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Aatrox y sus hermanos, que alguna vez fueron respetados defensores de

Shurima contra el Vacío, se convirtieron en una amenaza aún mayor para


Runaterra y los derrotaron con hechicería mortal usada con astucia. Pero,
después de siglos de encarcelamiento, Aatrox fue el primero en encontrar la
libertad una vez más; corrompió y transformó a los bastante tontos como para
intentar blandir el arma mágica que contenía su esencia. Ahora, con cuerpos
robados, camina por Runaterra con una apariencia retorcida de su forma
original y busca la venganza apocalíptica que tanto desea.

AATROX
LA ESPADA DARKIN

Ya sea que la confundan con un demonio o con un dios, son varios los
relatos que se cuentan sobre la Espada Darkin... pero pocos conocen su
verdadero nombre, o la historia de su caída.
En la antigüedad, mucho antes de que las arenas de los desiertos se
tragaran al imperio, un poderoso campeón de Shurima fue presentado
frente al Disco Solar para convertirse en el avatar de un ideal celestial
ahora olvidado. Reconstruido como uno de los Ascendidos, sus alas eran
la luz dorada del amanecer y su armadura brillaba como una constelación
de esperanza desde más allá del gran velo.
Su nombre: Aatrox. Estaba en la vanguardia de cada conflicto noble. Su
conducta y él mismo eran tan justos que los otros dioses guerreros
siempre se reunían a su lado, mientras que diez mil mortales de Shurima
marchaban detrás de él. Cuando Setaka, la reina guerrera Ascendida,
solicitó su ayuda contra la rebelión de Icathia, Aatrox le respondió sin
dudarlo.
Pero nadie predijo la dimensión de los horrores que desatarían los
rebeldes; el Vacío rápidamente abrumó a los maestros de Icathia y
comenzó la aniquilación de toda la vida que encontró a su paso.
Después de varios años de batallas desesperadas, Aatrox y sus
hermanos finalmente detuvieron el perverso avance del Vacío y sellaron
las grietas más grandes. Pero los Ascendidos sobrevivientes, los que se
autonombraban Nacidos del Sol, habían cambiado para siempre debido a
lo que se habían enfrentado. Si bien Shurima había triunfado, todos ellos
perdieron algo en esa victoria... incluso el noble Aatrox.
Y con el tiempo, Shurima cayó, tal como deben caer todos los imperios.
Sin un monarca al cual defender, o la amenaza contra la existencia con la
que el Vacío los ponía a prueba, Aatrox y los Nacidos del Sol comenzaron
a enfrentarse unos con otros, hasta que eso se convirtió en una guerra
por las ruinas de su mundo. Los mortales que huían del conflicto los
conocieron por un nombre nuevo y despectivo: los darkin.
Temiendo que los Ascendidos derrotados fueran tan peligrosos para la
supervivencia de Runaterra como lo habían sido las incursiones del
Vacío, los targonianos intervinieron. Se dice que el Aspecto del
Crepúsculo les otorgó a los mortales el conocimiento para atrapar a los
darkin, y el recién renacido Aspecto de la Guerra unió a varios en su
combate contra ellos. Sin temerle jamás a ningún enemigo, Aatrox y sus
ejércitos estaban listos, pero se percató demasiado tarde de que habían
sido engañados. Una fuerza mayor a la de mil soles muertos lo jaló hacia
el interior de la espada que había usado en la batalla en incontables
ocasiones, y unió para siempre su esencia inmortal a ella.
El arma era una prisión que encerró a su conciencia en una oscuridad
sofocante y eterna, usurpándole incluso su capacidad de morir. Durante
siglos, forcejeó contra su confinamiento infernal... hasta que un mortal
desconocido fue lo suficientemente tonto como para intentar blandir la
espada una vez más. Aatrox aprovechó esta oportunidad e impuso su
voluntad y una imitación de su forma original en su portador, un proceso
que drenó rápidamente toda la vida del cuerpo nuevo.
En los años siguientes, Aatrox preparó a muchos más huéspedes,
hombres y mujeres poseedores de una vitalidad o fortaleza
excepcionales. Si bien su entendimiento de ese tipo de magia fue limitado
durante su vida, aprendió a tomar el control de un mortal en el intervalo
de una sola respiración y, en la batalla, descubrió que podía deleitarse
con sus víctimas para hacerse más grande y fuerte que nunca.
Aatrox recorrió la tierra, buscando desesperadamente y sin cesar una
manera de regresar a su forma anterior de Ascendido... pero el acertijo de
la espada parecía no tener solución, y con el tiempo se dio cuenta de que
nunca podría liberarse de ello. La carne que robaba y burdamente
moldeaba comenzó a sentirse como una farsa en comparación con su
antigua gloria, como si fuera una jaula un poco más grande que la
espada. La desesperanza y el odio crecieron en su corazón. Los poderes
divinos que Aatrox había encarnado alguna vez habían sido borrados del
mundo y de la historia.
Enfurecido contra esta injusticia, optó por una solución que solo podía
emerger de la desesperación de un prisionero. Si no podía destruir la
espada o liberarse, entonces asumiría el olvido.
Ahora, Aatrox se dirige hacia esta meta despiadada, llevando la guerra y
la muerte a donde sea que vaya. Se aferra a una esperanza ciega: si
pudiera llevar a toda la creación a una batalla final y apocalíptica, en la
que todo, todo lo demás termine destruido, entonces tal vez él y la espada
también dejen de existir.

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