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El desafío de narrar

Módulo 2. La verosimilitud en la narración

Clase 4 La narración distópica y ucrónica

1.1.- Introducción

La narrativa fantástica no sólo es capaz de recrear lo sublime lo bello y lo deseable, sino


que, como toda moneda, tiene también otra cara: la cara de lo siniestro, de lo opresivo
y de aquello que encierra un sin número de posibilidades en el plano de la realidad.
Tanto lo distópico como lo ucrónico están asociados al juego, al poder, y a las teorías
que conciben pasados y futuros distintos para la humanidad. La distopía, en cuestiones
narratológicas, puede entenderse como una anti utopía, es decir, un estado
pesadillesco representado por sociedades totalitarias donde el control gubernamental
o político es tan extremo que se inmiscuye de forma directa en la vida privada de los
individuos, y, por tanto, crea un régimen de esclavitud colectiva, ceguera y obediencia.

1.1.-Desarrollo

1.2.-Manifestación de la distopía

Lo distópico, desde el punto de vista filosófico y social,


representa una alerta o aviso que propone el autor a sus
lectores, aborda posibles situaciones de carácter radical y
la represión psicológica cobra matices insospechados.
Uno de los más brillantes ejemplos de la narrativa
distópica lo constituye la novela 1984 de George Orwell.
Se trata de un mundo regido por un partido único liderado
por una figura omnipresente llamada El Gran Hermano, un auténtico estado policial
donde las mínimas libertades de pensamiento, conciencia y acción son castigadas a

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base de torturas, desapariciones, y lo que representa una muerte lenta para el


individuo: la muerte civil.

Uno de los temas fundamentales que propone es el accionar de la naturaleza humana


con el control del poder absoluto y también bajo el influjo tenebroso del mismo. La
novela distópica alcanza en 1984, la consumación de la pesadilla convertida en arte, es
una exploración profunda de la cara oscura de la conciencia, vista, tanto desde la
perspectiva del privilegio y el control absoluto como desde el ángulo de la sumisión y
la imposibilidad de escapar.

Este tipo de ejercicio de narración suele ser rico


en conflictos como en situaciones límites y
sumamente propicio para una caracterización
compleja de personajes. Veamos a continuación
un ejemplo:

En su segundo minuto, el odio llegó al frenesí.


Los espectadores saltaban y gritaban
enfurecidos tratando de apagar con sus gritos la
perforante voz que salía de la pantalla. La mujer
del cabello color arena se había puesto al rojo vivo y abría y cerraba la
boca como un pez al que acaban de dejar en tierra. Incluso O’Brien tenía
la cara congestionada. Estaba sentado muy rígido y respiraba con su
poderoso pecho como si estuviera resistiendo la presión de una
gigantesca ola. La joven sentada exactamente detrás de Winston, aquella
morena, había empezado a gritar: «¡Cerdo! ¡Cerdo! ¡Cerdo!», y, de
pronto, cogiendo un pesado diccionario de neolengua, lo arrojó a la
pantalla. El diccionario le dio a Goldstein en la nariz y rebotó. Pero la voz
continuó inexorable. En un momento de lucidez descubrió Winston que
estaba chillando histéricamente como los demás y dando fuertes patadas
con los talones contra los palos de su propia silla. Lo horrible de los Dos
Minutos de Odio no era el que cada uno tuviera que desempeñar allí un
papel sino, al contrario, que era absolutamente imposible evitar la
participación porque era uno arrastrado irremisiblemente. A los treinta
segundos no hacía falta fingir. Un éxtasis de miedo y venganza, un deseo

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de matar, de torturar, de aplastar rostros con un martillo, parecían


recorrer a todos los presentes como una corriente eléctrica convirtiéndole
a uno, incluso contra su voluntad, en un loco gesticulador y vociferante.
Y sin embargo, la rabia que se sentía era una emoción abstracta e
indirecta que podía aplicarse a uno u otro objeto como la llama de una
lámpara de soldadura autógena. Así, en un momento determinado, el
odio de Winston no se dirigía contra Goldstein, sino contra el propio Gran
Hermano, contra el Partido y contra la Policía del Pensamiento; y
entonces su corazón estaba de parte del solitario e insultado hereje de la
pantalla, único guardián de la verdad y la cordura en un mundo de
mentiras. Pero al instante siguiente, se hallaba identificado por completo
con la gente que le rodeaba y le parecía verdad todo lo que decían de
Goldstein. (Orwell, 2018, p.22)

No hay fórmulas para construir una novela distópica, no basta que el tema y su
tratamiento giren en torno a un ejercicio desmedido del poder y a una sociedad ficticia
cuyos niveles de represión psicológica rebase con creces la lógica ordinaria. En tal caso
convendría una excelente ambientación de ese mundo ficticio que se propone al lector;
de igual modo resultaría conveniente para quien se aventura a narrar en semejante
clave, el diseño previo de un argumento, que sea cual sea su esencia, constituye retrato
de la vida de uno o varios individuos atrapados en la telaraña de un poder excesivo y
único del cual se intenta escapar a toda costa. Jugaría un papel fundamental reforzar
los móviles de los personajes que son víctimas del poder y de aquellos que lo detentan.
Este tipo de historias en base a sociedades ficticias requieren mucho más esfuerzo que
una ambientación lograda en ambientes reales: lo que en el plano de la realidad está
dado, concedido, o es evidente en sí mismo, en este plano de lo distopico tendría el
escritor qué inventarse todo lo que comúnmente se tiene a mano en escenarios o
situaciones reales, lo cual constituye un reto para quien se aventura en este camino de
la narración distópica.

En primer término, lo más recomendable es que leamos la propia 1984 de George


Orwell, Un mundo feliz de Aldous Huxley y Fahrenheit 451 de Ray Bradbury. Son
distopías que abrirán nuestra mente hacia una comprensión concreta de este
interesante y popular subgénero narrativo.

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1.3.-Manifestación de la ucronía

De un modo u otro, en la estructura, las temáticas, y las caracterizaciones de personajes


de este tipo de obras, están contenidos los secretos para narrar en esta clave donde la
realidad se sueña y las pesadillas se viven en un ámbito de lo cotidiano. En el caso de
las ucronías, se trata de la construcción narrativa de mundos paralelos respecto a los
hechos que la Historia ha refrendado como reales verídicos y comprobables. Lo
ucrónico es lo que obedece a una desviación circunstancial y por tanto temporal de un
hecho.

Mundo alternativo planteado en la novela El hombre


en el castillo, de Philip. K. Dick

La ucronía constituye en sí misma una


posibilidad de que los hechos no se
hubiesen dado del modo tal en que los
conocemos, que hubiesen sufrido una
variación capaz de cambiar el curso de la Historia. Para ello se hace necesario un
estudio detallado de la historia formal para encontrar un punto de inflexión en el cual
los sucesos pudieron haberse desenvuelto de una manera distinta.

El discurso ucrónico responde a la clásica pregunta que todos nos hemos hecho en
algún momento de qué hubiera pasado si otra cosa hubiese sucedido en lugar de lo que
tenemos por un hecho invariable, irrebatible. Toda ucronía nace de esta pregunta y lo
hipotético de su respuesta. Grandes obras de la literatura contemporánea se han
planteado esta clase de interrogantes. Entre ellas tenemos El hombre en el castillo de
Philip K. Dick y La conjura contra América de Philip Roth. Ambas plantean un
desarrollo alternativo de la Historia en el cual los nazis no han sido derrotados y un
gran imperio fascista domina a la humanidad. El mérito de este tipo de narración
reside principalmente en la cercanía que guardan estas tramas respecto a lo posible si
en la realidad se hubiesen dado ciertos puntos de giro propuestos por la literatura. Sin
dudas, constituye un gran reto ofrecer a los lectores lo hipotético, lo posible, como una
realidad cerrada y cumplida en sí misma, la concreción de un mundo paralelo que no

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solamente sorprende por lo creativo de su construcción, también por la complejidad


sociológica y filosófica que encierra una propuesta permeada de semejante
atrevimiento. Una evidencia de todo lo anterior se encuentra en un fragmento de El
hombre en el castillo (que propondremos a continuación) que alcanza unos de los más
altos puntos de la ucronía: describe, dentro de ese mundo de hegemonía nazi y
japonesa, el impacto lector que ha causado La langosta se ha posado, a su vez una
novela dentro de la novela que narra un mundo con grandes similitudes al mundo que
conocemos luego del fin de la Segunda Guerra Mundial. Su autor, Hawthorne
Abendsen, es justamente “el hombre en el castillo”, la figura que da título a la obra
maestra de Philip K. Dick. Veamos:

Mañana tendré que comprar ese libro, La langosta, se dijo Robert


Childan. Sería interesante ver cómo el autor describía un mundo
gobernado por judíos y comunistas, el Reich en ruinas, y Japón sin duda
una provincia de Rusia; y Rusia misma extendiéndose del Atlántico al
Pacífico. Se preguntó si el autor, cualquiera fuese su nombre hablaría de
una guerra entre Rusia y los Estados Unidos. Un libro interesante, pensó.
Raro que a nadie se le hubiese ocurrido describirlo antes. Una obra así
podía mostrar qué afortunados eran realmente. A pesar de las
desventajas obvias... todo podría haber sido mucho peor. Había una
verdadera lección moral en aquel libro. Sí, los japoneses estaban allí,
gobernándolos, y los norteamericanos eran una nación derrotada. Pero
tenían que mirar adelante; tenían que construir. Les esperaban grandes
acontecimientos, como la colonización de los planetas. (Dick, 2016, p.
124)

1.4.-Algunas consideraciones generales

Tal y como podemos percibir, los caminos de la invención literaria no solamente son
largos y esforzados, sino que también ofrecen múltiples perspectivas a la hora de
narrar, variadas posibilidades que un solo escritor nunca llegaría a agotar. No se trata
solamente de ver que existen, sino de que incursionemos en ellas a razón de que
constituyen un ejercicio arriesgado y enriquecedor. El desafío de narrar implica un

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auténtico esfuerzo y una gran paciencia en pos del éxito literario. Dentro de cada uno
de nosotros están todas las respuestas para alcanzarlo.

Bibliografía:

Dick, P.K. (2016). El hombre en el castillo. Barcelona: Planeta

Heras, E. (comp.) (2002). El desafío de la ficción. La Habana: Abril

García Jiménez, J. (1994). La imagen narrativa. Madrid: Paraninfo

Lukács, G. (1974). Teoría de la novela. Madrid: Grijalbo

Orwell, G. (2018). 1984. Madrid: Debolsillo

Vivaldi, M. (2000). Curso de Redacción. Madrid: Paraninfo

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