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Georges Duby El Amor en La Edad Media PDF
Georges Duby El Amor en La Edad Media PDF
EN EL SIGLO XII? ..
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\, No hablaré del amor de Dios. Sin emba rgo, ¿cómo no hacerlo?
\1 Hay razon es imperiosas qu e ob ligarían a empezar por ese punto.
Efectivamente, si en la evolución de la cultura europea hay una
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inflexión, incl uso un hito dec isivo en cuanto a la idea que los
~ hombres se han hecho del senti miento que nosotros llamamos el
(\, amor, es en los escrito s de los pensadores de la Iglesia donde -.
(\ nosotros, los histo riadores, podemos discernirlo en pri mer lugar. En
efecto, esos hombres que pr ecisamente en el norte de Francia y en el
1\ umbral del siglo XII, en la escuela capitula r de París, en Saine-Vícto r.
I
1\ en Clairvaux o en otros monasterios ciste rcienses, y desde allí
1.
alcanzando r ápidame nte a Inglaterra, med itaban sobre las relacion es
~ afectivas ent re el Creador y las criatura s - ho mbres an imado s po r el
1\ mo vimiento de renacimiento que induci a a leer asiduamente los
g randes textos del clasicismo latino, ap rehend idos po r la progresiva
in re rio rizaci ón del cristianismo moti vado po r las repercusiones de la
cruzada y la atención más sostenida a las enseñanzas del Nuevo
Tesrarnento-e-- no tardaron en alejarse de una concepción egoc éntrica
del amor, la de la tradición patrística de Agu stín ty del pseu do-
Dionisia , para concebirlo, insp iríndos e en Ciceró n y en su modelo
de la amicilia, como un impulso voluntario fuera ' de si, olvidadizo de
si, des interesado y que conduce median te un progreso, una depura-
ción gradual, a la fusión con el otro.
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Del :amor,! del rnat rirnonio 33
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Del amor )" del matrimonio
ble, D< este ' modo se extiende un velo ante la realidad dc· las
act itudes . En este tipo de escritos la i<l<o logia de la <¡u < so n
expresi ón, 'lu<, en este nivel social, en .1 tran sc ur so d el sig lo XII,
coi nc ide con la jdeología d e los clérigos en det erminad , " 1''' l o s
decisivos, se convierte en una pantalla.
En primer tug3r, hay un ac uerdo sobre un pos tulado pr ocl amad o
obstinadamente: 'lU< la mujer es un sor d ébil 'lU< debe sor sometido
necesar iamente dado 'lU< es naturalmente perversa, 'lu< está cansa "
g rada a servi r al hombre en el matrimonio y 'l u< el hombre tien e el 1
derecho legit im o a servi rse de ella . En seg u ndo lu gar, en contramos f
la idea, cor relativa, de 'lu< el matrimon io fo rma la base del orden
socia l, 'lu< este o rden se funda en un. relaci ón de de sig ualdad, en ese ~
intercam bio de d ilección y de reverencia 'lu< no es di stinto de lo 'lu< ~
el latin de los escol ásticos denomina caritas. l
Sin emba rgo, cuando, al bu scar Otros indi cio s más explíciros
so b re lo concret o de la práctica matrimonial, intentarnos ir m ás allá 1
d< las apariencias, p<n<t ra r en esa co rteza de oste ntaci ón y alcanza r (
los comportamientos en su rea lidad , disce rnimos 'lu< al despliegue (
de la caritas en el seno de la conyugalidad se opon ían po r entonces
g rand es o bstáculos, 'l u< d iv ido en dos caregorias, (
. Lo s más abruptos so n resul tad o de las cond iciones 'lu< presid ían (
la formaci ón de las pa rejas, Es evidente 'l U< en ese entorno social
todos los matrimonios eran concertado s, Lo s hombros hab ían ,
habl ado entre dios, los padres o alg ún ho mb re en pos ición pat<ma , ~
como el señ or del feudo si se trata de l. viuda o de las hu érfanas del (
vasallo d ifunto . A menudo el int eresado -djUl'tnis, el caballe ro 'lu< (
bu sca fijar la residencia, pero 'lu< no habla a aquella a la 'l u< quer ría •
atraer a su lecho , sino • Otros hombres-e- tam bi én se habla ~
exp resado . Co mo cosa se ria 'lu< es, el matrimon io es un asunto ~
masculi no. Evide ntemente, de sde med iad os del siglo XII la Igl esi a (
hizo admitir en la alta aristocracia 'lu< el vincu lo conyu ga l se (
establecer á mediante consencimienro mutuo, v codos lo s textos, es-
peci alrne n re l. literatu ra geneal ógrca . firma n" claramente es te p rín- (
cipio: aquella 'lu< un homb re <ntr<ga en matrimonio a Otro hombre (
tiene algo 'lu< deci r, ¿Lo d ice realmente? (
No de ja de haber alusiones a [ óvenes reac ias; p<ro tales reiv ind i-
caciones de libertad, O bien so n denunciadas como cu lpables cu ando (
la jo ven, neg ándos e a ac.<p ta r • aquel 'lu< s< ha d eg ido pora ell., (
afirma 'l u< .ma • otro, cuando ha bl. p tecisam<nt< d< amor - su- (
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J6 El amor en la Edad Me dia y o tro s Ctu2yo s
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Del upor y del ma tt imon io "37
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• 38 .El am or en la Edad Med ia y otros ensayos
~ .
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Asi pues, resulta que;" para los eclesiásticos del siglo XII, cuya
influencia iba merm ando la lenta difusión de las prácticas de la
penitencia privada, en esos seres frágiles que son las mu jeres, el
impulso del alma, ' voluntario , fuera de si, es decir, el amo r tal y .~
como es definido por los pensadores sacros, sólo podia, segú n la 1(
'justicia, dirigirse hacia Dios, Evidentemente, no todas las jóvenes
pueden ser consagradas, abandonadas tota lmente al amante divino,
Es necesario que algunas de ellas sean cedidas a un hombre, aunque, ~.
en este caso, deberán permanecer fieles a este amo r primo rdial sin
distraer nada de él, evitando entregarse totalmente. Su debe r no es '((
compartir su amor , sino, compart irse ellas mismas. Es una disocia-
ción, .un desdoblamient o de la person a: a un lado (por part e de lo ((
terrestre, de l o carnal, de lo inferior) la obediencia pasiva; al otro, el (('
impulso hacia arr iba, el ardor, en una palabra, el amo r. Debe haber ~(
un desdoblamiento en el matrimonio, aunque sólo de la persona
femenina. No está permitido imag inar que el hombre tenga en los (1'
parajes celestes otra compañe ra con la cual, en el acro sexual, \¡'
permanezca, por utilizar las palabra s de Adam de Perseigne, espi ri- (1'
tualmenre un ido. El hombre no tiene más que una esposa; debe
tomarla tal y como es, fria en el pago del debiuo», y le está proh ibido {¡'
enardecerla. , f(¡ ,
¿Es temerario pensa r que, en ocasiones, los maridos se exaspera- \ ,'
ran al senti r entre sus mujeres y ellos, no ya la presencia del esposo
celeste, sino la del sacerdo te? ¿Cuántos hombres -como aquel de ' \ ('
quien G uibert de Nogent quería convencernos de que estaba loco-- ','
clamaban po r su casa a propósito de una esposa obstinadamente I ¡'
cerrada: «los sacerdo tes han plantado una cruz en los riñones de esta
mujer»? Afortunadamente para nuestra información , entre los el éri- (,'
ga s que escribian por aquel entonces algunos expresaban otra moral, ('
la cortesana,' Este es 'el caso de Gi slebert, canónigo de Mons, cuyo
testimonio, exactamente contemporáneo del de Adam de Perseigne,
utilizo a continuación .
Es precisamente un oa ialis, uno de esos intelectuales que, cada
vez más nume rosos, ponían su talen ro al servicio de los príncipes.
Alimentado desde su infancia en casa de los condes de Ha inaut, :"'
realizó allí funciones relacionadas con la escritu ra, estrechamente
te '
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(e
40 El amor en la ' Ed ad Med ia y otros cns:1 Yos
,
( En primer luga r recuerda la juventud de los esposos: clla «muy
[o ven», y él, «caballero mu y jo ven». Ya que fuc precisamente por su
gra n juvencud por lo que el propósito de vida que' eligieron pareció
,(
e..xtra ño , inconvenicnce, condenable. Efectivamente, se vio a Maria
cerrarse, retirarse en su devoción, en la oración nocturna, la de los
,r, mon jes y los reclusos, las abstinencias, el ayuno. Siguió viviendo
como lo había hecho cn el co nvento do méstico del que salió, se
im po nia una disciplina más propia de viudas O de. virgenes que de
esposas. A los o jos de todos, esta retirada, este refugio en el qu e una
recié n casada había decidido encerra rse, la actitud de la penitencia,
pero so b re todo lo que tenia de postura defensiva contra ataques que
le repugnaban , resultó completamente indeco ro sa.
Pu es el marido no se hab ía aparcado, sino todo lo con trario . En
esta m isma frase Gi slebert le muestra tota lmente entregado al amo r.
Deliberadarnenre, este bu en escríror , que es autor de la Chroni'll/t dt
Hainaut, no habla de caritas, elige este término, amor, puesto que se
traca de 'eso , del deseo ardien te, acuciance, que, según las convencio-
4 nes cortesanas, asedia a un¡II:JtniJ miles, Es necesario entender bien el
( sen tido de la expresió n: aq uel que en aquella época era llamado
( «jo ven» es un bachiller, un caballero que to d av ía no se ha casad o. ......
(
Efectivamente, un deseo tal es tanto más ardiente cuanto que no ha
sido saciad o. El amor del que aqui se habla no cuadra -y esto es lo
esencial - al hombre que tiene una esposa. Pare ció risible que el
jo ven Balduino , después de sus nupcias , sig~i:se ~':.ni endo_ an.-::....su
¡
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Del 2mO( y del ma trimon io 41
matrimo nio y que es una institución. un sis tema [urld ico que une,
aliena y obliga con el fin de asegurar la reproducción de la sociedad
en sus estruc turas , yespecialrnenre en la estabilidad de los pode ros os
y de las fo rtunas, nole conviene aceptar la fri volidad, la pasió n, la
fanta sía y el placer, y cuando comienza a aceptarlas , ¿acaso no
im plica ' que la institución ha perdido sus funciones y tiende a
disgregarse? E n el matrimonio radica lo serio , la gra vedad; esto es lo
qu e dice Mo neaigne: en el matrimoni o, relación «religiosa y devota»,
el place r debe ser «ca neen ido, serio y mezclado con cierta seve rida d»,
la voluptuosidad «prudente y concienzuda». Es lo que Lacios pone
en boca de la marquesa de Merteuil en la ca rta 104 de las L ioisons:
«No es que desapruebe qu e un senti miento hone sto y agradable
embellezca la relación conyugal y suavice de alguna mane ra los
de beres que ésta impone [la marquesa está describiendo a Otra
mu jer]; pero no es :i él a quien corresponde forrnarlo .» Affulio,
dilectia, pero sin amo r. E n este pun to, en el sig lo XII, todos los
ñoin bres, tanto eclesiásticos com o co rtesanos, estaba n de acue rdo.
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Del amo r y del m:urimooio 4S
.
Pablo le ~signa en la pr imer a epistola a los Corint ios. Balduino de
Guínes, Baldu ino de Hainaut y tantos o tros, a pesar de estar casados ,
seg uían siendo ardi ente s.