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Período Prehispánico
JENNY ESTRADA
(Compilación)
HISTORIA MARÍTIMA
DEL ECUADOR
Plan general de la obra
TOMOS EDITADOS
Tomo II
Período prehispánico
Autora: Jenny Estrada Ruiz
TOMO III
Descubrimientos y exploraciones
españolas en el Ecuador
Siglo XVI
Edición 2000
Autores: Dr. Roberto Leví C.
y Lic. Víctor H. Arellano
TOMO IV
Época colonial: Siglos XVI al XIX
Edición 2011
Autor: CPFG (sp) Mariano Sánchez Bravo
TOMO VI
La Gran Colombia 1828 – 1830
y la República 1830 – 1840
Edición 1997
Autor: CALM (sp) Carlos Monteverde Granados
TOMO VII
La República 1840 – 1850
(Volumen 1: Antecedentes 1840 – 1841)
Edición 2005
(Volumen 2: 1842 – 1844)
Edición 2006
(Volumen 3: 1845)
Edición 2008
Autor: Sr. Eduardo Estrada Guzmán
TOMO VIII
La República 1850 – 1860
Edición 1997
Autor: CPFG (sp) Mariano Sánchez Bravo
TOMO IX
La República 1861 – 1883
(Primera parte)
Edición 2000
(Segunda parte)
Edición 2003
Autor: CPFG (sp) Mariano Sánchez Bravo
Historia marítima
del ecuador
Tomo II
Período Prehispánico
JENNY ESTRADA
(Compiladora)
Historia Marítima del Ecuador
Derechos Reservados
Prohibida la reproducción total o parcial de su
contenido sin autorización del autor
5
PR E S E N TAC I Ó N
Perseverando en el tema, que por primera vez abordó con una publicación el año
1988, Jenny Estrada nos entrega el Tomo II de la obra Historia Marítima del Ecuador,
que abarca la intensa actividad marítima efectuada por los pueblos aborígenes de nues-
tro perfil costanero, antes de la llegada del conquistador europeo, enfatizando en la
existencia de testimonios que nos permiten corroborar el empleo de medios originales,
gracias a los cuales pudieron efectuar largos viajes a través del océano, con el propósi-
to de intercambiar sus productos, extendiendo el ámbito de sus tareas a otras regiones
continentales.
Sabemos que la existencia de extensos bosques en nuestro territorio, donde crece es-
pontáneamente el “palo de balsa”, permitió que nuestros antiguos aborígenes constru-
yeran, con ese material, sus embarcaciones para la pesca artesanal así como las grandes
plataformas flotantes, que asombraron a los navegantes del Viejo Mundo y a las cuales se
6 Historia marítima del ecuador
identifica como las “balsas”, lo que sumado a la evolución temprana de las tecnologías
náuticas, llevaron a estos pobladores del litoral del actual Ecuador a dominar y controlar el
comercio marítimo en el Pacífico oriental hasta la llegada de los europeos.
Hasta fechas no muy lejanas, la antigua historia marítima universal abarcaba a los pue-
blos del viejo mundo que utilizaron al mar para su comercio, desarrollo y poderío naval,
tales como Egipto, Fenicia, Roma y Cartago, ligados al mar Mediterráneo, dejando a un
lado la existencia de otros, que siendo protagonistas en distintos escenarios marítimos,
eran desconocidos completamente por el hombre europeo.
Pero estos últimos tuvieron entre sí contactos tempranos, como sucedió entre los abo-
rígenes de los actuales Ecuador y México. Sabemos que los primeros, utilizaron embar-
caciones oceánicas, construidas de “palo de balsa”, y dominaron el mar en base a sus co-
nocimientos de vientos y corrientes marinas, teniendo sus propios sistemas de orientación
que les permitieron llegar más allá del cabotaje.
INTRODUCCIÓN
Encabezados en sus inicios por el gran historiador y primer Arzobispo de Quito, Fede-
rico Gonzáles Suárez, Carlos Manuel Larrea, Otto von Buchwald y Jacinto Jijón y Caama-
ño, sentaron las bases para el estudio científico serio de la prehistoria ecuatoriana” [1] [2].
Jijón contrató a Max Uhle para que trabajara con él en un ambicioso plan de excavaciones
por todo el Ecuador. Y fue precisamente en el desarrollo de este programa, mientras
excavaba en Manta, puerto central que nuestra costa, donde Jijón encontró los elementos
que, unidos al conocimiento de las antiguas crónicas sobre los manteños, huancavilcas y
punaes, le permitieron elaborar su concepto sobre la existencia de una sociedad conforma-
da por pueblos y caseríos que se extendían a lo largo de la costa ecuatoriana, integrando
una Confederación Hanseática de puertos mercantiles a los que denominó “La liga de
mercaderes” [3] controladores del movimiento comercial de la concha Spondylus, hacia
México por el norte [4], hacia el Perú por el sur y en el área andina.
El Spondylus princeps, hermosa bivalva con borde interior de color rojizo y el Spon-
dylus calcifer, con borde púrpura, se reproducen a determinadas profundidades en aguas
cálidas de la costa del Pacífico, desde el golfo de California hasta el golfo de Guayaquil.
Su importancia en la antigüedad estuvo vinculada a los ritos de la fertilidad, a más de ser
considerada como objeto exótico, joya, símbolo de riqueza y de poder, eventualmente
moneda y ofrenda funeraria.
O. HOlm, en su estudio sobre cultura Manteña-Huancavilca , reconoce también los aportes de Dorsey y sus excava-
[2]
ciones en Isla de la Plata, Marshall H. Saville con sus dos tomos de “Antiquities of Manabí”, R. Verneau y P. Rivet,
con sus dos tomos sobre “Ethnographie anciénne de L’Equateur.
J. Jijón y Caamaño en esta obra.
[3]
L. Marcos IBID.
[4]
“El puerto de origen de la balsas era Salango uno de los cuatro pueblos colindantes
(Salangone, Salango, Tuzco y Secapez) regidos por el señor Salangone, que también
ejercía su hegemonía sobre las poblaciones de Tacamez (Atacames), San Mateo (Es-
meraldas), Mancabes, Arampajos, Pitagua, Carazlabez, Amarejos, Cames, Amostopse,
Ovea “y todas las demás de esa costa” (Sámano –Xerez). Si hemos de aceptarlo en su
significado literal, parecería que el señor de Salangone dominaba todas las poblaciones
de la costa hasta el norte” [7], lo cual nos permite colegir que aquellos pueblos con
organización social jerarquizada y sistema de gobierno propio, distaban mucho de ser
dependencias sojuzgadas por el incario cuando llegó el conquistador. Al desarrollo de
la agricultura que constituyó renglón básico de su economía, los nuestros sumaron su
tradición marinera que se remonta a la primera ocupación de la Isla de la Plata, Valdi-
via III (2.500 A.C.) y se proyecta a través de los siglos en los grandes navegantes de
la balsa manteño-huancavilca, poseedores de una tecnología náutica superior, “dando
a los habitantes de la costa del Ecuador un virtual monopolio del único medio viable
para llevar a cabo el comercio marítimo de alcance en la costa del Pacífico, donde pro-
movieron los contactos e irradiaron su cultura”.
De Salango y no de Tumbes era la balsa que vio el piloto Ruiz y por ello, amparándonos
en el resultado de prolijas investigaciones realizadas por cronistas, etno-historiadores y ar-
queólogos, hacemos énfasis en el antecedente prehispánico ecuatoriano de esta nave que, a
más de su interesante participación en el proceso evolutivo del antiguo Ecuador, representa
un aporte a la historia de la navegación por el sistema de gobierno de timones múltiples
denominados “guaras”, invención de nuestros antepasados manteños-huancavilcas para
IBID.
[7]
10 Historia marítima del ecuador
controlar el rumbo de sus embarcaciones conduciéndolas aún con vientos y corrientes con-
trarios y maniobrándolas con pericia singular en sus desplazamientos oceánicos.
Dos siglos después, Vital Alsar (1970) intrépido navegante español, reafirmaría su efi-
cacia efectuando el viaje en balsa más largo de la historia en una embarcación construida
con maderas de nuestros bosques y de acuerdo a los planos indicados por los cronistas.
Acompañado de tres valientes aventureros, navegó 13.800 kilómetros en casi seis meses
que duró el trayecto de Guayaquil a Mooloolaba (Australia), a donde llegó con la nave en
óptimas condiciones. Probó, entonces, que nuestros predecesores, los manteño-huanca-
vilcas, dominaron la ciencia de la navegación a vela y condujeron sus balsas con precisión
gracias al sistema de las “guaras” a las que calificó de “milagro náutico”, detallando su
funcionamiento en un libro escrito después de tal proeza. Esta travesía echó por tierra –en
forma práctica- la tesis peruana que atribuye a sus aborígenes, es decir a los representantes
del incario, el dominio del mar y refutó a Thor Heyerdahl, quien, en 1947, con madera
sacada del litoral ecuatoriano y transportada por barco hasta el Perú, construyó la célebre
balsa “Kon Tiki”, con la que surcó el Pacífico llegando a la mitad de distancia lograda por
Alsar. La hazaña de Heyerdahl había asombrado al mundo y por un tiempo acrecentó la
hipótesis sobre el origen peruano de la balsa que nuestros arqueólogos y etno-historiadores
califican de absurda y carente de base.
Basta comparar la fertilidad del suelo ecuatoriano en la región litoral con la desértica
costa peruana totalmente privada de lluvias, para entender la invalidez del argumento que
pretende arrebatarnos milenios de herencia cultural. Mientras nuestras tierras gozan del
beneficio que representa la cuenca del Guayas, el sistema hidrográfico más importante de
la costa del Pacífico americano, el suelo peruano vecino al mar carece de ríos navegables.
Apenas en ciertas épocas recibe un tenue rocío que baña las colinas y permite incipientes
brotes de vegetación que el sol borra de inmediato. “La corriente fría llamada de Hum-
boldt, que viene de las regiones polares del Pacífico, corre de sur a norte, a lo largo de la
orilla del mar, haciendo a éste más frío que la tierra y quita a las brisas marinas su hume-
dad, permitiendo condensarse a los vapores acuosos. Esta misma corriente desvía al oeste,
hacía las Islas Galápagos, el mar se hace más caliente que la tierra, las lluvias caen sobre
la costa y una exuberante vegetación tropical se desarrolla en las provincias marítimas de
la actual República del Ecuador” [8].
Aceptar que la madera de balsa que crece también en algunas zonas de la región orien-
tal amazónica fue trasladada hacia la costa, después de remontar las cadenas montañosas
de Los Andes para que los antiguos peruanos construyeran balsas oceánicas es contrade-
cir aquel “determinismo ecológico” que otorga a nuestros antepasados todas las ventajas
naturales en la producción de la materia prima (balsa, caña guadua, algodón y maderas
preciosas), a más de negar un ancestro íntimamente ligado al mar, cuya influencia se
irradió hacia el Perú.
Defender lo que nos pertenece es un deber y en tal sentido hemos trabajado compilan-
do el material que, una vez consultado, se incluye en este volumen, concentrando en la
primera parte, relatos e impresiones gráficas de viajeros que a partir del siglo XVI y hasta
el siglo XIX fueron dejándonos testimonios de las balsas que encontraron navegando en
nuestras costas. En la segunda parte, la obra reúne estudios hechos en el siglo XX por his-
toriadores, etno historiadores y arqueólogos ecuatorianos que a la luz del rigor científico
establecen procedencia y antigüedad de nuestra balsa.*
Especial atención hemos puesto en este volumen sobre la presencia de elementos como
el algodón primitivo de crecimiento espontáneo (hasta hoy), a lo largo de la costa ecuato-
riana, materia prima que permitió el desarrollo de los textiles, probado en la confección
de las velas de fundamental importancia para la navegación prehispánica, así como el
henequén (cabuya), de cuyas recias fibras se confeccionaron las amarras; la caña guadúa
y el cadi utilizados en la construcción de las superestructuras; el mangle para los mástiles
y el guachapelí para las guaras
Capítulo especial ocupa Vital Alsar, el formidable expedicionario español que en 1970,
con su viaje épico de Guayaquil hasta Australia, revivió el sistema de navegación oceánica
utilizado por los manteño-huancavilcas y en 1973, conduciendo tres balsas similares, pro-
bó la tesis de las migraciones masivas a través del Pacífico, desde nuestras costas.
Cabe subrayar un aspecto adicional que, sumado a la función pacífica de cabotaje ejer-
cida por los manteño-huancavilcas en sus balsas de gran tonelaje, ubicaría a esta nave
como nuestra primera embarcación de guerra naval. Emilio Estrada Ycaza, descubridor
de la Cultura Valdivia y estudioso profundo de nuestros antecedentes precolombinos, hace
hincapié en dicha particularidad indicándonos que “los punaes eran capaces de defen-
derse de sus enemigos derrotando en una ocasión al invencible Atahualpa y a sus tropas
desconocedores del arte marino, en la más grande batalla naval de nuestros tiempos pre-
históricos”. [9]
Toca pues, a los historiadores navales ecuatorianos asumir la tarea que significará al
mismo tiempo la revisión de criterios en torno a un tema todavía no suficientemente estu-
diado desde la perspectiva nacional.
JENNY ESTRADA
[9]
Emilio Estrada en el presente volumen.
13
ÍNDICE
Presentación 3
INTRODUCCIÓN 5
PRIMERA PARTE
SIGLO XVI 15
Relación Sámano-Xerez 16
Raúl Porras Berrenechea
La Crónica del Perú 23
Pedro de Cieza de León
La Historia del Mondo Nvovo 33
Girolamo Benzoni
SIGLO XVII 44
William Jansz Blaeuw (mapa) 45
Spilbergen (dibujo) 46
Real Audiencia de Quito (mapa) 49
SIGLO XVIII 51
Compendio Histórico de la Provincia de Guayaquil 52
Dionisio de Alsedo y Herrera
Descripción del río de Guayaquil en el Siglo XVIII 65
Jorge Juan y Antonio de Ulloa
SIGLO XIX 85
Monografía de Guayaquil 86
Andrés Baleato
Paris (plano de la balsa) 94
Paris y Wiener (dibujos) 95
Humboldt (dibujo) 96
14 Historia marítima del ecuador
SEGUNDA PARTE
SIGLO XX 99
Ojeada general sobre la composición étnica de la Costa Ecuatoriana 100
J. Jijón y Caamaño
Navegación manteño-huancavilca 118
Emilio Estrada Ycaza
La Balsa 131
Carlos Zevallos Menéndez
Las islas Galápagos en la pre-historia ecuatoriana 154
Olaf Holm
Las Balsas 173
Julio Estrada Ycaza
Los indios balseros como factor en el desarrollo del puerto de Guayaquil 187
Dora León Borja de Sazdly
El Cacique Tomalá en el proceso de soberanía y nacionalidad 209
Víctor González
El señorío de Salangone y la Liga de Mercaderes 233
Presley Norton
De ida y vuelta a Acapulco con mercaderes de Mullu 255
Jorge Marcos
Los caminos que andan 282
Carlos Núñez Calderón de la Barca
TERCERA PARTE
TESTIMONIOS 311
Supervivencia de la balsa en nuestros ríos 312
Jenny Estrada
Vital Alsar, de Guayaquil a Australia en Balsa 327
Jenny Estrada
Los últimos balseros de nuestro mar 358
Jenny Estrada
APENDICE 371
Reseña de autores citados 388
Bibliografía 395
15
P R I M E R A PA R T E
Siglo XVI
16 Historia marítima del ecuador
Reproducción facsimilar
18 Historia marítima del ecuador
La relación Samano-xerez 19
20 Historia marítima del ecuador
La relación Samano-xerez 21
22 Historia marítima del ecuador
23
Reproducción facsimilar
La crónica del perú 25
26 Historia marítima del ecuador
La crónica del perú 27
28 Historia marítima del ecuador
La crónica del perú 29
30 Historia marítima del ecuador
La crónica del perú 31
32 Historia marítima del ecuador
33
Girolano Benzoni
Reproducción facsimilar
La historia del mondo nuovo 35
36 Historia marítima del ecuador
La historia del mondo nuovo 37
Siglo XVII
45
"La balsa, vehículo que utilizó nuestro cholo legendario para llegar allende los mares y
dejar la impronta indeleble de su influencia en otros pueblos americanos".
Fuente: Véliz Litardo, Jaime. Sumpa. Proyección Cósmica del Cholo. Publicaciones Banco Central del Ecuador, 1986.
N.de C.- De acuerdo a los estudios realizados, la vela triangular fue usada para labores de
pesca artesanal y viajes cortos, mientras la vela cuadra se utilizó en las balsas de navega-
ción a larga distancia.
51
Siglo XVIII
52 Historia marítima del ecuador
Reproducción facsimilar
54 Historia marítima del ecuador
Compendio Histórico de la provincia de Guayaquil 55
56 Historia marítima del ecuador
Compendio Histórico de la provincia de Guayaquil 57
58 Historia marítima del ecuador
Compendio Histórico de la provincia de Guayaquil 59
60 Historia marítima del ecuador
Compendio Histórico de la provincia de Guayaquil 61
62 Historia marítima del ecuador
Compendio Histórico de la provincia de Guayaquil 63
64 Historia marítima del ecuador
La costa de Quito
(Mapa de Antonio de Herrera).
65
Reproducción facsimilar
Descripción del río de Guayaquil en el siglo XVIII 67
68 Historia marítima del ecuador
Descripción del río de Guayaquil en el siglo XVIII 69
70 Historia marítima del ecuador
Descripción del río de Guayaquil en el siglo XVIII 71
72 Historia marítima del ecuador
Descripción del río de Guayaquil en el siglo XVIII 73
74 Historia marítima del ecuador
75
76 Historia marítima del ecuador
Balsas de palo de balsa y cuero de lobo, según grabado del siglo XVIII.
82 Historia marítima del ecuador
Descripción del río de Guayaquil en el siglo XVIII 83
84 Historia marítima del ecuador
85
Siglo XIX
86 Historia marítima del ecuador
Andrés Baleato
Reproducción facsimilar
88 Historia marítima del ecuador
monografía de guayaquil 89
Guayaquil. Vista de Ciudavieja con las casas-balsa del primer barrio flotante. (1820-1830).
(Óleo siglo XIX).
Balsa. Maqueta donde se aprecian las guaras, ingenioso sistema de timones múltiples inventado por
nuestros navegantes prehispánicos
S E G U N D A PA R T E
Siglo XX
100 Historia marítima del ecuador
Reproducción facsimilar
102 Historia marítima del ecuador
Ojeada General sobre la composición étnica de la costa ecuatoriana 103
Figura
Manteño-Huancavilca.
104 Historia marítima del ecuador
Ojeada General sobre la composición étnica de la costa ecuatoriana 105
106 Historia marítima del ecuador
Ojeada General sobre la composición étnica de la costa ecuatoriana 107
108 Historia marítima del ecuador
Ojeada General sobre la composición étnica de la costa ecuatoriana 109
Figura
Manteño-Huancavilca.
110 Historia marítima del ecuador
Ojeada General sobre la composición étnica de la costa ecuatoriana 111
112 Historia marítima del ecuador
Ojeada General sobre la composición étnica de la costa ecuatoriana 113
114 Historia marítima del ecuador
Ojeada General sobre la composición étnica de la costa ecuatoriana 115
116 Historia marítima del ecuador
Ojeada General sobre la composición étnica de la costa ecuatoriana 117
118 Historia marítima del ecuador
Reproducción facsimilar
120 Historia marítima del ecuador
Los huancavilcas 121
122 Historia marítima del ecuador
Los huancavilcas 123
124 Historia marítima del ecuador
Los huancavilcas 125
126 Historia marítima del ecuador
Los huancavilcas 127
128 Historia marítima del ecuador
Cuadro No. 1
130 Historia marítima del ecuador
La balsa. Mural del Museo de la Navegación, Manta, provincia de Manabí. Por José Luque.
131
Reproducción facsimilar
LA BALSA 133
134 Historia marítima del ecuador
LA BALSA 135
136 Historia marítima del ecuador
LA BALSA 137
138 Historia marítima del ecuador
LA BALSA 139
El algodón silvestre
(Gossypium Barbadense
de 26 cromosomas) fue
domesticado por los
valdivianos 3000 a.C., lo que
da una antigüedad de 5000
años a la fecha y evolucionó
hasta llegar al tipo actual que
se conoce como "algodón
sudamericano" (Gossypium
Raimondi Olbrich). En
nuestro perfil costanerio
subsisten tres variedades:
blanco, crema y marrón.
140 Historia marítima del ecuador
La fibra del henequén (o cabuya), de alta El cade y el bijao, aún utilizados para techar las
resistencia, sirvió para las amarra con las casas de nuestros pobladores, fueron empleados
que sujetaron los troncos. para el mismo propósito en las balsas.
141
Figura No. 4
Figura No. 5
Figura No. 6
Figura No. 9
Maqueta de la balsa
oceánica, vista de: proa,
popa y laterales.
En su primer encuentro
con este gran navío, los
españoles le calcularon
30 toneles de capacidad
entre la carga y pasajeros
que llevaba.
154 Historia marítima del ecuador
Olaf Holm
Reproducción facsimilar
156 Historia marítima del ecuador
Las islas Galápagos en la prehistoria ecuatoriana 157
158 Historia marítima del ecuador
Las islas Galápagos en la prehistoria ecuatoriana 159
160 Historia marítima del ecuador
Las islas Galápagos en la prehistoria ecuatoriana 161
Reproducción facsimilar
Las balsas 175
176 Historia marítima del ecuador
Las balsas 177
178 Historia marítima del ecuador
Las balsas 179
180 Historia marítima del ecuador
Las balsas 181
182 Historia marítima del ecuador
Las balsas 183
184 Historia marítima del ecuador
Balsa temporal.
186 Historia marítima del ecuador
187
Reproducción facsimilar
Los indios balseros de guayaquil 189
190 Historia marítima del ecuador
Los indios balseros de guayaquil 191
192 Historia marítima del ecuador
Los indios balseros de guayaquil 193
194 Historia marítima del ecuador
Los indios balseros de guayaquil 195
196 Historia marítima del ecuador
197
Fiesta en el río.
Fuente: Guayaquil, folklore y paisaje. Roura Oxandaberro.
198 Historia marítima del ecuador
Casa del Río de Guayaquil. Grabado del siglo XVIII con sus respectivas explicaciones.
Los indios balseros de guayaquil 199
200 Historia marítima del ecuador
Los indios balseros de guayaquil 201
202 Historia marítima del ecuador
Los indios balseros de guayaquil 203
204 Historia marítima del ecuador
Los indios balseros de guayaquil 205
206 Historia marítima del ecuador
Los indios balseros de guayaquil 207
208 Historia marítima del ecuador
1790. Corbeta "Intrépida" de la Expedición Malaspina frente a Guayaquil. En primer plano una canoa y
una balsa, al fondo se aprecia el Chimborazo. Ilustrado por Cardero.
Vista de Guayaquil que incluye Ciudad Vieja y Ciudad Nueva. Se pueden apreciar en el río una serie de
barcos, canoas y balsas.
209
Víctor González
Reproducción facsimilar
El cacique Tomalá en el proceso de soberanía y nacionalidad 211
212 Historia marítima del ecuador
El cacique Tomalá en el proceso de soberanía y nacionalidad 213
214 Historia marítima del ecuador
El cacique Tomalá en el proceso de soberanía y nacionalidad 215
216 Historia marítima del ecuador
El cacique Tomalá en el proceso de soberanía y nacionalidad 217
218 Historia marítima del ecuador
El cacique Tomalá en el proceso de soberanía y nacionalidad 219
220 Historia marítima del ecuador
El cacique Tomalá en el proceso de soberanía y nacionalidad 221
Reproducción del Escudo de Armas concedido por el rey Felipe II de España al Cacique don Diego de
Tomalá, el 23 de diciembre de 1560. (La imagen es de una réplica realizada en bronce, la cual otorgaron
a Puná el 13 de octubre de 1988, el Museo Antropológico del Banco Central del Ecuador-Guayaquil y el
Instituto de Historia Marítima-Armada del Ecuador.)
222 Historia marítima del ecuador
1988. El CALM Carlos Monteverde Granados (+), director del INHIMA; Olaf Holm (+), director del
Museo Antropológico del Banco Central del Ecuador en Guayaquil; Jenny Estrada, subdirectora del
INHIMA y personal de la Armada en la ceremonia de entrega del Escudo de Armas del Cacique Tomalá
fundido en bronce al pueblo de Puná.
El cacique Tomalá en el proceso de soberanía y nacionalidad 223
224 Historia marítima del ecuador
El cacique Tomalá en el proceso de soberanía y nacionalidad 225
226 Historia marítima del ecuador
El cacique Tomalá en el proceso de soberanía y nacionalidad 227
228 Historia marítima del ecuador
El cacique Tomalá en el proceso de soberanía y nacionalidad 229
230 Historia marítima del ecuador
El cacique Tomalá en el proceso de soberanía y nacionalidad 231
232 Historia marítima del ecuador
233
Presley Norton
Reproducción facsimilar
236 Historia marítima del ecuador
El señorío de Salangone y la liga de mercaderes 237
238 Historia marítima del ecuador
El señorío de Salangone y la liga de mercaderes 239
240 Historia marítima del ecuador
El señorío de Salangone y la liga de mercaderes 241
242 Historia marítima del ecuador
El señorío de Salangone y la liga de mercaderes 243
244 Historia marítima del ecuador
El señorío de Salangone y la liga de mercaderes 245
246 Historia marítima del ecuador
El señorío de Salangone y la liga de mercaderes 247
Bello ejemplar de
Spondylus princeps
(bivalva).
Spondylus Calcifer,
de borde púrpura.
Otra variedad
igualmente cotizada
por los pueblos de la
antigüedad.
Jorge Marcos
De ida y vuelta a Acapulco con mercaderes de Mullu1
Reproducción facsimilar
Tomado del libro Los caminos que andan, Contactos marítimos prehispánicos entre Ecuador y México
(Capítulos I, VIII, IX, XII y epílogo)
Publicación del Proyecto de Rescate Editorial de la Biblioteca de la M.I. Municipalidad de Guayaquil-
Poligráfica C.A. - Guayaquil -2010- Ecuador
LOS CAMINOS QUE ANDAN 283
CAPÍTU LO I
Las corrientes marinas
Los mares del planeta suelen presentarse estáticos en la superficie, pero en realidad se
encuentran en perpetuo movimiento, no solo por el oleaje eterno que percibimos desde
la costa, sino por poderosos flujos de deriva que atraviesan los océanos, a veces desde
un continente a otro, como la corriente del golfo entre América tropical y Europa; o en
el Pacífico septentrional, entre Asia y América del Norte, la corriente de Kuroshio “Río
Negro” en japonés.
Otras fueron descubiertas no hace muchos años, como la corriente de Cromwell (Ecua-
torial Undercurrent), a este tipo de corriente se la conoce como río Submarino, este se
mueve paralelo a la línea ecuatorial en el Pacífico e inmediatamente debajo de la corrien-
te Sur-ecuatorial, y en sentido inverso a ella a unos 400 metros de profundidad. Por el
archipiélago de Galápagos se localiza más fácilmente porque su dinámica, encuentra el
perfil ascendente de la cordillera submarina cuyas cumbres forman las islas; entre ellas
se desplaza a unos 300 pies -100 metros- de profundidad, aflorando aún más al arribar al
archipiélago, continuando su flujo hacia la plataforma continental sudamericana desde su
origen desde el oeste por cerca de 3,500 millas. Su descubridor, de quien tomó el nombre,
fue el oceanógrafo Townsend Cromwell del Servicio de Piscicultura y Fauna de los Es-
tados Unidos, cuando probaba artes de pesca de las llamadas “long linners” en medio del
Pacífico, y sorprendido, vio como las extensas cuerdas con flotadores que van desplegán-
dose en la superficie, de las cuales penden largos sedales verticales con múltiples anzuelos
con carnada, derivaban hacia el este, estirados con gran fuerza hacia el lado opuesto de la
corriente superficial.
Estos descomunales caudales marinos hacen un eterno viaje alrededor del planeta; los
más poderosos movimientos son generados por la rotación de la Tierra, causan el inter-
cambio de las densidades, subiendo y bajando de profundidad, distribuyen la oxigenación,
la salinidad y la energía solar absorbida por el agua superficial calentada por el sol, cedien-
do su espacio a las corrientes frías ascendentes. Esto produce, además, el intercambio de
nutrientes con las consecuentes variaciones de la flora y fauna marina.
Es preocupante que, en fechas recientes, se vea alterada aquella “periodicidad” que se
pudo definir en el pasado, en años cercanos se ha roto aquel milenario acontecer, alarman-
temente interrumpido por el calentamiento global que sufre nuestro planeta.
Hay corrientes que viajan a lo largo de un continente, como la fría de Humboldt, an-
tiguamente llamada corriente del Perú, que desde su origen abisal en la cercanía de la
Antártida, va produciendo un afloramiento, similar desde su inicio, pues las temperaturas
son constantes hasta el Ecuador, lo que en inglés se denomina “Up-Dweling”: emerge a la
superficie arrastrando la riqueza de los sedimentos de los fondos marinos como fosfatos
y nitratos, y con la gran oxigenación mantenida por la frialdad del agua, este “abono”
produce abundante fitoplancton, que alimenta y genera a su vez el zooplancton, estos or-
ganismos microscópicos dan lugar a la estupenda cadena alimenticia que deja su huella
en las costas norteñas de Chile y la costa e islas peruanas, en las gigantescas “guaneras”,
verdaderas montañas de destritus de aves pescadoras.
284 Historia marítima del ecuador
Algunas de las corrientes más conocidas y sus rutas aproximadas. Unas varían de
acuerdo a la estación, obviamente los cambios climáticos acentúan o decrecen su im-
pulso. En particular hemos observado las variaciones a lo largo de la costa occidental de
América, por ejemplo, la corriente cálida que hace su aparición a finales de diciembre
proveniente del norte, empujando hacia el sur, provoca el llamado “invierno” en las costas
ecuatorianas, los vapores del flujo cálido conocido como “Corriente del Niño” originan
copiosas lluvias, que en períodos aproximados de siete años se incrementan notablemente
avanzando hasta la costa del norte del Perú. En ocasiones especiales llega hasta la costa
central de ese país. Hay huellas estratigráficas y testimonios arqueológicos que definen
“fenómenos del niño” desde hace miles de años. Igualmente contamos con testimonios
LOS CAMINOS QUE ANDAN 285
Mapa Pacífico iberoamericano de J. Manuel Rubio Regio con cartografía de Manuel Franch y Pablo Rico.
De acuerdo a la época, fluye con fuerza, o se debilita al hallar la potencia de otra co-
rriente y otros vientos, como los que genera la contracorriente ecuatorial, aunada a otra
masa de agua que cíclicamente “desciende” desde el norte, paralela al continente nor-
teamericano y que se llama frente a esas costas corriente de California y cuya génesis
calculamos que se encuentra muy lejana y sorprendentemente septentrional, como deta-
llaremos más adelante.
Las aguas cálidas de la contracorriente ecuatorial viajan hacia el este entre dos corrien-
tes de rumbo opuesto: las corrientes paralelas al Ecuador, la norecuatorial y la surecuato-
rial, son como un marco para la contracorriente que avanza sobre la línea ecuatorial, en su
camino hacia el continente, y encuentra, hacia finales de año, el empuje cíclico extra de
aguas del norte que, llegando frente a costas ecuatorianas, se superponen, frenan y desvían
a las aguas frías de la corriente de Humboldt procedentes del sur, mientras los vientos
alisios amainan, provocando lo que en latitudes ecuatoriales se conoce como “el invierno”
–la temporada de lluvia que como los monzones en el sureste asiático son infaltables cada
año; los “inviernos” se inician “mágicamente” a la altura del golfo de Guayaquil y cerca
del 25 de diciembre cada año, tomando de esta circunstancia el nombre de Corriente del
Niño porque la lluvia llega cerca de la Navidad, como un regalo del “Niño Dios”, a las
sedientas tierras costeñas del Ecuador, luego de la temporada normal de ocho meses de
“verano” o sequía, otras ocasiones, cuando “El Niño”, se transforma en “Fenómeno del
Niño” origina aguaceros diluviales. En los años que tengo de radicado en el Ecuador, he
vivido varios e incluso me atrevo a considerar los periodos de siete años como un acepta-
ble promedio entre ellos por ejemplo, en 1975 el agua derribó el muro perimetral de la casa
que estaba construyendo, y aquella inundación por la calle 4ª del barrio de Los Ceibos, en
Guayaquil, alcanzó dos metros de profundidad, los que constaté, pues ataviado con traje
de buzo (o más bien, nadé) tratando de ayudar a los vecinos, que terminaron por ser resca-
tados en botes de caucho por la Marina.
A veces las lluvias se prolongan por ocho o nueve meses, como en “El Niño” de 1982-
83, con terrible destrucción en el país, donde todas las carreteras de la Costa desapare-
cieron, los cultivos fueron arrasados y las olas azotaron pueblos costeros, pues el solo
calentamiento del mar hizo aumentar su nivel casi un metro.
El fenómeno de 1997-98 alcanzó mayores temperaturas en el océano y en la atmósfera
y hubo la mayor precipitación pluvial jamás registrada, los oceanógrafos ecuatorianos
(Instituto Oceanográfico de la Armada, comunicación personal) lo consideraron “El Niño”
del siglo, pero curiosamente causó menos estropicios que el de 1982-83; observando el
lapso entre estos dos últimos mencionados, nos daremos cuenta que medían 14 años entre
uno y otro, lo que sucedió fue que el “evento” intermedio, en 1990-91, fue un “Niño”
tranquilo…
Cuando el fenómeno avanza al sur, causa verdaderas tragedias en el vecino Perú, en
donde nunca llueve en la costa (excepto cuando se presenta el “fenómeno” mencionado,
cíclicamente y con intensidad variable), pues la cálida Corriente del Niño que lo genera,
normalmente, no llega más allá del sur del golfo de Guayaquil.
Existe memoria histórica de este recurrente fenómeno por las descripciones de los
cronistas europeos y por las huellas que dejó en los estratos de la tierra, comprobados
en el Ecuador, por excavaciones arqueológicas como las realizadas por el profesor
LOS CAMINOS QUE ANDAN 287
C A P Í T U L O VIII
Migraciones, pueblos que arribaron por el mar
pero algunos detalles se parecen a los de la partida de aquel personaje de entre los toltecas,
pero en la ciudad de Tula él se fue voluntariamente, llegó al mar y en una embarcación de
serpientes (troncos?) se retiró para siempre, iniciando el aparente periplo de Quetzalcóatl
que hemos mencionado, también falta la lluvia en el relato mexicano, pero la lluvia siem-
pre ha hecho falta en México, y lo mismo ocurría en las tierras de Lambayeque, por eso la
descripción de aquel diluvio resulta perfecta de un fenómeno El Niño…
No debemos olvidar que, más al sur, en el área Nazca, conocida por sus gigantescos
geoglifos en el desierto, hay algunos en la costa, que solo pueden ser observados desde el
mar, como el gran “candelabro”…
Hay otra leyenda más tardía que se refiere a la llegada de Tacaynamú (o Pacatnamú)
desembarcando de sus almadías, portador de la cultura Chimú que resulta como “nieta” de
los mochicas, pues tiene como intermedio la fuerte presencia de la cultura originalmente
de las alturas andinas, de Huari-Tiahuanaco, aunque según las crónicas, los chimúes here-
daron el habla mochica que debe haber recibido influencias durante el período de dominio
Huari-Tiahuanaco, pero esta lengua aún con aquellas influencias perdura entre sus suceso-
res en el tiempo, hasta la conquista inca.
Con casos específicos como este resulta más comprensible la existencia de un “philum”
común que abarque a la mayoría de lenguas habladas en un gran territorio, el Macro-Qui-
chua, que parece amparar bajo su denominación a dos grandes lenguas, una más antigua,
la Aymara. La glotocronología puede ayudarnos a distinguir desde donde, en el tiempo,
tienen un origen común y cuando comienzan a separarse; los misterios de las diferentes
lenguas y su interrelación tendrán explicación, y estará más claro el panorama de los pue-
blos y sociedades que se comunicaron entre sí con ellas.
En el mismo tema, los cronistas describen a la lengua “pescadora”, como una especie
de “lingua Franca” con la que se entendían los comerciantes, viajeros y navegantes, se
presume que se usó en las costas del Ecuador y Perú y que sería la tercera (?) hablada en
las costas, amén del mochica y la “lengua yunga”, aunque esta última designación, yunga,
luego del impacto inca, se convierte en término genérico para designar (por ellos) a todo
dialecto que no entendían, como los hablados en la zona amazónica o en la costa; los incas,
por obvias razones, impusieron el quichua, aunque el dominio inca de la costa peruana
fue relativamente breve antes de la llegada de los españoles, lo que preservó las lenguas
costeñas, hasta que los misioneros cristianos les dieron la puntilla, terminando de imponer
el quichua, para la lógica difusión de la religión.
En el vecino Ecuador hay una tradición que se parece a las dos mencionadas en el Perú,
esta describe la llegada en grandes embarcaciones, del pueblo de las Caras, que dejaron
su nombre en el actual puerto de Bahía de Caráquez, y parecen ser los autores de una
especie de “rosario” de montículos (llamados en el Ecuador Tolas) que remontando el río
Esmeraldas y luego el río Guayllabamba, llegan a extenderse por los valles interandinos,
construyendo centros ceremoniales hacia el norte de la actual ciudad capital Quito, como
el de la hacienda Zuleta, con gran número de “tolas” y masivas estructuras, como las trece
grandes pirámides de Cochasqui, en una “ceja de montaña” a gran altura; arriba y al oeste
de la población de Guayllabamba, estas pirámides son hoy el centro del primer “Parque
Arqueológico” en el Ecuador, desarrollado por el profesor Lenín Ortíz, de la Universidad
Central, y un equipo multidisciplario del que tuve el honor de ser asesor ejecutivo; estas
290 Historia marítima del ecuador
estructuras, muy bien conservadas, parece que fueron cubiertas con tierra cuando la inva-
sión conquistadora de los incas, pues encontramos fosos en forma de media luna alrede-
dor de las pirámides que cubicados, equivalen a la cubierta de tierra que cubrió el perfil
escalonado y las dejó como “tolas” o montículos redondeados, como para salvaguardar
aquel centro religioso de la profanación… estas pirámides fueron perfilados con bloques
de “cangahua”, archilla con ceniza volcánica, sumamente compacta, tienen largas rampas
para ascenderlas, en vista aérea, menos una que tiene dos salientes del cuerpo principal,
y se la conoce como “el alacrán”, las demás parecerían “renacuajos” con la cola recta, no
son iguales, pero son conceptualmente parecidas a las “yácatas” de Michoacán.
Estos constructores trasponen la cordillera de los Andes y aún ahora podemos ver sus
huellas, desde Quito hacia el sur de Colombia. En el oriente ecuatoriano, al este de los
Andes, en el camino desde la risueña población de aguas termales (risueña pese a que está
bajo el activo volcán Tungurahua) llamada Baños, hacia el puerto fluvial de Misaguallí y
a lo largo del cauce alto del río Napo, tributario del Amazonas, se encuentran estas tolas
de enterramiento, habitacionales o ceremoniales, cubiertas de vegetación natural o por las
plantaciones de té; al navegar por este cauce en las angostas y largas canoas de más de
diez metros de largo típicas de estos ríos, se observa a familias enteras que “lavan” oro en
bateas o que recogen “pepitas” en el estiaje, cuando baja el caudal, probablemente como
se hizo desde hace siglos. En el Ecuador la orfebrería se desarrolló muy tempranamente,
el profesor Zevallos Menéndez, describe la de Cerro Narrío, Cañar, provincia andina al sur
del país, desde el segundo milenio antes de Cristo.
Por cierto, en la época del impacto europeo había dos núcleos metalúrgicos, con sober-
bios orfebres en la costa, uno abarcaba las provincias de Esmeraldas y de Manabí entre los
pueblos Niguas, herederos de la cultura Jama Coaque II, y los Campaces, descendientes
de la cultura Tolita; el otro núcleo, en la inmensa área fluvial de las provincias del Guayas,
Los Ríos y El Oro, donde habitó el pueblo Milagro-Quevedo constructor de montículos,
no solo de tolas, sino de enormes complejos de “camellones”, grandes acumulaciones de
tierra que solo se pueden apreciar desde un avión, en particular entre la ciudad de Milagro
y la ribera izquierda del río Babahoyo (que al encontrarse con el Daule forman el río Gua-
yas, frente a la ciudad de Guayaquil); esas elevaciones de tierra tienen formas geométricas:
círculos concéntricos, cientos de “barras” de más de 100 metros de largo y otras como
“peines” gigantescos que formaban, además, reductos para cría de peces, formidable tec-
nología de este pueblo conocido arqueológicamente como Milagro-Quevedo (y que los
cronistas denominaron chonos cuando el “encuentro”), que les permitió sobrevivir con
éxito a las inundaciones; estas construcciones implicaron una sólida estructura social, y les
permita hacer su vida normal, aunque estuvieran bajo el efecto de las aguas provocadas
por los cíclicos fenómenos del Niño… una característica de esta cultura fue la de sepultar
en vasijas de cerámica gigantes, de hasta metro y medio de alto, por un metro de diámetro,
a veces unas sobre otras como “chimeneas” de hasta diez o más superpuestas, conteniendo
al difunto la del fondo, y precisamente en el centro y bajo uno de estos montículos llama-
dos tolas.
Algún imaginativo arqueólogo propone que esta forma de enterramiento en tolas no es
sino la tumba de pozo, que suele estar en terrenos elevados no inundables, pero dejando
al sepultado sobre el suelo que en esas áreas es anegadizo en tiempo de lluvias. Por cier-
LOS CAMINOS QUE ANDAN 291
to, todos los cementerios de la costa, los prehispánicos y desde la colonia hasta nuestros
días, se han hecho siempre en lugares altos; parece que el exceso de agua desarrolló una
especie, sino de aversión, cuando menos del sentido de convivencia con ella, pues la pre-
sencia del agua era y es cotidiana durante los largos y húmedos meses del “invierno”, las
viviendas en el campo son palafíticas, están diseñadas ancestralmente para permanecer
sobre el agua, aún durante los fenómenos del Niño, cuando las aguas suben aún más de
nivel, igualmente hay estructuras para que los animales estén “en seco”, y por supuesto
las comunicaciones entre ellos o con las poblaciones se realizan en canoas, la mayoría de
estupendo diseño cayapa, monoxilón (talladas en un solo tronco), y cuando es necesario
mover animales grandes, lo hacen en balsas; forma de vida diametralmente opuesta a la
de sus vecinos peruanos costeños, que viven en sequía permanente y solo en las desembo-
caduras de los ríos que bajan de los Andes, siembran en sus fértiles vegas y en sus deltas.
Mencionamos todo esto porque nos ayuda a entender a las poblaciones pretéritas y a sus
habitantes.
El Prof. Viteri Gamboa, experto en la cultura Milagro-Quevedo y otras de la Costa, en-
contró cerámica de la cultura Bahía en varios lugares serranos, uno de ellos precisamente
en la llamada Tola Alta, cerro al oriente de la actual Quito, capital del Ecuador, lo que, con
otras huellas cerámicas en la inmensa área, quizá sugeriría a estos emigrantes costeños,
como los Caras. En este caso particular da la impresión de que fuera una EMIGRACIÓN
de REGRESO, pues el impacto que dejó en las áreas de influencia es muy peculiar, pare-
cería que un pueblo que creció en el “exilio”, retornara con sus montículos y sus tumbas
de pozo, al lugar ancestral.
Debemos avizorar dos tradiciones, o patrones, de enterramiento costeño aún en uso
hacia el 1500, d.C. por dos pueblos vecinos, los de montículos, Milagro-Quevedo, en el
bosque húmedo tropical en los valles y a lo largo de las vías fluviales; y los de pozo pro-
fundo y cámara lateral, Huancavilca o Manteños del Sur, agricultores y avezados marinos.
Se infiere una remota tradición navegante en el Ecuador, que mencionamos con certe-
za, pues sus huellas aparecen en lugares lejanos (por lo pronto, Norton nos reporta cerá-
mica Valdivia 2 en la Isla de la Plata), parece arrancar desde las postrimerías de la cultura
Valdivia; dicha cultura es la que en América inventa la cerámica, que fuera determinada
por el arqueólogo Emilio Estrada y su jefe de campo, el profesor Julio Viteri, aunque la
fecha más antigua de carbono 14 correspondía al sitio Loma Alta, trabajado por el ar-
queólogo Presley Norton, también un querido amigo y maestro, compañero de buceo en
ocasiones, este sitio que arroja la fecha de 3,090 años antes de Cristo, sin ajustes que la
llevarían más lejos en el tiempo; las pruebas de carbono 14 a la materia orgánica asociada
estratigráficamente a la cerámica, no deja lugar a dudas: estamos pues, ante la cerámica
más antigua de América. ¡Más de cinco mil años de tradición alfarera!...
Dicha cerámica nos indica solamente una determinada tecnología, pero los trabajos
de la Universidad de Illinois, dirigidos por el profesor Donald Lathrap (quien sostuvo
la hipótesis del origen tropical de las altas culturas americanas, comunicación personal),
coordinados por el arqueólogo Jorge Marcos, autor de espléndidas publicaciones sobre el
tema, las excavaciones en el sitio Real Alto, de Chanduy, nos abrieron un horizonte más
temprano y amplio de la cultura Valdivia (¡4,200 a.C.! con cifras corregidas).
La génesis del urbanismo: plaza ceremonial (o utilitaria), huellas de edificios que aun-
292 Historia marítima del ecuador
que rústicos (como los bohíos ovalados amazónicos) son aparentemente ceremoniales, y
otros para viviendas, con zonas bien definidas, indicios de cultos, no solo por las innume-
rables figurillas femeninas, sino por hallazgos como el de un esqueleto femenino bajo lo
que fuera el umbral de la casa de tamaño mayor de todas las que rodean la plaza, con dos
esqueletos masculinos desmembrados en forma aparentemente ritual, y con los cuchillos
de horsteno que se usaron, igualmente la constatación de la existencia de fitolitos de un
cereal tan especializado como el K. 8 kcello ecuatoriano, mazorca de maíz de ocho filas,
originalmente detectado en un fragmento de cerámica donde dejó su impronta, por el re-
cordado maestro el Prof. Carlos Zevallos Menéndez, este maíz harinoso es de los más
antiguos que se conocen y tan resistente y adecuado a diversos climas y alturas, que aún
en nuestros días sigue siendo preferido y sembrado, lo hemos encontrado en ciertos valles
de la provincia del Cañar, tenemos mazorcas recientes que lo atestiguan; en el Ecuador y
Perú la mazorca tierna se llama choclo, al que en México se conoce como elote. Por cierto,
partiendo una de esta mazorcas de K.8, se puede observar que corresponde a cada grano
un ángulo de 45º, a partir del centro, que lo hace identificable cuando lo encontramos re-
presentado en una vasija cerámica, los ocho granos de 45º completan los 360º del círculo,
hay una belleza geométrica implícita en vegetales como este…
Por el clima del Ecuador, tan húmedo, carecemos de constancias de textiles, a no ser
impresiones, huellas de tejido en fragmentos cerámicos tempranos (detectados por Jorge
Marcos) que nos permiten observar una trama y dos urdimbres y cierta finura del tejido,
en el período Valdivia, aunque no nos diga nada de su materia prima. Hay fragmentos de
textiles más tardíos asociados a objetos de cobre preservados por las substancias químicas
típicas de este metal, estos sí nos permiten identificar al algodón, recordemos entonces que
el algodón silvestre de ambos lugares, el Gossipium barbadensis, originario de Sudamé-
rica, y el Gossipium hirsutus, mesoamericano, no fueron idóneos para el tejido por ser de
fibra corta, solamente su hibridación, su combinación, permitió que se transforme en algo-
dón de 26 cromosomas, de fibra larga, queriendo decir que para que existiera el algodón
adecuado para uso textil, fue necesaria la mano del hombre para su hibridación; que dos
variedades de 13 cromosomas se encontraran…
Estas divagaciones sobre el tema de influencias entre Sudamérica y Mesoamérica son
el preámbulo para la propuesta del contacto entre zonas específicas de ambas áreas, la
costa del Ecuador y la costa mexicana del Pacífico.
Cuando encontramos ciertos indicios: objetos, costumbres, idioma, paralelismo en
general, nace el convencimiento de relaciones transpacíficas. Sin dejar de reconocer mi-
graciones terrestres como las que se dieron entre el norte y el sur de Mesoamérica, donde
huellas teotihuacanas, y luego toltecas, o más específicas, como la de los pilpiles en Gua-
temala, o los chorotegas de aparente ancestro otomí en Nicaragua y Costa Rica, o la pre-
sencia de pueblos de habla náhuatl en El Salvador, perfectamente documentadas dese hace
años, incluso por supervivencias culturales y dialectales, y obviamente por los topónimos
que jalonan la geografía, nombres de lugares, de montañas, de lagos, que son parte de
geografía actual con nombres ancestrales, mencionamos otras tradiciones, como las que
gestaron la identidad cultural mexicana: las siete tribus nahuatlacas, que inician su camino
partiendo del “lugar de las siete cuevas” –Chicomostoc-, gesta que nos refiere, entre otros
documentos, el códice llamado “Tira de la peregrinación”.
LOS CAMINOS QUE ANDAN 293
C A P Í T U L O IX
Las relaciones transpacíficas
Hemos descrito a la corriente de Humbolt que se desliza frente a la costa sur del Ecua-
dor y, llegando a la cercanía del límite entre la provincia de Manabí con Esmeraldas, hace
un giro hacia el noroeste, para por las islas Galápagos y mientras un ramal alimenta a la
gran corriente sur-ecuatorial que por los 85º y 95º de longitud este y en la latitud ecuatorial
inicia su camino cruzando el ancho Pacífico hacia el oeste hasta que sus aguas arriban a
Nueva Guinea, otro ramal de Humboldt sigue su ruta al norte y recibe un influjo extra de
la contracorriente ecuatorial con su cambiante “destino” de acuerdo a la época del año, que
en los meses de junio a noviembre fluye hacia el norte, las masas de agua resultantes avan-
zan hasta encontrar la gran curva de la costa mexicana, los vientos alisios soplan desde el
sur-sureste gran parte del año en aquella dirección, y al cruzar la línea ecuatorial, según las
“Pilot Charts of the North Pacific Ocean” de la Defense Mapping Agency de los EE.UU.
para los meses de octubre y noviembre (de años normales, sin fenómeno del Niño), y se-
gún la escala de Beaufort, los vientos prevalecen hacia el noroeste; esto hace que sea más
fácil arribar a costas oaxaqueñas, guerrerenses, michoacanas, colimenses o jaliscienses,
viajando por esta vía, que llegar a la vecina Colombia.
En estas cartas de navegación del Pacífico Norte, para los meses de julio a noviembre,
encontramos una constante de corrientes y vientos que en esos meses fluyen y soplan
hacia el noroeste; estas condiciones cambian a finales de diciembre, cuando se deja sentir
la cálida contracorriente ecuatorial, que se encuentra con la que avanza desde Norteamé-
rica, cerca de las costas mexicanas, conocida al menos en el tramo correspondiente como
corriente de California, sus aguas “bordean” a las permanentemente cálidas que podemos
considerar estacionarias de la llamada “cuenca” de Panamá; cuando se produce este en-
cuentro, tiene el efecto de calentar las aguas superficiales que avanzan hacia el sur, y los
vientos alisios amainan… esto es más regular de lo que puede pensarse, solo se interrumpe
cuando en forma cíclica, aproximadamente cada siete años, aparece el fenómeno del Niño,
observado con los modernos medios satelitales, el calentamiento del mar se gesta muy
lejos en el Pacífico, aproximadamente entre los 150º y los 170º de longitud oeste, por la
línea equinoccial. Para fines de navegación, “el fenómeno” asegura una más rápida ruta de
norte a sur; procedentes de México y conocida la periodicidad del fenómeno, y sus mani-
festaciones previas, sería hasta recomendable, si fuéramos “balseros”, mindalaes –comer-
ciantes-, viajar hacia el norte un “año sexto” y regresar el séptimo, pues “el fenómeno”
definitivamente empuja hacia el sur.
El 3 de octubre de 2005 zarpó de Guayaquil el buque escuela Guayas, hermoso velero
construido en los mismos astilleros españoles de Celaya cerca de Bilbao que el brick-barca
Cuauhtémoc, su similar mexicano, este periplo de instrucción lo llevó en un singladura
al puerto de San Francisco California, y en su retorno llegó a Acapulco, Punta Arenas,
Panamá y Guayaquil; su salida hacia destino norteño coincide con la fuerza de la corriente
y los vientos hacia el noroeste que priman en esos días, y su regreso se estimó el 15 de
diciembre precisamente, con el empuje de la contracorriente que en esos días suele arribar
al Ecuador. En parecida travesía y procedente de su base en Icacos en Acapulco, el buque
294 Historia marítima del ecuador
largo de las californias y las costas continentales mexicanas, hasta llegar una parte de ella
a encontrarse con las aguas cálidas estacionadas frente a la “cuenca panámica” y las de la
contracorriente Ecuatorial que vira hacia el sureste arribando al continente a la altura del
Ecuador, a fines de diciembre, cerca de la Navidad, convirtiéndose en “El Niño” (el niño
Dios).
Por cierto, esta masa de agua cálida norteña se superpone y empuja a la corriente fría de
la corriente de Humbolt, que normalmente viaja hacia el norte girando hacia el nor-oeste,
aproximadamente por la línea ecuatorial y los tres grados de latitud norte, pasando por las
islas Galápagos y por la cercanía de la isla de Cocos perteneciente a Costa Rica.
Este “encuentro” y calentamiento de las aguas y el amainar de los frescos vientos ali-
sios que soplan desde el sur-suroeste, permiten la evaporación, que desata el llamado “in-
vierno”, la temporada de lluvias en el Ecuador, que dura precisamente hasta mayo-junio,
cuando la corriente fría de Humboldt retoma su fuerza y los vientos alisios comienzan a
soplar de nuevo…
Como evidencias modernas, tenemos años de recoger información de naufragios, bar-
cos pesqueros perdidos, botes de garete, (ahora, lamentablemente, viejos navíos pesqueros
atiborrados de emigrantes hacia Guatemala, para luego tratar de llegar a México y Estados
Unidos); estos simples recortes de diarios (amarillentos algunos), representan una fuente
de información muy consistente, pues la localización de los náufragos nos confirma la
existencia y dirección de las corrientes y sus variaciones de acuerdo a la época del año…
a veces algún capitán de puerto habla conmigo para intercambiar información que lleve
a averiguar la posible ubicación del barco, bote, canoa o panga, perdidos, y calculando
desde su última posición conocida inferir en qué área del océano se podría encontrar…
Este sería el panorama de los “CAMINOS QUE ANDAN”, afortunada descripción
del querido amigo y maestro Olaf Holm, ciudadano danés, radicado en el Ecuador desde
muy joven, originalmente dedicado a la producción de cacao, luego notable arqueólogo (y
productor de nacionalidad) y cónsul honorario de Dinamarca.
Estos caminos son las corrientes omnipresentes en todos los mares del mundo, como
la corriente del golfo que permite la más rápida y lógica travesía entre Europa del oeste y
América por el Atlántico, cuyo transporte de aguas cálidas del Caribe hace que los invier-
nos daneses sean menos fríos que en países cercanos.
Probablemente el o los primeros viajes desde el antiguo Ecuador hacia las costas mexi-
canas fueron accidentales, luego, periódicos y calculados; no debe llamarnos la atención
la supervivencia de los viajeros, pues, por experiencias personales, comprobamos que la
“sombra” de una almadía como las que hemos descrito, hechas con los grandes troncos del
árbol de balsa, atrae un número de especies marinas que se refugian bajo ellas, resultando
muy fácil pescar en su contorno, aún hoy los marinos viejos de botes de recreo suelen dejar
un par de palos flotantes sujetados con una “potala” de piedra (ancla) en un bajo, y días
después se acercan a pescar en la cercanía, resultando asombrosas capturas de dorados ¡y
aún marlines! Personalmente me he sumergido a ver desde abajo del agua lo que ocurría:
en cuestión de días, los maderos comenzaban a cubrirse de algas finas como cabellos
verdes, con docenas de pececillos “ramoneando” en esa vegetación, y avizoré peces más
grandes en la cercanía, esto me hizo pensar en lo que ocurriría con maderos de mayor
tamaño, como los que componen una balsa cuya sombra es incomparablemente mayor…
296 Historia marítima del ecuador
Así que la balsa era como una pequeña fábrica de pescado. Basta recordar la narración
del marino holandés Jacobo Roggeveen, que llegó al puerto de Paita en 1619, al norte del
actual Perú, cercano a Tumbes, inmediato a la frontera sur de la Real Audiencia de Quito,
a adquirir alimentos para continuar su viaje. Roggeveen fue el primer europeo en describir
a Te-Pito-o-te-Henua, el Ombligo del Mundo, la isla de Pascua; lo aprovisionaron de ve-
getales y charqui (carne deshidratada, originalmente de llama); diciéndole los paiteños que
espere un poco la llegada de una balsa que había zarpado hacía dos meses y pronto traería
el pescado seco, obviamente procesado a bordo… Según esta narración, de una sola balsa,
se abastecieron los dos barcos grandes y el “patache” que componían su flota…Ejempla-
res holandeses, pues hubo temibles piratas de esa nacionalidad que dejaron en su estela de
desolación el topónimo de “Pichilingue” en costas de varios países…
Tuve el gusto de conocer al “abuelo de los balseros” del siglo pasado, a Thor Heyer-
dahl, en Guayaquil, en su última visita en julio de 1995, en la que participamos en una
mesa redonda en el Museo del Banco del Pacífico (cuando contenía a la espléndida co-
lección Norton) convocada por su gran directora, Cecilia Pérez; luego tuve oportunidad
de verlo varias veces y platicar largamente (fue muy admirado por mí desde niño, uno de
mis libros de aventuras preferido era el del viaje de la balsa Kon-Tiki), aunque no polemi-
zamos sobre su zarpe desde El Callao, Perú, donde armó su balsa con madera del bosque
costeño del Ecuador, hecho que por años causó una gran confusión en cuanto a quienes
fueron los navegantes en este lado del Pacífico, pues en la costa del Perú no se disponía
de madera adecuada para embarcaciones, sino la totora, el junco acuático ya mencionado;
con el paso de los años, cuando menos para mí, es perfectamente entendible que si en
la antigüedad llegaron los balseros de origen Valdivia, Machalilla, Chorrera o Engoroy,
Guangala, Jama-Coaque, Tolita y Manteño o Huancavilca, en un transitar de milenios
(así como en el Mediterráneo lo que definió la condición de grandes navegantes de los
fenicios fue la existencia de los cedros en sus montañas, y por su puesto su acendrado
sentido comercial), fue posible que usaran también las embarcaciones, la técnica para ha-
cerlas y a esta madera ecuatoriana, en los reinos costeros del Perú (aunque en la abundante
iconografía mochica solo se observan embarcaciones de totora), no debería llamar tanto
la atención que se hiciera lo mismo con la balsa Kon-Tiki allá por el año de 1947; estoy
convencido del uso de balsas en la costa peruana (y por supuesto de su obvia procedencia
ecuatoriana), pues conozco las “guaras” timones, quillas u orzas usados para dirigir balsas
a vela preciosamente talladas en sus asas, que reposan en el museo de sitio de Pachacámac,
perfectamente conservadas por el seco ambiente de aquella costa, este recuerdo de lo que
vi hace más de veinte años, lo estoy verificando en estos días con el museo de sitio, y pue-
de haber guaras en el museo del Algarrobal en Ilo, mucho más al sur, aunque no constan
en descripciones de objetos hallados en tumbas muy tempranas.
Entre los notables ejemplos de objetos de madera, preservados por la también reseca
atmósfera de la costa más al sur en Ica, durante el señorío Chincha son descritos por
Samuel K. Lothrop (1957) en su investigación sobre navegación en la costa del Pacífico,
describe tablas “en forma de palas y de remos”, aunque lamentablemente no tenemos
ningún dibujo o fotografía de ellos, por la descripción de las primeras “tablas” las iden-
tifica como “centerbords” (sic) o “palos timón para embarcaciones a vela como los que
utilizaron las jangadas (sic) que se dan en el Ecuador”, queda la duda para ese autor el
LOS CAMINOS QUE ANDAN 297
uso práctico o ceremonial, pues dice que esos objetos tenían gran delicadeza en el tallado,
aunque eran muy pesados.
Hay que reconocer que en su juventud Thor pudo haber tenido alguna confusión, pero
en su madurez nos enriqueció con la descripción de sus viajes y sus investigaciones, como
aquella demostración de cómo erigir un “Moai” de ocho metros de alto en la isla de Pas-
cua, solo con la ayuda de un puñado de vecinos… o a entender el uso de los “mapas” poli-
nesios, las “tablillas” cuadradas de ramitas entrelazadas representando corrientes, vientos
y distancias para navegar entre las islas del ancho Pacífico, o la abundantísima y detallada
información que caracterizó todas sus publicaciones.
Siempre sostuvo que había huellas cerámicas de paraderos humanos en las islas Ga-
lápagos, en 1953 acompañado de los arqueólogos E.K. Reed y A. Skjölsvold localizó
cuatro áreas de ocupación en tres islas diferentes, la más extensa en la meseta situada sobre
la bahía de James en la isla Santiago, ahí encontraron ocho “campamentos” aborígenes y
separados por un cerro, un yacimiento en la bahía del Bucanero. Otros en bahía Ballena de
Santa Cruz y en Playa Negra en la isla Floreana, y refiere que después de su estadía, otro
yacimiento prehistórico fue localizado en Cabo Colorado en Santa Cruz por J.C. Couffer
y C. May.
Hay una detallada relación de lo encontrado, que indudablemente hace ver el profesio-
nalismo de aquellos arqueólogos, que considerando su época, el análisis de la cerámica
que dejaron sería aceptable, pues en esos días la arqueología del Ecuador era prácticamen-
te desconocida, así pues, estaban convencidos de que los navegantes fueron peruanos, una
parte del material lo tratan de encasillar como tal, pero igualmente detallan otro “prove-
niente de la costa del Ecuador”.
No olvidemos que la “explosión” de conocimientos arqueológicos de esta costa apenas
esbozado por Max Hule y Jijón y Caamaño, recién toma fuerza con Emilio Estrada, el
Prof. Zevallos Menéndez, el Prof. Huerta Rendón, don Julio Viteri y luego la pléyade de
arqueólogos extranjeros y los jóvenes ecuatorianos que fueron tomando la posta.
Thor informa textualmente que “quienes estudiaron el material fueron Evans y Me-
ggers, del Smithsonian, institución del National Museum”, la misma notable pareja que
luego ocuparía un importante sitial en la arqueología de Ecuador; describen “moldeado
de la (Isla de) la Plata” (bahía obviamente) y recipientes negros muy pulidos (probable-
mente huancavilcas, aunque podrían ser chimúes), y hay que mencionar otros tiestos o
tepalcates (fragmentos), descritos como “policromados tiahuanacoides” que pueden ser
los tricolores Guangala de pasta fina, aunque no habría ningún problema que fueran de una
u otra filiación, hay muchos detalles de aquella cerámica encontrada, lo que no tenemos
claro es dónde está, pues revisarla en estos días a luz de los conocimientos actuales, sería
estupendo.
Precisamente otro escandinavo, Olaf Holm, ayudó a definir qué clase de tiestos o tepal-
cates eran los encontrados en las islas Galápagos, él se refirió en especial a los de la bahía
de James, opinando Olaf que se trataba de un porcentaje del 10 por ciento de ceramios de
origen peruano, y el restante 90% ecuatoriano, en particular de cultura Bahía… aunque
por la densidad, baja, parece que llegaban de paso y que se trató de campamentos de ocu-
paciones breves. Lo revisado, fue aparentemente obtenido en otra expedición.
Hace unos meses encontré en Guayaquil a la connotada arqueóloga Karen Stothert,
298 Historia marítima del ecuador
quien realizó el estupendo trabajo del museo de sitio “Los amantes de Sumpa” del período
precerámico ecuatoriano. Ella acababa de regresar de una prospección de más de una se-
mana en el archipiélago y me dijo que no habían encontrado más que cerámica de origen
europeo, y muy poca, lo que pondría en tela de duda a la cerámica arqueológica anterior
a la europea… pero la seriedad de los escandinavos mencionados, en particular de Olaf
Holm en su calidad de experto en cerámica ecuatoriana, difícilmente se pondría en duda;
quizá no tomó en cuenta que los ceramios encontrados y diagnosticados hace años fueron
de una excavación, en la que se dejan zonas intactas para que los arqueólogos en el futuro
puedan, con mayor conocimiento o tecnología, certificar los resultados o conclusiones
anteriores sobre el sitio excavado; lo que trataremos de ver son los ceramios revisados por
Olaf, sabemos que otros deben localizarse aún en la Estación Darwin de la isla Santa Cruz,
donde se encontraban, pues también Presley Norton los describe y dice “que entre el ma-
terial europeo del siglo XVI (?) se encontraban fragmentos correspondientes a la cultura
Bahía”, coincidiendo con la opinión del investigador danés en cuanto a esta cultura; y a
la escasez es obvia si se trató de desembarcos ocasionales, yo personalmente he estado en
algunas islas, varias veces, y no he roto ni un plato…
Alguno de los temas de los que hablamos con Thor Heyerdahl fue de la posibilidad de
hacer la travesía entre el Ecuador y México, pues esa sí verificaría una vieja tradición de
comunicación, pero ya no lo hicimos, pues lamentablemente Thor falleció hace tres años
en su retiro de la Morra de Guimar en Tenerife, Islas Canarias… espero que nuevos inves-
tigadores (aventureros) la realicen pronto.
Como complemento contaré una pequeña historia de lo que nos sucedió hace unos
años en el puerto balneario y pesquero de Playas de Villamil, provincia del Guayas; Olaf
Holm y varios compañeros del GEA (Grupo de Estudios Arqueológicos) revisábamos las
“balsillas”, típicas embarcaciones de la zona, hechas de tres “palos” de balsa, que aún se
usan para pescar a lo largo de esa área costera del Ecuador; estas balsillas, sumamente
marineras, son aparejadas con vela triangular y los tres troncos que la componen están
sujetos entre sí por unas especies de “yugos” de madera dura, como mangle o algarrobo
–mezquite en México- uno en la proa y otro en la popa, el mástil pasa a través de un tercer
“yugo” más corto, que se incrusta firmemente en los troncos laterales, el mástil se carga
hacia la proa, y lo más importante, usan una “quilla” móvil, es impresionante verlas llegar
entre las olas, al arriar la vela parece que el pescador “anduviera” sobre el mar, sostenido
en el delgado mástil… al arribar “surfeando” a la playa, solo extraen la quilla de la ranura
hecha para el efecto en el palo central y arrastran la liviana embarcación –de fondo plano-
playa adentro, sobre maderos cilíndricos.
El motivo de aquella visita en particular, fue para adquirir una “balsilla” para el Museo
Antropológico del Banco Central del Ecuador, cuya dirección ocupó por largos años el
arqueólogo Holm. Tratando de averiguar si alguna estaría en venta, tuvimos la sorpresa de
saber “que no había balsillas disponibles, pues acababan de estar en el pueblo los peruanos
y les habían vendido las recién hechas”… me quedé con un sabor de boca parecido al que
sentí al conocer la crónica del contador de la Nueva España, Rodrigo de Albornoz, la que
se refería a los navegantes que llegaban al puerto de Zacatula, “y que cuando la mar esta-
ba brava tardaban meses en regresar”… Comprobamos, de casualidad, que los contactos
comerciales entre lugares distantes, como la península de Santa Elena y la costa norte del
LOS CAMINOS QUE ANDAN 299
tadas” dice “se escuchaba en la sentina, el sordo sonido del caminar de los centenarios
monstruos” que, además, soportaban meses sin comer, lo que las convertía en carne fresca
permanente.
Es realmente un milagro que aún haya galápagos en las islas, por esta depredación de
siglos; Charles Darwin hizo estas islas tan conocidas con su teoría de la evolución expresa-
da en su revolucionario libro El origen de las especies, para lo que le ayudó ver la enorme
diferencia entre los caparazones de las tortugas (de acuerdo al origen de su alimento, a
nivel del suelo, o de ramas o cactos altos) entre una isla y otra, diferencias, no solo entre
los quelonios, sino entre aves, como los pinzones, de acuerdo al tipo de alimentación dis-
ponible, distinto en cada isla.
Hay una interesantísima narración del involuntario “descubrimiento” del archipiélago
de Galápagos: el obispo Tomás de Berlanga partió de Panamá hacia el Perú, y zarpando
el 23 de febrero de 1535, iba sin novedad “bordeando la costa, con buen viento” durante
siete días hasta que, al llegar a la altura del Ecuador el 2 de marzo, donde los cogió una
calma de seis días, las velas colgaban “vacías” por completo, luego sintieron una poderosa
corriente que los arrastró hacia el oeste, el 10 de marzo arribaron a una isla y el esquife que
fue a tierra no encontró pasto para los caballos, ni agua, solamente iguanas que describe di-
ciendo: “que son como sierpes”, focas “y unas tortugas tan grandes que podían cargar a
un hombre sobre su caparazón”… avistaron otra isla, cercana, pero en esa calma tardaron
tres días en acercarse y desembarcar, y ya sin agua, echaron mano “de unos cardos como
higos chumbos” los que les calmaron la sed. ¿Cómo habrán llegado a la isla?
Siempre he sospechado que los nopales son de origen americano, cómo el obispo los
conocía? ¿los hubo en España o los conoció en el Caribe?
Tomada la latitud, encontró que esta isla estaba entre medio grado y grado y medio de
latitud sur, explorando más descubrieron algo de agua en una grieta entre las rocas vol-
cánicas, sin duda agua de lluvia, pues esa era la época, “se llevaron toda la que pudieron,
y se dieron a la vela” pensando estar cerca de su destino, pero en lugar de ir hacia el este,
derivaron al sur, “tomada la altura del sol”, encontraron que se habían desplazado a tres
grados al sur del Ecuador, ahí ordenó el obispo tomar rumbo noreste, y lograron divisar
tierra, pero de nuevo tardaron tanto en llegar que se les murieron diez caballos y dos hom-
bres; al fin, el 9 de abril arribaron a Bahía de Caráquez, ¡ubicada un poco al sur de donde
inicialmente los cogió la corriente!, así que solo fueron y vinieron, desde el continente a
las islas, y viceversa, ese accidentado viaje cuando menos sirvió para perennizar al obis-
po… siglos después el mencionado Melville confirmaría “que enfilando hacia una de las
islas Galápagos, y sin desviarse del camino trazado, al llegar a donde debía de estar, no
lo encontraban, parecía que estas tierras se movían”, lo que resultaba era que el rumbo,
correcto, era afectado por las poderosas corrientes que hacían derivar al ballenero. De esta
circunstancia provino el nombre que tuvo por años el archipiélago de Galápagos, “las islas
encantadas”.
Regresando al obispo Berlanga, su último comentario fue que en Bahía de Caráquez
“encontramos a la tripulación de un galeón de Nicaragua que había zarpado OCHO meses
antes; por lo que nos pareció que nuestro viaje había sido bueno en comparación con el
de ellos”…
Calculamos que los de Nicaragua habrían zarpado en septiembre, antes de la aparición
LOS CAMINOS QUE ANDAN 301
C A P Í T U L O XII
Bondades marineras de las balsas y otros intercambios
cando la de la popa. El viento incidía más en su andar, por no “cortar” el agua, pues la balsa
“resbala” por la superficie del mar; con los aproximadamente dos nudos de velocidad de
deriva de la corriente, más por la superficie del mar, con los aproximadamente dos nudos
de velocidad de deriva de la corriente, más lo que sumaba con la vela, permitían técnica-
mente una travesía de entre 35 a 45 días desde un punto de la costa ecuatoriana como la
antigua Calangone (Salango), en la costa sur manabita, hasta la antigua Zacatollán, en la
desembocadura del río Balsas, que como repetimos, de estas embarcaciones avistadas por
los hispanos tomó su nombre.
Por cierto, en contra de lo que pudiera pensarse, los troncos de Ochroma piscatoria no
requieren ser “secados” antes de armar la balsa, al contrario, deben estar plenos de savia,
los campesinos de la costa del Ecuador los cortan ahora durante la luna nueva para indus-
trializarla, pero para la navegación es recomendable que por la atracción lunar sus fluidos
“están hasta la copa” y el secreto es que a esa misma savia es la que preserva al tronco de
que se embeba del agua de mar e igualmente repele a “la broma” organismo que carcome
a la madera, por esto, y otras cosas que podemos llamar “tecnología de la balsa, y por su-
puesto por ser esa especialísima madera originaria de las tierras equinocciales, aseveramos
que la navegación en balsas fue privativa del pueblo costeño del Ecuador desde hace mi-
lenios; entenderemos un poco más la capacidad de desplazamiento de esta embarcación,
analizando la descripción del capitán holandés Rogeeven, de aquella balsa oceánica que
tuvo que esperar en Paita, en su calidad de “fábrica flotante” de pescado seco.
Las huellas y leyendas describiendo arribos de pueblos enteros plantearían una arries-
gada (?) hipótesis: que debió haber venta, servicio de fletes o transporte de personas por
aquellos ancestrales balseros ecuatorianos, los “fenicios” del océano Pacífico, que en lugar
del cedro del Líbano, tuvieron balsa equinoccial…
En cuanto al comercio con Michoacán, el “valor agregado”, como hemos dicho, de
la mercancía que llevaban hacia el norte, también era la parte morada de otro bivalvo,
el Spondilus calcifer carpenter, recortada y lista como cuentas de color vino tinto, para
collares y las Spondilus princep broderip, que encontramos enteras en tantos lugares de
México, como ofrendas en tumbas desde Teotihuacán hasta Xochicalco, y por supuesto en
Tenochitlán donde en las excavaciones del Templo Mayor, aún aparecen ofrendas de este
bivalvo, llamado allá antiguamente Xochipaltapachtli, conocido como almeja espinosa en
el Pacífico mexicano, aunque los espléndidos colores del Spondilus princeps broderip de
naranja encendido, rojo fuego y amarillo oro, que específicamente se adquieren en la con-
fluencia de las corrientes frías y cálidas como las que hay frente al actual Ecuador, como
ya anotamos, los colores serían generados por los organismos plactónicos de los que se
alimentan estos moluscos filtrantes.
El hallazgo arqueológico de estos productos del mar es como una firma que testimonia
contactos pretéritos y frecuentes entre lugares distantes que, mediante esta comunicación,
compartieron tecnologías y algunos mitos, una lengua común y sostuvieron un exitoso
comercio del que tomamos como ejemplo al Spondilus.
Y al preguntarnos que producto de semejante “valor agregado” vendría de norte a sur,
luego de buscar mucho, encontramos qué podría haber sido: la turquesa.
El largo camino de esta hermosa piedra lo estamos redescubriendo, nos lleva a lugares
tan lejanos, esos sí por rutas terrestres, como al actual Nuevo México. Comercializada por
303
EPÍLOGO
Considerando posibles los contactos tempranos entre regiones distantes, lo que aquí
proponemos son los medios y las rutas que se han usado durante siglos para las singladuras
marítimas. Las claves que los definen son relativamente fáciles:
1. Disponibilidad de materiales para hacer embarcaciones
2. Conocimientos para construirlas.
3. Dominio del océano, vientos y de sus variables estacionales (corrientes marinas).
4. Manejo de sistemas de orientación más allá del cabotaje; el sol y las estrellas.
5. Objetivos, interés por realizar las travesías.
Podemos enumerar más “claves”, pero fundamentalmente quedan las que determinan
el viajar, ¿A dónde vamos?, ¿qué beneficios producirá el viaje?, ¿cuánto tardamos?. Suena
aplicable a cualquier navegación en cualquier ruta, en cualquier mar, en cualquier tiempo.
En nuestros días, suponemos que en eso reflexionan los actuales armadores; en cuanto
a los marinos, deben haber tenido las mismas objeciones que ahora: abandonar su país,
su pueblo de origen, su mujer, sus hijos, su comida, y pensar en lo que puede sucederles
en su periplo, como aconteció a los griegos que permanecieron tantos años fuera de sus
lares durante la toma de Troya: muchos murieron, otros perdieron su casa, su heredad, o
a su mujer, recordemos al gran Agamenón, tras de cuernos, palos, al regresar a Micenas.
Mucho mejor le fue a Ulises con Penélope, pues hasta su perro (de cerca de 140 años pe-
rrunos) terminó reconociéndolo, sospecho que en los diez años más que tardó en regresar,
y pese a los malos ratos con los cíclopes, no le fue tan mal con la “encantadora” Circe…
Los navegantes en almadías construidas en Occhroma piscatoria, el “palo de balsa”
LOS CAMINOS QUE ANDAN 307
cohorte de 40 personajes, cuya función era atender al rey, uno de aquellos sirvientes tenía
como función espolvorear Mullo (spondilus) molido ante su paso, y una detallada lista de
nombres y funciones.
El testimonio mexicano fue escrito en 1521. Es la narración que consta en “La Rela-
ción de Michoacán” donde se describen los funerales de un Catzonci (rey) descripción del
lavado del cuerpo y el vestido que se le ponía. Textualmente dice: “Al cuello unos huesos
de pescado blancos, muy preciados entre ellos, cascabeles de oro en las piernas y en las
muñecas piedras de turquesa, y un trenzado de plumas y unos collares de turquesa al cue-
llo y orejeras grandes de oro en las orejas y dos brazaletes de oro en los brazos y un besote
grande de turquesa, hacíanle una cama de muchas mantas de colores, muy alta”. “Toda la
gente de hombres y mujeres que había de llevar consigo, los cuales su hijo había señalado
para que los matasen con él”. “Llevaba siete señoras… una cargaba todos sus besotes de
oro y de turquesas en un paño puestos al pescuezo; otra su camarera, otra que guardaba
sus collares de turquesa, otra que era su cocinera, otra que le servía el vino (?), otra que
le daba agua a manos y le tenía la taza mientras bebía, otra que le daba el orinal con otras
mujeres que servían de estos oficios”. “De los varones llevaba uno que llevaba a cuestas
sus mantas ligeras, otro que le entrenzaba y otro que llevaba su silla, otro que llevaba sus
hachas de cobre para hacer leña, otro que llevaba un aventadero grande para sombra, otro
que llevaba su calzado y cotaras, otro que llevaba sus canutos de colores, un remero, un
barrendero de su casa, y otro que bruñía sus aposentos, un portero de las mujeres, un plu-
majero, un platero”…
Tienen variantes por supuesto, pero impresiona que dos relatos, uno que describe el
arribo de lejanas tierras al actual Perú y el inicio de un reinado, detallando una cohorte de
servidores de diversas alcurnias. El otro relato increíblemente menciona el mismo número
de sirvientes (40), aunque describe lo inverso: la muerte de un Catzonzi o rey tarasco con
el detalle de quienes lo acompañarían en su tránsito hacia el otro mundo “innegable pa-
recido de ambas “crónicas” me parece que no es casualidad, hay un nexo coherente entre
culturas distantes, se puede pensar en un posible origen de los pueblos migrantes, saltando
más allá de los enunciados tradicionales: “Se dice que llegaron en grandes balsas”, “cuen-
tan que arribaron en embarcaciones procedentes del norte”, aquí podríamos incluir a los
Caras, cuya llegada a lo que hoy es Bahía de Caráquez (Prov. de Manabí), en el centro de
la costa ecuatoriana, fue una fuerte tradición recogida por varios cronistas y mencionada
por el padre Juan de Velasco.
Por el grado de cultura (según las tradiciones) podría presumirse el origen norteño de
grupos humanos viajando en grandes balsas oceánicas, considerando el origen ecuatoria-
no de las mismas, presumimos que los que llegaron viajaban en embarcaciones que re-
gresaban a sus lugares de origen con pasajeros, las intensas huellas culturales ecuatorianas
en el Occidente de México nos hacen pensar así. Hay una liga entre las antiguas leyendas
Purepechas o Tarascos, Chimúes y Caras.
En meses pasados, además de Baja California Sur (donde obtuve el spondilus sin co-
lor), visité el occidental Estado de Jalisco y pude conocer algo de lo que solo había es-
cuchado vagamente o leído párrafos sueltos en publicaciones modernas: la población de
Teuchitlán, cuyo nombre se aplica a manifestaciones culturales características de Jalisco,
“la tradición Teuchitlán”.
LOS CAMINOS QUE ANDAN 309
T E R C E R A PA R T E
Testimonios
312 Historia marítima del ecuador
Jenny Estrada
La cuenca hidrográfica del Guayas tiene una extensión de 34.000 km2 siendo una de
las áreas más ricas y fértiles del país, considerada como el más imponente e importante
sistema hidrográfico en la costa del Pacífico sudamericano.
Su contorno irregular y alargado, está comprendido entre las mesetas de Santo Do-
mingo de los Colorados por el norte; las estribaciones de la cordillera Occidental de los
Andes, en una extensión aproximada de 300 kilómetros por el oriente; algunas cadenas
de elevaciones costaneras bajas –montañas de Conguillo, convento, Puca, Pucón, Paján,
Chongón y Colonche- por el Oeste, y la amplia desembocadura del río Guayas, más otros
ríos de la cuenca en el golfo de Guayaquil, por el Sur1.
El eje hidrográfico de esta cuenca lo conforman los ríos Daule y Babahoyo que con-
fluyen al norte de la ciudad de Guayaquil en el Guayas, el río más grande e importante del
litoral occidental sudamericano, que descarga anualmente unos 30.000 millones de metros
cúbicos de agua como promedio, luego de drenar la vasta zona geográfica indicada2.
En los bosques húmedos de esta área, de clima homogéneo y temperatura media entre
23 y 27 grados centígrados, crece de manera espontánea la madera de balsa (Ochroma
lagopus y Ochroma Piscatoria) de la familia de las bombáceas; material de construcción
utilizado por nuestros aborígenes en la confección de plataformas flotantes denominadas
“balsas”, cuyo desarrollo está ampliamente favorecido por la precipitación anual que en la
temporada lluviosa (diciembre a abril) alcanza el 80%.
La especie vive generalmente asociada y es frecuente encontrarla en zonas “desmon-
tadas” o en formaciones secundarias de la selva, donde el árbol alcanza enorme tamaño
en poco tiempo y se vuelve fácilmente identificable por su copa ancha, su follaje grande,
su tronco grueso y recto, cubierto por una corteza blanquecina, cenicienta y casi lisa. Las
hojas son cordadas y de 25 a 35 cm., aunque en los ejemplares jóvenes llegan a 45 cm.
De largo y ancho, con pecíolo de 12 a 16 cm de largo. Las flores son grandes, gruesas
y acampanadas hasta de 20 cm. de largo y coloración rojiza. Los frutos son cápsulas
tomentosas de 20 cm. de largo y contienen numerosas semillas pelosas que producen la
lana de balsa3.
La liviandad de la balsa
permite que un solo
hombre pueda cargarla.
… Avanza la canoa cuando canelete, impulsando por los recios brazos del hombre
del río, penetra delicadamente en el agua. Hemos abordado la pequeña embarcación en
Barreiro, nombre de la población que actualmente se asienta en el lugar ocupado por el
antiguo Babahoyo o Bodegas, puerto fluvial de enlace entre localidades costeñas y se-
rranas, lugar de activo comercio y almacenamiento en Aduana y Bodegas Reales, de la
mercadería que circulaba en dichas regiones durante la época colonial.
Creada la provincia de Los Ríos, mediante Decreto del 6 de octubre de 1860, dictado
por Gabriel García Moreno, Babahoyo se convierte en su capital provisional. Siete años
después, el 30 de marzo de 1867, un terrible incendio causa efectos devastadores, obligan-
do la intervención del Gobierno para obtener de la familia Flores-Jijón, la concesión de un
área considerable en la margen izquierda del río Babahoyo, frente a la destruida Bodegas,
para edificar la nueva localidad.
Comienza a levantarse la nueva Babahoyo que pasa a ser reconocida como capital
de la provincia a partir del 27 de mayo de 1869, cuando las oficinas públicas que habían
seguido funcionando en la zona menos afectada de Bodegas, fueron trasladadas al nuevo
asiento poblacional. 1 A su orilla se instalaron las primeras casas-balsas de la zona y hasta
un cómodo hotel, propiedad de don Pablo Indaburo…
…Repasamos la historia, mientras la canoa sesga proa en dirección al más singular de
los suburbios de la costa ecuatoriana, conformado por más de un centenar de viviendas
flotantes que se alinean arrimadas al barranco.
Recorriendo el casería fluvial, observamos que la arquitectura exterior no difiere subs-
tancialmente de las imágenes que París, Humbolt y otros acuciosos investigadores extran-
jeros retuvieron en sus notas del siglo pasado. Las características vernáculas de este tipo
de vivienda tan típica en la Cuenca del Guayas, se ciñen fielmente al esquema tradicional.
Plataformas de gruesos palos de madera de balsa, ligados firmemente entre sí. Estructura
de madera rústica (sin labrar) o de caña guadúa (rolliza). Paredes de caña picada. Techo
de dos aguas recubierto de bijao, de cade o de zinc, de acuerdo a los ingresos. Lavadero
de cocina con volado. Detalles adicionales como atracadero para canoas, área de higiene
familiar, y puente móvil para ingreso por la parte posterior de la vivienda, serían las mo-
dificaciones más notables.
1990. Parte posterior de las viviendas y sus puentes de comunicación con el barranco.
1990. La hilera de casas-balsas, situadas en la margen izquierda del río Babahoyo, abarcaba algo más e
1 kilómetro, constituyendo una especie de suburbio flotante. También habían viviendas flotantes en la
margen opuesta del mismo río.
322 Historia marítima del ecuador
Arribando por el río, acoderamos suavemente y ponemos pie en una casa-balsa, frente
a la que constituye entrada principal, pasando a descubrir en su interior, un espacio en el
que se conjugan de golpe varios siglos.
La hamaca y el catre primitivos junto al radio transistor que emite los ritmos del rock y
otras músicas foráneas. La tina de pechiche imputrescible donde se remojan multicolores
prendas de polyester. La sábila colgada con cintas rojas, frente a la imagen de Cristo que
comparte con el cartel de un político de turno. El fogón de leña seca donde humean san-
cochos y zangos de verde con pescado, y los platos de plásticos que esperan su turno en un
“guardafrío” viejo y roñoso, pero útil.
Niños y adultos, abismados en la contemplación de canoas, remolcadores y otras em-
barcaciones menores que hacen el tránsito fluvial. Ajenos a las urgencias del reloj y al
vocinglería que más allá del barranco, atrapa en alienante remolino al individuo.
“La gente del río”, como suelen llamarlos los habitantes de tierra firme, es muy cordial.
A excepción de unas cuantas familias cuyas viviendas reflejan ingresos regulares, el resto,
apenas completa el presupuesto elemental de subsistencia. La mayoría de los hombres se
dedican a la pesa, otros son canoeros y el resto labora en empleos fijos en la ciudad. Las
mujeres asumen sus faenas caseras y tienen hermosos momentos de expansión cada ma-
ñana, cuando salen al corredor exterior de sus viviendas para lavar la ropa y conversar de
“balsa a balsa”, entre vecinas.
El barrio flotante de Babahoyo tiene actualmente alrededor de 180 viviendas y en mu-
chas habitan dos familias. Cuenta con parteras y curanderos propios. Aunque el costo de
una casa-balsa supera los 45.000 sucres (aprox. 100 dólares), mucha gente prefiere la vida
en el río, ante la serie de problemas que suscita la tenencia de la tierra y el encarecimiento
de alquileres aún en las áreas marginales de la zona.
Los propietarios de estas curiosas viviendas, están exentos del pago de impuestos y
otras exigencias del ámbito urbano, pero deben afrontar situaciones especiales de cuyo
cuidado dependen en gran medida, la estabilidad de sus hogares y hasta sus propias vidas.
Cuando llega el invierno, por ejemplo, los viejos con sus oídos entrenados para captar
los caprichos del río, montan guardia, estudiando la corriente, la fuerza de los vientos y
la intensidad de las lluvias. Si el caudal de la creciente se vuelve amenazador, dan la voz
de alarma e inmediatamente, hombres y mujeres juntan fuerzas para templar las cuerdas
que sujetan sus balsas a los postes de la orilla. En previsión de irreparables accidentes,
van aflojando poco a poco las amarras. Guiados por la tensión que produce el nivel de las
aguas, hasta que el río recobra su normalidad al decrecer la inundación.
Otra dificultad estriba en la poca durabilidad de los troncos de madera de balsa que
conforman la plataforma de sustentación a la vivienda cuyo lapso de utilización no va
más lejos de los 3 años, ya que al sobresaturarse de agua, la balsa pierde flotabilidad y
desnivela sensiblemente la estructura de las casas, obligando a su inmediata reposición;
maniobra que se efectúa sin mayores contratiempos, gracias al sistema que se sigue para
realizar las ligaduras, lo que permite separar el tronco podrido, individualmente, sin alterar
la situación de los demás.
Los ligamentos, antiguamente de fibra vegetal (bejucos y zapanes), son hoy de alam-
bre. Muchas viviendas poseen primorosos jardines colgantes donde no faltan las hierbas
medicinales. Los propietarios que disponen de pequeños recursos, instalan luz eléctrica
Supervivencia de la balsa en nuestros ríos 323
por conexiones directas, tomando la corriente de los postes de alumbrado del malecón.
Otros, habilitan parte del barranco para construir gallineros y chiqueros donde crían aves
y cerdos, respectivamente.
Apenas comienzan a gatear, los niños quieren lanzarse al agua con la consiguiente
preocupación familiar, por lo que hasta los tres años, cuando aprenden a nadar, transi-
tan amarrados a una cuerda y se divierten chapoteando en los brazos de hábiles nada-
dores del lugar.
La alimentación del barrio consiste preferentemente en pescado fresco, comidas a base
de plátano verde, yuca, choclo y aves de corral, antes que carne. La gente del río bebe de
su agua viva y a ella entrega también los desperdicios de todo género. Dicen que el río
les da sustento y los protege, porque contrariamente a aquello que es dable suponer, no pa-
decen de dolores reumáticos, ni de artritismo y el índice de parasitosis tampoco es mucho
mayor que el reportado entre habitantes de la ciudad.
Algunos longevos como don Nicomedes Tomalá (92 años), se jactan de su buena salud
y derrochan sentido del humor.
El barrio de las balsas de Babahoyo constituye un testimonio de nuestra historia. Re-
presenta la manera de locomoción y de supervivencia propia del hombre que habitó esta
zona hace milenios, aprendiendo a desarrollar métodos no convencionales como respuesta
a las necesidades de autoprotección frente a las fuerzas de la naturaleza y al clima.
La Dirección Nacional de Patrimonio Cultural del Ecuador, en su inventario de mo-
numentos arquitectónicos, hace referencia a la preservación de este tipo de edificaciones
que son únicas en su género en Sudamérica, considerándolas como uno de nuestros bienes
culturales de identidad nacional. Sin embargo, todavía no se estudia la aplicación de po-
líticas coherentes que permitan a su vez mejorar el nivel general de vida de los habitantes
de la zona y trabajar con ellos en la auto conservación de sus viviendas, sin alteraciones
arquitectónicas que desfiguren el sentido estructural y alteren la armonía del entorno.
Mientras tanto, los días de las balsas siguen siendo los mismos que a través de los si-
glos han demostrado de cuantas maneras ellas se encuentran ligadas al proceso evolutivo
de estos pueblos. Existieron en nuestro litoral desde antes de la llegada de los españoles y
todavía, al finalizar el siglo XX, nos sorprenden flotando en las aguas de estos ríos.
Muchas viviendas
se embellecen
con jardines
colgantes donde no
faltan sus hierbas
medicinales.
324 Historia marítima del ecuador
"La Casa Blanca" antigua vivienda de dos pisos. Su edad se calcula en más de 100 años. En épocas de
la navegación fluvial, fue un cómodo hotel flotante. Posteriormente transformada en casino de oficiales
del Batallón Cazadores de Los Ríos.Sus propietarios, herederos de la familia Gil, habitaron el piso alto y
alquilaron cuartos en la planta baja, Aunque se trata de un valioso patrimonio, ctualmente amenaza ruina.
Existe un proyecto de restaurarla y transformarla en un museo.
Una disposición municipal del año 2005, eliminó las viviendas flotante y reubicó a sus habitantes en la
parroquia El Salto. Algunos de ellos no se enseñaron en tierra firme y volvieron a su antiguo modo de vida
sobre el agua. El año 2008 se produjo el segundo intento de reubicación . Al conformarse la cooperativa
"Lucha obrera" se organiza la creación de las ciudadelas Aventura y Punta Negra.
2012. - Al presente quedan solo 10 casas balsas junto a la parroquia El Salto y 20 a la orilla del río
Babahoyo, la mayoría de estas últimas evidencian un estado deplorable.
326 Historia marítima del ecuador
327
Jenny Estrada
VITAL Alsar
DE GUAYAQUIL A AUSTRALIA EN BALSA
Primera expedición
… El año 1966 llega al Ecuador Vital Alsar, español, nativo de Santander, donde tuvo
contacto con el mar desde su infancia. En 1954, combinando estudios de profesor Mer-
cantil en la Universidad de Comercio de su ciudad natal, asistió a los cursos de la Milicia
Universitaria en la Armada, egresando como alférez al tercer año1. Luego de graduarse en
la universidad, se enroló en la legión extranjera en África del Norte, donde estuvo asigna-
do a un destacamento en Ceuta, Marruecos.
Por aquella época encontró una edición de Kon Tiki en español y, profundamente im-
presionado con la lectura del relato de Heyerdahl sobre su viaje en balsa a través del Pací-
fico, comenzó a soñar con la posibilidad de navegar algún día en una embarcación similar
a las antiguas balsas de los manteños-huancavilcas.
Más tarde viajó a Francia para estudiar lenguas modernas y subsistió ejerciendo diver-
sos oficios. Tres años después, está en Alemania con la idea de la aventura oceánica más
firme en su mente. Pasa tres años más, trabajando y ahorrando. Posteriormente se traslada
al Canadá en busca de mejor remuneración.
De las minas de hierro de Wabusch Lake en la helada zona de Labrador, se dirige a
Montreal donde consigue ubicación como maestro de español en la escuela de la Berlitz.
Conoce a Marc Moderna, experimentado navegante que durante cinco años había sido
señalero de la Armada Francesa y en 1956 cruzó el Atlántico desde Nueva Escocia hasta
Inglaterra como tripulante del Egare II, una embarcación de cedro rojo, impulsada a vela
y remo.2
Vital y Marc comparten el proyecto, juntan recursos y deciden trasladarse al Ecuador,
por ser éste el país donde Herdahl encontró la madera de balsa que hizo trasladar hasta el
Perú para construir la Kon Tiki en 1947.
En Guayaquil logra despertar el entusiasmo de prestantes ciudadanos y empresas que
ofrecen su apoyo. Presidido por el historiador Miguel Aspiazu Carbo y la señor Judith de
Paladines, funciona un comité que se encarga de establecer los contactos con la prensa y
asumir tareas de colaboración con los expedicionarios.
El 23 de octubre de 1966, Vital Alsar, en compañía de Marc Modena, Manuel Camino
(español) y el entonces alférez de navío de la Armada ecuatoriana Jaime Rubén Landázuri,
1 Vital Alsar – “La Balsa” – Edit. Pomaire – Barcelona 1977-Edición original Readers Digest Press-New York 1973.
2 Vit. Alsar – Ob. Cit.
Vital Alsar. De Guayaquil a Australia en balsa 329
zarpan en la balsa Pacífica, dispuestos a demostrarle al mundo que hace más de 3000 años,
los aborígenes de estas tierras, dominaron la ciencia de la navegación a vela y realizaron
travesías transoceánicas de Guayaquil a la Polinesia irradiando su cultura.
Con el apoyo de la Marina de Guerra y los mayores augurios del Ecuador, salen remol-
cados hacia el golfo. Más, una serie de inconvenientes de orden técnico, sumados al desco-
nocimiento casi total de otros factores que el mismo Vital Alsar analizará posteriormente,
dan al traste con este primer intento. Luego de topar la isla San Cristóbal en el archipiélago
de las Galápagos (donde se desembarcó el alférez Landázuri), la Pacífica, arrastrada por
las corrientes, se dirige hacia la isla de Cocos, frente a Costa Rica.
A 143 días de frenética lucha por conseguir el objetivo, la balsa, en proceso de desin-
tegración, hundiéndose lentamente en el mar, fue encontrada por un buque alemán, dos
horas antes de su desaparición en el fondo del océano Pacífico, salvándose sus tripulantes
y la vela con el emblema pintado como obsequio de Salvador Dalí, que previamente había
sido recogida.
Si bien la primera expedición a Australia fracasaba, Alsar y sus compañeros probaban
que, arrastrados por las corrientes y probablemente manejando sus guaras en los vientos
contrapuestos, los navegantes aborígenes del Ecuador tuvieron contacto frecuente con los
pueblos de Centroamérica hacia donde llegaban tripulando sus grandes balsas veleras.
Junto al muelle del Batallón de Infantería 5to. Guayas con la vela desplegada y ostentando el emblema
pintado por Salvador Dalí, la Balsa "Pacífica" espera la orden de zarpe.
En el río, la Balsa "Pacífica" lista para zarpar. Cerca a un manglar de la isla Mondragón.
332 Historia marítima del ecuador
SEGUNDA EXPEDICIÓN:
Entristecido, pero no desalentado, Vital Alsar retorna a México, país natal de su esposa
Denis y de sus hijas. Comienza a analizar las circunstancias que motivaron su fallido in-
tento y en ejemplo a coraje, fe y tenacidad, persiste en el empeño. Estudia profundamente
lo relacionado a la madera de balsa y sus peculiares características. Repasa las crónicas
españolas sobre la vida de nuestros antepasados huancavilcas y dedica mucho tiempo a la
revisión de cartas de navegación para determinar con absoluta precisión el efecto de las
corrientes marítimas del Pacífico así como el de los vientos.
Traza un plan para 1968, pero por razones económicas no puede cumplirlo. Será en
1970 cuando vuelva al Ecuador, para preparar su segunda expedición, a la que sirve como
preámbulo el texto del siguiente documento, consignado en forma de carta personal a la
señora Judith Vallaza de Paladines3, quien presidió el comité femenino que lo apoyó en la
preparación de la Pacífica y se mantuvo permanentemente ligada a la suerte de Vital Alsar
y su proyecto.
decir que uno de cada cinco mexicanos, de la capital han leído u oído algo sobre
la balsa…
Creo que voy a despedirme rogándole envíe mis mejores saludos a ese doctor,
a quien no fácilmente se puede olvidar 4, así como a su hijo a quien deseo prospe-
ridad en sus estudios.
Salúdeme al señor Holm y señora con mi mejor amistad 5, así como a don Pedro
y señora, a Virgilio y señora y a mi gran amigo Mario Quiñonez.
Usted ya sabe que desde Canadá (Marc), desde New York (Manolo) y desde
México las Denises y éste su amigo, la quieren de corazón. Espero todo se solucio-
ne a favor para que pueda bajar pronto muy pronto, a ese inolvidable Guayaquil a
abrazar a todos los amigos”…
Vital Alsar
Alsar detalla la elaboración sobre una plataforma de madera, para no trabajar sobre el
cemento y luego explica la construcción de la superestructura, siguiendo los planos para
la caseta, faena que culmina con la colocación de la vela de lienzo rectangular de 5.50 mt.
de ancho por 6.30 mt. de alto.
En la página 37 de la obra citada expone:
“He estado calculando mentalmente. Si uno toma una caña de bambú con es-
pacio hueco de diez centímetros, y digamos que tiene seis metros de largo, obtiene
mucho más volumen que el que tenga cualquier garrafa de las que hemos traído. Y
uno puede llevar también esos bambús debajo de la balsa”.
Zarandeada por furiosas tormentas, sorteando por lo menos nueve de los más peligro-
sos arrecifes de coral frente a las costas de Australia, va los 160 días de navegación La
Balsa llegó a Mooloolaba, Australia, superando la hazaña de Heyerdahl y concitando la
atención mundial.
8 V. Alsar – Ob. Cit. Pág. 113.
9 Le dan el nombre de bambú a nuestra caña gadúa.
10 V. Alsar- Ob. Cit. Pág. 114.
338 Historia marítima del ecuador
Cuatro hombres y una gata reeditaban con su viaje la tecnología y el dominio del mar
que poseyeron los manteños-huancavilcas, “Argonautas del Pacífico” que miles de años
antes de la llegada de los españoles, efectuaban esta clase de travesías en sus balsas.
“Habíamos probado que cuatro hombres pueden vivir en una “prisión flotante” du-
rante más de cinco meses sin sucumbir a los deseos de matar… Y lo que tenía aún más
importancia, habíamos demostrado que era posible navegar en una balsa con una preci-
sión considerable y que uno no necesitaba vagar al capricho de los vientos y corrientes”.
Dirá Vital Alsar, indicado que luego de recorrer más de 13.800 kilómetros, al final del
viaje, los troncos de madera de balsa cortados en las montañas de Quevedo, sólo estaban
hundidos unos tres centímetros más en el agua de lo que habían estado en Guayaquil.
Alsar y sus compañeros fueron reuniendo información acerca de las temperaturas del
agua, del aire y de la presión atmosférica, datos que periódicamente enviaban al Depar-
tamento Marítimo de México a través de los radioaficionados. También recabaron infor-
mes sobre diversas corrientes para el Instituto de Oceanografía de La Jolla, California, los
mismos que revelaban que, a veces, las cartas convencionales estaban erradas en cuanto a
velocidad y dirección de ciertas corrientes.
Retornaron al Ecuador en diciembre de 1970 para recibir el homenaje popular a su
heroísmo y la condecoración oficial Al Mérito, entregada en Quito el día 10 del mismo
mes por el contralmirante Jorge Cruz Polanco, entonces jefe del Estado Mayor Conjunto
de las Fuerzas Armadas, que en emotivas frases resaltó el valor de los expedicionarios, la
trascendencia de su viaje y los felicitó a nombre del Gobierno Nacional.
Más tarde, el gobierno español, representado por el generalísimo Francisco Franco B.
le impuso otra condecoración Al Mérito a Vital Alsar.
La Balsa, según deseos del jefe de la expedición a Australia, pasaría a formar parte del
Museo Naval de España.
El relato de la feliz aventura fue publicado en versión original por el Reader’s Digest de
New York el año 1973 y posteriormente, aparecieron ediciones del libro en varios idiomas,
con el título “La Balsa”, el viaje más largo de la historia”.
Vital Alsar. De Guayaquil a Australia en balsa 339
Embarcando el
palo de balsa en un
camión.
340 Historia marítima del ecuador
La balsa flotaba en
el océano llevando a
bordo a los intrépidos
navegantes deseosos
de reeditar las hazañas
náuticas de nuestros
antiguos pobladores.
Llegando a Australia,
11 de mayo de 1970.
Norman Tetrault,
Canadá; Prof. Vital
Alsar, España, quien
organizó el viaje; Gabriel
Salas, Chile; y, Marc
Modena, Francia.
Vital Alsar. De Guayaquil a Australia en balsa 341
QUITO, 11.- A la derecha aparecen los tripulantes de La Balsa, Vital Alzar y Marc Modena, antes de
iniciarse el acto en el que fueron condecorados por el Gobierno Nacional con la Medalla de la Orden
Nacional “Al Mérito” en reconocimiento a su victoriosa hazaña marina, la plana mayor de las Fuerzas
Armadas preside el acto, entre los que constan el jefe del Estado Mayor General, almirante Jorge Cruz
Polanco; el comandante general de Marina, almirante Ángel Benavides Chávez; el comandante general
de la FAE, Julio Espinosa Pineda; y, el comandante accidental del Ejército, coronel Mario Serrano López.
(Sábado, Dic. 12 – 1970 – EL UNIVERSO).
Enero 18 de 1971 de regreso a Guayaquil después de recibir la condecoración nacional " Al Mérito"
otorgada por el Gobierno ecuatoriano, en Quito, Vital Alsar y Marc Modena señalan la distancia cubierta
desde Guayaquil hasta Australia.
342 Historia marítima del ecuador
TERCERA EXPEDICIÓN
“En una balsa uno siente verdaderamente el mar…es una sensación que uno
jamás podría tener en un barco porque no se halla realmente en el mismo mar, en
contacto físico en él…”
El año de 1973 vuelve al Ecuador para preparar y conducir la nueva hazaña con la que
aspira superar el éxito de “La Balsa”, realizando la travesía ya conocida con tres embar-
caciones similares, a fin de probarle a los ecuatorianos y al mundo entero que la tesis de
los desplazamientos masivos a través del mar, desde ese punto de la América del Sur hacia
el otro lado del Pacífico, hace muchos milenios, no es una leyenda fantástica ni se inscribe
en el terreno de la exageración.
Acompañado de un grupo de hombres de diversas nacionalidades, toca las puertas de
sus antiguos amigos. Consigue la colaboración de varias empresas, entre ellas “Cordelería
Nacional” que le proporcionará sogas y cabos. El Gobierno Nacional, la prensa, el pueblo
y especialmente la Armada del Ecuador, a través de su Departamento de Intereses Maríti-
mos, a cargo del capitán de fragata-EM Raúl Jaramillo del Castillo, le brindará asesoría, le
facilitará una grúa, el muelle, algún material necesario para la construcción de las balsas y
el remolcador para el momento necesario.
Los propietarios de la hacienda “Clementina” a 34 kilómetros de la ciudad de Babaho-
yo, le darán la madera de balsa en cuya selección interviene nuevamente César Iglesias.
El artesano Luis Felipe Pumagualle, propietario de una talabartería de Guayaquil,
que cosió la vela de “La Balsa”, en 1970, es el encargado de efectuar la operación por
triplicado.
Catorce días después de cortada la madera, las tres balsas se hallan listas para entrar en
contacto con el agua. Siguiendo instrucciones de Alsar, los integrantes de la expedición se
sometan al régimen de ejercicios y alimentación especial que favorecerá su adaptación a
las condiciones de la aventura. Los equipos se conformaron así:
344 Historia marítima del ecuador
Balsa “Guayaquil”
(Bautizada en honor al puerto que le brindó su apoyo)
Sur Time o Greenwich Time con las siglas de identificación HC9-en (Mooloolaba), HC9-
EG (Guayaquil) y HC9-EA (Aztlán). Todo a través de la banda de 20m.
Luego de casi seis meses de viaje, durante los cuales vivieron horas de angustia, cuan-
do el Pacífico los azotaba con sus furiosas tempestades que amenazaban llevarse mástiles
y velas, pero también disfrutaron días inolvidables en medio de la calma y hermosura del
mar, los navegantes se aproximaban a las playas de Mooloolaba, sin aceptar remolque
para entrar seguros al puerto de su destino.
“Las balsas se encuentran cansadas pero navegan perfectamente”, decía Alsar a tra-
vés de su conversación con los radioaficionados, indicando sus bondades: “Hemos apren-
dido a guiar las “guaras” y así hemos avanzado poco a poco hacia nuestro destino.
Nosotros queremos y así lo deseamos de corazón, que este esfuerzo que hemos realizado
sea aceptado por la juventud del mundo actual que en muchísimas ocasiones desvía su
camino y se aparta de las grandes causas”…
Al finalizar la travesía a 400 millas náuticas de la costa australiana, la falta absoluta de
vientos y corrientes retardaba su llegada a la meta. Para evitar que los fuertes y vientos
posteriores a la calma las arrastraran hacia el sur, la “Mooloolaba” y la “Aztlán” llegaron
remolcadas al puerto Ballina y la balsa “Guayaquil” por una brusca maniobra de remolque
y encallada, prácticamente se desintegró, mientras el intrépido Alsar y sus compañeros
eran conducidos a la costa australiana en una lancha patrullera de la Armada11. El 20 de
noviembre de 1973.
Una vez más, su espíritu aventurero y su ilimitado valor nos habían ayudado al rescate
de nuestra antigua historia12.
11 Los datos fueron tomados de los Diarios: El Universo (Guayaquil), EL TELÉGRAFO (Guayaquil), EL COMERCIO
(Quito), período comprendido entre mayo a diciembre de 1973.
12 En 1977, Vital Alsar volvió al Ecuador para una cuarta expedición. Remontó el río Guayas y por éste a su afluente el
Babahoyo en tres balsas. Realizó a pie el trayecto hacia Quito y de allí hasta la cordillera oriental, para salir por el río
Amazonas reeditando la hazaña de Francisco de Orellana, fundador de Guayaquil y descubridor del río más grande de
América. Venciendo los obstáculos de las autoridades brasileñas, partió desde el Brasil hasta Europa en una réplica de la
nave usada por el conquistador, cuya construcción corrió a cargo del maestro Enrique Parrales, oriundo de Data de Posorja,
provincia del Guayas, a quien hizo trasladar hasta el Oriente para que dirija la confección de la mencionada nave.
346 Historia marítima del ecuador
La planificación de las tres embarcaciones ha sido definida por Vital Alsar. Las balsas tienen la misma
estructura de la utilizada por los huancavilcas y no llevan en su construcción un solo gramo de metal.
Madera de balsa principalmente, caña y otras maderas suras, así como cuerda vegetal, serán los únicoa
materiales a utilizarse. Salvador Dalí, pintó en el mes de marzo el símbolo de la próxima expedición.
Vital Alsar. De Guayaquil a Australia en balsa 347
Construyendo la superestructura sobre el doble piso y caseta de caña guadúa con cubierta de bijao.
Vital Alsar. De Guayaquil a Australia en balsa 349
El entonces CALM.
Alfredo Poveda Burbano,
Jefe de la Primera Zona
Naval, estrechando la
mano de Aníbal Guevara,
el único ecuatoriano que
participó en la expedición
"Los Huancavilcas". Al
extremo derecho, el rostro
de Vital Alsar.
1973. El día de su
partida.
350 Historia marítima del ecuador
El público
guayaquileño
aglomerado en
el Malecón para
despedir a los
expedicionarios.
Las balsas
conducidas hacia
el Golfo por un
remolcador.
Maniobras en alta
mar.
Dos bellas fotos de las balsas navegando en formación y sus blancas velas desplegadas. En primer plano,
la nave capitana con la enseña que Dalí pintó especialmente para la expedición en Nueva York.
La Mooloolaba y la Aztlán a poco de entrar en Puerto Ballina, Australia, miestras la Guayaquil, la nave
capitana, soportaba un fortísimo ciclón a pocas millas de la meta.
352 Historia marítima del ecuador
La alegría se refleja en
el rostro de Vital Alsar y
dos de sus compañeros,
al finalizar con éxito su
increíble y arriesgado viaje
a través del océano.
Vital Alsar. De Guayaquil a Australia en balsa 353
La Aztlán
navegando a velas
desplegadas con
mar tranquilo.
354 Historia marítima del ecuador
"Balsas a través del Pacífico". "Comenzamos como amigos y terminamos como hermanos". La llegada
a Puerto Ballina, ante el asombro de la población, vista por una revista australiana. En el recuadro, los 12
integrantes de la expedición. abordo de una de las balsa con las que probaron la tesis de las migraciones
masivas dede nuestras costas hacia el otro lado del Pacífico.
355
En la actualidad sigue
realizando expediciones
navales alrededor del mundo.
Su nombre figura en las
antologías de la navegación.
Tres museos están dedicados a
sus hazañas náuticas (Australia,
España y México). Varios
gobiernos lo han condecorado.
Reside en Veracruz, México.
Jenny Estrada
Son las dos de la madrugada cuando Luis Yagual baja del poblado de General Villamil
hacia la playa donde se reunirá con los Mite, los Tigreros y demás compañeros de las
balsas.
Se ha despertado con el canto del gallo y, como aún es verano en la costa, se abriga con
dos camisas viejas, un suéter más viejo todavía y una gorra. Lleva soga, lanza, anzuelos,
cuchillo bien afilado y arpón para defenderse por si ataca el pescado bravo. Una botella
con agua de beber y su atarraya remendada.
Mientras contempla al “lucero guía” que sale por el Este, camina como atraído por el
olor del mar, silbando una antigua tonada que escuchó tararear a los abuelos. Recuerda su
infancia, cuando observaba atentamente los diarios movimientos de su padre, anhelando
pasar de los seis años para ganarse el derecho de aprender a navegar como sólo un balsero
sabe hacerlo.
Entonces esa playa alineaba más de doscientas balsillas y casi todos los hombres del
lugar vivían contentos del producto de la pesca, abundante en corvinas, pargos, chuhue-
cos, bagres y otras especies que hoy, debido a la presencia de embarcaciones motorizadas,
escasean la mayor parte del tiempo.
… La primera vez que lo llevaron, le atacaron una cuerda a la cintura para sostenerlo
junto al palo de la vela. El mar estaba como algodón por el oleaje picado. Resbaló, pero
por las mismas, volvió a encaramarse y se acomodó en silencio para que no pensaran que
era flojo.
Ahora, saluda y se suma al grupo de diestros hermanos de faenas, compartiendo mi-
nuciosos preparativos para la partida. Tal como hacían sus mayores, va revisando al tacto,
una por una, las piezas de su frágil nave. Los dos troncos orilleros y el del medio con
espacio ahuecado para colocar los peces de carnada. El atravesado o banco de vela. Los
barrotes de proa y popa que sustentan amarras de esos troncos. Las cañas del árbol y la
botavara que soportan la vela de lona. La orza o guara, que hace las veces de timón princi-
pal. Los obenques de cabo que tensará con el cuerpo para dominar la fuerza del viento. El
remo de pesada madera que también maneja como timón y la piedra grande (potala) que
amarrada al cabo de 15 brazas, servirá de ancla cuando llegue al sitio preciso para pescar.
359
Trepada sobre dos troncos (polines) de palma, la balsa rueda empujada por los hombres
hasta tocar el agua. Rebasada la espuma de la ola, el navegante la aborda y sosteniéndose
como equilibrista con la fuerza de sus piernas, empieza a desplegar la vela, mientras da
impulso con el remo para aprovechar viento y estar al filo de las ocho en el sitio elegido.
Usualmente, en cada embarcación trabajan un pescador viejo y uno mozo, pero Luis
Yagual me cuenta que navega solo. Quizás porque perdió temprano a su padre. O porque,
como él explica, siente confianza en lo que hace; porque “lo hace igual que su padre y que
su abuelo, que siempre lo hicieron bien”.
Para orientarse, observa las luces y el “Cerro del Morro” (o cerro del Muerto), que se
agranda a medida que se alejan. Cuando clarea la mañana, divisa a sus compañeros que
avanzan en formación. Se sabe acompañado a distancia y una vez echada el ancla, recoge
la vela, se sienta en el atravesado y empieza a pescar.
A veces, la inmensidad del cielo y mar se mantienen inalterables. Algún “pájaro viejo”
(pelícano) o traviesas “tijeretas” (gaviotas de doble cola) que aventuradamente se distan-
ciaron de la orilla, se posan en la balsa. Horas de paciente espera tirando anzuelo y ata-
rraya, para nada. Otras, la suerte los ayuda y ellos comentan que el mar es padre y madre.
Protector y guía. Sostén y esperanza.
En ocasiones, los dos riesgos más temidos los acosan: el oleaje embravecido que no
concede tregua hasta voltearles las balsillas, obligándolos a regresar cabalgando sobre
sus troncos de flotabilidad infallable. O el tiburón, merodeando y atacando con feroces
dentelladas hasta dejar los orilleros lastimados con huellas de mordiscos, antes de huir
arponeado y vencido.
Alrededor de las catorce horas en verano, o a las 11 en invierno, inician el retorno.
Recogen sus aparejos y a toda vela –si el viento lo permite- ponen proa hacia el poblado.
Primero son un puntito gris que altera el horizonte. Luego, la silueta triangular de una vela
y la del hombre que parece caminar sobre las aguas. Entran a puerto besando la ola. Des-
lizándose suavemente sin ruido, hasta posarse en la arena.
En el reducido espacio que actualmente ocupan en la playa del balneario más popular
del Ecuador, son esperados por compañeros y familiares que solidaria y coordinadamente
los ayudan los ayudan en las maniobras y varan las embarcaciones, colocándolas en orden
para dejarlas con las velas desplegadas, secándose a pleno sol. Luego, separan los pesca-
dores que eligen para sustento de sus hogares y venden el resto directamente a las armas
de casa o compradores ávidos de saborear frutos del mar recién sacados.
Ni Luis Yagual, ni los Mite, ni los Parrales, ni los Tigreros o los Borbor, saben que ellos
son herederos directos de derechos milenarios para ocupar ese lugar en el que la presencia
de turistas y dueños de canoas motorizadas los hacen sentirse inseguros. Ni se suponen
transmisores de un ancestro cultural tan importante para el afianzamiento de nuestra na-
cionalidad. Desconocen que las balsas estuvieron en estas costas desde siempre manejadas
por sabios antepasados, que en siglos anteriores a la dominación del conquistador español,
alcanzaron un estado técnicamente tan apreciable, que aún hoy sorprende a los científicos
estudiosos de la navegación transoceánica, por su simplificada perfección.
“Poder hacer una balsa a vela, con su sistema de gobierno, con un guaras o timones,
como la que tuvieron los manteño-huancavilcas, es algo muy distinto al hecho simple de
amarrar tres palos de madera flotable para hacerse a la mar”. Así lo expone el arqueólogo
360 Historia marítima del ecuador
Olaf Holm en documentado estudio sobre navegación prehispánica del Ecuador. Y sin
embargo, cuando observamos a estos diestros marineros a bordo de sus balsillas, debemos
convenir en que se necesitan siglos de tradición en el oficio para llegar al conocimiento
exacto de las corrientes marítimas, de los vientos, del movimiento de los astros, de la re-
sistencia de tan frágiles naves y de la propia resistencia del ser humano para aventurarse
cada día a desafiar el imponente mar.
Problemas de supervivencia
Preguntando por su situación, nos enteramos de que la pesca apenas les produce lo
indispensable para proveerse de elementos necesarios en el mantenimiento de las balsillas.
Periódicamente deben reemplazar los cabos gastados por el uso y las piezas del “equipo”
utilizado en sus faenas pesqueras: atarraya, anzuelos de varios tamaños, hilo nylon de dis-
tintos tipos. Actualmente están adquiriendo anclas de hierro en vez de las grandes piedras
(potalas) de lastre y ancla tradicional.
De ocho a diez familias de balseros residentes en el lugar, procede la totalidad de los
miembros de la Cooperativa en la que se ha agrupado cerca de veinte pescadores para
no dejarse absorber por la era del motor y porque quieren seguir practicando el arte de la
navegación a vela en sus balsillas.
La mayoría de ellos duplica esfuerzos de trabajo efectuando tareas de guardianía en
elegantes residencias del balneario, con lo que logran completar el presupuesto y asegu-
rarse una vivienda modesta que comparten con sus mujeres y sus hijos.
Su alimentación consiste básicamente en productos del mar. Siendo el chuhueco y el
bagre las dos especies predilectas en “sudados”, sancochos y estofados. Del cazón hacen
cebiche, dejando la corvina y el pámpano para comerlos fritos, junto a plátanos verdes
asados a la brasa y arroz blanco. Consumen también pangoras, ostras y “churos”, pulpos y
“perros” (especie de cangrejos de mar).
Son hogareños y se divierten generalmente en las fiestas religiosas siguiendo su tradi-
ción y su folklore, pero sin extralimitarse en los gastos para poder ahorrar en previsión del
cuidado que demanda la embarcación.
El costo de una balsilla usada, sin la vela, asciende a $12.000,oo sucres. La madera de
balsa, que antaño arrastraban los ríos hacia el mar y ellos encontraban varada en la playa,
hoy es sumamente escasa en el lugar y deben encargarla a las zonas montañosas del litoral,
pagando 3 mil sucres por cada palo puesto en el sitio. Al precio del mercado, compran las
tablas de amarillo o colorado para los remos y las de Figueroa para la guara. Las cañas
guaduas para el árbol y la botavara, los cabos de material sintético (plástico) para las ama-
rras y la vela de lona que cortan y cosen manualmente. Sumando gastos, cada embarca-
ción nueva cuesta 20.000, oo sucres y el valor del equipo de pesca anda por los 8.000, oo
En 1987, los personeros de la firma Conservera “Guayas”, obsequiaron velas nue-
vas con su logotipo y la propaganda de sus productos impresa a todo color. Los balseros
entusiasmados agradecieron la “donación”, con lo que el panorama del lugar cambió ra-
dicalmente para incorporarse a la marcha de los tiempos en los que la publicidad utiliza
cualquier recurso para el éxito de sus fines. Sin embargo, en este caso fue un aporte para
los balseros a quienes el costo de una vela nueva significa meses de trabajo y, contribuyó
Los últimos balseros de nuestro mar 361
a que desistan de la utilización del plástico que algunos habían empezado a incorporar.
Cada balsero puede ser el propio constructor de su balsilla, empero, cuando se trata de
calificar al hombre más diestro en el oficio, señalan a Heriberto Mite, como el “maestro” de
pulso inmejorable para el tallado de los palos cuya quilla semeja la cabeza de un tiburón.
Con “Don Mite” negociamos la confección de una balsilla para el Instituto de Historia
Marítima de la Armada Nacional, en las medidas de 6 varas x 6 palmos por cada tronco de
balsa que nos comprometimos a entregarle, obteniendo una rebaja considerable a cambio
de otros tres “palos” que él precisaba para renovar su deteriorada embarcación.
La ejecución de la obra fu sumamente sencilla para tan diestro armador. Recibió los pa-
los de balsa y mirándolos calculó mentalmente sus medidas. Situó el del centro y acomodó
los orilleros para empezar a tallarlos por ambos extremos. Preparó las cañas, la tabla para
la guara y los otros elementos que posteriormente combinó en unión perfecta por medio
de ataduras hechas con soga de cabuya, sin utilizar ni un solo clavo, demorando menos
de veinte minutos en esta fase de la operación que incluyó colocación de vela triangular
previamente cosida.
Dejamos constancia de nuestra profunda admiración para él y cada uno de estos ex-
ponentes de la raza marinera auténticamente nuestra y sin influencias del incario, como
tantas ocasiones se ha intentado sostener. Ellos son los últimos balseros de nuestro mar y
probablemente del Pacífico sudamericano. Depositarios de secretos milenarios que tras-
miten de padres e hijos y que los ecuatorianos necesitamos conocer para defender como
testimonio vivo de nuestra identidad.
Varando la balsilla
en la playa.
La vela queda
desplegada hasta
que seque por
completo.
364 Historia marítima del ecuador
Los balseros trasmiten secretos Dor Heriberto Mite (+), el más famoso
ancestrales a sus hijos. constructor de balsillas del lugar.
En el primer local provisional del Instituto de Historia Marítima ( Planetario de la Armada), se instaló
la balsilla, de pesca artesanal. Primera adquisición a tamaño natural con la que se inició el proyecto del
Museo de Historia Marítima del Ecuador.
Los últimos balseros de nuestro mar 367
2006. Actividad balsera en Playas. (Fotos Dirección de Turismo de la M.I. Municipalidad de Guayaquil).
368 Historia marítima del ecuador
Con el correr del tiempo, el costo de la madera de balsa encareció, el precio de la lona
para confeccionar las velas aumento, como el de la soga de cabuya con la cual se hacían
las amarras, por lo que estas últimas fueron reemplazadas por cordones plásticos. Los
viejos marineros talladores de "guaras" y fabricantes de esas balsillas de pesca artesanal,
que en número de 48 se ubicaban a lo largo de considerable extensión de la playa en el
balneario de General Villamil, confiriéndole su identidad al paisaje y al lugar, fueron mu-
riendo sin tener a quien legar los secretos que guardaban, porque los jóvenes pescadores,
entusiasmados con las embarcaciones de fibra y motor fuera de borda, que el Gobierno
Nacional les facilitó a través del ministerio correspondiente, abandonaron las prácticas
ancestrales de la navegación a vela para embarcarse en las veloces naves del progreso.
De ese modo, la playa que antaño alineaba 48 embarcaciones, actualmente solo cuenta
con 9 de ellas, a las que se ha destinado un espacio en la llamada "zona de varadero",
donde se acumulan desperdicios de todo orden. Algunas balsillas lucen en sus velas la
propaganda de la empresa licorera que ha financiado su su construcción y las otras, unas
extrañas pinturas con las que alguien quiso demostrar los vínculos de estas naves emble-
máticas con los diseños de nuestras culturas prehispánicas de la costa. El estado deplo-
rable de los troncos varados sobre la arena, sin contacto frecuente con el agua, dice a las
claras del poco interés y abandono en que han quedado.
Dieciseis balseros que decidieron aferrarse a sus ancestros, crearon la modesta agru-
pación denominada "Cooperativa de pescadores LAS BALSAS", aprobada por acuerdo
ministerial en febrero de 2011, sin que eso haya significado ningún tipo de ayuda oficial
o garantía de permanencia. Los diestros tripulantes aún esperan el permiso ofrecido para
poder realizar labores turísticas, efectuando cortos paseos por la rada del balneario. Apro-
bación en principio negada por las autoridades competentes, aduciendo que para hacer tal
tipo de navegación, necesitarían estar capacitados.
2012. Las balsas de General Villamil van desapareciendo. Solo quedan 16 balseros.y 8 embarcaciones.
370 Historia marítima del ecuador
A p é ndice
372 Historia marítima del ecuador
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374 Historia marítima del ecuador
Apéndice 375
376 Historia marítima del ecuador
Apéndice 377
Balsilla de pesca
artesanal a tamaño
natural. Los pescadores
de la zona continúan
utilizando este tipo de
embarcaciones.
El trabajo
museográfico fue obra
de Chris Hudson.
Apéndice 379
Pescadores divirtiéndose.
Contrastes de la vida
en el pueblo
Niños de Salango.
Las tala de árboles, así como la extracción de la corteza siguen realizándose manual-
mente en el área rural, pero todo el proceso de secado, trozado y laminado está completa-
mente industrializado.
El año 1962, un reporte de la NASA, reveló que la cápsula de instrumentos del ve-
hículo espacial Ranger IV, enviado a la luna, se hallaba recubierto con madera de balsa
proveniente del Ecuador, para atenuar el choque al momento del aterrizaje en la superficie
lunar ( www.El Universo.com.ec.)
Una de las más recientes aplicaciones vincula la balsa a la provisión de energía alter-
nativa, ya que es con esta madera exportada desde el Ecuador que en otros países se fabri-
can las livianas paletas (aspas) de los generadores eólicos, recubiertas de resinas y otros
materiales de protección las observamos en algunos puntos estratégicos, como el parque
eólico de la isla Santa Cruz, en la provincia de Galápagos.
Los usos de la madera de balsa en Ecuador se limitan casi exclusivamente a finas arte-
sanías talladas y pintadas en provincias de la región oriental y el Litoral.
Apéndice 385
Otras aplicaciones
Apéndice 387
388 Historia marítima del ecuador
AUTORES CONSULTADOS
VICTOR A. GONZÁLEZ S.
Historiador, antropólogo y sociólogo guayaquileño.
Entre sus importantes trabajos de investigación, sobresalen: “La so-
ciedad nómada y su transición a la sedentaria en el Ecuador”; “La co-
munidad gentilicia y los rasgos de su descomposición en el Ecuador”;
“Crítica a las concepciones y razas e la colonia, según los historiado-
res nacionales”; “Las tierras comunales en el Ecuador”; Guayaquil y
su historia 1740-1987: crónica y reflexiones epidemiológicas sobe la
fiebre amarilla en la ciudad”; “El paludismo en el Guayaquil colonial”.
En la presente compilación figura su trabajo titulado “El Cacique
Tomalá: nacionalidad y soberanía”.
Dieter Müller
Ciudadano alemán. Industrial especializado en la investigación y
procesamientode la balsa para exportación. Fue Gerente General de
la compañía CEBACEG. Residió en Guayaquil durante muchos a˜õs
hasta su fallecimiento.
395
BIBLIOGRAFÍA
BAUDIN, Luis
El imperio socialista de los Incas
Edit. Zig Zag, Chile, 1940
BALEATO, Andrés
Monografía de Guayaquil, 1820
Fac. de Ciencias Económicas, Dpto. de publicaciones
Universidad de Guayaquil, 1977
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La storia dil Mondo Nvovo 1565, Venice
Reimpresión Bco. Central del Ecuador, Guayaquil, 1985
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Monografía ilustrada del cantón Balzar
Imprenta Guayaquil, 1930
BUSE, Hermann
Historia Marítima del Perú- Tomo II, Vol. 1 y 2
Editorial Ausonia, Lima, Perú,1973
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Los Huancavilcas, últimas civilizaciones prehistóricas de la
costa del Guayas
Archivo Histórico del Guayas, 1977
ESTRADA, Julio
El puerto de Guayaquil, Crónica Portuaria, T. 2
Archivo Histórico del Guayas, 1973
ESTRADA, Jenny
La Balsa en la historia de la navegación ecuatoriana
INHIMA, 1988 y 1990
GONZÁLEZ, Víctor
El cacique Tomalá en el proceso de soberanía y nacionalidad
Universidad de Guayaquil 1981
HOLM, Olaf
Las islas Galápagos en la prehistoria ecuatoriana, Revista No. 2
Casa de la Cultura Ecuatoriana Núcleo del Guayas, 1964
El contacto inmediato con el agua favorece a los palos de balsa que van a ser utilizados
en la navegación, porque garantiza su flotabilidad. Hasta hace pocos años, los troncos
eran transportados por los ríos.
TOMO X
La República 1884 – 1925
Edición 2000
Autor: CALM (sp) Carlos Monteverde Granados
TOMO XI
Historia de la Escuela Naval del Ecuador
(Primera parte)
Edición 2004
Autor: CPFG (sp) Mariano Sánchez Bravo
TOMO XII
Época contemporánea
Edición 2003
Autor: CALM (sp) Carlos Monteverde Granados
TOMO XIII
Los faros de la República
del Ecuador 1841 – 1941
Edición 2002
Autor: Sr. Eduardo Estrada Guzmán
TOMO XIV
El comercio marítimo en el Ecuador
Edición 2006
Autor: CPFG (sp) Mariano Sánchez Bravo
TOMOS PROYECTADOS
TOMO I
El mar y sistema fluvial ecuatorianos
TOMO V
La guerra de la independencia
1809 – 1822 y la Gran Colombia
1822 – 1827
TOMO VII
La República 1840 – 1850
(Volúmenes 4 y 5)
TOMO XI
II Historia de la Escuela Naval del Ecuador
(Segunda parte)