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I
tanto por falsa modestia, sino porque soy parte interesada y no del todo
imparcial para formular algunas apreciaciones sobre esta etapa reciente en la
historia institucional de la CEPAL. Trataré de ser lo más objetivo posible.
Mi exposición tiene dos aspectos interdependientes. El primero se refiere
al desarrollo de la institución durante los últimos diez a doce años; el segundo,
a la actualización de su “mensaje” y el conjunto de sus propuestas. Ambos
aspectos forman parte del importante proceso de transición que se dio en el
interior de la Secretaría durante el período al que me corresponde referirme.
II
soplar, sobre todo en el Cono Sur. Durante algunos años, el debate interno no
se sintetizó en un mensaje renovado y coherente, sino que se tradujo en
diversos planteamientos que daban señales ambiguas e incluso contradic-
torias acerca de la opinión institucional.
Hacia fines de los años ochenta, la falta de definición de una opinión
institucional clara y coherente le estaba causando daño a la CEPAL. En primer
lugar, en su imagen ante los gobiernos miembros; en segundo, por la ausencia
de un marco de referencia que estructurara la labor interna de la Secretaría.
Por todas esas razones, se tomó una decisión deliberada de emprender un
esfuerzo sistemático de actualización del pensamiento de la CEPAL, que
girara en torno a su legado histórico, pero se adaptara a las realidades
presentes y previsibles. Los intentos iniciales se dieron a mediados de los años
ochenta; primero, con la organización de un seminario convocado en 1985 por
el entonces Secretario Ejecutivo, Enrique Iglesias,2 y, posteriormente, con los
documentos preparados para la Conferencia Extraordinaria de la CEPAL
celebrada en México en 1987, cuando era Secretario Ejecutivo Norberto
González.3
Los intentos posteriores, como se sabe, se reflejan en un conjunto de
publicaciones dadas a conocer a partir de 1990, bajo el signo de lo que
bautizamos Transformación productiva con equidad.4 El primer documento
ofrece el marco de referencia general; los posteriores incursionan en temas
específicos, en los que se desarrollan y profundizan aquel marco global de
referencia.
III
Hay que admitir que la lectura del planteamiento original sobre
transformación productiva con equidad da origen a múltiples
interpretaciones. Algunos, que centraban la atención en la legitimación que
se le otorgaba en el documento a la liberalización comercial y a la gestión
macroeconómica coherente y estable, pensaron que la Secretaría suscribía
el paradigma neoliberal. Otros –que se fijaban más en el carácter sistémico
del planteamiento, en su enfoque estructural y en su insistencia en el rol de
la política pública– no advertían mayores diferencias entre éste y los rasgos
“intervencionistas” que siempre se atribuían al pensamiento de la
IV
Ahora empieza un proceso de interpretación ex post de lo que sin duda fue un
documento parteaguas de la institución. Aunque quizá haya sido menos
original y razonado que ese otro documento trascendental, el Estudio económico
de América Latina, 1949 (que Albert Hirschmann llamó el “manifiesto” de la
CEPAL) y no haya habido un Prebisch de por medio (pero sí un Fernando
Fajnzylber), ciertamente ambos trabajos tienen pretensiones holísticas, aunque
desde luego cada uno en un contexto regional y mundial muy distinto.
Pienso que nuestras vivencias en la Secretaría a fines de los años ochenta
probablemente fueron un eco distante de lo vivido por don Raúl y sus
colaboradores, al menos en dos sentidos. El primero se refiere a la secuencia
entre las ideas y la praxis; el segundo se relaciona con las demandas a veces
contradictorias que condicionan la labor de la Secretaría de un organismo
intergubernamental como la CEPAL.
El trabajo pionero de 1949, en efecto, se elaboró después de que
América Latina sufriera dos convulsiones importantes: la crisis económica
y la escasez de divisas de la década de 1930, y la segunda guerra mundial,
que se tradujo, entre otras cosas, en graves problemas de abastecimiento.
Ambos fenómenos dieron gran impulso a un proceso de industrialización
basado en la sustitución de importaciones. En el ámbito de las ideas, se
abandonaba la ortodoxia para adoptar la noción de intervención selectiva
del Estado en las economías, basada en las propuestas revolucionarias de
John Maynard Keynes.
Fue en ese contexto que Prebisch y su equipo publicaron su histórico
documento. La pregunta central que se plantea en este contexto es si las ideas
expuestas en éste se colocaron adelante de las acciones, o si fue la experiencia
de la vulnerabilidad externa y la praxis de la industrialización sustitutiva de
CEPAL 77
V
El panorama se complicó aún más porque, como se sabe, los más
fervientes partidarios de la ortodoxia también eran gobiernos
autoritarios. Resultaba difícil estar de acuerdo con la política económica
instrumentada por un gobierno que a la vez incurría en violaciones de los
derechos humanos.
En todo caso, ya a mediados de los años ochenta un gran número de
gobiernos, incluidos regímenes civiles y democráticamente electos, estaban
adoptando políticas de liberalización comercial y de gestión macroeconómica
prudente, en un momento en que la Secretaría seguía defendiendo las
bondades de la sustitución de importaciones. Allí empezó a surgir un dilema
para la institución: dedicarse al análisis de temas relevantes para los
gobiernos, que se ubicaran en el centro de sus preocupaciones, o marginarse
cada vez más de su función de secretaría de una institución interguber-
namental.
El dilema quedó sin resolverse durante algunos años; más bien, como se
dijo, la Secretaría a veces hablaba con dos voces, o al menos en dos tonos
distintos. En algunos documentos se trataban temas de gran actualidad,
relacionados sobre todo con la política económica de corto plazo; en otros se
asumía una posición crítica con respecto a las tendencias prevalecientes, y se
recetaba lo que parecía un retorno al pasado. Pienso que la necesidad de
seguir siendo relevante para los gobiernos miembros contribuyó a inclinar la
balanza a favor de un discurso actualizado.
VI
Pero la buena noticia para los que están comprometidos con el legado
histórico de la institución es que el esfuerzo de actualización se hizo con
enorme respeto por aquel legado. En ese sentido, se continuó examinando la
temática del desarrollo desde la óptica latinoamericana y caribeña; si se
quiere, buscando caminos propios hacia el desarrollo. También se conservó el
estilo de trabajo desarrollado en los primeros años de la institución, ubicado
en un punto intermedio entre la reflexión y la praxis, ofreciendo orientaciones
basadas en observaciones empíricas. Asimismo, muchos de los antiguos
temas de la institución se reexaminaron en el marco de las nuevas
circunstancias.
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