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Ir más allá de la movilización: la necesidad de la discusión política

Por Jaime Liben Poveda


Nuestro país ha vivido más de dos semanas de paro con agitación y movilización en las calles,
desde aquel 21 noviembre, millones de colombianos y colombianas hemos salido a expresar
toda nuestra rabia, toda nuestra indignación contenida durante años, ante las políticas
represivas de los últimos gobiernos que se han agudizado precisamente con el actual gobierno
de Iván Duque, quién hace parte de esa elite terrateniente de la más extrema derecha y
conservadora del país.
Lo que se pensaba iba ser una movilización de un solo día como pensaban muy seguros las
centrales obreras y sindicales que la convocaron, se les salió de las manos, este paro, que más
que paro es una movilización constante, terminó siendo apropiada por la gente, sobre todo
de los barrios y en especial de nosotros los jóvenes, quienes somos los más afectados con las
políticas económicas y con la violencia desmedida del aparato represivo estatal (Esmad).
Este paro dio como frutos la oportunidad para que, desde los barrios, nuestra gente, la clase
popular nos pensáramos en nuestro bienestar, en nuestra comunidad y sobre todo por nuestro
legítimo derecho a la ciudad y a la protesta social, que nos ha sido arrebatado por las fuertes
medidas coercitivas implementadas por el Estado colombiano aplicando la receta neoliberal
mediante el uso de la violencia tanto física, simbólica y económica. Las asambleas locales
populares son el aire de este paro, ellas son la verdadera razón por el cual este paro sigue
vivo y no lo son esas centrales obreras ni mucho menos aquel comité nacional de paro,
totalmente apartado de la realidad, de nuestra gente, de nosotros los jóvenes y además
burocratizado completamente al servicio de los intereses particulares de unos sectores de la
“izquierda” colombiana.
Por lo anterior, es menester que las acciones movilizadoras, las acciones de agitación y de
indignación como lo es el cacerolazo, algo totalmente nuevo en nuestro repertorio, sean con
discusión política, es decir, que no sean simplemente el marchar por marchar, el arengar por
arengar y el hacer cacerolazo por hacer ruido y nada más. Estas acciones deben y tienen que
estar acompañadas con la discusión política, que permita enriquecernos y cualificarnos en
esta lucha de largo aliento, para que entre todos tengamos las claridades de la situación de
nuestro país y no traguemos entero ni del gobierno ni del comité nacional de paro.
No podemos dejarnos caer por el espontaneísmo, sobre todo nosotros los jóvenes, quienes
somos los más afectados por toda esta violencia. Debemos ser capaces de adueñarnos de
nuestro futuro. Ante la falta de trabajo digno, de educación amplia y digna, de un sistema
salud decente y humano, entre otros males que nos aquejan, no queda más que la organización
en procura de que nos permita luchar y defender nuestros sueños y tener una vida digna en
un país que se da el lujo de estar entre los cinco más desiguales del mundo.
Nuestras movilizaciones son totalmente justas y legítimas, es el momento de expresar todo
lo que hemos guardado por tanto tiempo, nada ni nadie tiene el derecho a arrebatarle la
esperanza a un pueblo cuando este está decidido a luchar hasta las ultimas consecuencias. No
tenemos nada que perder salvo nuestras cadenas.

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