Está en la página 1de 2

El neoliberalismo contemporáneo es el fruto maduro de una lárga gestación histórica

realizada principalmente en Estados Unidos, desde su fundación, en cuyo origen se


encuentra un ideario que ha sido aceptado por unos y rechazado por otros. El
neoliberalismo, por lo demás, coincide en los Estados Unidos –es verdad– con una visión
imperialista: Estados Unidos nació como una nación que habría de realizar el proyecto
europeo u occidental de paz, igualdad y bienestar para todos sus ciudadanos y para quienes
adquirieran la ciudadanía norteamericana. De ahí que a lo largo de la historia Estados
Unidos haya hecho propia no sólo una vision de sí mismo como el país que garantiza estos
derechos para sus ciudadanos, sino que además por ello mismo se vuelve el árbitro del
mundo y responsable de llevar dichos principios al resto del mundo, ahí donde no los
hubiera, puesto que su estabilidad y potencia le permite juzgar en cierta manera al resto de
naciones.

Lo interesante aquí son los postulados fundacionales de dicha nación. En la Declaración de


independencia de las trece colonias se establece desde un principio que todos los hombres
son creados iguales (es decir que no hay privilegios por naturaleza para nadie) y que todos
son dotados por el Creador de ciertos derechos inalienables, entre los cuales están la vida,
la libertad y la búsqueda de la felicidad.

Este mismo artículo se encuentra, en esencia, dentro del primero de la Declaración de


Virgina, que es un documento poco posterior, pero esencialmente contemporáneo de la
Declaración de independencia de los Estados Unidos. Además, la Declaración de Virginia
agrega inmediatamente después, en el segundo artículo, que todo el poder reside, y por lo
tanto deriva, del pueblo, y que los magistrados son sus garantes y siervos.

Traigo a cuento dichos principios, porque es interesante notar no sólo el paralelismo, sino la
enjundia y al mismo tiempo las diferencias que se observan entre éstos y los proclamados
por el nuevo gobierno Mexicano encabezado por el presidente Manuel Andrés López
Obrador. Si uno escucha los postulados del actual presidente mexicano, advierte que en
esencia no hay diferencia entre los principios de las declaraciones de Independencia de las
trece colonias norteamericanas y la de Virginia, y los proclamados por el presidente de
México. Pero si los principios de ambos regímenes son los mismos, entonces ¿en dónde
radican las diferencias que hacen tan incompatibles las visiones de los neoliberales
imperialistas norteamericanos y del gobierno socialista mexicano actual?

Un modo de resolver el problema implica, desde mi punto de vista, desvelar de raíz la


naturaleza de ambos sistemas políticos, o más exactamente de los instrumentos que los
soportan, a saber sus decretos, códigos y leyes. Dichos presupuesto –me refiero ahora al de
ambos sistemas polítcos: neoliberalismo y socialismo–, mostrados como principios, leyes,
garantías, normas, etcétera, por una parte tienen pretensión de universalidad, es decir que
en teoría tendrían validez para cualquier persona en cualquier lugar y tiempo. Por ejemplo,
al afirmar que todos los hombres… y lo que sigue: tienen derecho a, son creados según,
deben de, etcétera. Al menos esa es la impresión que queda al leer los documentos
fundacionales de los Estados Unidos de Norteamérica.

Este tipo de afirmaciones, sin embargo, se encuentra en otro tipo de reflexiones fuera del
campo de la política, y son los tratados de los filósofos. Por ejemplo, Aristóteles comienza
su metafísica afirmando que todos los hombres desean saber por naturaleza, o que todos los
hombres (estrictamente, todas las cosas) tienden al bien.

Sin embargo, una análisis filosófico de estos diversos tipos de aseveraciones univerales, los
de las declaraciones políticas y los de las reflexiones filosóficas, entre ellas las de
Aristóteles, revela la autenticidad de unos y la inautenticidad de otros. Puesto que cuando
Aristóteles y otros filósofos afirman que todos los hombres desean por naturaleza saber o
que todos tienden al bien o que buscan la felicidad, lo que están haciendo es concluir con
dicha afirmación una serie de reflexiones bien sopesadas.

También podría gustarte