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Beiser La Evolución Intelectual de Kant PDF
Beiser La Evolución Intelectual de Kant PDF
Frederick Beiser
* Beiser, Frederick C. (1992). Kant’s intel lectual development: 1746-1781. En Guyer, P. (Ed.). The Cambridge
Companion to Kant. 26-61. Cambridge: Cambridge University Press . Traducción de Hernán Severgnini para uso
interno de la cátedra de Filosofía Moderna I, FFyH-UNC.
La preocupación de Kant por la metafísica no era nueva ni original, sino algo típico de los
filósofos en Alemania a mediados del siglo XVIII. La posibilidad de la metafísica había sido uno de los
problemas centrales de la filosofía alemana desde finales del siglo XVII. Este problema surge cuando
la vieja metafísica aristotélica, que había dominado la vida intelectual alemana en el si glo XVII, fue
poniéndose a la defensiva frente al crecimiento de las nuevas ciencias. El método geométrico
cartesiano en física, y el método inductivo-matemático de Newton, habían socavado tanto los
conceptos como los métodos del viejo aristotelismo. Las formas escolásticas habían sido eliminadas
de la física junto con muchas propiedades ocultas; y el método deductivo del razonamiento
silogístico fue despreciado por inútil. La metafísica parecía por tanto estar destinada a la extinción,
como legado de un escolasticismo moribundo. Leibniz y Wolff intentaron responder a esta crisis
urgiendo a que la metafísica imite al método matemático que había sido usado con tanto éxito en
las ciencias naturales. Ellos decían que si la metafísica sólo procedía more geometrico, comenzando
con términos claramente definidos, y luego deducía de ellos rigurosamente los teoremas, entonces
también a ella le sería posible recorrer el camino que había hecho la ciencia. Pero, a comienzos de
la década de 1720, la metodología de la escuela leibniziana-wolffiana se encontró con una firme
oposición por parte de los filósofos pietistas como J. F. Budde, J. Lange, A. F. Hoffmann, A. Rüdiger
y A. C. Crusius. Según los pietistas, el método de la filosofía debía ser empírico e inductivo más que
matemático y deductivo; el filósofo no puede construir conceptos según definiciones, como el
matemático, sino que debe analizar los conceptos dados a él en la experiencia. La disputa entre los
wolffianos y los pietistas acerca del método apropiado para la metafísica continuó hasta bien
entrada la década de 1740 y comienzos de la de 1750 –justamente el periodo en que Kant comienza
su carrera intelectual en la Universidad de Königsberg. 3 El debate finalmente llegó a su punto álgido
en 1761, cuando la Academia de Ciencias en Berlín ofreció un premio a una competencia que trataría
sobre la siguiente cuestión: “Si las verdades metafísicas en general, y especialmente los primeros
principios de la teología natural y la moral, son capaces del mismo grado de prueba que las verdades
geométricas, y si no son capaces de tal prueba, ¿cuál es la naturaleza de su certeza, y a qué grado
pueden aspirar, y si esa certeza es suficiente para convencernos?” Algunas de las mentes más
preclaras de Alemania escribieron contribuciones para esta competencia, entre ellos Tetens,
Mendelssohn, Lambert y, por supuesto, el mismo Kant. 4
Wissenschaften (Berlín, 1764); la contribución de Kant ganó el Accessit. La contribución de Lambert nunca fue
publicada o incluso enviada. Más tarde fue publicada por Karl Bopp en Kant-Studien. Ergänzungshefte 36 y 42
(1915, 1918), bajo el título “Über die Methode die Metaphysik, Theologie und Moral richtiger zu beweisen.”
Sobre el contexto general detrás del debate acerca de método matemático, véase G. Tonelli, “Der Streit über
die mathematische Methode in der Philosophie in der ersten Halfte des 18 Jahrhunderts und die Entstehung
von Kants Schrift ueber die Deutlichkeit,” Archiv für Philosophie 9 (1959). 37-66.
5 Acerca de estas disputas, véase E. Cassirer, Das Erkenntnisproblem in der Philosophie und Wissenschaft der
neueren Zeit (Berlín, 1911), vol. III, pp. 442-521, esp. 472-85; e Irving Polonoff, “Force, Cosmos, Monads and
Other Themes of Kant’s Early Thought,” Kant-Studien, Ergänzungsheft 107 (1973): 6-21, 77-89.
6 Leonhard Euler, Lettres à une Princessde d’Allemagne (Lepizig, 1770), vol. II, 218-19.
7 Sobre la importancia de las antinomias para la formación de la filosofía crítica, véase la introducción de
Benno Erdmann a su Reflexionene Kants zur kritischen Philosophie (Leipzig, 1885), pp. xxiv-xlvii; y Norbert
Hinske, Kants Weg zur Transcendentalphilosophie (Stuttgart, 1970), pp. 97-133.
A pesar de la aparente diversidad, hay una meta única en todas las obras tempranas
mayores de Kant, esas que escribió entre 1746 y 1759, periodo entre su disertación doctoral y el
comienzo de su crítica al racionalismo a principio de la década de 1760. 10 Esta meta era proveer de
8 Véase, por ejemplo, J. F. Budde, Bedencken über die Wolffianische Philosophie (Freiburt, 1724), pp. 1-5, 10-
12, 15, 21; J. Lange, Bescheidene und ausführliche Entdeckung der falschen und schädlichen Philosophie in dem
Wollfianischen System der Metaphysik (Halle, 1724), pp. 34-57, 130-49, 177-80, 211-43, esp. 62-6 y Placidae
Vindiciae: Modestae Disquisitions de Systemate Philosophiae Novo (Halle, 1723). La batalla pietista contra
Wolff está descripta con detalle por Max Wundt, Die deutsche Schulphilosophie im Zeitlater der Aufklärung
(Hildesheim, 1964), pp. 230-64.
9 Sobre la crítica de Crusius al racionalismo, véase su Entwurf der nothwendigen Vernunftwahrheiten (Leipzig,
de las preocupaciones epistemológicas de Kant incluso ya en su filosofía natural temprana. Véase, por
ejemplo, E. Cassirer, kants Leben und Lehre (Berlín, 1921) pp. 25-6, 48-9, y H. de Vleeschauwer, The
Según Kant, la tarea de la metafísica de la naturaleza es descubrir las fuerzas internas de las
cosas, la causa primera de las leyes del movimiento y los constituyentes últimos de la materia. A
diferencia de la física empírica, que determina por observación los mecanismos de la naturaleza, las
leyes de los movimientos externos, la metafísica de la naturaleza determina por la razón las
dinámicas de la naturaleza, las leyes de sus fuerzas internas. Este programa para una “metafísica de
la naturaleza” fue el primer desarrollo de Leibniz en su Specimen dynamicum. En su polémica contra
los físicos cartesianos puramente mecánicos, Leibniz sostenía la necesidad de un enfoque de la
naturaleza más dinámico o “metafísico”. 11 La esencia de la materia no es simplemente la extensión,
sostenía, sino la fuerza interna viviente. La meta del joven Kant fue completar el programa de
Leibniz, poner a la dinámica de la naturaleza sobre un fundamento firme.
Tal fue la meta de la primera obra publicada de Kant, su Gedanken von der wahren
Schätzung der lebendigen Kräfte (Fuerzas vivientes). En el propio comienzo de su obra Kant nos
cuenta explícitamente que su meta es hacer que la doctrina de las fuerzas vivientes sea “cierta y
decisiva”, y que para lograr eso intentará investigar “algunas concepciones metafísicas de las fuerzas
de los cuerpos” (§1). Más adelante, se queja de que la metafísica todavía no se ha ubicado sobre un
fundamento firme, y que permanece sólo sobre “los umbrales de la ciencia” ( §19). Ella ha sufrido
por causa de aquellos que se han inclinado más a especular y expandir el conocimiento que ubicarla
sobre un fundamento firme. Para determinar la validez precisa de la doctrina de Leibniz sobre la
fuerza viviente, Kant tuvo que resolver la disputa entre cartesianos y leibnizianos acerca de la propia
medida de la fuerza. Intentó hacerlo distinguiendo entre dos tipos de movimiento, el movimiento
libre de un cuerpo que continuaría al infinito, si no fuese detenido por alguna resistencia, y el
movimiento impreso de un cuerpo que continuaría sólo en la medida en que alguna fuerza externa
actuara sobre él (§15-18, 114-21). Mientras que la medición cartesiana era válida para movimientos
impresos, donde un cuerpo tiene un poder sólo proporcional a la causa del movimiento (por lo tanto
M.V), la medición leibniziana era válida para movimientos libres, donde la fuerza interna de un
cuerpo se multiplica por el poder que recibe de la causa del movimiento (por tanto, M.V2) (§119).
Al hacer esta distinción, Kant creía que había ofrecido un fundamento seguro para la dinámica de
Development of Kantian Thought (Londres, 1962), pp. 15-26. Están también aquellos que ven en la filosofía
natural de Kant la preocupación más que nada por la epistemología. Véase por ejemplo, A. Drews, Kants
Naturphilosophie als Grundlage seines Systems (Berlín, 1894), pp. iii -iv, y Polonoff, “Force, Cosmos, Monads,”
p. 60. Algunos ignoran por completo los primeros escritos de filosofía natural de Kant, porque no son
relevantes para sus preocupaciones epistemológicas; véase, por ejemplo, Friedrich Paulsen, Versuch einer
Entwicklungsgeschichte der kantischen Erkenntnis-theorie (Leipzig, 1875), pp. 1-3. Este debate es estéril, sin
embargo, y descansa en una distinción artificial entre ambas disciplinas. En cuanto reconocemos que el
objetivo central de Kant en sus primeras obras fue ofrecer un fundamento para la metafísica de la naturaleza,
entonces se sigue que su preocupación era necesariamente tanto epistemológica como científica.
11 Sobre el uso de Leibniz del término “metafísico” en este contexto, véase su Discours de Metaphysique, §§10,
18, en Die Philosophischen Schriften von G. W. Leibniz, ed. C. J. Gerhardt (Berlín, 1880), vol. IV, pp. 434-444.
Dando por sentado que el intento de encontrar un fundamento para la dinámica fue la
ambición temprana dominante en Kant, debemos preguntarnos en primer lugar por qué se embarcó
en esta búsqueda. ¿Qué valor tenía para él una metafísica de la naturaleza? ¿A qué propósito podría
servir? Para el joven Kant, una metafísica de la naturaleza parecía ser la única vía media entre el
ocultismo de la Naturphilosophie pietista y el mecanicismo de la física cartesiana. Kant claramente
tenía poca simpatía por la Naturphilosophie de Thomasius y sus seguidores, que vio como el trabajo
de lo sobrenatural en los eventos más ordinarios de la naturaleza, y que rechazó el uso del método
matemático. No obstante, debido a todo el rigor y precisión matemáticos, él no pudo acordar
totalmente con la concepción mecánica de la naturaleza de los cartesianos. Como Leibniz, Kant
pareció temer las consecuencias de la física cartesiana sobre la moral y la rel igión, que reducía toda
la naturaleza a una máquina, a una materia inerte que consistía en nada más que extensión. 12 En
una visión tal de la naturaleza, no parecía haber lugar para la mente o el espíritu. La mente o bien
era una máquina dentro de la naturaleza, o bien un fantasma fuera de ella. El joven Kant, sin
embargo, decididamente rechazó tanto al dualismo como al mecanicismo.13 En Fuerzas Vivientes
sostuvo que la concepción vitalista de la materia ofrecía un medio para explicar la interacción entre
la mente y el cuerpo, sin postular una armonía preestablecida misteriosa, y sin reducir la mente a
una máquina (§5-6). El gran atractivo de la metafísica de la naturaleza, entonces, estaba en que
ofrecía una Weltanschauung monista, naturalista, sin el daño a la moral y la religión, consecuencias
del materialismo mecanicista.
Ahora que hemos considerado la primera fase del desarrollo de Kant, estamos obligados a
rechazar dos de las opiniones más difundidas acerca del joven Kant. La primera opinión es que Kant
fue un wolffiano en sus primeros años. 14 Aunque Kant ciertamente simpatizó con los objetivos de la
metafísica de Wolff, y aunque defendió algunas afirmaciones centrales de su racionalismo, nunca
fue un devoto discípulo de Wolff. Ya en 1746 Kant insistió en la necesidad de un pensamiento
independiente, libre de las disputas y de la autoridad de los grandes nombres. 15 Y, en realidad, su
propia independencia de la escuela wolffiana emerge una y otra vez. Así, fue extremadamente
crítico de algunos argumentos de Wolff, tales como su demostración de una vis motae, su versión
de la prueba ontológica de la existencia de Dios, y su deducción del principio de razón suficiente.
Aunque Kant acordó con Wolff en que la filosofía debía seguir un método demostrativo riguroso,
12 Acerca del rechazo de Kant hacia el “materialismo” y “Freigeisterei” [“espíritus libres”], véase el Prefacio a
la Universal Natural History, I, 1:229, 231, y el “Scholion” a la proposición XII de la Nova dilucidatio, 1:495.
13 Acerca del rechazo de Kant al dualismo, véase Fuerzas Vivientes, §§5, 6, 1:19-21. En la Nova dilucidatio, sin
embargo, Kant comienza a tomar una posición diferente hacia la relación entre la mente y el cuerpo. Véase
§3, 1:412-16.
14 Paulsen, por ejemplo, sostiene esta opinión en Versuch einer Entwicklungsgeschicte der kontischen
Erkenntnistheorie, p. 29, y Keith Ward, en The Development of Kant’s View of Ethics (Oxford, 1972), p. 5.
15 Véase el Prefacio de Fuerzas Vivientes, 1:1-16. [La publicación de Fuerzas Vivientes comienza en 1746 pero
Aunque Kant luchó por encontrar un nuevo fundamento para la metafísica en la década de
1750, nunca dudó de su objetivo, de su racionalismo subyacente y mucho menos de su misma
posibilidad. El problema fue sólo de establecer el fundamento con suficiente cuidado, y entonces
sería capaz de sobrepasar el umbral de la ciencia. Los escritos de la década de 1760 marcan un giro
fundamental alejándose de esta actitud. Las obras tempranas de esta década son mucho más
críticas de la total empresa de la metafísica. Arrojan dudas sobre l a lógica silogística, sus
pretensiones de alcanzar certeza matemática y su uso para dar sustento a la moralidad. Aunque
Kant siguió intentado encontrar un nuevo fundamento para la metafísica hasta 1764, se había vuelto
escéptico de la metodología racionalista. Su intento de reemplazar el racionalismo por una
metodología más empírica eventualmente da lugar en 1765 a un escepticismo completo acerca de
la misma posibilidad de la metafísica. Hacia 1766 Kant había reformulado la misma tarea de la
metafísica: su meta era ofrecer no un conocimiento de Dios, la providencia y la inmortalidad, sino
una ciencia de los límites de la razón humana. La metafísica ya no era la reina de las ciencias, sino
sólo la empleada de la ética.
16 Es importante reconocer, sin embargo, que Wolff mismo tuvo sus reservas acerca de aplicar el método
matemático a la filosofía natural. En ocasiones distinguía entre el método filosófico y matemático. Véase, por
ejemplo, Vernunftige Gedanken von den Würkungen der Natur (halle, 1725), pp. 12-13, 18, y uebrige theils
noch gefundene kleine Schriften und Einzelne Betrachtungen zur Verbeserung der Wissenschaft (Halle, 1755),
pp. 286-92. Pero sería erróneo sostener, como lo hace Polonoff, “Force, Cosmos, Monads,” p. 73, que Kant
fue sólo un seguidor de Wolff cuando distinguía entre matemática y metafísica. La polémica de Kant en
Gedanken está claramente dirigida a los wolffianos que extralimitaban la aplicación del método matemático
a la filosofía natural.
17 Véase Kant, Prolegomena, Prefacio, 4:260-1.
18 Como Lewis White Beck correctamente señaló. Véase su Early German Philosophy (Cambridge, Mass., 1969),
p. 439.
19 El exponente más notable de esta interpretación común fue Hegel. Véase su Enzklopädie der
philosophischen Wissenschaften §42 en Werke in Zwanzig Bänden, ed. E. Moldenhauer and K. Michel
(Frankfurt, 1971), Vol. VIII, 117. Cfr. Geschichte der Philosophie 20:345.
La obra metodológica más importante de Kant sobre metafísica de la década de 1760 fue el
llamado Ensayo de Premio, Untersuchung über die Deutlichkeit der Grundsätze der natürlichen
Theologie un der Moral (Investigación sobre la claridad de los principios de la teología natural y de
la moral), que completó en otoño de 1762, poco después de su Única base posible. En esta obra
Kant abandona sus primeras esperanzas de una certeza dogmática o demostrativa. La metafísica,
sostiene, debe resignarse a no intentar el mismo grado de certeza y claridad de la matemática. El
20 El concepto de materia de Kant como una fuerza auto-organizada estaba a la par de aquellos de los
librepensadores ingleses, como Toland y Collins. Sobre su concepción de la materia y la reacción temprana a
ella, véase Margaret C. Jacob, The Radical Enlightenment: Pantheists, Freemasons and Republicans (London,
1981), pp. 29-62.
Por inclinación yo mismo soy un buscador de la verdad. Siento una sed por el conocimiento que me
consume, y un deseo incansable de avanzar en él, tanto como una satisfacción en cada paso que doy. Hubo
un tiempo en que pensé que esto por sí podía constituir el honor de la raza humana, y desprecié al hombre
común que no sabía nada. Rousseau me puso en lo correcto. Esa superioridad pretenciosa se desvaneció y
aprendí a respetar a la humanidad. Debería considerarme mucho más inútil que un trabajador c omún, si no
creyese que una simple consideración da valor a todos los otros, a saber, establece los derechos del hombre.
(20:44)
Es importante ver, sin embargo, que Kant no acepto simplemente la crítica de Rousseau a
la cultura tout court. También consideró esto como un desafío. Rousseau había sostenido en el
primer y segundo de sus Discursos que la ventaja de la razón en la sociedad moderna no había
ennoblecido sino esclavizado al hombre, tanto que las artes y la ciencia habían creado una necesidad
y un deseo artificiales e insaciables que hicieron de las personas mutuamente dependientes. 21 Kant
acordó con Rousseau que, comprender simplemente en un sentido instrumental a la razón, como
un poder de determinar medios para fines, no haría que la razón esclavice al hombre; pero
contrapuso que estaba mal restringir a la razón a un rol tal. La esencia de su réplica a Rousseau
consistió esencialmente en una nueva teoría acerca de los fines de la razón. Kant sostiene que si la
razón resultaba ser la fuente de la corrupción moral del hombre, entonces debía ser redirigida en
dos maneras. Primero, los fines de la razón deberían ser prácticos y no teóricos, de modo que
sirviera a la humanidad más que promover especulaciones vanas y ociosas. Segundo, la razón no
debía ser un instrumento para satisfacer nuestros deseos, sino una facultad para fines morales, en
realidad, la fuente de leyes morales universales. Rousseau mismo había sugerido esta línea de
pensamiento en su Contrato Social con su teoría de la voluntad general. Así, en parte reaccionando
a Rousseau, y en parte bajo su influencia, Kant había desarrollado la visión de que la razón fuese
una facultad de fines, algo tan característico de su última filosofía moral. Esta nueva concepción de
la razón le permitió decir que no esclavizaría sino que liberaría al hombre. En realidad, sería la fuente
de la misma autonomía moral que Rousseau tan ansiosamente quería proteger.22
¿Qué estaba tan mal en la metafísica que había contribuido a la declinación de la moral? Es
importante señalar que la crítica de Kant a la metafísica en los señalamientos de las Observaciones
no sólo es ad hominem, dirigida contra la vanidad de aquellos metafísicos que pensaban que eran
21 Véase Rousseau, Discours sur l’origine et les fondements de l’inégalité parmi les hommes, ed. J. Roger (París,
1971), pp. 209, 216-17.
22 Sobre la importancia de Rousseau para el desarrollo de la filosofía moral de Kant hacia 1765, véase J.
Shmucker, Die Ursprünge der Ethik Kants (Meisenheim, 1961), pp. 143-252, y R. L. Velkley, Freedom and the
End of Reason (Chicago, 1989), pp. 61-88.
23 Véase 20:31, 138, 145. Cfr. R 6598, 6610, 6672, 19:103, 107, 129.
24 Véase, por ejemplo, W. H. Werkmeister, Kant: The Architechtonic and Development of his Philosophy
(Londres, 1980), p. 43.
Sorprende por tanto, en realidad problematiza en extremo, ver que en agosto de 1770 Kant
parece revivir una metafísica especulativa en su disertación inaugural, De mundi sensibilis atque
25 Acerca de algunas de estas especulaciones, véase Beck, Early German Philosphy, p. 457.
La lectura de la Disertación está más que ampliamente confirmada por las Reflexionen,
escritas en 1769 y 1770. 26 Sin excepción, encontramos que a lo largo de todas estas reflexiones Kant
sólo desarrolla la concepción prototípica de la metafísica que había tenido en 1766. El objeto de la
metafísica, escribe,27 es determinar los primeros principios o conceptos básicos de nuestra razón.
La metafísica debería ser una ontología, aunque no una ontología en un sentido tradicional de una
ciencia acerca de algún tipo de cosa. 28 Más bien, su objetivo debería ser determinar las condiciones
bajo las cuales es posible pensar cualquier objeto según la razón. Estos conceptos no son ni ectipos
ni arquetipos, sino conceptos acerca de las condiciones bajo las cuales cualquier cosa puede ser
pensada (Bedingungsbegriffe).29 En todas estas reflexiones de esos años Kant insiste en que los
principios de la metafísica no tienen validez objetiva sino sólo subjetiva, en tanto no refieren a
alguna propiedad de las cosas, sino sólo a las condiciones bajo las cuales cualquie r cosa puede
26 Afortunadamente, la datación de estos materiales no está sujeta a mucha duda. Véase el comentario de
Adickes sobre su datación en 14: xxxviii-xix.
27 R 3946, 17:359.
28 R 3931, 17:353; Cfr. R 3946, 17:359; y R 3959, 17:367.
29 R 3978, 17:373-4.
Hay algunas consideraciones, sin embargo, que serían de peso contra esta lectura de la
Disertación. ¿El mundo inteligible o noumenal no es también el dominio de Dios, la libertad y la
inmortalidad? La primera Crítica nos da una razón para pensar que es así. Y si ese fuese el caso, ¿no
estaríamos en lo correcto al considerar que el mundo noumenal es el ámbito de los seres
espirituales después de todo? Hay algunos pasajes en las Reflexionen que ofrecen evidencia para
esta interpretación.31 No obstante, una mirada más aguda a estos pasajes revela que, como ámbito
espiritual, Kant da al mundo inteligible o noumenal un significado estrictamente moral, como había
hecho en los Sueños de un visionario.32 En distintas ocasiones Kant nos ha dicho explícitamente que
la única ley que conocemos como verdadera del mundo inteligible es la ley moral. El mundus vere
intelligibilis es el mundus moralis. El único dato que tenemos del mundo intelitible, dice Kant, 33 es
el de nuestra advertencia de la libertad. Por tanto es el principio de la libertad lo que constituye la
formae mundi intelligibilis. El concepto de Dios es válido, Kant explica luego,34 sólo en tanto se base
en las leyes morales. No podemos probar este concepto a priori, pero nos está permitido inferirlo
sólo como una precondición del más alto bien. Estos pasajes de las Reflexionen nos dan entonces el
contexto para interpretar los señalamientos de Kant acerca del uso dogmático de la razón en la
Disertación. Al postular ciertos ejemplares de perfección, el uso dogmático de la razón no nos da
principios constitutivos sino regulativos. No nos dicen lo que existe, sino lo que debe existir. Tal uso
es dogmático no en el sentido de que especula acerca de entidades más allá de la experiencia, sino
en el sentido de que es cierto según principios a priori, a saber, el primer principio de la moralidad.
30 R 3949, 17:361; R 3952, 17:362-3; R 3917, 17:343; R 3938, 17:355; R 3954, 17:363; R 4369, 17:521-2.
31 R 4254, 17:483-4; R 4108, 17:418; R 4349, 17:516.
32 Véase Sueños, 2:334-7.
33 R 4349, 17:516; R 4375, 17:525; R 4261, 17:486; R 4291, 17:498; R 4254, 17:483-4.
34 R 4349, 17:516.
35 R 5037, 18:69.
Si la década de 1760 fue la década turbulenta para Kant, entonces la de 1770 habría de
llamarse con justicia “la década del silencio.” A diferencia de la de 1760, Kant escribió muy poco en
estos años. Además de la Disertación, hubo algunos ensayos sobre educación, Zwei Aufsätze,
betreffend das Philanthropin (Dos ensayos acerca de la academia filantrópica) (1776-7), y un artículo
sobre antropología, “Von den vershiedenen Rassen der Menschen” ( Sobre la diferencia de razas de
la humanidad) (1775). Pero eso fue todo. Muchos de los contemporáneos de Kant estaban
consternados, incluso perturbados, por su silencio. No obstante lo que Kant más necesitaba era paz
y soledad. Así esta fue la década de su intensa labor en la Crítica de la razón pura.
Desafortunadamente, tenemos pocas fuentes que documenten las etapas en la escritura de la
Crítica. Están las cartas de Kant a su primer estudiante Marcus Herz; algunas notas de estudiantes
de sus clases dadas alrededor de 1775; y las Reflexionen, entre ellas la serie conocida como Duisburg
Nachlaẞ. Pero incluso estas fuentes arrojan apenas una tenue luz en la oscuridad. Las cartas de Kant
dan apenas una información escasa; las notas de clases son de dudosa confiabilidad; las Reflexionen
no pueden datarse con precisión; y la Duisburg Nachlaẞ es un código. 37
Arribamos ahora a una conclusión, aunque, sólo con la ayuda de la visión retrospectiva. En
1770 Kant vio las cosas de modo diferente. El 2 de septiembre de 1770, Kant escribió a J. H. Lambert,
uno de los filósofos que más admiraba de Alemania, pidiéndole sus comentarios sobre la
Disertación. Aunque Kant admitió sin dificultad que mucho de ese tratado estaba todavía crudo y
vago, expresó satisfacción con la posición general. “Desde hace casi un año me felicito a mí mismo
por haber llegado a aquellos conceptos que seguramente tendré que expandir, pero nunca cambiar;
mediante ellos todos los estilos y preguntas metafísicos pueden examinarse según criterios ciertos
y simples y, en la medida en que son resolubles, pueden decidirse con certeza” (10:93). No obstante,
tal optimismo tuvo una vida corta. En la respuesta de Lambert a Kant del 13 de octubre se le plantea
una cuestión que socavaría la Disertación y comenzaría esa cadena de reflexiones que
eventualmente lo conducirían a la primera Crítica. Lambert dijo que había encontrado problemático
el preciso dualismo de Kant entre razón y sensibilidad, puesto que no podía entender cómo tal
distinción de facultades podían cooperar (10:100). Entonces planteó que debería haber algún tipo
de intercambio entre ellos, puesto que los conceptos de la ontología debían ser aplicables a los
fenómenos (103). De hecho, entonces, Lambert había planteado la cuestión: ¿Cómo sabemos que
los conceptos puros a priori de la metafísica son aplicables a la experiencia?
La pregunta de Lambert parecía haber atormentado a Kant por casi un año. 39 El primer
resultado de sus reflexiones sobre esta pregunta fue su celebrada carta a Marcus Herz del 2 de
febrero de 1772, donde Kant plantea primero el problema fundamental de la filosofía crítica. En esta
carta Kant comenzó contando a Herz acerca de sus planes de publicar pronto una obra titulada Die
Grenzen der Sinnlichkeit und der Vernunft, que consistiría en dos partes, una teórica y otra práctica.
Mientras pensaba en la primera parte, Kant observó que todavía se le estaba escapando algo
importante, algo que constituía “la clave para el secreto de la hasta ahora aún oscura metafísica”
(10:124). Él ahora sintió que era necesario afrontar la pregunta: “¿Sobre qué bases una
representación se relaciona con su objeto?” Este era un problema especialmente agudo, sostenía
Kant, por causa de los conceptos a priori del entendimiento. Es fácil responder a esta pregunta en
el caso de los conceptos empíricos, puesto que éstos son sólo una manera en la que el sujeto es
afectado por los objetos que le son dados, de modo que la representación será un efecto que se
38 Acerca del fracaso de Kant en desarrollar el idealismo trascendental en la Disertación, véase Paul Guyer,
Kant and the Claims of Knowledge (Cambridge, 1987), pp. 11-24.
39 Sobre la influencia de Lambert en la evolución filosófica de Kant en esta época, véase L. W. Beck, “Lambert
and Hume in Kant’s Development from 1769 to 1772,” Essays on Hume and Kant (New Haven, Conn., 1978),
pp. 101-10.
No obstante sabemos, otra vez más gracias a la visión retrospectiva, que ese optimismo era
infundado. La carta a Hertz muestra que Kant todavía estaba muy lejos de la solución de su
problema. La solución que propuso determina en el mejor de los casos sólo el origen de nuestros
conceptos a priori, pero no su justificación, su aplicación a la experiencia. En otras palabras, para
usar una terminología posterior de Kant, había ofrecido sólo una deducción “metafísica” pero no
“trascendental”. Kant todavía no había llegado a la distinción crucial entre el quid juris y el quie facti,
la cuestión de la justificación y la del origen del conocimiento. Parecía pensar que determinar el
origen de un concepto es determinar su justificación.
Fue quizá muy poco después de su carta a Hertz que Kant se despertó del “sueño
dogmático” por su lectura de Hume. 40 Kant estaba bien al tanto del escepticismo de Hume desde al
menos el verano de 1759, puesto que J. G. Hamann le había hablado sobre él en una carta escrita
en junio de ese año (10:15). Probablemente había leído una traducción del Essays y de las Enquiries
hacia principios de la década de 1760, 41 porque se refiere a Hume tanto en el anuncio de sus clases
para el semestre de invierno de 1765-66 (2:311) como en sus Observaciones sobre la sensación de
lo bello y lo sublime (2:253). Herder, que había oído las clases de Kant desde 1762 a 1764, dijo que
Hume era uno de los autores a los que citaba con más frecuencia. 42 Hay paralelos notables entre la
crítica de Hume y la de Kant al racionalismo en 1763 y 1766, puesto que Kant usa los mismos
ejemplos de Hume al criticar la interpretación racionalista del principio de causalidad. 43 No
obstante, es improbable que Hume ejerciera una influencia decisiva en la década de 1760. La crítica
de Kant al racionalismo podría haber venido de otras fuentes más autóctonas, más notablemente
40 Las razones por las que se ubica la influencia de Hume en Kant en la década de 1760 fue agudamente
criticada por Benno Erdmann en su “Kant und Hume um 1762,” Archiv für Geschichte der Philosophie I (1888):
62-77, 216-30. Al ubicar la influencia de Hume en la década de 1770, sigo a Beck, Essays, pp. 101-10 y Early
German Philosophy, pp. 464-5, y De Vleeschauwer, The Development of Kantian Thought, pp. 64-5.
41 Esta traducción fue de J. G. Sulzer y apareció bajo el título Philosophiche Versuche über die menschliche
Erkenntnis (Hamburg and Leipzig, 1755). Esta edición incluía traducciones de ambas Enquiries.
42 Véase Herder, Briefe zur Beförderung der Humanität. En Sämmtliche Werke, ed. B. Suphan (Berlín, 1881),
Quizá este recuerdo de Hume convenció a Kant de que estaba muy lejos de una solución a
la dificultad frente a la que se encontraba. De cualquier modo, la esperanza de que pudiera escribir
una “Kritik der reinen Vernunft” para el verano de 1772 se disipó con rapidez. En la siguiente carta
a Marus Herz, escrita hacia fines de 1773, Kant había de admitir que su obra había creado más
problemas de los que había previsto. Explicaba que quería crear “una ciencia totalmente nueva,” y
que tal proyecto demandaba mucho esfuerzo en crear un nuevo método, terminol ogía y
clasificación de conceptos (10:137). Una vez más, sin embargo, Kant estaba compelido a dejar de
lado esos planes. El 24 de noviembre de 1776, casi trece años más tarde, escribió a Herz diciéndole
que, aunque había acuñado grandes cantidades de material y nunca había trabajado tan sistemática
y persistentemente, su proyecto estaba todavía incompleto. Kant nuevamente se refiere a los
problemas de crear completamente un nuevo sistema de filosofía. Estaba complacido al dar cuenta,
no obstante, de que ahora el mayor obstáculo estaba detrás de él, y esperaba estar terminado hacia
el próximo verano (10:185-6). Pero, como si se diese cuenta de que esto era demasiado optimista,
Kant le pidió a Herz que no se haga muchas expectativas, pues esto sólo le añadiría presión. Y con
seguridad, Kant todavía estaba lejos de finalizarlo. Sus siguientes cartas a Herz, aquellas escritas el
10 de agosto de 1777 y en abril de 1778, continúan en la misma tónica. Kant nuevamente dice que
las dificultades con su proyecto le impiden completarlo; y propone dos nuevas fechas de
publicación, ambas de ellas rápidamente olvidadas (10:195-8, 214-16).
44Véase James Beattie, Versuch über die Natur und Unveränderlichkeit der Wahrheit (Leipzig, 1772).
45Sobre la Duisburg Nachlaẞ, véase Guyer, Kant and the Claims of Knowledge, pp. 25-70, y Theodor Haering,
Der Duisburg’sche Nachlaẞ und Kants Kriticismus um 1775 (Tübingen, 1910).
Si Kant había hecho un gran progreso en 1775, su proyecto e staba todavía lejos de
completarse. Lo que no aparece en Duisburg Nachlaẞ es la argumentación detallada de la Crítica. El
problema de apoyar esa argumentación, junto con su frágil salud y las obligaciones académicas, son
suficientes para explicar los siguientes cinco años que necesitó para completar la Crítica. Recién fue
el 1ro de mayo de 1781 que Kant pudo escribir a Herz diciendo que muy pronto aparecería un libro
suyo bajo el nombre de Kritik der reinen Vernunft.
Ahora que hemos sobrevivido al desarrollo intelectual de Kant desde 1746, sería un placer
describir la publicación de la Crítica como un final feliz, como la conclusión coronada de la carrera
de Kant. Pero debemos resistir con firmeza esta tentación. La década más creativa de Kant, la de
1780, todavía estaba por comenzar. Si la filosofía crítica había nacido, todavía no estaba madura. Su
forma y estructura posteriores – la división en tres Críticas con la Crítica del Juicio como piedra
angular – se hará totalmente clara para Kant sólo a fines de la década de 1780. En síntesis, la historia
del desarrollo intelectual de Kant se detiene sólo con su muerte. Puesto que, ya bien entrados en la
década de 1790, Kant pensaba acerca de los fundamentos de la metafísica, y constantemente
cambiaba sus ideas. La llama de su viejo enamoramiento lo encendió hasta su amargo fin.