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Homilía en El Domingo de Ramos 2019 Ciclo C
Homilía en El Domingo de Ramos 2019 Ciclo C
Vivir una Semana distinta, lejos de lo que comúnmente nos distrae de lo esencial,
para dedicarnos a Dios, nos dará una renovada experiencia de su amor que
afiance más nuestra relación con él, tal vez debilitada, o, que por el contario, si
nos encontramos lejos, haga que lo volvamos a encontrar cercano a nosotros, o
vuelva a darnos la alegría que la tibieza ha comenzado a sofocar en nuestros
corazones tantas veces cansados, agobiados o paralizados por el tedio, los afanes,
las preocupaciones o el sin sentido de la vida.
Solo quien vive la semana Santa con intensidad, puede descubrir y comprender de
dónde lo ha sacado Dios con su poder o de dónde, con su poder, quiere sacarlo, a
dónde ha conducido su vida o hacia dónde la quiere llevar, en que puntos la ha
reorientado o hasta dónde la quiere reorientar para siempre, en una palabra: de
dónde lo ha salvado Dios o de qué quiere salvarlo.
En cada una de las escenas que presentan las lecturas del Domingo de Ramos,
está presente la oferta de Salvación de Dios para el hombre, y la acogida o el
rechazo del hombre hacia Dios. En ellas, En este domingo de Ramos, por ejemplo,
los personajes nos descubren todo lo que hay de bello o feo, de bueno o de malo,
de justo o perverso, de bajo o noble, de mezquinad o de grandeza, de frágil o de
obstinado, anidado en el corazón del hombre de ayer y de hoy. Por eso, las
distintas celebraciones de estos días, al recordar lo sucedido en la pasión muerte y
resurrección de Jesús, no pretende hacernos espectadores pasivos, que alaben o
condenen la conducta de los protagonistas de cada historia, o que se lamenten
nostálgicamente por “lo que le hicieron a Jesús”, sino que, más bien, nos quieren
invitar a meternos en primera persona para descubrirnos en cada uno de los
personajes, que nos sirvan de inspiración para afianzar el camino iniciado en el
seguimiento del Señor, o bien para rectificarlo, o bien para renovarlo o bien para
comenzarlo.
En este Domingo de Ramos hermanos, y a luz de la liturgia que hemos vivido, con
los signos de las palmas y los ramos, aún en nuestras manos, le estamos diciendo
al Señor, también nosotros te recibimos y te acogemos en nuestras vidas con
alegría; no es necesario que hagas demostraciones extraordinarias de tu poder
porque nos basta el poder de tu amor que transforma nuestra existencia y nos
mueve a colaborarte para que tú hagas en nosotros lo que has pensado desde la
eternidad; así como te vemos hoy, entrar humilde y manso a la ciudad santa de
Jerusalén, así también queremos que vengas y entres en nosotros, en nuestras
casas, en nuestras calles, en nuestros pueblos y ciudades, en nuestra patria, en
nuestra vida porque solo acogiéndote en la humildad de tu persona sin la
pretensión de que me des esto o aquello sabiendo, desde la Fe, que eres Dios que
todo lo puedes, solo por recibirte y acogerte harás entonces en mí, y conmigo,
cosas realmente maravillosas para que pueda siempre decir bendito el que viene
en nombre del Señor. ¡Amén!