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Reflexiones sobre la relación entre promoción del Bien Común, Democracia

y Cultura.

Hay relaciones que no chocan a primera vista, promover el Bien Común, Política y
Cultura, resulta evidente que tiene sentido que estén relacionadas, sin embargo,
vale la pena trabajar algo más sobre estas realidades, ya que puede darnos más
luz acerca de sus conexiones más profundas.

Cualquier persona, asociación u organización que desee desinteresadamente


promover el Bien Común en beneficio de toda la sociedad, como debe ser el Bien
Común, difícilmente puede despreciar la participación en el Gobierno de su país,
como una herramienta poderosa, herramienta clave, quizá la más fuerte para esa
promoción. Esto no significará que no se trabaje además en todas las esferas de
la sociedad, o sea participar en lo que suele llamarse “política en su sentido
amplio”. Sin embargo, para mejores resultados deberá dirigirse al corazón de las
grandes decisiones que afectan a todos y eso está en el Gobierno de cada país.

Si su compromiso es serio, mayor que sólo buena voluntad, seguramente deberá


buscar intencionadamente la forma de tomar parte en el ya mencionado Gobierno,
particularmente en los poderes ejecutivo o legislativo como los más vinculados a
las políticas directivas: educación, economía, salud; igualmente al judicial,
relacionado con la seguridad, justicia y paz.

En esa búsqueda para formar parte del Gobierno, la persona o el grupo, será
necesario o bien que “sea gobierno” o que su expertíse sea tan valioso, que los
que forman gobierno, lo llamen a colaborar independientemente de su posición
política. Ambas vías son importantes.

La primera de ellas, ser gobierno, implica participar activamente, en este caso, en


la política partidista para poder acceder a puestos de gobierno. Esta frase está
dando por sentado que el marco de actuación al que nos referimos son países con
regímenes democráticos en los que, a los puestos de gobierno se llega mediante
elecciones libres, bien organizadas y celebradas en plazos establecidos
previamente.

No es el momento de discurrir acerca de cuan democrático sea un régimen en un


país determinado, la casuística puede ser amplia, pero si no se trata de un país
que viva bajo una dictadura claramente establecida, deben existir procedimientos
democráticos para la renovación de autoridades. En ese caso quienes quieran
acceder a puestos de gobierno deberán hacer campaña y exponerse a ser
votados positivamente o no.

Ahora bien, la democracia tiene su valor no cabe duda, sin embargo, tiene muchos
peros que ya desde Sócrates se han señalado. Uno en particular hay que
mencionar, dado que estamos tratando de hacer una reflexión acerca de la
democracia, el bien común y la cultura.

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Este “pero” es que la sociedad vota más conforme con la cultura que vive, la que
se anima con sus valores, vota conforme su entorno cultural antes que conforme
con un concienzudo análisis de por quién o por qué partido debería votar para que
la sociedad sea conducida a la construcción del bien común; además,
frecuentemente los candidatos “ofrecen” conforme lo que barruntan que la
sociedad, de acuerdo con su cultura, quiere escuchar, no lo que la recta razón
mandaría; porque a muchos de esos candidatos no les interesa promover el Bien
Común a cualquier precio, sino ser electos, igual, a cualquier precio. Por eso se
hacen investigaciones de “intereses” de los ciudadanos antes de diseñar las
campañas.

En la visita a Estados Unidos de San Juan Pablo II en 1979, en su discurso en la


explanada de Washington DC al hablar sobre el valor de la vida por encima de la
cultura de la muerte, el entonces Santo Padre, señaló la importancia de la cultura
sobre las leyes, dijo: “si la vida no se defiende en la cultura, no la defenderán las
leyes”, al referirse a la lucha por la vida.

Pues resulta que la cultura prevaleciente en los países de lo que llamamos el


Occidente, es hoy una versión bastante lastimada de la cultura greco-latina-
cristiana, madre de Occidente vía el Imperio Romano y la esplendente Edad Media
que supo hacer la síntesis aristotélico tomista.

Esta cultura a lo largo de los siglos, se ha visto dañada con planteamientos


diversos en la forma de hacer filosofía, y particularmente con el inmanentismo que,
la llamada en español Ilustración (1), ha introducido en los claustros universitarios
y en los centros del pensamiento, al grado que muchas universidades tanto de
Europa como de América se distinguen hoy por su orientación materialista y atea,
consecuencia del inmanentismo.

Por supuesto que hay distinguidos centros de pensamiento y catedráticos que


profesan el recto pensar trascendente y cultivan una base metafísica que sustenta
el desarrollo del pensamiento, sin embargo, muchos medios de comunicación han
aceptado, por razones que aquí no vamos a discutir, las tesis materialistas. Decir
que los comunicadores han aceptado esta postura quiere decir que la difunden
con todo el poder que los medios de comunicación otorgan y consecuentemente
logran su penetración en amplias capas de la sociedad. ¿Cuál es hoy la forma de
pensar de esta sociedad, cuál es la conducta moral mayoritariamente aceptada?,
tristemente podemos decir que el materialismo priva en gran medida y la falta de
referencias firmes para la conducta, estimula el permisivismo. El Papa Ratzinger la
ha llamado “dictadura del relativismo”

El caso es que, si el discurso favorable al bien común no es aceptado por los


grupos votantes, miembros de esa sociedad, las posibilidades de acceder a los
puestos de elección popular son mínimas, si no es que nulas. Por discurso
favorable al Bien Común entiendo una propuesta de él o de los candidatos, en la
que, con toda seriedad e intención de cumplirse, se hable de honradez y combate
(1) En inglés se llama “Iluminación”

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a la corrupción tanto en el Gobierno como entre los cuerpos de la sociedad, en
todas sus formas, se hable de responsabilidad social y no sólo económica, de los
empleadores y responsabilidad de los trabajadores, se hable de la debida
protección social a la institución del matrimonio, se hable del respeto a la vida
desde la concepción hasta la muerte natural.

Repito, si los candidatos se promueven con honradez en una sociedad que no


tenga simpatía por estos valores, las posibilidades de ser electos se alejan y con
ello la posibilidad de emplear para la promoción del Bien Común la más fuerte
herramienta: el Gobierno mismo.

La posibilidad de llegar como experto queda de cualquier manera abierta con sus
naturales limitaciones.

La posibilidad de llegar por elección nos lleva a buscar una respuesta. Podría
decirse que no importa contar con esa herramienta y que trabajando dentro de la
llamada sociedad civil se alcanzará la meta. Puede decirse que no importa la
adversidad, habrá que postularse y hablar con la verdad, aunque sea repudiada la
propuesta. Hay evidentemente bondad en estas respuestas, sin embargo, es
posible también pensar en una actitud magnánima, considerar un muy serio y
largo trabajo de influir en la Cultura que priva en la sociedad y promover
precisamente los valores que aprobarían la propuesta ortodoxa y que ofrecerían la
posibilidad de acceder democráticamente a los puestos de gobierno que faciliten
la promoción del Bien Común desde el timón de la nave nacional.

Ésta, de emprenderse, será sin duda una acción sumamente ambiciosa.

CULTURA.

Los siguientes comentarios están limitados a lo que llamamos Cultura Occidental,


que es bastante influyente en todo el mundo, entendida ésta como el producto de
la cristianización de la cultura greco-romana. Así vimos nacer la brillante cultura
greco-latina-cristiana, integradora espléndida de la moral judeo-cristiana y de la
claridad de pensamiento aristotélico-tomista. Esta cultura a lo largo de los siglos
ha sufrido modificaciones como arriba dijimos, a causa de la Modernidad y
finalmente en los últimos tres siglos también a causa de los ataques de la
Ilustración.

Esta es la cultura en la que hoy nos movemos como pueblo, unos usos y
costumbres que tienen manifestaciones diversas y contradictorias, sanas muchas,
otras con algunos fuertes jalones hacia mayor penetración de los criterios
heterodoxos de la Ilustración, la cual insiste en relativizar verdades fundamentales
que nos han dado por siglos soporte y guía.

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Este relativismo ha dañado a la humanidad al destruir guías para la vida y es
señalado así por pensadores y autoridades intelectuales. Dictadura del
relativismo, repito, le llamó SS Benedicto XVI.

Este señalamiento del daño, ha sido hecho tanto con sentido religioso, como con
sólo recto sentido humano. El señalamiento general de los intelectuales es que la
Modernidad como etapa de la Historia, está agotada.

Señales de este agotamiento nos ofreció la que en su momento fue llamada “la
Gran Guerra”, sin embargo, pocos espacios para reflexión dejaron los veinte años
que se necesitaron para que la Gran Guerra fuera rebasada por la segunda
Guerra Mundial. ¿Qué había sucedido?, ¿qué se había agotado? Ciertamente las
promesas de paz de la Modernidad, de hermandad, de felicidad no se habían
cumplido.

Distinguir el fin de una época y el inicio de otra cuando se está viviendo ese
momento es todo un reto, sin embargo, esas dos conflagraciones y los profundos
cambios que les sucedieron en conocimientos científicos, conocimientos que
llevaron a hacer conciencia de la fragilidad de nuestra existencia: el poder nuclear,
la capacidad de comunicación, el poder viajar a otro cuerpo celeste, el poder
manipular la genética y tantas nuevas capacidades en manos del hombre hicieron
evidente que había un cambio de época evidente.

No faltan afirmaciones tan atrevidas como las de John Lennon:

“El cristianismo desaparecerá. Se desvanecerá y se empequeñecerá. No


necesito discutir sobre eso; tengo razón y se demostrará que la tengo. Hoy
nosotros somos más populares que Jesús; no sé ¿qué desaparecerá
primero, el rock o el cristianismo?. Jesús estaba bien, pero sus discípulos
eran cortos y ordinarios. Para mí, es su tergiversación lo que arruina [al
cristianismo].

Es de llamar la atención que la Iglesia con el fino sentido de la Historia que ha


demostrado tener y la asistencia de luces sobrenaturales que siempre ha recibido,
señaló que era momento de ponerse al día, aggiornamento, y convocado por San
Juan XXIII celebró el Concilio Ecuménico Vaticano II, al inicio de la segunda mitad
del siglo XX. Concilio que citó para que ofreciera respuestas a las demandas de la
evangelización en una nueva etapa de la Historia. Respuestas nuevas en varios
órdenes, una en particular es de señalar porque afecta la cultura, el papel que
señala a los laicos en Apostolicam Actuositatem con un protagonismo que no solía
darles, millones de agentes activos para la nueva etapa de la Historia: “Nuestro
tiempo no exige menos celo en los seglares. Por el contrario, las circunstancias
actuales piden un apostolado seglar mucho más intenso y más amplio”. AA

Varios y distinguidos autores del ámbito religioso señalaron y señalan el gozne


histórico del cambio de época. Es particularmente didáctico Carlos Valverde por
su cuidadosa exposición en Génesis, estructura y crisis de la modernidad.
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BAC. Valverde muestra como en las últimas consecuencias de la Modernidad el
planteamiento, en este caso de Nietsche, es: “Dios ha muerto”, fracaso del
pensamiento: “Como ellos (los autores personalistas) han visto, y lo verá
cualquiera que tenga la mente lúcida y conozca la historia, lograr un estatuto
teórico y práctico para la persona de tal forma que pueda alcanzar situaciones
cada vez más humanas y humanizadoras es de todo punto imposible si se
prescinde de Dios.”. Valverde.

Entre los autores humanistas no religiosos que señalan el agotamiento de la


Modernidad, llaman la atención Hannah Arendt con La condición humana y
Zygmunt Bauman quien señaló la forma de vivir sin compromiso en su
Modernidad líquida. “La Modernidad líquida es un tiempo sin certezas” nos dice
Adolfo Vásquez Rocca cuando explica a Bauman. Ambos señalan el fracaso de la
modernidad.

Distingamos, una es la Fe Cristiana y otra la Cultura Cristiana. La primera es la


Verdad Revelada. La segunda es el producto de la inculturación de la primera en
la forma de vivir.

Los primeros siglos de la Cultura Greco-latina cristiana han sido brillantes gracias
a una buena inculturación de la Fe, con extraordinarias manifestaciones tanto en
la conducta humana con los santos de esa época; como en sus expresiones
artísticas: arquitectura, pintura, escultura, literatura. Dos ejemplos proverbiales en
dos épocas diferentes de cómo se ha manifestado el Cristianismo como cultura los
tenemos en, el arte gótico y en el arte barroco.

Actualmente hay una expectación por encontrar un nuevo rumbo que si ofrezca
respuestas a las angustias de la Humanidad. En el ámbito religioso queremos
hacer toda realidad el advenimiento de la Civilización del Amor. Semillas
poderosas de esta Civilización son la constelación de los santos y mártires del
siglo XX que nos señaló San Juan Pablo II.

Clamor que hace comprender que está naciendo una nueva manifestación
humana que responderá con fuerza a las aberraciones que el relativismo ha
provocado con su falta de criterios firmes: desprecio por la vida humana, aborto
provocado, homosexualidad socialmente aceptada, eutanasia, abuso de las
drogas, negocio de armas, comercio de vidas, comercio de seres humanos como
esclavos o como proveedores de órganos. Como en todo alumbramiento hay
término y dolores y siempre habrá posibilidades de ayudar a que el nacimiento sea
feliz, desgraciadamente también, como en todo alumbramiento algo puede salir
mal.

Los Papas del siglo XX nos han dado claras orientaciones doctrinales para
atender las demandas del pueblo de Dios, iniciando con León XIII, quien nos llamó
la atención sobre las “cosas nuevas”, hasta la brillante actual culminación de
Francisco I, quien nos insta a llevar a las periferias toda la riqueza de nuestra Fe.

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Urge una respuesta cultural para el siglo XXI, nuevamente inculturar en nuestras
formas de vida y expresión el Evangelio. SS Francisco en su encíclica “Laudato si”
se queja:
53. “El problema es que no disponemos todavía de la cultura necesaria
para enfrentar esta crisis.” y nos convoca con palabras fuertes: 114. “Lo
que ocurre nos pone ante la urgencia de avanzar en una valiente revolución
cultural”,
palabras fuertes, repito, porque habla con claridad de “revolución”, es decir dar
una vuelta a la cultura que hoy priva. Este llamado reclama una respuesta amplia
de los que animamos la vida intelectual, la vida laica, la vida civil.

Urge una propuesta política, económica y social integrada que “consuele” al


pueblo de Dios en sus actuales necesidades y lo “eleve” a nuevas formas de
convivencia que si den respuesta a las urgentes necesidades que apremian a
tantos.

¿En dónde brotarán estas respuestas?, ciertamente no será en un solo lugar, hay
muchos centros de actividad intelectual que en forma consciente o inconsciente
están aportando ya trabajos que cuando encuentren su ensamble, brillarán como
la nueva y actual expresión humana de la Cultura Cristiana en todos los ámbitos.

Jacob Burckhardt, el historiador suizo de cambio del siglo XIX al XX, es un


convencido de que la Historia se mueve en relación con tres potencias: el Estado,
la Iglesia y la Cultura. Y que la Cultura es la dinámica, mientras las otras dos
entidades buscan mantener sus postulados sin cambios: “La cultura ejerce una
incesante acción modificativa y disgregadora sobre las dos instituciones estables
(Estado e Iglesia) a que acabamos de referirnos, salvo en los casos en que
consiguen ponerla por entero a su servicio y circunscribirla dentro de sus propios
fines.” Reflexiones sobre la Historia Universal. La tesis puede observarse con
interés.

El ejemplo quizá más claro de cómo la cultura se impone sobre el Estado-gobierno


y la religión oficial, es sin duda la cristianización del Imperio Romano, sobre todo
porque éste es lo suficientemente conocido como para dispensar el que se
describa.

La fe cristiana penetró en el pueblo del Imperio a todos los niveles y transformó su


cultura. Una evangelización perfectamente inculturizada. Del poco aprecio que se
tenía sobre la persona humana, abandono de infantes recién nacidos no
deseados, lucha a muerte de gladiadores, esclavitud, conceptos inhumanos en el
Derecho: ius utendi, fruendi et abutendi (derecho de uso disfrute y de abuso),
sodomía, aun entre sus dioses, masacres de enemigos, castigos inhumanos,
cristianos a los leones, etc.

La comprensión del mandato evangélico también penetró la sociedad y


progresivamente la humanizó. Las persecuciones provocaron testimonios
convincentes y la fe, como dije arriba se inculturó. La religión oficial fue
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abandonada y su gobierno aceptó el cristianismo, iniciando así la fase más
brillante de la civilización occidental.

Clásico este ejemplo. Podemos buscar otro justo en el sentido opuesto. Muy
próximo a nosotros, podemos recordar como un gobierno marxista polaco,
secuestrador de un Estado, dependiente de la dictadura de la URSS, con una
“religión oficial”: el ateísmo, no pudo derrotar la fe del pueblo polaco porque ésta,
está bien inculturada.

El liderazgo de Mns. Stefan Wyszynski, del hoy San Juan Pablo II, Karol Wojtyla,
del mártir Padre Jerzy Popieluszko, y de laicos como Lech Walesa y de otros más,
dio soporte al pueblo para no ceder a las infames presiones del gobierno
comunista.

Resulta interesante en esta lista de nombres apreciar como hay un movimiento


progresivo desde un líder religioso, Mons Wyszysnki, quien dobló a Gomulka, el
“presidente” impuesto por los soviéticos, hasta un líder netamente político, Lech
Walesa, pasando por un líder religioso político, Karol Wojtyla.

El líder político no encuentra material sobre el cual trabajar si el pueblo no ha


aceptado el planteamiento cultural, en este caso religioso, por encontrarnos en un
caso de plena identificación de fe y cultura, como es el polaco. Después de años
de prisión en que Mns Wyszynski alcanzó un alto grado de santidad y reflexión
sobre las acciones que debería emprender para proteger a su grey; cuando fue
restablecido en sus funciones organizó no sólo la pastoral, también la enseñanza,
trabajó sobre la cultura. Por cierto, ya con anterioridad en 1948 había organizado
la producción de una Enciclopedia Católica. Su trabajo fue directo a la cultura
además de la pastoral. El papel del líder cultural es fundamental. Sin esta
preparación de terreno, difícilmente se hubiera podido dar la revolución de
Walesa.

Otro ejemplo. Un líder cultural exitoso en su empeño, contrario a la cultura que


privaba en su época y en su entorno, la Europa Cristiana fue Francoise Marie
Arouet, Voltair. Exaltado por sus simpatizantes como promotor de la tolerancia, su
producción literaria atacó los principios morales sostenidos por el Catolicismo, sus
argumentos de hecho son corrosivos de la autoridad. Consideraba a la Iglesia
Católica como su enemiga. Voltaire murió antes de la toma de la Bastilla, por
supuesto no participó él en los desmanes que se dieron durante el Terror, pero
¿quién duda de que fue uno de los mayores impulsores de la Revolución
Francesa?.

Nuevamente tenemos a un líder cultural como preparador del terreno sobre el que
trabajarían después los líderes políticos.

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DEMOCRACIA

Con esta palabra “democracia”, podemos enunciar conceptos diferentes, incluso


en algunos aspectos, contrapuestos, sin embargo, de las tres formas clásicas de
gobierno que los autores de la Atenas del siglo V antes de Cristo, enuncian, él que
hoy es el centro de todo interés es la democracia, particularmente a partir del
exitoso experimento norteamericano: Los Estados Unidos de América.

Por supuesto que la democracia de Atenas sólo coincide con las democracias
actuales por el concepto fundamental de que el pueblo sea el gobernante, vía la
elección de sus mandatarios. Las democracias actuales incluyen otros buenos
conceptos que en verdad enriquecen la original democracia ateniense, como la
igualdad ante la ley de todos los ciudadanos, que los griegos no incluían, ellos
excluían a mujeres, esclavos, extranjeros; el habeas corpus y otros conceptos más
igual de positivos.

Por otro lado, también se ha adoptado en los Estados modernos la división de


poderes, ahora tradicional: ejecutivo, legislativo y judicial. Ha habido indiscutibles
mejoras.

El tema es ¿qué concepto de democracia de las varias que hay, es la que debe
asumirse en la Cultura que estamos esperando que nazca?

Uno de los puntos más evidentes es la necesidad de vincular la Ley Natural a ese
concepto de Democracia. La aceptación de la esta Ley Natural es la garantía de
que la moral que de soporte a las leyes sea una roca firme y de que no estamos
abriendo la puerta a un relativismo que someta a la opinión pública aspectos que
la contradigan y pongan en peligro la existencia humana.

Es una verdadera pena que a todos resulte claro que no puede someterse a
votación si ponemos gasolina en el recipiente del anticongelante o anticongelante
en el tanque de la gasolina de un auto, y que, si se pueda poner a votación que
hacer con nuestro cuerpo, enervarlo, o la legitimidad de vivir de una cierta manera
o de otra, aunque resulte contra natura.

Rafael Preciado Hernández dice al hablar de la democracia: “toda forma de


Estado en la cual, para garantizar el debido respeto a las prerrogativas esenciales
del hombre en armonía con la más adecuada realización de las exigencias del
bien común, se le reconoce al pueblo legal y prácticamente el derecho de elegir o
determinar la forma de gobierno, a los titulares responsables del poder político, e
incluso, de participar en aspectos básicos de la función legislativa”

Seguramente debemos entender que al decir “respeto a las prerrogativas


esenciales del hombre en armonía con la más adecuada realización de las
exigencias del bien común” está diciendo que debe haber un apego total a la Ley
Natural. De otra manera, una forma de gobierno sin referencias objetivas equivale
a abrir la caja de Pandora y legislar hasta sobre la ley de la gravedad.
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Sobre esa roca puede construirse una sociedad y un gobierno correspondiente,
que, vía la erradicación de la corrupción, verdaderamente logre una igualdad ante
la ley de todos los ciudadanos, que elimine los modernos privilegios que brotan de
la capacidad económica alta y de las relaciones particulares con quien toma
decisiones.

¿Qué más podemos decir sobre la democracia?, firme sobre la Ley Natural y
operada con honradez, puede ser una excelente forma de gobierno. Por lo demás
siempre estará expuesta a la declinación de las virtudes de sus dirigentes. Si no
se trabaja este aspecto, no hay sistema de contrapesos que la haga operar
correctamente.

BIEN COMÚN

El concepto del Bien Común que debemos contemplar dentro de la Cultura que
está naciendo, nuevamente nos lleva a enfrentar una necesidad que en principio
ya debe estar atendida conforme lo arriba dicho.

Si ya aceptamos la Ley Natural, significa que hemos aceptado una definición del
hombre que lo contemple no sólo como un producto bastante avanzado de la
evolución, esto en lo físico, sino como un ser compuesto de cuerpo y espíritu, con
necesidades materiales y también con necesidades trascendentes nacidas de su
condición espiritual.

Esto es necesario porque de ¿qué otro modo podemos definir qué es el bien para
el hombre y qué es el bien para su sociedad?

Por bien común se entiende, en filosofía en general, aquello que es compartido


por y de beneficio (en el sentido de un mejoramiento general, no solo físico o
económico) para todos los miembros de una comunidad: “El bien común abarca el
conjunto de aquellas condiciones de la vida social, con las cuales los hombres, las
familias y las asociaciones pueden lograr con mayor plenitud y facilidad su propia
perfección.”

Así pues, el Estado debe procurar promover las condiciones óptimas para que
todos y cada uno de los ciudadanos puedan alcanzar su mayor desarrollo tanto en
lo físico como en lo espiritual.

Hay varios trabajos acerca de las condiciones económicas en función del Bien
Común, sin embargo, esto no basta, ya que el hombre en su integralidad es más
que un ente económico.

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CONCLUSIÓN.

Podemos responder con oportunidad al llamado para dar a luz una nueva
inculturación del Evangelio en la sociedad del siglo XXI, contribuir a dar a luz una
nueva Cultura que supere la Modernidad, por dos senderos, uno, el fundamental,
alentando a los centros de pensamiento que ya existen en México, y creando los
nuevos centros, competentes y dignos, capaces de alternar con otros en otros
países. El otro, la difusión, prever la formación de generaciones de comunicólogos
que transmitan ese pensamiento, esa nueva cultura.

Por ello, podemos, debemos, en un orden de actividad, buscar e identificar centros


de pensamiento que actualmente existan, lo mismo en México que en el exterior,
iniciando por contactos en el Vaticano, hay una liga de políticos católicos. No será
difícil componer una lista de los países en los que debamos buscar, en Europa:
Alemania, UK, Francia, España, en América: Estados Unidos, Argentina, etc. En
Asia, India, Japón, Korea.

Nuestros centros de pensamiento podrían estar direccionados a las áreas arriba


indicadas: política, social, económica y dentro de lo social, educativa y familiar.

En el otro orden, la difusión, entre las actividades que hoy podríamos iniciar con
vista a la formación de los comunicadores del futuro, los actuales privilegiados
para difundir ideas, sería interesante considerar las posibilidades de abrir en
alguna o algunas de las universidades con las que estamos relacionados, una
escuela de comunicación audiovisual, cine y televisión, ligada a la escuela de
comunicación, con la definida ambición de educar directores capaces de transmitir
de una manera eficaz y actual los valores del Cristianismo en los variadísimos
temas de la actividad humana que pueden abordarse, no sólo como esfuerzos
aislados y heroicos, sino de una forma consistente, que pueda crear una corriente
tanto en cine como en las series que se producen para venta a los canales de
televisión, así como los mensajes que suelen transmitirse por la red.

Esta labor ciertamente no es para inmediatistas. En la primera mitad del siglo XX


el análisis marxista supo hacerse un lugar en varias importantes universidades
norteamericanas, lo que naturalmente llevó el pensamiento hacia a la izquierda en
varios sentidos, incluido el político. Esto provocó inconformidad en algunos
pensadores.

Revertir una corriente de pensamiento en los círculos intelectuales toma su


tiempo. Jorge Soley Clement cuando introduce la edición en español del libro de
Russell Kirk, “Un programa para conservadores”, dice
“Lo cierto es que gracias a la influencia de Kirk, y partiendo de esos “cuatro
gatos” a los que no les importó cuestionar en público muchas de las
convenciones impuestas por la izquierda, fue emergiendo en Estados
Unidos un movimiento conservador que ha sabido combinar la
reivindicación de la herencia, las costumbres y tradiciones, canales por los
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que tenemos acceso a las “cosas permanentes”, en terminología del agrado
del propio Kirk y que dan continuidad a nuestra civilización,…”
y antes había aclarado en la misma introducción, que la “revolución conservadora”
que frenó la moda izquierdista a mediados del siglo XX en los mismos Estados
Unidos “se venía gestando desde casi treinta años antes”. Esto es visto así,
porque la elección hacia la derecha de los años ochentas del siglo XX en Estados
Unidos, fue el fruto del trabajo de años atrás. Russell Kirk, considerado por
muchos como el principal representante del pensamiento conservador americano
del siglo XX, estuvo presente en el debate intelectual desde 1953 con su “The
Conservative Mind”.

Necesitamos preparar nuestra mentalidad y sobre todo ponernos dócilmente en


manos de Dios y de SSM Madre, para una lucha en el terreno de la cultura que
tomará muchos años de intensa creación de pensamiento y de intenso batallar en
los terrenos de la expresión y la comunicación, muchos años quizá medio siglo,
sólo que hay que iniciar este trabajo hoy.

Si atendemos estos frentes podríamos en forma simultánea alentar a los


pensadores y a los comunicadores para presentar ante la población en general de
una forma nueva los profundos valores de nuestra fe.

Esta nueva Cultura deberá proveer la salvaguarda de una honesta vida


democrática que procure con todo empeño el Bien Común para todos los
ciudadanos. Vale la pena recalcar que será salvaguarda, siempre que inspire una
vida virtuosa en estos ciudadanos y particularmente en la de los que resulten
electos como gobernantes, si esto no fuera así, no hay forma de construir una
sociedad positiva.

Es evidente que, si la cultura que prive en la sociedad es favorable a una conducta


apegada a las virtudes que postula la Ley Natural, el clima será propicio para
generar el bien común, si no hay simpatía por las virtudes, no hay forma de
ordenar la vida personal, ni la social, hacia el sano progreso, sólo habrá
testimonios aislados de buenas personas, pero no el ambiente político apropiado
para alcanzar paz y progreso.
[
JM Guevara

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