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Prima.

Hace tiempo, vino una prima desde Morelia a visitarme. En ese entonces ella tenía
19. Una chica preciosa: 1.65, rubia, ojos verdes, labios bien definidos y carnosos,
unos firmes y redondos senos copa c, un trasero paradito con piernas bien
marcadas y una cintura muy bien formada.

El motivo de su visita era estar una semana conmigo y descansar de su rutina,


pues nos queremos mucho desde siempre y nos tenemos mucha confianza. Se
vino en autobús y llegó muy temprano, tanto que no la esperaba.

Recién me terminaba de bañar, luego de haber hecho ejercicio, cuando llamaron a


la puerta con insistencia. Me sequé tan rápido como fue posible y me puse un
short, aunque sin ropa interior, pues creía que se trataba de un vendedor o
fanático religioso al que despediría al instante.

Tenía un par de años sin ver en persona a Melissa, había cambiado mucho,
aunque la veía en fotos por las redes sociales, en persona se veía distinta, más
mujer y más bella.

Traía puesto un vestido sin mangas, corto y ajustado, que le hacía lucir más su
figura, además de unos tacones altos.

-"Hola, Melissa, pasa."

- "Hola, Ricardo, qué gusto verte (dijo al abrazarme con fuerza y plantarme un
beso en la mejilla). Como siempre de exhibicionista, tápate, te vas a enfermar (dijo
al pasar y riendo burlonamente)."

Mientras caminábamos le expliqué que me acababa de bañar y que no me dio


tiempo de vestirme. Llegamos a la habitación que le había preparado y ella se
aventó a la cama, estaba cansada del viaje. Me recosté a su lado, había sido
intensa la rutina y sentía ganas de relajarme un poco mientras seguíamos
poniéndonos al día con la charla.
Hablamos por casi una hora cuando empezó a quejarse de la universidad,
problemas familiares y el estrés de su trabajo, además de una lesión que se había
hecho en la espalda al ejercitarse un par de días antes de venir.

Como es natural, por ser tan querida y consentida por mí, le ofrecí un masaje para
aliviar la tensión y el dolor, pues se notaba algo decaída. Además, yo sé que le
encantan mis masajes.

Ella accedió, bajó la parte superior de su vestido hasta la cintura y se puso boca
abajo con sus brazos extendidos hacia los pies a los costados, mientras yo iba por
una crema. Me puse abierto de piernas sobre sus glúteos, pero obviamente sin
posarme sobre ellos, en realidad hasta este punto yo no pensaba en algo sexual
con ella.

Comencé masajeando su cuero cabelludo con mis dedos, ejerciendo presión en


ciertos puntos y con movimientos circulares. Luego, tomé un poco de crema y bajé
a su cuello (en verdad se sentía tensa), pasaba a los hombros y volvía a su cuello.
Su piel se sentía suave y firme, como es común en una chica de 19.

Después, pasé a su espalda, me estorbaba su sostén y ella lo desabrochó al


notarlo. Recorría su espalda masajeando con mis dedos, mis palmas, los puños,
en fin, de distintas formas. Melissa hacía unos sonidos que se asemejaban mucho
a gemidos, me empezó a excitar un poco, pues los gemidos me calientan mucho,
así que, para darme gusto, quise masajear, discretamente, por los lados de sus
pechos cuando estuviera cerca de sus costillas. Cuando lo hice, para mi sorpresa,
Melissa gimió, esta vez me di cuenta que ella estaba algo caliente, así que toqué
aún más abajo en sus pechos y ella levantaba su cadera, como buscando
sentirme en sus lindas nalgas.

La situación era muy excitante, y yo quería jugar aprovechando la ocasión. Bajé mi


cadera, posándome ligeramente sobre el culo de Melissa, dejándole sentir un poco
mi bulto en medio. Al contacto, ella levantaba su trasero mientras yo seguía
sobando su espalda, costillas y costados de sus senos; gemía y restregaba sus
nalgas contra mí. Yo me sentí muy excitado, me estiré a masajear sus hombros y,
al hacerlo, froté sin discreción la erección que me provocaba, besé con suavidad
su espalda varias veces.

- "¡Ay, primo! Me estás poniendo muy caliente, quiero que me la metas, desde
hace tiempo tengo ganas."

Me sorprendí mucho al escucharla, no imaginas la manera en que eso me calentó.


No obstante, decidí llevar esto al máximo de excitación antes de hacerlo, por lo
que le dije: - "no te la voy a meter, Melissa, pero si quieres puedo darte un masaje
en todo tu cuerpo y desnudos".

Accedió y nos quitamos la ropa, mi pene estaba como una piedra cuando volví a
ponerme sobre ese rico culito, se hundía delicioso entre sus nalgas y ella se
apretaba contra mí como deseando tenerlo adentro mientras yo acariciaba su
espalda y sus brazos, esta vez masajeando y besando suavemente. Me di la
vuelta para masajear sus pies, y mi pene se abrigaba mejor entre sus nalgas, a la
par que mis testículos se acariciaban con ellas. Besé y di masaje desde los dedos
de sus pies hasta el comienzo de esos deliciosos glúteos.

Me bajé de ella dispuesto a disfrutar sus nalgas. Las sobé y apreté mientras las
besaba. Sin que ella lo esperara las abrí y le planté un beso negro con lengua tan
rico, que ella arqueó su espalda y gimió aún más excitada que antes.

Le di la vuelta, me puse frente a ella con sus piernas abiertas y acaricié sus tetas.
Se veían preciosas, blanquitas, firmes, con unos pezones de los que más me
gustan, con una aureola grande y café muy claro. Se los comí, no podía evitarlo al
estar tan ricos. Ella acomodó mi pene en la entrada de su chochito empapado, se
sentía que escurría. Así que yo besaba, chupaba y mordía sus tetas, mientras ella
se frotaba mi pene en la entrada de su vagina mojada.

Cuando sentí que intentó meterlo me retiré y le dije: - "te dije que no, Melissa".

- "Por favor, primo, no puedo más, necesito que me lo metas". Sus palabras me
sonaban en un tono tan lleno de lujuria y ternura a la vez, que sentí que mi pene
quería estallar en un tremendo orgasmo.
Sin decir algo metí mi cabeza entre sus muslos, lamí y chupé su entrepierna, ella
se retorció, gimiendo un poco, y acarició mi cabello. Lamí varias veces desde la
entrada de su vagina, que chorreaba, hasta su clítoris. Su sabor y olor eran
magníficos. Jugué mi lengua dentro de ella, succioné sus labios, lamí lo mejor que
pude y, cuando menos lo pensé, pasó lo que yo estaba esperando. Melissa haló
de mi cabello y me restregó su vagina moviendo sus caderas por toda mi cara
mientras decía: - "¡ah! ¡Así! ¡Me voy a venir!"

De inmediato me incorporé, levanté sus piernas sobre mis hombros y metí mi pene
hasta el fondo lentamente, para que lo sintiera en cada borde y palpitación. Se lo
dejé bien adentro unos instantes, apretando mis huevos contra su culo, moví mi
cadera estando hasta el fondo de ella y luego comencé a embestir. No pasó ni un
minuto cuando sentí las piernas de Melissa temblando y su vagina empapando
sus nalgas con un orgasmo muy intenso.

Me empujó cuando terminó, me pidió acostarme, se montó sobre mí y me dijo:


-”me toca a mí".

Se ensartó hasta el fondo y, dejándola así, se frotaba hacia adelante y hacia atrás
para luego moverse en círculos, repetía sus movimientos y sus jugos me escurrían
hasta las nalgas. Puse mis caderas cuan tensas pude mientras ella, apoyándose
en el muro, se empujaba apretando lo más que podía su concha contra mi verga
dura.

Me tenía empapado desde el abdomen hasta el culo cuando se vino, yo estaba


muy excitado disfrutando de cada instante y movimiento. Me senté con ella
encima, me acerqué a la orilla de la cama y la cargué con sus piernas abiertas,
sujetándola de las nalgas y ella, con sus brazos, se aferraba a mi cuello.

La hice rebotar en mi pelvis con cada embestida, me sentía con una fuerza
tremenda por la calentura.

Melissa gemía y gritaba: - "¡ah! Sí, primo, dame duro."


La bajé, la empiné contra el muro y se la metí de nuevo. La embestía tan fuerte
como podía, cuando sentí que sus piernas temblaban.

"¡No puedo más! ¡Me voy a venir! ¡No pares!", decía.

La sujeté de los pechos y aceleré cuanto pude. Sentí mi verga explotar


viniéndome a chorros mientras su culo temblaba con su orgasmo. Aún seguía
dándole, mi semen y sus jugos nos salpicaban y recorrían nuestras piernas
escurriendo. Cuando se la saqué, se hincó a limpiarme la verga y los huevos con
su lengua. Nos limpiamos el resto con mi short y dormimos un rato, abrazados y
desnudos. Esa semana de visita fue de lo mejor, ni salimos de casa, salvo a
comprar víveres.

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