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Español grado 11
La Biblia
El sacrificio de Isaac
—Mira —dijo Isaac—, tenemos la leña y el fuego, pero ¿dónde está el cordero para el holocausto? —
Dios se encargará de que haya un cordero para el holocausto, —respondió su padre. Y siguieron
caminando juntos. Cuando llegaron al lugar que Dios le había dicho, Abraham construyó un altar y
preparó la leña; luego ató a su hijo Isaac y lo puso en el altar, sobre la leña; pero en el momento de
tomar el cuchillo para sacrificar a su hijo, el ángel del Señor lo llamó desde el cielo:
—¡Abraham! ¡Abraham! —Aquí estoy —contestó él. El ángel le dijo:
—No le hagas ningún daño al muchacho, poique ya. sé que tienes temor de Dios, pues no te
negaste a darme tu único hijo. Abraham se fijó, y vio un carnero que estaba enredado por los cuernos
entre las ramas de un arbusto; entonces, fue, tomó el carnero y lo ofreció en holocausto, en lugar
de su hijo. Después Abraham le puso este nombre a aquel lugar: "El señor da lo necesario". Por eso
todavía se dice: "En el cerro, el Señor da lo necesario." El ángel del Señor llamó a Abraham desde
el cielo por segunda vez, y dijo:
—El Señor ha dicho: "Puesto que has hecho esto y no me has negado a tu único hijo, juro por mí
mismo que te bendeciré mucho. Haré que tu descendencia sea tan numerosa como las estrellas
del cielo y como la arena que hay a la orilla del mar. Además, ellos siempre vencerán a sus ene-
migos, y todas las naciones del mundo serán bendecidas por medio de ellos, porque me has
obedecido".
ODISEA
CANTO V
El poderoso, el que sacude la tierra, que volvía de junto a los etíopes, lo vio de lejos, desde los
montes Sólymos, pues se le apareció surcando el mar. Irritóse mucho en su corazón, y
moviendo la cabeza habló a su ánimo:
«¡Ay!, seguro que los dioses han cambiado de resolución respecto a Odiseo mientras yo estaba
entre los etíopes, que ya está cerca de la tierra de los feacios, donde es su destino escapar del
extremo de las calamidades que le llegan. Pero creo que aún le han de alcanzar bastantes
desgracias.»
Cuando hubo hablado así, amontonó las nubes y agitó el mar, sosteniendo el tridente entre sus
manos, e hizo levantarse grandes tempestades de vientos de todas clases, y ocultó con las
nubes al mismo tiempo la tierra y el ponto. Y la noche surgió del cielo. Cayeron Euro y Noto,
Céfiro de soplo violento y Bóreas que nace en cielo despejado levantando grandes olas.
Entonces las rodillas y el corazón de Odiseo desfallecieron, e irritado dijo a su magnánimo
espíritu:
«Ay de mí, desgraciado, ¿qué me sucederá por fin ahora? Mucho temo que todo lo que dijo la
diosa sea verdad; me aseguró que sufriría desgracias en el ponto antes de regresar a mi patria,
y ahora todo se está cumpliendo. ¡Con qué nubes ha cerrado Zeus el vasto cielo y agitado el
ponto, y las tempestades de vientos de todas clases se lanzan con ímpetu!
«Seguro que ahora tendré una terrible muerte. ¡Felices tres y cuatro veces los dánaos que
murieron en la vasta Troya por dar satisfacción a los Atridas! ¡Ojalá hubiera muerto yo y me
hubiera enfrentado con mi destino el día en que Cantos troyanos lanzaban contra mí broncíneas
lanzas alrededor del Pelida muerto! Allí habría obtenido honores fúnebres y los aqueos
celebrarían mi gloria, pero ahora está determinado que sea sorprendido por una triste
muerte.»
Cuando hubo dicho así, le alcanzó en lo más alto una gran ola que cayó terriblemente y sacudió
la balsa. Odiseo se precipitó fuera de la balsa soltando las manos del timón, y un terrible
huracán de mezclados vientos le rompió el mástil por la mitad. Cayeron al mar, lejos, la vela y la
antena, y a él lo tuvo largo tiempo sumergido sin poder salir con presteza por el ímpetu de la
ingente ola, pues le pesaban los vestidos que le había dado la divina Calipso.
A1 fin emergió mucho después y escupió de su boca la amarga agua del mar que le caía en
abundancia, con ruido, desde la cabeza. Pero ni aun así se olvidó de la balsa, aunque estaba
agotado, sino que lanzándose entre las olas se apoderó de ella. El gran oleaje la arrastraba con
la corriente aquí y allá. Como cuando el otoñal Bóreas arrastra por la llanura los espinos y se
enganchan espesos unos con otros, así los vientos la llevaban por el mar por aquí y por allá. Unas
veces Noto la lanzaba a Bóreas para que se la llevase, y otras Euro la cedía a Céfiro para
perseguirla.
Pero lo vio Ino Leucotea, la de hermosos tobillos, la hija de Cadmo que antes era mortal dotada
de voz, mas ahora participaba del honor de los dioses en el fondo del mar. Compadeciese de
Odiseo, que sufría pesares a la deriva, y emergió volando del mar semejante a una gaviota; se
sentó sobre la balsa y le dijo:
« ¡Desgraciado! ¿Por qué tan acerbamente se ha encolerizado contigo Poseidón, el que sacude la
tierra, para sembrarte tantos males? No te destruirá por mucho que lo desee. Conque obra del
modo siguiente, pues paréceme que eres discreto: quítate esos vestidos, deja que la balsa sea
arrastrada por los vientos, y trata de alcanzar nadando la tierra de los feacios, donde es tu
destino que te salves. Toma, extiende este velo inmortal bajo tu pecho, y no temas padecer ni
morir. Mas cuando alcances con tus manos tierra firme, suéltalo enseguida y arrójalo al ponto
rojo como el vino, muy lejos de tierra, y apártate lejos.»
Cuando hubo hablado así la diosa, le dio el velo, y con presteza se sumergió en el alborotado
ponto, semejante a una gaviota, y una negra ola la ocultó. El divino Odiseo, el sufridor, dio en
cavilar y habló irritado a su magnánimo corazón:
« ¡Ay de mí! ¡No vaya a ser que alguno de los inmortales urde contra mí una trampa, cuando me
ordena abandonar la balsa! Mas no obedeceré, que yo vi a lo lejos con mis propios ojos la tierra
donde me dijo que tendría asilo. Más bien, pues me parece mejor, obraré así: mientras los
maderos sigan unidos por las ligazones permaneceré aquí y aguantaré sufriendo males, pero una
vez que las olas desencajen la balsa me pondré a nadar, pues no se me alcanza previsión mejor.»
Mientras esto agitaba en su mente, y en su corazón, Poseidón, el que sacude la tierra, levantó
una gran ola, terrible y penosa, abovedada, y lo arrastró. Como el impetuoso viento agita un
montón de pajas secas que dispersa acá y allá, así dispersó los grandes maderos de la balsa.
Pero Odiseo montó en un madero como si cabalgase sobre potro de carrera y se quitó los
vestidos que le había dado la divina Calipso. Y al punto extendió el velo por su pecho y púsose
boca abajo en el mar, extendidos los brazos, ansioso de nadar.
. «Ahora que has padecido muchas calamidades vagas por el ponto hasta que llegues a esos
hombres vástagos de Zeus. Pero ni aun así creo que estimarás pequeña tu desgracia.»
Cuando hubo hablado así, fustigó a los caballos de hermosas crines y enfiló hacia Egas, donde
tiene ilustre morada.
ACTIVIDAD 1.
ANALISIS LITERARIO