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Lefebvre, H. (1974/2013). La producción del espacio. Madrid: Capitán Swing.

Páginas 217-224

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Arquitectónicaespacial

H abiendo otorgado un estatuto ontológico por decreto es-


peculativo al grado más extremo de la abstracción formal,
el pensamiento filosófico clásico (metafísico) plantea un espa cio
sustancia l, un espacio «en sí». Spinoza, desde el principio de la Ética,1
considera este espacio absoluto como un atributo o modo del ser abso-
luto - es decir, Dios- . Ahora bien , el espacio «en sí» definido como
i:1finitono posee ningún contorno en la medida en que carece de con-
tenido. Ni tiene forma asignable ni dirección ni orientación. ¿Es acaso
i:1cognoscible?No, más bien indiscernible(Leibniz).
En la polémica de Leibniz contra Spinoza y Descartes, así como
en la de Newton y Kant contra Leibniz, las matemáticas de hoy en
da dan la razón a Leib n iz.' La mayor parte de los filósofos se
entregaba al espa cio absoluto como un hecho dado, con todo lo que
podía contener: cifras, relaciones y proporciones, números, etc.
Contra esta postura, Leibn iz mantenía que el esp acio «en sí» y
como tal no era «nada» n i «algo», aún menos la totalidad de las
cosas o la forma de su suma; para Leibniz el espa cio era lo ind iscer-
r.ible. Para discernir «algo» era preciso introducir los ejes y un ori -
gen, una diestra y una siniestra, es decir, una dirección y una
crientación de los ejes. De ningú n modo sign ifica esto que Leibniz
adoptara la tesis «subjetivista» según la cual el observador y la
r:iedida constituyen lo real. Por el contrar io, lo que planteaba Leib-
r:iz era la neces idad de ocupar el espacio.¿En qué consiste ocu p ar el
espacio? Un cuerpo - no el cuerpo en general, la corp oreidad-,
un cuerpo definido, capaz de ind icar la dirección mediante un
gesto, capaz de definir la rotación mediante vueltas, de jalonar y
orientar el espacio . Para Leibniz el espacio es absolutamenterelativo,
1Raruc h Sp inoza . l'thiqu~. prop . x 1v, rnroh,r in ,_y prop. xv, Srhr,l inm

' Cf. el libro de H. Weyl, Syrnétries et rnathématique moderne, (2° ed ., Pr inceton),


cuyas notas resum idas se encuen tra n más adelante.
es decir, está dotado de una abstracció n per fecta que lleva al pensa -
miento matemático a trata rlo com o primordial (pasando fácil-
mente a partir de ah í a la trascendencia) , con un carácter concreto
(en él existen los cuerp os y manifiestan su existencia material}.
¡Cómo «ocupa» un cuerpo el espacio? El término metafórico «ocu-
par » está tomado de la experiencia cotidiana del espacio ya especí-
fico, ya «ocupado». La conexión entre los términos «espaci o
disponible» y «ocupación del espacio » no es sin embargo evidente
ni sim ple. Una met áfora no pued e reemplazar la reflexión. Sabe-
mos que el espacio no es un vacío pre-existente dot ado únicamente
de propiedad es formales . La crít ica y la repul sa del espacio absoluto
eq uivalen al rechazo de un a represent ación, a la de un continente
que es~era ser llenado por un contenido, la materia, el cuerpo. En
esta represe ntación, el continente (for mal ) y el conte nido (mat e-
r ial) son indiferentes uno respecto al otro y no presenta n diferen -
cias apreciables. No importa qué pueda ir en no importa qué
«conjun to» de lugares del continent e; también es igual qué región
del continente pueda recibir cualquier cosa. Esta in diferencia
deviene separación, y el conteni do y el continente se mantienen
mutu amente al margen. El con tine nte vacío acept a una colección
cualquiera de objetos separables y separados; esa separación se
extiende así a las partes del conte nido; la fragmenta ción sustituye al
pensamiento, y el pe nsamiento como reflexión se difumin a progre-
sivamente hasta llegar a desaparecer eventu almente en la actividad
empír ica de con tar cosas. La «lógica de la sep aración» establece y
justifica una estrategia de separación.
En consecu encia, se impone considerar la hipótesis contraria.
¿Pued e el cu erp o, con su capacida d de acción, con sus ene rgías,
crear el espacio? Sin duda, pero no en el sentido en que la ocupa -
ción «fabricaría» la espacialidad, sino más bien en el sentido de una
relación inm ediata entre el cuer po y su espacio, entre el despliegue
corporal en el espacio y la ocupación del espacio. Antes de producir
efectos en lo mate rial ( útiles y objeto s), antes de producirse(nutrién -
dose de la materia) y antes de reproducirse(mediante la generación
de otro cu erpo), cada cuerpo vivo es un espacio y tiene su espacio:
se pro duc e en el espacio y al mis mo tiempo pro du ce ese espacio. Es
una .relación notable: el cuerpo, con sus ener gías disponibles, el
cuerp o vivo, crea o pro du ce su pro pio espacio; inversament e, las
leyes del espacio, es decir, las leyes de discriminación en el espacio ,
gobiernan al cuerpo vivo así como el despliegue de sus energí as.
Eso es lo que dem uestra Herma n Weyl en su libro sobre las sim e-
trías.3 En la natu raleza, sea orgánica sea inorgánica, la sim etría (de

~ H. Weyl.Symétries et mathématíque modeme, 2° ed., Pr inccton .


acuerdo a un plano o sobre un eje) existe allí donde h aya bilaterali-
dad o dualidad, izquierda y derecha, reflexión y reflejo, o rotación
(en el espacio); estas simetrías no son propiedades exteriores al
cuerpo. Esas propiedades, definibles en términos «puramente»
ma temáticos (aplicaciones, operaciones, transformaciones y furi-
ciones) no se imponen a los cuerpos materiales, como algunos filó-
sofos suponen, por un pensamiento preex istente. Los cuerpos, los
despliegues de energía, producen el espacio y se producen, con sus
propios movimientos, según las leyes del espacio. Y esto es cierto
-argumenta Weyl- ya se trate de corpúsculos o de planetas, de
crista les4 o de campos electromagnéticos, 5 de divisiones celulares,6
conchas o formas arquitectónicas a las que el autor atribuye la
mayor importancia. He aquí, pues, un recorrido desde la abstracción a
lo concreto cuyo mayor interés radica en mostrar su inherenciarecí-
proca.Esetrayectova tambiéndelo mentala lo social,lo que propor-
ciona una fuerza adicional al concepto de producción del espacio.
Una afirmación tan persuasiva autoriza (con las reservas y
precaucjones pertinentes) su aplicación al espacio socia l. Habría
un espacio específico producido por las fuerzas (productivas)
desplegadas en una práctica espacial (social y determinante-
determinada). Este espacio incorporaría «propiedades» - duali -
dades, simetrías- no atribuibles ni al espíritu humano ni a un
espíritu trascendente, sino a la propia «ocupación» del espacio,
una ocupación que convendría comprender genéticamente, es
decir, de acuerdo con la secuencia (orden y sucesión) de las ope-
raciones producti vas implicadas .
¿Qué significa esto para la antigua noción de Naturaleza? Debe-
mos aceptar que sufre una transformación sustancial. Una vez rota la
relación de inherencia recíproca entre el espacio y lo que «contiene»,
el pensamiento reflexivo tiende a hacer intervenir cualidades y
potencias ocultas. Todo lo proveniente de la realidad biológico-espa-
cial (en una palabra podría decirse automórfica o biomórfica) lle-
vará el sig no de una finalidad . Las simetrías parecerán primer o
haber sido calculadas por un Dios matemático, y después realiza-
das materialmente por decreto de Ia voluntad o de la potencia
divina. ¿De qué modo la rosa que ignoraba que era flor y que era
bella pos eía una simetría de orden n? La natu ra naturans de Spinoza

4
!bid. p. 36 y SS.
s La dis<:usión re alizada por H. Wcyl a par t ir de las tesis «clásicas» de Leibniz,
Newton y Kant (pp. 26 -34) le lleva a formular algunas reservas sobre la posición teórica
de E. Mach. JSignifica esto que da la razón a Lenin en su A1atérialisme et empiriocriticis-
me? No exac tam ente. Sin duda, diría que Lenin pla 1.1tea mejor la cuest ión, pero pone la
mira y dispara fuera del blanco.
6 H. Wcy !, op. cit., p. 4 4.
o el Dios matemático de Leibniz la habrían planeado. Descartes y
su escuela encuentran difícil creer en semejante operación, con una
atribución del cálculo al «espíritu», humano o no, sin preguntarse
demasiado cómo la finalidad puede realizarse de otro modo que
por la acción providencial o trascendente de la Idea (en sentido
hegeliano) . Cómo y en qué sentido la naturaleza corno tal puede
«ser» matemática es una cuestión que los filósofos, con sus recortes
científico-ideológicos, han hecho incomprensible. El observador
queda perplejo ante la belleza de una concha, de una aldea, de una
catedral, incluso cuando quizá no se trata sino de modalidades
materiales de una «ocupación» activa -la espedfica ocupación del
espacio-. Podemos preguntarnos si las <<integrons» propuestas por
F. fc\cob,7introducidas para explicar la unidad orgánica, no son un
mero exped iente filosófico-ideológico-científico, un sustituto de la
providencia divina.
Al tomar otro punto de partida para abordar la cuestión, pode-
mos concebir cómo la génesis en la naturaleza obedece a las leyes
del espacio, en la medida en que éstas son también leyes de la natu -
raleza. El espacio en tanto que tal (ocupante-ocupado, conjunto de
lugares) puede ser concebido desde una perspectiva mate.riaJista.
Un espacio así concebido, en tanto que tal, implica diferencias por
definición, lo que evita ciertas dificultades relativas a la génesis de
dichas variaciones (bien recurrir a la originalidad o a los orígenes
como fuente de esas diferencias, bien caer bajo la crítica materia-
lista del empiro-criticismo). Desde esa perspectiva, la forma de una
concha no es el resultado de una finalidad, ni de un pensa miento
«inconsciente» ni de una decisión superior. La poesía de una con-
cha y de los caparazones, su rol metafórico,8 no remitiría n a una
misteriosa potencia creadora, sino al modo en que se distribuyen
inmediatamente las energías bajo ciertas condiciones (en una
escala concreta, en un medio material determinado, etc.). La rela-
ción naturaleza~espacio no implicaría, pues, la mediación de una
potenci a externa, naturalizada o divinizada. La ley del espacio
resid e en el mismo espacio y no puede resolverse en una relación
falsamente clara «dentro-fuera», que es una mera representacióndel
espacio.Marx se preguntaba si la araña trabajaba. ¿Acaso obedece a
impulsos ciegos? ¿Posee o, más bien, es una inteligencia ? ¿Es cons-
ciente de lo que hace? La araña produce, segrega, ocupa un espacio
y a su manera lo engendra: el espacio de su tela, de sus estrategias y
de sus necesidades . ¿Podemos pensar este espacio de la arat'ia como

7Fran~ois Jacob, La /ogique du vivan/: une histoire de l'hérédité, París, Gal!imard,


p. 320 y SS.
1976) ,
8 Cf. Gastan Bachelard, T..apoétiqu~ de l'espace,París: Presses Universitaires de

France, 1958, p. 125 y ss.


un espacio abstracto ocupado por objetos separados: su cuerpo, sus
glándulas secretoras, sus patas, las cosas a las que amarra su tela, los
hilos de su red, las me .seas capturadas? No, pues eso sería atribuir a
la araüa el espacio del intelecto analítico y del discurso, semejante
al de esta hoja de papel, sin perjuicio de una réplica de este tipo:
<<¡Ah!,no. Es la naturaleza, e! instinto, laprovidencia lo que gobierna
sobre la araña, intervención responsablede esta obra admirable, de
esta creaciónmaravillosa:la tela, su equilibrio,su organizacióny su
adaptabilidad». ¿Podemos decir que la araña teje su tela como una
}Jrolongación de su cuerpo? Ciertamente, pero esta frase se presta a
la discusión. La telaraña presenta simetrías y asimetrías, estructu-
ras espacial es (punto de sujeción, redes, centro y periferia). ¿Sabe la
araña cómo son esas estructuras? ¿Tiene sobre ellas un conoci-
miento comparable al nuestro? Por supuesto que no; se limita a
producir, a tejer. Y no es que lo haga sin «pensar,~, pero no se trata
desde luego de un pensamiento como el nuestro. Más bien, su
«ptoducc ió1w y sus características resultan más próximas a la con-
cha y a la flor evocada por el Angel de Silesia (Angelus Sílesius) que
a la abstracción formal. Aquí, la producción del espacio comienza
en primer lugar con 1a producción del cuerpo, extendiéndose hasta
la sec reción productiva de una <<r esidencia» que sirve al mismo
tiempo de instrumento y medio. Esta construcción sigue las deno-
minadas leyes «admirables» en la terminología clásica. La natura-
leza y .el cálculo, lo orgánico y lo mat emá tico, lo producido y lo
segregado , no pueden disociarse. Así, la araí'ia (como los grupos
humanos) jalona el espacio y lo orienta según los ángulos . Esta-
blece una trama y una cader.a, simetrías y asimetrías; expande más
allá ele sí las propiedades duales constitutivas de su propio cuerpo,
la relación de su cuerpo consigo y sus actos productivos y repro-
ductivos. Posee una derecha y una izquierda, un alto y un bajo. Su
,1aquí y ahora» en sentido hegeliano no se reduce a una «coseidad »,
sino que comprende relaciones y mov imientos.
De esto se desprende que para un cuerpo vivo (a semejanza de
la ara fia, de la concha, etc.) .!?~Jugares fundamen tales, losjnd!sati-
vos del espacio, son en primer lugar cuali.fi ..<;Edo?_J.?.Or~L@s!r.p.o.El
;«.> tro» está presente ante -;-Égo: ~o
un ~"iierpo frente a otro
cuerpo. Un «otro» impenetrable, salvo por la violencia o el amor;
objeto de gasto energético, de agresión o de deseo. Pero lo externo
es también lo interno, en tan to que el «otro» es también cuerpo,
carne vulnerable, simetría accesible. Sólo más tarde en el desarrollo
de la especie human a se cuantifican los indicadores espaciales. !,~
den~~ha_yla. izg_y!~rda,lo alto yJ~ --~-~!<2 ~.!~-~~~~!J. .lJ _lo y_';!.~f~E}.S9
_o_no) E~~::~~~e·~-~~t~~!~~P2 ..~~--'~
(~..':..~~gnados -~!2:.Es...el cuerpopor
entero y no sólo ungesto lo que proporciona al parecer la cualificación.
- ~ - · ··--- ·~•~:.••··--· -· "- ·-..•----·-· ··- ·- · ·---· ---·---·-·····••·•------....
,......_,,,--- -~--..
Dec _ir que el espacio es cualificado en función de llt]. ..f.J!fJ:. D.D _.~j 9'nj_-
. -·-·· -:,-· ···- - ··- ·---"·'· --~- ----··-------- -...-- ---·- --·- - "-
fi.ca g_ue_está _~eterminado en fun~ión de lo que_amenaza y_de 10.9.ue
bene~~:..,, lt.'ª=5- let~ minac.i.ón p~-~~-~te~~I.JJ~§__ª§p_ec.to.s.:..elg g~~º'- -~l
_indicio yla ..ma1~~a _.El gesto_debe t()marse en .sentido amplio: girar
:so~E_ e .?f... ~~Y!.1.g~sto_g:Il: ~~9.~~-~~--18: _Q!:,i_~_ri!_a_~t◊n.. y ~O.-~ P!!nt<;_> _~_d.c
e
i:_eferencia._Se dirá «gesto}) preferib lemente antes que «comporta -
miento» porque el acto gestua l tiene un fin (pero no una teleología
inmanente). La araü,. que se bálancea, el molusco que sale de su
caparazón, hacen gestos en ese sentido. Después vienen las hue.llas
y las marcas, que lógicamente no existen como conceptos para la
araña, pero que sin embargo «son como si...». La niarca, en primer
lugar, está hecha por el ser vivo con los medíos de que dispone para
ello: ~crementos, or ina, saliva, etc. Las marcas sexuales debieron
venir pronto, ¿pero fi;adas a quién y a qué? Como marcas afectivas
parecen más ta rdías y reservadas a pocas especies . La intencio nali-
dad es un desarrollo posterior que acompaña al del cerebro y las
manos . Sin embargo, muy pronto, las huellas y las marcas asumen
un papel en la vida animal. Los lugares se marcan y remarcan. I1 2.~L
rincinio fue el Tonos. An tes,
P-...- ,.~··- ·c ·••-.-- ...-•...--·.--- :J:......_....................... mucho
,.....- ...,.,__......._
.............
antes
.......
del
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advenimient o del
...,_......-·-- ·· -·· ·- · ,._ , "__ ".........
Lagos, en el claroscuro de la vida primitiva, lo vivido tenía ya su
raciona lidad interna; la ex¡>_ erie!1ciavivida estaba ..e.~oducida mucho
a~t~_~__q1:1_e _~!..~~_paciopensado y e[ pensamien to del es¡.)acio con1e~-
zaran a -represe ñfar la pr oyeééiSñ;·1a e.iplosíóñ ;· 1a' ímágeñ-·v ··1a
orleñfadoñ..def éuérp·o~·Muého-añtes de"qi.1e ·er espaci<).per.ctbf'tló
por y para el «yo» se presentase como escindido y dividido, como
esfera de tensiones y contactos simplemente virtuales y difer idos.
Mucho antes de que el espació emergiera como medio de posi bili-
dades remotas y lugar de pot encialidades ..f\.r1tes de la int ~lig~n<=l~
~1alítica, ql,!e .S.~,R, é.!
.[ ª...$.UD!~ l.~~ll?.1.~~ ~1:. ~.l:i,9. ,ª9t c:: .~.9},l_e :el s:oriocim icnt.o
forrn¡1J,hübo una intelig~l1da_deJ cue!po.
El tiempo se distingue pero no se separa del espacio . Los anillos
concéntricos en el tronco de un árbol revelan su edad, como tam-
bién la muestran las espirales de los caparazones, «maravillo sa-
mente» concretas en el espacio, de acuerdo con le yes que sólo
complejas operaciones matemáticas pueden «traducir>} el lenguaje
de la abstracción. El tiempo , necesariamente , es local; eso conJev a
relaciones entre los lugares y sus tiempos . Los fenómenos que la
inteligencia analítica asocia exclusivamente con la «temporalidad»
-a saber, el crecimiento, la maduración, el envejecimiento- no
pueden en rea lidad ser disociados de la «espacialidad» ( en sí m isrna
una abstracción) . El espacio y el_tiempo aparecen y _se manifies tan
como d!fe.rfil1J:~s~e_inst p_art1l? les._Los ciclos tem_RQra_les..se_corr .~p._Qn·
de·n -c(mformas _circu1ares del espá:~Iu; r~111i·as dotad--ª,5-~~-~i.mt:tr.ía.
Quizá los procesos temporales lineales (reiterativos, de tipo mecánico)
se corresponda n con la constitµ ción de ejes (a lo largo de los cual es
pueda rep etirse la op era ción). Sea lo que fuere, la disociación espa-
cio-temporal y la realización social de esta disociación sólo pueden
ser hechos tardíos, un corolario de la escisión entre la representa -
ción del espacio y el espacio de representa ción. A pa rti r de los espa -
cios de representaci ón, el arte trata de ma nten er o restituir la
uni dad perdida.9
De ahí en adelant e, se vislumbra cómo y en qu é medida la dua -
lidad es consti tutiva de la unidad del ser vivo material. Dentro de él
porta su «otro». Es simétrico, por tanto dual, y lo es doblemente
(simetría bilateral y simetría de rotación); y esta situació n debe ser
vista a su vez a través de la dualidad espacio y tiemp o, de la repeti-
ción cíclica y la repeti ció n lineal. ·
En torno al ser vivo, y por su actividad que puede decirse legíti -
mamente «prod uctiva », se constituye lo que los condu ct istas lla -
man el campo «condu ctua l».Se establece como una red de relaciones,
una red proyectada y simu ltá neame nte efectuada por el ser vivo
actuant e en su «ento rno » espaeial, con y sobre su entorno . Existen,
pues, determinaciones espaciales que provienen de esta proyeccíón:
la simetría izquierda-d erec ha, la oposición alto-bajo, etc.
Al mismo tiempo, desd e el princip io, el ser vivo se constituye en
espacio interno . Muy pronto, tanto en la filogénesis como en la
génesis del org anismo individual, la masa celular se curva. Se es ta-
blece una cavidad, al principio sim ple, después compleja, que es
rellenad a por fluidos, al principio relativamente simples y después
cada vez más diversificados . Las células adyacente s a la cavidad for-
man parede s, membranas, front eras cuyo grado de per meabil idad
puede variar. Desde entonces, al espacio externo se opon e un espa -
cio o medio interno: es la prim era y la más decisiva diferenciación
en la histori a del ser-biológico. Ese medio inte rno va a desemp eñar
un papel cada vez mayor; y el espacio así pro ducid o va a adquir ir
formas, estru cturas y funciones diversificadas a partir del estadio
inicial llamado por los em briól ogos «gástrula».
Un cierr e separa el den tro del afuera y constituy e el ser vivo en
«cuerpo diferencia do». Sin embargo, esta clausur a es muy relativa
y nada tiene en común con una división lógic a o una disociación
abstra cta . Las memb ranas en cuestión pe rmane cen perm eables
por lo general, atrav esadas por po ros y or ificios. Lejos de in te-
rrumpirs e, los intercambios se acrecientan y diversifican: in ter -
cambios de energía (nutrició n, respiración, excreción), de información

Y Cf. El análisis de Claude Gaigncbet sobre la unidad espacio-temporalde las festivi•


ciadcsdel año cristiano evocadasen el cuadro de P.Brueghel(Carnaval et Mardi-Gras)(El
combatede Carnaval y doña Cuaresmal, en Annales:ESC, 2, 1972, pp. 313-345.
(apar ato sensorial) . A lo largo de la historia de la vid a, la inter acción
entr e el dent ro y el afuera no deja de intensificarse y divers íficarse .
La noción de «cierr e», así relativi zad a y emancipada d e extrapo -
laciones y sistematizaciones, p osee un alcance op er ativo: permite
nombrar lo q ue acont ece ta nto en la vid a n atural com o en la vida
social. En la soc iedad , las clausur as tiend en a devenir absol utas. Lo
que carac ter iza a la pr opied ad (pr ivada), a la posición en el espa cio
de la ciudad, de la nación, del Estado- na ción, es la frontera cerrad a.
Al ma rgen de este caso -lím ite, p od emo s decir que to da envoltura
espa cial conllev a una distinció n ent re un de ntr9 y un afuer a, pero
se tra ta de una barrera relat íva y, en el caso de las m emb ranas ,
sie1>npre p ermeable.

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