Está en la página 1de 3

 POLÍTICA JUDICIAL LOCAL REGIONAL ECONOMÍA NACIONAL ACTUALIDAD DEPORTES OPINIÓN

Última actualización mayo 24th, 2020 9:00 PM

Leandro Díaz iluminó la vida   con   su poesía


 Jun 23, 2017  Administrador  Historias  0

Al compositor Leandro Díaz Duarte lo abrazó la vida por primera vez un 20 de febrero de 1928, en ‘La Casa de Alto Pino’, una
finca de su familia ubicada en las estribaciones de la Sierra Nevada, que en esa entonces  pertenecía al  antiguo
corregimiento de Hato Nuevo, hoy convertido en uno de los municipios de La Guajira.

‘La Casa de Alto Pino’, famosa por las canciones


del compositor, fue para Leandro el refugio
prefecto para aprender en medio de sus
limitaciones. La ceguera con la que el niño nació
no fue impedimento para que dando tumbos
aprendiera a manejar su andar en medio de la
montaña.

Con el olor a café y a caña, fue creciendo el


pequeño Leandro, que era llevado al pueblo por
sus padres en cada festejo de la Virgen del
Carmen. La visita en época de vacaciones de sus
primas a la finca, le despertó su verdadera vocación, ya que  las niñas llevadas por el amor al niño ciego, se dedicaban a
cantarle hermosas melodías que Leandro aprendía de memoria y luego cantaba en la soledad de su infancia, para mitigar la
oscuridad a la que lo había condenado el líquido amniótico que cayó sobre sus ojitos a la hora de nacer.

 La fortaleza de los golpes

Esa difícil etapa de la niñez, la superó el


niño Leandro con valentía; pese a su
discapacidad aprendió a valerse por si
mismo, golpeándose de vez en vez con
cuanta cosa tropezaba. Todo  eso le sirvió
para darse cuenta que un tropezón, o
muchos en su caso, no es lo que nos va a
impedir seguir persiguiendo nuestros sueños.

Cuando se nace con genes musicales, no es


difícil seguir el sendero que nos marca el
camino de la poesía, la música y el
canto. Leandro Díaz no fue la excepción de
esa regla en la que se graduó con honores, porque su limitación visual  que fue su m
en el camino, la  saltó mil veces y siguió saltándola  cada vez que pretendía achicarle sus  ansias. Ansias que se acrecentaron y le dieron alas para sa
refugio y enfrentarse al mundo por primera vez guiado por la soledad de sus pasos, un 4 de octubre de 1948. Ese día desafiando hasta sus mismos m
decidió irse a vivir a Hato Nuevo en el centro de La Guajira.

Desde entonces, definió el  inició de su carrera musical, cuando se arriesgó a cantar a capela en
parranda a la que se enfrentó en un caserío llamado ‘EL Pozo’. Pero antes debió pasar las más d
pruebas de su vida, enfrentado a un mundo totalmente desconocido para él.

A partir de ahí, su nombre  comenzó a darse a conocer por toda  La Guajira, y cantando en reunio
la mano con los más connotados músicos de la época; entre ellos el gran ‘Chico Bolaño’, quien f
hasta que Chico murió y lo dejó sumido en una gran reflexión, sobre cómo se pasa la vida y com
la muerte. Lo que dio origen a  la famosa canción titulada  “Mañana”.

Un peregrinar por la tierra de sus musas

A cada ser, quizás la vida, el destino o Dios, quien al final es quien decide nuestros pasos; le mar
trasegar por el sendero del mañana; le avisa que ya es hora de partir y le pone en el camino los elementos para marchar. A Leandro Dios lo mandó lejo
de lo suyo. Y peregrinando llegó a Tocaimo, un lugar acogedor entre los municipios de Codazzi y San Diego, compuesto por casi doscientas personas
sintió como en casa.
Allí el forastero dejo de serlo al poco tiempo de
 POLÍTICA JUDICIAL LOCAL REGIONAL ECONOMÍA NACIONAL ACTUALIDAD DEPORTES OPINIÓN
haber llegado, convirtiéndose en uno más de la
familia. En ese lugar se realiza el primer censo en la
historia de Colombia, ya que el compositor a través
de una canción a la que puso por nombre  “La
Trampa de los Tocaimeros”,  en un gesto para
agradecer el gran cariño de sus amigos y ganarse
unos pesitos, nombra a todo los núcleos familiares
del caserío.

Entre Tocaimo, San Diego y


Codazzi, Leandro Díaz hace camino al andar. En ese
trozo de geografía el poeta conoce a personas que
ya comenzaban a formar parte de la
historia musical del Vallenato y como dice
la canción, los ratos más felices de su
vida, los pasó en esa región.

También allí Leandro encontró motivos


para escribir sus más bellas páginas
musicales que en la voz de un mechudo,
con una bermuda convertida en  harapo,
una camisa a cuadro sin mangas, y una
guitarra a travesada que a veces suele
ignorar; el mundo se enteraría de algo que
sucedió allá por Valledupar. Carlos Vives
contaría esas historias de un Macondo
grande y mágico; tan mágico, que cuando
Matilde camina, hasta sonríe la Sabana.

Y eso fue lo menos de lo más, porque hasta nuestro Nobel Gabriel García Márquez, puso a gente de t
continente a pensar cuales eran esos lugares, que iban en adelanto y que hasta ya tenían su Diosa Co
incluir una estrofa de la canción “La Diosa Coronada”, en el inicio del libro “El amor en los tiempos de

Además de “Matilde Lina” y “La Diosa Coronada”, en esos tiempos también


nacieron canciones como “La Primavera”, “La Trampa”, entre otras.

Pero de las canciones más sublimes que tiene el maestro Leandro Díaz, está


“Dios no me deja” y “La historia de un niño”; donde plasma su propia existencia y
la tragedia en que pudo haberse convertido su vivir, si Dios no le cambia esa
oscuridad eterna en que vive, por la luz de la poesía que brota de su alma en
forma de canciones desde el manantial perenne de su inspiración.

Otra de esas melodías que hacen parte del compendio de lamentos es “A mí no me consuela nadie”, donde el maestro llega a la
conclusión que en su vida aún no existía una musa que frenara los arrebatos locos de su corazón, mientras ya Escalona tenía a su
‘Maye’, Emiliano a su Carmen Díaz, Julio Suárez a ‘Chavelita’. Por eso pensando que no tenía en quien reclinar su corazón ‘averíao’,
decidió cantarle a Cecilia una que vivía en Urumita. Porque como decía en su canto henchido de envidia de la buena, ellos, sus amigos, estaban gozan
pobre Leandro nadie le daba consuelo.

El amor también llegó

En medio de esas correrías musicales


de Leandro Díaz, donde cantaba canciones por un
centavo, hasta juntar el peso, con el que pagaba la
pensión donde vivía; un grupo de amigos con el
que compartía buenos momentos entre ellos el
acordeonero de San Diego Cesar, Pedro Julio
Castro, comenzaron a relacionarlo con las chicas
del pueblo, una de las cuales, Elena Clementina
Ramos, le frenó el vuelo.

Con ella tuvo ocho hijos, entre ellos el canta autor


‘Ivo’ Díaz, los ojos de Leandro, quien amó
entrañablemente a su padre y el que cada
amanecer, aún no deja de dar gracias a Dios por
ser simplemente “Ivo el hijo de Leandro”, el hombre
que no sólo llegó a ver  con los ojos del alma, sino
con la nobleza de un corazón agradecido que
aceptó los designios de Dios.

Cuando Leandro Díaz encontró posada para sus sentimientos, con Clementina, -fallecida antes que él- atrás quedaron esos amores furtivos, esas ilus
con algunas muchachas del común que el maestro les dio estatura de princesa. Al lado de sus muchachitos y viviendo de la música, el poeta fue logra
madurez necesaria para enfrentar su vejez, sin dejar de parir cantos.
Cuando ya los hijos crecieron y sus cantos viajaron más allá del sol, el poeta abrazó esa fama, que por nada en la vida logró robarle su sencillez eterna
 POLÍTICA JUDICIAL LOCAL REGIONAL ECONOMÍA NACIONAL ACTUALIDAD DEPORTES OPINIÓN
inmortalidad lo visitó antes del atardecer, mucho antes de que el sol se ocultara por las ventanas de su alma.

Un sublime trueque

Luego,  en el otoño de sus años, Leandro vivió una apacible vida al lado de los
suyos, de su hijo Ivo y su nuera Rubi López, a quien consideró como “lo mejor
que me ha pasado en la vida”. Y Leandro  siguió cantando  cada vez que le
apetecía, cada vez que su alma estaba llena de contento -que era casi siempre-
como lo expresa Ivo Díaz, en el más bello homenaje que hijo alguno le haya
hecho a su padre, con la canción ‘Dame tu alma’, ganadora del Festival
Vallenato en el año 1993.

Desde su universo el viejo Leandro supo que todo lo hizo bien llenando de


gloria la historia de su pueblo, y por eso le enternecía el alma cuando
escuchaba en plena madrugada el eco de la voz de su heredero pegado a la
ventana de su ser, con esa linda melodía que hizo en su honor, ofreciéndole el
más sublime trueque más allá de lo posible: “Yo te entrego todo, si tu vida
cambia, yo te doy mis ojos, tú me das tu alma”.

Por: Taryn Escalona


tarynescalona@gmail.com

Comparte esto:

  

Relacionado

Seminario "Cuando Matilde camina" rendirá homenaje Con la escultura Los Ojos del alma, Valledupar le rinde ‘Ilíada Vallenata’, la historia de Carlos Vives,
al maestro Leandro Díaz homenaje a Leandro Díaz enmarcada en cantos y vivencias
13 julio, 2018 13 abril, 2018 28 abril, 2018
En «Local» En «Local» En «Especial Festival»

Administrador

  

Deja un comentario
Introduce aquí tu comentario...

COPYRIGHT © 2006 ELPAISVALLENATO.COM Entretenimiento Salud y Belleza Tecnología Cu


Calle 15 No. 11a-56 Local 205 Edificio Mileniun Plaza
Contacto 3156810216 Valledupar – Cesar – Colombia
tarynescalona@elpaisvallenato.com

También podría gustarte