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Texto.

Enoikos FCCE, VI, 13 (1998)

Autor. Eduardo Rabossi *

Público-privado
Una distinción compleja

La moral es un fenómeno, una institución, de carácter social. Cuando decimos de un juicio, una
actitud, un sentimiento, una valoración, un razonamiento, una justificación o una acción que son
morales, que son éticos, suponemos, necesariamente, una trama específica de relaciones,
creencias y pautas socialmente consagradas.

1. Los conceptos polares

Algunos de los conceptos que utilizamos corrientemente funcionan de a pares. Ejemplos típicos
son "perfecto"/ "imperfecto", "vivo"/"muerto", "veraz"/ "mendaz", "cierto" / "probable", "falso"/
"legítimo", "lento"/ "rápido", "literal"/ "metafórico", "material"/ "espiritual". En todos estos casos las
propiedades que denotan los miembros de cada par están en oposición antitética. Por eso se los
suele denominar "conceptos polares" (Grant, 1963). Se trata, en realidad, de una subclase de
antónimos que los lexicógrafos suelen llamar "términos contradictorios".

El funcionamiento de los conceptos polares es peculiar. En primer lugar, sus contenidos se


requieren mutuamente y, por ello, dependen entre sí de una manera recíproca. No podemos
entender ni explicar qué significa "falso", digamos, sin entender o explicar qué significa "legítimo".
Es decir, no sabríamos ni podríamos predicar de algo que es falso, si no supiéramos ni
pudiéramos predicar de otra cosa que es legítima. Segundo, los contenidos de los conceptos
polares se dan por contraste u oposición. No se trata, por cierto, de una simple oposición, sino de
un contraste extremo, maximal, que indica la imposibilidad o al menos la dificultad de disminuir la
"distancia" cognitiva que existe entre ellos. Tercero, como los pares de conceptos polares
aparecen en distintos contextos, los criterios asociados con su uso cambian de manera
concordante. La polaridad se mantiene constante pero cada contexto determina los criterios
específicos de significación. Cuarto, cuando los conceptos polares aparecen en contextos teóricos
surge a veces la tentación de formular "generalizaciones polares", es decir, de proponer la
eliminación de uno de los miembros del par apelando a argumentos que enfatizan las similitudes o
diferencias que surgen de los criterios de uso del otro miembro del par. Aunque la generalización
polar se puede practicar y de hecho se practica en cualquier área teórica, es particularmente
evidente en el campo de la filosofía. Cuando uno se topa con aseveraciones como '”Todo lo que se
dice es metafórico", "No hay enunciado empírico cuya verdad se pueda afirmar con certeza",
"Todos los datos que provienen de los sentidos son falsos" o "Todo es material", se puede estar
seguro de que quienes las formulan han llevado a cabo una generalización polar y proponen
eliminar el concepto polar correspondiente; en el caso, "literal", "cierto", "legítimo", "espiritual". El
valor teórico de este tipo de generalizaciones es dudoso. Involucran el intento de producir reformas
conceptuales / lingüísticas infundadas y / o la formulación de oraciones que, dada la lógica de los
conceptos polares, carecen de un sentido preciso.

Pues bien, "público"/ "privado" son conceptos polares. En consecuencia, explicar qué significa
"público" supone, necesariamente, que podemos explicar qué significa "privado", y viceversa; que
la "distancia" cognitiva, el contraste, la oposición entre "público" y "privado" es, en principio,

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extrema; que el par "público"/ "privado" aparece en contextos variados, por lo que cambian los
criterios de significación correspondientes: y que pueden darse propuestas de generalización polar
que apunten a eliminar o a restringir el universo de aplicación de "público" en beneficio del
universo propio de "privado", o viceversa. Munidos de estos datos, entremos ahora materia.

2. El contexto y la significatividad

Predicamos "privado" de cosas muy diversas: papeles, empresas, reuniones, playas, propiedad,
colegios, vida, entidades, sectores, clubes. Una diversidad similar caracteriza las cosas de las que
predicamos "público": fondos, intereses, reuniones, seguridad, escuelas, empleados, personalidades,
sociedades, sectores, bienes, propiedad. Es muy claro que esta diversidad denotativa pone de
manifiesto la diversidad de contextos en los que la distinción público / privado juega un papel. Que
haya diversidad de contextos implica, como he señalado, que hay en juego distintos criterios de
significación. ¿Cuáles son esos criterios o, al menos, cuáles son los más recurrentes?

Según un primer criterio, "público" se predica de todo lo que sea correcto predicar "estatal".
Consiguientemente, "privado" se dice de "todo lo demás", es decir, de todo lo que sea correcto
predicar "no estatal" dentro del rango específico de aplicación. Lo no estatal se suele identificar
entonces con lo que es propio de la sociedad en general, con lo específico de la esfera social, no
gubernamental, no política. La ecuación es "público" = "estatal" / "privado" = "social". Este criterio
subyace a ciertas oposiciones recurrentes: “propiedad pública"/ " propiedad privada", "fondos
públicos"/ "fondos privados", "interés público" / "interés privado", "ética pública" / "ética privada".

De acuerdo con un segundo criterio, "privado" se predica de todo lo que corresponda a la vida
familiar doméstica. Por lo tanto, "público" se dice de “todo lo demás", esto es, de todo lo que es
correcto predicar "no familiar" dentro del rango específico de aplicación. Este criterio, que
presupone que la familia doméstica es una asociación natural, ubica en "todo lo demás" el estado
(la sociedad política, en general), el mercado y la sociedad civil. En este caso la ecuación es
"público = "estatal + social" / "privado)" = "familiar doméstico". Es el criterio que subyace a
oposiciones como "vida pública" / "vida privada", "papeles públicos" / "papeles privados", "virtudes
públicas" / "vicios privados"

Un tercer criterio identifica el ámbito privado con la intimidad. "Privado" se predica entonces de los
aspectos más recónditos y reservados de la vida de las personas. Consiguientemente, "público" se
predica de lo que es socialmente accesible porque se da en un espacio mundano común a todos,
en un lugar en el que se produce "lo que todos ven y oyen". La ecuación es entonces "público" =
"visto u oído por todos" / "privado" = “íntimo”. El contraste entre "acciones públicas" / "actos
privados", "decisiones públicas" / "elecciones (preferencias) privadas", "moralidad pública" /
"moralidad privada", supone este criterio.

Estos tres criterios subyacen a los usos (actuales) de "público" y "privado". Una de las
consecuencias interesantes de su aplicación es que las clases que definen son heterogéneas. Así,
algo que resulta ser privado según el primer criterio (la propiedad), es público según los otros
criterios; lo que es privado según el segundo criterio (la vida familiar doméstica), puede ser público

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según el tercero; la sociedad civil, que forma parte de la esfera privada (primer criterio), pertenece
a la esfera pública (segundo y tercer criterio); el mercado, propio de esfera privada según el primer
criterio, resulta ser público según los criterios segundo y tercero. De esto se sigue que nada es en
esencia público o privado. La razón es sencilla: la condición de ser público o ser privado depende
del contexto en el que se formula la predicación y de los criterios de significación correspondiente.
Se sigue también que el valor de cualquier argumentación que se formule acerca de la validez,
preferencia o importancia de algo, en tanto público o privado, está restringido a los ámbitos
contextual y criteriológico respectivos. Se sigue, por fin, que no hay un modo objetivo de trazar los
límites de lo público y lo privado pues al hacerlo tenemos necesariamente que valorar, medir
consecuencias y jugar con factores de carácter ideológico.

3. Los resultados de la democracia

¿Por qué importa reflexionar acerca del par público / privado?

Hay varias respuestas posibles. Pero en nuestro contexto histórico, la más interesante es esta. El
proceso democrático que comenzó en diciembre de 1983 trajo aparejados cambios muy impor-
tantes en la manera de concebir la vida en sociedad, las prácticas políticas, las instituciones eco-
nómicas, el goce de los derechos y las libertades básicas, las funciones propias del estado, el
peso de la opinión pública, el papel de los sectores sociales emergentes, la ubicación de algunos
factores tradicionales de poder, la calidad de vida, las decisiones vitales idiosincrásicas, la
contribución efectiva de la política al mejoramiento de la vida comunitaria, la integración con otros
países, el impacto social de las prácticas corruptas, los procesos de globalización. La nómina
puede ser mucho más extensa. Pero el punto que me interesa destacar es el siguiente: la vigencia
quinceañera de las instituciones democráticas en nuestro país ha producido como resultado no
sólo la normalidad institucional (un valor ligado necesariamente a la vigencia de la democracia
formal), sino el surgimiento, la visualización, el planteo y, a veces, la discusión, de un conjunto de
temas y problemas que son propios de la vida en democracia, es decir, que surgen inevitable-
mente en el seno de una sociedad por ser precisamente una sociedad democrática.

Si repasamos la nómina que antecede y nos preguntamos en cada caso por la pertinencia de la
distinción "público" / "privado", veremos que se delinean tres grandes áreas.

La primera abarca un conjunto de cuestiones que ha puesto sobre el tapete la reforma del estado,
las políticas de desregulación y la implantación de un sistema económico de mercado. Como se
sabe, la distinción "público" / "privado" jugó un papel crucial en la divulgación, conceptualización y
efectivización de las políticas pertinentes. Una parte de la estrategia consistió en proyectar sobre
la distinción un halo emotivo que facilitó la utilización ideológica y, consiguientemente, la
consagración política. La ecuación "público" = "estatal" / "privado" = "social", dio paso a
ecuaciones alternativas: "público" = "ineficiente" / "privado" = "eficiente" y "público" = "corrupto" /
"privado" = "íntegro". Al margen de estas tácticas circunstanciales, lo cierto es que el liberalismo
económico plantea, tanto en el plano teórico como en el práctico, la necesidad de estipular con
nitidez los límites de lo público y lo privado. El tema ha sido y sigue siendo motivo de controversias
internas. Pero a esta altura de los tiempos, cuando urge definir la función propia del estado como

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agente prioritario en la promoción y garantía de la calidad de vida de la población, el concepto de


"estado mínimo", la hipótesis de la mano invisible, y el principio de laisser faire, tan caros a los
economistas liberales clásicos, sólo pueden ser tomados en serio por teóricos de torre de marfil o
por prácticos sin sentido de realidad.

La segunda gran área abarca un conjunto de problemas relacionados con lo que se denomina, de
manera tradicional, "sociedad civil". En este caso, el tema central es qué hemos de entender por
"sociedad civil", es decir, cuál es su estructura, qué elementos la componen. Adviértase que si
identificamos "privado" con "social", pensamos que "social" equivale a "sociedad civil" y oponemos
"social" a "público" = "estado", nos encontramos, en realidad, en el área anterior. Hay quienes
sostienen que ese es el caso, es decir, que el ámbito de la sociedad civil —el "tercer sector", como
se lo suele denominar— no sólo incluye el sector privado no lucrativo (digamos, la sociedad civil
propiamente dicha) sino, también, el sector privado lucrativo (el mercado)1. Este planteo supone
que la única interpretación válida del par "público" / "privado" es la que identifica "público" con "estatal"
y "privado" con "social" y que lo que cae del lado privado del par tiene, por necesidad, que aglutinarse
vis-a-vis el estado. Ambos supuestos son erróneos. Existen, como hemos visto, otras interpretaciones
válidas del par' "público" / "privado". Además, no sólo corresponde distinguir el sector social que tiene
como base organizativa un conjunto de fuerzas agregadas regidas por la lógica del mercado (oferta /
demanda, competencia, maximización de ganancias) del sector social compuesto por entidades
regidas por la lógica del bien público (solidaridad, asociación voluntaria, metas altruistas), sino que es
razonable considerar que ambos sectores son mutuamente autónomos dadas las características de
cada uno. De este modo, la esfera pública no sólo comprende el estado (la sociedad política, en ge-
neral), sino también el mercado y la sociedad civil. 2

Otra gran área tiene que ver con lo que cabe denominar "normalización del principio de au-
tonomía". En un sistema democrático liberal cada persona tiene derecho a pensar, a sentir y a
actuar autónomamente, sin padecer intromisiones del estado, de la sociedad o de otras personas.
No es derecho absoluto. Tradicionalmente se ha sostenido que los límites de su ejercicio lo dan la
moral, la "salud" pública y el perjuicio a terceros. El artículo 19 de la Constitución Nacional resume
la cuestión en estos términos: "Las acciones privadas de los hombres que de ningún modo afecten
al orden y a la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas a Dios, y exentas
de la autoridad de los magistrados..." (El artículo 11 (2) de la Convención Americana prohíbe las
"injerencias arbitrarias o abusivas en [la] vida privada", el artículo 17 (1) del Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos sustituye "abusivas" por "ilegales"; recuérdese que ambas normas tie-
nen jerarquía constitucional). Ahora bien, es característico de los regímenes autoritarios entrome-
terse en el ámbito privado, entendido como la esfera personal íntima. Es común que prohíban cier-
to tipo de comportamientos y, aun, de pensamientos y sentimientos, apelando a razones per-
feccionistas o paternalistas. Su meta es ampliar al máximo la esfera pública, entendida como la
esfera donde transcurre lo "visto y oído", con el fin de ejercer un control más efectivo sobre las per-
sonas. Es por ello que toda transición democrática tiene períodos iniciales de “destape" en los que
se rompen, a menudo con exageración, los tabúes impuestos. Pero de a poco la vigencia del
principio ole autonomía, es decir, el derecho de cada cual a decidir acerca de los aspectos más
personales de su vida, se normaliza. Claro esta que la aplicación del principio a casos concretos
genera arduos problemas. ¿Cuáles acciones son privadas y cuáles no lo son? ¿Dónde y cómo
trazar el límite? ¿Qué "dice" la moral pública respecto de tal o cual tema? ¿Cómo evaluar el

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perjuicio a un tercero? ¿Cuándo se afecta el orden público? ¿Qué decir de los casos en que se
condicionan o determinan contenidos y procesos mentales cognitivos o afectivos (por ejemplo, los
juramentos obligatorios a los símbolos patrios, la enseñanza –o no–de ciertos temas, la prohibición
de investigar científicamente determinados problemas)? ¿Qué opinar de los casos en los que, por
acción u omisión, se afecta la personalidad mediante algún tipo de afectación corporal (por
ejemplo, la inacción estatal o social ante necesidades educativas / alimenticias / médicas
insatisfechas, las decisiones sobre el uso de anticonceptivos, las disposiciones sobre nacimientos
y partos)? ¿Cómo juzgar los casos referidos a patrones de comportamiento que afectan planes o
estilos de vida (por ejemplo, el control de actividades de riesgo, las preferencias sexuales, la apa-
riencia física, las vocaciones excéntricas, los consumos dañinos)? ¿Cómo argumentar para que
ciertos comportamientos tradicionalmente considerados íntimos sean susceptibles de un escrutinio
público, sin afectar las bases del principio de autonomía (por ejemplo, cierto tipo de violencia
familiar sobre los hijos y entre los cónyuges, la posibilidad de violación en las relaciones matri-
moniales)?. 3

Cono se puede apreciar, los problemas en los que la distinción "público" / "privado" juega un papel
relevante son de distinto tipo pero tienen una impronta común: resultan de una experiencia de vida
democrática. Por tal razón, su planteo, discusión y eventual solución trasciende el interés de cada
caso específico y constituye un modo de afianzar y desarrollar los valores y las instituciones
democráticas.

4. La ética pública y la moral privada

Un último punto. AI dar ejemplos de los criterios de uso del par "público" / "privado" mencioné
"ética pública" / "ética privada", "moralidad pública" / "moralidad privada" y la intencionada
oposición entre "virtudes públicas" y "vicios privados". En estos pares se traza una línea divisoria
que indica una posible discontinuidad entre diferentes tipos de ética, moralidad y virtud. Eso es, al
menos, lo que parecen significar. ¿Es ese el caso? Esta es una respuesta posible.

La moral es un fenómeno, una institución, de carácter social. Cuando decimos de un juicio, una
actitud, un sentimiento, una valoración, un razonamiento, una justificación o una acción que son
morales, que son éticos, suponernos, necesariamente, una trama específica de relaciones, creencias
y pautas socialmente consagradas, que sobrevive a la sucesión de las generaciones biológicas, en
virtud de la cual ese juicio, actitud, valoración, sentimiento, razonamiento, justificación o acción
adquieren una significación especial dados su contenido, estructura y función. El carácter social es,
pues, una condición necesaria de toda moral: no existen morales fuera de ámbitos sociales. Pero, en
verdad, es más que eso. El carácter social es constitutivo de la moral. Esto significa que no podemos
conceptualizar algo como moral sin emplear, de manera esencial, categorías sociales. Lo dicho no
implica negar que la moral posea una dimensión personal, privada, que se manifiesta en la manera
como cada uno internaliza y elabora los conceptos, las pautas, los principios y sentimientos propios
de una moral y en el modo como se comporta. Lo que sí implica es que así como no puede existir
un lenguaje esencialmente privado, es decir, un lenguaje que sólo entienda una única persona, no
puede existir una moral esencialmente privada, es decir, una moral que sólo valga y rija para una
única persona. Las actitudes del excéntrico moral, del crítico de la moral, del anacoreta, del amoral

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sólo se entienden y tienen sentido en el contexto de una moral socialmente vigente. Toda moral,
toda ética, es pública en tanto es un fenómeno de carácter social.4

Ahora bien, dado que las sociedades contemporáneas exhiben tal grado de complejidad que cada
persona ocupa, al mismo tiempo, una pluralidad de posiciones con roles y normas diferentes,
¿cuál es, en tal situación, el papel y la extensión de la moral? ¿Podemos hablar de una moral?
¿Es posible que coexistan, según los tipos de roles, diferentes morales? ¿Cuál es el criterio para
decidir acerca de la existencia de una moral? ¿Cómo se combina todo esto con la unicidad y uni-
versalidad que una parte representativa del pensamiento filosófico atribuye a los principios, valores
y/o sentimientos morales?

El tema es demasiado intrincado como para pretender despacharlo en unos breves párrafos. Pero
es posible señalar, al menos, lo siguiente. Vivimos tiempos de "éticas aplicadas": ética de la
ciencia, bioética, ética de la tecnología, ética empresarial, ética ecológica, ética informativa, éticas
profesionales (varias), ética política, ética económica. El auge se debe, entre otros factores: 1 ) a
la necesidad de hacerse cargo de las peculiaridades que se producen en el ámbito moral cuando
se toman en cuenta tipos de posiciones y de roles sociales; en consecuencia, 2) a la conciencia de
que hay tipos específicos de problemas morales que requieren soluciones consensuadas según
pautas específicas, pues los "decálogos" morales de carácter general o los procedimientos ideados
por los filósofos para determinar genéricamente la pertinencia moral de un comportamiento o de
tipos de comportamiento (por ejemplo, el principio utilitarista, el imperativo categórico kantiano, la
situación ideal de diálogo) no resultan ser adecuados ni operativos; y 3) a la tendencia a adecuar
de modo explícito el comportamiento personal o grupal a los cánones morales, no sólo por el valor
intrínseco de una actitud tal, sino porque ello produce cierto tipo de rédito valioso: prestigio,
credibilidad y una mejor operatividad profesional.

Estas consideraciones valen para las referencias a la ética, la moral y la virtud que hice al
ejemplificar los criterios de uso del par "público” / "privado". Queda como ejercicio aplicarlas a cada
una de ellas. A quienes se interesen por la filosofía de la moral, por la ética, dejo como problema
analizar el fenómeno de la proliferación de las éticas aplicadas. Puede ser considerado una moda,
algo circunstancial, efímero. Puede ser entendido, en cambio, como un proceso normal de
especialización que supone necesariamente a la ética, entendida de manera tradicional. Pero bien
puede ser considerado como la manifestación de algo novedoso, interesante y polémico: la
quiebra de la tradición que estatuye que la misión de la filosofía de la moral es reflexionar acerca
de la moral, de la ética, es decir, acerca de algo unitario y universal (tanto denotativa como
connotativamente) que debe ser analizado v explicado dejando a un lado lo histórico, lo social y lo
contextual. Me inclino por la última opción. Dejo para otra oportunidad exponer mis razones.

Otras experiencias

Para Australia, según un documento de 1993, Building a better Public Service, los valores clave
del Servicio Público son precisamente las más elevadas normas en materia de probidad,
integridad y comportamiento y fuerte sentimiento de responsabilidad.

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Autor. Eduardo Rabossi *

Para los Países Bajos, aun cuando no han sido presentados como un enunciado oficial de valores,
se ha identificado cierto número de palabras clave sobre las qué se basa el "estatuto especial del
funcionario": imparcialidad; competencia y profesionalismo. Fiabilidad. Lealtad. Transparencia.

Para Portugal, los “valores esenciales del servicio, tal como se citan en el código de comportamiento
del Servicio Público, son: Servicio público. Legalidad. Neutralidad. Responsabilidad. Competencia.
Integridad. Para el Reino unido el primer informe del Committee on Standards in Public Life,
enumera, a propósito de la vida pública, los siguientes principios: Desinterés. Integridad. Objetividad.
Responsabilidad. Apertura. Honestidad. Dinamismo.
C.S.B.

Bibliografía

Bombarolo, F. C. (1992): “Desarrollo. ¿Hacia un nuevo modelo?


ENOIKOS. III Nº 9.
Grant, C. K. (1963): “Polar Concepts and Metaphysical Arguments”, en H.D. Lewis.
Clarity is not enough. Londres: Allen & Unwin.
Moller Okin, S. (1991): “Gender, the public and the private”, En D. Held (comp.) Political Theory
Today. Oxford: Polity Press.
Rabossi, E. (1997): “Sobre los conceptos de sociedad civil y las sociedades civiles”. Revista
Jurídica de la Universidad de Palermo. II.

Notas

*Investigador Principal del CONICET. Profesor Consulto, UBA.

1 Véase, por ejemplo, F. Bombarolo (1995).

2 Sobre los distintos conceptos de “sociedad civil” y su vigencia actual, véase Rabossi (1997).

3 En Moller Okin (1991) se puede encontrar un excelente análisis de los problemas de género desde el punto de vista de la
distinción “público” / “privado”.

4 Un desarrollo de este planteo excede el marco de estas notas. Véase, al respecto, Rabossi (1988).

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