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COMENTARIO A LA DESCENTRALIZACION Y REGIONALIZACION

En el Perú, a través de toda su historia republicana, siempre han estado latentes


diversos temas de interés nacional, uno de ellos es sin lugar a dudas el del
centralismo.

Este no es un problema de ahora, sino de hace mucho tiempo; para que podamos
apreciar con mayor claridad el tema recordemos como en los inicios de la era
republicana, tanto en el Congreso como en otros foros fuera del gobierno se debatía
y discutía acerca del centralismo y de sus consecuencias negativas en el desarrollo
del país.

Existían grupos antagónicos que no podían concertar en la organización de un


Estado eficiente, nos referimos a los federalistas y a los centralistas. Los primeros
eran partidarios de una descentralización parecida al modelo norteamericano,
donde existe una federación de Estados, cada uno con autonomía en diversas
áreas. Los segundos por supuesto contrarios a la idea de los federalistas, estos no
eran participes de la descentralización.

Mucho se ha opinado estos últimos días sobre la descentralización, desde


cuestionar su existencia, escasa capacidad y priorización del gasto de sus
autoridades, hasta culparla por la corrupción existente.

La descentralización es la reforma del Estado más importante que se haya


emprendido en los últimos años. Su creación y marco de funcionamiento fue
aprobado por unanimidad por el Congreso y la Constitución Política del Perú la
consagra como una política de Estado permanente y de cumplimiento obligatorio,
cuyo objetivo es el desarrollo integral, armónico y sostenible del país.
Lamentablemente, tres gobiernos la han abandonado.

Este proceso, según la Constitución, se inicia con la elección de autoridades


regionales y municipales constituyendo gobiernos autónomos económica, política y
administrativamente ejerciendo competencias y funciones del Estado, traspasadas
por el Gobierno central. Crea regiones sobre la base de unión de dos o más
departamentos con el objeto de ordenar el territorio, promover las inversiones y
acercar el Estado a la gente.

Pasados 14 años, la descentralización es cuestionada por escasos resultados,


incapacidad de gasto y por corrupción.

Sin embargo, la descentralización ha traído mayor acercamiento del Estado a los


ciudadanos, lo que antes requería tramitarse en Lima, hoy se realiza en el nivel de
gobierno más cercano a la población según las competencias y funciones que el
Gobierno central haya transferido.

Mayor impulso a la inversión existe en muchas de las llamadas regiones y


municipios especialmente provinciales. Hoy, visitando ciudades del interior,
podemos notarlo. Resultado de esto ha sido el mayor crecimiento en provincias que
en Lima y en varios departamentos han mejorado los indicadores sociales,
comprobando así que el sistema funciona, aunque aún en muchas localidades no
ocurra. El proceso indudablemente debe ser revisado.

Varias medidas debieron tomarse que el Gobierno central aún no aprueba, como la
descentralización fiscal, por ejemplo, que reduciría la evasión tributaria.

Importante tema es cómo definir las prioridades de inversión, ya que existen


proyectos cuestionables como construcción de edificios administrativos o
monumentos en lugares donde no hay agua potable o alcantarillado y eso debe
cambiar.

El MEF abiertamente centralista, dice que los gobiernos descentralizados no gastan


su presupuesto. Sin embargo, es reconocido que el nivel de ejecución
descentralizado supera al Gobierno central.

En cuanto a la corrupción, recordemos lo que pasa a nivel central con presidentes,


ministros, congresistas y altos funcionarios. La corrupción atraviesa nuestra
sociedad y pasa por funcionarios, políticos, Poder Judicial, empresarios y
ciudadanos. No culpemos a la descentralización de aquello que debemos cambiar
como sociedad.

En nuestra Constitución Política del Perú, la descentralización forma parte del


Estado y del Gobierno, hay mucho que tratar pero sería recomendable buscar un
nuevo acuerdo político para su óptimo funcionamiento.

Finalmente, el modelo de descentralización que hemos tenido hasta el momento es


visto como fallido, reproduce una estructuración del territorio sobre la base de una
distribución política que no obedece a criterios espaciales de desarrollo económico
y social. La falla no es solo del sistema político actual, sino también de los
desincentivos económicos que nuestra legislación actual presenta.

No existe base para que un presidente regional lleve a cabo algún esfuerzo de
mejora fiscal, más que la que le imponen las transferencias centrales, tampoco de
planificación de inversiones y menos de atracción de inversiones productivas a su
región. No existe política regional de desarrollo de actividades productivas y los
incentivos todavía siguen altamente centralizados. Es hora de trabajar en una
política nacional para el desarrollo de regiones integradas y productivas, con mayor
gobernabilidad.

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