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Los Dossiers de
NUTRICIÓN Y BIENESTAR
LOS NUEVOS TRATAMIENTOS NATURALES VALIDADOS POR LA INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA
Dr. Jean-Paul Curtay Nº 52 ABRIL 2018 SALUD NUTRICIÓN BIENESTAR
III. ¿POR QUÉ LAS SUSTANCIAS PSICOTRÓPICAS SON HABITUALMENTE INÚTILES Y PELIGROSAS? . . . . . 23
Todo el mundo se ha despertado alguna vez sin ganas de levantarse, con espíritu derrotista y con la sen-
sación de que no va a ser un buen día. Pero, ¿cómo se explica eso de que la mente esté “de capa caída”?
Muchas veces se debe simplemente a que el día anterior o en los días precedentes se ha hecho alguna cosa
demasiado absorbente que ha movilizado de forma masiva a las neuronas de la atención.
Tanto la atención como la concentración tienen lugar en la base del cerebro, su parte más arcaica, a la
que denominamos “cerebro reptiliano”. Estas estructuras arcaicas se encargan de nuestra supervivencia
gracias a unos circuitos que se programan automáticamente, los “instintos”. Éstos alertan en caso de rui-
dos o de sucesos poco habituales o amenazantes, y nos proporcionan desde una actitud combativa para
responder a los desafíos hasta la sensación de apetito para que nos alimentemos y la libido para que nos
reproduzcamos.
En esta parte del cerebro se encuentra el locus cerúleo: es el que segrega la noradrenalina, el neurotrans-
misor que activa todos estos circuitos automáticos al despertarnos por la mañana y cuando tenemos que
“pasar a la acción” a lo largo del día.
Cuando estos circuitos de atención y concentración son requeridos, se segrega noradrenalina para mo-
vilizar a las neuronas. Después, la mayor parte de la noradrenalina se vuelve a recaptar para reutilizarse,
pero nunca al 100%. Si la movilización de la atención y la concentración es intensa y prolongada (como
ocurre en numerosas actividades y profesiones), las neuronas van perdiendo cada vez más noradrenalina,
hasta llegar a un punto en que esas neuronas agotadas son incapaces de ofrecernos el nivel normal de
alerta y motivación.
Evidentemente, en esos casos no hablamos de depresión, sino de un simple cambio del estado de ánimo.
Pero si las tensiones, ya sean en el trabajo, familiares o de otro tipo, se cronifican, pueden derivar en un
agotamiento neuronal duradero, en la mayoría de los casos asociado a trastornos psicosomáticos múltiples
ligados al estrés. Es entonces cuando el problema se convierte en depresión (aunque también podríamos
estar hablando del conocido como “síndrome del trabajador quemado” o “burnout” -por desgaste profe-
sional- o de una fibromialgia).
Pero también existen otras características genéticas que heredamos y que pueden hacernos más vulne-
rables a la depresión. En función del perfil de la persona, la sucesión de acontecimientos estresantes (un
fallecimiento, una ruptura, la pérdida del trabajo, la jubilación, la menopausia…) puede tener una reper-
cusión mayor y, sobre todo, más prolongada, hasta el punto de que le impida recuperarse. No obstante,
la vulnerabilidad a la depresión también puede tener su origen en traumas de la infancia: negligencia o
maltrato de los padres, abusos sexuales… De hecho, lo más habitual es que se combinen varios factores.
¿El resultado? Que el descenso de la combatividad se agrava y se acelera, los problemas de concentración
se vuelven incapacitantes, la libido desaparece indefinidamente y, en definitiva, desciende la intensidad
de todos los impulsos. Es decir, que el vigor noradrenérgico del cerebro reptiliano se queda “a cero”.
Lo que supone un mayor riesgo es que ese descenso del tono contamine las fases superiores del cerebro. Y
es que por encima del cerebro denominado “reptiliano” ha aparecido en la evolución un estado cerebral
conocido como “mamífero”, que se basa en el vínculo entre la madre y el niño -quienes se reconocen por
la voz, el olor…-. Este vínculo duradero, muy poco habitual en los reptiles, implica el desarrollo de esta
función, centrada tanto en la memorización como en la emoción y el afecto y que también es el centro
del aprendizaje.
El neurotransmisor que estimula a este cerebro no es la noradrenalina, sino la dopamina. Ésta genera el
interés por las cosas, activa los placeres, motiva, proporciona emociones y estimula la secreción de las
endorfinas responsables de nuestro bienestar.
Pero, ¿qué ocurre si la dopamina que actúa en esta fase cerebral también se agota? Pues que dejamos de
prever los placeres, lo que los psiquiatras denominan “anhedonia”, y también de apreciar las cosas, in-
cluso las que normalmente veríamos como algo muy bueno. Todo ello contribuye a un grave descenso de
la motivación, conocido en psiquiatría por “embotamiento del afecto”. En ese punto la vida se queda
sin colores y se instala una visión gris del mundo. No hay nada que valga la pena.
Ahí es donde aparece lo que asociamos más habitualmente con la depresión: el “bajón” en el estado de
ánimo y el sentimiento de tristeza, de pérdida. Además, ante el mínimo revés los pensamientos depresivos
cobran fuerza, desencandenando en ocasiones una auténtica desesperanza. En definitiva, que lo vemos
todo negro; hasta parece que los buenos recuerdos se borran. De hecho, en el cerebro mamífero es donde
se evocan los recuerdos, por lo que si existe un problema en él la capacidad de rememorarlos se deteriora.
Asimismo, agravada por el descenso de la concentración, la capacidad de almacenar nueva información
también disminuye.
Además, como recordará la dopamina es la encargada de desencadenar las emisiones de endorfinas, los
neurotransmisores del bienestar. Por ello, como el descenso de la dopamina provoca una disminución de
las endorfinas, la persona deprimida entra en una etapa de malestar físico y psíquico que puede desen-
cadenar sufrimiento y dolor físico (tal y como se constata en la fibromialgia, por ejemplo), a los que a
menudo hay que añadir trastornos psicosomáticos.
Y queda todavía una última fase: el cerebro cortical, que ha aparecido a lo largo de la evolución en los
primates y se ha desarrollado considerablemente en el hombre, llegando a conseguir que sea capaz de
asociar ideas, valorar, tomar decisiones e imaginar soluciones… Esa fase cerebral es la que puede conseguir
que esa persona salga de la depresión.
“Vamos a ver, estás todo el día dramatizando. Estás vivo, respiras, puedes ver, escuchar, tienes hijos, un techo,
los pájaros cantan, el sol brilla… ¡Deja de protestar! ¿No crees que necesitas unas vacaciones?” Eso es lo que
esta fase cerebral nos diría si pudiese.
A estas personas la astenia psíquica les hace tocar fondo. En esta etapa ya no pueden salir de la depresión
por sí mismos porque no disponen de los medios necesarios para ello. Y además se dan perfecta cuenta
del problema, ya que no son pacientes psicóticos, lo que les hace sentirse todavía peor, hasta acabar con
la autoestima por los suelos. Por ello evitan al resto de la gente y dejan de hacer planes o piensan incluso
en suicidarse para salir de un juego en el que sólo se ven como perdedores.
En los casos más graves la persona deprimida llega a frenarse físicamente: se desplaza lentamente y, en
casos extremos, puede quedarse bloqueada, inmóvil, en alguna posición (normalmente de pie). Es lo que
se conoce como “catatonia”.
Con mucha frecuencia también el descanso se ve alterado; ya sea porque la duración se prolonga (hi-
persomnia) o porque, como es más habitual, se acorta, con un despertar precoz asociado a un aumento
anormal del cortisol.
En definitiva, en caso de depresión resulta fundamental saber qué fases del cerebro están afectadas. Porque
de nada sirve decirle a una persona deprimida a nivel cortical que “no se deje llevar” o que “se anime”; con
eso sólo conseguiremos hundirla todavía más.
Ahora bien, en todos los casos la persona deprimida merece comprensión y que se le propongan formas
de salir adelante con el fin de recuperar la capacidad de activarse y encontrar de nuevo la energía y la
autonomía.
Se calcula que un 19,5% del total de la población española ha presentado algún trastorno mental a
lo largo de su vida, y los últimos estudios realizados en Europa han reevaluado al alza el número de
personas afectadas por trastornos psiquiátricos. En este sentido, un estudio realizado en 2010 apuntaba
que el 38% de la población europea había sufrido alguna enfermedad mental a lo largo de los 12 meses
previos.
La OMS estima que el porcentaje de la población adulta en todo el mundo afectada por depresión
se sitúa entre el 3 y el 5%. Sin embargo, otros expertos calculan que la prevalencia podría alcanzar
el 10%.
Asimismo, la depresión afecta a un 21,3% de las mujeres, el doble que a los hombres. Así, a lo largo
de la vida, un hombre de cada seis sufrirá una depresión grave, mientras que en el caso de las mujeres
la cifra asciende a una de cada cuatro. También cabe señalar que existen grandes diferencias regionales
en la prevalencia de las depresiones. Así, por ejemplo, en Estados Unidos es del 17%, frente al 3% de
Japón.
Numerosos factores de la depresión, entre ellos el estrés, el “burnout” (debido al exceso de trabajo), el
“boreout” (causado, al contrario, por la falta de actividad), el desempleo o la precariedad, se encuen-
tran en pleno avance en muchos países, incluida España, lo cual hace presagiar que la prevalencia de la
depresión y otros trastornos mentales va a seguir en aumento. De hecho, la OMS prevé que en 2020 la
depresión será la primera causa de morbilidad (trastorno patológico) en las mujeres y la segunda en los
hombres, sólo por detrás de las patologías cardiovasculares.
G ran cantidad de creadores y personajes famosos han sufrido depresión, entre ellos:
• Abraham Lincoln. • Dostoievski, uno de los escritores más famo-
• Winston Churchill. sos de la literatura rusa.
• Tennessee Williams, dramaturgo autor de Un • Pablo Picasso, pintor y escultor creador del
tranvía llamado deseo. cubismo.
Según las estadísticas, una persona deprimida tiene un 11% más de probabilidades de perder su empleo
en 4 años que una persona que no lo está.
Pero es que cualquiera que sufra depresión se menosprecia y se desmotiva a todos los niveles, por lo
que también puede terminar descuidando su alimentación y su forma física y consumiendo en exceso
productos azucarados y alcohol, fumando o, en casos extremos, buscando una escapatoria en las drogas.
Pues bien, hay que saber que todas estas prácticas pueden influir negativamente, agravando la depresión
y convertiéndola en crónica.
Los trastornos alimenticios ligados a la depresión son muy habituales. En las depresiones leves lo más
habitual son los excesos (ya sea de azúcar, de calorías…), por lo que existe riesgo de engordar e incluso,
a largo plazo, de padecer síndrome metabólico -que a su vez implica el desarrollo de factores de riesgo
cardiovasculares, como el aumento de los triglicéridos, la inflamación, la hipertensión…-. En los casos
de depresión grave, en cambio, el apetito puede disminuir, incluso comportando una pérdida de peso en
ocasiones desmedida.
El sistema nervioso central y el sistema inmunitario son los dos sistemas más sensibles tanto a los
desequilibrios alimenticios, que conllevan carencias en vitaminas, minerales y ácidos grasos, como a los
cambios del estado de ánimo.
Numerosos estudios han comprobado que las personas deprimidas tienen una mayor vulnerabilidad a las
infecciones. Y, por el contrario, que las personas que dicen ser felices o estar apoyadas por un entorno
afectivo sólido resisten mejor a los agentes infecciosos que aquellas que no se consideran felices o se sien-
ten aisladas.
Como ya ha visto, la depresión a corto plazo altera las capacidades de concentración y de memoria, pero a
largo plazo el riesgo de deterioro cognitivo aumenta muy notablemente. Un estudio mediante resonancia
magnética reveló que cuanto más tiempo dura la depresión, mayor es también la pérdida de volumen de
la materia gris del cerebro. Y que el hipocampo, fundamental cruce de caminos de la memorización, se
ve especialmente afectado.
Esto se debe en parte al aumento del cortisol, segundo mensajero del estrés, que tiene un efecto neuro-
tóxico en las neuronas del hipocampo, tal y como ha demostrado el investigador de la Universidad de
Stanford Robert Sapolsky en fenómenos de neuroinflamación, así como en el descenso constatado de
esta neurohormona (cortisol) en las personas deprimidas. Además, también se ha observado un descenso
de un factor trófico necesario para la formación de nuevas conexiones (sinapsis). Pero también para la
supervivencia de las neuronas y de uno de sus factores neurtróficos esenciales para la replicación neuronal:
el BDNF o brain-derived neurotrophic factor.
Con cerca de 800.000 suicidios consumados al año en todo el mundo (muchos más se quedan en tenta-
tivas), incluso la OMS reconoce que se trata de un gravísimo problema de salud pública.
Al día se quitan la vida un total de 10 personas en nuestro país, por lo que el total de muertes por suicidio
al año prácticamente dobla al de fallecidos en accidentes de tráfico.
Por un lado está el “baby blues”, que es un ligero bajón inmediatamente posterior al parto y con síntomas
similares a los de una depresión (como lloros, insomnio, hipersensibilidad e irritabilidad), sólo que con
una duración de unas semanas y mucho menos intenso.
Por el otro está la depresión postparto (o postnatal), un síndrome depresivo que aparece habitualmente
entre las 4 y 8 semanas posteriores al nacimiento del bebé y se manifiesta por un sentimiento de desánimo,
lloros continuos, pérdida de confianza, sensación de no ser una buena madre, culpa, ansiedad, irascibili-
dad, trastornos psicosomáticos y un gran cansancio.
Más de un 22% de las madres españolas sufren algún trastorno de este tipo tras dar a luz, según un re-
ciente estudio. No obstante, su mayor obstáculo es la falta de información, lo que lleva a que sólo un
pequeño porcentaje reciba tratamiento o asesoramiento.
La depresión postparto es mucho más frecuente todavía cuando las mujeres no se encuentran demasiado
arropadas por el entorno o cuando se enfrentan a alguna adversidad (desempleo, por ejemplo).
A su vez, los niños de madres deprimidas presentan con una mayor frecuencia trastornos afectivos e in-
cluso, más adelante, problemas de ansiedad y depresión.
Como suele ocurrir, existen varios mecanismos que pueden actuar conjuntamente, volviendo a las mujeres
más vulnerables tanto al final del embarazo como después del parto:
Las depresiones perinatales constituyen un factor de riesgo (por los trastornos afectivos que vamos a des-
cribir a continuación) de depresión futura en niños, adolescentes y adultos. También lo son, durante el
embarazo, los déficits de vitaminas B, magnesio, zinc o ácidos grasos omega 3, cruciales para el desarrollo
cerebral durante el crecimiento fetal intrauterino.
u La menopausia y la andropausia
El descenso de las hormonas, ya sea en la menopausia en las mujeres o en la andropausia en los hombres,
es un factor de disminución de la libido y de bajón anímico.
u El “burnout” y la fibromialgia
La extenuación ocasionada por el agotamiento casi siempre es global, es decir, física y psicológica al mismo
tiempo. Las neuronas de la atención y la concentración (en concreto las noradrenérgicas) se vacían, y ya
ha visto lo que eso provoca.
Ahora bien, en el caso de la fibromialgia hay que añadir un campo de tensión pulsional alto, caracterizado
por un elevado nivel de exigencia y un perfeccionismo que explica que, incluso completamente agotado,
el enfermo no se permita parar. Entonces, ¿qué es lo que le detiene? Que la maquinaria se agota (de ahí el
profundo estado de cansancio y la notable inflamación de todo el organismo tras haber estado demasiado
tiempo sobrecalentadas y sin haber tenido tiempo para recuperarse). En ese caso las funciones cerebrales
se deprimen, el estado de ánimo cae y el resto de funciones también se desploman.
Las personas que sufren este síndrome se encuentran insatisfechas con su situación profesional. Su frustra-
ción puede verse originada por una incapacidad para contribuir al desarrollo de la empresa o para poner
en práctica sus competencias y conocimientos, o por no ver recompensados sus esfuerzos. Este síndrome,
que en este caso consiste en un agotamiento profesional por aburrimiento, se caracteriza por tres ele-
mentos: ausencia de retos, desinterés y hastío.
“Hoy en día la gente quiere que el empleo sea una fuente de realización. Educamos así a nuestros hijos y los
animamos a completar una educación larga pero, cuando llegan al mercado laboral, se llevan un chasco. Re-
sultado: todavía existe mucho sufrimiento por culpa del aburrimiento”, afirma Christian Bourion, profesor
en el ICN Business School de Nancy-Metz.
Un estudio realizado en 2008 sobre 11.238 personas procedentes de siete países europeos demostró que
el aburrimiento en el trabajo afecta al 32% de los trabajadores. Estos señalan que se pasan al menos dos
horas, cuando no todo el día, sin hacer nada. Las consecuencias del “boreout” sobre los trabajadores son
numerosas: insatisfacción, aburrimiento, baja autoestima, depresión…
La jubilación, por su parte, también supone un importante factor de riesgo de depresión (aunque tam-
bién de aparición de patologías diversas, especialmente cardiovasculares) si no se han cultivado intereses
personales por otro lado. Y es que en efecto es una etapa de la vida en la que se hace un cambio radical:
desde una vida ocupada en la que cumplimos una función y tenemos un objetivo a una vida aparente-
mente libre de tareas.
De hecho, cada vez más instituciones ofrecen cursos para la preparación de una “jubilación positiva”,
y cada vez con mayor demanda.
Sin embargo, existe otro tipo de depresiones menos frecuentes que no se pueden asociar a ningún suceso
desencadenante. Se trata de depresiones endógenas, en las que los factores genéticos (heredados) tienen
un peso mayor.
Poco después de empezar a ejercer como médico a mi regreso de Estados Unidos recibí a un paciente que
era inspector de trabajo y que llevaba 10 años de baja por enfermedad a causa de una depresión grave.
Dormía unas 14 horas al día y se pasaba el resto del tiempo sumido en una apatía total; incluso le costaba
mucho moverse y desplazarse. Su madre y varios miembros de su familia se habían suicidado.
Como en Estados Unidos había descubierto que la L-tirosina podía aumentar de manera eficaz las neu-
ronas noradrenérgicas y dopaminérgicas, se la receté. Sólo unos días más tarde su mujer me llamó y me
contó que su marido no dormía másde 4 ó 6 horas cada noche y que ¡había vuelto a trabajar! No me
hubiera podido imaginar un resultado así. De hecho, los pacientes depresivos, aunque consigan mejorar
rápidamente su estado, jamás presentan unos cambios tan inmediatos y espectaculares.
Unos años más tarde una mujer vino a verme con una historia parecida. Y entonces volví a comprobar
la amplitud y la excepcional rapidez de los efectos de la tirosina. Me trajo a su hijo, que sufría la misma
depresión familiar, y registré el mismo resultado. Como la mujer se encontraba mucho mejor, le propuse
que dejara de tomar la tirosina. En realidad, ésta se suele recetar para un corto período de tiempo porque,
una vez que las neuronas aumentan el número de neurotransmisores, la suplementación deja de resultar
útil (se puede retomar en casos puntuales de agotamiento mental o si se produce algún cambio).
De estos tres casos aprendí la lección de que las personas con depresiones exógenas (es decir, que están
causadas por factores externos) sacan un beneficio de los complementos nutricionales, ya que con ellos
recuperan la concentración, el espíritu combativo, el ánimo y la capacidad de decisión para cambiar su
situación. Aunque cambiar la situación lleva tiempo y los efectos son progresivos. En esos casos los trata-
mientos deben ser más o menos cortos, aunque después puedan realizarse recordatorios breves.
Asimismo, aprendí que en el caso de las depresiones endógenas (aquellas en las que no existe causa apa-
rente para la depresión, sino que ésta se debe a un problema genético que implica la falta de neurotran-
misores o un mal funcionamiento de los mismos) los complementos funcionan de forma inmediata y
espectacular, pero no pueden dejar de tomarse o se corre el riesgo de volver a caer en depresión.
Más adelante, con el descubrimiento de los polimorfismos genéticos, llegué a la conclusión de que tam-
bién existe una situación intermedia en la que se encuentran las personas vulnerables a la depresión por
razones heredadas. Su situación, no obstante, es menos grave que las de las personas con depresión endó-
gena, dependiendo de apoyos modulados en forma de suplemento los días laborables o de tensión, pero
no el resto de días en los que no ocurre nada especial.
El trastorno bipolar (también conocido como psicosis maníaco-depresiva) es asimismo una enfermedad
de origen genético y hereditaria en la que la persona sufre cambios bipolares del estado de ánimo. En el
ejemplo clásico el paciente oscila entre fases depresivas que pueden ser muy graves, con alto riesgo de
suicidio, y fases maníacas, de absoluta euforia y sobreexcitación.
En mayo de 1968 tuve la oportunidad de presenciar una crisis de este tipo: alguien cercano compró todos
los helados y todos los bolígrafos disponibles en una tienda del barrio y comenzó a construir con ellos una
pirámide sobre un banco público que había enfrente, mientras con una sonrisa iba ofreciendo billetes de
500 francos a todas las chicas guapas que por allí pasaban...
Como su propio nombre indica, se trata de una psicosis, es decir, que el enfermo percibe la realidad de
una manera muy alterada y no se da cuenta de que tiene un problema. Se han detectado formas muy
variadas: por ejemplo, casos en los que las fases depresivas y maníacas son claramente menos violentas;
otros en los que sólo se experimentan las fases depresivas y no las maníacas; otros, al contrario, en las que
sólo se sufren procesos maníacos…
Durante una fase maníaca, que puede durar entre varias horas y varios días consecutivos, las ideas se
aceleran y el individuo deja de sentir cansancio o ganas de dormir. Hablamos de completa euforia, de
una explosión de fuegos artificiales de ideas y proyectos absolutamente ambiciosos, a menudo irreales.
Todo es posible. En determinados casos el enfermo puede tener pensamientos megalomaníacos, así como
tendendencia a la desinhibición social, a veces también sexual. En ocasiones puede incluso terminar gas-
tando enormes cantidades de dinero.
En el World Health Report las psicosis aparecen entre las grandes causas de discapacidad en todo el mundo,
ocupando el trastorno bipolar la sexta posición para el grupo de edad comprendido entre los 15 y los 44
años.
Hay estudios que sitúan la incidencia de este trastorno en torno al 5% de la población, aunque lo más
terrible de todo es que se calcula que sólo se diagnostican la mitad de los casos. Además, el suicidio con-
sumado se produce hasta en el 15% de los casos en las formas más graves de trastorno bipolar.
Sin embargo, las que afectan al cerebro y en especial las incapacitantes (como por ejemplo un derrame
cerebral con hemiplejia y/o afasia -es decir, la pérdida del habla-, o las enfermedades como el párkinson
y el alzhéimer) a menudo desencadenan una depresión más grave.
u La esquizofrenia
Por lo general los psiquiatras no hablan de depresión en caso de esquizofrenia. Lo que hacen es
distinguir los síntomas positivos: alucinaciones, crisis de pánico, alteración (en ocasiones agresiva,
aunque con mucha menor frecuencia de lo que se cree); y los negativos: pérdida de motivación,
desplome de la autoestima, aislamiento, hipersomnia, ralentización psicomotora que puede acabar
en catatonia…
Sin embargo, y aunque muy pocas veces veamos en las personas con esquizofrenia una manifestación
típica de tristeza (posiblemente debido a un cortocircuito general del cerebro mamífero, el emocional),
los síntomas negativos sí constituyen una forma de depresión.
Las profesiones que se ejercen en circunstancias difíciles, como es el caso del personal de los servicios de
oncología o psiquiatría, están más sujetas al “burnout” y la depresión; otros profesionales, como los mili-
tares, al estrés postraumático, que también se asocia con una vertiente depresiva.
Hay determinados tipos de estrés que se pueden sufrir durante toda la vida, e incluso transmitirse de
generación en generación. Gracias a una serie de descubrimientos, se ha observado que esto es precisa-
mente lo que les ocurría a los niños cuyas madres habían sufrido estrés durante el embarazo. No sólo el
feto se ve afectado por el aumento del cortisol en la madre, sino que también se producen modificaciones
epigenéticas que, si no se tratan, pueden prolongarse durante toda la vida e incluso transmitirse a las
siguientes generaciones.
Otro equipo canadiense ha demostrado que la depresión en la mujer embarazada estaba asociada a una
modificación epigenética del gen del receptor del cortisol, lo que cual podía volver al niño vulnerable al
impacto del estrés y la depresión.
Por su parte, varios equipos norteamericanos han conseguido poner de relieve el hecho de que la metila-
ción (que es silenciosa) del gen del receptor de la oxitocina, la hormona de la empatía y de las relaciones
sociales, era un factor de riesgo de la depresión.
Todavía más antigua es la observación de que los traumas en la infancia aumentan el riesgo de depresión
en la adolescencia.
Según un metaanálisis que sintetiza los resultados de diez estudios, las personas que se exponen a un
mayor número de acontecimientos estresantes tienen un riesgo de depresión un 41% mayor.
Numerosos estudios y metaanálisis determinan que el déficit en magnesio, el principal regulador del
estrés, es un factor de riesgo de depresión y es más habitual e intenso entre las personas deprimidas. La
buena noticia es que los suplementos de magnesio tienen unos efectos antidepresivos tan eficaces como
los medicamentos.
Un estudio aleatorizado realizado con personas diabéticas mostró incluso que tomar 450 mg de magnesio
al día tiene unos efectos antidepresivos comparables a los de 50 mg de imipramina.
El equipo del Dr. Camardese puso de manifiesto en otro estudio realizado con 123 personas con depresión
grave que un alto nivel plasmático de magnesio permitía pronosticar una respuesta positiva al tratamiento.
Otros estudios demuestran una mejora del sistema serotoninérgico gracias al magnesio y una disminución
de la hiperactividad de los circuitos NMDA (de N-metil-D-aspartato, que tienen un papel preponde-
rante en las sinapsis neuronales) observados en la depresión.
En primer lugar, en el nacimiento, cuando la cabeza del bebé se apoya en el cuello del útero, se desenca-
dena una secreción de oxitocina tanto en la madre como en el hijo, lo cual provoca las contracciones y al
mismo tiempo refuerza, antes incluso de nacer, el vínculo madre-hijo.
Las cesáreas aniquilan este proceso, incluso aunque se le inyecte un poco de oxitocina a la madre para
ayudarle con las contracciones.
La OMS calcula que la frecuencia de cesáreas no debería superar el 10% de los nacimientos, lo cual co-
rresponde a la frecuencia de situaciones en las que el nacimiento por vías naturales representa un peligro
para la madre o el bebé.
Pues bien, en España, según los últimos datos, la tasa de cesáreas se sitúa en el 25%, una de las más altas
de la Unión Europea (superada por Italia con un 35%, pero por delante de Francia con un 21%, por
citar un par de casos).
La segunda gran oportunidad para reforzar la seguridad afectiva se produce con la lactancia, durante la
cual las secreciones de oxitocina son intensas tanto en la madre como en el bebé. Ahora bien, de nuevo
las cifras de lo que ocurre no acompañan.
En España no hay un sistema oficial de seguimiento de la lactancia preciso, pero los datos que se tienen
(que proceden mayoritariamente de las encuestas nacionales de salud) no son muy halagüeños. En toda
Europa, los mejores resultados de lactancia materna al nacer se dan en los países nórdicos (99% en No-
ruega y Suecia, 98% en Hungría, 95% en Dinamarca), mientras que en España ronda el 71% pero inclu-
yendo lactancia materna exclusiva y parcial. El porcentaje de lactancia materna exclusiva a los seis meses
de edad del bebé ronda el 28,5% (similar a las cifras europeas), una cifra muy alejada de lo que sugiere
la OMS, que recomienda la lactancia materna exclusiva durante 6 meses, y la introducción de alimentos
complementarios de calidad mientras se sigue con la lactancia hasta los dos años o más.
Por último, una cuestión agravante es el que el destete se produce de forma brusca.
La mayor parte de los niños dejan de tomar el pecho de un día para otro. La impregnación oxitocínica
depende tanto del amamantamiento en sí mismo como del contacto físico. Un destete sin brusquedad
en donde se priorice el contacto físico permitiría consolidar los fundamentos de la vida afectiva futura
del bebé.
Szondi, un médico húngaro (deportado por los nazis a Bergen-Belsen y liberado con otros gracias a un
rescate que se pagó a cambio de 1.700 intelectuales americanos), aunque no conocía la existencia de la
oxitocina, había sido un pionero en el desarrollo del concepto “pulsión de contacto”. El tacto es una ne-
cesidad fundamental y la base de la vida afectiva.
Posteriormente, el gran psiquiatra inglés John Bowlby elaboró la conocida como “teoría del apego”, que
explica la vulnerabilidad a la depresión en las primeras relaciones vividas por el niño.
La ausencia de una política global que busque mejorar las condiciones del embarazo, el parto, la primera
infancia, la maternidad y la paternidad da lugar a seres que están programados para sentirse mal consigo
mismos, inadaptados y ser potencialmente destructivos.
Unos estudios llevados a cabo por Dominik Moser en la Universidad de Ginebra demuestran que,
cuando los niños han sufrido estrés en situaciones de violencia por parte de sus padres, el gen que
codifica el BNDF, el factor neurotrófico que disminuye en la depresión, sufre modificaciones bio-
quimicas y, por ello, se expresa menos. Sigue siendo un ejemplo extraordinario de lo que ahora
denominamos “epigenética”, es decir, la modificación de la expresión de los genes por parte del
entorno. Por suerte, es reversible, pero si no se repara, puede transmitirse el cambio a las siguientes
generaciones.
El aumento del cortisol, segundo mensajero del estrés, también inhibe la producción de BDNF. El estrés
de la primera infancia no sólo puede alterar la expresión del gen BDNF, sino también la del transportador
de la serotonina.
En los adultos, los contactos sociales y sobre todo los físicos, así como las relaciones amorosas, reactivan
las secreciones de oxitocina. Algunos estudios señalan que escuchar la voz de alguien querido bastaría para
provocar la emisión de oxitocina.
Un parto por cesárea, la ausencia de lactancia materna (o mantenerla sólo durante un período corto),
la depresión postparto de la madre, una historia perinatal o de la primera infancia alterada, el hecho de
haberse chupado el dedo durante un tiempo prolongado, una tendencia a sentirse aislado, “abandonado”,
“indigno de ser amado”, una hipersensibilidad a las relaciones entre padres e hijos, resentimiento o en
ocasiones cólera contra la madre, una adolescencia muy turbulenta, una fuerte tendencia a las dependen-
cias afectivas o a las de consumo (azúcar, alcohol, tabaco, etc.)… Todo ello puede hacer sospechar de la
existencia de un problema afectivo en las personas deprimidas.
Pero, ¿qué es lo que frena a los impulsos? La serotonina, que a su vez también puede sufrir múltiples disfuncio-
nes. Algunas son de origen genético, lo que impide que actúe de manera correcta el recaptador de serotonina.
Si el gen que codifica la proteína que recapta la serotonina en la sinapsis es insuficiente, la serotonina,
una vez liberada, deja de estar entre las dos neuronas. Esto insensibiliza los receptores y, según diversos
estudios, aumenta enormemente tanto el riesgo de dependencia del alcohol como el riesgo de suicidio
(se multiplica por 2,5).
En lo que respecta a la propia depresión, los trabajos precursores de Caspi demostraron que los adoles-
centes portadores de esta versión del transportador eran más vulnerables a ella.
No obstante, varios metaanálisis no encuentran tal asociación al incluir todos los rangos de edad. Es
sólo al observar a la población joven, de entre 10 y 25 años, cuando los metaanálisis demuestran que
efectivamente ese vínculo está muy presente. Esto podría deberse al hecho de que, al ser una cuestión de
interacción entre los genes y el entorno, las personas mayores aprenden a modular con mayor eficacia su
herencia genética a través de este último.
Otros estudios realizados sobre población finlandesa e india americana demuestran tendencia a la violen-
cia y el alcoholismo en las personas portadoras de mutaciones que afectan a los receptores de la serotonina
(en especial el receptor 5HT1B).
En todo caso, los estudios también demuestran que el hecho de ser portadores de genes que generan
vulnerabilidad no es una condición suficiente para desarrollar depresión. En caso de estrés sí hace la de-
presión más probable, pero tampoco inevitable.
Se sabe que la tensión pulsional es mayor por razones genéticas en las regiones en donde la población es de
origen celta. Así, se observan muchos más suicidios, pero también más casos de depresión y dependencia
al alcohol, en los países escandinavos, Irlanda o Rusia.
Ahora bien, la falta del freno de los impulsos puede deberse igualmente al consumo de azúcares de
absorción rápida, lo cual desestabiliza el paso del aminoácido precursor de la serotonina al cerebro, el
triptófano. Asimismo, también podría deberse a la falta de vitaminas y minerales fundamentales para la
producción de serotonina a partir deltriptófano (hablamos de vitaminas B6, B9 y B12 y de magnesio).
Hay estudios que correlacionan la falta de estas vitaminas de tipo B y el riesgo de depresión.
Un tercer factor es el desequilibrio entre el acelerador (la noradrenalina) y el freno (la serotonina). En
realidad, en caso de estrés la noradrenalina del cerebro reptiliniano se segrega en grandes cantidades, lo
que hace que incluso si la persona no es genéticamente vulnerable o sufre carencias (aunque todos estos
factores puedan combinarse, evidentemente), el freno se ve desbordado por el acelerador, lo que también
produce una falta de control de los impulsos.
Cualquiera ha podido experimentarlo alguna vez: cuando estamos estresados nos controlamos peor, es-
tamos más irritables, toleramos menos las frustraciones y actuamos más impulsivamente, a veces incluso
con ira. Un conductor impaciente cometerá más excesos de velocidad, un fumador fumará más cigarrillos,
una persona que bebe se servirá más alcohol en el vaso…
Pero, ¿no le parece paradójico que las personas que tienen un freno de los impulsos menos eficaz, o en
caso de que éste se encuentre desbordado -lo cual los “sobreexcita”-, puedan sufrir depresión, cuando la
depresión por definición es justamente lo contrario (una disminución de la energía, un acelerador que
ha dejado de responder…)?
En una situación de conducción normal se necesita estar atento, sin más. Para ello el centro de aten-
ción emite noradrenalina, que es recaptada, y tras un pequeño descanso, las neuronas se vuelven a
cargar.
Si el conductor está sobreexcitado y conduce a gran velocidad, adelantando a todos los coches y esqui-
vando todo el rato a los que vienen de frente, deberá estar extremadamente atento para no tener un
accidente. Su centro de atención emitirá entonces mucha más noradrenalina y, al cabo de unas horas, las
neuronas se habrán vaciado. Si todos los días repitiese la misma situación, al cabo de un tiempo terminará
por sentirse completamente agotado.
Una persona que, por razones genéticas, nutricionales o de estilo de vida bajo estrés, tiene una tensión
pulsional alta, tiende a vivir permanentemente “a 100 por hora”. Es impulsiva y vehemente tanto en el
habla como en sus gestos y en su forma de sentir; se tensa con facilidad, llegando a ser conflictiva; es hi-
perexigente tanto hacia sí misma como hacia los demás; también es intolerante, perfeccionista… y puede
pasar fácilmente de la sobreexcitación a la depresión.
Por esa razón el Prozac y otras sustancias psicotrópicas serotoninérgicas destinadas a aumentar el freno
de los impulsos han terminado por adquirir la etiqueta de “antidepresivos”, cuando sencillamente son
todo lo contrario. Los antidepresivos de verdad aumentan el acelerador de los impulsos, que es lo que se
supone que hacen los antidepresivos tricíclicos.
En cualquier caso, no por ello es menos cierto que el perfil de tensión pulsional aumenta el estrés y debe
por tanto considerarse un riesgo de depresión. Y resulta fundamental saber si está o no presente porque,
de estarlo, el tratamiento conllevará dos componentes: uno que se suministra durante un breve período
de tiempo para incrementar los neurotransmisores dinamizadores (noradrenalina y dopamina) y mejorar
el ánimo, y otro orientado a largo plazo para equilibrar la sobretensión de fondo.
Así, los marcadores de la inflamación son altos entre las personas deprimidas, y al mismo tiempo la ma-
yoría de enfermedades que conllevan inflamación (la fibromialgia, el cáncer o la poliartritis reumatoide,
por ejemplo) son factores de riesgo de depresión. Y otras patologías inflamatorias como la psoriasis no sólo
son un factor de riesgo de depresión, sino que también podrían implicar una repecursión cardiovascular.
El estrés implica efectos antinflamatorios mediante varios mecanismos que activan, entre otros procesos:
Además, se comprobó que las mujeres son más sensibles que los hombres a estos efectos depresivos secun-
darios a un estado inflamatorio.
Las citoquinas mediadoras de la inflamación tienen un efecto negativo sobre la producción de BDNF, el
factor de crecimiento de las sinapsis, que se ve disminuido en los casos de depresión, tal y como recuerda
Francesca Calabrese, de la Università degli Studi di Milano.
Pero es que además la inflamación tiene unos efectos prooxidantes que dañan tanto a los neurotransmi-
sores como a las membranas encargadas de leer sus mensajes.
Los estudios sobre las personas deprimidas demuestran que su alimentación es más pobre en frutas y
verduras ricas en antioxidantes y principios activos antiinflamatorios que la de las personas que no lo
están.
En cambio, numerosos estudios demuestran que una alimentación antiinflamatoria, como por ejemplo
la dieta mediterránea, reduce enormemente el riesgo de depresión, al igualque unos aportes alimentarios
más altos en ácidos grasos omega 3, que son potentes antiinflamatorios.
Un metaanálisis realizado sobre 13 estudios confirmó también el efecto antidepresivo de una alimentación
rica en frutas y verduras, cereales integrales y pescado.
En el marco de otra investigación se repartió a 39 personas que comían todo tipo de alimentos en tres
grupos diferentes: uno pasó a consumir proteínas de carnes de animales no marinos a diario, otro pes-
cado de tres a cuatro veces por semana (pero nada de carne roja o de ave) y el tercero dejó de consumir
cualquier proteína animal. Al cabo de dos semanas, solo el grupo vegetariano se había beneficiado de un
aumento significativo del estado de ánimo objetivado por dos pruebas (Profile of mood mtates y Depression,
anxiety and stress scales). Y es que la carne, rica en hierro, ácido araquidónico, leucina, endotoxinas, etc.,
es el alimento más inflamatorio de todos.
Por su parte, unos estudios realizados sobre complementos de ácidos grasos omega 3 demostraron tam-
bién su eficacia contra la depresión, que se explica no sólo por sus efectos antiinflamatorios, sino también
por sus efectos fluidificantes en las membranas neuronales y como dinamizadores de la neurotransmisión.
Esto se ha confirmado en las depresiones infantiles y entre las personas depresivas bipolares (aunque el
estudio que se refería a estos últimos fue modesto).
En cambio, unos resultados del Adventist Health Study 2 publicados en 2016 señalan que una alimenta-
ción con una relación omega 6 y omega 3 alta o con unos aportes destacados de ácidos grasos trans (los
omega 6 y los trans, especialmente presentes en margarinas y productos industriales, son inflamatorios)
se asocia con una mayor incidencia de la depresión.
Y asimismo otro estudio probó que unos aportes bajos en selenio también constituyen un factor de riesgo
de aparición de depresión grave.
Por el contrario, la curcumina (de la cúrcuma) y otros polifenoles y antioxidantes, todos ellos potentes
antiinflamatorios, han demostrado tener notables efectos antidepresivos.
Y otro estudio ha demostrado que la vitamina D no sólo posee unos potentes efectos antiinflamatorios,
sino que además unos niveles plasmáticos bajos de ella permitirían predecir la enfermedad.
40 pacientes de entre 18 y 65 años que sufrían depresión grave fueron elegidos al azar para recibir durante
dos meses bien 50 000 UI de vitamina D a la semana, bien un placebo. La puntuación de la depresión
medida por el Beck depression inventory disminuyó más en el grupo de vitamina D (- 8) que en el grupo
de placebo (- 3,3), lo cual se asocia con un estatus antioxidante (glutatión y capacidad antioxidante total
del plasma) claramente superior.
En definitiva, resulta fundamental tener en cuenta la dimensión inflamatoria en la depresión, por lo que
también sería prudente incluir en el tratamiento de los pacientes afectados por la inflamación (son mu-
chos: en caso de sobrepeso, de diabetes, de enfermedades cardiovasculares, de colopatía, de enfermedad
de Crohn, de rectocolitis hemorrágica, de psoriasis, de fibromialgia, de cáncer, etc.) una estrategia de
prevención para un riesgo acrecentado de depresión.
Pero, más allá de influir sobre la inflamación, la flora intestinal también puede alterar a los precursores de los
neurotransmisores más importantes para el estado de ánimo, como la tirosina y el triptófano (repercutiendo en
la capacidad del cerebro para producirlos) y asimismo generar moléculas con un impacto directo en el cerebro.
Un descubrimiento especialmente importante en ese sentido es que las citoquinas inflamatorias emi-
tidas por el tubo digestivo alteran a los neurotransmisores mediante múltiples mecanismos (incluida la
inhibición de la síntesis de la tetrabioterina -BH4-, un biofactor que interviene en la producción de la
mayoría de neurotransmisores, entre ellos la serotonina, a la que parece que afecta más esta inflamación)
y que provocan de forma experimental alteraciones del neurocomportamiento y depresión.
La tetrabioterina es también un cofactor de la óxido nítrico sintasa, que permite transformar la arginina
en óxido nítrico (NO), el principal vasodilatador, lo cual tiene por consiguiente consecuencias sobre la
función sexual, la tensión arterial y el riesgo cardiovascular.
• El sobrepeso.
• La inflamación.
Por último, las alteraciones digestivas de tipo fermentación e hinchazón tienen repercusiones sobre el ner-
vio vago y dificultan la propia percepcición del tubo digestivo, “interocepción” que afecta negativamente
a la sensación de bienestar y el ánimo.
Y resulta que esa relación intestinos-cerebro se produce en los dos sentidos: un malestar psicológico re-
percute en la esfera digestiva y el malestar visceral influye a su vez en las áreas emocionales.
Además, este mismo fenómeno puede afectar a otros órganos, dado que cualquier tensión, cualquier ma-
lestar físico y cualquier dolor, venga de donde venga, también es percibido por el cerebro. Eso es lo que
ha llevado a autores como Christopher Harshaw a situar en un lugar destacado los desequilibrios de la
interocepción al explicar las depresiones.
Unos investigadores han descrito una hipersensibilidad a la interocepción que podría reforzar aún más su
papel, lo cual además sería más habitual entre las mujeres.
Por otro lado, cada vez más estudios señalan un impacto antidepresivo significativo en la ingesta de pro-
bióticos. Por ejemplo, en un estudio triple ciego realizado sobre 40 personas sanas que habían recibido
fermentos inertes o bien una mezcla de varias cepas de lactobacilos y bifidobacterias durante dos meses,
en el grupo de los probióticos se constató:
• Una disminución de la puntuación depresiva (Beck depression inventory) de -5,7 frente a -1,4 en el
grupo placebo.
• Un aumento del glutatión.
• Una importante disminución de la proteína C reactiva ultrasensible, marcador de la inflamación.
• Una mejora de la tolerancia a la glucosa.
En otro estudio doble ciego en el que participaron 70 obreros de la industria petroquímica, la ingesta
de yogur enriquecido en probióticos o de probióticos en cápsula también mejoró su puntuación en la
escala DASS (Depression, anxiety and stress scale) y en la del GHQ (General health questionnaire, sobre la
sensación global de bienestar), mientras que el grupo que había consumido un yogur convencional no se
benefició de ninguna mejora significativa.
Y asimismo en un último estudio efectuado con 45 voluntarios sanos durante tres semanas, la toma
de prebióticos (galactooligosacáridos que favorecen la proliferación de bacterias comensales positivas)
permitió una disminución del cortisol salival, el segundo mensajero del estrés, y una disminución de la
importancia dada a las informaciones negativas con respecto a las positivas.
En cambio, en las mujeres la recuperación de una sola noche de descanso ya reduce a la mitad la activación
de factor nuclear kappa B, el director de orquesta de la reacción inflamatoria.
Los trastornos del sueño agravan las patologías inflamatorias y, al revés, la inflamación altera el descanso.
Es lo que denominamos un “círculo vicioso”.
Un estudio que evaluaba los efectos de la privación del sueño y/o la actividad física entre hombres y muje-
res demostró que cualquiera de ellas aumenta los trastornos somáticos, la percepciónde dolor, el malestar
y el descenso del estado de ánimo. Y, además, que las mujeres son más sensibles a ellas que los hombres,
aunque ellos se ven más afectados cuando se dan ambas privaciones a la vez.
Por otra parte, el estudio de Ford y Kamerow del Instituto Nacional de la Salud Mental de Estados Unidos
destacó que la incidencia de las depresiones graves se multiplica casi por 40 entre las personas insomnes.
Y asimismo en las mujeres embarazadas los trastornos del sueño también están asociados con un aumento
de los riesgos de depresión postparto.
Los enfermos de cáncer, por su parte, presentan de dos a tres veces más trastornos del sueño que los que
no lo están, además de que los trastornos del sueño se asocian a la inflamación y la depresión, dos potentes
factores perjudiciales en la evolución del cáncer.
Como la depresión es la causa de trastornos variados del sueño (dificultad para conciliar el sueño, descanso
interrumpido y no reparador y, por lo general en las depresiones graves con altos niveles de cortisol,
despertares tempranos), puede decirse que las personas deprimidas corren el riesgo de verse encerradas
en otro círculo vicioso: la depresión genera trastornos del sueño, al tiempo que los trastornos del sueño
agravan la depresión.
Sin embargo, la falta de apoyo afectivo y de vínculos emocionales fuertes continúa siendo un factor de
riesgo a cualquier edad; y no solo de depresión, sino también, tal y como han señalado diversos estudios,
de vulnerabilidad ante las infecciones, de hipertensión, de disminución de la esperanza de vida…Por
tanto, las personas viudas, divorciadas o en el paro están más expuestas, y el riesgo aumenta todavía más
con la edad.
Asimsimo, se sabe que la intensidad de las relaciones afectivas y los intercambios de apoyo real son más
importantes que el número de esas relaciones. Una persona puede interactuar con otras mientras siente
una profunda soledad emocional.
Este factor de sostén emocional constituye uno de los puntos fuertes del “modelo Okinawa”. En la isla
japonesa los ancianos pertenecen a un “moai”, un grupo de apoyo, y a veces a varios a lo largo de toda la
vida. Estos grupos se reúnen todas las semanas para compartir un té (verde), novedades, diversión, risas…
dándose apoyo moral pero también apoyo de tipo más concreto, en caso necesario, a través de un sistema
de colecta. Cuando el iniciador del estudio de los centenarios de Okinawa, Makoto Suzuki, vino a París
a impartir una conferencia conmigo en el Centro de Prensa Extranjera en el Grand Palais, presentó a
un grupo de mujeres que llevaban reuniéndose todas las semanas ¡desde hacía nada menos que 88 años!
De hecho, los estímulos físicos e intelectuales aumentan la secreción de BDNF. En este sentido, diversos
estudios indican incluso que un entorno estimulante, asociado a una secreción de BDNF, contribuye a la
capacidad para resistir al cáncer.
Realización personal
(Moral, creatividad, resolución de problemas…)
Estima
(Confianza, respeto de los demás y hacia los demás, autoestima…)
Necesidades de seguridad
(Del cuerpo, del trabajo, de la salud, de la propiedad…)
Necesidades fisiológicas
(Comer, beber, dormir, respirar…)
Según Abraham Maslow, uno de los fundadores de la psicología humanista y autor de la famosa pirá-
mide de las necesidades humanas, más allá de satisfacer las necesidades fisiológicas y de seguridad (los
dos primeros niveles) y las necesidades afectivas y de estima (los dos siguientes), la necesidad última de
un individuo es la realización personal y su contribución a la sociedad; es decir, lo que le da verdadero
sentido y un valor especial.
Una vez más, los ancianos de Okinawa ya lo intuían; esos mismos que se niegan a jubilarse, que quie-
ren seguir involucrados en actividades de todo tipo tanto tiempo como sea posible y que cultivan el
“ikigai” o, lo que es lo mismo, el sentido a través de proyectos que aprecian. Una jubilada se afana en
transmitir en su taller los métodos tradicionales de tejido a chicas jóvenes; un lutier centenario sigue
fabricando instrumentos y tocando música todos los días; un abuelo enseña a su nieto a fabricar an-
zuelos y a pescar…
Por otro lado, el desarrollo personal consiste en emprender un camino vital para conocerse mejor, refor-
zar los puntos débiles del carácter, superarse y ser coherente con uno mismo al igual que con los demás
y con el mundo.
Un viaje así puede reforzarnos considerablemente frente a las frustraciones y adversidades a las que todos
estamos expuestos.
Cuando le conté en Los Ángeles que me sentía mal e inhibido en una situación concreta, me respondió:
“¿No será que proyectas por adelantado que te va a salir mal?”. Gracias a él entendí que cuando me sentía
estresado siempre suponía que ese acontecimiento vivido iba a tener unas consecuencias catastróficas; que
cuando me sentía deprimido necesitaba hurgar en el “disco duro” para hallar una explicación de por qué
“no iba a conseguirlo”, o que “sí, es genial, pero no va a durar…”, etc.
Sólo una vez identificado este pensamiento podemos tratarlo, modificarlo, reorientarlo… Mientras no se
haga, experimentamos una emoción que se impone, que nos invade sin capacidad de intervenir.
Creencias depresogénicas
Tríada cognitiva negativa.
Pensamientos automáticos Respuestas autonómicas
negativos e inmunitarias
Fuente: www.psychomedia.qc.ca
En 1976 Aaron Beck, uno de los otros fundadores de la terapia cognitiva, expuso tres pensamientos ne-
gativos que se encuentran en el centro de la depresión:
• El primero tiene que ver con una mala imagen de uno mismo. La persona deprimida tiene una
mala opinión de sí mismo, ya sea desde el punto de vista físico, intelectual, moral o social. Se me-
nosprecia y eso puede llevar a la culpabilidad.
• El segundo tiene que ver la percepción negativa del mundo: “El mundo es injusto; el mundo no es
como debería ser; la vida es demasiado dura…”.
• El tercer pensamiento afecta al futuro, que para la persona deprimida siempre se presenta como una
fuente de frustraciones y pérdidas: “Las cosas siempre van a peor”.
Todos caemos alguna que otra vez en esta clase de pensamientos, a los que los psicólogos denominan
“distorsiones cognitivas”. Aquí tiene algunos ejemplos:
u Generalizar
“No lo he conseguido y la próxima vez tampoco lo conseguiré. Voy a seguir siendo un fracasado…”
u Ser negativo
Dejando que todo lo malo invada la pantalla, ocultando lo positivo.
u Amplificar
“Es completamente intolerable”, “es horrible”, “es terrible” ... A esto Albert Ellis lo llamaba “catastrofismo”.
u Culpabilizar
Responsabilizándonos de sucesos con los que no tenemos nada que ver.
u Pedir la luna
Tener unas expectativas irreales tanto en lo que respecta a uno mismo como a los demás, lo que garantiza
siempre la decepción, los juicios negativos, el desánimo…
Conocer y reconocer estas distorsiones cognitivas puede ayudarnos a entablar un diálogo con nosotros
mismos y a no convertirnos en víctimas de ellas.
No obstante, hay personas que están más sometidas que otras a esas distorsiones cognitivas. De hecho,
mientras unas se centran más en las emociones o las acciones, otras lo hacen en la mente. Es posible que
estas últimas tengan una tendencia a “hipermentalizar”, a “pensar demasiado”. Y esa “pequeña bicicleta”
que da vueltas y vueltas en la cabeza puede, en lugar de ayudar a vivir bien la vida, contribuir a que ésta
se desperdicie.
La evolución vital también puede favorecer una orientación depresiva. Según Martin Seligman, pasar
una y otra vez por situaciones que comprobamos que no podemos controlar puede conducir a una “im-
potencia aprendida”: “Como no puedo hacer nada, me resigno”.
Sin embargo, numerosos estudios han conseguido probar la eficacia de las técnicas psicoterapéuticas cog-
nitivas, del comportamiento y del “pensamiento positivo” para hacer frente a estos factores de depresión.
Así, un metaanálisis de 18 estudios que trataban sobre personas con depresión leve destacó una dismi-
nución media del 39% del riesgo de depresión grave en 6 meses gracias a ellas. Y otro metaanálisis de
15 estudios realizado en la Universidad Duke sólo sobre terapias breves, de entre 6 y 8 sesiones, también
puso de manifiesto su eficacia.
La síntesis de 38 estudios realizados con 4.356 personas deprimidas demostró que las psicoterapias in-
terpersonales son indudablemente eficaces y contribuyen también en gran medida a prevenir las recaídas.
Y esto sucede incluso en los casos de depresión en los que los medicamentos no funcionan. Nicola Wiles y sus
colegas de las universidades de Bristol, Exeter y Glasgow reclutaron a 469 personas de edades comprendidas
entre los 18 y los 75 años que sufrían una depresión resistente a los antidepresivos que llevaban tomando
al menos 6 semanas. Se les instó de manera aleatoria a que continuaran solamente con los antidepresivos
o bien a que participaran en un terapia cognitiva-conductual mientras seguían tomando los antidepre-
sivos. 6 meses después
el 46% de las personas
que se había beneficiado El papel del alcohol, las drogas y los medicamentos
de una psicoterapia ma-
nifestaba al menos un
50% de atenuación de
sus síntomas, frente al
T ener antecedentes de alcoholismo es un factor de riesgo de depre-
sión (asimismo, permítame recordar que el alcoholismo, al igual
que todas las adicciones, está asociado a una tensión pulsional alta). De
22% registrado en el hecho, en torno al 40% de las personas adictas al alcohol sufre depresión
otro grupo. Además, el y, según los estudios, entre el 5 y el 10% de las personas deprimidas
40% podía considerarse sufren adicción al alcohol.
en estado de recupera-
ción, y los beneficios Por lo general, las personas que sufren depresión y que comienzan a
seguían percibiéndose beber creen que el alcohol puede reducir el efecto de los síntomas de
después de 12 meses. la enfermedad. Pero, por desgracia, ocurre todo lo contrario: el efecto
temporal de alivio que ofrece el alcohol se ve sustituido rápidamente por
Diversos estudios han malhumor e irritabilidad (se puede asociar el mismo tipo de problema
probado que la psico- al consumo de marihuana u otras drogas).
terapia es a corto plazo
tan eficaz como los me- Asimismo, numerosos medicamentos liderados por las benzodiazepinas
dicamentos, mientras (ansiolíticos), las estatinas y los betabloqueantes, pueden resultar tam-
que a largo plazo los bién “depresogénicos”. De hecho, el 50% de las personas que reciben
supera. Según el Centro un tratamiento de interferón son proclives a depresiones muy graves, a
federal especializado en veces hasta el punto de desear la muerte.
atención médica (KCE) de Bélgica la mejor opción de tratamiento para la depresión es la psicoterapia
combinada con medicamentos antidepresivos, pero si la persona no desea seguir este enfoque, la primera
opción recomendada debe ser la psicoterapia.
El último método en que se está trabajando en este sentido se inspira en la meditación; lo ha elaborado
Jon Kabat-Zinn y se llama “plena consciencia” (mindfulness). A través de esta técnica, al reenfocar las
sensaciones inmediatas, el paciente puede volver a centrarse en su realidad y distanciarse de los pensa-
mientos negativos repetidos y de la hipermentalización. Un metaanálisis de 2014 que incluía 12 estudios
determinó su eficacia ante casos de depresión.
Los antidepresivos tienen poca eficacia para las depresiones leves o moderadas, tal y como confirma un
análisis publicado en la revista científica JAMA (Journal of the American Medical Association).
Jay Fournier, de la Universidad de Pennsylvania, y sus colegas analizaron los datos de 6 ensayos clínicos
publicados desde 1989 que comparaban la eficacia de los antidepresivos a base de paroxetina (Frosinor,
Seroxat…) o imipramina (Tofranil) con la de un placebo. Los resultados demostraron que, en las personas
que presentaban una depresión de leve a moderada, el efecto del tratamiento era mínimo.
Y esos mismos resultados se confirmaron en varios de los estudios aparecidos en los últimos años.
Ya en 2008 un estudio publicado en la revista PLoS también había demostrado que los antidepresivos de
nueva generación no funcionaban mejor que un placebo para la mayoría de las personas que sufrían una
depresión leve o moderada.
E Irving Kirsch y sus colegas habían examinado los resultados de 47 estudios publicados, así como tam-
bién de estudios no publicados (hecho que hizo tan especial esa revisión) sobre la eficacia de los antide-
presivos. Cuando se compararon los ensayos publicados y no publicados, se constató que la diferencia
entre la eficacia del antidepresivo y la del placebo no era significativa.
Y es que además aquella publicación no hizo sino confirmar los resultados de otro estudio aparecido
un mes antes en el New England Journal of Medicine y que exponía que la eficacia de los antidepresivos
estaba altamente sobreestimada por el hecho de que sólo se publicaban los ensayos clínicos que ofrecían
resultados positivos.
El doctor Erick Turner indicaba al respecto que, de 74 ensayos realizados sobre 12 antidepresivos presen-
tados a la Food and Drug Administration de Estados Unidos para solicitar su autorización de comerciali-
zación, el 31% no llegó a publicarse.
La clave estaba en que al tener en cuenta los estudios no publicados, la eficacia de los fármacos se veía
reducida notablemente (en comparación con los estudios individuales).
Otro metaanálisis demostró que los antidepresivos no confieren ninguna ventaja significativa en el tra-
tamiento de las depresiones graves de niños y adolescentes. Y asimismo el Instituto Nacional para la
Salud y la Excelencia Clínica de Reino Unido (NICE, por sus siglas en inglés) recomendó en 2009 que
se dejaran de tomar antidepresivos para tratar las depresiones que no eran graves dado que la relación
beneficio riesgo no era buena. Además, esta institución solicitaba también que el tratamiento de primera
línea de la depresión combinase medidas alimentarias, de estilo de vida, actividad física y de mejora de
la calidad del sueño.
Cuando se evalúan los riesgos de reincidencia, recurrir a la psicoterapia resulta también más eficaz que
hacerlo a los medicamentos. Además, hay varios problemas asociados a la prescripción de antidepresivos,
y es que no se tienen en cuenta los múltiples factores que conducen a la depresión, como por ejemplo el
estrés; la inflamación; la disbiosis; los trastornos alimenticios; los déficits de vitaminas, minerales y ácidos
omega 3; el sedentarismo; los compuestos cognitivos…
El mismo problema se aplica a los medicamentos que inhiben la recaptación de la serotonina; o peor
incluso, dado que la insensibilización de los receptores implica a menudo unos efectos paradójicos y
aparecen tendencias suicidas. Es por ello que las autoridades de salud pública los desaconsejan entre los
adolescentes, aunque ese riesgo también está presente en los adultos. Desgraciadamente yo mismo he
podido constatarlo con un paciente que se quitó la vida después de que su hermana, psiquiatra, hubiera
sustituido el tratamiento nutricional que le había estado manteniendo en equilibrio durante años por una
sustancia psicotrópica serotoninérgica.
Es por todo esto que quiero que conozca una serie de medidas fisiológicas, sencillas, naturales y eficaces
de llevar a la práctica que le van a permitir devolver a sus circuitos la capacidad de incrementar sus niveles
de neurotransmisores. Aunque, como siempre ocurre, los resultados más duraderos los podrá obtener sólo
en el marco de un programa global.
Todo lo que ya ha visto hasta ahora, que a continucación sintetizaré en un decálogo de medidas clave,
está enfocado a prevenir y tratar la depresión a partir de un enfoque multifactorial y global.
Asimismo, como también ha visto, los medicamentos deben reservarse para casos excepcionales en los
que este enfoque global debería utilizarse como complemento, de acuerdo con los autores que han dado
la vuelta a la literatura científica sobre este tema.
Un simple coaching alimenticio de 6 semanas en el caso de las personas mayores en situación de riesgo
reduce de manera duradera la frecuencia e intensidad de los síntomas depresivos (entre un 40 y un 50%).
• Vegana, vegetariana o con predominio vegetal (es decir, la denominada como “flexitariana”).
• Rica en legumbres, cereales semiintegrales (mejor sin gluten, como por ejemplo el arroz, la quinua,
el trigo sarraceno, el amaranto…), tubérculos, hortalizas, calabaza, soja en todas sus formas, setas,
algas y sus derivados, semillas oleaginosas y pastas de semillas oleaginosas (las almendras enteras
son las más ricas en polifenoles), fruta, zumos de fruta, batidos ricos en polifenoles (de granada,
arándano, grosella, fresa, frambuesa, mora, goji, açai…), chocolate negro…
• Rica en omega 3. Si se consume pescado, elija el de pequeño tamaño, que está menos contaminado
y a la vez es más es rico en estos ácidos grasos (por ejemplo arenques, sardinas, caballas, anchoas
sin sal -nunca de bote, cuyo interior está recubierto de plástico y posee disruptores endocrinos-).
Asimismo, al cocinarlo no lo exponga a altas temperaturas, ya que los ácidos grasos omega 3 no las
soportan. Lo mejor es que los coma en crudo (siempre tras congelarlo durante un mínimo de 24
horas), marinados, al vapor o cocinados a fuego lento.
Los aceites de girasol, maíz, pepitas de uva, soja, nuez, en los que predominan los ácidos grasos
omega 6 proinflamatorios deben ser sustituidos por aceite de oliva virgen extra, de semillas de la
planta de colza o de cáñamo (siempre ecológico y en botella de cristal).
• La que está aromatizada por especias fuertemente antiinflamatorias, sobre todo la cúrcuma (de la
que se ha demostrado que aumenta el BDNF), el clavo, el jengibre, la mostaza sin pimienta y la
canela, además de todas las finas hierbas, la cebolla y el ajo.
• En la cual se priorizan los tés (verde, oolong, negro…), el roïboos, el hibisco… frente al café, que
hace que se segregue histamina en el estómago y se pierda magnesio en la orina, además de bloquear
la absorción de las vitaminas B, lo que empeora una tensión pulsional alta.
Nuestras bacterias comensales también necesitan zinc para multiplicarse, del que se podrá garantizar los
aportes adecuados (dado que las principales fuentes son las proteínas animales, que en este caso se reducen)
mediante un complemento nutricional sin hierro ni cobre, a poder ser enriquecido en factores protectores.
• Es un potente neuroprotector.
• Actúa en sinergia con el BDNF para generar nuevas sinapsis.
Resulta sensato tomarlo en forma de dosis doble (un sobre por la mañana y otro por la noche) durante 3
meses en caso de adultos y durante 6 en el de personas de edad más avanzada.
Precauciones: la ingesta de zinc debe suspenderse durante una infección bacteriana aguda (anginas, otitis,
cistitis… u otorrinolaringológica -ORL-). Puede retomarse una semana después de que haya terminado
el episodio infeccioso.
Por otro lado, el estrés y la contaminación afectan de manera negativa a la flora, mientras que la práctica
del ejercicio físico contribuye a su equilibrio.
En el caso de las personas deprimidas, y dada la frecuencia de las carencias de vitamina B ya de por sí
entre la población general, resulta importante seguir durante el primer mes un tratamiento reparador con
un complejo de vitaminas B.
• Agua mineralizada.
• Legumbres.
• Cereales semiintegrales.
• Semillas oleaginosas.
No obstante, los aportes recomendados son difíciles de alcanzar con la alimentación, que de media sólo
aporta 240 mg al día en lugar de los aproximadamente 400 mg necesarios. A su vez, las dosis correctivas
y terapéuticas giran entre los 600 y 900 mg al día. Por tanto, es prácticamente indispensable tomarlo en
forma de complemento.
Numerosos estudios han demostrado que el estrés aumenta las secreciones de noradrenalina, lo que puede agotar
a las neuronas, y que la administración de tirosina permite reducir los efectos depresores de este agotamiento.
De hecho, se ha comprobado que provocar una disminución experimental de tirosina y fenilalanina entre
sujetos sanos conlleva apatía, una ralentización de la velocidad de decisión, una disminución del estado
de ánimo y una alteración de las expectativas de recompensa y motivación.
Incluso al personal militar que se encuentra en misiones largas se le recomienda tomar un complemento
de tirosina con el fin de prevenir las alteraciones asociadas a la falta de sueño, el cansancio, el frío (o el
calor) y el estrés, incluidas la disminución del ánimo y de la moral.
La tirosina incrementa la capacidad para crear nuevas sinapsis y la memorización, procesos que se ven
afectados negativamente cuando hay estrés y depresión.
Por otro lado, al igual que todos los antidepresivos, la tirosina es un potente analgésico. Al aumentar la
dopamina, permite segregar más endorfinas, lo cual contribuye a recuperar el bienestar.
Por último, a nivel cortical el incremento de la dopamina permite mejorar la estabilidad psíquica y
emocional y la capacidad para tomar decisiones positivas y encontrar soluciones de mejor adaptación, lo
cual tiene un efecto sinérgico estimulante (junto a la recarga del espíritu de lucha a nivel “reptiliano” y la
motivación a nivel “mamífero”).
Al igual que psiquiatras de Estados Unidos como Gelenberg y Goldberg, el profesor Jacques Mouret y
el doctor Patrick Lemoine del Hospital Psiquiátrico Vinatier en Lyon han utilizado con éxito la tirosina
para tratar la depresión, la narcolepsia y el párkison en fase inicial.
• Es necesario reducir el consumo de aminoácidos, que compiten con ella por el paso al cerebro
a través de la barrera hematoencefálica (sobre todo la leucina, isoleucina y valina). Esto implica
disminuir el espacio otorgado en la dieta a la carne, los productos lácteos y el maíz, que son sus
principales fuentes.
• Hay que consumir carbohidratos de absorción lenta que, a través de la insulina, facilitan el de-
pósito en los músculos a estos aminoácidos competidores.
• Asimismo, tomar la tirosina en cápsulas y en ayunas (que no compite con los aminoácidos).
Al comenzar el tratamiento hay que tomar entre 300 y 450 mg unos 20 minutos antes de desayunar.
Cuando la persona se encuentre bien podrá dejar de tomarla por completo, para después reanudar de
manera puntual en caso de estrés grave, sobremovilización, agotamiento mental o debilitamiento del
estado de ánimo.
Personalmente yo la tomo cuando tengo que dar clase o escribir durante días enteros para evitar sentirme
en los días siguientes “desfondado”, sin demasiadas ganas de hacer nada (especialmente cuando hay dife-
rencia horaria, ya que combinada con melatonina elimina por completo el jet lag).
Un estudio del doctor Dowlati demostró que la tirosina que toma una mujer que está dando el pecho no
pasa a la leche materna, lo cual permite por tanto consumirla contra la depresión postparto.
Además, ya ha visto el posible uso de la tirosina para tratar el déficit de atención en los niños hiperactivos,
que de hecho es también un síntoma depresivo.
7. Sol y luz
El sueño y el ciclo luz/oscuridad están relacionados.
Resulta fundamental exponerse por la mañana a la luz natural y evitar las estimulaciones luminosas
artificiales, sobre todo las que contienen luz azul artificial (es decir, las de las pantallas), con el fin
de optimizar el ciclo: estimulación por la mañana, con el aumento de la noradrenalina y el cortisol y
el agotamiento de la melatonina, y relajación por la tarde, con la disminución de la noradrenalina y
el cortisol y el aumento de la serotonina y la acetilcolina. Después, al quedarse dormido, aparece la
melatonina reparadora.
Y es que una intimidad física y una sexualidad plena en el marco de una relación duradera son elementos
que indudablemente tienen un gran poder reparador y que permiten alcanzar un estado de bienestar
mediante una impregnación mucho más fuerte de endorfinas y oxitocina.
Ahora bien, cualquier otra forma de placer se asocia también a mayores secreciones de dopamina
y endorfinas. Eso es lo mismo que buscan, llevado al extremo, por supuesto, las personas adictas a
cualquier clase de droga: desde el azúcar al alcohol, el tabaco o juegos de azar, entre otros. Como
es evidente, siempre y cuando las obtengan por medios que no supongan unos efectos secundarios
sumamente nocivos.
Se trata, así pues, de cultivar el hedonismo a través de cada uno de los sentidos: visual (paisajes, viajes,
pinturas…), auditivo (canto de pájaros, música…), olfativo, gustativo, táctil, cenestésico (danza, por
ejemplo) …
Y es que nos apoyamos tanto en estos momentos de placer que los vivimos con “plena consciencia”.
Si usted es lector asiduo de mis Dossiers quizá esto le suene pero, ¿sabía que los ancianos de Okinawa
acuden todas las mañanas a la playa para darle las gracias al sol por levantarse y por estar vivos, así como
para enumerar una lista personal de todo lo que ellos consideran un regalo?
Desde que ellos me inspiraron empiezo el día meditando sobre el hecho de que la aparición del Universo,
la Tierra y la propia vida nunca han sido ninguna “obligación”, sino todo lo contrario: un regalo. También
doy las gracias cada mañana por el hecho de haber nacido y por poder disfrutar hoy día de tantas cosas
maravillosas. Y le aseguro que desde que lo hago mi vida ha cambiado.
Por supuesto que los pensamientos parásitos siguen estando ahí, al acecho, recordándome que “todavía
voy retrasado con aquel dossier” o que “nuestras sociedades están amenazadas por problemas sin una solución
evidente”, entre muchas otras preocupaciones.
Pero las bases sólidas resisten y me permiten extirpar lo negativo, por muy real e importante que sea, de la
inmensidad de lo positivo, que es igual de real. Se trata de una gimnasia diaria si cabe más imprescindible
que la gimnasia física.
Una vez que haya entendido que detrás de cualquier emoción negativa hay pensamientos parásitos, podrá
interpelarlos y responderlos. Y créame que eso lo cambia TODO.
Aunque por supuesto también podemos recurrir a terapias cognitivas y, en casos de estrés postraumá-
tico, a la Desensibilización y Reprocesamiento por los Movimientos Oculares (EMDR, por sus siglas
en inglés).
PASIÓN MISIÓN
Lo que se
Lo que el
nos da
bien
IKIGAI mundo
necesita
PROFESIÓN VOCACIÓN
Si vivir muchos años y con buena salud ya es de por sí un fantástico objetivo, hay otros niveles de reali-
zación personal que se desarrollan sobre esa base, como sucede en la pirámide de Maslow.
Yo distingo 11 dimensiones orientadas a “lograr un sentido”, válidas cada una de por sí y que también
se alimentan las unas a las otras:
11. Armonizar.
Estas dimensiones de realidades también muestran un mapa para la construcción de la propia vida,
de manera que cada elección en una de ellas sea lo más beneficiosa posible para las 10 restantes. Por
ejemplo:
• Sí, disfrutar sin dañar la salud queda lejos de ser algo imposible, al contrario de lo que muchos
de nuestros conciudadanos creen, incapaces de plantearse no engullir cualquier cosa y que siguen
fumando… “¿De qué sirve llevar una vida aburrida?”, me preguntan. Y yo respondo: “Yo disfruto
tanto de la vida que… ¡hago todo lo posible para que dure lo máximo!”.
• Sí, ganar dinero mientras se aprenden cosas, se contribuye a hacer algo, se es feliz... ¡Es posible! De
hecho, yo creo que lo he conseguido hasta tal punto que pienso que nunca he trabajado de verdad.
Y no creo que sea el único.
Pienso que todas estas medidas para no deprimirse, pero también para construir una vida de felicidad
creciente y en “plenitud”, merecerían ser transmitidas desde esos primeros años de colegio en los que
tendemos a manifestarnos en contra de la libertad, la felicidad y hasta la salud (cuando comprobamos la
falta de oxígeno y luz en las aulas, las competiciones que generan ansiedad, la falta de respeto hacia las
diferentes aptitudes y la aberración de los menús de los comedores escolares…).
Y es que de hecho es en el colegio cuando “descubrimos” la “impotencia aprendida” descrita por Martin
Seligman, cuando en realidad en él se les debería proporcionar confianza y autonomía a los niños.
Mi padre, que estaba obsesionado con esta idea, me pidió en 1989 que escribiera a partir de sus notas un
libro sobre este tema que en estos momentos desgraciadamente está agotado. Se llamaba Dar prioridad
al carácter (Priorité au caractere).
REFERENCIAS:
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