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PERONISMO,

POPULISMO
Y POLÍTICA
ARGENTINA 1943-1955
Indice

Introducción.............................................................................. 13

C a p ít u l o p r im e r o

La segunda línea del liderazgo peronista: una revisión


de la conceptualización del populismo

El peronismo como movimiento populista..................... 24


La segunda línea del liderazgo p eron ista...................... 34
Juan A lilio Bramuglia: ¿un posUAe heredero de
P e ró n ? ............................................................................. 36
José Figuerola: el legado de la dictadura
p rim orriverista ............................................................... 40
Miguel Miranda: el apoyo de los nuevos
industriales.................................................................... 43
Dom ingo Mercante: ¿el corazón de P e ró n ? ............... 48
Angel Gabriel Borlenghi: el ministro de la aurora
hasta casi el o ca s o ...................................................... 51

C a p ít u l o s e g u n d o
El precio del éxito: Juan Atilio Bramuglia
y la crisis de Berlín

¿En el umbral de una Tercera Guerra M undial?......... 56


10 R aanan Rein

Arce, no; Bramuglia, s i .................................................... 59


Un David entre dos G o lia t............................................... 63
Dificultades y obstáculos.................................................. 70
La destitución de B ram u glia........................................... 75

Capítulo tercero
La s o c ia liza c ió n p olítica de la edu cación prim aria

Construcción de la infraestructura institucional y


orga n izativa........................................................................ 87
La peronización del sistema edu cativo........................... 97
Los nuevos textos p eron istas.......................................... 102
Historia y héroes nacionales........................................... 106

Capítulo cuarto
El P rim e r Deportista: uso y abuso d el d ep orte

Moderno, centralista y p op u la r....................................... 116


Patriotismo, lucha y disciplina........................................ 120
La Fundación Eva Perón y el fomento del d ep orte....... 125
La Unión de Estudiantes Secundarios (U .E .S .).............. 130
Los logros en la arena internacional.............................. 134

C apítulo guiNTo
La alianza Perón-Franco

1. Motivos ideológicos y la afinidad entre los


regím en es...................................................................... 149
2. Motivos políticos y diplom áticos...................................... 155
2a. Una alianza entre excluidos: similitud de
circunstancias internacionales............................ 155
2b. Una cuestión de honor nacional: retribución a
España por su apoyo en el p a sa d o ................... 157
2c. En salvaguardia de la soberanía n acional.......... 159
2d. Apoyo a España como una expresión de la
política de tercera posición ................................. 164
2e. Anticomunismo y el intento de reconciliación
con los Estados U n id o s ....................................... 167
Indice

3. Motivos econ óm icos.................................. ................... 172

C a p ít u l o s e x t o
El nacionalism o peronista y el legado hispánico

Perón, paladín de la H ispanidad..................................... 184


El desmoronamiento de la Hispanidad ..................... 192
El desenlace del lazo hispanista, hasta sudes-enlace 194
La campaña antiespañola................................................. 199
¡Adiós, Hispanidad! ¡Salve. Latinidad!............................ 203

C a p ít u l o s é p t im o

La Argentina y la partición de Palestina:


¿una tercera posición peronista?

Entre las tenazas de presiones conflictivas:


la abstención argen tin a..................................................... 212
Conflictos personales y disputas ideológicas................. 216
Arce: un show unipersonal .............................................. 218
Arce pro-árabe: Corominas pro-ju dío............................. 223

C a p ít u l o octavo

Las im ágenes conflictivas del peronism o en Israel


(1949-1955)

La imagen en Israel no es monocromática ni


hom ogénea........................................................................... 237
El establecimiento de relaciones entre am bos países .. 239
Acuerdo económico y visitas m u tu a s............................. 241
Las elecciones presidenciales en la A rgen tina.............. 243
La muerte de E v it a ........................................................... 246
La visita de Sharett a la A rgen tina................................. 250
Desde el levantamiento fallido de junio de 1955 hasta
la caída del régim en .......................................................... 251

Bibliografía................................................................................. 259

Indice on om ástico.................................................................... 279


f
Introducción

El peronismo es, sin duda alguna, uno de los temas más


investigados de la historia argentina moderna. La bibliografía
parcial y no exhaustiva que se publicó en 1993, al cum plirse medio
siglo del golpe de estado de. ju n io de 1943, del que Juan Domingo
Perón fue uno de sus artífices, incluye “sólo” 3392 artículos.1Desde
entonces se ha agregado al ya abarrotado anaquel, lógicamente,
una larga fila de libros y artículos publicados en la Argentina y en
el extranjero, en castellano y en otras lenguas. La primera pregunta
que surge, pues, es: ¿por qué otro libro sobre el peronismo?
La respuesta a ello es compleja. En primer término, mientras
que algunos aspectos han sido objeto de un vasto debate
historiográfico. com enzando por la cuestión del apoyo y la función
cumplida por la clase obrera en el ascenso de Perón entre 1943
y 19452 y las relaciones del gobierno con la Iglesia Católica. ' otros

' Laszlo Horvaüi (ed.), A H a lf Century qfPeronism , 1943-1993: An Interna­


tional Bihliography, lloover Instltution, Stanford University 1993.
2 Entre los aportes más importantes de los últimos años pueden señalarse:
Juan Carlos Torre, Im vieja guardia sindical y Perón: sobre los orígenes del
peronismo, Buenos Aires 1990; Joel Ilorowitz, Argentine Unions. the State & the
R ise o f Perón. 1930-1945, Derkeley 1990; David Tamariu. The A rgentine Labor
M ovem en l 1930-1945, Albuquerque 1985.
3 En los últimos años se lian añadido importantes trabajos, entre los que
se destacan: Lila Caimari. Perón y la Iglesia Católica: Religión. E stad o y sociedad
en la Argentina. 1943-1955, Buenos Aires 1995; Roberto Bosca, La Iglesia
nacional peronista. Factor religioso y pod er político. Buenos Aires 1997; y varios
14 R aanan Rein

que se refieren tanto a la política dom éstica como a las relaciones


exteriores del régimen durante el período 1946-1955 no han
recibido la atención suficiente. En segundo lugar, mientras que las
figuras, personalidades y concepciones de Perón y Evita han sido
el núcleo de reiteradas biografías y análisis/ esta afirmación no es
válida para otras figuras, que ocuparon puestos destacados en la
segunda línea del liderazgo peronista, personalidades de extracción
social y política variada (provenientes de la clase obrera, nuevos
industriales, militares, de las filas nacionalistas, etc.) y cuyos
papeles en la movilización de apoyo al carismático líder, en la
formación de la coalición peronista y en la modelación de la
doctrina peronista en aquellos años, aún quedan por revelar.5
Pareciera que numerosos historiadores han mordido el anzuelo de
la retórica populista sobre él lazo directo e inmediato que apa­
rentemente existía entre el líder carism ático y las masas. Si bien
Perón, com o enfatizaremos más adelante, eludió los canales
partidarios institucionalizados para poder dirigirse a diversos sectores
sociales, sobre todo de la clase obrera urbana, no dejó por ello de
establecer vías intermedias alternativas para movilizar el apoyo
popular.
Algunos de los capítulos del libro pretenden arrojar algo de luz-
sobre estas cuestiones, como la socialización política del sistema
de educación primaria, el uso y abuso del deporte, el nacionalismo
peronista y el legado hispánico v la política exterior y las relaciones
con la España franquista y con el Estado de Israel; también intento

artículos ríe Susana Bianchi, corno "La Iglesia Católica en los orígenes del
peronismo’ . Anuario IEHS (Tandil), N2 5 (1990): pp. 71-89; ídem. ‘ Catolicismo
V peronismo: la educación como campo de conflicto ( 194G-1955)", Anuario ZEUS,
N¡> 1 1 (1996): pp. 147-178.
4 listo es evidente en el último tiempo sobre todo en cuanto a la imagen
de Eva Perón, tanto en el plano de la cultura popular como en la producción
intelectual y académica. Véase, por ejemplo, los libros de Tomás Eloy Martínez,
Santa Evita. Buenos Aires 1995; Alicia Dujovnc Ortiz. Eva Perón ■ la biografía.
Buenos Aires 1995; asimismo caben mencionarse las películas de Alan Parker
("Evita”, EE. UU.1996) y la de .luán Carlos Desanzo ("Eva Perón", Argentina,
1996) y álbumes fotográficos como el de Tomás de Elía ¿i Juan Pablo Queiroz
(eds.), A n Intím ate Portrait o f Eva Perón, London 1997.
5 El único entre las personalidades de la segunda línea que ha sido objeto
de un renovado interés, aunque en forma parcial y limitada, es Domingo
Mercante, gracias a la biografía escrita por su hijo. Ver: Domingo Alfredo
Mercante, Mercante. El corazón de Perón, Buenos Aires 1995.
In trod u cción 15

analizar criticamente las figuras de Juan Atilio Bramuglia, Miguel


Miranda, Domingo Mercante. José Figuerola y Angel Borlenghi. algo
que no se ha hecho hasta ahora. Estos capítulos son también una
suerte de invitación para una investigación en estos sentidos, que
ponga al descubierto la complejidad del peronismo como fenómeno
social y la influencia de las luchas internas dentro del estado
burocrático peronista, a pesar del liderazgo personalista y carismático
de Perón, en la formación de distintas políticas y la falta de
homogeneidad en la toma de decisiones políticas.
Una tercera razón para escribir el presente libro, no menos
importante, reside en el hecho de que la historiografía del peronismo
está afectada en su mayoría por cierta inclinación política. El
peronismo escindió a la sociedad argentina en dos bandos rivales.
Para la clase obrera significó una mejora real de sus condiciones
de vida, su integración al sistema político y al aparato estatal y la
adquisición de confianza en sí m ism os y orgullo. Para muchos en
las clases media v alta y la mayoría de los intelectuales, en cambio,
la década peronista ha significado una experiencia traumática. No
tanto por la represión y la censura, que parte de ellos sufrió pero
que no era excepcional respecto del pasado y que sin duda se em pe­
queñece ante la represión a la que estuvo sometido el país después
del derrocam iento de Perón, com o por el hecho de que el peronismo
no respondía a su autoimagen com o argentinos ni encajaba en su
visión del rumbo que tomó la historia nacional desde que se obtuvo
la independencia política a com ienzos del siglo xix.
También los escritos posteriores de historiadores y sociólogos
argentinos, por lo tanto, al igual que las obras de escritores y
pensadores, fueron o bien una apología a Perón e himnos con loas
a su liderazgo carismático, o bien acusaciones que reprobaban los
crímenes de su “tiranía", presentando a su régimen como una
aberración que no podía ser explicada en términos racionales.0
Unos y otros han sido a su vez utilizados a menudo como
argum entos en enfrentamientos políticos posteriores. Desde esta
óptica es posible que precisamente historiadores extranjeros, como

fi Un excelente' artículo historiográfico que pasa revista a las diversas


tendencias en la investigación desde el derrocamiento de Perón en septiembre
de 1955y hasta finales cíe la década del 80 es el de Mariano Lien Plotkin, “Perón
y el peronismo: un ensayo bibliográfico". Estudios Interdisciplinartos d e Am érica
Latina y el Caribe, Vol. 2. N2 1 (1991): pp. 113-135.
16 Raanan Rein

yo mismo, libres de sospechas de pertenecer a alguno de los bandos


y que no están involucrados en la polílica argentina contemporá­
nea, puedan llegar a gozar de cierta ventaja al intentar examinar
el cuadro que ofrece la imagen del régimen, con sus claroscuros.
En el foco de este libro no se encuentran ni la persona de Perón
ni la de Evita, sino el proceso de peronización que tuvo lugar en
la Argentina durante su período de gobierno, además del camino
que iiizo el régimen desde el populismo reformista y democrático
de sus primeros dias hasta el populismo autoritario que lo carac­
terizaba en vísperas de su caída. La mayor parte de las investiga­
ciones interna definir el peronismo aplicando categorías rígidas a
lo largo de toda la década en cuestión t ly 16-1955). Personalmente,
creo que podremos comprender mejor el peronismo en su evolu­
ción: y pese a que se (rata de un periodo relativamente corto, no
es lo mismo el peronismo de 1946-47 que el de los años 1953-55.
El historiador por su parte debe cuidarse de teorías generales sobre
regímenes políticos y de las comparaciones con otros gobiernos en
otras tierras, en otros tiempos. En Lodo ello hay cierta medida de
abstracción, que nos aleja más de lo que nos acerca a un examen
sislemático de la historia política, social, económica y cultural de
la época. El debate sobre el carácter y la clasificación del peronismo
no ha llegado a su punto final. En esta etapa, el mejor aporte para
entender el movimiento y el régimen consiste en un análisis
metódico y sistemático de su polílica en diversas áreas y su
influencia en la vida argentina.
Me aboqué a la escritura de este libro tras diez años de
investigación sobre diversos aspectos de la política, la diplomacia
y la sociedad de la Argentina peronista. A lo largo de dicha década
he acumulado deudas de gratiLud para con bibliotecarios y em­
pleados de archivos en la Argentina. España. Estados Unidos, Gran
Bretaña e Israel. Mantuve fructíferos diálogos y recibí aliento de
colegas, tanto israelíes como extranjeros. No podré ser justo con
Lodos y agradecerles a cada uno de ellos: pero resulta imposible
no mencionar a algunos en particular.
Debo un agradecimiento especial a William Ratliff. del Hoover
InsLiLuLion en la Universidad de Slanford; a Miguel Unamuno,
director del Archivo General de la Nación de Buenos Aires: a mi
colega y amigo Raúl García Heras por ayudarme a obtener valio­
sísima documentación en el Centro de Estudios Nacionales, del
fondo del Archivo Frondizi y de la revista Qué Sucedió en 7 Días
que se encuentran allí; a la larga lista de personalidades, algunas
introdu cción 17

de ellas ya desaparecidas, que accedió a entrevistarse para esta


investigación y aportar su testimonio (la lista aparece en la bi­
bliografía), particularmente a Dardo Cúneo, Cristina Bramuglia,
María Graciela Bramuglia e Hipólito Jesús Paz; a mi colega y amigo
Mario Daniel Serraferro, que me permitió exponer algunas de las
ideas que aparecen en estas páginas en conferencias dictadas en
la Universidad de B elgra n oy que me alentó para que el libro fuera
publicado en la Argentina.
He recibido apoyo y estímulo en diversas etapas de la inves­
tigación y de la escritura de María Fernanda Arias, Jorge Bemetti,
Carlos Escudé. Beatriz Figallo. Horacio Gaggero. Ignacio Klich,
Silvina Montenegro. Mariano Ploikin, Adriana Puiggrós, Mario
Rapoport, Peter Ross, Leonardo Senkman; de mis colegas en la
Universidad de Tel Aviv, Miriam Eliav-Feldon. Tzvi Medin v Rosalie
Sltman. Debo también un agradecimiento a Daniel A. de Anchorena
y el plantel de la Editorial de Belgrano; a Elie/.er Nowodworski. que
tradujo fielm ente el manuscrito al castellano y también me ha
hecho algunas observaciones útiles como lector crítico.
Por último, com o en mis libros anteriores, debo un agrade­
cimiento especial a mi esposa, la doctora Monica Rein. historiadora
y fiel com pañera en la tarea de la escritura y la investigación
— de hecho, el tercer capitulo lo hemos escrito juntos— y a nuestros
hijos, Omer y Noa.
Capítulo primero

La segunda línea del liderazgo peronista: una


revisión de la conceptualización del populismo

El régim en peron ista y la doctrina que enarbolaba, el


justicialismo, han generado las más variadas y contradictorias
interpretaciones, fundamentadas en premisas ideológicas diversas
que sirvieron, en más de una oportunidad, a objetivos políticos
específicos. Las m últiples definiciones del peronismo han desvir­
tuado con frecuencia su propia esencia, más de lo que aclararon
las particularidades de su obra de gobierno. Perón mismo se
burlaba en sus m em orias de las diversas etiquetas que intentaron
adherirle: "Unos me llamaban fascista y otros nazi, y hasta dijeron
que era com unista y nazi, como si se pudiera ser nazi y comunista
al mismo tiempo” .1
La primera interpretación desde el punto de vista cronológico,
como señalaron el historiador Alberto Ciria y tras él Ricardo del
Barco, identificaba al régimen y su ideología com o nazi-fascista,
apareciendo ya en las últimas etapas del gobierno militar surgido
en junio de 1943. en el que Perón se convirtió en la figura
dominante y estableció una alianza con la clase trabajadora.
Llegado el "Coronel del Pueblo” al poder, ésta fue la opinión más
difundida entre sus opositores. El contexto internacional de la
época, en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial e
inmediatamente después de la contienda, planteaba en el seno del
debate público una dicotomía ideológica de fascismo contra de­

1Torcuato Luca de Tena et al.. Yo. Juan Domingo Perón. Barcelona, 1976.
p. 88.
20 R aan an Rein

mocracia. influyendo necesariamente en la forma en que los


everuos en la arena politica interna argentina eran concebidos.2
Liberales, socialistas y comunistas veían en el peronismo una
especie vernácula de nazi-fascismo, o de /ascismo criollo. La in­
fluencia de grupos nacionalistas, como la Alianza Libertadora
Nacionalista, y de ideas nacionalistas en las primeras etapas del
movimiento, su carácter personalista y los énfasis antimarxistas y
antiliberales evidentes que plagaban el discurso peronista, contri­
buyeron en conjunto a crear la impresión de una supuesta identidad
entre peronismo y fascismo.3
Tras la llamada Revolución Libertadora que derrocó al régimen
de Perón, esta interpretación se convirtió en la más dominante. El
peronismo era exhibido como un nacionalismo xenófobo y el Líder
o el Conductor como una versión local del Duce Mussolini. Perón,
por su parte, jam ás ocultó su admiración por el líder italiano ni
su voluntad de seguir sus pasos, aunque cuidándose de no cometer
los mismos errores.1
El investigador y jurista Carlos S. Fayt fue uno de los primeros
en presentaren forma sistemática el argumento de que el peronismo
es la versión argentina del fascismo italiano, para lo que encontraba
varios justificativos, a saber: (a) el hecho de que ambos movimientos
dieron primacía a la acción por encima de la doctrina; (b) la
exaltación de los valores del orden, la jerarquía y la disciplina; (c)
la negación, tanto del liberalismo como del marxismo: (d) la
identidad generada entre movimiento y doctrina con la nación, su
líder y sus deseos; (e) la negación de la lucha de clases y el intento
de establecer paulatinamente un régim en corporativo y (O la
concepción expansiva de los objetivos del Estado, supeditando al
individuo a nietas tales como la grandeza o la unidad de la nación.5
Sin duda, pueden encontrarse varias semejanzas externas
entre el fascismo y el peronismo, mas una interpretación de esta

1 Alberto Ciria, Perón y el ¡usíicialism o, Buenos Aires, 1971: Ricardo del


Barco, El régimen peronista, 1946-1955, Buenos Aires. 1983.
’ Un debate sistemático de las características del fascismo puede encontrarse
en Stanley (1. Payne, A History o j Fascism. 1914 1945, Madison. 1905.
4 (1. Blanksten, Perón's Argentina, Chicago. 1953, p. 279.
'Carlos S. Fayt rt al. La naturaleza del peronism o, Buenos Aires, 19G7. lina
presentación más sofisticada puede encontrarse en Paul H. Lcwis, "W as Perón
a FascisL? An In«|uiry into the Nature of Fascism", Journal o f Politics. Vol. 42.
No. 1 (1980): pp. 242-256.
La segu n d a lin ea d el lid era zgo peronista 21

índole no nos ayudará a com prender la realidad social y política


argentina en los años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial,
ni el significado que tuvo el peronismo para amplios sectores
sociales durante los años cuarenta y cincuenta.
Contrariamente a los regímenes fascistas surgidos en Europa
entre las dos guerras, la columna vertebral del régimen de Perón
estaba compuesta por partes considerables de la clasg.obrera y de
los sindicatos — investigadores como Seymour Lipset llegaron a la
problemática calificación del peronismo, por esta misma razón,
com o “fascismo de izquierda"— r' alienándose en forma paulatina de
las fuerzas tradicionales, com o por ejemplo estancieros, sectores
dentro de las fuerzas armadas y de la burguesía y, por último, de
la Iglesia Católica.7 La clase obrera argentina se benefició durante
la década peronista con mejoras salariales y de las condiciones
laborales v los servicios sanitarios, de bienestar y educativos, en
una medida que los trabajadores italianos, que se opusieron al
ascenso de Mussolini. no podían haber soñado siquiera. En el
primer gobierno de Perón ocuparon cargos ministeriales personas
con una trayectoria socialista o con antecedentes de activistas
gremiales, tales como el ministro del Interior Angel Borlengln y el
canciller Juan Bramuglia.'* Fue este profundo arraigo en el sector
trabajador el que posibilitó la supervivencia del peronismo tras su
derrocamiento en 1955.
Una de las características del fascismo europeo entre las dos
guerras mundiales era su carácter expansionista y su aspiración
a establecer un imperio. No puede encontrarse una tendencia en
este sentido en la Argentina de Perón, aunque sus com patriotas
hayan considerado desde siempre que les corresponde el liderazgo
de América del Sur; las políticas de acercamiento a los países
vecinos emprendidas por el Presidente entre 1953 y 1955 estaban

ü Seymour M. Lipset. The Political Man. London, 1965, pp. 170-173.


7 Sobre la base social que sustentó al peronismo existe un debate muy
amplio, al que no podremos entrar en este marco. Algunos de los aportes más
valiosos a esta polémica pueden encontrarse en: Manuel Moray Araujo e Ignacio
Llórente (comps.). El voto peronista, Buenos Aires, 1980: P. H. Smith, T h e Social
Base of Peronism". Hispanic Am erican Historical Review, Vol. 52, No. 1 (1972):
pp. 55-73: 10. Spencer Wellhofer, “Peronism in Argentina: The Social Base of Üie
First Regime, 1946-1955", The Jou rn a l ofDevelopincj Areas, Vol. 11, No. 3 (1977):
pp. 335-356: Walter Llttie, "The Popular Origins of Peronism". en D. Rock (ed.),
Argentina in the Tuientieth Century, London, 1975, pp. 167-178.
n José Luis de 1maz, Los que mandan, Buenos Aires, 1977, p. 19.
22 R aan an Rein

destinadas, en primer lugar, a diversificar los mercados de impor­


tación y de exportación, reduciendo así su dependencia económica
del neocolonialismo.9 El papel del liderazgo femenino junto a Perón,
personificado por Evita, tampoco es compatible con el estilo “ma-
chista” del fascismo.
El justicialism o como ideología fue presentado por Perón como
una aspiración a crear una síntesis entre cuatro componentes:
idealismo, materialismo, individualismo y colectivismo. Respecto
del fascismo europeo sostenía que había exagerado al fusionar
idealismo con colectivismo y que no había dejado espacio para el
individualismo o para una sana medida de materialismo. Además,
hubo investigadores que rechazaron el epíteto fascista para el
peronismo, puesto que veían en ello un intento de forzar un
concepto relevante a la Europa de entreguerras a un movimiento
y una sociedad de América Latina, es decir, una expresión de
eurocentrismo e imposición de conceptos ajenos a la realidad social
y política del subcontinente latinoamericano.
En la misma tendencia de ver el peronismo como fascismo,
hubo investigadores que sostuvieron que el régimen de Perón era
totalitario. El énfasis en esta interpretación se pone sobre la
apariencia de una participación activa de las masas en la modelación
de la vida política. Sociólogos, como el italo-argentino Gino Germani,
argumentaban que la democracia se basa en una participación real
de las masas en el proceso político, mientras que el peronismo,
como Lodo toLalilarismo, creó lan sólo una ilusión de que ésa era
la situación, implantando en los corazones de muchos la falsa
sensación de que también ellos se habían convertido en un factor
preponderante en las cuestiones públicas.10Tal com o veremos más
adelánte, esta interpretación supone también que la clase obrera
estaba escindida al ascender el peronismo, que únicamente obreros
carentes de educación y conciencia de clase apoyaron al Líder, y
que la función del proletariado en todos los acontecimientos fue
meram ente pasivo, premisas que no pueden ser apoyadas con
material investigativo.

9 Mónica Quijada, “El proyecto peronista de creación de un 'Aollverein


sudamericano, 1946-1955", Ciclos, No 6 (1994): pp. 145-172: Juan Perón,
Tercera Posición y Unidad latinoam ericana, Buenos Aires, 1985.
10 Gino Gcnnani, Política y sociedad en tina época de transición, Buenos
Aires, 1968, p. 319.
La segu n da lín ea d e l lid erazgo peronista 23

En el caso que nos ocupa, también el paradigma totalitario es


problemático. Incluso si aceptáramos la suposición de que el
régimen peronista comenzó a abrigar aspiraciones totalitarias,
como lo expresan la indoctrinación política del sistema educativo
y su aspiración a una hegemonía ideológica (ver al respecto el
capítulo tercero de este libro), no debem os olvidar que se trataba
de un régimen que accedió al poder tras elecciones libres y
honestas, como no había ocurrido hasta entonces en la historia
argent ina. Más aún, a lo largo de toda la década que ocupó el sillón
de Rivadavia. Perón se esmeró en cumplir con todos los procesos
de elecciones (presidenciales, legislativas, provinciales, etc.). En
todas estas oportunidades el peronismo obtuvo victorias en las
urnas, aumentando paulatinamente el escaso margen con que
había vencido en febrero de 1946, hasta llegar a casi dos tercios
de los votos en las elecciones presidenciales de noviembre de 1951.
Desde el punto de vista electoral, pues, el peronismo gozaba de
legitimidad democrática.
En una u otra medida se mantuvieron diversas características
pluralistas en la sociedad y en la política. Los partidos de la
oposición continuaron existiendo, siendo el principal de ellos la
Unión Cívica Radical, algunos de cuyos miembros ocuparon esca­
ños a lo largo de todo el periodo en cuestión. Si bien las actividades
de estos partidos se vieron restringidas, es imposible referirse a la
Argentina de aquellos años com o un sistema unipartidario. También
la libertad de expresión sufrió diversas limitaciones y el peronismo
com enzó gradualmente a apropiarse de los diversos m edios de
comunicaciones. Aun así continuaron publicándose periódicos y
revistas, destacándose el importante y antiguo diario La Nación, que
nunca pasó a ser controlado por el Estado. En la Argentina de Perón
se violaron los derechos humanos, mas no de la forma brulal y
amplia que caracterizó a la represión de la Alemania nazi o la Rusia
stalinista, o llegado el caso, en la propia Argentina posperonista.
No hubo ejecuciones ni desapariciones, aunque hay informes de
torturas a presos políticos y hubo algunos que se exiliaron por
tem or a ser asesinados. Es obvio que por haber llegado Perón a
la presidencia tras la guerra mundial y la derrota del fascismo, ello
lo alentó a mantener ciertas reglas democráticas, la primera de las
cuales, com o ya se mencionara, fue la celebración de las elecciones
legislativas y presidenciales.
24 Raanan Rein

El peronismo como movimiento populista

Existen, claro está, interpretaciones adicionales, aún más


problemáticas, que presentan al peronismo como una forma de
bonapartismo, comparaciones entre el liderazgo de Perón y el de
Bismarck en la Alemania de la segunda mitad del siglo xix o, una
interpretación posterior, que vió el peronismo como una etapa en
el proceso nacional y popular cuya meta final era el establecimiento
de un socialismo nacional. Sin embargo, pareciera que las más
relevantes de todas para comprender el peronismo son aquellas
interpretaciones que-lo- identifican con movimientos populistas
latinoamericanos. El populismo es uno de los términos más confusos
en el léxico político moderno. Ello se debe a dos motivos: en primer
lugar, distintos movimientos populistas en los siglos xix y xx
adoptaron formas diferentes en diversos lugares (Rusia. EE. UU..
América Latina). En segundo lugar, el uso frecuente del concepto
con connotaciones peyorativas, atribuidas tanto por políticos de
derecha como de izquierda a sus rivales, intentando increparles que
sus medidas están guiadas por criterios de popularidad a corto
plazo y no por “el bien de la Nación” o los "intereses del Estado”.
También investigadores de marcada tendencia hacia las iz­
quierdas adoptaron definiciones simplistas, que tampoco aclararon
el fenómeno. Así. por ejemplo, según Dale Johnson, el populismo
representaba poco más que la hábil demagogia de elites burguesas
que "atraían a determinados sectores de la clase media que no eran
propietarios, trabajadores y los sectores de la masa urbana con
derecho a voLo, que son capaces de controlar organizaciones
gremiales y populares” .11
De hecho, las raíces del populismo latinoamericano, al igual
que las del fascismo europeo, se encuentran en el mismo fenómeno
político, social y cultural conocido com o la entrada de las masas
a la política.12 Procesos acelerados de urbanización, de desarrollo
de industrias de sustitución de importaciones, de la “revolución"
del transporte y de las comunicaciones, que en Europa habían
sucedido mucho antes, comenzaron a crear en Am érica Latina tras

11 Citado en Lars Schoultz, The Popultst Challenge: Argentine Electoral


Mchavior in the Postular Era, Chapel HUI, 1983, p. 4.
13 Zeev Sternhel, The Fascist Thought and Its Variations (en hebreo). Tel
Aviv. 1988, p. 14.
La segu n d a linea d el lid era zgo peron ista 25

la prim era gran guerra un nuevo panorama económico y social, que


era tierra fértil para el surgim iento de nuevas ideas y nuevo
liderazgo. Los cambios en las vidas de millones de personas fueron
inmensos y, en tales circunstancias, se crearon grandes expectativas
de que se extendiera la participación política al conjunto de la
población, de que se mejoraran las condiciones de vida de las capas
trabajadoras y de que la distribución de las riquezas fuera algo
menos distorsionada.
Sólo que en la mayor parte de los países del subcontinente de
com ienzos del siglo xx continuaron gobernando las veteranas oli­
garquías. quienes en cooperación con alguna metrópoli financiera
(Gran Bretaña o los EE. UU.), fomentaron economías de cultivos
agrícolas o de materias primas destinadas a la exportación, ne­
gándose generalm ente a renunciar al monopolio del poder po­
lítico o a los privilegios de que gozaban de una u otra manera desde
que los países de la región habían obtenido la independencia
política en el primer cuarto del siglo xix. Regím enes autoritarios de
diversos signos tenían como meta proteger los intereses de la
oligarquía ante los "peligros" que planteaban la democratización
política y la radicalización social. Las expectativas no correspon­
didas de las masas comenzaron a crear agitación popular.13
El historiador Michael Conniff divide los movimientos popu­
listas en Am érica en dos épocas. Los que actuaron entre las dos
guerras mundiales, cuyas principales demandas eran de índole
política y pretendían un gobierno representativo y legítimo, diri­
gieron una política de masas, mas no tocaron temas sociales
significativos. En el caso argentino, un ejemplo de ello fue el partido
radical liderado por Hipólito Yrigoyen. que asumió el poder en 1916.
Los movimientos populistas posteriores a la Segunda Guerra M un­
dial. en cambio, debieron hacer frente a circunstancias económicas

13 La bibliografía acerca del populismo en América Latina es muy vasta.


Entre los trabajos más destarados podemos mencionar: Alistair Hennessy,
"Latín America", en G. lonescu and E. Gellner (eds.), Populism: Its M eanings and
N ationalCharacteristics, London, 19(>9: (lino Germani, A u tlioiita iia n ism Fascism
and National Populism, New Brunswick, 1978: Francisco C. Weffort, O populism o
na política brasileira, Sao Paulo, 1978: Femando Henrique Cardoso and Erizo
Faletto, D ependency and Developm ent in Latín America, Berkeley, 1979, cap. 4:
Michael L. ConnifT (ed.), la tin American Populism in Com parative Pers¡)ectlue,
Albuquerque New México, 1982: .losé Alvarez Junco y Ricardo González Leandri
(comps.), El populism o en España y América. Madrid. 1994.
26 Raanan Rein

y sociales diferentes, sobre el trasfondo de los procesos de indus­


trialización locales. Lo que los caracteriza es su desplazamiento del
énfasis y de los recursos, de la agricultura a la industria y sus
esfuerzos por incrementar la parte de la clase obrera en la repar­
tición de los ingresos nacionales.14
Los nuevos líderes populistas tenían una tendencia a ser más
autoritarios cuando se trataba del intento de imponer la solución
económica y social que conllevaba el desarrollo nacional. Bregaron
por movilizar masas de votantes mediante los medios de difusión.
La movilización de la clase obrera era vital y la mejora de su
condición económ ica un precio que esos dirigentes debían pagar
obligatoriamente para ello. También los movimientos populistas de
esta segunda etapa eran multiclasistas, aunque su fuerza principal
emanaba de la clase obrera urbana y de la burguesía industrial
nacional. En el caso argentino, el ejemplo más evidente es el del
movimiento peronista, coalición que incluía a la parte del ejército
que apoyaba los planes de industrialización para asegurar la
grandeza de la patria, diversos sectores de las clases medias, parte
de la burguesía nacional y, obviamente, la mayor parte de la clase
obrera. El punto de partida de Di Telia para examinar el populismo
continúa siendo válido: "un movimiento político que goza del apoyo
de la masa de la clase obrera urbana y/o del campesinado, pero
que no es el resultado del poder organizativo autónomo de ninguno
de estos sectores. También es apoyado por sectores de clases no
trabajadoras que sostienen una ideología que se opone al status
q u o ’ .15
La necesidad de hallar una solución a la cuestión social
mediante la integración de las masas, con el objeto de impedir una
fermentación prorrevolucionaria en su seno, es el núcleo del
populismo latinoamericano en general y del peronismo en parti­
cular. Ello no implica aún, obviamente, una ideología propiamente
dicha. Efectivamente las doctrinas populistas eran eclécticas y con
frecuencia incluían componentes contradictorios. Esta falta de
claridad ideológica se desprendía en primer lugar del hecho de que

14 Sobre la comparación entre Yrigoyen y Perón en este contexto, puede


consultarse: David Tamarin, “Yrigoyen and Perón: The Liniits of Argentine
Populism", en Oonniff, Latín Am erican Populism. pp. 31-45.
l5Torruato S. Di Telia, “Populism and Reform in Latin America", en Claudio
Veliz (ed.), Obstacles to Change in Latin America, London. 1965, p. 47.
La segu n d a linea del lid era zg o peron ista 27

estos m ovim ientos eran amplias coaliciones con representación de


sectores sociales variados, exceptuando las elites tradicionales y la
oposición revolucionaria. El peronismo, en tanto movimiento po­
pulista, ofrecía soluciones no violentas a varios problemas que
aquejaban a la sociedad urbana argentina. Por una parte rechazaba
a la oligarquía y por otra, a la revolución socialista, proponiendo
una vía reform ista intermedia en la que se enfatizaba el principio
estatista, o sea la preeminencia del Estado en las cuestiones
sociales y económicas para evitar distorsiones y garantizar el
progreso, aunque sin ningún propósito de cuestionar la propiedad
privada capitalista.
Al m ism o tiempo, el peronismo prometía la solidaridad social
para hacer frente a la alienación generada en la clase obrera en
el contexto del capitalismo industrial moderno, particularmente
entre los inmigrantes llegados del interior a las grandes ciudades,
y en especial a Buenos Aires. El peronismo glorificó el trabajo y
los trabajadores (uno de los títulos de Perón era, precisamente, el
del Primer Trabajador y en las reuniones multitudinarias solía
quitarse el saco), reconoció a los sindicatos y alentó su crecimiento,
bregando por la rehabilitación de diversos aspectos de la cultura
popular y del folclore, que hasta entonces habían sido despreciados
por las elites culturalmente orientadas hacia Europa. No en vano
solía insertar Perón en sus discursos lenguaje popular y alusiones
directas o indirectas a conocidos tangos.16 Según el sociólogo AJvarez
Junco:

"al convocarles como pueblo', y llam arles ‘colum na vertebral de


la patria’, el dirigente populista les proporciona un sentido de
com unidad y un conjunto de creencias que les protegen frente
al desam paro de la modernidad, frente a la liquidación de la visión
religiosa del m undo y de los lazos y form as de vida tradicionales".17

De cualquier manera, la combinación de una mejora real de


la situación de los trabajadores con el haber otorgado a los mismos
una fuerte sensación de pertenencia como parte importante y
orgánica de la nación argentina es la que explica la gran lealtad

16 Daniel James, Resistance and íntegratíon: Peronism and the Argentine


Working Class. ¡946-1976, New York, 1988, primera parte.
17José Alvarez Junco. "El populismo como problema”, en idem, El populismo
en España y Am érica, p. 27.
28 R aanan Rein

que manifestó la clase obrera hacia el peronismo durante mucho


tiempo.
Como todo m ovim iento populista, también al frenle del
peronismo había un líder carismático. El concepto de carisma. de
origen griego, suele definirse como “un don divino", refiriéndose
habitualmente a una cualidad particular, un poder o un talento
que otorga diversas capacidades a quien lo posee, contándose en
primer lugar la de despertar el apoyo popular apasionado para una
misión o para la conducción de asuntos hum anos.18
La mayor parte de la investigación académica llevada a cabo
sobre este lema desde la Segunda Guerra Mudial se basa en las
premisas establecidas por el sociólogo alemán Max Weber, quien
diferenció entre tres tipos de autoridad '<gítima. El primero de ellos,
basado en argumentos racionales, el segundo fundamentado en
argumentos tradicionales y el tercero en el carisma; este último
concepto, particularmente esquivo. Según Weber:

“El carism a girará sobre una característica particular de un


individuo, por la cual es separado de los dem ás y es tratado como
si contara con virtudes o cualidades supranaturales. supra-
hum anas, o por lo menos evidentemente excepcionales. Un
individuo común no puede llegar a poseer estas virtudes. Son
consideradas de origen divino o excepcionales y b asán d ose en ella
se trata al individuo que tenga tal virtud como si fuera un líder".19

¿Cuándo surge en escena la autoridad carismática? La mayor


parte de las investigaciones señala que en periodos de crisis,
cuando muchos sienten que pierden la capacidad de hacer frente
a la realidad circundante y buscan un líder que los conduzca por
una vía clara y que les suministre soluciones para sus dificultades
económicas, sociales o aquellas relacionadas con su identidad
colectiva.20 ¿Debe ser autoritario un liderazgo carismático? No
necesariamente. El hecho de que el reconocimiento de parte de los

Dean Keitli Simonion, Genius. Creativity. and Leadorship: Historiometric


inquines, Cambridge, Mass., 1984, p. 121.
19 Max Weber, Econom /and Society, New York, 19(58. Una traducción algo
diferente está en la edición española: Economía y sociedad, México D.F., 1944,
Tomo I. pp. 252-253.
No entraré en este marco al debate sobre la cuestión si debemos
referirnos a las circunstancias argentinas de comienzos de los años cuarenta
como de crisis social y quiebra institucional.
La segu n d a linea del liderazgo p eron ista 29

sometidos a la autoridad es decisivo para que el carisma tenga


validez,21 otorgando un cierto carácter democrático al lazo creado
entre el líder carism ático y las masas. Al menos en un comienzo,
dar la autoridad al líder carismático es un acto voluntario. En el
caso que nos ocupa, resulta claro que tras su ascenso al poder,
el líder carismático. o sea Perón, empleó su autoridad de manera
manipulativa para mantener en sus manos el poder y asegurar así
su supervivencia polílica. No obstante, en esta red de relaciones,
también el líder carismático depende de la masa y es impulsado
sin cesar a actuar y a volver a triunfar, para ju stificar y perpetuar
la magia del carisma.
Esta dinámica concuerda con otra característica populista del
peronismo, que es el constante intento de renovar el mandato
otorgado por el pueblo. Se trataba de un movimiento electoral, que
promovía la participación de los ciudadanos en la política y
movilizaba a grupos que hasta entonces eran ajenos a la vida
pública. En la década peronista se extendió el derecho al sufragio
al total de la población, se creó el Partido Peronista Femenino y
en las elecciones presidenciales de noviembre de 1951 votaron, por
primera vez. mujeres. Las escuelas para adultos, que funcionaban
en horarios nocturnos y brindaban la posibilidad de adquirir
conocimientos básicos como lectura y escritura, permitieron tam­
bién la movilización de analfabetos. La indoctrinacion en los
establecimientos de educación primaria y secundaria posibilitó la
socialización política de niños y jóvenes. Lo mismo puede afirmarse
acerca de la Unión de Estudiantes Secundarios (U.E.S.). La Fun­
dación Eva Perón construyó residencias para familias monoparen-
tales y también a la tercera edad se dispensó un trato preferencial.
Todo ello tenía com o meta posibilitar la aprobación permanente del
liderazgo carismático.
La m ayor parte de las investigaciones que versa sobre la
autoridad carism álica subraya el lazo directo forjado entre el líder
y las masas, creando, a mi entender, una deficiencia. Considero
que cabe cuestionar y recapacitar sobre esta cuestión esencial en
cuanto al peronismo. M adsenySnow , por ejemplo, en un importante
trabajo que desvía la atención del líder para enfocarla en las masas
que le dan poder, caracterizan el carisma de la siguiente manera:

21 Weber, loe. cit.


30 R aanan Rein

“E s una relación de Influencia m arcada por la asim etría, por su


carácter directo y, para el seguidor, por una gran pasión. La
asimetría significa que el lider tiene una profunda influencia en
las actitudes y en la conducta de quienes le siguen, pero que no
es cierto lo contrario: el seguidor suministra las importantes
reacciones que confieren poder..., pero su otra influencia en el
lider es acallada. L a con d ición d ire cta significa la ausencia d e
mediación sig n ifica n te en la relación, sea m ed ia n te estru ctu ra s
fo rm a le s o p or red es In form a les'’.2'2

Edward Shils, en un estudio anterior aunque no menos im­


portante, caraclerizó a los movimientos populistas com o aquellos
que reconocen la supremacía del pueblo sobre cualquier otra
norma y desean una relación directa entre el pueblo y su líder, sin
la mediación de instituciones.23
A menudo, los estudios que mencionan la relación directa entre
el líder y las masas se remiten también a la “irracionalidad” de esta
entrega. Este concepto de irracionalidad se refiere a actores que
no han visto correctamente cuáles eran sus “verdaderos” intereses
propios, por razones emocionales o de falsa conciencia, como si
alguien pudiera determ inar siempre qué es aquello que sirve a los
intereses "reales” de uno u otro grupo social.24 Esto nos devuelve
por un momento al debate inaugurado por las investigaciones de
Gino Germani sobre el apoyo obrero a Perón. El argumento
dominante durante un largo periodo fue que dicho apoyo venía
principalmente de los trabajadores "nuevos", aquellos que habían
inmigrado relativamente poco tiempo antes desde el interior del
país hacia Buenos Aires, en el contexto de los procesos de in­
dustrialización, principalmente de sustitución de importaciones, y
de urbanización en los años treinta. Según este argumento, estos
trabajadores tenían posturas tradicionales, estaban acostumbra­
dos al paternalismo autoritario, carecían de conciencia de clase y

22 Douglas Madscn and Petcr G. Snow, TJic Charism atic BoncL Political
Behavior in Times o f Crisis, Cambridge, Mass., 1991, p. 5. El subrayado es mió.
23 Edward Shils, The Torment o f Secrecy, London, 1956, pp. 98-104. El
subrayado es mío.
24 Para hacer justicia con Madsen y Snow, debe señalarse que ellos mismos
colocan un signo de interrogación a este enfoque. Para una discución acerca
de esta cuestión, ver: José Enrique Miguens, “The Presidential Elections of 1973
and tile End of Ideology", en Frederick C. Tum er and J. E. Miguens (eds.), J u a n
Perón and the Reshaping o f Argentina, Pittsburgh, 1983.
La se g u n d a lin ea del liderazgo peron ista 31

evitaban las posturas revolucionarias. Esta masa no educada era


impulsada, según se afirmaba, por criterios irracionales y cayó
como presa fácil en las redes del carisma de Perón. El encanto de
las manifestaciones m asivas en las que el individuo pierde su
criterio autónomo, y la incesante proclama de lemas a voz en cuello,
eran suficientes para garantizar su apoyo a Perón. Contrariamente
a ello, la clase obrera más antigua, formada en su mayoría por
trabajadores oriundos de Europa, era más educada y con mayor
conciencia de clase, por lo cual conservó, aparentemente, su lealtad
a los partidos de izquierda.25
Investigaciones revisionistas llevadas a cabo en las dos últimas
décadas cuestionaron la validez de esta interpretación. Dirigentes
sindicales veteranos tuvieron un papel destacado en el ascenso del
peronismo. En contraste con la Confederación General del Trabajo,
que pocos meses antes de la revolución de junio de 1943 se escindió
por cuestiones ideológicas y personales en CGT-1 y CGT-2. la clase
obrera no estaba dividida (entre ''antiguos" y “ nuevos”). Más aún,
la clase obrera no tuvo un papel pasivo en el proceso del ascenso
de Perón. No únicamente trabajadores “nuevos" y no agremiados,
sino que la mayor parte del movimiento sindicalista em pezó a dar
su apoyo a Perón entre 1943 y 1945. para defender sus propios
intereses, no los del Líder. El apoyo vino de todos los sectores
obreros, acorde con el proyecto reformista que habían comenzado
a cristalizar varios dirigentes en años anteriores.26
Asi como el argum ento de la supuesta división dentro de la
clase obrera no nos ayuda a comprender el amplio apoyo que
obtuvo Perón en 1945-1946, quisiera añadir que el argumento
sobre un lazo directo e inmediato entre el líder carismático y las
masas tampoco nos ayuda a comprender la modelación del m o­
vimiento y de la doctrina peronista. Mis propias investigaciones
revelan que los diversos historiadores que se ocuparon de la
Argentina han caído en la celada de la retórica peronista sobre el
mentado lazo directo, eludiendo casi por com pleto la función
mediadora de personalidades provenientes de diversos sectores

25 Germán!, Política y sociedad en una época de transición: Samuel L. Baily,


Ixubor Nationalism and Politics in Argentina, New Brunswick, 1967.
25 Miguel Murmis y Juan Carlos Portanüero, Estudio sobre los orígenes del
peronismo, Buenos Aires, 1971. Entre las investigaciones más nuevas pueden
señalarse: Tamarin, The A rgen tin e Labor M ovem ent Horowltz, A rgentine Unions,
the State &. the Rise o f Perón; Torre, La vieja guardia sindical y Perón.
32 R aan an Rein

sociales y políticos, cada uno de los cuales brindó su aporte a la


movilización de apoyo a Perón, a la estructuración de su liderazgo
y a la modelación de la doctrina justicialista. Si bien es cierto que
el líder rio utilizó los canales partidarios institucionalizados para
movilizar apoyo y para transmitir sus mensajes a las masas entre
los años 1943 y 1946. no es cierto afinnar que prescindió de la
función mediadora y que podía por sí mismo establecer el lazo
directo y continuo con las masas y activarlas según sus necesi­
dades.
Madsen y Snow. así com o Shils y otros, aunque ven inter­
mediarios en las relaciones entre el líder carismático y las masas,
sitúan este fenómeno en una etapa posterior, la de rutinización del
carisma:

"La rutinización comprende la transformación gradual de carism a


de u n a relación directa, concentrada y emocionalmente Intensa,
en una indirecta, dispersa y m enos pasional'.27

Sostienen estos autores que la primera etapa en el proceso de


rutinización del carisma está relacionada con la aparición de
funciones de mediación entre el líder y la masa que lo apoya, lo
que W eber denominaba “carism a de oficio":

“La em ergencia de tales funciones de intermediación... ocurre


gradualm ente, a medida que el lider encuentra más y m ás
dificultades para mantener lazos frecuentes y directos con su s
seguidores. Es un desarrollo q ue surge del éxito, de la necesidad
de tratar con un movimiento grande y disperso. Con una
transformación semejante, y particularmente si el lider carismático
se convierte en jefe de Estado, la capacidad de un lider asi de
m antener un lazo directo con su s seguidores disminuye en gran
medida".

En cambio, mi hipótesis es que dichos papeles de intermediarios


no surgen como consecuencia del éxito puesto que el éxito es
imposible de lograr sin estos intermediarios. Por ello, intento de
sostener que deben examinarse los intermediarios y la forma en

17 Madsen and Snow, The- C h a iism a tic Bonci, p. 25; E. Shils, “The
ConcentraUon and Dispersión of Charisma: Their Bearing on Economic Policy
in Underdeveloped Countrics", World Polities, Vol. 1 1 (1958): pp. 1-19.
La segu n da linea de! lid erazgo peronista 33

que acumulan cierta medida de poder y de prestigio propio como


consecuencia de la función que cumplen, recién después de la jura
de Perón como Primer Magistrado en jun io de 1946 (¡y hay quienes
sostendrán que recién después de su derrocamiento en septiembre
de 1955!). nos planteará dificultades en nuestro intento de com ­
prender el proceso de modelación del peronismo como movimiento
y doctrina en la etapa del trienio que comienza en ju n io de 1913
y culmina con la entrega del mando a Perón.
Hay investigadores del populismo que se refieren a Perón como
a un caudillo del siglo xix, quizá como consecuencia de la propa­
gando antiperonista contemporánea, que presentaba al régimen
com o una reedición de la tiranía de Juan Manuel de Rosas.2* Sin
embargo, no es posible transferir la figura del Restaurador a las
condiciones y la realidad de una sociedad en vías de modernización,
después de la Segunda Guerra Mundial. El lazo directo con las
masas, que era posible en una sociedad protourbanay preindusliial.
resultaba impracticable en la Argentina de los cuarenta.
Para que la masa sea activada por la retórica del líder carismático
y para que traduzca dicha acción en depositar la papeleta correcta
en las urnas, se requiere un trabajo previo de preparación por parte
de factores intermediarios, que en el caso peronista no fueron ni
los partidos establecidos ni organizaciones con largo arraigo en la
vida política local, sino diversas personalidades y organizaciones
con una presencia relativamente nueva en el panorama, surgidos
poco antes de la llegada al gobierno y diversas agencias guberna­
mentales después de asumir el mando. La historiografía, que dedicó
un lugar tan extenso a tratar las figuras de Perón y la de su
com pañera Evita, casi rio se ocupó del papel que jugó la segunda
linea del liderazgo peronista. Personalidades como Juan Atilio
Bramuglia y Angel Borlenghi sirvieron como importantes eslabones
de enlace para movilizar a la clase obrera y para agudizar los énfasis
sociales del peronismo; el coronel Domingo Mercante contribuyó a
garantizar la posición de Perón, tanto en el seno del ejército como
de los sindicatos; el industrial Miguel Miranda actuó en el marco
de la burguesía industrial nacional y José Figuerola trajo consigo

-MAsí, por ejemplo, A. ti. Ven Niekerk, Populism and Political Developm ent
in Latin Am erica, Rotterdam, 1974.
34 Raanan Rein

de España un bagaje ideológico que fortalecía tendencias naciona­


listas y corporativistas en la doctrina justicialista.
Con el tiempo, el propio Perón fue víctim a de su propia retórica
y comenzó a creer que no necesitaba a nadie para movilizar el apoyo
masivo. Fue desprendiéndose gradualmente de la mayor parte de
las personas que cumplieron un papel clave en su ascenso y en
la construcción de su fuerza, incluyendo a Bramuglia, Mercante,
Figuerola y Miranda, rodeándose de colaboradores serviles que a
todo respondían amén y que carecían de una base de apoyo
independiente o de una capacidad propia de movilización. Es lo que
Guido Di Telia definió en una oportunidad como:

"prácticas muy personalistas y arbitrarias que tanto le habian


c o lla d o [a Perón)... en términos de respetabilidad y aceptación
pública... la característica inevitable de un dirigente carismático
que no puede soportar competencia algu n a".29

Creo que ello aportó a cierta medida de desconexión entre Perón


y cuanto ocurría en la sociedad. Pero hay más: fue éste uno de los
factores que atrofiaron al peronismo en el poder y lo convirtieron
de un populismo reformista en un populismo autoritario, llevando
después a la caída del régimen. En este contexto corresponde
discernir entre dos tipos de burocracia intermediadora: la de tipo
representativo, de gente que goza de prestigio y reputación por
derecho propio y está anclada en diversos sectores sociales y la
puramente tecnócrata y funcional, que carece de base propia y no
tiene una fuerza real, que sirve sólo com o instrumento en manos
del líder para dominar a la masa. En este último caso hay un
distanciamiento entre la base social y el régimen y aumenta la
alienación de las masas.

La segunda linea del liderazgo peronista

Una de las maneras de demostrar mi hipótesis sobre la


exisLencia de mediadores entre el líder carismático y las masas, ya
en las etapas iniciales, es mediante una investigación minuciosa
de la segunda línea del liderazgo peronista, que posibilitó la victoria

29 Cuido Di Telia, Perón Perón. 1973-1976, Buenos Aires, 1983. p. 108.


La segu n d a línea del lid e ra zg o peron ista 35

en los com icios de lebrero de 1946 y su afianzamiento en el poder,


junto a la modelación de la doctrina justicialista. No es mi intención
exponer un trabajo de tal envergadura en el marco de este libro,
que se ocupa de diversos aspectos del régimen peronista. Quisiera
dar aqui algunos ejemplos breves para explicar la necesidad y la
importancia de una investigación de este tipo.
La ideología justicialista fue de índole ecléctica como resultado
de la heterogeneidad de la coalición peronista y de la necesidad de
responder a las necesidades de diversos sectores sociales.30 Sin
embargo, ello se debía también a las diferentes Influencias de varias
figuras centrales que se encontraban en el entorno más cercano
a Perón entre 1943 y 1946, especialmente en la Secretaria de
Trabajo y Previsión Social. No pretendem os con ello decir que Perón
no contaba con posiciones propias y que estaba expuesto a la
decisiva influencia de sus allegados. Sin embargo, Carlos Fayt no
se equivocó demasiado al afirmar que:

"Dotado de una receptividad mental poco común, comprendía


[Perón] Inmediatamente lo que le explicaban su s asesores y tuvo
el Uno de dejar hacer, firmando los decretos que éstos elabora­
ban... V 1

La investigación histórica aún no ha respondido en forma


satisfactoria a este desafio de exam inar el aporte ideológico y la
función política que cupo a estos asesores. Las páginas siguientes
son una especia de invitación a realizar un trabajo de este tipo,
que demuestre que el peronismo de los años cuarenta y cincuenta
poseía una heterogeneidad y com plejidad mayores de lo que su
propia imagen monolítica aparentaba.

110 Perón mismo no desmintió dicho eclecticismo: “En primer luuar. no


somos sectarios... obedecemos a los hechos... Si en el comunismo hay una cosa
que podemos tomarla. la tomamos, no nos asustan los nombres. Si el fascismo,
el anarquismo o el comunismo tienen algo bueno, lo tomamos...". Citado en
Cristián Buchruckcr, Nacionalism o y [x ro n is m o : la Argentina en la crisis
ideológica m undial (1927-1955). Buenos Aires, 1987. p. 325.
Debe recordarse que la doctrina peronista fue cristalizada en un periodo
relativamente tardío, después de la llegada al poder, aunque tampoco tras ello
se elaboró una ideología ordenada en forma sistemática. Uno de los primeros
Intentos de sistematización se encuentra en el libro de Raúl A. Mende, El
ju sticia lism o doctrina y realidad peronista, Buenos Aires, 1950.
31 Fayt, La naturaleza del peronismo, p. 10G.
36 Raanan Rein

Juan Atilio Bramuglia: ¿un posible heredero de Perón?

Bramuglia era sin duda el más eminente y talentoso de los


ministros de la primera presidencia de Juan Perón. Esta opinión
era compartida por observadores argentinos y extranjeros contem­
poráneos. tanto peronistas como opositores. El embajador esta­
dounidense George Messersmith lo definió com o “uno de los dos
miembros más destacados del gabinete argentino”. Diplomáticos
británicos, con arrogancia típica, lo describieron como “ una per­
sona razonablemente sensible para tratarse de un argentino".
Moisés T off (Moshé Tov), encargado de las relaciones con América
Latina en el Ministerio de Relaciones Exteriores israelí, escribió en
sus memorias que "Bramuglia era un hombre inteligente, estudio­
so, diestro en el manejo de los asuntos, sencillo en el trato y discreto
en su relación humana”.32
Un self made man, hijo de inmigrantes italianos que aban­
donaron su tierra en los años 80 del siglo xix por los problemas
políticos con que se toparon a consecuencia de sus actividades
anarquistas. Bramuglia nació en 1903 en Chascomús, provincia de
Buenos Aires. Huérfano desde muy joven, debió trabajar para su
sustento desde que tenía nueve años de edad, mientras simultá­
neamente continuaba sus estudios escolares y posteriormente
universitarios hasta com pletar un doctorado en Derecho.33 Su
especialización fue en el área laboral y. entre otras cosas, dictó
clases sobre Derecho del Trabajo en la Facultad Nacional de La
Plata. A com ienzos de los años veinte se adhirió a las filas del

32 George S. Messersmith Papers, University of Delaware Library, Newark,


Delaware (en adelante GSM Papers) 12 and 31 March, 1947: C.A. MacDonald,
“'Hie U.S.. Britain and Argentina in the Years Immediately after the Second
World War", en Guido Di Telia and D.C. Platt (eds.), The Political Economy o f
Argentina, ¡880-1946. Oxford, 1986, p. 186: Mnslie Tov, El m urmullo d e Israel -
historial diplomático, Jerusalén, 1983, p. 98. El autor del presente se encuentra
abocado a la tarea de escribir una biografía política de Bramuglia.
a Los datos biográficos de Bramuglia se basan, entre otras cosas, en mis
entrevistas con sus sobrinas Cristina Bramuglia (Buenos Aires, 15-4-96) y María
Graciela Bramuglia (Buenos Aires, 1(5-4-96) y con su hijo, Carlos A. Bramuglia
(Buenos Aires, 22-6-89), asi como en una carta enviada por Bramuglia al director
del diario nacionalista La Fronda en octubre de 1941, en la cual protestaba que
se le hubiera calificado de comunista y presentaba su credo social y político: Juan
Aülio Bramuglia Papers, I Ioover Insütution, Stanlord University (en adelante JAD
Papers), Bramuglia a Delfín Medina, 5-10-41. Véase también Juan Pinto. Dic­
cionario de la República Argentina, Buenos Aires, 1950. p. 123.
La segu n d a linea de! liderazgo p eron ista 37

Partido Socialista y algunos años después era considerado el


ahijado de Mario Bravo.3'1 Fue asesor letrado de varios gremios,
como el de los telefónicos, los tranviarios y los ferroviarios, además
de consejero de la Confederación Obrera Argentina y de la Con­
federación Nacional del Trabajo. A com ienzos de los cuarenta,
Bramuglia ya era una figura conocida y con influencia en la cúpula
del movimiento sindical.
Tras la intervención de la Unión Ferroviaria por parle del
gobierno en agosto de 1943, el interventor, capitán de fragata Raúl
A. Puyol, entre otras cosas declaró cesante al asesor letrado
Bramuglia. Despues que Perón se luzo cargo del Departamento de
Trabajo, convirtiéndolo al poco tiempo en Secretaria Nacional, con
todas las atribuciones de un ministerio, Bramuglia alentó a un
grupo de miembros de la Unión Ferroviaria, encabezados por Luis
Monzalvo, a que cooperara con Perón y m ovilizara con tal fin a las
bases del sindicato.35 Según el testimonio de. José Domenech, ex
presidente de la U. F. y ex Secretario General de la C.G.T.:

"La U. F. fue la base del peronismo en el país. Porque yo tengo


que decirlo con franqueza, diciendo absolutam ente la verdad, que
el 99% de los dirigentes de la U. F., todos se hicieron peronistas
[.. | B ram uglia fue el Jefe, digám oslo asi, el jefe que aconsejó a
todos los dem ás m iem bros de la Comisión Directiva y a todas las
Com isiones Directivas y los llevó a todos al peronism o".36

Bramuglia. que desde hacía algunos años había perdido la


esperanza de que el Partido Socialista Argentino pudiera modificar
la realidad social y política y movilizar a la clase obrera, estableció
contacto con el coronel y se sumó a la Secretaría de Trabajo y
Previsión, que muy pronto comenzó a funcionar como un taller para
la modelación de leyes laborales y de bienestar, con el cargo de
director de Previsión Social.37

H Entrevista del autor con Dardo Cúneo (Buenos Aires, 26-4-96).


■ Luis Monzalvo, Testigo d e la primera hora del peronismo, Buenos Aires,
1974.
'1° Entrevista con José Domenech, Proyecto de Historia Oral, Instituto Di
Telia (Buenos Aires), I!. p. 177. Véase también Hugo del Campo, Sindicalismo
y peronismo - los com ienzos de un vinculo perdurable, Buenos Aires, l íiH.'i, II
parte.
17 Sobre sus posturas sociales y sus esfuerzos para asegurar jubilaciones
a toda la clase obrera pueden verse sus publicaciones: Jubilaciones ferroviarias:
38 R aanan Rein

El logro más importante que obtuvo allí fue que se dictaran


decretos-leyes que ampliaron el régimen de jubilaciones a distintos
sectores de la clase obrera. En el ámbito personal demostró
rápidamente a Perón que era leal, hacendoso y eficaz, no sólo en
cuanto se referia a la legislación, sino también en la movilización
de apoyo político a su liderazgo.
En diciembre de 1944 Perón logró obtener el nombramiento de
Bramuglia como interventor federal en la provincia de Buenos
Aires, la clave política de lodo éxito para una campaña tendiente
a conquistar la presidencia de la República.38 En pocos meses
comenzó a cristalizar con éxito la coalición de partidarios de Perón
en la provincia más grande e importante del país. Bramuglia
desarrolló una actividad cuyo objetivo era fundamentar v ampliar
el círculo de adeptos obreros en el proyecto peronista y la captación
de simpatizantes de la clase media, que comprendieron que el
proyecto prometía una administración pública más grande, lo que
se traducía de inmediato en multitud de puestos a cubrir. Al mismo
tiempo logró seducir a personalidades políticas del partido radica!
para que se adhirieran a su obra de gobierno provincial.39 Estos
tenían destinado un papel en la movilización de partidarios de la
clase media a la candidatura de Perón a la presidencia.
Esta política tuvo su expresión también en el plano nacional,
cuando en agosto de 1945, por la presión ejercida por la cúpula
de la Armada, el gobierno encabezado por el general Edelmiro J.
Farrell fue reorganizado. Perón aprovechó la oportunidad para
obtener los nombramientos de tres personalidades de la segunda
y tercera linea del partido radical, a quienes había logrado convertir
a su causa. Como ministro del Interior asumió Hortensio Quijano,
antiguo yrigoyenista que después ocuparía la vicepresidencia junto
a Perón, hasta su muerte en 1952; com o ministro de Haciendajuró

la influencia de la acción sindical d e los trabajadores en la form ación de las leyes,


Buenos Aires, 1941; La previsión social argentina: principio de ~no acum ulación"
o concepto de incompatibilidad de las leyes, Buenos Aires, 1942: El nuevo
derecho social argentino. La Plata, 1945. Ver también las recomendaciones de
Bramuglia a la Comisión Directiva de la Unión Ferroviaria, en las que sugiere
que se amplíe la actividad entre los trabajadores, tanto en el área laboral como
en el área cultural (JAB Papers, 20.4.37).
38 El Día (La Plata), 29-12-44.
39Al respecto puede verse, entre otros trabajos, Pedro Molina, “La Renovación
Radical en Buenos Aires (1941-1946)". Desmemoria, N- 7 (1995): pp. 44-56.
La s eg u n d a lin ea del liderazgo p eron ista 39

Armando Antille y com o ministro de Relaciones Exteriores el ex


diputado nacional Juan Cooke, cuyo apoyo a los Aliados durante
la Segunda Guerra Mundial debia ayudar al gobierno de Tacto a
mejorar sus relaciones con los EE. UU. Si bien la Unión Cívica
Radical expulsó de sus filas a los tres, esta ju gad a de Perón era
una demostración de sus esfuerzos por establecer una coalición
política amplia y diversificada, que pudiera garantizar su victoria
sobre el partido radical, considerado hasta entonces com o el más
grande y tuerte del sistema político argentino.
Este éxito de Bramuglia generó inquietud en los círculos que
se oponían a las aspiraciones presidencialistas de Perón. Bramuglia
debió resignar al cargo por la oposición que le planteó el mando
de Campo de Mayo, cuya cúpula se iba apartando del entonces
vicepresidente, volcándose hacia la oposición. En la campaña
presidencial. Bramuglia ocupó el cargo estratégico de Presidente de
la Junta Nacional de Coordinación de los Partidos Políticos Re­
volucionarios, debiendo maniobrar sin cesar entre laboristas, ex
radicales y conservadores.'10 Respecto de su propia carrera política,
el partido Laborista deseaba postularlo como candidato a gober­
nador de la provincia de Buenos Aires, a la que ya había Lenkio
oportunidad de conocer a fondo. Perón encaró a los dirigentes de
aquel partido para aclararles que incluiría a Bramuglia como
ministro en su gabinete, por lo que debían elegir otro candidato.41
Pero la cartera que m ás anhelaba Bramuglia, la del Trabajo, no fue
la que Perón le tenía reservada, por temor a que desde aquel puesto
pudiera el joven abogado laboral cimentar una luer/.a de apoyo
independiente. Por tal razón lo designó canciller, para que pudiera
aportar a mejorar la imagen internacional del régimen y fortalecer
la posición argentina sin poner en peligro el status dom éstico del
Líder.
Sobre su desem peño como miembro del gabinete de Perón
tenemos el testimonio de Raúl Margueirat, a la sazón director de
Ceremonial del Estado, quien afirmó que Bramuglia y Borlenghi
eran los únicos ministros que generalmente expresaban sus opi­
niones en las reuniones del gobierno: los otros ministros eran

40 En mayo de 1946 se le organizó un homenaje por el éxito que obtuvo


en este cargo. Ver JAB Papers, 7-5-46.
41 Cipriano Reyes, U i fa rs a del peronism o, Buenos Aires, 1987 y las en­
trevistas del autor con Reyes (Quilmes, 15-9-89: La Plata, 3-5-96).
40 R aa n a n Rein

hombres serviles, que obedecían ciegamente y esperaban ver hacia


dónde soplaba el viento antes de com prometerse.'2
Sin embargo, si Perón pensó que poniendo a Bramuglia al
frente de la diplomacia podría impedir que éste acumulara prestigio
V poder, que hasta podrían llegar a eclipsar al presidente mismo,
muy pronto entendió que se había equivocado. Bramuglia, como
podremos ver en el segundo capítulo, cosechó éxitos desde el
Palacio San Martín, demasiados para algunos. En Buenos Aires y
varias capitales de Occidente, se empezó a mencionar su nombre
como posible heredero de Perón, lo que condujo a su alejamiento
en agosto de 1949.43

José Figuerola: el legado de la dictadura primorriverista

Una de las razones por las que faltan investigaciones a fondo


sobre la segunda línea del liderazgo peronista, su función política
y su aporte ideológico, reside en la carencia de documentación. En
algunos casos, como el de Borlenghi, que se tratará más adelante,
se debe a que las fuentes no llegaron a nuestros días debido a los
vuelcos políticos que sufrió la Argentina y a su falta de tradición
de conservación de documentos como parte del patrimonio nacional.
En otros casos, como el de Figuerola que nos ocupa, pareciera que
hay bastante material en manos de la familia, mas ésta se niega
a que sea revisado por investigadores.” Contrariamente a las demás
figuras que mencionamos. Figuerola no podía servir como nexo con
algún sector social o gremial, pero trajo consigo una valiosa

12 Instituto Torcuato Di Telia (Buenos Aires), Proyecto de Historia Oral,


entrevista con Raúl Margudrat. p. lf>.
13Tras el dei Tocamiento del régimen, Bramuglia participó en la fundación
de la Unión Popular en el marco de los esfuerzos por crear un “peronismo sin
Perón", mas hasla su muerte en septiembre de H)f¡2 no logró convertir a dicha
agrupación en una fuerza política significativa. Después de ello. Perón apro­
vechó desde el exilio el nuevo marco partidario creado, para promover sus
objetivos.
44 Entrevista del autor con el hijo de Figuerola. José (Buenos Aires. 14-(>-
89). Sobre la personalidad de Figuerola. ver: Archivo del Instituto de Cultura
Hispánica (Madrid), (en adelante ICH) 1593/5245: José Maria de Areilza, Asi
los he visto, Barcelona. 1974, pp. 21Ü-21 I: ídem, Memorias exteriores. 1947-
1964, Barcelona, 1984, pp. 28-30: Pinto. Diccionario de la República Argentina.
p. 2G4.
L i segu n d a lin ea del lid era zgo p eron ista 41

experiencia y su aporte a la modelación de la doctrina peronista


revistió gran importancia.
José Miguel Francisco Luis Figuerola y Tresols nació en
Barcelona en 1897: a los 2 1 años ya se había doctorado en Derecho
y licenciado en Filosofía y Letras, mostrando gran interés en los
asuntos relacionados con el orden social y las relaciones laborales.
En la década del veinte se desempeñó como jefe de gabinete del
ministro de Trabajo Eduardo Aunós en la dictadura del general
Miguel Primo de Rivera, régimen militar que supo ya entonces
colaborar con la UCíT, asociación sindical vinculada con el Partido
Socialista Obrero Español, y que creó comités paritarios, organismos
auspiciados por el gobierno para resolver las disputas laborales.13
Tras la caída de la dictadura española Figuerola emigró a la
Argentina, integrándose al Departamento Nacional del Trabajo.
Este cuerpo, creado en 1907, gozaba de muy pocas facultades
hasta la llegada de Perón en 1943. Es probable que su decisión
de desplazarse hasta la lejana república del Plata estuviera rela­
cionada con lazos que había establecido su padre a finales del siglo
xix. Figuerola, poseedor de una vasta capacitación en las áreas de
la administración, estadística y legislación social y laboral, con­
quistó muy rápidamente la confianza de Perón. Datos demográficos
que exhibió el funcionario al militar convencieron a éste que la clase
obrera urbana tenía un poder político latente y por lo tanto era la
clave para el éxito en el futuro. Perón utilizó los servicios de
Figuerola para desarrollar sus planes sociales y laborales. Con la
colaboración del barcelonés y de Bramuglia, convirtió el Depar­
tamento en Secretaria, con atribuciones de Ministerio con gran
influencia, utilizando esta plat aforma como trampolín para impulsar
su carrera política civil.
Un informe de la embajada de los EE. UU. en Buenos Aires
a fines de 1943 describió a Figuerola com o un muy talentoso
estadístico con una extraña m ezcla de diferentes ideas autorita­
rias.''0 En 1944 Perón lo designó secretario general del Consejo

45 Sobre la politira social y económica de Primo de Rivera, ver: Shloino Den-


Aini, Fascism from Alx>ve: The Dictatorship o f Prim o de Rivera in S p a in 1923-
1930, Oxford, 1983, especialmente caps. 7-8.
Sobre la cooperación de los socialistas con la dictadura, ver: Shloino Ben-
Ami, The Origina o j the Second Repubtic i/i Spain, Oxford, 1978, pp. 1 10 y ss.
4fi Joseph A. Page, Perón - una biografía, Buenos Aires, 1984, Vol. i, p. 86,
n. 20. Sobre la simpatía manifiesta de Figuerola hacia los nacionalistas
42 Raanan Rein

Nacional de Postguerra, entidad que debía modelar la política


argentina para e! periodo posterior al fin de la guerra en Europa.
Este consejo fue una especie de gobierno provisional anterior al que
fue elegido en 1946. Tras la asunción de Perón como presidente,
Figuerola fue nominado secretario de Asuntos Técnicos, puesto con
rango equivalente al de un ministro, y en carácter de tal era
responsable por la coordinación de las relaciones entre los ministerios
del gobierno nacional y todas las organizaciones relacionadas con
el mismo. La importancia de la contribución de Figuerola a la
doctrina peronista y a la política socioeconóm ica aplicada no ha
sido apreciada suficientemente, al parecer, por los investigadores.
En agosto de 1946, el embajador norteamericano Messersmith
escribió:

"Figuerola está m uy cerca de Perón y quizá no haya nadie en todo


el pais tan cerca de Perón como Figuerola... (que goza) de la
completa confianza del Presidente".'47

El secretario técnico formuló numerosas leyes y decretos,


redactó varios discursos importantes para Perón y diversos do­
cumentos del partido Justicialista, y es considerado el arquitecto
del plan quinquenal para el desarrollo y la modernización nacional
que se publicó en 1947. Creía en la intervención estatal para lograr
armonía social entre empleadores y empleados. En los libros que
escribió, exhortaba a una cooperación entre las clases sociales bajo
la égida del gobierno, mientras criticaba la inflexibilídad de los
empleadores en el pasado y el extrem ism o de los gremios. La
solución que sugería incluía la intervención del Estado por medio
de legislación, política social y arbitraje en los conflictos laborales.48
Cuando surgió el tema de la reforma constitucional para
permitir, entre otras cosas, la reelección al cargo presidencial,

hispánicos durante la guerra civil española y hacia el régimen franquista que


emergió tras la contienda, ver: Raanan Rein, La salvación d e una dictadura:
Alianza Franco Perón, 1946-1955, Madrid. 1995, passim.
47 Véase Messersmith a Braden, 19-8-46, National Arclúves (en adelante
NA), Documents of the Department oí State, Record Group 59 (Washington
D.C.), 835.00/8-1946; Areilza al Ministerio, 18-2 y 14-3-1949, Archivo del
Ministerio de Asuntos Exteriores (en adelante AMAE) (Madrid), Leg. R./2627101,
R. 2418/4.
48Sobre las concepciones de Figuerola, véase su libro lxx colaboración social
en Hisjxinoarnérica, Buenos Aires, 1943.
La segu n da lin ea d el lid era zg o p eron ista 43

Perón encomendó a Figuerola el anteproyecto de la nueva Carta


Magna y pareciera que su trabajo sentó las bases para la versión
final sancionada en 1949.n En esta etapa, la influencia del "gallego"
despenó una nada desdeñable medida de hostilidad y envidia. Una
pequeña modificación en uno de los artículos constitucionales
determinaba que sólo podrían ser ministros del Poder Ejecutivo
Nacional los argentinos nativos. La información que obra en
nuestro poder indica que este sutil cambio respondía a una
maquinación política de Eva Perón, que quería alejarlo de la órbita
del presidente.V1 Figuerola se vio forzado a abandonar la arena.:>1

Miguel Miranda: el apoyo de los nuevos industriales

Miranda fue un importante eslabón de enlace con un pequeño


grupo de nuevos industriales que vieron en el peronismo una
oportunidad para el crecimiento económico, que garantizaba d e­
sarrollo nacional y modernización, además de sustanciales g a ­
nancias. Entre 1946 y 1948 Miranda fue apodado "el zar econó­
mico" por su centralidad en dicho plano.
Hijo de. un anarquista catalán y de madre aragonesa que
habían emigrado a la Argentina a fines del siglo xix, también Miranda
com enzó a trabajar desde muy joven para ganarse el pan. Inte­
ligente. hacendoso v seguro de si mismo, comenzó a despejarse
cam ino lentamente, al tiempo que revelaba talento para la ad­
ministración y para sacar provecho de oportunidades comerciales.
Era empleado de una casa cerealista de Bunge y Born cuando
com prendió las oportunidades latentes en el desarrollo industrial
de sustitución de importaciones en la Argentina. Abandonó su
puesto y abrió una pequeña fábrica de hojalatería. Esta empresa

49 Un análisis de diversos aspectos de la Constitución de 1949 puede


encontrarse en los libros de Mano Daniel Serraferro, Momentos institucionales
y m odelos constitucionales, Buenos Aires, 1993 y Reelección y sucesión p re s i­
dencial, Buenos Aires, 1997.
so Sobre la destitución de Figuerola, véase Areilza al MAL, 18-2 y 14-3-49,
AMAE, Leg. H. 2627/101, R. 2418/4: Areilza. Memorias, p. 72.
51 Figuerola continuó siendo leal a Perón y al peronismo, también en los
años subsiguientes. Encarcelado por las autoridades de la Revolución Libertadora
(lo que relata en su libro Preso, Buenos Aires, 1958), en 1958 casi paga con su
vida por dicha lealtad, cuando estalló un artefacto explosivo en el ('ornando
Táctico Peronista, donde se encontraba trabajando.
44 Raanan Rein

independiente fue la base primaria para la acumulación de capital,


que Miranda reinvirtió en varios negocios, diversificando gra­
dualmente sus intereses y propiedades, basta convertirse en un
industrial y financiero con gran poder e influencia. Miranda es un
ejemplo del industrial surgido bajo la “protección" que la gran
depresión económica mundial y la Segunda Guerra Mundial brin­
daron a productores locales. Entre sus colegas. Miranda gozaba de
gran estima y aprecio, rom o alguien que amasó su fortuna con sus
propias manos y que prácticamente vivía en su fábrica y mantenía
una relación estrecha con sus trabajadores.
En vísperas de la revolución de junio de 1943. además de ser
un importante empresario en laminados de hojalatería, poseía
grandes intereses en compañías pesqueras y en líneas aéreas,
entonces en pleno desarrollo.52 En aquel entonces. Miranda estaba
preocupado por las probables secuelas que dejaría el fin de la
guerra europea en la industria argentina, una vez que las economías
de las potencias del Viejo Continente y de los Estados Unidos
retornaran a las líneas de producción de tiempos de paz. Temía
que se repitiera el retroceso que sacudió al sector industrial
nacional tras los armisticios de 1918. lo que afectaba su visión de
una Argentina industrializada, que prácticamente se autoabaste-
ciera y que com pitiera en el mundo por mercados para exportar
sus productos.
Cuando Perón comenzó a perfilarse com o la figura más des­
tacada del gobierno militar. Miranda tuvo para con él el mismo trato
que sus colegas de la Unión Indutrial, es decir repulsión, desconfianza
y reserva.55 Sin embargo, su actitud com enzó a cam biar influido
por su amigo Rolando Lagomarsino, fabricante de sombreros,
también hijo de inmigrantes españoles y uno de los primeros
industriales convencidos de la importancia que revestía el apoyo
a Perón y su política. Cabe recordar que desde agosto de 1943 el
gobierno militar había adoptado una política que beneficiaba a los
industriales y que se expresó en el otorgamiento de generosos
créditos, la sanción de una primera ley integral para el fomento

52 Miguel Angel Scemia, “Hombres de la política argentina", Todo es His­


toria, NE 101 (octubre de 1975): pp. 87-88.
5J Sobre el trato hostil de la mayor parte de los industriales prominentes
hacia Perón entre 1943 y 1945, ver: Dardo Cúneo, Comix>rtamienLo y crisis de
la clase em presario, Buenos Aires, 1967.
La segu n d a línea del lid era zgo p eron ista 45

de la industria, declaraciones garantizando su defensa por parle


del Estado, la creación del Banco de Crédito Industrial, todo ante
la posible quiebra industrial en el periodo posbélico.54
En 194,5 se produjo el primer encuentro entre Miranda y Perón
y la personalidad y capacidad de liderazgo del coronel impresio­
naron al industrial. El estilo franco y directo de ambos, además
de sus coincidencias sobre la vía económica que debía adoptar el
país, se convirtieron en la base de frecuentes encuentros y una
relación que revistió gran importancia en la integración de un
sector de los nuevos emprendedores en la coalición que Perón
comenzó a formar en su entorno.55 Si personalidades como Bramuglia
y Borlenghi debían movilizar el apoyo de la clase obrera entre 1943
y 1946. asegurando la continuación de tal apoyo también en etapas
posteriores, Miranda tenia que desem peñar una función sim ilar
respecto de los industriales argentinos.
De personas como Miranda se esperaba que transmitieran
varios mensajes a sectores de la clase media: que Perón era el único
l'apaz de frenar el peligro revolucionario que acechaba desde el
flanco obrero y sindicalista, donde tenía lugar un proceso continuo
de radiealizaciórv* que su política económica garantizaría barreras
aduaneras ante determinados productos importados, un movimiento
obrero dispuesto a las negociaciones, medidas fiscales y monetarias
para promover el crecimiento y particularmente un acceso cómodo
a crédito estatal en condiciones prelerenciales. Todo ello serviría
a los intereses de la burguesía nacional. Perón mismo pronunció
en octubre de 1944 un discurso en el que intentó tranquilizar a
hombres de negocios e industriales que recelaban de su política
social. En esa ocasión afirmó no apoyar al trabajador contra el
capital sano, ni a los monopolistas en contra de la clase obrera.
En cambio, prosiguió, se alentaban las soluciones que beneficiaran

Cristina Lucchini, Apouo industrial en los orígenes del peronismo, Buenos


Aires. 1990.
5íi Véase Eldon Kenworthy, "Did Qic New Industrialists’ Play a Signifieant
Role in the Fomialion oí Perón's Coalilion, 1943-46?", en Alberto Ciria (ccl.). New
Perspectives o n Modera Argentina, Blooniington. 1972, pp. 15-28: Lucchini,
Apoyo em presarial: La Pensa, 17-12-46.
56 Sobre la imagen contemporánea de "la peligrosa clase obrera", ver Carlos
H. Waisman, HeversaloJDevelopm snt in Argentina: Postw ar Counterrevolutionary
Policies and their Structural Consequences, Princeton, 1987, especialmente
cap. 7.
4(3 Raanan Rein

en forma equitativa a los trabajadores, comerciantes e industriales,


cuyo único interés era el bien de la Patria.37
La nueva organización económica comenzó antes que Perón
llegara a la Casa Rosada. En agosto de 1944 se constituyó el
Consejo Nacional de Postguerra, en el que José Figuerola llevaba
la voz cantante. Tras la victoria en los comicios fue nacionalizado
el Banco Central, con Miranda a su frente (marzo de 1946). Bajo
la inspiración de éste, que pronto llegó a ser apodado también “el
mago de las finanzas", se impuso la supervisión a las tasas
cambiarías y la oferta de crédito. Para im pedir una distribución
distorsionada de los ingresos nacionales, ayudar a los estratos más
débiles e increm entar el mercado interno, el peronismo consideró
imprescindible la intervención estalista para regular las relaciones
sociales y económ icas entre las diversas clases. Para ello, ya en
mayo de 1946 se estableció el monopolio estatal para la importación
y la exportación a través del Instituto Argentino para la Promoción
del Intercambio (IAPI),5* que también se encontraba bajo el control
de Miranda. Esta institución compraba a precios bajos la producción
agrícola local para venderla en el extranjero a precios mucho más
altos. Las ganancias se invertían en la financiación del desarrollo
industrial y de parte de la política social de Perón. En otras
palabras, el sector industrial en su totalidad. los empleadores y los
trabajadores, calificados y no calificados, se vieron beneficiados por
esta política.
Hasta su llegada al poder. Perón no había logrado captar un
apoyo significativo por parte de los industriales, algunos de los
cuales incluso habían aportado recursos a las campañas de sus
rivales. En las elecciones internas de la Unión Industrial, celebradas
en abril de 1946. Miranda estuvo al frente de la facción que apoyaba
a Perón, pero fueron los opositores del presidente recientemente
electo quienes se alzaron con la victoria. Unos meses más tarde,
Miranda y Lagomarsino fundaron la Asociación Argentina Para la
Industria y el Comercio IA.A.P.1.C.) como marco com petidor y para
cooperar con el nuevo régimen. Esta organización fue creciendo
paulatinamente, hasta que fue sustituida en 1951 por la Confe­
deración General Económica (C.G.E.).

57 .Juan Perón, Perón Expounds His Doctrine, Buenos Aires, 1948, p. 20.
M Susana Novick, ¡API: auge y decadencia, Buenos Aires, 1986: Rohert A.
Potash, The Arnnj a n d Polities in Argentina. 1945-1962, Stanford, 1980, pp. 53-
54, 61-63.
Ln segu n d a linea del lid era zgo peron ista 47

Algunos meses después de haber asumido Perón la presiden­


cia. Miranda fue designado al frente del Consejo Económico Na­
cional con jerarqu ía de ministro-secretario, desde donde dirigió la
nacionalización de servicios públcios que estaban controlados por
capitales extranjeros, suscribió acuerdos económicos bilaterales
con diversos países y promovió el proceso de industrialización.59
Miranda confirm ó asi su posición com o la figura económica más
poderosa en el gobierno, eclipsando tanto al ministro de Hacienda,
como al secretario de Industria y Comercio, su amigo Lagomarsino.
La política económica bajo el mando de Miranda aceleró el ritmo
de la inflación, aunque este estimó que podría dominaría y que no
reduciría la evolución de los planes de desarrollo. En aquellos años
se llegó a ocupación plena y mejoró la situación de la clase obrera,
pero com enzaron algunos problemas tales com o la merma de las
reservas de divisas extranjeras y las dificultades para encontrar
una alternativa satisfactoria al tradicional lazo económico com ­
plementario con Gran Bretaña. Miranda fue acusado de negligir la
industria pesada, de manejar en forma ¡responsable y sin plani­
ficación la economía, de basarse más en su intuición que en
métodos científicos y de rendirse a diversas presiones. Miranda fue
uno de los que apostaba por la probabilidad del estallido de una
tercera guerra mundial entre las potencias de Occidente y la Unión
Soviética con sus satélites, circunstancia que la Argentina podría
aprovechar para dar un nuevo impulso a su desarrollo económico.
Mas la guerra fría no llegó a un enfrentam iento armado en la
segunda mitad de los años cuarenta y. lo que para Argentina era
aún peor, el país no fue beneficiado por el plan Marshall. Los
norteamericanos inundaron Europa O ccidental con trigo y cereales
a precio bajo y Miranda debió ver silos elevadores abarrotados de
granos, por los que casi no habia demanda en el Viejo Mundo.
En 1949, ante las nuevas circunstancias, la primera medida
del gobierno consistió en reconsiderar la totalidad de sus orien­
taciones político-económicas. Pero aunque se divisara un nuevo
plan económico, era indispensable una acción rápida para mostrar

59 Discurso pronunciado p or el señor presidente del Banco Central de ¡a


República, d on M iguel Miranda, ante representantes d e las fu erza s vivas. Buenos
Aires, 1946. Sobre la manera en que ia izquierda consideraba a Miranda como
"el representante de la nueva oligarquía" y de los “nuevos ricos", véase Juan
José Real, 30 años de historia argentina. Buenos Aires. 1962, pp. 11 i y ss.
48 Raanan Rein

al público la gravedad de la situación, por una parte, y la firme


determinación del gobierno, por la otra. Para aliviar la presión
interna, el gobierno encontró una víctima expiatoria en el presiden-
le del Consejo Económico Nacional. Se lo hacía objeto de infundios
y rumores de corrupción, se le acusaba de prácticas sospechosas,
de modo que el régimen creyó que su alejamiento sería recibido con
agrado por el público. Destituido del liderazgo y temiendo ser
detenido, Miranda huyó a Uruguay con la ayuda de la embajada
española.6*’’
Miranda falleció en 1953. a los 62 años de edad. Poco antes
de su muerte se habían difundido rumores según los cuales Perón,
deseoso de readoptar una política de crecimiento y plena ocupa­
ción, en la que se redistribuyeran los ingresos, de manera que
volviera a infundir una sensación de centralidad a la clase obrera,
estaba dispuesto a llam ar a Miranda para que se reintegrara a la
cúpula de la dirigencia económica.61

Domingo Mercante: ¿el corazón de Perón?

Mercante es el único de los mencionados cuya figura despertó


recientemente un nuevo interés, como resultado de la publicación
del libro escrito por su hijo/'2 Nacido en 1898, era hijo de un
maquinista ferroviario, afiliado a La Fraternidad. De niño adquirió
conciencia de qué eran las luchas sindicales. Ingresó al Colegio
M ilitary posteriormente a la Escuela Superior de Guerra. En 1924
conoció por primera vez a Perón, pero las relaciones entre ambos
fueron esporádicas y poco significativas. Recién en 1940, cuando
Mercante fue enviado a la base en Mendoza, se creó entre los dos
oficiales subordinados a Edelmiro Farrell un vinculo estrecho.
Juntos participaron en las reuniones del G.O.U., grupo de oficiales
que fue uno de los motores de la revolución del 4 de ju n io de 1943.
Tras ella, el general Farrell fue designado ministro de Guerra y éste
a su vez nombró a Perón como secretario y a Mercante como oficial
mayor del ministerio.

50 Sobre la destitución de Miranda, ver: Areilza a MAE. 12.1 y 7.2.49, AMAE,


Leg. R.2418/4: Areilza, Memorias, pp. 63-64.
61 Azi lar a MAE, 20.2.1953, AMAIC. Lei>. R. 3176/31.
s- Mercante (h.). Mercante: El coray.ón de Perón.
La segu n d a linea del liderazgo peron ista 49

Entre los lideres del G.O.U.. Mercante íue el principal colabo­


rador de Perón en la promoción de políticas laborales. Con grandes
esfuerzos v sobreponiéndose a dificultades de gran envergadura.
Mercante com enzó a entablar relaciones con líderes sindicales, aun
antes que Perón entrara al Departamento Nacional del Trabajo. La
política represora adoptada por el presidente Pedro Pablo Ramírez
despertó entre los grem ialistas sospechas y desconfianza, aún
mayor que la que solían manifestar hacia los uniformados, a
quienes consideraban reaccionarios y profascistas. Mercante se
valió de los contactos de su hermano Hugo, un ferroviario que
trabajaba en el puerto y que era socio de la Unión Ferroviaria, para
acercarse a los trabajadores. Esta tarea le resultó más sencilla tras
haber sido nombrado director general de Trabajo y Acción Social
Directa y, posterionxiente. en 1944. director de Asistencia y Pre­
visión Social para Ferroviarios, además de interventor en La
Fraternidad y en la Lnión Ferroviaria. Mercante se convirtió en uno
de los leales a Perón y un importante eslabón con la clase obrera í¡,i
Tras la detención de Perón el 13 de octubre de 1945. después
de haberse visto obligado a renunciar a todos sus cargos por la
presión ejercida tanto desde los cuarteles de Campo de Mayo como
por la oposición civil. Mercante comprendió que el fin de la carrera
militar y política de su camarada era también el fin de la suya. Por
esa razón salió a alentar a los líderes obreros a que actuaran.'"1
Mercante mismo fue arrestado y trasladado a Campo de Mayo, de
donde fue sacado el 17 de octubre por el general Eduardo Avalos
para utilizarlo como enlace con Perón. Este último había sido
transferido de la isla Martín García al Hospital Militar, debido a
la muchedumbre que comenzaba a agolparse en la Plaza de Mayo
demandando su liberación. Mercante maniobró con mucho lino
durante aquella dramática jornada, hasta que Perón saludó a la
multitud desde el balcón de la Casa Rosada. Este evento marca
la creación del peronismo como movimiento y fue celebrado en los
años subsiguientes como Día de la Lealtad Popular.
Con las nuevas circunstancias imperantes en la arena política
argentina, Perón postuló oficialmente su candidatura a la presiden­

S3 Para la versión de Mercante respecto de sus relaciones con Perón y con


líderes sindicales, véase Prim era Plana, “Historia del peronismo", 21-8-65, pp.
42 y ss.
04 RobertA. Potash, TheA rm y artelPolitícsirt Argentina. 1928-1945, Slaniord.
1969. p. 276.
50 R aanan Rein

cia. Mercante fue nombrado secretario de Trabajo y Previsión,


desde donde operó febrilmente, mediante las delegaciones provin­
ciales dispersas en todo el territorio nacional, para m ovilizar apoyo
a la lista encabezada por Perón. Con este fin promulgó el 20 de
diciembre una nueva política de precios, en el marco de la cual los
empleadores debían pagar un salario mínimo según el costo de
vida, y un aguinaldo equivalente al sueldo de un mes, resolución
a la que dio gran publicidad. Según Félix Luna:

“La Secretaria de T rabajo y Previsión... se disponía ahora, en


octubre de 1945, a ser el motor fundamental de la cam pañ a que
debía llevarlo [a Perónl a la Presidencia... [la Secretaria) fue un
supercomité que com pensó en el ban do peronista la falta de
diarios, las improvisaciones de organización política y la escasez
de dinero que hostigó la cam paña de Perón".®

A la Secretaría le cupo un papel primordial también en la


creación del Partido Laborista, encabezado por lideres obreros como
el sindicalista del gremio de los telefónicos Luis Gay, Cipriano
Reyes, del gremio de los trabajadores de la Carne de la provincia
de Buenos Aires, y el ferroviario Luis Monzalvo.cr> No debe sor­
prender que este nuevo partido quería a Mercante, que ascendió
a coronel en diciembre de 1945, como su candidato a la vicepre­
sidencia. Pero Perón no deseaba una fórmula que estuviera com ­
puesta exclusivamente por militares, ni le agradaba una imagen
excesivamente proletaria, prefiriendo incorporar otro elemento a su
coalición. A tal efecto eligió al experimentado político de la segunda
línea de la Unión Cívica Radical, Hortensio Quijano, quien ya había
ligado su destino político al de la Revolución de 1943.fi7 Los lideres
del recién formado Partido Laborista exigieron entonces que Mercante
fuera candidato a la gobernación de la provincia de Buenos Aires.®8

65 Fclíx Luna, El 45: Crónica d e un año decisivo, Buenos Aires, 1971, pp.
403, 405.
“ Sobre el Partido Laborista ver Elena Susana Pont, Partido Laborista: Estado
y sindicatos, Buenos Aires, 1984: también las entrevistas del aulorcon Cipriano
Reyes (Quilines, 15-9-89; 1.a Plata, 3-5-9G).
171 Respecto de Quijano y los radicales que se sumaron a las filas de la
coalición peronista, ver: Scenna, "Hombres de la política argentina”, pp. 91-92:
Molina, “La Renovación Radical".
Sobre los laboristas y sus demandas respecto de la candidatura de
Mercante, consultar Reyes, La farsa del peronismo.
L a se g u n d a linea del liderazgo p eron ista 51

Esta petición fue finalmente aprobada tras un debate y luchas


internas, entre otras razones debido a las presiones ejercidas por
Eva Perón.
Mercante reunió a su alrededor un grupo de laboristas, ex
miembros de la FORJA, el movimiento surgido a mediados de 1935
entre desilusionados de la U.C.R.. que representaba una postura
nacional-populista y antiimperialiasta, y otros. Fue gobernador
durante dos periodos y su gestión está considerada com o una de
las más eficaces que supo la provincia, hasta entonces. Fomentó
las empresas públicas y aseguró estabilidad y desarrollo.09
En 1949 llegó la carrera de Mercante a su apogeo, cuando
presidió la Asam blea Constituyente elegida para reformar la Carta
Magna de 1853. Una vez sancionada la nueva Constitución y
asegurada la posibilidad de reelección de Perón para un segundo
término, comenzó un vertiginoso distaneiamiento entre los dos
oficiales-políticos. Según diversos rumores. Mercante tenia aspi­
raciones de suceder a Perón. De cualquier manera, al finalizar su
segundo mandato al frente de la provincia en 1952, y a era
considerado persona no grata en las filas peronistas. Su reem­
plazante. Carlos Aloé, le imputó diversas acusaciones, hasta que
un año más larde Mercante fue expulsado del partido gobernante.

Angel Gabriel Borlenghi: el ministro de la aurora


hasta casi el ocaso

Mientras que la mayor parte de las figuras de la segunda línea


del peronismo fueron siendo quitados de escena en forma gradual,
y mientras Perón se veía obligado a hacer frente a diversas
dificultades económ icas y políticas desde su primera elección,
Borlenghi permaneció en su puesto desdejunio de 1946 hasta junio
de 1955. ¿Cuál fue el secreto de la capacidad de supervivencia

' Información acerca de su gestión pueden encontrarse en las siguientes


publicaciones: Domingo A. Mercante, Finanzas públicas d e la Provincia de
Hítenos Aires. 1947, Buenos Aires, 1947; ídem. Discurso inaugural del Consejo
Superior d e la Política Económ ica del Coronel D. A. Mercante, La Plata, 1947:
ídem. Economía y acción social en Buenos Aires. La Plata, 1948; ídem, Mensaje
del Coljernador de la provincia de Buenos Aires a la HonorcúAe legislatura. La
Plata, 1950: M ercante: ejem plo d e gobernante peronista. La Plata, 1950.
52 R aan an Rein

política de Borlenghi? ¿Habrá sido el hecho de que jam ás pretendió


aspirar él mismo al liderazgo y por lo tanto no representaba una
amenaza, o un desafio, para Perón? ¿O era por una cuestión de
lealtad absoluta a una vía ideológica o a un liderazgo político
determ inado? Las respuestas a estos interrogantes no quedan
claras, entre otras razones debido a la evidente falta de docum en­
tación sobre el derrotero político del personaje. Al producirse en
septiembre de 1955 la Revolución Libertadora, Borlenghi se en­
contraba en el extranjero. Las fuerzas que irrumpieron en su
domicilio destruyeron todo documento que encontraron y que
obraba en poder de la familia, como indica su viuda, quien hace
todo lo posible por reivindicar el aporte de su marido al movimiento
peronista.7'1
Nacido en Buenos Aires en 1906, Borlenghi fue uno de los
líderes más prominentes de la Confederación General del Trabajo
hasta 1943. así como también secretario general de la Confedera­
ción de Empleados de Comercio desde 1931 y ex miembro deí
Partido Socialista. Su aporte a la movilización obrera en favor de
Perón, antes y después de las elecciones de 1946, es clara y
conocida, lográndola mediante sus lazos con lideres sindicales, el
gremio que dirigía y también desde las páginas del diario El Líder,
que dependía de la Confederación. Asimismo invirtió esfuerzos en
la captación de activistas socialistas para la causa peronista, con
cierto éxito.71 Menos conocida es su influencia sobre Perón en los
aspectos ideológicos. Pese a la falta de documentos, la impresión
es que personas como Borlenghi fueron un canal para la transfe­
rencia a la cúpula peronista de ideas y conceptos que se fueron
cristalizando en la izquierda argentina desde fines del siglo xix. La
investigación histórica hasta el momenlo destacó la impronta que
dejaron en Perón su capacitación como soldado y su formación
com o oficial en las instituciones militares. Allí fue donde aprendió
por primera vez sobre los conceptos de la potencia nacional, el

70 Los siguientes párrafos se basan en gran medida en la entrevista que


mantuve con Clara Borlenghi (Buenos Aires. 9-9-97), en su oficina en la
Confederación de Empleados de Comercio, organismo que dirigió su marido
durante muchos años.
71 En los años 1953-1954, Borlenghi estaba detrás del intento de integrar
al ala disidente del Partido Socialista, liderada por Enrique Dickmann, a las tilas
del peronismo. En este mareo Perón entregó a Dickmann la medalla al mérito
por sus logros académicos en la universidad, a la que era acreededor desde hacia
muchos años, y que no se le había dado debido a su origen judio.
La s eg u n d a linea del lid erazgo peronista 53

liderazgo y la organización, que posterionnente trasladará de la


arena castrense a la política.72 Puede encontrarse un largo debate
sobre la influencia de la doctrina social de la Iglesia Católica en
sus ideas sobre la justicia social.7:1También algunas de las nociones
de la extrema derecha, nacionalista y católica, hallaron su rumbo
hasta la ideología v la política de Perón.74 Numerosos investigadores
consideran a los miembros de la FORJA, representante del na­
cionalismo populista y antiimperialista, como los principales pre­
cursores del nacionalismo peronista.75
En cambio, otros ingredientes de la ideología de Perón, que
colocaban en el centro al pueblo y lo identificaban con la Nación,
que enfatizaban la justicia social, que criticaban a la oligarquía y
que enarbólaban la necesidad de aspirar a la independencia eco­
nómica. se basaban en gran medida en conceptos que se fueron
forjando en la izquierda argentina en diversos debates desde
com ienzos del siglo. La presencia de personalidades con antece­
dentes socialistas, com o Bramuglia y Borlenghi en el entorno
cercano al Primer Trabajador, podía ser una canal adicional, no
exclusivo, para la integración de estas concepciones al corpus
ideológico que se fue conformando como “doctrina peronista".7®
Pero también sobre Borlenghi, a pesar de su preferencia de
actuar detrás de las bam balinas y de no revelarse demasiado al

72 Mariano Ben Plotkin, " L a ‘ideología’ de Perón: continuidades y rupturas”,


en Samuel Amaral y M. ti. Plotkin (comps.), Perón del exilio a l poder, Buenos
Aires. 1993. pp. 45-G7.
7:1 ( 'iria, Perón y elJusticlalism o.
74 Al respecto, ver: David Rock, Authorítarian Argentina: The Nationalist
Movement. Its History cind Its tmpncí, Berkeley, 1993, pp. 138-183.
73 Buchmcker, N acionalism o y peronismo, pp. 308-310: Mark Fálcoff,
“Argentine Nationalism on the ICve of Perón: Forre of Radical Orientation ol
Yoting Argentina and Its Rivals”, tesis doctoral inédita, Princeton University.
1970: idem, “Raúl Scalabrini Ortiz: The Making ol nn Argentine Nationalist".
Ilisp a n ic Am erican H istorical lieview , Vol. 52. No. 1 (1972): pp. 74-101: Arturo
Jauretche, Forja y la década infame. Buenos Aires. 1962.
7,! Un trabajo pionero en este sentido es el de klit Gil. “Argentine Leftist
Intellectuals, Nationalism and Social Justice (1894 1947): The Origins of
Peronism?", tesis doctoral inédita (en hebreo). Universidad de Tel Avlv, 1998.
Sobre varias de las posturas de Borlenghi mientras se desempeñaba como
ministro del Interior pueden consultarse las siguientes publicaciones: Angel G.
Borlenghi, Ixi reforma con stitu cion a l Buenos Aires, 1948: idem. Evolución del
movim iento obrero, Buenos Aires, 1950: Ixi opinión d e Perón sobre los em pleados
d e com ercio: las directivas d e liorlenghi orientan al gremio, Buenos Aires, 1954.
54 Raanan Rein

público para no poner en peligro su puesto dentro del gobierno de


Perón, se cernía la nube de una posible destitución. Algunos años
después de haberse hecho cargo de la cartera del Interior, suscri­
bieron activistas de diversos sindicatos una petición que exigía el
alejam iento de Borlenghi de sus funciones, por no ser lo sufi­
cientem ente leal al peronismo. En un encuentro con aquellos
dirigentes. Perón hizo visible su enojo y sostuvo que la actitud de
Borlenghi era intachable. Sólo más tarde se supo que la iniciativa
de dicha petición vino del mismo Palacio de Gobierno: Perón mostró
la carta h Borlenghi prometiendo que no la utilizaría, pero que la
mantendría archivada.77 Borlenghi se vio forzado, de cualquier
modo, a presentar su renuncia tras el fallido golpe de Estado de
junio de 1955, que se produjo en el contexto del continuo
enfrentam iento entre Perón y la Iglesia Católica/8 Perón intentó
al com ienzo adoptar una política apaciguadora hacia la oposición,
en cuyo marco destituyó del gobierno a personalidades identifica­
das como anticlericales, como el ministro de Educación Méndez
San Martín, el secretario general de la CGT Eduardo Vuletich y el
"judío” Borlenghi.7<l Esta política apaciguadora fracasó y Perón la
abandonó rápidamente.
Puede resumirse entonces que se requiere una investigación
m etódica sobre las personalidades que conformaban la segunda
linea del liderazgo peronista a los efectos de comprender m ejor la
cristalización de la coalición formada y de los diversos insumos que
m odelaron la doctrina justicialista. De tal manera se aclararán
varios de los aspectos de aquel fenómeno populista que m arcó a
fuego la historia argentina del siglo xx: el peronismo.

77 Entrevista del autor con José Luis de Imaz (Buenos Aires. 1-9-97).
7MSobre este terna, ver: Rubén Jesús de Hoyos, “The Role of the Caüiolic
Church in the Revolution against Presidcnt Juan Perón”, tesis doctoral Inédita,
New York University, 1970; Cairnari, Perón y la Iglesia Católica, IV Parte: Norecn
Francés Stack, “Avoiding tiie Greater Evil: The Response oí tile Argentine
Catholic Church to .Juan Perón, 1943-55", tesis doctoral inédita, Rutgers
University. 1976,c a p .6: MichaelA. Burdick, For Cod and the Fathcrland: Religión
and Polities in Argentina, Albany NY, 1995, cap. 2.
79 A diferencia de su imagen pública, de charlas que mantuve con diversas
figuras peronistas surge que Borlenghi precisamente estaba entre los más
determinados opositores dentro de la cúpula peronista a enfrentarse con la
iglesia Católica (entrevista del autor con Miguel Unamuno, 1-9-97; Potash, The
Arm y and Polities, II, pp. ] 75-17G). Borlenghi no era judio, mas fue presentado
como tal por los nacionalistas católicos: estaba casado con una judia y nombró
como subsecretario en el ministerio del Interior a su cuñado, Abraham Krislavin.
Capítulo segundo

El precio del éxito: Juan Atilio Bramuglia


y la crisis de Berlín

Una serie de crisis internacionales y de locos de tensión en


1946-1947, enlre ellos en Irán. Grecia y Turquía, condujo a un
agravamiento del enfrentam iento entre Oriente y Occidente. La
Doctrina Truman, el Flan Marshall y la creación del Cominform
fueron una expresión de la profunda suspicacia y hostilidad
existente entre la Unión Soviética y sus satélites, y Estados Unidos
y los países de Europa Occidental. La revuelta checoslovaca de
febrero de 1948 y la expulsión de Eduard Benes, último mandatario
no comunista en Europa Oriental, eran una prueba adicional, si
alguno la necesitaba aún, de la partición de hecho del continente
europeo.
La Guerra Fría que escalaba podía haber sido una oportunidad
para la Argentina, cuyo presidente Juan Perón declaró la adopción
de una Tercera Posición, para demostrar la independencia de su
política exterior. Una postura prudente y sin com prom isos entre
los bloques podía haber servido para mostrar que Buenos Aires no
sujetaba su diplom acia ni a las necesidades de Estados Unidos ni
de la U.R.S.S., sirviendo solamente a sus propios intereses nacio­
nales. Pero en la Organización de las Naciones Unidas ello resultaba
imposible, mientras al frente de la delegación argentina se encontrara
José Arcc como embajador. Sus definidas posturas antisoviéticas
eliminaban toda probabilidad de que se desem peñara como me­
diador entre las potencias rivales. En cambio, la personalidad y las
posiciones del canciller Juan Atilio Bramuglia brindaban una
oportunidad única para cum plir un papel significativo en la arena
internacional, com o lo demostró la crisis de Berlín de 1948.
56 R a an an Rein

En este capítulo se intenta analizar la aclividad de Bramuglia


com o mediador en la crisis mencionada, en octubre y noviembre
de 1948. cuando se desempeñó corno presidente del Consejo de
Seguridad de la ONU. Pero más allá de ello, intentaremos com ­
prender la brecha entre el gran prestigio internacional obtenido por
Bramuglia en todo el mundo, con motivo de su actividad diplo­
mática, y el silencio abrumador con que dicha popularidad fue
recibida por los medios de comunicación peronistas contemporáneos.
En el centro del capítulo se encuentra la cuestión sobre cómo
pueden conjugarse los elogios obtenidos por el jefe de la diplomacia
argentina, tanto de parte del presidente Harry Truman com o del
mariscal dosel Stalin, con su destilución al cabo de algunos meses.

¿En el umbral de una Tercera Guerra Mundial?

Entre todas las cuestiones acuciantes en las relaciones entre


las grandes potencias al finalizar la Segunda Guerra Mundial, la
más espinosa era la de cóm o actuar con respecto a Alemania. Y
entre las escabrosas complejidades del futuro alemán, nada era
más complicado que la cuestión de Berlín, ciudad que se encontraba
unos 160 km dentro del territorio ocupado por los rusos, y que se
hallaba dividida entre las cuatro potencias vencedoras: la U.R.S.S.,
Estados Unidos. Gran Bretaña y Francia. Tal como lo expresaría
unos años más tarde Nikita Kruschev. Berlín era una espina
atravesada en la garganta de M oscú.1
Desde comienzos de 1947 los Estados Unidos actuaron para
integrar en una única entidad económica las zonas ocupadas por
sus propias tropas, por las británicas y por las francesas, como
un paso hacia la creación de un Estado germano occidental
separado y económicamente fuerte. Un año más tarde resolvieron
estas tres potencias implantar una nueva moneda en las zonas
occidentales, para garantizar la estabilidad financiera y la recu­
peración económica. A mediados de ju n io de 1948 se produjo la
reforma monetaria y el Reichsmark fue reemplazado por el nuevo
Deutsche Mark (en proporción de 10:1). al tiempo que se levantaban
los controles sobre los precios y sobre el racionamiento de la mayor

1 Louis J. Halle, The Coid W ar as History, New York, 1967, p. 163.


El precio del éxito: J u a n A tlllo B ram u glia y. 57

parte de los productos. La reforma demostró ser exitosa tras un


breve periodo.
Los rusos estaban espantados por la influencia de la prosperidad
occidental sobre los habitantes de la parte oriental de Alemania,
sumidos en la pobreza. Condenaron la reforma monetaria como
una violación de los acuerdos de Potsdam 2 y comenzaron a actuar
para alejar a las potencias del Oeste de sus respectivas zonas en
Berlín. De esa forma, el 24 de junio de 1948, en un paso calificado
|x>r Frank Howley, com andante de las fuerzas norteamericanas
apostadas en Berlín, com o el más bárbaro de la historia desde
Gengis Khan.3 comenzó el sitio soviético a los barrios bajo control
estadounidense, británico y francés, dando así com ienzo a la
primera crisis de Berlín.4
Fue ésta una prueba a la determinación del Oeste. El general
Lucius Clay, comandante de las fuerzas de ocupación norteame­
ricanas. escribió en aquellos días que si Berlín caía en manos de
los rusos, toda Alemania seria el paso siguiente v tras ello toda
Europa se convertiría en parte del nuevo imperio soviético/’ La crisis
fue concebida como una am enaza a la paz y a la estabilidad
europea, que podía agravarse hasta un enfrentamiento armado. El
recuerdo de la guerra estaba aún fresco en la memoria de la gente
a uno y otro lado del Atlántico, por lo cual el temor ern muy grande.
Son también numerosos los historiadores que consideran que el
riesgo de una guerra fue más tangible en aquel momento que en
cualquier otro desde 1945.*’
La respuesta norteamericana y británica llegó en la forma de
un puente aereo de abastecim iento a los 2.250.000 habitantes de
Berlín Occidental, operación logística sin precedentes, que funcionó

¿ llugh Higgins, The- Colcl War, London. 1974. p. 6fi.


' Krank I lowley, Berlín Conimand, New York, 1950, p. 197.
4 Existe una literatura muy extensa sobre la {Tisis de Berlín, con numerosas
investigaciones además de las memorias de las personalidades que participaron
en los acontecimientos. Ver, entre otros: Daniel Iierrington, “The Berlín Blockade
Rev ¡sited". lu la n u lionalH istory Revlew, No. 5 (Feb. 1984): pp. 88-1 12: Arui and
John Tusa, The Berlín Blockade, London, 1978: Erir Morris, Blockade: Berlín
and the Colcl Mar. London, 1973; Max Charles, Berlín Blockade, London, 1959:
W. Philips Da vi.son, The Berlín Blockade: A Study in C-old War Polities, Princeton,
1958.
5 Walter Laqueur, Europe Since lütler, London, 1982, p. 9G.
f> Richard Crockati, The Fifty Years W an The United States and the Soviet
Union in World Política. 1941-1991, London, 1995. p. 80.
58 Raanan Rein

día y noche, en forma ininterrumpida, durante 11 meses. Aproxi­


madamente 200.000 vuelos transportaron hasta el final de la crisis
cerca de un millón y medio de toneladas de suministros, parti­
cularmente de carbón, para los habitantes de la ciudad sitiada.7
Paralelamente a ello, las potencias occidentales elevaron el tema
al Consejo de Seguridad de la ONU. para ser debatido el 29 de
septiembre.
Para el organismo internacional, creado con el fin de garantizar
la paz en el mundo, se irataba de un desafío. A la sazón, la
Asam blea General se encontraba reunida en París. Junto a los
miembros permanentes del Consejo de Seguridad (EE.UU., la
U.R.S.S., Gran Bretaña. Francia y China), participaban como
miembros rotativos, Argentina. Bélgica, Canadá. Colombia, Siria y
Ucrania. La presidencia estaba en manos de los norteamericanos,
mas por tratarse de una cuestión en la que estaban directamente
involucrados, el puesto fue transferido a la Argentina para todo
aquello que se refiriera a la cuestión alemana (en las sesiones en
que se trataban otros temas, Estados Unidos continuaba ejerciendo
la coordinación). De esta manera, el ministro argentino de Rela­
ciones Exteriores se desempeñó com o presidente del Consejo de
Seguridad durante los meses de octubre y noviembre, en los
momentos decisivos de la crisis, estando en el centro de la atención
mundial.
Los intentos para solucionar la crisis fueron realizados por los
seis miembros del Consejo que no estaban directamente involucrados
en el conflicto. Bramuglia fue el vocero de esta media docena de
países y sugirió diversos planes para solucionar la crisis. Era ésta
una rara ocasión para que la Argentina pudiera desplegar actividades
en la arena internacional y acelerara así su proceso de reintegración
a la fam ilia de las naciones, tras el aislamiento al que se vio
som etida durante la guerra mundial con motivo de su neutralidad
y por las sospechas de muchos — tanto de Oriente como de Occi­
dente— hacia el régimen de Perón, visto con frecuencia como fruto
rancio de los intentos alemanes de expansión allende el océano.

7 Sobre la cuestión de la severidad con que se aplicaba el sitio, ver: William


Stivers, "The Incoraplete Blockade: Soviet Zone Supply of West Berlín, 1948-
1949", D iplom alic History, Vol. 21, No. 4, (Fall, 1997): pp. 569-602.
El p recio del éxito: J u a n A filio B ra m u glia y. 59

Arce: no; Bramuglia: si

La Asamblea General de las Naciones Unidas eligió en noviembre


de 1947 a la Argentina como miembro del Consejo de Seguridad
por el lapso de dos años. Esta elección fue una gran satisfacción
para los diplomáticos del país del Plata, dado que tan sólo dos años
am es se cuestionaba si el país iba a ser invitado a participar en
la reunión de San Francisco, en la cual la Organización fue
fundada, debido a los antecedentes de su neutralidad durante la
guerra.8 La presidencia del Consejo debía ser asum ida ahora por
el embajador argentino ante las Naciones Unidas, el doctor José
Arce. Cirujano de renombre, que anteriormente ocupó los cargos
de decano de la facultad de Medicina y de rector de la Universidad
de Buenos Aires, era también un político experimentado, diputado
durante varios años y miembro de los grupos conservadores que
se adhirieron a la heterogénea coalición de fuerzas que se formó
bajo el liderazgo de Perón en 1945. Tras la vicLoría de éste y su
entrada a la Casa Rosada en junio de 1946. Arce fue designado
representante ante la ONU. Al igual que su colega y discípulo Oscar
Ivanissevich, nombrado embajador en Washington, su presencia
debía conferir una imagen “decenLe" del peronismo en la arena
internacional. De fuertes convicciones anticomunistas, mostraba
simpatía por el régimen de Franco en España.9
Pero ante el desarrollo de los acontecimientos, debiendo la
Argentina asumir la presidencia del Consejo antes de lo previsto
por la imposibilidad norteamericana, las vigorosas expresiones
antisoviéticas de Arce significaban un obstáculo. En sus memorias,
el embajador relata cómo al comienzo Buenos Aires adoptó una
postura aislacionista y rechazó la idea de ejercer la presidencia. En
tres oportunidades recibió Bramuglia. quien ya se encontraba en
París, instrucciones para que no aceptara el cargo.

* José Arce, Mi vida, Buenos Aires, 1958, vol. II (Actuación política inter­
nacional), pp. .'581-2: I n Nación, 27-9-47. Sobre la neutralidad argentina du­
rante la Segunda Guerra Mundial, ver Mario Rapoport, Gran Bretaña. Estados
Unidos y las clases dirigentes argentinas. 1930-1945, Buenos Aires, 1980; Carlos
Escudé, Gran Bretaña. Estados Unidos y la declinación argentina. 1942-1949,
Buenos Aires, 1983: Joseph S Tulchin, Argentina and the United States - A
C onjlicted Relationship, Boston, 1990, cap. 6.
9 Arce, Mi vida; Justo Pierries, “Yo no soy peronista". La Razón, 30-G-89:
U. J. Paz. "El doctor Arce, diplomático", texto inédito. Agradezco al ex canciller
Paz por haberme facilitado este texto.
60 R a an an Rein

Esta reticencia de Perón se basaba en su arraigada reserva


respecto de cualquier marco internacional del que pudiera despren­
derse una limitación cualquiera a la soberanía y a la libertad de
acción de los países miembros del mismo. Mas su decisión en aquel
momento se debió, entre otras razones, a la charla que mantuvo
con Moisés TolT (Moshé Tov), representante de la Agencia Judia
primero y posteriormente, tras la creación del Estado de Israel en
mayo de 1948. del Ministerio de Relaciones Exteriores del nuevo
país para obtener el apoyo de las naciones latinoamericanas. En
una carta de Perón a Bramuglia en septiembre, el presidente
explicaba la razón por la que prefería no entrar a lo que podría ser
una celada:

"... yo le hice llegar el consejo de no aceptar la presidencia del


Consejo de Seguridad, porque el delegado Judio Toff: que estuvo
aqui nos informó hace ya dos sem anas que, en la U.N., se tram aba
un golpe de desprestigio para la Argentina. Ello se ejecutaría
poniéndola en la responsabilidad de decidir, por dirección en los
tres asuntos más antipáticos de toda la reunión: Asunto Beriin,
Asunto Palestina. Asunto India.
“Se pensaba que librada Argentina a su s propios medios ap a re ­
cería como presidente e Incidiendo en los asuntos peores y que
allí deberia salir mal o con los rusos, o con los judios o los árabes
y también con la India o el Hiradabak. Toff adem ás de ju d io es
argentino y él manifestaba que como tal se apresuraba a d a m o s
la alarm a, para que no entráram os en la trampa. Yo aprecié que
en la duda, abstente'era lo mejor y le hice llegar la información’ . 10

Arce relata acerca de la presión que ejerció sobre él el embajador


norteamericano ante la ONU, el doctor Phillip Jessup, para que la
Argenlina aceptara igualmente la presidencia. El diplomático ar­
gentino pidió a su canciller autorización para dirigirse por cuarta
vez a Perón para convencerlo de que aceptara la misión, aunque
ello le costara su cargo. Arce sostiene que logró convencer a
Bramuglia. pero fue el último quien se dirigió al presidente.

10 La cita es de una de las cartas de Perón a Bramuglia cuando éste se


encontraba en París entre septiembre y diciembre de 1048. Las cartas no tienen
fecha y durante mi investigación en el Archivo General de la Nación (en adelante
A (iN ) (Buenos Aires) aún no habían Sido catalogadas. Agradezco al director del
AON. el embajador Miguel Unamuno, por haberme permitido la lectura de estos
valiosísimos documentos.
El p recio del éxito: J u a n A tilio B ra m u glia y. 61

En esta oportunidad Perón aceptó, aunque con dos condicio­


nes: la primera, que la presidencia se limitaría a la cuestión de
Berlín exclusivamente. La segunda era que Bramuglia y no Arce
ocuparía el c a rgo ." lo que justificaba escribiendo:

"... soy de opinión que en caso algu n o la solución pueda quedar


en m an os de Arce. Estando usted alli yo le pediría que m anejara
personalm ente el asunto, pues... estoy persuadido que a usted
no lo van a engañar, ni serán suficientemente hábiles p a raju garle
un a m ala partida.
“El asunto de Berlín ... será un asu n to muy difícil y agitado cuya
dirección en su s manos estará segu ra para salvar el prestigio y
la posición argentina, no asi en las de Arce, cuyo juego apasio­
nado e incongruente puede com prom etem os m ás allá de lo
conveniente. La larga actuación de Arce en la UN le debe haber
creado am istades, prejuicios o com prom isos, adem ás de su modo
de ser no del lodo prudente, a todo lo cual no puede exponerse
el p a ís'.

En sus memorias. Arce relata el episodio en forma escuela


aunque llena de amargura:

“E sa m ism a noche me hizo llam ar [Bram uglia] y me anunció que


el gobierno accedía a nuestro pedido, a condición de que ... 'Arce
no presid a” .12

Esta decisión no se originaba en el deseo de Perón de restringir


los pasos de Arce, sino por entender que de servir éste como
presidente, ello sabotearía las probabilidades de que un represen­
tante argentino tuviera suficiente crédito del bloque oriental com o
para poder gestionar una iniciativa diplomática que permitiera
solucionar la crisis de Berlín. Sus frecuentes enfrentamientos con
el representante soviético Andrei Víshinski. verdaderos duelos
verbales, sembraron una desconfianza y sospechas entre los di­
plomáticos comunistas hacia el “reaccionario” A rce.1’ Era necesaria

11 La vacilación del presidente sobre si el pais debía aceptar la presidencia


del Consejo de Seguridad se rellejó en la prensa peronista. Ver al respecto: El
Líder, 2 10-48: Democracia, 3-10-48: El Muiuio, 5-10-48; Clarín, 5-10-48.
12 Arre. M i vida, Vol. II. p. 385.
13 Isidoro Gilbert, El oro de Moscú Ixi historia secreta de las relaciones
argentino-soviética.s, Buenos Aires, 1994. p. 150. Sobre las contiendas verbales
entre Vishinskl y Arce, ver Arce, M i vida.
62 Raanan Rein

una personalidad con otra imagen, alguien moderado que pudiera


cumplir en Corma discreta esta delicada misión. Nadie era más apto
que Bramuglia para ello. No obstante. Arce, profundamente des­
contento ante la instrucción recibida, se sintió traicionado tanto
por el presidente como por el canciller. Bramuglia. por su parte,
seguramente se sintió complacido ante la posibilidad de retribuirle
a Arce por los repetidos intentos hechos en 1947 para esquivar el
Palacio San Martín, sede del Ministerio de Relaciones Exteriores,
y de contactar directamente con Casa Rosada, el palacio presiden­
cial argentino, como ocurrió por ejemplo durante las deliberaciones
de la Asamblea General que condujeron a la partición de Palestina
(ver al respecto el capítulo 7 de este libro).
Bramuglia. com o hemos visto, era el más eminente y talentoso
de los ministros de la primera presidencia de Perón. Fue uno de
los principales arquitectos de la coalición peronista desde los
diversos cargos que ocupó, entre el golpe m ilitar de ju n io de 1943
y la elección de Perón en febrero de 1946. Al frente del Ministerio
de Relaciones Exteriores, Bramuglia tuvo gran éxito y contribuyó
a la reintegración de su país a la arena internacional, entre otras
razones debido a su disposición a cooperar con Estados Unidos y
con los dem ás países del continente en las convenciones
panamericanas de Rio de Janeiro (1947) y de Bogotá (1948).
En su discurso en París con ocasión de la apertura de la Tercera
Asamblea General de las Naciones Unidas, el 2 1 de septiembre de
1948. Bramuglia se expresó de manera moderada y pacificadora,
reforzando así su imagen como apto para hacer las veces de
mediador. Su alocución, transmitida en directo por varias estaciones
de radio argentinas y por el Servicio Latinoamericano de la B.B.C.
de Londres, llamaba a la paz, la solidaridad y la coexistencia
armónica entre los pueblos.1'* Sus palabras entonaban con el
espíritu de la Tercera Posición y las declaraciones en favor de la
cooperación económica y la paz mundial que había expresado un
año antes Perón. No obstante, la importancia de su papel destacará
a comienzos de octubre como presidente del Consejo de Seguridad,

14 "Nuestra Doctrina de Paz expresó el Doctor Bramuglia ante las Naciones


Unidas”, Lexto del discurso pronunciado en la sesión de apertura de la Asamblea
General, Archivo del periódico Q ué sucedió en siete dias, Centro de Estudios
Nacionales (Buenos Aires). Agradezco al Dr. Raúl García Heras por ayudarme
a tener acceso a este archivo. Para el texto del discurso, ver también 1-a Nación.
Ixi Prensa y Clarín, 22-9-48.
El p recio del éxito: Ju an A tilio B ra m u glia y. 63

siendo el conflicto de Berlín el primero que se elevaba a dicho foro


desde su creación.

Un David entre dos Goliat

El cuatro de ocLubre, ambas parles expusieron sus argumentos


ante Bramuglia. A instancias de la mayoría de los votos se resolvió
incluir el asunto de Berlín en la agenda del Consejo. La Unión
Soviética y Ucrania, que habían expresado su desacuerdo con ello,
anunciaron que no iban a lom ar parte en las sesiones que trataran
el tema. En la práctica, sus representantes estuvieron presentes
en todas las sesiones siguientes, aunque no hicieron uso de su
derecho a voz. El delegado soviético, Andrei Vishinski, sostenía que
no había sitio alguno alrededor de Berlín y que las medidas
adoptadas por su país en aquella ciudad eran defensivas exclusi­
vamente, com o reacción ante la reforma monetaria aplicada a las
zonas de la ciudad ocupadas por las potencias occidentales. Por
lo lanío, sus acciones no tenían en absoluto el carácter de amenaza
a la paz. El diplomático ruso sumaba a ello un argumento legal:
basándose en el artículo 107 de la Carta de la ONU, la organización
no estaba facultada para tratar medidas o políticas adoptadas
contra países enem igos como consecuencia de la Segunda Guerra
Mundial. Por ello, este punto debía ser discutido en el marco del
Consejo de Ministros de Relaciones Exteriores de las cuatro po­
tencias ocupantes, constituido en la Conferencia de Potsdam. A ello
reaccionó el em bajador norteamericano Phillip Jessup diciendo
que, frente al bloqueo, las potencias occidentales contaban con tres
opciones: rendirse ante el uso de la fuerza, responder con fuerza
a acciones de fuerza o elevar el caso al Consejo de Seguridad. Los
tres países escogían esta última vía.15
Una comisión de los países neutrales encabezada por Bramuglia
comenzó a intentar la búsqueda de soluciones, esfuerzos que se
prolongaron durante todos los meses de octubre y noviembre.
Además de las reuniones que el Consejo dedicó a Berlín, hubo focos
de actividad diplomática paralela, extraoficial. El más importante
se encontraba en el hotel George V, donde se alojaba la delegación
argentina. Otros encuentros de importancia se celebraban en el

15 Charles, Fterlin Blockade. pp. 91-2.


6-1 R aanan Rein

Quai d'Orsay y en varios sitios alejados del público y de los medios


de comunicación.
En diversas ocasiones expuso Bramuglia públicamente sus
puntos de vista sobre la necesidad de un orden mundial moral,
basado en los ideales que menciona la Carta de las Naciones
Unidas: paz. libertad, justicia, tolerancia, amistad, cooperación.
respeLo mutuo, igualdad y solución de conflictos por vias no
violentas. Reconocía las limitaciones de acción que tenía el or­
ganismo. particularmente en un período de rivalidad v de mutua
desconfianza entre los bloques. Pero entendía que no debía per­
derse la esperanza y que había que realizar cuanto esfuerzo se
pudiera para que los períodos de paz no fueran tan sólo un
paréntesis entre los conflictos internacionales. Basándose en la
tradición diplomática de su país, creía tam bién que debían
introducirse reformas a la ONU para que fuera efectiva su uni­
versalidad y fuera posible la participación de todos los países del
mundo, sin discriminar entre vencedores, vencidos y neutrales de
la guerra que recientemente había finalizado.
Bramuglia consideraba necesario anular la estructura jerár­
quica de la organización, que permitía que unos pocos países
resolvieran el destino del mundo entero. El derecho a veto de los
cinco miembros perm anentes del Consejo de Seguridad les permitía
torpedear las decisiones que contaban con el apoyo de la mayoría
de los países. Cabe recordar que argumentos similares ya habían
sido expresados por representantes argentinos respecto de la Liga
de las Naciones después de la Primera Guerra Mundial y que la
falta de respuesta a estas demandas condujo al entonces presidente
Hipólito Yrigoyen a instruir a sus delegados a que abandonaran
la reunión de la Asamblea, permaneciendo en los años siguientes
la Argentina como miembro pasivo de la Liga."* La Argentina peronista
apoyaba estas posturas y las repetía en las Naciones Unidas desde
1946. por intermedio de José Arce.
La misión de mediador en la crisis de Berlín era vista por
Bramuglia como una oportunidad de dar a conocer la posición
argentina y demostrar que puede llegarse a acuerdos por vias
pacíficas y mediante el diálogo, enfatizando el hecho de que los

lü Sobre Argentina en la Liga de las Naciones, ver: Sergio Bagú, Argentina


c n c l mundo, Buenos Aires. 1961, pp. 78 82: Félix Luna. Yrigoyen, Buenos Aires,
1954, pp. 277-282.
El p re c io del éxito: Ju an Atllio B ra m u g lia y. 65

países de la periferia pueden cumplir un papel importante en la


arena internacional, precisamente por no estar directamente
involucrados en el conflicto entre las grandes potencias. En sus
palabras:

"Cuando el C onsejo de Seguridad se encuentra ante un conflicto


entre estados, debe llegar a una solución. Los miembros del
Consejo que no son activos participantes en el conflicto deben
intenenir con todas su s energías en su esfuerzo por hallar una
solución m ediante la mediación. Consecuentem ente, cuando una
de las partes en conflicto presenta un problem a al C onsejo de
Seguridad, ésle no puede decidir tomar m edidas definitivas, sin
haber agotado su s esfuerzos por llegar a u n a mediación. Esta es
la esencia de las funciones del Consejo de S egu rid ad ".17

Perón y Bram uglia mantuvieron en aquel periodo un contacto


continuo mediante cartas, telegramas y llam adas telefónicas. La
impresión es que el canciller quiso dar al presidente la sensación
de que estaba actualizado y de que su propia actividad era un
aporte al régimen y su prestigio internacional. Perón, por su parte,
intentaba aclarar a su ministro que le daba todo el respaldo sin
reservas y que lo apoyaba en su rivalidad con el embajador ante
la ONU. En la segunda mitad de noviembre ya tenia el líder plena
conciencia de que los esfuerzos invertidos por Bramuglia servían
para mejorar la imagen internacional del país. En una de lascarías
que le envió a París, escribió:

"Creo como usted que la tarea cum plida allí es superior a la fuerza
de la república, pero creo también que el honor que de ello se
desprende p ara el pais es superior también a cuanto podíamos
esperar al concurrir a la Conferencia".

Habitualmente Bramuglia evitaba referirse en público, tanto en


el Consejo com o en respuesta a las preguntas de periodistas, a los
orígenes de la crisis de Berlín. Declaraciones en tal sentido podían
herir las sensibilidades de alguna de las partes o interpretarse como
una acusación hacia alguna de las potencias, echando por la borda
las posibilidades de éxito de la misión mediadora. En cambio.

17 U.S. News and W orld Report, 24 12 48, p. 37.


66 R aanan Rein

prefería citar razones difusas al hablar ante los miembros del


Consejo:

"Algunos emergen de las capas de la desinteligencla porfiadas de


los hombres, cuando se em peñan en seguir líneas filosóficas que
pueden, en muchos casos, ser artificiales, en lugar de trabajar
por la esencia que deben contener las formas. Otros nacen de
factores reales en pugna, pero que pueden coordinarse sobre los
términos precisos del derecho, en orden a una necesidad de la
convivencia sobre la Uerra. cualquiera sea el propio estilo de
vida".18

El mediador argentino utilizó diversas técnicas en su intento


de retardar primero y de neutralizar después la carga explosiva de
la crisis de Berlín. Si consideraba que una convocatoria del Consejo
en un momento dado sólo podía agravar la tensión, o si creía que
un nuevo receso contribuiría a la posibilidad de comprensión entre
los bloques, actuaba para diferir la reunión: si estaba convencido
de que debía volver a formularse y redactarse la propuesta elevada
por el grupo de países neutrales, a los efectos de acelerar las
negociaciones, actuaba con premura para que así se hiciera.19 En
todo caso, mantuvo contactos permanentes con los representantes
de las potencias involucradas: A. Vishinski. P. Jessup. sir Alexander
Cadogan y Alexandre Parodi. No conforme con ello, conversaba
también con personalidades de renombre en la arena internacional,
entre los que figuraban el secretario de Estado norteamericano
George Marshall, con quien ya se había encontrado en las men­
cionadas Conferencias Panamericanas de Río de Janeiro y de
Bogotá, el presidente francés Vincent Auriol y el Papa Pío XII. El
foro de los países neutrales se reunía con frecuencia intentando
forjar propuestas de com promiso que fueran aceptables por las
partes.20 Todo ello con paciencia sin límites, con sabiduría, de­
terminación. responsabilidad, cautela y con buenos modales, como

John A. Iiouston, Ixitin Am erica in the United Nations, New York, 1956,
p. 115.
19 ¡ja Prensa, 11-10-48, 14 10-48: La Nación, 30-10-48. Un resumen de­
tallado He las actividades de Bramuglia en París durante los meses <le octubre
y noviembre puede encontrarse en: Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto,
Actuación de la República Argentina en el Consejo de Seguridad de las Naciones
Unidas al considerarse el asunto de Berlín, Buenos Aires, 1949, 198 pp.
20 Ixi Prensa, 8-9-10-48, 11/13-10-48.
El p recio d el éxito: J u a n A tilio B ra m u glia y. 67

lo indican algunos de los calificativos que puso la prensa contem ­


poránea a su misión. Perón, por su parle, ante las dificultades a
las que debía enfrentarse Bramuglia, lo describió com o "David entre
dos Goliat".
Poco a poco la vacilación inicial de Perón fue convirtiéndose
en entusiasmo por la atención internacional que merecía la política
mediadora del representante argentino, a quien escribió:

"Sigo con placer y ap lau so todas sus acertadas m edidas y


gestiones allí. No lo podíam os haber hecho mejor y las consecuen­
cias las noto yo aqui por la guerra de intrigas, m entiras e infamias
que tejen los brasileros, los chilenos, los u ru gu ay o s, etc. que
sufren tanto con nuestros éxitos. A pesar de tanta cosa yo me
alegro sobrem anera porque si los perros ladran, señal que c a b a l­
gamos".

Al comienzo parecía que las probabilidades de Bramuglia de


promover una avenencia entre las potencias eran escasas, por no
decir inexistentes, y los rusos exigieron quitar el tema del orden
del día del Consejo de Seguridad. Bramuglia convocó entonces al
plenario para formular dos preguntas a los Cuatro Grandes. En
primer lugar pidió detalles sobre las circunstancias que condujeron
a forzar limitaciones sobre las comunicaciones, el transporte y el
comercio entre Berlín y la parte occidental de Alem ania y entre ésta
y la parte oriental. Luego pidió una explicación pormenorizada del
acuerdo obtenido en VIoscú el 30 de agosto en cuanto al levan­
tamiento de las restricciones sobre Berlín, la introducción del
marco gennano-oriental como único curso legal en la ciudad y la
convocatoria de los representantes de lascuat.ro grandes potencias,
preguntando por qué razón no se aplicaron dichas instrucciones.21
Estados Unidos. Gran Bretaña y Francia se mostraron dispues­
tos a responder a las preguntas, no asi la U.R.S.S. Vishinski veía
en su misma formulación un intento de inducir a la delegación de
su pais a participar en los debates sobre el asunto berlinés, a lo
que ya había expresado su oposición. Por ello redactaron los países
neutrales una propuesta de compromiso, que presentaron ante el
Consejo el 22 de octubre de 1948. Allí se sugería levantar de
inmediato todas las restricciones impuestas por las partes al
contacto entre Berlín y las diferentes partes de Alemania. Para­

21 Houston, IxiTin Am erica in the United Nations, p. 1 1(i.


68 R aan an Rein

lelamente se reunirían los cuatro comandantes militares a cargo


de los diversos sectores de la ciudad, para discutir la unión
monetaria de la ciudad sobre la base del marco que circulaba en
la zona soviética. Asimismo se acordaría convocar a los cuatro
cancilleres para tratar el futuro de Alemania.'22
Desde Buenos Aires, Perón felicitaba a Bramuglia por su
propuesta:

"La recomendación me parece m uy buena, muy ju sta y bien


buscada. Aunque no resulte, nosotros quedarem os bien. Com o
usted dice, yo también creo que Naciones Unidas no es para
resolver nada, sino para p rep arar climas o estados ambientales.
Por eso, como usted, creo que es fundam ental alli, dejar a
Argentina bien ”.

Tres días después de presentada esta fórmula y después de


haber dado suficiente tiempo a las partes para que la analizaran,
fue sometida a votación en el Consejo de Seguridad. Nueve países
la aprobaron y sólo la Unión Soviética y Ucrania se opusieron,
argumentando que no respetaba el principio de simultaneidad
acordado en Moscú a fines de agoslo para el levantamiento de las
limitaciones al tránsitoy la imposición de la moneda única en Belín.
La discusión era de hecho una cuestión de temporización. ¿Debía
antes anularse el sitio a la ciudad y recién entonces com enzar las
negociaciones, o se debía primero llegar a un acuerdo monetario
y entonces se levantarían las restricciones? La postura soviética
significaba de hecho una imposición de veto al compromiso pro­
puesto y éste fue retirado de la agenda. En una entrevista publicada
en Frauda el 29 de octubre. Stalin acusaba a las potencias oc­
cidentales por el callejón sin salida en el que se habían metido y
por conducir una políLica agresiva, que no estaba interesada en
ningún arreglo con la Unión Soviética.23
Pero este traspié no hizo que Bramuglia cejara en sus intentos,
ya que entendía que sobre el trasfondo de mutua desconfianza y
hostilidad entre los bloques, no habría una fórmula mágica que

a Ibidenv, Charles, ¡k-rlin Iilockade, p. 94: Davison, The ¡ierliri Illockadi1,


p. 243.
• ’ Davison. The Iierlin Blockade, p. 244. Interrogado sobre las declaraciones
de Stalin por el New York Times, Bramuglia se negó a responder. Ver: Critica
y Dem ocracia, 29-10-48, l a Nación, 30-10-48.
El p recio del éxito: Ju an A tilio B ra m u g lia y. 69

resolviera instantánernente la crisis. De índole optimista, conven­


cido de que precisamente del optimismo pueden generarse solu­
ciones, no cayó en la desesperación. A los periodistas del mundo
entero que se agrupaban a su alrededor les prometió, haciendo lo
posible por no crear una atmósfera superílua de crisis aguda, que
continuaría con sus esfuerzos:

"Estoy seguro que ninguna de las partes desea llegar a lo peor


ahora. Y es mi deber tratar de que lleguen a un acuerdo. Sus
diferencias han sido dism inuidas algo y aún puede llegarse a una
coincidencia de puntos de vista".u

El entonces presidente de la Asam blea General, el canciller


australiano Herbert Evatt, y el secretario general de la Organiza­
ción, Trygve Lie. también intentaron ayudar a encontrar una
salida.25 Pero mientras la Unión Soviética estaba de acuerdo con
la propuesta de una reunión de las cuatro potencias, las tres de
Occidente, y particularmente Gran Bretaña, preferían que conti­
nuaran las labores de la comisión de estados neutrales miembros
del Consejo de Seguridad. En una reunión de los delegados de esos
tres países se rechazó oficialmente la propuesta de la Asamblea
General y se aceptó el llamado a intentar solucionar el problema
en el marco del Consejo. Esta era, de hecho, una moción de
confianza a los esfuerzos de Bramuglia.
El 18 de noviembre Bramuglia volvió a formular preguntas a
las partes. Los delegados de los países neutrales se reunieron para
estudiar las respuestas y las negociaciones se renovaron. El
argentino redactó un nuevo plan, aprobado el primero de diciembre,
que convocaba a la formación de una com isión de expertos en
cuestiones financieras, que estaría com puesta por representantes
nombrados por los seis estados neutrales del Consejo y uno más.
designado por el secretario general de la Organización.26 La nueva
iniciativa no requería, premeditadamente, una reunión inmediata
del Consejo de Seguridad. El doctor Roberto Ares fue nominado
como delegado argentino. Esta era la última iniciativa de Bramuglia,

21 1m Nación. 2G -10 48, 19-11, 22-11. 24 11. 29-1 1-48: Ixx Prensa, 27 11 -
48.
25Trygve Lie, In ih c Cause o j Peace ■Seven Years with the United Nations,
New York. 1954, cap. 12.
26 U i Nación, 28/29-11-48, 10-12-48.
70 Raanan Rein

que a comienzos de diciembre finalizaba su cargo com o presidente


del Consejo, continuándole el belga Fernand Van Langenhov. Por
su parte, el canciller argentino abandonó París rumbo a Italia y
Estados Unidos, desde donde regresaría a su país.
La comisión de expertos trabajó durante dos meses para
elaborar una propuesta de implantación de una moneda única de
curso en todas las zonas de Berlín, que ahora estaba adminis­
trativamente dividida por iniciativa soviética. La U.R.S.S. aclaró ya
a comienzos de diciembre que haría entrega a la com isión de "toda
la información que necesitara", en un comunicado que se interpretó
como un apoyo a la iniciativa de Bramuglia y com o el comienzo
de una solución a lo que hasta entonces era la crisis más aguda
de las relaciones entre los bloques.-7 Las contramedidas econó­
micas adoptadas por los occidentales en Alemania crearon una
situación insostenible para Moscú. En febrero de 1949 la comisión
presentó su informe, publicado un mes más tarde, sin "u e fuera
debatido en el plenario del Consejo. A esta altura los rusos ya
debían reconocer el fracaso del bloqueo. A fines de abril comen­
zaron las conversaciones directas entre las partes; en mayo se
levantaron las restricciones impuestas a la ciudad. Por entonces
ya entendían los soviéticos que debían aprender a tolerar un
enclave occidental en pleno corazón de la zona que habían con­
quistado durante la guerra. La determinación del Oeste y el
monopolio que éste tenía aún sobre el poderío nuclear condujeron
a que Stalin cediera. En ese mismo mes de mayo de 1949 se adoptó
la constitución que amparó la creación de la República Federal
Alemana, a la que la Unión Soviética respondió con la creación de
la República Democrática de Alemania. La división política y
administrativa del pais continuó siendo un hecho tangible en las
cuatro décadas siguientes.

Dificultades y obstáculos

Los esfuerzos de la comisión formada por los estados neutrales


y con Bramuglia al frente de la misma, reflejaban la determinación
y la perseverancia que no siempre fueron reconocidas ni apreciadas.
La prensa internacional publicó a lo largo de todo aquel período

27 Gilbert, El oro d e Moscú, pp. 148-9; La Nación, 30-1 i -48.


El p recio del éxito: J u a n A tilio B ram u glia v. 71

informes que expresaban las dudas de “círculos" o de “fuentes"


occidentales sobre el proceso en general y también sobre la
comisión de expertos, a la que calificaban como un intento de salvar
el prestigio del canciller argentino antes de que finalizara su
mandato como presidente del Consejo de Seguridad, y no com o un
procedimiento concreto que promovía las probabilidades de llegar
a un acuerdo.28
Las sospechas soviéticas respecto de la Tercera Posición tam­
poco le facilitaron las cosas a Bramuglia. En Moscú dicha política
era vista como una mera cortina de humo, tras la cual se ocultaba
un apoyo irrevocable a la actuación estadounidense en la arena
internacional.29 Pero ello no am edrentó al argentino, quien continuó
haciendo todos los esfuerzos posibles para evilar m edidas o decla­
raciones que pudieran interpretarse rom o antisoviéticas. Ya al
com ienzo del proceso, cuando declaró su apoyo a que se incluyera
el asunto de Berlín en el orden del día del Consejo de Seguridad,
lo justificó aclarando que ello no debía considerarse com o una
crítica a la postura del Kremlin, acorde a lo que le escribiera Perón:
“Cualquier resolución de condena definitiva en la U.N. a cualquier
potencia en el pleiLo a Berlín, conspira contra la vida misma de
la U.N. y puede servir para acelerar el desencadenamiento de una
guerra".
Cuando en un reportaje para la revista U.S. News and Worid
Reporl le preguntaron si los soviéticos veían en él un intermediario
imparcial o un representante de las potencias occidentales, respon­
dió: “Jam ás tuve la segunda impresión, más bien la primera".30
Bramuglia no hesitó en rechazar pública y categóricamente toda
alusión del embajador ruso que implicara una aparente actividad

28 Ixi Prensa, 30-11-48.


a® A pesar de que Perón entabló relaciones diplomáticas con la Unión
Soviética apenas llegó al poder, en la práctica, durante su primera presidencia
no se desarrollaron los lazos en ningún área. Recién en la década del cincuenta
puso Perón el pilar para relaciones comerciales significativas con Moscú. Sobre
las relaciones entre estos dos paises, ver Mario Rapoport, ‘Argentina and the
Soviet Union: History of Political and Commercial Relations (1917-1955)“.
Híspante Am erican Historícal R eview (May 1986): pp. 239-85: Montserrat Llairó
y Raimundo Siepe, Perón y las relaciones económ icas con el Este, 1946 1955,
Buenos Aires. 1997; Gilbert, El oro d e Moscú, capítulos 4-6.
M U.S. New s and World Report, 24-12 48; Ixi Nación, 21-12-48; Houstort,
Latín Am erica in the United Nations, p. 115.
72 R aanan R ein

prooccidental. ganando incluso elogios del propio Arce: “Lo acompañé


mientras presidió y se condujo con rara habilidad, especialmente
cuando replicó algunos excesos de lenguaje de V is h in s k iV
A estas dificultades se sumaron las fricciones internas de la
delegación argentina, sobre las que Bramuglia se quejó a Perón.
Desde Casa Rosada el canciller obtuvo aliento, elogios y apoyo total
a su postura:

“Anim o am igo y piense que cuanto usted haga lo apoyamos


nosotros con la m ás absoluta solidaridad... Usted es el Ministro
de Relaciones Exteriores y alli el Presidente de la República, todo
está en su s manos. Quien no apoya, quien no ayuda, lo liquida
sobre el tambor.
"El hom bre mas tolerante y m ás b u e n o h a de saber transformarse
en el m ás intolerante y más enérgico cuando se trata del bien
de la Nación y en nom bre y bien de la PaLria no hay interés que
no pu ed a y no deba sacrificarse'’.

Ante la prolongada ausencia del canciller se hizo cargo del


Ministerio en forma provisional el m inistro de Marina. Fidel Anadón,
aunque quien llevó los asuntos en la práctica fue el director del
Departamento de Relaciones Exteriores y hombre de confianza de
Bramuglia, el doctor Pascual La Rosa. M as el papel de éste consistió
no sólo en dirigir los asuntos corrientes de la diplomacia argentina,
sino también actualizar a su superior y amigo sobre los tejes y
manejes políticos de las cúpulas del régimen, que podían amenazar
su situación y su puesto. Efectivamente, a comienzos de septiem­
bre, por ejemplo, poco después de la partida de Bramuglia al Viejo
Continente, escribió La Rosa sobre los viajes programados de
Domingo Orlando Maroglio y Miguel Miranda, miembros del Con­
sejo Económico Nacional, a Estados Unidos y a Europa respecti­
vamente, tras haber hablado sobre ello con el embajador Agosti:

"Fue explícito y franco conmigo, diciendo que am bos personajes


son enviados por sugerencias de tu adm iradora a fin de molestar
tus gestiones, pues agrega 'que es necesario trabajar por tu
fracaso por el bien del país’”.32

31 Arre, Mi vida, p. :i8G.


32 Pascual La Rosa a Bramuglia, 10-9-48, JAB Papers. Un informe
tranquilizador sobre estas intrigas fue enviado a Bramuglia por su secretario
personal al cabo de dos meses. Ver: Secretario Privado del Ministro de Rela­
ciones Exteriores y Culto a Bramuglia, 11-1 1-48, JAB Papers.
El precio del éxito: J u a n A tillo B ram u glia y. 73

Sobre el transfondo de las rivalidades dentro de la delegación


argentina y las intrigas que se iban tejiendo a espaldas de Bramuglia
durante su ausencia de Buenos Aires, como ya veremos, destaca
el trato favorable que obtuvo de la opinión pública internacional.
En la primera semana de noviembre el canciller salió a una visita
de cinco días a Londres, por invitación del gobierno británico.
Bramuglia se entrevistó con el primer ministro Clement Attlee y su
canciller Em est Bevin. Los honores que le dispensaron sus anfi­
triones y la recepción por parte de George VI en el palacio de
Buckingham fueron más que la expresión de agradecimiento por
sus esfuerzos para solucionar la crisis berlinesa: era un resonante
boletazo a Eva Perón, quien un año antes no pudo visitar la capital
inglesa.'11' Al finalizar la visita, escribía el Times londinense:

"El único medio de hacer que las relaciones entre los dos países
sean tan bu en as como lo fueron en los llempos anteriores a la
guerra es por el contacto directo entre las personas responsables
de la politica. y nadie m ás facultado para hacerlo que el doctor
Bram uglia. cuyos Incansables esfuerzos para allanar las diver­
gencias entre las naciones en París, le ganaron tantos elogios".1'1

Incluso el Wahinglon Post, periódico del cual el embajador


argentino Jerónim o Remorino se quejaba de que “nos ataca siste­
máticamente" e invierte todos los esfuerzos “con el objeto de que
no aparezca ni siquiera el nombre de la República Argentina", se
desvió de esta tradición para publicar elogios del doctor Jessup a
Bramuglia por sus esfuerzos.35
En los protocolos de las sesiones del Consejo de Seguridad
pueden verse constancias de agradecimiento de parte de los
representantes de Canadá, Colombia y Siria, así como del repre­
sentante francés Alexandre Parodi:

"Doy las gracias, en particular, a nuestro Presidente, señor


Bram uglia, por la sum a de esfuerzos por él desplegados, con tanta
bu en a voluntad como inteligencia, en la b ú squ ed a de soluciones.

33 Sobre la visita de Bramuglia a Londres, ver: La Nación, 5/10-11-48: La


Prensa, 6-1 1 48: Cicuín, 5/6, 9/10-1 1 48: Critica, 5, 7. 10-11-48: El Líder, 5.
10-1 1-48.
34 Citado en La Nación, 10-1) 48.
35 Remorino al MREC, s. f., .IAB Papers.
74 Raanan Rein

así como por la paciencia que ha demostrado, por todo lo cual


am ba s partes debem os rendirle hom enaje y quedarle agradeci­
dos".*'

La U.R.S.S. no elogió en público la actividad de Bramuglia. A


fines de octubre Pravda publicó una entrevista con Stulin, en la
que a la pregunta sobre cómo consideraba la posición de los seis
miembros del Consejo de Seguridad que no estaban implicados en
el conflicto, replicó con una acusación de que los representantes
de aquellos países apoyaban una política agresiva, que alentaba
el estallido de una nueva guerra.117 Pero en la práctica, los rusos
se refirieron en términos positivos a la función que cupo a Bramuglia
para poner término a la crisis. En 1953, el "Sol de los Pueblos”
y su embajador Vishinski continuaban interesándose por el entonces
ya ex canciller.38
En su informe anual del periodo 1948-49, el secretario general
de las Naciones Unidas Trygve Lie sostuvo que las tratativas en el
Consejo de Seguridad, aunque no hayan aportado en forma directa
a la solución de la crisis, ayudaron a reducir la tensión y el peligro
de una guerra, permitiendo ganar tiempo que se aprovechó para
establecer contactos por canales alternativos.39 Bramuglia recibió
cartas desde diversos países, incluso de ciudadanos particulares,
que expresaban apoyo y aliento, y hasta una que le explicaba que
su éxito diplomático radicaba en su carta astral.40

36 Citado en Silvia T. Alvarez, "La crisis de Berlín y el protagonismo del


doctor Juan A. Bramuglia (1948)", en l& Argentina i¡ Europa (1930-1950), Babia
Blanca, 1996, p. 157.
37 Gilbert, El oro d e Moscú, p. 148: ¡si Prensa, 29-10-48.
36 Ihidem, p. 150.
39 Alvarez, “La crisis de Berlín", p. 158. En sus memorias, Lie escrihió que
Bramuglia había hecho un buen trabajo tratando de dirimir en la disputa por
Berlín. Es probable que tuviera cierta debilidad por la publicidad, aunque en
ello no era el único en las Naciones Unidas. En todo caso, añadió el secretario
general, ello le resultó adverso, dado que Perón no podía tolerar fama para otro
argentino y lo destituyó de su cargo poco después de su regreso a Argentina
(Lie, In the Cause o f Peace, p. 214).
40 Diversas cartas de aliento pueden encontrarse en los diferentes legajos
de los JAB Papers.
El p recio del éxito: J u a n A tilio B ra m u g lia y. 75

La destitución de Bramuglia

Poco antes de que Bramuglia terminara su mandato com o


presidente del Consejo de Segundad, fue invitado por el secretario
de Estado norteamericano, el general Marshall. a visitar W ashing­
ton. El canciller solicitó la aprobación de su presidente, que le fue
concedida con celeridad. Perón, consciente de los problemas en las
relaciones entre su país y la Unión, y también de la importancia
que dichas relaciones Lenían para que hubiera una probabilidad
de éxito para sus planes de desarrollo y modernización.41 vislumbró
una gran oportunidad que se le presentaba:

"Referente a su viaje a Estados Unidos, sería desde todo punto


de vista conveniente, por lo menos p ara que tuviera u n a impresión
de lo que pasa allí y de la real situación en [quel ese pais se
encuentra con respecto al nuestro. S u s conversaciones y contacto
personal con los capos, seria de extraordinaria importancia para
las soluciones presentes y futuras. Si no está muy cansado y
abu rrido de hacer el diplomático, sí usted cree como yo que es
conveniente, resuelva sin m ás el viaje".

Bramuglia aceptó por consiguiente la Invitación y el Depar­


tamento de Estado convenció a la Casa Blanca de la importancia
que tendría una entrevista entre el jefe de la diplomacia argentina
y el presidente Truman, la que se llevó a cabo el 10 de diciembre
en un “ambiente muy amistoso" y con la presencia del embajador
en Washington, Jerónim o Remorino.4J Era ésta la primera ocasión
en que un canciller argentino llegaba en visita oficial a Estados
Unidos y la recepción que le fue dispensada fue muy cálida y

41 Sobre las relaciones Argentina Estados Unidos en aquellos años, ver:


Tulchin, Argentina and the United States, cap. 7: Rita Ana Giacalone, “Froin Bad
Neighbors to Relucíant Parmers: ArgenUna and the Unit.es States, 1946-1950",
tesis doctoral inédita, Indiana University. 1977: Mario Rapoport y Claudio
Spiguel, Estados Unidos y el peronism o: In. política norteamericana en la
Argentina. 1949-1955, Buenos Aires, 1994: Harold F. Peterson, Argentina and
the United States, 1810-1960. New York, 1964, cap. 25.
42 Esta descripción se basa en documentos de los Papers of Harry S.
Truman, Official File, Harry S. Truman Lihrary, (Independence, MO). Quisiera
agradecer al archivista Dennis E. Bilgcr por enviarme fotocopias de aquellos
documentos. Ver también La Nación, 8/12-12-48, 15-12-48; IxiPrensa, 10-12-
48.
76 R aanan Rein

acompañada de numerosos gestos. Durante sus conversaciones se


ganó la estima de los oficiales de la Administración y su papel fue
reconocido al punto en que, al solucionar la crisis de Berlín en mayo
de 1949, el presidente Truman y él intercambiaron telegramas de
agradecimiento y aprecio.
El éxito de Bramuglia en las Naciones Unidas y en sus visitas
a Londres y Washington le confirieron un prestigio internacional
que no había tenido ningún ministro argentino de Relaciones
Exteriores, desde los tiempos en que Carlos Saavedra Lamas actuó
en el marco de la Liga de las Naciones y medió para poner fin a
la Guerra del Chaco entre Bolivia y Paraguay, a mediados de la
década del treinta. Pero fue precisamente este prestigio, como
escribiera Arce en sus memorias, el que contribuyó al eclipse de
su carrera política.43 Esta apreciación era aceptada también por
numerosos observadores extranjeros contemporáneos, entre ellos
el secretario general de las Naciones Unidas. Lie. La imagen de
Bramuglia am enazaba poner sombra a la supremacía de Perón y
su notoriedad internacional podía llegar a permitirle mantener
posturas independientes. Perón, que ya había completado el proyecto
de reforma constitucional que le permitiría la reelección en 1951,
consideraba que no tenía necesidad de los servicios de "interme­
diarios" como Bramuglia. En este aspecto, el líder fue víctima de
su propia propaganda, que ensalzaba su omnipotencia y su lazo
directo con las masas. Así pues, comenzó a deshacerse de la mayor
parte de las personalidades que lo acompañaron en su ascenso al
poder, patrón de conducta que se repite en distintos sistemas
políticos y en gran cantidad de dirigentes. Es la etapa en que son
desplazados del entorno presidencial figuras como José Figuerola.
Miguel Miranda, y el propio Juan Atilio Bramuglia. Una única
excepción entre los “compañeros de la prim era hora” la constituyó
Ángel Borlenghi. que continuó ocupando la cartera del Interior
hasta los últimos meses del gobierno de Perón en 1955.
Los rivales de Bramuglia comenzaron a .difundir rumores
tendenciosos, según los cuales el canciller tejía intrigas alrededor
de Perón, convenciendo gradualmente al presidente de que debía
imponerse ante un contrincante tan peligroso. El ex abogado
sindical también resultó victima de la guerra de guerrillas que
contra él mantuvo la Primera Dama. Am bos se habían enfrentado

43 Arce, M i vida, p. 386.


El p recio d el éxito: J u a n A tilio B ra m u glia y. 77

en octubre de 1945, cuando Bramuglia se negó a interponer un


recurso de hábeas eorpus en nombre de Evita, para interceder por
Perón, que estaba entonces detenido. Desde aquel episodio, la joven
esposa del presidente hizo cuanto pudo para sabotear la carrera
política de Bramuglia. Hay quienes le atribuyen el fracaso de su
candidatura a gobernador de la provincia de Buenos Aires, para
las elecciones de 1946, y de haber impedido que se le asignara
cualquier cargo ejecutivo de importancia en cuestiones internas,
como por ejem plo en la Secretaria de Trabajo, puesto que apa­
rentemente anhelaba. En los primeros dias que siguieron a la
victoria electoral, parecía que el puesto en el palacio San Martín
era menos importante, mas Bramuglia dem ostró rápidamente que
las apariencias engañan.
Otro enlrentamieruo entre ambos tuvo lugar en la primera
mitad de 1947, cuando se planificó la visita de Eva a España.
Bramuglia se oponía al periplo. argumentando que no seria astuto
realizarlo cuando la Argentina invertía tantos esfuerzos en mejorar
su imagen internacional y sus relaciones con Estados Unidos. Una
visita a Franco sólo podría contribuir negativamente a la imagen
del régimen de Perón, que tanto intentaban revertir. Evita ignoró
las sugerencias del canciller y su enojo fue en aumento.4'’ A su
regreso de Europa se detuvo en Brasil, para pronunciar un discurso
ante la Conferencia Interamericana para el Mantenimiento de la Paz
y Seguridad Continental, que se encontraba reunida entonces en
Río de Janeiro; los elogios que entonces pronunció el secretario de
Estado Marshall al referirse al ministro argentino, durante su breve
charla con Evita, surtieron un efecto inverso al que el estadounidense
esperaba.
En el diario Democracia, que se encontraba desde comienzos
de 1947 bajo el control de Eva Perón, era muy evidente la tendencia
hostil contra Bramuglia. Según sus biógrafos Fraser y Navarro.
Evita no solía inmiscuirse directamente en los asuntos del periódico,
que muy pronto comenzó a gozar de una circulación de decenas
de miles de ejemplares, ni en su política editorial, una vez de­
terminada en forma clara su alineación peronista.' Sin embargo,
uno de sus caprichos tuvo una expresión obvia y se convirtió en
parte de la política de la publicación: el trato a Juan Atilio

44 Raanan Rein, La salivación de una dictadura, pp. 52-53. Sobre la alianza


Perón-Franco, ver el capítulo quinto de este libro.
78 R aan an Rein

Bramuglia. Éste era boicoteado y su nombre no se mencionaba,


ni siquiera cuando medió en la crisis de Berlín, se entrevistó con
el presidente norteamericano o suscribió un acuerdo con Italia. Si
no había alternativa y había que referirse a sus acciones, aparecía
solamente su título, pero no su nombre. Las fotografías en las que
aparecía, o bien no eran publicadas o bien eran retocadas, apa­
reciendo en varias ocasiones la imagen de su cuerpo, pero no su
rostro.45 Por influencia de Evita, otros diarios peronistas también
comenzaron a reducir sus informaciones respecto de Bramuglia.
El diario La Prensa, que se publicaba en español en Nueva
York, destacó durante la visita de Bramuglia a Estados Unidos que
los periódicos oficialistas en la Argentina ignoraban la histórica
visi'a del canciller a Washington, de modo sim ilar a lo que habían
hecho con sus actividades en París. Perón mismo había pronunciado
una semana antes un discurso en el que se loaba el aporte de su
país para asegurar la paz mundial, aunque sin mencionar a
Bramuglia por su nombre (lo mismo ocurrirá en el discurso
tradicional con el que inauguró un nuevo periodo en el Congreso,
en mayo de 1949). Las estaciones de radio controladas por el
gobierno adoptaban una linea similar. El encuentro de Bramuglia
con el número dos del Departamento de Estado (Marshall había
sido h o sp ita lizad o en a q u ello s dias para ser in terven id o
quirúrgicamente) fue dado a conocer solamente por los periódicos
independientes La Nación y La Prensa, y por la publicación católica
El Pueblo. También se publicó en el diario Clarín, que pese a haber
adoptado una linea favorable al régimen, destacó todo el tiempo
la actividad del je fe de la diplomacia. Democracia, que como se
dijera estaba controlado por Evita, o El Mundo, controlado por
Miranda, obviaron el tema; lo mismo hicieron los vespertinos.46
Efectivamente, el investigador que desee seguir las actividades de
Bramuglia como canciller deberá buscar en los periódicos oposi­
tores de la época, particularmente en La Nación y La Prensa, y no
en aquellas publicaciones leales al régimen.
Desde la creación en 1949 de la rama femenina del Partido

45 Nicholas Fraser and Maiysa Navarro, Eva Perón, New York, 1980, p. 82:
Time. 1G 5-49. Existen varias indicaciones de la hostilidad imperante entre
Evita y Bramuglia: ver, por ejemplo, las entrevistas con Eduardo Colom (pp. 89-
90), Raúl Margueirat (pp. 16-20) y Oscar Albrieu (p. 38). Proyecto de Historia
Oral, Instituto Di Telia.
46 La Prensa (New York), 11-12-48.
El p recio del éxito: J u a n A tilio B ra m u g lia y . 79

Peronista encabezado por Evita, la Primera Dam a obt uvo un cargo


oficial en el Consejo Superior del justieialismo. Su peso en la cúpula
que regía los destinos del pais aumentó, así com o también su
intervención en los asuntos concernientes a la com posición del
gabinete encabezado por su m arido.’7 Bramuglia fue una victima
más. ni la primera ni la última, de esta creciente influencia. La
tensión en las relaciones entre ambos era un secreto a medias voces
para muchos de los allegados a las altas esferas partidarias. Benito
Llambí, a la sazón embajador argentino en Suiza, escribió en sus
memorias:

"Justam ente a raíz de un infonne que envié a B uenos Aires,


destacando la feliz repercusión que lenia en la prensa la actuación
de Bram uglia en Naciones Unidas, me enteré de la situación
complicada en que se hallaba. Mi gran amigo Jorge Torrent.
director de Política en el ministerio, 'cajoneó' el informe y me
advirtió que si eso llegaba a m anos de Evita, me podría ver en
dificultades".18

Cuando el canciller aún se encontraba en EsLados Unidos, de


regreso desde Europa, una estación de radio de Montevideo informó
sobre las críticas de que era objeto Bramuglia por parte de varios
ministros y sobre los planes de reemplazarlo cuando regresara a
Buenos Aires. El jefe de la diplomacia, que sintió que lo habían
apuñalado a traición durante su ausencia, fue consultado al
respecto por periodistas en Nueva York e intentó desm entir los
rumores. Lo mismo trató de hacer la Casa de Gobierno:

“No obstante el desem peño eficacísimo de nuestro canciller en la


U N . donde h a ju g a d o tan destacado papel que por sí solo debiera
desautorizar la malévola información, el Gobierno, que aprecia y
valora los méritos acreditados por el Ministro de Relaciones
Exteriores en el Consejo «le Seguridad de las Naciones U n id as y
en los paises que visitó, se ve en la necesidad de desm entir
caregóricamente esos infundios, que han de tener seguram ente

47 J. M. Taylor. Eva Perón: The Myth o f a Woman, Chicago, 1979, p. 53.


48 Benito Mambí, M a lio sicjto d e política y diplom acia (memorias), Buenos
Aires. 1997. p. 12 y entrevista del autor con L5. Mambí, Buenos Aires, 4-9-97.
49 ¡ai Nación. 15-12 h8.
80 R aanan Rein

la finalidad de entorpecer el desem peño de nuestro canciller y


restar ju stos títulos de su labor".49

El anuncio finalizaba con la expresión de la esperanza de Perón


de completar su mandato con las mismas personas que lo acom­
pañaban v ayudaban en su misión. Pero a estas alturas Bramuglia
ya debia lener claro que su puesto peligraba, pese al gesto de Perón
de haber llegado al puerto a esperarlo y haberlo estrechado en un
caluroso abrazo delante de los principales ministros. Pero tan sólo
algunos meses después de su vuelta a Buenos Aires. Bramuglia
debió pagar el precio del éxito internacional y abandonó el palacio
San Martin para regresar a su residencia particular y a su práctica
como jurisconsulto.
El 12 de agosto se publicó por primera vez la renuncia de
Bramuglia,30 aunque los hechos quedaron envueltos en cierta
bruma. El feriado por la celebración del dia de la Reconquista y
el fin de semana que le siguió permitieron la difusión de rumores,
gran parte de los cuales, una vez más, tuvo su origen en Monte­
video. Los salones políticos porteños eran un hervidero de versiones
sobre probables impactos que ello tendría en la cúpula del gobier­
no. Como afirmara Milton Bracker. corresponsal del New York: Times.
la renuncia del canciller fue como una piedra arrojada a un
estanque, que removió las aguas hasta entonces quietas.
Según los primeros informes, la renuncia fue elevada tras una
reunión entre Perón. Bramuglia y el embajador Remorino y las
diferencias de opiniones surgidas entre los dos últimos respecto de
la política que debía adoptarse con Estados Unidos. El canciller,
así se dijo al principio, optaba por continuar la orientación europeísta
de la política exterior argentina, mientras que Remorino estaba a
favor de intensificar los esfuerzos para acercarse a los norte­
americanos. Sin embargo, en la mayor parte de las noticias se
mencionaba la posibilidad de que Bramuglia se hubiera alejado del
cargo por “motivos de orden interno, ya que es conocida la frialdad
de sus relaciones con alguna figura de actuación prevalente en la
política peronista...".51

50 Isi Nación, 12-8-49.


51 La Nación, 13-8-49. El argumento según el cual la renuncia de Bramuglia
radicaba en el enfrentamiento con Evita fue sugerido también por el semanario
Time, 22-8-49.
El precio del éxtlo: J u a n A tillo B ram u glia y. 81

Remorino fue convocado desde Washington a Buenos Aires por


Perón, sin el conocim iem o de Bramuglia. El presidente intentó
esclarecer las diferencias entre los dos diplomáticos, tanto en lo
personal como en lo referente a la extensión de los lazos com erciales
con Estados Unidos. La tensión entre ambos no era nueva; unos
meses antes de ello, por ejemplo, el canciller regañó al embajador
por unas declaraciones hechas en el país en el que estaba cum ­
pliendo funciones, recomendándole que evitara en el futuro a la
prensa antes de obtener las autorizaciones pertinentes desde
Buenos Aires.52 En la reunión triangular Perón-Bramuglia-Remorino.
el embajador acusó al m inistro de ejecutar "negociaciones privadas”
con los Estados Unidos. Bramuglia reaccionó con visible irritación,
reprochó a Remorino que las intrigas que tejía tenían com o objetivo
obtener el puesto de canciller y profirió un insulto dirigido al
embajador, en el que se hacía mención a la madre del mismo. Tras
ello, presentó una carta de renuncia que ya tenía preparada de
antemano en su bolsillo.-’3
Recien tres días después de producida la renuncia, fueron
publicados la aceptación de la misma por parte de Perón y el
nombramiento en su reemplazo del joven Hipólito Jesús Paz, de
32 años de edad. Tam bién se dio a conocer el texto de la carta de
renuncia de Bramuglia;

"Estim ado presidente y amigo: Encontrándome en condiciones


precarias de salud, y no pudiendo por tanto m antener el ritmo
de actividad Intensa que exige la Secretaria de Estado a mi cargo,
p ara el que fuera honrado por V.E. oportunamente, presento mi
renuncia Indeclinable al mismo.
“Agradezco cálidamente la confianza, am abilidades y atenciones
dispensadas por V.E. d urante el desem peño de mi gestión y al
form ular votos por vuestra ventura personal y expresar mi
solidaridad Inquebrantable a los Ideales del movimiento revolu­
cionario, me despido del sr. Presidente con un gran abrazo".w

El ministro del Interior, Ángel Borlenghi. que como Bramuglia

52 Telegrama secreto de Bramuglia a Remorino, 17-5-49, JAB Papers.


53 N eiv York Times, 14-8 49: Economist. 20-8-49: Time, 22 8-49.
54 La carta, que se encuentra en el archivo privado de Bramuglia, está
fechada el 15 de julio de 1949. es decir que fue escrita un mes antes de ser
presentada. Ver: Bramuglia a Perón, JAB Papers, 15-7-49: La Época, 13-8-49:
La Nación, 14-8-49: Democracia, 14-8-49.
82 Raan an Rein

había militado en el Partido Socialista antes de adherirse al


peronismo, aclaró a los periodistas que no se trataba de una crisis
en el gobierno y que, fuera del canciller, todos los demás ministros
quedaban en sus respectivos puestos. Bramuglia, por su parte,
aclaró a los representantes de la prensa que no debía exagerarse
la importancia de la medida que había adoptado y que continuaba
apoyando al presidente Perón y su gestión.55
Connotaciones más drámaticas a la renuncia fueron añadidas
cuando trascendió que a consecuencia del enérgico intercambio de
palabras entre Bramuglia y Remorino en presencia de Perón, el
embajador ante la Casa Blanca veía en la ofensa “una cuestión
caballeresca" y exigía una disculpa o bien que el asunto se arreglara
mediante un duelo. Padrinos de ambas partes mantuvieron una
serie de encuentros en el hotel Continental, al término de la cual
dieron a conocer un comunicado que indicaba que Bramuglia “ no
recordaba ni podía precisar los términos que en el largo curso de
la misma [reunión con Perón y Remorino] hubiera podido verter y
que. en consecuencia, desprovistos los mismos de expresión agra­
viante. no tenia [Remorino] inconveniente en dejarlo sin electo”.50
Diplomáticos extranjeros reaccionaron o [f Lhe record con ex­
preso desencanto. Perón perdió de esa manera al “mejor colabo­
rador que tenía” , decían algunos, mientras otros lamentaban el
desplazamiento de Bramuglia, político de intachable honestidad.37
En la residencia del ministro saliente se recibió en los días
subsiguientes un aluvión de cartas que manifestaban la pena que
les producía su alejamiento del cargo y la estima que sentían por
sus logros y su personalidad. Entre los firmantes había peronistas
(incluyendo senadores, funcionarios, activistas partidarios) y
antiperonistas (como, por ejemplo, el general Eduardo Lonardi),
diplomáticos extranjeros (como el embajador británico en Buenos
Aires, John Balfour) y otros diplomáticos argentinos que no tem ie­
ron apoyarle, periodistas del exterior (como Milton Bracker, del New
York Times), docentes universitarios, pobladores de Chascomús.
localidad en la que nació, etc. Varios de los remitentes peronistas
enfatizaron: “Usted sigue siendo el primer abanderado civil de la
verdadera revolución”.M

5 La Nación, 14-8-49: La Prensa, 14-8-49.


w La Prensa, 14-8-49: Clarín, 15 8-49.
57 New York Times, 12/14-8-49
58 Cartas de este tipo pueden encontrarse en el archivo de Bramuglia, en
la Hoover Institution.
El precio del éxito: J u a n A tilio B ram u glia y. 83

En una entrevista celebrada con el historiador norteamericano


Robert J. Alexander en julio de 1956, casi un año después del
derrocam iento de Perón, Bram uglia manifestó que durante su
estadía en París sabia que la prensa peronista evitaba la mención
de su nombre y que aquél fue uno de los factores que le condujeron
a la renuncia. Desde su punto de vista, se trataba del apogeo de
un proceso de alejamiento del régimen, que había comenzado con
la eliminación del Partido Laborista y la intervención de los
sindicatos y se agudizó con las limitaciones a la libertad de prensa
v expresión y por las intrigas en las altas esferas. Sostuvo asimismo
que renunció en cuatro oportunidades, hasta que por fin el
presidente aceptó debido al altercado que tuvo con el embajador
Jerónim o Remorino.59
Vista en perspectiva, en la historiografía argentina escrita por
peronistas y antiperonistas, tanto por gente de izquierda, centro
o derecha, la gestión de Bramuglia durante la crisis de Berlín fue
elogiada como "un modelo de mediación", un ejemplo de la capacidad
argentina de cumplir un papel activo e importante en la arena
internacional, una demostración de la posibilidad de mantener una
política exterior independiente. Sin embargo, Bramuglia fue apartado
del panorama por varios años, intentando reasumir un papel
protagónico con la formación de un movimiento de "peronismo sin
Perón", tras la caída del líder. Éste, incluso desde su exilio,
consiguió poner obstáculos en el camino de su ex canciller.

50 Agradezco a Robert Alexander por haberme facilitado el texto de esta


entrevista.
Capítulo tercero

La socialización política de la
educación primaria

En ju n io de 1946, al asumir el cargo presidencial. Perón


enarboló tres banderas: soberanía política, independencia econó­
mica y ju sticia social. Esto significó, en primer lugar, el bregar por
desligarse de los patrones políticos, ideológicos, sociales y económicos
que había impuesto a la Argentina una oligarquía estrecha durante
décadas. Una condición sine qua non para cum plir estos objetivos
era la modelación de una nueva conciencia nacional, que garantizara
a largo plazo el apoyo de las masas urbanas que conformaron la
base del movimiento peronista, más ailá del entusiasmo inicial,
momentáneo y espontáneo.
Para la modelación de la conciencia nacional, el régimen
peronista com enzó a asumir gradualmente el control del sistema
educativo en sus diversos niveles, los medios de comunicación
masiva y otros agentes de cultura y socialización. Tal como los
cambios sociales prometidos por el populismo argentino se realizaron
"desde arriba”, controlados y supervisados por los sindicatos para
evitar una iniciativa revolucionaria "desde abajo” de parte de la
clase obrera — pues el sujeto de la "revolución peronista”, no en
el discurso sino en la praxis misma, es el líder y no las masas—
también en la cultura y el sistema educativo los mensajes ideoló­
gicos se dictaron “desde arriba", en forma rígida y obligatoria, elu­
diéndose posibilidades de elección o pluralismo.
Un énfasis especial recibió de parte del régimen la socialización
política del sistema educativo primario, que se encuentra en el
centro del presente capítulo. Los niños y la juventud gozaban de
86 Raanan Rein

un sitio central en la doctrina de Perón, y su formación estaba


destinada a garantizar que el proyecto peronista no fuera tan sólo
un episodio pasajero en la historia argentina. Ellos eran los imicos
privilegiados en la Nueva Argentina v fue para ellos que el régimen
comenzó a elaborar nuevos programas de estudio y libros de texto.
El sistema educativo argentino comenzó a revestir en forma gradual
un carácter partidario, peronista. Los mensajes que el régimen
qu eria p asar p or m edio de las escu elas eran estrech os,
unidimensionales, no universales ni pluralistas.'
En las escuelas se destacaron los esfuerzos del régimen por
crear una forma de pensamiento uniforme y monolítica para el
conjunto de los argentinos, y el intento de crear una identidad
absoluta entre el líder y el partido gobernante con la nación y sus
metas. Se pretendió inculcar en los niños de edad temprana el
reconocimiento que ser un buen argentino significaba ser peronista
y que una oposición al régimen equivalía a una traición a la patria.
Del análisis del sistema educativo argentino a lo largo del
decenio peronista (1946-1955) se desprende el carácter cada vez
más autoritario que com enzó a desarrollar este régimen populista,
que llegó al poder mediante elecciones democráticas y que gozaba
de un amplio apoyo popular. De manera que dicho análisis puede
aportar al vasto debate historiográfico sobre su carácter y clasi­
ficación.
En sus primeros años, el gobierno peronista se ocupó anLe todo
de construir la infraestructura institucional y organizativa nece­
saria para movilizar al sistema educativo como uno de los ins­
trumentos para la modelación de la nueva conciencia nacional. Una
de las características de dicho periodo es la democratización y
popularización del sistema, y el intento de integrar al mayor
número posible de argentinos en los marcos educativos. De ellos

1 Sobre la peronizacíón del sistema educativo argentino, véase Monica Esti


Rein, Politics and Education in Argentina. 1946-1962, Armonk, NY. 1998: Mariano
Ben Plotkin. Mariana es San Perón, Buenos Aires, 1993; Sandra Carli (coor­
dinación), Discursos pedagógicos e imaginario social en el peronism o (1945-
1955), Buenos Aires, 1995; Jorge Luis Bemetti y Adriana Puiggrós, Peronismo:
Cultura politica y educación (1945-1955), Buenos Aires, 1993; Héctor Rubén
Cucuzza (comp.), Estudios d e historia de la educación durante el prim er peronismo.
Lujan, 1997; Carlos Escudé, El fra ca so del proyecto argentino. Educación e
ideología, Buenos Aires, 1990: Alberto Ciria, Política y cultura popular: la A r ­
gentina peronista. ¡946-1955, Buenos Aires, 1983, cap 4.
La so cia liza ció n política de la edu cación p rim arla 87

se encarga la primera parte del capítulo. En forma paulatina, el


régimen fue llenando estos nuevos marcos con contenidos claramente
peronistas. Este proceso sobresale especialmente a partir de 1953,
cuando se introdujeron en las escuelas primarias libros de texto
puramente justicialistas, proceso que continuó basta el derroca­
miento de Perón en septiembre de 1955. Este periodo se caracteriza
por la penetración masiva del régimen dentro de las instituciones
educacionales y su influencia decisiva en los program as de estudio
y los contenidos de las clases. La segunda parte de este capitulo
trata sobre este aspecto de la indoctrinación.

Construcción de la infraestructura institucional y organizativa

Ya desde el com ienzo resultó claro para Perón que. para poder
concretar su plan de modernización y desarrollo, necesitaba la
unidad nacional. Con lal fin. intentó lograr la hegemonía ideológica,
reemplazando el sistem a cultural de valores, patrimonio de la
oligarquía argentina. En una serie de discursos, el lider se impuso
como objetivo lograr la uniformidad en el pensamiento y evitar las
controversias. Sostenía que sólo una mentalidad nueva, común a
todos los argentinos, conduciría a la nación por un mismo camino,
con una meta com partida por todos.
La primera misión del gobierno fue preparar el sistema edu­
cativo desde el punto de vista de su infraestructura organizativa.
Para ello se aumento el presupuesto destinado a la educación, tanto
en términos absolutos como proporcionales, del 5.6% en 1943, al
14,8% en 1953-1954 (ver Tabla n- 1). Se constituyó el Ministerio
de Educación en forma independiente del de Justicia (lo que
significaba un ministro con dedicación exclusiva al área): se
comenzó la construcción de establecimientos y nuevas aulas; se
fundaron escuelas técnicas y colegios para adultos; se adjudicaron
becas para alumnos necesitados, creándose para éstos las con­
diciones adecuadas para que pudieran estudiar, com o por ejemplo
los comedores escolares, transportes y la adquisición de libros para
ellos. De todo esto se pueden observar las intenciones de las
autoridades de incrementar el número de alumnos que asistía a
las escuelas y de impartir instrucción tanto a jóven es com o a
adultos que no habían tenido anteriormente la oportunidad de
recibirla. El programa peronista hablaba sobre transm itir conte­
nidos uniformes al conjunto total de la población; contenidos que.
88 R aanan Rein

si bien venían dictados por el régimen "desde arriba", pasarían, sin


embargo, a ser propiedad de lodos los alumnos del país y no sólo
la cultura de una elite minoritaria adinerada, como ocurría hasta
entonces. Esta era la política populista de democratización; el
intento de fundamentar los principios de justicia social en el
sistema educativo, convirtiéndolo de esta manera también en un
instrumento de lucha social.

Tabla 1 - Datos sobre el presupuesto de la educación


y su proporción en el presupuesto nacional

Año Presupuesto Presupuesto de % de la educación


educación la Nación en el presupuesto
(en pesos) (en pesos) de la Nación

1943 111.017.495 1.970.386.966 5.6


1944 112.130.466 1.351.080.000 8.2
1946 115.169.796 1.768.610.323 6,5
1947 116.729.652 2.055.176.784 5.6
1950 353.594.452 4.870.569.438 7.2
1953-4 1.230.378.493 8.320.919.085 14,8

Fnente: Nélida Baigorria. “Educación" en Sur, Argentina 1930-1960,


Buenos Aires 1961. p. 296.

Cabe destacar que el problema del analfabetismo en la Argentina


de comienzos de la década del cuarenta era mucho más grave de
lo que se tiende a pensar. Perón era muy consciente de los
problemas de lectura con que habían tropezado num erososjóvenes,
ya que tras la revolución de ju n io de 1943. mientras ocupaba un
cargo en el Ministerio de Guerra junto al general Farrell, se
enviaron varios informes al Ministerio de Justicia e Instrucción
Pública indicando que las unidades militares que incorporaban
ciudadanos provenientes de las provincias tropezaban con serias
dificultades para impartir la instrucción militar correspondiente, en
virtud del elevado porcentaje de analfabetos que entraba al servicio.
Farrell indicaba en una carta al ministro, el coronel Elvio C. Anaya,
que “esta circunstancia incide en la preparación de las reservas del
Ejército, vale decir, que afecta la defensa nacional” .2

2 Farrell a Anaya. 11.8.4.‘i, AON, Fondo Asuntos Técnicos de la Presidencia


de la Nación, exp. 563.
La socialización política d e la edu cación p rim aria 89

Un mes más tarde el Ejército presentó una lista con los datos
del analfabetismo de los conscriptos enrolados entre 1939 y 1943,
cifras que provocaron preocupación e insatisfacción en los altos
mandos castrenses (ver Tabla n- 2). Es decir que en el pensamiento
de Perón se combinaban los esfuerzos por ampliar el número de
beneficiados del sistema educativo por razones de justicia social
con la comprensión de lo vital que resultaba una instrucción básica
para garantizar la defensa y la soberanía patria, además de su
desarrollo y su encaminamiento hacia la modernización. Asimismo
era consciente de que, sin saber leer y escribir, no podrían los
ciudadanos absorber los nuevos mensajes que el Gobierno quería
transmitir.

Sólo después de constituidas las escuelas nuevas y de la


implementación de los cam bios organizativos del sistema, com en­
zaron a introducirse en las clases también nuevos mensajes,
evidentemente peronistas. Es decir que la revolución educativa de
los valores llega en una etapa posterior, cuando el sistema estaba
más dispuesto en lo organizativo para comunicar estos mensajes
e incluso absorberlos, y después que numerosos argentinos ya
pudieron gozar de las ventajas materiales que trajo consigo el
justicialism o. Un discurso que pronunció Perón ante un grupo de
docentes en agosto de 1953 indica que éste era el orden que lo habia
guiado desde el comienzo. Entre otras cosas dijo que. antes de
encarar una reforma educativa y cultural, se debían satisfacer las
necesidades físicas y cotidianas de los ciudadanos, tal como lo
venía haciendo. Tras detallar el gran programa de construcción de
viviendas y escuelas y la reforma social que efectuó el peronismo,
agregó:

"H aber producido en 1946. cuando promovimos la reforma


económica, la social y la política, también una reforma ed u ca­
cional y cultural en el pueblo argentino, hubiera sido sem b rar en
tierra estéril. El cultivo de los hom bres en esto no difiere del
cultivo de las plantas. P a ra que un a planta crezca lozana en su
medio es necesario lab rar la tierra, abonarla y preparar las
condiciones de riego y fertilidad. Durante estos cinco añ os del
primer plan quinquenal hem os querido preparar esa tierra en el
pueblo. Ahora podemos sem brar, seguros de que ha de fructiferar
y florecer con la lozanía que deseam os todos los que tenemos un
corazón patriota y bien Intencionado. Hemos preparado la tierra
naciones
Total Alfa. Anal. % ele Toral Alfa. Anal. % de Toral A lfil. A
Anal. Arrut.
«
Capital 52-11 5020 221 4.21 6021 5737 284 4.71 6021 5737
Federal

Buenos 11595 9443 2152 18.55 13118 11255 1863 1 1.20 131 18 11255 1
Aires

Corrientes 1236 914 322 26.05 1770 1040 730 4 1.24 1770 1040
Entre Rios 1688 1079 609 36.07 2849 2093 756 26.53 2849 2093
Santa Fe 3236 2677 559 17.27 5349 4514 835 15,61 5349 4514
Chaco 521 373 148 28.40 1013 752 261 25,76 1013 752
Misiones 2G5 217 48 18.11 477 376 101 21.17 477 376
Formosa 100 71 29 29.00 201 158 43 21.39 201 158
Total 7046 5331 1715 24.34 11659 8933 2726 23,38 11659 8933 2

Córdoba 4238 3443 795 18.75 5788 4527 1261 21.78 5788 4527 1
La Rloja 318 155 163 51.25 124 342 82 19.33 421 3-12
San Juan 620 435 18.1 29.8.'! 984 746 238 21.18 984 746
San Lilis 573 379 194 33.85 713 466 247 34.64 713 466
Mendoza 1424 1071 353 24.78 2000 1507 493 24.65 2000 1507
Total 7173 5483 1690 23.56 9909 7588 2321 23.42 9909 7588 2

Catainarca 481 344 137 28.48 552 364 188 34.05 552 364 18
Tucumán 1652 1219 433 26.21 2142 1606 536 25.02 2 142 1606 53
S. del Estero 1578 1033 545 34.53 1867 1370 497 26.62 1867 1370 49
Salta y 785 515 270 34.39 833 660 173 20.76 833 660 17
Los Andes
Jujuy 346 266 80 23.12 112 330 82 11.90 412 330 8
Total 4842 3377 1465 30.25 5806 4330 1476 25.42 5806 4330 147

Ncuqucn 287 158 129 44.94 157 307 150 32.80 457 307 15
Cliubul 310 153 157 50.64 454 403 51 11.23 4 54 403 5
Sí a. Cruz
T. de!
I'UCÍ^O
La Pampa 668 510 158 23.65 760 701 56 7.36 760 704 5
Rio Negro 214 73 14 1 65.88 293 238 55 18.77 29.3 238 5
Total 1479 824 585 39.55 1964 1652 312 15.88 1964 1652 31

37376 29548 7828 20.94 39093 33980 8846 20.65 47165 39495 898

Estadística preparada por José Manuel Pardo. Capítan (R. A ). Jete de la Sección Movilización v Estadística. septiembre d
a Técnica de la Presidencia, exp. 563.
92 R aanan Rein

lo mejor que podemos. H a llegado el momento de sem brar. Y por


eso hoy quiero hablarles a los maestros, que son los artiflces de
esa m aravillosa cosecha, de lo que entendem os ahora por reforma
educacional y reforma cultural en el pueblo argentino".3

De un examen de la sección dedicada a la educación en el


primer plan quinquenal — publicado en 1917— se desprende que
el esfuerzo en este área era principalmente organizativo. Dicho
programa se refiere a la estructura y funciones del Consejo Nacio­
nal de Educación, a las que Perón introdujo ciertas modificaciones.
Este organismo era parte del Ministerio de Justicia e Instrucción
Pública y el plan quinquenal determinaba que a partir de entonces
seria éste el cuerpo encargado de concentrar todas las facultades
de supervisión de la educación en sus diversos niveles. EsLa era
una primera etapa en el camino que conducía a la formación de
un marco independiente para el sistema educativo, como ministerio
con todas sus atribuciones. Esta etapa expresa también los intentos
de centralizar el sistema, supeditándolo en su totalidad a la política
del gobierno. La segunda etapa de conversión del sistema en un
marco separado tuvo lugar en febrero de 1948. cuando se. inauguró
la Secretaria de Educación, desvinculada del Ministerio de Justicia
y con facultades propias de un ministerio; a su frente estaba Oscar
Ivanissevich. Posteriormente se le concedió d e iure el status mi­
nisterial. Esto era un testimonio de la creciente importancia que
atribuía el régimen peronista al área de la educación.4
No deja de resultar interesante que Perón eligiera precisamente
a Ivanissevich com o primer ministro de Educación en su gobierno.
Se rataba de un médico de prestigio en el mundo académico que
llegó al cargo de titular de clínica quirúrgica en la Universidad de
Buenos Aires en 1942. En 1945 renunció por su enfrentamiento
con las fuerzas reformistas. Volvió a la universidad como interven­
tor el 30 de abril de 1946, manifestando sus posturas católicas,
antiliberales y antirracionaltetas. En un discurso pronunciado en

3 Presidencia de la Nación, Subsecretaría de Informaciones, Perón habla a


los docentes, Buenos Aires, 1953, pp. 3-5.
' El decreto sobre la constitución del Ministerio de Educación se encuentra
en el Boletín cl/A M inisterio de Justicia e Instrucción Píiblica (en adelante: BMJIP),
1948, decreto 11a 4026, 14-2-48.
La so cia liza ció n política de la ed u ca ció n p rim a ria 93

el Círculo Militar a principios de agosto de 1946, consideró a las


Fuerzas Arm adas como la garantía para el progreso del país.5
Una de las características más destacadas del "periodo prepa­
ratorio” y de la tendencia hacia la democratización del sistema
educativo fue la gran obra de construcción que realizó el Gobierno,
en cuyo marco se contruyeron miles de nuevas escuelas y se
agregaron grandes cantidades de aulas para nuevos alumnos
provenientes de sectores que hasta entonces no se habían beneficiado
con la posibilidad de integrarse al sistema educativo. La meta que
se había fijado el Presidenle era la construcción de 10.000 nuevas
escuelas, aunque él mismo reconoció no creer que fuera posible
superar las mil a mil quinientas por año. No obstante, durante la
primera presidencia de Perón, el número de escuelas en el país
creció de modo significativo, y en esta empresa estaba asociada
también su esposa por intermedio de la Fundación Eva Perón.
En un discurso pronunciado en 1951, en el que resumía los
logros del primer plan quinquenal, mencionó Perón:

“A fines de 1951 el pais tendrá construidas por nosotros 5.000


escuelas ... m ás de dos mil han construido las provincias: más
de mil ha levantado el Poder Ejecutivo Nacional y mil escuelas
está contruyendo la Fundación Eva Perón. En este dia inaugural
el G obierno Nacional ahre 401 escuelas nuevas con capacidad
para 128.800 alum nos. Estas nuevas escuelas permitirán la
inscripción de 38.538 alum nos m ás".B

Añadió, con orgullo, que en los cinco años de su gobierno se


habían construido más escuelas que en los cien años anteriores
a la llegada del peronismo al poder. Aun si Perón había exagerado
las cifras, no cabe duda que en ese periodo hubo un aumento
significativo en el número de alumnos y de escuelas. Según los
datos que obran en nuestras manos, se construyeron miles de
escuelas nuevas en estos años y el número de alumnos aumentó
en cientos de miles (ver Tabla na 3).

5 Sobre Ivaníssevich, que volvió a la cartera de Educación durante la


presidencia de María Estela Martínez de Perón, ver: BernclU y Puiggrós,
Peronismo: Cultura política y educación, pp. 123-127: Oscar Ivaníssevich, Rindo
cuenta, Buenos Aires, 1973.
6 .1. Perón, M ensaje pronunciado por el Presidente d e la Nación declarando
inaugurado el ciño leclii'o, 2-4-51.
94 R aanan Rein

Tabla 3 - Datos sobre el número de escuelas primarias


(incluyendo jardines de infantes y escuelas para adultos)
y número de alumnos entre los años 1939-1955

Año Número de edificios Núm ero de


que servían alumnos
como escuelas

1939 13.607 1.940.977


1940 12.982 1.970.454
1943 14.479 1.981.944
1945 14.708 2.033.118
1946 14.673 2.048.129
1947 14.993 2.098.807
1948 15.281 2.138.213
1949 15.854 2.204.963
1950 16.052 2.304.853
1951 16.289 2.393.273
1952 17.789 2.524.593
1953 17.879 2.624.608
1954 18.222 2.722.071
1955 18.498 2.803.372

Fuente: Monica Esti Rein, Politics and Education in Argentina, 1946-


1962. Armonk. NY 1998, p. 38.

Perón se jactaba de que la construcción no tuvo lugar sólo en


la Capital Federal y en la provincia de Buenos Aires, sino que llegó
a los rincones más alejados del territorio nacional, incluidas
ciudades en las que no había escuelas secundarias.7 Recordemos
que él mismo no era oriundo de una gran ciudad y que mientras
lució su uniforme debió desplazarse a*diversas regiones del país,
lo que lo sensibilizó a la situación en las provincias. Pero más allá
de ello, en el Consejo Nacional de Postguerra que creó y a cuyo
frente puso a José Figuerola, organismo cuyo objetivo era diseñar
programas para el pais en las nuevas circunstancias y ante los
nuevos desafíos que plantearía el periodo de la posguerra mundial,
se acumuló gran cantidad de información sobre la miseria en las

7 NA. 835.42/5-847. llana al Departamento de Estado, 8-5-47.


L i s o cia liza ció n política de la edu cación p rim a rla 95

zonas alejadas y la importancia de extender el sistem a educativo


hasta aquellos confines. Un ejemplo característico puede encon­
trarse en el inform e del gobernador del Territorio Nacional del
Chubut, general Angel Solari, comunicado al Consejo Nacional de
Postguerra a finales de 1944:

"La ausencia de la función del Estado en los Territorios de


C hubut, Santa C ru z, y Tierra del Fuego — en lo que a la escuela
se refiere— ha creado un problem a higiénico social, del que no
está desvinculado el escolar."

Tras describir las penurias de las condiciones habitacionales.


ocupacionales v familiares, haciendo referencia a los problemas del
alcoholismo y la prostitución, agregaba el gobernador:

“El niño debe educarse hasta haber cursado por lo m enos la


escuela primaria. N ada puede esperar el país de una niñez
vencida, indolente, falta de cultura y no orientada hacia el
trabajo”/

La aspiración del presidente era que no hubiera ningún niño


argentino que tuviera que viajar grandes distancias para llegar a
la escuela más cercana. Asimismo, procuró que se encontraran
soluciones para los alumnos que llegaban a las escuelas, mas no
tenían medios para adquirir libros. Puso a disposición de éstos
becas para la com pra de los textos y también mandó construir las
escuelas de forma que pudieran servir almuerzos calientes a los
alumnos y, en la medida de lo necesario, que se organizaran
transportes hacia y desde las escuelas para aquellos que no
pudieran pagar los viáticos de sus bolsillos. También en estas
directivas de Perón puede verse un intento de democratización real
de la educación, convirtiéndola en propiedad del conjunto de la
poblacion. y en especial de aquellos que sin dicha ayuda no
hubieran podido acceder a la educación formal.'’

" AON, Asuntos Técnicos, exp. 563.


5 Al acceder Perón al poder, se estimaba que el número de niños en edad
escolar que no llegaba a establecimientos educativos era 13,5%. Por supuesto
que un número mayor aún comenzaba los estudios primarios mas no completaba
el ciclo de los primeros siete años. Esta era una de las metas más importantes
de Perón: integrar a dicha población al sistema cducaüvo. Véase NA. K\?iA2/
8-2146, Buenos Aires ai Departamento de Estado, 21 8-46: 835.42/10-3146,
31-10-46.
96 R aan an Rein

Una de las características populistas del peronismo fue sin


duda la movilización de la masa de alumnos. Junto a ellos se
movilizó — claro está— a sus padres, quienes por intermedio de sus
hijos se exponían a los m ensajes peronistas.
No sólo el número de escuelas creció; se abrieron también
colegios de diversos tipos, en especial a nivel secundario. La
educación técnica argentina recibió una atención especial y le cupo
un rol central en el marco de la 'Revolución Justicialista". El
proceso de industrialización del país requería la enseñanza de
conocim ientos técnicos a los trabajadores. Perón quería una
educación que capacitara a profesionales que pudieran aportar a
concretar el programa de desarrollo y modernización, así com o a
la independencia económica del país. Esto significa que había aquí
una integración de la educación en el conjunto general de metas,
como un instrumento decisivo en su realización. Ningún gobierno
anterior al de Perón se había ocupado de este aspecto de impartir
educación en todos los planos, en una escala tan grande. La
educación técnica daba a los alumnos una profesión futura según
sus preferencias, aunque también de acuerdo con las necesidades
del país. Los cursos de capacitación de adultos que ya trabajaban
también fueron una empresa sin precedentes en la Argentina.1”
El aumento del número de escuelas produjo un crecimiento
significativo en el número de alumnos en la educación primaria y
la ayuda económica incrementó el número de estudiantes se­
cundarios y universitarios. Hasta aquel entonces los niños solían
estudiar en las provincias sólo cuatro años de escuela primaria.
Conforme a las directivas del plan quinquenal, también Jen este
ámbito se extendieron los estudios primarios a siete años y de esta
manera se logró que los alumnos completaran sus estudios básicos.
Ello implica que, aun sin la construcción masiva, la actividad
educativa aumentó en el 75% en gran parte de las escuelas del
interior. Mas este crecimiento era más extenso, ya que com o se

10 Presidencia de la Nación, Subsecretaría de Informaciones, íxt educación


a través del pensam iento de Perón. Buenos Aires, 1952. pp. 11-12: Corno se
educa un niño en la Argentina, Buenos Aires (s. I'.), pp. 34-37. Sobre la educación
técnica, ven José María Otegui, El general Perón, fundador d e las escuelas
fábricas y d e aprendizaje, Buenos Aires, 1982: Pablo Pineau, Sindicatos. Estado
y Educación Técnica ( 1936-1968), Buenos Aires, 1991: Robertá Paula Spregclburd,
“La enseñanza técnica en el nivel primario" en Cucuzza (comp.), Estudios de
historia d e la educación, pp. 359-399.
La socia liza ción p o lítica de la ed u cación p rim aria 97

mencionara, la educación se expandió no sólo en el área de los


niños, sino también en la de los adultos. Las escuelas pasaron a
ser centros de aprendizaje: por la mañana para niños y por las
noches se dictaban cursos para mayores, tanto en el área profe­
sional como en la com plementación de la educación para aquellos
que no habían tenido la posibilidad de recibirla en su infancia, y
asi. con el tiempo, las instituciones de enseñanza se convirtieron
en focos de indoctrinación política también para los adultos.
Uno de los objetivos que Perón había anunciado era reducir
el número de analfabetos en el país en la mayor medida posible.
Su erradicación era tam bién parte de la empresa social-educacional
justicialista argentina, que caracterizó el proceso de democratización
en este área. La importancia de esta iniciativa consistía tanto en
la enseñanza de lectura y escritura y transmisión de mensajes
peronistas a la población adulta como en la promoción del plan
económico y el proceso de modernización. Perón expresaba con
orgullo en 1951 que entre los adultos quedaba aún entre un 8 v
un 12% que no sabían leer ni escribir, mientras que entre los niños
ya no había analfabetismo. Es difícil verificar la autenticidad de
estas cifras, ya que los datos estadísticos sobre este año jam ás se
publicaron, pero en un informe de la embajada de los Estados
Unidos en Buenos Aires se indica claramente que el porcentaje de
analfabetismo estaba en constante descenso."

La peronización del sistem a educativo

No obstante, la acción educacional peronista no puede resumirse


sólo con los datos relativos al crecimiento en el número de las
escuelas y los alumnos. Una cuestión no menos importante era qué
se estudiaba en esas instituciones, qué recibían los numerosos
alumnos en aquellos años. Tras haber sido creada la infraestuclura
del sistema educativo y una vez extendido éste a todas las regiones
del pais. los dirigentes de la política se dedicaron a volcar contenidos
dentro de los nuevos marcos. Si hasta ahora hemos hecho refe­
rencia al intento de democratización del sistema, a partir de este
punto enfatizaremos el proceso de indoctrinación política acelerada

11 Blanksten. Perón's Argentina, p. 198: NA, 835.431/4-2850, Caldwell al


Departamento de listado, 28-4-50.
98 R aanan Rein

en el sistema educativo. Esta tendencia sobresalió en especial a


partir del año 1953, durante la segunda presidencia de Perón,
cuando comenzaron a aparecer los nuevos libros de estudio, los
textos peronistas.
El segundo plan quinquenal, destinado a los años 1953-1957,
expresaba manifiestamente la necesidad de modelar una nueva
conciencia nacional. El cuarto capítulo, dedicado a temas educativos,
com enzaba con las siguientes palabras:

“En materia de educación, el objetivo fundam ental de la Nación


será realizar la formación moral, Intelectual y física del pueblo,
sobre la base de los principios fundam entales de la doctrin a
nacional p e ro n is ta ...'. (Subrayado en el o rigin al.)12

Si el primer plan quinquenal se había puesto como objetivo en


materia de educación la creación de una nueva juventud con
personalidad que permitiera la existencia de una sociedad mejor
y m ás justa, el segundo aclaraba en forma contundente cuáles eran
los valores hacia los que se debía educar a esta juventud: los
valores de la doctrina peronista. En contraste con el primer plan,
que se ocupaba en su mayoría de la preparación de infraestructura,
éste trataba sobre los contenidos mismos. Sobre los objeLivos
generales de la educación primaria se escribía que:

"La educación moral en los establecim ientos primarios insistirá


particularm ente sobre los principios de Justicia social y solida­
ridad social que integran la doctrina nacional... los programas de
estudios serán orientados en orden al conocimiento del presente
Plan (quinquenal]... los textos escolares serán estructurados
concordan temen te con los principios de la doctrina nacional y
contendrán referencias especiales acerca de los objetivos que en
el presente Plan señalan una orientación definida para actividad
de la Nación.”

Aquí se trata, sin duda alguna, de un programa estructurado


para inculcar los valores de la doctrina nacional-justicialista
m ediante las escuelas y los libros de texto.

12 Presidencia de la Nación, Subsecretaría de Informaciones, El segundo


plan quinquenal, Buenos Aires (s. f.), IV.P. p. 50: Presidencia de la Nación,
M anual práctico del segundo plan quinquenal, Buenos Aires, 1953, cap. 4.
La socialización p o lítica d e la ed u cación p rim arla 99

¿Cuáles eran los nuevos mensajes que el régimen pretendía


transmitir por medio de las instituciones educativas a la juventud?
La nueva cultura que Perón deseaba crear estaba basada en los
proceres y héroes nacionales argentinos, en la cultura local que se
fue desarrollando con los años y en sus fuentes hispánicas.13 Perón
se oponía a usar elementos extranjeros que no fueran latinos y por
elio exigió a los docentes que utilizaran métodos pedagógicos
adecuados, siempre y cuando se tratara de "medios argentinos”,
o sea que se adaptaran al pueblo argentino:

“Nuestros hom bres educadores deben crear, no adoptar (métodos


pedagógicos ajenos): cuanto m ás deben adaptar (a la idiosincrasia
de los argentinos)".14

Perón recalcaba especialmente la necesidad de una educación


nuestra, argentina, nacional. No sólo las formas de enseñar deben
basarse en medios argentinos, sino también los contenidos, ya que
una cultura al servicio de una política extranjera provoca escición
y no unidad. Esto nos muestra otra faceta del antiimperlalismo
peronista, que se oponía a la intervención foránea en los asuntos
internos del país tanto en lo económico como en lo culLural.
El nacionalismo y el patriotismo estuvieron en el foco de los
mensajes que el régimen intentó transmitir a los alumnos. Este era
también un tema para criticar a los gobiernos anteriores al de
Perón, que no se mantuvieron lo suficientemente firmes en el
cuidado de la soberanía política argentina y sus derechos. Prác­
ticamente en cada texto escolar se puede encontrar algún fragm en­
to de una lectura, por ejemplo sobre la Antártida y las islas de la
zona, destacándose su pertenencia histórica a la Argentina.
Los mismos temas aparecían también en los textos antiguos,
mas en esta oportunidad se relacionaban con la acción peronista.
El Ministerio de Educación llegó a publicar una serie de resolu­
ciones al respecto, como por ejemplo que el Himno a la Antártida
o la Marcha de las Malvinas pasarían a formar parte del repertorio
oficial de canciones patrias de los colegios secundarios. Asim ism o
se dispuso que se celebraría en las escuelas la semana de las islas

13 Sobre el lugar que ocupaba el legado hispánico en el nacionalismo


peronista, ver el capitulo 6 de este libro.
14 J. Perón, El Presidente se dirige a los intelectuales, escritores, pintores,
maestros. Buenos Aires, 1947, p. 70.
100 Raanan Rein

Malvinas y de la Antártida Argentina. En el transcurso de dicha


semana, rezaba la resolución, se impartirían clases especiales
sobre el tem a.13 A pesar de que el peronismo no trajo consigo
ninguna novedad en lo que se refiere al nacionalismo territorial o
en cuanto a los valores nacionales en los libros de texto, el énfasis
puesto en estos puntos era ahora m ayor que en el pasado.16
En gran medida, lo que el peronismo quería enseñar se resume
en su doctrina, o sea que los mensajes eran político-partidistas.
No obstante. Perón intentó presentar su ideología como una línea
doctrinaria amplia y no una estrecha de tipo partidista, intentando
crear así una identidad entre peronismo y Nación. Según decía, la
única verdad existente era su doctrina:

“La República Argentina tiene ahora, por primera vez, una


doctrina nacional ... que no es, como se ha dicho con mucha
intención, la doctrina de un partido político. Es la doctrina de un
pueblo que la hizo suya ... Es la doctrina de la Patria misma,
porque la Patrta no es. ¡no puede ser! solamente su s fronteras
y su s sím bolos que son elementos inertes. La Patria vive y se hace
perm anente y eterna en sus hijos ... em pieza y termina en sus
dieciocho millones de habitantes ... Por eso Insisto tanto en crear
un a lm a en nuestro pueblo que necesita para vencer sobre todas
las vicisitudes de la historia. El alm a de nuestro pueblo debe ser
conform ada sobre los principios de la doctrina nacional que él
ha aceptado plenamente a través de su Inm ensa mayoría, por su
eminente contenido hum anista y cristiano".17

Este discurso expone con claridad el intento de Perón de


unificar a todo el pueblo bajo sus convicciones y su única ideología,
el justicialismo. No cabe en este esquem a ninguna otra concepción
ni hay lugar para posturas divergentes, dado que el peronismo y
la nacionalidad son una misma cosa, y quien se opone a una
traiciona a la otra.
En la alocución pronunciada en ocasión del comienzo del año
escolar 1954, se puede observar que se iban afirmando los esfuer-

* ’ BMJIP, 1948, Resolución del 20-7-48 y circular n- 154, 6-12-48; C a ­


lendario del año encolar del año ¡953.
" Al respecto, consultar Carlos Escudé, Patología del nacionalismo - el caso
argentino, Buenos Aires, 1987, 3a parte.
I7.J. Perón, D ísclu so del Presidente a l inaugurar el año lectivo ¡953, Buenos
Aires, 20-4-53.
La socialización p olítica d e ia ed u cación prim arla 101

zos por crear la identidad entre la doctrina justicialista y el pueblo,


con alusiones bastante claras en el sentido de que, quienes no
estuvieran con la doctrina, debían quedar fuera del sistema:

"Siem pre he dicho que no querem os mezclar la política con la


enseñanza, pero también he pensado siempre que en las escuelas
argentinas, lo mismo que en otras instituciones respetables y
dignas del Pueblo, no podría tolerarse la actuación de quienes no
estuviesen de acuerdo con la Doctrina Nacional que el Pueblo ha
adoptado para construir su felicidad presente y la grandeza futura
de la Patria."

Tanto maestros como alum nos pudieron entender la am enaza


subyacente en las siguientes palabras para con quienes objetaran
la doctrina:

“Creo que nuestro sentido auténtico de la democracia nos a u to ­


riza a pedir que los maestros y prolesores argentinos cum plan
también, como el Gobierno, la voluntad soberana de nuestro
pueblo y que les enseñen honradam ente a los hijos del Pueblo
la Doctrina Nacional, sin p en sar siquiera que ella coincide con
la de un movimiento político... No deseam os maestros que apoyen
a ningún partido político. NI siquiera les pedimos que apoyen
nuestro Movimiento a pesar de que es mayoritarlo. Pero querem os
— eso si— que cada maestro argentino sirva lealmente al Pueblo
y a la Patria, Inculcando en las generaciones futuras ... la
Doctrina Nacional".18

Y efectivamente, a partir de cierta etapa, los maestros que no


tenían una credencial de afiliación al partido peronista arriesgaban
sus puestos de trabajo. Estas depuraciones causaron estragos en
las seis universidades que entonces funcionaban. Cientos — y.
según algunos, miles— de docentes y personal fueron despedidos
de las instituciones de altos estudios.19

1HJ. Perón, Discurso del Presidente a l inaugurar e l añ o lectivo 1954, Buenos


Aires, 9-4-54. Sobre formas de resistencia de muchos maestros a este intento
de perollizacíóii, véase Silvína Cvirtz. “La politización de los contenidos esco­
lares y la respuesta de los docentes primarios en los primeros gobiernos de
Perón", Estudios fntredisciplinai ios d e A m ú iica Latina y el Carifje, Vol. 10, N“ 1
(1999) (en prensa).
19 M. £. Rein, Politics and Education. cap. IV: Carlos Mangone y Jorge A.
Warley, Universidad y peronism o (1946-1955}, Buenos Aires, 1984: Richard
VValter. Student Politics in Argentina, New York, 1908, cap. 6.
102 Raanan Rein

Los nuevos textos peronistas

El sistema utilizó una amplia gama de ranales y medios para


transmitir a los alumnos los nuevos mensajes. Desde nuevos
programas de estudio, pasando por audiciones radiales educativas
y semanarios para niños, como Mundo In fa n til hasta circulares del
director general e instrucciones a directores y docentes sobre
asuntos cotidianos. Pero el principal medio de indoctrinación fue
el de los libros de texto. A partir de 1953 casi no puede encontrarse
un libro de lectura para la escuela primaria que 110 contenga los
principios de la doctrina peronista, los retratos del Presidente y de
la difunta Primera Dama y loas y elogios sobre lo que ellos han
hecho en pro del pais, capítulos enteros del plan quinquenal y de
la Constitución justicialista y otros objetivos, cumplidos o por
cumplir, que se impuso el régimen. Estos libros de lectura, apro­
bados por el Ministerio de Educación en forma prácticamente
rnayoritaria. reemplazaron a los que se venían usando desde los
años veinte y treinta.
Se descuenta que los autores recibieron directivas precisas de
parte de la comisión pertinente en el Ministerio respecto de los
contenidos que debían incluirse en los libros. Dicha comisión
determinó, por ejemplo, que los libros de lectura a partir del tercer
grado debían incluir el preámbulo a la Constitución justicialista.
la declaración de independencia económica, la declaración de
derechos del niño y de los ancianos publicada por el régimen y
algunas palabras sobre el “Día de la Lealtad” , máxima celebración
del movimiento peronista. A medida que se avanzaba en los grados
de estudio, se iba agregando a los textos material obligatorio de
corte netamente peronista, como por ejemplo una comparación
entre la Declaración de la Independencia del Congreso deTucum án
de julio de 1816 y la Declaración de la Independencia Económica
pronunciada por Perón en Tucumán en ju lio de 1947.20 La comisión
que se ocupó de los libros de texto se desem peñó según el espíritu
con que fue constituida: proponer vías para introducir libros
nuevos que reflejaran la “Nueva Argentina" y sus valores.
Estos valores eran, como se dijera, los del Partido Peronista.
La política de las tres banderas que representaban la justicia social,

20 Ministerio de Educación, ¡ioletin de Comunicaciones, no 155: Resolución


exp. 91.794/50, 29-1-51 (9-2-51).
La socialización p olitica d e la ed u ca ció n prim aria 103

la independencia económica y la soberanía política, pasaba com o


la espina dorsal por los distintos canales que utilizó el sistema
educativo. Los libros intentaban subrayar que, si bien estos prin­
cipios los había traído el nuevo régimen, no se trataba de principios
de un movimiento ni de un partido, sino de verdades sin las cuales
el país no podría desarrollarse ni avanzar, y todo argentino al que
la Patria le interesara debía creer en ellos.
La Comisión Investigadora, nominada en 1955 por la Revolución
Libertadora después del derrocamiento de Perón, calificó con una
típica exageración estos libros de texto como los peores en la
historia argentina: “Su lectura indigna y deprime. Son libros
inaceptables por su falta de valor literario, incorrectos por su
concepción metodológica, inmorales por la finalidad de lucro y de
obsecuencia que les dio origen, impuros por su contenido, indignos
por su propósito e inolvidables por el daño moral que hicieron”.21
La acción en pos de la ju sticia social se expresó en los libros
mediante relatos que describían varios derechos sociales de los que
gozaban diversos sectores de la sociedad durante el período peronista,
o bien por medio de imágenes con notas al pie. En uno de los libros
de lectura para primer grado, Niños felices, se intentaba explicar
a los pequeños el concepto "Justicialism o" por medio de una
balanza equilibrada que tiene en un platillo a un obrero y en el
otro un hombre vestido de saco y corbata. Debajo de este dibujo
puede leerse:

“Justicialism o. ¡qué hermosa palabra! Justicialism o es justicia y


verdad. Todos Iguales por ser argentinos, todos hermanos: am or
por Igual p ara el que labra la tierra, el que estudia y el que trabaja
en el hierro o el pan".22

En otro libro. Comienza el día. el mismo concepto se explica


de la siguiente manera:

"¿Veis cómo el sol brilla para todas las tierras y calienta por igual
a todos los hom bres? ... ¿No h a dispuesto Dios el aire para que

21 República Argentina. Libro neqro d e la segunda tiranía, Buenos Aires.


1958. p. 151.
22 María Alicia Domínguez, Niños felices (libro de lect ura para primer grado
superior), Buenos Aires, 1953, p. 68.
104 Raanan Rein

lo respiren chicos y grandes, ricos y pobres? A plicad ese principio


a la obra de los hom bres y tendréis el Justiclalism o".23

Siguiendo el mismo hilo de pensamiento para interpretar dicho


texto, la comparación entre Perón y Dios es prácticamente inevitable.
Un libro para el cuarto grado intentó tratar el mismo concepto
del Justicialismo con mayor objetividad, explicando que la aspira­
ción era que hubiera la menor cantidad posible de pobres y la
menor cantidad posible de ricos v que para ello Perón habia lanzado
una serie de reform as sociales. De esa manera, explicaba el texto,
nacieron beneficios como el aguinaldo, vacaciones pagas y cajas
de jubilación para todos los trabajadores, se constituyeron tribunales
especializados en lo laboral, se mejoraron las condiciones de
trabajo y se garantizó protección a ancianos y niños. Tras ello se
explicaba que el objetivo era actuar para el bienestar de la sociedad
toda, en lugar de utilizar las riquezas del país para permitir una
vida mejor a unos pocos privilegiados.
Diversos valores como el trabajo, el ahorro, el respeto a los
ancianos y otros también se transmitían mediante estos libros, y
los modelos que debían imitarse eran generalmente los de la pareja
presidencial. Un libro de lectura llamado Pinocho y yo muestra un
retrato de Perón sentado frente a un escritorio y trabajando. El
texto que acom paña dicha imagen explica que. cuando el "Primer
Trabajador" regresa de su trabajo tarde por la noche y todos ya
están descansando, él aún cumple con sus obligaciones.24
Una gran novedad de los libros de texto peronistas puede
hallarse en la extracción social de los personajes que aparecen. En
los libros más antiguos, éstos eran casi siempre de las clases altas.
Cuando había ilustraciones de la vida familiar, siempre podía
establecerse por la vestimenta y el mobiliario que se trataba de
miembros de la clase media o la alta. En los textos peronistas
aparecen por primera vez obreros y desaparecen los oligarcas. Los
trabajadores, que desplazan a las damas elegantes, pertenecen
siempre al sindicato y gozan de los derechos sociales que les
concedió Perón. Uno de los libros incluso lleva el nombre de

23 Angela Gutiérrez Bueno, Comienza el (lia (texto de lectura para primer


grado superior), Buenos Aires, ltí54, pp. 26-27.
24 Sebastián Ramos González, Pinocho y yo (texto de lectura para primer
grado inferior). Buenos Aires. 1954, p. 73.
La socia liza ción p olítica de la ed u ca ció n p rim aria 105

Obreriios. Ello refleja la apertura hacia una mayor movilidad social


y muestra que el orden social no se anquilosa.
Tam bién el trato que merece el trabajo es distinto en los libros
de texto peronistas. Todos trabajan, ricos y pobres, hombres y
mujeres: por primera vez aparecen m encionados conceptos como
salarios, derechos sociales y condiciones laborales. El trabajo ya
no se muestra com o una obligación impuesta, sino como una parte
de la actividad requerida “para garantizar la grandeza de la patria",
identificada ésta con el país y con Perón. En uno de los libros puede
verse a un trabajador rindiendo horas extra puesto que el presidente
pidió que se aumentara la producción; en otro lo hace uno de los
niños, para que el corazón de Perón se llene de orgullo.2®
Esta indoctrinación politica tenía com o meta que los alumnos
adoptaran una triple ecuación en la que las tres secciones eran
equivalentes; identidad entre los principios de cierto movimiento
político y los intereses de la nación y la figura del líder. Esto aclara
también el culto a la personalidad rendido a la pareja presidencial.
Las figuras de Perón y de Evita acompañaron a los argentinos a
casi todos los rincones: edificios públicos y embarcaciones llevaban
sus nombres, al igual que provincias y ciudades. Sus retratos y
esculturas se colocaron en numerosos sitios. Todo ello era para
inmortalizarlos mientras aún estaban en vida, aunque también
como aglutinante y elemento de unión que permitía crear la
integración de la conciencia popular alrededor de las personalidades
de Perón y de Evita.
Una forma habitual de homenaje era asignar sus nombres a
instituciones educativas, salas de deportes o aulas, fenómeno que
fue en aumento especialmente después del fallecimiento de Eva.
Por supuesto que dicho culto a la personalidad se reflejaba también
en los libros de esLudio. Uno de ellos destinado al primer grado se
llamaba Evita.26 En otro de los libros básicos para el aprendizaje
de la lectura, llamado Privilegiados, se enseñaba a los niños mediante
la repetición de palabras separadas en sílabas como Pe rón. E-va,
E-vi-ta, escritas en letras de imprenta y cursivas.27 Las figuras de

25 Plotkin, M añana es San Perón, pp. 183-187.


26 Graciela Albornoz de Videla. Evita (libro de lectura para primer grado
inferior), Buenos Aires (s.f.).
27 Angela GuUérrez Bueno, Privilegiados (libro de lectura inicial), Buenos
Aires, 1954. pp. 4, 7, 20.
106 R aan an Rein

ambos se comparaban en los libros a los de una pareja de padres,


los padres de la Nación:

"Lo que papá es para nosotros, el Presidente J u an Perón es para


lodos los hom bres de este suelo ... a ellos dedica todas las horas
de su vida de trabajador infatigable".2*

Historia y héroes nacionales

El régimen intentó también relacionar entre eventos históricos


que fueron hitos en la vida de la Nación y la realidad peronista.
Utilizaba tales acontecimientos para destacar diversos hechos
actuales. En los libros de texto se ve esto con la declaración de
la independencia política de 1816 junto a la declaración de la
independencia económica de 1947, usando la misma técnica con
héroes nacionales, com o en la permanente com paración entre el
Libertador, general José de San Martín y la figura de Perón.
Por ejemplo: en el libro Tiempos nuevos se explica a los niños
que hacía falta que pasaran más de cien años para que la patria
fuera realmente libre:

“El nueve de julio de 1816 juraron los proceres de Tticnmán


nuestra emancipación política. Tal cosa querrá decir que íbam os
a gobernam os nosotros mismos, independientes de todo poder
extraño. ¿Fue eso verdad? Tan sólo a m edias. Ciertamente
dejam os de obedecer a gobernantes extranjeros, pero luego,
m uchas veces, fueron todavía los extranjeros quienes nos Imponían
a nuestros propios gobernantes".29

El libro continuaba explicando que para acabar con esa situación


era necesario que hubiera un gobernante como Perón que entendiera
que la independencia política debía complementarse con la eco­
nómica. En este sentido se exhibe a Perón como el punto culminante
del desarrollo histórico argentino.
La comparación entre Perón y San Martín, uno de los proceres

20 Blanca Alicia ('.asas, El alm a tutelar (texto de lectura para primer grado
superior). Buenos Aires. 1953. pp. 99-100.
29 Luis Arena, Tiem pos nuevos (texto de lectura para cuarto grado). Buenos
Aires. 1953, pp. 99-100.
La so cia liza ció n politica d e la edu cación p rim arla 107

padres de la República, es similar en sus objetivos y carácter a la


comparación entre las declaraciones de independencia. El número
de días dedicado a San Martín durante el año lectivo fue creciendo
a lo largo de la década peronista, aunque lo más considerable fue
proclamar 1950 com o el “Año del Libertador” en ocasión del
centenario de su fallecimiento. La tendencia a com parar entre
ambos puede verse en los libros de texto peronistas. En muchos
aparecen retratos contiguos de ambos vestidos con uniforme y al
pie de cada uno dice "El Libertador General San Martin" y "El
Libertador General Perón".-*0 Esta comparación daba al líder del
régimen la oportunidad de ponerse junto a un héroe nacional que
gozaba del reconocimiento de todo el pueblo, esperando poder
ponerse también él por encima de cualquier controversia pública
y aspirar a la legitimidad inapelable de que era objeto el Libertador.
Con frecuencia se relaciona el peronismo de aquellos años con
el "revisionismo histórico", corriente historiografica que apareció en
la década del treinta y estaba identificada con grupos de la derecha
nacionalista. Estos círculos intentaban presentar una alternativa
a la "historia oficial" y llegar a una revalorización de la tradición
hispánica y del periodo de los caudillos. Conforme con esta
concepción, los héroes colocados por los liberales en el panteón
nacional no eran sino traidores, que libraron a la patria a merced
de intereses foráneos, mientras que los caudillos como Juan
Manuel de Rosas eran los héroes "verdaderos”.1' Efectivamente,
numerosos intelectuales nacionalistas apoyaron al peronismo,
particularmente en sus primeras etapas, anteriores al enfrentamiento
con la Iglesia Católica. No obstante, no consiguieron imponer sus
puntos de vista al régimen, al menos hasta su destitución en
septiembre de 1955.J¿

30Gutiérrez Dueño, Privilegiados, p. f>9: Celia Gómez Reynoso, El hada buena


(texto de lectura para segundo grado). Buenos Aires. 1952 (?), pp. G4-65; Elsa
G. R. Cozzani de Guilloni, M ensaje d e luz (texto de lectura para tercer grado).
Buenos Aires, 1954, pp. 99 1 0 0 .
31 Diana Quattrocchi AVoisson. Los males de la memoria, Buenos Aires, 1995:
Tulio Halpcrin Dorighi. E l revisionism o histórico argentino, Buenos Aires. 1970.
32 El revisionismo histórico se convirtió en la línea historiográfica oficial del
movimiento recién después de la Revolución Libertadora, cuando al peronismo
se sumaron diversos circuios allegados a la derecha nacionalista y a la
"izquierda nacional". Perón mismo adoptó este enfoque mientras se encontraba
en el exilio. En su libro Los vendepatria, publicado en 1957, describe a Rivadavia
como traidor a la patria y a Rosas como alguien que combatió a los enemigos
108 Raanan Rein

Respecto de la imagen de Rosas, que gobernó en Buenos Aires


casi sin interrupciones entre 1829 y 1852. los libros solían referirse
a él en términos de condena. En el marco de la dicotomía entre
“Civilización" y “Barbarie” que planteó por primera vez Domingo F.
Sarmiento en su obra Facundo (1845). Rosas fue visto a lo largo
de un siglo como todo lo contrario de lo que significaba la Buenos
Aires liberal, europeizante. laica y cosmopolita. En los libros de
texto peronistas no se encuentran intentos de rehabilitación del
caudillo, aunque tampoco las acusaciones anteriores. En la mayor
parte de estos libros. Rosas brilla por su ausencia, aparentemente
por la tendencia a no generar disputas superfinas.33
A las líneas de ferrocarriles que nacionalizó, Perón asignó los
nombres de Urquiza, Mitre, Sarmiento y Roca, algunos de los más
destacados opositores del “Restaurador de las Leyes” , además de
San Martín y Belgrano. proceres aprobados por el consenso de
todos los argentinos. En otras palabras, los peronistas intentaron
apropiar la tradición liberal para obtener legitimidad y poder
desacreditar a sus rivales políticos. Esta era una reacción a los
esfuerzos invertidos por los opositores para establecer una iden­
tidad entre Perón y Rosas, calificando al régimen com o "la segunda
tiranía” .
En cuanto a Sarmiento, no obstante, resultan evidentes algunos
cambios en los matices. El sanjuanino, educador e intelectual que
ejerció la presidencia entre 1868 y 1874. fue elogiado en la
Argentina peronista por su aporte a la finalización de las luchas
intestinas y la estabilización y cristalización del Estado, su acción
para organizar el ejército nacional y su obra para difundir la
educación y la ilustración. Sus puntos de vista sobre las libertades
políticas y su concepción social y económica desaparecieron de los
textos. Exaltaban su vida humilde y su procedencia de una familia
que sufrió penurias económicas y que, pese a haber crecido en una
casa pequeña y hasta miserable, adquirió educación y llegó hasta
la Primera Magistratura. Aunque distinguido por el peronismo, el
valor simbólico de Sarm iento fue transformado: no aparecía como

extranjeros, ingleses y franceses, además de a quienes en el frente interno


colaboraban con los intereses foráneos.
. 33Sobre este tema, ver Gonzalo de Ainézola. “El pasado servicial. Elementos
revisionistas en los textos de Cultura Ciudadana (1952-1955)", Clio & A so­
ciados, N“ 1 (199G), pp. 43-57.
La socialización p o lítica d e la edu cación prim arla 109

liberal, sino como hijo de gente pobre que consiguió llegar hasta
la cúspide. En el país de los "descamisados", en el que se prometía
movilidad social, este símbolo era muy significativo.
Si intentamos colocar a Perón en el contexto del enfrentam iento
histórico-cultural entre los partidarios de R osasv los de Sarm iento,3-1
al menos en un aspecto estaba más cerca del espíritu que alentaba
a estos últimos: en el gran énfasis puesto en sus discursos y planes
en la importancia de la educación para el desarrollo de la República,
en su expansión en la práctica a todos los confines del país
mediante la construcción acelerada de escuelas. Ello, sin duda, se
alineaba con el legado del Padre del Aula y con su lema de convertir
la República en una escuela. Para él las instituciones educativas
eran un verdadero foco de concentración de la democracia y el más
fuerte baluarte contra la 'Barbarie'. Contrastando con ello, res­
pecto del carácter de la educación que Perón quiso im plantar en
la Argentina y su intento de acoplar el sistema a los servicios del
régimen, la distancia en relación con Sarmiento es muy grande.
Era una educación jerárquica, no pluralista, dictada desde arriba
y que se asemeja en algunos elementos a los que caracterizaron
el periodo rosista.
Los libros de texto peronistas fueron introducidos, com o di­
jim os. a part ir de 1953. Pero ya unas pocassemanasant.es de haber
asumido Perón la presidencia en junio de 1946, el Senado com enzó
a debatir una ley de introducción de libros de texto uniformes para
todo el sistema educativo nacional, adaptados, por supuesto, a
cada edad. Esta era una expresión de la voluntad del régimen de
encaminar hacia una forma de pensar monolítica e im pedir el
pluralismo. Esta imposición del texto único se fue retrasando,
efectuándose sólo en forma experimental en una etapa posterior.
No cabe duda que durante sus primeros meses en el poder Perón
mostró cierta falta de seguridad y fue disuadido por la protesta que
la oposición expresó contra este propósito. En un editorial del diario
La Prensa se atacaba la idea recordándose que el texto único se
había implementado en la Italia de Mussolini y que allí se había
anulado por su fracaso. Este periódico sostenía que estas prácticas
eran impropias de regímenes democráticos.35

M Coliri M. Winston. ’ Beiwcen Rosas and Sarmiento: Notes on Nationalism


in Peronisl Thought", The Am ericas, Vol. 39, No. 1 (1983): pp. 305-332.
35 L a Prensa (Buenos Aires), 21-9-46: Blanksicn. Perón's Argentina, p. 187.
Raanan Rein

Cuando apareció en 1950 el primer libro de texto único en


Argentina, Florecer, destinado a los alumnos de primer grado, las
voces de discordia fueron numerosas. El periódico La Nación
subrayó que era imposible dejar de reaccionar ante el hecho que
el régimen hubiera optado por com enzar con la introducción de un
libro de este tipo precisamente en primer grado, con niños que lo
utilizaban para aprender a leer y adquirir sus primeras habilidades.
El artículo también mencionaba el tem or de que los textos únicos
sirvieran com o instrumento de indoctrinación política del régimen,
en lugar de servir como una herramienta puramente educativa que
transmite mensajes y valores eternos.36 Este era un nuevo llamado
de los opositores para que se conservaran algunos de los patrones
de conducta democrática que se fueron modelando con el trans­
curso de la historia argentina y sobre los que pendía, en su opinión,
una amenaza. De cualquier manera, el intento de implantar un
libro de texto se concibió como un test-case que obligaba a luchar
por frenar las tendencias autoritarias del gobierno.
El intento del texto único fracasó ya que después de un solo
año lectivo no volvió a aparecer un libro semejante para primer
grado. Es posible que el abandono de esta idea se debiera a las
críticas públicas, aunque bien podrían ser otras las razones. De
cualquier modo, tres años más tarde se introdujeron nuevos libros
a las escuelas primarias, todos ellos puramente peronistas. Si bien
entre 1953 y 1955 los docentes tenían la opción de elegir entre
varios títulos, con lo que aparentemente se conservaba el plura­
lismo. en la práctica la elección era sólo del orden técnico y no del
esencial, ya que todos los libros que constituían alternativas
transmitían los mismos mensajes: peronistas. A ello hay que
agregar que en todos los establecimientos secundarios del país, el
libro pseudoautobiográfico de Eva Perón, La razón de mi vida, se
había convertido en obligatorio, adem ás de ser el único que se
usaba en las*clases superiores del primario para las clases de
lengua castellana, reemplazando a obras como el Don Quijote de
Cervantes. De hecho, a partir de 1953 éste fue un libro de texto
único para un gran número de alumnos.37

36 ¡xi N ación (Buenos Aires), 2-4.-50; Emilia Dezeo de Muño®, Florecer (texto
de lectura para primer grado interior), Buenos Aires, 1950.
37Ver también Adelina Cantarella. Guía para análisis analóc/ico de Ixi razón
de irá vida d e E va Perón, Buenos Aires, 1954: José P. Liberal, Eva Perón: Estudio
literario y valoración sociológica de La razón d e mi vida, Buenos Aires, 1953.
La s ocia liza ción p olitica d e la edu cación p rim a rla

En resumen, bajo la cobertura de "justicia social" y una ayuda


extensa a las capas necesitadas, comenzó a desarrollarse en la
Argentina una educación dictada desde arriba, que intentó trans­
mitir mensajes uniformes y definidos, predicando ciertas formas de
pensamiento monolítico. Por un lado se dio aquí un intento de
democratización del sistema educativo mediante la extensión del
número de escuelas y su diversificación, aumentando el número
de alumnos, otorgándose posibilidades económicas a una población
que hasta entonces ni siquiera soñaba con recibir educación estatal
completa. Por otro lado somos testigos de un proceso de introducción
de valores y principios partidarios por excelencia a dicho sistema,
despidiéndose a maestros y profesores que no adoptaran la linea
peronista, la publicación de nuevos libros de estudio que incluían
mensajes del partido gobernante, una supervisión estrecha de todo
el sistema educativo al que se intentó centralizar en forma máxima
y por supuesto la censura y control de canales adicionales como
la radio, la prensa escrita, el teatro y el cine. Vem os pues que el
sistema educativo era un área en que se destacó especialm ente el
carácter cada vez más autoritario del régimen. En el marco de sus
esfuerzos por modelar una nueva conciencia nacional. Perón in­
tentó inculcar a los alumnos también la creencia de que no ser
peronista equivalía a una traición a la patria. La indoctrinación
política realizada en el sistema educativo y la identidad absoluta
entre la doctrina partidaria y una ideología nacional llegaron a
extremos desconocidos hasta entonces en la Argentina.
Capítulo cuarto

El Prim er Deportista: uso y abuso del deporte

Una de las primeras medidas adoptadas por la autodenominada


“Revolución Libertadora", que derrocó al general Perón en septiem­
bre de 1955 e intentó erradicar todo vestigio del régimen depuesto,
consistió en una “desperonización del deporte”. Ello se expresó en
el boicoteo a algunos de los deportistas más destacados del país,
identificados con la “Urania”, v la intervención de la Asociación del
Fútbol y del Comité Olímpico Argentino, ju n to a otros organismos.
Una de las últimas disposiciones impuestas por los militares que
lideraron aquel gobierno de Jacio, poco antes de las elecciones
generales de 1958 y de la transferencia del mando a un gobierno
civil, consistió en emular la Dirección de Deportes y Educación
Física en el Ministerio de Educación y Justicia. En el decreto
emitido por el ministro se exponían, entre otros, los siguientes
argumentos:

"Q ue la organización y enseñanza de la educación física y los


deportes, fue transform ada por el gobierno depuesto en un
instrum ento de propaganda política, desnaturalizando y s u b ­
virtiendo s u s verdaderos valores y significación...
'Q u e la educación física, como materia propia de los cursos de
enseñanza, no merece un trato preferencial o distinto con res­
pecto a las restantes asignaturas de los respectivos ciclos.
“Q ue por el contrario, siempre se ha considerado a la educación
física como materia no obligatoria, excluida de los program as de
promoción y exceptuada para los educandos que hicieran prác­
Raanan Rein

ticas gimnásticas o que pudieran resultar perjudicados en su


salud".1

Estas medidas fueron una expresión de la identificación total


creada a ojos de los adversarios de Perón entre su gestión de
gobierno y la actividad deportiva en general, particularmente la de
los niños y jóvenes. Para los opositores al régimen peronista, el
fomento de los deportes por parte del ejecutivo entre 1946 y 1955
era una demostración adicional de su carácter “nazifascisLa”. Una
y otra vez se mencionaba la forma en que los nazis alemanes y los
fascistas italianos hicieron uso político del deporte. Cuando en
1950 se llevó a cabo en Buenos Aires el campeonato mundial de
basketball y al año siguiente la misma ciudad fue sede de los
primeros Juegos Panamericanos, se apresuraron los enemigos
políticos del régimen a comparar dichos eventos con el mundial de
fútbol organizado por Benito Mussolini en 1934 y los Juegos
Olímpicos de Berlín en 1936, durante el gobierno de A. Hitler.2
Los opositores al régimen que intentaron demonizar de cualquier
manera posible al peronismo, si bien se entiende que exageraron,
tenían razón al argumentar que ningún gobierno argentino hasta
entonces, y quizá también desde entonces, había invertido tantos
esfuerzos y recursos en el desarrollo y el fomento de las actividades
deportivas, por un lado, y en los intentos de obtener dividendos

1 Ver: Ministerio de lOducación y Justicia, Boletín d e Com unicaciones. Año


IX, Nc 508, 10-1-1958. Rn marzo de 1953 el gobierno peronista impuso la
educación tísica como asignatura obligatoria en los niveles primario y secun­
dario, en todo el país. Sobre la importancia dada a dicha materia, ver: 2- Plan
Quinquenal, Buenos Aires, 1953, IV.E.7, pp. G4-G5: M anual práctico del 2a Plan
Quinquenal, Buenos Aires, 1953, p. 76. Sobre la historia de la educación física
en la Argentina antes del surgimiento del peronismo, ver: Angela Aiscnstein, El
modelo didáctico en la Educación Física: entre la escuela y la form ación docente,
Buenos Aires, 1995.
2 Sobre los Juegos Olímpicos de Berlín, 1936, pueden consultarse, entre
otros: DulTHart Davis, H itler's Carnes The 19 3 6 Olympics, lx»ndon, 1986; Richard
i). Mandell, TheNaziOlym pics, Urbana and Chicago, 1987 (2",i ed.): Judith Holines,
O lym piad 1936: fílay.e o f Clory fo r Hitler's R eich, New York, 1971. Sobre el
deporte y la politica en la Italia de Mussolini, ver: Victoria de Grazia. The Culture
o f Consent: Mass Organization o f Leisurc in Fascist Italy, Cambridge, 1981.
especialmente pp. 169-180: F. Fabrizio, Sport efascism o: la política sportiva del
regime. 1928-1936, Rimini-Firenze, 1976.
El Piimei Deportista: uso y a b u so del d ep orte 115

políticos por dicha acción, por el otro.3 Este capitulo intentará


examinar la m anera en que el peronismo movilizó el deporte a los
efectos de modelar la conciencia nacional argentina en el espíritu
del justicialism o, para a su vez movilizar apoyo y lealtad al régimen
y cultivar la personalidad de Perón, apodado durante su presidencia,
entre otros títulos, como "El Primer Deportista".
Las divergencias políticas e histortográficas sobre el peronismo
se expresan también en el debate respecto de la política deportiva
del régimen. Al igual que lo ocurrido con el sistema educativo de
aquellos años, también en el área de los deportes pueden observarse
los elementos de democratización y popularización, junto a los de
socialización política e indoctrinación. Mientras que los adeptos
prefieren enfatizar las primeras facetas, los adversarios destacarán
precisamente las últimas. En esta sección intentaremos examinar
ambos aspectos.
El régimen peronista fomentó el deporte competitivo y el
popularen distintos ramos, con la participación de niños y adultos,
hombres y mujeres, tanto en el centro como en la periferia, es decir,
tanto en la Ciudad de Buenos Aires com o en las provincias y
territorios nacionales. Dicha expansión de la actividad deportiva
era una expresión del carácter populista del régimen. Ya en 1949
aclaró Perón la razón de la importancia de que, además de los
ramos com petitivos y representativos, toda la población realizara
alguna actividad deportiva:

“Hay que distinguir el 'deporte espectáculo' v el 'deporte activi­


dad'. El prim ero presupone diez que juegan y trescientos mil que
miran, cu an d o el ideal seria trescientos mil que ju egu en y diez
que miren.
“La verdadera utilidad del deporte esta en su práctica. Sin
em bargo el espectáculo es también necesario porque educa, forma
ambiente, 'crea clima' y estimula.
“Deseo para mi patria un pueblo de deportistas, ed u cad a su alma
y fortalecido su cuerpo... Todo está en m archa, depende de los

3 Perón no fue ni el primer ni el último presidente argentino que pretendió


adquirir popularidad distrayendo la atención hacia la actividad deportiva. Sobre
políticos argentinos y deportes, desde Julio A. Roca a comienzos de siglo y hasta
Carlos Saúl Menem (quien en cuanto a lo deportivo es un fiel seguidor de Perón),
ver: Ariel Schcr, La patria deportaba - cicn años d e política y deporte, Buenos
Aires, 1996: Pablo A. Ramírez. “Los gobernantes y el fútbol”, Todo es Historia,
N= 324 (julio de 1994): pp. 90-93.
R aanan Rein

argentinos el alcanzarlo y de los poderes públicos el ap oyar o


im pulsar por todos los medios los esfuerzos para llevarlo a cabo".'1

Efectivamente, tal como expresó con cierta dosis de exageración


uno de los voceros del régimen. Perón convirtió al país en un
inmenso y clamoroso estadio.5 A diversas asociaciones deportivas
se asignaron presupuestos provenientes de fondos públicos. En los
campeonatos infantiles y juveniles participaron decenas de miles
de niños de todos los rincones de la República. En numerosas
oportunidades presentaron los diputados peronistas mociones al
Congreso Nacional para que se aprobara el apoyo a uno u ot ro club
deportivo provincial.0

Moderno, centralista y popular

El fomento al deporte por parte del peronismo debe ser visto


como parte de los esfuerzos por rehabilitar la cultura popular,
característico de los movimientos populistas latinoamericanos.
Debe recordarse que el deporte, particularmente en algunas de sus
disciplinas como por ejemplo el fútbol, era parte de la cultura de
masas, del tipo que crea un am plísimo denominador com ún.7 El
deporte sirve también com o un medio para enarbolar la concepción
de movilidad social, tan importante en la Argentina peronista.
Atletas sobresalientes con antecedentes sociales humildes permitían
recalcar, mediante los propios logros, que en la Nueva Argentina
eran la habilidad, destreza y capacidad de cada individuo las que
determinaban su status, no su extracción social.8

4 Juan Perón. La gim nasia y los deportes, Dueños Aires, 1949.


5Santiago Ganduglia, El nuetx> espíritu del de¡x>ne argentino, Buenos Aires,
1954, p. 0.
t; Ver. por ejemplo, Diario d e Sesiones de la Cámara de Diputados. 1948, Vol.
III, pp. 21 50. 2294-5, 2306-7: 1951, Vol. III. p. 2045: 1955. Vol. I. p. 188: asi
como cartas de ciudadanos y de organizaciones de las diversas provincias,
solicitando al presidente Perón ayuda para construiry ampliar clubes deportivos,
en AGN, Fondo Asuntos Técnicos. Presidencia de la Nación. Legajos 513, 081.
7 Sobre el empeño por rehabilitar la cultura popular como una de las
características del populismo, ver: Michael L. Conniff, "Introduction: Toward a
Comparative Definition of Populism", en M. L. Conniff (ed.), la t in Am erican
Populism in Com/xirative Perspective.
s Carlos Aloé, “Cada hombre forja su destino". Mundo D eportivo (Buenos
Aires), N- 227, 20-8-53, p. 20.
El Primer Deportista: u so y ab u so riel deporte

La visión que proponía la Argentina peronista era la de una


sociedad moderna, industrializada y urbana. El deporte era con ­
cebido por sus líderes como una representación del progreso, dado
que la actividad deportiva en el siglo xx se caracteriza por ten­
dencias laicistas, igualitarias (desde el punto de vista de las
posibilidades de participar), burocráticas (en cuanto a la gestión
y dirección), especiali/ación. racionalización y medición (las reglas
están preestablecidas y son fijas, las actividades se miden en
relación con los objetivos y los logros y los deportistas se entrenan
para llegar a un rendimiento máximo de su potencial).5’
Desde fines del siglo xtx y hasta la década del cuarenta, la acti­
vidad deportiva en la Argentina fue fruto, principalmente, de los
esf-uerzos privados de diversas agrupaciones, mientras destacaba
la omisión o la indiferencia del Estado al respecto. Perón, en
cambio, introdujo una sistematización en todo lo relacionado con
las acciones del Gobierno en el área del deporte e intentó establecer
una supervisión centralista para todos los ramos, entre otras
formas mediante la creación de un nuevo cuerpo que aglutinaba
a la Confe-deración Argentina del Deporte con el ComiLé Olímpico,
conocido por su sigla CADCOA. así como mediante la designación
de activistas peronistas en las diversas asociaciones y federacio­
nes.10
Resulta claro que el fomento a los deportes en la Argentina
peronista, precisamente al igual que en los casos originales de
diversos países europeos a fines del siglo xix. estaba dirigido
también a ser un medio de control de las masas, para garantizar
su productividad en el sistema económico y para abortar su
potencial revolucionario.11 Las ju stas competitivas servían (y siguen

9Ver: A. Guttmaim. Gamas & Emptrcs: Modem Sjxirt and Cultural ¡mperialism,
New York, 199G, ¡>. ídem, Fiorn Ritual to Record: The Nature o f M od cm S¡x>rts.
New York. 1978: Joseph L. Arbeua, “Sport and the Study of Latin American
Soetety: An Ovcrview", en J. L. Arbeua (ed.), S¡jort and Society in ¡xitin America,
New York, 1988, p. 2: Perón, La gim n a sia y los deportes.
10 Entre 1947 y 1955 se sucedieron en la APA, Asociación del Fútbol
Argentino, cinco presidentes, todos ellos, desde el también ministro de Com u­
nicaciones Oscar L. Nicolini hasta e) sindicalista Cecilio Conditi, tuvieron un
papel importante en la peronizac.ión del fútbol.
11Ver: .lames Walvin, The People's Carne: A Social History ofB i itish F oo ÜjciIL
London. 1975: Paul Hoch, Rip o f f the liig Garne: The Exploitation o f Sports hy
the Pow er Elite, New York, 1972.
Raanan Rein

sirviendo) como un canal para sublimar en forma no violenta


pasiones e impulsos, que podrían ser peligrosos de volcarse al plano
político. El deporte se convirtió en una de las ocupaciones prin­
cipales de la clase obrera urbana en sus ratos de ocio. El peronismo,
tal como veremos, prometió a los trabajadores mejoras salariales
y de condiciones laborales (pan) y actividades deportivas inofen­
sivas (circo), com o definiera algunos años más tarde el semanario
Primera Plana:

"Era preferible que los fanáticos se pelearan por divisas deportivas


y no políticas, que el pueblo siguiera dividido en clubes y no en
partidos. Las limitaciones que Perón im puso a las actividades
políticas fueron asi compensadas con un sólido apoyo a las
prácticas deportivas, donde peronistas y opositores se mezclaban
en las m ism as filas".12

La "unidad nacional" y el “hombre nuevo” en la Nueva Argentina


eran parte de las metas que el peronismo intentó impulsar.13 Uno
de los instrum entos mejor considerados para lograrlas era el
“evangelio deportivo peronista", equivalente a la movilización del
sistema educativo en sus diversos niveles. El esfuerzo estaba
dirigido a incluir las actividades deportivas en el tejido de la
sociedad argentina. Dado que algunos clubes estaban tradicional­
mente ligados a diversos grupos de inmigrantes, también la política
de Perón en ese ámbito tendía a acelerar el proceso de asimilación
cultural en el crisol de razas nacional, ju n to a la lealtad política
al régimen. En enero de 1948 declaraba el líder justicialista: “Es
casualmente en el ambiente deportivo donde las diferencias des­
aparecen, nace una camaradería superior a todas las otras y se
forma el espíritu superior y una grandeza de alma que es lo único
que los hombres deben conquistar".14
El interés de Perón por el deporte se debía, en primer lugar,
al hecho de que él mismo había practicado desde su niñez diversas
disciplinas, y muy particularmente desde su ingreso al Colegio
Militar. Campeón militar de esgrima entre 1918 y 1928,15 Perón

12 "Los dividendos del deporte", Primera Plana, 6-9-66, p. 40.


13 Mariano Bcn Plotkin. “La 'ideología' de Perón", p. 20.
14 Juan Perón, Doctrina Peronista, Buenos Aires, 1971, p. 20.
15 El semanario El Gráfico publicó una fotografía de Perón en diciembre de
1920, en su condición de campeón de espada y sable del Círculo Militar.
El Primer Deportista: uso y a b u s o del d ep orte 1 19

debió haber participado en los Juegos Olímpicos que tuvieron lugar


en París en 1924, sufriendo una gran desilusión cuando el ministro
de Guerra Agustín P. Justo se negó a autorizar el viaje. En aquellos
años, el joven oficial organizó varias com petencias y en 1914
participó en la creación de un club de boxeo en Paraná, primero
de su clase fuera de Buenos Aires. En los años siguientes practicó,
en diversas medidas, una amplia gam a de deportes, tanto en la
Argentina com o en el exterior, donde se desempeñó como agregado
militar: gimnasia, equitación, remo, fútbol, basketball, tiro, salto
en alto y salto en largo, boxeo, polo, esquí y hasta cacerías de zorro.
Adem ás de su afición de larga data, en una etapa temprana
de su carrera com o estadista comprendió Perón el potencial político
que ofrecían los deportes. Ello destaca particularmente en su
actitud hacia el ramo más popular: el fútbol. No se trataba de una
actividad que le interesara particularm ente; sin duda el boxeo le
agradaba mucho más y prefería estar en las primeras filas junto
al ring del Luna Park, arena habitual de las principales contiendas
pugilísticas. antes que en los palcos de las canchas. No obstante,
destinó muchos recursos y atención al fútbol, ya que semana a
semana los estadios atraían a grandes multitudes, lo que permitía,
además del ju ego en si, la emoción y el drama, intentar difundir
entre ellos propaganda y movilizar a estas masas para las nece­
sidades políticas.
Aunque resulte difícil argumentar la preferencia de Perón por
determinado club de fú tb o l16 (a diferencia del presidente Justo,
conocido simpatizante de Boca Juniors), el régimen estaba iden­
tificado por aquellos años particularmente con dos cuadros po­
pulares: el de Racing, de la ciudad de Avellaneda y Boca Juniors,
cuyas hinchadas continúan cantando hasta nuestros días su
relación peronista. Ramón Cereijo, ministro de Hacienda, era
hincha del Racing Club, lo que valió a este equipo el apodo de
“Deportivo Cereijo".
Fue este encargado de la cartera de finanzas quien aprobó una
dotación de dinero a diversos clubes para financiar construcciones
y refacciones. El préstamo más famoso es el que concedió, pre­
cisamente, a Racing, para la construcción de su estadio, aún en
uso, inaugurado en 1950 con el nombre “Presidente Perón”. En los
primeros años del régimen se construyeron también los estadios

16 "Fútbol y boxeo", Piim era Plana, 1:1-9-66, p. 38.


12 0 R aanan Rein

de Huracán (inaugurado en 1947) y de Vélez Sarsfield (1950) en


la Capital Federal y el de Sarmiento en la ciudad de Ju n ín .17 Las
estadísticas indican un aumento considerable en el número de
espectadores de los partidos de fútbol en aquellos años.
Otro proyecto de construcción destacable en lo deportivo fue
el Autódromo de la Ciudad de Buenos Aires, denominado "17 de
octubre” para conmemorar la fecha de nacimiento del movimiento
peronista. Esta pista, con características técnicas impresionantes,
fue inaugurada en 1952 con la presencia, com o era de suponer,
del Presidente.18 El hábito de imponer a estadios, instalaciones
deportivas, competencias, campeonatos, copas, etc. el nombre de
uno de los Perón, o de uno de los conceptos relacionados con el
movimiento que lideraba, fue extendiéndose a lo largo de la década
en que el régimen gobernó el país.

Patriotismo, íucha y disciplina

El peronismo enfatizó el valor moral, estético e higiénico del


deporte, aunque muy especialmente resaltó su aspecto social y su
capacidad de despertar sentimientos de fraternidad, cooperación,
solidaridad, identidad nacional, disciplina y lealtad. En otras
palabras, aquello que pudiera aportar a la modelación espiritual
y moral del individuo y de la Nación. La actividad deportiva era
presentada en forma destacada como una expresión de los logros
sociales del peronismo, dado que sólo la mejora de las condiciones
de vida podía perm itir que amplios sectores de la población se
dedicaran al deporte, algo que antes era prácticamente exclusividad
de las capas sociales más pudientes.

“... el deporte fue en su origen un placer privativo casi exclu­


sivamente de las clases poderosas: y aun puede agregarse que
quienes no perteneciendo a ellas se dedicaban a practicarlo eran
socialmente objeto de su menosprecio, porque debía suponérselos
substraídos a los imperativos del trabajo y de la subsistencia. Ha
sido necesaria u n a obra de gobierno y de adoctrinamiento Incesante

17 Ver: Dem ocracia (Buenos Aires), 24-11-47, p. 10; Pablo A. Ramírez,


“Política y fútbol", Todo es Historia, N2 248 (febrero de 1988): pp. 34-43.
Ver: Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, Autódrom o ~17 de
Octubre" - Inauguración oficial, Buenos Aires, 1952.
Ei Prim er Deportista: uso y abuso del deporte 121

como la realizada por Perón para que el deporte, elevado a la ju s ta


categoría de ram o de la cultura, p u eda desenvolverse hacia su s
fines superiores de extensión p op u lar y de enaltecimiento de los
hum ildes".m

El impulso dado a otros d epones fuera del fútbol era también


una manera de romper el monopolio de la oligarquía sobre deter­
minadas disciplinas. El crecim iento del número de quienesjugaban
al tenis o al basket, o de quienes practicaban la esgrima, se
destacaba com o un baluarte de las clases altas conquistado para
beneficio de las clases bajas.2
La dimensión nacional y antiimperialista de la doctrina peronista
era. con frecuencia, evidente en los discursos de los voceros del
régimen cuando se referían a la importancia del deporte. Si bien
el origen de la m ayor parte de los deportes que practicaban era
extranjero,'21 después de varias décadas los argentinos querían ser
considerados maduros e independientes también en este área,
com o lo expresara en un discurso ante la Cámara de Diputados
el mismo Perón en 1949:

“Nosotros tenemos una cocina argentina y no podemos acostum


b ra m o s a oLra comida: tenemos u n a m úsica que es nuestra. Asi
también debem os tener u n a gim nasia y un deporte adaptados a
nuestro pueblo...

Cabe señalar que los valores que el régimen buscaba fortalecer


se expresaban generalmente en términos de virilidad (aunque
también los deportes femeninos tuvieron entonces un gran im pul­
so): valor, tenacidad, predisposición a enfrentarse al peligro y a los
desafíos, la potencia y la capacidad de sobreponerse a los obstáculos.

19Ganduglia, El nuevo espíritu, p. G. Sobre la concepción de Perón respecto


de la importancia del deporte, véase también: 2- Plan Quinquenal, pp. 71-2: "El
deporte en el pensamiento vivo de Perón", Munclo Peronista, 15-10-54: Presi­
dencia de la Nación, Secretaria de Prensa y Difusión, Perón clausura la 2!
Conferencia Nacional da Delegados Deportivos, Buenos Aires, 1955.
20 María E. Cartasegna, "Alumnos convertidos en maestros". M undo D e­
portivo, N- 304, 10 2-55, p. 34.
21 Sólo el pato se pudo considerar un deporte nacional y. efectivamente.
Perón lo instituyó con tal carácter recién el 16 de septiembre de 1953.
Ganduglia, El nuevo espíritu, p. 11.
22 Citado en Ganduglia, El nuevo espíritu, pp. 8-9.
122 Raanan Rein

La combinación de nacionalismo, patriotismo y sacrificio des­


tacó también respecto de las com petencias deportivas infantiles
organizadas por la Fundación Eva Perón. Además de los campeonatos
de fútbol, los niños participaban también en actividades de carácter
"patriótico", com o las ceremonias de homenaje recordatorio a
diversos héroes nacionales, principalmente la figura del Libertador,
general José de San Martín. También aquí resaka la voluntad de
emplear el deporte para promover la causa de la unidad y la
unilonnidad nacional. En uno de los primeros números del semanario
peronista M undo Infantil se escribía:

"El cam peonato Evita hará el sueño de los maestros y de los


gobernantes: unirá a la Juventud argentina por sobre las divisio­
nes locales, au n sobre los limites provinciales: porque la voz del
deporte es estentórea, potente y los vigoriza y electriza como una
descarga. A su conjunto, todos se sentirán iguales, todos pen­
sarán de la misma manera".23

Un análisis de los nombres elegidos por varios de los equipos


que se midieron en estas justas nos permite señalar el carácter
nacional/peronista que los organizadores querían imponer: Malvinas
Argentinas. Antártida Argentina, San Martín, Perón, Evita - Estrella
de la Mañana. 17 de Octubre, etc. Al com ienzo de cada encuentro
se interpretaba el himno nacional y la marcha de los juegos que,
como verem os más adelante, era un canto de elogios a los Perón.
Una de las fuentes centrales que nos permite entrever los
valores y mensajes que el régimen intentaba transmitir mediante
estas actividades es el semanario Mundo Deportivo, que comenzó
a publicarse en 1949. Poco antes el gobierno había adquirido el
51% de las acciones de la casa editorial Haynes, potencia de las
comunicaciones en los términos de aquella época, editora del diario
El Mundo y de una serie de revistas populares.2'1 Esta compañía,
anteriormente propiedad de capitales anglo-norteamericanos, se
convirtió en manos de las autoridades en una herramienta para

23 M undo Infantil, N- 17 (1949), citado en Plotkin, Mañana es San Perón,


p. 278.
24 Sobre el tema puede consultarse: Pablo Sirven, Perón y los medios de
comunicación (1943-1955), Buenos Aires, 1984: Prim era Plana, “Historia del
peronismo” (“Cadena de diarios”), 21-2-67, p. 34 y la entrevista con Carlos V.
Aloe en el marco del Proyecto de Historia Oral del IrisULuto Torcuata Di Telia.
El Prim er Deportista: liso y abuso del deporte 123

difundir la ideología justicialista a diversos públicos específicos:


mujeres, niños y jóvenes, el sector rural, aficionados a la ciencia
v la tecnología, al deporte, etc. Bajo la dirección de Carlos Vicente
Aloe, uno de los hombres más leales a Evita y desde 1948
subsecretario administrativo de la Presidencia y posteriormente
gobernador de la provincia de Buenos Aires (1952-1955), se esforzó
dicho consorcio por captar lectores de la tradicional, conservadora
y católica Editorial Atlántida, fundada por Constancio C. Vigil en
1918.
Ésta publicaba el semanario infantil más importante de la
Argentina, Billiken, que había com enzado a aparecer a fines de la
segunda década del siglo. Por no haber entrado Atlántida dentro
de la esfera de dominio del régimen, éste intentó competir y a partir
de 1949 comenzó a aparecer el semanario Mundo Infantil. Recién
después de derrocado Perón, Billiken volvió a ocupar su sitio en
el centro de la escena de las publicaciones infantiles.
Un proceso similar tuvo lugar también en el terreno de la
prensa deportiva. El Gráfico era el semanario deportivo más im­
portante hasta la aparición del peronismo, y también había com en­
zado a aparecer en 1918 en el marco de las publicaciones de la
Editorial Atlántida. En abril de 1949 comenzó a competir por el
mismo mercado Mundo Deportivo, que venia con más páginas y
mayor cantidad de ilustraciones en colores.
Quien hojee los ejemplares de El Gráfico desde 1949 a 1955
no podrá saber que en la Argentina gobernaba por entonces el
peronismo, cuya presencia era sentida en forma contundente en
todas las esferas de la cultura, del esparcimiento y los deportes.
Solamente en contadas oportunidades se reprodujo una fotografía
del Presidente y cuando ya había una nota sobre actividades
deportivas iniciadas por Perón, se trataba generalmente de un
artículo sin firma y que daba toda la impresión de haber sido
"injertado" por la Subsecretaría de Información de la Presidencia.23
M undo Deportivo, en cambio, llegaba al lector con abundantes
fotografías, artículos y notas que ensalzaban al régimen, el liderazgo
de Perón, la imagen de la '‘Jefa espiritual de la Nación”. Eva Perón,
y la política deportiva del gobierno. Gran importancia al respecto

23 Al respecto, ver por ejemplo El Gráfico, N- 185G, 11-3-55, p. 3; “La


Olimpíada Infantil y Juvenil repitió y aumentó sus éxitos anteriores", El Gráfico,
N* 1859, 1-4-55, p'p. 22-24.
124 Raanan Rein

revisten los artículos editoriales firmados por Carlos Aloe (aunque


bien pudieron haber sido escritos por algún periodista de la
redacción), que con frecuencia utilizaban la imagen de la nación
como un equipo deportivo. Uno de los más interesantes se publicó
a comienzos de 1954 y describe las explicaciones que da un padre
a su hijo sobre la esencia del deporte:

"... es un ju e go de conjunto, un esfuerzo com ún, m ancom unado:


es decir, tienes que sum ar todas tus fuerzas a las de tus
compañeros. Dentro del conjunto tú tienes una misión: la de
defender, atacar o avanzar... observarás la belleza de la armonia...
verás que trem enda fuerza tiene asi el esfuerzo colectivo...
T a m b ié n te acostum brarás a escuchar a un director técnico, que
apreciará tu ju ego o te indicará lo que debes hacer, m uchas veces
aun contra tus propios deseos, contra tu propia voluntad. En eso
eneontarás la disciplina tan indispenaable, cuando se quiere
triunfar'.26

Aunque el uso de conceptos similares puede encontrarse


también en otros países y bajo regímenes políticos de distintos
signos, en las circunstancias de la Argentina contemporánea se
interpretaba ello como una alegoría a la sociedad en su totalidad
(el equipo) y la necesidad de obedecer a Perón (el director técnico).
Los esfuerzos por crear una identidad entre el peronismo y el
nacionalismo argentino se reflejan también en la sección "El
Ejemplo Peronista", que se publicaba regularmente en el quincenario
Mundo Peronista entre 1951 y 1955, donde destaca la presencia
de deportistas argentinos laureados en certám enes internacionales.
Sobre los hermanos Juan y Roberto Gálvez, campeones automo­
vilísticos. se escribía: “¡Ejemplo criollo de estos dos guapos mu­
chachos! Y ejemplo peronista, por lo tanto. Porque peronista y
criollo son sinónimos". Estos conceptos se repiten en la entrevista
que mantenía un periodista de este órgano con la pareja de remeros
Tranquilo Capozzo y Eduardo Guerrero, tras haber ganado la
medalla de oro en su especialidad en las olimpíadas de Helsinki
en 1952:

“-... Nosotros no hicimos más que remar, poniendo en esa


em presa todas nuestras fuerzas, todos nuestros entusiasm os.

2S Carlos Aloe, “Aprende, hijo”. Mundo Deportivo, N- 248. 14-1-54, p. 22.


El Prim er Deportista: uso y abuso del deporte 125

toda la capacidad de nuestros cuerpos y nuestras alm as de


criollos.
■— Y de peronistas.
“— Eso y a se sabe. ¿Les parece que se puede ser realmente criollo
sin ser peronista o viceversa?".27

Un criollo, un verdadero argentino, era según esta concepción


sólo quien apoyaba al régimen y veía en el proyecto peronista el
único cam ino que podría garantizar un m ejor futuro al país. Todos
los demás, casi la mitad de la población, eran considerados en el
mejor de los casos com o carentes de sentim ientos patrióticos,
argentinos “fallados" y, en el peor de los casos, como traidores a
la patria.

La Fundación Eva Perón y el fomento del deporte

El aliento a las actividades deportivas de los niños, bajo la


supervisión del Estado, fue una expresión adicional del intento de
controlar también el tiempo de ocio de los m ás jóvenes, fuera del
horario escolar donde ya se veían sometidos a un creciente proceso
de indoctrinación®.
Los deportistas mas prominentes eran presentados como
modelos para ser imitados. El semanario Mundo Infantil publicaba
una sección firmada por Stella Maris, titulada “Por qué me gusta...";
la presencia de deportistas era mayor a la de escritores, artistas
o científicos, por ejemplo. En una oportunidad se ocupó del
corredor Froilán González, quien en el transcurso de una carrera
condujo su automóvil a un lado de la pista al com probar que había
comenzado a incendiarse, para evitar daños a los deinas partici­
pantes. González era considerado por el semanario como un
ejemplo de sacrificio, coraje, destreza y solidaridad, mezcla que
podía encontrarse sólo en los deportistas de primera línea y algo
que los niños debían aprender. También futbolistas, como Raúl
Papa y Roque S. Marrapodi, o basquetbolistas como Oscar Furlong,
eran admirados desde esta columna.29 Un número casi completo

27Véase Susana Bianchi, “ El ejemplo peronista': valores morales y proyecto


social (1951-1954)", Anuario IEHS, N- 4 (1989): pp. 371-402.
28 Sobre el uso político del sistema educativo, véase el capitulo anterior.
39 M undo InfantiL 3-7-50. 10-7-50. 17-7-50, 31-7-50.
126 Raanan Rein

fue dedicado a 'Tangió, amigo de los niños”, donde se destacaba


que el campeón de automovilismo había viajado por todo el mundo
y con sus triunfos hizo ondear los colores de la bandera argentina
en lo alto de los mástiles. Entre las numerosas fotografías cromáticas
y el texto, para obtener ganancias políticas de los logros deportivos,
se escribía de aquel volante que “no en vano representa el espíritu
argentino de la hora: simple, humilde y perserverante"30 otras
cualidades con las que los niños debían identificarse.
En 1948 Evita adoptó la iniciativa del Dr. Emilio Rubio, jefe
de la sección deportiva del vespertino Noticias Gráficas, organi­
zando un campeonato infantil de fútbol. Uno de los objetivos, tal
como lo expresó el presidente Perón en el acto de inauguración del
estadio de Huracán, era "[sustraerl del vicio y de los lugares donde
los hombres no ganan en salud ni en virtud, a nuestros jóvenes,
para convertirlos en deportistas que van preparando el alma y el
cuerpo para ser ciudadanos virtuosos y dignos”.31
En los años subsiguientes los campeonatos infantiles se
convirtieron en una de las más destacadas v exitosas empresas de
la Fundación Eva Perón, y en otro medio para captar a los jóvenes
y capacitarlos com o la generación que daría continuidad al
peronismo. No contamos con datos precisos sobre la cantidad de
niños que participaron ni sobre las sumas de dinero invertidas.
Según varias investigaciones y testimonios, en el I Campeonato
Infantil de Fútbol D. María Eva Duarte de Perón había 11.483
inscriptos en la Capital Federal y otros 3.722 en el Gran Buenos
Aires. Paulatinamente fue extendiéndose el ámbito a todo el territorio
argentino y en 1950 el número de competidores ya superaba los
100.000. Desde 1951 ya no se limitó al fútbol sino que comenzó
a incluir otras disciplinas, tales como atletismo, gimnasia, basketball,
natación y waterpolo. Al año siguiente comenzaron paralelamente
los campeonatos destinados a niñas. En 1953, año en que se
lanzaron también los Campeonatos Juveniles Juan Perón, el número
de participantes pasaba los 200.000.32
Según Alberto Luchetti. a la sazón presidente del Comité

3a Mundo Infantil. 10-7-50.


31 Democracia, 24-11-47, p. 10.
Ploikin, Mañana es San Perón, p. 275; Peter Ross, “Policy Formation and
iiiipleincntation of Social Welfare in Peronist Argentina, 1943-1955”, tesis
doctoral inédita. University of New South Wales, 1988, pp. 280-281.
El P ilm e r Deportista: uso y abuso del deporte 127

Olímpico Argentino y en el pasado entrenador de esgrima de Perón,


también la inversión material subió constantemente: en 1948
consistió en una partida de 478.000 pesos, el triple en 1950 y cinco
veces tanto en 1951, en 1952 cuatro millones y en 1953 m ás de
ocho millones.33 A estas sumas deben añadirse, por supuesto, las
subvenciones que otorgaba por distintas vías el Estado a la
organización de estos proyectos. El hecho de que el titular de la
cartera de finanzas. Ramón Cereijo, fuera también presidente del
Comité Organizador de los Campeonatos Evita, y de que el ministro
de Salud Pública. Ramón Carrillo, fuera uno de los modeladores
del programa deportivo de la Fundación Eva Perón en sus primeras
etapas, ayudaba a la asignación de cuantiosos montos de dinero
que significaban estas ju stas y es un testimonio de la importancia
que asignaba el peronismo a los deportes. Por su parte, los
diputados del bloque mayoritario en el Congreso se ocupaban de
aprobar cada año una suma com o apoyo a la empresa deportiva
de la Fundación, lo que producía evidente disgusto en las filas de
la oposición. En 1955. los diputados Alfredo Alonso. Angel Miel
Asquía y otros, propusieron que se aprobara la asignación de nada
menos que tres m illones de pesos.34
Las revistas M undo Deportivo, Mundo Peronistay Mundo Infantil
se acoplaron al esfuerzo propagandístico de los campeonatos e
instaban a niños y jóven es a que se inscribieran para participar.35
Estas competencias eran un eslabón adicional en la cadena de
festivales populares cargados de simbología peronista y nacional,
como los eventos del 17 de octubre o del i® de mayo. En los dos
últimos años del régimen, previos al golpe de Estado de septiembre
de 1955, los cam peonatos llegaron a su apogeo con la Olimpíada

13 Enrique Pavón Pereyra (clir.). Perón - el hombre riel destino, Buenos Aires,
1973, Vol. II, “La promoción del deporte", p. 182.
14 Por ejemplo, en: Diario d e Sesiones d e la Cám ara d e Diputados, 1950,
Vol. I. p. 818; Vol. II, pp. 803, 1099, 1306: Vol. V. p. 3964: 1955, Vol. I. pp.
188, 411.
35 Por ejemplo, "Pequeños futbolistas". Mundo Infantil, N“ 40, 3-7-50. p. 49:
"Futuros astros del deporte platense”, Mundo In fa n til N- 48, 28-8 50, p. 37:
"Escuela de campeones". M undo Peronista, N- 13, 15-1-52. p. 35: “Honor al
privilegio", Mundo Peronista, N- 18, 1-4-52, pp. 18-19: “Los campeonatos in­
fantiles Evita apasionan nuevamente", Mundo De¡x>rtivo, Ns 231, 17-9 53;
"Entusiasmo y calidad en los campeonatos infantiles y juveniles Juan Perón",
M undo Deportivo, N2 249, 21-1-54, pp. 18-19.
128 Raanan Rein

Infantil y Juvenil, en la que tomaron parte representantes de países


vecinos.36
Estos juegos eran una excelente oportunidad para revisar la
situación sanitaria de decenas de miles de niños en todo el país.
Los aspirantes a participar debían someterse a una revisación
médica general, se radiografiaban sus pulmones y se revisaban sus
dientes, bajo la supervisión de personal del Ministerio de Salud
Pública. En aquellos casos en que se detectaban problemas, se los
enviaba a recibir atención médica gratuita, algo que en otras
circunstancias quedaba fuera del alcance de numerosas familias,
particularmente en las provincias. Un testimonio de la importancia
del aporte a la salud popular puede encontrarse en la sección
semanal "La medicina del deporte", que escribía el doctor Eduardo
Saunders en Mundo Deportivo.
Durante las competencias se encontraban niños de diversas
localidades y provincias. Los mejores equipos se clasificaban para
las finales, que se disputaban en la Capital Federal, lo que significó
para muchos de estos jóven es su primer encuentro con Buenos
Aires. Estos contactos y los lazos que se generaban eran un
importante aporte a la creación de una conciencia nacional colectiva.
Un aporte adicional significaba regularizar la situación de muchos
hijos ilegítimos, cuyo registro no se había formalizado debidamente,
ayudando así a la integración social de sectores marginales de la
sociedad argentina.
Los concursantes recibían de la Fundación indumentaria
deportiva y calzado, además de diversos premios. El equipo campeón
ganaba también una cancha propia o una suma de dinero para
renovar las instalaciones de su club. Estos premios aportaron a
la imagen bondadosa y benefactora del matrimonio Perón, además
de contribuir a las condiciones físicas de los centros deportivos a
lo largo y a lo ancho de la República.
La politización de las com petencias organizadas por la Fun­
dación era evidente en cada una de sus etapas. Pero sobre la
medida de su peronización basta con leer el texto del himno oficial
que cantaban los participantes, en el que se combinaban diversos
conceptos del léxico peronista contemporáneo:

36 Mundo Deportivo. N* 257, 18-3-54, pp. 4-Hj, 22-23: N£ 307, 3-3-55, pp.
12-13: N- 308. 10-3-55, pp. 12-15.
El Pihm 'i Deportista: uso y abuso del deporte 129

"A Evita le debem os nuestro club/ por eso le enlardamos gratitud/


cumplimos los ideales, cum plim os la misión/ de la Nueva Argentina
de Evita y de Perón./ Saldrem os a la cancha/ con an sias de
triunfar/ seremos deportistas/ de todo corazón/ para form ar la
nueva y gran generación. / Si ganam os o perdemos/ no ofendem os
al rival/ si ganam os o perdem os/ mantendremos la m oral/
sabrem os defender con lealtad/ el alm a de nuestra argentinidad'.37

Perón y Evita presenciaban los encuentros más importantes de


los campeonatos infantiles y la Primera Dama incluso daba el
puntapié inicial. Los jóven es deportistas lucían en sus casacas un
símbolo con la imagen de la venerada patrocinadora del torneo. Los
equipos más destacados eran invitados a visitar la Casa Rosada,
donde les esperaban el presidente y su esposa. En tales ocasiones.
Evita pronunciaba discursos de admiración a Perón y a los logros
del régimen. Por ejemplo, en una oportunidad sostuvo que:

“Asi como Napoleon decía que los genios son como un meteoro
que se q u em a para a lu m b ra r un siglo, asi el general Perón está
quem ando su vida para a lu m b rar el siglo peroniano. llevando la
felicidad y la comprensión a todos los argentinos, tanto a los
hum ildes como a los encum brados. N a d a nos ha de sep arar
porque en este país rico y próspero ha de reinar la Justicia que
am bicionam os todos...".3K

Sobre la oposición de los diputados opositores a la transferen­


cia de fondos del erario público a la organización de los campeonatos
infantiles de fútbol, preguntaba Evita a los pequeños:

“¿Es que su egoísmo llega a tanto que les molesta la alegría


infantil? Al votar contra la realización del campeonato Infantil,
estaban votando contra la niñez argentina, pero sobre todo,
estaban votando contra la felicidad de los niños pobres, porque

17 Citado en Ploikin, M añana es San Perón, p. 295, nota 77.


38 Eva Perón, "Discurso pronunciado el 15 de lebrero de 1950 durante la
visita que realizaran al Congreso Nacional los niños que parUciparon en el
Torneo Infantil Evita" en Eva Perón: Discursos completos, Buenos Aires, 1986,
Vol. 2, pp. 194-7. Ver también "Discurso pronunciado el 15 de febrero de 1951
en el agasajo a los jugadores que participaron en el Campeonato Argentino de
Fútbol Infantil Evita", pp. 297-9.
130 Raanan Rein

los ricos tienen muchos lugares donde pasear y todos los medios
para practicar deportes".30

Así. pues, los Campeonatos Evita se convirtieron en un canal


adicional para la socialización politica de los niños y jóvenes, una
oportunidad más para elevar loas al régimen y atraer a la juventud
a enarbolar los principios justicialistas. dando significados políticos
a acciones tan cotidianas como ju g a r a la pelota.

La Unión de Estudiantes Secundarios (U.E.S.)

En la Argentina de Perón no se crearon movimientos juveniles


com parables a los de la Alemania nazi o la Italia fascista, a los que
la asistencia era prácticamente obligatoria. En cambio, en 1953 el
régimen fundó la Unión de Estudiantes Secundarios, en cuyo
núcleo de actividades se encontraban el deporte y los juegos con
pelotas. La iniciativa correspondió al ministro de Educación, el
doctor Armando Méndez San Martín, quien propuso al Presidente
la creación de una organización con dos ramas separadas por
género (de modo similar a la división dentro del partido justicialista),
en cuyo marco los jóven es podrían realizar actividades deportivas/"
El líder adoptó con entusiasmo la idea, ya que se integraba
perfectamente en su ideal de establecer la "comunidad organizada"
dentro de la cual diversos sectores, sociales o profesionales, es­
tañan organizados en un único marco, supervisado a su vez por
el régimen. El 6 de julio de 1953 se inauguró en el céntrico edificio
de Suipacha 1053, que anteriormente había sido palacio presiden­
cial y ahora se había refaccionado para su nuevo propósito, la sede
del ramo femenino. Había allí gimnasios, una biblioteca, un co­
medor y un albergue con dormitorios para las jóvenes del interior

39 "Discurso pronunciado el 28 de agosto de 1950 al hacer entrega de los


premios a los equipos de la Capital Federal que intervinieron en el campeonato
de fútbol infantil Evila", ibid., pp. 255-6.
40 Ver: Mario Marctlese, 30 dios con la U.E.S., La Plata. 1957: "La U.E.S.",
Primera Plana, 1 1-6-68, pp. 48 50: “La l J.E.S.... es 'la Nueva Argentina' que va
a llegar al siglo venidero", Mundo Peronista, 15-12 54, pp. 14-19: “La fiesta de
la U.E.S.", M undo Peronista, N- G8, 1-7-54, pp. 26-29: “El sueño de una tarde
de verano". El ¡logar, 9-4-54: “Oüa realidad argentina de gran trascendencia
social: la U.E.S.", M undo Deportivo, N2 285, 30-9-54, pp. 24-26.
El Primer Deportista: uso y abuso del deporte 131

que obtenían becas para continuar sus estudios en Buenos Aires,


o que habían obtenido algún premio por sus méritos académicos.
En el acto de inauguración Perón dirigió su discurso a los jóvenes
que debían garantizar el futuro de una Argentina independiente,
fuerte y orgullosa de si misma.
Algunos meses más tarde se habilitaba una sede adicional para
las jóvenes, esta vez en la residencia presidencial de Olivos, en los
suburbios de la Capital Federal. Perón expresó su satisfacción de
que, por fin, las 46 hectáreas de la residencia cumplirían con una
función social. En marzo de 1955 se inauguraban las nuevas
“instalaciones deportivas monumentales" para los muchachos,
presentadas al público como las m ás modernas del mundo, en
Núñez.41 Paulatinamente se fueron afiliando a la organización miles
de chicos v chicas, part icipando de las actividades en las diversas
filiales que se iban abriendo en todo el territorio nacional. Perón
mismo solía visitar con frecuencia estos clubes durante los fines
de semana y ocasionalmente participaba en alguna actividad. Cada
tanto organizaba caravanas de motos con los jóvenes y salía al
frente de la misma por las calles porterías y los parques de Palermo.
A mediados de mayo de 1955, la Li.E.S. celebró un homenaje al
Primer Mandatario en el abarrotado estadio Luna Park. donde el
líder fue acogido con entusiasmo por la nutrida concurrencia.
La actividad deportiva juvenil iba acompañada incesantemente
de indoctrinación política. Entre los objetivos de la U.E.S., tal como
los recoge su estatuto, figuraba el de arraigar en sus corazones la
responsabilidad y el respeto mutuo en el marco de la doctrina
nacional justicialista. El nombre de Perón, sus retratos, frases
suyas, etc., eran visibles en todos los clubes. Los siete números
de la Revista de la U.E.S. que alcanzaron a aparecer hasta la caída
del régimen glorificaban su grandeza, su sabiduría y sus capacidades
de líder omnipotente. En el himno de la Unión, una de las estrofas
decía:

"La juventud/ con decisión/ sigue la ruta señalada por Perón ...
C on paso decidido y bien seguro/ penetra en el camino del futuro
y siente arder/ su corazón/ con esa llam a lum inosa de Perón".12

41 La Razón (Buenos Aires), 24-3-55.


42 Citado en Libro negro d e la segunda tiranía, Buenos Aires, 1958, pp.
155-6.
132 Raanan Rein

En los círculos de la oposición comenzaron a difundirse rumo­


res según los cuales el Presidente aprovechaba las actividades de
la U.E.S. para tener contactos inmorales con las adolescentes que
jugaban en los prados de la residencia y que ocasionalmente se
sentaban con el quincuagenario general a tom ar el café. Tras su
derrocamiento publicó una de las muchachas. Nelli Rivas. un
folletín en el que relataba sobre las relaciones de concubinato que
supuestamente mantuvo con Perón en sus últimos dos años en
Olivos, cuando ella era apenas una qulnceañera. Es dudoso que
estas alegaciones tuvieran algún asidero en la realidad, aunque
reflejan las hablillas que entonces se generaban respecto de la
índole y naturaleza de la U.E.S.’3 En los últimos meses de Perón
en el poder, la Iglesia incrementó su actividad entre jóvenes y
adolescentes, ante el temor de que el régimen lograra dominar a
las generaciones venideras de la Argentina. Los curas alentaban
a las madres para que no permitieran a sus hijas participar en la
U.E.S.. ante las dudas que surgían sobre la moralidad de las
relaciones entre Perón y las muchachas.4'1
Apenas un mes después del golpe de Estado, el gobierno del
general Eduardo Lonardi decretó la intervención en todas las
organizaciones juveniles y estudiantiles que surgieron durante el
régimen peronista, argumentando que éstas eran una ficción,
destinada a servir el plan de captación política de niños y jóvenes.
Así se puso punto final a instituciones com o la U.E.S.45
La comisión investigadora que designó la Revolución Libertadora
publicó en abril de 1956 su informe sobre la U.E.S. Su sentencia
era severa y tajante, sosteniendo que:

"no fue u n a organización al servicio de la Juventud, destinada a


completar su educación y propender a su bienestar, sino u n a
institución en la que se corrompió y engañó a los educandos, para
servir a los fines personales y políticos del presidente depuesto...
Para afirm ar eso, consignase adem ás de los hechos, la declaración

43 Ver: Nelli Rivas: Mis amores con Perón, Buenos Aires s. f: Joseph Page,
Perón - A Diography, New York, 1983, p. 29).
44 V. W. Leonard, Pollttcians. Pupils and Priests: A rgentine Education Since
1943, New York, 1983, p. 134: Félix Luna, Perón y su tiempo, vol. III, pp. 195-
197.
,15 Orestes D. Confalonier!, Perón contra Perón, Buenos Aires, 1956, pp.
172-3.
El Primer D eportista: uso y abuso del deporte 133

hecha por el ex ministro M éndez San Martín a su s prim eros


colaboradores a quienes manifestó que d eseaba crear u n a orga­
nización estudiantil para proporcionar Interés al presidente que
a c a b a b a de perder a su e sp o sa ".

La comisión acusaba duramente lo que afirmó fueron presiones


ejercidas sobre los jóvenes para que se afiliaran a la Unión y las
largas horas que el presidente pasó en los clubes de la organización
dedicado a su esparcimiento, en lugar de abocarse a los asuntos
de Estado, asi como las inmensas sumas de dinero invertidas (270
millones), que podían haberse utilizado para satisfacer necesidades
más inmediatas de la población. Continuaba sosteniendo que los
jóvenes eran instados a rebelarse contra las normas corrientes y
los valores morales de la sociedad argentina. Ello encontraba su
expresión en las escuelas, donde los docentes se enfrentaban
desesperados a alumnos agresivos e indisciplinados, que preten­
dían invertir la jerarquía de la relación entre alumnos y maestros.
Pero, sin duda, la acusación m ás grave contra Perón era la de abuso
sexual de las menores:

“Tam bién hacen notar los investigadores los esfuerzos del ex


prim er m andatario de establecer u n a relación fácil e intima con
In s niñas, incitándolas constantemente a acercarse y utilizando
los elementales recursos de todo corruptor, es decir, mezclarse
con ellas, invitarlas a su residencia, obsequiarlas generosamente,
interiorizándose e interviniendo en su s problem as particulares
para crear situaciones de gratitud personal...
“A dem ás las preferidas disponían de un cuarto en la Residencia
Presidencial para su uso privado, vivieron en compañía del ex
m andatario en Olivos... Todo ello culminó con la elección de u n a
de esas niñas, de catorce años, que vivió con el ex presidente
desde fines del año 1953V®

Aunque los cargos de quienes criticaban a Perón fueron exa­


gerados, un aspecto resultaba evidente: el deporte hizo que nu­
merosos jóven es se acercaran al movimiento juvenil peronista,
donde, como ya se dijo, la participación no era obligatoria, ligándolos

4<i Sobre el informe de la comisión, ver en Confalioneri, ihícL, pp. 173-6: Libro
negro, pp. 155-160; E. F. Sánchez Zinny, El culto de la infamia: historia
docum entada d e la segunda tiranía argentina, Buenos Aires, 1958, Vol. II, pp.
640-41.
134 Raanan Rein

de esta manera al régimen. Para el peronismo, tal inversión en los


jóvenes era parte del esfuerzo para garantizar su futuro, también
Iras el segundo periodo presidencial de Perón.

Los logros en la arena internacional

El deporte en la Argentina, originalm ente sustentado en mo­


delos europeos y primordialmente en el de Inglaterra (recién a partir
de 1906 com enzaron a celebrarse las asam bleas de la asociación
del fútbol en castellano y no en inglés), se convirtió en fuente de
orgullo nacional. El apoyo material y el fom ento oficial dieron ahora
sus frutos en los escenarios internacionales, con logros destacados
en diversos ramos y en mayor medida que en cualquier otro período
anterior, de lo cual Perón intentó, claro está, obtener dividendos
políticos.47 Los logros individuales de uno u otro deportista, o de
alguna selección nacional en cualquier disciplina, se presentaban
como una victoria colectiva de la sociedad argentina toda, más allá
de las distinciones sociales, el origen, zona de residencia o fe
política.48 La ensena celeste y blanca flameando en los estadios del
mundo servía como aliciente patriótico y para fortalecer la unión
de la nación, junto con la demostración de que la Argentina se
encontraba entre los países más destacados y gozaba de la atención
internacional que merecía. Los logros en ju stas internacionales
siempre pueden ayudar a crear una imagen nacional positiva y dar
a países de la periferia una sensación de integración a la familia
de las naciones, ju n to con el honor que ello conlleva.49
Algunos eventos destacables en aquellos años fueron la par­
ticipación argentina en los Juegos Olím picos de Londres en 1948,
el campeonato mundial de basquetbol en 1950 y los I Juegos
Panamericanos de 1951, estos últimos celebrados en Buenos Aires.
La delegación argentina que partió rumbo a la capital británica

47 Puede hallarse un recuento de los logros de los deportistas argentinos


en aquellos años en: Libro de oro del deporte argentino, Dueños Aires, 1980,
especialmente pp. 30-39; Síntesis del de¡x>rte argentino, Buenos Aires, 1952:
Santiago Senén González, “Perón y el deporte", Todo es Historia, N2 345 (abril
de 199G): pp. 8-20.
46 Carlos Aloé, “El corazón", Mundo Deportivo, Na 301, 20-1-55, p. 22: ídem,
"Explotar el éxito", Mundo Deportivo, N* 302, 27-1-55, p. 22.
49 Janet Lever, Soccer Madness, Chicago, 1983. caps. 1, 7.
El Prim er D eportista: uso y abuso del deporte 135

en 1948 era la m ás numerosa de cuantas habían salido hasta


entonces al extranjero. De sus 365 miembros, 274 eran atletas. Sus
logros también fueron impresionantes: tres medallas de oro, tres
de plata y una de bronce. A su regreso a Buenos Aires, a mediados
de diciembre, se organizó un homenaje a Perón y a su esposa en
la cancha de River Píate. En el discurso pronunciado en aquella
ocasión, el presidente señaló la relación existente entre los logros
deportivos obtenidos y la empresa peronista:

"Sea nuestro hom enaje para las glorias del deporte que nos
acom pañan, para los cam peones, para Lodos los deportistas que
están construyendo la N u ev a Argentina que anhelam os, de hom ­
bres robustos y de hom bres fuertes: porque soclalmente hacen
grandes a las naciones los pueblos sanos y vigorosos".50

El mundial de básquetbol celebrado en Buenos Aires a fines


de 1950. año del centenario de la muerte del Libertador José de
San Martín, culminó con la conquista del título por parte de la
selección local. Tras derrotar a Francia. Brasil, Chile y Egipto, la
alegría popular llegó a su apogeo el 3 de noviembre, al imponerse
64:50 a la selección de los Estados Unidos, com binándose la
satisfacción del primer puesto obtenido y la de haber superado a
la gran potencia imperialista del norte. Hasta las tres de la
madrugada desfilaron por la céntrica calle Corrientes ciudadanos
que portaban antorchas, para festejar el acontecimiento. Un locutor
radiofónico, que se atrevió a insinuar que la selección norteame­
ricana no era la m ás fuerte que dicho país podía organizar, pagó
por ello con su puesto.
El 25 de febrero de 1951 se inauguraron en el estadio de Racing
Club, que como se m encionara portaba el nombre de Perón, los I
Juegos Panamericanos. Las vistosas ceremonias de apertura fueron
la coronación de un prolongado esfuerzo organizativo. En su
discurso el entonces presidente de la CADCOA y también de la
Corte Suprema de Justicia, doctor Rodolfo Guillermo Valenzuela,
atribuyó la iniciativa de estos torneos al presidente Perón. En
realidad, la idea había surgido en septiembre de 1940. durante una
reunión de las federaciones deportivas del continente, estable­
ciéndose que Buenos Aires seria la anfitriona. La primera fecha

50 “Los dividendos del deporte", Prim era Plana, 6-9-66, p. 41.


136 Raanan Rein

programada fue 1942. pero debido a la guerra mundial se postergó


hasta 1948. volviendo a posponerse hasta 1951 debido a las
Olimpíadas en Londres.
Perón deseaba que estos juegos fueran una demostración
internacional del éxito de su gestión. Exigió para ello a los orga­
nizadores que hicieran todos los esfuerzos posibles, prometiéndoles
cuanta asistencia material necesitaran: “En eso no ahorraremos un
centavo... Esas cosas se hacen bien del Lodo o no se hace nada...
En una palabra, lo que quiero es dejar sentido que no nos fijaremos
en economías". De los deportistas argentinos demandó entrena­
mientos intensivos antes de los certámenes: “Todos sabemos que
el deporte es hijo de la preparación. Cincuenta por ciento el
hombre; y el cincuenta por ciento restante es lo que se capacita
con la preparación y el entrenam iento”.51
Efectivamente, un año antes de comenzar los Juegos, el
esfuerzo organizativo comenzó a funcionar a plena marcha. Dos
meses antes de la ceremonia inaugural se concentró la delegación
argentina en un campamento de entrenamiento en Ezeiza. loca­
lidad próxima a la ciudad de Buenos Aires. Perón llegaba a las
sesiones de prácticas en visitas sorpresivas y observaba a los
deportistas. En vísperas del gran evento envió un telegrama a cada
miembro de la delegación, expresando sus votos de éxito y su
aliento, además de recomendarles que se esforzaran, tuvieran fe
y perseverancia, lo que les aseguraría los resultados. La Argentina
fue la gran vencedora de este evento internacional, cosechando sus
deportistas 153 medallas (60 de oro, 50 de plata. 37 de bronce).52
En el curso de los Juegos, el matrimonio Perón inauguró junto
al intendente porteño Juan Debenedetti el velódromo municipal.
Al presidente se le regaló una bicicleta, montado a la cual dio una
vuelta a la pista mientras el público presente lo vitoreaba. Junto
al circuito se había tendido una pancarta en la que se decía que
Perón y Evita recibían el am or que se había grabado en los
corazones de los ciclistas argentinos.
A lo largo de la década peronista se fue evidenciando una

51 Juan Perón, Delegados del deporte argentino escuchan a Perón, Buenos


Aires. 1950, pp. 4-6, 8.
52 Véase el número extraordinario y más amplio de Mundo Deportivo,
plagado de retórica triunfalista y muestras de admiración al matrimonio Perón,
15-3-51, 238 pp.
El Prim er Deportista: uso y abuso del deporte 137

creciente tendencia autoritaria, restringiendo el régimen paulatina­


mente diversas libertades políticas y chicas. Paralelamente se
incrementaron también las presiones sobre los deportistas que
representaban al país para que regresaran con medallas. Antes de
los Juegos Panamericanos celebrados en México en 1955, se exigió
a los miembros de la delegación argentina que mostraran “lealtad"
(concepto con clarísimas connotaciones peronistas en aquellos
días) y patriotismo, expresándolos con esfuerzo y sacrificio, ya que
la de ellos era una misión nacional: una conducta contraria seria
equivalente a traicionar a la patria. En el artículo editorial de Mundo
De/mrtivo escribió Carlos Aloé:

"En la Nueva Argentina obedecem os al espíritu Invencible de


realizar para la com unidad todo el bien que nuestra cau sa nos
Impone y nos obliga. Todos form am os parte de un gran equipo,
al cual debem os, no solam ente solidaridad y disciplina, sino
también el m ás absoluto acatam iento a la idea de conquistar para
nosotros un lugar de privilegio dentro de los pueblos civilizados
de la tierra. Quien asi no lo h aga cometerá un acto de d e s le a lto d
hacia su s compañeros y hacia la patria. C um plir con el deber de
la hora es sagrada obligación, para lo cual no deben escatim arse
esfuerzos ni sacrificios".53

Perón fue el presidente que comenzó con la tradición de enviar


telegramas de salutación a los deportistas argentinos que obtenían
logros en competencias en el extranjero, otorgándoles en varias
oportunidades diversos obsequios. Esta última costumbre fue muy
criticada por los opositores al régimen, quienes sostenían que el
peronismo desvirtuó el espíritu del deporte, dañó sus principios
éticos y lo caracterizó con elementos de cohecho, corrupción,
distribución de beneficios y hasta utilización de métodos dudosos
para asegurar la victoria de algún compatriota en los torneos
internacionales que tenían lugar en Buenos Aires.
El caso más célebre de obsequios presidenciales fue el de tres
medallistas de oro en los Juegos Olímpicos de Londres, encabe­
zados por Delfo Cabrera, vencedor de la maratón, quienes recibieron
casas regaladas por el presidente de la República. Algunos años
más tarde Cabrera explicó la medida de su deuda de gratitud:

53 Carlos Aloé, “Los próximos Juegos Panamericanos", M undo Deportivo,


Na 300. 13-1-55, p. 22.
138 Raanan Rein

"Perón era muy simpático con los deportistas; nos ayudaba. Yo soy
un producto típico de su apoyo al deporte". El pugilista Pascual
Pérez aclaró en los años sesenta en forma categórica: "Yo no tengo
pelos en la lengua y puedo decir que todo se debió al apoyo que
Perón le brindó al deporte. Era maravilloso con nosotros”.54
Los deportistas más destacados del país eran considerados por
Perón com o sus mejores embajadores en el mundo, más eficaces
para m ejorar la imagen argentina que cualquier diplomático de
carrera de la cancillería. Los logros deportivos conllevaban una
amplia ofensiva propagandística, m ientras la prensa oficialista
prefería generalmente omitir los reveses. En las palabras del
escritor David Viñas, al referirse a la retórica de otro gobierno:
“triunfalista y grandilocuente en el éxito, módico y abollado en las
derrotas".5S
Perón se dejaba ver a menudo en compañía de deportistas
prominentes, tanto locales como extranjeros, con la esperanza de
brillar bajo la luz de la gloria y el prestigio que emitían y preten­
diendo que los logros que éstos obtenían fueran vistos como
propios. Se trataba de héroes populares, que no podían acechar
a su condición de líder, sino más bien fortalecerla. En la larga lista
destacan especialmente los volantes (símbolo de modernismo,
progreso tecnológico, impulso, velocidad y brillantez) y los boxeadores
(que encarnaban la determinación, voluntad, potencia y lucha
perseverante). En sus viajes al extranjero, destinados a dar prestigio
a la Argentina en general y al peronismo en particular, obtenían
privilegios com o diplomáticos y los viáticos eran financiados por el
Estado.
Entre las figuras del box. aquella considerada como la más
identificada con el peronismo es la de José María Gatica, apodado
“el Mono". Nacido en la provincia de San Luis, en el seno de una
familia m uy humilde, este lustrabotas que apenas si sabía leer y
escribir tenia una personalidad carism ática que se impuso. Era
objeto de la admiración de las masas y del desprecio social de
grandes porciones de las clases media y alta, que veían en él un
símbolo de la ignorancia y la falta de cultura, de la vulgaridad, el
exhibicionismo y el derroche característico del peronismo. En su

5,1 “Fútbol y boxeo", Primera Plana, 13-9-66, p. 39.


53 D. Viñas, "Fútbol y política: dos hipótesis y una expresión de deseos",
Nueva Sión, 1-12-84, pp. 8-9.
El P iin w r Deportista: uso y abuso del deporte 139

bata, obsequiada por la Primera Dama, figuraban los nombres


"Perón-Evita” . Sin embargo. Perón com enzó a distanciarse del
pugilista puritano después que éste perdiera en enero de 1951 en
el Madison Square Carden neoyorquino frente al campeón mundial
Ike Williams, en un enfrentamiento que debia demostrar a los
norteamericanos que la Argentina no tenía ningún complejo de
inferioridad al encontrarse con ellos.56 Perón prefirió la compañía
de Gatica mientras éste figuraba en el bando de los vencedores,
evitando toda identificación con él cuando pasó a las filas de los
vencidos.
Pascual Pérez fue medallista de oro en Londres en 1948 y luego
el prim er argentino en obtener el cinturón de campeón mundial
(peso mosca). Algunos años más tarde relataba: “Buena parte del
mérito de haber conseguido éxitos y honores se lo debo a la gestión
del gobierno peronista. Gracias a su apoyo pude convertirme en
el primer pugilista argentino que consiguió un título mundial” . Su
gratitud fue expresada de manera que sirvió políticamente al
gobernante. El 26 de noviembre de 1954 vencía en Tokio al japonés
Yoshio Shirái y proclamó de inmediato que había ganado para
Perón y para la patria. Más tarde relató que lo primero que hizo
fue llam ar al primer mandatario para ofrendarle la victoria. A su
regreso era esperado por una multitud, aprovechando Perón,
también presente en el aeropuerto, para desviar la atención de la
opinión pública, asi fuera por algunos momentos tan sólo, del
enfrentam iento que tenía lugar en esos días con la Iglesia. El púgil
recibió de regalo del presidente un De Soto modelo 1951, auto que
había pertenecido a Evita.57
Algunos meses más tarde volvió Pérez al Japón para defender
su título. El Gobierno demoró un poco su regreso a Buenos Aires
para que se produjera el sábado 11 de junio, fecha en que las
autoridades eclesiásiticas celebrarían su procesión de Corpus
Christi. desfile que iba a ser aprovechado por los partidos de la
oposición com o gran manifestación de su fuerza en contra del

56 Sobre Gatica, ver: Gerardo Bra, "Gatica, 'el mono de oro'". Todo es
Historia, N° 151 (diciembre de 1979): pp. 60-75; “Fútbol y boxeo". Primera Piaría,
13.9.66: también la película “Gatica, el Mono", del director Leonardo Favio.
57 Testimonio de Pascual Pérez en Pavón Pereyra, Perón, p. 182: "Los
triunfos deportivos”. Prim era Plana, 3-12-69, p. 58; El Gráfico, N2 1845, 17-12-
54, pp. 26-28.
140 Raanan Rein

régimen. Los partidarios de Perón fueron concentrados en la Plaza


de Mayo, donde convergen tanto la Casa de Gobierno como la
catedral de la ciudad, y a lo largo de la calle Florida, para brindar
una recepción triunfal al boxeador y también para impedir la
llegada al lugar de las filas de los militantes católicos. Este ardid
peronista no prosperó v la procesión-manifestación se ha convertido
en un importante mojón en el camino al derrocamiento del régi­
men.58
Entre los corredores automovilísticos descolló Juan Manuel
Fangio, enviado por Perón a Europa en 1948 con pasaporte
diplomático y una renta mensual para que participara en las
carreras. Este brillante volante comenzó a acum ular experiencia y
victorias, hasta que a fines de octubre de 1951 obtuvo en Barcelona
su primer título mundial. A su regreso a Buenos Aires desde
España le esperaba una recepción masiva, digna de un héroe
nacional. Fangio "retribuyó" la inversión depositada en él en
contante político, demostrando una vez más hasta qué punto el lazo
entre Perón y los deportistas era reciproco. El presidente los
elogiaba, les procuraba dinero y les hacía obsequios y ellos le
devolvían con la dedicatoria de sus triunfos y una gratitud que era
un gran aporte a la popularidad del régimen. Fangio regresó sobre
el final de la campaña presidencial y se dirigió a las masas
elogiando al Líder; tras ello fue a visitar a Evita, por entonces ya
muy enferma, para comunicarle sus deseos de una pronta recu­
peración. Tres días más tarde Perón era reelegido, imponiéndose
a los candidatos radicales Ricardo Balbín y Arturo Frondizi. Fangio,
por su parte, volvería a ganar cuatro veces más la corona mundial
entre 1954 y 1957,w
Como en todas las historias, además de los “héroes” están los
“antihéroes". convertidos en víctimas, mas su número fue escaso
en la Argentina de Perón. Muy pocos de los deportistas que se
negaron a demostrar su lealtad al régimen durante la década que
duró tuvieron que poner fin a su carrera, com o fueron los casos

58 Demardo Rabinovitz, Sucedió en la Argentina (1943 1956): lx> que no se


dijo, Buenos Aires. 1950, pp. 181-2: Sánchez Zinny, El culto d e la infamia, Vol.
I, pp. 151-2.
53 El Gráfico, N- 1849, 21-1-55, Mundo Deportivo, N - 302, 27-1-55, p. 39.
En una ceremonia celebrada en el Luna Park porteño en 1980, Fangto fue
galardonado como “el más grande entre todos los grandes del deporte en la
Argentina": ver Libro d e Oro, pp. 07-71.
El Film ar Deportista: uso y abuso del deporte 141

del corredor Ensebio Marcilla y el atleta Alberto Triulzi. Cabe


mencionar también a algunos periodistas y locutores, como Barrio
Esquiú. que no demostraron suficiente estimación por las selec­
ciones nacionales y pagaron por ello con sus puestos.
En resumidas cuentas, el deporte gozó en la Argentina peronista
de apoyo y fomento sin parangón en la historia del pais. Perón veía
en la promoción de tales actividades un instrum ento para promover
la integración nacional, una herramienta para enarbolar valores y
conceptos identificados con el movimiento justicialista. una vía
para movilizar el apoyo de diversos sectores al partido y en
particular un polo de atracción para los niños y jóvenes, generación
futura del país y del movimiento. Esta política del régimen puede
valorarse como un éxito relativo, tanto en el área del deporte
popular corno del competitivo. Aunque es muy exagerada la apre­
ciación de uno de los periodistas deportivos detractores de Perón,
quien afirmó que éste dio todo al deporte y el deporte a su vez dio
todo a Perón,6" no cabe duda, sin embargo, que dicha política
contenía elementos que contribuyeron a expandir el círculo de
participantes en las actividades deportivas y asegurar logros en la
arena internacional, por una parte, y para aum entar la popularidad
del conductor y del régimen entre amplios sectores de la sociedad,
por otra.fi!

60 Félix Daniel Fraseara, "Deportes” en Sur, Argentina. 1930-1960, Buenos


Aires, 1961, p. 380.
G1 .Juan Perón. Ixi fuerza es e l derecho d e las bestias, Buenos Aires, 1974
(1* ed. 1957), pp. 70-71.
Capítulo quinto

La alianza Perón-Franco

Una de las iniciativas más destacadas en la política exterior


peronista de la segunda mitad de la década del cuarenta fue el
apoyo decidido y sin compromisos que brindó el gobierno de
Buenos Aires al régimen del generalísmo Francisco Franco. La
dictadura española, instaurada con la ayuda de Huler y de Mussolini,
era unánimemente criticada en la posguerra, tanto por parte de los
países de Oriente com o por los de Occidente. En diciembre de 1946
la Organización de las Naciones Unidas aprobó una resolución que
instaba a los estados miembros a boicotear diplomáticamente el
régimen franquista e impedir la integración del país ibérico en la
ONU o en cualquiera de sus agencias dependientes. La Argentina
de Perón fue entonces uno de los pocos países que se negó a
adoptar estas m edidas.1
Desde su entrada a la Casa Rosada en ju n io de 1946, Perón
alentó la política de asistencia a España, que pronto recibió el
apodo del “Eje Buenos Aires-Madrid" o la "Alianza Perón-Franco".
La ayuda diplom ática y política que la Argentina brindó a España
en aquellos años se caracterizó por tres aspectos sobresalientes,
a saber:
1) La defensa de España por parte de la Argentina en diversos
foros internacionales, como ser las Naciones Unidas y sus

1 La posición internacional de España en esos años está analizada en


Florentino Portero, Franco aislado. Ixi cuestión española (1945-1950), Madrid,
1989.
144 Raanan Rein

organizaciones subsidiarias, conferencias interamericanas,


etcétera:
2) Los intentos de la diplomacia peronista de persuadir a otros
gobiernos, particularmente en América Latina, de mejorar
sus relaciones con Madrid;
3) Las visitas a España de numerosas figuras políticas argen­
tinas, que culminaron con la llegada de la joven esposa del
presidente Perón en ju n io de 1947, y las visitas recíprocas
a la Argentina de personalidades españolas, la m ás destacada
de las cuales fue el ministro de Asuntos Exteriores, Alberto
Martín Artajo. en 1948.2
Esas visitas, así com o todos los denuedos argentinos en favor
de España y los gestos políticos que acompañaban sus esfuerzos,
fueron de suprema importancia política y psicológica para la
supervivencia de la dictadura española. Sirvieron de gran estímulo
al Generalísimo y apoyaron su rechazo a someterse a las presiones
foráneas para que alterara la naturaleza de su régimen. De ese
modo pudo ganar tiempo, esperando que la Guerra Fría intensi­
ficara al punto en que los países de Occidente reconocieran la
validez del camino anticomunista que había seguido desde los años
30 y accedieran a recibirlo de nuevo en su grey.
Entre las muchas cuestiones con que tropezó el régimen
franquista en la segunda mitad de los años 40, el problema
económico exigió de la dictadura la máxima prioridad respecto de
los otros. La condena y la proscripción diplomática internacional
eran molestas y humillantes, pero se las podía soportar, espe­
cialmente si se tiene en cuenta la fe de los líderes españoles, que
al final demostró ser justificada: el cisma entre los países de
Occidente y el Bloque Soviético se ahondarla muy pronto y entonces
sería reconocida la importancia de la España anticomunista para
el bando occidental. La actividad guerrillera de los opositores al
régimen, que alcanzó su punto culminante en varias provincias en
1945-1947, era, por supuesto, irritante, pero involucraba un
desafío al que las fuerzas de seguridad eran capaces de hacer frente

2 Sobre estos aspectos de las relaciones argentino-españolas, ver R. Rein,


La salvación de una dictadura, cap. 2; Beatriz J. Figallo, El protocolo Perón-Franco:
relaciones hispano argentinas. ¡942-1952, Buenos Aires, 1992, cap. 2: Mónica
Quijada Mauriño, “Relaciones hispano-argentinas, 1936-1948: coyunturas de
crisis", tesis doctoral inédita, Universidad Complutense de Madrid, 1990, caps.
20- 21.
La alianza Perón Franco 145

con relativa eficiencia/'Tam poco la propaganda de los republicanos


en el exilio llegó a alarm ar al régimen, pues cada día que transcurría
revelaba con más claridad la incapacidad del gobierno republicano
en el exilio para constituir una real alternativa del gobierno
franquista: los líderes exiliados estaban distanciados en gran
medida de lo que sucedía en España y nunca lograron movilizar
el amplio apoyo de la comunidad internacional.
Pero la menguada y deficiente alimentación de los españoles
era un problema mucho más difícil y. si continuaba insoluble.
acabaría por excitar al pueblo contra un gobierno que no sabía
cómo suministrarle bastante pan para calmar su hambre. A lo largo
de los años 40. el régimen no pudo satisfacer las necesidades
básicas de amplios sectores de la sociedad, a pesar de que éstos
ya estaban acostum brados a un bajo nivel de vida v a considerables
privaciones. Incluso los líderes franquistas ya veían claramente que
necesitaban de la ayuda exterior, pero temían que la asistencia
económica de los EE.UU. o de Gran Bretaña vendría acompañada
por exigencias de cam bios en el carácter del régimen. En tales
circunstancias, los embarques de cereales y carne de la Argentina
constituían una contribución crucial a la supervivencia del gobierno
nacionalista. Resultaban aún más importantes que. la ayuda di­
plomática mencionada, especialmente por el hecho de que la ayuda
económica estaba asegurada sin las hesitaciones que caracterizaron
el apoyo político argentino y sin ningún tipo de requisitos.4
Los observadores de ese tiempo, por lo general, preferían
atribuir los estrechos vínculos entre España y la Argentina a “cierta

3 En 1949, cuando el escritor británico Gerald Brenan volvió a visitar el


sur de España, corrían rumores de que en las regiones montañosas de
Andalucía había aún "enjambres" de guerrilleros "rojos". Se llevó la impresión
de que contaban con la simpatía de la población local. Véase Gerald Brenan,
The Face o f Spain, London. 1987 (1ra ed. 1950). Sin embargo, se trataba ya del
final de una década de actividad de guerrilla. Ver Andrew Cowan, "The Guerrilla
W ar Against Franco”, European lltstory Quarterly, Vol. 20. No. 2 (April 1990):
pp. 227-253.
4 Sobre la ayuda económica, pueden consultarse Rein, La salvación de una
dictadura, cap. 3; idem, "Un salvavidas para Franco: la ayuda económica
argentina a la España franquista (1946-1949)’ , Anuario d el Instituto d e Estudios
Ilistórico Sociales, (Tandil), Vol. 8 (1993): pp. 199-214: Mónica Quijada, "El
comercio hispano-argenUno y el protocolo Franco-Perón, 1939-1949. Origen,
continuidad y límites de una relación hipertrofiada", Revista Ciclos, Vol. 1,
N» 1 (1991): pp. 5 40.
146 Raanan Rein

similitud en la filosofía política” de los líderes de ambos estados.5


Fuentes secundarias generales, al referirse como de paso a las
relaciones entre Madrid y Buenos Aires, solían adoptar una linea
análoga, hablando de la Argentina y de "su copartícipe político, la
España de Franco” o. por ejemplo: "El presidente Perón veía en
Franco un espíritu semejante, un militar autoritario, nacionalista
y posible reformador de la estructura social”.b Los opositores al
régimen de Perón, que describían al gobierno argentino como
fascista, dictatorial y totalitario, llegaban aún más lejos y carac­
terizaban la relación reinante com o una alianza entre dos tiranos
que simpatizaban entre si a causa de la similitud de sus regímenes.
Aunque los motivos ideológicos y sentimentales que se ocul­
taban tras la política peronista de ayudar a Franco no deben ser
ignorados, la verdadera razón ha sido mucho más compleja.
Nuestro análisis en el presente capitulo coincide con la suposición
básica de uno de ios nacionalistas hispanófilos argentinos con
respecto a la naturaleza pragmática y oportunista de la politica de
Perón. En una conversación con el embajador de España en Buenos
Aires, pocas semanas después de la victoria del coronel en las
elecciones presidenciales. Atilio Dell'Oro Maini expresó su pre­
ocupación por la política que Perón podría adoptar hacia España
con el correr del tiempo: “Sin que yo quiera decir que el coronel
Perón sienta enemistad por E sp añ ay su régimen, puede estar usted
seguro que si le conviniera en un momento de su política para los
fines propios que él se ha fijado, llegaría incluso al rompimiento
de [las] relaciones con España” .7 El curso de las relaciones con
España en los diez años subsiguientes demostró cuánta razón tenía
ese ju rista católico.
La administración de Franco, asimismo, estaba bien al tanto
que las consideraciones pragm áticas predominaban, a pesar de los
adornos retóricos que rodeaban la cooperación entre los gobiernos.
Tal como el embajador español en Buenos Aires durante la época
de esplendor en las relaciones hispanoargentinas, José María de
Areilza, habría de escribir en sus memorias: “ ...bien analizado, el

5 “Spain - Annual Political Rcport ior 1947". 26-5-48, NA. 852.00/5-2648;


"Secrei l’olicy Statcment - Spain”, 26-7 48, NA, 852.00/7-2648.
ü A. P. Whitaker, La Argentina y los Estados Unidos, Dueños Aires, 1956,
p. 200: G. Mills. Franco. The M an and his N atíon. London, 1967, p. 395.
7 Bulnes al MAR, 5.4.46. AMAE, R. 1752/1.
La alianza Perón Franco 147

problema no era todo de simpatía y afecto entre naciones, como


gustan creer tantas gentes ingenuas que suponen la existencia y
la preponderancia de tales corrientes en la acción exterior de un
país, sino de equilibrio y resultado de fuerzas e intereses diversos” .8
Aunque ésta no es toda la historia, no cabe duda que nos impone
el deber de examinar los intereses pragmáticos y los motivos
Lácticos que se ocultaban tras la ayuda argentina a España, en
lugar de buscar simplemente las similitudes entre los dos regímenes
y sus ideologías.
En realidad, toda una serie de factores motivaron la política
de ayuda del régimen peronista al gobierno del general Franco. En
este capítulo clasificaremos dichos factores en cinco grupos:
1. Motivos ideológicos y la afinidad entre los regímenes;
2. Motivos relacionados con la política exterior de la Argentina
y con su status internacional;
3. Motivos económicos:
4. Motivos culturales y el esfuerzo para modelar una nueva
conciencia nacional;
5. Motivos relacionados con la política interna y con el equi­
librio de fuerzas entre los dirigentes peronistas.
Sin embargo, la cooperación con la España franquista nece­
sitaba ser justificada constantem ente, tanto en el exterior com o en
el interior, por lo menos hasta que el pacto entre el Líder y el
Caudillo comenzó a desintegrarse en 1949. En la arena interna­
cional. los estrechos lazos con España eran excepcionales. En la
votación celebrada en la Asam blea General de las Naciones Unidas
sobre el boicot diplomático contra España, en diciembre de 1946,
sólo cinco estados aparte de la Argentina se opusieron a la
correspondiente resolución, frente a 34 que votaron en favor y 13
abstenciones. Aunque en ese tiempo se intensificaba la Guerra
Fría, Oriente y Occidente parecían pensar lo mismo con respecto
a la España nacionalista. El régimen del Generalísimo inspiró
también muchas reticencias en el continente latinoamericano, a
pesar de los considerables esfuerzos de propaganda para ganarse
el apoyo de los pueblos hispanohablantes de allende el Océano
Atlántico, con la ayuda de la bandera de la Hispanidad. “El actual
régimen español”, com entó el ministro de Relaciones Exteriores

8 Areilza, Así los he- visto, p. 206.


148 Raanan Rein

argentino ante el embajador de España a fines de 1945, "no agrada


en ningún país americano''.-'
Pero m ás grave desde el punto de vista del gobierno peronista
fue que am plios sectores de la sociedad argentina negaban todo
apoyo al régimen de Franco. En el su propio campo, e incluso en
ei Gobierno, no eran pocos los que objetaban la dictadura nacio­
nalista en la Península Ibérica.10
Mucha verborragia propagandística acompañaba las relaciones
en el eje Madrid-Üuenos Aires. Los elementos que el gobierno
peronista utilizaba para justificar su política española pueden ser
denominados "justificaciones nacionales". Invocaban el período
colonial y los siglos xix-xx en la historia argentina; los vínculos de
raza, lengua, religión y cultura m antenidos con la madre patria a
partir del siglo xvi; y la solidaridad de España con la Argentina
cuando ésta sufría del boicot diplomático, en 1944-1945, iniciado
por los Estados Unidos. Esas justificaciones se basaban también
en la tradición diplomática argentina: la defensa de principios com o
el de la no intervención en los asuntos internos de estados
soberanos; la neutralidad argentina en las guerras mundiales; la
posición de la Argentina en la Liga de las Naciones y en su sucesora,
la Organización de las Naciones Unidas; la oposición a las ambiciones
hegem ónicas de los EE.UU. en el continente americano; y el
esfuerzo por forjar una política exterior independiente que no se
sometiera a los dictados de Washington, una politica que se había
expresado ya en la primera conferencia panamericana, celebrada
en 1889-1890.
Sin embargo, esa retórica no debe engañarnos; aunque algunas
de las mencionadas justificaciones de la alianza Perón-Franco
reflejaban intereses y motivos fundamentales, la avenencia entre
ellas no era del todo congruente. Varios motivos no se reconocían
en público, mientras que algunas de las justificaciones ideológicas

51Dulnes a MAL, 2 1-9-45, Ar chivo de la Presidencia del Gobierno (Madrid)


(en adelante APG), Leg. 6. Sobre la hostilidad en América Latina hacia la España
de Franco al finalizarla Segunda Guerra Mundial, véase también Dulnes a MAE,
16-9-45, Archivo de la Fundación Francisco Franco (Madrid) (en adelante AFF),
188/1. Para un análisis de la campaña propagandística dirigida a America
Latina en esos años, véase: Lorenzo Delgado Con ir/.-Escalón ilia, Imperio da papel:
acción cultural y política exterior durante el prim er franquism o, Madrid, 1992.
10 R. Rein, "Otro escenario de lucha: franquistas y antifranquistas en la
Argentina. 1936 1949", Revista Ciclos, N2 9 (1995): pp. 31-52.
La alianza Perón-Franco 149

que tenían por objeto encarar las objeciones internas o externas


eran de marginal importancia para Impulsar a la Argentina hacia
España. Además, el uso de cada justificación ideológica era función
de circunstancias políticas e internacionales y de la audiencia hacia
la que iba dirigida.
Este capítulo analizará los motivos ideológicos, diplomáticos y
económicos de la ayuda, explicando cómo algunos de ellos fueron
esgrimidos para justificar la política de apoyo a España y por qué.
en cambio, otros motivos no fueron mencionados. Los aspectos
culturales son objeto de examen en el capítulo siguiente.

1. Motivos ideológicos y la añnidad entre los regímenes

En la segunda mitad de los años 40. los regímenes de España


y la Argentina eran representados, ambos, com o autoritarios, naz.i-
fascistas, últimos remanentes en Europa y América de un mundo
devorado por las llamas en 1945. Pero, dejando de lado los epítetos
y la terminología, que a veces ofuscan m ás de lo que iluminan,
verem os que las diferencias entre estos regímenes eran más nu­
merosas y significativas que las pocas similitudes que los ligaban.
Una breve comparación entre ambos regímenes debe com enzar
con la forma en que fueron establecidos, lo cual de por sí ya indica
una distinción decisiva. Franco se convirtió en el líder incuestionable
de España sólo después de una sangrienta guerra civil en la que
perdieron la vida cientos de miles de personas v ese hecho fue
central para la manera en que percibían el régimen tanto él mismo
com o sus adeptos y sus detractores: Franco era visto por todos
com o el Generalísimo que había conducido a sus tropas hacia la
victoria en la gu erra.11
Este hecho contrasta por com pleto con la forma en que Perón
llegó al poder y con la legitimidad de su régimen. Aunque, de hecho,
Perón era una figura central en el gobierno militar que asumió el

11 Hay abundantes fuentes secundarias sobre la Guerra Civil Española,


centradas en diferentes aspectos. Entre los mejores volúmenes generales sobre
el tema, véase Hugh Thomas, The Spanish Civil War, (2da e<L), London. 1977:
Gabriel Jackson. The Spanish Republic and the Civil War. 1931-1939, Princeton,
1965: Stanley G. Payne, The Franco Regime. 1936-1975, Madlson, Wisconsin,
1987, pp. 85-228: Paul Preston, Franco -A lliography, London, Ií)93. caps. 6-
12.
150 Raanan Rein

poder tras el golpe de Estado de junio de 1943, sólo pasó al palacio


presidencial a mediados de 1946, después de obtener el triunfo en
elecciones libres y correctas, casi sin precedentes en la historia
política de la Argentina hasta entonces. El hecho de que Franco
asumiera el poder en la década del 30, cuando el fascismo parecía
ser la fuerza del futuro en Europa, constituyó un factor significativo
en su conducta y en la forma en que trató de definir su régimen.
Que Perón, en cambio, fuera electo presidente después de termi­
nada la Segunda Guerra Mundial y la derrota del fascismo, lo
estimuló a mantener ciertas normas democráticas, entre las cuales
sobresalía la necesidad de celebrar elecciones parlamentarias y
presidenciales.
La base social de cada uno de los dos regímenes también fue
diferente. El levantamiento contra la República Española contó
sobre todo con el apoyo de fuerzas tradicionales de la sociedad
española. La coalición nacionalista form ada en 1936 incluía te­
rratenientes. la Iglesia y el ejército, ju n to con varios sectores de la
clase media urbana v rural, asi como también la burocracia local
y nacional: es decir, los adeptos a ideologías conservadoras y revo­
lucionarias de extrema derecha, grupos que se sentían amenazados
después de 5 años de gobierno republicano. El nuevo régimen
quería proteger a las clases más sólidas de la radicalización social
y la democratización del sistema político. Aunque durante los años
de la Guerra Civil y de la Segunda Guerra Mundial los elementos
fascistas desempeñaron un papel preponderante en parte para
com placer al Eje. los paises aliados al régimen de Franco, a partir
de 1945 declinó la fuerza e influencia de la Falange que cedió la
primacía a los elementos conservadores, en particular los católicos,
que pasaron a ocupar las esferas m ás altas del gobierno.12
Una notable innovación en el régimen de Perón fue el respaldo
que le brindaron sustanciales sectores de la clase trabajadora y de
los sindicatos obreros, acompañado por el gradual alejamiento de
las fuerzas tradicionales de la sociedad. Durante la década de 1946-
1955, la clase trabajadora argentina gozó de mejoras en el nivel
de sus salarios, condiciones laborales y servicios de salud, bien­

12 Sobre la Falange en los años 30 y la gradual declinación de su influencia


durante los 40, véase S. G. Payne, Falange: A History o f Spanish Fascism, Stanford.
1967: H. R. Southworth, “La Falange: un análisis de la herencia fascista
española", en P. Presión (comp.), España en crisis, Madrid, 1978, pp. 29-60.
La alianza Perón-Franco 151

estar social y educación, servicios con los que los obreros españoles
no podían contar. El primer gobierno de Perón, como hemos visto
en el capitulo primero, incluyó gente de antecedentes socialistas
y activistas grem iales veteranos. Intelectuales con propensiones
izquierdistas, o de algún modo antiimperialistas, apoyaron al
gobierno, junto con grupos católicos y nacionalistas del ala derecha,
que respaldaron al presidente por lo m enos en las lases iniciales.
Una conjunción de este tipo era impensable bajo el régimen de
Franco. Y fueron las fuertes raíces en la clase trabajadora las que
permitieron que el movimiento peronista sobreviviera al derroca­
miento de Perón, en tanto que la ausencia de tales raíces fue una
de las razones por las cuales el franquism o murió con su epónimo.
Aunque una tendencia cada vez m ás autoritaria podía advertirse
en el régimen de Perón, reflejada en la obstrucción de las libertades
políticas y civiles, los partidos de oposición en la Argentina — que
contaban con representación en el Congreso— y la prensa no
controlada por las autoridades disfrutaban aún de cierto grado de
libertad de acción y expresión desconocida en la España de Franco.
En la Argentina de Perón se com etían violaciones de los derechos
humanos, pero no eran brutales ni tan devastadoras como las de
la dictadura franquista. Las cárceles no estaban atestadas de
presos políticos v las torturas o matanzas de opositores políticos
constituían la excepción, no la regla.13
Perón y los principales dirigentes del peronismo tenían clara
conciencia de la diferencia entre los dos regímenes. El padre
Hernán üeníiez, confesor de Evita, que no se separó de los Perón
desde 1945 y que representaba, con su presencia y sus enseñanzas,
el vínculo entre el justicialismo y la doctrina social de la Iglesia
Católica, tuvo que pasar largos meses en España. La Orden Jesuíta
a la que pertenecía se mostraba renuente a toda identificación con
el peronismo y lo presionaba para que no volviera a la Argentina
durante algún tiempo. Benítez retornó a Buenos Aires en 1948 con
opiniones firmes sobre la naturaleza del régimen español y no vaciló

13 Hotlgcs atribuye la ausencia de encarcelamientos y ejecuciones en gran


escala durante el tiempo de Perón al hecho de que no existía una fuerte
oposición marxisUi capaz de paralizar al pais y al Gobierno. Véase I). C. I lodges,
Argentina. 1943 1976: TI te National Revolulion and Resistence, Albuquerque,
197tt, pp. 132 133. Las conclusiones de Buchruckcr sobre las diferencias entre
los regímenes de Perón y Franco son similares a las mías: ver Buchruckcr,
Nacionalism o 11 peronismo, pp. 396-397.
152 Raanan Reln

en expresarlas, incluso ante el embajador franquista: “Mi experien­


cia de España es pesimista y desconsoladora. El régimen español...
no ha podido llevar a cabo una reforma social profunda y verdadera,
ni tampoco ha conseguido atraer a las masas trabajadoras. Está
basado simplemente en la represión policial, en el aparato militar
V en el temor de las gentes a un nuevo estallido revolucionario".14
Años después, el primer ministro de Hacienda de Perón, Ramón
Cereijo. habria de explicar: “Franco llegó al poder con un m ovi­
miento militar, mientras que Perón llegó en un acto democrático
y transparente cual fue el resultado de una elección pura y
cristalina que arrojó la mayoría de los votos de su pueblo". Cereijo
definió el régimen de Franco como “una dictadura militar", a la vez
que enfatizaba la existencia de partidos políticos de oposición en
la Argentina de Perón.15
En ambos regímenes, el jefe de Estado desempeñaba un papel
central. La diferencia esencial entre las imágenes de Franco y
Perón, empero, rebasaba el hecho de que ambos eran oficiales del
ejército y que estaban al frente de regímenes autoritarios. De baja
estatura y con una voz aflautada, Franco era una persona reticente
y reservada que llevaba una forma de vida católica, burguesa.16 Su
carisma era la de un general que había ganado una guerra, aunque
a un terrible precio de sangre, tras la cual im puso una estabilidad
política y social. No solía aparecer en los balcones ni formulaba
largos discursos que excitaban y electrizaban a las masas: le
faltaban la apariencia y la voz. indispensables para un tipo de
liderazgo de esa naturaleza.
Perón era la antítesis. De apariencia imponente, maneras
simples y gracias al diálogo directo que estableciera con el pueblo,
suscitaba la simpatía y solidaridad de éste. Con su conversación
muy personal cautivaba incluso a sus más conjurados enemigos.
Consciente de su propio carisma. Perón no se sentía impresionado
por el liderazgo de Franco y los muchos años que pasó exiliado en

14 Entrevistas del autor con el padre Hernán Benitez (Buenos Aires,


29.6.89: 17-11-89): Areilza a MAE, 18-6-48. AMAE. R. 1891/7.
15 Entrevistas del autor con Ramón Cereijo (Buenos Aires, 20-6-89: 11-7-
89). El canciller Bramuglia tampoco creía que los dos regímenes podían com­
pararse de alguna manera. Ver Areilza a Erice, 13.12.48, AMAE, R .1891/7.
16 Para las impresiones del embajador británico en Madrid durante la
Segunda Guerra Mundial, después de entrevistarse con Franco, véase S. Hoare,
Complacerit Dictator, New York, 1947, p. 27.
La alianza Perón Franco 153

España no le infundieron ningún aprecio personal por el dictador


español. Describió al Caudillo como "una persona de inteligencia
limitada, decididam ente no merecedor de emulación". 7 En el caso
de Perón, también la mujer a su lado debía ser tomada en cuenta.
Era increíble que ninguna mujer en la España de Franco podía
desempeñar un tipo de papel como el de Evita. Además, el culto
de la personalidad centrado en Perón y Evita estaba más desarrollado
que el desplegado en tom o de Franco en España.
Una com paración secundaria hecha entre los dos regímenes es
la supuesta afinidad entre el justicialismo peronista v el naciente
falangismo español. En este punto quizás haya un grado mayor de
semejanza, en el énfasis puesto en el nacionalismo y la justicia
social, sentim ientos antiburgueses y anticapitalistas, el alejamiento
de los grandes terratenientes y la clerecía, la retórica revolucio­
naria, etc., aunque no, por cierto, en la fraseología que exaltaba
a la violencia heroica, como sucedía con la Falange en sus primeros
días. Sea com o fuere, después de 1945 y el revés del Eje, la
importancia de la Falange com o entidad política autónoma se
redujo sobremanera y en el momento en que Perón entraba en el
palacio presidencial de Buenos Aires, los elem entos conservadores
y católicos en el régimen de Franco superaban ya la gravitación
de las camisas viejas. El nacional-catolicismo apartó al nacional­
sindicalismo.
No obstante, entre las fuerzas que apoyaban al régimen
franquista, no cabe duda que los falangistas fueron los que más
simpatizaban con Perón y con los ideales que representaba. Cabe
ver en ello un reflejo de la frustración que sentían a raíz de la
erosión ideológica y neutralización política de su movimiento desde
el final de la Segunda Guerra Mundial, v en su admiración del
peronismo había tal vez un elemento de reprobación a la política
reaccionaria del Caudillo. A lo largo de los años, los órganos
falangistas — en particular Arriba y Pueblo— dieron una mayor y
más simpática cobertura a los asuntos relacionados con la Argentina
peronista, incluso cuando las relaciones entre los dos países se
enfriaban y otros diarios de Madrid mostraban una reticencia cada
vez mayor con respecto al peronismo.18 Eso se hizo evidente en

17 Citado en F. D. Pike. "Latin America", en J. W. Cortada (ed.), Spain in


the Tw entieth-Centiiry World, VVestport, 1980, p. 199.
18 Gulbertson al Departamento de Estado, 20.12.48, Washington National
Record Center, Records ol' the US Embassy in Bs. As. (Suitland, Maryland) (en
154 Raanan Rein

especial durante la confrontación entre el régimen de Perón con


la Iglesia Católica en 1954-1955. cuando diarios españoles — tales
como el católico Ya y el monárquico ABC— censuraron las medidas
adoptadas por el gobierno argentino. Incluso tras el derrocamiento
de Perón y durante su exilio en España, la prensa identificada con
la Falange revelaba simpatía hacia Perón como hombre y líder, asi
como hacia el movimiento y las ideas que representaba.19
De todos modos, al concluir esta breve comparación de los
regímenes de Franco y Perón, debemos destacar que las diversas
justificaciones ideológicas citadas por el régimen peronista para su
cooperación con España sobresalían por su falta de toda referencia
especifica al régimen franquista y a su naturaleza. En general. los
portavoces de la administración peronista se referían sólo al pueblo
español y casi nunca trazaban paralelos entre los dos regímenes,
debido a las objeciones a la dictadura franquista dentro del propio
campo peronista v en la opinión pública. Se enfatizaba que la ayuda
era prestada al pueblo de España, no al gobierno que lo dominaba.
Tal como el vespertino Critica escribió cuando el Protocolo Franco-
Perón fue dado a conocer, en abril de 1948:

"El Plan Marshall excluye a E spaña, porque' en E sp a ñ a está


Franco. La Argentina concierta un nuevo y amplio convenio con
E spañ a ‘aunque’ esté Franco al frente de su destino... Para la
Argentina lo que cuenta son los españoles, el pueblo de España,
lo permanente de su ser y no la form a en que se gobiernen o se
desgobiernen entre ellos nuestros herm anos de allende el Atlántico,
porque esto es lo eventual, lo transitorio".20

Al mismo tiempo, no cabe duda que Perón sentía afinidad con


Franco como militar — en diversas cartas y mensajes a Franco.

adelante WNRC), DA 1948, box 200, file 800. No por casualidad Ramón Vera,
agregado laboral a la emhajada argentina en Madrid y representante de uno de
los gremios obreros más leales a l’erón. colaboró tan a menudo con el órgano
falangista Arriba. Emilio Romero, director de Pueblo y el mejor amigo de Perón
durante el exilio del líder argentino en España, dijo que una cosa (entre otras)
que los dos tenían en común era una notable similitud ideológica. Citado en
Esteban Peícovich. El último Perón, Madrid, 1975: también en la entrevista del
autor con Emilio Romero (Madrid, 31-10-88). Perón, porsu parte, describió una
vez a Pueblo como el mejor periódico peronista que hubiera leido alguna vez.
19Véase, por ejemplo, la serie de artículos publicados en Arriba, desde enero
hasta marzo de 1956, sobre la presidencia y los logros de Perón.
20 Critica 5-4-48.
La alianza Perón-Franco 155

Perón le escribía “de soldado a soldado-'.21 como hombre fuerte y


como je fe de un régimen anticomunista. El anticomunismo era un
ingrediente básico en la autoidentidad de am bos regímenes, a los
que Perón describió como “dos baluartes que en ambos continentes
tienen una misma misión: la de defender nuestra civilización
cristiana y milenaria".22 Precisamente porque dependía en grado
sumo del apoyo de la clase trabajadora y de los gremios —y puesto
que desde un principio había establecido relaciones diplomáticas
con la Unión Soviética— el régimen peronista creía en la impor­
tancia de acent uar su hostilidad hacia el comunismo, para beneficio
tanto del público interno como del externo. La ayuda al régimen
de Franco tenia por objeto exponer, entre otras cosas, sus cre­
denciales anticomunistas. El anticomunismo del gobierno de Perón
constituía, por lo tanto, un incentivo para estrechar más las
relaciones con el régimen del Generalísimo, aunque tal justificación
de la ayuda argentina a España fuera mencionada en público
principalmente a partir de fines de 1047 e iba dirigida a los EE.UU.
más que para consumo interno. A medida que se intensificaba la
Guerra Fría, Perón trató de mejorar sus relaciones con la potencia
hegemónica de Occidente, de cuya buena voluntad dependía el
éxito de su Plan Quinquenal. Por consiguiente, com enzó a diseñar
su apoyo al régimen de Franco como una política que se ajustaba
a los intereses internacionales de W ashington y a su lucha por
frenar la influencia comunista en Europa. Este punto será tratado
con m ayor profundidad más adelante.

2. Motivos políticos y diplomáticos

2a. U na a lia n z a e n tre e x clu id o s :


s im ilitu d de c irc u n s ta n c ia s in te rn a c io n a le s

A pesar de las diferencias entre los dos regímenes, al terminar

21 Las cartas de Perón a Franco se caracterizaban por los pronunciados


sobretonos militares y evocaciones de la camaradería entre generales. Algunas
de ellas concluían con (rases como “Y con el recio abrazo de soldado recibid mi
afecto más cordial y efusivo. Juan Perón”. Perón a Franco, 5-1 1-47, AFF, 42/
1. En cierta ocasión escribió: "Los soldados confiamos mejor en otro soldado
y si él es patriota y honrado tanto mejor". Véase Perón a Franco, 28-2-50, AFF,
42/3.
22 Bu Inés a MAE. 7-11-46. AMAE. R.2660/25.
156 Raanan Rein

la Segunda Guerra Mundial ambos sufrían por tener la misma


imagen, a la vez que tropezaban también con varios problemas
similares en la esfera internacional. La Argentina ya estaba fami­
liarizada con las dificultades de tener que enfrentarse a un mundo
hostil y desconfiado, con pocos amigos que simpatizaran con ella,
en tanto que la proscripción diplomática impuesta a España y las
trabas que impedían su incorporación a las Naciones Unidas
habían sido medidas aplicadas a la Argentina hasta poco tiempo
antes. Ambos estados, de hecho, habían sido excluidos del Plan
Marshall, aunque de diferente manera. España no fue aceptada
como receptora de ayuda, mientras que a la Argentina — importante
exportador de carne y cereales— se le había negado el acceso a los
mercados que se beneficiaban con la afluencia de los dólares
norteamericanos. Por lo tanto, las circunstancias internacionales,
en gran medida, atrajeron a los dos países, cada uno a los brazos
del otro.23 Con alguna exageración, sus relaciones podrían ser
definidas como una alianza entre parias, entre excluidos.
Varios años después Perón escribió, con indudable razón, que
al finalizar la Segunda Guerra Mundial “hem os sido tratados lo
mismo que España y otro países extracontinentales, que no han
participado en la última guerra. Es decir, se nos ha colocado en
la mesa de los vencidos". El padre Hernán Benítez dijo también al
respecto: "El frente Madrid-Buenos Aires le hizo más bien al
enemigo común de ambos países”.24
Bien se dijo que, en ese tiempo, la Argentina casi no contaba
con amigos extranjeros y primordialmente gozaba de buenas re­
laciones con el régimen de Franco. En el apogeo de la alianza con
Franco, Perón solía destacar a menudo el alistamiento de España
ju n io a la Argentina en sus momentos difíciles. En un discurso
pronunciado el Día de la Hispanidad de 1946, Perón se refirió a
la falta de comprensión demostrada por el mundo hacia los
esfuerzos peronistas para cambiar la faz de la Argentina. Conforme

23 La conexión con la España dé Franco, sin embargo, socavó considera­


blemente los esfuerzos del régimen peronista para desembarazarse de la imagen
fascista que había adquirido a ojos de los liberales e izquierdistas de Occidente.
El apoyo al régimen de Franco propendía a confirmar dicha imagen (véanse, por
ejemplo, las criticas a la Argentina en Gran Bretaña, después de la visita de Evita
a España, cuando se insinuaba la posibilidad de que visitara Londres).
24 Juan D. Perón, Tres revoluciones militares. Buenos Aires, 1974, p. 92:
entrevista del autor con el padre Benítez (Buenos Aires, 29-6-89).
La alianza Perón-Franco 157

a sus palabras, incluso en “el fragor de la lucha” los argentinos


fueron desdeñados, subestimados y desalentados, porque los
m onopolizadores de la opinión pública mundial deformaban su
lucha; les fue bastante intuir, por medio de “la propia voz de
nuestra sangre" que fluía en sus venas, que España com prendía
sus esfuerzos y los apoyaba.25

2b. Una cu e s tió n de h o n o r n a c io n a l:


re tr ib u c ió n a E sp a ñ a p o r su a p oy o en el pa sa d o

Durante los dos próximos años, en los que nunca cesó la


oposición interna al apoyo al régimen franquista. Perón mencionó
con frecuencia la "deuda de honor" contraída por la Argentina, que
debía estar ju n to a España cuando ésta sufría de ostracismo
diplomático y no mostrarse desagradecida con el país que había
apoyado a su ex colonia en circunstancias similares pocos años
antes. Perón acentuó este tema en un discurso que pronunciara
en la sesión de apertura del Congreso argentino el 1- de mayo de
1948, sólo tres semanas después de firmarse el Protocolo Franco-
Perón. que garantizaba a España un abundante abastecimiento de
cereales y un crédito generoso. El temor a que la oposición
parlamentaria atacara el Protocolo obligó a Perón a referirse en su
discurso a las objeciones con respecto a las relaciones entre los
dos países.
En esa ocasión, las palabras de Perón no iban dirigidas al
consumo externo, sino más bien al público interno. Por consiguiente,
no enfatizó meros principios ab stractos— por ejemplo, el imperativo
de no intervenir en los asuntos internos de un Estado soberano—
sino también la historia reciente de la Argentina y la obligación de
reparar a España por su apoyo en el pasado:

"A lgunas voces de nuestros opositores se han levantado para


enrostrar nuestra conducta pasad a con la madre patria... Las
naciones, corno los hombres, son decentes o no lo son. C u an d o
el error y la ofuscación de algunos paises hicieron que nos
retiraran su s em bajadores y nos bloquearan diplomática y eco
nómicamente, España m antuvo su em bajada en Buenos Aires.

25 El Mundo. 13-10-46.
158 Raanan Rein

¿Cómo podríam os ahora pagarle a E spañ a con ingratitud seme­


jante? L a Argentina no es partidaria de la Intervención extranjera
en los asuntos internos de ningún país. M enos puede serlo de
someter a los pueblos al aislamiento, la m iseria y el hambre o
la guerra civil, porque se desee atacar a su m andatario".26

Perón aludía, de hecho, a la tensa relación que prevaleció entre


la Argentina neutral y los Estados Unidos durante la Segunda
Guerra Mundial. En enero de 1944, cuando la conllagración
entraba en sus etapas finales, el gobierno de Buenos Aires se rindió
a las presiones de Washington y rompió sus relaciones diplomáticas
con los países del Eje. A fines de febrero, en el curso de las luchas
por el poder en el gobierno militar y las disputas respecto de la
política exterior, el ministro de Guerra Farrell y el coronel Perón
promovieron la renuncia del presidente Pedro Ramírez. Farrell lo
reemplazó en tanto que Perón asumió primero la cartera de Guerra
y luego, también, el cargo de vicepresidente. Washington, empero,
anunció que no reconocía al nuevo gobierno. El embajador de los
Estados Unidos fue llamado de regreso a la capital norteamericana
y. por incitación de esta potencia, muchos otros países hicieron lo
mismo y también llamaron de regreso a sus embajadores “para
fines de consulta". Sólo 10 países continuaron manteniendo re­
laciones diplomáticas normales con la Argentina, siendo España
uno de ellos.27
España a menudo recordaba a la Argentina su "deuda” moral
hacia el Estado que no se había apartado de ella en su hora de
necesidad. En 1947, por ejemplo, cuando el ministro de Asuntos
Exteriores, Martin Artajo, fue condecorado por el embajador ar­
gentino en Madrid, el canciller enfatizó la semejanza entre la
posición de la Argentina en la comunidad internacional en 1944-
1945 y la de España al finalizar la Segunda Guerra Mundial, así
como la sem ejanza de la decisión del gobierno español de mantener

26 Juan D. Perón, "Discurso ante el Congreso Nacional, 1-5-48", en Los


mensajes d e Perón, Buenos Aires, 1952, p. 106. Pocos meses después, cuando
Martin Artajo visitó Buenos Aires, el ministro de RR. EE. en ejercicio, general
Humberto Sosa Molina, dijo que la Argentina había decidido retener su embajador
en Madrid, a pesar de la resolución de boicot adoptada por la ONU, porque
recordaba que España la había apoyado en sus horas dilirilps varios años antes.
Véase A/iC. 15-10-48.
27 Perón informó al embajador español que no olvidaría ese gesto. Véase
Bulnes a MAE, 10-11-4C. AMAE, R. 1279/1.
La alianza Perón-F'ranco 159

su em bajador en Buenos Aires y el envío del embajador Pedro Radio


a Madrid, en abierto desafio a las resoluciones de las Naciones
Unidas.28 En octubre de 1948, m ientras visitaba la Argentina,
Martin Artajo declaró que los españoles se sentían orgullosos por
haber sido los primeros en comprender, desde un principio, el
significado del movimiento de autorrenovación argentina y creer en
su triunfo final, sin hacer caso a los infundios proferidos en su
contra.29
Para reunir apoyo a la política de ayuda al régimen de Franco,
Perón podía recordar no sólo que también la Argentina había sido
una vez la víctima de un boicot de em bajadores como el impuesto
a España, sino que. al igual que el gobierno de Madrid, Buenos
Aires había enfrentado en su momento dificultades para ser
admitida en la Organización de las Naciones Unidas. En ambos
casos, la Unión Soviética fue el principal objetor a su admisión,
bajo el pretexto de la simpatía que habían profesado a los países
del Eje durante la Segunda Guerra Mundial. En resumen, la
Argentina debía conducirse como una nación de h on ory no ignorar
a su verdadero amigo.

2c. E n s a lv a g u a rd ia de la s o b e ra n ía n a c io n a l

Más allá de los cálidos sentimientos que España había inspirado


por su ayuda a la Argentina en el pasado reciente, el apoyo que
le prestara permitió a Perón defender un principio general mucho
más importante. A lo largo de los años 40, la propia Argentina fue
objeto de presiones e intentos estadounidenses de intervenir en sus
asuntos internos, especialmente durante la Segunda Guerra Mundial
y la cam paña electoral de 1946. Dicha intervención llegó a su punto
culminante con las actividades del embajador Braden y la publicación
del "Libro Azul". Por medio de la consigna "Braden o Perón” , el líder
argentino adoptó com o su causa la defensa de la soberanía nacional
de su país contra la intervención extranjera y eso le ayudó a triunfar
en las urnas. La presión ejercida por los Estados Unidos reforzó

2!< M a d rid 22-12-47: El Alcázar c Inform aciones (Madrid), 23-12-47 (en t-1
Arc hivo particular de Pedro Radío, Rosario).
29 Alberto Marün Artajo. Hacia la com unidad hispánica de naciones. D is­
cursos d e M artín A rta jo desde 1945 a 1955. Madrid, 1956, pp. 25-26.
160 Raanan Rein

en los dirigentes argentinos la convicción de que debían defender


enérgicamente el principio de la no intervención en los asuntos
inLernos de un Estado soberano y rechazar todo boicot internacio­
nal del tipo impuesto al régimen franquista por las Naciones
Unidas. La oposición argentina en los foros internacionales a toda
medida que pudiera constituir una intervención en los asuntos
internos de España o un intento de operar desde el exterior un
cambio de régimen en Madrid era considerada por las autoridades
argentinas com o una defensa de los propios intereses de la Argen­
tina. Suficiente motivación para apoyar a España públicamente. De
hecho, fue una de las principales justificaciones ideológicas em­
pleadas por el régimen en el exterior como en el interior. Perón
confiaba, además, que eso le ayudaría a granjearse un amplio
apoyo en su país para su política exterior y a despertar simpatía
por la diplomacia argentina en América Latina, ya que casi todas
las repúblicas del continente, habiendo sufrido también ellas los
efectos de la intervención foránea, consideraban que el mencionado
principio merecía ser defendido.
Pocas semanas después de que el gobierno de Perón comenzó
a ejercer sus funciones, el ministro de Relaciones Exteriores.
Bramuglia. dijo al embajador español, el conde de Bulnes, que el
presidente estaba dispuesto a defender fervientemente en las
Naciones Unidas el principio que reprobaba todo intento de inter­
vención en los asuntos internos de cualquier Estado. De esa
manera, no sólo ayudaría a España contra sus detractores, sino
que salvaguardaría también el principio que a toda costa los
estados debían respetar en sus relaciones con la Argentina.30
En las memorias que Perón grabara durante los años de su
exilio en España, sostenía que también al embajador de los EE.UU.
en Buenos Aires le había señalado con claridad que sólo al pueblo
español le cabía el derecho de determinar el carácter del régimen
en Madrid:

"Si Franco dirige los destinos de España, ello es cosa que [le]
concierne al pueblo [español] y no a nosotros. Q u e cada pueblo

30 Bulnes a MAE, 28-8-46, APG, Leí*. 9. Cabe señalar que uno de los
argumentos de los defensores de la aplicación de sanciones contra España era
que no querían intervenir en sus asuntos internos. Alemania e Italia eran los
países que habían intervenido en los asuntos españoles durante la guerra civil
(1936-1939) y ahora todo era una mera cuestión de restaurar el statu quo
¿interior.
La alianza Perón-Franco 161

tenga el gobierno que quiera. Yo no sé si Franco es o 110 un tirano.


Sólo sé que es el gobernante que está al frente del pueblo español
y es [uní asu n to que concierne a los españoles, no a ustedes ni
a mi’ .41

Para protestar contra la intervención en los asuntos internos


de España, no había un escenario mejor que las Naciones Unidas,
la misma organización que había aplicado un boicot contra España
y en la que estaban representados la mayoría de los estados del
mundo. Por lo tanto, durante los debates del com ité político sobre
la “cuestión española", a comienzos de diciembre de 1946. el repre­
sentante permanente de la Argentina en dicha organización, José
Arce, declaró que su país apoyaría siempre la doctrina de la no in­
tervención por parte de las grandes potencias en los problemas in­
ternos de países más pequeños. Esta doctrina — explicó Arce— .
propuesta primero por el canciller argentino Luis M. Drago a
comienzos del siglo y expuesta luego por G. Estrada, ministro de
Relaciones Exteriores de México, había sido integrada en el derecho
internacional e incluida específicamente en el segundo párrafo de
la Carta de San Francisco. Por lo tanto, el gobierno argentino
— señaló Arce— creía que la "cuestión española" no se atenía a la
jurisdicción de las Naciones Unidas.
El representante argentino declaró en la misma ocasión que,
para eludir esa barrera legal, varios estados afirmaban que el
régimen de Franco ponía en peligro la pa7. mundial y que las
Naciones Unidas, en consecuencia, estaban facultadas para debatir
la “cuestión española”. Arce rechazó esta aseveración, destacando
que semejante peligro no había sido demostrado, tras lo que agregó:
“Me atrevo a afirm ar que el peligro de com prom eter la paz y la
seguridad internacionales puede derivar precisamente de cualquier
tentativa de mezclarse en la política interna del Estado español”.32
Pocos días después, el tema fue discutido por la Asamblea
General y esta vez el doctor Arce afirmó que, de la misma manera,
había quienes sostenían que el comunismo amenazaba la paz del
mundo, pero no proponían la intervención para cambiar el régimen
en los países comunistas. Otros advertían que el capitalismo era

31 Luca de Tena et al., Yo. Juan Domingo Perón, pp. 126-128.


32 Josc Arce. La España d e 1939, pp. 49-50 y Mi vida, vol. 2, p. 321. Sobre
la doctrina de Drago, véase Gustavo Ferrari, Esquem a d e la política exterior
argentina, Buenos Aires, 1981, pp. 62-64.
162 Raannn Reln

el verdadero peligro, aunque no sugerían la intervención en los


asuntos internos de los países capitalistas. El régimen de España
había sido tildado de no democrático; bien —dijo Arce sardónica­
mente— ¿acaso la dem ocracia prevalecía en el resto del mundo?
La Argentina, explicó, se oponía a toda intervención en la política
interna de un Estado soberano, cualquiera fuera su régimen.33 Arce
y otros representantes argentinos en las Naciones Unidas conti­
nuarían reiterando dicha posición hasta que la organización acabó
por derogar, a fines de 1950, la proscripción diplomática aplicada
a Madrid. Otros portavoces del gobierno peronista dijeron cosas
similares en los foros latinoamericanos.
La posición argentina con respecto a la "cuestión española", en
los diversos debates sostenidos en las Naciones Unidas sobre el
tema, pueden realmente ser vistos en el contexto amplio de un
principio bien establecido. Apoyándose en varias tendencias tra­
dicionales de su política exterior en el siglo xx, así com o también
en argumentos jurídicos, la Argentina asumió una actitud firme y
constante en la ONU a todo lo largo de la segunda mitad de los
años 40 en defensa de los principios de soberanía, no intervención
e igualdad entre las naciones, tanto grandes como pequeñas.34 La
posición que adoptó en cuanto a España fue, quizás, un ejemplo
sobresaliente de dicha orientación, pero no el único. Su lucha por
la admisión universal de todos los países en las Naciones Unidas
no se circunscribió sólo a la defensa de España; la Argentina
exhortó asimismo a la aceptación de otros estados, tales como Italia
(su segunda madre patria). Arce luchó también por la ‘'democra­
tización” del Consejo de Seguridad y la derogación del derecho a

33 j\vce ¡xi España, p. 50 y Mi vicia, vol. 2. p. 323.


:u "Argentine Foreigri Policy", 29-7-48, NA, Intelligenee Repon (en adelante
OIR Report). No. 4714 y J. II. Gilberl, “Tlir Argentine Role in Llie United Nations,
1946-1962", tesis doctoral inédita, University of Virginia, 1969, cap. 3. Las
instrucciones enviadas a los representante argentinos ante la O NU en agosto
de 1947. muestran una mezcla de los rasgos tradicionales de la política exterior
argentina, combinados con una búsqueda de ventajas políticas de corto alcance,
a lo cual los modeladores de la poliiica exterior peronista dieron considerable
peso. Véase Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto (Buenos
Aires) (en adelante AMREC). División Naciones Unidas, 1947, Asamblea General/
24. Gilbcrt subraya, empero, que a partir de 1950 hubo un notable cambio en
esa política. La Argentina comenzó a adoptar una posición más flexible en las
Naciones Unidas, buscando soluciones políticas más que juridleo-doctrinarias
para los problemas internacionales.
La alianza Perón-Franco 1G3

veto, del que disfrutaban los cinco miembros permanentes del


mismo (véase también el capítulo séptimo de este libro).
En el interior, el régimen peronista movilizó a uno de los pocos
grupos intelectuales que lo apoyaban en ese entonces, los nacio­
nalistas católicos e hispanófilos de extrema derecha, para protestar
contra la política de las Naciones Unidas con respecto a España.
En vísperas de la votación de la ONU, la Asociación de Escritores
Argentinos de Buenos Aires, en la cual los nacionalistas eran
prominentes, publicó enormes avisos previniendo a los países
latinoamericanos del peligro que dicho precedente podría entrañar
para cada uno de ellos:

"Los escritores argentinos que suscriben, ante el propósito de


llevar las Naciones U n idas a intervenir en asu n tos privativos de
la soberanía nacional española, fieles a la doctrina argentina de
no intervención, denuncian públicamente aquel intento lesivo de
la dignidad de un pueblo paladín de los principios de la cultura
occidental, y señalan a las naciones am ericanas el funesto
precedente que cualquier acción de esa Índole sentaría para el
futuro respeto de la soberanía de cada una de ellas'. *3

Aproximadamente 200 intelectuales firmaron ese manifiesto,


que fue cablegrafiado a los representantes de todos los estados
latinoamericanos en las Naciones Unidas Asimismo fue publicado
en varios diarios e impreso también en forma de afiches que fueron
pegados en toda la Capital, bajo el titulo de “Argentina se opone
a la intervención en España" y con un epigrama de Perón: "Amamos
a España y a la verdad".36

35 Bulnes a MAE, 12-12-40, AMAK, R. 1279/1. Una copia del aviso puede
verse en APG, Leg. 9. Cabe recordar que un importante grupo de esritores
argentinos apoyaba a los franquistas nacionalistas desde los días de la Guerra
Civil española. Véase Mónica Quijada. Aires de República. Aires d e Cruzada: la
qu e n a civil española en Argentina, Barcelona, 1991: Víctor Trifonc y Gustavo
Svarzman, La repercusión ele la q u e n a civil española en la Argentina, Buenos
Aires, 1993: Ernesto Goldar, Los argentinos y la guerra civil española, Buenos
Aires, 1986. Diez años después, muchos de esos intelectuales se unieron a la
protesta contra la política de la ONU respecto de la cuestión española.
,fi Bulnes a MAE, 18-11 -46, 1CH, 1585/5208: Arriba, 3 - 1-47 y La Prensa,
4.1.47. El manifiesto fue publicado como aviso en los diarios La Razón y Ij i
Época, 14-12-46.
164 Raanan Rein

2d. A p o y o a Españ a c o m o u n a e x p re s ió n
de la p o lít ic a de te rc e ra p o s ic ió n

Más allá del declarado deseo argentino de retribuir a la España


de Franco por su apoyo en el pasado y defender el principio de la
no intervención en los asuntos internos de un Estado soberano,
la relación con España fue un conveniente instrumento de propa­
ganda para el gobierno peronista en sus esfuerzos por demostrar
que la Argentina llevaba una política exterior verdaderamente
independiente y no se sometía a los dictados foráneos. En su
política económico-social la Argentina declaraba que optaba por un
tercer camino, una alternativa tanto para el capitalismo (o “indi­
vidualism o”) como para el com unism o (o “colectivismo"); esto se
reflejaba en su política exterior por una posición que difería tanto
de la política internacional de los Estados Unidos ("capitalismo
imperialista”) como de la de la Unión Soviética (“com unism o no
menos imperialista”). La Tercera Posición, sostenían los pregoneros
del justicialismo, no era un vago mensaje carente de significado
práctico, sino la plataforma ideológica de una política exterior al
servicio del "interés nacional” argentino.
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial se aclararon rápida­
mente los nuevos contornos del sistema internacional. La relativa
debilidad de Europa, especialmente de Gran Bretaña y Alemania,
posibilitó el surgimiento de un sistema bipolar, con los EE.UU. y
la URSS como superpotencias rivales disputándose la hegemonía.
Sobre el trasfondo de la Guerra Fría en rápido desarrollo, el caso
español ofrecía una oportunidad ideal al gobierno de Buenos Aires
para demostrar su independencia, pues se trataba de uno de los
pocos problemas internacionales en esos años, en el cual parecía
que Washington y Moscú estaban de acuerdo: ambos apoyaban el
boicot al régimen franquista. Argentina quería mostrar que no
dependía de ninguno de los dos. que adoptaría su posición no bajo
la bandera roja ni bajo la de franjas y estrellas, sino que seguiría
por su propia senda entre el Oriente y el Occidente.37

37 Sobre la Tercera Posición, véase Félix Luna, Perón y su tiempo, Buenos


Aires, 1984. vol. 1. cap. 4: Alberto Conil Paz y Gustavo Ferrari. Política exterior
argentina. 19301962, Buenos Aires, 1971, cap. 6; Juan Archibaldo Lanús. De
Chapultepec a l Beagle: política exterior argentina. 1945-19H0, HucnosAires, 1984,
pp. 70 80: José Paradiso, Debate y trayectoria d e la política exterior argentina,
Buenos Aires, 1993, cap. 4.
La alianza Perón-Franco 165

En los años 1946-1948, las relaciones de la Argentina con


España eran concebidas como un medio utilizado por Perón para
desaliar la política estadounidense y poner de relieve su inde­
pendencia política. Esta impresión reforzó con la publicación del
Protocolo Perón-Franco, inmediatamente después de que el pre­
sidente Trurnan vetara la decisión de la Cámara de Representantes
norteamericana de incluir a España en^el Plan Marshall. A Perón
le convenía que la situación pareciera de esa manera y la diplo­
macia española realmente consideraba aquel presunto desafio a los
EE.UU. com o un m otor de la política peronista hacia Madrid.38 una
especie de batalla de prestigio entre la Casa Blanca y la Casa
Rosada.
Sin embargo, tal vez podría verse, yendo un poco más lejos,
un intento de aprovechar la brecha entre el deseo del gobierno de
Truman de mejorar sus relaciones con España por razones es­
tratégicas. de una parte, y las limitaciones impuestas por la opinión
pública de los Estados Unidos y Europa Occidental, contraria a
todo apoyo al general Franco, de la otra. De hecho, Perón no tenía
motivos para creer que Washington pudiera resentir sus medidas
proespañolas. Perón y Bramuglia solían poner al tanto de antemano
a los representantes norteamericanos de los fundam entos de su
política española y casi no tropezaban con alguna oposición de los
embajadores George Messersmith y James Bruce. Por el contrario,
el principal mensaje que recibían de dichos em bajadores era que
los EE.UU. no querían cam bios políticos en la Península Ibérica,
ya que podrían poner en peligro los intereses de Occidente.
Cabe señalar que. a fines de los años 40. Perón y sus ministros
de Relaciones Exteriores y de Guerra reiteraban a los diplomáticos
norteamericanos que la Tercera Posición no era más que "un poco
de demagogia para consum o interno” 39 y no implicaba que en caso

38 Entrevista del autor con José María de Areilza (Madrid, 13-1-88). Ver
también los libros de Areilza Así, p. 216 y Memorias, p. 49.
30 Memorándum. 3-3-48, NA, 835.00/3-348. Cabe recordar que los prin­
cipios de la Tercera Posición calaron hondo en la Argentina, no sólo en los
circuios peronistas, en lo concerniente a política exterior, en tomo de la cual
Perón esperaba construir un consenso nacional. La Argentina adoptaba por lo
general una posición independiente en las conferencias internacionales y se
mantuvo neutral en am bas guerras mundiales. En las postrimerías de los años
40. la oposición radical adoptó en su plataforma principios similares de política
exterior. Véase G. del Mazo. El radicalismo. 1945-1957, Buenos Aires. 1957. vol.
3. pp. 80-84; Ciria, Política y cultura ¡oopular, pp. 191-192.
166 Raanan Reln

de un conflicto entre el bloque oriental y el occidental, la Argentina


permanecería neutral. En agosto de 1946. el presidente argentino
ya había declarado públicamente que su país era parte del con­
tinente americano y por lo tanto se uniría a los EE.UU. y los otros
estados del continente en cualquier conflicto futuro; y si estallara
una guerra entre Washington y Moscú, la Argentina se alistaría de
parte de la primera.40
Aunque Perón era conocido com o antiyanqui cuando llegó al
poder, pronto comenzó a esforzarse por un acercamiento a los
Estados Unidos, confiando en im portar maquinarias, tecnología v
materias primas norteamericanas, vitales para el programa de
industrialización que trataba de implementar, así como también
armamentos modernos que reemplazaran los equipos anticuados
utilizados por las diversas ramas de las fuerzas armadas argen­
tin a s.'1 Por lo tanto, a pesar de su retórica con respecto a una
presunta política independiente, la Argentina se apresuró a ratificar
el Acta de Chapultepec y la Carta de San Francisco, y no puso
obstáculos reales a la política de los EE.UU. en América Latina.42
El apoyo de Perón a España fue, entonces, un instrumento útil para
velar por una imagen independiente y ayudar a que la posición
argentina sobresaliera en com paración con la de otras repúblicas
del continente.
Hay una concordancia interesante entre las conferencias
interam ericanas en las que Buenos Aires aceptó, aunque con
diversas reticencias, el liderazgo y los dictados de los Estados
Unidos, y los hechos principales de las relaciones argentino-
españolas en esos años. Evita, por ejemplo, retornó a su país tras
la gira europea, en la que España fue la primera y más significativa

10 Citado cu H. Cambín!, La prim era presidencia d e Perón, Buenos Aires,


1983, pp. 51. t>2. Washington percibió esas declaraciones como una expresión
de solidaridad, que los EE.UU. no habían recibido de lideres argentinos en el
pasado.
41 Sobre las relaciones Estados Unidos - Argentina en aquellos años, véase
C'.. A. MacDonald, "The U.S., the Cok! W ar and Perón", en C. Abel & C. M. Lcwis
(eds.), Econom ic Im perialism and the State, London, 1985. pp. 405-14: Giacalone,
“From Bad Neighbors to Reluotant Partners". Véanse también los capítulos
pertinentes en Peterson. Argentina and the U.S.
45 A fines de julio de 1948. un informe confidencial norteamericano decía
que la actividad del gobierno de Perón en el sistema interamericano no era
menos cooperativa que la de los gobiernos argentinos anteriores, y en algunos
aspectos lo era en realidad en mayor medida (NA. OIR Report, N- 4714).
La alianza Perón-Franco 167

de las escalas, exactamente al mismo tiempo — agosto de 1947—


en que los m inistros de RR.EE. americanos estaban reunidos en
Rio de Janeiro, en la Conferencia lnteramericana para el Mante­
nimiento de la Paz y la Segundad. Mientras Perón instruía a su
canciller para que aceptara la política estadounidense en dicha
asamblea. Evita retornaba de una visita que pretendía demostrar
la independencia e iniciativa de la política argentina. Menos de un
año después se firmó el Protocolo Franco-Perón, mientras se
celebraba la Novena Conferencia Internacional de Estados Ame­
ricanos en Bogotá (30 de marzo-2 de mayo de 1948). que ratificó
la Carta de la Organización de Estados Americanos. Como Perón
dijera con satisfacción al embajador Areilza: “Así, en este caso, se
vuelve a subrayar con motivo del Protocolo Adicional, que Argentina
|ucga con cartas propias y que, a pesar de estar en muy buenas
relaciones con Washington, no está dispuesta a secundar ciega­
mente sus directivas...” .43
Durante su exilio. Perón trató de afianzar el mito de la Tercera
Posición de su gobierno y destacó aún más la política que había
adoptado con respecto a España. En una conversación con su
biógrafo, Enrique Pavón Pereyra. Perón sostuvo que la política
argentina se había diferenciado de la de ambas superpoLencias: "La
única diferencia de opinión que separaba a países como Rusia y
Estados Unidos, en cuanto al enjuiciamiento vindicativo de España,
estribaba en la gravedad del castigo a aplicar".44

2e. Anticom unism o y e l in te n to de r e c o n c ilia c ió n


co n los E s ta d o s U nidos

Mientras aprovechaba al máximo sus relaciones con España


como propaganda para favorecer su Tercera Posición, Perón trataba
también de m ejorar sus relaciones con los EE.UU. El motivo de
prestar ayuda a un régimen anticomunista se com binaba en ese
caso con una interesante justificación ideológica que tenia por
destinatarios primordialmente a los oídos norteamericanos: la
ayuda a España formaba presuntamente parte de la contribución

43 Areilza a MAE, 3 4-48. AMAE. R.2418/1.


41 Enrique Pavón Pereyra, Coloquios con Perón, Madrid. 1973, p. 38.
168 Raanan Rein

de la Argentina a la lucha de los Estados Unidos contra la influencia


comunista en Europa.
Aun antes de asum ir su investidura, el presidente electo
previno con insistencia al nuevo embajador norteamericano, George
Messersmith. respecto de la am enaza comunista y la necesidad de
contrarrestarla.15 Pero desde com ienzos de 1947. sobre el trasfondo
de la intensificación de la Guerra Fria. cuando las relaciones de
la Argentina con España se volvían cada vez más estrechas en tanto
que los vínculos con los EE.UU. continuaban tropezando con
dificultades, los jefes del gobierno peronista y sus enviados trataron
de persuadir a los diplomáticos norteamericanos de que el apoyo
argentino al régimen de Franco beneficiaba realmente a los intereses
de Washington. La prestación de servicios a los intereses de
Washington no había sido uno de los motivos de Perón para ayudar
a España, pero cuando las tendencias internacionales se aclararon,
se esmeró en obtener ventajas políticas de su "conexión española"
para mejorar los lazos con los EE.UU.
Cabe recordar que desde el final de la Segunda Guerra Mundial
se había producido una disputa en el Departamento de Estado de
Washington, que dividía a sus altos funcionarios entre aquellos que
abogaban por el uso de presiones internacionales para obtener un
cambio de régimen en Madrid y los que favorecían la aceptación
del statu quo, en vista de la importancia estratégica de España y
el anticomunismo del régimen. La misma disputa se desaló también
entre el Departamento de Estado y otros organismos guberna­
mentales, tales como el Pentágono, que casi desde un principio
estaba unánimente convencido de que los Estados Unidos debían
cooperar con el régimen franquista.46 Pero en octubre de 1947, el
Policy Plannmg S ia jf— encabezado por George Kennan, uno de los
arquitectos de la Guerra Fría— aconsejó cambiar la política en la

45 Memoir note, "Couversation with Perón on arrival in Bs. As. and before
hís inauguration", GSM Papers, ítem No. 2009.
'Ifi Sobre las relaciones con BE. UU. - España en esos años, véase W. R.
Gilmore, “Tlie American Foreign Policy Making Processand the Development ol
a Post World W ar II Spanish Policy, 1945-1953: A Case Study", tesis doctoral
inédita, University of Pitsburgh, 19G7: J. W. Cortada, Two Nations Ouer Time:
S/xtin and the U.S., 1776-1977. Westport, 1978: Juan Dura, "U.S. Policy toward
Dicatorship and Democracy in Spain, 193G-1953: A Case Study in the Realities
of Policy Formation", tesis doctoral inédita, University of California, Berkeley,
1979: Angel Viñas. 1m s ¡xictos secretos d e Franco con Estados Unidos, Barcelona
1981.
La alianza Perón Franco 169

Península Ibérica: "en favor del interés nacional, ha llegado el


momento de modificar nuestra política hacia España con miras a
una rápida normalización de las relaciones españolas-estadouni­
denses. tanto políticas como económicas.... sin hacer caso de las
consideraciones ideológicas del periodo de la guerra o del carácter
del régimen en el poder”. Esta recomendación fue aceptada con
rapidez por el Consejo de Seguridad Nacional y por el presidente
T aim an. '7 Los primeros indicios de la nueva política se entrevieron
a m ediados de noviembre, cuando el representante de los Estados
Unidos en las Naciones Unidas se opuso a la reconfirmación de las
sanciones diplomáticas contra España. Sin embargo, las lim itacio­
nes impuestas por la opinión pública nortamericana y los aliados
europeos de Washington, particularmente Gran Bretaña y Francia,
obligaron al gobierno de Trurnan a proceder cuidadosamente y
cam biar sólo lenta y gradualmente su política hacia Madrid.
La Argentina quería aprovecharse de tales circunstancias. A lo
largo de 1947, sus representantes en diversos países trataron de
convencer a sus colegas de los EE.UU. de la necesidad de una
acción coordinada contra la amenaza comunista, ligando este
imperativo con la política que habían llevado hacia España, “el
único país de Europa Occidental poseedor de un régimen enérgi­
camente anticomunista". Mientras Perón explicaba a diplomáticos
de Washington que la Administración Truman. de hecho, obraba
en perjuicio de sus mejores intereses propios al negarse a fortalecer
el régimen franquista, un alto oficial en la Cancillería argentina le
decía al encargado de negocios de la embajada de los EE.UU.:
“Quizás un día no muy lejano, incluso los Estados Unidos com ­
probarán hasta qué punto ha sido provechoso que la Argentina
mantuviera relaciones am istosas con España". Pocos meses des­
pués, durante las deliberaciones en la Conferencia de Bogotá, el
secretario de Estado. George Marshall. le dijo a Bramuglia que la
“cuestión española” debía ser resuelta y que ya no había motivos
para continuar con el “ridículo” boicot contra el régimen español;
Bramuglia propuso que la Argentina actuase como mediador en los
contactos entre Washington y Madrid.48

47 Keimaii al Departamento de listado, 24-10-47, NA, 711.52/10-2847:


“Policy Toward Spain", mayo de 1950, NA, 611.52/6-850.
JM"Basic Polilical Report on Argentina", 9-9-47, p. 11, NA. 835.00/9-947:
Areilza a MAE, 14.5.48. AMAE, R.2418/1. Los Estados Unidos, empero, no
necesitaban de los servicios de la Argentina como mediador para fomentar sus
relaciones con España.
170 Raanan Rein

Durante 1948, diversos funcionarios argentinos insistieron en


presentar con mayor claridad la relación entre el apoyo de su país
al régimen de Franco y la estrategia general de los EE.UU. para
contener el comunismo en Europa. Y sus esfuerzos ya no se
limitaban a meras insinuaciones durante conversaciones privadas.
Menos de un mes después de la firma del Protocolo Perón-Franco,
el presidente del Consejo Económico Nacional de la Argentina.
Miguel Miranda, pronunció un discurso en el que respondió a un
informe publicado por el Consejo Nacional de Comercio Exterior de
los EE.UU. El informe describía la declinación de las reservas de
oro y divisas en la Argentina, criticaba la política económica del
gobierno de Perón v los tratados económicos convenidos con países
como España y Gran Bretaña, que no le ayudaban a obtener
moneda extranjera. Ante un público que incluía diplomáticos y
hombres de negocios de Norteamérica, Miranda afirmó, ínter alia:

“Tam bién ha sido una de las causas principales que motivaron


la perdida de las tenencias de oro y divisas, la posición tomada
por nuestro país en ayuda de las naciones que Intervinieron en
la últim a guerra o sufrieron las consecuencias. C abria preguntar
aquí: ¿Qué habría ocurrido a la civilización occidental, si la
Argentina no hubiera ayudado con todos s u s recursos a España,
Italia, Francia, etc., a la espera de la aplicación efectiva del
llam ado Plan Marshall? No soy hom bre pesimista, pero c re o que
si la A rg e n tin a n o h u b iese cu m p lid o con su d e b e r p a ra con la m adre
p a tria y és ta h ubiera ca íd o en m anos d e l com u n ism o, a e sta s horas
no e s ta ría m o s aqu í tra n qu ila m en te reu n id os y vosotros, q u e habéis
c o m lia tid o p o r n u estra civilización, lo h a b ría is h ech o In ú tilm en te’
(el su bray ad o es mío).49

Este era un argumento que varios voceros del gobierno de


Perón, tales com o Miranda, formulaban explícitamente, pero al que
el propio presidente se refería en público sólo de un modo indirecto,
como de paso: los Estados Unidos no debían quejarse de la política
económica internacional de la Argentina, pues por medio de sus
relaciones con los países de Europa Occidental —y España en
particular— Buenos Aires había ayudado a la estrategia norteame­

49 Miranda pronunció su discurso ante la Legión Americana. El público


incluía un alto oficial del Departamento de Estado norteamericano, el cónsul
general de los EE. UU. en Buenos Aires y ejecutivos comerciales norteameri­
canos. Véase Ixi Nación, 4-5-48.
La alianza Perón-Franco 171

ricana que aspiraba a rehabilitar las economías del Viejo Mundo


para impedir la creación de condiciones que favorecieran el cre­
cimiento de los movimientos comunistas. Cuando la implementación
total de la iniciativa anticomunista de los EE.UU. fue postergada,
ya porque los preparativos y la institución del Plan Marshall eran
lentos y complicados, o porque la presión pública impedía la
inclusión de España en el plan de ayuda, la Argentina, libre de las
diversas limitaciones impuestas a los modeladores de decisiones
en Washington, fue capaz de lanzarse a la acción más rápidamente.
Por ello merecía agradecimiento y no reproches y objeciones.50
Este tipo de argumento no iba destinado al consumo interno
y. en las pocas ocasiones en que fue formulado en público, iba
dirigido por lo general a los oídos norteamericanos, ya que semejante
razonamiento, en el clima político interno de esos tiempos, podría
haber sido interpretado como “antinacional". Por lo tanto, debía ser
utilizado con cuidado. Perón 110 podía permitirse la presentación
de temas de esa manera, va que una de las banderas que le gustaba
enarbolar era la de la Tercera Posición, para crearse una imagen
de hombre que nunca vaciló en desafiar la política de Washington
en el continente americano y en la esfera internacional. Pero en
una conversación con el em bajador español, dio a conocer su
voluntad de ofrecer un crédito generoso a España, describiéndolo
como una política complementaria, no una medida para socavar
las acciones norteamericanas: “Se trataba de un suplemento al
Plan Marshall que la Argentina hacía al único país verdaderamente
anticomunista de Europa".51
El presidente aludió también a este aspecto mientras defendía
su política de cooperación con la España nacionalista, en un
discurso ante el Congreso argentino en mayo de 1948:

“Si alg u n a actividad hum ana está obligada a un a conducta de


absolu ta congruencia, es la política internacional. ¿Cómo puede

50 A fines de 1947, Miranda ya decía que la Argentina prestaría ayuda a


los países dañados por la guerra, incluso aquellos que no habían participado
en la misma, por ejemplo, España. Miranda sostenía que el Plan Marshall era
"exactamente lo mismo que el Plan Perón", con una sola diferencia: el del país
del Norte "se está retrasando demasiado ... [y] puede perder la oportunidad".
Véase la traducción española de un articulo de B. S. Bedmont, World, lieport,
25-11-47, en ICH. 213/2459.
51 Areilza a MAE. 30-9-47, AMAE, R.2418/1.
172 Raanan Rein

entonces ser aceptable que mientras a la E u ro p a Central se le


ayuda en su lucha contra ideologías extrañas, a España, que
forma parte de aquélla, se la someta a un bloqueo político y
económico que sólo puede d ar por resultado un castigo a un
pueblo que no lo merece para que, desesperado, pueda llegar a
soluciones extrañas?". ’2

Esta justificación se avenía bien con la propaganda franquista,


que se empeñaba en persuadir a los modeladores de decisiones y
a la opinión pública democrática de Occidente que en la España
del siglo -xx existían sólo dos posibilidades: el régimen de Franco
o el dominio comunista.

3. Motivos económicos

Sólo la comprensión de la situación económica argentina en


los primeros años de la posguerra y un examen, siquiera super­
ficial. de los tratados económicos de la Argentina con varios países
europeos y latinoamericanos, podrían aclarar que los acuerdos de
comercio y de pagos convenidos con España guardaban un sentido
tanto económico com o político. La serie de acuerdos firmados por
la Argentina tiene que ser vista en el contexto de la política
económica de Perón que. destinada a lograr la independencia
económica, incluía un plan de industrialización, la eliminación del
control extranjero sobre el transporte y los servicios públicos, y el
desarrollo de la marina mercante. En resumen, el objetivo consistía
en poner punto final a la estructura semicolonial de la economía
argentina. Es cierto que en un par de años los planes de política
económica y de comercio exterior del Gobierno fracasarían ro­
tundamente, pero es imposible negar que estaban animados por
la cordura y por un pensamiento consistente. El pasar por alto la
política general argentina en esas esferas y las pautas de las
relaciones económicas bispanoargentinas establecidas en el curso
de la Segunda Guerra Mundial, llevó a los observadores con­
temporáneos e investigadores sucesivos a concentrarse sólo en los
motivos ideológicos y políticos, por ejemplo en la presunta semejanza
entre los regímenes. Los créditos acordados por la Argentina
tuvieron verdadero significado de largo alcance para España, tanto

52 Perón, Los mensajes, p. 106.


La alia n za P erón -F ra n co 173

por causa de la casi desesperada situación económica de ésta


— al borde de la inanición— como por las claras repercusiones
políticas de la ayuda, que permitió supervivir a la dictadura. Sin
embargo, en el contexto de la política de comercio exterior de la
Argentina, los acuerdos comerciales y de pagos con Madrid no
tuvieron nada fuera de lo común.
Entre ju n io de 1946 y noviembre de 1948. Buenos Aires firmó
acuerdos de comercio bilaterales con no menos de 13 estados, moti­
vada por el deseo de diversificar los mercados de exportación y
fuentes para el abastecimiento de importaciones vitales, maquina­
rias y materias primas. Formaban parte de un intento de reducir
la vulnerabilidad del país, cuya dependencia de sus exportaciones
de cereales y carne le conferían una estrecha base económica. La
Argentina había aprendido de la amarga experiencia que no debía
quedar sujeta a un solo cliente: su principal consumidor, Gran
Bretaña, había dado preferencia al com ercio con los países del
Commonwealth durante los años 30 y bloqueado los pagos por
excedentes argentinos acumulados en los bancos de Londres
durante la Segunda Guerra Mundial. Cuando sobrevino la paz. los
británicos y a no eran una potencia industrial y financiera. Exhaus­
tos por la guerra no podían, en un luturo previsible, satisfacer las
necesidades de importación de la Argentina. Además, a partir de
agosto de 1947 no permitieron más a los países que exportaban
productos a Gran Bretaña convertir libras esterlinas en dólares
para pagar por productos comprados en los EE.UU. El futuro del
lazo económico entre Londres y la Argentina se perfilaba incierto.
Washington, en cambio, emergió de la guerra como la potencia
hegemónica de Occidente y. sin lugar a dudas, como la única fuente
posible de importaciones que la Argentina necesitaba para llevar
a cabo el plan de industrialización y modernización de su ejército.
Pero los EE.UU. no podían reemplazar a los británicos en las
relaciones com erciales con Buenos Aires, porque si las economías
de Gran Bretaña y la Argentina se complementaban entre sí, la
norteamericana y la argentina competían directamente una con
otra, lo que hizo que Washington cerrara las puertas a las im ­
portaciones argentinas.,;i A mediados de 1948 se hizo evidente para

53 Sobre el estrecho margen de maniobra argentino en la economía


internacional a fines de los 40, véase Jorge Fodor. "Pcrón's Policies íor Agricultura!
Fxports, 1946-1048: DogmalisinorCoiiuuon Scusc?", en I). Rock (ed.), Argentina
in Uie Tw entieth Century, London, 1975. pp. 135-61.
174 R a a iia n Rein

el gobierno peronista que se había cerrado para su pais toda


posibilidad de recibir siquiera una pequeña parte de los dólares que
fluían hacia los abastecedores de productos agrícolas a Europa en
el marco del Plan Marshall. La Argentina, por lo tanto, debía
ajustarse a las condiciones cambiantes y aprender las lecciones de
la experiencia.
El gobierno de Perón, que había elaborado un ambicioso plan
de desarrollo animado por el deseo de independencia económica,
comprendió los obstáculos que enfrentaba y trató de superarlos
mediante el aprovechamiento de la sustancial y urgente demanda
de carne y productos agrícolas en la Europa de posguerra. Bajo
la dirección de Miranda, la Argentina comenzó a firmar una serie
de acuerdos bilaterales que tenían por meta garantizar la continua
demanda de sus productos, a altos precios, por lo menos durante
cinco años. Se esperaba que con ellos seria factible implementar
el Plan Quinquenal de 1947-1955, aunque Perón comprendió
relativamente a tiempo que, de hecho, el plan exigiría no menos
de 15-20 años para su materialización. Hasta noviembre de 1948
fueron convenidos acuerdos, como ya se ha visto, con 13 países
de Europa Occidental, Europa Oriental y Latinoamérica.54
Casi todos los acuerdos, incluso los suscritos con España,
tenían características similares. El principio básico preveía la venta
de carne y productos agrícolas a cambio de importaciones de
mercaderías elaboradas, materias primas y maquinaria, a la vez
que creaban medios de pago para los clientes de la Argentina en
la forma de amplios créditos o la compra de bonos gubernamentales,
es decir, virtuales préstamos en todo sentido. Sin esos generosos
créditos o préstamos, el precio que los países de Europa habrían
podido pagar por los productos agrícolas argentinos sería mucho
más barato si en general se lo hubieran podido permitir. La mayoría
de los acuerdos incluían el compromiso a vender ciertas cantidades
de productos de exportación argentinos si los excedentes expor­
tables sobrepasaran de cierto nivel, y la garantía de cierto porcentaje
de dichas exportaciones si los excedentes disminuyeran del nivel
declarado. Los contratos con países que contaban con flota mer­

54 Ray al Departamento de Estado, 29-10-47, NA, 835.00/10-2947; Hugh


Dyron Carnes, Notes on. Argerilina's Bilateral Comperisatory Trade Agreements,
New Orleans,, 1949, caps. 1 2 y un articulo de B. S. Resmont, World Report.
25-11-47, 1CH, 213/1459.
La a lia n za Perón -F ran co 175

cante estipulaban que el comercio bilateral se llevaría a cabo con


barcos de ambos países. Además, generalmente se incluía una
cláusula prometiendo a los consumidores de productos argentinos
que si podían obtener los mismos en mejores térm inos de un tercer
país, y la Argentina, tras la debida notificación, se negaba a
equiparar dichos términos, quedaban en libertad de com prar en el
tercer país. La mayoría de los acuerdos llamaban también a mejores
conexiones marítimas y aéreas, a la apertura de filiales bancarias
oficiales, etcétera.
Las estadísticas muestran que las cantidades de trigo ga­
rantizadas en los años 1947 y 1948 a Gran Bretaña y Brasil
— este último, al igual que España, había sido un mercado secunda­
rio para las exportaciones argentinas hasta la década del 40— eran
mayores que las enviadas a España; a Italia también le fueron
garantizados embarques de cereales conforme a la misma escala
que los consignados a España. Las cuotas de aceites comestibles,
por ejemplo, prometidas a Italia, Francia y Gran Bretaña, fueron
también mayores que las que la Argentina se com prom etió a enviar
a España.53 Ix>s tratados preveían que si los excedentes exportables
de trigo fueren menores de 2,6 millones de toneladas, España
tendría derecho a recibir por lo menos el 15% de ellos en 1947 y
el 12% en 1948. Una cantidad similar se reservaba para Italia, pero
al Brasil se le había garantizado el 43%.5f’ En cuanto al maíz, los
acuerdos especificaban que, si los excedentes de exportación
disminuían a menos de 500.000 toneladas, España recibiría el 24%
en 1947 y el 20% en 1948. A Suiza e Italia se les prometió
cantidades comparables, en tanto que a Holanda le fue garantizado
un 33%. Tales estadísticas bastan para mostrar que España no
recibió un porcentaje excepcionalmente alto de las exportaciones
agrícolas argentinas en los años mencionados.
En cuanto a los créditos y préstamos prometidos a España,
eran sin duda muy grandes, pero también deben ser vistos en el
contexto del comercio exterior de la Argentina en su totalidad.

35 Carnes, JVotes. pp. 10-12. Fodor da cifras sobre las exportaciones de trigo
de la Argentina en los primeros siete meses de 1947. de acuerdo con las cuales
Gran Bretaña era el mayor cliente (unas 303.000 toneladas), seguida por Brasil
(234.OOO toneladas). Italia ocupaba el quinto lugar eri la lista, con 162.000
toneladas de trigo. Véase Fodor, “Perón's Policies", p. 148.
50 Carnes, Notes, pp. 16-17.
176 Raannn Rein

Préstamos — en forma de adquisición de bonos gubernamenta­


les— fueron prometidos también a Italia, Bolivia y Chile. Un crédito
rotativo que se confirió a España, fue ofrecido también a Italia y
Francia.37 España recibió un crédito anual rotativo por valor de 350
millones de pesos por cinco años. En octubre de 1946, Francia
recibió un crédito de 150 millones de pesos, que en 1947 fue
elevado a 600 millones. Hacia octubre de 1947. Italia había recibido
un crédito por 700 millones de pesos y créditos relativamente largos
fueron ofrecidos también a Holanda. Bélgica. Chile, etc. Durante
los primeros dos años del gobierno de Perón, la Argentina otorgó
créditos por casi 4.000 millones de pesos a diversos países, una
suma comparable al valor de todas las exportaciones argentinas
en 194 6.M
Con respecto al argumento de que las exportaciones en gran
escala a España eran ilógicas, debido a su difícil situación eco­
nómica y al peligro de que. tal com o ocurriera en la Segunda Guerra
Mundial, no pudiera reembolsar sus deudas, es imposible negar
que los tratarlos se basaban parcialmente en consideraciones no
económicas, como este capítulo quiere demostrar, pero también
factores económicos desempeñaron un papel. Primero, aunque
muchos países europeos deseaban com prar la totalidad de las
exportaciones agrícolas argentinas, en especial los cereales, la
mayoría eran clientes problemáticos. Tal fue el caso con Italia y
Francia en 1946-1947. Sus economías estaban en ruinasy resultaba
difícil calcular cuánto tiempo les llevaría recuperarse lo suficiente
como para enviar a la Argentina las mercaderías y productos
industriales requeridos en retribución. Carecían de medios para
financiar sus importaciones desde la Argentina y sus monedas, al
igual que la mayoría de las monedas europeas en ese entonces,
eran inconvertibles; en cuanto a la Argentina, necesitaba en primer
término dólares para comprar equipos y máquinas en los EE.UU.
Segundo, la Argentina aún confiaba en obtener de España
varios productos y bienes vitales. La industria metalúrgica y la de

57 Ibid. pp. 28-29: Fodor, “Perón's Pollcies”, p. 149. También el embajador


de los EE.UU. en Buenos Aires describió el acuerdo comercial y de pagos entre
la ArgenUnay España como uno más en la serie de acuerdos bilaterales firmados
por el país en que se encontraba destacado. Véase Messersmith to Clayton, 31-
10-46, GSM Papers, itein No. 1815.
58 NA, OIR Report, Ns 4714.
La a lia n za P erón -F ra n co 177

acero eran relativamente avanzadas y la Argentina necesitaba


esos productos para llevar a cabo su Plan Quinquenal. En Buenos
Aires se creía que España, con sus astilleros, podría ayudar
también a la Argentina a realizar su ambicioso plan para la
suficiente expansión de su marina mercante. Así no seguiría
dependiendo de los barcos extranjeros para el transporte de sus
exportaciones. Los argentinos cifraban grandes esperanzas en la
posibilidad de establecer un puerto franco en España, com o escala
hacia la ampliación de sus exportaciones a los países de Europa
y de la Cuenca del Mediterráneo.
Tercero y aún más importante: la Argentina esperaba atraer
a una nueva ola de inmigrantes españoles. Bajo Perón, la República
confiaba en renovar el flujo inmigratorio que se había interrumpido
en los años 30 por la contracción económica mundial, seguida por
la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial. Pero ahora
se deseaba un nuevo tipo de inmigrante. Las puertas del país ya
no seguían abiertas para lodos los arribados, con el fin de poblarlo:
ahora los inmigrantes eran seleccionados y examinados cuidado­
samente, conforme a criterios étnicos y nacionales, prefiriéndose
grupos de inmigrantes llegados de Italia y España, ingenieros,
técnicos y trabajadores especializados, que pudieran contribuir al
éxito del Plan Quinquenal.59
Los representantes de España en Buenos Aires, por su propia
iniciativa, estimularon a Perón a considerar la idea de importar
técnicos inmigrantes de su país y el presidente aceptó la idea con
entusiasmo/’0 De hecho, el acuerdo de octubre de 1946 ya incluía
disposiciones animadas por el deseo de garantizar el arribo de
inmigrantes desde España, incluidos obreros especializados. Unos
dos años después el canciller español, Martín Artajo, firmó varios
tratados concernientes a la inmigración, durante su visita a Buenos
Aires. Miles de inmigrantes en potencia se apresuraron a solicitar
consultas a las autoridades de España y la Argentina, con la

59 Véase Ménica Quijada Mauriño, “Política inmigratoria del primer


peronismo: las negociaciones con España", Kevista Europea de Estudios Isiti-
noaniericanos y del Caribe (diciembre de 1989), pp. 43-65. Sobre emigración de
España a la Argentina después de la Segunda Guerra Mundial, véase también
Jesús García Fernández, La em igración exterior d e España, Barcelona, 1965, pp.
17-20.
60 Véase, por ejemplo, Areilza a MAE. 30-9-47, AMAE. R.2418/1; El Uder,
9-12-48.
178 Raanan Reln

esperanza de llegar a la “tierra prometida".6' Pero la mayoría de los


planes y acuerdos fracasaron. El régimen franquista, que buscaba
por su parte el desarrollo industrial propio, no se mostró entusiasta
con respecto a ese tipo de migración, aunque quería estimular la
partida de excedentes de población de ciertas regiones, en especial
por los apuros económicos y las dificultades en el suministro de
víveres. El gobierno argentino, por su parte, demostró ser muy poco
eficiente e incapaz de enfrentar una tarea tan ambiciosa como la
absorción de 100.000 inmigrantes españoles por ano. Si agregamos
a ello las dificultades burocráticas en ambos países, el deterioro
de sus relaciones a partir de 1949 y los problemas económicos con
que tropezaba la Argentina desde el final de los años 40. no nos
habrá de sorprender que entre 1946 y 1959 sólo unos 230.000
españoles emigraron a la Argentina. Estas cifras, empero, tampoco
son insignificantes, si se tiene en cuenta que en 1946 sólo 2.366
inmigrantes de España llegaron a la Argentina y que un año
después sumaron todavía menos de ÍO.OOO.62
C u arto, m ás allá de la re tó ric a sobre la fratern idad
hispanoargentina. asomaba el cínico intento argentino de aprovechar
la escasez de víveres en España y su falta de fuentes alternativas
de donde importar productos agrícolas, para fijar altos precios por
las exportaciones de la Argentina. De España se recaudaban
precios exorbitantes con el fin de obligar a otros consumidores a
pagar también precios muy altos, aunque no tan altos como los
pagados por Madrid.
La producción agrícola argentina era exportada por intermedio
del Instituto Argentino para la Promoción del Intercambio (IAPI).
que com praba los productos a bajo precio directamente de los
agricultores y los vendía a precios muchas veces más altos a países
extranjeros, aventajándose de la escasez de alimentos en Europa.
Las ganancias se utilizaban para el programa de industrialización,
compras estatales, desarrollo de los sistemas de transporte y
comunicación, financiación de créditos a clientes extranjeros, etc.
En muchos países se formulaban protestas por los altos precios
de las exportaciones argentinas. España no gozaba de ninguna
rebaja, a pesar de sus terribles privaciones, sino todo lo contrario.

61 Muchas aplicaciones semejantes pueden verse en AMAE, R. 1731/3.


62 Estas cifras fueron extraídas de Quijada Mauriño, “Política inmigratoria".
Ver también García Fernández, La emigración, pp. 253-268.
La a lian za P erón -F ra n co 179

A mediados de 1947, por ejemplo, una agencia noticiosa francesa


informó que la Argentina estaba a punto de aumentar el precio del
maíz. Hasta entonces cobraba 22-25 pesos por 100 kg de maíz;
ahora exigiría 36 pesos. Poco antes — afirmó la misma agencia—
los argentinos vendían maíz a España al precio de 64 pesos por
100 kg. aprovechando que España no tenía dólares y en conse­
cuencia no podía comprar maíz en los EE.UU. En círculos comerciales
se sostenía que el precio de 64 pesos le había sido impuesto a
Madrid para impresionar a los otros clientes de la Argentina y
exportar a precios agiotistas hacia ellos.63
Los españoles sabían bien que la Argentina les cobraba precios
exorbitantes, pero no podían hacer otra cosa que apretar los dientes
y conformarse; no tenían fuentes alternativas de suministros. Una
sola vez la política argentina fue públicamente criticada en Madrid,
cuando el canciller, Martín Artajo. presentó el Protocolo Perón-
Franco ante las Cortes españolas para su ratificación. Artajo
explicó que el crédito otorgado a España en el acuerdo original, de
1946. había sido agotado antes de lo esperado, por lo que debía
ser aumentado en el nuevo Protocolo. Una de las razones por las
cuales había sido utilizado tan rápidamente fue que el precio del
trigo había aumentado de 35 pesos por 100 kg en el tiempo de las
negociaciones, a unos 70 pesos en 1948. Artajo describió la difícil
situación de España en 1946-1947, cuando estaba obligada a
“ importar de la Argentina a precios enormemente altos, pero el
sacrificio fue inevitable” . Esas palabras implicaban una crítica a
la Argentina, que se aprovechaba de las privaciones de España para
aplicar altos precios, pero al día siguiente fueron censuradas y la
mayoría de los diarios madrileños las borraron del texto del
discurso publicado. La embajada norteamericana en Madrid informó
de la gran amargura que reinaba en el liderazgo español por las
tácticas de negociación argentinas. Prevalecía también un aire de
frustración por el hecho de que a España le faltaba moneda
extranjera para com prar cereales de otras fuentes, lo que la volvía
dependiente de los antojos del gobierno peronista.64
Quinto, al exportar grandes cantidades de cereales a España,

63 Artajo a Areilza. 2-6-47, AMAE, R. 1453/1.


04 Culbertson al Departamento de Estado. 20-7-48. WNRC. BA 1948, box
114, file 710. Sobre el discurso de Artajo, Embajada en Madrid al Departamento
de Estado, 17-7-48. NA. 852.032/7-1748.
180 R aan an Reln

la Argentina quería demostrar que podía integrarse en el Plan


Marshall. En otras palabras, el Protocolo Franco-Perón tenía también
por objeto persuadir a los Estados Unidos, de un modo indirecto,
que permitiera a los beneficiarios europeos del plan gastar dólares
en la Argentina. Hasta mediados de 1948 la Argentina cifraba
grandes esperanzas en que parte de los dólares norteamericanos
canalizados hacia los países europeos fuesen utilizados para la
com pra de sus productos agricolas.fir’ Eso la sacaría del círculo
vicioso en que se sentía atrapada, poniendo a su disposición los
dólares que necesitaba tan desesperadamente para comprar ma­
terias primas, maquinarias y otras mercaderías de los EE.UU.
Perón esperaba que su "Mini-Plan Marshall" para España convenciera
tanto a los europeos como a los norteamericanos de que la
Argentina debía ser incluida en el plan para la rehabilitación de
Europa. Pero tales expectativas se frustraron a mediados de 1948,
pocas semanas después de que las esperanzas de España de
incorporarse a los países que recibían ayuda también se desvirtua­
ron por completo.
Sea como fuere, puesto que los argentinos por lo general
describían todas sus relaciones com erciales con Europa y Am érica
com o actos de altruismo debidos a la generosidad de Perón y al
deseo de contribuir a la rehabilitación de las economías del mundo
entero, con miras a la salvaguardia de la civilización occidental y
a la detención del expansionismo comunista, no podían revelar a
viva voz los motivos económicos verdaderos de sus relaciones con
España. El aspecto económico no figuraba en el repertorio de
justificaciones ideológicas de la Argentina, para su cooperación con
la dictadura española.

05 En mayo de 1948, Perón dijo al embajador de España que esperaba que


• por lo menos 2.000 o .'i.000 millones de dólares del Plan Marshall llegaran a
la Argentina. Véase Areilza a Artajo, 4-5-48, AMAE, R. 1891/7.
Capítulo sexto

El nacionalismo peronista y
el legado hispánico

En todos los países de América Latina puede vislumbrarse a


lo largo de! siglo xx la búsqueda por modelar la identidad nacional:
una identidad destinada a crear integración social y solidaridad a
nivel del país, y al mismo tiempo prepararlos para enfrentar mejor
los desafíos del desarrollo y de la modernización. Así esperaban
poder salir de la situación de dependencia económica y contrarrestar
la creciente presencia estadounidense en todo el continente. En
cada uno de estos países se intentó en determinado momento forjar
mitos sobre un presunto origen étnico común, que uniera a la
comunidad entera en una especie de gran familia con la misma
sangre y el mismo destino. Y en cada país se registró una lucha
interna diferente en cuanto a los componentes y los contenidos que
conformarían la identidad y la conciencia nacional, o respecto del
legado mítico que debía respaldar el proceso de cohesión de la
sociedad.
En países com o México o Perú existía la opción cultural de
volver la mirada hacia el glorioso pasado indígena de los imperios
azteca o inca. Por lo tanto, en diversas etapas de la modernización
de aquellos países, se dejaron oír voces que evocaban el remoto
pasado étnico, para que el origen y la historia en común ayudaran
a legitimar el proceso de desarrollo y de innovación que atravesaba
la sociedad y al mismo tiempo contribuyeran al proceso de
cristalización nacional. Como en cualquier otra sociedad en que se
dan circunstancias semejantes, también en México y en Perú había
necesidad de una identidad nacional que les perm itiera conjugar
182 R aan a n Reln

los cambios modernos con las concepciones de sus pasados. Fue


así que surgió un nacionalismo populista que buscaba una base
que fuera tanto intelectual como popular, y que residtó en la
glorificación del pasado indígena precolombino.1
La Revolución Mexicana, por ejemplo, postuló como uno de sus
objetivos centrales en todas sus etapas la integración de los
indígenas a la vida de la Nación. Para ello fue necesario re-escribir
la historia y re-descubrir el pasado anterior a la Conquista. A partir
de la década del veinte se desarrolló en México un nacionalismo
cultural que intentó salvar la brecha abismal que separaba su
pasado de su presente. La m itología azteca y el panteón de su
religión sirvieron para impulsar la arqueología y la revelación del
pasado indígena. Un aporte de importancia en este terreno fue el
de los artistas locales, que permitieron a su país un mejor co­
nocimiento de la historia azteca. Muralistas como Rivera. Siqueiros
y Oro/.co adoptaron las pinturas monumentales, arraigadas en
México antes de la llegada de Hernán Cortés, ensalzando a los
indígenas y sus tradiciones com o los héroes relegados de la historia
mexicana. Sus obras brindaron a las masas una nueva interpretación
del pasado, creando asi una memoria visual que ayudaría a
fundamentar la nueva identidad nacional.^
En Perú, el partido político más destacado después de la
Segunda Guerra Mundial intentó cooptar el pasado precolombino,
particularmente la organización comunal de las com unidades
indígenas (ayllú), para poder hacer frente a los procesos de mo­
dernización v crear una estructura socioeconómica más justa. La
ideología de la Alianza Popular Revolucionaria Americana, más
conocida por sus siglas APRA, fue modelada en los años 20 bajo
la influencia de las revoluciones en México y Rusia. Dos figuras
prominentes en este contexto fueron José Carlos Mariátegui y Raúl
Haya de la Torre. El primero intentó aplicar las ideas marxistas

1 Sobre los intentos de diversos movimientos nacionales de crear mitos


sobre su origen étnico común, ver A. Smith, "National Identity and Myths of
Ethnic Descent", Research in Social Movenients: Conjlicts and Change, 7 (1984):
pp. 95-130: ídem, “Nacionalismo e indigenismo: la búsqueda de un pasado
auténtico". Estudios Jnlerdisc.iplinarios d e Am érica Ixilina y el Caribe, vol. 1, N° 2
(julio-diciembre 1990): pp. 5-17: W. Connor, “Ethnonationalism". en: M. Weiner
& S. Huntington (eds.), Understandirig PolUicat Development, Boston. 1987, pp.
190-220.
2 G. Masur, Natioivalism in Latin America, New York. 1967, p. 81.
El n a cion a lism o peron ista y el legado h isp á n ico 183

y sorelianas que conoció en Europa a la realidad de su país,


sosteniendo que la civilización incaica había sido, de hecho, una
forma avanzada de orden social comunista auténtico. Por ello, en
su opinión, también en el Perú moderno, con una población
com puesta mayormente por indígenas y mestizos, el socialismo
significa "indigenismo": la resurrección de las instituciones sociales
de la población autóctona y la búsqueda de las raíces nacionales
peruanas en lndoamérica.3
Esta terminología revolucionaria nativista podía ser utilizada
exclusivamente en una sociedad que se hubiera construido sobre
las ruinas de una cultura indígena notable y gloriosa. En la Argen­
tina no existía tal posibilidad, de manera que los límites del debate
sobre la identidad nacional que dictó la cultura hegemónica en
Buenos Aires fueron necesariamente diferentes. Cabe recordarse
que los indígenas que quedaban en la Argentina eran apenas unos
pocos sobrevivientes de la población original, de por sí escasa, que
había habitado a orillas del Río de la Plata hasta la llegada de los
conquistadores españoles y que jam ás había logrado un grado de
desarrollo comparable al de los aztecas, mayas o incas. De los
indígenas que sobrevivieron a los españoles, una parte fue aniquilada
posteriormente por gobiernos de la Argentina independiente. Para
los proceres que crearon la nación argentina, quienes rechazaban
todo cuanto se relacionara con el periodo colonial, los indígenas
y los gauchos no eran sino símbolos de la barbarie y un obstáculo
al desarrollo de la civilización moderna en el pas.! La falta de una
tradición indígena impulsó a la Argentina a una admiración
exagerada de la cultura europea, principalmente en sus vertientes
francesas y anglosajonas; su escasa densidad demográfica condujo
a la adopción de una política inmigratoria que modificó al país.5
Estas eran las cartas a disposición de Perón cuando llegó su tum o
para remodelar la conciencia nacional argentina.

3 .Sobre la APRA y su ideología pueden consultarse, entre otros: F.


Bourricaud, Pow er and Society in Contemporary Perú, New York, 1970, part II,
cap. 1: Van Niekerk, Populism and Developm ent in Latin America..
A Una expresión contundente de esto es el libro de Sarmiento de 1845,
Facundo, conocido también bajo el tíiulo Civilización y barbarie.
5 Datos sobre la dimensión de la inmigración hacia la Argentina desde
mediados del siglo x k pueden encontrarse en A. P. Wliitaker, Argentina, New
Jersey, 19G4, pp. 53-55.
18-1 R aan an Rein

Perón, paladín de la Hispanidad

A! acceder al gobierno. Perón adoptó una política que tenia por


objetivo poner fin al carácter semicolonial que tenia la economía
argentina, garantizando asi la independencia nacional. Esta po­
lítica preveía un programa de industrialización, la liquidación del
dom inio extranjero en las áreas del transporte y de los servicios
públicos, el desarrollo de una marina mercante, etc. La búsqueda
de una independencia mayor para su país mediante la moderni­
zación incluyó el empeño en m odelar una nueva conciencia na­
cional. Durante los primeros años de su régimen buscaba reducir
no sólo la dependencia política y económica del país, sino también
la dependencia cultural que había caracterizado las relaciones de
la Argentina con Gran Bretaña, Francia y los Estados Unidos.
Quería liberarse de la orientación cultural hacia Londres y París,
típica de las elites intelectuales y oligárquicas.6 Por lo tanto, Perón
adoptó una estrategia cultural que pretendía conjugar el legado
hispánico, el catolicismo y la cultura indígena como elementos
centrales en la nueva conciencia nacional. En su intento por
librarse de los sofocantes lazos neocoloniales. estaba dispuesto
incluso a remontarse al lejano e inocuo pasado colonial, abarcando
el elemento hispánico en la nueva identidad nacional que pretendía
plasmar. Para ello movilizó también los estrechos vínculos que
había cultivado con la dictadura del generalísim o Francisco Franco
durante la segunda mitad de los años cuarenta.
También es probable que, al adoptar la Hispanidad. Perón haya
intentado asimismo implantar en la sociedad argentina, caracte­
rizada por la inmigración, un renovado mito de un origen común,
generando una sensación de legado o identidad etno-nacional, que
agrupaba a los argentinos en una especie de clan, o una gran
familia hispánica. Este retorno al legado de la Madre Patria no era
una novedad en la tradición intelectual argentina: desde comienzos
del siglo xx es posible encontrar a quienes reclamaban forjar la
identidad mediante un regreso al seno de la hispanidad y del
catolicismo. Estas voces se intensificaron a partir de la década del

6 “Si el inglés era el lenguaje de los negocios, el francés era el Icguaje del
espíriiu y el placer...", escribió Arturo Jauretche en El medio pelo en la sociedad
argentina, Buenos Aíres. 19(56, p. 77. El embajador español pidió con urgencia
a su país que combatiera la predominante influencia francesa en la vida cultural
argentina. Véase Bulnes a MAE, 22.3.46, AMAE, R. 2418/1.
El n acion alism o p e ro n is ta y el lega d o h ispán ico 185

treinta, especialmente entre los nacionalistas de la extrema dere­


cha. De todos modos, hasta los años cuarenta no hubo ningún
gobierno en Buenos Aires que haya adoptado a España y a la
Hispanidad en su discurso.7
En noviembre de 1947. Perón pronunció un importante dis­
curso ante un grupo de intelectuales argentinos, entre los cuales
sobresalían personalidades católicas e hispanófilas de la extrem a
derecha. En sus palabras, el Presidente destacó que el gobierno se
proponía orientar la cultura de la nación, con la cooperación de
intelectuales com o los que com ponían esa audiencia. El presidente
explicó que la cultura debía ser organizada de tal manera que "no
se continuara efectuando en nuestro país cosas que son contrarias
a nuestra propensión peculiar, a nuestra raza, a nuestra religión
y a nuestra lengua, y por lo tanto debemos imponer nuestra
cultura” . La conducción del gobierno era necesaria, dijo, ya que
'hoy parece que las artes y la literatura no son actividades
estatales, sino llevadas a cabo por quienesquiera que gustan hacer
una cosa u otra. Por consiguiente el Estado debe prestar su propia
orientación a dichos aspectos, fijarse metas y supervisar de qué
modo se concretan para ver si ellas (las metas] son alcanzadas o
no”.B La Hispanidad de Perón se combinaba con su empeño en
lograr una hegemonía ideológica, reemplazando el sistem a de
valores culturales que regía en la oligarquía argentina.
El contenido nacional que Perón quería dar a la cultura

7 Marisa González de Oleaga. ‘ Panamericanismo e hispanidad en la política


exterior argentina de la Segunda Guerra Mundial: la confrontación política en
la creación de identidades colectivas". Estudios Interdisciplinarios d e Am érica
Ixitina y el Cari be. Vol. 5. N- 1 (1994): pp. 59-82. Al utilizar el término His­
panidad, nos referimos al Hispanismo en su versión más militante, autoritaria
y católica, tal como fue planteada por la derecha española y adoptada luego por
el régimen franquista. Esta versión rechazaba el laicismo v los modelos foráneos
de las potencias occidentales (Gran Dretaña, Francia y los Estados Unidos),
pretendiendo unir más estrechamente a todos los pueblos hispanohablantes.
Sobre ello ver: F. B. Pike, Hispanismo. ¡8 9 8 1936: Spanish C.onservatives and
iJbeia ls and Their lielations with Spanish America, Notre Dame-Londori, 1971:
Lorenzo Delgado Oómez-Escalonilla, Diplomacia franquista y política cultural
hacia Iberoamérica. ¡9 3 9 -¡9 5 3 , Madrid, 1988; W. B. Bristol. “IIispanidad in
South America, 1936-1945”, tesis doctoral inédita, University oí Pennsylvania,
1947.
* Sobre el encuentro de Perón con los intelectuales y el discurso que
pronunció en tal ocasión, véase Em bajada en Buenos Aires al Departamento
de Estado. 18 11-47. NA. 835.42/1 1-1847.
186 Raanan Rein

argentina se basaba en los principios del ju sticialism o— "soberanía


política, independencia económica y ju sticia social”— entrelazados
con el acervo hispánico y el catolicismo, especialmente con la
doctrina social de la Iglesia. El peronismo adoptó, de este modo,
una interpretación determinada del pasado para legitimar las
acciones emprendidas en el presente y asegurar así su futuro. Una
de sus metas era constituir una sociedad industrial, moderna y
urbana, en contraste con décadas de gobierno oligárquico, basado
en una economía agropecuaria y lazos com erciales complementarios
con Gran Bretaña. Para ello se requería un nacionalismo cultural,
concebido com o complemento imprescindible, pero también como
una condición social para una política y una economía nuevas.
El uso que hizo este nacionalismo cultural del legado hispánico
destacó, entre otras áreas, en el sistema educativo. Una de las
figuras centrales del Ministerio de Instrucción Pública y Justicia,
el subsecretario Jorge Pedro Arizaga, acentuó durante una visita
a Madrid que la orientación pedagógica había pasado por tres fases
en la historia argentina. La primera se caracterizaba por el pre­
dominio de todo lo relacionado con España. En la segunda, el
positivismo alejó la orientación española y abrió el camino a
“exotismos nefastos" e influencias "miserables, foráneas'. Y la
tercera fase, en la que la Argentima entraba ahora bajo la con­
ducción de Perón, iniciaba un proceso con miras al abandono de
"tales errores" para retornar al seno del espíritu español.* Una
expresión de este nuevo enfoque puede verse en la resolución
adoptada hacia fines de 1948 por la Academia Nacional de Historia,
alentada por el régimen, recomendando a historiadores, investi­
gadores y autores de libros escolares que escribieran sobre la
historia am ericana y argentina, y que al referirse al periodo que
iba desde com ienzos del siglo xvi hasta la epopeya independentista
del primer cuarto del siglo xix, no se empleara la expresión habitual
"período colonial”, sino "periodo hispánico” .10 El diario peronista El
Líder explicaba a sus lectores que los países hispanoamericanos
jam ás habían sido colonias, sino provincias de ultramar, consi-

“ A liC , 18 11-1948. Sobre las concepciones de Arizaga, véase Bernetti y


Puiggrós, Peronism o: cuitara política y educación, pp. 127-136.
10 Memoria anual de la Embajada en Buenas Aires. 1949, AMAE, R.2439/
38: El M undo (Buenos Aires), 23-12-48. Esta sugerencia, que no tuvo una
Influencia palpable, despertó fuertes criticas. Véase Ix i Prensa, 22 10-48: Areilza
a MAE, 3-1-49, ICH. 133/1735.
El n a cio n a lism o peron ista y el lega d o h isp án ico 187

deradas como parle orgánica e inseparables del reino, y que


gozaban com o tal de la plenitud de derechos y obligaciones que ello
im plicaba.1'1 Se invocaba a los historiadores argentinos a que no
cayeran en las redes de la Leyenda Negra, la propaganda hostil
difundida por los enemigos europeos de España al poco tiempo
de haberse completado la conquista del continente; esta pro­
paganda intentaba, enfatizando las atrocidades cometidas por los
españoles en el Nuevo Mundo, quebrar el monopolio español en
América.
Durante los primeros años de gobierno de Perón, el régimen
intentó crear una ecuación según la cual la oposición al vínculo
con España equivalía a una traición a la nacionalidad argentina.12
Las relaciones económicas y políticas del gobierno de Perón con la
España nacionalista fueron acompañadas con abundantes pala­
bras sobre las raíces hispánicas de la Argentina. La Hispanidad,
por lo tanto, le había servido de motivo pero también de justifi­
cación ideológica central para los vínculos con el franquismo, una
justificación que, por supuesto, recibía am plia publicidad en España
y llegó a transformarse en un instrumento apropiado para los fines
de la propaganda de Hispanidad del régimen de Franco. El argumento
utilizado por Perón y sus adeptos era que el lazo cultural y
espiritual, los vínculos de sangre, religión y lengua, obligaban todos
a que la Argentina ayudara a la "m adre patria" cada vez que ésta
se encontrara en apuros, sin que importara el régimen prevaleciente
en Madrid. Dicha posición fue expresada, por ejemplo, en un
artículo publicado en el vespertino properonista Crítica, después de
la firma del Protocolo Perón-Franco:

“P ara los pueblos libres que la llam an con orgullo m adre patria.
E sp añ a no puede ser objeto de especulaciones, sean éstas de
orden económico, m ilitare Incluso ideológico... Para la Argentina,
E sp añ a es algo m ás que un trampolín estratégico... Es la presen
cia m áxim a de nuestro propio espíritu en Europa... Para la

11 “Nunca luimos colonia, siempre fuimos ciudad", editorial, El l.idcr, 13-


10-49.
12 Una interpretación histórica de este tipo puede hallarse en lo que
declarara Perón durante su exilio en Madrid. Ver: Félix Luna, El 45, Buenos
Aires, 1969, p. 195, n. 18.
188 R aanan Rein

Argentina lo que cuenta son los españoles, el pueblo de España,


lo permanente de su ser...”.13

Más de una vez. diferentes líderes peronistas o los medios de


información controlados por el Gobierno elogiaron el acervo español
de América sin mencionar específicamente al régimen de Franco.
Pero en las circunstancias políticas e internacionales de ese tiempo,
tales elogios no específicos significaban no menos —y a veces
incluso más— que un beneficio para los intereses del gobierno de
Madrid, ya que éste intentaba presentarse a sí mismo como el
auténtico representante y heredero de toda la historia y la cultura
españolas. Hacía lo posible por identificar la dictadura con el legado
español, en tanto describía a sus rivales republicanos en el exilio
como representantes de influencias foráneas que nada tenían que
ver con España ni con los intereses de la patria.14
La ocasión más propicia para realzar la contribución española
a la cultura latinoamericana se presentó el 12 de octubre. Día de
la Hispanidad o Día de la Raza, como se lo llamaba en la
Argentina.13 En el primer Día de la Hispanidad tras la elección de
Perón, el presidente y su esposa atribuyeron mucha importancia
a los actos conmemorativos en la capital y asistieron a varios de
ellos. Ese día. Perón no sólo elogió a España en sus discursos, sino
qu°confirió a los actos un evidente significado político profranquista
al organizar un gesto recíproco, en el que ambos líderes se
adjudicaban mutuamente condecoraciones. El presidente argen­
tino envió una delegación especial a Madrid para la entrega de la
medalla a Franco.
Pero el discurso que suscitó el mayor entusiasm o en España
fue el que pronunció Perón en octubre de 1947. Hablando ante la
Academia Argentina de Letras, en ocasión del Día de la Hispanidad

" Critica. “España es al,lío más", 5-4-48. Véase también Critica, 2:1-8-48,
citado en Ray al Departamento de Estado, 27-8-48, NA, 710.52/8 2548.
M Bulnes a MAE, 22-3-46, AMAE, R.2418/1; “Guillon para el Embajador
de España en la Argentina", s.f., AMAE, R.2420/23: W. 15. Bristpl, "Hispanidad
in South America”, p. 493.
15 El Dia de la Raza (que no era racista por naturaleza, sino cultural) fue
instituido en la Argentina por el presidente Hipólito Yrigoyen, a través de un
decreto publicado en octubre de 1917. Su texto puede encontrarse en: Embajada
Argentina en Madrid, España en el pensam iento d e dos conductores argentinos:
Perón e Yrigoyen, Madrid y Buenos Aires, 1974, p. 7.
El n a cio n a lism o p eron ista y el lega d o h isp án ico 189

y del 4 0 0 aniversario del nacimiento de Cervantes, Perón alabó el


acervo de España en América y “el tesoro espiritual que encierra
la titánica obra cervantina, suma y compendio apasionado y
brillante del inmortal Genio de España". En su opinión, "la historia,
la religión y el idioma nos sitúan en el m apa de la cultura occidental
v latina, a través de su vertiente hispánica, en la que el heroísmo
y la nobleza, el ascetismo y la espiritualidad, alcanzan sus más
sublimes proporciones". Explicó luego cuán importante era reco­
nocer las raíces de! pasado a fin de enfrentar los desafios del futuro,
y previno que si la América española olvidara la tradición que
enriquecía su alma y se apartara de sus lazos con la cultura latina;
si se alejara del cuadro humanista que el catolicismo había
establecido para ella y negara a España: entonces quedaría de
inmediato carente de coherencia y de dimensión espiritual pro­
funda.16
Después del discurso del gobernante argentino, muchas partes
del cual fueron publicadas en la prensa de España y la Argentina,
el ministro de Asuntos Exteriores español se apresuró a agradecerle
por haber expresado una "fe hispánica" tan ferviente y realzó los
valores com unes a ambos países. El cónsul general de España en
Buenos Aires, a su vez. aconsejó al gobierno de Madrid que
imprimiera el discurso en forma de folleto para ser distribuido a
lo largo de todo el continente americano. En pocas semanas, unas
100.000 copias fueron impresas. El gobierno franquista estaba
convencido de que la difusión del discurso por toda Latinoamérica
ayudaría a crear en el continente un clima de opinión más favorable
a Madrid. Sea como fuere, Perón ya era visto por todos como el
principal abanderado de la Hispanidad en Am érica.17

El texto del discurso puede encontrarse en Embajada Argentina en


Madrid, E spaña en el pensam iento, pp. 19-39; Ixi Nación, 13-10 47 y ABC',, 14-
10-47. Sobre los eventos del Día de la Hispanidad de 1947 en Buenos Aires,
véanse también los telegramas de Areilza al Ministerio de Asuntos Exteriores
de Madrid, i 2-10-47, AMAE, R. 1279/1. Pocas semanas después. Perón pronun­
ció otro importante discurso, animado también por el espíritu de Hispanidad,
en ocasión de recibir un doctorado honorario de las universidades argentinas.
Véase Em bajada en Madrid al Departamento de Estado, 21-11-47, NA,
852.42700/11 2147.
17 Sufter a Artajo. 14 10 47. Archivo Privado de Alberto Martín Artajo,
(Madrid); Artajo a Areilza, 17 11-47. AMAE, R 1453/1. Durante su exilio en
Madrid, Perón dijo al historiador Félix Luna: "Vea; hay dos líneas históricas en
el pais. con referencia a los hombres de gobierno: la linea hispánica y la línea
190 R aa n a n Rein

Entre la gama de ceremonias y símbolos que Perón aprovechó


para ello, cabe destacar la decisión de traer de España los restos
mortales de los padres del general José de San Martin, el principal
héroe de la independencia argentina, para que fueran enterrados
en Buenos Aires. Se combinaba asi el lazo entre España y su hija
americana con el culto sanmartiniano, que Perón destacaba más
que sus antecesores, sin evitar la comparación entre él y el
Libertador.
La prensa peronista se movilizó para aclarar a la opinión
pública argentina el profundo significado del evento e invitar a los
ciudadanos a participar en las ceremonias. Sobresalió entre los
diversos medios de difusión el diario Democracia, que estaba muy
identificado con Evita, recientemente llegada de su gira triunfal por
España.iB Efectivamente, al anclar el buque-escuela "La Argentina"
en Dársena Norte, con los féretros de los padres de San Martín,
había un público numeroso que esperabajunto a los representantes
oficiales, encabezados por el presidente de la Comisión de Honor
y Recepción y ministro de Guerra. Humberto Sosa Molina.
Para garantizar la asistencia multitudinara a los eventos, el
régimen alentaba a diversas organizaciones, tanto del interior como
de la Capital Federal, a enviar delegados. En esta ocasión también
se había dispuesto el asueto de todo el personal de la adminis­
tración pública a partir de las 12 de la mañana, a fin de que los
funcionarios pudieran asistir a los actos de homenaje a los restos
de doña Gregoria Matorras y de don Juan de San Martín. Un
decreto presidencial ordenaba que los días 24 y 25 de noviembre
la bandera fuera arriada a media asta en cuarteles, buques,
fortalezas y organismos dependientes del gobierno de la Nación.
Una resolución de la Dirección General de Escuelas determinaba
que la institución escolar estuviera presente en las ceremonias.
Con la llegada del barco, se lanzaron salvas de cañones. Tras

anglosajona... Torios los que presidieron el país en nombre déla linea anglosajona,
son masones, desde Posadas... Sólo hay tres que no fueron masones: Juan
Manuel de Rosas, Hipólito Yrigoyen y Juan Perón... Es decir que la línea
hispánica... es la linea nacional, porque la otra es la linea colonial... Cuando
yo hube de defender a España en 1947, no la defendí por Franco... Defendí la
línea hispánica”. Ver Luna, El 45, p. 195. n. 18.
18 Ver. por ejemplo: Democracia, en cuyas ediciones el tema llegó a
primeras planas: 23-11-47. p. 3; 24-1 1-47, p. 1: 25 11-47, pp. 1-3: 26-11-47.
pp. 1-3.
El n a cion a lism o peronista y el lega d o h isp án ico 191

ello, las urnas fueron depositadas en un jeep "Ñandú", del cual los
periódicos destacaron que había sido fabricado totalmente en la
Argentina, partiendo luego el séquito hacia la Plaza de Mayo, donde
en la Catedral metropolitana aguardaban Perón, Quijano, los
ministros del gobierno nacional, el cardenal primado y altas
autoridades civiles, militares y eclesiásticas. Fue un acontecimiento
con rasgos políticos evidentes. Los porteños experimentaron la
pompa del cortejo, en que destacaron cuatro aspectos: el nacio­
nalista. el militar, el religioso y el popular, que simbolizaban las
dimensiones de la esencia de la identidad ideológica del régimen
peronista.
Al paso de la caravana tañían las campanas del Cabildo y de
las iglesias próximas, bandas militares ejecutaron marchas y una
formación de la Fuerza Aérea sobrevoló el cortejo. Tras la ceremonia
en la Catedral, que incluyó un discurso “patriótico y emotivo” de
Perón, el público pudo pasar a rendir su homenaje junto a los
restos. Al día siguiente las cenizas fueron transferidas al Templete
de Recoleta y allí fueron cubiertas con una mezcla de tierra
argentina y española.19
Más allá del objetivo de la ceremonia de conmemoración, las
autoridades pretendían transmitir el mensaje de la importancia de
la concentración masiva por una causa común. Por medio de esle
evento se quería hacer patente la unión solidaria del pueblo
argentino. La presencia de un público numeroso, de todas las capas
de la sociedad, se presentaba como una suerte de plebiscito, como
si el pueblo, “con su asistencia", volviera a votar en favor del ré­
gimen de Perón.20

Sobre las ceremonias véase también: Areilza a MAE, 25 11-47, AMAE,


R. 1453/1. Un informe cínico se puede encontrar en Leeper al FO, 26-11-47,
Public Record Office, Foreign Office Papers (London) (en adelante. FO). 371/
(SI 163. Respecto del culto sanmartiniano, cabe señalar que, cuatro años más
tarde. Perón presidió también los homenajes al repatriarse los restos de los
descendientes del Gran Capitán (su hija, su yerno y su nieta) a borde del
“Pueyrredón": ver El Mundo, 12-12-51.
20Sobre el uso político de funerales de estado, véase Raanan Rein. “Música,
exilio y memoria: la lucha por los restos de Manuel de Falla", Journal o f ¡herían
and Latin A m enean Studies, Vol. 2, No. 2 (Dec. 1996): pp. 22-39: Avner lien
Amos. “ Aux Grands Hommes, La Patrie Reconnaissante-: The French Revolution
and the Emergence of Republican State Funerals". en Tel A viver Jahrhuch Jür
Deutsche Geschichte, 1989: ídem. T h e Othcr World of Memory: State Funerals
of tlie Frenrh III Republic as Rites of Commemoration", H istory & Memory, Vol.
1, No. 1 (1989): pp. 85-108.
192 Ra;m an Rein

Sólo que a partir de 1950, al tiempo que se deterioraban las


relaciones entre Buenos Aires y Madrid (las circunstancias eco­
nómicas forzaron a la Argentina a suspender los envíos de alimen­
tos prometidos en el Protocolo Perón-Franco, mientras que los
españoles no se apresuraron a cancelar la deuda contraída), se
invirtió la tendencia de la Argentina peronista y el distanciamiento
paulatino de España y de la Hispanidad se hizo realidad.

El desmoronamiento de la Hispanidad

Desde un principio, la Hispanidad despertó un grado de


incomodidad en la Argentina, así como en las demás repúblicas
latinoamericanas. El mismo problema se plantea reiteradamente
entre las colonias que han obtenido su independencia y las ex
potencias colonialistas. La concepción de Hispanidad confería
siempre preeminencia a España respecto de las repúblicas lati­
noamericanas. Incluso después de la Segunda Guerra Mundial,
cuando los españoles comenzaron a hablar de una comunidad de
naciones hispanohablantes con iguales derechos, no lograron
liberarse del tono condescendiente que caracterizaba las ideas de
Hispanidad. Trataron de modificar la terminología utilizando, por
ejemplo el concepto de "hermana mayor” en la familia hispánica,
en vez de la “madre” que diera origen a las naciones hispanoame­
ricanas. pero eso no sirvió de mucho. Los sentimientos de los
pueblos que se habían independizado después de una encarnizada
lucha contra la España Imperial, aquella misma España que
Franco idealizaba, no podían ser neutralizados mediante ardides
terminológicos.
Cuando a mediados de 1947 llegó a su destino en Buenos Aires
el nuevo embajador español, José María de Areilza. se percató
rápidamente de que los asuntos relacionados con su pais no eran
particularmente populares. El diplomático procuró distinguir entre
la desaprobación y la falta de entusiasmo por España, más allá del
régimen gobernante, y el repudio a la dictadura de Franco. En
cuanto a lo primero, el embajador atribuyó la falta de popularidad
a varios factores fundamentales, algunos de los cuales, cabe
destacar, no eran exclusivamente argentinos, sino que caracteri­
zaban las actitudes de la mayoría de los países latinoamericanos
hacia España a lo largo de mucho tiempo; aunque es posible que
en Buenos Aires fueran especialmente evidentes. El embajador
El n a cio n a lism o peron ista y el lega d o h isp á n ico 193

describió los múltiples esfuerzos de la Argentina, desde la procla­


mación de su independencia y la ruptura de sus vínculos con
Madrid, por acentuar su individualidad y agudizar la diferencia
entre la nueva república independiente y la antigua colonia de la
metrópoli europea. Se quejaba de "ciento veinte años de falsificación
histórica sistem ática”, que habían engendrado el repudio al pro­
longado dom inio español v a España en general.21
Otro factor, por supuesto, fueron las olas de inmigrantes
europeos que com enzaron a llegar a fines del siglo xix y ayudaron
a reducir la influencia española. En particular, el embajador
destacó que en el primer tercio del siglo xx, la inmigración desde
Italia había sido mayor que desde España, lo que aumentó la
declinación de la influencia hispánica.2* AreiLza describió a Buenos
Aires como una de las ciudades menos españolas en el mundo, un
centro cosm opolita que reflejaba el mosaico humano creado por las
masas de recién llegados. En cuanto a los inmigrantes españoles,
de acuerdo con lo que decía, eran en su mayoría desarraigados que
habían dejado su patria a causa de los aprem ios económicos o la
persecución política, sin traer consigo recuerdos agradables de su
hogar.
Un tercer factor enfatizado por Areilza. incluso antes que las
actitudes políticas hacia el régimen de Franco, era la posición de
la vieja oligarquía económica y política. Aunque muchos de sus
miembros eran de origen español, desde el punto de vista cultural
su orientación era por lo general francesa y observaban con
arrogante desdén todo lo relacionado con España. Cuando la
influencia gala com enzó a decaer, a fines de los años 30, su lugar
fue ocupado en gran medida por una orientación anglosajona. La
influencia española continuó siendo marginal y los únicos que la

21 Areilza a MAE. 23 (5-47, AMAE. R.2418/1.


2-' Areilza atribuía por lo menos una palle* de la apatía u hostilidad hacia
España al hecho de que todos los intelectuales y académicos preeminentes, los
políticos, el ejército y la alta jerarquía de la Iglesia eran de extracción italiana
(ibidein), pero es dudoso que ello haya sido la base verdadera. La razón de la
actitud de Perón hacia la España de Franco no residía en el hecho de que su
abuelo naciera en O rd e ñ a . Y casi todo peronista prominente con antecedentes
italianos mencionado por Areilza podía ser equiparado por otro de origen
español. A comienzos de la década del 50, de hecho, cuando las relaciones con
España comenzaron a deteriorarse, los ministros de ascendiente español, en
especial de Galicia, eran preponderantes en el gobierno argentino. Véase José
Luis de Imaz, Los qu e mandan, Buenos Aires, 1077, p. 21.
194 R aanan Rein

ostentaban eran algunos círculos nacionalistas de la extrema


derecha.23
En cuanto a la oposición política a la dictadura de Franco, ésta
era amplia y abarcaba a círculos opositores a Perón, así como
también a diversos sectores dentro del bando peronista dominante,
particularmente entre aquellos de extracción sindical que habían
adoptado posturas antifranquistas durante la Guerra Civil de
1936-1939. Un destacado papel en la generación de la atmósfera
antifranquista en la Argentina cupo a los vascos y a los exiliados
republicanos que llegaron a las orillas del Plata mientras duraban
las luchas intestinas en la Península, o bien después del triunfo
nacionalista.24
Vemos, pues, que mientras se mantuvieron lazos económicos
y políticos estrechos entre los dos países, el discurso oficial rechazó
las diversas reservas que provocaba la concepción de la Hispanidad.
Pero en la década del cincuenta, las relaciones entre Madrid y
Buenos Aires comenzaron a oscilar de una crisis a otra. España
tenía entonces menor necesidad de la Argentina y prefirió invertir
sus esfuerzos en el acercamiento a los Estados Unidos. Sobre este
trasfondo, las expresiones de disgusto por la cooperación con
España fueron en aumento.

El desenlace del lazo hispanista, hasta su des-enlace

Las primeras protestas se centraron en la evidente falta de


interés de los españoles por el quehacer argentino y su desatención
de la historia y las características peculiares del país. El año 1950,
que conmemoraba el primer centenario de la muerte del general
José de San Martín, fue declarado Año del Libertador en la
Argentina y el Gobierno hizo todo lo posible para glorificar la
memoria del héroe nacional. El hecho de que la prensa española
ignorara casi por completo la vida y la obra de San Martín suscitó
mucho disgusto en Buenos Aires, aun cuando se trataba de algo

23 Marysa Navarro Gerassi, Los nacionalistas, Buenos Aires, 1968, cap. 7:


David Rock, Auüioritarian Argentina: The Nationalist Movement, its H isloiy and
its Impact, Berkeley, 1993, ¡xissim .
24 Este terna lo he tratado en (orina detallada en mi libro Ixi salvación de
una dictadura, pp. 143-180 y en el articulo "Otro escenario de lucha".
El n a c io n a lis m o p eron ista y el legado h isp á n ico 195

perfectamente natural: tal como lo señalara el em bajador en Madrid


en ese tiempo, “los españoles no pueden olvidar que Don José de
San Martin, Em ancipador de America, fue uno de los brazos
ejecutores de la sentencia de muerte recaída sobre la hegemonía
española en el mundo".25
Pero sólo un año después comenzó a evidenciarse el rechazo
explícito de los diversos elem entos de la Hispanidad. En abril de
1951, el embajador español en Washington publicó un comunicado
subrayando el significado espiritual del descubrimiento y la conquista
de América por España y Portugal, que habían llevado la civilización
cristiana al Nuevo Mundo. Esas observaciones sobre “la epopeya
ibérica en las Lierras am ericanas" y la continuidad de la civilización
hispánica en Am érica Latina fueron dadas a conocer en respuesta
a un discurso pronunciado por el presidente francés Vincent Auriol
durante una visita a los EE.UU., ocasión en la que se refirió a la
contribución de su país al desarrollo de las repúblicas latino­
americanas Los españoles se enfurecieron porque ese discurso no
hizo mención del papel histórico de los países ibéricos en el
continente. La declaración que formularon destacaba lo que, de
hecho, era común en muchas publicaciones similares que aparecían
en España en esos años, pero la prensa peronista aprovechó la
oportunidad para lanzar una intensa ofensiva antiespañola.
Critica. Noticias Gráficas. La E¡x>ca y El Laborista censuraron
unánimemente lo que veían como una desenm ascarada ambición
de asumir el lutelaje de América Latina, enfatizando que la Argentina
era un mosaico de diferentes razas e influencias culturales. “Somos
adultos, libres y soberanos", sostenían, “en absoluto no ibéricos
sino latinos, muy latinos". De igual manera rechazaban los tér­
minos Hispanoamérica o Iberoamérica, preferidos por los españoles,
utilizando, en cambio, la expresión Latinoamérica. Los peronistas
recomendaron a los españoles que se concentraran en el pasado
reciente — es decir, en la deuda contraída con la Argentina como

25 Véase “Memoria del año 1950 por el Gral. Silva", 20-7-1951, y Jordán
a MREC, 30-8-50, AMREC, División Política, Instituto Nacional Sanmart.iniano,
34/28 2-, A fines de 1950, los españoles trataron de corregir la deformación con
varios artículos en la revista Mundo Hispánico. Véase Sánchez Della a Navasqüés,
5-12-50, ICH 133/1735. Cabe mencionar que, en 1947, un informe satírico en
Time sobre la repatriación de los restos mortales de los padres de San Martin
causó tensión entre la Argentina y los EE. UU. Véase James Druce, Those
Perplexing Argentinas, London, 1954, p. 25.
196 R aan an Rein

resultado de los embarques de víveres enviados a la España azotada


por el hambre— y no en el pasado remoto del descubrimiento,
conquista y colonización de América.
Ahora le tocaba el turno a los españoles, que publicaron una
serie de improperios en esa guerra de palabras. En un editorial
titulado ''Hipertrofia nacionalista en la Argentina”, ABC emprendió
una contraofensiva para desbaratar el desenfrenado, injustificado
y esléril nacionalismo de los argentinos.*7 Al fin de cuentas, para
los españoles el comunicado de la embajada en Washington re­
flejaba una realidad histórica que no podía ser desmentida. Era la
primera vez que ABC, en ese entonces el diario español más serio
y prestigioso, atacaba directamente a la Argentina y al peronismo.
En los años siguientes dicho periódico publicó con creciente
frecuencia comentarios de censura sobre hechos acaecidos en la
república latinoamericana e informó sobre los problemas sociales
y económicos que la azotaban.
A fines de 1952, Perón presentó su segundo Plan Quinquenal
ante el Congreso argentino. El capítulo dedicado a la cultura se
centraba en la creación de una cultura nacional argentina y de
inmediato desató la ira de los españoles, que percibieron la
implícita amenaza que se cernía sobre la profundamente arraigada
influencia española ejercida hasta el momento. Otra vez le tocó a
AB C ser el portavoz de la protesta. En un artículo teórico, sin
m encionar el nombre de la Argentina ni una sola vez. pero dando
a entender que iba dirigido a ésta, el diario volvió a manifestarse
contra todo nacionalismo cultural. El artículo apoyaba su tesis con
una serie de argumentos, algunos de los cuales ponían en ridículo
también los esfuerzos culturales del régimen franquista.28 Sostenía
que la cultura no podía ser parcelada como un terreno sino que.
al igual que la antorcha olímpica, se transmitía de una generación
a otra. Todo chauvinismo cultural, afirmaba el artículo, negaba
implícitamente el valor absoluto de la cultura confundiéndolo con
el folclore, o con una pretensión de monopolio cultural, tarea
absurda y afortunadamente imposible. Puesto que el mundo moderno
se caracteriza por la cooperación y las influencias mutuas, cualquier

26 Crítica, Noticias Gráficas y La Epoca. 2-4-51 y El Ixiborista, 3-4-51.


27 A llC , 11 4-51: Anderson al Departamento He Estado, 13-4-51, NA.
G35.52/4-1351.
28 A I)C . 11-1-53.
El n a cio n a lism o p ero n ista y el legado h isp án ico 197

intento de las naciones imbuidas por la cultura occidental de


autosepararse de ésta, seria "absurdo e infantil’".
Para los españoles, sin embargo, la parte más irritante del Plan
Quinquenal residía en la cláusula que llamaba al desarrollo de la
literatura argentina por medio de la creación de normas lingüísticas
nacionales. El esfuerzo se vería facilitado por el establecimiento de
una academia nacional de la lengua, que compilaría un diccionario
propio, con términos típicos de las diversas regiones de la Argentina
y utilizados en América Latina. El ministro de Asuntos Técnicos,
Raúl Mendé, que leyó el Plan Quinquenal ante el Congreso, explicó
a los diputados que el idiom a constituía la piedra fundamental para
la integración de la cultura nacional. No se tenia la intención de
crear un idioma argentino independiente, sino más bien un deseo
de ser autónomos en el campo de la lengua. Nuevas palabras se
habían vuelto corrientes en la sociedad argentina, palabras que no
aparecían en los diccionarios de la lengua española. El principal
ejemplo era el término justicialism o, acuñado por Perón pero
ausente del diccionario de la Real Academia Española.2'3 Mendé
explicó que dicha cláusula en el Plan Quinquenal reflejaba un
intento de conferir un contenido y significado nacional a la lengua
de la Argentina. Así com o el Banco Central supervisaba la moneda
de la República, una academ ia de la lengua tenía que supervisar
las palabras que se utilizaban en ella.
En este contexto de lucha contra el imperialismo cultural y de
la voluntad de desligarse en una u otra medida de la lengua
heredada del gobierno colonial, no puede dejar de mencionarse la
postura de Juan María Gutiérrez, uno de los intelectuales de la
“generación de 1837” :

'S i obtuvim os la independencia politica respecto de E sp a ñ a y si


no existe independencia politica sin Independencia cultural y si
la cultura tiene como vehículo el idioma, para ser realmente

Véase Aznar a MAE, 5-12-52, AMAE. R.357Ü/29 y AIIC, 3-12-52. Los


primeros signos de la tendencia hacia la creación de una "lengua argentina" ya
se habían manifestado dos años antes. Véase Navasqüés a MAE, 5-10-50,
AMAE, K.2973/20. Respondiendo a las exigencias argentinas, en 1950 la Real
Academia Española aprobó los términos Argentiuidad y Sarunarliniano.
198 R aan an Rein

independientes debernos aban d o n a r, lógicamente, el español,


idiom a de sujeción y adoptar un a lengua de independencia".30

La tendencia a alejarse de la Hispanidad se vio reflejada


también en un manual que el Partido Peronista publicó para sus
miembros, aproximadamente un año después, y que comenzaba
con una descripción de la violenta subyugación de América por
parte de los conquistadores, que oprimieron y explotaron brutal­
mente a la población indígena. Los conquistadores, decía, vinieron
a Am érica para enriquecerse fácil y rápidamente, y quisieron
explotar la tierra y los habitantes del continente sólo para beneficio
propio. Los indios llevaron una miserable existencia a todo lo largo
del período colonial; muchos fueron tratados ignominiosamente y
perdieron la vida. El período de dom inio español vio el advenimiento
de la oligarquía explotadora, la injusticia, el abuso del hombre por
sus semejantes y otros males. El manual no decía ni una sola
palabra sobre España como madre de las naciones, a las que
im partió cultura, lengua, religión y tradiciones gloriosas.31
Este es. sin duda, un claro ejem plo de cóm o se intentó encauzar
la historiografía nacional hacia canales convenientes a las nece­
sidades políticas cambiantes y del cínico uso que Perón hacía de
estrategias culturales. Se apresuraba a emprender una campaña
enfatizando las raíces hispánicas de su país y, con la misma rapidez
y veleidad, la dejaba de lado por estrechas consideraciones polí­
ticas.
Un factor en el gradual abandono de la Hispanidad por parte
del peronismo fue la creciente insatisfacción por el reacercamiento
que tenia lugar entre España y los Estados Unidos. Algunos
argentinos veían en esas nuevas relaciones una traición por parte
de la madre patria, que estaba dispuesta a vender su alma a la
superpotencia anglosajona, símbolo del materialismo y el impe­
rialismo. A partir de 1949, varios informes documentaron la
preocupación de la Argentina peronista frente al mejoramiento de
las relaciones políticas, militares y económicas entre Madrid y

30 Citarlo en Noé Jitrik, "Entre el ser y el siendo: identidad, latinidad y


discurso", en La latinidad y su sentido en Am érica Ixitina, México D.F., 1986,
pp. 89-96.
31 M anual del Peronista, Buenos Aires, 1954, p. 3-5.
El n a cio n a lism o peron ista y el lega d o h isp á n ico 199

Washington.32 Mientras que las relaciones de la Argentina con los


EE.UU. sufrieron frecuentes altibajos durante la primera mitad de
la década del 50. el Pacto de Madrid, firmado el 26 de septiembre
de 1953, transformó oficialmente a España en aliada de los Estados
Unidos.33
Pero el paso más abrupto hacia la separación de la Hispanidad
ocurrió recién a fines de 1954, durante los meses en que Perón
difundía a los cuatro vientos el concepto de Latinidad, haciendo
caso omiso del legado hispánico. Iniciaba entonces una ofensiva
contra la Iglesia Católica v daba instrucciones a la prensa para que
atacara agudamente a España y al generalism o Franco.

La campana antiespañola

L‘i prm c:' disparo en el sorprendente ataque contra la dictadura


y el dictador mismo, se produjo en forma de un artículo
publicado por el vespertino Crítica. Al día siguiente. 7 de octubre
de 1954, La Epoca se sumó a la violenta embestida. El editorial
del diario describía a Franco como un oportunista hipócrita, el
general que había prestado juram ento de fidelidad a la Segunda
República y luego la atacó con la ayuda de musulmanes, fascistas
y nazis. Con térm inos desdeñosos, lo mostraba com o un hombre
pequeño de grandes ambiciones, que había apoyado la alianza nazi-
fascista en las primeras etapas de la Segunda Guerra Mundial, pero
que se pasó al bando de sus enemigos cuando la victoria del Eje
parecía puesta en tela de juicio. Ahora no le importaba renunciar
a una parte de su país para permitir que los Estados Unidos, su
anterior ememigo, estableciera allí bases militares. Cuando le
convenía, sufría de amnesia, sordera y ceguera. No pagó sus
deudas a la Argentina, el país que había acudido en su ayuda en
las horas más sombrías. Asimismo, el diario publicó durante los

“ Véase, por ejemplo, Navasqüés a MAE, 16.8.51, AMAE, R.2818/26:


"Informe tlp J.I. Ramos", 5-6-52, AFF, 15/1.
13 Sobre las negociaciones entre España y los EE. UU. que dieron por
resultado el Pacto de Madrid, véase Angel Viñas, Los pactos secretos de Franco
con Estados Unidos, Barcelona, 1Ü81: Dura, “U.S. Policy toward Dictatorship
and Democracy in Spain". Las dificultades en las relaciones Argentina - Estados
Unidos en esos años está analizadas en Rapoport y Spiguel, Estados Unidos y
el [peronismo.
200 R aan an Rein

días siguientes una serie de caricaturas ridiculizando a Franco. En


una de ellas lo presentó com o un torero temeroso de matar al toro,
que llevaba escrita la palabra "deudas". El Líder pronto se sumó
a la acometida, publicando material análogo.35
Franco se sintió profundamente herido por ese ataque. Le envió
un cable a Perón en el que apelaba al sentido de honor del
presidente en carácter de caballero y a su conciencia de militar,
urgiéndole que pusiera término a la denigrante campaña. Ese
telegrama surtió un efecto calmante y después de cuatro semanas
de invectivas antiespañolas, la prensa peronista cesó sus ataques.35
El embajador español, Manuel Aznar, presentó una protesta
ante el canciller argentino Jerónimo Remolino. Este admitió que
el lenguaje utilizado por la prensa estaba fuera de lugar, pero
insistió en que lo publicado tenia cierta base. Recordó al embajador
la forma "insolente" con que los representantes argentinos habian
sido tratados durante su estadía en Madrid para celebrar las
conversaciones comerciales. El canciller se quejó también de los
antipáticos artíc ulos publicados en la prensa española.3' Pero reservó
la mayor parte de su ira para la invitación de España al doctor
Mario Amadeo, abogado católico nacionalista e hispanófilo, a fin
de que pronunciara conferencias en Madrid. Describiendo a Amadeo
como uno de los peores enem igos del gobierno peronista, sostuvo
que el propósito de su viaje consistía en presentar su plan para
el establecimiento de un partido demócrata-cristiano que compi­
tiera con el peronismo y que. incluso desde España, había enviado
volantes de propaganda contra el gobierno argentino. Este punto
es muy importante, pues muchos tienden a afirmar que la fuente

MCrítica, (¡y 9-10-54; Is¡ Epoca, 7,9 y 11 -10 54: E l Líder, 8 10-54: Siracusa
al Departamento de Estado, 15-10 54, NA, 635.52/10-1554 y despachos de
Aznar a Madrid. 26-10 y 1-1 1-54. AMAE. R.3585/22, R.3585/35. El canc iller
Remorino no trató de- ocultar ante el embajador español el hecho de que el
ímpetu por la campaña provenía desde arriba. Véase Aznar a MAE. 8-10-54.
AMAE. R.4239/3: Pendía de Silva a Artajo, 25-10-54, AFF, 9/3: y José Ignacio
Ramos. Biografía de mi entorno, Buenos Aires, 1984, pp. 240-242.
1 Francisco Franc o Salgado Araujo, Mis conversaciones privadas con
Franco. Barcelona, 1078. pp. ] 7, 22. tina copia del telegrama de Franco a Perón
puede encontrarse en AFF, 149/52.
Entre otras cosas, Remorino se quejaba de un articulo de un militar
español que, según afirmaba, se mofaba de Eva Perón y del general San Martin.
El artículo era: Ciarlos Martínez Campos, Duque de la Torre, "Un vistazo a
Sudamérica”, Cuadernos H ispanoam ericanos (julio, 1954), pp. 19-45.
El n a c io n a lis m o peron ista y el legado h isp á n ico 201

del conflicto entre el régimen de Perón y la Iglesia Católica en los


meses siguientes residía en el temor de Perón a que un movimiento
democristiano fuese establecido en su país. El liderazgo peronista
sospechaba que el Vaticano, por intermedio de la España de
Franco, trataba de estim ular la creación de semejante movimiento.
Esa suspicacia perturbó aún más las relaciones entre Madrid v
Buenos Aires. Aznar. sin embargo, contestó a Rem olino que no
estaba al tanto de nada de eso v que siempre había visto en Amadeo
meramente un honorable profesor y un gran amigo de España. El
canciller argentino, a su vez, t rató de explicar a Aznar que el hecho
de invitar a Am adeo a Madrid era como si el gobierno de Perón
invitara a Juan Negrin, el último primer ministro de la Segunda
República, a pronunciar conferenciasen Buenos Aires como huésped
oficial del E stado/7
Cabe recordar que durante la alianza Perón-Franco en los años
40. la España franquista, reconociendo la com pleja relación entre
el régimen de Perón y los grupos nacionalistas, se mostraba
cautelosa en cuanto a sus propios vínculos con éstos, aun cuando
ellos constituían los más ardientes adeptos de España en la
Argentina. Antes de que el régimen español invitara a alguno de
ellos, averiguaba la naturaleza de sus relaciones con las autori­
dades, por si éstas tenían alguna reticencia al respecto. En la
década del 50 era mucho menos cuidadosa, pues no tenía tanto
que perder. A los peronistas no les agradaba el trato amistoso que
Madrid brindaba a los nacionalistas católicos, tales como Amadeo
y Juan Carlos Goyeneche, que ya no se esm eraban en ocultar su
hostilidad hacia el régimen de Perón y que, en los meses siguientes,
habrían de unirse a quienes conspiraban contra el mismo. Tampoco
les complacía la bienvenida acordada a José Arce y Enrique
Corominas, anteriores representantes de la Argentina en las Na­
ciones Unidas que, después de finalizar sus funciones rompieron,
cada uno por sus propias razones, con el gobierno peronista.38
Las festividades del 12 de octubre de 1954 fueron suspendidas

:l7 En una entrevista con el autor, el ex ministro de Economía, doctor Alfredo


Gómez Morales, describió la invitación de Amadeo a Madrid como una provocación
española e Interferencia en los asuntos internos de la Argentina, ya que todos
sabían que Amadeo era uno de los nacionalistas que más enérgicamente se
oponían al régimen de Perón (entrevista con el autor. Buenos Aires, 20-6-89).
38 Artajo a Bulnes. 3-12-46, AMAE, R.1279/1; Aznar a Artajo, 21-3-53,
APG, l.eg. i 6.
202 R aan an Rein

a último momento por ias autoridades argentinas, después de que


los miembros de la com unidad española en Buenos Aires habían
pasado muchos meses preparando la celebración de la gloria de
España y la Hispanidad, la cual, según afirmaban, superaría todo
lo que alguna vez se hubiera visto antes. La policía, bajo las órdenes
del ministro Angel Borlenghi, ordenó al intendente de !a capital que
suspendiera los actos. A último momento se suspendió también
una recepción a más de mil personas que el embajador de España
se proponía reunir en el Museo Hispanoamericano. La cancelación
se produjo después de que ya se habían enviado las invitaciones,
con el pretexto de que los recintos debían ser refaccionados.3'
Paralelam ente a la ofensiva antiespañola, com enzaron a
percibirse en la prensa peronista los primeros indicios de la
cam paña contra la Iglesia. Este enfrentamiento, que tomó a mu­
chos por sorpresa, cohesionó a los opositores a Perón detrás de la
cruz y eventualmente contribuyó a su derrocamiento. El conflicto
con la Iglesia y sus raíces es un tema que escapa al marco de este
libro, aunque es importante destacar que a comienzos de la década
del cincuenta comenzaron a hacerse mucho más notorias las
características autoritarias del régimen, que redobló sus esfuerzos
para construir la Nueva Argentina. En la conciencia nacional que
se pretendía modelar ya no había cabida para conceptos y valores
vinculados con cualquier foco de influencia fuera del territorio
argentino, ya fuera en España o en el Vaticano.40
Hemos visto cómo durante el período 1950-1954 los peronistas
fueron socavando paulatinamente los lazos comunes de lengua,
cultura, historia y religión que unían a la Argentina con España
v que ellos mismos habían ensalzado durante el lustro anterior,
calificándolos entonces com o vitales para la identidad nacional que
deseaban modelar.

39 Aznar a MAE, 8-12-54. AMAE. R.4239/3. Ramos sostenía que la gran


multitud en los eventos del 12-10-53, en un Uempo en que la concurrencia a
las asambleas peronistas declinaba, lo llevó a predecir que al año siguiente ya
no se celebrarían festividades en esa fecha, lo que efectivamente sucedió. Véase
Ramos, Biografía, pp. 240-242.
10 Sobre las relaciones de Perón con la Iglesia, ver, entre otros: Hugo
Gambini, El peronismo y In Iglesia, Buenos Aíres, 1971: Stack, "Avoiding the
Greater Evil": Caimari, Perón y la Iglesia Católica.
El n a cio n a lism o p ero n ista y el legado h isp á n ico 203

¡Adiós, Hispanidad! ¡Salve, Latinidad!

En el contexto del sentimiento antiespañol que se evidenciaba


en Buenos Aires a finales de 1954, sobresalió la erupción de
amistad que manifestó Perón hacia Italia, enarbolando las ideas de
la Latinidad. Vemos aquí un nuevo proceso de propaganda y
difusión, similar al que se había orquestado con la Hispanidad,
pero con otro concepto en su centro.
Si Perón deseaba deshacerse de la Hispanidad, ¿qué lo condujo
a elegir precisamente la Latinidad como alternativa? El repertorio
cultural, del que podía haber seleccionado una estrategia adecuada
para la modelación de la conciencia nacional, era limitado. La
posibilidad de volcarse a un pasado indígena, com o ya dijimos, no
era opción viable. La com posición demográfica diferente (la falta de
una tradición nativa y las olas inmigratorias llegadas desde Europa
desde la segunda mitad del siglo xix) había hecho que, en cierta
medida, la Argentina se desconectara del continente, por lo cual
también quedaba descartada la opción panamericana. A ello debe
sumarse la tradicional oposición a las aspiraciones hegemónicas
estadounidenses en el continente y las complejas relaciones entre
Perón y los norteamericanos.41 Tampoco podía considerarse el
estrechamiento de las relaciones con Gran Bretaña, identificada
con el gobierno de la oligarquía argentina al que Perón enfrentaba.
Una vez fuera del ju ego la posibilidad exclusiva de la Hispanidad,
quedaba de hecho una sola alternativa, la de la Latinidad, tendencia
que exaltaba el vínculo argentino con las naciones latinas de
Europa, particularmente Italia, España y Francia. Esta vía podía
llegar a desafiar los esquemas de la tradicional relación cultural
y económica con el sistem a capitalista anglosajón, e incluso re­
sultar atractiva para am plios sectores de la población; después de
todo, comprendía a los dos grupos principales de la ciudadanía
argentina: los de origen italiano y los de origen español. Al mismo
tiempo, era suficientemente general y no se identificaba con ningún
régimen determinado, com o lo era la dictadura de Franco. Además,

41 Sobre las relaciones argentino-norteamericanas desde fines del siglo xix.


ver: Th. F. McGann, A rgentina, the U.S. and the Inter-Am erícan System. 1880-
1914, Cambridge. Mass., 1957: O. E. Smith, YankeeDiplom acy - U. S. Intervention
in Argentina. Dallas. 1953; Peterson, Argentina and the U. S.. 1810-1960.
Giacalone, "From Dad Neighbors to Reluctant Partners".
204 R aanan Reln

podía ser atractiva para otros países latinoamericanos, en los que


los conceptos de la Latinidad también habían surgido en debates
llevados a cabo en torno de la identidad nacional. En otros países
de la región, el concepto de Am érica Latina se había convertido en
una definición primordialmente negativa: todo aquello que no fuera
la Am érica del Norte, anglosajona, protestante y materialista: la
Latinidad podía contrarrestar el “ proyecto imperial sajón",12 sin
perjudicar los esfuerzos argentinos por obtener un papel protagónico
en el liderazgo del continente.'3
A fines de octubre de 1954 tuvo lugar en Buenos Aires una
asamblea de la Asociación Argentina Amigos de Italia. Perón
concurrió acompañado por varios ministros y pronunció un
apasionado discurso de elogio a Italia. Se presentó a s í mismo com o
ciudadano argentino de origen italiano y Presidente de la República
en representación del gobierno y de su pueblo. Mencionó la ayuda
que la Argentina había prestado a Italia en la segunda mitad de
los años 40 y el hecho de que. cuando la economía argentina estaba
en aprietos. Italia había sido "el único pais en el mundo que salió
en nuestra ayuda”. Luego destacó el legado italiano y su contri­
bución a la cultura argentina. Renunciar a la Latinidad para
reemplazarla por cualquier otra etiqueta seria como traicionarnos
a nosotros mismos, dijo: "No omitiré esfuerzo para que cada dia
nuestra unidad con Italia sea más fuerte y más profunda, porque
sé que con ello estoy cumpliendo un mandato de la historia".

42 Sobre este tema, véase la recopilación de conferencias: Lo latinidad ij su


sentido en Am érica lxitina, U.N.A.M., México, D.F.. 198G: Jolm Leddy Phelan,
"Pan-Latinlsm, French Intervention in México (I8G1 I8G7) and the Genesis of
the Idea of Latin America", en Conciencia y autenticidad históricas, México, D.F.,
1!)(¡8, pp. 279*298.
13 Véase, por ejemplo, "Ani mal Review of Argentina for 1954". 3-2 55, F
371/114018; "Nota informativa de prensa extranjera", 3-1-55, APG, Leg. 22.
Para Joaquín Díaz de Vivar, el paso de Perón a la retórica en elogio de la
Latinidad probó que su orientación hacia la Hispanidad en los años anteriores
no se basaba en una visión histórica concerniente a la formación de una
identidad nacional argentina, sino que tnás bien era una posición transitoria
que reflejaba circunstancias políticas e internacionales corrientes. De la misma
manera, el conflicto con la Iglesia mostraba que la decisión inicial de Perón de
reinstituir la enseñanza religiosa había sido un indicio más de su oportunismo
político y no de alguna convicción moral o espiritual (entrevista del autor con
J. Díaz de Vivar, buenos Aires, 22 G-89).
44 Critica, 31 -10-54: La Prensa y Dem ocracia, 1-11 -54; Aznar a MAE, G -1
54. AMAE, R.3585/22; carta, 1-11-54, AFF. 131/22. En Italia se dio mucha
El n acion alism o p ero n ista y el legarlo h ispán ico 205

La prensa peronista dio una amplia cobertura al discurso y


publicó comentarios propios sobre “los eternos lazos de Latinidad".
Perón era descrito como un valiente amigo de Italia desde el
comienzo de su presidencia; prueba de ello fueron los embarques
de víveres que enviara a Italia después de la Segunda Guerra
Mundial, sus esfuerzos para que fuese admitida en las Naciones
Unidas v la aceptación, por paite de la Argentina, de un gran
número de inmigrantes italianos. Los diarios reiteraban la afirmación
de que, cuando el pais se hallaba azotado por la sequia y las
dificultades económicas en 1951-1952, Italia había sido la única
en prestarle ayuda ofreciéndole crédito, a pesar de que Roma, como
destacara La Prensa, no había el mayor beneficiario (alusión
incuestionable a la ingratitud de España, que no hizo ningún
esluerzo para ayudar a Buenos Aires). Trabajadores italianos
contribuyeron al desarrollo de la industria argentina, sostenía el
diario matutino, insinuando que el régimen de Franco había
obstaculizado la emigración de obreros expertos haria la Argentina
Los españoles vieron en dicho discurso una doble afrenta.
Primero, contenía una velada acusación de que Madrid, a diferencia
de Roma, había dado la espalda a la Argentina cuando ésta se
encontraba en apuros. Segundo, v aún más importante, mostraba
que “el paladín de la Hispanidad en América" había decidido arriar
la bandera de la Hispanidad, destruyendo todas las ilusiones que
aún abrigaban en Madrid sobre la posibilidad de recuperar su papel
cultural dirigente en la Argentina. Cada discurso de Perón elogiando
a Italia y la Latinidad era visto com o hostil a España y la
Hispanidad, aun cuando ésta ni siquiera fuese m encionada.15
El l I de noviembre se celebró en Buenos Aires el congreso de
las Sociedades Italianas en la República Argentina (FEDITALIA). En
el acto inaugural, se obsequió al Presidente un plato de oro que
traía grabada la frase de un discurso que había pronunciado dos
semanas antes: ‘T od os hem os bebido en esa fuente eterna que fue
Roma y seguimos bebiendo en esa eterna fuente que es la Lati­
nidad”. Esta vez Perón pronunció sus palabras en italiano, en
medio de las clamorosas ovaciones del público. Virtualm ente se

publicidad a lo rjue Pprón dijera en esa y otras ocasiones durante los días
subsiguientes. Véase Isi Prensa, 2 y (5-11-54 y Democracia, 5 1 1-54.
45 Véase, por ejemplo: “Notas sintéticas y confidenciales sobre la situación
en la Argentina", s.f., AMAE. R.3585/22.
20G Raanan Rein

trataba de una alabanza a la Latinidad, la cultura básica de la


Argentina: "La historia de las luchas y de los sufrimientos de Italia
es parte de nuestra historia, puesto que estamos intimamente
ligados a ella por indestructibles vínculos de estirpe y cultura”.46
AI día siguiente, La Prensa exhortó a todos los maestros, educa­
dores y modeladores de la mentalidad argentina, a tomar el
discurso de Perón como guía.
Madrid vio en la acometida contra España, así como en el
ataque a la Iglesia que se iniciaba al mismo tiempo, un resultado
de la creciente influencia de los izquierdistas en el peronismo, de
los masones y los judíos. Se destacaba en particular al ministro
de Relaciones Exteriores, Remorino, que a su manera de ver estaba
influido por sus lazos con Jiménez de Asúa; al ministro del Interior,
Borlenghi, uno de cuyos ayudantes era el comunista español
Francisco Galán: y al ministro de Asuntos Técnicos, Raúl Mendé,
que contaba entre sus asistentes al anarquista español Diego Abad
de Santillán.47 El temor de los españoles que Italia aprovechara la
actitud proitaliana de Perón para increm entar su influencia en la
Argentina a expensas de España y la Hispanidad, aumentó en
diciembre, cuando Remorino viajó a Roma en una visita oficial. Los
españoles aún trataron de socavar lo que parecía ser un idilio
italoargentino.
Mas el entusiasmo provocado por la Latinidad se extinguió en
la Argentina peronista al cabo de algunos meses.48 Así. una vez
derrocado el régimen en septiembre de 1955. la "aventura latina'*
no dejó ninguna huella profunda en la sociedad, aunque lo mismo
puede decirse sobre la Hispanidad.4" En otras palabras, una década
no es un período suficiente para perm itir una remodelación de la
identidad nacional, especialmente cuando se trata de una sociedad
de inmigrantes y con experiencias diferentes. Mas no es nuestra

40 Aznar a MAE. 12 11 54, AMAE, R.3585/22: La P re n s a y Democracia. 12-


11-.54.
47 Arriba, 13-1, 19-1. y 16-3-56. Hipólito Paz atribuyó la adhesión a la
Latinidad al deseo de Perón de fortalecer la cooperación con América Latina,
incluso con Brasil: buscaba un concepto más amplio que Hispanidad o His­
panoamérica (entrevista con el autor, Buenos Aires, 10-7-89). Véase también
M undo Peronista (septiembre de 1954) y "Minuta de la Dirección General de
Relaciones Culturales”, 18-10-54, AMAE. R.5216/5.
4H Véanse: Aznar a MAli, 12-11-54. AMAE. R.3585/22; La Prensa y De­
mocracia, ambos del 12-11-54.
49 Véanse los informes en AMAE, R.3593/3, R.3832/16.
El n acion alism o p eron ista y el legado hispánico 207

intención analizar la problemática que implica la remodelación


impulsada por el gobierno político en el plazo de pocos años. No
obstante, es claro que para poder llevar a cabo su programa de
desarrollo e industrialización. Perón debía empeñarse en modelar
una nueva identidad nacional basada en un pasado común, misión
en la que fracasó.
Capítulo séptimo

La Argentina y la partición de Palestina:


¿una tercera posición peronista?

A com ienzos de 1947 el canciller inglés, Ernest Bevin, anunció


que su país transfería el problema de Palestina a la Organización
de las Naciones Unidas. Las instituciones del mandato británico
se veían presionadas para hacer frente a las conflictivas demandas
de judíos y árabes respecto del futuro de aquella región, y la falta
de comunicación en el eje anglo-americano contribuía a la sensación
de impasse respecto del destino que correría Palestina: ¿continuaría
siendo una entidad política única o se dividiría? ¿Quién o quiénes
pasarían a gobernar la nueva entidad (o entidades) una vez que
finalizara el Mandato? El rechazo del plan de Bevin tanto por los
árabes com o por parte de los sionistas en febrero de aquel año fue
lo que condujo finalmente al gobierno de Londres a presentar la
cuestión de Palestina para ser debatida en la ONU, sin recomendar
una u otra solución.1
A principios de mayo la Asamblea General resolvió enviar una
comisión especial de investigación a la zona misma, el grupo de

1 "Request for a special session of the General Assembly ón Palestine. Note


íroin the British Government to the Secretary General ot the IJN, 2 April 1947"
en Meron Medzini (ed.). lsra el's Foreign Relations — Selected Documents. 1947-
1974, .Jerusalem, 197(5, p. 24. Sobre este tema véase, entre otros, Yehoshua
Freundlich, From Destrnction to Resuirection (en hebreo), Tel Aviv, 1994: A. lian,
The U.S.. Itritain. and Palestine (en hebreo), Jerusalem, 1979: asimismo, el libro
escrito por el asesor Jurídico de la delegación sionista a la Asamblea General
de las Naciones Unidas, Jacob Robinson. Palestine and the United Nations,
Washington D.C., 1947.
210 R aanan Rein

la UNSCOP (United Nations Special Comitee on Palestine), com-


puesto por representantes de 1 1 estados miembros. En jun io dicha
delegación viajó al Medio Oriente y a finales de agosto. Iras varias
semanas de deliberaciones, publicó sus conclusiones. La mayor
parte de los miembros de la Comisión, impresionados por la lucha
de los judíos contra las autoridades del Mandato (ese verano, el
brazo armado del movimiento sionista revisionista. Etzel. colgó a
dos sargentos de la policia británica, mientras el “Exodus". un
buque que transportaba a inmigrantes ilegales a la tierra de Israel,
fue capturado v devuelto a Alemania, medida que despertó una
gran controversia internacional), recomendaron la retirada de los
británicos y la partición del territorio en tres secciones: un Estado
judío, un EsLado árabe y la región de Jerusalén. que quedaría bajo
administración internacional.2 Un plan similar fue adoptado por la
comisión ad hoc de la Asamblea General, presidida por el aus­
traliano Herbert Evatt. sometiéndose a la votación del plenario a
fines de noviembre. El resultado fue que 33 estados expresaron su
apoyo a la partición. 13 se. opusieron. 10 se abstuvieron y uno se
ausentó/ El gobierno de Londres no esperó a la decisión final y
ya a mediados de aquel mes había anunciado el cronogram a para
la terminación del mandato y el repliegue de sus fuerzas.
Los países latinoamericanos, un total de 20. constituían en los
primeros años de la ONU un elemento central de la misma, que
contaba a la sazón con 55 estados miembros. En teoría al menos,
las resoluciones importantes, que requerían una mayoría de dos
tercios, no podían aprobarse sin cierta medida de apoyo de los
países de América Latina.'1 En el debate procedural de comienzos

2“United Nations Special Conimittec on Palestine, RecommendaUons to the


General Assembly, 3 September 1947”, en Medzini, Israel's Forcigri Policy, pp.
40-76. Sobre la comisión y sus actividades, véase Y. Kreundlich, “The Hearings
and Recommendations of IJNSCOP in Palestine" (en hebreo). Zionism 13 (1988):
pp. 27-51. Sobre la gira de la UNSCOP por Palestina y sus impresiones,
consultar un libro escrito por quien fue el oficial de enlace entre la Agencia, ludia
y la comisión: David Horowitz, In the Service o f a Nascent S tate (en hebreo), Tel
Aviv, 1951, pp. 1ÍK) y ss.
3 "Futuro Government of Palestine, General Assembly Resolution 181 (II),
29 November 1947”, en Medzini, Isra el’s Foreign Relations, pp. 92-110.
4 Sobre el papel de los países latinoamericanos en la O NU durante aquellos
anos, véase John A. liouston, Latin Am erica in the United Nations, New York.
195G.
La A rg e n tin a y la partición d e P alestin a 211

de 1947, sobre si debía permitirse a representantes de la Agencia


Judía exponer sus puntos de vista a una com isión de la Organi­
zación internacional, los delegados latinoamericanos apoyaron esta
petición y. por primera vez, pudo aquel organismo presentar su
posición a la com isión política.
De modo similar, los representantes de Uruguay (Enrique
Rodríguez Fabregat). Guatemala (Jorge García Granados) y Pen'i
(Arturo García Salazar) dejaron su impronta en los protocolos de
la UNSCOP. Estos tres diplomáticos jugaron un papel importante
tanto en la formulación de la recomendación de la partición como
en su adopción por parte de la comisión.5
La mayor parte de los trabajos que se refieren a la resolución
de la partición de Palestina, adoptada por la Asam blea General el
29 de noviembre de 1947, bajo la presidencia del brasileño Oswaldo
Aranlia, enfatizan el apoyo decisivo de los estados latinoamericanos
a la resolución que abrió el camino a la creación del Estado de
Israel. De los países del continente. 13 votaron en favor (casi el 40%
del total de los votos en este sentido), seis se abstuvieron y tan sólo
uno. Cuba, se opuso.6 Sin embargo, resulta difícil obviar el hecho
de que los tres países principales del bloque hispanohablante, la
Argentina. Chile y México, prefirieron abstenerse.

5 Véanse las memorias del delegado guatemalteco, .lorge García Granados,


The I iirth o f Israel - The Dram a as I Saw It, New York, 1948. No es casual que
este libro fuera traducido al poco tiempo al hebreo (Tel Aviv, 1948). Véase
también E. Rodríguez Fabregat, Sión: Rebelión y cum plimiento, Jerusalén, 1982.
* El estudio más exhaustivo de la posición de los estados de América Latina
sobre la cuestión de la partición es Edward B. Glick, Latin Am erica and the
Palestine Problem, New York, 1958. Sobre las posturas de otros países del
continente, además de la Argentina, ver 1. Klich, "Fact, Ficition and Faction on
Cuba's Opposition to Jewish Statehood In Palestine, 1944-1949", Judaica
Latinoamericana, Vol. 3, Jerusalén, 1997, pp. 275-302: ídem, "Latin America,
the United States and the Dirth of Israel: The Case of Somoza's Nicaragua",
Journal o f Latin Am erican Studies 20 (1988): pp. 389-432: José Luis Ramírez,
Las relaciones internacionales d e Colombia con el M edio Oriente: Evolución,
desarrollo y perspectivas, Bogotá, 1988, pp. 5-7; Graciela de Garay, Las re­
laciones diplomáticas M éxico Israel (1947 1967), México D.F., 199G, pp. 109-
135; Judit Bokser de Liwerant, “El movimiento nacional judío, el sionismo en
México (1922-1947)", tesis doctoral inédita. UNAM, México, 1991 y León
Trahtemberg Siederer, Participación d el Perú en la partición d e Palestina, Lima,
1991.
212 R aan an Rein

Entre las tenazas de presiones conflictivas:


la abstención argentina

Los pocos estudios publicados hasta la fecha sobre la posición


argentina han examinado un número de factores que influyeron en
la política del gobierno del presidente Juan Perón respecto de
Palestina entre 1946 y 1948. Entre éstos, el principal es el aspecto
de las relaciones que m antenía el país del Plata con Estados
Unidos, la potencia hegemónica del continente, y el deseo de los
dirigentes de Buenos Aires de mostrar cierto grado de independen­
cia en su política externa. Este era un objetivo clave, tanto a la
luz de la tradición diplomática argentina como de la retórica
nacionalista de Perón, particularmente si se considera que Palestina
no era ni una cuestión central en el conjunto de las relaciones
exteriores argentinas ni tampoco un factor que com plicara sus
relaciones con Washington. Parecía, al menos en apariencia, que
una posición independiente en temas com o éste podría aumentar
el margen de maniobra del país y su capacidad de negociación en
cuanto a los puntos más relevantes al programa de desarrollo y
modernización encarado por Perón.
Cuando éste llegó al poder, anunció una política socioeconómica
que se mantendría equidistante del capitalismo cruel y socialmente
insensible y del comunismo opresor y sin alma. De modo conse­
cuente, la política exterior argentina adoptó también, al menos
teóricamente, esta Tercera Posición, con la cual se deseaba demos­
trar que la Argentina no era "el palio trasero" de Estados Unidos
ni se sometía a los mandatos de ninguna de las potencias. Su
política internacional serviría exclusivamente a sus propios inte­
reses nacionales. Pese a ello, el gobierno de Buenos Aires hizo
cuanto pudo para evitar enfrentam ientos innecesarios con la
Administración norteamericana. Coherentemente con ello, su abs­
tención en la votación sobre Palestina fue percibida com o lógica.
Una circunspección sim ilar demostraba la Argentina respecto
de Gran Bretaña, su principal contraparte en el comercio desde que
se había convenido en una república independiente, a comienzos
del siglo xix. Aunque después de la Segunda Guerra Mundial había
quedado patente que el Reino Unido no podría continuar jugando
el mismo papel en la economía argentina, aún no se había
encontrado una verdadera alternativa a las relaciones com ple­
La A rgen tin a y la partición d e P a lestin a 213

mentarías con los ingleses.7 Esta fue otra de las razones por las
que no se adoptaba una postura inequívoca en un tema que tenía
tanta importancia para los británicos.
Otro motivo de importancia para la abstención era el deseo
argentino de conservar el apoyo de los países árabes en la arena
internacional. A Tines de la Segunda Guerra Mundial tanto los
países de Occidente com o los del bloque oriental abrigaban sus
sospechas respecto de la Argentina, como resultado de la neutra­
lidad mantenida por los gobiernos de Buenos Aires durante la
contienda; el régimen de Perón era considerado por muchos como
fascista y totalitario. Los arquitectos de la politica exterior argentina
consideraban vital obtener el apoyo de los seis estados árabes que
a la sazón eran miembros de las Naciones Unidas, asi como de
algunos países musulmanes, tales como Turquía y Afganistán. Sin
duda, el éxito obtenido por la Argentina en septiembre de 1947 al
ser elegida al Consejo de Seguridad, se debió en parte al apoyo
brindado por los países árabes.1*
Las instrucciones secretas que el M inisterio de Relaciones
Exteriores en Buenos Aires envió a la delegación ante la ONU en
octubre de 1946 decían en lorrna explícita: "Diversas han sido las
gestiones realizadas por instituciones hebreas para obtener el
apoyo de nuestro país, si se trata la cuestión de Palestina [en la
ONU]. En este delicadísim o asunto. V.E. tendrá com o referencia la

7 Sobre las relaciones de Gran Bretaña con la Argentina véase, entre otros.
U.S. Perns, llrita in and A rgentina in the Nineteenth Century, Oxford, 1960: R.
Gravil, The Anglo-Argentine Connection. ¡900-1939, Boulder, 1985; Roiy Miller,
liritain and la tín America, New York. 1993.
h Una evidencia anecdótica del temor de Perón por la reacción árabe ante
l u í apoyo argentino a la posición sionista puede verse en la respuesta que dio

a Moshé Tov en septiembre de 1948, cuando éste pidió saber la razón por la
cual estaba demorando el reconocimiento al nuevo Estado. Con su habitual
humor, el Presidente replicó: 'M ire, am igo mío. Ud. conoce muy bien a los árabes.
Suelen volverse irracionales. Si yo reconociera hoy a Israel, m añana por la
mañana podría aparecer colgado d e un fa rol o un árbol en una calle d e El Cairo
el em bajador argentino...". Ver Moshe Tov, El m urm ullo d e Israel — historial
diplomático, Jerusalén, 1983, p. 87. Sobre la politica mesoriental de la Argentina
peronista en los años siguientes, ver Ignacio Klich. "Equidistance and Gradualism
in Argentine Foreign Policy towards Israel and the Arab World, 1949-1955", en
David Sheinin and Lois Baer Barr, The Jewish Diaspora in Ixitin Am erica: New
Studies on H istory and Literature, New York, 1996, pp. 2 19-237: ídem. "Towards
an Arab-Latin American Bloc? The Genesis ol Argentine Middle East Relations:
Jordán, 1945-54”, M iddle Eastern Studies 31, No. 3 (1995): pp. 550-572.
‘2 14 R aanan Rein

siguiente: la Argentina no quiere, bajo ningún concepto, un enfria


miento en sus relaciones con la Liga Aralje. La Argentina no se ha
comprometido a apoyar a los hebreos".13 El mismo cable indicaba
más adelante que, no obstante lo mencionado, las circunstancias
podrían forzar a emitir un voto favorable a los judíos, mas ello debía
hacerse sin herir las sensibilidades árabes.
Tratándose de un país constituido prim ordialm ente por
inmigrantes, la política exterior argentina se ve necesariamente
influida por las diversas com unidades minoritarias que habitan su
territorio. La decisión de Perón sobre Palestina debía tomar en
cuenta a la colectividad judía, la más grande de Am érica Latina,
con unas 250.000 a 350.000 almas, del total de la población de
casi 14 millones,10 y también a la árabe, en su mayoría formada
por sirio-libaneses , estim ada a la sazón en unas 400.000 personas.
En este sentido debe señalarse que. a diferencia de lo ocurrido con
la comunidad judía, la m ayor parte de la cual votó a la coalición
de partidos opositores en las elecciones de 1946, la comunidad
árabe era considerada en términos generales como favorable a la
candidatura de Perón.11
Las instrucciones mencionadas aluden a que en la segunda
mitad de 1946 el lobby sionista ya era activo en sus esfuerzos por
captar la simpatía y la adhesión de los modeladores de la política
y la opinión pública. Avraham Mibashan, por ejemplo, represen­
tante de la Agencia Judía en Buenos Aires, logró movilizar a
algunos legisladores peronistas que, junto a un número de dipu­
tados de la oposición, dirigieron una petición al Gobierno para que

9 "Secreto — Para agregar a las instrucciones que posee actualmente la


delegación argentina ante asamblea general «le las Naciones U nidas' (subrayado
en el original). JAB Papers, 10-10-46.
10 El A in íiic a n Jeivish Year ¡Jook. 1947 1948. Philadelphia, 1947, p. 737
publicó la cifra más elevada. Otras fuentes dan estimaciones más modestas
sobre la población judia en Argenüna a mediados de los cuarenta. Sergio della
Pérgola cita la cifra de 249.326, basándose en el censo de 1947. Véase su
“Demographic Trends of Latin American Jewry”, en Judith l.aikin Elkin and
Gilbert W. Merkx (eds.), The Jew ish Presence in ¡xitin America, Boston. 1987.
p. 96.
11 Ver Haim Avni. The H istory o f Jeivish lmmigration to Argentina. 1810-
¡9 5 0 (en hebreo), Jerusalem. 1982, pp. 334-335, 339. A finales de diciembre
de 1945, el diario Democracia publicó una serie de artículos bajo el titulo “¿Por
qué gran parte de la colectividad judia está contra el coronel Perón?”, escrita
por Enrique de Marenz. Véase, por ejemplo, la edición del 28-12-45. p. 4.
La A rgen tin a y la p artición d e Palestina 215

apoyara el establecimiento de un hogar nacional ju d ío en Pales­


tina.12
Para no quedar rezagados, también el lobbij árabe com enzó a
operar en la Argentina. En mayo de 1946, por ejemplo, represen­
tantes de la Liga Arabe se entrevistaron con el presidente saliente,
el general Edelmiro Farrell, dejando la Casa Rosada con la sen­
sación de haber conquistado el apoyo argentino en su lucha por
Palestina, impresión que el canciller Juan Cooke se apresuró a
negar.1:1 Un diplornálico libanés, que poco después realizó la
primera gira de relaciones públicas árabe por América Latina, se
entrevistó con el recientemente electo presidente Perón en Buenos
Aires y solicitó el apoyo argentino a la postura árabe cuando se
debatiera el futuro de Palestina en la ONU. Perón le dio a entender
que la decisión ya habia sido tomada y que su país efectivamente
simpatizaba con su causa. Sin embargo. Moshé Tov. director de
la división latinoamericana de la Agencia Judia, recibió una im­
presión diferente en la charla que mantuvo con el presidente
argentino.H
Es difícil estimar el impacto del lobby judío, activo tanto en la
Argentina como en la sede de la ONU en Nueva York, pero la idea

12Sobre esta iniciativa, derrotada por las fuerzas combinadas de diputados


peronistas y radicales, véanse las entrevistas del autor con el delegado peronista
disidente Cipriano Reyes (Quilines, 15-9-89; La Plata, 3-5-96): República
Argentina, Cám ara de Diputados de la Nación. Diario de Sesiones 1946, 4-9-
4G v 23-9-4G: Ignacio Klich, "Peronistas y radicales ante las aspiraciones
sionistas en Palestina", D esarrollo Económ ico (abril-junio, 1994): pp. 75-93:
Silvia Schenkolewski-KroU, The Z ion ist M ovem ent and the Zionist Parties in
Argentina. 1935-1948 (en hebreo), Jerusalem, 1996, pp. 354-364.
13 El M undo y La Nación, 23.5.46. Sohre los esfuerzos fiel lobbij árabe en
Argentina respecto del futuro de Palestina, véanse distintas notas, especial­
mente entre septiembre y noviembre de 1947, en el Diario Sirio-IJbanés (Buenos
Aires), por ejemplo, del 6 de noviembre.
14 Corominas a Bramuglia, 22-9-47, JAB Papers. En su carta. Corominas
comentaba que los presidentes —en este caso. Perón— siempre trataban de dar
a sus Interlocutores la impresión de que sus pedidos les serian otorgados. Un
mes antes de la votación, el canciller dijo al embajador español en Buenos Aires
que su país no deseaba adoptar una postura que despertara la ira de la
comunidad árabe ni de la comunidad judia en Argentina. Véase Areilza al
Ministerio de Asuntos Exteriores, 31-10-47, AMAE, Leg. R. 1453/1. Unos arios
más tarde, en mayo de 1954, uno de los miembros de la delegación argentina
ante la ONU, Juan Campos Catelin, brindó una explicación similar para
justificar la abstención de su país en la votación por la partición. Véase Glick.
Ixitin America, p. 113.
216 Raanan Rein

generalizada de que fue muy pequeño v demasiado tarde, y por lo


tanto insignificante, es una exageración.1^ Obviamente este grupo
no fue la única influencia ni tampoco la consideración principal
de Perón, pero dados los esfuerzos de este último por mejorar su
imagen en el ámbito internacional en general y en el norteame­
ricano en particular, las presiones ju d ias surtieron cierto efecto,
ya que el lider justicialista no deseaba ser considerado antisemita.Hi

Conflictos personales y disputas ideológicas

En todos los debates sobre la posición argentina respecto de


la cuestión de Palestina, sin embargo, se ha dedicado poca atención
a la lucha que entonces libraban los cuadros superiores del
Ministerio de Relaciones Exteriores y su influencia en las votaciones
de la ONU. Los protagonistas de estos enfrentamientos eran el
canciller, Juan Atilio Bramuglia; el jefe de la delegación ante la
ONU. embajador José Arce y el vicepresidente de la delegación, el
embajador Enrique Corominas. Algunos docum entos del archivo
personal de Bramuglia (que se encuentra ahora en posesión de la
Hoover Institution, en la Universidad de Stanford) revelan los
d iversos asp ectos de dicha lucha — ideológica, personal e
intergeneracional— y su impacto en la postura argentina en cuanto
a Palestina, la cual de hecho fue adoptada, según mi modo de ver,
sólo a último momento. Estos docum entos muestran, entre otras
cosas, la influencia de las luchas internas dentro del Estado
burocrático peronista (a pesar del liderazgo personalista y carismático
de Perón) y la falta de homogeneidad en la Loma de decisiones
políticas.
Arce era un prestigioso cirujano y pertenecía a uno de los
grupos conservadores en la heterogénea coalición unida bajo el
liderazgo de Perón en 1945. Tras la victoria del último en las
elecciones de febrero de 1946, Arce fue nominado embajador ante
la ONU. Com o hemos visto, tenía concepciones fir¿nemente

15 Esto lo sostiene I. Klich, “Argentina, the Arab World and ihc Partition
of Palestine", Ninth World Congress q f Jew ish Studies, División B, Vol. III,
Jerusalem, 1986, pp. 271-277.
16 Sobre la imagen negativa de Perón en Estados Unidos y en las comu­
nidades judias argentinay norteamericana, así como sus esfuerzos por modificar
dicha tendencia, véase el capítulo 8 de este libro.
I-a A rgen tin a y la p artición de Palestina 217

anlicomunistas. mostraba gran simpatía por el régimen de Franco


en España y una igualmente gran aversión hacia los ju díos y su
ambición de establecer un Estado soberano. También es significa­
tivo para nuestra tesis el hecho de que Arce se negara a aceptar­
la autoridad de la cancillería y del ministro a cargo de esa cartera,
Juan Atilio Bramuglia. 'Tod os los embajadores deben acatar a las
instrucciones de la Cancillería, menos el embajador en las Naciones
Unidas", solía decir Arce a sus amigos, jactándose de que rendía
sus cuentas directamente al Presidente de la República.17Esta actitud
generó un conflicto inevitable entre Arce y Bramuglia respecto de
numerosas cuestiones, una de las cuales fue la postura hacia Israel
y los judíos.
Para mantener a Arce dentro de cierto marco y para garantizar
información com pleta y detallada de cuanto hiciera y dijera en la
sede principal de la organización mundial en Nueva York, Bramuglia
nombró a Enrique Oorominas. su amigo y confidente, com o número
dos en la delegación. Corom inas y el canciller, ambos de la misma
generación, estuvieron asociados en la vida política durante más
de 20 años, desde com ienzos de los cuarenta v hasta la muerte
de Bramuglia en 1962. Tam bién Corominas había com enzado su
militancia en las filas de la izquierda y tenía igual sim patía por la
ambición sionista de establecer un hogar nacional para el pueblo
judío en Palestina.
Entre septiembre y noviembre de 1947 Corominas envió, casi
a diario, extensos y detallados informes desde Nueva York a
Bramuglia en Buenos Aires, mas no a su despacho en el palacio
San Martín, sino a su residencia privada en la calle Juncal al 1600.
Estas cartas son una fuente primaria invalorable, que dejan al
descubierto las luchas entre el jefe y el primer consejero de la
delegación. Se trata de un canal alternativo y no oficial de com u­
nicaciones, com plem entario de las cartas y telegram as que
intercambiaban el M inisterio y el jefe de la delegación. Este capítulo
se centra en las diversas dimensiones de las posturas de la
Argentina peronista en cuanto a la cuestión de Palestina tal como
surge del epistolario entre Corominas y Bram uglia.IM

17 Entrevista del autor con Hipólito .Jesús faz, ministro de Relaciones


Exteriores entre 1949 y 1951 y embajador en Washington de 1951 a 1955
(Buenos Aires, 29-4-96).
IHAlgunas de las cartas de Corominas fueron publicadas en: Israel Jabazz,
Israel nace en las Naciones Unidas, Buenos Aires, 1900.
R aan an Rein

Arce: un show unipersonal

Antes de entrar de lleno al conflicto entre Arce y Corominas


en torno de la cuestión de Palestina, deben considerarse las
numerosas quejas elevadas por el mismo Corominas y un tercer
miembro de la delegación, el coronel Franklin Lucero, respecto del
liderazgo autoritario y arbitrario que ejercía Arce. Este trataba de
manejar los asuntos de la em bajada por si mismo, sin mostrar
disposición alguna a consultar a sus colegas o escuchar sus
opiniones. En una de sus cartas Corom inas afirma haber expresado
sus puntos de v'ista sobre Palestina a Arce, a sabiendas de que éste
seguramente "procederá por su cuenta, como habitualmente lo
hace, escapándose al control de la propia Delegación y escapán­
dose. en mayor forma aún, a los principios que emergen de la propia
cancillería",10 principios que, a entender de Corominas, permitían
el apoyo al pl^n de partición.
A medida que se acercaba el momento de resolver sobre
Palestina, las críticas de Corominas arreciaron. Parte de la con­
fusión entre los miembros de la delegación, aseguraba, se debía
a que Arce monopolizaba celosam ente las instrucciones que le
llegaban desde el palacio San Martin. Después de leerlas él mismo,
ocasionalm ente se las mostraba a alguno de sus subordinados,
"corno si fuese una novela de biblioteca, que debe devolverse
inmediatamente después de su lectura".20 Corominas nombró
explícitamente a por lo menos dos consejeros de la delegación.
Ferrer Vieyra y Rodolfo Muñoz, que ni siquiera habían visto los
docum entos en cuestión.
Asimismo agregó que no se trataban en forma colegiada las
posturas que se adoptarían en la Asam blea General: “No hemos
realizado, en estos 33 días de permanencia en Nueva York, más
que una sola reunión de la Delegación, y ésta, promovida a mi
pedido para considerar el discurso que debía pronunciar el doctor
Arce. Después, no hemos vuelto a reunimos, pese a la existencia
de problemas fundamentales". Cada uno de los delegados era
consultado en forma privada por Arce o por Corominas. pero no

19Corominas a Bramuglia. 16 y 17-10-47, 7 y 12-11-47. JAB Papers. Hubo


diplomáticos nortemorioanos que calificaron la conducta de Arce enmo la de una
■prima donna”. Ver Foreign Rclations o f (h e United States (1947), Vol. 1, p. 220.
20 Coraminas a Braniuglia, 1G-1Ó-47, JAB Papers.
L a A rg en tin a y la partición d e P a lestin a 219

había coordinación del trabajo conjunto. No es de soqjrender,


entonces, que Arce ni siquiera conociera a algunos de los miembros
de la delegación, con los cuales tan sólo había intercambiado
algunas palabras de salutación el dia de su llegada a la ciudad de
los rascacielos.21 Corominas se quejaba con amargura de la soberbia
de "hombres que se creen dueños del pais en el extranjero” y que
imponían con arrogancia su voluntad personal sobre quienes les
rodeaban.
Otra queja que se repetía con frecuencia era que Arce estaba
más ocupado en promocionar su propio status personal y su
imagen com o diplomático internacional, que en las tareas diplo­
máticas propiamente dichas. En una oportunidad designó a un
asesor en relaciones públicas, de nombre Lvle Hugh Munson, cuyo
salario de 600 dólares mensuales era pagado del presupuesto de
la delegación, lo que Corominas consideraba que “además de un
error, constituye una inmoralidad”.22 En una entrevista con el
periódico neoyorquino La Prensa, publicado en español, este asesor
declaró haber sido contratado 'para redactar discursos, preparar
noticias para los periódicos, hacer arreglos para alocuciones a las
estaciones de radio.... y aconsejar los pasos mejores para arreglar
un ambiente más favorable para la República Austral” .23
Otro de los reproches se refería a que Arce organizaba un Lobby
entre figuras del Gobierno en su pais a los efectos de promover sus
propios puntos de vista sobre Palestina. En este sentido. Corominas
aludía en form a bastante evidente a que el embajador esquivaba
al ministro y se dirigía directamente "a la Presidencia y acaso a
distintos conductos de Buenos Aires", alim entándoles con infor­
mación distorsionada e intentando crear una falsa impresión de los
logros obtenidos.2-1 En la práctica, estos "conductos" eran nada
menos que la propia Evita, la gran rival de Bramuglia.
La impresión que se desprende de estas misivas es, entre otras
cosas, la de un conflicto intergeneracional. Corominas consideraba
a Arce com o un representante de la vieja guardia, incapaz de
comprender los cambios ocurridos en el mundo tras la guerra
mundial o en la Argentina misma, asi com o la naturaleza del

21 Corominas a Bramuglia. 1610-47. 12.1 1.47, JAB Papers.


22 Corominas a Bramuglia, 7-11-47, JAB Papers.
2:1 Corominas a Bramuglia. 21-11-47, JAB Papers.
21 Corominas a Bramuglia, 16-10-47, JAB Papers.
220 R aanan Rein

peronismo. En su opinión, el embajador se aferraba obstinadamen­


te a sus concepciones conserv adoras del ayer, ya caducas, por lo
que tenía problemas para representar a la Nueva Argentina y la
Tercera Posición.2'"
Una acusación era que Arce dejaba que sus simpatías u odios
personales dictaran muchas de sus acciones, como, por ejemplo,
su apoya a la candidatura del canciller australiano Evatt como
presidente de la Asamblea General, para evitar la elección del
brasileño Oswaldo Aranha, aunque éste era un representante del
bloque latinoamericano. Según Corominas. se trataba de apenas
un ejemplo de la conducta arrogante de Arce hacia los delegados
de otros países de América Latina en la ONU; sus informes
documentan numerosos errores Lácticos de este tipo, mediante los
cuales Arce provocó el descontento del secretario general Trygve
Lie, de los delegados latinoamericanos y de los de los países
comunistas.26
Las semillas de desconfianza hacia Arce que sembró Corominas
hallaron tierra fértil en Buenos Aires, al menos en Bramuglia, como
lo demuestra la transcripción de la siguiente conversación telefónica
que mantuvieron am bos el 8 de noviembre:

"Sr. Ministro: Lo llam o para pedirle que se ponga en comunicación


Inmediata con el doctor Arce, y que le exprese en mi nombre si
eslá dispuesto o no a seguir cumpliendo ron las Instrucciones.
“Sr. Corominas: Muy bien, doctor: perfectamente.
"Sr. Ministro: Aqui estam os alterados por la forma en que se
conducen en Naciones Unidas. Hem os enviado un telegrama
concreto en el que se aconsejaba no participar en los debates,
m as que para votar, y, sin em bargo, se sigue hablando. Eso
significa una desautorización a la política Internacional, que
nosotros dirigimos desde aqui. y no el doctor Arce desde allí.
"Sr Corominas: Tiene razón...

25 Véase, por ejemplo, Corominas a Bramuglia, 7-1 1-47, <IAB Papers.


26 Según Hipólito Paz, que asumió como canciller en 1949. las constantes
peleas de Arce con los delegados soviéticos dificultaron la tarea de Federico
Cantoni, embajador argentino en Moscú (entrevista con el autor, Buenos Aires,
29-4-96): Hipólito Jesús Paz, "l.a tercera posición", en S. R. Jalabe (comp.), La
política exterior argentina y sus protagonistas. 1880-1995. Buenos Aires, 1990,
p. 61: Mario Rapoport, Política y diplom acia en la Argentina — las relaciones con
EE.UU. y la URSS, Buenos Aires, 1986, pp. 36-39.
La A rgen tin a y la partición de Palestin a 221

"Sr. Ministro: Este es un asun to que nos tiene totalmente


intranquilos, y ya lo hemos conversado con el Presiden Le de la
Nación, quien también está sum am ente molesto.
“Sr. Corominas: Si, se ñ o r me permito decirle, por mi parte, que
he tratado, sin éxito, de interferir en su espíritu para decirle que
modifique su conducta política, pero este señor no hace caso: se
m aneja a su líbre albedrío.
"Sr. Ministro: Y a estamos cansados de estas interferencias que
está realizando el doctor Arce. No es posible que se desobedezcan
las instrucciones impartidas. Creo que si el doctor Arce vuelve
a h ab lar desoyendo las instrucciones, Inmediatamente lo lla­
m aremos a Buenos Aires y desautorizarem os sus intervenciones".27

Cabe destacar que a lo largo de los años en que estuvo al frente


de la delegación argentina ante la ONU, Arce puso de relieve ciertas
tendencias tradicionales de la política exterior de su país; entre
ellas, una especie de aislacionismo y una proclividad a convertir
problem as históricos y políticos en cuestiones legales.28 Una actitud
dogmática y 110 comprometedora, por ejemplo, en toda cuestión que
se refiriera al principio de no intervención en los asuntos internos
de un Estado soberano, condujo a votos algo sorprendentes o por
lo menos polémicos, que distaron de proporcionar al régimen de
Perón una imagen progresista. Como muestra, y para gran disgusto
de Corominas. la Argentina no se sumó a la censura a Sudáfrica
por la discriminación racial contra su minoría hindú y se opuso
a los esfuerzos para presionar a que dicho país concediera la
independencia a Africa del Sudoesle (Namibia). La Argentina también
se opuso a cualquier revisión de la política colonialista francesa en
Marruecos v no adhirió a las críticas al imperialismo holandés en

27 "Conversación telefónica Bramuglia-Ooroininas", 8 11 -47, .JAB Papers.


Una vez finalizada la conversación telefónica, Corominas se dirigió de inmediato
a la sede de la O N U en I-ake Success donde, en el transcurso de los debates
de la comisión política de la Asamblea General, transmitió las instrucciones de
Bramuglia al doctor Arre. Véase Corominas a Bramnglia, 8 -1 1-47, JAL) Papers.
Unos tres días más tarde Arce envío al canciller un telegrama de respuesta en
el que prometía acatar las directivas. Sobre el contenido de este telegrama no
informó a ningún otro miembro de la delegación. Véase Corominas a Bramuglia.
12-11-47. JAB Papers.
28 Gilbert, T h e Argcntine Role in the United Nations", cap. 3: Gusta­
vo Ferrari, Esquema ele la política exterior argentina. Buenos Aires, 1981, pp.
1-28.
222 Raanan Rein

el Lejano Oriente.29 No fue hasta 1950, cuando Arce fue desplazado


de su puesto ante Naciones Unidas, entre otras circunstancias, que
se produjo un cambio considerable en esta política; recién entonces
la Argentina comenzó a adoptar actitudes más flexibles en ese
organismo, buscando soluciones políticas en lugar de doctrinarias
o legalistas para los problemas de esa índole que se sometían a
debate.
También al tratar la cuestión de Palestina Arce utilizó bases
legales, ju n to a políticas y morales, para justificar su posición.
Enfatizó ante Bramuglia que el plan de partición contradecía la
Carta de las Naciones Unidas en lo referente a la autodeterminación
de los pueblos.30 Sostenía que la Asam blea General no estaba
facultada para imponer solución alguna a las partes en el conflicto
ni tenía la capacidad para hacerlo, ya que carecía de un brazo
militar (a pesar de que la Carta hacia referencia al establecimiento
de una fuerza que ayudaría a la organización a imponer las
resoluciones que adoptara, ésta no se había hecho efectiva). Arce
repitió en varias oportunidades el argumento, utilizado también por
los delegados de El Salvador y Colombia, sobre la falta de autoridad
de la Asam blea General, lo que provocó el disgusto del secretario
general Trygve Lie, a juzgar por las m em orias de este último.*1 La
propuesta de Arce, de permitir a los habitantes del territorio en
disputa que votaran bajo la supervisión de la ONU sobre su propio
destino, era de hecho una recomendación a que se adoptara el
punto de vista árabe, que constituía la mayoría de la población.
Corominas argumentaba en respuesta que las interpretaciones
legales de la Carta de las Naciones Unidas eran inadecuadas, ya
que "... no tienen vida emocional. El derecho frío ya no existe.
Siempre es derrotado por el derecho emocional, ... que es el que
gana la conciencia de los pueblos... Los hombres no se cotizan en
ía tabla de las emociones populares por el mayor grado de su
sabiduría o el más alto valor de ciencia jurídica que poseen, sino
por la bondad de sus almas, ... por la ternura de sus acciones”.32

29 Sergio Bagú. Argentina cu el mundo, Buenos Aires, 1961, pp. 105-106.


Sin duda la alianza de Perón con el dictador español Francisco Franco sólo
aumentó las sospechas que muchos abrigaban respecto del régimen imperante
en el pais del Plata. Al respecto véase el capítulo quinto de este libro.
30 “Consultas formuladas por el embajador Arce", 12-10-47, JAB Papers.
31 Ver Lie, In the Cause o f Peace, p. 168.
32 Corominas a Bramuglia. 21-11-47, JAB Papers.
La A rgen tin a y la p a rtición de P alestin a 223

Al mismo tiempo hacía un llamamiento a sus jefes para que no


obviaran consideraciones sentimentales ni valores morales.

Arce pro árabe; Corominas pro judío

En los debates de la comisión ad hoc sobre la forma que deberían


tener sus recomendaciones a la Asam blea General, Arce expuso sus
reservas sobre el plan de partición. En una ocasión declaró;

"La delegación argentina, que desea apoyar el establecimiento, no


de uno sino de tantos hogares ju d ío s como sean necesarios para
poner fin a la precaria situación de hom bres, m ujeres y niños
(Judíos] perseguidos sin motivo en E uropa, por razones raciales,
no puede elevar este deseo al extremo de violar la Carta, imponiendo
por la fuerza la creación de un Estado Judio en Palestina".13

Los representantes de la Agencia Judía se encontraron con que,


a diferencia de Arce. Corominas apoyaba el plan que obtuvo la
mayoría en la UNSCOP y el derecho histórico de los judíos a
establecer un Estado soberano en Palestina, basándose en prin­
cipios humanistas, de derecho internacional, universales y cristia­
nos. En una carta dirigida a Bramuglia el 22 de noviembre, decía:

“Los Judíos representan en nuestro pais unos 400 mil ciudadanos


que se mueven, desplazan y actúan coaligadamente con el resto
de los ju d ío s del mundo, que si su m a n 3. 4 o 5 millones o más,
según las estadísticas, pueden representar también 50, porque
no sabem os hasta dónde llega la influencia de este grupo. SI han
conseguido, sin tener ni un EsLado, ni un Hogar, ni una tierra
residencial, conmover al m undo con este problem a y llevarlo
hasta Naciones Unidas... es porque les asiste algún derecho o
porque tienen u n a extraordinaria conducción. Si tienen conduc­
ción, merecen u n a radicación, y si les asiste la justicia, no hay-
d u d a algu n a que h abrá que cum plirla, aú n a expensas de todas
estas resistencias, d u ras resistencias, de los árabes".34

En forma consecuente con esto, los representantes de países


árabes y del Comité Superior de los Arabes en Palestina estaban

33 Citado en Olick. U ilin America and the PalesUne Problem, p. 8(>.


34 Corominas a Bramuglia, 22-9-47, JAB Papers.
224 R aanan Rein

en contacto constante y estrecho con Arce, mientras que Corominas


pasó a ser un contacto para los representantes de la Agencia Judía
y una importante fuente de información para Moshé Tov, quien
intentaba captar el apoyo de los estados latinoamericanos en la
ONU. Corominas le transmitió información sobre sus conversacio­
nes con colegas de otros países del continente y sobre las actividades
que realizaban delegados de la Liga Arabe entre aquellos diplo­
m áticos/’'
La cuestión sobre si el tema de Palestina debía enlazarse con
el de los refugiados y desplazados del Holocausto en Europa
revestía una importancia fundamental, ya que determinaría si se
reconocía una conexión entre el pueblo ju d ío y Palestina, la Tierra
de Israel. Las concepciones de Arce eran cercanas a las de su colega
cubano, el doctor Guillermo Belt, quien cuestionaba el derecho de
los judíos a Palestina y argumentaba que, si lo tuvieran, ejercerlo
•significaría forzosamente la desposesión de aquellos cuyo derecho
era incuestionablemente mayor. En una carta al Ministerio de
Relaciones Exteriores a mediados de octubre. Arce escribía que la
cnestión de los desplazados europeos no tenía conexión con este
asunto y que “los ju d íos lo vinculan para im plorar la misericordia
de las naciones".31' Sostenía que del 1.25 millón de desplazados,
más de un millón eran cristianos y que nadie estaba tratando de
despertar simpatía hacia ellos. El problema de los desplazados
debía ser tratado en conjunto, sin distinguir entre judíos y no
judíos.
En contraste, Corominas acusaba a su colega en la delegación
de no entender este aspecto de sensibilidad humana, ya que “es
bien sabido que los judíos desplazados, que no quieren volver a
edificar sus viviendas sobre los cementerios de sus familiares,
desean ir a Palestinay no a otro lugar...".157En otra carta a Bramuglia
describía el problema de los judíos desplazados y explicaba la
necesidad de hallar soluciones “ para evitar el martirio de estos
grupos de hombres".3,1

3:1 N. Lorch, Scvcrr Chapters in Isracli-Ibero-Am erican Relations [en hebreo],


Jerusalem, 1077. p. 48.
"Consultas formuladas por el embajador Arce", 12-10-47. JAB Papers.
37 Corominas a Bramuglia, 17-10-47, «JAB Papers. Sobre el discurso pro-
árabe del delegado cubano, ver N. Lorch, “Israel and Latín America — The
■Jewish Problem' up lo 1049" [en hebreo). Gesher N “ 08-69 (diciembre de 1971):
pp. 111-112.
38 Corominas a Bramuglia, 22-9-47, JAB Papers.
La A rgen tin a y la p a rtició n d e Palestin a 225

La disputa entre Corominas y Arce se refería también a la


esencia y significado de la política de la Tercera Posición. Bajo la
tutela de Arce ia delegación se abstuvo de involucrarse en num e­
rosas cuestiones, basándose en diversas tesis legalistas. Así fue
como la Argentina se encontró adoptando algunas posiciones
controversiales. algo que ya hemos mencionado. En este caso, en
el que las dos grandes potencias coincidían respecto de la nece­
sidad de establecer un Estado judío, ¿qué significaba la abstención
en el contexto de la Uuerra Fría que escalaba? Entendiendo como
T erc e ra P osición sobre P alestin a precisam en te la opin ión
consensuada de las dos grandes potencias, decía Corominas que:

"El doctor Arce se alejó de la Tercera Posición y se fue, preci­


sam ente, hacia el plano donde no debía colocarse, o mejor dicho,
donde lo colocó su racismo, su antisemitismo, su fuerte espíritu
conservador y clasista, y lo que es m ás, el olvido de las prem isas
m orales im partidas como instrucciones por la Cancillería...
"C u an d o los árab es en Argentina hacen actos públicos para vivar
el nom bre del em bajador Arce y la política argentina pro-árabe,
es porque en las deliberaciones de la U.N. el em bajador Arce ha
estado en la facción árabe y eso no era, precisamente, lo que
correspondía a las Instrucciones im partidas".3*

Corom inas tenía la convicción de que en un asunlo como el


del futuro de Palestina, la Argentina debía adoptar una determ i­
nación en uno u otro sentido, mas no abstenerse. Pensaba además
que debía darse curso favorable al proyecto de partición y al
establecimiento de un Estado judío. En una carta a Bramuglia, le
pedia al ministro que decidiera, enfatizando su certeza de que
apoyaba la posición hebrea.40 La variedad de las justificaciones
citadas incluía consideraciones humanísticas y cristianas y tam­
bién pragmáticas, como por ejemplo la necesidad de evitar un
conflicto superlluo con Washington, cuya postura debía servir
com o brújula. En un esfuerzo por aprovechar el temor del Gobierno
a crear una imagen negativa, advertía que herir las sensibilidades
de quienes estaban en favor de la creación de un hogar nacional
judío sería interpretado por los opositores al régimen, tanto en el
plano doméstico como en el internacional, como muestra de

39 Corominas a Bramuglia. 7-11-47. JAD Papers.


40 Corominas a Bramuglia, 22-9-47, JAB Papers.
226 Raanan Rein

racismo y antisemitismo. Se refería en particular a los judíos


norteamericanos quienes, al igual que los miembros de la colec­
tividad judeo-argentina, seguían mirando a Perón con suspicacia,
si no con cierta hostilidad.41
Arce creía que la Argentina debía votar, en cualquier caso, por
la posición árabe. A mediados de octubre ya había estimado que
la resolución de la partición obtendría la mayoría requerida de dos
tercios y que

"en ese caso los Judíos no nos necesitan, y Argentina debe


conservar su am istad con los países árab es, y m usulm anes
vecinos, que representan 11 votos en la Asam blea, que nos
apoyan siempre, y que nos han hecho triunfar para el Consejo
de Seguridad. Esto nos permitirá influir ante ellos para que no
se echen en brazos del bloque eslavo (com unism o) con lo cual la
guerra en el Medio Orlente seria inevitable".12

Por su parte. Corominas se apresuró a explicar a Bramuglia


que el apoyo que habían dado los árabes no condicionaba al país
a adoptar los puntos de vista de aquellos sobre cada tema:

"M uchas oportunidades m ás tendrá, en la historia. Argentina,


para acom pañar a los árabes, si es que éstos necesitan de
Argentina y de su ayuda en el Consejo de Seguridad".43

El 13 de noviembre Arce convocó a Corom inas y a otros tres


miembros de la delegación para tratar el tema de la partición de
Palestina. El embajador explicó a los participantes que apoyaba la
posición árabe y que en ese espíritu propondría ante el plenario
establecer en el territorio en disputa una federación similar a la
de Estados Unidos, donde habría una división de poderes sobre una
base regional, sin una partición territorial. En caso de haberse
hecho efectivo, ello hubiera favorecido a los árabes, que gozaban
de superioridad numérica evidente.4*

41 Corominas a Bramuglia, 16-10-47. ,IAB Papers.


42 "Consultas formuladas por el embajador Arce", 12-10-47, JAB Papers.
4-' Corominas a Bramuglia. 16-10-47, .1AB Papers.
44 Corominas a Bramuglia, 14-11-47, JAB Papers. Al presentar esta
propuesta al Ministerio, Arce sostuvo que, incluso de no obtener una mayoría,
permitiría a la Argentina votar en contra de la partición, ya que cualquier otra
posición haría perder el apoyo de la Liga Arabe, a quienes consideraba como
los más leales amigos del país. Véase Arce al MREC, 15-11-47, JAB Papers.
La A rgen tin a y la partición d e P a lestin a 227

Corominas respondió que en la subcomisión de la comisión ad


hoc creada para tratar la cuestión de Palestina, se formularían dos
resoluciones: una que reflejara el punto de vista arabe y otra que
reflejara el punto de vista sionista. No tenía sentido agregar otra
propuesta pro-árabe a la votación. Asimismo descartaba la posi­
bilidad de abstenerse. En su informe a Bramuglia sobre dicha
reunión, argumentaba que no veía bien una abstención: "El espíritu
de justicia nos diría que no debemos crear un Estado (judío) a
expensas de otro. Pero el deseo de libertad nos hace pensar que
hay pueblos que necesitan vivir su vida libre, afincados en alguna
parte, con escudo y bandera, con cielo y tierra” .45
Su apoyo al plan de partición lo explicó en mayor detalle en
cartas del 21 y 25 de ese mes,4* escritas tras un encuentro de la
delegación ante la ONU celebrado a instancias del coronel Lucero,
para tratar precisamente el asunto de Palestina. Dicha reunión
duró tan sólo m edia hora, en el curso de la cual Arce manifiesto
“un fuerte nerviosismo" y gran impaciencia, prestando escasa o
ninguna atención a lo que se le decía v expresando sus "sentimientos
pro-árabes fuertemente arraigados". Para contrarrestar esta acti­
tud, Corominas propuso un compromiso, según el cual la Argentina
se abstendría en la comisión ad hoc, estipulándose que en la votación
de la Asamblea General se reservaría el derecho a votar conforme
a "su pensamiento jurídico, social universal y humano", pudiendo
así evitar perjudicar los intereses tanto de árabes com o de judíos,
dado que en la com isión alcanzaba la mayoría simple para adoptar
la resolución.
En la Asam blea General, donde se debía obtener mayoría
extraordinaria de dos tercios, el voto argentino tendría una im ­
portancia m ucho mayor. Corominas explicaba a Bramuglia que. de
votar en contra de la partición en la Asamblea, la Argentina se
convertiría en un satélite de los países árabes, mientras que la
abstención seria considerada como un apoyo a los arabes tanto por
parte de éstos com o por parte de los judíos. Sería vista además
como una evasión de la responsabilidad, equivalente a ausentarse,
o no participar en la votación por el histórico drama que estaba
teniendo lugar, dado que los votos de abstención no se computaban
para establecer el tamaño relativo de la mayoría. Asimismo, una

45 Corominas a Bramuglia, 14-11-47, JAB Papers.


46 Corominas a Bramuglia, 21 y 25-11-47, JAB Papers.
228 R aanan Rein

abstención indicaría una falla en asum ir el significado histórico de


esta resolución, dando por el suelo con “los verdaderos sentimientos
de la Nación, que quiere ser, en estas horas políticas del mundo,
un país rector, un país conductor". Más adelante añadía: "Recuerdo
aqui, de paso, que nuestro Presidente, y todos cuantos seguimos
su doctrina, hemos hablado siempre de que lucharemos por las
grandes causas. Yo he creído que ésta leí deseo de establecer un
hogar nacional para el pueblo judio] era una de las grandes causas
humanas, y por eso he luchado por ella...".
La opción que recomendaba Corominas pues, era votar en favor
del plan de partición en la Asamblea General. Adem ás de cues­
tiones de política exterior práctica y la necesidad de no quedar
solos, aislados, puso gran esmero en acentuar que “ nadie ha dejado
de tener en cuenta el problema sentimental del dolor recientemente
provocado por los seis millones de ju d íos muertos en Europa por
el hitlerismo” .17
En la práctica, la Argentina se abstuvo en la votación que el
25 de noviembre realizó la comisión ad hoc. La mayoría de los
países latinoamericanos. 12. votó a favor: seis, incluyendo a la
Argentina, se abstuvieron y uno estuvo ausente. Arce pensaba que
su país debía abstenerse también en la instancia de la Asamblea
General. Llamó telefónicamente al Ministerio de Relaciones Exteriores
en Buenos Aires y. ante la ausencia de Bramuglia. habló con su
viceministro, el doctor Carlos Desmarás, exponiéndole las cir­
cunstancias con "... el tono pro-árabe del doctor Arce y no el tono
imparcial de la posición argentina". Desmarás le instruyó para que
se abstuviera también en la Asamblea General.18
Corominas pidió a Bramuglia instrucciones para poder votar
por el "Sí"; si la Argentina quería dar a su voto un significado
político regional y pancontinental, debía apoyar el plan de part ición.
Explicaba que la mayor parte de los países de América Latina
estaban mostrando madurez política al enfocar la cuestión judía.
La renovación del espíritu panamericano, ratificado tras la con­
ferencia de Río de Janeiro unos meses antes, y la conferencia de
Bogotá prevista para com ienzos de 1948. obligaban al país a
fortalecer en la mayor medida posible la tendencia a votar en

47 Corominas a Bramuglia, 21-11-47, JAB Papers.


18 Corominas a Bramuglia, 25-11-47, JAB Papers.
La A rg e n tin a y la p artición de P a lestin a 229

conjunto, en lugar de dividir su fuerza de bloque en un tema de


tal envergadura.
Además, a ju zgar por la mayoría obtenida por el plan de
partición en la com isión cid hoc, Corominas consideraba (con
justicia) que la propuesta recibiría los dos tercios requeridos en la
Asamblea General. No unirse a quienes lo apoyaban sería, con­
secuentemente, "una jugada desafortunada". Agregaba todo tipo de
advertencias, como que los árabes no recordarían durante mucho
tiempo la abstención, pero que los judíos no olvidarían que no se
estuviera de su lado en ese momento crucial de su historia
nacional. Más aún, la abstención en la Asam blea General sería
explotada por la oposición doméstica para hostigar al régimen y
acusarlo de una actitud antijudía y racista, “que los hombres del
Gobierno no sienten, ni siquiera sueñan" con adoptar. Asimismo
sugería recordar que tanto la prensa internacional com o los bancos
estaban controlados por judíos.
En la votación del 29 de noviembre en la Asam blea General,
la Argentina se abstuvo y esta actitud fue interpretada de diversas
maneras por diferentes observadores. Algunos la vieron como una
expresión de hostilidad hacia los judíos, dictada por la influencia
de factores nacionalistas bastante significativos en la coalición
peronista y por el status que gozaba la Iglesia Católica, a la sazón
aliada del régimen. Concluyeron que “un régimen con características
fascistas" debía ser tratado con suspicacia. Otros, en contraste,
consideraron como un logro de Corominas y de quienes estaban
en favor del plan de partición el que la Argentina no se hubiera
opuesto.
Debe destacarse que a com ienzos de aquel año había opinado
Walter Eytan, oficial en la División Política de la Agencia Judia v
posteriormente prim er director general del Ministerio de Relaciones
Exteriores de Israel, que algunos países de Am érica Latina “y
particularmente Argentina, pueden votar contra nosotros” .49 Eliahu
Elath, director de la Oficina Política de la Agencia Judía en
Washington y miembro de su delegación en los debates de la
Asamblea General, también enfatizó en sus memorias que:

"El hecho de que el doctor Arce, jefe de la delegación argentina.

10 Citado en Lorch, Sellen Chapters, p. 38.


230 R aan a n Rein

continuara expresando su s reservas sobre el plan de partición en


su s discursos ante la A sam blea G eneral y en sus charlas con
periodistas, para lo cual no a h o rra b a argum ento alguno, nos dejó
bien claro que la influencia de nuestros opositores sobre su
gobierno era mayor que la de nuestros amigos, y que las p ro ba­
bilidades de obtener el apoyo de Argentina en nuestra lucha eran
exiguas".50

Hasta el último momento hubo activistas sionistas que temían


que Arce lograra persuadir a los jefes de la diplomacia de su país
a votar en contra de la resolución. Elath escribió en sus memorias,
con mal disimulada malicia, que:

"... a pesar de la arrogancia y la agresividad desenfrenada del


em bajador Dr. Arce en su oposición al plan de partición ... se
abstuvo en la votación en la comisión [a d hoc) y posteriormente
en el plenario de la Asam blea G eneral. Actuó en concordancia con
las Instrucciones que recibió de su gobierno y no ocultó el enojo
que ello le produjo, ya que h abía instado a su gobierno sin cesar
a que le instruyera a votar en contra del plan de partición. Debe
agregarse que. tras la votación, las delegaciones árabes acusaron
al Dr. Arce por votar en form a que no concordaba con su s
discursos y su explicación fue que no era su culpa el no haber
podido satisfacerles. Algunos á ra b e s sospechaban que complotó
algo con nuestra delegación".51

Dos semanas antes de la votación sobre el plan de partición,


a medida que se acercaba la clausura de la ronda de sesiones de
la Asam blea General, Arce envió un telegrama al Ministerio elo­
giando los logros de la delegación a cuyo frente se encontraba:
"después de varios años de aislam iento internacional, nuestro país
vuelve a ocupar el lugar que le corresponde en el concierto de las
naciones, circunstancia que nos enorgullece, levanta nuestro espíritu
y hócenos pensar en la Patria lejana y eminente ciudadano que rige
sus relaciones exteriores".52
Sin duda, en la segunda mitad de la década del 40 la Argentina
se reintegraba a la comunidad internacional, saliendo del aisla­

50 Eliahu Elath, The Stnic/gle f o r Statehood |en hebreo). Te! Aviv, 1982, Vol.
II, p. 314.
51 Ibíri. pp. 436-437.
52 Arce al MREC, 14-11-47. AMREC, División Naciones Unidas, Asamblea
General, AG 15/1947.
La A rgen tin a y la partición d e Palestina 231

miento que se le impuso durante la guerra mundial. Sin embargo,


el voto de abstención sobre la partición de Palestina constituye un
ejemplo de las posiciones minoritarias en las que sus propias
actitudes complicaron sus relaciones, al no votar con la mayoría
de las naciones de América y Europa.
Arce, por su parte, continuó siendo hostil a la empresa sionista
también en etapas posteriores, como cuando el recientemente
fundado Estado de Israel bregaba por ser admitido a la ONU.™ Mas
la estrella del ex cirujano fue decayendo gradualmente y con ella,
su influencia en la diplomacia argentina. La necesidad de mejorar
la imagen internacional del peronismo y de estrechar vínculos con
Estados Unidos pasaron a ser una consideración central en la
política exterior y ello se reflejó en la actitud adoptada hacia el
Estado de Israel, una vez que quedó claro que su existencia era
un hecho consumado.
En febrero de 1949 la República Argentina reconoció de ju re
al Estado de Israel. En mayo de ese mismo año. cuando el joven
país hebreo comenzó a gozar de legitimidad internacional, hecho
patente por su aceptación com o miembro de la ONU, la Argentina
estableció relaciones diplomáticas, convirtiéndose en el primer
Estado latinoamericano que abrió una representación en Tel Aviv.

53 Elath. The Slruggle for Statehood, Vol. 11, p. 079; Tov, El murmullo de
Israel, pp. 95-96: Arce. Mi vida, pp. 145-146.
Capítulo octavo

Las imágenes conflictivas del peronismo


en Israel (1949-1955)

A lo largo del decenio de su gobierno. Perón no logró despren­


derse de la imagen nazi-fascista que se había adherido a él y a su
régimen. Así como el régimen del general Francisco Franco era
considerado com o un vestigio anacrónico del mundo fascista que
sucumbió con la derrota de Hitler y Mussolini, el de Perón era
concebido por muchos com o un fruto rancio de los planes
expansionistas que había elaborado el Tercer Reich para países
fuera de Europa.'
Para aquellos como Spruille Braden, embajador norteamericano
en la Argentina desde mayo hasta septiembre de 1945. que pronto
fue nom brado secretario adju n to de Estado para A su n tos
Interamericanos (cargo que ejerció desde noviembre de 1945 hasta
ju n io de 1947), los Estados Unidos no debían adoptar una actitud
conciliadora frente a gobiernos en los que participaban personas
com o Perón. En un artículo que publicó después del triunfo de este
último en elecciones dem ocráticas realizadas a fines de febrero de
1946, Braden escribió:

“Con la derrota de Alem ania, la Argentina continuó bajo la


dictadura sin reticencias de hom bres uniformados que habían
bebido de la misma fuente que Hitler. Mussolini y Franco.

1 U na versión anterior de este capitulo se publicó en el Canadian Journal


o f Latín Am erican and C aiibhean Studies, Vol. 20, Nos- 39-40 (1995).
234 Raanan R eín

M ientras el pueblo argentino viva b ajo la férula de esa dictadura


[...] ninguno de nosotros podrá disfrutar de noches tranquilas".2

The NaLion. un semanario progresista liberal neoyorquino,


alego a principios de 1946 que la estrategia política de Perón había
sido ‘copiada directamente de su m entor nazi, Adolf Hitler".3
La base de esta mácula que pesaba sobre Perón tenía su origen
en las posturas germanófilas que se destacaron en las fuerzas
armadas argentinas desde comienzos de s iglo 4 y — para gran dis­
gusto de los Estados Unidos— en la neutralidad adoptada por la
Argentina durante el transcurso de la Segunda Guerra Mundial.3
No es éste el lugar para discutir tales asuntos, pero para nuestro
tema es importante destacar que, desde su ingreso a la Casa
Rosada a mediados de 1946, Perón puso gran empeño en mejorar
su imagen, especialmente en los Estados Unidos.6 Ya en una etapa
temprana comprendió el general que la mejora de las relaciones
con los estadounidenses era una condición imprescindible para la

'J S. Bradcn, “The Germans tn Argentina", A tlantic Monthly, No. 17 (april


1046): p. 43.
3 Citado en I. Klich, "Perón, Braden y el antisemitismo: opinión publica e
imagen internacional". Ciclos N“ 1 (1992): p. 19.
4 Sobre este tema, véase G. P. Atkins y I,. V. Thmpson, “Germán Military
Inílueuce In Argentina, 1921-1940", Journal o f Ixxtin Am erican Stuclies, Vol. 4,
No. 2 (1972): pp. 257-283; A. Rouquié. The Military and the State in Ixitin
America, Berkeley, 1987, pp. 79-80; E. B. Whlte, “Germán Influence ln the
Argentine Army, 1900 to 1945". tesis doctoral inédiia, Universlty of Virginia,
1986.
5 Sobre la neutralidad argentina durante la Segunda Guerra Mundial y las
relaciones conflictivas con los Estados Unidos existe una vasta literatura, de
la que podemos señalar como más destacadas las siguientes obras: Rapoport,
Gran Bretaña. Estados Unidos y las clases d iligen tes argentinas; Escudé, Gran
Bretaña. Estados Unidos y la declinación argentina; G. Di Telia y D. C. Watt
(eds.). Argentina betw een the Great Powers. 1939-1946, London, 1989: R. C.
Newton, Tlw "Nazi M enace' in Argentina. 1931-1947, Stanford, 1992.
6 IJna anécdota, que muestra hasta qué medida el régimen peronista estaba
preocupado por su imagen como dictadura fasicsta. puede encontrarse en la
sección "Tu página de pibe peronista" en la revista Mundo Peronista: "Te damos
permiso para que te enojes y grites cuando oigas decir que el general Perón es
un dictador o un fascista. El general Perón es el jefe del movimiento popular
extraordinario. Los dictadores no tienen en cuenta al Pueblo, sino lo esclavizan.
El general Perón es un argentino que ama a su tierra. La palabra fascista es
un vocablo foráneo, extranjero, que no tiene nada que ver con lo argentino" (los
subrayados en el original). Véase Mundo Peronista, N- 21 (15-5-52): p. 50.
Las Im ágen es con flictivas d el p ero n ism o en Israel 235

concreción de su programa de industrialización y modernización


del país. Para ello se esforzó, entre otras cosas, por quitarse de
encima cualquier sospecha de antisem itism o y procuró establecer
buenas relaciones con la comunidad judía de su país y. posterior­
mente también con el nuevo Estado judío, Israel.7El principal objetivo
era captar la simpatía de los ju d íos estadounidenses, con la
esperanza de que éstos, en cuya gran influencia Perón creía de
manera exagerada, provocaran un cambio en la opinión pública del
país del Norte respecto de la Argentina, y también en los círculos
que tomaban decisiones en W ashington.8
Los ju d íos argentinos continuaron siendo hostiles a Perón,11y
en las diversas campañas electorales, presidenciales o legislativas,
el peronismo fracasó en su intento por movilizar el apoyo del
electorado judío. Tam bién los ju d íos de los Estados Unidos
mantuvieron una postura similar de reservas y sospechas respecto
del peronismo. Una expresión de dicha posición puede encontrarse

7 Aunque no todos los aspectos de las relaciones argentino-israelíes han


sido Investigados, para varios de éstos durante el decenio peronista, véanse los
trabajos pioneros de Ignacio Klich. Entre ellos véanse: “Argentina, the Arab
world and the Parlition oi Palestine": "A Baekground to Peron's Discovery of
Jcwish National Aspirations", en Judaica latinoam ericana, vol. 1. Jerusalén,
1988. pp. 192 223 y “Equidlstance and Gradualism in Argentlne Foreign Policy
Towards Israel and the Arab World". De gran importancia son las memorias de
los diplomáticos israelíes ,1. Tsur, Carta credencial NJ 4 (en hebreo). Tel Aviv,
1981 y M. A. Tov, El m urmullo de Is ra e l f listorial diplomcitico. Jerusalem. 1983.
Sobre los discursos de Perón acerca de los judíos y del Estado de Israel, véanse
El pensam iento del presidente Perón sobre el pueblo ju d io , Buenos Aires, 1954
y A rgentina e Israel: Una tradición que nos honra, Buenos Aires, 1975. Véanse
también R. Baltiérrez, “La creación del Estado de Israel" y E. J. Corbiére. “Perón
y los judíos", ambos en Todo es Historia, N2 2.52 (junio de 1988).
8 Los representantes israelíes tenían un claro interés en fomentar esta
creencia en Perón, aunque ella se vio reforzada también en el curso de sus
conversaciones con diplomáticos norteamericanos. Una muestra de ello la dio
el embajador de los Estados Unidos, Albert Nuier, quien describió una de sus
entrevistas con Perón y el canciller Remorino en los siguientes términos: "Como
un ejemplo de actos positivos que pueden producir una reacción favorable en
la prensa estadounidense mencioné la reciente declaración de Perón a líderes
judíos locales condenando el antisemitismo de la Unión Soviética. Perón pareció
muy complacido cuando aludí a ésto", NA: Nufer al Departamento de Estado,
5-2 53, 611.35/2-553).
9 “Y a pesar de que |Perón| es cordial hacia los judíos e incluso abunda en
gestos hacia el Estado de Israel, no logra ganar su confianza" (Tsur, Carta
cred en cia l p. 43).
236 Raanan Reln

en los medios de prensa norteamericanos, en los que la influencia


judía era considerable. George Messersmith, quien durante toda su
gestión como embajador estadounidense en Buenos Aires actuó con
ahínco para mejorar las relaciones entre ambos países, estaba muy
preocupado por la postura hostil hacia la Argentina detentada por
una parte del Departamento de Estado y por la importante prensa
liberal de su país.
Este diplomático, que llegó a trabar una relación amistosa con
Perón,10 sostenía que "no había nada tolalilario. fascista o n a zi"11
en el régimen y estaba convencido de la voluntad del líder de
mejorar las relaciones con los Estados Unidos y de promover la
cooperación argentina en el marco del sistema interamericano. En
algunas ocasiones expresó su gran pesar por lo que llamaba
"ciertas notas imprecisas y extremadamente tendenciosas", que
seguían siendo moneda corriente entre los más destacados periódicos
norteamericanos: en particular, su caracterización del régimen de
Perón como fascista y adernocrático. En un memorando ultrasecreto
que envió al secretario de Estado, el em bajador se quejaba:

“En lo que concierne a la prensa norteamericana, los comentarios


y editoriales apuntan cada vez más a que la Argentina es un
Estado fascista totalitario, inamistoso hacia los Estados Unidos
y con planes siniestros p ara sus vecinos. A lgunos de nuestros
periódicos y de nuestros editorialislas hablan de la Argentina
como si estuviéram os en una especie de guerra con ella y se
tratase de un pais enem igo".12

Mas el veterano diplomático no se conformó con quejas. En su

10 Según el testimonio de Messersmith: “nos hemos convertido en muy


buenos amigos por estar yo convencido de su sinceridad y de lo correcto de sus
intenciones [...1 y es uno de los más receptivos y más amplios de miras que be
encontrado". GSM Papers, carta personal a Clayton, 31-10-46, p. 6. Sobre su
período al frente de la embajada en Buenos Aires, véase J. H. Stiller, Ceorge
S. Messersmith — Diplom at o f Deinocracy, Chapell Hill, 1987, cap. 7.
11 GSM Papers, carta ultrasecreta al Secretario, 30-10-46, p. 3.
12GSM Papers, memorando secreto para el Secretario, "Inter-American Co-
llaboration", 10-12-46, p. 14. Véanse también carta personal a Little, 12-3 47
e informe confidencial del 29-4-47, íbid. Algunos años después, diplomáticos
israelíes apostados en Washington le explicaron a Tsur que “para la opinión
pública norteamericana Peróny toda declaración suya son inaceptables, incluso
cuando defiende una causa justa" fl'sur. Carta credencial, p. 189).
Las Im ágen es con flictiva s del p ero n ism o en Israel 237

intento por m odificar la imagen argentina en los Estados Unidos,


Messersmith se dirigió en forma directa a personalidades claves del
periodismo de su país. Un ejemplo de ello es su carta a Arthur
Sulzberger, del New York Tim es.'11

La imagen en Israel no es monocromática ni homogénea

El cuadro en Israel, sin embargo, era m ás complejo. Este


capítulo representa un primer intento de examinar la imagen del
peronismo en el Estado judio, tal y como se reflejó en la prensa
israelí de aquellos años.1'’ Dicho examen se hará mediante el
análisis de contenidos de siete periódicos cotidianos, que reflejan
la diversidad de ideas en la sociedad israelí. Se trata de seis diarios

13 GSM Papers, caria personal y confidencial a Sulzberger, 3 4 47. Las


publicaciones negativas pn la prensa norteamericana eran en parte el resultado
del enfrentamiento liraden-McssersmiÜi y de las diferencias en la cúpula
diplomática del Departamento de Estado respecto de la política que debia
adoptarse frente a la Argentina. Messerstniüi acusó a Braden de haber nutrido
a la prensa con informaciones hostiles hacia aquel país. En sus palabras:
"[Bradenl mantuvo constantemente conversaciones extraoficiales con periodistas
en Washington, en las que les presentaba en forma distorsionada los aconte­
cimientos en la Argentina: ello fue lo que dio a algunos de nuestros corresponsales
más responsables, entre los que cubren estos asuntos en nuestros periódicos,
una orientación errónea", GSM Papers, "Devcloping Events which Led to the
Tcrmination oi My Work in Buenos Aires. My Retirement Irom the Foreign
Service, and Sonic Circunstanees Immediately Follovving My Retirement", p. 6.
Sea cual fuere el papel negativo de Braden en este contexto, queda claro que,
incluso después de haber sido destituido la prensa norteamericana, en su
mayoria, continuó manifestando hostilidad hacia el régimen de Perón hasta su
derrocamiento. Sobre el enfrentamiento Braden-Messersmith, véase, entre
otros, Messersinitii a Truinan, 16-8-46 y Messersmith a Aclieson, 16-10-46, NA.
835 00/8-1646 y 835.00/10-1646: Time. 2-12 46: R. R.Trask, "Spruille Braden
Versus George Messersmith — World W ar II. the Coid War, and Argentine Policy.
1945 1947", Jou rn a l o f Interam erican Studies and World Affairs, Voi. 26, No. I
(Feb. 1984): pp. 69-95 y S. Braden, Diplomáis and Dem agogues, New Rochelle,
1971, pp. 358-364.
14 De hecho, no existe una investigación de este tipo sobre la imagen de
Perón en la prensa occidental. Un tratamiento parcial y primario del tema de
la opinión pública norteamericana puede hallarse en M. O'Donnell, "How Time'
and Newsweek' Covcred the Argentine Story in 1947", Inter Am erican Economic
AJjairs (verano 1948), pp. 3-15 e 1. G. Lcwis, “American Opinión of Argentina.
1939-1949", tesis de maestría, Georgetown University, 1951.
238 R aanan Retn

matutinos y un vespertino: H e n il portavoz de la derecha nacio­


nalista: Hatzofé, órgano del sionismo religioso: Davar. represen­
tativo del partido socialdemócrata Mapai y de la Histadrut, la
central obrera israelí; Al Haniishmar, periódico del partido socia­
lista Mapam: Haaretz, que representaba las posturas del centro
liberal: Kol Haam, perteneciente al partido comunista, y el ves­
pertino de centroderecha Maarw.
El tratamiento del peronismo por parte de estos periódicos se
examinará según la forma en que cubrieron un número de aconteci­
mientos centrales, sea para las relaciones bilaterales entre Israel
y la Argentina, sea en la historia del peronismo de aquellos días,
en particular el establecimiento de relaciones diplomáticas entre
ambos paises (junio-septiembre de 1949): la visita a Israel del
presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado
argentino, Diego Luis Molinari (marzo de 1950): la firma del acuerdo
económico entre ambos países (abril de 1950): la visita a Buenos
Aires de losef Sprintzak, presidente de la Kneset, el parlamento
israeli (mayo-junio de 1950): las elecciones presidenciales argen­
tinas (noviembre de. 1951): la muerte de Evita (julio de 1952): la
visita del canciller Moshé Sharett a la Argentina (abril de 1953) y
el derrocamiento del régimen peronista (junio-septiembre de 1955).
Es necesario referirse, en primer lugar, al volumen de la
cobertura de los temas argentinos en la prensa israeli de, aquel
entonces. La revista M undo Peronista, que era laudatoria y
enaltecedora del régimen justicialista, y que sostenía que en todos
los rincones del planeta, incluido el Estado judío, los ojos se
dirigían hacia el accionar peronista, exponía que: "Perón no sólo
ha dignificado la comunidad judía argentina, como parte del Pueblo
Argentino. La trascendencia de su Doctrina y de sus realizaciones
es mundial y ha tenido honda repercusión en la Nación israelí”.
La publicación vinculaba tal popularidad del líder con la gran
simpatía que éste mostró hacia el Estado judío, explicando a sus
lectores que "Perón, para el pueblo de Israel, es algo tan querido
y propio como para nuestro pueblo” .15

15 "Por la felicidad y la grandeza de todos los pueblos". M undo Peronista,


N* 80 (1-2-55): pp. 12-14 y “Un periodista extranjero", M undo Peronista, N'J G1
(15-3-54): pp. 15-1 (i. Simultáneamente, para mantener el equilibrio, esta
publicación informaba a sus lectores que "nace entonces, en la mente de la
comunidad de los pueblos árabes, con fuerza indominable. la extraordinaria y
Las im á gen es con flictiva s del peron ism o en Israel 239

Se entiende que en tales afirmaciones habia una gran medida


de exageración y de distorsión. El justicialismo no despertó mayor
interés en la sociedad israelí, que sentia en aquellos días que
luchaba por su vida misma, frente a un mundo árabe hostil. El
número de noticias y de artículos sobre la Argentina que se
publicaban en la prensa israelí era relativamente pequeño, aunque
al mismo tiempo m ayor de lo que era posible esperar. Lo más
notable es que cuando se hacía referencia a la Argentina, a
diferencia de lo sucedido con la mayoría de los ju d íos argentinos
y estadounidenses, no se encontraba una imagen monocromática
y homogénea del régimen peronista. En distintos círculos israelíes
era posible hallar puntos de vista diferentes respecto del peronismo.

El establecimiento de relaciones entre ambos países

La República Argentina reconoció al Estado de Israel de ju re


en febrero de 1949. En mayo del mismo año. tras ver que Israel
gozaba de una am plia legitimidad internacional y que el Estado
hebreo había sido adm itido como miembro de las Naciones Unidas
(ONU), el gobierno de Perón entabló relaciones diplom áticas con el
joven país, convirtiéndose luego en el primer Estado latinoamericano
en inaugurar una representación diplomática en Tel Aviv.'6 El
anuncio sobre el establecim iento de relaciones diplomáticas, y los
nombramientos de Jacob Tsur como ministro de Israel en Buenos
Aires, y de Pablo Manguel — líder de la única agrupación peronista
judia, la Organización Israelita Argentina (O IA )-17 como repre­
sentante argentino en Tel Aviv, recibieron una cobertura relati­

misUca admiración por el Justicialismo de Perón y Eva Perón". Véase "Eva Perón
en el mundo árabe”, M undo Peronista, N° 63 (15-4-53): pp. 22-23 y "La Doctrina
y el nombre de Perón resuenan al pie de las pirámides", M undo Peronista,
N - 49 (1-9-53): pp. 18-21.
16 Diario d e Sesiones d e la Cáinara d e Senadores, vol. 1 (1949), pp. 500-
501: AMREC, Gabinete político-jurídico. Palestina / Israel, 1949, caja 52, exp.
6 y exp. 8: Lct Prensa, 4-5-49, 1 y 15-9-49.
17 Sobre la OLA, véase L. Senkman, "El peronismo visto desde la legación
israelí en Buenos Aires: sus relaciones con la OIA, 1949-1954". en. Judaica
latinoam ericana, vol. 2, Jcrusalen, 1993: Jeffery Marder, “The Organización
Israelita Argentina: Between Perón and tiíe Jews", Canadian Journal o j iM in
Am erican and Caribbean Studies, Vol. 20, No. 39-40, (19950: pp. 125-152.
240 R aan an Rein

vamente reducida en la prensa hebrea.18 Los informes no incluyen


detalle alguno sobre la naturaleza del régimen de Perón, aunque
si hacen referencia al hecho de que el primer representante
diplomático de la Argentina habría de ser un judío.
Es interesante destacar que Kol Haani prefirió evitar toda
mención del establecimiento de lazos diplomáticos con la Argen­
tina. una expresión de la reserva comunista respecto del régimen
de Perón. Si bien éste entabló relaciones con la Unión Soviética en
ju n io de 1946, inmediatamente después de haber accedido al
gobierno, también "se apoderó” de la clase obrera argentina
(quitándosela a la izquierda tradicional) y redujo la libertad de
acción del PCA. La postura de Kol Haam hacia el peronismo fue.
por lo tanto, hostil durante todo el periodo cubierto por esta
investigación. Ya en abril de 1949 el diario comunista publicó una
nota sobre el judaism o latinoamericano, en la que se podía leer,
entre otras cosas:

"U n extranjero que llega a la Argentina siente de inmediato su


régimen reaccionario-fascista. Alcanza con que vea a los num erosos
militares en las calles, que con s u s uniformes y modales recuer­
dan en gran medida a los soldados nazis. En la Argentina existe
una gran cantidad de emigrantes nazis, que han traido mayormente
bienes robados y que aquí se han convertido — así se comenta—
en consejeros de alto nivel, con gran Influencia en los círculos
gobernantes".19

La ceremonia en que Tsu r presentó sus cartas credenciales al


presidente Perón, en cambio, tuvo m ayor cobertura, destacando
H aarelz que ésta "fue una de las más brillantes en la historia
argentina” . Por su parte, M aariv se hizo eco de las palabras de
agradecimiento de Iosef Sprintzak, el primer presidente de la
Kneset, por el trato cordial que había mostrado el gobierno de Perón
hacia Israel, y por el apoyo argentino a la admisión de Israel como
m iem bro de la ONU. El anuncio de la apertura de una línea de
navegación directa fue visto como una expresión de "buena volun­
tad entre ambos países”, que posibilitaría, entre otras cosas, el

18 Haarctz, 8-6-49 y Hateo/é, 6-6-49.


19 “Saludos del judaismo sudamericano", Kol Haam, 10-4-49, pp. 2-3.
Las Im ágenes co n flictiva s del peron ism o en Israel 241

transporte de inmigrantes sudamericanos a Israel.20 Q uizá para


calm ar los entusiasmos, A l Hamishmar, diario de la oposición
socialista, transcribió la noticia de que el cónsul argentino en
Beirut aclaraba que la Argentina no mantendría lazos com erciales
con Israel. El periódico explicaba que dicha declaración estaba
destinada a garantizar la conservación de las buenas relaciones con
el mundo árabe.21

Acuerdo económico y visitas mutuas

El acuerdo comercial con la Argentina se firmó en Buenos Aires


en abril de 1950, unas cuatro semanas antes de que se aprobara
un empréstito del Exim bank al país del Plata. Su volumen — 10
millones de dólares— no era significativo en el marco total del
comercio exterior argentino, aunque era importante para Israel,
resolviendo Perón, por razones propias, que el acto se realizara con
gran pompa y con la presencia de toda la cúpula del Gobierno. No
es de soprender. por lo tanto, que el acuerdo fuera recibido con
gran beneplácito en Israel y que ello se reflejara en su prensa.22
H aarctz describió la cerem onia a la que asistió la pareja presiden-

llaaretx, 2. 3-8-49: Mcictriv, 14. 15-9-49: Davar, 3-8-49. Sobre la cere­


monia de presentación de carias credenciales, véase también Tsur. C'-arta
cred en cia l pp. 48-51 y Maleady al Departamento de listado, 2-8-49, WNRC,
Buenos Aires Embassy. 1949, exp. 301, caja 98. La llegada de Tsur a Buenos
Aires lúe cubierta por todos los periódicos argent inos; véase por ejemplo La Época,
Democracia, Noticias Gráficas, La Pien sa y El Diario Israelita, 24-7-49 (recortes
de prensa del Archivo de la Oficina de Prensa de la Delegación de Asociaciones
Israelitas Argentinas, Buenos Aires).
21 Al Hamishmar, 2-8-49. Cinco días más tarde Hatzojé daba cuenta de
conversaciones económicas que mantenían representantes israelíes en la A r­
gentina (Ila tzo fé , 7-8-49). Sobre las relaciones de la Argenuna peronista con el
mundo árabe, véase Klich, “Equidistance and Oradualism*. y "Towards an Arab-
Latin American Bloc? The Genesis of Argentine-Middle East Relations”.
22 Haaretz, 5 y 20-3-50, 20. 23 y 24-4-50: Maariv. 19-4-50; Daixir, 23-4-
50: Al Ham ishm ar 20. 23-4-50; llaty.oje, 23. 2G 4 50: HeruU 20. 23. 24-4-50;
AMREC, Departamento de Política, Israel, 1950. caja 3, exp. 8; Ministerio de
Finanzas de la Nación, Banco Central d éla República Argentina, Memoria anual -
1950, Buenos Aires, 1951, pp. 47-48; FO, 371/82544,' Balfour al FO, 10-5-50
e 1. Klich, T h e First Argentine-Israeli Trade Accord: Poli tica I and Economic
Considera tions", Canadian Jou rn a l o f Latín A m erican and Caribbean Studies, Vol
20. N°*- 39-40 (1995): pp. 177-205.
242 Raarian Reln

cial y subrayó que el acuerdo no era filantropía sino que le


redituaría beneficios a ambas partes. Daixir. que reflejaba desde,
sus páginas la posición del partido gobernante Mapai, destacó los
detalles del acuerdo y su volumen, cuidando de señalar que Israel
era el primer pais mesoriental en concluir un acuerdo económico
con la Argentina. Hatzofé. órgano del Partido Nacional Religioso,
describió a la Argentina como una de las importantes potencias
económicas del mundo, mientras que H en il citó el discurso del
senador Molinari: “Israel [se convertirá] en una base comercial para
Argentina en el Oriente Medio". Las secciones económicas de los
diversos periódicos estimaron con gran optimismo que. gracias al
acuerdo, se incrementaría la exportación de productos israelíes a
la Argentina.23
En todas estas notas no hay una referencia directa al carácter
del régimen argentino, no obstante, mientras que la mayoría aludía
al "presidente Perón", Ai Hamislvnar prefirió designar al jefe de
Estado argentino como “el presidente, general Perón” . En los
informes de Hatzofé, en cambio, se expresa un gran respeto hacia
la pareja presidencial.
Sobre las conversaciones económicas entre ambos estados y
el estrechamiento de sus relaciones, el senador Diego Luis Molinari
fue recibido con grandes honores en Israel y su visita, que fue
definida com o una misión destinada a aportar la cristalización de
la posición de su país respecto del tema de Jerusalén, tuvo
relativamente gran repercusión y una cobertura favorable en los
distintos periódicos.24 Molinari, que era huésped del gobierno
israeli, visitó varias ciudades; se entrevistó con el ministro de
Finanzas Eliezer Kaplan, que a la sazón ocupaba la jefatura del
gobierno interinamente, y con el canciller Moshé Sharett; fue
recibido con grandes honores por la Kneset y realizó, ante un
numeroso público, una exposición sobre historia argentina en la
Universidad Hebrea de Jerusalén. Entre, los periódicos hebreos
sobresale la simpatía de Hemt, que señalaba que Molinari ayudó

23 También Manguel dijo al canciller Sharett que Perón veía en Israel un


posible centro de distribución de mercancías argentinas en la región. Véase
Drapkin a la legación de Israel en Buenos Aires, G-9-49. D ocum entson theForeign
Policy o f Israel, vol. 4, Jerusalcm, 198(5, p. 440.
24 Ilaarely, 1G. 19/23-3-50; Maartv, 15. 19. 21-3-50 y 4-11-50; Hatzofé.
1G, 20-3-50 y Herut, 1G 3-50. Sobre la visita de Molinari a Israel véase también
AMREC. Departamento de Política, Israel, 1950, caja 3, exp. 8.
Las Im ágen es con flictiva s d el p ero n ism o en Israel 243

a un centenar de refugiados ju díos a inmigrar a la Argentina


durante las persecuciones de las huestes del líder ucraniano Simón
Petliura en 1919-1920, en las que murieron miles de judíos. Kol
Haam. por su parte, aprovechó la visita para criticar la postura
anticom unista de la Argentina peronista.
La gira sudamericana del presidente de la Kneset, losef Sprintzak.
para recolectar fondos, también sirvió para comprobar la posición
de Israel en el continente. Su visila a la Argentina, entre fines de
mayo y principios de junio de 1950, fue considerada como un gran
éxito y la prensa israelí informó con orgullo sobre el encuentro con
Perón, las sesiones extraordinarias de ambas cámaras del Congreso
en honor del visitante y el hecho de que su discurso en esa ocasión
fuera introducido al diario de sesiones de la legislatura en el hebreo
original y en su traducción al castellano.25 En la crónica del en ­
cuentro de Sprintzak con la com unidad judia en el esladio Luna
Park, ocasión en la que también habló Molinari. Davar destacó el
discurso notablemente proisraelí del senador oficialista, mientras
que la cobertura de la sesión extraordinaria del Congreso daba
cuenta con orgullo que todos los legisladores se pusieron de pie
al mencionarse el nombre del presidente Jaim Weizmann.

Las elecciones presidenciales en la Argentina

Las noticias relacionadas en forma directa con las relaciones


entre am bos países son insuficientes para un estudio de la imagen
de Perón en Israel. En cambio, el análisis de la información sobre
acontecimientos internos de la Argentina permite estudiar mejor
la imagen del peronismo en el país. En estas crónicas, los periódicos
se sentían libres de la necesidad de elogiar a la Argentina por sus
relaciones con Israel y los periodistas revelaban en forma mucho
m ás notoria sus posturas frente al régimen.
En lo concerniente a los vínculos bilaterales, lo que resalta es

25 Sobre la visita de Sprintzak véase Haaretz, 19, 28, 30-5-50 y 4-11-50:


Maarw 18, 29-5-50 y 2-6-50; Davar, .'50-5-50, 4-6-50; A l Ilam ishm ar. 30-5-50:
Herut, 28, 30-5-50 y 1-6-50. Véase también Tsur, Carta credencial, pp. 82-85:
Diario de Sesiones d e la Cántara d e Diputados, vol. 1 (1950). pp. 320-322:
AMREC, Departamento de Política, Israel, 1950, caja 3, exp. 8: FO 371/82517,
Buenos Aires Chancery al FO. 22-6-50; AMAE, Leg. R.2439/26, Navasqüés a
MAR, 30.5 y 5-6-50.
244 Kaanan Rein

la voluntad de enfatizar el progreso de las relaciones en diversas


áreas y las muestras de simpatía del gobierno peronista hacia
Israel. En especial sobresale al respecto DciLKir. Este periódico, que
era el órgano de la Confederación General de los Trabajadores, la
Hisladrut. bajo la hegemonía del partido socialdem ócrala Mapai,
criticaba algunos aspectos del régimen de Perón, pero siendo Mapai
también la fuerza dominante en un gobierno israelí que cultivaba
lazos amistosos con la Argentina, mostraba generalmente mode­
ración y cautela al referirse al gobierno justicialista. El periódico
intentaba subrayar los logros del gobierno israeli en materia de
política exterior, por lo que generalmente se dejaban de lado la
suspicacia y la hostilidad de las comunidades ju d ías en la Argentina
y los Estados Unidos, y de los sectores liberales y socialistas de
países occidentales. Todo ello con el fin de favorecer las necesidades
del joven Estado — que se encontraba en situación bélica con sus
vecinos— y para movilizar en la medida de lo posible la amistad
y simpatía en el ámbito internacional. Aquí la "perspectiva israelí"
superaba a la “ perspectiva judía".
De hecho, en lo que se refiere al tratamiento de las relaciones
israelo-argentinas en la prensa hebrea, se puede hablar de un
triunfo del enfoque que representaba Jacob Tsu r en su lucha con
Moshé Tov dentro de la cancillería israeli respecto de la Argentina.
En varios de sus aspectos, este enfrentamiento es emejante a la
más conocida disputa entre Braden y Messersmith. Argentino
nativo. Tov había sido jefe del Departamento Latinoamericano de
la Agencia Judia hasta el establecimiento del Estado, posteriormente
ocupó la jefatura del mismo departamento en el Ministerio de
Relaciones Exteriores y fue miembro de la delegación permanente
de Israel ante Naciones Unidas. Enfrascado en la perspectiva de
la comunidad ju d ía argentina, Tov tenía, por lo tanto, sus reservas
respecto del régimen de Perón. Tsur, en cambio, era mucho más
pragmático y supo mantener un criterio independiente de crítica.
Logró ver al peronismo en su complejidad, con sus matices claros
y oscuros. Tsu r comprendió que. más allá de todo etiquetamiento
del peronismo, se trataba de un régimen con el que Israel podía
mantener relaciones fructíferas, y que se podía aprovechar la
voluntad de Perón de acercarse a los Estados Unidos para promover
los vínculos entre Buenos Aires y Jerusalén.26

36 lonatán PraLto. que se desempeñaba como segundo secretario en Buenos


Aires (1951 -53), relató al autor que en las reuniones matinales en la representación
Las im ágen es con flictivas del p ero n ism o en Israel 245

Un prim er ejemplo puede verse en la cobertura de las elecciones


presidenciales argentinas de noviembre de 1951. Como se recor­
dará. a consecuencia de la reforma constitucional de 1949 Perón
pudo presentar su candidatura a la jefatura de Estado para un
segundo mandato consecutivo. En estas elecciones, que el levan­
tamiento fallido del general Benjamín Meriénde/, intentó evitar en
vano. Perón obtuvo una victoria aplastante.27 La nota en Haarelz
fue com pletam ente neutral. El periódico, que mantuvo un tono
informativo y objetivo a lo largo de toda esta época, no se hizo eco
de la propaganda peronista y, al m ism o tiempo, evitó lanzar
acusaciones contra el régimen, cuidando siempre de dar a los Perón
un Irato honroso. Por lo lanto. Haaretz señaló que las elecciones
se desarrollaron con tranquilidad v que las mujeres votaron por
primera vez. En la noticia se menciona la enfermedad de Evita y
la declaración del estado de sitio antes de los comicios, levantado
sólo para las eleccion es."
Después de notas puramente informativas, Davar publicó un
comentario en el que se refleja cierta ambivalencia respecto del
peronismo. El articulo, firmado por S. L., subraya que el escrutinio
de los votos fue correcto, aunque no lo fue la campaña presidencial,
ya que se impidió la constitución de un frente de oposición y todos
los m edios de comunicación estaban en manos del régimen. No
obstante, el artículo señala que Perón gozaba del apoyo de las
clases desfavorecidas, a las que ayudaba "contra la explotación” ,
y también que las fuerzas "democráticas” no lo eran en la realidad.
Según el autor, las divergencias entre la Argentina y los Estados
Unidos se debían más al carácter anticapitalista del régimen que
a la “forma autoritaria del gobierno” . El articulo estimaba que la

israeli los diplomárteos Tuvla Arazi, Shlmon A m iry él mismo se mostraban más
críticos respecto del régimen de Perón que s u je fe T su r, quien sostenía que el
peronismo había echado raíces en el pueblo argentino (entrevista con el autor,
.Jerusalén, 23-1-94). Sobre las diversas posturas de Tsur y Tov, véase Tsur,
Carta credencial y Tov, El murmullo d e Israel.
27 Sobre la reforma constitucional peronista véase Rock, Argentina 1516
1987. Berkeley. 1987. pp. 288 289: Potash. A rm y and Politics. II, pp. 99-100;
Serraferro, M om entos institucionales y m odelos constitucionales, particular­
mente cap. 4. Sobre las elecciones de 1951 véase Rock. Argentina, pp. .'504-305
y Potash, A rm y and Politics, pp. 138-140.
28 Haaretz, 12-11-51.
246 R aan an Reln

"Tercera Posición" de la política exterior argentina carecía de


contenido, y que en caso de un enfrentamiento entre ambos
bloques Perón apoyaría al occidental.2a
Al Hamishmar destacó en las noticias que publicó sobre las
elecciones la concesión del derecho del sufragio a las mujeres y el
hecho de que el candidato comunista a la presidencia, Rodolfo
Ghioldi. fuera asesinado en un enfrentamiento entre policías y
manifestantes en la provincia de Entre Ríos. Al dar a conocer los
resultados, el periódico escribía: "El dictador Juan Perón fue
elegido hoy como presidente de la República por amplia mayoría”.30
La postura de Kol Haam obviamente fue más hostil aún. En el
artículo sobre la muerte de Ghioldi. escribió: “Queda claro que el
dictador fascista Perón inaugura una campaña de sangre y de
terror contra sus opositores, en especial contra las fuerzas progre­
sistas, en vísperas de las elecciones". Al día siguiente informaba
a sus lectores que “el dictador argentino Perón" fue elegido por
considerable mayoría para un periodo presidencial adicional.31
Hatzofé no adoptó posiciones políticas o ideológicas en lo que
tiene que. ver con la política interna argentina, mas como periódico
que ve todo cuanto acontece con "lentes judías”, enfatizó la elección
como legisladores nacionales de dos miembros judíos de la opo­
sición. También los informes de Herut fueron generalmente neu­
trales. El lector de am bos diarios podía obtener la impresión de que.
desde la primera elección de Perón en 1946. los comicios se
llevaban a cabo según procedimientos dem ocráticos impecables.32

La muerte de Evita

La imagen de Evita — mujer, actriz y de facto la segunda figura


de relevancia en la jerarquía del régimen— despertó gran interés
fuera de las fronteras de su país, al punto de que en 1947, un 40%
(!) de lo escrito en el semanario norteamericano Time sobre lo que

29 Dauar, 12. 13-11-51 y la nota firmada por S. L., "La victoria de Juan
Perón”, 15-11-51.
30 A l Hamishmar, 11/13-11-51.
31 Kol Haam. 12/13-11-51.
32 Hatzofé, 12/14-11-51 y Herut, 11/13-11-51.
Las im á g en es con flictiva s del p ero n ism o en Israel 247

acontecía en la Argentina estaba consagrado a la Primera D am a."


Por ende, no es de sorprender que, cuando el semanario israelí
Haolarn Hazé se ocupó de la Argentina peronista, la portada del
número en cuestión tuviera una fotografía de Eva Perón.14
No obstante, la cobertura de su muerte en ju lio de 1952 fue
relativamente reducida en comparación con lo que era de esperar.
El derrocamiento v expulsión del monarca egipcio Faruk, como
resultado de la Revolución de los Oficiales Libres (liderada por el
general Mohamed N egu ib y el coronel Gamal Abdel Nasser). ocurrió
tres días antes del fallecimiento de la primera dama argentina y.
por su índole y repercusión directa en la región, revestía mayor
interés para los israelíes com o tema de política exterior. Cabe
mencionar que la extensión de los periódicos de la primera década
del Estado era muy diferente a su extensión en la actualidad. La
mayor parte de los diarios contaba con sólo cuatro páginas en sus
ediciones de dom ingo a jueves, y el doble los viernes.
Haarelz se conformó con un informe carente de interpretaciones
sobre la muerte de la "segunda en importancia en la vida política
de la Argentina", y también se ocupó de las reacciones en dicho
país y de los telegram as de condolencias enviados por el presidente
interino Sprintzak y el ministro de Relaciones Exteriores Sharett.
La nota iba acompañada por una bella fotografía. También HatzoJ'é
se dio por satisfecho con una nota inform ativa originada en la
agencia United Press, que evitaba el uso de expresiones peyorativas
o críticas y en la que se honraba el recuerdo de la difunta.*5
Henil publicó el mismo cable que Hatzofé, aunque agregó que
uno de los líderes del movimiento revisionista Herut. el doctor
Iojanan Bader. en nombre de ese partido y de su bancada en la
Kneset, se dirigió al representante argentino Manguel para co­
municarle que "la muerte [de Evita] es una pérdida grave no sólo
para su pueblo enlutado, sino para todos los que honran su nombre

33 O'Donnell, ”How Time' and 'Newsweek' Covered the Argentine Story",


p. (5. La edición del 14 de julio de 1947, que le dedicó a Evita quinientas lineas,
causó la prohibición de la venta del semanario en todo el territorio durante
agosto y septiembre de ese año.
:>l “Perón — ¿tirano o salvador?", llaotam Ilazé, 1(5-8-51. pp. 3-5. En favor
de este articulo, escrito seguramente por su director, Uri Avneri. o el vicedirector,
Shalom Cohén, debe señalarse que intenta examinar tanto los aspectos positivos
como los negativos fiel régimen de Perón.
35 Haaretz, 28-7-52 y Hatzofé, 28-7-52.
248 Raanan Reln

y accionar. Sírvase Su Excelencia transmitir nuestras condolencias


al pueblo argentino y a su eximio líder". El periódico mencionó los
mensajes estatales de condolencia, pero privilegió la iniciativa del
partido opositor de derecha Herut.
En cambio, al día siguiente a la muerte de Eva, M aariv publicó
un artículo hostil y sarcástico respecto del régimen todo, ilustrado
con una mala fotografía de la fallecida.36 El artículo presentaba a
Evita como la fuerza central que movía al régimen y quien "formó
a su marido”. El periódico le atribuyó la movilización de las masas
en la manifestación del 17 de octubre de 1945 y la victoria en las
elecciones presidenciales de febrero de 1946.

"En su s fundamentos, el régimen de Perón es nacional socialista.


El matiz particular de esla dictadura fascista reside en la división
de tareas entre Perón y su esposa. El es la parte nacionalista y
ella la parte social. El se opoae al Imperialismo del dólar, a las
concesiones a los ingleses y a los capitales extranjeros; ella se
opone a los grandes capitales locales".

El artículo, que no intentó conciliar el carácter supuestamente


nacional socialista del peronismo con las buenas relaciones que
mantenía la Argentina peronista con el Estado judío, criticaba la
demagogia del matrimonio Perón y sus lemas simplistas, burlán­
dose del libro pseudo-autobiográfico de Evita. La razón de mi vida:
"Quienes lo lean - reirán. Pero millones que han oído - escucharon.
Y [millones] que. han visto - se acoplaron. Y lodos han visto” . No
obstante, el artículo enfatizó que. a pesar de sus derroches. Evita
inició obras sociales y que pese a que oprimió, supo hacerlo en
forma mesurada, siendo pocos los opositores que habían sido
encarcelados.
La nota necrológica publicada en Daixir estaba basada en el
cable distribuido por la United Press, aunque pareciera que el
director intentó poner de relieve la dimensión social de la acción
de Evita, la “vida pobre que vivió en su juventud" y su vinculo con
la clase obrera argentina. Junto a una bella fotografía, se procuró
destacar que ella “mostró gran interés por los asuntos de Israel.

36 Y. Yaskil, "Evita Perón — la muerte de la esposa de un dictador". Maariv,


28-7-52.
Las Im ágen es co n flictiva s del peron ism o en Israel 249

y organizó envíos de asistencia a los niños de los campos de


inmigrantes".37
Kol Haarn, el organo comunista, prefirió obviar por completo
el acontecimiento y no mencionó ni siquiera una palabra sobre la
muerte de Eva Perón. Como se sabe, los com unistas desarrollaron
una habilidad muy especial para omitir de la historia a diversas
personalidades y sus roles en ésta, tanto de la historia soviética
com o de la internacional. En cambio, el socialista Ai Ham islvnar
aprovechó la oportunidad para criticar acerbamente al régimen
peronista “dictatoriar, que engañó demagógicamente a la clase
trabajadora argentina. Según el periódico. Perón seguía en el
gobierno gracias a “los sindicatos amarillos", de los que Evita había
sido ídolo y darling:

“Ella utilizó u n a fraseología social’ y provocó el odio hacia las


com pañías norteam ericanas y británicas, y al m ism o tiempo al
comunismo tam bién, para aparecer ante los obreros argentinos,
sum ergidos en la ignorancia y el catolicismo, como revolucionarla'
y como luchadora en pro de la Independencia argentina".™

Pero a pesar de lo antedicho, se reconoce cierta ambivalencia


en el artículo, que subraya que "desarrolló una actividad enérgica
en favor de la construcción de clubes para trabajadores, lugares
de esparcimiento, maternidades, hospitales, etcétera".
Esta dualidad se aprecia también en un articulo extenso y
básicamente hostil, publicado algunos días m ás tarde. Su autor.
Ben-Tzion Goldberg, se preguntaba en el título si el régimen de
Perón subsistiría tras la muerte de Evita. Por un lado la denominó
"bastarda”, se burló de ella por teñirse el pelo e insinuó que en
su juventud no había sido ajena a la prostitución, especialmente
cuando no pudo ganarse la vida como actriz. Pero, simultáneamente,
se observa en sus palabras estima por el éxito logrado en adquirir
grandes poderes en una sociedad en la que las probabilidades de
una mujer de llegar por si sola a la cúpula eran reducidas: “En
los países católicos se encierra a la mujer en una ja u la ”, escribió

37 “Falleció Evita Perón", /Jamr, 28-7-52. El suplemento semanal Orar


Hashavúa, a la sazón el de mayor difusión en Israel, destacó aún más la
preocupación de Evita por los pobres de su país. Véase O var Hashavúa, 7-8-
52. p. 5.
38 "Murió Eva Perón", A l Ilam ishm ar. 28-8-52.
250 R a an an Rein

Goldberg, "y se la ceba como a un ganso” . Goldberg también vio


a Perón como un producto, en gran medida, de la acción de Evita,
quien comenzó paulatinamente “a invertir grandes energías en la
construcción de una maquinaria política, que sería paralela a la
pandilla militar que rodeaba a Perón, la misma pandilla que junto
con él se apoderó del gobierno". El autor se refirió a ¡a forma en
que dilapidaba dinero, sus ropas caras, las pieles y las joyas, la
transferencia de fondos a Suiza y el nepotismo, la adulación y el
soborno, gracias a los cuales gozó, según sostenía, de la simpatía
de la clase obrera. Ella era “el corazón del régimen de Perón, el
teatro y el circo de los Césares de Buenos Aires. Ella era el pilar
del gobierno fascista”.au

La visita de Sharett a la Argentina

La visita del canciller israelí a la Argentina en abril de 1953


tuvo una amplia cobertura en la prensa israelí. Si bien Sharett
vaciló en aceptar la invitación a visitar esta república sudam eri­
cana. temiendo que ello afectara adversamente las relaciones de
Israel con los Estados Unidos, la presión del embajador Tsur hizo
efectivo el viaje. Tampoco los explosivos que estallaron durante una
manifestación masiva convocada por la C.G.T. en Plaza de Mayo
— manifestación a la que Sharett fue invitado como observador—
lograron desviar la atención en Israel de lo que se vislumbraba
com o una expresión adicional de los lazos estrechos con la Argentina.
Se recordará que en esas explosiones murieron varias personas y
decenas de ellas resultaron heridas; a consecuencia de ello, grupos
de jóvenes peronistas salieron a vengarse de los enem igos del
régimen. Atacaron las sedes de los tres principales partidos opositores
e incendiaron el Jockey Club, símbolo y bastión social de la
oligarquía porteña.40 Pero la prensa israelí, en su mayoría, destacó

39 A l Ilarnhihmar, 8 8-52. Véanse también los artículos anteriores de


Goldberg: “101 régimen de Perón humilla la dignidad humana". 24-11-50 y
“Contradicciones sin salida en la hacienda argentina". 8-12-50. Otros artículos
hostiles publicados por Al H am ishm ar pertenecen a Yeshayau Austridan, quien
solía escribir desde México sobre asuntos latinoamericanos. Véase “Perón
refuerza el fascismo mediante la democracia”, 15-4-51 y “La tentativa de golpe
y la crisis política en Argentina", 26-10-51.
10 Potash, Arm ij and Politios, pp. 150-152.
Las Im ágenes c o n flictiva s d el peron ism o en Israel 251
principalmente las recepciones a Sharett, sus discursos — que
incluían loas a Perón por “su política ilustrada hacia el judaism o
en días de crisis"— y la prórroga de la vigencia del acuerdo
com ercial entre ambos Estados.41
Al Hamislvnar informó en forma escueta sobre la gira del
canciller por el país del Plata,'12 prefiriendo destacar "el desenfreno
de los acólitos del dictador", las acusaciones de los diputados
radicales según las cuales “Perón montó en escena el ataque" y la
comparación con el incendio del Reichstag atribuido a los nacional
socialistas en Alemania. Una linea similar, aunque con una retórica
más agresiva, puede verse en Kol Haam. Bajo el título de “Las
bandas de Perón, el dictador fascista de la Argentina, realizaron
un pogrom contra los partidos de la oposición", se escribía que los
seguidores del presidente fueron quienes organizaron la explosión,
y que "Perón, que aparentemente sabía sobre la explosión que iba
a ocurrir, so pretexto de un ataque violento contra los trabajadores
argentinos, mantuvo [...] el buen sem blante".13

Desde el levantam iento fallido de junio de 1955


hasta la caída del régimen

También en este caso la cobertura de los periódicos israelíes


fue menor de lo que era de esperar y. de hecho, este acontecimiento
desapareció de las páginas al publicarse la sentencia del juicio a
Israel Kástner, un ciudadano ju d ío acusado de haber colaborado
con los nazis, cuyo proceso generó una gran polémica en el país.
Haarelz procuró generalmente atenerse a una descripción
objetiva del alzamiento de ju n io y de la Revolución Libertadora en
septiembre, manteniendo la neutralidad por un lado, y conservando
un trato respetuoso hacia Perón por el otro, además de la información

11 Ilaaretz, 14/17. 21-4-53: Mciariv. 13/16. 19. 23-4-53; Daiwr, 15/17.


20/21,24-4-53: Hatzofé. 15/17, 19-4-53. Sobre la visita de Sharett véase tam­
bién Tsur, Carta credencial, pp. 191-201 y AMAE, R.3187/6, Aznar al MAE,
23-4-53.
42 Tanto Al Ham ishm ar como H erut mencionaron la visita en una sola
ocasión (2-4-53), en el contexto de la participación de Sharett en los festejos
del aniversario de la Independencia de Israel en Buenos Aires, con la asistencia
de decenas de miles de Judíos.
Al í lamishmcw. 17. 19. 21-4-53 y Kol Haam, 17-4-53.
252 R aanan Reln

inevitable en el sentido de que “ no hubo víctimas judías en


Argentina".44
En M aariv la cobertura fue mucho más extensa, apareciendo
titulares en versales negras y en lugar destacado de la primera
página de cada edición. El periódico no se conformó con la
transcripción de noticias, sino que publicó además artículos
interpretativos. El más interesante de ellos es el que escribió el
director de internacionales en la edición del 17 de junio. Con una
actitud de soberbia hacia América Latina en general ("las revueltas
m ilitares son una exclusividad de Am érica del Sur. En Am érica
Latina jam ás ha surgido una verdadera democracia y pocos son
los regímenes cuyos corazones están consagrados al beneficio de
las masas") y tras haber enum erado los diversos defectos del
régimen de Perón (“el presidente-dictador"), intentó elogiar al
régimen. La colisión entre éste v la Iglesia Católica llevó al autor
de dichas lineas a comparar al peronismo con la Revolución
Francesa y con los republicanos en la Guerra Civil Española. A la
Acción Católica Argentina la denom inaba "fuerzas de choque". Las
reformas sociales de Perón fueron exhibidas en forma positiva. La
oposición "reaccionaria" fue com parada con Franco y descrita con
colores tenebrosos y en tono mordaz. Y resumía:

“C onsiderando que ésta es la alternativa, la opinión pública en


el m undo se vuelca más hacia Perón y su régimen, a pesar de
su s num erosas debilidades, a p esar de su esencia totalitaria, a
pesar de la corrupción que afectó a m uchos de su s cuerpos [...]
no c a b e d u d a d e q u e el régim en d e P erón es u n o d e los m ejores
q u e ja m á s tu vo A m érica Latina y s u co n tin u id a d es una d e las
c o n d icio n es p a ra qu e esta región Im p o rta n le d el m u n d o salga de
un a tra s o d e g e n era cion es ’ .45

Tres días m ás farde. Maariv publicó otro articulo, que también


era básicamente favorable a Perón.4' Si bien la cita de sus palabras
respecto de la grandeza de Mussolini y su deseo de. seguir sus
pasos, así como también de evitar sus errores, no podía despertar
la sim patía del lector israelí, describía al mismo tiempo al presi-

" Haaretz, 17-6-55, 19/20-9-55.


45 Maariv, 17-6-55.
40 S. Ner, “Perón y 'los descamisados™, Maariv, 20-6-55.
Uas Im ágenes c o n flictiva s del p eron ism o en Israel 253

dente como una persona enérgica y capaz, además de subrayar que


sus reformas beneficiaron a la clase obrera argentina. El autor
consideraba que el enfrentamiento con la Iglesia era el error más
grave de Perón y que podia sellar el destino de su régimen.
También en el marco de las numerosas noticias sobre el
levantamiento de septiembre. M aariv incluyó varios artículos que,
al final de cuentas, mostraban cierta simpatía y aprecio por el
régimen peronista. El más destacado de éstos fue el que Philip Ben
intituló "¿Qué vendrá después de Perón?” , aparecido el 20 de
septiembre de 1955. Escribe Ben que Perón era, sin lugar a dudas,
un tirano, aunque “no se trataba de la tiranía estática y conservadora
de una casta militar [,..| el ‘peronismo' representaba una idea de
dictadura social y. aunque no exenta de máculas del fascismo,
puede atribuirse ciertos logros”. Más allá de la demagogia que
caracterizó al régimen. Perón efectivamente mejoró la situación de
los sectores débiles de la población, dándoles honor y orgullo
propio. No hubo en la Argentina cam pos de concentración, enfatizó
Ben. y también era relativamente bajo el número de presos
políticos, manteniéndose en la Argentina peronista cierta medida
de libertad de expresión. El autor expresó pesimismo por el futuro
argentino y agregó que, sea cual fuere la opinión sobre el peronismo,
no se podía borrar esa década. No había un camino de regreso a
la situación argentina anterior al ascenso de Perón. Sobre la base
de los logros y de los fracasos del peronismo debía construirse y
continuar progresando.
También el artículo de Shlom o Shafir — director de noticias
internacionales de Datvir— que intentó explicar la caída del régimen
de Perón, evitó la visión dicotómica de blanco o negro en su examen
de los hechos.47 Shafir se refería a los “métodos reprobables” de
Perón, que afectaron al estado de derecho y las libertades indi­
viduales, aunque también “su política social progresista". Estimó
que el objetivo del nuevo gobierno del general Eduardo Lonardi
seria el de continuar esa política social, sin el aspecto represor de
su predecesor como primer mandatario.
Las informaciones en H enil y Hatzofé sobre el fracasado golpe
de jun io de 1955 revelan cierta inclinación en favor de Perón, si
bien el primero también reprodujo un artículo del New YorkTim es,
según el cual “el régimen de Perón es una dictadura unipersonal.

i? S. SliHÍir, “El golpe militar en la Argentina". Davcir. 21-9-55.


254 Raanan Reln

Su fin está próximo-’ . También Hatzofé publicó un articulo tradu­


cido. éste del Welt Woche suizo, que decía que “con punzante
crueldad. Perón demostró nuevamente que de ninguna manera está
dispuesto a convertir la seudo-democracia argentina en una
realidad". Pero en los artículos de fondo redactados por el plantel
de Hatzofé, fueron precisamente los bombardeos de la Plaza de
Mayo por parte de aviones de la Marina los que fueron calificados
como “salvajes", destacándose el apoyo a Perón y sus logros. La
conclusión del artículo era que el presidente saldría reforzado de
este intento de derrocarlo.4* Su eventual caída en septiembre del
mismo año fue cubierta con crónicas objetivas, sin toma de
posiciones, aunque con comentarios traducidos del New York Ti­
mes. periódico que sosLenía que la única diferencia entre la
Argentina peronista v las depuraciones soviéticas residía en el
hecho de que ninguna persona enjuiciada era ejecutada en la
primera. Lo peor que podía pasarle era un encarcelamiento pro­
longado.40
Es interesante observar que el carácter anticlerical que adoptó
el régimen en sus últimas etapas no molestó a Hatzofé. que desde
bacía varios años mostraba cierta sim patía por el peronismo. Ello
a pesar de tratarse de un órgano ju d ío ortodoxo, en el que podía
esperarse cierta incomodidad en lo referente a las relaciones entre
Estado e Iglesia, aunque el enfrentamiento de Perón fuera con la
Iglesia Católica de su país solamente. Como queda dicho, tal
incomodidad no se advierte en las notas de este periódico sobre
la Argentina peronista.
H e ru i en cambio, publicó un artículo de su director de política,
que intentaba resumir la década peronista. El autor destacaba que
Perón había tenido un programa político constructivo, y que lo
único que logró unir a sus rivales era su oposición al régimen:

“Perón puede señ alar el logro m ultidim ensional de haber


transform ado a la Argentina de pais seinieolonial en Estado
industrializado y diversificado. Perón puede señalar el logro de
haber hecho mucho por elevar el nivel de vida de las m asas
argentinas. Sin Importar el resultado del enfrentamiento actual

48 M. B., “La rebelión en la Argentina y sus conclusiones", Hatzofé,


20-6-55.
40 Hatzofé, 20-9-55 y 22-9-55.
Las Im ágen es con flictiva s del p ero n ism o en Israel 255

en la Argentina, ninguno de los sucesores de Perón podrá volver


las agu jas del reloj hacía atrás. Las fuerzas que despertó el
régimen peronista en la Argentina todavía pueden hacerse senLir.
no sólo en la Argentina, sino en Loda Am érica del Sur".50

De lodos los periódicos israelíes examinados, Henil es el que


más simpatía expresó hacia el peronismo durante lodo el tiempo
que duró el régimen, hasta el último momento. El diario evitó por
lo general publicar informes negativos sobre los acontecimientos
en la Argentina y siempre trató respetuosamente a los Perón.
Pareciera que la combinación de acentos nacionales, acentos
sociales y liderazgo carismático resultaba atractiva para los miembros
del partido revisionista.
En la izquierda israelí, la evaluación general del régimen de
Perón siguió siendo negativa. Mordejai Najumi, de Al Hamishmar,
caracterizó el período de gobierno de Perón com o "una época de
hechos concretados por un dictador, y de demagogia”. Sólo atribuyó
al líder reducido apoyo de la clase trabajadora en las últimas etapas
de su gestión, y ello debido a la inflación y a la hostilidad del
régimen hacia la Iglesia. La conclusión de su artículo era que, por
fin, había llegado la hora de que "verdaderos izquierdistas" unieran
al pueblo y lo condujeran por una vía “real”, y no por el sendero
de las ilusiones por el que lo guió Perón .'1
Kol Haam reaccionó con cierta medida de perplejidad ante los
sucesos de la Argentina entre ju n io y septiembre de 1955, reacción
que quizá se originaba en la existencia de un conflicto de intereses
entre el com unism o argentino y la política exterior soviética. El 19
de junio aún había una actitud claramente hostil al peronismo. “En
su política interna Perón siguió el camino de Mussolini", escribía
este periódico. Erigió organizaciones gubernamentales que impuso
a la clase obrera y dictó leyes supuestamente “beneficiosas para

50 “Guerra civil en la Argentina", Herut. 20-9-55. Vcase también la nota


favorable en el recuadro "Nombres en las noticias — Juan Perón", Ucrut, 20-
9-55, asi como las notas publicadas en los dos días subsiguientes.
51 Otra expresión del concepto que merecía el régimen de Perón en la
izquierda israelí de aquel momento puede encontrarse en el articulo de Iacov
Oved (a la sazón apellidado Versarlo), “El régimen Justidalista en la Argentina”
(en hebreo). M ebifnlm (mayo 1956), pp. 411-424. Dicho articulo fue escrito en
vísperas del derrocamiento de Perón, al haber finalizado Versano un periodo de
trabajo en la Argentina como delegado del movimiento kibutziano y haber
regresado a Palmajim. el kibutz en el que reside.
25U R aanan Rein

los trabajadores", expresaba con cierta sorna. Al igual que el


fascismo italiano y la Iglesia Católica, el régimen intentaba man­
tener una política de armonía de clases y de paz social, y “mediante
la demagogia social intenta atraer a los trabajadores carentes de
conciencia de clase". De hecho, el régimen operaba en contra del
perseguido movimiento obrero. Sin embargo, el artículo no ocultaba
su satisfacción por la oposición de Perón ai "capital norteameri­
cano" y al cardenal Spellman, “enviado de Wall Street y del
Vaticano". El autor aseguraba a su público lector que "el PCA
combate por restituir las libertades democráticas y la independencia
económica de la Argentina", y que dicho partido contaba “con gran
influencia entre los trabajadores urbanos y rurales".52
Tres meses más tarde, el mismo activista comunista publicaba
otro articulo sobre la Argentina.13 En esta ocasión la línea era
menos antiperonista. El golpe de Estado de los militares era
presentado como el resultado de una conspiración entre el Depar­
tamento de Estado y los “peces grandes de Wall Street". No fueron
las reservas generadas por el carácter ademoerático del régimen de
Perón las que constituían la base de la oposición norteamericana,
sostenía el periódico. En Washington se toleraba cualquier dictadura
siempre y cuando ésta respondiera a sus dictados. La razón fue
que Perón osó confrontar a los intereses económicos capitalistas
y, más grave aún. se atrevió a cooperar con la Unión Soviética.
Pareciera que el periódico comunista prefería la "Tercera Posición"
en el área de la política exterior a un gobierno que se rindiese a
las órdenes norteamericanas.
Para concluir, se puede volver a acentuar que si bien la revista
Mundo Peronista, que siempre intentaba m agnificar los logros del
régimen, exageró sobremanera cuando sostuvo que en Israel se
había despertado gran interés por el peronismo com o doctrina
social y económica, efectivamente la prensa israelí mostraba mayor
interés por los sucesos de la Argentina de lo que era de esperar.
En Israel no era posible encontrar una imagen unidimensional y
uniforme del régimen peronista, a diferencia de lo ocurrido entre
los judíos de la Argentina y de los Estados Unidos; en numerosos
círculos del Estado hebreo era posible hallar un enfoque diferente
y más complejo del tema.

52 M. Najumi, "Cómo han derrocado a Perón", A l Hamishmar, 22-9-55 y B.


B. “¿Qué ocurre en la Argentina?", Kol Haam. 19-6-55.
53 B. B., "¿Qué ocurre en la Argentina?’ , Kol Haam, 20-9-55.
Las Im ágen es con flictivas del p ero n ism o en Israel 257

La prensa hebrea dependía en su mayor parte de los partidos


israelíes; las posiuras reflejadas en ella — también en lo referente
a asuntos internacionales, incluido el peronismo— estaban colo­
readas por la posición de cada uno de los partidos respecto de la
política adoptada por el gobierno de Israel. En contraste con la
prensa norteamericana, que básicamente tendía a retratar al
peronismo com o una típica dictadura latinoamericana y campaña
de megalomanía para concretar los deseos irrefrenables de Juan
Perón y Eva Duarte, los periódicos israelíes solían dedicarle un
lugar central al aspecto ideológico del peronismo.
Parte del antiperonismo destilado por la prensa israelí se debe
al hecho de que muchas de las notas se basaban en cables y
comentarios originados en agencias noticiosas anglosajonas y en
los periódicos más importantes de los Estados Unidos, destacándose
en primer lugar el New York Times. Esto se debía a que ningún
periódico israelí tenía un corresponsal permanente o un enviado
itinerante en el subcontinente que pudiera realizar notas sobre la
Argentina. Generalizando, pueden verse en los periódicos de la
izquierda israelí expresiones hostiles, a veces extremas, hacia el
peronismo y su identificación con el fascismo, mientras que en la
prensa de derecha se distingue la simpatía, en algunos casos
incondicional, hacia el régimen argentino.
Fuentes y bibliografía

F u en tes p r im a r ia s

a. Archivos

— Archivo de la Fundación Francisco Franco (AFF) (Madrid).


— Archivo de la Presidencia de Gobierno (APG) (Madrid).
— Archivo del Instituto de Cultura Hispánica (ICH) (Madrid).
Archivo del M inisterio de Asuntos Exteriores (AMAE) (Madrid).
— Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto (AMREC)
(Bs. As.).
— Archivo General de la Nación (AGN) (Bs. As.).
— Archivo Privado de Alberto Martín Artajo (AMA) (Madrid).
— George S. Messersmith Papers, University o f Delaware Librarv
(GSM Papers) (Newark, Delaware).
— Instituto Torcuato Di Telia, Proyecto de Historia Oral (Bs. As.).
— Juan Atilio Bram uglia Papers, Hoover Institution, Stanford
University (JAB Papers) (Stanford, California).
— National Archives, Records o f the Department o f State (NA)
(Washington D.C.).
— Public Record Office, Foreign Office Papers (FO) (Londres).
— Washington National Record Center, Records of the U.S.
Embassy in Bs. As. (WNRC) (Suitland, Maryland).
260 R aanan Rein

b. Discursos, pufjlicaciones oficiales,


libros y artículos contemporáneos

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Indice onomástico

Abad de Sanlillán, Diego: 206. Bader, Iojanan: 247.


Alexander, Robert J.: 83. Balbín, Ricardo: 110.
Alonso. Alfredo: 127. Balfour, John: 82.
Aloé, Carlos V.: 51, 123. 124, Belgrano, Manuel: 108.
137. Belt, Guillermo: 224.
Alvarez Junco, José: 27. Ben, Philip: 253.
Amadeo, Mario: 200, 201. Benes, Eduard: 55.
Amir, Shimon: 245. Benítez, Hernán S. J.: 151,
Anadón, Fidel L.: 72. 156.
Anaya. Elvio C.: 88. Bevin, Ernesl: 73. 209.
Antllle, Armando G.: 39. Bismarck, Otto L.: 24.
Aranha, Oswaldo: 211, 220. Bonaparte, Napoleón: 129.
Arazi, Tuvia: 245. Borlenghi, Angel G.: 21. 33. 39.
Arce, José: 55, 59-62, 64, 71, 40, 45. 51-52, 76. 81, 202,
76. 161 162, 201, 216-231. 206.
Areilza, José M.: 146, 147, 167, Bracker. Milton: 80. 82.
193. Braden, Spruille: 159, 233-234,
Ares. Roberto: 69. 237, 244.
Arizaga, Jorge P.: 186. Bramuglia, Juan: 21, 33, 36,
Asquía, Angel M.: 127. 39, 45, 53, 55-56, 58-83,
Attlee, Clement: 73. 160, 165, 169, 217, 219,
Aunós, Eduardo: 41. 228.
Aurlol, Vincent: 66, 195. Bravo, Mario: 37.
Austridan, Yeshayahu: 250. Brenan, Gerald: 145.
Avalos, Eduardo: 49. Bruce. James: 165.
Avneri, Uri: 247. Bulnes, conde de (José Muñoz
Aznar, Manuel: 200, 202. Vargas): 160.
280 R aanan Rein

Cabrera. Delfo: 137. Franco. Francisco: 59, 77. 143,


Cadogan, Alexander: 66. 146-150. 152 157. 160-161,
Campos Catelín, Juan: 215. 164-165. 168. 172, 184.
Cantoni, Federico: 220. 187, 193-194, 199-201,
Capozzo, Tranquilo: 124. 203, 205, 217, 222, 233,
Carrillo. Ramón: 127. 252.
Cereijo. Ramón A.: 119. 127, Frondlzt, Arturo: 140.
152. Furlong. Oscar: 125.
Cervantes Saavedra, Miguel de:
1 10 . Galán. Francisco: 206
Ciria, Alberto: 19-20. García Granados, Jorge: 211.
Clay, Luclus: 57. García Salazar, Arturo: 211.
Cohén, Slialom: 247. Gatlca, José M.: 138-139.
Condiil, Cecilio: 117. Gay, Luis F.: 50.
ConnlIT. Michael L.: 25. George VI, rey de Inglaterra:
Cooke, Juan I.: 39, 215. 73.
Corominas, Enrique V.: 201, Germanl. Gino: 22-30.
216-229. Ghioldi. Rodolfo: 246.
Cortés, Hernán: 182. Goldberg, Ben-Tzion: 249.
González. Frollán: 125.
Debenedettl, Juan: 136. Goyeneehe, Juan C.: 201
del Barco, Ricardo: 20. Guerrero, Eduardo: 124.
DeM'Oro Malni, Atillo: 146. Gutiérrez, Juan M.: 197.
Desmarás, Carlos: 228. Gálvez, Juan: 124.
Di Telia, Guido: 34. Gálvez. Roberto: 124.
Di Telia, Torcuato S.: 26. Gómez Morales. Alfredo: 201.
Dickmann, Enrique: 52.
Domenech, José: 37. Haya de la Torre. V. Raúl: 182.
Drago, Luis M.: 161. Hltler. Adolf: 114, 143, 233.
Díaz de Vivar, Joaquín: 204. Howley. Frank: 57.

Elath, Ellahu: 229 230. Ivanlssevlch, Oscar: 59, 92-93.


Estrada, Guillermo: 161.
Evatt. Herbert: 69, 210. Jessup, Phlllip: 60. 63, 66, 73.
Eytan. Walter: 229. Jiménez de Asúa, Luis: 206.
Johnson, Dale: 24.
Fangio, Juan M.: 126, 140. Justo. Agustín P.: 119
Farrell, Edelmlro J.: 38, 48, 88.
158, 215. Kaplan, Eliezer: 242.
Faruk I, rey de Egipto: 247. Kástner, Israel: 251.
Fayt, Carlos S.: 20, 35. Kennan, George: 168.
Figuerola, José: 33, 34, 40, 41- Krislavin, Abraham: 54.
43. 46. 76, 94. Kruschev, Nlklta: 56.
In d ice o n om á stico 281

La Rosa, Pascual: 72. Munson, Lyle H.: 219.


Lagomarsino, Rolando: 44, 47. Mussolini. Benito: 20-21. 109,
Langenhov, Fernand van: 70. 114, 143, 233. 252.
Lie, Trygye H.: 69. 74. 76, 220, Muñoz. Rodolfo: 218.
222.
Llpset. Seymour M.: 21. Najumi. Mordejai: 255.
Llambí, Benito: 79. Nasser, Gamal A.: 247.
Lonardi, Eduardo: 82, 132, Negrín, Juan: 201.
253. Neguib. Mohamed: 247.
Lucero, Franklln: 218, 227. Nlcolini, Oscar L.: 117.
LuchelU, Alberto: 126. Nufer, Albert: 235.
Luna, Félix: 50. 189.
Orozco, José C.: 182.
Madsen, Douglas: 29-30. 32. Oved (Versarlo), Iacov: 255.
Manguel. Pablo: 239. 242, 247.
Marcilla. Euseblo: 141. Papa, Raúl: 125.
Marguelrat, Raúl: 39. Parodi, Alexandre: 66. 73.
Marlátegui. José C.: 182. Pavón Pereyra, Enrique: 167.
Marogllo. Domingo O.: 72. Paz, Hipólito J.: 59, 81. 206,
Marrapodl, Roque S.: 125. 2 1 7 , 2 20 .
Marshall, George C.: 66. 75, Petllura, Simón V.: 243.
77-78, 169. Posadas. Gervasio A.: 190.
Martín Artajo, Alberto: 144. Pratto, lonatán: 244.
158. 177. 179. Primo de Rivera, Miguel: 41.
Martínez de Perón, María E.: Puyol, Raúl A.: 37.
93. Pérez, Pascual: 138-139.
Matorras, Gregoria: 190. Pío XII: 66.
Mendé, Raúl: 197, 206.
Méndez San Martín, Armando: Quijano, J. Hortenslo: 38. 50.
54, 130. 133. 191.
Menem, Carlos S.: 115.
Menéndez, Benjamín: 245. Radio, Pedro: 159.
Mercante, Domingo A.: 33 34, Ramos, José I.: 202.
48-51. Ramírez, Pedro P.: 49, 158.
Mercante, Hugo: 49. Remorino, Jerónimo: 75. 80-82,
Messersmith, George: 36, 42. 200, 206. 235.
165, 168, 236-237, 244. Reyes. Cipriano: 50.
Mibashan, Abraham: 214. Rivadavia, Bernardino: 107.
Miranda, Miguel: 33-34, 43-48, Rivas, Nelli: 132.
72, 76, 78, 170, 174. Rivera, Diego: 182.
Mitre. Bartolomé: 108. Roca, Julio A.: 108, 115.
Molinari, Diego L.: 238, 242. Rodríguez Fabregat, Enrique:
Monzalvo, Luis: 37, 50. 211.
282 R aanan R ein

Romero. Emilio: 154. TolT. Moshé (véase Tov. Moshé)


Rosas. Juan M.: 33, 108-109, Torrent. Jorge: 79.
190. Tov. Moshé: 36. 60. 213, 215.
Rublo, Emilio: 126. 224, 244.
Triulzl. Alberto: 141.
Saavedra Lamas. Carlos: 76. Truman. Harry S.: 55, 75, 165,
San Martín, José de: 106-108, 169.
122, 135, 190, 194-195. Tsur, Jacob: 239, 241, 244-
200. 245, 250.
San Martín, Juan de: 190.
Sarmiento. Domingo F.: 108- Unamuno, Miguel: 60.
109. 183. Urquiza, Justo J.: 108.
Saunders, Eduardo: 128.
Shafir, Shlomo: 253. Valenzuela, Rodolfo G.: 135.
Sharett, Moshé: 238, 242, 247, Vera, Ramón: 154.
250-251. Vishinskl, Andrei: 61, 63, 66-
Shils, Edward: 30. 32. 67. 72, 74.
Shirái, Yoshlo: 139. Vuletich, Eduardo: 54.
Slquelros, David A.: 182. Vychlnskl, Andre... (véase
Snow, Peter G.: 29. 32. Vishinskl, Andrel)
Solari, Angel: 95.
Sosa Molina, Humberto: 158, Weber, Max: 28.
190. Welzmann, Jaim: 243.
Spellman, Francis J.: 256. Williams. Ike: 139.
Sprlntzak, Josef: 238, 240,
243. 247. Yrigoyen. Hipólito: 25. 64. 188.
Stalin, Josef: 56. 68, 70, 74. 190.
Sulzberger, Arthur: 237.

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