JUNIO2018 $100

SUMARIO
2

GRUPO A EQUIPO

CASCIARI
HERNÁN URUGUAY PÁG- 8
LERENA
ÁNGELA RUSIA PÁG- 12
VICTOR TUJSCHINAIDER ARABIA SAUDITA PÁG- 14
DAMIÁN CÁCERES EGIPTO PÁG- 16

GRUPO B

LATORRE
DIEGO ESPAÑA PÁG- 18
MARCELOMAXIMO PORTUGAL PÁG- 22
LEONARDO PELUSO MARRUECOS PÁG- 24
VIVIANA VILA IRÁN PÁG- 26
GRUPO C

ARIEL SCHER FRANCIA PÁG- 28

ADRIAN MICHELENA AUSTRALIA PÁG- 32
ALEJANDRO WALL PERÚ PÁG- 34
DANIEL MIGUEZ DINAMARCA PÁG- 36

GRUPO D

SEBASTIÁN VARELA DEL RIO ARGENTINA PÁG- 38

FERNANDO TRANFO ISLANDIA PÁG- 42
IVAN NOBLE CROACIA PÁG- 44
JORGE BLANCO NIGERIA PÁG- 46

GRUPO E

RAFAEL BIELSA BRASIL PÁG- 48

DIEGO SCHWARTZMAN SUIZA PÁG- 52
JAVIER LANZA COSTA RICA PÁG- 54
PEDRO SABORIDO SERBIA PÁG- 56

GRUPO F

EZEQUIEL F. MOORES ALEMANIA PÁG- 58

ARIEL SENOSIAIN MÉXICO PÁG- 62
JUAN LAGARES SUECIA PÁG- 64
MARCELO RODRÍGUEZ REPÚBLICA DE COREA PÁG- 66

GRUPO G

BURGO
ANDRÉS INGLATERRA PÁG- 68
LUTMAN
KURT PANAMÁ PÁG- 72
FRANCISCO JAUREGUI TÚNEZ PÁG- 74
DANIEL ARCUCCI BÉLGICA PÁG- 76

GRUPO H

ALARCÓN
CRISTIAN COLOMBIA PÁG- 78
MARINI
JULIO POLONIA PÁG- 84
FERNANDO DUCLÓS SENEGAL PÁG- 86
CARLOS ARASAKI JAPÓN PÁG- 88

DIRECTOR SANTIAGO CARRERAS EDITOR JEFE SEBASTIÁN VARELA DEL RÍO

STAFF EDITOR COORDINADOR DE EDICIÓN JAVIER LANZA EDITORES RUBICÓN /
ANDRÉS ROMÁN DIRECTOR DE ARTE JUAN IGNACIO BATTILANA REDES SOCIALES
DANIEL LÓPEZ /GASTÓN NININ / BÁRBARA MONTILLA COMERCIAL DANIELA FORTI

Enganche es propiedad de Fundación Octubre Trabajadores de Edificios. Venezuela 370 (C1095AAHH) CABA - Tel: 11-5354-6817 Registro de propiedad Intelectual en trámite.
4 5
EDITORIAL
U
n estudio de la
Universidad Ca-
tólica de Valen-
cia y del Centro
de Investigación
Mente, Cerebro y
Co m p o r t a m i e nt o
(CIMCYC) de la Universidad de
Granada asegura con suficien-
cia que jugar al fútbol durante la
adolescencia mejora la capacidad
de mantener la atención de forma
sostenida. El trabajo, publicado
en el 2015, no dice nada sobre
las redes sociales, pero podría
afirmarse que en tiempos efíme-
ros el deporte sigue atrapando
como antes y que, por si esto fue-
ra poco, contrapone su esencia a
la de un mundo que cada día que
pasa se concentra menos y du-
rante menos tiempo.
En las páginas de Enganche, el
suplemento de cada sábado junto
a Página/12, Pablo Aimar se ani-
mó a asegurar que la suya es “la
última generación en mirar par-
tidos enteros”. Decía el Payaso
que el bombardeo de contenidos
efímeros está provocando que
los espectadores más jóvenes no
aguanten la tensión de vivir pen-
dientes de una pelota durante 90
minutos. Lo cierto es que, pese
a los embates de la tecnología,
montones de niños siguen po-
blando los clubes de baby fútbol
de toda Argentina fin de semana
tras fin de semana. Esos que no
aguantan frente a la pantalla si-
guen igual de embobados con la
pelota que sus antecesores.
RUSIA 2018,
Un análisis de «Digital News Re-
port 2017», presentado en el
VAMOS QUE VAMOS
2017 en Viena por el Instituto
ENGANCHE
Reuters, afirma que un 46% de
los 70.000 encuestados a lo largo
de todo el mundo lee noticias en
la cama, el 42% en el transpor-
te público, y el 32% en el cuarto
de baño y que esto se debe a la
evolución de los dispositivos mó-
viles en detrimento del papel. En
este contexto, sostiene el postu-
lado, “sorprende que el texto, lo
más clásico del periodismo, sigue
siendo para los usuarios la forma
preferida para consumir noticias,
con el 71%, frente al 14% que
consume una combinación de ví-
deo y texto, y un 9% que prefiere
el vídeo”.
A poco menos de dos meses de
cumplir un año desde su salida,
Enganche presenta su cobertu-
ra Mundial con el puntapié ini-
cial en la revista que usted tiene
en sus manos: “La Selección”. Lo
hace, claro, con estadísticas en
la mano, tan contundentes como
las opiniones de Aimar o como
las de cualquier encuesta o es-
tudio científico. Los números de
la versión papel y digital del su-
plemento crecen como nunca en
los textos largos que superan
los 10.000 caractéres y que van
a contramano de la denominada
“tendencia” de contenidos bre-
ves y descartables. La noticia es
alentadora: hay lectores pidiendo
otras cosas que las que ofrece la
mayoría del mercado.
A pesar de todo lo que la maqui-
naria económica parece dictami-
nar, en el periodismo y en el fútbol
siguen existiendo los embrujos de
lo genuino: las palabras y la pelota.
A continuación, 32 exquisitos au-
tores juegan entre esas dos varia-
bles para contar la vida a través del
evento deportivo más importante
del planeta, el Mundial. La paleta
de colores va desde la simpleza
analítica de Diego Latorre a la bo-
hemia ficción de Pedro Saborido.
Desde la revolución feminista de
Viviana Vila a la templanza históri-
ca de Ezequiel Fernández Moores.
Desde el siempre reconfortante
encanto rioplatense de Hernán
Casciari a la magistral descripción
de Cristian Alarcón. Y de allí a la
osadía de Iván Noble. A la sorpren-
dente prosa de Diego Schwartz-
man. A la mano mágica del maes-
tro Ariel Scher. A la ternura de
cada texto de Rafael Bielsa. Y un la
enorme lista de profesionales que
bien podrían componer una nómi-
na de cara a levantar la copa más
preciada. Junto a ellos, ocho de los
más distinguidos ilustradores del
país pondrán en distintos tonos a
la pila de párrafos, en trabajos que
son dignos de ser coleccionados.
Enganche sale a jugar con una re-
vista especial, en la que cualquiera
que ingrese tendrá dificultades en
salir y en la que, seguro, la idea de
un fútbol acompasado y paciente
se mezclará con la naturaleza mis-
ma de la lectura. Como los número
diez de todas las épocas, los que
fueron poblando las páginas que
leerá a continuación creen en una
forma de vivir alrededor de la pe-
lota. Con la idea firme de tirar pa-
redes con los consumidores más
exigentes, “La Selección” tiene un
estilo claro y una línea de acción
de casi un centenar de páginas.
Contar la vida desde el deporte
más lindo de todos. Y ahora, des-
de un Mundial. Rusia 2018, vamos
que vamos.
 ESTADIOS
RUSIA18
NIZHNI NOVGOROD
(NIZHNI NOVGOROD)
Capacidad: 44.899 espectadores
Inauguración: 2018
Costo: 277 millones de euros
ROSTOV ARENA
(ROSTOV)
Capacidad: 45.000 espectadores
Inauguración: 2018
KREVSTOVSKY STADIUM Costo: 339 millones de euros
(SAN PETERSBURGO)
Capacidad: 64.287 espectadores
Inauguración: 2017
Costo: 714 millones de euros

FISHIT OLYMPIC STADIUM COSMOS ARENA

(SOCHI) (SAMARA)
Capacidad: 48.000 espectadores Capacidad: 45.000 espectadores
Inauguración:2014 Inauguración: 2018
Costo: 462 millones de euros Costo: 311 millones de euros

MORDOVIA ARENA (SARANSK)

Capacidad: 44.442 espectadores
Inauguración: 2018
Costo: 270 millones de euros

VOLGOGRAD ARENA
(VOLGOGRADO)
ESTADIO CENTRAL (EKATERINBURGO) Capacidad: 45.568 espectadores
Capacidad: 42.500 espectadores Inauguración 2018
Inauguración: 1953 Costo: 291 millones de euros
Costo: 217 millones de euros

OTKRYTIE ARENA
(MOSCÚ)
Capacidad: 45.360 espectadores
Inauguración: 2014
Costo: 248 millones de euros

KAZAN ARENA (KAZÁN)

Capacidad: 45.379 espectadores Inauguración: 2013 Costo: 240
millones de euros

ARENA BALTIKA
LUZHNIKI OLYMPIC STADIUM (KALININGRADO)
(MOSCÚ) INAUGURAL Y FINAL Capacidad: 35.212 espectadores
Capacidad: 81.000 espectadores Inauguración: 2018
Inauguración: 1956 (se reinauguró en 2017) Costo: 296 millones de euros
Costo: 411 millones de euros
 9

GRUPO A
• RUSIA
• ARABIA SAUDITA
• EGIPTO
• URUGUAY

URUGUAY JUSTICIA POÉTICA

POR HERNÁN CASCIARI / ILUSTRACIÓN HUGO HORITA

HERNÁN CASCIARI ES EL NOMBRE DE UN ESCRITOR Y DE UN ESTILO

ÚNICO EN CUENTOS Y NOVELAS, CREÓ ADEMÁS LAS REVISTAS ORSAI
Y BONSAI, LEE SU OBRA EN BARES DE TODO EL PAÍS Y TAMBIÉN HIZO
TEATRO; EN ESTE TEXTO DE 2005 EXPONE SU SENTIR URUGUAYO
ENCERRADO EN UN CUERPO ARGENTINO.

D
esde la más tierna infancia,
desde el principio, entendí que
soy un uruguayo atrapado en
el cuerpo de un argentino. Ya
de chico pensaba, vivía y sen-
tía como uruguayo, por más
que tratase de ocultarlo a causa del qué di-
rán. Mi mamá se dio cuenta una tarde que me
vio tomando mate solo a una edad imposible.
A mi padre traté de ocultárselo más tiempo,
pero en las eliminatorias al Mundial de Espa-
ña se me escapó un grito de gol. Imagino que
sufrió en silencio, aunque nunca hablamos
del tema.
De chico miraba con fascinación horas
y horas, a escondidas, un mapa enorme del
Uruguay, y pronunciaba en voz alta los nom-
bres de las ciudades en donde me hubiese
gustado nacer: Durazno, Canelones, Cabo
Polonio, Treintaitrés. Mi mamá golpeaba con
insistencia la puerta del baño:
-¡Hernán! ¿Qué estás haciendo tanto tiem-
po ahí adentro?- me gritaba. Yo plegaba el
mapa, rojo de vergüenza, y tiraba la cadena
para disimular, pero la oía susurrarle a mi pa-
dre: -Tu hijo está otra vez metido en el baño,
con el mapa de Uruguay -decía acongojada-,
vas a tener que hablar con ese chico.
En el colegio, cuando todos cantaban el
Himno en el salón de actos, yo cambiaba se-
cretamente algunos versos. Oíd mortales el
grito sagrado: Uruguay, Uruguay, Uruguay.
Posiblemente, al principio, haya sido una de
esas taras que tenemos los chicos para llamar
la atención o requerir afecto, porque además
de uruguayo también yo decía ser panteísta.
Pero lo segundo se me pasó cuando conocí
el choripán, y en cambio lo de ser uruguayo
todavía me persigue.
Y es que con el tiempo, en vez de men-
guar, la necesidad de ser uruguayo crecía en
mi pecho, incesante. Por eso en mi adoles-
cencia adoraba las noches limpias de verano,
sin una sola nube, ésas noches que permitían
que la señal del canal doce de Montevideo
llegara casi perfecta al televisor de mi pie-
za. Me quedaba madrugadas enteras viendo
películas infames de trasnoche, solamente
10
HERNÁN CASCIARI
Es un escritor con registro propio
en cuentos y novelas traducidos
a varios idiomas. Su libro “Más
respeto que soy tu madre” se
convirtió en un éxito teatral
protagonizado por Antonio
Gasalla. Vivió una década en
Barcelona y ahora lee su obra en
bares y radios mientras dirige la
revista Orsai.
HUGO HORITA
Hugo Horita nació en Buenos Aires,
desde 1985 se desempeña en el
área de ilustración, tanto editorial
como publicitaria, en medios como
revistas Rolling Stone, Caras y
Caretas, 3 Puntos, Alta (Aerolíneas
Argentina), La Mujer de mi Vida,
Anfibia, Rumbos, Animus,, In ,
Galera, Acción. diarios Clarín y Perfil.
Realizó trabajos para numerosas
agencias publicitarias de Argentina,
México, España y EE.UU.
para disfrutar de la publicidad
charrúa, de ese acento cristalino,
casi idéntico al mío pero más en-
tonado y cadencioso.
Más tarde, con la llegada de
la literatura, supe que mi obse-
sión no estaba mal encaminada.
Leí una frase de Cortázar a los
quince años: “Un argentino que
nunca fue a París es una espe-
cie de uruguayo”. Y yo me juré,
como nomás jura un imbécil en
la edad del pavo, que jamás pisa-
ría Francia. (No pude cumplir la
promesa, y lo lamenté en el alma
en el mismo momento de pisar el
aeropuerto Charles De Gaulle.)
En esos tiempos mercedinos,
conocer a un uruguayo verda-
dero me ponía la piel de gallina.
Una vez vino a la ciudad una
banda que tenía un baterista
uruguayo. Yo le preguntaba co-
sas de una manera enloquecida,
como si Carl Sagan se hubiera
encontrado con un marciano…
Le preguntaba a mi uruguayo si
hacía frío o calor en su país, si
había montañas, si la cebolla ha-
cía llorar. El baterista me miraba
raro. “Es igual que acá, botija”,
me decía. Y yo pensaba: “¡Qué
grandioso! Además de geniales,
son humildes”.
A decir verdad, no sé qué es-
toy haciendo en Barcelona. Des-
de que tengo memoria, siempre
supe que mi destino estaría en
Montevideo. Siempre creí que
terminaría viviendo allí, casado
con una uruguaya de pelo suelto
experta en hacer ensaladas, y
que yo fumaría en pipa y escribi-
ría cuentos uruguayos. No pudo
ser, pero a veces me despierto
con una sensación de desaso-
siego, con una nostalgia de algo
que no pasó jamás.
Quizás por esa manía tempra-
na, los protagonistas de mis pri-
meras tres novelas son urugua-
yos. Tampoco fue una decisión:
surgió de ese modo, me sentía
más cómodo gritando al viento
mi opción de identidad desde
el disfraz de la literatura. En
una temporada de mi vida hasta
aprendí a ponerme el termo en
el sobaco y cebar con la misma
mano. En otra época, salía con el
mate a la calle para que la gente
dijera “ahí va un uruguayo”. Du-
rante los mundiales 86 y 90, por
un odio cultural hacia Bilardo,
hinché abiertamente para Uru-
guay y lloré con el gol de Pasculi,
que nos dejó afuera.
A lo largo de mi vida no cono-
cí nunca, pero nunca, a un uru-
guayo malo, o cancherito, o pre-
tencioso. Todos los uruguayos
que pasaron por mi vida fueron
como ángeles, como hermanos
reencontrados. Incluso los muer-
tos, los que nunca toqué. Quiro-
ga, Felisberto, Onetti. A veces,
cuando un uruguayo me quiere
hacer enojar diciéndome que
Gardel no es argentino, que en
realidad nació del otro lado del
Plata, yo para mis adentros pien-
so: “A mí me pasa lo mismo”.
Hace poco estuvieron co-
miendo conmigo la cantante
uruguaya Laura Canoura y el
guitarrista uruguayo Jorge No-
cetti; y me pasó lo de siempre.
Esa sensación de hermandad, de
bonanza, de estar con personas
que he visto siempre, con gente
que permanece cerca a pesar de
los aviones y los regresos. Ellos
provocan que, por un rato, el
uruguayo que llevo dentro salga
a tomar el aire a la superficie de
mi vida.
Por ejemplo, yo no bailo. No
sé bailar; no puedo. Sin embar-
go, la primera vez que lo vi en
vivo a Jaime Roos —fue en la
Trastienda, hace muchos años—
algo dentro de mí pegó un salto,
se desató a la mitad de “Colom-
bina” y los que estaban conmigo
juran que me convertí en otro.
Dicen que movía los pies, dicen
que de repente yo era un gordito
con ritmo. No sé si es verdad,
porque no me acuerdo de nada.
Pero es muy posible.
La milonga de Borges me
pone la piel de gallina. Hace un
rato la busqué en un libro por-
que quería poner unos versos en
este artículo, y volvió a conmo-
verme:
Hombro a hombro o pecho a
pecho,
cuántas veces combatimos.
¡Cuántas veces nos corrieron,
GRUPO
A
cuántas veces los corrimos!
Milonga para que el tiempo
vaya borrando fronteras;
por algo tienen los mismos
colores las dos banderas.
Habla de eso mismo, Borges.
De ese extraño sentimiento en
donde no importan las diferen-
cias sino las similitudes. Somos
un mismo pueblo que no com-
parte nombre, pero da igual. Yo
me siento partido al medio, pero
muchas veces más de aquel lado RUSIA ARABIA EGIPTO URUGUAY
que de éste. No sé por qué. SAUDITA
Anoche pensaba en todas
estas cosas, mientras miraba el
partido. La selección de Uruguay
necesitaba ganarle a Argentina
para mantener vivas sus chances
mundialistas. Y yo, como muchos
argentinos que también tienen
FIXTURE
un uruguayo adentro, cerramos 14/06/18
el puño y fuimos felices con el
gol de Recoba. Porque recorda- 12:00 Hs
mos el placer de haber leído a
Felisberto, porque no podemos
olvidar haber pescado en esos 15/06/18
ríos y haber caminado de noche
por Montevideo, porque en el 09:00 Hs
fondo sabemos que ellos son
como nosotros pero sin los de-
fectos nuestros, porque aunque
19/06/18
sean chiquitos son nuestros her-
manos mayores, porque saben
mirar a los ojos y tienen esa luz 15:00 Hs
de pueblo silencioso en la mira-
da, y porque hace un mes mi hija
fue arrullada para dormirse por
una de sus mejores voces. Gol
20/06/18
de Recoba. Uruguay sigue so-
ñando con el Mundial y Chile se 12:00 Hs
queda afuera. Justicia poética.
Estamos hechos del mismo
barro. Ésa es la diferencia entre 25/06/18
ser hermanos de sangre o ser
nomás un país limítrofe. Yo ya
tengo un país limítrofe a la de- 11:00 Hs
recha, y es suficiente. Pero a la
izquierda, del lado del corazón y
por suerte, tengo a unos herma-
nos del alma. Tan cerca, tan pero
11:00 Hs
tan cerca, que a veces pienso
que soy un uruguayo que nació,
por un error del viento, a tres-
cientos cuarenta kilómetros de
mi cuna.
 12
El estadio Parque de los Príncipes, en Francia,
estaba raleado. Les Bleus había sucumbido en semi-
finales bajo una lluvia de goles yugoslavos y la final
entre dos equipos del Este no logró seducir a París.
Cien mil personas habían colmado el Estadio Lenin,
de Moscú, en el debut del local frente a Hungría;
en el hermoso Parque francés, menos de veinte mil
ÁNGELA LERENA presenciaron aquel gol de Galić, el empate de Slava
Es la conductora del programa Metreveli y el cabezazo de Viktor Ponedelnik que
Primera Tapa en TNT Sports y consagró a los soviéticos en la final. Lejos de casa,
desde hace más de 20 años una la URSS llegaba a la cima de Europa. Y el público
de las mujeres protagonistas parisino, igual que el moscovita, se enamoró del ar-
en el universo del periodismo quero campeón. A puro guantazo negro, la figura del
deportivo. Fue cronista de TyC partido se transformó en leyenda.
Sports y también hizo campo de El arco compartía sus secretos con Lev Yashin.
juego en el Fútbol para Todos. Flaco, alto y elástico, era un adelantado a su tiem-
po. La Araña Negra vestía de oscuro para engañar
el ojo de sus rivales. Saltaba más alto que nadie,
llegaba en una estirada hasta el rincón más remo-
to… Mostraba ubicación, reflejos y valentía. Daba
órdenes a la defensa y salía de los palos para desa-
fiar al que llegara con la pelota dominada: osadías
para la época. Ocho patas dicen que tenía y, aun-
que a simple vista se notaban sólo dos, ningún de-
lantero rival se atrevió a desmentir el rumor. Yashin
fue el alma del mejor equipo ruso de la historia.
Sólo algunos habitantes de la actual Federación de
Rusia tienen nostalgia por la Unión Soviética, pero
todos extrañan a su selección.
La URSS de Lev Yashin –con el CCCP en el pe-
cho de la casaca roja– se mantuvo diez años en la
élite del mundo. Logró una medalla de oro olímpica
en el 56, la primera Eurocopa en el 60, y el cuar-
to puesto en el Mundial 66, la ubicación más alta
lograda por los anfitriones de la próxima Copa del
Mundo. La Araña Negra –quien hizo toda su carre-
ra en Dínamo de Moscú– jugó cuatro Mundiales,
RUSIA ganó el Balón de Oro en 1963 y es considerado,
por muchos, como el mejor arquero de todos los
tiempos. Pelé, que lo enfrentó en Suecia 58, lo eli-
LA ORDEN DE LENIN gió como su mejor rival. Eusebio reconoció el susto
que tenía antes de patearle un penal en Inglaterra
POR ÁNGELA LERENA / ILUSTRACIÓN HUGO HORITA 66. En un mundo dividido en dos pedazos, Lev
Yashin era admirado sin distinción de sistemas po-
UN ARQUERO, UN ASTRONAUTA Y EL PAISAJE DE LA UNIÓN líticos. Su imagen, vestido de futbolista o con traje
SOVIÉTICA, ÁNGELA LERENA PRESENTA UNA CRÓNICA SOBRE a medida, dio la vuelta al mundo. Por eso, además
EL PAÍS ORGANIZADOR DE LA COPA DEL MUNDO, CON LA
de arquero, Lev Yashin fue soldado. Soldado de la
IMPRONTA DE LOS QUE TIENEN SUEÑOS ENTRE SUS MANOS.
guerra que no se peleó nunca, la Guerra Fría.
Los ganadores de la Segunda Guerra Mundial se
repartieron el mundo en bloques desiguales pero
L
a Unión Soviética entró a la final más importante de
indiscutidos. Estados Unidos y la Unión Soviéti-
su historia con el pie izquierdo. Un cabezazo de Milan
ca marcaron el tempo con el que bailó el planeta
Galić, el más incisivo de la cancha, le había dado la
durante el resto del siglo XX, cada uno con sus
ventaja a Yugoslavia en la definición de la Copa Euro-
esferas de influencia, sus aliados voluntarios y
pea de Naciones –la vieja Eurocopa– en 1960. Nunca
obligatorios y la amenaza de destrucción mutua
la URSS había llegado tan alto con su fútbol. Hasta
como garantía de equilibrio. Así, con dos ideologías
que el balón conectó esa cabeza enrulada, dejó al arquero atónito e
opuestas y una línea casi siempre imaginaria sepa-
inútil junto al palo izquierdo y puso suspenso en el destino.
rando cuerpos y culturas, las potencias mundiales
13
competían en lo material –el ritmo del desarrollo
económico y el dominio de las armas de destruc-
ción masiva– y lo simbólico. La propaganda fue la
guerra por otros medios. Y mientras la amenaza de
una bomba nuclear estaba latente, cualquier logro
científico o deportivo servía como muestra de su-
premacía sobre el bloque rival.
En 1960, mientras la URSS daba el gran golpe
futbolístico en Europa, un piloto 5 años más chico
que Yashin se anotaba junto a miles de jóvenes en
el proceso de selección del programa espacial de
su país. La galaxia sería, ahora, el terreno de dispu-
ta. Y los soviéticos tomaron la delantera: pusieron
el primer satélite artificial en órbita, enviaron la
primera criatura viva al Espacio y se preparaban
para embarcar al primer ser humano cuando Yuri
Gagarin, piloto de avión, se inscribió como volun-
tario. Su altura, menos de 1.60 metros, resultó
clave. Su sonrisa luminosa ayudó. Sacó las mejores
notas, superó las pruebas de exigencia física y psi-
cológica y fue el elegido.
El 12 de abril de 1961, un hijo de campesinos
fue el primer hombre en el Espacio. Se convirtió en
héroe y bandera. No hubo nadie que no supiera de
él. La URSS exhibió a Gagarin como símbolo de la
supremacía de su sistema político, que en la déca-
da del 50 había logrado un crecimiento económico
más vigoroso que el del bando occidental. El vuelo
que orbitó la Tierra duró 108 minutos, el proyecto
político soviético llegó hasta 1991, pero la imagen
de un joven de sonrisa triunfante y ropa de astro-
nauta –con el CCCP en el frente del casco blanco–,
nunca dejó de recorrer el planeta.
La Unión Soviética otorgó a Lev Yashin y Yuri
Gagarin la misma condecoración: la Orden de
Lenin, el máximo galardón de su país. El arquero
logró el reconocimiento de futbolistas y futboleros
de todas las naciones y el cosmonauta fue recibido
por la Reina de Inglaterra y vitoreado por multitu-
des en las calles de la Europa occidental. Los dos le
ganaron a la Guerra Fría.
Gagarin falleció en un accidente de avión en
1968, sin volver jamás al espacio. Yashin murió en
1990, casi al mismo tiempo que la Unión Soviéti-
ca. La Araña Negra es, sin embargo, la imagen del
poster oficial del Mundial de Rusia 2018: impeca-
blemente vestido de negro, su imponente figura
impacta mientras tapa una pelota con el guante
izquierdo; el balón es mitad cuero y mitad globo
terráqueo, como un homenaje tácito al hombre que
vio la Tierra desde el espacio por primera vez. Yas-
hin se refirió al cosmonauta en el mejor momento
de su carrera deportiva, unos meses después llevar
a la URSS a ser campeón europeo, cuando le pidie-
ron una reflexión sobre el nuevo hito logrado por
su país. “La sensación de ver a Yuri Gagarin volar
en el espacio sólo es superada por el placer de ata-
jar un penal”.
 14
ARABIA SAUDITA
MARADONA POR UN DÍA
POR VICTOR TUJSCHINAIDER / ILUSTRACIÓN HUGO HORITA
SAED AL OWAIRÁN DIBUJÓ EN 1994 UN GAMBETA PARA
MARCAR ANTE BÉLGICA Y EL MUNDO DE LA PELOTA SE
RINDIÓ A SUS PIES, POR ESO VÍCTOR TUJSCHINAIDER
PRESENTA UNA HISTORIA PARA CONOCER CÓMO Y GRACIAS A
QUIÉN ARABIA SAUDITA ESCRIBIÓ SU NOMBRE EN LA CITA
MÁS IMPORTANTE DEL UNIVERSO FUTBOLERO
E
n 1994 el mundo era veloz pero no tanto como ahora.
La computadora no volaba. Las ideas sí. Y de la noche
a la mañana estar arriba de un avión rumbo a los Es-
tados Unidos puede torcer el rumbo de un destino.
Tener padres adaptados a la vorágine de los cambios
es saludable y mucho más si son de los que apoyan las
decisiones de los hijos.
Una primera escala en Miami ya presagiaba algo increíble, impensado,
pese a que la noche anterior, un rato de emprender el viaje, desde un
teléfono público, la mamá de un amigo había inten-
tado dejar una señal. Un control antidóping había
dado positivo en la Selección Argentina. No podía
ser, pero era. Chiquitito, arriba, en la portada de un
diario sábana como el USA Today, se leía “Maradona
fell in drugs”. Con pocas habilidades parar manejar el
idioma es complejo ponerse demasiado en contexto,
pero en aquella oportunidad era fácil advertir que
algo andaba mal. Muy mal. Faltaba todavía llegar a
Dallas. Ni ahí, ni en ningún lugar de Estados Unidos
parecía desarrollarse un Mundial.
Cada ser humano tiene una enciclopedia incorpora-
da, con más o menos datos. Con fechas. Con hechos
históricos relevantes. Con lugares. Dallas es el lugar
donde mataron al Presidente de Estados Unidos John
Kennedy. Dallas se iba a convertir en el principio del
fin del sueño mundialista argentino. Dallas quemaba.
Las calles desiertas potenciaban el contexto desfa-
vorable. Eran las 11. La temperatura trepaba hasta
los 42 grados de acuerdo a la conversión que rápi-
damente hacía un taxista hondureño. A la Selección
se le quemaban los papeles. Dallas estaba prendida
fuego. Y mucho más en el hotel que albergaba al
mundillo futbolero en celeste y blanco. Ahí adentro,
dirigentes, futbolistas, exfutbolistas, árbitros, direc-
tores técnicos, periodistas, hinchas, coincidían en
un pensamiento único: Maradona había ilusionado
y desde esa enorme ilusión también se sentía la caí-
da libre… Pocas veces, quizás nunca antes, y menos
después, se escucharon tantos insultos a Diego. En la
Argentina lo lloraron. Los argentinos ahí en Dallas lo
hubieran quemado vivo. El único comentario dentro
del hotel no referido a la familia del diez, tenía que
ver con un golazo que había marcado un jugador de
Arabia Saudita… En el hombre de a pie, el que sabe
de la pelota solo había referencias de ese selecciona-
do porque su DT era el argentino Jorge Solari.
En 1994 el mundo no era como ahora. Había celu-
lares, pero solo se usaban para hablar por teléfono.
Es decir, el mundo era veloz pero no tanto. Ya sin
Diego la Argentina cayó ante Bulgaria y quedó como
uno de las mejores terceras. Ahí cambió el destino
nuevamente, la parada original era Boston, pero un
avión marcaba el rumbo hacia Los Ángeles. Ir rápido
al Oeste cuando todo hacía pensar que la ruta era el
Este. De ser primeros en el grupo y volver a Boston,
a terceros y enfilar a California. Y entre tantos vue-
los, justo ahí, en uno de los aeropuertos enormes de
los Estados Unidos, apareció una imagen poco usual.
Fue en una escala, imposible recordar cuál. Pero sí
que había miles de ojos de cristal emitiendo imáge-
VICTOR TUJSCHINAIDER
Se recibió de Licenciado en Comunicación en la UBA y se desempeña en
TyC Sports, como cronista y productor. Es conductor del programa Gol
Urguayo, trabaja en el programa de radio Jogo Bonito y es uno de los
realizadores del documental de Argentinos Juniors “Bichos Criollos”.
15
nes. Lo raro es que de esas cajas salía fútbol… Ahí
había un poquito de Mundial, apenas un ápice de ese
suceso deportivo que tenía cautivado a todo el resto
del globo terráqueo.
El gol, ese gol, llamaba la atención. También que se
viera tan nítidamente. Era una imagen distinta la de
esos monitores a la que se veían habitualmente en
Buenos Aires. Habían pasado dos días de aquella
belleza, pero el golazo que Saed Al Owairan le marcó
a Belgica, no tiene fecha de vencimiento. Golazo sí.
Pero nada que ver con el de Maradona. Por favor.
Hay que mirar, analizar y disfrutar el de Diego ¿Cuán-
tas veces se emitió esa obra de arte? ¿Mil? ¿Dos mil?
¿Cien mil? Qué importa. Siempre se disfruta, siempre
emociona. Desborda. Hace creer un montón de co-
sas. Porque es una fantasía puesta en el mundo real.
Y no es una animación. Pasó. Fue en un Mundial de
Fútbol y contra Inglaterra, allá lejos, pero tan pre-
sente que se puede sentir en este momento cómo se
riza la piel.
No es una moneda corriente conocer de las rela-
ciones bilaterales entre Bélgica y Arabia Saudita, ni
tampoco tener conocimiento de sus antecedentes
futboleros. Sin embargo, es posible asegurar que
aquello que dibujó Owairan no fue magia, que lo de
Owairan no fue sólo habilidad, que lo de Owairan
se podría decir que tuvo que ver más con una buena
corrida por el campo, ágil, elegante, con destreza y
buena puntería. Pero lejana en concepción y leyenda
a la obra maestra de Diego. Solo hay que googlear y
notar las diferencias. Hoy se puede. En 1994 varios
blasfemos lo compararon.
A Owairan lo compararon, le empezaron a decir “El
Maradona del Desierto”, lo trataron de héroe, como
si fuese fácil ser Maradona, aún solo llevando ese
apellido en un apodo. Pero es imposible dimensionar
el universo del argentino. Tanto que no lo soportó y
terminó suspendido durante meses por la federación
de su país. Ser un Maradona, aunque apenas el Ma-
radona árabe de fantasía, le facilitó el indulto para
que jugara el Mundial de Francia, 4 años después.
Y mientras Owairan y Solari avanzaban hacia la me-
jor clasificación en un Mundial de Arabia Saudita en
toda la historia, Argentina perdía con Rumania. Con
la Rumania de Gheorghe Hagi, “El Maradona de los
Cárpatos”. Todos eran Maradona. Al de rulitos, al que
se vestía de celeste y blanco, ya lo habían sacado del
Mundial.
Habían pasado apenas 5 días del inicio de aquel via-
je. Ya el mundo era veloz. Era imposible seguir en pie,
al fútbol le habían cortado las piernas.
 16
EGIPTO
EL PERDEDOR QUE LE GANÓ A LA HISTORIA
POR DAMIÁN CACERES / ILUSTRACIÓN HUGO HORITA
PERIODISTA INQUIETO Y CON UNA SÓLIDA FORMACIÓN,
DAMIÁN CÁCERES DESCUBRE MUNDOS OCULTOS CADA SÁBADO
EN ENGANCHE; EGIPTO SERÁ UNA DE LAS SELECCIONES
QUE TENDRÁ EN RUSIA A UN TÉCNICO ARGENTINO, HÉCTOR
CÚPER, EL HOMBRE AL QUE LA PELOTA TANTAS VECES LE
GIRÓ EN CONTRA.
L
a máxima capitalista enseña que la historia la escriben
los que ganan. Al menos eso se encargó de inculcar la
sociedad occidental con su sistema consumista y visce-
ralmente exitista. George Orwell acuñó el precepto en
su siempre vigente libro “1984”. Con él, el triunfalismo
y los amigos del “ganar, ganar, ganar” marcan qué es
bueno y qué no, qué está bien y qué está mal, dividiendo el mundo
entre vencedores y vencidos, entre ganadores y perdedores. Así, sin
mediar grises, estigmatizan a personas y las etiquetan con una palabra
peligrosa: fracasados. Por eso -y a contrapelo de todo- lo que usted
va a leer en las próximas líneas no se refiere a un ganador, sino todo
lo contrario. Remite a un perdedor, a un entrenador que no se cansa
de ser derrotado en finales y, aún así, no se victimiza ni pone excusas.
Para encontrar una victoria resonante hay que escarbar bastante en
los anaqueles de los estadistas, esos puntillosos y necesarios bichos
de redacción que ya no abundan pero que guardan y coleccionan re-
sultados a granel, desde los más importantes hasta aquellos casi inne-
cesarios o inverosímiles.
La historia de este DT deambula en un océano de tempestades de-
portivas, que solo en ocasiones encontró la tibieza de un mar bañado
por el sol. No se alarme, al fin y al cabo, el fútbol es tan sólo un deporte
y lo importante está en otros órdenes de la vida. Tras levantar la Copa
Conmebol con Lanús en 1996, Héctor Cúper cayó en seis finales con-
secutivas a partido único. Además de escurrírsele de las manos dos tor-
neos nacionales (con Huracán e Inter, de Italia, cuando con un empate
le bastaba para ser campeón) en la última fecha. “No sé si Juventus es
el mejor del campeonato, pero ganó y eso es lo que cuenta”, declaró
sin eufemismos en 2002, cuando su Inter languidecía ante Lazio y se
quedaba en las gateras de un campeonato que lo había tenido puntero
desde el inicio.
Consiguió dos Supercopas de España. Una, en 1998, con el mo-
desto Mallorca, al que arribó para sacarle la soga del cuello cuando el
descenso parecía inevitable. Con uno de los presupuestos más exiguos
de la Liga, catapultó al equipo balear a luchar por el título en dos opor-
tunidades: a la definición de la Copa del Rey y lo vistió de finalista in-
ternacional por única vez en su historia en la Recopa. La otra vez fue en
1999, con Valencia, equipo con el que quedó dos veces a las puertas de
la máxima gloria europea al caer en un par de finales de la Champions
League: en 2000 fue derrota 3-0 ante Real Madrid y 2001 caída en los
penales frente a Bayern Munich.
Más allá de los señalamientos dañinos y peyorativos de esos nota-
bles exitosos personajes de la vida que apuntan con el dedo índice pero
que nunca experimentan con probarse los zapatos del otro, Cúper es
entrenador hace más de un cuarto de siglo; y su relación con el fútbol
DAMIÁN CACERES
Tiene una maestría en la Universidad
Torcuato Di Tella luego de
haber obtenido la licenciatura
en comunicación social en la
Universidad Nacional de Quilmes y
una tecnicatura en periodismo en la
Interamericana. Trabajó 8 años en
el diario La Nación y es una de las
firmas de Enganche.
es más longeva aún, como jugador de Ferro y Hura-
cán. Aquí y allá, es verdad, el hombre dirigió equipos
variopintos, con presupuestos astronómicos, como
Inter de Milán; más moderados, como Valencia, o
ya acotados, como Mallorca. A todos les proporcio-
nó una identidad, una forma de jugar, una esencia
que sale de su ADN como futbolista: un marcador
central duro de roer, ni lento ni rápido pero siempre
listo para dejar la piel en la cancha en medio de un
silencio, el suyo, claro, ensordecedor. Al convertirse
en técnico, sus formas y sus modos no variaron de-
masiado. Amable pero distante, respetuoso y salvaje
para trabajar, su manera de forjar lo que pretendía
que sus dirigidos plasmaran en cancha nunca gozó,
por qué negarlo, de buena prensa. Se le retaceó re-
conocimiento con el efectivo Huracán de 1994 que
perdió el Clausura ante el vistoso Independiente
de Miguel Brindisi y también con aquel Lanús que
inició el gran salto cualitativo de la institución del
sur, aquella vez con pibes de la cantera, como Ariel
López, Walter Coyete o Ariel Ibagaza.
Ni antes ni ahora, Cúper contó con los favores de
una prensa exitista que se anima, en función de sus
necesidades de turno, a intentar poner y sacar en-
trenadores y jugadores como si tuviera una función
redentora en un fútbol cada vez más mercantilizado.
Tal vez por eso un hombre como Cúper no pasa los
filtros imprescindibles para evitar el malicioso mote
de “pierdefinales”. El santafesino de 62 años, nacido
en Chabás, no esquiva el estigma de sus derrotas
porque entiende que el fútbol puede cambiar de
forma y estilo, pero ganar siempre es el objetivo
máximo. En su concepción, hablar de buena o mala
suerte sólo sirve para minimizar a una persona. En
su diccionario, eso se traduce en una falta de res-
peto y él no la admite. Por eso, metódico, se refugió
siempre en el trabajo. Con los vaivenes que padeció
como entrenador, luego de Inter vinieron ofertas
menos tentadoras pero a todas les puso el pecho:
Mallorca, Betis, Parma, el seleccionado de Georgia,
Aris Salónica, Racing de Santander, Orduspor y Al
Wasl. Y desde 2015 se mudó a la cuna de las pirá-
mides y los faraones, una tierra en la que saben de
maldiciones. Entonces, le cayó la suya: Egipto perdió
la final de la Copa de África ante Camerún en el últi-
mo minuto y de nuevo, medios locales e internacio-
nales, le colgaron el cartel en la frente.
Pero Cúper siguió adelante y llevó al equipo
donde brilla Mohamed Salah, algo así como el Messi
del Nilo, a reencontrase con una cita mundialista
tras 28 años. Egipto no juega un Mundial desde Ita-
lia 1990, el campeonato del tobillo destrozado de
Diego Maradona, el del gol del Claudio Caniggia a
Taffarel, el de los penales atajados por Sergio Goy
cochea. De aquel verano italiano eternizado en el
inolvidable himno “Un estate italiana” a Rusia 2018,
Egipto siempre se quedó a las puertas de la fase
final. Y este reencuentro es también el de un entre-
nador con la elite, con el primer nivel internacional,
después de una cadena de derrotas ensañadas. El
destino, parece, los unió para saldar viejas deudas.
Para Egipto, con tantos años afuera de una Copa
del Mundo, y para Cúper como reivindicación ante
el maltrato del señalamiento de perdedor. Hace
unos días, vía Twitter, Navarro Montoya saludaba y
felicitaba a Pedro Troglio por su regreso a Gimnasia.
Tenía razón el Mono: el fútbol une, acerca y, a veces,
reivindica. Como ahora con Cúper y Egipto que, aquí
y ahora, están unidos para vivir una nueva oportu-
nidad que sólo una pelota podía regalarle a un país
con 100 millones de habitantes y un argentino en el
banco de suplentes.
18
SERGIO BUSQUETS E ISCO JUEGAN DE LA MANO DEL MEJOR COMENTARISTA
ARGENTINO, QUE NOS EXPLICA CON LA SIMPLEZA DEL JUGADOR DEL
BARCELONA Y NOS TIENE ATENTOS A LA PELOTA COMO EL DEL REAL
MADRID. DE FILOSOFÍA Y PROCESO.
POR DIEGO LATORRE / ILUSTRACIÓN HACHE
L
os hechos no suceden aislados.
Todo acontecimiento, como
todo proceso, responde a un
ESPAÑA
contexto y siempre existen el
entorno que lo propicia y un
hilo conductor que lo va enla-
zando con lo que ocurrió antes y también con lo que
va a suceder después. Son cuestiones que impactan
en el desarrollo de cada individuo, y en consecuen-
cia, en la evolución colectiva de un grupo social. En
LA FÁBULA DEL SIMPLE Y EL ATREVIDO definitiva, lo que va conformando la historia.
La del fútbol de España resulta llamativa por poco
común. Su transformación en los últimos veinte años
ha sido tan gigantesca y categórica, pero sobre todo
ha arraigado de tal manera en el sentir futbolero de
todo un país que es difícil encontrar ejemplos simi-
lares. Hoy, aquella imagen de Luis Enrique llorando
y sangrando luego de la derrota y eliminación ante
Italia en los cuartos de final del Mundial 94 parece
pertenecer a un tiempo remoto, mucho más lejano
del que marcan los almanaques. Era la imagen que
sintetizaba la furia como etiqueta y la frustración
como destino inexorable. Era otra época.
Apenas un cuarto de siglo más tarde, si quisiéra-
mos explicarle a algún desconocido lo que significa
la palabra identidad futbolística habría que empezar
hablando de España y las imágenes serían exacta-
mente opuestas, en el modo de concebir y ejecutar
el juego, en los métodos de entrenamiento, en la for-
mación y búsqueda de jugadores, y por supuesto, en
los resultados.
No hay mejor método de convencimiento que el
triunfo, y desde las selecciones juveniles a la mayor,
España lleva dos décadas de victorias continuas
manteniendo unos valores estables, reconocibles.
Un estilo bien marcado e innegociable que no se
cuestiona ni se modifica a pesar de los vaivenes que
pueda provocar la competencia.
19
GRUPO B
• PORTUGAL
• ESPAÑA
• MARRUECOS
• IRÁN
La lista de nombres que representan esa manera
de vivir y entender el fútbol es muy larga. Arranca
con Johan Cruyff y su llegada al Barcelona en 1988
-sin olvidar el antecedente del paso de César Luis
Menotti por el mismo club unos años antes, que
sentó las bases conceptuales de lo que vendría des-
pués-, y se prolonga con Luis Aragonés, Vicente Del
Bosque, Pep Guardiola o ahora Julen Lopetegui entre
los técnicos; o el mismo Guardiola, Xavi, Iniesta, Xabi
Alonso, David Silva y varios más entre los jugadores.
Hoy, y pensando en el equipo que estará en Ru-
sia 2018, es menester poner la lupa en dos de ellos,
porque representan aspectos diferentes y en ambos
casos claves dentro del funcionamiento de España:
Sergio Busquets y Francisco Alarcón, Isco.
El volante central del Barça es el mejor ejemplo
de ese hilo conductor antes mencionado. En su día,
Cruyff tuvo la valentía de rescatar del anonimato
de La Masía a un flaquito desconocido que no decía
mucho llamado Josep Guardiola. Le dio la camiseta
titular ante la mirada atónita de todos y apostó deci-
didamente por él.
Cuando años después le tocó a Guardiola sen-
tarse en el banco culé repitió la maniobra. Nadie
sabía quién era Busquets pero Pep, que lo venía for-
mando desde su etapa al frente del Barcelona B, le
otorgó su confianza desde el primer día. A partir de
ese instante, el hijo del eterno arquero suplente de
Zubizarreta en los años 90 comenzaría a mostrar su
grandísima personalidad, a superar los desafíos y a
convertirse en lo que es actualmente: el mejor 5 del
fútbol mundial.
La afirmación puede sonar atrevida pero tiene
muchos argumentos en los que sostenerse, porque
sus cualidades son múltiples. La primera es su ra-
pidez para leer lo que sucede en la cancha. En una
zona del campo donde todo es apuro, generalmente
se recibe de espaldas porque los rivales están siem-
 20
pre encima, y los compañeros más cercanos suelen
encontrarse tapados, es imposible jugar con agilidad
si el fútbol no se procesa rápido. Y en ese aspecto no
hay nadie mejor que Busquets. Básicamente porque
es simple.
La simpleza en el juego no es como el talento, no
es natural, no viene con uno. Para ser simple deben
superarse un montón de filtros de aprendizaje, pero
quien logra atravesarlos se convierte en un futbo-
lista casi perfecto. Se reconoce en el volante del
Barça mucho trabajo de perfeccionamiento por par-
te de sus entrenadores, sobre todo de Guardiola, de
quien ha sabido reproducir muchas de sus virtudes
como futbolista.
Busquets no destaca por su cabezazo ni por tener
pase largo, en este caso porque en el funcionamiento
del Barcelona o de España nunca lo necesitó, pero
todo lo demás lo hace de un modo extraordinario,
con una percepción fabulosa de lo que ocurre a su
alrededor. Perfila el cuerpo de tal manera que sabe
en todo momento quién está atrás, cómo le llega la
pelota, dónde se ubican los rivales y los compañeros.
Como tiene un manejo perfecto de sus dos piernas
puede aclararse el mapa de la cancha con un sencillo
control orientado. No traslada, juega a uno o dos
toques, y parece saber siempre de antemano la deci-
sión a tomar, si rebotar, devolver, cambiar de frente
o hacia qué dirección dirigir el juego.
Sin la pelota, ubicado entre los centrales como
vértice del triángulo del mediocampo, también co-
noce todos los secretos. Su capacidad para mirar,
pensar y vivir el partido permanentemente le permite
saber enseguida cuándo presionar hacia un costado,
en qué momento anticipar, quedarse o hacer una co-
bertura, cómo interceptar un pase...
El 5 del Barça tuvo además las circunstancias a su
favor, algo que no le sucedió a su maestro. Guardiola
fue parte de una época de indefinición en el fútbol
español. La Quinta del Buitre en el Real Madrid (Bu-
tragueño, Míchel, Martín Vázquez, Sanchís) había sido
el primer atisbo de un cambio de paradigma; Cruyff
profundizó en los conceptos fundamentales; pero en
la selección, con Javier Clemente al mando, seguía
mandando la vieja escuela, y Pep nunca llegó a conso-
lidarse como titular indiscutido ni pudo desarrollar un
juego acorde a lo que realizaba en el Barcelona.
La transición duró hasta la Eurocopa 2008 y tuvo
DIEGO LATORRE
Con un pasado de futbolista en
Boca, Racing, Tenerife, Cruz Azul y
demás clubes, hoy se muestra como
el comentarista más afamado de la
Argentina. Sus análisis certeros lo
destacan como un obsesivo del estilo
futbolístico. Trabaja en la cadena Fox y
transmitirá el Mundial para la TV Pública.
como mentor a un personaje impensado como Luis
Aragonés. El técnico madrileño, hasta entonces re-
conocido por su amor al contraataque y por una filo-
sofía que parecía inmodificable se dejó arrastrar por
la onda expansiva que venía de Barcelona y empezó
a cambiar su manera de sentir el fútbol. Percibió que
debía trasladar ese modelo a la selección y los Xavi,
Iniesta, Cesc y compañía tomaron las riendas del
juego, rodeados de gente como Xabi Alonso, Sergio
Ramos o David Silva. Para completar el panorama lo
ayudó la siempre necesaria dosis de fortuna.
Al engranaje que se iba formando le faltaba jus-
tamente la pieza del volante central. El elegido por
Aragonés era David Albelda, un representante cabal
de la España que se iba: duro, aguerrido, convenci-
do de que la fuerza valía más que el “tiki tiki”. Pero
Albelda entró en conflicto con su club, Valencia, no
jugó en toda la temporada previa, y el técnico de-
bió cambiar de planes. El reemplazante fue Marcos
Senna, jugador brasileño del Villarreal nacionalizado
español, que le dio el punto de salida ideal que el
equipo precisaba. Se convirtió en el primer 5 de la
selección que, además de marcar jugaba y hacía ju-
gar, y sin saberlo le abrió las puertas a la posterior
llegada de Busquets en 2010, ya con Vicente Del
Bosque en el banco.
Ese tipo de mediocentro calza a la perfección
en el estilo del equipo. El origen del juego español
empieza desde atrás, con el arquero y los centrales,
pero después Busquets es el vértice de todos los
triángulos, la intersección de todas las rectas. Porque
interviene en la continuidad, en la elaboración, en la
salida, porque está siempre detrás de la línea de la
pelota para ser desahogo y encontrar el pase justo
que mantiene la posesión.
Busquets hace muchas cosas, tiene muchas fun-
ciones dentro del equipo y del partido. Pero además
cuenta con un temperamento rioplatense: si hay que
endurecerse y meter la pierna lo hace, si hay que
simular una falta la simula, como si dentro suyo tam-
bién se escondiese un toque de picardía sudameri-
cana. Y es en este punto donde su fútbol geométrico
se cruza con el fútbol instintivo del otro protagonista
de estas líneas, Francisco Alarcón.
Isco nació en Málaga, pero bien pudo haberlo he-
cho en cualquier rincón de la Argentina. Tiene barrio,
tiene calle. Es un gambeteador, un jugador al que se
HACHE
Nací, me crié y vivo en Remedios de
Escalada, –Lanús, conurbano sur–.
Diseñador Gráfico formado en la UBA,
dibujante e ilustrador autodidacta; he
colaborado con distintas editoriales
y medios gráficos (Norma, Kapelusz,
Paidos, Revista Anfibia, Caras y
Caretas…) diseñando e ilustrando.
21
GRUPO
le van ocurriendo las cosas a medida
que lleva la pelota en los pies. No
planifica, no es cerebral, improvisa.
B
Lo llamativo es que un habilido-
so encaje tan bien en un equipo de
toque, pero la explicación es simple.
En los últimos metros, la gambeta
es tan importante como el pase, y
en un equipo que toca y toca ma-
nejando los tiempos, el habilidoso
es un muy buen complemento. El
desplazamiento rápido de la pelota
te lleva hasta cierto punto, pero es
imposible llegar hasta abajo del arco
tocando. Para atravesar ciertas lí-
neas y alcanzar posiciones de gol se
necesita el desequilibrio individual.
Esto es exactamente lo que
propone el volante del Real Ma- PORTUGAL ESPAÑA MARRUECOS IRÁN
drid. En medio de tantos pasadores
puede juntar a dos rivales o ganar
un espacio eludiendo a un hombre,
y en zonas con alta densidad de ad-
FIXTURE
versarios la gambeta provoca en la
estructura defensiva los desajustes
que no consigue obtener el pase.
La clave de España es la parti- 15/06/18
cipación de todo el equipo. Nadie
se queda afuera, cuando se tiene 12:00 Hs
la pelota o cuando no se tiene. To-
dos juegan, todos recuperan, todos
defienden, todos llegan al área con-
traria, siempre agrupados, por eso 15:00 Hs
cualquiera puede dar el pase de gol
y cualquiera puede definir.
Ese contexto es el mejor esce-
nario posible para que un futbolis- 20/06/18
ta pueda desarrollar sus cualida-
des innatas.
Isco, que es uno de esos juga- 09:00 Hs
dores que constantemente se arri-
man hacia la pelota porque tienen
necesidad de tenerla, encuentra en 15:00 Hs
España el entorno ideal: un equipo
que va llevando el juego de un lado
a otro, que distrae y genera las con-
diciones para que el habilidoso pue- 25/06/18
da sacar de su galera la herramienta
que lo distingue. 15:00 Hs
Sergio Busquets para ordenar
el tránsito; Isco para desordenar a
los adversarios. Dos formas tan di-
ferentes como complementarias de 15:00 Hs
ver y expresar el fútbol. Dos piezas
fundamentales en el engranaje de
un equipo, España, que llega a Rusia
2018 con la chapa de candidato,
pero sobre todo, con una identidad
marcada a fuego que ningún resul-
tado podrá modificar.
 22
PORTUGAL
EL GOL DE RONALDO
QUE NADIE GRITÓ
POR MARCELO MÁXIMO / ILUSTRACIÓN HACHE
C
uando el Canelas 2010 se dio cuenta
de que tenía 36 goles y ningún festejo,
la idea de ser campeón invicto se deva-
luó en el mundo del como sea. Aquella
sentencia de ganar y existir quedó des-
plumada de golpe y abrió camino, al fin,
a esas emociones paralizadas dentro del universo de la
estupidez. Al cabo, nadie se junta a dar vueltas olímpicas
alrededor de un escritorio en mocasines en Vila Nova de
Gaia, Oporto.
-Jugamos de forma viril, porque esto del fútbol no es
un ballet.
Al equipo refundado en 2010 -luego de una crisis
institucional en el antiguo Canelas Gaia FC- le quedaba
por ganar un solo partido para jugar en la tercera cate-
goría del fútbol portugués. Una escalada de dos ascen-
sos consecutivos, pero con una idea de juego que tan
solo se pudo ver en aquel 0 a 0 contra Padroense, único
registro de patadas voladoras, piquetes de ojo y amena-
zas a los árbitros.
ACOSTUMBRADO A APUNTAR
AL BANDERÍN DEL
CÓRNER DE LOS MEJORES
ESTADIOS DEL MUNDO,
EL PORTUGUÉS VIVE EN
ESTE TEXTO DEL NEGRO
MÁXIMO UN EPISODIO QUE
LO HACE METERSE EN UN
MUNDO DE BARRABRAVAS
PARA RECUPERAR LO MÁS
PRECIADO PARA ÉL: UN
PREMIO.
MARCELO MÁXIMO
Es periodista desde 1999. Ex
Olé, Clarín Deportes, Tiempo
Argentino y Augol. Co-director de
estudios de DeporTEA, docente
de la materia Taller Multimedia
I y editor general de El Equipo.
Algunos libros, otros sueltos:
El Hombre Gol, Los Colores del
Fútbol, Un Picado en el Maracaná,
Pelota de Papel.
-Lo hacemos con pasión, nadie entra al campo de juego
con una pistola o un palo.
El grupo de Los Dragones, líderes de los Ultras del
Porto y columna vertebral del equipo de Canelas 2010,
sentía por primera vez la insatisfacción de triunfos en
escribanías. 3 a 0, frente al boicot del resto de los clubes
que participa de la Liga y que de acuerdo a la penaliza-
ción reglamentaria opta por el precio de la derrota y los
780 dólares de multa. El protocolo, de todos modos, no
era evitable.
Se vestían, salían al campo de juego y esperaban a
que el árbitro pitara para dar por finalizado el asunto.
Saludaban a la tribuna, aplaudían, y simulaban coreogra-
fías de goles que figuran en el marcador pero que nadie
recordará nunca jamás.
¡Tan temibles como el Barcelona del Pep!
Bobby Canastro se despidió de la confitería con una
torta en la mano y la ironía hecha remera como método
de defensa. No le gustaba, al hijo del presidente del
Canelas 2010, la falsa complicidad por lo que sería un
nuevo trofeo de su equipo. Su padre le había elegido ese
nombre sin lugar a la discusión: Robson, el entrenador
del bicampeonato del Porto en los 90, debía quedar en
el registro del amor para siempre. Entonces, el cumplido
de quienes se lo cruzaran por estas horas era inevitable.
-Felicitaciones, Bobby, ya son campeones- giraba en la
libre interpretación del joven empleado del hotel Yeat-
man que ahora corre hacia la recepción para dejar el
bizcochuelo con forma de camiseta número 7.
-Arribará de un momento a otro. Guarde silencio,
como lo hace su equipo, que no grita goles y va a
salir campeón.
A Canastro le molestó la gastada del director del ho-
tel, pero la necesidad del laburo -suele pasar- hizo que
se guardada la catarata de insultos. Además, el Bugatti
Chiron gris ya daba vuelta por la esquina.
La suspensión del partido frente a Celta de Vigo (un
temporal que destruyó parte del estadio Balaídos) le
permitió a Cristiano Ronaldo celebrar sus 32 años con
una escapada a su país, en un viaje relámpago y con la
autorización de Zinedine Zidane. El astro fue hasta el
hotel Yeatman, pidió que le prepararan el bacalao de
siempre y le dejó al joven Canastro la llave del auto para
que se lo estacionara.
Habitación 28, dos Santos Aveiro. Así se había regis-
trado el goleador para evitar ser invadido en su espacio
de intimidad. Aunque, dos horas después, el propio Ro-
naldo andará en pantuflas y pijama por el lobby del hotel
y a los gritos.
Cuando abrió el baúl del Bugatti, Ronaldo se dio
cuenta de que algo le faltaba. Había bajado hasta el
estacionamiento para buscar el Puskas, el premio que
engorda vanidades y con el que duerme abrazado todas
las noches desde 2009.
El Puskas no estaba, y los recursos para la investi-
gación del robo eran una amenaza a su clandestinidad.
El dato no podía llegar a los medios de prensa. Se ente-
rarían de que Ronaldo estaba alojado ahí. Entonces, el
precio que iba a pagar el portugués era demasiado alto,
aunque la desolación cotizaba cualquier pedido de res-
cate si se tratase de dinero.
Había sido el golazo de Ronaldo con la 7 del Man-
chester United en la vuelta de los cuartos de final y
frente al Porto el que le significó la obtención por única
vez -entre los 600 y pico de goles que tiene en su carre-
ra- del premio Puskas, al más bello de todos, en la gala
donde suele llevarse balones de oro. Fernando Madurei-
ra estaba ubicado justo detrás del arco donde la pelota
casi rompe los tejidos de la red. Tenía el megáfono en la
mano y había dejado su Porche en ese mismo lugar don-
de lo guardan quienes juegan con la camiseta del equipo
portugués en la noche de Champions.
Cuando Ronaldo sacudió al viento con un remate a
30 metros del arco, El Mono Madureira apagó el sonido
y amagó con aplaudir, pero se dio cuenta de que hacerlo
significa, en los registros del barrabravismo emergente de
la cultura del aguante, poner en riesgo su liderazgo como
jefe inconfundible de la hinchada. Pero se fue, silbando
bajito, y con la idea de ser futbolista algún buen día..
El Canelas 2010 pudo haber pedido una paga por el
secuestro del premio. Pero no, los partidos se ganan en
23
la cancha y entonces esa era la propuesta para un club
que ante la falta de público, el boicot de rivales y spon-
sors, la fuga de los juveniles por miedo, y la recaudación
cero en las tribunas sin partido, estaba a punto de que-
brar y ascender, todo al mismo tiempo.
La idea se elaboró ese mismo día en el que salió la
noticia de la suspensión del Celta-Real Madrid en Vigo
y el audio de WhatsApp que le llegó a Bruno Canastro,
presidente del Canelas 2010.
-Abejita viene para el hotel a pasar su cumpleaños.
A la medianoche, y en plena investigación -todo el
personal del Yeatman jugaba al detective por un rato- ,
alguien lanzó un papelito por debajo de la puerta de la
habitación donde dormía CR7.
-No queremos tu dinero, solo queremos un gol, cual-
quiera, el tuyo. Te esperamos esta tarde, a la 17, en el
estadio de Canelas 2010. Vení solo. Hacelo por Puskas.
Ronaldo salió, disfrazado esta vez y como suele hacer
para no ser reconocido. Se tomó un taxi, porque ir con el
Bugatti implicaba que todos miraran a qué le ladran los
perros.
Tocó la puerta azul de chapa que da a las boleterías
sin gente, dijo que buscaba a Fernando. Madureira lo
miró, el astro le levantó las cejas dos veces debajo de
la peluca afro y el bigote de Hendrix y se metió en el
vestuario. Esa fue la presentación formal ante los 12
jugadores de la plantilla del equipo que nadie quiere
enfrentar, pero que esta vez, al tratarse de la jornada del
clásico de la ciudad, despejó el interrogante en el ensayo
de pelota parada.
-Jugadores del Candal: tengan a bien de presentarse
este domingo. No queremos quedar como uno cagones
de mierda.
El pasacalle en el entrenamiento se liberó de la
formalidad después de la primera frase. El partido
se jugaba.
Ronaldo usó la 7. Porque más allá de que la idea era
evitar dar alguna señal ante los curiosos, hay cosas que
Cristiano no negocia. Sus botines y jugar con la 7 en la
espalda. El grupo de barras, luego de una discusión in-
terna, accedió y dio el sí.
Ronaldo se puso los Mercurial Superfly CR7 Vitórias
Nike. Blancos y de suela y tapones dorados.
La charla táctica la dio Madureira, sin el megáfono
que utiliza para alentar al Porto, pero con dos conceptos
definidos.
-Pasa la pelota, no pasa el hombre.
-Vos, Ronaldo, hacete el pelotudo y jugá parado así te
confunden con los nabos que se compran la pilcha del
crack para fantasear con ser un crack. Cuando yo te dé
la señal, sólo ahí, te movés y hacés el gol.
Cristiano tuvo que esquivar alguna que otra patada
de sus compañeros, tan burros y faltos de distancia que
a veces le erraban a los rivales. A los 45 del segundo
tiempo, ni un minuto más (Madureira le había dicho que
ganar el clásico ideal era de esa manera, “nada de cuatro
o cinco goles, no me rompas las pelotas, Ronaldo“) Cris-
tiano le dio con el botín dorado, el arquero del Candal se
tiró 15 segundos más tarde que la velocidad del remate
y pudo ver, en pleno viaje, cómo un tipo se sacó la cami-
seta y señaló su número a un estadio vacío.
 24
MARRUECOS
LA SELECCIÓN DE LOS
FUTBOLISTAS QUE NI PUDIERON
NACER EN SU TIERRA
POR LEONARDO PELUSO / ILUSTRACIÓN HACHE
COLABORADOR HABITUAL DE ENGANCHE Y
BUCEADOR DE HISTORIAS, LEONARDO PELUSO
TIENE UN LARGO RECORRIDO EN LA PRENSA
GRÁFICA Y RADIAL; CON CRUDEZA, TOMA
LA COMPLEJA HISTORIA DEL SELECCIONADO
DE MARRUECOS, MARCADO A FUEGO POR LA
HISTORIA SOCIOPOLÍTICA DEL PAÍS.
E
l fútbol a veces te devuelve la patria que la vida te
corrió y te sacó del pecho cuando ya no estás más en
el patio de tu tierra. Es como si al jugar a la pelota con
la camiseta de tu selección te bautizaran de nuevo,
te dieran un pasaporte con los colores de tu bandera
y fueras parte uniforme de generaciones de compa-
triotas y de la historia de tu pueblo. Algunos creen que todo es una
trampa, siendo el fútbol una manera de amar a tu país sin riesgos
para el sistema de poder. Una anestesia, un ansiolítico, un calmante
que distraiga de otros fenómenos que no se defienden con la misma
pasión y que, de un modo simbólico, hace justicia por “pie propio”.
A Marruecos le cabe esta dicotomía sociopolítica porque lleva-
rá como estandarte al Mundial a un grupo de jugadores que va a
representar a un país en el que no nacieron. Es la muestra real del
desastre que genera el exilio obligado por las penurias en los países
africanos.
El detalle es esclarecedor. En el partido que los metió en el Mun-
dial, Marruecos le ganó 2 a 0 a Costa de Marfil y de los 14 jugadores
que estuvieron en cancha sólo dos son hijos directos de su país. El
resto nació y creció lejos de sus raíces, fruto amargo de padres que
cruzaron el mar Mediterráneo para evitar la lenta y triste derrota de
quedar afuera del sistema. Como una marca del destino o una espe-
cie de milagro, el primer gol del encuentro que los llevó a Rusia lo
anotó el único futbolista nacido en Marruecos que arrancó de titu-
lar. El grito feroz e interminable fue como un aviso, una muestra, y el
modo más futbolero de denunciar esta problemática.
Nabil Didar lanzó un centro desde la derecha del ataque y la com-
ba se clavó en el otro palo del arquero de Costa de Marfil. Lo fueron
a abrazar todos sus compañeros que estaban dentro del campo de
juego: el arquero Munir, nacido en España; los zagueros Benatia
y Sasis, oriundos de Francia; Hakim, también ibérico; los volantes
Boussouffa y El Amhadi, de Holanda; el enganche Belhanda, francés;
los delanteros Ziyech y Nordín Amrabat, otros holandeses, y el go-
LEONARDO PELUSO
Es de Laferrere y se licenció en
Periodismo en la Universidad
Nacional de Lomas de Zamora.
En gráfica se desempeña en
Diario Popular, la agencia Telam
y es una de las firmas que cada
sábado aparece en Enganche.
En radio cubre la información
de River en Superclásico.
leador Boutaib, con partida de nacimiento en Fran-
cia. Luego entraron Bencharky, el otro llegado al
mundo en Marruecos; Soyfan Amrabat, holandés,
y Faycal Fajr, nacido en Francia. Ninguno de ellos
tenía al menos un partido en la liga local; el único
representante con competencia en el torneo ma-
rroquí era el arquero suplente, Ahmed Tagmouti,
del Ittihad Tánger.
Si retrocedemos 20 años, al Mundial de Fran-
cia, el último que jugó Marruecos, el panorama
no era tan diferente. De los 22 futbolistas que
integraban el plantel solo cinco se desempeñaban
allí, entre ellos los tres arqueros. La diferencia ra-
dical es que solo tres eran hijos de migrantes: Ali
El-Khattabi, delantero nacido en Holanda; Gharib
Amzine, volante francés, y Racchid Azzouzi, me-
diocampista holandés. Dos décadas pasaron y así
como la problemática creció, lo mismo le sucedió
a la selección, que cuando arranque el mundial le
recordarán a cada rato eso de jugar de algún modo
con extranjeros obligados.
Todos estos jugadores mundialistas, lejos de ser
la muestra del éxito, son resultado del fracaso. Sus
rostros famosos y millonarios dejan en el punto del
penal la pelota desgajada de las corrientes migra-
torias que mandan al hacinamiento, la marginali-
dad, la violencia, el racismo y, en muchos casos, la
muerte a millones de hombres y mujeres del con-
tinente más pobre y abandonado del mundo. Los
jugadores de la selección, que al ponerse esa ca-
miseta al menos logran cobijarse en la cuna de un
barrio que les robaron, son la excepción a la regla
y no la regla misma, como a veces intentan pintar
los colores del éxito.
Marruecos es el país más cercano al Peñón de
Gibraltar y a las Islas Canarias; desde sus playas y
25
costas se ven las luces europeas del progreso. Ha-
cia esas tierras van los africanos, en pateras (pe-
queñas balsas planas), buscando la equidad social
que esos mismos países les sacaron tras años de
colonialismos y protectorado. Lo que perdieron en
la historia a veces lo ganan en el fútbol. Allí está a
la luz la historia de Munir, el crack del Barcelona
que supo jugar unos minutos en un juvenil español
y anduvo protestando en la FIFA para poder jugar
con Marruecos. Su padre había llegado en una de
esas pateras, cruzando el estrecho de Gibraltar, y
bajó en Algeciras. Iban 20 personas en esa barcaza,
algunos murieron en el camino y otros no logra-
ron ni trabajo ni papeles, pero él sobrevivió para
contar la historia que se hace más ruidosa porque
su hijo es estrella del equipo culé.
Hay cerca de 800.000 marroquíes en España,
el primer paso para seguir camino y meterse en
Francia, donde viven cerca de 1.300.000, o en Ho-
landa y Bélgica, países en los que habitan al menos
700.000. Datos de un estudio de Focus Migratión
aseguran que los marroquíes y sus descendientes
son casi 30 millones en Europa. La cifra es bastan-
te parecida a la que actualmente se registra fron-
teras adentro, según cómputos de 2016.
Lo cierto es que a estos jugadores que irán a
Rusia, la selección les retorna la nacionalidad que
la vida les negó. Al igual que millones de marro-
quíes, afuera y adentro de su terruño, todos serán
parte por un mes de un mismo sentimiento. Será
por un rato, porque por más que clasifiquen a las
fases finales nada cambiará y las pateras seguirán
cruzando a la deriva por el Mediterráneo, imagina-
do un futuro redondo como una pelota pero con
la gran probabilidad que esa ilusión se pinche y al
final explote.
26
IRÁN
DISRUPTIVA
POR VIVIANA VILA /
ILUSTRACIÓN HACHE
D
ebes vestir decen-
temente”, era la
frase con la que me
BAJO LA PIEL DE UNA MUJER IRANÍ QUE BUSCA ROMPER despertaba mamá
CON EL PATRIARCADO, LA EXIMIA COMENTARISTA QUE ABRE cada mañana ante
CAMINOS PARA SU GÉNERO EN EL PERIODISMO DEPORTIVO la sigilosa mirada
NOS BRINDA UNA LECCIÓN TAN EMOCIONANTE COMO REAL.
de papá. Siempre tuve la idea de
que aquella sentencia no era irra-
diada con la misma fuerza que
tienen las palabras del Corán,
aquellas con las que las familias
iraníes crecemos abrazados a
una creencia y a una realidad
en la que, entre otras cosas, las
mujeres ocupamos un lugar infe-
rior en la escala social. Por esto,
que siempre juzgué sombrío, me
permití cuestionar desde peque-
ña que en nombre de la religión
sucedían cosas feas. Es más,
recuerdo que padecía aquellas
sentencias que atravesaban con
bravura cuerpos y almas, pero
así anduve años, mientras
juzgaban mi apariencia y no
mis acciones.
Papá hablaba poco y ob-
servaba mucho. Mamá
respetaba. Yo cuestionaba.
En los sitios pequeños de
las afueras de la capital
del país, la vida es rutina-
ria y sombría para noso-
tras, y aunque las distan-
cias son más breves y los
pocos espacios comunes
nos aportan menos ano-
nimato, ello no implica
menos libertad. Mi pue-
blo tiene calles angos-
tas y algunos espacios
verdes donde los niños
pueden disfrutar de lo
que las niñas no.
Una tarde regresaba
sola del colegio, cubier-
ta con la ropa negra que
sólo dejaba ver mis ojos
inquietos, mis manos
alardeando y mis pies
presurosos, cuando me
detuve a observar a unos
VIVIANA VILA
Con más de 30 años de carrera y luego trabajar codo a codo
en el equipo de Víctor Hugo Morales, se volvió una referente
absoluta al ser una de las caras de Fútbol Para Todos. En
Rusia 2018 se convertirá en la primera mujer en comentar
un Mundial, ya que tomará voz en la cadena Telemundo.
chicos que entre malabares y corridas pateaban una
improvisada pelota. Como quien asiste maravillada a
un colosal espectáculo, un rayo cruzó mis sentidos.
Ese día el fútbol entró en mi vida con una fuerza a
la que hoy le puedo poner palabras. Sentí pasión,
curiosidad y deseo por un juego colectivo que me
subyugaba y del que de alguna manera quería parti-
cipar. No pude.
Pasaron algunos años de desazón por la negativa
de mi papá, que bajo falaces argumentos hacía
todo para no llevarme con él cuando el equipo de
aquel mi pequeño mundo, en las afueras de Tehe-
rán, competía en la Liga Iraní de Fútbol.
Como un remolino de fuego que impulsaba desde el
interior de mi cuerpo una decidida revuelta, comen-
cé por ser disruptiva también con mis máscaras. No
me detuvo el temor al ácido que los varones impu-
nemente le arrojan a las mujeres que se asoman, ni
la idea de los puñales clavados en los cuerpos que
se expresan. Tenía un grito atragantado. Distinguí
y decidí. Mi Dios, mis padres y mis afectos lo com-
prenderían, me dije, y con las precauciones del caso
pero sin detenerme comencé a recorrer un camino
más luminoso.
Un día casi que escapé de mi casa con el solo obje-
tivo de ir a ese estadio de fútbol que tanto imagina-
ba y que se agigantaba con el sabor de lo prohibido.
Aunque al principio fue una aventura algo a escon-
didas y en puntas de pies, había dado el primer paso
y ya no había retorno. Aquella imagen matutina de
mamá y papá con sus plegarias suaves y resignadas
me acongojaron, pero no lo suficiente como para
abortar mis utopías. Quería creer que ellos algún
día aceptarían mi reto y finalmente perdonarían,
por amor, cansancio o ilusión. El camino se llenó de
obstáculos porque, en principio, fue infiltrada entre
los hombres la manera que encontré para poder
ver fútbol y recrear aquellos parques verdes con
niños jugando a la pelota que marcaron el inicio de
todo. No podía tener certezas sobre el recorrido ni
el final. Lo que tuve fueron muchos episodios de
arrestos, algunos violentos. Otros los esquivé. De
a poco, persuadí de la temeraria idea de estar con
otras mujeres en ese estadio aprendiendo a disfru-
tar y, en un anhelo más provocativo, entrelazarnos
con los hombres, sin tapujos ni tapados. Entonces
27
reuní a varias mujeres que, a pesar de vivir parali-
zadas por el miedo, sentían lo mismo. Aunque yo
comprendía todo, el sabor del riesgo era mi plato
preferido. Me organicé. Nos organizamos. Resistí
embates irracionales y crueles, pero salí de la pri-
sión y construí mi vida alrededor de ese espacio
lúdico que me dio libertad.
Muchas veces me sentí víctima del sistema y otras
tantas bendecida por ese Dios que me había quitado
mucho pero que hoy velaba por mis actos. Sufrí pri-
siones, logré escapar y tuve miedo. Mucho miedo.
A veces pienso que las personas nacemos con un
final marcado y que nuestros planes no pueden mo-
dificar un plan diseñado desde el mas allá. Otras ve-
ces recuerdo aquellos instantes, observo las marcas
que castigaron mi rebeldía y vuelvo a ponerme de
pie aunque el cuerpo esté golpeado y el alma grite
en soledad. Armé mi destino, lo diseñé, decidí que
cosa quería ser y hacer y cómo vivir decentemente
sabiendo que eso siempre estuvo muy lejos de la
represora vestimenta negra.
Mi equipo de fútbol, el Naujca Solrac , fue el motivo
perfecto para ese paso que escandalizó a casi todo
Nehlav, mi pequeño lugar de nacimiento al que ya no
sentía ni tan único ni tan propio. El país asistió a jui-
cios populares por mi conducta, hubo largos debates,
pedidos internacionales de piedad y liberación ante
cada captura y reacciones frente a las condenas de-
cretadas sobre mí, tanto políticas como divinas.
Pasaron los años y esta mujer mira a aquella niña
con dulzura y admiración. Mamá no abandona lo
que no puede ni sabe cómo hacerlo.
Papá… Bueno, papá reposa en un hospital y tiene
pronóstico reservado. Estoy con él en este espanto-
so lugar al que llegó antes de tiempo. Tomo fuerte
su mano, lo miro, me mira, le cuento, me escucha.
Lo acaricio, le agradezco y le hablo. Me observa. Sé
muy bien que, en breve, un silencio que grita me
abrazará por siempre y, como diapositivas, estas
imágenes acompañarán mis días y mis batallas. Le
vuelvo a contar y le sonrío. En su último capítulo,
papá ha logrado liberar su mente y su corazón, por
eso me mira entendiéndolo todo. Los dos tenemos
paz. Yo tristeza. Baja sus parpados, aprueba mi sue-
ño, aprieta mis manos con suavidad y bendice mi
revolución. Mi pequeña gran revolución.
 28
FRANCIA
EL DELICADO ARTE FRANCÉS DE ENTENDER Y NO ENTENDER
POR ARIEL SCHER / ILUSTRACIÓN JUAN BATTILANA
icolás Nicoloff necesitó mirar una
N vez y diez veces lo que estaba mi-
rando, y decir una vez y diez veces
lo que estaba diciendo, y sentir una
vez y diez veces lo que estaba sin-
tiendo. Miró, dijo y sintió una y diez
veces con los ojos, y con los labios, y con el cora-
zón apuntando al centro de la cancha del Stade
de France ese 6 de octubre del 2001 en el que,
además de mirar, de decir y de sentir, advirtió que
en el fútbol y en la vida se puede entender todo y
no entender nada al mismo tiempo.
-Son los mismos-, miró, dijo y sintió.
Los mismos: los mismos pibes que en 1998,
tres años antes, nada más que tres años antes,
habían pisado canchas y calles haciendo flamear
la bandera de Francia, de su Francia, de esa
Francia que, además de suya, era campeona. Los
mismos: los mismos pibes que, tres años después,
también pisaban la cancha pero no con la bande-
ra de Francia y sí con la de Argelia.
De nuevo: en el fútbol y en la vida, se pue-
de entender todo y no entender nada al mismo
tiempo. Eso corroboró Nicolás Nicoloff, que hasta
ahí tenía derecho a suponer que en materia de
deporte y de vida había visto bastante. Argentino,
jugador de la selección nacional de handball, pe-
dagogo primero en los universos del conurbano
bonaerense, pedagogo luego en los universos de
los barrios más castigados de París y de alrededor
de París, había apilado experiencia y reflexión
como para convencerse de que, en un mundo en
el que casi todo se esfuma, las identidades que
da la pelota son únicas. Pero esta no: los pibes
que habían alzado la bandera de un país que era
su país en 1998 alzaban, con la misma fuerza y
con la misma seguridad, la de otro.
“Son los mismos, pero es lógico que sean los
mismos, bien franceses y bien argelinos”, miró,
dijo y sintió Nicolás Nicoloff, que, también, ape-
nas un rato antes, había oído. Y lo que había oído
era una música de silbidos para La Marsellesa.
Entender y no entender al mismo tiempo: el con-
texto. El contexto, que indicaba que hacía menos
de un mes que las Torres Gemelas habían volado
29
LA OBTENCIÓN DE LA COPA DEL
MUNDO DE 1998, EL DÍA DESPUÉS, EL
MULTICULTURALISMO Y EL RACISMO; UNA GRUPO C
HISTORIA QUE ENCUENTRA EN LA PLUMA
DE ARIEL SCHER LAS RAZONES POR LAS QUE • FRANCIA
FRANCIA Y LA PELOTA CONVIVEN EN UN •
•
AUSTRALIA
PERU
UNIVERSO DE MÚLTIPLES SENTIMIENTOS
• DINAMARCA
por un atentado y que estaban encendidos los
discursos contra los musulmanes como enemigos
presuntamente planetarios. Entender y no enten-
der al mismo tiempo: la historia. La historia, que
avisaba que la Guerra de Argelia y el colonialismo
como nudo de esa guerra perduraban en algún
aire, en unas cuantas respiraciones, en –pensó
Nicolás Nicoloff– “el deber de la memoria”, en
esos pibes hijos de inmigrantes que, a pesar del
devenir de las generaciones, debían escuchar el
interrogante sobre si se “adaptaban a Francia”
para contestar “yo no me adapto, yo soy francés”,
en una respuesta de Zinedine Zidane, crack de
cracks: “Soy francés. Mi padre es argelino. Estoy
orgulloso de ser francés y estoy orgulloso de que
mi padre sea argelino”. Entender y no entender al
mismo tiempo: los lazos sociales. Los lazos socia-
les, que reflejaban la percepción diversa, múltiple,
complejísima, que suscitaba en los banlieues
(las zonas periféricas de las grandes ciudades
francesas), donde Nicolás Nicoloff registró, por
medio de su trabajo allí, felicitaciones y rechazos
a los pibes que portaban sobre el verde del Stade
France el verde de la bandera argelina. Entender
y no entender al mismo tiempo: el presente. El
presente (ese presente, muchos presentes france-
ses), que notificaba que, con o sin banderas entre
los dedos, esos pibes estigmatizados y ningunea-
dos lograban existir delante de los párpados que
los pretendían invisibles y que transparentaban
su existencia –¿hay algún conducto más poten-
te?– a través del fútbol.
Aquel partido en el que Nicolás Nicoloff en-
tendió y no entendió al mismo tiempo quedó
suspendido a los 68 minutos, luego de que los
agentes de seguridad sudaran con éxito mínimo
detrás de las corridas de los pibes y de las bande-
ras de Argelia y luego, especialmente, de que se
evidenciara que los pases y los tiros de esquina
y los números de los jugadores habían esparcido
señales mucho más tenues que las de esa mani-
festación política y social. Lo que no se suspendió
junto con el partido fue lo que allí se expresaba:
cuando Francia juega, no sólo está en juego un
gol más o un gol menos.
 30
Tanto está en juego cuando juega Francia que el
Pájaro Canzani, casi nueve años después del Fran-
cia-Argelia que sacudió a Nicolás Nicoloff, miró, dijo
y sintió una frase de la que no iba a encontrar datos
para el arrepentimiento: “La última gran revuelta que
conoció Francia ocurrió en la ciudad sudafricana de
Knysna, donde se encontraba su base de entrena-
mientos en el Mundial de 2010”. Miró, sintió y dijo esa
frase el Pájaro Canzani, lo que no resultaba poco dado
que el Pájaro Canzani se tornó en alguien capaz de sa-
ludar a las placas del Arco del Triunfo y de que las pla-
cas le contestaran hablando de fútbol: uruguayísimo y
uruguayo, músico de todas las músicas (“el uruguayo
de Los Jaivas”, por su participación en el mítico grupo
chileno, el autor de la canción de la Copa América 95
en la memoria de los futboleros), erudito en las placas
y en las piedras y en las aguas y en los silencios y en
los sonidos de París porque ahí llegó a la fuerza en los
setenta y se fue quedando siempre con la música en la
piel y el fútbol en una voz con la que departió seguido
del tema con buenos conversadores de fútbol como
Edinson Cavani o Juan Pablo Sorin.
Percibió coincidencias y no casualidades el Pájaro
Canzani: “En 1789, 7.700.000 africanos fueron de-
portados en barcos negreros desde las costas occi-
dentales de África hacia el Caribe, Estados Unidos y
Brasil. Muchos de ellos terminaron siendo vendidos
en las Antillas francesas, que continúan siendo terri-
torio francés. Santo Domingo, que veía desembarcar a
miles de esclavos cada año, inicio en 1791 la primera
revuelta de las plantaciones que anunciaba una fu-
tura independencia. Luego vino la libertad en Haití,
liderada por el jacobino negro Toussaint Louverture.
En la otra punta de la historia, la revuelta última y
futbolera comenzó cuando el atacante Nicolas Anelka,
justo de origen antillano, insulto al técnico Raymond
Domenech en el segundo partido de la selección en
Sudáfrica. La reacción inmediata de la federación fue
qué Anelka regresara a París, por lo que un grupo de
jugadores, encabezados por el capitán Patrick Evra,
optó por la huelga. La eliminación frente a la selección
sudafricana en el tercer partido fue una simple forma-
lidad y marcó el grado cero de un período en el que el
público francés perdió todo afecto por su selección. El
escándalo fue tremendo para el gobierno de Nicolas
Sarkozy y para los medios parisinos y fue considerado
una vergüenza en la comunidad del fútbol. Sin em-
bargo, esa revuelta tiene un origen en los vestuarios
ARIEL SCHER
Es periodista desde comienzos de los años
ochenta. Entrevistador, redactor, cronista,
buen tipo e hincha de Racing. Desde 1991,
da clases en DeporTea: en “Política y deporte”
y en “Taller de redacción II”. Trabajó en El
Handball, La Razón, Sur, agencia Interdiarios,
revista Noticias y Clarín, entre otros.
También en el Consejo Latinoamericanos de
Ciencias Sociales (CLACSO) y en el Centro de
Investigaciones Sociales sobre el Estado y la
Administración (CISEA).
de los clubes profesionales, en los que los jugadores
negros formaban un grupo aparte”.
Lo que miraron, lo que dijeron y lo que sintieron
Nicolás Nicoloff y el Pájaro Canzani probablemente se
emparentó con lo que miraron, lo que dijeron y lo que
sintieron quienes estamparon las pupilas en el docu-
mental Les Bleus (está en Netflix), que auscultó los
ecos sociales oscilantes de los franceses hacia su se-
lección. Ahí se plasmó la exaltación de un equipo inte-
grado y campeón –la síntesis black, blanc, buer (negro,
blanco, árabe)– en el que se depositaba la idea de una
Francia que asumía su condición multicultural y mul-
tiétnica a contramano de los discursos de la extrema
derecha que se quejaba de eso mismo adentro y afue-
ra del fútbol (“No sé si no cantan el Himno porque
no quieren o porque no lo saben”, sentenció en los
noventa Jean-Marie Le Pen, un ultraderechista que no
arribó a la presidencia pero había prometido revisar la
composición de la selección de fútbol si lo conseguía).
Y también se expuso cómo esa idea pretendidamente
aceptada recibía una colección de cachetazos tras la
revuelta de Sudáfrica, en lo que el sociólogo Michel
Wieviorka, un estudioso de las posibilidades y de las
distancias para la convivencia cultural, llamó “la revan-
cha” reaccionaria y racista.
Aunque el gobierno de Francia denunció los gritos
racistas que sufrieron algunos jugadores de su selec-
ción en un amistoso contra Rusia en San Petersburgo
en marzo de este año, el camino que entrecruza fút-
bol y segregacionismos está lejos de ser ahora sólo
un espanto que los franceses reciben y no producen.
Un mes antes de ese hecho, Mario Balotelli, italiano,
negro y actualmente jugador de Niza, fue amonesta-
do por el árbitro después de quejarse porque estaba
siendo víctima de insultos racistas desde la tribuna de
Bastia, su rival. “¿El racismo es legal en Francia?” con-
sultó el futbolista desde sus redes sociales. Guy Roux,
un veterano director técnico que dirigió al Auxerre en
un ciclo récord de cuarenta años, le hubiera dicho “los
franceses somos racistas”, que es la frase que, entre el
dolor y la bronca, apostrofó cuando Karim Benzema,
el delantero de Real Madrid marginado del conjunto
nacional por cuestiones disciplinarias, aseveró que lo
dejaban fuera por eso mismo, por racismo.
Nada es lineal nada. Ni en el fútbol ni en la vida
como comprueban millones de personas a cada hora,
como miraron, dijeron y sintieron Nicolás Nicoloff y el
Pájaro Canzani frente a los claroscuros de la cancha.
JUAN BATTILANA
Marplatense, Diseñador
gráfico e lustrador.
Trabaja para varias
revistas Argentinas (Caras
y Caretas, El Planeta
Urbano, Revista Alta,
Revista Un camino, Revista
27, Enganche, Revista
Planetario, entre otras).
www.behance.net/Jungdesign
GRUPO
El argumento de Benzema amaga
rebotar contra unos cuantos de los
talentosos nombres que Francia
C
desparramará sobre suelos rusos.
Samuel Umtiti es camerunés, Blaise
Matuidi porta ascendencia ango-
leña, N´Golo Kanté cuenta en sus
entrevistas alguna historia de sus
ancestros en Mali, Kylian Mbappé
creció con una mamá venida de Ar-
gelia y un papá llegado de Camerún,
Paul Pogba reconoce sus raíces en
Guinea, Ousmane Dembelé espera
brillar para orgullo de su padre malí
y, con otras geografías en el pasa-
do, la biografía de Raphael Varane
remite a Martinica. ¿Qué parte de
qué Francia les cuestionará o no su
condición francesa? FRANCIA AUSTRALIA PERU DINAMARCA
Liliam Thuram, campeón en el
Mundial 1998 y en la Eurocopa
2000, comprometido en la discu-
sión política y cultural francesa,
desafió dogmas en una entrevista
con el diario El País, en la que fus-
tigó duro a los sectores políticos FIXTURE
no sólo de ultraderecha que mode-
lan “el discurso del miedo” y predi- 16/06/18
can contra los inmigrantes: “¿Cómo
es posible que un equipo multico- 07:00 Hs
lor y multirreligioso consigue ganar
unido? Esto planteó otra cuestión:
¿Por qué esto no ocurre en otros 13:00 Hs
ámbitos en Francia? Esto es muy
importante. El cuestionamiento
sobre la igualdad, sobre la historia,
se vuelve cada vez más legítimo a
partir de 1998. Desde 1998 ese 21/06/18
debate se instala en la sociedad”.
Ese debate, el que enfatiza Thu- 09:00 Hs
ram, rueda explícito o encubierto al
compás de la pelota. De nuevo, en-
tender y no entender al mismo tiem-
po: eso es Francia y eso es, también, 12:00 Hs
su fútbol. Francés y futbolero, Jean
Paul Sartre apeló no por azar al
fútbol en un tramo extenso de su 26/06/18
Crítica de la Razón Dialéctica para
desmenuzar los vínculos entre las
particularidades y el todo, casi un 11:00 Hs
anticipo de algunos de los dilemas
de su país y del fútbol de su país en
el porvenir. “El fútbol es una metá-
fora de la vida”, abrevió. Lo intuyen 11:00 Hs
Nicolás Nicoloff, el Pájaro Canzani y
muchos más: la metáfora del fútbol
y la vida de Francia estarán sobre
algunos pastos rusos cuando los
relojes señalen que hay Mundial.
 32
AUSTRALIA
LOCOS POR EL FÚTBOL
POR ADRIÁN MICHELENA / ILUSTRACIÓN JUAN BATTILANA
UN MANICOMIO UBICADO EN LOS SUBURBIOS DE QUEENSLAND
FUE EL PRIMER ESTADIO EN EL QUE SE JUGÓ UN PARTIDO
EN AUSTRALIA. ADRIAN MICHELENA ES TITULAR EN EL
EQUIPO DE ENGANCHE CADA FIN DE SEMANA Y NOS TRAE
ESTA HISTORIA DE UN FÚTBOL QUE NACIÓ EN LA LOCURA.
E
l Woogaroo Lunatic Asylum es un hospital psiquiátrico, de
192 camas, pabellones oscuros y arquitectura tradicional.
Por sus pasillos deambulan mitos y leyendas espeluznantes.
Pero hay una historia real. Que está documentada. Y que
vale la pena contar. En ese lugar de locos precisamente na-
ció la locura por el fútbol. A esa conclusión llegó el doctor
Ian Syson, profesor de la Universidad de Victoria, e historiador del fútbol
australiano. Syson encontró documentos en las hemerotecas de Melbourne.
Y comprobó que era falso el dato de que el primer juego se había registrado
en Sidney, en 1880. El primer partido en realidad se había disputado cinco
años antes. Los locos jugaron de local ante un combinado de jóvenes. El no-
socomio del suburbio de Godna es el estadio más surrealista de la historia.
ADRIAN MICHELENA
Adrián Michelena es egresado del
Círculo de Periodistas Deportivos,
trabajó en Clarín y escribió “Milito
hay uno solo”, libro con el que ganó
un concurso. En Enganche demuestra
su gran olfato para recuperar datos
desconocidos en hechos del pasado y
la capacidad para llegar a la fibra de
los entrevistados.
De ladrillos rojos, tejas anaranjadas y chapas oxida-
das por la erosión del tiempo, el jardín del Woogaroo
fue la primera cancha que tuvo el fútbol de la isla. Los
diarios de 1875 daban cuenta que, en ese año ya, se ha-
bían jugado ocho partidos en Australia. Y que todos ellos
habían sido en el campo del “loquero” de Queensland. El
verdor del lugar hace pensar que esa hectárea de parque
era un lugar fenomenal para jugar fútbol. Al parecer, esa
gente no estaba tan mal del balero. La historia cuenta
que el primer juego en el Woogaroo fue en 1873. Pero
no hay certeza de que se haya tratado de un partido de
fútbol. El diario The Telegraph Brisbane, del 21 de julio
de 1873, cita que el juego fue novedoso, pero que “las
reglas fueron relajadas”. Hecho que hace inferir a los
especialistas que aquellos hombres estaban jugando
fútbol, fútbol australiano y rugby al mismo tiempo. “Las
reglas de los tres deportes estaban mezcladas por la
confusión”, explicó Syson.
“Recién el cuarto partido fue de fútbol”, escribió el
periodista Paul Smeaton, del Queensland Times. Un
frío sábado 7 de agosto de 1875, el Woogaroo Asylum
recibía al Brisbane Football Club, ante la presencia de
decenas de visitantes curiosos. Los locos, reforzados (y
no nos referimos al chaleco de fuerza) con exconvictos,
doctores, enfermeros y guardias, se medían contra un
grupo de valientes jóvenes de un pueblo cercano. Los
muchachos del Brisbane eran 18 y habían marchado en
tren rumbo al Woogaroo a las doce y cinco. Llegaron una
hora después. El partido arrancaría a las dos y media.
Arreglaron elegir dos árbitros, uno por cada equipo. El
señor Shehaan, por la visita, y el señor Jack, por el local.
Y acordaron que estaba prohibido agarrarla con las ma-
nos. “La pelota no podía ser manejada, ni transportada”,
aclara el artículo del 14 de agosto de 1875, del diario
Queenslander.
El primer gol llegaría por medio del veterano Jour
Bourne. Pero los locos no se quedaron en el molde.
Y fueron al ataque. Lo empataron gracias a la pegada
quirúrgica del doctor Webb. El encuentro ganaba en
emoción, hasta que uno se cayó y se rompió un dedo. Lo
peor vino enseguida. Un paciente pateó tan mal que la
pelota se fue a una colina. “Mejor frenemos acá”, dijeron
los árbitros. Y hasta que fueron a buscar el balón, pasa-
ron diez minutos. En ese lapso, algunos se prendieron un
pucho, otros tomaron un refresco. Al final, fue un 2 a 2.
Y todos felices. La idea era seguir jugando, pero los visi-
tantes debían volver a su ciudad. “Es una lástima que no
los podamos visitar para la revancha”, dijeron los pacien-
tes del Woogaroo. Y despidieron a sus amigos. Nunca
saldrían de ese lugar para jugar en otro lado.
El equipo del Woogaroo vestía camiseta rosa, toma-
ba té en los terceros tiempos en el hospital y era una
mezcolanza a la hora de salir a la cancha. El capitán era
el doctor Webb, que solía organizar los encuentros. Las
crónicas de la época reflejan la presencia de presidiarios
alojados en el hospital psiquiátrico. Por aquellos años,
los locos eran tan peligrosos como los delincuentes.
Antes de la creación del instituto, en 1865, los enfermos
del lugar iban a parar a las cárceles comunes, junto a los
criminales de la ciudad y de Inglaterra. Sí, Inglaterra te-
33
nía las cárceles colapsadas. Y expulsaba a sus presos. Los
mandaba a trabajar bien lejos. Así fue que en la década
de 1850, 165 mil convictos castigados llegaron embar-
cados a Australia. Allí trabajaron. Construyeron puentes,
caminos y hasta sus propias cárceles.
¿Los reos británicos le contagiaron la pasión por
el fútbol a los locos del Woogaroo? No es descabella-
do pensarlo. El fútbol moderno fue reglamentado en
Inglaterra en 1863. Y viajó por el mundo gracias a los
inmigrantes. Con el devenir de los años, los extranjeros
fueron poblando Australia (300 mil llegaron hasta 1868)
y crearían sus propios clubes, como el italiano Marconi
Club (1953), los croatas Sidney United (1956, ex Sidney
Croacia), y Melbourne Knights (1953) y el griego Sidney
Olympic (1957), por citar algunos. Sin embargo, el fútbol
en Australia la tiene difícil; porque el rugby, el criquet y
el fútbol australiano (de pelota y cancha ovaladas) siem-
pre han corrido con ventaja.
En un intento de relanzar y popularizar el fútbol aus-
traliano, estrellas mundiales llegaron en el otoño de su
carrera. El retirado Alessandro Del Piero jugó dos tem-
poradas en el Sidney FC, luego de haber triunfado en
Italia y la Juventus. Pero la Liga de Australia tiene fecha
de vencimiento. Eso cree el periodista y abogado argen-
tino Ezequiel Trumper, quien lleva más de 30 años vi-
viendo allí. “El fútbol australiano atraviesa una crisis ter-
minal. Esta liga nació mal desde su origen. Fue diseñada
por el ex jefe del rugby australiano John O’Neill. Él quiso
copiar el llamado Super Rugby. Tener sólo un equipo por
ciudad o estado. Y así destruyó todo lo hecho en cua-
renta años. Los clubes de inmigrantes fueron relegados
al basurero. Es como si en de un día para el otro, en la
Argentina la AFA dijera que desaparecen los grandes. Y
que sólo existirán Bs As FC, Avellaneda FC, Boedo FC...”
La ALeague tiene 10 equipos. No hay ascensos, ni
descensos. Los precios de las entradas son abultados.
El promedio de espectadores es bajo, 10 mil personas
por partido. Y la televisión, la cadena Fox, es la única
que sostiene este fútbol de poca pasión y muchos dis-
parates. El equipo campeón no es el que salió primero.
No es un error de tipeo, sino de concepto. Hace pocos
meses, el Sidney FC sumó más puntos que todos en 27
fechas. Pero se alzó con el título un equipo que había
terminado a 23 puntos de la cima. ¿Cómo se explica este
desaguisado? El Melbourne Victory ganó los playoffs
(¡clasificaban 6 de 10 equipos!) Y se llevó el premio. Ante
ese panorama, los dirigentes australianos creyeron que
sólo un loco podía llegar a refundar el fútbol en el país.
Un loco como Marcelo Bielsa.
Pero los locos del fútbol australiano fueron aquellos
pacientes del Woogaroo. “¡Football, football!”, pedían a
los gritos los pacientes. Y a los locos hay que darle la ra-
zón. Pedían fútbol y les dieron fútbol nomás. Dos siglos
después, las autoridades sanitarias de Australia siguen
luchando para reducir la tasa de suicidios. “Las personas
descontentas pueden sentirse hastiadas de vivir en lu-
gares felices. Ese contraste puede incrementar el riesgo
de suicidio”, investigó el profesor Andrew Oswald, de la
Universidad de Warwick. Ocho australianos se quitan la
vida por día. No todas las locuras terminan bien.
 34 35

ALEJANDRO WALL
Es periodista y escribe en el diario Tempo Argentino y las revistas Anfibia
y Acción. En radio, conduce “Era por abajo”, con Ezequiel Fernández
Moores y Andrés Burgo” y es columnista de “El Lobby”. Publicó los libros
“¡Academia, carajo!”, “El último Maradona” y “Corbatta, el wing”.

La Habana en un vuelo fletado por Camilo Cienfuegos.
Había triunfado la Revolución Cubana. Celia le pre-
sentó al Che. Napurí le ofreció hacer tareas de prensa,
pero el Che fue tajante: “Tenés que llevar la revolución
a Perú”. Y le pidió otro favor para su regreso a Perú,
que le dijera a Hilda Gadea, su primera mujer, madre de
su hija menor, Hildita, que no viajara a Cuba. El Che ya
estaba con Aleída March, su segunda esposa, que ade-
más estaba embarazada. Napurí no pudo convencer a
Gadea. Ella viajó a La Habana pero él se quedó en Lima
para formar el Movimiento de Izquierda Revolucionaria,
el MIR. Después vendrían Vanguardia Revolucionaria y
el Frente Obrero Campesino Estudiantil. Y la detención
en dictadura durante una huelga general.
-En medio del Mundial, éramos un problema para la
dictadura argentina- asegura Napurí a 40 años de un
episodio que derivó en una expulsión clandestina de
la Argentina en un vuelo de Air France, el 9 de junio
de 1978.
Algunos se exiliaron en Suecia, otros en México
y otros, como él, en París. Una hipótesis sostuvo que
construyó a una selección en ruinas.
-Uno nunca quiere mucho al vecino –dice Titinger-, y
aunque Argentina es un vecino del barrio, no comparte
frontera. Después está la guerra, la historia, y hay mu-
chos argentinos viviendo en Perú, un lugar amistoso
para ellos.
-Perú tuvo una relación histórica con la Argentina que
se rompe con la venta de armas al Ecuador en el go-
bierno del riojano- dice Napurí, sin nombrar a Carlos
Menem-. Eso distancia a la Argentina del Perú, además
de que ya no había un conflicto permanente con Chile.
-En ese escenario –agrega Titinger-, lo de Gareca es
especial. Había tenido una historia de éxito en Univer-
sitario, pero no fue una maravilla cuando llegó; llegó
casi en silencio.
“A un juego visto con resignación, un tipo que no
sonríe cuando dice estar feliz comenzó a restituirle la
alegría. A un pueblo dividido por la piel, el sexo, la reli-
gión y la memoria, un hombre llamado Ricardo Gareca
le concedió una razón vital para unirse. Por una noche.
Por unas horas”, escriben Renzo Gómez Vega y Kike La

PERÚ fueron parte de un acuerdo entre las dictaduras, lo que

incluyó el 6-0 de la Argentina a Perú en el Mundial. El
caso de Napurí fue abordado en los libros “La vergüen-
LA ARGENTINIDAD PERUANA za de todos”, de Pablo Llonto, y “Fuimos campeones”,
de Ricardo Gotta.
POR ALEJANDRO WALL / ILUSTRACIÓN JUAN BATTILANA -Es una sospecha, pero es difícil demostrarlo; no
tengo pruebas- dice Napurí, que denunció Videla y
AUTOR DE EL ÚLTIMO MARADONA, UNA CRÓNICA DEL DERROTERO DE Morales Bermúdez por su secuestro. En 2012, el juez
DIEGO EN ESTADOS UNIDOS 1994, ALEJANDRO WALL ES PERIODISTA Norberto Oyarbide viajó a Perú y ordenó la captura
Y ESCRITOR; EN LA VUELTA DE PERÚ A LOS MUNDIALES REPASA EL internacional del dictador peruano. La Corte peruana lo
VÍNCULO DE SANGRE DERRAMADA Y SOLIDARIDAD ENTRE ARGENTINA Y ESE rechazó. Videla murió en prisión quince días antes de
PAÍS QUE AHORA ADORA A GARECA. que se iniciara el juicio oral.
Napurí fue diputado y luego senador por el Partido
Hoz en el libro “Benditos, 13 historias no aptas para
incrédulos”, sobre el camino peruano hacia Rusia.
-Gareca creyó en la habilidad esencial del jugador del
Perú, pero a ello le fue añadiendo una dosis creciente
de confianza y amor propio, y fue construyendo un amor
por el equipo- dice Julio Villanueva Chang, editor de la
revista Etiqueta Negra-. Fue más un trabajo de fe y no es
gratuito que Gareca sea un hombre religioso.
Gareca llegó en silencio, como dice Titinger, pero
siguió entre los gritos. Cuando Jefferson Farfan hizo
el gol de la clasificación contra Nueva Zelanda se
encendieron las alarmas anti sísmicas en Perú. Era la
evidencia de cuánto ese país necesitaba el gol. Ese

E
ncerrado en una celda del departamen-
to central de la Policía Federal, Ricardo
Napurí podía escuchar los ecos de los
primeros partidos del Mundial. Era ju-
nio de 1978. Sus captores seguían los
relatos de la radio mientras de fondo se
oían otros gritos, más oscuros, en queja de los tortu-
rados. Perú, la selección de su país, ya le había ganado
3-1 a Escocia. Napurí, que había sido aviador de la
fuerza áerea peruana y ahora era un militante marxista,
sólo pensaba en salir vivo.
Lo habían detenido en Perú junto a doce oposito-
res a la dictadura de Francisco Morales Bermúdez. En
mayo de 1978, los subieron a un avión Hércules para
trasladarlos a Buenos Aires, como parte del Plan Cón-
dor que unía las acciones represivas en Latinoamérica.
Terminaron en una celda del Regimiento 20 de Monta-
ña, en Jujuy, como prisioneros de guerra. Les quisieron
hacer firmar un pedido de asilo a la dictadura argenti-
na. Se negaron. Unas semanas después, los llevaron a
Buenos Aires. Ya se había desatado una campaña inter-
nacional por los detenidos, entre ellos un corresponsal
en Lima de la agencia alemana DPA y dos almirantes de
la Armada peruana. El gobierno sueco llegó a amenazar
con retirar a su equipo de la Copa del Mundo.
-Nos salvó el Mundial- dice Napurí a los 93 años.
Había sido peón de campo, obrero y aviador de
la fuerza aérea de Perú hasta que en 1948 se negó a
bombardear una sublevación. Lo deportaron a la Ar-
gentina, donde quedó detenido. Salió en libertad gra-
cias al abogado Silvio Frondizi, que lo formaría como
un cuadro marxista en el grupo Praxis. Todo es trepi-
dante en la biografía de Napurí. En la Argentina, traba-
jó en el diario La Razón, se convirtió en secretario ge-
neral del gremio de prensa y conoció a Celia, la madre
de Ernesto Guevara. Viajó con la familia del Che hacia
Socialista de los Trabajadores, en 1980. Desde esa ban-
ca, inició una campaña de apoyo a la Argentina por la
guerra de Malvinas.
-No era un apoyo a la dictadura –aclara Napurí, que
estuvo a punto de viajar las islas en pleno conflicto-,
queríamos apoyar al país oprimido para recuperar el
territorio conquistado por el país opresor.
La historia de Napurí, que en 2009 publicó “Pensar
América Latina: crónicas autobiográficas de un militan-
te revolucionario”, es la de los miles de lazos que unen
al Perú con la Argentina, incluso en el fútbol: una histo-
ria de cariño latinoamericano. Daniel Titinger, director
del diario Depor y autor del libro “Dios es Peruano”,
recuerda cómo su hermano lloró cuando Argentina
perdió la final del Mundial 90 con Alemania. Los hilos
llegan al técnico que le devolvió la autoestima a Perú
al llevar a la selección a Rusia 2018, su primer Mundial
en 36 años, después de España 82. Ricardo Gareca re-
gol. El periodista peruano Daniel Alarcón escribió en
The New Yorker que más que un desahogo se trató de
un exorcismo. En gran medida, obra del hombre que
le había negado a Perú la clasificación a México 86,
Ricardo Gareca.
-Gareca, como un ambicioso prudente, nos devolvió
una autoestima coral- dice Villanueva Chang.
Napurí, que vive en la Argentina, es hincha del
Alianza Lima. Pero dice que sólo mira buen fútbol, que
le gustan los buenos partidos, el fútbol inglés, el Bar-
celona de Messi. Ahora están Perú y su Mundial. Y su
técnico argentino, al que Napurí elogia por haber mez-
clado jugadores de experiencia con futbolistas jóvenes.
Aunque Rusia es otra historia.
-Ojalá Perú pase a la segunda fase –dice Napurí, el ex
militar que se negó a reprimir, el marxista, el hombre al
que lo salvó un Mundial-. Yo no creo en los milagros,
pero ese lo sería.

DINAMARCA
LOS MENOS ESCANDINAVOS DE ESCANDINAVIA
POR DANIEL MIGUEZ / ILUSTRACIÓN JUAN BATTILANA
UNA NACIÓN DE AVANZADA EN EL ENTRAMADO SOCIAL, QUE
CRUJE DE ORGULLO AL CALOR DEL LEGADO DE MICHAEL
LAUDRUP, BAJO LA MAGNÍFICA ÓPTICA DE UN PERIODISTA
IMPECABLE. AQUÍ, COMO EN EL PAÍS EUROPEO EN CUESTIÓN,
NADA PUEDE SALIR MAL.
D
inamarca es el país menos escandi-
navo de los países escandinavos. Y
sus vecinos se lo hacen sentir con la
levedad que tiene el desprecio cuando
se esconde en personas políticamente
correctas.
En la serie policial Bron-Broen queda expuesta la mira-
da de los suecos sobre los daneses, que en su versión
norteamericana (The Bridge) se traslada con menos su-
tileza a la relación entre estadounidenses y mexicanos.
Pero los daneses –al menos los comunes, los de calle-
parecieran ir en sentido contrario. Dejan la sensación
de convivir naturalmente con la diferencia y de moles-
tarse con las caretas de la amabilidad fingida. Sueltan
su sarcasmo casi en cualquier circunstancia y suelen
tener un sentido del humor que va de la mano con el
escepticismo, como si su filósofo más famoso, Soren
Kierkegaard, estuviera hoy entre ellos.
Descienden de los vikingos como los suecos, los no-
ruegos, los finlandeses y los islandeses, pero son dis-
tintos. Como Michael Laudrup, un futbolista distinto.
Quizás Laudrup y muchos pibes daneses hayan tenido
una maestra distinta, como Rita, esa mujer transgreso-
ra y libre que pudimos conocer en tiempos de Netflix.
Laudrup, el mejor futbolista que dio Dinamarca, fue
campeón con el Barcelona, el Real Madrid, la Juventus
y el Ajax. Nació en Copenhague, la capital danesa, que
tiene cerca del centro una comunidad hippie, Christia-
nia, con reglas propias, algunas calles aún de tierra y
un cartel al salir de ella que advierte: “Estás entrando
a la Unión Europea”. En algún parque de esa ciudad
pueden verse esculturas eróticas y chicos que juegan a
la pelota al lado. Y también cementerios que son plazas
abiertas en ellas gente corriendo o leyendo en los ban-
cos de los pasillos. Esos parques y plazas algo dicen de
la relación de los daneses con el sexo y la muerte, dos
coordenadas que enmarcan la existencia humana y que
otras sociedades esconden.
A Laudrup los futboleros lo recuerdan por hacer pases
perfectos mientras miraba para otro lado, como des-
pués hizo Ronaldinho, o como antes había hecho Alejo
Escos en Temperley y Los Andes sin que Laudrup ni Ro-
naldinho lo supieran. Pero Laudrup siempre minimizó
su arte individual y puso por encima la importancia de
la construcción colectiva. Todo un danés.
Llegó a la Juventus de Turín con 21 años. Cuando le
preguntaron a su compañero Michel Platini qué le fal-
taba a Laudrup para tener más brillo del que ya tenía, el
astro francés respondió: “Ser un poco egoísta”.
Un egoísta no hubiera participado de la huelga gene-
ral y las masivas marchas que se vivieron en Dinamar-
ca cuando el gobierno quiso bajar los impuestos en
2007. Laudrup ese año vivía en España pero estuvo
de acuerdo con que una baja de impuestos implicaba
reducir los beneficios sociales. Con esos impuestos
se sostiene el estado de bienestar, que, entre otros
detalles, subsidia con 735 euros mensuales a cada es-
tudiante universitario.
En un país con el 70% de los trabajadores sindicaliza-
dos, los futbolistas daneses integran un gremio sólido.
Y las jugadoras, ni hablar. En 2017 la selección femeni-
na de fútbol no se presentó a un partido internacional
en reclamo de salarios igualitarios con los hombres,
algo que en Dinamarca es común, pero no en el fútbol.
Los futbolistas varones apoyaron la medida.
Laudrup, además, pertenece a un país donde, desde
1973, las mujeres pueden decidir abortar legalmente
y, desde 1989, las personas del mismo sexo si quieren
se casan. Esos mismos daneses son los que se enor-
gullecen de que Hans Christian Andersen -el autor de
La Sirenita y El Patito Feo- haya nacido y vivido bajo
el mismo cielo y de tener dos de los cuatro parques de
diversiones más antiguos del mundo, Bakken, el prime-
ro de todos, de 1583, y Tívoli, de 1843.
Así como Laudrup siempre justificó haberse ido su-
brepticiamente del Barcelona al Real Madrid y negó la
acusación de que su representante cobrara comisiones
para llevar jugadores al club galés Swansea City del que
era entrenador, los daneses se despegan de la frase
“algo está podrido en el estado de Dinamarca”, que le
dice el guardia Claudio a Marcelo, el amigo de Hamlet.
Se apoyan en los estudiosos de Shakespeare para decir
que el dramaturgo inglés aludía a la putrefacción de
la nobleza de su propio país. Los guías del castillo de
Kronborg, en Elsinor, cuentan que Shakespeare lo visitó
con una compañía teatral a fines del siglo XVI. Y que en
esa fortaleza, construida a orillas del estrecho de Ore-
sund para bajar a cañonazos a los barcos que querían
eludir el pago de peaje en su paso del Mar del Norte al
Báltico, conoció la leyenda del príncipe danés Hamlet.
37
DANIEL MIGUEZ
Es licenciado en Periodismo egresado
de la Universidad Nacional de Lomas de
Zamora, donde actualmente es docente
y dirige la Agencia Universitaria de
Noticias (AUNO). Trabajó en los diarios
La Voz, La Razón, Clarín y Página 12,
entre otros. Fue columnista de Canal
9 y condujo programas en las radios
Rivadavia, Nacional, América, El Mundo
y AM 750. Escribió los libros “El diario
y la radio van a la escuela”, “Kirchner
íntimo” y “Diez años”.
Por eso su obra transcurre en ese mismo castillo.
Por aquellos años del Renacimiento, Dinamarca fue
parte de la Europa expansionista. Además de Groen-
landia (que aún gobierna), en América también supo
apropiarse de Saint Thomas y otras Islas Vírgenes, que
vendió en 1917 a Estados Unidos por 25 millones de
dólares, ante el temor de que se las arrebatase por la
fuerza. A lo largo de su historia, también cedió terri-
torios a otros países y en la Segunda Guerra Mundial
los nazis ocuparon Dinamarca con total tranquilidad.
Trasladado a lógicas del fútbol se les podría endilgar
una actitud esquiva a la garra, a poner la pierna fuerte.
Pero también puede ser visto como una virtud: a los
“barrabravas” de Dinamarca se los conoce como los
“roligans”, en oposición a los violentos hooligans ingle-
ses. “rolig” en danés significa calma.
Si bien fue uno de los siete fundadores de la FIFA en
1904, Dinamarca vivió la experiencia de un mundial re-
cién en México ‘86. Ese equipo, liderado por Laudrup,
quedó en el recuerdo por su buen juego y sus triunfos
frente a Uruguay por 6 a 1 y a Alemania –futuro finalis-
ta- por 2 a 0. Luego participó en los mundiales de 1998
(llegó a cuartos de final también bajo la batuta de Lau-
drup), 2002 y 2010.
Pero su mayor gloria en una cancha de fútbol la alcan-
zó en la Eurocopa de 1992, con un prólogo insólito. El
entrenador se peleó con Laudrup, lo dejó afuera del
equipo y Dinamarca no se clasificó. Pero apenas diez
días antes del inicio del torneo, la FIFA, por razones
políticas vinculadas a la Guerra de los Balcanes, ex-
cluyó a Yugoslavia y le dio esa plaza a los daneses. Los
jugadores estaban de vacaciones y tuvieron que reu-
nirlos de apuro. Dinamarca fue campeón ganándole
la final nada menos que a Alemania. Otro poroto para
Dante Panzeri y su definición del fútbol como “dinámi-
ca de lo impensado”.
A Rusia no van como candidatos y en el Grupo “C”
tendrán que enfrentar a rivales bien diferentes. Tienen
poco que ver con la pobreza y desigualdad del repre-
sentante latinoamericano, en este caso Perú, y con la
resistencia histórica de los Incas. Tampoco se los puede
identificar con el nacionalismo, el glamour y los grandes
aportes a la humanidad de Francia. Y menos aún con la
estructurada juventud de Australia, que arrastra como
resabio colonial el reconocimiento de Isabel II como su
propia reina. A Rusia van con Christian Eriksen (medio-
campista del Tottenham) y diez más, pero sobre todo
con su juego colectivo y relajado, como el país menos
escandinavo de los escandinavos.
38
ARGENTINA
POR SEBASTIÁN
EL MEJOR APOSTADOR DEL BARRIO DE MATADEROS VIVE SUS PEORES DÍAS Y
SÓLO UNA PREGUNTA PROVOCADORA SOBRE EL 10 LOGRARÁ QUE VUELVA A
TENER SU ÚLTIMA GRAN TARDE DE VATICINIO.
E
l Flaco Juan decía
que el destino es una
mano gigante que te
va tratando de aga-
rrar durante toda la
vida. Que vas por un
caminito y que cuando decidís algo
que se aparta de lo que está escrito
para vos, esa fuerza que todo lo
puede te coloca de nuevo en la ruta
establecida. Y ahí aparecen los obs-
táculos. Y se cierran las puertas. Y la
ruta te quiere hacer volver a ella a
machetazos. Por eso, el Flaco Juan
era un perseguidor de casualidades
y un admirador de aquellos que
peleaban contra algo. Él veía espe-
ranza en los pibes pobres pero so-
ñadores, en los viejos solos que se
enamoran de grandes, en los gordos
cuarentones que juegan a la pelota
los días de invierno a la noche y en
cualquiera que osara contravenir lo
establecido. Sin embargo, en aque-
lla tarde de marzo al Flaco Juan ya
lo rodeaban los inmensos dedos
invisibles del sendero inevitable.
Venía apagado hacía meses, tacitur-
no, casi como llevado por inercia a
la mesa del bar del club que desde
una esquina perdida de Mataderos
decidía dónde, cómo y cuándo in-
tentar. Alrededor de ese pedazo de
GRUPO D
• ARGENTINA
• CROACIA
• ISLANDIA
• NIGERIA
MESSI ES IMPOSIBLE
VARELA DEL RIO / ILUSTRACIÓN PABLO LOBATO
madera se hablaba de casi todo lo
que podía hablarse. Y se apostaba.
En sus mejores días, el Flaco Juan
era el rey de todas las timbas y era
una leyenda.
Un puestero de diarios que lo
conocía de pibe decía que una vez
lo había visto ganar un fangote con
un caballo rengo en San Isidro. Un
viejo de Lomas del Mirador que ha-
bía arrimado un par de veces llegó a
asegurar que tenía pruebas de una
vez en la que, en el casino de Mar
del Plata, había acertado cuatro ple-
nos seguidos al doble cero. Incluso
hay quienes comentan en voz baja
que a finales de los 90 construyó
la parrilla de su casa con una guita
que se había conseguido al pro-
nosticar con exactitud la victoria
ajedrecística de la computadora
Deep Blue ante el bestial Gary Kas-
parov. Hasta un primo del campo
certificaba había acertado el augu-
rio auspicioso de una cosecha de
trigo récord luego de dos años de
sequía, sólo por sacarle una docena
de facturas al peón de una estancia
vecina. Pero el Flaco Juan no apos-
taba más.
Aquella tarde fue, entre todas
las tardes, una tarde más de char-
las, sueños, vueltos, imaginaciones,
39
cervezas y otras tantas excusas para
seguir en pie y que el Flaco Juan
siguiera. Algunos jugaban a la Qui-
niela matutina para seguir la tradi-
ción. Otros le ponían una moneda a
una trifecta en La Plata sin siquiera
conocer a uno de los cuidadores
de los stud de la época. Estaban
los que sometían el costo de un
asado al mejor de tres partidos de
truco, cuyos ganadores terminaban
pagando de todos modos. Pero el
Flaco Juan no hablaba, casi como si
se le hubieran acabado las buenas
manos, las fijas de sábado por la
tarde y los números de los sueños
de la noche anterior. El ensombreci-
miento de su imagen era tan grande
como la luz que irradiaron sus haza-
ñas de los años de bonanza. Se es-
taba dejando... Se estaba dejando.
El momento previo a la explo-
sión ocurrió cuando el televisor
polvoriento 21 pulgadas de tubo
en el que se alternaban partidos
de fútbol y carreras de autos mos-
traba un viejo video de Diego Ma-
radona con una canción pegadiza
de fondo. “Live is life”, era el tema
del grupo australiano Opus con el
que el mejor polvo de Fiorito bai-
laba al compás de la partitura de
un precalentamiento que, más que
 40
SEBASTIÁN VARELA DEL RIO
Luego de una década en la actualidad
de la sección Deportes de Clarín,
fue parte de la creación y puesta en
marcha en el 2017 del suplemento
Enganche, del que hoy es Jefe de
Edición. Junto a un enorme equipo de
trabajo, fue parte de la gestación de la
revista que usted tiene en sus manos.
PABLO LOBATO
Pablo Lobato nació en 1970 en Trelew,
provincia del Chubut. Es diseñador
en Comunicación Visual egresado
de la Universidad Nacional de La
Plata. Trabajó en el campo de diseño
editorial desde 1995 al 2003 fecha
en la que comenzó su carrera como
ilustrador. Sus retratos se publican
en The New Yorker, Rolling Stone,
The New York Times, Wired, Time,
Entertainment Weekly, TV Guide, The
New York Daily News, etc. y entre
sus clientes se encuentran Nike, The
Monterey Jazz Festival, Ritzenhoff,
Hawaianas, Disney Argentina, The
Rock and Roll Hall of Fame etc.
lobaton.wordpress.com
el prólogo de un partido, era una
pulsión musical y futbolera; casi
como una de esas teorías matemá-
ticas de números y secuencias que,
para el que las entiende, parecen
explicar todos los sentidos de las
cosas. Y Diego, con una número
cinco en la zurda, dejaba sin dudas
hasta al mejor preguntador. La
cuestión es que la canción sonó
y, conforme a que lo hacía, todos
fueron girando la cabeza hacia la
cajita negra que emitía el célebre
compacto. Todos, claro, menos el
protagonista de esta historia.
Por el minuto dos y medio del
compilado de genialidades mara-
donianas de ese mítico tape, cuan-
do ya nadie hablaba, uno de los
muchachos salió del embrujo y lo
miró al Flaco Juan, que con los ojos
clavados en el suelo, había queda-
do fuera de tan magistral jugada.
Entonces, casi como para provo-
carle algo, como para pincharlo y
sacar del letargo al viejo amigo, ese
que vivía en el fondo mismo de ese
nuevo hombre meditabundo y gris
al que no sabían cómo desentra-
ñar, le espetó con suspicacia: -¿Y,
Flaco? ¿Tenemos chances de ganar
en Rusia? ¿Le juego unos mangui-
tos a Messi?-.
La vista de Juan siguió clavada
en el mismo lugar, como pasa aho-
ra con la gente y con los celulares,
donde no importan las palabras,
sino sólo esa barrera que el apara-
tito y un tipo forman entre esa uni-
dad y un tercero que emite el men-
saje. Un campo invisible. No te dan
bola, bah. Los muchachos, entonces,
con el respeto de la ocasión para el
momento malo de un amigo, deci-
dieron intentar seguir como si nada,
haciendo eso, nada, pero poniendo
el hombro en aquellos días bravos.
Pero de golpe el Flaco movió la
cabeza hacia arriba y el aire se cor-
tó. Fue ahí que algo cambió, como
cambia la vida una vez que un crack
pasa por delante de uno con la pe-
lota volando y el pecho bien inflado.
Después de aquella palabra simple,
contundente, consejera y terminan-
te, el Flaco Juan encerró todo lo
que se esperaba de él en las buenas
épocas. Su voz salió carrasposa, dis-
tinta a ese silbido fino y tímido de
los últimos meses. Emergió aguar-
dentosa como en aquellas victorias
burreras y cruzó todo el salón como
una estaca que rompió el clima, el
tema de los australianos que sonaba
en el televisor, el movimiento de las
cartas y las fichas y hasta el burbu-
jeo de la cerveza barata y ya tibia
que llenaba los vasos. El Flaco Juan
pronunció nueve letras definitivas:
“¡IMPOSIBLE!”.
Después de eso, el silencio, la
cruda ausencia del sonido, en una
mezcla entre respeto, incredulidad y
pesimismo. Alguien, ahí por el fondo
fue a apoyar un vaso, pero se frenó
a mitad de camino, conmovido por
esa palabra. Otro, fumador em-
pedernido, dejó de toser luego de
años. El que le había hecho la pre-
gunta, al cabo, empezó a balbucear
un intento por ver cómo se seguía,
pero fue cortado por una de las
alocuciones más memorables que
se recuerden en el barrio. Como en
los grandes goles, la referencia fue
dada por unos a otros, tiempo des-
pués. En ese instante, nadie pudo
describir lo que pasó: la estupefac-
ción fue demasiado grande.
“¡Imposible, la puta madre!”, dijo
el Flaco Juan con la misma gola
enardecida y con la sapiencia de
los años dorados. “Imposible como
era imposible que Messi entrara
a jugar con los pibitos del club
Grandoli cuando tenía cuatro años,
mientras los otros le llevaban una
cabeza. Imposible como que no
te den bola en tu país y te tengas
que ir a otro a pincharte las rodillas
todos los días porque no crecés.
Imposible como vivir 20 años afue-
ra y seguir hablando como rosarino
sin que se te pegue un ‘tú’, un
‘tío’ o una misera palabra de allá”,
apuntó, mientras subía el tono a
medida que se envalentonaba.
“Imposible como tomar la pos-
ta de Ronaldinho, como hacer el
mejor equipo de la historia, como
clonar el gol de Diego a los ingle-
ses, como ganar como mil premios
de todos los colores, como ser ído-
lo de los catalanes sin hablar una
palabra de catalán”, siguió. A esas
alturas, el Flaco Juan ya estaba
parado y miraba hacia la nada, pero
hacia arriba, en 45 grados, casi
como si se codeara con el horizon-
te. “¡Imposible, carajo, ustedes no
entienden! Nadie entiende. Porque
yo sé mucho de probabilidades y
por eso gané plata en todos lados,
pero ni el mejor científico de la
Universidad de Oxford me puede
contestar cuáles eran las chances
de que en el mismo país en el que
había nacido el mejor de todos los
tiempos, Maradona, naciera el me-
jor jugador de todos los tiempos,
Messi. ¿Quién lo va a calcular eso?
Tu hermana, lo va a calcular. Por-
GRUPO
que eso ya es difícil, pero ser el mejor
todos los días y seguir, y no quejarse,
y no agrandarse, y no joder, y no ven-
D
derse, y tener una sonrisa para cada
pibe que se te cruza, eso es imposi-
ble”, encadenó. La puerta del club era
un desierto. Hasta los autos se habían
detenido ante tamaño discurso.
“¿Si vamos a ganar el Mundial de
Rusia? ¿Eso querés que te diga? Ve-
nimos mal. Cambiamos un montón
de técnicos. Le dimos la AFA a una
comisión que andá a saber quiénes
eran. Nos quieren vender los clubes. A
los pibes de inferiores los tratan como
mercadería cuando tienen la suerte de
que no les hagan cosas peores. A los
buenos se los lleva al barro para ha-
cerlos torta y que no destaquen. Los ARGENTINA ISLANDIA CROACIA NIGERIA
periodistas gritan como condenados y
nos condenan. Hay dirigentes que son
la mafia y que desgraciadamente jue-
gan en todas las canchas. Y los barras,
los barras ni que hablar. Mirá, ganar
en Rusia es imposible, pero llevamos
con nosotros a Messi, que es un tipo FIXTURE
imposible. Y no hay imposible más
frágil que el que tiene por delante a 16/06/18
un chabón que sabe soñar. Y, dicen
los hechos, que en todo este planeta 10:00 Hs
y con todas las probabilidades en con-
tra, no hay soñador más grande que
Lionel Andrés Messi”.
A los gritos, el Flaco Juan terminó
16:00 Hs
su parábola y nadie se acuerda si ahí
lo aplaudieron, o si simplemente lo
abrazaron, o si incluso él se fue rápido,
21/06/18
cansado de su esfuerzo más grande en
todo el año. De lo que todos están se-
guros es de que esa fue su última gran 15:00 Hs
hazaña. Algunas semanas después, a
mediados de mayo, el Flaco Juan, el
compañero y timbero más grande de
22/06/18
nuestra historia, murió víctima de un
cáncer que lo taló de abajo como el 12:00 Hs
defensor más ingrato. Y yo, que estuve
en todas, que lo vi ganar y perder y
que lo vi aquella tarde en la que dijo
que Messi era un imposible, escribo
estas torpes líneas para contarles que
26/06/18
después de enterrarlo, cuando los ojos
nos explotaban de desazón, la esposa 15:00 Hs
del Flaco vino tímida a un costadito de
todos, a mostrarme una hojita impresa
y toda arrugada en la que mi amigo,
15:00 Hs
con aquellos últimos raptos de energía,
había apostado dos lucas. En un rincón
del papel, como siempre, había dejado
la descripción de la jugada: “Lionel
Messi. 2000 pesos. Campeón del mun-
do”. Imposible.

ISLANDIA
FASE DE GRUPOS: ARGENTINA
ENFRENTA A...BORGES
POR FERNANDO TRANFO / ILUSTRACIÓN PABLO LOBATO
J
orge Luis Borges, como es sabido, odiaba el fútbol.
Odiaba, en verdad, todas las expresiones de la
cultura popular. El hombre, en los ratos libres, se ocu-
paba de humillar, con su fina ironía anglosajona, las
grandes pasiones nacionales. Lo hizo con el tango (y
especialmente con Gardel), postuló que el libro re-
presentativo de nuestro país era el Facundo y no el Martín Fierro, y
pontificó hasta el fin de sus días su encono político, ético y antropo-
lógico con el peronismo. Su encomiable postura pacifista y cosmopo-
lita respecto de la guerra en general, le sirvió para reducir al absurdo
la lucha contra el imperio británico por las Malvinas, aconsejando
que Argentina regalara las islas a algún país que las necesitara.
FERNANDO TRANFO
Nació en Lomas de Zamora en
1965. Publicó su primer libro
de cuentos, revelaciones de un
enviado deportivo, en 1998.
Publicaría en 2010 “En busca de
Alexander Epstein” (novela), en
2013 “Melancólicos anónimos”, “Es
la testosterona, estúpido” (2015),
y “Cuentos para adolescentes
con problemas...filosóficos”
(2017). Trabaja como docente (es
profesor de Filosofía), en diversas
instituciones públicas.
HABITUAL CONTADOR DE
HISTORIAS EN LAS CONTRAS
DE ENGANCHE TRANFO
HACE ALGO INIMAGINABLE
PARA EL RESTO DE LOS
MORTALES, PERO NO PARA
ÉL: HABLAR DE BORGES EN
UN TEXTO DE FÚTBOL DE LA
SELECCIÓN DE ISLANDIA.
Nosotros, los “borgeanos” nacionales y popula-
res, hemos tenido que hacer grandes contorsiones
ideológicas para sostener nuestro amor ante esa
tormenta de frases geniales que horadaban la dig-
nidad “argenta”. Pero lo logramos, y entonces, ese
Borges que era la cifra arquetípica del gorilismo,
que veía en lo popular la consumación de la barba-
rie; fue asimilado en aquellas zonas de la cultura
que su literatura y su pensamiento repudiaban: al-
gunos peronistas terminaron leyéndolo con respe-
to y devoción, llamándolo, como a Perón, “el viejo”.
Vamos ahora al fútbol, porque se acerca un
Mundial, y no la feria del libro de Moscú. Borges
despreciaba el fútbol por amplificar, según él, lo
peor de la condición humana. No exagero, Borges
lo pensaba como una efusión de brutalidad incivil,
que solo fomentaba el fanatismo y se regodeaba
en la derrota ajena. Detestaba, además, que se hi-
ciera referencia a los conceptos “victoria-derrota”
predicados de los países; así, cuando alguien le
dijo que “Argentina había derrotado a Holanda”,
comentó con sarcasmo: “¿Derrotamos a Holanda?…
¿Anexamos Amsterdam?...”.
Quiso la paradoja (o la sincronía) que Borges
muriera en el mismo mes en que la selección ar-
gentina de fútbol conquistó la Copa del Mundo en
México 86, una semana antes de que Diego “es-
cribiera” la página más gloriosa de nuestra historia
futbolera, justamente contra Inglaterra, país cuyas
raíces nutrían el árbol genealógico de Borges, por
el lado de su amada abuela, Frances Haslam. Otra
“azarosa” coincidencia es que en su ensayo “El tru-
co”, de 1928, Borges nombra la ciudad rusa de Ni-
jni-Novgórod, o sea, la que será sede de la selec-
ción en Rusia. Pero hay una paradoja aún mayor,
que deparó “La lotería de Babilonia” del sorteo del
mundial 2018: que el seleccionado argentino com-
partiera la zona “B” con el país más borgeano de
todos… ¡Islandia!
Por estos días, todo el mundo refiere algún
dato curioso sobre Islandia. Por cierto, muchos de
estos datos son muy “borgeanos”; Borges, en su
artículo “El idioma analítico de John Wilkins”, se
mofaba de las absurdas posibilidades clasificato-
rias del lenguaje, absurdo que merodean casi todas
las referencias al país de Björk. Se ha escuchado,
por ejemplo, que la cantidad de futbolistas profe-
sionales de este país es…ciento veinte, algo que,
sin dudas, es curioso e interesante. Pero después,
como la vida es corta y los noticieros deporti-
vos son largos, se procede a destilar todo tipo
de comparaciones, cuanto menos, cuestionables.
Ejemplos: que en Islandia hay más ovejas que ha-
bitantes, o que hay más volcanes que jugadores
de fútbol (¿?). Con este esquema se podrían multi-
plicar las comparaciones hasta el vértigo: que hay
más fiordos que botines, que hay más estalactitas
que silbatos de árbitros, que hay más estufas que
pelotas, que hay más hielo que pasto, que hay más
43
existencialistas que arqueros. Además, caramba,
en Argentina hay más psicólogos que neuróticos
y más abogados que causas judiciales… y si ha-
blamos de fútbol, hay más periodistas de fútbol
que futbolistas, más economistas liberales que
defensores que salgan jugando y más ñandúes
que volantes con llegada. La otra cuestión que se
presenta como dato de color es que su técnico
es odontólogo... Ajá...¿y? Mientras el hombre no
compare la cavidad bucal con un estadio, mientras
no crea que una caries equivale a un esguince,
mientras no abuse de las analogías con su pro-
fesión, del tipo “Hoy afrontamos un tratamiento
de conducto sin anestesia…” o “Quiero que sean
solidarios como las muelas, que hacen el trabajo
para que se luzcan los dientes…”, digo, no hay pro-
blemas.
Volvamos ahora a Borges. Como es sabido, Jor-
ge Luis era devoto de las sagas islandesas, esos
poemas épicos que según él contenían toda la
maravilla de la poesía, y como el hombre no dis-
tinguía la literatura de la vida, terminó sintiendo
un amor profundo, casi sagrado, por Islandia. Yo,
lo reconozco, tengo mis contradicciones con los
países nórdicos. Los admiro, los creo el casi ideal
de organización social, los supongo el punto me-
dio (ejem...tercera posición) que logra crear un
socialismo no autoritario o un capitalismo no des-
humanizado. Por otro lado, mi lado latino supone
que vivir allí debe ser complicado, por no decir
insoportable, creo que a los pocos días pediría a
gritos un poco de azar, algo de pasión exacerbada,
una dosis de anomia, algún tipo que me recuerde a
Carlino. La otra cosa que no me gusta de los países
nórdicos es cómo son usados por los gorilas para
ilustrar sus quejas: “En Suecia tal cosa, en Noruega
tal otra, andá a hacer esto en Dinamarca…”.
Digo entonces, ejerciendo a la vez la lógica y
la esperanza: si Borges odiaba el fútbol y amaba a
Islandia; ¿por qué, habida cuenta de la poca tra-
dición futbolística islandesa, los jugadores y sus
hinchas no le dan al equipo una impronta bien bor-
geana? En principio, sería una hermosa y paradojal
sorpresa que las tribunas desplieguen una bandera
con la cara de Borges. Pero sobre todo uno espera
que los jugadores sean dignos del maestro. Que
luego de comerse un gol, el arquero declare: “No
me abandona, siempre está a mi lado, la sombra
de haber regalado el primer palo…”, o que luego
de una derrota afirmen: “La única derrota es el
olvido…”, o que luego de anunciar su retiro digan:
“Este año cumpliré treinta y seis años, la muerte
me desgasta, incesante…”, o que alguno, luego de
padecer un violento foul, afirme acongojado: “Me
duele una patada en todo el cuerpo...”.
Terminemos ahora este texto con una invoca-
ción borgeana y futbolera: ojalá, de una buena vez,
podamos, en la épica batalla final, anexar Brasilia,
Madrid, París o Berlín.
 45

­ Puede parecerte una locura, pero no lo es. Además voy

– cie de quijote tristón.
CROACIA a pagarte bien. Y vas a conocer Rusia. Hacés este trabajo
para mí y después tenés toda la Copa del Mundo para
POR IVÁN NOBLE / vos. Va a estar lleno de millonarios de todas partes.
ILUSTRACIÓN PABLO LOBATO Anka meneó la cabeza y miró por la ventana. La tarde
se apagaba sin pena ni gloria entre los edificios de siem-
pre. Su vida era ridícula, pero estaba acostumbrada.
–¿Qué es “pagarte bien”?
–Pensé en 50.000 kunas.
–Entonces pensaste mal.
–Anka…nunca viste tanta plata junta.
Era verdad. Sus clientes eran, en su gran mayoría, ma-
ridos palurdos que regateaban polvos de madrugada.
–70.000…
–No, Anka. No llego. Tengo además los gastos del viaje.
Es mucho…
–60.000. Y no me subo a aviones…
Philip aplastó el cigarrillo contra los restos del sand-
wich. Otra vez sintió náuseas. No recordaba si había
tomado la pastilla de las 6. Miró a Anka con una especie
de suave fastidio.
–Tranquila. Vamos a ir en auto. Son 1900 kms hasta
Bronnitsy.
–¿Eh? ¿Qué es eso?
–El lugar donde va a vivir Argentina. Cerca de Moscú.
–Son muchos días de viaje. Quiero viáticos. Y un adelanto
CUESTE LO QUE CUESTE antes de salir de acá. Y si dormimos juntos es otra plata.
UN ENFERMO TERMINAL Y UNA –Hecho.
PROSTITUTA QUIEREN DEJAR A LIONEL Philip estiró su mano para estrecharla y sellar el
MESSI SIN MUNDIAL. LA PLUMA DEL acuerdo. Un pacto de caballeros entre un moribundo
CANTAUTOR VUELA EN UNA ESCENA TAN y una puta, pensó. Romántico, al fin y al cabo. Algo del
LÚGUBRE COMO ATRAPANTE, EN UNA asunto le pareció sacado de una vieja película yanqui,
PELÍCULA DE CROATAS. pero no logró recordar el nombre.
Anka se sumergió durante unos minutos en su telé-
fono. Parecía concentrada en algo delicado y fruncía el
–Philip, te pido que no me cagues la vida. Si esa mierda
que le voy a dar lo mata o lo enferma mucho…
–Anka, no soy un asesino. No voy a matar a Messi. No
es personal, es sólo fútbol. Lo que vas a darle es raticida.
Una dosis muy pequeña. Lo va a dejar de cama diez días.
No más. Suficiente para que pasemos de ronda y Argenti-
na quede afuera.
Llamó al mozo por su nombre y le pidió 2 whiskys.
Pensó en su viejo y en que jamás se había emborrachado
con él. Recordó de golpe el último partido que vieron
juntos. Croacia versus México, Brasil 2014. Un 3 a 1 en
contra lapidario, otra eliminación. Su viejo ya estaba muy
enfermo y él odió a los jugadores porque sabía que era el
último Mundial que verían juntos. “Bueno, hijo, Se gana
y se pierde. A veces la pelota no entra. Así son el fútbol y
la vida”, había intentado consolarlo, arropado en su silla
de ruedas con la camiseta de la selección puesta. Una
mierda es la vida, tuvo ganas de contestarle. Contra la
muerte, siempre saca del medio.
Anka rascaba la mesa tratando de tallar su nombre.
En los parlantes sonaba Scorpions o algo parecido. El
whisky era malo, pero podría haber sido peor.
–Philip… Es una locura. ¿Por qué alguien como Messi
querría acostarse conmigo? Dame un solo motivo.
–Anka, los motivos están exactamente ahí donde termina
tu espalda. No los ves porque estás sentada.
–Sos un imbécil.
–Claro que sí, entre otras cosas. Pero conozco a los hom-
bres. Confiá en mi.
–¿Cómo voy a acercarme a él?
–Está todo arreglado. Voy a pagarle a una gente que te
lleva a un lugar donde va a estar él con otros jugadores.
Un evento para una marca de ropa. Vas a tener quince
minutos, veinte como mucho. Suficientes para seducir a

P
fffffffff!!!!!
La chica abrió los ojos hasta casi explotar como si fuera un
dibujito animado, infló las mejillas y el sonido fue el de una piñata
desplomándose. Después intentó una carcajada, pero tenía la boca
llena de café y tuvo que contenerse. Tragó atolondrada y miró al
tipo como quién mira por primera vez a un hipopótamo.
–Estás demasiado chiflado, Philip. Incluso para alguien como yo. Soy puta, pero no
estoy loca. Todavía me llega el agua al tanque.
El tipo se frotó despacio los párpados con el pulgar y sonrió con la mitad de la
boca que aún le funcionaba. Desde hacía unas semanas reconocía casi de inmedia-
to las silenciosas traiciones de sus músculos. Eran pequeñas catástrofes corporales
a las que se había acostumbrado. Ya no sabía si eran culpa de la enfermedad o de
los remedios. En todo caso, le daba lo mismo: “4 meses, tal vez 6…”, sentenciaron
los doctores. Tenía el boleto picado. Le hablaron de cuidados paliativos, improba-
bles tratamientos y por supuesto mencionaron su derecho a obtener una segunda
opinión médica. Philip los escuchó en silencio, dijo que no, que no tenía preguntas,
rehusó amablemente la oferta de asistencia psicológica, salió a la calle y se metió
en el primer bar que encontró. Cuando despertó en su auto con el labio partido,
la camisa ensangrentada y una botella de Jack Daniels derramándose en el suelo
no se acordaba de nada, excepto de que era hombre muerto a lo sumo en agosto.
Agradeció a la vida no tener hijos ni padres. Se sintió demasiado cobarde para pen-
sar en las cosas que se debía. Se preguntó cuánto valor hacía falta tener para tal vez
pegarse un tiro. Y en eso estaba cuando vió cruzar la calle a un pibe con la camiseta
de la selección. Leyó Modric en la espalda y entonces se derrumbó: lloró como un
niño, como aquella vez que su viejo lo llevó a la cancha y el Dinamo perdió la final
con el Hajduk. Con sus diez años, aquella derrota le pareció la muerte. Ahora, la
muerte no parecía, sencillamente era.
IVAN NOBLE
Parte de la mítica banda Los
Caballeros de la Quema y exitoso
cantautor solista, comenzó a
explorar el mundo de los relatos
en “Como el cangrejo. Bitácora
emocional de gira”, su reciente
obra del 2017, por medio de la
editorial Galerna.
ceño mientras con sus dedos movía la pantalla frenetica,
como contando los billetes de un botín.
–Philip, Messi es casado. Tiene hijos chiquitos.
El tipo escupió una carcajada genuina que terminó
en una tos cavernosa. Sintió dolor en el pecho, como si
un elefante se le hubiese arrodillado encima. Insultó en
silencio a su cuerpo y pensó por enésima vez si llegaría a
junio.
-¡¡En serio!! ¡¡Mira a la mujer! ¡Es muy bonita!
Y le enrostró de golpe el celular a centímetros de la
cara, como un referí teatral sacando una amarilla.
En las fotos Messi abrazaba a su esposa, rodeado de
hijitos con la camiseta del Barcelona. Parecía el rey del
mundo. Lo odió un instante, pero sin vocación. Ultima-
mente le era inevitable odiar a las personas felices.
–Anka, no te preocupes, no vas a destrozar a una hermo-
sa familia. Es sólo un futbolista. Tu trabajo es acostarte
con él y cuando se descuide envenenarlo un poco. No
más que eso.
–Vos estás totalmente loco.
–Probablemente. Y muerto en vida. Pero quiero ver a la
Selección al menos en las semifinales del Mundial antes
de que me entierren. No te preocupes, de sepultarme no
tenés que encargarte vos, soy un caballero.
Anka no disfrutaba su humor negro. Pero había
algo en su cinismo que le atraía: bromear con la
muerte soplándole la nuca lo convertía en una espe-
un futbolista en celo.
Anka suspiró hondo y miró el reloj. Se le hacía tarde
para el último cliente del día. Philip pidió la cuenta,
sacó unos billetes arrugados del bolsillo de su campera
y empezó a plancharlos con desdén. Anka se detuvo
un instante en sus ojos y creyó sentir ternura. Se estre-
meció por un instante: acostumbrada a lidiar con tipos
miserables, la piedad no era la especialidad de la casa.
Salieron del bar como dos extraños. Afuera una lloviz-
na lánguida entristecía la noche.
–¿Te acerco a algún lado?
–No, gracias.
Philip subió el cierre de su camperón y metió las ma-
nos en los bolsillos.
–Bueno, en la semana te acerco algo de plata. No me ca-
gues. Anka, no desaparezcas. Puede parecer una broma,
pero considerá a este asunto mi última cena. De verdad.
Anka negó con la cabeza lentamente mirando al piso.
–Philip, yo entiendo tu dolor, pero es sólo fútbol. Un par-
tido más o uno menos no van a cambiar nada. Usa esta
plata para doctores. Es una tontería.
Philip intentó una sonrisa, pero sus ojos no se en-
teraron.
­–Salimos el viernes 8. No te olvides el pasaporte.
Después la despidió con un beso en la frente y se
alejó despacio, como un soldado arrepentido volviendo a
una casa que ya no existe.
 46
NIGERIA
UNA LEONA QUE ME DIO LA VIDA Y
ME SALVÓ DE LA MUERTE
POR FÉLIX ORODE / ILUSTRACIÓN PABLO LOBATO
NACIDO EN NIGERIA Y LUEGO NACIONALIZADO ARGENTINO,
FÉLIX ORODE JUGÓ UN PARTIDO EN SAN LORENZO ANTES
DE TRAJINAR HASTA HOY POR EL ASCENSO Y EL FÚTBOL
CHACARERO; CON LA SUB 17 DE LAS ÁGUILAS SUFRIÓ
UNA ACCIDENTE QUE LE HUBIESE COSTADO LA VIDA DE
NO SER POR UN ENORME ACTO DE AMOR.
M
e moría. Esa tarde en
Abuja sentí que me mo-
ría. Y si eso finalmente
no sucedió, ustedes
deben saber que se lo
debo a ella.
Recuerdo que, afiebrado y sos-
teniendo mis propias tripas con las
manos para que no se escaparan de mi
abdomen, le imploré a un burocrático
doctor que me operara aun sin tener la
autorización de un mayor responsable.
Traté de convencerlo, pero sólo la pala-
bra empeñada por ella, por mamá Mary,
a través del teléfono destrabó la situa-
ción y me hizo entrar a quirófano.
Unas horas después, cuando me
desperté de la operación, ella estaba
al costado de la cama, sonriendo y
apretándome la mano. Había vendido
la heladera, el televisor y algunas otras
cosas de la casa para poder viajar desde
Kaduna y costear los medicamentos
necesarios. Lloré como nunca.
Al ver sus ojos, por un instante, me
olvidé del ardor de la cicatriz generado
por un tapón de aluminio que había
desgarrado mi abdomen en medio
de un entrenamiento de la Sub 17 de
Nigeria. No pareció gran cosa en el mo-
mento. Incluso después de ese plancha-
zo seguí jugando hasta que la hincha-
zón y el dolor se hicieron insoportables.
Lo cierto es que ahí, en la calidez de esa
mirada desde la silla al costado de mi
camilla, encontré alivio.
Aún hoy me sorprende que ojos
tan sufridos puedan generar tan cálida
mirada. Siempre fueron dos faros que
me iluminaron en los peores momentos.
A los cuatro años, cuando papá murió,
mi familia lo perdió todo. Mamá Mary
sólo heredó la casa y tuvo que ponerse
a vender leche y arroz para poder criar-
me a mí y a mis otros cinco hermanos.
Fueron tiempos duros. La plata no
alcanzaba y, entre muchas otras pri-
vaciones, con todo el dolor a cuestas,
mamá tuvo que explicarnos por qué no
podíamos continuar yendo al colegio.
Aún no sé de dónde sacó la fortaleza
para decírnoslo sin que se le escaparan
las lágrimas.
Con la misma entereza supo expli-
carnos tiempo después que debíamos
dejar nuestra Lagos natal, que siempre
fue una ciudad complicada. Por eso
buscó algo de alivio mudándonos a lo
de unos familiares en Kaduna. Ahí mis
hermanos más grandes empezaron a
vender pan para ayudar. Yo siempre
intentaba darles una mano. Salía a la mañana a trabajar
y volvía a la tarde para jugar a la pelota en la canchita de
siete que estaba en el descampado. Eran grandes parti-
dos y el pueblo siempre se juntaba a vernos jugar.
Un día golpearon la puerta de casa. Era un señor muy
bien vestido que se bajó de una camioneta gigante de
color negro. Me asomé extrañado y apenas lo vi, corrí a
esconderme. En Nigeria se desconfía mucho por el robo
de niños y el tráfico de personas. Aquel hombre resultó
ser un ojeador que me había visto en la canchita del
pueblo y que quería que jugara en el equipo de fútbol de
uno de los colegios más grandes de la zona. Mamá Mary
tuvo miedo y su primera respuesta, claro, fue que no.
A mí me brillaban los ojos ante la posibilidad de jugar al
fútbol. La convencí al decirle que la mitad de los viáticos
que me darían para ir hasta el campus lo iba a aportar a
la casa y, aunque a regañadientes, accedió.
Lo cierto es que en el primer torneo que disputamos
con mi colegio no sólo fuimos campeones, también fui
elegido como mejor jugador del campeonato. Al día si-
guiente de la consagración no pude hacer otra cosa que
llevarle el trofeo y la medalla a mi mamá. Estaba tan con-
tenta que los ubicó arriba del televisor en el centro del
comedor. Orgullo de madre que le dicen.
Tan bien me fue en el colegio que me contactaron
para jugar en Mighty Jets, uno de los equipos más tra-
dicionales del fútbol nigeriano, oriundo de la ciudad de
Jos, ubicada a doce horas de Kaduna. Nuevamente, a
mamá Mary no le cerró mucho la idea pero terminó ac-
cediendo. Todavía me acuerdo la alegría que tenía cuan-
do le conté por teléfono de mi primera convocatoria con
la Primera después de varias semanas en Reserva.
Debuté contra Plateau United y anoté el gol de la
victoria en tiempo de descuento. Salí corriendo hacia la
hinchada, me trepé al alambrado y los hinchas empeza-
ron a tirarme plata. ¡Fue una locura! Incluso después del
partido a la salida del vestuario seguían agradeciéndome
y regalándome comida. Sin dudarlo junté todo, dinero y
comida, para enviárselo a mamá.
Ella siempre fue mi gran pilar, mi bastión. Después
de la operación, por caso, estuve parado un año, cami-
nando con bastón. Los médicos incluso me decían que
tenía que estar otro año más sin actividad física. Pero
el corazón tira: a los ocho meses vi pasar a unos amigos
con los botines al hombro, me escapé por la ventana y
fui a jugar. La ansiedad de mis jóvenes 16 años me jugó
una mala pasada porque al primer pelotazo, la cicatriz se
volvió a abrir. Después de los gritos de enojo, aún re-
cuerdo el consejo de mi mamá: “Félix, quedate tranquilo
y aguantá. Vas a llegar lejos, pero ahora te tenés que cu-
rar”. Siempre la palabra justa en el momento justo.
Alejarme de ella no fue fácil. Pero jugar en el exte-
rior siempre había sido mi sueño, así que cuando apa-
reció la oportunidad, la tomé. Sudamérica nunca había
estado en mis planes. En realidad, yo quería alcanzar
alguna de las grandes ligas europeas para que ella pu-
diera verme. Sucede que en Nigeria sólo se transmiten
los partidos de la Premier League, La Liga o el Calcio en
los bares.
Ojo, aquel deseo también se me cumplió aunque
por ello me haya ganado un buen reto. Sucede que des-
47
pués del clásico que le ganamos 2-0 a Huracán -que a
la postre fue mi único partido en San Lorenzo- jugamos
de local contra Boca en el Gasómetro y el partido pudo
verse en Nigeria. El Cholo Simeone me puso en el banco
y, aunque no entré, ganamos 3-0 y la transmisión me
enfocó dos veces. Cuando llegué a casa y hablé con mi
mamá por teléfono llegó la reprimenda: “Félix, andá a
cortarte el pelo ya mismo, no podés estar tan desprolijo”.
La etapa en San Lorenzo fue el inicio de un montón de
cosas buenas. Conocí al amor de mi vida, pude formar
una familia, tuve dos benidiciones como Simona y Salva-
dor. Encontré grandes amigos y momentos inolvidables,
como en Sportivo Barracas, donde mis compañeros de-
cidieron recolectar el dinero para que pueda ir a Nigeria
a visitar a mi mamá y al resto de mi familia.
La verdad es que extraño mucho a mamá Mary. Me
gustaría poder traerla para que conozca Argentina, pero
el viaje sale una fortuna. Me encantaría que conociera
no sólo a mi familia sino también a la calidez de todo
este país, que tiene una gente con un corazón enorme.
Estos últimos meses pude palparlo acá en Pronun-
ciamiento, una pequeña ciudad de Entre Ríos a donde
llegué para jugar en el club Defensores. Todos son muy
amables y el clima es muy apacible. Muy distinto a la
vorágine de Buenos Aires. Puedo comer bien, descansar
bien. La siesta es sagrada. Estoy tranquilo cuando voy
con los chicos a jugar a la plaza. Después del entrena-
miento, me sobra el tiempo para acompañarlos al jardín
y a la escuelita de fútbol. Somos felices.
Aún a la distancia pienso mucho en lo mucho que
está relacionado este presente con el esfuerzo de
mamá Mary. Hace unos días mientras Salvador reía
corriendo detrás de una pelota pensé en lo luchadora
que fue ella y cómo hoy me siento identificado con sus
valores a través de mis hijos. Quiero que estudien, que
sean inteligentes, que tengan todo lo que yo no pude
tener. Que sean felices. Tal como me siento hoy yo, acá
en este pedacito de Argentina que me acogió como
uno de los suyos.
Vivo. Acá me siento vivo. Mientras veo jugar a
Simona y Salvador en la tranquilidad de Pronuncia-
miento siento que estoy plenamente vivo. Y si esto
sucede, ustedes deben saber que se lo debo a ella, a
mamá Mary.
FÉLIX ORODE
Es un futbolista nigeriano
nacido en Lagos. Contratado
por San Lorenzo, se radicó
en Argentina, donde conoció
a su mujer y tuvo dos hijos
Jugó en Nueva Chicago,
Excursionistas y otros clubes
del ascenso y hoy defiende
los colores de Defensores
del pronunciamiento, de
Entre Ríos.
 48
BRASIL
AQUEL PIBE QUE VIO AL BRASIL DEL 70
POR RAFAEL BIELSA/ ILUSTRACIÓN AUGUSTO COSTHANZO
ENTRE LAS TRISTEZAS FUTBOLERAS PROPIAS
Y LAS BONDADES AJENAS, EL AUTOR
ROSARINO DESENTRAÑA EN FICCIÓN LA
RAZÓN NUMEROLÓGICA POR LA QUE
LA VERDEAMARELA DE LOS CINCO
NÚMEROS 10 SE LLEVÓ EL TÍTULO
EN MÉXICO Y PRONOSTICA, CON
RAZÓN ASTRAL, QUE VOLVERÁ A
VENCER EN RUSIA.
GRUPO E
• BRASIL • COSTA RICA • SUIZA
49
E
l pibe era alto, flaco, apenado. Tenía una sonrisa que se le balanceaba en el
costado de la boca, siempre a punto de desprenderse. A ese pibe el fútbol
y la política lo volvían loco, aunque menos que una belleza cetrina como un
trueno, que lo acababa de abandonar para irse a vivir a otro país.
A principios de 1970, sabía que lo que se venía no era para principian-
tes. Ni en el fútbol ni en el país que amaba. Primero el destino los iba a en-
gatusar a todos con una primavera prodigiosa; luego, descargaría su golpe. Tenía la cer-
teza de que así sería, hormigueando en sus entrañas. Desde entonces, se pasaría su vida
-que no se privó de vivir-, pensando en cómo es la vida, esa escrupulosa desconocida.
Tenía por entonces un amigo, el “Nube” Taboada, mucho mayor que él. El apodo
le venía por el pelo canoso. Cada vez que ese pibe le decía que la Patria, por fin, iba a
liberarse del imperialismo y de los monopolios, y que los pobres vivirían una vida digna,
se lo quedaba mirando. Al rato, le contestaba: “Cuando los veo, me veo”. Una alusión a
las desilusiones por las que él había pasado. El pibe lo sabía en las tripas, y el “Nube” Ta-
boada iba a tener razón.
La mujer que él amaba, lo había adoctrinado acerca de que el número 70 era simbó-
lico para las naciones de La Torá, que es la base y el fundamente del judaísmo. ¡Y corría
1970, flamante! Recién estrenado.
Todas las personas de la casa de Jacob que habían entrado en Egipto sumaban 70. El
Éxodo decía que los peregrinos que llegaron a la ciudad de Elim, encontraron 12 fuentes
de agua y 70 palmeras misericordiosas. En la Torá podía leerse que, durante la fiesta de
Sucot (que quiere decir “cabañas”) los nómadas sacrificaron 70 toros novillos para cele-
brar la confianza en Dios.
El 70, ¡los ‘70!
Sólo por amor, el pibe había leído que el 70 era también un número sagrado espiri-
tual, cuya vibración expresaba la energía de los místicos. Por ello sentían la necesidad de
investigarlo todo por su cuenta, para construir su sistema de valores.
Pero así como después del ‘70 habría un ‘76, antes había habido un ‘69. Ese año fue
fatídico para la Selección Argentina, que se quedó afuera del Mundial de México.
La catástrofe había culminado bajo el cielo porteño el último día de agosto, en la
Bombonera. El pibe nunca olvidaría las caras comatosas de algunos asistentes, porque
todos los dichosos se parecen, pero los desafortunados sólo a sí mismos. Para clasificar-
se, Argentina hubiera debido ganarle a Perú, y sólo consiguió empatar 2 a 2.
El empate definitivo nunca fue olvidado por los que lo vieron, por los que lo escu-
charon por radio, ni por los que lo repasaron una y otra vez los semanarios deportivos
y los diarios. Una apilada fenomenal de Alberto “Toscano” Rendo, un petiso que debutó
en Huracán y también jugó para San Lorenzo, durante una época en la que se quería la
camiseta, pero en la que ponerse la azulgrana no equivalía a la emisión de una fatua con-
teniendo una sentencia a decapitación, por parte de un muftí hincha del Globo.
Aquella jugada sólo puede ser relatada en presente, porque su perfección la dotó de
la cualidad de estar sucediendo todo el tiempo en la memoria y así será mientras exista
su recuerdo. El tiempo también tiene freno de emergencia.
Es así: “Toscano” arranca en el área argentina y pasa por entre Baylon y Cubillas -el
“Pelé” de aquel notable equipo peruano-. “Chirola” Yazalde se la devuelve de taco en la
mitad de la cancha por la izquierda, Toscano esquiva a tres o cuatro rivales, sale el arque-
ro Luis Rubiños, que jugó como hasta los 45 años, y le toca la pelota, suave, a un palo.
Entonces, tiene lugar una típica triquiñuela del destino: la pelota no entra, rebota.
Pero Rendo la recupera, elude al arquero y define de zurda. Empate en 2, faltando 7
minutos. Todos pensaron que era un guiño, un preanuncio, una señal de que por fin se le
daba a la Selección; ¿por qué otra razón el destino cerraría con gol ese rebote? Pero no:
empate y afuera. Faltaba para el ’70, y en todo caso, ése, el de la Torá, no sería un núme-
ro propicio para la Selección Argentina.
Aquella tarde triste, ese pibe se acordó lo que había pasado 4 años antes, en 1966,
durante el Mundial de Londres: Argentina casi se queda afuera del Mundial de México…
“en el escritorio”.
Jugaban Argentina e Inglaterra en el estadio de Wembley, a quién pocos se resisten
a calificarlo de “místico”. ¡Minga, “místico”! Antro de filibusteros…
Los dos llegaban invictos, pero Inglaterra era local, y dirigía un alemán, Rudolf Kreit-
lin, seguramente un rezago mecánico de ciertas ideas propaladas por alguien de bigotito,
en cenagosas cervecerías de Munich.
• SERBIA Promediando los 35 minutos de juego, al arquero nacional, el “Tano” Roma, lo te-

nían bajo los palos a los pelotazos. El Mientras se encapotaba la Bom-
capitán argentino, Antonio el “Rata” bonera aquella tarde de agosto de
Rattín, para enfriar el partido, acudió 1969, en Brasil, los sagrados ya pre-
al expediente escasamente futbolís- paraban el 1970. Ogum, hermano de
tico de pedir un intérprete. Insistió y Xangó, orixá guerrero, tenía y tiene
lo echaron. el número 7 y sus múltiplos como
Entonces se sentó sobre una al- dominio. ¿Qué tal, eh? 7 por 10 da 70,
fombra roja que habían tendido para clavado. ¿Se entiende?
la Reina, en una actitud gandhiana de Por el puente que han atravesado
desobediencia civil que no fue inter- los símbolos astrales durante miles de
pretada así por el estadio, que empe- años, Oiá, su verdadero amor, que lo
zó a corear: “¡Animals! ¡Animals!”. había dejado por su hermano Xangó,
¡A la Selección Argentina, “anima- cruzaba de noche para una de sus
les”, expresión de un pueblo como periódicas reconciliaciones. Oiá, reina
el austral que no era salvaje sin ley de los vientos y las tempestades, se-
ni justicia, que siempre recibió al renada entre los brazos mecedores de
huésped, respetuoso de Dios, y que Ogum, aseguraba para la verdeamare-
jamás usurpó ninguna isla ajena en el la un lecho de rosas. Y así fue.
Atlántico Sur! Aquel equipo no copió a nadie, en
Del griterío, los corsarios más cer- directa obediencia al número 70, cuya
canos físicamente a Rattín, empeza- vibración inclina a desarrollar cada
ron a llenarle la cabeza de chichones vez un nuevo sistema de valores. No
a chocolatinazos, por lo que el “Rata” copió a nadie, y -las cosas como de-
se paró, caminó hasta el rincón del ben ser- nadie podrá copiarlo.
córner, arrancó el banderín británico y Mario Lobo Zagallo había re-
lo estrujó para la tribuna. emplazado a João Saldanha. El pibe
El técnico de Inglaterra, Alf
Ramsey, se vengó declarando más
conocía la historia: había un gobierno
de facto en Brasil, liderado por Emilio
tarde a la prensa: “… no intercambia- Garrastazú Médici, que intervenía
mos nuestras camisetas con anima- en todo. Unos meteretes. Saldanha,
les”, y eso que habían ganado 1 a 0. que era de izquierda, lo despreciaba y
Esa noche, en el Hotel Royal tampoco se llevaba bien con el Presi-
Garden, se hizo una reunión porque dente de Confederación Brasileña de
los okupas exigieron que Argentina, Fútbol, João Havelange.
para poder participar en el Mundial Un día, el cojudo de Saldanha se
de México diera “garantías de buen negó a convocar a una debilidad de
comportamiento de sus jugadores y Garrastazú Médici, y dijo: “… que el
directivos”. Sir Stanley Rous, presi- Presidente se ocupe de nombrar a
dente de la FIFA, acomodó las cartas sus ministros, que la responsabilidad
sobre la mesa y de allí salió empate. sobre la Selección es mía”. Todavía
Jugaba la clasificación. Oiá no había llegado al regazo repa-
Ese pibe jamás olvidaría los desai- rador de Ogum.
res, y siempre pensó que el verdadero Honrosamente afuera Saldan-
clásico de Argentina es contra Inglate- ha, y adentro Mario Lobo Zagallo,
rra. De ninguna manera contra Brasil. a quien la política le importaba un
“Histórica rivalidad” no es lo mismo pepino, mantuvo la estructura del
que “clásico”. A un rival de siempre se equipo y era un tipo de suerte. El
le quiere ganar, por supuesto, pero al pibe, cuando Brasil salió campeón,
clásico hay que ganarlo. Así de simple pensó: “seguro que a Zagallo tam-
es la diferencia. poco lo dejó la mujer que amaba”.
RAFAEL BIELSA
Abogado, político, poeta, ensayista y narrador,
Rafael Bielsa publicó libros de ensayos y de cuentos
y más de una decena de volúmenes de poemas.
Parte de su obra fue reproducida en el extranjero.
Canciones de su autoría fueron grabadas por
artistas como Juan Carlos Baglietto y Julia Zenko.
Su última novela, Rojo Sangre se constituyó en un
éxito. Además, es habitual de las contratapas del
suplemento Enganche de los sábados.
Nunca se sacó la duda.
La base del equipo que ganó
todos los partidos fue: Félix; Carlos
Alberto, Brito, Piazza, Everaldo; Ger-
son, Clodoaldo y Tostão; Jairzinho,
Pelé y Rivelino. Mientras Ogum y Oiá
rodaban entre fragores de metales
hirvientes y aullidos huracanados,
Zagallo metió a cinco números “diez”
en el equipo: Gerson, Tostão, Jairzin-
ho, Rivelino y Pelé. El 7 de Ogum por
el 10 (y había 5 para elegir): 70. No
podía fallar.
El pibe, con los ojos llenos de
fútbol, supo que Zagallo había
trajinado los terreiros, consultado
minuciosamente a los pai-de- santo,
recibido los dones de colores de las
mãe-de- santo y acordado las ofren-
das para el regreso victorioso. A la
suerte se la ayuda.
Aquel pibe repasa, a veces, lo
que sucedía en Argentina en 1970.
Gobernaba el Ejército, en cabeza del
general Alejandro Lanusse. En una
chacra de Timote, Provincia de Bue-
nos Aires, moría el 1º de mayo a ma-
nos de Montoneros el general Pedro
Aramburu, Presidente de Argentina
durante el alzamiento que derribó
el gobierno constitucional de Juan
Perón. “El que te dije” (como lo llamó
María Elena Walsh en “El ‘45”), no
hacía mucho había escrito -ante la
muerte del Che Guevara- que el epi-
sodio le “… desgarra el alma porque
era uno de los nuestros, quizás el
mejor: un ejemplo de conducta, des-
prendimiento, espíritu de sacrificio,
renunciamiento”.
Tal vez el General, a sus 72
años, ya había dejado de soñar con
la posibilidad del regreso. Tal vez
López Rega, en sus visiones, ya había
percibido a los “enanitos coloridos”
que vivían en el subsuelo argentino,
y que saldrían a la superficie en su
debido momento, para felicidad de
la Patria. Quizás el socialismo que
había en las palabras del “Viejo” sólo
AUGUSTO COSTHANZO
Nací en diciembre de 1969 en
la ciudad de Buenos Aires.
He dibujado toda mi vida.
La música, la literatura de
películas, las artes ... y sus
intérpretes son los temas que
me inspiran y son recurrentes.
El humor juega un papel
importante en mi trabajo.
51
significaba pasar la posta a los jóvenes
idealistas, no que él lo fuera.
GRUPO
El pibe vio el Mundial por televisión,
en blanco y negro. Era un equipo tan
ofensivo que su central derecho, Wilson
E
Piazza, en realidad jugaba de 5. Los late-
rales Carlos Alberto y Everaldo volaban
por la bandas, los extremos Jairzinho
y Rivelinho siempre estaban abiertos,
Tostão era un “centrodelantero falso”, y
Clodoaldo trabajaba a destajo para libe-
rar a Gerson y auxiliar al resto.
Pelé jugaba donde quería, en un
equipo sin posiciones fijas. Como Au-
tólico, el abuelo de Ulises, que tenía la
facultad de cambiar la forma de lo que
robaba para hacerlo irreconocible, él
escondía la pelota volviendo ciego al
que tuviera enfrente. Tarcisio Burgnich,
un defensor italiano que cuando te
miraba te tenían que enyesar, luego de BRASIL COSTA RICA SUIZA SERBIA
perder la final por 4 a 1, confesó: “… yo
había pensado para darme ánimo: Pelé
es de carne y hueso, como yo. Estaba
equivocado”. Y sí, lo estaba: era de carne
y hueso, pero como él no era.
Aquel pibe que dejó de serlo, que
envejeció sin crecer, que no olvida al FIXTURE
amor andariego -porque se deja de su-
frir pero jamás de haber sufrido-, mira 17/06/18
hacia el sitio impreciso donde el tiempo
de los hombres se atomiza sobre otra 09:00 Hs
edad del mundo. Y advierte que ahora le
toca a Xango, que decide sobre el bien y
el mal y a quien le corresponde… ¡el 18!
Cansada y voluble, Oiá está hacien-
15:00 Hs
do lo que hizo siempre y siempre hará:
volver. Se oyen unos pontos cantados
en honor de las furias enjutas como 22/06/18
abetos y con los ojos sin brío, que tie-
nen en las pocilgas una piara de cerdos
de nueve años, a los que untan con un 09:00 Hs
ungüento de lana de murciélago y pig-
mentos de mariposas dormidas, y luego
friegan con paja sus hirsutos pelajes.
22/06/18
Si se mira como hay que mirar, pue-
den verse a los ossos de ovelha, seres 15:00 Hs
de muchas tretas, que están juntanto
frutillas y castañas para alimentar otra
piara de cerdos de nueve años. ¿Y cuán-
to suman nueve más nueve? ¿No da
dieciocho, acaso? ¡2018!
27/06/18
Aquél pibe de los ’70 no sabe quién
será el Jairzinho actual o el Tostão, 15:00 Hs
tampoco quién Gerson ni Rivelino, y
Neymar es bastante menos que Pelé,
aunque el fútbol sea otro.
15:00 Hs
Pero por muy diferente que sea,
siempre es el fútbol. ¡Y el mundial
de Rusia es en 2018! Se lo llevan los
canarinhos, no hay dudas. Más claro,
echarle agua.
 52
COSTA RICA
MI VECINO ERICK
POR JAVIER LANZA /
ILUSTRACIÓN AUGUSTO COSTHANZO
UNA HISTORIA PERSONAL QUE UNE LA VIDA DEL ESCRITOR
CON LA DE UN HOMBRE QUE LO MARCARÍA PARA SIEMPRE.
UN VECINO CON EL QUE EL DESTINO LO REENONTRARÍA,
SIN VERLO, MUCHOS AÑOS DESPUÉS.
JAVIER LANZA
Es uno de los editores de Enganche. Fue
uno de los fundadores de Pasión Fútbol
y su director durante dos años. Cubrió
tres Copa América (2007-2011-2015) y
los J.J.O.O de Río 2016. Exredactor de
Clarín, Perfil y Conmebol.com. De Guillón.
E
l destino, o mejor viejos, mis dos hermanos y yo. Cam-
dicho, el escaso biamos la casa de Llavallol por una
trabajo que mi casa en un condominio, como los
viejo tenía en la costarricenses le llaman a los coun-
Argentina hizo que try. Y ahí empieza esta historia. ¿Qué
en mi casa tuviéramos que comprar tiene que ver mi historia personal
un mapa para saber dónde estaba con Costa Rica y los Mundiales? Esa
Costa Rica. Ese era nuestro nuevo respuesta es sencilla y tiene nombre
destino. Una fábrica de zapatillas propio: Erick.
ubicada en el centro de San José era Erick era un tipo alto, de más de
la nueva fuente de ingreso de una 190 centímetros, de manos enormes
familia que dejaba el Sur del Gran y con un don de gente típico de la
Buenos Aires para buscar el mango. gente oriunda de sus lares. Pero él
Llegamos a un mundo nuevo. Mis tenía algo encantador para un nene
de 6 años como yo. Siempre estaba
dispuesto a jugar un rato más. Con la
sonrisa a flor de rostro siempre. Y es
que de nuestro paso por el país que
no tiene ejército y en el que el “Che
boludo” se transformó en “Mae” lo
que más recuerdo eran las tardes in-
terminables con los vecinos jugando
a lo que sea. No importaba si era bás-
quet, beisbol o fútbol. Siempre había
excusas para juntarnos. No cortába-
mos la calle como en Llavallol, pero
siempre el grupo de amigo compuesto
por varios ticos, dos hermanos mexi-
canos, un boliviano y yo se reunía. Y
yo, que poco sabía de límites geográ-
ficos, culturas y costumbres. Éramos
todos del mismo palo.
Costa Rica futbolísticamente
vivía la fiebre más grande de su
historia. Pongámonos en contexto.
Mi viejo decide arriesgarse y viajar
después de un Mundial que marcó
un hito sin precedentes en la histo-
ria del país. En su debut mundialis-
ta, nada menos que en Italia 90, la
selección que dirigía Bora Milutino-
vic pasó de ser la Cenicienta a ga-
narle a Escocia en su presentación,
perder 1-0 con el todopoderoso
Brasil y ganarle a la sensación eu-
ropea: Suecia en un partido para el
recuerdo. Checoslovaquia terminó
con el sueño en octavos, pero la
página ya estaba escrita.
Y por eso no era anormal que los
partidos de fútbol le ganaran a los de otros deportes. En
eso de armar los arcos y correr sin táctica ni técnica de-
trás de una pelota fue en el único momento en el que mi
nombre no era Javi. Ahí era “argentino”. Como si el lugar
de donde venía fuera un apodo que te elevaba el estatus
dentro de nuestras canchas delimitadas imaginarias. En
algunos de esos picados diarios Erick venía y transforma-
ba un día común en el mejor de nuestros ratos. El partido
mutaba en un “tiro al arco contra Erick” en los que nos
íbamos cargados de frustraciones porque su enseñanza
era que ‘solo con trabajo’ se podía mejorar. Así que nada
de dejarnos ganar. A esos goles había que ganárselos.
Erick era uno de los tipos más amables que había en
el condominio. No ibas a escuchar a nadie hablando mal
de él a sus espaldas. Vivía al lado de Marianela, la mejor
amiga de mi mamá Alicia, y siempre que íbamos a su casa
terminábamos con mi viejo golpeando la puerta para
hablar de fútbol con él. Dicen que la vida es algo que se
mide en base a mundiales. Un amigo tiene la teoría que
reza que de los años mundialistas uno recuerda muchas
más cosas. Y yo creo que tiene razón. Por eso siempre
que Erick hablaba de como Gabelo Conejo había sido la
estrella de un equipo que será venerado por siempre en-
tre todos. Erick tenía en su memoria una de sus máximas
virtudes. Entonces te contaba con exactitud que estaba
haciendo cuando Cayasso metió el primer gol tico en la
historia de los mundiales, o el agónico gol de Medford,
ante la Suecia de Brolin y cía. Y yo, que tenía algún vago
recuerdo de ese torneo me trasladaba a San José por un
rato con la mente.
Los meses se transformaron en años y mi relación con
Erick era la de un sobrino con su tío. Recuerdo el día que
nos acompañó a mi viejo y a mi a comprarme mi primer
par de botines con tapones. La memoria tiene cosas in-
creíbles, y sin tener una respuesta clara a los porqué uno
recuerda cosas inauditas, me permite recordar a más de
53
20 años de ese momento la marca de esa compra. Se lla-
maban Lanzera (no es un chiste). Después de comprarlos
en la tienda deportiva más cercana a mi casa los probé
pateándole a él. Obviamente no pude hacerle un gol.
Con mi viejo y Erick también compartíamos cumplea-
ños o viajes a la cancha a ver al Saprissa, el equipo de sus
amores. Pero Erick a la cancha de la Liga Deportiva Ala-
juelense, que era mi equipo y el de mi viejo, no iba. No se
lo podía permitir. Yo no entendía muy bien los motivos
en ese momento, porque él era muy relajado con todo.
Pero con eso no jodía. Ahí el no, era no. Y ahora entiendo
los motivos.
La muerte de mi abuelo materno trastocó toda la
seguLa muerte de mi abuelo materno trastocó toda la
seguridad que mostraban mis viejos a la hora de vivir
permanentemente en el país centroamericano. Y las va-
caciones que pasábamos cada fin de año en la Argentina
alcanzaban cada vez menos para saciar esa necesidad
que uno tiene de estar con los suyos. La estabilidad
económica conseguida en esos tres años no equiparaba
la balanza sentimental y después de mucho hablarlo se
decidió que nos volvíamos.
“Nos vamos al aeropuerto. ¡Dale Javi!”. Mis lágrimas
me habían deformado la cara de una manera que pocas
veces recuerde. Pero mi viejo siempre estaba atento a
todo. Y sabía mi tristeza por dejar a mis primeros amigos
de la vida. Ya me había despedido de ellos el día anterior,
para que el día de la partida sea solamente subirse al
auto y llegar al aeropuerto. Pero el que nos esperaba no
era un taxi, sino Erick con su camioneta galáctica y un
amigo en el asiento de acompañante. “Mirá quien nos
lleva hijo”, me dijo mi viejo. Y Erick salió a abrazarme... y a
presentarme a su amigo Hernán, que también tenía una
sorpresa para mí: “Tomá Javi, Erick me ha dicho que eres
muy futbolero y quería que te lleves este recuerdo”. Y
me regaló la camiseta violeta del Deportivo Saprissa con
el número 11 en la espalda y el Coca Cola como único
sponsor. No lo podía creer. Era la primera camiseta ori-
ginal de mi historia. Después de eso, con la alegría de su
compañía, llegamos al aeropuerto, nos despedimos y no
nos volvimos a ver.
Otra crisis, esta vez la del 2001, hizo que mi camino
y el de Erick se vuelvan a cruzar. Con la misma excusa
de siempre. El fútbol. En este caso, mi pasión por las
figuritas de los mundiales no bastó para que mi viejo me
diera plata para juntarlo. Eran épocas en las que mi vieja
Ali cocinaba bolitas de fraile y cuernitos en el trueque
para poder subsistir. Mientras tanto, en la escuela, en
uno de los recreos, mi mejor amigo, Emi, sacó su pilón de
repetidas y me las empezó a mostrar. Ninguna me llama-
ba la atención porque mi bronca por no poder juntarlas
era más grande que cualquier otra cosa. Una, dos, tres…
veinte, veinticuatro, veintiséis figuritas, una tras otra en
una cascada de rostros a medio cuerpo con camisetas
de colores. Cuando a Emi ya se le estaban por quedar las
manos vacías, mis ojos me delataron. Era como si hubiese
visto un fantasma, un ser de otro lugar. Ya no podía disi-
mular mi indiferencia. Casi al final del pilón, de buzo gris,
típico de arquero, y con un rostro que mi memoria no
olvida jamás estaba él: Erick Lonnis. Mi vecino.
 54
H
ermosa la fortuna de compartir
época con la perfección del te-
nis, con un hombre que parece
no transpirar cuando se mueve.
Que le hizo creer al mundo en-
tero que la excelencia existe y
que año tras año se renueva como si el tiempo
estuviese estático. El mundo paralizado y en si-
lencio esperando ver sus obras de arte. Es claro
de quién se trata ¿no? Un tal Roger Federer.
El mapa marca América del Norte, más
precisamente en Nueva York. Septiembre
2015. Abierto de los Estados Unidos. El cue-
ro número 5 y la pelotita verde. El fútbol y
el reloj suizo. En el vestuario de jugadores
cada uno tiene su propio locker, un pequeño
espacio dentro de la inmensidad de un Grand
Slam. Una forma de decirle al jugador: “Tomá,
este es tu lugar en el certamen, cuidalo y dis-
frutalo mientras compitas este año”. El tor-
neo los designa, salvo para los campeones,
que tienen el suyo por siempre, junto a una
plaqueta con sus nombres y los años en los
cuales se llevaron el título. Hermosa fortuna
en aquel 2015, donde la suerte hizo que mi
locker se encuentre en la misma zona que el
de Su Majestad.
Una de las típicas mañanas de US Open,
en un vestuario muy concurrido, apareció
una voz familiar a mis espaldas. Si mi inglés
no fallaba, estaba comprendiendo que al-
guien hablaba del fútbol argentino. En abso-
luto silencio, como si estuviese sentado en el
Arthur Ashe disfrutando de su magia, intenté
seguir escuchando. “Se juega feo”, “hay mu-
chas faltas”, “no tienen nivel”, “es inseguro”.
Las palabras volaban de su boca hasta que
me salió el argentino de adentro. Imposible
quedarse quieto. Había que reaccionar. Se
trataba de ¡Mi fútbol! Giré en cámara lenta
con la mejor cara de perro que pude poner,
sin la completa seguridad de que se trataba
de él. Pero sí. Era él. Roger Federer.
SUIZA Me tragué las palabras. Las respuestas
preparadas dijeron adiós sin previo aviso. No
tuve reacción. Una jugada más del maestro.
FEDERER Y MESSI: LA Solo reía junto a su entrenador. Me estaban
NATURALIDAD DE LO “pinchando”, queriendo que mi corazón albi-
EXTRAORDINARIO celeste salga a la luz y defienda nuestro amor.
Por el que nos peleamos y nos amigamos. Por
POR DIEGO SCHWARTZMAN / el que discutimos y nos abrazamos. El que
DIEGO SCHWARTZMAN nos da alegrías y tristezas. Festejos y llantos.
ILUSTRACIÓN: AUGUSTO COSTHANZO Nos hace empezar la semana de una manera
El Peque es un tenista profesional
u otra. Y que una vez cada cuatro años nos
argentino que dio sus primeros
hermana en un solo abrazo, una sola camiseta,
pasos en el Club Náutico Hacoaj.
SUIZA, EL TENIS, EL FÚTBOL, UNA PROVOCACIÓN, una sola ilusión.
Fanático de Boca y de Diego
BARCELONA, UNA PELOTITA VERDE, UN CUERO NÚMERO 5, ¿Qué más alabar de Federer cuando casi
LA ARGENTINA; UN RELATO EN PRIMERA PERSONA DE DIEGO Maradona, Schwartzman es luchador
todo está a la vista? Un tipo que ama el fút-
SCHWARTZMAN QUE PERMITE DESANDAR UN UNIVERSO SELECTO incansable que desde el 20 de abril
bol, que cuando guarda la raqueta en su bolso
Y CASI MÁGICO. de 2018 trepó hasta el puesto
se convierte en un ser humano común y co-
número 12 en el ranking mundial.
55
rriente, aunque no lo parezca. Una persona
que al entrar al vestuario saluda a todos, ¿Será
que en Suiza los educan así sin importar cuán
crack seas? Este anormal del tenis es perfec-
ción. Dentro y fuera del court. ¿Alguna vez
vieron fotos de él cuando impacta la pelota?
Parece un detalle tonto, pero fíjense en cada
gesto. La mano, el pelo, la remera, la vincha.
Todo en su lugar. Lo que parece una sesión de
fotos, es un partido. Tómense el mismo traba-
jo, pero con otros jugadores. Caras raras, ojos
desorbitados, cabellos despeinados. Las dife-
rencias son notables. Imposible encontrar ex-
plicaciones lógicas para este fenómeno. Hace
posible lo imposible. Hace fácil lo difícil.
Hermosa fortuna la de ser contemporá-
neo a Lionel Messi. La televisión, Internet,
redes sociales. La caja de herramientas com-
pleta para que semana tras semana, desde
cualquier lugar del mundo, todos se rindan
ante los encantos de otro ser sublime. Otro
deporte. Otro estilo de seducción, pero idén-
tica perfección. Su pegada, su desequilibrio
en velocidad, su capacidad para ver lo que
otros ni siquiera imaginaron. Juega Leo y se
paraliza el planeta, al igual que con Roger.
Juega Leo y lo complicado parece sencillo.
Si hay algo que los vincula es eso. Nunca se
preguntaron, sentados frente al televisor,
viendo un Federer-Nadal o un Barcelona-Real
Madrid, ¿Cómo esquivan situaciones delica-
das con tanta soltura? ¿Qué se le pasará por
la cabeza a estos genios? ¿Acaso juegan a los
mismos deportes que nosotros?
Hay golpes y jugadas en las que parecen
imbatibles. Es indescriptible y a veces roza
lo absurdo ver a Roger correr hacia adelante
para devolver saques de 200 kilómetros por
hora. El tipo ataca la pelota de sobrepique
y define el punto en la red. Te deja atónito.
¿Cuántas veces Leo gambetea de derecha
a izquierda y logra su objetivo? De 100 in-
tentos hace 110 goles. ¿Cómo no logramos
impedirlo? Pasarán los años y se seguirán
buscando elementos para descifrarlo.
En junio y julio los veremos desandar sus
caminos por el césped. Federer durante la
temporada europea de pasto y Messi bus-
cando la gloria en su cuarta Copa del Mundo.
Ambos queriendo batir más récords. Incansa-
bles. Inagotables. Uno buscando su noveno
Wimbledon. El otro persiguiendo su sueño
mundialista. Nuestro sueño mundialista. Para
el 15 de julio el anhelo de muchos posee la
misma imagen. En Londres y en Moscú. Dos
hombres alzando sus copas. También noso-
tros en nuestras casas. Argentinos y suizos.
Brindando por la perfección. Por la hermosa
fortuna. De haber vivido, y convivido, en la
misma era que estos seres inexplicables.
56
SERBIA
EN SERBIA, CON UN PAISAJE
DEL COURBANO
A
penas llegué a Bel-
grado busqué un
barrio estilo Gerli
o Valentín Alsina,
o un Remedios de
Escalada de Serbia.
Con negocios cerca de la esta-
ción de tren y donde vendieran
un alfajor que sea como un Ca-
pitán del Espacio serbio; o, en el
peor de los casos, un Guayma-
llén serbio.
Entonces me alquilé un PH
en Zeleznik, quince kilómetros al
suroeste de Belgrado. Galpones
abandonados, remiserías, parrillas
con un medio tanque en la puerta
y tres mesas en la vereda, casas
sin revoque o lozas inconclusas
porque se les terminó la plata
para seguir construyendo. La gen-
te a la noche no para en los semá-
foros. Me siento cómodo.
Hace cosa de dos meses, a
eso de 1:30 me pegó el bajón en
la madrugada y fui hasta lo de
Pedrag, el único maxikiosco 24
GUIONISTA GENIAL Y DUEÑO horas de Zeleznik, a comprarme
DE UN HUMOR DE AUTOR, un Kapetan Svemira de dulce de
PEDRO SABORIDO VOLCÓ leche. Ahí lo conocí.
SU TALENTO EN LIBRETOS -Es una verdadera leyenda- me
PARA TATO BORES Y DIEGO
dijo Pedrag mientras, solida-
CAPUSOTTO; ALGUNA VEZ –O
rio, esparcía las papas sobre el
NO- CONOCIÓ EN SERBIA A
UN HOMBRE QUE AÑORA EL pancho que le regala todas las
PASADO Y DESDE ITALIA 90 noches. Vi con ternura cómo tra-
VIVE DENTRO DE UN TRAJE taba de comerlo pasándolo a tra-
DE PÁJARO. vés del pico de plástico de esa
máscara que no se saca desde el
año 90, cuando su selección sa-
POR PEDRO SABORIDO / lió quinta en el Mundial de Italia.
ILUSTRACIÓN AUGUSTO COSTHANZO En aquella gran última actuación
se hizo famoso con ese traje de
plumas azules que lo convirtió para siempre en “El
Hombre Pájaro de Yugoslavia”.
-Yo no especulé como lo hicieron todos después,
disfrazándose o pintándose la cara con la esperan-
za de que, mientras los periodistas hablan bolude-
ces y no hay un pomo que mostrar, algún camaró-
grafo aburrido te enfoque. No señor. Yo fui pájaro
de antes. Yo me hice este traje por amor y fui al
Mundial de Italia. Y cuando salimos quintos dije:
“No me lo saco mas”. Y así sigo.
Es Darco Lavic. Un hombre que por amor a sus
colores eligió esta vida de pájaro, de emblema, de
amor por la selección de Yugoslavia.
-Soy médico, jefe del servicio de traumatología-
cuenta Darco Lavic-, y siendo tan querido me per-
mitieron estudiar y recibirme disfrazado. Y después
atender así en el hospital de Zeleznik. La gente
chocha de que el Hombre Pájaro de Yugoslavia les
acomode la muñeca, o los enyese. Sé de pibes que
aun hoy se tiran de un placard o desde una terra-
za baja para quebrarse algo y que yo los atienda.
Muchas veces hasta me piden sacarse radiografias
conmigo. Yo les doy el gusto a todos. Porque soy
un agradecido de la vida. Lo tengo todo. Una espo-
sa hermosa, hijos orgullos de ser los Hijos del Pája-
ro. Y muchísimos amigos, como Pedrag. Pedrag alza
la mirada y sonríe mientras acomoda unas Dusitas,
especie de Mielcitas serbias.
-Y ellos saben que este amor tiene sus fundamen-
tos- dice Lavic, levantando la pezuña índice de su
garra de pájaro.
Es claro a lo que se refiere. El hincha de fútbol
se puede construir de muchas maneras. Una de
ellas es a través de la tristeza de no ganar campeo-
natos. Irse a la B. El hincha puede acuñar el senti-
miento de nobleza e hidalguía que supone ir a ver
todos los partidos que juega un club de mierda. Yo
mismo conozco en el sur del Gran Buenos Aires a
muchos hinchas así. Orgullosos de seguir colores
que no son los del Barcelona, ni el PSG, ni Boca, ni
River.
-Por supuesto que se es más hincha siendo hincha
de un club del orto- dice Darco Lavic mientras con
su ala derecha sostiene un Chesterfield.
-Entonces imaginate lo que siento yo.
-¡Yugoslavia, no existís! ¡No existís, Yugoslavia!– le gri-
tan en broma desde un Fiat Duna con GNC serbio-.
-Je. Tienen razón- dice Darco, y sonríe. -La selec-
ción de Yugoslavia dejó de existir en 2003, cuando
pasó a ser la selección de Serbia y Montenegro.
Pero antes, mientras se caía el comunismo, la se-
lección de Yugoslavia se fue disolviendo. Mirá...
Me muestra la lista:
Selección de Croacia en 1990. Oficial desde 1992.
Selección de Eslovenia en 1992.
Selección de Macedonia en 1993.
Selección de Bosnia y Herzegovina en 1993.
Lavic me mira con sus ojos de pájaro triste y
azul, y continúa:
57
PEDRO SABORIDO
Es productor y guionista con un
recorrido de más de 30 años en sets
de filmación, escenarios teatrales,
estudios de televisión y micrófonos
de radio. Creo con Diego Capusotto
una sociedad humorística de culto.
Recientemente publicó el libro “Una
historia de fútbol”.
-Nos seguimos llamando Yugoslavia hasta 2002
o algo así, ya no me acuerdo. Después se llamó
Serbia y Montenegro, hasta que se separó Monte-
negro como país y ahora se supone que nos llama-
mos solo Serbia. Si se cuenta a la selección de Ko-
sovo, que no sé en qué situación está, todo indica
que soy hincha de una selección que se convirtió
en siete selecciones. ¿Entendés cómo me siento?
¿Qué hago con todo este amor?
-Amo a un equipo que en vez de ser lo mejor de un
montón de equipos, resulta que ser al revés: divide
a sus jugadores en siete equipos. ¿Cómo no voy a
seguir queriendo estos colores? Seríamos una apla-
nadora, ¿entendés? ¡Por Dios! ¡Entiendan todo el
amor que siento acá!- dice apuntando con sus alas
al pecho. Luego se agarra la cabeza mientras, entre
triste y estupefacto, baja el pico.
-La FIFA le reconoce a Serbia todo el historial
deportivo, resultados, logros, todo lo que hizo la
selección de Yugoslavia. Es decir, todas las otras
selecciones que se desprendieron de la de Yugos-
lavia no tienen historia. Me siento solidario con
el esloveno o el montengrino que fue feliz con los
mismos colores que yo. La vez pasada me encontré
con El Surubí Croata. Un gran hincha, un apasiona-
do que se disfraza de pescado para ir a ver a Croa-
cia. “No tuve opción”, me dijo triste. Yo no puedo.
Soy azul como la camiseta de Yugoslavia. Y Serbia
tiene camiseta roja. Es como lo contario, casi.
¿Cómo hago entonces?
Lavic se pone muy nervioso. Pedrag le hace una
broma.
-Uy, ¡que serbios!- jugando con la similitud de las
palabras “nervios” y “serbios”.
-¿Estás serbiosho, Lavic?- agrega Pedrag. El Hombre
Pájaro de Yugoslavia sonríe. Resignado. Pero sonríe.
Lavic sabe que quien cambia de colores no sabe
nada de fútbol ni de la vida. Aun cuando esos colo-
res sean los de un país que no existe más.
-Cuando te sacás una camiseta, no te ponés la
de otro club. La que te ponés para siempre es la
camiseta de la traición- dice mientras con su ala
izquierda tira bien lejos la colilla que quedó del
Chesterfield.
Pedrag me hace señas, dándome a entender que
todas las noches termina la conversación con esta
frase. Después nos pusimos a hablar del grupo que
le tocó a Serbia. Él no lo ve tan jodido.
58
ALEMANIA
LOS FANTASMAS, EL OLVIDO Y LA MEMORIA
POR EZEQUIEL FERNÁNDEZ MOORES / ILUSTRACIÓN PABLO SMERLING
FERNÁNDEZ MOORES ES FERNÁNDEZ MOORES POR TEXTOS COMO EL QUE VISTE
LAS SIGUIENTES PÁGINAS: ALEMANIA Y EL INTENTO POR SUPERAR LA SOMBRA DEL
NAZISMO, EN LA PLUMA DE QUIEN SE TOMA DEL FÚTBOL PARA CONTAR LA VIDA.
L
as fuerzas aliadas arrojaron un
millón de toneladas de bombas
sobre 131 ciudades. Mataron a
600 mil civiles, destruyeron 3
millones y medio de viviendas
y dejaron sin hogar a 7 millones
y medio de personas. En una sola noche, ciudades
como Pforzheim perdieron un tercio de sus 600 mil
habitantes. Sólo Colonia recibió 262 bombardeos.
Media ciudad quedó destruída. Treinta y un metros
cuadrados de escombros por habitante. Sobrevivió
apenas el ocho por ciento de la población. En Ham-
burgo, la Operación Gomorra significó diez toneladas
de bombas en una sola noche (28 de julio de 1943).
La tormenta de fuego alcanzó dos mil metros de al-
tura. Tomó fuerza de huracán que se llevó todo por
delante, incluyendo personas convertidas en antor-
chas vivientes. Las llamas recorrían las calles como
una inundación, a 150 kilómetros por hora. “Daban
vueltas como apisonadoras de fuegos”. Hay registros
de aviadores ingleses riéndose mientras arrojan las
bombas. ¿Cómo iba a contarle Alemania al mundo su
horror si ella misma había sido victimaria? ¿Si Adolf
Hitler era su propio monstruo?
Siempre agradecí al desconocido que en 2006 me
escuchó preguntar en una librería sobre Alemania y
me recomendó leer “Sobre la historia natural de la
destrucción”. W.G. Sebald (así firma, la W es por Win-
fried y la G por Georg) lo escribió en 1999. Nacido en
1944, Sebald, que dejó Alemania a los 21 años y fue
profesor de literatura en Inglaterra, abordó el tabú
colectivo del país que no podía ser víctima porque
acaso sentía que el castigo era merecido. Su libro
59
GRUPO F
• ALEMANIA
• MEXICO
• SUECIA
• REPÚBLICA DE COREA
habla de madres que viajaban con restos de sus hijos
en las valijas. De gente que, ya terminada la guerra,
siguió viviendo bajo la tierra, entre ratas, gusanos y
moscas. El extranjero se diferenciaba del local dentro
de un tren porque miraba hacia fuera. El alemán no.
No quería ver el horror. Sebald recuerda haber creci-
do “con el sentimiento de que se me ocultaba algo, en
casa, en la escuela y también por parte de los escrito-
res alemanes”. Cuenta indignado que el único escritor
que se animó a describir el desastre fue Heinrich Boll.
Pero que su libro (“El angel callaba”) se publicó recién
casi medio siglo después.
Siempre me interesó saber cómo salen los pueblos
de sus tragedias. Me pasa también con España y su
Guerra Civil. Escuchar, por ejemplo, que en pleno
franquismo se dijera que Gernika fue un “incendio”.
Y poner preso a quien hablara de “bombardeo”, por
las 7.000 bombas arrojadas en 1937 sobre la pobla-
ción vasca. Y no comprender que ya en pleno 2018 el
Ayuntamiento de Madrid no pueda levantar hoy un
memorial que recuerde a fusilados del franquismo,
porque se ofenden los familiares de los fusiladores. O
que, también apenas semanas atrás, una jueza prohí-
ba cambiar el nombre de una calle que aún hoy home-
najea a legionarios españoles que combatieron para
Hitler. Puedo comprender cuando un amigo español
me dice que acaso sea complejo buscar fosas clandes-
tinas (“porque aparecerán muertos y culpas de uno
u otro lado y mejor entonces que sigan enterrados”).
Entiendo menos cuando se elige la amnesia para sa-
ber dónde fueron a parar los niños, hoy adultos, que
fueron arrancados a las víctimas. Y aún hoy siguen sin
conocer su verdadera identidad.
 60
EZEQUIEL F. MOORES
Editor de Deportes en la
agencia italiana ANSA.
Escribió en el diario
Página/12 y colaboró en
El Periodista, Playboy, El
Observador, Noticias, Tres
Puntos, TXT y firmó artículos
para prestigiosos medios
como The New York Times,
revista Veja (Brasil), diario
Il Giorno (Italia), diario La
Vanguardia (Barcelona), entre
otros. Hoy es columnista del
diario La Nación.
PABLO SMERLING
Nací en 1982, en un pueblo
de la provincia de Santa Fe.
Más bien autodidacta, empecé
a dibujar en diarios y revistas
en el 2006. En este tiempo,
también trabajé en publicidad
y en estudios de animación,
haciendo un poco de todo.
Tengo algunos libros infantiles
con dibujos míos publicados y
crónicas policiales, de Ricardo
Ragendorfer. Vivo en Buenos
Aires.
En el Mundial de Sudáfrica com-
prendí mejor que, en definitiva, cada
país sale del horror como puede.
Una tarde caí por error al barrio de
Hillbrow. Yo era el único blanco en-
tre la multitud. Caminaba rodeado
por cientos y cientos de negros y
me preguntaba cómo pudo una mi-
noría de apenas un siete por ciento
someter por medio siglo al 93 por
ciento restante. Comprendí por qué
Nelson Mandela utilizó el Mundial
de rugby de 1995 para que la élite
blanca cantara el himno negro y los
negros aceptaran viejos y oprobiosos
símbolos de tiempos del apartheid.
Mandela, que en 1961 fundó el brazo
armado del Congreso Nacional Afri-
cano (CNA) y que pasó 27 años pre-
so, sabía que el país estaba al borde
de la guerra civil y que las armas y el
poder económico estaban de un lado.
Creía entonces que la “reconciliación”
era la única salida. Me pasé mañanas
enteras en una librería de Sandton le-
yendo los testimonios de las víctimas
que, por fin, podían decirle a alguien
quién mató a su hijo, a su padre, al
compañero. Fue una catarsis alivia-
dora. Pero sin justicia. Recuerdo una
cena con un periodista célebre que
me definió la salida sudafricana como
“ejemplar”. Acepté que seguramente
fue la salida posible. No ejemplar.
El último Mundial de Brasil ayudó
a recordar de qué modo juzgaron
nuestros vecinos a sus dictaduras
asesinas y, por qué no, sentirse or-
gulloso por lo que se hizo aquí. A la
presidenta Dilma Rousseff, torturada
por los militares, la insultó la élite
blanca que colmó el estadio. La odia-
ban, entre otras cosas, porque creó
la Comisión de Verdad. Pero una
ley de amnistía impide castigar a los
victimarios. Así está hoy Brasil. Un
año después del Mundial se jugó la
Copa América en Chile. La final fue
en el Estadio Nacional, centro inicial
de detención y tortura de Pinochet.
Igual que Rousseff, también Michele
Bachelet, presidenta chilena, había
sido torturada. Las primeras senten-
cias contra sus torturadores de Villa
Grimaldi se conocieron en 2015,
justo antes de la Copa América. Pino-
chet fue senador. Cayó por corrup-
to, no por asesino. “Un pueblo sin
memoria –dice una inscripción en el
Estadio Nacional de Santiago- es un
pueblo sin futuro”.
Pienso otra vez en Alemania.
¿Vieron “Anónima – Una mujer en
Berlín”? La película trata sobre el
libro escrito por una periodista vio-
lada una, diez, cien veces, cuando
las tropas rusas llegaron en 1945 a
Berlín. Decidió sobrevivir en medio
de tanta muerte, saqueos, hambre y
tifus y “eligió” ella misma a su viola-
dor. “La violación se ha convertido en
una experiencia colectiva”, escribió
“Anónima”. Su violador le garantizaba
comida y seguridad. Cerca de cien
mil mujeres fueron violadas. Diez mil
murieron por el ataque, la mayoría se
suicidó. El libro se publicó por prime-
ra vez en Estados Unidos en 1954.
Fue traducido a varios idiomas y llegó
a Alemania en 1959, publicado por
una editorial suiza. No fue bien re-
cibido. Debió pasar casi medio siglo
para que pudiera volver a ser publica-
do. Me enteré de su existencia por el
filme que protagoniza Nina Hoss. Es
uno de los tantos formidables filmes
que, por fin, pudo comenzar a realizar
Alemania para recordar al nazismo
desde algún lugar acaso más comple-
jo que Hitler.
Cuando viajé por primera vez a
Alemania (una invitación para debatir
en el Parlamento sobre fútbol y polí-
tica, en la previa de la Copa de 2006),
escuché sorprendido al ministro de
Interior, Wolfgang Schauble, en su
silla de ruedas, contando por qué ese
Mundial era tan importante para los
alemanes. No entendí a qué se refe-
ría. “Es que para nosotros –me res-
pondió-, es importante que el pueblo
pueda salir con banderas y gritar por
su país sin que se interprete, por fin,
que esto tenga ninguna reminiscencia
por ese pasado”. Alemania ganó su
primer Mundial en 1954. “El Milagro
de Berna”, como se llamó la conquis-
ta, ayudó a la reconstrucción de la
autoestima lastimada de la Alemania
nación. La selección (sospechada
de doping) le ganó 3-2 la final a una
maravillosa Hungría, con la que había
perdido 8-3 en primera rueda. En su
segundo título Mundial, en 1974 en
casa, Alemania, liderada por Franz
Beckenbauer, también venció (2-1) a
otro superfavorito, la “Naranja Mecá-
nica” holandesa de Johan Cruyff.
En Italia 90, tercer título, Alema-
nia le ganó 1-0 a la Argentina, que
la había derrotado en la final previa
de México 86. Alemania también
61
GRUPO
fue finalista en 1966, 1982 y 2002,
derrotada por Inglaterra, Italia y Brasil,
respectivamente. Alemania campeón o
F
subcampeón. Ya entonces era conoci-
da la frase de Gary Lineker: “El fútbol
es un deporte en el que juegan once
contra once y en el que siempre ganan
los alemanes”. Los alemanes no se la
creyeron. La inédita doble eliminación
en primera rueda de las Eurocopas de
2000 y 2004 y la amenaza de banca-
rrota de la Bundesliga por la quiebra
del grupo Kirch de TV, ayudaron a rei-
niciar todo. Alemania decidió que “no
a los magnates” (los clubes son de los
socios) y obligó a más inversión en in-
fraestructura y formación de jugadores
propios (no a los fichajes millonarios).
El Mundial 2014 en Sudamérica fue ALEMANIA MEXICO SUECIA REPUBLICA
el premio: histórico 7-1 a Brasil en DE COREA
semis en su casa y 1-0 a Argentina en
la final. Si el brillante Manuel Neuer
no llega, en Rusia atajará el gran Marc
Ter Stegen. Y el joven y astuto Timo
Werner es la novedad en el ataque de
un plantel con mucho recambio y cuyo
objetivo mínimo es la semifinal.
FIXTURE
“Acaso por sentimiento de culpa, los 17/06/18
alemanes –dijo Sebald antes de morir
en 2001, tras chocar contra un ca- 12:00 Hs
mión- solo aparentan interesarse por el
pasado. En realidad, prefieren concen-
trarse en el presente, lo cual, supongo,
es una de las condiciones para su efi- 18/06/18
ciencia”. Hubo quienes criticaron a Se-
bald por no haber comprendido que el
olvido y el silencio fue tal vez la única
09:00 Hs
posibilidad de sobrevivencia. No que-
rer siquiera llorar una vez por temor a
seguir llorando luego toda la vida. Pero 23/06/18
la memoria y el olvido, se sabe, van de
la mano. Umberto Eco escribió alguna
vez que la memoria colectiva siempre 12:00 Hs
“resiste” a la historia oficial y que “es
imposible olvidar a voluntad”. También
puede sonar a poco delegar la memoria 15:00 Hs
solamente a lo jurídico. Alemania, para
enojo de Sebald, eligió en la posguerra
“el olvido necesario”. Pero no cayó en
la amnesia. Pasó medio siglo, pero em- 27/06/18
presas y apellidos poderosos finalmen-
te tuvieron que pedir disculpas por su
complicidad con el nazismo. Alemania, 11:00 Hs
como cualquier otra nación, seguirá
lidiando con sus propios fantasmas. Su
fútbol, acaso mejor aún, decidió “tras- 15:00 Hs
formar el recuerdo”. A los Beckenbauer
suma ahora jugadores que llegan de
muchas otras partes del mundo. Y su
juego, ya lo veremos en Rusia, amaga
con adueñarse otra vez de la fiesta.
 62 63

El colmo en 2014: de 1-0 a Holanda en el minuto 87 barrera de octavos.

a 1-2 en el cuarto de descuento. Seis veces la frustra-
ción, dos en los diez minutos finales y otras dos des-
pués del tiempo reglamentario.
Ricardo La Volpe hizo escuela en México. Armó la
mejor selección de estos más de 30 años sin grandes
alegrías en los mundiales: “Es lo que me dicen en la
calle. A la Argentina en el 2006 la teníamos controlada.
Hasta que pateó Maxi Rodríguez... Apenas terminó el
partido le pregunté a Pineda por qué no lo apretó. Cre-
En México se ven tantas (o más) camisetas de equi-
pos europeos que de los propios. Avatares de la glo-
balización, como en cualquier lado, y de dónde están
las ligas más interesantes. Durante mucho tiempo la
competencia local fue mejor paga que jugada. Lo tiene
claro el escritor Alfredo Cotuño: “No hay obligación ni,
a veces, incentivo para migrar: se van unos pocos. Esa
comodidad llevó a vivir una burbuja, una irrealidad. Al
seleccionado mexicano le ha hecho falta una compe-

MÉXICO
EL CASTIGO DE LOS CACHIRULES
POR ARIEL SENOSIAIN /
ILUSTRACIÓN PABLO SMERLING
UNA CREENCIA, LA FRUSTRACIÓN, LA
LUCHA PERMANENTE, EL CAPRICHO DEL
DESTINO Y UNA HERMOSA HISTORIA EN LA
QUE ARIEL SENOSIAIN, DE LA MANO DE
JUAN VILLORO, CÉSAR HUERTA Y RICARDO
LA VOLPE, CUENTA CÓMO MÉXICO ARRASTRA
LA MOCHILA DEL QUINTO PARTIDO.
yó que la iba a bajar, me dijo. Y afuera. Ya es una pre-
sión extra para el jugador mexicano tratar de llegar al
quinto partido. Ellos escuchan los comentarios, leen, se
condicionan. Sufren lo mismo que sufría España antes
de ganar la Eurocopa del 2008, el problema de quedar
siempre en la puerta”, cree La Volpe.
El quinto partido está lleno de acepciones en Méxi-
co. Es parte del vocabulario futbolero. Es una obsesión
popular. “El equivalente futbolístico de la reconquista
de Texas”, según Juan Villoro. La búsqueda como motor
y la decepción como parálisis. La herida de una genera-
ción. El nombre de un libro de cuentos de la pelota que
escribieron el periodista César Huerta y su padre (“se
llama así porque los cuentos van de lo claro a lo oscuro.
El Quinto Partido encierra la polaridad de la grandeza
de nuestros sueños y la profundidad de nuestras frus-
traciones”). También el de un portal de noticias. Hasta
el del sorteo de la cerveza Corona, que regala tres via-
jes a Rusia con entrada a los confiados que quieran ir al
partido de cuartos.
Villoro considera que “tenemos tantos deseos de
lograrlo que nos boicoteamos. La mayor adversidad
es nuestra propia fuerza: un sentimiento de culpa atá-
vico nos hace sentir que no merecemos ese poderío.
En el pasado Mundial, México dominó a Holanda con
absoluta jerarquía. ¿Qué sucedió cuando se puso 1-0
al frente? El entrenador sacó al jugador que cometió el
tencia feroz para superar la languidez que caracteriza a
nuestro torneo, suficiente como para llegar a mundiales
y pasar de ronda en todo el cuarto de siglo. Pero faltó
la convicción necesaria para pasar de equipo mediano a
grande. Eso ya desborda la estrategia o la técnica: pasa
a ser mental”.
César Huerta entiende que el defecto está corre-
gido: “El conformismo fue un rasgo común. No son
pocos los ejemplos de jóvenes que pintaban para un
futuro maravilloso pero su talento se perdía. Hoy son
más ambiciosos; sueñan con Europa, tienen hambre de
ganar. Esa evolución de las nuevas generaciones es la
que alimenta la ilusión del quinto partido. Es el mayor
trauma futbolero de México. Lo soñamos cada cuatro
años, pero el camino termina siempre un paso antes. Es
un concepto que nos refleja como sociedad: podemos
luchar la mayor parte del tiempo por separado, pero
ante la frustración, siempre terminamos unidos. Hubo
episodios de unidad: el ‘No era penal’ nos acompaña
como pueblo desde que Robben cayó en el área y Mé-
xico quedó fuera en 2014”.
A partir de la exhibición de Brasil en México 70,
los futboleros mexicanos son un poco brasileños. Dos
seleccionados hicieron base en Guadalajara en aquel
Mundial: el de Pelé y compañía, ya expertos en carisma
y con fútbol como para seducir, y también Inglaterra,
de quienes hasta recuerdan que llevaron agua de su

E
l calendario azteca en esta era tiene cuatro días. Después
vuelve a empezar. Nunca queda vacío, no saltea ninguna
edición. El problema es que no se llena, son ediciones an-
gostas. Cuatro días, cuatro páginas: tres de fase de grupo
y la de octavos de final. Para el seleccionado mexicano, los
cuartos son el horizonte que nunca se alcanza. La imposibi-
lidad del quinto partido es el desencanto nacional.
El último gol que clasificó a México a esa instancia fue votado este año
como el mejor de la historia de los mundiales: el primero del 2-0 a Bulga-
ria, 15 de junio de 1986. La tijera de Manuel Negrete en el estadio Azteca
ni siquiera supera en estética a la chilena que él mismo hizo en un torneo
de aficionados hace siete años, a sus 52. Es que la era digital, así como le
permitió al propio Negrete subir a Youtube ese gol entre amigos, está llena
de absurdos.
Sólo en los dos mundiales que organizó, 1970 y aquel del 86, México
llegó a la luego utópica línea de cuartos de final. No se clasificó a Italia 90.
Y desde entonces, como un veto del destino, un destino que entusiasma
pero se repite frustrante, fue uno de los tres seleccionados que siempre
llegaron a octavos (junto a Brasil y Alemania). Y el único que nunca pasó
esa línea en estas casi tres décadas.
Los penales de Bulgaria en el 94. Klinsmann y Bierhoff en el 98. El peor
rival en el 2002: el Imperio del Norte, que por una vez y en un ámbito no
era más poderoso. La volea de Maxi Rodríguez (¡y de zurda!) en el 2006.
Tevez gracias al juez de línea primero y a su pegada después en el 2010.
ARIEL SENOSIAIN
Es una de las figuras de TyC
Sports, conduce el noticiero de la
mañana en el canal y también es
el comentarista de los partidos de
la selección nacional para la señal.
Es una de las voces de Radio
Continental y también participa en
el diario Olé. Autor del libro “Lo
Suficientemente Loco”.
pecado de anotar, todo el mundo se amedrentó ante la
posibilidad del triunfo y el equipo se refugió en su área
como en una versión ajardinada del útero materno. ¿Y
qué sucede cuando juegas en tu propia área? Te pue-
den pasar muchas cosas, entre ellas que te marquen
un penal inexistente. El deseo oculto de los jugadores
es no pasar al quinto partido porque eso los haría ex-
cepcionales y los desmarcaría de la tribu a la que no
quieren dejar de pertenecer. Mientras no se venza ese
complejo, seguiremos anhelando lo que en el fondo no
queremos obtener”.
Quizás todo haya nacido en un castigo divino por
los Cachirules. La historia nació hace 30 años, cuando
primero el periodismo y luego la Concacaf descubrieron
que la selección juvenil mexicana había incluido juga-
dores mayores a los de su categoría. La sanción abarcó
todas las competencias internacionales de todos los se-
leccionados mexicanos, incluido el mayor, que no pudo
ser parte de las Eliminatorias para clasificarse a Italia
90. Los (no tan) pibes fueron apodados Cachirules, en
honor a Cachirulo, el personaje de niño que encarnaba
Enrique Alonso (un actor nacido en 1924), una especie
de Chavo del 8 con menor repercusión en el extranjero.
Después de los nenes viejos, todo lo que siguió fue la
país para no tomar el agua mexicana. Desde entonces,
la verdeamarela reemplaza a la verde cuando ésta que-
da afuera. El destino sigue jugando. Si en esta Copa
del Mundo México termina segundo en primera ronda
(sería lógico: comparte grupo con Alemania) y Brasil
primero (sería lógico más allá de con quién comparte
grupo), se cruzarán en los octavos de final buscando
el bendito quinto partido. El amigo fachero del que se
enamora la que nos gusta.
Eso sí, nadie puede dudar de la persistencia y la
fidelidad popular. Nuevamente en Rusia se verá una
procesión de mexicanos dispuestos a que la película
tenga otro final. La FIFA les asignó más de 13 mil en-
tradas: quinto país con mayor cantidad. En las tribu-
nas en Moscú, en Rostov del Don y en Ekaterimburgo
se verá la multitud; en el campo, la renovación. Antes
de cada partido, unos y otros girarán el cuerpo hacia
la bandera. El brazo derecho en ángulo recto sobre el
pecho. Así formados, cantarán “en el cielo tu eterno
destino por el dedo de Dios se escribió”. Pero creerán
que el fútbol es de los hombres. Que el movimiento
de la pelota no está escrito. Estarán seguros, por lo
menos hasta el cuarto partido, que eso es sólo parte
de su himno nacional.
 64 65

SUECIA
TOMMY
POR JUAN MANUEL LAGARES /
JUAN MANUEL LAGARES
ILUSTRACIÓN PABLO SMERLING
Es redactor de la sección Deportes
EL PERIODISTA DE LA SECCIÓN del diario Clarín desde hace cuatro
DEPORTES DEL DIARIO CLARÍN NOS mundiales. Estuvo en Sudáfrica
TRAE UNA DESCRIPTIVA Y GENIAL 2010 y en las Copa América de
FICCIÓN EN LA QUE PARTE DE UNO DE Argentina 2011 y Chile 2015.
LOS GRANDES ÍDOLOS DE LOS NOVENTA Además es docente en Deportea y
Y TERMINA EN UN BAR DE LONDRES. editor de El Equipo, el sitio de los
alumnos de la escuela.

A
hogó la colilla de ese cigarrillo men-
tolado con la suela de sus zapatos de
cocodrilo contra el húmedo asfalto del
callejón. De fondo, la pared de ladrillos
le daba a la escena la fotografía de una
película de gangsters dirigida por Guy
Ritchie; pero Tommy solo pergeñaba cómo salir de ese
atolladero en el que se había metido casi sin pensarlo
y sin quererlo. Terminó de soplar el humo de la última
calada, se acomodó los lentes de sol y dio una media
vuelta que le hizo flamear el sobretodo negro como si
fuera una capa de un antihéroe cualquiera, en la puer-
ta de atrás de un pub londinense con pocas luces.
“¿Usted es Brolin?”, le espetó un tambaleante que
buscaba el baño después de la enésima tibia pinta,
mientras Tommy le daba la espalda a la puerta que se
cerraba tras su ingreso nervioso. “Yeah”, llegó a res-
ponder no con buena cara. “Ah, pero qué gordo estás”,
se mofó el otro, luciendo la dentadura típicamente
británica con una sonrisa alcohólica y sucia. La vida
de Brolin en Inglaterra fue poco feliz. Sus pobres tem-
poradas en el Leeds United, en el 95 primero y en el
97 después, más su recalada -y recaída- en el Crystal
Palace no habían dejado un buen recuerdo entre los
fanáticos del país que se jacta de haberle puesto re-
glas a la pelota; pero sí le habían valido el tristemente
célebre segundo puesto en una encuesta de The Ti-
mes que preguntaba quiénes habían sido los peores
50 refuerzos de la historia de la liga inglesa.
Tomas Brolin sube la escalera y la deuda que man-
tiene con los muchachos que aguardan por su regreso
alrededor del paño verde le pesa en los gemelos como
el exceso de tejido adiposo que acumuló en una es-
calada frenética y silenciosa desde el memorable gol
que le marcó a Rumania en el Mundial de Estados
Unidos donde fue semifinalista y después se subió al
podio, hasta aquella última apuesta en la que el river
decretó su -mala- suerte y pidió permiso para bajar a
fumar mientras en el bar se arrimaban cada vez más
cerca del televisor para seguir el segundo tiempo del
duelo que en San Siro determinaba quién se quedaría
con el último boleto al Mundial de Rusia: Italia necesi-
taba un gol -al menos- para empardar la serie y Suecia
se defendía con las uñas y los dientes.
“Tommy, te estábamos esperando”, anunció Jack
Oliver, ese hombre que combinaba a dos de los nom-
bres más populares de todo el Reino Unido y que
entre sus dedos jugaba con las fichas y el inminente
destino de un protagonista solitario y triste de una
ficción cualquiera.
Todo llegó demasiado temprano en la vida de
Brolin. A los 14 años debutó en el primer equipo del
Näsvikens IK un club semiprofesional de la ciudad
homónima, a 300 kilómetros de Estocolmo; cuando
no jugaba al fútbol, caminaba como contable por las
calles de su natal Hudiksvall, una ciudad de unos 15
mil habitantes que vive de las plantas de celulosa que
necesitan de jóvenes cadetes como Brolin para hacer
cuentas. Habrá sido por su facilidad con los números
que decidió convertirse en un jugador de póker profe-
sional tras retirarse del fútbol a los 29 años, siempre
precoz. Pero antes tuvo una carrera vertiginosa que lo
llevó a la selección sueca con 19 años años y donde
marcó cuatro goles en sus primeros dos partidos: dos
a Gales y dos a Finlandia. Lo subieron a un avión y
lo llevaron a Italia para jugar el Mundial. Aunque los
suecos perdieron los tres partidos de la primera fase,
Tomas Brolin -Tommy, el gordo que se juega los pulga-
res en un pub de Londres- le convirtió un gol a Brasil
e inmortalizó ese festejó con el puño en alto, un salto
y la vuelta en el aire. Como el shoryuken, esa piña
mortal que practicaba Ryu, un personaje del Street
Fighter, un video juego tan popular en los 90 como la
rubia melena de Brolin en Italia.
Tommy había tenido una mala racha y maldijo a su
mala suerte en esa ciudad en la que nunca le había
ido bien. El clima siempre húmedo le hacía doler el
pie que se había fracturado tras su gran carrera en
el Parma. Porque Brolin tuvo cinco años brillantes
en Italia donde ganó la Copa de Italia, la Copa UEFA,
la Recopa de Europa y la Supercopa de Europa. Pero
ahora calculaba que ni con la venta del restaurante
Undici que había abierto tras dejar de jugar al fútbol
se iba a salvar el pellejo en ese entrepiso con moho,
apenas habitable, entre cajones de botellas y barriles
de cerveza donde un solitario foco iluminaba la mesa
redonda, el paño esmeralda, las fichas y la sonrisa de
Jack Oliver que saboreaba la revancha tras recordarle
a Brolin que nunca olvidaría aquel gol en la última
fecha del grupo A de la Euro 92 que organizaron los
suecos. David Platt había puesto arriba a Inglaterra en
el primer tiempo, pero Jan Jonas Jakob Eriksson igua-
ló de cabeza en el complemento y a poco del cierre
Brolin selló el 2-1 para el local en el Rasundastadion
de Estocolmo. Fue un puñal. Después Suecia cayó en
semis con Alemania y Dinamarca se llevó la copa.
El gordo Brolin apoyó las nalgas en la silla y se
dispuso a jugar sus últimas fichas. “Bueno Jack, estoy
acabado. Pero voy doble o nada: mis últimas libras
son para Suecia”. Italia acorralaba al equipo escan-
dinavo y buscaba evitar quedarse afuera de la Copa
del Mundo por primera vez en 60 años. Jack Oliver
dudó un instante, pero sabía que la de Brolin era
una apuesta arriesgada. Solo un gol italiano obligaba
a estirar la serie al alargue y después a los penales.
“Está bien”, dijo el inglés. Cuando el último centro
cayó en el área sueca, los locales se dieron vuelta
para descubrir que Brolin había desaparecido de la
escena. No podían creer que Italia no había podido
quebrar la resistencia de los blondos vikingos, pero
menos podían entender cómo el ex futbolista había
escapado sin hacer ruido entre todas esas botellas de
vidrio, cómo había logrado serpentear el cementerio
de barriles con sus kilos y el andar torcido que le ha-
bía quedado como herencia tras la lesión que enterró
su fugaz pero brillante carrera. Bajaron corriendo las
escaleras y salieron al callejón donde la colilla del
cigarro mentolado permanecía todavía tibia y como
única testigo de la fuga de Tommy, que no aguantó
los nervios de esa definición asfixiante. Brolin se
había esfumado ganador -aunque sin saberlo- y se
convirtió en un mito del póker y de la pelota.
 66
REPÚBLICA
DE COREA
ESE TIPO LLAMADO
PARK CHANG-SUN
POR MARCELO RODRÍGUEZ /
ILUSTRACIÓN PABLO SMERLING
POCOS HOMBRES EN EL MUNDO TIENEN LA
DICHA DE PODER SER RECORDADOS POR HABER
METIDO EL PRIMER GOL DE SU SELECCIÓN EN
UN MUNDIAL.MARCE RODRÍGUEZ NOS TRAE LA
HISTORIA DEL SURCOREANO QUE PUEDE HACERLO.
MARCELO RODRÍGUEZ
Se recibió en DeporTEA, pero se hizo periodista
muy de a poco. Cursó Ciencia Política y como
no tiene el título se considera campeón moral.
Docente en ETER. Su récord en una redacción
son los casi ocho años en Perfil. Se dio el gusto
de que Al Arco le publicara un cuento, de
escribir en Un Caño y de ser parte de Enganche.
P
ark Chang-Sun se
desploma, afirma
sus rodillas en el
pasto y se entre-
laza las manos
por encima de su
cabeza mientras las agita, como si
rezara con fruición o como si fuera
un alfonsinista psicodélico. En Ar-
gentina hace dos años y medio que
la democracia tiene un emblema:
Raúl Alfonsín, quien –hay que de-
cirlo– no confía en esta Selección.
Pero en la prehistoria de Internet, no
hay manera de que Park Chang-Sun
sepa quién es el presidente de un
país tan lejano en su horizonte. No
puede ni siquiera sospechar porque
hay un dato revelador que confirma
el desconocimiento de los surcorea-
nos sobre Argentina: el entrenador
de la Selección, Kim Jung-Nam,
dijo en una entrevista a El Gráfico
del 27 de mayo de 1986, seis días
antes de este partido, que no sabía
casi nada sobre el equipo argentino.
“(…) al único (jugador) que conozco
es (Diego) Maradona y oí hablar de
(Claudio) Borghi”. Lo insólito es que,
deslumbrado por quien cree que
podría resultar la gran amenaza para
su equipo, le pregunta al periodista
Aldo Proieto: “¿Usted cree que va a
jugar Borghi?”.
Luego del cataclismo por el
derechazo con el que logró el des-
cuento, el hombre vestido de rojo,
con el número 10, es aquí, ahora,
arrodillado, un dios de las estadís-
ticas coreanas, un milagro advene-
dizo de carne y hueso, un viento
redentor en un desierto sin goles. No importa que falten
17 minutos para que termine el partido y que el rival,
Argentina, ya haya convertido tres veces.
Tampoco que el 10, el otro 10, sea el genio llamado
a sepultar bajo su suela cualquier episodio que suceda
en México 86. Son las 14.13 horas del 2 de junio en el
estadio Olímpico del DF. Las 16.13 del 2 de junio en
Argentina. Y las 4.13 de la madrugada del 3 de junio en
Corea. Los relojes sincronizan la hora señalada. El país
que debutó en los Mundiales en 1954 (0-9 contra Hun-
gría y 0-7 ante Turquía) y no volvió a jugar hasta 1986 de
pronto encuentra a su pionero: Park Chang-Sun hace lo
nunca visto hasta ahora, un gol para Corea del Sur en un
Mundial. Le convierte, encima, a la Selección que será
campeona del mundo.
Soon Ho Choi elude a Jorge Valdano, Jorge Burru-
chaga y Sergio Batista, pero su slalom eléctrico no es
hacia el arco, si no en diagonal hacia atrás. Hasta que se
encuentra de frente con Park Chang-Sun, que no duda.
Con un solo movimiento encauza la carrera desenfocada
de su compañero. El disparo del 10 de Corea viaja a una
velocidad supersónica y deja parado a Nery Pumpido,
que apenas atina a agacharse, como si sospechara que la
pelota, después de tocar el techo del arco, puede caerle
encima como un meteorito. Para Park Chang-Sun es la
gloria. Si Argentina hiciera más goles, tampoco importa
porque su gol es el Big Bang, la génesis del universo
coreano en las redes mundialistas. Desde entonces, su
Selección no faltará a ningún Mundial y marcará otros
30 tantos en las sucesivas Copas. Por eso mira al arque-
ro argentino o a la pelota, que todavía está adentro del
arco. Park Chang-Sun agita las manos, pero otea hacia
la izquierda para comprobar que es cierto, que acaba de
hacer una marca en una hoja en blanco.
El gol es uno de los cuatro que convertirá Corea del
Sur en el Mundial de 1986: también le hará uno a Bul-
garia (1-1) y dos a Italia (2-3). Ese antes y después que
establece Park Chang-Sun coincide con el año en que
Argentina y Corea del Sur reconfiguran sus lazos. Como
una metáfora de la disrupción, el hito de Corea del Sur
frente a la Selección de Carlos Bilardo va de la mano de
una oleada inmigratoria de coreanos hacia Argentina. Si
bien las primeras familias se asentaron en nuestro país
en 1965, llegaron apenas 13 y fueron a vivir a Campo
Lamarque, una zona rural en Río Negro. Veinte años des-
pués, ya eran 6.000 los inmigrantes de aquel país asiático
radicados en las tierras de Maradona. En 1986, cuando
Diego se convierte en el barrilete cósmico, los coreanos
en Argentina trepan a la cima de las estadísticas: ya son
36.000. Desde entonces el número aumentará hasta
mediados de los 90 y luego disminuirá progresivamente.
Según estimaciones, los compatriotas de Park Chang-
Sun en nuestro país son 29.000. El gobierno porteño
calcula que alrededor de 15.000 habitan en la Ciudad de
Buenos Aires. Una porción del Bajo Flores es Baek-Ku,
como la bautizó la colectividad que llegó para quedarse.
Para los porteños, esa zona con carteles indescifrables
que se amontonan en tramos de las avenidas Castañares,
Carabobo y Corea es conocida como “barrio coreano”.
La mayoría de los que se fueron de Argentina eligieron
destinos más al norte, como Estados Unidos o Canadá.
67
Algunos, los menos, se volvieron a Corea. Adrián Park,
de 27 años, es argentino, pero ahora vive donde nacie-
ron sus padres, en Seúl. Desde la capital coreana explica
vía telefónica: “Acá nunca se le dio importancia a la Se-
lección hasta 2002, cuando se organizó el Mundial y el
equipo llegó a semifinales. El deporte que más interesa
es el béisbol. Ninguno de los adultos a los que consulté
recuerda a Park Chang-Sun. Al único que nombran de
aquellos futbolistas es a Cha Bum-Kun, una leyenda del
Frankfurt de Alemania”. Cha Bum-Kun, que jugó el Mun-
dial de 1986 con la camiseta número 11, era el único
jugador coreano que en ese momento jugaba fuera de su
país: lo hacía en el Bayern Leverkusen y ese año fue con-
siderado el mejor wing izquierdo de la Bundesliga.
A Park Chang-Sun se acercan a abrazarlo todos sus
compañeros, con excepción del arquero. Esa montaña
humana roja es la manifestación del espíritu amateur.
No parece opacarles el festejo el hecho de que pierden
por una diferencia de dos goles. En la misma publicación
de El Gráfico, el entrenador pregunta si todos los futbolis-
tas argentinos son profesionales. Su interrogante proviene
de la realidad de su propio equipo: no todos sus dirigidos
cobran un salario por jugar. Yoo Byung-Ok y Kim Jong-
Boo, dos de los 22 futbolistas, son estudiantes universi-
tarios. El entrenador Kim Jung-Nam tampoco está seguro
de si les pagarán por su participación en el Mundial: “No
lo sabemos en realidad, creo que nos darán un premio si
pasamos la primera ronda”, dice. Y no sucederá.
Pero los coreanos intentan remontar esas desventajas
con entrenamientos inéditos: los periodistas argentinos
que cubren aquella Copa del Mundo se sorprenden por el
horario en que hacen sus ejercicios físicos y movimientos
con pelota parada. La práctica bajo el radar de Kim Ho-
Kon, el ayudante del DT, comienza a las 6 de la mañana.
Park Chang-Sun fue uno de los que intentó frenar a
Maradona con patadas.
Corea le cometió once infracciones al 10 argentino,
algunas con una violencia inusitada. En su autobiografía
“Yo soy el Diego”, el 10 recordó que el árbitro español
Victoriano Sánchez Arminio recién amonestó a un juga-
dor coreano a los 44 minutos. “No me acuerdo cómo se
llamaba, pero yo ya lo había bautizado Kun Fu”, dijo con
esa creatividad tan maradoniana. Era Huh Jung-Moo.
El otro que vio la tarjeta amarilla fue Park Chang-Sun,
por una patada a Valdano. A Maradona también le había
pegado y lo dejó rengueando, pero esa vez no fue amo-
nestado. Luego del Mundial, el capitán coreano dejó de
ser futbolista de la Selección. Apenas estiró su carrera
un año más y se retiró a los 33 en el Yukong Elephants,
equipo de su país. Según la escasa información sobre él
en Internet fue entrenador entre 1992 y 1993 en una
escuela secundaria. Y trabajó como director técnico de
la Universidad Kyung-Hee entre 1993 y 2003. En el me-
dio, en 1998, dirigió a la Selección coreana sub-20. En
la actualidad organiza clínicas de fútbol para fomentar el
crecimiento deportivo de los jóvenes de su país. Es muy
probable que alguno de esos chicos coreanos le haya
preguntado por Maradona y él hasta respondiera con
una comparación con Lionel Messi. Lo extraordinario
sería, si alguna vez, a alguien se le ocurriera preguntarle
por el “Bichi” Borghi.
 68
L
a anticrónica del partido más novelado
INGLATERRA
de los Mundiales: Argentina-Inglaterra
de México 86 –la canonización de Die-
go Maradona y el apéndice poético de
las Malvinas, como si las guerras pudie-
ran tener lírica–, no ocurrió en el campo
de juego sino en las tribunas, en las múltiples peleas en
las que los barrabravas y los hooligans se trenzaron en
LA ANTICRÓNICA DEL DÍA CONTRA LOS INGLESES el estadio Azteca y alrededores, antes, durante y des-
pués del 2-1. El fútbol argentino, que hasta entonces
era famoso por sus jugadores, comenzó a serlo también
POR ANDRÉS BURGO / ILUSTRACIÓN ANDRÉS ALVEZ por sus violentos, un proceso inverso al de los ingleses,
derrotados aquel día en la cancha –y al parecer, en las
tribunas–, pero absolutos triunfadores, 32 años después,
en un enfrentamiento mucho más trascendente, el de la
erradicación de sus hooligans.
De los 2.000 argentinos que fueron testigos de un par-
tido que millones volveríamos a ver como un loop eter-
no, 25 eran barras bravas, el comienzo de una oscura
historia: fue su debut en los Mundiales, una presencia
que podría haber ocurrido cuatro años atrás, en España
82, cuando un grupo de Quilmes, Huracán, San Lorenzo
y Vélez tenían el visto bueno de la AFA, o sea de Julio
Grondona, y de algunas empresas privadas que estaban
dispuestas a financiar el viaje. Algunos barras hasta ha-
bían recibido directivas, por ejemplo silenciar las ya habi-
tuales quejas a la dictadura que los exiliados argentinos
visibilizaban cada vez que jugaba la selección en Europa,
pero el comienzo de la Guerra de Malvinas frustró los
planes. Raúl Gámez, inicialmente uno de los favorecidos,
luego presidente de Vélez, pidió que ese dinero fuera
redireccionado al Fondo Patriótico de los Combatientes.
Pero los violentos habían llegado para quedarse y era
cuestión de esperar al próximo Mundial. La barra de
Boca comenzó a planear su viaje a México en enero de
1986, en Mar del Plata. Su líder, José Barritta, alias El
Abuelo, trazó un objetivo: conseguir 100 pasajes. Barrit-
ta había tomado el poder en 1981 e impuesto un nuevo
escenario para el resto de las barras: el uso de armas de
fuego, la coerción a comerciantes de la zona, los víncu-
los con políticos. Pero para viajar a México necesitaba
nuevos financistas. El aporte de padrinos y las rifas fic-
ticias que anunciaban un televisor para el ganador (por
supuesto, nunca se entregaba el premio) no alcanzaban
y la barra brava organizó una cena en un restaurante
de Barrio Norte con fines recaudatorios. El plantel de
Boca estaba oficialmente invitado y extraoficialmente
intimidado a asistir. Cada jugador debía comprar dos
cubiertos, un total de 60 australes –el diario de la época
costaba 20 centavos–, 80 dólares al cambio de la época.
Si el escritor español Javier Cercas considera héroes a
quienes saben decir que no en el momento indicado
–“nuestra infinita capacidad para decir sí a todo y de
nuestra infinita cobardía para decir no”–, ¿Por qué no
pensar en Jorge Rinaldi, el único futbolista de Boca que
no concurrió a la cena, como uno de los héroes anóni-
mos del 22 de junio de 1986, el tipo que no se prestó a
EL 22 DE JUNIO DE 1986, EN EL ESTADIO AZTECA, ARGENTINA alimentar la carroña que alimentaban sus compañeros
GRUPO G NO SÓLO LE DEMOSTRÓ AL MUNDO QUE TENÍA A MARADONA, –cohibidos por el miedo, seguramente- y circunspectos
SINO TAMBIÉN A SUS BARRAS BRAVAS; ANDRÉS BURGO señores de traje y corbata –impulsados por el poder-?
Que los barrabravas viajaran a un Mundial todavía era
• BELGICA • PANAMÁ RECONSTRUYE MÁS DE 30 AÑOS DESPUÉS, CÓMO LOS
novedoso –y escandaloso– y algunos medios se encar-
• TÚNEZ • INGLATERRA INGLESES GANARON EL PARTIDO MÁS IMPORTANTE… garían del asunto. Por ejemplo, el mismo 22 de junio
69
de 1986, horas antes del partido contra Inglaterra, un
artículo de los enviados de La Nación a México utilizaría
el potencial para insinuar que Maradona “habría colabo-
rado con una suma importante de dinero”, a la vez que
Bilardo –que era columnista de ese diario– “tampoco
quedó afuera de los financistas”. Aquella tarde, en el
Azteca, los barras de Boca sacarían pecho porque, según
ellos, Maradona festejó uno de sus goles, durante unos
pocos segundos, apretando el puño y mirando hacia
donde estaban Barritta y los suyos, tal como el líder de
la hinchada se lo había pedido durante una cena que
habían tenido en un restaurante de la avenida Beiró, en
Buenos Aires: “Cuando hagas un gol, si podés festéjalo
con nosotros”.
Pero los primeros barrabravas que había llegado a Mé-
xico habían sido los de Chacarita, otros de los más temi-
dos de la época, a cargo de unos pibes feroces, menores
de 25 años, que habían inaugurado la metodología de
secuestrar colectivos de línea para desviarlos de su reco-
rrido hasta la cancha donde jugara su equipo –y porque
uno de sus hinchas, dentro del campo de juego de Ferro,
había tumbado a un caballo de una trompada–. Con
menos poder adquisitivo que los de Boca, de Chacari-
ta viajaron 5 barras en plan mochilero, en un vuelo de
AeroPerú con múltiples escalas, y se alojaron en un al-
bergue transitorio de la Ciudad de México. Llevaban una
bandera de “Cafiero gobernador”, en apoyo al candidato
del Partido Justicialista para las elecciones bonaerenses
de 1987, y pronto se unieron al pequeño contingente de
hinchadas de otros equipos, dos de Unión, dos de Estu-
diantes y otro de Independiente.
El otro grupo era el de Boca. Pero de los 100 planeados,
al final viajaron 14. Se alojaron en Nativitas, una especie
de Almagro de la Ciudad de México, donde alquilaron el
departamento de un exfutbolista de la selección argenti-
na. El dueño tuvo el recaudo de entregarles el inmueble
casi desnudo, únicamente con camas cuchetas para
ocho personas, pero no contaba con que uno de ellos,
al correr un ropero, descubriría un enchufe de teléfono.
Los barras salieron disparados a comprar un aparato y
durante más de un mes se la pasaron discando a Buenos
Aires para mantener lo que entonces era carísimo, pedir
por la operadora y entablar llamadas internacionales de
una hora, e incluso pedirles a sus familiares que durante
90 minutos les pusieran la transmisión de radio, al otro
lado del tubo, para escuchar los partidos que a Boca le
quedaban para la Liguilla –y el exfutbolista entraría en
cólera cuando le llegaría la factura–. En medio del Mun-
dial, Barrita hizo un viaje relámpago a Buenos Aires para
la primera final entre Boca y Newell’s, en la Bombonera,
e incluso ya de vuelta en México intentó volver a Argen-
tina para presenciar la revancha en Rosario, pero uno de
sus contribuyentes, el diputado nacional Carlos Bello (de
la Unión Cívica Radical), se acercó a Nativitas para decir-
le que había ruido con sus movimientos y para recomen-
darle que no regresara al país tan pronto.
Al departamento de la hinchada de Boca también se
acercaban montoneros exiliados en México durante la
dictadura, que aprovechaban cualquier visita de argen-
tinos para interactuar –aunque no mostraban interés en
ir a los estadios durante el Mundial–, y un integrante del
cuerpo técnico de Bilardo, que antes de cada partido de
la selección llegaba con entradas para los barras. Rinaldi

70
había sido el único jugador de Boca en negarles apoyo,
pero en México hubo al menos dos futbolistas que tam-
bién se les plantaron a Barritta y los suyos: Luis Islas, con
pasado en Chacarita (y simpatía por los hinchas de ese
equipo) y Oscar Ruggeri, enfrentado con los barras de su
ex club luego de su pase a River, 18 meses atrás. Omni-
potentes, en búsqueda de más dinero, los de Boca visita-
ron la concentración argentina y bloquearon la salida del
colectivo que trasladaría al plantel a un centro comercial.
Maradona y Bilardo bajaron y acordaron que ése no era
el momento para hablar pero, cuando días después al-
guien propuso una vaquita “para los muchachos”, quien
se opuso fue Jorge Valdano: “Si tengo que poner plata,
la pongo para los utileros y masajistas”, dijo el delantero.
Sin embargo los barrabravas, insaciables, también se
acercarían al restaurante “Mi viejo”, que pertenecía a
Eduardo Cremasco, un exjugador de Estudiantes radi-
cado en México, y al que la selección visitaba un par de
veces por semana para cenar. Barritta le pidió a Bilardo
que se sentara en su auto, estacionado a pocos metros
del local, cuando Grondona apareció y apuró al entrena-
dor, bajo el pretexto de “dale, Carlos, nos tenemos que
ir”. Uno de los barras de Boca intentó cruzar al presiden-
te de la AFA, le dijo “dale, vigilante”, a lo que Grondona
reaccionó contra “el Abuelo”. “Yo no soy ningún vigilante,
y vos lo sabés muy bien”. Un testigo, que conocía muy
bien al líder de la barra de Boca, asegura que fue la única
vez que vio callado a Barritta, sin contestar.
Los dos bloques, los de Chaca y compañía por un lado,
y los de Boca por el otro, coincidieron por primera vez
en una tribuna en el partido contra Uruguay, por los
octavos de final. Como no había pactos ni colores que
los unieran, ese día se pelearon a golpes de puño “el
Abuelo” y “Coco”, de Estudiantes, aunque con el reca-
to de enfrentarse en un baño del estadio para que no
fueran detectados por la policía mexicana. Pero el cruce
esperado era Inglaterra, también por los barras, y no sólo
porque apenas habían pasado cuatro años de la Guerra
de las Malvinas, sino por el aura violento que despren-
dían los hooligans, en el ojo de la tormenta desde el año
anterior, cuando 39 hinchas de la Juventus habían muer-
to en una tribuna de Bélgica, a una hora de la final de la
Champions League contra el Liverpool.
El mundo les temía. México les escapaba. Se paseaban
en cueros, con su piel lechosa, inaugurando la era de los
tatuajes en el fútbol, que por entonces remitían a la mar-
ginalidad. Los medios argentinos los estigmatizaban. En
su edición del 22 de junio de 1986, Crónica publicó una
foto de un grupo de hinchas ingleses en México: “Míre-
los bien: ¿no son una pinturita? ¿Punk? ¿Gay? ¿Payaso?
No, son los hooligans, la escoria del fútbol –decía el
epígrafe–. Al lado de semejantes energúmenos, nuestras
barras bravas parecen niños exploradores. Borrachos,
pendencieros, asesinos, violadores, ladrones y droga-
dictos. ¿No habría que desinfectar las canchas?”. Pero a
diferencia de los barras, los ingleses no constituían una
fuerza de choque ni tenían estructura de poder, sino que
eran una masa amorfa, difícil de encasillar, posiblemente
una pintura de la Inglaterra de los 80, un país dividido
entre un sur adinerado y un norte empobrecido después
de que la primera ministra, Margaret Thatcher, cerrara
decenas de minas de carbón, un golpe de nocaut para
una de las industrias más tradicionales del país.
En las afueras del Azteca, ya el día del partido, los dos
hinchas de Unión llegaron desesperados: no tenían en-
tradas. Se habían ido a Acapulco un par de días –todos
los barras lo hicieron en algún momento del Mundial,
entre partido y partido– y el vuelo de regreso se había
cancelado, por lo que debieron tomarse un colectivo
de apuro que les dio tiempo para llegar al partido pero
no para contactar a su grupo original, el de Chacarita.
En la puerta del estadio se encontraron a los de Boca y
les quisieron comprar entradas. Después de un malen-
tendido inicial, “el Abuelo” los invitó a unirse y juntos se
ubicaron en la tercera bandeja, sobre una tribuna lateral,
donde exhibieron la bandera “Muera la Tatcher (sic),
el jugador número 12”. Los de Chacarita, Estudiantes
e Independiente también fueron a lo alto del Azteca,
pero detrás de un arco, el opuesto en el que Maradona
convertiría sus goles. Los incidentes comenzaron allí
una hora antes del partido, cuando unos pendencieros
ingleses les robaron una bandera que hacía referencia
a las Malvinas, aunque a los pocos minutos fue recupe-
rada por uno de los hinchas de Estudiantes. La tensión
continuaría en ese sector todo el mediodía, al punto que
uno de los barras de Chacarita suele contar que no vio el
segundo gol de Maradona porque estaba pendiente de
las escaramuzas. Estimularse era barato: la cerveza en
las tribunas costaba 50 centavos.
Pero la pelea fuerte en el estadio, la única del día que
tendría un testimonio fotográfico, ocurrió en el arco de
enfrente, en las filas inferiores, al minuto del segundo
tiempo, con el partido todavía 0 a 0. Como parte de
un tour que incluía hinchas famosos –el entrenador de
River, Héctor Veira, se había sumado en la primera rue-
da–, casi todos vestidos con chombas azules y blancas,
el peluquero Roberto Giordano se destacaba por su
locuacidad. Según contaron dos testigos, el estilista –se
supone que influenciado por la atmósfera belicosa del
Azteca– intentó quitarle una bandera a un hincha inglés
y le pidió a un fotógrafo de la revista Gente que estaba
en el campo de juego, a pocos metros, que lo retratara
con los colores ajenos. Pero los hooligans vieron el mo-
vimiento, arremetieron contra Giordano y quien salió al
rescate fue Gámez, el entonces ¿ex? jefe de la hinchada
de Vélez, que no estaba en México con los barras de los
otros clubes sino que ya había comenzado a reciclarse
en su futura faceta de dirigente. En clara desventaja nu-
mérica, Gámez acertó los primeros golpes pero pronto
se llevó la peor parte. Al día siguiente, cuando Crónica
publicó su imagen en plena disputa, su familia lo llamó
por teléfono. “‘Viejo, saliste en una foto, lástima que
está deformada’, me dijeron, pero la foto estaba bien, lo
deformada era mi cara”, contaría en 2006.
Al ver a Gámez en acción, los de Boca, a 150 metros, se
contagiaron y uno de sus integrantes, Moco, comandó
una trifulca contra 10 hooligans que estaban cerca, pero
pronto se disolvería. Enseguida llegarían los dos goles de
Maradona y el triunfo más recordado de Argentina, pero
a la anticrónica del 22 de junio de 1986 le falta la batalla
central, que ocurriría después del partido y afuera del
estadio. Aunque también los de Chacarita tuvieron sus
encontronazos a botellazos a la salida del Azteca –algu-
nos de sus integrantes fueron detenidos y trasladados a
GRUPO
71
G
la comisaría, pero liberados a la hora,
mientras otros se llevaban una ban-
dera del Newcastle–, en este caso el
gran espiral de violencia fue encendi-
do por los barras de Boca y su flaman-
te compañía, los dos de Unión.
No hay imágenes que muestren los
golpes en una explanada a 100 me-
tros del estadio: las que se anuncian
en YouTube corresponden a una pelea
del Mundial Sub 20 de Australia 81.
Lo que ocurrió entonces, y durante
años trascendió de boca en boca, se
nutrió de lo que suele alimentarse
la mitología: relatos ficticios, datos
falsos, la maquinaria de copiar y pe- BÉLGICA PANAMÁ TÚNEZ INGLATERRA
gar en la web. Lo real es que primero
los ingleses arremetieron contra los
argentinos, quienes eran menos y res-
pondieron con decenas de botellazos
que tomaron de los puestos calleje-
ros. Los ingleses, que no tenían líde-
FIXTURE
res ni estructura, se asustaron y retro- 18/06/18
cedieron decenas de metros. Algunos
quedaron tirados contra el viaducto 12:00 Hs
de Tlalpan. La hinchada de Boca per-
dió un redoblante pero se quedó con
dos banderas pequeñas, del West 15:00 Hs
Ham y del Chelsea –que serían que-
madas el 2 de abril de 1989, el ani-
versario del desembargo argentino en
Malvinas, antes de un Boca 1-Inde- 23/06/18
pendiente 2–. Una vez reagrupados,
los ingleses aprovecharon escombros
que, según los testigos, correspon- 09:00 Hs
dían al terremoto que México había
sufrido el año anterior. Una de esas
piedras le pegó a Barritta, que cayó y
quedó de rodillas. Cuando un inglés
24/06/18
estaba por tirarle un nuevo piedrazo,
eso que se conoce como remate, uno 09:00 Hs
de los hinchas de Unión, Luchi, apa-
reció en defensa del “Abuelo”, de una
trompada volteó al hooligan, y llevó
al jefe de la 12 en andas durante 100 28/06/18
metros hasta la camioneta en la que
los argentinos dejarían el lugar. Ya por 12:00 Hs
la noche, cuando Luchi fue de visita al
departamento de Nativitas, encontró
al “Abuelo” con un yeso desde el mus- 15:00 Hs
lo hasta el tobillo, pero agradecido
por su ayuda, y comenzó una amistad
entre las dos hinchadas que continua-
ría en Santa Fe y Buenos Aires.
El domingo siguiente, la selección ANDRÉS BURGO
saldría campeona del mundo y comen- Un buceador de historias que trabajó en Clarín, colaboró en
zaría una espera que en Rusia 2018 El Gráfico, La Gaceta de Tucumán y Brando. Además, publicó
cumplirá 32 años. El problema es que, “El partido”, que explora el detrás de escena del juego entre
desde entonces, el fútbol argentino Argentina e Inglaterra en 1986. También publicó junto a Marcelo
Gantman el libro «Diego dijo», una antología de las mejores
ganaría infinidad de veces el anti Mun- frases de Maradona y con Alejandro Wall escribieron “El último
dial de la violencia, la peor victoria Maradona. Cuando a Diego le cortaron las piernas”, donde
posible. reconstruye la trama oculta del doping en el Mundial de 1994.
 72
PANAMÁ
PANAMÁ… O LA FUERZA A SUS ESPALDAS
POR KURT LUTMAN / ILUSTRACIÓN ANDRES ÁLVEZ
KURT LUTMAN JUGÓ EN NEWELL´S Y DISPUTÓ EL MUNDIAL
SUB-17 DE 1993, EN JAPÓN, PERO DESPUÉS DEL FÚTBOL
LLEGÓ LA LITERATURA Y NACIÓ EL ESCRITOR; PANAMÁ, TAL
VEZ LA CENICIENTA DEL MUNDIAL, IRÁ A RUSIA CON UNA
RESPUESTA QUE ENCONTRÓ EN SENO DE UN PUEBLO OPRIMIDO.
D
ónde está la fuerza?
Esta frase se le aparece en sue-
ños de forma nítida a Román luego
de la clasificación al Mundial de Ru-
sia con un gol suyo. Ésta frase se le
aparece porque a Román lo habita la
sensación de inseguridad que sienten también to-
dos los panameños cuando se piensan por primera
vez en una Copa del Mundo. Porque el detalle no
es menor: Panamá nunca jugó un Mundial.
Desde el primer Mundial, allá por 1930, hasta
el de 1974 Panamá ni participó en la etapa previa.
De 1978 a la copa de 2014 lo intentó pero no cla-
KURT LUTMAN
Nació en Rosario en tiempos
de la dictadura y recién
obtuvo su DNI con la
restauración democrática
porque antes su nombre
no era admitido. Jugó en
Newell´s y las selecciones
juveniles. Al fútbol siguió
la literatura, dos pasiones
siempre cruzadas por su
militancia en los Derechos
Humanos.
ANDRES ÁLVEZ
Andres Alvez reside en el
barrio de Banfield. Trabaja
profesionalmente como
ilustrador y caricaturista
desde el año 2000. Tiene una
extensa trayectoria en medios
locales e internacionales.
Actualmente colabora con
diversas publicaciones y
editoriales tales como la
revista Caras & Caretas,
el suplemento deportivo
Enganche del Diario Pagina
12, la Editorial Planeta,
Editorial Paidos, Grupo
Octubre, entre otras
www.andresalvez.com
Isnta: @andresalvezart
sificó. O sea que la sensación de inseguridad está
basada en afrontar una experiencia que se desco-
noce por completo.
¿Dónde está la fuerza?, pensará entonces Ro-
mán Torres, que no solo es el líbero y capitán de
la selección panameño sino también el dueño de
la casa donde está reunido todo el plantel para
mirarse de cerca. Todos los vecinos del picante
barrio de El Chorrillo saben que “en la casa de el
Román” están los 23 jugadores que los representa-
rán; pero nadie se acerca a molestarlos.
Aprovechando que Bolillo Gómez, el entrena-
dor, viajó a Colombia, su país natal, se juntaron
para ver de qué forma encararían la competencia
que se viene. Esa noche no se juntaron para hablar
de tácticas. No se lo permitirían nunca. Tienen có-
digos y valoran a Bolillo y su conducción. Incluso
son respetuosos del esfuerzo estéril del técnico
que fue contratado la Confederación de Fútbol
Panameño para tratar de dotarlos de un “profesio-
nalismo” (dícese de la palabra que se usa para des-
vincular a los humanos de su vida cotidiana) que
no sienten ni sentirán nunca.
¿Ser parte de la minoría que habita en la Pana-
má rica o identificarse con su pueblo que vive en
la Panamá pobre?
Ellos escuchan, casi con ternura, los habituales
discursos que el director técnico colombiano in-
tenta instalar sobre la noche y las peleas callejeras,
y por qué no deben volver al barrio, ya que los pe-
ligros están a merced del bla bla bla… y que ahora
son famosos y representan a todo un bla bla bla…
Pero estos fulanos, antes y después de los par-
tidos, siguen siendo ellos. Ríen, bailan y beben con
sus amigos de siempre y siguen yendo a esos mis-
mos lugares a los que iban a cumbiar de adolecen-
tes. Y en esos mismos lugares, también, si pintan
trompadas se sacan la camisa para zambullirse sin
asco en el mano a mano. Es en esos lugares donde
aprendieron que nadie es más que nadie y el res-
peto es “pa’ todos por igual”.
La frase “¿Dónde está la fuerza?” se le vuelve
a aparecer en la mente y el capitán intuye, mien-
tras descorcha un vino, que esa pregunta debe ser
descifrada entre todos los futbolistas del plantel. Y
será esa misma noche.
Un tablón enorme los alberga en el patio y el
vino, la miel de caña y los platos con sancocho y
arroz con frijoles van y vienen de mano en mano.
Estos hombres siguen siendo ellos a pesar de
todo. Su identidad está casi intacta. Casi. Porque
Panamá es un país saqueado, abusado, golpeado y
acechado por una cultura yanqui que lo merodea y
logró hacer mella en su población.
Al acecho cultural se le suma la herida abierta
como una puñalada en el estómago del canal de
Panamá, un enclave explotado por todas las po-
tencias mundiales para dejarles solo migajas a los
dueños de casa. Se suman también los paraísos
fiscales donde los rufianes del mundo esconden
sus miserias. La televisión y la prensa que usan y
convidan lentes foráneos. Y un montón de etcéte-
ras más.
¿Dónde está la fuerza, entonces?
Los futbolistas se dan cuenta que esa noche no
se juntaron para ratificar que saldrán a la cancha
con Jaime Pinedo al arco. Ni que la responsabili-
dad de defender con línea de cuatro, de manera
áspera, noble y desordenada, la tendrán Ovalle,
Valloy, Román Torres y Machado, quien cada tanto
agarra la lanza con criterio. Tampoco enunciarán
que, ya por costumbre, Alberto Quinteros -hijo de
albañil y madre tejedora- correrá más que nadie
73
en el mediocampo para auxiliar al Samurái Godoy
(apodo ganado en infinidad de trifulcas), quien di-
vidirá la mitad de la cancha con el Gavilán Gómez
(apodo ganado en infinidad de romances). No se
detendrán en ubicar unos metros más arriba, suel-
to, libre e improvisando, al Mago Bárcenas y su
buen pie, que conduce creativamente el trineo que
es tirado por estos dos caballos purasangre, Blas
Pérez y el Fantasma Torres, que serán punta de
lanza para herir (los más que se pueda) a Bélgica el
18 de junio en el debut en Rusia. Créanme, no se
juntaron para eso. Porque en eso solo describe la
técnica y la táctica de este equipo, pero no resuel-
ve la pregunta.
Pero, entonces: ¿Dónde carajo está la fuerza?
Román, conducido por una energía que descono-
ce, camina hacia su equipo musical de última tecno-
logía y casi sin querer aprieta el botón donde ahora
el acordeón del enorme Victorio Vergara los atravie-
sa enteros. Suena una cumbia ya escuchada infini-
dad de veces por todos, que los remonta a cuando
eran niños y correteaban por su barrio, se agarraban
a trompadas y pateaban todo lo que tuviera forma
de pelota. Ellos gritan de alegría y el Gavilán Gómez
se para, deja su silla y mueve las caderas como no
se enseña en ningún instituto de danza del mundo;
o, mejor dicho, como solo se aprende en los márge-
nes del turbio barrio El Pedregal.
Se canta, se bebe y se recuerda la imagen del
histórico General Omar Torrijos, cuyo rostro, con
total seguridad, estuvo en un cuadro en la pared
de las casas de todos sus abuelos y abuelas negras
junto a la frase “De tú a tú”, que fue la que Torrijos
le gritó a Estados Unidos en la cara antes de recu-
perar el canal de Panamá para su pueblo e impulsar
una política nacional.
Los brazos de las cinco tribus (Pueblo Ngobe,
Kuna Yala, Emberá, Teribe y Pueblo BriBri) que
todavía siembran y conciben a la tierra como un
santuario en las selvas panameñas tocan tambores
rítmicos dándole al patio el matiz de ritual sagrado.
El espíritu de Amelia Denis de Icaza y la poesía de
los de abajo se suma a los gritos. La imagen de la
negra Gumercinda Páez, profesora, dirigente social
y diputada que dio la batalla de hacer visible a las
mujeres más humildes. Las manos de los campesi-
nos que enfundaron machetes para defender sus
tierras de los gringos a principio del siglo pasado.
Todo ese legado se posa sobre los hombros de los
23 jugadores ahí presentes.
La pregunta “¿Dónde está la fuerza?” acaba de
ser respondida e impresa en el cuerpo de los 23.
Ahora sí, de Tú a tú contra el que venga.
Ahora sí, de Tú a tú, ganes o pierdas.
El 18 de junio espera Bélgica. Y en ese instante
previo, cuando caminen por el túnel en dirección
hacia ese césped ruso, con la espalda recta y llena
de historia, Rubén Blades resonará en sus cabezas:
“…Por la esquina del viejo barrio los vi pasar con
el tumbao’ que tienen los guapos al caminar…”
 75

misma fue catalogada por la FIFA como “una victoria poco
probable que se convirtió en un momento clave para el desa-
rrollo del juego del continente”. Luego del triunfo en el de-
but del Grupo 2, siguieron una derrota 1-0 ante Polonia y
un empate sin goles ante Alemania, el campeón defensor.
Con 3 puntos Túnez se quedó a las puertas de la clasi-
ficación pero la actuación sirvió para que África ganara
una plaza para el Mundial siguiente. Además, algunos
jugadores pudieron emigrar al extranjero.
El 24 de junio de 1978, un día antes de la final que Ar-
gentina le ganó a Holanda para adjudicarse su primer
Mundial, Mohamed Ali Akid acordó su traspaso del CS
el embajador saudí en Túnez para reprochar nuestra in-
tención de querer manchar la imagen de sus semejantes
acusándolos de matar gente. Nos ofreció alrededor de
12 millones de dinares tunecinos. Y fue entonces cuando
nos dimos cuenta de que la historia del rayo no era más
que una mentira”, declaró Riadh años después en un pro-
grama radial de Jawhara FM.
“Es una historia increíble, pero el gobierno no quiere
tener problemas con Arabia Saudita”, manifiesta desde
París el periodista Lotfi Wada, miembro del colegio elec-
toral de los CAF Awards, los premios de la Confederación
Africana de Fútbol (CAF) para los mejores del continente.

TUNEZ Sfaxien al Al Nassr de Arabia Saudita. Pero la estadía de

LA DUDOSA MUERTE
DE MOHAMED ALI
AKID: ¿UN RAYO O
DOS TIROS?
POR FRANCISCO JAUREGUI /
ILUSTRACIÓN ANDRES ALVEZ
POCOS SABEN TANTO DE
FÚTBOL AFRICANO COMO
PANCHO JAUREGUI. Y
DENTRO DE SU LOCURA
POR EL FÚTBOL DEL
CONTINENTE NEGRO NOS
TRAE UNA HISTORIA QUE
Akid en tierra saudí no duraría mucho. Y es que el 12 de
abril de 1979, menos de un año después del Mundial,
falleció en circunstancias no muy claras. La versión oficial
fue que murió luego de ser alcanzado por un rayo cuan-
do estaba entrenando con el club saudita.
“La última vez que Mohamed me llamó fue la noche del
10 de abril. Tras cortar sentí algo extraño, sobre todo
porque insistió mucho en el cuidado de Hada y Riadh –
sus hijos-. Al día siguiente no me contactó, cosa que me
preocupó y el 12 de abril conocimos la trágica noticia”,
contó su mujer Mamia a medios de su país.
Sus familiares nunca se convencieron de los motivos
de la muerte, más teniendo en cuenta que el cuerpo fue
repatriado en un ataúd herméticamente sellado y con la
prohibición de abrirlo. Y hasta circuló la versión de que el
cuerpo enterrado no sería el de Akid.
“Cuando murió Akid yo tenía 10 años. Fue un shock para
todo el país. Nunca antes había visto a mi padre llorar de
“Túnez y Arabia Saudita son aliados políticos y comercia-
les desde hace rato. Incluso durante la Primavera Árabe
los saudíes apoyaron al régimen tunecino de todas las
formas imaginables. Lo de Akid no me sorprende. En
general por allá, con ese tipo de casos, no se va nunca
a fondo en la investigación”, sostiene Rashid Ali García,
periodista argentino con base en Emiratos Árabes Unidos
y gran conocedor del mundo árabe.
El 17 de diciembre de 2010, un joven tunecino llamado
Mohamed Bouazizi se prendió fuego a lo bonzo como
forma de protesta ante la opresión del régimen del pre-
sidente Zine El Abidine Ben Ali. Hubo choques entre la
policía y la gente que protestaba por el aumento del des-
empleo, la falta de libertad de expresión y la corrupción
gubernamental. El 4 de enero falleció el joven Bouazizi y
diez días después una manifestación multitudinaria exigió
la destitución de Ben Ali, quien al día siguiente abandonó
el país hacia Arabia Saudita.
Hacia 2012, la familia Akid contrató al abogado Kais Ben

H
asta 1978, solamente tres seleccionados africanos habían
tenido participaciones mundialistas. El primero fue Egipto en
Italia 1934 que se despidió rápido tras perder ante Hungría
PERO ES LA REALIDAD...
por 4 a 2 en la ronda preliminar. En México 1970 fue Ma-
rruecos, que logró el primer punto al cerrar su intervención
en el Grupo 4 con un empate 1-1 ante Bulgaria; antes había
perdido 1-2 con Alemania y 0-3 con Perú. Cuatro años más tarde fue el se-
leccionado zaireño (hoy República Democrática del Congo) que a pesar de
ser el campeón vigente del continente perdió sus tres partidos ante Brasil,
Escocia y Yugoslavia -14 goles en contra y ninguno a favor- y se despidió sin
pena ni gloria para nunca más volver a un Campeonato del Mundo.
Para la cita mundialista en Argentina, el representante africano fue Túnez.
Las Águilas de Cártago, como se conoce a este seleccionado, fue superando
en las primeras instancias a Marruecos, Argelia y Guinea hasta llegar al grupo
final de tres países por un lugar. Nigeria y Egipto los rivales. Las cosas no co-
menzaron bien para los dirigidos por Abdelmajid Chetali que empataron sin
goles, como locales, ante Nigeria. Pero la revancha en Lagos, gracias a un gol
en contra, le dio a los tunecinos la posibilidad de definir el pasaje con los Fa-
raones egipcios. En El Cairo, los locales ganaron por 3 a 2. El 11 de diciembre
de 1977, a Túnez solamente le servía el triunfo.
Mohamed Ali Akid, de cabeza, abrió la cuenta en el Stade El Menzah y final-
mente sería goleada por 4 a 1 y clasificación a Argentina 78 para los tuneci-
nos. Justamente Akid, quien se desempeñaba en la delantera del CS Sfaxien
(307 partidos y 126 goles) era una de las figuras de Túnez. Akid, un 9 golea-
dor y de gran cabezazo caracterizado por un prolijo bigote, había sido clave
para la obtención del Campeonato Árabe de Naciones en 1973 y también
lo sería en el cuarto puesto en la Copa Africana de Naciones de 1978, en
Ghana. Pero su máximo logro a nivel selección fue haber jugado en los tres
partidos de Túnez en el Mundial de Argentina, en el que el 3-1 sobre México
supuso la primera victoria de un representativo africano en los Mundiales. La
EMPEZÓ EN EL MUNDIAL aquella forma”, recuerda Sami Nasfi, fanático del fútbol
DEL 78. PARECE UNA tunecino. “Murió oficialmente por un rayo durante una
CLÁSICA NOVELA NEGRA
sesión de entrenamiento, pero existen controversias
sobre las circunstancias reales de su muerte, incluso se
habla de un problema con un príncipe. No conocemos la
verdad sobre su muerte”, sostienen desde el sitio Footi-
Tun ante la consulta.
En 1984, en un relato titulado “Le mort se reveille” para la
publicación Realités, se da cuenta del testimonio de una
tunecina que trabajó en un palacio de un país de Orien-
te. “Un día, todos los periódicos anunciaron la llegada
de futbolistas de mi país. Mi jefa, una mujer de treinta
años, tan pronto como su marido dejaba la casa, llenó su
habitación de gritos de placer (…) Días después vi a un
hombre acompañado por cuatro guardias que salían de
la habitación de mi jefa. Estaba amordazado e intentaba
escapar (…) nuestro futbolista fue condenado a muerte y
ejecutado. Me quedé en silencio por más de cuatro años.
Ahora que he regresado a casa, puedo decir la verdad”,
FRANCISCO JAUREGUI
dice en resumen el relato firmado por T. Ben M´Rad.
De Suipacha (Provincia de Dos años después del fallecimiento, en declaraciones a
Buenos Aires). Se recibió los medios, Mamia manifestó que no se daría por vencida
de periodista deportivo en en la búsqueda de la verdad sobre la muerte de su mari-
la Escuela de Niembro y do. Tras ello fue amenazada por soldados tunecinos ar-
Araujo en 2009. Creador de mados. El tiempo pasaba y Mamia criaba sola a sus hijos
Sporting África. Ex Clarín Hada y Riadh.
y El Gráfico. Escribió en En 2003 se repitió un hecho similar. En un artículo del
Revista Don Julio, Revista periódico “Al Jomhouria”, se afirmaba que Mamia no
Potrero y Un Picado en el estaba convencida de la versión “oficial” sobre la muerte
Maracaná. de Akid. “Recibimos una llamada que nos sorprendió. Era
Saida, quien logró que se llegue a una exhumación del
cadáver. Cuando Akid murió el presidente tunecino era
Habib Bourguiba (en el cargo desde la independencia en
1957 hasta 1987), pero ni durante su mandato ni duran-
te el de su sucesor Ben Ali (1987-2011) la familia pudo
lograr que se haga la exhumación del cadáver. Tras la pri-
mavera árabe, y la llegada de Moncef Marzouki al poder,
las cosas cambiaron, al menos algo en este aspecto.
Los restos fueron trasladados desde el Cementerio Ba-
drani de Sfax al Hospital Universitario Habib Bourguiba,
donde un equipo forense determinó las causas de la
muerte y si efectivamente eran sus restos, haciendo una
comparación con el ADN de su madre. La autopsia fue
tajante: el cuerpo tenía dos disparos, uno en uno de sus
ojos y otro en el estómago. Riadh Akid nunca negó los
rumores sobre un posible romance de su padre con una
princesa que le habría costado la vida.
Tras la muerte de Akid, el seleccionado tunecino participó
en tres mundiales más: Francia 1998, Corea-Japón 2002 y
Alemania 2006. Pero aún no pudo volver a ganar, sumando
seis derrotas y tres empates entre las tres competiciones.
Ahora, de la mano de Nabil Maaloul, las Águilas de Cár-
tago la tendrán complicada en el Grupo G de Rusia, con
Inglaterra, Bélgica y Panamá. Mientras tanto, la familia
de Akid sigue luchando por la verdad al mismo tiempo
que los autos circulan por la Avenida Mohamed Ali Akid
de la capital y la imagen del 9 tunecino en Argentina 78
sigue viva en los murales de las calles tunecinas y en los
homenajes televisivos que cada 12 de abril se pueden
ver en canales como Diwan y Attesia.
 76
BÉLGICA
HABLA EL IDIOMA DEL FUTBOL
POR DANIEL ARCUCCI / ILUSTRACIÓN ANDRES ÁLVEZ
P
Pfaff. Onomatopéyico nombre de ca-
chetazo tenía aquel grandote de rulos
rubios que defendía el arco de Bélgica
en el Mundial de México ’86. Y… “¡Pfaff!
¡Pfaff!”, le pegó dos veces Maradona en
aquella semifinal en el estadio Azteca,
para despertar a los belgas del sueño de una de sus pri-
meras generaciones doradas.
Click, click, sonaron, como sonaban entonces los ob-
turadores de las cámaras fotográficas para eternizar la
espalda del 10 frente a las miradas aterrorizadas o resig-
nadas del propio Pfaff, de Daniel Veyt y de Stephan De-
mol, y la premonitoria de gloria de Diego. Cuatro años
antes, otro click había fijado en la historia al mismo Ma-
radona, que era otro Maradona aún, de frente a medio
equipo belga, atento para neutralizar la pelota blanca
que estaba por partir de su mágico pie izquierdo. Pero
de revancha, para Maradona, ni hablar. En México ni se
DANIEL ARCUCCI
Periodista. Columnista en “90
minutos de fútbol” y “La llave del
gol” (Fox Sports). Editor en La Nación
Corre. Corresponsal de Soccer Digest
(Japón). En la revista El Gráfico
desde 1983 a 1996, de colaborador a
Subdirector. Secretario de Redacción
del diario La Nación desde 1997 a
2015. Biógrafo de Diego Maradona.
EN SU PRIMERA VEZ CON
ENGANCHE DANIEL ARCUCCI
NOS RECUERDA AQUELLOS
DUELOS MEMORABLES
DE BÉLGICA ANTE LA
ARGENTINA DE DIEGO O
LA DE MESSI EN 2014, Y
CÓMO SU FÚTBOL QUIERE
DEJAR DE SER LA “ETERNA
PROMESA”.
acordaba de lo que había sucedido en España y sólo tres
décadas después de la consagración terminaría de ubi-
car a su rival de dos Mundiales consecutivos en el lugar
que verdaderamente le correspondía: “No sabíamos, en
ese momento, que estábamos jugando contra la mejor
Bélgica de la historia. Nos hicieron un partidazo, hay
que decirlo, y ¿saben qué?, quieren jugarlo de nuevo. En
serio, hace poco me llamaron porque quieren celebrar
aquello, treinta años después, con un amistoso. A mí me
encantaría, me encantaría porque me pareció un equipo
fantástico. Y porque estoy muy agradecido por lo que el
técnico, Guy Thys, dijo en aquel momento: ‘Si nosotros
teníamos a Maradona, ganábamos 2 a 0’. Los tipos ha-
bían llegado hasta ahí haciéndose los boludos. Cuando
les preguntaban, decían: ‘¿Nosotros? Nosotros no tene-
mos nada que perder’”.
Una coartada, seguramente, para afrontar la defensa en
el juicio que, desde entonces, ha sumado años y lleva el
título de “Eterna Promesa” como carátula de la causa.
En la frondosa cantidad de páginas que la conforman
vuelve a aparecer la Argentina y la foto de un argentino.
Schack, schack, deben haber zumbado las modernas
cámaras digitales en Brasil para retratar el número 14 de
Mascherano, pequeño pero enorme haciéndole frente a
los gigantes Witsel y Fellaini, en aquellos cuartos de final
que le permitieron a la selección de Sabella finalmente
“cruzar el rubicón” de los cuartos de final y dejar en esa
cuneta habitual para los dos a los que también buscaban
lo mismo, para igualar de una vez por todas –y superar,
cómo no- la gesta de sus nobles antecesores. Los pa-
ralelismos para los belgas, entonces y también ahora,
surgían y surgen con naturalidad asombrosa. Como en
el tiempo, de atrás hacia adelante: Courtois en el lugar
de Pfaff, un arquero imponente; Kompany en el lugar de
Gerets, defensores con recorrido en clubes de jerarquía;
Hazard en el lugar de Scifo, talentos a veces incompren-
didos para hacer la diferencia; Fellaini en el lugar de
Ceulemans, ya no en la posición pero si en la experien-
cia; Lukaku en el lugar de Claesen, con experiencia antes
y ahora en el fútbol británico… Ya no sólo la prepotencia
de Mascherano sino también el gol de Higuaín los dejó
otra vez en el camino, pero no por eso detenidos en el
medio de la nada.
Había, y hay, una hoja de ruta en esos belgas que pare-
cen fríos, que parecen no tener nada para perder, como
decía el viejo Guy, pero que sienten que “ha llegado el
momento de dejar de lado los libros y escribir nuestra
propia historia”, como dijo en su momento Willmots, el
penúltimo entrenador, al frente en esa ocasión fallida de
hace cuatro años.
Ese mapa empezó a elaborarse, en verdad, después del
fracaso en la Eurocopa 2000, organizada en conjunto
por Holanda y, justamente, por Bélgica. Al mejor estilo
alemán, que más o menos por el mismo tiempo decidió
establecer un método de entrenamiento en busca de un
estilo que diera sus frutos a largo plazo, la Federación
Belga encomendó a uno de sus entrenadores, Michael
Sablon, establecer pautas que le dieran unidad e identi-
dad al fútbol de un país sin unidad ni identidad.
Desde entonces, en la pequeña porción de tierra donde
se enfrenten valones y flamencos, con diferentes idio-
mas y con diferentes ideas de nación –al punto de vivir
sin gobierno durante 451 días, entre 2010 y 2011- esa
selección de camiseta roja empezó a flamear como ban-
dera una idea de juego. Y de pertenencia.
Las indicaciones fueron entonces muy claras: en las ca-
tegorías infantiles los partidos debían ser de 5 contra 5
(los más pequeños) y de 7 contra 7 (los siguientes), con
el objetivo de desarrollar la calidad técnica; en los juve-
niles, todos los equipos debían jugar con el sistema 4-3-
3; finalmente, se instaba a los clubes a integrar a niños
y jóvenes de origen extranjero, chicos de la calle que se
insertaban al sistema a través del fútbol.
De ese programa, de la combinación de esos objetivos,
surgieron nombres como el de Vincent Kompany, que
cuando le preguntan por su nacionalidad responde
“100% belga y 100% congoleño”. Ni valón y ni flamen-
co. Belga. Como Romelu Lukaku, que se fue del Zaire
del dictador Moubutu Sesse Seko o Marouane Fellaini
77
y Moussa Dembelé, con raíces en Marruecos y en Mali.
Witsel nació en Bélgica, pero tiene sangre de Martinica
y nada quiere saber de valones o flamencos. Si, de balo-
nes.
De eso sí hablan entre todos ellos, aunque sea en jerga
deportiva, porque unos no entienden el lenguaje de los
otros. Los que hablan flamenco, un dialecto del holan-
dés, no hablan francés, el idioma de un poco menos de
la mitad de los habitantes, y los que hablan francés no
hablan flamenco, sin soslayar que una parte hablar ale-
mán, pero los Tohmas Vermaelen, los Jan Vertonghen,
los Dries Mertens, los Thibaut Courtois, los Kevin De
Bruyne, los Eden Hazard, los Yannick Carrasco, entien-
den de asociarse en espacios reducidos con un estilo de
juego aprendido casi desde la cuna.
Un mensaje metafórico para quienes viven en un terri-
torio de 30.000 kilómetros cuadrados, dividido exacta-
mente en dos, con dos idiomas y dos ideologías: los fla-
mencos (unos 6.5 millones), separatistas, descendientes
de los neerlandeses y separatistas; los valones (unos 4,5
millones), francófonos y más propensos a la unidad.
Quién se ha ocupado de amalgamar todo eso en los
últimos tiempos, aunque parezca una graciosa contra-
dicción, ha sido un español –catalán, para ser más…
preciso- casado con una escocesa y cuya carrera como
entrenador se ha desarrollado básicamente en las islas
británicas: Roberto Martínez, de él se trata, dedica dos
semanas de cada mes a estudiar flamenco y las otras dos
a estudiar francés, además de haber llevado a su equipo
a ser el primer europeo en clasificarse a Rusia 2018, con
una superioridad abrumadora sobre los rivales más débi-
les y con una eficacia sólo comparable a la de sus rivales
más poderosos. De hecho, igualó el récord de Alemania
en goles convertidos en esa instancia con una impactan-
te media de 4.3 tantos por partidos.
Una formación básica que recorrió ese exitoso camino
fue con Courtois, obviamente, en el arco; Alderweireld,
Vermaelen y Vertonghen como zagueros, con la alter-
nativa de Kompany, perseguido por lesiones; Meunier
y Carrasco por las bandas, más Witsel y Fellaini en el
medio; De Bruyne y Hazard más adelante y Lukaku de
punta.
Resistido sólo en el primer partido –valones y flamencos
se habían puesto de acuerdo en el regreso al puesto del
carismático Willmot-, para Martínez el resto fue avanzar
sin mirar atrás ni a los costados, inculcándoles un senti-
miento de “mentalidad ganadora”, agregado a la irrenun-
ciable posesión del balón, con be larga.
Profundizando la idea original del plan belga, con el
condimento inevitable de su experiencia británica, más
que lógica y coherente teniendo en cuenta que de los
últimos 26 futbolistas convocados, 12 actúan en la
Premier League. Y, si se toma a los 55 que han formado
parte de la rotación, surge el dato relevante de la edad
promedio: entre 27 y 28 años. “La edad perfecta”, dice
Martínez. La edad de la madurez, tal vez. Para que en la
foto que viene no aparezcan aterrorizados, como ante la
pequeña pero inmensa espalda de Maradona en México
86, o amedrentados, como ante la diminuta pero gigante
espalda de Mascherano en Brasil 2014.
De ellos depende.
78
COLOMBIA LA FIESTA EN PAZ
POR CRISTIAN ALARCÓN / ILUSTRACIÓN DIEGO GRECO
CÓMO ES EL CARNAVAL QUE, ENTRE EL AÑO NUEVO Y EL
MIÉRCOLES DE CENIZA, INSTAURA UNA TREGUA DE
PARAMILITARES Y NARCOS EN COLOMBIA.
E
n el mundo entero el combate entre
la vida y la muerte suele ser desigual.
En Colombia suele ser peor. Pero en el
Carnaval de Barranquilla ese previsible
resultado cambia. En la Costa
Caribe la muerte lleva las de perder. Se
la puede ver caminando por el centro del pequeño pue-
blo de Baranoa en el cuerpo de un efebo disfrazado de
esqueleto. Mientras avanza la comparsa Cipote Garaba-
to, La Muerte, diestra en la manipulación de la guadaña,
pelea contra una larga fila de bailarines de sombrero.
Con su atuendo de colores fuertes, ellos se burlan, como
lo hacían los esclavos de los antiguos señores coloniales.
Llevan bermudas de satén negras a la rodilla decoradas
con encajes laterales, una camisa amarilla y una peche-
ra bordada. Usan una capa roja de satén en la que las
mostacillas, las piedras y las lentejuelas arman dibujos de
Carnaval o de fanatismos extraños, como el del mucha-
cho que exhibe con orgullo el escudo de la AFA. Llevan
los rostros pintados de blanco, con un círculo bermellón
en las mejillas.
Así La Muerte pelea con su gancho y el bailarín se de-
fiende con su “garabato”, el azadón que usaban los ne-
gros para el cultivo. En la “danza del garabato” La Muer-
te puede dar brincos en el aire, saltar hacia atrás, hacer
reír a los espectadores, moverse con destreza, bajar a
varios de un solo golpe; pero al final siempre pierde.
La mayor fiesta de Colombia comienza durante los pri-
meros días de enero y, casi sin perder fin de semana, se
acerca al Miércoles de Ceniza, cuando tras el desenfreno
se aquietan los espíritus y los gozadores regresan a sus
faenas habituales. Recién entonces la explosión de goce
sefrena. A estas alturas, en el primer domingo de la cua-
resma cristiana, los participantes comienzan a recupe-
rarse de la bacanal, una de las más intensas del mundo.
Colombia, el país de la guerra, el desplazamiento forzado
por la violencia, la desaparición y el paramilitarismo en
GRUPO G auge, es al mismo tiempo el de la belleza natural y la
música, el de la creatividad, el talento, el son y la rumba.
• POLONIA
Tal el valor cultural de su fiesta que en el año 2003 la
• COLOMBIA Unesco declaró al Carnaval de Barranquilla “Patrimonio
• SENEGAL Oral e Inmaterial de la Humanidad”.
• JAPÓN Durante el Carnaval, al que el último fin de semana asis-
tieron más de un millón de personas, se vive una tregua
79
durante la que la violencia le da paso al sonido de las
gaitas y las tamboras, al frenesí de lo mítico que aquí se
puede tocar, sudar y vivir como real: “la carnestolenda”.
ANSIEDAD DE TENERTE EN MIS BRAZOS
A la ida, en el aeropuerto de Bogotá, los policías adua-
neros son implacables al registrar las valijas, aunque los
que vienen de Buenos Aires se pregunten cómo será
entonces la salida de Colombia. El militar urga como si
fuera a encontrar algo indebido entre la ropa. El vuelo
hacia Barranquilla sale mientras lo perros olisquean has-
ta cansarse.
–Profesión...
–Periodista.
–¿Qué va a reportear?
–El Carnaval.
–(...)
–... de Barranquilla.
–¿Y las cámaras dónde vienen?
–No es para la tele, es para un diario.
–Entonces tome nota hermano, porque cuando termine
no se va a acordar –dice el uniformado “mamando gallo”,
que es la manera colombiana de llamar a la burla. El ae-
ropuerto de Bogotá no parece un no lugar de esos que
apestan a desinfectante –como el de Santiago de Chile,
por ejemplo– sino que huele a café, y a queso. Jóvenes
soldados pasean un cartel que previene al turista de ro-
bos de pertenencias y de niños. Un cartel recomienda no
ser mula, no embarcarse con droga. Pasear por el aero-
puerto El Dorado es entrever la Colombia de los nuevos
ricos volviendo de Miami y Los Angeles, las chicas de
pelos incrustados acompañando a hombres de sombre-
ro, los empresarios de trajes europeos.
Los títulos de los diarios y las revistas hablan de la gue-
rra, de las torturas a los colimbas en el entrenamiento
antiguerrilla, de los paramilitares, y de La Gata –Enilce
López–, una turbia y superpoderosa empresaria de la
costa sospechada de lavar dinero del narcotráfico y de
aportar millones para campañas electorales. En la vís-
pera de Carnaval muchos viajan con sus disfraces plan-
chados, puestos en perchas que se llevan como bolsos
de mano, para ponérselos apenas llegan y entrarle a la
fiesta de lleno.
Ya en el avión Bogotá-Barranquilla, cuando los pasajeros
 80
saborean la fiesta, las turbinas se apagan.
–Ha habido un pequeño inconveniente técnico.
–Mientras no sea una bomba –bromea una mujer negra.
–¡Hijoeputa! ¡No llegamos a la Guacherna! –masculla
John Jairo Bravo.
John Jairo es ingeniero en sistemas y desde hace un año
que vive en Cali, donde se siente extranjero. Colombia
tiene repúblicas culturales de grandes diferencias. Los
bogotanos o cachacos son incomparables a los antio-
queños o paisas, y a los caleños. El tono y la idiosincrasia
varían y los regionalismos generan competencias. Es fácil
escuchar a un cachaco hablar mal de costeños y paisas,
o viceversa.John Jairo se considera un costeño de pura
cepa. Reivindica la alegría y la despreocupación caribe-
ña. Su novia costeña lo espera para correr a la fiesta de
la Guacherna, el precarnaval popular que se hace una
semana antes de la recta final. Tienen dos sillas reserva-
das junto a la avenida 44 por donde desfilarán este año
unas quinientas comparsas y cumbiambas. Pagaron diez
mil pesos –cuatro dólares– por cada una. El ingeniero
da la primera explicación del Carnaval: “El Carnaval de
Barranquilla es alegría, desestrés, olvidarte de todo, pen-
sar sólo en pasarla bien. Es algo que en otras ciudades
colombianas, como Cali, no ves. En Cali, cuando uno
sale, se tiene que cuidar de no equivocarse de mujer. Si
respondes a la mirada de una mujer de otro, te puedes
morir. En un solo año vi seis crímenes en persona y una
vez me salvé por un minuto de no estar en el lugar de las
balas. En Barranquilla puedes bailar con quien quieras,
nadie te va a matar”.
SE VA EL CAIMAN
Barranquilla es un enclave comercial de 600 mil habitan-
tes, boulevares de palmeras y calles anchas que lidera el
Departamento del Atlántico, ubicada en el extremo su-
perior izquierdo del mapa colombiano, entre Cartagena,
al sur, y Santa Marta, al norte. Fueron ésas las dos ciu-
dades coloniales en las que se organizaron los primeros
carnavales, importados desde Europa con la llegada del
colonizador.
“Esta es una herencia de esos otros carnavales munda-
nos que trajo la colonia y de las fiestas de los territorios
internos del río Magdalena”, explica la antropóloga
barranquillera Margarita Abello. “Está construido visual-
mente en lo colonial y musicalmente en las comunidades
rurales. Cuando sobreviene la república, con Simón
Bolívar, Barranquilla pasa a ser el enclave capitalista de
la Costa Caribe y Cartagena entra en decadencia. Ba-
rranquilla se volvió el destino de todo tipo de migrantes
y terminó siendo el espacio de la fiesta heredada de lo
colonial y lo rural.” La primera imagen de la fiesta es un
chico que sale del baño del avión con la cara pintada
de blanco, el sombrero y la capa. Luego sabría que era
Nadim, uno de los Cipote Garabato. Llegaba tarde a la
Guacherna, la fiesta en la que se anuncia el Carnaval. En
el siglo XIX, en el Barrio Abajo, los vecinos tocaban un
instrumento parecido a la matraca conocido como “gua-
che”, llamando así a preparar las danzas. Es el único des-
file que se hace de noche, a la luz de faroles, y en el que
se tolera el “desorden” de los bailarines, cierta invasión
del público a la explanada por la que circulan los disfra-
ces y las carrozas. “Faroles de lucero, girando entre la
noche, la brisa es un derroche de sones cumbiamberos,
locura de colores, las calles de Curramba, tambores de
parranda, ahí viene la Guacherna”, se escucha que ento-
na el grupo Vecinos de Nueva York tras la aparición, ele-
vada en su trono de reina, de Estercita Forero. Estercita
es una leyenda: lleva 92 años en este mundo y no termi-
na de cansarse del baile que la ha hecho vivir hasta acá,
sobre todo desde 1974, cuando vio en Santiago de Cuba
el precarnaval que había disfrutado en su infancia ba-
rranquillera y decidió retomar esa fiesta. Unas seis filas
de sillas y luego el gentío, pacífico y tranquilo, amuchado
en torno de la avenida. De cuando en cuando alguien se
zarpa con la espuma y los danzantes se salen de lugar
para hacerlos bailar a ellos, porque en Carnaval, dicen,
no hay diferencia entre actor y espectador. El olor de la
comida callejera, brochetes de papas diminutas y chori-
zos, e mezcla con el olor acre de la espuma que bautiza
para el resto de los días: todo se vende, el Carnaval tam-
bién es una enorme feria de comercio y una fuente de
ingresos para la ciudad. “El reconocimiento de la Unesco
al Carnaval ha dado mayor valor a la fiesta y genera la
posibilidad de ampliar horizontes a nivel turístico. Según
estudios de Fundesarrollo –un centro de investigación
regional–, el barranquillero promedio puede llegar a vivir
seis meses de lo que recoja en precarnaval. Se podría
convertir en una industria cultural sólida”, dice Priscila
Celedón, politóloga local, al borde de la Guacherna que
pasa ante sus ojos. La noche se hace corta. Este cronis-
ta, invitado por la Cámara de Comercio y la Fundación
Plataforma K –un proyecto para promocionar el diseño
costeño y no un ala más de la política presidencial, como
podría indicar el nombre en estas pampas–, sólo estará
por cuatro días en la ciudad. La llegada tarde de la Gua-
cherna obliga a buscar el Carnaval más allá, sin demora.
GARABATOS
El sábado, después de una presentación de las diseña-
doras de la región que venden sus modelos en Miami y
Nueva York, los periodistas en contigente son llevados a
un adelanto del Carnaval de los Niños al shopping Coun-
try Plaza. Los esperan con cerveza y regalos.
En una playa de estacionamiento se preparan los niños
de Cipote Garabato. Adelante van las “marimondas”, el
símbolo por excelencia del Carnaval. Es el personaje
más popular, una tomada de pelo a la pobreza que na-
ció con los borrachos de la década del ‘40 dispuestos a
participar de la farra. “Se supone que es un hombre de
la calle, pobre, que se moría de ganas de ir disfrazado al
Carnaval. Entonces se ponía el saco al revés, la corbata
vieja y una bolsa de papel a la que le hacía los ojos gran-
des y le pegaba orejas de elefante. En la nariz colgaba la
marimonda, algo que tiene que ver con el animal que se
ve en el monte, un mico orejudo, y con el falo, que es el
símbolo por excelencia del Carnaval”, explica Humberto
Fernández Pernet, director de la corporación Cipote
Garabato, acaso la más bella y organizada de esta fiesta
pagana.
Las marimondas niñas se detienen y se pelean, coreo-
gráficas. Se tiran al piso en hileras y levantan las patitas
amarillas moviéndolas como ciempiés tumbados. La
cumbiamba de morenos con tamboras y gaitas avanza
dándoles el ritmo desde atrás. Amalfi Gaviria, una abo-
gada de 33, acompaña a su hija de 6. “Si quieren enten-
der el Carnaval tienen que vivirlo, no hay otra manera,
por eso el lema es quien lo vive es quien lo goza”, dice.
Hace tres meses que comenzaron los ensayos. Ella lleva
la vida en esto. Su hija y hasta sus nietos la sucederán,
dice. Por un boulevard de palmas, las pequeñas mari-
mondas dan todas juntas un saltito adelante y gritan:
¡Hey! Otro atrás: ¡Hey! Son amarillas y azules, de manos
blancas. Adelante avanza de enterito, La Muerte Niña.
De súbito, sigilosa, por atrás, ataca con su guadaña al
extranjero.
“El único lugar donde la muerte pierde ante la vida es
aquí –dice Humberto–. Ese es el pensamiento del ba-
rranquillero, el de la alegría que le gana a la tristeza.” A
los garabatos y las marimondas los siguen unos cincuen-
ta pequeños payasos, otro de los iconos. La iconografía
del Carnaval es una fiesta en sí misma. Desde animales
salvajes a personajes de la política internacional. Mul-
tiétnica, en la rumba de las rumbas se mezclan lo africa-
no, lo criollo y lo indígena.
BARANOA
El último tramo de este fresco es un viaje al “Carnaval
del Recuerdo”, en el pueblo de Baranoa, de la mano de
Cipote Garabato, la comparsa dirigida por Humberto,
sobre un viejo bus lleno de una vitalidad extrema. La
timidez del cronista dura tan poco como la abstinencia
de alcohol recomendada por los médicos. La comparsa
grita como una tribuna: “Apenas estamos comenzando la
fiesta/ apenas estamos comenzando a beber/ porque el
que bebe... ¡Se emborracha!/ Porque el que se emborra-
cha... ¡Se duerme!/ El que se duerme...
¡No peca!/ El que no peca... ¡va al cielo!/ Puesto que al
cielo vamos... ¡Bebamos!”. El ron y el aguardiente circulan
durante el recorrido por el camino recto que nos saca de
la ciudad.
Los danzarines tienen una alforja de raso negro integra-
da al disfraz. Allí va la petaca, generosa con el forastero.
Edgard, a quien llaman “Suspirito”, pinta de blanco la
cara morocha del “argentino”. Los miembros de Cipote
Garabato son profesionales jóvenes, de familias de cla-
se media de Barranquilla. Edgard es administrador de
empresas; su pareja de danza, Elvia, una mujer hermosa,
alta y abstemia a la que le dicen “Pulla Nubes”, es inge-
niera mecánica. Eduardo, La Muerte, estudia finanzas
internacionales. Son cuarenta minutos, no más, pero al
llegar al pueblo de tres mil habitantes y calles de tierra,
hasta para el periodismo extranjero, la razón deja de
primar.
Mientras los Cipote Garabato se organizan en filas de
hombres y mujeres bajo el mando de dos “caporales”
que coordinan la danza, Edgard y Nadim me guían por
entre el resto de los grupos que desbordan Baranoa. Los
más antiguos son unos muchachos de rojo y azul, “Los
Arlequines de Sabanalarga”, otra ciudad costeña. Joan,
un recién salido del bachillerato, ya lanza fuego por la
boca con destreza. ¿Cómo nace el Carnaval? “El Carna-
val nace de uno mismo. Si la gente está apagada, no hay
carnaval”. Joan explica que su traje de arlequín surgió de
81
los antiguos diablitos de la fiesta de Corpus Christi. Joan
viaja durante enero y febrero con su cara pintada por
los doce municipios del Departamento Atlántico, siendo
“otro” en cada escena.
“El principal elemento carnavalero es la inversión de los
roles de los hombres. El segundo elemento es la posibili-
dad de transformarse, a sí mismo, a través de la máscara,
del otro yo, y del propio yo. Lo siguiente es el trance, el
paso de la danza al paroxismo.
El Ser se deja llevar por el ritmo de la tambora, el de la
gaita y los clarinetes, hasta dejar de ser el de siempre”,
explica en su libro El Carnaval, la segunda vida del pue-
blo, Edgard Rey Sinning, costeño. Los cumbiancheros del
11 de Noviembre se vuelven a cruzar con el argentino
ya iniciado el recorrido por las calles, ya vaciadas las pri-
meras botellas de aguardiente y ron. “Ya no es cronista,
es ronista”, dice Tavo, el “mamador de gallo”. Así avanza
el argentino, entre los Cipote Garabatos. Y así lo invitan
a pasar a sus casas, a brindar, a conocer a sus hijos, sus
madres, sus mujeres. Uno de los Cipote pasa con otro a
cuestas sosteniéndolo. “La pálida...”, describe. “¡Argen-
tino! ¡Venga pa’ ca!”, grita un morocho alto y de la mano
lleva al forastero a su casa. “¿Cuántos kilos quiere que
le lleve a Buenos Aires?”, mama gallo. “Ustedes siempre
con ese verso. No mienta en Carnaval.” “No es mentira,
señor. Estuve en Panamá, en Venezuela. El colombiano
es muy arriesgado, tú sabes.” El amigo narco es apenas
una introducción a esa casa de patio interno soleado. En
la vereda una mujer preside los festejos. Y varios niños
entran y salen tirándose harina a los ojos. El patrón,
zambo de ojos verdes, le pide al desconocido que se
quite los lentes oscuros, para saber si puede confiarle su
historia. De mirada fuerte, decide que sí, que el visitante
puede preguntarle.
–¿Oficio?
–Guardaespaldas.
–¿De quién?
–Del jefe.
Sergio ríe de la verdad e invita a quedarse. Pero la
comparsa de los Cipote se pierde por la calle 13 y, bajo
promesas de regreso, este extranjero se retira. Más ade-
lante van las mujeres de máscaras negras de bocas rojas
exageradas y vestidos a lunares rojos, con bandejas de
manzanas confitadas en los brazos. Luego, don Wilfredo
Morales, de capa y turbante, al frente de la comparsa
Perro Negro desde 1979, explica las danzas que vinieron
de Africa: el Congo, el Torito y, al final, el Perro Negro.
Los rostros de los espectadores son pura risa. El final del
desfile llega con el final del pueblo, aunque Baranoa pa-
rezca el lugar sin límites. Prisciliano Consuegra tiene 70
años y es feliz, dice, entre esta muchedumbre que bor-
dea las calles para verlo pasar junto a su comparsa del
Barrio 11 de Noviembre. “El pueblo está muy contento.
Ha vuelto la fiesta, y cada vez más fuerte”, dice. Aunque
le gustaría que a Baranoa, “el corazón alegre del depar-
tamento”, no le faltara el agua ni le sobrara violencia
entre sus jóvenes, hoy es un hombre lleno de optimismo.
“Fíjese lo que dice cuando parte el desfile.” Elcartel reza:
“¡Ay Dios mío! ¡Ojalá todos los días sean de Carnaval!”.
En esa alegría que don Prisciliano pregona se lee la tre-
gua que significa la gran fiesta para los costeños, y para
 82 83

el país. “Barranquilla nunca fue

parte de encomiendas de la colonia,
fue un ‘sitio de libres’, una ciudad

GRUPO
que no fue fundada”, explica un
sociólogo costeño, consultor inter-
nacional.

H
“Cuando un esclavo se escapaba y
llegaba a aquí, ya no le pertenecía
a nadie, podía negociar, no pagaba
impuestos. Barranquilla y la Costa
han sido un espacio para dejar ha-
cer, un espacio neutral, un espacio
tácito de tregua. Incluso en los peo-
res momentos del narcotráfico y el
paramilitarismo el Carnaval se pudo
hacer sin miedos. Hemos aprendido
a vivir en masa sin matarnos.”

POLONIA COLOMBIA SENEGAL JAPÓN

CRISTIAN ALARCÓN FIXTURE

Autor de los libros Cuando me muera quiero 19/06/18
que me toquen cumbia, Si me querés, quereme
transa y Un mar de castillos peronistas.
Escribió en Página/12, Revista TXT y Crítica 09:00 Hs
de la Argentina. Es maestro de la Fundación
Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI).
Actualmente dirige la revista Anfibia de la
Universidad, la Agencia de Noticias Judiciales 12:00 Hs
(www.infojusnoticias.gov.ar) y Cosecha Roja, la
Red de periodismo policial de América Latina
(www.cosecharoja.org). Es profesor en la
Facultad de Periodismo y Comunicación Social 24/06/18
y director del posgrado en Periodismo Cultural
de la Universidad Nacional de La Plata
12:00 Hs

09:00 Hs

28/06/18

11:00 Hs
DIEGO GRECO

Diego Greco nació en Banfield en 1979. Es

11:00 Hs
historietista e ilustrador.
En la actualidad publica la historieta Tiburcio
en la revista Billiken junto a Alejo Valdearena,
con quien también trabajo en Alienigena,
publicado por Comic.ar, Desde 2007 dicta
clases de ilustración e historieta junto a Luis
Czerniawski en la escuela X-Arte!
 84
POLONIA
POLONIA Y LA CASA DE LOS SUEÑOS
POR JULIO MARINI / ILUSTRACIÓN DIEGO GRECCO
LATO, BONIEK Y DEYNA LE GUIÑARÁN UN OJO A
LEWANDOWSKI QUE SERÁ DUEÑO DE UNA ILUSIÓN A LA QUE
NADIE PUEDE PONERLE LÍMITES; EL RELATO DE JULIO
MARINI INVITA A CONOCER CÓMO Y POR QUÉ LA PELOTA
PUEDE ALIMENTAR A LOS POLACOS QUE AÑORAN TIEMPOS DE
ALEMANIA 74 Y ESPAÑA 82
U
na de las cosas más maravillosas que tiene el fútbol es
que los sueños no están prohibidos para nadie. Ningún
amante de este juego queda excluido a la hora de fan-
tasear con que sus héroes los lleven al Olimpo. A ese
lugar donde podrán compartir una jornada de banque-
te futbolero con los más grandes. Aunque sin dudas
en el fútbol mundial al Olimpo, llegan generalmente los más grandes
o poderosos. En este juego, convertido en deporte y devenido en
negocio, es una ecuación casi inamovible. Desde
1930 hasta hoy. Desde aquel Mundial primero en
Uruguay, hasta el último en Brasil 2014. Los libros
dicen que casi siempre fue así, y esta vez en Rusia,
será así.
Pero como lo más lindo del fútbol son los sue-
ños, además del juego que muchas veces materiali-
za sueños, por qué quitarle a los polacos la ilusión.
Pero, ¡de qué ilusión hablamos! Si han jugado 7
Mundiales de los 20 disputados hasta ahora. Si en
las nóminas históricas de sus futbolistas aparece
mayoría con un fisic du rol (physique du role) más
similar a compañeros de Lech Walesa en los asti-
lleros de Gdansk que al exquisito Kazimierz Deyna,
aquel volante que le robó la pelota a Argentina en
el Mundial de Alemania 74, y el que sucumbió ante
Fillol, que le detuvo el penal en Argentina 78.
Bueno, soñar no cuesta nada. Y en fútbol menos
aún. Si no, los polacos pueden remitirse a junio de
1974, cuando tímidamente ensayaron un sueño,
que terminaría en el hito inicial de su década glo-
riosa en el fútbol mundial. Es verdad que venían de
obtener la medalla de oro en los Juegos Olímpicos
de Munich 72, pero un Mundial es otra cosa. Más
aún para quienes no tienen demasiada historia do-
rada en este juego.
Y fueron la gran sorpresa, atracción y hasta te-
mor de sus eventuales rivales. Caer apenas 1-0 con
el que sería campeón, Alemania Occidental, y ven-
cer al defensor del título, Brasil, por el tercer pues-
to, obligó al aplauso y al reconocimiento. Esa Copa
del Mundo sorprendió desde dos protagonistas.
Obviamente Holanda, el creador de un estilo y una
forma de sentir el juego. Y Polonia, la antítesis de
los vestidos de naranja, pero un culto a la fortaleza
y practicidad con la pelota y sin ella. Pero a pesar
de eso, el crédito no era ilimitado. Y si bien en Ar-
gentina 78 cayeron en segunda ronda, alcanzaron
un quinto puesto llamativo.
Pero como los sueños pueden ser inmensos
aunque los créditos sean limitados, faltaba el gran
cierre de la década para los polacos.
A España 82 llegaron sus goleadores Lato y
Szarmach con más de 32 y 31 años. Pero en los
sueños siempre aparece un héroe. Si en definitiva
los sueños en el fútbol son eso, héroes sin tiempo
JULIO MARINI
Una de las plumas más destacadas del medio nacional que
durante 33 años trabajó en Clarín. Fue Secretario de Redacción
en el diario la calle Piedras por 17 temporadas y ahora sigue
marcando una huella como Director de la Diplomatura en
Periodismo Deportivo a Distancia de Tea y Deportea.
85
ni límites. Y fue entonces el momento de Zbigniew
Boniek, un crack con la pelota y agallas de guerre-
ro, tanto cuando había que cuidarla como a la hora
de recuperarla.
La realidad de aquel sueño le dio el segundo
bronce a Polonia, con un tercer puesto más que
merecido. Todo con mucha lucha, con pinceladas
de talento y gol de ese Boniek y mucho de pelea,
como los laburantes de los astilleros de Gdansk,
del resto. Un ciclo memorable tenía la mejor co-
secha de la historia para los polacos. Un ciclo que
había comenzado 12 años atrás, cuando Kazimierz
Górski fue nombrado entrenador de la selección.
Con él se hilvanaron medalla de oro y plata en
Juegos Olímpicos y el tercer puesto en Alemania
74. Pero más allá de los éxitos en el podio, el fút-
bol polaco dio una muestra de superación en el
contexto mundial. Se presentó y anunció que iba a
disputar allá arriba.
Y así fue hasta España 82. Cerraba de alguna
manera Polonia la década más gloriosa en su sufri-
da, y sin destellos, historia en la historia del fútbol
de los mundiales.
Desde Francia en 1938 tuvieron que esperar 36
años para que los sueños se convirtieran en una
realidad con forma de admiración del fútbol inter-
nacional. Nadie elogiaba a un paradigma del juego,
pero si se reconocía a quienes se anotaban en las
grandes páginas, casi de la nada.
Los números que no gobiernan al fútbol (o no
deberían, según creemos), indican que desde aquel
tercer puesto de España 82, pasaron otros 36 años
con muy poco para destacar. En México 86, Co-
rea-Japón 2002 y Alemania 2006.
¡Es imposible! diría la cátedra del fútbol
Pero para los sueños nada es imposible. Los
hinchas polacos pueden pensar que el próximo 19
de junio, cuando enfrente a Senegal en el debut,
tal vez Robert Lewandowski gane la elección de
cara o ceca, y saque Polonia. Y la gran figura del
equipo y máximo goleador histórico de Polonia,
antes de mover la pelota mire hacia atrás y vea a
Deyna, y luego les guiñe un ojo a Lato a su derecha
y a Boniek a su izquierda.
¡Y si no alcanza qué importa! Si todos los polacos
comparten otra vez el mismo sueño, basta y sobra…
 86 87

todo eso no fuera suficiente, en diciembre del año pasa- 2011; Titi Camara fue ministro en Guinea, como lo
do, el “efecto Weah” le dio un estímulo más. es José Zeballos en Ecuador; Romario es candidato
Muy cerca de Senegal, en Liberia, George Weah, a gobernador de Río de Janeiro, y Kaká Kaladze es el

SENEGAL ex delantero de Mónaco y Milan, ganó las elecciones

presidenciales de fines de 2017 y se convirtió en el
nuevo mandatario del país. Era la primera vez en la
LA GENERACIÓN DORADA historia que un jugador de fútbol tan famoso lograba
DE SENEGAL acceder al máximo cargo ejecutivo de una nación; y la
investidura tuvo repercusión mundial. En Dakar, por
POR FERNANDO DUCLÓS / ILUSTRACIÓN DIEGO GRECO sus aspiraciones políticas, a El Hadji le empezaron a
decir “el nuevo George”.
Ni Weah ni Diouf son, sin embargo, los únicos
futbolistas que decidieron cambiar botines por za-
EL PERIODISTA FERNANDO DUCLÓS VIAJÓ POR EL
CONTINENTE MÁS OLVIDADO DEL MUNDO Y RECOPILÓ SUS patos e incursionar en las lides de la retórica y los
EXPERIENCIAS EN EL LIBRO “CRÓNICAS AFRICANAS”; contactos. Hakan Sukur, otra de las grandes figuras
SENEGAL TUVO UNA SELECCIÓN QUE DESLUMBRÓ EN 2002 Y del Mundial 2002, es parlamentario en Turquía desde
ELEVÓ A UN GRUPO DE FUTBOLISTAS, UNO DE LOS CUALES
CRECE EN LA POLÍTICA INTERNA DEL PAÍS.
alcalde de Tbilisi, capital georgiana. Ahmed Ben Bella,
histórico líder de la revolución argelina y primer presi-
dente de la Argelia independiente, había jugado para
el Olympique de Marsella en 1940.
Luego de la onda expansiva generada por la vic-
toria de Weah, y por lo parecido de sus trayectorias,
Diouf comenzó a ser mirado con otros ojos por los
escépticos. Y como para dejar en claro que lo suyo va
en serio, remarcó: “La política es un compromiso para
defender mejor los intereses de los jóvenes senegale-
ses y africanos, que están muriendo en las rutas y en
el mar yendo hacia Europa, reducidos a la esclavitud
en Libia; y para aquéllos que están en otros países,
quieren retornar y no tienen cómo”.
En una exhibición de oratoria más depurada que en
sus inicios, añadió: “Me comprometo a ser la voz de los
sin voz. Mientras, trabajo con inversores extranjeros
que quieren venir a África a crear empleos para jóve-

E
El Hadji Diouf ya no usa más el cabello
platinado. Ahora, elegante y refinado,
cubre su cabeza con un sombrero de
ala corta, lleva anteojos a la moda, un
aro en su oreja derecha y viste con la
jactancia de los africanos que pueden
comprar en Europa. El hombre que con su velocidad y
desenfado deslumbró al mundo en 2002 es político en
Senegal, su tierra natal, y por eso debió adaptar su ves-
tuario a los mítines, proclamas y salones.
Diouf formó parte de aquella selección que hace die-
ciséis años, en el Mundial de Corea y Japón, sorprendió a
propios y extraños al vencer a Francia en el partido inau-
gural. El triunfo 1-0 en Seúl ante el antiguo colonizador
y último campeón mundial y europeo, que contaba con
Zinedine Zidane, Thierry Henry y David Trezeguet, fue,
probablemente, una de las más resonantes victorias afri-
canas de todos los tiempos y lanzó a la fama los futbolis-
tas –hasta entonces casi ignotos- nacidos en el Sahel.
Tras derrotar a Les Bleus, Senegal empató con Dina-
marca y Uruguay y avanzó a la fase final. Vencedor de
Suecia en octavos de final, acabó su camino ante Turquía
en cuartos y así rubricó una de las mejores actuaciones
africanas en la historia de un Mundial. Esa Generación
Dorada, aquellos jugadores que formaron parte de la
gesta, sigue influyendo hasta hoy en el rumbo del país de
África Occidental.
Aliou Cissé, el capitán del equipo, es el entrenador
que clasificó a Senegal a su segundo Mundial. Su cuerpo
técnico lo integran tres de sus compañeros en 2002: Tony
Silva, Lamine Diatta y Omar Daf. Henri Camara y Khalilou
Fadiga son empresarios. Y Diouf, tal vez el más recordado
por su juego y por su look, se volcó a la política junto al
presidente Macky Sall.
Tras haber descollado en Corea y Japón, Diouf fue
transferido al Liverpool inglés, en el que nunca logró
desplegar todo su potencial. Pasó luego por varios clubes
británicos y se retiró en 2015, a los 34 años, en el fútbol
de Malasia. Un poco antes, en 2012, Sall había llegado a
la presidencia de Senegal al derrotar en las elecciones al nes, como parte de de una transferencia de tecnología.
viejo líder Abdoulaye Wade. Vamos a formar jóvenes en mecanización agrícola: sólo
Cuando colgó los botines, Diouf regresó a Dakar, ca- pueden haber consecuencias positivas, ya que venimos
pital de Senegal, en donde es considerado un héroe des- a ser parte de la solución y no del problema”.
de aquel Mundial. De a poco, la política lo fue atrayendo. En Senegal no es extraño que alguien formado
Y así, en 2017, se convirtió en embajador de buena vo- fuera de la política partidaria irrumpa como un “out-
luntad y en consejero deportivo del gobierno de Sall. “El sider” en el escenario electoral. El famoso cantante
presidente me llamó y me dijo que quiere que lo ayude: Youssou N’Dour, de hecho, fue candidato en las
yo soy un ejemplo para los jóvenes, que creen en mí”, dijo elecciones de 2012 y clave en la victoria de Sall, ya
en junio de ese año a la BBC. que la alianza entre ambos terminó de derrotar al
En esa misma entrevista, se refirió incluso a un anti- viejo Wade. Si Diouf seguirá su camino, o el de
guo enfrentamiento con Steven Gerrard, compañero en Weah, sólo lo dirá el tiempo. El ex platinado es
el Liverpool y rival de larga data, con la clara consciencia experto en sorprender al mundo, y por eso
de que en la arena política africana, enfrentarse de igual a ninguna posibilidad
igual con un europeo, y más con un francés o un inglés, debe descartarse,
otorga siempre buenos réditos: “‘Stevie G’ fue un muy ni siquiera la de
buen jugador. La gente se acuerda de él en el Liverpool, verlo en unos
pero nunca hizo nada por su país. Yo soy el Señor El años con una
Hadji Diouf, el Señor Senegal: él es el Señor Liverpool, y banda amarilla,
debe saber que Senegal es mayor que Liverpool”. roja y verde atra-
“Pusimos a Senegal en el mapa. Antes del Mundial vesando su pecho
nadie conocía nuestro país, pero después todos que- en el Senado de
rían saber dónde quedaba. Lo que Maradona hizo por su país.
Argentina, yo lo hice por Senegal”, afirmó sin pudor. Y
recordó lo que, con los años, se terminó configurando
como una plataforma política ideal: “Fuimos colonizados
por Francia, y por eso vencerlos fue increíble. Antes del
partido, ellos decían ‘el equipo suplente va a jugar contra
el titular’, ya que la mayoría de nosotros estaba en la liga
francesa, y nosotros respondimos: ‘Tengan cuidado antes
de matar al león…’”.
Dueño de un gimnasio en Dakar e inversor en un
diario deportivo, Diouf se le fue animando cada vez más
al juego político y supo cómo aprovechar la popularidad
que posee en Senegal, así como el enorme capital sim- FERNANDO DUCLÓS
bólico que por siempre le otorgarán aquel triunfo ante Fernando Duclós es corresponsal en Brasil de la agencia
el antiguo amo –“La segunda independencia”, según lo alemana DPA. Antes, trabajó en diversos medios de
llamaron algunos periódicos- y el hecho de haberse des- Argentina, Colombia y Venezuela. En 2014 viajó nueve meses
tacado en la fría y siempre hostil Europa. Pero, como si por 14 países de África y en 2016 integró el equipo oficial de
prensa de los Juegos Olímpicos realizados en Río de Janeiro.
 88
POR CARLOS ARASAKI /
ILUSTRACIÓN DIEGO GRECO
A
caso
el mayor
mérito de
Félix es haber
trascendido la cabeza
de Hayao Miyazaki. Hubiera
deseado el genial cineasta darle vida a las aven-
turas de este argentino de 30 años, pero cuando
todo comenzó, el japonés ya estaba gestando otro
éxito. En 2000, mientras Félix González Dalmas se
marchaba junto a sus padres y su hermana a Esta-
dos Unidos para anticiparse a la crisis, el fundador
de Studio Ghibli inició la producción de “El viaje de
Chihiro”, la película más taquillera de la historia del
cine japonés.
El film ganador del Oscar a la mejor película ani-
mada en 2002 cuenta los sucesos de Chihiro, una
niña de nueve años que durante una mudanza que-
da atrapada en un mundo mágico y sobrenatural, en
el que deberá luchar para obtener su libertad y la
de sus padres y así poder retornar a su realidad.
La realidad de Félix lo ubica nuevamente en Ja-
pón, esta vez por la inminencia del Mundial de
JAPÓN
TAN NACIENTE
COMO EL SOL
“EL JAPO” CARLOS ARASAKI
JUEGA EN ENGANCHE
DESDE SIEMPRE. Y EN SU
CONSTANTE IDA Y VUELTA
CON LA TIERRA DE SUS
ORÍGENES CONSIGUIÓ ESTA
HISTORIA INCREÍBLE.
ESCRIBE SOBRE FÉLIX, ESE
ARGENTINO AMIGO SUYO
QUE HOY ES EL TRADUCTOR
Y COMPINCHE DEL CRACK
NIPÓN KEISUKE HONDA.
Rusia. Allí llegó junto a Keisuke
Honda, figura del seleccionado nipón
y a quien asiste personalmente. ¿En qué
consiste su tarea? “Es difícil definirlo. Soy
traductor, intérprete, investigo, lo acom-
paño a reuniones, colaboro con la venta de
derechos de imagen, manejo sus redes so-
ciales y soy el nexo con su gente de marketing. Un
poco de todo”, cuenta desde el otro lado de la línea.
Para entender cómo llegó a ser su asistente, hay
que desandar un camino similar al de Chihiro en el
largometraje, un itinerario en el que la madurez, el
amor y la adversidad siempre fueron protagonistas.
El poeta costarricense Isaac Azofeifa escribió algu-
na vez: “todas las estrellas han partido, pero nunca
se pone más oscuro que cuando va a amanecer”. Y
en esos horizontes sombríos a los que se enfrentó
Félix, siempre afloró un sol naciente.
“Mis viejos dicen que mi alma es japonesa” –
comparte el hijo de Eduardo y Alejandra. “Cuando
llegamos a Estados Unidos, la primera persona
que nos ayudó fue una señora de origen japonés.
Empecé con el fútbol gracias a que uno de sus
hijos jugaba. Nos guió mucho”. González Dalmas
continuó mejorando y briiló como delantero en los
equipos de la Universidad de Northridge primero y
San Marcos después, al tiempo que estudiaba an-
tropología. Pero quería más.
A los 20, viajó a probarse a España, donde lo
ayudaron Larry y Silvia, unos amigos de la familia.
Quedó en Castellón y Hércules, pero la visa y los
problemas contractuales le estancaron la carrera.
Llamó a Tashi, un amigo japonés que había
conocido en la universidad, para que lo ayude a
conseguir club en Japón y este llegó hasta Hiro-
yuki Honda (N.d.R: hermano de Keisuke, jugó seis
partidos en Temperley en la 2004/2005), que se
iniciaba como representante. Con el tiempo y tras
ese contacto inicial, Tashi terminaría trabajando con
la familia Honda.
En Japón, Félix aprendió a conocerse a sí mismo
más que en ningún otro lado. Sufrió el frío del clima
y el de la soledad, pero con 22 años se aferró fuerte
a la manta que cobijaba sus sueños.
“Siento respeto, admiración y gratitud. No es
mi país, pero adoro su cultura y su gente. Con el
idioma se aprende a pensar distinto. Si bien en el
diccionario pueden ser iguales, al hablar cambia y
las palabras no tienen el mismo efecto. Mucho de lo
que adopté aún lo tengo pegado en la personalidad.
Me lo dice Honda y me lo dijeron varias veces en
Japón”, reflexiona el joven criado en Moreno.
Allí, donde Chihiro descubrió el amor, Félix
también se enamoró y se dejó abrigar por ese
sentimiento. Conoció a Michiko, una japonesa de
madre trinitense que era hermana de uno de sus
compañeros de equipo y desde entonces compra-
ron pasajes para dos: “Michi ha sido un soporte
enorme. Si hoy estoy donde estoy, mucho tiene
que ver ella. No se lo digo tanto como debería,
pero le estaré siempre agradecido porque me apo-
yó incondicionalmente”.
Futbolísticamente, Japón no fue lo esperado
y tras jugar en la tercera y cuarta categoría, Félix
tomó junto a Michiko una decisión temeraria: die-
ron media vuelta al mundo para que él siguiera su
carrera en Plaza Colonia. En Uruguay, las promesas
incumplidas terminaron en la costa rioplatense y ahí
sintió por primera vez que el fútbol le soltaba las
piernas para siempre. La pareja barajó dos posibili-
dades, pero desistió de volver a Japón y se mudó a
Buenos Aires.
“En Argentina empezamos otro proyecto. Desde
el día que decidí no jugar más, pasé ocho meses sin
saber qué hacer. Estudié medicina, enseñé inglés,
probé todo. Y empecé finalmente el curso de direc-
tor técnico. Para entonces, Michiko había consegui-
do trabajo y tuvimos otra bendición: elegimos un
departamento que quedaba cerca de un centro uni-
versitario de la colectividad japonesa. Nos hicimos
amigos de esos chicos y si nos quedamos tres años
en el país fue por ellos”.
El año pasado, Keisuke Honda buscaba un asis-
89
CARLOS ARASAKI
Periodista y docente. Anduvo
por Clarín, Secretaría de Deporte
de la Nación, Augol, Revista Fox
Sports y Pasión Fútbol. Sueña
en Enganche, Deportea y ETER.
Fanático de las anécdotas.
tente que supiera hablar inglés y Tashi le propuso
a Félix. El ex jugador del Milan publicó la búsqueda
en redes sociales y los interesados se multiplicaron
por miles. Poco después, Tashi le avisó a su amigo
argentino que esa misma tarde el propio Honda le
haría una videollamada. “Yo estaba nervioso. Habla-
mos en inglés y en japonés, fue una linda entrevista.
A los días tuvimos una charla parecida y Keisuke
me confesó que nunca le había impresionado tanto
la historia de un extranjero”, relata Félix, que luego
viajó a Pachuca, donde vivió en una casa sólo con
Honda y su chef personal.
Como Chihiro en la película, Félix se encontró
con mucha gente que iluminó su camino. Y uno fue
Honda. “Como futbolista, mi misión fracasó. Siem-
pre lo vi como algo malo, pero desde que estoy con
Keisuke lo veo como algo cada vez más positivo.
Hay una expresión en japonés que él repite y con-
siste en que de cada diez intentos, él concreta dos.
Él dice que no es talentoso, que llegó trabajando.
Con él, recuperé la confianza en mí. Hablamos mu-
cho, de todos los temas. Y tuve más éxito desde que
dejé de tenerle tanto miedo al fracaso que cuando
quería que todo fuera perfecto”.
Ese aplomo que Félix hizo carne a partir del con-
cepto de resiliencia (“Kintsugi”, en japonés) lo hace
anhelar ahora otros objetivos: “Trabajar con Keisuke
es fácil porque tenemos los mismos sueños.
Por más que tenga todo al alcance, él quiere
cambiar las cosas y no sólo se indigna o escribe un
tweet, sino que inicia proyectos para lograrlo. Me
gusta el tema de las escuelas de fútbol que gene-
ra con ese fin. Empezó en África y ojalá podamos
llevarlas a Sudamérica. Me ilusiona. Hay gente que
está diez mil veces más preparada que yo para estar
acá, pero creo que ser agradecido y venir de donde
vengo es una ventaja porque me da claridad para
cambiar el mundo”.
Una vez, Miyazaki definió a Chihiro de la si-
guiente manera: “Creé un personaje que es alguien
corriente, con quien se pueda empatizar. No es una
historia en la que los protagonistas crecen, sino una
en la que pueden sacar lo que llevan dentro, depen-
diendo de las circunstancias particulares. Quiero
que los jóvenes vivan así y creo que ellos también
tienen ese deseo”. Como Félix, el personaje que se
le escapó de sus sueños.
 90 91

OCTAVOS DE FINAL
30/06 COMO SIGUE
1° GRUPO C VS. 2° GRUPO D,
KAZÁN ARENA (KAZÁN) (OCTAVOS 2) EL MUNDIAL
11:00 Hs CUARTOS DE FINAL
1° GRUPO A VS. 2° GRUPO B, 06/07 07/07
ESTADIO FISHT (SOCHI) (OCTAVOS 1)
GANADOR OCTAVOS 1 VS. GANADOR OCTAVOS 5 VS.
15:00 Hs GANADOR OCTAVOS 2, GANADOR OCTAVOS 6,
ESTADIO DE NIZHNI NÓVGOROD ESTADIO FISHT (SOCHI)
(NIZHNI NÓVGOROD) (CUARTOS 3)
01/07
(CUARTOS 1)
1° GRUPO B VS. 2° GRUPO A,
ESTADIO OLÍMPICO LUZHNIKÍ
(MOSCÚ) (OCTAVOS 3) 11:00 Hs 11:00 Hs

11:00 Hs GANADOR OCTAVOS 3 VS. GANADOR OCTAVOS 7 VS.

GANADOR OCTAVOS 4, GANADOR OCTAVOS 8,
1° GRUPO D VS. 2° GRUPO C KAZÁN ARENA (KAZÁN) SAMARA ARENA (SAMARA)
ESTADIO DE NIZHNI NÓVGOROD (CUARTOS 2) (CUARTOS 4)
(NIZHNI NÓVGOROD) (OCTAVOS 4)

15:00 Hs 15:00 Hs
15:00 Hs

02/07
1° GRUPO E VS. 2° GRUPO F,
SAMARA ARENA (SAMARA)
(OCTAVOS 5) SEMIFINALES
10/07 11/07
11:00 Hs
GANADOR CUARTOS 1 VS. GANADOR CUARTOS 3 VS.
1° GRUPO G VS. 2° GRUPO H GANADOR CUARTOS 2, GANADOR CUARTOS 4,
ROSTOV ARENA (ROSTOV DEL DON) ZENIT ARENA (SAN PETERSBURGO) ESTADIO OLÍMPICO LUZHNIKÍ (MOSCÚ)
(OCTAVOS 6) (SEMIFINAL 1) (SEMIFINAL 1)

15:00 Hs 11:00 Hs
15:00 Hs

03/07
1° GRUPO F VS. 2° GRUPO E,
ZENIT ARENA (SAN PETERSBURGO)
(OCTAVOS 7)
FINAL
15/07
11:00 Hs
GANADOR SEMIFINAL 1 VS.
1° GRUPO H VS. 2° GRUPO G, GANADOR SEMIFINAL 2,
ESTADIO OLÍMPICO LUZHNIKÍ (MOSCÚ)
OTKRYTIE ARENA (MOSCÚ) (OCTAVOS 8)

TERCER PUESTO
15:00 Hs 14/7, 11 HS. PERDEDOR SEMIFINAL 1 VS. PERDEDOR
SEMIFINAL 2, ZENIT ARENA (SAN PETERSBURGO)
92 93

AVISO
ENGANCHE
 95

QUILMES
 ENGANCHE
UN LUGAR EN EL QUE EL
DEPORTE CUENTA A LA VIDA