Cristiano es aquel al que se le ha dado como don el haber conocido a Jesucristo, el
reconocerse en él como Hijo amado del Padre y hermano universal. Para él, Cristo será entonces ese gran Valor, el Valor de Valores. La perla preciosa en torno a la que organizará toda su vida. Todo lo que somos, hacemos, creemos, esperamos, está en función de Cristo. Todas nuestras opciones no hacen sino encarnar en la existencia concreta las opciones de Cristo y el Evangelio. ¡Jesús es nuestro proyecto! Esto supone una gran opción. Supone dejar de lado otros proyectos en los que priman otros valores. Es un proyecto que nace de una iluminación interior, de una gracia que viene de lo alto, y de un esfuerzo personal de conversión. No es el resultado de perfeccionismos, ni de voluntarismos, ni de idealismos. Es el resultado de la intervención de Dios en mi historia personal y concreta. Es el advertir en mí, aquí y ahora, la presencia actuante de la gracia santificante. Y de responder positiva y voluntariamente a ese requerimiento. Tener como proyecto personal a Jesús quiere decir, que yo, con mi libertad y mi realidad personal e histórica, tengo que recorrer el camino de Jesús, del Evangelio y del Reino. Para nosotros, Dios como realidad viva y hecha experiencia, unifica y totaliza toda la existencia. La opción por el Evangelio nos da la clave para responder a los grandes enigmas de la existencia (origen, sentido, destino). Pero es, sobre todo, la gran razón para trabajar, para amar y para entregarse confiadamente a la vida y a los demás con los que; y por los que, se vive, se sufre, se goza. Es un proyecto henchido de las opciones más radicales y de los valores más nobles. Es la opción por la tolerancia, el pluralismo, la solidaridad, la justicia, la coherencia, el perdón infinito, la amistad, la integridad, la transparencia, la sencillez, la felicidad, en fin, es opción por el amor.