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COMUNICADO FEMINISTA LA PRIMAVERA CHILENA O LA INSURRECCIÓN PLEBEYA DE 2019

Desde bases feministas de diversos espacios y veredas concurrentes a través de nosotras, comunicamos desde la autonomía de la
reflexión compartida, nuestras posiciones frente a las situaciones y periodo iniciado con el hito del 18 de octubre de 2019.

Los brotes de rebelión que inundan y sacuden las placas tectónicas de todos los territorio chilenos y otros, donde habitan
originaries y amigues, expresan con magnifica contundencia y policromía, las nuevas subjetividades que florecen, movilizando
energías por las transformaciones profundas en casi todos los ámbitos de la vida y las reglas del juego en ella, a los que las
feministas hemos venido contribuyendo en sucesivas oledas, como la que cristaliza en la huelga 8M de este año, junto a otros
importantes movimientos sociales, territoriales y sectoriales, con los que configuramos una polifonía que expresada en la
consigna “Chile Despertó”, pasando juntas-juntos, a otro estado de conciencia, abriendo masivamente los ojos a unas realidades
opresivas, cuya subordinación no veíamos colectivamente… aunque ciertamente este malestar venía creciendo
subterráneamente.

El gesto que abre las compuertas a este nuevo periodo y desencadena la insurrección plebeya, son las estudiantes adolescentes,
saltando por sobre los torniquetes en las estaciones del tren subterráneo de Santiago, que en gesto de rebeldía y evasión al pago
de un pasaje alzado, enfrentan audazmente al sistema en un símbolo de su modernidad en la mayor y segregada metropolis, a
nombre de todos y todas, individuas y comunidades de los distintos espacios de estos territorios, que hemos salido también a
manifestar la saturación e indignación acumulada frente a las políticas de este estado neoliberal, que ha priorizado privatizar
desde la dictadura, siguiendo en la postdictadura, cada uno de los derechos sociales, salud, educación, seguridad social, vivienda,
entre otros; cada uno de los bienes comunes, agua, minerales, suelo, mar, entre otros, instalando un extractivismo depredador
social y ambientalmente; cada uno de los elementos que legítimamente nos pertenecen, facilitando la apropiación para el lucro
privado, acumulando repugnantes grados de concentración de poderes, a costa de la precarización de la vida de muchos y
muchas, de esas comunidades, ante lo cual hemos dicho basta de esa violencia estructural, sostenida por un conjunto de cuerpos
legales, que no mas, porque somos mas y que perseveraremos en nuestras organizaciones y acciones, en la perspectiva de
recuperar el poder originario para organizar una sociedad soberana en clave feminista y plurinacional.

Una de las grandes tensiones es la crítica radical a este régimen llamado democrático, con tan baja intensidad participativa de la
ciudadanía y el pueblo, en su formato representativo, de democracia protegida, cuya formalidad carece de sentido real, frente a
las demandas y propuestas de una democracia participativa, con diversas instancias de consultas vinculantes, cuentas públicas
efectivas, revocatorias de cargo, iniciativas populares de ley, entre otras para los futuros que imaginamos. A esta necesidad
profunda y reprimida de ejercer participación, responde la estrategia de democratización de las innumerables iniciativas de
cabildos y asambleas auto convocadas en todas las regiones y localidades, incluyendo cabildes de niñes y adolescentes. Es la
respuesta activa de un pueblo que se moviliza y responde a la violencia estructural histórica y excluyente, en todas partes se
practica este momento constituyente, se analiza y elaboran propuestas para la nueva constitución del país. Con ese sustento
tomamos distancia y no nos sentimos interpretadas por el llamado Acuerdo de Paz, hecho por un grupo de parlamentarios,
dirigentes de partidos políticos, con gran déficit de legitimidad, de gobierno y oposición, pero en ausencia de representantes de
los movimientos sociales u organizaciones que han estado en estos últimos años interpretando parte importante del
sentipensamiento de las organizaciones sociales y populares o de las personas no organizadas, pero afectadas por el régimen
vigente hace 47 años. La constitución del 80 es expresión del patriarcado neoliberal y debe ser reemplazada por una carta magna
que surja de una asamblea constituyente partitaria y plurinacional, que resguarde y garantice el ejercicio de los DDHH para todas
las personas y comunidades.

La coyuntura actual ha generado un movimiento de códigos relacionales preferentemente horizontales, sin caudillos, de
solidaridad intergeneracional y transgeneracional entre los diversos actores participantes y heterogéneo en su composición, de
estudiantes, de mujeres, de pobladores, de trabajadoras/es, de No + AFP, disidencias sexuales, pueblos originarios,
especialmente mapuche, migrantes, grupos desplazados y expulsados por el modelo neoliberal. En las calles de distintas
ciudades, pueblos y aldeas de cualquier región, hemos organizado y participado en cacerolazos, marchas, instalaciones, videos,
trasmisiones de radios comunitarias, realizando acciones creativas y auto gestionadas para manifestar con fuerza y claridad todo
lo que ya no se quiere vivir y que muy bien expresa la intencionalidad de la consigna “hasta que la dignidad se haga costumbre”
como característica del país imaginado, del país posible y necesario; en cada una de esas instancia hemos estado nosotras, por lo
cual los reivindicaciones que son base de nuestro programa están y deben seguir siendo parte de este proceso social y político,
aunque explícitamente no partidista, al que concurrimos.

Es urgente denunciar el terrorismo de estado ejercido contra las cuerpas de niñas y mujeres, pero también de hombres y
disidencias, contra todo el cuerpo social ciudadano y popular que se ha rebelado. La violencia patriarcal ejercida por cuerpos
masculinos uniformados o no, está siendo brutal, represión y agresiones de tipo sexual y otras, que pretenden diluir el ánimo de
movilización y protesta callejera, generando miedo paralizante. El uso y el abuso de las estrategias de la doctrina del shock
orquestada por la tv, como instrumento normalizador y enajenante, para invisibilizar la protesta social y la represión sobre esta,
queriendo instalar el peso de la inercia del funcionamiento que tenía el país hasta el día anterior al estallido, ejerciendo en forma
grotesca el negacionismo de una realidad desbordada, mediante la omisión absoluta en el discurso oficial. Es imposible no
denunciar y rechazar los crímenes del estallido ocular a jóvenes, porque constituyen un patrón de comportamiento, que la lógica
más básica indica que no son excesos puntuales, ya que la lamentable estadística que les acompaña, es incontestable, aun así, no
es asumido por las autoridades responsables, informes de agencias internacionales especializadas de por medio, además de los
múltiples registros de testigos, que circulan profusamente en redes y medio informativos del mundo.

Todos los abominables hechos relacionados con atentados a los DDHH en estos días de insurrección plebeya, deben ser
investigados por una Comisión de Verdad, Justicia y Reparación. No es posible nuevamente avalar una cultura de impunidad,
como la que hemos visto con impresionante desparpajo, ya que es proporcional al poder económico-político, los grandes y
millonarios fraudes se sancionan con clases de ética, en tanto que la venta ambulante de discos sin sello, implica pena de cárcel,
en las condiciones infrahumanas de las cárceles, por lo que afirmamos que en Chile se castiga la pobreza y no la responsabilidad,
según la magnitud del daño.

La institución de carabineros ha tenido un repudiable protagonismo represivo, el que amerita en lo inmediato una profunda
reforma y reestructuración, cuya continuidad debiera ser profundamente analizada y evaluada en el marco de una nueva
institucionalidad. Exigimos el término de la violencia patriarcal del estado represivo.

Denunciamos el bloqueo desinformativo de los oligopolios de medios masivos, que operan como dispositivos desarticuladores,
que no permiten el ejercicio de la libertad de expresión e información, poniendo de manifiesto la falta de democracia en este
ámbito fundamental de la vida social.

Nos preocupa, en el marco de este momento constituyente, sujetas y sujetos desplazados de la política: niñes y adolescentes,
personas en el sistema penitenciario. En el contexto de las pretendidas exigencias de responsabilidad penal exigida a los 14 años,
esto debe reflejarse también en el derecho a voto, en el marco de una política con sentido, según un proceso profundamente
participativo.

No podemos dejar de denunciar la exclusión de vastos territorios y poblaciones asociadas, en virtud de rígido centralismo a nivel
nacional, pero también experimentado en la escala regional.

Valoramos profundamente la solidaridad del pueblo mapuche con la lucha del pueblo chileno, junto a la incorporación de la
reivindicación contra la violencia del estado patriarcal y por la desmilitarización del Walmapu y la visible identificación del pueblo
chileno en lucha con el emblema de la gente de la tierra, el carácter decolonial que ha tenido este movimiento expresado en el
derribamiento de monumentos con esa connotación simbólica.

Finalmente saludamos la profundidad de las reivindicaciones de este proceso que llevamos adelante junto a otros movimientos
sociales por liberarnos del capitalismo en su fase neoliberal global, el que mantiene la ignorancia y no valoración económica del
trabajo doméstico, base y condición sine qua non del funcionamiento de todo el sistema de actividades, esa es la razón por la que
nuestra lucha se extiende hasta abolir el patriarcado, que sustenta estructuralmente esa situación. La suma de esta energía es la
continuidad de este movimiento como destituyente de todos los pilares de funcionamiento de este sistema y su proyección
constituyente para el ejercicio real de la soberanía sobre nuestros territorios, partiendo por el propio cuerpo propio
extendiéndose hasta el ejercicio decisional sobre el cuerpo social.

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