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HOMILÍA EN EL VIERNES DE LA PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR

JESUCRISTO 2109 CICLO C

Por el padre Miguel Ávila Díaz

La primera lectura del profeta Isaías que hemos escuchado se escribió 700 años
antes del nacimiento de Jesús. En ella se describe todo el sufrimiento de Jesús en
Su Pasión camino a la Cruz. El profeta Isaías no se detiene tanto en los maltratos y
tormentos físicos que padeció cuanto en quienes le ocasionaron el suplicio que
desfiguró su rostro a tal punto que no tenía ni aspecto humano presentado como
un varón de dolores. Según el profeta, el siervo de Yahvé, que es como se le
llama a Jesús en esta profecía, fue traspasado no por una lanza sino por nuestras
rebeliones, no fue triturado a palos sino por nuestros crímenes y cargó sobre sus
hombros no el peso de un madero sino el de nuestros delitos. El lenguaje que
utiliza no habla solo de un grupo de personas a quienes responsabiliza de la
muerte del Mesías ni tampoco se refiere a una época puntual en la historia sino
que involucra a todo el género humano de todos los tiempos como el causante de
la muerte del Señor que aún hoy 2000 años después lo condenamos y lo
crucificamos. Por eso al mirar con detenimiento los personajes del evangelio de la
pasión que acabamos de escuchar más que sorprendernos de su dureza o de su
piedad, hemos de preguntarnos si sus reacciones ante Jesús corresponden a las
nuestras y así sabremos si estamos de su parte y lo acompañamos con verdadero
dolor en su pasión o por el contrario nos ponemos de parte de quienes lo
condenaron y lo crucificaron.
Preguntémonos si somos como judas que por la codicia somos capaces de fingir
amor para sacar provecho, si por el afán de dinero estoy dispuesto a sacrificar
aun a aquellos que me han querido bien: la familia, los amigos, la comunidad que
Dios me dio en su Iglesia; o somos como Pedro que se toma la justicia por su
cuenta, anidando en nuestro corazón sentimientos de venganza al punto de
querer matar como Pedro a los que injustamente me quitan lo que yo aprecio, lo
que yo quiero a los que me hacen el mal; o soy también como pedro de los que
para ser aceptado por el grupo o para que no me critiquen o me miren como a un
bicho raro digo no conocer al Señor, no haberlo seguido nunca, no haber estado
con él en la misión, no pertenecer a la iglesia, soy acaso de los que me
avergüenzo decir que voy a misa y que soy cristiano, en una palabra soy de los
que traicionan fácilmente faltando a la palabra dada. o soy como Pilatos que me
lavo las manos para no asumir las responsabilidades que me corresponden, le doy
la espalda a lo que solo Yo debo enfrentar, soy de los que pudiendo hacer más por
los demás no lo hago, soy de los que no actúo según lo que mi conciencia me
dicta porque puedo meterme en problemas y perder mi puesto, así sepa que al
otro le están haciendo una injusticia, soy como Pilato que utiliza la autoridad para
humillar, para aplastar, para demostrar poder, soy de los que desconoce que
toda autoridad viene de Dios para que le ayude a Gobernar con justicia, con
equidad y con bondad, lo que Él me ha dado o pienso por el contrario como Pilato
que la autoridad que tengo es el cuartico de hora que la vida me ha dado para
aprovecharla al máximo y sacarle provecho solo en mi favor; O soy como el
gentío que prefiere a los que arreglan las cosas por la fuerza y desprecian a los
que eligen el camino de la mansedumbre y de la humildad poniendo todo en
manos de Dios, como Jesús; o somos como los soldados –del evangelio- que no
pierden oportunidad para quedarse con lo que no les pertenece con el falso
argumento de que si no lo toman ellos de todas maneras otro lo tomará y al final
quedará en malas manos.

Pero no todo es malo hermanos a lo mejor somos como el cireneo que ayudó a
cargar la cruz a Jesús, ayudando también a los demás a cargar la cruz , y no
hacérsela más pesada; o somos como el buen ladrón que reconoce sus pecados y
cree en el Señor Crucificado, pidiéndole que se acuerde de él cuando esté en su
reino, ¿somos así? de los que rezan ante Jesús crucificado diciéndole como el
publicano ten piedad de mí señor que soy un pecador y no acusa ni se cree mejor
que los demás; o somos como José de Arimatea y como Nicodemo que pide el
cuerpo de Jesús y lo trata con amor, con dignidad, cuando recibimos a Jesús
sacramentado lo trato bien o veo en el rostro de los pobres, de los que sufren, de
los hambrientos el rostro de Jesús y lo trato bien.
Si en este examen de conciencia, que a la luz de la palabra hemos hecho en este
viernes santo, descubrimos que muchas de las actitudes de los personajes que
participaron en la crucifixión del Señor, también las tenemos nosotros, entonces
también nosotros condenamos al Señor y lo crucificamos. Solo así podemos
comprender el verdadero sentido de la adoración a la Cruz, la adoramos porque en
a ella llevó Jesús todos nuestros desprecios, nuestros juicios, nuestra codicia,
nuestra violencias, nuestra ingratitud en una palabra nuestros pecados adoramos;
la cruz no en sí misma como símbolo meramente sino en función de Cristo que
estuvo en ella en lugar de nosotros y en ella nos reconcilió con el Padre, para
presentarnos ante él libres de toda culpa. Ahora en señal de gratitud, pasaremos y
honraremos la cruz de Cristo con el beso santo que daremos al Señor.

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