sus niños, hacia un equipo terapéutico, es decir, hacia
los profesionales organizados en los niveles 2 y 1. Al mismo tiempo, los miembros
de este nivel apoyan y facilitan experiencias de autoayuda destinadas a los padres.
Nuestro Programa de Intervención está basado sobre dos postulados que emergen
fundamentalmente de una reflexión ética. El primero es que nadie, cualquiera que
sea su circunstancia, por muy dramática que haya sido su historia social y familiar,
tiene el derecho de utilizar, maltratar, abusar, o descuidar a un niño. En
consecuencia, el primer deber de todo profesional y de todo ciudadano es actuar
para restaurar el respeto a todo ser vivo, especialmente el respeto a todos los seres
humanos, particularmente a los niños. El segundo postulado es que "el bienestar
del niño" no es nunca un regalo o el efecto de la buena o mala suerte; al contrario,
el bienestar infantil es una producción humana, esfuerzo del conjunto de una
sociedad.
A diferencia de este grupo familiar con el anterior, los padres no tienen ninguna
conciencia del carácter abusivo de sus comportamientos, considerándolos como
normales y legítimos, por lo tanto, no tienen ninguna demanda de ayuda y son
refractarios a cualquier tipo de intervención. En este sentido, el primer desafío que
presentan estas familias es el de tener que ayudarles en una situación paradojal
creada por la "coacción" social y/o judicial. Por otra parte ,uno de los requisitos
para una alianza terapéutica entre los miembros de la familia, particularmente los
padres y los terapeutas, es la confidencialidad. Para enfrentar esta situación y
asegurar la protección de los niños por una parte y ofrecer una ayuda terapéutica
coherente, nuestro modelo separa en dos fases y momentos la intervención
terapéutica: (Barudy, J., 1994).
a) La intervención social terapéutica;
b) La terapia con la familia..
Cuando este proceso es coordinado a partir del ámbito terapéutico, conviene que
sea conducidos por equipos de profesionales diferentes que corresponden a los
niveles 1 y 2 del modelo de organización piramidal. Por ejemplo una diadas psico-
sociales formadas por un(a) psicólogo y un (a) trabajador social. Esta diada es
designada por la red, o por el equipo especializado, en concertación con los
recursos profesionales del nivel 2 y a veces del nivel 3.
El vínculo entre estos dos momentos está constituido por lo que llamaremos “el
ritual de derivación”, que corresponde al momento en que el equipo que intervino la
familia, la deriva al equipo terapéutico en una sesión en presencia del todo el
mundo.
La red debería siempre contar con un equipo que hemos llamado de "Servicios
Generales", para apoyar los equipos de intervención. Este Servicio esta formado
por un psiquiatra, un pediatra y un abogado. Estos profesionales constituyen una
fuente importante de recursos tanto para la unidad de intervención social como
para la unidad terapéutica de la familia . Por ejemplo, el psiquiatra es un recurso
fundamental para diagnosticar las patologías psiquiátricas de los padres, el pediatra
para manejar la hospitalización de los niños, y el abogado para coordinar los
contactos del equipo de intervención con las autoridades judiciales y/o
administrativas, responsables de la protección de los menores y del procesamiento
de los padres.
En nuestro programa aplicamos esta concepción, solo en caso que los adultos de la
familia pueden asegurar la protección de los niños, evitando las recaídas y
comprometiéndose al trabajo terapéutico con los miembros de nuestro equipo. En
la de la situación se pone un énfasis especial en conocer el grado de plasticidad de
la familia tanto en sus posibilidades de cambio de su funcionamiento, como en sus
recursos para integrar la noción de la ley.
Esto es posible, en nuestro modelo por ejemplo, en familias en donde los adultos se
transformaron en maltratadores en un momento de crisis del sistema familiar. A
pesar de los gestos violentos reconocen la ilegalidad de sus actos y están abiertos y
dispuestos a recibir la ayuda necesaria para superar la situación.(Barudy 1991)
Otra situación puede ser, en los casos de familias negligentes, donde los niños son
abusados por carencia de cuidados más que por malos tratos. En estos casos la
autoridad y el discurso del profesional puede ser reconocidos como fuerzas
dinámicas (dependiendo de la voluntad y la capacidad de los padres "negligentes")
para aceptar la ayuda necesaria que les permita mejorar sus competencias
parentales.
Para que esto sea posible el sistema judicial debe justamente hacer justicia,
permitiendo el debate contradictorio entre las partes implicadas, al mismo tiempo
que proteger el derecho a la defensa considerando sobre todo al niño en sus
derechos y en su difícil situación de ser niño o niña y además hijo o hija de sus
padres maltratadores y/o abusadores.
Esto plantea cambios profundos en la lógica judicial "adultista" tal cual se práctica
en la mayoría de los países. Cada sociedad debe responder el desafío de crear
instrumentos para que el niño o niña tenga un verdadero lugar en los procesos
judiciales. Así, por ejemplo considerar que lo que el diga, (y no solo lo que
muestre) como pruebas a su favor. Algunas medidas ya existentes, como
considerar el testimonio de los niños como prueba o la designación de un abogado
para los niños, son cambios alentadores en el este sentido de una justicia más justa
para los niños. Una experiencia piloto llevada a cabo desde hace dos anos por la
fiscalia de Bruselas que consiste en haber incorporado psicólogos a sus servicios,
quien con un policía ad-hoc recogen el testimonio de los niños maltratados y/o
abusados sexualmente. Esta declaraciones son al mismo tiempo filmadas en video y
el adulto maltratador es interrogado a partir la confrontación con el video. Esto
evita a la victima dos experiencias altamente traumáticas: la que tener que repetir
varias veces su declaración y el careo con sus agresores.
Por otra parte, poco a poco, los magistrados encargados de enjuiciar a los
culpables, aceptan la posibilidad de la libertad condicional de los abusadores, a
cambio de su participación en nuestro programa, así como medidas de remisión de
pena, si existe una motivación seria de los abusadores de comprometerse en un
proceso de cambio.
Los resultados alentadores de nuestras prácticas, nos convencen que una justicia
aplicada justamente permite un nuevo marco de referencia para todos los
implicados. En este marco los niños pueden resituar sus experiencias en un nuevo
orden ético y moral, alternativo al mundo totalitario que habían conocido en sus
familias. Al mismo tiempo que los abusadores tienen la oportunidad de replantearse
sus concepciones abusivas, haciendo a través del dialogo terapéutico las relaciones
necesarias entre sus gestos, los elementos dramáticos de su propia historia y las
alternativas posibles para superar los diversos grados de determinismo histórico
que los convirtieron en maltratadores y/o abusadores de sus hijos.
Es por esto, que utilizando nuestra autoridad fijamos a la familia, un marco que nos
permita el tiempo necesario para esta evaluación. En esta óptica fijamos un
programa de trabajo evaluativo con los diferentes miembros de la familia, en
condiciones que aseguren la protección de los niños víctimas del maltrato mediante
dos vías.
b) Exigir el alejamiento del maltratador y/o abusador sexual del seno de familia.
Esta medida es adoptada en los casos que el otro padre, o una parte de la familia
ampliada (abuelos, tíos, etc.) muestren características adecuadas para garantizar el
alejamiento del abusador y la protección de los niños mientras dura el proceso de
evaluación.
Son los elementos recogidos en este proceso de evaluación, reflexionados en el
marco de nuestro trabajo interdisciplinario que nos permite decidir por la opción de
trabajar con o sin marco judicial.
Los parámetros que utilizamos para optar por la justicialización son los siguientes:
Manejar una revelación significa escuchar lo que el niño nos dice, o bien,
interrogarlo en relación a nuestras inquietudes de una forma no sugestiva y
respetuosa. Se trata de apoyarle ofreciéndole protección y al mismo tiempo una
oferta de ayuda terapéutica para él y sobre todo para sus padres presuntos
maltratadores. La escucha "no sugestiva" aparece como una necesidad
fundamental, en la medida que los programas se desarrollan en colaboración con
los sistemas judiciales. Puesto que la credibilidad del niño y la existencia de
pruebas materiales son factores fundamentales en la acción de los Tribunales de
Justicia, tanto para tomar medidas de protección como para procesar a los padres
violentos, los profesionales nunca deben desestimar esta necesidad de una escucha
no sugestiva. Es imperativo que los profesionales de los diferentes ámbitos
organizados en una red tengan la capacidad de responder a las inquietudes del
niño, abordando sus preocupaciones sobre lo que va a pasar con él y su familia, por
el hecho de haber revelado la situación de maltrato.
2. La Notificación o el Señalamiento
b) El proceso de validación:
Las entrevistas con los niños se insertan en un proceso donde son necesarias
numerosas sesiones. El profesional deberá resistir a las presiones de todo tipo para
respetar el ritmo del niño tomando el tiempo que sea necesario. El niño tiene que
ser recibido en un medio neutro, solo o acompañado de un adulto de confianza,
sintiéndose todo el tiempo apoyado. La desdramatización es importante así como la
transmisión de mensajes que le inspiren seguridad; mensajes como "Aquí recibimos
a menudo a otros niños que han vivido lo mismo que tú y que tienen la misma
dificultad para contarnos lo difícil de su situación...", ayudan al niño a que deposite
la confianza en el adulto responsable de las entrevistas. El profesional siempre
tendrá presente la necesidad de colocarse en el lugar del niño adaptando su
vocabulario a su realidad así como su percepción del tiempo, tratando de disminuir
su ansiedad en cada momento.
Para ilustrar este diálogo confrontantador con los padres, vamos a presentar el
caso de una niña pequeña de 8 meses, hospitalizada en el Servicio de Pedriatría en
estado inconsciente con fractura de cráneo y al mismo tiempo desprendimiento de
las partes superiores de los húmeros de los dos brazos:
Profesional: Lo más probable es que Ud. estaba tan enojado en ese momento que
no se acuerda de lo que hizo.
Padre: ¿Qué es lo que quiere decir con eso? Nosotros no le hicimos nada a nuestra
hija..
Profesional: Ud. estaba tan enojado, ella estaba llorando, Uds. no sabían que hacer
y seguramente perdieron la cabeza.
"La pequeña "M" de 7 años, de origen africano, menor de una familia de 4 niños,
había sido señalada en diferentes ocasiones por la enfermera escolar y por los
profesores, por presentar marcas de correazos en su cuerpo. Como consecuencia
del último señalamiento, la enfermera decide contactarse con nuestro programa. La
validación realizada por profesionales de nuestro equipo permitió establecer que la
niña había sido maltratada por su padre en el cuadro de una dinámica educativa. La
menor presentaba además trastornos de comportamiento desde que su padre se
había vuelto a casar, debido a la muerte de la madre, después de tres años de
enviudar. Después de haber hablado y llegar a acuerdos con un conjunto de
profesionales que conocían la familia, decidimos convocar al padre y a la madrastra
a una reunión para discutir las dificultades de la pequeña "M". Al mismo tiempo,
pedimos al padre que invitara a todos los miembros de la familia que podrían
ayudarnos en todo lo relacionado con sus dificultades familiares y con su hija. El día
de la reunión, asistieron 17 miembros de la familia, lo que sobrepasó nuestras
expectativas. Tuvimos que buscar sillas para todo el mundo. El desarrollo de la
reunión fue muy constructivo, pues nos permitió comprender mejor las dificultades
familiares relacionadas no solamente con la muerte de la madre de los niños y el
nuevo matrimonio del padre, sino también con los elementos estresantes ligados a
la situación de inmigración y la existencia de creencias educativas que justificaban
la violencia. De esta manera, la pequeña fue acogida temporalmente en la familia
de una hermana del padre, comenzando a su vez un trabajo terapéutico con la
familia".
BIBLIOGRAFÍA
Barudy, J., El dolor invisible de la infancia: una lectura ecosistémica , Ed. Paidos,
Barcelona, 1998.
Barudy, J., "Maltrato infantil: ecología social: prevención y reparación." Ed. Galdoc.
Chile, 1999.
Maturana, H., El sentido de lo humano, Santiago de Chile, Dolmen, 1991.