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PRÁCTICA DOCENTE II
DEVOLUCIÓN ACTIVIDAD 1
De las reflexiones compartidas, podemos inferir la distinción entre los términos aula y clase,
tal como sostiene Inés Dussel en el texto sobre el cual fueron trabajadas las consignas.
Sería preciso, entonces, que comencemos a preguntarnos acerca de las relaciones entre
ambas categorías: ¿el aula puede condicionar la clase? ¿la clase se piensa en función de
un aula en particular? ¿en qué medida incide en nuestra idea de clase la formación previa
de un ideal de aula? ¿cuál sería el ideal de clase?...
Invitamos a que continúen formulando preguntas de este tipo, arriesgando respuestas que
sirvan no para cerrar, sino para permitir continuar con la reflexión.
Atravesemos, ahora, todas esas preguntas por el filtro del contexto actual que nos convoca:
la virtualidad. ¿Qué características tiene o puede tener un aula virtual? ¿en qué medida su
“condición material virtual” incide en la clase? ¿de qué manera? ¿qué particularidades
ofrece? ¿qué otras categorías que inciden en la clase nos invita a repensar? Por ejemplo,
¿qué pasa con el tiempo en estas condiciones? …
Por supuesto, no podemos dejar de lado otra gran problemática que se pone sobre el tapete
en esta situación que nos interpela: el acceso. No perder de vista que las condiciones para
el mismo no están aseguradas en su totalidad. Y aquí encontramos que reside una de las
grandes problemáticas en materia educativa, porque si pensamos en una educación común
y obligatoria como derecho al cual todas las personas deben acceder, la realidad nos sitúa
en un diálogo difícil.
La cuestión de las condiciones áulicas necesarias para desarrollar una clase de teatro no
es un plano, no se agota desde la resolución de una parte, sino que es un volumen
determinado por una gran cantidad de problemáticas y atravesamientos que, como ya
pudieron observar a partir del texto de Dussel, exceden la especificidad artística y teatral y
a su vez la desconocen.
Lo que entendemos, conocemos, imaginamos como aula no es natural; no es algo dado.
Es una construcción socio-histórica-cultural que ha ido mostrando modificaciones y en ellas
su naturaleza dinámica. No perder de vista esto último, permitirá que no nos enquistemos
en formas áulicas estereotipadas: el aula está en relación a la clase. La clase es un suceso
único, en eso se parece mucho al teatro, y no siempre estará ligada a “una” forma áulica
particular. Pensar al espacio aula como múltiple o diverso, me permite como docente no
caer en ideas fosilizadas de lo que un aula de artística debe ser. Como todo en educación:
lo que atraviesa, organiza, y/o determina la clase, deberá tener función pedagógica. En este
sentido, también es pertinente llevar la mirada a los sentidos y representaciones que
circulan o son propiciados en una clase, en un aula. ¿Qué implica definir que, en una clase
de Teatro, el aula no debe contar con bancos y sillas? ¿Desde qué sentido de praxis
realizamos estas apreciaciones? ¿Qué implica pensar en la necesidad de un escenario para
llevar adelante una clase de teatro? ¿Desde qué ideas acerca del teatro estamos
pensando?
De esto se desprende que la lucha no es por “un aula” en especial; sino por tener los medios
necesarios asegurados para construir la que necesitemos para nuestra propuesta. Y lo
medios no solo son materiales, sino también “inmateriales”, como: el tiempo, el
compromiso, el respeto, entre otras.
Entonces, del mismo modo en que no podemos caer en el reduccionismo de pensar al aula
meramente como un espacio físico, tampoco podemos hacerlo al abordar la idea de clase.
Muchas veces, solo se menciona al/la/le estudiante; otras, solo al/la/le docente. Pensar
ambas categorías desde sus componentes no alcanza. Debemos concebirlas desde su
complejidad e interpelaciones y desde los múltiples vínculos que se dan entre sí.
Para poner lo anterior en palabras de Inés Dussel, compartimos un fragmento citado por
una de sus compañeras: “La genealogía no implica que todas las perspectivas den lo
mismo, o que no haya criterios para jerarquizarlas, o para decidir cuál nos parece más justa
o verdadera, sólo nos recuerda que esta jerarquización o decisión es un acto propio
(político, diría Foucault), porque implica tomar posición frente a una realidad conflictiva y
dinámica (…)”1
1
Dussel, I. y Carusso, M. (1999) La invención del aula. Una genealogía de las formas de enseñar.
Santillana. Buenos Aires. P. 29.