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y Cultura.
Hay relaciones que no chocan a primera vista, promover el Bien Común, Política y
Cultura, resulta evidente que tiene sentido que estén relacionadas, sin embargo,
vale la pena trabajar algo más sobre estas realidades, ya que puede darnos más
luz acerca de sus conexiones más profundas.
En esa búsqueda para formar parte del Gobierno, la persona o el grupo, será
necesario o bien que “sea gobierno” o que su expertíse sea tan valioso, que los
que forman gobierno, lo llamen a colaborar independientemente de su posición
política. Ambas vías son importantes.
Ahora bien, la democracia tiene su valor no cabe duda, sin embargo, tiene muchos
peros que ya desde Sócrates se han señalado. Uno en particular hay que
mencionar, dado que estamos tratando de hacer una reflexión acerca de la
democracia, el bien común y la cultura.
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Este “pero” es que la sociedad vota más conforme con la cultura que vive, la que
se anima con sus valores, vota conforme su entorno cultural antes que conforme
con un concienzudo análisis de por quién o por qué partido debería votar para que
la sociedad sea conducida a la construcción del bien común; además,
frecuentemente los candidatos “ofrecen” conforme lo que barruntan que la
sociedad, de acuerdo con su cultura, quiere escuchar, no lo que la recta razón
mandaría; porque a muchos de esos candidatos no les interesa promover el Bien
Común a cualquier precio, sino ser electos, igual, a cualquier precio. Por eso se
hacen investigaciones de “intereses” de los ciudadanos antes de diseñar las
campañas.
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a la corrupción tanto en el Gobierno como entre los cuerpos de la sociedad, en
todas sus formas, se hable de responsabilidad social y no sólo económica, de los
empleadores y responsabilidad de los trabajadores, se hable de la debida
protección social a la institución del matrimonio, se hable del respeto a la vida
desde la concepción hasta la muerte natural.
La posibilidad de llegar como experto queda de cualquier manera abierta con sus
naturales limitaciones.
La posibilidad de llegar por elección nos lleva a buscar una respuesta. Podría
decirse que no importa contar con esa herramienta y que trabajando dentro de la
llamada sociedad civil se alcanzará la meta. Puede decirse que no importa la
adversidad, habrá que postularse y hablar con la verdad, aunque sea repudiada la
propuesta. Hay evidentemente bondad en estas respuestas, sin embargo, es
posible también pensar en una actitud magnánima, considerar un muy serio y
largo trabajo de influir en la Cultura que priva en la sociedad y promover
precisamente los valores que aprobarían la propuesta ortodoxa y que ofrecerían la
posibilidad de acceder democráticamente a los puestos de gobierno que faciliten
la promoción del Bien Común desde el timón de la nave nacional.
CULTURA.
Esta es la cultura en la que hoy nos movemos como pueblo, unos usos y
costumbres que tienen manifestaciones diversas y contradictorias, sanas muchas,
otras con algunos fuertes jalones hacia mayor penetración de los criterios
heterodoxos de la Ilustración, la cual insiste en relativizar verdades fundamentales
que nos han dado por siglos soporte y guía.
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Este relativismo ha dañado a la humanidad al destruir guías para la vida y es
señalado así por pensadores y autoridades intelectuales. Dictadura del
relativismo, repito, le llamó SS Benedicto XVI.
Este señalamiento del daño, ha sido hecho tanto con sentido religioso, como con
sólo recto sentido humano. El señalamiento general de los intelectuales es que la
Modernidad como etapa de la Historia, está agotada.
Señales de este agotamiento nos ofreció la que en su momento fue llamada “la
Gran Guerra”, sin embargo, pocos espacios para reflexión dejaron los veinte años
que se necesitaron para que la Gran Guerra fuera rebasada por la segunda
Guerra Mundial. ¿Qué había sucedido?, ¿qué se había agotado? Ciertamente las
promesas de paz de la Modernidad, de hermandad, de felicidad no se habían
cumplido.
Distinguir el fin de una época y el inicio de otra cuando se está viviendo ese
momento es todo un reto, sin embargo, esas dos conflagraciones y los profundos
cambios que les sucedieron en conocimientos científicos, conocimientos que
llevaron a hacer conciencia de la fragilidad de nuestra existencia: el poder nuclear,
la capacidad de comunicación, el poder viajar a otro cuerpo celeste, el poder
manipular la genética y tantas nuevas capacidades en manos del hombre hicieron
evidente que había un cambio de época evidente.
Los primeros siglos de la Cultura Greco-latina cristiana han sido brillantes gracias
a una buena inculturación de la Fe, con extraordinarias manifestaciones tanto en
la conducta humana con los santos de esa época; como en sus expresiones
artísticas: arquitectura, pintura, escultura, literatura. Dos ejemplos proverbiales en
dos épocas diferentes de cómo se ha manifestado el Cristianismo como cultura los
tenemos en, el arte gótico y en el arte barroco.
Actualmente hay una expectación por encontrar un nuevo rumbo que si ofrezca
respuestas a las angustias de la Humanidad. En el ámbito religioso queremos
hacer toda realidad el advenimiento de la Civilización del Amor. Semillas
poderosas de esta Civilización son la constelación de los santos y mártires del
siglo XX que nos señaló San Juan Pablo II.
Clamor que hace comprender que está naciendo una nueva manifestación
humana que responderá con fuerza a las aberraciones que el relativismo ha
provocado con su falta de criterios firmes: desprecio por la vida humana, aborto
provocado, homosexualidad socialmente aceptada, eutanasia, abuso de las
drogas, negocio de armas, comercio de vidas, comercio de seres humanos como
esclavos o como proveedores de órganos. Como en todo alumbramiento hay
término y dolores y siempre habrá posibilidades de ayudar a que el nacimiento sea
feliz, desgraciadamente también, como en todo alumbramiento algo puede salir
mal.
Los Papas del siglo XX nos han dado claras orientaciones doctrinales para
atender las demandas del pueblo de Dios, iniciando con León XIII, quien nos llamó
la atención sobre las “cosas nuevas”, hasta la brillante actual culminación de
Francisco I, quien nos insta a llevar a las periferias toda la riqueza de nuestra Fe.
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Urge una respuesta cultural para el siglo XXI, nuevamente inculturar en nuestras
formas de vida y expresión el Evangelio. SS Francisco en su encíclica “Laudato si”
se queja:
53. “El problema es que no disponemos todavía de la cultura necesaria
para enfrentar esta crisis.” y nos convoca con palabras fuertes: 114. “Lo
que ocurre nos pone ante la urgencia de avanzar en una valiente revolución
cultural”,
palabras fuertes, repito, porque habla con claridad de “revolución”, es decir dar
una vuelta a la cultura que hoy priva. Este llamado reclama una respuesta amplia
de los que animamos la vida intelectual, la vida laica, la vida civil.
¿En dónde brotarán estas respuestas?, ciertamente no será en un solo lugar, hay
muchos centros de actividad intelectual que en forma consciente o inconsciente
están aportando ya trabajos que cuando encuentren su ensamble, brillarán como
la nueva y actual expresión humana de la Cultura Cristiana en todos los ámbitos.
Clásico este ejemplo. Podemos buscar otro justo en el sentido opuesto. Muy
próximo a nosotros, podemos recordar como un gobierno marxista polaco,
secuestrador de un Estado, dependiente de la dictadura de la URSS, con una
“religión oficial”: el ateísmo, no pudo derrotar la fe del pueblo polaco porque ésta,
está bien inculturada.
El liderazgo de Mns. Stefan Wyszynski, del hoy San Juan Pablo II, Karol Wojtyla,
del mártir Padre Jerzy Popieluszko, y de laicos como Lech Walesa y de otros más,
dio soporte al pueblo para no ceder a las infames presiones del gobierno
comunista.
Nuevamente tenemos a un líder cultural como preparador del terreno sobre el que
trabajarían después los líderes políticos.
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DEMOCRACIA
Por supuesto que la democracia de Atenas sólo coincide con las democracias
actuales por el concepto fundamental de que el pueblo sea el gobernante, vía la
elección de sus mandatarios. Las democracias actuales incluyen otros buenos
conceptos que en verdad enriquecen la original democracia ateniense, como la
igualdad ante la ley de todos los ciudadanos, que los griegos no incluían, ellos
excluían a mujeres, esclavos, extranjeros; el habeas corpus y otros conceptos más
igual de positivos.
El tema es ¿qué concepto de democracia de las varias que hay, es la que debe
asumirse en la Cultura que estamos esperando que nazca?
Uno de los puntos más evidentes es la necesidad de vincular la Ley Natural a ese
concepto de Democracia. La aceptación de la esta Ley Natural es la garantía de
que la moral que de soporte a las leyes sea una roca firme y de que no estamos
abriendo la puerta a un relativismo que someta a la opinión pública aspectos que
la contradigan y pongan en peligro la existencia humana.
Es una verdadera pena que a todos resulte claro que no puede someterse a
votación si ponemos gasolina en el recipiente del anticongelante o anticongelante
en el tanque de la gasolina de un auto, y que, si se pueda poner a votación que
hacer con nuestro cuerpo, enervarlo, o la legitimidad de vivir de una cierta manera
o de otra, aunque resulte contra natura.
¿Qué más podemos decir sobre la democracia?, firme sobre la Ley Natural y
operada con honradez, puede ser una excelente forma de gobierno. Por lo demás
siempre estará expuesta a la declinación de las virtudes de sus dirigentes. Si no
se trabaja este aspecto, no hay sistema de contrapesos que la haga operar
correctamente.
BIEN COMÚN
El concepto del Bien Común que debemos contemplar dentro de la Cultura que
está naciendo, nuevamente nos lleva a enfrentar una necesidad que en principio
ya debe estar atendida conforme lo arriba dicho.
Si ya aceptamos la Ley Natural, significa que hemos aceptado una definición del
hombre que lo contemple no sólo como un producto bastante avanzado de la
evolución, esto en lo físico, sino como un ser compuesto de cuerpo y espíritu, con
necesidades materiales y también con necesidades trascendentes nacidas de su
condición espiritual.
Esto es necesario porque de ¿qué otro modo podemos definir qué es el bien para
el hombre y qué es el bien para su sociedad?
Así pues, el Estado debe procurar promover las condiciones óptimas para que
todos y cada uno de los ciudadanos puedan alcanzar su mayor desarrollo tanto en
lo físico como en lo espiritual.
Hay varios trabajos acerca de las condiciones económicas en función del Bien
Común, sin embargo, esto no basta, ya que el hombre en su integralidad es más
que un ente económico.
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CONCLUSIÓN.
Podemos responder con oportunidad al llamado para dar a luz una nueva
inculturación del Evangelio en la sociedad del siglo XXI, contribuir a dar a luz una
nueva Cultura que supere la Modernidad, por dos senderos, uno, el fundamental,
alentando a los centros de pensamiento que ya existen en México, y creando los
nuevos centros, competentes y dignos, capaces de alternar con otros en otros
países. El otro, la difusión, prever la formación de generaciones de comunicólogos
que transmitan ese pensamiento, esa nueva cultura.
En el otro orden, la difusión, entre las actividades que hoy podríamos iniciar con
vista a la formación de los comunicadores del futuro, los actuales privilegiados
para difundir ideas, sería interesante considerar las posibilidades de abrir en
alguna o algunas de las universidades con las que estamos relacionados, una
escuela de comunicación audiovisual, cine y televisión, ligada a la escuela de
comunicación, con la definida ambición de educar directores capaces de transmitir
de una manera eficaz y actual los valores del Cristianismo en los variadísimos
temas de la actividad humana que pueden abordarse, no sólo como esfuerzos
aislados y heroicos, sino de una forma consistente, que pueda crear una corriente
tanto en cine como en las series que se producen para venta a los canales de
televisión, así como los mensajes que suelen transmitirse por la red.
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