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7EL PROBLEMA DEL CRITERIO ETICO: UNA DISCUSION MAS ALLA DE LA

OBJETIVACION Y LA SUBJETIVACION DE LA CONCIENCIA

La conducta humana, es coaccionada por una gran serie de elementos con los que a su

vez interactúa cotidianamente, haciendo que, generalmente los seres humanos actuemos de

acuerdo a determinaciones de carácter ético, estructuras denominadas como valores,

deberes y derechos, son las que normalmente guían el discernimiento en la conciencia de

estos seres humanos, estas estructuras a su vez, se ven implicadas en una gran cantidad de

aspectos referentes a la realidad y a la experiencia de vida de los mismos como, por

ejemplo; la política, la economía e incluso el desarrollo de la ciencia, se ve influenciado por

esta cuestión. El hecho de “ser ético”, posibilita ampliamente el avance de estas y asimismo

limita de alguna manera sus excesos. En este orden de ideas, podemos hablar entonces del

importante y en cierto sentido indispensable papel, que juega la concepción de un criterio

ético a manera de horizonte, en la vida no solo de todas las comunidades y grupos, sino

también en la de los individuos. Sin embargo, vale la pena preguntarse también, por la

naturaleza de este mismo criterio, por lo cual, algunas preguntas naturales serían: ¿hasta

qué punto podemos concebirlo de manera objetiva y universal? O si por otro lado ¿la idea

de una “buena acción” esta siempre sujeta a la actitud, el carácter y la opinión personal?

Siendo así, el objetivo de este texto es resolver las dudas que nos orientan en la discusión,

con el propósito de evidenciar las problemáticas que supone la radicalización de ambas, en

este sentido se pasará a defender la siguiente tesis: el criterio ético, debe entenderse más

allá de las categorías de subjetividad y objetividad.

En primer lugar, podemos evidenciar que lo que se plantea en esta problemática son las

posibilidades para la idea universal de lo bueno en cada acción, de tal manera que a pesar
de la multiplicidad de afirmaciones o acciones éticas en la realidad, en estas esencialmente

cada persona puede llegar a percibir lo mismo en cuanto a “lo bueno” o por el contrario “lo

malo” de las mismas, haciendo así, que la concepción de un criterio sobre estas, sea

considerado como objetivo y de este modo, no dependa de apreciaciones o condiciones

particulares. En este sentido, se reconoce a pesar de la diversidad de los sujetos, la

existencia de una idea en común sobre lo considerado como ético, filósofos como Scheler

(1923) afirman que la percepción de los valores puede incluso compararse con la de los

sentidos en cuanto a los colores: “la unidad de valor y la forma del objeto está dada ya

siempre como "una y la misma", es decir, dada, como un complejo estructural en que se

ordenan originariamente los contenidos parciales de los fenómenos modalmente distintos”

(p.49) esto trae consigo a su vez, una gran cantidad de implicaciones problemáticas, por un

lado, proponer una objetividad en la ética, más precisamente en la acción ética, podría

eventualmente desembocar a un dogmatismo, en el que ciertos valores concretos al ser

considerados como absolutos, sean de la misma manera considerados como los únicos

correctos, imponiéndose unos a otros y asimismo deslegitimándose, dando paso a un cierto

autoritarismo moral, en el que se creé una escala jerárquica de valores, de hecho, el mismo

Scheler da cuenta de que para concebir esta estructura que él llama material (objetiva), en

cuanto a los valores, es preciso establecer un ordenamiento a manera de escala, la cual,

puede que a la larga, no sea capaz de dilucidar o discernir más allá del bien o del mal.

En segundo lugar, podemos considerar la perspectiva contraria, la cual, propone evaluar

la figura de los valores, deberes y derechos contemplados por la condición del criterio ético,

como reacciones subjetivas del sujeto que las percibe, esto supone otro tipo de condiciones

particulares respecto a la perspectiva anterior, pues al afirmar que el criterio ético puede
entenderse como subjetivo, se tienen en cuenta para el mismo las características propias de

cada individuo, como por ejemplo: su contexto, sus circunstancias personales, su desarrollo

histórico, familiar, social y biológico. Además, otra cuestión que se admite junto con esta

eventual afirmación, es el derrumbamiento de la categorización universal de las acciones en

tanto que “buenas” o “malas”, ya que, es el carácter personal y la capacidad del

pensamiento de cada persona la que le atribuye esta condición a cada acontecimiento que

evalúa y analiza en su realidad, en este sentido, desde la modernidad, corrientes como el

empirismo nos hablan de un “sentimiento moral”: para hume (1739) “el conocimiento se

basa en dos operaciones: el conocimiento de los hechos del mundo, y el conocimiento de

las relaciones de ideas” (Sepúlveda, 2017, p.03) de esta manera, podemos evidenciar que

los enunciados éticos no pueden explicarse a través de la primera operación, ya que, junto

con los hechos que se nos presentan ante nuestros sentidos, no se encuentran añadidos el

bien y el mal de los mismos, por el contrario, lo que percibimos es la sensación que nos es

producida debido a esta percepción, bien sea su aprobación o su rechazo. Por su parte,

también existen grandes inconvenientes al remitirnos radicalmente a esta cuestión, uno de

ellos, nos dice que radicalizar esta postura, puede llevar incluso a desdibujar cualquier

criterio ético mismo, bajo la premisa de que cada sujeto construye el propio, haciendo

imposible juzgar, condenar o rechazar acciones individuales por su carencia de contenido

ético.

Una vez expuestas las dos posturas establecidas en esta problemática, junto con sus

implicaciones en cuanto a diferentes aspectos, podemos dar cuenta de que estas obedecen a

dos extremos, los cuales en ultimas resultan inviables en tanto que derivan a diversos,

autoritarismos, relativismos radicales, errores de interpretación o incluso podrían llevar al


desdibujamiento de la facultad para la justicia. Ambas son dos caras de una moneda que a

lo largo del desarrollo histórico de la humanidad se han debatido con el objetivo de

reconocimiento. Esto, sumado a la apropiación de estos ideales por parte de diversos

personajes en aras de sus propios beneficios, hace posible poner de manifiesto la manera en

la que la humanidad misma, tal y como se dijo anteriormente, ha llegado a atestiguar la

forma en la que uno o cierto grupo de individuos, intentan implantar su particular

perspectiva respecto a “lo bueno”, sobre la de los demás seres humanos a partir del

establecimiento de totalitarismos, regímenes y dictaduras absolutas acobijadas por premisas

éticas como valores universales que a la larga terminan desfavoreciendo a determinados

sectores. Si revisamos el ejemplo que se acaba de plantear, (sin ánimo de condenar por

completo el desarrollo histórico) podemos evidenciar en este, el peligro de ambas posturas

radicales en una sola situación concreta: afirmar sobre el subjetivismo, que una concepción

debe tomarse por objetiva y en este caso jerárquica sobre lo que los individuos pueden

hacer, pensar, actuar o incluso ser.

Se pone de manifiesto, el reto significativo que en amplio sentido representan los

extremos para la sociedad, cuando nos remitimos a la cuestión del discernimiento ético. En

este caso lo que se necesitaría, sería un relato que se vea en las facultades de compatibilizar

las dos perspectivas que hasta ahora podemos reconocer y, que por un lado sea capaz de

otorgar libertad de construcción personal a sus individuos y por otro se establezca como tal,

en pro de la cooperación y la unificación misma, en el reconocimiento común de aspectos

referentes a los derechos de los seres humanos.

No obstante, también representa varios inconvenientes disponernos a hallar un punto

medio en cuanto a esta dicotomía propuesta entre la subjetividad y la objetividad de las


acciones, valores y demás enunciados éticos, debido a que, en primer lugar, la concepción

de validez de una de estas perspectivas, pareciese suponer de manera directa la negación de

la otra, anulando así, las posibilidades para la existencia, de cualquier ejercicio de

compatibilización entre las mismas. Por otro lado, la contradicción que esto nos suscita,

supone que la posición asumida en cuanto a la percepción moral, se entienda únicamente

desde un solo nivel y no en la conciliación de dos que en esencia representan extremos.

“los primeros sustentan que toda fundamentación del valor, trátese del que se trate,

depende del sujeto que observa, que siente, que comprende, que se permite explicar e

interpretar su realidad y, por otro, los segundos, afirman que es el objeto quien

fundamenta el valor. Es decir, la concepción de unos como de otros es en un solo sentido,

sin retorno alguno, sin ninguna interacción posible, en suma, ninguna relación entre sujeto

y objeto” (Villator, 2001, p.59)

En este orden de ideas, y teniendo en cuenta que el camino por el que transitan ambas

posturas, va encaminado hacia una sola dirección, pero en polos opuestos, es válido

preguntarnos entonces ¿Qué otra salida existe para el criterio ético en este sentido? si

entendemos que atribuirle su naturaleza tanto al objeto como al sujeto, es igual de

problemático y que, según los elementos abordados, suponer un camino reconciliador entre

ambos elementos es a fin de cuentas inviable, sería correcto de esta manera, pensar que lo

que se precisa en este ámbito, para explicar la manera y las diferentes condiciones de

posibilidad, para la concepción de la naturaleza de un criterio ético, que sea acorde a las

necesidades de lo humano, es el entendimiento de la problemática referente a este criterio

ético, por fuera de las ya mencionadas y tratadas categorías.


De esta manera, podemos ahora pasar a abordar la problemática desde una tercera vía,

así pues, una dimensión posible que toma en cuenta los inconvenientes ya abordados, pero

sin intenciones de generar una suerte de aleación contradictoria entre los mismos, es optar

por la explicación de la naturaleza ética a partir de un concepto, que amplíe los horizontes

del criterio ético. Ya hemos evidenciado, la forma en la cual, los anteriores intentos

terminan implicando someros reduccionismos, contemplados bajo un espectro de bondad y

maldad (ya sea avalando estos reductos o rechazándolos) que no dan cuenta de la amplia

gama de variabilidad presente, al remitirnos al fenómeno de la existencia y las interacciones

entre seres humanos. En este sentido, podemos referirnos a otro concepto, el cual, ha sido

denominado como: “intersubjetividad”. Veamos pues, de qué manera se entiende la

intersubjetividad. En primer lugar, podemos evidenciar que la concepción desde el punto de

vista intersubjetivo según pensadores como Edmund Husserl (1931), es una concepción que

evalúa y contempla la figura de “lo otro” y la interacción de las múltiples conciencias,

como elementos claves para generación de una ética con enunciados renovados y más

acordes a la condición humana, esta renovación a su vez “es una tarea en primer lugar

personal, pero también intersubjetiva, que tiene carácter racional, gracias al cual una

comunidad de personas resuelve seguir ciertos ideales que la unifican y la cohesionan; tal

es el caso de la autonomía, la responsabilidad, la democracia, entre otros” (Vargas B,

2007, p.73) Esto último, nos orienta hacia la visualización de la intersubjetividad como un

nivel de entendimiento ético, que aporta una apertura en el horizonte del desarrollo

colectivo moral, pues en este, se evidencia la manera en que, a diferencia de la objetividad,

no se tiende a la universalización y, respecto a la postura subjetiva, abandona cualquier

clase de relativismo. Otorga entonces, la posibilidad de construcción mancomunada,

emancipada de cualquier jerarquía o autoritarismo, al mismo tiempo que permite el


desarrollo personal, puesto que supone que se asuma una conciencia individual sobre los

efectos de sus propias construcciones, en favor de la cooperación con otros.

A manera de conclusión, podemos señalar, que al remitirnos al terreno de lo ético y de la

naturaleza en cuanto a las posibilidades para su criterio, es necesario entender la

problemática más allá de categorías como objetividad y subjetividad, ya que afirmarnos a

partir de cualquiera de estas dos posturas, supone desconocer diferentes aspectos presentes

en el devenir histórico humano, e ignorar la manera en la que este tipo de posturas se han

establecido en diversas manifestaciones culturales, en favor de estructuras de explotación,

rendimiento e incluso de totalitarismos. Se requiere entonces una transformación de esta

percepción valorativa de la ética, que tome en cuenta la participación de “lo otro” y “los

otros” que comprenden nuestra existencia, en la conformación practica de las acciones

éticas, además de que entienda de forma intersubjetiva, que dentro del espectro entre bien y

el mal, existe una amplia gama de disertaciones separadas de los extremos que estos pueden

llegar a comprender.
REFERENCIAS:

 Scheler, M., & Gaos, J. (1957). Esencia y formas de la simpatía. Buenos Aires:

Losada.

 Hume, D. (1984). Tratado de la naturaleza humana. Orbis.

 Sepúlveda, C. (2017). La venganza de Hume. Una defensa del emotivismo moral.

Revista Filosofía UIS. 16 (1)

 León, I. V. (2013). ¿Que son los valores? Perspectivas Docentes, (52).

 Frondizi, R. (1958). ¿Qué son los valores? Fondo de cultura económica.

 Bejarano, J. C. V. (2007). La ética fenomenológica de Edmund Husserl como ética

de la" renovación" y ética personal. Estudios de filosofía, (36), 61-93.


TABLA:

TEMA PROBLEMA CONCLUSIÓN/SOLUCIÓN


El criterio ético humano ¿es posible concebirlo de La intersubjetividad es un
manera objetiva? ¿obedece a modelo que explica mejor la
una construcción subjetiva? interacción ética de los seres
humanos

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