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Problemáticas de las barras bravas en Colombia

Las barras nacen de una subcultura juvenil, en donde lo que se busca es la pertenencia a un grupo determinado que
compartan los mismos gustos. Ahora bien, se diferencia de una barra brava porque estas tienen unos rasgos más
marcados como lo son: nacionalismo, xenofobia, exaltación de la fuerza física, virilidad agresiva, sentido del honor
asociado con la capacidad de pelear y la demostración del más fuerte, haciendo que estos grupos sean de pensamientos
radicales.
En la historia de las barras bravas, se han relacionado con el alcohol y las drogas, aunque no siempre es así, ya que si
miramos la sociedad actual, en realidad encontramos que la juventud en general se relacionan con esas dos variables. 
En nuestro país las barras mal llamadas "bravas" son conformadas por jóvenes entre los 13 y 26 años, ya que son muy
recientes. En otros países, en las barras bravas hay personas de 50 y más años, ya que es una tradición más arraigada y
el fanatismo es mayor. 
Es decir que en Colombia todavía podemos encontrar las causas de ese rencor y rabia reprimidos entre estos hinchas, en
primer lugar, se presenta una situación social, en donde un núcleo familiar violento genera más violencia, en segundo
lugar, un factor económico que hace que el hincha desahogue sus problemas en un estadio de fútbol y en tercer lugar,
una carencia de educación en el comportamiento. 
Hablar de los problemas sociales de Colombia, prácticamente, es un tema que no tiene fin. Guerra, narcotráfico,
corrupción, falta de oportunidades, delincuencia común, indiferencia de las autoridades y desigualdad social son males
que vienen atacando a la nación hace décadas. Por eso de manera constantemente en nuestro país nacen nuevos
flagelos que atentan contra la dignidad humana. Las barras bravas, por ejemplo, son uno de esos cánceres de la
sociedad colombiana en decadencia surgidos en los últimos 15 años. Miles de hinchas de equipos como Nacional,
Millonarios, América de Cali, Santa Fe, Junior, Medellín acuden fielmente a los estadios del país a vivir una fiesta que no
solamente dura 90 minutos. La fiesta en múltiples oportunidades ha terminado siendo un tributo a la muerte, la
desgracia, el desconsuelo y la falta de razón.
Guerra: Somos un país, por tradición, violento. La culpa no es de la pelota, es de nuestra demencial intolerancia.
Intolerancia llevada a su máxima expresión por medios de comunicación, la sociedad civil y el mismo Estado. La guerra
es un negocio que ahora tiene un brazo potente “detrás de una camiseta de fútbol”.
Narcotráfico: El poder oscuro del narcotráfico se consolidó en una atmósfera en la que el consumo es significativo. Los
dueños del negocio, por supuesto, lo último que quieren es perder clientes y por esa razón han convertido a las barras
bravas en lugares de expendio masivo de sus productos. Algunos van a una popular con el único fin de vender su
mercancía siniestra.
Falta de oportunidades: Para un joven de estrato bajo, la posibilidad de acceder a un núcleo de poder a través de una
barra brava, es una de las pocas herramientas que puede usar en un país donde no le sobran las mismas.
Delincuencia común: Una tribuna popular es, a todas luces, un escenario perfecto para llevar a cabo cualquier tipo de
delito. El robo de un celular o cámara digital, para algunos, es una fuerte motivación para acceder a las tribunas laterales
de cada una de las canchas del país. Tumultos, caos, oscuridad y falta de presencia policial son puntos a favor para
muchos ladrones que llevan su trabajo a un escenario deportivo.
Indiferencia de las autoridades : Todas las soluciones que se han planteado, hace años, para prevenir más muertes
entorno al fútbol no han dado los resultados esperados. La mediocridad en cuanto a sistemas de seguridad es una
habitué en el fútbol colombiano. El ingreso de armas, especialmente blancas, a los tablones es común en los estadios del
país. Las autoridades no se han dado cuenta, por desgracia, que se debe prevenir y no buscar soluciones después de que
suceden los hechos.
7. Desigualdad social: Desde el momento en el que, sin importar el por qué, se han divido las tribunas de los
estadios se ha impulsado la desigualdad social. Limitar el acceso a ciertos sectores del estadio, a través del costo de las
entradas, no es una solución muy brillante. Un joven de clase media baja que quiere ir a ver al equipo de sus amores,
difícilmente puede acceder a tribunas donde la entrada sale en más de 25 dólares. La única alternativa, para él y muchos
otros, es acceder a las populares donde no cabe un alma más.

En conclusión, este no es un problema sólo de esos jóvenes. Somos todos, como nación, los que nos vemos reflejados en
esos actos de violencia.

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