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Bogotá, D.C., Colombia, 2010


Vínculos, individuación y ecología humana

CONTENIDO

Presentación............................................................................................ 5

Primera parte
CONCEPTUALIZACIÓN................................................................ 11

I. Vinculación y autonomía en la psicología clínica compleja .............. 13

2. Aproximaciones a la noción de vínculos . ....................................... 27

3. Eco-eto-antropología de los vínculos.............................................. 53

4. Sistemas de significación: epistemes, mitos y creencias.................. 59

5. Organización y ritualización de la interacción humana.................... 71

Segunda parte
METODOLOGÍA.............................................................................. 99

6. La modelización de la complejidad como método de .


investigación-intervención de la dinámica vincular............................ 101

7. Modelización de la investigación-intervención en las tesis............ 115

3
Tercera parte
RESULTADOS................................................................................ 131

8. Vinculación alrededor de trastornos fisicos y emocionales........... 133

9. Protección, bienestar, violencia familiary vulnerabilidad social...... 191

10. Vinculación en el sistema educativo............................................ 237

11. Protección ante efectos de la violencia social y política.............. 265

Cuarta parte
CONCLUSIONES E IMPLICACIONES....................................... 279

12. La despatologización del sufrimiento a través de una vinculación .


humanizante y generativa.................................................................. 281

REFERENCIAS..................................................................................... 301
Vínculos, individuación y ecología humana

PRESENTACIÓN

Este texto presenta los desarrollos del proyecto/línea institucional “Vínculos,


Ecología y Redes”, de la Maestría en Psicología Clínica y de Familia de la Fa-
cultad de Psicología de la Universidad Santo Tomás de Bogotá, desde el año
2003.

Entre 1997 y 2002 este proyecto se denominó “Redes, vínculos y ecología”


y tuvo como referente principal la noción de red. En un estado del arte so-
bre las realizaciones de ese periodo (Hernández, 2002) se identificaron dos
acepciones de la noción de red como fundamento para orientar los trabajos
de grado adscritos hasta entonces: la red social y las redes conversacionales.

Desde la noción de red social, el interés fue explorar mejores posibilidades


para la prevención de recaídas de personas diagnosticadas con una enferme-
dad mental; los estudios tuvieron un carácter descriptivo y correlacionaron las
características de la red social con los marcos de referencia de los miembros
de la familia, del entorno social y de los equipos terapéuticos, asumiendo,
implícitamente, que las recaídas se prevendrían si la red social era más amplia
y densa. Los miembros de la red social fueron convocados como contexto so-
cial de prevención, sin ánimo de intervenir sobre ellos, sino de conocer cómo
pensaban la “enfermedad”.

En los trabajos basados en la noción de red conversacional, ésta se estudió en


el contexto de la investigación-intervención y de la comprensión de la pro-
blemática abordada, la cual se veía como un pretexto para activar tales redes,
dentro de la perspectiva del construccionismo social, los dominios experien-
ciales y la ontología del lenguaje.

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Ángela Hernández Córdoba

El análisis de los resultados reportados durante ese periodo centrado en redes


generó advertencias y aperturas para la continuidad del proyecto en varios
sentidos: 1) diferenciar más cuidadosamente los ámbitos de análisis epistemo-
lógico, paradigmático, teórico y metodológico; 2) diferenciar los aportes de
cada disciplina sobre los fenómenos estudiados, dando prioridad a la psicolo-
gía clínica como eje y realizando estados del arte que garanticen la pertinencia
de los avances científicos y sociales en el campo; 3) ampliar las modalidades de
investigación-intervención desde una postura de complejidad, para dar cuenta
de la inmensa diversidad de relaciones potenciales entre los seres humanos.

Por otra parte, siendo consciente la Maestría del encargo social de aportar
alternativas de comprensión e intervención de los fenómenos psicológicos
y sociales propios del momento histórico que vivimos, ha intentado no sólo
ofrecer una formación sólida en el campo de la psicoterapia sistémica, sino
generar modalidades de abordaje que sean coherentes con las complejas de-
mandas de ayuda de los individuos, las instituciones y las comunidades. Para
cumplir con esos propósitos ha considerado que la investigación es una con-
dición sine qua non, sobre todo porque nuestra idiosincrasia y las particulari-
dades de la problemática que nos aqueja, exigen propuestas originales, opor-
tunas y viables en nuestro entorno. Adicionalmente, en consonancia con la
preocupación histórica por el restablecimiento del tejido social, comprender
las sutilezas que construyen nuestro mundo relacional es un aporte pertinente
a la búsqueda de un nuevo orden en el cual tengan lugar tanto la diversidad y
la diferenciación como la capacidad de coordinar acciones entre los distintos
actores y sectores de la sociedad (Hernández y Bravo, 2004).

Lo anterior condujo a adoptar la noción de vínculo como referente organi-


zador y explicativo para entender cómo se gestan y se transforman los fe-
nómenos humanos que son objeto de investigación e intervención clínica y
social, dentro de la trama vincular en la multiplicidad de sistemas complejos
de convivencia. Se busca así trascender las oposiciones tradicionales entre
ciencias biomédicas y ciencias humanas, acudiendo a la perspectiva eco-eto-
antropológica propuesta por Jacques Miermont (1993, 2005), quien recoge el
pensamiento de Gregory Bateson, Edgar Morin y Boris Cyrulnik, entre otros.

La psicología clínica compleja presupone que lo humano es una emergencia


que se engendra en la interdependencia creadora entre lo cultural, lo subje-
tivo, lo cerebral y lo biológico. Por tanto, su objeto emerge y opera a través
de la ritualización de la interacción y de la atribución de significado a lo vivido
como operadores témporo-espaciales de los vínculos.

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Vínculos, individuación y ecología humana

A su vez, el estudio de los procesos de vinculación en este proyecto se ciñe a


los presupuestos siguientes:

1. En la medida en que se aborde desde una perspectiva de complejidad, la


noción de vínculo describe un fenómeno de interfase y cumple una función
de articulación que permite comprender el proceso recursivo de cons-
trucción del mundo subjetivo y del mundo interaccional.

2. Comprender la noción de vínculo desde la complejidad eco-eto-antropo-


lógica implica conectar las dimensiones filogenética, ontogenética, epige-
nética y cultural en el entretejido de lo individual con lo colectivo.

3. Si bien el contexto relacional es una de las condiciones de la vida, a su vez


configura la naturaleza de los vínculos, la cual además adopta modalidades
específicas que varían de acuerdo con la idiosincrasia individual y familiar, con
las etapas del ciclo vital y con las condiciones históricas y socio-culturales.

4. Paradójicamente, la construcción de la autonomía individual sólo es posible


en el seno de adecuados procesos de vinculación afectiva y social a través
del ciclo vital.

5. De los diversos enfoques para abordar conceptual y metodológicamente la


noción de vínculo, surgen diversos efectos pragmáticos que se evidencian
en la práctica terapéutica e investigativa y en la naturaleza de las relaciones
que se construyen en la vida y en los contextos de ayuda.

En ese orden de ideas, los objetivos generales del proyecto son:

1. Comprender las formas de construcción de los procesos de vinculación y


de los sistemas de creencias y de pensamiento que se organizan a nivel fa-
miliar, institucional, interinstitucional y social, alrededor de problemáticas
específicas que sirven como foco de investigación-intervención.

2. Comprender la conexión de los procesos de vinculación con la transfor-


mación de las situaciones problemáticas que convocan la investigación-
intervención.

3. Configurar y evaluar modelos de investigación-intervención que permitan


dinamizar los diversos modos de vinculación en los distintos niveles de ob-
servación, hacia la transformación de los individuos y grupos involucrados
en el abordaje de las problemáticas específicas tomadas como focos.
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Ángela Hernández Córdoba

4. Aportar a la deconstrucción y reconstrucción de los marcos paradigmáti-


cos y conceptuales que sustentan las modalidades de comprensión e inter-
vención de las problemáticas abordadas, con el fin de generar aproxima-
ciones transdisciplinarias, intra e interinstitucionales.

La hipótesis general de este proyecto se formula de la siguiente manera:

Dada su naturaleza interaccional y ecológica, los fenómenos objeto de la in-


tervención clínica surgen, se activan y se transforman dentro de redes de rela-
ciones entre diversos actores –miembros de la familia, instituciones, red social
y sistema de ayuda–, en forma tal que es posible caracterizar esos procesos
de vinculación, diferenciarlos según el fenómeno abordado y comprender las
conexiones entre tales vínculos y la evolución del fenómeno en cuestión, a
través de la historia de su surgimiento y del proceso terapéutico.

En coherencia con dicha hipótesis, las preguntas generales de investigación


son:

1. ¿Cómo se caracterizan los procesos de vinculación en los sistemas huma-


nos que se activan para dar vida a un fenómeno que se convierte en objeto
de la intervención clínica?

2. ¿Cómo se comprende la conexión de los procesos de vinculación entre los


actores involucrados con los fenómenos clínicos y su evolución a través de
un proceso de psicoterapia o de intervención sistémica?

3. ¿Cómo se caracterizan los procesos de intervención psicoterapéutica sis-


témica que participan en la movilización de los fenómenos abordados y
cómo se comprenden esas movilizaciones a la luz de la vinculación?

4. ¿Cómo varía la comprensión psicopatológica y psicosocial de los fenóme-


nos abordados a la luz de estas perspectivas por contraste con las perspec-
tivas tradicionales imperantes?

Desde el punto de vista metodológico se asume la modelización de los siste-


mas complejos como la aproximación pertinente para reorientar el proyecto
institucional, entendiendo que esta propuesta constructivista, compatible con
el construccionismo social, permite abordar los efectos de sistema que sólo
son accesibles a la conciencia y al lenguaje desde la metamirada del tercero
incluido.

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Vínculos, individuación y ecología humana

Así, en el año 2003, junto con los psicoterapeutas en formación en la Maestría,


se inició el desarrollo de esta versión de la psicología clínica compleja, con la
convicción de que su recorrido apenas comienza. Los hallazgos de las veinte
tesis sustentadas hasta febrero de 2008 se organizan en cuatro grupos de
acuerdo con los sistemas sociales implicados: 1) Sistema de salud y trastornos
físicos y emocionales; 2) Sistemas de bienestar y protección ante la vulnerabi-
lidad social y la violencia familiar; 3) Sistema educativo, familia y problemas de
rendimiento y de adaptación escolar; y 4) Sistemas de bienestar y reinserción
social ante efectos de la violencia social y política.

Esta clasificación de los sistemas de ayuda obedece al análisis epistémico ins-


pirado en los criterios de Foucault (1970, 2006) expuestos en el capítulo IV,
teniendo en cuenta que los anteriores cuatro escenarios existen en espacios
diferenciados que operan con lógicas propias, coherentes con la episteme
que los organiza, el dominio de intervención privilegiado y los actores que
participan en la práctica discursiva que se inicia, con procesos más o menos
ritualizados, todo lo cual se evidenciará en los resultados y será ampliado en
la discusión final.

En el primer grupo se incluyen los procesos de vinculación asociados a diez


fenómenos: autismo, síndrome demencial, adultos con cáncer, adultos con
depresión, intentos de suicidio de adolescentes y adultos jóvenes, inimputa-
bilidad por trastorno psicótico, mujeres obesas, pacientes obesos mórbidos
sometidos a cirugía bariátrica, identidad de género y prácticas alimenticias en
jóvenes universitarios y un modelo de salud mental basado en la comunidad.

En el segundo grupo se analizan seis trabajos que se ocupan de circunstancias


familiares adversas que llevan a la intervención de los entes de protección del
Estado y de las ONG que colaboran con él en esta tarea. Tales circunstancias
corresponden a riesgos o a eventos de abuso, maltrato y abandono de niños y
adolescentes en familias con alta vulnerabilidad socioeconómica.

En el tercer grupo hay dos estudios sobre los sistemas que se configuran alre-
dedor de problemas de rendimiento y adaptación escolar, uno en el nivel de
primaria y otro en el nivel universitario. El cuarto grupo se enfoca en las diná-
micas vinculares posteriores a la muerte del padre policía en actos del servicio
y al ingreso de adultos jóvenes desvinculados de grupos armados irregulares a
un programa estatal de reinserción.

Por la iniciativa de los investigadores se logró el acceso a las diversas pobla-


ciones en los contextos siguientes: una clínica especializada en obesidad; un

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Ángela Hernández Córdoba

equipo médico que atiende enfermos de Alzheimer; equipos médicos que


hacen cirugía bariátrica; IPS Oncosalud; una fundación privada para personas
inimputables; parejas adoptantes y niños en protección y en riesgo; servicio
de salud mental de dos hospitales distritales; Policía Nacional; Departamento
Administrativo de Bienestar Social del Distrito Especial de Bogotá; colegio
privado; Centro Zonal del ICBF; albergue para desvinculados de grupos arma-
dos irregulares y Comisarías de Familia que remiten casos a los consultorios
psicológicos de la Universidad Santo Tomás. Los contextos para la ejecución
de la investigación han sido las entidades mencionadas y principalmente los
consultorios de la Universidad, cuya cámara de visión unidireccional facilita
el trabajo en equipos terapéuticos y el registro videograbado de las sesiones.

Este texto adopta la forma de un reporte de investigación para facilitar la


comprensión del proceso secuencial de investigación–intervención del cual
da cuenta. No obstante, para su elaboración no se siguió esa línea progresiva,
sino un movimiento circular y recursivo entre los conceptos, las experiencias
clínico-investigativas, los resultados y las conversaciones reflexivas con los au-
tores de las tesis y los demás actores institucionales, sociales y académicos
que participaron en su desarrollo. Por tanto, la primera parte presenta el
marco paradigmático y conceptual, la segunda la metodología, la tercera, una
síntesis integrativa de los resultados de cada tesis y la cuarta, las implicaciones
teóricas, clínicas y socio-institucionales que surgen del análisis conjunto de
toda la información generada.

Se espera que esta aproximación a la psicología clínica compleja desde el es-


tudio de los procesos de vinculación sirva para replantear la comprensión de
lo psicopatológico y enriquezca la psicoterapia y las demás modalidades de
intervención sistémica en salud mental y en programas de bienestar y protec-
ción. Además, se busca que sea un aporte a la metodología de investigación
en psicología clínica y a la formación de psicoterapeutas y profesionales en
intervención social en la misma Maestría y en otras instancias destinadas a
esta labor.

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Primera parte

CONCEPTUALIZACIÓN
Vínculos, individuación y ecología humana

I. VINCULACIÓN Y AUTONOMÍA
EN LA PSICOLOGÍA CLÍNICA COMPLEJA

El individuo es un proceso
de diferenciación colectiva
jamás terminado.
J. Miermont, L’Homme autonome.
(Miermont, 1995, p. 318).

Este capítulo tiene dos pretensiones: una, fundamentar en el pensamiento


complejo el objeto de la psicología clínica, entendido como el favorecimiento
de la autonomía y la individuación de los sujetos en contexto; la otra, mostrar
cómo para ese propósito adquiere sentido y trascendencia la noción de vincu-
lación en cuanto marco comprensivo de los problemas humanos.

1.1 El complejo objeto de la psicología clínica

Si bien el campo de la psicología clínica está relativamente bien diferenciado


en el contexto social, también es cierto que la perspectiva ecosistémica y
compleja plantea una postura distinta de la que tradicionalmente ha adoptado
esta disciplina.

Es bueno recordar que la psicología clínica surgió con la psicología general


a fines del siglo XIX, cuando el individuo se convirtió en figura y foco de la
sociedad y de la ciencia por las coyunturas históricas y sociales que se venían
dando desde fines del siglo XVIII como producto de la cultura de la Ilustra-
ción, la industrialización y la urbanización.

La psicología tomó al individuo como su objeto de conocimiento, de evalua-


ción y de intervención en un momento en que las sociedades requerían que
los sujetos individuales fueran suficientemente capaces de responder a este
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Ángela Hernández Córdoba

nuevo contrato social, por el cual cada quien tenía que establecer con los
dueños del capital y las fuentes de trabajo una relación directa y personal y
no como parte de la masa amorfa beneficiaria del monarca o del señor feudal
en las épocas precedentes. De esta forma emergieron en el terreno de las
exigencias socioeconómicas las diferencias individuales, el mundo subjetivo y
la desviación de la norma, como fenómenos que justificaban la existencia de
una disciplina que aportara no sólo a la evaluación, sino sobre todo a la mo-
dificación de los sujetos, para que se ajustaran, por métodos científicos, a los
estándares y a las condiciones individuales y colectivas del nuevo orden social.

Esta postura, ubicada en la perspectiva de la ciencia tradicional positivista que


pretende desmenuzar al sujeto en aptitudes, rasgos y características cosifi-
cantes, está muy lejos de la que aquí se plantea. Como disciplina, la psicología
clínica, más que un conjunto de métodos y técnicas, es una postura que con-
templa al otro como totalidad y como sujeto en contexto, acogiendo no sólo
esta visión contemporánea ecosistémica y de complejidad, sino la antiquísima
modalidad de los griegos de intervenir con los demás usando la retórica para
mejorar su vida, si se toma en cuenta que un ilustre filósofo-médico acudía al
lecho del enfermo para ayudarle a cambiar a través de la palabra.

Según el psiquiatra sistémico Jean-Claude Benoit (1995, p. 14), cada humano


encierra en sí el yo, el tú y el nosotros; las razones de la cabeza y las razones
del corazón; las alianzas dulces, ocultas y tortuosas; la creencia en la necesi-
dad y la rendición al azar; es decir, cada uno contiene la ambigüedad humana,
como sinónimo de complejidad. Sin embargo, para la ciencia moderna, in-
cluida la psicología, esa ambigüedad se convirtió en un problema que había
que eliminar para poder someter el mundo a la razón. Munné (2004) explica
que la cultura griega arcaica, en una actitud de respeto por la complejidad del
mundo, basaba su conocimiento en el saber mítico, dotado de ambigüedad y
por ello capaz de asumir los múltiples aspectos contradictorios de la realidad.
Pero en la Grecia clásica, el mito fue sometido a la razón y pasó a ser un pseu-
dosaber que obstaculiza el acceso a la verdad.

En el pensamiento arcaico la verdad residía en los contrarios como comple-


mentarios y esto conllevaba una ambigüedad propia del mundo divino, de la
cual la dualidad humana era un reflejo. Al ceder el paso a la verdad basada en
un pensamiento abstracto, racional y discursivo, la lógica de la ambigüedad
se convirtió en lógica de la contradicción. Este proceso de desmitificación e
imperio de la razón consolidó la simplicidad como paradigma epistemológico
para acceder a la comprensión e inteligibilidad de la vida. 

14
Vínculos, individuación y ecología humana

Así, la complejidad de la realidad, caracterizada por sus cualidades de caoti-


cidad, fractalidad, catastrofismo y borrosidad, se reemplazó por una realidad
con atributos ideales de orden, perfección y armonía, cuya ideologización ha
permitido infructuosos y perversos intentos para que el desorden, la imper-
fección y el conflicto sean corregidos o eliminados. De este modo, lo ambiguo
ya no resulta de unos contrarios que se complementan, sino de unos contra-
rios antagónicos que pugnan por la eliminación de uno de ellos.

En la psicología clínica esta postura condujo a la definición de los problemas


como síntomas causados por una sola dimensión de la vida –genética, bioló-
gica, psicológica o social– cuya presencia hay que erradicar, como si fueran
dimensiones aislables, con las consecuencias de cronificación y de pseudoso-
luciones que interfieren la autonomía, sobre todo cuando la persona deja de
ser ella para reemplazar su identidad por la que emerge al ser diagnosticada.

El mundo complejo es caótico porque las mínimas causas engendran grandes


efectos irreversibles; es catastrófico porque existe en un movimiento incesan-
te de nacimiento, desarrollo y destrucción de las formas, en donde el sujeto
es el actor que sobrevive a las catástrofes (Thom, 1972); y es fractal porque
la forma original de gran escala es reproducida por otra de pequeña escala
en donde la parte reproduce al todo y viceversa (Mandelbrot, 1982). En esa
medida e se asume que los fenómenos humanos abordados por la psicología
clínica son complejos, porque al abarcar todas las dimensiones de la vida –bio-
lógica, psicológica, social, económica, política, geográfica, histórica, cultural,
etc.– obedecen a los principios de indeterminación, incertidumbre y azar.

La visión analítica de la ciencia y las primeras teorías sistémicas presentan los


niveles de organización de la vida como si estuvieran encajados por tamaños,
como las muñecas rusas que se contienen unas a otras: átomos, moléculas,
células, tejidos, órganos, cuerpos, psiquismos, familias, grupos, sociedades.
Pero los aportes de la etología y la antropología muestran que la evolución de
las cualidades emergentes de estos niveles de organización no corresponde
a esta representación. Por el contrario, los principios de articulación propios
de una visión reticular de la vida permiten concebir los ricos circuitos del
espíritu –en el sentido batesoniano–, en donde materia, energía e informa-
ción circulan en un continuo entre las manifestaciones somáticas, hormonales
y neuronales, los niveles de emergencia de las organizaciones colectivas y
las realizaciones comportamentales y mentales del humano en su ambiente
(Miermont, 2007, p. 176).

En ese orden ideas, como afirman Francisco Varela y Gregory Bateson, la


mente, en cuanto objeto de estudio de la psicología, es una propiedad emer-
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Ángela Hernández Córdoba

gente, una de cuyas consecuencias es el sí mismo; mi self existe porque me


pone en interfase con el mundo. No se puede decir “mi self, mi yo, está aquí,
en este componente”, el self está en la configuración y en las pautas dinámicas
de relación, las cuales se concretan como propiedades emergentes. Yo soy
“yo” en las interacciones, porque ese “yo”, sustancialmente, no existe; no
está localizado en ningún lugar. Como propiedad emergente, producida por
una red subyacente, es una condición coherente que le permite al sistema en
el cual existe interactuar en ese nivel de realidad, es decir, con otros yoes o
identidades de la misma clase.

Aunque la psicología clínica como disciplina es un ente epistémico con su pro-


pia autonomía, también se está construyendo y reconstruyendo en la relación
con el entorno. Por tanto, su objeto va cambiando y se va ajustando a las
exigencias del medio, de manera que en ese proceso recursivo, esta disciplina
responde a circunstancias históricas y crea fenómenos sociales, en cuanto es
a su vez un proceso comunicativo que produce actores generadores de nuevos
sentidos a través de sus mismas operaciones lingüísticas. De esta manera, tene-
mos que hacernos responsables de las consecuencias éticas inherentes a la
intervención y a la investigación en psicología clínica, como copartícipes de la
creación y de la disolución de los variados problemas que son expresión del
sufrimiento humano.

En síntesis, estaríamos asumiendo entonces que el propósito de la psicología


clínica ya no es analizar las diferencias individuales para saber en qué medida
responden a las exigencias del medio social, sino favorecer la autonomía de
los sujetos y su proceso de individuación en un contexto ecodependiente. Es
decir, en un contexto vincular en donde los problemas psicológicos serían in-
terferencias a dicha autonomía que emergen en determinadas configuraciones
relacionales, las cuales, en nuestro caso, se investigan en cada trabajo de grado,
conforme a la hipótesis central del proyecto “Vínculos, Ecología y Redes”.

1.2 Autonomía e Individuación

Si la finalidad de la psicología clínica es favorecer la autonomía y la individua-


ción de los sujetos en contexto, se requiere entonces explicitar estas nociones
desde la perspectiva de complejidad.

La autonomía es la capacidad de un sistema complejo para organizar por sí


mismo sus propios comportamientos, para autodeterminarse, constituir, or-
ganizar y administrar sus propios recursos, y sobre todo para intercambiar
signos de reconocimiento de esta autodeterminación en los contextos vitales
que habita y que contribuye a crear (Miermont, 1995, p. 311).
16
Vínculos, individuación y ecología humana

Como se ha dicho, las ideas de libertad, autonomía, sujeto y actor, al proceder


de la experiencia subjetiva e intersubjetiva, fueron eliminadas por la ciencia
positivista. Por tanto, propone Morin (1994, p. 281 y ss.) una ciencia de la
autonomía que se funda en las nociones siguientes:

• La vida es producto del juego del orden, el desorden, la organización, la


probabilidad y la improbabilidad, siendo en esta última donde surgen las
innovaciones que jalonan el devenir.

• La autoorganización es el agenciamiento de las relaciones entre compo-


nentes o individuos que producen una unidad compleja organizada o siste-
ma para constituir, mantener y preservar su autonomía relativa.

• La autonomía sistémica-organizacional se comprende con base en los con-


ceptos de emergencia y retroacción. Las emergencias son las cualidades/
propiedades nuevas que emanan de la organización y que retroactúan so-
bre las condiciones de su formación para preservar la perennidad del sis-
tema; la retroacción es el retorno de un efecto sobre las condiciones que
lo han producido.

• La vida opera a través de organizaciones activas que tienen la capacidad de


autoproducirse y de autoorganizarse, generando asimismo su autonomía
y su existencia. Lo propio de la autoorganización es ser recursiva, es decir,
causar/producir los efectos/productos necesarios para su regeneración.

• La autoproducción o autopoiesis genera el ser y la existencia, al tiempo


que produce los insumos necesarios para ese ser y esa existencia. En otras
palabras, la noción compleja de autoorganización permite concebir seres
relativamente autónomos, pues siempre están sometidos a las necesidades
y azares de la vida.

• Los seres vivos, autoorganizadores, son tanto sistemas cerrados que pro-
tegen su integridad y su identidad como sistemas abiertos a su ambiente,
en donde intercambian materia, energía, información y organización. Por
esto son seres auto-eco-organizadores y en esa medida toda autonomía se
construye dentro y por la dependencia ecológica, tanto natural como social
y cultural, a través de estos procesos también llamados autorreferenciales.

• La autoorganización de los seres vivos opera por computación y comuni-


cación. La computación implica cálculo y operaciones lógicas para tomar
decisiones a través de las cuales se funda en cada momento la autonomía

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Ángela Hernández Córdoba

de un individuo/sujeto que computa en relación con el ambiente, teniéndose


a sí mismo como referente, es decir, en forma autorreferente y egocéntrica.

• Los animales superiores disponen de un aparato neurocerebral complejo


y eficaz que elabora estrategias de conocimiento y de acción, el cual, al
generar situaciones de escogencia, toma decisiones. Esto implica basar en
la biología la noción de individuo autónomo, dependiente tanto de su am-
biente como de su patrimonio genético, de modo que las posibilidades de
libertad emergen de la auto-eco-organización antroposocial.

Así, la individuación del ser humano, preso en una circulación biológica-sim-


bólica incesante, en donde los territorios se transforman en mapas y los ma-
pas en territorios, depende al menos de los siguientes factores:

• La existencia de fronteras psíquicas en relación con el entorno, para distin-


guir el adentro del afuera, lo propio de lo ajeno, mi yo de los otros.

• La distinción entre sujeto-predicado-objeto, la cual no es absoluta sino


construida en los sistemas de pertenencia familiares y sociales: ¿quién soy,
qué hago, en relación con quién, para qué?

• La capacidad para simular y memorizar los modelos relacionales consigo


mismo y con los demás. En forma paradójica, el sujeto individualizado in-
tegra una serie de representaciones sobre los demás y sus estilos de rela-
ción, que lo conducen a elaborar escenarios conscientes e inconscientes,
dentro de los cuales despliega sus proyectos y decisiones.

• La aptitud para tener una autonomía personal suficiente, teniendo en


cuenta que la autonomía de un sujeto individualizado reposa sobre la para-
doja de ser él mismo, asimilando las reglas de sus sistemas de pertenencia
biológica, familiar y social (Miermont, 2005, p. 69).

Bien se podrían tomar las anteriores cuatro condiciones como criterios de


“salud mental”. De hecho, los más graves trastornos como la esquizofrenia,
implican la confusión de límites entre el yo y los otros; mientras que las adic-
ciones son la imposibilidad de afrontar por sí mismo las demandas de la vida
y todos los conflictos conyugales y familiares reflejan las inconsistencias entre
los deseos individuales y los modelos y pautas sociales de relación.

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Vínculos, individuación y ecología humana

Vista así, la libertad no surge de una mezcla incierta de determinismo y de


azar, sino de las posibilidades de decisión y de elección, para lo cual se requie-
re un sujeto auto-eco-organizador capaz de computar y de reflexionar sobre
las situaciones que afronta, de establecer escenarios y proyectos de acción,
de decidir entre estos escenarios y de llevar a cabo la acción elegida. Esta li-
bertad supone tanto determinación como indeterminación: la determinación
organizacional interior y la determinación de los eventos exteriores; una re-
lativa indeterminación interior –la posibilidad de escoger entre opciones– y la
presencia del azar en el ambiente exterior, el cual permite la acción libre. Así,
la acción libre se apoya simultáneamente sobre el conocimiento y la utilización
de las determinaciones (estructuras constantes y leyes biológicas, psíquicas y
socioculturales) y sobre las posibilidades aleatorias que surgen en cada situa-
ción (estrategia del sujeto/actor en contexto).  

La libertad es entonces una emergencia y la autonomía una construcción in-


cesante de los individuos a partir de innumerables dependencias: necesitamos
ser nutridos y amados por los padres o cuidadores, aprender a hablar, a escri-
bir, ir a la escuela y asimilar una cultura cada vez más diversificada para tener
autonomía. Por tanto, la autonomía debe ser concebida en complementarie-
dad con la dependencia y en esa medida es sólo comprensible en el terreno
vincular.

Asumir la autonomía es en consecuencia una aventura riesgosa, de unión y de


diferenciación personal y grupal, en donde cada uno deviene productor y pro-
ducto de sus organizaciones familiares y sociales. De esta manera, el individuo
en cuanto unidad semántica gana grados de libertad por la activación conjunta
de sistemas de conocimiento individuales y colectivos –del mundo, del otro y
de sí mismo– y de procesos organizadores de la comunicación en las variadas
dinámicas vinculares donde participa.     

Por esta razón, según dice Morin (1994, p. 286), “como sujetos estamos ins-
critos en la biología, en la sociedad y en la historia; poseemos genes que nos
poseen; nos sometemos al destino de nuestra vida, forjándola en la experien-
cia; hacemos la sociedad que nos hace y escribimos la historia que nos narra”.

Por otra parte, la necesidad ininterrumpida de alimentarse y de proteger la


propia existencia hace del ser vivo un actor ego-auto-céntrico, cuya actividad
es de sí para sí. Por tanto, los actos del animal y del hombre (buscar, luchar,
huir, combatir, etc.) no deben ser vistos sólo como comportamientos obje-
tivos (conducta), sino como comportamientos con finalidad (ethos) para sí y
para lo suyos. 

19
Ángela Hernández Córdoba

Este egoísmo es de construcción y de funcionamiento y corresponde a la na-


turaleza ego-auto-céntrica y ego-auto-referente del ser humano, manifiesta
siempre en forma a la vez organizadora, cognitiva y activa. Es esta cualidad
la que podemos llamar cualidad de sujeto, noción que no reposa sobre la
conciencia ni sobre la afectividad, sino sobre el ego-auto-centrismo y la ego-
auto-referencia, como lógicas propias de la organización y de la naturaleza del
individuo vivo, las cuales conllevan las siguientes consecuencias:

1. El ego-auto-centrismo implica el principio de exclusión: todo sujeto se


toma como centro de referencia y de preferencia; se afirma así en un lugar
privilegiado y único, en donde es el centro de su universo y de donde ex-
cluye a cualquier otro congénere. La ocupación de este lugar egocéntrico
fundamenta y define el término de sujeto, de modo que en su ser subjeti-
vo, cada uno es único para sí mismo.

2. La ego-auto-referencia equivale a la referencia a sí mismo. Esto signifi-


ca que el sujeto se refiere a cada uno de sus razonamientos y decisiones
como datos objetivos y a sí mismo como punto de referencia de sus ne-
cesidades, intereses y finalidades. La computación, en tanto conjunto de
operaciones cognitivas, permite decidir, actuar y organizar para sí, siendo
estas las condiciones de existencia del sujeto.

3. La ego-auto-trascendencia: significa que el sujeto, metiéndose en el centro


de su universo, supera de pronto el nivel de su existencia y rebasa el orden
de su realidad para reconocer la cualidad de seres de los otros existen-
tes a su alrededor. De esta forma, la recursividad entre autorreferencia,
ego-auto-centrismo y autotrascendencia confiere al sujeto su condición
lógico-ética que le permite asignar valores polarizados a su experiencia, en
términos de verdadero/falso, bueno/malo, útil/inútil, etc., con base en los
cuales toma decisiones para alimentar su autonomía y sus interacciones.

En consecuencia, la noción de sujeto incluye las dimensiones lógica (referencia


a sí), ontológica (ego-auto-centrismo de donde resulta la auto-trascendencia),
ética (asignación de valor) y teleológica (ego-auto-finalidad) de un actor-jugador.

Si bien es la conciencia la que produce al sujeto, la experiencia como sujeto


sólo es posible a través del lenguaje. Esto implica que cada individuo porta a
la vez un principio de exclusión del otro de su sitio de sujeto y un principio
de inclusión de sí dentro de un circuito relacional, sea la familia, el grupo o
la comunidad, en cuanto unidades trans-individuales y trans-subjetivas. Se da
así una relación compleja, complementaria, antagonista e incierta, que oscila
entre el egoísmo para sí y el sacrificio por el hijo, el grupo o la sociedad.
20
Vínculos, individuación y ecología humana

Por otra parte, el sujeto es a la vez egocéntrico y realista, pues para mante-
nerse vivo eficazmente requiere que egocentrismo, subjetividad y represen-
tación objetiva del mundo vayan juntos.

1.3 Trastornos individuales y conflictos relacionales como interferen-


cias a la autonomía y a la construcción del sujeto

Todo lo dicho anteriormente conduce a plantear que, desde esta perspecti-


va, los tradicionalmente llamados trastornos psicológicos son expresión del
sufrimiento humano por la imposibilidad de ejercer la autonomía en contex-
tos vitales específicos, en donde hay conflictos, incoherencias, inequidades y
desencuentros.

De hecho, la clínica familiar ha confirmado el papel de tales contextos en el


surgimiento y el mantenimiento de un amplio rango de síntomas, entendiendo
que estos contextos están ligados no solamente a las construcciones fanta-
siosas que el portador de los síntomas elabora sobre su propia familia y ésta
sobre él, sino también a las actuaciones reales entre las personas involucradas,
ya que, como se ha dicho, la psique emerge de una diferenciación bio-psico-
sociológica procesada a través del ecosistema familiar y, por otra parte, las
unidades familiares y sociales se individualizan a través de las ficciones míticas
construidas por las personas que las constituyen.

Lo anterior quiere decir que los trastornos complejos emergen y se mantienen


en el plano vincular por una perturbación de los sistemas de comunicación y
de relación, de los sistemas de creencias y de valores, de los sistemas de co-
nocimiento y de reconocimiento que habitualmente operan en la constitución
de los vínculos y de los procesos de autonomización. Desde este punto de vis-
ta, la variedad de síntomas que son objeto de la intervención clínica se asocia
con la variedad de formas de organización de la interacción y de significación
de lo vivido, a través de rituales, creencias, mitos y epistemes en cuanto ope-
radores de los vínculos familiares y de los vínculos en los sistemas de ayuda.
En ellos se entrecruzan los niveles biológicos, psíquicos y sociales como redes
complejas, de modo que los síntomas serían signos reveladores de accidentes
que surgen por la evolución crítica de sistemas que no logran manejar inten-
sas disonancias internas. Estas disonancias repercuten sobre la autonomía de
cada nivel de la vida implicado. El quiebre del self de un portador de síntomas
severos, arrastra la autonomía de sus sistemas de pertenencia; por ejemplo, la
aparición de graves problemas somáticos o de comportamiento, inmanejables
al interior de la familia, la obligan a acudir a otros sistemas de ayuda que ocu-
pan un rol de poder complementario en la relación, como serían los sistemas

21
Ángela Hernández Córdoba

médico, legal o psicojurídico. Los síntomas serían así protuberancias acciden-


tales, transitorias o duraderas, que comprometen sistemas de vinculación que
operan a veces en forma incompatible.

Esto ha conducido a organizar los problemas objeto de investigación en este


proyecto con base en tres criterios relacionados: 1) la unidad de cambio don-
de se intervienen; 2) el tipo de síntomas que se convierten en motivo de
consulta y que definen la unidad de supervivencia amenazada; y 3) el grado de
severidad y complejidad de los problemas. Se eligieron estos criterios porque
se asume que los efectos relacionales que surgen entre consultantes, familias y
equipos terapéuticos e institucionales en la constitución del sistema de ayuda
que ellos configuran, varían de acuerdo con tales criterios.

En la intervención clínica sistémica, una unidad de cambio supone la interac-


ción entre una persona o un grupo que pide ayuda y una persona o un grupo
de operadores del cambio o agentes de intervención, diferenciados y organi-
zados por profesiones. La unidad de cambio que se crea en los sistemas de
ayuda, depende no sólo de la naturaleza del problema en cuestión, sino de la
manera como consultantes y profesionales definen la unidad de supervivencia
amenazada: el individuo, la pareja, la díada madre-hijo, la familia nuclear o
extendida, la red, la comunidad, etc.

La unidad de sentido puede entenderse como un sistema cibernético global


que organiza la información generada por la interacción dinámica entre los
diversos subsistemas que entran en juego en los sistemas complejos. Un sis-
tema cibernético es un todo integrado cuyas propiedades esenciales surgen
de las relaciones mutuamente condicionantes entre sus partes. Es decir, en el
momento en que dos personas establecen una relación, aparece un fenóme-
no que es imposible reducir a una de ellas. Una relación es diferente de los
elementos que las personas que interactúan aportan a ella y sólo puede ser
comprendida desde un nivel superior de observación y análisis.

Así uno llegue a comprender todos los detalles de cada historia de vida se-
paradamente, su dimensión suprapersonal no se revelará en una lectura in-
dividual. Si cada sistema emerge y se mantiene a través del establecimiento
de una relación de complejidad creciente, se comprende cómo una pequeña
intervención puede movilizar un cambio significativo de gran magnitud. Visto
así, todo proceso de ayuda a la familia implica la formación de un nuevo siste-
ma, cuyos componentes y conexiones van estableciéndose a medida que se
organiza la relación entre agentes y consultantes, en función del cambio de la
situación insatisfactoria.

22
Vínculos, individuación y ecología humana

Se parte entonces del supuesto de que la instancia a la cual acuden las familias
o sus miembros para solicitar la ayuda adquiere el rol de marcador de con-
texto que define la naturaleza del problema y las personas que se incluirán en
el proceso tendiente a solucionarlo (Hernández, 2005). Así, en el contexto
médico, el problema es definido como una enfermedad y se explica por la
sumatoria de factores etiológicos bio-psico-sociales, uno de los cuales son las
relaciones familiares. Por tanto, aquí la búsqueda de la intervención familiar es
con mucha frecuencia una alternativa ante el fracaso del tratamiento farmaco-
lógico y de la psicoterapia individual.

En el contexto psicojurídico, el problema relacional se define como una ame-


naza a los derechos de los afectados, dentro de una noción de victimización y
con una concepción del cambio como resarcimiento. La intervención familiar
debe conducir entonces a una negociación que satisfaga los derechos a la
protección, al respeto y al afecto, aunque, en general, para iniciar el proceso
asisten por separado a hacer cargos y descargos el acusador y el acusado,
o mejor, la víctima y su victimario, sin que sea el contexto propicio para el
cambio individual e interaccional, pues predominan el control, la contención
y la sanción.

En el contexto escolar los motivos de consulta son casi siempre problemas


de adaptación a las exigencias de la institución educativa y las explicaciones
etiológicas generalmente llevan a que maestros y orientadores escolares re-
fieran el caso a un terapeuta de familia, porque se cree que el funcionamiento
familiar “causa” que el niño sea “malo” o “enfermo”.

Estas definiciones del problema, en las cuales predomina un pensamiento cau-


sa-linealista, no favorecen la inclusión de la familia como todo en el sistema
de ayuda. Si con esta lógica se considera que el comportamiento individual es
causado por el grupo familiar, no es posible ver al individuo y la familia como
un todo complejo, cuya dinámica incesante los produce en forma simultánea
como dos dimensiones interdependientes que no son más que dos facetas de
la vida, por esencia interaccional y autopoyética, como se ha venido diciendo.

La severidad y complejidad de los síntomas dependen de la conjugación de los


factores siguientes:

1. Los riesgos vitales que implican.

2. La multifactorialidad que los configura: asumiendo que el sufrimiento es


simultáneamente físico, neuronal, emocional, familiar, social, etc., la inclu-

23
Ángela Hernández Córdoba

sión de todos esos factores en el tratamiento exige competencias espe-


cializadas y metodologías diversas que no se acoplan de manera espon-
tánea. Por ejemplo, el tratamiento de la obesidad mórbida, el autismo,
la depresión, los problemas de aprendizaje, la violencia conyugal, etc.,
requiere de la participación de diversos profesionales, quienes despliegan
sus correspondientes formas de intervención, no necesariamente de ma-
nera coordinada.

3. Las interferencias al proceso de autonomización de los sujetos portado-


res de los problemas: los trastornos complejos tienen un efecto tiránico
que subyuga a los protagonistas del sistema; se altera la distinción entre
el self individual y el self familiar; no se pueden cumplir ciertas tareas que
aseguran la independencia, permiten satisfacer las propias necesidades
y suponen la integración de las reglas sociales; la autodeterminación y
el reconocimiento de las restricciones sociales pueden estar ausentes o
conectados de forma no funcional.

4. La intensidad de los síntomas, como expresión de una situación de crisis


que amenaza la identidad y la integridad de las personas y de los gru-
pos familiares y sociales. Esta intensidad se expresa en forma de variados
sentimientos –culpa, rabia, vergüenza, etc.– manifiestos en la interacción
como acusaciones, amenazas y francas agresiones, cuya fuerza puede po-
ner en peligro la vida de los portadores y de las personas a su alrededor.

5. La cantidad de actores individuales e institucionales y en esa medida, de


escenarios sociales o de unidades de sentido involucradas en la genera-
ción y en la solución de los problemas. Como lo confirman los trabajos de
grado, en los que se basa este análisis, los procesos de vinculación que se
configuran en los sistemas de ayuda inciden directamente en el curso de
la evolución de las situaciones abordadas.

1.4 Espectro de problemas de investigación/intervención según las uni-


dades de cambio involucradas, los tipos de síntomas y su severidad

El espectro de los problemas y contextos abordados en las tesis permite dife-


renciar las unidades de cambio correspondientes a los distintos contextos de
ayuda, tal como aparece en la Figura 1. Se muestra allí una secuencia de pro-
gresiva complejidad en cuanto a la cantidad y la magnitud de unidades de su-
pervivencia y de cambio involucradas ante la aparición de un problema; desde
aquellos que se condensan claramente en un individuo portador de síntomas
físicos o psicológicos, hasta llegar a los problemas propios de las relaciones con-

24
Vínculos, individuación y ecología humana

yugales y parentales, los cuales pueden resolverse en el contexto más íntimo de


la psicoterapia o requerir la participación de instituciones de control jurídico y
de protección social, como sucede en los casos de maltrato conyugal o infantil,
abandono y adopción de los hijos. En el extremo estarían los problemas que
surgen en la intersección de varios subsistemas del gran sistema social, como
son los efectos del conflicto armado que viven por una parte los agentes del
Estado y por otra los desvinculados de grupos armados irregulares.

Figura 1. Unidades de supervivencia


y de cambio ante la aparición de un problema

El análisis de las observaciones que reportan las tesis permite apreciar efectos
vinculares específicos en la relación portador del síntoma-familia–tratantes,
correspondientes a los diversos tipos de problemas contemplados. Esas espe-
cificidades se aprecian en las competencias epistémicas de los equipos tratan-
tes, en los procesos de ritualización y en las producciones míticas existentes y
emergentes a través de la metodología aplicada de investigación-intervención,
cuya ampliación es el objeto de los capítulos siguientes.

25
Vínculos, individuación y ecología humana

2. APROXIMACIONES A LA NOCIÓN DE VÍNCULOS

Todo grupo humano es a la vez


lugar, que representa arraigo;
vínculos que significan pertenencia con sentido y
linaje que contiene identidad, trascendencia y perpetuidad.
(Benoit, 1995)

Los objetivos de este capítulo son contrastar someramente las diversas acep-
ciones que la noción de vínculo ha tomado en los principales enfoques psico-
lógicos que lo contemplan como objeto de estudio y analizar sus implicaciones
clínicas e investigativas para el desarrollo de los objetivos del proyecto institu-
cional, cuyos resultados se reportan aquí.

Sin pretensiones de exhaustividad, se contrastan los fundamentos paradigmá-


ticos, las fuentes de información a las que acuden para estudiar el vínculo, la
concepción de vínculo que proponen, la comprensión de la psicopatología y
las implicaciones para el abordaje terapéutico desde el psicoanálisis, la etolo-
gía clásica, la teoría del apego de Bowlby y algunas propuestas provenientes
de la terapia sistémica (Bowen, Boszormenyi-Nagy, Olson, Minuchin y Byng-
Hall). Estos antecedentes justifican nuestro pretendido salto a la visión eco-
eto-antropológica, la cual se presentará en el capítulo siguiente, en búsqueda
de un marco más abarcador de los vínculos como nichos de la existencia. La
Tabla 1 introduce esa síntesis:

27
Ángela Hernández Córdoba

Tabla 1. Aproximaciones a la comprensión de los procesos de vinculación.

Psicoanálisis Eco-eto-
Etología Teoria del Terapia
vincular antropo-
clásica apego sistémica
contemporáneo logia

Cibernética
de primer
orden:
Bowen y
Boszormen-
Transición al yi-Nagy;
Paradigma paradigma Epistemo-
Pensamiento
científico sistémico: logía cons-
Positivista Positivista ecosistémico
subya- cibernética tructivista,
y complejo
cente de primer cibernética
orden de segundo
orden: Minu-
chin, Olson;
Construccio-
nismo social:
Byng-Hall

Diferencia- Vínculo
ción, lealtad, configurado
Sistema de
Vínculo como cohesión, por tres
Con- Impronta y apego como
expresión del mundo seguridad operadores
ceptos acostumbra- fuente de
intersubjetivo y fuen- básica, témporo-
básicos miento seguridad
te de significación Amalgama- espaciales:
básica
miento-desli- mitos, ritos
gamiento y epistemes

Interacción
compleja
Entrelaza-
de múltiples
Fundamen- El apego miento de la
niveles de
Mecanis- tos filogené- como dinámica fa-
Construcción repre- realidad:
mos expli- ticos que se necesidad miliar como
sentacional del otro biológico,
cativos del activan en la fundamental contexto de
y de la relación psicológico,
vínculo interacción de supervi- la diferen-
familiar,
temprana vencia ciación
social,
individual
histórico,
ecológico

Contexto
ecológico:
No espe- El niño o las Familia mul- individuo,
Participan-
cífica. Su experiencias tigeneracio- familia,
tes en la Individuo
interés no es tempranas nal y familia comuni-
terapia
terapéutico del adulto actual dad, red
institucional
y social

28
Vínculos, individuación y ecología humana

Psicoanálisis Eco-eto-
Etología Teoria del Terapia
vincular antropo-
clásica apego sistémica
contemporáneo logia

Movilización
Reconstruc- de las pautas
ción de las de interac-
experiencias ción en la
Movilización
tempranas ecología de
Factores de las pautas
Representaciones No específica de apego. los vínculos,
de cambio de interac-
Prevención, a través de
ción familiar
trabajando la movili-
con las zación de
madres mitos, ritos
y epistemes

Paso progresivo del narcisismo a la solidaridad ecológica

No sobra recordar que un paradigma es una matriz de significación; es decir,


un eje o referente que organiza el sentido atribuido a los fenómenos que se
abordan desde su perspectiva. Hasta el momento, en las ciencias se recono-
cen dos grandes paradigmas, el positivista y el ecosistémico, cuyas diferencias
determinan las distintas comprensiones y acciones que se emprenden, en este
caso, con relación a la vinculación humana.

El positivismo se basa en los principios de verdad, objetividad, explicaciones


causales lineales y análisis de la realidad descomponiéndola en mínimas unida-
des que son el objeto de estudio y no necesariamente la relación entre ellas,
porque se supone que su esencia determina su comportamiento.

El paradigma ecosistémico, por el contrario, se basa en los principios de la


epistemología constructivista, la cual supone que la objetividad es un acuerdo
constituido entre subjetividades que a su vez se construyen en la interacción,
más allá de toda lógica esencialista. Por tanto, su objeto de estudio son justa-
mente las interacciones entre los miembros del sistema, los cuales se incluyen
conforme a la decisión de los observadores de dicho sistema.

En otras palabras, se diría que si en el paradigma positivista el foco de obser-


vación son las partes del sistema, en el ecosistémico son las relaciones entre
ellas. En consecuencia, es natural que el foco en el psicoanálisis sea lo intrapsí-
quico y en el enfoque ecosistémico sea la unidad conformada por el sujeto en
interacción, siendo esta la condición ineludible e inmanente a la construcción
del sujeto.

29
Ángela Hernández Córdoba

Por su parte, la etología clásica quiso encontrar explicaciones objetivas del


comportamiento en sus fundamentos filogenéticos y biológicos. Sus aportes
han sido muy significativos para comprender las primeras etapas de la vida
del sujeto humano, en las cuales apenas están en desarrollo las dimensiones
subjetivas e interaccionales basadas en el lenguaje, pero se quedan cortas para
explicar las formas más complejas y simbólicas de relación en grupo.

2.1 El vínculo en el psicoanálisis contemporáneo

Si bien el psicoanálisis clásico no se ocupó directamente de los vínculos, el


psicoanálisis contemporáneo los acoge como objeto de estudio. Isidoro Be-
renstein y Janine Puget (citados por Krakov, 2000) reconocen que los psi-
coanalistas tienen gran experiencia para hacer formulaciones acerca de los
objetos y la estructura del mundo interno, pero tienen dificultad para definir
y caracterizar las representaciones inconscientes del mundo sociocultural, al
que llaman “transubjetivo”. No obstante, en las últimas dos décadas, el grupo
argentino de psicoanálisis vincular ha dado un salto cualitativo muy importante
con la construcción, aún en marcha, de la teoría vincular.

Ellos proponen tres grandes modificaciones, con la pretensión de que haya un


cambio paradigmático: la ampliación metapsicológica a tres espacios psíqui-
cos, la redefinición de vínculo como dos yoes conectados por representacio-
nes y la noción de sujeto vincular. La noción de tres espacios psíquicos postula
un sistema de triple registro simultáneo de un mismo suceso o fenómeno,
como un objeto interno, un vínculo y un lugar. Así, viviríamos simultáneamen-
te en calidad de habitantes de tres mundos: intrasubjetivo, intersubjetivo y
transubjetivo, cada uno de los cuales operaría con leyes de funcionamiento y
características propias. Berenstein ilustra esa triple espacialidad psíquica di-
ciendo que, por ejemplo, cuando un paciente habla del padre, puede estar
refiriéndose a un objeto interno si lo hace en una sesión individual, al otro del
vínculo si está con él en una sesión familiar, o aludiendo al lugar “Padre”, en el
sentido de la norma y el control.

Por tanto, los encuadres terapéuticos –individual, conyugal y familiar– dejarían


de ser intercambiables, ya que cada uno sobredeterminaría la aparición de
material específico, también en función del contexto teórico al que se adhiera
el analista. Como consecuencia, la oposición mundo interno/mundo externo
que legara Freud y que se enriqueciera luego con el concepto de identificación
proyectiva de la escuela inglesa, se amplifica con los espacios psíquicos.

30
Vínculos, individuación y ecología humana

2.1.1 El mundo intrasubjetivo

El eje central de la teoría de la intrasubjetividad son los conceptos de objeto


–en particular objeto de deseo–, mundo interno y relación de objeto.

La noción de objeto en la obra de Freud remite a un registro psíquico, por


ejemplo, del pecho que satisfizo las necesidades iniciales. No es equivalente al
objeto percibido, entendido éste como un objeto natural y externo, sino que
se trata de su inscripción en “Psi”. La vivencia de satisfacción facilita el acceso
a tal inscripción y a los movimientos reflejos, cuando se estimula nuevamente la
huella que se asocia con la necesidad. El registro del objeto se activa en calidad
de percepción alucinatoria y se constituye en primer movimiento psíquico.

La escuela inglesa maximizó este concepto proponiendo una versión de la


mente en la cual el objeto interno pasa a tener peso específico propio, de
modo que la constitución y la operación de dicho objeto resulta claramente
ligada al devenir pulsional, es decir, a la creación representacional de objetos
por las pulsiones.

Estas teorías dan cuenta de la intrasubjetividad ubicando a quien teoriza en el


interior de la mente del infante, a partir de hipótesis basadas en el concepto de
pulsión endógena. Es por ello que el otro, definido como objeto asistente, ten-
dría existencia fáctica para un observador externo pero no para estas teorías. El
otro se termina inscribiendo en el aparato psíquico en calidad de objeto, a quien
el niño le atribuirá sentidos, intenciones y emocionalidad, en correspondencia
con sus propios vaivenes pulsionales erótico-tanáticos. Esto implica una postura
proyectiva y solipsista, en la medida en que la existencia de los otros está ex-
clusivamente referida a las propias pulsiones y necesidades y el vínculo se daría
sobre la base de las representaciones y no de las interacciones.

Pensada con esta lógica, la intrasubjetividad sería definida por tres conceptos:

• Autogeneración: las representaciones de objeto son producto de la pulsión.

• Autorreferencialidad: el self se vive a sí mismo como centro tanto de la


actividad como de las características de los objetos internos.

• Automatización: no habría mediatización por parte del yo. Al depender de


la serie placer-displacer, la activación de la intrasubjetividad sería automática.

31
Ángela Hernández Córdoba

La escuela lacaniana, atravesada por la antropología estructural y la lingüística,


da predominancia a la inclusión de la categoría “otro” como alternativa a la
de objeto. Conceptualizó así un otro con minúscula (a), un a’ y un Otro con
mayúscula, correspondientes a los registros real, imaginario y simbólico.

Desarrollos subsiguientes proponen ubicar el origen de la vida psíquica del


infante en el inconsciente de la madre. Sería el otro maternante, con su re-
presión instalada, quien abriría las zonas erógenas, ejercería la seducción ori-
ginaria y propondría significantes enigmáticos.

Ha surgido además el concepto de lo transgeneracional para aquello que sigue


produciendo efectos, sin que las redes identificatorias ni la historia individual
puedan dar cuenta de tal emergencia. Así podría explicarse que al estar inscri-
tos pero no representados, ciertos padecimientos de generaciones anteriores
se transmitieran a las siguientes, sin mediación de la conciencia ni de las deci-
siones individuales.

Para la teoría psicoanalítica, aún bajo los distintos matices que propone cada
escuela, el “ahora sintomático” es explicado por un “entonces mítico” en
donde la realidad psíquica tiene preeminencia sobre la material y contextual.
Lo ocurrido quedaría deformado por efecto de la sexualidad infantil, por fan-
tasías originarias o como consecuencia de la eficacia transformadora del mun-
do interno.

2.1.2 El mundo vincular

La teorización contemporánea sobre lo vincular intenta dar estatus teórico


a las experiencias clínicas provenientes de los tratamientos con familias, pa-
rejas, grupos e instituciones. Contando inicialmente con herramientas que
correspondían a la teoría de la intrasubjetividad, un analista podía interpretar
como transferencias recíprocas o identificaciones proyectivas cruzadas el ma-
terial emergente en encuadres multipersonales. El “otro” sería considerado
conceptualmente como un habitante del denominado “mundo externo” o de
la “realidad actual”, contrastando con las nociones de fantasía inconsciente y
de vida sexual infantil, consideradas como campo específico del psicoanálisis.

La teorización vincular propone que lo determinante en un sujeto no son


sólo las experiencias histórico-infantiles, sino también su inclusión en vínculos
significativos posteriores a la infancia, en tanto instituyentes de subjetividad.
Al inaugurarse así lo intra, lo inter y lo transubjetivo, no habría ya un solo re-
ferente de subjetivación, hasta ahora marcado por el Sujeto de deseo, pues

32
Vínculos, individuación y ecología humana

sería posible conceptualizar también un Sujeto de los vínculos y un Sujeto de


la cultura.

Dentro del psicoanálisis no hay aún una definición unívoca de vínculo. En al-
gunos casos se denominaron así las relaciones primarias con los objetos pri-
mordiales (vínculo constitutivo). También se denomina vínculo a la relación
entre lugares de la Estructura Familiar Inconsciente, EFI (vínculo entre el lugar
Padre y el lugar Hijo). Otras veces se denomina vínculo a aquello que es posi-
ble describir como producto de una interacción (“Cuando ella le dice algo con
tinte hostil, él le devuelve una agresión manifiesta”).

Krakov (2000), psicoanalista argentino, considera el vínculo como una cons-


trucción conjunta que surge por el intercambio efectivo entre los miembros
que lo componen y constituye un nuevo ámbito de producción de sentido.
Se trata, en una pareja conyugal por ejemplo, de un contexto de significación
diferente de aquel que cada uno de los miembros ha construido en las res-
pectivas familias de origen. El vínculo puede ser pensado entonces como un
tercer término simbolizante, producto de la interacción y generador de los
sujetos de ese vínculo en particular.

La noción de Sujeto del vínculo emerge al considerar la constitución de la sub-


jetividad como efecto de la vinculación. El Sujeto del vínculo da cuenta de la
condición de atado al vínculo, por un lado, y al mismo tiempo constituido por
el vínculo. Cada Sujeto es cincelado y construido juntamente con el otro, por
y en el vínculo del que son parte y que a su vez constituyen. El punto de mayor
relevancia en este planteamiento es que el vínculo con los otros significativos
pasa a ser también instituyente de sentido y de subjetivación, particularidad
que hasta este momento sólo parecía provenir del Mundo interno.

La noción de vínculo es solidaria del concepto de “otro”; el otro del vínculo,


a su vez, es diferente del concepto de objeto. Ahondando en estas diferencias
vale la pena remarcar que para Freud, el objeto de la pulsión es lo más va-
riable, razón por la cual le adscribe un carácter contingente. En cambio, para
la teorización vincular, el otro es ineludible, ya que sujeto y otro se implican
y se definen mutuamente. El otro del vínculo es una construcción represen-
tacional que incluye tanto lo representable del otro como lo irrepresentable
e incognoscible. Sentirse mutuamente reconocido por el otro y designado
como perteneciente a ese vínculo le otorga a cada sujeto una doble marca: de
pertenencia y de reconocimiento.

33
Ángela Hernández Córdoba

Cuando ambas marcas son lábiles o tienden a desaparecer, se genera en el


sujeto ansiedad de inexistencia. Por el contrario, su reafirmación continua y
sistemática promueve en los miembros de la pareja un estado de estabiliza-
ción narcisista que tiende hacia la complejidad vincular.

Vincularse supone, desde la perspectiva metapsicológica, interpenetración de


mundos psíquicos. Ésta es quizá una característica que posibilita marcar con
claridad las diferencias entre la definición de relación de objeto y de vínculo.
El vínculo implicará alojar al otro con “su mundo”; es decir, con su particular
punto de vista y con su condición de incognoscible, en el “mundo propio”.

La interpenetración de mundos, inherente a la constitución vincular, genera


un tipo particular de angustia, denominable angustia de vincularidad. No es
angustia a vincularse sino por estar vinculado. Si bien pueden ser consideradas
cercanas a las angustias de tipo claustrofóbico, que en múltiples oportuni-
dades la vincularidad promueve, las angustias de vincularidad son descritas
como el efecto del atravesamiento que el vínculo genera en los sujetos que lo
componen, por la mutua interpenetración.

El término angustia de vincularidad pareciera estar referido a dos tipos de


ansiedades de base: de enclaustramiento y de inexistencia. En el primer caso
se temería perder la autonomía para siempre, dado que cada sujeto se “vive”
siendo parte del mundo representacional del otro, al mismo tiempo que co-
menzaría a alojar al otro en el mundo propio. En el segundo caso, lo temido es
no existir para el otro, reconociéndose fuera de su mundo representacional
y, por tanto, sintiendo cuestionada su constitución subjetiva para y desde ese
vínculo en particular.

Ser sujeto del vínculo, al estimular las ya mencionadas ansiedades de base, pro-
mueve resistencias. Todo nuevo vínculo significativo implica para sus miem-
bros una puesta en cuestión de su participación y su posicionamiento como
sujetos de los anteriores. El vínculo conyugal en particular requiere de cada
sujeto una revisión del posicionamiento filial de sus miembros, por lo cual es
inexcusable que en todo tratamiento psicoanalítico de parejas aparezcan las
temáticas sobre las “familias”. Lo hacen bajo la forma de textos conflictivos en
tanto la relación con las familias de origen se constituye en un bastión vincular
narcisista que se opone y se resiste a ser abandonado, en calidad de ligamen
endogámico.

En el espacio intersubjetivo, sujeto y otro (sujeto) quedan solidariamente im-


plicados en el ámbito representacional y el registro de los avatares de esta

34
Vínculos, individuación y ecología humana

solidaridad inaugura la noción de memoria vincular. El sujeto puede dar cuenta


así, en el curso del tiempo, de una historia de los vínculos, diferente de la que
propone la teoría psicoanalítica en relación con los recuerdos encubridores.
Mientras esta última está construida exclusivamente desde el sujeto y tiene
como referente la deformación defensiva frente a la masturbación infantil o
los deseos incestuosos edípicos, la primera supone participar en la construc-
ción conjunta de una historia realizada con el otro.

Refiriéndose a las relaciones conyugales, Krakov (2000) dice que el discurso


vincular es la forma discursiva inherente a los movimientos oscilantes de todo
vínculo, que tienden a la complejidad o a la simplificación y que constituyen
el sustrato del curso de la interacción. La reiteración y la estereotipia en un
vínculo sería propia de un discurso descomplejizante, propio de la compulsión
repetitiva. En cambio, en su versión prospectiva, el discurso vincular tende-
ría a jerarquizar un eje ligado a la potencia y no a la repetición de la relación
conyugal, cuya existencia y justificación trascendería la historia infantil de sus
integrantes. Visto de este modo, estaría más cerca de lo que actualmente se
llama factor acontecimental, que impactaría sobre los pactos y acuerdos in-
conscientes, en lugar de estar condicionado o generado por estos.

La potencia conyugal, bajo la forma de discurso, sería como un texto inferido


a posteriori a partir de su incidencia. Supondría el deseo y la aceptación de los
miembros de la pareja de dejarse atravesar por dicha potencia, sin intentar
controlarla. Se aproximaría a un estado de inspiración compartida en el que
pasarían a ser protagonistas de un destino, que los excedería en su determi-
nación. El discurso vincular, en su vertiente prospectiva, sería aquello que un
matrimonio es capaz de generar en su devenir impredecible.

Puede apreciarse que esta versión del psicoanálisis contemporáneo rompe


con la noción original que explica el mundo relacional desde los determinis-
mos intrapsíquicos y reconoce en las relaciones actuales, como la conyugal, un
contexto no sólo existente, sino potencialmente transformador de las expe-
riencias vinculares tempranas. No obstante, aún no se enfoca propiamente en
la interacción, sino que sigue fundamentándose en el mundo representacional
como hábitat del vínculo.

2.1.3 La psiquiatría del vínculo: Enrique Pichón-Riviere

Este psiquiatra argentino se planteó la necesidad de complementar la inves-


tigación psicoanalítica con la investigación social y de concebir a la persona
como una totalidad integrada por tres dimensiones: la mente, el cuerpo y el

35
Ángela Hernández Córdoba

mundo exterior. Dio así un salto de la teoría intrapsíquica a una psiquiatría so-
cial, dentro de la cual el individuo sería la resultante del interjuego establecido
entre el sujeto y los objetos internos y externos, en permanente interacción
dialéctica (Pichón-Rivière, 2002).

Afirma este autor que si la relación de objeto es la estructura interna del vín-
culo, el vínculo es entonces un tipo particular de relación de objeto; es una
estructura dinámica en continuo movimiento que funciona activada por facto-
res instintivos y motivaciones psicológicas (p. 35). No obstante su búsqueda
interaccional, Pichón-Rivière se enfoca en el estudio de los vínculos típicos de
cada una de las entidades psicopatológicas, intentando observarlos como es-
tructuras en campos de interacción, en situación y expresadas en conductas.
Sugiere que la comprensión de lo psicopatológico desde la visión de vínculos
puede fundamentar las psicoterapias breves, pues las estructuras vinculares
permitirán a los pacientes resolver sus dificultades de relación interpersonal y
de comunicación, analizando sus situaciones particulares y llevándolas al cam-
po transferencial.

Desde el punto de vista investigativo, este autor se aproximó a la investigación


social participativa e introdujo nociones procedentes de la sociología, pero
finalmente su propuesta sobre el vínculo continuó siendo fiel a los grandes
principios del psicoanálisis.

2.2 Etología clásica: impronta y acostumbramiento

Impronta y acostumbramiento son dos nociones básicas para explicar la vin-


culación temprana en los animales y en el hombre, desarrolladas por los etó-
logos clásicos. Su interés en este texto radica en que, justamente, su abordaje
desde la observación natural y la experimentación representa un salto de la
visión intrapsíquica del psicoanálisis clásico a una perspectiva cuyo foco de
observación son las relaciones en sí.

La palabra etología, ideada por Geoffroy St-Hilaire (1855), designa el estu-


dio del comportamiento de los seres vivos en su medio. Es un método de
observación natural aplicado a la observación de las relaciones humanas, el
cual fue reconocido como disciplina en 1973 al otorgarsele el premio Nobel
de medicina a tres de sus pioneros y fundadores: Konrad Lorenz (Austria,
1903-1989), Niko Tinbergen (Holanda, 1907-1990), Karl Von Frisch (Holan-
da, 1886-1983).

Este momento coincidió con el fin del periodo clásico de la etología, cuando
surgió la etología comparativa propuesta por Lorenz para estudiar, con una
36
Vínculos, individuación y ecología humana

óptica descriptiva y cualitativa, los comportamientos instintivos o las coordi-


naciones innatas o preprogramadas propias de la especie y resultantes de la
selección evolutiva.

Tinbergen introdujo la experimentación y la cuantificación; investigadores de


la fisiología comparada continúan trabajos experimentales sobre la locomo-
ción y el funcionamiento de los sentidos, contrastando especies. Vino poste-
riormente la llamada apertura etológica que asoció la etología a otras disci-
plinas, así: etopsicología, aplicada a la comprensión de las relaciones humanas
tempranas por René Spitz, John Bowlby y Erick Erickson; etoantropología,
observación de comportamientos no verbales; etolinguística, observación de
comportamientos y de escenarios conversacionales; y etología clínica ecosis-
témica, desarrollada por Gregory Bateson y Boris Cyrulnik.

Dentro de la etología clásica, las nociones asociadas al vínculo son la impronta


y el acostumbramiento. La impronta es la adquisición de las características del
objeto hacia el cuál se dirigen ciertos actos instintivos en el curso del desarro-
llo de un vertebrado superior. Estos actos instintivos pueden ser entre padres
e hijos –vínculos filiales– o entre compañeros –vínculos sexuales– (Miermont,
1987, 2001).

Aquí se entiende, como dice Bateson (Sluzki, 1980), que un instinto es un prin-
cipio explicativo; como todo principio explicativo, no explica nada, sino que
es una especie de acuerdo convencional entre científicos para, llegado cierto
punto, dejar de buscar la explicación de algunas cosas; por ejemplo, una “caja
negra”, que según el autor es un rótulo de lo que se supone hace un conjunto
de cosas (p. 61). Se presume que un instinto controla en parte lo que hace
un organismo dentro del espectro aprendizaje-desarrollo-comportamiento y
se propone como un intento de simplificar un conjunto de comportamientos
más complejos. Hay sin embargo ciertas condiciones para hablar de compor-
tamiento instintivo: no es aprendido; se repite sin tener en cuenta el contexto,
así resulte erróneo; se activa automáticamente sin obedecer a una elección
ni a una comprensión subjetiva; no mejora con la práctica; no se decide, ni se
elimina progresiva ni voluntariamente.

K. Lorenz (1978a, 1978b, citado por Miermont, op. cit.) señala que en las con-
diciones naturales de vida, los esquemas innatos y los esquemas adquiridos de
un congénere forman una unidad funcional, de modo que la impronta deter-
mina a la vez reacciones de aproximación hacia el objeto familiar y, simultánea
o posteriormente, reacciones de evitación de objetos extraños; es decir, hay
una estructuración de respuestas diferenciadas ante objetos diferentes.

37
Ángela Hernández Córdoba

Siguiendo a Lorenz, la impronta como mecanismo vincular instintivo se carac-


teriza por una serie de factores:

• El patrón del objeto que desencadena el acto instintivo de vínculo se ad-


quiere en un periodo crítico, corto y preciso.

• Una vez adquirido en ese periodo sensible, es imposible olvidarlo.

• Puede existir una impronta para diferentes tipos de comportamientos, en


momentos diferentes del desarrollo: filial, sexual, de acompañamiento.

• El objeto de la impronta determina una condición supraindividual de ras-


gos de la especie a la cual pertenece este objeto.

• La impronta influencia unos tipos de comportamiento que no están aun


desarrollados dentro del organismo (comportamiento filial, sexual, paren-
tal, de acompañamiento).

Muchos autores que han criticado la idea de un periodo crítico de la impronta,


muy localizado en el tiempo en los mamíferos superiores, proponen la hipóte-
sis de periodos óptimos o sensibles, cuyos límites temporales serían más elás-
ticos que en las aves. En este caso, se trata menos de un proceso irreversible
que de un fenómeno estable de preferencia, dejando posibilidades de relativa
modificación ulterior del objeto de la preferencia.

Acudiendo a la noción de impronta, Bowlby (1976) insiste en las similitudes


entre el apego en los mamíferos y los fenómenos observados en los bebés
humanos, con respecto a la persona que se convertirá en figura preferencial.
Se constata en los bebés que:

• La gama de estímulos que desencadenan las respuestas sociales se va restrin-


giendo progresivamente hasta llegar a una selección de estímulos eficaces.

• El apego a una persona es más fuerte si las experiencias de interacciones


sociales con ella han sido más ricas.

• La aptitud para diferenciar las caras y las voces sigue habitualmente los perio-
dos en donde el niño mira y escucha con atención. La exposición a las figuras
de apego durante ciertos periodos juega sin duda un rol determinante.

38
Vínculos, individuación y ecología humana

• Una vez se realiza el apego, el niño marca sus preferencias por las figuras
de apego y la separación de ellas tiene efectos específicos.

• Hacia los ocho o nueve meses, la adquisición de esquemas de las personas


familiares se acompaña de un movimiento de retirada y de llanto ante la
presencia de extraños.

Numerosos hechos reclaman el reconocimiento de la adquisición precoz de


los esquemas psico-sensoriales de los bebés humanos, integrándose dentro
de movimientos afectivos de la búsqueda instintiva del vínculo: reconocimien-
to preferencial del olor, la voz y el rostro.

En algunos cuadros psicopatológicos aparecen vestigios de alteraciones de la


impronta, tales como:

• Fracaso en la configuración del humano elegido como figura de apego, por


ejemplo en el autismo. El autista percibe los estímulos locales de los es-
quemas humanos, pero fracasa en su integración global; no logra integrar
la gestalt de sus figuras de apego y, por tanto, no las reconoce.

• Fracaso en el pasaje de los rasgos individuales a los rasgos típicos de la


clase de pertenencia: el esquizofrénico es susceptible a tener confusiones
de nivel entre una persona específica y su clase de pertenencia; los padres
pueden pasar a ser monstruos alucinados o amantes potenciales en mo-
mentos de crisis, por ejemplo.

• Confusiones y alteraciones de puntos críticos: es plausible que existan “or-


ganizadores” embriológicos, psíquicos, familiares y sociales de la experien-
cia, que ayudan a fijar el objeto preferido de apego. Puede ocurrir, como
en las perversiones, que la fijación de esos esquemas sea confusa, por la
descontextualización de las reacciones físicas.

• Articulación de la impronta con el acostumbramiento y con las reacciones


fóbicas en experiencias traumáticas: la calidad de las experiencias precoces
determinará en parte el estilo de la relación que el individuo podrá estable-
cer después en sus relaciones sociales.

• Fenómenos de autoimpronta: se relacionan con observaciones clínicas de


comportamientos autodirigidos (autoerotismo, automutilación) en pacien-
tes que presentan formas graves de autismo o encefalopatías.

39
Ángela Hernández Córdoba

El acostumbramiento es la adquisición individual, ontogenética, complemen-


taria de la impronta (filogenética), que permite el reconocimiento recíproco y
selectivo de los padres por los hijos. Una vez obtenida, esta adquisición no es
modificable por ensayo y error. Los fenómenos de acostumbramiento apare-
cen muy pronto en la vida del niño, pero funcionan igualmente en la vida del
adulto y hasta la vejez, sea de manera normal o patológica: acostumbramiento
del individuo a su ecosistema familiar, acostumbramiento del animal a su hábi-
tat, acostumbramiento de los toxicómanos a la droga.

Para Lorenz (1978), el acostumbramiento es el proceso comportamental en


el cual estímulos claves activan una respuesta a una configuración perceptual
global y compleja. El comportamiento a activar impone la conexión entre los
estímulos clave iniciales y la percepción de la figura en su totalidad.

El proceso de acostumbramiento es, en efecto, complementario de la im-


pronta propiamente dicha, en la medida en que permite al niño y recíproca-
mente al adulto frente a su hijo seleccionar al individuo ante el cual se activan
el comportamiento de apego y el comportamiento parental. Es así como en
los humanos, la nutrición pasa de ser un comportamiento que se activa ante
unos estímulos clave muy vagos, arbitrarios y generales, al reconocimiento
selectivo de la madre como persona. Esos estímulos clave están ligados a unos
índices tipo tales como: rasgos “ojos - frente - nariz “, la diferencia marcada
entre la forma de la cara y otras figuras del entorno y el reconocimiento de
ciertos patrones vocales, olfativos y táctiles (Spitz, 1965; Bowlby, 1976).

El acostumbramiento es un proceso de adquisición que no se modifica con


recompensas ni estímulos aversivos, ni por experiencias condicionadas de en-
sayo y error. Una vez que el niño tiene la impronta y el acostumbramiento a
la percepción detallada y holística de su madre o de su padre, las experiencias
agradables o desagradables asociadas no cuestionan la identidad de estas fi-
guras reconocidas. Esto explicaría, al menos en parte, la permanencia de las
figuras parentales como referentes en la vida de los seres humanos.

El acostumbramiento y sus alteraciones son interesantes tanto en la compren-


sión de la psicopatología como en la terapia, por las siguientes razones:

• Pasar de reconocer unos rasgos locales activadores (el objeto parcial en


psicoanálisis) a reconocer a una persona como totalidad (el objeto total) es
un proceso susceptible de múltiples bloqueos, inhibiciones y distorsiones.
En el autista, ese paso parece imposible porque toda forma humana, al no
ser aprehendida, es evitada sistemáticamente.

40
Vínculos, individuación y ecología humana

• En los toxicómanos o en los alcohólicos, la forma total es reconocida, pero


imprime la experiencia de deprivación afectiva, con consecuencias marca-
das de depresión. Así, en momentos de cambio como la adolescencia y de
rupturas en momentos más vulnerables para los individuos y las familias,
se activan unos sistemas de acostumbramiento patológico, en la medida en
que el objeto sustitutivo (la botella, la jeringa y sus contenidos) no produce
jamás la satisfacción compacta del objeto inicial y el corto-circuito resul-
tante provoca una escalada de retroacciones positivas que constituyen la
conducta adictiva.

• Desde un punto de vista terapéutico con adictos, el desanclaje de las sus-


tancias señuelo no se puede lograr por simples técnicas de descondicio-
namiento. Supone el restablecimiento de vínculos humanos específicos
–interacciones familiares, ubicación en grupos especializados, alcohólicos
anónimos, etc.– cuya dosis en el tiempo y en el espacio merece ser evalua-
da y controlada cuidadosamente en cada caso.

La etología clásica y la etología comparada han aportado elementos para la


comprensión de los elementos filogenéticos y primarios de la vinculación hu-
mana, los cuales son ingredientes de la complejidad de este fenómeno, enri-
quecida posteriormente por la etología clínica propuesta por Boris Cyrulnik,
cuyos planteamientos se exponen brevemente en el siguiente capítulo.

2.3 Teoría del apego: John Bowlby

En desacuerdo con las ideas de Melanie Klein, John Bowlby, a partir de los
años cuarenta, quiso salirse de la focalización en los fantasmas del bebé para
ampliar la observación del contexto y se enfocó en las reacciones de los pe-
queños ante el alejamiento temporal de la madre. Junto con James Robertson,
combatió la mentalidad de la época que promovía una educación estricta y
austera y defendió la necesidad del niño de recibir ternura y de contar con
cuidadores permanentes.

Para fundamentar la diferencia de esta necesidad de apego primario de la ne-


cesidad básica de alimentación, Bowlby acudió a la etología con una perspec-
tiva evolucionista e introdujo la idea de “sistema comportamental de apego”.
No obstante, como él mismo lo plantea (Bowlby, 1976), su marco de refe-
rencia fue también el psicoanálisis por tres razones: sus reflexiones iniciales se
inspiraron en el trabajo analítico de sí mismo y de otros; consideró que a pesar
de sus limitaciones, el psicoanálisis era la teoría más útil sobre psicopatología y
continuó acudiendo en su esquema explicativo a conceptos centrales del psi-

41
Ángela Hernández Córdoba

coanálisis como relaciones objetales, ansiedad de separación, duelo, defensa,


trauma y periodos sensibles en los comienzos de la vida.

Sin embargo, planteó trascendentales diferencias metodológicas con el psi-


coanálisis. Mientras en éste los datos se toman del adulto a través del intento
de reconstrucción de sus experiencias tempranas, Bowlby observó niños pe-
queños en situaciones específicas para inferir posibles conductas futuras. Así,
mientras el psicoanálisis toma como punto de partida un síntoma o síndrome
clínico y elabora hipótesis acerca de los incidentes y procesos que habrían
contribuido a su desarrollo, Bowlby se enfoca en la pérdida de la figura mater-
na en los primeros años de vida como experiencia traumática e intenta inferir
sus consecuencias psicológicas futuras. Con un modelo médico subyacente,
definió la pérdida de la madre como el agente cuyo efecto patógeno deseaba
estudiar. Defendió, no obstante, la observación directa del comportamiento
con una visión etológica, advirtiendo los riesgos de la percepción selectiva y
retrospectiva de datos en el psicoanálisis, y resolvió esa discrepancia sugirien-
do la necesidad de una visión binocular, psicoanalítica y etológica.

Bowlby también incorporó a su pensamiento conceptos conductistas y otros


provenientes de la cibernética de su época, sobre todo para referirse a una
noción de instinto distinta del psicoanálisis. En lugar de los conceptos de la
energía psíquica y su descarga, consideró que las formas más complejas de
conducta instintiva pueden comprenderse con base en las nociones de in-
formación y de organización, como circuitos de retroalimentación propios
de procesos homeostáticos, determinados genéticamente, y así formuló la
noción de sistema comportamental de apego.

Este sistema comportamental de apego se refiere a una actividad instintiva de


vinculación que el niño despliega desde el nacimiento hacia las personas que
encuentra en su ambiente. Se estructura y se diferencia en el curso de la exis-
tencia, siendo el objeto de perturbaciones normales o patológicas que modi-
fican su expresión (apego ansioso, reacciones de duelo, estados depresivos).

El resultado previsible del comportamiento de apego es la proximidad de una


persona específica y preferida como fenómeno, dicho comportamiento es
trascendental para la vida psicológica y relacional por las siguientes razones:
es una necesidad con valor de supervivencia en un gran número de especies;
fundamenta los vínculos familiares en la edad adulta desde la constitución de la
pareja; se estructura en el seno de la familia por el establecimiento de triangu-
laciones ligadas a la diferencia de géneros y de generaciones, y desemboca en
la creación de vínculos sociales extrafamiliares, como condición sine qua non
para la autonomía personal y la reproducción de vínculos familiares.
42
Vínculos, individuación y ecología humana

Este comportamiento está regulado en función del objetivo a lograr, es adap-


tativo y distinto de los comportamientos alimentarios y sexuales. Es un com-
portamiento instintivo que se activa de manera autónoma y se reactiva ante
señales específicas. En el plano de su expresión manifiesta, comprende signos
de llamada (sonrisa, vocalizaciones, llanto, contactos cutáneos) y movimien-
tos de acercamiento (succión no nutritiva, locomoción, colgarse del otro). Se
inscribe temporalmente en una jerarquía de series rítmicas de presencia-au-
sencia que se complejizan con la maduración del niño y luego del adolescente
y el adulto. Así, se ubican periodicidades fractales de presencia-ausencia, de
contacto y de distanciamiento, teniendo en cuenta que el apego se construye
a partir de la interacción entre sistemas neurofisiológicos y relacionales.

Las funciones del comportamiento de apego son múltiples: protección de los


peligros físicos, de amenazas, de extraños; maduración de los comportamien-
tos de amor y de amistad; estabilización de las relaciones por la construcción
de sistemas de representación de dichas relaciones, gracias a las cuales se
desarrolla el sentimiento de seguridad y de evaluación de los riesgos. El des-
pliegue del comportamiento de apego depende de las relaciones madre-hijo
y supone una disponibilidad cuantitativa y cualitativa de la madre, así como
su capacidad para acompañar al niño y para dejarlo solo en función de sus
necesidades.

Más específicamente, son características del sistema comportamental de ape-


go las siguientes:

• El apego es una huella mnésica impregnada por un congénere privilegiado,


por un lugar o por un objeto, que llega a estar muy cargado por la consti-
tución psicobiológica del sentimiento de familiaridad. Es una impronta, en
cuanto aptitud biológica para las adquisiciones precoces, rápidas y durables.

• El apego opera como un sistema homeostático; por tanto, se activa para


mantener la proximidad con la figura de apego escogida.

• La conducta de apego tiene una función de supervivencia, ya que pone al


individuo en contacto con otros que lo protegen contra los riesgos y las
amenazas a la vida.

• En el curso del desarrollo sano, la conducta de apego induce el estableci-


miento de vínculos afectivos, primero entre el niño y los padres, y luego
entre adultos. Este tipo de comportamiento se conserva toda la vida.

43
Ángela Hernández Córdoba

• La relación de apego es complementaria, pues el protector y el protegido


participan en forma recíproca.

• La mayor parte de las emociones intensas surgen alrededor de la forma-


ción, el mantenimiento, la modificación y la renovación del apego. La con-
servación de un vínculo se vivencia como una fuente de seguridad y su
restauración como una fuente de alegría. Prácticamente todos los sufri-
mientos que se convierten en motivo de consulta surgen por las vicisitudes
de este proceso.

• Se considera que la psicopatología aparece porque el desarrollo psicológi-


co ha seguido un camino atípico, y no porque el individuo se haya quedado
fijado o haya hecho una regresión a sus primeras etapas de vida.

• Los patrones perturbados de la conducta de apego pueden existir en todas


las edades, sea por la excesiva facilidad para activarla o, por el contrario,
por el desligamiento total o parcial.

• Dado que el objetivo de la conducta de apego es mantener el vínculo afec-


tivo, toda situación que parezca ponerlo en peligro provoca reacciones
orientadas a preservarlo; dichas reacciones serán proporcionales a la di-
mensión del peligro percibido.

• Cuando fracasa el esfuerzo por restablecer el vínculo, tal esfuerzo se de-


bilita pero no se suspende. Por el contrario, a intervalos cada vez más
distantes, la persona reactiva su intento por restablecerlo, bajo el impulso
de la aflicción intensificada. Esto significa que la necesidad de apego per-
manece despierta todo el tiempo, haciendo que se experimente un estado
emocional de estrés y de sufrimiento crónicos, los cuales se pueden agudi-
zar cuando las circunstancias son aún más amenazantes. En esta situación,
disminuye la capacidad personal para manejar la propia vida, de modo que
así se cierra un círculo de deterioro progresivo a todos los niveles de la
existencia.

El sistema de apego es a la vez sistema de anclaje y sistema de adquisición de


grados de libertad en el establecimiento de las relaciones. Para describir sus
alteraciones, Bowlby ha descrito un apego ansioso, ligado a la experiencia de
una disponibilidad insuficiente o inestable de la madre, a actitudes ansiosas de
ella o a separaciones impredecibles y repetidas. Comparte así la teoría freu-
diana, haciendo de la angustia un signo que informa del riesgo de la pérdida
del objeto de amor, de modo que en casos de pérdida efectiva de este objeto,
surgen mecanismos de duelo y de depresión.
44
Vínculos, individuación y ecología humana

2.4 Terapia sistémica y procesos de vinculación

Puede parecer redundante hablar de terapia sistémica y procesos de vincu-


lación en cuanto la aproximación sistémica es por naturaleza relacional. No
obstante, algunos terapeutas e investigadores se han ocupado directamente
de la comprensión y caracterización de los procesos relacionales y la mayoría
de los autores de las tesis aquí analizadas los toman como referentes para
abordar la dinámica familiar. Las categorías que proponen estos autores son
compatibles con la comprensión eco-eto-antropológica del vínculo a partir
de los operadores témporo-espaciales, aunque sea necesario explicitar sus
conexiones. En general, se diría que las principales diferencias con la visión
eco-eto-antropológica reside en que estos modelos se enfocan sobre algunas
dimesiones específicas de la dinámica familiar y no sobre la complejidad que
pretende abarcar dicha visión. La Tabla 2 sintetiza las nociones básicas de los
terapeutas sistémicos con respecto a los procesos de vinculación.

Tabla 2. Procesos de vinculación y terapia familiar.

Terapeutas Nociones básicas relativas al vínculo

Diferenciación del self.


M. Bowen Triangulación.
Pautas transgeneracionales

Lealtad.
I. Bozsormenyi-Nagy Equidad.
Justicia

Límites entre subsistemas y diferenciación: amalgamamiento-


S. Minuchin
desligamiento

D.H. Olson Modelo circumplejo: cohesión

J. Byng-hall Teoría del apego: base familiar de seguridad

2.4.1 Murray Bowen: diferenciación del self

Como Carl Whitaker y otros terapeutas familiares de procedencia psicoana-


lítica, Bowen considera que la diferenciación del self es una de las funciones
fundamentales adquiridas por el individuo en la pertenencia familiar. El estudio
de este proceso supone que la familia es un sistema en continua transforma-
ción, un organismo complejo que se modifica a través del tiempo a fin de
garantizar la continuidad y el crecimiento psicosocial de sus miembros; es
decir, permite simultáneamente el desarrollo de la familia como sistema y la
diferenciación de los individuos que la componen.
45
Ángela Hernández Córdoba

Cada persona debe ser progresivamente menos necesaria para el funciona-


miento de su familia de origen para poderse separar y crear a su vez un nuevo
sistema familiar. Debe pasar, por tanto, de una etapa de fusión-diferenciación
a una de diferenciación-separación dentro del complejo de interacciones de la
familia como sistema de referencia.

La unidad estructural que contribuye a desarrollar la autonomía personal re-


posa sobre la relación triangular entre los padres y el hijo. El tercer elemento
representa para cada uno el referente de la relación con los otros dos, pues
en una relación exclusivamente diádica no es posible ninguna diferenciación; si
falta alguno de estos miembros, los otros dos tomarán un referente de su red
relacional más amplia. En esas interacciones con el exterior, el individuo crea
un espacio personal y define su identidad.

Para Bowen, dentro del marco de la terapia familiar multigeneracional, la hue-


lla de la familia es tan determinante que el grado de autonomía individual se
puede evaluar a través de la infancia y prever su desarrollo futuro, con base
en el grado de diferenciación de los padres y el clima emocional prevaleciente
en la familia de origen.

La noción de diferenciación caracteriza a las personas según su grado de fu-


sión o de diferenciación en su funcionamiento emocional e intelectual. La pa-
tología está así relacionada con mayores grados de fusión y para describir
a las familias más restrictivas usa la noción de “masa indiferenciada del ego
familiar”. Asimismo, establece una escala entre un self sólido y un “pseudo
self”, resultante de una presión emocional excesiva.

El matrimonio sería habitualmente una asociación funcional entre compañe-


ros de un mismo nivel de diferenciación de sus selfs. Por tanto, los matrimo-
nios de personas poco diferenciadas generarán más probablemente cuadros
patológicos que incluyen así a varias generaciones, siendo el trastorno, gene-
ralmente esquizofrénico, el salto catastrófico que resulta de una desorganiza-
ción multigeneracional progresiva.

2.4.2 Boszormenyi-Nagy: lealtad familiar

La lealtad es el concepto central de la terapia familiar contextual intergenera-


cional de Ivan Boszormenyi-Nagy. Este autor define la lealtad como un deter-
minante motivacional cuyas raíces relacionales alimentan una fábrica invisible
de expectativas del grupo y no en una ley manifiesta. Las fibras intangibles de
la lealtad están hechas de consanguinidad, como salvaguarda del linaje bioló-

46
Vínculos, individuación y ecología humana

gico y familiar y de los méritos que ganan entre sí los miembros de la familia.
La lealtad marca la pertenencia al grupo y aparece como una característica del
grupo y una actitud individual.

Como actitud individual sobrepasa la simple identificación con el grupo. Ser


un miembro leal implica la internalización de las expectativas del grupo y un
comportamiento de acuerdo con estos mandatos tácitos internalizados. El
incumplimiento de las obligaciones de lealtad genera sentimientos de culpa
que constituyen un sistema regulador secundario de la homeostasis familiar.

La lealtad está determinada por la historia, el tipo de justicia que practican y


los mitos del grupo familiar. La naturaleza de las obligaciones de cada miem-
bro del grupo depende de sus disposiciones emocionales y de su posición
con respecto al paradigma familiar que establece lo que cada uno debe dar y
esperar de los otros.

En las familias, como en los demás grupos, la lealtad más fundamental tiene
como objetivo la supervivencia del grupo y su fuerza, casi siempre enmascara-
da, se revela sobre todo en las situaciones amenazantes. A través de la suce-
sión de generaciones, las lealtades verticales, transmitidas entre generaciones,
pueden entrar en conflicto con las lealtades horizontales, orientadas hacia los
compañeros, los hermanos o los pares en general. Así, entre más rígida sea la
lealtad original, más severo será el conflicto para los individuos.

Boszormenyi-Nagy introduce el concepto de conflicto de lealtades o lealtades


fisuradas como consecuencia de demandas contradictorias de los padres al
hijo. Frente a tales demandas, para ser leal a uno de los padres, el niño tiene
que ser desleal al otro. No todo conflicto conyugal implica un conflicto de
lealtades; este surge por la exigencia de que el niño tome una posición, cuan-
do por naturaleza su relación es incondicional con cada padre. Este conflicto
puede favorecer la eclosión de un comportamiento sintomático.

Esos comportamientos pueden cumplir la función de salvaguardar a la familia,


como lealtades invisibles que impiden los cambios. La lealtad a los padres se
vuelve invisible, se disimula como una motivación secreta que toma la forma
de un comportamiento psicopatológico. Este tipo de lealtades puede unir al
portador del síntoma a unos padres alejados o unirlos entre sí, obedeciendo
a un código moral críptico que funciona como llamado a una ética que no ha
podido hacerse explícita.

47
Ángela Hernández Córdoba

2.4.3 Salvador Minuchin: estructura familiar, límites


y diferenciación

Ya en 1974, Minuchin (1982, p.86) afirmaba que “la estructura familiar es el


conjunto invisible de demandas funcionales que organizan los modos en que
interactúan los miembros de una familia. Una familia es un sistema que opera
a través de pautas transaccionales”, que establecen cómo, cuando y con quién
relacionarse. Como sistema, la familia se diferencia y desempeña sus funcio-
nes de orientación, protección y control a través de subsistemas, conforma-
dos por generación, género, interés o función.

Los límites de un subsistema son las reglas que determinan quién y cómo par-
ticipa en una interacción, conforme a los respectivos roles. Tienen por función
proteger la diferenciación del sistema y de sus miembros y permiten a la vez
la adquisición de competencias interpersonales en subsistemas autónomos y
en los contactos con el exterior (Minuchin, 1984). Según la diferenciación y la
permeabilidad de los límites, las familias pueden escalonarse en un continuo
que va del amalgamamiento, en donde los límites son difusos y permeables,
al desligamiento, en donde los límites son hiperrígidos e impermeables. En
las primeras, la protección entre los miembros es excesiva, mientras que en
las segundas está descuidada, de modo que estos extremos favorecen la apa-
rición de dificultades emocionales. Dentro de estas condiciones, la familia se
desempeña como la matriz de la identidad individual, en un doble movimiento
de individuación y de separación.

2.4.4 David H. Olson: modelo Circumplejo, cohesión


y adaptabilidad familiar

En este Modelo, la cohesión es una de las dimensiones de la vida familiar


que describe el vínculo emocional entre sus miembros. La cohesión puede
apreciarse a través de diversos aspectos tales como el grado de apego emo-
cional, el tipo de límites establecido entre las personas y los subsistemas de la
familia, las coaliciones entre los miembros, el tiempo, el espacio, los amigos,
los intereses y la recreación compartidos, y la participación en la toma de
decisiones. Hay cuatro niveles de cohesión que oscilan entre desligada (muy
baja), separada (baja a moderada), conectada (moderada a alta) y amalgamada
(muy alta).

El Modelo plantea la hipótesis de que los niveles moderados, tanto de cohe-


sión como de adaptabilidad, son facilitadores del funcionamiento familiar, en
tanto que los extremos se asocian con la presencia de dificultades. Muchas de

48
Vínculos, individuación y ecología humana

las familias que acuden a terapia caen en estos extremos; si son amalgamadas,
se caracterizan por sobreidentificación de los miembros con la familia y exi-
gencias de lealtad y consenso que frenan la individuación; si son desligadas, se
favorece un excesivo grado de autonomía, de modo que cada persona hace lo
suyo, con escaso apego o compromiso hacia su familia. Es en el área central
del Modelo en donde los individuos logran tener una experiencia equilibrada
entre ser independientes y tener un referente establecido al estar unidos a su
familia.

No obstante, el grado de cohesión varía de acuerdo con la etapa del ciclo vital,
con el tipo y severidad de los estresores presentes en un momento dado y
con la cosmovisión y los valores propios de la familia y de su entorno, por lo
cual, para saber si dicho grado de cohesión es en ese instante un recurso o un
indicador de disfunción, debe analizarse a la luz de todas esas variables.

2.4.5 John Byng-Hall: teoría del apego y terapia familiar

En las últimas décadas ha habido un interés por relacionar específicamente


la terapia familiar con las teorías de apego. John Byng-Hall (1991) afirma que
la teoría del apego fue un apoyo temprano para el desarrollo de la terapia
familiar, a pesar de que los terapeutas sistémicos la han ignorado, tal vez por
el énfasis de esta teoría en las relaciones diádicas y no en el funcionamiento
triádico o de la familia como un todo. Este autor ha trabajado directamente
en la relación entre la teoría del apego y los propósitos de la terapia familiar,
en cuanto a la forma como la familia incrementa o debilita el sentimiento de
apego de sus miembros. Con respecto al apego en adultos se han hecho dos
tipos de investigación: el apego a los hijos y su aporte a la comprensión de las
relaciones padres-hijos, y el apego romántico que favorece la comprensión de
las relaciones íntimas entre adultos.

Desde una perspectiva sistémica, Byng-Hall (1999, p. 627) ha desarrollado el


concepto de Base Familiar de Seguridad, definiéndola como “una familia que
provee una red disponible y confiable de relaciones de apego y de cuidadores
apropiados, de modo que así los miembros de la familia se sienten seguros
para explorar su potencial”.

Byng-Hall sugiere que hay dos factores asociados a la base de seguridad: una
conciencia compartida de que las relaciones de apego son importantes y que
el cuidado de los demás es una prioridad, y la creencia en que los miembros
de la familia se deben apoyar y cuidar mutuamente. A su vez, los factores que
amenazan la base familiar de seguridad son la pérdida real de una figura de

49
Ángela Hernández Córdoba

apego o el miedo a perderla; el apego excesivo a un cuidador y el rechazo


de las relaciones con otros cuidadores (“captura” de una figura de apego); el
apego a una figura inapropiada de apego (un niño puede ser figura de apego
del padre, si ellos no se apoyan entre sí); conflictos relacionales, en especial de
abuso; profecías autocumplidoras negativas, tales como expectativas de que
se repitan pérdidas que se han vivido en generaciones anteriores.

La Tabla 3 ilustra cómo los tipos de apego en los distintos subsistemas familia-
res se asocian con formas particulares de interacción que pueden derivar en
cuadros psicopatológicos.

Tabla 3. Estilos de apego en los subsistemas familiares.

Apego del adulto Apego en la Apego familiar y


Apego del niño
parental pareja conyugal

Seguro: desarrollo apro- Regulación flexible de


Seguro: escasa angus-
piado de la interacción; la distancia; estilo de
tia. Continúa la explo-
reconoce signos de ape- Autónomo/ libre interacción adaptable;
ración ante ausencia de
go; el padre es sensible a iniciación compartida
la figura parental
las expresiones del niño del contacto.

Interacciones distantes
Descalificante: descalifi-
y aislamiento; desli-
Evitativo: el niño pare- cación del apego; estilo
Evitativo gamiento; evitación
ce indiferente parental de aislamiento y
de la cercanía física y
de rechazo
emocional

Preocupado: reconoce
Relaciones cerradas
signos de apego, pero
Resistente o ambivalen- e intrusivas; amalga-
está muy preocupado
te: angustiado, preocu- Ambivalente/. madas y ambivalente;
con el pasado; los padres
pado y dependiente del Preocupado mutuo monitoreo an-
oscilan entre la furia y la
cuidador sioso; límites confusos
culpa y están disponibles
e inversión de roles
intermitente.

Irresuelto / desorgani-
zado: temores por la No hay estrategias de
Desorganizado/ memoria de traumas interacción comunes,
Desorientado: niños pasados, promueven Caótico pero incluyen evitación
maltratados momentánea disociación; del conflicto, desorien-
atrapados en “dramas tación y disociación.
pasados”

Byng-Hall considera que la terapia debe cumplir la función de generar una


base de seguridad aprovechando la disponibilidad del terapeuta y su rol como
figura de apego, gracias al cual puede propiciar un contexto de confianza y de
protección como base del cambio. A su vez, en el trabajo con el significado
de las relaciones, puede hacer un reencuadre del sentido de las estrategias
de apego, promover narrativas más coherentes y estimulantes para la familia,
comparar el pasado y el presente para comprender las pautas del desarrollo,
50
Vínculos, individuación y ecología humana

siguiendo la recomendación de Bowen de acudir a la historia familiar para


promover la diferenciación.

2.4.6 Apego, jerarquía familiar y regulación del afecto

Sloman y cols. (2002) afirman que la cohesión y la estabilidad familiar se mantie-


nen gracias a dos sistemas de conducta con importantes ingredientes biológicos:
uno que contribuye al mantenimiento de la proximidad entre los miembros, espe-
cíficamente a las figuras de apego, y el otro a la formación de la jerarquía familiar.
En tales sistemas se desarrollan vínculos emocionales que regulan y son regulados
por la proximidad física y psicológica de las figuras de apego, entendiendo que
la jerarquía familiar es un orden social aceptado por el grupo, de modo que los
miembros regulan el acceso a roles, privilegios y toma de decisiones.

Wood (1985), basándose en el principio de la permeabilidad de los límites,


diferencia entre límites interpersonales, los cuales regularían la proximidad, y
límites entre subsistemas, relativos a la jerarquía generacional. Ha encontra-
do, igual que Minuchin, que los límites intergeneracionales difusos se asocian
con mayores niveles de disfunción psicológica en los miembros de la familia.
Sin embargo, Sloman sugiere que a pesar de ese reconocimiento sobre el
papel de los límites, en la terapia familiar se ha aplicado poco la noción de
mecanismos de ordenamiento social a la formación de la jerarquía, desde una
perspectiva evolutiva.

Thompson, Flood y Lundquist (1995) definen la regulación del afecto como


“el proceso intrínseco y extrínseco responsable de monitorear, evaluar y mo-
dificar las reacciones emocionales, especialmente su intensidad y sus rasgos
temporales para alcanzar las propias metas”. Hay cuatro elementos clave para
destacar en dicha definición:

• La regulación del afecto implica afrontar altos niveles de emociones nega-


tivas (angustia, rabia, miedo, etc.) así como mantener e intensificar ciertos
estados emocionales.

• El proceso de regulación del afecto incluye tanto estrategias de autorregu-


lación individual como modulación de los estados emocionales por parte
de los otros, siendo este último mecanismo más importante en las prime-
ras etapas de la vida.

• La evaluación del propio estado emocional y la habilidad para modular ese


estado son centrales en la regulación del afecto y en el logro de los objeti-
vos en una situación.
51
Ángela Hernández Córdoba

• La regulación del afecto modifica la intensidad y el tiempo de la emoción


experimentada más que el carácter de dicha emoción.

Esa habilidad para regular los afectos se adquiere en las interacciones prima-
rias entre el bebé y sus cuidadores. De esta manera, en los niños sometidos
a situaciones muy amenazantes pueden despertar emociones y reacciones
físicas que exceden el nivel que ellos pueden modular por sí mismos y depen-
den por tanto del adulto para restaurar su equilibrio emocional. Este tipo de
intercambio afectivo es muy intenso entre padres e hijos y cumple la función
primaria de mantener la suficiente cercanía de esta díada con el fin de preser-
var la supervivencia del niño.

A través de esta experiencia con los padres en momentos de estrés, los niños
desarrollan expectativas y “modelos” acerca de la disponibilidad de los padres
para desempeñar los roles de proveedores, protectores y reguladores del
afecto. Estos modelos, construidos en la infancia y activados a través de la
vida, influyen sobre la manera de regular las emociones, evaluar las situaciones
y responder a ellas. En otras palabras, en este tipo de sincronía diádica, los
niños aprenden a autorregularse y a desarrollar estrategias para manejar los
niveles de excitación y recuperar la propia organización. No obstante, como
los padres no tienen las mismas habilidades de comunicación y responden con
base en sus propias experiencias de apego, los niños tienen que adaptarse en
formas no siempre favorables al desarrollo de su propia seguridad para man-
tener sus figuras de apego.

Esta temática es relevante para comprender la perpetuación de conflictos re-


lacionales y orientar la psicoterapia individual, de parejas y de familias. Es útil
aclarar que, adicionalmente, las ideas expuestas en este apartado tienen per-
tinencia en este texto, porque, como gran parte de los terapeutas sistémicos,
los autores de las tesis acudieron a las nociones de Minuchin y de Olson para
describir las formas de organización familiar y a las de lealtad y diferenciación
de Borszomenyi-Nagy y de Bowen para explicar ciertas modalidades de vin-
culación y sus conexiones con las problemáticas abordadas.

Como ya se ha mencionado, este proyecto se inscribe dentro de la perspec-


tiva eco-eto-antropológica, con el fin de ser coherentes con el pensamiento
complejo e introducir de manera más explícita no sólo las formas de estruc-
turación transaccional de la familia, sino también otros sistemas sociales y de
ayuda como contextos de vinculación.

52
Vínculos, individuación y ecología humana

3. ECO-ETO-ANTROPOLOGÍA DE LOS VÍNCULOS

La eco-eto-antropología surge en la articulación de disciplinas que conciben


al hombre como resultante de la evolución biológica y cultural, pues si bien el
ser humano está en parte determinado por procesos evolutivos, también en
parte él los determina, en su papel simultáneo de observador, actor y gestor.

El nicho ecológico natural-artificial en donde emerge el ser humano, obedece


a la condición dialógica, reflexiva y recursiva de los sistemas complejos e im-
plica tanto el conjunto etológico de restricciones propias de la condición de
mamífero, como las transformaciones que genera en cuanto ser pensante y
creador de instrumentos para modificar el medio, de acuerdo con las versio-
nes y las relaciones que cada cultura establece con su nicho vital. El medio es
entonces el dominio en donde se realizan los determinismos de las conductas,
pero también el contexto que les da sentido y finalidad. 

Eco se refiere a oikos, ambiente, cosmos y hábitat, y ethos, comportamientos


biológicos con finalidad desplegados como procedimientos complejos de au-
tonomización en oikos específicos, en donde se conjugan para la supervivencia
procesos individuales y colectivos.

La antropología del oikos y del ethos hace surgir las ideas, el pensamiento, la
representación, la emoción, la reflexión y la mente como fuentes de sentido,
de modo que la postura eco-eto-antropológica reposa sobre la conjugación
de esos regímenes heterogéneos –biológicos, evolutivos, psicológicos, so-
ciales, históricos, políticos, etc.– como dimensiones irreductibles, cada una
con sus propias pautas de operación. Por esto, para abordar los procesos de
53
Ángela Hernández Córdoba

vinculación humana desde esta perspectiva, es necesario comprender cómo


funcionan los que Miermont llama operadores témporo-espaciales del víncu-
lo –rituales, mitos y epistemes–, en cuanto son dispositivos articulados que
organizan la interacción humana y activan los sistemas de significación en con-
textos específicos.

En el ser humano, los circuitos del ethos –los comportamientos– y del oïkos
–los contextos donde se despliegan– incluyen tanto procesos interactivos mar-
cados por los efectos de la reflexión, la conciencia y la intencionalidad, como
procesos involuntarios e inconscientes que escapan a su control. El ethos y
el oïkos se transforman mutuamente y evolucionan según formas recursivas
de gran diversidad, de modo que aún las funciones biológicas prototípicas
(sexuales, reproductivas, parentales, filiales, etc.) se reorganizan a partir de
la doble articulación del lenguaje y de las producciones simbólicas que crean
una neo-realidad. La lucha por la supervivencia, el ejercicio de la sexualidad,
la maternidad y la paternidad, adoptan formas variadas, correspondientes a
las diferencias culturales, a pesar de que los dispositivos biológicos son los
propios de la especie.

En este sentido, según Morin (Cyrulnik y Morin, 2000, p. 18), cerebro y es-
píritu son absolutamente indisociables y sus relaciones sólo se comprenden
desde la idea de emergencia; es decir, operan como un conjunto organizador
que genera nuevas cualidades que no están presentes en ninguna de las partes
aisladas. En otras palabras, para que emerja el psiquismo, se requiere no sólo
que funcione el cerebro, sino que ese funcionamiento sea estimulado en un
ambiente protector por el lenguaje y la cultura. El psiquismo sólo es posible
si hay cerebro y cultura. Por tanto, sin la noción de emergencia como prin-
cipio de comprensión, continuaremos cortando en pedazos y separando las
dimensiones biológicas, psicológicas, sociales y culturales que constituyen lo
humano. Con respecto a esto, en la misma obra, Cyrulnik (p. 65) formula una
analogía entre el cuidado maternal y el devenir del ser humano. Afirma que
la función de la madre consiste en darle al hijo los medios para que la pueda
dejar, de la misma manera que se requiere de la materia –el cerebro y el
cuerpo-, para trascender sus leyes, alcanzar la condición humana y habitar el
mundo de los signos, las palabras y las historias.

Por esto, la aproximación eco-eto-antropológica de los vínculos pretende


comprender cómo el hombre es producto y productor de su ecosistema, en
complejos procesos interaccionales que integran el ethos (cognición y comu-
nicación), el oïkos (la ecología) y sus variadas formas de organización familiar
y social (socio-antropología). Esta conjugación conduce también a la búsque-
da de vínculos entre disciplinas, entendiendo la etología como una actitud
54
Vínculos, individuación y ecología humana

pluridisciplinaria que estudia los seres vivos desde una perspectiva evolutiva,
basada en la biología del comportamiento y en un método comparativo que
reúne datos genéticos, neurológicos, psicológicos, sociológicos y lingüísticos
(Cyrulnik, 2007, p. 23).

Abordar los procesos de vinculación con esta óptica exige diferenciar las di-
mensiones que intervienen en ella en función de la autonomización (Mier-
mont, 2000):

• Filogenética: como conjunto de comportamientos propios de la especie en


relación con las necesidades mínimas de supervivencia como son la lucha
por el territorio, la seducción, la reproducción, el cuidado parental, la co-
operación o la rivalidad entre pares, etc.

• Epigenética: como proceso de la embriogénesis del cuerpo y de la psique,


dentro del cual se destacan puntos críticos del neurodesarrollo y se orga-
nizan mapas mentales a partir de una territorialización somática que da
prioridad transitoria a ciertas partes del cuerpo en función del desarrollo
y de la adaptación. Es decir, en cada momento vital, las personas tienden a
enfocar su atención en ciertas partes del cuerpo que pueden convertirse
en organizadoras de su interacción con el mundo. La preocupación de las
mujeres jóvenes por el volumen de su cuerpo es un ejemplo de ello.

• Ontogenética: implica la coordinación, por parte de cada individuo, de se-


cuencias instintivas, con aprendizajes por condicionamiento y aprendizajes
de órdenes culturales más complejos. Por ejemplo, las estrategias de se-
ducción integran tanto aspectos propios del individuo como condiciona-
mientos socioculturales que establecen lo permitido y lo prohibido para
cada género.

• Cultural: son los paradigmas que surgen y se mantienen a través de los


relatos sociales y familiares y fundamentan los diversos puntos de vista,
teorías y prácticas con los que enfrentamos la convivencia cotidiana.

Esto implica que en toda relación participan en variada proporción todas esas
dimensiones, de modo que por ejemplo la relación madre–hijo abarca ciertas
reacciones fisiológicas propias de la especie, mediatizadas por el momento
evolutivo de la madre (no es lo mismo ser madre adolescente que adulta
joven o adulta mayor), las condiciones especificas de su historia personal y las
particularidades de su contexto sociocultural.

55
Ángela Hernández Córdoba

Siguiendo a Miermont (1993), se entiende que un vínculo es aquello que une o


conecta a una persona con otras, consigo misma o con las cosas. Es aquello que
asegura una conexión témporo-espacial entre personas físicamente separadas,
gracias a los procesos de simbolización que contribuyen a su mantenimiento.

Los vínculos se cristalizan a través de diversos modos de comunicación –amor,


odio, amistad, sexo, altruismo, agresión, rivalidad, juego, manipulación, etc.–,
que crean eventos que pueden llamarse vínculos reales. Esos vínculos se tra-
ducen igualmente en la puesta en escena de representaciones y de afectos
que dan cuenta de la naturaleza de la relación. De hecho, los vínculos son am-
bivalentes, pues son al mismo tiempo fuentes de alienación y de autonomía,
de esclavitud y de liberación, de violencia y de pacificación.

Los vínculos nacen, asimismo, de un efecto de sistema que define los estilos
de comportamiento y de discurso. Esto significa que los vínculos se inscriben
y son definidos por unidades suprapersonales o contextos (parejas, familias,
clanes, instituciones, grupos, etc.), los cuales a su vez evolucionan en contex-
tos geofísicos e histórico-sociales específicos.

Como los vínculos tienen un valor de supervivencia, todas las amenazas al


proceso de vinculación del individuo a su entorno, como son los síntomas
individuales, los conflictos relacionales y los desastres sociales o naturales, son
también una amenaza a la supervivencia. De igual manera, todo estímulo al
fortalecimiento de los vínculos es una condición para mejorar la vida, propósi-
to que se convierte en un corolario de este proyecto de investigación.

Desde la etología clínica, Boris Cyrulnik hace evidente la interpenetración que


existe entre el funcionamiento biológico y la dinámica psicoafectiva y relacio-
nal, destacando el efecto de las interacciones lingüísticas sobre la biología de
los interlocutores. A partir de sus observaciones etológicas y de su trabajo
como psiquiatra tanto con adultos perturbados como con niños abandonados
y con serios problemas del comportamiento, ha enriquecido la comprensión
de la conexión entre vínculo afectivo, psicopatología e intervención transdisci-
plinaria, desarrollando además la noción de resiliencia, cuyos aportes pueden
ser muy significativos para comprender e integrar las experiencias traumáticas
como parte de una vida con posibilidades, siempre y cuando el llamado “teji-
do social” sea visto también como un dominio en donde son inseparables las
dimensiones biológicas, psicológicas y socioantropológicas del ser humano.
Según afirmaCyrulnik (1995), “el cerebro es apasionante, pero reducir al otro
al cerebro es una tragedia. La cultura del otro es apasionante, pero decir que

56
Vínculos, individuación y ecología humana

podría vivir sin cerebro es un absurdo. El desafío consiste en comprender en


su complejidad a la persona, su cerebro y su cultura”.

Ahora bien, según la hipótesis de Miermont (1993), las relaciones humanas


se estructuran a través de tres operadores témporo-espaciales: el ritual, el
mito y la episteme; los cuales, en este proyecto, se agrupan en dos grandes
dimensiones: los sistemas de significación y las modalidades de organización
de la interacción humana. Es importante tener en cuenta que si bien se pue-
den distinguir los vínculos que se tejen entre personas concretas, más que
clasificarlos y correr el riesgo de cosificarlos al darles una denominación, nos
interesa comprender la dinámica del proceso de vinculación.

57
Vínculos, individuación y ecología humana

4. SISTEMAS DE SIGNIFICACIÓN:
EPISTEMES, MITOS Y CREENCIAS

En este capítulo se caracterizan las nociones de epistemes, mitos y creencias,


como operadores simbólicos de la vinculación y en cuanto a su papel en la
configuración y en la disolución de las situaciones problema a través de accio-
nes de cambio propiciadas intencionalmente.

Se pueden entender los sistemas de significación como los procesos a través


de los cuales los humanos le damos sentido a la experiencia vivida o por vivir.
Esos procesos adquieren la forma de creencias, mitos y epistemes que se
convierten en marcos de referencia para organizar la vida subjetiva y la inte-
racción, en correspondencia con diversas “lógicas” de sentido.

Se asume aquí que esos sistemas de significación tienen el carácter de marcos


de referencia, en el doble sentido de esta noción: uno, un conjunto de ejes
coordinados con referencia a los cuales se puede especificar una posición o un
movimiento; dos, un conjunto de ideas en cuyos términos se interpretan o se
les asigna sentido a otras ideas. Ambas connotaciones son complementarias
porque el sentido de la interacción humana se organiza de manera intrincada
entre la articulación de los elementos lingüísticos –sintáctica–, el sentido –se-
mántica– y los efectos sobre el comportamiento –pragmática–.

4.1 Epistemes

La noción de episteme, acuñada por Foucault (2006, p. 322), se refiere al


“saber” en sí, como “el conjunto de relaciones que pueden unir, en una época
dada, las prácticas discursivas que dan lugar a unas figuras epistemológicas, a
59
Ángela Hernández Córdoba

unas ciencias, y eventualmente a unos sistemas formalizados”. Para efectos


de este proyecto y dentro de la lógica eco-eto-antropológica, estos saberes
corresponden a los distintos marcos de referencia con base en los cuales se
comprenden en cada contexto los fenómenos humanos que se configuran
en las redes relacionales que son objeto de estudio; es decir, los saberes al-
rededor de: la salud y la enfermedad en el medio hospitalario y médico, los
derechos vulnerados de niños y adolescentes en las instituciones de bienestar
y protección, los problemas académicos y de adaptación en el medio escolar
y la inserción social y atención de las secuelas de la violencia sociopolítica en
los programas correspondientes.

Las prácticas discursivas no pueden confundirse con disciplinas. Una práctica


discursiva puede formar grupos de objetos, conjuntos de enunciaciones, jue-
gos de conceptos, series de preferencias teóricas, sin que con esos elementos
se constituya una ciencia sino un saber. Por tanto, caracterizar las epistemes
propias de cada sistema de intervención implicará diferenciar los dominios a
los que se remiten los distintos actores para intervenir el fenómeno en cues-
tión, identificar los conceptos y las teorías en los que se fundamentan y los
marcos de referencia que emergen en la interacción cotidiana, los cuales ad-
quieren la condición de saber por desplegarse en un determinado ámbito
calificado. Por ejemplo, la declaratoria de adoptabilidad de un niño no es un
proceso aséptico y racional; en realidad, depende menos de la ley y de las
teorías sobre el desarrollo evolutivo que de las apreciaciones de sus cuida-
dores institucionales, teñidas inevitablemente por sus propias expectativas
acerca de la protección infantil y de sus experiencias de vinculación con cada
niño en particular. De igual manera, se puede dar cuenta de los saberes que
circundan un intento suicida, un trastorno de la alimentación o un programa
de inserción social; puesto que un saber es aquello de lo que se puede hablar
en una práctica discursiva específica e incluye el espacio en donde el sujeto
toma posición para hablar de los objetos que trata en su discurso; es decir,
el contexto específico en donde los enunciados y los conceptos adquieren su
sentido particular. Un saber es también el campo de coordinación y de sub-
ordinación de los enunciados, en donde los conceptos aparecen, se definen,
se aplican, se transforman y generan unos efectos relacionales que los validan.

Esto conduce a la hipótesis de que es posible diferenciar los saberes y las


prácticas discursivas correspondientes a los sistemas de salud, de protección,
educativos y de inserción social, así como los saberes más específicos, emer-
gentes con cada problemática. En otras palabras, asumimos que cada sistema
de atención es el espacio en donde tanto las acciones de los actores como
sus discursos y enunciados generan saberes particulares desencadenados por
cada problema, de modo que, en forma recursiva, problema y saber se reali-
60
Vínculos, individuación y ecología humana

mentan y forman una unidad. Este planteamiento presupone además que los
problemas y su evolución dependen del saber y de las prácticas discursivas
que los abordan; es decir, no se podría sostener que el problema y su evolu-
ción obedezcan exclusivamente a predeterminaciones genéticas, biológicas o
sociales, sino que adoptan una forma y un proceso coherentes con el saber
que los interviene.

Además, un saber se define por las posibilidades de utilización y de apropia-


ción ofrecidas por el discurso, gracias a sus puntos de articulación con otros
discursos y prácticas discursivas. Esta afirmación remite a la coexistencia de
disciplinas, saberes y prácticas en los distintos sistemas en donde operan
como multi, inter y transdisciplinas. Así, en el sistema de salud se habla de psi-
cología de la salud, en protección de lo psicojurídico y en inserción social de lo
psicosocial; en otros casos, como se verá en los resultados del proyecto, esta
articulación no es simultánea sino que pretende lograrse en una secuencia en
la cual los beneficiarios pasan, por ejemplo, del médico al trabajador social,
al psicólogo, al psiquiatra, al comisario, al defensor de familia, al juez, etc.,
en una sucesiva redefinición de su situación, la cual se va connotando como
severidad y cronificación. Este circuito implica una lectura de empeoramiento
de los síntomas, que justifica el traslado del sujeto portador del problema al
siguiente saber y a las prácticas discursivas que continúan en la cadena, con el
riesgo simultáneo de adquisición de una identidad basada en el diagnóstico y
de disolución de la propia individualidad.

Por todo esto, el análisis arqueológico de las epistemes abarca tanto la com-
prensión de los contextos en sí como de los conceptos, teorías y enunciados
que allí transitan y de las interacciones entre los actores profesionales que
constituyen ese sistema. Existen saberes que son independientes de las cien-
cias, pero no existe saber sin una práctica discursiva definida y toda práctica
discursiva se puede definir por el saber que forma. Es necesario, por tanto,
distinguir entre los dominios científicos y los territorios arqueológicos, cuyos
cortes y principios de organización son completamente distintos. Sólo perte-
necen a un dominio de cientificidad las proposiciones que obedecen a ciertas
leyes de construcción y se consignan en documentos científicos, en tanto que
los territorios arqueológicos pueden atravesar también textos literarios, filo-
sóficos, documentos de trabajo, información institucional, legislaciones, nor-
matividades, testimonios o aún textos de ficción.

En nuestro caso, si bien las actuaciones o prácticas de los profesionales se


basan en los principios de las disciplinas científicas –medicina, psicología, de-
recho, sociología, antropología, pedagogía, etc.–, están inevitablemente atra-
vesadas por la legislación en salud, protección y educación, la normatividad, la
61
Ángela Hernández Córdoba

cultura de las organizaciones en donde se despliega la acción y las vicisitudes


de los territorios sociales concretos que constituyen su radio de influencia.
Por ejemplo, es imposible abordar adecuadamente la situación psicológica
y social de un desmovilizado de grupos armados irregulares, sin conectar su
estilo personal e interaccional con su procedencia geográfica, el tipo de grupo
que dejó, sus condiciones físicas, las relaciones con su familia y con su región
de origen, entre otros, todo ello circundado por la legislación vigente y por
la dinámica de la institucionalidad responsable de brindarle las garantías que
negoció al deponer las armas. La conjugación de estos saberes en juego cons-
tituye una episteme, dentro de la cual el papel de las profesiones y las discipli-
nas es a veces confuso.

La práctica discursiva no coincide con la elaboración científica a la cual puede


dar lugar, pero en todas ellas se encuentra una relación específica entre saber
y ciencia, de modo que el análisis, en lugar de definir entre ellos una relación
de exclusión o de sustracción, debe mostrar positivamente cómo una ciencia
se inscribe y funciona en el saber. Por esto, una episteme es también el con-
junto de las relaciones que pueden unir en una época dada a las ciencias, de
modo que al referirse al discurso científico, lo que se pone en juego no es su
legitimidad, sino el hecho mismo de su existencia como una práctica histórica
y contextual.

Para identificar la formación de objetos epistémicos hay que empezar por


describir ciertas instancias de delimitación o superficies y espacios en donde
emerge el objeto, tales como las instituciones reglamentadas para hacer uso
de él, el conjunto de individuos adscritos a la disciplina o saber correspondien-
te, el saber y la práctica en sí mismos, y la competencia reconocida para su uso
por la justicia, la opinión y la administración públicas. Luego hay que analizar
los sistemas según los cuales se separan, oponen, entroncan, reagrupan, clasi-
fican y se hacen derivar los diferentes contenidos como objetos del discurso.
Por ejemplo, se diría que hoy en día se ha desarrollado un saber específico
alrededor del abuso sexual como fenómeno que aglutina los conceptos y las
prácticas médicas, psicológicas, legales, políticas e institucionales, circundadas
por ideologías variadas y a veces contradictorias, en el sentido de las tensiones
existentes entra la victimización y la desvictimización fundada en los principios
de la resiliencia, como también por presiones políticas y económicas entre
programas de gobiernos particulares, donantes y agencias internacionales del
desarrollo.

Esto significa que el objeto existe en un haz de relaciones que se establecen


entre instituciones, procesos económicos y sociales, formas de comporta-
miento, sistemas de normas, de técnicas, de tipos de clasificación y modos de
62
Vínculos, individuación y ecología humana

caracterización que no están presentes en el objeto en sí mismo. Por esto, las


relaciones discursivas son inmanentes a una práctica y la definen en su especi-
ficidad, porque los objetos no son los que permanecen constantes sino las re-
laciones entre las instancias donde ellos adquieren posibilidades de existencia.

No pretendemos hacer en este proyecto un exhaustivo análisis arqueológico


de las epistemes que organizan los procesos de vinculación alrededor de las
problemáticas abordadas, pero como ilustración se sintetizan en la Tabla 4 los
espacios de relación, los saberes legitimadores, las epistemes organizadoras,
los objetos de intervención, los grupos a los cuales comienzan a pertenecer
los sujetos diagnosticados y los actores que más probablemente activan estos
territorios epistémicos.

Tabla 4. Territorios epistémicos que emergen con las problemáticas.

Grupo al que Actores que


Sistema: Episteme
Objeto de ingresa el activan el siste-
espacio legitimadora y
intervención sujeto ma de ayuda en
relacional organizadora
diagnosticado cuanto territorio

El sujeto sintomá-
El cuerpo y/o “Enfermo” tico, su familia u
Modelo médico: re-
Salud la “mente” otros profesionales
habilitación/ curación
enfermos del sistema de
ayuda

Violencia
familiar y sus La “víctima” o la
Modelo legal: dere- “Víctima” o
Protección efectos en institución de con-
chos y leyes. “victimario”
niños y ado- trol/protección
lescentes

Modelo pedagógico:
Escuela – Inadaptación “Estudiante
socialización y desa- El docente
familia escolar problema”
rrollo humano

Programas
“Víctima” o
para efectos Modelo psicosocial: Inclusión/ex-
“desadaptado Institución estatal
de la violencia inserción social clusión social
social”
sociopolítica

La tabla anterior resume la hipótesis de que las epistemes de cada ámbito or-
ganizan las interacciones que les son propias, designan los actores y los roles
que desempeñarán, estipulan las acciones ritualizadas como procedimientos y
técnicas y definen unos objetos de intervención que no necesariamente tienen
en cuenta al sujeto que los porta sino al rol que encarna.

63
Ángela Hernández Córdoba

Describir esos interjuegos relacionales será parte de la tarea de este texto,


considerando que la episteme no constituye un conocimiento ni una forma de
racionalidad, ni se orienta a construir un sistema de postulados y axiomas, sino
se propone recorrer un campo ilimitado de relaciones, recurrencias, continui-
dades y discontinuidades, como un conjunto de reglas de formación de sabe-
res diversos, entre los cuales se producen isomorfismos e incompatibilidades.

La episteme no es una creación humana, es más bien un “lugar” en el cual


el hombre queda instalado, desde el cual conoce y actúa de acuerdo con las
reglas de la episteme, que no son exclusivamente psicológicas y conscientes,
sino histórico-sociales, y en ese sentido, obedecen al efecto de sistema. Toda
episteme tiene fines y se convierte en la “realidad” en una época dada, en
cuanto sobre ella el hombre construye su mundo. Porque la episteme es un
saber social, ideológico, colectivo, empírico, etc., construido metodológica-
mente en oposición a la formulación de opiniones individuales y desarticu-
ladas. En otras palabras, la episteme es un complejo organizador de la vida
humana y por tanto en este análisis constituye un punto de arranque de las
dinámicas vinculares que surgen desde la definición de una situación como
problema de la psicología clínica.

La episteme –etimológicamente, ciencia, arte, habilidad, estudio, conocimien-


to– nace de un descentramiento de la actividad mítica. Por una parte, es la
disposición que permite a todo ser humano orientarse con respecto a sí mis-
mo, a los otros y al mundo; y por otra, es el efecto producido por el ambiente
sobre esta orientación.

La episteme es coextensiva de las funciones rituales y míticas. Si el mito per-


mite estructurar las distorsiones de la transmisión de información, la episteme
concierne al conocimiento objetivable, reconociendo que no accedemos a la
realidad más que por la intermediación de los fenómenos. Lo real absoluto no
es conocible. Allá donde el mito cuenta historias, la episteme hace la historia,
pues los hechos no son verificables sino por una actividad teórica que se ins-
cribe en el espacio y en el tiempo.

La episteme rebota sobre el mito, en la medida en que son los sistemas de


creencias los que le permiten a los individuos protegerse dentro de los grupos
y les ayudan a vivir con sentido. Por tanto, la inteligencia no es sólo la capaci-
dad de comprender, sino la capacidad de comprender la dimensión de lo que
uno no comprende. Es en este límite en donde nace la actividad mítica.

64
Vínculos, individuación y ecología humana

La episteme permite mantener los vínculos y complejizarlos, a pesar de los


efectos de separación o de ruptura que también la acompañan y estructura
los modos de conocimiento y los sistemas de pensamiento que cuestionan
la realidad, no como un hecho objetivo, sino como una pregunta abierta. La
episteme interroga el estado del espíritu común a una unidad semántica (fa-
milia, clan, empresa, nación, etc.) por la confrontación con otras unidades
semánticas y relativiza las certezas míticas e ideológicas por la creación de
unidades conflictuales que hacen surgir nuevos estados de espíritu; es decir,
produce efectos de noogénesis (del griego espíritu, razón, pensamiento) a
partir de lo que Bateson llamó “la pauta que conecta”.

La noción de episteme de Foucault se distingue de la de paradigma de Kuhn,


según la cual un paradigma es un conjunto de creencias y presupuestos que
resultan de la organización de prácticas y puntos de vista científicos, mientras
que, como se ha dicho, la episteme abarca diferentes fuentes de saber en una
época dada. Si para Kuhn el cambio de paradigma surge de una serie de deci-
siones conscientes de los científicos ante el agotamiento de ciertas respuestas,
las epistemes, en cuanto formaciones y prácticas discursivas, no tienen un
carácter exclusivamente consciente, sino que se ajustan al complejo efecto
de sistema.

4.2 Mitos

Los mitos son relatos de la experiencia humana de verdad, de sentido y de


significación a través de los tiempos (Campbell, 1988, p. 5); son sistemas ex-
plicativos sobre asuntos trascendentales para la existencia como el origen
del mundo, del hombre, el matrimonio, la familia, la muerte. Los mitos son
una historia verdadera para quienes la comparten y una ficción para quienes
son excluidos o la estudian desde el exterior. Buscando dar sentido a todas
esas dimensiones de la vida, el mito remarca la semántica de la comunicación
(Miermont, 2001, p. 464 y ss).

Desde que en la Antigüedad grecolatina las explicaciones científicas y racio-


nalistas entraron en competencia con las míticas, el mito se cargó en ciertos
contextos de un valor peyorativo, llegando a utilizarse de forma laxa como
sinónimo de patraña, creencia extendida pero falsa. Con esa herencia, la co-
rriente moderna de la ciencia y de la antropología contrapuso el pensamiento
civilizado al pensamiento primitivo, calificando a éste último como mítico; sin
embargo, el pensamiento complejo y contemporáneo asume la coexistencia
de estas dos modalidades de construcción de la realidad como inherentes a la
condición humana y no como indicadores del desarrollo cultural con base en
parámetros europeizantes.
65
Ángela Hernández Córdoba

El mito supone una construcción compleja que refiere por lo general una
historia sagrada que narra un acontecimiento sucedido durante el tiempo fa-
buloso de los comienzos y a su vez representa una historia simbólica cuya
alegoría describe acontecimientos periódicos de la naturaleza. Los mitos que
se transmiten en forma oral varían los detalles de generación en generación y
dan lugar a diferentes versiones, lo mismo que los que se trasmiten por escri-
to y son objeto de reelaboración literaria (Eliade, 2007, p. 16).

Según Lévi-Strauss, a todo mito lo caracterizan tres atributos: 1) trata de una


pregunta existencial, referente a la creación de la vida, la muerte, el naci-
miento y temas similares; 2) está constituido por polaridades: creación/des-
trucción, vida/muerte, dioses/hombres, bueno/malo, etc.; y 3) proporciona la
reconciliación de esos polos a fin de conjurar la angustia y la incertidumbre.

Por otras parte, las creencias son más específicas que los mitos porque se
refieren a dimensiones particulares de la vida. Una creencia es un modelo
creado por el hombre para satisfacer su deseo de entender y manejar un he-
cho real o imaginario, sobre el cual desconoce, rechaza o considera inapropia-
da una explicación racional. Todos aquellos individuos que compartan dicho
deseo, aceptarán y validarán la proposición que lo satisfaga y actuarán como
si fuese verdadera; así convierten las creencias en dogmas que definen una
moral que autovalida el circuito creencia-interacción-satisfacción. Hay creen-
cias abiertas que admiten discusión y contraste de cualquier tipo y creencias
cerradas, que solo admiten tales cuestionamientos por parte de ciertas per-
sonas, escogidas por su autoridad y afinidad a lo ideal, como ocurre con las
creencias religiosas, esotéricas y políticas.

De acuerdo con su contenido y su finalidad, se distinguen varias clases de


mitos: teogónicos, los cuales relatan el origen y la historia de los dioses; cos-
mogónicos, que intentan explicar la creación del mundo; etiológicos, relativos
al origen de los seres y de las cosas e intentan dar una explicación a las pe-
culiaridades del presente; escatológicos, que buscan explicar el futuro y el fin
del mundo; morales, asociados a las luchas entre el bien y el mal, e histórico-
culturales, como explicaciones de hechos históricos en una determinada co-
munidad.

Los personajes de los mitos se agrupan en oposiciones binarias que reflejan


la necesidad humana de construir diferencias de clase y de explicar los pro-
blemas en las características esenciales de los seres y de los fenómenos: bue-
nos/malos, protectores/perseguidores, amigos/enemigos, etc. Esta tipología
puede ser interesante para organizar las variadas explicaciones dadas por los

66
Vínculos, individuación y ecología humana

sujetos participantes en los procesos de investigación para el surgimiento y


evolución de sus dificultades.

Los mitos han admitido distintas formas de lectura –literal, alegórica y simbó-
lica– que oscilan entre la creencia ciega y la interpretación, de acuerdo con la
función vital que cumplan para cada quien. La lectura literal cree que el mito
es la realidad. La alegórica propone interpretar a los personajes como metá-
foras de elementos naturales y sociales. La simbólica considera que el conte-
nido del mito refleja con veracidad los contenidos mentales de sus creadores
y usuarios, pero no aquello sobre lo que trata; por ejemplo, el mito sobre
cómo un dios instituyó la semana al crear el mundo en siete días, contiene
información veraz sobre cómo dividía el tiempo la sociedad que lo creó y qué
divisiones hacía entre lo inanimado y lo animado, los distintos tipos de anima-
les y el hombre, etc.

Afirma Campbell (1988, p. 31) que los mitos cumplen básicamente cuatro
funciones: mística, referente al darse cuenta de las maravillas del universo
y al temor reverencial que despiertan sus misterios; cosmológica, en la cual
se enfoca la ciencia, para mostrarnos la forma del universo; sociológica, para
fundamentar y validar un cierto orden social y una cierta ética, con grandes
variaciones de una cultura a otra; pedagógica, acerca de cómo vivir ciertos
momentos de la vida bajo determinadas circunstancias. En este aspecto, los
mitos nos proponen asuntos específicos, como por ejemplo a qué edad sere-
mos adultos, cómo es ser padre, madre o hijo, etc., y contienen pautas útiles
de comportamiento, modelos a seguir o a evitar e historias conocidas por
todos, en donde se conectan las experiencias individuales.

En síntesis, como afirma Eliade (2007, p. 34), el mito expresa, realza y codifica
las creencias; salvaguarda e impone los principios morales; garantiza la eficacia
de las ceremonias rituales y ofrece reglas prácticas para el comportamiento
humano. El mito garantiza la cohesión y la regulación de los grupos humanos,
estructura los sistemas de creencias y organiza la trasmisión de informaciones.
Así, la actividad mítica tiene un efecto generador de organización y de orden
o cosmogénesis que permite la diferenciación de las unidades sociales y le da
un orden a las relaciones entre los hombres y con el universo.

En este sentido, en todos los sistemas mitológicos hay dos temas fundamenta-
les: la inexorabilidad de la muerte individual y la permanencia del orden social.
Estos temas se han combinado simbólicamente y constituyen la fuerza nuclear
estructurante de los ritos y de la sociedad, en cuanto definen la supervivencia
como dependiente del orden social (Campbell, 1972, 1982, p. 22). En sínte-

67
Ángela Hernández Córdoba

sis, los mitos y los ritos primitivos se inventaron para armonizar la mente, el
cuerpo y la vida de acuerdo con los dictados de la naturaleza; no obstante,
en las sociedades actuales las personas dan por hecho la existencia de un
orden social protector y en lugar de animar la defensa y el mantenimiento de
la integridad de la comunidad se centran en el desarrollo y la protección del
individuo, viéndolo no como parte del Estado, de la sociedad y del cosmos,
sino como un fin y una entidad en sí mismo.

De todos modos, para vivir en grupo, el hombre necesita construir y trasmitir


historias “verdaderas” para ese grupo, aunque sean percibidas como falsas
por los vecinos. Para que una verdad sea absoluta, tiene que conservar un
efecto mítico. Si uno busca relativizar y objetivar esta actividad mitopoiética
haciendo un estudio comparativo entre grupos, confirma que toda relación
humana reposa sobre un pedestal de falsificación de signos, siendo que ni la
misma actitud epistémica escapa a este fenómeno.

Gregory Bateson ya ha señalado la capacidad humana, no consciente, para


falsear los signos identificadores de las modalidades de la comunicación. Con
frecuencia el hombre se puede mentir a sí mismo, y más aún, puede falsear
mensajes antes falseados, lo cual lo conduce a numerosas paradojas de las
cuales la locura es el testimonio fundamental. De hecho, los procesos de auto-
nomización de los grupos humanos reposan sobre un efecto de falsificación de
una información considerada auténtica por el grupo en cuestión. Sin embargo,
no todas las mentiras son iguales, de modo que la verdad no es más que una
mentira que falsea a otra, resistiendo de antemano las pruebas de falsificación.

Lo interesante aquí es hacer referencia a la función mitopoiética que se actua-


liza en los microsistemas contemporáneos –pareja, familia, aula, instituciones–
y que se proyecta sobre el porvenir. Si bien el Mythos puede ser sinónimo de
Logos (palabra, discurso, razón) y de Epos (el sentido del discurso), Durand
(citado por Miermont, 1987, 2001) lo diferencia de ellos en la medida en que
el mito escapa a la linearidad de la cadena de significación del lenguaje y vehi-
cula una polisemia irracional y sobredeterminada que lo acerca a los sueños.

En el sentido cibernético, el mito funciona como un “convertidor”, en cuanto


permite transcribir unidades de información digital en información analógi-
ca; es decir, transcribe información de un sistema racional de codificación a
otro intuitivo y emocional. Los rituales cumplen igual función en el sentido
de convertir información analógica en digital, a través de verbalizaciones que
reducen la ambigüedad de las relaciones. Según la transcripción opera hacia
el individuo o hacia la colectividad, se pueden distinguir dos sistemas comple-

68
Vínculos, individuación y ecología humana

mentarios de conversión: el primero dirigido a la individuación y el segundo a


la socialización. Estas dos tendencias se encuentran en tensión permanente-
mente y constituyen una de las fuentes de los problemas clínicos.

Los mitos son sistemas de transmisión y de jerarquización de información que


estructuran las funciones de la memoria y del olvido. Estas informaciones se
vehiculizan a través de los relatos de padres y abuelos, de modo que la función
mitopoiética se reactiva sobre tres generaciones, pero puede transmitir acti-
tudes inconscientes cuyo origen histórico está más o menos perdido. El mito
no es necesariamente el desarrollo discursivo de un relato estructurado; él
supone el enunciado de secuencias redundantes, repetitivas, constitutivas de
múltiples versiones, que permiten la memorización de esquemas psicoafec-
tivos conscientes e inconscientes. El mito opera en esta forma una síntesis
semántica que puede contener explicaciones contradictorias.

Los estudios modernos sobre el mito se sitúan en tres posiciones fundamen-


tales: la funcionalista, desarrollada por el antropólogo Malinowski, examina
para qué se utilizan los mitos en la vida cotidiana (refuerzo de conductas,
argumento de autoridad, etc.); la estructuralista, iniciada por Lévi-Strauss,
examina la construcción de los mitos localizando los elementos contrarios o
complementarios que aparecen en él y la manera en que aparecen relacio-
nados; la simbolista, con referentes clásicos como Jung, Bachelard y Durand,
considera que el elemento fundamental del mito es el símbolo, un elemento
tangible pero cargado de una resonancia o significación que remite a conteni-
dos arquetípicos de la psique humana. En la pragmática de la comunicación, el
interés de estudiar los mitos es percibir sus funciones operatorias y sus efec-
tos en los macrosistemas sociales y en los microsistemas familiares.

Ferreira (1981) propuso la noción de mitos familiares para dar cuenta de las
actitudes y los pensamientos defensivos que garantizan una cohesión interna
y una protección externa en este ámbito; el mito es un organizador familiar
con una función homeostática que se activa cuando el grupo experimenta un
sufrimiento, una dificultad, una crisis o una amenaza que lo obliga a transfor-
marse, dislocarse o desaparecer.

Un mito familiar agrupa una serie de creencias creadas y compartidas por los
miembros de un grupo familiar en relación con las formas de organización, los
rituales y el ethos de la familia. El mito es entonces el sentido que este grupo
busca darle a las acciones, los pensamientos y los sentimientos de cada uno,
aunque haya contradicciones entre ellos. De hecho, el contenido del mito se
desarrolla independientemente de las distorsiones que existen entre la creen-
cia y las actuaciones de quienes las comparten.
69
Ángela Hernández Córdoba

Los mitos familiares se construyen a partir de oposiciones estructurales que


operan en un continuo sobre los cuatro ejes siguientes: el self/el otro; exceso/
falta de información; información verdadera/información falsa; información
positiva/información negativa. De esta manera, un intercambio de informa-
ción puede simbolizarse como un punto representativo en un espacio confi-
gurado por estas cuatro dimensiones.

Como el vínculo supone un intercambio de información, hay allí un inevitable


efecto de transformación, en la medida en que toda información contiene un
mensaje que modifica a quien la recibe. En materia de observación ecosisté-
mica de los vínculos, el referente exterior estaría garantizado por la natura-
leza del ritual de observación en donde se sitúa el observador y el referente
interior por las perturbaciones cognitivas y emotivas que surgen de la percep-
ción empática de la situación y de las distorsiones percibidas con los propios
sistemas de valores. Por esto, en una relación, la descalificación y la confusión
son los momentos críticos en los que surge el cambio cualitativo por la posi-
bilidad de objetivar los movimientos subjetivos.

El ritual, el mito y la episteme son igualmente operadores de la percepción,


de la observación y de la acción y el proceso de observación es en sí mis-
mo un vínculo activo que modifica al observador y lo observado, en especial
cuando los vínculos son complejos. Las acciones terapéuticas reposan sobre
la creación y la lúdica que ponen en juego los procesos epistémicos, rituales
y míticos. Las prescripciones de medicamentos, las curas psicoanalíticas, las
terapias familiares y de red forman rituologías, mitologías y epistemologías
artificiales, específicas para los problemas que tratan.

Como puede apreciarse, los mitos, las creencias y las epistemes coexisten en
forma entrelazada y su análisis deconstruye la condensación de situaciones
humanas complejas que se convierten en fenómenos clínicos y en trastornos
psicológicos.

70
Vínculos, individuación y ecología humana

5. ORGANIZACIÓN Y RITUALIZACIÓN
DE LA INTERACCIÓN HUMANA

Para lograr la adaptación, la supervivencia y la vinculación, los humanos in-


teractuamos en diversas modalidades de acción colectiva que cumplen fun-
ciones de coordinación, involucradas con los procesos de significación y las
condiciones socioculturales del contexto. Sin embargo, como dicen Crozier y
Friedberg (1977, pp. 15-16), la acción colectiva y organizada de los hombres
no es un fenómeno natural, sino un constructo social cuyas condiciones de
emergencia y de mantenimiento deben ser explicadas, sobre todo porque,
así tales acciones estén al servicio de la supervivencia y de la productividad,
la progresiva complejidad social ha generado dispositivos institucionales que
adoptan variadas configuraciones. Si, por ejemplo, puede pensarse que la
protección de las “crías” es un proceso “natural”, ciertas vicisitudes socio-
culturales y políticas han generado circunstancias de disolución familiar a las
cuales la sociedad y el Estado han respondido con legislaciones, instituciones
y prácticas discusivas que configuran sistemas complejos de protección, los
cuales adoptan formas específicas de vinculación que definen su identidad y se
convierten así en objeto de nuestro estudio.

Los modos de acción colectiva son soluciones específicas que actores rela-
tivamente autónomos, con recursos y capacidades, han creado, inventado e
instituido para la supervivencia y la adaptación de los grupos humanos, cada
vez más sofisticadas conforme se complejizan la sociedad y las relaciones hu-
manas. Estas soluciones son en muchos casos contingentes, indeterminadas y
arbitrarias, pero también limitantes, pues como modos de articulación y de in-
tegración ellas suponen e instituyen un mínimo de organización de los campos
de acción social. Esta estructuración es un artefacto que, orientando los com-

71
Ángela Hernández Córdoba

portamientos de los actores y circunscribiendo su libertad y sus capacidades


de acción, hace posible el alcance de las finalidades de los hombres, aunque
al mismo tiempo condiciona sus resultados. Es necesario entonces conocer la
lógica y la racionalidad inherentes a cada modo de acción para comprender
sus efectos en la subjetividad y en las relaciones.

Desde las ciencias sociales se han hecho propuestas variadas para compren-
der la interacción humana, teniendo en cuenta además el aspecto de la vida
humana que se ritualiza: la biología, las emociones y los objetivos individuales,
los aprendizajes en grupo, los valores culturales y las creencias cosmogónicas,
los cuales han sido estudiados por las tradiciones investigativas correspon-
dientes: sociobiología, psicología, sociología y antropología cultural (Stanfield
Tetreault y Kleine III, 1990). Con visión ecosistémica, están en primera ins-
tancia los aportes antropológicos y epistemológicos de Bateson, los aportes
sociológicos de Morin y Luhmann y en la clínica sistémica, los de Watzlawick
y demás terapeutas con orientación comunicacional, desde una epistemología
cibernética y constructivista.

Aunque Miermont (1993, 2005) ha preferido tomar la noción de ritual como


referente principal para abordar los procesos de vinculación, a nuestro juicio,
siendo esta una noción polisémica que puede confundirse con otros concep-
tos, es necesario desmenuzar su sentido y su alcance para comprender la in-
teracción, sin desconocer las visiones interdisciplinarias, pero haciendo énfasis
en los aspectos psicológicos. Por ello se amplían aquí esos referentes para ha-
cer un análisis más específico de los contextos de acción donde se despliegan
los fenómenos clínicos abordados en la investigación que nos ocupa, es decir,
las familias y las instituciones de salud, de bienestar y protección, los centros
educativos y los programas de reinserción social.

Luhmann (1998, p. 363 y ss.) distingue entre sistemas sociales, sistemas or-
ganizativos y sistemas de interacción. Los primeros corresponden a institu-
ciones sociales como la familia, la pareja, la escuela, las religiones, etc.; los
segundos son las organizaciones del Estado y de la sociedad civil que ejecutan
en forma específica las funciones sociales de esas instituciones (preservación
de la salud, educación, protección, socialización); y los sistemas de interacción
son los constituidos por grupos de individuos concretos que se relacionan
con las organizaciones y la sociedad. Los sistemas interaccionales y sociales se
cristalizan en los episodios en donde se interpenetran la comunicación social y
los psiquismos individuales. Esta distinción resulta pertinente para diferenciar
las operaciones que caracterizan a cada uno de esos sistemas y aproximarnos
a la comprensión de sus interacciones complejas, las cuales en las tesis que

72
Vínculos, individuación y ecología humana

aquí se toman como referentes incluyen a los individuos, las familias y las or-
ganizaciones de salud, educativas y de protección como contextos de acción.

Por otra parte, la noción de Morin (1980, pp. 81-83) de ecología de la acción
subraya cómo las acciones individuales con intenciones “egoístas”, desde el
momento en que se despliegan, entran en un circuito de inter-retroacciones
que se autoorganizan y adquieren un sentido imprevisto, a veces opuesto al
de su iniciador. Las acciones individuales dentro de sistemas de interacción es-
capan a la voluntad, al entendimiento y a la conciencia del actor; se desenraí-
zan de su autor, porque no son auto-lógicas, sino que entran inevitablemente
en procesos eco-lógicos. Describir y comprender esos dinamismos es otro de
los objetivos de esta investigación, bajo el supuesto de que la investigación es
intervención y por tanto el investigador debe dar cuenta de los mencionados
circuitos retroactivos y de sus efectos.

Se podría pensar que, como medida de reducción de esa impredictibilidad


de la acción, como dice el mismo Morin (1974, p. 224), un ritual sería un
comportamiento simbólico que, en forma mágica, por oposición a la lógica
racional, aporta una solución a la incertidumbre, al desorden y a las crisis
inherentes a los tránsitos vitales. Por su parte, Watzlawick y sus colegas del
Mental Research Institute (1981), desarrollando los principios de la episte-
mología cibernética de Bateson, se han ocupado de comprender los efectos
pragmáticos de la interacción cara a cara en el terreno clínico. Han propuesto
los conceptos de interacción –una serie de mensajes intercambiados entre
personas– y de pautas de interacción –repetición o redundancia de secuencias
de relación–, como configuraciones que se analizan más allá de su significado
explicativo o simbólico, aunque ineludiblemente cuando hay configuraciones
hay significación. Esas configuraciones operan con reglas de variados niveles
de abstracción que no son accesibles a la conciencia y son así mismo objeto
de investigación.

Para efectos de estudio, el llamado grupo de Palo Alto decidió centrarse en el


aspecto relacional (conativo) de la comunicación y no en la significación de los
contenidos (aspecto denotativo), con la intención de comprender los sistemas
humanos, identificando la naturaleza de las relaciones estables, las cuales son
duraderas e importantes para los participantes y por ello reconocidas en los
“grupos vitales con historia” (Watzlawick y cols., 1981, p. 115 y ss.). Su inte-
rés investigativo se enfoca por eso en cómo, y no en por qué opera el sistema
interaccional.

73
Ángela Hernández Córdoba

Estos autores asumen que en toda comunicación cada uno de los participan-
tes trata de determinar la naturaleza de la relación y al responder desde esa
definición puede confirmar, rechazar o modificar la del otro. Este proceso es
de suma importancia porque en una relación con historia esta definición re-
quiere estabilizarse, pues de lo contrario tal relación se disolvería por ineficaz.
La regla de la relación es entonces esta estabilización de su definición, la cual
consiste en una formulación de las redundancias observadas en el nivel rela-
cional, incluso con respecto a una gama variada de contenidos. La naturaleza
de las relaciones equivale a saber si una pareja tiene un noviazgo, un matri-
monio, una amistad o una aventura sexual, mientras como contenidos pueden
tocar temas de dinero, proyectos, sentimientos, negocios, diversiones, etc.
Si deciden conversar acerca de la naturaleza de la relación se dirá que están
metacomunicando.

En función de comprender esta estabilización de las relaciones, la antropolo-


gía aporta el estudio de los rituales, asumidos como una forma particular de
organización de la interacción humana en cuanto a aspectos vitales de orden
filogenético y cultural, como la crianza, las relaciones entre hombres y muje-
res, el tránsito de una etapa a otra del ciclo vital, la muerte, etc.

5.1 Ritualización

Como bien lo describe Miermont (1987, 2001, p. 566 y ss.), la ritualización es


una esquematización formal de los encuentros humanos que canaliza y deriva
los comportamientos sexuales, alimentarios y agresivos, para definir lo más
claramente posible la naturaleza de las relaciones en las unidades familiares y
sociales que se crean en ese mismo proceso. La ritualización reduce la ambi-
güedad inherente a toda comunicación al informar sobre sus características y
así facilita la escogencia entre alternativas igualmente posibles, lo cual conduce
a una toma de decisiones compartida por los protagonistas, sea para conti-
nuar el encuentro como está planteado, para detenerlo o para transformarlo.

En este sentido, un ritual es un organizador de las relaciones interpersonales


que estructura los grupos pequeños –parejas, díadas, familias nucleares– y
los grandes grupos –familias extensas, clanes, organizaciones sociales–. Los
rituales funcionan como estructuras que acompañan los cambios simbólicos
de la comunicación entre individuos; indican los cambios de nivel de realidad,
por ejemplo, de la relación de pareja a la profesional, y cambios de metanivel
de realidad, como de sacramentos a fiestas o a ceremonias oficiales. Ellos
canalizan los procesos de cambio por el establecimiento de hechos nuevos,
reconocidos y compartidos, más evidentes en los ritos de pasaje a una nueva
etapa del ciclo vital.
74
Vínculos, individuación y ecología humana

La ritualización evita que los encuentros humanos se degraden por su deses-


tructuración o por una liberación energética excesiva o caótica. Los acciden-
tes psicóticos, psicosomáticos y los problemas de comportamiento revelan
ese tipo de ruptura, pues una comunicación “patológica” señala la escalada no
regulada del sufrimiento y la confusión entre mapa y territorio. Si el ritual es
un canal relativamente estable, la metacomunicación sobre el ritual (“esto es
un ritual”), lo mismo que sobre el juego (“esto es un juego”), es sumamente
inestable y por ello se corre el riesgo de que se caiga en la agresión directa,
por la rapidez con la que en los procesos de vinculación se pueden deslizar
los contextos relacionales. Por ello, si la desritualización destruye los sistemas
de metacomunicación y se acompaña de sufrimiento, caos y violencia familiar
y social, la intervención terapéutica conduciría a restaurarla, en la medida en
que lleva a abordar paulatina y tangencialmente las situaciones desritualiza-
das, las cuales serían totalmente explosivas si se abordaran de frente en otro
contexto.

Siguiendo a Lorenz (citado por Miermont, 1987, 2001, p. 567), se pueden dis-
tinguir dos modalidades complementarias e intrincadas de ritualización en los
humanos, las cuales tienen como función común permitir al individuo anticipar
los actos de su interlocutor:

• La ritualización filogenética: estudiada sobre todo por los etólogos, se ocu-


pa de la canalización de los movimientos más instintivos (mecanismos para
proteger la supervivencia, satisfacción del hambre, de la sexualidad o de la
agresión) para reorientarlos con fines de comunicación entre congéneres.
Estos rituales de apareamiento, cortejo, amenaza y combate tienen un
carácter invariable en cada especie y les permiten a los individuos apre-
ciarse mutuamente, descubrir la morfología compleja de sus conductas
y lograr una sincronización de sus reacciones, lo cual puede conducir a
crear vínculos durables y específicos. Esas condiciones invariables y típicas
de los humanos han sido constatadas en la interacción entre niños, entre
padres e hijos y entre adultos, por ejemplo en situaciones de cortejo y de
seducción.

• La ritualización cultural: caracteriza la naturaleza humana en forma más ra-


dical que la filogenética e interfiere constantemente con ella bajo la forma
de reencuadres transculturales. En estas ritualizaciones los movimientos-
símbolos y los receptores de símbolos no son heredados sino que son el
fruto de adquisiciones socioculturales, casi siempre precoces, que pueden
ser modificadas a través de las interacciones. Esos reencuadres intervienen
en momentos particularmente críticos, como ocurre en los conflictos fa-

75
Ángela Hernández Córdoba

miliares, los cuales surgen con frecuencia por el cambio no concertado de


las condiciones de las relaciones.

Aclara Houseman (2003) que el “ritual” se refiere a una modalidad particular


de acción social materializada, definida por un número de presuposiciones
pertenecientes a la organización de tal acción y a la experiencia de quienes
participan en ella. Así, este término abarca ciertos eventos a través de los
cuales estas presuposiciones ejercen explícitamente su influencia y los proce-
sos por los cuales tales presuposiciones, a menudo implícitamente, ejercen su
efecto (ritualización). Por esto, el ritual condensa los elementos sintácticos,
semánticos y pragmáticos de la comunicación y como forma específica de
activar relaciones, aglutina eventos objetivos con fenómenos subjetivos.

El ritual es a su vez un conjunto interrelacionado de premisas sobre la inte-


racción, de intencionalidades, sentimientos y acciones constitutivos de una
condensación relacional. Dentro del marco de una actuación particular, estas
presuposiciones pragmáticas pueden ser o no acogidas intuitivamente por los
participantes, de modo que lo que para unos es un ritual, para otros puede ser
un espectáculo. Sin embargo, las exigencias de la acción coordinada tenderán
a minimizar tales disparidades, orientando las expectativas performativas y
perceptuales de los participantes en una misma línea. Entre más se acojan a
las premisas del ritual, más las interacciones corresponderán a la descripción
hecha. En otras palabras, las discrepancias son más probables si soy apenas un
observador y casi imposibles si soy protagonista del ritual.

De hecho, a causa de que el ritual consiste en una experiencia particular de


relación, su identificación encaja esencialmente con la participación personal
y por ello es imposible, al dar testimonio de una secuencia de conductas
desde afuera, determinar si se trata de un ritual, de un juego, un espectáculo
o simplemente una interacción ordinaria. Debe enfatizarse que si un ritual
es en efecto un modo elemental de intención comunicativa, no es el único.
El juego, el espectáculo, la interacción cotidiana por ejemplo, representan
otros medios diferenciados de actuación relacional, los cuales, en situaciones
concretas se asocian con el ritual y entre sí en formas complejas. Se requiere
reconocer esta pluralidad si uno quiere ir más allá de la dicotomía sagrado/
profano y sus avatares contemporáneos que continúan influyendo el estudio
del ritual (Houseman, 2003).

Todos los autores están de acuerdo en dos condiciones del ritual: primera,
los rituales tienen efectos sociales y psicológicos, pueden verse como medios
para definir o mantener las fronteras del grupo, para conferir estatus, para

76
Vínculos, individuación y ecología humana

afrontar conflictos, permitir catarsis, etc. Segunda, los rituales son significati-
vos, es decir, su simbolismo puede ser comprendido como expresión de ideas
y valores culturales idiosincráticos del grupo que actúa en el ritual.

Las características organizacionales distintivas, es decir, la forma o estructura


de la ritualización como tal, se describe a continuación (Houseman, 2003):

• El ritual es un modo particular de acción, que prescribe unas conductas


evidentes. Importa menos lo que los participantes del ritual pueden sen-
tir o decir que lo que hacen realmente. Como performances concebidas
culturalmente, los rituales dejan poco espacio para las negociaciones ca-
racterísticas de las interacciones cotidianas. Esto no significa que un ritual
dado sea siempre ejecutado de la misma manera, pero el patrón total de
conducta del cual forman parte las conductas y sus secuencias permanece
idéntico.

• Como los rituales no tanto dicen, sino que hacen, la comunicación lingüís-
tica es un modelo pobre para comprender el ritual; lo que más cuenta no
es el contenido semántico de las formas de expresión, las cuales son con
frecuencia oscuras o muy ambiguas, sino el acto mismo de decirlas dentro
de unas condiciones preestablecidas. Lo que le da sentido a la frase “este
es mi cuerpo”, es que sea pronunciada dentro de la misa católica por un
sacerdote investido de autoridad para realizar este ritual.

• Las “realidades particulares” que la gente actúa cuando participa en ri-


tuales son relaciones: con cada uno de los otros participantes y a veces,
al mismo tiempo, con otras entidades no humanas (dioses, espíritus, an-
cestros, animales, objetos, etc.). Estas relaciones rituales, precisamente
porque son actuadas y no meramente referidas a algo, como ocurre con
los mitos, no son conexiones lógicas o metafóricas entre términos o ca-
tegorías abstractas; por el contrario, ellas constituyen experiencias vividas
a través de eventos cargados intencional y emocionalmente. Por ejemplo,
en la compleja relación ritual establecida en una ceremonia de matrimonio
entre la pareja, sus familias, el celebrante oficial y los testigos, es casi impo-
sible saber exactamente qué actitudes y sentimientos pueden tener estas
diferentes partes. Sin embargo, es válido asumir que a causa de que ellos
mismos están activamente involucrados en el ritual, su participación nunca
puede ser completamente neutral. En otras palabras, las relaciones rituales
son inmediatas, personales y vivas.

• Las relaciones que tienen lugar en el curso de un ritual tienen un carácter


múltiple; es decir, traen consigo en una sola secuencia de acciones, una
77
Ángela Hernández Córdoba

pluralidad de vínculos preexistentes, generalmente procedentes de una


amplia variedad de dominios: subsistencia, eventos del ciclo de vida, pa-
rentesco, otras ocasiones ceremoniales, etc. Por tanto, puede decirse que
los rituales son enormemente integrativos y reestructuran o recontextua-
lizan diferentes campos de experiencia como aspectos interconectados
de un todo ordenado. Participar en el ritual del matrimonio, por ejemplo,
implica no sólo que los novios pasan a ser esposos, sino que se consolidan
relaciones de suegros, consuegros, cuñados, etc. Si un niño es adoptado,
no sólo se convierte en hijo de sus padres, sino en nieto, sobrino, primo
de sus parientes adoptivos.

• Los elementos dispares que se juntan en el ritual están casi siempre arti-
culados de una forma aparentemente paradójica. Típicamente, tales re-
laciones implican la condensación de modos normalmente incompatibles
de relación, de modo que afirmaciones de identidad son al mismo tiempo
testimonios de diferencia, demostraciones de autoridad lo son también de
subordinación, la presencia de personas o de otros seres es a la vez corro-
borada y negada, secretos son simultáneamente disimulados y revelados,
etc. En la medida en que los rituales incorporan tales situaciones excep-
cionales, se reconocen y se distinguen de la interacción cotidiana porque
no pueden ser considerados en términos de las intencionalidades ni de las
pautas de relación ordinarias.

• Tanto las cualidades afectivas como los efectos observables de los rituales
testimonian que lo que está en juego es mucho más que una simple ac-
tuación. La significación de las acciones rituales implica un cierto grado de
autovalidación que les confiere una autoridad indiscutible, de modo que
los participantes no necesitan tener una conceptualización del ceremonial
para aceptar las consecuencias de participar en él, ya que la ejecución de
las performances en sí mismas es el terreno para la emergencia de ver-
dades irrefutables. Por ejemplo, en el rito católico del matrimonio, no es
indispensable comprender las explicaciones teológicas de la liturgia para
admitir las consecuencias de vivirlo. Tampoco el paciente diagnosticado,
si le confiere autoridad al médico, exige conocer la conceptualización de
su trastorno, sino que asume su inclusión en ese grupo como un hecho
incuestionable que le permite interpretar todas sus reacciones desde ese
marco de referencia.

• Los participantes del ritual no controlan sus secuencias como en las rela-
ciones ordinarias, porque hay una previa aceptación de las premisas prag-
máticas sobre las cuales se fundamenta. La interacción cotidiana se basa
en la noción de que, en principio, las conductas expresan sentimientos.
78
Vínculos, individuación y ecología humana

Debido a que la persona no tiene acceso directo a los motivos y sentimien-


tos del otro, la relación entre estados internos y conductas manifiestas se
puede encubrir o modificar deliberadamente. Como resultante, la inte-
racción cotidiana implica un proceso de negociación en el cual la posición
de los participantes con respecto a los demás se ajusta continuamente.
En otras palabras, en la interacción ordinaria, la conducta se asume como
contingente, mientras que las emociones no; con base en los propios sen-
timientos e intenciones del momento y en las inferencias acerca de los
sentimientos y las intenciones de los otros, las personas se involucran en la
co-construcción de una realidad social mutuamente acomodaticia.

• En una situación ritual, por el contrario, la conexión entre disposiciones


personales y acciones abiertas se orienta en la dirección opuesta. La pauta
de la conducta, más que ser continuamente negociada, se restringe to-
talmente; son las acciones de los participantes más que sus emociones e
intenciones privadas las que son estipuladas y claramente definidas. De
hecho, los motivos y las emociones proceden de la conducta más que a la
inversa. Un ejemplo de ello es lo que hacen las plañideras en los funerales;
casi nunca son las personas cercanas al difunto y, de hecho, su inconteni-
ble llanto contrasta con el silencio estoico que exhiben los parientes. En
muchas sociedades, esta es la pauta recíproca que da base a la experiencia
compartida y típica de la ritualización del duelo.

• En el ritual, las acciones implicadas son muy ambiguas, de manera que los
sentimientos y los motivos apropiados son difíciles de determinar. Podría
decirse que en la interacción ordinaria la pregunta es ¿dado lo que siento y
lo que infiero acerca de los sentimientos del otro, qué debo hacer?, mien-
tras en el ritual es ¿dado lo que estoy haciendo y lo que percibo que hace el
otro, qué debo estar sintiendo? En la interacción cotidiana, el presupuesto
sobre las disposiciones individuales es el punto desde el cual opera la ne-
gociación de la conducta social; en el ritual es lo contrario, son los patrones
predefinidos de conducta social los que aportan las bases tangibles para la
evocación de las disposiciones individuales de los participantes. Esto per-
mite experimentar una mezcla de sentimientos contradictorios.

• Un ritual puede ser definido como un particular proceso de recontextua-


lización. Los rituales generan contextos singulares muy integrativos para
que el discurso y las acciones tengan lugar más allá del ritual en sí mismo,
aunque validando las relaciones que se actualizan en él. Como proceso
de recontextualización, el ritual tiene dos componentes complementarios
que determinan la eficacia del ritual: la definición de un simbolismo espe-
cial y la designación de agentes particulares, personas u otras entidades
79
Ángela Hernández Córdoba

no humanas como espíritus, dioses, ancestros, animales, objetos, textos,


lugares, causalmente imbuidos en una red de vínculos interpersonales.

• Estos dos aspectos del “trabajo” del ritual generan las condiciones en las
cuales, las experiencias y los conocimientos previos y consecuentes de los
participantes pueden ser redefinidas. El tipo de cambio o de reevaluación
mediado por el ritual incluye no sólo a sus protagonistas sino a todo un
conjunto de relaciones, como ya se anotaba con respecto a las conse-
cuencias del matrimonio. El cambio efectuado a través del ritual implica
un cambio definitivo y aquellos que lo realizan no son los mismos de antes.
Sin embargo, en la medida en que tal cambio implica una confirmación de
un conjunto previo de interconexiones entre varias personas y otras enti-
dades involucradas, se corrobora el orden preexistente que se presupone.
Es decir, en el tipo de reevaluación global que se favorece en la acción
ritual, se implican sistemáticamente discontinuidades locales dentro de la
confirmación de continuidades más amplias. Continuando con el ejemplo
del matrimonio, los padres de los novios lo siguen siendo a pesar de que
la forma de relación con su hijo deba cambiar como uno de los efectos del
casamiento.

En síntesis, las acciones rituales proporcionan a los participantes la experiencia


inmediata de nuevas realidades, por medio de pautas estipuladas de actuación
de conductas múltiples, muy evocativas, simultáneas e integrativas, así como
de relaciones ambiguas que implican la condensación de opuestos, basadas en
mecanismos autorreferenciales y en la introducción de agentes especiales e
idiomas específicos (simbolismos); al efectuarse, las acciones rituales proveen
un contexto inasible para la reevaluación de las relaciones que constituyen el
mundo social de los participantes.

Según este punto de vista, un ritual estructura derivas, no tanto por una se-
cuencia preestablecida de conductas (un guión), sino por la configuración re-
lacional de la cual la conducta hace parte. Tal forma relacional subyacente per-
mite a un evento ceremonial dado ser reconocido como tal; al mismo tiempo,
en virtud de sus cualidades sistémicas, acomoda las variaciones históricas y
personales que inevitablemente ocurren. Asimismo, al acentuar el acompasa-
miento de los participantes a los ritmos afectivos y a los efectos escénicos, las
actividades coordinadas generan el tono emocional y la aparición de ciertos
rasgos expresivos emergentes en el curso del ritual.

En esta perspectiva, la eficacia ritual se puede comprender como la emer-


gencia subsiguiente de las relaciones que el ritual actúa. Como resultado de

80
Vínculos, individuación y ecología humana

la participación en el ritual, tales relaciones y sus efectos son más fácilmente


acogidos, en el discurso y en la conducta, como referencias incuestionables
para la evaluación de personas específicas y de situaciones en el mundo más
amplio. En efecto, una vez dicho y hecho, tales ítems evaluativos de discurso
y acción, anclados en la experiencia ritual, toman vida, adquieren su cualidad
autoevidente, diferenciada y naturalizada, la cual se convierte en la marca para
la interacción cotidiana. La acción ritual, si es eficaz, afecta así irreversible-
mente las relaciones ordinarias en formas perceptibles: la conducta evidente
de los participantes testimonia de hecho que el antes y el después no son lo
mismo. Por tanto, el ritual es un asunto serio: su eficacia es muy diferente de
la gratificación que resulta de jugar o de observar un juego o de participar o
de observar un espectáculo.

Así, el compromiso de fidelidad de la pareja, las responsabilidades comparti-


das, los cambios en los vínculos con los padres, con los amigos y con las auto-
ridades gubernamentales, son tanto premisas como resultados de la ceremo-
nia del matrimonio en Occidente, pues lo que hace la irrefutable experiencia
del ritual es darle vida a los principios de esa relación.

Adicionalmente, desde el punto de vista de la estructura de la ritualización,


Knottnerus (1997, p. 262) destaca cuatro factores que determinan este pro-
ceso: prominencia, repetición, homologación y recursos. La prominencia
implica el grado en que la práctica simbólica ritualizada es percibida como
central para un acto, una secuencia de acciones o un conjunto de actos inte-
rrelacionados. La repetición se refiere a la frecuencia relativa con la que se
ejecuta la práctica simbólica ritualizada. La homologación es el grado de simi-
litud percibido entre diferentes prácticas ritualizadas y los recursos materiales
necesarios y disponibles por los actores para desencadenar la practica ritual.
Los recursos pueden ser dinero, tiempo o rasgos personales tales como habi-
lidades de interacción, fuerza física y habilidades intelectuales.

5.2 Funciones de la ritualización

Miermont (1987, 2001) describe las siguientes funciones de la ritualización en


la vida humana:

1. Función de comunicación: la ritualización canaliza los comportamientos


que presentan riesgos de amenaza y de confusión. Desde el punto de
vista cibernético, en el ritual las comunicaciones analógicas se digitalizan y
construyen un conjunto complejo de reglas metalingüísticas no verbaliza-
das que conectan ulteriormente las palabras y las frases con los objetos y

81
Ángela Hernández Córdoba

los eventos. Las informaciones contenidas en los rituales tienen un efecto


anti-entrópico que permite evitar una degradación energética ligada al
riesgo de agresión directa. Los niveles de violencia familiar y social indican
las presiones selectivas que conducen a mantener y a constituir rituales
cada vez más elaborados. Esta función de comunicación es utilizada di-
rectamente en la terapia, por ejemplo cuando el terapeuta busca que la
pareja en conflicto reactive los rituales de sus buenos momentos, cuando
invita a personas atascadas en situaciones de pérdida a realizar rituales de
despedida o a reinstaurar rituales de separación y de diferenciación en las
rupturas de los vínculos.

2. Función de autonomización de las unidades sociales: en los humanos, la ri-


tualización apoya la autonomización de la pareja, la familia y las diferentes
organizaciones sociales, las cuales así definen y afianzan su identidad. Las
ritualizaciones culturales integran y reencuadran las ritualizaciones filoge-
néticas, con todas las variaciones e interpretaciones que constituyen las
escogencias, las normas y las leyes de los diversos grupos humanos. Por
esto la pseudo-especialización de las civilizaciones crece más rápidamente
que la modificación de las especies.

3. Función performativa: los ritos conducen a la constitución de los hechos


de las relaciones y a la construcción de las realidades que les son propias.
El noviazgo, el trabajo, la amistad, transcurren en encuentros ritualizados
que definen y reafirman el carácter de la relación. Asimismo, los ritos de
pasaje aseguran el cambio de estado dentro del mantenimiento de la con-
tinuidad del ser (graduarse, casarse, ser diagnosticado).

4. Función de mantenimiento de la cohesión de los grupos: consiste en aislar


a los que no son miembros, con fines de protección y de supervivencia.
La ritualización cultural es cercana a lo que Bateson llamó el ethos de una
cultura y permite marcar fronteras que garantizan un equilibrio en las
subunidades así constituidas.

5. Función de marcador de los ciclos de vida y de transmisión de valores


intergeneracionales: cada etapa de la vida da lugar a fiestas religiosas o
sociales que reúnen sincrónicamente a varias generaciones. A causa de
duelos precoces, por ejemplo, ciertas familias perturbadas evitan el afron-
tamiento de las ritualizaciones asociadas a la muerte, lo cual lleva a dis-
torsiones a veces considerables de la realidad por parte de los niños que
no vivieron los eventos. Los ritos de pasaje aseguran así la conservación
de las estructuras religiosas y sociales y estabilizan los signos de definición

82
Vínculos, individuación y ecología humana

de las contingencias relacionales. Tienen una función iniciática, por la ins-


cripción de memorias transgeneracionales que instauran lo sagrado, los
mitos familiares y colectivos y la organización de las creencias. Es decir,
la inscripción del individuo en lo social se activa a través de rituales de
pertenencia y de inclusión.

Ya decía M. Eliade (2000, p. 10) que “el término iniciación, en el sentido


más amplio, denota un cuerpo de ritos y enseñanzas orales cuyo propó-
sito es producir una alteración decisiva en la situación religiosa y social de
la persona iniciada. En términos filosóficos, la iniciación es el equivalente a
un cambio básico en la condición existencial; el novicio emerge de su dura
experiencia dotado con un ser totalmente diferente del que era antes de
su iniciación; se ha convertido en otro”.

Por su parte, Luhmann (1998, p. 179) remarca que las ritualizaciones sirven
para traducir las incertidumbres externas en un esquematismo interno inva-
riable que neutraliza así la capacidad de engaño, de mentira y de comporta-
miento discrepante. Las ritualizaciones reducen la complejidad de los sistemas
humanos y por tanto coadyuvan a la absorción de inseguridades e ansiedades,
lo cual explica la incesante creación de ceremoniales y de procedimientos en
cada sociedad.

5.3 Hábitos, interacciones ritualizadas y rituales

No sobra hacer algunas distinciones entre hábitos, interacciones ritualizadas


y rituales, tomando como referente los planteamientos de Stanfield Tetreault
y Kleine III (1990). Los hábitos constituyen conductas rutinarias que se dife-
rencian de los rituales en los siguientes aspectos: 1) los guiones de los actos
habituales pueden ser creados por el individuo o por la cultura y una vez ins-
talados requieren menor grado de conciencia para su ejecución; es decir, se
despliegan mecánicamente. 2) Las secuencias de los rituales son más estruc-
turadas y complejas. 3) El lenguaje analógico de los hábitos emite un mensaje
con su significado más circunscrito, mientras que el ritual, simbólicamente
más rico, conforma una red condensada, multivocal y ambigua de significados;
por tanto, los hábitos no estimulan la misma intensidad afectiva que el ritual.
4) En general, es más fuerte la resistencia a cambiar los rituales que los há-
bitos, pues finalmente en estos últimos predominan las funciones expresivas
e instrumentales y no de construcción de sentido para la coordinación de
situaciones interaccionales para la transformación de sus protagonistas, como
pasa en el ritual.

83
Ángela Hernández Córdoba

Las diferencias entre interacciones ritualizadas y rituales son principalmente


que el ritual cumple instantáneamente sus objetivos de transición de estatus
y de mantenimiento social y es propositivo, en cuanto a que los participantes
buscan intencional y conscientemente esos objetivos inmediatos. Las interac-
ciones ritualizadas se asocian más con la asimilación progresiva de patrones
interaccionales inherentes a esos cambios de estatus, como de soltero a ca-
sado o a divorciado. Por esto se diría que el ritual está más estrechamente
relacionado con movimientos dentro de los sistemas sociales, mientras que
las conductas ritualizadas se asocian más con el cambio o el mantenimiento de
la autopercepción y de la coordinación de acciones en relaciones más particu-
lares. Adicionalmente, el efecto transformativo y simbólico del ritual ocurre
en un tiempo y en un espacio social especial, como condición para que se den
los cambios cognitivos, afectivos e interaccionales instantáneos que permiten
el tránsito al nuevo estatus. Las interacciones ritualizadas, por el contrario,
requieren sólo la actuación privada de un guión orquestado en la relación
particular de los protagonistas.

En síntesis, el ritual es una categoría analítica que describe una interacción


con propósito, en general, socialmente estandarizada, que evoca y comunica
múltiples significados y ocurre en un tiempo y un espacio específicos. No obs-
tante, desde el punto de vista de la pragmática de la comunicación se asume
que una vez las interacciones ritualizadas adquieren el carácter de pautas o se-
cuencias recurrentes que se instalan en las relaciones, tienen efectos similares
a los de los rituales, en cuanto que activan determinados circuitos cognitivos,
afectivos y relacionales, así sea dentro del ámbito de relaciones privadas. Para
identificar las interacciones ritualizadas es necesario dividir las secuencias in-
teraccionales en unidades de sentido que se repiten en el tiempo.

5.4 Tipos de rituales

Hay diversos criterios para clasificar los rituales según las preferencias de los
autores. Algunos usan el criterio temporal, otros sus efectos y otros más la
relación del individuo con el grupo.

De acuerdo con la identificación de ciertos fenómenos característicos de los


rituales, se ha planteado una clasificación adicional en tres perspectivas dico-
tómicas:

1. Solidarista o agonista: un ritual se considera solidarista cuando se le asume


como promotor de integración social y agonista cuando se considera que
el ritual naturaliza y mistifica el orden social, manipulando las emociones
para imponer la permanencia de patrones y rutinas.
84
Vínculos, individuación y ecología humana

2. Configuracional o funcional: es descrito de manera configuracional cuan-


do se enfatiza en la estructura y las dinámicas de los cursos de acción,
mientras que el análisis es funcional cuando el ritual se aborda en términos
de las referencias y consecuencias sociales que le acompañan.

3. Análisis de un solo atributo o del ritual como un tipo específico de acción


colectiva: se puede enfatizar sólo el análisis de un aspecto como la inte-
racción, los símbolos o el poder, mientras que se le categoriza como un
tipo de la acción colectiva cuando se establece la diferencia entre el ritual
y otros tipos de acción, abordando también las problemáticas que surgen
cuando se emplea tal diferenciación (Roth, 1995).

Como lo señala Urrego (2006) en el proyecto “Vínculos, Ecología y Redes”,


los rituales tienden a ser caracterizados predominantemente en términos de
interacciones, con énfasis en los “rituales interpersonales”, perspectiva que
ubica el análisis del ritual como un aspecto de la acción social. Teóricamente,
esta vertiente ha sido muy impulsada por los trabajos de Erving Goffman,
quien se ha apoyado en los desarrollos de la etología, al igual que Jacques
Miermont, y en los trabajos efectuados por Durkheim sobre rituales religio-
sos (Roth, 1995).

Los rituales de paso ocurren una sola vez e introducen una discontinuidad en
el tiempo; son la transformación misma de un vínculo que toma una forma
consagrada, legítima e instituida. Van Gennep (1909) sugiere que el rito de
paso es eficaz no tanto por lo que expresa y significa, sino porque él mismo
opera un cambio real y no sólo simbólico. Todo rito de pasaje hace reconocer
como legítimo un límite arbitrario. Al marcar con solemnidad el paso de una
línea que instaura una división fundamental del orden social, el rito llama la
atención del observador sobre el pasaje, dado que lo importante es la línea
que diferencia entre un antes y un después, entre un status y otro y entre dos
grupos diferentes. Al notificarle a alguien lo que es ahora, el acto solemne de
investidura (de pasaje) produce aquello que designa (“magia performativa”),
generándose un efecto de asignación de estatus que estimula a la persona
promovida a vivir según las expectativas sociales relativas a su rango. Es decir,
el carácter social del rito es lo que constituye su propia eficacia.

Los que implican una repetición, señalan una continuidad y regularidad en el


curso del tiempo. Entre ellos se incluyen los “rituales de intensificación”, los
cuales refuerzan la cohesión del grupo en relación con los acontecimientos
externos, y los “rituales teléticos”, como actos que acompañan el ingreso o la
salida, transitoria o definitiva, de un individuo del grupo. Otro tipo de ritos son

85
Ángela Hernández Córdoba

los “ritos de inversión”, que suponen un cambio de roles dentro de un grupo y


pueden ser de cualquiera de los otros dos tipos. Otra distinción importante es
la de rituales de pertenencia y de inclusión, los cuales corresponden a formas
totalmente diferentes de constitución de los grupos (Neuberger, 2003).

La pertenencia indica simplemente la relación de un elemento con un conjun-


to que lo contiene y al cual él pertenece, como la familia, el club, los grupos
religiosos, las asociaciones profesionales, etc. Los rituales de pertenencia tie-
nen la función de mantenimiento y de cohesión de los grupos, imponen una
solidaridad que genera un efecto de diferenciación del contexto general, más
allá de los sentimientos de simpatía entre los miembros. Algunos son rituales
de pasaje a la pertenencia (conversión religiosa, competencias deportivas para
ingresar a una categoría, exámenes para ser parte de una escuela de pensa-
miento, un partido político, una secta religiosa, etc.). Otros son rituales para
asegurar la permanencia del grupo y consisten en dar garantías de lealtad,
como por ejemplo la participación ritual en reuniones o en ceremonias, con-
formismo a un modelo o a ciertas formas particulares de comunicación verbal
o no verbal que se revelan en indumentarias y comportamientos específicos.
La contrapartida de este esfuerzo de solidaridad es una diferenciación del
contexto general, dada la identidad que el grupo da al individuo, sabiendo que
se puede pertenecer simultáneamente a diversos conjuntos.

Los rituales de inclusión tienen la función de seleccionar sujetos ubicados en


una categoría predeterminada. Se puede hablar de reificación del sujeto en el
sentido de que el individuo se representa y se define a partir de una caracte-
rística parcial; en otras palabras, se le matricula en un grupo. Los rituales de
pasaje a la inclusión son, por ejemplo, el juicio de una persona condenada por
un delito, o el certificado psiquiátrico o psicológico que define al individuo
como peligroso en algún sentido y permite por tanto tomar medidas legales
sobre él. Existen además los rituales de incorporación militar, de escolaridad
obligatoria, de servicio social obligatorio, etc.

La inclusión aísla en un grupo ya constituido, como el cuartel, la clase en la


escuela, el grupo de los discapacitados, de minorías, etc. Esta relación se im-
pone al sujeto sin que él la haya buscado directamente. En contraste con la
relación de pertenencia, la de inclusión no exige ninguna solidaridad entre los
miembros del grupo; más bien algunos la prohíben, como por ejemplo hacer
un sindicato de soldados.

La familia participa de ambos tipos de relación, lo cual da testimonio de la


diversidad contradictoria de sus rituales. Con frecuencia los ritos de pasaje de

86
Vínculos, individuación y ecología humana

una etapa del ciclo vital a otra conjugan los rituales de pertenencia y de inclu-
sión. Las relaciones de pertenencia aparecen hipertrofiadas en las familias con
transacción psicótica y casi completamente ausentes en las familias desligadas
que presentan problemas delincuenciales y de comportamiento. Por tanto,
las primeras se muestran renuentes a toda tentativa de inclusión en el cuerpo
social, mientras que las segundas se infiltran en grupos exteriores (programas
asistenciales, robos con violencia, invasiones, etc.). La aparición de los sínto-
mas revelará necesidades de inclusión en los psicóticos y de reconocimiento
de pertenencia en los problemas de conducta, en tanto que la sociedad se
protege por la inclusión de los excluidos en el primer caso (asilos) y la exclu-
sión de los incluidos en el segundo (prisión).

Como otras formas de expresión simbólica, los rituales son flexibles y, por
muy precisa que sea su articulación formal, son abiertos, variables, modifica-
bles con los cambios del ambiente y esenciales en los grupos multifuncionales,
es decir, los grupos donde las personas desempeñan al mismo tiempo diversos
roles en un espacio limitado (Gluckman, 1962, citado por Boscolo y Cecchin).

5.5 Rituales familiares

Desde mediados del siglo pasado, varios autores ligados sobre todo a la tera-
pia familiar se interesaron por aplicar la noción de ritual a la vida familiar, dado
que los antropólogos se han dedicado más al estudio de los rituales colectivos
que a los de pequeños grupos. Así, en 1950, Bossard y Boll (citados por Wolin
y Bennett, 1984), publicaron en “Ritual in Family Living”, un estudio panorá-
mico sobre la conducta ritual de 186 familias, basado en autobiografías pu-
blicadas y en autorreportes de estudiantes. Remarcaron en sus conclusiones
que estos eventos simbólicos, repetitivos y altamente valorados por la familia
encarnan la cultura familiar y son un indicador del nivel de integración familiar,
gracias a su función de transmisión de valores, actitudes y metas familiares.

En ese mismo sentido, David Reiss (1981) subraya el papel del ritual en el
mantenimiento y perpetuación del “paradigma familiar” o sistema de creen-
cias compartidas, con base en los cuales se configura su estilo interaccional.
Reiss propone que el ritual es un mecanismo primario de la familia para pre-
servar su paradigma y perpetuar sus formas de transar con el mundo.

Por su parte, Wolin y Bennett (1984) identificaron en las familias tres tipos de
rituales: celebraciones, tradiciones e interacciones cotidianas pautadas. Inde-
pendientemente de sus condiciones sociales, culturales y étnicas, observaron
que todas las familias reconocen en las celebraciones ritos de paso asociados

87
Ángela Hernández Córdoba

a transiciones vitales, las cuales adoptan variadas formas según la influencia


sociocultural. Las tradiciones surgen de la historia transgeneracional y las inte-
racciones cotidianas pautadas como rutinas familiares.

Cada familia tiene sus preferencias y su propio estilo ritual. Cada ritual se
refiere a aspectos específicos de la identidad familiar, de modo que las ce-
lebraciones fortalecen su identidad dentro de la cultura de su contexto, las
tradiciones remarcan su idiosincrasia, su cohesión y su continuidad interna, y
las rutinas cotidianas configuran la identidad individual.

Transformación, comunicación y estabilización son tres propiedades de los ri-


tuales que actúan sinérgicamente para configurar, afirmar y mantener la iden-
tidad del grupo familiar. La transformación comienza desde la preparación del
ritual, como periodo transicional asociado a una excitación anticipatoria, so-
bre todo en los ritos de paso. El fenómeno de transformación se relaciona con
la idea de dependencia estado/contexto, en el sentido de que ciertos apren-
dizajes y estados emocionales y de conciencia sólo tienen lugar en determi-
nados contextos, pues los símbolos usados en el ritual inducen determinadas
reacciones y estados de conciencia que favorecen la motivación para repetir
el ritual (por ejemplo, la música de Navidad o las canciones de año nuevo que
despiertan lágrimas y abrazos).

La propiedad comunicativa del ritual se refiere a su carácter emocional y sim-


bólico que permite canalizar reacciones que adquirirían una intensidad inma-
nejable dentro de las interacciones cotidianas, como ya se ha dicho. Las reglas
y la estructura del ritual generan un ambiente seguro para la expresión de ta-
les sentimientos, para su intensificación y subsiguiente descarga, amparándose
en el significado que sus simbolismos les confieren.

En la etapa inicial de conformación de la familia, la emergencia de los rituales


crea y al mismo tiempo refleja el nuevo orden social, aún en las más elemen-
tales rutinas cotidianas, como las de comer o dormir, las cuales exigen de la
pareja el ajuste de las culturas de las familias de origen, con fuerza evocativa
para cada uno, sobre todo cuando en el nuevo sistema son cuestionadas al
entrar en contraste con la del cónyuge.

La observancia de los rituales hace más predecible la vida familiar porque le da


estructura a los eventos y al enfrentar cambios externos le dan a la familia una
forma estable de reconocerse a sí misma. El carácter repetitivo de ciertos ri-
tuales genera la vivencia de estabilidad familiar y los rituales que se mantienen
transgeneracionalmente dan la sensación de inmortalidad, pues a pesar de la

88
Vínculos, individuación y ecología humana

pérdida de miembros, el ritual se convierte en un mecanismo de contención


y de continuidad.

Los rituales estabilizan a la familia en dos aspectos del tiempo: tienen el poder
de conectar la secuencia pasado, presente y futuro y favorecer la permanen-
cia de ciertas características idiosincrásicas, y en el aquí y ahora, son un ancla
que fortalece a la familia y permite a sus miembros moverse entre lo espon-
táneo y lo deliberado, entre lo nuevo y lo conocido.

Wolin y Bennett (1984) hablan también de niveles de ritualización de la fa-


milia, para referirse a las diferencias entre familias con respecto al valor que
le conceden y a la ejecución concreta de rituales, así como a su tendencia a
operar entre lo planeado y lo imprevisto, lo estructurado y lo casual. Ellos han
encontrado que el nivel de ritualización está asociado, por una parte, al com-
promiso subyacente para acudir al ritual para mantener la identidad familiar, y
por otra, a su habilidad para adaptar los rituales a través de las etapas vitales
del grupo y de sus miembros.

Afirman estos autores que las familias con alto nivel de ritualización prestan
mucha atención al pasado y confrontan su situación con las tradiciones fami-
liares antes de emprender cualquier cambio, pues su principal fuente de sen-
tido es la perspectiva histórica. Su organización busca orden y predictibilidad
a través de la participación en grupos altamente estructurados, de iglesias,
deportes o actividades sociales. Internamente están movidos por necesidades
de control y constancia y externamente muestran una alta identificación con
grupos religiosos, étnicos, políticos, etc., que le confieren aún mayor sentido
a sus propios rituales. Estas familias tienden también a preservar su estructura
a través de las generaciones, cuidan la jerarquía intergeneracional y disfrutan
organizando eventos rituales que reafirman su mitología. Un riesgo de estas
familias es que los rituales queden vacíos de sentido.

Las familias con bajo nivel de ritualización están orientadas al presente; poco
se refieren al pasado y muestran poco interés en planes futuros. Tienen pocas
referencias históricas sobre su vida y baja retrospección y anticipación. Su
organización tiende a ser horizontal, las fronteras generacionales son menos
precisas y tampoco cuidan su pertenencia a grupos que fortalezcan su identi-
dad. En situaciones extremas, estas familias muestran un mínimo sentido de
identidad como grupo y en general le reconocen poco valor a las actividades
rituales. Esta tendencia puede ser una reacción ante una generación previa
excesivamente ritualista. Las familias flexibles son capaces de ajustar sus ri-
tuales a los cambios vitales del ciclo de vida, para responder a las cambiantes
necesidades evolutivas.
89
Ángela Hernández Córdoba

Desde el punto de vista clínico, el estudio de los rituales familiares es un ins-


trumento para evaluar el impacto relativo del estrés, comprender a las fa-
milias de acuerdo con su procedencia cultural e identificar sus recursos para
afrontar crisis, sobre todo aquellas que surgen por los conflictos intercultu-
rales entre los miembros de la familia, por razones de género, de edad y de
trayectoria vital.

5.6 Ritualización y conflictos relacionales

En los trastornos psicopatológicos se observan múltiples problemas de la ri-


tualización: los rituales pueden perder su función inicial, vaciarse de contenido
o degradarse por desgaste en el tiempo. Por ejemplo, en el obsesivo toman
una función meramente defensiva de lucha contra la propia angustia y pierden
así su dimensión social para transformarse en ceremoniales estrictamente in-
dividuales e internos. Los esquizofrénicos se sirven como modo de existencia
de para-rituales o meta-rituales, constituidos por todos los residuos habitual-
mente rechazados en los intercambios ritualizados en forma convencional.
Igualmente aparecen confusiones entre niveles de ritualización en todas las
personas en momentos de transformación o en los grupos en instantes críti-
cos de su evolución, dada la presencia de ritualizaciones multi-estratificadas
en la vida social.

Para que la violencia se imponga, es necesario que no haya representaciones


del mundo del otro y que la ausencia de comunicación impida el contagio de
las emociones y de las ideas de los dos; es decir, la ausencia de organización
de la comunicación entre dos seres explica que uno pueda destruir al otro. En
ese sentido, el ritual es un engranaje sensorial entre dos, gracias al cual se pue-
den armonizar los cuerpos, comunicar las emociones e intercambiar las ideas.
Cuando no se puede instaurar el ritual, irrumpe la violencia (Cyrulnik, 1993).

Desde el instante en que el comportamiento de aproximación entre dos per-


sonas ha perdido su forma ritualizada, las emociones intensas y no controla-
das provocan una explosión de posturas y de movimientos que pierden toda
forma y todo sentido, a riesgo de la destrucción de uno de los dos. Como ya
se ha dicho, en los animales sociales, el ritual que sincroniza a los involucra-
dos permite también la sincronización de cada individuo al grupo y así cada
uno toma su lugar biológico, comportamental y emocional, dado que el ritual
constituye una estructura homeostática en cuanto la variación de un elemento
trae consigo variaciones compensatorias en los otros que mantienen el equi-
librio global.

90
Vínculos, individuación y ecología humana

Como dice Cyrulnik (2003), la violencia es un punto de vista expresado por


comportamientos que no tienen en cuenta la existencia del otro. A veces se
trata de organismos de diferentes especies, como el águila y el conejo; otras
veces de organismos afectivos, como el violador que no tiene en cuenta los
sentimientos de la mujer, porque no logra representárselos; o intelectuales,
como el teórico que busca imponer sus ideas reduciendo a los otros al silen-
cio; y sobre todo, de organismos sociales que pueden destruir al otro para
conquistar su territorio o hacer triunfar sus economías.

En los animales que viven en un mundo donde los rituales son organizados
por las emociones, la violencia se controla por los comportamientos. En los
humanos, estos rituales son organizados por las representaciones, de modo
que una teoría o una creencia podrán siempre justificar la destrucción del
otro y provocar así un sentimiento de purificación; esas representaciones se
convierten en un estimulante ideal, perfecto e intangible de la acción.

En el hombre, la representación de un mundo puede existir fuera de toda per-


cepción, mientras que en el animal los dos procesos permanecen asociados.
Una percepción presente evoca un recuerdo que crea estímulos internos;
una especie de “embajadores del pensamiento”. Es nuestra aptitud para vivir
en un mundo de representaciones lo que crea tanto la cultura como nuestra
aptitud para la violencia. El animal permanece sometido a lo real que controla
su violencia, mientras que el hombre trabaja para someterse a la idea que él
tiene del mundo, la cual lo invita a la violencia creadora: destruir un orden
para inventar uno nuevo, pues es del desorden extremo de donde surge el
orden en la naturaleza humana.

Los animales no son violentos en tanto que los procesos biológicos y ecológi-
cos estén equilibrados. Los hombres en cambio son violentos porque tienen
la intención de darse la posibilidad de eliminar aquello que viven en otra re-
presentación. La ausencia de ritual trae el caos, así como la hegemonía de un
ritual trae la destrucción del otro, siendo dos formas de violencia que llegan
a lo mismo.

La única salida es la invención de un ritual de confrontación de rituales que


organice así su reconocimiento recíproco. Este ritual se llama “conflicto so-
cial”, o “debate filosófico”, o “revisión científica”. Su inconveniente es instituir
la incertidumbre, cuando la ilusión de la verdad única genera un gran efecto
tranquilizante: por ejemplo, cuando la existencia de un individuo medieval
transcurría dentro de una comunidad de pertenencia única, hoy en día se
desarrolla al interior de una larga serie de instituciones especializadas que

91
Ángela Hernández Córdoba

van de la guardería al ancianato, pasando por la escuela, el ejército, el trabajo,


las asociaciones, etc. Cada institución con su mito obliga al cuestionamiento
del orden del mundo establecido para los otros y cuando la aceleración de
los cambios no le da tiempo al mito de impregnar de sentido los gestos y los
objetos, la violencia destruye sin reconstruir.

Un mundo sin ritos es un mundo bruto, reducido a la materia, al peso y la


medida; en tanto que un mundo ritualizado instila la historia en las cosas,
les da sentido y nos permite estar juntos. Un mundo sin ritos es un mundo
desagregado donde los individuos insolidarios se golpean, se encuentran o se
oponen a merced de sus pulsiones o de sus necesidades. Por el contrario, un
mundo ritualizado une y armoniza a las personas para hacer un cuerpo social
que los tranquiliza. Pero el exceso de tranquilidad en una cultura que supri-
ma la violencia hará que esta deje de ser creativa y si el ritual se repite por sí
mismo hasta la obsesión, terminará por volverse un acto carente de sentido,
un estereotipo gestual.

Cuando un medio se desorganiza, también desestabiliza el mundo interno y


en ese momento los seres vivos se repliegan sobre sí mismos, de modo que
el cuerpo se vuelve el único objeto del mundo exterior capaz de estructurar
el mundo interior. Por otra parte, la excesiva proximidad impide la formación
del ritual, lo cual explicaría porqué la violencia explota sin contención con los
más cercanos y porqué en todas las culturas, la familia sigue siendo el lugar de
la violencia. Si este pequeño conjunto humano, cimentado por la afectividad,
la sexualidad, la educación de los hijos y las condiciones sociales, organiza un
campo afectivo excesivamente próximo, el ritual pierde su eficacia, pues se
pierden los linderos que demarcan roles y tareas específicas en la interacción
y su naturaleza se confunde y se desvirtúa, como bien lo muestran los abusos
incestuosos. Es por esto que la simple intervención de un tercero instaura la
distancia que favorece la ritualización de los intercambios.

5.7 Psicoterapia, cambio y ritualización

Teniendo en cuenta que la dinámica de los rituales crea nuevas conductas y


estructuras sociales, puede considerarse que dispositivos de cambio como la
psicoterapia operan como rituales. A este respecto, Etienne Dessoy (1997)
considera que concebir la intervención terapéutica como un rito de pasaje,
permite comprender el proceso del cambio discontinuo y tener una línea de
conducción general del tratamiento, centrada tanto en el consultante como
en su ecosistema. Por tanto, la idea de rito introduce una verdadera con-
cepción psicosocial del cambio, dado que a través de él se organiza, por su

92
Vínculos, individuación y ecología humana

interdependencia, el cambio de una persona conjuntamente con el de su co-


munidad de pertenencia.

Corriendo el riesgo de abusar de la metáfora, se podría parafrasear la defi-


nición de Rivière (1995) para describir la intervención terapéutica como un
rito, entendiéndola entonces como un conjunto de conductas individuales y
colectivas que se caracterizan por:

• Ser relativamente codificadas y tener un componente corporal (verbal,


gestual, postural) y un carácter más o menos repetitivo: ésta sería la des-
cripción del proceso terapéutico en cuanto al encuadre y a las técnicas de
intervención a través de las cuales se lleva a cabo.

• Contener una fuerte carga simbólica para sus actores, que serían consul-
tantes y terapeutas, y para sus testigos, que serían en primer término los
remitentes, la familia extensa, la escuela o el contexto dentro del cual haya
surgido el motivo de consulta. Esa carga emocional de malestar es justa-
mente el motor de la intervención y del cambio.

• Basarse en una adhesión, en general no consciente, a valores sociales im-


portantes: como ya se ha mencionado, los problemas surgen precisamente
porque quien los padece encuentra un desfase entre un estado actual y
un estado deseado, relativo a los estándares esperados conforme a sus
expectativas, condicionadas por el entorno inmediato y social más amplio
en donde se desenvuelve.

• No depender de una lógica empírica, ceñida al principio lineal de causa-


efecto para comprender sus efectos, sino acogerse a los diversos princi-
pios de causalidad del pensamiento complejo.

En cuanto a los cuatro polos que propone Rivière (1995) para la estructura-
ción del rito, se diría que en la terapia:

1. El referente es la persona o el ente social que define una situación como


problema, siendo en ocasiones el mismo consultante, pero en otras, los
maestros, los padres o la autoridad judicial, por ejemplo.

2. El efecto de cambio consciente o inconsciente sobre el comportamiento


es en sí mismo la función de la intervención terapéutica.

93
Ángela Hernández Córdoba

3. Los actores involucrados, consultantes y terapeutas, juegan roles especí-


ficos, organizados y jerarquizados dentro del escenario constituido por el
sistema de ayuda que entre ellos integran.

4. Los signos y símbolos por medio de los cuales se expresan los mensajes
en juego estarían representados por las diversas clasificaciones metafóri-
cas y teóricas utilizadas para comprender y redefinir tanto los motivos de
consulta como las soluciones deseadas y el estado al cual quieren llegar
los consultantes.

Asimismo, la secuencia propia de los dramas humanos, descrita por Turner


como Ruptura, Crisis, Redireccionamiento y Reintegración, encarnaría bien el
proceso vivido en la terapia, vista entonces como ese ritual que permite el pa-
saje de una situación de malestar e inadecuación con respecto a diversas ex-
pectativas, a otra donde se vivirá sobre la base de nuevos patrones de relación
con el entorno, teniendo en cuenta que si la psicopatología es un indicador
del estancamiento del proceso natural del desarrollo evolutivo de quien sufre
los síntomas y de su familia como grupo, la intervención terapéutica equivale
al rito de pasaje que favorece el tránsito a la etapa siguiente y su impacto será
evidente en la forma como los consultantes se posicionarán en la comunidad
inmediata.

Se diría que, si bien la estructura de la terapia sistémica breve se asimila a la


descrita para los ritos en cuanto a la progresión de acciones, la reciprocidad
de roles y el efecto prolongado de breves acciones rituales, en cada caso el
ceremonial es específico, aun cuando se ciña a los grandes temas universales
de la vida humana, como son la pertenencia y la exclusión, el prestigio y los
demás condicionantes de la identidad y de la validación personal, y el sentido
de la existencia, siempre interpelado por los efectos azarosos que aparecen
en el devenir de los acontecimientos.

Es interesante destacar de las características del rito profano descritas por


Rivière aquellas más similares a las de la terapia. Se diría que tanto el rito pro-
fano como la terapia:

1. Encuentran su lógica en su propia realización y se satisfacen de su intensi-


dad emocional, sin que necesariamente estén ligados a un mito particular,
sino tan sólo a valores importantes.

2. Producen en su desarrollo una transgresión de límites que conduce a la


asignación de un status diferente al anterior.

94
Vínculos, individuación y ecología humana

3. Operan a través de la acción y la regulan, pero sus operaciones materiales


son reveladoras de operaciones mentales en el juego de los símbolos.

4. Pueden ser reductores de riesgos y generadores de un sentimiento de


seguridad, pero también suscitan ansiedad y novedad.

5. Utilizan modelos de acción que se movilizan dentro de status desiguales,


por lo cual corresponden al orden relacional de la negociación y refuerzan
el vínculo social integrador.

6. Son una respuesta a los cambios y conflictos, porque como descarga


emocional de un juego dramático, operan un cambio durante la fase de la
acción reorientadora.

7. Como ejercicios de comunicación, según una retórica definida, son un


lenguaje con funciones denotativas, expresivas, conativas, pragmáticas,
estéticas, metalingüísticas y posicionales.

No obstante estas analogías, es útil retomar las ideas de Houseman (2003),


quien concluye que si bien la terapia genera efectos de cambio como lo hacen
los rituales de paso, los dispositivos interaccionales de la psicoterapia, caracte-
rizados justamente por su carácter individualizado en cada caso, se diferencian
de los típicos mecanismos rituales y merecen por tanto su propia comprensión.

Adicionalmente, hay que mencionar la utilización de rituales como estrate-


gias terapéuticas, como lo sintetizan Imberblack, Roberts y Whiting (1991).
Esto significa que, reconociendo sus efectos de instauración del cambio, los
terapeutas sugieren actividades con la función de ritos de paso, apropiadas
para familias que se encuentran atascadas y no logran superar eventos vividos
como traumáticos, familias con escaso nivel de ritualización o familias con
rituales insanos que mantienen abusos, violencia y otras modalidades de sín-
tomas. Puede haber rituales terapéuticos directos, como los de despedida del
padre fallecido pero no despedido, por ejemplo, y rituales paradójicos, como
la prescripción invariable sugerida por el grupo de Milán en las familias con
transacción psicótica, para que los padres tomaran distancia y se diferenciaran
de los hijos. También se sugieren rituales para facilitar la organización de fami-
lias reconstituidas que requieren negociar dos culturas, nuevos roles y nuevos
mecanismos de operación como sistema.

95
Ángela Hernández Córdoba

5.8 Ritualización, reflexividad y metacomunicación

Es necesario ampliar las implicaciones de la reflexividad de los procesos de los


sistemas sociales, es decir, la autorreferencia autoprocesal. Hay que partir de
que todos estos son procesos de comunicación y de que toda reflexividad es
comunicación acerca de la comunicación (Luhmann, 1998, p. 401 y ss.). Las
simples secuencias de acontecimientos (grito – puñetazo – nariz rota – gritos
– llega policía – ella es llevada al hospital – él es llevado a la estación de policía)
no son procesos en ese sentido y tampoco pueden ser reflexivos. Tal serie de
acontecimientos puede apreciarse como totalidad y es útil para efectos jurídi-
cos basados en los hechos, pero en sí misma no es reflexiva.

La reflexividad se genera en una estructura autoselectiva de procesos dentro


de los cuales se encadenan los acontecimientos. En cuanto se generan los
procesos, el acontecimiento inmediatamente anterior pierde valor explicati-
vo, pero gana valor de pronóstico, pues el acontecimiento sólo existe en el
proceso gracias a la selectividad de acontecimientos anteriores y posteriores.
La causa de los acontecimientos no debe buscarse en los acontecimientos
anteriores sino en los procesos de los cuales ellos son sus manifestaciones.
Por ello un observador puede ver movimientos, seguir melodías, prever en la
conversación lo que está a punto de decirse, si identifica los procesos reflexi-
vos que dan cuenta de su propia realización y pueden cambiar su estructura
gracias a que ese proceso define qué se incluye y qué se excluye de sí mismo.

En el análisis de los procesos sociales se puede preguntar con qué frecuencia y


en qué condiciones se dan o se incrementan los procesos reflexivos, cómo se
facilitan o se frenan, que consecuencias tienen, etc. Afirma Luhmann (1998),
que en este sentido los rituales son comprensibles si se bloquea cualquier ini-
cio de comunicación reflexiva. La comunicación se mantiene como un proce-
so fijo; los elementos del proceso y su orden se fijan en forma inalterable, las
palabras se tratan como cosas, el presente cuenta pero no se puede corregir
ni en función del futuro ni de las experiencias pasadas. Se pueden comparar
con las trivialidades incuestionables de la vida cotidiana que también eliminan
la reflexividad, pero cumplen con esta función también en las situaciones más
tensas, en donde las reflexiones que dejen paso a los intereses, las dudas o
los temores se excluyen; es decir, en situaciones más problemáticas se aplican
medios comunicativos preestablecidos y a veces artificiales. Por ello las vio-
laciones al ritual no aparecen en esas circunstancias como un mero capricho
personal o una broma, sino como una falta peligrosa que se debe suprimir, en
vez de acudir a la reflexividad.

96
Vínculos, individuación y ecología humana

Un bloqueo similar de la reflexividad se logra dándole una forma solemne a la


comunicación, de modo que así se convence sin dar lugar a dudas o a inter-
pelaciones, función que además cumple la fijación escrita de lo dicho. Pero las
relaciones humanas requieren reflexividad, precisamente si se quiere cambiar
y allí cumple su función la intervención psicoterapéutica, gracias a la cual por
los procesos reflexivos que la caracterizan se rompen las situaciones humanas
que se daban por hecho. A nivel macro social, puede decirse que las socieda-
des que disponen de mucha reflexividad relacionan los factores de contradic-
ción, ligeros y severos, mediante una alta capacidad de recuperación.

5.9 ¿Prácticas o rituales institucionales?

Es interesante contrastar los rituales desplegados en contextos “natura-


les” como la familia y las comunidades con las prácticas institucionales para
abordar un mismo aspecto de la vida social – salud/enfermedad, protección,
educación, inserción social, etc.–, pues si bien ambas formas de organización
son secuencias de interacciones, la implicación personal y emocional, como
también las fuentes de legitimación son diferentes, por lo que asumimos que
generan distintos efectos sobre la subjetivación y las vinculaciones entre los
participantes. En la tabla siguiente se ilustran algunos elementos para este
contraste.

Se espera entonces ilustrar esas distinciones con los hallazgos de las tesis,
a partir de las preguntas siguientes: ¿cómo son los rituales familiares y las
prácticas institucionales identificados en el abordaje de los fenómenos clínicos
investigados? ¿Cuáles los efectos vinculares de tales rituales y las prácticas dis-
cursivas institucionales? ¿Cómo se explica el curso de tales fenómenos? ¿Qué
implicaciones tienen para una psicología clínica compleja?

97
Ángela Hernández Córdoba

Tabla 5. Contraste entre rituales y prácticas institucionales.

Rituales Prácticas institucionales

Consolidar cambios o mantener la


estabilidad en la organización de los
Consolidar cambios o mantener la estabili-
grupos y comunidades de conoci-
dad en la sociedad alrededor de fenómenos
dos, alrededor de hitos inherentes a
humanos construidos desde las versiones dis-
Propósitos la existencia humana, con base en el
ciplinares y legales con el ánimo de cuidar el
sentido atribuido por esos mismos
orden social con base en el poder delegado
grupos a esas circunstancias que se
a autoridades estatales y sociales específicas.
distinguen de la vida cotidiana más allá
de las lógicas racionales.

Epistemes, disciplinas científicas, regulaciones


Saberes Mágicos, míticos, intuitivos, populares
legales

Actores sociales investidos de un po- Actores sociales reconocidos por su conoci-


Oficiantes
der mágico y mítico miento científico, lógico y objetivo

Fuentes de Mitos y efectos pragmáticos del ritual Saber científico, legal y normativo
legitima- sobre las emociones y las relaciones
ción entre los participantes

La aplicación de protocolos de acción y de


Las interacciones mismas del ritual
Explica- técnicas de manera planeada y sistemática,
mediadas por símbolos que a veces
ciones del utilizando artefactos cuyo manejo se aprende
se asocian a actores con poderes para
proceso a través de formaciones estandarizadas, más
movilizar los sentimientos y las rela-
movilizante allá de los aspectos afectivos involucrados en
ciones, sin cuestionamientos lógicos
las interacciones

98
Segunda parte

METODOLOGÍA
Vínculos, individuación y ecología humana

6. LA MODELIZACIÓN DE LA COMPLEJIDAD
COMO MÉTODO DE INVESTIGACIÓN-INTERVENCIÓN
DE LA DINÁMICA VINCULAR

Este capítulo expone brevemente la conceptualización de la metodología de


investigación – intervención y una síntesis de las estrategias metodológicas
implementadas en el proyecto “Vínculos, Ecología y Redes”, a través de las
tesis inscritas en él. Ocho de las tesis se desarrollaron dentro del contexto
de procesos psicoterapéuticos, once como experiencias de investigación-in-
tervención, una incluyó ambas estrategias y otra implementó la investigación
histórica de tiempo actual.

Tal como lo plantea Le Moigne (2002), es necesario explicitar los fundamen-


tos de la modelización como dispositivo de construcción de conocimiento,
ya que las epistemologías y los paradigmas adquieren el valor de un contrato
social que exige la legitimación ética y sociocultural de dicho conocimiento a
través de tres preguntas interrelacionadas: 1) ¿qué es el conocimiento y qué
es conocer? (pregunta epistemológica); 2) ¿cómo se genera el conocimiento?
(pregunta metodológica); y 3) ¿cómo se aprecia su validez? (pregunta ética).
Es decir, para dar cuenta de los procesos de investigación-intervención con
rigor disciplinar y ético, se requiere comprender cómo se construyen estos
artefactos de generación de conocimiento que son los modelos sobre fenó-
menos humanos complejos, en los cuales se basan las intervenciones que in-
ciden directamente en la construcción de sentido y en la organización vital de
individuos, familias, instituciones y comunidades.

Esto significa que en este proyecto se modelizan, por una parte, la concep-
ción de los fenómenos clínicos abordados a través de la perspectiva eco-eto-
antropológica de la dinámica vincular y, por otra, las estrategias metodológicas

101
Ángela Hernández Córdoba

para poner en marcha los procesos de investigación-intervención, sabiendo


que dichos fenómenos emergen y se transforman en contextos familiares,
institucionales y sociales complejos.

6.1 La noción de modelización

La atención que las culturas científicas le dan a este concepto de modelización


es reciente. Los diccionarios corrientes aun lo ignoran, mientras conservan
el concepto de modelo, cuyo uso en el discurso científico es ya centenario.
Como todas las disciplinas han adoptado la noción de modelo y designan los
modelos con el nombre del fenómeno que “modeliza” o con el de su “inven-
tor”, se ha convertido en una de los conceptos básicos de la interdisciplinarie-
dad, el cual a la vez la ha hecho posible y plausible. Por ejemplo, en el campo
de la terapia sistémica, hablamos de los modelos estructural, estratégico, de
Milán, del Modelo Circumplejo de Olson, etc., y a través de ellos intercambian
percepciones acerca de las familias entre trabajadores sociales, psicólogos,
educadores, médicos, enfermeros, abogados, etc.

La palabra “modelización” se usa en francés desde 1975 y la palabra “mode-


lling”, en inglés, desde 1965 (J.L. Le Moigne, 2002, 1995, 1985). La modeli-
zación se ocupa de describir y organizar los procesos de elaboración de un
modelo y es en sí una construcción intencional a partir de la experiencia vivida
por el sujeto que modeliza, a través de ese mismo sistema de símbolos que
es el modelo. Esta circularidad en espiral entre el proceso de generar conoci-
miento y los modelos construidos, es una de las características de la lógica del
constructismo y del construccionismo social, en cuanto sistemas epistemoló-
gicos que fundamentan este proyecto.

En nuestro caso, esto quiere decir que los problemas de investigación-inter-


vención elegidos por los autores de las tesis estaban todos referidos a su ex-
periencia clínica y laboral y la manera de abordarlos requirió una construcción
que comenzó con la revisión y el desmenuzamiento de sus propias vivencias,
mitos y epistemes respecto al problema y a sus motivaciones para explorarlo;
esto implicó hacer explícitas las razones personales, institucionales, políticas e
investigativas para estudiar el fenómeno elegido, a través de cuestionamientos
autorreferenciales en los equipos de tesis y de conversaciones con los actores
profesionales en los contextos institucionales en donde se adelantaron los
estudios, con el fin de reconocer desde el principio cómo las condiciones en
cada uno de estos ámbitos se constituían en marcadores del contexto y del
alcance de cada investigación. Con base en este razonamiento se empezaron
a distinguir los cuatro grandes sistemas sociales en los cuales se agruparon las

102
Vínculos, individuación y ecología humana

tesis: sistema de salud, sistema de protección ante la vulnerabilidad social y la


violencia familiar, sistema familia-escuela y sistemas de bienestar y reinserción
social ante efectos de la violencia política.

Al aceptar que un modelo es una construcción intencional, se asume como


principio epistemológico que es imposible que el observador sea objetivo y
neutral, y por tanto la garantía de la relevancia social y de la ética de la inves-
tigación-intervención depende de la capacidad de dar cuenta de los marcos
de referencia del investigador para organizar las acciones que propone a los
sujetos, más aún cuando en nuestro caso se pretende que la investigación-
intervención sea a la vez un proceso de cambio y un aporte al mejoramiento
de la vida de los participantes.

Se distinguen dos concepciones de la modelización: la una, reducida a la apli-


cación de modelos formulados en lenguaje lógico-matemático, y la otra, ligada
al proceso de elaboración de modelos por dispositivos heurísticos2. Tal distin-
ción reenvía a dos opciones epistemológicas que legitiman en forma diferente
la cientificidad de los modelos y de la modelización.

La primera postula la existencia de “hechos” dados directamente en la con-


ciencia, pertenecientes a la naturaleza de las cosas y no a la mente de los
hombres. Aquí, el modelo no es sino la representación más o menos correcta,
aproximativa o simplificada, de tal o cual armonización de esos “hechos”, en
lo posible en una “larga cadena de explicaciones simples”. El modelo es así
legitimado por la “realidad” observable o experimentable de esos hechos, la
cual se presume independiente del observador que la describe (objetividad).
Esta concepción “ontológica” del modelo –más que de la modelización–, con
frecuencia llamada “platoniana”, es la que conservan los epistemólogos natu-
ralistas, positivistas y realistas (N. P. R.), quienes no distinguen la concepción
inicial del “hecho” que a su vez legitima el modelo que lo representa; en otras
palabras, operan sobre una concepción de la mente como un espejo que re-
presenta fielmente la realidad. Evidentemente, este no es el camino que toma
la modelización de la dinámica vincular que aquí nos ocupa.

La segunda opción parte de la hipótesis de que los “hechos”, para ser tales,
deben haber sido construidos. No se toman por “dados” necesariamente y el
2 La heurística es un razonamiento que conduce, de manera plausible pero incierta, a un resultado
esperado pero también incierto, en tanto que el algoritmo conduce en forma certera al resultado
esperado. La heurística se basa en árboles de decisión de los cuales se van podando las ramas su-
perfluas; en nuestro caso esa poda se hace con base en criterios conceptuales y contextuales que
permiten diseñar estrategias de intervención. Conscientes de sus límites en cuanto a predictibilidad,
los métodos heurísticos se consideran más respetuosos de la realidad humana (Miermont, 1987,
2001).
103
Ángela Hernández Córdoba

modo de su construcción hace parte de su definición y de su interpretación,


es decir, corresponde a la concepción “fenomenológica” del modelo. El mo-
delo del hecho se engendra por “la modelización del hacer que engendra el
hecho”. Modelización creada, porque el modelo no se tiene como dado por
la realidad, sino construido con la ayuda de artefactos simbólicos de un mo-
delizador, en interacción constante con los demás sujetos que participan en
la investigación-intervención. Es decir, dependiendo de lo que hagamos para
crear conocimiento y de los instrumentos para hacerlo, surgirán diferentes
hechos y diferentes fenómenos.

Esta aclaración es de vital importancia en este proyecto, porque supone que


todos los fenómenos que se estudian, aunque correspondan a diagnósticos
específicos o a realidades sociales en apariencia evidentes, como la depresión
o la reinserción social de personas desvinculadas de grupos al margen de la
ley, son aquí deconstruidos y re-construidos a la luz de la dinámica vincular.
Se asume además que el tránsito de los sistemas participantes por el pro-
ceso de investigación-intervención los transformará y la modelización debe-
rá entonces dar cuenta de cómo es ese proceso, del cual surgirá una nueva
comprensión y una nueva vivencia que generará a su vez una nueva mirada-
construcción de ese fenómeno complejo.

Los modelos, en cuanto sistemas de símbolos, conjugan formas (Sintaxis) que


a la vez informan (Semántica) y transforman (Pragmática) los fenómenos don-
de se ponen juego, considerados fenómenos inteligibles y por tanto comuni-
cables, programables y transformables. La dinámica vincular activada por los
ritos, los mitos y las epistemes como sus operadores inherentes, constituye
entonces en este proyecto un modelo base que sirve como lente y como
dispositivo para apreciar y para transformar fenómenos clínicos que hasta el
momento han sido, en su mayoría, construidos con categorías estatizantes,
propias de las epistemologías naturalistas, positivistas y realistas, dentro de
las cuales, los modelos propuestos terminan siendo apenas una opción de
clasificación y de denominación del sufrimiento humano, supuestamente dado
por hechos reales y no por el sentido que le atribuimos, tal como se plantea
desde las epistemologías de tipo constructivista, genético y pragmático desde
las cuales pretendemos operar.

Esa capacidad simultánea de conocer y de trasformar los fenómenos que a la


vez emergen y se crean es el principal interés de acogernos a esta concepción
inventiva y pragmática de la modelización, la cual nos invita a estar mucho
más atentos que antes a la calidad de los modelos con los cuales razonamos,
a fin de generar conocimientos pertinentes y éticamente relevantes para el

104
Vínculos, individuación y ecología humana

contexto en donde surgen y al cual deberán devolverse como comprensiones


y como dispositivos de intervención de las problemáticas que los aquejan.

6.2 La modelización como metodología de los conocimientos constructibles

Tal como lo plantea Le Moigne (op.cit.), la modelización es posible si obedece


a dos principios y a cuatro tipos de hipótesis:

1. El principio de la modelización sistémica: se diría que la modeliza-


ción sistémica es heredera de la “inventio” de la retórica de Aristóteles
a Cicerón y de la ingeniosidad cognitiva sugerida por el “Ingenium” de
Vico, ya que, ordenada por el proyecto o la intención del modelizador,
la modelización describe una acción en su contexto, entendiéndola en su
irreductible complejidad.

La modelización expresa esa meditación del sujeto sobre el objeto que


toma siempre la forma de proyecto, a la vez teleológico (¿con cuál finali-
dad?), proyectivo (¿para vivir qué?) y fenomenológico (¿cuáles acciones y
vivencias?). La modelización sistémica difiere de la modelización analítica
en que privilegia la modelización del “acto” y no de la “cosa”. En vez de
preguntarse ¿de qué está hecho? y de responder con una lista exhaustiva
que cierra el sistema, parte de la pregunta ¿qué hace, cómo y por qué?,
manteniendo siempre el sistema abierto, porque la identificación de sus
modos de operación y sus finalidades no pretende ser exhaustiva, ya que
reconoce el indefectible movimiento de los sistemas vivos.

En el terreno de la investigación en psicología clínica esto significa que


el modelizador se mueve en forma recursiva entre la conversación di-
recta y reflexiva con los participantes de la investigación-intervención y
una metaposición para apreciar ese mismo proceso del cual participa;
no obstante, ese ir y venir no es exclusivo del investigador-interventor,
sino que en ese transcurso, los diversos actores también asumen en su
momento metaposturas que realimentan las comprensiones y los cam-
bios pretendidos, diferenciándose así diversos ámbitos de observación
y de movilización de acuerdo con las intenciones e intereses de los ac-
tores involucrados, en bucles recursivos de creciente complejidad, de
los cuales se espera que den cuenta las investigaciones. Por ejemplo, los
consultantes podrán centrarse en la comprensión de la evolución de su
propia problemática y en sus relaciones con los agentes de intervención,
mientras los actores institucionales podrán enfocarse en la eficacia de sus
relaciones de ayuda, y los autores de las tesis en la comprensión pano-
rámica desde la perspectiva de vínculos de toda esa dinámica organizada
alrededor de una problemática específica.

105
Ángela Hernández Córdoba

Lo anterior se debe a que el razonamiento del autor del modelo puede


ser inteligible y comprensible y dar cuenta de las variadas formulaciones
que ofrece de los problemas y de las propuestas de solución, según una
forma de pensar que opera por conjunción más que por disyunción; es
decir, pensando que la comprensión implica la inclusión de “esto y lo otro
y aquello y…”, en vez de la elección excluyente de esto o lo otro como
principio explicativo causal.

En ese sentido, la modelización sistémica se expresa “como” estrategia y


“por” una estrategia, por medio de la elaboración deliberada de esque-
mas directores de la acción, de planes de concepción inteligente, capaces
de suscitar y reconocer propiedades emergentes. Es decir, la modeliza-
ción sistémica permite la invención de acciones posibles y la evaluación
de sus efectos no intuidos.

2. El principio de la acción inteligente: esta noción tiene sus orígenes


en las ideas de J. Dewey, quien designaba como “acción inteligente” el
proceso cognitivo por el cual la mente construye una representación de
la disonancia que él percibe entre sus comportamientos y sus proyectos
e intenta inventar algunas respuestas o planes de acción susceptibles de
restaurar la consonancia deseada. El principio de acción inteligente dice
entonces que la razón humana puede elaborar y transformar represen-
taciones inteligibles de esos fenómenos de disonancia-consonancia, para
inventar respuestas en forma de acciones inteligentes y adaptadas a la re-
solución de tales disonancias cognitivas; entendiendo la adaptación como
acoplamiento ecológico y no ideológico, en función de la preservación de
la vida y de la construcción del sujeto en la convivencia protectora.

En este sentido, la investigación-intervención sistémica obedece a este


principio, en cuanto es un dispositivo social para afrontar problemáticas
propias de la psicología clínica, cuya esencia es justamente esa distancia
entre el malestar experimentado y el bienestar deseado por quienes par-
ticipan en su ejercicio.

Los procesos cognitivos así activados son modos de razonamiento dialé-


ctico medios-fines, que privilegian el examen de experiencias anteriores
que aportan modelizaciones heurísticas plausibles bajo la forma del ra-
zonamiento abductivo. Estos procesos juegan con la complejidad de la
forma y del sentido, de la palabra a la metáfora y de la esquematización
del conocimiento así construido, obedeciendo a criterios de factibilidad
y no de verdad.

El principio de acción inteligente permite construir conocimientos facti-


bles, a través de sistemas de signos –modelos-, de modo que el mode-
lizador se ve reinvestido de la responsabilidad sociocultural de escoger
106
Vínculos, individuación y ecología humana

aquellos que enseñará o comunicará. No podrá decir que sus conoci-


mientos son “demostrados” en el sentido de la lógica clásica, sino que son
“argumentados” y a la vez constructibles y reproductibles, prestándole
su inteligibilidad al interlocutor previamente informado de las hipótesis
epistemológicas que legitiman esta argumentación dialéctica y tentativa.
Esta sería entonces la fundamentación de la validez de la investigación
generada en el proyecto institucional con base en la modelización.

3. Las hipótesis fenomenológica, teleológica, de emergencia y enactiva.


La modelización como método de construcción de conocimiento opera
por la conjunción de cuatro hipótesis complementarias: fenomenológica,
teleológica, de emergencia y enactiva.

La hipótesis fenomenológica fue propuesta por Piaget desde 1937 en su


texto La construcción de lo real en el niño, al afirmar que “la inteligencia, y
por lo tanto la acción de conocer, no comienzan ni por el conocimiento
de sí mismo ni de las cosas en cuanto tales, sino por su interacción; es
orientándose simultáneamente hacia los dos polos de esta interacción
que la inteligencia organiza el mundo, organizándose a sí misma”. Pue-
de denominarse también hipótesis interaccionista, según la cual lo real
conocible es un real en actividad que experimenta el sujeto y ese sujeto
se construye por esas mismas representaciones simbólicas (esquemas,
cifras, letras, fonemas, etc.). Nada está hecho; todo se construye.

La hipótesis teleológica implica que al atribuirle al sujeto conocedor un


rol decisivo en la construcción del conocimiento, es necesario contem-
plar su intencionalidad y su finalidad, pues ellas actúan como organizado-
ras del comportamiento del sistema. Esta hipótesis postula el ejercicio
de un sistema de finalidades potencialmente activable, aunque no explica
las formas de actividad de dicho sistema. Lo importante es que el mode-
lizador explicite cuidadosamente las finalidades a las que pretende refe-
rirse cuando construye los conocimientos enseñables que considerará y
comunicará.

La hipótesis de la emergencia plantea la actividad del sistema como pro-


ducto de su propia autoorganización (Morin, 1977).

M. Parenthoën y J. Tisseau (2005) consideran también la hipótesis enac-


tiva como fundamento conceptual de la modelización. Recuerdan que la
enacción es la convicción según la cual, la cognición, lejos de ser la re-
presentación de un mundo prefabricado, es el advenimiento conjunto de
un mundo y de un espíritu a partir de la historia de las diversas acciones
que realiza cada ser en el mundo (Maturana y Varela, 1980). El mundo
es entonces un acoplamiento estructural de entidades que lo crean y lo

107
Ángela Hernández Córdoba

configuran por sus propias actividades. Desde esta perspectiva, la mode-


lización asume tres supuestos compatibles con el proyecto institucional:

1. La modelización proviene de una praxis humana (acción con inten-


ción): la investigación-intervención se ubica en un campo profesional
cuya finalidad es la resolución de problemas de salud mental y el
mejoramiento de la vida relacional y subjetiva de los consultantes.

2. Los fenómenos son modelizados en tanto entidades autónomas:


por construcción, los fenómenos clínicos son diferenciables unos de
otros, aunque justamente en su investigación-intervención pueden
cambiar sus condiciones características.

3. Las interacciones entre modelos pasan por un medio que es creado


y toma forma por la actividad misma de los modelos: los referentes
y los contextos de investigación-intervención surgen de su propia
modelización y se modifican al ponerla en juego.

En otras palabras, estas hipótesis conectan recursivamente el observador-


interventor, el contexto generador del fenómeno y las intencionalidades de
todos los actores involucrados, en procesos en espiral que apuntan de hecho
a la generación de nuevos fenómenos.

En el proyecto institucional, estas hipótesis operan en conjunción en varios


órdenes:

• El orden de la comprensión de lo psicopatológico y de los problemas re-


lacionales objeto de intervención, por cuanto los trastornos pueden verse
tanto como funciones y como finalidades, en un proceso recursivo que se
puede modificar a través de la investigación-intervención.

• En el orden del diseño de la investigación-intervención, porque el investi-


gador-interventor organiza su estrategia a partir de hipótesis y de presu-
puestos sobre las problemáticas y sus movilizaciones; al poner en acción la
estrategia de investigación-intervención con los sujetos incluidos, no pre-
tende ponerla a prueba, sino que propone un contexto donde probable-
mente se re-crea el fenómeno y surgen nuevos fenómenos. De hecho, los
trabajos de grado asumen que encontrarán como terreno generador del
fenómeno abordado una dinámica particular que se activará hacia el cam-
bio a través del proceso de investigación-intervención, pues los objetivos
de las tesis están basados en hipótesis de emergencia y de transformación
de los problemas clínicos.

108
Vínculos, individuación y ecología humana

• En el orden del impacto de los resultados de la investigación-intervención,


en cuanto a que si el contexto de intervención transforma el fenómeno
transformándose a sí mismo, surgen interrogantes sobre la pertinencia éti-
ca y social de los sistemas de ayuda, cuando la estructura pétrea de las
instituciones no se compadece de la movilidad de los actores humanos que
acuden a ella y puede anular casi toda dinámica posible.

Con base en lo dicho hasta ahora, puede decirse que, acudir a la modeli-
zación sistémica como fundamento metodológico del proyecto institucional,
garantiza de hecho el cumplimiento de su cuarto objetivo, formulado como
aportar a la deconstrucción y reconstrucción de los marcos paradigmáticos y
conceptuales que sustentan las modalidades de comprensión e intervención
de las problemáticas abordadas, con el fin de generar aproximaciones trans-
disciplinarias, intra e interinstitucionales.

6.3 Sistemas de ideas –teorías–, sistemas de símbolos –modelos–,


explicación y comprensión

Sin el ánimo de abordar exhaustivamente estas ideas, sí es pertinente hacer


una primera aproximación a las conexiones entre construcción de teoría y
construcción de modelos, en relación con los mecanismos para comprender
y explicar los fenómenos clínicos.

Morin (1992, p.132 ss.), en su capítulo sobre los “sistemas de ideas”, el cual
comienza con el sugestivo subtítulo “Organización y etología de las ideas”,
afirma lo siguiente:

un sistema de ideas es constituido por una constelación de conceptos


asociados de forma solidaria y cuya disposición es establecida por los
vínculos lógicos (o aparentemente tales), en virtud de axiomas, postu-
lados y principios de organización subyacentes; un sistema tal produce
en su campo de competencia enunciados que tienen valor de verdad y,
eventualmente, predicciones sobre todos los hechos y eventos que en él
deben manifestarse.

Con base en ello, se diría que la propuesta eco-eto-antropológica de los vín-


culos propuesta por Miermont y que funciona como base del proyecto institu-
cional, puede tener el estatuto de una teoría. Eso sí, considerando con Morin
que, como teoría abierta, es ecodependiente; depende del mundo empírico al
que se aplica y para vivir metaboliza lo real. Es un tipo abierto de autoorgani-
zación que acepta la crítica en el marco filosófico, pero debe también aceptar

109
Ángela Hernández Córdoba

el principio de su biodegradabilidad en el marco científico; porque toda teoría


abierta tiene que aceptar la idea de su propia muerte.

Un sistema de ideas posee cierto número de caracteres auto-eco-organiza-


dores que aseguran su integridad, su identidad, su autonomía, su perpetua-
ción y le permiten metabolizar, transformar y asimilar los datos empíricos que
dependen de su competencia. Se reproduce a través de los espíritus/cerebros
en las condiciones socioculturales que le resultan favorables y puede tomar la
suficiente consistencia y potencia como para retroactuar sobre los espíritus
humanos y sojuzgarlos.

Como dice Morin (p. 208), “lo que organiza las teorías y utiliza la lógica es
translógico; es decir, atraviesa y ensarta los enunciados lógicos como las bro-
chetas... pero la invención, la creación teórica y la aptitud imaginativa son
translógicas”. Porque allí donde aparece el sujeto, reaparecen las condiciones
bioantropológicas y psico-histórico-sociales de producción y de organización
de la teoría y de la lógica, que conducen entonces a la necesidad de acudir a la
comprensión para dar cuenta de los fenómenos que se generan.

En el proyecto institucional, desde una visión de complejidad, necesitamos


incluir el mundo de la comprensión, conectando de manera dialógica y estra-
tégica la explicación, comprensión y abducción. El razonamiento abductivo se
asocia con el carácter de cazador del ser humano, pues la estrategia de caza
es un proceder que anticipa el movimiento de la presa para capturarlo. En ese
sentido, la abducción es un modelo indiciario, que se construye en la contin-
gencia de la lucha por la supervivencia y en la necesidad de distinguir por los
detalles; por esto atraviesa toda la gama de experiencias humanas, desde el
enamoramiento hasta la distinción por huellas digitales, pasando por la me-
dicina, en donde la abducción es fundamento de la diagnosis y la prognosis,
y naturalmente la psicoterapia, en donde la más mínima expresión se vuelve
significativa como posible punto de bifurcación en la conducción del proceso.

El razonamiento abductivo es un modelo semiótico de lectura que se enfrenta


con las pretensiones de universalidad abstracta del conocimiento científico,
pero se mantiene vigente en las interacciones de la vida. Este paradigma indi-
ciario concibe el proceso de la existencia como un camino de señales, signos,
íconos y símbolos, es decir, de significación continua.

Toda relación con el mundo genera un proceso de significación o de semiosis


ilimitada, vislumbrando las conexiones naturales de un fenómeno, a través
de un proceso casi adivinatorio que conjuga los hechos y conjetura con ellos,

110
Vínculos, individuación y ecología humana

como ocurre con el efecto emocional que genera la música orquestal, que no
depende de la individualidad sonora de cada instrumento sino de su particular
conjugación.

El proceso abductivo permite articular las formas conceptuales con los modos
intuitivos del pensamiento, de tal manera que inducción y deducción toman
la forma de procesos más que de resultados. Según Peirce (Sebeok, 1989),
la abducción es el único tipo de argumento con el que surge una nueva idea.
Porque en su concepto, ni la inducción ni la deducción pueden aportar la más
mínima información a los datos de la percepción y las meras percepciones no
constituyen ningún conocimiento aplicable a ningún uso práctico o teórico.
Por tanto, el conocimiento se hace por vía de la abducción. En este sentido, la
abducción se apoya en la percepción inconsciente de conexiones entre aspec-
tos del mundo, o en otros términos, comunicación subliminal de mensajes.

También la abducción aparece asociada, o mejor, produce cierta emoción, lo


cual la diferencia de la inducción y de la deducción:

La hipótesis viene a cambiar una complicada maraña de predicados sobre


un tema, por una concepción simple. ... En una inferencia hipotética, esta
sensación compleja es reemplazada por una única sensación de mayor in-
tensidad, que pertenece al acto de formular la conclusión hipotética. Ahora
bien, cuando nuestro sistema nervioso está excitado de manera compleja,
existiendo relación entre los diferentes elementos de la excitación, el re-
sultado es una única perturbación armoniosa que se llama emoción (Se-
beok y Umiker-Sebeok, 1987, p. 35).

El proyecto institucional apuesta por un proceso constructivo de hipótesis


abductivas que juegan, todo el tiempo, con las conjeturas en un mundo per-
ceptible de posibilidades, en proceso de lectura y relectura continua de los
indicios y su conexión permanente. Se trata de un razonamiento que descarta
y anticipa, y a la manera de la navaja de Occam, se queda con las conexiones
más relevantes de los hechos de tal manera que la acción se dirige y se re-
orienta conforme se interpreta y se actúa. De esta forma se movilizan simul-
táneamente mitos y epistemes a través de la interacción psicoterapéutica que
acoge ciertas características del ritual.

Se diría entonces que el razonamiento abductivo en terapia conduce la con-


versación en función de la creación de una versión que alivia y modifica una
experiencia insatisfactoria que motiva la intervención, gracias a que los consul-
tantes delegan en el terapeuta un cierto poder para que les ayude a encontrar

111
Ángela Hernández Córdoba

lo que hasta el momento no han podido encontrar por sí mismos (Hernández,


2006).

Todo esto, asumiendo con Morin (1988) que inteligencia, pensamiento y


conciencia actúan como dimensiones interdependientes en el desarrollo del
proyecto institucional; la inteligencia como arte estratégico, el pensamiento
como arte dialógico y de concepción y la conciencia como arte reflexivo. La
inteligencia opera tanto en la Praxis –actividad transformadora y productora–,
como en la Techné –actividad productora de artefactos– y en la Theoría –co-
nocimiento contemplativo/especulativo–. Estas tres dimensiones se conjugan
en los procesos de modelización y de comprensión de los fenómenos clínicos,
reconociendo que como cada individuo no conoce sino una porción del con-
junto de conocimientos, es la cohabitación de sujetos que aportan sus cono-
cimientos locales lo que permite aproximar los fenómenos a su conocimiento
complejo.

6.4 Noción de investigación-intervención

La noción de investigación–intervención corresponde a un ejercicio de gene-


ración de conocimiento en la acción. Vista como un enfoque, se ha considera-
do muy apropiada para el desarrollo de este proyecto, pues si la psicoterapia
y la psicología clínica se constituyen en un conjunto de prácticas relacionales
conducidas por el psicólogo, su comprensión depende no sólo de una epis-
temología del conocimiento sino de una epistemología de la acción, la cual
trasciende las concepciones de la psicología como disciplina; más aún si, como
se asume en este proyecto, los fenómenos clínicos se abordan dentro del
terreno de la intervención y no en su ámbito natural y el psicoterapeuta-
investigador se inscribe simultáneamente en una relación de prescripción y
de investigación, con unos consultantes que son a la vez sujetos adscritos a un
grupo por su problemática particular.

En otras palabras, a través de la investigación-intervención se construye cono-


cimiento científico en la interacción entre sujetos e investigadores-interven-
tores en un terreno específico. Como dice Hatchuel (1994, citado por David,
2007), la investigación-intervención es un espacio empírico de co-concepción
y de acción social que respeta los principios de:

• Isonomía: concesión de igual atención a los puntos de vista los diferentes


actores.

112
Vínculos, individuación y ecología humana

• Inacabamiento: es imposible especificar por completo el avance y los re-


sultados de la investigación.

• Doble nivel de interacción: dispositivo de intervención y dispositivo de


conocimiento.

Otros principios:

• Coherencia entre epistemología y acción.

• Cientificidad: no tanto como investigación de la “verdad”, sino de relevan-


cia social.

Generar conocimiento en la acción implica el ejercicio simultáneo de leer y


actuar en la realidad problema con la cual se trabaja y de adoptar una metami-
rada para dar cuenta del proceso que se moviliza en la intervención, intentan-
do explicar los efectos previstos e inesperados en todos los participantes en
estas actividades, incluidos los operadores, con lo cual surgen además nuevas
comprensiones del fenómeno.

Esta generación de conocimiento pretende tener también un carácter parti-


cipativo, en la medida en que los consultantes son actores protagónicos en la
definición de los problemas que se pretenden resolver para garantizar que los
efectos esperados correspondan a soluciones pertinentes a las condiciones
del contexto y no sólo a las teorías que orientan la acción. Esto porque se
parte del principio de la que la ética de la intervención no depende sólo del
rigor metodológico y científico, sino sobre todo de la relevancia social de las
acciones profesionales.

La validación de los resultados de la investigación–intervención debe incluir la


verificación con los sujetos participantes de la fidelidad con la que se sienten
comprendidos y de los efectos que les ha dejado la experiencia.

113
Vínculos, individuación y ecología humana

7. MODELIZACIÓN DE LA
INVESTIGACIÓN–INTERVENCIÓN EN LAS TESIS

Este capítulo describe sintéticamente el proceso de modelización de la inves-


tigación–intervención recorrido por las veinte tesis analizadas, destacando los
aspectos comunes y las vicisitudes específicas que enriquecen la comprensión
de las condiciones de implementación de esta metodología en el terreno con-
creto de trabajo de los investigadores.

El proceso de modelización de todas las tesis se acoge, además de los concep-


tos metodológicos expuestos en los capítulos precedentes, a unos principios
generales que pretenden dar coherencia a la investigación en la Maestría, los
cuales se exponen a continuación.

7.1 Principios operativos del Plan de Investigación de la Maestría

Los principios que orientan el Plan de Investigación de la Maestría en Psico-


logía Clínica y de Familia (Estupiñán, Hernández y Bravo, 2006) sugieren un
estilo y una pragmática coherente con el paradigma, no como parámetros
normativos, sino como principios de actuación que cada proyecto apropia y
actualiza en un sentido hermenéutico. Tales principios son los siguientes:

• Contextualización: los fenómenos investigados son construidos recono-


ciendo la naturaleza ecológica de los vínculos, de modo que son los es-
pacios institucionales y de relación socio-cultural los que constituyen el
contexto de interacción susceptible de ser modelizado, pues es allí donde
surgen las hipótesis y las preguntas de la investigación específicas, con-
trastadas y complementadas con las perspectivas y los hallazgos de otros

115
Ángela Hernández Córdoba

autores. Se entiende que en todo contexto hay unos marcadores histó-


ricos, antropológicos e institucionales que enmarcan las conversaciones
en el aquí y ahora de los encuentros de la investigación–intervención y se
ubican con respecto a estos en una jerarquía recursiva que les da sentido.
Por esto, dentro del proceso de modelización se considera trascendental
la definición del contexto de investigación–intervención desde el inicio del
proceso.

Adicionalmente, los trabajos de grado se realizan dentro de procesos de


intervención psicoterapéutica o de investigación-intervención, en cohe-
rencia con los objetivos de la formación y con el espíritu ecosistémico,
constructivista, construccionista y complejo de la Maestría.

• Reflexividad: el proceso de investigación sitúa a los participantes como sis-


temas reflexivos capaces de direccionar y de recurrir a posibilidades no
previstas en función de una ecología de la acción, que pone en movimiento
tiempos y espacios para el ejercicio investigativo e interventivo. De esta
forma, la reflexividad trae consigo el cierre del sistema que genera cada
tesis, lo cual permite caracterizar las dinámicas en juego en un espacio
eco-eto-antropológico y a su vez la apertura comprensiva de los cambios
esperados pero no definibles de antemano. Este principio se asocia a la
permanente vigilancia ética de la investigación-intervención, de modo que
se monitorean todo el tiempo los efectos de dicho proceso sobre todos
los participantes, porque más allá de la generación de fría información
científica, esta forma de investigar se hace responsable del impacto de las
acciones profesionales y considera que el rigor de la investigación consiste
precisamente en dar cuenta de las vicisitudes de los procesos humanos
involucrados en estos proyectos.

• Autorreferencia: la autorreferencia como mecanismo de investigación-


intervención es un proceso de modelización de las acciones y de los pro-
cesos de conocimiento y de interacción, donde las epistemes, los ritos y
los mitos de los investigadores configuran el contexto espacio-temporal de
la intervención. Por tanto, los autores deben dar cuenta de sus procesos
autorreferenciales a los largo del desarrollo de las tesis, pues se asume que
las vivencias, ideas y decisiones que emergen de la propia experiencia son
la fuente primaria de generación de conocimiento y de acciones, tanto en
la investigación como en la intervención.

• Co-aprendizaje: los actores de la investigación, incluidos los profesiona-


les de los equipos institucionales, viven una experiencia de aprendizaje al
116
Vínculos, individuación y ecología humana

atravesar por la situación de investigación–intervención, para lo cual los


propósitos de dicho proceso son consensuados en conversaciones previas
que intentan integrar los intereses y las necesidades mutuas, en los órde-
nes personales, institucionales y disciplinares.

• Recursión y circularidad: la recursión es un proceso de continua observa-


ción y de reorganización del sistema que configura cada tesis y el proyecto
institucional como tal, en términos de emergencias e inhibiciones que ge-
neran, a su vez, la novedad en la comprensión. Así, el proceso investigativo
se autoorganiza permanentemente, obedeciendo al principio de autoorga-
nización por el cual lo que es producido y generado se convierte en pro-
ductor y generador de aquello que lo produce o lo genera (Morin, 1996).
En coherencia con este principio se busca que se vayan desarrollando y
enriqueciendo simultáneamente el sistema conceptual, la estrategia de in-
vestigación y la implementación de esta última, de modo que los resulta-
dos parciales van favoreciendo el ajuste del planteamiento investigativo y
la intervención.

• Procesos conversacionales: la conversación reflexiva y constructiva es un


dispositivo central para la creación de los contextos propicios para la gene-
ración de conocimiento y de cambio y opera como un principio generador
de modos de vida y de construcción de lo social.

• Trabajo en equipo: siendo consistentes con los principios anteriores, se


promueve y se favorece la elaboración de las tesis en equipos de dos a
cuatro personas, para facilitar las metamiradas y los procesos reflexivos
desde distintos niveles de observación, como condiciones mínimas para la
generación de conocimiento con una óptica constructivista, construccio-
nista y de la cibernética de segundo orden.

Dentro de la estructura de la Maestría, la tesis se inicia desde el primer semes-


tre por inscripción en el proyecto institucional, lo cual garantiza la dirección
y el acompañamiento permanentes por parte del director y del cogestor del
proyecto institucional hasta el momento de la sustentación y aprobación de
la tesis.

7.2 Modelización de la investigación-intervención

El diagrama siguiente resume los pasos del proceso investigativo, los cuales
toman en promedio alrededor de tres años, desde el inicio de la Maestría por
parte de los autores de las tesis.

117
118
Ángela Hernández Córdoba

Figura 2. Modelización de proyectos de investigación-intervención.


Vínculos, individuación y ecología humana

A continuación se describen los procesos de modelización de la investigación-


intervención en los aspectos más relevantes, haciendo las respectivas diferen-
ciaciones según si la tesis se desarrolló en un contexto de psicoterapia o de
investigación-intervención, tal como aparece en las tablas siguientes.

Tabla 6. Tesis cuyo contexto investigativo fue el proceso de psicoterapia.

Sistemas sociales Autores y año de sus- Procesos de vinculación No. de


implicados tentación abordados en casos

S. Velásquez y A. Barbosa, La familia del enfermo de de-


Siete
(2005) mencia tipo Alzheimer.

C. Valdés y M. F. Jiménez, Adultos con cáncer atendi-


Sistema de salud y tras- Dos
(2006) dos en una IPS especializada
tornos físicos y emocio-
nales específicos O. Martínez, (2007) Depresión Cuatro

J. Muñoz y M.C. Trujillo, Intentos de suicidio atendi-


Seis
(2008) dos en un hospital distrital

S. P. Moreno y L. P. Méndez, Mujeres obesas atendidas en


Cuatro
(2003) clínica especializada

Sistemas de Bienestar y Familia en proceso de pro-


E.M. Ayala y S.J. Nova
Protección: vulnerabi- tección en el ICBF por mal- Uno
(2005)
lidad social y violencia trato infantil
familiar
J.J. Cuervo y M. Navas Familia que vivenció abuso
Uno
(2005) sexual de una hija

Sistema educativo, fami- C.E. Burgos y N.J. Jaimes


(2006) El sistema familia – escuela y
lia y problemas de rendi-
proceso de desarrollo de ni- Uno
miento y de adaptación
ños de primaria
escolar

119
Ángela Hernández Córdoba

Tabla 7. Tesis cuyo contexto investigativo fue el proceso


de investigación-intervención.

Sistemas sociales Autores y año de Procesos de vinculación


No. de casos
implicados sustentación abordados en

Autismo infantil, familias e


L.G. Colorado, (2007) Ocho
institución

Sistema de salud y Inimputabilidad por trastorno


trastornos físicos y X. Ojeda(2006) mental psicótico en un con- Uno
emocionales espe- texto médico–legal
cíficos
T. Ibarra y A. Fajardo, Pacientes obesos mórbidos
Cinco
(2006) sometidos a cirugía bariátrica:

Jóvenes universitarios: iden-


S. Bello y L. Pinzón,
tidad de género y prácticas Dieciséis
(2006)
alimenticias

Familias bajo medida de pro-


C. Vasco (2004) tección y el equipo institucio- Cuatro
nal que las atiende

Familias en situación de vul-


Sistemas de Bien- nerabilidad social y el equipo
estar y Protección: F. Parra (2008) que las interviene en una Dos
vulnerabilidad social y institución de apoyo social y
violencia familiar comunitario

Madres definidas en alto


A. Castillo y S. Malagón
riesgo en un programa del Tres
(2005)
DABS.

A. Chaves y J. Sánchez Procesos de adopción por


Cuatro
(2006) parte de parejas infértiles

El sistema familia–escuela
Sistema educativo, C.E. Burgos y N.J.
y proceso de desarrollo de Cuarenta
familia y problemas Jaimes (2006)
niños de primaria
de rendimiento y de
adaptación escolar Profesionales de la división
V. Martínez y C. Urre- de salud de la Universidad
Dos
go (2004) Nacional y estudiantes con
dificultades académicas

Familias de la Policía Nacional


Sistemas de bienestar S.M. Mira (2005) que han perdido al padre en Cuatro
y reinserción por hechos violentos
efectos de la violen- Adultos jóvenes en un pro-
cia social y política S. Echeverri (2006) grama para desmovilizados de Veinticinco
grupos armados irregulares

Como puede apreciarse, se abordaron 26 casos en psicoterapia y 115 en in-


vestigación–intervención, para un total de 145 casos. El principal criterio para

120
Vínculos, individuación y ecología humana

optar por la estrategia terapéutica ha sido que la demanda de ayuda surja por
parte de los consultantes en forma directa y explícita, por lo cual la mayoría
de estos casos fueron abordados en los consultorios de la Universidad Santo
Tomás y en otros servicios de salud.

Cuando la iniciativa surgió de los investigadores en consonancia con otros


actores de la institución, pero no como una solicitud explícita de ayuda por
parte de las personas participantes, se propuso la estrategia de investigación–
intervención, con la intención de no crear una situación problema donde no
la había; naturalmente, en todos los casos se contó con el consentimiento
informado de los participantes y sobre todo con la explicitación de lo que ellos
podrían ganar al ser parte de estos procesos. Como se verá en los efectos
identificados al finalizar los procesos de investigación, todos los participantes
reconocieron el valor de estas experiencias como espacios reflexivos para
repensar sus circunstancias a futuro.

Z. Urrego (2006) aplicó el método de investigación histórica de tiempo ac-


tual para comprender la dinámica vincular desplegada en la implementación
de un modelo de salud mental basado en la comunidad, efectuado en la Red
Sur-occidental de Bogotá durante el año 2002, en donde los sujetos fueron
los actores socio–políticos involucrados en tal proyecto. Este fue un trabajo
de reconstrucción de dicho proceso con base en documentos que registraban
la experiencia en la que la autora había participado, sin que en su momento la
hubiera pensado como trabajo de tesis. Se incluyó esta iniciativa en el proyec-
to institucional, pues como se verá en los resultados, el fenómeno de la vin-
culación en una red de salud comunitaria dentro del marco de los programas
oficiales de salud ilustra los complejos procesos de la relación intersistémica,
en donde se conjugan factores individuales, comunitarios e institucionales no
fácilmente compatibles.

7.3 Creación del contexto de investigación-intervención

Como ya se mencionaba, este primer paso del proceso se considera den-


tro de la Maestría como un momento crucial, no sólo por las razones éticas
asociadas al consentimiento informado, sino que para ser coherentes con los
principios de la creación conjunta de conocimiento y de cambio, se requiere
que los actores estén involucrados aún desde la definición de los propósitos
y de los mecanismos de investigación. Esto significa que si bien los autores de
las tesis proponen una modelización general del proyecto de investigación–
intervención a los participantes, esa modelización se va ajustando conforme
avanza el proceso; esos ajustes se consideran parte de los hallazgos sobre la

121
Ángela Hernández Córdoba

dinámica del fenómeno abordado, teniendo en cuenta que, desde la óptica


construccionista, el rigor investigativo reside en poder dar cuenta de cómo se
toman las decisiones que orientan las acciones, especificando los criterios que
impulsan los cambios de rumbo y de método y aprovechando esas vicisitudes
para ampliar la comprensión y las explicaciones buscadas. Adicionalmente,
como principio de la modelización, se sabe que la configuración del sistema
de investigación–intervención es determinante del adecuado despliegue del
modelo propuesto; tal configuración incluye actores relevantes y espacios y
tiempos consistentes con las hipótesis sobre la vinculación existente y por
dinamizar.

En cada tesis se describió entonces el proceso de creación de ese contexto


y la relación de los investigadores con las personas y con la institución parti-
cipante; se hizo explícita la relevancia de la investigación dentro del espíritu
de la institución, así como los roles asumidos por los investigadores /interven-
tores en todo el proceso. Todas esas descripciones debían dar cuenta de los
mecanismos de conversación (reuniones con jefes, entrevistas, conversacio-
nes grupales, etc.) construidos y llevados a cabo para las respectivas concer-
taciones para el desarrollo de las tesis.

En general, los actores institucionales involucrados fueron los directivos y los


miembros de los equipos médicos y psicosociales, según el tipo de institución.
Su participación en las tesis fue variada, pues algunos se limitaron a autorizar
la realización de la investigación–intervención y remitieron los casos elegi-
dos según los criterios acordados, mientras otros fueron sujetos activos y
observadores reflexivos de los procesos movilizados, como se verá en los
resultados en cada tesis, en donde además se revela la incidencia de los mitos
y las epistemes de los profesionales en la dinámica vincular asociada a cada
problemática.

7.4 Modelización de la investigación–intervención

Este proceso dio cuenta de los macroprocesos y los microprocesos aborda-


dos en forma de relato y en diagramas.

Los macroprocesos incluyen:

• Escenarios: explicitan si se trata de un proceso psicoterapéutico, de con-


versaciones reflexivas o de otras situaciones interaccionales especialmente
diseñadas para la tesis (quiénes van a participar, en cuáles roles, dónde, en
cuáles momentos, etc.).

122
Vínculos, individuación y ecología humana

• Guiones o descripciones detalladas de las acciones desarrolladas: en los ca-


sos en los que el escenario no era psicoterapéutico, estas acciones fueron
tareas interaccionales específicas que realizaron los participantes con base
en guías cuidadosamente preparadas, conforme a las hipótesis y preguntas
de investigación de cada tesis. Por ejemplo, hubo grupos focales, ejecución
de actividades en grupo acompañadas por los investigadores con guías de
observación, conversaciones reflexivas conducidas por los investigadores,
equipos reflexivos y demás estrategias propias de la intervención psicote-
rapéutica sistémica. Sólo tres tesis aplicaron cuestionarios de autorreporte
diseñados para identificar percepciones individuales relativas a la situación
problema analizada.

Como ilustración, se incluyen a continuación tres ejemplos de síntesis de las


modelizaciones de la investigación: dos de ellas desplegadas en el contexto
de la psicoterapia (personas diagnosticadas con cáncer y caso de maltrato
atendido en Bienestar Familiar) y una en una intervención sistémica en equipo
(bienestar estudiantil universitario).

Tabla 8. Modelización de la investigación de personas con cáncer


(Jiménez y Valdés, 2006).

Participantes
Técnica más desta- Instrumentos
Momento Estrategia (más las investi-
cada de registro
gadoras)

* Observación directa * Guión de


Conversación conversatorio.
Exploración
con equipo
del contexto
técnico de la
institucional * Protocolo de
IPS.
atención.

* Protocolo e
Construcción Historia Clínica
Contacto * Utilización de la postu- Psicológica * Paciente y acom-
del contexto
inicial ra del paciente. pañante.
terapéutico.
* Remisiones

* Señalización de los re-


cursos de afrontamiento
en las crisis familiares.
Psicoterapia
* Historia Clíni-
sistémica con
* Resignificación de ca Psicológica.
la familia.
historias familiares. * Paciente con
Segundo
cáncer y familiar
encuentro
acompañante.
* Reestructuración de los
roles en cuanto ejecu-
ción de funciones

* Prescripciones 123
Ángela Hernández Córdoba

* Conversación psicote-
rapéutica.
* Guión de la * Paciente con
Psicoterapia
sesión, tenien- cáncer y familiar
sistémica con
Encuentros * Equipos reflexivos. do en cuenta acompañante.
la familia.
siguientes focos de inter-
* Externalización. vención y su * Equipo médico
pertinencia. institucional.
* Prescripciones

* Exploración de los
Psicoterapia indicadores de logro.
Cierre del sistémica con * Protocolo de * Paciente con
proceso la familia. indicadores de cáncer y familiar
* Equipos reflexivos
terapéutico logro. acompañante.

* Ritual de cierre

Conversato-
Exploración rios * Seguimientos con fami- * Historia Clíni-
* Equipo investiga-
del impacto liares y en un caso con la ca Psicológica y
dor/interventor.
investigativo portadora del cáncer videos

Tabla 9. Modelización de la investigación–intervención con familia en


protección por maltrato infantil.

Participantes (más
Sesión Objetivos
las investigadoras)

Equipo de . Definir la estrategia de conducción del primer encuentro con-


Pre-sesión
protección versando sobre el motivo de consulta y revisión de la historia.

Creación y limpieza del contexto, a partir de las hipótesis


Pareja, trabajo social
Primera existentes, exploración motivo de consulta y redefinición del
y defensora ICBF
problema.

Reconocer sentimientos asociados a los eventos de maltrato y


al momento vital que atraviesa.

Segunda Adolescente agredida


Comprender el sentido del maltrato en la dinámica familiar.

Identificar niveles de interacción con figuras significativas.

Dar cuenta del juego interaccional presente en la dinámica


Pareja, figuras familiar y su relación con el maltrato.
Tercera significativas, familia
extensa Generar procesos de corresponsabilidad entre la familia y el
equipo.

Movilizar y resignificar los sistemas de creencias en torno a las


Cuarta Pareja
pautas de crianza al interior del grupo familiar.

124
Vínculos, individuación y ecología humana

Se retoma el objetivo del anterior encuentro con ella.

Quinta Adolescente
Construir nuevos estilos de comunicación en la relación
parental.

Confrontar el sistema de creencias con relación a la educación


y castigo.

Movilizar y resignificar el sistema de creencias en torno a sus


Sexta Pareja
principios religiosos y su relación con la educación.

Reconocer los esfuerzos de la familia para generar cambios a


nivel fraternal y conyugal.

Séptima P.I., hermana Redefinir el miedo y desconfianza hacia sus padres.

Dar cuenta del proceso vivido con énfasis en la evolución.

Octava Grupo familiar


Reconocer recursos del cambio, visualizar logros y cómo
afrontar nuevas crisis.

Grupo familiar, Cierre del caso y seguimiento.


Novena
Equipo de ICBF Dar cuenta del proceso vivido.

Tabla 10. Modelización de la intervención sistémica


en el equipo de salud estudiantil.

Momento Objetivos Procedimiento

Conocer aspectos generales del caso y


Conversación coordinada por las in-
del proceso previo de intervención.
vestigadoras para analizar la demanda
del profesional que propone el caso,
Construir las primeras hipótesis que con base en revisión de la Historia
Presesión con el
orientan la entrevista interdisciplinaria, Clínica Integral. La construcción co-
equipo
con base en el análisis de la demanda. lectiva de las primeras hipótesis con-
textuales redefine el problema y así se
constituye el equipo que conducirá el
Definir el rol de cada uno en el equipo y
primer encuentro con el estudiante
la composición del sistema de ayuda.

Se aborda específicamente definición


del problema según el consultante;
creencias alrededor del mismo, vín-
culos en los contextos significativos
(Familiar, Social, Académico, Pareja,
Complejizar la lectura sistémica del etc.) y cómo participan en el man-
Primera entre-
caso, a través de la entrevista semies- tenimiento y solución del problema;
vista interdisci-
tructurada, para generar información soluciones intentadas, recursos que
plinaria con el
relevante para formular la estrategia de potencian el cambio y demás focos
estudiante
manejo. privilegiados en la pre-sesión con el
equipo. Al cierre, el equipo conversa
acerca de: ¿ahora qué pensamos so-
bre lo que puede estar sucediendo?
¿Qué se podría hacer distinto para 125
contribuir a la solución del problema?
Ángela Hernández Córdoba

Momento Objetivos Procedimiento

Reformular la comprensión del caso.


Equipos y conversaciones reflexivos.
Definir en equipo las estrategias de
Encuentro de intervención para el abordaje del caso. Los encuentros de equipo se constitu-
equipo para yen en espacios. Estos encuentros se
la revisión de dan en tres momentos del proceso:
Realizar procesos de seguimiento según
casos apertura de nuevos casos (presesión),
los requerimientos de los casos.
definición conjunta de la Estrategia de
Intervención, planeación de cierres y
Tomar decisiones sobre el cierre de los seguimientos.
casos.

El responsable del caso comparte y


ajusta la estrategia de intervención
Tomar las acciones pertinentes para propuesta por el equipo para acordar
Implementación movilizar los cambios previstos confor- corresponsabilidades en el cambio.
de la estrategia me a los recursos existentes y al estado Los niveles de abordaje pueden ser:
deseado. individual, familiar, en red y grupal, los
cuales no son excluyentes y pueden
operar simultáneamente.

El profesional a cargo toma la de-


cisión de cierre en acuerdo con los
consultantes, manteniendo como cri-
terio el cumplimiento de los objetivos
propuestos. Esta decisión se da a co-
Concretar el alcance del proceso y cui- nocer en Encuentro de Equipo para
Cierre de casos dar la relación establecida entre todos retroalimentar dicho proceso y defi-
los actores nir el seguimiento posterior. En casos
de deserción del estudiante se evalúa
la situación en Encuentro de Equipo,
con el ánimo de retroalimentar el
Modelo de atención y las estrategias
contempladas.

Evaluar el impacto de la estrategia. Aparece en dos momentos: durante


la puesta en marcha de la estrategia
y después del cierre del caso para
Posibilitar la realización de ajustes y
chequear la permanencia de los cam-
cambios en la Estrategia de Intervención
Seguimiento bios. El seguimiento contempla un
durante el proceso.
encuentro personal o telefónico con
los involucrados en el proceso para
Favorecer un proceso de retroalimenta- que den cuenta de los efectos de la
ción del modelo. intervención.

• Tiempos: número, duración y periodicidad de los encuentros, sesiones o


actividades. En las tablas siguientes se presenta el número de sesiones de
terapia y de encuentros realizados en cada tesis.

126
Vínculos, individuación y ecología humana

Tabla 11. Número de sesiones realizadas en los procesos terapéuticos.

Sistemas socia- Procesos de Vincula- No. de Número de sesiones


les implicados ción abordados en casos de psicoterapia

La familia del enfermo


8 con un caso, 5 con dos casos, 4 con un
de demencia tipo Alzhe- Siete
caso y 3 con tres casos.
imer.

Adultos con cáncer


atendidos en una IPS es- Dos 6 con un caso y 4 con el otro
Sistema de salud
pecializada
y trastornos físi-
cos y emociona- 10 con un caso, 8 con un caso y 6 con
les específicos Depresión Cuatro
dos casos.

Intentos de suicidio
11, 10, 9 y 4 sesiones con c/u de cuatro
atendidos en un hospital Seis
casos y 2 sesiones con los otros dos
distrital

Mujeres obesas atendi- Caso 1, siete sesiones; 2, seis sesiones;


das en clínica especiali- Cuatro 3, nueve y 4, siete sesiones. Con todo el
zada grupo hubo nueve sesiones.

Sistemas de Familia en proceso de


Nueve sesiones con distintos miembros
Bienestar y Pro- protección en el ICBF Uno
de la familia
tección: vulne- por maltrato infantil
rabilidad social y Familia que vivenció Quince sesiones con distintos miem-
violencia familiar Uno
abuso sexual de una hija bros de la familia

Sistema educa-
tivo, familia y El sistema familia–es- 11 sesiones con distintos miembros de
problemas de cuela y proceso de la familia y la última con la coordinadora
Uno
rendimiento y desarrollo de niños de de la sección, seis docentes y la titular, la
de adaptación primaria madre y el niño
escolar

127
Ángela Hernández Córdoba

Tabla 12. Número de encuentros en los procesos


de investigación-intervención.

Procesos de vincula- No.


Sistemas sociales No. de encuentros
ción abordados en casos

Una conversación con cada familia, una


Autismo infantil, familias
Ocho con el grupo de familiares y dos con el
e institución
equipo institucional

Una entrevista con la persona decla-


Inimputabilidad por tras-
rada inimputable, una entrevista con
torno mental psicótico
Uno su familia, una con el equipo técnico y
Sistema de salud y en un contexto médi-
otra con el personal administrativo de
trastornos físicos y co–legal
la institución.
emocionales espe-
cíficos Pacientes obesos mórbi- 3 entrevistas prequirúrgicas en dos ca-
dos sometidos a cirugía Cinco sos, 2 posquirúrgicas en dos casos y 3
bariátrica: pre y 2 postquirúrgicas en un caso.

Tres conversatorios en grupo, para


movilizar procesos reflexivos acerca
Jóvenes universitarios:
de las dinámicas vinculares en tres fo-
identidad de género y Dieciséis
cos (familia, amigos y cuerpo) y su rela-
prácticas alimenticias
ción con la vulnerabilidad a trastornos
alimentarios.

Familias bajo medida de Tres conversatorios con los padres de


protección y el equipo Cuatro familia y dos con el equipo técnico ins-
institucional titucional

Familias en situación de Dos escenarios conversacionales con


vulnerabilidad social y el Dos las familias y dos con el equipo insti-
equipo institucional tucional

Fases: 1) Creación del contexto inves-


tigativo: 8 conversaciones con el Cen-
Sistemas de Bien- tro Operativo Local, sobre las formali-
estar y Protección: dades administrativas; 2) Construcción
vulnerabilidad so- de Red de familiaridad: 5 encuentros
cial y violencia fa- Madres definidas en alto con dinámicas de exploración con un
miliar riesgo en un programa Tres grupo de 8 madres; 3) Evaluación del
del DABS. proceso investigativo: un encuentro de
evaluación del impacto generado hasta
ese momento; 4) Seguimiento y cierre
para conocer vínculos e individuación
a través de entrevista semiestucturada
en tres sesiones con cada madre.

Procesos de adopción Autobiografía de cada cónyuge, tres


por parte de parejas in- conversaciones reflexivas con cada
fértiles pareja y análisis documental de la filo-
Cuatro
sofía y del procedimiento de adopción
de la institución y de los lineamientos
del ICBF.

128
Vínculos, individuación y ecología humana

Procesos de vincula- No.


Sistemas sociales No. de encuentros
ción abordados en casos

2 actividades lúdicas de integración y


reconocimiento con estudiantes, 2 en-
Sistema educativo, El sistema familia–escue- cuentros con padres de familia, 2 en-
Cuaren-
familia y problemas la y proceso de desarro- cuentros con docentes y un taller so-
ta
de rendimiento y llo de niños de primaria bre “escuela y familias en cooperación”
de adaptación es- con cada grupo, según rendimiento
colar alto, medio y bajo.

Profesionales de división
16 encuentros con el equipo tratante y
de salud universitaria y
Dos dos encuentros del equipo con c/u de
estudiantes con dificulta-
los estudiantes
des académicas

Un encuentro inicial con las cuatro


Familias de la policía que
familias, una conversación con cada
han perdido al padre en Cuatro
familia y una conversación final con las
hechos violentos
cuatro familias
Sistemas de bien-
estar y reinserción Entrevista individual semiestructurada
por efectos de la (25 personas); talleres grupales sobre:
violencia social y Adultos jóvenes en pro- Mapa de Redes, Pirámide Vincular, Ta-
política grama para desmoviliza- Ve i n t i - ller de Identidades, Ciclo Vital, Dibujo
dos de grupos armados cinco de la familia y Ritual de Transición; Diá-
irregulares logo con las compañeras; Entrevista a
Directora del albergue y Encuentro de
cierre con todos los participantes.

Dentro de las técnicas propias del enfoque sistémico de terapia, los investiga-
dores implementaron, en general, los siguientes recursos: redefiniciones, con-
frontaciones, metaobservaciones, metáforas, reflexiones, reconocimiento y
expresión de emociones, connotación positiva, aprovechamiento intencional
de aspectos autorreferenciales generados durante el proceso, equipo reflexi-
vo, sugerencias y tareas terapéuticas.

Los microprocesos se refieren a cómo se aborda e interviene específicamente


la dinámica vincular sobre la cual se enfoca la tesis. Se describen tres grandes
aspectos presentes en todas las tesis: 1) la comprensión del fenómeno/pro-
blema en términos de la dinámica vincular; 2) la descripción y las explicaciones
para que opere el proceso de movilización de dicha dinámica; 3) los aspectos
autorreferenciales de los equipos de investigación relativos al proceso de in-
vestigación/intervención.

Las categorías de análisis de la información generada corresponden a los ope-


radores témporo-espaciales de los vínculos entre los distintos actores de cada
proyecto y las especificidades se refieren a los mitos, rituales y epistemes
particulares de cada fenómeno abordado, contemplando las diferentes voces

129
Ángela Hernández Córdoba

y contextos participantes (portadores de los síntomas, actores de la familia y


de la institución, investigadores, etc.).

Los métodos para el registro de la información fueron videos, formatos y


protocolos de las sesiones y actividades realizadas. Para el análisis descriptivo
se hicieron transcripciones y matrices con base en las categorías previamente
definidas y en las nuevas que surgieron al analizar los datos, dando los pasos
siguientes:

1. Revisar la videograbación para hacer la distinción de escenas como uni-


dades de sentido, escenarios o contextos significativos de interacción y
actores participantes en cada una de ellas; estas unidades, como fichas
de un rompecabezas, tienen una relativa autonomía dentro del todo que
constituye el encuentro completo y el proceso total de la terapia o de la
investigación-intervención, dentro del macrocontexto vital de los partici-
pantes, asumiendo que las articulaciones entre dichas partes obedecen en
buena medida, aunque no exclusivamente, al razonamiento abductivo.

2. Se identificaron fragmentos significativos del discurso, por el peso de


sus palabras para generar/revelar impacto emocional y movilización.

3. Se identificaron los grandes referentes de reorganización del relato del


curso de la acción.

Dentro de las consideraciones éticas, los investigadores explicitaron las pre-


cauciones para preservar la confidencialidad, las concertaciones con los parti-
cipantes, los métodos de devolución de los resultados, etc.

Los resultados específicos del proceso investigativo/interventivo incluyen:

• Una reflexión sobre las transformaciones sucedidas entre la formulación


del proyecto y su proceso de ejecución, haciendo énfasis en los ajustes a la
modelización o neodiseños.

• Una breve viñeta de los casos, cuando se trata de procesos terapéuticos


(incluyendo genogramas y mapas de las relaciones entre los actores invo-
lucrados) o de los sujetos participantes y del contexto si se trata de otras
modalidades de intervención sistémica.

• Resultados ordenados en correspondencia con las preguntas investigación.


130
Tercera parte

RESULTADOS
Vínculos, individuación y ecología humana

8. VINCULACIÓN ALREDEDOR DE TRASTORNOS


FÍSICOS Y EMOCIONALES

Este capítulo aborda los procesos de vinculación identificados alrededor del


autismo, el síndrome demencial, adultos con cáncer, adultos con depresión,
intentos de suicidio de adolescentes y adultos jóvenes, inimputabilidad por
trastorno psicótico, mujeres obesas, pacientes obesos mórbidos sometidos
a cirugía bariátrica, identidad de género y prácticas alimenticias en jóvenes
universitarios y un modelo de salud mental basado en la comunidad.

Se presenta una breve descripción de los casos, con énfasis en los ámbitos de
relación contemplados en cada tesis, de acuerdo con las posibilidades existen-
tes según cada problemática: relación del portador del problema consigo mis-
mo, con los padres, la pareja, los hermanos, la familia extensa, la institución y
el equipo profesional tratante. Esos ámbitos adquieren el sentido de niveles o
dimensiones de realidad diferenciados por sus propias dinámicas relacionales,
las cuales, aunque conectadas, permiten hacer comprensiones de aspectos
sutiles en cada tipo de problema.

Los trabajos con las mujeres obesas, los pacientes con demencia, los adultos
con cáncer, los intentos de suicidio y la depresión se desarrollaron dentro de
procesos de psicoterapia breve. Los demás adoptaron una metodología de
investigación-intervención, a excepción del modelo de salud mental comuni-
tario, el cual se reconstruyó a través del método de investigación histórica de
tiempo actual.

Como aparece en la Tabla 13, los objetivos de las tesis se orientaron a com-
prender cómo es la dinámica vincular en las familias y cómo se movilizó a tra-
vés de la psicoterapia o del proceso de investigación-intervención modelizado
en cada tesis. 133
Ángela Hernández Córdoba

Tabla 13. Objetivos de las tesis sobre vinculación alrededor


de trastornos físicos y emocionales.

Trastorno/situación Objetivo general

Comprender cómo se interpenetran los mitos, ritos y epistemes en la evo-


Autismo lución de la dinámica vincular que se construye entre la familia, el niño con
diagnóstico de autismo y la institución especializada.

Comprender las construcciones vinculares entre los enfermos de demencia,


sus cuidadores, su familia y los sistemas amplios y movilizar dicha dinámica
Síndrome demencial
vincular para disminuir las tensiones que alteran los ciclos vitales personales
y familiares.

Comprender cómo se movilizan los procesos vinculares en familias con un


Cáncer miembro con cáncer, atendidos en una institución prestadora de salud, a
través de la implementación de un modelo de intervención sistémica.

Comprender el proceso de vinculación del individuo con síntoma depresivo,


consigo mismo y con su familia, y la movilización de su sistema de creencias,
Depresión
pautas relacionales y epistemes, a través de un proceso psicoterapéutico
sistémico, para generar nuevas formas de organización y conexión vincular.

Comprender cómo se transforman mediante un proceso psicoterapéutico


Intento de suicidio los tejidos vinculantes del entorno de personas que han intentado suicidarse,
atendidas en una unidad de salud mental de un hospital distrital.

Comprender la dinámica vincular que surge alrededor de una persona en


Inimputabilidad por condición de inimputabilidad por trastorno psicótico, entre familia, siste-
trastorno psicótico ma legal, sistema médico psiquiátrico, equipo terapéutico, inimputables e
investigadora.

Comprender la dinámica vincular consigo mismo, con su familia, y con el


Obesos mórbidos en medio social inmediato de personas obesas mórbidas sometidas a cirugía
cirugía bariátrica bariátrica, y las posibles movilizaciones de esas vinculaciones a través de la
investigación/intervención.

Comprender cómo son y cómo se transforman los vínculos que se organizan


a nivel familiar, institucional y social, en torno al sobrepeso como síntoma,
Mujeres obesas
con un grupo de mujeres consultantes en una clínica especializada en obesi-
dad a través de un proceso terapéutico.

Comprender la relación entre la vulnerabilidad a sufrir trastornos de la ali-


Jóvenes, identidad y
mentación y las dinámicas vinculares de adultos jóvenes universitarios con su
prácticas alimentarias
propio cuerpo, la familia y los amigos.

Comprender los vínculos en las redes que se configuraron en torno a una


Red de salud mental experiencia demostrativa de intervención en salud mental comunitaria, a la
comunitaria luz de los rituales, mitos y epistemes desplegados y del rol que éstos jugaron
en la construcción final del modelo y en los efectos por él promovidos.

Si bien cada tesis se realizó con completa autonomía de las demás, aquí se
conjugan sus resultados para mostrar un hilo conductor evidenciable en la
configuración de los contextos que propiciaron y se organizaron alrededor de
cada trastorno. Los mecanismos de movilización se detallarán en el capítulo

134
Vínculos, individuación y ecología humana

XII, en el cual se compararán sintéticamente los abordajes terapéuticos con


los de investigación–intervención.

8.1 Epistemes organizadoras

Para darle un marco a los resultados obtenidos es necesario explicitar las


epistemes desde las cuales se organiza cada problemática en un contexto
institucional específico, aunque todos están atravesados por las lógicas del
paradigma salud–enfermedad, las cuales contrastan con la perspectiva sisté-
mico-relacional de los autores de las tesis.

Las epistemes del contexto de salud se ocupan del cuerpo como objeto de
intervención y de las alteraciones que al ser diagnosticadas como enfermeda-
des crean movimientos de inclusión de las personas en grupos de pacientes,
con sus respectivas consecuencias sobre los vínculos de los sujetos consigo
mismos, con sus familias y con los sistemas de ayuda. Una vez se recibe el
diagnóstico de autismo, cáncer, Alzheimer, etc., ni el sujeto ni sus sistemas de
relación vuelven a ser los mismos.

Se asume aquí que cuerpo y sociedad son indisociables, contrario al pensamien-


to organicista que posiciona al cuerpo como una entidad biológica y una orga-
nización de células reductible al análisis mecánico y bioquímico. El cuerpo es
construido por la sociedad y para la sociedad en una relación dialéctica; en cuan-
to dato medible y cuantificable, desde su primer estado natural está sometido al
peso de factores estructurales de la sociedad donde nace. La imagen y el estatus
del individuo enfrentado a la muerte, la enfermedad o la balanza cambian según
el país y el grupo social al que pertenezca (C. Detrez, 2002, p. 32). En el cuer-
po, en donde se combinan natura y cultura, biología y sociedad, intervienen y
se influencian mutuamente sus usos y representaciones sociales, según ciertos
valores divergentes en las sociedades y los grupos sociales.

El cuerpo está además en el centro del espacio político, tanto en su aparien-


cia física como en su ritualización en la cotidianidad, de modo que los usos
sociales del cuerpo no son neutros sino que lo convierten en un lugar de
interjuegos de poder; poder social, masculino, femenino, político y científico,
que impone saberes sobre el cuerpo real y las representaciones de un cuerpo
ideal, atravesando la salud, el trabajo, el deporte, la moda, etc., con relaciones
entre fuerzas sociales, políticas y sexuales.

Por su parte, dentro de la organización social vigente en Occidente, la en-


fermedad puede ser diagnosticada y tratada sólo en términos médicos, por

135
Ángela Hernández Córdoba

la acción de agentes externos. Ciertamente, la enfermedad es una afección


del organismo, pero es también una puesta en juego del cuerpo del pacien-
te dotado de la identidad social de enfermo. Esta yuxtaposición de niveles
de interpretación de la enfermedad es clara aunque no todos los idiomas la
distinguen; en inglés sí se marca la diferencia entre disease, patología en la
dimensión biológica, illness, el problema que siente el individuo y sickness, la
enfermedad como rol social.

Las enfermedades tienen una geografía y una historia que expresan las repre-
sentaciones y los valores que fundamentan y determinan las relaciones de los
miembros de una sociedad con su cuerpo. Se diría que en esta época, el cuer-
po y la enfermedad son la explicación causal de muchos males y por ello se
han convertido en el centro de variadas formas de intervención, atravesadas
por la medicalización que participa en todas las dimensiones de la vida, aún
en la estética. Por tanto, no es por azar que los fenómenos abordados en las
tesis reflejen preocupaciones socioculturales vigentes: en primer lugar, por el
tamaño del cuerpo, su impacto en la salud y la aceptación o la estigmatización
que este volumen representa; en segundo lugar, las preocupaciones por el
estado de ánimo y sus consecuencias visibles como depresión e intentos de
suicidio; en tercer lugar, el efecto de trastornos como el autismo, el Alzheimer
y el cáncer, sobre la autonomía del sujeto portador y sus cuidadores; y en
cuarto lugar, la preocupación por la peligrosidad de los sujetos que cometen
delitos en estados de alteración psicótica. Todas estas preocupaciones se aso-
cian al riesgo de exclusión de los feos y de los ineptos físicos y mentales, de
una sociedad hedonista que pretende suprimir el sufrimiento, paradójicamen-
te, al costo de las adicciones y de la muerte.

Además, la escucha y la interpretación de los signos corporales y de las sen-


saciones mórbidas tampoco son universalmente compartidas. La intervención
médica está lejos de ser una necesidad primaria en respuesta a la sensación
mórbida, pues esta no es homogénea en todas las personas; por el contrario,
el riesgo de morbidez varía de acuerdo con los grupos sociales, los cuales a su
vez hacen usos diferentes del acceso a la medicina, teniendo en cuenta ade-
más la inequidad social de los servicios prestados. En este sentido, las campa-
ñas preventivas “enseñan” síntomas que conducen a la población a identificar
enfermedades que luego los llevan a buscar ante todo la ayuda médica para
resolverlas, cuando se trata de fenómenos humanos más complejos, como lo
mostrarán enseguida los resultados de las tesis.

El progreso de la medicina, al instalar enfermedades de largo término, tiene


un efecto que modifica el estatus del enfermo y del médico, cuyo ejercicio es

136
Vínculos, individuación y ecología humana

paralelo a la independencia y predominancia del campo médico como terreno


de las explicaciones y las intervenciones. Es el médico quien al declarar “en-
fermo” a un individuo hace un juicio que supera su estado físico, pues afecta
su identidad y le asigna un lugar en la sociedad, de acuerdo con las políticas
y prácticas de seguridad social, dependiendo de las cuales se reembolsan los
daños o se exonera de responsabilidades, en consonancia con la instauración
de nuevas categorías de enfermedades, como accidente de trabajo, enferme-
dad laboral, pensión por incapacidad, etc. (Detrez, op. cit., p. 141; Foucault,
1990, 2005).

Por todo esto, el cuerpo es el centro de debates contemporáneos de diversas


disciplinas. Las psicologías positivas, la psiquiatría y el discurso médico tratan
de acallar la disyunción verdad/saber a través de la difusión al alcance de todos
del conocimiento disponible, de modo que los hallazgos de investigaciones
experimentales invaden las publicaciones masivas y el ciberespacio, imponién-
dose como un discurso dominante para comprender la vida, con base en la
evidencia, la racionalidad y la manipulación sobre el cuerpo como un objeto
aislado de la subjetividad y del contexto.

En este sentido, dice García Hodgson (2006, p. 47) lo siguiente:

la psiquiatría tradicional se reinscribe ahora en el marco de las tecno-


ciencias, gracias a su convergencia con la industria química y la genética.
La búsqueda de las raíces genéticas y fisiológicas del comportamiento
no constituye meras investigaciones científicas, sino que forman parte
de aquella operación totalizadora por medio de la cual se neutralizan los
efectos del atravesamiento que las prácticas sociales ejercen sobre el
sujeto, mostrándolo regulado por la fisiología y la genética. ... El sujeto
genético carece de responsabilidad.

Juega dentro de este marco un papel muy importante la epidemiología, con


su positiva pero riesgosa y utópica pretensión de prevenir las enfermedades
y controlar las catástrofes sanitarias, prescribiendo prácticas que se vuelven
mandatorias y normativas de estilos de vida saludables, cuya legitimidad cien-
tífica se asume incuestionable y totalizadora. El modelo médico predominante
en el abordaje de las problemáticas que nos ocupan contrasta con las epis-
temes de los investigadores, enfocadas en la idea de que la vinculación en la
pareja y la familia favorece la aparición de ciertos trastornos y la evolución
de otros con evidente raigambre biológica. Esto no significa que no se reco-
nozcan los componentes biológicos presentes en todo proceso humano, sino
que no se consideran como la causa determinante de su surgimiento o de su
superación, pues más bien se asume un principio de causalidad compleja y

137
Ángela Hernández Córdoba

simultánea por el cual los problemas surgen en una configuración particular


de todas las dimensiones de la vida.

8.2 Vínculos forzados por enfermedades que amenazan la autonomía y


la supervivencia del portador

Se incluyen en este grupo los trabajos con niños y jóvenes autistas y con adul-
tos con trastorno demencial o con cáncer, dado que estas enfermedades
amenazan en gran medida la autosuficiencia de quien las padece, al punto
de que las relaciones con los cuidadores se convierten en determinantes de
la supervivencia y crean así un tipo específico de vinculación. Naturalmente
hay diferencias en un curso relacional que arranca con la vida del niño autista
y otro que termina con la muerte del adulto; pero como se verá, en ambos
tipos de casos surgen dilemas vitales cruciales por cuanto entran en rivalidad
las necesidades evolutivas de enfermos y cuidadores, cuya satisfacción depen-
derá de las redes relacionales que surjan después del diagnóstico, las cuales a
su vez están condicionadas por la historia de las relaciones en juego.

8.2.1 Niños y jóvenes con autismo. L.G. Colorado (2007)

Colorado (2007) condujo encuentros conversacionales con 8 familias elegidas


entre los 30 casos que constituyen la población de una institución adjunta a
la Facultad de Psicología de una Universidad, heterogéneos con respecto a la
edad del portador del autismo –6 a 20 años– y a su tiempo de permanencia
en el instituto, oscilante entre siete meses y trece años. Los grupos convo-
cados incluyeron a todos los familiares que convivían con el niño o joven y
a los equipos terapéuticos, conformados por los terapeutas voluntarios (es-
tudiantes universitarios de diferentes semestres y carreras), la coordinadora
(practicante de último semestre de psicología) y el director del instituto (psi-
cólogo fundador). Esta investigación se presentó a las familias como parte de
los rituales terapéuticos y pedagógicos del instituto.

138
Vínculos, individuación y ecología humana

Tabla 14. Participantes en la investigación sobre vinculación


alrededor de niños con autismo.

Edad del
Miembros de la familia participantes Tiempo en
Familia portador/
en la investigación el instituto
años

Tía materna (quien se desempeña como madre), tres


1 19 13 años
tías maternas, niño con autismo.

2 Padre, madre, niño con autismo 6 18 meses

Padre, pareja del padre, señora que ayuda con el cuida-


3 13 7 meses
do de los niños en casa, dos niños con autismo.

Padre, madre, abuela materna, abuelo materno, niña


4 7 2 años
con autismo

5 Madre, niño con autismo 15 8 años

6 Madre, padre, hermano, hermana, niño con autismo, 20 4 años

7 Madre, padre, hermano, niña con autismo 7 5 años

8 Madre, padre, niño con autismo 13 5 años

Colorado comprende la evolución de la dinámica vincular entre niño, familia e


institución como un fenómeno epigenético, emergente a través de un proce-
so marcado por ciertos hitos en los siguientes ámbitos de relación: 1) familia
y sistema de salud; 2) familia en su interior; 3) familia e institución; 4) familia e
institución con el niño; y 5) institución con la red social. Si la epigénesis es una
transformación estructural de un sistema autopoiético, que sigue un curso
contingente con el fluir de sus interacciones con el entorno (Maturana, 1995),
la dinámica vincular es en este caso un fenómeno epigenético en tanto el sis-
tema que configuran el niño, la familia, la institución y su red social recorre un
camino que a su vez lo crea y lo mantiene como sistema.

Se describe enseguida la secuencia vivida por la familia, en los ámbitos rela-


cionales ya mencionados, a través del proceso de detección, tratamiento y
acompañamiento del niño con autismo y su familia.

Relaciones de la familia con el sistema de salud

Se identificaron dos momentos clave en esa relación, denominados metafóri-


camente por el autor “Tanteo de especialistas: incertidumbre” y “El diagnós-
tico: baldado de agua fría”.

139
Ángela Hernández Córdoba

“Tanteo de especialistas: incertidumbre”: la confusión de los padres al ver que


algo anda “mal” en el niño requiere del diagnóstico como marco para encua-
drar la relación con él y reducir la incertidumbre. Cada familia va ajustando
los mensajes de los profesionales a través de un tanteo institucional y con la
red social, en busca de un punto de referencia para comprender el desarrollo
del niño y prever las expectativas al respecto: ¿qué pasa con el niño? ¿Por qué
actúa diferente? El estrés que genera el frecuente cambio de postura en las
instituciones educativas y de salud con respecto al niño y a la definición de lo
que le ocurre implica que la familia no logre un ajuste estable y que sus pro-
cesos adaptativos se retarden.

“El diagnóstico: baldado de agua fría”: el diagnóstico reduce la incertidumbre


con respecto a la naturaleza de las anomalías, pero la genera acerca de las im-
plicaciones, porque las expectativas se frustran. La reacción de los padres ante
los diagnósticos profesionales, principalmente de la madre, es ambivalente
entre las posibilidades y las limitaciones y generadora de tensiones entre la fa-
milia y las instituciones, todo ello explicable por la frustración que representa
aceptar el diagnóstico de autismo, no sólo con respecto al desarrollo del niño,
sino a la identidad como padres y al futuro de la familia.

Se plantean entonces tres grandes dilemas: “¿Por qué a mí? ¿Qué hice yo?”.
“No saben lo que uno vive” y “¿Ahora qué?”. La resolución de estos dilemas
determina el tipo de apoyo entre cónyuges al hijo y por parte de la familia
extensa, lo cual incluye el apoyo emocional, principalmente a la madre, para
reajustar su posición y el proyecto familiar.

Hay ciertas diferencias entre padres y madres. Los padres se sienten cuestio-
nados y se explican el problema acudiendo sobre todo a causas desconocidas,
fuera de su control, las cuales les facilitan aceptar la situación y librarse de la
culpa. Cuando el autismo es tomado como un castigo injusto, las reacciones
pueden ser desquitarse con la esposa, vengarse con el niño y asumir una pos-
tura de incompetencia como padres. Por el contrario, las madres suelen nece-
sitar ante todo que alguien les ayude a asimilar su propia experiencia personal
y luego que entiendan respetuosamente su postura como madres y su forma
de relacionarse con el niño.

140
Vínculos, individuación y ecología humana

Relaciones dentro de la familia: el cuidado del niño y el dilema del


respaldo familiar

La madre asume más que el padre el cuidado del hijo, siendo esta una sobre-
carga funcional que crea tres dilemas alrededor del control y la sobreprotec-
ción del hijo:

• El primero gira en torno a las expectativas de la madre sobre el niño:


cuando ella no logra el control y se siente burlada o triste, puede posicio-
narse intentando forzar el comportamiento a través de estímulos aversi-
vos; en estos casos, castigo significa “respeto” a la autoridad de la madre
por parte del niño. Sin embargo, las madres connotan estas reacciones
como una equivocación acompañada de culpa, con lo cual no resuelven el
dilema sino que entran en un circuito de malestar. A veces usan el castigo
porque no saben cómo tratar al niño ni controlar la relación. Por ello
la opción complementaria es disminuir las expectativas y las exigencias
como una forma de sobreproteger al hijo, con lo cual se le hacen pobres
demandas correspondientes a las pobres capacidades que le reconocen.

• El segundo dilema es el del relevo funcional para cuidar al niño; la madre


debe decidir si se dedica a eso ella misma y renuncia a logros en otros
campos, o si se vale de su red de apoyo primaria, generalmente su familia
de origen, para que la contengan tanto a ella como al niño. La decisión
depende de cómo la madre ha resuelto sus dilemas personales, cómo es
el respaldo del padre y cómo son las relaciones con la familia de origen.

• El tercero es la estabilización de la relación, sobre todo madre e hijo,


alrededor del síntoma. En varios casos esto representa el afianzamiento
de la relación simbiótica, en la cual la madre encuentra reconocimiento
y validación para sí misma. Este rol de la madre debilita generalmente su
relación conyugal y las conductas del niño autista se convierten en re-
guladoras de la relación familiar, a expensas de las necesidades de otros
miembros.

El respaldo del padre: existe una notoria diferencia entre la posición de la ma-
dre y la del padre, asociada a creencias y costumbres culturales. No obstante,
es crucial el acompañamiento del padre a la madre en el cuidado del niño y,
más aún, de ella misma para que, teniendo la vivencia del problema como una
responsabilidad compartida, se reduzcan los riesgos de una simbiosis inade-
cuada. El tiempo compartido es señal de compromiso y su escasez una excusa
validada socialmente para evitar tensiones y proteger a la pareja del conflicto.

141
Ángela Hernández Córdoba

La diferenciación entre el padre cercano y distante también tiene que ver


con el origen, la conformación y los pactos acordados por la pareja, así como
con sus marcos de referencia personales. En las relaciones donde los padres
son distantes, hay una relación madre–hijo rígidamente complementaria que
interfiere la autonomía como pareja.

El deber ser como padres es definido desde tres marcos de referencia: el del
padre, el de la pareja en cuanto a equipo de padres y el del Instituto acerca del
equipo de padres. Al respecto, la institución espera que el padre pregunte a la
madre sobre el proceso del niño, ayude a la madre a solucionar problemas de
la vida cotidiana, la apoye en decisiones sobre la educación del niño, dedique
tiempo para interactuar con su hijo y asista a las capacitaciones, de modo que
hay una aceptación implícita de que el agente colaborador en el tratamiento
es principalmente la madre.

A la madre le da más duro la autonomía que al niño: cómo desarrollar autosu-


ficiencia en el niño es un dilema que enfrenta el sistema de creencias y rituales
de la familia con el marco institucional y con las epistemes de los especialistas,
de modo que resolverlo con cada familia en particular es un reto que la insti-
tución aborda desde la óptica de la “relación simbiótica y dependiente entre
madre e hijo”.

Un primer mito que enfrenta la relación familia e institución es la pretendida


“ignorancia” de los padres sobre estrategias para separarse del hijo sin sen-
tirse ansiosos y otro es el desconocimiento de sí mismos como padres de
un niño autónomo, ante los cuales la institución ofrece espacios de abordaje
indirectos como las capacitaciones y el programa “Coteps” (coterapeutas), el
cual respeta los estilos y las decisiones de la familia y no hace una intervención
directa al respecto.

La frustración que el niño pueda experimentar en el proceso de separación


es vivida por la madre como un sentimiento que ella en cuanto cuidadora le
debe evitar; es su responsabilidad que el niño no sufra y la culpa la conduce
a compensar el daño, lo cual crea un vínculo ambiguo entre rigidez y laxitud.
Cuando la madre pretende infructuosamente que el niño reconozca su es-
fuerzo por compensarlo, se frustra y sin darse cuenta le cobra, rigidizando el
límite; este circuito se repite como pauta mantenedora de conductas sinto-
máticas como las autolesiones.

Proyección Familiar: en el proyecto familiar aparecen dos etapas claves. La


primera es la organización como grupo ante las dificultades del niño y la se-

142
Vínculos, individuación y ecología humana

gunda es la generación de autonomía en el niño a mediano y a largo plazo. En


la primera etapa son importantes la disponibilidad de tiempo, la organización
funcional de roles, los recursos económicos y la disponibilidad de apoyo por
parte de la familia extensa y la red social.

Vínculos familia - institución

Estas relaciones están atravesadas por tres componentes: el marco concep-


tual institucional, enfocado en una comprensión conductual del autismo como
una alteración de los patrones de coordinación intersubjetiva, el dilema de
la confianza de los padres y la asunción por parte de ellos de su rol de cote-
rapeutas. El dilema de la confianza se alimenta del recelo y la incertidumbre
de las primeras experiencias de los padres con las instancias educativas y de
salud, por lo cual el Instituto sabe que su primera tarea es ayudarles a recon-
ciliarse con la red social institucional.

Desde el punto de vista del Instituto, su vínculo con la familia se vuelve signi-
ficativo gracias a varios factores: la positiva evolución del niño; el ingreso de
los padres a la red social del instituto, donde reciben apoyo y reconocimiento,
incluyen nuevos recursos sociales y desarrollan recursos personales, conoci-
mientos y nuevas estrategias de manejo para afrontar las demandas del hijo;
el apoyo informal de otros padres que comparten su experiencia y brindan
acompañamiento en busca de soluciones conjuntas; el apoyo por parte de los
terapeutas en algunos aspectos de la vida familiar y personal y el reconoci-
miento por el compromiso con el proceso del niño, traducido en su asistencia
constante a las terapias, a las reuniones de padres, entre otros espacios que
abre el instituto para los niños y sus familias.

En el programa “Coteps” (coterapeutas) los padres realizan una comparación


entre las capacidades de su hijo y las de otros niños. En ese sentido, se plantea
una interferencia con su rol como terapeuta que necesita que detecte las for-
mas en que puede interactuar con el niño con el fin de facilitar el desarrollo.
El papel de coterapeuta implica que el padre aprenda a facilitar el desarrollo
de su hijo, incorporando técnicas coherentes con la episteme predominante
en la institución, desde la cual el autismo se comprende como una alteración
de los patrones de coordinación intersubjetiva y el tratamiento se orienta con
un enfoque conductual individual.

143
Ángela Hernández Córdoba

Vínculos de la familia y la institución con el niño

Estos vínculos se organizan a través de un proceso de adaptación de los adul-


tos a la respuesta desconcertante del niño con autismo, de modo que todas
las personas que entran en relación con él deben asumir que él no los reco-
nozca en su rol de padres, maestros o terapeutas e ingeniarse otros rituales,
correspondientes con mitos y epistemes específicas para compensar el des-
ajuste relacional.

Por otra parte, las alteraciones de los patrones de empatía, imitación y apego
propios de la coordinación intersubjetiva afectan también la identidad de los
padres y madres como tales, quienes deben aprender otros códigos comuni-
cacionales para saberse reconocidos por el niño; esas claves dependen de ru-
tinas que le den cierta predictibilidad a las reacciones y de no atribuir ninguna
intencionalidad negativa a las conductas del niño, pues de lo contrario los pa-
dres y los niños caen en interacciones agresivas que refuerzan las dificultades
comunicativas inherentes al autismo.

Si bien las epistemes de la institución sirven para hacer una lectura de las
respuestas del niño frente a los padres y los terapeutas como agentes modifi-
cadores del comportamiento, cuyas reacciones se interpretan desde su locus
de control, activado por la retroalimentación que proviene del niño, queda en
cuestión cómo inciden los aspectos autorreferenciales, los mitos, las expecta-
tivas frente a los casos, la identidad y el involucramiento emocional, asuntos
abordados en este enfoque como una caja negra.

En esta tesis se encontró que, en síntesis, la expectativa de los terapeutas es


dejar huella, en cuanto se enfoca al alcance de los objetivos que ellos se plan-
tean, a pesar de que en el transcurso del caso la visión a largo plazo se pierda
o se mantenga pero reduciendo las expectativas, sin que generalmente estas
se cotejen con las de las familias. No puede desconocerse que es humana la
necesidad de los terapeutas de hacer impacto en los niños y en sus familias,
más aún si para la mayoría de ellos estas son sus primeras experiencias pro-
fesionales.

Vínculos de la familia y la institución con la red social

Este apoyo le da un lugar privilegiado a la familia extensa, sobre todo de la


madre, proceso en el cual se pone en juego el dilema de los límites, como un
delicado equilibrio, cuyo manejo inadecuado puede ser una amenaza para la
vida conyugal y la autonomía de los padres del niño con autismo. Ese privilegio

144
Vínculos, individuación y ecología humana

se apoya en ciertas tendencias culturales a buscar la ayuda en esta parte de la


familia ante las dificultades como expresión de máxima confianza.

El riesgo de interferencias a la autonomía también se corre en la relación con


el instituto, pero en ello son muy cuidadosos los profesionales, estableciendo
un contrato claro con las familias e incluyendo en las capacitaciones y demás
espacios de intercambio a otros miembros de la familia extensa. Otras dificul-
tades tienen que ver con que las familias extensas no siempre son una ayuda
efectiva; a veces porque asumen roles que no les corresponden, descalifican a
la madre o establecen relaciones demasiado rígidas o flexibles con el niño, con
lo cual afectan su evolución. Las tensiones que surgen en este terreno se aso-
cian con los mitos variados acerca de cómo tratar a la persona con autismo,
sobre todo alrededor de situaciones no rutinarias tales como transitar por
lugares públicos con gran nivel de ruido y con ciertos riesgos para la seguridad
física, compartir juegos y manejar las reacciones de personas extrañas. La
vinculación de los hermanos se activa por rituales incentivados por los padres,
muy versátiles, pues pasan de lo lúdico a la participación como coterapeutas
al interior de la familia.

En síntesis, se observó que la dinámica vincular familia, niño e institución evo-


luciona según se afronten cinco asuntos básicos: aceptar la diferencia en el
sentido y en las formas de relación del niño con los terapeutas y los miembros
de la familia; confiar en las capacidades del niño y de los adultos para generar
a través del proceso terapéutico movimientos hacia la autonomía; acoger el
respaldo y la comprensión de los otros miembros del grupo familiar y de
la red social; asumir la responsabilidad institucional de realizar los esfuerzos
necesarios para que los niños y las familias desarrollen sus capacidades respe-
tando sus propias decisiones; y definir un límite con el entorno, con criterios
de cooperación.

Como hitos evolutivos relevantes para los actores en estos contextos se iden-
tificaron: el diagnóstico, el ingreso a la institución, la reducción de comporta-
mientos autistas asociados a las terapias, el ingreso de los padres al programa
Coterapeutas, la asistencia a las capacitaciones, la mayor socialización y el
desarrollo de una actividad ocupacional por parte de los niños. Cada uno de
esos momentos se vuelve clave en cuanto se reconocen y se resignifican las
fortalezas y debilidades de todos los actores como indicadores de la dirección
del cambio, teniendo en cuenta que todos estos elementos se intrincan de
manera tal que una limitación en alguno de ellos implica un estancamiento de
todo el proyecto familiar.

145
Ángela Hernández Córdoba

8.2.2 Familia, cuidador y enfermo con síndrome demencial.


S. Velásquez y A. Barbosa (2005)

Esta tesis se propuso dar cuenta de las pautas relacionales y comunicacionales


del enfermo con demencia, él o los cuidadores principales, el sistema familiar
y los sistemas más amplios con los que se establecen vínculos, a través de un
proceso de intervención breve centrado en la resolución de los problemas de
mayor relevancia según las necesidades y la etapa vital de las personas impli-
cadas en la problemática motivo de consulta. La investigación-intervención
se llevó a cabo en cinco subconceptos: los grupos de apoyo de la Asociación
de Alzheimer; los consultorios de psicología de la Universidad Santo Tomás,
el Instituto de Genética de la Universidad Nacional, los hogares de algunas
familias y algunas instituciones especializadas en el cuidado del adulto mayor.
Las intervenciones con intención psicoterapéutica se realizaron en forma in-
dividual y con equipos reflexivos en la cámara de Giselle para estimular las
reflexiones de segundo orden y el trabajo en equipo.

Desde la perspectiva neurológica, las demencias conforman un síndrome


mental orgánico crónico, degenerativo, manifiesto en trastornos de la me-
moria. El principal síntoma al inicio es la incapacidad para aprender y recor-
dar información nueva, pero luego aumenta la necesidad de asistencia con el
deterioro progresivo de la autosuficiencia para desempeñar las actividades
cotidianas. Los síntomas conductuales y emocionales son frecuentes e inclu-
yen ansiedad, ataques de furia, depresión, comportamiento violento, apatía,
resistencia a los cuidados, vagabundeo, repetición incesante de las mismas
preguntas, trastornos de sueño, lenguaje obsceno, pérdida de la facilidad ope-
rativa para realizar tareas con riesgo para la propia vida y hábitos impropios
de aseo personal. Con el tiempo aparece la incontinencia de esfínteres, la
inmovilidad y la necesidad de cuidado permanente.

146
Vínculos, individuación y ecología humana

Tabla 15. Características de los portadores del


trastorno demencial y sus familias.

84 años, vive en institución para adultos mayores. En su juventud tuvo una pareja
y con ella una hija que falleció a los ocho años de edad. Fue profesor de un colegio
gran parte de su vida. Sufre una enfermedad vascular que le ha generado problemas
demenciales. Su sobrina hace la consulta, debido a que Iván se queja de todo, tiene
1. Iván
tristeza permanente y su salud se deteriora. Se realizaron cuatro sesiones a través de
las cuales se movilizaron algunas de las personas más cercanas para él, permitiendo
fortalecer su red primaria para que contara con más apoyo afectivo. El tema de la
muerte fue su narrativa dominante.

87 años, vive sola, es pensionada por una compañía extranjera, ha pasado la mayor
parte de su vida viajando; es una mujer independiente que siempre ha buscado cosas
nuevas. Varios familiares han muerto de síndrome demencial. Sus allegados viven en
otra ciudad y la visitan de vez en cuando, pero ella dice que lo único que quieren es
apoderarse de sus bienes. El primer contacto lo suscitó una vecina preocupada, quien
2. Raquel decía que Raquel estaba perdiendo la noción del tiempo, no comía, la casa era un
desorden total y a veces dejaba la estufa prendida. Se hicieron tres sesiones con la
familia, aprovechando la época de navidad; los límites con su familia eran rígidos, pero
se logró que fueran más flexibles. La comunicación se tornó más clara y la cohesión
de otras épocas retornó. Algunas alianzas se rompieron y en términos generales se
fortaleció la red vincular de Raquel.

85 años, tiene un síndrome demencial en estado avanzado. En su juventud fue un gran


profesional. Tiene 5 hijos adultos, tres hombres y dos mujeres que tienen sus propios
hogares. Su familia ha soportado con resignación el deterioro progresivo, aunque la
esposa y la hija menor están más afectadas. No están seguras de que la forma como lo
están cuidando sea la más adecuada. También se sienten desorientadas en cuanto a lo
que pueden hacer como familia. Se realizaron tres sesiones en las que se fortalecieron
3. Manuel los vínculos entre los miembros de la familia, a través de reuniones más frecuentes y
con la participación de todos los miembros. La historia de elevada cohesión facilitó
el trabajo de los terapeutas, quienes lo único que hicieron fue convocar a la familia a
realizar rituales donde integraron elementos importantes de la historia familiar. Tam-
bién tomaron más conciencia del papel de la esposa como cuidadora principal y en
el proceso se le brindó respaldo emocional. Fueron remitidos a los grupos de apoyo
para integrarlos al trabajo en red.

89 años, sufre una enfermedad vascular pero tiene momentos de lucidez. Cuenta con
la esposa de 78 años y seis hijos entre 44 y 56 años, tres hombres y tres mujeres. La
familia tiene gran cohesión, acorde con su historia y su estilo de afrontamiento de las
dificultades. Consultaron para recibir orientación acerca de la evolución del síndrome
demencial; los familiares manifestaron confusión y algunos conflictos conyugales no
4. Víctor resueltos que se agudizaron con la aparición de la enfermedad. Se hicieron ocho se-
siones en las cuales se resolvieron algunos de los conflictos pendientes que afectaban
la calidad del cuidado brindado a Víctor por su esposa. La muerte de Víctor creó culpa
en ella, pero los hijos la apoyaron en su proceso de duelo y la familia logró adaptarse a
la nueva vida. La cohesión familiar elevada fue el principal recurso a la hora de afrontar
las constantes demandas suscitadas por la enfermedad de Víctor.

147
Ángela Hernández Córdoba

84 años, padece la enfermedad de Alzheimer y depende física y psicológicamente


de su nieta, quién es la cuidadora principal. De sus tres hijos, dos ya murieron, por
lo cual se encuentra al cuidado de los nietos de 38 y 34 años. Entre abuela y nieta se
ha generado un vínculo de apego que está afectando la autonomía de la nieta, quien
pidió ayuda al sentirse desesperada por no saber qué hacer con los conflictos fami-
liares generados desde el diagnóstico de Alzheimer a Natividad. Se siente sola en el
cuidado de su abuela y necesita apoyo para comprender mejor su rol en el asunto.
Se hicieron cinco sesiones y se logró convocar a las personas más significativas de
5. Natividad la familia. Se limaron algunas asperezas entre las personas clave en la problemática
motivo de consulta. La nieta recibió orientación y soporte por parte de los grupos de
apoyo y pudo comenzar a realizar actividades de la vida diaria que había dejado a raíz
de la aparición y evolución de la enfermedad. La comunicación se tornó más clara y
los límites menos rígidos. La época de navidad permitió convocar a la familia gracias
a los rituales que por esa época afianzan la identidad y las creencias de la mayor parte
de las familias. El vínculo entre Natividad y Claudia se tornó menos asfixiante, su red
social se nutrió y se crearon nuevos vínculos en los grupos de apoyo con personas que
pasan por situaciones parecidas.

82 años, sufre síntomas de Alzheimer, exacerbados notablemente desde la muerte


de su esposo a causa de la misma enfermedad. Se le suma una tristeza profunda que
no le permite realizar casi ninguna actividad de la vida diaria. Tiene un solo hijo de 32
años, casado, quien pide asesoría a causa de los síntomas. Se realizaron tres sesio-
6.Magdalena nes; se les orientó acerca de la enfermedad y se fortalecieron los vínculos existentes.
También se convocaron redes de apoyo para nutrir a la familia y prepararlos para los
cambios futuros asociados a la enfermedad. Esta familia se adaptó rápidamente a la
situación gracias a los recursos con los que contaba y al aprovechamiento de la expe-
riencia previa con el padre muerto.

60 años. Una enfermedad vascular desencadenó un deterioro rápido de las funciones


superiores: ya no habla, presenta rigidez muscular y pocas señales de comunicación
no verbal, lo cual ha generado una crisis en la familia; esposa (53 años), tres hijos
varones (37, 35, 32), una hija de 19 años y una nuera, quien pide orientación; ya que
desde que él enfermó, han aumentado los conflictos en la casa. La esposa y cuidadora
7. Otoniel principal no expresa sus sentimientos y está cada vez más irritable. Se realizaron cinco
sesiones en las cuales se connotó positivamente el rol de la esposa, se le ayudó a re-
definir el cambio en la complementareidad de su relación conyugal (“ahora él es como
un bebé”) y se fortalecieron los vínculos con los demás miembros de la familia alre-
dedor de la madre. Se trabajó con los recursos existentes para potenciar el normal
desarrollo del ciclo vital personal y familiar. Fueron remitidos a los grupos de apoyo.

Los resultados de esta tesis son consistentes con los de otros estudios que
muestran la conexión entre los vínculos familiares y la evolución de la enfer-
medad, de modo que a menos recursos relacionales mayor morbimortalidad.
La protección y el apoyo social son un recurso indispensable para comple-
mentar y a veces para sustituir los servicios de salud. Más aún cuando se sabe
que, en general, a mayor edad hay también mayor riesgo de perder las rela-
ciones sociales y familiares de apoyo, situación que se agrava si hay una enfer-
medad crónica e incapacitante que incrementa la vulnerabilidad y la fragilidad
humana, como ocurre con los enfermos con demencia.

La demencia de un familiar cercano genera malestar psicológico en las per-


sonas vinculadas a él, así como reajustes en la ritualización de la vida familiar
148
Vínculos, individuación y ecología humana

en cuanto a roles, formas de comunicación, pautas relacionales, reglas, lími-


tes, jerarquía, cohesión, y demás formas de organización. Suelen presentarse
dilemas sobre quién es el más apto para cuidar al enfermo, aunque con gran
frecuencia es elegido aquel que no se ha diferenciado de su familia de origen.

Como el lenguaje del enfermo se va deteriorando gradualmente, aparecen


confusiones y conflictos que entorpecen el afrontamiento del estrés genera-
do. Las pautas de relación previas al surgimiento de los síntomas, la historia y
las creencias familiares tienen un papel determinante en las dinámicas relacio-
nales que emergen con el diagnóstico y facilitan u obstaculizan los procesos de
adaptación que exige la evolución de la enfermedad.

Los miembros de la familia se van aglutinando alrededor de la enfermedad y


de sus consecuencias, incluyendo en esa red a los sistemas de salud, aún desde
antes del diagnóstico. Cuando la familia se organiza en torno al diagnóstico
genera apoyo mutuo y reactiva recursos fundamentales para la adaptación
consecuente, aunque a medida que avanza la enfermedad, la familia suele des-
orientarse y no sabe en que forma comunicarse con la persona afectada; se
diría que la comunicación recomendada es la del abrazo y las caricias, a través
de las cuales se expresan emociones contenidas, entendiendo que la persona
enferma todavía existe y está ahí presente.

La persona enferma genera progresiva dependencia de los cuidadores y el


vínculo con su cuidador principal se convierte en asunto de supervivencia. Las
respuestas a esta demanda dependen del sentido de lealtad familiar existente,
por lo cual la persistencia de conflictos sin resolver entre los cuidadores y el
enfermo puede acelerar su deterioro. No obstante, si la calidad del vínculo es
fundamental para el enfermo, puede ser un problema significativo para el cui-
dador principal, quien se va desgastando emocionalmente, debido a que tiene
que observar impotente el deterioro de ese ser querido, de quien también
recibió afecto.

En casos en los que el enfermo maltrató en otras épocas a los miembros de


la familia, puede ser recomendable la terapia familiar, para que los cuidadores
resuelvan los resentimientos, como ocurrió en varios casos de los estudiados,
pues de lo contrario, esas dificultades relacionales hacen que los familiares
prefieran abandonarlo a su suerte o internarlo en una institución especializa-
da, ya que sienten que no tienen ninguna deuda de lealtad y deciden no sufrir
más con esa persona. Cuando ese distanciamiento no es posible, el enfermo
puede ser víctima de maltrato y negligencia por parte de sus cuidadores, todo
lo cual está asociado a valores y creencias transgeneracionales propios de la
cultura familiar.
149
Ángela Hernández Córdoba

Algunos de los factores protectores corroborados en esta tesis para afrontar


la emergencia y la evolución de la enfermedad demencial son: una historia
de cohesión familiar elevada; un sistema de creencias basado en la solidari-
dad como valor base de la estabilidad y la identidad familiar; un sentido del
humor que favorezca redefinir los cambios vitales y asimilarlos como proce-
sos naturales; una historia de flexibilidad ante los cambios del ciclo vital; una
comunicación clara; aprendizajes previos y vivencias superadas alrededor de
enfermedades anteriores y una nutrida constelación familiar. Entre los ries-
gos o vulnerabilidades más importantes están: conflictos sin resolver de los
miembros de la familia con quien padece la enfermedad, rigidez ante las exi-
gencias propias de las transiciones del ciclo vital, comunicación inadecuada,
coaliciones inconvenientes entre los miembros de la familia, historia de escasa
cohesión, conflictos de lealtad, una constelación familiar pobre y pérdidas an-
teriores no resueltas.

Otro factor protector es la pertenencia a redes, en este caso a los grupos de


apoyo de la Universidad Nacional y a la Asociación Colombiana de Alzheimer.
Se observó que la construcción de vínculos entre familias que se encuentran
en una situación similar facilita la identificación y la cohesión en pro de la adap-
tabilidad, gracias a las experiencias compartidas. La red social de los adultos
mayores y en especial la de los que padecen enfermedades crónicas suele
debilitarse, por lo cual el objetivo de los grupos de apoyo es precisamente
fortalecer, movilizar y construir nuevas formas de apoyo emocional.

Adicionalmente, en la familia emergen reacciones, expectativas y temores


asociados a la muerte inminente, los cuales llevan a desplegar una serie de
rituales destinados a mantener la estabilidad familiar. Algunas familias se de-
dican a pensar en los bienes heredables, situación que genera confusión y
conflictos entre los miembros de la familia y aparecen en ocasiones terceras
personas con intereses que deterioran la calidad de los vínculos.

La psicoterapia con la familia contribuyó a disminuir el estrés y la carga de su-


frimiento y a resolver conflictos que emergen con la progresión de la depen-
dencia, el compromiso funcional y la aparición de problemas de comporta-
miento. La psicoterapia individual en los casos donde el portador conservaba
lucidez complementó la atención a la familia, lo mismo que la participación en
grupos de apoyo y asociaciones de familiares. Se puede concluir que la consul-
ta en la casa con pacientes crónicos y la hospitalización domiciliaria satisfacen
mejor esas necesidades, si se incluye la familia, pues aunque las instituciones
para ancianos a veces son el único vínculo social disponible, siempre será más
amable el paso hacia la muerte si se cuenta con una figura conectada con la
historia personal, como un viejo amigo o un familiar lejano o cercano.
150
Vínculos, individuación y ecología humana

En el trabajo con las familias fue importante no luchar con sus mitologías, sino
encontrar su convergencia con las epistemologías de los terapeutas, a través
de la integración de las perspectivas de vínculos y narrativas, propicias para
armonizar el presente en consonancia con la historia vivida y encarnada por
los actores participantes.

8.2.3 Adultos con cáncer atendidos en una IPS especializada.


C. Valdés y M. F. Jiménez (2006)

Esta tesis se realizó en una IPS especializada en el tratamiento del cáncer, en


donde la intervención psicológica y psicoterapéutica se considera un apoyo a
la positiva evolución de la enfermedad o una preparación para el bien morir.
La intervención psicológica se ejerce como una más dentro de la secuencia
de intervenciones médicas en línea, a través de las cuales pasan los pacientes.

Tabla 16. Características de los pacientes con cáncer y sus familias.

57 Años, procedente de un municipio de Cundinamarca. Diagnosticado con Leuce-


Pablo: “Hablar mia Linfática Crónica. Remitido por el médico tratante a psicología, por conflictos
lo no hablado” dentro de la familia y de la familia con la institución; fue para los médicos el primer
paciente crítico. Convive con su compañera de 73 años, su hijastra de 45 años y un
nieto adulto de la esposa. Los gastos del tratamiento son asumidos por los hijos de
la pareja quienes viven fuera del país. Al momento de iniciar la intervención, Pablo
ya no se encontraba laborando, debido a las secuelas de la enfermedad y del mismo
tratamiento. Se tuvieron en total seis encuentros, con intervenciones en el ámbito
individual, familiar y parental, en relación con la hijastra.

53 años, se desempeñaba como modista, pero a partir del diagnóstico se desvincu-


ló de su contexto laboral y se dedicó a las labores del hogar. Su compañero tiene 54
años y tienen cuatro hijos (35, 32, 23 y 16 años). La hija mayor estuvo en consejería
con el pastor de la iglesia, por severo alcoholismo y problemas de pareja. Mary
tuvo cáncer en el ojo izquierdo y el tratamiento fue extracción del globo ocular
Mary: “Obser-
dos meses antes. Desde la primera consulta presentó depresión y antecedentes de
var desde la os-
adicción al cigarrillo. Ella dice: “Yo quiero definir la situación con mi esposo; lo que
curidad”
pasa es que él es un borracho; desde que nos fuimos a vivir juntos, me golpeaba y
abusaba de mí; inclusive, después de una cirugía que me hicieron. No sé que hacer,
mis hijos dicen que yo debo tomar la decisión, además el menor está rebelde, no se
las lleva bien con el papá y eso me deprime. Con la enfermedad se me acabó todo;
después de esto lo que a uno le espera es la muerte”. Se hicieron cuatro sesiones.

En el caso de Pablo, los objetivos terapéuticos fueron: resignificar su imagen,


fortalecer sus recursos para la resiliencia, ayudarle a redefinir su sentido de
vida, mejorar las relaciones familiares y promover nuevas formas de vincu-
lación en el ámbito social e individual. En el caso de Mary fueron: promover
su autonomía y su individuación a través del reconocimiento de sus recursos,

151
Ángela Hernández Córdoba

reconstruir su proyecto de vida y favorecer espacios de reflexión individual y


familiar que movilizaran los vínculos existentes.

A través del proceso psicoterapéutico se encontró que el vínculo familiar co-


rrespondía a la pauta relacional previa a la aparición de la enfermedad. No
se podría decir que el cáncer determine la naturaleza del vínculo, pero sí es
posible que, por una parte, las experiencias alrededor de la enfermedad reac-
tiven los dilemas vitales de la familia y, por otra, den lugar a nuevas formas de
comunicación y a un nuevo posicionamiento del portador de la enfermedad
frente a sí mismo y frente a la familia como una forma de autoprotección.

Con Pablo y su familia apareció agresividad y distanciamiento en las relacio-


nes, demandas ambiguas y críticas ante las limitaciones de Pablo para cons-
truir un proyecto de vida acorde a las expectativas familiares, situación que le
generaba ansiedad, desubicación y aislamiento, conducta que definían como
depresión.

La vinculación con los hijastros era periférica y con su pareja ambivalente en-
tre el afecto y las exigencias, tanto en el ámbito económico como nutricio,
situación que sobrellevaban a través de un ritual de silencio. La aparición del
cáncer en Pablo dio lugar a un cambio en la organización familiar, pues tu-
vieron que decidir quien sería el acompañante durante el proceso de la qui-
mioterapia, modificar la alimentación y asumir otros cuidados específicos que
alteraban la rutina familiar.

En este caso, la familia fue cuestionada y comenzó a reestructurarse desde el


mito de callar para ser aceptado, evidente en el retraimiento definido como
agresión por parte de la familia; se identificó que el silencio aparecía también
en los momentos familiares íntimos y que las mujeres se sostenían en una
postura de “no perdón”, como estrategia para mantener alianzas y lealtades
entre ellas, las cuales ritualizaban con espíritu matriarcal al ser las fuertes pro-
veedoras de la familia y justificaban en creencias religiosas de unidad familiar
y aguante femenino.

En el caso de Mary, la hipótesis inicial de la intervención giró en torno a que


ella construía sus vínculos desde una posición de víctima, sustentada en una
historia de dolor y desapego desde la temprana relación con la madre. La con-
vivencia con su esposo había sido una tabla de salvación y el contexto donde
encontró inicialmente un reconocimiento a sí misma y a sus potencialidades,
por lo cual continuaba unida a él, en una pauta complementaria de sumisión
ante sus demandas, las cuales, acentuadas por su alcoholismo y su agresividad,
terminaban en abuso.
152
Vínculos, individuación y ecología humana

Para Mary asumir una mayor responsabilidad en el hogar era una expresión de
lealtad y de agradecimiento al esposo; la llegada de los hijos y su rol nutricio
le proporcionaron una zona de confort que dio lugar a alianzas con los hijos,
las cuales invalidaron las acciones y el rol del compañero en la familia, pasan-
do a una pauta simétrica donde los hijos resultaban triangulados y surgía un
isomorfismo entre el sistema conyugal y el parental. Las creencias religiosas
sustentaban el mantenimiento de la unidad familiar, hasta cuando la salida de
los hijos mayores del hogar generó una crisis que fue superada aceptando
ese hecho como el destino de los hijos que crecen y aprovechando las largas
jornadas laborales como pretexto para alejarse de los problemas familiares.

Por ello, la aparición del cáncer implicó para Mary y su familia una recons-
trucción de roles, en detrimento de la imagen de sí misma y de su posición
en el sistema, en la medida en que su voz se silenció en la toma de decisiones
de la familia, en coherencia con el mito de Mary de que el poder de decisión
dependía del aporte económico.

Ante este panorama parecería que los síntomas de tristeza, llanto y encerra-
miento fueran un intento de solución para mantener la unidad familiar, evitar
la repetición de la historia de abandono y a la vez poner límites en la relación
con el esposo. Sin embargo, al momento de la intervención, el síntoma se
tomó también como una metáfora que comunicaba lo que la enfermedad ha-
bía causado en su vida y en consecuencia encerrarse y entristecerse era una
alternativa válida para afrontar el dolor y la reorganización familiar que impli-
caba posponer algunos proyectos significativos, tal como lo verbalizaron una
vez se activó su resiliencia familiar y personal.

Así, el cambio abrupto en su rutina ante la aparición del cáncer la llevó a sen-
tirse desplazada de sus funciones como proveedora y cuidadora, rechazada
en el contexto familiar y social, atemorizada frente a la crítica social pues se
sentía menos bella al perder un ojo y por tanto con una autoimagen empobre-
cida y una autonomía disminuida, panorama dentro del cual el encerramiento
era un ritual para comunicar su malestar dentro de la familia.

Se encontró además que la unión de la pareja estaba sustentada en el mito


de que es una ley de la vida que los hijos se marchen a conformar un nuevo
hogar y dejen solos de nuevo a los cónyuges para cuidarse en la enfermedad
y mitigar la soledad. Adicionalmente, el ingreso del compañero a la iglesia
cristiana se convirtió para la familia en un apoyo crucial en la solución de sus
problemas, porque interpretaron la enfermedad como una prueba divina y
como un llamado a cambiar el estilo de vida y reforzar su unión, por lo cual el
ritual religioso entró a formar parte de la cotidianidad familiar.
153
Ángela Hernández Córdoba

Los vínculos con la institución tratante se cimentaban en los protocolos médi-


cos, conforme a una relación contractual basada en la prestación de un servi-
cio para el tratamiento del cáncer, con la intención de curar la enfermedad o
al menos mejorar la calidad vida de los pacientes y sus familias.

En el caso de Mary, el contexto médico posibilitó resignificar el mito de que


todo paciente con cáncer muere, lo cual fue reforzado en la iglesia con los
testimonios de sus compañeras que ratificaban la esperanza de vida. La pre-
sentación de síntomas no asociados a la enfermedad dio apertura a que la
consulta trascendiera lo biológico motivando la interconsulta con psicología.

En estos tres tipos de casos la enfermedad es una oportunidad de reorgani-


zación familiar, a la cual ayuda la intervención psicológica, en cuanto limpia
obstáculos provenientes de la historia de las relaciones que interfieran los
reajustes asociados a la carga del cuidado, la cual, si no se asume dentro de
un espíritu de solidaridad, implicará inequidad en el sistema y en esa medida
impedimentos a la autonomía individual de los cuidadores primarios.

8.3 Vínculos fragilizados por la exclusión afectiva que amenaza la su-


pervivencia emocional

En esta categoría se ubican los casos de depresión, intentos de suicidio e


inimputabilidad por trastorno psicótico, en los cuales resultó como elemento
común la descalificación y el rechazo de los portadores en relaciones paren-
tales y conyugales.

8.3.1 Adultos con depresión asociada a problemas de pareja.


O. Martínez (2007)

Aunque en estos casos, abordados en psicoterapia en los consultorios de la


Universidad Santo Tomás, el motivo de consulta enfatizaba el malestar depre-
sivo como enfermedad, se encontraron en todos ellos conflictos conyugales
y rupturas de pareja no superadas, dentro de historias personales marcadas
por descalificaciones parentales tempranas y adultificación prematura de los
portadores del problema, tal como se describe a continuación.

154
Vínculos, individuación y ecología humana

Tabla 17. Características de los casos de adultos con depresión.

Características de los consultantes por No. de sesiones y per-


Motivo de cierre
depresión sonas convocadas

Hombre de 29 años, taxista. Conoció a su


pareja actual 14 años atrás, pero sólo lle-
Total: 10 sesiones; 6
vaban 2 años de convivencia; de su unión
individuales con el consul-
había una hija de 3 años y paralelamente Mutuo acuerdo
tante, 1 individual con la
1 mantenía una relación sentimental con otra por cumplimiento
esposa y 2 con ambos; 1
mujer de 26 años con quien tenía otra hija de objetivos
con presencia del equipo
de 4 años. Los problemas en esta relación
terapéutico.
habían desencadenado la búsqueda de ayu-
da.

Mujer de 39 años, casada, se desempeñaba


como líder sindical; se había separado hacía
8 años, vivía con su hijo de 16 y su actual
Total: 8 sesiones; 5 indivi-
compañero de 28 años. La consulta fue so- Mutuo acuerdo
duales con la consultante,
2 licitada para su hijo, por problemas depre- por cumplimiento
1 encuentro de pareja y 2
sivos, dificultades escolares y temor al sui- de objetivos
encuentros con el hijo.
cidio, ya que había antecedentes familiares.
Durante el primer encuentro se redefinió
que era ella quien requería del proceso.

Mujer de 36 años, psicóloga, soltera, quien


había convivido con una pareja de 40 años
Mutuo acuerdo
durante 7 años y hacía dos se habían sepa- 6 sesiones individuales con
3 por cumplimiento
rado. Su motivo de consulta se relacionaba la consultante.
de objetivos
con el estado de ánimo que había suscitado
esta separación.

Hombre de 47 años, locutor, con dos hijos


mayores de 20 años del primer matrimo-
nio; tuvo 4 parejas, incluyendo la madre de
Abandono del
sus hijos y de todas se había separado; du- 6 sesiones individuales con
4 proceso sin aviso a
rante el proceso terapéutico se encontraba el consultante.
la terapeuta.
solo. Su motivo de consulta estaba relacio-
nado con un desborde emocional por el
rompimiento con su última pareja.

La emergencia del síntoma se asoció en todos los casos a episodios dolorosos


por la pérdida o el temor a perder la pareja. El temor a la soledad y al fraca-
so los hizo vulnerables al derrumbamiento emocional y a intentar suicidarse,
pues en dos de los casos este había sido un ritual utilizado en sus familias como
una solución ante el sufrimiento y los portadores consideraban hereditaria
esta tendencia.

Los síntomas incluían insomnio, ansiedad, pensamientos obsesivos, hundi-


miento emocional y abandono de proyectos, alimentados por mitos tales
como “la depresión es una enfermedad hereditaria”, “mi familia me ha aban-
donado” y “la solución es dejar de sentir esto”. En coherencia con la auto-

155
Ángela Hernández Córdoba

percepción de enfermos, tenían expectativas de curación o por lo menos de


autocontrol de la enfermedad ante el proceso terapéutico.

Inicialmente, los consultantes atribuían su depresión a causas biológicas y te-


nían una cierta “conciencia de estar enfermos”; algunos pensaban que era
un trastorno incurable, concepto reforzado por profesionales que los habían
tratado con medicamentos. Se sentían bien por un tiempo y luego recaían en
las crisis como expresión de insatisfacción, ya que no mostraban su inconfor-
midad con palabras. De la misma manera pautaban la relación en sus familias.

En el proceso de construcción de la identidad a través de las vivencias en la


familia de origen y la relación consigo mismos se encontró lo siguiente:

En la relación parental original, todos los consultantes habían vivido su niñez


y parte de la adolescencia con sus padres; tres de ellos pertenecían a familias
más bien cohesionadas, de dinámica triangulatoria, lo que hacía que los con-
sultantes configuraran alianzas con el progenitor sobreprotector, con quien
quedaban en deuda, mientras se sentían desplazados o poco queridos por el
otro. En el otro caso la organización familiar era caótica y desligada.

Todos habían vivenciado en su infancia una relación rígida y de alta exigencia


con alguno de sus progenitores, especialmente con el padre, con quien man-
tenían un vínculo más racional que afectivo. Esta forma de relación propiciaba
rituales de obediencia, sumisión y complacencia de la figura parental a costa
de las necesidades individuales del futuro depresivo, ciñéndose a mitos fami-
liares que reforzaban actitudes de no llevar la contraria, culpabilizarse por los
problemas de los padres y contener la expresión de las emociones.

En estas relaciones triangulatorias, el hijo se sentía acorralado entre dos exi-


gencias contrarias y luego se sentía desplazado afectivamente, con lo cual sur-
gía una especie de doble vínculo. Por ejemplo, el suicidio de la madre aliada
de una de las consultantes fue comprendido por ella como un abandono y una
actitud egoísta. Igualmente, para otra consultante la separación de su padre,
en alianza con la madre para casarse de nuevo, fue para ella una traición. En
cuanto a los hombres, uno de los consultantes, hijo menor, creía que él no
era importante para los padres ni para los hermanos, su madre permanecía
ensimismada en sus quehaceres y su padre era alcohólico.

Por diversas circunstancias, tres de los consultantes fueron hijos parentaliza-


dos, salvadores de sus hermanos mientras renunciaban a su adolescencia y
en cambio entraban en rivalidad con los hermanos e incluso con sus padres.

156
Vínculos, individuación y ecología humana

Todos los consultantes se consideraban personas juiciosas y se esforzaban por


ser merecedoras de atención y reconocimiento. Expresaban ser excelentes
parejas, buenos amantes, cultos y destacados en los ámbitos laboral y educa-
tivo. Sin embargo, los embargaba la frustración y el dolor, sintiéndose vulne-
rables a la descalificación emocional y a su condición de enfermos depresivos.

Cuando se sentían descalificados por las figuras parentales y conyugales a


quienes querían complacer, fácilmente entraban en frustración y rabia, alimen-
tando a su vez pautas de descalificación y de reproche hacia tales personas.
Otro de los rituales para buscar reconocimiento eran acciones casi heroicas
para despertar admiración, como ser trabajadores ejemplares durante largas
jornadas. Esta pauta se conectó con la de adultificación prematura, puesto
que desde muy temprana edad asumieron responsabilidades de índole laboral
por su misma situación de autosuficiencia. Todos estos aspectos los llevaban a
desarrollar una identidad basada en hacer más de lo que creían que los demás
esperaban de ellos y hacerlo perfecto, dejando de lado el sentir y el disfrutar
en las relaciones cercanas.

En cuanto a las expectativas en la conformación como pareja, todos habían


imaginado encontrar a la pareja ideal que satisficiera sus necesidades afectivas;
cuando estas expectativas no se dieron, se acrecentaron las pautas de desca-
lificación y de reproche por lo poco que el otro aportaba a la relación, según
su criterio, todo lo cual alimentaba una relación de complementariedad rígida,
caracterizada por la supeditación o seudoprotección de uno de los cónyuges
al otro, replicando así las pautas vividas en la familia de origen. Estas estrate-
gias elevaban más el malestar y mantenían la pauta sintomatológica y la mutua
desmotivación.

En el proceso terapéutico se involucró a la familia como recurso importante


para la comprensión de la problemática en términos relacionales y la solución
al malestar. En los portadores del síntoma se promovió su autonomía, se pro-
pició la verbalización de aquello que manifestaban a través del síntoma y se
redefinió la enfermedad hereditaria como un malestar o una perturbación de
índole relacional. En lo conyugal y familiar, se buscó que visualizaran los jue-
gos relacionales donde participa toda la familia con el propósito de promover
cambio en tales pautas.

157
Ángela Hernández Córdoba

8.3.2 Intentos de suicidio en adolescentes y adultos jóvenes.


J. Muñoz y M.C. Trujillo (2008)

Este trabajo se realizó en la unidad de salud mental de un hospital distrital, en


donde los casos fueron remitidos a los investigadores para ser intervenidos en
psicoterapia y en equipo con los profesionales de la institución.

Se intentó hacer compatible esta intervención con los servicios ofrecidos por
la Secretaría Distrital de Salud a través de protocolos fijos, los cuales consisten
en un número específico de sesiones y de niveles de intervención para aten-
ción en crisis, hospital día, hospitalización y enfermo mental crónico. Estos
programas operan bajo parámetros propios del modelo médico, orientados
al tratamiento del síntoma, con el riesgo de que se perpetúe la codependencia
entre el paciente y la enfermedad, el síntoma y el fármaco y entre el paciente,
la familia y la institución, lo que termina convirtiendo los procesos de aten-
ción en mantenedores homeostáticos de la problemática que contribuyen a
su cronificación, como sucedió en dos de los casos donde el diagnóstico los
direccionó al paquete de atención de “enfermo mental crónico”.

Aunque algunos profesionales pretendían realizar lecturas estructurales-sisté-


micas de los casos, sus rituales operaban bajo lineamientos bio-médicos, con
predominio de intervenciones individuales de tipo farmacológico dentro de la
hospitalización; a pesar del intento de trabajar desde una perspectiva multidis-
ciplinaria, las miradas de los profesionales eran desalentadoras a partir de un
diagnóstico psiquiátrico marcador del destino de los pacientes y de sus fami-
lias, desde el cual el involucramiento de los familiares buscaba la adherencia al
tratamiento del portador del problema definido como enfermo.

Los resultados fueron generados en un total de 38 sesiones llevadas a cabo


en el contexto hospitalario. El proceso psicoterapéutico incluyó cuatro fases:
la evaluación y el enganche terapéutico; el abordaje integral; el cierre y el
seguimiento de los casos. Se desarrollaron de manera estratégica según parti-
cularidades de cada caso, buscando conectar de manera explícita el funciona-
miento individual con la dinámica familiar, para favorecer la autonomía de los
individuos en contextos eco-dependientes, es decir, en contextos vinculares,
propendiendo así por el cambio y la transformación de las situaciones interac-
cionales problemáticas.

158
Vínculos, individuación y ecología humana

Tabla 18. Características de los consultantes


por intento de suicidio y sus familias.

18 años, cuarta de siete hijos (entre 23 y 12 años), vivía en zona suburbana de Bogotá,
cursaba décimo grado de bachillerato, con bajo rendimiento académico; mantuvo una
relación afectiva y sexual con un primo de 35 años, casado y con hijos, por lo cual era
tratada por sus hermanos como “loca”, “perra”, “puta”, “enferma mental”. Profesó la
religión católica y después asistió a un culto cristiano como solución ante los conflictos
familiares, pero se retiró porque su práctica le desencadenó “sentimientos de culpa”.
Ha hecho tres intentos de suicidio: ingesta de medicamentos dos veces y lanzamiento
a vehículo. Su hermano mayor se suicidó en el año 2000, al parecer por los conflictos
familiares, lo cual desencadenó fuertes sentimientos de culpa, soledad, abandono y
rabia en Angela por la ruptura abrupta del vínculo afectivo que los unía. Su familia está
conformada por niños, adolescentes y adultos jóvenes; sus padres, casados hace 30
años, con escolaridad básica primaria, laboran como operador de maquinaria y ama
1. Ángela
de casa; sus dos hermanos mayores se encuentran temporalmente fuera del hogar
por razones laborales y conflictos con los padres. Hay violencia familiar, consumo de
bebidas alcohólicas en ambos padres y posible abuso sexual por parte del padre hacia
Angela desde hace cerca de 10 años; ella asume una posición distante y descalificado-
ra con poca vinculación afectiva, dirigiéndose hacía su padre como “ese señor”. Los
frecuentes conflictos conyugales (abuso sexual y maltrato en estados de embriaguez)
hicieron que los hijos intervinieran, asumiendo una posición protectora hacia la madre
y desafiante hacia el padre, lo cual generó más violencia y distanciamiento entre padres
e hijos. Las relaciones fraternales son distantes, mantenidas a través de escaladas si-
métricas, a excepción del hermano menor, con quien Angela tiene lazos de protección
mutua. Angela solicita personalmente intervención terapéutica en la unidad de salud
mental. Se hicieron 11 sesiones.

15 años, es la segunda de tres hijas mujeres (16 y 13 años) de dos padres diferentes.
Reside en Ciudad Bolívar en Bogotá; cursa décimo grado de bachillerato, con bajo ren-
dimiento académico. En el 2005 tuvo dos intentos de suicidio, uno por ingesta de me-
dicamentos formulados a la madre por diagnóstico de “Psicosis-esquizofrénica” hace
20 años y el segundo por infligirse cortadas con un vidrio en sus muñecas, estando
en su colegio, motivo por el cual es remitida a la unidad de salud mental. Ha recibido
atención psicológica y medicación psiquiátrica en un hospital distrital por diagnóstico
de “Depresión mayor en adolescente”. Los padres, con escolaridad primaria, viven
en unión libre desde hace 16 años; son ayudante de construcción y ama de casa. El
embarazo de la hija mayor fue motivo de violencia por parte de la familia de origen
de la madre, al punto de amenaza de aborto a los seis meses, por lo cual se fuga del
hogar; ha tenido múltiples crisis y hospitalizaciones psiquiátricas en su vida. La relación
2. Isabel conyugal de los padres ha estado enmarcada por maltrato, reproches, descalificacio-
nes y quejas mutuas, asociados a la pretensión de que el esposo, siendo católico se
convierta en cristiano. Los padres ejercen con las hijas una disciplina severa, eventos
violentos y vinculaciones poco nutricias, que llevan a fugas del hogar por parte de la
hija mayor, quien deja sus estudios secundarios a los 15 años e ingresa a laborar como
interna en una casa de familia. Esta hija mayor conforma un hogar, pero se presentan
nuevamente eventos de maltrato esta vez ejercidos por su cónyuge, lo que la lleva a
contemplar el suicidio como alternativa de solución frente a las problemáticas vividas
desde lo relacional y lo económico, sensaciones no exteriorizadas y desconocidas por
su familia hasta esta intervención terapéutica, lo cual fue vivenciado en encuentro fami-
liar. Isabel también fue maltratada física y psicológicamente por su madre, motivo por
el cual su hermana mayor instauró una demanda ante el ICBF y obtiene la custodia de
Isabel. Se hicieron 10 sesiones.

159
Ángela Hernández Córdoba

15 años, hija menor de tres hermanos (22 y 20 años), se encuentra desescolarizada,


cursó hasta quinto de primaria y fue repitente recurrente. Los padres provienen de
Antioquia; actualmente la madre (35 años, empleada doméstica) y sus hijas residen
en Ciudad Bolívar. Diana ha mantenido relaciones afectivas y sexuales con diferentes
parejas, en ocasiones fugándose por varios días, lo cual ha forjado una imagen ante
vecinos de “vagabunda” y ha generado distanciamiento y reproche de su familia. Hay
frecuentes disputas con la madre por no colaborar en los quehaceres domésticos y
por sus salidas a deshoras. Diana ha tenido dos intentos de suicidio: ingesta de me-
3. Diana
dicamentos y ahorcamiento, además de varías amenazas de atentar contra su vida,
asegurándose de que haya alguien que la pueda auxiliar. Sus padres se separaron en
1993 por conflictos relacionados con violencia familiar y consumo de alcohol por parte
de ambos. La madre ha establecido una nueva relación de pareja con un vecino del
barrio con quien convive temporalmente y comparte gastos. El hermano mayor vive
aparte en unión libre. Diana es remitida por la comisaría 19 de familia, por petición de
la madre. Se hicieron 2 sesiones y el caso se cerró por decisión de la consultante sin
acuerdo con los terapeutas.

15 años, vive en ciudad Bolívar, estudiante de secundaria con bajo rendimiento acadé-
mico, aunque es repitente, es el mayor de tres hijos (12 y 11 años). En el 2004 tuvo
dos intentos de suicidio, uno por cortadas superficiales y el segundo por ingesta de
creolina, por el cual asiste a la unidad de salud mental. Ha recibido atención psicológica
en su colegio y en el 2005 es remitido nuevamente a la unidad de salud mental por
ideas recurrentes de suicidio; la institución educativa también atiende a su hermano
menor por problemas de lenguaje.
4. Julio
Los padres (36 y 33 años) provienen de zona rural de Boyacá con escolaridad 10º
grado y 5º de primaria respectivamente; el padre es propietario de una panadería y la
madre es ama de casa. En el sistema conyugal se presentan antecedentes de maltrato
y violencia, al punto de que la madre fue intervenida quirúrgicamente en el rostro por
golpes propinados por su esposo, en estado de embriaguez. Han acudido a comisarías
de familia buscando medidas de protección. Los conflictos de pareja han llevado a la
triangulación de los hijos. Se hicieron 4 sesiones.

26 años, hijo mayor de familia compuesta por sus padres y dos hermanos hombres;
proviene de Medellín y cursó sólo hasta 7º grado por motivos económicos. Se trasladó
con su familia de origen a Bogotá en el 2000 en búsqueda de mejores oportunidades,
pero en el 2002 se separó de ellos por conflictos, principalmente con el padre, y se
ubicó en Ciudad Bolívar, donde trabaja en una fábrica. Tuvo tres intentos de suicidio
por ingesta de medicamentos y por cortadas superficiales, acompañados con amena-
zas de atentar contra la vida de su hija de dos años; presenta antecedentes de consumo
de alcohol y drogas. Su padre es consumidor de alcohol y estableció vínculos distan-
tes con episodios de violencia familiar. Fernando no encuentra soporte afectivo en su
familia, sino que las relaciones están cargadas de miedo, reproches e insatisfacción.
5. Fernando Mantuvo una unión libre en el 2003 con una mujer 12 años mayor que él, con quien
tiene la niña de dos años. Existen frecuentes disputas entre Fernando y los hijos de ella,
debido a los conflictos de pareja por roles difusos en las funciones parentales; además
hay escaladas simétricas debido a que ella ha pretendido que Fernando se convierta a
su culto cristiano. Estos conflictos los han llevado a comisarías de familia. En la familia
de origen de ella hubo violencia familiar, distanciamiento entre sus miembros y separa-
ción de sus padres. Al parecer por problemas económicos y de negocios se presentó
el homicidio de un hermano mayor. Ella cursó hasta quinto de primaria, labora en una
empresa de químicos y es madre de cuatro hijos (15, 13, 8 y 2 años). Tuvo dos uniones
previas que se rompieron por maltrato físico; en la actualidad viven con ella los hijos
de 13 y 8 años; su hijo mayor vive con el padre y su familia. Se hicieron 9 sesiones.

160
Vínculos, individuación y ecología humana

Hijo único proveniente de San Pablo (Bolívar), quinto de primaria, se dedicó a las labo-
res del campo en la finca de sus padres; dice tener 19 años de edad, pero parece que la
edad real es 31 años. Refiere Enrique que sus padres fueron asesinados en su presencia
por un grupo al margen de la ley en el 2005; bajo amenaza de muerte, le otorgaron
24 horas para salir de su vivienda. En este tiempo transporta a sus padres ya fallecidos
hasta un cementerio y los acompaña durante dos días; dice: “cuando me los mataron
tuve que bajarlos en una bestia, yo lloraba mucho, tuve que amarrarlos como una car-
ga de yuca, luego tener que bajarlos a San Pablo, pedirle apoyo a la policía y al alcalde,
me dieron un cajón de tabla, lo que da el municipio...”. Enrique permanece 8 días en la
policía hasta que interviene la Defensoría del Pueblo y es puesto en manos de la Cruz
Roja Internacional. Refiere: “son puros gringos, me dijeron que me daban medio pasaje
para irme, pasé por Armenia, Pereira, Manizales, varias ciudades hasta llegar a Bogo-
tá… Aquí en el Terminal hay un centro médico y ya venía yo sintiendo una voz que me
6. Enrique
sugería que me quitara la vida, suicídese, suicídese, no es capaz… y yo como que me
dejaba llevar por eso, entonces yo pedí ayuda en el centro médico y como que no me
paraban bolas….”. Allí es amparado por Luis y su hija quienes le ofrecen estadía en su
casa. Enrique tiene antecedentes de atención por psicología y psiquiatría en un hos-
pital Distrital y en la Unidad de salud mental con Diagnósticos de “Trastorno Afectivo
Bipolar”, “Trastorno depresivo”, “Trastorno de estrés postraumático”, siendo medi-
cado con antidepresivos y antipsicóticos. Dice que las relaciones con sus padres eran
satisfactorias y gratificantes: “Mi papá y mi mamá, nunca me pegaron; se puede decir
que yo era el hijo mimado, el hijo predilecto, yo les hacia caso y si me regañaban, pues
apenas yo agachaba la cabeza… porque por ahí dice un dicho que quien honra a padre
y madre tendrá larga vida. Eso sí, nací enfermo de los testículos, estaban hinchados”.
No se conocieron otros vínculos familiares ni redes de apoyo. Se hicieron 2 sesiones.
El caso se cerró por abandono del proceso por parte del consultante.

Como lo muestran las descripciones de los casos, las dinámicas relacionales


de cinco de estas familias se caracterizan por el desligamiento afectivo, con
poca nutrición afectiva y rupturas prematuras, a lo cual se suman múltiples
problemáticas que ponen en riesgo la seguridad y la integridad de sus miem-
bros, tales como violencia familiar, consumo de sustancias psicoactivas, con-
flictos y tensiones en los diferentes subsistemas –conyugal, parental, frater-
nal–, antecedentes de homicidio, suicidio, hospitalizaciones psiquiátricas, etc.

Así, estas familias no serían un medio seguro ni protector y por el contrario


serían un contexto potencializador de la decisión de atentar contra la propia
vida como salida a situaciones percibidas como amenazas extremas e into-
lerables, acompañadas de sentimientos de soledad, abandono, rabia, temor,
tristeza, culpa y rechazo. Estas experiencias alimentaron percepciones defor-
madas de sí mismos, al no sentirse valorados, reconocidos ni queridos, sino
por el contrario como personas que generaban y encarnaban los problemas
familiares describiéndose así como “el estorbo en la casa”.

En el caso de Enrique, por el contrario los vínculos afectivos con sus padres
fueron muy cercanos y de sobreprotección, lo cual quizá exacerbó senti-
mientos de minusvalía, soledad y “abandono” por la muerte violenta de sus

161
Ángela Hernández Córdoba

progenitores, de modo que las ideas de suicidio simbolizaban un medio para


reunirse con sus seres queridos.

Dado que los demás pacientes identificados no percibían a su familia como


un soporte afectivo, establecieron prematuras relaciones afectivas y sexuales
con personas mayores y cayeron tempranamente en consumo de alcohol y
fugas del hogar, vinculadas a las disputas y reproches en la familia de convi-
vencia. Estas situaciones fortalecían las percepciones negativas de sí mismos y
los impulsaban a la búsqueda de cercanía, compañía, reconocimiento social e
identitario en los grupos de pares o en las parejas.

Al validar los sentimientos de los consultantes durante el proceso, se cues-


tionaron las creencias socio-culturales como que “al hablar del suicidio se
motiva o incentiva a la persona para que lo haga” y se favoreció el nombrar
lo que todos los familiares temían y no se habían atrevido a decir, sobre todo
acerca del miedo a la muerte. Para los jóvenes suicidas, darse cuenta de lo
que habría provocado en los demás el “éxito” del intento suicida, fue sin duda
uno de los frenos para prevenir tentativas posteriores, porque hablar de estos
contenidos hizo que emergieran sentimientos que redireccionaban los tejidos
vinculantes existentes.

Se convocó a los cónyuges y a los padres con el propósito de desentrampar o


destriangular del conflicto a los pacientes identificados. Se esperaba liberarlos
de su posición anómala, para reubicarlos en los roles fraternos y reposicionar
también a los padres y a la pareja, buscando reestructurar así la organización
y el funcionamiento familiar.

Se apreciaron también conflictos transgeneracionales no resueltos en las fa-


milias de origen de los padres, los cuales afloraban repetidamente dentro de
la misma dinámica de reproches, descalificaciones y quejas mutuas, generán-
dose así mayor distanciamiento en la familia nuclear y extensa. Estas familias
se organizan principalmente bajo creencias “machistas”, de dominio por parte
del padre proveedor económico, mientras la madre permanece en la casa
para hacerse cargo de la crianza y de los procesos de formación de sus hijos.

Las desvinculaciones y las disputas conyugales reflejan insatisfacciones en los


roles de hombre, mujer, esposos y padres, asociadas a sentimientos de sole-
dad, tristeza, rabia y minusvalía, que favorecen la postura periférica del padre,
la actitud de intrusión hostil de la madre y la precoz delegación de funciones
y de responsabilidades en los hijos, con lo cual se rompe la horizontalidad
fraterna y se alimentan conflictos entre hermanos que acentúan la cadena de
violencia y frustración afectiva.
162
Vínculos, individuación y ecología humana

Los mitos predominantes en las familias con respecto al suicidio fueron: “es
un medio para llamar la atención” (familias de Isabel, Julio y Diana); “temor
a ser castigado” (familia de Julio); “con esto ella me manipula y yo estoy ac-
cediendo a todo lo que me pide” (familias de Diana y Fernando); “es una pa-
taleta para buscar lo que ella quiere” (familia de Isabel); “es una enfermedad
mental, locura” (familia de Angela); “si yo me quito la vida mi familia estaría
mejor, porque me hacen sentir culpable de los problemas de mi casa” (Ange-
la); “yo no quiero suicidarme, ni hacerle daño a mi hija; mis amenazas son para
retener a mi mujer” (Fernando); “no sé si lo que me está pasando es un karma
o un castigo” (la compañera de Fernando).

El mito institucional prevaleciente es que la falta de adherencia al tratamiento


farmacológico es el principal desencadenante de las recaídas en intentos de
suicidio, por lo cual se enfatiza en el tratamiento sintomático y en la estabili-
zación del caso tomando como indicador de mejoría el abandono de las ideas
suicidas; en consecuencia, estos movimientos resultan homeostatizantes y re-
forzadores de la definición estigmatizante de paciente mental, en la medida en
que no se abordan las evidentes alteraciones vinculares.

8.3.3. Inimputabilidad por trastorno mental psicótico en un


contexto médico – legal. X. Ojeda (2006)

Este estudio se enfocó en el análisis de un caso en una institución especia-


lizada, con participación del portador del problema, algunos miembros de
su familia, el equipo terapéutico y algunos funcionarios administrativos de la
institución.

Tanto para el paciente como para su familia, él siempre fue la persona “pro-
blema”, necesitada de un control externo para “funcionar”. Este control lo
ejercían sus padres, acudiendo aún a la agresión física y emocional. Todos los
actores consultados lo describieron como una “persona enferma de la cabe-
za”, que nunca ha podido tomar decisiones, no ha servido para nada; pare-
ciera que siempre fue un objeto para controlar y nunca un sujeto que opina y
actúa por sí mismo.

163
Ángela Hernández Córdoba

Tabla 19. Características del paciente inimputable


por trastorno psicótico y su familia.

28 años, tercero de primaria, recluido en la Fundación hace 2 años por asesinato de una niña de 2
años, bajo el efecto del alcohol y en curso de un episodio psicótico. Su familia está conformada por su
esposa (26 años, bachiller), su mamá (56 años), su papá (59), dos hermanos y su hermana, todos con
estudios de primaria. Es el menor de la familia. Se percibe una triangulación de Ricaurte con los padres
en conflicto y distanciamiento emocional con sus hermanos. Toda la familia vive en un municipio de
Cundinamarca. Ricaurte estaba próximo a su indagatoria en Medicina Legal para obtener una libertad
provisional mientras se definía la situación. Dentro de la Institución se caracterizó por ser colaborador,
sociable con sus compañeros y cumplidor de las normas de convivencia y de tratamiento. Su familia
ha participado en algunos encuentros institucionales, pero la gran ausente siempre ha sido la madre.

Dice de sí mismo: “Siempre me he sentido mal con mi forma de ser. Siento que tomaba para ser menos
tímido pues siempre me rechazaban los otros niños y las hembras; cuando tomaba me sentía guapo.
Sentía que era muy feo y me acuerdo una vez que me orine al salir de la escuela. Era un niño muy tímido
y muy callado; en la escuela la profesora me la montaba bastante. Me daba miedo mostrarme como
era, pero cuando me emberracaba se me salía todo. Mi papá siempre me la montaba, me decía que
yo no servia para nada, que ni siquiera para ordeñar las vacas y me daba unas manos tenaces, sobre
todo cuando llegaba ‘jarto’. Mi mamá me daba cariño y me llamaba Angelito cuando estaba chino, ella
siempre me decía que yo era fuerte y tenía que salir adelante cuando estuviera grande. Tenía miedo de
ir a prestar servicio, porque sabía que me la iban a montar. Pues sí, resulté enfermo de la cabeza. Pero
ahora soy mas persona y aprendí a no cascarle a mi esposa”.

El padre dice: “las dificultades con él han sido desde que nació; siempre ha sido un problema. Desde
cuba era el más necio en la escuela y por esta razón se tuvo que retirar y no terminó la primaria. Yo
creo que aquí es donde se debería quedar; aquí saben como manejarlo y donde le dan la droga para que
este bien; ahora tiene el propósito de ser un buen muchacho, pero toca esperar a ver si esto sucede así.
Afortunadamente no tiene que estar en una cárcel sino en esta fundación donde lo cuidan más. Además
lo enseñan a ser mejor persona, cosa que no lograría en esas cárceles de porquería”.

La mamá dice: “nunca estudiaba y siempre hacia lo que se le daba la gana. Siempre ha estado enfermo
desde pequeño; siempre y cuando se tome la droga no va a tener más males. Nunca se metía con nadie,
era un muchacho callado y bastante tímido y nadie podía controlarlo. Fue cuando llegó del ejército que
comenzó a cambiar, se envalentonaba todo y peleaba con todo el mundo”.

La hermana: “Que tal se nos vuelva a deschavetar, a uno lo van a mirar feo en el pueblo. Está más loco
que todos los locos y la droga es lo que le sirve para controlarse”.

La familia es emocionalmente desligada y la vinculación se asocia a la satisfac-


ción de las necesidades materiales. La madre asume una posición ambigua en-
tre la preocupación y la distancia, visible aún frente al proceso terapéutico de
su hijo, quien resultó haber estado triangulado en la problemática conyugal.
Se presenta en la familia una adaptabilidad extremadamente rígida, en donde
el padre ejerce su autoridad llegando incluso al maltrato físico y emocional. La
distribución de funciones y responsabilidades es inequitativa. Es por tanto una
dinámica familiar propicia para que emergiera una pauta similar a la del juego
psicótico descrito por Selvini y cols. (1990).
164
Vínculos, individuación y ecología humana

Se ve como, desde pequeño, el paciente fue tratado por todos a su alrededor


desde la creencia de que era un niño incontrolable e incapaz, en lo cual se
justificaban para contenerlo desde fuera, por variados medios, desde medica-
mentos y oraciones hasta golpes. La familia también tenía el mito de que iba
“a ser igualito al tío Virgilio, el loco de la familia”.

La explicación de la familia con respecto a su trastorno mental y a la condición


de inimputabilidad era a su vez mágico-religiosa y veían la enfermedad como
producto de un pecado, siendo reforzada con el mito que ronda en su pueblo
de que “Dios nos ha castigado porque en este pueblo se toma mucho”; “es
como si una de las siete plagas de Egipto, le estuviera cayendo a la población
ya que son muchos los casos de trastorno mental severo que han terminado
en un acto delictivo”.

El paciente también cree que su enfermedad y su condición de inimputable es


un “castigo” de Dios por haber asesinado mucha gente cuando prestó servicio
en el ejército; afirma que es algo que le llegó y no se pudo controlar y que
siempre va a necesitar de un control externo para estar bien: “Desde que
Dios me guíe, le rece bastante y me tome el medicamento voy a estar bien”.

Así, en el marco de la inimputabilidad queda perdida la voz de la familia y la


responsabilidad del paciente, atribuida a la enfermedad mental. El mismo pa-
ciente dice: “cuando me pasó el delito”; es decir, vive el acto delictivo como
algo que le llegó desde fuera de sí, por azar o por designio divino, sin que él
tuviera responsabilidad, con lo cual asume su carencia de autonomía como
una condición natural de la fase crítica de la enfermedad y la inimputabilidad
como un estilo de vida positivo: “Es lo mejor que me ha pasado, pues al fin
alguien se preocupa por mí”.

En el análisis institucional queda claro que los roles de médico y paciente se


definen en coherencia con el modelo médico-psiquiátrico que los fundamenta
y con los modos instituidos de su desempeño, de modo que colocan al mé-
dico “que sabe” frente a un paciente inimputable “que viene a que lo curen”,
como un sujeto pasivo frente a su proceso de recuperación. El proceso está
además atravesado por la reglamentación legal que condiciona la organización
y restringe su autonomía, aún con sanciones, tales como multas por la fuga de
pacientes. Estas condiciones contractuales favorecen las contradicciones en el
abordaje de los casos, pues se confunden las finalidades de “curación” con las
de “encerramiento” como control y sanción, lo cual neutraliza los verdaderos
efectos terapéuticos.

165
Ángela Hernández Córdoba

De hecho, la unidad de cuidados especiales cumple en la Institución, al menos


a los ojos del paciente, la función de un calabozo. Los pacientes van a esta
unidad a su ingreso para ser valorados por el psiquiatra y también cuando no
cumplen una norma o están agresivos con sus compañeros, como mecanismo
de contención, al cual se le añade un aumento en la dosis de medicamentos.
Otras confusiones y dobles mensajes entre lo médico y lo legal son evidentes
en la misma denominación que se les asigna, pues si para el psiquiatra de la
institución son “pacientes”, para el abogado son “internos” y hasta se celebra
como ritual institucional el día de Nuestra Señora de las Mercedes, declarado
en Colombia como el día de los presos.

El equipo terapéutico está conformado por psiquiatra, terapeuta ocupacio-


nal, enfermero jefe, abogado y psicóloga. Cada uno es independiente en sus
funciones e interviene en forma aislada, sin que haya reuniones donde definan
líneas de tratamiento. Parece que los profesionales sólo se encuentran en la
historia clínica, pero no conocen sus funciones ni los propósitos con respecto
al proceso de rehabilitación.

Las voces de la psicóloga y de la terapeuta ocupacional son voces disidentes


que generan interrogantes con respecto a qué se está haciendo en pro de la
resocialización de los inimputables y cuales son las redes institucionales que
están apoyando a los pacientes a su salida, para que ingresen al medio laboral
y organicen una cotidianidad y un proyecto de vida claros. Siempre están lu-
chando por recuperar la voz del paciente inimputable, del compromiso que
debe asumir su familia y la propia Institución con su rehabilitación. Hacen una
invitación permanente para ampliar el rígido protocolo médico, pero ninguna
de estas voces es escuchada y tienen un bajo impacto sobre la jefatura de la
Institución. Infortunadamente, respaldadas por el sistema forense, las voces
del equipo terapéutico y de la familia se refuerzan mutuamente y declaran al
inimputable como una persona irresponsable, dependiente y sin posibilidades
de cambio ni de autonomía.

Los hallazgos expuestos en los casos de depresión, intento de suicidio e inim-


putabilidad por trastorno psicótico se ubican en un continuum de progresiva
descalificación afectiva y existencial de los portadores de la dificultad, desde
épocas tempranas de su vida familiar, a lo cual se suman múltiples desastres
psicológicos y sociales en un medio muy pobre en recursos de toda índole.
Puede decirse entonces que, dentro de esos ralos tejidos vinculantes, los sín-
tomas resultan adaptativos y esperables como soluciones intentadas a situa-
ciones afectiva y humanamente insostenibles, las cuales no pueden ser com-
prendidas ni abordadas exclusivamente como fallas biológicas.

166
Vínculos, individuación y ecología humana

8.4 El volumen del cuerpo como ambigua invitación al acercamiento

En este grupo se incluyen dos estudios con personas obesas, predominante-


mente mujeres, y uno exploratorio con jóvenes universitarios de ambos sexos
sobre los riesgos de padecer trastornos de la alimentación. Los tres trabajos
partieron de la hipótesis que conecta los problemas de la alimentación con el
estilo vincular de quienes los padecen y como se verá en los hallazgos que si-
guen, se aprecian tendencias similares en todos los casos a comunicar a través
del volumen del cuerpo ambiguas necesidades afectivas que pueden inter-
pretarse como mensajes de protesta ante miembros de la familia exigentes, a
quienes sienten haberles dado todo.

8.4.1 Personas obesas mórbidas sometidas a cirugía bariátrica.


T. Ibarra y A. Fajardo (2006)

Estos casos fueron abordados en una clínica privada que ofrece los servicios
de cirugía bariátrica. Con una persona se hizo intervención terapéutica antes y
después de la cirugía; con dos personas se efectuó una entrevista exploratoria
el día de la cirugía, y las dos restantes se entrevistaron durante el proceso pre-
operatorio. Estas variaciones obedecieron a limitaciones del contexto médico
en donde se condujo la investigación.

Se confirmó como principal creencia que la obesidad es un síntoma individual,


cuya causa es la ingesta descontrolada de alimentos. No obstante, también
se asoció la obesidad con formas de relación y una autopercepción como
personas chistosas, tiernas y nobles, que les permite sentirse aceptadas so-
cialmente, pero no escapar a miradas de reproche que les hacen sentirse di-
ferentes, expuestas a muchas enfermedades, avergonzadas, merecedoras de
autocastigo, resentidas, impotentes, fuera de control, marginadas de ciertos
eventos sociales e inválidas en la actividad física, todo lo cual requiere a la vez
gran fortaleza para sobrellevar como un estigma su condición de obesidad
mórbida, por lo cual abrigan grandes esperanzas en un cambio radical de vida
con la cirugía bariátrica. Esperan no sólo mejorar la salud, sino llevar una vida
normal, recuperar su autonomía en las mínimas labores cotidianas de autocui-
dado y disfrutar de asuntos tan aparentemente triviales como usar la ropa que
les plazca. Quieren también aprovechar su experiencia para proteger a otros
cercanos de repetirla.

167
Ángela Hernández Córdoba

Tabla 20. Características de las personas obesas mórbidas y sus familias.

Mujer de 22 años, soltera, estudiante universitaria; peso actual/normal: 105 kg/50 kg, estatura:
1.50 mts. Intervención terapéutica: 5 sesiones en pre y post–operatorio. La madre pide ayuda
respecto a la obesidad de la hija mayor y a la toma de decisión familiar en cuanto a la cirugía ba-
riátrica. La paciente reporta angustia e incremento de las comorbilidades: dificultad para dormir,
1 apnea del sueño, dolor de rodillas, espalda, cabeza y articulaciones. Se ve a sí misma regulando
las relaciones de la familia. Muestra preocupación respecto al cambio de vida en el sentido de
perder su identidad como la “gorda tierna”, con la que cree evitar el conflicto familiar encubrien-
do la situación y centrando la atención en ella. Se realizaron tres sesiones prequirúgicas y dos
posquirúgicas.

Mujer de 38 años, casada, comerciante; peso actual/ normal: 105 kg./ 46 kg., estatura: 1.45 mts.
Se realizó solo una entrevista exploratoria post–operatorio. Busca con la cirugía, más allá de re-
cuperar su figura, recuperar su ser como mujer bonita, sensual y joven. Se ha sentido respaldada
y no acusada ni señalada por su esposo en el transcurso de estos años donde perdió su figura. Sin
2
embargo, ella, madre de hijos pequeños, se olvidó de sí como persona y como mujer descuidan-
do su peso y sus hábitos alimenticios después de los embarazos. Como familia están conscientes
de que comen en exceso. No obstante, dejó ver que estaba en manos de Dios su obesidad, el
éxito de la cirugía, su recuperación y la unión familiar. Se hizo una entrevista posquirúrgica.

Hombre de 38 años, casado, periodista; peso actual/ normal: 140 kg./ 70 kg., estatura: 1.70 mts.
intervención Terapéutica: 3 sesiones pre-operatorio. Él mismo solicitó un trabajo psicológico
para la preparación de la cirugía. La relación de pareja es complementaria y simbiótica, pues
depende de su esposa para cosas tan simples como amarrarse los zapatos, lo que ha generado
3
sentimientos de inutilidad y baja autoestima. Su expectativa es de recuperación en corto tiempo y
la motivación es proporcionarle una forma de vinculación diferente a su esposa y sus hijos, Tiene
sentimientos de culpa en cuanto a anomalías que él percibe en su familia a causa de su obesidad
y sus comorbilidades. Se realizaron tres sesiones prequirúgicas.

Mujer de 55 años, casada, ama de casa; peso actual/normal: 95 kg./ 55 kg., estatura: 1.55 mts.
Intervención terapéutica: 3 sesiones pre-operatorio. Se encontró una familia sobreinvolucrada,
4
especialmente el hijo mayor por ser paramédico; el esposo era una figura desdibujada frente a sus
hijos y su esposa. Se realizaron tres sesiones prequirúgicas.

Mujer de 51 años, casada, ama de casa; peso actual/ normal: 125 kg./ 70 kg; estatura: 1.72 mts.
Se realizaron dos entrevistas exploratorias en el pos-operatorio. Su propia madre murió a causa
de las comorbilidades por la obesidad y si bien no se presentó transmisión generacional para
5 sus hijas, a ellas les preocupa que su madre presente problemas de salud. Ella ha sobrellevado
su obesidad durante largos años, pese a las dificultades que eso representó con su esposo. Ella
atribuye su obesidad al embarazo, a los factores hereditarios y aún al matrimonio. Se realizaron
dos sesiones prequirúgicas.

Al contemplar la obesidad dentro de la dinámica vincular, se acentuó la com-


prensión de que la ingesta de alimentos no es el único factor a tener en cuenta
en la configuración de la obesidad, aunque hace parte de ella, sino que esta
condición, así como abandonarla, depende de cómo se organiza la conviven-
cia. Se observó que los familiares tienden a proteger a la persona obesa tanto
por sus limitaciones físicas como por los riesgos de rechazo social, de modo
que los espacios de socialización se reducen y la familia tiende a encerrarse
en sí misma.

168
Vínculos, individuación y ecología humana

Como colaboración con la persona obesa, con frecuencia la familia adopta


sus cuidados alimenticios y reorganiza los escenarios vitales en torno las mo-
dificaciones necesarias para cumplir con los objetivos de reducción de peso
que se convierten en comunes a todo el sistema, una vez se ha tomado la
decisión de la cirugía bariátrica. En las personas casadas se apreció además
un fortalecimiento del holón conyugal cuando la relación era previamente de
cooperación; cuando esta era distante, uno de los hijos incrementó la cercanía
a la madre obesa y fue uno de los principales motivadores de la cirugía.

El proceso de investigación-intervención facilitó la comunicación directa para


identificar y priorizar las necesidades de reorganización asociadas a los cam-
bios esperados de la cirugía bariátrica y se estimuló la cohesión existente
como condición necesaria para la recuperación.

Aunque las condiciones del contexto médico no favorecieron el seguimiento


de los casos, en aquel donde hubo la oportunidad de realizar algunas sesiones
después de la cirugía, se apreciaron los efectos del cambio de imagen y de há-
bitos alimenticios como un fuerte impacto sobre la identidad, con sentimien-
tos ambiguos de desconcierto y tristeza que surgían sobre todo ante la res-
puesta en el entorno social, pues junto con la notoria reducción de volumen,
también se diría que se suscita un nuevo contrato relacional que requiere otro
proceso de adaptación que trasciende al tratamiento meramente médico.

Esta incipiente aproximación a las motivaciones y efectos individuales y vin-


culares de la cirugía bariátrica, deja muchos interrogantes acerca de las con-
secuencias emocionales y vinculares, cuando esta “amputación” pretende ser
exclusivamente un asunto del cuerpo.

8.4.2. Mujeres obesas atendidas en clínica especializada.


S.P. Moreno y L.P. Méndez (2003)

Esta investigación pretendió comprender cómo son y cómo se transforman


a través de un proceso psicoterapéutico los vínculos que se organizan a nivel
familiar, institucional y social, en torno a mujeres que consultan por sobrepeso
en una clínica especializada en obesidad.

La estrategia de intervención se desarrolló en dos niveles: uno, en sesiones


individuales y familiares y otro en sesiones con el grupo de las cuatro mujeres.
Con la consultante 1 se llevaron a cabo siete sesiones; con la 2, seis sesiones;
con la 3, nueve; y con la 4, siete. Con el grupo se realizaron nueve encuentros.

169
Ángela Hernández Córdoba

Tabla 21. Características de las mujeres obesas y sus familias.

24 años, soltera, la menor de siete hermanos, convive con sus padres. Asiste por segunda vez
al tratamiento. Cuatro años atrás bajó 15 kilos, pero no hizo el proceso de mantenimiento. La
1 madre solicita que hagan lo necesario para obtener resultados en corto plazo. Todos los hijos, aún
los cuatro casados, viven en el mismo edificio construido por el padre y colaboran en su negocio.
De sí misma dice: “No he hecho nada en la vida por mí misma”.

15 años, adoptada, padres de 55 y 50 años, tiene hermana adoptiva de 11 años. Con sobrepeso
desde los 8 años, pide asistir al tratamiento sin la madre, quien se preocupa mucho por la propia
2 apariencia y la de sus hijas; la adolescente no sigue las indicaciones médicas y rompe las reglas del
contexto institucional. De sí misma dice: “No me importa lo que piense la demás gente. Yo soy
yo y si no les gusta, de malas”.

59 años, en proceso de separación después de 42 años de matrimonio, tiene una hija casada de 41
años; su hijo falleció poco tiempo antes. Se ha hecho varias cirugías estéticas, y asiste a la clínica
3 desde hace cinco años; ha bajado 23 kilos y desea seguir bajando. El sobrepeso ha sido una gran
preocupación desde joven y lo asocia con momentos de estrés y tensión. Dice: “he vivido en
función de mi marido, mis hijos, mis nietos y después yo. La última era yo para todo”.

46 años, casada, madre de tres hijos (30, 27 y 22 años), quienes la apoyan en los tratamientos.
Asiste a la clínica hace tres años por temporadas y ha bajado 25 kilos. Dice: “Yo me dediqué
4
desde los 16 años a mi esposo y mis hijos; ese es mi círculo cerrado y de ahí no pasé; ahí quedé
estancada”.

Las historias de las mujeres adultas coinciden en la percepción de haber de-


sistido de sus proyectos personales para responder a las exigencias afectivas
de sus cónyuges o de sus padres. La adolescente adoptada, por el contrario,
parece usar su obesidad como una forma de protesta en un medio que no la
reconoce incondicionalmente. Se diría que en todos los casos el sobrepeso
copa la identidad y condiciona en buena medida los vínculos, tal como se había
mencionado para los obesos sometidos a cirugía bariátrica.

Como aparece en la Tabla 22, los vínculos de las mujeres obesas consigo mis-
mas son coherentes con la postura relacional descrita, de modo que quienes
han pospuesto sus necesidades experimentan sentimientos de abnegación,
miedo, tristeza y frustración; la adolescente se diría que enmascara tales sen-
timientos con su rebeldía, pues al no recibir aceptación incondicional vive los
acercamientos parentales intrusivos y hostiles contra su auténtico ser.

En cuanto a los vínculos en la familia, se observaron estilos extremos de amal-


gamamiento y desligamiento y de organización rígida o caótica, consistentes
con los mitos de unidad familiar como condición de felicidad en los casos de
acercamiento extremo; en los casos de desligamiento los mitos correspon-
dientes privilegiaban posturas complementarias en las cuales uno está bien
y el otro mal, con dinámicas relacionales centradas en la competencia y en
las presiones para que los demás obedezcan a los deseos de quien detenta el
poder psicológico y, con frecuencia, económico.
170
Vínculos, individuación y ecología humana

Tabla 22. Vínculos de las mujeres obesas consigo mismas.

Dimensión cognitiva Dimensión afectiva Dimensión relacional

Dependencia, incapacidad, Miedo a enfrentar el Introversión, aislamiento, esca-


1
minusvalía mundo sos vínculos sociales

Mostrarse fuerte para defender- Rabia como máscara de Transgresión de normas familia-
2
se de un mundo invasivo y difícil tristeza y dolor res e institucionales

Sumisión, abnegación, sacrificio


Callada, aguantadora, no toma
3 y fracaso. Se siente víctima de las Culpa
decisiones
circunstancias

Tristeza y frustración
Abnegación con sentimiento de Identidad centrada en roles de
4 negadas: debe estar
éxito por los logros de los hijos madre y esposa
alegre para su familia

Tabla 23. Vínculos de las familias de las mujeres obesas.

Tendencia en Tendencia en
Sistemas de significación
cohesión adaptabilidad

Mito de la unidad familiar

1 Amalgamamiento Rígida
Polaridad semántica: dependencia/ indepen-
dencia

Caótica con serias in- Mito de poder, éxito y prestigio social


2 Desligamiento consistencias parentales
y conflictos de poder Polaridad semántica: vencedor/ perdedor

Mito de sacrificio y abnegación


Caótica, con conflicto
3 Desligamiento
conyugal no resuelto
Polaridad semántica: bueno/ malo

Mito de la familia unida y feliz


4 Amalgamamiento Rígida
Polaridad semántica: éxito/ fracaso

Los procesos terapéuticos individuales y grupales de las mujeres adultas se


orientaron en primera instancia a ubicar la obesidad en el contexto de las
relaciones y no sólo como un asunto del cuerpo, así como a movilizar el es-
tancamiento de los proyectos individuales; hubo además cambios en la orga-
nización familiar, en cuanto al ejercicio de los roles y de la autoridad, la cual se
flexibilizó en función de la individuación y la autonomía de las portadoras del
problema. Con la adolescente se logró un reposicionamiento de los padres
con respecto al ejercicio del control sobre su hija y aceptaron darle tiempo
para que fuera ella quien tomara la iniciativa de reducir de peso. Una síntesis
de los efectos finales sobre la percepción de las obesas sobre sí mismas y el
sentido vital del sobrepeso se presenta en la Tabla 24.
171
Ángela Hernández Córdoba

Tabla 24. Sentido del sobrepeso al final del proceso


de investigación-intervención.

1 Es una incomodidad pero no una limitación para aplazar su proyecto de vida.

Los padres comprenden que no pueden gobernar el cuerpo de su hija. Ella entiende que su
2
cuerpo y su vida son su responsabilidad y afirma retomar los tratamientos cuando ella lo decida.

Relaciona el malestar por el conflicto conyugal y familiar con el consumo compulsivo de comida.
3 Dice que su cuerpo expresa su estado de ánimo. Asume actitudes que frenan el maltrato por
parte del esposo.

Reconoce que el cuerpo expresa sus vivencias y asume como principal cambio el rescatar el
4
espacio conyugal.

En todos los casos el proceso terapéutico cumplió la función de abrir un es-


pacio protector para hablar de lo no dicho, como un tercero incluido que
permitió ampliar el panorama de una individualidad posible y autorregulada,
lo cual obligó a que los cónyuges y los padres reconocieran en la mujer obesa
su capacidad y sus necesidades de diferenciación.

8.4.3 Jóvenes universitarios: vinculación, identidad de género y


prácticas alimenticias. S. Bello y L. Pinzón (2006)

Se trabajó con un grupo de 16 adultos jóvenes universitarios (19 a 29 años),


8 hombres y 8 mujeres, en escenarios conversacionales y reflexivos en torno
al sistema de creencias, prácticas y conocimientos alrededor del cuidado del
cuerpo y la autoimagen en el contexto de las relaciones familiares, con ami-
gos y consigo mismos, dentro de un espíritu de “reflexión ecológica”, para
conectar los mundos físicos, afectivos, sociales, simbólicos e imaginarios en
donde se desenvuelven los jóvenes mediatizados con la cultura en procesos
de interdependencia compleja.

Se partió de dos hipótesis: 1) existe una relación entre las dinámicas vinculares
y la vulnerabilidad a trastornos alimentarios en adultos jóvenes universitarios;
y 2) existen diferencias en las dinámicas vinculares y en la vulnerabilidad a
trastornos alimentarios entre hombres y mujeres.

Las prácticas alimentarias son comprendidas como rituales relacionados con


la experiencia corporal, en evolución permanente según la moda y las costum-
bres imperantes.

En las tablas siguientes se sintetizan las características de las dinámicas vincula-


res en la familia, la vinculación emocional con los padres, los hermanos y entre

172
Vínculos, individuación y ecología humana

los cónyuges, tanto numérica como cualitativamente, para lo cual se citan las
expresiones más representativas hechas por los jóvenes.

Tabla 25. Dinámicas vinculares en las familias de los jóvenes.

Mujeres (N= 8) Hombres (N= 8)


Dimensiones
Tipo % Tipo %

Vínculo emocional con el padre Desligado 87.5 Desligado 87.5

Vínculo emocional con la madre Amalgamado 62.5 Separado 50

Vínculo emocional fraterno Desligado 87.5 Conectado 62.5

Rivalidad fraterna Existe 62.5 Existe 25

Afectado por Afectado por


Vínculo emocional entre los padres 50 25
conflicto conflicto

Autoridad y disciplina Rígida 100 Rígida 50

Participación en la toma de decisiones Rígida 100 Rígida 50

Interés y respeto por ideas, senti-


Muy poco 87.5 Muy poco 50
mientos y logros intelectuales

Libertad de expresión Muy poca 87.5 Muy poca 50

Como puede apreciarse en la Tabla 26, hombres y mujeres se sienten más


distantes del padre que de la madre (87.5%), quien ejerce una autoridad más
rígida con las mujeres y las esposas. El poder tiende a centralizarse en el padre
y así se despiertan miedo y culpa que se convierten en rabia y frustración en
ambos grupos. La vinculación emocional de las mujeres con la madre es más
estrecha, aunque matizada con sobreprotección y control como expresión
de afecto y cuidado; con los hombres la vinculación es menos estrecha y co-
rresponde a la creencia de que ellos son más desprendidos y requieren más
tiempo y espacios para ellos mismos.

173
Ángela Hernández Córdoba

Tabla 26. Vinculación emocional, autoridad, toma de


decisiones y comunicación en las familias de los jóvenes.

Mujeres Hombres

“Siempre que nos reunimos con mi papá


es lo mismo: críticas y mal genio”, “El fin
“Siempre que estamos cerca de mi papá,
de semana tienen la costumbre de re-
ni nos miramos, así nos respetamos”;
unirnos con mi papá y mis hermanitos,
Cada vez que llega mi papá nos toca
Con el padre me siento cómodo si él habla, pero no
atenderlo, no habla, ve TV, mi mamá dice
lo hace, es aburrido”. “Mi papá me lleva
que llega cansado de trabajar que lo deje-
a la universidad en su carro y nos vemos
mos tranquilo, me parece justo”.
hasta por la noche, poco hablamos en el
trayecto”.

“Con mi mamá salgo para todas partes,


vive pendiente de todo lo que me pase
y de mi salud, y obliga a mis hermanos a
que también me cuiden; “Mi mamá esta
“Salgo una vez por semana con ella a
todo el día conmigo, se pone muy brava
cine, a comer, a centros comerciales;
si yo no le hago caso, a mi no me gusta
Con la madre vemos TV”, “Mi mamá dice que el res-
eso pero termino obedeciendo, me ca-
peto y el amor a los hijos se manifiesta
llo, no le hablo, me cuesta mucho trabajo
en compartir espacios y tiempos”.
abrirme, me encierro en mi cuarto, veo
TV, leo; eso me calma y ella dice que
cuando sea una mujer adulta puedo salir,
me da miedo salir”.

“Mi hermano mayor hace lo que él quie- “Quiero mucho a mi hermana, quien tal
re, llega tarde, no ayuda en los oficios de vez por su edad no sabe para qué sirve
la casa, no comparte conmigo nada, no un hermano, como ese amigo, y aunque
lo soporto, mi mamá le permite todo, nos llevamos bien, a medida que crez-
yo me meto en mi propio cuento, me ca nos la llevaremos mejor que ahora”.
Entre . encierro y veo TV”. “Mi mamá autoriza “Con mi hermano hablamos, tene-
hermanos a mi hermano mayor para que me con- mos confianza”. “Con mi hermano nos
trole, me regañe y me pegue cuando mi quedamos todo el domingo haciendo
papá esta muy ocupado”, “Mi hermano pereza, viendo TV o charlando”. “Mis
me regaña y se burla de mi, no me habla, verdaderos amigos son mis hermanos,
mi mamá dice que él tiene derecho, todo sin desconocer los otros amigos, nos
se le consulta a él, eso me da rabia”. reímos, salimos etc.”.

“Mis papás no se ven ni se hablan hace “En mi familia con mi papá no hay caso,
10 años, por maltrato físico de mi papá; se hace lo que él dice así nadie este de
él trató de matarla con una navaja por acuerdo, mi mamá se pone brava, alega
celos, me da miedo con él, prefiero no y todo queda ahí”, “se supone que mi
verlo, mi mamá sufriría”, “Hace 8 años mamá manda en la casa, pero que va,
De la pareja
que no se nada de mi papá, mi mamá no es así, mi papá piensa diferente, al
de padres:
me regañaba por escribirle, yo me sen- final mis padres pelean, se hace lo que
conflicto
tía mal con mi mamá y terminé por no el dice, nos obliga”, “mis papás no se
conyugal
saber nada de él; ella lo sigue odiando y aguantan, cada vez que se hablan pare-
me siento mal”. “Mis papás duermen en cen perros y gatos”.
cuartos separados; no se soportan, él la
grita, le dice groserías y ella no dice nada
por miedo a que no de lo necesario”.

174
Vínculos, individuación y ecología humana

Mujeres Hombres

“Hay un problema para la toma de de-


“Las decisiones siguen siendo de mi
cisiones, prácticamente mi hermana
papá, mi mamá le hace caso, no dice
mayor es la que esta decidiendo y por
nada”. “Mi papá es autoritario y rígido,
eso hay pelea entre hermanos. Mi mamá
mi mamá se pone brava si no le obedece-
siempre le da la razón, aunque mi papá
mos, se hace lo que él dice”. “Todos par-
no vive con nosotros apoya las decisio-
ticipamos en las decisiones corrientes,
Autoridad, nes de ella”. “He tenido muchos proble-
aunque están separados, pero cuando
disciplina y mas con mi papá, se hace lo que él dice,
algo es muy importante lo hablamos con
participación me critica, mi mamá es como una boba,
mi papá”. “Mi mamá acuerda con mi her-
en la toma de le halla la razón en todo”. “Mi papá se
mano mayor todas las decisiones, como
decisiones impone y amenaza con quitarme el
soy mujer a mi no me tienen en cuenta”.
apoyo de la U si no hago lo que él dice;
“Mi papá siempre es autoritario y violen-
cuando trato de decir algo piensa que
to, él decide y nosotras le obedecemos”.
soy un problema y me exige más, estoy
“Mi papá me controla todo el tiempo, no
desesperado”. “Con mi papá no puedo
me deja salir, me trata muy mal cuando
opinar; se pone histérico cuando no
saco notas bajas; él quiere que sea la me-
hago lo que él quiere”. “En mi casa no
jor de la universidad, por eso me pegaba,
ha habido ningún cambio, yo soy grande
mi mamá no dice nada, le halla siempre
y me dicen que debo ponerme a hacer
la razón”.
algo y controlan mis salidas”.

“Yo le expreso a mi mamá los proble-


mas, pero para ella todo es igual, no me
“Yo antes sentía que tenia mucho mie-
escucha”. “Lo que quiero es compren-
do de hablar; ahora hablo pero es igual,
sión, pero ellos no me escuchan; me
siguen callados”, “Cuando hablo de la
dicen que tengo que vivir la vida como
universidad, mi papá sí me escucha. Es
venga, como ellos la vivieron”. “Mi papá
atento con las cosas de estudio y es total-
no habla mucho, entramos en conflicto
mente cerrado en otras, no le tengo con-
Interés y res- y es aburrido, solo me critica y ve lo ne-
fianza a mi mamá, le cuento algo de mis
peto por ideas gativo; yo me comunico con él solo para
miedos, pero igual no dice nada, es muy
y sentimien- plata y él se limita a preguntarme por la
aburrido”. “No hablamos ni comparti-
tos/ libertad U, pero cuando son cosas de fondo no
mos, cada uno hace lo suyo, más bien
de expresión lo hace”. “Las relaciones parecen bue-
nos critican, “Me veo con mi papá los
nas, rara vez hay conflicto pero es que
fines de semana cuando se puede y so-
poco hablamos; con mi papá es más difí-
lamente hablamos de trabajo y estudio”,
cil pues casi no habla”. “Los fines de se-
“Mi papá dice que yo debo dedicarme
mana cada uno coge por su lado, eso es
únicamente al estudio, sólo me habla de
un caos, nadie se da cuenta, parecemos
libros y notas”.
extraños”. “Mis papás no me hablan,
me mandan”.

Con respecto a los hermanos, las mujeres se sienten más distantes y aún
perseguidas en los casos donde sobre todo las madres les confieren autoridad
para controlar a las hermanas. Así favorecen la rivalidad fraterna, más marca-
da entre hombres y mujeres, pues ellos tienden a reconocer más la amistad
con sus hermanos.

Se observa escasa comunicación afectiva sobre asuntos personales y se tiende


a creer que el silencio es un signo de respeto entre los miembros de la fami-
lia. Este silencio, no obstante, es vivido por los jóvenes, hombres y mujeres,

175
Ángela Hernández Córdoba

como desinterés de los padres que son percibidos como censores a quienes
rinden cuentas, pero no necesariamente como un apoyo emocional en las di-
ficultades, lo cual alimenta, sobre todo en las mujeres, sentimientos de rabia,
miedo y frustración.

En cuanto a las relaciones con amigos, se aprecian más diferencias entre los
géneros, pues como lo muestra la Tabla 27, menos de la mitad de ellas tienen
una vida social activa y parece que sus contactos son primordialmente tele-
fónicos.

Tabla 27. Vinculación con los amigos:


Porcentaje de sujetos que realizan esas actividades.

Mujeres (N= 8) Hombres (N= 8)

Compañeros Amigos Compañeros Con amigos

Vida social: tiempo y espacios .


37.5 25 0 62.5
compartidos

Recreación: hablar, bailar, reír,


37.5 25 0 75
comer, TV

Consumo alcohol 0 25 0 75

Consumo psicoactivos 0 25 0 0

Hablar por teléfono 87.5 25 25 75

Actividades académicas 37.5 0 25 75

Amigos y familia 25 12.5 25 75

Tiene pareja 0 25

Tuvo pareja 37.5 100

Los anteriores resultados se sustentan en creencias diferentes entre hombres


y mujeres acerca de la vida social y las amistades:

176
Vínculos, individuación y ecología humana

Tabla 28. Creencias de los jóvenes acerca de la vida social y familiar.

Mujeres Hombres

“Los amigos no existen, más bien compañeros


de estudio”, “nos reunimos con compañeros
de la U, para hacer tareas, hablar y reírnos”, “Con mis amigos del colegio me siento super, nos
“el grupo termina por hacer cosas parecidas, aceptamos como somos por lazos de amistad”,
pensamos y nos ponemos cosas parecidas, es “nos reunimos con mis amigos los fines de semana,
sorprendente (1 de 8)”, “con mis amigos sal- tomamos cerveza, rumbeamos y hablo de lo que no
go a escondidas cada ocho días y fumo, tomo, puedo hablar con mis papás”, “hablamos de temas
rumbeo y meto coca (1 de 8)”, “ yo hago lo del parecidos así sean bobadas, nos gusta la misma co-
tampón con alcohol, así no tengo tufo, para que mida, la ropa, etc.”, “nos gusta hacer programas,
no me peguen, todos hemos cogido esta vida y ver partidos, bailar, tomar, ir a cine y dormimos en
el que no lo haga sale del grupo (1 de 8)”, “la la casa de alguno”, “todos aprendemos de todos,
madre es una buena compañía para salir (4 de somos inteligentes, críticos, hablamos de viejas, de
8)”, “hago todo con mi mamá, salgo, y rechazo política y muchas cosas más”, “aunque yo no hablo
las invitaciones del grupo (4 de 8)”, “si salgo me mucho, siempre me comunico por teléfono con mis
siento mal con mis papás que me cuidan tanto”, amigos, cantaletea mi mamá, pero al final no pasa
“cuando estoy en la casa solo hablo por teléfo- nada”, “realmente mis amigos son mis confidentes,
no con algunas compañeras de estudio”, “mis como mis hermanos”, “todos nos dejamos llevar
compañeras, ellas me quieren presentar ami- por el alcohol, eso me preocupa, he intentado ale-
gos, pero siempre termino en la casa”, “me doy jarme pero no he podido”.
cuenta que estoy muy sola, trato de salir, pero
finalmente no lo hago (7 de 8)”.

Se puede apreciar que las jóvenes presentan dificultades significativas en el


proceso de diferenciación asociadas a creencias y prácticas en la relación con
los padres que frenan la autonomía de sus hijas, obedeciendo a una pseudo-
protección, sobre todo del ejercicio de la sexualidad, siendo estas cohibicio-
nes el terreno propicio para que surjan reacciones de depresión y quizá de
problemas de la alimentación como protesta. Por el contrario, los jóvenes
gozan de mayores libertades y disfrutan de todo tipo de diversiones con su
grupo de pares, donde encuentran apoyo emocional que refuerza su proce-
so de diferenciación e individuación. No obstante, llama la atención que los
jóvenes tomen licor para generar más confianza y poder compartir lo que no
comparten con su familia.

Las jóvenes sienten que la familia las “asfixia” con sentimientos de culpa hacia
los padres y miedos para interactuar con su grupo de pares, por lo cual no es
de extrañar que la mitad de ellas aspiren a viajar al exterior para proyectar su
vida lejos de su familia.

En la vinculación en relaciones de pareja aparecen también diferencias entre


hombres y mujeres, estando ellos más satisfechos al respecto, pues han teni-
do más oportunidades de experimentar este tipo de relaciones.

177
Ángela Hernández Córdoba

Tabla 29. Vivencias de los jóvenes acerca de las relaciones de pareja.

Mujeres Hombres

“Nunca he intentado tener novio, me da miedo


que se burlen de mí, prefiero estar sola”, “solo
he salido con compañeros de la U, hasta hoy no
he tenido novios y amigos, me da miedo que se
burlen”, “quisiera compartir cosas diferentes, te-
“Dure un tiempo con mi novia, fue chévere”,
ner novio, no me he atrevido en verdad me da
“antes me la pasaba en la casa de mi novia, se
miedo con los hombres, mis papás me dicen que
puso intensa y terminé”, “llevo con mi novia 6
tenga cuidado con ellos, me pueden hacer daño”,
años, ella es muy tierna”, “yo soy el más callado,
“nunca me han dejado tener novio, mi mamá dice
aunque con mi novia hablo más de la cuenta, nos
que cuando sea una mujer adulta puedo salir, me
llevamos full”, “con mi novia puedo hablar, aun-
da miedo”, “me gustaría atreverme a tener novio,
que no todo, yo me guardo algunas cosas, ella es
me da nervios, los hombres dan miedo”, “termine
mi apoyo”.
con mi novio de hace 8 años, porque me puso a
escoger entre él y mi viaje al exterior; me di cuen-
ta que me protegía y me controlaba, en verdad yo
vivía para él”, “he tenido novios, para rumbearlos,
para tomar, pero ahora no tengo”.

Las anteriores expresiones acerca de los novios y novias reflejan claramente


la postura femenina de temor, desconfianza y desvalimiento en las relaciones
amorosas, obedeciendo sin cuestionamiento a los temores y creencias de los
padres, quienes ven en la familia un casco protector, necesario y suficiente
para satisfacer las necesidades de vinculación.

Estos datos mostrarían que, paradójicamente, después de más de sesenta


años de feminismo, la proyección de vida de muchas mujeres, aún universi-
tarias, no está siendo asumida por ellas mismas, lo cual las hace vulnerables a
presentar variados trastornos.

A lo anterior se suma una pobre vinculación con el cuerpo por parte de las
mujeres, tal como lo muestran las tablas 30 y 31.

Las voces que se presentan en la Tabla 31 muestran una clara inconformidad


de las jóvenes con su propio cuerpo, nutridas por una serie de creencias, ri-
tuales e informaciones que ejercen presión para amoldarse a los estereotipos
socioculturales de belleza; quienes no se amoldan quedan entrampadas y vi-
ven una tragedia personal a la que contribuyen las prácticas relacionales en la
familia y en el grupo de pares, de crítica, burla, gratificación para los delgados,
presión para que adelgacen, etc.

178
Vínculos, individuación y ecología humana

Tabla 30. Vinculación con el cuerpo:


Porcentaje de sujetos que han tenido esas experiencias.

Mujeres (N= Hombres (N=


8) 8)
Percepción de gordura 87.5 12.5
Imagen corporal Aceptación 12.5 62
Distorsión y rechazo 87.5 25
Estar a dieta 87.5 12.5
Dietas inducidas por la madre 50 50
Dietas inducidas por amigas 37.5 0
Dieta prescrita por profesional 25 0
Prácticas para el Dejar de comer 50 25
cuidado del cuerpo Ejercicio excesivo 50 12.5
Trabajo excesivo 12.5 0
Consumo psicoactivos 12.5 0
Cirugías realizadas 12.5 0
Cirugías en proceso 25 0
Depresión 50 12.5
Trastornos físicos y
Anorexia - bulimia 25 0
psicológicos
Hipoglicemia 25 12.5

Tabla 31. Imagen del propio cuerpo.

Mujeres Hombres
“Me miro al espejo y me veo gorda, me sobra
grasa, soy voluminosa, detesto como me veo, a
“Me gusta como soy, joven alto y delgado, pienso que
nadie le importan las rellenitas”, “mis compañe-
las propagandas son para las mujeres que se dejan la-
ros me dicen que así estoy bien, pero yo sé que
var el cerebro”, “en mi caso hago deporte y no me
no”, “yo parecía un buñuelo con cinturón, tengo
preocupa tanto la imagen, no me gusta estar pesado,
que estar delgada”, “dejémonos de mentiras,
más adelante me puedo enfermar si estoy con sobre-
a ningún hombre le gustan las gordas”, “si me
peso, me preocupa más la salud que la imagen (5 de
subo algo de peso y me lo dice una mujer no me
8)”, “no me gusta como estoy, un poco subido, si soy
afecta, pero si me lo dice un hombre me quedo
sincero esto me molesta, cuando miro los tipos de TV
pensando, aún me veo gorda cuando me miro”,
o en la calle, me da rabia conmigo, por mis excesos,
“mis compañeros me dicen que tengo una cara
no me gusta practicar ningún deporte, a veces pienso
bonita, pero yo realmente me veo como un
que a las mujeres un tipo gordo no les gusta (1 de 8)”,
monstruo, no soy delgada, uso ropa suelta y co-
“no soy un tipo churro, pero paso, me he dado cuenta
lores oscuros”, “mi hermano mayor me molesta,
que mi forma de ser gusta y tengo varias fans, pues soy
se burla por ser gordita, lo que yo hago siem-
sociable, agradable y muy colaborador”, “la publicidad
pre lo compara con lo que hace mi hermana la
envía propagandas de modelos hombres y mujeres
bonita, la flaca como una modelo, todo lo hace
para que seamos iguales, si es por imagen y estética
perfecto”, “como soy delgada puedo comer de
no vale, debería ser más por salud”, “los medios de
todo y no me engordo (1 de 8)”, “mi hermano
comunicación son salvajes para vender imágenes que
se burla de mi por mi peso, mi mamá dice que
no son reales”, “creo que soy poco atractivo, no soy
tiene derecho”, “tengo que estar como Brithney
como los de la TV”, “me veo flaco, enfermo con hipo-
Spears, bien delgada, para el día de mi grado, si
glicemia” (1 de 8).
no, no conseguiría trabajo, como le pasó a una
amiga gorda”.

179
Ángela Hernández Córdoba

En coherencia con esas presiones, aparecen también diferencias entre hombres


y mujeres, como lo revelan los comentarios que se presentan en la Tabla 32.

Tabla 32. Prácticas para mejorar la imagen corporal.


Mujeres Hombres
“Cuando me siento gorda, dejo de comer, me pon-
go a dieta, tomo agua o como papaya por 8 días (7
de 8)”, “mi mamá es la más delgada, ella desayuna
con un batido que venden y ahora todas desayuna- “Me gusta comer de todo, no engordo y en mi fa-
mos con eso”, “mi mamá siempre se preocupa por milia dicen que no me lleno con nada, mi mamá es
las dietas en la casa”, “los hábitos de alimentación la que organiza la comida en la casa, se preocupa
los programa mi mamá, desde cuando yo era niña, por alimentarnos bien, no miro qué engorda y qué
nos acostumbró a comer verduras o frutas, comida no y como con mis amigos; el sábado y domingo
dietética, ella tiene revistas con dietas, yo como lo son los días que mejor como, más balanceado y más
mismo que ella (4 de 8)”, “practico todas las dietas sano (4 de 8)”, “yo como comida chatarra, mi cuer-
que me cuentan mis amigas, y a veces apuesto con po está bien, pero cuando salgo con mi novia como
ellas a ver quien no sube de peso (3 de 8)”, “si no a otra vez, solo por acompañarla, me da miedo que
sigo la dieta del médico, recaigo en la hipoglicemia ella vuelva a ser anoréxica”, “desde hace unos dos
(2 de 8), “hace dos meses me hospitalizaron por- meses me dio por no comer en la casa, llegaba y se
que no comía nada, solo agua por una semana, yo me quitaba el apetito, me daba pereza comer solo,
no tenía fuerzas (2 de 8)”, “cuando me como una estoy en dietas obligadas por el médico”. “Como
chocolatina o comida que engorde me subo, pero el ambiente de mi casa es tan harto para mi, casi
con el deporte compenso, duplico mi rutina siem- no como o como cualquier cosa por fuera; lloro
pre que como dulces”, “el día que no voy al gim- a escondidas pues no me gusta que ellas me vean
nasio me siento culpable, dejo de comer y el otro débil; me siento con la depre, yo creo que no me
día hago el doble de rutina (4 de 8)”, “una amiga quieren”. “En cuanto a la comida soy muy despreo-
me dijo que metiera cocaína para bajar de peso y cupado, por eso seré tan flaco, aunque eso no me
eso es realmente genial; puedo comer de todo y preocupa para nada”.
no subo de peso (1 de 8)”, “veo todos los progra-
mas de TV donde muestran al médico colocando el
balón en el estomago para no sentir hambre y adel-
gazar; lo llamé y mi mamá y mi abuela me apoyan
para que me haga la cirugía (1 de 8)”.

Lo anterior muestra la variedad de prácticas para mejorar la imagen corporal


y el rol fundamental de las madres en el control de las dietas y de la alimenta-
ción, así como los diversos riesgos a los que se exponen las jóvenes con tal de
no ganar peso, en lo cual encuentran apoyo de las madres y las compañeras.
Se hace evidente la mayor despreocupación de los hombres al respecto y por
tanto su mayor sensación de libertad para transitar por la vida.

En coherencia con los resultados anteriores, aparecen más trastornos emo-


cionales y físicos en las mujeres. De las participantes en el estudio, la mitad
se sentía en estado depresivo, dos habían recibido tratamiento psiquiátrico
por anorexia y bulimia y dos tratamiento médico por hipoglicemia. Por el
contrario, sólo uno de los hombres presentaba síntomas depresivos y uno
hipoglicemia, a causa de malos hábitos alimenticios.

180
Vínculos, individuación y ecología humana

Como efecto de su participación en esta investigación, los jóvenes reportaron


beneficios, la reflexión sobre sus vivencias y el darse cuenta de que no eran los
únicos en experimentarlas al haberlas compartido con sus pares. Varios vali-
daron lo positivo de sus familias y todos identificaron aspectos específicos de
mejoramiento, sabiendo que estaban en condiciones de pedir ayuda cuando
lo consideraran necesario.

Los hallazgos dejan ver conexiones entre la pobre vinculación emocional de


las jóvenes y su vulnerabilidad a padecer no sólo trastornos de la alimentación
sino también depresión y sentimientos de soledad que las exponen, entre
otros riesgos, al consumo de sustancias y quizá a experiencias sexuales pe-
ligrosas e inadecuadas. Estos datos constituyen un signo de alarma para las
familias y centros de estudio, pues la apariencia de independencia y de libera-
ción de las jóvenes actuales no está siempre acompañada de una vivencia de
autonomía y de seguridad afectiva, sino de temores al rechazo por no llenar
los estándares sociales de belleza y al engaño en las relaciones de pareja.

8.5 Vicisitudes en la vinculación de sistemas amplios: un modelo de


salud mental basado en la comunidad. Z. Urrego (2006)

El fenómeno abordado fue el surgimiento y la organización de redes entre


actores socio-políticos involucrados en el diseño, implementación y socializa-
ción de una experiencia demostrativa de un modelo de salud mental basado
en la comunidad, a lo largo de un proceso social documentado durante tres
años y dos meses.

Se pretendió caracterizar tales vínculos de acuerdo con las pautas relacio-


nales imperantes, los sistemas de creencias y de pensamiento circulantes y
las estrategias de acción implementadas. Asimismo, se exploraron las relacio-
nes existentes entre las características de tales vínculos, la configuración final
adoptada por el modelo de intervención en salud mental basado en la comu-
nidad y las transformaciones promovidas por tal configuración en términos de
los conceptos de salud mental, las intervenciones comunitarias y las relaciones
en los grupos e individuos en juego.

La intervención comunitaria en salud mental correspondió al contexto políti-


co que ha guiado las reformas del sector salud en los últimos años, el cual ha
llevado al desmonte progresivo de las responsabilidades del Estado en materia
social. Específicamente en el campo de la salud mental, es importante tomar
en cuenta la reforma de la atención psiquiátrica desplegada desde los años
sesenta, tendiente al desmonte progresivo de los modelos centrados en la

181
Ángela Hernández Córdoba

atención hospitalaria para que sean reemplazados por atención comunitaria y


en los primeros niveles de atención.

Para Colombia, la Política Nacional de Salud Mental, publicada en 1998 por


el entonces Ministerio de Salud, dio la pauta para el desarrollo de unos linea-
mientos distritales que originaron la necesidad de crear modelos apropiados
de atención en salud mental con base comunitaria para cada una de las redes
de servicios. En esta coyuntura se desarrolló la experiencia que motivó este
estudio, cuya metodología se ciño a los parámetros de la investigación históri-
ca del tiempo actual y de la investigación social de segundo orden.

Las fuentes de información fueron todos los documentos resultantes de las


observaciones de primer orden (2001–2004), se sirvieron de base para las ob-
servaciones de segundo orden que permitieron el desarrollo de éste trabajo.
La técnica para la recolección y el análisis de la información de primer orden,
generada en diarios de campo, grupos focales y talleres, fue el análisis de con-
tenido sobre la producción escrita y verbal de los participantes en actas de
reuniones, archivo de correspondencia e informes preliminares del proceso.
Asimismo, en la construcción de algunos de estos documentos se empleó in-
formación obtenida a través de un estudio epidemiológico observacional des-
criptivo y retrospectivo, con muestreo probabilístico, según procedimientos
de estadística descriptiva apropiados para la construcción de los indicadores
requeridos. Una vez efectuada la crítica documental correspondiente y la va-
loración del aporte real de cada documento a la solución de las preguntas de
estudio, se incorporaron a los resultados los contenidos de 37 documentos.

La categoría de entrada para el análisis de la información contenida en los


documentos estudiados fue la de los rituales que estaban allí reflejados, prin-
cipalmente a modo de descripción de estrategias de intervención. A partir de
allí, se accedió al análisis de los mitos y epistemes que sustentaban aquellos
rituales. Posteriormente, se emplearon categorías analíticas secundarias que
facilitaran la respuesta a las preguntas de estudio. Para asegurar el rigor en la
investigación se adoptaron estrategias de triangulación de fuentes, de actores
evocados, de metodologías y de técnicas y estrategias de autorreferencia, va-
lidación por discusión con pares académicos y crítica documental.

Los resultados se presentan desde el recuento de las etapas de la intervención


comunitaria, las cuales fueron las siguientes:

1. Planeación y preparación: durante esta etapa se construyeron las condicio-


nes mínimas para la experiencia demostrativa (E.D.), incluyendo la conso-

182
Vínculos, individuación y ecología humana

lidación de un equipo de investigación–intervención en el Hospital del Sur;


su tarea inicial fue el diseño metodológico de la E.D. dentro del contexto
de la red, el cual definió las etapas, componentes y estrategias que se pre-
sentarán en los numerales siguientes. Se procedió al levantamiento de una
línea de base anterior al desarrollo de la E.D., tanto a nivel documental
como mediante trabajo de campo debidamente registrado y analizado.

2. Desarrollo: con base en la información recolectada y analizada en la fase


anterior, el equipo de trabajo a cargo de la E.D. diseñó y planeó tres fases,
de la siguiente manera:

• Fase 1: conformación de grupos de agentes comunitarios. Se conforma-


ron 150 grupos de agentes comunitarios en salud mental, con selección
de personas por conveniencia: hombres y mujeres de la comunidad con
interés en participar como gestores en salud mental. Después de la sensi-
bilización y la convocatoria, se hizo una evaluación inicial y se determinó
un índice de Conocimientos–Actitudes y Prácticas. Luego se conformaron
los grupos de agentes comunitarios por localidad, mediante la estrategia
de trabajo en talleres durante 40 horas, incluyéndose en ellos actividades
de conocimiento mutuo, comunicación e información en temas relacio-
nados con su posterior quehacer como gestores de salud mental, como
habilidades para la vida, fomento de la resiliencia y tamizaje comunitario
en salud mental.

• Fase 2: tamizaje comunitario de eventos en salud mental. Por localidad se


hizo el tamizaje comunitario de 300 personas en alto riesgo para eventos
de salud mental discriminando proporcionalmente según grupos de edad,
para lo cual se emplearon instrumentos validados y recomendados para
estos efectos por OPS–OMS en América Latina.

• Fase 3: visitas domiciliarias para tamizaje de factores de riesgo/protectores


en salud mental e intervención sistémica familiar. Identificados los casos de
alto riesgo se efectuó una intervención de consultoría sistémica en el do-
micilio de cada uno; para esto se elaboraron junto con la familia el APGAR
familiar y el Ecomapa, incorporando elementos de intervención sistémica
tipo consultoría familiar, de acuerdo con protocolo diseñado. Los resulta-
dos condujeron a la canalización a los servicios de salud, bienestar social u
otras organizaciones comunitarias que se requirieran, a juicio del equipo
de trabajo.

1. Seguimiento y evaluación: se hizo un seguimiento telefónico de los casos

183
Ángela Hernández Córdoba

intervenidos y canalizados, buscando determinar el resultado final del pro-


ceso de acuerdo con las percepciones de los beneficiarios, los indicadores
de utilización de servicios hacia los cuales se canalizó el caso y la percep-
ción de satisfacción de la intervención realizada en los domicilios y en la
institución.

2. Sistematización: consistió en la elaboración del informe final de la experiencia.

3. Difusión, socialización y mantenimiento: incluyó varias presentaciones pú-


blicas del diseño y de los resultados, dirigidas a miembros de la comunidad,
equipos de salud de la red suroccidental, funcionarios de la Secretaría Dis-
trital de Salud, comunidad académica nacional mediante un cursillo pre–
congreso y un simposio presentados en el Congreso Nacional de Psiquia-
tría Colombiano del año 2002.

Lectura diacrónica de lo acontecido

Con base en la caracterización de las relaciones vinculares predominantes


como complementarias, recíprocas, simétricas o psudocomplementarias,
pseudosimétricas y pseudorecíprocas, la autora, Zulma Urrego, identificó
que la experiencia demostrativa se desarrolló a lo largo de once etapas, de la
siguiente manera:

1ª. Complementaria: cinco meses. Los actores socio-políticos fueron pro-


fesionales del Ministerio y de la Secretaría Distrital de Salud. Predominaron
los rituales agonistas2 y los mitos legitimadores de un orden social rígido y
jerárquico. Dominaron la escena las epistemes pertenecientes a la Atención
Primaria en Salud (APS), seguidos en su orden por las de la medicina comuni-
taria, la epidemiología tradicional y la psiquiatría de la reforma. Aparecieron
de manera aislada categorías de la epidemiología crítica, alusiones a lo desea-
ble que resulta introducir el saber popular, epistemes jurídicas centradas en el
discurso de derechos humanos y derechos específicos de los enfermos men-
tales y se introdujo el discurso de la movilización social. Se dio prioridad a la
promoción de redes sociales secundarias informales3, seguidas por primarias,

2 Un ritual se considera solidarista cuando promueve la integración social y agonista cuando naturaliza
y mistifica el orden social, manipulando las emociones para imponer la permanencia de patrones y
rutinas.
3 Las redes sociales primarias son conjuntos de personas que se conocen entre si, unidas por vínculos
de familia, amistad, vecindad, trabajo, estudio y ocio. Sus miembros están unidos por relaciones afec-
tivas y gratuitas más que de carácter funcional. Las redes sociales secundarias son conjuntos sociales
constituidos normativamente, estructurados en forma precisa para desarrollar una serie de misiones
y funciones específicas (escuela, empresa, comercio, hospital, juzgado, etc.), que se le reconocen
socialmente como propias. Quienes las integran cumplen roles predeterminados y los intercambios
184
Vínculos, individuación y ecología humana

con alusión a que sería deseable limitar las redes secundarias institucionales a
su mínima expresión. La salud mental se definió como una responsabilidad in-
dividual, emergente de un estilo de vida saludable y resultado/causa de la paz
y el orden social. Las intervenciones comunitarias en salud mental se carac-
terizaron como acciones supresoras del conflicto social y como promotoras
de acciones de movilización social, entendidas como acciones asumidas por
la comunidad para suplir los deberes sociales abandonados progresivamente
por el Estado. La comunidad se desvaloriza.

2ª. Pseudorecíproca: tres meses de duración. Los actores sociales fueron ase-
sores del gobierno distrital del nivel central, funcionarios operativos de salud
mental del nivel local, unidos en redes personales. Los rituales fueron sobre
todo solidaristas, pero sin real empoderamiento de las personas situadas en
los niveles inferiores de la jerarquía. Se ratificaron míticamente las relaciones
jerárquicas y el poder del conocimiento técnico-científico. Predominaron las
epistemes administrativas, epidemiológica tradicional y de las ciencias socia-
les, junto con una prescripción de valoración del saber popular y epistemes
jurídicas que apoyaban contradictoriamente tanto el discurso de los dere-
chos humanos como el de la restricción del derecho a la salud mediada por
la Ley 100 de 1993 y sus decretos complementarios. Se esperaba que en la
comunidad fueran promovidas en su orden las redes secundarias informales,
las personales y las secundarias formales. La salud mental se conceptualizó
alternativamente como participación y poder de decisión y como ausencia de
enfermedad. La intervención comunitaria en salud mental se dibujó como una
valorización de la atención en salud a cargo del “tercer sector” junto con un
concomitante fortalecimiento de servicios formales ambulatorios.

3ª. Recíproca: dos meses. Participaron como actores socio–políticos los ase-
sores de diversas oficinas de la Secretaría, referentes de salud mental de la red
suroccidental y trabajadores de la salud de la misma red. Los rituales predomi-
nantes fueron solidaristas, tendientes a validar un orden social con jerarquías
planas. Prevalecieron epistemes de tipo administrativo y epidemiológico. Se
pretendió fortalecer con la intervención comunitaria a las redes secundarias
formales, continuando la tendencia establecida en la etapa anterior, junto con
las redes primarias familiares. La comunidad continuaba excluida del proceso.

4ª. Complementaria: dos meses. Salen del campo social algunos actores de la

que en ellas se concretan están fundados en el derecho o en el dinero, estando éstas respuestas
tradicionalmente a cargo del Estado y sus instituciones, por lo cual también se les ha llamado redes
institucionales. A otras estructuras organizativas estables de la sociedad civil (tercer sector), se las
distingue como redes secundarias informales, para diferenciarlas de las anteriores, a las cuales se
denomina redes secundarias formales (Castellanos, B. 1995).
185
Ángela Hernández Córdoba

Secretaría; en el nivel local hay también cambios en los actores socio-políticos


e ingresan por primera vez los líderes comunitarios. Predominan los rituales
agonistas que ahora se validan en planteamientos míticos favorables no sólo
para las jerarquías sociales, sino también para los ejercicios de control desde
“arriba” hacia “abajo”. Las epistemes están dominadas por las de la Atención
Primaria en Salud, seguidas por los saberes epidemiológico, administrativo,
de la salud pública tradicional y jurídico. Aparecen las epistemes sistémicas y la
ética de las intervenciones en salud comunitaria, como epistemes alternativas
poco representadas. Además, vuelven a ingresar referencias a la importancia
del saber popular, de la investigación en salud y del saber médico. Se prioriza
el fortalecimiento de las redes secundarias formales, seguidas por las prima-
rias y las secundarias informales. De nuevo, aparece una definición contradic-
toria de la salud mental, asumida como autonomía y empoderamiento, como
ausencia de enfermedad o como orden, como conductas solidarias y como
resolución pacífica de los conflictos. La intervención toma una forma fuerte-
mente emparentada con lo epidemiológico.

5ª. Recíproca: un mes. El papel protagónico dentro del campo es desempe-


ñado por los líderes comunitarios, la comunidad en general y los funcionarios
interventores locales. Predominan los rituales solidaristas, que validan normas
sociales en torno a la importancia de todos los tipos de saberes, buscando
además un aplanamiento de las jerarquías. En cuanto a las epistemes, por
primera vez se da un lugar preponderante al saber popular, junto con el dis-
curso de la Atención Primaria en Salud y la permanencia de todas las demás
mencionadas en la etapa anterior. Se busca fortalecer las redes secundarias
formales e informales de manera equivalente y complementaria. En cuanto a
la salud mental, aparece caracterizada como una capacidad, en especial para
engendrar conductas solidarias; sólo de manera marginal se la relaciona con
ausencia de enfermedad. La intervención comunitaria en salud mental se en-
tiende como una oportunidad de participación efectiva en la toma de decisio-
nes en salud. Por primera vez, la comunidad se caracteriza desde la perspecti-
va positiva de la autonomía y la capacidad. No obstante, la misma comunidad
expresa su desconfianza respecto a las instituciones y en torno a que se les
permita ejercer una participación efectiva en el proceso.

6ª. Complementaria: un mes. Se encuentran en el campo los funcionarios


de la Secretaría, los trabajadores del Hospital del Sur y la comunidad junto
con sus líderes. Predominan los rituales agonistas, legitimándose míticamente
el orden jerárquico y los ejercicios de control. Prevalecen las epistemes de
la administración pública en salud, la epidemiología tradicional y la medicina
familiar. Se prioriza el fortalecimiento de redes primarias y secundarias de
servicios. La salud mental queda definida por medio de su contraparte, la en-
186
Vínculos, individuación y ecología humana

fermedad. En su forma, la intervención comunitaria adopta rasgos de “policía


médica” y la comunidad aparece instrumentalizada en tal sentido.

7ª. Simétrica/encubierta-simétrica: un mes. Con la participación de los mis-


mos actores y continuando con el predominio de epistemes de la administra-
ción en salud, los actores ubicados en posición subalterna empiezan a introdu-
cir un discurso alternativo, relacionado con la revalorización del saber popular
y las redes sociales personales. Desde el discurso dominante, se espera el
fortalecimiento de las redes sociales secundarias. Continúa imperando la de-
finición de salud con base en la enfermedad y la conformación de la interven-
ción comunitaria con un aspecto cercano al de la “policía médica”. La etapa
termina con la imposición de un ritual fuertemente agonista por parte de los
actores dominantes, con recomposición de la pauta complementaria anterior
y el abandono de los discursos subalternos, poco después de que han circula-
do epistemes jurídicas. Los discursos sistémico y epidemiológico reclaman el
dominio del campo en este momento.

8ª. Complementaria: quince meses. Rituales agonistas muy formalizados,


basados en formulaciones míticas que promueven el orden jerárquico y los
discursos de control desde los dominantes hacia los subordinados. Desde el
punto de vista de las epistemes, dominan las de la administración en salud,
junto con las sistémicas, jurídicas, administrativas y de auditoria, así como un
discurso “domesticado” de la movilización social que es promovido desde
los actores dominantes, sin mayor eco entre los subalternos. En ocasiones,
estos fabrican y ponen a circular discursos que pretenden revalorizar el sa-
ber popular y discursos políticos, que no alcanzan a tener la fuerza suficiente
para virar las tendencias relacionales imperantes en el campo. Se prioriza en
este momento el fortalecimiento de redes secundarias formales, intra y extra-
sectoriales. Se afianza el discurso de salud como ausencia de enfermedad,
acompañado por el de la resiliencia y los planteamientos sistémicos. No se
registran otros cambios en relación con la etapa anterior.

9ª. Pseudorecíproca: un mes de duración. Permanecen en el campo como


actores socio-políticos los funcionarios coordinadores directos de la expe-
riencia de la Secretaría y sus correspondientes del Hospital. Aparecen ritua-
les en apariencia solidaristas, pero que en realidad no promueven cambios
profundos en la pauta relacional previa, a la vez que continúan legitimándose
en formulaciones míticas que promueven la jerarquía y la desigualdad en el
poder entre actores. Las epistemes dominantes ahora son, en su orden, las
sistémicas, la epidemiológica y la de APS. Se promueve el fortalecimiento de
las redes secundarias formales, las redes primarias y en último término, las
secundarias informales. Dominan los conceptos en torno a la salud mental
187
Ángela Hernández Córdoba

construidos desde una perspectiva relacional. La comunidad continúa siendo


asumida de manera instrumentalizada.

10ª. Simétrica: unas semanas de duración. Luego de un nuevo ritual marcada-


mente agonista, introducido al campo desde los actores dominantes, se ins-
taura una nueva pauta simétrica de corta duración. Los rituales son agonistas
y los mitos revalorizan las jerarquías y el control. Predominan en este momen-
to las epistemes sistémicas, epidemiológica y del construccionismo social. Se
prioriza el fortalecimiento de redes formales secundarias, de redes informales
secundarias y, en último término, de redes primarias. Se mantienen todas las
demás características enunciadas en la etapa anterior.

11ª. Pauta indefinida: cinco meses. Marca su inicio el retiro voluntario y defini-
tivo de la autora de este trabajo y de otros miembros de su equipo de trabajo.
Su impresión como observadora externa y distante es que se reinstauró una
pauta complementaria y que se continuó con el fortalecimiento activo de re-
des secundarias formales e informales, con ingreso de múltiples actores socio-
políticos, en un momento de tránsito en las esferas del poder distrital. Es
evidente el giro que sufren las epistemes: domina el discurso de la ciudadanía,
los derechos humanos, el derecho a la salud, la participación social efectiva,
las representaciones sociales de la enfermedad mental y la atención integral
en salud física y mental. Los principales argumentos con los que se sostienen
en este contexto epistémico las elaboraciones del modelo de salud mental
basado en la comunidad y su correspondiente política distrital en curso están
centrados en destacar su construcción colectiva y basada en amplios procesos
de movilización social. En el discurso general, la comunidad aparece, por fin,
exaltada. Revalorización del discurso del saber popular.

A través de esta lectura diacrónica vale la pena destacar el empobrecimiento


de las epistemes a medida que avanza la experiencia, mientras se instauran
rituales agonistas y la exaltación mítica del control y la jerarquía; el modo
como finalmente se fortalecen las redes sociales secundarias, cuyo discurso
fue el único referente común que permaneció en todas las etapas; la variación
de los conceptos de salud mental y de intervención comunitaria, teniendo en
cuenta que los momentos de mayor riqueza conceptual coincidieron con la
entrada masiva de actores socio-políticos diversos, y con rituales basados en
jerarquías más planas y correlación entre el empobrecimiento en las relacio-
nes sociales constructivas, con la tendencia creciente hacia la toma del poder
por parte de un discurso unitario, cualquiera que éste fuera.

188
Vínculos, individuación y ecología humana

Las conclusiones más importantes son las siguientes:

• En cuanto a los vínculos organizados entre actores socio-políticos partici-


pantes, se vivió una tendencia predominante hacia la instauración rígida de
pautas de relación complementarias, determinadas por rituales agonistas,
legitimados sobre la base de una mistificación de las jerarquías y el control
desde los sitios de poder hacia los subalternos.

• Las redes de relaciones a las que se dio prioridad, con el objeto de que
fueran promovidas dentro de las comunidades durante la intervención,
fueron las secundarias formales. Este fue uno de los pocos puntos donde
la tendencia general se orientó hacia un acuerdo mantenido entre actores,
junto con la construcción de condiciones que promovieran la seguridad
laboral de los equipos de salud mental pertenecientes a la red adscrita a la
Secretaría.

• El tipo de vínculos imperantes entre los actores que participaron en el


proceso de diseño, implementación y sistematización inicial de la expe-
riencia demostrativa, permite afirmar que no fue posible la construcción
de verdaderas redes sociales entre ellos, al menos en lo referente a redes
inter-jerárquicas (nivel central - nivel local - comunidad). Cuando éstas
ocasionalmente se organizaron, no lo hicieron más allá que de manera
puntual en torno a algunos acontecimientos.

• La configuración final del modelo, cada vez más cercano a las formas de
la “policía médica”, reflejó isomórficamente las rígidas relaciones que se
fueron instaurando entre los actores, dentro de las cuales se fue valorando
progresivamente a la jerarquía y el control.

• Un aspecto que llegó a tener un peso importante en la configuración final


del modelo estudiado tuvo que ver con los orígenes de las fuentes de fi-
nanciación; no obstante, este aspecto nunca fue clarificado abiertamente
entre los actores participantes.

• Otro aspecto que pareció relevante dentro del proceso de configuración


final fue el deseo de algunos de los actores profesionales de ser recono-
cidos por medio de la imposición autoritaria del modelo de principios y
planteamientos propios del campo de saber dentro del cual el actor “que
impuso” quería lograr posicionamiento.

189
Ángela Hernández Córdoba

• En relación con lo anterior, algo especialmente notorio en esta experiencia


fue el modo paradójico en que, pese a tratarse de una intervención que
se auto-denominaba “basada en la comunidad”, se evadió insistentemente
la valorización del discurso popular y se evitó de manera consistente la
participación efectiva de las comunidades y sus líderes representantes en la
toma de decisiones. La voz popular sólo fue reconocida cuando seguía ins-
trucciones técnicas o cuando desarrollaba discursos de apoyo a los prescri-
tos por los técnicos ubicados mayor poder jerárquico. En caso contrario,
fue desestimada o proscrita.

• En ausencia de espacios de efectiva participación de las comunidades y de


posibilidades para expresar abiertamente el disentimiento, resulta peligro-
so asumir e impulsar un discurso de la “movilización social” implementado
desde el Estado. Sin mayores dificultades, esto puede conducir hacia la
instrumentalización funcional de las comunidades sobre las cuales se apli-
ca, cerrando las puertas de la verdadera participación social y del empode-
ramiento popular. Aludiendo a un discurso vacío de “movilización social”,
fácilmente se pueden terminar legitimando propuestas autoritarias, a la
sombra de una supuesta participación colectiva.

• En cuanto a la transformación ecológica de contextos, grupos e individuos


participantes, la configuración de cada etapa del modelo logró ilustrar
como los estilos relacionales más flexibles, recíprocos y solidaristas co-
incidieron con una mayor riqueza en las epistemes, lo cual favorecía que
el conglomerado asumiera visiones construidas de manera más positiva
sobre la salud mental y el concepto de su intervención en la comunidad.
En la medida en que se hicieron rígidas las relaciones entre actores socio-
políticos, resultó difícil orquestar transformaciones ecológicas que enri-
quecieran a contextos, grupos e individuos implicados.

Concluye Z. Urrego, la autora, que

Una intervención ecológica ideal, es aquella que logra romper con el eco-
sistema de dominación, facilitando las mejores condiciones posibles de
subjetivación para los actores en juego, de modo que los valores solida-
rios legitimen el juego de las relaciones sociales. En este sentido, dudo
que la experiencia examinada pueda ser llamada exitosa. No obstante,
no puede negarse que el diseño inicial del conjunto de acciones en salud
organizadas como un Modelo de Salud Mental Basado en la Comuni-
dad, lograba recoger muchos de los parámetros trazados por Miermont
para caracterizar una intervención clínica compleja, planteamientos que
podrían extrapolarse para definir la complejidad de una intervención co-
munitaria”.
190
Vínculos, individuación y ecología humana

9. PROTECCIÓN, BIENESTAR, VIOLENCIA FAMILIAR


Y VULNERABILIDAD SOCIAL

En este capítulo se analizan seis trabajos que se ocupan de circunstancias fa-


miliares adversas, las cuales llevan a la intervención de los entes de protec-
ción del Estado y de las ONG. Tales circunstancias corresponden a riesgos o
a eventos de abuso, maltrato y abandono de niños y adolescentes en fami-
lias con alta vulnerabilidad socioeconómica. Como en el capítulo anterior, se
presenta en primera instancia una síntesis de las epistemes organizadoras de
estos sistemas de ayuda y una breve descripción de los casos abordados, con
énfasis en los ámbitos de relación contemplados de acuerdo con las posibilida-
des existentes según cada problemática: relación del portador del problema
consigo mismo, con los padres, la pareja, los hermanos, la familia extensa, la
institución y el equipo profesional tratante.

Los objetivos de las tesis se orientaron a comprender y a movilizar la dinámica


vincular dada entre los niños o adolescentes “víctimas” de abuso, maltrato o
abandono, sus familias, los equipos técnicos y las instituciones de protección y
de control, a través de procesos de psicoterapia o de conversaciones reflexi-
vas según las posibilidades de los contextos (Tabla 33). Aunque la tesis sobre
adopción se enfocó más en las relaciones de las parejas adoptantes, se incluye
aquí por ser esta una medida de protección que permite observar el proceso
vivido en la construcción de la relación con el hijo adoptado y contrastarlo
con las paradojas de la vinculación parental en los casos de abuso y maltrato.

191
Ángela Hernández Córdoba

Tabla 33..Objetivos.de.las.tesis.en.el.ámbito.
de.la.protección.por.violencia.familiar.

Situación familiar Objetivos generales de investigación-intervención

Promover.la.resignificación.del.vínculo.entre.las.familias.bajo.medida.de.
Familias. en. medida. de.
protección.y.un.equipo.de.profesionales.que.las.interviene.y.comprender.
protección
el.tránsito.de.la.mirada.asistencialista.a.la.del.paradigma.de.la.resiliencia..

Comprender.la.dinamización.de.los.vínculos.entre.las.familias.que.se.en-
Familias. en. situación. de.
cuentran.en.la.institución.de.apoyo.social.y.familiar,.el.equipo.de.profesio-
vulnerabilidad.social
nales.que.las.interviene.y.el.investigador/interventor.

Comprender.la.ecología.de.los.vínculos.y.el.proceso.de.individuación.de.
Madres. definidas. en. alto.
las.madres.definidas.en.alto.riesgo.por. el.programa. .“Familia.Gestante.
riesgo
Bebe.Sano.y.Deseado”.del.COL.–.DABS4.

Comprender.las.movilizaciones.de.las.creencias,.pautas.de.crianza.y.vín-
Psicoterapia. por. maltrato.
culos. afectivos. de. las. familias. que. son. atendidas. en. el. Centro. Zonal,. a.
infantil
raíz.de.eventos.de.maltrato.al.participar.en.un.proceso.de.intervención.

Comprender.cómo.las.formas.de.construcción.de.los.vínculos.en.la.fami-
Psicoterapia. por. abuso. lia.y.su.entorno.se.relacionan.con.la.emergencia.del.abuso.sexual.y.como.
sexual la.intervención.posibilita.la.movilización.de.los.modos.de.vinculación.de.
la.familia..

. omprender.cómo.se.transforma.el.vínculo.de.las.parejas.a.través.del.
C
Adopción. por. parejas. in-
proceso.de.adopción.y.cómo.participa.de.este.proceso.la.institución.fa-
fértiles
cilitadora.

9.1 Epistemes organizadoras

Se.parte.de.la.hipótesis.de.que.los.problemas.de.protección.son.a.la.vez.una.
realidad.y.una.construcción.social.compleja,.cuyo.surgimiento.y.cuya.solución.
involucran.ineludiblemente.a.instituciones.sociales.que.intervienen.a.la.familia.
por.designación.estatal..Decimos.que.son.una.realidad.social.pues.evidente-
mente.hay.niños.que.sufren.maltrato,.abuso.y.abandono,.pero.son.una.cons-
trucción.social.en.cuanto.el.sentido.y.las.consecuencias.de.tales.hechos.varían,.
no.sólo.con.la.evolución.de.la.legislación.respectiva,.sino.con.las.decisiones.
que.en.cada.caso.toman.los.actores.profesionales.y.sociales,.de.acuerdo.con.
sus.propios.saberes.y.marcos.de.referencia.personal.

La.eficacia.de.estas.intervenciones.en.función.de.superar.las.vulnerabilidades,.
requiere.por.tanto.de.coordinación.de.acciones.que.se.inspiran.en.epistemes.

4. . COL. –. DABS:. Centro. Operativo. Local. Dimensión. -. Departamento. Administrativo. de. Bienestar.
Social,.hoy.reemplazado.por.la.Secretaría.de.Integración.Social.del.Distrito.Capital.

192
Vínculos, individuación y ecología humana

provenientes del derecho, la salud y la comprensión socioeconómica y cultu-


ral de la pobreza y la vulnerabilidad, cuyos principales aportes, determinantes
de la configuración de los sistemas de ayuda analizados, se enuncian breve-
mente a continuación.

Dentro del marco jurídico y legal sobre la protección de niños, niñas y ado-
lescentes, todos los temas se enfocan desde la óptica de los derechos de los
menores de edad y las legislaciones internacionales y nacionales, las cuales
sirven de referente a la intervención psicosocial y clínica de la que se ocupan
las tesis analizadas. Tales referentes legales son principalmente la Convención
Internacional sobre los Derechos de los Niños y Niñas, la Ley 1098 de 2006
que promulga el Código de la Infancia y la Adolescencia, y la Ley 294 de 1996,
reformada por la Ley 575 de 2000, sobre los delitos contra la armonía y la
unidad de la familia.

La Constitución de 1991 reconoce al niño como sujeto pleno de derechos


que prevalecen sobre los de los demás y señala como fundamentales los dere-
chos a la vida, la integridad física, el nombre y la nacionalidad, tener una familia
y no ser separado de ella, el cuidado y el amor, la educación y la cultura, la
recreación y la libre expresión de la opinión. Con base en ello se promueve la
protección integral dirigida a la promoción de una cultura de derechos y valo-
res coherentes con prácticas relacionales basadas en el respeto, la tolerancia
y la solidaridad. En consecuencia, la política de protección ha de garantizar
los derechos, apoyar a las familias en el cumplimiento de su función y al mis-
mo tiempo procurar alternativas para aquellas familias en las cuales se han
vulnerado derechos, con la corresponsabilidad de las entidades del Sistema
Nacional de Bienestar Familiar, la sociedad y el Estado.

Sobre esa legislación, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF),


como representante del Estado, diseña y ejecuta las políticas de protección a
través de múltiples programas, con la máxima participación de la sociedad civil
por medio de organizaciones no gubernamentales que operan con modalida-
des de internado y externado, con énfasis en la protección de los niños, niñas
y adolescentes. Dentro de ese marco trabajan las instituciones que colabora-
ron en el desarrollo de las tesis, pues una vez los menores ingresan al sistema
de protección estatal, el ICBF es el máximo responsable de su cuidado, sobre
todo si está cuestionada la competencia parental de los progenitores y de la
familia.

Específicamente, según la Ley 1098 de 2006 de Infancia y Adolescencia, “la


adopción es, principalmente y por excelencia, una medida de protección a

193
Ángela Hernández Córdoba

través de la cual, bajo la suprema vigilancia del Estado, se establece de manera


irrevocable, la relación paterno filial entre personas que no la tienen por na-
turaleza” (Artículo 61). El Artículo 64 describe los siguientes efectos jurídicos
de la adopción: adoptante y adoptivo adquieren los derechos y obligaciones
de padre o madre e hijo; se establece parentesco civil entre el adoptivo y el
adoptante, que se extiende en todas las líneas y grados a los consanguíneos,
adoptivos o afines de estos, el adoptivo llevará como apellidos los de los adop-
tantes, deja de pertenecer a su familia y se extingue todo parentesco de con-
sanguineidad, bajo reserva del impedimento matrimonial; si el adoptante es el
cónyuge o compañero permanente del padre o madre de sangre del adoptivo,
tales efectos no se producirán respecto de este último, con lo cual conservará
los vínculos en su familia.

No obstante la legislación que ahora la regula, la adopción es una experiencia


intensa que conjuga los temas universales de abandono, paternidad, sexuali-
dad, identidad y sentido de pertenencia. En la mitología y el folclor, general-
mente se ha visto como una forma de rescatar al niño de padres que podrían
lastimarlo o que carecen de la capacidad para protegerlo de peligros o de
daños. De hecho, la experiencia muestra que algunas familias adoptan por
el deseo de darle al niño que carece de familia la oportunidad de pertenecer
a la suya, como un acto de salvación o de caridad, aunque últimamente la
adopción es vista también como una solución para los adultos que padecen
infertilidad y para los embarazos no planeados que no pueden ser asumidos
por la mujer, la pareja o la familia (Reitz y Watson, 1992).

Sin embargo, tanto los lineamientos de ICBF, entidad reguladora de los proce-
sos de adopción, como de la fundación en la cual se desarrolló la investigación
que aquí se reporta, consideran que el derecho es de los niños a ser adoptados
y no de las parejas a adoptar. En la actualidad, las entidades encargadas de llevar
a cabo programas de adopción, incluido el ICBF, ofrecen a los padres adoptivos
herramientas que les permitan asumir la adopción como un continuo que se
complejiza a lo largo del desarrollo del hijo y de la familia y que requiere una co-
construcción del vínculo afectivo, a diferencia de la visión anterior que conside-
raba la adopción como un evento único, que debía vivirse rápida y sigilosamente
debido a que se percibía displacentero y un poco vergonzoso.

Por esto, las entidades hacen evaluaciones completas de los padres aspirantes
a la adopción, quienes deben demostrar su idoneidad física, mental, social y
moral (Lineamientos Técnicos del Programa de Adopciones, ICBF, 2006) y
ofrecen asesoría psicológica a aquellas personas, parejas o familias que desean
adoptar, como parte de un proceso de reflexión que les permita tomar la
mejor decisión.
194
Vínculos, individuación y ecología humana

Otros referentes de los programas dentro de los cuales participaron las tesis,
especialmente la realizada con madres clasificadas en “alto riego”, son las re-
laciones entre maternidad precoz, pobreza y mortalidad infantil, procedentes
de epistemes propias de la epidemiología y la salud pública. En ese sentido, el
panorama mundial, nacional y distrital respecto a la maternidad y sus riesgos,
ha posicionado el tema como una problemática social relevante y por tanto
un asunto concerniente a la salud pública. En Colombia, la Política Nacional de
Salud Sexual Reproductiva (2003), en respuesta a estas condiciones, identifi-
có seis metas como ejes de trabajo: maternidad segura, planificación familiar,
salud sexual y reproductiva en la población adolescente, cáncer de cuello ute-
rino, prevención y atención de Infecciones de Trasmisión Sexual, (VIH/SIDA),
y violencia domestica y sexual.

Esta política fue el marco de los lineamientos de los planes territoriales de


Bogotá durante la administración del Alcalde Antanas Mockus, cuyo programa
de gobierno canalizó las estrategias a través de los proyectos Familia y Niñez,
Justicia Social y Gestión Pública Admirable. Para responder al tema de salud
sexual y reproductiva se diseñaron programas como el de “Familia Gestante,
Bebé Sano y Deseado”, dentro del cual se condujo la tesis sobre madres en
alto riesgo, a través del Centro Operativo Local de Chapinero.

La noción de pobreza se toma principalmente como sinónimo de carencia


económica y social, de relaciones humanas en progresivo deterioro, de au-
sencia de elementos esenciales para la subsistencia y el desarrollo personal
y de insuficiencia de herramientas para salir de esa posición. Sin embargo,
esta distinción no da suficiente cuenta de la cosmovisión ni de los patrones de
interacción que se generan en tales condiciones y se autorreproducen como
un estilo de vida, el cual, a pesar de ser doloroso y estresante, también repre-
senta en ciertas ocasiones una oportunidad para organizarse en busca de la
superación y la tranquilidad (Vasco, 2004).

Se considera que las precarias condiciones de vida inherentes a habitar lugares


de alta densidad poblacional, periféricos y distantes de los sitios de trabajo,
con mayor contaminación ambiental, habitaciones húmedas, sucias y estre-
chas, vecindarios inseguros e irregularidad del transporte público, atentan
contra la salud mental y física y derivan en actitudes de aislamiento, incerti-
dumbre y sensación de vulnerabilidad.

Cuando se apela al concepto de carencia para describir una situación de po-


breza, también se hace referencia al deterioro de los vínculos, evidente en un
alejamiento de la vida pública, de modo que la presencia política y su influencia
social e institucional son muy escasas. M. Kotliarenco (1997) afirma además
195
Ángela Hernández Córdoba

que la dificultad para satisfacer las necesidades básicas ocasiona en los padres
sentimientos de culpa y de tristeza, al verse fracasados en su rol de proveedo-
res, a pesar de que trabajen horas extras o tengan dos jornadas de trabajo, lo
cual afecta la estabilidad, las relaciones y la calidad de vida de la familia.

Con esa mirada de la pobreza como carencia e invalidez, las políticas públicas
sociales, basadas en la doctrina de los derechos, han orientado acciones que
propician una relación asistencialista entre gobierno y sociedad civil, en donde,
por un lado, el Estado juega el rol de benefactor supremo de las necesidades y
poseedor de los recursos para hacerlo, mientras que los grupos en pobreza jue-
gan el rol de víctimas de las circunstancias de una sociedad injusta e inequitativa.

Este asistencialismo perpetúa pautas no saludables de la relación entre la comu-


nidad y el Estado, pues sobrecarga la capacidad de este último para responder
efectivamente, mientras le niega a la comunidad la capacidad creativa de reco-
nocer sus recursos; aunque suple necesidades sociales reales, siendo esto algo
positivo, también puede generar que las personas y las familias recurran a las
instancias estatales en una postura de mendicidad (S. González, 1996).

En contraste con la noción de pobreza como carencia, se han propuesto las


nociones de vulnerabilidad y de exclusión (Busso, 2002) como herramientas
analíticas para una aproximación más dinámica y coherente con la diversidad
de situaciones familiares e interinstitucionales y con las razones por las cuales
amplios sectores de la sociedad son excluidos de una o varias formas de rela-
ción social. En este ámbito, el riesgo es interpretado desde la perspectiva de
derechos y de la inclusión social y económica, de manera que la vulnerabilidad
se refiere a la baja calidad y/o dificultad en el acceso a bienes y servicios de
educación, salud, vivienda, alimentación, recreación, etc.

Cyrulnik (2002) dice al respecto que las victorias de los derechos humanos y
nuestra cultura tecnológica nos han hecho creer en el sueño de la sociedad
perfecta y de la erradicación del sufrimiento, pero también la experiencia co-
tidiana e histórica nos muestra que las pruebas y los conflictos son inherentes
a la vida, así como la puesta en marcha de recursos para retomar el camino
de la individuación y el desarrollo. No obstante, la activación de la resiliencia
puede verse apoyada o interferida por el aparato social y estatal que pretende
proteger, tal como lo muestran los estudios que se presentan a continuación.

El otro referente fundamental en la organización de los sistemas de ayuda que


aquí nos ocupan es el del maltrato infantil. Se intenta verlo como un fenómeno
complejo que involucra diferentes disciplinas y variados ámbitos instituciona-
les y puede ser intervenido con distintos propósitos:
196
Vínculos, individuación y ecología humana

• Como problema médico, necesita ser diagnosticado y tratado (enfoque


médico y/o psiquiátrico).

• Como comportamiento criminal, se convierte en un delito que debe ser


perseguido y sancionado (enfoque jurídico).

• Como problema social, necesita ser analizado dentro de la complejidad de


los fenómenos sociales (enfoque social).

• Como problema de protección a los derechos del menor, requiere vigi-


lancia, dotación de servicios e intervención para garantizar tales derechos
(enfoque jurídico de la protección).

• Como problema familiar, necesita ser abordado en el contexto de la diná-


mica familiar (enfoque psico-social).

• Como problema de comportamiento familiar, necesita ser tratado en psi-


coterapia (enfoque psicológico).

• Como problema de falta de educación familiar, se resuelve con capacita-


ción a padres y a la comunidad en general (enfoque educativo).

Visto así, se comprende como un problema multifactorial que debe ser abor-
dado de manera coherente e integral a través de un enfoque transdisciplinario
que abarque a todos los actores (Mejía, 1997).

9.2 Familias bajo medida de protección institucional. C. Vasco (2004)

Esta investigación intentó construir una nueva mirada frente a la situación de


grupos familiares en pobreza, distinguidos jurídicamente como maltratantes
de sus niños y niñas, para trascender el enfoque reduccionista enfocado en
la pauta del maltrato, mediante la complejización a la que invita el paradigma
de la resiliencia. Se llevó a cabo en una fundación que ofrece un servicio de
internado a través de conversaciones reflexivas con los padres y los miembros
del equipo técnico, con base en las cuales se caracterizaron las familias y la
dinámica vincular entre los distintos actores mencionados.

197
Ángela Hernández Córdoba

El estudio partió de las siguientes hipótesis contextuales:

• Al participar del sistema de protección institucional se reacomodan los


roles familiares, de modo que la institución entra a jugar el papel de orga-
nizador y de proveedor material, mientras los padres o cuidadores prima-
rios se convierten primordialmente en proveedores afectivos. Al tiempo
que visitan a sus niños en la institución, se reestablece la homeostasis de
la familia después de la crisis que suscitó el retiro de los niños del hogar,
creando una relación de dependencia del sistema de protección, con las
ventajas que esto conlleva.

• Una vez la institución entra a jugar un papel dentro del sistema familiar,
se establece una tríada relacional en la cual la institución intenta construir
una alianza con el niño o la niña para configurar una coalición encubierta
en contra de los padres o cuidadores primarios, al evaluarlos como negli-
gentes o maltratantes del niño o niña víctima. De este modo, la institución
se asume como figura protectora del menor, sin valorar adecuadamente
los esfuerzos que han hecho los padres por proteger a sus hijos a lo largo
de su vida.

• La Institución, en cuanto proveedora material, comunica analógicamente


su rol de poder y mediante la presión legal insta a los padres a que la igua-
len, lo cual despierta en ellos resistencia, cuando no se sienten suficiente-
mente capaces de lograrlo dadas sus carencias materiale. De esta manera,
se bloquean sus potencialidades y su crecimiento.

Los resultados se organizan en cuatro temas:

9.2.1 Consideraciones de los padres sobre los motivos de


ingreso de sus familias al sistema de protección institucional

En su mayoría, los padres de familia no creen justo que les retiraran a los niños
del hogar y los ubicaran en el sistema de protección del ICBF y piensan que
las autoridades debieron haber comprendido mejor la crisis familiar actual,
pues los niños no tenían ninguna injerencia ni estaban directamente afectados
por ellas.

198
Vínculos, individuación y ecología humana

Tabla 34. Características de las familias con hijos


bajo medida de protección en institución residencial.

Familias Características de las familias

Conformada por el padre, comerciante, y la madre, empleada en oficios varios. Hace 18


años la madre tuvo de una unión esporádica una hija. Con el actual compañero convivió
13 años y tuvo cuatro hijos de 10, 6, 5 y 2 años. Los mayores se encuentran bajo medida
de protección debido a la inestabilidad laboral del padre, los abandonos esporádicos de
BUR
la madre y dificultades en la relación de pareja, la cual se deterioró por completo desde
hace un año. Algunos años atrás, los niños se encontraban en hogar sustituto y el padre
estableció una relación sentimental con la madre sustituta, por lo cual la madre abandonó
por completo el hogar.

En una primera unión la madre tuvo una hija, hoy de 13 años, quien se encuentra bajo
medida de protección; la menor vivió con su padre durante 8 años y fue criada por la
abuela paterna. La madre estableció una segunda unión, tuvo otra niña de 7 años; nueva-
mente se separó y conformó una tercera relación, de la que tiene un niño de 2 años. Se
GLO han presentado conflictos de pareja, debido al consumo recurrente de licor por parte de
ambos. La niña en protección institucional mantiene un vínculo distante con su padrastro y
un afecto ambivalente por su madre. La familia vive en la casa de propiedad del padrastro,
quien se desempeña como ayudante de construcción; los ingresos provienen del arriendo
de algunas habitaciones y de la venta de empanadas por parte de la madre.

La madre conformó dos uniones libres, de la primera tuvo cuatro hijos de 9, 8, 6 y 5 años;
el mayor se encuentra bajo medida de protección. La pareja se separó después de 5 años
de convivencia por infidelidad del señor quien se encontraba privado de la libertad por
homicidio y fue condenado a 18 años de cárcel. De la segunda unión, la madre tuvo dos
niñas de 3 años y 1 año, vive con este compañero hace 4 años y ambos se desempeñan
RE
como vendedores ambulantes. El niño que está en protección es cariñoso con la madre,
pero ella lo define como muy desobediente; menciona que en varias ocasiones el niño se
ha ido de la casa y ha dormido en la calle porque la progenitora y el padrastro lo castigan.
El niño manifiesta que no quiere a la hermana menor ni vivir con el padrastro. La relación
con los hermanos es buena, se quieren y se acompañan.

La progenitora conformó una primera unión con un señor ya fallecido y tuvo a un varón
de l5 años quien vive actualmente con ella; de una segunda unión libre que mantiene hace
14 años tuvo un niño de 11 años, quien vive con la abuela paterna, otro de 10 y una niña
de 8 años, quienes se encuentran bajo medida de protección. Se sabe que han existido
conflictos conyugales frecuentes asociados al consumo de licor, primordialmente por par-
te del padre; los vínculos parentales son desligados, pues dan prioridad a la atención del
GIL
conflicto conyugal. Se han presentado crisis por infidelidad del padre con la hermana de la
progenitora, con quien tiene un hijo de 6 meses, y con quien estuvo viviendo por un tiem-
po, pero luego buscó nuevamente a su mujer. A pesar de esta situación ambos padres han
intentado reestablecer sus lazos afectivos para no perjudicar a sus propios hijos. Después
de la separación suscitada por el retiro temporal de los niños del hogar, la progenitora dejó
las ventas ambulantes y buscó otro tipo de empleo.

Por ejemplo, en la familia BUR, el evento desencadenante fue que el padre se


involucró sentimentalmente con la madre sustituta de sus hijos en protección
y por un acto de venganza, el compañero de la señora, con la anuencia de la
señora BUR, denunció ante las autoridades una supuesta negligencia con sus
hijos. Al respecto dice el padre: “yo hablé con la defensora para que entendie-

199
Ángela Hernández Córdoba

ra que yo no entregué los niños ni los dejé abandonados, porque ellos sabían
que yo estaba trabajando; a los niños los había dejado la madre de un día para
otro; pero que los niños estén aquí por haberme enredado con esa señora, no
es justo; incluso la defensora dijo que los niños ya deberían estar conmigo”.

En el caso de la familia GLO, una vecina denunció una situación de violencia


familiar del padrastro en estado de embriaguez hacia la madre; al llegar la po-
licía, la niña intentó proteger del arresto a su padrastro, diciendo una mentira
piadosa que suscitó el enojo de las autoridades, las cuales terminaron lleván-
dose a la niña en lugar de llevarse al padrastro. Por tanto, la madre dice: “me
la arrancaron de la casa; porque yo estaba con ella; fuera que estuviera en la
calle..., yo creo que para estar en una institución, es por ejemplo, un niño que
esté en el vicio, ...”.

Los padres GIL aceptaron haber incurrido en un acto de agresión hacia uno de
sus niños, quien denunció el hecho a las autoridades; el señor GIL reconoció
sentirse culpable por su proceder con su hijastro, pero le reclamó a las autori-
dades que se hicieron presentes no haberle dado la oportunidad de redimirse
y haber procedido a llevarse a sus otros hijos de forma violenta, sin haber re-
tirado también al hijastro, quien fue quien puso la denuncia de maltrato: “mis
hijos me dicen: papá es que nosotros no hicimos nada, ni lo denunciamos a su
merced, y mi hermano sí, y él esta libre y nosotros todavía acá, ¿por qué en-
tonces mis tíos no piden la custodia?”. El padre asumió una actitud protectora
con sus hijos al intentar tranquilizarlos y explicarles las razones por las cuales
iban a sacarlos del hogar, lo cual favoreció la construcción de una historia me-
nos dramática para los niños sobre la protección institucional; él admitió que
la medida de protección le había servido para actuar más positivamente con
su propia familia.

La madre de la familia RES fue la única que aceptó la utilidad directa que le re-
porta la institución, dado que tiene cinco hijos más, no cuenta con el apoyo de
su actual compañero, padece ataques de epilepsia y vive del rebusque en ven-
tas ambulantes. La madre asume así una actitud protectora frente a su hijo, a
pesar de que la ubicación en una institución implica no tener contacto afectivo
frecuente, pero ve este servicio como una solución para la manutención y la
formación integral del menor. La aceptación de esta madre sobre el motivo de
ingreso de su hijo al hogar se plasma en su comentario: “yo creo que amerita
llegar a una institución como esta, así como mi hijo, que se me salía de la casa,
sabiendo que la responsabilidad de pronto era mía, pero a la vez igual de él,
porque yo lo dejaba estudiando y del estudio salía para otras casas...”.

200
Vínculos, individuación y ecología humana

Las familias consideran que el sistema de protección institucional resulta útil


en situaciones de riesgo, cuando los niños no tienen supervisión de sus cui-
dadores primarios y frecuentan la calle con pares o lugares inapropiados para
niños, consumen sustancias nocivas para la salud y se involucran en actividades
delictivas. No creen que la violencia en el hogar sea en sí motivo suficiente
para retirar a los niños, aunque admiten que también esta puede ser un riesgo.
También consideran útil la protección institucional cuando sus hijos, “van por
mal camino en la vida”, para ayudarles a “enderezarlos” y a corregir actitudes
de desobediencia, desafío a los padres o comportamientos disociales. Otras
situaciones de crisis familiar que merecerían el retiro de los niños del hogar
serían el descuido en la atención de las necesidades básicas de alimentación
o afecto, o cuando los mismos padres utilizan a sus hijos en la consecución
de recursos económicos y, los exponen a ambientes de la economía informal
perjudiciales para su bienestar.

Los padres se dan cuenta de que las autoridades competentes creen que ubi-
car a los niños en una institución los protege de sus mismos progenitores o
familiares porque los califican como maltratantes, descuidados o abandónicos
de sus responsabilidades. Al detentar el poder que les otorga la ley, quedan
en una posición “privilegiada”, para que sean ellos, como autoridad estatal,
quienes deciden qué es lo mejor para los niños, sin tomar suficientemente en
cuenta a todo el núcleo familiar, como el principal responsable del amor y la
educación. Una vez dentro del sistema de protección, la institución (ONG)
representa a la autoridad estatal y se conforma así una coalición encubierta
contra los padres “victimarios”, lo cual confirma la hipótesis de triangulación
que propuso la presente investigación.

Es importante retomar el enfoque sugerido por Minuchin y cols. (2000), de


modo que el punto de partida no fuera un niño que se saca de su casa para
ser colocado en un albergue, sino una familia que se empodera para hacerse
cargo del niño con sus recursos fortalecidos por la colaboración institucional.
Así, el abordaje de la crisis familiar que lleva a la intervención podría trascen-
der el “asistencialismo mecanizado” por medio de una co-construcción más
compleja que estimulara los puntos fuertes y la flexibilidad de la familia, valo-
rara el papel de la familia extensa y su capacidad para ayudar y percibiera la
reconstrucción de la familia como prioridad indispensable para garantizar los
derechos de los niños, teniendo a disposición un sistema de servicios sociales
más eficaz, dentro de la comunidad donde se encuentre la familia.

201
Ángela Hernández Córdoba

9.2.2 Percepción de los factores de riesgo en la dinámica familiar

Las familias distinguieron como factores de riesgo en su dinámica las situa-


ciones de maltrato físico y verbal, la carencia de recursos, el descuido en la
atención de las necesidades básicas de los niños y las actitudes de abandono
o desprendimiento de parte de los padres hacia sus hijos. Algunos padres
sienten que el distanciamiento de sus hijos por la permanencia en la institución
puede convertirse en factor de riesgo si lleva al desprendimiento afectivo, en
lugar de ser una ocasión para fortalecer los vínculos. Como factores específi-
cos de riesgo, los padres destacaron los siguientes:

• Dejar solos y bajo llave a los niños, sin la supervisión de un adulto, porque
pueden cometer algún acto que ponga en peligro su vida.

• Trabajar en venta ambulante acompañados de los hijos por varias razones:


son los padres y no los hijos quienes deben suplir las necesidades básicas
del hogar; las autoridades pueden retirarles a los niños, y estos, al iniciarse
prematuramente en el mercado laboral, pueden convertirse en personas
autosuficientes y ambiciosas que no reconocen la autoridad de los padres
y arriesgan así su bienestar al invertir inadecuadamente lo que ganan con-
sumiendo productos que atentan contra su salud.

• Anteponer las preferencias personales de los padres a las necesidades de


los niños.

• La incapacidad de los padres para atender las necesidades básicas de ali-


mentación y educación de sus hijos y no enseñarlos a que sean autónomos
en algunas tareas cotidianas, como preparar la comida u organizar la casa.
Reconocen que cuando los niños padecen necesidades alimenticias, pue-
den sentirse muy solos y ansiosos y recurren a buscar ayuda en personas
que pueden dañarlos.

Los profesionales destacan como factor de riesgo la escasa planeación de un


futuro mediato, a causa de la presión por la carencia de recursos materiales
que los impulsa a pensar en estrategias inmediatas de supervivencia. Comen-
tan que “son unas familias desorganizadas, con muy poca capacidad de planea-
ción en la vida”; “viven el día a día, les interesa más si comieron y durmieron, y
con eso es suficiente; no piensan en el futuro de estos niños ni en que hay que
fortalecerlos para que de aquí a mañana puedan hacer familia”. “Las crisis los
revientan de una vez, porque no piensan a futuro en construcción de familia
sino en sobrevivir”.

202
Vínculos, individuación y ecología humana

Para los profesionales, otro riesgo es la preponderancia de las necesidades


materiales, sobre las cuales en apariencia se construyen las relaciones, en de-
trimento de las necesidades afectivas, de modo que las carencias generan
fuertes tensiones en el vínculo, tambalea la armonía del hogar y se cuestiona la
razón de ser de la relación. Además, constituidas de esta manera, las relacio-
nes tienden a ser muy dependientes o simbióticas, lo que aumenta la tensión
cuando existe la amenaza de un posible desprendimiento.

Entre los mitos sobre los cuales los profesionales evalúan a los padres de
familia se destacaron los siguientes: “cuando la parte material no funciona, se
desesperan, entran en conflicto y en agresiones, y si el niño pide algo, le pegan
y se vuelve un círculo vicioso”; “ellos sienten más el remordimiento y la culpa
por haber sacado a sus hijos del hogar, pero no hay un sentimiento de afecto
hacia ellos”; “como ellos dicen, son mis hijos y nacieron de mí, pero no tienen
la concepción del amor verdadero hacia la persona, pues si la tuvieran no los
expondrían a tantas situaciones de riesgo”; “no se sabe cómo sea el afecto, si
adecuado o no, pero está más orientado hacia supervivencia... que tengan la
alimentación, de pronto un techo y que se mantengan ahí”; “son relaciones
mediadas con un fin utilitarista, es decir, siempre y cuando represente una
utilidad para mí, esta relación es importante”; “es que hasta con los hijos: si
yo te doy, tu vas a velar por mí, si no, no hago nada por ti, y si es en la pareja,
yo te doy a ti, ¿qué me das tú a mí?”; “es una ganancia material lo que buscan,
porque si fuera espiritual o afectiva, el grupo se mantendría, porque estando
bien, uno se sobrepone a las dificultades”.

Los profesionales explican las pautas de maltrato, abuso y falta de respon-


sabilidad en el manejo del hogar por la repetición transgeneracional, sin que
medien procesos reflexivos que las detengan y las modifiquen. De igual for-
ma, reconocen como factores de riesgo la condición de pobreza, la falta de
acceso a servicios sociales de protección y de bienestar físico y mental, el
hacinamiento que facilita el abuso y la falta de oportunidades de educación
y capacitación laboral para generar ingresos mejores. También admiten que
dejar al niño institucionalizado un largo tiempo es en sí otro factor de riesgo,
pues favorece que los padres deleguen completamente su responsabilidad en
la institución. Dicen, por ejemplo: “hay familias, sobre todo mamás cabeza
de familia, para quienes sus hijos representan una carga. Tienen con ellos
vínculos afectivos, pero es tanta la presión y la responsabilidad, que ven a sus
hijos como una carga; entonces cuando entran a protección, ellas quedan más
descansadas y se van acostumbrando a que los niños acá estén bien y a verlos
de vez en cuando; si vuelven a su lado, la madre perdería las libertades que
ganó mientras los niños estaban en protección”.

203
Ángela Hernández Córdoba

9.2.3 Percepción de factores protectores ante las crisis familiares

Los padres puntuaron como factores favorables para superar dificultades en


el hogar los siguientes: una familia capaz de ofrecer apoyo moral y educación,
porque permite desarrollar en los niños su autonomía, para que en un futuro
puedan arreglárselas de manera independiente con sus problemas; unos pa-
dres capaces de conseguir recursos materiales para satisfacer las necesidades
básicas del hogar, especialmente en alimentación y educación; un ambiente
de amor y comprensión en el hogar; lazos afectivos de unión y respeto que
favorezcan la comunicación.

En la conversación reflexiva sobre las historias vividas en torno al apoyo ins-


titucional, los padres resaltaron como factor de protección el trabajo con el
equipo de profesionales de la institución, el cual generó cambios en la diná-
mica familiar y, en algunos casos, disminución del consumo de licor y de los
conflictos asociados. Los padres afirmaron: “nos han ayudado las charlas, las
terapias que nos han hecho; me ha servido la terapia de pareja por el conflicto
que tuve con mi esposa”; “puede que uno no se las sepa todas, pero siempre
hay un campo del corazón que ustedes le ayudan a sanar y a tratar de luchar
para recuperarlos que es lo que uno más piensa”.

Algunos padres reconocen además como factor positivo la influencia que ejer-
ce la familia extensa, primordialmente la figura de la madre, mediante conver-
saciones significativas que guían o aconsejan sobre lo que es mejor hacer en
cada situación, brindan apoyo emocional, o en otros casos, cuando represen-
tan un soporte material frente a necesidades particulares. Paradójicamente,
el distanciamiento físico y afectivo de los niños se convierte en un factor de
protección para la homeostasis del subsistema conyugal, en la medida en que,
al generar cierta culpa en los padres, conlleva a cambios en la relación con el
fin de rectificar errores del pasado.

Otro factor de protección, común a la percepción de varios padres, es la vincu-


lación a un credo religioso, lo que igualmente les permite reflexionar y acoger
rituales que inducen un estilo de vida más sano y productivo. Los padres men-
cionan lo siguiente: “la persona con la que estuve es de la religión mormona; me
dio mucho consejo porque yo tomaba mucho y en cambio ellos son tan sanos,
que no toman ni vino siquiera, incluso yo me estaba como yendo a esa religión”;
“a la iglesia cristiana, también iba yo... a mí si me ayuda, porque hablando con
Dios, uno se siente más tranquilo, como con más paz”; “a los testigos de Jehová
últimamente no he ido porque he tenido que viajar, pero asisto a las reuniones
y a la clase dominical, y eso me ha servido para acercarme más a Dios, porque
uno a veces solo se acuerda de Dios cuando tiene problemas...”.
204
Vínculos, individuación y ecología humana

Como un último elemento de protección de las crisis familiares, se resalta el


apoyo brindado por algunas organizaciones comunitarias que han ofrecido a los
padres ayuda para solventar carencias económicas: “en la junta de acción comu-
nal me ayudaron mucho haciendo recolectas para el medicamento y después
que murió, para el entierro, porque yo estaba recién llegada a Bogotá. También,
por ejemplo, bienestar familiar o el puesto de salud, la capilla de Don Bosco, a
nosotros nos anotaron para darnos mercados”; “en mi barrio fue en Alcohóli-
cos Anónimos, ellos me brindaron ese apoyo como si fuera el hogar que uno
nunca tuvo, nos aconsejaron comer bien y tener a los niños bien...”.

Los profesionales mencionan además como factor positivo las reacciones opor-
tunas de protección de los adultos ante situaciones de peligro específicas, las
cuales generan respaldo emocional y crean estrategias para prevenir que se
sigan presentando tales situaciones, especialmente frente al abuso. En general,
el equipo técnico puntúa que las familias poseen recursos y potencialidades para
salir adelante y superar sus propias crisis; sin embargo, afirman que para su
desarrollo se requiere que la voluntad y el empeño surja naturalmente en ellos.
Una profesional afirma, por ejemplo, que “todas las familias tienen capacidades
y potencialidades, lo que pasa es que no todas las quieren desarrollar y son
conformistas”. De esta manera, la preocupación del equipo en la intervención
puede centrarse en motivar o alentar a los padres para que decidan mejorar e
infortunadamente, cuando perciben falta de voluntad frente al cambio, pierden
interés, como lo reconoció una profesional al afirmar que “algo que me ha pa-
sado personalmente es que, cuando la gente se da y muestra interés, yo me sigo
metiendo, y logro con ellos cosas; pero cuando la persona se ve perezosa y con
desidia, también me entra a mí y la dejo a un lado”.

9.2.4 Resignificación del vínculo con las familias desde la mira-


da de la resiliencia

El reconocimiento de los recursos y potencialidades con los que cuenta una


familia no se da desde el comienzo de la creación del vínculo familia-institu-
ción, sino a través del tiempo de mutuo conocimiento. Esta es una conclusión
que surge en la discusión cuando un profesional afirma: “solamente a pos-
teriori nos podríamos dar cuenta de esos recursos personales con los que
cuentan las personas para salir adelante..., uno tiene que poner a prueba a las
personas para ver cómo responden a los retos, y dependiendo de eso uno
puede pronosticar, al menos con cierta certidumbre, si va a ser capaz o no;
yo creo que lo importante de esto es que nos demos cuenta hasta donde las
personas son capaces de dar”.

205
Ángela Hernández Córdoba

Piensan que en el proceso de vinculación con la familia, “los recursos y poten-


cialidades se identifican muy tácitamente, con los seguimientos que hacemos
de los casos, con la orientación psicológica individual de los niños y los padres,
y la elaboración de los informes que hablan de cómo progresan los casos”. Sin
embargo, en la investigación emergieron nuevas reflexiones sobre el impacto
que pueden tener estas intervenciones en el desarrollo de los recursos: “me
parece más interesante que alguno de nosotros fuera a visitar a los niños el
mismo fin de semana en que salen con los padres, porque ahí identificaríamos
compromisos, recursos reales”; “no sé qué tanto lleguen los talleres formati-
vos, porque no sé que tanto a la gente le sirva sentarse en un salón a escuchar
a alguien con una cartelera… porque con esas personas que vienen con toda
una historia, es muy complejo cambiar su mentalidad”.

Indudablemente existen incertidumbres respecto al curso que puede tomar


el vínculo con la familia, especialmente cuando el equipo de profesionales de-
posita su confianza y repentinamente se dan giros inesperados que deterioran
tal confianza y merman la capacidad de insistir en trabajar sobre los recursos.

Ante situaciones como estas, la investigación condujo a pensar en otras es-


trategias, tal como se afirma en la siguiente frase: “nosotros estamos dejando
pasar mucho tiempo y la familia se acostumbra a esto; tenemos que desper-
tarnos y hacer que el niño no esté en protección ni seis meses ni un año”.

En síntesis, se diría que los profesionales admiten valorar y estar interviniendo


sobre los recursos familiares, pero el vínculo familia-institución parece condi-
cionado a la demanda del equipo de profesionales de que la familia demuestre
o se le vea voluntad para el cambio. De esta manera, promover la resiliencia
en las familias resulta ser una falsa premisa, porque precisamente si ponen a
prueba a las familias es porque no creen en sus recursos. Al estar bajo medida
de protección, la familia queda en permanente evaluación y a prueba profesio-
nal e institucional para superar su definición como incapaz de proteger a sus
niños, de modo que la institución adopta una mirada de vigilancia y control,
con base en la cual se decide el futuro de la familia y del niño.

Aunque el equipo técnico de la fundación es sólo indirectamente parte del


macrocontexto jurídico, tiende a facilitar que la familia cumpla con unos re-
quisitos legales y le ayuda a conseguirlos. Pero al ponerla en “periodo de
prueba”, condiciona el vínculo emergente a los resultados que la familia de-
muestre, lo que los hace caer en una posición ambigua y cargada de dobles
mensajes de confianza y de desconfianza, tomando arbitraria y normativa-
mente los factores de protección y de riesgo como referentes para evaluar y

206
Vínculos, individuación y ecología humana

exigir, en lugar de tomarlos como conceptos para reorganizar la experiencia


humana de estos grupos.

Desde este punto de vista, los profesionales “miden” los vínculos histórica y
etiológicamente formados en la familia con una “misma regla”, haciendo a un
lado el análisis de las múltiples conexiones válidas que ha construido la familia,
porque obedecen a un modelo estereotipado sobre cómo deben comportar-
se los padres con sus niños para crear vínculos afectivos “sanos”. Por ejemplo,
uno de los parámetros informales consiste en que si la familia no se contacta
con el niño en menos de tres meses después de su ingreso a protección, se
cree definitivamente que sus padres o familiares no lo quieren y no han tenido
un vínculo afectivo importante con él y se corre el riesgo de declarar prema-
turamente a un niño en condición de adoptabilidad, sin mediar un manejo más
incluyente de la familia.

Si las instituciones persisten en “satanizar” ciertos vínculos vistos fuera de


contexto, seguirán cayendo en la trampa de un “asistencialismo automatiza-
do” que ataca a los padres para proteger a los niños y como paradójica solu-
ción rompen los vínculos por inadecuados, en vez de ayudar a que se modifi-
que la relación. Se unen así con el macrocontexto jurídico para castigar a los
padres, lo que genera una coalición inculpante que abre el interrogante sobre
cómo las relaciones de control y de sanción realmente favorecen la resiliencia.

Es también cuestionante cómo a partir de esa supuesta coalición institucio-


nal emergen soluciones como la adopción, sin haber resignificado coheren-
temente el desmembramiento del niño de su familia. No quedan claros los
marcos de referencia institucionales sobre el bienestar del niño, los cuales
no parecen contemplar las investigaciones etológicas sobre los vínculos y sus
implicaciones, incluso de tipo biológico, desconociendo la particular historia
de vinculación, la cual, obviamente, va más allá de las normas sociales, de los
estereotipos culturales y de las generalizaciones teóricas.

Con el carácter valorativo y normativo de esos marcos de referencia y con


esta postura profesional, la intervención es persuasiva para que los padres se
amolden a dicha visión rígida y utópica de familia, dentro de la cual no hay
lugar a ninguna connotación positiva y sin ella difícilmente puede trabajarse
desde la resiliencia. Si en el discurso los profesionales dicen creer en los recur-
sos y potencialidades, pero caen en la trampa de exigir que se los demuestren,
es probable que las familias justamente usen sus competencias para recitar
el discurso que los profesionales y las instituciones necesitan oír, de modo
que invierten sus recursos en protegerse de la institucionalidad, en una rela-

207
Ángela Hernández Córdoba

ción descalificante y desafiante, la cual dificilmente apoyará el mejoramiento


buscado. Con esta lógica, las familias jamás llenarían las condiciones ideales
previstas por las instituciones y les tocaría hacer el mejor papel para evitar
el desmembramiento de la familia, y de esta manera, el trabajo profesional,
propiamente humano, no se podría hacer por la cantidad de agendas ocultas
en juego.

La resiliencia será algo que se reactivará si los demás creen que es posible; es
decir, si las familias reciben la suficiente confianza para entrar al sistema sin
prevenciones, intentando manejar de forma coherente y armónica la confi-
dencialidad con la responsabilidad legal que tienen, y creer firmemente que,
más allá de las fallas, se puede transformar el vínculo hacia la confianza, la
cooperación y el reconocimiento como seres humanos, lo cual implica una
cambio en la postura personal en los actores involucrados.

9.3 Familias en situación de vulnerabilidad psicosocial en instituciones


de apoyo comunitario. F. Parra (2008)

Esta investigación se desarrolló en una institución privada sin ánimo de lucro


en el barrio Patio Bonito de la localidad de Kennedy. Ofrece apoyo educativo
a niños escolarizados y desescolarizados, quienes con sus familias asisten a la
institución tres o cuatro días por semana. Además, realizan acciones de pre-
vención y atención a familias que viven maltrato infantil y peligro físico o moral
por negligencia de la familia. La metodología consistió en conversaciones re-
flexivas con los padres y con los miembros del equipo técnico, por separado
y conjuntamente. Los resultados permiten caracterizar a las familias y analizar
las epistemes, los mitos y los rituales institucionales, tal como aparece a con-
tinuación.

9.3.1 Características de las familias

Las características de estas familias son similares a las descritas en la tesis


anterior, de modo que se encuentran deterioradas las funciones parentales,
tanto en su vertiente nutricia como en su vertiente socializadora (Tabla 35).
No se transmite a los hijos la seguridad profunda de que son queridos y valo-
rados por sus padres, sino que pueden ser instrumentalizados o rechazados
por ellos. En cuanto a las funciones socializadoras, falla la protección del niño
respecto de su entorno ecológico y falla la transmisión de normas y valores
culturales, lo cual inhibe el desarrollo de la consideración y el respeto a la so-
ciedad y, por tanto, los niños establecen fácilmente una relación de conflicto
con su entorno.

208
Vínculos, individuación y ecología humana

Tabla 35. Características de las familias en institución de apoyo comunitario.

Familia Familias en institución de apoyo comunitario

Está conformada por madre separada hace varios meses debido a violencia conyugal y
hacia los hijos, asociada al alcoholismo del padre. Los cuatro hijos (16, 14, 10 y 8 años)
asisten a la institución debido a la necesidad de la madre de dejarlos al cuidado profesional,
mientras ella trabaja. Los cuatro hijos están en un colegio distrital, cursando 9°,7°,4° y 2°
1
respectivamente. Las niñas menores reciben un seguimiento académico en la institución y
los mayores participan de grupos de prevención y recreación como acompañamiento a la
ocupación del tiempo libre. Semanalmente asisten a encuentros con la familia, como segui-
miento institucional frente a las características sociofamiliares encontradas.

Está conformada por padre y madre, casados hace 8 años, tienen dos hijos de 8 y 6 años.
Asisten a la institución por sugerencia de la Comisaría de Familia de la localidad, debido a
continuos eventos de violencia conyugal. Los hijos asisten a la institución diariamente y par-
2
ticipan en actividades de seguimiento académico y en grupos recreativos y de prevención.
La familia asiste a sesiones de fortalecimiento de sus vínculos, debido al deterioro asociado
a la violencia existente desde tiempo atrás.

También se evidencia una conyugalidad alterada y conflictiva, asociada a di-


ficultades en las familias de origen, de forma que las carencias les llevan a
intentar obtener del otro lo que les falta a sí mismos, pero obtienen así una
nueva frustración. Es característica además una figura paterna periférica, a
causa tanto de una falta de sentido de ser padres como de una profunda des-
confianza en sus capacidades para ejercer ese papel. Como dice Minuchin
(1967), estos padres tienen una función flotante y su presencia en la estruc-
tura familiar es esporádica. Esto no quiere decir que no contribuyan a la vida
familiar, sea financiera o sexualmente, pero resuelven los acontecimientos
estresantes externos o internos (lucha de poder en la pareja, conflictos con
la familia extensa) con el abandono físico o psicológico de su posición en la
estructura familiar.

Tanto los hijos como la madre aceptan este déficit en la estructura familiar, de
modo que asimilan que el papel masculino en la familia es inútil o de utilidad
desconocida, e incluso permiten que la institución ingrese como modelo pa-
rental de apoyo frente a situaciones de exigencia afectiva y en algunos casos
económica y social. Los servicios institucionales también cubren carencias de
todo tipo y forman parte de su ecosistema.

9.3.2 Epistemes institucionales y profesionales

Las hipótesis y premisas más destacadas resultaron ser las siguientes:

• A toda demanda de intervención se responde con estrategias para indivi-


duos y no para grupos o familias, pues se asume que los problemas huma-
209
Ángela Hernández Córdoba

nos son configuraciones individuales y traumáticas y no procesos interac-


cionales y ecológicos.

• Se considera que los problemas familiares son agregados de problemas


individuales que hacen que las familias deleguen, a través de una queja, lo
que creen que los profesionales harán por ellos, porque aceptan la conno-
tación de ineficaces en las tareas de crianza, parentalidad y conyugalidad,
situación que afecta directamente el desarrollo coevolutivo de la familia.

• Esta episteme puede comprenderse a partir de la siguiente afirmación de


un miembro de una familia: “Yo siento que es como venir a aprender cosas
nuevas de la vida, por medio de charlas, porque nosotros a veces tomamos
malas decisiones y aquí nos van a enseñar a tomarlas”. Los padres deposi-
tan sus conflictos y sus hijos en los profesionales, como actores idealizados
que cobran fuerza y afectividad en su vida íntima, de modo que su familia
corre el riesgo de escindirse y diluirse en lógicas y sistemas de pensamien-
to institucional.

• No existe una visión global e interaccional de los fenómenos, ni hay com-


prensiones sobre juegos relacionales, sino simplemente comprensiones
conductuales de los problemas familiares.

• Desde esta comprensión, se concluye que es conveniente la intervención,


porque “a la persona le abruman sus problemas”, “ha perdido el autocon-
trol y podría dañarse a sí misma o a los demás miembros de la familia”.
Cuando hay niños y adolescentes en riesgo, se tiende a estigmatizar a la
familia como grupo inabordable y difícil, lo cual se justifica en que “todo se
hace con el fin de que ellos aprendan a convivir mejor y que no resuelvan
sus conflictos de manera contraria a los principios de la institución que son
la humildad, la tolerancia y el respeto por nuestros semejantes”.

• La protección a la familia se hace en función de la protección de los niños


y no como un fin válido en sí mismo; no obstante, las actuaciones tienen el
sentido de promover, en lo posible, redes naturales más sanas.

• En general, en los equipos institucionales, el abordaje de estas familias sur-


ge de la urgencia de proteger al menor de familias inexpertas, producto
de traumas de migración y de violencia transgeneracional, con un matiz de
inculpación hacia los padres.

210
Vínculos, individuación y ecología humana

Se percibió que los miembros del equipo responden de distintas maneras a


este desafío. Para la trabajadora social, la relación terapéutica y la relación de
control deben estar claramente separadas, debido a que la insistencia en la
vigilancia de la familia genera mayor posibilidad de disolución de sus vínculos.
“Es un problema de relación porque sabemos que los padres se sienten como
niños pequeños, que realmente no pueden y necesitan de nuestra protección
como si fuéramos la mamá de los pollitos. Eso me pone a pensar que la única
manera de aprender a ser padres es por medio de la propia experiencia y no
por las enseñanzas de los demás; por eso últimamente he cambiado mi mane-
ra de trabajar con la familia porque ahora intento escuchar más y reconocer
cómo viven y piensan frente a sus problemas; eso me sirve para evitar que los
ofenda o haga algo en contra de ellos”.

Para la psicóloga, por el contrario, el cambio debe ser inducido desde posi-
ciones de control, ya que la familia debe estar sujeta a la vigilancia del equi-
po, a fin de prevenir eventos de maltrato y violencia, por lo cual se propone
un contexto terapéutico obligado. Lo más difícil es que la familia reconozca
que necesita ayuda y que existe algún conflicto, requisito que considera indis-
pensable para formular un verdadero contrato de cambio: “Usualmente nos
ligamos a lo que nos dice la ley frente a este tipo de situaciones; por ejemplo,
cuando enviaron a la familia 2, sabíamos que algo muy grave ocurría en la pa-
reja, que se reflejaba en los niños y que nuestro deber era detener todo esto
para evitar violencia. Por eso yo creo que partimos de pensar que las familias
deben asistir a estos procesos para aprender la manera de vivir en armonía,
pero sabemos que ellos se sienten a veces perseguidos e invadidos en su
intimidad y evitan al máximo hablar de sus cosas y esto frena el proceso y se
esconde el problema”.

La terapia obligatoria sobrevalora sus efectos, olvidando que además son


esenciales otro tipo de escenarios y de condiciones para que la familia se
desarrolle como tal. Si son las posturas de vigilancia las que dan el marco a la
intervención psicoterapéutica, el contrato que se mantiene con la familia per-
manece en el ámbito del control y los objetivos son los definidos por actores
legales, sin que la familia sea abordada como un sujeto social con derechos y
con autonomía, sino tan solo como un objeto más de la intervención de los
expertos. Los padres lo asimilan así: “Yo creo que a nosotros nos toca apren-
der mucho porque sí hay problemas y sabemos que es culpa nuestra; porque
nuestro comportamiento dentro de la casa tiene que cambiar para seguir ade-
lante con los niños. Por ejemplo yo ya sé que sobreprotejo mucho a mis hijos
y que debo entender a mi esposo cuando sale a trabajar, porque él trae la plata
y eso nos ayuda muchísimo; además creo que los niños están bien aquí en la
fundación, porque no me gusta verlos jugando maquinitas en las esquinas; eso
211
Ángela Hernández Córdoba

les quema la cabeza y no los deja salir adelante; al menos desde que llegamos
de la comisaría y recibimos terapias, evitamos pelear tanto, aunque aún hay
problemas, pero sé que en un futuro las cosas van a cambiar”.

Se supone además que la red social de las familias en situación de vulnera-


bilidad suele estar empobrecida, con poco acompañamiento profesional, de
modo que uno de los objetivos de las intervenciones es recuperar la capaci-
dad de las familias para buscar contactos institucionales de apoyo.

En cuanto al trabajo en equipo, las posiciones extremas de simetría y com-


plementariedad entre profesionales dificultan la intervención, pues con el cri-
terio de no-intromisión en el proceso del otro y de un pseudorespeto entre
profesiones, un funcionario puede abandonar un caso cuando comienza otro
miembro del equipo a trabajar con la familia, desconociendo que ambas in-
tervenciones son necesarias y sinergizantes si se coordinan las perspectivas y
las acciones.

9.3.3 Mitos

El trabajo con familias en situación de vulnerabilidad implica un desgaste se-


rio del profesional, en la medida en que cada miembro solo puede poner
en juego sus propios recursos, sus ideas, sus capacidades, sus emociones, su
experiencia, sus conocimientos y sus mitos, es decir, su propia persona como
ingrediente esencial de este proceso relacional.

La mitología del profesional parece organizarse alrededor del dilema de éxito


y fracaso, de modo que si ven mejoría relativamente fácil, se crean expectati-
vas de éxito inmediato y alimentan el sentimiento omnipotente de ser capaces
de modificar la situación con poco esfuerzo. Pero en ciertos casos, a la pri-
mera desilusión disminuyen sus expectativas, se sienten inútiles y desarrollan
una ansiedad de fracaso que se puede trasladar al siguiente caso, con actitudes
de recelo y dureza. Al escuchar las reacciones de los usuarios dijo una de las
profesionales: “A mí me llamó la atención sobre todo que decían que nos po-
nemos rojas y los regañamos mucho; eso me hizo sentir un poco preocupada
porque no pensaba que a veces uno se altera y toma ese tipo de actitudes.”

Ante el agotamiento vivido, los profesionales acuden a las siguientes estrate-


gias: insensibilizarse y protegerse detrás de una postura burocrática de “hacer
sólo lo que tengo que hacer”; limitar su ejercicio profesional a la aplicación
de técnicas y procedimientos, como hacer tests y evaluar familias; funcionar
como piezas secundarias del sistema judicial y de servicios sociales; elegir de-

212
Vínculos, individuación y ecología humana

terminadas familias e involucrarse intensamente con ellas, a riesgo abandonar


a las demás, y saltar al discurso político convencidos de que no hay nada que
hacer en el nivel terapéutico, con lo cual no hacen ni política ni terapia.

Frente a las situaciones familiares evaluadas por la institución como de alto


riego para los niños, surge la idea de la sustitución de la función parental por
parte de los profesionales, a lo cual los padres responden con una actitud de
expectante delegación. Pero como esta propuesta parte de una postura de
grandiosidad por parte del profesional, pronto llega su sensación de impo-
tencia y con ella surge la rabia, que es una rendición muy negativa, ya que
puede generar una derivación o un abandono del caso, y aún llevar a retirar
a los niños de su hogar. A esto corresponde una postura donde el profesional
dispone de su sabiduría como verdad absoluta, situación que termina por dar
la solución a la familia sin ayudarlos a que ellos encuentren su propio camino.

Las mitologías que se entrecruzan entre familias y equipo desembocan en un


impacto emocional tan intenso en los profesionales como personas, que pue-
den dar lugar a reacciones rápidas de intervención, no pensadas suficiente-
mente ni compartidas como equipo institucional, de modo que, sin quererlo,
terminan estando más en función de reparar la ofensa vivida por el profesional
que al servicio del mejoramiento familiar.

Otros de los mitos de los profesionales se reflejan en las reacciones de afán


y de sorpresa evidentes al preguntarse, por ejemplo, ¿cómo esperar a inter-
venir cuando hay tantos niños que pueden quedar abandonados? ¿Cómo es
posible que una familia llegue a vivir situaciones de tal magnitud? El ritual que
surge frente a estos casos es el de la prisa, que es diferente de la urgencia. Esta
última surge de una evaluación sistemática, mientras la prisa de una reacción
del profesional frente a la ofensa que, desde su marco de referencia, el caso
representa. Infortunadamente, la prisa casi siempre conduce al fracaso.

9.3.4 Las intervenciones como rituales

Los actores participantes en la investigación–intervención expresaron viven-


cias opuestas acerca del tiempo. Para los usuarios es siempre demasiado largo
y para los profesionales demasiado corto, en coherencia con las explicaciones
y con las prácticas a las que acuden para comprender el problema y el cambio.
En la dinámica existente entre institución y familias, la intervención suele ser
más larga de lo necesario, porque se comienza con un solo individuo y la in-
clusión de más miembros de la familia, en una forma no ordenada bajo ningún
criterio técnico, suele retardar y distorsionar el proceso.

213
Ángela Hernández Córdoba

El primer ritual confuso es el de la exposición del problema, con frecuencia de


manera fragmentada, dramática y descontextualizada, extraída de la petición
que hace la familia a través de entrevistas secuenciales conducidas por va-
rios profesionales: “Para evaluar a las familias, primero las atiende la psicóloga
porque ella es la más acertada con estos problemas. Luego siguen con trabajo
social, para mirar cómo les va con la comunidad y por último hablan con la
directora, porque es regla general que las familias comprendan ante todo los
valores cristianos y su responsabilidad como padres, esposos e hijos. Para
nosotros como profesionales ha sido útil esta manera de evaluar a las familias,
porque así podemos responder a las exigencias administrativas y dar cuenta
al final de una lectura mucho más compartida; eso significa que si existen más
profesionales que evalúen a la familia, mejor”.

Con frecuencia existen muchas discrepancias en lo que concierne a la cons-


trucción del problema y cómo las familias forman parte de un colectivo cono-
cido del barrio por parte de la institución; los mitos y los estereotipos pueden
distorsionar la información y la relación: “Sí, a veces hay problemas entre
profesionales por su enfoque o por su valoración personal, pero la familia
tiende a acostumbrarse a eso con el tiempo y ella misma gana porque pone
de acuerdo a los profesionales”. Además, ante la magnitud de las problemáti-
cas, el profesional puede descalificar la historia o, por el contrario, quedarse
fascinado por ella.

No es fácil delimitar el sistema familiar que se conformará para la interven-


ción, por la fragmentación de la información. Tampoco se puede tomar como
punto de referencia la familia nuclear convencional, puesto que en esta pobla-
ción las funciones propias de un miembro pueden estar delegadas en otros,
incluso con la participación usual de la familia extensa. La institución es flexible
en el encuadre con estas familias, de modo que a veces las sesiones se realizan
en el hogar porque así acceden a parientes que de otra manera siempre esta-
rían ausentes. Es el profesional quien decide cuándo conviene esta estrategia.

Los vínculos con las familias están condicionados por la forma como entran en
contacto con la institución. Se dan tres tipos de situaciones:

• Para solicitar un servicio puntual, como el cuidado de los niños mientras los
padres trabajan. Al acogerlas así se espera que al establecer una relación
más estable con la institución, aparezcan otras demandas de ayuda más
específica en el futuro.

214
Vínculos, individuación y ecología humana

• Por petición y remisión de entidades legales o sociales de la localidad,


cuando se presentan síntomas y sufrimiento en la familia, pero no hay pe-
tición de cambio por parte de ninguno de los miembros, sino más bien
negación de hechos que han sido objeto de denuncia, a veces por personas
ajenas a la familia.

• Por solicitud directa de apoyo por parte de la familia para afrontar situacio-
nes que reconoce como preocupantes.

Las intervenciones consisten fundamentalmente en entrevistas, visitas y talle-


res conducidos por los profesionales.

Como ya lo planteaba la tesis anterior, los resultados permiten afirmar que los
rituales de intervención social en estos casos generan vínculos bastante poro-
sos con las instituciones, pues ellas y sus profesionales se sienten autorizados
a traspasar los límites del sistema familiar con la justificación de proteger a
los niños y adolescentes, quienes son el motivo de las peticiones de ayuda,
la mayoría de las veces por parte de una institución y no de la propia familia
(médicos, escuela, centros de protección, defensores de familia y/o jueces
de menores, etc.). Son tantas las carencias y tan graves las situaciones que se
viven en este ámbito social, que los profesionales tienden a definir a los adul-
tos como incapaces del cuidado de sus hijos y en ello fundamentan sus inter-
venciones instruccionales, correctivas y controladoras en función de que los
padres asuman comportamientos definidos como ideales desde las disciplinas
vistas como norma de la existencia humana.

Paradójicamente, se percibe que evitar la creación de un vínculo de depen-


dencia de las familias hacia las instituciones es uno de los objetivos fundamen-
tales de todo ritual de abordaje, con la pretensión de que la familia se organice
a partir de sus recursos propios y de su historia vivida, pero ocurre lo con-
trario. Como ya se mencionó, la relación terapéutica y la relación de control
no están bien diferenciadas, aunque la competencia de la institución no es de
control sino de apoyo, con lo cual se desconoce además que el cambio será
más potente si surge de la activación de los vínculos de vecindad, de barrio,
de trabajo y de amistad.

Al hacer énfasis en la terapia obligatoria, se sobrevaloran sus efectos, olvi-


dando que son esenciales además las intervenciones jurídicas y sociales. El
contrato que se mantiene con la familia permanece en el ámbito del control,
con objetivos definidos desde el marco legal, bajo epistemes que evalúan a la
familia como incapaz de generar soluciones con sus propios recursos.

215
Ángela Hernández Córdoba

La intervención sustitutoria es legítima en situaciones donde se ha pasado el


límite que deja en riesgo vital a los miembros vulnerables de la familia, pero el
dilema institucional es establecer esa distinción entre activación y sustitución
de recursos, para lo cual es necesario partir de una postura de confianza y no
de descalificación, lo cual exige una seria revisión de las actitudes y de la ética
de los profesionales.

Se concluye que las intervenciones externas pueden aumentar las dificultades


de las familias, puesto que las ventajas que aportan, quizás no compensen
los inconvenientes derivados de la sustitución de los recursos del sistema.
El carácter abierto a todos los vientos de estas familias, a pesar de producir
grandes interferencias, es responsable, en parte y paradójicamente, de su sor-
prendente capacidad para captar y generar recursos.

9.4 Madres definidas en alto riesgo. A. Castillo y S. Malagón (2005)

Se exponen las principales conexiones y distinciones generadas durante el


estudio, el cual tenía como objetivo comprender la ecología de los vínculos
y el proceso de individuación de madres definidas en alto riesgo de maltrato
y negligencia hacia sus hijos, dentro del programa distrital “Familia Gestante,
Bebé Sano y Deseado”, vigente durante la administración de A. Mockus. La
metodología consistió en conversaciones reflexivas, individuales y en grupo,
durante las cuales se abordó fundamentalmente su historia y su proyección
vital, de lo cual dan cuenta los resultados.

Tabla 36. Características de las madres definidas en alto riesgo.

24 años, tres hijos (5 y 2 años, niña muerta), tres uniones maritales. Eliana fue producto
de una relación ocasional de la madre, para quien su hija se convirtió en el sentido de
su vida. En esta familia monoparental se generó una cohesión amalgamada y una adap-
tabilidad caótica, ausencia de liderazgo efectivo, cambios aleatorios de roles y disciplina
irregular. Madre e hija han mantenido una relación fusionada y conflictiva, con límites
internos difusos. Las relaciones con su padre han sido totalmente alejadas y con los
padres de sus hijos conflictivas, a excepción de su último compañero con quien parecen
estar unidos. En su adolescencia, su madre no significaba autoridad y Eliana buscó en sus
Eliana
pares un refugio; allí se inició en el consumo de drogas. En esas andanzas con su grupo
de compañeros de rumba quedó embarazada de su primer hijo, producto de “una noche
de tragos”. Al igual que su mamá, Eliana hizo un intento fallido de construir una familia
con el padre de su primer hijo. Después de esa ruptura siguió vinculada con sus amigos
del “parche”, donde se fue dando una relación con un joven consumidor de drogas y de
quien quedó nuevamente embarazada. También falló el intento de formar un hogar, a
causa de episodios de maltrato físico y psicológico, aun estando en gestación. La bebe
murió a los 28 días de nacida.

216
Vínculos, individuación y ecología humana

32 años, cuatro hijos de 13, 11, 9 y 2 años; los dos mayores son de una primera unión y
los otros de su última pareja, con quien también tuvo otros tres hijos que murieron: una
niña a las tres horas de nacida y los otros dos de 3 años y 10 meses en incendio de su
vivienda. Su compañero trabaja esporádicamente como vigilante. Mariana ha mantenido
relaciones desligadas, conflictivas y autoritarias con su familia de origen al igual que con
sus hijos. Dos de sus hermanos murieron y la parentalidad recayó exclusivamente sobre
su madre; el padre ni siquiera les dio el apellido. El acompañamiento en el embarazo
del primer hijo de Mariana por parte de su familia fue difícil, ya que cuando la madre se
Mariana enteró “le dio una leñera”; y cuando el niño tenia 6 meses tuvo que trasladarse a Bogotá
a buscar una forma de subsistir, sin apoyo de nadie, aventurándose a las inclemencias
de una ciudad que no conocía. De la historia de construcción de pareja de Mariana se
puede decir que se perpetuaron las carencias y los vacíos afectivos de ambas partes,
pues las relaciones han sido conflictivas, con pautas de interacción y de crianza maltra-
tantes, negligentes y erráticas. Otro factor que ha afectado negativamente a la pareja es
el consumo desmedido del alcohol, pues ambos lo usan como medio de esparcimiento,
lo que acrecienta las tensiones conyugales y disminuye la capacidad para solucionar las
diferencias por medio de una comunicación efectiva y acuerdos mutuos.

19 años, tiene una hija de dos años y está separada de su compañero después de dos
años de convivencia. Es la menor de siete hijos, producto de tres uniones de la madre
(hijo mayor de 32 años). La primera separación de su mamá se debió al excesivo mal-
trato por parte del compañero; la segunda unión sucedió pocos meses después, quedó
embarazada y al mismo tiempo conoció al padre de Juliana. Este enamoramiento fue tan
intenso que decidieron conformar una pareja y el señor reconoció a la hija fruto del ante-
rior romance. La conyugalidad era armoniosa y el señor abastecía el hogar con su oficio
de zapatero, pero a partir del nacimiento del primer hijo de ambos la relación conyugal
se fue deteriorando, hubo episodios de infidelidad y consumo de alcohol desmedidos
por parte de él. Surgió entonces una pauta de descalificación y de maltrato físico en la
pareja y el padre asumió un rol periférico y negligente respecto a las responsabilidades
parentales. Después de siete años, la señora volvió a quedar embarazada, como conce-
sión a la petición de su compañero quien deseaba una niña. Esta dicha duró dos años,
y fue interrumpida por el embarazo de Juliana. La madre intentó abortar fallidamente
y solo a los cinco meses de embarazo se lo informó a su compañero; él volvió al mal-
Juliana trato y al desentendimiento económico hacia el hogar. Esta situación se mantuvo por
varios años, hasta que se vieron obligados a salir del barrio por amenazas por parte
de una pandilla al hermano de Juliana; este evento coincidió con agresiones del padre
a quien finalmente abandonaron y denunciaron a la comisaría. La madre se posicionó
como líder en la jerarquía familiar. La cuarta hija se embarazó a los 16 y a los 17 años de
relaciones fortuitas y no recibió apoyo de los padres de los niños. El hermano mayor se
vio involucrado a los 12 años en pandillas y consumo de droga, al igual que la sexta hija,
consumidora de marihuana a los 14 años; este problema los llevó a una institución de
rehabilitación. A sus 14 años, Juliana se fue a vivir con su novio a la casa de sus suegros,
como intento de solución a los conflictos y al caos de su familia. A los 15 años, quedó
embarazada. A pesar de la sorpresa, Juliana recibió el apoyo de su madre, sus hermanos
y su familia política, con quienes estableció vínculos positivos y tuvo así un contexto
favorable a su embarazo. Juliana asumió a su hija como una compañía; la relación con
su compañero, estudiante de bachillerato, fue armónica, pero tenían gustos diferentes y
ante la dependencia económica de las familias de origen, Juliana se desesperó y propició
la separación que la llevó de nuevo a su familia.

En las familias de origen de las madres del estudio se observó como común
denominador la perpetuación de pautas de conyugalidad disarmónica (Lina-
res, 1996), las cuales, de generación en generación, han afectado el ejercicio
de la parentalidad y propiciado dinámicas de funcionamiento familiar con poca

217
Ángela Hernández Córdoba

cohesión, adaptabilidad caótica o rígida, conflicto por inequidad de roles en


la pareja, jerarquía familiar confusa e inestabilidad económica y laboral, con
lo cual serían catalogables como familias multiproblemáticas, en donde ade-
más, típicamente, la parentalidad recae exclusivamente en la mujer, ya que
los padres son periféricos y con frecuencia maltratantes con sus familias; hay
despreocupación parental sobre todo en la dimensión afectiva y son comunes
las historias de infidelidad y los problemas por el abuso de alcohol.

Estas condiciones hacen que los vínculos entre los cónyuges se mantengan
más por el rencor, la venganza y el miedo, que por un sentido de reparación,
colaboración y de equipo. Ante la ausencia de la figura paterna, la materna
debe suplir todas las necesidades, aunque estas madres también provienen de
hogares conflictivos, con carencias psicoafectivas y con limitaciones económi-
cas. El ejercicio de su autoridad no es efectivo, pues finalmente los hijos hacen
su voluntad y crean problemas que después ellas deben asumir y resolver
como propios.

Las madres definidas en alto riesgo “eligieron” compañeros parecidos a sus


respectivos padres, maltratantes, abandónicos y periféricos, y aunque inten-
taron asumir la responsabilidad del hijo, terminaron delegándola a la abuela
o a otros familiares, por su propia decisión o por la del Bienestar Familiar. En
los casos abordados persistió entre las dos generaciones un círculo vicioso de
inversión de roles, jerarquías familiares confusas, conflicto entre los progeni-
tores del nuevo ser, por acuerdos sobre pautas y tareas de crianza, inestabi-
lidad emocional, económica y laboral. En el momento de la última entrevista,
ninguna de las madres conformaba pareja con el padre del niño o niña de su
más reciente embarazo; es decir que los intentos de conformación de una
familia nuclear por parte de estas madres habían fracasado.

Se observó además que familia y comunidad refuerzan prácticas culturales


poco favorecedoras de relaciones saludables y constructivas. Hay pocos ritua-
les de emparejamiento, las uniones surgen de encuentros sexuales fortuitos
de los que resultan embarazos no planeados que presionan a los implicados a
formar un hogar donde generalmente hay maltrato, deficiente comunicación
y escasa nutrición emocional, lo que deteriora la conyugalidad y finalmente
lleva a la separación.

En la conformación de la pareja, las historias de estas madres hacen alusión


a características comunes, como son una iniciación sexual temprana en rela-
ciones ocasionales, embarazos no planeados en la adolescencia (entre 14 y
18 años), múltiples intentos de conformar un hogar, no necesariamente con

218
Vínculos, individuación y ecología humana

el padre del niño, con subsiguientes fracasos, uniones de las que nuevamente
queda al menos un hijo de quien se hace cargo la madre o la familia de origen,
y lealtades con la familia de origen, asociadas a dependencia económica.

En los tres casos, el primer embarazo fue interpretado por ellas mismas y por
su familia de origen como un fracaso. Esto también hace pensar que el em-
barazo precoz no solo es un desencadenante de pobreza, sino una situación
desencadenada, entre varios factores, por la pobreza afectiva en los hogares
de origen.

A pesar de que estas madres crecieron en familias desligadas, todas intentaron


crear vínculos afectivos y protectores con sus hijos, pero diversos obstáculos
para manejar autónomamente esta relación la fueron diluyendo a los pocos
meses.

Las alianzas entre las parejas para el cuidado de los niños fueron infructuosas y
estresantes, porque cuando las madres invitaban al padre a participar del trián-
gulo protector, estos se comportaban inadecuadamente y recaían en maltrato
hacia ellas y el niño. Fue necesaria la intermediación de un tercero, ICBF y
comisaría de familia, para romper con esta pauta nociva. En un caso, la madre
restringió el vínculo al máximo con el padre de la niña, por advertencia de la co-
misaría de familia e insistencia de su mamá, mientras que en el otro se necesitó
de un cambio de custodia de la criatura.

Se asume que la relación del padre con el hijo es mediatizada por la madre en
una relación de tres, favorecedora del desarrollo humano. Sin embargo, para
las madres de este estudio no fue tan importante que los niños construyeran
un vínculo real, afectivo y cercano con su padre, pues en estos hogares se
acepta como natural que los niños crezcan sin padre, en lo cual intervienen
factores como la replicación de modelos familiares, el medio sociocultural
donde predominan las madres jefes de hogar y el debilitamiento del vínculo
del padre con el hijo por una conyugalidad disarmónica y deteriorada.

Para comprender el vínculo de estas madres con su hijo, se identificaron va-


rios factores correlacionados:

• El grado de apego de las madres a su familia de origen, el cual osciló entre


un alto grado de fusión del sí mismo y un mediano nivel de diferenciación.
Al parecer esto mismo se aplica para los que han sido sus compañeros.

219
Ángela Hernández Córdoba

• La escasa autosuficiencia de la madre definida en alto riesgo: se observó


que, independientemente del momento del ciclo vital (adolescente, adulta
joven y adulta), las madres no tienen autonomía económica real, lo cual
las supedita a su familia de origen o a un supuesto compañero benefactor.

• El manejo inadecuado de los momentos críticos de la vida, como el “even-


to del embarazo”: predomina la baja tolerancia a las situaciones tensionan-
tes, reflejada en síntomas como somatizaciones, desequilibrios emociona-
les, abuso del alcohol y/o drogas.

• La naturaleza de la relación de cada pareja: el sentido de la relación es


confuso y se define por la concepción de los hijos.

Todos estos componentes configuran un ambiente emocional particular que


rodea el vínculo madre e hijo, identificando dos estilos:

• Un entorno positivo, caracterizado por varios indicadores como el apoyo


a la madre durante su proceso de gestación, el cual facilita la construcción
de un vínculo intrauterino que se evidencia en el discurso de protección de
la madre durante la gestación y en el real vínculo afectivo una vez nace el
bebé. En este estudio, solo un caso se incluyó en esta categoría.

• Un entorno poco favorable, caracterizado por sentimientos ambivalentes


sobre el embarazo por parte de la madre, del padre del niño y de las fami-
lias extensas. Esta posición genera un ambiente emocional empobrecido,
que afecta negativamente la actitud con la que las madres asumen el vín-
culo intrauterino desapegado, preocupado y desorganizado, que se refleja
en discursos maternos durante el embarazo y luego se consolidan como
ambivalentes, desorganizados, de evitación y con muy escasa nutrición
emocional hacia el hijo. En estas madres, con pobre diferenciación de su
self, fueron también precarios los mecanismos para afrontar sus problemas
físicos y emocionales, relacionales y las historias de fracaso, quedando en
ellas poca energía vital para el desarrollo de un proyecto de vida conse-
cuente con la intención de mejorar su nivel de vida.

La escasez de anclajes afectivos en los hogares de estas madres favorece la


tendencia a construir narrativas pobres de sí mismas, con tendencia a incul-
parse a sí mismas y a autodefinirse como personas de insignificante valor e
incompetentes en todos sus roles. Estas autopercepciones inducen a límites
confusos con el entorno y a la intromisión de terceros para contener los pro-
blemas, en estos casos, la familia de origen e instituciones como Comisaría de
Familia, ICBF, Fiscalía y Bienestar Social.
220
Vínculos, individuación y ecología humana

La falta de centralización del control de la vida propicia catástrofes adiciona-


les, como pueden ser las complicaciones del embarazo, el rechazo del nuevo
cónyuge hacia los hijos anteriores, la incursión de los hijos en pandillas y van-
dalismo, la aparición de crisis psicológicas en miembros de la familia, acciden-
tes y muertes de los hijos, cambio de custodia de los hijos, etc., de modo que
el caos familiar es de tal magnitud que moviliza la multi-intervención institu-
cional (la Comisaría, la Fiscalía, el Bienestar Familiar).

Aunque los programas de bienestar pretenden desde la episteme una visión


social integral, donde relacionan derechos de las mujeres, los niños y los an-
cianos, en la práctica se convierten en programas asistenciales, pues el interés
primordial de las madres es acceder a un bono. El programa “Familia Gestan-
te, Bebé Sano y Deseado” se propuso promover el buen trato, fortaleciendo
desde las primeras etapas de la gestación y durante la lactancia el vínculo
afectivo padre-madre-hijo-a, de tal forma que se generaran las condiciones
adecuadas para el crecimiento y desarrollo del recién nacido, bajo la hipótesis
de que la población necesitaba capacitación acerca de cómo ser padres y ma-
dres. Por tal razón, ofrecieron educación sexual y reproductiva en el marco
del amor y la responsabilidad mutua, a través de las acciones de capacitación,
apoyo social, afectivo, psicológico, nutricional y de promoción de derechos;
con este fin, se planteó un modelo de intervención con tres componentes:
Nutrición, para cambiar los hábitos nutricionales ofreciendo un bono alimenta-
rio y formación en hábitos de vida saludable; Salud, mediante gestión intersec-
torial con la Secretaria Distrital de Salud para la preparación para el parto y la
atención al recién nacido; Formación, para fortalecer y capacitar a la mujer y a
su pareja sobre cuidados durante la gestación, derechos sexuales y reproduc-
tivos, empoderamiento personal, prevención del maltrato, desarrollo infantil
y estimulación adecuada. Adicionalmente, en cumplimiento de la ley 82 de
1993, este programa dio prioridad a mujeres cabeza de familia, de modo que
ellas representaron el 40% de la población atendida.

Se puede decir que la presencia de los hombres fue escasa en el programa, lo


cual realimentó la pauta en la cual las mujeres asumen la responsabilidad de
la parentalidad, dejando al hombre en la estereotipada posición periférica, en
lugar de invitarlo a mostrar una faceta más comprometida y responsable. Se
diría que esto fue coherente con una política subyacente en pro de la equidad
desde una perspectiva de género, con base en las premisas de que la sociedad
está en deuda con las mujeres y que hay que superar los lastres de la cultura
patriarcal, como condiciones para construir seres y relaciones más plenos; así
se justifica la llamada “discriminación positiva”, pues habría que pagarle a las
mujeres la deuda social en materia de igualdad de oportunidades, olvidando,

221
Ángela Hernández Córdoba

paradójicamente, que los roles de padre y madre se ejercen dentro de las re-
laciones conyugales y parentales, imposibles en ausencia de sus protagonistas.

Por tanto, los resultados obtenidos conducen a pensar que, a pesar de las
buenas intenciones de estos programas, en la práctica se convierten en más
de lo mismo, ya que a través de sus rituales asistencialistas se quedan cortos
en la promoción de crecimiento y de cambios en los ámbitos personal, fami-
liar y social, pues el encuadre con los usuarios no favorece ni la autoconciencia
ni el compromiso para construir nuevos estilos de vida.

El alcance de este estudio se refirió justamente a la generación de procesos


reflexivos en donde las madres lograron evaluar la naturaleza de sus vínculos
y su posicionamiento frente a la vida, ejercicio poco usual en ellas. Sin embar-
go hacer conciencia es sólo uno de los múltiples pasos que podrían dar estas
madres, en función de su salud mental y su calidad de vida. Desde esta óptica,
la categoría de “madre en alto riesgo” se amplía y sería aplicable a cualquier
madre que, además de vivir en condiciones sociofamiliares precarias, tenga un
insuficiente nivel de diferenciación individual, factor decisivo para que puedan
asumir plenamente su vida autónoma como personas, compañeras y madres.

9.5 Malos tratos: Creencias, vínculos afectivos y cambio en terapia.


E.M. Ayala y S. Nova (2005)

Esta tesis se enfocó en el abordaje de un caso a través de un proceso psico-


terapéutico, con participación del equipo técnico, dentro del marco de la in-
tervención del ICBF en un Centro Zonal de Bogotá. La intervención consistió
en nueve sesiones, distribuidas en cinco momentos e igual número de sub-
sistemas, creando por tanto escenarios a nivel individual, conyugal, parental,
familia nuclear y familia extensa, para dar cuenta de la organización, las creen-
cias y los vínculos afectivos en un sistema familiar con eventos de maltrato. Se
describe brevemente en el cuadro siguiente la dinámica familiar y enseguida
se analizan los resultados en este sentido. El análisis de la intervención se sin-
tetizará en el capítulo XII.

222
Vínculos, individuación y ecología humana

Tabla 37. Caso de maltrato familiar

Un caso de “Malos tratos en la familia”


Caso remitido por la Comisaría de Familia; la niña de 13 años, viene siendo víctima de maltrato físico
y psicológico por la madrastra y el padre. Se sabe que esta es la segunda ocasión en que la tía paterna
recurre a esta institución en busca de ayuda por el mismo motivo; en la primera oportunidad remitie-
ron a los padres y a la tía a psicología en procura de conciliación y compromisos para mejorar dicha
situación. En esta, el caso es enviado al Centro Zonal de ICBF Ciudad Bolívar. La recepción del caso fue
atendida por la trabajadora social y la defensora de familia del equipo de protección, quienes otorgan
la custodia provisional de la niña a la tía paterna, denunciante, con el aporte económico del padre y el
compromiso de asistir a tratamiento psicoterapéutico. Se trata de un grupo familiar conformado por
el padre (35 años, empleado), la madrastra (36 años, secretaria), una hija común de 8 años y la niña del
caso, producto de una primera relación del padre, disuelta por conflictos con su familia extensa y el
posterior abandono de la madre. Conviven además con una hermana de la madrastra (17 años). Viven
sin pagar arriendo en un apartamento en la casa paterna del padre. Dicha situación propicia el constante
involucramiento de la familia extensa en la dinámica de este grupo familiar. En el primer piso habitan los
abuelos (66 y 62 años), dos de sus hijos y 4 sobrinos. Con la tía que denuncia, el vínculo es conflictivo y
distante, ya que ella interviene en las situaciones de maltrato y en decisiones concernientes al sistema
conyugal. La relación conyugal es cercana, con comunicación adecuada y claridad en el ejercicio de los
roles. El padre se percibe rígido frente al cumplimiento de la norma y los deberes del hogar por parte
de las hijas. En ellas se evidencia temor y dificultad para expresar sentimientos; las hermanas son unidas
aunque en ocasiones rivalizan por las responsabilidades asignadas en el hogar.

Las relaciones intrafamiliares se caracterizan en este caso por ser conflictivas,


ambiguas desde el afecto, con tendencia a asumir posturas autoritarias que
no posibilitan un contexto de confianza, generando por el contrario miedo
y temor en los hijos. No se evidenció conflicto actual en la díada conyugal,
pero anteriormente la pareja había tenido crisis por el consumo de alcohol del
padre y el poco tiempo compartido en familia, situación que cambió significa-
tivamente a partir de la inclusión en un nuevo credo religioso. En el subsiste-
ma parental, se observó dominancia, comunicación limitada a la asignación y
cumplimiento de responsabilidades, ausencia de concertación de decisiones y
reafirmaciones constantes del poder parental. Esto hacía que la niña rivalizara
con la figura paterna, de modo que este inconformismo era entendido por el
padre como un desacato, que justificaba el maltrato como forma de control.

Las relaciones intrafamiliares se caracterizan en este caso por ser conflictivas


y ambiguas en el afecto, con tendencia a asumir posturas autoritarias que no
posibilitan un contexto de confianza y generan por el contrario miedo y te-
mor en los hijos. No se evidenció conflicto actual en la díada conyugal, pero
anteriormente habían tenido crisis por el abuso de alcohol del padre y el poco
tiempo compartido en familia, situación que cambio significativamente a partir
de su ingreso a un nuevo credo. En el subsistema parental, se observó domi-
nancia, comunicación limitada a la asignación y cumplimiento de responsabi-
lidades, ausencia de concertación de decisiones y reafirmaciones constantes
del poder parental. Esto hacía que la niña rivalizara con la figura paterna, de

223
Ángela Hernández Córdoba

modo que este inconformismo era entendido por el padre como un desacato
que justificaba el maltrato como forma de control.

Con respecto al sistema de creencias acerca de las pautas de crianza, se ob-


servó que alrededor de la religión como parte de la cultura y de las propias
experiencias, se entretejen ideas para asumir el rol parental y sustentar accio-
nes de corrección que conllevan a los malos tratos, evidentes en expresiones
de los padres, tales como: “Es por el bien de los hijos”, “no puede seguir el
mismo proceder de nosotros”, “va a ser difícil cambiar por la misma crianza
que tuvo uno”, “son niñas pero hay que corregirlas también”, “la Biblia no
condena que uno corrija o reprenda a sus hijos”, “la Biblia dice que no debe-
mos odiar a nadie”.

Los aprendizajes intergeneracionales, partieron en este caso del abuelo pater-


no, quien quiso imponer los valores de honestidad, laboriosidad y responsabi-
lidad, desde una postura autoritaria, rígida y exigente, recurriendo en ocasio-
nes a los malos tratos como forma de corrección. El padre asume actitudes
similares, que actualmente se convierten en motivo de conflicto y de cuestio-
namiento por parte de su hermana, quien decidió parar esa historia gracias a
nuevos aprendizajes hechos en otros contextos que la han llevado a redefinir
la autoridad y la crianza para propiciar la construcción de la individualidad.

En la intervención, el sistema de creencias en torno a las pautas de crianza se


movilizó desde el reconocimiento de los padres de que excederse en el casti-
go con su hija mayor era un problema, cuya solución se convirtió en la deman-
da de ayuda con base en la cual se orientó el trabajo, entendiendo cómo el
fenómeno de los malos tratos se relacionaba con el afán de ser buenos padres
e impartir una crianza adecuada dentro de la dinámica relacional ya descrita.

Fueron importantes los procesos reflexivos sobre la historia de cada uno de


los padres, el momento vital de la familia, las creencias en torno a paternidad,
maternidad, violencia y efecto de la religión. Se les ayudó a los padres a asu-
mir la responsabilidad de los malos tratos, a encontrar formas alternativas de
relación que excluyeran la violencia, a comprender las implicaciones legales
y a establecer límites con la familia extensa. La niña clarificó que los malos
tratos no son permitidos legal ni socialmente y expresó en forma constructiva
sentimientos de rabia y de dolor, para que generara nuevas formas de relación
consigo misma y con su familia.

Durante el proceso terapéutico se observó una familia participativa, que em-


pezó a lograr respeto por sus individualidades, espacios y momento vital de

224
Vínculos, individuación y ecología humana

cada miembro, y una comunicación más asertiva y afectiva. El equipo reflexivo


activado en el equipo técnico del Centro Zonal permitió dar cuenta de las
posturas, comprensiones y redefiniciones permanentes frente al problema,
develando continuamente las epistemes de la trabajadora social, la defensora
y las investigadoras. Una vez culminado el proceso, el equipo reconoció el
efecto del contexto psicosociojurídico, donde prima la normatividad, la san-
ción y la coerción como epistemes y prácticas predominantes de la institu-
ción, haciendo que las interacciones con los usuarios se establezcan desde los
parámetros sociales e institucionales y no desde otras dimensiones relaciona-
les del ser humano.

Las terapeutas-investigadoras reconocieron que su intervención se enfocó ex-


cesivamente en solo un aspecto del problema -la forma de castigo-, pero de to-
dos modos, el estilo de vinculación que establecieron con la familia favoreció su
motivación y su compromiso para reconocer los demás problemas y construir
posibilidades de cambio, independientemente de la exigencia jurídica.

9.6 Intervención para superar una experiencia de abuso sexual.


J. J. Cuervo y M. Navas (2005)

La investigación tuvo como escenario una Unidad de Salud Pública de Bogotá,


adaptada como Unidad de Salud Mental, en la localidad de Tunjuelito. Se rea-
lizaron 15 sesiones de psicoterapia con los distintos miembros de la familia.

Tabla 38. Características de una familia que experimentó abuso sexual en una hija

Lady, la consultante, es una adolescente remitida por la Comisaría de Familia por intento de suicidio,
asociado a abuso sexual ocurrido un mes y medio antes; tiene 13 años de edad pero físicamente apa-
renta 15. Cursa octavo grado de básica secundaria en un colegio distrital. Es la mayor de tres hermanas,
una de nueve y otra de tres años, quienes estaban a su cuidado, no sólo en el acompañamiento, sino
también como ejemplo y autoridad mientras el padre trabajaba y la madre trabajaba y estudiaba. Fue
abusada sexualmente por el dueño de la casa donde vivía, de 56 años, padre de cuatro hijos y con nie-
tos; reconocido por los vecinos como una persona honorable y muy recomendable, a quien Lady veía
como fuente del apoyo, que ella no percibía en su hogar por parte de sus padres. También ellos lo veían
como un importante apoyo en la crianza de su hija. Lady fue encontrando en este señor un apego y una
vinculación que solapadamente contenían intenciones sexuales: “Don Carlos me abrazaba, pero como
una hija; me consentía mucho, yo quería que él fuera como mi papá; como mi papá no me daba apoyo...
aunque cumple con sus responsabilidades. Lo que ocurrió es que ese señor se ganó mi confianza y en
una oportunidad me contó que él tenía un amigo que tenía una novia de 15 años y se querían mucho.
Él trató de insinuarme que yo hiciera lo mismo y así comenzaron a pasar las cosas”. Hasta el día en que
él la invitó a tener relaciones sexuales, ocasión en la que, dice Lady: “no pude decir que no; ese día yo
no estaba en mi cuerpo, me estaba sintiendo muy mal, me sentía sucia y muy culpable, le decía que no,
pero él continuaba hasta que terminó”. De esta situación no se enteró su familia hasta cuando hizo el
intento de suicidio, por el temor a ser juzgada nuevamente por su mamá como mujer fácil y a que no
le creyeran, como ocurrió con el padre hasta cuando la Comisaria lo confrontó con los hechos. En ese
momento cambiaron de casa y colocaron la denuncia pertinente. El abuso sexual fue redefinido por
ella como “un mensaje de ya, despierte, pare porque está viviendo la vida muy rápido; si usted quiere
cambiar, cambie ya, empiece su vida desde ceros y sea otra persona totalmente diferente”
225
Ángela Hernández Córdoba

Desde una comprensión ecológica del abuso sexual, estos eventos son indi-
cadores de una dinámica relacional de familias donde sus fronteras y roles
son poco claros; las versiones sobre la historia familiar son incoherentes, la
jerarquía está invertida y caotizada, los sentimientos son ambiguos y los com-
portamientos confusos.

Reconocer la multifactorialidad del fenómeno de abuso sexual posibilitó en


la familia de Lady una mirada sana y constructiva a pesar de los dolorosos
eventos vividos, para abrirse a la reorganización familiar en torno al bienestar
común; cada miembro se asumió como parte de una dinámica que no sólo es-
taba relacionada al abuso sexual, sino también a otras formas de insatisfacción
personal. La esposa se sentía frustrada con su pareja, e insatisfecha con la for-
ma como estaba construyendo su vida y formando a sus hijas, especialmente a
Lady. El padre reflejaba las insatisfacciones consigo mismo con resentimiento
y actitudes de constante descalificación.

La relación conyugal se caracterizaba por permanente descalificación y re-


proche frente al incumplimiento de reglas o acuerdos implícitamente esta-
blecidos, dificultad que interfería el ejercicio del rol parental. Por un lado, la
madre frecuentemente expresaba su insatisfacción por la pasividad y la sobre
exigencia de su compañero en la crianza de las hijas, y por el otro, el padre
reprochaba la ausencia física de la madre en el hogar, ya que ella estudiaba y
trabajaba.

Al escuchar la historia de vida de cada uno de los cónyuges se evidenciaron


grandes potenciales y recursos para afrontar las adversidades y los eventos
traumáticos, por lo cual su disposición y sus peculiaridades sirvieron para
cuestionar la jerarquía del sistema, evitando en todo momento confronta-
ciones entre ellos e introduciendo por el contrario congruencia en la forma
como debía organizarse la familia y el vínculo como pareja. De esta manera
recuperaron el rol parental que venía ocupando Lady, quien ante la ausencia
de sus dos padres, asumía funciones de cuidado, acompañamiento y crianza
de sus hermanas, en momentos se adjudicaba la responsabilidad de la estabi-
lidad y la unión familiar y limitaba el involucramiento de personas de la familia
extensa paterna y otras ajenas a la familia.

Lady experimentaba sentimientos de vacío, soledad y tristeza por falta de re-


conocimiento frente a sus esfuerzos y culpa por su supuesta responsabilidad
en la situación de abuso; temor por convertirse en alguien sin futuro; confu-
sión y dilemas frente a su etapa vital, su valor como mujer y su autoimagen
de “hija problema”. Los padres también experimentaban tristeza por falta de

226
Vínculos, individuación y ecología humana

cuidado con sus hijas, frustración de sus expectativas como padres, distancia
afectiva y mutua desconfianza.

En síntesis, puede decirse que la dinámica familiar se caracterizaba por: auto-


ridad parental confusa; reglas inconsistentes de funcionamiento familiar; vín-
culos afectivos ambivalentes, oscilantes entre grandes expresiones de afecto/
sobreprotección y desligamiento/ausencia; parentalización de Lady en tareas
del hogar y cuidado de hermanas; medidas inconsistentes para resolver difi-
cultades y ejercer autoridad, extremas o totalmente laxas.

9.7 Adopción por parejas infértiles. A. Chaves y J. Sánchez (2006)

Tabla 39. Características de las parejas adoptantes.

Familia Parejas adoptantes

Pareja de 38 años de edad y un hijo de 6 meses, con quien llevan conviviendo tres meses.
Iniciaron el proceso de adopción tras dos años de tratamientos de fertilización. Los dos
1
son profesionales y trabajan; ella decidió modificar su jornada laboral a partir de la llegada
de su hijo.

Mujer de 35 años, hombre de 37 y una hija de 5 meses, con quien llevan conviviendo dos
meses. Iniciaron proceso de adopción tras 5 años en tratamientos de fertilización. Tuvieron
un embarazo después de iniciado el proceso de adopción, pero no llegó a término. Son
2
profesionales y trabajan; ella, por ser independiente, comparte mayor tiempo con su hija.
La familia extensa tenía reservas sobre la adopción al iniciar el proceso institucional, pero
han empezado a cambiar al interactuar con la niña.

Mujer de 36 años, hombre de 40, un niño de 6 y una niña de 3 años. Llevan conviviendo
con su hijo 5 años y con su hija 2 años. Iniciaron proceso de adopción tras 2 años en trata-
mientos de fertilización. Acudieron a psicoterapia mientras estaban en tales tratamientos,
3 durante los cuales la esposa se deprimió; dicen que como resultado de la psicoterapia
contemplaron la opción de adoptar. Los dos son profesionales. La madre dejó de trabajar
desde la época de los tratamientos. La familia extensa del padre tenía reservas acerca de la
adopción, pero estas se disolvieron a partir de la interacción con los niños.

Mujer de 36 años, hombre de 37 años, un niño y una niña de 7 años de edad. Llevan convi-
viendo con sus hijos 6 años. Iniciaron proceso de adopción tras 5 años de tratamientos de
4 fertilización. Los dos padres son profesionales; solo el padre trabaja. Las familias extensas
tenían reservas sobre la adopción; estas se resolvieron, según señalan los padres, gracias a
la manera de ser de los niños.

Aunque el porcentaje de parejas que adoptan es alto, no existen muchos estudios


en el país en los cuales se describa la manera como el vínculo conyugal y parental
se transforma a lo largo de un proceso de adopción que culmina con la llegada y
crianza de un hijo. Por tal razón, esta investigación se ocupó de reconstruir ese
proceso con una metodología de investigación-intervención con cuatro parejas
que habían tenido esa experiencia, a través de una institución especializada en
adopciones, bajo la supervisión del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar.
227
Ángela Hernández Córdoba

Este estudio identificó fases en el proceso de adopción y de asunción de la


paternidad/maternidad, las cuales se describen enseguida:

9.7.1 Creencias sobre la vida conyugal y vivencia del


diagnóstico de infertilidad

Para los participantes en la investigación, ser pareja es compartir los buenos


y los malos momentos y ser amigos incondicionales. Esto se fundamenta en
preceptos religiosos sobre la vida conyugal, como “estarán juntos en la rique-
za, en la pobreza, en la salud y en la enfermedad... y hasta que la muerte los
separe”, la permanencia de la pareja y la fortaleza para enfrentar la crisis por la
infertilidad y el mismo proceso de adopción. Aunque la religión sostiene que
una de las finalidades del matrimonio es tener hijos y por tanto esa postura
reafirma el impacto frustrante del diagnóstico de infertilidad, tanto las parejas
como la institución afirman que los hijos adoptados vienen de Dios, como una
manera de resolver la infertilidad y de vivir una forma no biológica de pater-
nidad/maternidad.

Ante el diagnóstico, las parejas inician una serie de tratamientos, durante los
cuales la dinámica conyugal opera por una distribución clara de roles para el
aporte a la búsqueda de un embarazo, de modo que con frecuencia el hom-
bre asume los gastos monetarios y la mujer los costos físicos y emocionales,
con la idea de que es necesario atravesar este proceso para tomar la decisión
de adoptar con la tranquilidad de haber agotado todos los recursos para una
maternidad/paternidad biológica.

Durante los tratamientos, los hombres toman cierta distancia emocional y


se perciben como espectadores, a la espera de que la mujer decida si quiere
continuar los molestos procedimientos, con lo cual ellas piensan con frecuen-
cia que los esposos desisten con mayor facilidad de la paternidad biológica.
No obstante, además del aporte económico, los hombres asumen una fun-
ción como estabilizadores de la relación y contienen las crisis asociadas a los
procedimientos y a los embarazos fallidos, con lo cual se fortalece la relación
conyugal y el hombre empieza a “ganarse” el lugar de padre.

Ante el fracaso de los tratamientos, surge una nueva desestabilización y la


pareja siente que está perdiendo el control y la posibilidad de satisfacer sus
expectativas sobre su relación parental y sobre sí mismos como padre y ma-
dre. Las ideas que tenían sobre lo que era ser pareja empiezan a ser cuestio-
nadas y el tema de la paternidad se convierte en el tema central de la relación.
Se empiezan a dejar otros objetivos de la relación y se modifican las rutinas

228
Vínculos, individuación y ecología humana

individuales y de pareja. La sexualidad deja de ser asumida como una demos-


tración de afecto y un acto de goce, para ser exclusivamente el mecanismo
para tener hijos; los planes para compartir en pareja quedan supeditados a
los tratamientos y el dinero empieza a verse como el medio de continuar los
tratamientos de fertilización o la causa para detenerlos.

Como tener hijos es el objetivo prioritario y los tratamientos son tan exigen-
tes, las mujeres hacen cambios radicales en su vida, con respecto al traba-
jo, a sus hábitos alimenticios y aún a su vida social, obedeciendo al mito de
que estando más relajadas será más probable quedar embarazadas. En todas
las parejas aparece un sistema de expertos que ayuda y en quien se apoyan.
Primero son los médicos que ofrecen la reproducción asistida y luego la ins-
titución de adopción, de manera que se hacen más laxos los límites de la
pareja con el entorno; como consecuencia, la intimidad conyugal se reduce y
se pierde en el horizonte el momento en que estos procesos se detendrán,
hasta cuando alguno de los dos no resiste más esa incertidumbre. En tres
de las cuatro parejas, fueron las mujeres quienes decidieron parar los trata-
mientos de fertilización, aunque en apariencia a la mujer le toma más tiempo
que a los hombres renunciar a su maternidad biológica, ya que ellas no sólo
renuncian a la creencia religiosa en la procreación natural como función del
matrimonio, sino también a las vivencias emocionales y relacionales con el hijo
en gestación. Por otra parte, a esto contribuye la premisa cultural acerca del
embarazo como un asunto de la mujer y no como un proyecto de pareja, así
como las presiones sobre el número de hijos que se deben tener según las
tradiciones subculturales y de las familias de origen. Tres parejas consideraron
que debían resolver el duelo de la paternidad/maternidad biológica antes de
pensar en la adopción. La otra pareja abrigó más bien la idea de que la adop-
ción posibilitaría el embarazo, como de hecho ocurrió.

Solamente una de las parejas vivió los tratamientos como factor de unión
con su cónyuge, mientras las tres restantes se distanciaron emocionalmente
ante los tratamientos fallidos. Dos de las parejas percibieron que el médico
era quien más los impulsaba a continuar con los tratamientos, en una postura
de sobreadaptación al experto asociada a su sensación de pérdida de control
sobre este aspecto de sus vidas. Una de las parejas llegó a sentir algún tipo
de explotación por parte del médico. Esto implica, en cualquier caso, que los
médicos empiezan a ser parte de la dinámica de las decisiones de la pareja,
siendo en ocasiones, y sin proponérselo, generadores de conflictos cuando
hay desacuerdos en la pareja con respecto a la continuidad y a los beneficios
de los tratamientos.

229
Ángela Hernández Córdoba

Otros expertos que participan en estos casos son los psicólogos, como psi-
coterapeutas o como miembros de los equipos profesionales que acompañan
los procesos de fertilización. Este tipo de apoyo es visto por las parejas po-
sitivamente, como una meta-mirada que les facilita la toma de decisiones, la
aceptación de la renuncia a la maternidad/paternidad biológica y la conserva-
ción del buen clima emocional. El rol del psicoterapeuta se diferencia del rol
del médico en estos casos, en cuanto a que intenta mantener la autonomía
conyugal en lugar de la inclusión de un tercero en la vida de dos y reforzar el
apoyo incondicional y las razones de ser pareja.

En este mismo sentido, se pudo apreciar que tres de las cuatro parejas consi-
deran que a las mujeres les es más difícil renunciar a la maternidad biológica.
Esto se puede relacionar con la manera como se asume la infertilidad, como
un asunto de individuos y no de pareja. Es importante hacer un distanciamien-
to de las narrativas fundantes familiares, para poder asumirse como un sujeto
infértil. Esto se hizo particularmente evidente en el relato de la mujer de la pa-
reja número IV, quien afirmaba que por venir de una familia numerosa ella de-
bía también poder tener hijos. Aquí también cobra peso la región del país de
la que proviene: esta mujer, como se había mencionado anteriormente, es de
una familia paisa numerosa, en la que la capacidad reproductiva es importante.

9.7.2 Decisión de adoptar

La decisión de adoptar cuestiona las ideas sobre la paternidad/maternidad. Se


continúa con el mito que la pareja es para toda la vida, pero se resignifica la
idea de la paternidad biológica como un elemento que da cuenta de la unión
conyugal. Se hace una escisión entre paternidad y gestación que les permite
abrirse a la opción de adoptar. Cuando la pareja no logra establecer límites
claros y definidos durante los tratamientos, parecería que la relación queda
resquebrajada y toma tiempo reconstruirse como pareja. En uno de los casos
a esa recuperación contribuyó la psicoterapia, así como a reposicionarse en
sus familias de origen y en su círculo social, relaciones que también se ven
afectadas por la participación en los tratamientos de fertilidad, bien sea por
aislamiento de la pareja o por intromisión en sus decisiones.

Parecería que cuando las parejas toman la decisión de adoptar crean el mito de
que “la adopción se disfruta mientras que los tratamientos de fertilización se
sufren”; asumen que la adopción es una forma de paternidad más predecible
que la fertilización, aunque esta narrativa es mucho más fuerte antes de tener
un contacto más profundo y extenso con la institución y con el proceso formal

230
Vínculos, individuación y ecología humana

de adopción, durante el cual relativizan estas apreciaciones, entre otras cosas


porque hay la creencia extendida de que la población de niños adoptables es
mayor de lo que ocurre en la práctica. Con su marcado referente religioso,
estas parejas suelen explicar su infertilidad arguyendo que hay una suerte de
predestinación divina que los tiene para asumir la paternidad/maternidad no
como un hecho biológico sino como un acto de amor hacia otro ser.

Estas ideas coinciden con la filosofía de la institución, en cuyos documentos


Dios aparece como una figura central. De hecho, en uno de los documen-
tos consultados se plantea que esta institución surge como una expresión de
agradecimiento a Dios por haberle permitido a los fundadores convertirse
en padres a través de la adopción. Dios se convierte en un recurso para dar
cabida al vínculo entre padres e hijos adoptivos; se intenta hacer una analogía
entre el bautismo como una forma de volvernos hijos de Dios y la llegada de
un hijo a una familia adoptiva. Se presenta además como una institución que
busca reestablecer los derechos vulnerados de los niños, en correspondencia
con los lineamientos del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar. La per-
cepción de los padres es que la cultura de “gran familia” hace la diferencia
con otras instituciones de adopción pues se genera un vínculo de doble vía, el
cual, más allá del proceso legal, involucra aspectos emocionales que viven las
parejas y familias a lo largo de su ciclo vital.

9.7.3 Proceso de adopción

Para las parejas el proceso institucional de adopción parece convertirse en un


elemento fundamental que marca la manera como ellos posteriormente se
relacionarán con sus hijos.

La adopción como proceso institucional que incluye entrevistas, talleres y


conversaciones con jóvenes adoptados en la institución, permite a las parejas
despejar dudas, tabúes, mitos y temores y les ayuda a ver la adopción como
una realidad que hay que vivir y enfrentar en la cotidianidad de la relación,
no solamente con los hijos, sino en los diferentes contextos y con diversos
sistemas. El taller de preparación para padres les permite ver que no son los
únicos en estos procesos y que hay familias que lo han vivido con éxito, de
modo que así reafirman su decisión y crean una red de apoyo con los otros
padres adoptantes, más allá de la injerencia institucional. Escuchar a jóvenes
que fueron adoptados en su infancia despeja muchas dudas sobre el futuro y
sobre el prejuicio de que la adopción es un problema. Con base en lo anterior,
las cuatro parejas consideraron que el proceso de adopción es evolutivo, en la
medida en que van pasando etapas de acercamiento a su hijo y lo van sintien-
do más real, conforme al proceso emocional de las parejas.
231
Ángela Hernández Córdoba

Por otra parte, la institución es percibida como una “Gran Familia”, a lo cual
contribuyen ciertos rituales que recrean los de una familia, como el contacto
personalizado por parte de la fundadora en momentos significativos como
el de la entrega de su hijo. Debido a que el niño ha permanecido durante un
tiempo bajo el cuidado institucional, la pareja considera que el personal de
esta es quien mejor conoce al niño, más que la familia, convirtiéndose en una
fuente de apoyo y seguridad permanentes en un principio.

El hecho de percibirse como una gran familia hace que, en ocasiones, las fa-
milias no logren desligarse completamente de la Institución y asumirse como
familia. Esto se refleja en comportamientos como llamar a la Institución cuan-
do el hijo o la familia tienen dificultades relacionales, hablar del hijo como si
aún fuera de la Institución: “mi hijo es de XXX” y no, “mi hijo fue adoptado
en XXX”, lo que genera un lazo de dependencia de la familia frente a la Insti-
tución. También hablan de la Institución como el primer hogar del hijo, lo cual
sería negativo si se convirtiera en un obstáculo para consolidar el vínculo con
los padres, pero, a su vez, podría ser un referente positivo en la historia del
hijo para clarificarle su lugar en el mundo.

Se evidenció también el mito de la madre biológica como un fantasma que


genera sentimientos ambivalentes en los padres adoptantes; por una parte,
es ella quien, de una u otra forma, les ha posibilitado ser padres, pero a la
vez, sobre todo para las mujeres de estas parejas, es alguien que les recuerda
su infertilidad. Por esto, algunos padres viven como una agradecimiento a
esa tácita colaboración que les prestan las madres que entregan sus hijos en
adopción el ofrecer ayudas a los hogares institucionales donde estas madres
gestantes pasan su embarazo.

Las parejas dicen sentir con la espera del niño una ansiedad comparable con
la que vivían en los tratamientos, pues parecen despertarse muchos de los
temores de la búsqueda del embarazo y despliegan rituales para intentar con-
trolar la situación, como no hablar del tema, establecer un posible parámetro
estadístico para las entregas, evitar llorar y buscar el apoyo de una pareja que
haya adoptado previamente. Las cuatro parejas consideraron importante de-
finir un momento de nacimiento simbólico de su hijo, para poder cumplir con
el ritual de organizar su espacio en el hogar, entregar documentos, ponerle
un nombre y ser nombrado por la familia y vestirlo como recién nacido para
tener la vivencia de la acogida protectora de un ser muy vulnerable, de quien
se espera que poco reconozca a su madre y a su padre adoptivos.

Una vez la pareja se posiciona positivamente frente a la adopción, con la ayu-


da de la elaboración espiritual del tema, comienza un proceso de vinculación
232
Vínculos, individuación y ecología humana

emocional con el hijo que está por llegar, pudiendo, tal vez, ser el equivalente
del período de gestación.

9.7.4 Inicio de la relación padres-hijos

Todas las parejas reconocen que la llegada de un hijo cambia la dinámica rela-
cional de la pareja en el sentido en el que el mundo se reduce a su niño o niña
y se generan cambios radicales en sus rutinas, sus roles, y sus reglas de fun-
cionamiento, asociadas además a la inclusión de terceros, como especialistas,
familia extensa y colaboradoras domésticas. Ahora, estos terceros cumplen
una función de cooperación para la vida conyugal, en el sentido de que la pa-
reja los requiere para quedar presos en el cuidado del nuevo hijo.

Inevitablemente, la llegada del hijo pone a prueba la unión conyugal; si bien no


ocurrió en las parejas que participaron en la investigación, no es extraño que
algunas parejas se rompan como efecto de los grandes cambios que implica
el ingreso de la un nuevo miembro a la familia en las condiciones ya descritas,
sobre todo cuando al tener lo anhelado e intentando actualizar el contrato
conyugal, ya no encuentran los motivos para continuar juntos, con frecuencia
por el desgaste que ha implicado el mismo proceso tan complejo para llegar
ser padres.

Todas las parejas sienten que su entorno se modifica con la llegada del hijo.
Unos consideran que el hogar se vuelve más cálido, otros establecen unos
límites más claros con la familia extensa y se unen más como pareja, se ree-
quilibra el poder y se renegocia la sexualidad. Las cuatro parejas plantearon
el mito de que el instinto materno existe en todas las mujeres independiente-
mente de si son adoptivas o biológicas y que este se activa con la llegada del
hijo al hogar; por esto, no resulta complicado empezar a entender los deseos
del bebé y sus necesidades.

Por otra parte, la llegada del bebé es un impacto que se dimensiona paulatina-
mente, cuando los padres toman conciencia de que el niño depende de ellos.
Ahí se dan cuenta de las implicaciones para sus vidas y de la magnitud de las
responsabilidades que ahora adquieren realidad.

El proceso de vinculación previo con el niño no sólo se da en la pareja sino


también en la familia extensa. Desde el momento en el que se le confiere un
nombre y comienza a ser así convocado, es reconocido por los familiares
como un sujeto real e importante. Cuando la familia extensa no incluye en
sus rituales y relatos al hijo que está por llegar, la pareja siente que se está
invalidando su paternidad.
233
Ángela Hernández Córdoba

Durante el periodo de construcción del vínculo con el hijo/nieto/sobrino, los


sobrinos de la pareja son importantes para la aceptación y la inclusión emocio-
nal en la familia, como parámetros de comparación para evaluar la evolución
del niño como persona y de su pertenencia al grupo familiar, aunque esa aco-
gida sea vivida por los padres como un riesgo de competencia por el afecto y
los privilegios por parte de abuelos y tíos.

9.7.5 Asunción de la paternidad

A pesar de la preparación y lo anhelado del hecho, la paternidad no se asume


automáticamente, sino que exige también un proceso de adaptación y de múl-
tiples ajustes. De nuevo, la presencia de un experto se vuelve importante, con
el riesgo de que sea un problema si no se adecúan las fronteras de la pareja y
este tercero tiene injerencia en la toma de decisiones, como una pareja que
dependía de “la niñera experta” y le fue difícil asumir las tareas de la crianza.

En general, como la pauta relacional de las parejas se transforma a lo largo de


las etapas de infertilidad, duelo y adopción, aquellas parejas más flexibles, que
se adaptan mejor a los cambios, afrontan también más fácilmente la llegada
del hijo a la vida de pareja y los cambios que se presentan.

No es de extrañar que existan mitos de que los niños adoptados, por venir
de estratos bajos, son “feos” o “especiales”, lo cual plantea a los nuevos pa-
dres muchos cuestionamientos sobre la identidad de su hijo y la forma como
ellos empiezan a proyectarse en ellos. Los hijos tan anhelados durante tanto
tiempo se convierten en el centro de atención y de explicación de todas las
cosas positivas que pasan a su alrededor. Cuando la especialidad del niño es
vista como negativa, surge cierto distanciamiento que puede aniquilar la inte-
racción con el niño, asunto que no se presentó en las parejas abordadas aquí.

Las parejas reiteraron que una de sus principales fortalezas para mantenerse
unidos en esta etapa fue la amistad que lograron conservar, la cual les facilitó
llegar a consensos, aún tácitos, frente a la crianza. Todas las parejas conside-
raron que establecer normas, hábitos y rutinas los posiciona como padres
frente a sus hijos y su familia extensa, entendiendo eso sí que la educación y la
crianza del hijo son un reto constante que fortalece a la pareja.

Algunas parejas temen que sus hijos puedan utilizar la adopción como un
chantaje emocional y esto les genera inseguridad. No obstante, los padres
también creen que este riesgo puede ser controlado si mantienen unos lími-
tes claros y capitalizan sus experiencias para no sentirse frágiles frente a sus

234
Vínculos, individuación y ecología humana

hijos. Dos parejas consideraron que la adopción puede llegar a olvidarse si no


se recuerda con frecuencia. Sin embargo, estas mismas parejas creen que es
importante recordarlo para que su hijo no se sienta rechazado sino elegido
cotidianamente. En las parejas surgen relatos que reafirman que el niño que
ha crecido con ellos sí es hijo suyo y surge así la noción de “construcción del
hijo”, aunque algunos sienten temor de perder a su hijo cuando él deje de
necesitarles o de identificarse con ellos, debido a la falta de conexión genética.

Este trabajo de investigación posibilitó ampliar y detallar las etapas que vi-
vieron estas parejas, así como complejizar la concepción del vínculo para no
verlo como una unidad simple al interior de la relación de pareja, sino como
una construcción permanente que aborda diversos sistemas de convivencia y
niveles de realidad.

A partir de los resultados de la investigación se generaron cambios en el pro-


ceso de adopción de la Institución, para consolidar el proceso de evaluación /
intervención como una oportunidad para que las parejas asuman una postura
activa frente a la adopción y a su relación conyugal. Además, el proceso de in-
vestigación/intervención fue un espacio de reflexión que afianzó en las parejas
su sentido de la paternidad y la maternidad y su posicionamiento frente a sí
mismos y frente a sus hijos.

235
Vínculos, individuación y ecología humana

10. VINCULACIÓN EN EL SISTEMA EDUCATIVO

Este capítulo presenta los resultados de dos tesis que se ocuparon de la diná-
mica vincular que surge alrededor de problemas de rendimiento y de adapta-
ción escolar, una en el medio universitario en una entidad oficial y la otra con
estudiantes de primaria en un colegio privado. El método usado en ambas fue
de investigación-intervención sistémica, dentro del cual se incluyó la interven-
ción psicoterapéutica de dos casos en la universidad y de un caso del colegio
atendido en los consultorios de la Universidad Santo Tomás.

Tabla 40. Objetivos de las tesis sobre vinculación en el sistema educativo.

Título de la tesis Objetivo general

Modelizar el proceso de vinculación entre el sistema educativo


Vínculos familia – escuela y proceso
y el sistema familiar en función del desarrollo humano de alum-
de desarrollo de niños de primaria
nos, padres y docentes involucrados.

Comprender los procesos de intervención que posibilitan la di-


Vínculos en el equipo de salud y
namización de los vínculos en un grupo de profesionales alrede-
bienestar que atiende estudiantes
dor de la atención de la dificultad académica y favorecer nuevas
con dificultades académicas en una
formas de vinculación a través de un modelo de intervención
universidad oficial
sistémica.

A diferencia del tratamiento dado a los dos capítulos anteriores en cuanto a


la descripción de unas epistemes organizadoras comunes a los fenómenos
abordados en cada tesis, en este se independizan, dado que, como se verá a
continuacion, hay diferencias entre la episteme sobre la cual se definen y se
intervienen los problemas de los escolares de primaria y las que inspiran la

237
Ángela Hernández Córdoba

atención en el contexto del bienestar universitario. Adicionalmente, la inclu-


sión de la familia opera en formas diferentes acordes al contexto.

10.1 Vinculación entre el sistema educativo y el sistema familiar de


niños de primaria. C. Burgos y N. Jaimes (2006)

10.1.1 Epistemes organizadoras

La familia y la escuela son los dos sistemas fundamentales para el desarrollo


y la socialización, la formación de la identidad y la individuación de los niños,
para lo cual deben coordinar su acción sobre objetivos comunes.

No obstante, en muchas ocasiones persiste un divorcio entre la familia y la


escuela, rodeado de inculpaciones y rivalidades recíprocas. Habitualmente,
cuando existe un problema en el desempeño escolar, ya sea de conducta o
de aprendizaje, la familia y la escuela suelen adoptar, como dicen Dowling y
Osborne (1996), una de estas tres posiciones: 1) la familia considera que los
problemas del niño son responsabilidad del colegio y los padres esperan que
el profesor tome acciones; 2) el docente y el colegio consideran que los pro-
blemas del niño son fruto de una problemática familiar de difícil manejo; 3) los
padres y docentes se “unen” al considerar que el problema es intrapsíquico
o médico –de personalidad, de temperamento, de carácter, enfermedad del
niño– y por tanto las intervenciones deben ser estrictamente individuales.

En cualquiera de estas tres situaciones, el niño queda en el vértice de una


triangulación entre la familia y la escuela. En los dos primeros casos se pro-
ducirá, casi con certeza, un conflicto de lealtades para el niño, porque familia
y escuela pugnan por demostrarse una a otra quién tiene la razón. Esto trae
consigo descalificaciones, incongruencias e incluso agresiones, que siempre
conllevan falta de coherencia en las medidas adoptadas y desconcierto para
el menor. Como efecto colateral, el docente y los padres pueden sentirse
inculpados por otros miembros del sistema –el otro padre o los compañeros
del claustro–, sentimiento que frena la puesta en marcha de los propios re-
cursos y el reconocimiento de los recursos de los demás. El niño puede verse
enredado por parte de padres o de docentes en la búsqueda de coaliciones y
de maniobras que tienen graves consecuencias para su desempeño escolar y
para su desarrollo.

En el tercer caso, el control sobre la situación interaccional se pierde, al com-


prender los problemas como fruto del mundo intrapsíquico del menor, con
frecuencia con una perspectiva genética, de modo que el niño queda a mer-
238
Vínculos, individuación y ecología humana

ced de una definición estática del problema, con muy pocas expectativas de
cambio y por tanto con el riesgo de que su identidad de “niño problema” se
cristalice.

Se asume que el desarrollo humano es un proceso en etapas en las que se


presentan cambios a nivel cognitivo, físico, afectivo y social, en cuyo curso
participan multiplicidad de factores interaccionales y afectivos, los cuales se
aprecian aquí desde una mirada resiliente, ya que “en cada capítulo de su
historia, todo ser humano es un ser total, terminado, con su mundo mental
coherente, sensorial, pleno de sentido, vulnerable e incesantemente mejora-
ble” (Cyrulnik, 2002).

En cuanto proceso en construcción, el desarrollo humano involucra al sujeto


y su entorno, por lo que se considera indisociable el desarrollo de los niños,
del de los docentes y los padres, como actores en una constante interrelación
que dinamiza en forma complementaria el crecimiento y la identidad de cada
uno, en la medida en que no puede haber padres sin hijos ni maestros sin
alumnos.

Se asume también que los valores, las reglas y los ritos familiares están al
servicio de la estabilidad y la pertenencia familiar y funcionan como sello de
identidad de las familias, pero a su vez existen tensiones internas y externas,
como el proceso evolutivo de los miembros de una familia, los conflictos y
las crisis por eventos inesperados que funcionan como agentes de cambio.
Del equilibrio entre ambas fuerzas resultará el sano crecimiento de la familia,
entendiendo que la familia sigue siendo el mejor contexto para acompañar a
la persona en el tránsito de la vida.

Se partió de la hipótesis de que la modelización de los mitos, ritos y episte-


mes permite, por una parte, identificar distintas formas de vinculación entre
el sistema educativo y el sistema familiar, asociadas al rendimiento académico
de los niños y al sentimiento de satisfacción de todos los actores, y por otra,
comprender cómo unas configuraciones vinculares favorecen más que otras
el desarrollo humano de los alumnos de un curso de primaria, sus padres y los
docentes involucrados.

10.1.2 Estrategia metodológica

Este proceso de investigación–intervención se llevó a cabo en cuatro fases


que se realimentaron mutuamente, de la siguiente manera:

239
Ángela Hernández Córdoba

Fase 0: construcción del estado del arte y modelización de la investigación-


intervención.

Fase 1: comprensión del estado actual de los sistemas involucrados en el pro-


ceso vincular y su nivel de desarrollo: “radiografía” del proceso

Consistió en la observación de la interacción en el sistema constituido por 40


niños de segundo de primaria –21 niños y 19 niñas entre los 7 y los 8 años de
edad–, sus familias, los docentes y los directivos del plantel.

Las dimensiones observadas fueron: el nivel académico y el comportamiento


escolar de los estudiantes, la participación de las familias en el proceso forma-
tivo, la percepción de los docentes respecto al desempeño general del grupo
y las problemáticas que influían en el desarrollo integral de los niños. Tales
problemáticas del desempeño de los estudiantes habían llevado a los docentes
a rotular al grupo como el más difícil de la primaria en la institución.

Se revisaron documentos institucionales destinados al seguimiento del proce-


so académico y comportamental de los estudiantes (manual de convivencia,
modelo pedagógico, boletines, observadores, agendas y actas de compromi-
so); se hizo observación de clases, de “el día de la colombianidad” y de una
jornada de entrega de notas, para comprender los elementos y los momentos
ritualizados que daban cuenta del funcionamiento relacional.

Con base en esa observación las investigadoras procedieron a organizar en-


cuentros conversacionales con cada grupo de actores: uno con docentes y
directivos, dos con estudiantes, y dos con padres de familia, donde se em-
plearon unos formatos de encuestas focalizadas para la caracterización de las
relaciones familia-escuela. Las actividades realizadas se ajustaron en su meto-
dología para cada grupo, pero obedecieron todas a los fines de integración y
reconocimiento de la realidad escolar y de las relaciones intersistémicas y al
interior de cada sistema.

Esta “radiografía” que tenía fines principalmente de comprensión, permitió


crear inquietudes y nuevas expectativas en los participantes, respecto a los
procesos en los que se encontraban inmersos y respecto al proceso que nos
convocaba en ese momento, el cual facilitaba nuevas posibilidades relaciona-
les en pro del desarrollo de los niños, eje de interés central del sistema familia
–escuela.

240
Vínculos, individuación y ecología humana

Fase 2: modelización del proceso de investigación/intervención para la movi-


lización del proceso vincular.

Identificada la configuración de los procesos vinculares existentes, en térmi-


nos de mitos, ritos y epistemes, se organizó un taller denominado “Escuela y
familias en cooperación”. Se llevó a cabo con los tres grupos conformados con
base en el nivel de desempeño y de satisfacción identificado en el grupo de
niños, con la participación integrada de padres, docentes, estudiantes e inves-
tigadoras. Los grupos fueron: uno, con los niños con bajo rendimiento aca-
démico y/o comportamental, sus padres y algunos de sus docentes; otro con
los niños de rendimiento sobresaliente y otro con los de rendimiento medio.

También se implementó una estrategia de intervención con la atención te-


rapéutica y estudio a “profundidad” del caso de uno de los niños del grupo,
remitido a los consultorios de la Universidad Santo Tomás por su marcada
problemática escolar, asociada a dificultades familiares, con el fin de compren-
der el proceso interventivo en un caso prototípico, haciendo explícitas las
movilizaciones generadas desde los participantes en su proceso de vinculación
familia–escuela.

Fase 3: conclusiones y retroalimentación

“Radiografía”: estado actual de los procesos vinculares

Se identificaron una serie de mitos, ritos y epistemes que dan forma a los
procesos vinculares entre los distintos actores:

10.1.3 Dinámica institucional

Este colegio pertenece a una comunidad religiosa y las directivas son el eje
de la institución; las familias se acogen a la reglamentación estipulada en el
manual de convivencia, una vez firman el contrato de matrícula de los estu-
diantes. Como el colegio funciona con “maestros en comisión”, en concesión
de la Secretaría de Educación del Distrito Especial de Bogotá, se presenta un
alto grado de rotación de personal, tanto de directivos como de docentes y
administrativos. Esto conlleva discontinuidad y debilitamiento de los procesos
educativos y relacionales, lo que impide el sostenimiento de un sentido de
pertenencia en todos los involucrados.

El nuevo personal no evalúa el impacto que han tenido los proyectos ejecu-
tados por el personal saliente, descalifican los beneficios que han traído a la

241
Ángela Hernández Córdoba

comunidad y sobreponen sus conocimientos y creencias sobre lo que sería


mejor, como si los proyectos no fueran institucionales, sino que le pertenecie-
ran a quien los creó o implementó. Este mito de docentes y directivas alimen-
ta el mantenimiento de los correspondientes ritos de ruptura y de iniciación
de procesos con cada periodo académico, de modo que el proceso evolutivo
de los proyectos difícilmente supera las fases de creación e implementación
inicial; no hay “maduración” de los procesos.

Como dijo uno de los docentes, “esta movilidad de personal tampoco ha faci-
litado la creación de espacios para la integración y la capacitación de quienes
laboran en esta institución educativa; la falta de tiempos ha obstaculizado el
conocimiento entre los mismos directivos y docentes y esto ha dilatado el
proceso de construcción de una dirección como institución”. Esto se refleja
además en el Proyecto Educativo Institucional –PEI–, el cual permanece en
continua construcción y deconstrucción, de modo que después de más de
cuatro años de funcionamiento como institución privada en convenio, aún no
ha logrado establecer una directriz clara.

Además, como el colegio evalúa sus proyectos sobre la marcha y exige una
obtención rápida de resultados, no se dispone del tiempo adecuado para la
capacitación del personal, creando confusión respecto a las nuevas exigencias
y obstáculos para el desempeño de sus nuevas funciones. El modelo pedagógi-
co que se trataba de implementar es el de Aprendizaje Significativo Mediado,
a través de encuentros dirigidos a los docentes y el cuerpo directivo, llamados
“Formación de formadores”, para dar respuesta a esa necesidad de integra-
ción y capacitación. Se intentaba integrar a las familias a este proceso a través
de reuniones para enterarlos del modo de operar en la institución y cómo
podrían ellos colaborar desde casa en este proceso. Sin embargo, estos inten-
tos de cambios en la acción educativa se veían afectados por la resistencia que
genera el romper con un modelo de educación tradicional ejercida y recibida
durante muchos años, como también por la rotación del personal.

Los bloqueos de estos procesos se asocian además con el ausentismo de los


padres de familia a las convocatorias del colegio y al desinterés que perciben
los docentes, el cual explican metafóricamente con la imagen de la escuela
como parqueadero, donde los padres dejan a sus hijos en las mañanas y los
recogen por las tardes, sin interesarse en participar del desarrollo de los niños
dentro la institución. En referencia a su relación como institución con los pa-
dres acuden a la imagen de un divorcio que obstaculiza el trabajo conjunto y
la consecución de acuerdos.

242
Vínculos, individuación y ecología humana

En contraposición, los padres ven a la escuela como un segundo hogar para


sus hijos, otra familia que les ayuda a complementar sus enseñanzas. Sin em-
bargo, pareciera que los padres no tuvieran claridad sobre lo que la institución
espera de ellos, ni sobre su función según los parámetros de la escuela y las
expectativas de los docentes; por esto, mientras que para los docentes los
padres que no cumplen con las citaciones ni se preocupan por sus hijos, para
los padres la principal preocupación es poder trabajar y responder a las nece-
sidades de su hogar.

Estas diferencias también se ven reflejadas en los espacios de encuentros do-


centes-padres de familia, o rituales establecidos, en donde generalmente es el
docente o la institución quien convoca al padre de familia, especialmente para
discutir las dificultades que presentan los estudiantes, pues aunque se conoce
la importancia de resaltar las capacidades y recursos de los niños, las breves
conversaciones de padres y docentes giran en torno a las deficiencias. Esto
hace que la relación se convierta en una confrontación en la que pareciera que
los docentes culparan a los padres y los padres se sintieran con la necesidad
de defenderse culpando a sus hijos o a los mismos docentes, de modo que
en el centro de esta discusión quedan los niños, sin contar con el adecuado
acompañamiento en su proceso de desarrollo integral.

Aunque algunos padres califican como complementaria la relación con la es-


cuela, la mayoría de los docentes ven a los padres periféricos y sienten que se
desgastan esperando su apoyo para lograr el desarrollo de los niños; algunos
padres también califican ese comportamiento como falta de compromiso con
el colegio y se justifican en las demandas laborales. Padres y docentes coinci-
den en que falta trabajar en la construcción de una relación integrada y parti-
cipativa, contemplando la mutua disponibilidad de tiempo.

La matrícula

El acto de matrícula puede verse como un ritual anual de vinculación entre


la familia y la escuela, el cual sella además el cumplimiento del derecho a la
educación por parte del niño, del deber de las familias de educar a sus hijos
y de la prestación del servicio por parte de la entidad educativa. Aunque este
evento tiene un carácter administrativo, es un momento en el que los padres
aceptan unas normas preestablecidas por la institución, sin que esto implique
necesariamente una cooperación mutua (familia-escuela), lo cual puede aso-
ciarse con el ausentismo y la delegación de responsabilidades por parte de los
padres.

243
Ángela Hernández Córdoba

Concepción de los problemas de los niños

Dentro del circuito de malestar entre los dos sistemas, se encuentran los ni-
ños afectados por estas dinámicas y con frecuencia rotulados, positiva o nega-
tivamente, por compañeros y docentes, quienes, tautológicamente, explican
esos comportamientos desde los mismos rótulos y sobre ellos organizan las
interacciones.

Es importante resaltar que los docentes hacen un relato reiterado de incul-


pación hacia los padres, como si fueran los únicos responsables del funciona-
miento de los niños, ciñéndose a explicaciones psicologistas sobre el deter-
minismo del desarrollo de los sujetos por las experiencias tempranas con los
padres.

Los procesos vinculares que se han construido entre estas familias y la institu-
ción, en donde la forma como los padres perciben a la escuela afecta propor-
cionalmente la forma como los docentes perciben a los padres, repercute en
el establecimiento de unos circuitos de acción cristalizados en pautas que no
favorecen la exploración de otras posibilidades, ni la construcción de nuevos
discursos que permitan el desarrollo pleno de todos los involucrados y no sólo
de un pequeño grupo.

Se puede decir que esta relación se encuentra tan cristalizada debido a que
tanto docentes como padres se posicionan desde su especialidad y no esta-
blecen puntos de intersección que favorezcan la dinamización de los procesos
existentes y descalifican las necesidades que al interior de cada sistema se
puedan presentar. Muestra de esto es la discrepancia que perciben los docen-
tes sobre los limites, reglas y normas establecidos en la institución y en la fa-
milia, con base en las cuales critican a los padres, ignorando las inconsistencias
que hay en el colegio alrededor de un manual de convivencia y de un PEI que
no califican como actualizado. Quizá por esto sus explicaciones acerca de las
dificultades de los niños son generalizaciones sobre los errores de los padres,
a tal punto que su parámetro de comparación es simplemente el hecho de
que en la institución se cumplen las reglas y en casa no.

Respecto al manejo de los conflictos en esta relación, las familias son más
abiertas a la hora de reconocer su participación en la aparición y manteni-
miento de un problema, mientras que a los docentes les resulta difícil admitir
su participación y responsabilizan a los padres y a los niños de las dificultades.
Es como si los docentes asumieran una posición de evaluadores más que de
formadores, creyendo que sus conocimientos y la posición de los padres de

244
Vínculos, individuación y ecología humana

receptores de ayuda les concedieran atribuciones para ubicarse en la parte


superior de una relación vertical.

Las citaciones

Como existe una concepción lineal e individual en la cual el niño es el portador


del problema, su abordaje sigue un conducto regular, a través de un encuen-
tro de información al que generalmente citan los docentes a uno de los padres
o acudientes y a los cuales asisten casi siempre las madres, en una ratificación
de su rol cultural como encargadas de los niños.

Todas estas citaciones giran en torno a faltas cometidas y a dificultades de los


niños, aunque los docentes crean y tengan la intención de reconocer las ca-
pacidades y pequeños logros. El docente generalmente asume la posición de
autoridad y poseedor de la verdad, lo que no favorece una relación de com-
prensión ni la generación de acuerdos consensuados, de modo que esta ma-
nera vertical de “dialogar” favorece el distanciamiento de los dos sistemas y la
inasistencia generalizada de los padres a la institución, sobre todo de aquellos
cuyos niños se encuentran en la media del grupo.

Desarrollo de los niños

En cuanto al desempeño académico y comportamental, evaluados con base


en los logros, las calificaciones y las apreciaciones de docentes, padres y com-
pañeros, los niños del grupo estudiado se distribuyeron así: nivel alto, 11 ni-
ños; intermedio, 17 niños; y bajo desempeño, 12 niños. La mayor proporción
de niños con algún tipo de dificultad académica y/o comportamental es re-
conocida por todos, pero en las explicaciones hay diferencias, de modo que
algunos padres no reconocen dichas dificultades o responsabilizan de ellas a
los docentes o a los mismos compañeros de sus hijos, mientras los docentes
tienden a reducir la explicación de toda dificultad a los conflictos familia-
res, por lo cual prescriben la intervención con las familias y los estudiantes.
Además, por este mayor número de niños con dificultades y la connotación
institucional del grupo como un curso problemático, los padres, docentes y
los mismos niños se sienten insatisfechos con los resultados y en cierta forma,
detenidos en su desarrollo.

Siendo los indicadores de logro la principal fuente de información sobre el


proceso de desarrollo de los niños, las “malas calificaciones” son para padres
y docentes la retroalimentación poco satisfactoria a su labor, por lo cual se
cuestionan sobre la eficacia de su apoyo al proceso de los niños, la calidad del

245
Ángela Hernández Córdoba

diálogo con ellos, la cantidad de amor y respeto, la atención y los cuidados


brindados, ya que según sus creencias, conocimientos y experiencias, todos
estos son factores determinantes del desarrollo de los niños como hijos y
estudiantes.

Particularidades de cada grupo de niños

Los niños reconocidos por padres y docentes por su excelente desempeño


académico y disciplinario muestran un autoconcepto muy positivo, el cual re-
flejan y refuerzan en su grupo de pares. La mayoría de estos mismos niños
son identificados por los docentes como líderes, apreciados y acogidos por
sus compañeros, y como actúan con responsabilidad, mantienen ese recono-
cimiento. Así, se diría que al sentirse satisfechos, padres y docentes se reali-
mentan y mantienen relaciones cooperativas.

En los niños con bajo desempeño se presenta una relación circular entre el
concepto de los demás y lo que ellos proyectan en sus interacciones. Los pa-
dres, a pesar de que reconocen el inadecuado desempeño de sus hijos y hasta
lo asocian con la interacción en el hogar, llegan a justificarlos por su edad, por-
que están creciendo y aprendiendo, por la falta de tacto en el trato de algunos
docentes, y dejan al colegio la responsabilidad sobre asuntos que deberían ser
atendidos en el hogar. Tal conformismo y permisividad tal vez influye en que
los niños no encuentren otros referentes para construir mejores versiones de
sí mismos. Por esta razón, aunque la mayoría de estos niños manifiesta su dis-
crepancia con aquellos conceptos negativos de sus pares, docentes y padres,
continúan desplegando dichas conductas, las cuales son retroalimentadas por
las personas significativas, quienes a su vez son los referentes desde donde
construyen su identidad. Con todo esto, es fácil inferir que el proceso de de-
sarrollo de estos niños tiene como obstáculos tales rótulos negativos, porque
al convertirse en su identidad, no permiten el descubrimiento ni la estimula-
ción de sus recursos y capacidades y alimentan un autoconcepto muy pobre,
que regula a su vez los intercambios poco exitosos con su entorno.

En los niños identificados con rendimiento medio, no aparecieron caracterís-


ticas específicas; se diría que ese lugar intermedio los coloca en un estado de
no reconocimiento frente a la institución y frente a sí mismos, ya que sus ac-
ciones y pensamientos tienden a entrar en ese círculo de pasividad y periferia,
lugar que también asumieron con su escasa participación en la investigación.

246
Vínculos, individuación y ecología humana

10.1.4 Configuraciones vinculares

Configuraciones “exitosas”

Las relaciones que se presentan entre las familias, los docentes y los niños
de este grupo, se caracterizan por su cercanía, casi de amistad, en donde las
madres y padres manifiestan libremente su satisfacción, concordancia, inquie-
tudes, preocupaciones y aportes respecto a las dinámicas de la institución, y
son colaboradores y participativos; los docentes también muestran su buena
disposición hacia las solicitudes de estos padres y la correspondiente atención
a los procesos formativos de los niños. Por su parte, los niños son más abier-
tos al expresar sus ideas y sentimientos, seguros de su desempeño y respon-
sables de sus deberes.

La visita de estos padres al colegio, generalmente no obedece a citaciones


previas sino a una asistencia voluntaria para acompañar de cerca el proceso de
sus hijos y colaborar con los docentes ante cualquier eventualidad; es un ritual
muy bien acogido por todos los involucrados, ya que para los niños significa
apoyo y validación de sus esfuerzos, pues son connotados por los adultos des-
de sus cualidades, avances y fortalezas. Además, la presencia de los padres
en el colegio les representa orgullo y mayores niveles de reconocimiento ante
sus pares y docentes, y principalmente demostración de afecto y atención de
las personas significativas en su desarrollo. Para los docentes es muy impor-
tante la colaboración de estos padres, se sienten reconocidos por el esfuerzo
que realizan e identifican la continuidad de su labor en cada uno de los hogares
de estos niños; es gratificante para ellos saber que cuentan con estos padres,
dispuestos cuando los necesitan, no sólo para asuntos de sus hijos sino para
el acompañamiento de las actividades escolares en general. Por otra parte,
para los padres, dichas visitas los ubican en un lugar de reconocimiento de su
desempeño y validación como padres, debido a que muestran interés y cum-
plimiento del compromiso que han adquirido con sus hijos y con la institución,
al destinar tiempo para asistir a las reuniones y participar en los diferentes
eventos del colegio; a estos padres los docentes los identifican como capaces,
validan sus apreciaciones, son las personas que realizan aportes en las reunio-
nes más que críticas de los procesos, e incluso llegan a defender las acciones
y políticas de la institución ante otros padres de familia.

Las creencias que sustentan tales acciones son por ejemplo que “en los proble-
mas de los niños todos tenemos responsabilidad” y que “para darle lo mejor
a los hijos es necesario dedicarles tiempo”. Otro factor importante y evidente
en estas configuraciones “exitosas” es la manera como los comportamientos

247
Ángela Hernández Córdoba

(rituales), creencias (mitos) e ideas (epistemes) positivas de todos los sujetos


involucrados se ven realimentados, ya que la postura de atención y colabo-
ración de los padres para con sus hijos lleva a los docentes a generar también
una postura de atención y colaboración para con los estudiantes y sus padres,
al mismo tiempo que motiva a los niños a mantener y mejorar sus resultados
y logros. Es este alto nivel de desempeño alcanzado el que continúa el ciclo a
partir de la satisfacción y la competencia generadas en todos los participantes.

Configuraciones “problemáticas” (caso de Nicolás)

Este grupo se caracteriza por la construcción de relaciones de confrontación


entre los involucrados, puesto que se maneja entre padres y docentes un pa-
trón de delegar las responsabilidades en los demás sin asumir la participación
directa de cada uno en las problemáticas identificadas, tendiendo a actitudes
defensivas y a juzgar el quehacer de los demás. Esto desencadena una esca-
lada simétrica entre los involucrados, en la que tanto padres como docentes
y estudiantes, permanecen en un estado de apatía frente a los otros y los
espacios de diálogo se convierten en momentos de descalificación e incluso
de agresión.

Por una parte, los padres de este grupo se posicionan como víctimas del juz-
gamiento y el comportamiento de disgusto que manejan los docentes hacia
ellos, quienes atribuyen toda la responsabilidad de los resultados deficientes
de los niños a lo que ocurre en el hogar. Estas reacciones se asocian al ausen-
tismo de los padres, calificada por los docentes como muestra de desinterés
e indiferencia ante el llamado para solucionar las problemáticas de los niños.
Con esa idea, los docentes se posicionan con “disgusto” en la relación estos
padres y así se nutre el circuito de mutuo malestar y alejamiento. Todo esto
lleva a que los encuentros a los que generalmente los padres son citados de
manera obligatoria se centren en la discusión de las “diferencias irreconcilia-
bles”, las cuales no conducen a un consenso de soluciones, sino que acrecien-
tan el distanciamiento, la confrontación y las quejas e inconformidades entre
ellos.

Estos son niños que usualmente se imponen ante el grupo y son reconocidos
por sus compañeros a través de adjetivos negativos; este es el caso de Nico-
lás, quien es reconocido tanto por sus compañeros como por los docentes y
hasta por su misma familia como el niño problema del salón, el insoportable y
el que “ya no tenía caso”. Son estos niños los que terminan siendo los porta-
dores y “culpables” del problema existente, enganchados en la relación con-
frontativa de padres y docentes; aparentemente no tienen más opción que

248
Vínculos, individuación y ecología humana

mantener o agudizar las dificultades, pues por algo deben ser reconocidos.
Los docentes actúan convencidos de que seguir un conducto regular, estan-
darizado en el Manual de Convivencia para la atención y sanción de las dificul-
tades, es suficiente para generar soluciones, pero al no tener éxito, adoptan
también una actitud de desinterés y de aislamiento. Con esta desesperanza
ante la consecución del cambio esperado, estancan el desarrollo de los invo-
lucrados, pues todos sienten que no pueden mejorar y no ven las salidas para
el mejoramiento.

Configuraciones “intermedias”

Las relaciones entre docentes, estudiantes y padres de familia de este grupo,


no lograron ser muy especificadas, debido a que su relación parece “tímida”
e incluso llega a pasar desapercibida. Los docentes toman una postura algo
relajada frente a estos niños y sus familias, sin preocuparse notoriamente por
su evolución, no porque deseen voluntariamente ignorarlos, sino porque es
como si los niños y sus familias pasaran inadvertidos.

Los padres de este grupo son personas poco seguras de pedir y dar en la re-
lación; es como una “comodidad–incómoda” que los hace sumisos respecto
a los procesos escolares, con la sensación de no “molestar”; esto se ve en
frases como “ellos saben cómo hacen sus cosas”, “yo hablo con los profesores
y me dicen que todo está muy bien, pero yo siento que no está bien, porque
veo que mi hija se esfuerza y sigue en el mismo nivel”. Estos padres no han
experimentado la validación del desempeño de su rol, ni la identificación de
los resultados de sus esfuerzos, lo cual implica una inclusión “superficial” en
el colegio, con una actitud de aceptación más que de cooperación ante lo que
dicen los educadores. Son padres que asisten a las entregas de notas y a veces
a otros eventos extraescolares, pero no participan activamente.

Los niños de este grupo son cumplidores de sus labores aunque poco parti-
cipativos; siguen con el patrón de “ser uno más del grupo” y no se destacan
por sus cualidades o particularidades. De esta manera, el desempeño de estos
niños sigue con un nivel medio respecto a los demás, correspondiente al nivel
de exigencia de sus docentes y a la manera como son reconocidos por sus
padres.

Estas relaciones “inadvertidas” en las que se encuentran inmersos los miem-


bros de este grupo intermedio se construyen y sustentan en el conjunto de
creencias que se resumen en la frase “la escuela es el segundo hogar de los
niños”, que los padres utilizan para reconocer el espacio de la escuela en la

249
Ángela Hernández Córdoba

formación de sus hijos y justificar su escaso aporte. Los docentes, por su par-
te, tienen entonces la libertad de acción en los procesos de estos niños gracias
a estos padres que se lo permiten.

10.1.5 Intervención terapéutica en un caso de bajo rendimiento

Nicolás y su familia fueron remitidos a los consultorios de la Universidad San-


to Tomás por la psicóloga del colegio para atención terapéutica, por ser rotu-
lado como un niño con grandes dificultades por sus pares y profesores. Esta
remisión por parte del colegio se hace con aquellos niños que presentan difi-
cultades recurrentes en su desempeño escolar, ya que dentro de las funciones
del Departamento de Psicología no se incluye la atención terapéutica.

El motivo de remisión, en palabras textuales de la psicóloga, fue el siguiente:

El estudiante presenta dificultades académicas, comportamentales y de


atención, las cuales no permiten que los compañeros centren la atención
en clase, dispersando con facilidad a los compañeros. Es un buen estu-
diante, pero se dispersa con facilidad, no se concentra en las tareas y
tiende a la agresividad con los compañeros del curso.

Nicolás tiene 8 años, es hijo de padres separados; vive con su madre de 32


años y su hermana de 10, en estrecha relación con la familia extensa de la
madre, principalmente con la abuela, dos tías y un tío. Ante las constantes
citaciones del colegio para informar a la madre sobre las dificultades del niño
y su poca asistencia, ya que consideraba que en el colegio la acosaban al igual
que acosaban a su hijo, los docentes concluyeron radicalmente que el pro-
blema se generaba en el hogar; consideraron que habían agotado todos los
recursos, pues habían acudido a anotaciones en el observador, dejarlo una
jornada completa en el curso de transición, convertir en tema de debate para
todo el curso la indisciplina de Nicolás y finalmente cambiarlo de curso, sin
resultados.

Al primer encuentro asisten Nicolás y la tía que lo cuida, lo ayuda en las tareas,
lo lleva y recoge del colegio, y hace parte del grupo familiar que se ha involu-
crado en la formación del niño y de su hermana, pues creen que la madre de
los niños no es de confiar. La madre considera que “el comportamiento indis-
ciplinado de Nicolás es porque el vacío de la parte masculina lo ha afectado”.

En el transcurso de las dos primeras sesiones se observó lo intrincado de la


relación entre familia y escuela, con alusión a una de las hipótesis planteadas

250
Vínculos, individuación y ecología humana

por Ángela Hernández (2004), respecto al proceso terapéutico cuando los


consultantes son los padres:

cuando la escuela remite a un niño en edad escolar o preescolar, es pro-


bable que él esté atrapado en un conflicto entre sistemas o subsistemas
de adultos que se disputan la definición o la participación en el problema;
esos sistemas pueden ser la escuela y los padres, y los subsistemas, los
padres entre sí, los padres y otros miembros de la familia extensa, o el
profesor, las directivas y el staff del colegio.

De esta manera, se planea la intervención terapéutica abarcando y dinami-


zando ambos sistemas, el familiar y el escolar, priorizando el trabajo en la
movilización y favorecimiento de las relaciones al interior de los sistemas. Para
esto se planteó como objetivo terapéutico reorganizar el sistema a través del
posicionamiento y diferenciación de jerarquías y la clarificación de los roles al
interior de la familia de convivencia.

Se llevaron a cabo once sesiones en consultorios USTA y una en el contexto


escolar, cuya secuencia se ilustra sintéticamente en la tabla siguiente.

Tabla 41. Proceso terapéutico con Nicolás y su familia.

Sesión Participantes y Objetivos y estrategia Efectos y obstáculos


Nº dimensiones abordadas terapéutica para el cambio

Crear ruido en la labor


Tía y Nicolás. Composi- de cuidadora y permitir Compartir expectativas sobre
1
ción del sistema familiar explorar y revisar sus la terapia
intereses vitales

Nicolás, su tía, su madre y Reconocimiento de


los logros de la madre. Validación de sus esfuerzos
su hermana.
Connotación positiva de personales y profesionales.
2 la “ayuda” de la familia
Relaciones familiares, extensa, se la invita a no Se denota cierto escepticismo
historia e imaginarios descuidar sus propios por parte de la tía
sobre el problema roles y funciones

Nicolás y su madre. Cuestionamientos Cambios en las rutinas fami-


respecto a los roles de liares, invitación a hacer uso
3 madre, mujer, hija, her- de la autonomía, a concertar
Pautas y reglas de la mana, rutinas y reglas acuerdos y a establecer diferen-
relación familiar establecidas ciaciones

Reconocimiento y
Se propició un acercamiento
Nicolás y la madre. diferenciación mutua,
más relajado entre madre e hijo
revisión de la historia
y un sentimiento de seguridad
4 familiar y de la forma
Trabajo a nivel de asociado a las connotaciones
como me identifico y
identidad. positivas y a la valoración de los
como soy identificado
propios recursos individuales
por los demás
251
Ángela Hernández Córdoba

Reconocimiento del desempe-


Validación de su historia ño logrado aun en dificultades.
y comprensión de las Escepticismo de poder lograr
Nicolás y la madre. dificultades vividas. el cambio en ella, su familia y
5 Rescate de los recursos su hijo.
Experiencia emocional puestos en marcha para
el logro de objetivos
que se concretaron Apego a este estilo de vida que
la exonera de responsabilidades

Propiciar espacios
menos evaluadores y
valorativos posibles res-
pecto a sus comporta-
mientos. Realización de
Nicolás en sesiones indi- Tranquilidad al no encontrar una
dibujo familiar. Invitación
viduales mirada evaluadora, recupera-
6y7 a asumir su autonomía
y a identificar sus nece- ción de la confianza, apertura al
Identidad sidades diálogo.

Hacer explícitos sus


logros, frustraciones y
molestias.

Nicolás y la madre Cuestionamiento sobre


Esclarecimiento de la relación
la forma como viven
parental y fraternal; actitud de
8 su relación. Conversa-
Marcadores de con- respeto de la madre hacia su
ción sobre molestias y
texto hijo
secretos

Revisión del trabajo


académico. Connotación del desempeño
Nicolás
identificado por el mismo y por
9
Planeación de nuevas los demás, reforzar toma de
Marco de referencia decisiones de cambio
formas de organizar las
labores académicas

Potenciar los logros al-


canzados por la madre
Nicolás, la madre y otra tía y hacerlos visibles a su Claridad en los roles asumidos,
de Nicolás familia. Co-construcción reconocimiento y aceptación de
10 de nuevos imaginarios la labor a cumplir. Se marca una
para aportar al desarro- organización y orden y se forta-
Marco de referencia llo de Nicolás, respetan- lece expectativa de cambio
do roles y funciones de
cada uno

252
Vínculos, individuación y ecología humana

La madre refiere haber logrado


una mayor organización en su
vida y roles que desempeña, no
solamente en su casa sino como
Nicolás y la madre profesional. Destaca el cambio
Chequeo del proceso en la naturaleza de las relaciones
11 terapéutico respecto a madre e hijo. Se hizo explicita
Cierre terapéutico en los objetivos planteados la transformación de la creencia
consultorios del condicionamiento de los
comportamientos como la única
manera de obtener logros de
los hijos, “si tu haces esto, yo te
doy aquello”

Chequeo del proceso Cambios en la disposición de la


Coordinadora de la terapéutico respecto a madre para atender los proce-
sección, seis docentes, la los objetivos planteados. sos de su hijo; en los docentes,
titular, la madre y Nicolás en su forma de abordar las
12 dificultades acercándose más a
Identificación de los él y a su realidad; en la conducta
Cierre terapéutico en el cambios generados en de Nicolás y su forma de asumir
contexto escolar todos los involucrados y las situaciones, siendo más
en sus relaciones expresivo y cuidadoso.

10.1.6 Efectos de la investigación–intervención en el sistema


familia - escuela

En los encuentros conversacionales diseñados expresamente, se logró hacer


un ejercicio reflexivo con los involucrados a partir de sus propias experiencias
y conocimientos, con la intención de enriquecer, transformar y potenciali-
zar sus modos de relacionarse y vincularse, con miras al favorecimiento del
proceso de desarrollo de todos los participantes, en especial el de los niños,
quienes son los ejes de interés de todos los adultos a cargo de estos procesos
formativos.

Con el grupo de niños con bajo rendimiento, el encuentro se enfocó en pro-


piciar conversaciones reflexivas que llevaran a los participantes, padres y es-
tudiantes, a explorar otras formas de dar a conocer sus inconformidades, te-
niendo en cuenta que era el grupo de padres que más enfrentamientos tenía
con los docentes; se validaron las sugerencias de padres y docentes para crear
una relación más cercana y cooperativa con la institución educativa, aclarar
las mutuas expectativas y colocar a los padres como un artífice activo de las
relaciones con la institución.

Respecto al grupo de niños en el promedio, ubicado en una postura más peri-


férica, se evidenció la necesidad de hacer más visibles tanto a los estudiantes
253
Ángela Hernández Córdoba

como a sus padres, ya que su invisibilidad generaba insatisfacción por la falta


de reconocimiento al deber cumplido y apatía en la espera de resultados.

En la relación de los docentes con el grupo de niños y padres destacados y


reconocidos por su desempeño académico y comportamental, se evidenció
una comunicación clara, confianza, cooperación y una sensación de comodi-
dad para expresarse mutuamente las sugerencias y preocupaciones respecto
el desarrollo de los niños.

Otros cambios se movilizaron en los siguientes rituales institucionales:

• El cambio de citación a invitación en las circulares enviadas tanto a padres


como a docentes, dirigiéndolas a nombre propio de los participantes.

• Cambio de la citación como espacio para hablar de los problemas por


invitación a conversar sobre los procesos, rescatando los recursos de las
familias y validando su quehacer como familias competentes.

• Cambio de la posición de experto del docente por el reconocimiento de


la experiencia que tienen los padres en sus familias, en donde se escucha
y se aprovecha la experticia propia de las familias y se complementa con
el conocimiento de los docentes para lograr una comprensión conjunta de
las situaciones para atenderlas adecuadamente. Así se deconstruyeron las
creencias arraigadas sobre las verdades absolutas y se posibilitó la cons-
trucción de verdades flexibles y complementarias.

• Cambio del reconocimiento del docente como autor de la mejoría por


el reconocimiento del papel protagónico de la familia y el menor en el
cambio.

• Rescate de los espacios propios con los que contaba la comunidad edu-
cativa como las escuelas de padres y reuniones, con la generación, a partir
del encuentro, de un espacio de diálogo para fomentar la construcción
conjunta de ideas, inquietudes, sugerencias y aportes en bien del desarro-
llo de la comunidad.

254
Vínculos, individuación y ecología humana

10.2 Vínculos entre un equipo de salud y bienestar de una universidad


oficial y los estudiantes con dificultad académica. C. Urrego y V.
Martínez (2004)

10.2.1. Epistemes organizadoras

La dificultad académica se refiere al bajo rendimiento que se expresa en re-


pitencia de asignaturas y en deserción de la universidad. Para prevenir estos
resultados, la división de salud, como parte de Bienestar Universitario, diseña
acciones que se han convertido en rituales institucionales. En la creación del
contexto de investigación/intervención, se evidenció cómo la manera como
los profesionales explican la dificultad académica contribuye a la configuración
de rituales de atención específicos. Dijeron al respecto: “Hay tres tipos de
dificultades: las del propio estudiante, las que tienen que ver con la familia y las
que surgen entre la universidad y el estudiante, es decir, sociales”.

En el ámbito de lo social aparecen las dificultades en el proceso de adaptación


asociadas al momento vital del estudiante, su procedencia geográfica, políticas
estatales de educación básica y secundaria que crean cierta inequidad en el
desarrollo de competencias para la vida universitaria, y a la academia a causa
de las actitudes de los docentes, su formación y su estilo personal.

En general se asume que las dificultades académicas reflejan tropiezos en el


proceso de adaptación, por lo cual todos los rituales que se instauran para
acoger al estudiante recién admitido tienden a facilitarle dicho proceso. A eso
se añade la explicación basada en la noción de adolescente que enfrenta la
transición del colegio a la universidad y reconoce la complejidad del contexto
de la universidad y el “caos” que dicha complejidad le imprime a la vida del
estudiante.

Los profesionales creen que la adaptación al medio universitario es más di-


fícil para los estudiantes adultos, porque la brecha generacional determina
diferencias substanciales en intereses, gustos y estilos de vida que pueden
limitar su participación en actividades propias del quehacer académico. Igual
percepción tienen de quienes vienen de provincia, pues consideran que se
encuentran en mayor vulnerabilidad, debido a su nivel de preparación inte-
lectual, su repertorio de habilidades sociales y sus menores posibilidades de
acceso a la cultura.

Además de la novedad que imprime el ingreso a la vida universitaria, las nue-


vas relaciones con los docentes y los pares son otras exigencias de adaptación
255
Ángela Hernández Córdoba

y ajuste, teniendo en cuenta que en ellos tienen un papel activo los docentes,
quienes con su estilo pueden amenazar en vez de acoger, cayendo a veces
en abusos de poder, entre otras cosas porque muchos no saben suficiente
pedagogía.

En cuanto a la aparición de dificultades académicas, teniendo como indicado-


res las notas, la repitencia y la deserción, hay diferencias entre facultades, de
modo que si para unas esto es un problema, para otras la repitencia es desea-
ble porque se asocia a la calidad académica de quienes sobreviven.

Otros factores de riesgo tienen que ver con los criterios de admisión, pues
como dijeron en el equipo, “hay estudiantes que pasan el examen, pero tie-
nen unas inhabilidades totales, de comprensión de lectura, de lógica, que no
debieron haber pasado”.

En cuanto a los factores familiares, los profesionales comparten la idea de que


el ingreso a la universidad, como tránsito vital, implica para las familias el en-
frentamiento de cambios, la realización de nuevas tareas evolutivas y ajustes
en la organización, la normatización y los roles. Cuando esto es tortuoso pue-
den generarse o exacerbarse los conflictos, al punto de afectar el desempeño
académico y social del estudiante y las relaciones familiares.

Las explicaciones de los profesionales acerca de la relación entre la dificul-


tad académica y los factores individuales de los estudiantes se refieren a la
deficiencia en habilidades, su actitud general de desinterés y desubicación, la
postura pasiva y de agobio con la que enfrentan la dificultad y la manera no
comprometida como se relacionan con el sistema de ayuda. Los profesionales
piensan que muchos estudiantes creen que por haber conseguido un cupo
en una universidad reconocida por su exigencia académica ya tienen todas
las herramientas necesarias para su adaptación, actitud que incluso los lleva a
descalificar las ayudas que la universidad les ofrece, como talleres sobre mé-
todos básicos del aprendizaje.

10.2.2 Rituales institucionales, modelo emergente y equipo técnico

Uno de ellos es la semana de inducción, como ritual de inicio a la vida universita-


ria, en donde se privilegian la integración, el reconocimiento del campus univer-
sitario, talleres de prevención y nivelación en materias específicas. La división de
salud participa con talleres sobre sexualidad, convivencia, vida cotidiana y acom-
pañamiento académico, organizados sobre la creencia de que los estudiantes
están en riesgo de caer en los problemas asociados a la adolescencia y por esto

256
Vínculos, individuación y ecología humana

deben ser “advertidos” para evitarles el “estrellón” con esta nueva realidad. El
mecanismo de la prevención es proporcionar información, asumiendo que si el
estudiante “sabe” sorteará con éxito las nuevas exigencias.

La división de salud interviene luego, cuando ya se presentan las dificultades, a


través de la atención de los síntomas, con base en el modelo médico. Esta mo-
dalidad supone un interés particular por reconstruir la historia del síntoma a
partir de un proceso de evaluación y de diagnóstico enfocado en la identifica-
ción del déficit y los riesgos, como pre-requisito para intervenir. En ese orden
de ideas, se descarta o se atiende en primera instancia cualquier compromiso
físico, con la participación de fonoaudiología, optometría y si es el caso, otros
entes de la Facultad de Medicina. Adicionalmente, participan: trabajo social,
gestión en el aula, programa de “terceriantes” (quienes repiten una materia
por tercera vez), programas preventivos y de promoción de la salud –cen-
tralizados en el programa de optimización del desempeño académico–, y el
programa de factores de riesgo.

Con base en las anteriores observaciones, se propuso y se implementó el Mo-


delo de Intervención Sistémica, dentro del cual se generaron nuevos rituales,
algunos que se cristalizaron y otros que quedaron como aperturas futuras
para la complejización de la atención. Dichos rituales se sintetizan en la tabla
siguiente.

Tabla 42. Rituales emergentes al implementar el


Modelo de Intervención Sistémica.

IMPLEMENTADOS SUGERIDOS
Visita domiciliaria a estudiante para involucrar otros
actores relevantes y ofrecer apoyo.

Convocar a la familia.
Intercambio de información sobre el caso con otro
profesional
Establecer contacto con docentes para conocer
percepción del caso y formular estrategias conjun-
Establecimiento de contacto con otras dependen- tas si es posible.
cias, para indagar la situación del estudiante.
Convocar docentes al encuentro del equipo.
Encuentro con estudiante para compartir la es-
trategia: se realizó con la responsable del caso,
Involucrar a los profesionales de Medicina.
las investigadoras y la estudiante. Fue liderado por
la responsable del caso, luego de los acuerdos en
equipo sobre la conducción de dicho escenario. Generar “Escenarios Conversacionales Relevantes”.

Integrar en las estrategias de abordaje de los casos


otros programas de bienestar universitario, como
el bono alimentario
257
Ángela Hernández Córdoba

El Modelo de Intervención Sistémica incluye en sus presupuestos, convocar


como equipo a todos los profesionales que se hallan involucrados en la aten-
ción de los casos. Un momento clave para la construcción del contexto de
trabajo en equipo fue la presentación del Modelo de Intervención Sistémica
al grupo de profesionales. Esta presentación incluyó la socialización de la ca-
racterización de los estudiantes que asisten al Programa de Optimización del
Desempeño Académico y la secuencia de soluciones intentadas en el proceso
de demanda de atención. A partir del cuestionamiento acerca de qué podría-
mos hacer distinto, enfatizamos la necesidad de ampliar la comprensión sobre
la emergencia de la situación de dificultad académica y como consecuencia
generar estrategias complejas de intervención.

Al dar a conocer los presupuestos del Modelo, se resaltó la importancia de


comprender que la atención de la dificultad académica, por el nivel de com-
plejidad que reviste, requiere de un trabajo coordinado en equipo. Desde
ahí, las Investigadoras/Interventoras asumieron que la conformación de la
modalidad de trabajo en equipo obedecería a un proceso, para lo cual era
necesario empezar a actuar el Modelo, en lugar de mantenerse en las diserta-
ciones conceptuales sobre cómo se debía trabajar en equipo. Los principios
operadores que privilegiaron en el transcurso de cada uno de los encuentros
correspondieron al deseo de mantener un carácter heterárquico y horizontal
en las relaciones, adquiriendo por tanto relevancia la connotación positiva,
la neutralidad y la autorreferencia; todo esto a través del lenguaje entendido
como vehículo para generar conversaciones reflexivas.

En los dos casos abordados, los resultados de los encuentros del equipo fue-
ron significativos: en el caso 1, la psicóloga acogió la invitación con cierto rece-
lo y solicitó mayor claridad de su rol: “Sí, desde afuera a mí me parece el tra-
bajo interdisciplinario muy importante en este caso... pero no tengo claridad
sobre la función que tiene. ¿Qué lugar tendría psicología o la psicoterapeuta
aquí?”. En el caso 2, el psicólogo tratante desde el principio dio muestras de
su apertura.

Al planear la entrevista en equipo con la estudiante 1, algunos miembros del


equipo se enfocaron inicialmente en obtener información de la psicoterapeu-
ta, sin contemplar la posibilidad de una construcción conjunta, pues creían
que se trataba de que ella aportara datos sobre el caso. A su vez ella se pre-
guntaba: “¿De qué les sirve mi opinión? ¿Por qué no preguntarle directamente
a la estudiante?”. Le inquietaba además su posible contaminación del proceso
terapéutico y si era adecuado tomar estas iniciativas antes que la consultante:
“Yo quisiera pensar qué tanto influye para mí como terapeuta estar en esa
entrevista conjunta; no sabemos qué efecto pueda tener en la terapia y en su
258
Vínculos, individuación y ecología humana

vida; a pesar de su voluntad de participar, los efectos son a posteriori. Yo no


me siento con la legitimidad de parte de ella, a pesar de que habló con uste-
des. Por eso es que yo siento un poco de resistencia a participar”.

Fue necesario redefinir prontamente la pertinencia en términos de cómo se


beneficiaba con una estrategia que articulara las intervenciones no sóo la es-
tudiante, sino cada uno de los participantes del equipo y reforzar el principio
de confidencialidad que regiría al equipo.

Tales preocupaciones se fueron despejando en el proceso con la estudiante,


en la medida en que ella se sintió tranquila y compartió abiertamente su vida.
Luego de varios encuentros, la psicoterapeuta reportó haberse enriquecido
en elementos para la intervención y mostró mayor flexibilidad para chequear
el contexto de atención.

Con el segundo caso, la participación del psicoterapeuta tuvo un efecto posi-


tivo para el equipo. Permitió, por una parte, revisar el proceso de encuadre
y desmitificar un poco “el secreto” como criterio de confidencialidad, para
reemplazarlo por el del mejor acopio de recursos profesionales en función de
las necesidades del consultante.

El impacto de trabajar en equipo se observó a lo largo del proceso, en la pau-


latina participación activa de los profesionales en cada encuentro y en la de las
investigadoras/interventoras como parte del sistema observante creado con
ellos, de modo que desde la perspectiva de la cibernética de segundo orden,
el permanente proceso reflexivo posibilitó la creación colectiva del fenómeno.

Con el propósito de garantizar una permanente conexión entre el sistema


conceptual y los contenidos generados en cada encuentro, se diseñaron agen-
das que fueron compartidas con los profesionales. En el encuentro de cierre
del proceso investigativo, a partir de algunas preguntas orientadoras, apare-
cieron algunas apreciaciones de los profesionales acerca de las condiciones
que habían favorecido el trabajo en equipo: “fue una sorpresa bastante grata
encontrar que lo que se trabajaba con anterioridad se recogía en un docu-
mento que se nos entregaba y eso hacia que uno concretara ideas; a la vez se
daba un cronograma; sentía que no estábamos perdiendo el tiempo porque
en cada reunión era productiva”.

Desde una concepción de respeto por el otro, las investigadoras estuvieron


atentas a validar todas las intervenciones sin dejar de evidenciar las diferencias

259
Ángela Hernández Córdoba

existentes como expresión de distintas lógicas y como metodología para lle-


gar a consensos y entretejer conjuntamente.

10.2.3 Dinamización de los vínculos en el proceso interventivo

La posibilidad de construir nuevas versiones de los casos permitió al equipo


poner en perspectiva sus propias creencias acerca de la dificultad académica,
como también aquellas que daban cuenta de la dicotomía entre lo individual
y el macrocontexto (universidad y políticas de educación). Estas creencias se
fueron matizando con la incorporación de nuevas versiones sobre los proble-
mas, las soluciones y las posibilidades de intervención en equipo y desde cada
disciplina.

De esta manera, las creencias que en el primer encuentro se enfocaban en la


identificación de causas y la atribución de responsabilidades y de culpas, fue-
ron mezclándose con aquellas que reconocían la dificultad académica como
un síntoma de algo que ocurre en el contexto más amplio de las relaciones y
de la historia de vida del estudiante. Emergieron momentos reflexivos y de
auto-observación de los profesionales frente a su rol, llegándose a establecer
conexiones entre las lecturas de la situación de los estudiantes y las hipótesis
acerca de la postura más favorable para el equipo y cada profesional a asumir
de acuerdo al caso.

La estudiante del caso 1 había sido remitida a psicología desde el programa de


Identificación Temprana en Factores de Riesgo, con una queja de tipo emocio-
nal, ligada a las relaciones familiares. Estaba siendo atendida desde un enfoque
psicodinámico y en la tercera sesión expresó que creía tener dislexia, por lo
que la tratante la remitió al programa de factores de riesgo, pues no percibía
para este problema ninguna conexión con la psicoterapia.

Sin embargo, durante el estudio de caso en los encuentros del equipo, fue
posible a través del mapeo de la situación de la estudiante retomar la informa-
ción consignada en la Historia Clínica Integral y los reportes de las consultas
realizadas en trabajo social y en factores de riesgo, lo cual facilitó establecer
la conexión entre el supuesto diagnóstico de dislexia y los componentes emo-
cionales en la estudiante: “En relación con el asunto afectivo, es como si la
dislexia justificara algo que ella no ha podido analizar o ahogar.”

Si bien al comienzo la sospecha de dislexia logró capturar el interés y la cu-


riosidad de los participantes, hasta el punto en que se pensó condicionar el
avance del proceso al conocimiento del informe de evaluación de fonoaudio-

260
Vínculos, individuación y ecología humana

logía, llegó el momento en que el equipo centró la atención en la generación


de alternativas de intervención desde lo psicológico, lo social, lo académico, lo
laboral, entre otros. En el caso 2 las hipótesis se centraron en la relación con
la madre, las cuales fueron llevando al equipo a la reconstrucción de la historia
familiar, principalmente del vínculo madre-hijo.

La preocupación de una de las profesionales de llegar a constituirse en alguien


que “empuja”, condujo a imaginar diferentes metáforas para representar el
posicionamiento frente a los estudiantes con funciones de grúa, remolque o
bombero que apaga incendios.

Al revisar las historias clínicas integrales y describir la secuencia de las solucio-


nes intentadas, observaron la diferencia de expectativas entre profesionales
y estudiantes, la cual incide en tres aspectos: la deserción del estudiante del
contexto de ayuda, la escasa articulación entre los profesionales involucrados
en el proceso de atención y la versión que se ha ido instaurando en el contex-
to acerca del estudiante como buscador de “recetas mágicas” y “soluciones
inmediatas”.

Lo anterior llevó a las investigadoras a pensar que la tarea de la prevención


desde la episteme de salud integral que orienta a la División de Salud se toma
como pilar fundamental de las pretensiones que guían el quehacer de los pro-
fesionales y desde allí es posible comprender los sentimientos de frustración
y de desconsuelo que experimentan ante la “negativa” del estudiante a buscar
ayuda oportuna. La versión más frecuente que circula entre los profesionales
es que cuando el estudiante decide consultar, lo hace motivado principalmen-
te por la percepción de urgencia de su situación, que podría considerarse
como “crisis” en la medida en que siente que sus recursos no le son suficien-
tes y por tanto requiere de otro que en su posición de experto le proporcione
pautas e indicaciones de fácil manejo. En la socialización con el grupo de esta
versión, emergió una reflexión sobre la medida justa al momento de “dar” a
los estudiantes, para no caer en “empujar” o “levantar”.

Esto fue abriendo paulatinamente espacio para replantear la participación del


profesional en las crisis y saber si él es responsable de evitar que el estudiante
las viva. La conversación llevó a que tomara mayor fuerza la postura de privi-
legiar la autonomía del estudiante en la utilización del servicio, asumiendo que
es a él a quien le corresponde decidir cuando requiere de ayuda. Lo anterior
condujo a la redefinición de la responsabilidad del profesional ante la situación
de crisis vivida por el consultante, lo cual se constituyó en una movilización
muy concreta dentro de la dinámica del grupo, y si bien se mantuvo el consen-

261
Ángela Hernández Córdoba

so sobre la importancia de generar acciones de prevención, esta se descentró


de la connotación utópica de poder evitar en los seres humanos “el malestar”
y “la enfermedad”, noción subyacente al modelo médico y a la manera de
entender la salud como un estado y no como un proceso.

El reconocimiento de la autonomía del estudiante apareció en los encuentros


de definición de estrategias, en donde se propusieron rituales para hacer a
los estudiantes partícipes de la construcción de propuestas de solución a sus
dilemas, reconociendo la necesidad de explorar sus expectativas con respecto
a los servicios de salud. Esto supuso en los profesionales un giro de 180 grados
en la manera de establecer el vínculo con el estudiante, pues dejaban de ser
ellos quienes desde su postura vertical de expertos definían lo que les con-
venía a los supuestos adolescentes, para pasar a relaciones más horizontales
basadas en la confianza en el otro.

10.2.4 Conexiones entre las creencias acerca de la intervención


y las disciplinas

En medio de la construcción de lecturas de caso y de estrategias de inter-


vención surgieron comentarios que daban cuenta de las creencias acerca de
la dificultad en los estudiantes. De esta forma, se fueron haciendo explícitos
los presupuestos de cada profesional para leer los casos; así, la psicóloga con
orientación dinámica acudía al concepto de estructura y a la idea de encontrar
“algo” más allá de esa estructura, radicado quizá en lo profundo de la concien-
cia. La psicóloga de orientación cognitivo-conductual retomaba el análisis con-
ductual para chequear el repertorio de habilidades y reconocer los déficits.

El trabajador social, quien conocía los fenómenos grupales y había tenido in-
fluencia del psicoanálisis, decía por ejemplo: “viéndolo así, pareciera ser más
un mecanismo represivo...”. Por su parte, la optómetra, quien en los primeros
encuentros preguntaba por la salud visual, fue acogiendo los términos de las
otras disciplinas, se fue acoplando a las diferentes posturas en su deseo ex-
plícito de aprender y llegó en los últimos encuentros a establecer conexiones
importantes para la comprensión de los casos.

Adicionalmente, en el escenario de las conversaciones se puso de presente la


confusión de roles que en algunos momentos se da en la División de Salud,
al asumir de manera excluyente que las situaciones consideradas de orden
individual son de competencia de la psicología y las que involucran a más per-
sonas, por ejemplo a la familia, son de competencia del trabajo social, sin
definirse claramente los objetivos, alcances, similitudes y diferencias de las
intervenciones.
262
Vínculos, individuación y ecología humana

10.2.5 Alcances de la investigación

Se destacan los siguientes:

• El proceso de equipo permitió dar un salto de las lecturas de los problemas


(en las que se privilegia la identificación de responsables y, por ende, la atri-
bución de culpas), a las lecturas de contextos y de relaciones. Esto gracias
a la invitación permanente a pensar en el vínculo y a establecer conexiones
entre diferentes dimensiones de una misma situación.

• A partir de lo anterior, se redefinió con el equipo que el hacer partícipe a


los estudiantes y a otros actores en el proceso interventivo, implica tam-
bién el reconocimiento de la necesidad de explorar las versiones y expec-
tativas que han construido respecto a los servicios de salud.

• Se inició un cambio en la manera de vincularse profesional-estudiante, lo


cual implicó además la posibilidad de chequear el contexto de la interven-
ción, aún cuando acudiera a otras nociones y a otras maneras de nombrar
dicho proceso. Se develaron entonces algunas movilizaciones en la manera
de concebir la atención, lo cual supuso quiebres que cuestionaban las ver-
siones subyacentes a sus paradigmas rectores.

• La anterior movilización estuvo ligada a la auto-observación del rol como


profesionales, llevándolos a un re-posicionamiento en el que se recono-
ció como deseable la coparticipación del estudiante en la construcción de
soluciones y, por ende, la comprensión de que las crisis vividas por los jó-
venes forman parte de su proceso de maduración personal, por lo cual no
resulta posible ni deseable pretender evitarles estas vivencias.

• Las condiciones creadas en el contexto favorecieron una disposición cada


vez más creciente de los profesionales para trabajar en equipo. Poco a
poco se fue modulando la participación de cada quien y realizando los
correspondientes acoples, de tal manera que aquel profesional que en los
primeros encuentros se caracterizaba por interrumpir frecuentemente a
los demás, (en ocasiones para decir “no estoy de acuerdo”), y que parecía
no haber escuchado lo que se acababa de decir, fue tomando un ritmo más
pausado en la conversación y cambió su manera de presentar las ideas,
aún cuando éstas pudieran ser diferentes a las de los demás. De igual ma-
nera, quien se acoplaba rápidamente a lo que otro proponía, fue dejando
conocer sus ideas y aportó al equipo elementos significativos desde su ex-
periencia y su autorreferencia.

263
Vínculos, individuación y ecología humana

11. PROTECCIÓN ANTE EFECTOS DE LA


VIOLENCIA SOCIAL Y POLÍTICA

En este capítulo se presentan dos tesis que se ocupan de fenómenos inhe-


rentes a la violencia social y política que se vive en Colombia. Aunque ambas
se propusieron comprender la dinámica vincular que emerge a partir de un
hecho específico –la muerte del policía padre de familia en actos del servicio
y la inserción social de adultos jóvenes desmovilizados de grupos armados
irregulares–, estos son tan opuestos que es necesario analizar cada trabajo
independientemente. No obstante, un elemento común es que ambos fenó-
menos son abordados en el contexto de programas institucionales oficiales
con fines de compensación y bienestar en el caso de la Policía y de reinserción
en el de los desvinculados. Las dos tesis implementaron una metodología de
investigación-intervención.

Tabla 43. Objetivos de las tesis sobre efectos de la violencia social y política.

Situación Objetivos

Comprender los procesos de cambio y de resiliencia que se


Familias de la Policía que han perdido tejen en familias que han perdido al padre policía en situacio-
al padre en hechos violentos nes del servicio y la incidencia del contexto institucional en
su transformación.

Comprender cómo se activan y se reorganizan los vínculos


consigo mismos, con sus familias y con el albergue transi-
Adultos jóvenes desmovilizados de
torio, después de la desmovilización del grupo armado en
grupos armados irregulares
adultos jóvenes inscritos en un programa estatal de reinser-
ción social.

265
Ángela Hernández Córdoba

11.1 Transformación de la dinámica interaccional en familias cuyo padre


ha muerto en actos del servicio en la Policía Nacional. S.M. Mira
Builes (2005)

11.1.1 Epistemes organizadoras

Esta tesis, desarrollada en el Departamento de Bienestar de la Policía Na-


cional, pretendió contrastar la mirada compleja y ecosistémica con la visión
predominante en dicho Departamento, centrada en las nociones de trauma
y de duelo como fenómenos generalizables y predecibles, sobre las cuales se
organizan programas asistenciales para las viudas y los huérfanos, dentro de
un espíritu de compensación por la vida que ha entregado generosamente
el padre policía al servicio de la familia, la institución, la sociedad y el Estado.

Esto corresponde a la cultura y al código de ética institucional, en donde el


policía es un ser digno, susceptible de ser imitado; un ser humano con capa-
cidad para construir un hogar, capaz de dar a su familia todo lo mejor de sí y
de criar y cuidar a sus hijos, cualidades reforzadas por valores institucionales
como honestidad, ética, lealtad, respeto, humildad, solidaridad, sabiduría, vir-
tud y honor.

La institución es consciente de que el trabajo policial incide negativamente en


el funcionario y en su grupo familiar, por las permanentes disponibilidades que
exige el servicio, el estrés que implican las funciones de vigilancia y el poco
tiempo para departir con su familia, por lo cual la Dirección toma acciones
tendientes a mejorar la calidad de vida del uniformado y a fortalecer su vida
conyugal y familiar.

La institución asume además que el padre policía en la mayoría de los casos


es quien soporta económicamente a la familia y toma las decisiones, de modo
que al morir la familia queda desbalanceada y la viuda debe capacitarse y salir
a buscar trabajo, para lo cual la Policía establece convenios con otras entida-
des que implementan programas para ellas y los huérfanos. De igual modo, la
Dirección de Bienestar Social despliega acciones de asistencia policial, coman-
dadas por el nivel Central, para atender a las familias víctimas en el sitio de
ocurrencia de emboscadas o tomas guerrilleras.

Se presume también que en la medida en que la Policía es objetivo militar de


los grupos armados al margen de la ley, las familias de sus miembros viven a
diario el terror y la incertidumbre de la muerte en actos violentos, de modo
que, aunque sea previsible, la pérdida del padre es un evento estresante que
266
Vínculos, individuación y ecología humana

señala el comienzo de un proceso de cambio y de reajuste que cada familia


experimenta y significa a su manera, según sus estrategias de afrontamiento y
demás factores de resiliencia.

11.1.2 Metodología

Se seleccionaron cuatro familias que sufrieron la muerte del padre en el año


2003, las cuales estaban en etapas diferentes del ciclo vital, de acuerdo con la
edad del hijo mayor; Familia 1, hijo mayor adolescente (15 años); Familia 2,
pre-adolescente (12 años); Familia 3, escolar (8 años); y Familia 4, preescolar
(5 años).

La estrategia de investigación-intervención consistió en un primer encuentro


grupal con las cuatro familias, cuatro encuentros con cada grupo familiar y uno
final conjunto para el cierre de la experiencia, en los cuales se implementaron
escenarios conversacionales reflexivos y tareas interaccionales que permitie-
ran dar cuenta de las dinámicas vinculares.

11.1.3 Resultados

Tabla 44. Características de las familias de los policías fallecidos.

Úrsula es la tercera hermana de una familia de cuatro hijos; su padre también fue policía y de su
matrimonio con el sargento fallecido tuvo dos hijos de 15 y 14 años, con quienes convive; tiene
1
en la actualidad un novio que la apoya económicamente, porque la pensión no es suficiente. Des-
pués de la muerte de su esposo se ha dedicado a estudiar y es muy unida con su familia extensa.

Jasmín, después de la muerte de su esposo, acoge a su madre y un hermano en su casa, en don-


de conviven junto con sus hijos de 12 y 7 años. Se definen como muy unidos por compartir la
2
mayoría de los momentos y situaciones que los congregan diariamente. Los niños han tenido un
excelente rendimiento en el colegio.

Didi afirma que la relación conyugal era distante, ya que su esposo poco comunicaba las de-
cisiones; no la dejaba trabajar a pesar de tener quinto semestre de derecho y cuando tuvo un
accidente le contó a un compañero y no a la familia “para no preocuparlos”. La esposa se refiere
3
a él como “egoísta”; la comunicación con la familia extensa, previa a la muerte, se enfocaba en el
aporte económico. Los hijos de un hermano fallecido viven con la familia después de la muerte
del esposo.

En esta familia conviven sólo la madre y las dos hijas; después de la muerte del esposo –intenden-
te– las relaciones con la familia extensa de él se volvieron desligadas; la familia de ella desconfiaba
4 de su esposo, pues tenían la convicción de que todos los policías eran mujeriegos. La madre es
la menor de ocho hermanos, huérfana de padre y madre, se crió con sus tías; su esposo fallecido
era el mayor de 14 hermanos de diferentes padres.

Las madres, en edades entre 30 y 37 años, con uniones de un máximo de 7


años, se dedicaban al hogar y dependían económicamente del uniformado; a
la muerte del esposo, asumieron el doble rol de madres y cabezas de familia.
267
Ángela Hernández Córdoba

El grado de apego con el fallecido resultó ser una condición que facilitaba o
dificultaba el manejo del duelo en la madre, pues si predominaba una relación
de desconfianza, la pérdida tendió a ser vivida como liberadora para asumir el
nuevo rol con autonomía en el fluir de la vida.

En las familias con primogénito preadolescente y adolescente, este hijo pasó


después de la muerte del padre a ocupar un rol parental, delegado por el
padre y acordado por la madre, con participación en la toma de decisiones,
el cuidado de los hermanos y la resolución de conflictos del grupo familiar, en
correspondencia con la vivencia de desprotección de la madre, quien además
buscaba apoyo en la familia de origen. Si desde antes mantenían relaciones
armoniosas con esta familia, se fortalecía ese vínculo como principal red de
apoyo; esto facilitó la superación del duelo y el acceso a más recursos para
hacer frente a la experiencia y avanzar en su proyecto vital, pese a la pérdida.

Si las relaciones de la madre con su familia de origen estaban marcadas por el


distanciamiento y la desconfianza, resultó más probable que las viudas adopta-
ran una postura demandante hacia la Policía y otras instituciones del entorno,
en búsqueda de esa red que les permitiera abordar la situación crítica. Si el
vínculo con la familia de origen del uniformado giraba alrededor del apoyo
económico, a su fallecimiento ese vínculo se debilitaba y la familia nuclear
tendía al amalgamamiento. En las familias con alto nivel de apego hacia la fa-
milia de origen, previo a la muerte e independiente del factor económico, el
fallecimiento del padre reunía a toda la familia, de modo que la abuela podía
ocupar el papel de madre y la viuda el rol de hermana mayor, conformando
así un nuevo hogar con sus hijos.

Se observaron transformaciones en el sistema de creencias y de significados


en las cuatro familias, las cuales se orientaron proactivamente, en consonan-
cia con la doctrina policial; de esta manera, expresiones como “morir como
un héroe” y “dar la vida por la patria” validaron la muerte y posicionaron la
experiencia en un discurso institucional que le daba sentido. Cada familia asu-
mió en forma diferente el legado del padre, de modo que sólo en la familia
con hijo mayor preadolescente se perpetuó el mito de respetar la voluntad
del fallecido, alimentada por la lealtad impuesta al hijo de 12 años, a quien el
padre le había dicho: “prométeme que cuando yo muera no permitirás que
otro hombre entre en la casa”. Por el contrario, en la familia con adolescente,
la madre se organizó con un amigo que proveía compañía y cubría necesida-
des económicas, y aunque los hijos no lo veían como padrastro, respetaban
la decisión de la madre de continuar esa relación. En la familia con hijos pre-
escolares, la muerte del padre transformó la postura de la madre ante la vida,

268
Vínculos, individuación y ecología humana

de modo que ella activó sus capacidades e inició otra relación de pareja con la
creencia de que las hijas necesitaban un padre para su educación.

En cuanto a la relación con la institución, todas las familias estuvieron de


acuerdo en que la forma de darles la noticia de la muerte el esposo fue trau-
mática y sugirieron que se prepare mejor a las familias y al personal policial
para esa eventualidad. Después de la muerte del esposo, las familias buscaron
estrechar las relaciones con la institución, en especial con prestaciones socia-
les, auxilio mutuo y otras ayudas extrainstitucionales.

En apariencia se establece una relación complementaria, en donde la insti-


tución se mantiene en una posición superior favorecida por la rotulación de
“víctimas” que adquieren las familias y de madres cabezas de familia de las
viudas, rótulos que son a su vez la condición para acceder al apoyo asistencial.
No obstante, ellas rechazan que se les diga “viuditas”, pues si bien acuden a
la institución en virtud de los derechos adquiridos por sus esposos, también
conocen sus capacidades y no les gusta que se les victimice. Se pudo observar
que estas mujeres cabeza de hogar han activado comportamientos resilien-
tes y han transformado su entorno, con recursos propios y de las redes de
apoyo. Las instituciones, las redes interinstitucionales y las ONG hacen parte
muy importante del tejido social como fuentes de apoyo, de pertenencia y
de mutua ayuda, necesarias para que no se estanque su desarrollo individual
y como grupo.

Como resultado de este proceso investigativo se vio la necesidad de trascen-


der la mirada psicopatologizante y victimizante de las viudas, de modo que
,reconociendo las capacidades resilientes de estos grupos, los programas de
bienestar apunten más certeramente a sus necesidades sociales. Esta inves-
tigación también permitió observar los mecanismos relacionales de niños y
adolescentes para afrontar el duelo por la muerte del padre, especialmente
condicionados por el sentido de esa pérdida para la madre y la familia extensa
y el estrechamiento de las relaciones familiares alrededor de figuras femeninas
–la madre y la abuela–.

11.2 Procesos de vinculación de adultos jóvenes desmovilizados de gru-


pos armados irregulares. S.P. Echeverri (2007)

11.2.1 Epistemes organizadoras

Esta investigación pretendió comprender cómo se reorganizan y se transfor-


man los vínculos de adultos jóvenes en un albergue transitorio dispuesto por
269
Ángela Hernández Córdoba

el Ministerio del Interior y de Justicia, al deponer las armas y desmovilizarse de


un grupo al margen de la ley. Se asume que en ese momento no sólo entregan
sus armas sino también parte de las experiencias vividas durante su perma-
nencia en el grupo y por tanto sufren una reacomodación a un nuevo contexto
social y cambios en la vinculación consigo mismos, sus familias, los pares, el
albergue transitorio, el Estado y como seres humanos con la vida, ante la ne-
cesidad de resarcir los efectos que dejan la guerra y la muerte causada a otros.

Esta medida opera en cumplimiento de la Ley 782 de 2002, la cual dispuso


que los adultos desmovilizados de organizaciones armadas al margen de la
ley podían beneficiarse de los programas de reincorporación socioeconómica
que para el efecto estableció el Gobierno, si su situación jurídica lo permitía,
formulando para tal fin, entre otros, el programa para la desmovilización y
reincorporación a la vida civil en el momento de realizar la presente investi-
gación del Ministerio del Interior y de Justicia y a cargo en la actualidad de la
oficina de la Alta Consejería Presidencial para la Reinserción.

Estos albergues están dispuestos por el Estado para hospedar ex-combatien-


tes que, en forma individual o colectiva, voluntaria o por captura, entreguen
sus armas para iniciar un proceso de reincorporación a la vida civil dentro del
cual reciben ayuda humanitaria, servicios de salud, formación académica en el
SENA o educación acelerada en primeras letras en otros centros educativos.
Algunos se reintegran directamente a sus grupos familiares a fin de recibir los
beneficios socioeconómicos que brinda por extensión a ellos el programa.

En el abordaje psicosocial de personas que han participado en conflictos béli-


cos, se acude generalmente a las nociones de trauma y de estrés postraumá-
tico como principios explicativos y operadores de los comportamientos y del
impacto emocional y social que experimentan y con base en tales nociones se
organizan los dispositivos de intervención psicológica (a veces psiquiátrica), y
social.

11.2.2. Metodología

Se acogió la metodología de investigación-intervención a través de entrevistas


individuales con 25 excombatientes, entre 18 y 35 años de edad, y seis talleres
con el grupo, en los cuales participaron además algunas de las compañeras,
también residentes allí. La unidad habitacional del albergue tenía una dispo-
nibilidad para 50 personas y hasta 15 núcleos familiares. Se hizo también una
entrevista con la directora del albergue.

270
Vínculos, individuación y ecología humana

11.2.3. Resultados

La categoría social de “desmovilizado” marca una manera singular de com-


prenderse y de verse a sí mismos y en la relación con el entorno. Los par-
ticipantes la viven como un estigma que despierta en los demás reacciones
estereotipadas, relativas a las circunstancias sociopolíticas y no a su condición
de seres humanos con una historia personal particular.

Se observó cierta dificultad para reconocer en sí mismos actitudes positivas,


aunque mencionaron tener valores como responsabilidad, sociabilidad, ale-
gría y sinceridad. En cuanto a las actitudes negativas, reconocen el malestar
que les genera su continuo estado anímico alterado, el negativismo frente a
la vida, llevar una vida sin responsabilidades con la familia y consigo mismos y
no sentirse con la capacidad para enfrentar los retos de la vida. Esta vivencia
aparece asociada a una pauta recurrente de dependencia, antes del grupo
armado y ahora del Estado, lo cual señaló la necesidad de ayudarles a redefinir
su propia imagen y a aportar en la intervención elementos para generar mayor
seguridad en sí mismos y una adecuada reconstrucción de su proyecto vital.

La visión de sí mismos se encontró también afectada por su imagen corpo-


ral, deconstruida y reconstruida a partir de las marcas físicas, mutilaciones y
cicatrices de balas y cuchillos como huellas de su participación en el conflicto
armado, las cuales influyen en cómo se posicionan en sus relaciones de pareja
y demás relaciones afectivas y sociales significativas.

Al llevarlos a reflexionar sobre la percepción de sí mismos como seres hu-


manos, se reconocieron a través del mito de ser guerreros y protectores
sociales, con una ética propia para distinguir lo bueno de lo malo, sobre todo
con respecto al comportamiento individual: “no a los viciosos, no a los mari-
huaneros; porque una persona con drogas puede pasar a otras cosas como
una violación y cuando vemos eso no podemos permitirlo; además los niños
crecen y reciben todo el daño”.

Se pudo vislumbrar también la nostalgia por el pasado previo a su involucra-


miento al grupo armado, en el cual se identificaron rituales y costumbres pro-
pias de su idiosincrasia campesina como el cuidado de las tierras y habilidades
para la siembra, compartir y participar en las ferias y fiestas rurales y liderar pro-
cesos comunitarios. Dijeron, por ejemplo: “yo era hábil para tocar guitarra, era
un buen trovador, gané varios concursos”; “yo era hábil para la declamación”;
“era hábil para ayudar a organizar a mi comunidad”; “uno recuerda lo que vivió
y eso sirve para reflexionar”, “sirve para valorarse nuevamente como persona”.

271
Ángela Hernández Córdoba

Aparecieron además mitos asociados a la brevedad de la vida, legitimados des-


de el temor a las represalias contra sí mismos, su pareja o sus hijos, temores
que en las prácticas familiares alimentaban los sentimientos de apego, unión,
y reprogramación de la vida futura en colaboración con la familia: “construyo
mi sentido de vida con mi familia”.

Durante el taller sobre la transición a la nueva vida se retomaron conceptos


como resurgimiento, proyección y cambio, los cuales despertaron intensas
reacciones emocionales que llevaron a algunos a apartarse del grupo para no
ser vistos, porque creen que “los hombres no lloran” y “si me hago respetar
nadie me hace daño”. Asimismo se evidenciaron mitos y creencias religiosas
como: “el que peca y reza empata”; “por Dios estoy vivo y gracias a él estoy
aquí, ahora”, “todo se ha hecho en la vida según la voluntad de Dios; Él es
quien deja que uno programe la vida”. Como para este grupo el control de la
vida depende de la voluntad de Dios, recuperar la dimensión espiritual para
alcanzar el “perdón de Dios” es una intención común que cristalizan a través
de variados rituales religiosos.

En cuanto a la forma como se sienten percibidos por los demás, se observa-


ron tres tendencias: de indiferencia, de posibilidad de cambio, y de exclusión
y desahucio al sentirse calificados de traidores, irresponsables y matones. A
estas percepciones se asocia la vivencia de estar en un limbo social, ya que no
se sienten ni ciudadanos, ni paramilitares, ni tampoco los habitantes de campo
que fueron, situación que genera gran inseguridad frente a la toma de deci-
siones y su proceso de reinserción social y laboral en la que temen el rechazo
social una vez se descubra su historia. Este temor fue legitimado a partir de la
experiencia de algunos excompañeros reinsertados: “haber sido miembro de
un grupo armado interfiere para conseguir trabajo”.

En cuanto a qué percepción tienen sobre como conciben, construyen, man-


tienen y se transforman los vínculos con la sociedad, hubo acuerdo en que
“lo que más esperamos es que la sociedad no nos rechace por lo que fuimos,
si no que nos acepte por lo que queremos ser”; “la sociedad nos discrimina”;
“con los vecinos del albergue nos llevamos bien, pero el resto de la sociedad
no nos puede ver”.

Ellos piensan que “la sociedad es igual a la suciedad”; “la sociedad no aporta
nada para la paz”; “por falta de empleo hay muchos errores en la vida”; “en
la sociedad, hay mucha gente corrupta que hace daño sin ayudar a personas
necesitadas”; “existe la alta sociedad, media sociedad, baja sociedad y mucha
humillación”; “en la sociedad se usan armas”; “en la sociedad se ve la violencia

272
Vínculos, individuación y ecología humana

familiar”; “en la sociedad hay personas que no tienen que comer y otros la
desperdician”; “la sociedad muchas veces nos corrompe”; “aquí en Colombia,
por falta de trabajo hay mucha corrupción y violencia”; “este es un país de-
mocrático, pero hay mucho comunismo”.

La vinculación con la familia de origen se afianza en mitos y creencias como:


“La sangre manda, es lo único que tenemos y por lo tanto es sagrada”, “leal-
tad y respeto a la familia”, “el desmovilizarse contribuye a restituir la armonía
familiar”, “soy capaz de hacer cualquier cosa por mi familia”. Los vínculos
afectivos más importantes son consanguíneos y afectivos, en especial con pa-
dres y hermanos, a pesar de que se hayan diluido debido a la ausencia y al
distanciamiento físico y emocional de sus familias, situación que se refuerza
con la familia constituida, la cual es la motivación primordial para continuar el
proceso de reinserción social. No obstante, coexisten dificultades para man-
tener relaciones armónicas al interior del grupo familiar, posiblemente por la
continua reestructuración de roles, jerarquías y búsqueda de individuación
e identidad que deben enfrentar tanto al interior de su familia, como con el
albergue, el Estado y la sociedad.

Mantienen el vínculo con la familia de origen con base en valores de ayuda


mutua, unidad y amor y reconocen que su participación en el grupo, al po-
nerlos en riesgo, les genera miedo y tristeza por su situación. Hay sin embar-
go quienes reconocen sentimientos de rabia e inconformidad por el antiguo
distanciamiento afectivo o la franca violencia familiar. En general, se encontró
que estas emociones, nutricias o negativas hacia la familia de origen, estaban
sobrevaloradas: “soy capaz de hacer cualquier cosa por ella” o por el contra-
rio: “soy capaz de regresar y acabar con alguno de sus integrantes, ya sea mi
mamá o mi papá”. En el primer caso, el vínculo afectivo fue más probable-
mente nutricio en la infancia y hubo una sana complementariedad de roles y
reglas dentro de la dinámica familiar; si se conservaban fuertes lazos de lealtad
y respeto, el ingreso al grupo armado se asoció más a la necesidad económica
y a la intención de colaborar con los gastos de la familia de origen. Este grupo
conserva valores compartidos de respeto, lealtad y confianza entre sus miem-
bros, los cuales favorecieron la decisión de reinsertarse a la vida civil, en aras
del orgullo familiar y bajo la creencia de “restituir la armonía y la tranquilidad
a la familia”, perdida a consecuencia del involucramiento en el conflicto arma-
do. En el segundo tipo de casos, el vínculo afectivo fue negativo o inexistente,
por ausencia física o emocional de una de las figuras paternas, rivalidad fra-
terna, expresiones escasas de afecto o relaciones intrafamiliares basadas en la
desconfianza y el rechazo. En coherencia, es escaso el sentimiento de orgullo
y, por el contrario, hay rabia e intenso dolor, principalmente hacia los padres:

273
Ángela Hernández Córdoba

“afortunadamente a mi me cogió el ejercito y me desmovilice voluntariamen-


te, si no hubiera llegado a la casa solamente a matar a mis padres…”.

Los siguientes relatos dan cuenta de tales sentimientos (se presentan conser-
vando los textos originales):

[…]esta istoria ba narrada desde 1978, donde dos persona que despues
de conosercen tubiero 2 hijos barones los cuales an cido muy unidos
despues de todo lo que paso con su padres despues de que su madre
se fue su padre sigio luchando por ellos asta que una injusta vida nos lo
arrebato desde ese dia empesamo a lucha juntos para pode salir adelante
pues como joven no e tenido la mejor suerte del mundo poque e choca-
do tantas vese que solo me queda ceguir mi camino acia la odontologia
para poder seguir adelante y poder reunirme con mi ermano mayor…
(24 años)

[...] mi familia es unas personas muy nobles y con todo el respeto que se
meresen los adoro demasiado y quisiera que no me le FALTEN A RES-
PETO nadies los quiero mucho por eso esijo mucho respeto para eyos.
Nunca quisiera que mes le PASARA algo a mi familia…

[...] era una bes cuando yo hera muy pequeño mis padres tenian unos
animales en la casa que eran unas vacas y mi hermano y yo nos tocaba
cuidarlas cuando el las dejava perder a mi me tocaba buscarlas porque el
desia que no las yba a buscar y si llo no las encontrava me tocaba dormir
en el techo de la casa y por eso desde pequeño me fuy de mi casa y
haprendi todo lo que llo queria saber sobre las armas y por eso haprendi
preste servicio militar fuy soldado profesional sin apollo de nadien me salí
de halli y bolvi y segui ese camino y cuando mis padres se dieron cuenta
que yo hera soldado estavan muy contento pero al poco tiempo que me
retiro siguieron conmigo como si yo fuera un desconosido y haora que
saben que estoy haqui lo primero que disen es que si algun dia los beo
por ay que me haga el cargo que no tengo familia porque eyos no tienen
la culpa que yo desde niño hayga cogido hese camino.

Este último relato es típico de cierto grupo de desvinculados, quienes al no


tener una vinculación emocional nutricia, ser víctimas de rechazo y aislamien-
to por parte de su familia de origen, optan por entrar a diferentes grupos
armados, legales e ilegales, a fin de encontrar un sentido de pertenencia y
seguridad; en este sentido, se diría que el proceso de desmovilización es un
nuevo intento de encontrar la aceptación y el reconocimiento.

Se apreció, en concordancia con lo anterior, cómo esta valorización de la fa-


milia, actúa como motivador de la dejación de armas y la reinserción a la vida
274
Vínculos, individuación y ecología humana

civil: “lo primero mis cuchos, los quiero mucho y es por eso que estoy acá,
aprendí a valorar la vida”; “papá me decía por que se va pa ya y yo me fui,
después ya no quería estar en la trinchera y me preguntaba pa que me vine
pa ca”.

La vinculación con la familia actual se apoya, entre otras creencias, en que “el
tener una familia hace que uno sea más responsable”; esta idea fue coherente
con el comportamiento observado en el albergue, en el tiempo y las activida-
des compartidas, la reestructuración de roles y jerarquías ante el cuidado de
los hijos y la toma de decisiones de forma conjunta: “la mujer hace las cosas
del hogar”; “el hombre es el jefe del hogar”; “el hombre trabaja y/o estudia”;
“se habla y se dice siempre la verdad entre la pareja”; “no se maltrata, existe
la comprensión y el apoyo incondicional”; “los hijos son los que forman una
familia”; “los padres son los que llevan el orden y mandan en el hogar”; “el
papá y la mamá tienen relaciones sexuales”; “la mujer es la cariñosa”; “la fami-
lia debe permanecer unida”.

No obstante, los vínculos de estas parejas se caracterizan por la inestabilidad


habitacional y no están exentos de creencias y mitos como “si las mujeres son
tratadas cariñosamente tratan de montarla”; “el ser pareja de exparticipante
de un grupo armado implica poner en riesgo la vida”. En general, a estos hom-
bres se les dificulta expresar abiertamente su afecto hacia sus compañeras, en
tanto que pueden expresar más fácilmente la hostilidad. El mito del hombre
violento lleva a que algunas mujeres se alejen de ellos, generando prevención
y temor, ante lo cual algunos reaccionan así: “…las mujeres piensan que por-
que uno viene de un grupo armado es violento y hay manes más gonorreas
que son civiles”; “a pesar de que venimos de una organización donde se mi-
den fuerzas, uno se sabe controlar”.

Las compañeras de estos hombres tienen un temor constante a represalias y


venganzas por la participación de su compañero en el grupo armado en ellas
mismas, sus hijos o las familias de origen, con frecuentes cambios de resi-
dencia para protegerse, de modo que este evento potencial sigue siendo una
preocupación constante aún después de la desvinculación.

Esto hace que la permanencia de estas familias dependa de su flexibilidad para


adaptarse a los constantes cambios, aún de alberque, incluso varias veces a la
semana o hasta dos veces en el día; por esto, en el diálogo con estas mujeres,
ellas se identificaron con la figura del camaleón que representa la capacidad
de adaptarse al medio. Para estas mujeres el hombre es el jefe e instauran una
relación complementaria en la pareja, desde edades muy tempranas, aban-

275
Ángela Hernández Córdoba

donando sus estudios para cuidar a sus hijos. A pesar de los sentimientos, el
vínculo conyugal se ve amenazado por los continuos encuentros y desencuen-
tros, fruto de la inestabilidad y la recurrente necesidad de adaptarse a nuevos
espacios y situaciones, por lo cual en la del albergue intentaban reforzar sus
relaciones.

En la relación con los hijos, los desvinculados dicen: “los hijos son los que for-
man una familia”, y hay que aprovechar la “estabilidad habitacional y educacio-
nal para los hijos a través de los beneficios ofrecidos por el Estado”. Durante
la desmovilización, estos vínculos se fortalecen, llevando al padre a asumir
roles de protección y cuidado hacia sus hijos.

Es bueno remarcar que el proceso de desmovilización no sólo supone el desar-


me, la entrega de armas y la reincorporación a la vida civil, sino un proceso de
transición para sí mismo y para su familia, en el cual reciben por parte del Estado
el beneficio de solventar su situación jurídica, económica y educativa inmediata;
se afianza así la creencia en que “desmovilización es una posibilidad de brindar
un futuro mejor para la familia”. A este respecto, destacan la importancia de la
educación de los hijos, tener casa como elemento simbólico asociado con la
vida hogareña y la valoración del trabajo como sustento económico.

En cuanto a los vínculos con el grupo de pares expresan: “no se puede con-
fiar en nadie, porque ese otro puede traicionar”; “No existe la amistad”; “La
amistad depende del momento”.

Sobre lo que comparten en la cotidianidad del albergue narraron: “se escu-


chan historias entre compañeros, algunas de cuando se estaba en el grupo
(armado) y antes de estar en el grupo”; “se habla sobre la libertad y la cer-
tificación por parte del gobierno”; “se hacen promesas y no se cumplen”;
“se construyen normas en conjunto; somos solidarios cuando se tiene una
necesidad de grupo; se ve televisión y se juega cartas, parqués o domino; se
estudia y se trabaja”.

Afirman que “estar dentro del albergue es como estar en un hogar”, “es la
libertad que estábamos buscando hace tiempo y por fin la encontramos”; “se
dialoga con la directora y se reciben consejos”; “se aprovecha lo que brinda
el estado de comida, vivienda, salud, subsidio, estudio” y “se cumple con las
citaciones e indicaciones establecidas en el programa de desmovilización -
Oficina 304”.

La filosofía del albergue como organización se inscribe en la psicología social


como episteme, retomando principios de la terapia rogeriana y de la resilien-
276
Vínculos, individuación y ecología humana

cia. Dice la Directora: “todos estos elementos nos animan a pensar que esas
personas a pesar de que hayan tenido experiencias muy difíciles siempre están
ávidas de aprender muchas cosas”.

El sistema que regula el estatus de los desmovilizados es complejo pues inclu-


ye al Ministerio de Interior y de Justicia, con unos principios normativos jurídi-
cos que el albergue intenta materializar ajustándolos a sus propios principios,
en la interacción de los contextos familiar, interinstitucional y social, donde
participan además las instituciones educativas, de salud y de otros servicios
sociales de los cuales se benefician.

En cuanto a su relación con el sistema jurídico, el grupo considera que “lo


legal es que nos entreguemos para recibir el beneficio que nos brinda el Esta-
do”; “en los dos años el desmovilizado está capacitado para hacer su vida ci-
vil”. No obstante, las relaciones transadas entre la oficina de reinserción y los
albergues de paz son fundamentalmente asistencialistas, sin que haya claros
objetivos de un potencial abordaje psicosocial, pues prevalecen las relaciones
verticales, isomórficas a las de los grupos armados de donde provienen.

En el albergue existe la intención de trabajar con la dimensión humana de los


desmovilizados, con base en una preocupación social, tal como la coordina-
dora lo manifiesta: “mi preocupación, por la que me metí en esta tarea, es
que consideramos que son un grupo de colombianos que ha tenido desde
niños, una existencia sometida, por la pobreza, el maltrato familiar, falta de
educación, situaciones que los llevaron a buscar cualquier alternativa, lo que
primero pasó para ganarse un dinero; muchos no fueron concientes de que
iban a hacer y otros sí; querían poder”.

En este sentido, los vínculos generados en el albergue se orientan al restable-


cimiento del desmovilizado como ser humano y social, buscando fortalecer
la asertividad, los valores y la integración a la civilidad con su núcleo familiar.

Como ya se mencionaba, la red social que se configura dentro del proceso de


desmovilización incluye las instituciones educativas distritales que les ofrecen
la nivelación escolar y el SENA. Sin embargo, parece que allí no constituyen
vínculos significativos con la sociedad, pues los grupos incluyen sólo desmo-
vilizados.

Para este grupo, el momento de desmovilización marca un punto cero, defi-


nido por ellos como punto de quiebre y de cambio que les permite redirec-

277
Ángela Hernández Córdoba

cionar el proyecto de vida individual y familiar: “Momento de cambio, acá uno


razona, piensa cosas que allá no. El proyecto cambia. Quiere uno lo mejor
para uno y para la familia”.

En síntesis, estos resultados evidencian cómo la construcción de una visión


de la realidad y de sí mismos está marcada por continuas vinculaciones y des-
vinculaciones a lo largo de su vida, por una amenaza constante de muerte
y de represalias, dentro de relaciones transitorias e inestables, todo lo cual
favorece vínculos frágiles y de desconfianza que intentan reparar afianzando
las relaciones con las familias constituidas por ellos, todo lo cual alerta sobre
su eficaz proceso de inclusión social. En su marco de referencia quedan la vo-
luntad de Dios y los beneficios negociados con el Estado como sus principales
respaldos para rehacer su vida.

El mito y la vivencia de que la vida es breve, entran con frecuencia en contra-


dicción con las pretensiones de los programas estatales de que los desmovi-
lizados formulen “proyectos de vida” y “proyectos productivos” por cuenta
propia con los dineros de sus beneficios, como salida para la inclusión social.
Contrario a lo esperado, los desmovilizados se percibían en un limbo donde
no podrían definir su identidad, pues socialmente no se sienten ni civiles rein-
sertados ni actores armados.

Al chequear los efectos de la investigación expresaron: “esta actividad me


ayuda a no pensar tanto en el pasado, es mejor ahora pensar en el futuro”;
“hay que luchar y seguir luchando”, “esto nos sirve para ayudarnos a abrir la
mente… de allá venimos con la mente muy cerrada”. Asimismo, se apreció
su positiva respuesta al contacto humano y transparente, como influencia es-
timulante para reconstruir su imagen y animarse a mantener el mejoramiento
personal.

278
Cuarta parte

CONCLUSIONES E IMPLICACIONES
Vínculos, individuación y ecología humana

12. LA DESPATOLOGIZACIÓN DEL SUFRIMIENTO A TRAVÉS DE


UNA VINCULACIÓN HUMANIZANTE Y GENERATIVA

En este capítulo se analizan global y sintéticamente los resultados obteni-


dos, para responder a las preguntas de investigación con una lógica abductiva
que concatene los procesos de vinculación asociados a las problemáticas, su
evolución a través de la investigación-intervención y las implicaciones para la
comprensión y el abordaje de los fenómenos propios de la psicología clínica,
conforme a los propósitos generales del proyecto.

Asimismo, se sintetizan los mecanismos y dispositivos que se implementaron


para activar nuevas formas de vinculación en los procesos psicoterapéuticos
y de intervención sistémica, para finalmente explicitar los aportes de la pers-
pectiva ecológica y compleja de la vinculación humana al abordaje de los pro-
blemas objeto de la psicología clínica.

12.1 Referentes para comprender las configuraciones vinculares

Los resultados ratifican la complejidad del proceso de vinculación humana y


por tanto la coexistencia sinérgica de fuerzas antagonistas y complementarias,
ambiguas y directrices, biológicas, psicológicas y socioculturales, que son al
mismo tiempo fuentes de alienación y de autonomía, de esclavitud y de libe-
ración, de violencia y de pacificación, de anquilosamiento y de generatividad.

Reconocer tal coexistencia implica que la interpretación de los resultados ob-


tenidos no pretende clasificar los tipos de vínculos por problemáticas clínicas,
sino ampliar los referentes para su análisis, pues si bien los hallazgos corrobo-

281
Ángela Hernández Córdoba

ran las tendencias en las formas de vinculación ya descritas por los diversos
autores mencionados, también muestran que, obedeciendo al principio sisté-
mico de equifinalidad, aunque haya problemas que emergen y son atendidos
en distintos sistemas sociales, pueden corresponder a configuraciones vincu-
lares similares.

Del análisis se desprende una serie de cualidades de la vinculación que toman


la forma de categorías continuas e interdependientes, como lo muestra la Fi-
gura 3, las cuales servirán de norte para reinterpretar los hallazgos y para leer
en el futuro las distintas formas de configuración de los vínculos. Se asume
que todas estas cualidades están presentes en todo proceso de vinculación y
que varían a lo largo de la historia de las relaciones. Ninguno de los extremos
es valorado como positivo o negativo, sino que precisamente esa condición
depende por completo del contexto espacio-temporal de cada vínculo en
particular y de la medida en que contribuyan a su fortalecimiento como nicho
protector y generador de la individualidad ecosistémica y ecodependiente.

Cualidades Vinculación

1- Función de supervivencia: en qué me-


dida el vínculo es condición para la supervi- Contingente Vital
vencia

2- Función evolutiva: cómo favorece el de- Limitante, anquilo-


Movilizante
sarrollo humano de los sujetos sante

3- Función creativa: cómo favorece la


Destructiva Generativa
emergencia de novedades adaptativas

4- Libertad: en qué medida los sujetos eli- Elegida,


Forzada
gen y/o aceptan estar en esa relación aceptada

5- Propósito consciente: si el sujeto está


Contractual De hecho
en la relación deliberadamente o de hecho

6- Consistencia: organización y estabilidad


Incierta, ambigua Clara
de la vinculación

7- Fuerza del vínculo: intensidad y resisten-


Frágil Fuerte
cia del vínculo

8- Permanencia: duración y continuidad del Fugaz, intermi-


Permanente
vínculo tente

9- Presencialidad: de cuál forma de presen-


Virtual Presencial
cia de los sujetos depende el vínculo

10- Ritualización: grado de ritualización del Ritualizada rí-


Desritualizada
vínculo gidamente

Figura 3. Cualidades de la vinculación.

282
Vínculos, individuación y ecología humana

Otra de las consideraciones a subrayar a partir de los resultados obtenidos es


que ciertamente la vinculación se nutre permanentemente de las reacciones
emocionales, los sistemas de significación y las formas de relación prescritas
y legitimadas por diversos referentes disciplinares y contextuales que interac-
túan como ingredientes entrelazados, aunque con aportes diferenciales que
remarcaron los hallazgos y que conviene tener en cuenta para la modelización
estratégica de las intervenciones.

Tales referentes contextuales y disciplinares son: biológicos, asociados a la


maternidad, la paternidad y la empatía; psicológicos, en cuanto a los afectos,
las significaciones y las representaciones que vive cada sujeto en las relaciones
donde participa; morales, en cuanto expectativas alimentadas por la lealtad fa-
miliar; culturales y sociales, por cuanto ciertos valores se encarnan en costum-
bres y rituales; legales, dado que los códigos establecen derechos, deberes y
límites en las relaciones; normativos, con base en los cuales las instituciones
regulan los vínculos; y técnico-disciplinares, que establecen cómo se relacio-
na cada profesional con las personas que atiende, según los principios de su
disciplina.

El encadenamiento de esos referentes en la vinculación humana es claramente


descrito por B. Cyrulnik en De cuerpo y alma. Neuronas y afectos: la conquista
del bienestar (2007). Al conectar algunos procesos neurológicos con las viven-
cias y la historia personal, se evidencian, por una parte, las conexiones entre
la genética de la producción y la transmisión de serotonina, la cercanía de
las zonas cerebrales del dolor y de las emociones felices con la sensación de
bienestar, y por otra, la necesidad de recibir afecto para que se desarrollen el
cerebro y la inteligencia. Por esto el autor afirma que, visto así, el cerebro es
más la consecuencia de nuestras relaciones que el causante de ellas, como se
ha creído tradicionalmente. Esto refuerza la urgencia de trascender las com-
prensiones y las intervenciones de procedencia meramente organicista, pues
tales descubrimientos, posibles gracias a las avanzadas tecnologías para la ex-
ploración del sistema nervioso, ratifican la copresencia de todos los niveles de
realidad, mas no la causalidad lineal y unidireccional que permitiera considerar
lo biológico como determinante universal y omnipotente.

12.2 Cualidades y configuraciones de la vinculación en los sistemas


analizados

Muy sucintamente, los resultados muestran variaciones con respecto a la fun-


ción de supervivencia de los vínculos. Se confirma la vinculación en el sistema
de cuidadores como una condición definitiva de la existencia, en los casos en

283
Ángela Hernández Córdoba

donde la autonomía de los sujetos es insuficiente por razones de edad o de


enfermedad, como en el Alzheimer, el cáncer terminal y el autismo. Cuando
la supervivencia de alguno de los actores depende totalmente del vínculo, la
libertad para estar allí se restringe mucho; no obstante, aunque podría pen-
sarse que, por ejemplo, los padres de los niños autistas estarían forzados a
permanecer en este vínculo, nuestros hallazgos describen el proceso por el
cual atraviesan para redecidir su forma de ejercer la paternidad, la maternidad
y la conyugalidad, al punto de que, en ese reajuste, algunos renuncian a una
o a ambas relaciones. Cuando esto ocurre, el afrontamiento de la situación
requiere la activación de otras relaciones de hecho, como son las de la familia
extensa y la búsqueda deliberada de otros lazos de apoyo como los que ofre-
cen las instituciones. En este sentido, los intentos de suicidio serían una forma,
con frecuencia efectiva, para activar los tejidos vinculantes, en circunstancias
en las que las configuraciones familiares alcanzaron apenas para mantener la
supervivencia física de los sujetos, pero no la validación personal ni emocional,
necesarias para consolidar su lugar en el mundo.

El uso de la libertad y del deliberado propósito de ser padres de las parejas in-
fértiles adoptantes contrasta con las inconsistencias de los padres de los niños
en protección, a causa de las cuales se interfiere la función de supervivencia,
justamente porque la maternidad y la paternidad se toman como una relación
de hecho, sin que ese propósito consciente y sus consecuencias se elaboren
con clara intencionalidad. Esto porque se parte del presupuesto de que así
las relaciones se den de hecho, por haber nacido en el seno de una familia o
haberse enamorado de alguien, la permanencia y la forma del vínculo se van
convirtiendo en un acto deliberado, por el paso del tiempo y por el cambio
asociado a las múltiples vicisitudes en la trayectoria de la vinculación. Estas po-
sibilidades de redecisión le dan sentido a las variadas formas de intervención
para fortalecer y hacer más consistentes los vínculos.

Cuando la supervivencia de los menores de edad se encuentra amenazada


por vinculaciones que no cumplen esta función, como en las situaciones de
las madres en alto riesgo, las familias con hijos en programas de protección
por maltrato o por abuso y aún en las de intento de suicidio de adolescentes,
la legislación ordena la intervención por parte de las instituciones del Estado.
Con esta intervención, el vínculo del niño con su familia entra en entredicho
y surge una compleja configuración intersistémica en la cual se establecen
distintas relaciones: el ICBF como vigía de los derechos, establece con los
padres unos vínculos de contención y delega en las ONG vínculos de protec-
ción, en una relación contractual que cumple la función de supervivencia, con
la expectativa de que también se cumpla con la función generativa y evolutiva.
La relación de los niños y de las familias con estos sistemas es forzada, por-
284
Vínculos, individuación y ecología humana

que aunque tiene una intención contenedora, la intervención por parte de


terceros, así sea por solicitud de alguno de los padres, no es vivida como una
relación contractual entre iguales, sino como una complementariedad vertical
ejercida desde el poder del Estado y fundada en las epistemes de los Dere-
chos Humanos y de la victimización.

Los rituales y los mitos de las instituciones y de los equipos de profesionales,


tal como lo mostraron las tesis con familias en protección, favorecen esa ver-
ticalidad que se cristaliza con frecuencia en prácticas disciplinares psicoedu-
cativas, cuya pretensión instruccional termina siendo una persuasión para que
los padres y las madres operen según teorías sobre la crianza y el buen trato.
Tales teorías han adquirido el carácter de normas sociales de comportamien-
to, con base en las cuales se justifica la sanción de las inadecuaciones de los
padres sin explícita consideración por su subcultura, su historia, sus creencias
ni sus vivencias, porque en esas prácticas profesionales e institucionales, los
niños y sus familiares son objetos deficitarios de la intervención y no sujetos
resilientes capaces y necesitados de colaboración y solidaridad.

Esto se relaciona inevitablemente con el encargo social y estatal en donde


predominan las intenciones de control más que las funciones evolutivas y
creativas, no contempladas además, porque, como lo señala Foucault (1999,
p. 327 y sgts; 2005, p. 108-111), las instituciones de salud y de protección
surgieron con la función de “policía” del Estado, en donde se mezclaron la
medicalización y la disciplina para preservar la fuerza de trabajo de la reciente
sociedad industrial a partir del siglo XVIII y, poco después, para reorganizar
la sociedad como medio de bienestar físico, de salud óptima y de longevidad.

En ese panorama todavía vigente, la familia tiene el doble papel de fijar los in-
dividuos a los sistemas disciplinarios y de llevarlos a confluir y a circular de un
sistema disciplinario a otro: de la casa a la escuela, al trabajo, a las instituciones
de salud y de protección, a la iglesia, etc. Cuando la familia deja de cumplir
su función, se introduce una serie de dispositivos disciplinarios como casas
para niños expósitos, orfanatos y hogares para delincuentes juveniles, para
mitigar esas deficiencias y proteger y alinear a la que se llama desde entonces
infancia en peligro. Surge así un dispositivo de asistencia social con la función
de constituir un tejido disciplinario para sustituir a la familia, reconstituirla o
prescindir de ella.

Aunque las actuales políticas de bienestar familiar en Colombia giran poco


a poco, en consonancia con los principios de un Estado social comunitario,
democrático y participativo, hacia la inclusión de la familia como un sujeto co-

285
Ángela Hernández Córdoba

lectivo con recursos, todavía predominan los programas y las prácticas profe-
sionales diseñadas para que las familias en dificultad le comprueben al Estado
sus competencias para ser adecuadas socializadoras de los individuos de la
sociedad.

En ese contexto de regulación social y como contracara de la familia ineficaz,


nace a fines del siglo XIX la función “psi”, de psicólogos, psiquiatras, psicoana-
listas, criminólogos, etc., la cual se ha extendido a los demás sistemas discipli-
narios, escolar, laboral, penitenciario, militar, etc. De esta forma, la psicología
como institución y como discurso empieza a controlar permanentemente los
dispositivos disciplinarios y a remitirse a la soberanía familiar como instancia
de verdad, a partir de la cual se definen y se describen todos los procesos que
ocurren en los dispositivos disciplinarios.

En otras palabras, la función “psi”, con base en las teorías sobre el desarro-
llo humano determinado desde las etapas tempranas de la vida, ofrece los
argumentos científicos para enfocar sobre la familia las causas del desorden
individual que inciden sobre el desorden social. Este tipo de argumentos es
naturalmente coherente con la perspectiva positivista y causalinealista, cuyos
efectos pretenden ser la predicción y el control de la realidad, desconociendo
que en la complejidad operan en forma simultánea los efectos inciertos de
sistema y la construcción permanente de los cambiantes mundos subjetivos.

En ese proceso de consolidación de las instancias disciplinarias de la sociedad


frente a la familia, se organiza una contradicción en los modelos de interven-
ción que aún persiste, pues si bien se le endilgan las responsabilidades, ella no
es abordada como contraparte solidaria en la socialización de los sujetos, sino
que la familia es tratada como culpable del desorden y excluida al enfocar la
intervención sobre el individuo aislado, tanto en el terreno médico como en
el educativo y en el de protección.

La fragilidad, la intermitencia y la inconsistencia son cualidades presentes en la


vinculación encontrada en los casos de intento de suicidio, depresión, inimpu-
tabilidad por trastorno psicótico, maltrato, abuso y desprotección, de modo
que las funciones generativas y creativas están tan empobrecidas como las de
supervivencia. Este hallazgo refuerza lo que ya se sabía al respecto y reafima
el cuestionamiento sobre el papel de las medidas institucionales en la cris-
talización como patologías de estas circunstancias de intenso y prolongado
sufrimiento. En esto juega un rol definitivo el diagnóstico en cuanto ritual de
inclusión, no sólo en el sistema médico sino también en los demás sistemas
que finalmente operan con esa misma lógica.

286
Vínculos, individuación y ecología humana

Las inconsistencias en la vinculación con la familia de origen y en las relaciones


de pareja, presentes en todos los tipos de problemas, ratifican la necesidad de
reconstruir, reparar o reemplazar estos lazos a través de la intervención y más
aún, de convertir los sistemas de ayuda en nichos generativos de vinculación.
Por otra parte, estos hallazgos relativizan la necesidad de diagnósticos dife-
renciales como condición previa para iniciar las intervenciones terapéuticas,
porque si se asume que la vinculación es la matriz ineludible de los proble-
mas y del cambio, la pregunta sería, en todos los casos, ¿hacia dónde quie-
ren direccionar las relaciones?, sin negar que sea una exigencia ética integrar
intervenciones complejas que incluyan desde la ayuda farmacológica hasta la
contención judicial, según sea el caso.

Se diría que la aparición de síntomas y de problemas relacionales se asocia


con una ritualización rígida, o por el contrario, con la desritualización, dado
que si el ritual es apaciguante, la desritualización es ansiogénica, porque se
pierde la eficacia organizadora de los rituales desplegados en el grupo social.
Como se requiere tiempo para crear nuevos rituales, mientras esto ocurre,
pueden aparecer alteraciones del comportamiento individual y relacional, las
cuales en ocasiones se instauran como rituales sustitutivos no generativos,
como pasa con las pautas de violencia y abuso que emergen a falta de mejores
formas de transar la satisfacción de las propias necesidades, como también lo
ha señalado Cyrulnik (1993).

Esas ambigüedades en la ritualización resultaron además llamativas en el pro-


ceso de inserción social pretendido con los adultos jóvenes desvinculados
de grupos armados irregulares, pues a pesar de las buenas intenciones de la
institucionalidad, los mecanismos intencionalmente diseñados para reforzar
su condición de sujetos sociales son prácticamente ausentes. Los programas
inspirados en la garantía de derechos enfatizan la preparación para la satis-
facción de las necesidades básicas, a través de actividades de capacitación
para que desarrollen en forma autogestionaria una vida productiva dentro del
sistema neoliberal imperante, pero no hay con ellos un diálogo deliberado
para deconstruir los sistemas de significación que daban sentido a sus antiguos
roles y para construir su nueva identidad en esta sociedad que ofrece inciertas
oportunidades, con lo cual se mantiene el riesgo de resquebrajamiento de la
subjetividad y de degradación de la humanización. No obstante, los resultados
también muestran que, a pesar de esas limitaciones del sistema institucional,
buen número de desvinculados sigue poniendo en juego su resiliencia y gene-
ra formas creativas de inclusión, aunque estas no siempre se ciñan a la lógica
convencional de lo deseable, en lo cual no se diferencian de la gran mayoría
de los ciudadanos colombianos con escasos recursos.

287
Ángela Hernández Córdoba

En los casos de violencia familiar y abuso sexual, la intervención psicoterapéu-


tica en donde se enmarcó su abordaje se constituyó en el mecanismo para
activar rituales protectores, tal como también sucedió en los demás procesos
de investigación-intervención que se ocuparon de otras alteraciones de la in-
dividuación asociadas a falta de rituales de intercambio afectivo y predominio
de rituales descalificantes, alimentados por creencias y mitos que cristalizan
la imagen de inadecuación y desmerecimiento del portador de los síntomas.

En cuanto a la presencialidad de los participantes del vínculo, los hallazgos


ratifican el peso de la historia y de la significación de las vinculaciones con las
figuras parentales y conyugales como motores para la activación del malestar
individual y los conflictos relacionales; es decir, la memoria y el sistema de
significación actúan por sí mismos, independientemente de la presencia física
de los protagonistas de los vínculos, y permanecen como anclas referenciales,
a no ser que haya procesos de cambio motivados intencionalmente para mo-
dificar ese andamiaje de la subjetividad y de la identidad.

Esas distinciones sobre la presencia de los actores del vínculo sugieren ade-
más criterios para organizar la intervención, pues se confirma que no es indis-
pensable contar con los actores de carne y hueso para favorecer el cambio,
sobre todo cuando las dificultades corresponden a esos anclajes que no tienen
la misma vigencia para todos los miembros de la familia. Esto se hizo evidente
en las intervenciones psicoterapéuticas conducidas en las tesis, pues todas re-
portaron cambios en la historia narrada y en la forma de asumir las relaciones,
a pesar de que en la mayoría fue imposible contar con familias completas.

La implementación de los operadores y de las cualidades de la vinculación


como criterios para comprender las configuraciones relacionales que emer-
gen junto con problemas clínicos y sociales específicos, permitirá ampliar
también el horizonte de la intervención, pues queda claro que, si bien los
sentimientos expresan la vivencia subjetiva de los vínculos, no los explican,
ni puede esperarse que la modificación de tales sentimientos vistos como
síntomas, por ejemplo de ansiedad o depresión, conduzca automáticamente
al mejoramiento de las relaciones, porque en definitiva estas constituyen el
contexto de la subjetividad. En esta vía, los resultados permiten enfatizar en
el papel que juegan los sistemas de ayuda en esa construcción del sujeto, así
como específicamente en la forma de comprender y abordar la autonomía
individual dentro de una perspectiva interaccional.

288
Vínculos, individuación y ecología humana

12.3 Ingreso a los sistemas de ayuda como ritual de inclusión

El ingreso de los sujetos a cada sistema de ayuda comienza por la evaluación


y el diagnóstico como rituales de inclusión. En cada tipo de institución, la eva-
luación y el diagnóstico son marcadores de contexto necesarios para orientar
el cumplimiento del encargo social específico, enfocado en la mayoría de los
casos, como se ha venido diciendo, a funciones de control, de alivio y de con-
tención de las desviaciones, con expectativas de que algún día los sujetos y las
familias sean autogestionarias.

Los efectos de la evaluación y del diagnóstico sobre los sujetos y las familias im-
plicadas varían en un continuo de inclusión–exclusión social y de favorecimiento
o de freno a la autonomía individual, en cuanto la asignación de una categoría a
una persona o una familia se convierte en el referente para la constitución de un
nuevo contrato relacional que condicionará la interacción de esa persona con
sus allegados y su participación en el conjunto social más amplio. Neuburger
(2003, p. 27 y ss.) denomina también a estos rituales, como “rituales de sumi-
sión”, en la medida en que las características del grupo están preconstituidas,
con criterios de expertos, de modo que al sujeto no le queda más que admitirlas
como referentes de su nueva identidad, total o parcialmente.

Esta relación se impone al sujeto sin que él la haya buscado directamente y


no exige ninguna solidaridad entre los miembros del grupo. No obstante, hoy
en día aumentan los grupos creados a partir de un diagnóstico (Alcohólicos
y Narcóticos Anónimos, grupos de pacientes psiquiátricos, de familias de pa-
cientes, de desplazados, de mujeres abusadas, etc.), en donde paradójicamen-
te se alimenta esa identidad para poder superarla.

La óptica con la que las instancias institucionales se aproximan a la caracte-


rización de las problemáticas, parte de una normatividad que obedece a la
función de control social y se basa en saberes centrados en la identificación de
los déficits y de los riesgos sobre la salud y el prometido bienestar por parte
del Estado protector y providente. Como afirma Foucault (1999, p. 253), “lo
que rige la sociedad ya no son los códigos sino la distinción permanente entre
lo normal y lo anormal, la tarea perpetua de restituir el sistema de la normali-
dad”, no necesariamente por demanda de los individuos, sino por delegación
de autoridad por parte del Estado a la medicina y a las disciplinas “psi”, con-
vertidas en autoridad social.

La legitimación de las clasificaciones de individuos y familias con base en con-


ceptos profesionales se constituye en una forma de reorganización de los

289
Ángela Hernández Córdoba

grupos humanos, la cual obliga a hacer un estudio detenido de las prácticas


de evaluación e intervención propias de cada contexto, porque en cuanto
prácticas ritualizadas como protocolos de atención, establecen unos modos
de comunicación jerarquizada, validados por epistemes legales y normativas
que parecen contradictorias con el favorecimiento de la autonomía ecode-
pendiente de los consultantes.

Para muchos profesionales el acto de evaluar y diagnosticar es simplemente


una más de las actividades técnicas de su ejercicio, en el cual ponen en juego
sus conocimientos y su saber, sin que develen el componente socio-cultural
subyacente. No obstante, como dice Victoria (sin fecha), el diagnóstico es un
ritual porque abarca los siguientes componentes: unas intencionalidades, ex-
plícitas e implícitas, del profesional y de los consultantes; unas concepciones
y expectativas sobre la vida, la muerte, el cuerpo, la salud, la enfermedad, el
bien y el mal; unas prácticas codificadas por el saber disciplinar; y un orden
preestablecido para el desarrollo de la experiencia, demarcado al interior de
un espacio propio y una temporalidad definida.

Este ritual se inicia con el ingreso de las personas al espacio de atención,


hecho que las convierte en “pacientes”, “víctimas”, “victimarios” o cualquier
otra denominación según corresponda al hecho de ser las “personas pro-
blema”, conforme al escenario donde se encuentren. Esa denominación es
adquirida gracias a la categorización que el mismo acto establece sobre los
participantes, la cual a su vez organiza y decide la secuencia gestual y verbal,
construida bajo las reglas de una sintaxis que permite enunciar sólo aquellos
signos elegidos por la ciencia específica.

Tras la anhelada objetividad, el profesional intenta limpiar el campo de la in-


termediación de toda subjetividad para evaluar y diagnosticar con precisión
al individuo y a la familia, pues actúa bajo la creencia en una incuestionable
verdad que legitima el diagnóstico como garante primordial de la curación
o del retorno al comportamiento deseable. Este ritual está marcado por la
ausencia de una verdadera interacción dialógica entre los sujetos, de modo
que la enfermedad o el problema desplazan al ser humano en búsqueda de
alguna “patología” legitimada y “patentada” por algún sistema de clasificación
y por algún modelo que representa la urgencia de la homogeneidad a costa
de la diversidad.

Así, la elaboración de la historia clínica, social, judicial o escolar según el caso,


desplaza además la construcción de la historia del ser humano, urdimbre
compleja de la producción del sentido de una vida que se teje con hilos bio-

290
Vínculos, individuación y ecología humana

lógicos, psíquicos, sociales, culturales, para dar paso al sentido de totalidad e


identidad.

Teniendo en cuenta que la atención de los síntomas psicológicos y relacionales


–suicidio, depresión, obesidad mórbida, Alzheimer, autismo, hiperactividad
infantil, problemas de la conducta sexual y hasta la violencia familiar-, está
atravesada por la intervención psiquiátrica, es útil recordar que la prueba de
realidad en psiquiatría trata de dar existencia como enfermedad a los motivos
aducidos para una intervención con una pregunta administrativa: ¿se puede
retranscribir en términos de síntomas y de enfermedad el motivo de la de-
manda de ayuda? La respuesta positiva a esa pregunta concede al saber psi-
quiátrico el poder de intervenir, como si el “paciente”, al decir de Foucault
(2005, p. 303 y ss.), le expresara a su tratante: “yo te entronizo como médico,
en cuanto te proporciono síntomas”.

Visto así, el interrogatorio psiquiátrico y los de otras profesiones que se han


inspirado en el modelo médico, se convierten en una forma de vinculación que
trata de fijar el individuo a su identidad de paciente o de persona problema,
obligándolo a reconocerse en su pasado y en una serie de acontecimientos de
su vida. Por esto, el interrogatorio “realiza” la locura y la inadecuación social
a través de cuatro procedimientos: 1) la búsqueda de antecedentes, pregun-
tando por las enfermedades y desviaciones de los ancentros; 2) la búsqueda
de pródromos, marcas de disposición o antecedentes individuales, intentando
mostrar que el problema existía desde antes de ser clasificable y que esos
signos eran sus condiciones de posibilidad; 3) la formulación de una conexión
entre responsabilidad y subjetividad. Si al psiquiatra no le importan los hechos
como tales sino el reconocimiento de ellos por parte del paciente como sínto-
mas subjetivos, para eximirlo de su responsabilidad, a otros profesionales de
las ciencias humanas les interesa el reconocimiento de los hechos para que el
individuo asuma su responsabilidad y sus consecuencias normativas o legales;
4) “Confesión central” o configuración de la conciencia de enfermedad o del
problema, como condición para que el profesional pueda intervenir.

Dichos procedimientos fueron identificados en las actuaciones institucionales,


no sólo en las tesis que se realizaron en el contexto de salud, sino también en
el educativo y en el de protección, por lo cual confirmaron la verticalidad y la
lógica normatizante y persuasiva de las intervenciones.

La pertinencia de esa prioridad de diagnosticar para poder intervenir no se


cuestiona dentro de esa lógica, pero para verdaderamente reconocer a los
sujetos como tales, sería necesaria una redefinición de la validez de esos pro-

291
Ángela Hernández Córdoba

cedimientos, para aceptar que la clave de la intervención no depende de un


diagnóstico preciso ni de la prescripción acertada por parte del operador,
sino que se funda en una relación dialógica, inscrita en un escenario en el que
los universos sociales, culturales y afectivos, incluidos los del profesional, par-
ticipan para construir interpretaciones, valoraciones y lecturas mutuamente
orientadoras, a partir de la interacción, porque es justamente en ella en donde
se teje la eficacia simbólica, clave del cambio.

12.4 Vinculación consigo mismo y construcción del sujeto

Si, como se planteó al comienzo del texto, la tarea de la psicología clínica es


contribuir a que los sujetos consoliden su autonomía en su contexto ecoló-
gico, es preciso ampliar un poco los hallazgos en este aspecto. Puede de-
cirse que, en todos los casos, los portadores de los problemas tenían una
inconsistente vinculación consigo mismos, cargada de sentimientos de culpa,
de autorreproches, desvalorización y descalificación, que les impedía hacerse
cargo de sí mismos y hacer uso de su libertad y de su deliberado propósito de
gestionar su vida. Ciertamente, en todos ellos, la presencia de los problemas
relacionales y de los síntomas individuales reflejaba el estancamiento de sus
funciones evolutivas y creativas, cuando no la amenaza a su supervivencia, por
la recurrencia de rituales de rechazo y de castigo hacia sí mismos, evidentes
por ejemplo en el descuido y en la inconformidad con su cuerpo, no sólo en
la obesidad y en la enfermedad física, sino también en los problemas de rendi-
miento escolar y aceptación de dificultades como la infertilidad.

Los resultados conducen a una reflexión específica sobre el lugar del cuerpo
en las intervenciones clínicas, pues no sólo alrededor de las enfermedades
físicas, aunque mayormente en ellas, el cuerpo se vuelve el foco de atención
y la razón de la existencia; en los trastornos de la alimentación y en las fases
críticas de las enfermedades letales, el mundo subjetivo está invadido por el
cuerpo y en lucha con él, en la medida en que no hay una aceptación de esa
presencia que se impone irremediablemente.

Los trabajos sobre enfermedades incapacitantes remarcaron la existencia de


un sistema antes invisible, conformado por el portador del problema y sus
cuidadores primarios. Esta dependencia para la supervivencia implica que el
cuidador pueda elegir si se convierte en un esclavo del enfermo o en un socio
colaborador de la transformación hacia el nuevo estado, de vida o de muerte.
Para esto, la organización familiar alrededor del portador de una enfermedad
incapacitante, tendría que participar activa e invariablemente en el sistema de
ayuda, pues es imposible, desde una óptica ecológica, reducir el problema a
un cuerpo aislado.
292
Vínculos, individuación y ecología humana

Los cuidados constituyen, según Saillant (1999), un conjunto de prácticas, sa-


beres, símbolos y comportamientos de ayuda que se despliegan en el acom-
pañamiento de personas fragilizadas, en su cuerpo y en su espíritu, durante
periodos más o menos largos. Vistos así, los cuidados no se limitan a la acción,
sino a su contexto, a través de una relación y como manifestación de un vín-
culo, en donde juegan la función de cura, cuidado, transformación y acompa-
ñamiento para vivir o para morir, entendiendo que, con una mirada ecológica,
la muerte es parte de la vida.

Para comprender ese sistema formado por el enfermo y sus cuidadores, la


misma autora recomienda tener en cuenta una serie de dimensiones. En pri-
mer lugar, el cuerpo como tal, cómo se vive, qué facilita y cómo dificulta la
existencia autónoma; en segundo lugar, las motivaciones y las obligaciones
morales que sostienen las relaciones entre el enfermo y sus cuidadores, con
más frecuencia mujeres, en sus roles de madres, esposas e hijas; en tercer
lugar, la simbolización de las formas de cuidado, ritualizadas y mediadas por
las epistemes médicas y los mitos ancestrales.

Como es obvio, los cuidados están atravesados por la dimensión temporal:


requieren tiempo, implican una serie de rutinas y funcionan a través de ci-
clos de mejoría o de empeoramiento; la enfermedad es una experiencia de
ruptura de la continuidad biográfica, pero el cuidado se puede igualmente
leer como una trayectoria autobiográfica de la relación que allí se suscita,
dentro de la cual se recompone la propia historia. Las enfermedades letales e
incapacitantes están además penetradas por la espiritualidad y la religiosidad,
de modo que es esperable el retorno a una práctica religiosa abandonada, la
búsqueda de espiritualidades alternativas y la creación de rituales privados,
necesarios dentro de una sociedad desacralizada, para significar este trance
de manera tolerable y mantener la esperanza de encontrar protección contra
los sufrimientos asociados a la enfermedad y conexiones con el más allá.

Además de esta alerta para no olvidar el cuerpo en la intervención clínica,


los resultados corroboran la validez de la modelización de las intervenciones,
basada en una lógica estratégica y unos procesos conversacionales reflexivos.
La evaluación inmediata y los seguimientos realizados, cuando ello fue posible
varios meses después de la intervención, mostraron la eficacia en el esclare-
cimiento y la activación de las funciones generadoras y creativas de la vincula-
ción consigo mismos, así como la actualización de los contratos relacionales,
excluyendo de ellos las conductas sintomáticas.

La perspectiva ecológica permite cuestionar además la expectativa social vi-


gente de la autosuficiencia como ideal y principal signo de individuación y
293
Ángela Hernández Córdoba

más bien ratifica la necesidad de convocar solidariamente a todos los actores


de las redes de pertenencia de los sujetos, sobre todo en sociedades como
la nuestra, en donde si no se comparten los recursos limitados existentes,
se alimentará la rapiña, la insana competencia y por tanto la fragilización y la
deshumanización de los vínculos.

12.5 Procesos y efectos de la psicoterapia y de la investigación – inter-


vención

Se diría con Knottnerus (1997) que la modelización de la psicoterapia y de la


investigación-intervención sistémica corresponde a una forma de ritualización
estratégica en función del cambio. Esta intención de cambio contrasta con
los propósitos de curación y de reinserción de los sujetos en los cauces de
la normatividad clínica, escolar, legal y, por tanto, se explican también así las
diferencias en los dispositivos de intervención. Como lo ha planteado House-
man (2003), paradójicamente, como el ritual, la psicoterapia tiene la función
de utilizar el poder conferido al oficiante por los participantes, para crear las
condiciones del cambio en la dirección deseada por ellos, pues por sí mismos
no lo han conseguido hasta el momento.

Dentro de los mecanismos generales y más eficaces en el desarrollo de los


procesos de intervención terapéutica y sistémica implementados en las tesis,
se destacan los siguientes:

En función de fortalecer la relación de los sujetos consigo mismos y de rede-


finir una identidad atada previamente al diagnóstico clínico o social que porta-
ban, se introdujeron en la conversación reflexiva cuestionamientos a los mitos
de desvalorización y a los rituales destructivos alrededor del cuerpo y de la
postura en las relaciones con los demás significativos.

En todos los casos se involucró al sistema familiar y cuando no todos es-


tuvieron presentes, se trabajó con los imaginarios para poner en escena las
epistemes, los mitos y los ritos anquilosantes, específicamente asociados al
problema, con el propósito de conectar el síntoma con estos sistemas de
creencias y sus interacciones, para flexibilizar las pautas rígidas que impedían
visualizar otros horizontes.

En la intervención con jóvenes en riesgo suicida, se prescribió un compromiso


de no auto-agresión como medida de contención y protección para continuar
el proceso; este compromiso que se mantuvo con el transcurrir del tiempo
según los resultados detallados en los seguimientos de los casos, daría además
294
Vínculos, individuación y ecología humana

cuenta de la fuerza de la vinculación que se puede alcanzar en los procesos


terapéuticos, cuando ellos mismos se constituyen en contextos de recons-
trucción de la capacidad para asumir deliberadamente la propia vida.

Teniendo en cuenta la perspectiva individual y lineal desde donde se habían


abordado los casos en la mayoría de las instituciones, cuando fue pertinente,
se cuestionó este paradigma para reencuadrar la concepción del problema,
moviendo a los consultantes a buscar nuevas alternativas de respuesta. Para
esto se emplearon técnicas de escenificación y de representación, con el fin
de que experimentaran en vivo otras realidades familiares. Adicionalmente,
poner en escena los operadores témporo-espaciales del vínculo, facilitó en los
consultantes la identificación de juegos relacionales que mantenían el síntoma,
cuando reproducían pautas inadecuadas y se cohibían en la expresión de sus
afectos, así como la viabilización del cambio cuando resignificaban los mitos y
reflexionaban sobre los rituales de estancamiento.

Se mantuvo una postura constante de connotación positiva basada en los re-


cursos y se validaron como únicas las historias narradas por los consultantes,
entendiendo que no se trataba de persuadirlos para que adoptaran las narrati-
vas de los terapeutas, sino de que reordenaran sus relatos dentro de una nue-
va lógica que le diera cabida a la aceptación de los hechos inmodificables y a
la construcción de nuevos sentidos, estos sí, siempre renovables. Se estimuló
la conversación sobre las excepciones para dilucidar los eventos en los cuales
se habían relacionado de manera constructiva, de manera tal que los consul-
tantes adoptaron una posición de metaobservadores, para apropiarse de sus
recursos disponibles para el cambio. Se usaron también prescripciones sobre
aspectos cognitivos y relacionales que favorecieran la emergencia de nuevos
rituales, para ejercer más eficazmente la parentalidad y la conyugalidad.

Si bien la terapia y la intervención sistémica son relaciones contractuales,


crean un contexto de confianza, en el cual los consultantes son sujetos signi-
ficativos para los agentes de intervención, así se trate de encuentros fugaces,
pues se asume que la confianza surge de una postura humanizante y no sólo
de la aplicación de unas técnicas comunicativas. Es importante recalcar que en
este tipo de intervención no es necesariamente la duración ni la permanencia
del vínculo entre consultantes y terapeutas lo que garantiza la potencia del
contexto de cambio, sino el ajuste de todas las cualidades de la vinculación
a las circunstancias del caso, como corresponde a una postura estratégica,
coherente con la mirada de complejidad.

La expresión de sentimientos se favoreció sobre todo con el fin de saldar deu-


das pendientes, para poder pasar a nuevas etapas de las relaciones y de la vida,
295
Ángela Hernández Córdoba

como ocurrió en los casos de enfermedades terminales. En estas se movili-


zaron además rituales en donde entraron nuevos miembros a la familia, para
poder afrontar las duras exigencias del momento, aprovechando los vínculos
de lealtad, activables siempre que se limpien los mitos que alimentan resenti-
mientos y rencillas. Las nuevas lecturas de las dinámicas familiares permitieron
promover el acercamiento afectivo, el fortalecimiento de los roles familiares,
la ampliación de los espacios de comunicación y de cercanía familiar.

Específicamente en trastornos como la depresión, los consultantes revisaron


la definición de sus síntomas como enfermedad hereditaria y advirtieron que
sus dilemas estaban relacionados con la dinámica de sus interacciones y la
forma como participaban en esos juegos. Asumieron que, más que una enfer-
medad, tenían una dificultad para intercambiar emociones y afecto y por tanto
se refugiaban en el síntoma como expresión fantasiosa de su inconformidad, al
no sentirse lo suficientemente valorados o ante la amenaza de fracaso.

En general, las personas que pasaron por la experiencia terapéutica sintieron


mejoría emocional, ampliaron sus experiencias vitales y tomaron decisiones
en sus relaciones. Se espera que los efectos de las intervenciones terapéuticas
tengan beneficios duraderos pero no definitivos, pues de hecho, los procesos
de vinculación son cambiantes e inestables y están sometidos a todos los vai-
venes de la complejidad de la vida; no se piensa en erradicar esa inestabilidad,
sino en activar mecanismos para que los consultantes la gestionen mejor y se
sientan en libertad de buscar ayuda cuando lo requieran, para aliviar su trave-
sía por el interminable recorrido de construcción del sí mismo.

Otra herramienta fundamental fueron los equipos reflexivos conformados


por los equipos de investigación-intervención, en compañía de algunos equi-
pos técnicos institucionales. Dentro del proceso interventivo su efecto fue
potente porque permitió contar con varios niveles de observación que com-
plejizaron la comprensión de los dilemas humanos y redireccionaron la tera-
pia en beneficio de los consultantes. De igual forma, intervenir en equipo con
las familias multiproblemáticas facilitó el manejo adecuado de la implicación
emocional generada en los terapeutas al escuchar las dolorosas historias de
vida de los consultantes, favoreció la regulación de la cercanía y el distancia-
miento e incrementó la versatilidad en la conducción del proceso.

La autorreferencia de los terapeutas fue un ingrediente esencial en la com-


prensión de los dilemas y un recurso de creatividad y de fortalecimiento de la
relación terapéutica. Como producto del proceso de investigación-interven-
ción, los terapeutas e interventores sistémicos revisaron sus posturas perso-

296
Vínculos, individuación y ecología humana

nales, sus epistemologías y las lecturas que hacían acerca de los problemas
que abordaron y todos complejizaron su mirada al compartirla y construir
conjuntamente con la familia nuevos horizontes relacionales, en donde cada
integrante se responsabilizara de su participación y tomara así decisiones fren-
te al cambio deseado.

Asimismo, hubo efectos específicos en los equipos de profesionales y en las


instituciones. En la observación inicial de los equipos institucionales se apreció
escasa continuidad y poca coherencia en los procesos de intervención, lleva-
dos en forma aislada por cada profesional, según los lineamientos técnicos
de su disciplina. En las instituciones donde la investigación-intervención lo-
gró incluir activamente en procesos reflexivos a los profesionales, se lograron
consensos y confluencias en torno a polarizaciones que existían previamente
en el abordaje de los casos, lo cual condujo a que asumieran la responsabilidad
compartida en las decisiones, reduciendo así los temores y la sobrecarga por
el manejo aislado de situaciones complejas. Esto promovió que los equipos se
sintieran más motivados y seguros para incluir a las familias en las decisiones,
con lo cual ellas le confirieron mayor credibilidad a los modelos de atención.

Por otra parte, surgieron cuestionamientos por el impacto ético y social de las
actuaciones profesionales e institucionales y la participación en el proyecto se
convirtió en un contexto de aprendizaje y de acompañamiento mutuo, nece-
sario para resolver las problemáticas de las poblaciones en mayor dificultad.
Como consecuencia de la investigación-intervención, se generaron cambios al
interior de las instituciones cuyos equipos técnicos participaron activamente
en el proceso. Algunos de esos cambios se refirieron a la apropiación de nue-
vos procedimientos de evaluación y de intervención, sobre todo en cuanto a
hacerlos más reflexivos y con la inclusión de más actores de las familias y de
los equipos multidisciplinarios. En general, el trabajo investigativo permitió
complejizar la mirada de la institución sobre el problema que abordaba y así
mismo enriquecer las posibilidades de actuación al respecto.

En particular, en el campo de la atención psicológica se confirmaron los bue-


nos efectos de otros modos de intervención, como conversatorios, grupos
de apoyo, acompañamiento en el tratamiento biomédico, etc., que pueden
resultar terapéuticos haciendo partícipes tanto a las familias como al equipo
profesional, (enfermeras, auxiliares, médicos, especialistas, trabajadores so-
ciales, jueces, educadores, etc.), a fin de potencializar los recursos y retroali-
mentar el modelo de atención institucional.

297
Ángela Hernández Córdoba

12.6 Posibilidades de existencia y consecuencias de una psicología clíni-


ca compleja

Con la información generada en esta investigación, surgen quizá más interro-


gantes y desafíos que respuestas acerca de las posibilidades de existencia de
una psicología clínica compleja. El primer interrogante remite al espacio dis-
ponible en la sociedad para su ejercicio, porque como se ha comentado, so-
bre todo en este último capítulo, pareciera que no es tan fácil la cohabitación
institucional de esta perspectiva promotora de la autonomía ecodependiente,
con las pretensiones normatizantes que por encargo estatal y social tienen en
el fondo las instituciones de salud, protección, educación y reinserción social.

Acogiendo la propuesta de Foucault (1990, p. 159 y ss.), habría que promover


el bienestar y la autonomía a través de tres tipos de medios: uno, transformar
el campo de las instituciones en un campo de investigación para monitorear
los cambios necesarios; dos, renovar las categorías conceptuales que dominan
las aproximaciones a la salud, el bienestar y las garantías sociales; tres, operar
un proceso de descentralización que acerque e integre al sujeto en la toma
de decisiones.

Esas sugerencias implican importantes cambios en las maneras de pensar y de


operar de las instituciones, para que dejen la postura de la sospecha, el déficit
y la consecuente necesidad de dirigir a los demás, por una postura verda-
deramente democrática, apreciativa, participativa y solidaria, coherente con
prácticas constructivas, basadas en diálogos generativos y horizontales. Si bien
este camino puede ser todavía largo y lento, continúa vigente la coyuntura
propia de la complejidad, por la cual es viable la coexistencia de la psicología
clínica compleja como alternativa a las demás modalidades de atención, admi-
tiendo que en cada ruta emergen formas diferentes de humanización.

Estas elecciones no pueden por supuesto depender de las preferencias perso-


nales o académicas de los profesionales, sino de que los operadores en psico-
logía y en las demás ciencias humanas se apropien de la responsabilidad social
y política de los efectos de sus actuaciones, sabiendo que la principal fuente
de evaluación y de verificación de estos efectos debe ser la voz misma de los
consultantes y beneficiarios de los servicios, así como la de los demás acto-
res profesionales, a través de la construcción de proyectos transdisciplinares,
porque los consultantes no pueden seguir siendo “objetos” de conocimiento,
sino ocupar su lugar como “sujetos” creadores de conocimiento.

298
Vínculos, individuación y ecología humana

Los hallazgos descritos confirman que precisamente la conjugación de todas


las dimensiones de la vida en la comprensión e intervención de los problemas
conduce a su despatologización, a pesar de subrayar la presencia de factores
genéticos y biológicos e impulsar a la construcción de explicaciones causales
basadas en principios de simultaneidad, confluencia y emergencia, que supe-
ren los riesgos reduccionistas de los paradigmas positivista y racionalista. Con
los conocimientos existentes en la actualidad, reducir la vida a una sola dimen-
sión es letal, porque produce deformaciones por la ignorancia de los mecani-
mos de la ecología y de la complejidad de la vida. Intervenir solo psicológica,
instruccional, legal o médicamente, implica desconocer los efectos contrarios
de propiciar contención y control sin estimulación del desarrollo del sujeto,
contando con sus condiciones biológicas e histórico-sociales. Las medidas en
sí no son adecuadas ni inadecuadas, pero su escasa articulación intencional y
sistemática puede ser deletérea.

En este sentido, la noción de emergencia como propiedad de los sistemas


complejos resulta fundamental para la creación de contextos de cambio en
donde los sujetos refuercen su autonomía y las instancias sociales potencien
la sinergia de sus actuaciones, porque si no se vislumbra y se aprovecha esta
capacidad, se continuará interviniendo con procedimientos que reproducen
las posturas de sobreadaptación y los discursos sobre lo deseable, como me-
canismo para manejarse en relaciones de control, en donde se perpetúan
formas de vinculación que conducen a la multiasistencia por la proliferación
de problemas, con frecuencia configurados por los expertos.

Desde el punto de vista investigativo, el método puesto a prueba produjo mu-


cha información y sobre todo la confianza en que al tomar el riesgo de la inno-
vación se crean nuevas realidades, sobre las cuales quedan muchas preguntas
por responder, ante todo acerca de cómo opera, en función del cambio, la
simultaneidad de la investigación y la intervención. En cuanto a las temáticas,
quedan abiertas muchas oportunidades, relativas por ejemplo a la investiga-
ción sobre los vínculos que crecen exponencialmente en el ciberespacio. Su
estudio requerirá sin duda el diseño efectivo de una investigación transdiscipli-
naria, ya que este fenómeno social que instaura nuevas tribus en un contexto
inasible conlleva la modelización de novedosos dispositivos para su estudio.

Los límites entre psicología clínica compleja y la transdisciplinariedad, depen-


derán de los límites de las unidades de supervivencia, de sentido y de cambio
asociadas a la forma como se definan los problemas, considerando que el mo-
vimiento entre la política, la norma, la dinámica de las relaciones, la conciencia
individual y los sentimientos no es armónico ni regular, sino tortuoso, incierto
y con frecuencia doloroso, y es allí donde cabe la psicología clínica compleja,
299
Ángela Hernández Córdoba

cuyos objetos y conceptos son justamente las relaciones consigo mismo y con
los demás, como contextos gestantes del mundo psíquico y subjetivo.

Los resultados de la investigación revalidan la confianza en la capacidad ge-


nerativa de los sistemas humanos, sean individuos, familias, instituciones o
comunidades y, por tanto, nos impulsan a continuar desafiando nuestra creati-
vidad disciplinar para asumir con espíritu solidario la cuota de responsabilidad
que nos confiere la sociedad para aportar al conocimiento de la condición
humana en evolución.

300
Vínculos, individuación y ecología humana

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el Departamento de Publicaciones.
de la Universidad Santo Tomás..
Bogotá, Colombia..
2010

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