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Tomo II

Período Prehispánico

JENNY ESTRADA
(Compilación)
HISTORIA MARÍTIMA
DEL ECUADOR
Plan general de la obra

TOMOS EDITADOS
Tomo II
Período prehispánico
Autora: Jenny Estrada Ruiz

TOMO III
Descubrimientos y exploraciones
españolas en el Ecuador
Siglo XVI
Edición 2000
Autores: Dr. Roberto Leví C.
y Lic. Víctor H. Arellano

TOMO IV
Época colonial: Siglos XVI al XIX
Edición 2011
Autor: CPFG (sp) Mariano Sánchez Bravo

TOMO VI
La Gran Colombia 1828 – 1830
y la República 1830 – 1840
Edición 1997
Autor: CALM (sp) Carlos Monteverde Granados

TOMO VII
La República 1840 – 1850
(Volumen 1: Antecedentes 1840 – 1841)
Edición 2005
(Volumen 2: 1842 – 1844)
Edición 2006
(Volumen 3: 1845)
Edición 2008
Autor: Sr. Eduardo Estrada Guzmán

TOMO VIII
La República 1850 – 1860
Edición 1997
Autor: CPFG (sp) Mariano Sánchez Bravo

TOMO IX
La República 1861 – 1883
(Primera parte)
Edición 2000
(Segunda parte)
Edición 2003
Autor: CPFG (sp) Mariano Sánchez Bravo
Historia marítima
del ecuador

Tomo II
Período Prehispánico

JENNY ESTRADA
(Compiladora)
Historia Marítima del Ecuador

Tomo II : Periodo Prehispánico


Edición : INHIMA 2012
Autora : Jenny Estrada Ruiz
Levantamiento : Lic. Lillian Chang Díaz
Diagramación y diseño : Arq. Pedro Gambarrotti Gámez
Investigación y recopilación
de grabados y fotos históricas : Jenny Estrada Ruiz
Fotografías actuales : Periodista Walter Riera Franco
Impresión : Gráficas Ayerve
Portada : Detalle del mural "Balseros del Mar del Sur" del
artista José Luque, en el Museo de Salango,
Ecuador.

Derechos Reservados
Prohibida la reproducción total o parcial de su
contenido sin autorización del autor
5

PR E S E N TAC I Ó N

La obra “Historia Marítima del Ecuador”, editada progresivamente en los últimos


15 años, ha culminado ya 12 de los 14 tomos programados, aunque al estar conformados
algunos de ellos por más de un volumen, en realidad son 15 los volúmenes publicados.
Esta vasta colección se ha logrado gracias a la investigación y aporte de distinguidos his-
toriadores especializados en nuestro pasado marítimo, una de cuyas partes esenciales es
la relacionada a la navegación en el periodo prehispánico, que siendo considerado como
Tomo II en el plan general de la obra, faltaba concretarse.

En tal afán tuvimos acercamientos con historiadores especializados en el pasado preco-


lombino, sin llegar a un proyecto concreto, por lo que continuamos en la espera, hasta que
finalmente una distinguida historiadora aceptó nuestra invitación y expresó su decisión de
emprenderlo. Se trata de la historiadora doña Jenny Estrada Ruiz, quien ha trabajado en
esta compilación donde se recogen algunas crónicas de conquistadores y sus impresiones
de primera mano en los relatos vivenciales al contacto con los navegantes aborígenes de
nuestras costas, así como los trabajos investigativos posteriores de arqueólogos, antropó-
logos e historiadores que estudiaron ese extenso lapso de nuestro pasado.

Perseverando en el tema, que por primera vez abordó con una publicación el año
1988, Jenny Estrada nos entrega el Tomo II de la obra Historia Marítima del Ecuador,
que abarca la intensa actividad marítima efectuada por los pueblos aborígenes de nues-
tro perfil costanero, antes de la llegada del conquistador europeo, enfatizando en la
existencia de testimonios que nos permiten corroborar el empleo de medios originales,
gracias a los cuales pudieron efectuar largos viajes a través del océano, con el propósi-
to de intercambiar sus productos, extendiendo el ámbito de sus tareas a otras regiones
continentales.

Sabemos que la existencia de extensos bosques en nuestro territorio, donde crece es-
pontáneamente el “palo de balsa”, permitió que nuestros antiguos aborígenes constru-
yeran, con ese material, sus embarcaciones para la pesca artesanal así como las grandes
plataformas flotantes, que asombraron a los navegantes del Viejo Mundo y a las cuales se
6 Historia marítima del ecuador

identifica como las “balsas”, lo que sumado a la evolución temprana de las tecnologías
náuticas, llevaron a estos pobladores del litoral del actual Ecuador a dominar y controlar el
comercio marítimo en el Pacífico oriental hasta la llegada de los europeos.

El papel primordial de nuestros aborígenes, durante sus cortas y largas travesías,


fue quizás la comercialización de la concha spondylus, la que se efectuó durante 2000
años, comenzando alrededor del año 3000 a.C. y se limitó mayormente al Ecuador,
pues esta existía en los sitios Valdivia y Machalilla del litoral. Desde estos se expan-
de primeramente a la altiplanicie peruana, y luego a la costa del Perú, así como a
Mesoamérica y gradualmente se incrementa en la América nuclear. Así se expone en
esta compilación, destacando el rol del comercio que representó la parte básica de la
actividad marinera de los pobladores de nuestras costas, al tiempo que posibilitó el
intercambio cultural con otros pueblos.

Hasta fechas no muy lejanas, la antigua historia marítima universal abarcaba a los pue-
blos del viejo mundo que utilizaron al mar para su comercio, desarrollo y poderío naval,
tales como Egipto, Fenicia, Roma y Cartago, ligados al mar Mediterráneo, dejando a un
lado la existencia de otros, que siendo protagonistas en distintos escenarios marítimos,
eran desconocidos completamente por el hombre europeo.

Pero estos últimos tuvieron entre sí contactos tempranos, como sucedió entre los abo-
rígenes de los actuales Ecuador y México. Sabemos que los primeros, utilizaron embar-
caciones oceánicas, construidas de “palo de balsa”, y dominaron el mar en base a sus co-
nocimientos de vientos y corrientes marinas, teniendo sus propios sistemas de orientación
que les permitieron llegar más allá del cabotaje.

La autora ha efectuado un serio y esforzado trabajo de compilación, tarea que de-


manda mucha lectura, estudio, confrontación y análisis, a fin seleccionar y priorizar el
material necesario, con el cual refuerza una tesis que nos ayuda a reivindicar miles de
años de cultura y de dominio de la navegación a través de una ciencia ancestralmente
conocida y practicada por los antiguos navegantes de la costa ecuatoriana. Su investi-
gación avanza hasta nuestros días, para dejarnos el registro de la hazaña náutica de Vi-
tal Alsar, surcando el Pacífico en balsa desde Guayaquil hasta Australia. Y la evidencia
irrefutable de la existencia de materias primas utilizadas por nuestros aborígenes en la
construcción de sus grandes embarcaciones, las mismas que se siguen produciendo en
nuestro suelo, como el algodón primitivo con el cual se tejieron las velas, el henequen
de las amarras y la madera de balsa, que mantiene al Ecuador en el primer lugar entre
los productores de balsa en el mundo.

Guayaquil, septiembre de 2012

CPFG (SP) MARIANO SÁNCHEZ BRAVO


DIRECTOR DEL INSTITUTO DE HISTORIA MARÍTIMA
7

INTRODUCCIÓN
 

El tema de la navegación prehispánica y su importancia en el estudio  de los oríge-


nes y evolución de la navegación ecuatoriana constituye asunto de mi especial interés
investigativo desde el año 1988, cuando el  Instituto de Historia Marítima de la Armada
Nacional concibió el proyecto de un museo de historia marítima, cuyo punto de partida
sería precisamente la embarcación  que nuestros aborígenes utilizaron para sus frecuentes
desplazamientos por el océano Pacífico.

De la fecha señalada procede un libro que en dos ediciones anteriores ha contribui-


do a difundir la   trascendencia del asunto abordado por distintos autores desde épocas
pretéritas y que hoy, atendiendo a una honrosa solicitud formulada por la Armada Na-
cional, a través del Instituto de Historia Marítima, ha sido posible retomar, enrique-
ciéndolo con nuevas aportaciones para conformar el Tomo II de la Historia Marítima
del Ecuador.   No pretende constituir  obra completa sobre el tema de la balsa, sino más
bien la recopilación de fuentes que –sin perjuicio de otros criterios- hemos considerado
representativas de distintos periodos, tratando de establecer una secuencia cronológica
como  base de sustentación para una tesis ecuatoriana, histórica y científicamente res-
paldada por crónicas, grabados, relatos, estudios y más testimonios que van del siglo
XVI hasta el presente.

Por lamentable confusión de los cronistas de la conquista y primeros tiempos de la


colonia, nuestra geografía y las características étnico-culturales de nuestros pueblos abo-
rígenes de costa y sierra, figuran indiscriminadamente ligadas al incario y su realidad, al
momento de la llegada de los españoles hasta el establecimiento de la Real Audiencia de
Quito (1563), se difunde en documentos alusivos a la historia de la conquista del Perú.

Siglos de descuido en el estudio de nuestro remoto pasado, contribuyeron  a in-


crementar errores que felizmente empiezan a corregirse en las primeras décadas de
la actual centuria, “cuando surge un grupo reducido pero notable de eruditos, cuyo
interés en la historia y etnografía de la región no sólo los impulsa a estudiar seriamente
las crónicas publicadas y los archivos, sino además a buscar documentos que habían
8 Historia marítima del ecuador

quedado en el olvido y cuyo rescate enriqueció notablemente nuestro conocimiento en


este campo”.

Encabezados en sus inicios por el gran historiador y primer Arzobispo de Quito, Fede-
rico Gonzáles Suárez, Carlos Manuel Larrea, Otto von Buchwald y Jacinto Jijón y Caama-
ño, sentaron las bases para el estudio científico serio de la prehistoria ecuatoriana”  [1]  [2]. 
Jijón contrató a Max Uhle para que trabajara con él en un ambicioso plan de excavaciones
por todo el Ecuador.  Y fue precisamente en el desarrollo  de este programa, mientras
excavaba en Manta, puerto central que nuestra costa, donde Jijón encontró los elementos
que, unidos al conocimiento de las antiguas crónicas sobre los manteños, huancavilcas y
punaes, le permitieron elaborar su concepto sobre la existencia de una sociedad conforma-
da por pueblos y caseríos que se extendían a lo largo de la costa ecuatoriana, integrando
una Confederación Hanseática de puertos mercantiles a los que denominó “La liga de
mercaderes”  [3] controladores del movimiento comercial de la concha Spondylus, hacia
México por el norte [4], hacia el Perú por el sur y en el área andina.

El Spondylus princeps, hermosa bivalva con borde interior de color rojizo y el Spon-
dylus calcifer, con borde púrpura, se reproducen a determinadas profundidades en aguas
cálidas de la costa del Pacífico, desde el golfo de California hasta el golfo de Guayaquil. 
Su importancia en la antigüedad estuvo vinculada a los ritos de la fertilidad, a más de ser
considerada como objeto exótico, joya, símbolo de riqueza y de poder, eventualmente
moneda y ofrenda funeraria.

De acuerdo a certificaciones arqueológicas, sabemos que desde tiempos antiguos


las culturas ecuatorianas ejercieron el monopolio de explotación, elaboración y comer-
cio de estas conchas, actividades favorecidas ampliamente por lo que un autor señala
como “determinismo ecológico” innegable  en dos aspectos fundamentales: el primero,
la localización del hábitat del Spondylus princeps en las profundidades marinas alre-
dedor de la Isla de la Plata, frente a las costas de la provincia de Manabí; el otro, la
existencia de extensos bosques tropicales donde de gran flotabilidad, aprovechada por
nuestros aborígenes prehispánicos en la construcción de embarcaciones para la pesca
artesanal y en la estructura de grandes plataformas que, a manera de barcos mercantes
y por la “evolución temprana de tecnologías náuticas, permitieron a estos pueblos do-
minar y controlar el comercio marítimo en el Pacífico Oriental hasta la llegada de los
españoles”. [5]

  P. Norton, su trabajo incluido en el presente volumen.


[1]

  O. HOlm, en su estudio sobre cultura Manteña-Huancavilca , reconoce también los aportes de Dorsey y sus excava-
[2]

ciones en Isla de la Plata, Marshall H. Saville con sus dos tomos de “Antiquities of Manabí”, R. Verneau y P. Rivet,
con sus dos tomos sobre “Ethnographie anciénne de L’Equateur.
  J. Jijón y Caamaño en esta obra.
[3]

   L. Marcos IBID.
[4]

  Presley Norton en el presente volumen.


[5]
9

El encuentro de la balsa manteño-huancavilca con el primer navío que los conquistado-


res desplazaron hacia la Mar del Sur al mando de Bartolomé Ruiz de Estrada, se produce
el año 1526 a la altura de Punta de Galera, nombre que según algunos autores se deriva
precisamente de la impresión causada por la “extraña embarcación”, cuya vela confundió
a los españoles a distancia.  Siguiendo el texto de la relación Sámano-Xerez, era un navío
de “tractantes” (comerciantes) de aquellas partes.  A bordo llevaba cerca de 20 personas
entre hombres, mujeres y niños.  Tenía capacidad de carga de 30 toneles.  Estaba confec-
cionada de gruesos maderos atados fuertemente con cuerdas de henequén a una superes-
tructura de bambú, colocado sobre trozas formando una cubierta.  Usaba piedras como
anclas.  Mástiles y botalones de maderas duras y tablones de quilla o “guaras” para dirigir
su rumbo.  Navegaba hacia el norte con un cargamento de joyas de oro y plata, pinzas,
tazas y tazones, espejos de obsidiana con marcos de plata, muchos tejidos de lana de llama
y de algodón en vistosos colores y casi todos ricamente bordados.  Cerámica de color ne-
gro, balanzas para pesar el oro, algunas esmeraldas, muchas sartas de cuentas coloradas,
ornamentos de una concha colorada (Spondylus) que cargaban en gran cantidad y otras
cosas “para contractar” [6].

“El puerto de origen de la balsas era Salango uno de los cuatro pueblos colindantes
(Salangone, Salango,  Tuzco y Secapez) regidos por el señor Salangone, que también
ejercía su hegemonía sobre las poblaciones de Tacamez (Atacames), San Mateo (Es-
meraldas), Mancabes, Arampajos, Pitagua, Carazlabez, Amarejos, Cames, Amostopse,
Ovea “y todas las demás de esa costa” (Sámano –Xerez).  Si hemos de aceptarlo en su
significado literal, parecería que el señor de Salangone dominaba todas las poblaciones
de la costa hasta el norte” [7], lo cual  nos permite colegir que aquellos pueblos con
organización social jerarquizada y sistema de gobierno propio, distaban mucho de ser
dependencias sojuzgadas por el incario cuando llegó el conquistador.  Al desarrollo de
la agricultura que constituyó renglón básico de su economía, los nuestros sumaron su
tradición marinera que se remonta a la primera ocupación de la Isla de la Plata, Valdi-
via III (2.500 A.C.) y se proyecta a través de los siglos en los grandes navegantes de
la balsa manteño-huancavilca, poseedores de una tecnología náutica superior, “dando
a los habitantes de la costa del Ecuador un virtual monopolio del único medio viable
para llevar a cabo el comercio marítimo de alcance en la costa del Pacífico, donde pro-
movieron los contactos e irradiaron su cultura”.

De Salango y no de Tumbes era la balsa que vio el piloto Ruiz y por ello, amparándonos
en el resultado de prolijas investigaciones realizadas por cronistas, etno-historiadores y ar-
queólogos, hacemos énfasis en el antecedente prehispánico ecuatoriano de esta nave que, a
más de su interesante participación en el proceso evolutivo del antiguo Ecuador, representa
un aporte a la historia  de la navegación por el sistema de gobierno de timones múltiples
denominados “guaras”, invención de nuestros antepasados manteños-huancavilcas para

  Presley Norton en el presente volumen.


[6]

 IBID.
[7]
10 Historia marítima del ecuador

controlar el rumbo de sus embarcaciones conduciéndolas aún con vientos y corrientes con-
trarios y maniobrándolas con pericia singular en sus  desplazamientos oceánicos.

Admirados del ingenio y simplificada perfección, viajeros europeos consignaron im-


presiones favorables, siendo la de los marinos españoles Jorge Juan y Antonio Ulloa (siglo
XVIII) la que quizás con mayor acierto técnico explica el método de las “guaras” cuyo
funcionamiento observaron  en una balsa de Guayaquil, indicando que, otra hubiera sido
la historia de la navegación europea si tal procedimiento llegaba a descubrirse con ante-
rioridad.

Dos siglos después, Vital Alsar (1970) intrépido navegante español, reafirmaría su efi-
cacia efectuando el viaje en balsa más largo de la historia en una embarcación construida
con maderas de nuestros bosques y de acuerdo a los planos indicados por los cronistas. 
Acompañado de tres valientes aventureros, navegó 13.800 kilómetros en casi seis meses
que duró el trayecto de Guayaquil a Mooloolaba (Australia), a donde llegó con la nave en
óptimas condiciones.  Probó, entonces, que nuestros predecesores, los manteño-huanca-
vilcas, dominaron la ciencia de la navegación a vela y condujeron sus balsas con precisión
gracias al sistema de las “guaras” a las que calificó de “milagro náutico”, detallando su
funcionamiento en un libro escrito después de tal proeza.  Esta travesía echó por tierra –en
forma práctica- la tesis peruana que atribuye a sus aborígenes, es decir a los representantes
del incario, el dominio del mar y refutó a Thor Heyerdahl, quien,  en 1947, con madera
sacada del litoral ecuatoriano  y transportada por barco hasta el Perú, construyó la célebre
balsa “Kon Tiki”, con la que surcó el Pacífico llegando a la mitad de distancia lograda por
Alsar.  La hazaña de Heyerdahl había asombrado al mundo y por un tiempo acrecentó la
hipótesis sobre el origen peruano de la balsa que nuestros arqueólogos y etno-historiadores
califican de absurda y carente de base.

Basta comparar la fertilidad del suelo ecuatoriano en la región litoral con la desértica
costa peruana totalmente privada de lluvias, para entender la invalidez del argumento que
pretende arrebatarnos milenios de herencia cultural.  Mientras nuestras tierras gozan del
beneficio que representa la cuenca del Guayas, el sistema hidrográfico más importante de
la costa del Pacífico americano, el suelo peruano vecino al mar carece de ríos navegables.
Apenas en ciertas épocas recibe un tenue rocío que baña las colinas y permite incipientes
brotes de vegetación que el sol borra de inmediato.  “La corriente fría llamada de Hum-
boldt, que viene de las regiones polares del Pacífico, corre de sur a norte, a lo largo de la
orilla del mar, haciendo a éste más frío que la tierra y quita a las brisas marinas su hume-
dad, permitiendo condensarse a los vapores acuosos.  Esta misma corriente desvía al oeste,
hacía las Islas Galápagos, el mar se hace más caliente que la tierra, las lluvias caen sobre
la costa y una exuberante vegetación tropical se desarrolla en las provincias marítimas de
la actual República del Ecuador” [8].

 Luis Baudin “El imperio socialista de los Incas”. P. 80 y 81.


[8]
11

Aceptar que la madera de balsa que crece también en algunas zonas de la región orien-
tal amazónica fue trasladada hacia la costa, después de remontar las cadenas montañosas
de Los Andes para que los antiguos peruanos construyeran balsas oceánicas es contrade-
cir  aquel “determinismo ecológico” que otorga a nuestros antepasados todas las ventajas
naturales en la producción de la materia prima (balsa, caña guadua, algodón y maderas
preciosas), a más de negar un ancestro íntimamente ligado  al mar, cuya influencia se
irradió hacia el Perú.

Defender lo que nos pertenece es un deber y en tal sentido hemos trabajado compilan-
do el material que, una vez consultado, se incluye en este volumen, concentrando en la
primera parte, relatos e impresiones gráficas de viajeros que a partir del siglo XVI y hasta
el siglo XIX fueron dejándonos testimonios  de las balsas  que encontraron navegando en
nuestras costas.  En la segunda parte, la obra reúne estudios hechos en el siglo XX por his-
toriadores, etno historiadores y arqueólogos  ecuatorianos que a la luz del rigor científico
establecen procedencia y antigüedad de nuestra balsa.*

La tercera parte es el fruto de nuestro interés personal para comprobar la supervivencia


de la balsa hasta el presente, empeño que nos llevó a penetrar en las zonas montañosas de
las provincias de Guayas y Los Ríos, donde registramos con nuestra cámara fotográfica y
anotamos todo cuanto vimos y escuchamos para certificar presencia  de la balsa en nues-
tros ríos.  De su vigencia junto al mar, captamos información directa proporcionada por los
últimos balseros  de nuestras costas, en la población de General Villamil (Playas), donde
hasta hace poco seguían realizando faenas diarias de pesca en sus pequeñas embarcacio-
nes de tres troncos, maniobradas mediante “guara” e impulsadas por la acción del viento
sobre la vela.

Especial atención hemos puesto en este volumen sobre la presencia de elementos como
el algodón primitivo de crecimiento espontáneo (hasta hoy), a lo largo de la costa ecuato-
riana, materia prima que permitió el desarrollo de los textiles, probado en  la confección
de las velas de fundamental importancia para la navegación prehispánica, así como el
henequén (cabuya), de cuyas recias fibras se confeccionaron las amarras;  la caña guadúa
y el  cadi utilizados en la construcción de las superestructuras; el mangle para los mástiles
y el guachapelí para las guaras

Capítulo especial ocupa Vital Alsar, el formidable expedicionario español que en 1970,
con su viaje épico de Guayaquil hasta Australia, revivió el sistema de navegación oceánica
utilizado por los manteño-huancavilcas y en 1973, conduciendo tres balsas similares, pro-
bó la tesis de las migraciones masivas a través del Pacífico, desde nuestras costas.

Cabe subrayar un aspecto adicional que, sumado a la función pacífica de cabotaje ejer-
cida por los manteño-huancavilcas  en sus balsas de gran tonelaje, ubicaría a esta nave

* Entre los autores ecuatorianos se incluye a Olaf Holm.


12 Historia marítima del ecuador

como nuestra primera embarcación de guerra naval.  Emilio Estrada Ycaza, descubridor
de la Cultura Valdivia y estudioso profundo de nuestros antecedentes precolombinos, hace
hincapié en dicha particularidad indicándonos que “los punaes eran capaces de defen-
derse de sus enemigos derrotando en una ocasión al invencible Atahualpa y a sus tropas
desconocedores del arte marino, en la más grande batalla naval de nuestros tiempos pre-
históricos”. [9]

Y Olaf Holm, en su estudio sobre Cultura Manteña-Huancavilca reitera tal criterio


cuando expone “podemos mencionar que los puneños, ya cansados de los abusos de
los españoles en su isla, ofrecieron ayudarlos a seguir adelante, hacia el sur, a Tumbes,
lugar que éstos habían conocido en sus primeras exploraciones de la costa.  Los pune-
ños pusieron  varias balsas a disposición de los españoles, con la idea  de a media noche
desatar las amarras y dejar ahogar a los invasores con sus caballos y pertrechos.  El
insomnio  de un soldado español permitió dar la voz de alarma y se salvó la expedición. 
La tradición nos relata que un ardid similar usaron los puneños en sus luchas contra los
incas”.  Además de sus proverbiales encuentros bélicos con los tumbesinos.  La verdad
es (afirma Holm) que, cuando los españoles llegaron a Tumbes, en la conquista final,
encontraron a la ciudad completamente desolada por una reciente expedición punitiva
de los puneños.

Toca pues, a los historiadores navales ecuatorianos  asumir la tarea que significará al
mismo tiempo  la revisión de criterios en torno a un tema todavía no suficientemente estu-
diado  desde la perspectiva nacional.

Nosotros continuaremos en la búsqueda y difusión de documentos, manteniendo la es-


peranza de que un día no lejano, el papel inferior adjudicado erróneamente a los sudame-
ricanos en la evolución de la humanidad sea analizado bajo otra óptica, para que nuestro
país pueda situarse en el plano que le corresponde y reivindicar su puesto con el derecho
que le asisten milenios de cultura irradiada desde su suelo, gracias al extraordinario desa-
rrollo de tecnologías náuticas que evidencian un grado de civilización superior, antes de
que el proceso de la conquista y colonización cediera el primer puesto al invasor.
 

JENNY  ESTRADA

[9]
Emilio Estrada en el presente volumen.
13

ÍNDICE

Presentación 3
INTRODUCCIÓN 5

PRIMERA PARTE

SIGLO XVI 15
Relación Sámano-Xerez 16
Raúl Porras Berrenechea
La Crónica del Perú 23
Pedro de Cieza de León
La Historia del Mondo Nvovo 33
Girolamo Benzoni

SIGLO XVII 44
William Jansz Blaeuw (mapa) 45
Spilbergen (dibujo) 46
Real Audiencia de Quito (mapa) 49

SIGLO XVIII 51
Compendio Histórico de la Provincia de Guayaquil 52
Dionisio de Alsedo y Herrera
Descripción del río de Guayaquil en el Siglo XVIII 65
Jorge Juan y Antonio de Ulloa

SIGLO XIX 85
Monografía de Guayaquil 86
Andrés Baleato
Paris (plano de la balsa) 94
Paris y Wiener (dibujos) 95
Humboldt (dibujo) 96
14 Historia marítima del ecuador

SEGUNDA PARTE

SIGLO XX 99
Ojeada general sobre la composición étnica de la Costa Ecuatoriana 100
J. Jijón y Caamaño
Navegación manteño-huancavilca 118
Emilio Estrada Ycaza
La Balsa 131
Carlos Zevallos Menéndez
Las islas Galápagos en la pre-historia ecuatoriana 154
Olaf Holm
Las Balsas 173
Julio Estrada Ycaza
Los indios balseros como factor en el desarrollo del puerto de Guayaquil 187
Dora León Borja de Sazdly
El Cacique Tomalá en el proceso de soberanía y nacionalidad 209
Víctor González
El señorío de Salangone y la Liga de Mercaderes 233
Presley Norton
De ida y vuelta a Acapulco con mercaderes de Mullu 255
Jorge Marcos
Los caminos que andan 282
Carlos Núñez Calderón de la Barca

TERCERA PARTE

TESTIMONIOS 311
Supervivencia de la balsa en nuestros ríos 312
Jenny Estrada
Vital Alsar, de Guayaquil a Australia en Balsa 327
Jenny Estrada
Los últimos balseros de nuestro mar 358
Jenny Estrada

APENDICE 371
Reseña de autores citados 388
Bibliografía 395
15

P R I M E R A PA R T E

Siglo XVI
16 Historia marítima del ecuador

Las Relaciones primitivas de la Conquista del Perú.


Imprimeries les Presses Modernes. París 1937.
17

Reproducción facsimilar
18 Historia marítima del ecuador
La relación Samano-xerez 19
20 Historia marítima del ecuador
La relación Samano-xerez 21
22 Historia marítima del ecuador
23

La crónica del Perú


Nuevamente escrita por:

Pedro Ciesa de León


Vecino de Sevilla

Capítulo XXXIX a LVI. Págs. 391 a 411

Tomado de Biblioteca Ecuatoriana Mínima - 1960


Cronistas Coloniales - Págs. 104 a 112
24 Historia marítima del ecuador

Reproducción facsimilar
La crónica del perú 25
26 Historia marítima del ecuador
La crónica del perú 27
28 Historia marítima del ecuador
La crónica del perú 29
30 Historia marítima del ecuador
La crónica del perú 31
32 Historia marítima del ecuador
33

Girolano Benzoni

Tomado de Publicación del Banco Central del Ecuador


Guayaquil - Ecuador 1985 - Págs. 107 a 115
34 Historia marítima del ecuador

Reproducción facsimilar
La historia del mondo nuovo 35
36 Historia marítima del ecuador
La historia del mondo nuovo 37

Del modo de pescar y nevegar en el mar de Mediodía.


38 Historia marítima del ecuador
La historia del mondo nuovo 39
40 Historia marítima del ecuador
La historia del mondo nuovo
41

Theatrum Orbis Terrarum, de Abraham Ortelius. 1592.


42 Historia marítima del ecuador

Portoviejo, visto por el cronista Felipe Huamán


Poma de Ayala.
Guayaquil, visto por el mismo autor.
La historia del mondo nuovo 43
44 Historia marítima del ecuador

Siglo XVII
45

Mapa de la costa manabita, del holandés Willen Jansz Blaeuw (1635).


siglo XVII
48 Historia marítima del ecuador

George Spilbergen, quien recorrió la costa occidental de Sudamérica en


1617, publicó una relación de su viaje y dibujó, con lujo de detalles, las
balsas que halló en el puerto de Pita, tripuladas todas ellas por “indios
jóvenes, fuertes y robustos”. Eran pescadores que se internaban en la mar
y traían abundantes capturas. Clinton R. Edwards, quien ha estudiado
la valiosa documentación gráfica de Spilbergen, llama la atención sobre
cinco detalles específicos, a saber: 1) los mástiles formados por dos palos
fuertemente ligados entre sí, para alcanzar altura; 2) las velas triangulares;
3) los hombres (hasta tres en el dibujo) manipulando las guaras o tablones
de quilla; 4) los cántaros de agua; 5) las piedras especialmente preparadas
para servir de anclas.

N. de C. Siendo que la desértica costa peruana no produce madera de


balsa, esta era llevada desde Guayaquil.

Se ha descubierto balsa en la región amazónica, pero los estudiosos del


tema consideran improbable su traslado hacia el mar en dichas épocas.

(Tomado de Historia Marítima del Perú. Tomo II)


siglo XVII 49

Mapa de la Real Audiencia de Quito


(publicado en diario "El Universo" de agosto 17 de 1984 en Guayaquil, Ecuador).
50 Historia marítima del ecuador

"La balsa, vehículo que utilizó nuestro cholo legendario para llegar allende los mares y
dejar la impronta indeleble de su influencia en otros pueblos americanos".
Fuente: Véliz Litardo, Jaime. Sumpa. Proyección Cósmica del Cholo. Publicaciones Banco Central del Ecuador, 1986.

N.de C.- De acuerdo a los estudios realizados, la vela triangular fue usada para labores de
pesca artesanal y viajes cortos, mientras la vela cuadra se utilizó en las balsas de navega-
ción a larga distancia.
51

Siglo XVIII
52 Historia marítima del ecuador

Dionisio de Alsedo y Herrera


1741

Tomado de la edición de Imprenta Gutemberg de Elicio A. Uscátegui


Guayaquil, 1938
Compendio Histórico de la provincia de Guayaquil 53

Reproducción facsimilar
54 Historia marítima del ecuador
Compendio Histórico de la provincia de Guayaquil 55
56 Historia marítima del ecuador
Compendio Histórico de la provincia de Guayaquil 57
58 Historia marítima del ecuador
Compendio Histórico de la provincia de Guayaquil 59
60 Historia marítima del ecuador
Compendio Histórico de la provincia de Guayaquil 61
62 Historia marítima del ecuador
Compendio Histórico de la provincia de Guayaquil 63
64 Historia marítima del ecuador

La costa de Quito
(Mapa de Antonio de Herrera).
65

Jorge Juan y Antonio Ulloa


Descripción del río de Guayaquil en el siglo XVIII

Tomado de El Viagero Universal o Noticia del Mundo Antiguo y Nuevo


Obra recopilada de los Mejores Viajeros por D.P.E.P., Tomo XII
Madrid - Imprenta de Villapando 1797, Carta CLXXVI
66 Historia marítima del ecuador

Reproducción facsimilar
Descripción del río de Guayaquil en el siglo XVIII 67
68 Historia marítima del ecuador
Descripción del río de Guayaquil en el siglo XVIII 69
70 Historia marítima del ecuador
Descripción del río de Guayaquil en el siglo XVIII 71
72 Historia marítima del ecuador
Descripción del río de Guayaquil en el siglo XVIII 73
74 Historia marítima del ecuador
75
76 Historia marítima del ecuador

Fuente: Guayaquil, folklore y paisaje. Roura Oxandaberro.


Descripción del río de Guayaquil en el siglo XVIII 77
78 Historia marítima del ecuador
Descripción del río de Guayaquil en el siglo XVIII 79
80 Historia marítima del ecuador
Descripción del río de Guayaquil en el siglo XVIII 81

Balsas de palo de balsa y cuero de lobo, según grabado del siglo XVIII.
82 Historia marítima del ecuador
Descripción del río de Guayaquil en el siglo XVIII 83
84 Historia marítima del ecuador
85

Siglo XIX
86 Historia marítima del ecuador

Andrés Baleato

Tomado de edición de Biblioteca Ecuatoriana


Págs. 77-78, 84 a 88
monografía de guayaquil 87

Reproducción facsimilar
88 Historia marítima del ecuador
monografía de guayaquil 89

Guayaquil. Vista de Ciudavieja con las casas-balsa del primer barrio flotante. (1820-1830).
(Óleo siglo XIX).

El puerto de Guayaquil. Malecón de Ciudad Nueva (1820-1830). (Óleo siglo XIX).


90 Historia marítima del ecuador

Balsas y casas en el Malecón del río Guayas, a la altura de Ciudad Nueva.


Tomado de "Voyage pittoresque dans les deux amériques" de Alcide D' Orbigny. 1829.

1847. Gaetano Oculatti. Vista norte-sur de la ciudad y la iglesia de La Concepción


que estaba a cargo de los Dominicos.
monografía de guayaquil 91
92 Historia marítima del ecuador
monografía de guayaquil 93
94 Historia marítima del ecuador

Descripción de una balsa de Guayaquil, según Paris (1841-1843).


monografía de guayaquil 95

Balsas acoderadas a un muelle en Guayaquil, según Paris (1841-1843).

Balsas fluviales, según Wiener.


96 Historia marítima del ecuador
monografía de guayaquil 97

Almadía de la bahía de guayaquil


Litografía según boceto de Alejandro de Humboldt (aguatinta 63 de las Vistas de la cordilleras.
Paris 1814-1825). Almadía en forma de arca formada por nueve troncos unidos, sobre los cuales
se colocan los productos tropicales con un cierto orden artístico. Precisión del trazo y finura de
color aislan la luz y el calor que reinan sobre el delta del pequeño río por el que descienden hacia el
Pacífico las aguas de los gigantes andinos del Ecuador.
98 Historia marítima del ecuador

Balsa. Maqueta donde se aprecian las guaras, ingenioso sistema de timones múltiples inventado por
nuestros navegantes prehispánicos

Vista interior de la caseta.. Museo Amantes de Sumpa. 2012


99

S E G U N D A PA R T E

Siglo XX
100 Historia marítima del ecuador

Jacinto Jijón y Caamaño


Ojeada General sobre la composición
étnica de la costa ecuatoriana

Tomado de El Ecuador Interandino y Occidental


Tomo II - Cap. XVI - Págs. 87 a 103
Editorial Ecuatoriana, Quito - Ecuador, 1941
Ojeada General sobre la composición étnica de la costa ecuatoriana 101

Reproducción facsimilar
102 Historia marítima del ecuador
Ojeada General sobre la composición étnica de la costa ecuatoriana 103

Figura
Manteño-Huancavilca.
104 Historia marítima del ecuador
Ojeada General sobre la composición étnica de la costa ecuatoriana 105
106 Historia marítima del ecuador
Ojeada General sobre la composición étnica de la costa ecuatoriana 107
108 Historia marítima del ecuador
Ojeada General sobre la composición étnica de la costa ecuatoriana 109

Figura
Manteño-Huancavilca.
110 Historia marítima del ecuador
Ojeada General sobre la composición étnica de la costa ecuatoriana 111
112 Historia marítima del ecuador
Ojeada General sobre la composición étnica de la costa ecuatoriana 113
114 Historia marítima del ecuador
Ojeada General sobre la composición étnica de la costa ecuatoriana 115
116 Historia marítima del ecuador
Ojeada General sobre la composición étnica de la costa ecuatoriana 117
118 Historia marítima del ecuador

Emilio Estrada Ycaza

Tomado de Los Huancavilcas, Últimas Civilizaciones Pre-Históricas de la Costa del Guayas


Publicaciones del Archivo Histórico del Guayas, 1979. Págs. 47 a 56
Los huancavilcas 119

Reproducción facsimilar
120 Historia marítima del ecuador
Los huancavilcas 121
122 Historia marítima del ecuador
Los huancavilcas 123
124 Historia marítima del ecuador
Los huancavilcas 125
126 Historia marítima del ecuador
Los huancavilcas 127
128 Historia marítima del ecuador

Perspectiva de la balsa manteño - huancavilca, vista desde arriba (maqueta).


Los huancavilcas 129

Cuadro No. 1
130 Historia marítima del ecuador

La balsa en la navegación precolombina, Museo de la Navegación. Acuarela de José Luque.

La balsa. Mural del Museo de la Navegación, Manta, provincia de Manabí. Por José Luque.
131

Carlos Zevallos Menéndez


LA BALSA

Tomado de La Gran Navegación Prehispánica en el Ecuador


Universal de Guayaquil - Colec. Dr. Honoris Causa, 1987
Cap. 1 - Págs. 17 a 46
132 Historia marítima del ecuador

Reproducción facsimilar
LA BALSA 133
134 Historia marítima del ecuador
LA BALSA 135
136 Historia marítima del ecuador
LA BALSA 137
138 Historia marítima del ecuador
LA BALSA 139

La tejedora, Museo Amantes de Sumpa. 2012. Tejedora de Tugaduaja, Santa Elena.


Provincia de Santa Elena, Ecuador.

El algodón silvestre
(Gossypium Barbadense
de 26 cromosomas) fue
domesticado por los
valdivianos 3000 a.C., lo que
da una antigüedad de 5000
años a la fecha y evolucionó
hasta llegar al tipo actual que
se conoce como "algodón
sudamericano" (Gossypium
Raimondi Olbrich). En
nuestro perfil costanerio
subsisten tres variedades:
blanco, crema y marrón.
140 Historia marítima del ecuador

El desarrollo de los La caña guadúa o caña rolliza (Guadua


textiles hizo posible la Latifolia) producto propio de nuestros
confección de las velas. bosques húmedos sirvió para el doble piso y
la construcción de las cómodas casetas.

La fibra del henequén (o cabuya), de alta El cade y el bijao, aún utilizados para techar las
resistencia, sirvió para las amarra con las casas de nuestros pobladores, fueron empleados
que sujetaron los troncos. para el mismo propósito en las balsas.
141

Figura No. 4

A.- Tejido simple de 9.5 x 9.5 hilos por


centímetro cuadrado, hilado en Z.

B.- Tejido de Cestería 7.5 pares x 8 pares de


hilos por centímetro cuadrado, hilado en Z.

Dibujo representativo del arte textil


Valdiviano en dos tipos de tejidos.
El simple de un hilo, por trama y
urdimbre y el de pares de hilos por
trama y urdimbre, pertenecientes a la
C. Valdivia y localizadas por el Dr,
Jorge Marcos en Improntas halladas
en Real Alto (Valle de Chanduy) 2.500
a.C. demostrativas del uso del telar.
142 Historia marítima del ecuador
LA BALSA 143
144 Historia marítima del ecuador

Figura No. 5

Mate pirograbado procedente de Huaca Prieta.


(Según J. Bird)

a) Pequeño mate procedente de b) Fragmento de vasija similar a la


Huaca Prieta, Perú, descubierto por el encontrada en mate de Huaca Prieta del
Dr. Junius Bird en niveles anteriores Perú, por el Dr. Junius Bird.
a la aparición de la cerámica. Sin em-
bargo, la decoración roscal es similar,
sino igual a la de la Cultura Valdivia
del Ecuador. La diferencia en tiempo
es aproximadamente 1.000 años tardía
que las demostraciones artísticas de la
C. Valdivia de Ecuador.

Figura No. 6

e) Fragmentos publicados por Emilio Estrada encontrados en Valdivia.


LA BALSA 145
146 Historia marítima del ecuador
LA BALSA 147
148 Historia marítima del ecuador
LA BALSA 149
150 Historia marítima del ecuador
LA BALSA 151
152 Historia marítima del ecuador

Figura No. 9

Diadema mal llamada mascarilla, trabajada en lámina de oro


repujada, representando serpientes radiadas, adoptada como
Logotipo po el Banco Central del Ecuador. Es similar a la otra
que posee el Museo del mismo Banco en Guayaquil, y a la
encontrada en Chongoyape, Perú.
LA BALSA 153

Maqueta de la balsa
oceánica, vista de: proa,
popa y laterales.
En su primer encuentro
con este gran navío, los
españoles le calcularon
30 toneles de capacidad
entre la carga y pasajeros
que llevaba.
154 Historia marítima del ecuador

Olaf Holm

Tomado de Primer Encuentro Nacional para la Defensa del Patrimonio Cultural


Imprenta de la Universidad de Guayaquil, 1981
Págs. 5 a 31
Las islas Galápagos en la prehistoria ecuatoriana 155

Reproducción facsimilar
156 Historia marítima del ecuador
Las islas Galápagos en la prehistoria ecuatoriana 157
158 Historia marítima del ecuador
Las islas Galápagos en la prehistoria ecuatoriana 159
160 Historia marítima del ecuador
Las islas Galápagos en la prehistoria ecuatoriana 161

Fuente: Mapa del Instituto Geográfico Militar


162 Historia marítima del ecuador
Las islas Galápagos en la prehistoria ecuatoriana 163
164 Historia marítima del ecuador
Las islas Galápagos en la prehistoria ecuatoriana 165
166 Historia marítima del ecuador
Las islas Galápagos en la prehistoria ecuatoriana 167

1937. Lobería en la Isla sin Nombre (Galápagos)


Fuente: Guayaquil, folklore y paisaje. Roura Oxandaberro.

1937. Bahía del Náufrago (Galápagos)


Fuente: Guayaquil, folklore y paisaje. Roura Oxandaberro.
168 Historia marítima del ecuador
Las islas Galápagos en la prehistoria ecuatoriana 169
170 Historia marítima del ecuador
Las islas Galápagos en la prehistoria ecuatoriana 171
172 Historia marítima del ecuador
173

Julio Estrada Ycaza

Tomado de El Puerto de Guayaquil, Crónica Portuaria


Vol. 2 - Cap. II - Págs. 17 a 33
Publicaciones del Archivo Histórico dl Guayas, 1973
174 Historia marítima del ecuador

Reproducción facsimilar
Las balsas 175
176 Historia marítima del ecuador
Las balsas 177
178 Historia marítima del ecuador
Las balsas 179
180 Historia marítima del ecuador
Las balsas 181
182 Historia marítima del ecuador
Las balsas 183
184 Historia marítima del ecuador

1863. Bodegas, río Babahoyo.


Las balsas 185

Casas flotantes, canoas y vendedores de piñas, frente a Guayaquil, según un grabado de la


revista norteamericana LEASON'S PICTORIAL DRAWING ROOM COMPANION, de fecha
desconocida; el grabado parece ser original del artista francés Charton, quien visitó Guayaquil por
el año de 1861, y publicó un libro sobre sus viajes, en París, el año 1867. Pertenece a la colección
de estampas y grabados de Guayaquil del señor Emilio Estrada Ycaza.
(Publicado en revista Vistazo. Guayaquil, Ecuador).

Balsa temporal.
186 Historia marítima del ecuador
187

Dora León Borja

Simposio Hispanoamericano de Indigenismo Histórico


Terceras Jornadas Americanas de la Universidad de Valladolid - España, 1976
188 Historia marítima del ecuador

Reproducción facsimilar
Los indios balseros de guayaquil 189
190 Historia marítima del ecuador
Los indios balseros de guayaquil 191
192 Historia marítima del ecuador
Los indios balseros de guayaquil 193
194 Historia marítima del ecuador
Los indios balseros de guayaquil 195
196 Historia marítima del ecuador
197

Fiesta en el río.
Fuente: Guayaquil, folklore y paisaje. Roura Oxandaberro.
198 Historia marítima del ecuador

Balsa del río Guayaquil.


(Fuente: Guayaquil en el siglo XVIII de María Luisa Laviana Cuetos)

Casa del Río de Guayaquil. Grabado del siglo XVIII con sus respectivas explicaciones.
Los indios balseros de guayaquil 199
200 Historia marítima del ecuador
Los indios balseros de guayaquil 201
202 Historia marítima del ecuador
Los indios balseros de guayaquil 203
204 Historia marítima del ecuador
Los indios balseros de guayaquil 205
206 Historia marítima del ecuador
Los indios balseros de guayaquil 207
208 Historia marítima del ecuador

1790. Corbeta "Intrépida" de la Expedición Malaspina frente a Guayaquil. En primer plano una canoa y
una balsa, al fondo se aprecia el Chimborazo. Ilustrado por Cardero.

Vista de Guayaquil que incluye Ciudad Vieja y Ciudad Nueva. Se pueden apreciar en el río una serie de
barcos, canoas y balsas.
209

Víctor González

Tomado de la poblicación de Universidad de Guayaquil - 1981


Primer Encuentro Nacional para la Defensa del Patrimonio Cultural
Págs. 23 a 53
210 Historia marítima del ecuador

Reproducción facsimilar
El cacique Tomalá en el proceso de soberanía y nacionalidad 211
212 Historia marítima del ecuador
El cacique Tomalá en el proceso de soberanía y nacionalidad 213
214 Historia marítima del ecuador
El cacique Tomalá en el proceso de soberanía y nacionalidad 215
216 Historia marítima del ecuador
El cacique Tomalá en el proceso de soberanía y nacionalidad 217
218 Historia marítima del ecuador
El cacique Tomalá en el proceso de soberanía y nacionalidad 219
220 Historia marítima del ecuador
El cacique Tomalá en el proceso de soberanía y nacionalidad 221

Reproducción del Escudo de Armas concedido por el rey Felipe II de España al Cacique don Diego de
Tomalá, el 23 de diciembre de 1560. (La imagen es de una réplica realizada en bronce, la cual otorgaron
a Puná el 13 de octubre de 1988, el Museo Antropológico del Banco Central del Ecuador-Guayaquil y el
Instituto de Historia Marítima-Armada del Ecuador.)
222 Historia marítima del ecuador

1988. El CALM Carlos Monteverde Granados (+), director del INHIMA; Olaf Holm (+), director del
Museo Antropológico del Banco Central del Ecuador en Guayaquil; Jenny Estrada, subdirectora del
INHIMA y personal de la Armada en la ceremonia de entrega del Escudo de Armas del Cacique Tomalá
fundido en bronce al pueblo de Puná.
El cacique Tomalá en el proceso de soberanía y nacionalidad 223
224 Historia marítima del ecuador
El cacique Tomalá en el proceso de soberanía y nacionalidad 225
226 Historia marítima del ecuador
El cacique Tomalá en el proceso de soberanía y nacionalidad 227
228 Historia marítima del ecuador
El cacique Tomalá en el proceso de soberanía y nacionalidad 229
230 Historia marítima del ecuador
El cacique Tomalá en el proceso de soberanía y nacionalidad 231
232 Historia marítima del ecuador
233

Presley Norton

Simposio del 45o. Congreso Internacional de Americanistas


Universidad de Los Andes 1 - 7 julio 1985, Bogotá - Colombia
Tomado del Boletín de los Museos del Banco Central del Ecuador: 6
234 Historia marítima del ecuador
El señorío de Salangone y la liga de mercaderes 235

Reproducción facsimilar
236 Historia marítima del ecuador
El señorío de Salangone y la liga de mercaderes 237
238 Historia marítima del ecuador
El señorío de Salangone y la liga de mercaderes 239
240 Historia marítima del ecuador
El señorío de Salangone y la liga de mercaderes 241
242 Historia marítima del ecuador
El señorío de Salangone y la liga de mercaderes 243
244 Historia marítima del ecuador
El señorío de Salangone y la liga de mercaderes 245
246 Historia marítima del ecuador
El señorío de Salangone y la liga de mercaderes 247

Bello ejemplar de
Spondylus princeps
(bivalva).

Joyas elaboradas con


concha Spondylus
Princeps.
248 Historia marítima del ecuador

Spondylus Calcifer,
de borde púrpura.
Otra variedad
igualmente cotizada
por los pueblos de la
antigüedad.

Joyas elaboradas con concha


Spondylus Calcifer.
El señorío de Salangone y la liga de mercaderes 249
250 Historia marítima del ecuador
El señorío de Salangone y la liga de mercaderes 251
252 Historia marítima del ecuador
El señorío de Salangone y la liga de mercaderes 253
254 Historia marítima del ecuador

Collar precolombino elaborado con concha Spondylus.


255

Jorge Marcos
De ida y vuelta a Acapulco con mercaderes de Mullu1

Tomado de Arqueología de la Costa Ecuatoriana - Nuevos enfoques ESPOL


Corporación Editora Nacional
P. 163 a 186, 1986
256 Historia marítima del ecuador

Reproducción facsimilar

DE IDA Y VUELTA A ACAPULCO CON LOS


MERCADERES DE MULLU1
DE IDA Y VUELTA A ACAPULCO CON LOS MERCADERES DE MULLU 257
258 Historia marítima del ecuador
DE IDA Y VUELTA A ACAPULCO CON LOS MERCADERES DE MULLU 259
260 Historia marítima del ecuador
DE IDA Y VUELTA A ACAPULCO CON LOS MERCADERES DE MULLU 261
262 Historia marítima del ecuador
DE IDA Y VUELTA A ACAPULCO CON LOS MERCADERES DE MULLU 263

Detalle del mural Museo


Amantes de Sumpa.
Provincia de Santa Elena,
Ecuador.
264 Historia marítima del ecuador
DE IDA Y VUELTA A ACAPULCO CON LOS MERCADERES DE MULLU 265
266 Historia marítima del ecuador
DE IDA Y VUELTA A ACAPULCO CON LOS MERCADERES DE MULLU 267
268 Historia marítima del ecuador
DE IDA Y VUELTA A ACAPULCO CON LOS MERCADERES DE MULLU 269
270 Historia marítima del ecuador
DE IDA Y VUELTA A ACAPULCO CON LOS MERCADERES DE MULLU 271
272 Historia marítima del ecuador
DE IDA Y VUELTA A ACAPULCO CON LOS MERCADERES DE MULLU 273
274 Historia marítima del ecuador
DE IDA Y VUELTA A ACAPULCO CON LOS MERCADERES DE MULLU 275
276 Historia marítima del ecuador
DE IDA Y VUELTA A ACAPULCO CON LOS MERCADERES DE MULLU 277
278 Historia marítima del ecuador
DE IDA Y VUELTA A ACAPULCO CON LOS MERCADERES DE MULLU 279
280 Historia marítima del ecuador
281
282 Historia marítima del ecuador

Carlos Núñez Calderón de la Barca

Tomado del libro Los caminos que andan, Contactos marítimos prehispánicos entre Ecuador y México
(Capítulos I, VIII, IX, XII y epílogo)
Publicación del Proyecto de Rescate Editorial de la Biblioteca de la M.I. Municipalidad de Guayaquil-
Poligráfica C.A. - Guayaquil -2010- Ecuador
LOS CAMINOS QUE ANDAN 283

CAPÍTU LO I
Las corrientes marinas

Los mares del planeta suelen presentarse estáticos en la superficie, pero en realidad se
encuentran en perpetuo movimiento, no solo por el oleaje eterno que percibimos desde
la costa, sino por poderosos flujos de deriva que atraviesan los océanos, a veces desde
un continente a otro, como la corriente del golfo entre América tropical y Europa; o en
el Pacífico septentrional, entre Asia y América del Norte, la corriente de Kuroshio “Río
Negro” en japonés.
Otras fueron descubiertas no hace muchos años, como la corriente de Cromwell (Ecua-
torial Undercurrent), a este tipo de corriente se la conoce como río Submarino, este se
mueve paralelo a la línea ecuatorial en el Pacífico e inmediatamente debajo de la corrien-
te Sur-ecuatorial, y en sentido inverso a ella a unos 400 metros de profundidad. Por el
archipiélago de Galápagos se localiza más fácilmente porque su dinámica, encuentra el
perfil ascendente de la cordillera submarina cuyas cumbres forman las islas; entre ellas
se desplaza a unos 300 pies -100 metros- de profundidad, aflorando aún más al arribar al
archipiélago, continuando su flujo hacia la plataforma continental sudamericana desde su
origen desde el oeste por cerca de 3,500 millas. Su descubridor, de quien tomó el nombre,
fue el oceanógrafo Townsend Cromwell del Servicio de Piscicultura y Fauna de los Es-
tados Unidos, cuando probaba artes de pesca de las llamadas “long linners” en medio del
Pacífico, y sorprendido, vio como las extensas cuerdas con flotadores que van desplegán-
dose en la superficie, de las cuales penden largos sedales verticales con múltiples anzuelos
con carnada, derivaban hacia el este, estirados con gran fuerza hacia el lado opuesto de la
corriente superficial.
Estos descomunales caudales marinos hacen un eterno viaje alrededor del planeta; los
más poderosos movimientos son generados por la rotación de la Tierra, causan el inter-
cambio de las densidades, subiendo y bajando de profundidad, distribuyen la oxigenación,
la salinidad y la energía solar absorbida por el agua superficial calentada por el sol, cedien-
do su espacio a las corrientes frías ascendentes. Esto produce, además, el intercambio de
nutrientes con las consecuentes variaciones de la flora y fauna marina.
Es preocupante que, en fechas recientes, se vea alterada aquella “periodicidad” que se
pudo definir en el pasado, en años cercanos se ha roto aquel milenario acontecer, alarman-
temente interrumpido por el calentamiento global que sufre nuestro planeta.
Hay corrientes que viajan a lo largo de un continente, como la fría de Humboldt, an-
tiguamente llamada corriente del Perú, que desde su origen abisal en la cercanía de la
Antártida, va produciendo un afloramiento, similar desde su inicio, pues las temperaturas
son constantes hasta el Ecuador, lo que en inglés se denomina “Up-Dweling”: emerge a la
superficie arrastrando la riqueza de los sedimentos de los fondos marinos como fosfatos
y nitratos, y con la gran oxigenación mantenida por la frialdad del agua, este “abono”
produce abundante fitoplancton, que alimenta y genera a su vez el zooplancton, estos or-
ganismos microscópicos dan lugar a la estupenda cadena alimenticia que deja su huella
en las costas norteñas de Chile y la costa e islas peruanas, en las gigantescas “guaneras”,
verdaderas montañas de destritus de aves pescadoras.
284 Historia marítima del ecuador

Algunas de las corrientes más conocidas y sus rutas aproximadas. Unas varían de
acuerdo a la estación, obviamente los cambios climáticos acentúan o decrecen su im-
pulso. En particular hemos observado las variaciones a lo largo de la costa occidental de
América, por ejemplo, la corriente cálida que hace su aparición a finales de diciembre
proveniente del norte, empujando hacia el sur, provoca el llamado “invierno” en las costas
ecuatorianas, los vapores del flujo cálido conocido como “Corriente del Niño” originan
copiosas lluvias, que en períodos aproximados de siete años se incrementan notablemente
avanzando hasta la costa del norte del Perú. En ocasiones especiales llega hasta la costa
central de ese país. Hay huellas estratigráficas y testimonios arqueológicos que definen
“fenómenos del niño” desde hace miles de años. Igualmente contamos con testimonios
LOS CAMINOS QUE ANDAN 285

Mapa Pacífico iberoamericano de J. Manuel Rubio Regio con cartografía de Manuel Franch y Pablo Rico.

de cronistas, europeos, criollos y mestizos, que detallan algunos de estos fenómenos en


años posteriores a la conquista, e incluso de los períodos postcoloniales, republicanos y
modernos, confirmando su enorme importancia.
En su camino hacia el norte de América del Sur, mueve masas gigantescas de agua gé-
lida que se desplazan en la inmediatez de las costas chilenas, peruanas y ecuatorianas, para
luego hacer un viraje al noroeste frente a la costa central del Ecuador, que la lleva hacia
las islas Galápagos, situadas sobre la cordillera submarina de Carnegie, de ciento sesenta
millas de ancho y más de tres mil metros de altura desde el fondo marino y alrededor de
seiscientas millas al oeste del continente, entre 1 grado y 40 minutos de latitud norte, que
corresponden a la isla Charles Darwin, y 1 grado y 30 minutos de latitud sur, (isla Españo-
la), y entre los 89 y 92 grados de longitud occidental, y a través de estas islas y al suroeste
de la isla de Cocos que a su vez emerge sobre la cordillera submarina de su mismo nombre
frente a Costa Rica, donde se da el curioso caso de que el Ecuador y el país centroame-
ricano tendrían fronteras en común (¡), pues si consideramos la tesis de las 200 millas de
mar territorial, que aún sostiene el Ecuador, y la de mar patrimonial, como otros países la
consideran, se bisectarían los límites entre la más norteña de las islas del archipiélago de
Galápagos, la pequeña Charles Darwin y la isla costarricense, que se encuentran a un poco
más de trescientas millas una de la otra, así que pasando por estas “fronteras”, la corriente
continúa su empuje hacia aguas mesoamericanas.
286 Historia marítima del ecuador

De acuerdo a la época, fluye con fuerza, o se debilita al hallar la potencia de otra co-
rriente y otros vientos, como los que genera la contracorriente ecuatorial, aunada a otra
masa de agua que cíclicamente “desciende” desde el norte, paralela al continente nor-
teamericano y que se llama frente a esas costas corriente de California y cuya génesis
calculamos que se encuentra muy lejana y sorprendentemente septentrional, como deta-
llaremos más adelante.
Las aguas cálidas de la contracorriente ecuatorial viajan hacia el este entre dos corrien-
tes de rumbo opuesto: las corrientes paralelas al Ecuador, la norecuatorial y la surecuato-
rial, son como un marco para la contracorriente que avanza sobre la línea ecuatorial, en su
camino hacia el continente, y encuentra, hacia finales de año, el empuje cíclico extra de
aguas del norte que, llegando frente a costas ecuatorianas, se superponen, frenan y desvían
a las aguas frías de la corriente de Humboldt procedentes del sur, mientras los vientos
alisios amainan, provocando lo que en latitudes ecuatoriales se conoce como “el invierno”
–la temporada de lluvia que como los monzones en el sureste asiático son infaltables cada
año; los “inviernos” se inician “mágicamente” a la altura del golfo de Guayaquil y cerca
del 25 de diciembre cada año, tomando de esta circunstancia el nombre de Corriente del
Niño porque la lluvia llega cerca de la Navidad, como un regalo del “Niño Dios”, a las
sedientas tierras costeñas del Ecuador, luego de la temporada normal de ocho meses de
“verano” o sequía, otras ocasiones, cuando “El Niño”, se transforma en “Fenómeno del
Niño” origina aguaceros diluviales. En los años que tengo de radicado en el Ecuador, he
vivido varios e incluso me atrevo a considerar los periodos de siete años como un acepta-
ble promedio entre ellos por ejemplo, en 1975 el agua derribó el muro perimetral de la casa
que estaba construyendo, y aquella inundación por la calle 4ª del barrio de Los Ceibos, en
Guayaquil, alcanzó dos metros de profundidad, los que constaté, pues ataviado con traje
de buzo (o más bien, nadé) tratando de ayudar a los vecinos, que terminaron por ser resca-
tados en botes de caucho por la Marina.
A veces las lluvias se prolongan por ocho o nueve meses, como en “El Niño” de 1982-
83, con terrible destrucción en el país, donde todas las carreteras de la Costa desapare-
cieron, los cultivos fueron arrasados y las olas azotaron pueblos costeros, pues el solo
calentamiento del mar hizo aumentar su nivel casi un metro.
El fenómeno de 1997-98 alcanzó mayores temperaturas en el océano y en la atmósfera
y hubo la mayor precipitación pluvial jamás registrada, los oceanógrafos ecuatorianos
(Instituto Oceanográfico de la Armada, comunicación personal) lo consideraron “El Niño”
del siglo, pero curiosamente causó menos estropicios que el de 1982-83; observando el
lapso entre estos dos últimos mencionados, nos daremos cuenta que medían 14 años entre
uno y otro, lo que sucedió fue que el “evento” intermedio, en 1990-91, fue un “Niño”
tranquilo…
Cuando el fenómeno avanza al sur, causa verdaderas tragedias en el vecino Perú, en
donde nunca llueve en la costa (excepto cuando se presenta el “fenómeno” mencionado,
cíclicamente y con intensidad variable), pues la cálida Corriente del Niño que lo genera,
normalmente, no llega más allá del sur del golfo de Guayaquil.
Existe memoria histórica de este recurrente fenómeno por las descripciones de los
cronistas europeos y por las huellas que dejó en los estratos de la tierra, comprobados
en el Ecuador, por excavaciones arqueológicas como las realizadas por el profesor
LOS CAMINOS QUE ANDAN 287

Edward Lanning, de la Universidad de Columbia, cuyos resultados fueron muy poco


conocidos en el medio, pues de aquella investigación de este país no quedó más que
una copia de sus apuntes originales, de ese trabajo extraordinario (que debe reposar en
la citada universidad), llamado “Diez mil años de cronología tentativa ambiental en la
península de Santa Elena”, en el que analiza magistralmente la estratigrafía, definien-
do períodos lluviosos y de sequía, haciendo una proposición concreta de paleo-clima,
cuyos altibajos nos hacen presumir las causas de la desaparición de culturas, como
Valdivia, que dejó sus huellas más tardías en el norte del Ecuador, como si aquellos
valdivianos hubieran sido empujados por sequías prolongadas de su hábitat original,
quedando solamente rastros –muy particulares- de este pueblo en los que habrían sido
“oasis” con riachuelos perennes o alto nivel del manto freático, como el sitio de San
Lorenzo del Mate al suroeste de Guayaquil, donde se encuentra, además de manifesta-
ciones tempranas y tardías de las vasijas y figurillas Valdivia, una evolución continua
de su cerámica que no pasa por la primera fase de la cultura Machalilla, con la que ahí
coexiste, aunque en otros lugares la sigue en el tiempo. El Arql. Felipe Cruz Mancilla
investigó este sitio allá por los años ochenta, para el departamento de investigación del
Museo Antropológico del Banco Central de Guayaquil, museo dirigido por Olaf Holm.
Aunque solo conocimos un informe preliminar, pues el final aún no se publica, lo
consideramos importantísimo, pues, además de lo mencionado, hay un montículo re-
cubierto de arcilla cocida en el centro del pueblo actual, que sería una proto-pirámide,
¡de las más antiguas de América!
Creemos que aquel aparente desplazamiento de los valdivianos hacia el norte y luego
su desaparición, fue provocado por largas sequías. Si analizamos la propuesta del Prof.
Lanning, estos períodos secos impulsarían a aquellos remotos habitantes a los que presu-
mimos ya dominadores del arte de la navegación. Ellos y sus sucesores, al observar que las
corrientes varían de empuje desde el sur hacia el norte para virar al oeste frente a las costas
de la provincia norteña de Esmeraldas, lo que hace que este territorio se encuentre más
allá de la influencia “desecante” de la fría corriente de Humboldt, que afecta plenamente
a Manabí central y sur. Evidencias de esta poderosa corriente frente a la zona referida, las
encontraremos más adelante cuando rememoremos al obispo Tomás de Berlanga y a sus
aventuras náuticas. De vuelta a tierra, recordemos que apoyados en la estratigrafía dilu-
cidaremos la ubicación en el tiempo y la persistencia, la evolución o la aparición de otras
culturas en los mismos lugares…
En los monumentos arqueológicos de la vecina costa peruana, en particular en las gi-
gantescas urbes de adobe -ladrillos de barro sin cocer- estas huellas climáticas se perciben
claramente en los monumentos cívico-religiosos, como las Huacas –pirámides de adobe-,
en ciudades que aún nos asombran por su inmensidad, como Chan Chan en la cercanía de
Trujillo, o más al sur, entre los valles de Rímac y Lurín a unos kilómetros al sur de Lima,
la capital del Perú; las ruinas del que por siglos fuera importantísimo santuario, Pachacá-
mac, ahí es mayor aún la sequedad del entorno, esto hace que al arribar a dichas ruinas
por una angosta carreteras, se vean a ambos lados, sobresaliendo en la superficie, fardos
mortuorios, hechos con textiles de gran finura e increíble conservación, y calaveras que
aún conservan el pelo y sus tocados como especie de turbantes; que yacen semienterradas
en la arena a pleno sol, observándonos con las cuencas de los ojos vacías…
288 Historia marítima del ecuador

C A P Í T U L O VIII
Migraciones, pueblos que arribaron por el mar

Prácticamente toda la costa peruana es desértica, en ella desembocan alrededor de 32


ríos, en unos veinte que son perennes, se da la posibilidad de que se pueda vivir ahí;
precisamente en algunas de estas fértiles áreas se desarrollaron las grandes culturas de la
Costa y los asentamientos humanos más antiguos, como Paracas, las Haldas, Guañape,
Cerro Sechín o Huaca Prieta (donde se hallaron mates –guajes o calabazos- burilados
con motivos Valdivia) y descubierta en los últimos años la impresionante Caral. Durante
siglos la comunicación ideal entre un pueblo costero y otro se realizó por mar, debido a los
larguísimos trayectos por desiertos arenales entre cauce y cauce; las embarcaciones en las
que se realizaba fueron claramente graficadas (exclusivamente las de totora en la cerámica
mochica) y mencionadas en las tradiciones indígenas y por los primeros cronistas españo-
les; se hicieron estas embarcaciones de juncos que crecen a la vera de lagos y ríos se usan
hasta nuestros días, los llamados “caballitos” de totora, actualmente son pequeños y se
montan “a la jineta” se impulsan con un carrizo grueso cortado longitudinalmente accio-
nado como remo de doble pala, este junco acuático, la totora, tiene símiles conocidos en
México como Tule y en Egipto como Papiro. Los caballitos aún son excelentes para viajes
cortos o faenas de pesca costaneras. La otra forma de navegar era en las balsas, grandes
almadías hechas de los troncos del árbol de balsa: Occhroma piscatoria (Occhroma –sin
color-, blanca) madera originaria del bosque ecuatoriano y disponible en abundancia en
su costa.
Al valle de Lambayeque, se conoce la llegada de una “flota” de embarcaciones, que
por las versiones llegadas a nuestros días parecen ser balsas de grandes troncos, con un
grupo humano estratificado, del que los cronistas nos dejaron gran detalle, pues el sacer-
dote jesuita Miguel Cabello de Balboa (algunos lo escriben de Valboa) asegura y nos dice
que él hablaba la lengua mochica o yunga (?) y se comunicaba con los naturales de la zona
directamente, por lo que pudo recoger, de primera mano (o de primera boca) muchos datos
y tradiciones costeras, como la mencionada de aquella flota y el arribo del rey Ñaimlap y
la reina Citerni, con una cohorte de personajes, entre los cuales hay cuarenta oficiales con
cargos específicos, sacerdotes, sirvientes; no sabemos si entre los llegados hubo específi-
camente marinos, o si esa actividad era cumplida por guerreros con una doble función, el
caso es que entre la mitología costera peruana es muy importante la llegada de estos emi-
grantes, quienes llevaban un ídolo de piedra verde llamado Yampallec, de la que toma su
nombre Lambayeque, donde se origina la tradición chimú, prácticamente sobre la misma
área ocupada por los mochicas y los inicios de esa espléndida cultura, donde encontramos
otra alucinante relación: que durante varias generaciones se veneró a este ídolo, y que
cuando ascendió al poder un tal Fempellec, luego de cinco generaciones, este personaje
cometió un sacrilegio al dormir con cierta mujer, y al practicar el ayuntamiento, desenca-
denó un diluvio que duró treinta días, se acabaron los alimentos y hubo gran hambruna y
pestes, los sacerdotes decidieron aplacar a la naturaleza deshaciéndose del que considera-
ron culpable, al que arrojaron al mar atado de pies y manos….
Con variantes entre los relatos, pues no se menciona embriaguez ni que fuera hermana,
LOS CAMINOS QUE ANDAN 289

pero algunos detalles se parecen a los de la partida de aquel personaje de entre los toltecas,
pero en la ciudad de Tula él se fue voluntariamente, llegó al mar y en una embarcación de
serpientes (troncos?) se retiró para siempre, iniciando el aparente periplo de Quetzalcóatl
que hemos mencionado, también falta la lluvia en el relato mexicano, pero la lluvia siem-
pre ha hecho falta en México, y lo mismo ocurría en las tierras de Lambayeque, por eso la
descripción de aquel diluvio resulta perfecta de un fenómeno El Niño…
No debemos olvidar que, más al sur, en el área Nazca, conocida por sus gigantescos
geoglifos en el desierto, hay algunos en la costa, que solo pueden ser observados desde el
mar, como el gran “candelabro”…
Hay otra leyenda más tardía que se refiere a la llegada de Tacaynamú (o Pacatnamú)
desembarcando de sus almadías, portador de la cultura Chimú que resulta como “nieta” de
los mochicas, pues tiene como intermedio la fuerte presencia de la cultura originalmente
de las alturas andinas, de Huari-Tiahuanaco, aunque según las crónicas, los chimúes here-
daron el habla mochica que debe haber recibido influencias durante el período de dominio
Huari-Tiahuanaco, pero esta lengua aún con aquellas influencias perdura entre sus suceso-
res en el tiempo, hasta la conquista inca.
Con casos específicos como este resulta más comprensible la existencia de un “philum”
común que abarque a la mayoría de lenguas habladas en un gran territorio, el Macro-Qui-
chua, que parece amparar bajo su denominación a dos grandes lenguas, una más antigua,
la Aymara. La glotocronología puede ayudarnos a distinguir desde donde, en el tiempo,
tienen un origen común y cuando comienzan a separarse; los misterios de las diferentes
lenguas y su interrelación tendrán explicación, y estará más claro el panorama de los pue-
blos y sociedades que se comunicaron entre sí con ellas.
En el mismo tema, los cronistas describen a la lengua “pescadora”, como una especie
de “lingua Franca” con la que se entendían los comerciantes, viajeros y navegantes, se
presume que se usó en las costas del Ecuador y Perú y que sería la tercera (?) hablada en
las costas, amén del mochica y la “lengua yunga”, aunque esta última designación, yunga,
luego del impacto inca, se convierte en término genérico para designar (por ellos) a todo
dialecto que no entendían, como los hablados en la zona amazónica o en la costa; los incas,
por obvias razones, impusieron el quichua, aunque el dominio inca de la costa peruana
fue relativamente breve antes de la llegada de los españoles, lo que preservó las lenguas
costeñas, hasta que los misioneros cristianos les dieron la puntilla, terminando de imponer
el quichua, para la lógica difusión de la religión.
En el vecino Ecuador hay una tradición que se parece a las dos mencionadas en el Perú,
esta describe la llegada en grandes embarcaciones, del pueblo de las Caras, que dejaron
su nombre en el actual puerto de Bahía de Caráquez, y parecen ser los autores de una
especie de “rosario” de montículos (llamados en el Ecuador Tolas) que remontando el río
Esmeraldas y luego el río Guayllabamba, llegan a extenderse por los valles interandinos,
construyendo centros ceremoniales hacia el norte de la actual ciudad capital Quito, como
el de la hacienda Zuleta, con gran número de “tolas” y masivas estructuras, como las trece
grandes pirámides de Cochasqui, en una “ceja de montaña” a gran altura; arriba y al oeste
de la población de Guayllabamba, estas pirámides son hoy el centro del primer “Parque
Arqueológico” en el Ecuador, desarrollado por el profesor Lenín Ortíz, de la Universidad
Central, y un equipo multidisciplario del que tuve el honor de ser asesor ejecutivo; estas
290 Historia marítima del ecuador

estructuras, muy bien conservadas, parece que fueron cubiertas con tierra cuando la inva-
sión conquistadora de los incas, pues encontramos fosos en forma de media luna alrede-
dor de las pirámides que cubicados, equivalen a la cubierta de tierra que cubrió el perfil
escalonado y las dejó como “tolas” o montículos redondeados, como para salvaguardar
aquel centro religioso de la profanación… estas pirámides fueron perfilados con bloques
de “cangahua”, archilla con ceniza volcánica, sumamente compacta, tienen largas rampas
para ascenderlas, en vista aérea, menos una que tiene dos salientes del cuerpo principal,
y se la conoce como “el alacrán”, las demás parecerían “renacuajos” con la cola recta, no
son iguales, pero son conceptualmente parecidas a las “yácatas” de Michoacán.
Estos constructores trasponen la cordillera de los Andes y aún ahora podemos ver sus
huellas, desde Quito hacia el sur de Colombia. En el oriente ecuatoriano, al este de los
Andes, en el camino desde la risueña población de aguas termales (risueña pese a que está
bajo el activo volcán Tungurahua) llamada Baños, hacia el puerto fluvial de Misaguallí y
a lo largo del cauce alto del río Napo, tributario del Amazonas, se encuentran estas tolas
de enterramiento, habitacionales o ceremoniales, cubiertas de vegetación natural o por las
plantaciones de té; al navegar por este cauce en las angostas y largas canoas de más de
diez metros de largo típicas de estos ríos, se observa a familias enteras que “lavan” oro en
bateas o que recogen “pepitas” en el estiaje, cuando baja el caudal, probablemente como
se hizo desde hace siglos. En el Ecuador la orfebrería se desarrolló muy tempranamente,
el profesor Zevallos Menéndez, describe la de Cerro Narrío, Cañar, provincia andina al sur
del país, desde el segundo milenio antes de Cristo.
Por cierto, en la época del impacto europeo había dos núcleos metalúrgicos, con sober-
bios orfebres en la costa, uno abarcaba las provincias de Esmeraldas y de Manabí entre los
pueblos Niguas, herederos de la cultura Jama Coaque II, y los Campaces, descendientes
de la cultura Tolita; el otro núcleo, en la inmensa área fluvial de las provincias del Guayas,
Los Ríos y El Oro, donde habitó el pueblo Milagro-Quevedo constructor de montículos,
no solo de tolas, sino de enormes complejos de “camellones”, grandes acumulaciones de
tierra que solo se pueden apreciar desde un avión, en particular entre la ciudad de Milagro
y la ribera izquierda del río Babahoyo (que al encontrarse con el Daule forman el río Gua-
yas, frente a la ciudad de Guayaquil); esas elevaciones de tierra tienen formas geométricas:
círculos concéntricos, cientos de “barras” de más de 100 metros de largo y otras como
“peines” gigantescos que formaban, además, reductos para cría de peces, formidable tec-
nología de este pueblo conocido arqueológicamente como Milagro-Quevedo (y que los
cronistas denominaron chonos cuando el “encuentro”), que les permitió sobrevivir con
éxito a las inundaciones; estas construcciones implicaron una sólida estructura social, y les
permita hacer su vida normal, aunque estuvieran bajo el efecto de las aguas provocadas
por los cíclicos fenómenos del Niño… una característica de esta cultura fue la de sepultar
en vasijas de cerámica gigantes, de hasta metro y medio de alto, por un metro de diámetro,
a veces unas sobre otras como “chimeneas” de hasta diez o más superpuestas, conteniendo
al difunto la del fondo, y precisamente en el centro y bajo uno de estos montículos llama-
dos tolas.
Algún imaginativo arqueólogo propone que esta forma de enterramiento en tolas no es
sino la tumba de pozo, que suele estar en terrenos elevados no inundables, pero dejando
al sepultado sobre el suelo que en esas áreas es anegadizo en tiempo de lluvias. Por cier-
LOS CAMINOS QUE ANDAN 291

to, todos los cementerios de la costa, los prehispánicos y desde la colonia hasta nuestros
días, se han hecho siempre en lugares altos; parece que el exceso de agua desarrolló una
especie, sino de aversión, cuando menos del sentido de convivencia con ella, pues la pre-
sencia del agua era y es cotidiana durante los largos y húmedos meses del “invierno”, las
viviendas en el campo son palafíticas, están diseñadas ancestralmente para permanecer
sobre el agua, aún durante los fenómenos del Niño, cuando las aguas suben aún más de
nivel, igualmente hay estructuras para que los animales estén “en seco”, y por supuesto
las comunicaciones entre ellos o con las poblaciones se realizan en canoas, la mayoría de
estupendo diseño cayapa, monoxilón (talladas en un solo tronco), y cuando es necesario
mover animales grandes, lo hacen en balsas; forma de vida diametralmente opuesta a la
de sus vecinos peruanos costeños, que viven en sequía permanente y solo en las desembo-
caduras de los ríos que bajan de los Andes, siembran en sus fértiles vegas y en sus deltas.
Mencionamos todo esto porque nos ayuda a entender a las poblaciones pretéritas y a sus
habitantes.
El Prof. Viteri Gamboa, experto en la cultura Milagro-Quevedo y otras de la Costa, en-
contró cerámica de la cultura Bahía en varios lugares serranos, uno de ellos precisamente
en la llamada Tola Alta, cerro al oriente de la actual Quito, capital del Ecuador, lo que, con
otras huellas cerámicas en la inmensa área, quizá sugeriría a estos emigrantes costeños,
como los Caras. En este caso particular da la impresión de que fuera una EMIGRACIÓN
de REGRESO, pues el impacto que dejó en las áreas de influencia es muy peculiar, pare-
cería que un pueblo que creció en el “exilio”, retornara con sus montículos y sus tumbas
de pozo, al lugar ancestral.
Debemos avizorar dos tradiciones, o patrones, de enterramiento costeño aún en uso
hacia el 1500, d.C. por dos pueblos vecinos, los de montículos, Milagro-Quevedo, en el
bosque húmedo tropical en los valles y a lo largo de las vías fluviales; y los de pozo pro-
fundo y cámara lateral, Huancavilca o Manteños del Sur, agricultores y avezados marinos.
Se infiere una remota tradición navegante en el Ecuador, que mencionamos con certe-
za, pues sus huellas aparecen en lugares lejanos (por lo pronto, Norton nos reporta cerá-
mica Valdivia 2 en la Isla de la Plata), parece arrancar desde las postrimerías de la cultura
Valdivia; dicha cultura es la que en América inventa la cerámica, que fuera determinada
por el arqueólogo Emilio Estrada y su jefe de campo, el profesor Julio Viteri, aunque la
fecha más antigua de carbono 14 correspondía al sitio Loma Alta, trabajado por el ar-
queólogo Presley Norton, también un querido amigo y maestro, compañero de buceo en
ocasiones, este sitio que arroja la fecha de 3,090 años antes de Cristo, sin ajustes que la
llevarían más lejos en el tiempo; las pruebas de carbono 14 a la materia orgánica asociada
estratigráficamente a la cerámica, no deja lugar a dudas: estamos pues, ante la cerámica
más antigua de América. ¡Más de cinco mil años de tradición alfarera!...
Dicha cerámica nos indica solamente una determinada tecnología, pero los trabajos
de la Universidad de Illinois, dirigidos por el profesor Donald Lathrap (quien sostuvo
la hipótesis del origen tropical de las altas culturas americanas, comunicación personal),
coordinados por el arqueólogo Jorge Marcos, autor de espléndidas publicaciones sobre el
tema, las excavaciones en el sitio Real Alto, de Chanduy, nos abrieron un horizonte más
temprano y amplio de la cultura Valdivia (¡4,200 a.C.! con cifras corregidas).
La génesis del urbanismo: plaza ceremonial (o utilitaria), huellas de edificios que aun-
292 Historia marítima del ecuador

que rústicos (como los bohíos ovalados amazónicos) son aparentemente ceremoniales, y
otros para viviendas, con zonas bien definidas, indicios de cultos, no solo por las innume-
rables figurillas femeninas, sino por hallazgos como el de un esqueleto femenino bajo lo
que fuera el umbral de la casa de tamaño mayor de todas las que rodean la plaza, con dos
esqueletos masculinos desmembrados en forma aparentemente ritual, y con los cuchillos
de horsteno que se usaron, igualmente la constatación de la existencia de fitolitos de un
cereal tan especializado como el K. 8 kcello ecuatoriano, mazorca de maíz de ocho filas,
originalmente detectado en un fragmento de cerámica donde dejó su impronta, por el re-
cordado maestro el Prof. Carlos Zevallos Menéndez, este maíz harinoso es de los más
antiguos que se conocen y tan resistente y adecuado a diversos climas y alturas, que aún
en nuestros días sigue siendo preferido y sembrado, lo hemos encontrado en ciertos valles
de la provincia del Cañar, tenemos mazorcas recientes que lo atestiguan; en el Ecuador y
Perú la mazorca tierna se llama choclo, al que en México se conoce como elote. Por cierto,
partiendo una de esta mazorcas de K.8, se puede observar que corresponde a cada grano
un ángulo de 45º, a partir del centro, que lo hace identificable cuando lo encontramos re-
presentado en una vasija cerámica, los ocho granos de 45º completan los 360º del círculo,
hay una belleza geométrica implícita en vegetales como este…
Por el clima del Ecuador, tan húmedo, carecemos de constancias de textiles, a no ser
impresiones, huellas de tejido en fragmentos cerámicos tempranos (detectados por Jorge
Marcos) que nos permiten observar una trama y dos urdimbres y cierta finura del tejido,
en el período Valdivia, aunque no nos diga nada de su materia prima. Hay fragmentos de
textiles más tardíos asociados a objetos de cobre preservados por las substancias químicas
típicas de este metal, estos sí nos permiten identificar al algodón, recordemos entonces que
el algodón silvestre de ambos lugares, el Gossipium barbadensis, originario de Sudamé-
rica, y el Gossipium hirsutus, mesoamericano, no fueron idóneos para el tejido por ser de
fibra corta, solamente su hibridación, su combinación, permitió que se transforme en algo-
dón de 26 cromosomas, de fibra larga, queriendo decir que para que existiera el algodón
adecuado para uso textil, fue necesaria la mano del hombre para su hibridación; que dos
variedades de 13 cromosomas se encontraran…
Estas divagaciones sobre el tema de influencias entre Sudamérica y Mesoamérica son
el preámbulo para la propuesta del contacto entre zonas específicas de ambas áreas, la
costa del Ecuador y la costa mexicana del Pacífico.
Cuando encontramos ciertos indicios: objetos, costumbres, idioma, paralelismo en
general, nace el convencimiento de relaciones transpacíficas. Sin dejar de reconocer mi-
graciones terrestres como las que se dieron entre el norte y el sur de Mesoamérica, donde
huellas teotihuacanas, y luego toltecas, o más específicas, como la de los pilpiles en Gua-
temala, o los chorotegas de aparente ancestro otomí en Nicaragua y Costa Rica, o la pre-
sencia de pueblos de habla náhuatl en El Salvador, perfectamente documentadas dese hace
años, incluso por supervivencias culturales y dialectales, y obviamente por los topónimos
que jalonan la geografía, nombres de lugares, de montañas, de lagos, que son parte de
geografía actual con nombres ancestrales, mencionamos otras tradiciones, como las que
gestaron la identidad cultural mexicana: las siete tribus nahuatlacas, que inician su camino
partiendo del “lugar de las siete cuevas” –Chicomostoc-, gesta que nos refiere, entre otros
documentos, el códice llamado “Tira de la peregrinación”.
LOS CAMINOS QUE ANDAN 293

C A P Í T U L O IX
Las relaciones transpacíficas

Hemos descrito a la corriente de Humbolt que se desliza frente a la costa sur del Ecua-
dor y, llegando a la cercanía del límite entre la provincia de Manabí con Esmeraldas, hace
un giro hacia el noroeste, para por las islas Galápagos y mientras un ramal alimenta a la
gran corriente sur-ecuatorial que por los 85º y 95º de longitud este y en la latitud ecuatorial
inicia su camino cruzando el ancho Pacífico hacia el oeste hasta que sus aguas arriban a
Nueva Guinea, otro ramal de Humboldt sigue su ruta al norte y recibe un influjo extra de
la contracorriente ecuatorial con su cambiante “destino” de acuerdo a la época del año, que
en los meses de junio a noviembre fluye hacia el norte, las masas de agua resultantes avan-
zan hasta encontrar la gran curva de la costa mexicana, los vientos alisios soplan desde el
sur-sureste gran parte del año en aquella dirección, y al cruzar la línea ecuatorial, según las
“Pilot Charts of the North Pacific Ocean” de la Defense Mapping Agency de los EE.UU.
para los meses de octubre y noviembre (de años normales, sin fenómeno del Niño), y se-
gún la escala de Beaufort, los vientos prevalecen hacia el noroeste; esto hace que sea más
fácil arribar a costas oaxaqueñas, guerrerenses, michoacanas, colimenses o jaliscienses,
viajando por esta vía, que llegar a la vecina Colombia.
En estas cartas de navegación del Pacífico Norte, para los meses de julio a noviembre,
encontramos una constante de corrientes y vientos que en esos meses fluyen y soplan
hacia el noroeste; estas condiciones cambian a finales de diciembre, cuando se deja sentir
la cálida contracorriente ecuatorial, que se encuentra con la que avanza desde Norteamé-
rica, cerca de las costas mexicanas, conocida al menos en el tramo correspondiente como
corriente de California, sus aguas “bordean” a las permanentemente cálidas que podemos
considerar estacionarias de la llamada “cuenca” de Panamá; cuando se produce este en-
cuentro, tiene el efecto de calentar las aguas superficiales que avanzan hacia el sur, y los
vientos alisios amainan… esto es más regular de lo que puede pensarse, solo se interrumpe
cuando en forma cíclica, aproximadamente cada siete años, aparece el fenómeno del Niño,
observado con los modernos medios satelitales, el calentamiento del mar se gesta muy
lejos en el Pacífico, aproximadamente entre los 150º y los 170º de longitud oeste, por la
línea equinoccial. Para fines de navegación, “el fenómeno” asegura una más rápida ruta de
norte a sur; procedentes de México y conocida la periodicidad del fenómeno, y sus mani-
festaciones previas, sería hasta recomendable, si fuéramos “balseros”, mindalaes –comer-
ciantes-, viajar hacia el norte un “año sexto” y regresar el séptimo, pues “el fenómeno”
definitivamente empuja hacia el sur.
El 3 de octubre de 2005 zarpó de Guayaquil el buque escuela Guayas, hermoso velero
construido en los mismos astilleros españoles de Celaya cerca de Bilbao que el brick-barca
Cuauhtémoc, su similar mexicano, este periplo de instrucción lo llevó en un singladura
al puerto de San Francisco California, y en su retorno llegó a Acapulco, Punta Arenas,
Panamá y Guayaquil; su salida hacia destino norteño coincide con la fuerza de la corriente
y los vientos hacia el noroeste que priman en esos días, y su regreso se estimó el 15 de
diciembre precisamente, con el empuje de la contracorriente que en esos días suele arribar
al Ecuador. En parecida travesía y procedente de su base en Icacos en Acapulco, el buque
294 Historia marítima del ecuador

escuela mexicano Cuauhtémoc llegó el 23 de diciembre a Guayaquil, procedente de Pana-


má, como escala de un largo crucero de instrucción llamado Circunnavegación 2006, que,
además, incluyó al Callao, Perú; Valparaíso, Chile; el paso por el cabo de Hornos, Buenos
Aires, Argentina; Montevideo, Uruguay; Río de Janeiro, Brasil; y desde ahí cruzaron el
Atlántico hasta Sudáfrica, arribó a Ciudad del Cabo y doblando el cabo de Buena Esperan-
za a Port Elisabeth, en el extremo meridional de África, llegó desde ahí a Melbourne en el
extremo sur de Australia, luego a Auckland en Nueva Zelanda desde donde fue a Papeete
en Tahití, y desde ahí tomó la larga ruta por el Pacífico hasta su base, en Acapulco, México.
Según algunos investigadores, el cambio de temperatura en el agua provoca la ausencia
de los nutrientes habituales y causaría la muerte de los bivalvos filtradores Spondilus, y
que aparezcan en la playa sus conchas, de esta circunstancia se derivó en la antigüedad
la creencia de que los hallazgos de estos bivalvos (a partir de la aparición de la corriente
cálida) propiciaban la lluvia, pues lo asociaron a las precipitaciones pluviales por la eva-
poración que provoca el cambio de temperatura de las aguas, que a finales de diciembre
desencadenan grandes aguaceros.
Hacia el sur de Ecuador esta asociación con la lluvia era la causa del interés por “el
mullo”, como se denomina aún en nuestros días en el Perú al Spondilus, que era parte
fundamental en las ceremonias previas a la siembra, donde, molido, se esparcía en la tie-
rra roturada, también era infaltable al inicio y durante la construcción de los kilométricos
canales de riego hechos desde los Andes hasta las tierras áridas de la costa durante siglos,
incluso recogimos de una antigua tradición que hemos mencionado, la llegada al valle de
Lambayeque del rey Ñaimlap, que entre su detallada corte tenía a Fonga Sigde, cuya fun-
ción era “esparcir polvo “de mullo” en la tierra que su señor había de pisar”…
Al proponer estos “caminos que andan” tratamos de definir un camino de dos vías, no
hemos descrito la ruta como solo de ida, como un viaje sin retorno, sino de ida y vuelta;
hay entre otras, una clave de hace 500 años, comprobable, que nos da indicios sobre el
camino de regreso:
El contador Rodrigo Albornoz, en los primeros años de 1500, en una detallada carta
a Carlos V, describiendo su viaje por la costa occidental de los nuevos territorios, dice
textualmente: “preguntando a los indios de Zacatula cómo saben que debe haber por ahí
islas, dicen que muchas veces oyeron a sus padres y abuelos, que de cierto en cierto tiempo
solían venir a aquella costa, indios de ciertas islas hacia el sur –que señalan-, y que venían
en unas grandes piraguas y les traían ahí cosas gentiles de rescate y llevaban ellos otras
de la tierra… y que cuando la mar estaba brava se quedaban cinco y seis meses, hasta que
venía el buen tiempo se tornaban a ir”.
De este tema de Albornoz, hablamos con el Prof. José Corona Núñez cuando tuve el
honor de conocerlo personalmente (lo conocía a través de sus libros) en Michoacán, hon-
rando con su presencia una plática que di en el Palacio Clavijero de Morelia, invitado por
la SEP (Secretaría de Educación Pública de México).
Aparentemente, este regreso de “las grandes piraguas” dependía de la aparición de
la corriente del norte que se deja sentir más en la costa pacífica mexicana, a partir de los
meses de octubre y noviembre, suponemos que es generada por el empuje de la corrien-
te negra del Japón, Kuroshio, que arriba a las costas norteamericanas desde el poniente
asiático, alimentando a la corriente de California que inicia su camino hacia el sur a lo
LOS CAMINOS QUE ANDAN 295

largo de las californias y las costas continentales mexicanas, hasta llegar una parte de ella
a encontrarse con las aguas cálidas estacionadas frente a la “cuenca panámica” y las de la
contracorriente Ecuatorial que vira hacia el sureste arribando al continente a la altura del
Ecuador, a fines de diciembre, cerca de la Navidad, convirtiéndose en “El Niño” (el niño
Dios).
Por cierto, esta masa de agua cálida norteña se superpone y empuja a la corriente fría de
la corriente de Humbolt, que normalmente viaja hacia el norte girando hacia el nor-oeste,
aproximadamente por la línea ecuatorial y los tres grados de latitud norte, pasando por las
islas Galápagos y por la cercanía de la isla de Cocos perteneciente a Costa Rica.
Este “encuentro” y calentamiento de las aguas y el amainar de los frescos vientos ali-
sios que soplan desde el sur-suroeste, permiten la evaporación, que desata el llamado “in-
vierno”, la temporada de lluvias en el Ecuador, que dura precisamente hasta mayo-junio,
cuando la corriente fría de Humboldt retoma su fuerza y los vientos alisios comienzan a
soplar de nuevo…
Como evidencias modernas, tenemos años de recoger información de naufragios, bar-
cos pesqueros perdidos, botes de garete, (ahora, lamentablemente, viejos navíos pesqueros
atiborrados de emigrantes hacia Guatemala, para luego tratar de llegar a México y Estados
Unidos); estos simples recortes de diarios (amarillentos algunos), representan una fuente
de información muy consistente, pues la localización de los náufragos nos confirma la
existencia y dirección de las corrientes y sus variaciones de acuerdo a la época del año…
a veces algún capitán de puerto habla conmigo para intercambiar información que lleve
a averiguar la posible ubicación del barco, bote, canoa o panga, perdidos, y calculando
desde su última posición conocida inferir en qué área del océano se podría encontrar…
Este sería el panorama de los “CAMINOS QUE ANDAN”, afortunada descripción
del querido amigo y maestro Olaf Holm, ciudadano danés, radicado en el Ecuador desde
muy joven, originalmente dedicado a la producción de cacao, luego notable arqueólogo (y
productor de nacionalidad) y cónsul honorario de Dinamarca.
Estos caminos son las corrientes omnipresentes en todos los mares del mundo, como
la corriente del golfo que permite la más rápida y lógica travesía entre Europa del oeste y
América por el Atlántico, cuyo transporte de aguas cálidas del Caribe hace que los invier-
nos daneses sean menos fríos que en países cercanos.
Probablemente el o los primeros viajes desde el antiguo Ecuador hacia las costas mexi-
canas fueron accidentales, luego, periódicos y calculados; no debe llamarnos la atención
la supervivencia de los viajeros, pues, por experiencias personales, comprobamos que la
“sombra” de una almadía como las que hemos descrito, hechas con los grandes troncos del
árbol de balsa, atrae un número de especies marinas que se refugian bajo ellas, resultando
muy fácil pescar en su contorno, aún hoy los marinos viejos de botes de recreo suelen dejar
un par de palos flotantes sujetados con una “potala” de piedra (ancla) en un bajo, y días
después se acercan a pescar en la cercanía, resultando asombrosas capturas de dorados ¡y
aún marlines! Personalmente me he sumergido a ver desde abajo del agua lo que ocurría:
en cuestión de días, los maderos comenzaban a cubrirse de algas finas como cabellos
verdes, con docenas de pececillos “ramoneando” en esa vegetación, y avizoré peces más
grandes en la cercanía, esto me hizo pensar en lo que ocurriría con maderos de mayor
tamaño, como los que componen una balsa cuya sombra es incomparablemente mayor…
296 Historia marítima del ecuador

Así que la balsa era como una pequeña fábrica de pescado. Basta recordar la narración
del marino holandés Jacobo Roggeveen, que llegó al puerto de Paita en 1619, al norte del
actual Perú, cercano a Tumbes, inmediato a la frontera sur de la Real Audiencia de Quito,
a adquirir alimentos para continuar su viaje. Roggeveen fue el primer europeo en describir
a Te-Pito-o-te-Henua, el Ombligo del Mundo, la isla de Pascua; lo aprovisionaron de ve-
getales y charqui (carne deshidratada, originalmente de llama); diciéndole los paiteños que
espere un poco la llegada de una balsa que había zarpado hacía dos meses y pronto traería
el pescado seco, obviamente procesado a bordo… Según esta narración, de una sola balsa,
se abastecieron los dos barcos grandes y el “patache” que componían su flota…Ejempla-
res holandeses, pues hubo temibles piratas de esa nacionalidad que dejaron en su estela de
desolación el topónimo de “Pichilingue” en costas de varios países…
Tuve el gusto de conocer al “abuelo de los balseros” del siglo pasado, a Thor Heyer-
dahl, en Guayaquil, en su última visita en julio de 1995, en la que participamos en una
mesa redonda en el Museo del Banco del Pacífico (cuando contenía a la espléndida co-
lección Norton) convocada por su gran directora, Cecilia Pérez; luego tuve oportunidad
de verlo varias veces y platicar largamente (fue muy admirado por mí desde niño, uno de
mis libros de aventuras preferido era el del viaje de la balsa Kon-Tiki), aunque no polemi-
zamos sobre su zarpe desde El Callao, Perú, donde armó su balsa con madera del bosque
costeño del Ecuador, hecho que por años causó una gran confusión en cuanto a quienes
fueron los navegantes en este lado del Pacífico, pues en la costa del Perú no se disponía
de madera adecuada para embarcaciones, sino la totora, el junco acuático ya mencionado;
con el paso de los años, cuando menos para mí, es perfectamente entendible que si en
la antigüedad llegaron los balseros de origen Valdivia, Machalilla, Chorrera o Engoroy,
Guangala, Jama-Coaque, Tolita y Manteño o Huancavilca, en un transitar de milenios
(así como en el Mediterráneo lo que definió la condición de grandes navegantes de los
fenicios fue la existencia de los cedros en sus montañas, y por su puesto su acendrado
sentido comercial), fue posible que usaran también las embarcaciones, la técnica para ha-
cerlas y a esta madera ecuatoriana, en los reinos costeros del Perú (aunque en la abundante
iconografía mochica solo se observan embarcaciones de totora), no debería llamar tanto
la atención que se hiciera lo mismo con la balsa Kon-Tiki allá por el año de 1947; estoy
convencido del uso de balsas en la costa peruana (y por supuesto de su obvia procedencia
ecuatoriana), pues conozco las “guaras” timones, quillas u orzas usados para dirigir balsas
a vela preciosamente talladas en sus asas, que reposan en el museo de sitio de Pachacámac,
perfectamente conservadas por el seco ambiente de aquella costa, este recuerdo de lo que
vi hace más de veinte años, lo estoy verificando en estos días con el museo de sitio, y pue-
de haber guaras en el museo del Algarrobal en Ilo, mucho más al sur, aunque no constan
en descripciones de objetos hallados en tumbas muy tempranas.
Entre los notables ejemplos de objetos de madera, preservados por la también reseca
atmósfera de la costa más al sur en Ica, durante el señorío Chincha son descritos por
Samuel K. Lothrop (1957) en su investigación sobre navegación en la costa del Pacífico,
describe tablas “en forma de palas y de remos”, aunque lamentablemente no tenemos
ningún dibujo o fotografía de ellos, por la descripción de las primeras “tablas” las iden-
tifica como “centerbords” (sic) o “palos timón para embarcaciones a vela como los que
utilizaron las jangadas (sic) que se dan en el Ecuador”, queda la duda para ese autor el
LOS CAMINOS QUE ANDAN 297

uso práctico o ceremonial, pues dice que esos objetos tenían gran delicadeza en el tallado,
aunque eran muy pesados.
Hay que reconocer que en su juventud Thor pudo haber tenido alguna confusión, pero
en su madurez nos enriqueció con la descripción de sus viajes y sus investigaciones, como
aquella demostración de cómo erigir un “Moai” de ocho metros de alto en la isla de Pas-
cua, solo con la ayuda de un puñado de vecinos… o a entender el uso de los “mapas” poli-
nesios, las “tablillas” cuadradas de ramitas entrelazadas representando corrientes, vientos
y distancias para navegar entre las islas del ancho Pacífico, o la abundantísima y detallada
información que caracterizó todas sus publicaciones.
Siempre sostuvo que había huellas cerámicas de paraderos humanos en las islas Ga-
lápagos, en 1953 acompañado de los arqueólogos E.K. Reed y A. Skjölsvold localizó
cuatro áreas de ocupación en tres islas diferentes, la más extensa en la meseta situada sobre
la bahía de James en la isla Santiago, ahí encontraron ocho “campamentos” aborígenes y
separados por un cerro, un yacimiento en la bahía del Bucanero. Otros en bahía Ballena de
Santa Cruz y en Playa Negra en la isla Floreana, y refiere que después de su estadía, otro
yacimiento prehistórico fue localizado en Cabo Colorado en Santa Cruz por J.C. Couffer
y C. May.
Hay una detallada relación de lo encontrado, que indudablemente hace ver el profesio-
nalismo de aquellos arqueólogos, que considerando su época, el análisis de la cerámica
que dejaron sería aceptable, pues en esos días la arqueología del Ecuador era prácticamen-
te desconocida, así pues, estaban convencidos de que los navegantes fueron peruanos, una
parte del material lo tratan de encasillar como tal, pero igualmente detallan otro “prove-
niente de la costa del Ecuador”.
No olvidemos que la “explosión” de conocimientos arqueológicos de esta costa apenas
esbozado por Max Hule y Jijón y Caamaño, recién toma fuerza con Emilio Estrada, el
Prof. Zevallos Menéndez, el Prof. Huerta Rendón, don Julio Viteri y luego la pléyade de
arqueólogos extranjeros y los jóvenes ecuatorianos que fueron tomando la posta.
Thor informa textualmente que “quienes estudiaron el material fueron Evans y Me-
ggers, del Smithsonian, institución del National Museum”, la misma notable pareja que
luego ocuparía un importante sitial en la arqueología de Ecuador; describen “moldeado
de la (Isla de) la Plata” (bahía obviamente) y recipientes negros muy pulidos (probable-
mente huancavilcas, aunque podrían ser chimúes), y hay que mencionar otros tiestos o
tepalcates (fragmentos), descritos como “policromados tiahuanacoides” que pueden ser
los tricolores Guangala de pasta fina, aunque no habría ningún problema que fueran de una
u otra filiación, hay muchos detalles de aquella cerámica encontrada, lo que no tenemos
claro es dónde está, pues revisarla en estos días a luz de los conocimientos actuales, sería
estupendo.
Precisamente otro escandinavo, Olaf Holm, ayudó a definir qué clase de tiestos o tepal-
cates eran los encontrados en las islas Galápagos, él se refirió en especial a los de la bahía
de James, opinando Olaf que se trataba de un porcentaje del 10 por ciento de ceramios de
origen peruano, y el restante 90% ecuatoriano, en particular de cultura Bahía… aunque
por la densidad, baja, parece que llegaban de paso y que se trató de campamentos de ocu-
paciones breves. Lo revisado, fue aparentemente obtenido en otra expedición.
Hace unos meses encontré en Guayaquil a la connotada arqueóloga Karen Stothert,
298 Historia marítima del ecuador

quien realizó el estupendo trabajo del museo de sitio “Los amantes de Sumpa” del período
precerámico ecuatoriano. Ella acababa de regresar de una prospección de más de una se-
mana en el archipiélago y me dijo que no habían encontrado más que cerámica de origen
europeo, y muy poca, lo que pondría en tela de duda a la cerámica arqueológica anterior
a la europea… pero la seriedad de los escandinavos mencionados, en particular de Olaf
Holm en su calidad de experto en cerámica ecuatoriana, difícilmente se pondría en duda;
quizá no tomó en cuenta que los ceramios encontrados y diagnosticados hace años fueron
de una excavación, en la que se dejan zonas intactas para que los arqueólogos en el futuro
puedan, con mayor conocimiento o tecnología, certificar los resultados o conclusiones
anteriores sobre el sitio excavado; lo que trataremos de ver son los ceramios revisados por
Olaf, sabemos que otros deben localizarse aún en la Estación Darwin de la isla Santa Cruz,
donde se encontraban, pues también Presley Norton los describe y dice “que entre el ma-
terial europeo del siglo XVI (?) se encontraban fragmentos correspondientes a la cultura
Bahía”, coincidiendo con la opinión del investigador danés en cuanto a esta cultura; y a
la escasez es obvia si se trató de desembarcos ocasionales, yo personalmente he estado en
algunas islas, varias veces, y no he roto ni un plato…
Alguno de los temas de los que hablamos con Thor Heyerdahl fue de la posibilidad de
hacer la travesía entre el Ecuador y México, pues esa sí verificaría una vieja tradición de
comunicación, pero ya no lo hicimos, pues lamentablemente Thor falleció hace tres años
en su retiro de la Morra de Guimar en Tenerife, Islas Canarias… espero que nuevos inves-
tigadores (aventureros) la realicen pronto.
Como complemento contaré una pequeña historia de lo que nos sucedió hace unos
años en el puerto balneario y pesquero de Playas de Villamil, provincia del Guayas; Olaf
Holm y varios compañeros del GEA (Grupo de Estudios Arqueológicos) revisábamos las
“balsillas”, típicas embarcaciones de la zona, hechas de tres “palos” de balsa, que aún se
usan para pescar a lo largo de esa área costera del Ecuador; estas balsillas, sumamente
marineras, son aparejadas con vela triangular y los tres troncos que la componen están
sujetos entre sí por unas especies de “yugos” de madera dura, como mangle o algarrobo
–mezquite en México- uno en la proa y otro en la popa, el mástil pasa a través de un tercer
“yugo” más corto, que se incrusta firmemente en los troncos laterales, el mástil se carga
hacia la proa, y lo más importante, usan una “quilla” móvil, es impresionante verlas llegar
entre las olas, al arriar la vela parece que el pescador “anduviera” sobre el mar, sostenido
en el delgado mástil… al arribar “surfeando” a la playa, solo extraen la quilla de la ranura
hecha para el efecto en el palo central y arrastran la liviana embarcación –de fondo plano-
playa adentro, sobre maderos cilíndricos.
El motivo de aquella visita en particular, fue para adquirir una “balsilla” para el Museo
Antropológico del Banco Central del Ecuador, cuya dirección ocupó por largos años el
arqueólogo Holm. Tratando de averiguar si alguna estaría en venta, tuvimos la sorpresa de
saber “que no había balsillas disponibles, pues acababan de estar en el pueblo los peruanos
y les habían vendido las recién hechas”… me quedé con un sabor de boca parecido al que
sentí al conocer la crónica del contador de la Nueva España, Rodrigo de Albornoz, la que
se refería a los navegantes que llegaban al puerto de Zacatula, “y que cuando la mar esta-
ba brava tardaban meses en regresar”… Comprobamos, de casualidad, que los contactos
comerciales entre lugares distantes, como la península de Santa Elena y la costa norte del
LOS CAMINOS QUE ANDAN 299

Perú, ¡aún se efectuaban por mar en nuestros días!


El mes de marzo del año 2005 estuvieron en Guayaquil tres escandinavos: uno sueco,
Anders Berg, y dos noruegos, Torgeir Higraff y el joven Olav Heyerdahl, nieto de Thor,
pretendiendo repetir el viaje de la balsa Kon-Tiki. La expedición ahora se llama Tangaroa,
consiguieron los troncos de balsa, uno de ellos de un metro de diámetro, donados por la
Cía. Alcan y que fueron cortados en enero de 2006; en la consecución ayudaron un par de
amigos, los cónsules en Guayaquil de Noruega, Andrés Schmidt, y de Finlandia, Humber-
to Mata. Los muchachos insistieron en repetir aquel viaje que culminara en el atolón de
Raroia en la ceremonia de las islas Tuamotú, en el archipiélago de Tahití, a donde llegó
el abuelo de Olav en 1947, y de nuevo llevar como se hacía ancestralmente, los troncos
al Perú, construir su embarcación allá y zarpar con su balsa de madera ecuatoriana de El
puerto del Callao.
Cuando visitaron mi casa, resultaron ser, Torgeir de muchos conocimientos y líder;
Ander, el mayor, escritor y fotógrafo; Olav, un decidido joven cultor de la memoria del
abuelo; hablamos ampliamente de varios temas, uno de ellos fue de los tiburones que po-
drían encontrar, les comenté en cuanto al tiburón blanco que no se encuentra en esta agua
y que el que más vemos por aquí es el esbelto tiburón azul, y el de mayores dimensiones
es el tiburón tigre, de los que tenemos mandíbulas en el estudio (por cierto hemos encon-
trado en tumbas de pescadores guangala, sobre el tórax como ofrenda, dientes fósiles de
Megalodón Megalodón hasta de 15 centímetros de largo). Yo insistí en el simple asunto de
la procedencia, no solo de la madera de balsa si no de la tecnología implícita para armar
la almadía, que ha estado en manos por milenios en los pueblos costeros del Ecuador, y se
aceptó que esto sea reconocido claramente por la expedición, pues no hay problema que
zarpen desde El Callao, si cuentan con apoyo y patrocinio desde allá; y como he insistido,
hubo navegantes del Perú en embarcaciones ecuatorianas, e incluso con pretéritos “capi-
tanes” locales, tenemos que ser más amplios en comprender el antiguo panorama de los
pueblos navegantes, y quienes fueron viajeros transpacíficos y que huellas dejaron de su
paso en las costas a las que arribaron. En todo caso, presenté mis respetos a esta arrojada
expedición noruega, y el ferviente deseo de que lograran el éxito en su expedición.
Cuando aún continúo escribiendo, ya culminó exitosamente el viaje de la Tangaroa,
que con el manejo experto de las guaras o quillas móviles, completaron un trayecto más
largo que la Kon-Tiki, y se dieron el lujo de arribar hasta las playas, y volver a zarpar casi
sin ayuda. Nos mantuvimos comunicados durante todo el viaje, que fue sobre la corriente
ecuatorial del sur.
Regresando a los grandes viajes transpacíficos prehispánicos, podemos descartar la
navegación de cabotaje (sin perder de vista la costa), pues las corrientes, los “caminos que
andan”, a veces “andan” muy lejos de la costa, y más bien acercan los puertos y reducen
el tiempo de navegación entre ellos.
El primer retorno del norte de aquellos remotos navegantes, debe haber sido resultan-
te de la experiencia de varios viajes de ida y la comunicación entre los sobrevivientes,
que resaltarían las similitudes del viaje: velocidad, tiempo, sitios de escala, como las islas
Galápagos, que algunos solo las verían a la distancia, otros desembarcarían en ellas, para
llevar el suculento manjar que eran las tortugas que Herman Melville, autor de Moby
Dick, describe en sus aventuras como ballenero en el archipiélago, en su libro “Las encan-
300 Historia marítima del ecuador

tadas” dice “se escuchaba en la sentina, el sordo sonido del caminar de los centenarios
monstruos” que, además, soportaban meses sin comer, lo que las convertía en carne fresca
permanente.
Es realmente un milagro que aún haya galápagos en las islas, por esta depredación de
siglos; Charles Darwin hizo estas islas tan conocidas con su teoría de la evolución expresa-
da en su revolucionario libro El origen de las especies, para lo que le ayudó ver la enorme
diferencia entre los caparazones de las tortugas (de acuerdo al origen de su alimento, a
nivel del suelo, o de ramas o cactos altos) entre una isla y otra, diferencias, no solo entre
los quelonios, sino entre aves, como los pinzones, de acuerdo al tipo de alimentación dis-
ponible, distinto en cada isla.
Hay una interesantísima narración del involuntario “descubrimiento” del archipiélago
de Galápagos: el obispo Tomás de Berlanga partió de Panamá hacia el Perú, y zarpando
el 23 de febrero de 1535, iba sin novedad “bordeando la costa, con buen viento” durante
siete días hasta que, al llegar a la altura del Ecuador el 2 de marzo, donde los cogió una
calma de seis días, las velas colgaban “vacías” por completo, luego sintieron una poderosa
corriente que los arrastró hacia el oeste, el 10 de marzo arribaron a una isla y el esquife que
fue a tierra no encontró pasto para los caballos, ni agua, solamente iguanas que describe di-
ciendo: “que son como sierpes”, focas “y unas tortugas tan grandes que podían cargar a
un hombre sobre su caparazón”… avistaron otra isla, cercana, pero en esa calma tardaron
tres días en acercarse y desembarcar, y ya sin agua, echaron mano “de unos cardos como
higos chumbos” los que les calmaron la sed. ¿Cómo habrán llegado a la isla?
Siempre he sospechado que los nopales son de origen americano, cómo el obispo los
conocía? ¿los hubo en España o los conoció en el Caribe?
Tomada la latitud, encontró que esta isla estaba entre medio grado y grado y medio de
latitud sur, explorando más descubrieron algo de agua en una grieta entre las rocas vol-
cánicas, sin duda agua de lluvia, pues esa era la época, “se llevaron toda la que pudieron,
y se dieron a la vela” pensando estar cerca de su destino, pero en lugar de ir hacia el este,
derivaron al sur, “tomada la altura del sol”, encontraron que se habían desplazado a tres
grados al sur del Ecuador, ahí ordenó el obispo tomar rumbo noreste, y lograron divisar
tierra, pero de nuevo tardaron tanto en llegar que se les murieron diez caballos y dos hom-
bres; al fin, el 9 de abril arribaron a Bahía de Caráquez, ¡ubicada un poco al sur de donde
inicialmente los cogió la corriente!, así que solo fueron y vinieron, desde el continente a
las islas, y viceversa, ese accidentado viaje cuando menos sirvió para perennizar al obis-
po… siglos después el mencionado Melville confirmaría “que enfilando hacia una de las
islas Galápagos, y sin desviarse del camino trazado, al llegar a donde debía de estar, no
lo encontraban, parecía que estas tierras se movían”, lo que resultaba era que el rumbo,
correcto, era afectado por las poderosas corrientes que hacían derivar al ballenero. De esta
circunstancia provino el nombre que tuvo por años el archipiélago de Galápagos, “las islas
encantadas”.
Regresando al obispo Berlanga, su último comentario fue que en Bahía de Caráquez
“encontramos a la tripulación de un galeón de Nicaragua que había zarpado OCHO meses
antes; por lo que nos pareció que nuestro viaje había sido bueno en comparación con el
de ellos”…
Calculamos que los de Nicaragua habrían zarpado en septiembre, antes de la aparición
LOS CAMINOS QUE ANDAN 301

de la contracorriente ecuatorial, con el mar y los vientos completamente en contra, y com-


probamos que el poder de la corriente de Humboldt era (es) enorme, pues arrastró a una
nave grande ¡más de 800 millas en diez días! que representan 80 millas por día, lo que da
una velocidad promedio de 3.3 millas por hora (si Pitágoras no miente y el obispo tampo-
co). Esta narración nos sirve para entender que la fuerza de las corrientes es tan grande,
que eran (o son) verdaderos caminos para quien las conocía…
¡Pero los antiguos “balseros”, muy tempranamente descubrieron el “torna-viaje”!, esas
aguas fueron perfectamente conocidas por ellos, y los secretos del ir y venir hacían que ese
aparentemente largo viaje fuera una jornada normal.

C A P Í T U L O XII
Bondades marineras de las balsas y otros intercambios

Estos huancavilcas fueron los primeros indígenas conocidos (y expoliados), pues el


primer barco español que arribó a esas aguas del Pacífico Sur, luego de confundir la balsa
con una galera a la distancia, por la forma de la vela, al acercarse, descubrieron que era una
gigantesca almadía hecha de troncos de madera de balsa (nuestra ya conocida Ochroma
piscatoria), en la que viajaba una familia de comerciantes manteños o huancavilcas, em-
barcación de la cual nos quedó una minuciosa descripción de Bartolomé Ruiz, piloto de
la nave española, quien nos narra que varios miembros de la familia se lanzaron al agua,
nadando hacia la costa, aunque capturaron a dos jóvenes que llegarían a ser intérpretes de
la costa hablaba una misma lengua en la zona costera Ecuador-Perú, (probablemente la
lengua “pescadora” que mencionamos anteriormente); por lo pronto, los objetos de co-
mercio que la balsa transportaba hacia el norte fueron descritos: “gran cantidad de conchas
coloradas, vasijas de cerámica muy pulidas, así como adornos de oro muy bien trabajados,
balanzas como las romanas, para pesarlo, y los alimentos para la travesía”, todo fue obvia-
mente “requisado”…
Aunque las cualidades marineras de las balsas no fueron apreciadas al principio, luego
los europeos pudieron comprobar que mediante las quillas móviles o “guaras”, piezas de
madera dura de mangle, guachapelí o algarrobo, de más de 1.80 metros de largo, entre 50 a
80 centímetros de ancho y de dos a cinco centímetros de grosor, y con “filo” adelante (He-
yerdahl, comunicación personal), que se introducían entre los troncos, siempre en número
impar, que componían la embarcación de cinco, siete o nueve (más anchas tienden a “on-
dular”, en lugar de presentar un bloque compacto a la fuerza de las olas), el tronco central
más largo formaba la proa, y menos largos los laterales, como una mano con la guara en la
proa, para “arribar” se sacaba, pero se metía en la popa, y “orzar” se lograba también sa-
302 Historia marítima del ecuador

cando la de la popa. El viento incidía más en su andar, por no “cortar” el agua, pues la balsa
“resbala” por la superficie del mar; con los aproximadamente dos nudos de velocidad de
deriva de la corriente, más por la superficie del mar, con los aproximadamente dos nudos
de velocidad de deriva de la corriente, más lo que sumaba con la vela, permitían técnica-
mente una travesía de entre 35 a 45 días desde un punto de la costa ecuatoriana como la
antigua Calangone (Salango), en la costa sur manabita, hasta la antigua Zacatollán, en la
desembocadura del río Balsas, que como repetimos, de estas embarcaciones avistadas por
los hispanos tomó su nombre.
Por cierto, en contra de lo que pudiera pensarse, los troncos de Ochroma piscatoria no
requieren ser “secados” antes de armar la balsa, al contrario, deben estar plenos de savia,
los campesinos de la costa del Ecuador los cortan ahora durante la luna nueva para indus-
trializarla, pero para la navegación es recomendable que por la atracción lunar sus fluidos
“están hasta la copa” y el secreto es que a esa misma savia es la que preserva al tronco de
que se embeba del agua de mar e igualmente repele a “la broma” organismo que carcome
a la madera, por esto, y otras cosas que podemos llamar “tecnología de la balsa, y por su-
puesto por ser esa especialísima madera originaria de las tierras equinocciales, aseveramos
que la navegación en balsas fue privativa del pueblo costeño del Ecuador desde hace mi-
lenios; entenderemos un poco más la capacidad de desplazamiento de esta embarcación,
analizando la descripción del capitán holandés Rogeeven, de aquella balsa oceánica que
tuvo que esperar en Paita, en su calidad de “fábrica flotante” de pescado seco.
Las huellas y leyendas describiendo arribos de pueblos enteros plantearían una arries-
gada (?) hipótesis: que debió haber venta, servicio de fletes o transporte de personas por
aquellos ancestrales balseros ecuatorianos, los “fenicios” del océano Pacífico, que en lugar
del cedro del Líbano, tuvieron balsa equinoccial…
En cuanto al comercio con Michoacán, el “valor agregado”, como hemos dicho, de
la mercancía que llevaban hacia el norte, también era la parte morada de otro bivalvo,
el Spondilus calcifer carpenter, recortada y lista como cuentas de color vino tinto, para
collares y las Spondilus princep broderip, que encontramos enteras en tantos lugares de
México, como ofrendas en tumbas desde Teotihuacán hasta Xochicalco, y por supuesto en
Tenochitlán donde en las excavaciones del Templo Mayor, aún aparecen ofrendas de este
bivalvo, llamado allá antiguamente Xochipaltapachtli, conocido como almeja espinosa en
el Pacífico mexicano, aunque los espléndidos colores del Spondilus princeps broderip de
naranja encendido, rojo fuego y amarillo oro, que específicamente se adquieren en la con-
fluencia de las corrientes frías y cálidas como las que hay frente al actual Ecuador, como
ya anotamos, los colores serían generados por los organismos plactónicos de los que se
alimentan estos moluscos filtrantes.
El hallazgo arqueológico de estos productos del mar es como una firma que testimonia
contactos pretéritos y frecuentes entre lugares distantes que, mediante esta comunicación,
compartieron tecnologías y algunos mitos, una lengua común y sostuvieron un exitoso
comercio del que tomamos como ejemplo al Spondilus.
Y al preguntarnos que producto de semejante “valor agregado” vendría de norte a sur,
luego de buscar mucho, encontramos qué podría haber sido: la turquesa.
El largo camino de esta hermosa piedra lo estamos redescubriendo, nos lleva a lugares
tan lejanos, esos sí por rutas terrestres, como al actual Nuevo México. Comercializada por
303

El autor examinando una guara, durante una investigación de


campo en Playas, de General Villamil, Ecuador.
304 Historia marítima del ecuador

los Hohokam, de Arizona y Sonora, la cultura Mogollón en Nuevo México y Chihuahua, y


luego los Anasazi en Arizona, Nuevo México, Utah y Colorado. Aquellos pueblos dejaron
entre sus herederos a los Zuñi, cuya lengua para nuestra sorpresa, NO tiene parentesco con
las demás que hablan los llamados “Indios Pueblos”, lenguas como el Hopi (Uto Azteca),
el Keresan con siete variantes, el Kiowa-Tanoan y seis derivados, o el Tiwa y el Tewa. La
lengua que habla el pueblo Zuñi, tendría raíces en el Phoré, lengua hablada en Michoacán.
Parece que la “turquesa química”, la llamada “azul” actualmente, que fue utilizada en
la joyería sudamericana, provenía del norte y su transporte pudo haber sido en el retorno
de aquellas grandes balsas, siendo uno de los artículos “norteños” de mayor demanda
comercial.
Como la demanda de turquesa era tal en toda Mesoamérica, creemos que se hicieron
“avanzadas” como la de aquellos pueblos de cepa originalmente teotihuacana que hemos
descrito, como los de “La Quemada” y “Buena Vista”, en Zacatecas, parecería que los
expertos mineros de Chalchihuites asumieron el comercio de esta gema, cuya extracción
provenía de varios lugares. Se han encontrado mina en California: Halloron Springs, Tol-
tec y Besbee. En Arizona: Spleeping Beauty, Canyon Creek, Courtland-Gleason y White
Signal. En Nuevo México: Azure-Tyrons, Old Hachita y Jarilla Mountains, en Colorado
y Nevada hay dos o tres más, y en Sonora: Cananeita, Campo Frío y Arrollo Cuitaca. En
Coahuila: Beta Pérez. En San Luis Potosí: Salinas y en Zacatecas: Santa Rosa y Saucedo
de Mulatos.
Phil C. Wigand de el Colegio de Michoacán, propone que desde Alta Vista, en la cer-
canía de Chalchihuites se controló el comercio de la turquesa, por los vestigios hallados,
parecen proceder de Cerrillos y Azure y de Courtland-Gleason en Arizona y de las minas
de Zacatecas y Coahuila. Más al norte se han encontrado miles de fragmentos en Chaco
Canyon, Nuevo México, lo que lo hace aparecer como un centro de acopio. Siendo posi-
ble definir el origen de la turquesa, analizándola mediante la activación de neutrones. Con
paciencia, curiosidad e iniciativa se pueden comenzar a analizar muestras de esta gema,
utilizada en la joyería prehispánica sudamericana. Lo mismo que sugiere el Arql. Jorge
Marcos (comunicación personal), para el análisis de calcio de las conchas de spondilus,
basados en un muestreo actual, y estableciendo patrones de origen, aplicarlo para identifi-
car áreas de procedencia del spondilus arqueológico encontrado en Mesoamérica y en el
Perú, excelente propuesta, pues, además, ese “inventario” actual puede ser definitorio para
la supervivencia de esa joya del mar…
Por cierto, en los últimos años, además de estar presente su exquisita carne en algu-
nos restaurantes, su “envoltura”, las magníficas valvas, se pusieron de moda en la joyería
ecuatoriana, y se fabrican bellísimas joyas, collares, pulseras y otras, recuperando un arte
ancestral, con una materia prima excepcional.
Para mí es apabullante ir redescubriendo en partes lo que ya muchos distinguidos ar-
queólogos y otros investigadores han descrito en forma parcial, pero, así mismo, resulta
fascinante “atar cabos” y avizorar el panorama del pasado de nuestros pueblos, desde
puntos de vista de los dos extremos, y dejar más bases o “claves” para que nuevas genera-
ciones de investigadores terminen el tapiz multicolor de nuestra historia americana, honda
y vasta, antes de la llegada de los europeos.
Por dejar algunas pistas más de los contactos transpacíficos, señalaremos algunos otros
LOS CAMINOS QUE ANDAN 305

productos que fueron y vinieron de un extremo a otro de la ruta.


Varias de las especies vegetales que se encontraron en Mesoamérica y el norte de Sud-
américa, extremos de esta ruta descrita, fueron transportadas por estos navegantes, así,
encontramos que el tomate y el aguacate viajarían de norte a sur, a cambio de la piña, del
sur y nos sorprenderemos con otra especie, el cacao (Teobroma cacao).
Tradicional bebida entre los pueblos de Mesoamérica, el Chocolate, llamado en grano,
Xochicacahuatl en lengua náhuatl; su genérico, Cacau, es una voz maya; en Phoré se dice
K’Ekwa. Pero en investigaciones de los últimos tiempos, botánicos ecuatorianos encon-
traron que hay catorce variedades nativas de la Costa y Oriente del Ecuador, entre ellas,
amén del teobroma cacao, teobroma pentágona, teobroma leiocarpa, teobroma bicolor,
teobroma angustifolia, teobroma occhroma, y otros, según el presidente de Asociación de
Productores de Cacao, Ing. Agr. Sergio Cedeño (comunicación personal), de entre estas
variedades locales, el Ing. Agr. Homero Castro desarrolló un clon resistente a las devasta-
doras plagas de monilla y “escoba de la bruja” ¡y que, además quintuplica la producción!,
mientras que en México parece haber solo cinco variedades, esto hace suponer que viaja-
ría de sur a norte, aunque se reconoce en el Ecuador que no hubo tradición temprana de
consumo en forma de chocolate, hecho con la semilla tostada y molida, pero aún ahora, en
las haciendas cacaoteras se toma jugo de cacao hecho con el mucílago de la “mazorca”.
Como dato curioso anotaremos que la primera exportación del Ecuador republicano fue
un barco cargado de cacao hacia Acapulco, comercio que continuó por siglos…
En cuanto al maíz, a cambio de la temprana variedad desarrollada del teocinte, más
cerca del reventón (palomitas o canguil) descubierto por el Prof. MacNeish en Cuxcatlán,
Puebla, y las variedades silvestres de la cuenca del Balsas en Michoacán y Guerrero, po-
demos ver una evolución e hibridación con variedades sudamericanas, como el harinoso
K-8, el Kellog de ocho filas, cuyos fitolitos se encuentran desde Valdivia temprano, hace
más de cinco mil años, por supuesto hay muchos interrogantes en cuanto al origen de
especies vegetales, el cacahuatl, conocido como maní (voz caribe, como la de maíz) en el
sur, y cacahuate en México, aparentemente lo disfrutamos en forma paralela, lo recuerdo
representado en los magníficos collares de oro y plata del señor de Sipán, tumba descu-
bierta hace unos años al norte del Perú, no sabría definir su origen, o el del frijol, Phaseo-
lus vulgaris y otras especies, o los llamados “pallares”, especie de haba, o los misterios de
los cocoteros (*) en un tramo de la costa mexicana y en la isla del Coco, unos cientos de
kilómetros frente a Costa Rica… Aunque me encuentro confirmando datos de un cronista
(busco cuando menos a dos coincidentes) en los que consta que el navegante Mendaña,
procedente del Oriente, quien llevaba un cargamento de miles de cocos para El Callao,
tuvo que hacer escalas que no esperaba y parece que fue quien dejó los cocos cuando
menos en una parte de México; en Colima y quizá en la isla mencionada, parece haber
abrumadores datos que resolverían este “misterio”.
En lo que podríamos ponernos de acuerdo es en que las posibilidades de comunicación
en nuestra América antigua fueron mayores de lo que imaginamos hace años, como lo
prueban algunos de los viajes transpacíficos realizados por valerosos navegantes, como
Thor Heyrdahl, o las esforzadas aventuras como las de la Cantuta, con Santiago Genovés;
y otras como las tres primeras de Vital Alsar (la última la inició en Quito y la terminó
magníficamente en España, reviviendo la epopeya del tuerto Orellana, a través del río
306 Historia marítima del ecuador

Amazonas y el Atlántico). Admirables esfuerzos, récords de millas recorridas, demostra-


ciones de valentía e imaginación, pero espero que algún día, con las evidencias de contacto
a más cercanas distancias, y sus sutiles pruebas (¿o contundentes?), como el Lienzo de
Jucutacato, la Matrícula de Tributos, el Códice Mendocino y las evidencias arqueológicas,
se realice la expedición Ecuador-México (aunque no pueda ir en ella), tal como las innu-
merables travesías que, estamos seguros, se realizaron por siglos.
Tengo el privilegio de vivir en el Ecuador, habiendo nacido y crecido en México (en
medio del desierto, pues soy de Torreón, Coahuila, y luego crecí en Aguscalientes, Ags.
A más de 300 kilómetros del Pacífico o del golfo), y luego bucear desde muy joven, en
los dos lados del Pacífico que nos separa y nos une, además de tener amigos y maestros
en los dos países, como el Prof. Román Piña Chan, en México, o el Prof. Carlos Cevallos
Menéndez, Olaf Holm, el Prof. Huerta Rendón y don Julio Viteri Gamboa, con los que
recorrimos y trabajamos lugares comunes y sagrados, testimonios del paso del hombre por
la ancha tierra, y diríamos ahora, por el ancho mar…

EPÍLOGO

Considerando posibles los contactos tempranos entre regiones distantes, lo que aquí
proponemos son los medios y las rutas que se han usado durante siglos para las singladuras
marítimas. Las claves que los definen son relativamente fáciles:
1. Disponibilidad de materiales para hacer embarcaciones
2. Conocimientos para construirlas.
3. Dominio del océano, vientos y de sus variables estacionales (corrientes marinas).
4. Manejo de sistemas de orientación más allá del cabotaje; el sol y las estrellas.
5. Objetivos, interés por realizar las travesías.
Podemos enumerar más “claves”, pero fundamentalmente quedan las que determinan
el viajar, ¿A dónde vamos?, ¿qué beneficios producirá el viaje?, ¿cuánto tardamos?. Suena
aplicable a cualquier navegación en cualquier ruta, en cualquier mar, en cualquier tiempo.
En nuestros días, suponemos que en eso reflexionan los actuales armadores; en cuanto
a los marinos, deben haber tenido las mismas objeciones que ahora: abandonar su país,
su pueblo de origen, su mujer, sus hijos, su comida, y pensar en lo que puede sucederles
en su periplo, como aconteció a los griegos que permanecieron tantos años fuera de sus
lares durante la toma de Troya: muchos murieron, otros perdieron su casa, su heredad, o
a su mujer, recordemos al gran Agamenón, tras de cuernos, palos, al regresar a Micenas.
Mucho mejor le fue a Ulises con Penélope, pues hasta su perro (de cerca de 140 años pe-
rrunos) terminó reconociéndolo, sospecho que en los diez años más que tardó en regresar,
y pese a los malos ratos con los cíclopes, no le fue tan mal con la “encantadora” Circe…
Los navegantes en almadías construidas en Occhroma piscatoria, el “palo de balsa”
LOS CAMINOS QUE ANDAN 307

Carlos Núñez con Thor


Heyerdahl sobre la réplica
de una balsa Huancavilca
en el antiguo Museo
Antropológico del Banco
Central en Guayaquil, A
su lado, funcionarios de la
institución.

ecuatoriano, resolvieron algunos de los tradicionales problemas marineros, llevaban en


su amplia embarcación cacao, tomate, chile, zapote, yuca, guayaba, piña, obos –ciruelas
nativa-, maíz, frijol, cacahuate –maní-, calabazas, mates –guajes- y aunque hay tempranas
menciones de la papa por cronistas de Occidente, no me consta que la hubiera en Meso-
américa antes de los europeos; aún hay mucho que trabajar en paleobotánica, hubo más
especies de las mencionadas que fueron y vinieron, pero lo mejor que llevaban consigo
los navegantes era a sus familias, (y eso que no conocieron el problema griego), proba-
blemente abuelos, padres e hijos, familias enteras viajaban con su carga de afecto y de
tecnologías, así era infinitamente más fácil quedarse en uno u otro lugar, en estas costas
o en aquellas, incluso como sospechamos, clanes enteros o pueblos heterogéneos, espe-
cíficamente emigraron, desde y para ambos extremos de la ruta, hermanando desde hace
milenios a los actuales Ecuador y México.
Me di cuenta, conforme avanzó este ensayo, que hay muchas cosas más sobre las cua-
les escribir, solo por cerrar este trabajo, comentaré el paralelo entre dos testimonios escri-
tos, uno peruano, aquel que narra la llegada del rey Ñaimlap y la reina Citerni, con una
308 Historia marítima del ecuador

cohorte de 40 personajes, cuya función era atender al rey, uno de aquellos sirvientes tenía
como función espolvorear Mullo (spondilus) molido ante su paso, y una detallada lista de
nombres y funciones.
El testimonio mexicano fue escrito en 1521. Es la narración que consta en “La Rela-
ción de Michoacán” donde se describen los funerales de un Catzonci (rey) descripción del
lavado del cuerpo y el vestido que se le ponía. Textualmente dice: “Al cuello unos huesos
de pescado blancos, muy preciados entre ellos, cascabeles de oro en las piernas y en las
muñecas piedras de turquesa, y un trenzado de plumas y unos collares de turquesa al cue-
llo y orejeras grandes de oro en las orejas y dos brazaletes de oro en los brazos y un besote
grande de turquesa, hacíanle una cama de muchas mantas de colores, muy alta”. “Toda la
gente de hombres y mujeres que había de llevar consigo, los cuales su hijo había señalado
para que los matasen con él”. “Llevaba siete señoras… una cargaba todos sus besotes de
oro y de turquesas en un paño puestos al pescuezo; otra su camarera, otra que guardaba
sus collares de turquesa, otra que era su cocinera, otra que le servía el vino (?), otra que
le daba agua a manos y le tenía la taza mientras bebía, otra que le daba el orinal con otras
mujeres que servían de estos oficios”. “De los varones llevaba uno que llevaba a cuestas
sus mantas ligeras, otro que le entrenzaba y otro que llevaba su silla, otro que llevaba sus
hachas de cobre para hacer leña, otro que llevaba un aventadero grande para sombra, otro
que llevaba su calzado y cotaras, otro que llevaba sus canutos de colores, un remero, un
barrendero de su casa, y otro que bruñía sus aposentos, un portero de las mujeres, un plu-
majero, un platero”…
Tienen variantes por supuesto, pero impresiona que dos relatos, uno que describe el
arribo de lejanas tierras al actual Perú y el inicio de un reinado, detallando una cohorte de
servidores de diversas alcurnias. El otro relato increíblemente menciona el mismo número
de sirvientes (40), aunque describe lo inverso: la muerte de un Catzonzi o rey tarasco con
el detalle de quienes lo acompañarían en su tránsito hacia el otro mundo “innegable pa-
recido de ambas “crónicas” me parece que no es casualidad, hay un nexo coherente entre
culturas distantes, se puede pensar en un posible origen de los pueblos migrantes, saltando
más allá de los enunciados tradicionales: “Se dice que llegaron en grandes balsas”, “cuen-
tan que arribaron en embarcaciones procedentes del norte”, aquí podríamos incluir a los
Caras, cuya llegada a lo que hoy es Bahía de Caráquez (Prov. de Manabí), en el centro de
la costa ecuatoriana, fue una fuerte tradición recogida por varios cronistas y mencionada
por el padre Juan de Velasco.
Por el grado de cultura (según las tradiciones) podría presumirse el origen norteño de
grupos humanos viajando en grandes balsas oceánicas, considerando el origen ecuatoria-
no de las mismas, presumimos que los que llegaron viajaban en embarcaciones que re-
gresaban a sus lugares de origen con pasajeros, las intensas huellas culturales ecuatorianas
en el Occidente de México nos hacen pensar así. Hay una liga entre las antiguas leyendas
Purepechas o Tarascos, Chimúes y Caras.
En meses pasados, además de Baja California Sur (donde obtuve el spondilus sin co-
lor), visité el occidental Estado de Jalisco y pude conocer algo de lo que solo había es-
cuchado vagamente o leído párrafos sueltos en publicaciones modernas: la población de
Teuchitlán, cuyo nombre se aplica a manifestaciones culturales características de Jalisco,
“la tradición Teuchitlán”.
LOS CAMINOS QUE ANDAN 309

Al oeste de Guadalajara quedé verdaderamente atónito al visitar el centro ceremonial


cuyo nombre fue recogido por Phil Weigand: “Guachimontones”, palabra mixta que signi-
fica “Montones de Guajes” del náhuatl “Huaxes” (mates o calabazos), de donde proviene,
por cierto, la palabra Oaxaca o lugar de huaxes. En este lugar hay tres gigantescas cons-
trucciones cónicas, la segunda en tamaño, restaurada, tiene un basamento de trece niveles
y una plataforma con cuatro niveles más. Todas tuvieron templos de planta cuadrada a
su alrededor de dimensiones menores. Para inquietarnos más. Todas tuvieron templos de
planta cuadrada a su alrededor de dimensiones menores. Para inquietarnos más tiene una
cancha para “juego de pelota” (conceptuando como típico mesoamericano) extremada-
mente larga, de 111 metros, entre las dos “pirámides” troncocónicas más grandes; los
diseños de estas me recuerdan inevitablemente una similar, la de Cuicuilco, ubicada en el
Pedregal, al sur de la ciudad de México, que estuvo cubierta por la lava del volcán Xitle,
siglos antes de la era cristiana.
El conjunto jalisciense de Guachimontones conformó un centro ceremonial fechado
desde los 300 a.C., su esplendor duró hasta el período clásico hacia 400 d.C. No debemos
olvidar que quienes conformaron la tradición Teuchitlán, los que construyeron el sitio,
existen desde aproximadamente los 1,500 a.C. remontándose hasta “el Opeño”, con sus
vasijas “revolucionarias” de asa de estribo, globulares dobles, figurines huecos y la fase
inicial de las “tumbas de tiro”…
El lugar ahora rodeado de “paisajes agavero”, colinas y llanos con millones de plantas
de agave, también llamado maguey, término Caribe en lengua taína, según algunos; el
“purísmo” de la denominación está en entredicho, pues agave es en latín “agave tecquilana
weber”, y en náhuatl se llama Meztl, en todo caso es la materia prima del tequila, la bebida
tradicional mexicana. ¡Salud!
Guachimontones está en la cercanía del volcán de Tequila, cuyos grandes yacimientos
de obsidiana deben haber influido en su ubicación tanto como estar en la ribera de un gran
lago; todo lo que observamos, lo que inferimos, es síntoma de lo que ignoramos sobre este
y aquellos arcaicos pueblos. Sus huellas monumentales y las más pequeñas, de la cerámica
ritual que reposó en el fondo de sus tumbas, son testimonios silenciosos de estos pueblos
“perdidos” en nuestra historia, quedando las tradicionales interrogantes: ¿Quiénes eran y
de dónde llegaron?. En este caso, distantes de la Mesoamérica nuclear de la que sabemos
un poco más que de los lugares y pueblos recién descritos, parte consubstancial de nuestro
pasado y apasionante motivador para continuar develándolo…
310 Historia marítima del ecuador

Detalle de la maqueta de la balsa prehispánica. INHIMA.


311

T E R C E R A PA R T E

Testimonios
312 Historia marítima del ecuador

Jenny Estrada

Supervivencia de la balsa en nuestros ríos


313

LAS BALSAS DE BALZAR

La cuenca hidrográfica del Guayas tiene una extensión de 34.000 km2 siendo una de
las áreas más ricas y fértiles del país, considerada como el más imponente e importante
sistema hidrográfico en la costa del Pacífico sudamericano.
Su contorno irregular y alargado, está comprendido entre las mesetas de Santo Do-
mingo de los Colorados por el norte; las estribaciones de la cordillera Occidental de los
Andes, en una extensión aproximada de 300 kilómetros por el oriente; algunas cadenas
de elevaciones costaneras bajas –montañas de Conguillo, convento, Puca, Pucón, Paján,
Chongón y Colonche- por el Oeste, y la amplia desembocadura del río Guayas, más otros
ríos de la cuenca en el golfo de Guayaquil, por el Sur1.
El eje hidrográfico de esta cuenca lo conforman los ríos Daule y Babahoyo que con-
fluyen al norte de la ciudad de Guayaquil en el Guayas, el río más grande e importante del
litoral occidental sudamericano, que descarga anualmente unos 30.000 millones de metros
cúbicos de agua como promedio, luego de drenar la vasta zona geográfica indicada2.
En los bosques húmedos de esta área, de clima homogéneo y temperatura media entre
23 y 27 grados centígrados, crece de manera espontánea la madera de balsa (Ochroma
lagopus y Ochroma Piscatoria) de la familia de las bombáceas; material de construcción
utilizado por nuestros aborígenes en la confección de plataformas flotantes denominadas
“balsas”, cuyo desarrollo está ampliamente favorecido por la precipitación anual que en la
temporada lluviosa (diciembre a abril) alcanza el 80%.
La especie vive generalmente asociada y es frecuente encontrarla en zonas “desmon-
tadas” o en formaciones secundarias de la selva, donde el árbol alcanza enorme tamaño
en poco tiempo y se vuelve fácilmente identificable por su copa ancha, su follaje grande,
su tronco grueso y recto, cubierto por una corteza blanquecina, cenicienta y casi lisa. Las
hojas son cordadas y de 25 a 35 cm., aunque en los ejemplares jóvenes llegan a 45 cm.
De largo y ancho, con pecíolo de 12 a 16 cm de largo. Las flores son grandes, gruesas
y acampanadas hasta de 20 cm. de largo y coloración rojiza. Los frutos son cápsulas
tomentosas de 20 cm. de largo y contienen numerosas semillas pelosas que producen la
lana de balsa3.

Fotografías Jenny Estrada


1 Manual de Información de la República del Ecuador. Tomo II. Págs. 791-793-Cientifica Latina Editores S.A. 1980.
2 Ibídem
3 Maderas Económicas del Ecuador y sus usos-D.M. Acosta Soíz – Botánico Forestal-Edit. Casa de la Cultura Ecu-
atoriana. Quito 1960 – Págs. 100 y 101.
314 Historia marítima del ecuador

La madera es blanquecina. No tiene ni olor ni sabor característicos. Cuando está seca


es más liviana que el corcho. Su peso específico secado al horno es de 0.09 o sea 6 libras
por pie cúbico y en veces un poco más. El grano es recto y la textura un tanto tosca, aun-
que fácil de trabajar a simple cuchillo o navaja. Por su ligereza y resistencia en relación al
peso, tiene aplicaciones muy apreciadas en la industria aeronáutica; como aislante térmico
y acústico y en el embalaje de elementos delicados.
Por su flotabilidad, se utiliza en la fabricación de salvavidas, boyas, flotadores, balsas
y muchos objetos semejantes. Y tal cualidad (la flotabilidad) deriva del tipo de sus células
de membrana delgada y escasas fibras. Cuando mueren, las células se transforman en
cámaras de aire, lo que explica el escaso peso de este tejido vegetal, cuyo lugar de origen
está situado –por muchos autores- en el Ecuador, aunque se encuentra igualmente en otras
regiones tropicales del continente, (parte de Colombia, Panamá y Costa Rica) 4 5.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Ecuador exportó el 95% de la demanda mundial,
destacando como el mayor productor de balsa, condición que mantiene hasta el presente,
con franca disminución de las cifras exportables, en razón de la aparición de nuevos ma-
teriales de tipo sintético.
La balsa exportable procede de la provincia de Esmeraldas y especialmente de las pro-
vincias del Guayas y Los Ríos, siendo las áreas de Balzar y Quevedo, las preferidas para
la extracción de madera destinada a asuntos de la navegación.
Hacia las montañas del cantón Balzar, en la provincia del Guayas, nos encaminamos
para observar el hábitat de la balsa (Ochroma Piscatoria), oriunda de esta tierra. El árbol
destaca por su aspecto esbelto y alto. A la orilla del camino encontramos jóvenes ejem-
plares, pero es en los bosques aledaños a la población (cuyo nombre deriva precisamente
de la especie tan abundante en la zona), donde existen los árboles de desarrollo monumen-
tal, cuya altura supera los 20 metros6.

4 Enciclopedia Barsa. Tomo III – Págs. 240 y 241


5 Presley Norton . referencia su trabajo, incluido en el presente volumen.
6 “La población de Balzar debe su nombre a que por este puerto, desde tiempos remotos, se han bajado a Guayaquil,
grandes cantidades de magníficas boyas de balsa. Atendiendo a este punto de vista que dio origen al nombre de Balzar,
lexicográficamente hablando, esta palabra debiera de escribirse con s y no con z, y así vemos que en los estudios históri-
cos geográficos hechos por el erudito escritor e historiógrafo contemporáneo Sr. Carlos Alberto Flores, al tratar de este
punto, dice lo siguiente: “Si el origen del nombre de de Balzar es derivado de las balsas o palos de balsas de sus monta-
ñas que por tal punto eran bajadas a Guayaquil y aún hasta el Perú, como lo fueron antes, en este caso el nombre propio
debería de escribirse Balzar, pues no hay razón etimológica alguna para escribirlo con z. Por corrupción del lenguaje y
aún más por el uso fuerte que de esta letra hacían (y hacen) los españoles tomó el vocable la z intrusa y así ha quedado
hasta nuestros días, impropiamente.
Atendiendo a estas razones de simple orden gramatical se verá en el curso de esta obra, escrita la palabra, Balzar mu-
chas veces con s; pero como antes de terminar esta obra, recibiéramos la ortografía oficial con que debiera escribirse la
palabra Balzar, era con z y no con s, en razones, 1º. De que Balzar venía escribiéndose con z y no con s desde tiempo
remoto, y 2º. de que su posición topográfica no lo sujeta a que se escriba con s, por cuanto Balzar no es un sitio pan-
tanoso; atento a estos motivos que los encontramos justos por cuanto el Municipio tiene perfecto derecho para declarar
la ortografía oficial que más convenga al nombre de la población, que a la verdad, no es un lugar pantanoso, sino por el
contrario muy seco y muy sano; y considerando, a la vez, que la filología, la hace, en la práctica, la costumbre, no hemos
tenido inconveniente en escribir Balzar en la carátula y la falsa carátula y en otras páginas de esta obra con z y no con s,
pero hemos creído necesario hacer esta aclaración a fin de que los que lean esta obra sepan la razón de la disparidad que
encontrarán al leer escrita la palabra Balzar, dentro del curso de una misma obra, ora con z, ya con s”.
“Monografía Histórica e Ilustrada del cantón Balzar”.- Introducción.
José Buenaventura Navas –Imprenta Guayaquil – 1930.
Supervivencia de la balsa en nuestros ríos 315

Las hojas de la balsa


destacan por su gran
tamaño.

Bosque de balsas jóvenes

La liviandad de la balsa
permite que un solo
hombre pueda cargarla.

Grosor que puede


alcanzar un tronco.
316 Historia marítima del ecuador

Antigua forma de secado de la balsa al aire libre.

Secado por procedimiento industrial

Balsa lista para


exportación.
Cortesía EBAGEC,
Guayaquil.
Supervivencia de la balsa en nuestros ríos 317

Antiguamente, la madera se cortaba y se transportaba por el río, lo cual actualmente


es casi imposible por el escaso caudal, sobre todo en la época seca, debiendo efectuarse el
traslado en camiones y previa autorización de la Dirección forestal.
Troncos de 6 metros de longitud por 6 palmos de grueso, cuestan $ 2.000,oo sucres,
puesto al borde del camino, y si van a destinarse a la navegación, deben ser cortados a
salidas de agua (terminando la época lluviosa), en tiempo de menguante lunar, eligiendo
sólo árboles “hembras”, que se diferencian del macho al golpearlos con los nudillos y
escuchar la resonancia que producen las células vacías de savia, que en tales épocas, se
escurre hacia la raíz, dejando el corazón seco y liviano, lo cual influye decisivamente en
la pérdida de peso y en la flotabilidad, así como en la ausencia de elementos que generan
polilla o aceleran putrefacción.
Una vez sacada de su medio, la madera de balsa tiene que entrar en contacto inmediato
con el agua, de lo contrario, el sol, la temperatura ambiental y el manipuleo en seco, le
causan deterioro y rajaduras profundas en desmedro de sus propiedades náuticas.
Si se observan fielmente todas las reglas, el promedio de duración de cada tronco su-
mergido alcanza los 3 años, soportando pesos inmensamente superiores al propio, como
en el caso de las plataformas que siguen vigentes en el propio río Balzar, donde se utilizan
como “gabarras” para transportar vehículos de carga y de pasajeros, movilizándolas con
cables entre una orilla y otra. Mientras que algunas, más pequeñas, con motor fuera de
borda incorporado a popa, realizan el servicio regular, trasladando por la módica suma de
S/. 20 sucres a los campesinos y sus caballos; encerrados (estos últimos) en una especie de
corrales construidos sobre la estructura de las balsas.
Claro que cuando llegue el progreso y el cantón Balzar inaugure el puente que tanto re-
clama la población, estas grandes balsas soltarán sus amarras y quedarán para el recuerdo,
los testimonios gráficos captados por nuestra cámara en marzo del año 1988.
318 Historia marítima del ecuador

Balsa-gabarra, utilizada para transporte de vehículos en el río Balzar. Es accionada


por cables desde la orilla.

Balsa-gabarra con motor fuera de borda, hace servicio de transporte regular de


caballos, carga y pasajeros entre ambas orillas del río Balzar.
319

LAS CASAS FLOTANTES DE BABAHOYO

… Avanza la canoa cuando canelete, impulsando por los recios brazos del hombre
del río, penetra delicadamente en el agua. Hemos abordado la pequeña embarcación en
Barreiro, nombre de la población que actualmente se asienta en el lugar ocupado por el
antiguo Babahoyo o Bodegas, puerto fluvial de enlace entre localidades costeñas y se-
rranas, lugar de activo comercio y almacenamiento en Aduana y Bodegas Reales, de la
mercadería que circulaba en dichas regiones durante la época colonial.
Creada la provincia de Los Ríos, mediante Decreto del 6 de octubre de 1860, dictado
por Gabriel García Moreno, Babahoyo se convierte en su capital provisional. Siete años
después, el 30 de marzo de 1867, un terrible incendio causa efectos devastadores, obligan-
do la intervención del Gobierno para obtener de la familia Flores-Jijón, la concesión de un
área considerable en la margen izquierda del río Babahoyo, frente a la destruida Bodegas,
para edificar la nueva localidad.
Comienza a levantarse la nueva Babahoyo que pasa a ser reconocida como capital
de la provincia a partir del 27 de mayo de 1869, cuando las oficinas públicas que habían
seguido funcionando en la zona menos afectada de Bodegas, fueron trasladadas al nuevo
asiento poblacional. 1 A su orilla se instalaron las primeras casas-balsas de la zona y hasta
un cómodo hotel, propiedad de don Pablo Indaburo…
…Repasamos la historia, mientras la canoa sesga proa en dirección al más singular de
los suburbios de la costa ecuatoriana, conformado por más de un centenar de viviendas
flotantes que se alinean arrimadas al barranco.
Recorriendo el casería fluvial, observamos que la arquitectura exterior no difiere subs-
tancialmente de las imágenes que París, Humbolt y otros acuciosos investigadores extran-
jeros retuvieron en sus notas del siglo pasado. Las características vernáculas de este tipo
de vivienda tan típica en la Cuenca del Guayas, se ciñen fielmente al esquema tradicional.
Plataformas de gruesos palos de madera de balsa, ligados firmemente entre sí. Estructura
de madera rústica (sin labrar) o de caña guadúa (rolliza). Paredes de caña picada. Techo
de dos aguas recubierto de bijao, de cade o de zinc, de acuerdo a los ingresos. Lavadero
de cocina con volado. Detalles adicionales como atracadero para canoas, área de higiene
familiar, y puente móvil para ingreso por la parte posterior de la vivienda, serían las mo-
dificaciones más notables.

Fotografías de Walter Riera


1 Manual de Información de la República del Ecuador – Tomo II – Pág. 1020
320 Historia marítima del ecuador

Ciudad Nueva, Guayaquil.


Casas balsas a la orilla del río Guayas. Período Colonial.
("Voyage pittoresque dans les deux amériques" de Alcide D' Orbigny. 1829)
Historia Marítima del Ecuador. Tomo XI, pp181. INHIMA.
Supervivencia de la balsa en nuestros ríos 321

1990. Parte posterior de las viviendas y sus puentes de comunicación con el barranco.

1990. La hilera de casas-balsas, situadas en la margen izquierda del río Babahoyo, abarcaba algo más e
1 kilómetro, constituyendo una especie de suburbio flotante. También habían viviendas flotantes en la
margen opuesta del mismo río.
322 Historia marítima del ecuador

Arribando por el río, acoderamos suavemente y ponemos pie en una casa-balsa, frente
a la que constituye entrada principal, pasando a descubrir en su interior, un espacio en el
que se conjugan de golpe varios siglos.
La hamaca y el catre primitivos junto al radio transistor que emite los ritmos del rock y
otras músicas foráneas. La tina de pechiche imputrescible donde se remojan multicolores
prendas de polyester. La sábila colgada con cintas rojas, frente a la imagen de Cristo que
comparte con el cartel de un político de turno. El fogón de leña seca donde humean san-
cochos y zangos de verde con pescado, y los platos de plásticos que esperan su turno en un
“guardafrío” viejo y roñoso, pero útil.
Niños y adultos, abismados en la contemplación de canoas, remolcadores y otras em-
barcaciones menores que hacen el tránsito fluvial. Ajenos a las urgencias del reloj y al
vocinglería que más allá del barranco, atrapa en alienante remolino al individuo.
“La gente del río”, como suelen llamarlos los habitantes de tierra firme, es muy cordial.
A excepción de unas cuantas familias cuyas viviendas reflejan ingresos regulares, el resto,
apenas completa el presupuesto elemental de subsistencia. La mayoría de los hombres se
dedican a la pesa, otros son canoeros y el resto labora en empleos fijos en la ciudad. Las
mujeres asumen sus faenas caseras y tienen hermosos momentos de expansión cada ma-
ñana, cuando salen al corredor exterior de sus viviendas para lavar la ropa y conversar de
“balsa a balsa”, entre vecinas.
El barrio flotante de Babahoyo tiene actualmente alrededor de 180 viviendas y en mu-
chas habitan dos familias. Cuenta con parteras y curanderos propios. Aunque el costo de
una casa-balsa supera los 45.000 sucres (aprox. 100 dólares), mucha gente prefiere la vida
en el río, ante la serie de problemas que suscita la tenencia de la tierra y el encarecimiento
de alquileres aún en las áreas marginales de la zona.
Los propietarios de estas curiosas viviendas, están exentos del pago de impuestos y
otras exigencias del ámbito urbano, pero deben afrontar situaciones especiales de cuyo
cuidado dependen en gran medida, la estabilidad de sus hogares y hasta sus propias vidas.
Cuando llega el invierno, por ejemplo, los viejos con sus oídos entrenados para captar
los caprichos del río, montan guardia, estudiando la corriente, la fuerza de los vientos y
la intensidad de las lluvias. Si el caudal de la creciente se vuelve amenazador, dan la voz
de alarma e inmediatamente, hombres y mujeres juntan fuerzas para templar las cuerdas
que sujetan sus balsas a los postes de la orilla. En previsión de irreparables accidentes,
van aflojando poco a poco las amarras. Guiados por la tensión que produce el nivel de las
aguas, hasta que el río recobra su normalidad al decrecer la inundación.
Otra dificultad estriba en la poca durabilidad de los troncos de madera de balsa que
conforman la plataforma de sustentación a la vivienda cuyo lapso de utilización no va
más lejos de los 3 años, ya que al sobresaturarse de agua, la balsa pierde flotabilidad y
desnivela sensiblemente la estructura de las casas, obligando a su inmediata reposición;
maniobra que se efectúa sin mayores contratiempos, gracias al sistema que se sigue para
realizar las ligaduras, lo que permite separar el tronco podrido, individualmente, sin alterar
la situación de los demás.
Los ligamentos, antiguamente de fibra vegetal (bejucos y zapanes), son hoy de alam-
bre. Muchas viviendas poseen primorosos jardines colgantes donde no faltan las hierbas
medicinales. Los propietarios que disponen de pequeños recursos, instalan luz eléctrica
Supervivencia de la balsa en nuestros ríos 323

por conexiones directas, tomando la corriente de los postes de alumbrado del malecón.
Otros, habilitan parte del barranco para construir gallineros y chiqueros donde crían aves
y cerdos, respectivamente.
Apenas comienzan a gatear, los niños quieren lanzarse al agua con la consiguiente
preocupación familiar, por lo que hasta los tres años, cuando aprenden a nadar, transi-
tan amarrados a una cuerda y se divierten chapoteando en los brazos de hábiles nada-
dores del lugar.
La alimentación del barrio consiste preferentemente en pescado fresco, comidas a base
de plátano verde, yuca, choclo y aves de corral, antes que carne. La gente del río bebe de
su agua viva y a ella entrega también los desperdicios de todo género. Dicen que el río
les da sustento y los protege, porque contrariamente a aquello que es dable suponer, no pa-
decen de dolores reumáticos, ni de artritismo y el índice de parasitosis tampoco es mucho
mayor que el reportado entre habitantes de la ciudad.
Algunos longevos como don Nicomedes Tomalá (92 años), se jactan de su buena salud
y derrochan sentido del humor.
El barrio de las balsas de Babahoyo constituye un testimonio de nuestra historia. Re-
presenta la manera de locomoción y de supervivencia propia del hombre que habitó esta
zona hace milenios, aprendiendo a desarrollar métodos no convencionales como respuesta
a las necesidades de autoprotección frente a las fuerzas de la naturaleza y al clima.
La Dirección Nacional de Patrimonio Cultural del Ecuador, en su inventario de mo-
numentos arquitectónicos, hace referencia a la preservación de este tipo de edificaciones
que son únicas en su género en Sudamérica, considerándolas como uno de nuestros bienes
culturales de identidad nacional. Sin embargo, todavía no se estudia la aplicación de po-
líticas coherentes que permitan a su vez mejorar el nivel general de vida de los habitantes
de la zona y trabajar con ellos en la auto conservación de sus viviendas, sin alteraciones
arquitectónicas que desfiguren el sentido estructural y alteren la armonía del entorno.
Mientras tanto, los días de las balsas siguen siendo los mismos que a través de los si-
glos han demostrado de cuantas maneras ellas se encuentran ligadas al proceso evolutivo
de estos pueblos. Existieron en nuestro litoral desde antes de la llegada de los españoles y
todavía, al finalizar el siglo XX, nos sorprenden flotando en las aguas de estos ríos.

Muchas viviendas
se embellecen
con jardines
colgantes donde no
faltan sus hierbas
medicinales.
324 Historia marítima del ecuador

"La Casa Blanca" antigua vivienda de dos pisos. Su edad se calcula en más de 100 años. En épocas de
la navegación fluvial, fue un cómodo hotel flotante. Posteriormente transformada en casino de oficiales
del Batallón Cazadores de Los Ríos.Sus propietarios, herederos de la familia Gil, habitaron el piso alto y
alquilaron cuartos en la planta baja, Aunque se trata de un valioso patrimonio, ctualmente amenaza ruina.
Existe un proyecto de restaurarla y transformarla en un museo.

Foto cortesía Paul Ochoa.

2012. Casa balsa la orilla del río Babahoyo.


Supervivencia de la balsa en nuestros ríos 325

Una disposición municipal del año 2005, eliminó las viviendas flotante y reubicó a sus habitantes en la
parroquia El Salto. Algunos de ellos no se enseñaron en tierra firme y volvieron a su antiguo modo de vida
sobre el agua. El año 2008 se produjo el segundo intento de reubicación . Al conformarse la cooperativa
"Lucha obrera" se organiza la creación de las ciudadelas Aventura y Punta Negra.

2012. - Al presente quedan solo 10 casas balsas junto a la parroquia El Salto y 20 a la orilla del río
Babahoyo, la mayoría de estas últimas evidencian un estado deplorable.
326 Historia marítima del ecuador
327

Jenny Estrada

VITAL Alsar
DE GUAYAQUIL A AUSTRALIA EN BALSA

Colaboraron en la investigación de hemeroteca;


Patricia Ballén, Solange Patiño y Walter Riera del Inhima.
Fotografías: Archivos de Diario “El Universo”.
Cortesía Sr. Francisco Pérez Febres-Cordero.
328 Historia marítima del ecuador

Primera expedición

“Balsa Pacífica” - 1966

… El año 1966 llega al Ecuador Vital Alsar, español, nativo de Santander, donde tuvo
contacto con el mar desde su infancia. En 1954, combinando estudios de profesor Mer-
cantil en la Universidad de Comercio de su ciudad natal, asistió a los cursos de la Milicia
Universitaria en la Armada, egresando como alférez al tercer año1. Luego de graduarse en
la universidad, se enroló en la legión extranjera en África del Norte, donde estuvo asigna-
do a un destacamento en Ceuta, Marruecos.
Por aquella época encontró una edición de Kon Tiki en español y, profundamente im-
presionado con la lectura del relato de Heyerdahl sobre su viaje en balsa a través del Pací-
fico, comenzó a soñar con la posibilidad de navegar algún día en una embarcación similar
a las antiguas balsas de los manteños-huancavilcas.
Más tarde viajó a Francia para estudiar lenguas modernas y subsistió ejerciendo diver-
sos oficios. Tres años después, está en Alemania con la idea de la aventura oceánica más
firme en su mente. Pasa tres años más, trabajando y ahorrando. Posteriormente se traslada
al Canadá en busca de mejor remuneración.
De las minas de hierro de Wabusch Lake en la helada zona de Labrador, se dirige a
Montreal donde consigue ubicación como maestro de español en la escuela de la Berlitz.
Conoce a Marc Moderna, experimentado navegante que durante cinco años había sido
señalero de la Armada Francesa y en 1956 cruzó el Atlántico desde Nueva Escocia hasta
Inglaterra como tripulante del Egare II, una embarcación de cedro rojo, impulsada a vela
y remo.2
Vital y Marc comparten el proyecto, juntan recursos y deciden trasladarse al Ecuador,
por ser éste el país donde Herdahl encontró la madera de balsa que hizo trasladar hasta el
Perú para construir la Kon Tiki en 1947.
En Guayaquil logra despertar el entusiasmo de prestantes ciudadanos y empresas que
ofrecen su apoyo. Presidido por el historiador Miguel Aspiazu Carbo y la señor Judith de
Paladines, funciona un comité que se encarga de establecer los contactos con la prensa y
asumir tareas de colaboración con los expedicionarios.
El 23 de octubre de 1966, Vital Alsar, en compañía de Marc Modena, Manuel Camino
(español) y el entonces alférez de navío de la Armada ecuatoriana Jaime Rubén Landázuri,
1 Vital Alsar – “La Balsa” – Edit. Pomaire – Barcelona 1977-Edición original Readers Digest Press-New York 1973.
2 Vit. Alsar – Ob. Cit.
Vital Alsar. De Guayaquil a Australia en balsa 329

Vital Alsar maneja una "guara" para cambiar de rumbo.


330 Historia marítima del ecuador

zarpan en la balsa Pacífica, dispuestos a demostrarle al mundo que hace más de 3000 años,
los aborígenes de estas tierras, dominaron la ciencia de la navegación a vela y realizaron
travesías transoceánicas de Guayaquil a la Polinesia irradiando su cultura.
Con el apoyo de la Marina de Guerra y los mayores augurios del Ecuador, salen remol-
cados hacia el golfo. Más, una serie de inconvenientes de orden técnico, sumados al desco-
nocimiento casi total de otros factores que el mismo Vital Alsar analizará posteriormente,
dan al traste con este primer intento. Luego de topar la isla San Cristóbal en el archipiélago
de las Galápagos (donde se desembarcó el alférez Landázuri), la Pacífica, arrastrada por
las corrientes, se dirige hacia la isla de Cocos, frente a Costa Rica.
A 143 días de frenética lucha por conseguir el objetivo, la balsa, en proceso de desin-
tegración, hundiéndose lentamente en el mar, fue encontrada por un buque alemán, dos
horas antes de su desaparición en el fondo del océano Pacífico, salvándose sus tripulantes
y la vela con el emblema pintado como obsequio de Salvador Dalí, que previamente había
sido recogida.
Si bien la primera expedición a Australia fracasaba, Alsar y sus compañeros probaban
que, arrastrados por las corrientes y probablemente manejando sus guaras en los vientos
contrapuestos, los navegantes aborígenes del Ecuador tuvieron contacto frecuente con los
pueblos de Centroamérica hacia donde llegaban tripulando sus grandes balsas veleras.

Vital Alsar, Manuel Camino, Marc Modena y el


entonces ALNV. Rubén Landázuri. Los tripulantes de
la Balsa "Pacífica" el día de su partida, el 23 de octubre
de 1966
331

Junto al muelle del Batallón de Infantería 5to. Guayas con la vela desplegada y ostentando el emblema
pintado por Salvador Dalí, la Balsa "Pacífica" espera la orden de zarpe.

En el río, la Balsa "Pacífica" lista para zarpar. Cerca a un manglar de la isla Mondragón.
332 Historia marítima del ecuador

SEGUNDA EXPEDICIÓN:

“LA BALSA” – 1970

Entristecido, pero no desalentado, Vital Alsar retorna a México, país natal de su esposa
Denis y de sus hijas. Comienza a analizar las circunstancias que motivaron su fallido in-
tento y en ejemplo a coraje, fe y tenacidad, persiste en el empeño. Estudia profundamente
lo relacionado a la madera de balsa y sus peculiares características. Repasa las crónicas
españolas sobre la vida de nuestros antepasados huancavilcas y dedica mucho tiempo a la
revisión de cartas de navegación para determinar con absoluta precisión el efecto de las
corrientes marítimas del Pacífico así como el de los vientos.
Traza un plan para 1968, pero por razones económicas no puede cumplirlo. Será en
1970 cuando vuelva al Ecuador, para preparar su segunda expedición, a la que sirve como
preámbulo el texto del siguiente documento, consignado en forma de carta personal a la
señora Judith Vallaza de Paladines3, quien presidió el comité femenino que lo apoyó en la
preparación de la Pacífica y se mantuvo permanentemente ligada a la suerte de Vital Alsar
y su proyecto.

México, octubre 30 de 1968


Doña Judith Vallaza de Paladines
Guayaquil, Ecuador
Estimada señora Paladines:
Ante todo tengo que agradecerle esas cuatro líneas que me mandó, no creo ni
espero lo tome como crítica lo de “cuatro líneas”, ya que para mí cuatro a dos
viniendo de la familia Paladines son siempre recibidas con la mayor alegría.
Hace tiempo creo haber respondido dos veces sin tener repuesta alguna de
Guayaquil, esto se es debido a la fatal correspondencia que existe en todos los
países latinos.
A pesar de todo, y aunque no reciba respuesta, es mi costumbre contestar cuan-
do el momento es oportuno y no estar obligado ojo por ojo y diente por diente, creo
Ud. me entiende no es verdad?
Llevo más de 10 meses sin escribir a mis padres precisamente porque no lo
considero oportuno dado la nueva profesión que desde algunos años he tomado en
serio, como es la balsa y sus consecuencias, que fueren las que fueren tengo que
gritar muy alto son divinas!
3 El Universo – Noviembre 15 de 1970 – Guayaquil.
Vital Alsar. De Guayaquil a Australia en balsa 333

Desde que llegué a México, no he parado en el único y absoluto problema que


me rodea a Denis y por supuesto a mi hija, como es la expedición en Balsa que dejé
a medio terminar al no llegar a Australia.
En la primera expedición brindé muy voluntario tres años de mi vida y ahora
llevo ya diez y ocho meses sin parar tratando de unir todos los cabos con el fin de
llevar a un buen término lo que me propuse una vez y que sigue latente más que
nunca.
Quise salir este año pero me fue imposible; ahora quiero CUESTE LO QUE
CUESTE salir en marzo o a primeros de abril de 1969, con la experiencia anterior,
que examino tal vez cien veces diarias desde que vine, he logrado simplificar todos
los problemas de la balsa corrigiendo detalles de sumo interés sin que por ello pier-
da su original estructura. He hecho todos los planos factibles de una forma exacta
a la que ha de quedar la futura balsa. Esta será bastante más pequeña sin perder
solidez y por el contrario mucho más veloz. Todo será bastante más reducido a
bordo y todo he calculado para que me no vaya ni una hierba demás ni un gramo,
ni un gusano tampoco…
Estudié lo necesario para no cometer errores de tiempo y estar completamente
seguro de los movimientos y caprichos de las corrientes. Me fui a California, a
la Universidad de La Jolla en San Diego y tuve la oportunidad de preguntar y
exponer todo lo concerniente al mar y sus movimientos. Precisamente pude oír de
la boca de doctores en esta materia pues son ellos precisamente los que hacen los
estudios y los que expenden las cartas para el mundo entero ya que esta Univer-
sidad es la mejor del mundo entero en materia de oceanografía. Pude constatar
también que las sugerencias y preguntar según lo que pudimos aprender en nuestro
viaje estaban, para mi orgullo, bien fundamentadas y que nuestros conocimientos
en cuestión de mar y según palabras de estos señores son bastante exactos, cosa
que me tranquiliza bis a bis de otras opiniones que surgieron y pudieron surgir…
Quiero esta vez que los pasos que se den sean también en la construcción de
la Balsa de una mayor efectividad que en lo anterior. Por motivos sobre todo eco-
nómicos sobre todo y también por el gran desconocimiento que teníamos en esta
materia como es la madera de balsa y todo lo que la rodea perdimos un tiempo que
más tarde iría en contra nuestra de una forma como solo nosotros podemos saberlo
con exactitud.
Casi cuatro meses empleamos en los trámites de la construcción anterior mien-
tras que ahora lo máximo ha de ser cinco semanas. Sé que en este tiempo todo
estará dispuesto para la salida pero para ello es necesario que todo marche como
lo tengo planeado.
El primer factor para el éxito es el dinero en mano, con el cual quiero contar
antes de bajar a Guayaquil y así será.
Todos los movimientos de la construcción los tengo en la cabeza como si fuera
un rompecabezas que se arma y desarma. Los planos en todas sus partes definidas
y separadas ayudarán a que esto se realice en el tiempo estipulado. Las ventajas,
serán muy grandes sobre todo en el factor duración en la flotabilidad así como en
el cuidado de la madera que se expondrá lo mínimo al sol y se trabajará sin ser
334 Historia marítima del ecuador

maltratada, tratando de conservar el máximo de su savia.


Los errores principales en la anterior fueron:
1.- Época de la salida completamente desfavorable. Esto lo sabíamos con exac-
titud, pero no podíamos esperar seis meses más.
2. La madera fue cortada en la estación contraria. Esta debe ser cortada
después del período de lluvias y en la luna o en el movimiento de la luna fa-
vorable.
3. La madera de Taura no posee la flotabilidad de la madera de la región de
Quevedo.
4. La caña fue cortada también en mala época.
5. Hubo exceso de material en la construcción de la balsa.
6. La madera fue maltratada en exceso también por dejarla encima del cemen-
to, sin abrigo y expuesta al sol.
7. La construcción de la caseta y últimos detalles flotando en el río, fue malsano
para los troncos de la balsa ya que diariamente la balsa se depositaba en el fondo
en pleno fango en el flujo y reflujo de la marea.
8. Por haber salido en época desfavorable, la altura de la caseta fue desfavora-
ble, altura que implicaba también una mayor capacidad como también un mayor
peso, principal enemigo de la balsa unido al viento.
9. Exceso de cosas a bordo que aumentaba el peso y con esto aumentaban la
lentitud en sus movimientos.
10. Pero creo el mayor error fue la gran ignorancia que en materia de balsa
teníamos. Desgraciadamente casi nada había escrito como para haber aprendido.
Espero que con una futura victoria podamos aportar mucho a este respecto, porque
estoy convencido hay mucho que aportar.
Esta vez contamos con conocimiento propios de navegación técnicos, cosa que
eliminará preocupaciones y problemas ya conocidos.
A pesar de la familia y del nuevo retoño que se avecina para el mes de diciembre
no he dejado un solo minuto de trabajar en todo sentido en la expedición. Tengo
un estudio trozos de madera de balsa en soluciones salinas para ver la capacidad
de flotabilidad y la resistencia. Tengo incluso a un biólogo que se encarga de mi-
rar al microscopio la madera en estado archi seco como después de haber flotado
100 días. He interesado a personas aquí en México por medio de conferencias. Al
mismo tiempo que proyecto el documental en color que he montado, hablo de la
balsa y de lo que significó en la navegación y en la historia. De esta forma hago
que la gente se interese y recuerde que el ECUADOR tiene una bella historia y
que sin duda ha dado bellos resultados. De esta forma y sin compromiso alguno,
aprovecho para hablar de su país y de mostrarle ante otras gentes como un gran
país que es, a pesar de que los mismos ecuatorianos tal vez en una mayoría no se
han dado cuenta que existe como tal. De esta forma no pago los muchos favores
que me hicieron sino estoy expresando en cada conferencia un sentimiento que me
une un poco a Ecuador y que tengo el presentimiento y así lo deseo, que me unirá
aún mucho más. El día ocho de noviembre, precisamente, doy una conferencia en el
Palacio Nacional, donde habrá una vez más un público selecto y entusiasta. Puedo
Vital Alsar. De Guayaquil a Australia en balsa 335

decir que uno de cada cinco mexicanos, de la capital han leído u oído algo sobre
la balsa…
Creo que voy a despedirme rogándole envíe mis mejores saludos a ese doctor,
a quien no fácilmente se puede olvidar 4, así como a su hijo a quien deseo prospe-
ridad en sus estudios.
Salúdeme al señor Holm y señora con mi mejor amistad 5, así como a don Pedro
y señora, a Virgilio y señora y a mi gran amigo Mario Quiñonez.
Usted ya sabe que desde Canadá (Marc), desde New York (Manolo) y desde
México las Denises y éste su amigo, la quieren de corazón. Espero todo se solucio-
ne a favor para que pueda bajar pronto muy pronto, a ese inolvidable Guayaquil a
abrazar a todos los amigos”…
Vital Alsar

A mediados de 1970, Vital Alsar se encuentra nuevamente en Ecuador. En posesión de


sólidos conocimientos sobre navegación prehispánica de los manteño-huancavilcas, inicia
los trámites para su segunda expedición.
Asesorado por el experto maderero costeño César Iglesias, se interna en los bosques
tropicales en busca de los troncos “hembras” que necesita para la embarcación de siete pa-
los. Ha esperado la menguante lunar y siguiendo los preceptos tradicionales va a transpor-
tarlos por el río y va a acelerar la construcción de la balsa a fin de no alterar las cualidades
de la madera.
Refiriéndose a la etapa de la preparación, el navegante relata lo siguiente6:

“Al llegar a la ciudad portuaria, iniciamos inmediatamente la construcción.


Manteniendo los siete troncos muy juntos, los fuimos girando sobre su eje para
hallar la posición en que más se ajustasen sus diversos contornos. Marc estaba en-
cargado de esta operación particular y manejaba los troncos con cuidado infinito,
haciendo girar lentamente un tronco, y luego otro, en una metódica búsqueda de
los mejores apareamientos”.
“A la mañana siguiente me levanté pronto para comprobar el adelanto. Desde
luego, se había logrado la mejor unión posible entre los siete troncos. El más largo,
un tronco de doce metros y medio, estaba colocado en el centro, con los otros seis
más cortos a cada lado, con sus extremos delanteros cortados en diagonal para
formar la proa en punta que hendiese el agua con más facilidad. Entonces, los
atamos con trozos de gruesa cuerda de cáñamo que habíamos mantenido dentro
del agua durante veinticuatro horas para darle mayor flexibilidad. Con una serie
de rizos (vueltas) que abarcaban dos troncos y luego retrocedían un tronco, fuimos
colando cuidadosamente la cuerda en las hendiduras paralelas que habíamos ta-
llado en los troncos, con lo que la estructura básica de la balsa comenzó a tomar
forma” 7.
4 Referencia al Dr. Oscar Paladines, esposo de la Sra. Vallaza, ya fallecido.
5 Referencia al arqueólogo Olaf Holm y amigos personales de Guayaquil.
6 Vital Alsar “LA BALSA”. El viaje más largo de la historia. Edit. Pomaire – Págs. 30 y 31.
7 Ob. Cit. Págs. 33 y 34.
336 Historia marítima del ecuador

Alsar detalla la elaboración sobre una plataforma de madera, para no trabajar sobre el
cemento y luego explica la construcción de la superestructura, siguiendo los planos para
la caseta, faena que culmina con la colocación de la vela de lienzo rectangular de 5.50 mt.
de ancho por 6.30 mt. de alto.
En la página 37 de la obra citada expone:

“Quizá la característica más ventajosa de la balsa fuera su conjunto de guaras:


nueve tablas de quilla verticales de unos cuatro centímetros de grueso, 35 cmt.
de ancho y 1800 metros a 2.40 metros de largo. Estaban hechas con una madera
blanda y flexible llamada Figueroa, que se da con gran abundancia en el Ecuador;
nos habíamos enterado de su existencia gracias a los pescadores ecuatorianos, que
las usan para dirigir sus balsas planas a lo largo de los ríos y aguas costeras, de
una forma muy similar a la que usaron sus antepasados. Ellos nos mostraron cómo
debían ser utilizadas las guaras en la Balsa. Bajándolas o subiéndolas unos pocos
centímetros, podíamos mantener nuestra embarcación, tan poco hidrodinámica, en
un curso bastante seguro… ¡era un milagro náutico!.
Completando este conocimiento práctico con los datos escritos de los antiguos
huancavilqueños referentes a sus técnicas de navegación, calculamos cuidadosa-
mente las mejores localizaciones posibles para las guaras: tres formando una V
cerca de la proa, dos bajo la cabaña y cuatro en línea recta tras ésta. Situadas entre
los troncos, surgían bajo la balsa como si fueran aletas múltiples. De esta manera,
si deseábamos guiar la balsa de la izquierda a la derecha, introducíamos las gua-
ras de estribor más profundamente en el agua, mientras que sacábamos las guaras
de babor… o viceversa. Las más importantes eran las guaras de los ángulos de
la popa. Estas tenían que ser movidas para compensar los vientos que soplasen
con cierta inclinación. Aunque básicamente simple, el dominio de esta técnica es
crucial para tener éxito en el manejo de una tal balsa. Heyerdahl había conocido
la función de las guaras pero, quizá por no poder leer el castellano antiguo en que
están escritos los documentos sobre los huancavilqueños, no había podido utilizar-
la de una manera adecuada.
La última adición a la balsa dio a ésta un toque extraño. Era un alto y digno
trono, consistente en un tronco cuidadosamente perforado de madera de balsa de
primera calidad, con un agujero de madera en el asiento que lo hacía parecer un
antiguo retrete. Y eso era exactamente: una letrina anfibia que colocamos en una
repisa especial a babor, de modo que colgase sobre el agua, asegurándonos una
inmediata eliminación de los residuos.
Completada nuestra balsa, inspeccionamos con orgullo nuestro trabajo. No ha-
bíamos utilizado ni un solo clavo, ni un cable metálico, ni un remache. Queríamos
que La Balsa fuese una réplica, lo más exacta que fuera posible, de aquellas anti-
guas embarcaciones que habían navegado por el Pacífico millares de años antes
que nosotros”.

De acuerdo a la experiencia anterior, Alsar efectuó modificaciones en la vela, aligeró


la superestructura, pero mantuvo la estructura de la pequeña embarcación sin alteraciones
Vital Alsar. De Guayaquil a Australia en balsa 337

substanciales en la base. En su momento, fueron adquiridos los víveres y embarcada el agua


en garrafas. Se instaló un pequeño equipo de radio y se ultimaron detalles para la partida.
Ante la serie de obstáculos con las autoridades marítimas del puerto, Vital Alsar con-
siguió audiencia con el presidente de la República y fue el propio Dr. José María Velasco
Ibarra quien dio la orden de zarpe para la frágil embarcación despidiendo al jefe de la ex-
pedición con un cordial apretón de manos y la célebre frase “Hombres como Ud. hacen
la Historia”.
El presidente ecuatoriano se encontraba atendiendo en la Gobernación del Guayas y
“La Balsa”, nombre que Alsar decidió ponerle esa vez, se mantenía acoderada al muelle
del Yatch Club.
Siendo las dos de la madrugada del 29 de mayo de 1970, soltaron amarras, mientras
decenas de amigos les deseaban buena suerte hasta Australia.
En La Balsa viajaban: Vital Alsar, Marc Modena, el canadiense Norman Tetrault, car-
tógrafo, y el chileno Gabriel Salas, geólogo.
Enfermedades, grandes tormentas, días de calma insoportable por absoluta ausencia de
vientos. Fríos, nocturnos y calores diurnos. Un eclipse solar de fantástica visión. Alimenta-
ción a base de pescado crudo o cocido y escasez de agua que los puso al borde de un drama
de predecibles consecuencias, volvieron a situarlos miles de años atrás, para apreciar las
ventajas de esa civilización cuya tecnología de navegación era producto de una cultura
superior que había determinado sistemas de supervivencia infallables en tales casos.
Al respecto de la falta de agua, Vital Alsar reflexiona en otra parte de su libro 8.

“Deberíamos haber almacenado nuestra agua potable de la misma manera


que lo hacían los indios. Usaban gruesas cañas de bambú 9 en las que rompían
los nudos internos y echaban el agua dulce por un agujero de un extremo. Luego,
empleaban resina como un tapón”.
“Almacenaban 30 o 40 de estos depósitos de agua hechos con bambú en los espa-
cios triangulares que quedaban entre los troncos, bajo la cubierta entretejida, en don-
de estaban protegidos del sol y refrescados por la constante salpicadura del mar” 10.

En otro párrafo, el chileno Gabriel Salas expone:

“He estado calculando mentalmente. Si uno toma una caña de bambú con es-
pacio hueco de diez centímetros, y digamos que tiene seis metros de largo, obtiene
mucho más volumen que el que tenga cualquier garrafa de las que hemos traído. Y
uno puede llevar también esos bambús debajo de la balsa”.

Zarandeada por furiosas tormentas, sorteando por lo menos nueve de los más peligro-
sos arrecifes de coral frente a las costas de Australia, va los 160 días de navegación La
Balsa llegó a Mooloolaba, Australia, superando la hazaña de Heyerdahl y concitando la
atención mundial.
8 V. Alsar – Ob. Cit. Pág. 113.
9 Le dan el nombre de bambú a nuestra caña gadúa.
10 V. Alsar- Ob. Cit. Pág. 114.
338 Historia marítima del ecuador

Cuatro hombres y una gata reeditaban con su viaje la tecnología y el dominio del mar
que poseyeron los manteños-huancavilcas, “Argonautas del Pacífico” que miles de años
antes de la llegada de los españoles, efectuaban esta clase de travesías en sus balsas.
“Habíamos probado que cuatro hombres pueden vivir en una “prisión flotante” du-
rante más de cinco meses sin sucumbir a los deseos de matar… Y lo que tenía aún más
importancia, habíamos demostrado que era posible navegar en una balsa con una preci-
sión considerable y que uno no necesitaba vagar al capricho de los vientos y corrientes”.
Dirá Vital Alsar, indicado que luego de recorrer más de 13.800 kilómetros, al final del
viaje, los troncos de madera de balsa cortados en las montañas de Quevedo, sólo estaban
hundidos unos tres centímetros más en el agua de lo que habían estado en Guayaquil.

“Si hubiéramos deseado navegar con la balsa de regreso a Sudamérica, estoy


seguro que hubiéramos podido sobrevivir esa distancia, tras apretar las cuerdas
para compensar el juego que tenían los troncos”…
“Los marinos experimentados de las altas culturas de América del Sur y Cen-
troamérica, lo sabían todo acerca del movimiento del sol, de la luna y de las es-
trellas y resulta razonable suponer que usaban ese conocimiento para guiarse a
través del vasto océano. Su utilización de las guaras es una clara prueba de un
sistema de navegación depurado”.

Alsar y sus compañeros fueron reuniendo información acerca de las temperaturas del
agua, del aire y de la presión atmosférica, datos que periódicamente enviaban al Depar-
tamento Marítimo de México a través de los radioaficionados. También recabaron infor-
mes sobre diversas corrientes para el Instituto de Oceanografía de La Jolla, California, los
mismos que revelaban que, a veces, las cartas convencionales estaban erradas en cuanto a
velocidad y dirección de ciertas corrientes.
Retornaron al Ecuador en diciembre de 1970 para recibir el homenaje popular a su
heroísmo y la condecoración oficial Al Mérito, entregada en Quito el día 10 del mismo
mes por el contralmirante Jorge Cruz Polanco, entonces jefe del Estado Mayor Conjunto
de las Fuerzas Armadas, que en emotivas frases resaltó el valor de los expedicionarios, la
trascendencia de su viaje y los felicitó a nombre del Gobierno Nacional.
Más tarde, el gobierno español, representado por el generalísimo Francisco Franco B.
le impuso otra condecoración Al Mérito a Vital Alsar.
La Balsa, según deseos del jefe de la expedición a Australia, pasaría a formar parte del
Museo Naval de España.
El relato de la feliz aventura fue publicado en versión original por el Reader’s Digest de
New York el año 1973 y posteriormente, aparecieron ediciones del libro en varios idiomas,
con el título “La Balsa”, el viaje más largo de la historia”.
Vital Alsar. De Guayaquil a Australia en balsa 339

Vital Alsar junto


a César Iglesias
(primer plano)
su asesor en la
construcción de
"La Balsa" en
1970.

Vital Alsar entrando a la montaña. Cortando bejucos para las amarras.

Embarcando el
palo de balsa en un
camión.
340 Historia marítima del ecuador

La balsa flotaba en
el océano llevando a
bordo a los intrépidos
navegantes deseosos
de reeditar las hazañas
náuticas de nuestros
antiguos pobladores.

Llegando a Australia,
11 de mayo de 1970.
Norman Tetrault,
Canadá; Prof. Vital
Alsar, España, quien
organizó el viaje; Gabriel
Salas, Chile; y, Marc
Modena, Francia.
Vital Alsar. De Guayaquil a Australia en balsa 341

QUITO, 11.- A la derecha aparecen los tripulantes de La Balsa, Vital Alzar y Marc Modena, antes de
iniciarse el acto en el que fueron condecorados por el Gobierno Nacional con la Medalla de la Orden
Nacional “Al Mérito” en reconocimiento a su victoriosa hazaña marina, la plana mayor de las Fuerzas
Armadas preside el acto, entre los que constan el jefe del Estado Mayor General, almirante Jorge Cruz
Polanco; el comandante general de Marina, almirante Ángel Benavides Chávez; el comandante general
de la FAE, Julio Espinosa Pineda; y, el comandante accidental del Ejército, coronel Mario Serrano López.
(Sábado, Dic. 12 – 1970 – EL UNIVERSO).

Enero 18 de 1971 de regreso a Guayaquil después de recibir la condecoración nacional " Al Mérito"
otorgada por el Gobierno ecuatoriano, en Quito, Vital Alsar y Marc Modena señalan la distancia cubierta
desde Guayaquil hasta Australia.
342 Historia marítima del ecuador

Este es el cuadro esquemático concebido por


los cronistas del diario australiano "The Sun"
referente a La Balsa. El lector acucioso podrá
transcibir del inglés la construcción de la
empbarcación... y podrá concebir otra, solo con
palo de balsa y cordones.
Vital Alzar. De Guayaquil a Australia en balsa 343

TERCERA EXPEDICIÓN

“LOS HUANCAVILCAS” O “LAS BALSAS” – 1973

“En una balsa uno siente verdaderamente el mar…es una sensación que uno
jamás podría tener en un barco porque no se halla realmente en el mismo mar, en
contacto físico en él…”

El año de 1973 vuelve al Ecuador para preparar y conducir la nueva hazaña con la que
aspira superar el éxito de “La Balsa”, realizando la travesía ya conocida con tres embar-
caciones similares, a fin de probarle a los ecuatorianos y al mundo entero que la tesis de
los desplazamientos masivos a través del mar, desde ese punto de la América del Sur hacia
el otro lado del Pacífico, hace muchos milenios, no es una leyenda fantástica ni se inscribe
en el terreno de la exageración.
Acompañado de un grupo de hombres de diversas nacionalidades, toca las puertas de
sus antiguos amigos. Consigue la colaboración de varias empresas, entre ellas “Cordelería
Nacional” que le proporcionará sogas y cabos. El Gobierno Nacional, la prensa, el pueblo
y especialmente la Armada del Ecuador, a través de su Departamento de Intereses Maríti-
mos, a cargo del capitán de fragata-EM Raúl Jaramillo del Castillo, le brindará asesoría, le
facilitará una grúa, el muelle, algún material necesario para la construcción de las balsas y
el remolcador para el momento necesario.
Los propietarios de la hacienda “Clementina” a 34 kilómetros de la ciudad de Babaho-
yo, le darán la madera de balsa en cuya selección interviene nuevamente César Iglesias.
El artesano Luis Felipe Pumagualle, propietario de una talabartería de Guayaquil,
que cosió la vela de “La Balsa”, en 1970, es el encargado de efectuar la operación por
triplicado.
Catorce días después de cortada la madera, las tres balsas se hallan listas para entrar en
contacto con el agua. Siguiendo instrucciones de Alsar, los integrantes de la expedición se
sometan al régimen de ejercicios y alimentación especial que favorecerá su adaptación a
las condiciones de la aventura. Los equipos se conformaron así:
344 Historia marítima del ecuador

Balsa “Guayaquil”
(Bautizada en honor al puerto que le brindó su apoyo)

Capitán Vital Alsar (español

Tripulantes Thomas Mc Cormick (estadounidense)

Greg Holden (canadiense)

Hugo Becerra (chileno)


Balsa “Aztlán”
(En homenaje a una deidad azteca)

Capitán Jorge Ramírez (mexicano)

Tripulantes Gabriel Salas (chileno)

Thomas F. Ward (estadounidense)

Aníbal Guevara (ecuatoriano)


Balsa “Mooloolaba”
(En recuerdo al puerto australiano)

Capitán Marc Modena (francés)

Tripulantes Gastón Collins (canadiense)

Fernand Robichand (canadiense)

Michael Fitzgibbons (estadounidense)


Monos y loras, debidamente vacunados, se integraron a la gesta.
A más de las investigaciones de rigor, las incidencias de los viajeros quedarían regis-
tradas en un film, para lo cual, en cada balsa viajaba un camarógrafo y durante los prepa-
rativos ya se habían tomado las escenas más importantes.
El día 27 de mayo de 1973, se izó la bandera blanca, símbolo de la paz universal en la
balsa “Guayaquil”, ceremonia apadrinada por el entonces contralmirante Alfredo Poveda
Burbano, jefe de la Primera Zona Naval, quien obsequió una placa recordatorio a la nave
guía. Aproximadamente un centenar de fotógrafos nacionales y extranjeros cubrieron los
detalles de la partida. Alrededor de cincuenta mil personas se agolparon en el malecón de
Guayaquil para despedir a las balsas y desear buena suerte a sus tripulantes.
A las 15H23 minutos de la tarde, zarpó la “Guayaquil” junto a la “Mooloolaba” y a la
“Aztlán”. Un remolcador las llevaría hacia Puná. Luego bajarían por la costa ecuatoriana
para enfilar en dirección a su objetivo. Harían contacto entre sí únicamente para el cruce
de camarógrafos o por emergencias. Saldrían al aire en la frecuencia de radio 1405 Kcs.00
Vital Alsar. De Guayaquil a Australia en balsa 345

Sur Time o Greenwich Time con las siglas de identificación HC9-en (Mooloolaba), HC9-
EG (Guayaquil) y HC9-EA (Aztlán). Todo a través de la banda de 20m.
Luego de casi seis meses de viaje, durante los cuales vivieron horas de angustia, cuan-
do el Pacífico los azotaba con sus furiosas tempestades que amenazaban llevarse mástiles
y velas, pero también disfrutaron días inolvidables en medio de la calma y hermosura del
mar, los navegantes se aproximaban a las playas de Mooloolaba, sin aceptar remolque
para entrar seguros al puerto de su destino.
“Las balsas se encuentran cansadas pero navegan perfectamente”, decía Alsar a tra-
vés de su conversación con los radioaficionados, indicando sus bondades: “Hemos apren-
dido a guiar las “guaras” y así hemos avanzado poco a poco hacia nuestro destino.
Nosotros queremos y así lo deseamos de corazón, que este esfuerzo que hemos realizado
sea aceptado por la juventud del mundo actual que en muchísimas ocasiones desvía su
camino y se aparta de las grandes causas”…
Al finalizar la travesía a 400 millas náuticas de la costa australiana, la falta absoluta de
vientos y corrientes retardaba su llegada a la meta. Para evitar que los fuertes y vientos
posteriores a la calma las arrastraran hacia el sur, la “Mooloolaba” y la “Aztlán” llegaron
remolcadas al puerto Ballina y la balsa “Guayaquil” por una brusca maniobra de remolque
y encallada, prácticamente se desintegró, mientras el intrépido Alsar y sus compañeros
eran conducidos a la costa australiana en una lancha patrullera de la Armada11. El 20 de
noviembre de 1973.
Una vez más, su espíritu aventurero y su ilimitado valor nos habían ayudado al rescate
de nuestra antigua historia12.

Sacando la balsa de la montaña en la hacienda "Clementina".

11 Los datos fueron tomados de los Diarios: El Universo (Guayaquil), EL TELÉGRAFO (Guayaquil), EL COMERCIO
(Quito), período comprendido entre mayo a diciembre de 1973.
12 En 1977, Vital Alsar volvió al Ecuador para una cuarta expedición. Remontó el río Guayas y por éste a su afluente el
Babahoyo en tres balsas. Realizó a pie el trayecto hacia Quito y de allí hasta la cordillera oriental, para salir por el río
Amazonas reeditando la hazaña de Francisco de Orellana, fundador de Guayaquil y descubridor del río más grande de
América. Venciendo los obstáculos de las autoridades brasileñas, partió desde el Brasil hasta Europa en una réplica de la
nave usada por el conquistador, cuya construcción corrió a cargo del maestro Enrique Parrales, oriundo de Data de Posorja,
provincia del Guayas, a quien hizo trasladar hasta el Oriente para que dirija la confección de la mencionada nave.
346 Historia marítima del ecuador

La planificación de las tres embarcaciones ha sido definida por Vital Alsar. Las balsas tienen la misma
estructura de la utilizada por los huancavilcas y no llevan en su construcción un solo gramo de metal.
Madera de balsa principalmente, caña y otras maderas suras, así como cuerda vegetal, serán los únicoa
materiales a utilizarse. Salvador Dalí, pintó en el mes de marzo el símbolo de la próxima expedición.
Vital Alsar. De Guayaquil a Australia en balsa 347

Junio 17 de 1973. Vista del


plano de la balsa captado desde
su parte posterior. Se había
planeado la construcción de la
nave con siete troncos; pero
debieron añadirse dos más,
para aumentar la flotabilidad.

Cotejando los planos.


348 Historia marítima del ecuador

La grúa del Arsenal Naval ayudando a desembarcar Acomodando los troncos.


los troncos desde la plataforma del camión que los
transportó a Guayaquil. Cada palo pesaba cerca de 1
tonelada.

Construyendo la superestructura sobre el doble piso y caseta de caña guadúa con cubierta de bijao.
Vital Alsar. De Guayaquil a Australia en balsa 349

Las balsas listas para su botadura.

El entonces CALM.
Alfredo Poveda Burbano,
Jefe de la Primera Zona
Naval, estrechando la
mano de Aníbal Guevara,
el único ecuatoriano que
participó en la expedición
"Los Huancavilcas". Al
extremo derecho, el rostro
de Vital Alsar.

1973. El día de su
partida.
350 Historia marítima del ecuador

El público
guayaquileño
aglomerado en
el Malecón para
despedir a los
expedicionarios.

Las balsas
conducidas hacia
el Golfo por un
remolcador.

Las balsas en el océano.


Vital Alsar. De Guayaquil a Australia en balsa 351

Maniobras en alta
mar.

Dos bellas fotos de las balsas navegando en formación y sus blancas velas desplegadas. En primer plano,
la nave capitana con la enseña que Dalí pintó especialmente para la expedición en Nueva York.

La Mooloolaba y la Aztlán a poco de entrar en Puerto Ballina, Australia, miestras la Guayaquil, la nave
capitana, soportaba un fortísimo ciclón a pocas millas de la meta.
352 Historia marítima del ecuador

La alegría se refleja en
el rostro de Vital Alsar y
dos de sus compañeros,
al finalizar con éxito su
increíble y arriesgado viaje
a través del océano.
Vital Alsar. De Guayaquil a Australia en balsa 353

El sol laureado, con un


águila tirando de una
balsa, fue el motivo
pintado por Dalí y que
ondeaba en lo alto de
la nave capitana en los
días de buen tiempo.

Las tres balsas


avanzan con buen
viento y mar
tranquila rumbo a
su lejano destino.

La Aztlán
navegando a velas
desplegadas con
mar tranquilo.
354 Historia marítima del ecuador

Vital Alsar exhibe con


orgullo un hermoso
ejemplar de pez. En primer
plano, la silueta de una
guara.

"Balsas a través del Pacífico". "Comenzamos como amigos y terminamos como hermanos". La llegada
a Puerto Ballina, ante el asombro de la población, vista por una revista australiana. En el recuadro, los 12
integrantes de la expedición. abordo de una de las balsa con las que probaron la tesis de las migraciones
masivas dede nuestras costas hacia el otro lado del Pacífico.
355

Réplica de la Balsa manteño huancavilca en el


Museo del Mar de Santander, España, junto a
los tres galeones que Vital Alsar usó en otras
expediciones

EXPEDICIONES DE VITAL ALSAR

1966- Expedición "La Pacífica" en una balsa primitiva. (Ecuador-Australia).


Se hunde a los 143 días y es rescatado.
1970- Expedición "La Balsa". Ecuador-Australia. 161 días
1973- Expedición "Las Balsas". Ecuador-Australia. 179 días
1977- Expedición "Francisco de Orellana". Río Amazonas.
1978- Expedición "El Hombre y La Mar". México-España.
1987- Expedición "La Marigalante". México-España-México.
1988- Expedición "La Nao de Acapulco". México-Japón- México.
1990- Expedición "La Ruta del Cacao". México-Ecuador-México.
1992- Expedición "Mar, Hombre y Paz". México-España-México.
2004- Misión "El Niño, La Mar y La Paz". Yucatán-Pireo (Grecia) -México.

Actualmente se encuentra preparando un nuevo proyecto al que ha denominado "La


reina de Papaloapán"a partir de la construcción de un galeón en el estado de Veracruz,
México, donde reside, y con el que espera llevar la navegación por el río Papaloapán, con
el propósito de interesar a los niños mexicanos en los secretos de la construcción naval y
la navegación fluvial.
Su inalterable filosofía de vida como mensajero de la paz a través de los mares del
mundo, lo distingue entre los marinos y humanistas más notables de nuestro tiempo. Bus-
cador de utopías que hermanen a los hombres, no cesa de soñar y de expresar sus esperan-
zadores mensajes de paz para la humanidad...."Todos los sueños son válidos, nunca hay
que dejar de soñar, por eso cuando tengo un sueño solo pienso en hacerlo realidad."...
Existen tres museos dedicados a sus expediciones náuticas. Uno en Ballina, Australia,
y dos en Santander., España. Es autor de tres libros: "La Balsa", "Por qué imposible" y
"En la Estela de Orellana". Además de varios documentales sobre sus viajes. En su ciudad
natal, Santander, un colegio lleva su nombre.
356 Historia marítima del ecuador

VITAL ALSAR EN GUAYAQUIL

1992. La Marigalante en el río Guayas.

A bordo de la Marigalante, el Dr. Rodrigo Borja,ex


presidente del Ecuador, saludando con Vital Alsar.

Jenny Estrada entrega a


Vital Alsar un ejemplar
del libro LA BALSA,
del INHIMA. Al
centro, el periodista
y navegante, Alberto
Borges.
357

2012. Vital Alsar. El célebre


navegante cántabro que probó
la eficacia de la guara como
parte de una tecnología náutica
inventada por nuestros
navegantes prehispánicos para
surcar el océano.

En la actualidad sigue
realizando expediciones
navales alrededor del mundo.
Su nombre figura en las
antologías de la navegación.
Tres museos están dedicados a
sus hazañas náuticas (Australia,
España y México). Varios
gobiernos lo han condecorado.
Reside en Veracruz, México.

Portada del libro


"La Balsa" El
viaje en balsa más
largo de la historia.
Por Vital Alsar
y Enrique Hank
López.

Portada del segundo libro de


Vital Alsar que resume su
experiencia del viaje de tres
balsas hasta Australia.
358 Historia marítima del ecuador

Jenny Estrada

LOS ÚLTIMOS BALSEROS DE NUESTRO MAR

Fotografías: Jenny Estrada y Walter Riera

Son las dos de la madrugada cuando Luis Yagual baja del poblado de General Villamil
hacia la playa donde se reunirá con los Mite, los Tigreros y demás compañeros de las
balsas.
Se ha despertado con el canto del gallo y, como aún es verano en la costa, se abriga con
dos camisas viejas, un suéter más viejo todavía y una gorra. Lleva soga, lanza, anzuelos,
cuchillo bien afilado y arpón para defenderse por si ataca el pescado bravo. Una botella
con agua de beber y su atarraya remendada.
Mientras contempla al “lucero guía” que sale por el Este, camina como atraído por el
olor del mar, silbando una antigua tonada que escuchó tararear a los abuelos. Recuerda su
infancia, cuando observaba atentamente los diarios movimientos de su padre, anhelando
pasar de los seis años para ganarse el derecho de aprender a navegar como sólo un balsero
sabe hacerlo.
Entonces esa playa alineaba más de doscientas balsillas y casi todos los hombres del
lugar vivían contentos del producto de la pesca, abundante en corvinas, pargos, chuhue-
cos, bagres y otras especies que hoy, debido a la presencia de embarcaciones motorizadas,
escasean la mayor parte del tiempo.
… La primera vez que lo llevaron, le atacaron una cuerda a la cintura para sostenerlo
junto al palo de la vela. El mar estaba como algodón por el oleaje picado. Resbaló, pero
por las mismas, volvió a encaramarse y se acomodó en silencio para que no pensaran que
era flojo.
Ahora, saluda y se suma al grupo de diestros hermanos de faenas, compartiendo mi-
nuciosos preparativos para la partida. Tal como hacían sus mayores, va revisando al tacto,
una por una, las piezas de su frágil nave. Los dos troncos orilleros y el del medio con
espacio ahuecado para colocar los peces de carnada. El atravesado o banco de vela. Los
barrotes de proa y popa que sustentan amarras de esos troncos. Las cañas del árbol y la
botavara que soportan la vela de lona. La orza o guara, que hace las veces de timón princi-
pal. Los obenques de cabo que tensará con el cuerpo para dominar la fuerza del viento. El
remo de pesada madera que también maneja como timón y la piedra grande (potala) que
amarrada al cabo de 15 brazas, servirá de ancla cuando llegue al sitio preciso para pescar.
359

Trepada sobre dos troncos (polines) de palma, la balsa rueda empujada por los hombres
hasta tocar el agua. Rebasada la espuma de la ola, el navegante la aborda y sosteniéndose
como equilibrista con la fuerza de sus piernas, empieza a desplegar la vela, mientras da
impulso con el remo para aprovechar viento y estar al filo de las ocho en el sitio elegido.
Usualmente, en cada embarcación trabajan un pescador viejo y uno mozo, pero Luis
Yagual me cuenta que navega solo. Quizás porque perdió temprano a su padre. O porque,
como él explica, siente confianza en lo que hace; porque “lo hace igual que su padre y que
su abuelo, que siempre lo hicieron bien”.
Para orientarse, observa las luces y el “Cerro del Morro” (o cerro del Muerto), que se
agranda a medida que se alejan. Cuando clarea la mañana, divisa a sus compañeros que
avanzan en formación. Se sabe acompañado a distancia y una vez echada el ancla, recoge
la vela, se sienta en el atravesado y empieza a pescar.
A veces, la inmensidad del cielo y mar se mantienen inalterables. Algún “pájaro viejo”
(pelícano) o traviesas “tijeretas” (gaviotas de doble cola) que aventuradamente se distan-
ciaron de la orilla, se posan en la balsa. Horas de paciente espera tirando anzuelo y ata-
rraya, para nada. Otras, la suerte los ayuda y ellos comentan que el mar es padre y madre.
Protector y guía. Sostén y esperanza.
En ocasiones, los dos riesgos más temidos los acosan: el oleaje embravecido que no
concede tregua hasta voltearles las balsillas, obligándolos a regresar cabalgando sobre
sus troncos de flotabilidad infallable. O el tiburón, merodeando y atacando con feroces
dentelladas hasta dejar los orilleros lastimados con huellas de mordiscos, antes de huir
arponeado y vencido.
Alrededor de las catorce horas en verano, o a las 11 en invierno, inician el retorno.
Recogen sus aparejos y a toda vela –si el viento lo permite- ponen proa hacia el poblado.
Primero son un puntito gris que altera el horizonte. Luego, la silueta triangular de una vela
y la del hombre que parece caminar sobre las aguas. Entran a puerto besando la ola. Des-
lizándose suavemente sin ruido, hasta posarse en la arena.
En el reducido espacio que actualmente ocupan en la playa del balneario más popular
del Ecuador, son esperados por compañeros y familiares que solidaria y coordinadamente
los ayudan los ayudan en las maniobras y varan las embarcaciones, colocándolas en orden
para dejarlas con las velas desplegadas, secándose a pleno sol. Luego, separan los pesca-
dores que eligen para sustento de sus hogares y venden el resto directamente a las armas
de casa o compradores ávidos de saborear frutos del mar recién sacados.
Ni Luis Yagual, ni los Mite, ni los Parrales, ni los Tigreros o los Borbor, saben que ellos
son herederos directos de derechos milenarios para ocupar ese lugar en el que la presencia
de turistas y dueños de canoas motorizadas los hacen sentirse inseguros. Ni se suponen
transmisores de un ancestro cultural tan importante para el afianzamiento de nuestra na-
cionalidad. Desconocen que las balsas estuvieron en estas costas desde siempre manejadas
por sabios antepasados, que en siglos anteriores a la dominación del conquistador español,
alcanzaron un estado técnicamente tan apreciable, que aún hoy sorprende a los científicos
estudiosos de la navegación transoceánica, por su simplificada perfección.
“Poder hacer una balsa a vela, con su sistema de gobierno, con un guaras o timones,
como la que tuvieron los manteño-huancavilcas, es algo muy distinto al hecho simple de
amarrar tres palos de madera flotable para hacerse a la mar”. Así lo expone el arqueólogo
360 Historia marítima del ecuador

Olaf Holm en documentado estudio sobre navegación prehispánica del Ecuador. Y sin
embargo, cuando observamos a estos diestros marineros a bordo de sus balsillas, debemos
convenir en que se necesitan siglos de tradición en el oficio para llegar al conocimiento
exacto de las corrientes marítimas, de los vientos, del movimiento de los astros, de la re-
sistencia de tan frágiles naves y de la propia resistencia del ser humano para aventurarse
cada día a desafiar el imponente mar.

Problemas de supervivencia

Preguntando por su situación, nos enteramos de que la pesca apenas les produce lo
indispensable para proveerse de elementos necesarios en el mantenimiento de las balsillas.
Periódicamente deben reemplazar los cabos gastados por el uso y las piezas del “equipo”
utilizado en sus faenas pesqueras: atarraya, anzuelos de varios tamaños, hilo nylon de dis-
tintos tipos. Actualmente están adquiriendo anclas de hierro en vez de las grandes piedras
(potalas) de lastre y ancla tradicional.
De ocho a diez familias de balseros residentes en el lugar, procede la totalidad de los
miembros de la Cooperativa en la que se ha agrupado cerca de veinte pescadores para
no dejarse absorber por la era del motor y porque quieren seguir practicando el arte de la
navegación a vela en sus balsillas.
La mayoría de ellos duplica esfuerzos de trabajo efectuando tareas de guardianía en
elegantes residencias del balneario, con lo que logran completar el presupuesto y asegu-
rarse una vivienda modesta que comparten con sus mujeres y sus hijos.
Su alimentación consiste básicamente en productos del mar. Siendo el chuhueco y el
bagre las dos especies predilectas en “sudados”, sancochos y estofados. Del cazón hacen
cebiche, dejando la corvina y el pámpano para comerlos fritos, junto a plátanos verdes
asados a la brasa y arroz blanco. Consumen también pangoras, ostras y “churos”, pulpos y
“perros” (especie de cangrejos de mar).
Son hogareños y se divierten generalmente en las fiestas religiosas siguiendo su tradi-
ción y su folklore, pero sin extralimitarse en los gastos para poder ahorrar en previsión del
cuidado que demanda la embarcación.
El costo de una balsilla usada, sin la vela, asciende a $12.000,oo sucres. La madera de
balsa, que antaño arrastraban los ríos hacia el mar y ellos encontraban varada en la playa,
hoy es sumamente escasa en el lugar y deben encargarla a las zonas montañosas del litoral,
pagando 3 mil sucres por cada palo puesto en el sitio. Al precio del mercado, compran las
tablas de amarillo o colorado para los remos y las de Figueroa para la guara. Las cañas
guaduas para el árbol y la botavara, los cabos de material sintético (plástico) para las ama-
rras y la vela de lona que cortan y cosen manualmente. Sumando gastos, cada embarca-
ción nueva cuesta 20.000, oo sucres y el valor del equipo de pesca anda por los 8.000, oo
En 1987, los personeros de la firma Conservera “Guayas”, obsequiaron velas nue-
vas con su logotipo y la propaganda de sus productos impresa a todo color. Los balseros
entusiasmados agradecieron la “donación”, con lo que el panorama del lugar cambió ra-
dicalmente para incorporarse a la marcha de los tiempos en los que la publicidad utiliza
cualquier recurso para el éxito de sus fines. Sin embargo, en este caso fue un aporte para
los balseros a quienes el costo de una vela nueva significa meses de trabajo y, contribuyó
Los últimos balseros de nuestro mar 361

a que desistan de la utilización del plástico que algunos habían empezado a incorporar.
Cada balsero puede ser el propio constructor de su balsilla, empero, cuando se trata de
calificar al hombre más diestro en el oficio, señalan a Heriberto Mite, como el “maestro” de
pulso inmejorable para el tallado de los palos cuya quilla semeja la cabeza de un tiburón.
Con “Don Mite” negociamos la confección de una balsilla para el Instituto de Historia
Marítima de la Armada Nacional, en las medidas de 6 varas x 6 palmos por cada tronco de
balsa que nos comprometimos a entregarle, obteniendo una rebaja considerable a cambio
de otros tres “palos” que él precisaba para renovar su deteriorada embarcación.
La ejecución de la obra fu sumamente sencilla para tan diestro armador. Recibió los pa-
los de balsa y mirándolos calculó mentalmente sus medidas. Situó el del centro y acomodó
los orilleros para empezar a tallarlos por ambos extremos. Preparó las cañas, la tabla para
la guara y los otros elementos que posteriormente combinó en unión perfecta por medio
de ataduras hechas con soga de cabuya, sin utilizar ni un solo clavo, demorando menos
de veinte minutos en esta fase de la operación que incluyó colocación de vela triangular
previamente cosida.
Dejamos constancia de nuestra profunda admiración para él y cada uno de estos ex-
ponentes de la raza marinera auténticamente nuestra y sin influencias del incario, como
tantas ocasiones se ha intentado sostener. Ellos son los últimos balseros de nuestro mar y
probablemente del Pacífico sudamericano. Depositarios de secretos milenarios que tras-
miten de padres e hijos y que los ecuatorianos necesitamos conocer para defender como
testimonio vivo de nuestra identidad.

Balseros llegando a puerto.


362 Historia marítima del ecuador

En el balneario de General Villamil


(Playas), provincia del Guayas.

Varando la balsilla
en la playa.

Trepada sobre polines de


palma, van rodándola ayudados
por otros compañeros.
Los últimos balseros de nuestro mar 363

Tan pronto Junto a los aparejos


desembarcan, los tradicionales tienen
compradores de ahora anclas de
pescado fresco se hierro.
acercan a negociar.

La vela queda
desplegada hasta
que seque por
completo.
364 Historia marítima del ecuador

Balsillas alineadas en la playa de General Villamil (Playas). Al fondo


los modernos edificios y residencias vacacionales del balneario.

En 1987, la industria Conservera del Guayas, obsequió las velas de


liencillo, impresas con el logotipo y la propaganda de sus productos.
Los últimos balseros de nuestro mar 365

Los balseros trasmiten secretos Dor Heriberto Mite (+), el más famoso
ancestrales a sus hijos. constructor de balsillas del lugar.

"Don Mite" y su señora, representantes de una etnia nacional muy definida.


366 Historia marítima del ecuador

En el primer local provisional del Instituto de Historia Marítima ( Planetario de la Armada), se instaló
la balsilla, de pesca artesanal. Primera adquisición a tamaño natural con la que se inició el proyecto del
Museo de Historia Marítima del Ecuador.
Los últimos balseros de nuestro mar 367

2006. Actividad balsera en Playas. (Fotos Dirección de Turismo de la M.I. Municipalidad de Guayaquil).
368 Historia marítima del ecuador

IDENTIDAD NACIONAL EN PELIGRO DE EXTINCIÓN

Con el correr del tiempo, el costo de la madera de balsa encareció, el precio de la lona
para confeccionar las velas aumento, como el de la soga de cabuya con la cual se hacían
las amarras, por lo que estas últimas fueron reemplazadas por cordones plásticos. Los
viejos marineros talladores de "guaras" y fabricantes de esas balsillas de pesca artesanal,
que en número de 48 se ubicaban a lo largo de considerable extensión de la playa en el
balneario de General Villamil, confiriéndole su identidad al paisaje y al lugar, fueron mu-
riendo sin tener a quien legar los secretos que guardaban, porque los jóvenes pescadores,
entusiasmados con las embarcaciones de fibra y motor fuera de borda, que el Gobierno
Nacional les facilitó a través del ministerio correspondiente, abandonaron las prácticas
ancestrales de la navegación a vela para embarcarse en las veloces naves del progreso.

De ese modo, la playa que antaño alineaba 48 embarcaciones, actualmente solo cuenta
con 9 de ellas, a las que se ha destinado un espacio en la llamada "zona de varadero",
donde se acumulan desperdicios de todo orden. Algunas balsillas lucen en sus velas la
propaganda de la empresa licorera que ha financiado su su construcción y las otras, unas
extrañas pinturas con las que alguien quiso demostrar los vínculos de estas naves emble-
máticas con los diseños de nuestras culturas prehispánicas de la costa. El estado deplo-
rable de los troncos varados sobre la arena, sin contacto frecuente con el agua, dice a las
claras del poco interés y abandono en que han quedado.

Dieciseis balseros que decidieron aferrarse a sus ancestros, crearon la modesta agru-
pación denominada "Cooperativa de pescadores LAS BALSAS", aprobada por acuerdo
ministerial en febrero de 2011, sin que eso haya significado ningún tipo de ayuda oficial
o garantía de permanencia. Los diestros tripulantes aún esperan el permiso ofrecido para
poder realizar labores turísticas, efectuando cortos paseos por la rada del balneario. Apro-
bación en principio negada por las autoridades competentes, aduciendo que para hacer tal
tipo de navegación, necesitarían estar capacitados.

De no mediar la prevención en la seguridad de los paseantes, la prohibición parecería


una ironía, y todo ello nos hace temer en la extinción del último vestigio de antiguas cultu-
ras marineras de la costa ecuatoriana, representadas en las balsillas de pesca artesanal en
Playas de General Villamil, donde permanecieron a lo largo de los siglos como elemento
de identidad nacional, cuya supervivencia compete a los ministerios de Patrimonio Cultu-
ral, Turismo, Educación y Cultura, así como a las autoridades del propio cantón.
Los últimos balseros de nuestro mar 369

2012. Las balsas de General Villamil van desapareciendo. Solo quedan 16 balseros.y 8 embarcaciones.
370 Historia marítima del ecuador

2012. Los últimos balseros del Pacífico sudamericano van desapareciendo


371

A p é ndice
372 Historia marítima del ecuador
Apéndice 373
374 Historia marítima del ecuador
Apéndice 375
376 Historia marítima del ecuador
Apéndice 377

La isla de Salango fue un antiguo adoratorio.

Museo Los Balseros del Mar del Su.


Salango, Ecuador. Siguiendo la técnica ancestral fue techado de cadi.
378 Historia marítima del ecuador

Maqueta, apondylus, anclas de piedra, anzuelos de concha, collares


y otros objetos pertenecientes a nuestras antiguas culturas.

Balsilla de pesca
artesanal a tamaño
natural. Los pescadores
de la zona continúan
utilizando este tipo de
embarcaciones.

El trabajo
museográfico fue obra
de Chris Hudson.
Apéndice 379

la gente que vive entre el pasado y el presente

Pescadores divirtiéndose.

Mujer en su cocina primitiva.

Contrastes de la vida
en el pueblo

Niños de Salango.

Corrales y casas de caña.

El turismo genera nuevas formas de


subsistencia
Hamacas de red.
380 Historia marítima del ecuador
Apéndice 381
382 Historia marítima del ecuador
Apéndice 383
384 Historia marítima del ecuador

APLICACIONES ACTUALES DE LA BALSA

Manteniendo el liderazgo mundial en la producción y exportación de esta cotizada


madera, el Ecuador cubre al presente, cerca del 90% de la demanda internacional, pro-
veyendo de excelente materia prima a los mercados de Vietnam, Papúa y Nueva Guinea,
especialmente.

El crecimiento espontáneo de la balsa sigue teniendo su habitat natural en el bosque


secundario donde los árboles llegan fácilmente a los 30 metros de altura, plenitud alcanza-
da entre los 5 o 6 años de edad, que es cuando está lista para su corte y aprovechamiento.
También en zonas subtropicales como La Maná, provincia de Cotopaxi, existen extensas
plantaciones cultivadas por empresas como CEBAGED, con excelentes resultados.

Las tala de árboles, así como la extracción de la corteza siguen realizándose manual-
mente en el área rural, pero todo el proceso de secado, trozado y laminado está completa-
mente industrializado.

Muy estimada por su liviandad, resistencia y flexibildad, la madera de balsa es uti-


lizada en la industria aeronáutica, en el interior de los aviones de pasajeros, en el aero-
modelismo y maquetería arquitectónica; tableros de embalaje; en construcción naval es
colocada como elemento de flotabilidad en el interior de los cascos de yates que luego
son recubiertos con fibra de vidrio o resina; en los deportes náuticos se usa para fabricar
tablas de surf. Es un excelente aislante térmico y acústico de utilidad en la fabricación de
equipos de sonido e instalación de estudios de grabación.

El año 1962, un reporte de la NASA, reveló que la cápsula de instrumentos del ve-
hículo espacial Ranger IV, enviado a la luna, se hallaba recubierto con madera de balsa
proveniente del Ecuador, para atenuar el choque al momento del aterrizaje en la superficie
lunar ( www.El Universo.com.ec.)

Una de las más recientes aplicaciones vincula la balsa a la provisión de energía alter-
nativa, ya que es con esta madera exportada desde el Ecuador que en otros países se fabri-
can las livianas paletas (aspas) de los generadores eólicos, recubiertas de resinas y otros
materiales de protección las observamos en algunos puntos estratégicos, como el parque
eólico de la isla Santa Cruz, en la provincia de Galápagos.

Los usos de la madera de balsa en Ecuador se limitan casi exclusivamente a finas arte-
sanías talladas y pintadas en provincias de la región oriental y el Litoral.
Apéndice 385

2012. NUEVAS APLICACIONES DE LA BALSA

Armando el fuselaje para avión de aeromodelismo


en la empresa EBAGEC, Guayaquil,

Confeccionando el esqueleto o armazón de una


hélice eólica que se exporta desde Ecuador hacia
distintos países, donde es recubierta con resinas y
otros materiales, retornando como parte esencial
de modernos generadores . (Cortesía CEBAGEC,
Guayaquil)

Parque eólico en la isla Santa Cruz, Galápagos, Ecuador.


386 Historia marítima del ecuador

Otras aplicaciones
Apéndice 387
388 Historia marítima del ecuador

AUTORES CONSULTADOS

RAUL PORRAS BERRENECHEA (1897-1960)


Abogado, diplomático, investigador, escritor e historiador, catedrático
y político, nacido en Pisco, Perú. Autor de una veintena de obras,
entre ellas: Las relaciones primitivas de la conquista del Perú ( Paris:
Impr. Les Presses modernes 1937); el Inca Garcilaso de la Vega
(varios títulos); Los cronistas del Perú, etc. Fue ministro de Rela-
ciones Exteriores, senador y presidente del Senado de la República,
ministro plenipotenciario ante la Sociedad de Naciones (precursora de
la ONU); embajador en España y en la OEA
Fuente: Wikipedia Enciclopedia del conocimiento

PEDRO CIEZA DE LEÓN ( 1518-1554)


Conquistador, cronista e historiador del mundo andino. Nacido en
Lorena, España.
Escribió una Crónica del Perú en tres partes, de las que sólo la primera
se publicó en vida de su autor (1553). En 1554, muere en Sevilla,
quedando inéditas las otras dos hasta los siglos XIX yXX respecti-
vamente. En América y sobre todo en Cartagena de Indias desem-
peñó una gran actividad en expediciones, fundaciones, encomiendas
gubernamentales y otros cargos, aunque quizá su obra principal, y
por lo que trasciende como un personaje interesante, sea la crónica y
el ambicioso proyecto de una historia del mundo andino. La tercera
parte de su obra vio la luz recién en 1909. Está dedicada a reseñar las
guerras civiles del Perú y se titula “La guerra de Quito”.
Fuente: Wikipedia la enciclopedia libre

GIROLAMO BENZONI ( 1519-1572)


Nacido en Milán, Italia. Cuando contaba 22 años de edad decidió
conocer el mundo recién descubierto y con ese propósito emprendió
el viaje, permaneciendo más de una década en tierras americanas.
En 1555 retornó a Europa y publicó en Venecia su obra “La Historia
del Mondo Nuovo” (1565 ), cuya segunda edición apareció en 1572,
con ilustraciones del famoso grabador Thodore De Bry’s. Algunos
autores indican que el deceso de Benzoni se produjo en ese mismo año
(1572.). Se calcula que pasan de cuarenta las ediciones de esa obra.
389

Dionisio de Alcedo Ugarte y Herrera


(Madrid, 1690 - 1777)
Historiador y geógrafo español. Desarrolló una importante carrera
administrativa, ocupando altos cargos en la administración de México
y Perú. En 1723 fue nombrado diputado del Comercio en el Perú, y
es en esas fechas cuando viaja a Madrid a informar al rey del estado
del comercio en América, realizando otros aportes para el monarca.
En recompensa de sus servicios en 1728 regresa a Perú y es elevado a
presidente de la Audiencia de Quito. En años siguientes siguió publi-
cando trabajos en referencia a la situación del comercio con América.
En 1741, apareció su última obra titulada: Compendio histórico de la
provincia, partidos, ciudades, astilleros, ríos y puerto de Guayaquil.
Fuente: wikipedia

JORGE JUAN Y SANTACILIA (1713-1773)


Científico y marino español, nacido en Alicante.
Formó parte de la comisión hispano francesa encargada de la medición
del meridiano en las cercanías del Ecuador y de la rectificación de la
verdadera figura de la tierra. Los trabajos de la misión duraron once
años, durante los cuales los marinos españoles así como los otros
científicos europeos, se desplazaron por nuestro territorio realizando
investigaciones de todo orden. Luego de su retorno a España junto a
Ulloa comenzó a escribir los relatos de sus observaciones. Falleció en
Madrid el 21 de julio de 1773, víctima de un ataque de apoplejía.

ANTONIO DE ULLOA (1716-1795)


Científico, militar y marino sevillano.
Integrante de la misión que la Academia de Ciencias de París envió
a América el año 1735, para cumplir los objetivos mencionados.
Después de realizada la misión volvió a España y emprendió la publi-
cación de obras en colaboración con Jorge Juan:entre ellas, las No-
ticias Americanas (1722), Relación histórica del viaje hecho de orden
de su Majestad a la América Meridional (Madrid, 1748); Disertación
Histórica y Geográfica sobre el Meridiano de Demarcación entre los
dominios de España y Portugal (1749); Noticias Secretas de América,
sobre el estado naval, militar y político del Perú y provincia de Quito
(1748, publicadas en Londres en 1826), publicación prohibida por el
gobierno español. Ulloa retornó al Perú donde desempeñó altos cargos
relacionados a su profesión de marino. Publicó varias obras de su
autoría antes de fallecer en Cádiz el año 1795
Fuente: wikipedia
390 Historia marítima del ecuador

ANDRES BALEATO (1766-1826 )


Teniente de Navío de la Real Armada Española, piloto y cartógrafo.
Primer delineador del Depósito hidrográfico de Madrid. En 1790
fue destinado a Lima donde desempeñó la Dirección de la Escuela
Náutica contribuyendo a la formación de nuevos marinos. Comisio-
nado para levantar las cartas hidrográficas del Virreynato del Perú,
fue autor de valiosos documentos. En 1820 escribió, en Lima, una
Monografía de Guayaquil, obra que se publicó el año 1887 ( Imprenta
de La Nación), con informe del Presidente del J.C. al jefe Político del
Cantón y que comprende estudios sobre varios aspectos de la antigua
provincia de Guayaquil. En 1822 retornó a España donde permaneció
realizando nuevas publicaciones hasta su fallecimiento, estimado por
algunos autores en 1826.

JACINTO JIJÓN Y CAAMAÑO


(1890-1950)
Abogado, políglota, investigador, historiador, arqueólogo y filántropo.
Destacado precursor en el estudio de nuestro antiguo pasado. Entre
1912 y 1925 realiza excavaciones arqueológicas en la región de la
sierra ecuatoriana, en Manabí y en el Perú. Y a través de sus estudios
estratigráficos logra definir la primera secuencia cultural del Ecuador
precolombino. Gran amigo del arqueólogo e investigador alemán Max
Uhle, a quien invitó al Ecuador para realizar tareas conjuntas, fue
descubriendo las evidencias de los antiguos pueblos de navegantes y
comerciantes que poblaron la costa y a quienes identificó como una
especie de “Confederación Hanseática o Liga de mercaderes”. autor
de numerosos e importantes trabajos
que nos ilustran sobre nuestro pasad prehispánico. Su obra póstuma,
Antropología Prehispánica del Ecuador fue publicada por su esposa en
1951. El Museo Jijón y Caamaño, conserva su legado arqueológico y
bibliográfico en la ciudad de Quito.
391

EMILIO ESTRADA YCAZA (1916-1961)


Empresario, hombre público y arqueólogo
Nacido en Guayaquil. Estudios superiores en Francia y Estados Unidos.
Su afición a la cacería lo indujo a la observación de objetos y sitios
prehispánicos que despertaron su pasión por la arqueología. En 1953,
se vinculó a los célebres arqueólogos norteamericanos Betty Meggers
y Cliford Evans, del Smithsonian Institute, con quienes realizaría ex-
cavaciones y extraordinarios hallazgos en Valdivia, determinando la
milenaria presencia de milenarias culturas de la costa ecuatoriana A su
autoría pertenecen entre otras publicaciones: Valdivia, un sitio arqueo-
lógico formativo en la provincia del Guayas; Las culturas preclásicas
formativas o arcaicas del Ecuador; Los huancavilcas, últimas civiliza-
ciones prehistóricas del la costa del Guayas; Prehistoria de Manabí ;
Ensayo preliminar sobre la arqueología de Milagro . Fue el introductor
de nuevas técnicas y procedimientos para el tratamiento del material
arqueológico, así como nuevos métodos de datación que apoyado en el
Carbono 14, le ayudaron a comprobar hipótesis, aclarar criterios y refu-
tar erróneos conceptos. Sus estudios sobre lo Balsa y los desplazamien-
tos oceánicos de los antiguos navegantes en contacto con otras culturas,
se insertan en este libro. Se lo considera el pionero de la arqueología
contemporánea.

CARLOS ZEVALLOS MENÉNDEZ (1909-1981)


Arqueólogo, intelectual y escritor autodidacto
Guayaquileño. -Vocacionalmente entregado al estudio de la arqueología
desde su temprana juventud, en 1934 descubrió fortificaciones huanca-
vilcas en la Isla Puná y magníficas piezas de orfebrería pertenecientes a
los antiguos pobladores de la Cuenca del Guayas. En 1936, excavando
en el sitio Cerro Narrío- Cañar descubrió los objetos de oro estudiados
como los más antiguos de América. En 1937 reveló la existencia de un
área ceremonial con postes totémicos a 45 km. de Guayaquil ; en 1942
fundó el Museo Antropológico del colegio nacional Vicente Rocafuerte
y en 1945, al crearse la Casa de la Cultura, fue el primer presidente
del Núcleo del Guayas hasta 1961, y con la generosa donación de su
colección particular organizó el Museo de la institución, cuya sala de
orfebrería fue la más completa del país. En 1964 encontró las eviden-
cias de cráneos trepanados de muy antigua datación y en 1966, una
impronta de maíz en un tiesto de cerámica, le permitió comprobar la
existencia de la agricultura en nuestro suelo 2200 años AC . En 1967
descubrió la importante necrópolis en la zona de Chanduy. Ese mismo
año fundó la Sociedad Ecuatoriana de Estudios Arqueológicos. Autor
de innumerables artículos y libros, sus estudios sobre la navegación
prehispánica son de trascendental importancia en este volumen. El
Museo de la Casa de la Cultura en Guayaquil, lleva su nombre.
392 Historia marítima del ecuador

OLAF HOLM (1915-1996)


Arqueólogo, antropólogo, humanista
Nacido en Dinamarca. El año 1940 llegó al Ecuador interesado en la
exportación de maderas y con la asesoría del sabio Misael Acosta
Solíz recorrió buena parte del país aprendiendo a reconocer su riqueza
forestal. Al interesarse por la arqueología se vinculó a Francisco
Huerta Rendón y Carlos Zevallos Menéndez, dedicándose de lleno a
la investigación. En 1974 fundó el Museo Antropológico del Banco
Central del Ecuador, donde organizó la mayor colección arqueológica
del país. Desde el Museo fomentó y apoyó proyectos investigativos y
publicaciones sobre antropología, arqueología, lingüística, etnohis-
toria y cartografía. Fundó Miscelánea Antropológica órgano oficial
del Museo. Autor de más de 140 trabajos publicados, entre ellos la
Bibliografía Antropológica Ecuatoriana y la Biobliografía de Emilio
Estrada. Fue cónsul honorario de Dinamarca y recibió un doctorado
honoris causa por la universidad de su Aarhus, su ciudad natal. Figura
en la nómina de los pioneros de la arqueología ecuatoriana.

JULIO ESTRADA YCAZA ( 1917-1993)


Historiador, periodista y hombre público
Nacido en Guayaquil, realiza estudios en Italia, Bélgica y Estados
Unidos, donde sigue la carrera de Economía. Su pasión por el estudio
de la historia aflora en la medianía de su vida, dedicándose por
completo y con mucho sacrificio al trabajo de investigación, ordena-
miento y preservación de documentos fragmentados y dispersos, luego
de fundar el Archivo Histórico del Guayas (1972). Su fecunda labor
queda plasmada en varias decenas de obras publicadas, a través de
las cuales va desentrañando la historia de Guayaquil y su importancia
dentro de la conformación del Estado ecuatoriano. Considerado como
el más importante investigador de la segunda mitad del siglo XX, fue
también un luchador ejemplar por los derechos de su tierra natal a la
que sirvió desde varias dignidades púbicas y orientó desde las colum-
nas periodísticas.

DORA LEON BORJA DE SZASZDI


Historiadora guayaquileña de prestigio internacional. Dejó tempra-
namente la carrera de medicina por la investigación histórica. Junto
a su esposo, el Dr. Adám Szaszdi, ha realizado relevantes aportes al
estudio de nuestro pasado, siendo uno de los más trascendentes, el
descubrimiento de documentos sobre la fundación de Guayaquil, cuya
difusión significó la comprobación definitiva de un hecho históri-
co, comunicado al mundo científico en unión de su esposo, durante
el Congreso de historiadores realizado en Buenos Aires, Argentina
el año 1980, con su ponencia “La doble fundación de la ciudad de
Santiago de la Nueva Castilla”. Reside en Puerto Rico, donde ha
desempeñado la cátedra universitaria por muchos años.
Fuente: web r pérez pimentel.com
393

VICTOR A. GONZÁLEZ S.
Historiador, antropólogo y sociólogo guayaquileño.
Entre sus importantes trabajos de investigación, sobresalen: “La so-
ciedad nómada y su transición a la sedentaria en el Ecuador”; “La co-
munidad gentilicia y los rasgos de su descomposición en el Ecuador”;
“Crítica a las concepciones y razas e la colonia, según los historiado-
res nacionales”; “Las tierras comunales en el Ecuador”; Guayaquil y
su historia 1740-1987: crónica y reflexiones epidemiológicas sobe la
fiebre amarilla en la ciudad”; “El paludismo en el Guayaquil colonial”.
En la presente compilación figura su trabajo titulado “El Cacique
Tomalá: nacionalidad y soberanía”.

PRESLEY NORTON YODER


(1932-1993)
Arqueólogo, publicista, empresario, periodista
Nacido en Guayaquil, cursó estudios en Estados Unidos y Francia.
Consta en la nómina de pioneros de la televisión y la publicidad ecua-
toriana . Motivado por Carlos Cevallos Menéndez, a partir de 1970 se
apasiona por la arqueología, realizando importantes excavaciones en
Machalilla . Valdivia y Chorrera. En 1977 constituyó la fundación pri-
vada “Programa de Antropología para el Ecuador”, presidida por el ex
presidente Galo Plaza Lasso, a fin de obtener fondos y asesoría cien-
tífica para continuar internacional investigando. Entre 1978 y 1979,
sus hallazgos en Isla de la Plata le permitieron aseverar la existencia
de un santuario y el uso de la balsa velera como medio de transporte
2000 Ap. Posteriores investigaciones lo llevaron a comprobar que la
navegación a larga distancia y el comercio de intercambio, tuvieron
en Salango su principal centro de actividad, siendo en ese sitio donde
estableció la sede del programa de Antropología y creó el museo
de Los Balseros de la Mar del Sur, condensando el resultado de sus
estudios en 17 obras publicadas. Otros aportes fueron la formación
del museo de sitio en Agua Blanca-Colonche. Desde 1984 fue profesor
adjunto en la universidad de San Francisco, California. Falleció en
la ciudad de Quito el año 1993. Un museo de la ciudad de Guayaquil
lleva su nombre.
394 Historia marítima del ecuador

JORGE MARCOS PINO (1932)


Arqueólogo guayaquileño. Estudios superiores en universidades
norteamericanas. En 1967, vinculado a un grupo de aficionados realiza
sus primeras excavaciones bajo la dirección de Carlos Zevallos en el
valle de Chanduy, y en 1969 en la “Loma del guasango”, publicando
resultados. En 1971 descubre el sitio “Real Alto” donde encuentra
evidencias de la aldea más antigua de América, tesis que expone en el
Coloquio Internacional de Paracas (1979) luego de años de comproba-
ciones, proclamando que fue en la Cuenca del Guayas hace 5.500 años
A.p. donde se dieron las condiciones para el desarrollo de la agricultu-
ra gracias a la acción de microclimas. En 1980 con apoyo de ESPOL
funda el Centro de Estudios Arqueológicos y Antropológicos. En 1988
funda el museo de Real Alto y publica su tesis doctoral en 2 tomos;
luego investiga las albarradas y el comercio de la concha Sopondylus.
Al presente ejerce la subsecretaría de Patrimonio Cultural en Monte-
cristi, Manabí, donde rescata el sitio “Cerro de hojas”
Fuente: Diccionario biográfico ecuatoriano C. Alarcón Costta

Carlos Núñez Calderón de la Barca


Mexicano, nació en Torreón, Coahuila, estudió primaria y secun-
daria en su ciudad natal y en Aguascalientes, inició arquitectura en
Monterrey, Nuevo León, hizo cursos y diplomados en Arqueología,
Escultura e Historia del Arte en ciudad de México y en Ecuador. Es
miembro fundador del GEA Grupo de Estudios Arqueológicos; miem-
bro del ICOMOS, Internacional Council of Monuments and Sites de
la UNESCO; fue Cónsul Honorario de México en Guayaquil y siete
provincias de la costa y sur del Ecuador por 18 años; Decano del
Cuerpo Consular; Apasionado por el tema de los contactos prehispá-
nicos entre Sudamérica y Mesoamérica, ha realizado varios descubri-
mientos y puntualizaciones sobre ellos. Reside desde hace mucho años
en Guaayaquil, Ecuador.

Dieter Müller
Ciudadano alemán. Industrial especializado en la investigación y
procesamientode la balsa para exportación. Fue Gerente General de
la compañía CEBACEG. Residió en Guayaquil durante muchos a˜õs
hasta su fallecimiento.
395

BIBLIOGRAFÍA

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Maderas económicas del Ecuador y sus usos
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ALSEDO Y HERRERA, Dionisio


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La Balsa, el viaje más largo de la historia
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Las Balsas ¿Por qué imposible?
Edit. Pomaire, Barcelona 1977

BAUDIN, Luis
El imperio socialista de los Incas
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BALEATO, Andrés
Monografía de Guayaquil, 1820
Fac. de Ciencias Económicas, Dpto. de publicaciones
Universidad de Guayaquil, 1977

BENZONI, Girolamo
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Reimpresión Bco. Central del Ecuador, Guayaquil, 1985

BUENAVENTURA, José
Monografía ilustrada del cantón Balzar
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BUSE, Hermann
Historia Marítima del Perú- Tomo II, Vol. 1 y 2
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CIEZA DE LEÓN, Pedro


La crónica del Perú 1553
Biblioteca Ecuatoriana Mínima
Edt. José M. Cajica, Quito, 1959
396 Historia marítima del ecuador

ESTRADA, Emilio
Los Huancavilcas, últimas civilizaciones prehistóricas de la
costa del Guayas
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ESTRADA, Julio
El puerto de Guayaquil, Crónica Portuaria, T. 2
Archivo Histórico del Guayas, 1973

ESTRADA, Jenny
La Balsa en la historia de la navegación ecuatoriana
INHIMA, 1988 y 1990

GONZÁLEZ, Víctor
El cacique Tomalá en el proceso de soberanía y nacionalidad
Universidad de Guayaquil 1981

HOLM, Olaf
Las islas Galápagos en la prehistoria ecuatoriana, Revista No. 2
Casa de la Cultura Ecuatoriana Núcleo del Guayas, 1964

JIJÓN Y CAAMAÑO, Jacinto


El Ecuador andino y occidental antes de la conquista castellana
Edit. Ecuatoriana, Quito, 1941

JUAN, Jorge y ULLOA, Antonio


Noticias del mundo antiguo y nuevo
Imprenta Villalpando, Madrid, 1797

LEÓN B. DE ZAZDY, Dora


Los indios balseros y su aporte al desarrollo del puerto de Guayaquil
Ponencia en el Simposio Hispanoamericano de Indigenismo Histórico
Universidad de Valladolid, España, 1976

MARCOS PINO, Jorge


Arqueología de la costa ecuatoriana. Nuevos enfoques
ESPOL, Guayaquil, 1986, Corp. Editorial Nacional

NORTON YODER, Presley


El señorío de Salangone y la liga de mercaderes
Boletín de los Museos del Banco Central del Ecuador, No. 6
Guayaquil, 1987
397

NUÑEZ CALDERÓN DE LA BARCA, Carlos


Los caminos que andan, Contactos marítimos prehispánicos entre Ecuador
y México
Publicación del Proyecto de Rescate Editorial de la Biblioteca de la M.I.
Municipalidad de Guayaquil. 2010

PORRAS BARRENECHEA, Raúl


Las relaciones primitivas de la Conquista del Perú
Imprimeries les Presses Modernes, París 1987

Véliz Litardo, Jaime


Sumpa. Proyección Cósmica del Cholo
Publicaciones Banco Central del Ecuador, 1986.

ZEVALLOS MENÉNDEZ, Carlos


La gran navegación prehispánica del Ecuador
Universidad de Guayaquil, 1987

MANUAL DE INFORMACIÓN DE LA REPÚBLICA DEL ECUADOR


1980, Madrid, España

ENCICLOPEDIA BARSA, Tomo 3, Edición 1967

DIARIOS: El Universo y El Telégrafo de Guayaquil y El Comercio de Quito


398 Historia marítima del ecuador

El contacto inmediato con el agua favorece a los palos de balsa que van a ser utilizados
en la navegación, porque garantiza su flotabilidad. Hasta hace pocos años, los troncos
eran transportados por los ríos.
TOMO X
La República 1884 – 1925
Edición 2000
Autor: CALM (sp) Carlos Monteverde Granados

TOMO XI
Historia de la Escuela Naval del Ecuador
(Primera parte)
Edición 2004
Autor: CPFG (sp) Mariano Sánchez Bravo

TOMO XII
Época contemporánea
Edición 2003
Autor: CALM (sp) Carlos Monteverde Granados

TOMO XIII
Los faros de la República
del Ecuador 1841 – 1941
Edición 2002
Autor: Sr. Eduardo Estrada Guzmán

TOMO XIV
El comercio marítimo en el Ecuador
Edición 2006
Autor: CPFG (sp) Mariano Sánchez Bravo

TOMOS PROYECTADOS

TOMO I
El mar y sistema fluvial ecuatorianos

TOMO V
La guerra de la independencia
1809 – 1822 y la Gran Colombia
1822 – 1827

TOMO VII
La República 1840 – 1850
(Volúmenes 4 y 5)

TOMO XI
II Historia de la Escuela Naval del Ecuador
(Segunda parte)

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