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Nacionalismo criollo y poesía: el caso de Andrés Bello

Article  in  Revista de Critica Literaria Latinoamericana · January 2010


DOI: 10.2307/41407168

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José Mazzotti
Tufts University
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REVISTA DE CRÍTICA LITERARIA LATINOAMERICANA
Año XXXVI, No 71. Lima-Boston, 1er semestre de 2010, pp. 257-270

NACIONALISMO CRIOLLO Y POESÍA:


EL CASO DE ANDRÉS BELLO

José Antonio Mazzotti


Tufts University

Resumen
Este artículo explica la continuidad de tópicos y focalizaciones entre los poe-
mas coloniales de exaltación de la grandeza territorial y espiritual americana y
los poemas más conocidos de Andrés Bello, la “Alocución a la poesía” y “La
agricultura de la Zona Tórrida”. Se hace un análisis de los gestos discursivos de
Bello en función de su ideario criollista y se reflexiona sobre la prevalencia de
dichos paradigmas occidentalizantes en el devenir sociopolítico de las repúbli-
cas hispanoamericanas.
Palabras clave: Andrés Bello, “Alocución a la poesía”, “La agricultura de la Zona
Tórrida”, nacionalismo criollo, nación étnica.

Abstract:
This article explains the continuity of topics and focalization between colonial
poems of exaltation of the grandeur of American landscapes and spirit and
Andrés Bello’s most famous poems, the “Alocución a la poesía” and “La agri-
cultura de la Zona Tórrida.” The essay analyzes Bello’s discursive gestures in
respect to his criollo ideology and reflects on the prevalence of these Occidenta-
lizing paradigms in the socio-political future of the Hispano-American repu-
blics.
Key Words: Andrés Bello, “Alocución a la poesía”, “La agricultura de la Zona
Tórrida,” criollo nationalism, ethnic nation.

Los numerosos estudios sobre la poesía de Andrés Bello


enfatizan sus ricas relaciones con la tradición clásica, especialmente
con Virgilio y Horacio, así como con algunas de las grandes figuras
del Siglo de Oro español (ver Grases, Cussen). En efecto, esas
filiaciones existen y pueden ser complementadas con algunas otras
de las poéticas neoclásicas (Gomes), con la obra de Humboldt
(Pratt), y hasta con el conocimiento que tuvo Bello del primer
258 JOSÉ ANTONIO MAZZOTTI

romanticismo inglés, del cual leería algunos textos clave durante sus
diecinueve años de residencia en Londres, entre 1810 y 1829.
Más allá de continuar con esta línea filológica de largo y valioso
alcance, me interesa traer al debate otra filiación que tiene
consecuencias de interpretación sociopolítica hasta ahora poco
examinadas. Se trata de los antecedentes poéticos coloniales que
destacan en los siglos previos a Bello como “cartas de ciudadanía
del humanismo americano” (en frase de Alicia de Colombí-
Monguió) en cuanto a focalización y recentramiento cultural desde
el suelo americano. Como veremos, los más celebrados poemas de
Bello, las silvas “Alocución a la poesía” y “La agricultura de la zona
tórrida”, reelaboran algunas de las mismas propuestas criollas de
textos del XVI, el XVII y el XVIII, con su magnificación del
espacio americano, de su fertilidad, de su condición feminizada, y
con la exaltación del sujeto criollo como héroe cultural, económico,
político y militar del Nuevo Mundo. Este seguimiento socio-
histórico-textual nos llevará a una reflexión actualizada sobre las
diferentes modalidades de formulación identitaria de las élites
criollas y su configuración a manera de etnias nacionales en el
sentido arcaico del término, aunque de una manera ambigua y no
siempre lineal.
Sin perder de vista el carácter post-ilustrado y modernizante de
la obra y el accionar político de Bello (pese a su pro-monarquismo
constitucional hasta 1823, por lo menos), conviene situar en su
trasfondo criollista algunas de las coordenadas axiológicas presentes
en los poemas aludidos. El tema del criollismo me ha perseguido
desde hace algunos años y sobre él he escrito en otras ocasiones
(ver Mazzotti en la Bibliografía). En un primer momento me
limitaré a resumir algunas de mis tesis sobre el tema, que servirán
como marco conceptual para la lectura que planteo ahora de las
mencionadas silvas.
Propongo, para comenzar, que hay una identidad colectiva que
fluctúa entre la fidelidad dinástica a la Corona y el orgullo
incomparable de pertenecer al Nuevo Mundo por nacimiento y
crecimiento desde las primeras manifestaciones criollistas de fines
del XVI. Se trata del famoso “amor a la patria” que revelan textos
hoy canónicos como el Arauco domado de Pedro de Oña, la Lima
fundada de Pedro de Peralta y los Comentarios reales del Inca
NACIONALISMO CRIOLLO Y POESÍA: EL CASO DE ANDRÉS BELLO 259

Garcilaso, en un sentido urbano y microrregional (aunque en el


Inca, claro, se trate de una propuesta mestizófila).
En segundo lugar, estas manifestaciones compiten con la
exaltación que hacen autores peninsulares de sus propias patrias,
pero con un carácter abigarrado que se adelanta en muchos aspectos
al desarrollo del barroco en la misma península, como se ve en la
Grandeza mexicana de Bernardo de Balbuena, o que recrea sus rasgos
de manera exorbitante, como en el poema Santuario de Nuestra Señora
de Copacabana (1641) de Fernando de Valverde, o en la Fundación y
grandezas de Lima (1687) de Rodrigo de Valdés.
En tercer lugar, se construye la armazón argumentativa del es-
plendor americano mediante el énfasis en las cualidades espirituales
e intelectuales de los criollos, sobre todo a partir del siglo XVII. Es-
ta capacidad innata de los que empezarían a llamarse a sí mismos
“españoles americanos” en el siglo siguiente pasaba por la apropia-
ción de símbolos paganos (las musas, el dios Apolo) y cristianos (la
santidad, especialmente en el Virreinato del Perú) para sustentar que
lo mejor de la cultura europea (los clásicos y el cristianismo) habían
adquirido vida superior y desarrollo inédito al oeste del Atlántico,
siguiendo el curso del sol.
Es en este último punto donde quisiera detenerme para trazar la
conexión con las silvas de Bello. Salvo una que otra mención al pa-
so, no se ha estudiado, hasta donde he podido ver en la abundante
bibliografía sobre el tema, la relación directa o indirecta de los poe-
mas americanos anteriores con las propuestas de Bello1. Daría la
impresión de que buena parte de la crítica belliana está imbuida del
mismo afán fundacional que suele desprenderse de una lectura ini-
cial de las silvas, relacionándolas sólo con sus antecedentes clásicos,
neoclásicos y del Siglo de Oro, es decir, con sus fuentes europeas
más evidentes. Pese a ello, desde tiempos de Pedro Henríquez Ure-
ña se repite que los poemas de Bello son “la primera declaración de

1
Miguel Ángel Asturias, en su discurso de aceptación del premio Nobel el
12 de diciembre de 1967, traza la vinculación entre la Rusticatio Mexicana (1781)
de Rafael Landívar, con su exaltación del paisaje y la naturaleza americanos, y
las Silvas de Bello cuatro décadas más tarde. Pese al tema común, en Landívar la
imagen del indio americano es mucho más benigna que en Bello. Ver
http://nobelprize.org/nobel_prizes/literature/laureates/1967/asturias-lecture-
sp.html
260 JOSÉ ANTONIO MAZZOTTI

autonomía de las letras del mundo criollo” (en Uslar Pietri XXXV)2
y que Bello constituye “el Primer humanista de América” (Grases
IX). Dicho afán adanista se explica en parte por la descripción de la
fertilidad y la asombrosa naturaleza del Nuevo Mundo, explícita en
los poemas, así como por el homenaje a los héroes criollos de la In-
dependencia y la propuesta de un plan político de carácter agrario
para construir las nuevas sociedades, adaptando la forma aparente-
mente suelta y desordenada de la silva para las flamantes realidades
políticas. Sin embargo, según explicaremos, situar a Bello dentro de
la tradición de letras criollistas puede servir para entender mejor lo
engañoso que pudo ser para la formación de los nuevos estados na-
cionales sudamericanos el cambio de una hegemonía peninsular a
una criolla a principios del XIX. Veamos.
La “Alocución a la poesía” fue publicada originalmente en 1823
en las primeras páginas del proyecto bibliográfico de la Biblioteca
Americana, en Londres. Se abre, según recordaremos, con la apela-
ción directa a la Poesía, presentada como ser divino y femenino, pa-
ra que se mude al suelo americano y cante tanto la naturaleza como
los héroes de la Independencia:

1 Divina Poesía,
Tú de la soledad habitadora,
A consultar tus cantos enseñada
Con el silencio de la selva umbría,
5 Tú a quien la verde gruta fue morada,
Y el eco de los montes compañía;
Tiempo es que dejes ya la culta Europa,
Que tu nativa rustiquez desama,
Y dirijas el vuelo adonde te abre
10 El mundo de Colón su grande escena.

La poesía, a la que luego se le llama ninfa, ya no tiene, pues,


cabida en la vieja Europa y el poeta invoca su presencia en América
(“el mundo de Colón”), donde encontrará la diosa un ámbito más
propicio. No es difícil adivinar en estos versos una variante del
tópico de la traslatio humanitatis, llamada también traslatio studii, que
practicaban los poetas criollos y criollistas desde fines del XVI
como gesto análogo a la traslatio imperii que había supuestamente

2
La mención original está en Literary Currents in Hispanic America 99.
NACIONALISMO CRIOLLO Y POESÍA: EL CASO DE ANDRÉS BELLO 261

aportado la conquista y “pacificación” de los nuevos reinos


americanos. Los ejemplos son múltiples, pero bastará mencionar el
más brillante, el de la Anónima criolla que en 1608 publicó su
“Discurso en loor de la poesía” entre los preliminares de la Primera
Parte del Parnaso Antártico del poeta sevillano Diego Mexía Fernangil.
En el “Discurso”, la Anónima invoca

1 La mano, i el favor de la Cirene


a quien Apolo amò co[n] amor tierno;
i el agua co[n]sagrada de Hipocrene.
I aquella lira con que d’el Averno
5 Orfeo libertò su dulce esposa
suspendiendo las furias d’el infierno […].

10 El platicar süave buelto en llanto


i en sola boz, qu’a Iupiter guardava,
i a Iuno entretenia, i dava espanto.
El verso con que Homero eternizava
lo que del fuerte Aquiles escrevia,
15 i aquella vena con que lo ditava.
Quisiera qu’alcançaras Musa mia,
para qu’en grave, i sublimado verso,
cantaras en loor de la Poesia […].

Aqui Ninfas d’el Sur venid ligeras,


pues que soy la primera qu’os imploro,
dadme uvestro socorro las primeras.
25 I vosotros Pimpleides cuyo coro
abita en Elicon dad largo el paso,
i abrid en mi favor uvestro tesoro,
De l’agua Medusea dadme un vaso,
i pues toca a vosotras venid presto,
30 olvidando a Libetros, i a Parnaso.
I tu divino Apolo, cuyo gesto
alumbra al Orbe, ven en un momento,
i pon en mi de tu saber el resto.
Inflama el verso mio con tu aliento,
35 i en l’agua de tu Tripode lo infunde,
pues fuyste d’el principio, i fundame[n]to.
262 JOSÉ ANTONIO MAZZOTTI

La Anónima declara, así, el mismo deseo de que la poesía se


traslade “del exe antiguo a nuestro nuevo polo”, como dirá en otro
verso del “Discurso”. Este afán traslaticio favorece, naturalmente, a
los poetas criollos y acriollados de la Academia Antártica, desde la
cual la Anónima desea apropiarse de la voz poética europea, en una
operación de transplante cuyos frutos superarán a los de Europa
por la fecundidad de la tierra y el cielo americanos, así como por el
ingenio de Mexía y los otros poetas de la Academia, que se convier-
ten en Apolos personificados, alumbrando el Nuevo Mundo.
Del “Discurso” de 1608 a la “Alocución” de 1823 hay, natu-
ralmente, distancias más allá de las temporales. De ninguna manera
sostengo que Bello haya necesariamente leído el “Discurso”, aunque
la idea no es del todo descartable ya que la Primera Parte del Parnaso
Antártico en su edición príncipe figura en el catálogo de la Biblioteca
Británica. Dejo, sin embargo, para una futura ocasión averiguar si ya
existía ese ejemplar allí en la década de 1810, cuando Bello realizó
sus numerosas visitas a dicho repositorio y pergeñó sus grandes tra-
bajos filológicos sobre el Cantar del Mio Cid y otros textos medie-
vales. Lo que interesa destacar ahora es ese típico afán criollista por
focalizar lo mejor de la producción cultural occidental desde el suelo
americano y declarar la independencia y superioridad intelectual de
los descendientes de europeos nacidos en el Nuevo Mundo.
En esa línea de exaltación americanista también puede leerse el
catálogo de frutas y productos agrícolas que Bello despliega tanto en
la “Alocución a la poesía” como en “La agricultura de la zona
tórrida”, de 1826. En ambos poemas, la enumeración es parte del
argumento geórgico por perfeccionar esa naturaleza mediante el
cultivo ordenado de la tierra, actitud que Bello reclama de los
terratenientes criollos para la mejor conducción política de los
nuevos países. En la “Alocución”, el poeta predice la llegada de un
Virgilio americano que cante las maravillas del Nuevo Mundo y lo
haga valorarlo a los ojos públicos:

Tiempo vendrá cuando de ti inspirado


190 algún Marón americano ¡oh, diosa!
también las mieses, los rebaños cante,
el rico sueño al hombre avasallado,
y las dádivas mil con que la zona
de Febo amada al labrador corona;
NACIONALISMO CRIOLLO Y POESÍA: EL CASO DE ANDRÉS BELLO 263

195 donde cándida miel llevan las cañas,


y animado carmín la tuna cría,
donde tremola el algodón su nieve,
y el ananás sazona su ambrosía;
de sus racimos la variada copia
200 rinde el palmar, de azucarados globos
el zapotillo, su manteca ofrece
la verde palta, da el añil su tinta,
bajo su dulce carga desfallece
el banano, el café el aroma acendra
205 de sus albos jazmines, y el cacao
cuaja en urnas de púrpura su almendra.

En “La agricultura” el catálogo no es menos generoso, incluso


con la refacción y repetición de determinados versos de la
“Alocución”, como parte de ese proyecto de reescritura que “La
agricultura” representa:

Tú[, Zona Tórrida,] das la caña hermosa,


de do la miel se acendra,
20 por quien desdeña el mundo los panales;
tú en urnas de coral cuajas la almendra
que en la espumante jícara rebosa;
bulle carmín viviente en tus nopales,
que afrenta fuera al múrice de Tiro;
25 y de tu añil la tinta generosa
émula es de la lumbre del zafiro.
El vino es tuyo, que la herida agave
para los hijos vierte
del Anahuac feliz; y la hoja es tuya,
30 que, cuando de süave
humo en espiras vagorosas huya,
solazará el fastidio al ocio inerte.
Tú vistes de jazmines
el arbusto sabeo,
35 y el perfume le das, que en los festines
la fiebre insana templará a Lieo.
Para tus hijos la procera palma
su vario feudo cría,
y el ananás sazona su ambrosía;
40 su blanco pan la yuca;
sus rubias pomas la patata educa;
y el algodón despliega al aura leve
las rosas de oro y el vellón de nieve.
264 JOSÉ ANTONIO MAZZOTTI

Tendida para ti la fresca parcha


45 en enramadas de verdor lozano,
cuelga de sus sarmientos trepadores
nectáreos globos y franjadas flores;
y para ti el maíz, jefe altanero
de la espigada tribu, hincha su grano;
50 y para ti el banano
desmaya al peso de su dulce carga;

Y no entro en detalles sobre las numerosas descripciones que


aparecen en crónicas, historias y misceláneas americanas, como el
Libro VIII de la Primera Parte de los Comentarios reales (1609) del
Inca Garcilaso, los coloquios 27 a 44 de la Miscelánea austral (1602)
de Diego Dávalos y Figueroa, o de las descripciones de Fernández
de Oviedo, José de Acosta y otros en sus “historias naturales”, sin
olvidar las cornucopias de elogios que ofrecen autores criollos como
Buenaventura de Salinas, Antonio de la Calancha, Bernabé Cobo,
Carlos de Sigüenza y Góngora y muchos más en materia de plenitud
material y espiritual del suelo americano y sus habitantes.
Es curioso que ya en 1608, en el género de la poesía, el Espejo de
paciencia de Silvestre de Balboa describiera en su Canto I un
detallado festín servido por faunos, ninfas y otros seres del panteón
grecolatino con productos oriundos del suelo americano, anticipan-
do en mucho el catálogo agrícola de Bello:

Sálenle a recibir con regocijo


De aquellos montes por allí cercanos,
475 Todos los semicapros del cortijo,
Los sátiros, los faunos y silvanos.
Unos le llaman padral y otros hijo;
Y alegres, de rodillas, con sus manos
Le ofrecen frutas con graciosos ritos,
480 Guanábanas, gegiras y caimitos.

Vinieron de los pastos las napeas


Y al hombro trae cada una un pisitaco
Y entre cada tres de ellas dos bateas
De flores olorosas de navaco.
485 De los prados que acercan las aldeas
Vienen cargadas de mehí y tabaco,
Mameyes, piñas, tunas y aguacates
Plátanos y mamones y tomates.
NACIONALISMO CRIOLLO Y POESÍA: EL CASO DE ANDRÉS BELLO 265

Bajaron de los árboles en naguas


490 Las bellas hamadriades hermosas
Con frutas de siguapas y macaguas
Y muchas pitajayas olorosas;
De birijí cargadas y de jaguas
Salieron de los bosques cuatro diosas,
495 Dríadas de valor y fundamento
Que dieron al Pastor grande contento.

De arroyos y de ríos a gran prisa


Salen náyades puras, cristalinas,
Con mucho jaguará, dajao y lisa,
500 Camarones, biajacas y guabinas:
Y mostrando al pastor con gozo y risa
De las aguas mil cosas peregrinas,
Se le ofrecieron y con gran prudencia
Le hizo cada cual la reverencia […].

Las hermosas oréades dejando


530 El gobierno de selvas y montañas,
A Yara van alegres y cazando
Como suelen diversas alimañas,
Y viendo al santo príncipe, humillando
Su condición y abiertas sus entrañas,
535 Le ofrecieron con muchas cortesías
Muchas iguanas, patos y jutías.

Sabemos que el Espejo de paciencia recién se dio a conocer después


de la publicación de las silvas de Bello, pero lo que interesa ahora es
subrayar que ya desde principios del siglo XVII existe la actitud
criollista de ofrecer un “banquete americano”, como lo denomina
Paul Firbas, no sólo en los referentes internos del poema, sino al
público lector, tanto europeo como americano, alabando las
virtudes de un largo número de productos naturales.
Además del recentramiento civilizatorio y del “discurso de la
abundancia” (en términos de Julio Ortega) que sostienen aspectos
fundamentales de las silvas, tenemos la concepción de la poesía
como instrumento legal, es decir, como discurso dirigente de cam-
bios y ordenamientos sociales. Le dice Bello a la “divina poesía”:

No tal te vieron tus más bellos días,


30 cuando en la infancia de la gente humana,
266 JOSÉ ANTONIO MAZZOTTI

maestra de los pueblos y los reyes,


cantaste al mundo las primeras leyes.

Es curioso que en 1732, don Pedro de Peralta Barnuevo haya


expresado, en el Prólogo de su enjundiosa Lima fundada, conceptos
semejantes, refiriéndose a la Poesía. Dice Peralta:

Su poder y su excelencia se manifestaron en los Gobiernos, y en las Aras;


pues si se redujeron los hombres a vida política, fueron sus reducciones las
primeras conquistas de los versos […]. Y si Estrabón no miente, tuvo ver-
sos España aun cuando parece que no tenía educación; pues hubo en ella
provincia en que los sucesos andaban como cantos de la historia, y hasta las
leyes corrían como poemas del Gobierno (Peralta f.s.n.)

La Poesía, tanto para Bello como para Peralta, fue en su origen


un discurso modelador, capaz de transmitir normas de conducta y
reglas para la vida política. Ambos autores, como se sabe, tuvieron
una presencia cívica notable en sus respectivos contextos. Y sus
poemas se proponen como guías para la acción además de la
celebración de las glorias criollas, en el caso de Peralta, en el Canto
VI, con su larga enumeración de obispos, funcionarios y letrados de
la ciudad, y en el de Bello con su alabanza de los héroes de la
Independencia. No por nada, ambos reclaman e implícitamente
asumen el papel de Virgilios del Nuevo Mundo.
Esa misma vena dirigente, rectora, se manifiesta en la modalidad
didáctica que ambos poemas asumen. Me refiero específicamente a
la gran cantidad de notas explicativas que cada autor incluye a
manera de glosas y suplementos de los versos. No hay que
extrañarse de ello, pues la tradición de la poesía en español admite
esta estrategia discursiva desde mucho antes. Lo curioso en el caso
de los poemas americanos es que la licencia se practique con mayor
profusión dado lo extraño del referente para el público europeo y la
novedad de los vocablos con que se designan las frutas y otros
elementos del mundo americano. Ya en 1687, el jesuita criollo
Rodrigo de Valdés lo había hecho de manera ejemplar en las
abundantes notas de su poema Fundación y grandezas de Lima.
Podría mencionar muchos otros casos de semejanza en la
focalización y las variables de estilo presentes en las silvas de Bello y
en algunos de los más importantes poemas y crónicas coloniales.
Podría también mencionar que, a diferencia de los poemas
NACIONALISMO CRIOLLO Y POESÍA: EL CASO DE ANDRÉS BELLO 267

coloniales, las silvas de Bello ofrecen una perspectiva macrorre-


gional por su ponderación de las virtudes americanas desde México
hasta Chile y Buenos Aires. En tal sentido, Bello está imbuido del
concepto de patria continental que Luis Monguió ha identificado
como propio del tiempo de la Independencia y se aparta del sentido
localista de la patria criolla en los poemas coloniales3.
Sin embargo, y a manera de conclusión, conviene subrayar que la
comunidad heroica que se exalta en Bello y sus antecesores criollos
había venido forjando sus propias aristas identitarias desde mucho
tiempo antes de la Independencia. No quiero aquí referirme a una
teleología nacionalista que encuentra ya desde el siglo XVI una
identidad modernizante y pretendidamente abarcadora de distintas
clases y etnias, a la manera del discurso de los estados nacionales del
XIX. Me refiero más bien a una forma de identidad, cambiante y
situacional, que puede equipararse al concepto de “nación” en su
sentido antiguo, y en esto no hay nada sorpresivo. Tanto Pagden
como otros se han referido a una “nación criolla” forjada a partir
del reconocimiento de un origen regional, una aspiración dinástica y
una comunidad de lengua e intereses compartidos por los descen-
dientes de españoles nacidos en Indias para diferenciarse de los
demás grupos. Por eso, recordar la posición ambigua de muchos
criollos ante las autoridades peninsulares parece no sólo productivo,
sino también imprescindible para entender las limitaciones de una
periodificación simplista entre un periodo colonial y uno poscolo-
nial, implícitamente cancelatorio, en el campo hispanoamericano.
Los criollos eran españoles, sin duda, pero no en un sentido
completo. Eran americanos, por supuesto, pero al mismo tiempo
establecían sus claras distancias y discrepancias con la población
indígena, africana y las numerosas castas con las que compartían el
mismo territorio. Las identidades criollas se definen, así, por sus
cambiantes perfiles, tanto en el plano político como en el estricta-
mente discursivo, pero a la vez por una persistente capacidad de
marcar distancias frente a otras formas de la nacionalidad étnica. Y
esto porque la peculiaridad del sistema español de dominación
sobre el Nuevo Mundo permitía, además del traslado de institu-
ciones y fueros, el crecimiento de un grupo social nativo y

3
Ver Guerrero para la relación entre unidad lingüística y “patria grande” en
Bello.
268 JOSÉ ANTONIO MAZZOTTI

novedoso que supuestamente serviría como fuerza de penetración


ideológica (y, naturalmente, biológica) entre la población indígena.
Más que hablar, pues, de un Bello estrictamente fundacional,
conviene situar sus silvas dentro de una tradición que reclama una y
otra vez su centralidad natural, cultural y espiritual. Este rasgo
constante en el discurso criollista constituye uno de los pilares de lo
que las teorías sobre el nacionalismo étnico pre-ilustrado llaman una
formación nacional en el sentido arcaico del término.
A los ya conocidos e influyentes planteamientos de Benedict
Anderson sobre el desarrollo del nacionalismo moderno como arte-
facto cultural de las burguesías ilustradas a través de la imprenta y
los diarios de viajeros, así como a los de Eric Hobsbawn sobre la
invención nacionalista en la edad moderna, se pueden añadir los de
otros investigadores que enfrentan directamente las formas de
identificación colectiva existentes desde mucho antes del Siglo de
las Luces.
John Armstrong, por ejemplo, en Nations before Nationalism, pro-
vee una perspectiva para las demandas históricamente novedosas
planteadas por los movimientos nacionalistas que deben confrontar-
se con una larga trayectoria de asociación humana en la cual una
identidad grupal persistente no constituía normalmente la legitima-
ción de una estructura política. Propone, así, que “una perspectiva
temporal extensa es especialmente importante como medio para
percibir el nacionalismo moderno en tanto parte de un ciclo de con-
ciencia étnica” (4, mi trad.). De este modo –prosigue– en el
nacionalismo moderno la etnicidad de vieja estirpe se manifiesta a
través de la búsqueda de “esencias permanentes de un carácter
nacional en vez de reconocer la fundamental pero cambiante
significación de las fronteras de la identidad humana” (id.). Para
explicar mejor el fenómeno, Armstrong reconoce la importancia de
los trabajos del antropólogo noruego Fredrik Barth, quien propuso
un modelo de interacción social que no suponía un carácter fijo o
una “esencia” en el grupo, sino que examinaba las percepciones
discernibles de sus miembros frente a otros grupos, es decir,
apelando a una identidad relacional (para este último concepto, ver
también Cornejo Polar 89). Este modelo de los límites identitarios
antes que de las esencias tiene grandes ventajas, pues son las
fronteras y no los contenidos supuestamente permanentes los que
terminan definiendo la etnicidad. Cualquier contenido cultural o
NACIONALISMO CRIOLLO Y POESÍA: EL CASO DE ANDRÉS BELLO 269

biológico será aleatorio y alterable mientras los mecanismos de


separación con respecto de otros grupos se mantengan, atendiendo,
naturalmente, a una serie básica de referencias (lengua, genealogía
cultural, religión, etc.). También es útil el modelo de Barth porque
enfatiza que si bien las fronteras identitarias pueden tener contra-
partes territoriales, no son éstas las que definen el carácter grupal. Se
concluye que la identidad se da por exclusión y oposición en las
formas tempranas de la nacionalidad étnica. Y lo mismo había
planteado Emile Benveniste al definir la identidad étnica siempre
por oposición y no por esencias identitarias inherentes, según
Armstrong (5). La teoría de los límites o fronteras grupales implica
que la etnicidad se compone de interacciones cambiantes antes que
de un componente esencial o inmanente de organización social (id.).
La continuidad de perspectivas planteada entre los poemas
coloniales y las silvas de Bello permite hablar de distintos momentos
de una formación identitaria y, sobre todo, de una agencia de larga
prevalencia étnica en la región. Y es que ethnos, según Walker
Connor, significa precisamente natio. Hablar de nacionalismo étnico
resulta, pues, un pleonasmo. Y, sin embargo, es útil para distinguir
el sentido verdadero de la conformación temprana de los estados
nacionales hispanoamericanos y su continuo fracaso en los casos en
que las etnias criollas mantienen su férrea hegemonía sobre las
demás dentro del mismo territorio.

BIBLIOGRAFÍA
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