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TRIBUNAL : 1er Juzgado Civil de Arica

ROL Nº : C-2329-2016
CARÁTULA : Banco del Estado de Chile con Cristhopher Adolfo Vicente Santos
CUADERNO : Principal

EN LO PRINCIPAL: OPONE EXCEPCIONES. EN EL PRIMER OTROSÍ:


OFRECE MEDIOS DE PRUEBA. EN EL SEGUNDO OTROSÍ: SOLICITA
SUSPENSIÓN DEL PROCEDIMIENTO. EN EL TERCER OTROSÍ: PATROCINIO
Y PODER.

S. J. L. en lo Civil de Arica (1º)

CRISTHOPHER ADOLFO VICENTE SANTOS, estudiante, Cédula Nacional de


Identidad Nº 16.770.704-1, domiciliado en calle Industriales III, Graneros 3479,
Arica, en los autos ejecutivos caratulados “BANCO DEL ESTADO DE CHILE
CON VICENTE SANTOS”, ROL C-2329-2016, a US. con todo respeto digo:

Que fui notificado y requerido judicialmente de pago con fecha 24 de octubre de


2016 y encontrándome dentro de plazo legal, vengo en oponerme a la demanda
ejecutiva, solicitando su total rechazo en base a las siguientes excepciones:

A) Que opongo la excepción contemplada en el artículo 464 Nº 7 del Código de


Procedimiento Civil, esto es, la falta de alguno de los requisitos o condiciones
establecidos por las leyes para que dicho título tenga fuerza ejecutiva, sea
absolutamente, sea con relación al demandado.

En este caso como consta en la demanda ejecutiva el demandante, el Banco del


Estado de Chile, ha fundado su demanda en tres pagarés, los tres pagarés no han
sido protestados ni cumplen con ninguna de las hipótesis establecidas en el
número 4 del artículo 434 del Código de Procedimiento Civil.

En efecto, no ha operado respecto de los tres pagarés ni el reconocimiento


judicial, ni el protesto, tampoco gestión preparatoria de la vía ejecutiva, ni concurre
respecto de ellos la hipótesis de estar firmados por el deudor ante notario, ya que
como consta en los tres pagarés y así lo reconoce el demandante en el texto
mismo de la demanda, los tres pagarés han sido firmados por dos trabajadores del
mismo Banco del Estado y esas firmas, no la del ejecutado, sino las de esos dos
trabajadores, han sido autorizadas ante notario. De manera que no concurren

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respecto de estos tres pagarés los requisitos para ser un título ejecutivo perfecto,
máximo cuando tratándose de instrumentos privados, como lo son los pagarés, la
ley regula rigurosamente su configuración como título ejecutivo.

Cabe además destacar que el ejecutante usa como argumento para justificar las
firmas de los dos trabajadores del banco, las cláusulas 15 y 16 del contrato de
apertura de línea de crédito para estudiantes de Educación Superior con Garantía
Estatal según la ley 20.027. Las que constituyen claramente cláusulas abusivas al
tratarse de condiciones unilaterales a favor del banco en cuanto a transformar una
deuda en supuestamente ejecutiva en circunstancias que conforme a la ley chilena
los títulos ejecutivos son establecidos estrictamente por la ley, no siendo posible
que las partes puedan crear nuevos títulos ejecutivos. Menos en este caso que
sea el banco el que unilateralmente mediante la firma de sus empleados en los
pagarés intente convertir estos tres instrumentos en un aparente título ejecutivo.

En consecuencia, claramente los tres pagarés singularizados en la demanda


ejecutiva no reúnen los requisitos que exige la ley, específicamente el artículo 434
Nº 4 del Código de Procedimiento Civil, para que tengan mérito ejecutivo, y
específicamente respecto del ejecutado, quien no firmó los citados pagarés, ni su
firma consta autorizada ante Notario. A este respecto es importante recordar que
el trámite de firma ante notario es un acto de carácter personal que una persona
no puede hacer en reemplazo o sustitución de otra. De manera que claramente
estos tres pagarés no reúnen los requisitos que la ley exige para que tengan
mérito ejecutivo.

B) Además, opongo la excepción contemplada en el artículo 464 Nº 14 del Código


de Procedimiento Civil, esto es, la nulidad de la obligación.

En efecto, la jurisprudencia habilita al deudor a oponer la excepción de nulidad de


la obligación dentro del juicio ejecutivo siendo entonces materia de controversia en
este juicio ejecutivo si en la especie concurren con uno o más vicios que anulen la
obligación.

En este caso, el demandante, el Banco del Estado de Chile está exigiendo el pago
de una obligación de pago de tres pagarés por la suma total equivalente a UF
647,6362 como crédito bancario para financiar mi acceso a la educación superior
en la Universidad de Tarapacá, que es una universidad estatal.

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El crédito con aval del estado, en que funda su demanda el Banco del Estado de
Chile y la referida ley 20.027 son constitutivos de una grave violación al Derecho
Internacional de los Derechos Humanos y específicamente a la obligación del
Estado de Chile, asumida en el año 1989, mediante el Pacto Internacional de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales, publicado en el Diario Oficial el 27
de mayo de 1989, de implantar progresivamente la gratuidad en la enseñanza
superior y permitir el acceso de toda persona según su capacidad intelectual a la
educación superior. No siendo válido entonces que se me cobre un crédito
bancario por acceder a un derecho humano fundamental como lo es la educación
pública superior gratuita.

En consecuencia, la obligación hecha valer por el ejecutante adolece de objeto


ilícito en los términos del artículo 1462 del Código Civil, conforme al cual hay
objeto ilícito en todo lo que contraviene el Derecho Público Chileno.

En efecto, conforme al artículo 5 de la Constitución Política de la República, el


Estado ejerce su soberanía, pero debe respetar los derechos esenciales que
emanan de la naturaleza humana, no sólo aquellos establecidos en el texto mismo
de la Carta Fundamental sino también aquellos derechos esenciales establecidos
por los tratados internacionales ratificados por Chile y que se encuentren vigentes.

Así la ley 20.027 sobre crédito con aval del Estado mediante la cual se autoriza a
los bancos comerciales privados a otorgar créditos a los estudiantes para financiar
sus estudios superiores, y ello con la garantía del Estado, constituye una violación
grave a la obligación del Estado, contraída en 1989, en que se publicó el Pacto
Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, de otorgar
educación pública superior progresivamente gratuita. Ya han transcurrido cerca de
27 años y lejos de ser la educación pública superior gratuita se ha transformado
cada vez más onerosa y con la intervención de los bancos comerciales en el
sistema de educación superior mediante la ley 20.027 se ha transformado en un
negocio lucrativo para los bancos que ganan las respectivas licitaciones, y todo
ello, gravemente financiado por el Estado, que actúa como avalista y que ha
significado millones de jóvenes y familias injustamente endeudadas con el sistema
financiero del país.

En efecto, el artículo 13 del Pacto Internacional de Derechos Económicos,


Sociales y Culturales prescribe lo siguiente:

“Artículo 13

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1. Los Estados Partes en el presente Pacto reconocen
el derecho de toda persona a la educación. Convienen en
que la educación debe orientarse hacia el pleno
desarrollo de la personalidad humana y del sentido de su
dignidad, y debe fortalecer el respeto por los derechos
humanos y las libertades fundamentales. Convienen
asimismo en que la educación debe capacitar a todas las
personas para participar efectivamente en una sociedad
libre, favorecer la comprensión, la tolerancia y la
amistad entre todas las naciones y entre todos los
grupos raciales, étnicos o religiosos, y promover las
actividades de las Naciones Unidas en pro del
mantenimiento de la paz.”

El derecho a la educación es entonces el derecho al pleno desarrollo de la


persona humana.

A partir de este concepto es posible advertir que el derecho a la educación es un


derecho humano fundamental, ya que es habilitante de otros derechos, incluso del
cuidado de la propia vida, y de la salud, de la obtención y desarrollo de las
capacidades necesarias para ejercer el derecho al trabajo y para la obtención del
enriquecimiento o realización no sólo material o económico de la persona sino
también físico, y espiritual, en las diversas dimensiones del ser humano.

Desde el punto de vista jurídico todo derecho supone una obligación jurídica
correlativa. Por lo tanto, el derecho que el Estado reconoce a las personas como
derecho humano esencial para su pleno desarrollo tiene como contrapartida la
obligación jurídica del Estado de proveer de la correspondiente educación. Dicha
educación provista por el Estado es la que jurídicamente se denomina educación
pública o estatal.

El Estado en consecuencia está obligado como parte de sus funciones públicas, a


proveer el servicio público educacional. Analógicamente el servicio público de
educación es similar a la función pública de ejercer jurisdicción que el Estado
asume como propia y estatal y que es también gratuita para las personas, toda
vez que es el Estado el que en su presupuesto considera los recursos necesarios
para el Poder Judicial. Las partes litigantes no deben pagar por el ejercicio de la
actividad jurisdiccional del juez, esto es, la jurisdicción como función pública es
gratuita.

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Del mismo modo, la educación pública es un servicio público financiado por el
Estado con los correspondientes ingresos fiscales por impuestos y es por tanto,
gratuita para los estudiantes y sus familias.

La gratuidad es una consecuencia lógica de ser la educación pública un derecho y


ser provista por el Estado, el que a su vez es financiado por todos los
contribuyentes conforme a la normativa tributaria, mediante el pago de los
impuestos, el más generalizado de ellos, el IVA, y con importancia también el
impuesto que grava las rentas de los trabajadores dependientes.

Lo anterior, por cierto, no obsta a que los Estados hayan reconocido por la vía de
la libertad de enseñanza la facultad (no la obligación) de los particulares de crear,
organizar, y administrar instituciones de educación particular o privada, conforme
al ordenamiento jurídico. Para estas instituciones, sin embargo, el impartir
educación no es una obligación, ni tampoco lo es por esencia su carácter gratuito,
entendiendo por gratuidad que el estudiante no deba pagar un precio por dicha
educación.

Es fundamental entonces poder distinguir que jurídicamente la educación es un


derecho y no un bien de consumo. La relación de consumo por esencia supone
por un lado la existencia de un proveedor de bienes o servicios que de manera
habitual ofrece un bien o servicio a cambio de un precio y por otro lado la
existencia de un consumidor que paga el precio por ello. El consumidor, no tiene
derecho alguno a exigir que se le proporcione el bien o servicio, salvo que pague
el precio. La confusión política y jurídica que ha vivido nuestro país ha quedado
plasmada en la Ley de Protección al Consumidor la que durante los gobiernos de
la Concertación, hoy Nueva Mayoría, introdujo en materia de revocación de
servicios y de publicidad engañosa normativa relativa a las universidades tratando
así a los estudiantes como verdaderos consumidores. También son
representativas de esta confusión las declaraciones del ex Presidente Piñera de
que la educación es un bien de consumo y las acciones de algunos diputados de
la Nueva Mayoría de acudir al SERNAC para pedir ayuda a los estudiantes de la
Universidad del Mar.

Del concepto mismo de derecho a la educación resulta fundamental distinguir


claramente lo que constituye la educación pública y la educación privada, la
universidad pública y la universidad privada, como conceptos claramente diversos.

En nuestro país, conforme a la legislación vigente, la Universidad es una


corporación en cuanto persona jurídica sin fines de lucro, cuyo fin es el cultivo del

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saber con los más altos estándares de excelencia, que otorga títulos, grados y
postgrados y forma a los profesionales del país. Claramente por definición toda
universidad genera un beneficio público, es decir satisface un interés social. Sin
embargo, no toda universidad es pública.

En efecto, el artículo 1 del DFL Nº 1 de 1981 que fija Normas sobre Universidades
dispone:

“Artículo 1°- La Universidad es una institución de


educación superior, de investigación, raciocinio y cultura
que, en el cumplimiento de sus funciones, debe atender
adecuadamente los intereses y necesidades del país, al más
alto nivel de excelencia.”

“Artículo 2°- Corresponde especialmente a las


universidades:
a) Promover la investigación, creación, preservación
y transmisión del saber universal y el cultivo de las artes
y de las letras;
b) Contribuir al desarrollo espiritual y cultural del
país, de acuerdo con los valores de su tradición
histórica;
c) Formar graduados y profesionales idóneos, con la
capacidad y conocimientos necesarios para el ejercicio de
sus respectivas actividades;
d) Otorgar grados académicos y títulos profesionales
reconocidos por el Estado, y
e) En general, realizar las funciones de docencia,
investigación y extensión que son propias de la tarea
universitaria.”

La universidad pública o estatal es aquella de propiedad del Estado, cuya


naturaleza jurídica corresponde a una Corporación de Derecho Público, sujeta por
tanto a los principios de legalidad, probidad y transparencia que son propios a esta
área del derecho. Por su naturaleza académica, la Universidad Pública para el
cumplimiento de sus fines tiene autonomía universitaria lo que le permite
desarrollar con libertad su administración, gobierno, y sus actividades académicas,
conforme a sus fines.

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Siendo pública es de responsabilidad del Estado su financiamiento.

Las universidades privadas, en cambio, en cuanto a su naturaleza jurídica son


corporaciones de Derecho Privado, sus socios fundadores son particulares y no
son de responsabilidad en cuanto a su financiamiento del Estado. Son los propios
particulares que la fundan libremente conforme a su derecho a la libertad de
enseñanza, los que la financian. Las universidades privadas, no obstante su
naturaleza privada, deben cumplir con normativa mínima de orden público que la
legislación les impone atendido el rol social o de interés social que desarrollan en
una comunidad. También el Estado en diversos países entrega fondos a las
universidades privadas como subvenciones, exenciones tributarias y otras ayudas
como una forma de reconocer el rol social que ellas asumen en la sociedad. Pero
no es un derecho de dichas universidades la obtención de financiamiento estatal,
ni en consecuencia, un derecho para los estudiantes de esas universidades exigir
la gratuidad.

La educación pública superior en Chile siempre fue gratuita hasta la dictadura


cívico militar.

En efecto, conforme al artículo 21 de la Ley de Instrucción Secundaria y Superior


que rigió en Chile desde 1879 a 1927 la educación pública, es decir aquella
provista por el Estado, era gratuita. Dicha disposición prescribía: “Es gratuita la
instrucción secundaria y superior costeada por el estado”.

A su vez, la Constitución de 1925 en su artículo 10 establecía que “la educación


pública es una atención preferente del Estado.”

En cambio tras largos años en que la educación pública superior fue gratuita ya
que era costeada o financiada por el Estado, la Constitución de 1980 que suprimió
una serie de derechos esenciales, eliminó toda referencia expresa a la educación
pública superior. En efecto, como sabemos el artículo 19 Nºs 10 y 11 de la
Constitución Política de la República, si bien reconoce el derecho a la educación
sin embargo nada dice explícitamente del rol u obligación del Estado de proveer y
financiar la educación pública superior.

La eliminación del Estado como proveedor del servicio público de educación


superior respondió a una política de la dictadura cívico militar de violación
sistemática a los derechos humanos esenciales entre los cuales sin duda se
encuentra el derecho a la educación.

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La concreción jurídica de esta política se encuentra en los Decretos con Fuerza de
Ley Nº 1 y 4 de 1981.

El DFL 1 de 1981, que fija normas sobre Universidades, define lo que es la


universidad, cuáles son sus funciones y le impone la naturaleza jurídica de
corporación sin fines de lucro.

El DFL 4 de 1981 es la concreción de la irresponsabilidad del Estado para con sus


universidades públicas y de un sistema esencialmente no probo, en cuanto por ley
se hace prevalecer el interés particular por sobre el público. En efecto, estableció
un sistema de financiamiento anual no completo, que no cubría ni siquiera el 10%
de las necesidades de presupuesto de las universidades públicas, lo que terminó
con la gratuidad en la educación pública superior, la violación al derecho a la
educación y la exigencia para los estudiantes de pagar aranceles universitarios
por la educación pública superior. Al mismo tiempo, el Estado dispuso recursos
públicos a favor de las universidades privadas, a través del Aporte Fiscal Indirecto,
favoreciendo claramente con dinero público a aquellos particulares que durante la
dictadura cívico militar constituyeron nuevas universidades privadas.

El mismo DFL creó el antiguo crédito fiscal universitario.

En el año 1989 Augusto Pinochet aceptó y ordenó promulgar y publicar como Ley
de la República el Pacto Internacional de Derechos Económicos Sociales y
Culturales, cuyo artículo 13 Nº 2 letra c), obliga al Estado de Chile a implementar
legislativamente la gratuidad en la educación pública superior.

En efecto, la disposición prescribe textualmente:

“2. Los Estados Partes en el presente Pacto reconocen


que, con objeto de lograr el pleno ejercicio de este derecho:

c) La enseñanza superior debe hacerse igualmente


accesible a todos, sobre la base de la capacidad de cada
uno, por cuantos medios sean apropiados, y en
particular, por la implantación progresiva de la
enseñanza gratuita;”

De esta normativa se sigue que el Estado de Chile, que es el sujeto obligado por
este tratado internacional, está obligado a permitir el igual acceso de las personas
a la educación superior sobre la base de la capacidad de cada uno. Es decir el

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único límite jurídico a la educación pública superior es la capacidad intelectual de
cada persona.

También el Estado puede usar de los diversos medios apropiados para lograr este
acceso y particularmente, está obligado a la implantación progresiva de la
enseñanza gratuita.

Esto significa que el Estado de Chile el año 1989 se obligó a implementar la


gratuidad en la educación pública superior, obligación que recae sobre la autoridad
co-legisladora, el o la Presidente de la República y el Congreso Nacional. Como
esta legislación de gratuidad supone financiamiento del Estado, la iniciativa
legislativa le corresponde a él o la Presidenta de la República la que luego debe
ser discutida y tramitada en el Congreso Nacional.

La ley de implantación progresiva de la gratuidad debe derogar el DFL Nº 4 de


1981, actualmente vigente, y crear un nuevo sistema de financiamiento por parte
del Estado de las universidades públicas que comprenda un incremento
progresivo de los recursos públicos a sus universidades y una disminución
correlativa de los aranceles universitarios hasta lograr en un período de tiempo
determinado la completa gratuidad de la educación pública superior.

El acceso a esta gratuidad es sólo obligación respecto de las universidades


públicas.

El acceso a esta gratuidad sólo puede quedar sujeto a la capacidad intelectual de


sus estudiantes.

La gratuidad no puede quedar sujeta a la situación socio-económica del


estudiante. Es decir no puede quedar sujeta a una condición adscrita del sujeto
que no depende del estudiante sino de las condiciones socio-económicas de su
familia.

La gratuidad tampoco puede depender o quedar sujeta a un sistema de


acreditación.

La gratuidad no es una obligación del Estado respecto de las universidades


privadas.

Ese mismo año 1989 se reformó la Constitución de 1980 mediante la ley 18.825,
aprobada por la Junta de Gobierno, como Poder Constituyente, y publicada en el
Diario Oficial el 17 de agosto de 1989, la que con su artículo único agregó al

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segundo inciso del artículo 5 de la Constitución que: "Es deber de los órganos del
Estado respetar y promover tales derechos, garantizados por esta Constitución,
así como por los tratados internacionales ratificados por Chile y que se encuentren
vigentes."

De esta forma nuestra Carta fundamental le dio un rango superior al legal a los
tratados internacionales sobre derechos humanos suscritos y ratificados por Chile
y que se encuentran vigentes. Por lo tanto el derecho a la educación pública
superior y el derecho a la gratuidad que incluye, deben ser respetado por los
órganos del Estado y tienen un rango superior a la ley. Los derechos de estos
tratados tienen rango al menos constitucional y a juicio de la Excma. Corte
Suprema de Justicia de Chile en sentencia de fecha 18 de noviembre de 2015
dictada conociendo de la apelación interpuesta en procedimiento de acción de
protección interpuesto a favor de los venezolanos Leopoldo López y Daniel
Ceballos, declaró que los derechos humanos tienen rango supranacional ya que
son un límite al ejercicio de la soberanía.

En consecuencia, a partir del año 1989 el Estado de Chile asumió la obligación, de


rango al menos constitucional, de implantar legislativamente la gratuidad en la
educación pública superior.

Sin embargo, el Estado no ha cumplido esta obligación y más gravemente el co-


legislador ha agravado esta violación de derechos esenciales, transformando en
los hechos a la educación superior en un bien de consumo primero y luego bajo el
Gobierno de Ricardo Lagos como un negocio bancario promovido y financiado por
el propio Estado. Todo ello en perjuicio de los estudiantes y sus familias.

Así, en el año 1990 se dictó la ley orgánica constitucional de enseñanza (LOCE),


ley 18.962 publicada en el Diario Oficial del 10 de marzo de 1990 que no se hizo
cargo de esta obligación.

El año 1994 se creó el Fondo Solidario de Crédito Universitario mediante la ley


19.287 y reemplazó el crédito fiscal.

También bajo los gobiernos de la Concertación se crearon las becas Mineduc (hoy
Bicentenaria) e Indígena y la Beca Juan Gómez Millas en 1998.

El año 2005 mediante la Ley 20.027 se creó el crédito con aval del Estado. En
virtud de esta ley se agravó la violación al derecho a la educación, ya que por ley
se incorporó al sistema de financiamiento de la educación superior la participación

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de los bancos comerciales, cuyos préstamos a los estudiantes para el pago de los
aranceles universitarios, quedaron garantizados por el propio Estado quien asumió
la calidad jurídica de avalista o deudor solidario. Así en caso de no pago de su
obligación por parte del estudiante a una universidad sea pública o privada, el
Estado paga los dineros del préstamos, el capital, reajustes e intereses al banco,
con recursos públicos. Este sistema sujeto a altísimas tasas de interés ha
significado transformar la educación superior en un negocio bancario financiado
por el Estado en perjuicio de los estudiantes y sus familias. Claramente la ley del
crédito con aval del Estado infringe abiertamente el Pacto Internacional de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales.

El año 2009 se dictó el DFL Nº 2 que tampoco se hizo cargo de la obligación de


implementar legislativamente la gratuidad.

Durante el Gobierno de Sebastián Piñera se siguió negando la gratuidad a la


educación pública superior, se propuso aumentar las becas y créditos a lo tres
primeros quintiles, se disminuyó la tasa de interés del crédito con aval del Estado
de un 5,6 al 2%, y se propuso la creación de una Superintendencia de Educación
Superior. Propuesta inútil se si considera que desde el año 1990 el Ministro de
Educación tiene suficientes atribuciones para fiscalizar el incumplimiento de la ley
por parte de las universidades incluida su obligación de no perseguir fines de
lucro. Lo cual quedó acreditado en el juicio político en virtud del cual se destituyó
al ex Ministro de Educación Harald Beyer precisamente por dejar en inejecución
las leyes que prohíben el lucro en las universidades al no fiscalizar dichos
incumplimientos, conforme al artículo 64 del DFL Nº 2 de julio de 2010 que refunde
normativa incluyendo normas antiguas no derogadas de la denominada LOCE.

El Gobierno de Bachelet, conforme a su programa de gobierno ofrecido a la


ciudadanía si bien en su slogan prometía una educación pública, gratuita y de
calidad, claramente no ha cumplido con la obligación respectiva. Muy por el
contrario y distante del Pacto Internacional citado, simplemente mediante una
glosa del presupuesto de la nación, ha aumentado el financiamiento para dar
becas no gratuidad en la educación superior a un determinado número de
personas que correspondería al cincuenta por ciento de las personas con menos
recursos económicos de la sociedad que estudian en universidades tanto públicas
como privadas, y sujeto a ciertos requisitos de acreditación. Se trata entonces de
una ayuda o beca basada en condiciones adscritas, sujeta a condiciones que no
dependen del estudiante sino de la situación socio económica de sus padres, y de
esos estudiantes sólo un porcentaje de ellos, considerando como criterio que los

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recursos públicos pueden destinarse tanto a universidades públicas como
privadas, sujeto a ciertos requisitos de acreditación, sin que se haya dictado ley
alguna ni que se haya modificado estructuralmente el sistema de educación
pública superior en cuanto a su financiamiento que es lo que exige la gratuidad.

La gratuidad que impone el Pacto exige aumentar el financiamiento de las


universidades públicas para que éstas desempeñen sus actividades de docencia,
investigación y extensión y por cierto sus estudiantes que ingresan conforme a
requisitos de capacidad intelectual no estén obligados a pagar arancel alguno. Eso
está financiado por el pago de los impuestos.

Toda discriminación que no esté basada en la capacidad intelectual de los


estudiantes infringe abiertamente el Pacto.

Como señala el informe titulado “El derecho a la educación: una mirada


comparativa. Argentina, Uruguay, Chile y Finlandia” del autor, Vernor Muñoz, con
el apoyo de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia
y la Cultura, en su página 42:

“El deber estatal de financiar el sistema educativo público no constituye una


obligación subsidiaria respecto de la iniciativa privada ni de las responsabilidades
parentales, sino más bien deriva de los derechos establecidos en la Carta
Internacional de derechos humanos y en los instrumentos convencionales. La
cuestión del financiamiento y la cuestión de la gratuidad de la educación deben
verse, entonces, como temas complementarios.”

Esto permite sostener que en el fondo no hay derecho a la educación pública


superior sin gratuidad.

“El financiamiento público de la educación no tiene un sentido exclusivamente


económico, ya que se trata de una acción que permite garantizar la
universalización de este derecho humano y busca, por lo tanto, crear, mantener y
potenciar condiciones de igualdad, al amparo del principio de no discriminación,
que fundamentalmente se logran con el afianzamiento de procesos de
socialización basados en el respeto a la dignidad de las personas.”

“Por este motivo, el Estado debe dar prioridad al financiamiento de las escuelas
públicas, antes que de las particulares, ya que en sí mismo considerado, el
financiamiento educativo es una decisión política que lleva implícita una visión de

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sociedad, una idea de justicia social y una voluntad de construir oportunidades
igualitarias para todos y todas.”

Estas reflexiones de este estudio encargado por la UNESCO constituyen un fuerte


refuerzo a la hipótesis planteada ya que corresponde a la interpretación del
sentido y alcance del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales que fue precisamente adoptado en el seno de la ONU.

También de una simple mirada comparativa con los sistemas jurídicos de países
vecinos como Argentina, Uruguay, países europeos, incluyendo Finlandia que
constituye un ejemplo de éxito y logros en educación, podemos advertir que en
dichos países el Estado financia la educación pública superior y ésta es gratuita
para los estudiantes.

En consecuencia, el cobro que me efectúe el Banco del Estado de Chile en esta


demanda ejecutiva está basado en la aplicación de la ley de crédito con aval del
Estado que es claramente contraria el Derecho Público chileno y en especial al
Derecho Internacional de los Derechos Humanos que el artículo 5 de la
Constitución exige al Estado de Chile respetar. Adoleciendo entonces de objeto
ilícito la obligación que se pretende ejecutar. La que claramente es nula por vicio
de su objeto, se trata de una violación clara al Derecho Público en cuanto a la
relación del Estado con la persona humana, toda vez que el Estado, conforme al
artículo 5 de la Constitución no puede violar derechos fundamentales, como el
derecho a la educación pública superior gratuita.

Cabe destacar que en este caso yo estudié en la Universidad de Tarapacá,


universidad que es pública o estatal, y que por lo tanto mal podría haberme
cobrado un precio por la educación pública, ni menos créditos bancarios por ella.

En consecuencia, y conforme a la Constitución, al Pacto Internacional de


Derechos Económicos, Sociales y Culturales, y constando de manera manifiesta la
nulidad del contrato de apertura de línea de crédito y los tres pagarés a que hace
referencia el demandante, solicito a SS. declarar la nulidad de la obligación que se
pretende ejecutar en este juicio ejecutivo por el vicio del objeto consistente en un
hecho que es ilícito y que específicamente constituye una clara violación al
Derecho Público Chileno, en aquel aspecto relativo a la relación del Estado y los
individuos de la especie humana y el debido respeto a que el Estado está obligado
de los derechos fundamentales.

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POR TANTO,

En mérito de lo expuesto,

RUEGO A US.: Se sirva tener por opuestas las excepciones del artículo 464 Nº 7
del Código de Procedimiento Civil, esto es, la falta de alguno de los requisitos o
condiciones establecidos por las leyes para que dicho título tenga fuerza ejecutiva,
sea absolutamente, sea con relación al demandado y la excepción contemplada
en el artículo 464 Nº 14 del Código de Procedimiento Civil, esto es, la nulidad de
la obligación; declararlas admisibles, acogerlas, en todo o en parte, y en definitiva
rechazar la demanda ejecutiva deducida en estos autos, con expresa condena en
costas.

PRIMER OTROSÍ: Ruego a SS. se sirva tener presente que me valdré de todos
los medios de prueba que franquea la ley para acreditar y probar los hechos
justificativos de las excepciones opuestas en lo principal de esta presentación, en
especial, la prueba testimonial, documental, confesional y pericial, en caso de ser
necesarias.

SEGUNDO OTROSÍ: Atendido el mérito de los antecedentes, y de lo dispuesto en


los artículos 87 y 472 del Código de Procedimiento Civil, solicito a SS. se sirva
ordenar la suspensión del procedimiento de apremio.

TERCER OTROSÍ: Sírvase SS. tener presente que designo abogado patrocinante
y confiero poder a la abogada habilitada para el ejercicio de la profesión, doña
_________________, patente al día de la Ilustre Municipalidad de _____, con
domicilio en calle ___________, quien firma el siguiente instrumento en señal de
aceptación.

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