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3. Diálogo.

Fundamentos teóricos

1. El diálogo como proceso comunicativo.

La comunicación exige que se dé la relación efectiva entre dos sujetos con papeles
comunicativos bien diferenciados: hablante y oyente. Dentro de los procesos comunicativos se
habla de diálogo cuando se da un intercambio comunicativo efectivo y alternante de los
papeles entre dos o más sujetos que hablan –lo que llamamos ‘interlocutores’–. Este diálogo
suele ser oral y supone una comunicación configurada por los siguientes elementos:

a) Elementos de naturaleza material, unidades objetivas que pueden describirse:


emisor, destinatario, enunciado (la expresión lingüística que produce el emisor, está
delimitado por el cambio de emisor y tiene una extensión variable), entorno (lugar y tiempo en
el que se produce) y contexto (situación).

b) Elementos de naturaleza inmaterial, relaciones que se establecen entre los


elementos anteriores: universo mental de los interlocutores que proporciona una información
pragmática; intención (relación entre el emisor y su información pragmática por un lado y el
destinatario y el entorno por otro; relación social ( la que existe entre los interlocutores por el
hecho de pertenecer a una sociedad).

2. Diálogo frente a conversación.


El diccionario de la Real Academia Española de la Lengua da como primera acepción de
conversación y diálogo los siguientes significados respectivamente:

‘Conversación’: Acción y efecto de hablar familiarmente una o varias personas con otra u otras.

‘Diálogo’: Plática entre dos o más personas, que alternativamente manifiestan sus ideas o
afectos.

Como vemos, en el primer caso se incide más en el intercambio comunicativo “familiar”


y en el segundo en los temas y la alternancia entre los interlocutores. No obstante, “diálogo” y
“conversación” son dos términos que suelen emplearse como sinónimos, incluso, a veces,
pueden ser intercambiables; esto es debido a que ambos son intercomunicaciones orales,
responden a necesidades sociales, están reguladas (hay libertad en el uso de la palabra, se da
alternancia en las intervenciones, los turnos y su duración no están regulados); sin embargo,
conviene señalar que el diálogo es conversación, pero la conversación no siempre es diálogo y
que existen diferencias entre ambos. Veamos algunas:

*En el diálogo todos los participantes deben hablar, hacer sus aportaciones al asunto tratado;
se considera descortés no participar y la participación debe contribuir a construir un mundo de
conocimientos comunes. Si se incumple esta premisa se cae en lo que denominamos “diálogo
de sordos”. La conversación admite la participación desigual, incluso el silencio.

*Los turnos en el diálogo se rigen en función de lo ya dicho y se trata de argumentar con orden
y siempre con vinculación al asunto tratado. En la conversación no siempre se aportan
contenidos nuevos, no es necesaria la progresión temática, incluso, con frecuencia, no está
claro el asunto tratado y se salta de uno a otro sin orden.

*En el diálogo se busca el acuerdo respecto al tema tratado –así, hablamos de personas
“dialogantes”–. En la conversación no hay una meta concreta, aunque cada participante puede
tener sus finalidades.
*El diálogo es un discurso más cerrado ya que debe buscar la unidad de tema y el consenso. La
conversación tiene una estructura abierta, avanza por la suma de las intervenciones,
independientemente de los argumentos que se expliciten.

3. El diálogo no literario.

Coloquio. Se trata de una situación conversacional en el que un especialista, después de


exponer un tema ante el público, se somete a sus preguntas.

Seminario. Se da cuando un grupo de personas estudia un tema y debate sobre él; esta
modalidad requiere cierta profundidad en el tratamiento del asunto objeto del seminario.

Entrevista. Se caracteriza porque los papeles de los interlocutores no son intercambiables,


salvo en casos excepcionales, el entrevistador pregunta y el entrevistado responde; la finalidad
de la entrevista es obtener y transmitir información acerca del entrevistado; se avanza en la
información y en el tema tratado a través de las preguntas-respuestas; entre ambos
interlocutores existe una jerarquía, se puede afirmar que el poder está en el entrevistador.

Tertulia. La tertulia tiene un carácter lúdico. Es frecuente que las tertulias se estructuren en
torno a un tema (tertulias literarias, políticas…), por lo que tradicionalmente a las personas
que intervenían se les reconocía cierto conocimiento sobre la materia objeto de la tertulia.
Hoy día lo más frecuente son las tertulias mediáticas sobre asuntos de política, economía,
sucesos…

Su estructura es similar a la del coloquio o la mesa redonda. Suelen estructurarse en una parte
de inicio en la que se presenta a los contertulios, una orientación sobre el asunto o asuntos
que se tratarán; desarrollo de los diferentes tópicos y una conclusión; finalmente, el cierre y
despedida de los participantes.

Debate. Se caracteriza por la oposición de opiniones. Los debates se pierden o se ganan, los
interlocutores son adversarios y su brillantez expositiva, la estrategia empleada y la capacidad
de contraatacar son fundamentales en la resolución del debate. En los debates mediáticos se
cuenta con la presencia de un moderador que, además, es el presentador de los contendientes
ante los espectadores.

Mesa redonda. Se da cuando un grupo de expertos debaten sobre un asunto ante un público
determinado. Los turnos de palabra son libres y existe, como en el debate, un moderador, con
funciones similares.

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