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Montoneros: militancias en tiempos de clandestinidad.

Un enfoque regional
Cristina Viano
CLIHOS -UNR

Resumen

El 6 de septiembre de 1974, Mario Firmenich anunciaba que Montoneros pasaba a la


clandestinidad, anticipando que la organización encabezaría la resistencia popular reasumiendo
las formas armadas de la lucha. Ubicado en esa coyuntura de cierre de los apenas 16 meses de
política en superficie que la organización conoció, este artículo se ocupa de indagar en las
múltiples experiencias de las y los militantes tanto de superficie como del aparato armado desde
un enfoque regional.

Palabras clave
Montoneros, militancia, regional, Rosario

Abstract
On September 6, 1974, Mario Firmenich was announcing that Guerrillas it was going on to the
stealthiness, anticipating that the organization would head the popular resistance re-assuming
the forms armed with the fight. Located in this conjuncture of closing of you them upset 16
months of politics in surface that the organization knew, this article is busy with investigating in
the multiple experiences of them and the militants both of surface and of the device armed
from a regional approach.

Keywords
Montoneros, militancy, regional, Rosario

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I.
El 6 de septiembre de 1974 Mario Firmenich, acompañado por los dirigentes de las organizaciones
de superficie, daba una conferencia de prensa y anunciaba que “interpretando la voluntad de los
trabajadores y del pueblo” Montoneros pasaba a la clandestinidad, anticipando que la
organización encabezaría la resistencia popular reasumiendo las formas armadas de la lucha y
desarrollando “una guerra popular integral”. Ubicado en esa coyuntura de cierre de los apenas 16
meses de política en superficie que la organización conoció, este texto se ocupa de indagar en las
múltiples experiencias y sentires de las y los militantes tanto de superficie como del aparato
armado desde un enfoque regional.

Si la militancia montonera constituye un tema ampliamente revisitado, sobre todo los años
formativos e iniciales y con mucha insistencia el ’73, el periodo que va desde el pasaje a la
clandestinidad al golpe militar de marzo de 1976 no ha merecido tan amplia atención y en
ocasiones ha sido considerado desde perspectivas valorativas fuertemente organizadas alrededor
del conocimiento de los derroteros del proceso en curso. Por el contrario intentamos restituir la
historicidad y situacionalidad propia de esa compleja coyuntura, aproximándonos a ella desde las
experiencias concretas de la militancia.

II.
Las consecuencias del paso a la clandestinidad de Montoneros fueron múltiples y afectaron
diferencialmente al conjunto de su tejido militante; la dispersión de muchas de las voluntades
que había sabido capturar fue una de ellas y seguramente la más evidente. También la grieta que
se instituyó entre los militantes del aparato armado y los de las organizaciones de superficie.

Si para los que estaban encuadrados en la organización político-militar parece haber existido una
tenue línea de separación con el pasado inmediato, para los militantes de superficie de los
frentes de masas que tenían una vida estructurada en torno a la fábrica, al taller, a la
universidad, a la escuela secundaria, al barrio o a la villa representó una situación de muy difícil
resolución; eran conocidos y reconocidos en sus respectivos ámbitos de actuación; conocían a su
vez nombres y domicilios de sus compañeros; los miembros de la UES vivían mayoritariamente con
sus familias; los trabajadores acudían diariamente a sus espacios laborales y los estudiantes
hacían lo propio; ¿cómo era posible clandestinizarse entonces?, ¿cómo era posible poner en acto
esa decisión?.

La organización resolvió “cerrar nuestro locales públicos por considerar que las tareas en los
mismos deben efectuarse en esta nueva etapa en forma distinta”(La Capital, 8/9/1974) y
rápidamente instó a guardar un conjunto de medidas de seguridad: no dar a conocer la dirección
de sus domicilios a los compañeros, no reunirse en lugares públicos, caminar en sentido contrario
a la mano de las calles para evitar seguimientos, realizar acciones seguras, con campanas y
controles, entre muchas otras.

Examinemos algunos relatos en torno a esta decisiva coyuntura.

… fijate desde el ‘74 y’ 75 empiezan incluso las separaciones entre ellos y los
que tenían paraguas y lugares de protección eran los que estaban en la
guerrilla realmente, los perejiles de la superficie nos quedamos absolutamente
en bola, no sabías con quien referenciarte… si ya habían empezado a matar

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gente, si ya gente se había empezado a ir al exilio… así que era una cosa
espantosa…

El relato de Verónica B. (entrevista 2000) pone al desnudo un aspecto que se nos ha señalado
reiteradamente; el estado de desprotección en que se encontraron los militantes de superficie
que quedaron absolutamente expuestos frente a la escalada represiva del gobierno peronista. Los
cuestionamientos sobrevienen: “ellos” y “nosotros” en este relato. “Ellos”, los que estaban
resguardados por el aparato armado, “nosotros los perejiles de la superficie nos quedamos
absolutamente en bola”. Esta apreciación es reforzada en otro momento de la entrevista cuando
hizo una referencia crítica a la vigilancia que se ejercía sobre los militantes de superficie; su
expresión más dura fue “tenías al correspondiente monto respirándote en el cuello”. Ese control
que se practicaba sobre las líneas que los militantes de superficie adoptaban en los conflictos
sindicales no se prolongaba a su “cuidado”.

En Rosario, el paso a la clandestinidad estuvo teñido por la proximidad con que se produjo la
pérdida de tres compañeros de la OPM cuando transportaban un elemento explosivo en un auto.
Ello se apodera del recuerdo de otra entrevistada opacando la significatividad de la decisión de la
organización.

“… era muy, a ver, la militancia era, por lo menos en lo que a mí respecta, era
muy trabajada en los lugares de inserción (pausa) ás en el barrio. Más las
peñas y esas cosas donde nos mezclábamos, por ejemplo en el ‘74, el día
anterior o ahí más o menos, cuando mueren Lato, Cacho y Paula, cuando la
bomba que explota en el auto el 7 de setiembre, cuando se pasa a la
clandestinidad, nosotros habíamos estado en una peña en Tecnológica y la
final del truco la habíamos jugado contra Lato y Cacho por ejemplo. O sea
ellos venían y estaban con nosotros, era una peña de secundarios que
habíamos hecho en Tecnológica. Había toda una convivencia de distintas
formas o íbamos a la isla a hacer algo e íbamos todos mezclados (Entrevista a
Liliana, 2001).

El “ellos y nosotros” aparece connotado por la proximidad más que por la separación; la
entrevistada conocía a los muertos personalmente y los recuerda con especial emoción y congoja;
compartía no solo reuniones políticas sino espacios de sociabilidad. En su relato emerge que los
secundarios (en 1975) como no podían hacer sus reuniones de discusión política en sus casas por
la presencia de “sus viejos”, “las hacíamos en la plaza San Martín. Sentaditos en frente, salían las
compañeras del Normal, las de Adoratrices, era un lugar céntrico y nos sentábamos a discutir”.
Advirtamos que la Plaza de referencia no es solamente un lugar muy céntrico de la ciudad de
Rosario sino que allí se emplazaba, en una de sus esquinas, la sede del Comando del II Cuerpo de
Ejército (hoy Museo de la Memoria) y en otro frente la Jefatura de Policía ocupando toda una
manzana y que precisamente en esa céntrica geografía urbana se localizarían posteriormente los
centros clandestinos de detención por donde pasarían más detenidos/desaparecidos en toda la
región desde 1976.

Antonio (entrevista 2008), un militante de la JTP, señala que “llega un momento que se empiezan
a ir los compañeros, la cosa se empieza a plantear clarita, la gente que estaba en vínculo con la
organización armada pasa a la clandestinidad, yo no pasé a la clandestinidad …seguí trabajando
en ENTEL, la situación se plantea muy difícil, en ese momento yo estaba recién casado con A., A

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tiene un problema familiar importante porque a una de sus hermanas la buscan, el flaco estaba
casado con una hermana de A. y tienen que irse del país, y bueno la cosa era ¿nos vamos o no nos
vamos?, yo creo que con A. nos refugiamos en nuestra pareja, en nuestro matrimonio…”. No pudo
sostener mucho tiempo su trabajo en ENTEL, donde además era delegado gremial. Se mudó,
cortó los lazos que aún le quedaban y se dedicó a una tarea absolutamente distinta de las que
había desempeñado otrora: a vender quesos por cuenta propia.

En el universo de nuestros entrevistados -militantes de superficie- no parece haber fisuras en esta


evaluación. Carlos (entrevista 2002) sostiene que:

... todos los que estábamos en la superficie, como decíamos nosotros, nos
dejaron hasta las pelotas... claro, cuando me vieron entrar a mí a mi laburo
los muchachos dijeron “¿qué hacés acá?”, porque pensaron que yo también
había pasado a la clandestinidad, estaba todo muy mezclado en ese momento
(...) y yo dije “Yo no pasé a la clandestinidad, habrán pasado los Montos” y era
verdad ... y entonces nosotros citábamos a reunión y reuniones que antes nos
venían 20 compañeros, venían 5 ó 6, tenían miedo. Entonces ahí empezamos a
tener las diferencias metodológicas, porque ellos querían imponer lo que se
había hecho en tal lado, qué se yo, empezamos a tener muchas diferencias,
diferencias que se fueron profundizando... más cuando me vienen a sacar a
mis compañeros para llevarlos a Formosa, entonces ahí yo dije “Yo no sigo
más”....

Este relato nos permite insistir sobre la "confusión" reinante entre los compañeros de este
militante sindical que muestra cómo se yuxtaponía en el imaginario de los trabajadores la
identidad montonera con la pertenencia a la JTP, pero también la distinción y la separación entre
las organizaciones de superficie y Montoneros, aspecto que hasta esta coyuntura no había
aparecido con nitidez, solo algunas críticas veladas, pero no más. Importa recuperar también la
descripción de las dificultades para proseguir la tarea militante y cómo se visualiza el
decrecimiento en la participación. Está claro que de este nuevo “paso en la guerra
revolucionaria” muchos prefirieron desertar.

Montoneros, que había crecido exponencialmente desde el “Luche y Vuelve”, que había
encontrado en la coyuntura del 1973 un estímulo inmejorable para desplegarse a través de
rectores, decanos, diputados, gobernadores y distintos funcionarios que respaldaban sus políticas,
que se expresaba en medios masivos de comunicación, que no cesaba de crecer y abrir locales y
nuevas unidades básicas y que había derramado entre sus militantes una suerte de mentalidad
triunfalista, estaba ahora en una nueva etapa. De signo contrario; el pasaje a la clandestinidad
suponía una drástica readecuación a esos nuevos tiempos. La ofensiva y el crecimiento
generalizado habían quedado definitivamente atrás.

José (entrevista, 2001), un cuadro obrero del Peronismo de Base pone de relieve un aspecto que
no podemos dejar de considerar en nuestro tratamiento, el de esas adhesiones que no suponían
un grado de compromiso formal con la organización y que desde esta coyuntura en adelante,
manifiestan un notable decrecimiento; “Montoneros llega a tener gran crecimiento con montones
de desviaciones, pero había gente que era de las Regionales, que era de la JUP, y que tenía su
adhesión política, su simpatía... "Montoneros, Montoneros, son soldados de Perón, los gorilas
tienen miedo, tienen miedo al paredón", esto lo cantaban miles acá por el centro de Rosario,

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desde los chicos y chicas de la universidad, de esos miles había otros miles que lo único que les
encantaba era el folklore…”.

El órgano oficial de la organización, Evita Montonera, que comenzó a salir en diciembre de 1974,
caracterizaba globalmente esta nueva etapa y lo que ella suponía en términos de la organización
y sus militantes; se retiraban de un gobierno que es “una dictadura parlamentaria”; yendo de “la
superestructura a las bases… planificando las acciones de la resistencia y eligiendo
cuidadosamente los blancos para no confundir a la masa”. Clandestinizar a las organizaciones
implicaba que ellas “deben insertarse en la masa del pueblo… nos ocultamos del enemigo que no
sabe dónde golpear, la mejor manera de “esconder” un militante de la JP es en la junta vecinal,
como para uno de la UES es el centro de estudiantes, o para uno de la JTP el sindicato, la lista
sindical, que mejor manera de guardar un mimeógrafo que una casa del pueblo” (Evita
Montonera, nº 3, marzo de 1975). Asimismo se adoptaban los principios del centralismo
democrático (“cuando la conducción toma una decisión se está aplicando el centralismo, la
decisión viene de arriba hacia abajo. Los compañeros de la agrupación pueden discutir la
decisión, hacer propuestas, esto es la aplicación de la democracia. La conducción debe prestar
atención a las críticas y corregir los errores…” y la compartimentación que “no solo resguarda a
la agrupación de la infiltración de la cana también de la indiscreción o la lengua suelta de algún
compañero”.

El secuestro de los hermanos Juan y Jorge Born, dueños del más poderoso consorcio nacional, el
asesinato de más de una docena de oficiales del ejército, del miembro de la Triple A, el
comisario Alberto Villar y su esposa, y también el "ajusticiamiento de traidores" de sus propias
filas y de las filas del peronismo fueron parte de la batería de acciones llevadas adelante. El 1975
lanzaron “campañas” milicianas en Rosario, Santa Fe y Reconquista, Bahía Blanca, Córdoba y
Buenos Aires y con ellas una serie de acciones de agitación y propaganda como “recuperación de
alimentos” y reparto de mercaderías y ropa en barrios y villas de Rosario, cortes de calles con
bombas molotov, ametrallamientos de puestos policiales y comisarías (principalmente). El fallido
intento de copamiento de un cuartel del ejército en Formosa, eso sí presentado como un “éxito”
por Evita Montonera1, formó parte de esta etapa2i.

Por su parte, el ERP también acrecentó su actividad militar. Desde 1974 se lanzó a desarrollar
una experiencia de guerrilla rural en Tucumán con el objetivo de crear un "foco revolucionario" y
consolidar una "zona liberada" en los montes desde la cual proyectar su influencia. En Abril de
1975 y siguiendo su lógica de enfrentamiento con el ejército, José Manuel Carrizo dirigió a la
compañía "Combate de San Lorenzo" del ERP para tomar la fábrica de armas de Fray Luis Beltrán
en el cordón industrial. La operación falló y los comandos se fugaron por tierra y por las aguas del
Paraná. En el enfrentamiento murieron cinco guerrilleros y el coronel Arturo Carpani Costa. Este
intento se constituyó en el anteúltimo de la organización: luego sobrevino el desastre de la toma
del arsenal Domingo Viejobueno en Monte Chingolo en las navidades de 1975. Al día siguiente del
ataque de Monte Chingolo, Isabel Perón ilegalizó al Partido Auténtico, una tardía y débil
propuesta que reunió a la tendencia con la mayoría de los gobernadores peronistas depuestos y
algunos cuadros del sindicalismo peronista combativo, para conformar una fuerza electoral.

Como puede advertirse y a pesar de las reiteradas proclamas que aseveraban que “la política
guía nuestro fusil”, no sólo las acciones militares adquirieron centralidad en la organización en
tiempos de clandestinidad constituyéndose en “la política” y no solo en su guía, sino que ello
trajo aparejado una creciente tensión y desvinculación del movimiento de masas. Esa

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exacerbación de la tensión entre el trabajo en los frentes de masas y las necesidades de la lucha
armada, que demandaba una constante incorporación de varones y mujeres, puede advertirse
claramente cuando después de la intensa represión desatada el 20 de Marzo de 1975 sobre Villa
Constitución -el principal polo siderúrgico del país- hubo que reemplazar la estructura de la
organización que había sido totalmente desarticulada3. El esquema fue mandar probados
militantes de Córdoba, Rosario y Santa Fe, en la medida en que no había posibilidades de
regenerar un tejido militante en la zona; ello supuso derivar cuadros de superficie, probados
militantes políticos con sólidos vínculos en sus espacios de actuación al frente militar.

Un entrevistado evoca su propio traslado a Villa. Su resistencia y finalmente el acatamiento a las


órdenes de la conducción a pesar de que sospechaba que “nadie que te quería bien te mandaba a
Villa”.

…la Federal había intervenido la ciudad, estaba en cana Piccinini... entonces


cuando se resolvían esos traslados, evidentemente quienes lo resolvían eran la
conducción, no elegían a los amigos... y había determinados personajes que yo
no...
P: ¿Vos no cuestionabas?
R: Ese lo cuestioné, por ridículo, porque se pedía una cantidad de... se definía
“Bueno, necesitamos tres oficiales, nueve aspirantes y 16 milicianos”,
entonces en el momento que a mí me llevaban, a mí me ascienden, por una
evaluación, llegó la resolución y a mí me ascienden. Entonces, el jefe mío en
ese momento dice “No, fulanito no va porque ascendió”, entonces el jefe de
la columna dice “Bueno, entonces va como lo que ascendió”, estaba la
decisión ya... entonces ese lo cuestioné, lo cuestioné, le hice un poco la vida
imposible. Yo tenía muchos amigos, mi funcionamiento en un tiempo era ser
una especie de secretario de la conducción, entonces yo tenía muchos amigos
en la conducción nacional, en la conducción regional, y un elevadísimo nivel
de información, porque yo era el que desgrababa las cintas que después se
leían. Entonces mi nivel de información, que era un vicio, evidentemente...
porque mi nivel de información era superior a veces a la información de la
zona. Porque las cintas venían y te decían “La siguiente información sólo
puede llegar a jefe regional”, yo escribía, “La siguiente información sólo se
puede acceder hasta conducción de columna”. Entonces yo después
funcionaba en un ámbito donde me daban la información de la unidad, yo
tenía más información que mi jefe, lo cual generaba... Pero al mismo tiempo
la relación con esos tipos la hice valer en ese traslado... pero fui, digamos esto
era obedecer y después protestar.

Sorprende la insistencia del caso Villa porque Montoneros no tenía demasiado desarrollo allí4; por
el contrario era más bien exiguo ya que ese era territorio de las izquierdas. Agustín Prospitti y
Ernesto Rodríguez sostienen que entre los trabajadores villenses, el PRT fue el partido que mayor
crecimiento cuantitativo experimentó (unos 50 obreros), la Organización Comunista Poder Obrero
(OCPO) la de mayor incidencia cualitativa, más atrás vendrían Vanguardia Comunista y el Partido
Socialista de los Trabajadores (PST). Montoneros, según la evaluación que realizan, fue quien
menos influencia logró entre los obreros locales. Habría intentado suplir este déficit con mayor
presencia de “aparato” y con el trasplante de cuadros “foráneos”. (Agustín Prospitti y Ernesto
Rodríguez, 2010).

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Un militante del PRT apunta que “Villa Constitución arrastraba a todo el mundo, esa es la verdad.
Me explico. O sea, lo de Villa era tan fuerte y se venía gestando tanto que...digamos que era una
dinámica, que no era la cosa chiquitita, la cosa chiquitita en mi caso empezó cuando fui a zona
norte a trabajar en otra fábrica” (Entrevista al “Colorado”, 2001).

Pero Villa Constitución no solo apareció con potencia en el relato de varios de nuestros
entrevistados; en las páginas de Evita Montonera también encontramos abundantes referencias
entre las que destacamos una extensa semblanza del primer montonero muerto en esa localidad;
éste habría considerado que esa podría ser su “suerte” (al menos en el planteamiento de la
publicación) al pedir “ser recordado en cada asado”. Este aspecto sugiere que más allá de la
construcción discursiva, la posibilidad de la propia muerte está presente en 1975.

Hacía dos meses que el compañero Juan Corvalán aspirante montonero fue
trasladado a Villa Constitución… era el tipo más querido de zona sur de
Rosario; pibe de barrio, 5 años de albañil, 10 años de tornero, 3 años de JP, un
año de Montonero. Miércoles 18 a la noche 15 compañeros, alegres, muy
cansados, terminaban de hacer un reparto, llega un compañero… ayer martes
a las 6 en Villa fusilaron al gordo Chicote…Viernes 20 paran 15 minutos los
obreros de Acindar, todos lloran el primer montonero caído en Villa
Constitución…ya te llevan sobre tu cuerpo con 40 impactos, todos juramos
vengarte y recordarte en cada asado como vos lo habías pedido (Evita
Montonera, nº 6, 1975).

En ese retrato podemos visualizar algunas de las características que la organización replicaría
para otros casos: tanto la trayectoria como la exaltación de las virtudes del militante y el anuncio
de represalias contra sus asesinos. En otras semblanzas aparecía el bautizo de un pelotón de
combate con el nombre del caído o también en ocasiones el ascenso póstumo. Aquí se implica a
los trabajadores en un gesto solidario.

Si ya hemos planteado que el pasaje a la clandestinidad supuso el alejamiento de muchos


militantes, también debemos dar cuenta de otro proceso que si bien no impacta por su magnitud
es necesario relevar y explicar. En modo alguno estos tiempos difíciles supusieron que Montoneros
dejara de reclutar militantes; solo que ahora ello ocurría a cuentagotas en tanto paralelamente
se drenaban voluntades en proporciones no asimilables.

En el curso de 1975 se produjo el arribo de varios militantes que habían gestado una escisión de
Montoneros y sostenido una organización que se auto disolvió, la Sabino Navarro. Algunos de los
miembros más comprometidos con la organización resolvieron reingresar o ingresar en otras5; en
este caso a aquella en la que habían hecho sus experiencias militantes hasta 1972. Lo hacían
portando parte de la infraestructura de la organización.

Uno de los redactores del “documento verde” incorporado a una UBR sostiene que:
termino haciendo una re-entre a Montoneros... justamente en esa re-entre lo
único que se me permite es mi calificación militar, entonces yo era bueno para
levantar autos, para apretar, para todo lo que sea militar, me entendés?
Políticamente me trazaban un cerco que no me permitían discutir
políticamente con el Pancho, nos veíamos a escondidas encitas horizontales,

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por afecto, lo mismo que con el Punsi, por afecto, teníamos prohibido la
vinculación, la relación... Era una relación mentirosa, en realidad lo que
querían, de alguna manera también era no solamente el tema de la
infraestructura que uno tenía, sino además yo no participaba de las
discusiones de Conducción, pero si participaba de las UBR y de las Unidades de
Combate… (Toni, entrevista, 2006).

Ese retorno estuvo no solo signado por la profunda desconfianza ocasionada por el lugar de
proveniencia, el de una disidencia, sino atravesado por desacuerdos profundos que serían el
germen de una nueva y definitiva salida de la organización en 1976, previa entrega de toda “la
ferretería”, eso sí. Pero este paso por Montoneros reclama ser explicado habida cuenta que la
salida de 1972 había sido motivada por el cuestionamiento el militarismo montonero; tres años
más tarde ello se había exasperado en el marco de una coyuntura muy distinta a la original.
Seminara ensaya una respuesta apuntando que habría sido la voluntad de militancia de cuadros
formados y experimentados que necesitaban pertenecer a una estructura orgánica con fuerte
presencia, cuadros que no se planteaban, en 1975, dejar de militar (Seminara, 2015).

También hemos detectado que hacia Montoneros se produjeron ingresos de militantes


individuales que ya poseían experiencia política. El caso de Adriana Bianchi es uno de ellos; había
desarrollado búsquedas que en primer lugar y siguiendo la tradición política de su madre
(Herminia Severini), la llevaron a la Federación Juvenil Comunista. Pero luego, como a muchos
otros jóvenes de los primeros años ’70, a transitar de unos espacios a otros: de la “Fede” a un
breve interregno en el Partido Socialista Popular para finalmente recalar en Montoneros donde se
incorporó a sus 20 años cuando corrían los primeros meses de 1976. No es el único caso que
encontramos; hemos accedido a saber de ellos principalmente a través de otros entrevistados.
Ello nos abre a interrogantes que no podemos responder desde el examen de las razones de los
propios protagonistas habida cuenta que ninguno tiene la posibilidad del relato.

En esta misma dirección se nos ha señalado que el Partido Auténtico supuso en el curso de 1975
una herramienta política importante para Montoneros en la medida en que les posibilitó acercar
gente joven principalmente de los barrios; por supuesto no se trató de un proceso masivo. Gloria
(entrevista, 2009) apunta importantes indicios al respecto:

Si bien no hubo muchos compañeros, pero eso fue una herramienta que…que
se había utilizado bien y que había agrandado la agrupación…cosa que después
yo me entero que había otras agrupaciones en la zona norte…me entero
muchos años después.
P- ¿Otras agrupaciones…?
R- Claro, otras agrupaciones, otro local con gente que eran compañeros
tenían…O sea hubo un crecimiento, hubo un crecimiento…en condiciones muy
adversas y sin embargo había. Yo enganche un compañero en el año 75 para la
UES, que me pasaron el dato, fui, hablé con él, nos encontramos en una
esquina, estuvimos hablando, lo enganché, quedó de compañero, después cayó
en cana, era muy chiquito, tenía dieciséis años. Aparte estuvo en el Servicio
de Informaciones, después estuvo en Coronda. Está bien que viene de una
familia de militantes, porque el hermano mayor fue sacerdote tercermundista
y lo mataron en el ‘69…Gerardo Ferrari.
P- Ferrari claro

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R- Claro, y toda la familia era militante. Y bueno, él tenía dieciséis años. O
sea, hubo un crecimiento igual. …

El fin de la concepción estratégica de Montoneros de disputar lugares y hegemonía dentro del


movimiento peronista implicó en relación a la clase trabajadora el fin de la JTP y la creación de
un organismo “cualitativamente distinto”, el Bloque Sindical. Según su diagnóstico, la JTP se
había dado a una lucha más política que sindical en su disputa interna contra la burocracia
vandorista; esa etapa quedaba atrás para ceder el paso a otra que minara el poder de la
burocracia pero no desde adentro sino a través de una nueva herramienta que representara al
conjunto de los trabajadores, ya que “las viejas estructuras sindicales del peronismo no sirven
más, son parte del sistema por eso no nos planteamos ganar las 62 sino recuperar los sindicatos y
la CGT a través de cientos de combates que lleva adelante la clase trabajadora peronista”(Evita
Montonera, nº 9, 1975). Se trataba entonces, de llevar a la militancia activa a compañeros
“pasivos” a través del Movimiento Peronista Auténtico y de allí al Bloque Sindical para recuperar
comisiones internas y sindicatos.

Pero el trabajo en la clase obrera que clásicamente comenzaba detectando un simpatizante


dentro de la fábrica para incorporarlo luego a la organización y apoyándolo luego desde afuera a
través de una tarea de agitación no sólo en la fábrica sino también en el barrio - tratando de
resignificar la identidad peronista con los contenidos propios de la organización-, fue
“apuntalado” por los distintos operativos realizados por pelotones y grupos montoneros de
combate en “apoyo” a los conflictos en distintas zonas del país. En la región, tomaron la forma
de la ejecución del gerente de Acindar, Raúl Amelong, el lanzamiento de granadas en el domicilio
de otro directivo de la empresa en Rosario, un caño en la casa de un jefe de la metalúrgica
Gema, tres caños en Bagley-Rosario, entre otros. También los actos de sabotaje industrial que
provocaban reacciones contrarias hasta en los propios trabajadores que simpatizaban con la
organización. Todo ello cuando las últimas grandes movilizaciones obreras del período agitaban la
escena nacional y regional durante junio y julio de 1975; luego vendría el reflujo de masas.

Este esquema era sustentado desde la más amplia proclama del desarrollo de un Frente de
Liberación Nacional para vencer al imperialismo, que suponía alianza de clases y de sectores
sociales unidos en un programa común pero cuya garantía la constituía la presencia de la clase
obrera peronista y la hegemonía de los trabajadores, y por supuesto cuya conducción ejercería
Montoneros (con su ejército que es el ejército de liberación nacional).

Asimismo, el desarrollo de políticas sectoriales posibilitó que en 1975 se produjeran algunos


triunfos en el claustro estudiantil universitario para la izquierda peronista; pero eso sí, ya no se
trataba de la arrasadora JUP del ‘73, sino de una agrupación (la Azul y Blanco) que se
conformaba sumando a allegados, a veces no tan cercanos, a la organización. La izquierda
peronista ganó varios centros de estudiantes ese año; entre ellos uno que nunca había logrado
conquistarse: el de la Facultad de Bioquímica. La presidencia la ejerció un estudiante que
militaba en la Sabino Navarro.

Liliana, militante de la JUP de Ingeniería, sostiene que “a diferencia de La Plata no se pudieron


hacer elecciones de centro de estudiantes en el ‘75 y nosotros acá hicimos…”. Interesa marcar
este aspecto porque en la UNR la izquierda peronista nunca había logrado quebrar el dominio del
Movimiento Nacional Reformista (MNR), una agrupación nacida en los primeros años de la década
anterior en la Facultad de Medicina de Rosario que logró en poco tiempo convertirse en la

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principal fuerza en el campo del reformismo en la Universidad local y tener fuerte presencia en
las universidades de Córdoba y Tucumán6. “Nuestra universidad nunca fue Federación
Universitaria para la Liberación, como lo fue Buenos Aires, como lo fue Córdoba o como lo fue La
Plata o como fueron otras, la nuestra siempre la manejó el MNR. El rector era un hijo de puta,
era peronista de derecha….” añade.

A pesar de esos pequeños triunfos, militar era no solo indiscutiblemente más difícil sino
infinitamente más peligroso. Las y los militantes se entrenaban haciendo “órdenes cerradas” en
las islas del Paraná ubicadas frente a la ciudad, en tanto las reuniones disminuían visiblemente
obturando la posibilidad de que las dudas emergieran; las órdenes drenaban de arriba abajo con
celeridad. El tabicamiento de la información arreciaba hasta para compaginar el Evita
Montonera: “íbamos compaginábamos el Evita, compaginábamos lo que teníamos que
compaginar, las repartíamos y no sabíamos ni adónde llegaban ni cómo llegaban ni nada”. De
hecho, mucha información la adquirían en la lectura de las “Crónicas de la Resistencia” que allí
se publicaba o en la escucha de las cintas que bajaban. La organización fustigaba a sus militantes
para enfrentar a “un gobierno que se dice peronista, que traiciona a través de Isabel, que
intenta confundir para dividirnos y lograr la destrucción de la organización alcanzada… Para eso
cuenta con el aparato y con el poder de las fuerzas represivas. La lucha se hace cada vez más
violenta es necesario responder aún con más violencia” (Manual de Instrucción de las milicias
montoneras. s/f edición).

Poco después del golpe militar que derrocó al gobierno peronista de Isabel Martínez de Perón y
en tanto arreciaban las detenciones, asesinatos y desapariciones de sus militantes, la
organización sostenía obstinadamente que “1975 arrojó un balance positivo en la acción de
Montoneros, sin embargo estos elementos positivos fueron acompañados por una limitación: no
supimos ver con la debida anticipación que nuestra propuesta política y militar necesitaba un
salto en calidad en el plano organizativo para transformar a Montoneros en la conducción
integral del movimiento de masas” (Evita Montonera, nº 13, abril de 1976). La mayor parte de la
estructura de la UES cayó a mediados de 1976, parte de la JTP entre julio y agosto de ese mismo
año y en los primeros meses de 1977. En junio, julio y agosto de 1977 lo propio ocurrió con la
JUP fundamentalmente de las Facultades de Derecho, Ciencia Política y Ciencias Económicas.
Entre diciembre de 1976 y enero de 1977 y en septiembre de 1977, fue el momento, según
algunos testimonios, en el cual se produjo la “puntada final” con la caída de la estructura militar
que fue llevada a la Quinta de Funes (Aguila, 2008: 74).

III.
En este breve texto hemos dejado en claro que si el reflujo militante aparece como una evidencia
fuerte después del pase a la clandestinidad de Montoneros, sobre todo entre quienes militaban en
superficie y en sus periferias, también encontramos otras experiencias que nos hablan de aquellos
que privilegiando el sostenimiento de una causa, confiando aún en su viabilidad, sumergidos en el
curso de esa vida militante no imaginaban como opción su abandono. Asimismo intentamos
penetrar en las razones de esos otros, que aunque fueran menos, claro está, entendieron que era
un buen momento para sumarse a la organización, porque ello también aconteció en el ‘75; no
masivamente y en parte reclutando miembros de disidencias como el caso de algunos Sabinos que
retornaban a la organización, militantes de otros espacios políticos o bien miembros nuevos que
provenían de familias de militantes.

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Bibliografía
Aguila, Gabriela, 2008. Dictadura, represión y sociedad en Rosario, 1976/1983. Un estudio sobre
la represión y los comportamientos y actitudes sociales en Dictadura. Buenos Aires, Prometeo
libros.
Prospiti Agustín y Ernesto Rodríguez, 2010. “El Plenario de 1974. Lucha sindical y lucha política
en el contexto del Villazo” en Pasquali, Laura y Oscar Videla (comps), Formas de la lucha
sociopolítica en la historia argentina reciente. 1966-1996. Villa Constitución, Libros Sección
Historia Instituto Superior de Profesorado nº 3 Villa Constitución.
Seminara, Luciana, 2015. Bajo la sombra del ombú. Montoneros Sabino Navarro, historia de una
disidencia. Buenos Aires, Imago Mundi

Notas
1. Ver Año 1, Nº 8, Octubre de 1975. En este número anuncian la construcción del ejército Montonero y también la
ejecución el 6 de setiembre en Córdoba de un “delator” de la organización, Fernando Haymal, quien había sido sometido
a un “juicio revolucionario”.
2. Luego del ataque en Formosa, el presidente provisional del senado, Ítalo Lúder dio a conocer el decreto por medio del
cual habilitaba a las Fuerzas Armadas para "aniquilar el accionar de los elementos subversivos en todo el territorio del
país". Apenas unos pocos días después, a fines de octubre de ese año, cuando se realizó la XI Conferencia de Ejércitos
Americanos en Montevideo Jorge Rafael Videla declaraba que "si es preciso en la Argentina deberán morir todas las
personas necesarias para lograr la seguridad del país".
3. La combativa y antiburocrática seccional local de la UOM de Villa Constitución fue intervenida por la UOM nacional con
el apoyo del Poder Ejecutivo Nacional (PEN), concretándose así el más importante operativo represivo del período. En ese
momento los trabajadores de la región se convirtieron "oficialmente", según lo sostenido en un comunicado del PEN, en el
centro generador de un complot subversivo y antinacional de vasto alcance.
4. Las casas operativas de Montoneros se encontraban no en Villa sino en la cercana localidad de San Nicolás.
5.Tanto el PRT como OCPO fueron los lugares donde se relocalizaron los Sabinos en el 1975.
6. En 1972 y sobre la base de la estructura de cuadros universitarios, se fundó el Partido Socialista Popular (PSP).

Cristina Viano
CLIHOS-UNR
crisviano@arnet.com.ar

Doctora en Humanidades con mención en Historia. Actualmente es Directora


de la carrera de Historia de la Facultad de Humanidades y Artes de la
Universidad Nacional de Rosario. Ha publicado artículos, capítulos de libros y
libros sobre temas de historia argentina reciente, mujeres en movimientos
sociales y problemas inherentes al desarrollo de la historia oral y la memoria
social. Actualmente tiene en prensa Des-bordando los márgenes. El
movimiento de mujeres en Rosario (2016).

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