Está en la página 1de 2

Las causas de impureza legal en el judaísmo

Diácono Orlando Fernández Guerra

Una pista importante para sumergirse en la Sagrada Escritura y comprender la cultura que
subyace al texto, es conocer las tradiciones que configuraron la singularidad de Israel como pueblo,
entre las naciones que le rodeaban. La mayoría de estas tradiciones tuvieron su génesis en el
Pentateuco, especialmente, en el libro del Levítico de los capítulos once al quince. Y que luego se
conocieron como la ley de pureza legal, cuya observancia de manera estricta se erigieron en la
expresión de la voluntad de Dios para su pueblo.
Hacia el año 220 d.C, un rabino llamado Yehudá, recopiló en la Misná un conjunto de esas
tradiciones orales de la Ley, que fueron una de las fuentes de las que se nutrió uno de los libros más
importantes del judaísmo rabínico: el Talmud. Se afirma que la mayoría de estas prescripciones ya
estaban vigentes en el siglo I d.C, por lo que deducimos que tanto Jesús como los primeros cristianos
las observarían cotidianamente, como cualquier otro judío.
La ley de pureza se expresaba en cinco grados distintos. En primer lugar, un judío debía
alejarse de animales o personas muertas y/o enfermas. Así, quien hubiera tocado un cadáver o
huesos o tierra de algún sepulcro habría perdido su pureza (Núm 19,11.13.16; Lc 10,30-36). Entre las
enfermedades contaminantes y causantes de impureza legal estaban la lepra, la ceguera, la cojera,
etc., (Lev 13,8.20.25.51; 21.18). Preparar alimentos con un agua donde haya muerto un mosquito u
otro insecto hacia inservible hasta la vasija, que debía destruirse inmediatamente (Lev 11,33-34;
15,12).
En segundo lugar, los flujos sexuales del varón (Lev 15,17.32-33) o la menstruación de la
mujer (Lev 15,19.26) eran causantes de impureza. Así después de una relación sexual ambos
quedarán impuros hasta la tarde (Lev 15,18) Y la mujer que está menstruando estará impura por siete
días (Lev 15,19) y quien la toque -sea su esposo o hijos-, quedarán igualmente impuros. Asimismo,
sentarse en una silla, recostarse sobre su lecho, tocar sus vestidos o cualquier objeto que ella haya
usado eran causa de impureza (Lev 15,20-24). Y si su regla no se quitaba nunca permanecería
impura mientras durase ese proceso (Lev 15,25) De ahí que entendamos la miseria espiritual en la
que viviría aquella mujer que padeció flujos de sangre durante doce años y que Jesús sanó (Mt 9,20-
22). Cuando una mujer concebía un hijo varón quedaba impura siete días y luego del parto durante
treinta y tres días, pero si era una niña, estaba impura dos semanas y luego del parto sesenta y seis
días al cabo de los cuales debía presentarse ante un sacerdote con un sacrificio (Lev 12,2-6).
En tercer lugar, está la contaminación que proviene del mundo pagano. A ellos, según el
tratado Aboda Zara de la Misná, no se les puede siquiera vender: piñas, higos, incienso, un gallo
blanco, ni osos, ni leones, ni nada que pueda ocasionar daño a la gente. No se les puede alquilar
casas dentro del territorio de Israel, ni prestarles ayuda en el parto de una mujer gentil, porque se
estaría ayudando a nacer a un hijo para la idolatría. No le está permitido a un judío entrar en casa de
un pagano ni menos sentarse a su mesa para comer. De ahí lo escandaloso que debió parecer el que
Jesús se relacionase con gentiles y les concediera la gracia de sus milagros (Mt 8,8; 15,26).
En cuarto lugar, está lo referente al descanso sabático. No se trata de la simple prohibición de
realizar trabajos en ese día (Mt 12,2), sino que incluye el no andar más de lo necesario (Mc 2,24). Y
esto afectaba a las maquinarias de labor habitual como los molinos e incluso a los animales, que no
debían moverse sin algunas restricciones (Mt 12,11). Si a un asno no le había sido colocada la manta
sobre el lomo antes del sábado ya no podría hacerse. La casuística judía había reglamentado casi
cualquier actividad de la vida diaria expresándola en 365 preceptos negativos y 248 preceptos
positivos.
En quinto lugar, estaban las prescripciones dietéticas judías que trataremos en el próximo
artículo, por lo complejas y variadas. Para poder reintegrarse a la comunidad cultual era preciso
someterse a los ritos de purificación que establecía cada caso (Lev 12-15). Y participar cada año en
el gran Día de la Expiación (Lev 16), en el que se enviaba al desierto a morir de hambre al “chivo
expiatorio” cargando con todas las impurezas y pecados del pueblo. Estas prácticas que servían para
mantener vivo en Israel el sentido de la santidad, muchas veces encerraban principios elementales de
higiene que todavía hoy son el fundamento de la salud en cualquier sociedad.

También podría gustarte