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CIENCIAS SOCIALES
SERIE INVESTIGACIONES
UNSAM EDITA
Índice
Radiografía de la elite económica argentina
Introducción
I
II
III
Bibliografía
Capítulo 1 Deuda externa y elite económica en la convertibilidad
1. Introducción: Orígenes y naturaleza del entendimiento externo argentino
2. La evolución de la deuda externa bajo la convertibilidad
2.1. Endeudamiento y desequilibrio externo bajo la convertibilidad
2.2. El endeudamiento externo privado
2.3. Endeudamiento y déficit fiscal
3. El papel del FMI
4. La nueva “crisis de la deuda” y el accionar del poder económico ante la
debacle de la convertibilidad
Reflexiones finales
Bibliografía
Capítulo 2 La Evolución de la elite económica en la argentina de los años noventa
Introducción
1. Las bases del poder económico: continuidades y rupturas en la cúpula
empresarial y en la representación corporativa del capital
2. Reconfiguración de la elite económica: cambios y continuidades en el
perfil de las posiciones y de los individuos que integran la elite
2.1. Sobre la estabilidad-inestabilidad de posiciones e individuos
2.2. Perfil sociodemográfico y familiar: reproducción social y clausura
de la elite económica
2.3. Trayectoria ocupacional y formas de participación social: la
circulación público-privada y la construcción de redes como marcas
distintivas de la elite económica
Reflexiones finales
Bibliografía
Capítulo 3 Las transformaciones de la elite empresarial en un período de
extranjerización económica: los propietarios de los grandes grupos empresariales
argentinos durante los años noventa
1. Los propietarios de los grandes grupos económicos a fines de los años
ochenta
1.1. El origen social de los empresarios
1.2. Estructura de propiedad concentrada y protagonismo de la familia
en la dirección
1.3. El crecimiento empresarial en el contexto del estancamiento
macroeconómico
2. Estrategias y desempeños frente a las reformas estructurales
3. Cambios en la elite empresarial argentina
Conclusiones
Bibliografía
Artículos periodísticos citados
Anexo
Capítulo 4 La elite empresaria transnacional en la Argentina ante las
transformaciones económicas
Introducción
1. Las transformaciones económicas de los años noventa: la consolidación
de la extranjerización
2. Cambios y continuidades en la organización de la Elite Empresaria
Transnacional
2.1. La carrera organizacional
◗ El caso de los extranjeros
◗ El caso de los argentinos
2.2. La carrera nómade
◗ Carrera nómade “sin circulación pública”
◗ Carrera nómade “con circulación pública”
3. El impacto de las transformaciones económicas de los años 1990 en la
organización de la EET: ¿hacia un cuerpo “internacionalizado” de dirigentes de
empresa?
4. Reflexiones finales
Bibliografía
Anexo
Capítulo 5 Reformas de mercado y recomposición de las elites: la renovación en
el sector bancario
Introducción
1. La reorganización de los mercados bancarios y sus jerarquías
1.1. La reorganización de los mercados bancarios
1.2. La recomposición de la cúpula del negocio bancario privado
2. La reorganización de la representación de la banca privada
2.1. Reconstitución y concentración de la representación oficial
2.2. El problema de la gestión de la diversidad
3. Jerarquías político-corporativas y circulación de sujetos
3.1. Correspondencias entre estatus económico y estatus político-
corporativo
3.2. La fluidez en la composición de las dirigencias corporativas
4. La reconfiguración del perfil social de las dirigencias corporativas
Conclusiones
Bibliografía
Fuentes
Capítulo 6 Elite corporativa industrial: trayectorias corporativas de los dirigentes
de la Unión Industrial Argentina
Introducción
1. Apuntes sobre la organización formal e informal de la UIA
2. La elite industrial: evolución y trayectorias corporativas
2.1. 1989-1993: Acuerdos internos y apertura en la conformación de la
elite corporativa industrial
2.2. 1993-1997: Estabilidad y permanencia en la elite corporativa
industrial
2.3. 1997-1999: Quiebre de la estabilidad, cambios en el acceso y
renovación de la elite corporativa industrial
2.4. 1999-2001: Preeminencia de la trayectoria profesional y clausura
para ingresar a la elite corporativa industrial
Reflexiones finales
Bibliografía
Fuentes
Documentos
Capítulo 7 El fin de la tradición: La Sociedad Rural Argentina frente al
menemismo
Introducción
1. La historia de la entidad, la entidad en la historia
2. La liberalización de la tierra y el sacrificio de la tradición
3. La SRA como observatorio de la renovación de las elites
Conclusiones inconclusas
Bibliografía
Fuentes
Capítulo 8 La elite empresarial católica argentina: estructura organizacional,
sociabilidades y posicionamientos políticos (1999-2003)
Introducción
1. Historia, inscripción internacional y dinámica institucional
1.1. Sus inicios
1.2. Estructura institucional
1.3. Los ámbitos de interacción empresarial
1.4. Los actores centrales
1.5. La capacidad de convocatoria
2. Posicionamientos político-económicos: desregulación neoliberal,
endeudamiento externo e intervención pública durante la posconvertibilidad
2.1. La desregulación de los mercados y el acotamiento del rol del
Estado en el período neoliberal
2.2. Los costos de la valorización financiera: la deuda externa y la
visión del empresariado católico nacional
2.3. La redefinición de las coordenadas estatales. Intervención pública
y nuevas prioridades en la era de la posconvertibilidad
Conclusiones finales
Bibliografía
Sobre los autores
Ana Castellani
Lorena Cobe
Marina Dossi
Alejandro Dulitzky
Alejandro Gaggero
Mariana Heredia
Gustavo Motta
Pablo Nemiña
Martín Schorr
Sobre la autora
Otros títulos de la colección
Introducción
por Ana Castellani y Mariana Heredia
I
Los años noventa fueron el escenario de un proceso de profundas
transformaciones sociales y económicas. Si bien durante la última dictadura
militar se desmantelaron los principales resortes del modelo de acumulación
centrado en la industrialización por sustitución de importaciones, el
entramado institucional que permitió la aplicación de políticas de reforma
estructural de impronta neoliberal (privatización, apertura comercial y
financiera, desregulación de mercados, etc.) terminó de afirmarse tras la
crisis hiperinflacionaria de 1989.
La elite económica local jugó un rol importante en ese proceso
promoviendo primero, y apoyando públicamente después, muchas de las
principales medidas e incluso participó en forma directa en el proceso de
implementación de las mismas (Beltrán, 2011; Castellani y Dulitzky, 2015).
Este involucramiento más activo de la elite económica en una etapa de
aplicación de las reformas torna ineludible la pregunta por las
características, las acciones y las transformaciones de los sectores que
controlaban los principales resortes del poder económico en el período.
¿Y por qué resulta relevante conocer las características y
comportamientos de la elite económica argentina? Porque en toda sociedad
capitalista tanto las grandes firmas como las asociaciones empresarias
tienden a incidir de manera determinante en el proceso de acumulación del
capital, en la distribución de la riqueza, y en la orientación de la
intervención económica estatal, en virtud del poder económico y del poder
político que detentan. El primero se deriva de la posesión del capital
organizado a través de las firmas o grupos económicos: decisiones sobre
niveles y tipos de inversión de utilidades, de empleo, de producción y
comercialización, constituyen cuestiones de gran incidencia
macroeconómica (elite empresaria). Este poder se refuerza (y se hace
efectivo), a su vez, en la acción política que despliegan estos grupos y
empresas, a título individual o colectivo, a través de las asociaciones del
empresariado (elite corporativa). En el caso de las reformas de mercado
adoptadas en América Latina y en la Argentina a fines del siglo XX, este
poder estructural y corporativo se acrecienta porque los empresarios y sus
representantes se comprometieron de manera inédita en la defensa y la
adopción de estas orientaciones. Habida cuenta de la centralidad de estos
actores y de la relativa carencia de estudios sistemáticos sobre los mismos,
este libro propone un análisis exhaustivo de las elites empresarias y
corporativas desde un abordaje sociológico.
Ahora bien, ¿qué entendemos empíricamente por elite económica?
Siguiendo la tradición inaugurada por Wright Mills ( 1956 1963) se
define operacionalmente a la elite como un conjunto de posiciones
estructurales claves del poder económico que son ocupadas por diversos
individuos en cada momento histórico. Las posiciones aluden a la dirección
(no necesariamente propiedad) [1] de las firmas más importantes del país
según su volumen de ventas y a la conducción de las principales
corporaciones empresarias que organizan la representación político-
corporativa del capital (Unión Industrial Argentina –UIA–, Sociedad Rural
Argentina –SRA–, Bolsa de Comercio, Asociación de Bancos Argentinos –
ADEBA–, entre otras). Tomando en cuenta esta definición de las posiciones
se consideran como miembros de la elite económica a todos aquellos que, a
lo largo de los años noventa, hayan ocupado la posición de presidente de las
principales empresas del país, y el cargo de presidente o vicepresidente de
las asociaciones empresarias antes mencionadas.
Al analizar estas posiciones y a los individuos que las ocuparon, desde un
abordaje integral, es posible dilucidar algunos interrogantes clave sobre los
rasgos, mutaciones, niveles de permeabilidad y de relacionamiento con
otros actores y con el Estado de la elite económica argentina.
II
La pregunta sobre las elites y su relación con el desarrollo y las
instituciones democráticas acompaña las primeras inquietudes de la
sociología en la Argentina. [2] El abordaje teórico de la escuela italiana,
tamizado por la aproximación conceptual y metodológica de Wright
Mills, [3] sirvió de marco teórico a las investigaciones desarrolladas en el
departamento de sociología dirigido por Germani. La pregunta era entonces
sobre la crisis de conducción que habría acompañado el ocaso de la
Argentina conservadora. De Imaz (1962 y 1964) inaugura esta línea de
estudio y opta por definir la elite en términos de la posición institucional
ocupada (la máxima jerarquía) en espacios vinculados al ejercicio y la
reproducción del poder, la riqueza y el prestigio.
Luego de pasar revista a las características de quienes ocupaban las “más
altas posiciones institucionalizadas dentro de la sociedad”, el sociólogo
descarta la noción de elite dirigente concluyendo que el caso argentino
evidenciaba su inexistencia. Para de Imaz, la ausencia de una elite dirigente
en la Argentina se explicaba por el febril proceso de ascenso social. Este
último, favoreciendo la promoción de una nueva generación de dirigentes
“especializados”, no había sabido procurar espacios comunes de referencia
que facilitaran el diálogo y la convergencia en las opiniones y la acción. La
circulación de las elites estudiada por los clásicos no podía registrarse en un
país como la Argentina caracterizado más bien por la sucesión de
discontinuidades y fracturas.
Teniendo como antecedente el debate de fines de los años sesenta sobre
los modos de producción en América Latina y, en particular, sobre el
carácter precapitalista de las relaciones sociales en el agro pampeano, se
desarrollan más tarde nuevas interpretaciones preocupadas por las diversas
formas históricas que podían adquirir el Estado y la sociedad capitalista.
Tanto para Gramsci como para Poulantzas, referentes de esta aproximación,
era menester considerar no solo las posiciones ocupadas en la división del
trabajo y las contradicciones estructurales entre los grupos sociales
fundamentales sino indagar en la composición interna de esas clases (sus
fracciones), sus alianzas y las estrategias de dominación y construcción de
hegemonía. Atentos a las peculiaridades del “capitalismo dependiente”, los
nuevos enfoques incorporaban subdivisiones dentro de los grupos sociales
remitiéndolas a la historia económica de las sociedades analizadas y al
carácter más o menos predominante de cada sector de actividad.
En esta línea se enmarcaron los análisis de O’Donnell (1977), Portantiero
(1973 y 1977), Pucciarelli (1993) y Rouquié ([1978] 1982), entre otros.
Tras la modernización de los años sesenta, estos autores constatan una
mutación profunda de la sociedad, marcada por una progresiva
monopolización de los sectores fundamentales de la economía y un avance
del capital extranjero. Estos grupos se habrían revelado incapaces de hacer
confluir sus intereses en una opción electoral permanente y popular y, por
tanto, de construir un orden político estable. Al actuar como reemplazantes
temporarias de una clase dirigente dividida y ausente, las Fuerzas Armadas
se mostraban incapaces de solucionar la crisis hegemónica y concluían por
perpetuarla.
La década del ochenta se acompañaría de una visión preocupada por la
relación entre elites económicas e instituciones democráticas al tiempo que
se interrogaba sobre las posibilidades de supervivencia de los nuevos
regímenes políticos y la amenaza militar. Del mismo modo que quienes los
precedieron, Sabato y Schvarzer (1985) reafirmaban la asociación entre la
inestabilidad política y económica de posguerra y la naturaleza de los
sectores privilegiados. No obstante, el nuevo enfoque pasaría por alto tanto
las distinciones entre elite y clase, que habían servido de soporte al enfoque
de de Imaz, como la oposición entre diversas fracciones de la burguesía.
Sirviéndose una vez más de la historia económica, los autores concluían
que el rasgo central del capitalismo argentino y de sus cúpulas era la
primacía de los comportamientos especulativos y cortoplacistas. La
heterogeneidad presupuesta anteriormente dejaba lugar aquí a la
homogeneidad de un grupo que, sin mayores distinciones a lo largo de casi
un siglo de historia, “va ganando poder a lo largo del tiempo y del
desorden” (1985: 209).
Con la transición democrática, la pregunta sobre la naturaleza de los
ocupantes de la cúspide del poder económico perdió centralidad pero
cuando se le prestó atención fue, en gran medida, vinculada con
problemáticas nuevas. Frente a la crisis teórica y política del
estructuralismo y del marxismo y a las dificultades que presentaba su
noción de clase, el estudio de los grupos dominantes o de las elites
dirigentes exigía la delimitación de referentes empíricos menos
controvertidos y más afines a la especialización disciplinaria. Desde la
sociología económica, fueron los empresarios y sus transformaciones
quienes galvanizaron la atención sobre las elites económicas. Abundan, en
particular, los estudios sobre la creciente concentración, centralización y
extranjerización del capital (Azpiazu, Basualdo y Khavisse, 1986; Azpiazu
y Nochteff, 1994; Azpiazu, 1996 y 1997; Basualdo, 2000 y 2001; Schorr,
2004). Los trabajos de Schorr (2005) y de Ortiz y Schorr (2006), Gaggero,
Wainer, Schorr (2014) dieron continuidad a estos análisis tras la crisis de la
convertibilidad. Dentro de esta misma línea se ha analizado la relación entre
el comportamiento de los grandes agentes económicos y las dificultades
para construir un sendero de desarrollo durable en la Argentina
contemporánea estableciendo características histórico-estructurales de la
elite económica argentina (Nochteff, 1994; Castellani, 2009).
Complementando estos análisis se desarrollaron una serie de estudios
sobre las corporaciones empresarias y su relación con el poder político.
Bajo la dirección de Schvarzer y en el marco del CISEA, se desarrolló una
primera generación de estudios que comprendieron a todas las grandes
corporaciones empresarias del país. [4] Estas investigaciones encontraron su
continuidad en los estudios de Acuña y Golbert (1990), Acuña (1994),
Beltrán (1999, 2003, 2008), Etchemendy (2001), Heredia (2003), Osteguy
(1990), Sidicaro (2002) y Viguera (2000) que, de la mano de Evans (1979),
Gourevitch (1986) y Skocpol (1985), contribuyeron a reinstalar las
relaciones entre empresarios y Estado en el centro de la escena.
III
En diálogo con estos antecedentes, los trabajos que integran este libro
presentan los resultados obtenidos por un equipo de investigadores y
becarios del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas en
el marco de un proyecto colectivo financiado por dicho organismo y
radicado en el Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad
Nacional de San Martín.
Para facilitar la exposición de los resultados los capítulos se agrupan en
tres grandes líneas: los dos primeros abordan cuestiones generales sobre el
perfil y comportamiento de la elite económica; los dos siguientes se ocupan
de analizar en detalle el perfil de la elite empresaria nacional y
transnacional; y los últimos cuatro apuntan a dilucidar los rasgos de la elite
corporativa.
En el primer capítulo, Pablo Nemiña y Martín Schorr estudian la
evolución de la deuda externa en la Argentina bajo la vigencia de la
convertibilidad (1991-2001) y sus implicancias sobre la configuración de la
elite económica local. Se trata de una mirada analítica que arroja variados
elementos de juicio referidos a la trayectoria de la elite económica local, en
una etapa de la historia nacional signada por cambios estructurales
profundos de corte regresivo. En el siguiente, Ana Castellani aborda
empíricamente un conjunto de interrogantes clave sobre la elite económica
de los noventa: ¿se trata de una elite estable o inestable?, ¿abierta o
cerrada?, ¿con alto grado de circulación-multiposicionalidad de sus
miembros o replegada sobre sí misma?, ¿internacional o
predominantemente vernácula?, ¿integrada a diversas redes sociales o
aislada?, ¿estrecha o débilmente vinculada con el sector público? Ambos
capítulos operan como marco general para avanzar en el conocimiento
específico de cada una de las subelites (empresaria y corporativa).
En el tercer capítulo, Alejandro Gaggero analiza los cambios en el
empresariado argentino indagando sobre dos dimensiones: la presencia de
los grandes grupos locales en la economía argentina y las modificaciones en
la elite empresarial. Con respecto a la primera, el foco está puesto en
caracterizar estas organizaciones (en cuanto a la estructura de propiedad,
inserción sectorial, grado de diversificación e internacionalización) y
presentar sus estrategias y desempeños empresariales durante los años
noventa. En cuanto a la segunda, el eje pasa a los cambios y las
continuidades en el conjunto de presidentes de los principales grupos
económicos de capital nacional entre 1989 y 2001. Esto se complementa en
el capítulo cuatro con el estudio de los cambios y continuidades
experimentados en la organización de la elite empresaria transnacional
(EET), y su relación con las transformaciones económicas de la última
década del siglo veinte. A partir del estudio de las trayectorias laborales y
educativas recorridas por los presidentes de las empresas transnacionales
que ocuparon los primeros puestos del ranking de ventas en la Argentina
entre 1990 y 2001, Alejandro Dulitzky muestra cómo la extranjerización
económica que experimentó el país durante los años noventa propició un
incremento en los niveles de internacionalización de la elite empresaria.
En el capítulo cinco, Lorena Cobe inicia la serie de estudios sobre
dirigencias corporativas. Específicamente, analiza el proceso de
recomposición de la elite bancaria en un período en el que el país adoptó
con radicalidad la apertura y desregulación de los mercados financieros. La
autora se pregunta ¿cómo impactaron estos procesos de reorganización
financiera sobre la composición y la reproducción de la elite bancaria local?
¿En qué medida este proceso de reorganización propició la concentración
de medios de poder extraordinarios, en las máximas posiciones del negocio
y la representación bancaria frente a otras posiciones sociales? ¿De qué
manera se compusieron, desarrollaron y transformaron estas máximas
posiciones sociales? ¿Qué continuidades y cambios se registraron en las
reglas, organizaciones y sujetos ligados a dichas posiciones?
En el capítulo seis, Marina Dossi, analiza las características de la cúpula
dirigencial de la Unión Industrial Argentina a través de las trayectorias
corporativas de sus dirigentes, es decir, indagando en su actividad
industrial, en sus afiliaciones gremiales, formas de acceso y permanencia en
esos cargos. El objetivo propuesto es ver cómo influyen esas trayectorias en
la dinámica interna, en las formas de organización, de representación de
intereses, y en la dinámica de las relaciones que entabla esta elite
corporativa industrial con los agentes estatales.
Complementariamente, Mariana Heredia reconstruye en el capítulo siete,
el modo en que las reformas estructurales y las transformaciones políticas
impactaron en la Sociedad Rural Argentina y en los grupos que esta
tradicional corporación representa. Para esta reconstrucción no solo
considera la relación con el Estado y las políticas públicas sino también los
conflictos internos y las grandes transformaciones institucionales, las
principales posiciones adoptadas por la organización y las relaciones con
otros actores del campo empresario.
Por último, en el capítulo ocho se presenta un pormenorizado análisis del
empresariado católico a través de su espacio institucional: la Asociación
Cristiana de Dirigentes de Empresa. Mucho menos conocida que otras
dirigencias corporativas, esta asociación fundada hace ya más de sesenta
años con el objetivo de orientar las prácticas empresarias según la Doctrina
Social de la Iglesia, tuvo un papel relevante en los noventa, especialmente
en la crisis de la convertibilidad. Gustavo Motta muestra con precisión las
estrategias discursivas desplegadas por esta elite para la fijación de sus
posicionamientos políticos respecto de tres ejes clave: a) la desregulación
de los mercados y el acotamiento del rol del Estado en el período
neoliberal, b) el endeudamiento externo, dado que su naturaleza y dinámica
permite entender los rasgos medulares del modelo convertible y c) la
redefinición de las coordenadas estatales respecto de la intervención pública
en el mercado a partir de la posconvertibilidad.
Confiamos en que este material permitirá renovar las discusiones e
incentivar nuevas líneas de investigación sobre la elite económica en la
Argentina, justamente en un momento histórico en el que vuelve a cobrar
gran protagonismo y visibilidad pública.
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Notas
1. En el caso de los grupos económicos (es decir, aquellos conglomerados que controlan seis o
más empresas), la dirección siempre coincide con la propiedad. En el caso de las firmas
nacionales o extranjeras, la dirección puede coincidir o no con la propiedad.
2. Esta sección retoma algunos argumentos desarrollados en Heredia (2005).
3. Cf. los trabajos pioneros de la teoría elitista (Mosca, 1939; Pareto, [1902] 1965; Michels,
1949; Wright Mills, [1956] 1963).
4. La nómina completa de estas investigaciones está consignada al final del trabajo que les
sirve de síntesis: Schvarzer (1990).
Capítulo 1
Deuda externa y elite económica en la convertibilidad
por Pablo Nemiña y Martín Schorr
Del total de divisas que “emigraron” del país en 2001, 26.128 millones
de dólares (87%) correspondieron a empresas, mientras que los 3785
restantes (13%), a personas físicas.
La salida de capitales no fue un fenómeno distribuido de modo
homogéneo; sin embargo, tampoco se concentró en noviembre (es
decir, en los momentos previos a la puesta en práctica del “corralito”).
Entre los “picos temporales de fuga” sobresalen los registrados en el
trimestre enero-marzo (44% del total), entre julio y agosto (16%) y en
noviembre (8%). Notablemente, los dos primeros picos coinciden con
importantes desembolsos del FMI en el marco del acuerdo stand by
vigente, lo cual pone de manifiesto que, ante una fuerte expectativa de
devaluación, el financiamiento multilateral, menos que evitarla,
posibilitó que el capital concentrado se pusiera a resguardo.
El grueso de las operaciones de transferencias al exterior realizadas
por residentes locales se canalizó a través de unos pocos bancos de la
plaza financiera doméstica (entre los que se destacan el Banco Galicia
y el Citibank) y se dirigió hacia los EE.UU. y Uruguay.
El análisis desagregado de la información recabada y analizada por la
Comisión indica un muy alto grado de concentración de la fuga de
divisas en torno de un número sumamente reducido de empresas e
individuos. En este plano, al ordenar los datos de acuerdo con los
montos girados al exterior, se comprueba que las primeras cien
personas físicas dieron cuenta de alrededor del 22% del total de divisas
remitidas por este subgrupo durante el transcurso de 2001. Al revisar
el listado de los principales emisores de capital aparecen apellidos de
familias tradicionales de nuestro país o de propietarios de varias de las
principales firmas y grupos económicos locales: Pérez Companc,
Angulo, Madanes Quintanilla, Frávega, Acevedo, Zupán, Sánchez
Caballero, Blanco Villegas, Mc Loughlin, Escasany, Spadone, Moche,
Juncadella, Fuchs, Elsztain, Constantini, Ayerza, Mitre, Otero
Monsegur, Lacroze de Fortabat, Zorraquín, Oxenford, Bagó, Ruete,
Handley y Duggan, entre los más conocidos.
La operatoria de las empresas reveló un nivel de concentración mucho
más elevado que el de los individuos: mientras que las diez primeras
dieron cuenta de casi un 35% de los montos totales transferidos por
este subgrupo, las cien primeras explicaron el 70%.
La cuarta parte de las divisas fugadas por empresas correspondió a
firmas del sector agropecuario bonaerense (en especial, aquellas
pertenecientes a los grandes propietarios que conforman la cúpula de
la actividad).
Una proporción considerable de la salida de divisas al exterior
vinculada a empresas se relaciona con compañías que integran la elite
empresaria local (las 200 firmas de mayor facturación). En 2001, estas
empresas (apenas el 3% del total de firmas de la muestra elaborada por
la Comisión) concentraron algo más del 20% de las operaciones
realizadas y casi el 70% de los montos transferidos por empresas (en
promedio, los importes remitidos al exterior fueron 72 veces más
elevados que los correspondientes a las compañías que no forman
parte de la elite).
Al focalizarse en las empresas de la cúpula, la Comisión verificó que
alrededor del 50% de las divisas fugadas es explicada por la operatoria
de compañías privatizadas y por accionistas de las mismas (tales los
casos de, a título ilustrativo, Telefónica de Argentina, Repsol-YPF,
Telecom Argentina, Edesur, Central Puerto, Transportadora de Gas del
Sur, Aguas Argentinas, Metrogas y Transportadora de Gas del Norte
entre las primeras, y Nidera, Aceitera General Deheza, PBB Polisur y
Pluspetrol entre las segundas). Asimismo, aproximadamente el 65%
correspondió a firmas pertenecientes o vinculadas a los principales
grupos económicos nacionales y extranjeros (Pérez Companc,
Telefónica, Repsol, Techint, Clarín, Aluar-Fate, Macri, Fortabat, Arcor
y Fiat).[14]
Reflexiones finales
La combinación de apertura financiera y comercial, junto con la
restricción monetaria en un contexto de tipo de cambio fijo y subvaluado
que caracterizaron al programa económico implementado en la década de
1990, logró controlar la inflación, pero a costa del deterioro del sector
industrial, sumamente afectado por la competencia externa y los variados
alicientes a la especulación financiera. Por otra parte, la titularización de la
deuda externa lograda por medio del Plan Brady insertó a la Argentina en
los mercados internacionales de capital. Ambos sucesos alentaron la
financiarización de la economía, entendida como el proceso a través del
cual los actores, los mercados y los criterios de decisión de carácter
financiero cobran primacía sobre el conjunto de la economía, con el
consiguiente aumento de la inestabilidad y la volatilidad inherentes a la
“forma financiera” de acumulación (Arceo, 2011).
La financiarización fue el resultado de tres cambios, relacionados entre
sí, que tuvieron lugar durante la etapa analizada en este trabajo. Primero, la
deuda externa, sobre todo la pública, se consolidó como la fuente principal
de entrada de divisas y, por ende, de sostenimiento de la demanda agregada
en el marco de las restricciones establecidas por el régimen de caja de
conversión. Esto requirió establecer una tasa de interés real positiva y
superior a la internacional, lo cual alentó la actividad financiera en
detrimento de la producción y sentó las bases para el despliegue de un
intenso proceso de centralización del capital. Segundo, la preeminencia de
la deuda para el sostenimiento del modelo de acumulación ubicó a los
inversores externos y al sector financiero en general como actores
relevantes, ya que proveían las divisas necesarias para sostener el esquema
convertible y la internacionalización financiera de distintos segmentos del
poder económico, así como para financiar el déficit fiscal (asociado, por su
parte, a las ingentes transferencias de recursos estatales canalizadas a los
diferentes factores de poder en el marco de la “confluencia de intereses” a
la que se hizo alusión). Tercero, el carácter “divisa dependiente” de la
convertibilidad expuso al ciclo de la economía a la inestabilidad del
mercado internacional de capitales: ascendente en coyunturas de alta
liquidez y recesivo durante las crisis externas.
En este marco, el Fondo Monetario Internacional ocupó un lugar
fundamental como garante ante el sector financiero del repago de la deuda,
alentando la implementación de medidas ortodoxas que contribuían a
mantener el ciclo de endeudamiento, y luego concediendo créditos durante
las coyunturas de crisis a fin de garantizar los servicios de la deuda. Este
comportamiento posibilitó realizar cuantiosas ganancias a los acreedores, en
tanto se garantizaba el cobro de los intereses que acompañaban a sus
créditos; y adicionalmente a los grandes conglomerados locales y a las
empresas transnacionales que contaron con las divisas para financiar la
remisión de recursos al exterior bajo muy diversos formatos.
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Notas
1. En este texto se utilizan como sinónimos los conceptos “sectores dominantes”, “elite
económica” y “poder económico”.
2. Así, en lugar de exigir la ejecución de las garantías, el Estado argentino asumió una deuda
que no le pertenecía.
3. El canje incluyó deudas por un total de 21.000 millones de dólares, a los cuales se
adicionaron poco más de 8300 millones de dólares en concepto de intereses impagos.
Asimismo, el plan incluía el financiamiento para la adquisición de un bono de la reserva
federal estadounidense denominado “cupón cero”, el cual maduraría en paralelo a los
bonos Brady. Esa “colateralización” de la deuda implicaba un reaseguro para el pago, por
cuanto el valor del bono de la reserva federal sería, al momento del vencimiento de los
títulos Brady, idéntico a los de estos últimos. En otras palabras, se estaba generando un
mecanismo de pago en buena medida garantizado, hecho que incrementaba el valor de los
bonos Brady en los mercados secundarios.
4. A modo de ejemplo, Abélès, Forcinito y Schorr (2001) muestran, para el sector telefónico,
que cuatro grupos económicos locales y un banco de inversión internacional invirtieron 297
millones de dólares en la compra de acciones de las sociedades controlantes de las dos
empresas telefónicas, y poco tiempo después, al momento de enajenar dichas acciones,
obtuvieron 1370 millones de dólares; es decir, casi cinco veces el capital invertido. Esta
extraordinaria rentabilidad evidencia la subvaluación de la empresa al momento de su
privatización. Ver también Azpiazu (2003) y Basualdo y otros (2002).
5. Perspectiva que, por cierto, no debería disociarse de una constatación relevante: la estrecha
vinculación entre la elite económica y el aparato estatal durante los años analizados o, en
otras palabras, la participación activa y decisiva de diversos cuadros orgánicos de los
sectores dominantes en resortes estratégicos del organigrama del Estado, así como en
calidad de “soporte intelectual” de muchas de las políticas implementadas. Sobre estas
cuestiones, ver los estudios de Castellani y Cobe, en este volumen, y Heredia (2014).
6. Los efectos de la fuga de capitales locales al exterior sobre el resultado de la balanza de
pagos resultaron agravados por las salidas de divisas asociadas a otros “renglones”, como,
por caso, la remisión de utilidades y el pago de intereses por endeudamiento que, en no
pocas ocasiones, encubrió el establecimiento de precios de transferencia por parte de
numerosas empresas extranjeras radicadas en el país (Briner y Schorr, 2002).
7. Basualdo, Lozano y Schorr (2002) observan que apenas 80 grandes compañías explican
casi el 100% del endeudamiento privado por la vía de obligaciones negociables que se
registró en el decenio de 1990.
8. El correlato de este proceso fue una intensa extranjerización de la economía nacional.
Sobre el particular, basta con mencionar que a fines de la década de 1990 la Argentina
estuvo entre los países con mayor ponderación de la Inversión Extranjera Directa (IED) en
el PBI (Azpiazu, Manzanelli y Schorr, 2011; Gaggero, Schorr y Wainer, 2014).
9. El Fondo otorgó más de 100.000 millones de dólares en financiamiento a Tailandia,
Indonesia y Corea del Sur, los tres países más afectados por la crisis en lo que se constituyó
en el paquete de créditos de mayor magnitud otorgado por el organismo hasta ese momento
(Nemiña, 2011).
10. Chang (2000) rebate esta interpretación al señalar que en la década de 1990 ya no se
implementaba más ese tipo de política industrial. Por el contrario, pareciera ser el
abandono de esa política, entendida como mecanismo de coordinación y disciplinamiento
de las inversiones de los grupos económicos para promover la competitividad, lo que llevó
a que surgieran elementos de “capitalismo de amigos”.
11. Una visión alternativa sobre los “proyectos” existentes en esta coyuntura crítica se puede
encontrar, por ejemplo, en los trabajos de Basualdo (2001), Castellani y Schorr (2004) y
Gaggero y Wainer (2004).
12. Se trata del llamado “impuesto al cheque” que estableció una alícuota del 0,6% sobre el
monto de cada cheque depositado o cobrado. En la actualidad el tributo sigue vigente.
13. Sobre la evolución de la deuda externa tras la salida de la convertibilidad y sus
repercusiones en la política económica interna, se sugiere consultar, entre otros, los
estudios de Arceo y Wainer (2008), Damill, Frenkel y Rapetti (2005), Nemiña (2012),
Olmos (2012) y Schorr y Wainer (2014).
14. Un análisis de la trayectoria de muchas de las personas físicas y las empresas
mencionadas dentro de diferentes ámbitos vinculados con la elite económica durante el
decenio de 1990 se puede encontrar, en este mismo volumen, en las contribuciones de
Cobe, Dossi, Dulitzky y Motta.
Capítulo 2
La Evolución de la elite económica en la argentina de los años
noventa
por Ana Castellani
Introducción
Los años noventa fueron el escenario de un proceso de profundas
transformaciones económico-sociales.
Es muy abundante la bibliografía académica que analiza este proceso de
cambio estructural y sus consecuencias (Azpiazu, 1997; Basualdo, 2006;
Schorr, 2004; Schvarzer, 1999). También es variada la literatura que analiza
la reconfiguración del poder económico en la Argentina desde diversas
dimensiones: los cambios en las fracciones de capital (Azpiazu, 1997;
Basualdo, 2006; Wainer, 2010), las características y el rol de las principales
corporaciones empresarias (Beltrán, 2006, 2011 y 2014; Dossi, 2010; Cobe,
2009; Palomino, 1988; Schvarzer, 1990 y 1991), el desempeño de las
grandes firmas y su relación con el Estado (Azpiazu, 1997; Basualdo, 2006;
Castellani, 2009 a y b, y 2012; Kulfas, 2001), y sobre algunas importantes
empresas o grupos económicos en particular (Artopoulos, 2009; Castro,
2007 y 2008; Gaggero, 2012; López, 2006; Kulfas, 2001; Rougier, 2011;
Schorr y Wainer, 2006).
Sin embargo, aún son escasos los trabajos que analizan integralmente,
desde una perspectiva sociológica, las características de la elite económica
durante esos años de profundas transformaciones. En efecto, más allá del
pionero trabajo de De Imaz (1964) sobre “los que mandan” en la Argentina
en los años sesenta, el estudio más focalizado en la elite empresaria de
Cúneo (1967) en ese mismo período, o el ensayo de Nochteff (1994) sobre
la relación estructural de la elite económica y el Estado a lo largo del siglo
XX, prácticamente no hay investigaciones con bases empíricas que se
ocupen de analizar a esta elite en su doble dimensión: a) la de las bases
materiales del poder económico (fracciones del capital) y sus formas de
articulación político-corporativa (corporaciones empresarias) y b) la de los
individuos que ocupan posiciones clave en esas estructuras (presidentes de
grandes empresas o grupos económicos y dirigentes de asociaciones
gremiales del capital).
Teniendo en cuenta las profundas transformaciones estructurales
operadas durante los años noventa (Viguera, 2000; Beltrán, 2006 y 2011;
Dossi, 2010; Acuña, 1995), es importante establecer las principales
características de la elite económica y responder algunos interrogantes clave
sobre su naturaleza: ¿se trata de una elite estable o inestable?, ¿abierta o
cerrada?, ¿con alto grado de circulación-multiposicionalidad de sus
miembros o replegada sobre sí misma?, ¿internacional o
predominantemente vernácula?, ¿integrada a diversas redes sociales o
aislada?, ¿estrecha o débilmente vinculada con el sector público?
En este capítulo, se propone responder a estas cuestiones mediante un
análisis integral de las transformaciones operadas en la elite económica
argentina entre 1990 y 2001. Siguiendo la tradición de Wright Mills ([1956]
1963), se define operacionalmente a la elite como un conjunto de
posiciones estructurales claves del poder económico que son ocupadas por
diversos individuos en cada momento histórico. Las posiciones aluden a la
dirección (no necesariamente a la propiedad) [1] de las firmas más
importantes del país según su volumen de ventas y a la conducción de las
principales corporaciones empresarias que organizan la representación
político-corporativa del capital.
Tomando en cuenta esta definición de las posiciones, se considera como
miembros de las elites a todos aquellos que, a lo largo de esos años, hayan
ocupado esos lugares. El supuesto teórico que subyace a esta definición es
que tanto las grandes firmas como las asociaciones empresarias inciden de
manera determinante en el proceso de acumulación del capital, en la
distribución de la riqueza y en la orientación de la intervención económica
estatal, en virtud del poder económico y del poder político que detentan. El
primero se deriva de la posesión del capital organizado a través de las
firmas o los grupos económicos; decisiones sobre niveles y tipos de
inversión de utilidades, de empleo, de producción y comercialización son
de gran incidencia macroeconómica (elite empresaria). Este poder se
refuerza (y se hace efectivo) en la acción política que despliegan a título
individual o colectivo a través de las asociaciones corporativas del
empresariado (elite corporativa). [2]
La muestra, integrada por las posiciones dirigenciales en empresas,
grupos y/o asociaciones empresarias y los individuos que ocuparon esos
lugares en el período 1990-2001, permite analizar las diversas dimensiones
que caracterizan a las elites (cuadros 1 y 2). El análisis estadístico de los
datos recabados en fuentes secundarias posibilita caracterizar a la elite en su
conjunto y establecer continuidades y rupturas a lo largo del período en
cuestión. [3]
Para facilitar la exposición, el trabajo se divide en dos partes. En la
primera se abordan las principales transformaciones y continuidades en el
perfil estructural de la elite económica, a través del análisis de la cúpula
empresarial, de los factores que inciden en la permanencia de ciertas
empresas dentro de la cúpula y de la reconstrucción del mapa de
corporaciones que ejercieron la representación del empresariado durante los
años noventa.
En la segunda se analizan los cambios y las permanencias en la
composición de la elite económica a nivel de las posiciones y los individuos
que las ocuparon, estableciendo el nivel de estabilidad, de apertura y de
multiposicionalidad, circulación público-privada, internacionalización,
profesionalización y construcción de redes sociales.
Finalmente, y a modo de conclusión, se exploran las correspondencias
entre los resultados en ambas dimensiones de la elite, vinculándolos con los
principales cambios estructurales del período.
1. Las bases del poder económico: continuidades y rupturas en la
cúpula empresarial y en la representación corporativa del capital
Durante la década del noventa se produjeron notables cambios en las
características estructurales del poder económico. Las políticas centrales
encaradas en esos años (en especial la privatización de empresas públicas,
la apertura comercial y financiera, la desregulación de mercados clave,
como el laboral, y los avances en la conformación de un nuevo mercado
común con los países limítrofes) permitieron configurar un nuevo escenario
con oportunidades de negocios y reglas de funcionamiento muy distintas a
las de los períodos anteriores. En términos generales, durante esos años el
Estado garantizó múltiples transferencias de ingresos que fortalecieron el
poder del capital más concentrado: [4]
Reflexiones finales
El análisis de las elites económicas argentinas en el período 1990-2001
permite arribar a un conjunto de conclusiones generales que ayudan a
responder los interrogantes planteados en la introducción de este capítulo.
Respecto de la estabilidad o inestabilidad de la elite económica, es
posible afirmar que hay divergencias pronunciadas por subelites: en el caso
de la elite empresaria, la inestabilidad a nivel estructural es mucho mayor
que en el caso de la elite corporativa. Es decir, hay más recambio entre las
empresas que conforman el selecto panel de las primeras 100 por volumen
de ventas que en el mapa de las asociaciones corporativas más
representativas del capital. A nivel de los individuos que ocupan las
posiciones de elite, la estabilidad en la posición es mucho mayor entre los
empresarios que entre los dirigentes corporativos; por el contrario, la
rotación de las mismas personas en diversas posiciones de elite es más alta
entre los dirigentes corporativos que entre los presidentes de empresas.
Respecto al grado de apertura-clausura, se observa un cierre cada vez
mayor que dificulta el acceso a las posiciones de elite económica a aquellos
que, dado su origen social, no forman parte de los estratos sociales altos o
medios altos. Los dirigentes corporativos son mayoritariamente hijos de
profesionales o empresarios; los presidentes de empresas son, en su
mayoría, hijos de empresarios. Esto es particularmente pronunciado en el
caso de las empresas de capital nacional, pues la llegada a la posición es
cada vez más por herencia y no por el resultado de trayectorias de ascenso
social de sus miembros.
En cuanto a la circulación se destacan dos fenómenos: a) la fluida
circulación intraelite, en especial en las dirigencias corporativas, y b) la
circulación público-privada, que involucra a más de un tercio de la elite
económica. El primero da cuenta de la creciente profesionalización de los
dirigentes corporativos: estos están cada vez más dedicados en exclusividad
a la conducción de las asociaciones (más que a ser empresarios que al
mismo tiempo ejercen cargos de dirección en las corporaciones); de hecho,
como se señaló oportunamente, muchos dirigentes de las corporaciones ni
siquiera son propietarios de empresas del sector al que representa la
corporación.
El segundo fenómeno habla de una elite económica que procura acceder
al sector público, ya sea para ampliar la red de contactos con funcionarios
diversos, ya sea para entender in situ el funcionamiento del sector, ya sea
para incidir en forma más directa en la formulación y aplicación de políticas
públicas. Analizando los momentos de ingreso al Estado y los tipos de
cargos, se observa que varios de los empresarios o dirigentes corporativos
que pasaron por el Estado lo hicieron en más de una ocasión, y en la mitad
de los casos, lo hicieron por primera vez en la década del noventa, cuando
ya habían accedido a la posición de elite. A nivel macro esto da cuenta de
un proceso de colonización del aparato estatal por parte de la elite
económica, que confirma lo planteado en investigaciones previas
(Castellani, 2009a y 2012). Del mismo modo que en el pasado, en los
noventa el acceso a reductos del Estado continúa siendo una de las
principales fuentes de acumulación de poder para los capitalistas que actúan
en el medio local.
Algunos de estos cambios guardan una estrecha relación con los cambios
estructurales producidos en el período. Entre estos se registra un proceso de
extranjerización de los miembros de la elite, que es mucho menor que el
proceso de extranjerización de la economía real. Esto supone que las
empresas transnacionales prefieren contratar CEO de origen argentino,
tanto por su know how de la política local como por las redes tejidas por
estos con el Estado, el sector corporativo y el mundo empresarial en
general. Como resultado de este proceso, a su vez, se observa una incipiente
internacionalización educativa, en particular de la elite empresaria, cuyos
integrantes poseen cada vez más estudios en el extranjero y quienes amplían
sus redes de contactos al ámbito internacional, mediante su vinculación con
asociaciones y fundaciones que actúan en ese plano.
La permanencia de las redes sociales como estrategia de articulación
privilegiada con otros actores sigue siendo un rasgo distintivo de la elite
económica. Aun cuando el contenido de esas redes pudo haber cambiado a
lo largo de los años, los empresarios de la elite invierten decididamente en
generar y aumentar sus contactos, los cuales constituyen un capital
fundamental, no solo para el manejo de las firmas locales, sino también
para el acceso a posiciones de privilegio en las empresas transnacionales.
Estas características generales refuerzan la necesidad de seguir
ampliando las investigaciones sobre la elite económica. Profundizar en las
trayectorias de los miembros que la integran, establecer las continuidades y
rupturas a lo largo de períodos más amplios y precisar la correlación entre
los cambios en la dimensión estructural y los de la dimensión individual son
líneas fructíferas de investigación que permitirán ampliar el conocimiento
sobre este influyente grupo social.
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Notas
1. En el caso de los grupos económicos, la dirección siempre coincide con la propiedad; en el
caso de las firmas nacionales o extranjeras, puede o no coincidir.
2. Sobre los diversos tipos de acción empresaria, consultar Beltrán (2011), Castellani y
Llanpart (2012) y Dossi (2010).
3. Tal como se señala en la introducción del libro, la muestra forma parte de una base de datos
mayor sobre las elites políticas y económicas en la Argentina entre 1976 y 2001, realizada
en el marco del proyecto PIP CONICET 1350, radicado en la UNSAM.
4. Para un minucioso tratamiento del impacto fiscal de estas transferencias, ver Gaggero y
Gómez (2002). Para un análisis exhaustivo de las transformaciones en el poder económico,
Basualdo (2006).
5. El análisis de cúpula se vienen realizando en forma sistemática desde mediados de los años
ochenta por diversos autores, tras el pionero trabajo de Azpiazu, Basualdo y Khavisse de
1986. Un análisis de largo plazo en esta misma línea se encuentra en Basualdo (2006).
6. Afirmaciones que se basan en las investigaciones de Azpiazu (1997) y Basualdo (2000).
7. Esta alianza permitió limar, momentáneamente, la antigua dicotomía entre capital nacional
y capital extranjero que había signado el debate económico y político en la Argentina
durante las décadas del sesenta y setenta.
8. Por ejemplo, solo 4 de las 15 firmas que permanecieron en las primeras 50 posiciones
durante los noventa habían estado vinculadas directamente como proveedoras y/o
contratistas del Estado en el período anterior (Esso, Shell, Sideco y Siderca).
9. Este agrupamiento, surgido hacia fines de la década del ochenta, reunía a la Unión
Industrial Argentina (UIA), la Sociedad Rural Argentina (SRA), la Cámara Argentina de
Comercio (CAC), la Bolsa de Comercio (BC), la Cámara Argentina de la Construcción
(Camarco), la Unión Argentina de la Construcción (UAC), la Asociación de Bancos de la
Argentina (ADEBA) y la Asociación de Bancos de la República Argentina (ABRA).
10. Revista Negocios, año 7, Nº 80, Buenos Aires, mayo 1998, p. 17.
11. Tal es el caso del embajador francés en la Argentina, quien se entrevistó con el presidente
Eduardo Duhalde antes de iniciar la ronda de renegociaciones de tarifas de Aguas
Argentinas, y del ex presidente de España Felipe González, quien vino al país a interesarse
por la situación de diversas empresas, como Repsol-YPF, Telefónica de Argentina y el
BBV, luego de la implementación de la política devaluatoria y de pesificación de la
economía iniciada en enero de 2002.
12. El GP fue una agrupación de corporaciones empresarias conformada a fines de 1998
integrada por la UIA –donde la gravitación política y financiera del grupo Techint es
decisiva–, la Cámara Argentina de la Construcción –en la que el holding de origen italiano
también tiene un peso significativo– y las Confederaciones Rurales Argentinas. Para un
tratamiento exhaustivo de la conformación y derrotero del GP, ver Merino (2014).
13. Se trata de los siguientes grupos: Aceitera General Deheza, Alpargatas, Arcor, Astra,
Bemberg, Bridas, Bunge y Born, Celulosa, Coto, Fate-Aluar, Ledesma, Loma Negra, Pérez
Companc y Techint. Sobre el derrotero de varios de estos grupos en esta década, ver
Gaggero en este volumen.
14. Generalmente, los cambios se deben al fallecimiento del presidente del grupo o a
conflictos intrafamiliares por la dirección del conglomerado. Al respecto, ver Gaggero, en
este volumen.
15.
En este apartado se resumen, en parte, algunos de los resultados más destacados de la
investigación sobre elite económica argentina entre 1976 y 2001 publicados en Beltrán y
Castellani (2013).
16. Se trata de Amalia Lacroze de Fortabat (presidenta de Loma Negra y viuda de Alfredo
Fortabat), Dolores Quintanilla de Madanes (presidenta de Aluar y Fate, viuda del fundador
de la empresa) y Ernestina Herrera de Noble (presidente del Grupo Clarín y viuda de su
fundador).
17. Cabe aclarar que algunos extranjeros que integran la muestra presentan una larga
trayectoria en el país que los coloca en una situación similar a la de los argentinos nativos
(Franco Macri del grupo Socma, Roberto Rocca del grupo Techint, Cristiano Ratazzi de la
filial nacional de FIAT, entre otros, serían ejemplos paradigmáticos en este sentido). Sin
embargo, en el análisis estadístico de los datos fueron considerados como extranjeros.
18. Todos los datos relativos a la elite económica en períodos previos que se mencionan en
este apartado surgen de la Base Elites Argentinas 1976-2001, del proyecto radicado en
UNSAM.
19. El único caso es el del general Alcides López Aufranc, presidente de la siderúrgica
Acindar entre 1976 y 1992.
20. Cabe precisar que los padres empresarios de los miembros de la elite económica no
necesariamente ocuparon posiciones de elite; en muchos casos se trataba de pequeños y
medianos propietarios. En particular, en el caso de los dirigentes corporativos, suelen
provenir de familias que no pertenecen a las firmas más importantes de los sectores que
representan –con la excepción de Eduardo Escasany al frente de la Adeba durante los años
noventa–. Por el contrario, se trata por lo general de propietarios o hijos de propietarios de
firmas que no forman parte del panel de las 100 empresas de mayor facturación del país.
21. Dichas trayectorias relevan las posiciones de elite pero también aquellas que no lo son.
22. Este tipo de circulación de la elite económica por el sector público, ocupando diversos
cargos ejecutivos en la órbita de la gestión económica, corrobora los hallazgos de otros
trabajos académicos que analizaron la conformación de los gabinetes de ministros en
diversos períodos históricos de la Argentina reciente. Entre ellos destacan los pioneros
trabajos de Niosi y de O’Donnell para el período anterior a 1976, y los de Canelo (2014),
Castellani (2009a) y Heredia (2004) para el período posterior.
23. Las redes sociales dan cuenta de las regularidades que se producen en la estructura de las
relaciones sociales. Se trata de una perspectiva que considera a los actores individuales no
como unidades autónomas sino como agentes interdependientes, resaltando las relaciones
que se producen entre ellos y el tipo de conexiones que mantienen (Wasserman y Faust,
1994). Las redes constituyen canales para la circulación e intercambio de recursos
materiales y no materiales, incluyendo dinero, influencias políticas, información clave y
privilegios. Se trata de entidades dinámicas (Newman, Barabási y Watts, 2006) que generan
oportunidades para sus miembros (Wasserman y Faust, 1994). La red se define por un
conjunto de rasgos: a) su tipo (redes económicas, políticas, familiares, afectivas, de
amistad, de sumisión, etcétera), b) su densidad (la estrechez de los vínculos) y c) su calidad
(su funcionalidad para lograr los propósitos).
24. La participación en este tipo de organizaciones es sumamente diversa, e incluye desde
fundaciones y asociaciones filantrópicas, pasando por clubes deportivos y sociales, hasta
institutos de investigación y agrupamientos sectoriales.
25. Sobre sus características y derrotero en estos años, consultar el capítulo de Gustavo Motta,
en este volumen.
Capítulo 3
Las transformaciones de la elite empresarial en un período de
extranjerización económica: los propietarios de los grandes grupos
empresariales argentinos durante los años noventa
por Alejandro Gaggero
Conclusiones
El análisis del origen social de los presidentes de grandes grupos
económicos al inicio de las reformas estructurales muestra un panorama
heterogéneo, consecuencia del nivel de apertura que tuvo la elite
empresarial argentina durante las décadas anteriores. Una parte importante
de los presidentes de los principales grupos económicos a fines de la década
de 1980 no provenía de hogares de clase alta tradicional, sino que comenzó
su carrera durante la posguerra fundando pequeñas o medianas empresas, en
un contexto macroeconómico muy favorable para la producción local. En
este sentido, cabe matizar los análisis que entienden al gran empresariado
local durante la década de 1990 como una ramificación diversificada de los
sectores propietarios tradicionales de la Argentina ligados a la producción
agropecuaria (Basualdo, 2006).
Con respecto a las transformaciones que se produjeron durante el
período, puede afirmarse que, si en las décadas de 1970 y 1980 los grupos
económicos nacionales se transformaron en actores protagónicos de la
cúpula empresarial argentina, la década de 1990 marcó un punto de
inflexión. Las estrategias y los desempeños analizados en este trabajo
llevaron a una profunda transformación, cuyo rasgo más notable fue la
reducción de la presencia de los grupos nacionales en la cúpula empresarial
y su especialización en un conjunto acotado de actividades.
Durante el período también se modificó el perfil de los empresarios que
lograron conservar el control de sus grupos, incrementándose la
importancia relativa los especializados en alguna actividad productiva. Si
durante la década de 1980 los principales empresarios argentinos presidían
grupos económicos que estaban fuertemente diversificados (Pérez
Companc, Bunge y Born, Macri, Garovaglio y Zorraquín, entre otros),
luego de la crisis de la convertibilidad la gran mayoría estaba especializada
en torno a un sector central. Este fenómeno se dio en paralelo a una fuerte
reestructuración sectorial que confinó a los grupos argentinos casi
exclusivamente a la producción de alimentos, metales, productos
farmacéuticos y servicios.
A nivel de la elite empresarial, uno de los rasgos más salientes fue la
inestabilidad (Castellani, en este volumen), con un importante recambio de
los individuos que ocupaban la presidencia de los grupos económicos
nacionales más importantes durante la década de 1990. La extranjerización
implicó que muchos de los más importantes empresarios argentinos
perdieran el control de grupos fundados a lo largo del siglo XX por ellos
mismos o sus antepasados, organizaciones que eran fuente de prestigio para
las familias propietarias. Esta trayectoria no implicó que dejaran de integrar
la porción de la población más rica del país, ya que, en la mayoría de los
casos, recibieron un monto millonario por las ventas, que destinaron a
emprendimientos agropecuarios, la adquisición de empresas de mucho
menor tamaño, o a colocaciones financieras en el exterior. Sin embargo, el
cambio fue significativo en lo referido a su poder, ya que dejaron de
controlar organizaciones centrales en la estructura productiva del país, que
durante las décadas anteriores les confirieron poder y posiciones de
liderazgo en el campo empresarial y político.
Como contrapartida, la década también tuvo un conjunto de familias que
no solo lograron conservar la propiedad y dirección de sus grupos
económicos, sino que, incluso, consolidaron su presencia fuera de las
fronteras nacionales. Estos empresarios constituyeron la minoría ganadora
que logró llevar adelante un proceso de internacionalización a través del
cual pasaron a ocupar posiciones de liderazgo en sus respectivos mercados
a nivel mundial.
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Anexo
Notas
1. Por grupo económico se entiende el conjunto de empresas legalmente independientes
ligadas por lazos formales de propiedad. La conceptualización aquí usada se basa en la
definición de Granovetter (2005) aunque, a diferencia de esta, no considera como grupo
económico a firmas vinculadas solo por lazos informales. Los grupos económicos son
organizaciones empresarias que han tenido un rol destacado en la economía mundial
durante los últimos cuarenta años. Su papel fue especialmente importante en los países
periféricos, donde se expandieron en paralelo a los procesos de industrialización tardía
(Amsden, 1989; Guillén, 2000; Leff, 1979).
2. En este artículo se define por cúpula empresarial al conjunto de las 200 empresas de mayor
facturación del país, exceptuando a las financieras y las agropecuarias.
3. El proceso de acelerada extranjerización empresarial ocurrido en Argentina resulta
especialmente interesante, ya que contrasta con lo sucedido en otros países
latinoamericanos –como Brasil, México y Chile–, en los cuales la implementación de un
ambicioso conjunto de reformas pro mercado (privatización de empresas públicas, apertura
comercial, desregulación de la economía) no modificó la importancia de los grupos de
origen nacional en la estructura económica (Schneider, 2008; Aldrighi y Postali, 2010;
Lefort, 2005).
4. El relativo silencio de las ciencias sociales sobre el tema en las últimas dos décadas
contrasta con el interés que despertó en los decenios de 1960 y 1970 del siglo pasado. A
partir del trabajo pionero de (De Imaz, 1964), las investigaciones sobre las elites
empresariales en Argentina tuvieron un desarrollo importante. Durante los años sesenta y
setenta, los trabajos de inspiración marxista (O’Donnell, 1977); (Portantiero, 1973)
hicieron eje en la relación entre los sectores propietarios, el desarrollo y la inestabilidad
política (Heredia, 2005).
5. Nos referimos a los grupos económicos con presencia en el conjunto formado por las 200
empresas de mayores ventas del país.
6. Desde sus orígenes, el grupo tuvo un vínculo muy fuerte con la parte italiana de la
organización, a tal punto que Castro (2007: 29) afirma: “No hay duda entonces que el
grupo empresario fundado por Rocca resultó un desprendimiento del aparato industrial del
estado italiano forjado durante la entreguerra. De él se nutrió también en décadas
posteriores y le permitió usufructuar las externalidades generadas por la industria
siderometalúrgica peninsular. Ambos mantuvieron vínculos tan estrechos y prolongados
que es complejo diferenciar los límites de uno y otro durante las dos primeras décadas de
existencia”.
7. Roberto nació en Milán en 1922, se graduó como ingeniero mecánico y, tras participar en la
guerra como oficial de la marina italiana, se incorporó al grupo Techint en la década de
1950. En febrero de 1978, tras la muerte de su padre, asumió formalmente la presidencia
del grupo, aunque la conducción era ejercida desde fines de los sesenta.
8. Desde 1884 hasta 1920 el grupo fue presidido por Jorge Born I. Cuando este falleció fue
reemplazado por Ernesto Bunge, quien dejó el cargo en 1927. Entre 1928 y 1956 la
presidencia estuvo a cargo de Alfredo Hirsch. Fallecido Hirsch asumió el mando Jorge
Born II, quien abandonó el cargo a muy avanzada edad. Entre 1976 y 1987 ejerció la
presidencia Mario Hirsch, y tras su muerte Jorge Born III asumió la presidencia.
9. Estas políticas respondían a un giro dado a mediados de la década de 1960 por las elites
gubernamentales –civiles y militares–, que comenzaron a fomentar el crecimiento del
capital concentrado nacional, al que veían como un socio necesario para el desarrollo del
país (Schvarzer, 1983).
10. Ello fue lo que sucedió con dos de las compañías automotrices del país (Fiat y Peugeot),
cuyos negocios fueron transferidos al grupo Macri a inicios de la década de 1980. Un
proceso similar le permitió a Pérez Companc adquirir una de las principales empresas
constructoras del país (Sade), que se transformaría en un pilar de su estrategia de
acumulación en dicho decenio.
11. Impresit Sideco participó como contratista principal, o subcontratista, de las siguientes
obras: Puente General Belgrano (que une las localidades de Chaco y Corrientes), Central
Termoeléctrica Luján de Cuyo (1967), elevador terminal de granos del Puerto de Ingeniero
White (1965), Autopista Sante Fe-Rosario (1966), entre otras (Macri, 1997: 85).
12. La empresa ganadora de la licitación de la central de Atucha fue la alemana Siemmens,
que subcontrató a un consorcio encabezado por Impresit Sideco e integrado por Hopchtief
Ag de Alemania y Fiat Concord de Italia. En el caso de la planta de Embalse la firma
obtuvo el contrato de las obras civiles asociada a la canadiense AECL y a la italiana
Italimpianti (Macri, 1997: 91).
13. En la década de 1960 el grupo se diversificó hacia la industria, a través de la firma Riom,
SA –abocada a la elaboración de manufacturas de plomo y estaño– y la actividad
financiera, mediante la compra del Banco Río de la Plata (que a fines de los años ochenta
se transformaría en el mayor de la Argentina) y la posterior adquisición del Banco del Este
del Uruguay.
14. La familia Pérez Companc adquirió el 80% de la firma por 15 millones de dólares, de los
cuales solo debió aportar 2 millones en efectivo.
15. A través de esa concesión, se hizo cargo de zonas ya exploradas y con alta productividad,
como el de 25 de mayo Medanito.
16. Según Gustavo Caraballo y Pedro Sebess, ex directivos entrevistados, la gestión de Mario
Hirsch (1976-1987) estableció que Bunge y Born no trabajara directamente asociado con el
sector público.
17. Si bien las medidas que se llevaron adelante durante los primeros años de la década de
1990 respondían en líneas generales a los reclamos empresariales, la forma como se
implementaron no obedeció estrictamente a las necesidades de los grupos nacionales. Los
ritmos y alcances de la política estuvieron en función del logro de la estabilidad económica,
lo que en ocasiones perjudicó determinados intereses empresarios (Viguera, 1997;
Gaggero, 2011).
18. La estrategia de especialización en el core business fue seguida por la mayoría de los
grupos nacionales, tanto por los grandes (Techint, Bunge y Born, Pérez Companc, Bridas,
Madanes) como por los medianos (Acindar, Alpargatas, Mastellone, Garovaglio y
Zorraquín) y los pequeños (Loma Negra, Gatic, AGD, entre otros).
19. Un punto a resaltar es que, en estos casos, los grupos tendieron a adquirir participaciones
muy importantes que les aseguraran el control de la empresa en cuestión, ya que la idea era
incorporar la firma a la estructura del grupo y gobernarla de acuerdo con sus necesidades.
20. Cabe señalar, sin embargo, que no todos los grupos que optaron por esta estrategia de
especialización vía participación en las privatizaciones fueron exitosos en su intento. Los
grupos Garovaglio y Zorraquín y Richard, por ejemplo, con su core business en el sector
petroquímico, no lograron ganar licitaciones clave y terminaron retirándose de la
actividad.
21. A pesar de que la Argentina contaba con una norma destinada a evitar los procesos de
concentración o abuso de posición dominante (Ley 22.262), en la práctica no derivó en la
aplicación de ninguna condena.
22. Tres factores favorecieron este proceso: la liberalización financiera, la estabilización
macroeconómica y un momento de gran liquidez internacional.
23. El concepto de ganancia patrimonial fue utilizado por Arceo y Basualdo (1999) para
explicar las ganancias resultantes de la diferencia entre el precio de compra de las
participaciones y el precio de venta.
24. Durante esta última, en un contexto recesivo las crisis financieras en Rusia y el Sudeste
Asiático provocaron un aumento en las tasa de interés internacional, lo que generó
problemas a una economía muy expuesta a los vaivenes del mercado financiero mundial
como la argentina. La situación del principal socio comercial también constituyó un factor
adicional: la devaluación que implementó Brasil en 1999 tendió a agravar más la situación,
disminuyendo las exportaciones y alentando las importaciones desde ese país.
25. Por ejemplo, Loma Negra –propietario de la principal empresa cementera del país llevó
adelante la construcción de la más moderna fábrica de América Latina, que se inauguró
pocos meses antes del estallido de la convertibilidad–. La devaluación terminó de sellar la
suerte del grupo, incrementando el peso de su endeudamiento en dólares.
26. Las trayectorias empresarias analizadas no solo implicaron un cambio notable en la
estructura y en la inserción sectorial de dos de los principales grupos económicos del país,
sino que también tendieron a alimentar el proceso de extranjerización del gran
empresariado en la Argentina. La reestructuración derivó en que buena parte de las
empresas más importantes de ambos grupos fuera vendida al capital extranjero, mientras
que las nuevas adquisiciones tuvieron una importancia relativa menor.
27. Durante la década el grupo adquirió las empresas Dálmine (Italia), Sidor (Venezuela),
Tavsa (Venezuela), NKK (Japón), Tamsa (México) y Confab (Brasil), entre otras.
28. “Mi familia es ganadera, yo nací en ese ámbito. También desde joven fui directivo y
después presidente de la empresa familiar. Cuando se vendió la empresa, me consagré a la
ganadería, que es una verdadera pasión, dedicándome también a aspectos sindicales”,
declaró, mucho después de la venta, Carlos Reyes Terrabusi (Revista Polo Corporate,
2004).
29. Terrabusi Reyes, uno de los principales accionistas del grupo familiar, destinó una parte
del dinero de la transacción en inversiones en el sector rural: compró junto a Blanco
Villegas (otro exdirigente de la Unión Industrial Argentina) una parte de la Cabaña San
Juan de Pereyra Iraola (una de las más tradicionales del país) y además invirtió en su
empresa ganadera Terragarba. Montagna tampoco destinó lo recibido a inversiones
industriales: a mediados de la década se dedicó a la cría de caballos y a la importación de
helados.
30. Al poco tiempo de fallecer Fulvio Pagani, el mando de Arcor lo asumió su hijo Luis. A
Roberto Rocca (Techint) le sucedió su primogénito, Agostino. En el caso de Acindar, tras
la muerte de López Aufranc, la familia Acavedo volvió a ocupar la presidencia.
31. En el caso de Bunge y Born, Jorge Born fue reemplazado por Octavio Caraballo (miembro
de la rama Hirsch); en el de Aluar, Dolores Madanes Quintanilla logró desplazar a Javier
Madanes.
Capítulo 4
La elite empresaria transnacional en la Argentina ante las
transformaciones económicas [1]
por Alejandro Dulitzky
Introducción
Numerosas investigaciones han señalado que, a partir de los años noventa,
comienza a consolidarse en la Argentina un proceso de extranjerización
sumamente acelerado: las empresas transnacionales pasan a ocupar un lugar
central dentro de la estructura económica local, relegando a un segundo
plano a las empresas de capital nacional. En efecto, desde los años noventa,
no solo las extranjeras son más numerosas dentro de las 100 empresas más
importantes del país, sino que además concentran la mayor parte de la
facturación, y en muy diversos sectores de actividad (Azpiazu y Basualdo,
2009; Kulfas, Porta y Ramos, 2002).
En este marco, y a pesar de que constituyen la nueva elite económica de
la Argentina, resulta llamativa la escasa atención recibida por el conjunto de
individuos que se posiciona al frente de estas empresas. ¿Quiénes son?
¿Cómo alcanzan esas posiciones? ¿Qué lazos guardan con la empresa?
¿Qué vinculaciones laborales y educativas establecen con la Argentina? ¿Y
con el país del cual es originaria la firma? En otras palabras, poco y nada se
conoce sobre quienes comandan las empresas extranjeras, devenidas las
más importantes de la economía local a partir de la década de 1990.
En diálogo con la economía política, la sociología de las organizaciones y
la sociología de las elites, nos proponemos en este trabajo dar cuenta de los
cambios y continuidades experimentados en la organización de la elite
empresaria transnacional (EET), y su relación con las transformaciones
económicas de la última década del siglo XX. A partir del estudio de las
trayectorias laborales y educativas recorridas por los presidentes de las
empresas transnacionales que ocuparon los primeros puestos del ranking de
ventas en la Argentina entre 1976 y 2001, argumentaremos que la
extranjerización económica que experimentó el país durante los años
noventa propició un incremento en los niveles de internacionalización [2]
que exhibe dicha elite, aunque con algunos matices. Si bien es cierto que, a
diferencia del período previo (1976-1988), muchos de los presidentes de
empresas transnacionales son ahora ciudadanos extranjeros con escasas o
nulas vinculaciones con el país, aún persiste, en un reducido grupo de
empresas, una elite de individuos fuertemente arraigada al ámbito local y,
en particular, al sector público-estatal.
A lo largo de este trabajo mostraremos que, si bien es posible establecer
una relación afirmativa entre la extranjerización económica y la
internacionalización de la EET, es precisamente en la articulación que se
establece entre el Estado y las empresas transnacionales a lo largo del
período donde reside la especificidad de dicha internacionalización. En
otras palabras, veremos que mientras mayor es la incidencia del Estado en
un determinado sector de actividad (que entendemos tanto en términos de
restricción, como de promoción de las actividades económicas dentro del
sector), menor es la internacionalización de las carreras recorridas por los
dirigentes de las empresas transnacionales que operan en el mismo
(situación que deja en evidencia la preferencia de estas empresas por
dirigentes con perfiles más “locales”). En contraste con ello, a mayor
apertura y desregulación, mayor la internacionalización exhibida por las
carreras directivas (es decir, dirigentes con perfiles más bien “globales”).
La muestra para la realización de este estudio está conformada por un
total de 54 presidentes de empresas transnacionales, de los cuales 34
ocuparon el cargo durante los años noventa, y los veinte restantes lo
hicieron en un período anterior. Si bien este trabajo pone el foco en la
década de 1990, para observar los cambios y continuidades en la
organización de la EET y su vinculación con las transformaciones
económicas del período, tendremos en cuenta a lo largo de la
argumentación ciertos aspectos centrales de la etapa 1976-1988. [3]
Este texto se divide en tres apartados. En primer término, expondremos
las transformaciones operadas durante los años noventa en la relación
establecida entre las empresas transnacionales, el Estado y el mercado
(local y global). En segundo lugar, abordaremos el estudio de los cambios y
continuidades en la organización de la elite conformada por los máximos
dirigentes de las empresas transnacionales del país durante esos años,
prestando especial atención a los diferentes patrones de internacionalización
que exhiben sus trayectorias laborales y educativas. Tercero, analizaremos
la relación entre las transformaciones económicas señaladas en el primer
apartado y la internacionalización de la elite empresaria transnacional entre
los años 1989 y 2001. Por último, presentamos las conclusiones del trabajo.
4. Reflexiones finales
De lo expuesto hasta aquí se demuestra que, durante los años noventa, y en
un marco de apertura comercial y desregulación de los mercados, la
tendencia a la articulación de la EET con diferentes organizaciones públicas
y privadas del ámbito local, se revirtió, producto de una mayor
internacionalización de las carreras directivas y, en consecuencia, de un
menor arraigo de los miembros de la EET en el ámbito público local. Lo
interesante es que, en la mayoría de los sectores en los cuales los
“incentivos” estatales desempeñaron un rol decisivo a la hora de atraer
inversiones extranjeras, las carreras de los dirigentes de empresa exhibieron
niveles de internacionalización menores al promedio. Este señalamiento nos
permite trazar un paralelismo entre la forma predominante de intervención
estatal y la internacionalización de las carreras directivas: mientras la
intervención vía “reglas”, característica de un mundo globalizado, se
corresponde, en líneas generales, con las carreras directivas más
“internacionales” (las carreras organizacionales), la intervención a través de
“incentivos”, que determina una mayor presencia del Estado en los sectores
en los cuales se imparte, estimula la presencia de dirigentes de empresas
con trayectorias más vinculadas con el ámbito local y, en particular, a la
Administración Pública (carrera nómade “con circulación pública”).
Las distintas modalidades de intervención estatal con relación al capital
extranjero, reseñadas en el primero de los apartados de este capítulo, que en
líneas generales se corresponden con una mayor (en el caso de la
intervención vía “incentivos”) o menor presencia del Estado (en el caso de
la intervención vía “reglas”) como agente promotor o regulador de las
actividades económicas, nos permiten trazar un puente entre la sociología
de las elites y la economía política. La extranjerización económica,
consolidada en la Argentina durante los años noventa, al calor de la
intervención estatal vía “reglas”, propició la internacionalización de la EET
en la mayor parte de las empresas transnacionales, salvo en aquellas
asentadas en sectores en los cuales los “incentivos” estatales desempeñaron
un rol destacado (petróleo, electricidad, gas, agua y automotriz), en donde
la mayoría de los dirigentes se encuentra estrechamente vinculada al ámbito
local y, por ende, exhibe menores niveles de internacionalización.
En otras palabras, el caso estudiado muestra que las razones que
determinan que una empresa transnacional seleccione a un presidente ajeno
a la organización (carrera nómade) responden, en líneas generales, a
intereses y necesidades “locales” (por ejemplo, establecer vínculos y
conexiones con otras empresas o grupos locales o con el Estado), mientras
que la elección de un presidente surgido del interior de la empresa (carrera
organizacional) es el reflejo de intenciones más bien “globales” (por
ejemplo, una mayor integración con otras filiales de la empresa y el
perfeccionamiento de las competencias internacionales de sus cuadros).
A modo de cierre, podemos postular dos importantes conclusiones en
relación con el impacto de las transformaciones económicas de los años
noventa en la organización de la EET de la Argentina. La apertura
comercial y la desregulación progresiva de los diferentes mercados, que se
consolida durante el período 1989-2001, estimuló en la mayoría de las
empresas transnacionales, la presencia de presidentes con elevados niveles
de internacionalización (laboral y educativa).
De hecho, muchas de las empresas que durante el período previo optaban
por presidentes con carreras nómades eminentemente nacionales, se
encontraron comandadas durante la década de 1990, por individuos
surgidos del interior mismo de sus filas, y con trayectorias (en
comparación) más internacionales. Las empresas “livianas” del sector
industrial (alimentos, bebidas, tabaco y productos químicos de tocador) y
las dedicadas al comercio minorista son un ejemplo de eso. Por su parte, las
empresas automotrices siguieron optando por individuos con carreras
nómades al igual que en el período anterior, aunque con una diferencia
sustancial: no es la experiencia previa en el Estado el factor decisivo para
acceder al cargo, sino la experiencia previa dentro del mismo sector de
actividad la que marcó la diferencia durante los años noventa. En este
sentido, podemos confirmar que las reformas económicas del período (que,
como apuntamos a lo largo del trabajo, fueron el resultado tanto de procesos
globales como locales) estimularon que las empresas transnacionales
prefirieran dirigentes cuyas trayectorias reflejaran un conjunto de
competencias vinculadas al “negocio” específico de la firma (en líneas
generales, con vasta experiencia dentro de la organización y con elevados
niveles de formación profesional en el área de interés de la empresa). La
relación entablada entre el Estado y las empresas transnacionales en
aquellos sectores donde las privatizaciones oficiaron como uno de los
principales factores de atracción (petróleo, electricidad, gas y agua) motivó,
en esos mismos sectores, la presencia de presidentes fuertemente arraigados
al ámbito local, y a la Administración Pública Nacional.
Según permiten apreciar las trayectorias analizadas, muchos de los
individuos que presidieron las empresas privatizadas dentro de los sectores
mencionados, ocuparon importantes cargos públicos dentro de las agencias
estatales encargadas de llevar adelante la política de las privatizaciones, o
fueron empleados jerárquicos de las empresas o grupos locales que, en
conjunto con los inversores extranjeros, fueron adjudicatarias de esas
mismas empresas privatizadas. Entonces, en virtud de las características que
adopta la relación entre el Estado, las empresas transnacionales y las
empresas o grupos de capital local, podemos afirmar que existe, en los
sectores mencionados, una tendencia al predominio de cuadros directivos
“nacionales”, y con estrechas conexiones dentro del país.
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Anexo
Notas
1. Una versión preliminar de este trabajo se publicó en la revista Cuadernos del Cendes, Año
32, N°88, enero-abril de 2015.
2. Entendida, según los parámetros de este estudio, como la formación en alguna institución
educativa del extranjero (internacionalización educativa), o el desempeño de cargos
privados en el exterior (internacionalización laboral).
3. Este trabajo está basado en los datos recogidos en el marco del Proyecto PIP 1350, que a su
vez da origen a varios de los trabajos presentes en esta compilación. Específicamente,
fueron consideradas para la realización de esta investigación las trayectorias laborales y
educativas de los individuos que ocuparon el cargo de presidente de aquellas empresas
transnacionales que se han mantenido por un lapso no menor a los 3 años (no
necesariamente consecutivos) dentro del ranking de las primeras 100 empresas de mayor
facturación del país, durante el período comprendido entre los años 1976 y 2001. Siguiendo
estos criterios, la muestra de empresas quedó compuesta por un total de 28 firmas de
capital extranjero: 9 para el período comprendido entre los años 1976 y 1988; 12 para el
período 1989-2001; y 7 que se mantuvieron entre las primeras 100 del país durante los dos
períodos considerados. De esas 28 empresas surge la muestra de presidentes, conformada
por un total de 54 individuos. Para una visión ampliada de la estrategia metodológica
implementada, ver Dulitzky (2014, pp. 16-19).
4. Para un desarrollo en profundidad sobre este proceso, y de la fracción de la elite empresaria
vinculada al mismo, ver Gaggero en este volumen.
5. Una comparación de los diferentes regímenes regulatorios vigentes en distintos países de
América Latina para las inversiones extranjeras permite apreciar que el marco jurídico
argentino resulta, a simple vista, el más laxo en materia regulatoria: los capitales
extranjeros pueden operar libremente en todos los sectores y actividades de la economía
(Dulitzky, 2014: 155).
6. Sobre el proceso de transformaciones operadas en el sector financiero durante los años
noventa y de sus implicancias en la organización de la elite bancaria, ver el trabajo de Cobe
en este volumen.
7. Para un desarrollo más específico sobre la relación entre el Estado y las empresas
transnacionales durante el período 1976-1988, ver Dulitzky (2014).
8. A través de diferentes estudios de caso, Heredia (2003, 2010 y 2011) muestra que el avance
de estas grandes corporaciones (tanto las de origen local, como extranjero), y el correlativo
predominio que las mismas ostentan en sus respectivos sectores de actividad, ha
determinado que el grupo conformado por los propietarios de empresa y los miembros de
las familias tradicionales ocupe un lugar más bien secundario en la sociedad argentina de
las últimas décadas.
9. Según explica Luci (2012: 231), esto se debe a que en la Argentina, a diferencia de lo que
sucede en otros países, la tradición pública que caracterizó al sistema educativo (con una
amplia oferta gratuita desde el nivel primario al universitario), así como la relativamente
escasa segmentación de circuitos diferenciales, derivaron en una baja relación entre una
particular carrera educativa y el acceso a posiciones de privilegio.
10. Por ejemplo, el chileno Rafael Fernández Morandé (Edesur), y los españoles Marcos
Zylberberg (Edesur) y Carlos Fernández Prida (Telefónica).
11. La convergencia entre el Estado y los dirigentes de empresa no es un fenómeno específico
de la Argentina. En efecto, diferentes estudios de caso realizados en distintos países
muestran que la circulación público-privada es un fenómeno que caracteriza (en mayor o
menor medida) al entramado de relaciones que se gesta entre las más importantes
corporaciones económicas y el Estado. Entre otros, pueden mencionarse los trabajos de
Useem (1979) para el caso de Estados Unidos, Dudouet y Grémont (2007) para Francia, y
Salas-Porras (2006 y 2012) para México.
12. Sergio Martini (Massalin & Celasco), ingeniero por el Rensselaer Polytechnic Institute
(EE.UU.); Emilio Van Peborgh (Nestlé), ingeniero por la Universidad de Harvard
(EE.UU.); y Carlos Tramutola (Aguas Argentinas), MBA por la Universidad de Stanford
(EE.UU.).
13. Se desempeñó como miembro del Directorio de Empresas Públicas entre 1987 y 1988, y
fue ministro de Economía en 1989 (fallece a los 7 días de haber asumido).
14. Fue presidente del Banco de Inversión y Comercio Exterior durante la administración De
la Rúa, entre el 2000 y el 2001.
15. Como muestra el trabajo realizado por Castellani (2009), los elevados índices de
circulación público-privada no se circunscriben únicamente al caso de las empresas
transnacionales. Por el contrario, la denominada “puerta giratoria” es un fenómeno que
caracterizó la relación entre el Estado y las grandes empresas y grupos locales durante el
período 1976-1988, y que fue particularmente intenso durante la primera etapa del
gobierno militar.
16. Por ejemplo, Víctor Savanti, mientras se desempeñaba como presidente de la empresa
estadounidense IBM, ocupó el cargo de vicepresidente en el grupo económico local Loma
Negra; Francisco Ramos Mejía fue simultáneamente presidente de la firma italiana Pirelli y
directivo de las empresas locales Cerámica San Lorenzo y de Astilleros Argentinos Río de
la Plata (ASTARSA); por su parte, Emilio Van Peborgh fue, al mismo tiempo, presidente
de Nestlé y tesorero de la empresa financiera La Buenos Aires Seguros SA.
17. En particular, las diferentes protecciones contra la competencia abierta derivadas del
Régimen Automotor, sancionado en 1991 (Bastos, et al., 1999; Kosacoff, 1999).
18. Por ejemplo, en el rubro alimenticio, se destacan las compras efectuadas por la
estadounidense Nabisco (Terrabusi en 1995, Mayco-Capri en 1996 y Canale en 1999) y la
francesa Danone (Bagley en 1994). En el caso de las industrias químicas y petroquímicas,
la compra de Sintyal por parte de Monsanto, y de Elvetium por Temis Lostaló (Kulfas,
Porta y Ramos, 2002).
19. Ejemplos de ello es la trayectoria de Norberto Dubar, que muestra una circulación por
diferentes empresas del sector automotriz como Ford, Autolatina SA y, finalmente,
Volkswagen, y la de Jorge Mostany, quien pasa por la empresa General Motors, Autolatina
SA y, por último, ocupa la presidencia de Ford.
Capítulo 5
Reformas de mercado y recomposición de las elites: la renovación
en el sector bancario [1]
por Lorena Cobe
Introducción
Este capítulo analiza el proceso de recomposición de la elite bancaria en la
Argentina durante el ciclo de reorganización de las actividades bancarias y
financieras de la década de 1990. Durante dicho período, este país adoptó
con radicalidad la apertura y desregulación de los mercados financieros y
otras reformas de mercado, en el marco de un proceso de renovación
neoliberal del capitalismo argentino, consonante con tendencias
internacionales. Como han demostrado diversos estudios económicos, el
sector predominante de las finanzas locales, la banca, se consolidó entonces
como una de las actividades más dinámicas y rentables de la economía, sus
agentes gozaban de una amplia libertad de movimiento y margen de
maniobra para desplazar capitales (Bleger, 2000; Calcagno, 1997; Fanelli,
2003; García, 1993; Schvarzer, 2008; Stallings y Studart, 2002). Por su
parte, investigaciones sociológicas y politológicas han documentado y
señalado la intervención política mayúscula de los actores que
representaban al sector bancario, en los procesos de reforma –oficiando de
entusiastas promotores– y en las coyunturas financieras críticas (Beltrán,
2008; Birle, 1997; Castellani y Szkolnik, 2004; Cobe, 2009; Sidicaro, 2010;
Viguera, 2000).
Ahora bien, ¿cómo impactaron estos procesos de reorganización
financiera sobre la composición y la reproducción de la elite bancaria local?
¿En qué medida este proceso de reorganización propició la concentración
de medios de poder extraordinarios, en las máximas posiciones del negocio
y la representación bancaria frente a otras posiciones sociales? ¿De qué
manera se compusieron, desarrollaron y transformaron estas máximas
posiciones sociales? ¿Qué continuidades y cambios se registraron entre en
las reglas, organizaciones y en los sujetos ligados a dichas posiciones? Cabe
afirmar que estos interrogantes han recibido escasa atención. Poco se ha
avanzado en el abordaje sociológico de la banca y las finanzas y la
composición de sus elites, y poder establecer en qué medida y de qué forma
los procesos de reforma estructural, que incluyeron una amplia
reorganización de los mercados ligados a las actividades bancarias y
financieras, afectaron y comprometieron a sus mismos promotores.
En atención a dicha vacancia, el objetivo consiste en analizar, desde los
campos de la sociología económica y de las elites, la incidencia del proceso
de reorganización de las actividades bancarias y financieras en la Argentina
de la década de 1990 sobre la configuración de la elite bancaria local,
tomando como referencia la composición y las transformaciones de las
categorías dirigentes (Aron, 1965) de un sector medular de las finanzas
domésticas: la banca privada. [2] El período escogido es la instauración,
estabilización y crisis del régimen monetario-cambiario de convertibilidad,
vigente en la Argentina entre 1991 y 2001; un régimen caracterizado por la
“financiarización” de la economía (Nemiña y Schorr, en este volumen). Un
ciclo que coincide con la incorporación y luego el aislamiento de este país
de los circuitos financieros internacionales en calidad de economía
“emergente”.
¿Cómo se define la elite bancaria? Se define como una configuración
social específica (Elias, [1969] 1996) constituida por una minoría que, en
virtud de las posiciones sociales que ocupa, dispone de un significativo
margen de control y poder de decisión sobre un resorte principal de la
acumulación y distribución de la riqueza: el crédito. Dicho control
estratégico confiere capacidades diferenciales, respecto de otras posiciones
sociales, de influir –por lo menos a escala nacional– sobre los asuntos
públicos. Esta definición general de elite se complementa con una categoría
analítica que reenvía a datos inmediatos, la de categorías dirigentes
elaborada por Raymond Aron; se las entiende como “las minorías que, por
las posiciones que ocupan o las funciones que cumplen, no pueden dejar de
tener influencia sobre el gobierno de la sociedad” (1965: 12). [3]
Partiendo de la premisa de que la organización de un mercado es un
proceso necesariamente político donde está en juego la distribución del
poder (Fligstein, 1996), explorar la relación entre concentración de medios
de poder y reproducción de la elite bancaria frente a procesos de reforma
estructural, obliga a realizar un análisis combinado de procesos mercantiles
y políticos (Cobe, 2014). Para ello, las categorías dirigentes se delimitan en
clave morfológica, tomando como punto de referencia las máximas
posiciones en los dominios del negocio y la representación de la banca
privada. [4]
Este trabajo se organiza en cuatro apartados. En el primero se analiza el
proceso de reorganización de los mercados bancarios domésticos y las
recomposiciones de las máximas posiciones del negocio bancario privado.
En segundo lugar, la atención está puesta en la organización de la
representación; se examinan las transformaciones atravesadas por las
principales corporaciones empresarias [5] de la banca privada. [6] En el
tercer apartado, por un lado, se evalúa en qué medida el estatus económico
de los bancos (es decir, su posición económica en el dominio de actividad)
ofició de principio de integración de las posiciones dirigentes de las
asociaciones empresarias del sector. Por otro, se hace foco en los sujetos
(los banqueros) que integraron las máximas posiciones corporativas, para
examinar el nivel de estabilidad de dichos sujetos en esas posiciones y la
relación con las entidades bancarias representadas. En el cuarto apartado, se
estudia el perfil social de los elencos dirigentes.
A partir del análisis de la historia argentina reciente, la intención de este
estudio es contribuir al conocimiento de las elites financieras en el
capitalismo contemporáneo. Y, con una mirada más amplia, poner en
tensión la figura de “eternos ganadores” o “poderosos entronizados” que
trasunta en el sentido común. De este modo, se problematiza la relación que
suele presuponerse entre la concentración de medios de poder en
determinadas posiciones y la reproducción de los “poderosos” y de las
organizaciones en las cuales se inscriben. De lo contrario, se corre el riesgo
de trasponer a la concentración de resortes de poder en determinadas
posiciones, la reproducción (absoluta) de la minoría que ocupa dichas
posiciones. Examinar en clave morfológica la relación entre concentración
de medios de poder y reproducción de las elites, a la luz de casos concretos,
permite dar cuenta de que ambos procesos, aunque vinculados, no guardan
una relación necesaria ni unívoca.
Conclusiones
Explorar la relación entre concentración de medios de poder y renovación
de las elites económicas frente a procesos de reforma estructural en el
capitalismo contemporáneo, ha sido el interés primigenio que movilizó a
esta investigación. Desde los campos de la sociología económica y de las
elites, este trabajo se propuso avanzar en dicha dirección analizando la
relación entre procesos de reorganización estructural de los mercados
financieros, la concentración de resortes de poder económico y político, y la
eventual reproducción de los grupos que controlan dichos resortes en la
Argentina contemporánea, a partir del estudio de la elite bancaria local,
frente a las transformaciones de las actividades bancarias y financieras de la
década de 1990.
El análisis sociohistórico realizado evidencia, en primer lugar, que este
proceso de reorganización de las actividades bancarias y financieras,
propició la concentración de medios de poder económico en las máximas
posiciones de la banca privada –concediéndoles un mayor (aunque no
absoluto) margen de control y poder de decisión sobre la oferta y el destino
del crédito–, como así también un proceso de recomposición relativa de
estas mismas posiciones. Los nuevos criterios de integración de las
posiciones de mercado y principios de diferenciación jerárquica habilitaron
el ascenso de una clase de agentes: privados y extranjeros. Eso modificó la
constitución de la cúpula del negocio bancario y, de modo concomitante,
amplió su base de medios de poder económico frente a otras posiciones: el
resto de los miembros del negocio bancario, los deudores bancarios, y el
aparato estatal.
Ahora bien, como se enfatizara desde un comienzo, se considera que la
organización de un mercado es un proceso necesariamente político
(Fligstein, 1996) donde está en juego la distribución del poder, lo cual
obliga a analizar no solo el plano mercantil –aquí abordado como el
“negocio”–, sino también el político –examinado aquí desde la
“representación”–. Como complemento de las investigaciones académicas
que han documentado la influencia política de los principales banqueros
como impulsores de este proceso de reforma estructural, se propuso indagar
cómo este proceso de reforma afectó a los mismos promotores, tanto en
sentido económico como político, realizando un análisis combinado de los
órganos oficiales de representación y sus dirigencias. Con relación a los
primeros, la representación de la banca privada durante la década de 1990,
se caracterizó, no solo por una multiplicación de actores que de forma
oficiosa tomaron la palabra en nombre de las finanzas, –especialmente,
economistas ortodoxos y funcionarios de organismos internacionales–
(Heredia y Cobe, 2010; Cobe, 2014), sino también, como se expuso, por la
concentración de los actores oficiales, que cristalizó en la conformación de
ABA.
Al mismo tiempo, las dificultades para reorganizar la representación de la
banca privada a partir de un único portavoz oficial dan cuenta de aspectos
clave de los procesos político-corporativos de constitución de las categorías
dirigentes de la banca privada. Por un lado, las arduas negociaciones
evidencian que los cambios en el mercado bancario operaron como
condición necesaria pero no suficiente para la unificación de las voces
oficiales. Aun cuando las recomposiciones de los actores corporativos son
indisociables de las transformaciones en las modalidades de regulación y la
composición de los miembros del negocio bancario, la constitución de
ABA, lejos de ser un mero reflejo de las mudanzas en el sector, fue la
resultante de un proceso político donde los principales banqueros
interactuaron, disputaron y negociaron entre sí la reorganización de su
representación y, con ello, la gestión y dirección de la diversidad.
Por otro lado, el análisis de la representación de la banca privada en
ocasión de las crisis del período, es decir, en aquellos momentos en que se
distribuyen beneficios y sanciones que ponen en juego la supervivencia de
los distintos jugadores del negocio, revela que el problema de la gestión de
la diversidad implica resolver no solo los desafíos que derivan de la
heterogeneidad. También concierne a los conflictos que resultan de la
relativa identidad de intereses entre los agentes del negocio bancario
(Schmitter y Streeck, 1999: 15), que se cifra en el carácter a priori
homogéneo de la mercancía que se intercambia en este mercado: el capital
dinerario. A pesar de que este último facilita la agregación de intereses y la
reunión de los miembros del negocio bancario, también es cierto que
incentiva la competencia y dificulta la articulación de acciones en común,
en particular, en tiempos de crisis.
Por su parte, reafirmando hallazgos y conclusiones preliminares (Cobe,
2015), el análisis de las dirigencias corporativas de la banca privada
evidencia una singularidad de la elite bancaria respecto a otras elites
económicas locales: la fuerte articulación entre jerarquías de estatus
económico y de estatus político-corporativo; esto es, la existencia de un
estrecho vínculo entre los dominios mercantil y político-corporativo en los
criterios de integración y composición de las categorías dirigentes de la
banca.
En los estudios sobre las principales corporaciones del empresariado en
la Argentina como el de Schvarzer (1990), al analizar la composición de las
dirigencias, se identifica una suerte de núcleo corporativo tradicional,
integrado por sujetos cuya permanencia en las máximas posiciones deriva
básicamente de su control sobre la trama organizativa interna de la
asociación y, en particular, del capital de relaciones sociales y políticas que
aportan a la organización, que tiende a asegurar su perpetuación en la
cúpula de las corporaciones. Dicho acervo de capital social y político,
concluye Schvarzer (1990: 147), es un atributo que corresponde a los
sujetos y “no es un producto de la entidad como organización”. El acceso y
la permanencia de las personas en las posiciones no suelen ser tributarios de
sus posiciones en el mercado, es decir, no abrevan necesariamente en el
capital económico de esos dirigentes ni en su inserción en el sector de
actividad que representan. Esta relativa disociación entre estatus político-
corporativo y estatus económico en el sector de actividad a nivel de los
sujetos que integran la cúpula corporativa, resulta sobresaliente en las
principales entidades vinculadas al sector industrial (Dossi, en este
volumen) y agropecuario (Schvarzer, 1990; Heredia, 2003), pero no se
corrobora en las entidades representativas de la banca durante el período
abordado.
Del análisis de las recomposiciones de las cúpulas de las asociaciones
bancarias, donde se ha podido establecer que, más allá de los matices entre
entidades, el estatus económico ofició de manera significativa como
principio de integración de las máximas posiciones corporativas, que los
máximos agentes del negocio han tendido a reservar para sí posiciones
preponderantes dentro de las asociaciones, como así también que la
estabilidad de los sujetos –ya sean propietarios o altos ejecutivos– en estas
posiciones, estuvo supeditada al banco por el cual ingresaban y
representaban, es posible concluir que ha existido una fuerte articulación –
aunque no automática, ni inmediata– entre jerarquías de estatus económico
y de estatus político-corporativo.
Esta correspondencia entre jerarquías de estatus refuerza la pertinencia
analítica del enfoque de las posiciones. El acceso de los sujetos a las
máximas posiciones político-corporativas aparece mediado por la entidad
bancaria que representan y la posición que ocupan en esta última (y a su vez
–aunque de modo no excluyente– la posición de la entidad en el mercado),
indicando una ausencia de capital propio –individual– significativo y de
autonomía relativa respecto del negocio, por parte de las personas a la hora
de acceder y perpetuarse como dirigentes en el dominio corporativo.
Esto último no implica que deba soslayarse el análisis de los sujetos
mismos en el estudio de la composición de las categorías dirigentes del
sector. Abrevando en el pensamiento de Elias ([1969] 1996:40), este trabajo
ha partido de la premisa que la elite bancaria, en tanto configuración social
específica, es relativamente independiente de los sujetos determinados pero
no de los sujetos en general. En ese sentido, con relación a los vínculos
entre posiciones de elite y los sujetos que llegan a ocuparlas, el análisis de
las trayectorias de los banqueros evidencia que la reorganización de la plaza
bancaria doméstica producida durante el período incidió sobre los atributos
específicos asociados a los ocupantes de las máximas posiciones de la
banca privada local. Ello permite dar cuenta del modo en que el desarrollo
de los sujetos –en este caso, los principales banqueros–, se encuentra
mediado por el desarrollo de las máximas posiciones dirigentes dentro del
sector.
Al mismo tiempo, continuando en la línea de Elias ([1969] 1996), así
como el devenir de un sujeto no resulta independiente de las posiciones
sociales que llega a ocupar, tampoco el devenir de una posición social es
autónomo del de sus ocupantes. Por eso, los cambios operados en la
composición de las categorías dirigentes de la banca privada, dejan abierta
una serie de interrogantes con relación a los vínculos entre una posición
social de elite bancaria y el sujeto que llega a ocuparla: ¿en qué medida los
banqueros incidieron, y cómo, sobre el desarrollo de las posiciones de elite
bancaria? Planteado en otros términos ¿en qué medida el reconfigurado
perfil social de los sujetos que ocuparon las máximas posiciones del
negocio y la representación bancaria, incidió sobre la concentración de
medios de poder en dichas posiciones y la modalidad de reproducción de
esta minoría?
Ello impone como paso previo preguntarse ¿hasta qué punto los atributos
o marcadores sociales de dichas categorías dirigentes, tamizados por las
organizaciones económicas y corporativas en las cuales se encontraban
inscriptas, fueron reconvertidos en recursos de poder político (Ferrari,
2008) o, por el contrario, significaron una vulnerabilidad? En un sentido
más amplio, ¿en qué medida el reconfigurado perfil social de esta minoría,
resultante de un proceso complejo y sociohistórico de cambios, incidió y
cómo, sobre la orientación y las formas de ejercicio de la representación del
sector? Siguiendo a Perissinotto y Codato (2008), la existencia de una
relación significativa entre la naturaleza de la elite bancaria y la naturaleza
de sus decisiones y cursos de acción, queda planteada como una hipótesis
de trabajo a ser corroborada (o no) en futuras investigaciones empíricas.
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Notas
1. Este capítulo constituye una versión abreviada de problemáticas desarrolladas en mi tesis
de maestría (Cobe, 2014) y abreva en los aportes del proyecto colectivo de investigación
“Configuración de las elites argentinas (1976-2002)” que dio origen a este libro. Agradezco
a los coautores de este volumen sus valiosos comentarios y críticas realizados sobre una
versión preliminar.
2. La investigación se centra en la banca porque “los mercados financieros de América Latina
se caracterizan por el predominio de la banca y el escaso desarrollo del mercado de
capitales” (CEPAL, 2003: 125). Además, los grandes bancos locales –incluidos los
extranjeros– participaron de la inédita expansión del mercado de capitales doméstico
producida durante el período bajo estudio (Bleger, 2000). Y ¿por qué se elige estudiar el
segmento privado de la banca? Si bien la banca pública continuó detentando una
importancia estructural significativa dentro del sistema bancario, lo característico del
período fue el avance estructural de los agentes privados y extranjeros, y la notable
presencia pública y activismo político de sus actores.
3. De no citarse ediciones en español, la traducción es propia.
4. En el caso de las máximas posiciones de la representación, se adoptó, como unidad de
observación, a cada uno de los sujetos (en este caso, banqueros) que, durante el período,
ocuparon las máximas posiciones dentro de los consejos directivos de las principales
corporaciones empresarias del sector. Se toman como referencia estas últimas porque como
sostiene, entre otros, Heredia (2001:12) respecto de las elites vernáculas: “… frente a la
ausencia de otras instancias de expresión [por ejemplo, partidarias], las corporaciones
patronales se convirtieron en actores fundamentales del campo político creando los
espacios dentro de los cuales se constituyeron y reprodujeron las clases superiores”.
5. La utilización del término corporación empresaria en este trabajo refiere a entidad gremial
empresarial y no a una forma de organización del capital societario o del negocio.
6. Cabe aclarar que la representación de la principal banca privada no se limitó a las
corporaciones del sector. Otros actores tomaron la palabra en su nombre, especialmente,
economistas ortodoxos y funcionarios de organismos internacionales de crédito. Todos
ellos, comprometidos con la promoción y defensa de la integración y libertad de
movimiento de los capitales financieros. Al respecto, consultar Heredia y Cobe (2010) y
Cobe (2014).
7. El reordenamiento financiero mantuvo como plafón normativo los lineamientos generales
de la Ley 21.526 de Entidades Financieras, instrumento jurídico basal de la reforma
financiera encarada desde 1977 por la gestión económica de Martínez de Hoz durante la
última dictadura militar.
8. Se aclara que, de no citarse la fuente, los datos referidos al sector financiero han sido
extraídos de publicaciones del BCRA y de no especificarse el mes, corresponden a
diciembre.
9. Entre 1994 y 2001, los cinco mayores bancos pasaron de captar el 36,9% al 49,9% de los
depósitos bancarios y del 36,4% al 48,7% de los activos del sector. Durante dicho período,
el proceso de concentración de los sistemas bancarios fue acelerado y profundo a nivel
regional, al igual que en Asia y Europa Central. Lo singular de la región latinoamericana
fue el carácter sostenido de este proceso (Moguillansky, Studart y Vergara, 2004: 23).
10. Se suprimieron los requisitos adicionales para las entidades de capital extranjero
dispuestos en la Ley 21.526 (Decreto 146/1994).
11. En el transcurso de 2001 los bancos perdieron depósitos por una cifra cercana a los 20.000
millones pesos-dólares (el equivalente al 20% del total de depósitos existentes en el sistema
a fines de 2000). El corolario de la corrida fue la implementación por decreto, en
diciembre, de un conjunto de restricciones para el retiro de fondos del sistema y la salida de
divisas y la declaración de la cesación de pagos de una porción importante de la deuda
pública (la contraída con acreedores privados). Estas medidas marcaron de facto el fin de la
convertibilidad. La administración estatal de la crisis financiera tuvo como eje, a principios
de 2002, la devaluación del peso y la “pesificación asimétrica” de obligaciones (conversión
a pesos de relaciones de cambio diferenciadas de las obligaciones vinculadas al sistema
financiero local nominadas en dólares estadounidenses) y un prolongado proceso de
reestructuración de la deuda pública declarada en default, iniciado en 2003 (Cobe, 2009).
12.
Para la construcción de esta sección, se toma como base Cobe (2015). Los datos sobre depósitos
aquí referidos han sido extraídos de una base de datos con el ranking de bancos privados
por depósitos a diciembre de cada año, para el período 1976-2003, de elaboración propia en
base a datos publicados por el BCRA.
13. Los porcentajes que refieren al conjunto de la banca privada incluyen al segmento
cooperativo, puesto que las estadísticas oficiales no siempre distinguieron esta subcategoría
de aquella organizada como sociedad anónima, presentándolas agrupadas.
14. A diferencia de lo puntualizado en la nota anterior, las cifras que refieren a los primeros
cinco y a los primeros diez bancos del segmento privado del sistema no incluyen a la banca
cooperativa.
15. La delimitación empírica de la cúpula del negocio de la banca privada se realizó a partir
de un recorte de las primeras cinco posiciones de mercado tomando como indicador el
ranking de bancos privados locales por depósitos (a diciembre de cada año). El trazado de
la línea divisoria en la quinta posición como definición operativa se fundamenta en el
hecho que la concentración del sector bancario suele medirse respecto al grado de control –
o participación– que detentan sobre el mercado las primeras quince entidades bancarias del
sistema (considerando todos los grupos) y a su vez porque, como se expuso, el mercado
doméstico se caracterizó por una pronunciada y alta concentración en las primeras
posiciones durante el período abordado. Por su parte, la selección de los depósitos como
indicador radica en que es la variable más utilizada para describir el ordenamiento de las
entidades en el mercado, puesto que los depósitos constituyen la principal fuente de fondeo
del crédito bancario (Bleger, 2000; Fanelli, 2003) y por ello, de su margen de control sobre
este resorte principal de la acumulación y distribución de la riqueza. Se aclara que el
ranking de entidades privadas, en líneas generales, se mantiene al tomar en cuenta otros
indicadores, tales como créditos y activos. Por último, a fin de captar las singularidades de
la composición de la cúpula de la banca privada durante el período abordado, se comparan
los datos de las primeras cinco entidades con los correspondientes a los primeros diez
bancos privados y a períodos anteriores.
16. Si bien la caída de la convertibilidad propició un cierto cambio de tendencia, dado los
reflujos de extranjerización que tuvieron lugar y que estrecharon en parte la ventaja
numérica de los bancos internacionales (a diciembre de 2003, de las primeras diez
entidades privadas, seis eran extranjeras), la composición de la cúpula permaneció
inalterada, ya que se mantuvo la relación 4 a 1 entre las primeras cinco.
17. Durante el período 1989-2003, se produjeron cuatro relevos de entidades de la cúpula
conformada por los primeros cinco bancos privados, dos de ellos en ocasión de coyunturas
críticas (las crisis de 1989-1990 y 2001-2002) y no se registra ninguno durante la crisis de
1995. De los cuatro, dos de ellos corresponden a integrantes coyunturales, cuyo ingreso fue
correlativo a salidas (también coyunturales) de integrantes estables de la cúpula. Estos
últimos lograron recuperar rápidamente sus posiciones dominantes dentro del mercado,
produciendo el desplazamiento de los “advenedizos”.
18. Al contar las unidades de negocios que se posicionaron en algún momento, por lo menos
en algunos de los primeros diez puestos del ranking de entidades privadas durante el
período 1989-2003, se llega a un total de 19 bancos. Si solo se toma en consideración el
período de vigencia del régimen de convertibilidad (1991-2001) el total es de 14 entidades.
Los relevos de ocupantes de las diez primeras posiciones de la banca privada durante el
período 1989-2003, son en total 12. Al desagregar dichos relevos, se verifica que los
mismos se produjeron en 11 de los 15 años del período, a razón de uno por año con
excepción de la crisis final de la convertibilidad: en 2002 y 2003 se registraron dos por año.
Los años exentos de rotaciones corresponden a períodos de relativa estabilidad y
crecimiento económico (1992 a 1994 y 1997).
19. El promedio de permanencia de los bancos dentro de las primeras diez posiciones es: 7,9
años (sobre un total de 15), es decir, más bajo que el registrado en la cúpula conformada
por los primeros cinco. La temporalidad de los ingresos-egresos de este segundo rango, a
diferencia de las primeras cinco posiciones donde los relevos de las unidades de negocios
resultaron de carácter coyuntural, dan cuenta en muchos casos de salidas más permanentes
o definitivas (por lo menos, en lo que al período refiere). Sería desacertado atribuir la
mayor estabilidad de los primeros cinco al origen del capital –extranjero– ya que el mismo
tipo de composición –en términos de origen del capital– se registra entre aquellos que
integraban el segundo grupo.
20. ABRA, fundada en 1919 por los bancos privados nacionales y extranjeros con sede en la
entonces Capital Federal, constituyó la primera asociación gremial empresaria de la banca
en la Argentina. Hasta la década de 1970 fue la principal representante oficial de los
grandes bancos privados, tanto de capitales nacionales como extranjeros. En 1972, ante el
inminente regreso del peronismo al gobierno y el riesgo presunto de una nacionalización
del sistema bancario, un puñado de bancos de capital nacional se desvinculó de ABRA.
Este grupo de banqueros decidió fundar la Asociación de Bancos Argentinos (ADEBA)
para diferenciarse de sus pares extranjeros y defender sus intereses de manera más efectiva,
constituyendo un órgano específico de representación de un sector de la banca privada
nacional: las grandes entidades privadas organizadas como sociedades anónimas y con
asiento en la Capital Federal (Itzcovitz y Schvarzer, 1986).
21. Offe (1981) propone tres planos para aproximarse a este tipo de organizaciones: “desde
abajo” (para mirar el conjunto de intereses materiales o económicos agregados en la
asociación vinculados al dominio de actividad organizado), “desde adentro” (a fin de
observar los arreglos organizacionales internos) y “desde arriba” (para identificar las
relaciones político-ideológicas de la asociación en el marco del sistema político en el que
se encuentra y desenvuelve). En atención al objetivo de este trabajo, se examinan los dos
primeros.
22. Para ello, se analiza el comportamiento de las siguientes variables: 1) la cantidad y tipo de
entidades bancarias que se congregaron en cada una de las asociaciones y 2) el nivel de
participación relativa de estos conjuntos de agentes en el sector bancario local. Los datos
relativos a la cantidad de bancos nucleados en cada asociación surgen de las memorias
anuales de ABRA, ADEBA y ABA. Solo se han tenido en cuenta en la contabilización los
socios activos, es decir, socios plenos (con derecho a voz y voto), dada su significación
política. Los datos referidos al tipo de entidad bancaria (clasificada según origen del capital
controlante) han sido relevados de publicaciones del BCRA (a diciembre de cada año).
Para medir la variable nivel de participación relativa en el sector bancario local del
conjunto de agentes asociados, se ha tomado como indicador la participación agregada en
el mercado de depósitos bancarios. Los datos sobre depósitos han sido reconstruidos
también a partir de datos publicados por el BCRA (a diciembre de cada año).
23. Por su parte, los bancos provinciales (públicos y privados) y privados cooperativos,
debilitados tras la crisis, quedaron agrupados desde 1996 en la Asociación de Bancos
Públicos y Privados de la República Argentina (ABAPPRA). A nivel de bases sociales, la
asociación se expandió en 2000 con la incorporación de los bancos públicos Nación
Argentina (el principal agente del sistema), BICE y Ciudad de Buenos Aires, llegando a
representar 38,1% de los depósitos bancarios (El Cronista Comercial, 27/04/2000).
24. Al respecto: “ABRA, en busca de una banca más unida” (La Nación, 05/12/1997);
“Bancos: la unión hace la fuerza” (Clarín, 09/12/1997); “ABRA y ADEBA se fusionarán
este año” (Perfil, 20/05/1998).
25. “Los banqueros se quieren casar pero viven más cómodos separados” (Página/12,
10/08/1998); “ABRA y ADEBA otra vez negocian” (La Nación, 28/11/1998); “Mañana
aprueban el estatuto de la nueva asociación de bancos” (El Cronista, 24/03/1999).
26. El caso paradigmático es el del Banco de Galicia y Buenos Aires S.A., asediado por
rumores sobre las dificultades financieras para afrontar sus obligaciones; situación que
comprometió a su presidente Eduardo Escasany: en 2002 fue tempranamente desplazado de
la presidencia de ABA y apartado de la gestión del banco.
27.
Para la construcción de este apartado, se toma como base Cobe (2015).
28.
Los datos consignados en este apartado surgen del cruce de dos bases de datos. En primer lugar,
la del ranking de bancos privados por depósitos a diciembre de cada año, para el período
1976-2003, utilizada en el primer apartado. En segundo lugar, una base de datos con las
nóminas de banqueros que ocuparon los máximos cargos de los consejos directivos de
ABRA, ADEBA y ABA, para el período 1977-2003 (de elaboración propia en base a las
memorias anuales de las asociaciones y fuentes periodísticas). Para la construcción de esta
segunda base, se realizó un recorte de las primeras cinco posiciones; criterio que se
fundamenta en hallazgos de trabajos previos (Cobe, 2009).
29. Cabe aclarar que eso no implica suponer que el estatus económico de una entidad solo se
valide en el dominio corporativo ocupando la propia entidad, a través de uno de sus
directivos, algunos de los principales sillones del consejo. Al mismo tiempo, como surge de
este y otros estudios sobre la banca, esta vía de validación en el caso de las asociaciones
bancarias no es de significación menor (Cobe, 2009; Heredia, 2003; Heredia y Cobe, 2010;
Itzcovitz y Schvarzer, 1986). A diferencia de otros sectores de actividad (Dossi, en este
volumen), los accionistas controlantes de los bancos tendieron a conferirle relevancia a la
ocupación de los cargos en los consejos.
30. A fin de dar respuesta a esta pregunta se observa que si los directivos de los primeros
cinco bancos privados a diciembre de cada año, ocuparon en el período siguiente las
primeras cinco posiciones de los consejos directivos de las asociaciones bancarias donde se
congregaban.
31. Para responder este interrogante se cruzan los bancos representados por los directivos que
ocuparon, cada año, las máximas posiciones en el dominio corporativo y las posiciones
detentadas por cada uno de esos bancos en el ranking de entidades privadas (a diciembre
del año previo a la designación).
32. Al analizar esto mismo para el período 1977-1990, tanto en el caso de ABRA como en el
de ADEBA, se registra un comportamiento bastante errático. En el caso de esta última, a
partir de 1989, se verifica de manera consistente un mayor protagonismo de los primeros
cinco bancos nacionales a la hora de integrar las máximas posiciones corporativas, que se
profundizó a partir de la instauración de la convertibilidad y las reformas estructurales.
33. En diciembre de 2002, los primeros cinco bancos extranjeros expresaban casi el 33% de
los depósitos en el sistema financiero, mientras que los primeros cinco nacionales, no
llegaban a explicar el 10%.
34. La presidencia de ADEBA fue ocupada por Jorge Brito en representación del Banco
Macro SA. A mediados de la década de 1990, el Macro, que era una entidad mayorista,
abandonó dicho segmento –fuertemente afectado por la crisis bancaria de 1995– y adquirió
una serie de bancos públicos provinciales, primero, el Banco de Misiones, luego los de
Salta y Jujuy. A partir de la crisis de 2001, emprendió una nueva rueda de adquisiciones:
los bancos Bansud, Scotiabank Quilmes, Nuevo Banco Suquía, Empresario de Tucumán,
del Tucumán y Nuevo Banco Bisel (Puente y Etchemendy, 2009: 20-21).
35. Si bien el Banco de Galicia y Buenos Aires SA, que formó parte de este conjunto de
entidades de menor estatus económico, había ocupado históricamente una posición
dominante dentro del negocio y la representación, se vio fuertemente comprometido por la
crisis. Su participación en la refundación de ADEBA en 2003, tuvo lugar en un contexto de
pérdida de estatus económico y político-corporativo (su presidente, Eduardo Escasany, en
2002, fue desplazado de la presidencia de ABA de manera anticipada).
36. El reflujo de extranjerización del sector bancario que se dio a partir de la caída del
régimen de convertibilidad tuvo como contraparte un avance de la participación de la banca
privada nacional, a través de la adquisición de las entidades dejadas por sus pares
extranjeros. Este avance fue liderado por capitales, cuyas posiciones relativas dentro del
sector habían sido marginales antes de la crisis. En concreto, controlaban los bancos
provinciales privatizados en la década de 1990 y luego de la crisis fortalecieron sus
posiciones dentro del mercado a través de la absorción de las entidades dejadas por sus
pares extranjeros. El Banco Macro, dirigido por Jorge Brito, citado anteriormente,
constituye el caso paradigmático de este proceso.
37. Dos de las excepciones corresponden a banqueros que sobrevivieron a la venta del banco
a capitales extranjeros pero únicamente por un año, es decir, de manera transicional. La
tercera excepción es la de Julio Gómez, ejecutivo del Banco Shaw SA, entidad controlada
por capitales de origen nacional hasta 1992, cuando es adquirida por extranjeros. Gómez
sobrevivió a la extranjerización de la entidad y en el año 1995 pasó a desempeñarse como
ejecutivo del Banco Tornquist SA (también controlado por capitales de origen extranjero).
38. Excepciones que merecen tenerse en cuenta, puesto que involucran a banqueros que
llegaron a ocupar la posición de presidente de ABRA: Julio Gómez (como fuera referido),
en representación de los bancos Shaw SA y Tornquist SA) y Emilio Cárdenas, en
representación de los bancos Irving-Austral SA –1987 a 1989–, The Bank of New York SA
–1990 a 1992– y HSBC Bank Argentina SA, a partir de 2001.
39. Los mayores relevos se llevaron a cabo: 1) en 1996, como consecuencia inmediata de la
crisis; 2) en 1998, producto de la acelerada extranjerización del sector; y 3) en 1999,
cuando tuvo lugar la fusión entre ADEBA y ABRA, que además supuso una reducción de
la cantidad de posiciones disponibles.
40. Los datos referidos en este apartado surgen de la base de datos, elaborada en el marco del
proyecto de investigación “Configuración de las elites argentinas (1976-2002)” (ver
Castellani, en este volumen). En el caso de la elite bancaria, se reconstruyen las
trayectorias (socio-demográficas, educativas, ocupacionales y corporativas) de los
individuos que ocuparon –al menos una– de las máximas posiciones en los consejos
directivos de las principales corporaciones del sector bancario privado entre 1976 y 2001
(sin distinguir por tiempo de permanencia en el puesto). Si bien la base comprende al
universo de banqueros que ocuparon dichas posiciones durante el período (61 individuos),
la ausencia de datos respecto de un gran número de casos y variables, obliga a circunscribir
el análisis al conjunto de individuos correspondiente al período 1991-2001 (en total 33) y a
una serie de variables, para los que se dispone de una base empírica más sólida. Solo se
incluye en el análisis el período 1983-1990, en el caso de las variables para las cuales se
cuenta con un acervo de datos aceptable. A pesar de las limitaciones para reconstruir las
trayectorias, asociada en gran parte a la tendencia y vocación por la invisibilidad pública
que caracteriza a estos elencos dirigentes, la información disponible permite realizar un
análisis aproximativo.
41. En el caso de las variables examinadas en este apartado, si los individuos ocuparon
posiciones en más de un subperíodo (ya sean años o período de años en el que se dividió el
análisis), se los contabiliza –repite– tantas veces corresponda.
42. El caso más sobresaliente fue el de Roque Maccarone, presidente de ADEBA (de 1983 a
1994) en calidad de principal ejecutivo del Banco Río de la Plata SA, perteneciente al
grupo económico de la familia Pérez Companc. En 1994, Maccarone fue reemplazado por
Amadeo Vázquez, quien continuó al frente de la entidad hasta el ingreso del Banco
Santander como principal accionista en 1997.
43. Con relación a los tres dirigentes de ABA de nacionalidad española del período 1999-
2001, dos de ellos eran representantes del BBVA Banco Francés (Antonio Martínez
Jorquera y, quien lo sucedió, Jaime Guardiola Romojano). El tercero, Carlos González
Taboada, representó al Banco Sudameris Argentina SA. Este último, si bien era de
nacionalidad española, ya había residido en la Argentina, donde cursó sus estudios de
grado.
44. En atención a la insuficiencia de datos sobre los dirigentes de ABRA con relación a esta
variable, se los excluye del análisis.
45. Ello marca una continuidad con el período 1983-1990, durante el cual de los once
banqueros que integraron las máximas posiciones directivas de ADEBA, al menos siete
tenían formación de grado o superior (seis universitarios completos y un posgrado
completo). Asimismo da cuenta de una amplia proporción de propietarios y accionistas
principales de bancos con este tipo de credenciales. En efecto, de los nueve propietarios
que ocuparon los máximos cargos en los consejos de ADEBA entre 1991 y 2001, se ha
hallado la siguiente distribución: dos con posgrado completo, cinco con universitario
completo, uno con primario incompleto y uno sin datos.
46. Si bien en el caso de ABRA, los datos resultan insuficientes, a partir de la información
disponible, se puede entrever una incidencia significativa del ámbito de la economía en la
formación o especialización de sus dirigentes.
47. En el caso de los banqueros de nacionalidad argentina que ocuparon las máximas
posiciones corporativas entre 1991 y 2001, al menos cuatro cursaron estudios de posgrado
en el exterior (tres de ellos en universidades de Estados Unidos y uno de Europa).
48. Solo uno de ellos era argentino, Carlos Giovanelli (Citibank NA).
49. A resultados y conclusiones convergentes arriba Dulitzky (en este volumen) en su estudio
sobre la elite empresaria transnacional (EET) en la Argentina de la década de 1990; elite
constituida por los máximos dirigentes de las principales empresas transnacionales en el
país (en términos de facturación y ventas) (recorte que, vale aclarar, no incluye a las
entidades del sector financiero).
Capítulo 6
Elite corporativa industrial: trayectorias corporativas de los
dirigentes de la Unión Industrial Argentina
por Marina Dossi
Introducción
Este trabajo tiene como objetivo analizar las características de la cúpula
dirigencial de la Unión Industrial Argentina (UIA) en los años noventa,
focalizando en las trayectorias corporativas de sus dirigentes, es decir,
indagando en su actividad industrial, en sus afiliaciones gremiales, formas
de acceso y permanencia en esos cargos. La reconstrucción de las
trayectorias corporativas posibilita analizar cómo las mismas influyen en la
dinámica interna, en su forma de organización, de representación de
intereses, y en la dinámica de las relaciones que entablan con los agentes
estatales.
Desde mediados de los años setenta, la Argentina atravesó un período de
profundos cambios económicos que tuvieron que ver con la implementación
de políticas de corte neoliberal, que se profundizaron en los años noventa
bajo el denominado Consenso de Washington, que abarcó un conjunto de
medidas tales como la privatización de empresas públicas, la apertura de la
economía y la reforma del Estado. Estas políticas tuvieron distintos
resultados entre los que se pueden señalar la extranjerización de la
economía, la concentración y centralización del capital, y una
reprimarización de la estructura productiva, junto con un desplazamiento
del Estado en la producción de bienes y servicios (Azpiazu, 1997;
Basualdo, 2006; Schvarzer, 1998; Schorr, 2004, 2005).
Hay distintos trabajos que abordaron las asociaciones empresarias (como
la UIA), en los que se intenta problematizar y abordar empíricamente las
prácticas de estos actores: Schvarzer (1986, 1991), Viguera (1997, 2000),
Acuña (1995) y Beltrán (2007). Estos trabajos poseen algo en común:
analizan la forma en que el agregado de los actores empresarios actúa
políticamente en el espacio público a través de sus corporaciones,
enfatizando el tipo de acciones que despliegan hacia el Estado. En este
trabajo se estudian las trayectorias corporativas de los dirigentes
industriales que ocuparon los cargos más altos en los años noventa para
analizar cómo las características de esas trayectorias influyen sobre la
organización interna de las asociaciones, y luego en sus vinculaciones con
otros actores sociales, públicos y privados (Dossi y Lissin, 2010; Dossi,
2011a).
El análisis de la cúpula corporativa industrial, considerada como parte de
la elite económica argentina es fundamental porque estos dirigentes han
tenido un rol preponderante en la década de los años noventa, avalando el
proceso de reformas estructurales puesto en marcha, aun cuando
perjudicaba los intereses de sus representados (Beltrán, 2006 y 2011;
Viguera, 2000; Acuña, 1995 y Dossi, 2011a).
La noción de elite económica se define como el conjunto de individuos
que ocuparon altas posiciones en las grandes firmas y en las principales
organizaciones corporativas del empresariado. [1] Las asociaciones
empresarias de mayor relevancia, entre las que se encuentra la UIA, tienen
un rol determinante en el proceso de acumulación de capital, en la
distribución de la riqueza y en la orientación de la intervención económica
estatal, dado el poder económico y político que detentan. Por lo tanto, el
análisis de su dirigencia como parte de la elite económica se sustenta en el
rol que las organizaciones empresarias despliegan como actores políticos y
económicos y como vehiculizadores de los intereses de los principales
empresarios del país.
Además, para el caso de Argentina, este análisis se justifica por la
relevancia y el rol histórico que las corporaciones tuvieron a través del
tiempo en la dinámica política, institucional y económica de nuestro
país. [2] La UIA (pese a distintos momentos institucionales que atravesó) [3]
ha mantenido perdurabilidad en la escena nacional, un poder considerable
manifiesto en su capacidad política para negociar posiciones con el Estado,
y es la única reconocida como interlocutora válida y representativa del
conjunto del sector industrial.
La UIA data del año 1887 y se originó para representar a los grandes
intereses industriales (Schvarzer, 1991; Dorfman, 1970). En el año 1981,
reformó sus Estatutos y quedó constituida como una entidad de tercer
grado, incorporó la representación del sector de las pequeñas y medianas
empresas, estableció la participación equitativa de las regiones y los
sectores industriales en los órganos de conducción, excluyó expresamente a
los socios individuales y no pertenecientes al sector, estableciendo que
recién a partir de ese momento se organizó como una entidad industrial, en
cuanto a la selección de sus socios (Schvarzer, 1991). Con esta reforma, la
organización fortaleció su representatividad.
Considerando estas características, se toma aquí, como unidad de
análisis, a los dirigentes que ocuparon las más altas posiciones en la
conducción de la UIA, dado que fueron estos los encargados de llevar
adelante la representación del heterogéneo conjunto industrial. A partir de
la definición de elite económica, el trabajo se centra en el estudio de las
trayectorias corporativas de los tres integrantes principales del Comité
Ejecutivo de la UIA: presidente, vicepresidente 1° y secretario. [4]
La presentación de los dirigentes industriales se efectúa con el propósito
de delinear sus trayectorias corporativas en el período 1989-2001 y las
relaciones de estas con su desempeño en la corporación. En este sentido, se
menciona el concepto de trayectoria considerando que “los distintos actores
sociales reconocen a lo largo de sus vidas un continuo de experiencias que
van trazando itinerarios que se construyen simultánea y pluralmente en
múltiples dimensiones” (Bourdieu, 1998).
La definición de trayectoria corporativa aquí utilizada se centra en dos
aspectos específicos. Por un lado, se realiza un recorrido por el mundo
corporativo señalando las corporaciones, asociaciones o cámaras a las
cuales pertenecieron o pertenecen los dirigentes industriales, así como el
derrotero que tuvieron en el seno de la propia UIA, con el propósito de
delinear ciertas formas de acceso a los cargos directivos en la asociación
industrial. Por otro lado, se hace referencia a las posiciones que ocupan en
las empresas en el momento de asumir el cargo. Por lo tanto, las
trayectorias corporativas se centran en la actividad gremial de sus
dirigentes y en sus inserciones en el plano estructural económico, para
evaluar el tipo de actividad empresarial y su pertenencia a empresas o
grupos económicos y sus incidencias en las características y accionar de la
dirigencia empresaria industrial a lo largo del período.
El análisis de las trayectorias corporativas de los dirigentes de la UIA se
desarrolla a partir de dos dimensiones: a) la organizativa-institucional que
considera las relaciones y dinámicas entre la dirigencia y los asociados que
conforman la acción corporativa empresaria; [5] b) la estructural-
económica, a partir de la pertenencia sectorial de los máximos dirigentes y
sus relaciones con los procesos de representación internos.
Las asociaciones empresarias se constituyen como espacios de
representación y de expresión de los intereses empresarios que son
utilizadas por sus dirigentes como vehículos para establecer relaciones con
los agentes estatales, es decir, con el ámbito público. Los empresarios de la
elite económica mantienen dos tipos de vínculos con el ámbito estatal: uno
directo, a través de sus propias relaciones personales, otro indirecto,
canalizado principalmente mediante las asociaciones empresarias que les
proveen de mecanismos y canales institucionalizados que se “desligan” de
las relaciones personales y les posibilitan una instancia de diálogo y de
presión más permanente en el tiempo (Tirado, 2006; Beltrán, 2007).
De esta clasificación se desprende entonces que los empresarios pueden
llevar adelante básicamente dos distintos tipos de acción política: [6] por un
lado, las encaradas por los empresarios a título individual, y por otro lado,
las acciones colectivas planificadas y desarrolladas por los distintos
empresarios. Las primeras son llevadas a cabo por aquellos empresarios que
poseen la capacidad de “ir directamente” y de plantear sus demandas al
Estado sin intermediación. En el caso de las acciones denominadas
colectivas, es preciso que los empresarios mancomunen esfuerzos con otros
empresarios en la búsqueda de los objetivos propuestos. En líneas
generales, la acción colectiva producida por este tipo de actores se canaliza
a través de sus organizaciones representativas: las corporaciones
empresarias (Schmitter y Streek, 1981).
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Notas
1. La definición de elite económica ha sido elaborada en el marco de un proyecto sobre la
reconfiguración de las elites económicas, tecnocráticas y políticas en la Argentina de fines
del siglo XX (Proyecto PIP 1350, 2009-2011 Configuración de las elites argentinas. Las
relaciones entre los cambios estructurales y corporativos del poder económico, el ascenso
de la tecnocracia y la desprofesionalización del poder político entre 1976 y 2002, con sede
en el CESE-IDAES/UNSAM y financiamiento del CONICET).
2. Sobre estas cuestiones se puede consultar Romero, 2003; Cavarozzi, 1997; Sidicaro, 2001;
Diniz, 2000; Beltrán, 2006.
3. Ver Schvarzer (1991), Dossi (2012a).
4. Los restantes cargos que componen el Comité Ejecutivo para los años noventa se pueden
ver en Dossi (2012a).
5. La noción de acción corporativa empresaria alude a un subtipo de acción colectiva
empresaria que se desarrolla en el seno de las corporaciones empresarias y a través de ella
los empresarios construyen su acción colectiva en la dimensión político-institucional para
entablar vínculos con otros actores. Sobre el desarrollo de este concepto ver Dossi (2011a;
2012b).
6. Entre la vasta bibliografía sobre la noción de acción política y sus diferencias con el
concepto de acción económica se puede mencionar la economía institucional (Veblen,
Commons y Mitchell), la nueva economía institucional (North, Coase y Oliver Williamson,
entre otros), la elección racional (Elster, Simon, entre otros) y la nueva sociología
económica (Granovetter, Swedberg, Beckert, Zelizer y Smelser).
7. El estructuralismo es una suerte de síntesis de la Escuela Clásica (formal) y de las
Relaciones Humanas (informal), que también se aproxima a la obra de Max Weber y en
cierto grado a la de Karl Marx, pero su principal diálogo fue con la Escuela de Relaciones
Humanas. Ver Etzioni (1961; 1975).
8. Sobre las características de los Estatutos de las organizaciones en general se puede
consultar Lucas y García (2002).
9. El presidente puede ser de modo indistinto consejero representativo de socios plenarios de
ámbito sectorial o territorial (Estatuto, Sección, 8, art. 8.5).
10. La cantidad de vicepresidentes se ha ido modificando a lo largo de los años.
11. Los vocales deben ser presidentes, directores, socios gerentes o poseer un apoderamiento
especial de empresas industriales de notoria significación en la actividad económica del
país, considerando pautas de facturación, personal ocupado y participación en el producto
bruto industrial.
12. Ver M. Dossi (2011a).
13. El Comité Ejecutivo se reúne semanalmente en forma ordinaria y extraordinariamente
sesiona cuando lo convoque el presidente o a pedido de tres de sus miembros. El Comité
Ejecutivo funciona válidamente con la presencia de más de la mitad de sus miembros,
siempre que entre ellos se encuentre presente el presidente o el vicepresidente que haga sus
veces. Las resoluciones se adoptan por decisión de más de la mitad de los miembros
presentes (Estatuto, Sección 8, art. 8.5.3).
14. Otras funciones relevantes son resolver cuestiones perentorias, realizar o autorizar pagos y
firmar o autorizar cheques junto con el Tesorero. También dispone la confección de la
Memoria que firma conjuntamente con el secretario, Balance General, Presupuesto y
Cuenta de Gastos y Recursos que suscribe conjuntamente con el tesorero y que somete para
su aprobación a la Junta Directiva.
15. Ver M. Dossi (2011a).
16. La cantidad de integrantes de la Junta Directiva ha variado en el transcurso del tiempo y
esta es la cantidad que posee actualmente.
17. La conformación completa de los Comité Ejecutivo se puede consultar en Dossi (2011).
18. Las primeras medidas votadas y aprobadas fueron las leyes de Emergencia Económica y
de Reforma del Estado. Ver Schvarzer (1998), Basualdo (2003).
19. Sobre las manifestaciones de las corporaciones empresarias en torno a las reformas
neoliberales y a los vínculos de las mismas con el Estado consultar Beltrán (1999, 2001,
2006); Sidicaro (1989, 2001 y 2005).
20. Sobre declaraciones del dirigente se puede consultar Memoria UIA (1989, 1990).
21. Sobre las particularidades y discusiones internas en el seno de la UIA en dicho período ver
Dossi (2011a).
22. El Grupo de los 8 fue integrado por la UIA, la Sociedad Rural Argentina (SRA), la
Cámara Argentina de Comercio (CAC), la Bolsa de Comercio, la Cámara Argentina de la
Construcción, la Unión Argentina de la Construcción (UAC), la Asociación de Bancos de
la Argentina (ADEBA), la Asociación de Bancos de la República Argentina (ABRA). Se
puede consultar Beltrán (2011) y Aruguete (2006).
23. Para mayor información sobre las particularidades de la totalidad de dicho Comité
Ejecutivo: Dossi (2011a).
24. Sobre un tratamiento detallado de estas controversias ver Dossi (2011).
25. Del período bajo análisis, solo en estas elecciones confrontaron dos listas internas (MIA-
MIN). Luego, rigió el acuerdo para conformar listas de unidad y presentar un solo
candidato (Dossi, 2011; 2012a).
26. Para un análisis más detallado de estas controversias y tensiones internas ver Dossi
(2011a).
27. Sobre esta característica consultar la composición del Comité Ejecutivo en las Memorias
de la UIA, años 1981-1989.
28. Esta estrategia de la dirigencia corporativa industrial se relacionaba con el surgimiento y
rol que desempeñaron los capitanes de la industria en los años ochenta. Ver Ostiguy
(1990).
29. La Cámara fue representada en los años previos por Jacques Hirsch y por Jorge Gaibisso.
Se pueden consultar las Memorias de la UIA (1981-1990).
30. Esta situación se había presentado en los años ochenta con la existencia de los Capitanes
de la Industria y del Grupo María como polos de representación empresaria por fuera de las
estructuras de la UIA. Ver Ostiguy (1990), Melo (1999), Beltrán (2007), Dossi (2011a).
31. Ver también Azpiazu (1994), Basualdo (2003), Schorr (2004), Gaggero (2011).
32. La participación de PEREZ COMPANC implicó el alejamiento de Manuel Herrera del
grupo y también de su actividad como dirigente industrial. Por otra parte, frente a las
dificultades del sector siderúrgico, el grupo TECHINT logró escindirse y en consecuencia
desligarse de la caída de ventas en el mercado interno y de la dificultad para enfrentar la
apertura comercial que golpeaba al sector, ya que fortaleció su inserción exportadora. Para
mayor información sobre la inserción de estos grupos en el proceso privatizador consultar
Schorr (2004), Bisang (1998), Basualdo (2003) y Gaggero (2011).
33. Ver Gaggero (2008).
34. Esta construcción de alianzas y negociaciones en el seno de la UIA se vincula
estrechamente con dos cuestiones: por un lado, con asegurar la representatividad de la
corporación, y por otro lado, con el proceso de construcción de consenso en el seno de las
asociaciones empresarias que les posibilita aunar posiciones heterogéneas para luego actuar
colectivamente. Para mayor información ver Dossi (2011).
35. Perteneciente a la industria de motores y vehículos, integrante de Zanella Hnos. y CIA.
36. Perteneciente a la industria petroquímica y dirigente de Industrias Petroquímicas
Argentinas SA, Ipako.
37. Sergio Einaudi representaba al Grupo TECHINT a través de su pertenencia a Siderca y el
mencionado grupo reforzaba su injerencia mediante la designación de otro ejecutivo de
Siderca, Eduardo Casullo, como director ejecutivo de la entidad.
38. Perteneciente a la industria textil, presidente de Alpargatas SAIC.
39. Integrante de la industria alimenticia, dirigente de Arcor SAIC.
40. Durante la década de 1990 la UIA sufrió el alejamiento de distintas cámaras de peso
porque las mismas no compartían las estrategias y posicionamientos adoptados por la
entidad. Ver Dossi (2011).
41. La elección del nuevo presidente de la UIA contó con la abstención de doce integrantes,
entre los que se contaban siete delegados de ADEFA. Memoria de la UIA, 1997.
42. Esta pertenencia partidaria del dirigente generó una fuerte controversia en el seno de la
UIA cuando Sebastiani otorgó el quórum para la sanción de la ley de reforma laboral en el
año 1998, resistida por los miembros de la UIA. Tras este episodio, el presidente presentó
su renuncia y fue sucedido en el cargo por el vicepresidente 1°, Álvarez Gaini.
43. De Mendiguren ha ejercido múltiples cargos en el ámbito público y privado entre los que
se pueden mencionar: ministro de la Producción de la República Argentina, director del
Banco de la Nación Argentina y actualmente diputado. Se desempeñó como presidente,
vicepresidente y secretario de la UIA. Presidió la empresa Conindar SA, Coniglio SA,
propietario de la cadena Stock Center y Kick France SA. Actualmente es presidente de
Texlonas SA y de la Sociedad Anónima, Ganadera y Financiera San Rafael; presidente de
la Federación Argentina de la Industria de la Indumentaria y Afines (FAIIA);
vicepresidente del Capítulo Argentino de la Sociedad Internacional para el Desarrollo
(SID); y vicepresidente de la Cámara Industrial Argentina de la Indumentaria (CIAI).
44. Al respecto se puede consultar Anuario de la UIA 1995 y 1996.
45. Sobre esta cuestión ver Dossi (2011), capítulo V, cuadros 6 y 7.
46. Informe económico del Departamento de Economía de la UIA, período septiembre-
noviembre, 1998. Consultar Anuario de la UIA, 1998, 2a parte, pp. 15-18.
47. Sobre las tensiones entre las funciones de los dirigentes se puede consultar el análisis de
Murillo (2008) para el estudio de los sindicatos.
48. El Grupo Productivo fue integrado por la UIA (con una fuerte influencia del Grupo
Techint), por las Confederaciones Rurales Argentinas (CRA) y por la Cámara Argentina de
la Construcción (CAC). Para mayor información sobre este agrupamiento ver Merino
(2014).
49. Sobre el accionar de los dirigentes de compañías extranjeras ver Dossi (2011b), Wainer
(2010).
50. Estos apoyos de la dirigencia de la UIA quedaron manifiestos en el período 1993-1997
cuando Blanco Villegas dirigió los destinos de la entidad fabril. Al respecto consultar Dossi
(2011, capítulo V).
51. Sobre estas cuestiones se puede consultar Revista Mercado, ediciones 1998-1999.
52. Consultar Dossi (2011a, capítulo VI), Basualdo (2003), Schorr (2005).
53. Juan Carlos Lascurain es un empresario industrial vinculado al sector metalúrgico, fue
integrante de distintas cámaras pertenecientes al sector y desarrolló parte de su carrera
profesional en M. Royo comenzando como adscripto a la Gerencia General. Es un dirigente
industrial que mantiene estrechos vínculos dentro de la corporación con Ignacio De
Mendiguren y asimismo tiene contacto fluido con integrantes de la Organización Techint,
hecho que ha generado fricciones con otros integrantes de la UIA por considerarlo un
lobbysta de este importante grupo económico.
54. Sobre la conformación del Grupo Productivo y las modificaciones de las alianzas
empresarias y su implicancia en el accionar colectivo de la UIA ver Dossi (2011a, 2011b).
Capítulo 7
El fin de la tradición: La Sociedad Rural Argentina frente al
menemismo [1]
por Mariana Heredia
Introducción
Frente a la complejidad e inestabilidad de la Argentina contemporánea
pocas certezas parecieron menos cuestionadas que la existencia, a fines del
siglo XIX y principios del siglo XX, de una elite social relativamente
homogénea y solidaria. Vinculados con las grandes propiedades de la
pampa húmeda y las actividades agropecuarias de exportación, los “grandes
terratenientes”, los miembros de las “familias patricias”, la “alta sociedad
de Buenos Aires”, la “generación del ochenta”, los grandes hombres del
“orden conservador” parecieron términos transparentes y homologables. No
cabía duda de que la Sociedad Rural Argentina (SRA) constituía el espacio
de reunión y de representación por excelencia de estos grupos y sus
herederos.
Hasta hace muy poco tiempo, las investigaciones sociales supusieron la
vigencia de esta imagen paradigmática de los grandes propietarios
agropecuarios y de la Sociedad Rural Argentina sin preguntarse demasiado
por las transformaciones ocurridas entre estos productores y sus
representantes. Ciertamente, hasta entrada la década de 1980, los indicios
de continuidad eran elocuentes. A pesar de los esfuerzos en pos de la
industrialización, el perfil productivo del país seguía otorgando centralidad
a las actividades primarias. La ausencia de una reforma agraria semejante a
la adoptada en otros países de la región, había permitido perpetuar, aunque
atemperada, la importancia de las grandes propiedades y de algunas de las
principales familias propietarias. Asimismo, dada la dispersión de las
fuerzas sociales opuestas a la hegemonía cultural de los padres fundadores,
sus herederos habían lograron reproducir en el tiempo una red de amistades
poderosas y un fuerte reconocimiento simbólico de gran parte de las clases
medias y medias altas. Aunque en la primera mitad del siglo XX, los
productores primarios crearon otras entidades representativas del sector,
ninguna de ellas disputó a la SRA la voz de los propietarios más grandes y
poderosos ni ninguna otra corporación sectorial buscó asociarse tan
estrechamente a los notables del siglo XIX.
Paradójicamente, al tiempo que se subrayaba el carácter revolucionario
de las reformas adoptadas por el gobierno peronista a partir de 1989, la
preocupación por las elites fue, desde principios de los años noventa,
perdiendo interés. A lo largo de esta década, los análisis sobre la cuestión
fueron furtivos y aún más escasos fueron aquellos que buscaron apoyarse en
estudios empíricos. Todo parecía indicar que era solo el movimiento
político nacido en 1945, el que había experimentado grandes mutaciones.
Ante una reorganización tan profunda del capitalismo y de las instituciones
democráticas, las elites económicas eran vistas como actores llamados
necesariamente a reproducirse exitosamente, a consolidar e imponer sus
formas de organización, sin acusar más impacto que el de una prosperidad
fortalecida.
Es aquí que el estudio de nuestro caso revela todo su interés. En tanto
entidad corporativa, la SRA es una organización formada por asociación
voluntaria que busca representar y defender los intereses del agro. Los
espacios de la representación sectorial se revelan especialmente fructíferos
a la hora de analizar grandes cambios económicos y políticos. Y esto,
porque las dirigencias se enfrentan a una doble exigencia. Por un lado, la
tarea de representación implica, por definición, la construcción de grupos
con intereses comunes y esta construcción es particularmente intensa en
períodos de grandes mutaciones. Por otro lado, la interpretación y la
readaptación a la coyuntura deben interactuar con cierta inercia institucional
resultado de la historia y de los marcos normativos específicos de cada
organización.
A poco de andar, los primeros hallazgos nos mostraron que el derrotero
de la SRA invitaba a poner en cuestión el carácter monolítico que muchos
análisis acordaron, con excesiva rapidez, a los soportes sociales de las
reformas estructurales. En efecto, ciertos términos que remiten a los
orígenes o a los contenidos ideológicos de las reformas (tales como
“Consenso de Washington” o “neoliberalismo”), otros que designan grupos
sociales aparentemente sin fracturas (los “sectores concentrados de la
economía”, “la elite económica”, “el establishment” o “los grandes
propietarios”) dificultan la indagación empírica de los efectos diversos que
las transformaciones tuvieron sobre quienes ocupan u ocupaban la cúspide
de la pirámide social. Al adentramos en el estudio de la organización
escogida y trascender las posiciones que se manifestaban en la estrecha
arena política, la Sociedad Rural se nos presentó como un caso paradójico.
Aunque el menemismo concretó gran parte de los insistentes reclamos de la
institución, hacia fines de los años noventa, el sector agropecuario estaba
sumido en una profunda crisis, su asociación no lograba imponerse a la
competencia de otros actores corporativos del agro y sus dirigentes
evidenciaban los rasgos de una elite que supo ocupar un lugar hegemónico
pero que había entrado en un claro declive.
Para reconstruir el modo en que las reformas estructurales y las
transformaciones políticas impactaron en esta asociación y en los grupos
que representa, nos servimos de tres tipos de fuentes de información:
material periodístico producido entre 1987 y 2001, documentación interna y
entrevistas a sus principales miembros. Sobre este material, el capítulo se
compone de tres partes. El primer apartado está dedicado a la historia de la
SRA. Es indispensable recuperar el pasado para poder comprender el
significado y la magnitud de los cambios más recientes. La segunda sección
se centra en la liberalización de la tierra y en las consecuencias sufridas por
los productores y su entidad representativa. Para esta reconstrucción no solo
consideramos la relación con el Estado y las políticas públicas sino también
los conflictos internos y las grandes transformaciones institucionales, las
principales posiciones adoptadas por la organización y las relaciones con
otros actores del campo empresario. En la tercera parte proponemos una
reflexión sobre la renovación de las elites económicas en la Argentina
durante la década de los noventa.
Conclusiones inconclusas
El liberalismo, más que como una teoría económica entre otras, se reclama
en realidad como una verdadera utopía social y política. En tanto tal, reposa
sobre una visión idealizada de la realidad y exige a quienes la esgrimen
realizar profundas adaptaciones para imponerse en la práctica. A diferencia
de otros países donde los representantes del liberalismo se atribuyeron el
lugar de partícipes en la construcción de instituciones políticas y en la
orientación de la economía nacional, los liberales argentinos se reservaron
desde 1930 un papel prescindente y reactivo, que contribuyó a alimentar el
carácter ideal y desanclado de sus ideas.
Aunque la evocación de los principios doctrinarios de la economía
inglesa del siglo XVIII haya contribuido a generar la imagen de un universo
ideológico y social compacto, su traducción en medidas y prácticas
concretas ha modificado la composición, las prácticas y los discursos de
quienes se sentían inicialmente contenidos por esos ideales. Así, la
instauración de un capitalismo sin salvaguardas terminó por perjudicar a
algunos de los grupos que se intuían beneficiarios y por disolver los
principios ideológicos que habían acompañado al liberalismo durante largas
décadas.
La solidaridad entre liberalismo y antiperonismo se disolvió al tiempo
que el gobierno de Menem se mostraba dispuesto a aceptar y promover los
intereses de sus antiguos adversarios. El desprecio social pero también el
respeto de ciertas tradiciones, el cuestionamiento de los abusos de poder y
la denuncia de ciertas “desprolijidades” del partido hegemónico también
fueron abandonados con la reconciliación. Al transformarse el adversario
que los unificaba, el núcleo antiperonista también se disolvió.
La ofensiva modernizadora de los años noventa, por su parte, tampoco
podía dejar indemnes a los antiguos liberales. Las reformas no acordaron
ninguna prioridad a los productores sobre los operadores financieros, no
reconocieron ninguna distinción entre los propietarios nacionales y los
extranjeros, no aceptaron ningún límite a los dispositivos de un mercado
abierto. La SRA que había defendido las transformaciones intentó
reconvertirse a los nuevos principios pero se encontró rápidamente privada
de sus signos de nobleza y en una posición marginal dentro del espacio de
los dominantes. Es justamente la tensión entre liberalismo y
conservadurismo que signaba la situación de la SRA a fines de 2001. Y
eran los principios de una sociedad tradicional los que servían de apoyo a
las reflexiones de quienes intentaban explicar la debacle del modelo. Luego
de defender durante años las virtudes del homo economicus, Alchouron se
lamenta de las ganancias desmesuradas de los sectores financieros:
Bibliografía
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Dossiers de prensa 1987-1998 realizados por el centro de investigaciones del CISEA a
partir de los principales diarios argentinos: La Nación, La Prensa, Clarín, Ámbito
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La Nación, Clarín y Página /12 (1998-2001) versiones electrónicas.
Documentación interna de la Sociedad Rural Argentina (revista Anales y Memorias
Anuales).
Notas
1. Este artículo presenta resultados parciales de mi tesis de maestría (en francés, mémoire de
Diplôme d’Études Approfondies, DEA) realizada en la École des Hautes Études en
Sciences Sociales de París (2001). Constituye una visión revisada y extendida de los
análisis publicados en Heredia (2003). Este trabajo no hubiera sido posible sin el
invalorable archivo constituido por Jorge Schvarzer en el CISEA (hoy CESPA) y la
asistencia de Jesús Monzón. Fue en la lectura y comentario de los primeros borradores de
este texto que Mirta Palomino me enseñó muchas de las artes de este oficio. A ella, a
Monique de Saint Martín y Luc Boltanski mi agradecimiento por sus contribuciones a este
análisis.
2. La historia de la SRA fue reconstruida a partir de los siguientes trabajos: De Imaz (1964);
Palomino (1988 ) y Sidicaro (1982).
3. Para una excelente y actualizada descripción del agro pampeano y de su historia, consultar
Barsky y Pucciarelli (comps.) (1997) y Hora (2002).
4. Los arrendatarios crearon en 1912 la Federación Agraria Argentina (FAA) con el objetivo
esencial del modificar el régimen de latifundio y de obtener del Estado una mayor
protección para los trabajadores agrícolas. En 1938, los miembros de la SRA deseosos de
emanciparse de los intermediarios norteamericanos que controlaban la industrialización y
la comercialización de sus productos, formaron las Confederaciones Rurales Argentinas
(CRA). En 1956, las cooperativas regionales se agruparon en la Confederación
Intercooperativa Agropecuaria (CONINAGRO).
5. A diferencia de Brasil donde la teoría del desarrollo supo encontrar el apoyo de los
empresarios, en la Argentina tuvo muchas dificultades para hacerse un lugar entre el
liberalismo y el populismo. Esta es la tesis desarrollada por Sikkink (1991).
6. Es preciso recordar aquí que no fueron las corporaciones empresarias quienes acordaron
con el gobierno radical el plan económico sino un agrupamiento ad hoc de grandes
empresarios, los llamados “capitanes de la industria”. Ver: Bouvier (s.f.) y Osteguy
(1990).
7. V. L. Funes. “Perón y la Rural”, La Nación 17/1/1992; J. Amadeo Lastra. “Perón y la
Rural”, correo de lectores y V. L. Funes. “Perón y la Rural”, correo de lectores, La Nación
5/2/1992.
8. Mientras las agencias inmobiliarias estimaron el valor de la propiedad en entre 70 y 200
millones de dólares, el Estado argentino no aceptó más oferente que la SRA vendiéndole la
propiedad en apenas 30 millones. Un juicio se reabriría más tarde y hasta entrado el año
2015 no había sido resuelto.
9. “La exposición rural hoy: un gran shopping desmontable”: Ámbito financiero, 3/8/1992;
“La Rural cosecha ’92 reservó el gran premio para los shoppings”, Página/12, 7/8/1992 y
“Sociedad Rural: De las vacas a los Guns n’Roses”, Panorama 10/1993.
10. “El negocio de la Rural en la Exposición de Palermo. U$s 9 millones en tres semanas”,
Clarín 5/8/1992.
11. “El comunismo a la criolla según Zavalía”, El Economista 24/1/1992.
12. Azcuy Ameghino (2000), Perona y Reca (1997), Mercado (1998).
13. La historia de Alchouron ha sido reconstruida a partir de información periodística y de
nuestra entrevista del 20/4/2001. Esta actitud también queda de manifiesto en el reportaje
recogido por Naszewski (1987) a propósito del plan Austral.
14. Para citar solo un ejemplo, los miembros de la SRA pueden tener acceso a los registros
genealógicos y a otros servicios a costos muy inferiores que quienes no son socios. La
mayoría de los criadores obtienen ventajas al inscribirse que van más allá de cualquier
identificación política con las dirigencias.
15. Según Imaz, en 1960, 40% de los miembros de la asociación habían terminado sus
estudios universitarios y, entre ellos, más del 60% había elegido el derecho. Cf. De Imaz,
op. cit., p. 109. La investigación de Palomino realizada a comienzos de los años ochenta,
alcanza la misma conclusión: a pesar del incremento del porcentaje de diplomas
universitarios, los abogados eran aún los profesionales más numerosos. Cf. Palomino, op.
cit., pp. 232-233. En lo que respecta a los tres dirigentes que hemos analizado durante los
años 1990, dos de los presidentes escogidos eran abogados Alchouron y de Zavalía, y
también lo era C. Gómez Álzaga el candidato de la oposición a las elecciones de 1991. Los
ingenieros agrónomos y los veterinarios parecen ocupar el segundo lugar en los puestos de
dirección aunque son más numerosos dentro del equipo técnico de la SRA.
16. H. L. Biocatti. “1866-1996. Nuevos tiempos de epopeya”, Anales de la SRA. Año CXXX,
N° 6, 1996, p. 3.
17. Entrevista a Guillermo Alchouron, Buenos Aires, 20/4/2001.
Capítulo 8
La elite empresarial católica argentina: estructura organizacional,
sociabilidades y posicionamientos políticos (1999-2003)
por Gustavo Motta [1]
Introducción
La emancipación cristalizada de lo religioso como ordenador hegemónico
del mundo moderno, producto de un proceso histórico denominado
comúnmente como “secularización” o tránsito de una “sociedad
heterónoma” a otra “autónoma” (Gauchet, 2004), supone la amenaza de
desestructuración de los antiguos soportes simbólicos que daban sustento a
diversas relaciones sociales, entre ellas la producción y el intercambio. Esa
temporalidad única, universal, se corroe con el desarrollo mismo del
capitalismo y termina reconfigurándose en una diversidad de escenarios y
roles que el individuo moderno debe afrontar en sus prácticas cotidianas,
aquello que Berger y Luckmann (1979) denominaron “subuniverso de
sentido”. Los empresarios, desde luego, no escapan a esta regla general.
No obstante, ocurre que los individuos en su actuar cotidiano atraviesan
diferentes planos de realidad, difusamente separados, que obligan al sujeto
a comprender y actuar coherentemente en dichas multiplicidades
ambientales (espacios) e interaccionales (redes sociales). Para nuestro caso,
el subuniverso “económico-empresarial” intercepta aun, en su lenguaje
experto, elementos que pertenecen al orden del sentido común, [2]
impregnado de múltiples fórmulas, ideas y lugares comunes católicos,
producto de un pasado en el que la cuota de poder de la Iglesia dentro del
universo simbólico era, por cierto, bastante mayor que en la actualidad. Por
esta razón, a la institución eclesiástica no solo le cuesta adaptarse sino que
se esfuerza por cuestionar y reajustar estas realidades múltiples a “su”
temporalidad, dando lugar a apresuramientos que hasta pueden llegar a ser
contraproducentes en el terreno político.
Pero no existe “un” sentido común o concepción del mundo acrítica de
carácter general, dado que en ella influyen los distintos ambientes culturales
y sociales en los que el hombre medio desarrolla su individualidad moral.
Hay tantos sentidos comunes como estratos sociales existan (Gramsci,
1981). [3] Nosotros agregamos que, desde esa mirada sociológica del
sentido común las interacciones sociales que tienen lugar en determinados
círculos de sociabilidad no solo tienen la capacidad de incidir en la
mutabilidad relativa de ciertos elementos de la cosmovisión que se trate,
sino que fundamentalmente es el sentido común compartido lo que le da
plausibilidad al lazo social, es decir, a partir de ciertos núcleos de sentido
más o menos solidificados comunes respecto del orden político, económico,
etc. De este modo, existe una permanente tensión entre los intereses
prácticos de un grupo social determinado y el carácter conservador del
sentido común, [4] producto de un forjamiento pretérito ajustado a pautas
morales que debieran dar respuestas a realidades cambiantes y que exigen
reinterpretaciones de las prácticas cotidianas. Y es en el mundo de la vida
cotidiana donde tienen lugar estas interacciones, prácticas y simbólicas. Sin
embargo, esta “vida cotidiana” no es única en un sentido esencialista, ni
mucho menos abstracta, dado que siempre está relacionada a los
subuniversos en los que el individuo actúa. Esto último nos obliga a realizar
una advertencia metodológica: recortar analíticamente un determinado
plano de realidad no implica desconocer la existencia de múltiples vidas
cotidianas, sentidos comunes y subuniversos a los que una misma persona
se enfrenta día a día.
Estas reflexiones nos llevan directamente a nuestro objeto de estudio: el
empresariado católico argentino, institucionalizado en la Asociación
Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE). Al respecto, constituiría un
equívoco asociar sin más las palabras episcopales con las empresariales
católicas si previamente no se asumen y explicitan a priori las diferentes
motivaciones y fines de los actores y de las instituciones colectivas
involucradas, tanto en términos espaciales como históricos. El primer hecho
que debemos notar es que las “temporalidades” en que se inscriben la
jerarquía episcopal y los empresarios católicos de ACDE no necesariamente
coinciden, pues sus acciones obedecen a “lógicas divergentes” (Motta,
2012a). La empresarial obliga a lidiar políticamente en el terreno concreto
de la coyuntura, de las decisiones diarias y de la inmediatez del arbitraje. En
cambio, en los posicionamientos políticos de la jerarquía se entrecruzan
tanto los objetivos vaticanos como la coyuntura doméstica y las propias
diferencias internas del cuerpo episcopal respecto del diagnóstico y
solución a una situación económica determinada.
El empresariado católico nacional se encuentra en una sugestiva posición
dado que tanto los repertorios en juego (atravesados por la Doctrina Social
y la “traductibilidad terrenal” de las normas morales católicas,
“autoasignadamente” monopolizadas por la Iglesia), como los intereses
económicos concretos (estrechamente vinculados a las definiciones de
política económica) y los ámbitos de sociabilidad en donde estos se
despliegan, conforman un objeto de estudio atravesado por diversas
temporalidades, en cuyo seno debe negociarse un determinado
posicionamiento político-económico. En otros términos, la posición
dilemática de los empresarios católicos permite estudiar los mecanismos
mediante los cuales intentan articular esas escasas posiciones en torno a
múltiples intereses y valores. Y es probable, incluso, que en ciertas
ocasiones sus argumentaciones amenacen con socavar el fundamento de
legitimidad de alguno de los colectivos implicados.
Por otro lado, ¿por qué hablar de “elite empresarial católica argentina”?
En primer lugar, dado que la membresía es personal y no empresarial, es
posible afirmar que varios de los individuos que detentaron posiciones
clave en la estructura institucional de ACDE durante el período de análisis
ocupan o han ocupado posiciones de dirección en empresas-grupos de la
cúpula empresarial, así como puestos clave en el Estado. En segundo lugar,
y en virtud de la fuerte importancia que la elite económica argentina le ha
brindado a la construcción de redes de vínculos cruzados durante los años
noventa (ver Castellani en este volumen), ACDE constituye una asociación
empresaria en cuyo entramado relacional existe una circulación permanente
de actores nacionales y extranjeros, de los campos episcopal, empresarial,
político, académico, entre otros, muchos de ellos representantes genuinos
del establishment económico y financiero mundial. Además, la extensa red
de medios de comunicación nacionales y extranjeros, agencias
informativas, fundaciones económicas y entidades patronales
internacionales vinculadas con ACDE, la transforman en un privilegiado
productor y reproductor de pautas y recomendaciones de políticas
económicas. Muchas de ellas llegan a ser pronunciadas en forma directa
frente a presidentes, ministros y otros altos funcionarios públicos nacionales
e internacionales, en tanto invitados frecuentes a sus reuniones.
Desde una perspectiva que incorpora la mirada estructural que los
clásicos como Mosca ([1896] 1923) y Pareto ([1923] 1978) –y luego Mills
([1956] 1987)– utilizaron en sus estudios sobre la función de una elite
dentro del sistema social, profundizaremos además la lógica interna,
procesual, de “selección” y “ascenso” en términos de estatus de los
integrantes más preponderantes de la red social de ACDE. Actualmente, la
sociología adscribe en sus estudios sobre las elites a aquellas minorías que
detentan algún tipo de poder social y lo utilizan para terciar en
determinados círculos políticos. Con esta idea fue tomando fuerza la “teoría
del pluralismo de las elites” (Hoffmann-Lange, 2003). Ahora bien, si a la
demarcación empírica y al examen ideológico de los posicionamientos
políticos de las elites económicas le adicionamos el elemento religioso,
tenemos un interesante campo de investigación que atraviesa no solo los
aspectos estructurales e institucionales. Adicionar los elementos cognitivos
de la interacción habilita la interpelación procesual de la construcción de
dichos posicionamientos, que tienen lugar en un campo cuyos límites
difusos se encuentran imbuidos por principios morales y éticos, que a la vez
constituyen la guía conductual de sus prácticas cotidianas.
¿Por qué analizar el empresariado católico durante la crisis y salida del
régimen de convertibilidad? Porque nos abre una dimensión transversal. El
hecho de asistir al enfrentamiento político entre dos bloques de los sectores
dominantes en torno a la construcción de un consenso respecto de la
interpretación de la crisis, nos introduce en un contexto de fuerte
recomposición en términos de nuevas alianzas. [5] Como mencionáramos
arriba, instintivamente podría suponerse que la moral católica y los
principios de la Doctrina Social de la Iglesia, o más precisamente lo que los
propios actores entienden por ellos, proveerían el marco ético y estético
para la toma de posiciones. Pero el normativismo es relativo y se trastoca
tan pronto estos despliegan sus prácticas y, con ellas, su autoconfiguración
identitaria y sus interpretaciones acerca de lo que “debe ser” en el mundo
económico, así como los límites entre este y el campo católico.
Este capítulo está dirigido a dilucidar las características más salientes de
una asociación fundada hace ya más de sesenta años con el objetivo de
orientar las prácticas empresarias según la Doctrina Social de la Iglesia. En
ese sentido, dividiremos la exposición en dos grandes apartados. En el
primero nos abocaremos a explorar, identificar y caracterizar al
empresariado católico nacional institucionalizado en ACDE, en el marco de
la crisis y salida del régimen de convertibilidad. Abordaremos su historia y
estructura organizacional, su inserción en el campo de las asociaciones
patronales cristianas en el mundo, los actores que ocuparon posiciones
clave en su entramado y sus trayectorias profesionales. Respecto de esto
último, dado que para lograr con éxito cualquier acción política se torna
imprescindible la constitución de redes de sociabilidad en donde no solo
actúen los socios, sino –sobre todo– también personalidades destacadas en
diferentes campos del ámbito nacional e internacional, presentaremos los
resultados más relevantes de una investigación previa (Motta, 2014) que
incluyó, entre otras, a la perspectiva analítica de las redes sociales. [6] En el
segundo apartado desmontaremos, examinaremos y conjeturaremos acerca
de las estrategias discursivas desplegadas para la fijación de sus
posicionamientos políticos respecto de tres ejes clave: a) la desregulación
de los mercados y el acotamiento del rol del Estado en el período
neoliberal, b) el endeudamiento externo, dado que su naturaleza y dinámica
permite entender los rasgos medulares del modelo convertible (ver Nemiña
y Schorr en este volumen), y c) la redefinición de las coordenadas estatales
respecto de la intervención pública en el mercado a partir de la
posconvertibilidad.
En las conclusiones, brindaremos una visión de conjunto que incorporará
tanto sus rasgos estructurales, sus principales actores y sus ámbitos típicos
de acción, así como sus estrategias argumentativas en la fijación de sus
posicionamientos político-económicos.
Conclusiones finales
Desde su fundación, ACDE intentó diferenciarse marcadamente de los
obispos argentinos, asignándoles un marco de acción limitado al
entendimiento de la relación entre doctrina y campo moral de las prácticas
terrenales. Según afirmara su fundador, Enrique Shaw, en el año 1959
durante el Primer Encuentro de UNIAPAC de Responsables de las
Asociaciones Católicas Nacionales, celebrado en Perú, los obispos debían
saber que en ACDE “hay gente que está en contacto con la realidad”
(Archivo oral de ACDE). El monopolio de este saber experto le otorga a
ACDE la legitimidad exclusiva para hablar fundadamente sobre asuntos
concernientes al campo económico y, por extensión, al político.
La relación entre el peronismo y ACDE podría decirse que fue
tormentosa desde sus inicios. Shaw adhirió tempranamente a las ideas de
José Cardijn, impulsando los principios de la Juventud Obrera Cristiana y
de la Acción Católica. Es cierto que no pocos simpatizantes de la JOC
vieron en el peronismo la cristalización de su ideario, pero el fundador de
ACDE siempre mantuvo una amplia distancia, por considerarlo solo una
caricatura del jocismo que escondía intenciones tiránicas.
Al analizar las trayectorias profesionales e intelectuales de los miembros
más encumbrados de la institución durante nuestro recorte, es difícil
encontrar alguna relación con el peronismo, al menos con ciertos sectores.
Por ejemplo, de los miembros del gabinete que nombró Eduardo Duhalde el
2 de enero de 2002 hasta mayo de 2003, solo encontramos la presencia de
Jorge Remes Lenicov, ministro de Economía. Sin embargo, su participación
sucedió mucho antes de su nombramiento, el 23 de abril de 1999,
acompañando a personalidades precisamente muy vinculadas con una
visión neoliberal del sistema económico, como Domingo Cavallo y Ricardo
López Murphy. De esta forma, si tenemos en cuenta la distancia –y recelo–
planteada entre ACDE y la CEA, por un lado, y entre ACDE y el
peronismo, por el otro, podemos explicar la participación nula de los
miembros del gabinete duhaldista en las actividades de la asociación, a
pesar de las muy buenas y explícitas relaciones entre el expresidente y su
gabinete con los miembros de la jerarquía episcopal.
ACDE aparece como una institución abierta, que dedica mucho esfuerzo
a la formación profesional, académica y doctrinal de los jóvenes cuadros
empresarios. Lo que significa una “formación profesional integral”: ética
profesional, solvencia académica y valores católicos conformarían así los
elementos principales del empresario arquetípico.
El diseño de la estructura organizacional se enmarca en lo que podría
denominarse “esquema de reacción rápida”, operativo y versátil conforme a
las características propias del campo empresario. Allí tiene un fuerte peso la
figura del asesor doctrinal, que atraviesa todo el arco dirigencial. También
es significativa la velocidad en la circulación de cargos, dado que el
mandato del presidente dura tres años, sin posibilidad de reelección,
mientras que el mandato del resto de los miembros, si bien pueden ser
reelectos, duran tan solo un año.
Para la incidencia simbólica en la discusión pública, ACDE cuenta con
apoyo financiero de grandes medios de comunicación, los cuales no solo
auspician sus actividades sino que también facilitan destacados espacios a
columnistas ligados a la institución. Aunque no solo, cabe señalar, se trata
de los comunicadores, pues ciertos miembros del directorio de estos medios
ocupan cargos en ACDE, como es el caso de José Antonio Aranda,
vicepresidente del Grupo Clarín e integrante en todo nuestro recorte del
Consejo Directivo.
Por otro lado, ACDE representa, según el prisma con que se mire, una
red total o un nodo más de algo mucho más abarcativo. Sus relaciones
internacionales con el resto de las asociaciones patronales tienen una fuerte
tradición, tanto en América Latina como en Europa. Sin embargo, no fueron
solo actores empresariales católicos los integrantes de la red de ACDE. Más
bien estos solieron ofrecer el marco para la generación de ámbitos de
discusión mucho más amplios, capaces de incorporar temáticas referidas a
la política, la economía, la relación entre los valores católicos y los
comportamientos empresarios, entre otras.
Sus ámbitos de reunión son varios pero se corresponden de manera
regular al tipo de actividad, distribuidas por tema y grupo interno promotor.
Aquellos que aparecieron típicamente como privilegiados para la
interacción fueron: hoteles 4 y 5 estrellas y restaurantes exclusivos de
Buenos Aires para los Almuerzos y after jobs, y la Universidad Católica
Argentina para las actividades relacionadas con la formación, tanto
doctrinaria como profesional.
La UCA cobijó el 51% del total de actividades. La gran mayoría de los
principales actores empresariales católicos se inscribe en dicha institución,
sea durante su formación académica o bien en su desempeño profesional.
Así, la UCA constituyó el lugar legitimado por el conjunto para la
consolidación del prestigio y del estatus empresariales, brindando la
oportunidad única para homogeneizar las disparidades individuales en torno
a los títulos, permitiendo la incorporación paulatina de un cierto habitus
empresario desarrollado en las sociabilidades allí compartidas.
El carácter exogámico de ACDE le otorga una circularidad única en los
altos niveles de la sociabilidad empresarial. Actores del campo empresario,
político y académico formaron parte de su entramado. [46] En los Foros
Almuerzo fue evidente la predilección por representantes del establishment
vinculado a la tradición liberal, posición que se repitió en los distintos
ámbitos. Fue el caso de Michel Camdessus, Felipe de la Balze y Carlos
Ortiz de Rozas. En relación con la formación doctrinaria y profesional
aparecieron Rafael Braun, Manuel Solanet, Luis Riva y Orlando Ferreres.
Para el caso del Grupo ACDE Joven se destacó Patricia Bullrich
convocando la mayor cantidad de jóvenes.
Si bien circularon un total de 226 actores en todo el recorte, advertimos
una fuerte concentración en torno a un grupo privilegiado. Tomando en
cuenta la perspectiva analítica individual-estructural, es decir, observando la
cantidad de participaciones de cada actor de la red en las distintas
actividades, de destacó claramente el asesor doctrinal, el presbítero Rafael
Braun. En las primeras posiciones también aparecieron otros actores
eclesiásticos, como Pablo Condrac y Alejandro Llorente. Sin embargo, este
hecho no se tradujo en una correlación directa entre los posicionamientos
políticos de la Conferencia Episcopal Argentina y de ACDE.
Al respecto, los empresarios sostuvieron una posición comprensiva
cuando los cuestionamientos episcopales no excedieron la isotopía genérica
de las denuncias morales del modelo. Sin embargo, cuando el nivel de la
crítica al neoliberalismo sobrepasaba esos límites aparecieron reacciones
rápidas y contundentes.
Pero además hallamos un elemento revelador, que entendemos tiene
estrecha relación con los ámbitos de sociabilidad estudiados y cómo sus
dinámicas logran configurar los subuniversos de sentido: sería un error
hablar de estas reacciones categóricas asignándolas exclusivamente a “los
empresarios”. Cuando bajo determinadas circunstancias los
cuestionamientos eclesiásticos incluyeron categorías y conceptos propios de
la disciplina económica para justificar algún tipo de alternativa al
neoliberalismo, no solo fueron los empresarios quienes encabezaron la
contraofensiva. El propio asesor doctrinal de la entidad y actor principal,
Rafael Braun, se erigió en fervoroso defensor de las posiciones empresarias,
del libre mercado y de las ventajas de la autorregulación, junto a integrantes
del Grupo de Economistas de ACDE como Javier García Labougle, Manuel
Solanet, Orlando Ferreres, Enrique Folcini y Celso Arabetti.
Este hecho nos indica que en el proceso de construcción subjetiva y de
adscripción a una temporalidad típica específica, en este caso la empresaria,
reviste un papel fundamental los ámbitos de socialización y las redes
interpersonales en las cuales el actor se desenvuelve, pues allí se construyen
diversos sentidos respecto de una realidad política y económica.
Los posicionamientos institucionales de ACDE estuvieron apoyados por
Michel Camdessus, asiduo invitado a las reuniones de la entidad, y
replicados por los dos mayores diarios nacionales, auspiciantes de las
actividades de ACDE, La Nación y Clarín.
El Grupo de Economistas, distanciándose de la estrategia más
conciliadora, autocrítica y revisionista llevada a cabo por los órganos de
dirección de ACDE a partir de 2002, se aferró acérrimamente al ideario
neoliberal para elaborar su diagnóstico y proponer alternativas de salida a la
crisis. Precisamente, en medio del debate sobre el nuevo rol del Estado en la
posconvertibilidad.
Las dimensiones que más preocuparon a los economistas del Grupo –
política fiscal, monetaria, cambiaria y desregulación del sistema financiero
y del mercado de capitales– fueron tratadas desde una férrea defensa del
sector privado y de su iniciativa libre. Sus propuestas políticas abarcaron la
dolarización, la reducción de salarios públicos, la eliminación de impuestos
“distorsivos” y, finalmente, algo inédito para la literatura política y
económica en nuestro país, la creación de la Reserva Federal Argentina en
reemplazo del Banco Central.
Bibliografía
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Notas
1. Agradezco la lectura y los valiosos comentarios de Ana Castellani, Verónica Giménez
Béliveau, Marina Dossi, Luis Miguel Donatello e Hilario Wynarczyk. Por supuesto, quedan
eximidos ante cualquier error u omisión.
2. Hacemos notar que el sentido común es más efectivo políticamente porque ha diversificado
sus prejuicios en los diferentes órdenes y los ha petrificado en el lenguaje, el razonamiento
y el actuar cotidianos.
3. Nos referimos al contenido y no al sentido común en tanto mecanismo social de
transmisión de memoria colectiva. En ese sentido, ver Raiter (2003), en especial pp. 141-
142.
4. Hablamos desde la propia esfera de interacción del grupo. También esa tensión se expande
al resto de la sociedad, en donde confluyen los distintos sentidos comunes y el resto de los
subuniversos y “vidas cotidianas”: entendemos que allí se encuentra la gran arena de la
política, es decir, el espacio de la discusión pública.
5. El sector financiero y las empresas privatizadas adquirirán relevancia por su férrea lucha en
defensa del modelo, mientras que el autodenominado “Grupo Productivo” (Cámara
Argentina de la Construcción, Unión Industrial Argentina y Confederaciones Rurales
Argentinas) lo cuestionará.
6. Los ámbitos y redes en donde se producen y circulan diferentes capitales se vuelven
centrales para el hombre de negocios. Allí se dirimen los posicionamientos colectivos de
las elites respecto de las decisiones sobre política económica, por un lado, y se moviliza
una serie de recursos con el fin de terciar en esas definiciones, por el otro. La investigación
que da origen a este capítulo se dirigió al estudio comparado entre ACDE y la Conferencia
Episcopal Argentina, sus redes de sociabilidad, ámbitos de acción y posicionamientos
políticos. Allí construimos las imágenes reticulares de cada red social utilizando el
software VISONE v.2.6.5. La elaboración de los mapas surgió de la confección de diversas
matrices de datos CSV (comma-separated values) basadas en diferentes fuentes, como
memorias anuales de ACDE, folletos informativos de los encuentros anuales de ACDE y
UNIAPAC, documentos institucionales, Archivo Oral de ACDE, Revista Empresa y diarios
nacionales (La Nación, Clarín y Página/12). El tratamiento por software permitió mensurar
exactamente la distancia que cada nodo (actor) tuvo respecto de las posiciones centrales,
bajo el supuesto teórico de que cuanto más vínculos un actor pueda establecer, se
acrecienta su capacidad para la movilidad de recursos, por oficiar de linker privilegiado en
relación con el resto.
7. Órgano creado en 1931 por el Episcopado nacional con el fin de reunir al laicado católico
en su misión evangelizadora. Cabe mencionar que ACDE hasta 1961 significaba
Asociación Católica de Dirigentes de Empresa. El cambio de ‘católica’ a ‘cristiana’ estuvo
motivado por la creación del “Secretariado para la promoción de la unidad de los
cristianos”, a pedido del Papa Juan XXIII, durante las reuniones preparatorias del Concilio
Vaticano II (Empresa N° 208, verano de 2012, p. 6).
8. Además de ACDE Argentina, otros países latinoamericanos poseen sus propias
asociaciones de empresarios cristianos que, como en el caso argentino, forman parte de
UNIAPAC: Bolivia (Cochabamba), Brasil (San Pablo, Minas Gerais y Río Grande), Chile,
Cuba, Ecuador (Quito), Honduras, México, Paraguay, República Dominicana, Uruguay y
Venezuela.
9. XXIV Congreso Mundial UNIAPAC y XXIX Conferencia Nacional de Les EDC (Les
Entrepreneurs et Dirigeants Chrétiens): empresas, fuente de esperanza, Lyon, 30, 31 de
marzo y 1 de abril de 2012. Los últimos congresos mundiales de UNIAPAC fueron: XXI
Congreso Mundial: “Equidad y Solidaridad: Desafíos de los Hombres de negocios para el
Siglo XXI”, Buenos Aires, 2002; XXII Congreso Mundial: “Ser mejores dirigentes de
empresa en un complejo mundo globalizado”, Lisboa, 2006; XXIII Congreso Mundial:
“Valores para la construcción de un mundo mejor”, México D.F., 2009; XXIII Congreso
Mundial Valores para la construcción de un mundo mejor. México D.F., 2009 y XXV
Congreso Mundial Empresas, gobierno y sociedad civil trabajando juntos para el bien
común. Belo Horizonte, 2015.
10. Quien hacía pública, por lo demás, su propia y profunda oposición al peronismo. Romero
Carranza, militante de Acción Católica, se graduó de abogado en 1930 y fue destituido en
el año 1949 cuando era secretario de juzgado en la Capital Federal. Reintegrado en el año
1955 con la Revolución Libertadora, se desempeñó en la Cámara de Apelaciones hasta su
retiro en 1974. Fue conocido, además, por haber intervenido en el juicio por el asesinato de
Pedro Eugenio Aramburu.
11. Lo integran entre 12 y 24 miembros, elegidos por la Asamblea ordinaria de socios por un
período de 3 años y con renovación anual por tercios. Las reuniones del Consejo son
mensuales.
12. Se compone de: presidente, vicepresidente 1°, vicepresidente 2°, secretario, tesorero,
prosecretario y protesorero. Esta Mesa Directiva tiene a su cargo todas las funciones
ejecutivas de la Asociación. El presidente es nombrado por un período de tres años y sin
posibilidad de reelección, mientras que los miembros restantes sí pueden ser reelectos –en
sus mismos cargos o en otro–, pero sus mandatos duran un año.
13. Las comisiones que actualmente se encuentran en funcionamiento son: Comisión de
Finanzas; Comisión de Espiritualidad; Comisión Premio ACDE “Enrique Shaw”;
Comisión de Socios; Comisión de Comunicaciones; Comisión para la transformación de la
cultura empresaria; Comisión Programa Consejeros; Comisión UNIAPAC; Comisión
Revista Empresa; Comisión Causa Enrique Shaw; Comisión Encuentro Anual; y Comisión
Interior y Federación. Los Equipos de Trabajo son: Equipo de Reclutamiento de nuevos
Socios; Equipo de Inducción; Equipo de Fidelización; Equipo de CRM y Tecnología;
Equipo ACDE/PYME; Equipo de Golf; y Equipo Reunión Anual de Socios. Por último, los
Grupos de Trabajo: Grupo Joven; Grupos Zonales (Bariloche, Tucumán, Rafaela, Pilar y
San Isidro), que actúan en función de su cercanía geográfica.
14. Estas asociaciones y grupos se encuentran en Bahía Blanca, Bariloche, Chaco, Córdoba,
La Pampa, Mendoza, Rafaela, Tucumán, Rosario y San Isidro.
15. José Antonio Aranda, vicepresidente del Grupo Clarín, formó parte en todo nuestro
recorte –y continúa formando– del Consejo Directivo de ACDE.
16. Es decir, logramos fechar cada una, clasificarla según el tipo, el ámbito, la temática
tratada, los discursos pronunciados, los disertantes invitados y la cantidad de asistentes.
17. Un dato que también llama la atención, en ese sentido, es que ambos son ingenieros
industriales por dicha institución. Sin embargo, en los dos casos sus carreras manageriales
las construyeron casi al margen de todo lo que pudiera relacionarse con el sector
secundario o industrial. José María Simone ,que por otro lado es el actual presidente de
UNIAPAC, tiene más de treinta años de experiencia en los mercados financieros y en el
gerenciamiento corporativo. Es vicepresidente, desde 2003, de Solinfi-Ingeniería en
Finanzas SA, y socio fundador de NF Developers SA, que brinda asesoramiento para el
sector agroindustrial. Fue CEO de Banco Velox en la Argentina y desde 1997 director
ejecutivo de Planeamiento Estratégico de Grupo Velox; además de socio fundador de
Simone, Vicens, Cortesi SVC Corporate Finance. También ocupó altos cargos en Citibank
en la Argentina, Brasil y Estados Unidos –desde 1978 hasta 1995– como responsable de
riesgo crediticio, centro de entrenamiento y de la división comercial para empresas e
instituciones financieras. Alejandro Preusche tiene una maestría en Administración de
Negocios por la Stanford University, Estados Unidos. Fundó Almado SRL, firma dedicada
a servicios de asesoramiento, dirección y gestión empresarial; además, fue director en
McKinsey & Co. (consultora en administración estratégica), ASSA (asesoría en el proceso
de transformación de negocios), AGD (commodities y agroindustria), Newsan (electrónica
y artículos del hogar), Roman (transportes pesados y montajes) y Loma Negra
(cementera).
18. Distintas empresas auspician los Encuentros Anuales de la entidad: Telefónica, Coca-
Cola/FEMSA Argentina, Mapfre, diPaola/WPP, Santander Río, Arcor, Minera Alumbrera,
AGD, Edesur, Konrad Adenauer Stiftung, Loma Negra, Edenor, Galicia, Grupo Clarín,
Cablevisión, La Nación, Bagó, TZ Terminales Portuarias, Urbano, Bulló-Tassi-Estebenet-
Lipera-Torassa (estudio jurídico), Organización Techint, FIAT, Ernst&Young, Banco
Ciudad, QuickFood, Grupo ASSA, Syngenta, American Express y Deloitte.
19. En 2000 estuvo compuesto por Patricio Bameule (representante por dicha comisión en el
Consejo Directivo de ACDE durante los años 2002 y 2003), Ezequiel De Freijo, Diego
Vaccario, Luis E. Baronio, Paola Burattini, Clara Gowland, Diego Iribarren y María Teresa
Toma. En 2002 el grupo estaba formado por Nicolás Leupold (representante por la
comisión en el Consejo Directivo de ACDE durante el año 2002), Darío M. Febre, Nicolás
Arnaude, Santiago Sacerdote, Clara Gowland, Juan Manuel Arias y Paula Valente.
20. Deseamos aclarar que esta unidad de análisis difiere de la utilizada en la Teoría de Redes
Sociales (Mitchell, 1969; Requena Santos, 1989; Lozares, 1996), sin embargo constituye el
paso previo al estudio de las relaciones entre individuos. El tipo de aproximación que
propone el análisis de redes es múltiple, formando un arco que va desde los aspectos
teóricos hasta técnicos. Desde la psicología social, los trabajos de Jacob Levy Moreno
(1953 [1934]) enfocados a relacionar las estructuras sociales con el bienestar psicológico
adquirió el nombre de “sociometría”, mientras que a la representación gráfica de los
individuos como nodos y a las relaciones entre ellos como líneas se llamó “sociograma”.
Otra de las grandes fuentes es la teoría matemática de grafos, principalmente gracias a los
aportes de Cartwright y Zander (1953), Harary y Norman (1953), Bavelas (1948 y 1950) y
Festinger (1949). La posición o localización de un actor dentro de una red reviste un papel
central dado que la mayor o menor posibilidad de acción está vinculada, en parte, a si el
actor ocupa posiciones relativamente centrales o periféricas con relación al resto (Flament,
1977). Para un estudio pormenorizado sobre ACDE y la CEA desde el enfoque de redes
sociales, con la representación gráfica (sociogramas) de todos los actores y sus ámbitos de
sociabilidad, ver Motta (2014).
21. A la cual pertenecen también, por ejemplo, Carlos Pedro Blaquier (presidente de Ledesma
e integrante desde 1975 hasta 1986 del Consejo de Administración de la UCA), Luis
Pagani (Arcor), Enrique Pescarmona (IMPSA) y Bartolomé Luis Mitre (La Nación).
22. “Libertad y Progreso” se autorrepresenta como “una fundación sin fines de lucro, privada
e independiente de todo grupo político, religioso, empresarial o gubernamental. No
aceptamos dinero del Estado. Nuestro fondos provienen únicamente de aportes individuales
de personas, fundaciones y empresas comprometidas con el futuro del país”; su visión
como institución es contribuir para alcanzar “una Argentina transformada en una sociedad
abierta basada en el respeto por los derechos individuales, gobierno limitado, propiedad
privada, mercados libres y paz” (www.libertadyprogresonline.org).
23. Bulgaria, Grecia, Egipto, Barbados, Bahamas, Reino Unido, Francia y Estados Unidos.
24. Además de formar parte del Consejo Directivo de ACDE y ser Consejero Académico de
la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL), con el retorno de la
democracia fundó INFUPA SA, empresa dedicada al asesoramiento en inversiones,
fusiones y adquisiciones, desde la cual y según consta en el CV difundido por la propia
ACDE “asistió exitosamente a grupos privados en la privatización de teléfonos,
ferrocarriles y energía eléctrica”. En el marco de nuestro recorte temporal estuvo al frente
de la Secretaría de Reforma Administrativa durante la gestión de Ricardo López Murphy.
Esta Secretaría constituía, en esencia, una repartición creada ad-hoc con el fin de planificar
y vehiculizar institucionalmente un ambicioso plan de reducción del aparato burocrático y
del gasto público.
25. Integrado por Javier García Labougle, Manuel Solanet, Orlando Ferreres, Enrique Folcini
y Celso Arabetti. Todos de fuerte adscripción liberal.
26. Desde el punto de vista de la teoría microeconómica, la eficiencia empresaria es la clave
para la optimización en la asignación de recursos –escasos– y su distribución entre los
distintos “factores” (capital, trabajo y recursos naturales). Los postulados de la
microeconomía son claros en cuanto a la función de la empresa, que es absolutamente
escindida de los fines y motivaciones de la función pública.
27. Vale recordar que tanto el diario La Nación como Clarín son auspiciantes de los
encuentros de ACDE.
28. Para ese fin, a principios de 1998 la CEA le encomendó al laico Guillermo García
Caliendo –secretario de la Comisión de Pastoral Social– que se entrevistara con el
presidente de la Nación, con el ministro de Trabajo, Erman González, y con la cúpula de la
CGT.
29. Se ha demostrado (Damill, Frenkel y Juvenal, 2003) que durante la etapa del régimen de
convertibilidad el problema del déficit fiscal se originó con la reforma del sistema de
seguridad social, impidiéndole al Estado la captación de los ingresos al tiempo que
continuaban los pagos previsionales. A esto le siguió la reducción de las contribuciones
patronales; pero lo que realmente comprometió las cuentas públicas, en la segunda mitad
de la década, fue el aumento de la prima de riesgo país y la tasa de interés, producto de la
fase contractiva del ciclo económico, entrando así en una dinámica de “mayor deuda-
mayor riesgo” (pp. 28-29).
30. Quien había asumido el 5 de marzo. El 16 de marzo anunció un paquete de medidas
económicas que establecía un recorte de 890 millones de pesos en el gasto público y de 968
millones en recursos coparticipables. La CGT disidente, la CTA, la CCC, numerosas
organizaciones sociales y sectores políticos condenaron las medidas económicas,
anunciando medidas de fuerza inminentes. CTERA y CONADU llamaron al paro
universitario y movilización permanente, al tiempo que los ministros Hugo Juri
(Educación) y Federico Storani (Interior) renunciaron a sus cargos, en disconformidad con
los ajustes. Finalmente, López Murphy renunció el 19 de marzo.
31. Bajo el argumento de “sacar al país de la depresión”, tal como lo presentó en conferencia
de prensa, el proyecto en realidad delegaba facultades extraordinarias a Cavallo por el
término de un año para sacar por decreto una serie de medidas que, de otro modo, hubieran
requerido un tratamiento parlamentario. Entre ellas, se encontraba la modificación de la
legislación laboral, la reforma (reducción) del Estado, privatización de organismos como la
AFIP, garantizar el pago de deuda externa con recaudación futura o activos públicos, etc.
32. Entidad creada en 1999 como resultado de la fusión entre ABRA y ADEBA (ver Cobe en
este volumen).
33. El año 2000 fue muy especial para la Iglesia Católica por ser el Año Jubilar. Al nivel de la
Iglesia Vaticana, los tres años anteriores al nuevo milenio fueron considerados “Años de
Preparación”, y fue precisamente Incarnationis mysterium la bula que convocó al Gran
Jubileo. En ella, Juan Pablo II se refirió al problema del endeudamiento externo: “Muchas
naciones, especialmente las más pobres, se encuentran oprimidas por una deuda que ha
adquirido tales proporciones que hace prácticamente imposible su pago. Resulta claro, por
lo demás, que no se puede alcanzar un progreso real sin la colaboración efectiva entre los
pueblos de toda lengua, raza, nación y religión. Se han de eliminar los atropellos que llevan
al predominio de unos sobre otros: son un pecado y una injusticia” (Incarnationis
mysterium, § 12).
34. Durante el año 2000 el debate sobre el endeudamiento recrudeció, a tal punto que el
arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer tuvo dos intervenciones públicas en ese
sentido, el 22 de agosto en el Senado de la Nación y el 10 de octubre en la Legislatura de la
provincia de Buenos Aires.
35. Ley 25.250, aprobada definitivamente con 121 votos a favor, 84 en contra y 2
abstenciones.
36. Existen diversos rankings en los que se clasifican a distintas instituciones (desde empresas
hasta municipios y países) según su “riesgo crediticio”. Son básicamente tres las agencias
calificadoras de riesgo más conocidas en el campo financiero (Fitch Ratings, Standard &
Poor’s y Moody’s,) que colocan una “nota” a los países en función de distintos indicadores.
La meta empresaria del investment grade puede observarse con claridad en el documento
“Deuda Externa Argentina: estrategias para su solución”, especialmente en p. 11,
presentado por Enrique Folcini, integrante del Grupo de Economistas de ACDE, en el II
Encuentro Nacional de Docentes Universitarios Católicos, llevado a cabo entre los días 26
y 28 de octubre de 2000 en la sede de la UCA.
37. Se llevó a cabo entre los días 3 y 5 de noviembre de 2001, organizado en la Universidad
Católica Argentina y auspiciado por ACDE y la Comisión Episcopal de Pastoral
Universitaria, con donaciones del Banco de Galicia y del Banco Nación. El lema del
encuentro fue “La política en la Argentina actual”.
38. El texto fue firmado por las siguientes organizaciones: ACDE, la Asociación de Bancos de
Argentina (ABA), la Bolsa de Cereales de Bahía Blanca, Bolsa de Comercio de Buenos
Aires y la de Rosario, la Cámara Argentina de Comercio (CAC), la Cámara Argentina de
Supermercados, la Cámara Argentina de Shoppings Centers, el Capítulo Argentino del
Consejo Empresario de América Latina (CEAL), el Consejo Empresario Argentino (CEA),
la Coordinadora de Productos Alimenticios (COPAL), el Instituto para el Desarrollo
Empresarial de la Argentina (IDEA) y la Sociedad Rural Argentina (SRA).
39. Para un abordaje integral de las características de la cúpula dirigencial de la UIA en los
años noventa y sus trayectorias corporativas, ver Dossi en este volumen.
40. El lanzamiento formal fue el 14 de enero de 2002 en la Iglesia Santa Catalina de Siena de
la ciudad de Buenos Aires. Fueron tres los convocantes: el Gobierno Nacional, la
Conferencia Episcopal Argentina y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo
(PNUD).
41. Además de la ya mencionada devaluación de la moneda nacional, esta ley reafirmó la
imposibilidad de indexar las tarifas de los servicios públicos privatizados, de acuerdo a los
términos de la Ley N° 23.928. Bajo este marco, se dispuso la renegociación de todos los
contratos entre el Estado y dichas empresas, en total 61, distribuidas en diferentes sectores.
Al respecto, recomendamos el exhaustivo trabajo de Azpiazu y Schorr (2003).
42. En la elaboración de “Desiderata” trabajaron: Santiago Bergadá, Alicia Caballero, Juan
José Ezama, Orlando Ferreres, Enrique Folcini, Martín Lagos, Héctor Mario Rodríguez y
Ludovico Videla.
43. Este fenómeno, al que denominamos “desdoblamiento temporal” y que puede ser
explicado por múltiples factores, tiene relevantes implicancias para la teoría sociológica
(Motta, 2014).
44. La muestra se compuso de 300 altos ejecutivos de empresas líderes.
45. Los economistas católicos detallaron, en ese sentido, todos los pasos ‘técnicos’ para
alcanzar la “dolarización plena”. En primer lugar, se recomendó el desdoblamiento
cambiario: una tasa flotante y otra “de por ejemplo, $ 2 por dólar para todas las deudas (en
lugar de $ 1 + CER) y todas las inversiones terminando con la asimetría de la pesificación”
(p. 21). Una vez producido esto, se requería el ajuste en 1 centavo diario –una “tablita” ad-
hoc– hasta lograr la convergencia con la tasa flotante. Luego, tomando el promedio de 1 o
2 semanas de la tasa flotante, se realizaría la conversión de “todos los pesos en dólares”.
Incluso sugirieron que “idealmente el tipo de cambio de conversión debe ser un tipo de
cambio redondeado en un múltiplo fácil de convertir los precios”; aunque de todas formas
se debía “contar con suficiente cantidad de monedas para facilitar el intercambio pequeño,
aunque seguramente funcionarían durante algún tiempo las dos monedas” (p. 22).
46. Entre los primeros estuvieron, por ejemplo, Carlos Tramutola, Luis Miguel Bameule,
Francisco de Narváez, Jorge Mostany, José Aranda, Julio César Saguier y Luis Pagani.
Desde la política asistieron Fernando De la Rúa, Domingo Cavallo, Ricardo López
Murphy, José Luis Machinea, Patricia Bullrich, Martín Redrado, Michel Camdessus, entre
muchos otros. También comunicadores y periodistas, como Manuel Mora y Araujo, José
Claudio Escribano, José Ignacio López, Magdalena Ruiz Guiñazú, Nelson Castro y
Roberto Cachanosky. Tampoco faltó el componente intelectual, dado que formaron parte
Daniel Filmus, Guillermo Jaim Etcheverry, Juan Carlos Tedesco, Roberto Cortés Conde,
Santiago Kovadloff, entre otros.
Sobre los autores
Ana Castellani
Es licenciada y profesora en Sociología por la Universidad de Buenos
Aires, magíster en Sociología Económica por la Universidad de San Martín
(UNSAM), y doctora en Ciencias Sociales (UBA). Es investigadora
Independiente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y
Técnicas (CONICET), directora de la Maestría en Sociología Económica
(IDAES-UNSAM) y profesora de grado y posgrado (UNSAM, UBA,
UNR). Ha publicado libros, entre los que se destacan: Estado, empresas y
empresarios (2009); Recursos públicos, intereses privados (2012;
coordinadora) y Los años de la Alianza. La crisis del orden neoliberal
(2014; en coautoría con Alfredo Pucciarelli). Además, ha publicado
numerosos trabajos en revistas nacionales e internacionales sobre las elites
económicas, la relación Estado/empresarios y diversas formas de acción
económica y política de las grandes empresas para el caso argentino de las
últimas décadas.
Lorena Cobe
Es licenciada en Sociología por la Universidad de Buenos Aires (UBA),
magíster en Sociología Económica y doctoranda en Sociología por el
Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San
Martín (IDAES-UNSAM). En la actualidad, se desempeña en la Oficina en
Buenos Aires de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe
(CEPAL). Ha publicado diferentes trabajos, entre los que se destaca el libro
La salida de la convertibilidad: los bancos y la pesificación (2009).
Marina Dossi
Es licenciada en Ciencia Política por la Universidad de Buenos Aires
(UBA), magíster en Ciencia Política por el Instituto de Altos Estudios
Sociales de la Universidad Nacional de San Martín (IDAES-UNSAM) y
doctora en Ciencias Sociales por la Facultad Latinoamericana de Ciencias
Sociales (FLACSO-Argentina). Es investigadora especializada en políticas
para el desarrollo industrial y en elite económica corporativa industrial y
agropecuaria en (IDAES-UNSAM) y subdirectora de la Licenciatura en
Economía y Administración Agraria de la Facultad de Agronomía (UBA).
Ha publicado diversos artículos en revistas nacionales e internacionales.
Alejandro Dulitzky
Es licenciado en Sociología por la Universidad de Buenos Aires (UBA) y
magíster en Sociología Económica por el Instituto de Altos Estudios
Sociales de la Universidad Nacional de General San Martín (IDAES-
UNSAM). Es becario doctoral (UBA) con sede en el Instituto de
Investigaciones Gino Germani, y docente de grado (UBA, UNSAM). Se
especializa en el estudio de las elites económicas, en particular la fracción
vinculada a las empresas extranjeras, y los vínculos que las mismas
establecen con el Estado y con otros actores económicos del mercado local
y global.
Alejandro Gaggero
Es licenciado en Sociología por la Universidad de Buenos Aires (UBA),
magìster en Generación y Análisis de Información Estadística por la
Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF-INDEC) y doctor en
Ciencias Sociales (UBA). Actualmente se desempeña como investigador
del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
(CONICET) con sede en IDAES-UNSAM y como docente de grado y
posgrado (UNSAM, UBA y FLACSO). Es especialista en temas de
sociología económica y economía política, su principal línea de
investigación analiza las transformaciones de los grandes grupos
empresariales argentinos desde la restauración democrática hasta la
actualidad.
Mariana Heredia
Es licenciada en Sociología de la Universidad de Buenos Aires (UBA),
magíster y doctora en Sociología por la École des Hautes Études en
Sciences Sociales de Paris (EHESS). Se desempeña como investigadora
adjunta del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
(CONICET) con sede en IDAES-UNSAM. Es profesora en grado y
posgrado en diversas universidades (UNSAM, UBA, Universidad de San
Andrés). Ha publicado diversos trabajos, esntre los que se destacan los
libros: Cuando los economistas alcanzaron el poder (Buenos Aires, Siglo
XXI, 2015) y A quoi sert un économiste (París, 2014). Es especialista en la
sociohistoria del poder y las desigualdades sociales en la
Argentina contemporánea.
Gustavo Motta
Es licenciado en Comercio Internacional por la Universidad Nacional de
Luján (UNLu), magíster en Sociología Económica y doctor en Sociología
por el Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de
San Martín (IDAES-UNSAM). Es becario posdoctoral del Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y es
docente de grado y posgrado (UNLu y UNTREF). Se especializa en teoría
de redes sociales y análisis del discurso. Ha publicado diferentes artículos
en revistas nacionales e internacionales sobre estas temáticas.
Pablo Nemiña
Es licenciado en Sociología y doctor en Ciencias Sociales por la
Universidad de Buenos Aires (UBA). Es investigador asistente del Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) con sede
en el Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San
Martín (IDAES-UNSAM) e investigador asociado del área de Relaciones
Internacionales de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales
(FLACSO Argentina). Se desempeña como docente de grado y posgrado
(UBA, UNSAM, FLACSO y Universidad de Bologna). Coautor
de Neoliberalismo y Desendeudamiento. La relación Argentina –
FMI (Capital Intelectual, 2007). Ha escrito diversos trabajos acerca del rol
del FMI en las crisis financieras, las transformaciones recientes en la
economía política internacional y el proceso de desarrollo económico
argentino entre los que se destaca el libro Neoliberalismo y
Desendeudamiento. La relación Argentina – FMI (2007), del que es
coautor.
Martín Schorr
Es licenciado en Sociología, magíster en Sociología Económica por el
Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad de San Martín
(IDAES-UNSAM) y doctor en Ciencias Sociales por la Facultad
Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). Se desempeña como
investigador del CONICET con asiento (IDAES-UNSAM). Es docente en
cursos de grado y posgrado en diversas casas de estudio (Universidad de
Buenos Aires, Universidad de San Martín, entre otras). Ha publicado
diversos libros, entre los que se destacan: Restricción eterna. El poder
económico durante el kirchnerismo (2014); Argentina en la
posconvertibilidad: ¿desarrollo o crecimiento industrial? Estudios de
economía política (2013); La industria en los cuatro peronismos.
Estrategias, políticas y resultados (2012); Concentración y
extranjerización. La Argentina en la posconvertibilidad (2011) y Hecho en
Argentina. Industria y economía, 1976-2007 (2010).
Sobre la autora
ISBN 978-987-4027-30-6
1. Economía Política Argentina. I. Castellani, Ana Gabriela II. Castellani, Ana Gabriela, comp.
CDD 330.82
San Martín
Campus Miguelete. Edificio Tornavía
Martín de Irigoyen 3100, San Martín (B1650HMK), provincia de Buenos Aires
unsamedita@unsam.edu.ar
www.unsamedita.unsam.edu.ar
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Radiografía de la elite económica argentina
Ana Castellani
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(editor)
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Résumé
Los años noventa fueron el escenario de un proceso de profundas
transformaciones en donde la elite económica jugó un rol
importante en la promoción, en el apoyo público y en la
implementación de muchas de las principales medidas. Este
involucramiento más activo de la elite económica en una etapa de
aplicación de las reformas torna ineludible la pregunta por las
características, las acciones y las transformaciones de los sectores
que controlaban los principales resortes del poder económico
durante ese período.¿Por qué resulta relevante conocer las
características y comportamientos de la elite económica argentina?
Porque incide de manera determinante en el proceso de
acumulación, en la distribución de la riqueza, y en la orientación de
acción estatal, en virtud del poder económico y del poder político
que detentan. Habida cuenta de la centralidad de estos actores y de
la relativa carencia de estudios sobre los mismos, este libro
propone un análisis exhaustivo desde un abordaje sociológico, con
la certeza de que el análisis de esta experiencia nos brinda pistas
para entender el presente.